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UNIVERSIDAD DE BUENOS

AIRES

FACULTAD DE PSICOLOGÍA

PRÁCTICA PROFESIONAL: CLÍNICA DE LA URGENCIA

TITULAR: SOTELO, MARIA INÉS DE LA MILAG

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INFORME FINAL BASADO EN LA GUARDIA DEL HOSPITAL DURAND

TÍTULO: URGENCIA… ¿DE QUIÉN?.


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ALUMNA: MARIA DEL PILAR LLORDELLA L.U.: 32.451.267/0

COMISIÓN: 126 LIC. LORENA REISIS / LIC. DIEGO TOMÁS

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PRIMER CUATRIMESTRE DE 2010

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Introducción
El presente informe decidí realizarlo en base a una paciente a la que pude ver en el momento que ingresó a
la guardia del hospital Durand, y también en semanas posteriores dado que permaneció internada allí. El
objetivo del presente informe es plantear la dificultad diagnóstica que la paciente me supuso, así como
también articular el caso con la dimensión de la urgencia subjetiva y las dificultades que presentó su alta.
Este último punto me permitió pensar en el título del informe en tanto este caso posibilita pensar en la
urgencia subjetiva de la paciente pero también en las otras urgencias que rondan en el hospital; la de los
propios profesionales.
Viñeta clínica
La paciente se llama Andrea, tiene 39 años. Ingresa a la guardia por una intoxicación con whisky y
tranquilizantes. No tiene casa propia. Se encuentra divorciada del padre de sus 3 hijos. Hace 5 años pelea
por la tenencia compartida de los mismos, y la paciente argumenta que por problemas económicos el juicio
no avanza y mientras tanto los vé muy poco y eso la angustia. El ex marido se encuentra viviendo con otra
mujer y tiene un hijo con ella. La paciente estuvo internada anteriormente en el Alvear un año atrás, por
ataques de pánico, según ella, y fue medicada con antipsicóticos. Continuaba yendo a consultorios
externos al momento de la primera entrevista. Al momento de su ingreso, se encontraba consciente y en la
entrevista argumentó que su ingesta se debía a que estaba cansada de estar sin sus hijos, pero que no se
había querido matar con la ingesta, solo había querido dormirse. La paciente refiere que ha sufrido siempre
síntomas en el cuerpo como por ejemplo dolores de cabeza y otros síntomas corporales. Se decide dejarla
internada dado que supone ser un riesgo para sí y para terceros desde el momento en que dice que no
tiene mas ganas de vivir y que no logra situar el riesgo de la intoxicación cometida. Finalmente, luego de
varias semanas internada en la guardia del hospital, se retiró de alta con una amiga. Se la diagnosticó
como neurosis grave, por cada uno de los equipos de salud mental de la semana.
Un caso con dificultades diagnósticas: ¿paciente histérica? - ¿paciente psicótica?
Cuando terminó la entrevista con la paciente, psiquiatra y psicóloga la diagnosticaron como neurosis grave;
grave por la aparición de estas ideas de matarse que la paciente misma nombra. ¿Por qué neurosis?. En
primera instancia se podría decir que se trataría de una neurosis en tanto no hay trastornos del lenguaje ni
presencia de fenómenos elementales, rasgos que delimitarían una psicosis. Pero adelanto lo que luego
desarrollaré: “(…) pero el aumento reconocido por todos los practicantes de los casos inclasificables según
la lógica clásica, nos lleva a considerar gran numero de casos en los que el desencadenamiento es muy
discreto, incluso hasta no identificable, y los fenómenos elementales están completamente ausentes”i.
La paciente refiere que ha sufrido siempre síntomas en el cuerpo como por ejemplo dolores de cabeza, y
que cuando iba al médico, le decía que no tenían una causa orgánica. La paciente cuenta que durante su
infancia fue abusada sexualmente por un familiar, en el momento en que su padre fallece y su madre se
encontraba internada en un neuropsiquiátrico. Se puede inferir que aquellos síntomas en el cuerpo eran
como consecuencia del malestar psicológico que ella padecía en esa época. Freud plantea: “En la histeria
de conversión, el conflicto psíquico se simboliza en síntomas corporales. El mecanismo psíquico de los
fenómenos histéricos revela que el afecto es convertido en un fenómeno somático. Ocurre la formación del
síntoma cuando el elemento de displacer se transforma en un conflicto que el Yo ya no puede tramitar” ii.

