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83
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mujer y desarrollo
Vivian Milosavljevic
Odette Tacla
La autorización para reproducir total o parcialmente esta obra debe solicitarse al Secretario de la Junta de Publicaciones,
Sede de las Naciones Unidas, Nueva York, N. Y. 10017, Estados Unidos. Los Estados miembros y sus instituciones
gubernamentales pueden reproducir esta obra sin autorización previa. Sólo se les solicita que mencionen la fuente e
informen a las Naciones Unidas de tal reproducción.
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Índice
Resumen ..................................................................................................... 5
Introducción ..................................................................................................... 9
I. Antecedentes .............................................................................................11
II. Objetivo de las Encuestas sobre el Uso del Tiempo..........................15
III. Distintas alternativas para realizarlas.................................................17
IV. Propuesta para la inclusión de un Módulo
Suplementario Básico sobre el Uso del Tiempo
en la Encuesta de Hogares, Clasificación Internacional
de Actividades (ICATUS) y otras relacionadas.................................21
V. Síntesis del debate y acuerdos obtenidos.............................................27
VI. Algunos análisis derivados del procesamiento de encuestas
y/o módulos, realizadas por países de América Latina....................33
VII. Conclusiones .............................................................................................59
Anexos ...................................................................................................61
1. Tabulaciones básicas. Participación y tiempo de los
individuos en el conjunto de actividades domésticas .......... 63
2. Clasificación internacional de actividades de
uso del tiempo ............................................................................ 78
Serie mujer y desarrollo: números publicados ................................. 81
Índice de cuadros
1. Participación de hombres y mujeres en los quehaceres
domésticos, según la presencia o no de un miembro del
hogar que realiza las labores domésticas .......................................................53
Índice de gráficos
1a. Bolivia 2001: Participación en actividades domésticas de hombres y
mujeres, de 12 años y más...............................................................................35
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CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
1b. Bolivia 2001: Tiempo diario destinado a los quehaceres domésticos por hombres y mujeres,
de 12 años y más ......................................................................................................................................... 36
2a. Ecuador 2004, zonas urbanas: participación en actividades
domésticas de hombres y mujeres de 12 años y más................................................................................. 36
2b. Ecuador 2004, zonas urbanas: tiempo semanal (en horas) destinado
a los quehaceres domésticos por hombres y mujeres de 12 años y más .................................................. 37
3a. Guatemala 2000: participación en actividades domésticas de hombres y mujeres de 12 años y más..... 38
3b. Guatemala 2000: tiempo diario (en horas) destinado a los
quehaceres domésticos por hombres y mujeres de 12 años y más .......................................................... .38
4a. México 2003: participación de hombres y mujeres en actividades
domésticas, población de 12 años y más ................................................................................................... 39
4b. México 2003: tiempo semanal (en horas) destinado a los
quehaceres domésticos en la población de 12 años y más ........................................................................ 40
5a. Nicaragua 1998: participación de hombres y mujeres en actividades domésticas.
Población de 12 años y más ......................................................................................................................... 41
5b. Nicaragua 1998: tiempo diario (en horas) destinado a los quehaceres
domésticos en la población de 12 años y más .......................................................................................... 41
6. Porcentaje de población de 12 años y mas que participa en los quehaceres del hogar............................ 43
7a. Promedio de horas diarias en actividades relacionadas a los quehaceres
del hogar, por sexo y grupos de edad, según países...... ........................................................................... .44
7b. Promedio de horas semanales en actividades relacionadas a los quehaceres
del hogar, por sexo y grupos de edad, según países...... ........................................................................... .45
8a. Promedio de horas diarias en actividades relacionadas a los quehaceres
del hogar, según relación de parentesco............................................................................... ......................46
8b. Promedio de horas semanales en actividades relacionadas a los quehaceres
del hogar, según relación de parentesco.................................................................................... .................46
9a. Promedio de horas diarias en actividades relacionadas a los quehaceres del hogar, según estado civil ..... 47
9b. Promedio de horas semanales en actividades relacionadas a los quehaceres
del hogar, según estado civil.......................................................................... .............................................48
10a. Promedio de horas diarias en actividades relacionadas a los quehaceres
del hogar, según condición de actividad................... ...................................................................... ...........49
10b. Promedio de horas semanales en actividades relacionadas a los quehaceres
del hogar, según condición de actividad.............. ...................................................................... ................50
11. Promedio de horas diarias en actividades relacionadas a los quehaceres
del hogar, según duración de la jornada laboral.. ................................................................................ ......51
12a. Promedio de horas diarias en actividades relacionadas a los quehaceres del hogar, según presencia
o ausencia de personas con dedicación exclusiva a los quehaceres del hogar ................................ .........52
12b. Promedio de horas semanales en actividades relacionadas a los quehaceres del hogar, según
presencia o ausencia de personas con dedicación exclusiva a los quehaceres del hogar ........................ 53
13a. Promedio de horas diarias en actividades relacionadas a los quehaceres
del hogar, por sexo y topología del hogar................................................................................... ...............55
13b.Promedio de horas semanales en actividades relacionadas a los
quehaceres del hogar, por sexo y topología del hogar.................................................................. .............55
14a. Promedio de horas diarias en actividades relacionadas a los quehaceres
del hogar, según presencia o ausencia de menores de 6 años en el hogar................................................ 56
14b. Promedio de horas semanales en actividades relacionadas a los quehaceres
del hogar, según presencia o ausencia de menores de 6 años en el hogar................................................ 57
15a. Promedio de horas diarias en actividades relacionadas a los quehaceres del
hogar, según presencia o ausencia de personas de 75 años y más en el hogar......................................... 58
15b. Promedio de horas semanales en actividades relacionadas a los quehaceres
del hogar, según presencia o ausencia de personas de 75 años y más en el hogar .......................................... 58
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CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Resumen
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CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
los países para captar la variabilidad existente. Esto conlleva abarcar una amplia gama de formas
diversas de hacer las cosas y su codificación remitiendo al uso de una clasificación exhaustiva y
estandarizada de actividades, lo que debe ser evaluado en función de objetivos precisos para no
extender de sobremanera el cuestionario.
Existen distintas alternativas para realizarlas:
Realización de una encuesta específica sobre el Uso del Tiempo. En general, este tipo de
encuestas suele ser extensa y compleja pues requiere abarcar la amplia variedad y simultaneidad de
actividades que se realizan durante el día y entre días, distinguiendo entre lo que suele realizarse
tanto en días hábiles como feriados o entre períodos de trabajo o vacaciones, lo que requiere llevar
un registro detallado de los tiempos asociados a cada actividad bajo diferentes condiciones para
luego configurar agregaciones que caractericen la distribución del tiempo de los individuos.
Sin desconocer que realizar encuestas específicas sobre el tema es la opción óptima, su
organización, levantamiento y procesamiento requiere de un financiamiento especial, y por el
momento, se hace difícil pensar que puedan formar parte de los Programas oficiales de las Oficinas
de Estadísticas de América Latina, como ocurre en la actualidad con algunos de los países que
conforman la Unión Europea, Canadá y en los Estados Unidos de Norteamérica.
Investigaciones aisladas. Estas se reflejan en lo realizado hasta la fecha por algunos países de
la región. Si bien aportan valiosa información en un momento determinado, presentan la desventaja
de la falta de comparabilidad y de periodicidad.
Cuentas Satélites desde la dimensión de género. No caben dudas que, en el transcurso del
tiempo ha existido un reconocimiento de los aportes realizados por las mujeres al progreso a través
de su participación en los trabajos remunerados, y de su contribución, mediante el trabajo no
remunerado, en el mejoramiento de la salud, de la pobreza y de sus esfuerzos para el logro de un
desarrollo sostenible. A pesar de ello, el trabajo no remunerado aún permanece excluido del Sistema
de Cuentas Nacionales.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS), ha dado inicio al trabajo cuyo objetivo
principal es medir la contribución no remunerada de las mujeres en el cuidado de la salud en el
hogar, a través del desarrollo de una Cuenta Satélite, en el marco del Sistema de Cuentas
Nacionales, y cuya fuente de información básica es la Encuesta del Uso del Tiempo.
Incorporación de módulo básico en la Encuesta Continua de Hogares. Son variados los aspectos
técnicos y metodológicos que deben considerarse para incorporar un módulo de uso del tiempo a las
encuestas de hogares y estos aspectos se vinculan con costos, período de referencia (día o semana
anterior de la encuesta), decisiones acerca de si se hará por autoempadronamiento o bien por entrevista
directa; edad a considerar; extensión de las preguntas, entre otros. Sin embargo es importante avanzar en
esfuerzos concretos; en conocer y analizar la factibilidad de que los países cuenten con los antecedentes
necesarios y propuestas específicas para llevar a cabo estudios de este tipo.
La CEPAL, a través de la Unidad Mujer y Desarrollo y la División de Estadísticas han
querido impulsar la realización de encuestas de uso del tiempo en los países de la región, para lo
cual se propone entregar elementos de apoyo a los países preparando materiales metodológicos con
directrices y recomendaciones sobre la clasificación del uso del tiempo en pos de un prototipo
básico de encuesta que pueda ser aplicado como módulo en las encuestas de hogares que los países
levantan en forma regular.
Entre el 21 y el 23 de noviembre de 2005, se efectuó la Reunión Regional “Las Encuestas del
Uso del Tiempo su Diseño y Aplicación”, la que tuvo por objetivo general analizar las
interrelaciones entre los aspectos metodológicos de la Cuenta Satélite del Sector Hogares y las
Encuestas del Uso del Tiempo, con énfasis en la medición del trabajo no remunerado en cuidado de
salud en los hogares y en la disminución de la pobreza.
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CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
La propuesta presentada considera que se realice una Encuesta del Uso del Tiempo (EUT),
suplementaria a la Encuesta de Hogares.
Acotar el sondeo mediante la aplicación de Módulos Básicos, conteniendo un número
limitado de preguntas acerca de un determinado tema de interés general para los países, el que
podría repetirse cada dos o cinco años, durante el mismo período elegido con propósitos de
seguimiento y conformación de las bases de datos. Cabe señalar que, a modo de ejemplo, se
presentó la temática pobreza y protección social.
En el año/s intermedio/os, la investigación puede estar dirigida a otra temática, vale decir, a la
aplicación de otro módulo de interés relacionado con el tema. Se debe lograr uniformidad y
periodicidad en la recogida de los datos para permitir un mejor conocimiento, análisis y seguimiento
de los resultados que se obtengan.
Conformar una base de datos que considere una Clasificación Estandarizada de las
actividades, con el propósito de elaborar indicadores claves, útiles y comparables; todo ello
orientado al conocimiento y la toma de decisiones en políticas públicas en materia de género.
Cada país adaptará el lenguaje del contenido del Módulo Básico según su propia realidad, y
se requiere introducir modificaciones menores en las Encuestas Continuas de Hogares llevadas a
efecto por los países de la región.
Para su aplicación se hace necesario considerar y decidir acerca de los siguientes puntos:
Método de la entrevista (autoempadronamiento o por encuestador); corte de edad; período de
referencia (un día, una semana, un mes), y realizarla en forma simultánea con la encuesta principal,
recolectando la información acerca de las actividades no remuneradas durante la visita al hogar.
Debería estudiarse muy bien el período de referencia debido, principalmente, a la capacidad
de recordar por parte de las personas. Asimismo, al no efectuarla en forma simultánea se corre el
riesgo, por una parte, de aumentar costos ya que el encuestador podría suponer que es otra encuesta
independiente por la cual debería recibir un pago, y por otra, cometer omisiones importantes.
Respecto a la Clasificación Internacional de Actividades para Encuestas sobre el Uso del
Tiempo (ICATUS) y otras relacionadas se destacaron que, la comparación internacional entre
encuestas de uso del tiempo no será posible mientras no se desarrolle una clasificación
estandarizada de las actividades a considerar. Estas pueden darse tanto a un nivel de detalle muy
específico de forma tal que puedan reflejar los patrones de uso del tiempo de las distintas culturas y
economías, o bien puede optarse por una clasificación más amplia que, en forma general, logre
sintetizar los distintos componentes del trabajo no remunerado.
La División de Estadísticas de Naciones Unidas ha desarrollado ya una Clasificación
Experimental Internacional sobre el Uso del Tiempo (ICATUS), la que podría ser el punto de
partida para un debate en pos de una clasificación a ser aplicada en los países de América Latina. A
ella se podrían agregar actividades más atingentes a las realidades de la región. Esta clasificación
sigue un ordenamiento jerárquico de hasta cuatro dígitos que suman en total 401 actividades; la
clasificación de primer orden o a un dígito contempla 15 categorías (ver anexo 2). Existe, además,
el Sistema de Clasificación Americano para Encuestas de Uso del Tiempo.
Los acuerdos fueron: las Encuestas sobre el Uso del Tiempo (EUT) deben ser parte del
Sistema Estadístico Nacional de los países e integradas a la Encuesta de Hogares. Esto no obsta para
que puedan ser concebidas como Subsistemas y que, aquél país que pueda y así lo estime
conveniente, puede levantar una EUT en forma independiente.
Se debe establecer claramente el tipo de estadísticas que se requiere, es decir, elaborar un
Plan de tabulaciones con orientación a la toma de decisiones de políticas públicas. Con fines
comparativos nacionales e internacionales, crear un conjunto mínimo o básico de indicadores,
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CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
dentro de un marco flexible esto es que cualquier encuesta sobre el Uso del Tiempo que se levante
debe, necesariamente, permitir la elaboración de los mismos.
Para efectos de comparabilidad, se requiere efectuar modificaciones en los módulos de empleo,
desde una perspectiva de género. Esto no significa quitar o modificar los conceptos de trabajo ya
establecidos, sino agregar otros que lo permitan (casos de Chile, Ecuador, España, y otros países).
Respecto a la propuesta de una Clasificación Internacional, el acuerdo fue que se conformaría
un grupo de trabajo. Este requiere una mecánica de trabajo y de una coordinación, razón por la cual
habrá que incluirlo dentro de los programas de trabajo 2006 de la CEPAL.
En cuanto a los clasificadores, si bien existen progresos importantes y se cuenta con la
experiencia derivada de las encuestas realizadas, se debe avanzar más con el propósito puedan, por
una parte, adquirir una expresión más latinoamericana, y por otra, permitir la elaboración de las
cuentas satélites, en especial la de salud. Asimismo, tomando en consideración siempre los
objetivos de la encuesta, debiera realizarse una labor más realista y de tipo instrumental.
En cuanto a la aplicación de las EUT en salud, hubo consenso respecto a que deberían de
conformar parte del Sistema Estadístico de los países pero, con la suficiente apertura para realizar
una específica cuando el país así lo estime conveniente. Asimismo, deberían ser parte de una
estrategia de producción de información, y serán los propios indicadores que se elaboren los que
decidirán tanto el tipo como el contenido de la encuesta. La utilización explícita de los datos para
propósitos contables, en especial en salud, son inseparables.
Nueve países de América Latina han realizado investigaciones acerca del uso del tiempo con
diversos objetivos y de distintas maneras. Por contar con las bases de datos que lo permiten, en esta
oportunidad se analizan cinco países a saber: Bolivia, Ecuador, Guatemala, Nicaragua y México. Si
bien se desconocen los aspectos técnicos y metodológicos utilizados en cada encuesta, ellas tienen
en común que preguntan por el tiempo invertido en actividades domésticas. En algunos casos, la
forma de realizar la pregunta es coincidente más no así en su nivel de desglose.
Previo al análisis, se procedió a procesar las bases de datos disponibles. Los resultados
obtenidos pueden no coincidir con los publicados por cada uno de los países ya que, en este caso, no
existió un plan de consistencia y de validación especialmente ideado como tampoco se utilizó,
necesariamente, el mismo algoritmo de procesamiento.
El objetivo es analizar, en forma comparativa, los resultados obtenidos con el propósito de
identificar si existen patrones similares entre los países no tanto en lo referente a magnitud, sino en
cuanto a comportamiento frente a ciertas características relevantes. Estas consideran aspectos socio-
demográficos así como la conducta de mujeres y hombres al interior de los hogares, principalmente en
la distribución del tiempo y en la participación de actividades. Con ello se pretende orientar un
enfoque analítico para futuras encuestas y/o módulos como los propuestos, que sirva de base para la
toma de decisiones y la implementación de políticas destinadas a una población-objetivo.
Para efectos analíticos se han considerado aquellas variables posibles de comparar; tal es el
caso del sexo- básico para el análisis desde el punto de vista de género-; la edad; el estado civil y/o
conyugal; la relación de parentesco con el jefe/a del hogar; la posición de los entrevistados en el
hogar; la tipología de los hogares; si cuentan o no los hogares con una o más personas que tengan
como actividad principal los quehaceres domésticos; la jornada laboral; la presencia o no de
menores de determinada edad; las actividades segmentadas que se realizan; los niños que trabajan, y
la representación de mayores de 65 años No Valente, entre otros.
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CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Introducción
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CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
En el caso de aquellas mujeres que tienen como actividad exclusiva las labores del hogar, la falta de
visibilidad y reconocimiento a estas labores se ve intensificada por la falta de autonomía económica
que las caracteriza, y la vulnerabilidad a la pobreza que ocasiona la misma. La comprensión y
cuantificación de las diversas formas cómo se distribuyen las tareas y los tiempos utilizados en las
mismas por hombres y mujeres contribuirá, entre otras, a conocer parte importante de las
dificultades y limitaciones que enfrentan los individuos para hacer frente al trabajo remunerado, así
como para participar en otras actividades fuera del ámbito de lo doméstico incluyendo el descanso y
el ocio, el acceso a actividades culturales, de capacitación, de sociabilización, de acceso y manejo
de tecnologías entre otras, todas situaciones que originan y configuran uno de los principales
problemas de inequidad entre los sexos. En este escenario la CEPAL, a través de la Unidad Mujer y
Desarrollo y la División de Estadísticas, ha querido impulsar la realización de Encuestas de Uso del
Tiempo en los países de la región, para lo cual se propone entregar elementos de apoyo preparando
materiales metodológicos con directrices y recomendaciones sobre la clasificación del uso del
tiempo, y un prototipo básico de encuesta que pueda ser aplicado como módulo en las encuestas de
hogares que los países levantan en forma regular. Para el logro de este objetivo la CEPAL, en su
primera fase, se propuso reunir los antecedentes necesario para evaluar el estado del arte de
encuestas de uso del tiempo en la región, y asimismo concertar reuniones de expertos en el tema
para recoger la experiencia internacional, especialmente en aquellos países que ya tienen trayectoria
en la ejecución de encuestas de este tipo. Teniendo en consideración estos antecedentes, entre el 21
y el 23 de noviembre de 2005, se efectuó la Reunión Regional “Las Encuestas del Uso del Tiempo
su Diseño y Aplicación”, la que tuvo por objetivo general analizar las interrelaciones entre los
aspectos metodológicos de la Cuenta Satélite del Sector Hogares y las Encuestas del Uso del
Tiempo, con énfasis en la medición del trabajo no remunerado en cuidado de salud en los hogares y
en la disminución de la pobreza.
Los objetivos específicos fueron: a) examinar los avances en el desarrollo de las encuestas de uso
del tiempo en varios países de América Latina, y discutir metodologías para lograr comparabilidad
internacional; b) evaluar los requerimientos técnicos y metodológicos que son necesarios para
implementar una EUT; c) elaborar recomendaciones que permitan institucionalizar la recolección de
los datos de uso del tiempo; d) proponer un prototipo de encuesta de uso del tiempo para ser
incluida como módulo en las encuestas de hogares; e) compartir experiencias sobre la medición y
valoración del trabajo no remunerado en torno a la atención de la salud de los hogares: España,
Canadá y Estados Unidos, y f) elaborar recomendaciones para, a través de las EUT, lograr
indicadores comparables en la Región los que se requieren para la elaboración de la Cuentas
Satélites, así como las estrategias a seguir. El documento se divide en dos partes a saber: la primera
presenta los avances realizados en América Latina respecto al levantamiento de Encuestas del Uso
del Tiempo, los objetivos de las mismas, así como las distintas alternativas para realizarlas. Incluye,
asimismo, la propuesta presentada ante los participantes a la Reunión Técnica referida a la inclusión
de un Módulo Suplementario Básico sobre el Uso del Tiempo en las Encuestas de Hogares, y a la
Clasificación Internacional de Actividades(ICATUS) y otras relacionadas. La síntesis del debate y
los acuerdos obtenidos, luego de la labor realizada por los tres grupos de trabajo conformados para
tales efectos. En la segunda parte, se presentan algunos análisis y resultados, derivados del
procesamiento de las bases de datos disponibles, de las encuestas y/o módulos incluidos por cinco
países de la región. Su principal objetivo fue analizar, en forma comparativa, los resultados con el
propósito de identificar la existencia de patrones similares en los países no tanto en lo que se refiere
a magnitud, sino en cuanto a comportamiento frente a características relevantes. Estas consideran
aspectos socio-demográficos así como la conducta de mujeres y hombres al interior de los hogares,
principalmente en la distribución del tiempo y en la participación de actividades, detectando así, las
potencialidades y restricciones para un adecuado análisis de género.
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CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
I. Antecedentes
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Documentos Oficiales del Consejo Económico y Social 2000. Suplemento No 4 (E/2000/24), párr.22
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CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Algunos países de América Latina han efectuado avances en este aspecto realizando
Encuestas sobre el Uso del Tiempo con diversos objetivos. En la década de los noventa, países
como República Dominicana (1995), México (1996 y 1998), Nicaragua (1998), y recientemente
Cuba (2002), realizaron las primeras Encuestas de este tipo a nivel nacional.
Un ejemplo reciente es México. El Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática
(INEGI), en estrecha colaboración con el Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES), y el
Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM), realizó la “Encuesta
Nacional sobre Uso del Tiempo (ENUT 2002)”. Se levantó como un módulo de la Encuesta
Nacional de Ingreso y Gastos de los Hogares (ENIGH 2002), aunque no en forma simultánea.
Su objetivo general fue proporcionar estadísticas sobre el tiempo que los miembros del hogar-
hombres y mujeres- de 12 años y más dedican a las actividades que realizan en forma cotidiana. Los
objetivos específicos fueron: a) Identificar y cuantificar las diferencias y desigualdades de género en
la utilización del tiempo a nivel familiar y social; b) Brindar insumos para contribuir a la valoración
del trabajo doméstico no remunerado realizado por los hombres y las mujeres de 12 años y más, y c)
Hacer visible el trabajo de la mujer en el hogar y contribuir a medir el tiempo que utiliza en la
producción de bienes y servicios domésticos destinados al consumo de los miembros del hogar
(INEGI 2003).
Otro ejemplo es el de Uruguay (2003). El Departamento de Sociología de la Facultad de
Ciencias Sociales de la Universidad de la República, realizó la “Encuesta sobre el Uso del Tiempo y
Trabajo no Remunerado”, dirigida a las personas de 16 años y más. Sus objetivos fueron: a)
Cuantificar la carga global de trabajo (remunerado y no remunerado) en tiempo y la división de esa
carga entre varones y mujeres; b) Cuantificar la concentración de la carga global de trabajo sobre los
recursos humanos; c) Establecer cómo es el reparto del trabajo doméstico y de cuidado en los hogares;
y d) Analizar la relación entre trabajo remunerado y no remunerado. Se utilizó el marco muestral de la
Encuesta Continua de Hogares del Instituto Nacional de Estadística (Aguirre y Bathyany 2004).
Otra experiencia fue la de Cuba, país pionero en este tipo de encuestas. La primera fue
levantada en 1985, y en agosto de 2000 se gestó un acuerdo entre el Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Fondo de las Naciones Unidas para el Desarrollo de la Mujer
(UNIFEM), con el gobierno de Cuba representado por el Ministerio para la Inversión Extranjera y
la Colaboración Económica (MINVEC), el Proyecto CUB/00/W01 “Incorporación del Enfoque de
Género en el Programa de Desarrollo Humano a Nivel Local”, donde la Oficina Nacional de
Estadística (ONE) sería un componente técnico para la generación de información, con enfoque de
género, para el análisis de la realidad y para que, las iniciativas que surjan de los procesos de
planificación participativa, incorporen la dimensión de género especialmente, en la elaboración de
proyectos, su implementación, seguimiento y evaluación, así como todo el desarrollo del programa.
Dadas las posibilidades de recursos, se acordó realizar la Encuesta sobre el Uso del Tiempo
en cinco municipios seleccionados dentro del programa de Desarrollo Humano a nivel Local
(PDHL), la que se efectuó en el mes de marzo de 2001. La ONE fue la encargada de la dirección
técnica, la organización, el análisis de los resultados, y de la orientación del desarrollo de la
encuesta en los municipios. Se determinaron dos objetivos: uno relacionado con la necesidad de
disponer de estadísticas sobre grupos poblacionales, y otro para obtener información en los planos
individual y doméstico. Los objetivos relacionados con el primero, abarca la igualdad entre los
sexos en el trabajo remunerado y no remunerado, y el segundo concierne más a la división del
trabajo en el hogar. Estuvo dirigida a la población de 15 años y más. (ONE 2004). 2
Asimismo, Costa Rica, Guatemala y Nicaragua realizaron una Encuesta Suplementaria a la
Encuesta de Hogares, vale decir, destinaron un acápite especial para investigar el uso del tiempo. En
el primer caso estuvo destinada a la población de 12 años y más; en el segundo, a las personas de 7
2
http://www.cubagob.cu/otras info/tiempo/eut.pdf
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años y más (cuyos informantes directos debían ser los de 12 años y más de edad), y en Nicaragua,
para los miembros del hogar de 6 años y más (ver anexo).
Investigaciones menos detalladas y con distintos objetivos han realizado Bolivia, y Ecuador.
En ambos casos se incluyó una sección en la Encuesta Continua de Hogares, para medir el “Trabajo
Doméstico en el Hogar, No Remunerado”, a las personas de 7 años y más (Bolivia), y “Condición
de Actividad y Quehaceres Domésticos”, dirigidos a las personas de 5 años y más en el caso de
Ecuador (ver anexo).
Finalmente el INE de Chile realizó, en forma conjunta con el Ministerio del Trabajo y
Previsión Social, el Servicio Nacional de Menores, y la Organización Internacional del Trabajo
(OIT), la “Encuesta Nacional de Trabajo Infantil 2003”. Para tales efectos, fue elegida una
submuestra del Programa Integrado de Encuestas de Hogares (PIDEH), especialmente diseñada para
medir, en forma exclusiva, el trabajo infantil y adolescente. Uno de los acápites de esta encuesta
estuvo destinado a medir el uso del tiempo de niñas y niños entre los 5 y 17 años de edad; sus
resultados revelan claramente la reproducción intergeneracional de la división sexual de roles desde
la temprana edad.
Asimismo, entre los meses de mayo y junio de 2005 se aplicó, en doce de las trece Regiones
del país (excluyó la Región Metropolitana), la “Encuesta Nacional de Consumo Cultural y Uso del
Tiempo Libre 2005”, como parte de un convenio entre el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes
y el Instituto Nacional de Estadísticas de Chile. Estuvo dirigida a las personas de 15 años y más y su
propósito fue generar información sobre el consumo cultural de los chilenos y las prácticas por ellos
realizadas en su tiempo libre (INE-CNCA 2005).
De lo expuesto se deduce que, si bien los esfuerzos hechos por los países han sido y
continúan siendo un valioso aporte, no existe un prototipo básico de Encuesta del Uso del Tiempo
que permita, por una parte, la comparabilidad entre los países y, por otra, periodicidad para obtener
un seguimiento y observar cambios en el tiempo. Para ello se hace necesario que formen parte de
los planes y programas oficiales de las Oficinas de Estadística de América Latina.
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En forma sintética las Encuestas del Uso del Tiempo tienen como
objetivo medir el tiempo dedicado a distintos tipos de actividades que
realizan las personas. Miden las cantidad de tiempo que los individuos
invierten en la realización de diversas actividades, tales como el
trabajo remunerado, los quehaceres del hogar, el cuidado de las
personas, el tiempo dedicado al ocio y entretenimiento, el trabajo
voluntario, el tiempo destinado al traslado, entre otros. Este tipo de
instrumento permite obtener una mejor y mayor visibilidad de todas las
formas de trabajo que se realizan hombres y mujeres tanto fuera como
dentro del hogar, sean éstas remuneradas o no remuneradas.
El uso del tiempo de los individuos está relacionado también con
prácticas culturales y condiciones materiales y económicas de los
hogares por lo que se requiere establecer una base comparable entre los
países para captar la variabilidad existente. Esto conlleva abarcar una
amplia gama de formas diversas de hacer las cosas y su codificación
remitiendo al uso de una clasificación exhaustiva y estandarizada de
actividades, lo que debe ser evaluado en función de objetivos precisos
para no extender de sobremanera el cuestionario.
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Antecedentes
En la Plataforma de Acción de Beijing, adoptada en la Cuarta
Conferencia Mundial sobre la Mujer (Beijing, 1995), los países se
comprometieron a visibilizar la distribución y contribución de las
mujeres al trabajo no remunerado, a través de la elaboración de cuentas
satélites en el marco del Sistema de Cuentas Nacionales.
Asimismo, la Reunión de Expertos efectuada en Santiago de
Chile en el año 2003, se solicitó “a la División de Estadística y a la
Unidad de la Mujer y Desarrollo de la CEPAL organizar, a nivel
regional una reunión técnica sobre el tema entre productores y usuarios
de la información, en el mismo espíritu que las dos reuniones técnicas
sobre indicadores de género celebradas en el bienio anterior, en el
marco del programa de trabajo 2003-2005 de la Conferencia de
Estadística de las Américas”.
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Independientemente del tipo y del alcance sobre un tema en especial, la encuesta de hogares
reúne, al menos, algunos datos básicos sobre características demográficas como son, entre otras, el
sexo, la edad y la relación de parentesco con el jefe/a. Cabe recordar que entre las características
demográficas generales, se asigna alta prioridad al hogar y a la composición familiar. Así, en el
citado Manual de Encuestas se dice textualmente que éstas “no son sólo características biológicas,
sino que también reflejan circunstancias socioeconómicas, jurídicas, culturales y con frecuencia
religiosas. En la mayoría de los países en desarrollo, el hogar o la familia es el centro no sólo de la
actividad sociocultural, sino también de buena parte de la producción económica y el consumo”
(NU, 1987).
Específicamente, el censo de población y vivienda es la base para la actualización y el
perfeccionamiento del programa integrado de encuestas a hogares, por medio del cual se investigan
características laborales, sociales, demográficas y económicas de la población. Desde la etapa de
planificación censal es indispensable incorporar a la cartografía los antecedentes referentes a dicho
programa, y con mayor razón, tener el cuidado que se utilicen las mismas definiciones,
clasificaciones y conceptos en uno y otro instrumento de recolección para realizar comparaciones y
establecer tendencias.
Propuestas propiamente tal
Considerando lo estipulado en los antecedentes, y bajo el convencimiento que las Encuestas sobre el
Uso del Tiempo deben ser parte integrante del Sistema Estadístico Nacional de los países e
integradas a la Encuesta de Hogares la CEPAL, a través de la Unidad de la Mujer y Desarrollo y de
la División de Estadísticas con el apoyo de UNIFEM, sometió a consideración de los participantes a
la Reunión Regional ambas propuestas, vale decir, la inclusión de Módulos básicos suplementarios
a la Encuesta de Hogares y la utilización de la Clasificación Internacional de Actividades (ICATUS)
y otras complementarias.
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CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Ventajas:
• Independientemente del tipo y del alcance sobre un tema en especial, la encuesta de
hogares incorporan la denominada “Tarjeta de Registro de Hogares (TRH)” u “Hoja de
Registro de Hogares”, también denominada “Composición del Hogar” en la cual se
consignan, para cada uno de los miembros que lo componen, la relación de parentesco; el
sexo, la edad; estado civil/ conyugal; nivel educacional y, en algunos casos, asistencia
escolar u otra variable de interés.
• Entre las características demográficas generales, se asigna alta prioridad al hogar y a la
composición familiar.
• La Encuesta de Hogares indaga, asimismo, datos de la vivienda y del hogar.
• Por lo tanto, es posible interrelacionar la información demográfica-socioeconómica
contenida en la Encuesta de Hogares con los datos incluidos en el módulo sobre el uso del
tiempo.
• Eficiencia y costo marginal para satisfacer la demanda de información;
• Utilización de encuestadores adiestrados y más permanentes.
Desventajas:
Quizás las desventajas sean:
• Los niveles geográficos de representatividad que tiene para algunos países de la región
(nacional y algunas ciudades) en tanto que, para otros ésta es mayor, y
• La periodicidad con que se realizan: (mensual, semestral o bien anual).
En síntesis:
• La propuesta considera que se realice una Encuesta del Uso del Tiempo (EUT),
suplementaria a la Encuesta de Hogares.
• Acotar el sondeo mediante la aplicación de Módulos Básicos, conteniendo un número
limitado de preguntas acerca de un determinado tema de interés general para los países, el
que podría repetirse cada dos o cinco años, durante el mismo período elegido con
propósitos de seguimiento y conformación de las bases de datos. Cabe señalar que, a modo
de ejemplo, se presentó la temática pobreza y protección social.
• En el año/s intermedio/os, la investigación puede estar dirigida a otra temática, vale decir,
a la aplicación de otro módulo de interés relacionado con el tema.
• Se debe lograr uniformidad y periodicidad en la recogida de los datos para permitir un
mejor conocimiento, análisis y seguimiento de los resultados que se obtengan.
• Conformar una base de datos que considere una Clasificación Estandarizada de las
actividades, con el propósito de elaborar indicadores claves, útiles y comparables; todo
ello orientado al conocimiento y la toma de decisiones en políticas públicas en materia de
género.
• Cada país adaptará el lenguaje del contenido del Módulo Básico según su propia realidad.
• Se requiere introducir modificaciones menores en las Encuestas Continuas de Hogares
llevadas a efecto por los países de la región.
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CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
3
Kristina J. Shelley, Developing the American Time Use Survey Activity Classification System.
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hacer una valija o alimentar a una mascota para otro adulto, podía ser tanto clasificada como un
actividad para el hogar o como de ayuda para el adulto.
Voluntariado: El distinguir actividades de voluntariado de actividades para el hogar y de
ayuda para miembros de otros hogares, también ofrecía problemas. Así, por ejemplo, leerle a un
vecino ciego podría clasificarse tanto como voluntariado, ayuda a otros, o bien como
sociabilización.
Viajes y traslados: Para clarificar la codificación se definió que, cada viaje debía ser
clasificado según el propósito y motivación principal del viajero. Sin embargo aún producía
vaguedad situaciones tales como “llevé a mi hijo a la iglesia” lo cual podía ser clasificado tanto
como una actividad de cuidado como relativa a traslado. Asimismo, cuando los viajes involucraban
esperas y distintos medios de traslado hacían más difíciles la codificación, por cuanto las esperas
podrían representar otra actividad distinta al viaje (leyendo el diario mientras espera).
Compras de bienes y servicios: Una típica categoría en una encuesta de uso del tiempo tiene
que ver con actividades relacionadas a estos ítems. Sin embargo múltiples problemas se observaron
al tratar de clasificar actividades en los ámbitos médicos, legales u otros servicios relacionados al
cuidado de niños. Por ejemplo, solicitar una hora al médico ofrecía ambigüedad para su
clasificación.
Uso de los medios: Agrupa a actividades tales como leer libros, revistas, ver televisión,
escuchar radio, tocar CDS, DVD o cintas, leer el correo y responder cartas o mensajes, responder el
teléfono etc. pero, determinar dónde clasificar y cómo codificar los tipos de medios utilizados
significaba un desafío. Los tests demostraban que, razonablemente, una actividad podía quedar
clasificada correctamente en más de una categoría; por ejemplo, leer el periódico podía clasificarse
en determinadas situaciones, tanto como sociabilizarse o bien como una actividad de ocio-
esparcimiento y/o como uso de medios. Asimismo, el uso de Internet también ocasionaba problemas
según para qué fuera su uso.
Otras categorías: Aún cuando las categorías antes mencionadas traían aparejada un mayor grado
de complejidad, muchas otras actividades fueron necesarias de revisar para clarificar a los
codificadores. Por ejemplo, comprar entradas para el cine podía ser considerada como compra de
productos o como asistiendo a ver una película. Hablar con un profesor, podía clasificarse como
sociabilización y comunicación a la vez, como atendiendo a clases. Esta y otras ambigüedades
similares requieren decisiones sobre como se conceptualizan las definiciones para cada actividad y
otras reglas para propósitos de codificación. Finalmente el cómo se clasifique una respuesta depende
de la pregunta realizada, situación que debe determinarse en la etapa de planificación de la encuesta.
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Debate
Durante el debate, las grandes líneas de la propuesta acerca de la
aplicación de Módulos Básicos para medir el Uso del Tiempo fueron
bien acogidas; algunos participantes expresaron preferir las encuestas
específicas. Se solicitó incluir en la propuesta una tipología de métodos
posibles: encuesta independiente, módulos, y preguntas dentro de otro
tipo de encuestas aunque esta última alternativa, no había sido
mencionada dentro de la propuesta. Antes de decidir la forma de
medición, se sugirió se realizaran más pruebas mediante la aplicación
de distintas metodologías indagando, al mismo tiempo, los costos
involucrados en cada una de ellas.
Si bien no hubo consenso respecto al número de preguntas a ser
consideradas, se reiteró la necesidad de desarrollar un listado reducido
de indicadores sintéticos que sean de fácil inclusión en las cuentas
satélites. Se destacó que, desde el punto de vista de salud y de las
cuentas satélites del sector, es importante el monitoreo por lo que debe
existir continuidad.
Existió unanimidad para la conformación de una Clasificación
Estandarizada de Actividades, destacándose que constituye un tema
central cuya resolución podría ayudar en la elección del tipo de
encuesta que se desea implementar. Independientemente que los países
utilicen el mismo clasificador, hubo consenso acerca de la necesidad
de usar un lenguaje adaptable a la realidad de cada país.
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• ¿Cómo utilizar las EUT para generar una valoración del trabajo no remunerado?
• ¿Cómo apoyar la articulación de los procesos de implementación de las EUT para su
inclusión en los Sistemas de Cuentas Nacionales? Se indicó que la existencia de
comisiones interinstitucionales como las conformadas por Ecuador y Costa Rica eran un
paso en la buena dirección pero no suficiente, considerando la ausencia de actores
esenciales como lo son los representantes del Banco Central.
