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Historia de España. 2º Bachillerato.

IES Pablo Neruda

TEMA 9. LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA (1936- 1939)

El antagonismo y la bipolarización de la vida política a lo largo del bienio radical-cedista, se


intensifica a partir del triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936. El centro
desaparece y la iniciativa política la toman los partidos de extrema izquierda y derecha,comunistas,
anarquistas y socialistas por un lado; y Falange y Renovación Española por otro. Las izquierdas
esperaban la revancha y sus primeras medidas consistieron en deshacer toda la obra de las derechas.
La respuesta de la derecha fue la alianza con el sector militar para preparar un golpe de Estado. La
conspiración militar triunfa en España el 18 de julio de 1936, pero al no triunfar en la otra media se
inicia una cruenta guerra civil que dejará una profunda huella en la vida española. Las operaciones
militares llevarán a la victoria a los sectores tradicionalistas lo que supondrá la eliminación de la
República y el establecimiento de un régimen autoritario y pseudofascista que se mantendrá
durante casi cuarenta años. Finalmente, destacar que la radicalización de la vida política se estaba
produciendo en Europa, y que la Guerra Civil española sólo fue el primer episodio del
enfrentamiento que desembocará a la Segunda Guerra Mundial.

El fracaso del golpe militar desencadenó en la zona republicana una verdadera revolución social.
En la zona republicana, los comités de los partidos y sindicatos obreros pasaron a controlar los
elementos esenciales de la economía y la economía. Mientras el gobierno se limitaba a ratificar
legalmente lo que los comités de partidos y sindicatos hacían de hecho. En el campo, tuvo lugar
una ocupación masiva de fincas; en las zonas donde predominaban los socialistas se llevó a cabo la
socialización de la tierra, mientras que en las de hegemonía anarquista tuvo lugar una
colectivización total de la propiedad. En septiembre de 1936 se estableció un gobierno de unidad,
presidido por el socialista Largo Caballero con ministros de izquierda, republicanos e incluso
anarquistas cuyo gran desafío era recuperar el control de la situación y crear una estructura de poder
centralizada. Sin embargo, en la zona republicana se enfrentaron violentamente dos modelos. Por un
lado, la CNT-FAI y POUM cuyo lema era "Revolución y guerra al mismo tiempo" y por lado, el
PSOE y el PCE, los cuales intentaron restaurar el orden, su lema era "Primero la guerra y después la
revolución". Las disensiones internas fueron continuas y llegaron a su momento clave en Barcelona
en mayo de 1937. Esta crisis provocó la dimisión del gobierno de Largo Caballero. El nuevo
gobierno presidido por el socialista Negrín, seguía defendiendo la "resistencia a ultranza", mientras
que otros dirigentes especialmente anarquistas y socialistas, empezaron a hablar de la necesidad de
negociar ante la perspectiva de la segura derrota. El Pacto de Munich (1938) junto a la retirada de
las Brigadas Internacionales, la disminución de la ayuda soviética y la caída de Cataluña, reforzaron
la idea de que la guerra estaba perdida. Así, en marzo de 1939 el golpe del coronel Casado desalojó
del poder a Negrín. La esperanza de negociar con Franco se disipó inmediatamente, cuando el
dictador exigió la rendición incondicional.

