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Esteváo Tavares Bettencourt

LA
REENCARNACION

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Cuadernos BAC
Esteváo Tavares Bettencourt
cs nronje bcncdictino dcl nronastcrio dc Sio Bcnto
(Río cie Janciro) v doctor cn Tcoloeía.

@ Biblioteca de Autores,crisrianos, de La Editorial católica, S. A. Madrid 19g6.


lrlateo Inurria, 15. 2803ó Madrid.
Degísito legal lvf . 78l- | 98ó.
IfiBN 84-220_t220-0
lmprime La Edirorial Católica, S. A. Mateo Inurria, 15. Madrid.
La creencia en la reencarnación ha penetrado no
sclamente entre los no cristianos, sino también entre los
rnismos católicos. Muchos de éstos, mal informados sobre
este tema, creen poder conciliar la fe eatólica con la
creencia en la reencarnación. Para facilitar la informa-
ción necesaria sobre el tema trataremos en las páginas
siguientes: I ) En qué consiste la reencarnación; 2) lot
argumentos aducidos a este respecto; 3) dos concepcio-
nes opuestas: reencarnación y resurrección.

I.QUE ES LA REENCARNACION
Reencarnación significa el retorno de un espíritu o
elemento psíquico a la carne o al cuerpo. Supone que
deterrninado éspíritu había animado un cuerpo anterior-
mente, se sepaió luego de ese cuerpo y, después de- un
cierto tiempo, vuelve a la tierra y asume.otro_ cuerpo. Las
reencarnaclones se rigen por la ley del Karma, Qüe,
según sus defensores, exige que todo individuo pagu.e
(eipíe) en una reencarnación posterior las faltas cometi-
das- en la vida presente. Se trataría de una ley ciega.
Dejaría de actuar cuando una persona - ya no tuviese
ningún pecado que expiar. Esto le pcrmitiría desencar-
narse definitivamente.
Según los pueblos de tradición hinduista, la reencar-
nacióñ puede darse en el cuerpo de un animal irracional
(y por ésto muchos de ellos muestran un extraordinario
respeto por los animales infrahumanos). En cambic, los
occidentales creen que las transmigraciones de las almas
sólo se producen de un cuerpo humano a otro.
Además de las corrientes religiosas procedentes de la
India, también algunas escuelas filosófico-religiosas occi-
dentales han adoptado la creencia en la reencarnación: el
espiritismo, los rosacruz, el esencialismo, la logosofía, la
antroposofía y otras.
Podemos encontrar también otros términos muy afi-
nes al de reencarnación: metensicosis (transrnigración de
las almas), metensomatosis (cambio de cuerpo), palinge-
nesia (nuevo nacimiento), pluralidad de existencias, etc.
Pero lo que nos interesa ya es conocer qué argumentos
suelen aducirse en las controversias sobre la reencarnación.

II. REENCARNACION: ¿SI O NO?


La tesis de la reencarnación choca con la gran dificul-
tad de gu€, en estado psíquico normal, nadie tiene con-
ciencia o reminiscencia alguna de haber existido ya en un
cuerpo en una vida anterior. Así lo confiesa honestamen-
te un ferviente adepto moderno de la reencarnación:
"El argumento más importante contra la reencarnación es
el olvido casi general de las vidas anteriores; son muy
escasos los recuerdos en la reencarnación; por esto pueden
algunos considerarlas como meras ilusiones individuales... Si
es verdad que ya hemos vivido otras veces, ¿cómo se explica
que no sólo la mayoría de los hombres hayan olvidado esas
vidas anteriores, sino también que los espíritus más eleva-
dos, e incluso los mismos místicos, que penetran hasta la
esencia misma del ser, las hayan olvidado?' (W. Luros-
LAwsKr, Preesistenzo e Reincarnazione p.6ls, citado por
P. Slu Lx, A ReencarnaEao dos Espíriros [Sáo Paulo 1946]
p. l e2).

Ahora bien, para quien ignora el motivo por el cual está


destinado a purificarse en este mundo (o por el cual se
4
reencarnó) resulta sin sentido la sanción de la reencarna-
ción. La justicia humana exige que el reo sepa por qué es
castigado; el sentido común se rebela contra un castigo sin
ninguna explicación. Para que yo pueda enmendarme de
los errores por los que soy castigado tengo que saber cuáles
fueron. Incluso un perro que es castigado por haber ensu-
ciado la casa es instruido sobre la falta que cometió.
Recordemos las sabias palabras de Eneas de Gaza (t 520,
aproximadamente):
"Cuando tengo que castigar a mi hijo o a mi siervo,
a fin de que en adelante se
... comienzo por amonestarlos
acuerden bien y puedan evitar caer en el mismo error.
¿Acaso no debería Dios, cuando envía los más terribles
éastigos, instruir a aquellos que los sufren acerca del motivo
de tales castigos? ¿Pódría bórrarnos totalmente el recuerdo
de nuestros ciímenes?... ¿Qué provecho se puede esperar de
un castigo si ¡radie nos muestra cuál fue nuestra culpa?
Verdadeiamentc, tal castigo iría contra lo que pretende:
solamente provoca irritación y conduce a la rebelión"
(Theophrastes: PG 85,302).

A pesar de este contraargumento crucial, los reencar-


nacionistas creen poder valerse de argumentos de orden
psicológico, filosófico, físico, histórico y bíblico. Analicg-
mos tales argumentos.

