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MARCO TEÓRICO

PROYECTO “CREANDO REDES”

RESILIENCIA
La resiliencia ha sido en los últimos años un
constructor muy analizado y trabajado desde diferentes
áreas de intervención, convirtiéndose en una herramienta
de vital importancia para abordar problemáticas diversas y
de gran complejidad. El tomarlo como elemento para la
intervención, da cuenta de la necesidad no sólo de
intervenir a partir de la carencia material (de recursos
básicos) sino también de generar un encuadre que
contenga una mirada holística tomando al sujeto desde su
integralidad.1
RESILIENCIA, Es una palabra proveniente del campo
de la Física que alude a la propiedad de los cuerpos
elásticos de recobrar su forma original, liberando energía
cuando son sometidos a una fuerza externa, es un concepto
trasladado de la ingeniería a la psicología y recientemente
incursiona en las esferas de competencia Asistencial-
Preventiva.
Adaptado al campo de las ciencias sociales, es la
capacidad humana de hacer frente a la adversidades
de la vida, superarlas y salir de ellas fortalecido e
incluso transformando.2 Esta capacidad se prueba en

1
CHIOSSO, Verónica , “La intervención del Trabajador Social en enfermedades
crónicas: Resiliencia y posibilidades del Hacer”. Revista del Colegio de Profesionales
en Servicio Social de la Provincia de Córdoba. Año 14/Número 69/ Enero de 2011.
2
Grotberg.1996
situaciones de tensión, ansiedad, situaciones traumáticas,
estrés severo y prolongado; tales como guerras, catástrofes
naturales, pérdidas afectivas, enfermedad, maltrato,
tortura, abuso, cesantía, extrema pobreza. Bajo estas
circunstancias se configuran condiciones biopsicosociales y
culturales que generan mayor resistencia o vulnerabilidad.
La resistencia o vulnerabilidad de las personas y
grupos no es permanente ni absoluta, cambia dependiendo
de las condiciones específicas en que ocurre la crisis:
rasgos de personalidad, estado de salud (funcionamiento
del sistema nervioso, aspectos sociogenéticos, etc), etapa
del ciclo vital, factores protectores o de riesgo, del contexto
específico.

Características de la resiliencia

Los siete factores que caracterizan la resiliencia son:


Perspicacia, es decir, la capacidad para observarse a sí
mismo; hacerse preguntas difíciles y darse respuestas
honestas. Independencia o capacidad para mantener
distancia física y emocional con respecto a los problemas
sin caer en el aislamiento. Relación o capacidad para crear
vínculos íntimos y fuertes con otras personas. Iniciativa o
capacidad para la autorregulación y la responsabilidad
personal necesarios para lograr autonomía e
independencia. Humor y Creatividad entendidos como
capacidad para encontrar el lado positivo de una tragedia y
para crear orden, belleza y objetivos a partir del caos y del
desorden. Y por último, Moralidad o capacidad para
desearles a otros el mismo bien que se desea para sí mismo
y comprometerse con valores específicos, unida a la
capacidad para darle sentido a la propia vida.
De igual modo, las variables básicas que acciona el
concepto son la Autoestima, la Responsabilidad, , la
Autocrítica, la Cooperación y la Ayuda Mutua.
En la búsqueda de factores o de oportunidades de
protección, la espiritualidad, la organización, la vida
comunitaria, la identidad, la autoestima, la vivencia de la
cultura y la solidaridad, son algunas fuentes consideradas
no cinéticas que conforman el apoyo y recursos de los que
las personas resilentes se sirven para superar la
adversidad.
La resiliencia es más que una aptitud de resistir a la
destrucción preservando la integridad en circunstancias
difíciles, es también la aptitud de reaccionar
positivamente a pesar de las dificultades y la
posibilidad de construir basándose en las fuerzas propias
del ser humano. No sólo sobrevivir a pesar de todo sino
que es tener la capacidad de usar la experiencia sobre las
situaciones adversas para proyectar el futuro.
La resiliencia es un proceso más que una
característica fija del individuo, debido a esto, quienes son
resilientes a una edad puede que lo sean o no en una edad
posterior.

