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Pensamiento Psicológico, Vol.2, N°6, 2006, pp.

7-20 7

Memoria histórica: Relato desde las víctimas

Mauricio Gaborit
Universidad Centroamericana José Simeon Cañas (El Salvador)

Si X es un aspecto interesante o socialmente significativo de la memoria, entonces


difícilmente los psicólogos han estudiado X.
(Ulric Neisser, 1978, p. 4.)
Los muertos están cada día más indóciles...
Hoy se ponen irónicos
Preguntan.
(Roque Dalton, «El descanso del guerrero»)

Recibido: 12/01/06 Aceptado: 12/03/06

Resumen
La salud mental de las sociedades, donde se ha dado, permitido y amparado la violencia,
pasa por la recuperación de la memoria histórica. Los intentos de todas aquellas personas
o instituciones que no desean que las desapariciones, las masacres y las torturas queden
relegadas al olvido, lejos de caldear ánimos y reabrir heridas ya cicatrizadas, vienen a
cerrar esas heridas, que han permanecido abiertas, y a reforzar la cohesión y el orden
social. El recordar, es decir, la acción de hacer memoria, y las narraciones que de ella se
desprenden no son una simple discusión verbal que intenta reconciliar versiones distintas
de eventos acaecidos en el pasado, es la acción que empodera a las mayorías populares,
a las víctimas y a sus familiares, de decir y decirse justicia y que va moldeando un
conjunto de actitudes prácticas, cognitivas y afectivas, que posibilitan una verdadera
reconciliación social. La recuperación de la memoria histórica es, por lo menos para el
caso de El Salvador, indispensable para construir una historia que responda a las
experiencias y vivencias de las mayorías, que no sea elitista ni, en definitiva, ignorante
ni enajenante.

Palabras claves: Memoria histórica, víctimas.

Dirección de Correspondencia:
E-mail: gaboritm@buho.uca.edu.sv
Universidad Centroamericana Jose Simeon Cañas (El Salvador)
8 MAURICIO GABORIT

Abstract
The mental health of societies in which violence has occurred, been permitted and been
supported results in the recuperation of historical memory. The efforts of all those persons
or institutions who do not want disappearances, massacres and torture to be forgotten,
far from provoking ill-feeling and reopening wounds that have healed, come to heal
those open wounds, and strengthen cohesion and social order. Remembering, in other
words, the act of using memory and the accounts that this produces are not a simple
verbal discussion whose intention is to reconcile different versions of events occurring
in the past. It is the action that empowers the popular majority, the victims and their
families, to talk about and convince themselves of justice and that will form a set of
practical, cognitive and affective attitudes that will lead to a real social reconciliation.
The recuperation of historical memory is, at least in the case of El Salvador, essential to
build a history that responds to the experiences of the majority, which will not be elitist,
nor in any way, ignorant, or alienating.

Key words: Historical memory, victims.

