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''Controvertido hasta en tu origen,

como todo lo que es verdadero,


escondés un secreto.
Del bajo fondo nacen las voces amuradas a tu destino.
Si tu cuna fue un burdel,
si venís de la milonga y la habanera,
creado por un dios orillero,
saliste desde aquí a compadrear al mundo.''

Historia del tango.


Dicen que la palabra tango es anterior al baile y que por el año 1803 figuraba
en el diccionario de la Real Academia Española como una variante del
tángano, un hueso o piedra que se utilizaba para el juego de ese nombre.
Pero ya en 1889 la institución normativa de la lengua incluía una segunda
acepción del tango como "fiesta y baile de negros y de gente de pueblo en
América". Sin embargo, debieron pasar casi 100 años para que el diccionario
definiera al tango como "baile argentino de pareja enlazada, forma musical
binaria y compás de dos por cuatro, difundido internacionalmente".
Otros estudiosos de la música ciudadana argumentan que el vocablo es
propio de las lenguas africanas que llegaron con los esclavos al Río de la
Plata y cuyo significado sería "lugar cerrado".
Es muy probable que tango sea una voz de origen portugués introducida en
el nuevo continente a través del dialecto criollo afro-portugués. Al comparar
tango y tambo, Blas Matamoro afirma que ambas son onomatopeyas del tam-
tam o candombe utilizado en los bailes negros. Más aún, en dialecto bozal la
expresión era "tocá tango" o "tocá tambó" (toca el tambor) para iniciar el
baile. El lugar de reunión de los esclavos, tanto en África como en América,
era llamado tango.
Y así nombró Buenos Aires a las casas de los suburbios donde, a comienzos
del siglo XIX, los negros se encontraban para bailar y olvidar temporalmente
su condición.
De fecha imprecisa y origen aún más incierto, hay teorías que remiten a sus
raíces negras y otras que aseguran su origen inmigratorio. Lo cierto es que a
mediados del 1800, los conocidos conventillos de la pujante ciudad de
Buenos Aires se llenaban de paisanos del interior, "gringos" recién bajados
del barco y varios porteños de pocos recursos que, quizás para diferenciarse
o para generar arraigo, marcaron con impulso propio las nuevas expresiones
populares.
Mezcla de códigos cerrados y con lenguaje particular, el tango germinaba en
las casas de baile, orillaba el Riachuelo, los boliches de carreros y
cuarteadores, los conventillos del barrio sur. Por esos años, muchos de los
inmigrantes venían solos y las pocas mujeres que venían se encontraban en
las academias o en las casas de citas.
La Buenos Aires de los '80 poco a poco se descubría en las academias y en
los teatros. En las comedias, zarzuelas y otras obras, los actores empezaron a
cantar y bailar tango.
Las academias, también llamadas peringundines, funcionaban sólo bajo
autorización en los suburbios o barrios alejados del centro y, si bien en
principio eran sólo para hombres, después incorporaron mujeres contratadas
para bailar.
Los guapos, compadritos y malevos se encontraban en el Café Sabatino, el
Almacén de la Milonga y el Viejo Bailetín del Palomar. En los boliches de la
calle Necochea de La Boca, empezaba a escucharse esta música alegre,
juvenil y pícara que, bajo el ritmo del dos por cuatro, ejecutaban Rosendo
Mendizábal, Eduardo Arolas, Angel Villoldo y otros autodidactas que
componían sin conocer las partituras.
El tango dejaba de ser exclusivo del arrabal para internarse poco a poco en el
centro de la ciudad. Los organitos callejeros lo difundían por los barrios
donde era común ver parejas de hombres bailando en las calles.
Esencialmente porteño, muchos escritores consideran que el tango de finales
del '80 combinaba varios estilos de música. En él estaría involucrada la
coreografía de la milonga, el ritmo del candombe y la línea melódica, emotiva
y sentimental de la habanera. Pero también recibió influencia del tango
andaluz, del chotis y del cuplé, a los que se agregan las payadas puebleras y
las milongas criollas.
Se cree que el primer compositor de tango fue Juan Pérez, autor del tango
Dame la Lata. Sin embargo, es muy probable que hayan existido otros
autores y canciones anteriores. Además de la obra de Pérez, las primeras
composiciones fueron El Tero y Andate a la Recoleta.