Acuerdos
El Programa de la Reunión Técnica contempló, el último día, la conformación de tres grupos de
trabajo simultáneos a saber: 1) Recomendaciones de la CEPAL-Módulo Uso del Tiempo en
Encuestas de Hogares. 2) Propuesta de una Clasificación Internacional y 3) Aplicación de las
Encuestas del Uso del Tiempo en Salud. Cada uno de ellos presentó a la Asamblea Plenaria los
resultados de la discusión, los cuales pueden resumirse de la siguiente manera:
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utilizado por los Estados Unidos de Norteamérica, a las que debiera agregarse las clasificaciones
sobre nuevas tecnologías y las de actividades propias de los pueblos indígenas.
Fue señalada la necesidad de identificar las tareas que corresponden a cada actividad y de
describir el modo que ellas se desarrollan en América Latina, dando énfasis al trabajo no
remunerado, permitiendo su actualización temporal, y que contemple flexibilidad para cada país.
Otras recomendaciones dicen relación con: El clasificador debería comprender actividades de
promoción tanto en los aspectos metodológicos como el desarrollo de material de capacitación
dirigido a productores y a usuarios de la información. El grupo de trabajo debiera conformarse
dentro del marco de la Reunión Técnica, con la colaboración interagencial teniendo presente la
Conferencia de Estadística e integrada, entre otros, por los técnicos de los países que han levantado
encuestas del uso del tiempo, debiendo conformarse un grupo interdisciplinario. Su misión
inmediata sería elaborar un plan de trabajo y revisar el ordenamiento de los resultados de las
encuestas ya realizadas en el marco del ICATUS y de los otros clasificadores. El diseño debiera
contemplar lo utilizado tanto por el Sistema de Contabilidad Nacional como por las Encuestas de
Empleo u otras similares, entre otros aspectos.
El acuerdo fue que se conformaría el grupo de trabajo propuesto. Este requiere una mecánica
de trabajo y de una coordinación, razón por la cual habrá que incluirlo dentro de los programas de
trabajo 2006 de la CEPAL. Respecto a los clasificadores, si bien existen progresos importantes y se
cuenta con la experiencia derivada de las encuestas realizadas, se debe avanzar más con el propósito
puedan, por una parte, adquirir una expresión más latinoamericana, y por otra, permitir la
elaboración de las cuentas satélites, en especial la de salud. Asimismo, tomando en consideración
siempre los objetivos de la encuesta, debiera realizarse una labor más realista y de tipo instrumental.
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La segunda recomendación fue que las Encuestas de Uso del Tiempo sean parte del Sistema
Estadístico a través de la Encuesta de Hogares, de manera continua y periódica con el propósito de
proveer los insumos básicos para las Cuenta Satélite de Salud, dentro del marco del Sistema de
Cuentas Nacionales. En otras palabras, considerando que se encuentra establecido el sistema de
encuestas de hogares en todos los países de la región, la recomendación apunta a que se realice una
encuesta básica como, por ejemplo la realizada por Cuba, derivar de ella indicadores muy básicos
que, con fines de monitoreo, permitan hacer un seguimiento cada 5 o 10 años a las políticas de salud
establecidas.
Finalmente se estimó necesario que, para el desarrollo y metodología de la Cuenta Satélite,
cada país debería incorporar al representante encargado de las Cuentas Nacionales.
Tal como se estipulara, hubo consenso respecto a que las Encuestas de Uso del Tiempo
deberían de conformar parte del Sistema Estadístico de los países pero, con la suficiente apertura
para realizar una específica cuando el país así lo estime conveniente. Asimismo, deberían ser parte
de una estrategia de producción de información, y serán los propios indicadores que se elaboren los
que decidirán tanto el tipo como el contenido de la encuesta. La utilización explícita de los datos
para propósitos contables, en especial en salud, son inseparables.
Finalmente se señaló que, probablemente en el año 2006 se definirán los tipos de actividades
que podrían ser afrontadas en el futuro.
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POBLACIÓN 7 años y más 7 años y más 6 años y más Mayores de 12 años 5 años y más
OBJETIVO
PERIODO DE El día de ayer El día de ayer El día de ayer en la semana en la semana
REFERENCIA
EXTENSIÓN 1 uso del tiempo, 7 8 preguntas 8 preguntas 57 subactividades 6 preguntas
(quehaceres del de participación agrupadas en 9
hogar) actividades
generales
PREGUNTAS 11 preguntas 24 preguntas 24 preguntas 8 preguntas
CODIFICADAS
PREGUNTAS NO NO 1 (actividad no NO
ABIERTAS mencionada)
ACTIVIDADES 3 actividades 3 actividades cuidado de NO
SIMULTÁNEAS en 4 grupos niños+otras sim.
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Con el propósito de conocer tanto la forma de medir, como los resultados obtenidos respecto
a la participación de mujeres y hombres en el trabajo doméstico no remunerado, y cuando
corresponde, el tiempo diario o semanal dedicado a dichas labores, a continuación se presenta el
análisis para cada uno de los cinco países considerados.
Bolivia
En la Encuesta Continua de Hogares de Noviembre y Diciembre de 2001, Bolivia incluyó un
módulo en la encuesta de hogares para la medición del trabajo doméstico no remunerado en el hogar
destinado a personas de 7 años y más. En el cuestionario sólo se incorporaron dos preguntas acerca
del uso del tiempo; éstas se refieren tanto a los días a la semana realizó actividades para el hogar, así
como las horas promedio destinadas diariamente. Sin embargo, se realizaron siete preguntas
relativas a la participación de los individuos en actividades específicas: Cuidar niños y/o ancianos;
cocinar y asear la casa; abastecer de alimentos al hogar; lavar y/o planchar la ropa; cría de animales;
acarrear leña y/o agua, y arreglar y mantener la vivienda.
La participación de los hombres superó a la de las mujeres sólo en dos ítems: en el acarreo de
leña y/o agua y en el arreglo y manutención de la vivienda, actividades que se asocian,
principalmente, a ocupaciones también masculinas. La participación de las mujeres es
especialmente elevada en las tareas de cocinar, asear la casa y en el lavado y planchado, labores que
realizan más de un 88% de ellas (gráfico 1a) En relación al tiempo, dentro del conjunto de
actividades domésticas, las mujeres destinan, en promedio, poco más de dos horas diarias más que
los varones (gráfico 1b).
Gráfico 1a
BOLIVIA 2001: PARTICIPACIÓN EN ACTIVIDADES DOMÉSTICAS
DE HOMBRES Y MUJERES, DE 12 AÑOS Y MÁS
Hombres Mujeres
100
90
91,2
88,0
80
70
69,4
Porcentaje
60
50 56,0
48,7 48,1
40 44,9
40,2
30 35,7 35,6
32,1 31,9 33,0
20
19,1
10
0
Arreglar y Acarrear leña Cría de Cuidar niños Abastecer de Lavar y/o Cocinar y
mantener la y/o agua animales y/o y/o ancianos alimentos al planchar ropa asear la casa
vivienda cultivos hogar
Fuente: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo. Tabulaciones especiales de las encuestas de hogares
de los respectivos países.
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Gráfico 1b
BOLIVIA 2001: TIEMPO DIARIO DESTINADO A LOS QUEHACERES DOMÉSTICOS
POR HOMBRES Y MUJERES, DE 12 AÑOS Y MÁS
Hombres Mujeres
6
5
4
5,5
Horas
3
2
3,3
1
0
Hombres Mujeres
Ecuador
En el mes de agosto de 2004, Ecuador integró un módulo en la Encuesta de Empleo, Desempleo y
Subempleo en el área urbana, denominado “Condición de actividad y quehaceres domésticos”,
destinado a la población de 5 años y más. Dicho módulo, incorporó una pregunta filtro que indagó sobre
la participación efectiva del entrevistado(a) en los quehaceres de su hogar. Para aquellos que respondían
afirmativamente, el encuestador pasaba a las preguntas concernientes al uso del tiempo; éstas se referían
a las horas invertidas durante la semana anterior a la realización de la encuesta. Las actividades
consideradas fueron: arreglo de la casa, compras en mercados o supermercados, etc., preparación de
alimentos, cuidado de niños de acianos y de enfermos, ayuda en tareas escolares.
Los resultados indican que, las mujeres participan en una proporción bastante mayor que los
varones en todas las actividades consideradas; el rango que va desde un 88% hasta un 91%. En el caso
de los hombres, su participación gira en torno a un 60%, con muy pocas variaciones (gráfico 2a ). En
relación al tiempo, las mujeres invierten gran cantidad de tiempo en la preparación de alimentos (cerca
de 12 horas semanales); le sigue en magnitud el arreglo de la casa, con cerca de 6 horas semanales. En
todas las actividades consideradas las mujeres invierten más tiempo que los hombres, excepto en lo
referente a compras donde se igualan (gráfico 2b).
Gráfico 2a
100
90
91,3 89,5 91,1 91,1
80 88,2 87,4
Porcentajes
70
60
61,6 59,9 60,6 60,2 58,9 58,8
50
40
30
20
10
0
Arreglo de la Compras en Arreglo de ropa Preparación de Cuidado de Tareas
casa mercados alimentos niños escolares
36
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Gráfico 2b
ECUADOR 2004, ZONAS URBANAS: TIEMPO SEMANAL (EN HORAS) DESTINADO A LOS
QUEHACERES DOMÉSTICOS POR HOMBRES Y MUJERES DE 12 AÑOS Y MÁS
Hombres Mujeres
14
12
11,7
10
Horas
8
6
5,8 6,1
4 4,7
Guatemala
En el año 2000, Guatemala integró un módulo a la Encuesta Nacional sobre Condiciones de Vida
(ENCOVI) destinado a las personas de 7 años y más de edad no obstante, los informantes directos
debían ser las personas con 12 años o más.
El capítulo IX correspondiente al módulo de uso del tiempo incluyó preguntas sobre el
tiempo utilizado durante el día anterior a la encuesta referentes a: actividades relativas al trabajo
pagado y no pagado (8 preguntas); actividades de estudio (1 pregunta); actividades para el
mantenimiento del hogar (9 preguntas); actividades de compras y pagos (2 preguntas); otras
actividades (5 preguntas), y finalmente actividades paralelas (6 preguntas). Como tiempo de
referencia se utilizó las horas diarias del día anterior a la aplicación de la encuesta.
En las actividades relacionadas con el mantenimiento del hogar se observa que, tanto la
participación como el tiempo invertido por los hombres son bastante escasos. El máximo de
participación masculina se obtiene en las actividades relacionadas con la limpieza con un 19.7%, le
siguen el cuidado de niños, y acarreo de leña que bordean el 16%; prácticamente están ausentes
actividades tales como: lavar la ropa, lavar trastes, acarrear agua y cocinar, donde son las mujeres
quienes se ocupan, principalmente, de estas tareas. Se constata así, una relación inversa en la
participación de uno u otro sexo en las distintas actividades (gráfico 3a).
En relación con el tiempo, de las 8 actividades en análisis, los hombres invierten mucho
menos de una hora en seis de ellas; sólo el traer leña, y en el cuidado de niños superan las 1,5 horas.
Las mujeres, en cambio, invierten mayormente su tiempo en la limpieza, lavado de ropa, cocinar y
cuidado de niños utilizando, en esta última actividad, cerca de 5 horas diarias (gráfico 3b).
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Gráfico 3a
GUATEMALA 2000: PARTICIPACIÓN EN ACTIVIDADES DOMÉSTICAS DE HOMBRES Y MUJERES DE 12
AÑOS Y MÁS
Hombres Mujeres
90
80
77,4 78,5
70 74,5
60
Porcentaje
50 53,1
40 46,4
30
30,9
20
17,4 19,7
10 15,3 16,2 5,1
11,4 2,7
7,8 6,2 6,4
0
Traer Acarrear Sacar Cuidar Lavar Lavar Cocinar Limpieza
leña agua basura niños ropa trastes
Gráfico 3b
GUATEMALA 2000: TIEMPO DIARIO (EN HORAS) DESTINADO A LOS QUEHACERES DOMÉSTICOS
POR HOMBRES Y MUJERES DE 12 AÑOS Y MÁS
Hombres Mujeres
4 4,8
Horas
2
2,2
2,0
1 1,6 1,6
0,1 0,1 0,2 0,3 1,1
0,5 0,6 0,8 0,7 0,6 0,7
0
Sacar Lavar Acarrear Traer leña Limpieza Lavar ropa Cocinar Cuidar
basura trastes agua niños
México
En el año 2003 México integra un módulo a la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los
Hogares que se compone de 57 actividades sobre quehaceres del hogar organizadas en los siguientes
grupos : Preparación de alimentos (7 actividades), Limpieza vivienda (10 actividades), Limpieza
ropa y calzado (6 actividades), Compras cotidianas (5 actividades), Apoyo a personas con
limitaciones (6 actividades), Apoyo y cuidado a niños (10 actividades), Compras mayores (3
actividades), Pagos y trámites de servicio (3 actividades), Reparación y construcción de la vivienda
(7 actividades).
Esta encuesta está orientada a la población de 12 años y más y el tiempo de referencia se
establece en función del tiempo de dedicación durante el transcurso de la semana pasada. De las
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encuestas analizadas la de México es la que utiliza una mayor amplitud del cuestionario; se indaga
con detalle muchas de las subactividades que componen una actividad específica. Así por ejemplo,
para la preparación de alimentos se pregunta por el tiempo invertido en cocinar, servir comida,
preparar conservas, dulces, queso, poner Mixtamal, moler maíz, encender el fogón, desgranar,
tostar, moler alimentos y llevar comida a algún miembro del hogar.
La única actividad donde se percibe una mayor participación de los hombres, en relación con
las mujeres, es en la reparación y construcción de la vivienda, donde un 15% de los varones
participa y sólo lo hace un 5% de las mujeres. Ambos sexos tienen similar participación en
actividades tales como: apoyo a personas con limitaciones y en el pago de trámites y servicios. En
las restantes actividades, las mujeres superan en importante magnitud la participación de los
hombres, en especial en la preparación de alimentos, la limpieza de la vivienda y la limpieza de
ropa y calzado (gráfico 4a).
En relación al tiempo, hombres y mujeres invierten mayor cantidad de tiempo en actividades
de cuidado (apoyo a personas con limitaciones; apoyo y cuidado a niños). Sin embargo las horas
que destinan las mujeres superan con creces a las masculinas con aproximadamente 12 horas más
semanales (gráfico 4b).
Gráfico 4a
MÉXICO 2003: PARTICIPACIÓN DE HOMBRES Y MUJERES EN ACTIVIDADES DOMÉSTICAS,
POBLACIÓN DE 12 AÑOS Y MÁS
120
Hombres Mujeres
100
96
93
87
80
Porcentajes
76
60 67
64
50 52
40
37
31
20
15 15 14
2 3 5 8 11
0
Apoyo a Reparación y Compras Pagos y Apoyo y Compras Preparación de Limpieza ropa y Limpieza
personas con construcción de mayores trámites de cuidado a niños cotidianas alimentos calzado vivienda
limitaciones la vivienda servicio
Fuente: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo. Tabulaciones especiales de las encuestas de hogares de los
respectivos países.
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Gráfico 4b
MÉXICO 2003: TIEMPO SEMANAL (EN HORAS) DESTINADO A LOS QUEHACERES DOMÉSTICOS EN LA
POBLACIÓN DE 12 AÑOS Y MÁS
30 Hombres Mujeres
24
25
22
20
Horas
15
14
15
12
10
10 8
4 4 4 4
5 3 3
2 2 2 2 2
0
Pagos y Compras Reparación y Compras Limpieza ropa Preparación Limpieza Apoyo y Apoyo a
t rámit es de mayores construcción cot idianas y calzado de alimentos vivienda cuidado a personas con
servicio de la vivienda niños limitaciones
Fuente: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo. Tabulaciones especiales de las encuestas de hogares de los respectivos
países.
Nicaragua
En el año 1998, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) de Nicaragua integró un
módulo de uso del tiempo a la Encuesta Nacional de Hogares sobre Medición de Niveles de Vida,
destinada a miembros del hogar de 6 años y más. El período de referencia fue el día anterior a la
entrevista (24 horas), y se aplicó al cincuenta por ciento de la población entrevistada de 6 años y
más (2,104 hogares). El levantamiento de la información se efectuó durante el período de Abril a
Agosto de 1998, a nivel nacional.
El módulo de uso del tiempo estuvo compuesto de la siguiente manera: sólo para personas
ocupadas, preguntas relativas a trabajo y empleo (5); orientadas a estudiantes (2); destinadas al
mantenimiento del hogar (8); actividades personales (5); actividades sociales comunitarias (2), y
una pregunta abierta solicitándole al informante que respondiera si había dedicado tiempo a
actividades diferentes a las mencionadas; en caso afirmativo, se le pidió especificarlas. Para las
actividades simultáneas se reservaron dos preguntas, “Si ayer dedicó tiempo al cuidado de niños al
mismo tiempo que otras actividades”;”Si ayer dedicó tiempo a otras actividades simultáneas”.
La participación de los varones en las actividades domésticas consideradas es bastante escasa;
el rango mínimo es de 1.3% y representa el porcentaje de hombres que cuida enfermos, el máximo
es un 16.4% que son aquellos que destinan tiempo a la reparación de la casa. Los hombres superan
el porcentaje de participación de las mujeres sólo en dos actividades: en la recolección de leña, y en
la reparación de la casa. Estos resultados refuerzan el estereotipo masculino en el uso de la fuerza, y
en las actividades relacionadas con la construcción consideradas, históricamente,
predominantemente masculina. La participación de las mujeres es especialmente importante en los
quehaceres del hogar, en cocinar, y en el cuidado de niños (gráfico 5a).
Si bien los hombres participan muy poco en las actividades domésticas, se observa que entre
quienes sí la realizan, su tiempo de dedicación es bastante elevado. Aunque las mujeres superan los
tiempos masculinos, las brechas no son en magnitud considerables (gráfico 5b).
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Gráfico 5a
NICARAGUA 1998: PARTICIPACIÓN DE HOMBRES Y MUJERES EN ACTIVIDADES DOMÉSTICAS.
POBLACIÓN DE 12 AÑOS Y MÁS
80
70 Hombres Mujeres
67,4
60
61,8
50
Porcentaje
40
30
28,0
20
10 16,4 14,6
12,6 4,1 1,3 4,1 14,2
7,1 8,2 8,6 11,4
6,0 5,5
0
Recoger leña Cuidar Reparar casa Recoger Compras Cuidar niños Cocinar Quehaceres
enfermos agua hogar
Gráfico 5b
NICARAGUA 1998: TIEMPO DIARIO (EN HORAS) DESTINADO A LOS QUEHACERES DOMÉSTICOS EN
LA POBLACIÓN DE 12 AÑOS Y MÁS
4
Hombres Mujeres
3
3,0
3 2,6
2,4 2,5
2,3 2,2
2
Horas
2,1
1,9 1,9
1,8 1,8 1,7
2 1,6 1,7
1,6 1,5
0
Recoger
Cocinar
Reparar
Recoger leña
Cuidar niños
Quehaceres
enfermos
Compras
Cuidar
casa
agua
hogar
41
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Quehaceres hogar
(Lavar platos, lavar
ropa, planchar, limpiar la Cuidar Cuidar Recoger Recoger
Nicaragua Cocinar casa) Compras enfermos niños Reparar casa leña agua
Arreglo de
Preparación la casa Arreglo Cuidar niños, ancianos y
Ecuador de alimentos (limpieza) de ropa Compras en mercados enfermos
Tareas
escolares
Limpieza Cuidar Traer Acarrear
Guatemala
Cocinar Lavar trastes niños leña agua
Lavar ropa
Sacar basura
Cuantas horas promedio al día realizó quehaceres para su hogar
Cría de
Cocinar y/o asear la casa animales
y/o
cultivo
para el
consumo
Arreglar y/o Acarrear del
Compras en ferias o mantener la leña y/o hogar
Bolivia Lavar y/o planchar mercado Cuidar niños y/o ancianos vivienda agua
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CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Porcentaje
Porcentaje
60 60
50 62,1
50
40 40
45,5 44,7
30 30
20 20
10 10
0 0
Bolivia 2001 Guatemala 2000 Nicaragua 1998 Ecuador 2004 México 2002
5 5,6 40
5,5
Porcentaje
35
Porcentaje
4 30
31,8
25
3
3,3 20
3,0
2 15
1,8 10
1 12,0 12,0
5
0 0
Bolivia 2001 Guatemala 2000 Nicaragua 1998 Ecuador 2004 México 2002
Fuente: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo, Tabulaciones especiales de las encuestas de hogares de los
respectivos países
43
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Entre las encuestas analizadas, el módulo fue aplicado en tres países a partir desde los siete
años mientras que, en el caso de Ecuador, desde los 5 años, en tanto que México sólo lo hace a
partir de los 12 años; en este último caso, para efectos comparativos, se procedió a dividir las horas
semanales por 7. En el análisis del uso del tiempo en actividades domésticas según tramos de edad,
es posible advertir la coincidencia entre las encuestas de los distintos países tal como se observa en
los gráficos (7a y 7b).
Tanto en Bolivia, Guatemala como en Nicaragua se deduce que, en el tramo de edad
comprendido entre los 7 y 14 años el tiempo invertido por las niñas es idéntico con 3.1 horas
diarias. En el caso de los niños, tanto en Bolivia como en Nicaragua, también se observa bastante
similitud con alrededor de 2,7 horas mientras que, en Guatemala el tiempo dedicado por los niños es
una hora menos (1.7 horas) lo que, a la vez, resulta consistente con el bajo tiempo que le dedican los
varones en todos los grupos de edad analizados.
En los cinco países se aprecia que el máximo tiempo de dedicación doméstica lo realizan las
mujeres de entre 25 y 59 años, en un rango que va desde 6 horas diarias en Bolivia y Nicaragua
hasta cerca de 9 en México. Entre las adultas mayores tampoco se reduce sensiblemente su
consagración; así es posible observar que, en cuatro de los 5 países, el tramo de 60 a 74 años le
sigue en tiempo de dedicación al grupo de edad anterior. En la etapa en que la pérdida de
funcionalidad física de los adultos mayores tiende a ser más común (sobre los 75 años), también se
advierte que las mujeres dedican un tiempo significativo a estas labores superando siempre el
período dedicado por los hombres, en cualquier tramo de edad ( ver cuadro 1, en anexo 1).
Gráfico 7a
PROMEDIO DE HORAS DIARIAS EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, POR SEXO Y GRUPOS DE EDAD, SEGÚN PAÍSES
Hombres Mujeres
12,0
10,0
8,0
5,6
Horas
6,2 6,1
6,0 4,8 4,4 5,1 7,4 5,6 6,1 5,1 5,3
6,2 5,9
3,1 5,1 3,1
4,0 3,4
3,1
2,0
2,6 3,2 3,5 3,5 3,5 3,2 1,7 1,7 1,9 1,7 2,1 1,8 2,8 2,9 3,0 3,9 3,3 3,0
0,0
Total
Total
Total
75 y más
7 a 14 años
75 y más
15 a 24 años
25 a 59 años
60 a 74 años
7 a 14 años
75 y más
15 a 24 años
25 a 59 años
60 a 74 años
7 a 14 años
15 a 24 años
25 a 59 años
60 a 74 años
Fuente: CEPAL-Unidad Mujer y Desarrollo, Tabulaciones especiales de las Encuestas de Hogares de los países.
44
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Gráfico 7b
PROMEDIO DE HORAS SEMANALES EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, POR SEXO Y GRUPOS DE EDAD, SEGÚN PAÍSES
Hombres Mujeres
80,0
70,0
60,0
50,0
62,1
Horas
40,0
48,9 51,2
30,0 37,7 40,8
29,0 29,5 33,7
26,8
20,0 19,2
19,6
11,0
10,0
10,7 13,2 12,4 11,9 11,2 10,1 13,6 12,2 10,0 12,0
7,2 8,2
0,0
5 a 14 15 a 25 a 60 a 75 y Total 12 a 15 a 25 a 60 a 75 y Total
años 24 59 74 más 14 24 59 74 más
años años años años años años años
Fuente: CEPAL-Unidad Mujer y Desarrollo, Tabulaciones especiales de las Encuestas de Hogares de los países.
45
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Gráfico 8a
PROMEDIO DE HORAS DIARIAS EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, SEGÚN RELACIÓN DE PARENTESCO
Hombres Mujeres
9
8,0
8
7 6,6 6,6
5,9
Tiempo en horas
6 5,4 5,5
5,3
5,0
5
4,3 4,3
3,9 3,9
4 3,7
3,5 3,4
3,2
2,9 2,9 3,0
2,8 2,8
3
1,9
2 1,7 1,6
0
Cónyuge
Cónyuge
Cónyuge
Otro/a
Jefe/a
Otro/a
Jefe/a
Otro/a
Jefe/a
Hijo/a
Hijo/a
Hijo/a
BOLIVIA 2001 GUATEMALA 2000 NICARAGUA 1998
Gráfico 8b
PROMEDIO DE HORAS SEMANALES EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, SEGÚN RELACIÓN DE PARENTESCO
80
Hombres Mujeres
68,2
70
60
Tiempo en horas
49,1
50 43,7
40,4
40
30,7
28,8
30 23,8
18,6
20 13,9 13,8
13,4 12,7 12,3
9,0 9,7 8,9
10
0
Hijo/a Otro/a Jefe/a Cónyuge Hijo/a Otro/a Jefe/a Cónyuge
46
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Gráfico 9a
PROMEDIO DE HORAS DIARIAS EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, SEGÚN ESTADO CIVIL
Hombres Mujeres
8
8,0
7
6 6,5 6,5
5,9 5,7
5 5,6
Horas
4 4,2
4,0 3,9
3 3,6 3,5
3,4
3,0 2,9 3,1 3,1 3,1
2,9
2
2,0
1,8
1 1,6
0
Separados o
Separados o
Separados o
Solteros
Viudos
Solteros
Viudos
Solteros
convivientes
Viudos
convivientes
convivientes
divorciados
divorciados
divorciados
Casados o
Casados o
Casados o
Fuente: CEPAL-Unidad Mujer y Desarrollo, Tabulaciones especiales de las Encuestas de Hogares de los países.
47
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Gráfico 9b
PROMEDIO DE HORAS SEMANALES EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, SEGÚN ESTADO CIVIL
Hombres Mujeres
70
67,7
60
50
40
Horas
42,7 41,8
30
27,5
20
17,9
10 14,6 13,6
9,0
0
Soltero Viudos Separado o divorciado Casado o conviviente
MÉXICO 2002
48
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
horas semanales en Ecuador y México (gráfico 10b). En relación a este último valor, la situación de
las mexicanas es especialmente compleja, y se hace necesario vincularlo a la baja tasa de
participación femenina que exhibe México respecto a otros países latinoamericanos. Asimismo, para
el conjunto de países este indicador contribuye a explicar el por qué las mujeres exhiben una menor
jornada laboral remunerada respecto de los hombres, información que sí es posible recabar y
verificar a través de las encuestas de hogares en su módulo correspondiente a trabajo.
Para la población adulta mayor, especialmente para aquellas que declaran ser jubiladas, se
verifica nuevamente su alta participación en las actividades domésticas consideradas, así como un
tiempo significativo en su realización. De los cinco países considerados, las mujeres participan en
un porcentaje que va de un 83% a un 95%; en Guatemala, el porcentaje es más bajo con un poco
más de la mitad de las mujeres en esta condición. En Bolivia y Nicaragua, el tiempo diario es de 6.3
y 6.7 horas, respectivamente mientras que, el tiempo semanal es de 28 horas para Ecuador y 42 para
México. Consistente con su baja participación, las mujeres jubiladas en Guatemala sólo destinan, en
promedio, 3.6 horas diarias a los quehaceres domésticos (Ver cuadro 4, en anexo 1).
Gráfico 10a
PROMEDIO DE HORAS DIARIAS EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, SEGÚN CONDICIÓN DE ACTIVIDAD
Hombres Mujeres
9 8,4 8,5
8 7,6
7,4
7,0
7 6,5 6,7
6,3
6,3
6,0
5,8 5,8
6
5,1
6,1
5,9
5 4,6
Horas
4,3
4 3,6
4,4
4,4
3,1 3,1
3,9
3,9
3,9
3,8
3,6
3
3,4
3,3
3,2
3,2
2,8
2,7
2,6
2,5
2,5
0
Otro inactivo
Otro inactivo
Otro inactivo
Ocupado
Ocupado
Ocupado
Estudiante
Estudiante
Estudiante
Jubilado
Desocupado
Jubilado
Desocupado
Desocupado
Jubilado
Quehaceres del hogar
Fuente: CEPAL-Unidad Mujer y Desarrollo, Tabulaciones especiales de las Encuestas de Hogares de los países
49
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Gráfico 10b
PROMEDIO DE HORAS SEMANALES EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, SEGÚN CONDICIÓN DE ACTIVIDAD
Hombres Mujeres
70 65,7
60
48,1
50
42,3 41,7
37,9 38,5
40
Horas
31,9
29,9
27,9
30
20,5 18,9
20
13,1
18,4
17,0
14,6
14,1
10
13,3
12,3
12,2
12,1
10,1
9,0
8,0
0,0
0
inactivo
inactivo
Estudiante
Ocupado
Estudiante
Jubilado
Desocupado
Desocupado
Ocupado
Jubilado
Quehaceres
Quehaceres
del hogar
del hogar
Otro
Otro
ECUADOR 2004 MÉXICO 2002
Fuente: CEPAL-Unidad Mujer y Desarrollo, Tabulaciones especiales de las Encuestas de Hogares de los países
50
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Gráfico 11
PROMEDIO DE HORAS DIARIAS EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, SEGÚN DURACIÓN DE LA JORNADA LABORAL
Hombres Mujeres
10,0
9,0
8,0
7,0
4,8 5,9
6,0 5,3 5,0 5,4
5,1
Horas
3,0
2,0
3,6 3,3 3,4 3,3
3,0 3,1 2,9 2,7
1,0 1,8 1,8 1,7
1,5
0,0
MENOS 20 HRS MÁS DE 40 HRS MENOS 20 HRS MÁS DE 40 HRS MENOS 20 HRS MÁS DE 40 HRS
DE 20 20 Y Y MÁS DE 20 20 Y Y MÁS DE 20 20 Y Y MÁS
HRS MENOS HRS MENOS HRS MENOS
DE 40 DE 40 DE 40
HRS HRS HRS
Fuente: CEPAL-Unidad Mujer y Desarrollo. Tabulaciones especiales de las Encuestas de Hogares de los países.
51
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
reduce considerablemente entre ambas situaciones. Las mujeres dejan de dedicarse a estas
actividades en un rango que va de un 20% a un 25% en Bolivia, Guatemala, Ecuador y México, no
así para las nicaragüenses que reducen su participación en sólo un 8% cuando existe ayuda
doméstica en el hogar (ver cuadro 1, y cuadro 6 en anexo 1).
En este mismo sentido el análisis se enriquecería de sobremanera si en las encuestas de hogares
pudiese identificarse a aquellos hogares que cuentan con servicio doméstico pagado (externo); sin
embargo, en su estado actual estas encuestas solo permiten identificar al servicio doméstico puertas
adentro, que en magnitud es bastante inferior al contingente que trabaja puertas afuera.
Gráfico 12a
PROMEDIO DE HORAS DIARIAS EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, SEGÚN PRESENCIA O AUSENCIA DE PERSONAS CON DEDICACIÓN EXCLUSIVA A LOS
QUEHACERES DEL HOGAR
Hombres Mujeres
6
6,0
5
Tiempo en horas
4,7
4 4,5 4,4
3,9 3,9
3
3,2 3,1
2,9 2,9 3,0
2,6
2
0
SIN CON SIN CON SIN CON
52
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Gráfico 12b
PROMEDIO DE HORAS SEMANALES EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, SEGÚN PRESENCIA O AUSENCIA DE PERSONAS CON DEDICACIÓN EXCLUSIVA A LOS
QUEHACERES DEL HOGAR
Hombres Mujeres
50
45
47,3
40
35
Tiempo en horas
30
25
27,3 28,0
20
15 18,2
10 13,6
11,8 10,2 11,0
5
0
SIN CON SIN CON
Cuadro Resumen
PARTICIPACIÓN DE HOMBRES Y MUJERES EN LOS QUEHACERES DOMÉSTICOS, SEGÚN LA
PRESENCIA O NO DE UN MIEMBRO DEL HOGAR QUE REALIZA LAS LABORES DOMÉSTICAS
Fuente: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo, tabulaciones especiales de las encuestas de hogares
de los respectivos países.
53
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
54
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Gráfico 13a
PROMEDIO DE HORAS DIARIAS EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, POR SEXO Y TIPOLOGÍA DEL HOGAR
10,0 10,1
9,7
9,2 9,4
8,9 8,6
8,2 8,4 8,3 8,4
8,0 7,9 7,8 7,9
7,6
7,0
7,0
6,0
6,5
6,3
6,2
5,9
5,5
5,4
5,3
5,2
5,1
5,0
4,7
4,6
4,6
4,6
4,6
4,0
4,3
3,9
2,0
4,1
3,0
3,3
3,1
3,2
3,5
2,6
2,3
2,7
3,9
2,8
2,7
2,3
3,2
2,9
3,0
2,9
3,0
0,0
Extensos
Extensos
Extensos
Pareja sola
Pareja sola
Pareja sola
Monoparental
Monoparental
Monoparental
Pareja con
Pareja con
Pareja con
Hogar censal
Hogar censal
Hogar censal
Unipersonal
Unipersonal
Unipersonal
hijos
hijos
hijos
BOLIVIA 2001 GUATEMALA 2000 NICARAGUA 1998
Gráfico 13b
PROMEDIO DE HORAS SEMANALES EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, POR SEXO Y TIPOLOGÍA DEL HOGAR
Hombres Mujeres
80,0
70,0 69,1
60,0 59,5
55,2
56,8
51,2 51,5
50,0 49,2
48,4
45,3
44,9
40,0
37,2
38,9
37,7
35,2
30,0
32,5
32,4
28,4
26,8
24,7
20,0
20,5
10,0
14,5
11,2
10,4
18,9
12,8
13,8
17,7
18,4
10,4
10,3
11,2
12,3
0,0
Extensos
Extensos
Monoparental
Monoparental
Pareja con
Pareja sola
Pareja con
Hogar censal
Hogar censal
Pareja sola
Unipersonal
Unipersonal
hijos
hijos
Fuente: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo, tabulaciones especiales de las encuestas de hogares de los
respectivos países.
55
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Gráfico 14a
PROMEDIO DE HORAS DIARIAS EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, SEGÚN PRESENCIA O AUSENCIA DE MENORES DE 6 AÑOS EN EL HOGAR
Hombres Mujeres
8
7,17
7
6 5,71
5,42
Tiempo en horas
4,80 4,74
5
4,03
4
3,17 3,16 3,09
2,86
3
2,08
2
1,40
0
SIN CON SIN CON SIN CON
Fuente: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo, tabulaciones especiales de las encuestas de hogares de los
respectivos países.
56
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Gráfico 14b
PROMEDIO DE HORAS SEMANALES EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, SEGÚN PRESENCIA O AUSENCIA DE MENORES DE 6 AÑOS EN EL HOGAR
Hombres Mujeres
70 66,12
60
50
Tiempo en horas
41,59
37,65
40
28,09
30
20 15,29 14,43
12,21
10,43
10
0
SIN CON SIN CON
57
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Gráfico 15a
PROMEDIO DE HORAS DIARIAS EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, SEGÚN PRESENCIA O AUSENCIA DE PERSONAS DE 75 AÑOS Y MÁS EN EL HOGAR
Hombres Mujeres
6,0
6
5,3
5,1 5,0 5,1
5 4,7
Tiempo en horas
4
3,2 3,3
3,1
2,9
3
1,8 1,9
2
0
SIN CON SIN CON SIN CON
Gráfico 15b
PROMEDIO DE HORAS SEMANALES EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, SEGÚN PRESENCIA O AUSENCIA DE PERSONAS DE 75 AÑOS Y MÁS EN EL HOGAR
Hombres Mujeres
60
51,8
50
43,8
40
Tiempo en horas
32,0
30
22,3
20
13,5 12,9
12,1
10,3
10
0
SIN CON SIN CON
58
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
VII. Conclusiones
59
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
• No obstante las limitaciones antes señaladas, entre los cinco países considerados existe
una gran coincidencia en diversas variables analizadas, en lo que a comportamiento y
órdenes de magnitud se refiere. Así se pudo inferir que:
• Los hombres observan menor participación e invierten menos tiempo en las actividades
domésticas, acciones que aparecen segmentadas entre hombres y mujeres, prevaleciendo
los estereotipos de género.
• La jornada laboral de las mujeres es inferior a la de los varones, debido a la necesidad de
atender las responsabilidades domésticas y familiares.
• La jornada de trabajo total de las mujeres dedicada a labores remuneradas y no
remuneradas, es mayor que la de los varones. La participación laboral de las mujeres es
menor cuando existen niñas/os en edad pre-escolar.
• El tiempo de dedicación de los individuos y su participación, decrece en las actividades
domésticas, cuando existe quien las desarrolle. En todos los países se verifica que, la
presencia de un miembro del hogar dedicado a los quehaceres domésticos reduce el tiempo
de dedicación, y particularmente en estas actividades, del resto de las mujeres que viven en
el hogar, situación que no se percibe entre los varones.
• Las labores de cuidado de niños, enfermos y adultos mayores, aumentan la participación y
el tiempo invertido por las mujeres en las actividades domésticas. Esta se acrecienta
cuando existen menores en edad pre-escolar en el hogar, mientras que el de los hombres
tiende a permanecer estable.
• El tiempo destinado por las mujeres a las actividades domésticas disminuye cuando en el
hogar existen personas mayores de 75 años, mientras que el de los varones tiende a
permanecer constante.
• Tanto mujeres como hombres no muestran diferencias significativas en sus tiempos de
dedicación a actividades domésticas, en relación con la presencia o ausencia de personas
incapacitadas o enfermas.
• Las mujeres en edad activa no buscan trabajo remunerado principalmente por falta de
tiempo.
60
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Anexos
61
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Anexo 1
Tabulaciones básicas.