Cognición social (1984), una de las consecuencias de la eferves-


Las últimas dos décadas han acusado un re- cencia con la que vino a dotar el abordaje de la
centramiento de la Psicología Social, de tal ma- cognición social a la Psicología Social fue la de
nera que algunos psicólogos importantes (Za- tratar de elucidar la interdependencia entre cog-
jonc, Markus, Nisbett, Wyer, Bargh) consideran nición social y acción. Si bien desde sus inicios
que el área más prolífica y dinámica de la mis- la Psicología Social estuvo preocupada por en-
ma es la cognición social. Las temáticas que hasta tender e investigar esa interdependencia, el punto
entonces habían dominado en la Psicología So- de vista de la cognición social aportó nuevas
cial — actitudes, atribución, percepción, proce- formas de entenderla y proveyó puntos de vista
sos grupales, el self, para sólo nombrar algunas— particularmente productivos.
comienzan a entenderse, re-conceptualizarse y
reubicarse dentro de esta perspectiva, que en los
años ochenta se presenta como novedosa y trans- Claridad dentro de la confusión
disciplinar. Tal es la pujanza de esta perspectiva Hasta aquí lo que todo estudioso de la Psi-
que la revista especializada en Psicología So- cología Social puede reconocer como claro. Una
cial de mayor prestigio de habla inglesa, el Jo- vez que abandonamos esta observación general,
urnal of Personality and Social Psychology, re- nos adentramos en el ámbito de la confusión,
nombra en 1980 una de sus tres secciones «Ac- debido a la plétora de «definiciones» que los dis-
titudes y cognición social». Con la aparición del tintos investigadores y teóricos daban al concepto
primer manual de cognición social, en 1984, se de cognición social, más allá del de diferenciar-
llega hasta afirmar la preeminencia de este en- la de la cognición no social. Para darnos una idea
foque, que debe su metodología de estudio y de lo escabroso de ese terreno intelectual, con-
fuerza a los avances que, por su lado, forjaban sideremos algunas «definiciones» de los inves-
especialmente las ciencias de la información y tigadores más representativos de esta perspecti-
las neurociencias. El estudio de los procesos de va. Hamilton (1981) considera que el campo de
memoria cobra nuevo auge sobre todo por la in- la cognición social debe incluir tanto la consi-
fluencia de esas ciencias. Como señala Ostrom deración de todos aquellos factores determinan-
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tes en la adquisición, representación y recupera- Con toda la confusión, esta variedad de de-
ción de la información relativa a las personas, finiciones ha dejado algo relativamente claro,
como la relación que estos procesos tienen con pero que, lamentablemente, ha sido ignorado de
los juicios emitidos por el perceptor. Isen y Has- manera sistemática y notable en la Psicología
torf (1982), al manifestar preferencia por el tér- Social por eminentes psicólogos sociales de la
mino Psicología Social Cognitiva, consideran altura de Wyer, Bandura, Carlston, Cantor, Mis-
que ésta conlleva un abordaje que enfatiza en- chel, Petty y Wegener. Excluido ha quedado el
tender los procesos cognitivos que están a la base concepto de acción y las consecuencias de la
de toda conducta compleja e intencional, es de- interacción social. Como observa Vázquez
cir, la acción. Por su lado, Forgas (1981) estima (2001), al comentar sobre la memoria, lo claro
que esta perspectiva no sólo conlleva el análisis es que ha quedado desterrado lo significativa-
de aquellos procesos implicados en el procesa- mente social, de tal manera, que, se ha reducido
miento de la información, en distintos ámbitos a lo que el investigador, y no los participantes
sociales, sino que debe estar centrada en el estudio de los estudios, ha definido como «social». Lo
del conocimiento cotidiano. Aun cuando introdu- social se antoja como un pretexto para apuntalar
ce la noción de lo cotidiano en el ámbito de la cog- las orientaciones y conclusiones eminentemen-
nición social, esta noción no acaba de ser central te individualistas de planteamientos teóricos que
en muchos programas de investigación. se presentan como «objetivos y rigurosos».
Damon (1981), al tratar de dar cuenta de la El contexto social, en la mayoría de los ca-
temática de la cognición social, se centra en dos sos, suele ser artificial o responde a los intere-
aspectos interdependientes: (a) el organizacio- ses del investigador o a una conveniencia meto-
nal, que se refiere a las principales categorías y dológica. Tomar en cuenta de una manera real el
procesos que estructuran el conocimiento de las contexto es percatarse de que la acción humana
personas sobre su mundo social y condicionan y tiene una intencionalidad. Como bien notan Isen
moldean su entendimiento de la realidad social, y Hastrof (1982), el contexto es importante, pues-
y (b) el procesual, que alude ya sea a la comuni- to que influye en las interpretaciones que el su-
cación y el cambio efectuado a través de la inte- jeto da a la situación y a las metas que trata de
racción social, o a las formas en las que la per- obtener o considera deseables. La persona —o
sona intercambia, recibe y procesa información quizá, mejor dicho, las personas— contextuali-
sobre otros. Kosslyn y Kagan (1981) anotan que zada socialmente se concibe como tratando de
el término se refiere a dos formas de cognicio- pensar el problema que tiene a la mano con la
nes: aquellas relacionadas con otras personas, intención de resolverlo y actuar sobre él. Ausen-
grupos y eventos sociales, y las impregnadas de te el contexto, lo social y, por lo tanto, la acción
sentimientos, motivos, actitudes y valoraciones. quedan relegados a una conveniencia experimen-
Los procesos de la representación del conoci- tal pobremente lograda. Esta dificultad ha per-
miento sobre las personas y sus interrelaciones sistido, a pesar de que desde los inicios, la Psi-
son recalcados por Nelson (1981). Este autor cología Social consideró la acción como tema
muestra una cercanía conceptual con Sherrod y central de la disciplina y que las concepciones
Lamb (1981), quienes entienden la cognición más ilustradas sobre la temática de la cognición
social como la forma en que las personas perci- social consideraban la acción como esencial
ben y entienden a los demás. Por último, Shantz (Cano y Huici, 1992; Clark y Stephenson, 1995;
(1982) señala que el término cognición social se Garzón, 1993; Neisser, 1982).
refiere a las concepciones y razonamientos que Al menos tres razones, señaladas ya por
se ofrecen sobre las personas, el self, las rela- Martín-Baró (1986), explican por qué ha queda-
ciones entre las personas, los grupos sociales y do separada la temática de la acción de la cogni-
roles, y la relación que esto tiene con el actuar ción social: la pretensión que el método era más
social. importante que la realidad social a la cual éste
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se aplicaba, el positivismo lógico que pandémi- res: sus intereses, sus aspiraciones, sus vidas, sus
camente había impregnado los abordajes en Psi- metas; es decir, su contexto socio-histórico. Esta
cología Social con su pretensión de conocimiento perspectiva brindará correcciones necesarias
desinteresado y objetivo, y el hecho que los es- para que sea la vida cotidiana la que interese,
tudios de la cognición social surgen dentro del que sea la acción (y no las conductas) de las per-
contexto del primer mundo, respondiendo a la sonas lo que demande la atención de los psicó-
agenda que los centros de poder trazaban a los logos y se exponga el papel encubridor de un
académicos — sobretodo norteamericanos. discurso oficial que, a fuerza de trillar sobre lo
Como señala Martín-Baró, «bien sabido que los baladí e insignificante, asegura la descontextua-