A) AncuMENros DE oRDEN pstcolóclco

Narraciones obtenidas en sueño hipnótico


Para estudiar este asunto vamos a referir la historia
de Virginia Tighe, ocurrida en 1952 en ios Estados Uni-
dos de América, ya que es el caso más famoso y típico
al respecto.
Virginia Tighe fue hipnotizada por Morey Bernstein,
honrado comerciante de Pueblo, Colorado (USA), de
treinta y seis años, que se dedicaba al hipnotismo por
pasatiempo, sin ser un especialista en esta materia. Pro-
vocando en Virginia una regresión, le hizo "traspasar los
linderos de esta vida y pasar a su existencia anterior".
Entonces Virginia contó que en el siglo xtx habia vivido
en lrlanda y se llamaba Bridey Murphy. Había nacido el
20-12-1798,, en Cork (Irlanda); a los quince años era
estudiante; se casé con Sean Brian Mac Carthy, hijo de
un abogado de Cork, y se fue a vivir a Belfast, según su
historia. Se entretenía tocando la lira o danzando la jiga.
Compraba su ropa en Cadenns House. Su marido era
profesor de derecho en la Queen's University, de Belfast,
y escribía artículos para el periódico News-Letter, de la
ciudad. Bridey murió un"domingo de 1864, víctima de
una caída. Describió también sus funerales y su vida
desencarnada; hizo hincapié en que no pasó por el purga-
torio, al contrario de lo que le había dicho el padre John
Goran, de la iglesia de Santa Teresa. Dio también algu-
nos otros datos sobre su nueva encarnación. en curso
desde 1923.
La historia contada por Virginia sobre su <encarna-
ción anterior> era muy viva y minuciosa; la narradora
hablaba con acento irlandés, usaba expresiones regiona-
les de lrlanda, danzaba la jiga y mostraba particularida-
des tan verosímiles que parecía haber experimentado y
vivido realmente todo lo que iba describiendo. Impresio-
nado por estos resultados, Morey Bernstein envió una
comisión de peritos a lrlanda para comprobar la autenti-
cidad de esta historia. Estos emisarios igual que los
reporteros del Post, de Denver; del -al
Daily News, de Chi-
cago, y de Life, que les siguieron- pudieron comprobar
la veracidad de algunos detalles de la historia narrada;
otros, en cambio, no fueron confirmados; resultaban in-
cluso anacrónicos. Por ejemplo, Bridey Murphy decía
haber raspado toda la pintura de su cama metálica cuan-
do tenía cuatro años, en 1802; ahora bien, antes de 1850
no había camas de metal en Irlanda. Después de estas
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investigaciones, en enero de 1956, Morey Bernstein pu-
blicó los resultados de todas sus experiencias y pesquisas
bajo el título The Search of Bridey Murphy (por Bridey
Murphy), de 256 páginas. ¡En pocas semanas se vendieron
170.500 ejemplares!
Para muchos, el fenómeno Bridey Murphy parecía ser
la prueba concluyente de la reencarnación. Las grandes
revistas ilustradas, tanto de Europa como de Estados
Unidos, publicaron amplios reportajes sobre este caso
insinuando tal teoría, como puede verse sobre todo en la
revista Life (edición española) del 9-4-1957 . Se multipli-
caron las sesiones de hipnotismo con el fin de descubrir
e identificar <encarnaciones anteriores" de los respectivos
pacientes. En los diarios aparecían anuncios de hipnoti-
zadores que se ofrecían para detectar las vidas anteriores
de sus clientes al precio de 25 dólares USA por cada
existencia desvelada. Las consecuencias de este alboroto
fueron sensacionales: en California, Mr. Hypnosis ¡logró
la "regresión" de una mujer que había sido un caballo en
1800! En Shreveport, Luisiana (USA), se obtuvo el ré-
cord: un muchacho de diecisiete años hipnotizó a una
chica haciéndole regresar hasta diez mil años. En
Shwnee, Oklahoma, un joven de diecinueve años, llama-
do Richard Swink, escribió el siguiente mensaje: "Siento
mucha curiosidad por el relato de Bridey Murphy, y
quiero ir a investigarlo personalmente"; ¡y luego se suici-
dó disparándose un tiro!
En cambio, muchos estudiosos manifestaron menos
entusiasmo. Quienes entendían de psicología y de hipno-
tismo no se impresionaron con el libro de Bernstein;
porque tampoco aportaba ninguna novedad. Durante de-
cenios, los reencarnacionistas ya habían presentado casos
sémejantes, aunque menos resonantes. Por ejemplo, eran
conocidas las experiencias del coronel Albert de Rochas,
quien, a comienzos del siglo xx, había inducido a una
paciente hipnotizada a revivir once <.otlcáÍo&ciones". En
i 887, el espiritista Fernandes Colavida "magnetizÓ" a un
"medium', gue consiguió recordar cuatro de sus
<reen-
carnaciones>. I-os teosofistas Annie W. Beasant y Lead-
beater refirieron otras experiencias semejantes.
El caso de Bridey Murphy quedó finalmente explica-
do cuando el pastor protestante Wally White, QUe había
conocido a Virginia cuando frecuentaba su iglesia, dio a
conocer nuevoi datos en unos artículos para el diario
American, de chicago: de niña, virginia fue vecina de la
señora Bridie (no Bridey) Murphy Corkell; y se enamoró
de un htjo de esta señora irlandesa, por lo .que iba
frecuentemente a su casa y escuchaba las historias auto-
biográficas que ella narraba, con acento irlandés y recu-
rrie-ndo al fblklore y al habla de Cork y de Belfas-t.
Virginia absorbía esás historia con gra.n interés, de modo
quJse identificaba (hasta cierto punto) con^aquella seño-
ra irlandesa, que ella consideraba como su futura_l.uegr?.
Sin embargo, cuando se deshizo este noviazgo, Virginia
olvidó las experiencias vividas en casa de Bridie -Murptry
Corkell; pero en su inconsciente quedaron grabadas todas
las reminiscencias que le habían sido transmitidas por la
irlandesa. Cuando, años más tarde, fue sumida en sueño
hipnótico por Bernstein, Virginia (como toda persona
hipnotizadá) perdió el control de sí misma y se dejó.guiar
toi¿ilmente por el hipnotizador. Este le ordenaba (como
narra el mismo Bernstein): "Quiero que su mente retro-
ceda más y más... Hay otras escenas, en su memoria, de
tierras disiantes y lugares lejanos. Usted podrá hablarme
de ellas y responder a mis preguntas>. Inrnediatamente
después de eita orden, Virginia Tighe se convirtió en
Bridey Murphy, de Cork, en trrlanda. Para desempeñar
este papel sácé de su inconsciente las histgrias que la
señor'a irlandesa le había contado y que ella interpretó
como sus propias experiencias en una vida anterior.
El pastor Wally White manifestó también que Virgi-
nia, de joven, había hecho declamaciones en irlandés...,
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que a los siete años había raspado la pintura de su carna
de metal y que por ello se había ganado una paliza
(hazaña que Virginia atribuía a "Bridey Murphy" en su
encarnación anterior). El nombre del esposo de Bridey
Brian Mac Carthy- también tenía su explica-
-Sean
ción: Sean es la forma irlandesa de John (nombre del
hijo de Bridie Murphy Corkell, de quien Virginia estaba
entonces enamorada), y Brian era el nombre del esposo
actual y real de Virginia Tighe.
Otros pormenores de la vida de Virginia Tighe, opor-
tunamente investigados, coincidían con la historia atri-
buida a Bridey Murphy y la explicaban suficientemente.
De esta manera se puso de manifiesto Qüe, para cumplir
la orden de Bernstein, Virginia solamente había narrado
experiencias de su vida presente, libremente asociadas
entre sí. Se hacía, por lo tanto, inútil, e incluso acientífi-
co" el recurso a la reencarnación.
Una vez analizado el caso de Virginia Tighe, podemos
añadir las siguientes reflexiones:
Las investigaciones sobre los relatos de vidas anterio-
res producidoJ bajo sueño hipnótico nos permiten afir-
mai que se trata-de fenómenos que tienen su raiz en
la memoria y que pueden explicarse según los conoci-
mientos científicos actuales. Habitualmente apenas so-
mos conscientes de una octava parte de los conocimien-
tos que hemos ido adquiriendo desde la infancia; las
siete octavas partes restantes están almacenadas en el
inconsciente, y nos resultan prácticamente ignoradas.
Sin embargo, por efecto de un choque psicológico inten-
so, los conocimientos latentes pueden aflorar a la mente
y combinarse de muchas maneras, dando ocasión l.qqe
ét in¿iuiduo hable o proceda como si hubiese cambiado
de personalidad. Esto es lo que sucede cuando, por
ejemplo, alguien es situado en estado de trance: un
hipnótizadoi que posea dominio sobre su paciente puede
sugerirle que experimente las situaciones más extrañas
y ridículas; el hipnotizado sentirá entonces calor y frío
con sus respectivos síntomas; hará con toda convicción
el papel de soldado, de general o de rey, de ricachón o
de mendigo, según lo que le sugiera el hipnotizador;
retrocederá asimismo en el tiempo, comportándose co-
rno un niño, con voz infantil, mostrándose indiscreto y
caprichoso, gateará o escribirá con letras de parvulito.
Y, si el hipnotizador insiste, conseguirá que su paciente
.draspase el límite de su vida presente>, contando episo-
dios de una vida anterior. Claro que estos episodios, una
vez comprobados, resultarán ser hechos ocurridos al
hipnotizado en su existencia actual, pero asociados por
su fantasía de un modo diferente... Igualmente, el hip-
notizador podrá hacer que su paciente anticipe el futuio
o la vejez, adoptando la voz ronca y trémula de un
anciano.
Es muy significativc el caso ocurrido al hipnotizador
Shreveport (Luisiana), quien consiguió transportar a di-
versas personas a vidas anteriores, pero cometió un des-
cuido al dirigirse al cuarto paciente. En lugar de decirle:
"Quiero que retroceda más y más... a través del tiempo...
y a otros lugares...))r le dijo: ..... más y más... y a otro
mundo". Entonces el paciente anunció que era un ser
extraño, llamado ..Qr,, ¡que vivía en la luna, y que realiza-
ba viajes interplanetarios en un platillo volante...!
También es digna de notarse otra circunstancia. En
general, las personas que dicen acordarse de sus existen-
cias anteriores, se presentan como personas importantes.
El observador Douglas Home declaraba que ya se había
encontrado por lo menos con doce María Antonieta,
reina de Francia; seis o siete María Estuardo, reina de
Inglaterra; multitud de San Luis o de otros reyes; unos
veinte Alejandro o César; sin embargo, nunca se había
encontrado con regresiones a personas insignificantes...
Ahora bien, el que entre en una clínica de dementes
tendrá fácilmente la oportunidad de conversar con mu-
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chos <personajes> de la historia. Así pues, estas pretendi-
das reencarnaciones, en muchos casos, ¿no serán otras
tantas expresiones de megalomania de individuos psicó-
patas?