Participación y tiempo de los individuos en el conjunto de
actividades domésticas
Cuadro A-1
PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN QUEHACERES DEL HOGAR
SEGÚN EDAD DE LAS PERSONAS
TIEMPO EN HORAS AL DIA
BOLIVIA 2001
Hombre Mujer
Tramos de edad % Participación Tiempo % Participación Tiempo
GUATEMALA 2000
Hombre Mujer
Tramos de edad % Participación Tiempo % Participación Tiempo
NICARAGUA 1998
Hombre Mujer
Tramos de edad % Participación Tiempo % Participación Tiempo
63
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
MÉXICO 2002
Hombre Mujer
Tramos de edad % Participación Tiempo % Participación Tiempo
12 a 14 años 81,2 8,2 92,6 19,6
15 a 24 años 77,8 10,1 95,4 40,8
25 a 59 años 85,9 13,6 97,3 62,1
60 a 74 años 85,5 12,2 96,3 48,9
75 y más 74,0 10,0 86,9 33,7
Total 58,7 12,0 72,1 51,2
Fuente de cuadros anexo 1: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo, tabulaciones especiales de las encuestas de
hogares de los respectivos países.
64
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Cuadro A-2
PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN QUEHACERES DEL HOGAR
SEGÚN PARENTESCO CON LA JEFATURA DE HOGAR
TIEMPO EN HORAS AL DIA
BOLIVIA 2001
Hombre Mujer
Parentesco % Participación Tiempo % Participación Tiempo
Jefe 87,7 3,5 97,9 5,4
Cónyuge 72,1 2,9 99,0 6,6
Hijo 57,9 2,8 62,0 3,7
Otro 53,5 2,9 68,0 4,3
Total 68,7 3,2 77,6 5,1
GUATEMALA 2000
Hombre Mujer
Parentesco % Participación Tiempo % Participación Tiempo
Jefe 34,4 2,7 87,1 6,4
Cónyuge 27,0 5,5 93,9 8,2
Hijo 19,2 2,7 43,7 4,7
Otro 17,8 2,7 50,5 6,4
Total 24,0 2,7 62,0 6,6
NICARAGUA 1998
Hombre Mujer
Parentesco % Participación Tiempo % Participación Tiempo
MÉXICO 2002
Hombre Mujer
Parentesco % Participación Tiempo % Participación Tiempo
1 Jefe 87,2 13,8 98,6 49,1
2 Cónyuge 75,2 12,3 98,5 68,2
3 Hijo 41,7 8,9 49,8 28,8
4 Otro 36,6 12,7 59,3 43,7
Total 58,7 12,0 72,1 51,2
Fuente de cuadros anexo 1: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo, tabulaciones especiales de las encuestas de hogares
de los respectivos países.
65
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Cuadro A-3
PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN QUEHACERES DEL HOGAR
SEGÚN ESTADO CIVIL
TIEMPO EN HORAS AL DIA
BOLIVIA 2001
Hombre Mujer
Estado civil % Participación Tiempo % Participación Tiempo
GUATEMALA 2000
Hombre Mujer
Estado civil % Participación Tiempo % Participación Tiempo
Soltero 27,9 2,6 69,9 4,6
Casado o conviviente 34,2 2,7 93,8 8,3
Separado o divorciado 34,6 3,0 84,4 6,4
Viudos 37,0 3,9 77,9 5,7
Total 31,3 2,7 82,9 6,8
NICARAGUA 1998
Hombre Mujer
Estado civil % Participación Tiempo % Participación Tiempo
Soltero 44,2 2,9 74,8 4,2
Casado o conviviente 43,7 3,1 89,6 6,5
Separado o divorciado 55,4 3,1 84,6 5,7
Viudos 42,2 3,1 80,2 5,3
Total 44,6 3,0 83,5 5,6
Fuente de cuadros anexo 1: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo, tabulaciones especiales de las encuestas de hogares
de los respectivos países.
66
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Cuadro A-4
PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN QUEHACERES DEL HOGAR
SEGÚN ACTIVIDAD DE LAS PERSONAS
TIEMPO EN HORAS AL DIA
BOLIVIA 2001
Hombre Mujer
Actividad % Participación Tiempo % Participación Tiempo
Ocupado 87,7 3,3 97,8 5,1
Desocupado 90,5 3,9 98,8 6,5
Jubilado 77,9 3,4 93,3 6,3
Estudiante 81,7 2,5 88,9 3,1
Trabajo Doméstico 81,5 5,9 99,1 7,6
Otro Inactivo 66,3 3,8 71,0 4,6
Total 85,6 3,2 95,2 5,1
GUATEMALA 2000
Hombre Mujer
Actividad % Participación Tiempo % Participación Tiempo
Ocupado 30,2 2,6 78,5 6,0
Desocupado 50,6 3,6 82,3 8,5
Jubilado 26,1 2,5 51,4 3,6
Estudiante 37,9 3,2 93,0 7,0
Trabajo Doméstico 41,6 4,4 94,2 8,4
Otro Inactivo 24,1 3,2 52,8 5,8
Total 28,7 2,7 73,1 6,6
NICARAGUA 1998
Hombre Mujer
Actividad % Participación Tiempo % Participación Tiempo
67
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
MÉXICO 2002
Hombre Mujer
Actividad % Participación Tiempo % Participación Tiempo
Ocupado 83,2 12,3 96,8 48,1
Desocupado 86,3 10,1 90,7 38,5
Jubilado 90,6 17,0 95,7 41,7
Estudiante 82,5 9,0 92,9 18,9
Trabajo Doméstico 86,2 18,4 98,0 65,7
Otro Inactivo 69,6 13,3 74,1 31,9
Total 82,9 12,0 96,1 51,2
Fuente de cuadros anexo 1: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo, tabulaciones especiales de las encuestas de hogares
de los respectivos países.
68
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Cuadro A-5
PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN QUEHACERES DEL HOGAR SEGÚN JORNADA LABORAL DE LAS
PERSONAS
TIEMPO EN HORAS AL DIA
BOLIVIA 2001
Hombre Mujer
Jornada laboral Tiempo % Participación Tiempo % Participación
menos de 20 Horas 3,0 92,8 5,1 98,4
20 Horas 3,6 82,5 4,8 96,9
más de 20 y menos de 40 Horas 3,3 89,9 5,3 99,0
40 Horas y más 3,4 85,6 5,0 96,7
Total 3,3 87,7 5,1 97,8
GUATEMALA 2000 Hombre Mujer
Jornada laboral Tiempo % Participación Tiempo % Participación
Hombre Mujer
Hombre Mujer
69
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Cuadro A- 6
PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN QUEHACERES DEL HOGAR,
SEGÚN NÚMERO DE PERSONAS EN EL HOGAR DEDICADAS A LABORES DEL HOGAR
SE EXCLUYEN LAS PERSONAS CUYA RAZÓN DE INACTIVIDAD SON LOS QUEHACERES DEL HOGAR
TIEMPO EN HORAS AL DIA
BOLIVIA 2001
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo
GUATEMALA 2000
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo
Sin personas en labores del
hogar 25,5 2,9 62,4 6,0
Con personas en labores del
hogar 22,6 2,6 37,6 4,5
Total 23,8 2,7 51,7 5,5
NICARAGUA 1998
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo
Sin personas en labores del
hogar 40,7 2,9 71,2 4,4
Con personas en labores del
hogar 44,0 2,9 63,0 3,9
Total 42,6 2,9 68,2 4,3
QUEHACERES DEL HOGAR
TIEMPO EN HORAS
SEMANALES
ECUADOR 2004
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo
Sin personas en labores del
hogar 57,1 11,8 77,3 27,3
Con personas en labores del
hogar 45,0 10,2 53,4 18,2
Total 52,0 11,2 70,4 25,3
MÉXICO 2002
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo
Sin personas en labores del
hogar 62,4 13,6 71,8 47,3
Con personas en labores del
hogar 56,5 11,0 46,9 28,0
Total 58,6 12,0 59,7 39,9
Fuente de cuadros anexo 1: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo, tabulaciones especiales de las encuestas de hogares
de los respectivos países.
70
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Cuadro A-7
PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN QUEHACERES DEL HOGAR
SEGÚN TIPO DE HOGAR
TIEMPO EN HORAS AL DIA
BOLIVIA 2001
Hombre Mujer
Tipo de hogar % Participación Tiempo % Participación Tiempo
GUATEMALA 2000
Hombre Mujer
Tipo de hogar % Participación Tiempo % Participación Tiempo
NICARAGUA 1998
Hombre Mujer
Tipo de hogar % Participación Tiempo % Participación Tiempo
71
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
MÉXICO 2002
Hombre Mujer
Tipo de hogar % Participación Tiempo % Participación Tiempo
72
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Cuadro A-8
PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN QUEHACERES DEL HOGAR
SEGÚN PRESENCIA DE MENORES DE 6 AÑOS EN EL HOGAR
TIEMPO EN HORAS AL DIA
BOLIVIA 2001
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo
GUATEMALA 2000
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo
NICARAGUA 1998
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo
MÉXICO 2002
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo
73
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
GUATEMALA 2000
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo
NICARAGUA 1998
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo
MÉXICO 2002
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo
74
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Cuadro A-9
PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN QUEHACERES DEL HOGAR
SEGÚN INDICADOR DE DEPENDENCIA DEL HOGAR
TIEMPO EN HORAS AL DIA
BOLIVIA 2001
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo
Igual número de dependientes y
ocupados 66,5 3,1 77,7 5,1
Más dependientes que ocupados 62,2 3,1 72,5 5,3
Más ocupados que dependientes 78,4 3,2 85,6 4,8
Total 68,7 3,2 77,6 5,1
GUATEMALA 2000
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo
Igual número de dependientes y
ocupados 25,2 2,7 66,2 6,0
Más dependientes que ocupados 23,8 2,8 58,6 7,2
Más ocupados que dependientes 23,9 2,5 69,2 5,3
Total 24,0 2,7 62,0 6,6
NICARAGUA 1998
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo
Igual número de dependientes y
ocupados 44,7 2,8 76,0 4,9
Más dependientes que ocupados 42,1 3,0 75,7 5,5
Más ocupados que dependientes 42,5 2,8 76,2 4,6
Total 42,6 3,0 75,8 5,3
TIEMPO EN HORAS SEMANALES
ECUADOR 2004
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo
Igual número de dependientes y
ocupados 52,8 11,4 77,8 28,3
Más dependientes que ocupados 47,4 11,4 71,2 31,7
Más ocupados que dependientes 59,5 10,9 83,6 26,5
Total 52,0 11,2 75,7 29,5
MÉXICO 2002
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo
Igual número de dependientes y
ocupados 64,2 11,3 78,7 48,6
Más dependientes que ocupados 52,0 12,4 67,2 54,9
Más ocupados que dependientes 75,6 11,4 83,5 43,0
Total 58,7 12,0 72,1 51,2
75
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
MÉXICO 2002
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo
76
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Cuadro A-10
PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN QUEHACERES DEL HOGAR
SEGÚN ÍNDICE DE FEMINIDAD DEL HOGAR
TIEMPO EN HORAS AL DIA
BOLIVIA 2001
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo
GUATEMALA 2000
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo
NICARAGUA 1998
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo
77
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Anexo 2
Clasificación internacional de actividades de uso del tiempo
The Statistical Commission, at its twenty-eighth session, requested that a draft classification of
time-use statistics be prepared by the United Nations Statistics Division (UNSD) as a basis for
further research on time-use. In response to this, the UNSD has developed a trial international
classification which can be used by both developing and developed countries in designing and
conducting time-use surveys. The main purpose of the trial classification therefore, is to assist
countries interested in embarking on time-use studies by providing a classification that can be
adapted to national circumstances and can also facilitate international comparisons. The framework
provided is consistent with concepts of the SNA and with other existing time-use classifications.
The classification has been used by Mongolia, Nigeria, the Occupied Palestinian Territory and
South Africa. The ICATUS is also being circulated for discussion in international fora and through
this website.
78
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
79
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
Serie
mujer y desarrollo
Números publicados
El listado completo de esta colección, así como las versiones electrónicas en pdf
están disponibles en nuestro sitio web: www.cepal.org/publicaciones
83. Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de hogares. Restricciones y potencialidades,
Vivian Milosavljevic y Odette Tacla, (LC/L.2709-P), No de venta: S.07.II.G.57, 2007.
82. Trabajo, educación y salud de las niñas en América Latina y el Caribe. Indicadores elaborados en el
marco de la plataforma de Beijing, Daniela Zapata, (LC/L.2708-P), No de venta: S.07.II.G.56, 2006.
81. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Colombia, Silvia Lara, (LC/L.2612-P), N˚ de
venta: S.06.II.G.137, 2006.
80. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Ecuador, Silvia Lara, (LC/L.2611-P), N˚ de
venta: S.06.II.G.136, 2006.
79. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Paraguay, Claudia Giacometti, (LC/L.2577-P), ,
N˚ de venta: S.06.II.G.107, 2006.
78. Destinatarios y usos de remesas. ¿Una oportunidad para las mujeres salvadoreñas?, Diana Santillán y
María Eugenia Ulfe, (LC/L.2455-P), N˚ de venta: S.05.II.G.202, 2006.
77. Un marco de análisis para el fomento de las políticas de desarrollo productivo con enfoque de género,
Alma Espino, (LC/L. 2437-P), N˚ de venta: S.05.II.G. 183, 2005.
76. Redes e institucionalización en Ecuador. Bono de desarrollo humano, Amparo Armas, (LC/L. 2405-P), N˚
de venta: S.05.II.G. 152, 2005.
75. Buenas prácticas para la erradicación de la violencia doméstica en la región de América Latina y el
Caribe, Luz Rioseco, (LC/L.2391-P), N˚ de venta: S.05.II.G.134, 2005.
74. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Guatemala, Isolda Espinosa, (LC/L.2378-P), N˚
de venta: S.05.II.G.122, 2005.
73. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de la República Bolivariana de Rep. Boliviariana
de Venezuela, Rosa Bravo, (LC/L.2377-P), N˚ de venta: S.05.II.G.121, 2005.
72. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Argentina, Claudia Giacometti, (LC/L.2368-P),
N˚ de venta: S.05.II.G.109, 2005.
71. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Bolivia, Rosa Bravo y Daniela Zapata, (LC/L.
2367-P), N˚ de venta: S.05.II.G. 108, 2005.
70. La política social en la globalización. Programas de protección en América Latina, Claudia Serrano,
(LC/L.2364-P), N˚ de venta: S.05.II.G.103, 2005.
69. Políticas de empleo en la planificación turística local de Ecuador. Herramientas para su formulación,
Martha Ordóñez Andrade y Flavia Marco Navarro, (LC/L.2346-P), N˚ de venta: S.05.II.G.85, 2005
68. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Nicaragua, Isolda Espinosa G., (LC/L.2353-P),
N˚ de venta: S.05.II.G.92, 2005.
67. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de México, Instituto Nacional de las Mujeres,
(LC/L.2339-P), N˚ de venta: S.05.II.G.83, 2005.
66. A pobreza e as políticas de gênero no Brasil, Hildete Pereira de Melo y Lourdes Bandeira, (LC/L.2322-P),
N˚ de venta: P.05.II.G.67, 2005.
65. El tiempo, los tiempos, una vara de desigualdad, Rosario Aguirre, Cristina García y Cristina Carrasco,
(LC/L.2324-P), N˚ de venta: S.05.II.G.71, 2005.
64. Sector financiero y empleo femenino. El caso uruguayo, Alma Espino, (LC/L.2323-P), N˚ de venta:
S.05.II.G.70, 2005.
81
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…
63. Os programas de combate a pobreza no Brasil e a perspectiva de gênero no periodo 2000-2003: avanços e
posibilidades, Ceres Alves Prates y M. Beatriz B. Nogueira, (LC/L.2309-P), N˚ de venta: P.05.II.G.58,
2005.
62. El empleo en los servicios financieros. Costa Rica: buenas y no tan buenas noticias..., Juliana Martínez
Franzoni, (LC/L.2295-P), N˚ de venta: S.05.II.G.43, 2005.
61. Demandas de capacitación del sector financiero. Sesgos de género y evaluación por competencias,
Mariela Quiñónez Montoso, LC/L.2267-P), N˚ de venta: S.05.II.G.20, 2005.
60. Calidad del empleo y calidad de la atención en la salud de Córdoba, Argentina. Aporte para políticas
laborales más equitativas, Jacinta Burijovich y Laura C. Pautássi, (LC/L.2250-P), N˚de venta: S.05.II.G.8,
2005.
59. Trayectorias laborales en el sector financiero. Recorridos de las mujeres, Amalia Mauro
(LC/L.2177-P), N˚ de venta: S.04.II.G.104 (US$ 10.00), 2004.
58. El empleo en el sector financiero en Chile, Amalia Mauro (LC/L.2172-P), N˚ de venta: S.04.II.G.107
(US$ 10.00), 2004.
57. Políticas de género en la Unión Europea y algunos apuntes sobre América Latina, Judith Astelarra
(LC/L.2154-P), N˚ de venta: S.04.II.G.82 (US$ 10.00), 2004.
56. Legislación laboral en seis países de América Latinos. Avances y omisiones para una mayor equidad,
Eleonor Faur, Natalia Gherardi y Laura C. Pautassi (LC/L.2140-P), N˚ de venta: S.04.II.G.68
(US$ 10.00), 2004.
55. Las metas del Milenio y la igualdad de género: el caso de Perú, Rosa Bravo (LC/L.2126-P), N˚ de venta:
S.04.II.G.53 (US$ 10.00), 2004.
54. Sistemas electorales y representación femenina en América Latina, Line Bareiro, Oscar López, Clyde
Soto, Lilian Soto (LC/L.2077-P), Nº de venta S.04.II.G.20 (US$ 15.00), 2004.
53. Una aproximación a la problemática de género y etnicidad en América Latina, Elizabeth Peredo Beltrán
(LC/L.2066-P), N˚ de venta: S.04.II.G.09 (US$ 10.00), 2004.
• El lector interesado en adquirir números anteriores de esta serie puede solicitarlos dirigiendo su correspondencia a la Unidad de
Distribución, CEPAL, Casilla 179-D, Santiago, Chile, Fax (562) 210 2069, correo electrónico: publications@cepal.org
Nombre: ...................................................................................................................................
Actividad: ................................................................................................................................
Dirección: ................................................................................................................................
Código postal, ciudad, país:.....................................................................................................
Tel.:.............................Fax: .....................................E.mail:....................................................
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mujer y desarrollo
Laura C. Pautassi
La autorización para reproducir total o parcialmente esta obra debe solicitarse al Secretario de la Junta de Publicaciones,
Sede de las Naciones Unidas, Nueva York, N. Y. 10017, Estados Unidos. Los Estados miembros y sus instituciones
gubernamentales pueden reproducir esta obra sin autorización previa. Sólo se les solicita que mencionen la fuente e
informen a las Naciones Unidas de tal reproducción.
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos
Índice
Introducción ........................................................................................5
I. El cuidado, las cuidadoras y los cuidados: nueva trilogía ........9
II. Aproximaciones al problema.....................................................15
III. Aportes del enfoque de derechos...............................................21
1. Enfoque de derechos y enfoque de género:
una necesaria interdependencia ............................................25
IV. Estrategia de desarrollo y derecho al cuidado:
¿quo vadis? ..................................................................................29
1. Poder y ciudadanía: el primer compromiso ..........................31
2. Empoderamiento e igualdad: dos caras de
la misma moneda ..................................................................33
V. El cuidado ¿bastión de la desigualdad?....................................39
1. Enfoque de derechos: por dónde comenzar ..........................40
2. Políticas públicas en un marco de derechos .........................42
Bibliografía..........................................................................................45
Serie mujer y desarrollo: números publicados ................................49
Índice de recuadros
Recuadro 1 EL PRISIONERO DEL AMOR ...............................................14
Recuadro 2 NIÑOS LLORONES .............................................................37
3
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos
Introducción
1
Se trata de una propuesta de ley de iniciativa popular, avalada por 300.000 firmas, que se presentó en el Congreso italiano en octubre
de 1990, denominada “las mujeres cambian los tiempos”. Esta propuesta no buscaba más acciones o políticas para “conciliar” mejor
los diversos trabajos de las mujeres, sino que pretendía que todos los trabajos sean compartidos por los hombres (art. 1, art. 14, art.
15) y que para ello formularon un planteamiento radicalmente nuevo en sectores fundamentales de la intervención pública y la
actividad privada, del ordenamiento fiscal y tributario; la educación, la seguridad social, y las normativas urbanísticas. Entre las
medidas concretas destacan el aumento de días de licencias parentales, instituir también una excedencia por asuntos familiares, es
decir, el derecho a ausentarse del trabajo por temporadas no superiores a 30 días por cada dos años de trabajo realizado, pero
garantizándoles una renta mínima equivalente al 50% de la retribución media nacional, Cordoní (1993).
5
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos
afirmar la “desigualdad atrapa a las mujeres”. Si bien este concepto puede refutarse en tanto la
diferencia es constitutiva del sujeto mujer, y la desigualdad ha motivado siglos de luchas de las
mujeres por revertirla, la metáfora hoy se utiliza a efectos de este trabajo, en el sentido que se ha
producido un importante reconocimiento de la igualdad formal entre varones y mujeres,
particularmente en términos de equiparación de derechos, igualdad de oportunidades en el mundo
del trabajo y en muchos ámbitos públicos, pero se ha perpetrado y reproducido la desigualdad en el
ámbito doméstico.
En otros términos, las mujeres en América Latina han concentrado sus energías en los últimos
treinta años, luchando por la inserción en el mundo público y dejando de lado la discusión del
ámbito privado. Ergo, la desigualdad nos atrapó en el ámbito de las relaciones de conciliación, entre
lo público y lo privado, entre las responsabilidades productivas con las reproductivas.
Estilizadamente se puede señalar que el tiempo de trabajo productivo y reproductivo sigue
coptando a las mujeres cotidianamente y el tiempo de la desigualdad bajo cariz de igualdad nos ha
atrapado en las proyecciones de cambio. En uno u otro sentido, este milenio se ha iniciado bajo la
promesa de los grandes objetivos, las grandes metas y sin embargo las relaciones sociales cotidianas
se diluyen y construyen en intereses mediatos, mucho menos sustantivos pero no por ello con menor
impacto. Esto es, la nueva cuestión social, al menos para las mujeres, se dirime en estos ámbitos.
Si bien no toda desigualdad implica discriminación, en tanto la garantía de igualdad no debe
implicar el trato igualitario a quienes se encuentran en distintas circunstancias de allí resulta que las
desigualdades en el mundo de las relaciones de cuidado suelen verse en muchos casos como una
discriminación encubierta o simplemente no verse y asumirse como parte del nuevo escenario.2 Si
bien una cuidadora y un receptor del cuidado no se encuentran en igualdad de condiciones, quienes
deben ocuparse del cuidado ejercen estructuras asimétricas de unos sobre otros. Y así se sigue
reproduciendo en forma interminable esta suerte de “cadena de la desigualdad”.
A su vez, a medida que las mujeres logran sortear las desigualdades y las discriminaciones en
el mundo público, a partir de planes de igualdad de oportunidades, Tratados, Pactos y convenios
internacionales igualitarios, como también la legislación interna y las acciones positivas, no se ha
avanzado en considerar nuevas formas jurídicas de regular el cuidado, que trasciendan las
regulaciones laborales para trabajadoras asalariadas. Esto es, no se discute estrategias para
trabajadores asalariados varones y mujeres, que en general cuentan con algún tipo de regulación y
protección de derechos, pero tampoco para quienes se encuentran en condición de informalidad
laboral y por ende no tienen previsto ningún tipo de cobertura al respecto, y mucho menos para el
amplio conjunto de quienes requieren de atención. Esto es, se cuida como se puede, se es cuidado
también como y cuando se puede.
Las situaciones descritas remiten a un debate que usualmente no se encuentra presente y que
es necesario relacionar y resignificar. Se trata precisamente del debate en torno a cómo incorporar
en una lógica de derechos la complejidad del cuidado. Esto es, no solo “relacionado con” un status
de trabajador/a asalariado o con un “sujeto beneficiario” o “receptor” de una política de cuidado
sino como un principio inherente a la igualdad de oportunidades, de trato y de trayectoria. En rigor,
la efectividad de una medida de corte igualitario se comprueba no solo en las garantías de acceso y
de la potencialidad de ingreso a un puesto de trabajo en “igualdad”, sino durante todo el desarrollo
2
El derecho laboral es ilustrativo al respecto, en tanto la razón de ser de ésta rama especial del derecho consiste en nivelar una
situación previa de desigualdad: empleadores (capital) y trabajadores (trabajo) no se encuentran en igualdad de condiciones. Es bajo
la regulación del derecho al trabajo que se “nivela” esta situación de desigualdad previa entre ambas partes, desarrollando un sistema
de tipo protectorio para la parte más débil en la relación que es la parte trabajadora. Sin embargo, esta regulación no está libre de
tensiones, identificándose una importante tensión entre el reconocimiento normativo de la diferencia para la conquista de derechos
destinados a brindar efectivas condiciones de igualdad de oportunidades para las mujeres y la cristalización de las relaciones sociales
actuales, donde los trabajadores varones rara vez asumen su parte de responsabilidad en tareas reproductivas hacia el interior de su
hogar, tensión que tiñe las discusiones sobre la protección de las mujeres contra la discriminación en el ámbito del trabajo, Pautassi,
Faur y Gherardi (2003).
6
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos
7
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos
3
Bourdieu (1983) le otorga al concepto campo el sentido de una arena social donde las luchas y maniobras se llevan a cabo sobre y en torno
al acceso a recursos. En trabajos posteriores, incorpora la idea que “la fuerza del orden masculino se descubre en el hecho de que prescinde
de cualquier justificación: la visión androcéntrica se impone como neutra... el orden social funciona como una inmensa máquina simbólica
que tiende a ratificar la dominación masculina en la que se apoya: la división sexual del trabajo (...) el mundo social construye el cuerpo
como realidad sexuada y como depositario de principios de visión y de división sexuantes....” Bourdieu (2000: 22-24).
4
Rico (2005) señala que la “economía del cuidado” alude a la distribución de los servicios de cuidado, incluyendo tanto su prestación como
su recepción. Los receptores pueden ser tanto personas dependientes -ancianas, enfermas e infantes-, como ocupadas en el mercado
laboral. En cuanto a los prestadores, cuatro son los agentes: estado, mercado, sociedad civil (tercer sector) y familias. En éste último caso,
la autora enfatiza que debido al sistema de género imperante, no sería del todo correcto que son las familias las responsables del cuidado
de la infancia o de los adultos mayores, sino directamente les corresponde a las mujeres en tanto trabajadoras no remuneradas.
9
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos
5
Se han presentado numerosas iniciativas en los países de la región, muchas de las cuales ya se han convertido en leyes, en donde se
extiende entre diez y veinte días la licencia parental, o como en el caso de Chile que especifica claramente que en caso de
fallecimiento de la madre, tanto la licencia como la protección contra el despido se traslada al padre. A su vez otorga a la madre o al
padre (según decisión de la primera) licencias extraordinarias durante el primer año de vida del niño, válida para aquellos casos en
que el recién nacido presente una enfermedad grave. Pese a la flexibilidad señalada en el texto de la ley, se observa que estas
licencias en escasas oportunidades son tomadas por el padre, resignificando la pauta cultural que el cuidado corresponde solo a la
madre (Pautassi, Faur y Gherardi, 2004).
10
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Si en relación con las licencias se conjugan las dimensiones de tiempo y dinero para cuidar,
anteriormente señaladas, las guarderías o salas cuna dan cuenta de la tercera de estas estrategias,
referidas a los servicios de cuidado infantil para hijos de trabajadores o trabajadoras. En este
sentido, la reglamentación sobre espacios destinados a tal fin, y vinculados con el lugar del empleo,
es sumamente variable en cada uno de los países de la región, pero en su gran mayoría el criterio
utilizado por la normativa compromete a los empleadores a disponer de salas de cuidado infantil en
función del número de empleadas mujeres que ocupe. 6
Es decir, a pesar de la heterogeneidad de las legislaciones, prima un criterio que condice
con las relaciones sociales de género imperantes en sociedades que construyen capacidades
diferenciales en varones y mujeres para el cuidado de los niños pequeños y de los adultos
mayores. En este último caso, es aún más visible, que en términos de regulaciones en el ámbito
del trabajo no hay ninguna disposición al respecto, solamente la cobertura ante esta contingencia
del trabajador asalariado a través del sistema previsional, y a partir de su deceso, se trasmite por
vía hereditaria a la/el cónyuge (dependiendo de las regulaciones de cada país) y en un monto
menor al percibido como haber previsional por parte del trabajador asalariado. No se encuentra
legislada la posibilidad que los trabajadores y trabajadoras deban asumir responsabilidades de
cuidado de sus progenitores. Solo en caso de muerte, tanto de padres como de suegros, se
establece una licencia, entre uno y tres días de acuerdo con los países.
Así, la heterogeneidad de situaciones que se encuentran en cada uno de los países
latinoamericanos en relación con el cuidado de los niños más pequeños, no de los adultos mayores,
sumada a la relativamente baja proporción de mujeres cuyo trabajo se encuentra regulado por la
legislación, debido a su inserción en el trabajo informal, contribuye a que las familias encuentren
nuevas dificultades para el cuidado de los menores – y sin duda de los adultos mayores – en el
contexto signado por la retracción del Estado en diversos sectores sociales.
En rigor, el modelo de políticas sociales desarrolladas por los Estados de Bienestar en la
región, con características específicas, se sustentaba en la conformación de familias que suponían a
“varones proveedores” y “mujeres amas de casa”, en las cuales la atención de los niños y niñas era
sostenida por el trabajo doméstico femenino. Tal sistema era promovido a través de transferencias
de ingresos vía el programa de asignaciones familiares o por vía de los seguros sociales, donde el
modelo del “asalariado” correspondía al varón y a través de su inserción en el empleo formal, los
miembros de su familia contaban con sistemas de salud y seguridad social. En forma
complementaria, en muchos países existían políticas universales como salud y educación. Dicho
contexto se ha transformando significativamente a la luz de las políticas de reformas de las últimas
décadas, sin embargo el reconocimiento legal de las mujeres como trabajadoras se refuerza con su
consideración como cuidadoras casi exclusivas de sus hijos e hijas, como también de sus padres o
madres ancianos o de algún miembro enfermo del hogar.
Tal como sostiene Rodríguez Enríquez (2005), se evidencia en la región una ausencia
absoluta de una política pública de cuidado, cuya resolución varía significativamente por clases
sociales. A su vez, se asume desde los gobiernos que el cuidado es una responsabilidad
fundamentalmente de los hogares, y la provisión pública es simplemente un complemento para
aquellos hogares que no pueden resolverlo por sí mismos. En consecuencia, existe una tendencia
a la focalización de estos servicios en la población que más lo necesita, en diferentes formatos
(subsidios a madres solas con hijos e hijas menores, subsidio a la provisión privada de servicios
de cuidado, sistemas de pensiones no contributivas para mayores de setenta años en condición de
pobreza, subsidios para madres de más de siete hijos, entre otros).
6
Con ello, no sólo la ley presupone que será la trabajadora madre quien concurrirá al lugar de trabajo con su hijo o hija, sino que
además permite al empleador no contratar más que el número de trabajadoras inmediatamente anterior para eludir la carga extra que
supone hacer frente a una sala de cuidado infantil.
11
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7
Alva Myrdal (1968) citado en Torns Martin (2005).
8
Torns Martin (2005) afirma que en los pocos casos cuando el conflicto por la conciliación sale a la luz tiende a ser considerado como
un asunto privado, con el agravante que la jerarquía patriarcal que enmarca tal situación ha sido capaz de reducir su impacto en
sentido vertical (entre progenitores e hijos) pero no en sentido horizontal (entre miembros de la pareja).
9
Para el caso de las trabajadoras migrantes ecuatorianas, véase Benería y Floro (2006) y Herrera (2006).
12
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asegurarlos mediante sus redes de apoyo. 10 Así, la búsqueda de fórmulas que permitan a las mujeres
modelar conjuntamente su desarrollo laboral y familiar es, en términos generales, una estrategia de
índole privada. A la cual se le ha sumado estrategias aún más complejas como la denominada
globalización del cuidado, en donde el componente de migración ha ampliado las estrategias
usualmente esgrimidas por las trabajadoras para asumir –unilateralmente y a la distancia- la
conciliación del trabajo productivo y reproductivo.
Lo expuesto hasta el momento en forma esquemática da cuenta de situaciones de desigualdad
en el tratamiento de una responsabilidad social. Esto es, existen ciertas políticas y provisión del
cuidado de niños para asalariadas, políticas de provisión para grupos de la población en situaciones
de cuidado (programas para adultos mayores, discapacitados, niños y niñas) pero ninguna política
para quienes no están asalariadas (incluye a las trabajadoras informales como a las llamadas “amas
de casa”) y tienen que asumir el cuidado de sus “dependientes” tal como se han denominado
históricamente las relaciones de cuidado a los efectos de los sistemas de seguridad social, entre los
que no se incluían históricamente los adultos mayores, pero tras los procesos de reforma, este grupo
etario se ha visto perjudicado en el cese de prestaciones y cobertura de contingencias, situación que
los coloca en el ámbito de responsabilidad de las familias.
En otros términos, la clásica división promovida por los Estados de Bienestar desde mediados
del siglo pasado en adelante, sintetizada en la clásica trilogía Estado-mercado-familias; en el caso
latinoamericano se ha reducido fundamentalmente a una participación casi central de las familias, y
dentro de las mismas a las mujeres en exclusividad, quedando supeditado el mercado a la
disponibilidad de ingresos suficientes y al Estado sujeto a disponibilidad de la oferta de cuidado que
tenga, la cual es prácticamente nula. Esto es, la trilogía que se consolidó en la región se concentro en
las relaciones establecidas, bajo formas privadas de “conciliación” u “acoplamiento” entre las
cuidadoras, los y las receptores (cuidados) y el amplio espectro del cuidado, que se dirime en el
espacio de lo privado, lo público y asociaciones de la sociedad civil. Lo jurídicamente obligatorio,
cuando se establece –como en el caso de las asalariadas- pasa a depender de la casuística y de la
capacidad de cada ámbito (público o privado) implemente las medidas establecidas, y en otros casos
de la capacidad de fiscalización del Estado al respecto, que como se conoce, es baja en toda la región.
Es decir, se estaría produciendo un acelerado proceso de “desfamiliarización” (Esping
Andersen, 2000) entendiendo por tal al grado en que se “descarga” a las familias de las
responsabilidades relativas al bienestar y asistenciales de la unidad familiar, ya sea a partir de la
infraestructura del Estado de Bienestar o por medio de la dispensa del mercado. El concepto de
desfamiliarización es paralelo al de desmercantilización, que en el caso de las mujeres la
desfamilización aparece como una instancia previa a su capacidad de “mercantilizarse”. Esto es, la
desfamilizarización indicaría el grado en que la política social o los mercados, otorgan autonomía a
las mujeres para poder mercantilizarse o para establecer núcleos familiares independientes.
En rigor, la problemática del cuidado y quien lo ejerce (para sí o para otros) remite a un
problema de ejercicio de derechos, cuando éstos están acordados, o en caso contrario, de
disminución de desigualdades, como condición de una política pública. En uno y otro caso, nos
remite a un debate en donde se entrecruzan derechos, desigualdades y política, en consonancia con
las clásicas demandas feministas y sus desarrollos teóricos, con la especificidad que, si en la
situación actual no se amplía el ejercicio de estos derechos, se seguirá afectando el principio de
igualdad, principio fundamental para el desarrollo de la persona humana.
10
Rico y Marco (2007) señalan que en la literatura se continúa hablando de conciliación o compatibilización en referencia a las soluciones
del conflicto familia-trabajo que experimentan las mujeres, pero “acoplar” parece ser más adecuado, ya que los dos primeros términos
aluden a dos espacios opuestos que deben ser ajustados entre sí por las mujeres. Así, las autoras señalan que según la Real Academia
Española (2005) acoplar es “unir entre sí dos piezas o cuerpos de modo que se ajusten exactamente. Ajustar una pieza al sitio donde deba
colocarse”. Se trata entonces de que mercado de trabajo y familia dejen de ser opuestos, de que cada uno tenga su lugar y su tiempo en la
vida de varones y mujeres.
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RECUADRO 1
EL PRISIONERO DEL AMOR
...“Los costos y riesgos de proteger a las personas dependientes encierra otra dimensión que tiene más que ver con la
psicología que con la economía. Cuando pasamos tiempo con personas que necesitan nuestra protección, con frecuencia
establecemos un vínculo con ellas. La decisión inicial de cuidar a alguien puede derivar en un nivel de compromiso. Puede
suponer un cambio en nuestras preferencias y nuestras prioridades (…)
Nuestra conciencia de los diversos y variados modos en que nos enamoramos explica porque la decisión de tener un
hijo es completamente diferente de la decisión de adquirir un bien duradero como puede ser un vehículo deportivo. Si no
estamos satisfechos con el producto, lo devolvemos y recuperamos nuestro dinero o lo cambiamos por otro. Aunque
estuviésemos legalmente habilitados para hacerlo con un niño, y a pesar del que el “mercado” de niños crece, nuestro
compromiso emocional nos dificultaría hacer uso de esa posibilidad. Padres y madres saben que se convertirán en
prisioneros del amor de sus propios hijos. Las madres son particularmente vulnerables, aunque sólo sea por su temprano e
íntimo contacto físico. Por esto es tan importante para las mujeres tener la libertad de elección que les garantice que este
compromiso siempre sea voluntario.
(…) La dinámica biológica, incluida la lactancia, vincula al infante con la madre de modo más cercano que con el padre.
Pero las normas sociales, particularmente aquellas relacionadas con la participación de los padres, tienen una gran
influencia. Los padres varones que pasan más tiempo con sus hijos se relacionan más estrechamente con ellos y
probablemente desarrollen una relación que posteriormente podrá resistir estrés y tensión. Esta parece ser una razón
convincente para alentar a los padres y/u otros co-padres a incrementar su participación activa en el cuidado de los hijos.
Reforzar las conexiones emocionales entre los chicos y aquellos de los que esperamos que asuman la responsabilidad
económica de ellos es una forma de aseguramiento: reduce la probabilidad de default del contrato implícito de cuidado.
Muchos economistas continúan abogando por que las madres se especialicen fuertemente en la crianza de los hijos
porque es más eficiente. Cuando se trata de infantes las madres disfrutan de placeres biológicos y culturales. Pero existen
una cantidad de efectos colaterales negativos a la especialización. Los padres, por estar menos involucrados, pueden
resultar menos ligados a sus hijos que las madres. Definiendo sus responsabilidades en términos de dinero más que de
tiempo –pagar el alquiler y comprar la comida- puede estimularlos a creer que pueden cumplir con sus obligaciones igual a
la distancia mediante el envío de un cheque. Por supuesto, una vez que ellos se fueron de la casa se distanciarán aun más
de sus hijos, lo cual ayuda a entender porque el refuerzo de las responsabilidades en el sustento de los niños sigue siendo
un serio problema.