Por otro lado la muerte del general Sanjurjo dejó a la insurrección sin un líder claro. El 24 julio
de 1936 tuvo lugar una reunión de los generales insurrectos en Burgos. Allí se acordó crear la Junta
de Defensa Nacional, que se configuró como órgano provisional de gobierno de la zona nacional.
Las medidas que éste adoptó fueron drásticas: se estableció el estado de guerra en todo el territorio,
se suprimieron todas las libertades y se disolvieron todos los partidos políticos, excepto la Falange
y los requetés carlistas. En cuanto a la propaganda nacionalista, según ésta la insurrección militar
había sido en realidad un Alzamiento Nacional contra una República "marxista" y "antiespañola".
La Iglesia Católica duramente perseguida en la zona republicana, calificó la guerra como una
Cruzada para liberar a España del ateísmo. La necesidad de contar con una dirección única era
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necesaria, así, el 1 de octubre 1936, Franco fue designado Jefe del Gobierno del Estado español.
Sus éxitos militares en África y sus contactos en Alemania, explican el ascenso al poder de Franco,
de ahora en adelante el Caudillo. Se concentraron en la figura de Franco todos los poderes, se
estableció la censura en todo tipo de publicaciones y se puso fin a la libertad sindical. El nuevo
régimen estableció un estado confesional, devolviendo a la Iglesia Católico todo su prestigio; se
establecía así lo que se vino a denominar el Nacional-catolicismo. Por último, se creó una
legislación que institucionalizó la represión contra los vencidos, como por ejemplo la Ley de
Responsabilidades Políticas.

En cuanto a la dimensión internacional del conflicto, la guerra civil española fue uno de los
enfrentamientos del siglo XX que más repercusión internacional provocó. Fue el campo de
experimentación para la Segunda Guerra Mundial, en el que ya se veían divididos los intereses de
las dos grandes corrientes políticas del momento. El bando nacional recibió desde un primer
momento una decidida ayuda de Alemania con la Legión Cóndor y material de guerra de gran
calidad, de Italia con tropas y material bélico de menor calidad y de Portugal, el paso de material
por el territorio. La única ayuda que recibió el bando republicano de las democracias fue las armas y
asesoramiento enviados desde la URSS a partir de la batalla de Madrid. También se le sumó a esta
ayuda la de Las Brigadas Internacionales, voluntarios de guerra. Las grandes democracias tuvieron
una actitud que podemos catalogar como uno de los grandes engaños diplomáticos del siglo. El
mayor ejemplo de esta actitud fue la política de apaciguamiento ante las potencias fascistas, que
alcanzó su cénit con la firma del Pacto de Munich en septiembre de 1938. Nació así el denominado
Comité de No Intervención al cual se adhirieron todas las potencias. El Comité fue una farsa,
mientras Francia y Gran Bretaña se abstenían de ayudar al régimen democrático en España, Hitler y
Mussolini apoyaron de forma masiva y decisiva la causa de Franco

El 17 de julio de 1936, la insurrección militar se inició en Melilla. Desde allí se extendió


rápidamente al protectorado de Marruecos. El 18 y 19 de julio, el golpe se extendió a la península y
los archipiélagos, mientras el gobierno de Casares Quiroga reaccionaba con lentitud ante los
acontecimientos. El golpe triunfó en Galicia, Castilla-León, Navarra, Andalucía Occidental,
Baleares y Canarias, desde donde Franco, tras asegurar el triunfo del golpe se desplazó a Marruecos
para ponerse al frente del ejército de África. En general, exceptuando en Navarra y Castilla- León,
la sublevación no tuvo apenas respaldo popular y se basó en las fuerzas militares insurrectas. Este
fracaso parcial del golpe llevó a la división del territorio en dos zonas y al inicio de la guerra. Por
una parte, la zona nacional contó con las reservas de cereal y ganado de castellanos y gallegos y las
minas de Carbón de León y Huelva. Pero ante todo, tenía un ejército mucho más preparado
formado por el Ejército Africano, la Legión y los Regulares. Por otra parte, en la zona republicana
quedaron comprendidas las regiones industriales, además contó con el trigo de La Mancha y los
productos de las huertas levantinas. También pudo disponer de las reservas de oro del Banco de
España, sin embargo, las unidades del ejército quedaron completamente desarticuladas ya que la
mayor parte de los oficiales se sublevaron.

