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El principio básico - la dispersión del riesgo – es común al reaseguro de los demás ramos,
sin embargo en la práctica, difiere en el seguro de vida en muchos aspectos por las
características especiales que existen en este ramo, por lo que crea diferencias con el seguro
y el reaseguro de daños o de patrimoniales.
Las diferencias básicas entre estos dos grupos se pueden resumir de la siguiente manera:
En forma general en los ramos de daños la vigencia de las pólizas es de un año, al cabo del
cual las partes contratantes las pueden renovar, cosa que no ocurre en los seguros de vida.
Cabe destacar a este respecto que en el ramo de vida se conocen pólizas renovables al final
de cada año, emitidas bajo el plan: Temporal Renovable Anualmente, importante en el
seguro de grupo. Pero no es más que una excepción ya que la gran mayoría se emite por 10,
15, 20 ó más años o inclusive para toda la vida del asegurado.
Por otra parte el asegurador de vida se obliga, por razones comerciales y administrativas a
fijar una prima uniforme para toda la duración de la póliza (prima nivelada). Resultando de
estas circunstancias que, al suscribir un contrato de largo plazo, el asegurador de vida
asume un riesgo de características particulares y que dista fundamentalmente de lo que se
conoce en los ramos de daños por los siguientes aspectos:
Agravación del riesgo: con el pasar de los años el asegurado incrementa de edad,
aumentando su mortalidad y por siguiente se acerca más la posibilidad del siniestro.
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Corretaje directo
En el ramo de daños se acostumbra bonificar al intermediario con una comisión igual cada
año. En el ramo de vida en cambio una vez vendida una póliza la tarea del intermediario se
reduce, estimándose además que la venta del seguro de vida requiere un esfuerzo de
convicción superior, por estas razones suele recibir una comisión el primer año muy
elevada, y luego se reduce en los años siguientes.
Reservas matemáticas
Como es sabido el asegurador directo tiene que reservar una parte de las primas cobradas
durante los primeros años, para cubrir el incremento del riesgo que se manifiesta en los
años siguientes. En otros casos como en los seguros mixtos o dotales, seguros a término
fijo, rentas y otros, la compañía debe acumular reservas durante toda la vigencia de las
pólizas para poder contar con los fondos que se comprometió a pagar en caso de
sobrevivencia del asegurado. La suma de estos importes constituye la Reserva Matemática,
la cual es calculada de acuerdo con criterios actuariales normalmente reglamentados por las
leyes de cada país.
En general la Reserva Matemática tiene que ser constituida desde el primer año de vigencia
de la póliza. Eso trae como por consecuencia que mientras la prima del primer año apenas
alcanza para cubrir los gastos de producción, tiene sin embargo que constituir las reservas
matemáticas, sin descartar tener que hacerle frente a posibles siniestros que se puedan
presentar aún aplicando las mejores medidas de selección. Como se observa, toda nueva
póliza de vida supone en general un esfuerzo sensible de financiación por parte de la
aseguradora en los primeros años de vigencia. Esto se amortigua con el paso de los años y
en ello contribuyen los reaseguradores.
El reaseguro absorbe por un lado las desviaciones de mortalidad y ofrece, por otro lado, su
contribución directa al esfuerzo financiero que la compañía tiene que soportar para producir
nuevos negocios. Es decir, el reasegurador asume también una parte de las reservas
matemáticas, rescates y siniestros. En los seguros con participación en beneficios le
corresponde asimismo participar en el tipo de bonificación aplicado por el asegurador
directo.
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El reaseguro a Prima de Riesgo
El sistema de prima de riesgo puede resultar atractivo para una compañía que inicia sus
operaciones, ya que, al ser relativamente reducidas las primas de reaseguro, logran cierto
volumen de ingresos que le permiten el desarrollo de sus reservas más rápidamente que si
se tratase de condiciones originales, circunstancia que se ve apoyada si, además, logra una
ventajosa rentabilidad de sus recursos.
A diferencia de las pólizas de daños patrimoniales cuyas vigencias son anuales, las pólizas
de vida se emiten por muchos años, lo que implica mantener series de cuentas de reaseguro
por todos los años que dure las responsabilidades asumidas. Para minimizar la pesada carga
administrativa que esto produce, también se estila en el argot del reaseguro el rescate de los
contratos, por ejemplo después de los cinco años de vigencia. Por supuesto, dependiendo de
los montos que representen las reservas matemáticas. Esto significa que normalmente las
series contractuales en los contratos de reaseguro de vida, no deberían ir más allá de ese
período de tiempo.
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La otra solución, sería, dependiendo del país y el volumen de las carteras, lograr contratos
de reaseguro no-proporcionales, que a diferencia de los ramos patrimoniales, aparentan ser
menos atractivos para los reaseguradores.
Tabla de Mortalidad
La prima neta, como se llama algunas veces, la prima pura, depende de la edad del
solicitante del seguro. El importe que se le debe cargar se deriva de los datos acumulados
reunidos en una tabla practicable llamada tabla de mortalidad. Estas han sido
confeccionadas por actuarios de seguros de vida, quienes han aplicado los principios de la
teoría de las probabilidades y la ley de los grandes números a las experiencias de
mortalidad de grandes grupos de personas.
El número de muertes que hay que esperar en un gran grupo de una cierta edad, puede
predecirse con un grado tal de certidumbre que proporciones una base para el cálculo
exacto de las primas de seguros de vida. Sin embargo, los estadísticos de los seguros son
muy cuidadosos al explicar que la cifra indicada como “expectativa de vida” es un
promedio y, para que tenga valor, debe ser aplicado a un grupo suficientemente grande.