EL CARNAVAL DE NEGROS Y BLANCOS: VOCACIÓN Y DESTINO
En el inmenso panorama de comunidades en el mundo, tener un sello de identidad
es muy difícil y generalmente es un afán de sociedades que han resuelto sus problemas materiales básicos. Es evidente que para sobrevivir y desarrollarnos como sociedad con propuestas para el mundo necesitamos procesos de legitimidad y fuertes parámetros de referencia que nos permitan construir y fortalecer identidades y orientar su rumbo en pos de horizontes claros. La propuesta es que identifiquemos nuestras herramientas para trabajar en función de una ciudad que hayamos imaginado. Es importante esforzarnos en desarrollar estrategias para resistir al monopolio del pensamiento, inventar autonomías y generar discursos que nos inscriban en el mundo y reescriban las relaciones con los poderes y las culturas dominantes. El mundo avanza hacia una globalización cada vez más evidente y arrolladora pero a la vez se desarrollan fuertes manifestaciones culturales y sociales que buscan identidad desde lo regional y desde marcados movimientos marginales o sectoriales de oposición política y cultural y utilizan las fisuras en los andamiajes preestablecidos para fundar estrategias que generan nuevas lógicas, nuevos valores y nuevas propuestas de construcción de mundos. En el escenario de poderes en crisis y deslegitimados por la obsolescencia de sus visiones o por la evidencia de sus desaciertos, irrumpen a cada momento intentos de formular alternativas al orden social y a las múltiples formas de dependencia. El proceso puede comenzar de formas múltiples e inesperadas: una protesta, una manifestación social o incluso una fiesta popular. En las comunidades donde el desarrollo material convencional ha sido esquivo por determinantes históricos y por circunstancias propias del devenir social, la cultura en sus diversas formas puede ser una herramienta de construcción de futuro y Pasto tiene las condiciones para mostrarse al mundo como una de esas comunidades que se identifican en el inmenso mar de conglomerados que pugnan por generar variables de apuntalamiento existencial. Junto a los intentos de naturaleza socioeconómica por generar líneas de desarrollo debemos pensar que nuestra cultura, constituida por sus múltiples componentes y en especial sus carnavales, puede ser en efecto un factor de desarrollo. Como cruce de variables geográficas tan diversas como los Andes, la Amazonía y el Pacífico, el territorio donde se encuentra enclavado el municipio de Pasto constituye también un cruce de componentes culturales que lo hacen característico. Además de constituir un ensamble de pueblos indígenas diversos, la población de Pasto es resultado del mestizaje con la cultura española que se arraigó al punto de considerarse como propia. Pasto puede y debe persistir en su empeño de reafirmar la naturaleza auténtica de sus manifestaciones culturales teniendo en cuenta sus fortalezas y potencialidades, aprovechando el talento y la creatividad innatos de sus gentes, la originalidad de sus cultores y la combinación de los elementos ancestrales de su cultura con las visiones modernas de los nuevos profesionales del arte. El municipio, como región, debe definir sus prioridades en lo relacionado con los componentes que quiere promocionar y que serán su vitrina y su marca, debe cuantificar y presupuestar los esfuerzos necesarios para generar y consolidar su oferta u debe asumir e interiorizar el propósito de mostrarse y darse al mundo. Esto significa construir una visión de ciudad y de comunidad, esclarecer y fortalecer la imagen que queremos manejar y tener un rumbo en la construcción de nuestro destino. Aunque son indispensables muchos esfuerzos hacia la modernización de nuestra Infraestructura de ciudad, dotaciones para el turismo, incentivos para la inversión, etc., la transformación real y efectiva de nuestro municipio sólo será posible si, como conglomerado, nos empeñamos en hacer de Pasto un espacio amable para vivir, para disfrutar y para emprender proyectos de múltiple naturaleza. Nuestra cultura en sus diversas manifestaciones será seguramente el soporte fundamental de ese proceso y el factor clave para nuestro desarrollo. En este proceso tiene un papel fundamental el Carnaval de Negros y Blancos que se ha convertido en la principal fortaleza cultural y en la mejor imagen de expresión e identificación colectivas. El pasado 30 de septiembre corrió la noticia de que el Carnaval de Negros y Blancos de Pasto fue declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en Abu Dhabi, en los Emiratos Árabes. Era una noticia esperada con mucha expectativa por quienes habían trabajado con mucha anticipación para que se lograra este reconocimiento, académicos, artistas y cultores que habían participado desde el proceso que llevó a la declaración del carnaval como patrimonio nacional y que han construido un proceso continuado de tareas que han llevado a apreciar la dimensión de esta fiesta por fuera de los marcos locales. El carnaval de negros y blancos constituye una forma fundamental de expresión de la cosmovisión de los habitantes del sur de Colombia y se ha convertido en la principal manifestación de la cultura popular. Recoge la esencia del concepto medieval de carnaval como fiesta por excelencia, donde se ejerce una visión del mundo, del hombre, de la libertad y de las relaciones humanas totalmente diferente a lo convencional, deliberadamente no-oficial, creando un mundo paralelo en el que se ignora la distinción entre actores y espectadores, se borran las fronteras y los espíritus son los protagonistas, no importa su clase ni estatus. Pero el carnaval pastuso es a la vez una fiesta moderna que renueva permanentemente su desempeño y su formato, manteniendo su autenticidad y su apego a la tradición. Con el sorprendente y siempre innovador despliegue de talento se convierte en un obligado referente de la fuerza con que evolucionan las miradas artísticas en un proceso permanente de transformación y creatividad. Quien vive el carnaval de negros y blancos experimenta el ingreso a un universo en el que se entrecruzan el arte, la fiesta y la vida como dimensiones paralelas del espíritu humano, siente el Carnaval como vocación popular y percibe los afanes de una comunidad arraigada en el pasado pero disparada por muchos y nuevos afanes de ciudad y de destino.