Fenómenos de paramnesia
Muchas personas que van por primera vez a un deter-
minado lugar tienen la impresión de haber estado ya allí
anteriormente, reconociendo ahora ei ambiente con sus
características. Y algunos se preguntan cómo se puede
explicar este fenómeno --que llaman de paramnesia- si
no es mediante la reencarnación. La persona habría
visitado tal lugar en una vida anterior.
A este fenómeno pueden aplicarse cuatro explicacio-
nes que hacen innecesario el recurso a la reencarnación.
Puede ser que la persona no haya estado consciente-
mente en ese lugar, pero sí haya estado allí inconsciente-
mente; ahora bien, el inconsciente (aun de un niño de
pecho) capta impresiones y las conserva en estado laten-
te. Supongamos que un niño haya sido llevado a una
plaza pública o a un cementerio; treinta años más tarde,
esa misma persona vuelve al mismo lugar. Se comprende
que lo reconozca inmediatamente... y que afirme haberlo
visitado ya anteriormente. Esto sería verdad, pero no
precisarnente en una encarnación anterior.
Puede ocurrir también que tal persona haya visto
imágenes de ese lugar en fotografias de algún libro o de
algún filme, y esto le hace creer que ya había estado en
ese lugar.
Se puede explicar también por la hiperestesia. Este
fenómeno se da en algunas personas que son capaces de
leer en el inconsciente de otras. Ahora bien, si voy por
primera vez al Japón y tengo la irnpresión de haber
estado ya allí, puedo preguntarme si me he encontrado
alguna vez junto a una persona que ya hubiera estado
allí. En caso afirmativo (que es bastante probable), yo
1l
habría percibido inconscientemente lo que ese amigo
había vivido conscientemente y conservaba en su incons-
'
ciente.'
Sucede también que existen muchos objetos semejan-
tes, de modo que cuando decimos que ya hemos visto algo
puede ser que lo estemos confundiendo con otra cosa
semejante.
En resumen, existen varias explicaciones para los fe-
nómenos de paramnesia basados en datos científicos. La
única explicación carente de fundamento serio es el re-
curso a la reencarnación.

Las personas geniales


Los genios, según los reencarnacionistas, serían espí-
ritus que se han ido perfeccionando en encarnaciones
anteriores.
En cuanto a los niños prodigio, podernos observar lo
siguiente. Muchas veces los niños prodigio son los que
aprenden con facilidad y rapidez. Pero estas cualidades
se deben a su constitución nerviosa y pocas veces llegan
a ser personas de talento. Por el contrario, los niños
aparentemente no inteligentes, pero que tienen un espíri-
tu reposado, aprenden de una manera más continua y
pueden llegar a ser personas importantes e incluso genia-
les.
Puede observarse también que los niños considerados
prodigio en matemáticas o en música son igual que los
demás niños en otros sectores de la actividad intelectual.
Y puede comprobarse que los prodigios de cálculo son los
más mecánicos, puesto que las máquinas calculadoras
pueden realizarlos (sin tener inteligencia). A veces las
personas poco inteligentes tienen extraordinaria facilidad
para el cálculo, lo que demuestra que ésta no es ningún
indicio de prodigio ni de genialidad. Algo parecido puede
decirse sobre los prodigios en la música.
t2
Aprender y recordar
Hay personas que aprenden con tanta facilidad, que
dan la impresión de que sólo están refrescando unos
conocimientos ya adquiridos (y quizá... adquiridos en una
vida anterior).-Este árgumento no es reciente, pues ya lo
empleó Platón (t ¡+A a.C"). En el diálogo,- Menon refiere
qué Sócrates hacía preguntas a un esclavo y éste .le
cbntestaba acertadamente; pero tales respuestas, según
el filósofo, revelaban la adquisición de conocimientos en
una vida anterior a la unión del alma con el cuerpo.
Platón observaba también que todos los hombres tienen
conocimientos en estado latente que no han sido adquiri-
dos en la vida actual, sino en una vida anterior.
san Agustín (t 430) criticaba este argumento, obser-
vando quó las respuestas acertadas le eran s-ugeridas al
esclavo por el módo mismo en que _e.ran formuladas.
"A medida que le hacían preguntasque bien graduadas .y
le sugerían y lo
coordenadas, el esclavo descubría lo
iba expresando,, (De Trinitate XII l5: PL 42'l0l I ).
Observemos también que el arte de estudiar y de
aprender es una actividad psicosomática; está en relación
nb solamente al psiquismo del estudioso, sino también a
sus disposiciones-f"rsicas o corporales. La imbecilidad, la
debilidád mental o idiotez... son consecuencias de lesio-
nes orgánicas y, muY especialments, del cerebro. Por otra
parte,-los espíiitus que llamamos "más evolucionados" se
benefician de dispoiiciones orgánicas y fisioló_gicas que
facilitan el apren dizaje, haciéndolo más inmediato e in-
tuitivo. Un espíritu bien dotado, en un cuerpo s?no,
resultará natuialrnente propenso a un rápido y eficaz
aprendizaje de la verdad.

