Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
En este sentido, Lacan hace una llamada de atención sobre los errores de ir más allá de la
palabra en el análisis; aún del supuesto análisis didáctico: "un joven psicoanalista en su
trabajo de candidatura puede en nuestros días saludar en semejante subordinación de su
sujeto (se refiere a lo que irónicamente ha denominado "quintaesencia de la reacción de
transferencia"), obtenida después de dos o tres años de psicoanálisis vano, el advenimiento
esperado de la relación de objeto, y recoger por ello el dignus est intrare (digno de entrar)
de nuestros sufragios, que avalan sus capacidades.” (Lacan, 1953: 256).
Hay que volver a Freud, a retomar la Traumdeutung (interpretación de los sueños) para
observar que el sueño tiene la estructura de una frase, de un acertijo, de una escritura. Pero
además es importante, no sólo el desciframiento del instrumento, sino la retórica del sueño:
Freud estableció que en el sueño había que buscar siempre un deseo, pero Lacan va a
subrayar que; "el deseo del hombre encuentra su sentido en el deseo del otro, no tanto
porque el otro detenta las llaves del objeto deseado, sino porque su primer objeto es ser
reconocido por el otro." (Lacan, 1953: 257). Pero es en la transferencia en donde el texto
del sueño gana su valor de eficacia, puesto que es ella, en su dimensión simbólica, la que da
cuenta del valor de los sueños, en su sentido de confesión, provocación o elementos del
diálogo que se realiza en él.
En la Psicopatología de la vida cotidiana, Freud nos muestra que todo acto fallido es un
discurso logrado, y con las observaciones que hace sobre los números al azar pone de
manifiesto que hay unas leyes que rigen a la palabra más allá de esa ilusión de la "función
intelectual", al igual que el síntoma, que también está estructurado como un lenguaje.
Su obra "incontrovertible", El chiste y su relación con lo inconsciente nos da a conocer
como "En ninguna otra parte la intención del individuo es, en efecto, más manifiestamente
rebasada por el hallazgo del sujeto; en ninguna parte se hace sentir mejor la distinción que
hacemos de uno y otro" (Lacan, 1953: 260).
En esta crítica, Lacan acentúa la dimensión significante en esa relación del sujeto al
lenguaje y agrega: "Hubiéramos tenido curiosidad, sin embargo, por nuestra parte, de
enterarnos si los sujetos así educados reaccionan también ante la enunciación del mismo
vocablo articulado en las locuciones: marriage contract, bridge contract, breach of
contract, incluso progresivamente reducida a la emisión de su primera sílaba: contract,
contrac, contra, contr..." (Lacan, 1953: 263).
2.3 El significante:
En relación a los efectos de estructura de este lenguaje, Lacan alude al caso del mismo
Freud: “Asimismo el simple desnivel en las generaciones que se produce por un niño
tardío nacido de un segundo matrimonio y cuya madre joven resulta contemporánea de un
hermano mayor, puede producir efectos que se acercan a éstos (se refiere a un ejemplo
anterior de "sentimientos complejos" en la que se esperará un niño que a la vez sería su
hermano y su sobrino), y es sabido que éste era el caso de Freud”. (Lacan, 1953: 267).
Este orden simbólico articulado por el nombre del padre está transido del deseo. El deseo
en su circuito de satisfacción requiere ser reconocido "por la concordancia de la palabra o
por la lucha de prestigio, en el símbolo o en lo imaginario". (Lacan, 1953: 268). Esto es, el
deseo atravesando el espacio imaginario, en esas relaciones con el semejante en las que el
sujeto se aliena, quedando petrificado como objeto, como imagen narcisista, o bien, más
allá de este imaginario a donde el sujeto es conducido a una satisfacción a espaldas de su
conciencia por el sendero significante, en el síntoma por ejemplo.
2.5 Relación del lenguaje con la palabra:
Señala tres paradojas que se producen en la relación del sujeto, el lenguaje y el deseo, o lo
que es lo mismo, en la relación del lenguaje con la palabra.
Lo que llama libertad negativa, aparece como una imposibilidad a la palabra en su función
de verdad, pues no apunta a otro alguno que garantice su inscripción. Lacan parece
concebir el lenguaje bajo el movimiento de sus propias leyes sin ningún freno que calce al
sujeto, que lo ancle en una resistencia circular, en una rotación sobre el drama edípico. Hay
obstáculo a la transferencia, puesto que ésta no deja un lugar a otra palabra, no hay un Otro
lugar, oráculo desde el que se desprenda la verdad del sujeto. En su lugar, un delirio
querulante o megalomaníaco, que deja al sujeto abandonado a "símbolos" de formas
petrificadas, a significantes podríamos decir sin dialéctica, sin circulación, sin que remitan
a otros significantes. Y en estos símbolos no hay reconocimiento, hay una resistencia, al
menos tanto como en la neurosis a ser reconocidos por el sujeto.
