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La jornada del 4 de abril de 1972 fue tal vez la jornada más importante del proceso de
lucha y participación popular en la provincia de Mendoza durante la década del setenta.
Dicho gobernador había ordenado un incremento en las tarifas eléctricas que fue
rechazado por sindicatos, uniones vecinales, estudiantes, comerciantes y sectores
políticos, quienes habían expresado su desacuerdo mediante una serie de acciones. Los
comerciantes, por ejemplo, realizaban apagones.
Poco antes, las Fuerzas Armadas reprimieron en la sede del Sindicato del Magisterio,
donde estaba concentrada la protesta de los maestros, quienes le ofrecieron una
resistencia pasiva. Es decir, no enfrentaron a la policía pero desafiaron la orden de
desconcentrarse y continuaron la marcha.
También hubo represión ante el local de la CGT —entonces liderada por el petrolero
Carlos Fiorentini—, en donde se hallaban concentrados obreros y estudiantes. Allí los
obreros enfrentaron la represión armándose con piedras y prendiendo hogueras.
Mientras avanzaban hacia el edificio gubernamental, se levantaron barricadas por el
centro de la Ciudad.
Ya en Casa de Gobierno, ante el ataque policial, las masas se armaron con palos, piedras
y otros objetos que recogieron en los alrededores para enfrentar a las fuerzas represoras.
En el momento de la lucha, las columnas de las uniones vecinales, junto a las maestras
abandonaron el campo de batalla. Quienes lucharon fueron obreros, empleados y
estudiantes.
Una vez que la policía se vio superada, entraron en acción la Gendarmería y el Ejército,
produciéndose la militarización del territorio. El armamento de la fuerza represiva
estaba compuesto por bastones, granadas de mano, carros hidrantes, gases
lacrimógenos, armas de fuego —cortas, largas y de repetición— y metralletas.
Las masas fueron dispersadas pero se reagruparon para avanzar nuevamente contra la
fuerza militar. El escenario de enfrentamiento se expandió hacia el casco céntrico. De
esta manera, se produjo la ocupación de un espacio que concentra las instituciones del
poder material del Estado.
El saldo fue de varios heridos y un muerto, entre los secores populares movilizados.
Luego de tres horas de combate —en las que fueron atacados el edificio gubernamental,
bancos y diarios—, hacia la una y media de la tarde Mendoza fue declarada “zona de
emergencia”.
Las emisoras locales debían transmitir en cadena con Radio Nacional. Comenzó así una
guerra psicológica que buscaba desinformar y distorsionar los hechos. En las casas se
apagaron las radios en forma de protesta.
Horas después, desde Buenos Aires, se anunciaba que se mantendría el régimen tarifario
sin modificación alguna.
Esta etapa marcada por persecuciones, despidos y latrocinio, fue el preludio de la salida
electoral del ’73. Poner estos sucesos en perspectiva, nos hace pensar en el camino
desandado respecto de la participación popular.
Por ello, ojalá que al recordar esta jornada, como uno de los momentos cruciales de la
lucha popular, recordemos que en el reconocimiento del otro —del trabajador
explotado, del prójimo sufriente— está el sentido de la vida.