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EDOUARD HAMEL

DIVORCIO Y NUEVO MATRIMONIO EN LA


IGLESIA PRIMITIVA
Tensione comandamento-possibilità in materia di divorcio e di nuovo matrimonio nella
Chiesa primitiva, Rassegna di teologia 20 (1979) 19-25

Nos proponemos examinar brevemente cuatro testimonios de tolerancia pastoral en


materia de divorcio y nuevo matrimonio que hallamos en la iglesia primitiva. Estos
casos son tanto más sorprendentes si tenemos en cuenta la unanimidad con que la
iglesia de los primeros siglos defendió la indisolubilidad del matrimonio. Ley general
que, por otra parte, no iba a quedar debilitada, sino más bien fortalecida y reafirmada en
la misma tolerancia. Creemos que estos modelos de actitud pastoral conservan un cierto
valor para la iglesia de hoy, que ha de ser fiel al Dios perfecto que exige la perfección
de las costumbres (Mt 5, 48), pero también al Dios de infinita paciencia y misericordia
que "no quebrará la caña cascada, ni apagará la mecha humeante" (Mt 12, 20).

Tensión entre mandamiento y posibilidad en la iglesia de oriente

"Casos de tolerancia citados por Orígenes (a. 244) ". -Orígenes es un testigo indirecto de
una práctica diferente de la iglesia en materia de divorcio y nuevo matrimonio. Alude a
algunos obispos que autorizaron las nuevas nupcias de algunas mujeres abandonadas
por sus maridos, sin culpa alguna de su parte: "Incluso ahora, en contra de la Escritura,
algunos pontífices han permitido que algunas mujeres contrajeran un nuevo matrimonio,
viviendo aún su marido, obrando así en contra de lo que está escrito: "La mujer está
ligada por todo el tiempo de la vida de su marido" (1 Cor 7, 39) y "viviendo el marido
será tenida por adúltera si se uniere a otro marido" (Rom 7, 3). Sin embargo no han
obrado totalmente sin razón. Es posible que han permitido tal unión, en contra de la ley
primitiva mencionada en la Escritura, para evitar males mayores" (Comm in Mat 14, 23,
PG 13, 1245 A-B). Según este testimonio, el nuevo matrimonio se permitió a mujeres
que habían sido repudiadas injustamente, es decir, sin que mediara adulterio por parte
de ellas, aunque no sabemos si hubo adulterio por parte del marido. Tampoco es claro si
nos encontramos ante un caso de simple tolerancia, o si tales matrimonios fueron
positivamente aceptados. Orígenes, por su parte, no duda en reconocer por tres veces
que tal práctica es contraria a la Escritura, pero, a la vez, admite que su tolerancia es
razonable en orden a evitar males mayores.

"S. Basilio y la costumbre de la iglesia de Capadocia" -150 años más tarde encontramos
en S. Basilio alusiones a una costumbre semejante que estaba vigente en la iglesia de
Capadocia. Anfiloquio había propuesto a Basilio una serie de cuestiones sobre el
repudio de uno u otro cónyuge. Basilio responde en los cánones 9 a 21 de las cartas 188
a 199 (PG 32, 677-680; 721). Después de afirmar que Cristo ha puesto en plano de
igualdad a marido y mujer, pasa a exponer la costumbre de aquella iglesia, que en
realidad es discriminatoria, ya que el marido ha de repudiar a la mujer adúltera, pero la
mujer está obligada a seguir conviviendo con su marido, aunque éste viva en adulterio o
fornicación, "por consiguiente a la mujer que convive con un marido repudiado, yo no
sé si se la puede considerar adúltera" (can 9). Según la costumbre "la mujer que
abandona a su marido y vive con otro es adúltera, mientras que el marido abandonado
por su mujer es perdonable (si se vuelve a casar) y la mujer que vive con él no es
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condenada (como adúltera)" (can 9). "No es fácil de ver la lógica de estas cosas -
confiese Basilio- pero ésta es la costumbre que ha prevalecido" (can 21). De este modo
nos da testimonio de una cierta indulgencia para con el marido culpable de adulterio y,
por esta razón, repudiado por su esposa. Si este hombre toma una nueva esposa, ni ésta
ni él son considerados adúlteros. Basilio evita el término matrimonio y sólo habla de
cohabitación, pero no hace recaer sobre ninguno de ellos las penas canónicas del
adulterio. Se trata, por tanto, de una indulgencia disciplinar, penitencial y pastoral. Es
una tolerancia de hecho, sin que se afirme el derecho del marido a tomar una nueva
esposa. No sabemos qué pensaría S. Basilio de la situación del esposo inocente que
estaba obligado a repudiar a su esposa en el caso de adulterio de ésta. En buena lógica
parece que si el esposo repudiado por su culpa no incurría en las penas canónicas al
tomar una nueva esposa, no recibiría un trato más riguroso el marido inocente que se
hubiera visto obligado a repudiar a su esposa. Pero si Basilio sabía que tal costumbre
era contraria a la ley del Señor ¿por qué no la suprimid? Si la toleró fue sólo para evitar
un mal mayor. Tal costumbre no ponía en peligro la fe y estaba tan arraigada que no se
podía suprimir bruscamente sin provocar una reacción peligrosa. Basilio como prudente
legislador, prefiere tolerarla y esperar un momento más oportuno para darle el golpe de
gracia. Momento que llegaría con Gregorio Nacianceno.

