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Basta navegar un rato en Internet para sorprenderse de la cantidad de sitios sobre OVNIS, horóscopos,
magnetoterapia, diversos fenómenos parasicológicos y todo tipo de temas alternativos para las que no
había antes institucionalidad (o la había quizás en Estados Unidos, lejos de cualquier posibilidad de
participar). La mayor parte de lo que encontramos en el espacio cibernético no tiene su origen en
medios de prensa oficiales y refleja, más bien, la expresión e ideología de una masa anónima y general.
Siempre ha existido este interés por lo curioso, y la noticia sensacionalista y extraordinaria siempre se
ha difundido más que versiones convencionales “fomes”. El notable desarrollo de las comunicaciones
favorece la divulgación científica, pero amplifica también esta distorsión . La emergencia de estas
tecnologías ha coincidido con el cuestionamiento -cada vez más masivo- de la racionalidad y con una
búsqueda espiritual que toma muy diversas formas. Como por ejemplo el movimiento “New Age”.
Aunque este es un fenómeno complejo, y en cierto modo independiente del problema de cómo evaluar
la información sobre algún tema de investigación –que es el tema específico de este trabajo- es
innegable que contribuye a amplificar confusiones y distorsiones que proliferan mejor en el seno de una
ideología relativista. El hecho es que ya no es fácil distinguir lo que es búsqueda honesta, especulación
crítica, de lo que es mera charlatanería o sensacionalismo, motivado a veces por necesidades
psicológicas y –en el pero de los casos- por un afán de hacer dinero . Este campo se sostiene en la
crítica al dogmatismo positivista de la ciencia “oficial” y –paradójicamente- recurre a la misma vez al
halo de respetabilidad cuasi-sagrada que rodea en nuestra sociedad de masas a la “ciencia”, la
investigación y la tecnología. Se trata de avalar, en otras palabras, afirmaciones o teorías
sensacionalistas (por definición, distintas de lo que cree la mayoría) por medio de la autoridad de
“científicos” o de sofisticadas técnicas de investigación .
Este artículo se centra en los aspectos negativos y los peligros inherentes a la comunicación masiva de
la ciencia, pero no pretende desconocer la importancia de este esfuerzo ni la existencia de buen
periodismo científico (el ideal sería que hubiera más –sobre todo en Chile- y mejor…). Por lo demás,
gran parte de la confusión es promovida hoy por canales ajenos a los de la prensa oficial como es el
caso de Internet, lo que subraya aún más la importante incidencia de factores sociológicos (ej.
competencia por financiamiento) e ideológicos (ej. postmodernismo, New Age) generales. Aunque el
tema de la distorsión sensacionalista de la investigación, a través de la presentación de noticias
puntuales y fuera de contexto, sea sobre todo un problema norteamericano, tiene fuerte incidencia en
los medios científicos y universitarios chilenos. De partida, la información sobre un campo de estudios
como lo es el poblamiento americano cambia con tal celeridad que la única manera de mantenerse
informado es estar atento a Internet o a la prensa originada en Estados Unidos. Por otra parte, la prensa
científica también es cada vez más un fenómeno global. National Geographic, Discovery Channel y la
mayoría de los principales medios de periodismo científico se producen hoy en español, entregando
gran parte de la información a la que puede acceder el público general sobre estos temas.
Siempre han existido prácticas y creencias esotéricas. Siempre el ser humano se ha sentido
fuertemente atraído por lo extraordinario y misterioso. Lo que es nuevo, sin embargo, es que lejos de
ser terreno de una minoría cuestionada y usualmente reprimida por “transgresora” (de ahí parte de su
atractivo…), la mentalidad relativista y post-moderna dominante ha hecho de este terreno de las
creencias “raras” y misteriosas el terreno de la mayoría, lo aceptado, lo “políticamente correcto”. Nadie
se atreve a cuestionar mucho estas afirmaciones, a riesgo de parecer “conservador”, “positivista”,
“ortodoxo” o algún otro calificativo que suena parecido a “nazi” o “inquisidor”. Por otra parte, muchos de
la prensa y la industria editorial se han subido entusiastas al carro, no necesariamente porque crean en
cosas como el poder de las pirámides, la cara en Marte o la reflexología, sino porque simplemente
“venden bien” .