Si bien sus orígenes todavía polemizan las mesas de café de los tangueros,
no se discute el prestigio y reconocimiento que adquirió internacionalmente.
Como toda auténtica expresión artística, el tango desentraña nuestra
inextricable condición humana, revelando el espíritu porteño. Quizás debido a
esta verdad, vive en los barrios de Buenos Aires y en las academias de Japón,
en las calles de París y en los centros culturales neoyorquinos.
Es difícil escribir un apunte histórico sobre el tango, pero al mismo tiempo, es
muy arduo eludirlo porque son muchos los que a través de estas páginas
solicitan, aunque sólo sea, una ligera orientación que les ponga en la pista de
este completo fenómeno cultural - baile, música, canción, poesía - que por
una u otra razón atrae a tanta gente.
Aunque sobre el tango y sus figuras son muchas las cosas que se discuten y
ponen en duda, es generalmente aceptado que el tango nace en Buenos
Aires a finales del siglo XIX aunque algunos prefieren decir a modo
conciliador, que nació a las orillas del Río de la Plata, con el fin de contentar a
los uruguayos que reclaman una copaternidad del fenómeno.
En un hecho de origen popular como el tango y, por tanto, de nacimiento
evolutivo resulta imposible apuntar una fecha de nacimiento. Sin embargo, lo
cierto es que la mayoría de los estudiosos coinciden en dar por buena la
década de 1880 como el punto de partida de lo que entonces no era más que
una determinada manera de bailar la música. La sociedad donde nace el
tango escuchaba y bailaba habaneras, polkas, mazurcas y algún vals, por lo
que respecta a los blancos, mientras que los negros, un 25% de la población
de Buenos Aires en el siglo XIX, se movían al ritmo del candombe, una forma
de danza en la que la pareja no se enlazaba y bailaba de una manera más
marcada por la percusión que por la melodía.
Musicalmente, el tango entronca en su genealogía con la habanera hispano-
cubana y es por tanto hijo del trasiego mercantil entre los puertos de lengua
española de La Habana (Cuba) y Buenos Aires (Argentina). Sin embargo,
estos orígenes explican poco sobre su nacimiento. Inicialmente, el tango es
interpretado por modestos grupos que cuentan sólo con violín, flauta y
guitarra o incluso, en ausencia de ésta, el acompañamiento de un peine
convertido en instrumento de viento con la mediación de un papel de fumar y
un avezado soplador que marca el ritmo. El instrumento mítico, el
bandoneón, no llega al tango hasta un par de décadas después de su
nacimiento, en 1900 aproximadamente, y poco a poco sustituye a la flauta.

Inicialmente, el tango debió ser un modo de interpretar melodías ya


existentes, modo sobre el que fueron creándose otras nuevas que en un
inicio ni siquiera contaban con una transcripción musical, ya que a menudo
sus intérpretes y creadores no sabían escribir o leer música. De hecho, con el
correr de los años, algunos de los primeros tangos ya transcritos no van
firmados por sus autores sino por avispados personajes que sí sabían escribir
música y aprovecharon el vacío existente sobre la autoría de determinados
tangos celebrados popularmente, para ponerlos a su nombre y ganar con ello
unos pesos.

Quizá a estas alturas del texto, alguno se pregunte sobre el origen del
nombre. Es una buena pregunta, pero carece de respuesta, o lo que es lo
mismo, hay miles. En España en el siglo XIX se empleaba la palabra tango
para un palo flamenco, en la geografía africana hay algunos topónimos con
ese nombre, en documentos coloniales españoles se usa el vocablo para
referirse al lugar en que los esclavos negros celebraban sus reuniones
festivas… algunos incluso dicen que el origen podría estar en la incapacidad
de los africanos para pronunciar bien la palabra "tambor" que quedaría así
transformada en "tangó". En fin, es una buena pregunta pero la irremisible
falta de documentación escrita y el origen ágrafo del tango y sus primeros
padres callará la respuesta para siempre.
