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2011
EN LA MISA DE INSTITUCIÓN DE MAESTROS DE RELIGIÓN
(Orán, 07.03.11 y Tartagal, 08.03.10)
I. Precisiones iniciales
Debemos profundizar algunos conceptos que nos ayuden
en relación con el servicio que presta el maestro de religión
para poder encuadrar mejor su lugar en el escenario educativo
y eclesial.
a) Ámbitos
La enseñanza religiosa escolar y la catequesis de la
comunidad cristiana se sitúan en dos ámbitos distintos que les
dan su peculiaridad: Mientras en la escuela los grupos humanos
están unidos por relaciones académicas de índole pedagógica,
en las comunidades eclesiales, parroquias, capillas,
movimientos, los grupos de creyentes están reunidos por el
vínculo de la fe, que los lleva a conformar tales comunidades; la
comunicación catequística es de naturaleza testimonial y exige
la comunión en la misma fe.
b) Origen de la iniciativa
En la catequesis de la comunidad cristiana, la Iglesia
convoca, invita por su propia iniciativa, comunica la fe a sus
miembros y los convoca a vivirla. En cambio, la ERE tiene lugar
en el marco de una actividad llevada a cabo por el Estado, para
la educación del ciudadano en cuanto tal. En ese marco, el
docente cristiano se desempeña conforme los objetivos y
métodos propios del quehacer escolar y encarna su acción
dentro del contexto histórico concreto de la institución docente
donde actúa.
Pudieran darse en el contexto general de nuestra sociedad,
y en la educación en particular, condiciones negativas para el
ejercicio de dicha tarea, llamada de todos modos a llevarse a
cabo cuidando de que tales condiciones adversas no
contradigan la fe cristiana ni nos exijan dejar de lado las
verdades fundamentales de nuestra fe.
En ese caso, no debemos dejar de sembrar el buen trigo de
la revelación cristiana y actuar con responsabilidad y alta
competencia pedagógico-didáctica, para que no crezca la
cizaña del secularismo y el indiferentismo religioso ni el
desconcierto de muchos por el abandono de nuestra misión y la
ausencia de cristianos con vocación de aportar a la comunidad
humana.
d) Diversidad de objetivos
La catequesis de la comunidad cristiana procura que la fe
del cristiano se inicie y madure en el seno de esa comunidad,
echando raíces en la fe de la misma, explicitándose en todas
sus dimensiones cognoscitivas, nutriéndose en las
celebraciones litúrgicas y robusteciéndose en los compromisos
cristianos. Por eso, la comunidad cristiana es el lugar apropiado
para madurar la fe.
En cambio, la enseñanza religiosa escolar busca estimular
que el alumno, conociendo la fe cristiana, asimile críticamente
sus conceptos centrales y sus valores, en el contexto de un
necesario diálogo interdisciplinar Evangelio - cultura humana.
Para la enseñanza religiosa es altamente significativo poder
integrar la dimensión religiosa en la formación de la
personalidad del niño, incorporar el saber de la fe en el
conjunto de los demás saberes y proponer una visión cristiana
que pueda interiorizarse dentro de la actitud general que el
alumno va adoptando ante la vida.
2. El pluralismo religioso
Partiendo de la base que en la Iglesia Católica reside la
plenitud de la verdad, podemos preguntarnos cómo trabajar
con los hermanos que profesan otro cristianismo, con aquellos
que no se reconocen cristianos o con quienes no creen.
¿Podemos converger y trabajar junto a ellos, en forma abierta,
positiva y fecunda? No sólo podemos hacerlo sino que también,
debemos hacerlo ya que la así lo pide la realidad de una
sociedad cada vez más pluralista en sus manifestaciones
religiosas mientras, paradojalmente padece el secularismo y el
relativismo. Se trata de que nosotros los cristianos, más
específicamente los católicos, en el marco de un mundo herido
en lo vincular, aportemos al bien común, nos reconozcamos
hermanos y hermanas de todos los hombres y procuremos
contribuir con todas nuestras energías, a la consolidación de la
convivencia entre hombres y pueblos.
El mundo tiene necesidad de Dios. Tiene necesidad de
valores éticos y espirituales, universales y compartidos, y la
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Cfr. cánones 226 es 226 §2 y 799 CIC
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Cfr. canon 795 CIC: “Puesto que la verdadera educación debe buscar la formación
integral de la persona humana, en orden a su fin último y, simultáneamente, al bien
común de la sociedad, los niños y los jóvenes han de ser educados de manera que
puedan desarrollar armónicamente sus dotes físicas, morales e intelectuales, adquieran
un sentido más perfecto de la responsabilidad y un uso recto de la libertad, y se formen
para participar activamente en la vida social.”
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Si no se reconoce su propio ser espiritual, sin la apertura a la trascendencia, la persona
humana se repliega sobre sí misma, no logra encontrar respuestas a los interrogantes de
su corazón sobre el sentido de la vida, ni conquistar valores y principios éticos duraderos,
y tampoco consigue siquiera experimentar una auténtica libertad y desarrollar una
sociedad justa (Benedicto XVI, Carta encíclica Caritas in veritate, 78).
religión puede contribuir de manera preciosa a su búsqueda,
para la construcción de un orden social justo y pacífico, a nivel
nacional e internacional.6 La verdad sobre el hombre y sobre
Dios, hallan en la Iglesia católica una presentación completa y
cabal. Nos toca hacerlo sin excluir ni marginar a nadie,
esforzándonos por evitar toda intolerancia y autoritarismo en
nuestros comportamientos. Como educadores católicos,
llamados a participar de la misión docente de la Iglesia en el
marco de la educación estatal, no podemos sino contribuir a
formar hombres y mujeres verdaderamente libres, de espíritu
crítico, y respetuosos de la autoridad7.
b. Encuadramiento canónico
La Iglesia tiene su propio ordenamiento interno que está
constituido por sus normas y principios, la mayoría de los
cuales están contenidos en el Código de Derecho Canónico.
Respecto a la actuación de los laicos católicos, la Iglesia
reconoce la autonomía de los laicos en materia temporal, pero
a la vez se trata de una libertad llamada a vivirse en espíritu
evangélico, conforme el magisterio de la Iglesia. Sin embargo,
téngase en cuenta que nadie podría decir que una opinión
6
Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2011, n. 15.
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El Concilio Vaticano exhorta a todos, pero principalmente a aquellos que cuidan de la
educación, a que se esmeren en formar hombres que, actuando el orden moral,
obedezcan a la autoridad legítima y sean amantes de la genuina libertad; hombres que
juzguen las cosas con criterio propio a la luz de la verdad, que ordenen sus actividades
con sentido de responsabilidad, y que se esfuercen en secundar todo lo verdadero y lo
justo, asociando gustosamente su acción con los demás. Por tanto, la libertad religiosa
debe también servir y ordenarse a que los hombres actúen con mayor responsabilidad en
el cumplimiento de sus propios deberes en la vida social (Concilio Vaticano II, Dignitatis
humanae, 4).
propia, surgida de su reflexión individual, constituye la doctrina
de la Iglesia en temas que todavía que son opinables o donde la
Iglesia enseña otra cosa8.