Este no es solamente una cuestión padre/madre. Los chicos y sus mayores, como inversionistas, necesitan diversidad.
En el pasado, estas tareas de cuidados de las personas dependientes se repartían entre los miembros de la familia en lugar
de ser asignadas a una súper madre. Tener un portafolio de proveedores de cuidado hace que sea más probable que se
satisfagan las necesidades de la persona dependiente. Más importante aun, asegura que un número amplio de personas
asuma un compromiso emocional en la provisión de seguridad económica del dependiente. Su empatía y compromiso se
revitaliza no solamente con el contacto personal sino también con el ejercicio real del cuidado. Alentar a que la gente
cumpla con sus responsabilidades con otros simplemente llenando un cheque los puede conducir a llenar cada año
cheques más pequeños o a dejar de llenarlos del todo.
Existe otra razón por la cual deberíamos tratar de compartir la carga del cuidado de las personas dependientes. Los
proveedores de cuidado no están en una buena posición para contar con más recursos, porque esta negociación coloca en
situación de riesgo a las personas que están bajo su cuidado. Normalmente las madres no le dicen a los padres: “Dedica
más tiempo en ser un buen padre, o voy a reducir el tiempo que yo paso con los chicos”. Por una razón, esta no sería una
amenaza creíble: una acción como esta perjudicaría al niño. Igualmente, con frecuencia las madres son renuentes a las
amenazas “Paga la cuota alimentaria o no voy a dejar que veas a Janie” por miedo a que la pérdida de contacto con el
padre dañe al niño.
Las personas que proveen cuidado a cambio del pago también son prisioneros del amor. Las enfermeras tienen una
capacidad limitada para declarase en huelga, porque las acciones laborales pueden amenazar el bienestar de sus
pacientes. Los maestros son reacios a imponer a sus alumnos largas ausencias. Los trabajadores automovilísticos y los
pilotos aéreos pueden realizar amenazas más creíbles de interrumpir sus servicios. No por casualidad sus salarios son
bastante más altos. Aun proveedores de cuidado relativamente bien pagos, como los médicos, están en desventaja en la
economía de nuestros días. Muchos de ellos detestan el tono burocrático que están tomando muchas instituciones de salud,
pero están forzados a continuar porque quieren seguir cuidando a sus pacientes.
El prisionero del amor mira atentamente desde atrás de las rejas de la política social. (...). Largamente ausente en el
debate estuvo la consideración de determinados hechos: la mayoría de madres que viven en una situación de pobreza
podrían mejorar inmediatamente su situación económica insistiendo en que los padres se hagan cargo de la custodia de los
hijos; ofreciéndolos para adopción o entregándolos en un orfanato. Los costos por chico de asistencia pública para las
madres pobres siempre han sido aproximadamente la décima parte de los costos por chico de una vivienda grupal o un
orfanato. Pero porque ellas aman a sus hijos y quieren estar con ellos, raramente las madres pobres pueden hacer una
amenaza creíble de abandono de sus hijos.
Fuente: Nancy Folbre (2001) The invisible Heart. Economics and Family Values. New York, The New York Press, 39-41
(traducción libre).
14
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11
El derecho público refiere a las relaciones entre dependencias del Estado o entre éste y particulares, mientras que el derecho privado
regula las relaciones entre particulares. En esta división, las acepciones público y privado tienen distinto significado al que se les
atribuye si se incluye el enfoque de género, sentido en que serán utilizadas en todo el documento; designando como privado al
espacio y relaciones que se dan al interior de los hogares y como público el espacio, procesos y relaciones que quedan fuera de ellos,
Pautassi (2007).
15
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12
Lamas (2007) sostiene que históricamente la conceptualización de las mujeres como "complementarias" de los varones, ha
obstaculizado su reconocimiento como personas con intereses, derechos y potencialidades iguales a estos y ha dificultado su acceso a
espacios y desempeños que se consideran masculinos. Dividir la vida en áreas, tareas y poderes masculinos y femeninos
“complementarios” ha resultado en actos de exclusión, marginación y opresión sexista.
13
Este debate se encuentra reflejado en los trabajos contenidos en Gargarella (1999). Entre otros, Owen Fiss señala que hay grupos que
se encuentran en una situación de “subordinación perpetua”, como el caso de la comunidad negra, debido a la posición social relativa
que ocupan en tanto comunidad y el tiempo que llevan ocupando dicho lugar y que carecen de un poder político significativo, que
puede deberse precisamente a su débil posición económica y a los extendidos prejuicios que existen sobre sus miembros. Gargarella
por su parte, se inclina por dos tipos de medidas: i) darle “la palabra a los grupos desaventajados, para que ellos mismos puedan
hacer conocer y defender sus puntos de vista; ii) asegurarles una integración más efectiva en su comunidad.
14
Al respecto véase Kymlicka (1996).
16
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un reconocimiento del derecho al cuidado como derecho particularisimo, y por ende atribuible a las
mujeres, en la convicción que solo en la medida que se lo incluya como un derecho propio y
universal (para quienes deben ser cuidados como para quienes deben o quieren cuidar) se logrará un
importante avance, tanto en términos de reconocimiento de aquello hasta hoy invisibilizado, como
en términos de calidad de vida ciudadana. 15
Sin duda que como señala Pitch (2006) los derechos no pueden agotar la política de las
mujeres, como tampoco la política en general- ni responder a su reconocimiento en tanto sujeto
político mujer. Sin embargo, se considera que pueden contribuir efectivamente a un verdadero
empoderamiento de las mujeres pero también de los adultos mayores, los niños, los enfermos, en la
medida que sean considerados derechos universales. Nuevamente, trascender lo particular para
considerar la universalidad que de cuenta de las diferencias. 16
Previo a en la discusión sobre el aporte que una perspectiva de derechos aplicada a la
promoción de la igualdad y al reconocimiento del cuidado en tanto derecho universal, resulta útil
interrogarse sobre qué significa tener un derecho y cuáles son las principales implicaciones del uso
del lenguaje de los derechos en el campo de las políticas de desarrollo y en las políticas sociales.
Aunque el lenguaje de los derechos tiene de por sí un valor ético y político y puede servir para
fortalecer las demandas sociales frente a situaciones de inequidad, sus implicancias concretas en las
relaciones sociales no siempre se consideran adecuadamente. El riesgo puede ser la utilización de
una retórica de los derechos que luego no logre satisfacer las mínimas expectativas que este
concepto puede legítimamente ocasionar. 17
Si bien hay numerosas acepciones y denominaciones en relación con el hecho de ser portador
de un derecho, en líneas generales, se trata de una pretensión justificada jurídicamente, que habilita
a una persona a hacer o no hacer algo y a la vez puede reclamar a terceros que hagan o no hagan
algo. 18 Es decir, existe una norma jurídica que le otorga a una persona una expectativa positiva –de
acción- y una negativa –de omisión- creando al mismo tiempo sobre otros sujetos obligaciones y
deberes correlativos. 19
Existen dos tipos de derechos: i) los derechos individuales o también denominados "derechos
de primera generación", que se encuentran reconocidos e incluidos en las constituciones políticas
modernas, definidos como aquellas libertades y garantías de los ciudadanos y que definen a su
titular a priori. Entre otros, podemos mencionar el derecho a expresar las ideas propias; a profesar
una religión, a comerciar, a ejercer el derecho a voto. En este grupo se incluyen los derechos civiles
y políticos (DCP); ii) Un segundo grupo de derechos son los derechos económicos, sociales y
culturales (DESC) usualmente considerados "derechos de segunda generación" e incluidos
posteriormente también en las constituciones políticas, cuya principal diferencia con los anteriores
es que no se encuentra su titular identificado a priori y por ello refieren al derecho a la educación, al
15
Ferrajoli (2001: 31) “ …Que los derechos fundamentales son indisponibles quiere decir que están sustraídos tanto a las decisiones
de la política como al mercado. En virtud de su indisponibilidad activa, no son alienables por el sujeto que es su titular. Debido a su
indisponibilidad pasiva, no son expropiables o limitables por otros sujetos, comenzando por el Estado: ninguna mayoría, por
aplastante que sea, puede privarme”.
16
Lazzarato (2006: 198) “No se trata de oponer los dos terrenos de lucha: el de la igualdad y el de la diferencia, sino de saber que el
primero no es más que una condición, una especie de zócalo ontológico para el despliegue del segundo”.
17
Gargarella (2006) sostiene que los jueces toman a los derechos sociales -por ejemplo, típicamente, el derecho al trabajo- como
"derechos no operativos" lo cual significa, en la práctica, su autoinhibición en la materia hasta tanto el poder político no "ponga en
marcha" tales derechos (por ejemplo, dictando leyes que les otorguen a los derechos sociales "contenido real"). Este tipo de hechos
resultan especialmente relevantes, dado que permiten advertir de qué modo, en la práctica jurídica, los derechos sociales terminan
adquiriendo un carácter meramente declarativo, como si representasen, en verdad, formas constitucionales vacías. Por otra parte, con
los años se han producido importantes avances jurisprudenciales en toda América Latina que dan cuenta del carácter de justiciables
de estos derechos.
18
A lo largo del documento se incluyen aspectos desarrollados en Abramovich y Pautassi (2006)
19
Por ejemplo, tengo derecho a la salud, en tanto hay una norma que me convierte en titular de esta expectativa –la de asistir a un
establecimiento sanitario- y crea a otros sujetos su obligación correlativa de proporcionarme los medios y las instancias de calidad
para que ejerza mi derecho a acceder al sistema de salud.
17
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derecho a recibir una alimentación adecuada, al derecho al trabajo en condiciones dignas; al derecho
a la salud, entre otros.
Esta separación “generacional” de los derechos no confiere argumentos para objetar el mismo
valor a ambos tipos de derechos. Tal como señala Gargarella (2006) no existen suficientes
fundamentos para justificar las distinciones que se realizan entre derechos individuales y derechos
sociales, y sobre las cuales se basa un status jurídico disímil que se les adjudica. En rigor, los
derechos económicos, sociales y culturales deben considerarse tan "operativos" o tan "ideales"
como los mismos derechos individuales. Es decir, constituyen una obligación jurídica y no una
mera manifestación de buena voluntad política, con prerrogativas para los particulares y
obligaciones para el Estado.
Otra diferencia que se busca enfatizar entre DCP y DESC, es el hecho que los derechos
sociales se diferencian de los Derechos Civiles y Políticos por el carácter de obligaciones negativas
de estos últimos, mientras que los Derechos Sociales implicarían el nacimiento de las obligaciones
positivas. En el primer caso, las obligaciones negativas refieren principalmente a no empeorar la
salud de la población, no impedir el acceso de un niño o una niña a un instituto educativo, entre
otros. En relación con las obligaciones positivas, estas no se agotan solamente en acciones de dar -
proveer de vivienda, proveer de vacunas para menores de seis años- sino que lo diferencial es el tipo
de relaciones que se establecen entre el Estado y los beneficiarios de las prestaciones. Significa que
el Estado puede satisfacer un derecho a través de diferentes medios, y en muchos de ellos, los
sujetos obligados pueden participar activamente. 20
Otro de los aspectos que caracteriza a un derecho es la posibilidad de dirigir un reclamo ante
una autoridad independiente del obligado –habitualmente, un juez– para que haga cumplir la
obligación o imponga reparaciones o sanciones por el incumplimiento. Esta particularidad se
denomina justiciabilidad o exigibilidad judicial, y supone una técnica de garantía del cumplimiento
de las obligaciones que se desprenden del derecho de que se trate. El reconocimiento de derechos
impone entonces la creación de acciones judiciales o de otro tipo, que permitan al titular del derecho
reclamar ante una autoridad judicial u otra con similar independencia, ante la falta de cumplimiento
de su obligación por parte del sujeto obligado (Abramovich y Courtis, 2006).
En consecuencia, otorgar derechos implica a su vez, reconocer un campo de poder para sus
titulares, reconocimiento que limita el margen de acción de los sujetos obligados, entre ellos el
Estado, en tanto define en sentido amplio, aquellas acciones que el obligado puede y las que no
puede hacer. En rigor, el enfoque de derechos explicita un reconocimiento de la relación directa
existente entre el derecho, el empoderamiento de sus titulares, la obligación correlativa y la
garantía, todo lo cual conjuga en una potencialidad que puede actuar como una forma de restablecer
equilibrios en el marco de situaciones sociales marcadamente desiguales.
Y aquí resulta central destacar la importancia de considerar al cuidado como una obligación
que se desprende del derecho al cuidado. El derecho a cuidar, a ser cuidado y a cuidarse tiene su
correlato en la obligación de cuidar. Esto es, implica un conjunto de obligaciones negativas,
características de los derechos económicos sociales y culturales, como no entorpecer los servicios
de guarderías infantiles, no impedir el acceso de un adulto mayor al sistema de salud; pero
principalmente incluye obligaciones positivas, que se enrolan en proveer los medios para poder
cuidar, en garantizar que el cuidado se lleve adelante en condiciones de igualdad y sin
discriminación y que no solo se concedan para un grupo reducido –por caso vinculado al empleo
asalariado formal- sino que sean garantizados a todas las ciudadanas y los ciudadanos,
20
Abramovich y Courtis (2006) señalan que es erróneo el automatismo con el que se asocian directamente las obligaciones positivas
del Estado con la necesidad imperiosa de transferir fondos públicos. Por el contrario, los autores insisten en el hecho que si bien una
de las formas más características de cumplir con las obligaciones de hacer o de dar, especialmente en materia de salud, vivienda, es
directamente a partir de la provisión de fondos, sin embargo existen las formas explícitas que tiene el Estado para satisfacer un
derecho por otros medios. Sobre esta diversidad de formas se avanza en este estudio.
18
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos
En todos los casos, debe quedar claro que existen sujetos obligados a proveer el cuidado,
desde los miembros de la pareja para con sus hijos, o de los hijos varones y mujeres para con sus
progenitores en situación de autonomía relativa, pero también es el Estado o los particulares en
determinados casos quienes también se encuentran obligados a “hacer” en materia de cuidado. Esto
es, no solo el Estado debe no entorpecer que una madre amamante a su hijo, sino que además le
debe proveer las condiciones necesarias para ello. En el caso que trabaje en el ámbito productivo
debe otorgarle licencia o un espacio físico para amamantar, tanto si es trabajadora del sector público
o en el sector privado, como también debe otorgar licencias para los padres para que asuman
conjuntamente la co-responsabilidad que les compete en materia de cuidado y crianza. A su vez, la
obligación positiva del Estado implica la imposición a terceros de ciertas y determinadas
obligaciones, como en este caso, la obligatoriedad de los empleadores privados de que
efectivamente provean la infraestructura de cuidado o de las licencias legalmente contempladas. En
rigor, garantizar el derecho al ciudado, en tanto derecho universal y propio de cada ciudadana y
cada ciudadano, amplia la esfera de exigibilidad de cada persona hacia los distintos ámbitos
(estatales y privados) y posibilita un cambio en la dinámica del cuidado.
19
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21
Tal como lo expone Abramovich (2006) cuando sintetiza los principales supuestos de este enfoque. Asimismo cabe mencionar
algunos informes producidos por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Oficina del Alto Comisionado para los
derechos humanos de la ONU, el Comité del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, el Comité de la
CEDAW, los relatores especiales de Naciones Unidas, a partir de la interpretación realizada de los tratados internacionales de
derechos humanos principalmente en materia de derechos sociales.
21
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diferenciados. Este punto no es menor, en tanto advierte sobre la necesidad de analizar el alcance
específico del enfoque de derechos para abordar problemas acuciantes como la pobreza, la
discriminación y la exclusión social. Así, numerosas estrategias que se están adoptando para
solucionar dichos problemas solo incorporan algunos de los derechos humanos e identifican
únicamente aquellos que pueden ser aptos para una estrategia de desarrollo. Ejemplificando, se
promueven programas que reconocen y garantizan el derecho a la alimentación y a la salud, sin
ninguna interdependencia con derechos políticos o medidas de garantía de participación ciudadana.
Otros programas implementados en la región no establecen mecanismos de denuncias o vías
para demandar judicialmente ante la vulneración de derechos a que se comprometió el Estado en
dichos programas o en reformas sectoriales, como en el caso de las previsionales (Marco, 2004). Y
sin duda, las políticas aplicadas durante las décadas pasadas avanzaron débilmente, salvo
excepciones, en incluir instancias de conciliación entre trabajo productivo y cuidado, reforzando la
ceguera al género de las políticas públicas en general y las sociales en particular.22
A su vez, el enfoque de derechos no se encuentra suficientemente desarrollado en el derecho
internacional, como tampoco en los ordenamientos internos de los países de América Latina. Uno
de los aspectos de mayor debate es, nuevamente, la supuesta ambigüedad de los derechos sociales,
al poner en duda la exigibilidad de tales derechos. De allí la importancia de considerar este enfoque,
que va cobrando paulatinamente centralidad en el marco de instituciones estatales fragmentadas,
luego del severo proceso de reforma estructural implementado en la década de los noventa y con
una ciudadanía debilitada y con escaso desarrollo de estrategias de acción colectiva, las que
permitan promover y/o eventualmente disuadir este tipo de perspectivas.
Este enfoque supera la visión de las políticas sociales como parte de una lógica signada por la
oferta de beneficios de tipo asistencial, que pueden -o no- ser asumidos por órganos estatales, para
encauzarse en la definición de parámetros mínimos de dignidad cuya garantía es responsabilidad del
Estado, mediante los distintos instrumentos que tiene a su alcance. A partir de este enfoque, se
busca la promoción de nuevas políticas que superen décadas en la consideración de las personas
como meros “beneficiarios” de programas sociales de corte asistencial para pasar a su valoración en
tanto titulares plenos de derechos. 23
Sin embargo, las actuales discusiones en el ámbito de las políticas y las estrategias de
desarrollo a nivel regional se siguen dirimiendo en una práctica signada por las recomendaciones
del denominado post-consenso de Washington, que si bien discursivamente promueve la inclusión
del enfoque de derechos, termina concentrando sus recomendaciones en nuevas variantes de
programas sociales con filtro de derechos. 24 Es decir, no incorporan el derecho internacional de los
22
La ceguera al género de las políticas surge no tanto de ignorar a las mujeres en el diseño de las políticas sino en abstraerlas del contexto
social de sus vidas; Kabeer (1998) y Zibecchi (2005). La usual referencia a políticas neutrales en falsa, en tanto no existe neutralidad en
términos de género en ninguna política pública.
23
Este tránsito de la focalización hacia la inclusión de derechos no surge de un enfoque renovado en torno a los derechos humanos, sino parte
de la búsqueda de nuevos elementos superadores ante el evidente fracaso de las políticas focalizadas implementadas en décadas pasadas, las
que fueron promovidas particularmente por organismos de asistencia crediticia, agrupados en el denominado consenso de Washington,
recomendando la apertura comercial, liberalización de mercados, reducción del sector público y expansión del sector privado y en materia de
políticas sociales, a partir de programas dirigidos a los sectores más pobres. La tesis sostenía que una vez eliminada la intervención estatal el
intercambio mercantil promovería el crecimiento económico y distribuiría la riqueza a través del “efecto derrame”. Mientras tanto, las
políticas públicas atenderían las situaciones de privación social más extrema, y en éste marco los derechos sociales eran considerados como
un gasto que no podía ser asumido ni por el Estado como tampoco podría soportar la competitividad de la economía.
24
Este nuevo direccionamiento de la política se agrupa en el denominado Consenso post-Washington, por el cual se incorpora la idea de
institucionalidad y de gobernabilidad, en el sentido de proveer “mejores instituciones” y “good practices” para lograr un mejor
funcionamiento de los mercados. Así proponen una “segunda generación” de programas, que lejos de superar esta visión recomienda
incorporar un marco de derechos, denominado para el Banco Mundial como “marco comprensivo del desarrollo” que define a la pobreza
como un fenómeno multidimensional, aunque las vías para superarla son nuevas versiones de antiguos programas de “combate” a la
pobreza, en una apuesta mayor por dejar en claro la idea de derechos pero con prácticas focalizadas, de mayor cobertura, pero que distan
de ser propuestas de políticas universales. Al mismo tiempo prestan especial atención a estimular la formación del capital humano y del
capital social, introduciendo una mayor corresponsabilidad en ello a la propia población destinataria, Daeren (2004); Marques Pereira
(2006), Salama (2006).
22
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos
derechos humanos, entendido como un conjunto de obligaciones positivas y negativas del Estado de
proteger ciertos derechos fundamentales en el ámbito social, sino que varían prácticas focalizadas
de mayor alcance o con mayor co-responsabilidad de la población destinataria. Mucho menos se ha
avanzado en estrategias de conciliación trabajo-familia para los sujetos destinatarios de programas
focalizados. Para este “consenso” la mujer sigue siendo considerada como un grupo especial o
vulnerable, sin ningún registro que representan más de la mitad de la población, sin que le pueda
caber tal consideración de “grupo”.
Otro ejemplo es que conceptos como derechos sociales, ciudadanía, gobernabilidad, género,
acceso a la justicia, derechos reproductivos, están siendo selectivamente apropiados por las
instituciones financieras internacionales, al punto de constituirse como los principales interlocutores
y referentes en la materia. Se advierte que el peligro, desde el punto de vista de la problemática de
la consolidación democrática, radica precisamente en que quienes utilizan estos conceptos en forma
parcializada, vaciándolos de significado, promueven nuevas formas de institucionalidad que nada
tienen que ver con la garantía de los derechos. Esta advertencia sobre un potencial uso distorsionado
es aplicable al enfoque de derechos.
En consecuencia, incluir la perspectiva de derechos en el diseño de políticas públicas consiste
en revisar no sólo sus contenidos u orientación, sino también los parámetros necesarios para su
evaluación y fiscalización. Y allí resulta fundamental analizar el alcance de principios como el de
igualdad y no discriminación, participación política y acceso a la justicia en relación con las
estrategias y políticas públicas de desarrollo, a fin de avanzar en términos conceptuales como
también estratégicos para diseñar nuevos marcos aptos para los procesos de formulación de políticas
sociales y públicas en general, cualquier sea la temática específica abordada por esa política, en
tanto se trata de conceptos transversales a todas las políticas públicas. Mucho mayor debe ser la
cautela que se asuma en un proceso como el de garantizar el cuidado en tanto derecho y obligación,
y en donde confluyen resposabilidades públicas y privadas, y donde la posibilidad de fiscalización
no quede reducida al ámbito productivo (por medio del contralor de la implementación de políticas
de conciliación trabajo-familia) sino que se pudiera transversalizar la noción misma del derecho a
cuidar, a ser cuidado y a cuidarse.
Por otra parte, los mecanismos de evaluación y de supervisión, y eventualmente los jueces, si
bien no les compete participar en el diseño de políticas públicas, deberían concentrar el diseño de
éstas con los estándares jurídicos aplicables y –en caso de hallar divergencias- reenviar la cuestión a
los poderes pertinentes para que ellos reaccionen ajustando su actividad en consecuencia. 25 Si los
Estados no adoptan ninguna medida entonces los mecanismos de supervisión, entre ellos la justicia,
pueden activar la toma de decisiones en aras de cumplimentar con las obligaciones jurídicas. Sin
duda que, políticas incorrectas o que fracasan, no siempre determinan el incumplimiento de
derechos. Por el contrario puede haber políticas exitosas en sus objetivos pero que consagren la
vulneración de derechos, tal como ha sucedido en la región con la mayoría de los programas
sociales focalizados aplicados durante la década del noventa (Daeren, 2004).
El principal aporte que puede brindar el enfoque de derechos en aras de efectivizar la
igualdad formal pero especialmente la igualdad material de mujeres y varones es precisamente, por
un lado, contribuir a cerrar las brechas y a “tender puentes” entre el sistema de derechos humanos,
las políticas sociales y las estrategias de desarrollo, que al mismo tiempo vinculen el sistema
25
Los principales estándares en materia de DESC, han sido elaborados principalmente a partir de los informes y observaciones
generales del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales –órgano de aplicación del Pacto de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales-, y de las observaciones del Comité de la Convención Internacional contra la discriminación de la Mujer
(CEDAW), así como de los relatores especiales de las Naciones Unidas, a partir de la interpretación realizada de los tratados
internacionales de derechos humanos en esta materia. El Comité PIDESC ha sostenido que existe un umbral mínimo de satisfacción
de cada derecho, por debajo del cual, el Estado en cuestión viola el derecho reconocido en el PIDESC. Por cierto que las obligaciones
de los Estados Parte no se limitan a satisfacer el contenido mínimo de los DESC; sino que se encuentran jurídicamente obligados a
adoptar medidas para que de manera progresiva se alcance la satisfacción plena de estos derechos, y para ello deben utilizar el
máximo de los recursos disponibles.
23
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos
político (por caso las coaliciones gobernantes) para que reorienten la política económica en el
mismo sentido de la estrategia de desarrollo bajo un marco de derechos. Esto significa que los
esfuerzos no están puestos únicamente en incluir una noción formal de igualdad limitada a exigir
criterios de distinción objetivos y razonables, y por lo tanto a prohibir diferencias de trato
irrazonables, caprichosas o arbitrarias, sino que avanza hacia un concepto de igualdad material o
estructural, que parte del reconocimiento de que ciertos sectores de la población requieren la
adopción de medidas especiales de equiparación. 26
Por lo mismo, y dada la interdependencia de las políticas sociales con las económicas nuevos
estándares jurídicos pueden ser aplicados a la definición y aplicación de otros modelos económicos
distintos de aquellos que tanta inequidad ha generado en el pasado. 27 Y sin duda, resulta central
considerar el aporte económico que realizan las mujeres a partir de trabajo reproductivo y no
remunerado.
Cobra especial relevancia que el enfoque de derechos no restringe las opciones de políticas
públicas que el Estado puede adoptar para realizar sus obligaciones. Reconocen un margen
importante de autonomía de los Estados acerca de cuales son las medidas específicas que se puede
adoptar para realizar los derechos. Este punto es central para poder compatibilizar el enfoque de
derechos con los procesos nacionales de definición de estrategias de desarrollo y debe ser
considerado especialmente al intentar emplear estándares jurídicos en la fiscalización y evaluación
de esas políticas. 28
Cabe insistir en el hecho que los instrumentos internacionales fijan estándares orientadores de
políticas públicas que van luego a ser la “regla de juicio” sobre cuya base intervienen los
mecanismos de supervisión - o el poder judicial en su caso o las propias organizaciones públicas y
no gubernamentales que realizan actividades de monitoreo - para controlar si las políticas y medidas
adoptadas se ajustan o no a esos estándares, que pueden ser, por ejemplo, los estándares de
“razonabilidad”, “adecuación”, “progresividad” o “igualdad”, o el análisis de contenidos mínimos
que pueden venir dados por las propias normas internacionales que fijan derechos. Por ello el
derecho internacional de los derechos humanos no contiene en sí un determinado diseño de
políticas, sino estándares que sirven de marco a las políticas que cada Estado define.
Este proceso de avance en la globalización de estándares de derechos humanos, si bien no ha
alcanzado igual grado de desarrollo en toda la región y está sujeto en ocasiones a la baja
institucionalidad de los países, igualmente ha incidido positivamente en la transformación de esos
mismos sistemas y ha generado una mayor atención en las autoridades estatales a los principios y
reglas que se fijan en el escenario interamericano. También ha favorecido este proceso la paulatina
conformación de una burocracia estatal especializada, que suele incidir en algunos aspectos de la
gestión pública, tales como oficinas y comisiones de derechos humanos, defensorías del pueblo y
funcionarios especializados. Y allí un ejemplo claro lo ha aportado las experiencias vinculadas a
26
Implica la necesidad de trato diferenciado cuando, debido las circunstancias que afectan a un grupo desaventajado, la identidad de
trato suponga coartar o empeorar el acceso a un servicio o bien o el ejercicio de un derecho (Abramovich, 2006).
27
Gargarella (2005) señala que en forma contraria a la práctica dominante durante años, los programas económicos deben ajustarse al
respeto de los derechos, y no los derechos quedar dependientes de los programas de ajuste. La Constitución exige que nadie tenga sus
intereses básicos sujetos a la esperanza del “derrame” económico, ni sus derechos condicionados al crecimiento de la riqueza.
28
Sin embargo, aún persisten numerosas inequidades de género por resolver en todos los países de América Latina, las cuales se cruzan y
potencian con las brechas de equidad sociales, raciales y étnicas. Al respecto véase el análisis de Daeren (2001 y 2000) sobre los procesos
de institucionalización de género en la región, que relativiza el alcance de estas instancias, señalando especialmente su fracaso en lograr la
inclusión de la equidad de género en la política económica y laboral. Algo similar sucedió en el marco de las reformas previsionales en
donde estos organismos estuvieron ausentes.
24
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos
las acciones transversales en materia de género que han promovido marcos igualitarios en
situaciones altamente desfavorables, contribuyendo de ese modo a un avance en el fortalecimiento
de las garantías institucionales y sociales.
29
Sin embargo, aún persisten numerosas inequidades de género por resolver en todos los países de América Latina, las cuales se cruzan
y potencian con las brechas de equidad sociales, raciales y étnicas. Al respecto véase el análisis de Daeren (2001 y 2000) sobre los
procesos de institucionalización de género en la región, que relativiza el alcance de estas instancias, señalando especialmente su
fracaso en lograr la inclusión de la equidad de género en la política económica y laboral. Algo similar sucedió en el marco de las
reformas previsionales en donde estos organismos estuvieron ausentes.
30
En la mayoría de las Constituciones Políticas de los países de la región se incluye el principio de igualdad y el derecho a la no
discriminación, y en pocos casos se lo consagra expresamente en relación con la discriminación por género. Sin embargo, los
mecanismos judiciales de exigibilidad de los derechos se caracterizan por su debilidad, por procedimientos inadecuados y con la
presencia de jueces ajenos a las problemáticas de género.
31
No ha ocurrido lo mismo con el Protocolo Facultativo de la CEDAW, que a la fecha ha sido ratificado por solo 18 países de la
región, quedando aún pendiente la ratificación por el resto de los países (http://www.cepal.cl/mujer/proyectos/perfiles/
comparados/protocolo.htm).
25
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos
alude a los padres y no a la madre, dejando en claro que varones y mujeres deben compartir la
responsabilidad de la esfera doméstica y de crianza tanto como la esfera económica y productiva
(Pautassi, Faur y Gherardi, 2004).
En la dinámica cronológica del desarrollo del Sistema de Derechos Humanos, se consagran
primero los derechos, reflejados en un tratado o pacto internacional, y luego se consagran los
sistemas de control. De ésta forma en 1999 se aprobó el Protocolo Facultativo de la CEDAW, que
establece el procedimiento para las denuncias al Comité para la Eliminación de la Discriminación
contra la Mujer, así como para las investigaciones sobre violaciones graves o sistemáticas cometidas
por un Estado Parte y que pudieran ser iniciadas por el Comité. De tal modo, el Protocolo refuerza
los mecanismos internacionales de control y seguimiento de la CEDAW, y a la vez permite
fortalecer el conocimiento y la aplicación de sus postulados por parte de personas, grupos de
personas y Estados. 32
Aún más específico es el hecho que los gobiernos de la región han definido como tema
convocante a la Décima Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, “El
aporte de las mujeres a la igualdad en América Latina y el Caribe”, donde se trató con especial
énfasis la contribución de las mujeres a la economía y la protección social, especialmente en
relación con el trabajo no remunerado; y la participación política y paridad de género en los
procesos de adopción de decisiones a todos los niveles. Ambos temas fueron abordados tomando
como punto de análisis el concepto de discriminación definido en el artículo primero de la CEDAW
y el concepto de división sexual del trabajo. 33
Sintetizando, en América Latina se dispone de un sistema integral y estructurado que opera
en términos de dar efectividad a las medidas comprometidas por los Estados en los diversos
instrumentos de Derechos Humanos, que además fija estándares específicos que son aplicables a los
sistemas internos de cada uno de los países de la región. En rigor, nos encontramos ante un
escenario en donde los gobiernos, la sociedad civil y el campo de la protección internacional de los
derechos humanos reconocen y promueven una agenda prioritaria vinculada a la necesidad de dotar
a las estrategias de desarrollo y a la política pública en general de un marco de derechos.
El desafío se encuentra precisamente en su fase de implementación, o cómo se construye el
puente entre políticas y derechos. En primer lugar, si bien el enfoque de derechos demanda
profundas reformas en el marco de las políticas públicas –particularmente las económicas y
sociales- actualmente vigentes, no implica una instancia de borrón y cuenta nueva, sino
precisamente el eje de acción consiste en revisar las políticas inconexas y discriminatorias aplicadas
en los últimos treinta años en la región; evaluando si las mismas son compatibles con el marco de
derechos que propone el enfoque aquí desarrollado.
Y allí cobra absoluta e indiscutible centralidad la ceguera al aporte económico de las mujeres
en términos de su contribución invisibilizada a la economía. Por ello, un primer paso en la estrategia
que aquí se defiende, no consiste en dotar de más derechos a las mujeres, sino otorgar al cuidado el
carácter de derecho universal y sus correlativas obligaciones. Y para ello, como para cualquier
instancia de cambio, es fundamental contar con voluntad política para iniciar el proceso de
transformación.
32
En cuanto a los procedimientos para hacer una presentación ante el Comité, el Protocolo Facultativo establece que las
comunicaciones pueden ser presentadas por “personas o grupos de personas que se hallen bajo la jurisdicción del Estado Parte” (Art.
2). Pueden hacerlo a título personal, alegando la violación de un derecho propio o en representación de una tercera persona, con su
consentimiento. Al existir un mecanismo de seguimiento a nivel internacional, y en la medida en que los Estados ratifican su
adhesión a este instrumento, se ven en la obligación de acelerar las reformas legales e institucionales que tiendan a la eliminación de
cualquier tipo de discriminación basado en el género, Pautassi Faur y Gherardi (2004).
33
CEPAL (2006b), cabe recordar que el tema de la igualdad, también fue central en la anterior sesión de la Conferencia Regional,
ocupando un lugar central en el Consenso de México, año 2004 y con mayor amplitud y precisión en el Consenso de Quito, 2007.
26
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Para ello se debe comenzar por revisar los derechos ya establecidos y reconocidos en los
instrumentos internacionales -los que prácticamente en toda América Latina garantizan la igualdad
formal de varones y mujeres- y en la legislación interna de los países, a fin de verificar si las
políticas estatales cumplen con los estándares mínimos en materia de derechos humanos. Sobre este
particular, se analizarán distintas estrategias a desarrollar.
27
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos
29
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos
34
La baja intensidad de la ciudadanía es el concepto acuñado por Guillermo O’Donell (1992) para caracterizar a las democracias
latinoamericanas en la actualidad, en tanto las mismas han pasado de Estados populistas controlando rígidamente los intereses
sociales débiles, a un tipo de Estado privatizado penetrado por intereses corporativos capaces de desviar las políticas para satisfacer
sus intereses. Así, señala que se respetan los derechos políticos de la poliarquía no obstante existen restricciones “extra-poliárquicas”
pero políticamente fundamentales que implican la inefectividad del Estado en tanto ley y la cancelación de algunos derechos. Por
ejemplo, se respetan derechos participativos y democráticos pero se viola cierto componente liberal de la democracia.
30
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos
35
A partir de allí se promovieron modificaciones constitucionales y legislativas que sirvieron para avanzar en el reconocimiento de los
derechos de otros sectores sociales como los pueblos originarios o grupos discriminados por su opción sexual. En ese sentido, los
alcances de la CEDAW trascienden el ámbito específico de la igualdad de género para convertirse en un hito en la reelaboración del
concepto de discriminación, lo que beneficia en forma universal a muchos grupos humanos. Ha servido también para promover la
rendición de cuentas por parte de los Estados y, de esa manera, institucionalizar una práctica de transparencia en la gestión pública
que permite, incluso a las organizaciones de la sociedad civil, elaborar informes alternativos a los oficiales; (Montaño, 2006).
31
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos
De esta forma, se invierte la lógica vigente en las relaciones entre el Estado y los prestadores
de bienes y servicios y aquellos que se beneficiarán con las políticas. No se trata sólo de personas
con necesidades, que reciben beneficios asistenciales o prestaciones fruto de la discrecionalidad,
sino titulares de derechos que tienen el poder jurídico y social de exigir del Estado ciertos
comportamientos (Alsop y Norton, 2004). En el lenguaje de América Latina, se trata de no
continuar promoviendo la inclusión de “beneficiarios” en programas focalizados “de cuidado” o de
“protección” sino considerar a los ciudadanos y las ciudadanas como titulares de derecho al
cuidado, derecho que se debe satisfacer a través de los sistemas de seguridad social de cada Estado.
Es decir, la idea de incorporar la exigibilidad de una oferta de cuidado por parte de los Estados y de
los empleadores, según corresponda.
Por lo mismo, la posibilidad real de ejercer estos derechos determinará la eventualidad de que
quienes han estado históricamente excluidos, como las mujeres, las personas viviendo en
condiciones de pobreza y vulnerabilidad, puedan incidir en los procesos políticos y en la orientación
de las decisiones del gobierno, la cual se encuentra condicionada o limitada por el grado en el que
puedan ejercer sus derechos económicos, sociales y culturales. En materia de cuidado, es claro que
ante la demanda insatisfecha que existe, y que trasciende a las políticas de conciliación trabajo
productivo y relaciones familiares, sino que abarca la totalidad de acciones y servicios de cuidado,
la propia población orientará desde y hacia donde se deben iniciar el camino de políticas públicas y
privadas en ésta dirección.
Esta situación es similar al acertijo que recorre la región según el cual los sectores
vulnerables e históricamente vulnerados (personas en condiciones de pobreza, desocupados,
indígenas, afrodescendientes y claro, también mujeres) no participan activamente y tienen serias
dificultades para ejercer poder porque desconocen que son efectivamente portadores de derechos
que les permita acceder al cúmulo de obligaciones y garantías que incluye el conjunto de garantías
ciudadanas. El acertijo señala que no reclaman ni se empoderan porque desconocen la idea de sujeto
portador de derechos, al mismo tiempo que presentan serios deficits en materia educativa y cívica.