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Freud considera que un dolor físico representa un dolor psíquico dado que la conversión es la ocasión en la
que aparecen como recuerdo, una serie de impresiones displacenteras y a partir de allí el aparato exige
producir aquel sustituto. Lacan plantea que “nada en la anatomía nerviosa recubre cosa alguna de las que
se producen en los síntomas histéricos”iii.
Por otra parte, la paciente cuenta que tuvo siempre dificultades con la sexualidad, y se podría pensar como
una consecuencia de su posible estructura neurótica histérica, “Freud revela que en las neurosis histéricas
hay un vinculo intenso con la fase fálica que, al actualizarse a posteriori de la pubertad, produce dificultades
en la consolidación de la genitalidad y en la articulación de la genitalidad con la función reproductora” iv,
como así también una posible consecuencia de los abusos que le fueron cometidos durante su infancia.
La paciente refiere que su madre falleció porque se cortó las venas y que ella sabe que si se quiere matar
haría lo mismo, pero como no se quiere matar realmente, realiza las ingestas. “La identificación con
relación al síntoma neurótico puede ser la misma del Complejo de Edipo, esto es, la histérica puede
identificarse con la madre y así expresar la inclinación erótica al padre. Al identificarse con la madre, puede
producir el mismo síntoma que ella”v.
Me interesé en indagar no solo el campo freudiano respecto de la histeria, sino también el campo
lacaniano. Lacan plantea que la pregunta histérica supone el ¿qué es ser una mujer? vi. “La estructura de
una neurosis es, como enseña Lacan en el Seminario 3, esencialmente una pregunta (…) y la neurosis
supone ya una respuesta anticipada, para no llegar al lugar en el que la pregunta no tiene respuesta (…) Si
una neurosis es ya respuesta anticipada, esa respuesta se localiza en el nivel del fantasma. El neurótico
desvía el recorrido, tomando por el cortocircuito el fantasma, respondiendo el interrogante anticipadamente,
preguntándose sin hacerlo”vii ¿Cuál es la estrategia de la histérica respecto al deseo?. “La estrategia es
diferente pero el fin es el mismo que el del obsesivo: no saber de la castración del otro. La histérica se
sostiene como una deseante insatisfecha, nada de lo que a ella le toca en suerte puede colmarla, porque
seguramente el Otro tiene lo que a ella le falta y se trata de que no se lo quiere dar (…) este insistente
resaltar la falta del otro, no tiene otro fin que sostener un Otro completo, garantizar la consistencia del Otro:
“es que él lo tiene, pero no me lo quiere dar” viii. Aquí puedo situar una frase de la paciente en donde refiere
que la culpa de lo que le sucede es “toda” del marido; él no le quiere dar a sus hijos, él la lleva a ingerir
pastillas, él no la quiere venir a ver, “si mi marido no viene, yo no me interno” (cita textual de la entrevista).
La paciente se muestra en una posición de “querer pero no querer” en tanto mantiene así su deseo
insatisfecho; refiere no querer internarse, pero a la vez cuando la llevan a la cama de guardia, se dirige sin
problemas, plantea que no quiso matarse, pero a la vez ingirió 3 blisters de pastillas mezcladas con alcohol,
afirma que lo que desea es vivir con sus hijos, pero a la vez dice que quiere vivir también junto al ex marido:
“quiero que vivamos todos juntos otra vez, pero si no se puede, con mis hijos solamente”. También se
puede escuchar a la esposa de su ex marido como una “otra” que “le quitó” lo que ella tenía. En la
entrevista refiere que vivían juntos los 5, pero que luego él conoció a esta otra mujer y “se lo llevó”. Cuando
se peleó con ella, él volvió a la casa de la paciente y ésta lo recibió, para luego volver a abandonarla para
irse con “la otra mujer” (como ella la nombra). “Al escuchar a la histérica, se encuentra a “la otra” que
supuestamente llega a gozar todo lo que ella no goza. La queja usual que presenta la histérica a su pareja,
encuentra apoyo en este presunto todo-goce de la otra. Las críticas al partenaire se encuentran a la orden