Modelos de Resiliencia
Los investigadores han identificado tres modelos de
resiliencia: compensatorio, protector y desafiante. El
modelo compensatorio es definido cuando un factor de
protección contra actúa u opera en una dirección opuesta a
un factor de riesgo. El modelo protector es aquel en el que
una cualidad o los recursos moderan los efectos de un
riesgo sobre un resultado negativo. Y, el modelo desafiante
es aquel en donde un factor de riesgo y un resultado es
curvilíneo; Esto es, la exposición a bajos niveles y altos
niveles de un factor de riesgo están asociados con
resultados negativos, pero niveles moderados del riesgo
están relacionados con menos resultados negativos (o
positivos). Esto sugeriría que exponer al adolescente a
niveles de riesgo moderados sería positivo para que
pudiese aprender como afrontar los mismos y superarlos”3.

ADOLESCENTES: FACTORES CONDICIONANTES4

Factores individuales: Conducta de riesgo.

Un adolescente está en riesgo cuando su conducta lo


lleva a poner en riesgo su salud o su vida, cuando sus
comportamientos afectan la integridad o ponen en juego la
vida de los otros.

Las respuestas de los adolescentes y emergentes del


contexto (violencia, droga, embarazo, suicidio, etc.), en

3
BECOÑA, Elisardo: “Resiliencia y consumo de drogas” Universidad Santiago de
Compostela.
4
Material extraido de: "ADOLESCENCIA Y PREVENCIÓN: CONDUCTA DE
RIESGO Y RESILIENCIA" Lic. GÓMEZ DE GIRAUDO, María Teresa.
términos de comportamientos concretos, se van a vincular
a tres grupos de factores:

1) LOS PERSONALES: Como su historia personal; sus


modos de resolver situaciones infantiles de conflicto; su
programa neurobiológico; la utilización de determinados
mecanismos habituales de defensa frente a situaciones
desestabilizadoras de su identidad, etc.

2) LOS PRECIPITANTES: Como la percepción subjetiva


del impacto de las experiencias que le toca vivir; la
capacidad de afrontamiento con que se maneja; el grado de
capacidad y flexibilidad cognitiva para la resolución de
problemas, etc.

3) LOS DE CONTEXTO: Como la existencia o no de


redes de apoyo solidario con que cuente; el nivel de
integración yoica; la capacidad para diferenciar lo real de lo
imaginario y para procesar la información de manera
coherente.

La interacción de todos estos aspectos va a determinar


la peculiar manera en que cada adolescente resolverá qué
grado de riesgos asumirá en sus respuestas adaptativas.

Numerosos adolescentes, adoptan conductas de


riesgo que ponen en peligro su salud y su vida, debido a
que no siempre perciben el riesgo como tal. Uno de los
factores que influye en esto es el egocentrismo,
característica evolutiva propia de este período, en el que
ellos fantasean "historias personales" en las que no se
perciben expuestos a ningún riesgo. Estas historias anulan
en ellos el principio de realidad y los llevan a actuar como si
esta no existiera o no importara. Tienen una sensación de
invulnerabilidad que los hace sentirse inmunes. Es un
sentimiento que los lleva a sentirse diferentes y mejores
que los demás y, además, especiales: "a mí no me va a
pasar", Es decir que uno de los factores de riesgo de más
peso en este período, es, justamente, la misma conducta de
riesgo propia de la adolescencia.
Por otro lado, existen ciertos rasgos de personalidad
que definen a los sujetos que buscan riesgos; Estas
personas se caracterizan por necesitar estimulación
permanente y buscar la novedad, la aventura, poseer un
elevado nivel de actividad, energía y dinamismo (se los
podría visualizar como hiperkinéticos), tienen dificultad
para controlar sus impulsos, necesitan demostrar que son
pensadores independientes y que pueden resolver sus
propios problemas, rechazan los planes a largo plazo,
prefiriendo responder rápidamente a cada situación sin
previo análisis, tienden a comprometerse en ciertas
conductas, aunque sepan que es probable que resulten en
consecuencias negativas

Factores Sociales: Factores de riesgo.