Sin duda que lo esgrimido es parte sustantiva en la situación, pero nada se dice de la falta de oferta
de “empoderamiento”, esto es, la ausencia de mecanismos institucionales que logren sortear esta
suerte de demanda ciudadana ausente en estos grupos. Allí salvo determinados mecanismos como
las acciones positivas u otras de discriminación inversa, no se encuentra un conjunto de medidas
que otorgue titularidad a estos ciudadanos y ciudadanas mas que aquellas contempladas en las
“generales de la ley” que como muchos otros aspectos son lejanos y extraños para gran parte de la
población, a lo cual se le suma necesariamente el descreimiento y falta de confianza en las
coaliciones gobernantes.
En rigor, esta situación más que de un acertijo da cuenta de un “dilema de la exclusión" o
más precisamente de un falso dilema, en tanto, nunca se previó en el diseño ni en los valores que
motivaron las políticas públicas el impulso de acciones hacia estos sectores de la población. A ello
contribuyeron fuertemente la dinámica de los procesos de reforma en la región, que asumieron a
estos mal denominados grupos como los "perdedores" del proceso, incapaces de ser incorporados en
el conjunto de la sociedad y por lo tanto no se buscó fomentar un empoderamiento, como tampoco
mayor autonomía y posibilidades de desarrollar sus capacidades. En otros términos, los programas
focalizados asistenciales fueron funcionales para ello pero además la estructura clientelar,
consustancial al desarrollo de los Estados de Bienestar de la región, que se consolidó como el
principal instrumento que atenta con el desarrollo de la igualdad y no discriminación.
Los programas y políticas ciegas al género, que se implementaron en América Latina desde
principios de los años ochenta hasta la actualidad, produjeron –y siguen produciendo- similares
efectos. En primer lugar, porque en su diseño y formulación, no cuestionan la división sexual del
trabajo y apuestan a la mayor productividad del trabajo doméstico a fin de facilitar el trabajo
remunerado de las mujeres. Tampoco analizan las situaciones de segregación y discriminación que
32
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos
padecen las mujeres en el mercado de empleo productivo, sino que además se ubica la causa de las
desigualdades y de la subordinación de las mujeres en su situación de pobreza y no en las relaciones
sociales de clase y de género que caracterizan a los países de la región.
Tampoco se ha difundido, ni mucho menos se ha impulsado el acceso a la justicia de quienes
no han ejercido sus derechos, como tampoco la posibilidad de asentar quejas y reclamos ante
instancias administrativas como las defensorías de pueblo o judiciales propiamente dichas. Tal
como se sostuvo anteriormente, si bien es un avance notable contar con este tipo de instancias como
las defensorías, aún no se ha impulsado con firmeza que la garantía del acceso a la justicia no se
limite a la posibilidad de formular una queja sino que debe incluir la eventualidad de acceder y
sostenerse a lo largo de toda la instancia judicial que el reclamo requiera. En consecuencia, resulta
necesario un grado importante de alfabetización jurídica y de conciencia de la existencia derechos
para la ciudadanía en general (Gherardi, 2006).
Resulta interesante señalar que recientemente la Comisión Económica para América Latina
(CEPAL) ha señalado que “la titularidad de los derechos debe guiar las políticas públicas. Se trata
de orientar el desarrollo conforme al marco normativo de los derechos civiles, políticos,
económicos, sociales y culturales, plasmado en acuerdos vinculantes, tanto nacionales como
internacionales. Esto exige a su vez un contrato o pacto social que debe materializarse
políticamente tanto en la legislación como en políticas públicas” (CEPAL, 2006a: 14). Agrega el
documento que resulta fundamental contar con organismos del Estado que sean competentes
política y técnicamente, “a fin de que los derechos sean más exigibles, es decir que se garantice la
existencia de mecanismos jurídicos y de política pública para que las personas puedan exigir la
titularidad de sus derechos” (CEPAL, 2006a:14).
Paradójicamente el conjunto de las políticas sociales no suele advertir la importancia de los
sistemas y políticas de acceso a la justicia y a instancias de reclamos de derechos, como
componentes esenciales para mejorar la participación social, la transparencia, fiscalización y en
definitiva la efectividad de las propias políticas. Paralelamente los sectores especializados en
temáticas judiciales, tienden a ver los problemas de acceso a la justicia como asuntos vinculados
estrictamente al diseño de los sistemas de justicia y desvinculados de las lógicas y orientaciones de
las políticas sociales. 36 Nuevamente se insta a revertir este tipo de dinámica y establecer las
interrelaciones existentes y por cierto necesarias para logar mayor eficiencia pero también promover
la equidad.
36
Como resultado de las políticas implementadas durante las reformas estructurales, que degradaron los derechos laborales y
contribuyeron al debilitamiento de las estructuras sindicales, impactando directamente en el desmantelamiento de redes sociales que
favorecían la tutela de los derechos. Al mismo tiempo la sujeción de los ingresos familiares a la ayuda social discrecional, inhibió a
importantes a sectores de la población de formular sus reclamos en términos de acciones litigiosas, de modo que las políticas
asistenciales basadas en beneficios de reconocimiento discrecional, agudizan las barreras institucionales para el acceso a los
tribunales (Abramovich y Pautassi, 2006).
33
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos
Lo anterior no significa que, todo aquel que necesita ser cuidado esté cuidado, como toda
persona que debe cuidar a otros, especialmente familiares o dependientes, disponga del tiempo y de
los recursos (físicos y económicos) para asumirlo. En otras palabras, si bien existen derechos
sociales reconocidos que se incluyen dentro de la esfera del cuidado, la oferta sistemática y
sostenida de cuidado es nula en toda la región. De allí la importancia de fortalecer su consideración
desde la perspectiva de derechos, en especial desde la posibilidad de demandar la cobertura de todo
lo necesario para garantizar el cuidado.
En términos de compromisos asumidos por los Estados, especialmente en los instrumentos
internacionales, los derechos deben ser otorgados en forma progresiva, y por ende, una primera
obligación con “efecto inmediato” derivada del desarrollo progresivo de los derechos económicos,
sociales y culturales consiste en garantizar que se ejercerán en condiciones de igualdad y sin
discriminación. 37 Ello requiere que los Estados reconozcan y garanticen los distintos derechos
incorporados en los pactos y Tratados internacionales de igual modo para toda la población,
utilizando criterios de distinción objetivos y razonables, y evitando diferencias de trato arbitrarias.
En virtud de la obligación de progresividad, cada Estado está inhibido de adoptar sin una
justificación adecuada, políticas y medidas, y por ende, sancionar normas jurídicas, que agraven la
situación de los derechos económicos, sociales y culturales de los que gozaba la población al
momento de adoptado el instrumento internacional o bien en cada mejora “progresiva”. Dado que el
Estado se obliga a mejorar la situación de estos derechos, simultáneamente asume la prohibición de
reducir los niveles de protección de los derechos vigentes, o, en su caso, de derogar los derechos ya
existentes. 38
De esta forma, una primera instancia de evaluación de la progresividad en la implementación
de los derechos sociales, consiste en comparar la extensión de la titularidad y del contenido de los
derechos y de sus garantías concedidas a través de nuevas medidas normativas con la situación de
reconocimiento, extensión y alcance previos. Si se llega a producir y se puede constatar una
precarización y empeoramiento de esos factores, sin debida justificación por parte del Estado,
supondrá una regresión no autorizada por el conjunto de instrumentos internacionales que cada
Estado voluntariamente ha adoptado, particularmente en el PIDESC y su Protocolo Facultativo
(Protocolo del El Salvador). La obligación de no regresividad se constituye, entonces, en uno de los
parámetros de juicio de las medidas adoptadas por el Estado y que es fundamental a los efectos de
constatar la voluntad política al respecto.
De esta forma, los Estados parte están obligados a garantizar el contenido mínimo de cada
uno de los derechos económicos, sociales y culturales expresados en estos instrumentos, sin que por
ello se determine un techo de cumplimiento en este mínimo. Por el contrario, los Estados están
obligados a adoptar medidas para que de manera progresiva se alcance la satisfacción plena de estos
derechos, y para ello deben utilizar el máximo de los recursos disponibles. En otros términos, los
Estados deben avanzar, a partir de un mínimo y progresivamente deben ir aumentando el nivel y
calidad de las prestaciones hasta llegar al cumplimiento del derecho garantizado en su totalidad.
En consecuencia, las normas que establecen distinciones arbitrarias fundadas en categorías
tales como el sexo, raza, religión, idioma, opinión política o posición económica del individuo,
37
Art. 2.2, PIDESC, Observación General (OG) Nro. 3, Punto 1 y art. 3, Protocolo del Salvador (“Los Estados Partes en el presente
Protocolo se comprometen a garantizar el ejercicio de los derechos que en el se enuncian, sin discriminación alguna por motivos de
raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica,
nacimiento o cualquier otra condición social”. En este sentido, el Comité DESC en su OG Nro. 13 “El derecho a la educación” ha
expresado un principio general que debe entenderse extendido a la totalidad de los derechos económicos, sociales y culturales: “la
prohibición de discriminación no está supeditada ni a una implementación gradual ni a la disponibilidad de recursos y se aplica plena
e inmediatamente a todos los aspectos de la educación y abarca todos los motivos de discriminación rechazados internacionalmente”
(OG Nro.13, punto 31).
38
El principio de progresividad y no regresividad se aplica al ámbito de las políticas públicas, pero también incluye el análisis del
alcance de una determinada norma o decisión judicial en términos de avances o retrocesos (progresividad normativa) respecto a
normas o decisiones judiciales anteriores, Courtis (2006).
34
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos
deben interpretarse con los alcances descriptos respecto de las normas regresivas en materia de
derechos sociales. Es decir, la ley en cuestión se presume inválida, y es el Estado quien debe
demostrar la necesidad y racionalidad de la distinción. 39
Si bien la diversidad y extensión de las situaciones que pueden ser discriminatorias, por
acción u omisión del Estado, es cuasi infinita, en tanto comprende desde situaciones de
discriminación por raza hasta los criterios de asignación del gasto público social al interior de un
Estado, es importante constatar los avances de cada Estado en el efectivo cumplimiento y dotación
de derechos sociales a todas las personas, en especial las acciones que han implementado para el
reconocimiento y extensión de tales derechos a aquellas personas pertenecientes a sectores
históricamente discriminados.
Cabe destacar que la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos
expresamente ha manifestado en diversos fallos, que no existen políticas neutrales, estableciendo
que el artículo 24 de la Convención Americana leído a la luz del deber de garantía de los Estados
respecto a los derechos de la Convención, no sólo exige no implementar políticas y medidas
discriminatorias, sino proteger frente a prácticas y conductas discriminatorias que pudieran
desplegar agentes públicos o actores no estatales. Este último punto extiende considerablemente las
obligaciones de los Estados en relación con la tutela del principio de igualdad ante la ley,
imponiendo un claro rumbo que obliga a formular políticas preventivas, sobre todo frente a
prácticas extendidas o situaciones estructurales de discriminación, aún cuando provengan de
particulares (Abramovich, 2006).
Si bien la mayoría de los países de América Latina han ratificado los principales tratados de
derechos humanos que fijan normas sobre igualdad y no discriminación, éstas conviven en el mismo
plano que situaciones discriminatorias. Allí cobra gran importancia el valioso aporte resultante de
numerosas experiencias en acciones transversales de equidad de género para políticas públicas en
otras áreas, y las dificultades identificadas para su superación.
También debe considerarse especialmente, que en base a las formas de organización vigentes
en América Latina, el empleo remunerado fue considerado el mecanismo por esencia para alcanzar
la inclusión social. En la mayoría de los países, en particular los del cono sur, los derechos sociales
surgieron asociados a la categoría de trabajador/a asalariado, y se estructuró todo el sistema en
función de esta categoría de derechos. De esta forma, el conjunto de los derechos sociales nace
como un derivado de los derechos laborales, al punto que ambos grupos de derechos se
consolidaron conjuntamente como norma jurídica, que en muchos casos fueron incorporados
directamente en el texto constitucional.
Es precisamente en el ámbito del empleo remunerado donde se constatan la mayor cantidad de
situaciones de discriminación y segregación ocupacional, que comprenden brechas salariales entre
hombres y mujeres cercanas al 40% en la región, como también trayectorias laborales diferencias por
sexo y muy bajos índices de acceso a puestos de decisión para las mujeres. Y si bien se han ensayado
políticas al respecto, sumadas a acciones positivas, sin embargo la situación dista de ser la deseable. A
ello debe sumársele el conjunto de políticas y medidas de flexibilización laboral implementadas
durante las reformas de los noventa, las que agravaron las inequidades existentes.
En igual dirección, debe señalarse una dicotomía presente en las regulaciones laborales, en
donde compiten dos valores distintos: por un lado se acepta la vigencia del principio de igualdad
entre los trabajadores pero por otro lado se reclama la regulación diferencial para ciertos supuestos.
Esta dicotomía, que también puede considerarse como una tensión, cobra especial importancia en
materia de trabajo de mujeres, en tanto el mismo atraviesa los ciclos reproductivos y las
consiguientes relaciones sociales que implica asumir las responsabilidades familiares combinadas
39
Por ejemplo, se ha mencionado que a fin de evitar la discriminación en el acceso a los alimentos o a los recursos destinados a
alimentos, debe asegurarse el derecho de las mujeres a heredar y a poseer tierras y bienes (CESCR, OG Nº 12, punto 26).
35
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos
con las productivas. A tal punto se tensa esta relación, que se termina afirmando la diferencia para
reclamar la igualdad (Pautassi, Faur y Gherardi, 2004).
En la mayoría de los códigos laborales y regulaciones específicas de América Latina, la
dicotomía se resolvió en priorizar la protección de la maternidad y no la igualdad. Nuevamente, a
priori, esta opción condice con los compromisos asumidos por los Estados en el marco de las
conferencias internacionales (especialmente la CEDAW), los Convenios de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT) y planes nacionales de igualdad de oportunidades, al mismo tiempo
que significa reconocer las limitaciones que le imponen la naturaleza misma del discurso normativo.
También incorpora el supuesto que no toda desigualdad implica discriminación, en tanto la garantía
de igualdad no debe implicar el trato igualitario a quienes se encuentran en distintas circunstancias.
Y tal como se ha mencionado a lo largo del documento, el reconocimiento normativo de la
diferencia para garantizar derechos destinados a brindar efectivas condiciones de igualdad de
oportunidades para las mujeres no consideró la división sexual del trabajo al interior del hogar,
donde los trabajadores varones pocas veces asumen una activa co-responsabilidad en tareas
reproductivas, profundizando de esta forma, una división entre lo público y lo privado, sin la
suficiente consideración de los antagonismos existentes en uno y otro ámbito, y relegando de esta
forma al ámbito privado las particularidades y las diferencias en términos de género.
Por ende, autonomía de las personas y empoderamiento (empowerment) constituyen dos
requisitos básicos para alcanzar la igualdad entre varones y mujeres. De esta forma este concepto es
transversal a todas las problemáticas planteadas en materia de cumplimiento de derechos civiles,
políticos y económicos, sociales y culturales.
Ahora bien, y tal como sostiene Pitch (2006) la emancipación de las mujeres aún resulta
ilusoria, precaria y permanece irresuelta en tanto dependemos de otras cuidadoras para que asuman
el cuidado que las mujeres trabajadoras no pueden asumir. Salvo los países nórdicos, donde las
mujeres cuentan con un sistema de bienestar social altamente desarrollado, donde están más
emancipadas y cuentan con un buen ingreso mensual, y donde existe una activa responsabilidad de
los varones en las tareas de cuidado, pueden prescindir de una cuidadora. El resto de los países,
especialmente del centro y sur de Europa –y sin duda en mayor medida en América Latina- la
contratación de una mujer cuidadora –en general inmigrante- es casi una necesidad. 40
Circularmente nos encontramos en el punto de partida: ¿que autonomía se puede declamar en
la medida que existan personas que hay que cuidar? ¿Y a su vez, además de cuidar a otros y otras,
como logran las mujeres cuidarse a sí mismas? Este último aspecto prácticamente no se considera
dejando las instancias de un supuesto “autocuidado” a las mujeres, sin establecerse acciones al
respecto, excepto en los países que han avanzado en programas de salud sexual y reproductiva, en
ciertas acciones preventivas en relación con el cáncer genito-mamario y en materia de HIV-Sida. 41
El resto del cuidado queda a responsabilidad de cada mujer, que por si ya está sobre cargada de
responsabilidades y tareas. En palabras de Folbre (2001: 234)...”La mujer tiene un legado de
responsabilidades en la provisión de cuidados que debería hacerla sospechar del principio de
“cada uno por sí mismo”.
40
“Importamos trabajo de cuidado, lo que también implica afectos, emociones y sentimientos” (Pitch, 2006: 206).
41
En un análisis del empleo del sector salud en Argentina, que incluyó la provincia de Córdoba, se constató la falta de acciones de
cuidado para el personal de salud, que no cuenta con acciones sistemáticas de control de la salud de sus trabajadores y trabajadoras,
sino que se agrava, en el caso de los ámbitos locales, en que en los servicios de atención primaria en salud y centros de salud han sido
caracterizados como “servicios pobres para pobres”, en donde la mayoría de la población atendida en estos centros son mujeres y la
cantidad de mujeres que trabajan en ellos alcanza casi a un 75%, por lo cual pueden ser vistos, desde una perspectiva de género como
“servicios de pobres mujeres médicas atendiendo a mujeres pobres”, Burijovich y Pautassi (2006).
36
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos
RECUADRO 2
NIÑOS LLORONES
“Las últimas dos décadas del siglo veinte presenciaron un arrebato conservador contra el feminismo, conducido por el
miedo de que las mujeres se volviesen menos altruistas. Rush Limbaugh se horrorizaba frente a la idea de mujeres
actuando en su propio beneficio, explicando que el trabajo de la mujer es el de “establecer valores perdurables cruciales
para el mantenimiento de la raza humana”.
George Gilder proclama que lo bello de la feminidad es su influencia “civilizatoria”. Allan Bloom argumenta que el espíritu
americano está condenado a menos que el varón asuma su responsabilidad en los logros y la mujer su responsabilidad en
el cuidado. Todo esto puede resultar bastante halagador hasta que se toma conciencia de la carga que significa. La
civilización no es solamente responsabilidad de la mujer.
Este tipo de conservadurismo rebaja al varón en la presunción de que posiblemente ellos no estén en condiciones de dar
una mano. Esta argumentación llevaría a que las mujeres no deberían abandonar sus comportamientos tradicionales debido
a que el varón es incapaz de ofrecer amor y ternura. El sacrificio de las madres –pero no de los padres- es presentado como
una imitación de Cristo. La activista conservadora Connie Marshner se pregunta: “¿Cómo podremos imitar al Creador en
nuestras relaciones si no podemos aprender de nuestras madres a entregarnos por amor a otros y a controlar nuestros
impulsos carnales por el bien de los demás?” Marshner quiere que las mujeres sean más generosas que los varones –un
doble mensaje que parece ser inconsistente con sus propios ideales cristianos.
Gran parte del malestar y las reacciones en contra del aborto reflejan una profunda ansiedad por el tema del cuidado
maternal. De acuerdo con la denominada perspectiva “pro-life” (pro-vida), la mujer no debería tener una opción de atender o
no a un feto en desarrollo. Desde la perspectiva denominada pro-opción, tal opción es crucial tanto por su significado como
por la calidad del cuidado. Con frecuencia los activistas contra el aborto son explícitos en sus ataques sobre lo que ellos
llaman el egoísmo femenino. Como señaló un médico: “creo que la liberación femenina va por el camino equivocado. Pienso
que ellas han hecho todo tipo de reclamos (posibles) y que siempre han sido de la misma manera. La mujer ha sido la
especie superior. Ellas son más civilizadas, son por naturaleza más generosas, pero ahora quieren competir con el varón
por el egoísmo. Entonces no queda nadie que de el ejemplo, y lo que finalmente ocurre es que el varón se vuelve más
egoísta”. Aquí vuelve a aparecer aquella ansiedad, ese miedo de que el varón no pueda ser altruista a menos que la mujer
lo sea.
En 1993, una periodista llamada Barbara D. Whitehead escribió un artículo titulado “Dan Quayle tenía razón” (Dan Quayle
Was Right). El alboroto comenzó cuando el entonces vicepresidente Quayle criticó un episodio del show de televisión
Murphy Brown en el cual la heroína (...) decide tener un hijo fuera del matrimonio, sin importar que el chico haya sido
concebido mientras Murphy estaba casada con el padre. La televisión estaba socavando los valores de la familia
permitiendo el divorcio y poniendo a una madre soltera como ejemplo positivo. Whitehead llevó la campaña de Quayle a un
nivel intelectual más serio, argumentando que las políticas públicas deberían explícitamente condenar al divorcio y los
nacimientos fuera del matrimonio. En el artículo la periodista cuenta un chiste que con claridad captura el miedo que nuestra
sociedad siente frente a la pérdida del altruismo femenino. Dos langostas hembras están conversando en el jardín. La
primera dice, “Es duro ser madre soltera, más duro de lo que me imaginaba”. “Sí”, contesta la segunda. “La verdad tal vez
hubiese sido mejor no habernos comido a nuestros maridos”. La lección es que la mujer debería dejar de ser una feminista
sedienta de sangre y volver a nuestro rol tradicional de sacrificio como esposas y madres. Cuando estemos en ese lugar, tal
vez deberíamos exigir una buena paga por ser trabajadoras al cuidado de niños, secretarias, enfermeras y maestras. De
ese modo podríamos colaborar en el mundo de los negocios y en el hogar (...)
(...) Los valores familiares son inconsecuentes con el principio de que la codicia es buena para todos, excepto para mamá.
(...) Sharon Hays, en su libro Las Contradicciones Culturales de la Maternidad señala que “el intento contemporáneo de
solución de las contradicciones culturales de la maternidad consiste en separar ideológicamente el mundo de la maternidad
del amplio mundo social y, sin embargo, hace a las mujeres responsables de la crianza generosa mientras que los varones
son responsables por la maximización de los beneficios personales”.
Fuente: Nancy Folbre (2001) The invisible Heart. Economics and Family Values. New York, The New York Press, 16-18
(traducción libre).
37
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos
V. El cuidado ¿bastión de la
desigualdad?
39
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos
que otras trabajadoras mujeres y trabajadores varones puedan realizar su trabajo productivo, sin
embargo no cuentan, salvo excepciones,con el reconocimiento de su condición de trabajadora
regular y con los correspondientes beneficios. Mucho menos se les ofrece políticas u acciones para
que ellas mismas lleven adelante la conciliación de sus responsabilidades familiares con su trabajo
de cuidado remunerado.
En forma similar los trabajadores rurales y campesinos, que tampoco gozan, en la mayoría de
los casos de contratos formales de trabajo, ni siquiera tienen acceso a sistemas de salud o educación
de libre alcance, significando para ello un traslado extra muy dificultoso y la imposibilidad de
contar con instancias de cuidado infantil para los más pequeños o para los adultos mayores. En estos
sectores la sobrecarga de tareas de cuidado es doble, a lo cual se suma que en general son los
sectores que concentran altos índices de pobreza y exclusión, en donde la familia asume toda la
responsabilidad, ya se trate de niños, adultos o mayores.
Es decir, el mosaico conformado en la mayoría de los países de la región, traza la línea
divisoria del cuidado a partir de contar con un título de derecho (entitlement) que es el trabajo
asalariado registrado y quienes no lo tienen, por estar insertos en condiciones de informalidad o
porque no existen marcos regulatorios específicos, quedando al arbitrio de medidas discrecionales y
clientelares, tanto asociadas a los empleadores (en su mayoría en el sector privado aunque en los
últimos años la informalidad también se presenta en el sector público) o al sistema de políticas
sociales. En uno y otro caso no se considera el carácter de ciudadanos y ciudadanas, que en virtud
del conjunto de derechos humanos que los estados de la región han incorporado dentro de sus
ordenamientos internos deberían responsabilizarse y “cuidar”.
Pero cabe interrogarse acerca de las y los ciudadanos que no son informales pero que se
dedican al trabajo reproductivo. ¿Quién los cubre? ¿Una “ama de casa” no tiene derecho a exigir
sistemas de cuidado? ¿Solo quienes trabajan y tienen responsabilidades familiares pueden exigir al
Estado o a los empleadores que les cubran y “faciliten” la conciliación entre ambas esferas, de por si
muy difíciles de conciliar? 42
42
Torns Martin (2005) en forma contundente sostiene que la conciliación trabajo-familia es directamente imposible.
40
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos
Es decir, no sería necesario a priori impulsar un reconocimiento explícito como tal, sino
tomar este marco de derechos que otorga el Sistema Internacional de Derechos Humanos y
promover instancias de monitoreo y de exigibilidad a cada uno de los Estados. Esto significa que
tanto desde los mecanismos de monitoreo de cada uno de los Pactos, por caso el PIDESC o la
CEDAW, existen maneras de realizar seguimiento de las medidas progresivas que los Estados
adopten par garantizar el derecho al cuidado, medidas que deben ser implementadas en un marco de
garantías de igualdad y no discriminación.
No se trata de promover únicamente una mayor oferta de cuidado –de por si indispensable-
sino universalizar la responsabilidad, la obligación, la tarea y los recursos necesarios para el
cuidado. Será la única forma que trascienda los compromisos inmediatos y que se inserte como un
derecho humano fundamental: el derecho a ser cuidado y a cuidar.
Siguiendo la dinámica cronológica que han adoptado los derechos humanos fundamentales,
primero se produjo su reconocimiento y posteriormente se establecieron mecanismos de control,
básicamente encauzados en las instancias de los protocolos y los órganos de cada Pacto. En el caso
que se promueva consenso acerca del reconocimiento del derecho al cuidado como derecho
universal, es fundamental que se realice el seguimiento y monitoreo de sus niveles de cumplimiento.
Por caso, una primera instancia podría estar a cargo de los organismos para el adelanto de la mujer,
los Ministerios de Desarrollo Social, organismos para la tercera edad, Secretarías de derechos
humanos de cada país o comisiones parlamentarias, de modo que su impulso trascienda el
reconocimiento formal y se encauce en términos del logro de la igualdad material. Del mismo
modo, las organizaciones de la sociedad civil pueden impulsar y contribuir en este proceso, y que
no quede únicamente en un mandato para las organizaciones de mujeres, sino para la sociedad civil
en su conjunto.
Sin embargo, valga como advertencia que el énfasis está puesto en su reconocimiento como
derecho universal para todos los habitantes y no solo para las mujeres. Que en afán de hacer visible
el trabajo que significa para las mujeres, además de las responsabilidades que implica, no se
reafirme su responsabilidad en términos jurídicos. No se está bregando por el reconocimiento como
derecho a cuidar sino como el reconocimiento de un derecho universal e inalienable a cuidar, ser
cuidado y a cuidarse. Y allí será un primer paso para distribuir las responsabilidades de cuidado en
todos los miembros de la sociedad y no solo en las mujeres.
A su vez, la consideración como derecho universal al cuidado, abre el espectro de
incorporación de los adultos mayores como receptores de cuidado, que en general no están
reconocidos en los ordenamientos laborales como sujeto de cuidado por parte de los activos. Solo
los menores entran en el ámbito de responsabilidad de las trabajadoras mujeres, pero los adultos
mayores están rara vez incluidos.
Si retomamos la idea de la “trampa de la desigualdad” formulada al inicio del documento, un
camino para desactivarla es precisamente promover esta vía de derecho universal para todos los
ciudadanos y ciudadanas, desde los 0 años a los 99 años de edad.
Asimismo se avanzaría considerablemente en términos de autonomía e igualdad material o
estructural, pero no concebida para “determinados sectores de la población que requieren la
adopción de medidas especiales de equiparación” como habitualmente se hace, sino claramente en
dirección a garantizarlo a todas y cada una de las personas.
41
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos
43
Para el caso de Argentina y Uruguay, véase Rodríguez Enríquez (2007) y para Bolivia y Ecuador, Marco (2007).
42
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos
mínimo de los derechos económicos, sociales y culturales y verificar qué límites se han establecido
en dicho cumplimiento, especialmente de que manera los Estados deben garantizar que todas las
personas puedan acceder en condiciones de igualdad a un estándar básico de protección y de
cuidado. Conjugando contenido mínimo de un derecho social con medidas progresivas en materia
de provisión del cuidado se podrá avanzar sustancialmente en garantizar instancias de bienestar.
Si bien en un primer momento será importante utilizar acciones afirmativas, la perspectiva de
derechos implica una estrategia de cambio estructural, que entre otras cosas propone la
reorganización de la división sexual del trabajo en todos los ámbitos como efecto inmediato y
necesario de universalizar el derecho al cuidado. Sería éste un primer paso para cuestionar
firmemente la base estructural de la desigualdad, es decir la existencia de la división entre el ámbito
público y el privado jerarquizados.
En igual dirección, se debe avanzar en el reconocimiento del trabajo reproductivo como
trabajo y considerar su valor económico y su aporte al sistema económico. Tal como señala Fraser
(1997)...“con frecuencia la mujer hoy en día combina ganar el pan y proveer el cuidado, aunque
con gran dificultad y tensión. Un estado de bienestar postindustrial debe asegurar que el hombre
haga lo mismo, mientras rediseña las instituciones de modo de eliminar la dificultad y la tensión.
Podríamos denominar esta visión Proveedor de Cuidado Universal...”
El enfoque de derechos aplicado al conjunto de políticas públicas no implica sumar
programas o más áreas ministeriales para proveer cuidado, sino precisamente comprender el
carácter integral y su valor en términos de garantías de reproducción social. El valor de su
reconocimiento como derecho radica precisamente en que opera el sistema de protección de
derechos humanos y los compromisos suscriptos por los gobiernos. De igual modo, su
implementación debe hacerse bajo estándares de derechos y con instancias de fiscalización.
En esta revisión del conjunto de políticas que garantizan derechos, y retomando propuestas
ya formuladas (Pautassi, 2005) resulta necesario cambiar el eje de intervención, considerando a la
seguridad social como nuevo vector de integración social, en dirección a consolidar redes de
seguridad social y no sistemas de protección social, desvinculados del patrón de asalarización como
requisito excluyente.
En línea a incorporar efectivamente el derecho a cuidarse, que sería una forma revisada de las
históricas contingencias que gozaban de protección en los sistemas de seguridad social, un primer
paso sería revisar el título de acceso para la cobertura previsional. En primer lugar el requisito
excluyente para acceder a la cobertura del sistema previsional es la categoría de trabajador/a
asalariado formal. Sin embargo, se puede acceder al beneficio –no al cúmulo de aportes- por vía de
sistemas no contributivos –a partir de demostrar un estado de vulnerabilidad, en general asociado a
la pobreza o a ser madre de más de 7 hijos- o por vía de transmisión hereditaria (pensión para el o la
cónyuge supérstite) cuyo título de derecho es estar casado o casada legalmente con un trabajador
formal o una trabajadora formal. Pero no se han contemplado formas de acceder a los aportes
excepto por vía de acumularlos por trabajo asalariado formal, excluyendo además de quienes
realizan trabajo informal a quienes se encuentran con tareas reproductivas, que tal como fue
evidenciado son en general mujeres.
En estos casos, la propuesta consiste en considerar que en todos aquellos casos que cuentan
con menores o nulos aportes por haber desarrollado tareas de cuidado se incorpore un complemento
adicional de pensión en función del número de hijos tenidos a su cargo. Este complemento opera
también para las pensiones por viudez, ya que se toma en cuenta esta situación como ejercicio de un
derecho propio y no derivado de otra condición, como el caso del matrimonio y exigible por
hombres y mujeres que hayan estado dedicados a tareas reproductivas.
También se promueve que se incorporen las bases de cotización al sistema previsional,
efectuadas durante los 10 años inmediatamente posteriores al nacimiento de un hijo a cargo se
43
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos
tomarán como si se hubieran realizado por la base media de cotización de todos los asegurados en el
año de que se trate. Así de esta forma no se penaliza el trabajo a tiempo parcial, pues aunque se
compute como tiempo cotizado, la base por la que se hace resulta sin embargo muy baja y hace que
cualquier tipo de pensión que se genere sea también baja. Cuando el cese en la actividad sea como
consecuencia de cuidado de un hijo con capacidades diferenciales y por razón de la dependencia del
hijo uno de sus padres tenga que dedicarle al menos 28 horas semanales de atención, la base de
cotización se le considerará como si lo hubiera hecho por la media de todos los asegurados
(Pautassi, 2005).
En igual dirección se propone incorporar al régimen del matrimonio la ganancialidad de la
contribución al régimen previsional, que en principio no se encuentra establecida en las
regulaciones civiles –salvo excepciones- en América Latina. En el caso de un divorcio, las
cotizaciones efectuadas durante el matrimonio por los cónyuges deben ser consideradas bienes
gananciales. La regulación consiste en repartir al 50% entre ambos cónyuges las cotizaciones
efectuadas por los dos durante el matrimonio. Debe ser considerado como un derecho indisponible.
En el caso de las prestaciones por motivo de viudez, y además de verificar el título de derecho que
las habilita para funcionar, se propone para que las mismas no resulten parcialmente incompatibles
con los ingresos que el cónyuge sobreviviente, siguiendo el sistema vigente en la República Federal
de Alemania, se propone que se autorice la compatibilidad de las mismas hasta un determinado
nivel de ingresos. Los ingresos que superen ese límite de compatibilidad absoluta se toman en
cuenta en el 60% y en esa cuantía se reduce la pensión de viudez (Pautassi, 2005).
Por otra parte, debe destacarse que la obligación del Estado de adoptar medidas positivas,
como algunas de las señaladas, tiene importantes derivaciones, por ejemplo, en cuanto al tipo de
información estadística que el Estado debe producir. La producción de información debidamente
desagregada a efectos de determinar cómo y de que manera se resuelve la problemática del cuidado,
no corresponde únicamente con un medio para garantizar la efectividad de una política pública, sino
constituye una obligación indispensable para que el Estado pueda cumplir con su deber de
garantizar el derecho al cuidado.
Asimismo constituye un factor clave en dirección a los indicadores incorporados en los
Objetivos de desarrollo del milenio. Si bien en la región se ha avanzado en indicadores que miden el
uso del tiempo a partir de encuestas específicas, poco o nada se ha avanzado en políticas que
ahorren tiempo a los ciudadanos y ciudadanas para acceder a las instancias de cuidado personal
(autocuidado o control de su salud) como para el cuidado de los miembros de su familia (niños,
niñas, adolescentes, enfermos, adultos mayores).
Sin duda que las propuestas y acciones a llevar a cabo no se reducen a las anteriormente
enunciadas, sino que las mismas pueden integrarse y combinarse con otras estrategias. La
particularidad se encuentra en el hecho que la nueva cuestión social requiere de acciones urgentes y
de medidas efectivas superadoras de la trampa de la desigualdad en la cual se encuentran las
mujeres, buscando alcanzar la equidad en el marco de la promoción de autonomía y de la igualdad
que reconozca las diferencias. El enfoque de derechos puede contribuir fuertemente a ello en la
medida que se disponga de voluntad política y consenso social.
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CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos
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El listado completo de esta colección, así como las versiones electrónicas en pdf
están disponibles en nuestro sitio web: www.cepal.org/publicaciones
87. El cuidado como cuestión social desde el enfoque de derechos, Laura C.Pautassi (LC/L.2800-P), N˚ de
venta: S.07.II.G.133, 2007.
86. La mujer indígena en Bolivia, Brasil, Ecuador Guatemala y Panamá: un panorama de base a partir de la
ronda de censos 2000, Ricardo Calla (LC/L.2766-P), N˚ de venta: S.07.II.G.102, 2007.
85. Violencia contra la mujer en la pareja: respuestas de la salud pública en Santiago de Chile, Patricia
Provoste (LC/L.2722-P), N˚ de venta: S.07.II.G.63, 2007.
84. Violencia contra la mujer en la pareja: Respuestas de la salud pública en El Alto, Bolivia, Eliana Arauco
Lemaitre, Rosario Mamani Apaza, Jimena Rojas Silva (LC/L.2721-P), N˚ de venta: S.07.II.G.62, 2007.
83. Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de hogares. Restricciones y potencialidades,
Vivian Milosavljevic y Odette Tacla (LC/L.2709-P), N˚ de venta: S.07.II.G.57, 2007.
82. Trabajo, educación y salud de las niñas en América Latina y el Caribe. Indicadores elaborados en el
marco de la plataforma de Beijing, Daniela Zapata (LC/L.2708-P), N˚ de venta: S.07.II.G.56, 2006.
81. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Colombia, Silvia Lara (LC/L.2612-P), N˚ de
venta: S.06.II.G.137, 2006.
80. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Ecuador, Silvia Lara (LC/L.2611-P), N˚ de
venta: S.06.II.G.136, 2006.
79. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Paraguay, Claudia Giacometti (LC/L.2577-P),
N˚ de venta: S.06.II.G.107, 2006.
78. Destinatarios y usos de remesas. ¿Una oportunidad para las mujeres salvadoreñas?, Diana Santillán y
María Eugenia Ulfe (LC/L.2455-P), N˚ de venta: S.05.II.G.202, 2006.
77. Un marco de análisis para el fomento de las políticas de desarrollo productivo con enfoque de género,
Alma Espino (LC/L. 2437-P), N˚ de venta: S.05.II.G. 183, 2005.
76. Redes e institucionalización en Ecuador. Bono de desarrollo humano, Amparo Armas (LC/L. 2405-P),
N˚ de venta: S.05.II.G. 152, 2005.
75. Buenas prácticas para la erradicación de la violencia doméstica en la región de América Latina y el
Caribe, Luz Rioseco (LC/L.2391-P), N˚ de venta: S.05.II.G.134, 2005.
74. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Guatemala, Isolda Espinosa (LC/L.2378-P),
N˚ de venta: S.05.II.G.122, 2005.
73. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de la República Bolivariana de Venezuela, Rosa
Bravo (LC/L.2377-P), N˚ de venta: S.05.II.G.121, 2005.
72. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Argentina, Claudia Giacometti
(LC/L.2368-P), N˚ de venta: S.05.II.G.109, 2005.
71. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Bolivia, Rosa Bravo y Daniela Zapata
(LC/L. 2367-P), N˚ de venta: S.05.II.G. 108, 2005.
70. La política social en la globalización. Programas de protección en América Latina, Claudia Serrano
(LC/L.2364-P), N˚ de venta: S.05.II.G.103, 2005.
69. Políticas de empleo en la planificación turística local de Ecuador. Herramientas para su formulación,
Martha Ordóñez Andrade y Flavia Marco Navarro (LC/L.2346-P), N˚ de venta: S.05.II.G.85, 2005
68. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Nicaragua, Isolda Espinosa G. (LC/L.2353-
P), N˚ de venta: S.05.II.G.92, 2005.