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del día en la histérica. La histérica con su fantasma, sostiene que es la otra la que goza, en el lugar suyo.
(…) Ahora bien, bastaría tomar a esa “otra” en análisis para enterarnos que esta tan insatisfecha como
ella”ix.
Hasta aquí no parecería localizarse ninguna dificultad diagnóstica respecto de la paciente. Como he
mencionado, todos los equipos de salud mental de los diferentes días, han consignado en el libro de
guardia, que la paciente se trataba de una histérica y que no había signos de psicosis. Verdaderamente, si
se hace una escucha más exhaustiva de los dichos de la paciente hay razones para sospechar respecto del
diagnóstico. En primer lugar, habría que buscar el valor de certeza que para la paciente tienen sus dichos.
Se sospecha de una fijeza en su discurso respecto a que toda la culpa es de su ex marido y que sólo quiere
que éste venga a buscarla y que le devuelva a sus hijos. Cuando el psiquiatra en la primera entrevista le
hacía preguntas que no iban dirigidas a su relación con su ex marido y sus hijos, ella se las arreglaba para
apuntar su respuesta hacia ese punto. Lacan plantea respecto del psicótico: “Lo que está en juego no es la
realidad. El sujeto admite, por todos los rodeos explicativos verbalmente desarrollados que están a su
alcance, que esos fenómenos son de un orden distinto a lo real, sabe bien que su realidad no está
asegurada, incluso admite hasta cierto punto su irrealidad. Pero a diferencia del sujeto normal para quien la
realidad está bien ubicada, él tiene una certeza: que lo que está en juego le concierne. En él no está en
juego la realidad, sino la certeza”x. Lacan aconseja adiestrarse a encontrar la certeza delirante en cualquier
parte que esté. En esta paciente se debería haber indagado más respecto de este punto de los hijos, para
consignar mejor qué estatuto tienen. Esta fijeza en su discurso se escucha cuando la paciente parece no
deslizar hacia otras temáticas que no sean sus hijos y su ex marido. La significación fálica propia de la
neurosis, supone una cadena significante en donde un significante remite a otro. También se puede notar
en la paciente una dificultad para poner en palabras lo que le sucede, una dificultad para simbolizar; comete
la ingesta, en lugar de poner en palabras su angustia con algún profesional, amiga, etc. Lacan plantea que
previa a toda simbolización, hay una etapa que se demuestra en la psicosis, donde puede suceder que
parte de la simbolización no se lleve a cabo. “Esta primera etapa precede toda la dialéctica neurótica,
fundada en que la neurosis es una palabra que se articula, en tanto lo reprimido y el retorno de lo reprimido
son una sola y única cosa. Puede entonces suceder que algo primordial en lo tocante al ser del sujeto no
entre en la simbolización y sea, no reprimido, sino rechazado (…) Que algo no sea simbolizado, que se
manifieste en lo real (…) es esencial introducir la categoría de lo real, define un campo distinto al de lo
simbólico”xi.
Además, la paciente refiere que la ingesta se sucedió por la angustia e impotencia que le genera la
separación que sufre de sus hijos, lo cual le causaría un vacío que la empuja a estos pasajes al acto. Hay
algo respecto de la existencia de su ser; una existencia que no existe si el otro no la acepta, no la aloja.
Lacan define al fenómeno psicótico como “la emergencia en la realidad de una significación enorme que
parece una nadería- en la medida en que no se puede vincular a nada, ya que nunca entró en el sistema de
la simbolización- pero que, en determinadas ocasiones puede amenazar todo el edificio (…) una irrupción
en lo real de algo que jamás conoció, que va a provocar progresivamente una sumisión radical de todas sus
categorías, hasta forzarlo a un verdadero reordenamiento de su mundo”xii. Sitúa en el ex marido toda la
culpa, desresponsabilizándose ella de su ingesta; es porque él no quiere que ella vea a sus hijos. El ex