problemas actuales tratados por los textos de lización de las personas y los colectivos. Es en
Psicología Social son fundamentalmente los pro- este contexto que deseamos colocar la temática
blemas que los centros de poder de la sociedad de la memoria, que, como Barclay y Smith (1992)
norteamericana han planteado a sus académicos, sugieren, implica, entre otras cosas, tanto recons-
y las respuestas que los psicólogos sociales han truir el pasado en el presente con intencionali-
proporcionado a estos problemas para afirmarse dad, es decir, con un propósito psicológico y
al interior del mundo científico de los Estados social, como un reconstruir el pasado a través
Unidos» (Martín-Baró, 1986, p. 3). del recuerdo colectivo, que se centra en aconte-
Pero, y siguiendo la postura teórica de Mar- cimientos personales y colectivos históricos.
tín-Baró, la acción que deseamos re-introducir
en el estudio de la cognición social tiene unas
características particulares. Nos referimos a la Memoria histórica y cognición social
acción de las personas y de los grupos, en tanto Las grandes mayorías de las sociedades la-
está referida a otros, con las y los cuales se sos- tinoamericanas, que poseen una historia larga de
tienen relaciones interpersonales e intergrupa- represión y guerra, tienen necesidad de acceder
les, centradas en intereses propios que, con fre- a esa memoria como paso indispensable para ob-
cuencia, están encontrados y son conflictivos; tener siquiera un módico de salud mental e ir
es decir, la acción en cuanto ideológica. En pa- configurando su identidad personal y colectiva.
labras del mismo Martín- Baró, «Al decir ideo- En esa historia personal y colectiva se han expe-
lógica, estamos expresando la misma idea de rimentado grandes pérdidas y, por lo tanto, la
influjo o relación interpersonal, de juego de lo recuperación de la memoria histórica debe tener
personal y social; pero estamos afirmando tam- la intención de reparar el tejido social rasgado
bién que la acción es una síntesis de objetividad por la mentira oficial, el discurso encubridor y
y subjetividad, de conocimiento y de valoración, el cinismo político. Queda claro que esta me-
no necesariamente consciente, es decir, que la moria no consiste principalmente en procesos de
acción está signada por unos contenidos valo- almacenamiento y recuperación de información
rados y referidos históricamente a una estructu- o de imágenes del pasado, sino que implica de
ra social» (Martín-Baró, 1986, p. 17). forma directa la re-significación de las mismas
Por otro lado, esa acción, en cuanto ideoló- y la integración de esos recuerdos a la vida coti-
gica, tiene que tener una referencia obligada a la diana personal y colectiva (Leone, 2000). Esto
realidad cotidiana de las personas. Es la vida co- necesariamente conlleva la reformulación e in-
tidiana la que debe brindar la temática y el con- terpretación de los legados históricos con vistas
texto para entender el tipo de acción que es de a tener lo que algunos denominan memoria res-
interés para las personas y, por lo tanto, para la ponsable (Jedloswki, 2000; Vázquez, 2001). Para
Psicología. En este sentido, mi contención es que poder situar, pues, hay que tener claro que la
la Psicología Social debe re-centrarse, re-repo- memoria «es sobre todo un acto social más que
sicionarse, desde otra óptica y desde otros inte- un contenido mental individual» (Middleton y
reses. Esa óptica es la de las mayorías popula- Edwards, 1990).
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Como señaló hace poco Amalio Blanco (2002): mentira. Retomemos, brevemente, a este autor,
quien estudió los efectos de la guerra en El Sal-
«Frente a los silencios ominosos, frente al vador.
sistemático intento de ocultar la realidad y Apuntaba Martín-Baró que la polarización
de defender a sus responsables, está la lu- política como estrategia de la guerra psicológi-
cha incansable por la recuperación de la me- ca liderada por el sistema social imperante, du-
moria. Una lucha presidida por su probado
rante el conflicto armado salvadoreño, tenía con-
valor terapéutico individual y por su incues-
tionable papel preventivo, desde el punto
secuencias negativas no sólo sobre la vida coti-
de vista social. La memoria sirve para des- diana de la población, sino de modo especial
mantelar los mecanismos que hicieron y sobre la identidad y la autoestima de todas aque-
siguen haciendo posible la barbarie, para llas personas hacia las que estaba dirigida esta
luchar contra la impunidad, para recuperar campaña ideológica. A estas personas que se les
una cierta noción de verdad, a la que tan impedía afirmar su propia opción o se las forza-
remisa se muestra la postmodernidad, para ba a identificarse rígidamente con su grupo de
asumirla y defenderla a pecho descubierto referencia. Se las coaccionaba a afirmar, por la
frente a posiciones preñadas de contami- mera necesidad de la supervivencia, una forma
nantes interesados, es decir, para desvelar
de vida contraria a sus convicciones, rompiendo
las estrategias que han servido para justifi-
car lo injustificable, para desenmascarar el
así la unión lógica que debe existir entre viven-
discurso ideológico que se esgrime como cia subjetiva y realidad social. Para muchos, la
soporte de lo insoportable, para recuperar mentira se volvía la forma más expedita para
la dignidad mancillada, para ahuyentar las poder sobrevivir y, aunque, en una primera ins-
sombras que aherrojan el futuro, para fijar tancia, la mentira era rechazada, pronto se in-
sobre cimientos sólidos las bases de la con- corporaba en el lenguaje cotidiano, que daba
cordia, de la reconciliación y de la paz. La cuenta de la vida personal y colectiva. El peli-
memoria se convierte, entonces, en un de- gro aquí es que la aceptación de la mentira im-
ber moral ya que por su cauce principal y puesta termina por crear fuertes presiones para
por sus afluentes secundarios discurre con
que los individuos (o las mismas comunidades)
mucha frecuencia la defensa de los más ele-
mentales derechos de la persona: el de la
acepten esta identidad impuesta y, por consi-
vida, el de la integridad, el del bienestar guiente, acaben «interiorizando» la violencia que
físico, social y psicológico, el de pensar de la mentira conlleva, de la cual se nutre y en la
manera diferente, el de ser mujer en un que está basada. Si a esto añadimos la situación
mundo marcado por el dominio de los va- de no pocos que tuvieron que asumir una identi-
rones, el de ser laico en contextos someti- dad clandestina, haciendo de la mentira una «ne-
dos a teocracias machistas, el de ser un niño cesidad», no es difícil imaginar el impacto ne-
indefenso en un mundo dominado por la gativo que se traducía en un estado de confusión
encarnizada lucha por el poder que man- y unos sentimientos profundos de culpa y auto-
tienen los adultos».
devaluaciones. Como escribe Martín-Baró
(1990a): «Cuando la mentira tiene que ser asu-
mida como forma de vida y las personas se ven
Verdad y mentira forzadas a llevar una doble existencia –el caso
Por otro lado, la recuperación de la memo- de todos los que trabajan en la clandestinidad–,
ria histórica, como estrategia de salud mental el problema se agrava, no tanto porque no se
para aquellos que han sufrido los efectos de la encuentre manera de formalizar y validar la pro-
violencia, tiene como consecuencia la institucio- pia experiencia, cuanto porque la necesidad de
nalización de la verdad frente a lo que Martín- actuar en dos planos termina por ocasionar una
Baró (1990b) llamó la institucionalización de la confusión ética y vivencial» (p. 81).
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Por el contrario, la recuperación de la me- El talante de la memoria