Todo riesgo supone siempre una perspectiva vincular,


ya que toda acción humana tiene un destinatario. (Aún el
suicidio que podría considerarse como la conducta humana
más autoagresiva y solitaria, lleva un mensaje dirigido a un
"otro").

Es decir que toda conducta social nos lleva a


considerar estos factores que incluyen variables tales como
la familia, el grupo de pares, el papel de los medios de
comunicación, las normas y los valores y las creencias del
contexto sociocultural en el que se vive, etc.
Los modelos parentales desempeñan un papel
trascendental; las redes de apoyo afectivo y la aceptación
de los "otros significativos", generan una menor
vulnerabilidad;
El grupo de pares influye significativamente sobre los
comportamientos de riesgo, el grupo lleva implícito un
mandato para el adolescente, : “...¡se como nosotros!”. Y
generalmente es el que incita y facilita conductas de riesgo;
Lo mismo podríamos decir del peso de los modelos que
ofrecen los medios de comunicación social, especialmente
la TV.

Los estímulos sociales han cambiado notablemente en


los últimos años. Estamos inmersos en una sociedad
caracterizada por la vertiginosidad de los cambios y por el
pasaje de una modalidad de expectativas tradicionales, a
un mundo laboral regido por la competencia y la
incertidumbre.

La rapidez de los cambios nos obliga a un estado de


permanente tensión, de alerta, para poder adaptarnos y
que los cambios no nos superen.
El surgimiento de la empresa privada, centrada en la
competitividad, característica de nuestra época, trae
consigo ventajas como el aumento de la producción, y
derivaciones que llevan a los llamados países del primer
mundo al enriquecimiento económico; al aumento del
producto bruto interno y del ingreso per cápita; pero
también desventajas ya que estas características, y por las
exigencias a que somete a los individuos, ha devenido
directa o indirectamente en el aumento de la drogadicción,
la violencia, el alcoholismo, la delincuencia, el suicido.
Nosotros, si bien no pertenecemos a este rango de países,
al tratar de importar el modelo, también importamos sus
desventajas.

Es decir que la receta económica hace que la forma de


vivir y pensar, cambien. Los objetivos de vida pasan a
centrarse en el LOGRAR y el CONSUMIR. Esto constituye un
llamado de atención, ya que: el que no vive como
piensa, corre el riesgo de terminar pensando como
vive.

Es decir que lo social afecta nuestras estructuras de


identidad, nuestro self y terminamos, sin quererlo siendo
agentes multiplicadores de un modelo negativo y, lo que es
más grave transmitiendo a los niños y jóvenes los
disvalores que lo acompañan.

El choque cultural, la urbanización, la pérdida de


valores, el sentimiento de marginalidad y la pobreza
(factores relacionados con una crisis de identidad) que
afectan a muchos jóvenes, se asocian con las situaciones
de estrés planteadas antes, y agravan también las
consecuencias.

En síntesis, en pos de adaptarse a la sociedad, la


gente disfruta menos, y necesita apelar a recursos que lo
estimulen para divertirse, y, al mismo tiempo le permitan
sobrellevar el ritmo al que se someten. Y si no pueden
hacerlo, se deprimen y se enferman y, a veces, actúan su
patología.

RESILIENCIA: estrategia de Promoción y Prevención


profesional.