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marido podría tener la forma de este Otro perseguidor de la psicosis; ese “se quiere gozar de mi”xiii, aunque
en la psicosis ese “se” es todo otro.
También sería importante indagar acerca de los fenómenos corporales que ella sitúa que padece y que
afirma que no tienen causa orgánica. Soler plantea: “Anoto en primer lugar la diferencia con los fenómenos
de la histeria, identificables a partir del lenguaje del cuerpo como decía Freud. (…) una paciente puede
decir “tengo los ojos dados vuelta”, pero sus ojos no se dan vuelta. La histérica, en cambio, en un caso
semejante, tendría trastornos oculares de los llamados funcionales. De la misma manera que uno que dice
“no tengo cabeza” y sí la tiene. No se trata para nada de una captura del cuerpo por el lenguaje, sino de un
simple delirio en el vocabulario del cuerpo, que toma las palabras en lo real, por así decirlo”xiv.
De todo lo expuesto, se puede concluir que el diagnóstico no es tan claro como parecía en un principio. No
se pretende aquí dar una última respuesta respecto de la estructura de la paciente, pero sí dudar de aquello
de lo que no se dudó al momento de diagnosticarla. Para afirmar que no se trata de una psicosis, se tiende
a argumentar la ausencia de fenómenos elementales y trastornos del lenguaje, siguiendo la línea del
Seminario 3 de Lacan, pero se tiene que pensar también que la psicosis no siempre se presenta con éstos
elementos. Podemos estar también frente a un caso de prepsicosis; “Nada se asemeja tanto a una
sintomatología neurótica como una sintomatología prepsicótica. Una vez hecho el diagnóstico, se nos dice
entonces que ahí el inconciente esta desplegado afuera, que las significaciones en juego son tan claros que
justamente no podemos intervenir analíticamente”xv. ¿Por qué? Porque “La función significante es la de no
significar nada, gracias a lo cual es capaz de dar en cualquier momento significaciones diversas” xvi. Me
parece atinado resaltar una frase de Lacan: “Un delirio no carece forzosamente de relación con el discurso
normal, y el sujeto es harto capaz de comunicárnoslo, dentro de un mundo donde toda comunicación no
esta interrumpida”xvii.
Para pensar el hecho de que las psicosis no siempre se presentan de forma tan florida como el caso
Schreber, leí el libro “Las psicosis ordinarias” de J. Miller, y en uno de sus apartados plantea esta cuestión:
“la primera parte de este informe, pone en evidencia casos que incluyen signos comprobados de psicosis
pero donde faltan las manifestaciones clásicas de la forclusión, sobre todo, trastornos del lenguaje. Cabe
agregar que esta ausencia es compatible con la forclusión. Se presentan entonces psicóticos que tienen
una relación normal con el lenguaje”xviii. La paciente posee una relación normal con el lenguaje, y no
presenta signos de presencia de fenómenos elementales. J. Miller diferencia las psicosis ordinarias de las
psicosis extraordinarias: “en el seminario 3 se trata mas bien de los trastornos de la significación: todo
puede pasar, ya sea visual o verbal, lo que importa es que haya esta cosa “perplejizante”xix.
En la paciente vimos cómo hay una dificultad para simbolizar, para poner en palabras lo que le sucede,
pasando al acto en reiteradas ocasiones. J. Miller afirma “algo pasa en relación al sujeto con el goce y lo
imaginario, con ese abismo unido a una total imposibilidad de subjetivar algo de esta experiencia, lo que
explica las tentativas extremas de metaforizar sin lograrlo”xx. En esta paciente hay una tentativa que roza o
toca directamente la fijeza en la explicación. “Existen trastornos donde no se alcanza la forma significante
sino la significación: la palabra es normal, la frase es normal, y sin embargo, hay detrás de la palabra o la
frase una intención inefable”xxi. Una intención que no se puede explicar con palabras. Culmina el apartado
afirmando: “Hablamos de desencadenamiento cuando hay un contraste marcado entre el antes y el

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después. No siempre es así. Cuando el síntoma es del tipo fuerte y la tormenta llega, el
desencadenamiento es patente. Cuando la estructura tiene más bien el aspecto débil, y el sujeto elaboró un
síntoma que se desliza, a la deriva, el caso no se presenta a un franco desencadenamiento. (…) en todo
caso las psicosis ordinarias son principalmente psicosis de tipo débil”xxii. “Lo que domina el cuadro del
momento mismo de desencadenamiento es el encuentro fortuito de un goce y la imposibilidad con la que el
sujeto se encuentra confrontado para simbolizarlo y encontrarle un modo de subjetivación. (…) Frente a la
irrupción de este goce, el sujeto parece experimentar el agujero como tal y se manifiesta la desaparición
radical de todo aparejamiento significante del goce. Toda significación fálica parece abolida”xxiii.
Mi hipótesis del caso
Si bien en el apartado anterior se planteó la duda diagnóstica y se dieron argumentos teóricos para plantear
que la paciente presenta elementos de una y otra estructura, como conclusión, considero que el caso de la
paciente podría tratarse de un caso de psicosis, y dentro de las psicosis la ubicaría dentro del campo de las
psicosis ordinarias descriptas por J. Miller; dado que no hay presencia de fenómenos elementales,
trastornos del lenguaje, elementos que darían cuenta del fenómeno forclusivo. Pero como desarrollé en la
anterior parte del informe, hay elementos que no pueden dejarse de lado y no ser escuchados; como por
ejemplo la poca aptitud por parte de la paciente para deslizar hacia otras temáticas diferentes a los hijos y
su relación con su exmarido, lo cual se presentaría como una significación irreductible, signo que da cuenta
de una dificultad para dialectizar propia de la psicosis, que se ubica por fuera del circuito fálico (dado que la
entrada en el circuito fálico es lo que permite dialectizar). Sin embargo, sería necesario haber seguido
indagando en la paciente, para poder afirmar que se trata verdaderamente de una psicosis y lo primero que
habría que indagar sería la presencia o no de certeza psicótica. Indagar acerca de esto que ella articula
respecto a sus hijos e investigar qué estatuto tiene para la paciente.
Urgencia: ¿de quién?