Simpatías y antiPatías
Dos personas que no se conocen mutuamente pueden
experimLntar una gran simpatía o antipatía recíproca al
l3
encontrarse por primera vez. Los reencarnacionistas pre-
tenden explicar este fenómeno afirmando que eran ami-
gos o.enemigos en una encarnación anterior.
Sin acudir al recurso gratuito de la reencarnación,
pcdemos explicar este hecho de diversas maneras:
Los psicólogos hablan de un "recuerdo traumático"; se
trata de un suceso insignificante acaecido en la infancia
o en la juventud que deja huella en el psiquismo de la
persona para el resto de su vida. De esta manera, un niño
que sufra una emoción desagradable por parte de un
animal (sapo, cachorro, gato, serpiente...) podrá sentir
durante toda su vicla una profunda aversión a tales ani-
males. Un efecto semejante pueden haber producido cier-
tas personas o determinados nombres. Se cuenta el caso
de un chico que volvía casi diariamente del colegio a casa
con un grupo en el que venía también Hildegarda, una
chica grandona y chismosa; pues bien: esto bast6 para
que posteriormente sintiera aversión a cualquier mujer
que se llamara Hildegarda. También se cuenta que el
filósofo René Descartes manifestó siempre simpatía por
las personas bizcas, porque la primera mujer a la que
amó tenía este defecto. En suma, la psicología registra
numerosos casos en los que una emoción-choque (o trau-
mática) que parece haberse disipado hace mucho tiempo
ha dejado un registro emocional subyacente.
"La ley de individualización de los instintos> expone
la tendencia, observada por los psicólogos, de nuestro
instinto, el cual, al satisfacerse plenamente con ün deter-
minado objeto, pierde el interés por cualquier otro objeto
de la misma especie. De aquí provienen muchas simpa-
tías inconscientes respecto a ciertos lugares o personas,
como si solamente ellos pudienan hacernos felices.
También la "ley de las asociaciones psicológicas> ex-
plica muchos casos de simpatia o antipatía .en el primer
encuentro. Las personas desde el prirner momento nos
recuerdan (por semejanza en sus facciones, en su modo
t4
de hablar o de mirar, ein sus gestos...) a otras personas
que nos resultan queridas o repelentes. De aquí nace
espontáneamente una simpatia o antipatía hacia esa nue-
va persona.
veces los sentimientos de'simpatia o antipatía
"Otras
tienen un trasfondo sexual (sex-appeal). Se trata de algo
natural y no necesariamente vicioso.
Estas explicaciones son suficientes y nos eximen del
recurso a la reencarnación.

Las tendencias e inclinaciones


Algunos niños sienten gran inclinación por alguna
profesión o arte: quieren ser soldados, aviadores, ingenie-
ros, artistas de cine o de televisión... Ahora bien, esto
dicen- sólo se explica porque tales personas ha-
-nos
bían ejercido tal profesión o arte en una encarnación
anterior.
Por nuestra parte, les respondemos que si tales incli-
naciones provinieran de una vida anterior, tendrían que
ser innatas. Ahora bien, es dificil admitir que alguien
haya sido astronauta, locutor o artista de televisión en
una encarnación anterior, puesto que se trata de profesio-
nes nuevas. Por consiguiente, tiené que haber otia expli-
cación para este fenómeno. En efecto, la psicología ense-
ña que si alguien oye, desde su infancia, elogiar un
determinado arte o ciencia, podrá concebir fácilmente su
propio futuro en función de tal arte o ciencia.

Los instintos
Normalmente sentimos inclinación por unas cosas y
aversión por otras; se trata de instintos innatos, no adqui-
ridos en esta vida. Según los reencarnacionistas, esto
sería una prueba de que existieron encarnaciones anterio-
res: .,el hombre que manifiesta talento musical, tal vez
haya sido antes ruiseñor; el que posee grandes facultades
15
para arquitecto, tal vez haya viVido anteriormente como
castor", como dice textualmente el espiritista L. Figuier
(Dopo morte p.336).
Observamos que tanto los hombres como los animales
irracionales tienen instintos congénitos, sin los cuales no
podrían sobrevivir (alimentarse, defenderse...) y perece-
rían necesariamente. Los instintos básicos pertenecen a
la estructura dinámica de cualquier organismo vivo. Se
comprende que, además de los instintos fundamentales,
los seres humanos tengan otros instintos peculiares, ca-
racterísticos de su propia personaiidad; éstos les capaci-
tan para ejercer sus funciones en la sociedad e insertarse
en la comunidad humana, sin lo que nadie puede auto-
realizarse.

Las semejanzas y las desemejanzas


A la muerte de una persona, nace
veces, después de
otra muy semejante a la fallecida. Según algunos estu-
diosos, se trataría de un caso de reencarnación: el espíritu
del difunto habría vuelto a este rnundo en un cuerpo muy
semejante al de la encarnación anterior.
Como respuesta podemos observar que los reencarna-
cionistas no se sorprenden de que un hijo se parezca a su
padre o su madre, porque esto se explica naturalmente
por las leyes de la genética, sin tener que recurrir a la
reencarnación. Sin embargo, si nace un niño que se
parezca a su abuelo, a su bisabuelo, o a cualquier otro
pariente ya "desencarnad6", hay algunos que piensan que
este sorprendente fenómeno tiene que explicarse por la
pluralidad de existencias adoptadas. En realidad, esta
tesis pone de rnanifiesto una ignorancia de los más re-
cientes estudios sobre la herencia de los caracteres físicos
(color, facciones, altura...) y psíquicos. Al engendrar el
cuerpo del hijo, los padres condicionan sus trazos somáti-
cos y las facultades psíquicas a ellos ligadas (ya que
16
todas las acciones humanas son actos de un compuesto
psicosomático).
Nótese además güe, incluso entre personas no consan-
guíneas, pueden existir extraordinarias semejanzas. Y no
tiene sentido tratar de explicarlas mediante la hipótesis
de la reencarnación, dado que tales individuos no consan-
guíneos son muchas veces contemporáneos entre sí, de
modo que uno no puede ser la reencarnación del otro.
Otro argumento esgrimido en favor de la reencarna-
ción se apoya precisamente en el hecho contrario: entre
los hijos de los mismos padres se encuentran sorprenden-
tes diferencias de capacidad intelectual y de carácter
moral. En un hogar tranquilo nace a veces un individuo
de espíritu indisciplinado y vagabundo; ocurre que, inclu-
so entre gemelos, se dan caracteres y temperamentos
muy diferentes. Todo esto parece desafiar a las leyes de
la herencia y exigir, según ellos, una explicación median-
te la teoría de la reencarnación.
Por el contrario, consideramos que tal hipótesis está
suponiendo unas ideas demasiado estrictas de la herencia
y del atavismo. Por otra parte, tampoco toma en conside-
ración los factores accidentales que afectan a la vida
intrauterina, al nacimiento o a la prirnera infancia de
cada individuo, y que tienen que ser analizados en cada
caso particular.