Argentina, hacia 1870
Las cifras hablan: Argentina pasó de tener dos millones de habitantes en
1870, a cuatro millones veinticinco años más tarde. La mitad de esa
población se concentraba en Buenos Aires donde el porcentaje de extranjeros
llegó a ser del 50 por ciento y adonde acudían también gauchos e indios
procedentes del interior del país.
En este ambiente, se comienza a bailar en tugurios y lupanares el nuevo
ritmo que se asocia así desde su inicio al ambiente prostibulario, ya que eran
sólo prostitutas y "camareras" las únicas mujeres presentes en las academias
o perigundines.

Puesto que se trataba de féminas dedicadas en alma y, sobre todo, en cuerpo


a sus accidentales acompañantes, el tango se comenzó a bailar de un modo
muy "corporal", provocador, cercano, explícito… de un modo socialmente
poco aceptable como se vería cuando, siendo ya un fenómeno emergente, el
tango comenzó asalir del arrabal de su ciudad de origen y empezó a
expandirse.
En los primeros tiempos, cuando el tango comienza a convertirse en canción,
las letras que acompañan la música son obscenas y sus títulos dejan lugar a
pocas dudas: "Dos sin sacarla", "Qué polvo con tanto viento", "Con qué
tropieza que no dentra", "Siete pulgadas"... o incluso "El Choclo" que aunque
literalmente significa mazorca de maíz, en sentido figurado y vulgar, equivale
al castellano "chocho" o "coño".
De su baja cuna a su encumbramiento como baile rey en los salones del
mundo occidental, el tango recorrió un curioso camino de ida y vuelta entre
el Nuevo y el Viejo Continente, con una parada decisiva y brillante en París.
¿Cómo llegó allí? También en este punto las respuestas son dispares y
algunas vario pintas. Determinados textos, mucho más ingenuos que
eruditos, dan incluso nombres y apellidos de "la" persona responsable de
este viaje. La realidad, en su extensión como en su nacimiento, parece más
compleja y, sobre todo, plural.
Los "niños bien" de Buenos Aires no tenían reparos en bajar a los arrabales
para divertirse, bailar y, de paso, levantarse alguna mina o alguna
"milonguita" que engatusaba o se dejaba engatusar. Y para acercarse a la
mujer no conocida, nada mejor que el tango. Por supuesto, el tango no era
aceptable en sus casas ni bailable con las señoritas de su ambiente y por esa
razón permaneció durante muchos años como algo marginal y de clase baja.
Sin embargo, los viajes de estos patricios a Europa, especialmente a París,
fueron el desencadenante. París no sólo era la capital del glamour y de la
moda, sino que además era una ciudad que daba cobijo a una sociedad
plural, parte de la cual era alegre y desprejuiciada. Los bailes galantes de la
capital francesa venían de atrás, Louis Mercier, cronista de la vida parisina
escribía en 1800: "Después del dinero, hoy en día el baile es lo que más éxito
tiene entre los parisinos, sea cual sea su extracción social: aman el baile, lo
veneran, lo idolatran… Es una obsesión a la que nadie escapa". Si ello era así
a principios del XIX también lo era a principios del siglo XX al que llegaron
con una fortalecida fama locales públicos como el Bal Bullier de
Montparnasse o el Moulin de la Galette. Por añadidura, el atrevimiento, a
principios de siglo, no era ajeno a las costumbres parisinas, antes al
contrario, algún baile anual, como el Bal des Quat’z Arts de los estudiantes,
"era célebre por lo ligero de las vestimentas y por el jolgorio sexual que
reinaba siempre en él".
