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El Método Simbólico es un modelo de investigación e intervención, original de la autora Irene Henche Zabala.
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El espacio grupal
El espacio imaginario del trabajo con cuentos, a través de la dramatización
y todas las técnicas de Arte Educación
El espacio del comentario grupal de cierre de cada sesión, en el que se
puede establecer un puente entre los dos espacios anteriores.
La dimensión simbólica:
Al igual que los sueños y las obras de arte, los cuentos maravillosos, se
expresan en un lenguaje simbólico, en el que objetos, personajes, secuencias, y
argumento, en su totalidad, poseen un nivel de significado latente, que es preciso
descifrar.
Las teorías que afirman que los cuentos de hadas ofrecen personajes
femeninos pasivos, que únicamente buscan la unión con un hombre y la boda, y
personajes masculinos activos, lo que están manifestando es:
• En tercer lugar, una idea según la cual, los cuentos deben servir para
enseñar modelos determinados de relación y de conducta, que es
pertinente que estén recogidos de una manera explícita e inequívoca en
sus argumentos.
Una vez dicho todo esto, queremos restituir las versiones originales de los
cuentos y ofrecer un acercamiento a sus significados inmensos, que permiten el
calidoscopio de muy diferentes concepciones y puntos de vista, y que aportan el
agua fertilizadora de la fuente de la que manan las creaciones humanas más
poderosas.
Lo masculino y lo femenino:
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Érase una vez un rico comerciante que tenía tres hijas y tres hijos. De las tres hijas,
las dos mayores eran arrogantes y egoístas, pero la más joven tenía un corazón tan
bondadoso y tan bello como su hermoso rostro y su adorable cuerpo.
Un revés de la fortuna hizo que al comerciante le llegaran las tristes noticias de que
el barco que transportaba todas sus riquezas, había naufragado y había llegado
maltrecho a puerto, salvándose todos sus tripulantes. Si se habían perdido todas
sus mercancías, eso supondría caer en la pobreza.
Muy temprano, a la mañana siguiente, el hombre emprendió viaje en busca de su
barco, no sin antes preguntar a sus hijos lo que deseaban que les trajera como
regalo. Las dos hijas mayores pidieron lujosos trajes y joyas. Bella pidió una rosa,
ya que por donde ellos vivían, estas fascinantes flores no se daban.
El padre de Bella volvía apesadumbrado, después de haber sabido que se habían
perdido todas sus riquezas, cuando, quedándole ya poca distancia para llegar a su
casa, al atravesar un gran bosque, se extravió. Se desató un temporal de nieve y
viento y la noche fue cayendo. El comerciante temía no salir a salvo, y ser devorado
por los lobos, cuyos aullidos rasgaban la noche. Entonces, divisó una luz.
Siguiéndola, llegó a un castillo que estaba totalmente iluminado. Apenas si pudo
traspasar la verja y cerrarla tras de sí, antes de que los lobos le alcanzaran.
En el gran salón, el fuego ardía y resplandecía en la chimenea y todo transmitía un
clima entrañable y acogedor. Estaba empapado y helado, y, como encontró unas
espléndidas ropas de su talla, se despojó de las suyas mojadas, que dejó a secar, y
se vistió con aquellas.
Después, ya descansado y seco, exploró otras estancias del palacio. Reinaban el
silencio y la soledad. En una gran sala acristalada, había una mesa en el centro, muy
bien dispuesta, y llena de todo tipo de manjares. Cenó solo y después, en la sala
contigua, encontró una cama muy bien hecha en la que se acostó y cayó dormido al
instante.
Cuando partía por la mañana, sin haber encontrado a nadie en el palacio, encontró
un baúl lleno de riquezas y ropas magníficas que le seguía, según él avanzaba hacia
su caballo, y que les seguiría durante todo el camino de vuelta a casa.
Antes de salir del hermoso jardín, vio una rosa de especial belleza, y, recordando la
petición de su hija Bella, la cortó para llevársela. En ese momento, escuchó un
aullido pavoroso y vio cómo se acercaba hacia él, de manera amenazante, una
espantosa Bestia.