B) AncuMENTos DE oRDEN plr-osór'lco-RElrcroso

La suerte desigual en la existencia


uno de los más frecuentes argumentos filosóficos en
favor de la reencarnación es el de las desigualdades entre
los hombres. Unos nacen ricos, sanos y muy capa.citados,
mientras que otros vienen al mundo enfermos,- incapaci-
tados y pobres... Ahora bien esto sóio se
puede explicar por el hecho de -arguyotr-,
que unos y otros hayan
t7
vivido encarnaciones anteriores; en tal caso, por sus méri-
tos o deméritos (sancionados por la ley del karma) obtu-
vieron suerte feliz o desgraciada para su presente encar-
nación. En efecto, la ley del karma enseña que todo acto
malo cometido contrae una deuda que deberá ser paga'
da; si no lo es en esta misma existencia, io será en la
siguiente o en las sucesivas.
A todo esto podemos responder:
Resulta gratuita la suposición de que todos los hom-
bres deberían haber comenzado a existir en iguales con-
diciones fisicas y. psíquicas. Dios es soberanamente libre
para crear a quien quiera y como quiera. Observamos
que en la naturaleza no hay ni siquiera dos hojas o dos
flores absolutamente iguales entre sí; y es precisamente
esta variedad la que produce la belleza del universo. Lo
que nos garantiza la justicla divina es que cada creatura,
dentro de su propia realidad, recibe las gracias necesarias
para llegar a la plenitud de perfección; sin duda alguna,
el Señor Dios llama a cada ser humano a la perfección
y le ofrece los medios necesarios para alcanzarla.
Además, es falso hacer coincidir la felicidad con la
salud, el dinero, el éxito temporal... Muchos de los que
poseen tales bienes están inquietos y no pocas veces
sufren dramas íntimos o públicos; por el contrario, mu-
chos que no los poseen se sienten tranquilos y serenos, y
transmiten a los demás su pzz, su magnanimidad y sus
valores morales. En realidad, la gran deza de una persona
no está en el tener, sino en el ser; puede uno tener
muchos bienes materiales, pero ser !¡n monstruo, o, por
el contrario, puede no tener muchos bienes materiales y
ser de una grandeza de ánirno excepcional. Y esta gran-
deza de ánimo recibirá la felicidad máxima, QUe es la
vida eterna.
Por otra parte, nos resulta muy dificil aquilatar en
qué consiste la felicidad de los hombres, pues es cierto
que no hay nadie que no tenga que cargar con su eruz.
18
La cruz es una escuela o instrumento de purificación o
de engrandecimiento, como ya expresaban los antiguos
griegos con su juegc de palabras páthos máthos (el
sufrimiento es enseñanza); San Pablo usa este mismo
juego de palabras en su Carta a los Hebreos, eil el
capítulo 5, versículo 8. Y ciertamente que al permitir que
cada uno sea tentado, el Señor Dios le da la gracia
necesaria para superar el mal y sacar el correspondiente
beneficio (cf. I Cor 10,13).
Analicemos ahora la ley del karma. Esta es la aplica-
ción de la ley de la causalidad física al mundo moral: ues
una ley sin excepciones, que rige al universo entero,
desde el átomo invisible e imponderable hasta los astros;
consiste en que toda causa produce su efecto, sin que
nada pueda impedir o desviar el efecto una vez puesta la
causa> (véase F. M. Pnl-n¿es ., Metapsíquica y espiritis-
mo [Barcelona 19501 p.a8\. Es ciega, automática y no
inteligente, igual que las leyes físicas. Cualquier acto
tendrá inevitablemente sus consecuencias, sin posibilidad
de indulto.
Ahora bien, no hay ninguna prueba de que exista la
ley del karma, así como tampoco hay prueba alguna de
la reencarnación. Se trata de una ley fatalista, mecanicis-
ta, que no se integra bien ni con la bondad de Dios ni con
la libertad del hombre. En el Evangelio, Dios se muestra
como Padre..., un Padre que, según, la parábola del hijo
pródigo (Lc l5,l l-32), perdona inmediatamente al hijo
que se muestra arrepentido. Incluso podemos decir que la
ley del karma lleva al absurdo; pues, según ella, toda
persona que sufre en esta vida estaría pagando graves
pecados de alguna encarnación anterior (sería un gran
pecador reencarnado); en cambio, todo individuo sano y
rico estaría recogiendo los frutos positivos de las virtudes
practicadas en una existencia precedente (sería una per-
sona benemérita); pero todo esto se contradice con la
experiencia.
t9
Finalmente, no podemos saber la causa precisa por Ia
que cada creatura sufre..., y sufre tales o cuales males.
Ningún sistema filosófico ni religioso puede explicarlo
plenamente. Sólo podemos afirmar, dentro de la doctrina
católica, que Dios, en su suma sabiduría, no se engaña ni
comete injusticias; un día todos llegaremos a conocer el
porqué de los designios del Señor. Mientras tanto pode-
mos decir que el sufrimiento no siempre es un castigo por
los pecados personales, pero ciertamente siempre es pro-
videncial; es una ocasión de crecimiento interior, de mo-
do que quien no sufre se va haciendo más mezquino y
encerrado en su egoísmo; la naturaleza humana se bene-
ficia enormemente en el crisol del sufrimiento. La justi-
cia de Dios está en proporcionar a todo hombre las
ayudas necesarias para llevar su propia cruz con grande-
za de alma, de tal manera que adquiera méritos.