moria histórica facilita poder vivir en verdad y Hemos hablado sobre la necesidad de res-
desde la verdad y, en consecuencia, posibilita la catar la memoria histórica como medio para in-
salud mental de los individuos, en especial, de troducir algunos dinamismos, que aseguren la
aquellos que se encuentran en etapas críticas, en salud mental, tanto de las personas que han su-
la formación de sus identidades (ver Martín- frido la brutalidad de la violencia organizada,
Baró, 1988). El acceso a las historias individua- como de las comunidades a las cuales éstas per-
les y sobre todo a las colectivas, desde el ámbito tenecieron o pertenecen. Pero, ¿qué talante de-
de la verdad, hace perder a la mentira institucio- bería tener esa memoria? Hay pretensiones cla-
nalizada su carácter represivo, obsesivo y ena- ras que intentan o bien no el esclarecimiento de
jenante. La memoria colectiva es la de los miem- los hechos, sino todo lo contrario, su olvido aun
bros de un grupo, que reconstruyen el pasado, a antes de conocerlos siquiera someramente, o bien
partir de sus intereses y su marco de referencia la distorsión de la memoria. Ejemplo del prime-
actual (Rosa, Bellelli y Backhurst, 2000a). La ro es la Ley de Amnistía General, aprobada en
memoria de lo acontecido, además de tener un El Salvador de manera casi inmediata a los
valor terapéutico colectivo, sienta las bases para Acuerdos de Paz de 1992, y los tan insistentes
un respeto sostenido a los derechos humanos, como cínicos reclamos actuales de perdón y ol-
desarma la impunidad y su sistema de privile- vido. Queda la interrogante, ¿qué es lo que se
gios continuados para los verdugos y la prolon- pide, perdonar? ¿Quién ha pedido perdón? El
gada descalificación de las víctimas, y, en defi- perdón es posible si se conoce tanto la ofensa
nitiva, posibilita la institucionalización —por así como el ofensor, y si éste da muestras fidedig-
decirlo— de la verdad. Como señala Martín- nas de arrepentimiento. El perdón necesariamen-
Beristain (1999), «para las poblaciones afecta- te transita por la memoria y, por ende, por la jus-
das por la violencia, la memoria histórica tiene ticia.
el valor de reconocimiento social y de justicia, Ejemplos del segundo tipo de pretensiones
por lo que puede tener un papel preventivo» (p. que atentan contra la salud mental, tal como la
253); de secuelas psicológicas negativas y de hemos conceptualizado aquí, son el silencio y
prevención de atrocidades, en el futuro (véase los intentos por reconstruir la memoria de una
también Jodelet, 1992). De allí, por ejemplo, que manera distorsionada. El discurso oficial pide
el informe de cuatro tomos de Recuperación de pasar la página de la historia para reconstruir la
la Memoria Histórica (REHMI) de la Oficina de sociedad. De esta manera, se trata de reconstruir
Derechos Humanos del Arzobispado de Guate- sobre el olvido forzado. Los responsables plan-
mala, que ocasionó el asesinato de Mons. Juan tean su propia versión de los hechos, donde pre-
Gerardi, obispo auxiliar de Guatemala, se titule domina la evitación del recuerdo o su recuerdo
«Guatemala nunca más». Desde otras coordena- convencionalizado. Entre las estrategias utiliza-
das históricas y geográficas, el Premio Nobel Eli das para la distorsión de la memoria colectiva y
Weisel y Víctor Frankl nos recuerdan lo mismo, para convencionalizar el recuerdo podemos iden-
al reflexionar sobre el holocausto del pueblo ju- tificar: la omisión selectiva de acontecimientos
dío. La acción de recordar tiene el efecto de im- importantes, la manipulación de las vinculacio-
pedir que vuelvan a suceder los hechos horren- nes entre los hechos, la exageración y el auto-
dos que se recuerdan, ya sea porque dicha ac- embellecimiento, la culpabilización de las vícti-
ción empodera a los que recuerdan y, o porque mas, responsabilizar a las circunstancias y no a
los verdugos encuentran más difícil actuar y jus- políticas adoptadas por las cúpulas del poder, y
tificar la violencia que ellos generan. el etiquetaje social (Baumeister y Hastings, 1997;
Rosa y otros, 2000a). Pero, como el caso de Chile
y los acontecimientos que culminaron en el re-
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ciente desafuero del dictador Pinochet lo de- vos y al olvido los pasivos. El olvido es una nue-
muestran con claridad, la distorsión de la me- va representación mental, tal como lo es el re-
moria, basada en el silenciamiento, tiene que cuerdo. En definitiva, se olvida o se quiere olvi-
enfrentarse también a la voluntad del recuerdo dar o se pide olvidar o se impone olvidar algo.
de las víctimas (ver Jedlowski, 2000). Desde nuestra manera de pensar, por lo tanto, el
El talante de la memoria colectiva, que sus- olvido es una acción tal como lo es el recordar.
tenta una salud mental, pasa de forma necesaria Hay dos intencionalidades y, por lo tanto,
por el reconocimiento social de los hechos. De por lo menos dos maneras de entender y signifi-
esta manera, los supervivientes no se ven forza- car los hechos históricos. A los familiares de las
dos a privatizar el daño, se dignifica a las vícti- víctimas les interesa saber qué sucedió, cómo,
mas y se provee de un apoyo social a las perso- cuándo, dónde, quiénes y, finalmente, por qué.
nas más afectadas, quienes se encuentran sin Les urge conocer aquellos eventos que cambia-
marco social para darle significado positivo a su ron dramáticamente y para siempre sus propias
experiencia. Las memorias colectivas son pode- vidas, porque sólo así podrán re-orientarlas. Re-
rosas herramientas de construcción de signifi- cuerdo, en este sentido, la exhumación de restos
cado, tanto para la comunidad como para los in- de víctimas masacradas por el Ejército salvado-
dividuos que la componen. Los individuos se reño, hace veinte años, en El Mozote. Después
definen a sí mismos, en parte por sus propios de exhumar los restos se les dio sepultura deco-
rasgos, pero también por los grupos a los que rosa, el 8 de noviembre de 2001, al lado de la
pertenecen, así como por sus circunstancias his- Iglesia, cerca del sitio donde fueron masacrados.
tóricas. Las memorias colectivas proporcionan Una anciana de 80 años sepultó, entonces, a sus
un telón de fondo o un contexto para la identi- familiares después de esperar veinte años, y afir-
dad de mucha gente (Baumeister, 1986). La his- maba con la convicción que sólo da la memoria
toria nos define, al igual que nosotros definimos dolorida: «Ahora podemos descansar. Ellos. Yo».
la historia (Rosa y otros, 2000a; Rosa, Blanco, A los verdugos les interesa, como hemos señala-
Travieso y Huertas, 2000b). A medida que nues- do ya, el olvido de lo ocurrido, la desmemoriza-
tras identidades y culturas evolucionan con el ción de lo acontecido, por tres razones funda-