Orígenes y Basilio mencionan costumbres, cuya extensión no podemos valorar. Pero es


importante notar cómo tuvieron razones para tolerarlas, aunque no las aprobaran
formalmente.

Tensión entre mandamiento y posibilidad en la iglesia de occidente

"El concilio de Arlés y el nuevo matrimonio de los jóvenes (a. 314) ". -El concilio de
Arlés es importante en orden a conocer el pensamiento de la iglesia de occidente. Pues
bien, en el canon 10 de dicho concilio hallamos un texto del que por lo menos se puede
deducir la práctica de una cierta tolerancia respecto a los jóvenes esposos cristianos que
se hubieren visto obligados a repudiar a su esposa por causa de adulterio: "Por lo que
toca a los maridos que sorprenden a su esposa en adulterio, que son jóvenes cristianos y
a los que les está prohibido casarse de nuevo, nos parece oportuno establecer que, en
cuanto sea posible, se les aconseje que no se vuelvan a casar mientras vivan sus
mujeres, aunque sean adúlteras". La dificultad de este texto radica en que, mientras en la
proposición principal da un consejo, en un inciso impone un precepto. En la primera
parte tiene en cuenta la ley evangélica que prohíbe un segundo matrimonio a los
cristianos (en este caso jóvenes) que se han visto obligados a separarse de su esposa
adúltera; pero en la segunda, parte propone una orientación de carácter pastoral. Los
obispos no se hacen demasiadas ilusiones sobre la observancia de la indisolubilidad
matrimonial en un ambiente que acaba de salir del paganismo. Y por consiguiente, sin
renunciar al principio general, toleran lo que parece inevitable. Es una actitud pastoral
que refleja los problemas de la iglesia primitiva a la hora de imponer la norma de la
indisolubilidad en un ambiente poco preparado. La ley romana prohibía todo nuevo
matrimonio a la esposa adúltera, pero lo aceptaba para el marido incluso culpable de
adulterio. Esta práctica, del todo discriminatoria, había creado una mentalidad que la
iglesia no podía cambiar de la noche a la mañana. Y en esta situación sociológica, el
concilio de Arlés prefiere no urgir una norma que amenazaba con penas canónicas a los
esposos que se volvieran a casar. En vez de imponer una, norma difícil de comprender,
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adopta una actitud de prudencia pastoral. Reafirma la ley divina con un lenguaje no
impositivo, sino persuasivo: en cuanto sea posible, se les aconseje.

