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Editorial I

Perverso uso político de la inseguridad


El Gobierno debe sanear la Policía Federal y no
manipular el drama de la ola delictiva con el solo
objeto de perjudicar a Macri
Jueves 07 de abril de 2011
La Nacion

El gobierno nacional ha sumado al ya existente drama de la inseguridad el drama de su


utilización política y ha puesto en marcha un peligroso juego en el que la policía y los
ciudadanos son simples rehenes.

Mientras tanto, para complicar aún más el panorama, se conocen nuevos graves casos
de corrupción en la Policía Federal.

El Ministerio de Seguridad de la Nación comunicó al gobierno de la ciudad de Buenos


Aires que había retirado a la Policía Federal de la custodia de edificios y predios
porteños, aunque luego aclaró que esa medida se concretará el 6 del mes próximo. En el
gobierno de la ciudad sostienen que se encontraron prácticamente con el hecho
consumado, mientras que la cartera a cargo de Nilda Garré afirma que la medida fue
comunicada con bastante anticipación.

El argumento para el retiro de unos 1400 agentes que cumplen el servicio adicional de
custodios de sitios públicos es que esos efectivos se destinarán a la lucha contra la
inseguridad. El problema radica en que la flamante Policía Metropolitana no cuenta con
personal suficiente para reemplazar a los agentes federales.

No caben dudas de que la medida, más allá de las razones técnicas que puedan
esgrimirse en su favor, obedece principalmente al claro objetivo de generarle un grave
problema al jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, en plena etapa preelectoral.
También es cierto que Macri pecó de ingenuo cuando creyó que el kirchnerismo le
transferiría la Policía Federal, con lo cual se vio demorado el nacimiento de la
Metropolitana.

Lo que resulta inadmisible es que en este juego de presiones del gobierno nacional
sobre el porteño, la ciudadanía quede prisionera mientras ve disminuir el ya escaso nivel
de seguridad del que goza.

El otro peligro que entraña la medida dispuesta entronca con el alto nivel de corrupción
que se registra en la Policía Federal. Si bien este preocupante fenómeno data de hace
por lo menos una década y media, no es menos cierto que ha ido aumentando.

Los agentes que cumplen el servicio adicional y que dejarán de prestarlo dentro de un
mes perciben un sueldo neto de alrededor de 3500 pesos, que se ve duplicado con lo que
ganan por ese servicio. Significa que, dentro de un mes, pasaría a ganar la mitad, lo cual
representaría otro problema.

Pocos días atrás, el Ministerio de Seguridad informó que había dispuesto el


desplazamiento de sus cargos de 37 comisarios de la Policía Federal tras analizar sus
legajos. Casi al mismo tiempo se conocieron los detalles de una megacausa contra 12
comisarías en la que se investiga a 90 policías por dar protección a prostíbulos de la
ciudad de Buenos Aires.

La ministra Garré ha puesto de manifiesto su decisión de combatir la corrupción


policial, un fenómeno complejo que, según explicaron a La Nacion varias fuentes
policiales, también se vincula con la política y su financiamiento ilegal.

El desplazamiento de los 37 comisarios con legajos insatisfactorios será una medida


puramente voluntariosa si no es seguida por una purga más amplia que incluya la
separación de varios subcomisarios.

Fuentes policiales informaron que, cuando existe corrupción en una comisaría y el


responsable es el comisario, éste no actúa en soledad, sino con la complicidad de alguno
de los dos subcomisarios y de algunos suboficiales, generalmente encargados de
recaudar el dinero por otorgar protección a prostíbulos muchas veces encubiertos o a
comercios legales que, en caso de negarse a pagar la "protección", sufren asaltos.

Parte de ese dinero -que también provendría de la "liberación de zonas" para que la
delincuencia pueda actuar- quedaría en poder del comisario y de sus subordinados
involucrados, pero el resto de la suma subiría en la escala jerárquica a lo largo de lo que
se conoce como "la línea".

Una reforma a fondo de la Policía Federal contribuirá a un mejor combate de la


inseguridad y del crimen. Lo mismo sucederá con una mayor presencia policial en las
calles.

Pero la reforma policial debe realizarse con seriedad y profundidad, sin afanes
publicitarios y sin limitarse a meras purgas que en realidad sólo son pases a
disponibilidad o enroques de cargos.

Y en lo que hace a la ola de inseguridad, jamás puede usarse este flagelo, del que son
responsables las autoridades, como pretexto para poner en jaque a un dirigente de la
oposición que puede significar un obstáculo para una posible reelección presidencial.

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