El infierno
Los reencarnacionistas consideran que la idea cristia-
na del infierno se contradice con la de un Dios bueno y
perfecto; por el contrario, la reencarnación evitaría esta
contradicción.
Ante todo, la doctrina sobre el infierno no contradice
en absoluto la bondad de Dios. Lo que hace que el
infierno sea inaceptable para muchos contemporáneos es
la falsa concepción que de él se han formado. Vamos a
explicarlo más detalladamente.
Jesús manifestó claramente Qüo, después de la pere-
grinación terrenal, hay dos formas posibles de vida para
el hombre: bienaventurada una, infeliz la otra. Esto es lo
que nos manifiestan las parábolas de la cizaña
(Mt 13,24-30), de la red del pescador (Mt 13,37-40), de
los convidados a la cena (Lc 14,16-24), de las diez vírge-
nes (Mt 25,1-12). En la parábola del rico Epulón y del
pobre Lázaro (Lc 16,19-31), el contraste se acentúa con
vehemencia: después de la muerte pueden invertirse los
20
papeles que actualmente desarrolla cada uno. Estas dos
suertes tras la rnuerte aparecen también tajantemente
marcadas en la escena del juicio universal (Mt 25,33-46).
El infierno no tiene nada que ver con las imágenes
populares de un tanque de azufre hirviente; y ni siquiera
es algo creado por Dios. Es más bien la frustración total
o la separación de Dios como consecuencia de la opción
libre de la creatura en la tierra.
Con otras palabras: todo ser humano fue hecho para
el bien..., y para el Bien inagotable o Bien infinito, que
es Dios. Este, implícita o explícitamente, ejercé su atrac-
ción sobre todo hombre, al igual que el Norte atrae a la
aguja magnética de la brújula. Si uno, usando su volun-
tad libre, dice Sí a ese Norte (: Dios), encontrará su
reposo y plenitud (la bienaventuranza celestial). Por el
contrario, si dice No y en el día de su muerte se encuen-
tra en esta actitud de repulsa consciente y voluntaria,
quedará en el definitivo distanciamiento de Dios; el Se-
ñor respetará su opción negativa y no lo forzará para
volverlo hacia El. Esta situación es la que denorninamos
infierno,' la misma creatura es la que se condena a tal
estado, sin que el Señor Dios necesite proferir ninguna
sentencia. Además de esta dolorosa frustración, existe en
el infierno lo que la Sagrada Escritura llama fuego, pero
éste es un fuego que no es el de la tierra
Este estado es definitivo y sin fin, porque el alma
humana es, por sí misma, inmortal. Sólo terminaría:
si el Señor aniquila ra a la creatura (pero esto sería
contrario a la sabiduría del Creador, porque no destruye
lo que ha hecho);
si el Señor forzara la voluntad de la creatura para que
le diera un sí póstumo, contrario a su libre opción (pero
el Señor, eue le dio libertad al hombre, no se la quita);
si el Señor dejara de amar a la creatura y ya no se
le mostrara como el Sumo Bien; entonces el pecador se
encerraría en sí mismo o en su egoísmo, sin experimentar
2l
la atracción de Dios, y, por lo tanto, tro sufriría el
infierno. Pero el Señor no puede clejar de amar al hom-
bre, porque no puede contradecirse; no puede decir no
después de haber dicho sí,' su amor es irreversible.
Esto es lo que se entiende por infierno en una correcta
concepción cristiana. Como puede verse, este estado,
lejos de ser incompatible con la santidad de Dios, provie-
ne precisamente del amor de Dios por la creaturz, y de un
amor tal que no puede contradecirse ni disiparse
(cf .2 Tim 2,1l-13).
No hay, pues, necesidad de recurrir a la reencarna-
ción para evitar un "infierno indigno de Dios". Importa
dejar claro Qüe, eir el decurso de su peregrinación terres-
,tre, el hombre recibe del Señor todas las gracias necesa-
rias para santificarse y llegar a la plenitud de la vida.

C) AncUMENToS DE oRDEN NATURAL

La ley de los contrarios


Según Platón, la "ley de los contrarios" es una ley
fundamental de la naturaleza. Según ella, la vida sólo
puede nacer de la muerte, que constituye su contrario.
Por esto, todo niño que nace corporalmente es alguien
que ya murió corporalmente.
Podemos responder que la ley de los contrarios se
aplica, en todo caso, a las realidades homogéneas: un
peso superior supone la existencia de otro infefior, un
tamaño rnayor supone otro menor, un tiempo prolonga-
do supone otro más breve... Sin embargo, esta ley no
tiene sentido en el plano de realidades heterogéneas,
pues no puede decirse que una dimensión mayor proven-
ga de un peso más liviano, ni que un tiempo más prolon-
gado provenga de una densidad más tenue. Ahora bien,
la vida y la muerte no son realidades homogéneas,
difieren entre sí como la longitud y el peso; en algo
22
muerto es imposible descubrir una inclinación, por míni-
ma que sea, a producir la vida; e igualmente, en la
fuerza expansiva de la vida, no se ve ninguna tendencia
a la inmovilidad de la muerte.
El proceso cíclico de la naturaleza
La naturaleza procede por ciclos: día-no-
-dicen-
che, verano-invierno, primavera-otoño, simiente-planta-
simiente... Por consiguiente, también la existencia del ser
humano estaría marcada por los ciclos de las reencarna-
ciones.
Respondemos que ninguna de esas analogías tiene
fuerza probatoria; no se ve por qué haya que deducir de
ellas que el hombre tenga que morir y renacer periódica-
mente. Más aún: en la naturaleza no se descubre ningún
fenómeno que presente una genuina analogía con la
reencarnación. La simiente arrojada a la tierra se desa-
rrolla en una planta que vive durante un tiempo y luego
muere; el viento dispersará los restos de la planta muer-
ta, fertilizando los campos y favoreciendo el germinar de
otras semillas. Pero nunca se ha dicho que la planta
muerta se transforme en semilla y vuelva a vivir. Es
verdad que, antes de transformarse en materia corrompi-
da, la planta produce frutos de cuyas semillas nacerán
nuevas plantas; éstas, a su vez, darán frutos, y así indefi-
nidamente. Sin embargo, estas nuevas plantas no son la
repetición o la reencarnación de las anteriores; son indivi-
duos totalmente distintos; cada una posee una estructura
orgánica únicamente suya.

D) AncuMENTos DE oRDEN Hlsrónrco


Los pueblos no cristianos
Los reencarnacionistas apelan también al testimonio
de los pueblos antiguos, afirmando que éstos, desde las
23
épocas más remotas y con cierta unanimidad, profesaron
la creencia en los sucesivos retornos a este mundo.
Sin embargo, un atento examen de los documentos
históricos nos lleva a conclusiones muy distintas. El pa-
dre Paulo Siwek, S. J., en su obra A Reencarnagao dos
Espíritos, afirma:

"Son muchos los pueblos que se mantuvieron refractarios


a las concepcioncs reencarnacionistas. otros muchos admi-
tieron tardíamente esta doctrina, que no existía en su credo
primitivo.
No se cncuentran vestigios rcencarnacionistas entre los
persas. por destacar un ejemplo; tampoco reconoce la reen-
carnación la religión primitiva de China, que sólo tardía_
mente la accpra bajo la influencia del budismo. Igualmente,
la religión del antiguo Egipto es ajena a ra idea J. r..n.ur-
nación" (p.l2s).
En la misma India, que a veces es considerada como
la cuna de la tesis de la reencarnación, su religión primi-
tiva no conocía esta doctrina. Los textos más antiguos de
la literatura hindú y de la iiteratura mundial que profe-
san la palingenesia datan de los siglos vn y vt anies de
Cristo, y se encuentran en algunos himnos Upanishads.
Los orientalistas no saben cómo ni por qué se originó esta
creencia en la India. Incluso en los pueblos que profesa-
ron la reencarnación hubo eminentes personajes que no
adoptaron esta teoría; por ejemplo, no la adoptaron los
más destacados pensadores de Roma ni tampoco muchos
filósofos griegos, entre los cuales destaca Aristóteles co-
mo el más importante de todos.
Podemos, pues, concluir que no existe unanimidad
entre los pueblos antiguos respecto a la reencarnación.
Unanimidad existe, ciertamente, respecto a la inmortali-
dad del alma; todos los pueblos conocidos creen que la
muerte del compuesto humano no implica la muerte del
alma y que ésta sobrevive a la separación del cuerpo. La
idea de la resurrección de los cuerpos o de la restitución
del compuesto humano emerge en el judaísmo tardío
24
(cf. Dan 12,2s;2Mac 7,ll.l4) y llega a ser uno de los
grandes artículos de fe en el cristianismo.