El paradigma moderno requiere un posicionamiento


integral, universal para estudiar y abordar la complejidad
de los dilemas humanos, en una sociedad cada vez más
global, conectada y dinámica.
Los modelos y saberes tradicionales están
cuestionados y no existen verdades absolutas, esto es lo
que permite el ”enfoque de convergencia”: la integración
de las disciplinas en la interdisciplinariedad de las
instituciones en la Inter institucionalidad y de los sectores
en la inter sectorialidad. Es asumir una visión diferente
del mundo y de la relación de ayuda sin jerarquías si no
con la activación de los recursos internos que todas las
personas, familias y comunidades tiene para sobrellevar los
conflictos y crisis propias de la condición humana.
A partir de distintas investigaciones, los especialistas
han identificado lo que denominan factores de
protección o pilares de la potencialidad de resiliencia,
es decir, los factores que hacen que una persona este
mejor preparada para enfrentar las situaciones límites y las
circunstancias adversas de la vida. Los mismos son:
♦ Autoestima.
♦ Compromiso moral, ético o religioso.
♦ Capacidad de actuar con independencia e
iniciativa personal.
♦ Creatividad.
♦ Capacidad de relacionarse con independencia e
iniciativa personal.
♦ Capacidad de introspección.
♦ Sentido del humor.
En la medida en que se contribuye a que los niños y
jóvenes desarrollen estos factores de protección, o
aprendan a ser resilientes, mejor preparados estarán para
enfrentar las dificultades propias de la vida en general y de
ciertos contextos socioeconómicos y afectivos en particular.
En síntesis, la promoción sugiere que la resiliencia
active los mecanismos protectores sobre eventos críticos y
posibilite un equilibrio armónico entre los estados de
tensión y estrés naturales a la cotidianeidad y los sucesos
imprevistos e inesperados que desatan las crisis. Es decir,
preparar a los sistemas humanos para que fortalezcan la
capacidad de enfrentar la adversidad e incorporarla a los
proyectos de vida como un asunto que no detiene el
desarrollo integral si no que le permite reencuadres y
cambios de perspectiva.
Frente a esto el papel del profesional, es de facilitador
de procesos de cambio que dependen de la motivación y
expectativas de la comunidad, familia o persona en una
mirada interdisciplinaria que congrega todas las áreas del
conocimiento interesadas en promocionar la resiliencia.

RESILIENCIA Y ESCUELA5

En la escuela, la promoción de la resiliencia es un


enfoque que destaca la enseñanza individualizada y
personalizada, que reconoce a cada alumno como alguien
único y valioso, que se apoya en las características
positivas, en lo que el alumno tiene y puede optimizar.
Las cualidades personales más importantes que
facilitan la resiliencia han sido descritas como: a)
autoestima consistente; b) convivencia positiva,
asertividad, altruismo; c) flexibilidad del pensamiento,
creatividad; d) autocontrol emocional, independencia; e)
confianza en sí mismo, sentimiento de autoeficacia y
autovalía, optimismo; f) locus de control interno, iniciativa;
g) sentido del humor; h) moralidad. Estas y otras
características individuales asociadas a la resiliencia no son
innatas sino que proceden de la educación y, por lo tanto,
pueden aprenderse.

5
Material extraído de DE DIOS URIARTE, Juan: “Construir la resiliencia en la
escuela” Universidad del País Vasco. 2006
En los primeros años de la escolaridad el profesor
puede ser enormemente admirado y actos que para otros
son intrascendentes pueden tener especial significación
para niños procedentes de hogares conflictivos. Cuando los
padres no han creado un vínculo afectivo protector y
estable, el profesor puede resultar una figura sustitutoria y
la experiencia escolar en su conjunto una oportunidad para
la “restitución” o “compensación” de un niño que sin éxito
escolar habría derivado hacia la inadaptación.
Henderson y Milstein señalan “seis pasos para
fortalecer la resiliencia” fomentados desde la familia, la
escuela y la comunidad:
Para contrarrestar factores familiares de riesgo:
1. Enriquecer los vínculos prosociales. 2. Fijar límites claros
en la acción educativa. 3. Enseñar habilidades para la vida.
Para favorecer la resiliencia: 4. Ofrecer afecto y
apoyo. 5. Establecer objetivos retadores. 6. Participación
significativa.
De estos seis pasos, el más importante y permanente
es el afecto, pues parece imposible superar las dificultades
y crecer humanamente sin el alimento del afecto.
Los resultados de estos seis pasos generan personas
optimistas, responsables, con alto grado de autoestima y
autoeficacia.
La promoción de la resiliencia desde la escuela es una
parte del proceso educativo que tiene la ventaja de
adelantarse y preparar al individuo para afrontar
adversidades inevitables. No puede estar limitada a una
intervención educativa con niños de alto riesgo o víctimas
de contextos desfavorecidos.