tiempo, nosotros reconstruimos de manera táci- mentales: la primera tiene que ver con el ejerci-
ta nuestras historias. Por la misma razón, estas cio del poder; la segunda con la apropiación del
nuevas memorias históricas, definidas de mane- imaginario colectivo, que permita y tolere la
ra colectiva, ayudan a proporcionar identidades impunidad; y la tercera con los esfuerzos para
para las generaciones sucesivas (Pennebaker y reducir la salud mental a la propia y, por lo tan-
Banasick, 1997; Pennebaker y Crow, 2000). to, retener sólo para sí espacios de sanidad. De
esta manera, el olvido es una acción propiamen-
te ideológica, que tiene propósitos específicos y
Memoria y olvido no es una sencilla inatención.
Como cualquier persona, medianamente De allí el reclamo de los verdugos de que se
atenta a los procesos de la memoria, puede cons- olvide el pasado como condición indispensable
tatar, la contraparte de la memoria es el olvido. para la reconciliación, ya que el recuerdo de
Pero el olvido no es mera falta de memoria, es eventos cada vez más relegados a un pasado os-
decir, no es su contrario, sino que, entendido curo y muy difíciles de esclarecer sólo sirve, ale-
desde la perspectiva de los procesos de libera- gan, para que permanezcan abiertas fístulas so-
ción, tiene una dinámica propia, en la cual apa- ciales, que no tienen otra finalidad que la de
recen los intereses encontrados de las víctimas impedir el progreso. La negación del pasado, es
con los de los verdugos. No es como si al re- decir, su olvido, es condición indispensable para
cuerdo le pertenezcan procesos mentales acti- construir un futuro desarraigado de lo que lo
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pretérito le ha legado y lo que el presente le exi- den jurídico establecido y los más elementales
ge. Más aún, el olvido hace que el futuro que se derechos humanos.
imagina y se construye sea inconsecuente para Es claro. El reclamo y la insistencia de ri-
las mayorías, pues no está arraigado en las vidas tualizar la memoria o de olvidar, por parte de los
de las víctimas, sino en los intereses de encubri- verdugos, niega a las víctimas la capacidad para
miento de los verdugos y en el deseo de esa mi- ser escuchadas y, sobre todo, para hablar, utili-
noría por permanecer en la impunidad. Ya no zando el lenguaje que se acerca a la experiencia
existirían significados compartidos, sino impues- vivida, con sus propios términos, reflejando sus
tos y, por lo tanto, narrativas accesibles y tejidas intereses e idiosincrasias, y muestra el ejercicio
con el imaginario controlado por los verdugos. del poder de aquellos que dictan los términos
La intencionalidad de este olvido forzado, pues, con los cuales se sale al encuentro de las reali-
es la de mantener una cuota importante de po- dades psicológicas y sociales. Dicho de otra
der, desde donde se persiga una agenda que con- manera, el discurso entre y sobre personas y el
solide los beneficios obtenidos, en el ejercicio lenguaje que esto produce, son recursos impor-
de la violencia; beneficios arrancados, las más tantes en el ejercicio del poder. Por eso, alguien
de las veces, a precio de vidas humanas.1 ha definido el lenguaje como un sistema simbó-
El olvido permite al verdugo, por otro lado, lico, utilizado por los poderosos para rotular, de-
desarrollar un lenguaje que nombre los aconte- finir y jerarquizar. Los verdugos buscan contro-
cimientos olvidados y a sus actores con epítetos lar la información que se puede diseminar y a la
descalificantes para las víctimas y auto-embe- cual tienen acceso los que consumen este pro-
llecedores para sí mismos. Así, a las víctimas se ducto tan característicamente humano: tejen las
las denomina agitadoras, comunistas, desadap- parábolas y metáforas con las cuales se entiende
tadas sociales, agentes perturbadores de poten- la realidad social y fabrican los mitos que cauti-
cias u organizaciones extranjeras, etc2. Los ver- van y dinamizan la conciencia. Ya Halbwachs
dugos retienen para sí los calificativos de defen- (1925) señalaba esta vinculación entre el con-
sores de la libertad y la democracia, es decir, los trol y el ejercicio del lenguaje y el poder, al ob-
protectores de todos aquellos valores culturales servar que la imagen del pasado, «en cada época
que han quedado plasmados en la conciencia se acopla con los pensamientos dominantes».
colectiva. Esto justifica el uso de medidas ex- En este sentido, conviene recordar —valga
tremas que cruzan lo socialmente aceptado y con la redundancia— que cuando hacemos memoria
frecuencia violentan, de forma objetiva, el or- no sólo hacemos referencia a unos hechos obje-
tivos, acontecidos en un pasado próximo o leja-
no, sino que rescatamos, en el presente, la signi-
ficación de estos hechos y la importancia que
tienen, en nuestro discurso, en la actualidad. Al
1
Refiriéndose al esclarecimiento de crímenes cometidos durante la gue-
rra, el entonces presidente salvadoreño Alfredo Cristiani (1989-1994), rememorar, trenzamos una narrativa donde que-
del partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena), declaraba a un dan re-significados aquellos eventos que han ido
medio de televisión, el día 19 de mayo de 1993, que «no vale la pena
gastar esfuerzos en cosas del pasado» (citado en Martínez, Ortiz y bruñendo su carácter proléptico, a lo largo del
Ramírez, 1999, p. 7). Igualmente, el presidente que le sucedería lue- tiempo, y que ahora aparecen revelados en su
go, Armando Calderón Sol (1994-1999), le dijo a un medio de prensa,
el día 15 de marzo de 1993, «Yo digo que debemos mirar hacia el verdadero significado, es decir, interpretamos a
futuro, no pongamos sal en las heridas» (ídem, p. 8). Así como sus
predecesores, el tercer presidente de Arena, Francisco Flores (1999-
los que fueron desde la perspectiva de los que
2004), presentó una actitud similar cuando se intentó reabrir el caso somos. Como observa Leone (2000), «cuando
del asesinato de seis sacerdotes jesuitas y dos de sus colaboradoras
en las instalaciones de la Universidad Centroamericana en 1989. Flo- el sujeto no recuerda solamente para sí mismo,
res manifestó al respecto que «reabrir los casos de la guerra es idénti- sino también quiere imprimir a la acción social
co a reabrir heridas. Estas sangran si nosotros abrimos las heridas de
la guerra. El país va a volver a sangrar» (El Diario de Hoy, 2000). un signo distinto que se origina en un pasado
2
Lira y Castillo (1991) mencionan que en Chile, por ejemplo, durante que, a su juicio, no debe desaparecer, la orienta-
la dictadura se les llamó despectivamente «humanoides» a los oposi-
tores, no seres humanos ni sujetos. ción temporal de los procesos se orienta tam-
MEMORIA HISTÓRICA: RELATO DESDE LAS VÍCTIMAS 15