En este contexto social no fue difícil que el osado baile creado en la capital
del Plata encontrara un terreno abonado para florecer y convertirse en
curiosidad al principio, en moda y furor después. Y una vez en París, el
escaparate de Europa, la capital de la moda, la cuna del chic, su extensión al
resto del continente primero, a todo el mundo después, fue algo sencillo y
rápido. Curiosamente, es entonces, cuando Buenos Aires se mira en París,
cuando finalmente el tango entra en sus salones más nobles avalado ahora
por el bautismo europeo, el mejor de los pedigríes para una burguesía
emergente que luchaba por hacer de su ciudad el París de América
La gloria trajo también y simultáneamente el rechazo. La sempiterna
dinámica social se puso nuevamente en marcha, lo antiguo frente a lo nuevo,
la censura frente a la apertura, la tradición frente a la renovación. Los
detractores del tango surgieron por doquier y fueron incluso ilustres y
famosos. El Papa Pío X lo proscribió, el Káiser lo prohibió a sus oficiales y la
revista española La Ilustración Europea y Americana hablaba del "…
indecoroso y por todos conceptos reprobable ‘tango’, grotesco conjunto de
ridículas contorsiones y repugnantes actitudes, que mentira parece que
puedan ser ejecutadas, ó siquiera presenciadas, por quien estime en algo su
personal decencia.". La cita pertenece a esa revista española, pero
resultafácil encontrar otras paralelas en publicaciones inglesas, alemanas o,
incluso, francesas.
No obstante, para cuando llegó la reacción la suerte estaba ya echada: el
tango había triunfado. Hubo vestidos de tango, color tango, tango-thés… el
tango fue el baile rey de ese mundo de preguerra que habría de terminar
muy pronto con el primer enfrentamiento armado mundial, la ascensión de
Estados Unidos como potencia, el cambio de costumbres. Después, el tango
siguió viviendo, nació con fuerza el tango canción que le tomó el relevo al
tango baile, pero con un éxito geográficamente más restringido, el mundo,
en una nueva preguerra descubrió y admiró a Carlos Gardel y al final del
conflicto la supremacía de Estados Unidos desembarcó en Europa también
con el swing que murió sólo para darle paso al rock.
En todos estos años el tango tiene una brillante historia de auges limitados y
declives relativos y una continuada vida a lo largo de la cual se ha
desarrollado tanto el baile como la música hasta llegar a un nivel de
sofisticación y depuración que dejan a las claras la madurez de esta
manifestación que vive ya en las primeros décadas de su segundo siglo de
vida.
Resumen Boquitas Pintadas .
"Era…para mí, la vida entera"
Todo comienza con el Folletín rural y el aviso fúnebre del fallecimiento de
Juan Carlos Etchepare.
Nélida Fernández de Massa, también llamada Nené, escribe su primera carta
de pésame a Doña Leonor, madre del difunto, desde cuatrocientos setenta y
cinco kilómetros de distancia y desde la Ciudad de Buenos Aires.
Una semana más tarde vuelve a escribir:
"Querida Doña Leonor:
¡Qué consuelo fue recibir su carta de contestación! La verdad es que no me
la esperaba, creía que usted no me iba a perdonar nunca. Su hija Celina en
cambio veo que me sigue despreciando, y como usted me lo pide le escribiré
a la Casilla de Correo, así no tiene discusiones con ella. ¿Sabe hasta lo que
pensé cuando ví su sobre? Pensé que adentro estaría mi carta sin abrir…"
Aquí nos sorprenderá su escritura: ¿Perdonar? ¿Qué error habría cometido
Nené?
Pero nuestra protagonista seguirá hablándole a la pobre mujer a través de la
misiva y contará que sabía de la terrible enfermedad de su hijo y que había
ido a las Sierras de Córdoba para curarse y rogaba saber si Juan Carlos se
había confesado antes de morir y que su deseo fue que lo cremarán aunque
esté mal visto por la Iglesia Católica.
¿Confuso, no?
Pero prosigamos, lo más increíble de todo es que nuestra Nené es una mujer
casada con dos niños.
Una cosa sería mandar un breve pésame a la familia del difunto y otra
entablar correspondencia con una madre dolida, una correspondencia que se
va de su control.
"Ahora me voy a tomar un atrevimiento. Cuando él se fue a Córdoba la
primera vez me escribió unas cuantas cartas de novio a Vallejos, decía cosas
que yo nunca me las olvidé, yo eso no lo debería decir porque ahora soy una
mujer casada con dos hijos sanos, dos varones, uno de ocho y otro de seis,
que Dios me los conserve, y no tendría que estar pensando en cosas de
antes, pero cuando me despierto a la noche se me pone siempre que sería un
consuelo volver a leer las cartas que me escribió Juan Carlos. Cuando
dejamos de hablar, y después de lo que pasó con Celina, nos devolvimos las
cartas."