Factores protectores desde la escuela

La escolarización y las experiencias escolares son


también factores protectores para niños de riesgo
procedentes de ambientes familiares conflictivos y entornos
sociales desfavorecidos y puede contribuir al desarrollo de
una madurez personal para afrontar las dificultades futuras.
En los países pobres la escolarización aumenta
notablemente las posibilidades de desarrollo. En particular,
la educación de las niñas, futuras adultas y madres, hace
que el embarazo se retrase hasta siete años por término
medio, contribuye a que se eviten ciertas enfermedades
como el sida, les capacita para empleos más cualificados y
reducen la dependencia hacia los varones.
Diversos estudios han destacado los factores escolares
como protectores ante situaciones de riesgo familiar y
social. La escuela puede tomar un papel activo cuando el
menor ha sido víctima directa o indirecta de malos tratos y
de la violencia en el hogar. Si los educadores son receptivos
y sensibles, los alumnos acudirán a ellos en busca de
protección, de consuelo y de ayuda. El clima escolar es, en
gran medida, generado por el profesor. Un clima
respetuoso, de alegría y buen humor, así como el
rendimiento académico positivo son factores protectores
capaces de reducir los efectos de las experiencias
negativas y del estrés infantil.
La oportunidad para la observación prolongada
permite detectar con prontitud ciertos anomalías
conductuales o del desarrollo psicológico y alertar a los
servicios sociales. Además, la escuela debe transmitir
valores y enseñar a los niños a resolver sus conflictivos sin
recurrir a la violencia pero no solo a las víctimas de los
malos tratos y abusos sino a todos los alumnos. Es una
manera de contribuir a que los agredidos actuales no sean
agresores el día de mañana.

Profesionales resilientes.
Construir la resiliencia desde la escuela requiere,
sobre todo, que los profesionales sean resilientes, capaces
de implicarse en un proyecto educativo compartido con el
resto de la comunidad, profesores, padres y alumnos que
buscan expresamente el desarrollo integral de todos los
alumnos y que trabajan desde la escuela contra la exclusión
social.
La capacidad de ocuparse de la formación de sujetos
inmaduros, dependientes, supone que los profesionales de
la educación sean suficientemente resilientes, es decir,
emocionalmente estables, con alta motivación de logro,
buena tolerancia a la frustración, de espíritu animoso e
identificados con su trabajo.
La formación es un factor clave del proceso de la
resiliencia. Los profesionales que se desempeñen en el
ámbito de la educación deben conocer las áreas implicadas
en el proceso de enseñanza-aprendizaje y, en especial, el
desarrollo emocional y social del niño/adolescente en
riesgo. La formación de este profesional tiende a la empatía
con el alumno, que es la base de la resiliencia. Además,
debe estar formado en el manejo de los grupos, los
conflictos y el cambio de actitudes.

Construir la resiliencia en la escuela.