bién hacia el futuro». Así, cuando tomamos en recuerdo en que éstos se constituyen, ellos mis-
cuenta el hacer memoria como acción social y mos aparecen ya con una evaluación incorpora-
no sólo como un acto de introspección indivi- da, alcanzando su significación a través del len-
dual y solipsista, queda evidenciado el nexo guaje en que se expresan, del tipo de discurso
inexorable temporal de la rememoración, de tal social en que se inscriben» (p. 381). Las vícti-
manera que querer cercenar esos vínculos, aca- mas, por su lado, rechazan el olvido y hacen me-
rrea falsedad e irresponsabilidad. Las víctimas moria. Ese «hacer» tiene como consecuencia la
reconocen que su narración, entendida de esta democratización del poder, el desenmascara-
manera, augura el aparecimiento de la verdad y miento de la complicidad de las estructuras po-
la responsabilidad personal y colectiva. Por el líticas y jurídicas en desvincular a los colecti-
contrario, el verdugo busca la mentira, vela el vos de sus raíces socio-históricas y, como he-
pasado, coquetea con la irresponsabilidad y se- mos ya señalado, tiene la consecuencia de posi-
cuestra la palabra. De esa manera, «La memoria bilitar la construcción de un futuro, basado en
entendida como acto de responsabilidad hacia los derechos fundamentales de todas las perso-
el pasado introduce, de hecho, la dinámica de la nas.
relación entre las generaciones, y evidencia, la
responsabilidad subjetiva de deber ejercitar una
transmisión de contenidos a los sujetos que ven- Reparando el tejido social
gan detrás, con todo el peso de la incertidumbre El hecho de que un número no pequeño de
y el riesgo que tal proceso, por su naturaleza se- personas presenta en su memoria colectiva un
lectiva, conlleva» (Leone, 2000, p. 152). duelo crónico o postergado, nos lleva a hacer
La perspectiva, pues, de víctima o verdugo dos consideraciones que tienen particular rele-
es crucial cuando abordamos la memoria dolo- vancia para las pérdidas que se dan, en un con-
rida, ya que, desde ella y por ella, echamos atrás texto de violencia socio-política y para los con-
la mirada de una manera colectiva. Como afir- siguientes esfuerzos para propiciar una salud
ma Vázquez (2001), «lo verdadero y lo falso no mental. Estas consideraciones están basadas en
serán una constante ni una dimensión invaria- el hecho de que las circunstancias de éstas pér-
ble, ya que están afectados por las posiciones y didas afectan el tejido social, en el cual se en-
la ideología, de modo que la verdad sostenida cuentran las víctimas y los sobrevivientes. Por
por unos grupos será la falsedad sostenida por lo tanto, creemos que el concepto de memoria y
los otros». De allí, por ejemplo, que durante el las narraciones asociadas a ésta tienen que com-
conflicto armado en El Salvador, hacer memo- prender procesos comunitarios y sociales por una
ria de la masacre de El Mozote, donde fueron doble razón: porque el sobreviviente mantiene
asesinadas más de 800 personas, entre los que sus relaciones sociales y de allí espera su apoyo
se encontraban un buen número de niños y ni- social, y porque los violentados no sólo son los
ñas menores de doce años, es fundamental para individuos mismos, sino la comunidad a la cual
la identidad personal y colectiva de los familia- éstos pertenecen, las relaciones entre sus miem-
res de estas víctimas, pero no es más que una bros y la integridad de las relaciones intergrupa-
exageración o una falsedad para el verdugo — les.
impermeable, en apariencia, a la evidencia fo- La primera consideración es que todos los
rense, acumulada a lo largo de veinte años. El grupos humanos tienen formas colectivas para
verdugo lee los hechos desde su ideología. ayudar a los sobrevivientes. Entre las más im-
Como señala Rosa y sus colegas (2000b), portantes están las conmemoraciones colectivas
no es que la ideología «se invente falsos hechos y los ritos funerarios. Por medio de éstos, la co-
o acontecimientos, sino que al evocar en el len- munidad ofrece su apoyo, rescata para los so-
guaje hechos o acontecimientos reales del pasa- brevivientes su sentido de pertenencia y afirma
do (vividos o reportados), en el mismo acto del la bondad de algunas relaciones sociales, que han
16 MAURICIO GABORIT

