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Educación universitaria e impuestos

Un desastre anunciado
Cristóbal Pérez-Jerez, MSc.1

En Cien años de soledad Melquíades pregonaba que “la ciencia ha eliminado las distancias...”,
igualmente en el gran libro de ciencias El gran diseño, se recuerda la frase de Feynman: “…un
sistema no tiene una sola historia, sino todas las historias posibles”. En esa dirección Costa Rica
escogió una historia diferente a la escrita por el resto de países de América Latina. En lugar de
invertir en ejército desde hace 200 años invierte en educación.

Sin embargo han surgido nubarrones amargos en el horizonte. Agobiado por un déficit fiscal
espectacular, el gobierno de Costa Rica, se enfrenta a la necesidad de aumentar sus ingresos por
la vía de una reforma tributaria desesperada. Que pueden tener impactos regresivos en el acceso
a la educación para los sectores trabajadores y profesionales del país.

Análisis del proyecto de “ley de solidaridad tributaria”

En su justificación el proyecto afirma: “La experiencia reciente muestra que aún en los países
desarrollados y con altos ingresos, los desequilibrios fiscales pueden tener consecuencias
severas, y que los costos sociales y económicos tienden a ser mayores si el ajuste no se introduce
de manera oportuna, sino solamente tras el estallido de una crisis...”

Consecuencias de los impuestos a la educación superior

En la sétima parte del proyecto de ley se menciona “la reforma en el impuesto general sobre las
ventas”. En torno a nuestro tema se dice “…Se reforma el artículo 10 y se adiciona una artículo
10 bis con el propósito de incrementar la tarifa general al 14%, y establecer una tarifa reducida
especial para los servicios de educación, por las características particulares de este servicio,
fijándola en un 10%.Vale la pena resaltar que en el caso de la prestación de servicios de
educación superior, éstos gozarán de la tarifa especial siempre y cuando se trate de carreras
debidamente acreditadas”.

Qué significa esto. Primero, bajo el supuesto plausible del traslado de impuesto de ventas sobre
el consumidor, es decir, el estudiante y su familia. Esto significa que el 60% de los estudiantes
universitarios de Costa Rica verán frenadas sus carreras universitarias, generando una deserción
elevada por los altos costos que podrían excluir entre un 10 a un 20% de los universitarios de
Costa Rica que no podrían continuar su formación profesional y académica.

Segundo, el país perdería una de sus fuentes de fortaleza, ya que no se permitiría a los
trabajadores estudiar. Una masa de personas que no tienen otra alternativa quedaría excluidos del
proceso de formación superior.

1Profesor universitario, máster en economía, cédula 8-0074-0903. cristobal.perez.jerez@gmail.com,


cpjerez@ice.co.cr
En cuanto a “la reforma de la ley del impuesto sobre la renta” encontramos lo siguiente:

El impuesto sobre la renta, que se impondría a los entes que provean de educación superior
privada al país, que aumentarían en 14%, generaría un nuevo aumento en matrículas y materias,
multiplicando el efecto expulsión de trabajadores de la oportunidad de educación universitaria.
Con los efectos de redistribución del ingreso a favor de los elementos privilegiados de acceso a
educación subsidiada por el gobierno. Generando una concentración mayor de la riqueza en
manos de sectores de privilegio tradicional. Según se puede observar en la imposición moderna,
los distintos impuestos siempre terminan en un traslado e impacto sobre los sectores
consumidores.

Incluso en las exenciones se generan riesgos. Se dice “Los servicios de educación cuya
remuneración total anual por cualquier vía represente, en promedio mensual, un monto
equivalente o inferior al treinta y cinco por ciento (35%) de un salario base mensual. En los casos
en que la remuneración exceda dicho monto, el impuesto se calculará sobre el total de ésta”.

Aquí podemos suponer varios resultados negativos sobre el sector trabajador de Costa Rica.

Primero, al encarecerse el impuesto de rentas sobre las instituciones universitarias estas tendrán
que trasladar parte del costo a los estudiantes, generando un efecto expulsión de las carreras
universitarias, en un momento en que otros países buscan alcanzar a Costa Rica en este rubro
que es la ventaja competitiva del país. Segundo, con el fin de no pagar el monto total del
impuesto algunas familias y estudiantes podrían matricular solamente lo que signifique un costo
menor al 35% de un salario mensual, lo cual tendría como efecto que las carreras se alargarían
demasiado, ya que para ahorrar el estudiante y su familia podrían matricular solamente dos o tres
cursos por jornada académica; lo que a la larga significaría encarecen en términos monetarios y
anuales las carreras en el país. Tercero, la distorsión generaría una oferta de carreras
parauniversitarias que relajarían la calidad académica del profesional costarricense.

Costa Rica se ha vanagloriado siempre, y ese es su más legítimo orgullo de invertir en educación
desde el mismo momento de su independencia. Ojalá que la presidenta Laura Chinchilla y su
ministro de hacienda no pasen a la historia como el primer gobierno de este país que atacó y
frenó la educación. Ya que el daño sería irreparable.

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