Hay algunos presupuestos pedagógicos de los
profesionales que tienen efectos resilientes. Por ejemplo,
que el afecto es el alimento básico de la vida humana y que
sin afectos positivos no hay proyecto educativo que
merezca la pena. También la convicción de que todos los
alumnos tienen dentro de sí aspectos positivos sobre los
cuales basar un proyecto de desarrollo positivo. Si el
profesional se fija en los aspectos positivos transmite su
consideración, que se transforma en autoestima para el
alumno. La tarea del profesional es descubrir y fortalecer
esas cualidades que pueden permitir a todos los
niños/adolescentes sobreponerse a las dificultades, tener
éxitos y prepararse para una integración social adecuada y
creativa. Frente al determinismo social y al determinismo
de los primeros años de vida, el profesional está convencido
de que una infancia/adolescencia infeliz no determina el
futuro personal. Todos, niños/adolescentes y adultos,
pueden cambiar y mejorar. Imaginarse un futuro mejor
sirve para dejar a un lado las malas experiencias y para
movilizarse tratando de alcanzarlo.
La actitud optimista y el pensamiento positivo son las
claves del éxito y logro de las metas propuestas del
profesional resiliente. El profesional optimista se recupera
de las contrariedades, persiste en el logro de los objetivos,
percibe las dificultades como retos a superar y no rehuye
las tareas difíciles. Si la educación se realiza en un clima de
optimismo y de confianza, con objetivos moderadamente
retadores pero alcanzables, los alumnos aprenden a ser
positivos y optimistas.
El profesional resiliente construye resiliencia en los
alumnos cuando les acepta y aprecia tal cual son, al
margen de su rendimiento académico. Lo peor que podría
hacer un maestro con un alumno en riesgo es dejarle estar,
pero sin ocuparse de él.
El contacto afectuoso, expresado física o verbalmente,
pero de manera diferente del contacto “maternal”, es de
gran importancia para establecer y mantener vínculos
positivos con las personas que nos importan, esto significa,
transmitir al alumno el sentimiento de que puede ser
amado. Se trata de una aceptación fundamental más que
incondicional. Esto debe estar acompañado de la adecuada
exigencia para que se esfuerce, actúe de la mejor manera
posible, se responsabilice, trate de cumplir con sus
obligaciones, rechace la tendencia a la pasividad y se
implique en actividades grupales que favorezcan el
conocimiento mutuo y la colaboración. Para un
niño/adolescente, la aceptación incondicional se puede
traducir en indiferencia afectiva, que incita a actuaciones
“provocadoras”.
El alumno, por su parte, debe “aceptar que se le
acepte” ,esto es, una sustentación a esa aceptación de
doble dirección de la que surge la confianza básica, la cual
debe presidir toda la relación educativa. La acomodación
del niño/adolescente a las tareas y las normas escolares es
una prueba de la madurez socioemocional, pero está
supeditada a la confianza y aceptación mutua, al vínculo
afectuoso, seguro y consistente que se establece
principalmente en los primeros años de la escolaridad.
Por parte del profesional no se trata de una actitud
sobreprotectora o halagadora sin más, sino de una relación
afectuosa positiva, pero no excesivamente próxima, que
proporcione un entorno donde los alumnos puedan
desenvolverse con seguridad.
El alumno afectado por experiencias familiares
negativas puede encontrar en el colegio un espacio vital
para la resiliencia. Las relaciones positivas con sus
profesores y demás profesionales de la educación y con sus
compañeros, las oportunidades para hacer las cosas bien,
disfrutar de los juegos, aprender y reír pueden ayudarle a
contraponer experiencias positivas junto a las negativas, a
hacerle sentir que hay personas que no les fallan, en las
que se puede confiar y situaciones que permiten ver la vida
con optimismo y esperanza. Una de las tareas más
importantes del profesional es promover el clima adecuado
para las relaciones positivas.
Los profesionales deben ayudar a los alumnos a
comprenderse a sí mismos y a comprender el entorno físico
y social. Encontrar el sentido a las actividades y a las
normas ayuda a dar sentido a uno mismo y a participar
activamente en su realización y cumplimento. Ciertamente,
no siempre es fácil para el profesional transmitir el sentido
de algunas tareas necesarias, pero su empeño en hacerlo
será reconocido y valorado por los alumnos.
Darle sentido a todo lo que se hace en la escuela es
más importante que obtener éxitos académicos. Pero los
alumnos también necesitan alcanzar éxitos, aunque sean
parciales. Es importante entonces marcarse objetivos
posibles y saber ver bien los avances, a veces muy
pequeños, que se producen. El profesional reconoce y
recompensa positivamente el esfuerzo antes que el
resultado, y si no se hacen bien las cosas, valora
críticamente los comportamientos, pero no juzga
globalmente a las personas. Fijarse constantemente en los
errores y en los comportamientos inadecuados puede
producir una imagen de sí mismo negativa, que reduzca la