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CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos
67. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de México, Instituto Nacional de las Mujeres
(LC/L.2339-P), N˚ de venta: S.05.II.G.83, 2005.
66. A pobreza e as políticas de gênero no Brasil, Hildete Pereira de Melo y Lourdes Bandeira
(LC/L.2322-P), N˚ de venta: P.05.II.G.67, 2005.
65. El tiempo, los tiempos, una vara de desigualdad, Rosario Aguirre, Cristina García y Cristina Carrasco
(LC/L.2324-P), N˚ de venta: S.05.II.G.71, 2005.
64. Sector financiero y empleo femenino. El caso uruguayo, Alma Espino (LC/L.2323-P), N˚ de venta:
S.05.II.G.70, 2005.
63. Os programas de combate a pobreza no Brasil e a perspectiva de gênero no periodo 2000-2003: avanços
e posibilidades, Ceres Alves Prates y M. Beatriz B. Nogueira (LC/L.2309-P), N˚ de venta: P.05.II.G.58,
2005.
62. El empleo en los servicios financieros. Costa Rica: buenas y no tan buenas noticias..., Juliana Martínez
Franzoni (LC/L.2295-P), N˚ de venta: S.05.II.G.43, 2005.
61. Demandas de capacitación del sector financiero. Sesgos de género y evaluación por competencias,
Mariela Quiñónez Montoso LC/L.2267-P), N˚ de venta: S.05.II.G.20, 2005.
60. Calidad del empleo y calidad de la atención en la salud de Córdoba, Argentina. Aporte para políticas
laborales más equitativas, Jacinta Burijovich y Laura C. Pautáis (LC/L.2250-P), N˚de venta:
S.05.II.G.8, 2005.
59. Trayectorias laborales en el sector financiero. Recorridos de las mujeres, Amalia Mauro
(LC/L.2177-P), N˚ de venta: S.04.II.G.104 (US$ 10.00), 2004.
58. El empleo en el sector financiero en Chile, Amalia Mauro (LC/L.2172-P), N˚ de venta: S.04.II.G.107
(US$ 10.00), 2004.
57. Políticas de género en la Unión Europea y algunos apuntes sobre América Latina, Judith Astelarra
(LC/L.2154-P), N˚ de venta: S.04.II.G.82 (US$ 10.00), 2004.
56. Legislación laboral en seis países Latinoamericanos. Avances y omisiones para una mayor equidad,
Eleonor Faur, Natalia Gherardi y Laura C. Pautassi (LC/L.2140-P), N˚ de venta: S.04.II.G.68
(US$ 10.00), 2004.
55. Las metas del Milenio y la igualdad de género: el caso de Perú, Rosa Bravo (LC/L.2126-P), N˚ de
venta: S.04.II.G.53 (US$ 10.00), 2004.
54. Sistemas electorales y representación femenina en América Latina, Line Bareiro, Oscar López, Clyde
Soto, Lilian Soto (LC/L.2077-P), Nº de venta S.04.II.G.20 (US$ 15.00), 2004.
53. Una aproximación a la problemática de género y etnicidad en América Latina, Elizabeth Peredo Beltrán
(LC/L.2066-P), N˚ de venta: S.04.II.G.09 (US$ 10.00), 2004.
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Los im p a ct os d e la m igr a ción e n los h ij os e h ij a s de m igr a n t e s:
Con side r a cion e s con ce pt u a le s y h a lla z gos pa r cia le s de los e st u d ios de l
I N STRAW
A finales del 2005 el I NSTRAW em pr endió una iniciat iva int ernacional de invest igación
en t orno al t em a de Género, Rem esas y Desarr ollo, en el m arco de la cual se han
venido realizando est udios de caso en diversas part es del m undo. El prim er o se r ealizó
en República Dom inicana y ha sido publicado con el t ít ulo de Géner o, Rem esas y
Desar r ollo: El Caso de la Migración Fem enina de Vicent e Noble, República Dom inicana
( 2006) . En la act ualidad est án en curso est udios de caso en Colom bia, Filipinas y
Sudáfrica, y pr óxim am ent e se iniciará un est udio en Guat em ala, así com o un proyect o
m ult inacional con el PNUD que involucra 6 est udios nacionales ( Lesot ho, Senegal,
Marruecos, Filipinas, República Dom inicana y Albania) . 1
En est a present ación voy a referirm e fundam ent alm ent e a algunos aspect os t eóricos y
m et odológicos surgidos de la elaboración de los m arcos concept uales de los est udios
de RD y Filipinas, así com o a algunos hallazgos del est udio de caso dom inicano, t odos
referidos a la pr oblem át ica de los hij os e hij as dej ados at r ás por la m igración de los
padres y, en part icular, de las m adr es.
Creo que de ent rada es út il dist inguir ent re los cost os em ocionales y afect ivos que
innegablem ent e supone la separación, t ant o para los hij os com o para las m adres, por
un lado; y por el ot r o, las conduct as pr oblem át icas y hast a pat ológicas que con
fr ecuencia se at ribuyen de m anera aut om át ica a la separación –desde el abandono
escolar hast a los em bar azos precoces, el uso de dr ogas y el pandillerism o. Tam bién es
im port ant e dist inguir cóm o varían los im pact os de acuerdo a la edad de los hij os ( niños
o adolescent es) , aunque ést e es uno de los t ant os aspect os que no han sido abordados
con suficient e claridad por los est udios.
1
Tanto el estudio de Colombia como el de Guatemala se realizan en asociación con la OIM. El INSTRAW
reconoce el valioso apoyo ofrecido por el UNFPA a los estudios de RD, Guatemala y Sudáfrica; el apoyo del
IFAD al estudio filipino; y el apoyo del PNUD para el estudio multinacional.
1
Consideraciones m et odológicas
La revisión de la lit erat ura en relación a los im pact os de la m igración laboral en los
hij os( as) que perm anecen en las com unidades de origen m uest ra grandes lagunas y
cont radicciones, t ant o en el abordaj e t eórico del fenóm eno com o en los hallazgos
em píricos referidos a las condiciones de los hij os en cuant o a salud, rendim ient o
escolar, vulnerabilidad a diversas form as de abuso, adapt ación social y ot ros
indicadores sico- sociales, em barazos pr ecoces, conduct as delict ivas, et c.
Ej em plo de est as cont r adicciones son los result ados de est udios sobr e el rendim ient o
escolar de los hij os de m igrant es laborales filipinos. Algunos est udios, incluyendo el de
Bat t ist ella y Conaco ( 1996) , encont rar on que el desem peño escolar de los hij os( as) de
m igrant es era inferior a los de los no- m igrant es, part icularm ent e cuando m igraba la
m adre, en t ant o que varios ot r os est udios r ealizados desde ent onces no m uest ran
diferencias en el rendim ient o escolar de los niños filipinos o bien m uest ran que los
hij os de m igrant es t ienen m ej or desem peño escolar que los de no m igrant es ( v er, por
ej em plo, Universit y of t he Philippines et al., 2002; Scalabrini Migrat ion Cent er, 2003) .
Cont radicciones sim ilares aparecen en est udios em píricos que abordan ot ras
dim ensiones del bienest ar de los m enores, siendo igualm ent e preocupant e la t endencia
de algunos( as) aut or es( as) a asum ir a priori que la m igración laboral de uno o am bos
progenit ores t endrá inevit ablem ent e efect os m uy negat ivos en sus hij os( as) .
En cont rast e, dent r o de la com unidad cient ífica parece crecer el consenso en t orno a
los hallazgos de Salazar Par reñas ( 2002) y ot ros de que, en circunst ancias adecuadas,
el apoyo de los parient es y las fam ilias ext endidas puede en gran m edida com pensar la
ausencia de los progenit or es. Según est a aut or a, la penuria em ocional que im plica la
separación no necesariam ent e r eper cut e de m anera negat iva en el bienest ar general
de los hij os( as) siem pr e y cuando las cont ribuciones y sacrificios de sus m adr es sean
reconocidos y valorados, los m enor es cuent en con una pr ovisión est able de at ención
por part e de sus cuidadoras( es) sust it ut as, y las m adr es m ant engan cont act os
fr ecuent es con ellos desde el ext erior , m ediant e viaj es de visit a, llam adas t elefónicas,
et c. De m anera sim ilar, Sor ensen ( 2004: 100, 102) plant ea que m igrar para proveer
m ej ores condiciones de vida a los hij os es am pliar “ los m odos acept ables de am ar y
cuidar” de ellos. Sin negar el sufrim ient o que la separación puede significar, est a
aut ora cit a argum ent os en el sent ido de que la separación fam iliar “ no es
necesariam ent e t raum át ica o problem át ica, ya que las redes fam iliares globales
const it uyen m eram ent e una ext ensión de la r ed fam iliar” .
Lo ant erior ilust ra los cont rast es ent r e los enfoques de descom posición fam iliar vs.
recom posición fam iliar que encont r am os en la lit erat ura, al t iem po de señalar el
caráct er dinám ico de las est ruct uras fam iliares y su capacidad de adapt ar se a
condiciones cam biant es.
En buena m edida, los hallazgos cont radict orios obedecen a dificult ades m et odológicas
en el abordaj e del problem a de est udio. En est e sent ido, UNI CEF ( 2006) dest aca los
2
problem as de calidad de las fuent es de inform ación, los problem as de confiabilidad y
validez de los inst rum ent os de m edición, y la falt a de com parabilidad de los est udios.
Bryant ( 2005) por su part e, dest aca las dificult ades asociadas al uso de diseños
t ranseccionales ( que im piden visualizar la evolución del fenóm eno en el t iem po) , los
problem as de m uest r eo ( part icularm ent e el uso de m uest ras no probabilíst icas) y,
sobr e t odo, la ausencia de grupos de com paración.
En efect o, m uchos est udios que report an im pact os negat ivos recogieron inform ación
únicam ent e sobr e hij os de fam ilias t ransnacionales y no ut ilizaron grupos de
com paración de hij os de no m igrant es. En consecuencia, las dificult ades r eport adas en
esos est udios se at ribuyen de m anera aut om át ica a la condición m igrat oria de los
progenit ores, sin que podam os est ablecer hast a qué punt o los hij os( as) de no
m igrant es pr esent arían problem as sim ilares.
Lo ant erior de ninguna m aner a pr et ende desv irt uar t odos los est udios que m uest ran
efect os negat ivos en los m enor es, ni negar los im pact os em ocionales de la separación
o la posibilidad de que ést a pueda reper cut ir negat ivam ent e en los hij os( as) . Pero sí
nos debe llevar a una act it ud m ás caut elosa en el m anej o del t em a y a evit ar las
generalizaciones hast a t ant o se llenen las lagunas de inform ación exist ent es y
dispongam os de m ás dat os com parables y m et odológicam ent e confiables.
En la t radicional división sexual del t rabaj o las m uj eres cum plen un rol de
est abilización social a t rav és de la fam ilia, absorbiendo las t ensiones que se generan
ent re las dem andas ‘pr oduct ivas’ ( r em uneradas) y ‘r epr oduct ivas’ ( no rem uneradas)
del sist em a económ ico. Cuando las m uj eres ingresan al t rabaj o rem unerado fuer a del
hogar, el sist em a se desest abiliza porque no es capaz de com pensar la pérdida del
t rabaj o r epr oduct ivo grat uit o de las m uj eres. La ausencia de servicios sociales
( guarderías, cent ros de cuidados para personas ancianas, et c.) y la renuencia de los
hom br es a m odificar sus r oles sociales para asum ir una cuot a significat iva de las
t areas r epr oduct ivas, exacerban las t ensiones int ernas del sist em a. Cuando el conflict o
aflora, en v ez de r econocer se sus causas verdaderas, la t endencia es a culpabilizar a
las m uj eres por la desest abilización fam iliar.
En el caso de los países desar rollados, est o se m anifiest a en la “ crisis de cuidados” que
j ust am ent e alim ent a la m igración laboral de m uj eres desde los países pobr es, quienes
2
Comunicación personal (febrero 2007).
3
pasan a sust it uir las funciones fem eninas t radicionales del t rabaj o dom ést ico, cuidado
de niños y ancianos, et c. Las m igrant es labor ales enfrent an el conflict o producción-
reproducción en dos ver t ient es: por un lado, se ven obligadas a procurar en el ext erior
los m edios para asegur ar la sobrevivencia fam iliar porque el sist em a no sat isface las
necesidades básicas de alim ent ación, salud, educación, seguridad social, et c. de sus
fam ilias; y por el ot r o, deben pr ocurar el reem plazo de sus funciones cuidadoras, que
t ípicam ent e se t raspasan a ot ras m uj er es ( m adres, herm anas, et c.) quienes asum en
est e t rabaj o de m anera no r em unerada.
De est a for m a, la ‘crisis de los cuidados’ que se m anifiest a en am bos polos del t ray ect o
m igrat orio “ se m at erializa en los cuerpos y vidas concret as de las m uj er es, donde se
cont rapone una doble vert ient e de su rol de responsables del bienest ar fam iliar: el de
ganadoras de ingresos y el de cuidadoras en lo dom ést ico. Conciliar est os dos papeles
se m uest ra cuasi- im posible en las vidas concret as de las m uj eres, per o, m ás allá, lo
que se escenifica es la im posibilidad social de conciliar dos procesos: el proceso de
‘sost enibilidad de la vida’ y el proceso de acum ulación de capit al” ( I bid) .
En conclusión se puede decir que los enfoques t eóricos operan com o una suert e de
calidoscopio que perm it e m irar el problem a desde ángulos m uy diferent es, llevándonos
a conclusiones m uy diver sas. Considerem os lo diferent e que result a m irar de m anera
aislada las dificult ades que sufren las fam ilias t ransnacionales, en lugar de sit uarlas en
el cont ext o m ás am plio de los problem as sociales que afect an a las fam ilias en general.
En el caso del Caribe v eríam os, por ej em plo, que cer ca de un t er cio del t ot al de los
hogar es est án encabezados por m uj eres solas. O v eríam os el rol que j uega la violencia
dom ést ica en las decisiones m igrat orias de las m adres, un t em a escasam ent e
docum ent ado hast a ahora 3 . En el caso dom inicano veríam os asim ism o las
cont inuidades ent re los procesos de r eest ruct ur ación fam iliar que siguen a la m igración
int ernacional de las m adres y los que durant e décadas se produj eron debido a la
m igración rural- urbana de las cam pesinas que ingresaban al t rabaj o dom ést ico en las
ciudades.
Los ej em plos ant eriores t am bién resalt an la im port ancia de t om ar en cuent a elem ent os
com unes que apar ecen en cont ext os m igrat orios m uy diversos cuando se analizan los
im pact os de la m igración en los hij os de m igrant es laborales, com o son:
3
Un estudio reciente de Bernhard et al. (2006) con 40 madres latinoamericanas de distintos países que habían
emigrado a Canadá sin sus hijos encontró de manera inesperada (ya que ésta no era una variable de estudio)
que en uno de cada tres casos la violencia de los maridos precipitó la decisión migratoria de la esposa. En
todos los casos las dificultades económicas de las familias figuraban como telón de fondo de la decisión
migratoria, siendo éste el factor comúnmente analizado por los estudios. Sin embargo, la frecuencia con la
que la violencia doméstica surge de manera ‘accidental’ en las investigaciones reclama estudios más
profundos sobre este tema.
4
efect o, en m uchos casos los r esult ados son peores, sobre t odo cuando el est at us
m igrat orio de los padres es irregular, debido a la ausencia de la fam ilia ext endida com o
prov eedora de apoy o y cuidados, la falt a de disponibilidad o acceso a ser vicios sociales
( salud, educación, ot r os) , y las barr eras adicionales que suponen las diferencias
lingüíst icas y cult urales 4 .
2. A m edida que las polít icas m igrat orias de los países recept or es se van haciendo m ás
rest rict ivas, la reunificación fam iliar se vuelve m ás difícil y la t ram it ación del proceso
t om a m ucho m ás t iem po. Para el núm ero crecient e de m igrant es laborales en
condición irregular, las visit as periódicas al país de origen se t ornan im posibles, lo que
prolonga el t iem po de separación y agrava las dificult ades que enfr ent an las fam ilias
t ransnacionales.
3. Los beneficios económ icos de la m igración im pact an posit ivam ent e las condiciones
m at eriales de vida de los hij os( as) que quedan en el país de origen, lo que a su vez
reper cut e significat ivam ent e sobr e su bienest ar general. Los est udios concuerdan casi
a unanim idad en est e sent ido, m ost rando r educciones en los niveles de desnut rición,
m ej orías en las condiciones generales de salud, m ayor acceso a la educación, m ej ores
viviendas, et c. En el caso filipino, por ej em plo, el 40.9% de los hij os de m igrant es
asist en a escuelas privadas, cont ra el 14.9% de los hij os de no m igrant es ( Cent ro
Scalabrini, 2003) .
En la República Dom inicana los hogares recept or es de rem esas dest inan el 17% a la
educación de los hij os, propor ción que supera a los dem ás países de la región y que se
relaciona al hecho de que en el caso dom inicano las m uj er es m igrant es r em esan m ás
que los hom br es, lo que confirm a la t endencia de las m uj er es a priorizar en m ay or
m edida los gast os en educación y salud. 5 Los hallazgos de Vicent e Noble confirm an la
im port ancia que las m igrant es ot organ a la salud y la educación, encont rándose que
para m uchas de ellas el acceso de los hij os a la educación superior const it uía el
obj et ivo principal de la m igración.
4
El estudio de Bryant (2005), que compara la situación de los hijos de migrantes de Filipinas, Indonesia y
Tailandia, documenta muchas de estas dificultades.
5
Aunque las mujeres constituyen el 52% de los migrantes dominicanos a EEUU, ellas son responsables del
58% de las remesas enviadas desde ese país; en el caso de España, las mujeres constituyen el 61.4% del total
pero son responsables del 78% de las remesas (ver acápite 3.4 del estudio de caso dominicano).
5
La r eest ruct uración de los hogar es t ransnacionales se da en el m arco de las ideologías
que exim en a los hom bres de las t areas de r epr oducción social ( t areas dom ést icas,
cuidado y supervisión de los hij os, responsabilidad por el bienest ar em ocional y físico
de los m iem bros del hogar) y que, j unt o al rol de prov eedor y cabeza de fam ilia, les
asigna roles de aut oridad en la t om a de decisiones, el m anej o del dinero y en el cont rol
de la sexualidad fem enina.
En el caso dom inicano, cuando las m uj er es m igran la respuest a habit ual consist e en
reest ruct urar el hogar de form a t al que ot r as m uj eres pasen a r ealizar las funciones de
reproducción social de las m igrant es. Por lo general quienes asum en est e papel son las
m adres de las m igrant es ( en m enor m edida las herm anas u ot ras parient as
fem eninas) , quienes r ealizan est e t rabaj o en form a grat uit a o a cam bio de
rem uneraciones inform ales de baj o m ont o ( por ej em plo, se solvent an sus gast os de
alim ent ación, reciben r egalos, et c.) . Así se r epr oduce la noción cult ural de que las
t areas de reproducción social no son “ t rabaj o” y se perpet úa la explot ación del t rabaj o
fam iliar de las m uj er es.
En est e sent ido cabe señalar que, a difer encia de RD, los est udios filipinos m uest ran
una m ayor part icipación de los hom br es en las t ar eas de cuidado de los hij os t ras la
m igración de la esposa, aunque la m ayor par t e de est e t rabaj o sigue recay endo en
parient es fem eninos ( Scalabrini Migrat ion Cent er, 2003) . La disposición de los padr es a
asum ir t areas de cuidado, las act ividades que en est e sent ido realizan y los efect os de
los padres cuidador es sobr e el bienest ar de los hij os son asunt os poco conocidos sobr e
los cuales urge invest igar.
Las act it udes y percepciones sociales t am bién difieren m arcadam ent e fr ent e a la
m igración del padre o de la m adr e. Cuando es el hom bre el que m igra, su part ida se
j ust ifica en función de que est á cum pliendo con la responsabilidad pat erna com o
prov eedor fam iliar y su ausencia no se percibe com o t raum át ica para los hij os. Por el
cont rario, cuando es la m uj er la que m igra por las m ism as razones, su ausencia se
per cibe com o abandono fam iliar que conduce a la desint egración del hogar y que
puede t ener efect os poco m enos que cat ast róficos sobre los hij os. No es de
sorpr ender, por t ant o, que los problem as que m ás preocupan a las m igrant es laborales
dom inicanas sean los relacionados con los hij os, t ales com o el baj o rendim ient o escolar
o abandono de los est udios, los em barazos pr ecoces, et c.
El hecho de que la m ot ivación principal de las m uj eres para m igrar sea j ust am ent e la
necesidad de garant izar la sobrevivencia fam iliar y asegurar un m ej or fut uro para sus
hij os no im pide la crít ica social sobre el abandono m at erno, pero sí genera una
valoración am bigua y cont radict oria de las m uj eres m igrant es: por un lado se las
adm ira por sus logr os com o proveedoras económ icas del hogar, m ient ras por el ot r o se
las repr ocha por el incum plim ient o de sus r oles m at ernos. Dado que las m igrant es
t am bién han int eriorizado las norm at ivas de género que definen el rol m at erno com o
servicio const ant e a los hij os y esposos y que las conviert en en r esponsables absolut as
del bienest ar del hogar, la separación fam iliar genera en ellas m ucha ansiedad y
fuert es sent im ient os de culpa.
6
No disponem os de dat os em píricos que perm it an est ablecer si y en qué m edida las y
los hij os de las m igrant es dom inicanas present an una incidencia m ayor de pr oblem as
que el rest o de la población j oven. Sin em bargo, las inform aciones provenient es de las
ent revist as a profundidad con las m adres en conj unción con el análisis de las
est adíst icas nacionales sugieren que, m ás que a un aum ent o real de los
com port am ient os problem át icos de los hij os, las preocupaciones de las m adres podrían
obedecer - en algunos casos al m enos- a que los hij os no est án cum pliendo las
expect at ivas de pr ogr eso que ellas se han form ado a part ir de la experiencia
m igrat oria.
El caso de los em barazos pr ecoces de las hij as, una preocupación que se reit era en las
ent revist as, sirve para ilust rar est e argum ent o. En la República Dom inicana, una de
cada cuat ro m uj er es t iene su prim er hij o ant es de los 18 años y casi la m it ad son
m adres ant es de los 20 años. En el caso de las m uj eres con baj os niveles educat ivos la
propor ción de m adr es adolescent es es t odavía m ayor, alcanzando el 64% ent re las de
m enor educación ( ENDESA- 2002) . Est as cifras se aj ust an a las caract eríst icas de la
población est udiada, que pert enece a una de las ár eas rurales m ás pobres del país. La
cont radicción radica en que, a diferencia de sus m adres, t odas las hij as adolescent es
de las m igrant es est udiadas habían alcanzado la educación secundaria y m uchas
incluso el nivel universit ario por el que sus m adres t rabaj ar on con t ant o ahínco. En ese
cont ext o, los em barazos precoces no cont ravienen la norm a social, pero sí cont radicen
las expect at ivas de progreso y ascenso social que las m adres m igrant es han
deposit ado en sus hij as.
Conclusión
En com paración con ot r os t em as –en part icular el de las rem esas- la lit erat ura sobr e
m igraciones laborales ha prest ado escasa at ención a los im pact os de los procesos
m igrat orios en los hij os, t ant o los que acom pañan a sus padres com o los que
perm anecen en el lugar de origen. Al m ism o t iem po, los est udios que sí abordan est os
aspect os con frecuencia arr oj an result ados cont radict orios, que en part e obedecen a
lim it ant es m et odológicas pero que en algunos casos r eflej an supuest os ideológicos
ligados a la división sex ual del t rabaj o y a los r oles de géner o.
Por t rat ar se de un asunt o que t oca aspect os esenciales del ordenam ient o social de
género, los efect os sobr e la fam ilia de la m igración laboral fem enina, en part icular, no
han sido t rat ados en t odos los casos con la am plit ud de m iras y el rigor necesarios. Un
result ado de est o es que, en m uchos países, am plios sect or es sociales asum en com o
verdad incont rov ert ible que la m igración laboral fem enina conduce a la desint egración
fam iliar y t iene efect os invariablem ent e negat ivos sobr e los hij os. Est o a su v ez
alim ent a los discursos fam ilist as t radicionales de grupos conservador es que pret enden
coart ar los avances sociales de las m uj er es en sent ido general.
De ahí la im port ancia de la iniciat iva de UNI CEF de pr om over est udios y debat es sobre
los im pact os de la m igración y las rem esas en los hij os de m igrant es. Sólo sobr e la
base de invest igaciones am plias, com parables y m et odológicam ent e rigurosas, que
7
cont ribuyan a una com prensión m ás cabal del problem a, podrán form ularse las
recom endaciones y r ealizarse las int ervenciones que efect ivam ent e cont ribuyan al
bienest ar de los y las m enores im plicados en los pr ocesos m igrat orios.
8
Re fe r e n cia s
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9
UAM-Vicerrectorado de Relaciones Institucionales y Cooperación
MAEC-SECI-Dirección General Planificación y Evaluación de Políticas para el Desarrollo
NUEVAS LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN
EN GÉNERO Y DESARROLLO
Estefanía Molina Bayón y Nava San Miguel Abad (Coords.)
CUADERNOS SOLIDARIOS
Nº 3
5
ÍNDICE
6
PRESENTACIÓN
Leire Pajín Iraola
Ex-Secretaria de Estado de
Cooperación Internacional
7
LEIRE PAJÍN IRAOLA
8
PRÓLOGO I
Pedro Martínez Lillo
Vicerrector de Relaciones
Institucionales y Cooperación de la
Universidad Autónoma de Madrid
(UAM)
9
PEDRO MARTÍNEZ LILLO
Milenio– resulta requisito indispensable para erradicar y superar las causas y con-
tinuidad del empobrecimiento y las injusticias. Igualdad de género implica igual-
dad en todos los niveles de la educación y en todos los ámbitos de trabajo y acti-
vidad laboral, el control equitativo de los recursos y una representación igual en
la vida pública y política, conseguir una participación plena de las mujeres en la
sociedad, en la economía local, regional, mundial etc. En definitiva, una presen-
cia social determinante para cualquier ámbito. También en la universidad. Un re-
ciente estudio referido a la realidad universitaria e investigadora, Académicas en ci-
fras, 2007, revela cómo las mujeres, aún siendo mayoría entre el alumnado y entre
las personas tituladas universitarias, permanecen en situación minoritaria entre el
personal investigador y académico y cómo, asimismo, su presencia disminuye a
medida que nos elevamos en el nivel profesional y de responsabilidad directiva:
por cada 8,4 mujeres profesoras titulares hay una catedrática frente al hecho de
que por cada 2,3 varones titulares existe un catedrático. Frente a un 93,7 por 100
de varones ocupando los rectorados, sólo un 6,5 por 100 son mujeres. Datos para
la reflexión y, seguramente, para la intervención.
Desde la Universidad Autónoma de Madrid reafirmamos el compromiso en
una línea de trabajo y actuación por los temas hacia la igualdad de género y la
consecución de los derechos humanos de las mujeres. Junto a la labor –de larga
trayectoria– del Instituto Universitarios de Estudios de la Mujer–, destaca la re-
ciente creación –por decisión de su Consejo de Gobierno– del Observatorio de
Género destinado a sensibilizar y conocer esa realidad, elaborar un estado de la
cuestión y proponer actuaciones precisas y adecuadas. En similar línea de com-
promiso se inscribe el acuerdo alcanzado entre la Autónoma y el Instituto Inter-
nacional de Investigaciones y Capacitación para la Promoción de la Mujer de Na-
ciones Unidas (UN-INSTRAW) –con ayuda de la AECID– que permitirá la
instalación provisional de esta institución de la ONU en el campus de Canto-
blanco, contribuyendo decisivamente al impulso y actuaciones capaces de hacer
de los estudios de género una orientación clave. Inicialmente sus trabajos se cen-
trarán en el estudio de las mujeres migrantes latinoamericanas en las cadenas glo-
bales de cuidado. Y asimismo el Convenio de Colaboración suscrito entre la Uni-
versidad Autónoma de Madrid y la Dirección General de Evaluación y
Planificación de Políticas para el Desarrollo (DGPOLDE) del Ministerio de
Asuntos Exteriores y Cooperación –del cual es resultado el presente libro y otros
futuros– que centrado en la investigación sobre «Género y desarrollo desde las uni-
versidades: visibilidad de las acciones y difusión de análisis y buenas prácticas» facili-
tará la vinculación –desde la óptica del análisis y el pensamiento propios de la uni-
versidad– en los temas de Género y Desarrollo.
La compilación de los artículos que conforman esta publicación –editada en
la Colección «Cuadernos Solidarios», sello de especial referencia para este Vice-
rrectorado– ofrece la oportunidad de desarrollar análisis y reflexiones con rigor
académico e investigador en torno a diversos temas, como por ejemplo, género y
nuevas modalidades de la ayuda, desde el que se mostrará el estado actual, los
avances y los cambios que se están produciendo en las propias políticas de coo-
10
PRÓLOGO I
11
PEDRO MARTÍNEZ LILLO
12
PRÓLOGO II
Cristina Bernis Carro
Directora del Instituto
Universitario de Estudios de la
Mujer (IUEM) de la Universidad
Autónoma de Madrid (UAM)
13
CRISTINA BERNIS CARRO
14
PRÓLOGO II
blecidas por las sucesivas conferencias sobre la mujer y sus respectivas evaluaciones,
que fueron un gran avance porque además de establecer de manera obligatoria los
principios aceptados universalmente como derechos humanos, y de programar las
medidas necesarias para transformar las sociedades mediante planes específicos de
acción a fin de lograr la igualdad plena entre hombres y mujeres, permitieron pro-
porcionaron las pautas comunes a desarrollar por los países firmantes.
Sin embargo, la evaluación de los planes de acción derivados de las dos pri-
meras conferencias (México, 1975 y Copenhague, 1980) fueron desalentadoras, y
ello determinó cambios importantes en las dos siguientes, que fueron trascenden-
tales para acelerar los procesos de igualdad de género. La tercera conferencia (Ke-
nia, 1985) estableció las llamadas Estrategias de Nairobi, vigentes hasta el año
2000 y cuya finalidad era la consecución de la igualdad de la mujer en materia ju-
rídica, social, de derechos y de ciudadanía, así como en el acceso a los alimentación
y otros aspectos de la salud, el agua y la agricultura. La cuarta conferencia (Beijing,
1995) fue trascendental para acelerar los procesos de igualdad a través de una pla-
taforma de acción que estableció la eliminación de todas las formas de discrimina-
ción contra las mujeres y las niñas, así como la supresión de los obstáculos jurídi-
cos y culturales que impiden su avance. Se hizo especial referencia a la necesidad
de incentivar la independencia económica de las mujeres como premisa básica para
conseguir poder personal, social y político. Beijing aportó además conceptos ope-
rativos para introducir género de manera transversal en todos los aspectos sociales,
políticos y culturales; allí se acuñaron con ese fin los conceptos de «transversalidad»
(mainstreaming) y «empoderamiento» (empowerment), ambos de gran utilidad para
desarrollar los planes de acción recientes. En la reunión del año 2000 en Nueva
York, conocida como Beijing+5, se revisan los acuerdos y compromisos de la pla-
taforma de Beijing y se establecen nuevas medidas para conseguir su plena aplica-
ción. También los Objetivos de Desarrollo del Mileno (ODM), recogen la conse-
cución de la igualdad de género como una prioridad de acción.
El análisis de ese fracaso inicial y la progresiva incorporación del género a «La
Política», evidenció la necesidad de un marco teórico-practico propio, que desa-
rrolle y matice las especificidades de cada sector político respecto a los conceptos
claves, los métodos, las herramientas de investigación y la elaboración de reco-
mendaciones eficaces. La eficacia de las estrategias de cambio y su incorporación
a la legislación y a las Políticas de Desarrollo depende en gran medida de la bon-
dad de la adecuada conceptualización y de los datos en los que se basan las inves-
tigaciones (por ejemplo: datos desagregados de hombres y mujeres, series tempo-
rales, etc.) y no siempre se dispone de ello, o no se recogen de manera adecuada.
Por ello no es casual que a partir de los años noventa, hayan multiplicado las pu-
blicaciones sobre globalización, mujer y desarrollo, y más recientemente las in-
vestigaciones específicas sobre género, cooperación y desarrollo.
Es en esta última línea en la que se encuadra esta publicación, recomendable
a lectoras y lectores interesados en los puntos esenciales de la investigación sobre
Cooperación y Desarrollo, tanto por su actualidad como por los temas que se to-
can. En ella, autoras de reconocido prestigio y demostrada experiencia, revisan
15
CRISTINA BERNIS CARRO
Cristina Bernis
Cantoblanco abril 2008
16
EL FEMINISMO Y EL SABER
DE LAS MUJERES
Amelia Valcárcel y Bernaldo de Quirós
Catedrática de Filosofía Moral y Política
de la UNED y Consejera de Estado
INTRODUCCIÓN
La primera ola del feminismo, la polémica feminista ilustrada, coincidió en
el tiempo y en los conceptos de uso culto con el momento en que una nueva élite,
precisamente la ilustrada, tomó la delantera a la élite tradicional clerical. Termi-
nada la Querelle des Anciens et des Modernes, aquietada Europa por la fecunda Paz
de Westfalia, abonada por la filosofía barroca, la Modernidad comenzó un paso
firme. El Siglo de las Luces convirtió en programa lo que todavía permanecía, en
el Pensamiento Barroco, en el mero limbo especulativo.
De hecho, con la polémica en torno a la educación de las damas, había co-
menzado a desarrollarse la tradición de pensamiento a la que damos el nombre de
feminismo. Significativamente, ése, La educación de las damas, es el título de uno
de sus libros fundadores, el segundo de Poulain de la Barre1. El asunto se remon-
taba a la propia cultura barroca, al Preciosismo. Acabado el conflicto de la Fronda,
nuevos modos sociales cultos se instalaron en la sociedad aristocrática francesa y
buena parte de ellos fueron responsabilidad de un conjunto significativo de damas
que fueron conocidas como las preciosas 2. Las preciosas comenzaron por algo que
1 El primero, al que cabe llamar la primera obra clásica del feminismo, es De la igualdad de los dos sexos,
publicado en 1673.
2 Como afirma Celia Amorós en su introducción a esa obra, las preciosas se convirtieron en el blanco
preferido de los detractores de la igualdad de las mujeres, esto es, de aquellos que propugnaban un modelo de
domesticidad burguesa. Sobre la igualdat dels dos sexes, Cátedra, Madrid, 1993.
17
AMELIA VALCÁRCEL Y BERNALDO DE QUIRÓS
3 «Hay tan poca distancia de sabia a preciosa… que se pasa insensiblemente de la una a la otra. Conozco
a varias damas del primer tipo, pero no sé de una sola que no pertenezca también al segundo. Es cierto que to-
das ellas tienen talento e incluso buen gusto para las cosas bellas, pero su inteligencia está, por decirlo así, tan
preciosistamente conformada, su gusto tan condicionado por sus maneras, que os provocarían rechazo. Son tan
orgullosas como si de diosas se tratara y se creen de una especie distinta a sus semejantes… Sus gestos son afec-
tados, sus palabras rebuscadas. Se escuchan a sí mismas con admiración y a los demás con indiferencia». La Ba-
rre, De la educación de las damas, Cátedra, Madrid, 1993, p. 56.
4 Y por eso en clave feminista han de leerse dos obras, cierto que bastante dispares: El sí de las niñas de
Moratín y La Religiosa de Diderot.
18
EL FEMINISMO Y EL SABER DE LAS MUJERES
1. EL SUFRAGISMO Y LA EDUCACIÓN
La Segunda Ola del feminismo, el movimiento sufragista, recuperó los énfa-
sis educativos del feminismo ilustrado. Tampoco podía ser de otro modo. Al prin-
19
AMELIA VALCÁRCEL Y BERNALDO DE QUIRÓS
20
EL FEMINISMO Y EL SABER DE LAS MUJERES
21
AMELIA VALCÁRCEL Y BERNALDO DE QUIRÓS
8 Para conocer más cercanamente el caso es sumamente recomendable Consuelo Flecha Las primeras uni-
versitarias en España, Narcea, Madrid, 1996.
9 Y ello tuvo como consecuencia buenas investigadoras en biología, por ejemplo, o química, o ambas
como Marie Curie.
22
EL FEMINISMO Y EL SABER DE LAS MUJERES
10 Amorós usa desde hace tiempo esta expresión que ahora le tomo prestada. Resulta muy gráfica.
11 En Memorias de una joven formal, Beauvoir hace la autobiografía de sus años de formación y es obra
utilísima para conocer con su fenomenal ejemplo cómo se gesta la dinámica de las excepciones.
12 Pardo Bazán escribe: «Uno de los muchos errores en que incurrimos es creer que esto del feminismo
es cosa de literatas. Entre las más celebradas de Francia varias son opuestas resueltamente al feminismo. Aquí
el feminismo lo impulsan mujeres capaces de escribir y de hablar en público, más bien que escritoras», La Mu-
jer española y otros escritos, Cátedra, 1999, p. 255. Ninguna mujer de renombre está presente, –nos indica– sino
23
AMELIA VALCÁRCEL Y BERNALDO DE QUIRÓS
algunas aprovecharán los talentos que les han sido autorizados para poner al des-
cubierto el orden que a todas excluye.
Por último no cabe silenciar otro aspecto especialmente irritante de la di-
námica de las excepciones: justifica plenamente el orden que la usa y lo hace
pervivir, puesto que lo presenta como magnánimo. No hay mejor prueba de
que no existe injustificable ginofobia en una corporación que el hecho de co-
optar, para una sociedad casi completamente masculina, a una o dos mujeres.
Con ello se consigue la anuencia de las cooptadas y también la general. La
prueba de la imparcialidad es clara: están las mujeres que merecen estar, sin ex-
clusiones; si no hay más eso no significa que no se las tenga en cuenta, sino que
no se lo merecen. Así lo ha querido Deus sive natura; simplemente hay menos
mujeres con talento que varones sobreabundantes en él. La convicción exclu-
yente de base se mantiene, en consecuencia, intocada. De nuevo la excepción
confirma la regla.
una mesocracia culta. Las que han conseguido descollar casi siempre son resueltamente antifeministas, porque
justifican su excepción en que ellas son excepcionales.
