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Editorial 01.11.

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Y ya no andaban con él.

Juan 6:60-71
“Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?” La verdad es esa: lo que Jesús estaba diciendo era
realmente áspero. “Coman mi carne”, “beban mi sangre”, “lo que sus padres comieron no era el pan
del cielo”. ¡Chocante! ¡Hiriente! Jesús estaba hablando, no con desprecio a los ministerios y
tradiciones implementadas por grandes siervos de Dios, pero sí los estaba poniendo en la
perspectiva correcta. ¡Cuántas veces necesitamos que nos toquen la llaga para despertar de nuestro
letargo espiritual! ¡Cuántas veces necesitamos recordar las palabras duras de Jesús y no solo las
dulces y apaciguadoras! No podemos permanecer donde estábamos en nuestra vida espiritual hace
diez años. ¡Ni hace dos semanas! Fuimos desafiados a un crecimiento constante, permanente,
sostenido, progresista, transformador, ¡vivificante! Si estamos dando vueltas en círculos en nuestra
vida espiritual, es fácil saber en dónde estamos: en el mismo lugar de siempre. Jesús nos tortura con
la pregunta punzante: “¿esto os ofende?” “¿queréis iros vosotros también?”
¡Gracias a Dios por Pedro!, quien, a pesar de decir muchas cosas sin pensarlas muy bien, en esta
ocasión dijo lo que todos nosotros debemos afirmar con toda la convicción que nos permitan
nuestras almas: Señor Jesús: “¿a dónde iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.”
¡Una gloriosa afirmación! Una verdad que trastorna todo nuestro mundo interior, en el cual estamos
acostumbrados a tener el pleno control de nuestras vidas. Es tiempo de recordar una de las bases del
cristianismo: somos libres, pero para ser siervos de Cristo. No para nosotros ni nuestros deseos, por
más nobles que sean. Somos de Cristo. Estamos juntamente crucificados con él. ¡Ya no vivimos
nosotros, sino que Cristo vive en nosotros! Entonces, ¿qué hacemos tratando de mantener nuestras
vidas bajo control? ¿No suena a egoísmo? ¿A pecado? ¿A lo que dijo Jesús de uno de los discípulos
al afirmar: “uno de vosotros es diablo”?
“Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?”. Ahora preguntémonos: ¿Esto nos ofende? No lo
permitamos, sino que sirva de desafío para un crecimiento espiritual en amor constante hacia la
eternidad.

Raúl Salazar

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