Primero ¿qué es la urgencia?. La urgencia es un punto de quiebre; algo que sucede y que los sujetos lo
padecen como un antes y un después “aquello que ha quebrado la vida, la ha transformado, fracturado,
produciendo muchas veces un sufrimiento insoportable (…). La urgencia se manifiesta en una variada
presentación somática; angustias fobias, pesadillas, desencadenamiento psicótico (…)”xxiv. Sotelo plantea
que la urgencia supone siempre algo del orden de la ruptura, por eso es importante localizar qué es lo que
ha quebrantado esa homeostasis. Cuando esto se localiza, ya puede empezarse a hacerse otra lectura.
La paciente en ambas entrevistas que presencié, cada vez que se le preguntó por el por qué de su ingesta,
arriba a la respuesta de que se trató de un momento en el que, cansada de sufrir por no tener a sus hijos
con ella, “se quiso tranquilizar, pero no matar”. Pero no se ubicó qué pudo haber sucedido, después de 5
años de mediación, para que ahora se haya producido una ruptura que haya dado lugar al pasaje al acto
de la ingesta. Como plantea Sotelo en la cita anterior, si se hubiese podido ubicar qué ha quebrado la
homeostasis del aparato, se podría haber llegado a alguna otra lectura del padecer de la paciente.
A: yo ya no aguanto más, estar así sin mis hijos, esperar que pase la mediación.
A: no, tenía taquicardia y solo me quise calmar. En terapia trabajamos que no es voluntario…se me pasa
por la mente cortarme las venas y vengo a la guardia.

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A: que si no llego a ningún acuerdo con mi marido, no tengo mas ganas de vivir…me da lastima por los
chicos.
A: del hospital no espero nada, solo quiero hablar con el papá de los chicos y llegar a un acuerdo. Él esta
en una muy buena situación, con una casa, una 4x4.

Cité estos extractos de la entrevista para pensar el eje de la urgencia. El equipo de salud mental tomó a la
letra los dichos de la paciente y efectivamente consignaron en el libro de guardia que lo que hizo fué por
estar cansada de esperar que pase el tiempo y no ver a sus hijos (Pero si uno escucha a la paciente,
escucha que sí los ve. Que sí la van a visitar). Según los hijos “no tienen ganas de verla” y según la madre,
el padre en quién ella sitúa toda la culpa de lo que le sucede, es quien les impide verla. Nuestro objetivo no
es llegar a la verdad de lo que realmente sucede, pero sí poder situar algo de la urgencia subjetiva de la
paciente. “Cuando hablamos de urgencia subjetiva es el carácter singular el que se debe encontrar en la
demanda de quien consulta y el goce que se capta a partir de ella”xxv. Podríamos preguntarnos, ¿qué tiene
que ver ella allí con lo que le pasa?. Hay algo de su goce que puede captarse en su posición de “pobrecita”,
sujeta a los avatares que el marido le genera en su vida.
La paciente permaneció internada por 3 semanas. Si se relee el libro de guardia, se ve qué todos los
profesionales de los distintos equipos de salud mental, escribían “paciente histérica grave, sin ideación
psicótica, estable”. Entonces, uno que iba todos los Lunes y la veía allí internada, se preguntaba ¿por qué
esta paciente sigue internada si no consta en el libro de guardia que sea riesgosa para sí y para terceros y
además se encuentra estable?. En reiteradas oportunidades yo pregunté al equipo por qué no se le daba
el alta, y la respuesta fue “porque nadie quiere poner el gancho; esta paciente es medio border…esta ahí al
borde…entonces si hace algo acá a la vuelta, la responsabilidad es mía que firmo”. Cuando la psiquiatra la
vió por primera vez (al segundo Lunes, porque ella no estaba cuando ingresó), dijo “esta es una histérica,
es mentirosa y actuadora, hay que darle el alta ya…pero yo no me voy a quemar”. Entonces me pregúnto:
la urgencia ¿de quién es?. ¿Se está realmente escuchando la urgencia de la paciente? ¿O se está mas
preocupado en pensar la propia urgencia; el no firmar porque me puede traer un problema?. Sotelo plantea
que cada profesional está atravesado por sus urgencias, por su historia, sus valores, sus ideales. Desde allí
se juzga y se opina, estableciendo lo que está bien y mal. Plantea que el problema surge si se interviene
desde los propios juicios morales o de valorxxvi.
Por otra parte la psiquiatra no intenta implicar a la paciente, o trabajar algo respecto de su urgencia, parecía
mas una conversación informal entre dos personas, porque para ella la paciente “era una histérica y no
tenía nada, era una simuladora”. Como si eso no tuviera igual de importancia que un paciente psicótico.
Pero no solo la psiquiatra tenía esta actitud, que podemos pensarla como consecuencia de estar sujeta al
discurso psiquiátrico, sino también la psicóloga tenía estas mismas formas de actuar frente a un paciente. Y
no solamente en este caso. La modalidad de trabajo tanto de la psicóloga como de la psiquiatra de la
guardia de los Lunes, supone operar desde el discurso Amo, si bien es inherente a la institución que
domine el Amo. Pero la psicóloga toma esta posición respecto de su práctica y no hace el lugar a operar
desde el discurso psicoanalítico. “La psiquiatría es la respuesta que se oferta a partir de un saber
adquirido de un para todos que busca eliminar la singularidad del sujeto. El psicoanálisis le ofertará al
sufriente la apertura de un espacio que posibilite el despliegue de la cadena significante, que abra un