13 Esta vez la expresión es del Papa Woityla en su Mulieribus Disgnitate.
24
EL FEMINISMO Y EL SABER DE LAS MUJERES
25
AMELIA VALCÁRCEL Y BERNALDO DE QUIRÓS
17 Ella empleó ese concepto en su libro Virtudes Públicas, Premio Espasa de Ensayo, en 1990; yo la con-
tradije en mi artículo «¿El genio de las mujeres?» en Isegoría, Revista de Filosofía Moral y Política del CSIC en
1992. Me respondió en su libro El Siglo de las Mujeres, Cátedra, 1998, mientras que yo a mi vez había hecho
del primitivo artículo el epílogo a mi libro La política de las Mujeres, Cátedra, 1998.
18 In a different voice, Harvard, 1982.
19 Valcárcel, La Política de las Mujeres, ed. cit. p. 228.
26
EL FEMINISMO Y EL SABER DE LAS MUJERES
formes con los juicios comunes, se adelantan a su tiempo, desprecian lo que tiene
pública buena nota y producen lo que nadie espera20. Obsesionado por el genio
desde muy pronto, Schopenhauer nos da otra característica suya: «Un erudito es
el que ha aprendido mucho; un genio es aquel del que la humanidad debe apren-
der algo que hasta entonces no conocía»21.
Frente a la noción común desde la nueva cultura ilustrada que la expresión
«República de las Letras» señala, Schopenhauer afirma que los genios forman una
república propia, de gigantes, que se hablan entre sí a través de los siglos; y de eso,
la humanidad corriente, los pigmeos normales, nada entienden. Por último, otra
característica: la genialidad tiene sexo22. Era de prever. Todas las características an-
teriores de la genialidad hablan con el lenguaje de la libertad en sumo grado; no
pueden entonces concurrir en un individuo que pertenece a un sexo que la tiene
limitada. ¿De cuando acá que la que sólo está autorizada para aprender humilde-
mente y cómo mucho ordenar como excelente ayudante lo enseñado por otros,
que son mejores que ella, va a dar a nadie, y menos a la humanidad completa, lec-
ciones? Aprendemos de los que previamente son grandes, no de cualquiera que
tiene su propia maestría en estatuto vacilante. Y valga si en las técnicas, que son
de para poco, transigimos alguna vez; pero nunca en los saberes fundantes. Así ha
de ser. Somos animales jerárquicos23 ¿O no? Así que no hay genias ni atisbos de
que las haya en algún tiempo.
27
AMELIA VALCÁRCEL Y BERNALDO DE QUIRÓS
28
GÉNERO EN DESARROLLO
Y EFICACIA DE LA AYUDA:
NUEVOS ENFOQUES
E INSTRUMENTOS
OPORTUNIDADES Y PROPUESTAS EN
LA AGENDA DE GÉNERO Y EFICACIA.
AVANZANDO HACIA 2015
Nava San Miguel Abad
Responsable de género en
DGPOLDE/SECI/MAEC
PREÁMBULO
El contenido de este artículo se desarrolla a partir del contexto en evolución
que vincula los temas de Género en Desarrollo (GED) a la construcción de la
agenda de la eficacia y las nuevas arquitecturas del desarrollo. Pretende ser un
aporte a los debates y cuestiones más importantes que han estado sobre la mesa
desde 2005, en los foros de género y entre las organizaciones de mujeres y femi-
nistas, desde que se aprueba la Declaración de París (DP). Así, las cuestiones más
importantes son: ¿Es la agenda de la eficacia una oportunidad o un nuevo riesgo para
la igualdad y el empoderamiento de las mujeres?; ¿Está el tema de género realmente en
la corriente principal de las actuales políticas para el desarrollo y de la reforma de la
arquitectura de la ONU?
La posición expuesta en las siguientes páginas plantea que efectivamente el
actual contexto en transformación supone más oportunidades que riesgos para el
cumplimiento de los derechos de las mujeres, y que lo importante es aprovechar
el momento para situar verdaderamente la igualdad de género en el centro de la
agenda principal del desarrollo. Para lograrlo es necesario construir y afianzar de
manera conjunta entre todas las organizaciones de mujeres, un pacto firme para
el cumplimiento de la agenda internacional, centrada en la Plataforma de Beijing,
los Objetivos de desarrollo del Milenio (ODM), la Declaración de París y Agenda
de acción de Accra (AAA), activando para ello todos los instrumentos necesarios
hacia la consecución de las metas previstas para 2015.
31
NAVA SAN MIGUEL ABAD
Cabe preguntarse también: ¿Tienen realmente los actores de cooperación, (los or-
ganismos internacionales, los países donantes y socios, la sociedad civil del Norte y del
Sur), la disponibilidad necesaria para integrar los temas de género como prioridad real
en sus políticas, apoyando a las organizaciones de mujeres gubernamentales y no gu-
bernamentales para aprovechar las oportunidades que brindan las nuevas agendas de
financiación y de eficacia?, y por tanto ¿Serán capaces estas organizaciones en todo el
mundo de generar y construir un nuevo pacto feminista para la igualdad en el desa-
rrollo y conseguir resultados a corto y medio plazo?; ¿Podrán conseguirse las condicio-
nes necesarias para utilizar los nuevos instrumentos y las nuevas modalidades de ayuda
para la igualdad de género?; ¿Sigue realmente vigente la Plataforma de Beijing o hace
falta una nueva conferencia de género en Naciones Unidas ante un contexto tan cam-
biante en los temas de desarrollo?. Sí, realmente la Plataforma de Acción de Beijing
sigue vigente y es necesario cumplirla, pero, ¿Se hace necesario indagar y profundi-
zar en algunos temas y líneas de acción que se adapten a los nuevos contextos y pro-
blemáticas globales de Género en Desarrollo? Partiendo de una respuesta afirmativa
a esta pregunta, es por ello que este artículo es el primero de un libro que trata so-
bre nuevas líneas de investigación aplicada para la integración del enfoque de gé-
nero en las actuales demandas y prioridades de las nuevas políticas de desarrollo.
El objetivo del libro precisamente es profundizar en nuevas líneas que son
prioritarias para la Cooperación Española en cuanto a Género en Desarrollo, pero
que también los son en el nuevo contexto general de la cooperación internacional
y de las transformaciones que se vienen dando en un mundo globalizado. Por
tanto, este libro propone en sus artículos algunas líneas y temas fundamentales
que es necesario profundizar de manera inmediata para reforzar la perspectiva de
género en la agenda actual del desarrollo; plantea propuestas de trabajo y mues-
tra instrumentos que hay que saber utilizar para alcanzar el empoderamiento de
las mujeres, al tiempo que recupera viejos enfoques que son imprescindibles,
como es la defensa de los derechos humanos frente a la pobreza. También analiza
el papel de algunos actores cada vez más relevantes en el desarrollo, como son las
Universidades o las Comunidades Autónomas, y hace recomendaciones para for-
talecer su participación efectiva en los temas de Género en Desarrollo.
32
OPORTUNIDADES Y PROPUESTAS EN LA AGENDA DE GÉNERO Y EFICACIA: AVANZANDO HACIA 2015
con enfoque de género, que se actualizan según la evolución del contexto inter-
nacional político, económico, social y cultural que repercute de manera directa en
el desarrollo. Este libro pretende ser un aporte para la aplicación de las priorida-
des definidas en la Estrategia de Género de la Cooperación Española, poten-
ciando la acción en algunos de los temas más novedosos para la transversalidad de
género, como pueden ser: la acción humanitaria y la construcción de la paz, los
nuevos instrumentos y las nuevas modalidades de la ayuda, la vinculación entre
la diversidad y el género, la participación y armonización con las políticas de gé-
nero en desarrollo de las Universidades o las Comunidades Autónomas, o la re-
cuperación del enfoque de derechos como la mejor forma de luchar contra la po-
breza y por la igualdad, la vinculación entre desarrollo, migraciones y género, o la
denuncia internacional sobre el feminicidio.
1. INTRODUCCIÓN
La Conferencia de Beijing marca un antes y un después en el intento de po-
ner como prioridad el enfoque de género en las políticas de cooperación interna-
cional, y en la implantación de un modelo de desarrollo sostenible en el mundo,
contando con las mujeres y sus necesidades. La Plataforma para la Acción de Bei-
jing centraba su aplicación fundamentalmente en dos estrategias complementa-
rias: Gender mainstreaming o transversalidad, y empoderamiento de las mujeres en
las diferentes áreas críticas que califica como prioritarias para conseguir el desa-
rrollo, la democracia y la paz en el mundo.
La década después de Beijing supone una etapa de laboratorio para la apli-
cación del enfoque GED, para la puesta en práctica de la transversalidad y del em-
poderamiento, sobre todo por las agencias de cooperación en sus estrategias de in-
tervención, y en la política real de los países, con importantes avances en la
constitución de mecanismos de igualdad y de puesta en marcha de políticas de
igualdad y violencia de género. A pesar del retroceso que pudo suponer la apro-
bación de los ODM, a nivel de contenido y de posicionamiento político en
cuanto al tema, sin embargo sirvieron para poner en una agenda común de todos
los actores de desarrollo algunas de las prioridades reivindicadas en las conferen-
cias de los 90, entre ellas la igualdad de género. Se confirma 10 años después, en
2005, tanto en la revisión de los ODM+5, como en la Asamblea de ONU para la
revisión de Beijing+10, que la Plataforma de Beijing lamentablemente sigue vi-
gente y no superada, por incumplimiento de sus objetivos, y que los ODM ve-
nían a ser un vehículo para la aplicación de la Plataforma, pero no la suplantaban.
Por tanto el año 2005 significa también un momento fundamental, por dos ra-
zones: es el momento de reflexión sobre lo avanzado en una década, contando con
dos hojas de ruta: Beijing y los ODM, y con multiplicidad de agencias de desarrollo
tratando de hacer transversalidad de género, tanto internacionales como de coope-
ración bilateral, además de otros actores, como ONGD del Norte y del Sur, centros
universitarios, sindicatos, etc. Por otra parte se inician dos importantes procesos: la
33
NAVA SAN MIGUEL ABAD
34
OPORTUNIDADES Y PROPUESTAS EN LA AGENDA DE GÉNERO Y EFICACIA: AVANZANDO HACIA 2015
en el que se cuenta no sólo con los acuerdos de Accra y Doha, sino con las refle-
xiones y propuestas derivadas de la crisis económica mundial, que otorga una
nueva concepción de las relaciones internacionales, en la que se aboga por forta-
lecer el trabajo multilateral por el conjunto de los países.
Es importante recuperar del pasado lo aprendido y no partir de una nueva
agenda. La Declaración de París no puede cegar todo lo anterior: es el momento de
recuperar los enfoques GED y de derechos humanos contra la pobreza, de reconocer
la genealogía del feminismo como origen de la política GED, transcendiendo como
la lucha por la igualdad siempre ha venido de la mano de mujeres y organizaciones
feministas, tanto en occidente como en los países en desarrollo. Pero por otra parte
habrá que adaptarse a los nuevos principios operativos de París, conocer y saber uti-
lizar los nuevos instrumentos y las nuevas modalidades de ayuda, así como utilizar
nuevos recursos y formas de financiación, como los fondos globales multilaterales.
Este artículo pretende hacer visibles algunas vías para dar respuesta a alguna
de estas preguntas, a la vez que es el primero de un libro pensado para profundi-
zar en nuevas líneas de trabajo planteadas en la Estrategia de Género de la Coo-
peración Española, buscando nuevos conocimientos y formas de hacer en temas
35
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mandas; pero por otra parte existen ahora muchas más posibilidades que enton-
ces, cuando se constituyeron las Naciones Unidas, de luchar de manera global
contra esa discriminación; y esta situación hay que aprovecharla de forma eficaz
en todas sus posibilidades.
Frente a muchas oportunidades que las conferencias de ONU han ido
abriendo de manera global para las mujeres, y el desarrollo de las nuevas tecno-
logías en cuanto a difusión de derechos, incidencia en la construcción de de-
mocracias inclusivas que se reivindican en todo el mundo o en la constitución
de redes feministas mundiales y regionales, algo que ha limitado en mucho la
posibilidad de avances es el machismo obicuo institucionalizado y la concep-
ción patriarcal del mundo que sigue vigente en todas las culturas. Ese machismo
hace que las resistencias se perpetúen en las sociedades y en las organizaciones,
minimizando su relevancia, invisibilizando las consecuencias de la discrimina-
ción en la vida de las mujeres, ridiculizando y persiguiendo todavía (ningu-
neando) las reivindicaciones más importantes que hacen las organizaciones fe-
ministas, evaporizando las políticas de género. Esas resistencias conllevan
también viejas inercias que es difícil desarticular. Por ejemplo en los Organis-
mos Internacionales (OOII) las inercias machistas se reflejan en sus estructuras,
siendo éstos una muestra de las sociedades en las que se constituyen, en cuanto
a digamos «una doble moral para la defensa de los derechos de las mujeres y las ni-
ñas»: Ya que por un lado se defiende de manera declarativa la igualdad como de-
recho humano, pero por otro no se permite que se den las condiciones para ha-
cer posibles esos cambios. La maquinaria burocrática juega también un papel de
contención frente a cambios en la institucionalidad de género en las estructu-
ras de las agencias donantes, y los compromisos no se concretan en recursos eco-
nómicos ni humanos suficientes asignados a género, sin los cuales es muy difí-
cil avanzar. Algunas de las muestras más evidentes de esta falta de voluntad real
a favor de la igualdad en los últimos tres años en el seno de los organismos in-
ternacionales más importantes han sido:
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Puede considerarse que pese a las resistencias que el propio grupo ha tenido
para conseguir poner en el centro de la agenda de Accra la igualdad de género, sin
embargo al trabajo de la Red se le deben en el contexto internacional importan-
tes logros: entre otros, haber apoyado la participación de sociedad civil de género
en las reuniones previas preparatorias, y en el propio Foro de Accra, lo que ha su-
puesto una medida de presión importante para que desde sociedad civil se posi-
cionen los temas de género en muchos de los espacios de Accra, y en el debate ha-
cia Doha. Por otra parte desde Gendernet, al organizar la reunión de Londres, se
ha potenciado también que puedan incluirse como prioridades en la agenda in-
ternacional de eficacia, los otros temas transversales, como son derechos huma-
nos, medio ambiente o grupos excluidos. Es muy destacable que el grupo ha ve-
nido trabajando de manera continuada en la aplicación de la DP en los temas de
género desde 2005, lo que ha supuesto sin duda un importante impulso para su
incorporación posterior en la agenda de Accra. De igual manera, las organizacio-
nes de mujeres y feministas de sociedad civil, a partir de su participación en las
reuniones del Gendernet durante 2006 y 2007, han podido movilizarse de ma-
nera muy activa en el camino hacia Accra, contando además con el apoyo de al-
gunos gobiernos como el canadiense o el español, respaldando iniciativas y con-
sultas regionales de las redes y organizaciones de mujeres en el camino hacia Accra
y Doha.
Otra de las más importantes inercias a desterrar que se ha generado durante
los años posteriores a Beijing, y que hay que superar, es la disyuntiva entre lo po-
lítico-técnico, que se ha dado en los organismos internacionales y las agencias
de cooperación. Esta disyuntiva se refiere a la tendencia a desvincular el tema de
género de toda connotación política, revistiéndolo de un metalenguaje tecnifi-
cado, cuando en realidad es un tema de posicionamiento absolutamente político
por la defensa del derecho humano a la igualdad, y la distribución de poderes y
espacios políticos entre los géneros. Las demandas fundamentales de las feminis-
tas del siglo XX son las mismas que ahora se reivindican desde esta visión técnica
de género. No podemos seguir obviando y negando el origen feminista de las te-
orías de género en desarrollo, esta situación ha causado muchos problemas ya y
pocos resultados para la igualdad de género en los países en desarrollo. Reconocer
la genealogía del feminismo y nombrar por su nombre a las políticas de género en
desarrollo, como una lucha del feminismo por alcanzar la dignidad y los derechos
de las mujeres en todos los países del mundo, es una necesidad para tener clari-
dad en cuanto a lo que defendemos, con quienes contamos y como avanzar en esa
dirección.
La disociación entre feminismo y trabajo técnico de género conlleva tam-
bién falta de especialización en el tema y de formación feminista: esa resistencia
tan fundamental y limitadora ha acarreado otras inercias en el seno de las agencias
como ha sido en muchos casos, durante los 90, la falta de especialización real del
tema de género, considerando que los puestos de género pueden ser ocupados por
mujeres no formadas en género y muchos menos en teoría feminista, fundamen-
tal para posicionar el tema en toda su dimensión política y reivindicativa.
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Mirando hacia delante, hacia el 2015, es muy importante para las agen-
cias de los donantes y de los organismos internacionales y que se reconozca la
vigencia de los problemas y las limitaciones que sitúan a las mujeres y las niñas
en condiciones de pobreza, discriminación, desigualdad y exclusión.
Además reconocer que la agenda de los ODM y de Eficacia vienen a ser
agendas que refuerzan y no que limitan la puesta en práctica de la Plataforma
para la Acción de Beijing, Cedaw y el Plan de Acción del Cairo, y no una sus-
titución o superación del contenido de esas agendas.
Identificar las resistencias que todavía ponen fuera de la corriente princi-
pal a los temas de género, nos ayudarán a superar viejas inercias infundadas so-
bre ellas, como son: La falsa disyuntiva entre lo político y lo técnico en cuanto
a la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres; la desvinculación
de la teoría de género de la teoría feminista y de las reivindicaciones y deman-
das de las feministas de épocas anteriores, así como la falta de especialización
de género en las políticas de desarrollo.
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nos, como a los OOII, y a las organizaciones de sociedad civil para su aplicación.
Se reconoce en diferentes reuniones de la Asamblea de ONU, celebradas durante
2005 y hasta hoy, la falta de cumplimiento de los acuerdos establecidos en Bei-
jing, y la actual vigencia y necesidad urgente de aplicación de todos los objetivos
de la Plataforma de Acción, dado que sus demandas y propuestas son actuales y
siguen siendo útiles para alcanzar la igualdad y para acercarse a las metas pro-
puestas para el 2015 en la agenda mínima de los ODM.
Dado el componente de transversalidad que acompaña a la integración del
enfoque de género en desarrollo, se cuenta también con un amplio marco decla-
rativo y normativo por sectores, fruto de las conferencias de los años 90. Estos en-
cuentros internacionales situaron a la igualdad de género entre las prioridades de
cumplimiento de sus documentos programáticos y normativos de salud, de edu-
cación, etc. Podemos citar como los más importantes la Agenda 21 en Medio Am-
biente (Río1992), el Plan de acción de Copenhague sobre desarrollo social
(1994), o los documentos que posicionan los derechos de las mujeres en la Con-
ferencia de Viena en 1993, o la Conferencia de Población y Desarrollo de El
Cairo (1994), donde además se consideran los Derechos sexuales y reproductivos
como derechos humanos y antecede a Beijing en cuanto a considerar las estrate-
gias de transversalidad y empoderamiento.
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tales y de sociedad civil (apoyo de otros actores que pueden acompañar a estas ins-
tancias: ONGD, universidades, sindicatos, empresas). Los viejos instrumentos pue-
den servir para ir difundiendo y formando en los principios y procedimientos de
trabajo de la agenda de la eficacia, y para, de manera progresiva, incidir en la nego-
ciación de nuevos instrumentos para género a más largo plazo, con gobiernos de los
países socios y con las organizaciones donantes. Para ello habrá que contemplar de
manera inmediata actividades de difusión sobre el nuevo contexto en transforma-
ción de la ayuda y sus nuevas modalidades de financiación.
También se hace necesario recopilar el aprendizaje de la transversalidad en los
proyectos desde los 90, y poder trabajar con más precisión y resultados en este
sentido en el ejercicio de proyectos no específicos de género, que pueden ser pues-
tos en práctica entre los socios y las agencias bilaterales, y las ONGD del Norte
en el Sur, tanto con instrumentos tradicionales como nuevos.
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aprovechar el nuevo orden del desarrollo para revitalizar alianzas, trabajo con-
junto en la búsqueda de resultados urgentes y posibles para el cumplimiento de
los derechos de las mujeres.
Es un momento de oportunidades para saber combinar lo viejo y aprendido
en los años anteriores sobre género y desarrollo, con las nuevas vías que se abren
en el proceso de transformación de las políticas para el desarrollo y los nuevos ro-
les que juega cada actor. Por ello en este epígrafe se analizan los distintos elemen-
tos de oportunidad que pueden favorecer la aplicación de políticas de género en
desarrollo, como son:
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de intención, sino de medidas concretas para aplicar entre todos, que marcan una
agenda mínima como los ODM, revisada en 2008, como año intermedio de
cumplimiento de las Metas del Milenio. En este sentido es muy importante que
Gendernet pueda revisar las Directrices de género, y puedan actualizarlas y adap-
tarse al nuevo contexto de la eficacia, como guía para planificar acciones por to-
dos los actores de cooperación en cuanto a género y empoderamiento de las mu-
jeres.
Por otra parte, los países donantes y socios cada vez concretan y perfilan más
sus instrumentos de planificación. Por ejemplo la Cooperación Española refuerza
su sistema de planificación elaborando herramientas de planificación sectorial y
geográfica, en las que promueve la coherencia de políticas y la armonización de
todos los actores. La Estrategia de Género de la Cooperación Española considera
nuevos instrumentos a los documentos de estratégicos de planificación estratégica
geográfica y sectorial (DEG y DES).
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Ante este uso de los nuevos instrumentos que puede parecer muy desfavorable en
el largo plazo para los temas de género, hay que reforzar varias posiciones:
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h. Nuevo pacto de asociación para una agenda común entre las organizacio-
nes y redes de mujeres
El intento de coordinación entre los actores implicados en el desarrollo no es
nuevo, pero pretende reforzarse de manera significativa a partir de la Declaración
del Milenio en el año 2000, cuando en la Asamblea de la ONU se apuesta por
una agenda común de objetivos mínimos a cumplir para reducir la pobreza antes
de 2015. En esta dirección la Declaración de París de 2005 y la Agenda de Acción
de Accra, son el resultado de una búsqueda efectiva de consensos y participación
conjunta en principios y procedimientos de todos los actores del desarrollo, para
acelerar el logro de los objetivos establecidos ante los escasos avances obtenidos en
los últimos años en la lucha contra la pobreza. Se pretende respetar las políticas
de desarrollo trazadas por los países, reforzar la armonización entre actores y el
multilateralismo, así como una gestión más responsable y eficaz. Este año 2008 es
clave al definir la agenda de Accra, la de Doha sobre financiación, así como en la
búsqueda de resultados basados en el trabajo conjunto y coordinado una vez ini-
ciada la crisis económica mundial. En cuanto a género, en febrero y marzo tuvo
lugar también la CSW sobre financiación para la igualdad, y durante todo el año
las organizaciones de mujeres de sociedad civil y el GENDERNET del CAD hi-
cieron un ejercicio muy significativo de aunar esfuerzos en red, para que la igual-
dad de género esté presente entre las prioridades operativas de dichas agendas.
Es imprescindible cambiar las relaciones entre las organizaciones y construir
un nuevo Pacto mundial por la igualdad. En una etapa de cambio para el desa-
rrollo, las organizaciones de mujeres deben hacer una asociación mundial donde
se establezcan nuevas relaciones de solidaridad de género, participación, confianza
mutua, para compartir toda la información disponible y convertir la agenda de la
eficacia y las nuevas arquitecturas en un marco de oportunidades y no en una
amenaza. En este marco se está construyendo una agenda común consensuada
que hay que potenciar, tal vez diseñada en el marco del CAD, junto con ONU y
la sociedad civil representativa del Norte y del Sur.
En este contexto en transformación, tanto los organismos gubernamentales,
como donantes y las organizaciones de mujeres y feministas han de ser muy cons-
cientes de un cambio en los roles de todas y cada una de las organizaciones. Es
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muy importante potenciar mucho más el trabajo en red, buscar de manera con-
junta apoyo para las organizaciones gubernamentales y mecanismos de igualdad
para obtener nuevos instrumentos y apoyos en la construcción de políticas públi-
cas. Organizaciones gubernamentales y no gubernamentales tendrán que poten-
ciar la coordinación entre ellas: las primeras construyendo espacios de consulta y
participación efectiva de la sociedad civil, generando una mayor construcción de
ciudadanía y democracia; y las segundas aportando en los procesos, superando
viejos enfrentamientos y recelos con los mecanismos de igualdad gubernamenta-
les en los países. Es necesario hacer un pacto feminista y de género donde el ob-
jetivo sea común en la construcción de igualdad en los países y en los procesos de
integración regionales, tratando de trabajar juntas en el aprendizaje del nuevo
contexto de la agenda de eficacia, para aprovechar al máximo esta oportunidad.
Un rol fundamental a potenciar entre ambas partes en los países socios, y con
las unidades de género de los donantes, es el ejercicio del principio de mutua res-
ponsabilidad en género y desarrollo, donde sociedad civil podrá jugar un rol de
veeduría en el cumplimiento y la rendición de cuentas de los fondos de coopera-
ción, además del control de cumplimiento de resultados. Trabajar en este sentido
ayudará de manera significativa a construir nuevas relaciones de respeto, de par-
ticipación y de aprendizajes conjuntos.
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jeres que trabajan por la igualdad. Todos estos cambios suponen un esfuerzo en el
establecimiento de relaciones entre las organizaciones a todo nivel, en desechar vie-
jas inercias y acercamientos más individualizados y aislados a las agencias y a los
recursos para género en desarrollo.
3 Modelo de análisis del grado de integración de género en una política, diseñado en la Estrategia de Gé-
nero en Desarrollo de la Cooperación Española
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Modelo de análisis de grado de integración del enfoque de género en una política pública
ETAPAS
1. ETAPA DECLARATIVA Y DE COMPROMISO POLÍTICO REAL
2. REAFIRMACIÓN DE COMPROMISOS INTERNACIONALES FUNDAMENTALES
3. REDEFINICIÓN CONCEPTUAL Y POLÍTICA DEL TEMA DE GENERO
4. PLANIFICACIÓN ESTRATÉGICA
5. GESTIÓN
6. FORTALECIMIENTO DE LA COORDINACIÓN, COHERENCIA
Y ARMONIZACIÓN
7. SEGUIMIENTO Y EVALUACIÓN
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mentos a la vez es bastante infrecuente, por ello hay que avanzar sobre lo
posible y no sobre lo que sería una planificación ideal y deseable.
5. Etapa de gestión: Es el momento en que se pone en práctica la política en
lo real, contando con presupuestos y actuaciones concretas para la igualdad
de género. La gestión contempla, desde actividades de sensibilización y for-
mación para el cambio en la cultura organizacional, hasta medidas de igual-
dad o proyectos concretos de género para ejecutar. A veces en los países se da
la circunstancia de que se elaboran proyectos de género sin tener una ley de
igualdad por ejemplo, o se desarrollan actividades sin tener un buen presu-
puesto, vinculadas al compromiso y el esfuerzo de los mecanismos de igual-
dad o de mujeres comprometidas con el tema que llegan a puestos de deci-
sión y que trabajan por la transversalidad, pero no tienen un marco político
ni de planificación verdaderamente establecido como prioridad real de las
autoridades. En muchas ocasiones la asignación presupuestaria no es sufi-
ciente en comparación con otros sectores, siendo el paso más difícil de al-
canzar en la gestión de una organización, lo que debilita mucho la aplicación
de una política o programa de género y supone un desgaste importante para
las unidades o mecanismos de igualdad y para las mujeres que los dirigen.
6. Coordinación, coherencia de políticas y armonización de actores: Se re-
fiere a la coordinación de todos los actores especializados en género o po-
líticas de igualdad, desde el gobierno a la sociedad civil; la coherencia de
políticas entre las distintas unidades de la administración central y los en-
tes locales, y la armonización con los diferentes organizaciones interna-
cionales que apoyan en el país o a nivel de región. Son elementos clave
para una buena articulación y resultados para la eficacia de la ayuda.
7. Proceso de seguimiento y evaluación: El último paso para consolidar una
política de género completa es que realmente se hayan dedicado esfuerzos
y recursos suficientes para la constitución de procesos de seguimiento y
evaluación de resultados, que sean como un espejo de la planificación y la
gestión con enfoque de género. Este es realmente a nivel internacional el
paso más difícil de alcanzar, ya que muchas veces es de por si laborioso
conseguir cumplir las otras etapas previas, como para invertir en evalua-
ción efectiva. Además que se hace necesario investigar y construir indica-
dores y herramientas de seguimiento y evaluación con enfoque de género.
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a. Recomendaciones generales
Se proponen aquí algunas recomendaciones que puedan facilitar avances de vía
rápida en el cumplimiento de los objetivos previstos en la Plataforma de Beijing y los
ODM para 2015. Será necesario trabajar con algunas herramientas fundamentales
que habrá que construir de manera conjunta con la mayor parte de actores involu-
crados en las acciones de género en desarrollo a nivel internacional, para alcanzar una
acción más eficaz y que pueda ofrecer resultados en el corto plazo:
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grupos de trabajo de la propia red, uno sobre eficacia de la ayuda y el otro para la
elaboración de las nuevas directrices u orientaciones del CAD sobre género, han
ido apareciendo, los denominados Resúmenes temáticos donde se ofrece informa-
ción y recomendaciones para avanzar hacia la eficacia de la ayuda en género.
La constitución de las nuevas Directrices sobre igualdad de género y eficacia
de la ayuda deberían contemplar varios apartados, que podrían concretarse a par-
tir de los siguientes puntos:
• Sobre grado de cumplimiento de las agendas: Una primera parte que ex-
plique los avances obtenidos en la década después de Beijing, a partir de la
experiencia práctica y las lecciones aprendidas como resultado de su aplica-
ción, y que además refleje los objetivos que todavía falta por conseguir.
• Sobre aplicación de los principios y enfoques: El marco de referencia,
donde se explique en que documentos se basan las directrices para el cum-
plimiento de sus objetivos, y que contemple la diferencia entre aquellos
documentos de contenido político, y aquellos otros que responden a como
aplicar de manera más operativa la ayuda, para una mayor eficacia y ob-
tención de resultados en corto plazo. Es importante reflejar como la década
después de París introduce nuevas formas de operativizar la ayuda. En este
apartado se han de definir claramente los enfoques GED+EA, Derechos
humanos, Derechos sexuales y reproductivos, y los principios fundamenta-
les de ONU y los principios operativos de París.
• Sobre actores, transformación de las reglas de juego y redefinición de ro-
les: Explicitar quienes son los actores del desarrollo, que papel juega cada
uno de ellos y como construir entre todos pactos de asociación para el de-
sarrollo para la igualdad de género. En este sentido es muy importante re-
definir los roles y las relaciones entre mecanismos de igualdad guberna-
mentales y organizaciones de la sociedad civil, analizando los riesgos y
oportunidades que tiene no establecer una agenda común basada en la ar-
monización y el logro efectivo y rápido de avances. Es importante estimu-
lar el acercamiento entre estos organismos gubernamentales y de la sociedad
civil, y que las agencias donantes promuevan estos pactos para fortalecer la
participación ciudadana de las mujeres en la construcción de políticas pú-
blicas de igualdad y desarrollo.
• Sobre institucionalidad y nuevas arquitecturas: Es fundamental explicar
las nuevas arquitecturas de género, sus funciones y entidades a las que per-
tenecen. Así como dar pautas para la construcción de estructuras y proce-
sos de institucionalidad en las organizaciones que estén en ese proceso de
transformación, contando con factores de especialización y voluntad polí-
tica para ello.
• Sobre acceso a recursos e instrumentos: Definir cuales son los instrumen-
tos tradicionales con enfoque GED que han de permanecer, cuales son las
Nuevas modalidades de ayuda y los nuevos instrumentos y como trabajar
con ellos para la igualdad y el empoderamiento.
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GÉNERO Y COOPERACIÓN
DESCENTRALIZADA:
RECOMENDACIONES PARA LA
ARMONIZACIÓN DE LA AOD
Alioska Vanessa Pérez Baldovinos
Investigadora de CEALCI-Fundación
Carolina y Colaboradora del Área de
Género en DGPOLDE.
1. INTRODUCCIÓN
El Gobierno de España y las Comunidades Autónomas (CCAA), han creado
planes que dirigen acciones para lograr el avance a la igualdad efectiva de mujeres
y hombres. En el caso de la política de desarrollo se ha comenzado a dar respuesta
a los compromisos asumidos internacionalmente y al mandato de Ley sobre Co-
operación Internacional, establecido en el año 1998.
La Ley 23/1998 del 7 de julio de Cooperación Internacional para el Desa-
rrollo, BOE Nº 162 (8/07/98), en la cual se expresan los principios, objetivos,
prioridades, modalidades e instrumentos de la Política Española de Cooperación
para el Desarrollo, otorga una base jurídica a la igualdad de oportunidades entre
mujeres y hombres, como principio rector de la Cooperación Española. «La po-
lítica española de Cooperación internacional se orientará a la protección y respeto
a los derechos humanos, igualdad de oportunidades, a la participación e integra-
ción social de la mujer y defensa de los grupos más vulnerables» (Art. 7.c). La Ley
reconoce por primera vez a los diferentes actores de la Cooperación Española y es-
tablece la prioridad de la defensa de los derechos de las mujeres.
En el II Plan Director (PD) de la Cooperación Española (2005- 2008), se in-
tegra el enfoque de género en las líneas estratégicas de la política de desarrollo,
continuando como prioridad en el III Plan Director (2009-2011). Este docu-
mento, es un elemento básico de planificación cuatrienal que determina las di-
rectrices, objetivos, prioridades y recursos presupuestarios para el período que
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CUADRO 1
Países que prioriza en sus DEP y PAE líneas estratégicas a género
Países
Línea Estratégicas de
Prioritarios Atención Especial Preferentes
Género
DEP PAE PAE
Promoción de una mayor Nicaragua, Republica Do- Camboya Argentina, Costa
representación de las muje- minicana, Túnez, Bolivia, Rica, Bangladesh
res y participación paritaria El Salvador, Perú Mozam-
en todos los espacios socia- bique, Senegal , Honduras
les y políticos.
Fortalecimiento de las polí- Nicaragua, Republica Do- Líbano, Colombia Uruguay, Argen-
ticas y mecanismos na- minicana Haití, México, tina, Venezuela, Pa-
cionales de igualdad de gé- Vietnam, El Salvador, namá
nero Perú, Egipto, Argelia,
Honduras , Cabo Verde
Túnez, Bolivia ,Guatemala
Mejora de oportunidades Nicaragua, Republica Do- Camboya Argentina, Brasil,
de las mujeres en el ámbito minicana Senegal, Viet- Bangladesh
económico nam, Marruecos Hondu-
ras, Níger Cabo Verde,
Túnez, Bolivia, Guatemala
Formación en valores de Honduras, Níger Túnez, Colombia
ciudadanía Bolivia , Guatemala, Arge-
lia
Mejora de la salud sexual y Guatemala
reproductiva y reducción
de la mortalidad materna.
Nota: El resto de los países no presentaron líneas estratégicas de género, por no identificar en su diag-
nóstico inicial como una prioridad.
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GÉNERO Y COOPERACIÓN DESCENTRALIZADA: RECOMENDACIONES PARA LA ARMONIZACIÓN DE LA AOD
aún más las opciones en el marco regional donde se concretan las actuaciones a par-
tir de las prioridades emanadas de las limitaciones detectadas en el diagnóstico pre-
vio regional. Al final del documento se incluye un marco instrumental, donde las
líneas descienden a los mecanismos concretos para su puesta en práctica en dos
grandes modalidades de ayuda, presentando los instrumentos que se pueden utili-
zar en la Cooperación Española: a nivel bilateral y a nivel multilateral.
En este proceso de planificación la cooperación española refleja el avance de
su coherencia de política en las políticas de igualdad y de cooperación, a través de
sus marco normativos como i) su ley de cooperación (con una línea prioritaria
para la igualdad de género); ii) la ley de igualdad efectiva para hombres y muje-
res, en la que se presenta como mandato establecer la transversalización de género
en las actuaciones de desarrollo; iv) En su II PD y III PD mantiene como línea
prioritaria Género en Desarrollo de manera horizontal y sectorial. v) En el docu-
mento estrategia sectorial en Género en Desarrollo.
Es importante resaltar que las estrategias sectoriales recopilan los compromi-
sos internacionales más importantes del sector y su marco normativo. A partir de
estas referencias, se han construido los marcos teóricos, contando con los princi-
pios fundamentales, enfoques de desarrollo y conceptos que posicionan a la Co-
operación Española. Esto ha permitido tener un avance en cuanto al grado de de-
bate y consenso conseguido entre los diferentes actores de la cooperación, y un
compromiso explícito del posicionamiento político para mejorar la calidad y la
eficacia de la ayuda. Una de las dificultades existentes, es la falta de acciones en la
difusión y de apropiación de estos contenidos, para lograr una adecuada aplica-
ción y utilización de estos documentos. Por otro lado, este proceso de planifica-
ción estratégica, tanto sectorial como geográfica, no ha seguido una lógica uni-
forme, ni el cumplimiento de una planificación en plazos, aún con una
herramienta homogeneizada.
Además, en este sistema de planificación estratégica de la cooperación espa-
ñola, no se crearon criterios para organizar la elaboración de las estrategias secto-
riales y la edición de algunas prioridades horizontales, quedando excluidos algu-
nos sectores como infancia y juventud, migración y desarrollo. Y tampoco hay
que obviar el tiempo tardío de la publicación de estos documentos.
El reto al que deberá enfrentarse el III PD, será la articulación de las estrate-
gias sectoriales y geográficas, de forma que estos dos ámbitos de planificación
cumplan su cometido de favorecer la concentración de la ayuda española y a la vez
definan marcos estratégicos en cada país que favorezca una asociación para el de-
sarrollo con una armonización de actuaciones, que faciliten la eficacia de la ayuda
y una coherencia de política, con todos sus actores de cooperación.