La Bestia se sintió desgarrada porque sabía, por la hechicera que le encantó, que,
cuando alguien cortara otra rosa de su jardín, por la otra rosa gemela, que él
guardaba en su estancia secreta, empezaría a pasar el tiempo, hasta que cayera su
último pétalo. Disponía de esa medida de tiempo para ser amado, a pesar de su
apariencia, tal y como había profetizado la bella hechicera, cuando, transformada en
una anciana, el solitario y bello príncipe de este palacio no le dio cobijo en una fría
noche de tormenta. Por haber despreciado la apariencia de fealdad y vejez y no
sentir compasión, la hechicera le convirtió en una Bestia.
Vivió como Bestia durante años, y ahora, su destino estaba a punto de cumplirse.
Lleno de ira, dijo al padre, que haber cogido esa rosa, debía pagarlo con su vida,
pues no tenía apenas ninguna esperanza de que su hechizo pudiera deshacerse.
Pues, ¿quién iba a amar a una Bestia?
Cuando el padre le contó que esa rosa era para su hija más joven y buena, la Bestia
pidió a cambio de la vida del padre, que esa hija fuera a vivir con él a su palacio. Así
fue, a pesar de que el padre trató de impedirlo y quiso volver él a morir, para así
salvar a su hija. Bella hizo prevalecer su firme voluntad de cumplir su destino y se
fue a vivir al palacio de la Bestia.
Allí todo estaba dispuesto según sus gustos y aficiones. Incluso había una enorme y
espléndida biblioteca. Durante su estancia, leía, y paseaba por los jardines, y en
barca, por los lagos de ensueño. Todas las noches, la Bestia, se presentaba a la
misma hora, a cenar con ella. Era muy respetuoso y hacía lo posible por agradarla y
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que se sintiera bien. Después, como un ritual, todas las noches, tras la cena, le pedía
que se casara con él. Ante la constante negativa de Bella, la Bestia se retiraba,
gimiendo como un animal herido.
En una de las veladas, al apreciar que Bella estaba triste, le preguntó si era feliz allí
con él. Bella sí se sentía feliz, pero echaba de menos a su padre. La Bestia le
obsequió con un espejo de mano, en el que podía ver lo que deseara, y cuando Bella
miró, vio que su padre estaba enfermo y palideció. Entonces la Bestia,
comprendiendo su inquietud, le pidió que partiera a ver a su padre, pero también,
que regresara al cumplirse una semana. Ocho días era el tiempo que le quedaba,
pensó.
Bella llegó a casa de su padre con sólo ponerse un anillo que le regaló la Bestia. Su
padre se alegró tanto de verla tan bien, que en tres días, sanó. Cumplida una
semana, Bella olvidó su promesa, pero al octavo día, se sintió desasosegada y
recordó el espejo. Allí contempló a la Bestia que yacía en el jardín, cerca de la
fuente. Entonces, sintió que le echaba mucho de menos y se puso el anillo para
volver a su lado.
Quedaban unos minutos para que se cumpliera el hechizo y la Bestia estaba
agonizante, pero aun pudo alegrarse cuando al abrir los ojos, contempló a Bella.
Muero con alegría por haber podido amarte y por verte por última vez.
No, mi querida Bestia. Me he dado cuenta de que estoy enamorada de ti. No te
mueras, por favor, yo te amo. Y sus lágrimas cayeron sobre el rostro de la Bestia,
justo en el último segundo. La Bestia recuperó su forma humana, de bello príncipe,
pero esta vez, también lleno de bondad y de belleza espiritual.
Bella y Bestia se casaron, reinaron con bondad y justicia durante un larguísimo
tiempo. Y siempre fueron muy felices.
Para reflexionar
Vivimos tiempos en que uno de los peligros es que los hombres sigan
manteniéndose en su egocentrismo de bestias, y prefieran bellas de noche, sin
importarles su realización personal de día, para lo que se requiere una
redistribución y reconstrucción de los roles y tareas tradicionalmente femeninos y
masculinos.
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Por otro lado, también está el peligro de que las mujeres luchen
fundamentalmente por ser bellas de día, es decir, por su desarrollo profesional, su
lucha y su participación en la vida pública, y olviden la belleza de lo femenino, del
encuentro complementario con lo masculino, y con el hombre.
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