podido sustraerse del círculo de la violencia. La coloca a las personas ante la imposibilidad de
guerra, por ejemplo, o el contexto social repre- verificar lo sucedido y las condena a un silen-
sivo pueden impedir la realización de ceremo- ciamiento, ya que la desaparición no es nunca
nias, el reconocimiento público de los hechos y oficialmente reconocida como un hecho. El lu-
la dignificación de las víctimas. Las muertes bru- gar donde esté el desaparecido y los responsa-
tales añaden sufrimiento a la experiencia de los bles de la misma se diluyen en la niebla del si-
supervivientes, ya que, con frecuencia, piensan lencio» (Martín-Beristain, 1999, p. 103).
en el dolor que debieron experimentar sus seres Las conmemoraciones y los rituales cum-
queridos y la incapacidad propia para haberlos plen funciones importantes, tanto para el indivi-
podido asistir y consolar (Martín-Beristain, 1999, duo como para el grupo. Como ha logrado docu-
2000). mentar Martín-Beristain (1999, 2000), para los
Las muertes acaecidas en un contexto de familiares, los ritos mitigan la separación y per-
violencia institucionalizada nos confrontan con miten a las personas presentar sus respetos a los
el sin sentido y con el sentimiento de injusticia. muertos; confirman que la muerte es real; facili-
En estos casos, no es raro que los cuerpos sufran tan la expresión pública del dolor; y posibilitan
maltrato de mano de los perpetradores, quienes la reintegración en la vida social. Para los miem-
lo hacen con una doble finalidad: intimidar a la bros de la comunidad, los rituales facilitan la
comunidad y a los sobrevivientes (el llamado expresión pública del dolor, creando un senti-
terror ejemplar), y despreciar, aun en la muerte, miento de solidaridad; permiten reconocer una
a las víctimas. El no haber podido enterrar con pérdida y ayudan a presentar sus respetos y hon-
dignidad a sus familiares o el haber observado rar la memoria del muerto. En general, al inten-
sus cuerpos mutilados, siendo así testigos de la sificar la emoción compartida, emerge un senti-
brutalidad de este tipo de violencia, profundiza miento de unidad con los otros y, a pesar de las
el trauma de los sobrevivientes. En situaciones circunstancias, se desarrolla un interés renova-
de violencia organizada, las familias no pueden do en la vida y una confianza en la comunidad
realizar las ceremonias o incluso no han podido (Martín-Beristain, 1999).
siquiera nombrar a los familiares, hablar de lo Creemos que cualquier intento por restable-
sucedido y señalar a los culpables. Por el con- cer la salud mental de estas víctimas de la vio-
trario, muchas veces, los propios familiares han lencia tiene que pasar, necesariamente, por el es-
sido culpabilizados por los perpetradores, me- clarecimiento de las desapariciones, el recono-
diante señalamientos y acusaciones, tratando así cimiento de responsabilidad por parte de los im-
de justificar sus acciones. En el caso de las des- plicados, de manera directa e indirecta, en las
apariciones forzadas, el desconocimiento del desapariciones, y el ofrecimiento de actos repa-
paradero de las víctimas y las circunstancias de rativos, por parte de los perpetradores, que en el
la desaparición, el miedo que inhibe a los sobre- caso de las desapariciones forzadas suelen ser el
vivientes a investigar y denunciar, y el clima de Ejército y, o el Estado. Apunta de nuevo Martín-
impunidad en el cual se mueven los verdugos, Beristain, en relación con el trabajo realizado
pueden dejar una herida abierta de manera per- por la Oficina de Derechos Humanos del Arzo-
manente3. «La realidad de las desapariciones bispado de Guatemala (ODHAG, 1998), «…dado
el carácter de los hechos y la dinámica de la re-
presión, la realización del duelo necesita no sólo
realización de ritos y ceremonias, sino informa-
ción clara sobre el destino de los familiares, a
3
saber: reconocimiento público de los hechos y
Martínez y otros (1999), quienes estudiaron los desaparecimientos
forzados durante el conflicto salvadoreño desde la perspectiva del de la responsabilidad institucional, así como de
derecho internacional, señalan que alrededor de 9,000 personas fue- la restitución social y dignificación de las vícti-
ron desaparecidas-en su mayoría-por el Estado salvadoreño, entre los
años de 1980 y 1992. mas» (p. 110). En este sentido, es interesante
MEMORIA HISTÓRICA: RELATO DESDE LAS VÍCTIMAS 17

