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Al nacer, una persona está sujeta a las decisiones que los padres tomen con
respecto a ella, es decir es gobernado por los otros. Sin embargo, al crecer, cada
persona va desarrollando su ³forma de ser´ y va aprendiendo a tomar sus propias
decisiones y a ser una persona crítica, es decir autónoma. Autonomía significa ser
capaz de pensar por uno mismo con sentido crítico y tomando en cuenta muchos
puntos de vista, en la mayoría de ámbitos de la vida.

Lo anterior implica la parte moral, pero ¿A qué se refieren las personas cuando
hablan de moralidad? Se refieren al conjunto de creencias y normas, de una persona
o grupo social determinado, que sirven de guía para actuar ante cualquier hecho en
la vida. La moral se basa en la creencia de la existencia del bien o del mal.

Jean Piaget, psicólogo en educación, nos dice la diferencia entre dos tipos de
moralidad, la moralidad ³autónoma´ y ³heterónoma´. Autonomía significa "gobernarse
a sí mismo", heteronomía exactamente lo opuesto, ³ser gobernado por los demás´

La moral heterónoma implica obedecer, sin poner ningún reparo a las reglas
impuestas y a las personas con poder. En el caso de los niños, sus padres u otros
adultos con autoridad sobre ellos, como los maestros son quienes imponen las
reglas. Ésta no es deseable, ya que implica la obediencia sin critica a reglas y a
personas con poder.

En cambio, en la moral autónoma, el bien y el mal lo determina cada individuo a


través de la reciprocidad. Piaget, señala que la autonomía aparece con la
reciprocidad cuando el respeto mutuo es suficientemente fuerte para hacer que el
individuo sienta el deseo de tratar a los demás como él desearía ser tratado. Una
persona moralmente autónoma no sólo toma en cuenta el punto de vista suyo y el de
su superior, sino que tiene en cuenta el de las otras personas que se verán afectadas
por su conducta.

De manera ideal, cuando un niño es capaz de gobernarse a sí mismo, será menos


gobernado por los demás, esto se da a medida que va creciendo. Sin embargo esto
no siempre sucede así.

Según el Psicólogo Piaget, los niños aprenden los valores, reglas o normas
construyéndolos a través de la interacción con el ambiente. Su heteronomía natural
es reforzada cuando los adultos usan con ellos la recompensa y el castigo. Por otro
lado, para estimular su autonomía se puede intercambiar puntos de vista al momento
de la toma de decisiones o de alguna situación en particular. Por ejemplo, cuando un
niño miente y es sorprendido se le quita el juguete o la TV como sanción negativa.
Este tipo de castigos puede traer algunas consecuencias como que el niño a prenda
a no ser sorprendido la próxima vez, volverse incapaz de tomar decisiones y a solo
obedecer aparentando ser autónomo. En cambio, si en vez del castigo se le mira
directo a los ojos y se le dice ³de verdad que no puedo creer lo que me dices porque
(se le exponen razones lógicas)´, se estará contribuyendo al desarrollo de la
autonomía en los niños ya que se dará un intercambio de opiniones ante lo cual el
adulto puede sugerir alguna negociación o indemnización en vez de un castigo.

Así mismo, es bueno que se fomente en los niños la habilidad para tomar decisiones.
Esto se puede hacer mediante pequeñas preguntas, por ejemplo: durante la comida,
se le puede preguntar al niño si desea comer más puré, o si desea más leche. Los
niños deben empezar con decisiones pequeñas, antes de ser capaces de manejar
otros más importantes.
Al igual que en lo moral, la autonomía intelectual significa gobernarse a sí mismo y
tomar sus propias decisiones. Trata sobre lo ³falso´ o lo ³verdadero´. La heteronomía
intelectual significa seguir los puntos de vista de los demás. Esto se construye sobre
todo en la escuela. Ahí los niños tiene la oportunidad de desarrollar la habilidad de
pensar lógicamente y también de hacer negociaciones con los maestros en vez de
que se les imponga un castigo.

La esencia de la autonomía es que los niños lleguen a ser capaces de tomar sus
propias decisiones, sin olvidar que no es lo mismo que una libertad total. Significa ser
capaz de tener en cuenta otros factores aparte de los propios al momento de decidir
cuál es la mejor acción a seguir. Si queremos que los niños sean capaces de actuar
con convicción personal independiente de un sistema de recompensas, debemos
reducir nuestro poder adulto, evitando al máximo el uso de premios y castigos.
Debemos intercambiar puntos de vista con ellos, "negociar" soluciones, dejando que
tomen decisiones por ellos mismos. Sólo así podrán construir sus propios
sentimientos personales acerca de lo que es correcto y bueno para cada uno.

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