2. Otra paradoja aparece cuando consideramos el campo por excelencia del psicoanálisis, el
campo de la neurosis y su economía; inhibición, síntoma y angustia. Se muestra en este
territorio que el síntoma es significante de un significado reprimido. Pero aquí la palabra
alcanza su movimiento dialéctico, en la medida en que “incluye el discurso del otro en el
secreto de su cifra" (Lacan, 1953: 270). Este ciframiento tiene distintas modulaciones en
los "jeroglíficos de la histeria, blasones de la fobia, laberintos de la Zwangsneurose
(neurosis de compulsión); encantos de la impotencia, enigmas de la inhibición, oráculos de
la angustia; armas parlantes del carácter, sellos del autocastigo, disfraces de la
perversión"(Lacan, 1953: 270).
3. Por otra lado, esta relación entre sujeto, lenguaje y deseo muestra también la profunda
alienación del sujeto que se pierde en las objetivaciones del discurso; esto es en las
identificaciones que constituyen su yo (moi): “El yo (moi) del hombre moderno ha tomado
su forma, lo hemos indicado en otro lugar, en el callejón sin salida dialéctico del "alma
bella" que no reconoce la razón misma de su ser en el desorden que denuncia en el
mundo" (Lacan, 1953: 270).
La única salida a esa constitución moderna de la alienación del sujeto en el moi, a ese
callejón sin salida es la de poder olvidar su subjetividad, para ello, el discurso de la ciencia,
"Colaborará eficazmente en la obra común en su trabajo cotidiano y llenará sus ocios con
todos los atractivos de una cultura profusa que, desde la novela policiaca hasta las
memorias históricas, desde las conferencias educativas hasta la ortopedia de las
relaciones de grupo, le dará ocasión de olvidar su existencia y su muerte, al mismo tiempo
que de desconocer en una falsa comunicación el sentido particular de su vida" (Lacan,
1953: 271).
El yo (moi) encuentra una prótesis en la ciencia para anular al sujeto en tanto deseante y
someterlo al dictado de la demanda. Aquí ve un paralelismo con la locura, pues, el sujeto
más que hablar es hablado. Pascal en los albores de ese moi moderno lo advertía: "los
hombres están tan necesariamente locos, que sería estar loco de otra locura no estar loco"
(Lacan, 1953: 272). Frente a esta palabra amordazada, el psicoanálisis sostiene una palabra
verdadera.
El poder que generan las grandes creaciones, desde la ciencia a la religión no toma su
alcance y su extensión por el anonimato de su fuerza, sino por el lenguaje que han sabido
mantener. El psicoanálisis ha desempeñado también un papel en la dirección de la
subjetividad moderna, pero su reto de cara a asegurarle un lugar entre las ciencias es el de
su "formalización", "en verdad muy mal abordado".
Para salvaguardarse del formalismo distingue entre exactitud y verdad, y observa que el
carácter conjetural de la ciencia no excluye el rigor. La ciencia experimental toma su
exactitud de las matemáticas, lo cual no le impide mantener con la naturaleza una relación
más que problemática. Y lanza una interesante pregunta, un tanto kantiana, pero obviada
desde todo otro punto:
"Si nuestro nexo con la naturaleza, en efecto, nos incita a preguntarnos
poéticamente si no es nuestro propio movimiento el que encontramos en
nuestra ciencia, en
...cette voix
Qui se connaît quand elle sonne
N'être plus la voix de personne
Tant que des ondes et des bois,
(...esta voz
que se conoce cuando suena
no es ya la voz de nadie
sino de las olas y los bosques,)
Paul Valéry” (Lacan, 1953: 275).
¿Qué consistencia tiene ese discurso que llamamos realidad? ¿Dónde se aloja el sujeto
perdido en el movimiento de las olas y en el rumor de los árboles? En todo caso, si la
matemática, desde Galileo, es la que da rigor en tanto simboliza lo real, también puede
simbolizar otro tiempo, la temporalidad intersubjetiva que estructura la acción humana,
"del cual la teoría de los juegos, llamada también estrategia, que valdría más llamar
estocástica (sistema que funciona mas que todo por el azar), comienza a entregarnos las
fórmulas." (Lacan, 1953: 276). Lacan por su parte, nos ofrece el sofisma de los tiempos
lógicos. Se trata de formalizar lógicamente la acción humana en tanto se ordena en función
del otro, acción que:
Se trata, pues, del análisis de un movimiento que parte de la percepción, oscila en el tiempo
de la comprensión y se precipita en error o en verdad. En este momento el cálculo del
movimiento de las piezas está en el terreno de lo imaginario, la determinación de la verdad
o del error depende de los signos que el otro muestre en su acción. Se trata de una estrategia
para calcular el deseo del otro que define la propia posición del sujeto. Estamos, por tanto,
en el campo del deseo tal como la histérica lo define "el deseo es deseo de otro".