La guerra civil española puede dividirse en tres claras etapas. La primera de ellas va desde los julio
de 1936 hasta la primavera de 1937. Sucesivamente en ella podemos encontrar dos partes; la guerra
de columnas desde los inicios hasta noviembre de 1936 y la batalla de Madrid, desde el 7 de
noviembre de 1936 hasta marzo de 1937. La fase de guerra de columnas se desarrolló a través de
tropas formadas con pequeñas unidades de diversas armas, de escaso volumen y mucha movilidad.
Es la etapa de las milicias en la zona republicana reclutadas entre las organizaciones políticas y
sindicales. Diversas disposiciones acometen la militarización de estas milicias y se dan los primeros
pasos para la creación de un Ejército Popular Regular sobre la base de las Brigadas Mixtas. Entre
los sublevados, las milicias se militarizarán por decreto. En los primeros meses, no había un mando
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unificado, puesto que la muerte de Sanjurjo privó a la rebelión de su jefe reconocido. El objetivo
esencial para los generales Mola y Franco era Madrid, por lo que se avanzó por un lado desde
Pamplona (con Mola) hasta la Somosierra y Guadarrama madrileñas sin embargo, estas unidades
quedaron detenidas por las milicias republicanas en los pasos de la Sierra. Desde Sevilla (Franco)
los sublevados amplían y consolidan su dominio de la Andalucía del Guadalquivir y establecen
conexión con los sublevados de Granada. Pero lo absolutamente decisivo para la marcha de la
guerra es el paso del Ejército de África a la Península por el estrecho de Gibraltar, gracias a la
colaboración italiana. Se continúa el avance por Extremadura, conquistando Badajoz y Mérida pero
entonces Franco se inclina por acudir en socorro de los sitiados en el Alcázar de Toledo y en
Moscardó. Finalmente en septiembre se efectúa, a través de la sierra de Gredos, el enlace entre las
fuerzas sublevadas del Norte y del Sur; quedando el Ejército rebelde unificado en un solo bloque.
Con todos éstos éxitos en el bando sublevado se daban las condiciones y se imponía la designación
de un mando único que será Franco y que de esta forma se convertirá en Jefe del Gobierno del
Estado. La batalla de Madrid fue un conjunto de acciones durante cinco meses de combate entorno
a Madrid que comporta el primer gran revés para los planes de guerra de los sublevados y
condiciona decisivamente la prolongación del conflicto. La ayuda extranjera jugaba ya su papel al
tiempo que la República mostraba una capacidad de resistencia insospechada. La propaganda
republicana funcionó de forma eficaz para mantener la moral: la Junta de Defensa de Madrid
presidida por Miaja canalizó el esfuerzo de guerra hasta que la capital fue sustituida por Valencia
como lugar de refugio. Los atacantes llegaron a cruzar el Manzanares y ocupar parte de la Ciudad
Universitaria, pero ahí fueron detenidos. Se emprendió entonces por Franco la alternativa de las
maniobras envolventes para el aislamiento de la capital, las llamadas batallas del Jarama y
Guadalajara. Ambas operaciones fueron un fracaso para el frente nacional, que fue detenido por la
fulminante contraofensiva republicana.

En torno a abril-mayo de 1937 comienza un segundo y. largo ciclo central de la guerra, que
culminará con el final de la batalla del Ebro en una situación de práctica derrota de la República, en
noviembre de 1938. En el origen de este segundo momento hay importantes fases; la caída de la
franja cantábrica de abril a octubre de 1937, y el desarrollo de la guerra en la mitad de 1938. El
primer gran revés republicano fue la conquista por Franco de toda la cornisa cantábrica: Vizcaya,
Santander y Asturias. El 26 de abril sucede el célebre hecho de la destrucción de Guernica por la
Legión Cóndor germana. Para contribuir a la disminución de la presión rebelde en el Norte, la
República emprende ofensivas en otros frentes. En este sentido tienen lugar las operaciones sobre
Brunete, en julio de 1937, y en Belchite, en agosto sin resultados sustanciales. Perdido el Norte para
la República, la guerra se reanuda en diciembre de 1937. Durante la segunda fase de esta etapa el
Estado Mayor del Ejército republicano tendría a su frente a un gran técnico, Vicente Rojo. La nueva
etapa .comienza con la lucha en torno a Teruel, a iniciativa republicana, para impedir una nueva
operación sobre Guadalajara, vía a Madrid, proyectada por Franco. La batalla de Teruel comienza el
15 de diciembre con iniciales éxitos republicanos, que acaban terminando en fracaso. La guerra se
va a fijar entonces en el frente aragonés-levantino durante muchos meses, con un fuerte avance
franquista al Mediterráneo hasta llegar a Vinaroz el 15 de abril. De esta forma el territorio
republicano quedaba partido, dejando a Cataluña aislada. Tras ello, Franco orienta su ofensiva en la
región levantina hacia el Sur, en dirección a la cuenca del Ebro. Así comienza en efecto, la última
gran batalla de la guerra, con el paso del río por un ejército bien preparado. Las batallas más duras
se producen en septiembre y los franquistas van reduciendo la bolsa sobre el río. La lenta
recuperación de territorio continúa en octubre y la definitiva contraofensiva comienza el día 28, el
mismo en que las Brigadas Internacionales se despedían de España en Barcelona. El día 15 de
noviembre, las últimas fuerzas republicanas repasan el Ebro.