La tradición de la Iglesia
Hay quien afirma que los antiguos cristianos creían
en la reencarnación y que sólo en el siglo vl se habría
apartado la Iglesia de tal doctrina.
Para responder a este argumento vamos a exponer
algunos testimonios de los primeros siglos del cristianismo.
Clemente de Alejandría (l 215) considera arbitraria
la doctrina de la reencarnación, porque no se basa ni en
los indicios de nuestra conciencia ni en la fe católica;
hace notar que la Iglesia no la profesa, que quienes la
profesan son los herejes, y muy especialmente Basílides
y los marcionitas (cf . Eclogae ex Scripturis Proheticís
XVII: PG 9,706; Excerpta ex Scriptis Theodoti
XXVIII: PG 9,674; Stromata III 3; IV l2: PG
I I l4s.l290s).
San Ireneo (f 202) observa que en nuestra memoria
no se conservan vestigios de las pretendidas existencias
anteriores (Adv. haer. II 33: PG 7,830s); en nombre de la
fe le opone el dogma de la resurrección de los cuerpos:
nuestro Dios es suficientemente poderoso para restituir
cada alma a su propio cuerpo (ibíd., II 33: PG 7,833).
Podríamos citar otros autores antiguos que hacen
semejantes reflexiones. Es importante mencionar a Ori
genes de Alejandría (t ZS+¡. Este autor propone como
hipótesis la preexistencia de las almas. Según é1, todos
los espíritus fueron creados desde la eternidad y dotados
de una misma perfección inicial. Muchos, sin embargo;
abusaron de su libertad y pecaron. Este pecado habría
sido la trcasión de que Dios creara este mundo visible, en
el cual viven los espíritus rebeldes encerrados en cuerpos
materiales. Después de la muerte, las almas serán entre-
gadas a un fuego purificador. Pero, al fin de los tiempos,
en la restauración universal, todos los pecadores se salva-
25
rán y serán reintegrados a la suprema felicidad, y Dios
será todo en todos. El infierno, por lo tanto, no sería
eterno.
Advirtamos que estas ideas fueron propuestas con
reservas y a modo de hipótesis (cf . Peri Archon:
PG I1,224). Los discípulos de Orígenes, denominados
origenistas, eran monjes de Egipto, de Palestina y de
Siria, que seguían los escritos ascéticos y místicos del
maestro, pero eran poco versados en teología; por esto no
tenían criterios para discernir entre las verdades de la fe
y las proposiciones hipotéticas de Orígenes. Ciertamente,
lcs origenistas de los siglos IV-vt profesaron como artícu-
los de fe no sólo la preexistencia de las almas y la
restauración final de todos en la bienaventuranza inicial,
sino también la reencarnación. De esta manera iban
contra el pensamiento del mismo Orígenes, que se opuso
a la reencarnación considerándola como
"fábula inepta e
impía" (In Rom. V: PG 14,1015).
Las doctrinas de los origenistas llamaron la atención
de las autoridades de la lglesia. En el año 543, el patriar-
ca Menas de Constantinopla redactó y promulgó quince
anatemas contra Orígenes, de los cuales nos interesan
directamente los cuatro primeros:
l. "Si alguno cree en la fabulosa preexistencia
de las almas y en la reprobable rehabilitación de las
mismas (que generalmente va asociada a aquélla),
sea anatema.
2. Si alguno dice que los espíritus racionales
fueron todos creados independientemente de la nra-
teria y ajenos al cuerpo, y que algunos de ellos
rechazaron la visión de Dios, entregándose a actos
ilícitos, siguiendo cada cual sus malas inclinaciones,
de modo que fueron unidos a cuerpos más o menos
perfectos, sea anatema.
3. Si alguno dice que el sol, la luna y las estre-
llas pertenecen al conjunto de los seres racionales y
26
que se transformaron en lo que hoy son por haberse
vuelto hacia el mal, sea anatema.
4. Si alguno dice que los seres racionales en los
que se enfrió su amor a Dios se ocultaron en
cuerpos groseros como los nuestros, y entonces
fueron llamados hombres, mientras que aquellos
que llegaron al últirno grado del mal obtuvieron
por su parte cuerpos fríos y tenebrosos, convirtién-
dose en lo que llamamos demonios o espíritus ma-
los, sea anatemar.
El Papa Vigilio y los demás patriarcas' aprobaron
estos artículos. Sacamos, pues, en consecuencia que la
doctrina de la reencarnación nunca fue profesada oficial-
mente por la Iglesia católica (porque contradice al Credo
cristiano); sin embargo, después de Orígenes (s. III) fue
profesada por algunos grupos de monjes orientales, poco
iniciados en teología; en el 543 fue solemnemente recha-
zada por las autoridades de la Iglesi a. La misma condena
se repitió en los concilios ecuménicos de Lyón Q27 $ y
Florencia ( I 439), que afirman el tránsito inmediatcl de
esta vida al estado definitivo en e! más allá (DZ 857
Í4641 y 1306 [693]). El concilio Vaticano II habla tam-
bién del "único plazo de nuestra vida terrena", citando la
epístola a los Hebreos 9,27 y rechazando la teoría de la
migración de las almas (cf. Lumen gentíum n.48).

E) AncuMENros sisr-lcos
Los escritos del Nuevo Testamento están íntimamen-
te asociados al pensamiento judío precristiano, que no
admitía la reencarnación de las almas. Los judíos se
cerraron a esta doctrina, profesada por algunos filósofos
griegos, ya que eran claramente hostiles a cualquier
sincretismo religioso. En este ambiente predicó Jesús su
Evangelio.
Hecha esta observación, analicemos brevemente los
27
textos bíblicos que suelen aducirse en favor de la reencar-
nación.

Juan Bautista y Elías


Según el texto de Mt 17,10-13, los judíos creían que
Elías no había muerto, sino que había sido arrebatado a
los cielos (cf. 2 Re 2,ll) y que volvería a la tierra para
mostrar y ungir al Mesías; y ciertamente, en tiempos de
Cristo, tan agitados políticamente, el profeta Elíás era
ansiosamente esperado en Israel. Pues bien, el Evangelio
afirma que Juan Bautista hizo las veces de Elías al imitar
la actitud enérgica y valiente del profeta (cf. Lc 1,17), y
el mismo Juan Bautista negó tajantemente ser Elías
cuando le interrogaron los emisarios de Jerusalén
(cf. Jn 1,,21\. Así pues, a la luz de estos textos hay que
entender otro texto más sirnbólico, como el de Mt I l,l4s.
Más aún: en el momento de la transfiguración, Moi-
sés y Elías se le aparecen a Jesús (cf. Mt 17,3), pero
como Juan ya había muerto ejecutado por Herodes,
debería habérsele aparecido Juan Bautista y no Elías,
conforme a la doctrina de la reencarnación. En efecto,
esta doctrina enseña QUe, cuando un espíritu se materia-
liza, siempre se presenta en la forma de la última encar-
nación. Por lo tanto, Juan Bautista no podía ser la
reencarnación de Elías.