motivación para posteriores intentos.
El educador no se desilusiona cuando el alumno no
aprende cómo y cuándo él quiere. Una actitud comprensiva,
de respeto hacia el alumno y sus problemas, así como la
disponibilidad para seguir ayudándole, pueden ser el punto
de apoyo para el inicio de una nueva relación más
constructiva y beneficiosa.
Siendo especialmente respetuoso pero no indiferente
con el alumno, sin ningún afán de entrometerse en la esfera
personal o familiar, el profesional que practica la empatía
puede ayudarle a definir, comprender y asimilar las
experiencias.
A través de la observación de los demás, de las
narraciones y dibujos, los alumnos comprenden lo que los
otros sienten y se pueden generar actitudes compasivas y
de ayuda hacia los demás. El altruismo es una forma de
autoayuda resiliente y un mecanismo protector para todos.
Reforzar su autonomía y su independencia respecto de
los adultos y/o de ciertos compañeros no significa dejarles
hacer a su libre albedrío. El alumno será más autónomo
cuanto más seguro se sienta de la vinculación con el
educador. Darles la palabra, reconocerles sus ideas propias,
mostrarles que son dignos de nuestro respeto es el modo
de reforzar su valía personal y su autoestima. La
autoestima del alumno
Construir la resiliencia en la escuela aumenta cuando
su persona y sus acciones son valoradas positivamente por
personas que le estiman y con las que se relaciona. La
autonomía del comportamiento se refuerza con la asunción
de compromisos y responsabilidades.
La preparación de los alumnos para los nuevos retos
de una sociedad compleja y en constantes cambios
requiere desarrollar desde la escuela diversas estrategias
de afrontamiento de sus dificultades presentes y futuras
como factor de protección ante las adversidades, que en
mayor o menor grado se producirán en los años posteriores.
El profesional estimula el pensamiento divergente y la
creatividad para el ensayo y valoración de diversas formas
de resolver los problemas. Pero no sólo en la esfera
cognitiva, sino también en el desarrollo personal y social,
en coincidencia con la mejora de la inteligencia emocional y
social.
La escuela es un lugar privilegiado para el aprendizaje
de las habilidades sociales y la formación de amistades,
que en ocasiones se mantienen durante toda la vida. El
educador debe organizar las actividades de modo que
faciliten las relaciones sociales. Su intervención puede
ayudar a que aprendan a escucharse, a tener en cuenta los
puntos de vista del otro y a negociar las soluciones,
conscientes de que los conflictos son una parte de la
realidad, pero que se pueden resolver sin recurrir a la
violencia.
Las condiciones en la que se realiza la actividad
escolar requieren ciertas normas cuyo aprendizaje y
acatamiento le serán también valiosas para su autocontrol
y para la adaptación a la sociedad en general. El profesional
puede ayudarles a comprender que la realidad, la
realización de las actividades y la convivencia en grupo
supone ciertas reglas y restricciones, al tiempo que les
hace ver las consecuencias que tendrían para él y para los
demás hacer siempre lo que se quiere, sin tener en cuenta
los deseos de los demás. La comprensión y el cumplimiento
de las normas son más fáciles cuando los alumnos se
implican en el establecimiento de algunas que les
competen.
A pesar de la importancia que el humor tiene en el
bienestar psicológico y en las relaciones sociales, y de
quien integra aspectos intelectuales, emocionales y físicos
de las personas, está poco presente en las escuelas. El
sentido del humor en la escuela, entre los profesores,
demás profesionales y los alumnos, se relaciona
positivamente con la resiliencia; puede elevar la calidad de
la enseñanza, facilitar los aprendizajes escolares, prevenir
el estrés de los profesionales, desarrollar la creatividad de
los alumnos, crear un clima escolar positivo y elevar la
autoestima.
Para los alumnos en situaciones de riesgo social, el
sentido del humor refuerza la confiabilidad en el entorno,
mejora el estado de ánimo y contribuye al afrontamiento
optimista de los problemas.
La escuela no aprovecha suficientemente las
posibilidades que existen en algunas áreas del curriculum
como la educación deportiva, la expresión musical y otras
formas de expresión corporal, literaria, teatral, etc. que
proporcionan bienestar psicológico. Ser un espectador
distrae, pero lo más importante es practicar una expresión
artística, musical o cultural en general, porque contribuyen
a la resiliencia.
Todos, alumnos, profesores y demás profesionales del
área, necesitamos que se nos reconozca tal cual somos,
que nos respeten y nos dejen hacer. Hay que dar un
margen a lo imperfecto, a las equivocaciones y a lo
espontáneo. La búsqueda de la perfección causa
demasiadas tensiones innecesarias.
También es resiliente una mirada optimista y
benevolente con el alumno conflictivo y problemático. Ellos
necesitan que pase un tiempo para darse cuenta de la
ayuda que la escuela les proporcionó.

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