notar que han pasado veintisiete años desde la socio-política, y sobre los procesos de comuni-
muerte del dictador Francisco Franco, y sólo en cación del pasado (ver también a Páez, Insúa y
noviembre de 2002 el Congreso de Diputados Vergara, 1992; Páez, Valencia, Basabé, Herranz
español ha reconocido la necesidad de recupe- y González, 2000). Para dignificar a las vícti-
rar esa memoria histórica y de reparar a las víc- mas es necesario crear las condiciones para que
timas de la Guerra Civil y del franquismo. éstas tengan acceso a la verdad y que la misma
quede plasmada en las narraciones de los suce-
sos, según fueron experimentados por ellas.
Conclusión «Cuando desde el presente se evoca el pasado
Dicho de manera sencilla, sucinta y tratan- para dilucidar quiénes fuimos, cómo hemos lle-
do de llegar a lo fundamental de lo que quere- gado a ser lo que somos, y en qué queremos con-
mos exponer: la salud mental de las sociedades vertirnos, memoria, historia e identidad se fun-
donde se ha dado, permitido y amparado la vio- den indisociablemente en un mismo acto» (Rosa
lencia pasa por la recuperación de la memoria et al., 2000b, p. 382). De allí que la recupera-
histórica. Los intentos de todas aquellas perso- ción de la memoria histórica sea, por lo menos
nas o instituciones que no desean que las des- para el caso de El Salvador, indispensable para
apariciones, las masacres y las torturas queden construir una historia que responda a las expe-
relegadas al olvido, lejos de caldear ánimos y riencias y vivencias de las mayorías, que no sea
reabrir heridas ya cicatrizadas, vienen a cerrar elitista ni, en definitiva, ignorante ni enajenan-
esas heridas, que han permanecido abiertas, y a te. Quisiera terminar con una cita de Leone
reforzar la cohesión y el orden social. Eso ha (2000), que nos da algunas pistas sobre cómo
reconocido, de forma mínima y reciente, el Con- abordar la memoria como cognición y acción
greso de Diputados español. El recordar, es de- social.
cir, la acción de hacer memoria, y las narracio-
nes que de ella se desprenden no son una simple Si consideramos al mismo tiempo
discusión verbal que, en el mejor de los casos, los aspectos por los que la memoria
intenta reconciliar versiones distintas —y en oca- es permanencia del pasado entre no-
siones opuestas— de eventos acaecidos en el pa- sotros, en cuanto conjunto de efec-
sado (ver Baddeley, 1992; Jodelet, 1992). No tos y de inercias, y contemporánea-
son, en este sentido, recuerdos negociables. Es mente es reformulación e interpre-
la acción que empodera a las mayorías popula- tación del pasado en las representa-
res, a las víctimas y a sus familiares de decir y ciones que llamamos recuerdos, el
decirse justicia y que va moldeando un conjunto paradigma hermenéutico se revela
de actitudes prácticas, cognitivas y afectivas, que
probablemente como el modelo más
posibilitan una verdadera reconciliación social.
No es de extrañar que ese empoderamiento y la
adecuado para su estudio. La para-
subsiguiente demanda a los derechos fundamen- doja de la memoria es de hecho la
tales de los colectivos que han sido violentados, misma a la que se refiere el «círculo
encuentren el rechazo de los verdugos. hermenéutico»: el pasado estructura
Hemos hecho un recorrido que iniciamos el presente a través de sus legados,
con el tema central de la cognición social, tra- pero es el presente el que selecciona
tando de unirla a la recuperación de la memoria estos legados, reteniendo algunos y
histórica, para lo cual utilizamos la centralidad abandonando otros al olvido, y que
de la acción como ideológica. Proponemos que constantemente reformula la imagen
la identidad social está íntimamente vinculada del mismo pasado, contando siem-
con el hacer memoria de acontecimientos colec-
pre una y otra vez la historia (p. 132).
tivos traumáticos, en situaciones de violencia
18 MAURICIO GABORIT

Ese contar, una y otra y otra vez, ese relato be y M. Hewstone (Eds.), European review
de, por y desde las víctimas va consolidando la of social psychology, (pp. 127-160). Chi-
memoria colectiva, de tal manera que ésta asienta chester: Wiley.
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mas en el país» (p.15). Por el contrario, compar- sity Press.
tir socialmente el esclarecimiento de hechos trau- El Diario de Hoy (Octubre 25, 2000). Fiscalía
máticos repara el tejido social. Como está abun- reabrirá caso jesuitas.
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