¿Atrevimiento? Veamos, atrevido sería pedirle a la pobre mujer que
encuentre unas cartas sin sobre envueltas en cinta celeste y se las mandará.
¿A dónde quiere llegar Nené? Eso lo dejo a manos del lector mientras
buscamos más información relacionada a esta novela recordando al lector
que hasta la tercera entrega siguen las escondidas cartas entre Nené y Doña
Leonor.
María Mabel Sáenz, una maestra recién recibida y asidua lectora de los
"Correos del Corazón" entra en escena y junto con ella una revista femenina
de intercambio de correos en el cual aparece una lectora llamada "Espíritu
Confuso" que se cartea con la redactora de Mundo Femenino.
Habrá que descubrir quién es Mabel y qué fue en la vida de Juan Carlos
cuando ambos contaban con dieciocho años de edad y él recién se recibía de
Perito Mercantil.
Mientras aparecerá un amigo de Juan Carlos que trabaja en una obra en
construcción y otra mujer: la sirvienta del Doctor Aschero que todos llaman
Raba o Rabadilla, sobrenombre dado por el trasero prominente y en punta
como el de una gallina, Pancho tiene interés en la joven y Juan Carlos le
aconseja que se apresure o sino otro se adelantará.
Hasta aquí hemos leído nombrar a varias mujeres, lo que no tenemos en
cuenta es: ¿qué fama tenía Juan Carlos para con ellas?
Luego de las cartas vienen entregas con folletos informativos, diarios íntimos
y una forma de escribir de Puig que aún no llegué a comprender:
"A las 21:20 se sentó a comer las sobras de la cena. A las 22:15 terminó de
lavar los platos y la cocina. Raba pensó en que el día había sido liviano, sin
cortinados que lavar o pisos de madera que rasquetear. A las 22:25 su patrón
le pidió que le fuera a comprar un atado de cigarrillos al bar. A las 23:02 se
acostó y pensó que si se casaba con Pancho se conformaría con vivir en una
casa de una pieza con techo de chapas, pero se opondría a que en el
dormitorio guardaran objetos indebidos: le exigiría a Pancho que construyera
por lo menos un alero para guardar botellas de lavandina, damajuanas,
barricas, bolsas de papas, ristras de ajo y latas de kerosene."
¿Un juego de horas o un diario de Puig?
No se queda atrás el pensamiento erótico de Pancho:
"Las piernas blancas de Nené, los muslos oscuros de las muchachas de «La
Criolla», el pubis negro de Mabel, el trasero oscuro de la Rabadilla, Nené, la
Rabadilla, el pubis sin vello y blanco de Nené, el polvo de tosca se le adhería
a las fosas nasales, le bajaba hasta la garganta."
La sexta entrega nos lleva al Campamento provisional del Circo gitano, donde
Juan Carlos acudirá a la lectura de las cartas (tirada de barajas) para saber a
ciencia cierta ¿el futuro?
Recomiendo enteramente esta parte donde la Gitana le cantará los nervios a
Juan Carlos pues por la forma en que Puig ha escrito es la mejor parte que
haya leído hasta el momento, una mezcla de palabrería en un lenguaje vulgar
que atrapa.
Boquitas pintadas, de Manuel Puig fue publicada en 1969 por la editorial
Sudamericana. Como en su novela anterior, La traición de Rita Hayworth,
Puig habla de su pueblo, General Villegas, provincia de Buenos Aires (Coronel
Vallejos en la ficción) contando sus trivialidades, sus pequeños mundos, sus
hablas pueriles y ubicando la historia en un espacio de tiempo que va desde
el año 1934 hasta 1968.
El título hace referencia a un fox trot, Rubias de New York, que Gardel
cantaba en una película de 1934, El tango en Broadway.
Boquitas pintadas es una novela en forma de folletín que habla de los
amores, las mezquindades y las pequeñas miserias de los habitantes de un
pueblo a través de la historia de los amoríos provincianos de Juan Carlos
Etchepare, un galán de los años treinta marcado por el estigma de la
tuberculosis, con tres mujeres: Mabel, una maestra, Nené , la dependienta y
Elsa, una viuda del lugar. Todo ello en medio de entretelones y pasiones de
todo tipo.