"Las dudas de S. Agustín en el De Fide et Operibus (a. 413) ". -S. Agustín sostuvo
siempre que el cristiano engañado por su cónyugue y separado de él por este motivo, no
puede contraer nuevas nupcias. Sin embargo, en el "De Fide et Operibus" (19, 34; PL
40, 219) se pregunta sobre la culpabilidad de un esposo pagano enga ñado por su esposa
y que haya contraído un nuevo matrimonio. ¿Se le podrá admitir al bautismo? Agustín
juzga este caso en función de la vida cristiana que habrá de llevar en el futuro este
candidato al bautismo y distingue entre el esposo que se ha casado de nuevo después de
haber repudiado a su esposa adúltera y la situación en la que el adulterio no pudo ser
aducido como causa de la separación. Cree que ambos casos son distintos, y confiesa no
ver claro la situación del marido inocente: "Dado que la escritura no dice claramente
que aquel que haya repudiado lícitamente a su mujer adúltera, se convierta a su vez en
adúltero si se casa con otra, pienso que una falta en esta materia sería leve". Esta
matización de la culpabilidad es una muestra de que Agustín no habla aquí como jurista,
sino como moralista y contempla al nuevo matrimonio bajo el aspecto de la
responsabilidad moral, y no de su validez o nulidad jurídica. ¿Qué solución hay que
adoptar cuando este esposo pagano solicita el bautismo? Si la unión fuera claramente
irregular, no se le podría admitir mientras no hiciera penitencia y modificara su
situación. Pero en caso de duda, si el candidato al bautismo ya ha contraído el nuevo
matrimonio, Agustín se inclina, no sin cierta vacilación, a aceptarlo: "Hay que hacer lo
posible -afirma- para evitar tales uniones, porque ¿qué se saca de comprometerse en una
unión dudosa? Pero ante el hecho consumado, no diría que los tales deban ser excluidos
del bautismo". Ya hemos indicado más arriba cómo juzga que podría tratarse de una
falta leve o venial. Tal juicio moral puede significar, aunque esto no es evidente, que
Agustín estaría dispuesto a conceder el perdón a estos candidatos paganos y que los
admitiría al bautismo y a la eucaristía, sin obligarles a disolver la segunda unión
matrimonial. En todo caso la duda de Agustín es tanto más notable cuanto que él mismo
sostiene con toda claridad la indisolubilidad del matrimonio y sólo en el caso del
pagano que ha repudiado a su esposa adúltera, se muestra vacilante a causa del silencio
de la Escritura.

Reflexiones pastorales

Hemos citado cuatro ejemplos de tolerancia pastoral que nos revelan cómo la primitiva
iglesia hubo de considerar el problema del divorcio en un mundo cuyas leyes y
costumbres reflejaban una mentalidad tan alejada del evangelio. La iglesia proclamó
siempre el principio de la indisolubilidad, pero algunos de sus más cualificados
representantes prefirieron, desde un punto de vista pastoral, tolerar una situación y una
práctica que no estaba plenamente de acuerdo con el evangelio. Nadie mejor que
Orígenes ha formulado el dilema que se presentaba a la iglesia: No han obrado sin
razón. Verosímilmente tal unión ha estado permitida para evitar males mayores, en
contra de la ley primitiva recogida en la escritura. Formulación que nos recuerda que no
se puede dar una respuesta totalmente satisfactoria y razonable a una situación que no lo
es. No pretendemos ahora afirmar que hay que reproducir literalmente soluciones del
pasado, pero ¿no serían posibles hoy soluciones análogas a las que hemos examinado?
Podemos y debemos inspirarnos en estos hombres de iglesia, que eran sensibles a la
majestad de la ley divina, pero que a la vez procuraron, no caer en un juridicismo que
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sólo salvara las apariencias. Por respeto a las personas, no siempre creyeron posible
llevar la indisolubilidad matrimonial hasta sus últimas consecuencias. Es cierto que no
debemos aprobar lo que vaya contra las exigencias éticas de la persona, pero en
ocasiones será mejor tolerar lo que no se puede impedir sin causar un mal mayor o
diferir la manifestación de un valor, que en un momento dado no es comprensible. Por
más que siempre quedará en pie el deber de hacer lo posible para que el mal llegue a ser
denunciado y el valor comprendido.

Hoy son muchos los moralistas que están intentando una reflexión pastoral para
transformar en ciencia, lo que hasta el presente aparecía más como un arte prudencial.
Desean unir la teología moral y la pastoral incorporando sistemáticamente esta última
en el ámbito de la teología moral científica. Las diversas teorías sobre el compromiso, la
libertad en la situación, el conflicto de valores, las situaciones pecaminosas etc., son
otros tantos intentos en orden a resolver, a nivel científico, la tensión entre el
mandamiento y la posibilidad real de cumplirlo. Esta pastoral ha de incluir una visión
completa de la realidad cristiana y humana, ha de incluir no sólo la dimensión del
pecado sino también la de la gracia. De otro modo corremos el riesgo de tener una
pastoral reducida a las dimensiones de las ciencias humanas que nos informan de la
debilidad de la persona, pero que ignoran las inmensas posibilidades ofrecidas por la
gracia. Conviene no culpabilizar inútilmente las conciencias, sino obrar de tal manera
que ellas mismas se abran a los valores.

Tradujo y extractó: JORDI M. ESCUDE

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