Se entraba, pues, en el último ciclo de la guerra, breve y de escasa actividad bélica, que culminaría
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con la descomposición política interna de la República, hasta concluir con el golpe de Estado del
coronel Casado en Madrid, a primeros de marzo, rebelándose contra el Gobierno Negrín. En
diciembre Franco iniciaba su ofensiva final en Cataluña. Ocupadas Lérida y Tarragona, Barcelona
fue bombardeada y cayó sin lucha a mediados de enero. El mes de febrero fue un mes dramático,
por la sorda lucha entre Negrín, el cual deseaba continuar la guerra a todo trance—con la esperanza
de contar con un conflicto generalizado en Europa que se reputaba inminente—y Casado, que
abogaba por pactar con Franco. Finalmente el coronel Casado dio un golpe contra el gobierno de
Negrín. Sin embargo, pese a las propuestas de negociación de Casado, Franco exigió la rendición
incondicional. El 28 de marzo, las tropas franquistas entraron en Madrid y el 1 de Abril de 1939
terminaba la sangrienta guerra. Una larga dictadura vino a sustituir al ensayo democrático de la
Segunda República.

Evidentemente el enfrenamiento fratricida dio lugar a una serie de consecuencias, algunas de


carácter irreversible y drástico para la historia española. En cuanto a las consecuencias
demográficas, los cálculos estimados de pérdidas demográficas se elevan hasta los quinientos mil
muertos al que se le habría de sumar la cifra de no nacidos y la pérdida de población joven. Otro
elemento clave de las consecuencias demográficas fue el exilio republicano, con unas cifras que
llegaron hasta los cuatrocientos mil exiliados. Aunque algunos fueron retornando durante la
dictadura, muchos no volvieron a España. Sustancialmente este exilio significó la pérdida de una
población joven activa que incluía a los sectores más preparados del país.

Si nos remitimos a las de carácter económico, las consecuencias fueron catastróficas. Un dato
revela su magnitud: la renta nacional y per cápita no recuperará el nivel de 1936 hasta la década de
1950. Los principales causante de este desastre económico fueron: la destrucción del tejido
industrial del país que dio vuelta a la economía agraria; la destrucción de viviendas comunicaciones
e infraestructuras y el descomunal aumento de la deuda externa y pérdida de las reservas de oro del
Banco de España.

En cuanto a las consecuencias sociales, el resultado de la guerra trajo consigo la recuperación de la


hegemonía económica y social por parte de la oligarquía terrateniente, industrial y financiera.
Paralelamente, se dio la pérdida de todos los derechos adquiridos por los trabajadores.

Finalmente, la guerra supuso una verdadera fractura moral del país. Varias generaciones fueron
duramente marcadas por el sufrimiento de la guerra y la represión de la larga posguerra. Hay que
recalcar que el régimen de Franco nunca buscó la reconciliación de los españoles y siempre recordó
y celebró su origen bélico. Las heridas de la guerra civil perduraron durante decenios y la
persecución y represión de los vencidos fue un rasgo clave del franquismo.

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