El relato abarca varias décadas, desde 1934 a 1968 y está dividida en dos
partes -Boquitas pintadas de rojo carmesí y Boquitas azules, violáceas,
negras- que, desde el mismo significado del título, se contraponen para
sugerir una especie de búsqueda del tiempo perdido, un vano intento de la
memoria para imponer el recuerdo de las alegrías vividas por encima del
abandono y las desdichas.
Comienza con un aviso necrológico, que da cuenta de la muerte de Juan
Carlos Etchepare, el galán del folletín. Su muerte está registrada en una
revista mensual de la localidad de Coronel Vallejos. Las palabras encubren la
verdad. No es otra cosa esa serie de adjetivos de alabanza que son
expresiones hechas, lenguaje de ocasión.
La novela nos va a revelar la otra verdad, Juan Carlos tuvo una vida trivial y
carente de profundidad que no merece ese elogio.
Nené se ha casado con un hombre que no ama y vive en Buenos Aires. A
través de una revista de su pueblo se entera de la muerte de Juan Carlos
Etchepare, su gran amor de la juventud. Comida por la nostalgia y por lo que
pudo haber sido, escribe cartas a la madre de Juan Carlos en las que cuenta
su vida desdichada y las razones por las cuales el amor con su hijo se vio
truncado. Estas cartas son interceptadas por Celina, la hermana de Juan
Carlos. Celina, la “villana” del folletín, es quien suplanta a la madre y le
contesta. Finalmente manda al marido esa correspondencia en la que Nené
declara que Juan Carlos fue su gran amor y que está casada pero no es feliz y
que odia a su esposo. La actitud de Celina se entiende en la medida que ella
cree que la causante de la enfermedad de su hermano es Nené que lo retenía
en la puerta de su casa hasta altas horas de la noche.
Juan Carlos era una especie de galán de pueblo, mujeriego y jugador
empedernido que, víctima de la tuberculosis -una enfermedad incurable en la
época- lo llevó a infructuosas curaciones en un sanatorio de Córdoba, como
se estilaba en la época. Juan Carlos mantenía relaciones amorosas con otras
mujeres. Con Mabel, una maestra de familia acomodada que lo deja por un
partido más conveniente, un estanciero, cuando se entera de que el novio
está enfermo, con Nené, con la que se encuentra por las noches pero con la
que no piensa casarse y con la viuda, Elsa, una mujer que, a pesar de que
sostiene una relación clandestina porque es mayor que él, no lo abandona al
descubrirlo enfermo y lo sigue a Córdoba, cuando ya la familia no tiene
dinero para sostener el tratamiento.
Paralelamente se cuenta la historia de la Raba, mucama en casa de Mabel,
que es seducida por Pancho, un albañil amigo de Juan Carlos, del que queda
embarazada. Pancho la abandona y, cuando la sirvienta se entera que él
sostiene relaciones con Mabel, la hija de su patrona, lo mata.
Por lo tanto hay dos tramas argumentales fuertes: la historia de Nené y sus
recuerdos idealizados del amor de juventud y la del crimen de la Raba que
queda silenciado porque Mabel lo tapa pues no le conviene que en el puebllo
se sepa que fue descubierta por su empleada teniendo relaciones con Pancho
en su propia casa.
En el pueblo que pinta Puig prevalecen los prejuicios, lo que más importa es
cubrir las apariencias, moverse entre ocultamientos para que las mujeres no
sean juzgadas por una moral hipócrita y prejuiciosa. El miedo al aislamiento
hace que las mujeres como Nené se decidan por una vida socialmente
pautada, aunque esto signifique rechazar los propios deseos. Sin embargo,
esta conformidad automática oculta el pago de un precio muy alto: la pérdida
de la personalidad.
Nené muere con la ilusión de reencontrar a Juan Carlos en el más allá, Mabel
pierde el carmesí de su boquita pintada y la Rabadilla forma una gran familia.
Los finales resultan felices, como en las películas.

Biografía
Manuel Puig:
Vivió hasta los trece años en su pueblo natal. Debido a que allí no había
colegio secundario, en 1946 sus padres lo trasladaron a la ciudad de Buenos
Aires donde cursó sus estudios de bachiller en el Colegio Ward de Ramos
Mejía. En 1950 se inscribió en la Facultad de Arquitectura y en 1951 cambió
por Filosofía y Letras. En 1956 viajó a Roma, Italia con la ayuda de una beca
y estudió cine en el Centro Sperimentale di Cinematografia.