Jesús y Nicodemo
En el texto de Jn 3,3 aparece el adverbio griego
ónothen. y suele traducirse por "de nuevor: ,,En verdad,
en verdad te digo: el que no es engendrado de nuevo, no
es capaz de ver el reino de Dios". Sin embargo, este
mismo adverbio se repite en Mt 26,51 para significar
eu€, en la muerte de Jesús, el velo del templo se rasgó
ónothen, es decir, de arriba abajo, por completo, y ciertá-
mente no "de nuevo>.
28
Nicodemo no entendió las palabras de Jesús; fiel a las
enseñanzas judías, consideraba imposible la reencarna-
ción: "¿Cómo puede un hombre naóer siendo viejo? ¿po-
d.i entrar por segunda vez en el seno de su madie y
volver a nacer?" (Jn 3,4).Jesús disipó la duda explicán-
dgle que no se trataba de renacer en el sentido bioiógico,
sino de renacer verdaderamente de otro modo, es décir,
por el agua y el Espíritu Santo: ..En verdad, en verdad
te digo: el que no renace dei agua y del Espíritu, no podrá
entrar en el reino de Dios" (Jn 3,5). Jesús pensaba-en el
bautismo, que hace al hombre hijo de Dios.

Jesús y el ciego de nacimiento


Encontramos este pasaje en Jn 9,lss: los judíos creían
que todo mal era consecuencia de un pecado; por eso, en
el caso del ciego de nacimiento pensarían en un pecado
de sus padres (que, según la mentalidad de tribus, sería
castigado en los hijos), aunque quedaba la hipótesis de
un pecado propio, que les parecería absurda, porque
también creían que los niños nacen sin haber hecho
previamente ni el bien ni el mal (cf. Rom 9,1l). De esta
manera propusieron la cuestión a Jesús sin tomarse el
trabajo de buscar una tercera solución en este caso. Jesús
les contestó sin abordar el aspecto especulativo de la
cuestión, explicando directamente la situación concreta
que le presentaban: ni una hipótesis ni otra, sino un
designio superior de Dios: <... para que se manifiesten en
él las obras de Dios".
La Sagrada Escritura es, ciertamente, contraria a la
reencarnación; por ejemplo, afirma tajantemente: "Está
establecido para los hombres morir una sola vez, y des-
pués de esto, el juicio" (Heb 9,27). Recordemos también
las palabras de Jesús al buen ladrón: ,.Hoy estarás con-
migo en el paraíso" (Lc 23,43). Igualmente, los textos
muy enfatizados en los que Jesús y los apóstoles anun-
cian la resurrección de los muertos, o los que hablan del
29
infierno, son otros tantos testimonios que se oponen a la
reencarnación: véanse Mt 5,22; 13,50; 22,23'33; Mc 3,29;
9,43-48; Jn 5,28s; 6,54; I Cor I 5,1 3- 19.

III" CONCLUSION
Comparando entre sí la tesis de la reencarnación y la
doctrina cristiana de la resurrección, podemos apreciar
que entre una y otra hay dos diferencias básicas o estruc-
turales. En efecto:
I ) La doctrina cristiana de la resurrección supone
un Dios, Padre bondadoso, que toma la iniciativa de
crear y también la de salvar a su creatura. Dios ofrece
al hombre esta salvación en el decurso de una vida que
transcurre en la tierra, durante la cual la graeia del
Salvador solicita a la creatura en orden a la bienaventu-
Íanza eterna. Con este fin, la sabiduría divina cuida de
que no le falte al hombre ningún auxilio en el decurso de
su peregrinación terrestre. Por lo tanto, al terminar esta
vida, es justo que la creatura humana entre en su estadio
definitivo; la resurrección de la carne permitirá que el ser
humano, en su identidad psicosomática, obtenga su justa
sanción. Esta concepción es profundamente religiosa poi-
que reconoce la primacía de Dios sobre la creatura y el
carácter gratuito de la salvación.
No se puede decir lo mismo de la doctrina reencarna-
cionista. En efecto: ésta atribuye al hombre la facultad
de redimirse, de lograr la perfección por sus propios
esfuerzos, dejando prácticamente de lado el auxilio divi-
no. Foco o nada entra en la idea reencarnacionista un
Dios, Padre bondadoso y providente, que quiso compartir
y consagrar el sufrimiento y la muerte del hombre_, _y sin
él cual la creatura no puede absolutamente nada. No es,
pues, de extrañar que la reencarnación haya sido profe-
sada frecuentemente, y aún ahora lo sea, en el contexto
de una filosofía panteísta o monista. Ciertamente, las
30
creencias hindúes, que inspiran a muchos reencarnacio-
nistas, suprimen la distinción entre lo divino y lo huma-
no, entre el Infinito y lo finito, enseñando que la divini-
dad "se realiza, en el hombre, "va tomando conciencia de
sí" en el hombre, a rnedida que éste evoluciona y se
perfecciona. Esta tesis parece explicar que la creatura
pueda llegar por sí misma a una unión con la divinidad;
sin embargo resulta ilógica, porque coloca en una misma
línea lo finito y el Infinito. Dios, que es por sí mismo el
Ilimitado, no puede quedar identificado con lo finito y
contingente.
2) La cosmovisión subyacente al reencarnacionismo
es pesimista respecto a la materia, considerada como
cárcel o sepulcro del alma (soma : sema. en griego). La
gran aspiración de muchos reencarnacionistas es liberar-
se del cuerpo y, consecuentemente, de este mundo mate-
rial y de su historia. Por este motivo, muchos pueblos que
profesan la reencarnación no evolucionaron en su civili-
zaci6n,, sino que viven en condiciones de nniseria, porque
no les interesa vincularse a los bienes materiales.
Por el contrario, la tesis de la resurrección de los
cuerpos es optimista respecto a la materia, considerada
como creatura de Dios y parte integrante del ser huma-
no. Debido a esto, el cuerpo hurnano deberá resucitar, y
participará del estadio definitivo del alma humana. Y por
ello el cristiano se siente impelido a trabajar en este
mundo material que Dios le dio a fin de configurarlo
conforme al designio del Creador. El cristiano ciee que
la historia tiene un sentido dinámico que camina hacia-su
plenitud, Qüe será el reino de Dios, y no una serie de
ciclos monótonos y repetitivos de los cuales es necesario
escapar.
Sobre la base de estas consideraciones se puede afir-
mar que la doctrina de la reencarnación, a pesar de sus
aspectos místicos, no puede sostenerse ni a los ojos de la
raz6n,, ni ante la psicología, ni ante la experiencia hu-
mana.
31
SUMARIO

Págs.

II. Reencarnación: ¿sí o no? ......... 4


A) Argumentos de orden psicológico .....:........ 5
Nalraciones obtenidas en sueño hipnótico 5
Fenómenos de Paramnesia II
Las personas géniales .......... 12
Aprender y recordar ............. 13
Simpatías y antipatías .......... 13
Las'tendencias e inclinaciones 15
Los instintos .......... 15
Las semejanzas y las desemejanzas ..'..'.... 16
B)
. Argumentos de orden filósofo-religioso 17
Lal suerte desigual en la existencia 17
El infierno ............. 20
C) Argumentos de orden natural 22
La-ley de los contrarios 22
El proceso cíclico de la naturaleza 23
D) Argumentbs de orden histórico ...'........' 23
Lol pueblos no cristianos ......... 23
La tiadición de la lglesia 25
E)
' Argumentos bíblicos ............. 27
Juin Bautista Y Elías 28
Jesús y Nicodémo .......... 28
Jesús y el ciego de nacimiento ...'.... 29

III. Conclusión 30
f
I
t REENCARNACICIN

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M04003003 1

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