Por si todo este ruido fuera poco, sin embargo, hemos visto surgir en los últimos años una manera de
“hacer ciencia” que imita al esquema del espectáculo. Si el arte o el deporte se han convertido en
espectáculo ¿porqué no la ciencia? Educados en un medio donde el prestigio es dinero, acunados por
la televisión y el halago de los medios, muchos investigadores sucumben a la tentación de hacer de su
labor un espectáculo: los avances genéticos son presentados por autoridades políticas que poco
entienden del tema; los nuevos descubrimientos paleoantropológicos se anuncian en conferencias de
prensa, etc. Todo esto sería muy loable si tuviera por fin principal el difundir los conocimientos científicos
y acortar la brecha entre los investigadores y la gran mayoría de los ciudadanos que no pueden
dedicarse a ello y se limitan a financiar mediante sus impuestos…. Desgraciadamente, hasta los
investigadores más cautos suelen perder el control de sus observaciones e interpretaciones, siendo
víctimas, más o menos inocentes, muchas veces de la manipulación de los medios y la ingenuidad de
un público que ha crecido a la sombra de la televisión, crédulo y ávido de sensacionalismo.
Es cierto que hay investigadores honestos que eluden la farándula y periodistas científicos serios,
muchas veces ubicados en medios que permiten una amplia divulgación de sus escritos o
documentales. Lamentablemente son pocos. Por lo demás, una noticia errada ampliamente difundida
puede crear más confusión que muchas notas rigurosas menos sensacionalistas y, desde luego, más
que cientos de artículos especializados.
Es cierto también que no hay afirmaciones absolutamente “verdaderas” y que siempre ha habido
escépticos y crédulos. Es cierto que siempre ha habido afirmaciones con mucho respaldo y otras que
son en gran medida terreno de la especulación hipotética (menos comunes y –por ende- más atractivas
y novedosas). Es cierto, por último, que la investigación “químicamente pura” no existe, y que siempre
ha habido intereses personales y comerciales alrededor de la ciencia. Al igual que en cualquier otra
empresa humana inciden en la ciencia la búsqueda de prestigio y dinero por parte de los investigadores
y sus patrocinadores, la competencia, etc..
Ojalá la actual “avalancha seudocientífica” sirviera para enseñarnos a estar más alertas al recibir
cualquier información y a ser más críticos de nuestras fuentes. Desgraciadamente, desde la antigüedad
griega, por lo menos, la palabra escrita ha tenido un carácter casi sagrado (“lo leí en un libro” era un
criterio de verdad y seriedad indiscutible) y hasta hace pocos siglos la autoridad de los especialistas no
se discutía. Si ese respeto dogmático pudo mantener en pie por siglos ideas claramente erradas -como
que la Tierra era el centro del universo o todo había sido creado perfecto y permanecía fijo e inalterado
desde entonces- hoy no es posible. Cualquiera sabe escribir, publicar “bonito” o crear una página en
Internet, muchos tienen doctorados y otros diplomas. Claramente, hay libros y libros. Ya no basta con
que algo esté escrito para creerlo sin más. Puede que sea saludable que caigan las fronteras entre lo
que es ciencia “normal”, ciencia especulativa, seudociencia y charlatanería. El problema es, entonces,
en qué creer o –más bien- cómo tener un criterio para evaluar proposiciones alternativas y aceptar una
u otra.
AGRADECIMIENTOS:
A Luis Cornejo, Tom Dillehay, Francisco Gallardo, Gustavo Politis, Ricardo Rozzi y Pablo Villarroel, por
la lectura crítica de anteriores versiones de este trabajo. Aunque esta versión no necesariamente recoge
todas sus opiniones, debe mucho a la reflexión que sus observaciones estimularon. Uno de los
principales valores de este tipo de escritos es precisamente la oportunidad que ofrecen de discutir,
pensar y reflexionar a través de circular versiones preliminares a los amigos cuya opinión nos
interesa….
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