Se trasladó a Londres y Estocolmo donde enseñó italiano y español. Fue en
estas ciudades donde escribió sus primeros libretos para cine. Entre 1961 y
1962 trabajó como asistente de dirección de cine en Buenos Aires y Roma.
Más tarde se mudó a Nueva York, donde inició su primer novela, La traición
de Rita Hayworth. La concluyó en 1965, pero no pudo publicarla hasta 1968.
En 1965 participó en el Concurso Biblioteca Breve de la editorial Seix Barral,
siendo finalista con La traición.... Sin embargo no alcanzó para que fuera
publicada.
Esta novela, ambientada en un pueblo cuyo nombre en la ficción es Coronel
Vallejos, claramente inspirado en su General Villegas natal, adelanta las
características fundamentales de la obra de Puig: experimentación narrativa
(a partir de la utilización de técnicas como montaje, desplazamiento,
asociación de ideas) y empleo de formatos y estereotipos provenientes de
géneros considerados "menores", tales como folletín, radioteatro
sentimental, telenovela, etc.
Comenzó su segunda novela, que sería "Humedad relativa 95%", de la que
alcanzó a escribir cuatro capítulos, pero que abandonó por considerar que las
referencias autobiográficas se habían agotado con la primera novela. Un
error llevó a los primeros lectores de sus manuscritos a pensar que este
proyecto era posterior.
Regresó a Buenos Aires en el 1967, año en el que escribió Boquitas pintadas,
novela que fue publicada en 1969 y llevada al cine en 1974 por Leopoldo
Torre Nilsson. Esta novela se presenta como un "folletín en dieciséis
entregas" y convirtió a Puig en un escritor de renombre en la Argentina.
En 1973 publicó The Buenos Aires Affair, novela prohibida por el gobierno.
Además de la prohibición oficial, Puig recibió una amenaza telefónica del
grupo parapolicial conocido como Triple A, por esta razón decidió trasladarse
a México en donde terminó El beso de la mujer araña en 1976.
El beso... cuenta la historia de dos prisioneros que comparten una celda en la
Argentina de la dictadura. Uno de ellos es un militante de una organización
revolucionaria y el otro un homosexual afeminado acusado de corrupción de
menores. Ambos traban una relación compleja cuyo trasfondo poético
alimentado por el cine y la fantasía, los hace explorar los límites de roles y
convencionalismos sociales. La novela le otorgó a su autor reconocimiento
internacional.
Entre 1978 y 1980 vivió en Nueva York, donde dictó cursos de escritura
creativa en la Universidad de Columbia. En 1979 publicó Pubis angelical, que
fue llevada al cine por Raúl de la Torre y que fue un best seller en España.
En 1980 se radicó en Río de Janeiro, Brasil, y en 1985 hizo una adaptación
para cine de El beso de la mujer araña, que fue filmada por el argentino
Héctor Babenco. Esta novela también se convirtió en una comedia musical de
gran éxito en Broadway, en una ópera con música del alemán Hans Werner
Henze y en una obra de teatro escrita por el propio Puig.
En 1980 publicó la novela Maldición eterna a quien lea estas páginas,
inspirada en sus últimos años neoyorquinos. En 1982 terminó la que
probablemente haya sido su obra más compleja: Sangre de amor
correspondido. En 1988 publicó su novela Cae la noche Tropical. Entre fines
de 1989 y primeros meses de 1990 se trasladó a una villa en Santa Marinella,
Italia, donde escribió el guión inédito "Vivaldi", sobre la vida del compositor.
Los productores querían que lo estelarizara William Hurt, quien había ganado
un Oscar por su papel de Molina en El beso de la mujer araña, y el actor pidió
que el guionista fuera Manuel Puig. El proyecto no se concretó, Puig regresó a
México, donde compró una casa en Cuernavaca, que remodeló. Sufrió un
ataque de vescícula que lo obligó a una intervención de urgencia. Al día
siguiente de la operación falleció.

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