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Editorial 20.09.

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El privilegio del joven sabio.

“Y mis hermanos, los que habían subido conmigo, hicieron desfallecer el corazón del pueblo; pero
yo cumplí siguiendo a Jehová mi Dios. Entonces Moisés juró diciendo: Ciertamente la tierra que
holló tu pie será para ti, y para tus hijos en herencia perpetua, por cuanto cumpliste siguiendo a
Jehová mi Dios.”
Josué 14:8-9

Hay personas que dicen que una cosa que todos deberíamos experimentar en la vida es plantar un
árbol y verlo crecer con el paso de los años. De las muchas cosas que hacemos a diario son muy
pocas las que podemos ver crecer mientras avanzamos por la vida. La mayoría de las cosas que
hacemos son para saciar las necesidades más urgentes, y los resultados suelen ser tan poco
duraderos como la satisfacción luego de un gran almuerzo, ya que a la hora de la merienda tenemos
hambre otra vez.

Así como ver la plantita pequeña en la tierra convertida en un frondoso árbol lleva muchos años,
nuestra vida espiritual requiere de muchos años para llegar a ser ese árbol vivo y productivo que
leemos en el Salmo 1. Lastimosamente solo los jóvenes tienen este privilegio. Y es todavía más
penoso que cuando somos jóvenes no nos percatamos que el día para empezar es hoy.

Caleb tenía cuarenta años cuando vio la tierra prometida. A los ochenta años poseyó la tierra de la
promesa porque nunca dejó de creer en la promesa de Dios. Si Dios te dijo que te cuidaría, Él te
cuidará. Si te dijo que nunca te faltaría pan, nunca te faltará. Si te dijo que el día en que volviera te
llevaría a su gloria, así será.

Jóvenes, aprovechemos el día de hoy para sembrar eternamente. Lo que hacemos puede permanecer
y ser recordado en la gloria. Confiemos en Dios y trabajemos en el Reino que nunca perecerá.

Raúl Salazar

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