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tiempo no encorsetado por la prisa, que posibilite la emergencia del sujeto dividido, que permita la
interrogación por sus síntomas, que permita visualizar el camino para la rectificación subjetiva, que pueda
comenzar a constatar que si bien el pasado condiciona, dependerá de él impedir que el mismo se convierta
en condena”xxvii. “El psicoanálisis propone su reverso, que el sujeto pueda producir sus propios significantes
amo, que pueda confrontarse a la causa de su padecimiento, que en ese padecimiento hay goce”xxviii. Muy
por el contrario, las entrevistas con la paciente, mientras estuvo internada, fueron charlas informales,
preguntarle cómo estaba, si la vinieron a ver, ante lo cual la paciente se ponía a desplegar todo un relato en
torno a cómo se sentía, y el equipo asentía, pero no intervenía. Ningún movimiento en torno a ubicar algo
de la demanda del paciente; el espacio para la palabra estaba, pero no había ninguna devolución a la
misma. Tampoco había interés por el despliegue de la cadena significante de la paciente. Simplemente
escuchaban. “La urgencia, se transformará en llamado en tanto el analista constituido como Otro que acusa
recibo sancione con su poder discrecional, aquello que escucha”xxix.
Parecía que la paciente por un lado no era riesgosa, que era una histérica charlatana, y no valía la pena
intervenir porque en cualquier momento se iba y además “no tenía nada”. Pero por otro, nadie le firmaba el
alta. “Si una demanda puede articularse, habrá lugar para una nueva decisión” xxx. Si algo de su demanda
subjetiva hubiese podido ubicarse en la paciente, y no dejarse llevar sólo por lo que ella manifiesta
concientemente, quizá se hubiese podido ahondar mejor en su diagnóstico. También se escuchaban
argumentos por el lado de la trabajadora social que apuntaban a dejarla internada porque no tenía a donde
ir. Pero creo que tampoco se puede dejar a alguien internado en una guardia solamente porque no tiene a
donde ir. Se tratará de indagar si realmente nadie la puede venir a buscar; finalmente se localizó a una
amiga y un equipo de otro día, le dio el alta para que se vaya con ella.
Si respecto a su diagnóstico no había dudas; todos los equipos la catalogaron como neurótica, no peligrosa
para sí y para terceros, ¿entonces? ¿Por qué nadie le firmaba el alta?
Algo del discurso amo parecía estar flaqueando.
La institución del hospital se concibe como un lugar de saber, la institución esta sostenida así bajo el
discurso del Amo. ¿A qué llamamos discurso Amo?. Clavreul plantea que es aquel del que más cerca esta
el discurso medico. “Un discurso que permite constituir como hechos unos elementos que sin él seguirían
siendo meramente contingentes, inesenciales”xxxi. Un discurso que privilegia ciertos hechos y excluye lo
que contradiga ese discursoxxxii. Y Clavreul afirma que lo que el médico observa es lo que puede inscribirse
en cierto campo de saber, con exclusión de cualquier otra cosa; “El resto no existe para él”. En el caso de la
paciente, digo que algo del discurso Amo parece haber flaqueado, en tanto si el discurso Amo encarna el
hecho de que el médico es el que tiene el saber y la institución se encuentra sumida bajo este discurso,
¿qué sucedió en este caso?. Debería de haber estado presente aquel saber para dar cuenta de una
solución más rápida para esta paciente. Algo de este “todo saber” parece estar en duda. De algo se duda,
de algo se teme, para que nadie “se queme” como dijo la psiquiatra, poniéndole la firma al alta. Pareciera
ser que este discurso del Amo, todo saber, flaqueó para este caso con esta paciente.
En segundo lugar, como modalidad propia de la guardia de los Lunes, se percibe cómo la psicóloga se
dejó llevar por este discurso Amo, en tanto interviene desde el saber médico al igual que la psiquiátra. No
se duda que el psicoanalista que trabaja en instituciones esté bajo las influencias de este discurso del Amo;

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pero creo que se trata de hacerse un lugar en tanto psicoanalista e intervenir desde ese lugar. Las
intervenciones de la psicóloga no apuntan a darle el espacio a la paciente, a interrogar, a poder implicarla
respecto de su padecer, generar algún tipo de cambio en su posición subjetiva, no da lugar a que emerja la
particularidad de esta paciente, no indaga mas allá de lo que ella cuenta (todos hechos que se repitieron
con muchos de los pacientes que se vieron durante la pasantía). Por el contrario, se encontraría
posicionada del lado del discurso psiquiátrico en tanto un saber que se aplica para todos igual, en el aquí y
ahora, un saber que intenta callar ese ruido que supone la urgencia. De hecho, muchas veces se ha
escuchado decir que vinieron pacientes con crisis de angustia, y cuando se le preguntaba cuál había sido el
accionar del equipo, se respondía que le habían dado un Clonazepam, “y listo”; callando así ese ruido que
supone la urgencia. “La urgencia médica apunta a eliminar la dimensión del tiempo operando de inmediato
sobre el acontecimiento. El psicoanálisis apera a partir de poder situar un sujeto, por este motivo toda la
urgencia es pensada como urgencia subjetiva. Lo que nos importa es que allí surja un tiempo del sujeto que
no es el tiempo cronológico”xxxiii. “Frente al vacío subjetivo, la ciencia pasa a ser un discurso que da un
abrochamiento, un sentido. El discurso de la ciencia aparece como el Nombre del Padre (…) hace existir
una causalidad determinista universal”xxxiv. Pero el psicoanalista sabemos que no se rige bajo estos
parámetros; “El analista no debe ubicarse en el lugar del saber. Frente a la ética del Amo, donde la salud es
el bien universal, la respuesta del analista tendrá otros parámetros éticos. (…) Deseo del analista como
deseo mas fuerte que el de ser Amo, dirá Lacan. Deseo de dirigir la cura”xxxv. No es mi objetivo criticar a las
profesionales de la guardia a la que me tocó asistir, simplemente a raíz de la asistencia a la misma y de
este caso en particular, planteo en este informe los interrogantes que se me suscitaron.
Conclusión
Con respecto a la modalidad de la guardia de los días Lunes este caso no presentó excepción a la regla;
tanto en éste como en los demás casos vistos hubo dificultades para localizar la urgencia subjetiva de la
paciente, se operó desde el discurso Amo, en tanto no se buscó la particularidad de cada paciente y se
actuó desde un discurso “para todos igual” que no apuntó a la pregunta del sujeto respecto de su padecer.
La diferencia que supuso este caso fue que algo de ese discurso Amo pareció flaquear en la institución
desde el momento en que no se le firmaba el alta a la paciente y algo de ese “todo saber” debería de estar
en duda para que no se otorgue el alta con la rapidez con la que se actuó en otros casos. Por otro lado,
esta guardia se caracterizó por privilegiar las propias urgencias de los profesionales de salud mental antes
que las urgencias subjetivas de los pacientes. En muchos casos vistos en la pasantía el equipo de salud
mental prefirió dar medicación, cuando no era estrictamente necesario, para callar la urgencia de los
pacientes por falta de tiempo o por falta de interés en ese determinado paciente. En este caso, se prefirió
no dar el alta en pos de no perjudicarse a sí mismos como profesionales. De esta forma, se está poniendo
por encima el propio beneficio en detrimento del beneficio para el paciente.

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CITAS BIBLIOGRÁFICAS

11
i
MILLER, J.-A., y otros, La psicosis ordinaria, Paidós, Buenos Aires, 2003. Pág. 47.
ii

BAUMGART, A. y Cols.: Lecciones introductorias de Psicopatología. EUDE-BA. Buenos Aires, 2000.- Pág. 197 – 198.

iii
LACAN, J. (1981) Las Psicosis. Seminario III. Buenos Aires, Ed. Paidos, 1986. Pág. 255
iv

BAUMGART, A. y Cols.: Lecciones introductorias de Psicopatología. EUDE-BA. Buenos Aires, 2000.- Pág. 207
v

Op. Cit. Pág. 208.

vi
LACAN, J. (1981) Las Psicosis. Seminario III. Buenos Aires, Ed. Paidos, 1986. Pág. 250.

vii
MAZZUCA, R. (comp.), Schejtman, F. y Godoy, C., Cizalla del cuerpo y del alma. La neurosis de Freud a Lacan, Berggasse 19,
Buenos Aires, 2006. Págs. 284-285

viii
Op. Cit. Pág. 292.

ix
Op. Cit. Págs. 294-295
x

LACAN, J. (1981) Las Psicosis. Seminario III. Buenos Aires, Ed. Paidos, 1986. Pág. 110.

xi
Op. Cit. Pág. 118-119.
xii

LACAN, J. (1981) Las Psicosis. Seminario III. Buenos Aires, Ed. Paidos, 1986. Pág. 124.

xiii
SOLER, C. (2004) El inconciente a cielo abierto. Buenos Aires, Ed. JVE, 2004. Pág.17

xiv
Op. Cit. Pág. 115.

xv
LACAN, J. (1981) Las Psicosis. Seminario III. Buenos Aires, Ed. Paidos, 1986. Pág. 273

xvi
Op. Cit. Pág. 271.

xvii
Op.. Cit. Pág 128.

xviii
MILLER, J.-A., y otros, La psicosis ordinaria, Paidós, Buenos Aires, 2003. Pág. 205.
xix
Op. Cit. Pág. 212
xx

LACAN, J. (1981) Las Psicosis. Seminario III. Buenos Aires, Ed. Paidos, 1986. Pág 214.
xxi
MILLER, J.-A., y otros, La psicosis ordinaria, Paidós, Buenos Aires, 2003. Pág.216.

xxii
Op. Cit. Pág. 238

xxiii
Op. Cit. Pág. 20-21
xxiv

SOTELO, I. (compilador) (2005). Tiempos de urgencia: estrategias del sujeto, estrategias del analista. Buenos Aires, JVE Editores,
2005. Pág. 100
xxv

Op. Cit. Pág. 86.


xxvi

SOTELO, I. (2007) Clínica de la urgencia. Buenos Aires, JVE Editores, 2007. Pág. 41
xxvii

SOTELO, I. (compilador) (2005). Tiempos de urgencia: estrategias del sujeto, estrategias del analista. Buenos Aires, JVE Editores,
2005. Pág. 93.

xxviii
Op. Cit. Pág. 87
xxix

SOTELO, I. (Compilador) (2009) “Perspectivas de la clínica de la urgencia” Buenos Aires, Grama Ediciones. Pág. 27
xxx
Op. Cit. Pág. 88
xxxi

CLAVREUL, J. (1978) El Orden Médico. Barcelona, Ed. Argot, 1983. Pág. 87


xxxii

Op. Cit. Pág. 88.

xxxiii
Op. Cit. Pág. 134.

xxxiv
SOTELO, I. (compilador) (2005). Tiempos de urgencia: estrategias del sujeto, estrategias del analista. Buenos Aires, JVE Editores,
2005. Pág. 35.
xxxv

Revistas de la Cátedra. Ponerse en guardia, Nº 3.Pág. 59.


BIBLIOGRAFÍA
• BAUMGART, A. y Cols.: Lecciones introductorias de Psicopatología. EUDE-BA. Buenos
Aires, 2000.
• CLAVREUL, J. (1978) El Orden Médico. Barcelona, Ed. Argot, 1983.
• LACAN, J. (1981) Las Psicosis. Seminario III. Buenos Aires, Ed. Paidos, 1986
• MAZZUCA, R. (comp.), Schejtman, F. y Godoy, C., Cizalla del cuerpo y del alma. La
neurosis de Freud a Lacan, Berggasse 19, Buenos Aires, 2006.
• MILLER, J.-A., y otros, La psicosis ordinaria, Paidós, Buenos Aires, 2003
• Revistas de la Cátedra. Ponerse en guardia, Nº 3.
• SOLER, C. (2004) El inconciente a cielo abierto. Buenos Aires, Ed. JVE, 2004.
• SOTELO, I. (2007) Clínica de la urgencia. Buenos Aires, JVE Editores, 2007.
• SOTELO, I. (Compilador) (2009) “Perspectivas de la clínica de la urgencia” Buenos Aires,
Grama Ediciones.
• SOTELO, I. (compilador) (2005). Tiempos de urgencia: estrategias del sujeto, estrategias
del analista. Buenos Aires, JVE Editores, 2005

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