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GÉNERO Y COOPERACIÓN DESCENTRALIZADA: RECOMENDACIONES PARA LA ARMONIZACIÓN DE LA AOD
CUADRO 2
Principales Países Receptores de AOD en el año 2006
Administración Castilla de
CC AA Andalucía Cataluña Madrid País Vasco
Central La Mancha
Guatemala Perú Marruecos Bolivia Guatemala Perú Guatemala
Iraq Bolivia El Salvador Perú Nicaragua Colombia Bolivia
Nigeria Guatemala Honduras Guatemala República Bolivia Cuba
del Congo
Turquía El Salvador Perú Territorios Colombia Mauritania Perú
Palestino
Marruecos Marruecos Territorios Nicaragua Mozambique El Salvador El Salvador
Palestino
Perú Colombia Cuba El Salvador Marruecos Ecuador México
Colombia Ecuador Guatemala República Ecuador Territorios Nicaragua
Dominicana Palestino
Bolivia Territorios Bolivia Honduras Bolivia Marruecos Ecuador
Palestino
Fuente: Seguimiento PACI 2006
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TABLA 1
La Distribución de AOD bilateral para el CRS instituciones de igualdad
de mujeres por regiones. (Seguimiento PACI 2006)
Área geográfica 2004 2005 2006 % 2006 % 2006/05
1. Total América Latina 7.150.371 14.530.767 21.259.541 58,10% 46,31%
2. Total Mediterráneo 3.933.632 7.777.288 7.048.665 19,26% -9,37%
3. Total África Subsahariana 1.078.438 1.509.821 5.436.286 14,86% 260,06%
4. Total Asia-Pacífico 149.007 955.058 1.683.660 4,60% 76,29%
5. Total Europa 0 350.000 593.910 1,62% 69,69%
6. Total África 4.159.734 7.124.123 10.970.659 29,98% 53,99%
7.Total Asia 1.001.343 3.076.071 3.178.582 8,69% 3,33%
8. PVD, no especificado 288.866 436.835 567.087 1,55% 29,82%
Total sector (euros) 12.600.315 25.559.768 36.589.150 100,00% 43,15%
TABLA 2
Relación porcentual y países con mayor ayuda
de la AOD bilateral en género
Principales países / territorios Años
con mayor recepción de ayuda. 2004 2005 2006 2007 2007%
1. Bolivia 696.680 391.346 1.014.114 1.421.437 9,64%
2. Guatemala 302.606 1.458.322 498.093 892.084 7,67%
3. Marruecos 715.364 555.598 2.889.701 2.470.136 7,56%
4. Nicaragua 1.338.043 814.820 447.931 1.185.305 7,54%
5. Palestinos, Territorios 7,10%
6. Namibia 6,61%
7. Colombia 6,36%
8. Bangladesh 5,85%
9. Etiopía 5,31%
10. Timor-Leste 3,58%
Fuente: Seguimiento PACI 2007
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GÉNERO Y COOPERACIÓN DESCENTRALIZADA: RECOMENDACIONES PARA LA ARMONIZACIÓN DE LA AOD
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ALIOSKA VANESSA PÉREZ BALDOVINOS
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GÉNERO Y COOPERACIÓN DESCENTRALIZADA: RECOMENDACIONES PARA LA ARMONIZACIÓN DE LA AOD
como eje prioritario para las actuaciones de cooperación al desarrollo. Siendo ge-
nero una prioridad transversal y estratégica para las CCAA, lo cual tiene una
fuerte relación con las líneas estratégicas del Plan Director 2005-2008. Además
que ratifican los compromisos internacional y nacional, en cuanto al cumpli-
miento de la plataforma de Beijing, ODM y CEDAW.
Estas acciones de planificación sectorial dentro de los planes directores de las
CCAA y del proceso del estado español, antes mencionado, reflejan los primeros
resultados de alineamiento en el proceso de planificación en género, que pueden
ser resultado de todo el proceso de coordinación que se ha realizado en la comi-
sión interterritorial y en el consejo de cooperación, además de las mesas de trabajo
de este consejo, como el grupo de género del consejo, donde se ha revisado toda
documentación elaborada en cuanto a política de cooperación, la revisión de las
estrategias sectorial, especialmente en el proceso de elaboración de la estrategia de
género en desarrollo, en las que ha participados actores de las CCAA.
1 Se realiza un cambio de discurso de «equidad a una igualdad», a partir de la ley igualdad del año 2007
se compromete la política de la cooperación española a tener una coherencia de política en sus discursos y de-
claración de documentos , acordando «que para una equidad se debe tener una igualdad de oportunidades en-
tre mujeres y hombres». Se presenta un avance conceptual en la Estrategia GED, describiendo sus etapas: de-
clarativa, reafirmación y redefinición conceptual y política, para la integración del enfoque GED.
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GÉNERO Y COOPERACIÓN DESCENTRALIZADA: RECOMENDACIONES PARA LA ARMONIZACIÓN DE LA AOD
Los avances antes mencionados han sido un salto importante dentro de la polí-
tica de cooperación española a nivel central como autonómica, al presentar el interés
y el compromiso político de ambas administraciones en cuanto a género. Desde el
proceso de elaboración de un marco normativo que permite direccionar las actuacio-
nes de cooperación al desarrollo con una transversalización de género y en promover
líneas para incorporar el enfoque GED en las actuaciones de cooperación. Este marco
asume los compromisos internacional y nacional, en cuanto género para incorporar
en el proceso de planificación y ejecución, líneas prioritarias para la equidad o igual-
dad de género, en los vigentes planes directores de ambas administraciones.
Aunque desde el punto de vista de ejecución de la AOD de las CCAA, que-
dan retos importantes que realizar, para armonizar y alinear las acciones en el te-
rreno (en el territorio de los países receptores de ayuda), sea por parte de los ac-
tores de administración central como los de las Comunidades Autónomas. En
cuanto a género, la mayor parte de las ejecuciones de los fondos descentralizados
están siendo ejecutados por ONGD , de acuerdo a las convocatorias de subven-
ciones de colaboración directa, que emiten cada año las CCAA, que muchas ve-
ces estos actores no informan sus actuaciones en el terreno a las Oficinas Técni-
cas de Cooperación (OTC), sin tomar en cuenta la política de país socio y las
prioridades identificadas en los DEP y PAE, además de las líneas de intervención
señaladas en la estrategia sectoriales como la de Género en Desarrollo. En este
contexto es importante, establecer metodología o espacios compartidos, para con-
certar acciones de cooperación en el terreno en conjunto con ambas administra-
ciones, siendo de suma importancia la constitución de la Red de Género y Efica-
cia de la Ayuda (Red GEDEA) descripta en la Estrategia GED, un instrumento
para iniciar el proceso de coordinación interinstitucional con sus actores de coo-
peración en cuanto género y desarrollo.
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ALIOSKA VANESSA PÉREZ BALDOVINOS
pecto al año 2005, datos que están relacionados a los cambios legislativos en cuanto
a género, en las políticas de igualdad y de cooperación (antes mencionadas), tanto a
nivel central como en la política de la cooperación descentralizada. Este aumento de
la AOD bilateral es perceptible tanto en términos absolutos como en términos rela-
tivos (tabla 3 y gráfico 1) en la que se muestra la evolución de la ayuda para género.
TABLA 3
AOD bilateral de la Cooperación Española en el CRS
Instituciones de igualdad de mujeres
Igualdad de Mujeres AOD Bilateral 2005 2006 2007
Total (millones de Euros) AOD Bilateral 26 37 124
Total (millones de Euros) de las 17 Comunidades Autonómicas 9 13 13
GRÁFICO 1
Incremento AOD Bilateral de CCAA en Género
3 Registros de datos del Seguimiento de la ayuda del año 2007 por DGPOLDE.
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GÉNERO Y COOPERACIÓN DESCENTRALIZADA: RECOMENDACIONES PARA LA ARMONIZACIÓN DE LA AOD
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ALIOSKA VANESSA PÉREZ BALDOVINOS
5. CONCLUSIONES GENERALES
5.1. El posicionamiento declarativo de la voluntad política de género en los
documentos políticos y programáticos de la cooperación, a nivel auto-
nómico como a nivel central: existe un marco normativo y documentos
que declaran el posicionamiento prioritario del tema de género. Esto es
un avance en la política de desarrollo, el incorporar el enfoque de género
en los documentos que planifican las actuaciones de cooperación al de-
sarrollo. El asumir en la normativa internacional y nacional, la defensa
de los derechos de las mujeres, al tener una ley de cooperación que po-
siciona como prioridad transversalidad y sectorial género en desarrollo.
Esto marca las líneas prioritarias presentadas en los planes directores,
tanto a nivel central como autonómico. Aunque una de las dificultades
existente en la cooperación española, es la falta de la institucionalización
del tema en la estructuras de cooperación, lo cual dificulta el avance sos-
tenido y el avance de la implementación del enfoque GED en las actua-
ciones de cooperación. Esto indica, que en la mayoría de proyectos, las
líneas de acción tienden a reproducir el enfoque MED.
5.2. La reafirmación de la voluntad política de las CCAA y del Gobierno,
para el alcance de la igualdad de género: este posicionamiento político
se manifiesta en múltiples aspectos de su política general, en la reafir-
mación de sus compromisos, acuerdos y convenios internacionales rati-
ficados por España en materia de igualdad; ubica claramente el tema en
el mandato internacional vigente y reafirma los compromisos adquiri-
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GÉNERO Y COOPERACIÓN DESCENTRALIZADA: RECOMENDACIONES PARA LA ARMONIZACIÓN DE LA AOD
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GÉNERO Y COOPERACIÓN DESCENTRALIZADA: RECOMENDACIONES PARA LA ARMONIZACIÓN DE LA AOD
pañola, como es el caso del País Vasco, que destina un 10% de su pre-
supuesto de cooperación al desarrollo a las acciones dirigidas exclusi-
vamente a las organizaciones de mujeres o a proyectos que tengan
como objetivo explícito el empoderamiento de las mujeres y/o la me-
jora de los niveles de equidad de género. Además, se considera en las
propuestas de proyectos que «al menos un 50% de población benefi-
ciaria directa sean mujeres». Esta experiencia positiva es un insumo
importante para la programación de la AOD en materia de género, ya
que garantiza en el presupuesto la inclusión activa de las mujeres como
agentes de desarrollo en los proyectos ejecutados en sus países.
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ALIOSKA VANESSA PÉREZ BALDOVINOS
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GÉNERO Y COOPERACIÓN DESCENTRALIZADA: RECOMENDACIONES PARA LA ARMONIZACIÓN DE LA AOD
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97
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD
CULTURAL1
Ewa Strzelecka2
Especialista en Género y Desarrollo.
Miembro del grupo de
investigación: «AFRICAInEs:
Investigación y estudios aplicados al
desarrollo» de la Universidad de
Granada y colaboradora en el
CICODE (UGR)
1. INTRODUCCIÓN
Desde los años noventa los enfoques de la diversidad cultural y de la igualdad
de género se han convertido en dimensiones obligadas a tener en cuenta en las po-
líticas del desarrollo. La importancia de ambas perspectivas se recoge en el actual pa-
radigma del desarrollo humano, para el cual el ser humano y sus capacidades socio-
culturales se sitúan como centro de interés de la cooperación. El desarrollo humano
trata de ampliar las opciones y las capacidades de la gente, es decir, permitir que las
personas elijan el tipo de vida que quieren llevar, pero también pretende brindarles
tanto las herramientas como las oportunidades para que puedan llevar a cabo tal de-
cisión. En esta definición se entiende que el desarrollo humano no se da sin la con-
sideración cultural, sin el reconocimiento de la diversidad cultural y de sus referen-
tes a la identidad. No se conseguirán aumentar las capacidades y las opciones de la
gente, si se niegan a las personas sus raíces, su identidad, se cuestionan o denigran
1 El presente artículo se basa en la investigación realizada para el Magíster en Género y Desarrollo del
Instituto Complutense de Estudios Internacionales, en su XIV edición del Programa de Formación en
Cooperación Internacional del Instituto de la Mujer, en colaboración con el Fondo Social Europeo y la Fun-
dación Carolina. Un agradecimiento especial se lo debo a la tutora de la tesina: Nava San Miguel Abad.
2 Especialista en Género y Desarrollo. Licenciada en Estudios Culturales por la Universidad Jaguelónica
de Cracovia. Doctoranda en el Departamento de Antropología Social en la Universidad de Granada. Miem-
bro del grupo de investigación: «AFRICAInEs: Investigación y estudios aplicados al desarrollo» del Departa-
mento de Antropología Social de la UGR y del Grupo de Investigación: Seminario de Estudios para la Inter-
vención Social y Educativa (S.E.P.I.S.E.) del Departamento de Trabajo Social, UGR. Colaboradora en el
Centro de Iniciativas de Cooperación al Desarrollo (CICODE) de la Universidad de Granada.
99
EWA STRZELECZKA
sus creencias, sus convicciones, si se crea marginación y exclusión por la lengua, re-
ligión, tradiciones, procedencia étnica, clase social, opción sexual, edad o sexo. Con
el enfoque del desarrollo humano no sólo se sustituye la visión economicista, que
entendía el desarrollo en términos de progreso material y de modernización, sino
que se establecen unos objetivos enfocados hacia los seres humanos, en lo social y
en lo cultural. La diversidad cultural se entiende como un recurso y como una opor-
tunidad para el desarrollo. No obstante, la diversidad cultural no es un valor en sí
mismo, sino que su valor radica en su conexión con la libertad cultural, con el en-
foque de los derechos humanos y particularmente con los derechos de las mujeres.
No se puede invocar, por lo tanto, la diversidad cultural para defender prácticas que
nieguen a las mujeres sus derechos fundamentales, la igualdad de oportunidades y
la posibilidad de participar plenamente en la vida social, política, económica, reli-
giosa y cultural. «La libertad cultural –dice el PNUD– constituye una parte funda-
mental del desarrollo humano puesto que, para vivir una vida plena, es importante po-
der elegir la identidad propia – lo que uno es– sin perder el respeto por los demás o verse
excluido de otras alternativas» (PNUD, 2004:1). Se trata de una libertad para parti-
cipar en la sociedad sin tener que desprenderse de los vínculos culturales, lo que no
se traduce en una actitud acrítica con la tradición y con determinadas costumbres,
sino todo lo contrario, responde a una dinámica que propicia la creatividad humana
y el crecimiento personal. La cultura del siglo XXI es de la gente y es para la gente,
es una cultura no excluyente, que se basa en el dialogo, en el intercambio, en el re-
conocimiento y en los valores de la igualdad.
En este marco el Plan Director de la Cooperación Española 2005-2008 esta-
blece por primera vez como objetivo prioritario aumentar las capacidades cultu-
rales de las personas para que puedan ejercer su libertad cultural, así como apro-
vechar las posibilidades que ofrece la acción cultural en el exterior como factor
fundamental para el desarrollo. Con ésto, la cooperación española establece un
compromiso para integrar la perspectiva cultural en todas sus actuaciones y con-
tenidos como una prioridad transversal, consolidando al mismo tiempo una línea
de trabajo específica en cultura y desarrollo en el marco de las prioridades secto-
riales. En el área de cultura destaca la atención particular que se presta a los gru-
pos étnicos y culturales específicos, lanzando una estrategia especializada en la
cooperación con los pueblos indígenas. La cooperación española reconoce tam-
bién la importancia de la igualdad de género incorporando este enfoque como
una prioridad horizontal y sectorial en sus políticas del desarrollo. El cruce entre
las estrategias horizontales y sectoriales de género y de cultura exigen una pro-
fundización teórica y práctica sobre ambos términos, especialmente porque el
tema de la cultura y el del género se ha politizado de una manera significativa en
los últimos años, lo que ha afectado decisivamente a los derechos de las mujeres,
así como al lugar que ocupa la cultura en el desarrollo. Por esta razón siempre con-
viene preguntarse acerca de los discursos y los recursos sobre la cultura, el género
y el desarrollo: ¿Quién define y utiliza estos términos, cuándo, dónde, por qué y para
qué? Además, como reconocemos que nos movemos en unos espacios ideológicos
donde la cuestión de la igualdad de género se ha cuestionado por ciertos discur-
100
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL
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EWA STRZELECZKA
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GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL
3 Hablando de las cartas regionales de los derechos humanos, cabe destacar la Carta Africana de los De-
rechos Humanos y de los Pueblos (1981) y su Protocolo, que entró en vigor en 2005, relativo a los derechos
de las mujeres africanas, que supone un importante avance en los esfuerzos para garantizar la promoción y el
respeto a los derechos humanos de las mujeres en África.
103
EWA STRZELECZKA
Todo esto indica que estamos ante una compleja situación en la que los avan-
ces en los derechos de las mujeres se han visto especialmente afectados por deter-
minados discursos culturalistas, en los que la defensa de la diferencia cultural
tiene prioridad sobre la igualad de género. En este sentido hay que preguntarse
hasta qué punto la cultura o la utilización política de la cultura se han convertido
en poderosos instrumentos de legitimación de la discriminación contra las muje-
res. Porque «es precisamente en nombre de la cultura, es decir el discurso sobre la su-
prema importancia de preservar y salvar la especificidad cultural, el que hoy se pre-
senta como el más potente a nivel planetario como forma de desactivar los reclamos y
demandas de las mujeres en el mundo que vivimos» (Maquieira D’Angelo,
1998:187). En estas circunstancias es especialmente necesario reconocer y dife-
renciarse de lo que Virginia Maquieira D’Angelo (1998) llama el «culturalismo se-
xista» o el «sexismo cultural», que opera como una nueva forma de fundamenta-
lismo cultural, y que en base a reivindicaciones basadas en la especificidad
cultural, lo único que se pretende es detener los cambios en género y los avances
en los derechos de las mujeres. La visión homogénea, esencialista y ahistórica de
la cultura que se utiliza en estas ideologías oculta las dinámicas de poder y silen-
cia la pluralidad de voces que denuncian un conflicto de intereses y una margi-
nalización de determinados colectivos sociales por las estructuras dominantes. El
hecho de ver la cultura como un todo homogéneo, es decir una entidad inmuta-
ble y no como un proceso dinámico y basado en las relaciones de poder, permite
interpretar cualquier iniciativa de cambio cultural o social como una amenaza a
la tradición y a la identidad cultural. El impacto de este mensaje afecta especial-
mente a las mujeres, porque al asignarles el rol de reproductoras de la comunidad
y de guardianas de la tradición, las hace responsables de un orden social determi-
nado y asimismo culpables de cualquier desintegración socio-cultural. En cuanto
a los derechos de las mujeres, como bien ha señalado Irene López: «llama la aten-
ción la dificultad para comprender que los derechos de las mujeres no pueden estar su-
jetos a una determinada interpretación cultural, mientras que los de los hombres no
parecen cuestionarse en base a una supuesta diferencia. La ‹contaminación cultural›
parece permitirse en mayor medida para unos que para otros, tanto en el contexto de
las culturas indígenas, como en países islámicos. La preservación cultural parece recaer
exclusivamente sobre mujeres o sobre grupos (castas) de menor influencia dentro de las
comunidades» (López, 2005:5). En este sentido se reafirma una posible utilización
política del concepto «cultura» en función de ciertos intereses que legitiman la de-
sigualdad de género.
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GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL
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sigualdades entre ambos continúan siendo muy reales. En vista de ello, hay quienes ar-
gumentan que debemos seguir trabajando dentro de estas categorías, pero siendo cons-
cientes de que son temporales y tomándolas como una categoría, más que como un
esencial ‹lo que somos›. Al igual que con la clase, es necesario que trabajemos por los
intereses de grupos identitarios particulares que son oprimidos por este sistema (la clase
trabajadora, las mujeres) y al mismo tiempo por la abolición de estas mismas identi-
dades (el fin del sistema de clases, el fin de la categorización sexual)» (Jolly, 2002:19).
La cultura y el género se construyen, se experimentan y se interrelacionan
conjuntamente. El sistema de dominación de los hombres sobre las mujeres, evi-
denciado en la teoría de género, se justifica en determinadas ideologías culturales.
Para que este sistema pueda funcionar se necesitan mecanismos de legitimidad y
de reproducción, gracias a los cuales la desigualdad se socializa de tal manera que
no se cuestiona y se presenta como un hecho normalizado o natural. Género
como sistema simbólico sirve para explicar la desigualdad por medio de conteni-
dos significativos sobre la diferenciación de género. En el arte y en la literatura oc-
cidental masculinizada se pueden apreciar determinadas distinciones simbólicas
que perpetúan este imaginario sobre los estereotipos de género en nuestra
conciencia: a las mujeres se las presenta como «seres de» y «para» el hombre, son
el prototipo de belleza que satisface el deseo del hombre, o el prototipo de debi-
lidad que demanda protección. Los personajes femeninos que transgreden estas
normas, se representan como figuras negativas, como brujas, mujeres malvadas o
perdidas. A los hombres se les concede el privilegio de encarnar los personajes po-
sitivos, ellos son los protagonistas y los héroes de las historias, son dueños de su
vida y de su patrimonio. Los arquetipos mencionados pueden servir para simbo-
lizar y también para construir esta desigualdad legitimada en base a la subordina-
ción y a la relación de dependencia de las mujeres respecto a los hombres. Según
esta teoría, el «hombre» y «la mujer» se construyen como seres diferentes, «ella» se
presenta como la «otra» del hombre, un ser inferior con una naturaleza distinta,
lo cual justifica un trato desigual y discriminatorio.
Las ideologías culturales de discriminación se relejan en determinadas creen-
cias que justifican las diferencias entre hombres y mujeres, e influyen en la exclu-
sión femenina de los espacios de poder al limitar o prohibir su acceso a las fun-
ciones religiosas, políticas y sociales de prestigio. Los tabúes religiosos y las
restricciones de conducta impuestos a las mujeres, por ejemplo durante la mens-
truación o después del parto, se basan en representaciones de las mujeres como
agentes contaminantes. La perpetuación normativa de estas costumbres se garan-
tiza a través de mecanismos de sanción socialmente definidos. Los crímenes de
honor son un ejemplo de los mecanismos de penalización que se aplican a las mu-
jeres cuando transgreden las normas. Es interesante analizar también los códigos
culturales del comportamiento y de la sexualidad en términos políticos. Las exi-
gencias normativas de una pureza femenina, de la virginidad y de la heterosexua-
lidad marcan los límites de la libertad sexual y del control que las mujeres pueden
ejercer sobre su propio cuerpo. Se trata de ideologías estrechamente unidas a unos
sistemas de parentesco forjados por las reglas matrimoniales, y de intereses políti-
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GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL
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que ocultan la pluralidad de las voces feministas dentro de cada contexto regional e histórico, clase social, pro-
cedencia étnica, etc.
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dad cultural, sobre la cual se habla en este artículo, requiere dar a conocer la voz
de las propias mujeres y adentrarse en su propio análisis de la situación, recono-
ciendo su capacidad de resignificación y redefinición de su cultura y su lucha por
la igualdad de género. Deberíamos hacer un esfuerzo para adoptar esta visión del
feminismo plural y reconocer la capacidad de las mujeres de autodefinirse como
feministas, aunque su definición no siempre encaje en los cánones habituales del
feminismo occidental (Nash, 2004:69). El reconocimiento de la diversidad y de
la pluralidad de las estrategias de las mujeres en su lucha feminista, presenta a las
mujeres de otras culturas como agentes activos capaces de llevar a cabo transfor-
maciones político-sociales en sus sociedades, y como sujetos políticos e históricos,
capaces de generar respuestas colectivas propias frente a la opresión de género.
Este enfoque permite verlas como socias en los procesos del desarrollo, no como
las «otras» subalternas y subdesarrolladas, incapaces de protagonizar su historia y
los cambios en el pasado y en el presente.
5. GÉNERO EN EL DESARROLLO
La teoría de género ha adquirido relevancia en las políticas del desarrollo so-
bre todo a partir de la IV Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre las Mu-
jeres, celebrada en 1995 en Beijing, que reconoce oficialmente el enfoque de Gé-
nero en el Desarrollo (GED), sustituyendo el enfoque anterior de Mujeres en el
Desarrollo (MED). Los acuerdos de Beijing (1995), y de las conferencias Beijing
+5 (2000) y Beijing +10 (2005) destinadas a revisar y evaluar los avances inter-
nacionales en materia de igualdad de género, han demostrado que a pesar de las
diferencias culturales, las especificidades regionales y las distintas posturas ideo-
lógicas y teóricas, es posible llegar a un consenso en cuestiones fundamentales so-
bre la desigualdad y la discriminación contra las mujeres. La Conferencia de Bei-
jing ha sido especialmente importante para establecer una agenda en común de las
demandas y de las prioridades de las mujeres de todo el mundo. En esta confe-
rencia se han logrado formar alianzas, respetando al mismo tiempo las diferencias
culturales y políticas, para afrontar las situaciones particulares de marginación, ex-
clusión y violencia que sufren las mujeres y las niñas en los ámbitos de pobreza,
de conflictos armados, de educación, de salud, de economía, de poder y en la
toma de decisiones, en los medios de comunicación y con el medio ambiente. Los
debates han evidenciado también los desencuentros y las discrepancias ideológi-
cas en cuestiones tales como el término «género», la contraposición entre «igual-
dad» y «dignidad», la utilización del término «familia» o «familias», el debate en
torno a la diferencia cultural y el respeto a la «especificidad cultural», el tema del
control de las mujeres sobre su sexualidad y los derechos humanos (López,
2005:13). En cuanto al concepto de género se ha logrado un acuerdo, vinculán-
dolo al mencionado enfoque de Género en el Desarrollo.
Dicho enfoque contempla dos estrategias complementarias que ha de utili-
zarse para rebatir la desigualdad y la discriminación contra las mujeres: la trans-
111
EWA STRZELECZKA
112
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL
con argumentos procedentes del relativismo cultural. Como respuesta a esta difi-
cultad la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo ha presentado
cinco argumentos, citados en la tabla 1, en los que se considera que la aplicación
del enfoque GED en la cooperación para el desarrollo no tiene por qué ser una in-
terferencia en las culturas de otras personas.
TABLA 1
Legitimidad del Enfoque Género en el Desarrollo (GED)
Confirmaciones contra la afirmación de que apoyar los esfuerzos por lograr la igualdad de género es
culturalmente inapropiado; se puede seguir cinco argumentos principales:
➢ Casi toda la cooperación al desarrollo tiene que ver con cambios de algún tipo: cambiar las es-
tructuras económicas, las prácticas agrícolas, el acceso a los medios de comunicación, las prácti-
cas en el ámbito de los derechos humanos. Todo ello tiene un impacto en la cultura.
➢ La cooperación al desarrollo se centra en ayudar a los gobiernos para que implementen los com-
promisos internacionales sobre la igualdad de género que ya han asumido (como la Plataforma
de Acción de Beijing y la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discrimina-
ción contra la Mujer).
➢ Cada vez es mayor la demanda de cambio por parte de las mujeres que viven en los países en de-
sarrollo. En la última década se ha visto una eclosión en el número de organizaciones feministas
y de mujeres que defienden la igualdad entre mujeres y hombres. Todas estas mujeres están arti-
culando demandas que exigen un cambio, por lo que ya no es posible argumentar que las exi-
gencias de igualdad provienen sólo de los países occidentales. Desafortunadamente, las voces de
estas mujeres no siempre son escuchadas por representantes de los organismos de cooperación
para el desarrollo, que no les piden opinión, ni por los principales medios de comunicación, fun-
cionarios o políticos de sus países.
➢ En las culturas existen muchas influencias. Debido a la creciente globalización de la economía y
al flujo internacional de imágenes en los medios de comunicación y de imágenes culturales, casi
todas las culturas están cambiando. Imágenes que dan forma a los cambios en las identidades de
género fluyen no sólo desde los programas de desarrollo, sino también desde otras fuentes, como
son las telenovelas importadas, las películas de Hollywood, la música pop y la publicidad de
Coca-Cola. Las imágenes culturales también son manipuladas por movimientos religiosos y po-
líticos. ¿A la cultura de quién se refieren los que se quejan? ¿Quién ha definido los elementos cru-
ciales que han de ser protegidos?
➢ Un principio básico de las estrategias de la cooperación al desarrollo en el ámbito de la igualdad
de género consiste en ampliar los procesos de toma de decisiones, de manera que tanto las mu-
jeres como los hombres tengan pleno derecho a contribuir a la definición de lo que es importante
y de cuáles necesidades deberían tener prioridad. El «argumento cultural» se esgrime demasiado
a menudo por parte de hombres (tanto del Norte como del Sur) que se oponen a este objetivo
básico.
Fuente: OCDE, Directrices y guía del CAD sobre la igualdad entre mujeres y hombres, 1998:125-127.
113
EWA STRZELECZKA
114
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL
115
EWA STRZELECZKA
por espíritus afecta sobre todo y de forma particular a las mujeres casadas, lo que
tiene que ver con su posición de desventaja en una sociedad de dominación mas-
culina. Según Ioan Lewis, la posesión es una estrategia contra la injusticia social
y un medio para paliar la privación y la indiferencia en un matrimonio poligá-
mico, y también puede servir para poder acceder a determinados recursos mate-
riales y económicos. Roger Gomm en su investigación sobre prácticas de posesión
similares entre los Swahili en el sur de Kenia, argumenta que las mujeres recurren
a los espíritus como un medio indirecto de manifestar sus quejas contra el marido
e incluso para obtener algún tipo de compensación en forma de atención y de re-
galos (Lewis, 2003:72). Se interpreta que es una estrategia en las relaciones de gé-
nero a la que las mujeres acuden, porque la petición expresada desde su rol de es-
posas puede ser denegada fácilmente, pero si lo hacen en nombre de un espíritu
masculino sucede todo lo contrario y el objetivo se conseguirá. Se anota, sin em-
bargo, que la posesión por espíritus puede ser útil como una forma de resistencia
y de protesta femenina e incluso como un medio para adquirir determinadas pre-
rrogativas, pero si se utiliza con demasiada frecuencia puede perder su fuerza de
efectividad y de credibilidad. Como señala Henrietta Moore, «una mujer que uti-
lice esta estrategia con demasiada frecuencia tal vez descubra que su marido se mues-
tra incrédulo ante la veracidad de su estado y se niegue incluso a celebrar la ceremo-
nia de exorcismo» (Moore, 1999:213). Este ritual es necesario para conseguir el
compromiso del marido ante la comunidad para que cumpla con las reivindica-
ciones de su esposa hechas durante el estado de posesión. En estas prácticas llama
la atención la movilidad que se da en las identidades de género, en su performa-
tividad y su poca estabilidad. En el imaginario colectivo de las sociedades que re-
conocen las practicas de posesión, una mujer poseída por un espíritu masculino
puede ser considerada en un estatus de hombre.
Las mujeres de diferentes sociedades a veces tienen que acudir a las actividades
consideradas como piadosas para transgredir las fronteras del control masculino.
Eva Evers Rosander profundiza desde este enfoque en el impacto de la cultura y de
la religión en la actividad económica de las mujeres musulmanas senegalesas (Evers
Rosander, 2002). Según la antropóloga: «la religión ofrecía a las mujeres musulmanas
la posibilidad de viajar al extranjero y de desarrollar sus actividades y redes comerciales.
Jadiya, la esposa de Profeta, se convirtió en un ejemplo a seguir para las mujeres comer-
ciantes, quienes lo usan a menudo para legitimar sus actividades en el comercio» (Evers
Rosander, 2002:136). Las peregrinaciones a la Meca permiten a las mujeres musul-
manas viajar a largas distancias y establecer contactos internacionales, que luego
utilizan en sus redes comerciales globales. Otro ejemplo son las trayectorias de las
comerciantes senegalesas: desde los años setenta, cuando empezaron los primeros
vuelos chárter a Marruecos, éstas mujeres emprendían viajes a Fez para visitar la
tumba de un famoso santo Sheik Ahmed Tijane, en estas peregrinaciones las muje-
res llevaban consigo productos locales que vendían en Fez y en Casablanca, y con el
dinero obtenido compraban productos marroquíes con los que comerciaban a la
vuelta. La actividad económica de estas comerciantes demuestra su postura em-
prendedora y creativa en unos contextos sociales donde no está bien visto que las
116
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL
mujeres viajen solas y trabajen lejos de sus casas. Para no entrar en conflicto con su
comunidad y su familia, estas mujeres buscan mecanismos de legitimación que sua-
vicen una posible consideración negativa de sus viajes. Así las inmigrantes senegale-
sas de Tenerife legitiman su estancia en el extranjero y su actividad comercial a tra-
vés de determinadas actividades religiosas que les dan prestigio y les permiten
promocionar su estatus social en su país de origen. Se trata del prestigio que obtie-
nen gracias a sus donaciones a las organizaciones religiosas del muridismo, y los con-
tactos que por esta razón mantienen con los líderes de estas poderosas cofradías is-
lámicas de Senegal. Como explica Eva Evers Rosander: «Los recursos materiales
cuando se convierten en recursos no materiales mediante donaciones en efectivo para fi-
nes religiosos o familiares, constituyen el capital moral que incrementa el prestigio y el es-
tatus social de las mujeres en Senegal. Estar casada, tener familia y ser la única esposa de
su marido son ciertamente factores de prestigio, si lo contrastamos con el de las mujeres
comerciantes solteras, divorciadas o viudas. Estas mujeres sin esposo enfatizarán sus ‹tra-
yectorias› religiosas como piadosas ‹murida› mediante las peregrinaciones, la asistencia a
la consulta de los ‹marabuts› (lideres) durante sus cortas visitas a la Isla y las donaciones
de regalos diversos con fines religiosos» (Evers Rosander, 2002:143). Estas estrategias
culturales de las mujeres senegalesas confirman la existencia de una estrecha relación
entre la religión y el prestigio, y reconocen la necesidad de interpretar los mecanis-
mos de resistencia femenina contra la opresión de género siempre dentro de su con-
texto cultural.
En el Magreb se ha investigado como las mujeres protagonizan rituales del is-
lam popular relacionados con el culto a los marabutos (santos). En Marruecos,
por ejemplo, las mujeres suelen acudir a los santuarios con más frecuencia que a
las mezquitas del islam oficial, que se consideran lugares de dominio masculino.
Fátima Mernissi relata que: «en los santuarios siempre hay más mujeres que hombres.
Además hablan en voz alta y gritan como si fueran las dueñas indiscutibles del lugar.
Los hombres, aunque tienen permiso para entrar, a menudo acortan su ‹ziyara› (vi-
sita) porque se sienten incómodos ante las miradas inquisitivas y curiosas de una mu-
chedumbre de mujeres. (…) Estas mujeres, cargadas de preocupaciones y sufrimientos,
se sienten unidas por su deseo de buscar una solución, de crear un equilibrio entre ellas
y su entorno, de mejorar su vida y el sistema que las reprime. (…) Y como muchas mu-
jeres se encuentran en la misma situación, se ha establecido una red de comunicacio-
nes terapéuticas entre ellas» (Mernissi, 2003:60). Los santuarios de los santos se in-
terpretan como un espacio de poder para las mujeres, no sólo porque allí se
forman las redes de solidaridad y de ayuda, sino también porque son lugares
donde se discute y se toman decisiones en temas tan importantes como la fertili-
dad, la sexualidad o la salud. Las mujeres han sido tradicionalmente las que han
diagnosticado y han tomado la decisión de llevar al enfermo a uno de estos cen-
tros donde, según las creencias locales, se considera que la baraka (bendición di-
vina) puede curar las enfermedades. Esta implicación de las mujeres marroquíes
en el ámbito de la salud les proporciona un cierto protagonismo y poder, po-
niéndolas al frente de la escena familiar y dotándolas de una función de media-
doras entre el poder sobrenatural y el bienestar de sus parientes.
117
EWA STRZELECZKA
Las mujeres tratan de resignificar también sus creencias y sus tradiciones por me-
dio de modernas hibridaciones que rectifican el contenido discriminatorio y misó-
gino de su cultura. En este sentido destaca la labor de las feministas musulmanas del
movimiento denominado por Margot Badran: «Muslim liberation theology», cuyo
propósito es luchar por un «islam postpatriarcal», un islam que respete y proteja los
derechos de las mujeres (Badran, 1995:22). Los argumentos basados en el mensaje
islámico ayudan a las mujeres a desenvolverse con más facilidad en un contexto so-
cial en el que el islam goza de gran autoridad. Las interpretaciones feministas de los
textos sagrados, del Corán y de los hadices, les permiten tener argumentos adecuados
para competir con el discurso conservador, y también para cuestionar la legitimidad
de la ley islámica y de los códigos de familia, inspirados en las fuentes religiosas, y que
constituyen el mayor obstáculo para conseguir la plena igualdad de derechos entre
mujeres y hombres en los países musulmanes. Las recientes investigaciones históricas
han sacado del olvido también a algunas mujeres del pasado musulmán que desem-
peñaron un papel relevante en el ámbito económico, educativo, jurídico, militar,
cultural e incluso político, como reinas y gobernadoras. Estas mujeres célebres, así
como sus aportaciones al patrimonio del islam, desafían los estereotipos sobre las mu-
jeres musulmanas en el contexto occidental y proporcionan datos históricos concre-
tos a las feministas de los países islámicos para legitimar su trayectoria de lucha por
una mayor autonomía y por los derechos de las mujeres. Fátima Mernissi explica que:
«actualmente el argumento histórico es más importante que nunca para defender los de-
rechos de la mujer en las teocracias musulmanas. Esto es así porque cualquier estrategia po-
lítica relacionada con la mujer, sea de tipo económico (el derecho a trabajar fuera del ho-
gar) o de tipo legal (la condición de la mujer y la legislación de la familia), actualmente
se justifica y legitima por medio de la tradición del Profeta, es decir la tradición histórica.
Por lo tanto en el mundo musulmán, en países en los cuales la religión y el estado están
muy unidos, el único arma disponible de las personas progresistas de ambos sexos para lu-
char por los derechos humanos en general y los derechos de la mujer en particular es bus-
car la justificación de sus reivindicaciones políticas en la historia del islam» (Mernissi,
2003:164).
En sociedades donde el poder político no está separado del poder religioso o
donde las creencias marcan las normas y se vinculan con el prestigio social, las
mujeres acuden a las prácticas religioso-culturales para legitimar sus actividades y
aumentar su grado de autonomía. Como hemos visto, las actividades consideradas
como piadosas permiten a las mujeres liberarse de algunas limitaciones estableci-
das en su comunidad, les dotan de una oportunidad para salir, viajar y contactar
con otras personas. El carácter terapéutico, social y ritual de las fiestas culturales
constituye un elemento primordial en la vida de la comunidad y es especialmente
importante para las mujeres. Mediante las prácticas culturales las mujeres pueden
expresarse y quejarse de sus situaciones de opresión. A través de sus cuentos y can-
ciones tradicionales llenas de anécdotas y de expresiones con doble significado, las
mujeres pueden desafiar al poder masculino, aunque sea sólo en el imaginario y
gracias a la creatividad. Lo imaginario y las representaciones culturales juegan un
rol significativo en los procesos de empoderamiento de las mujeres. El hecho de
118
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL
que una mujer pueda imaginarse en un rol que transgreda los roles asignados tra-
dicionalmente a su género indica un cambio en su percepción y en su visión del
mundo, y puede convertirse en un proyecto transformador de la realidad. El po-
der interior, «el poder desde dentro», es un factor esencial para que las mujeres ga-
nen confianza en sí mismas y refuercen sus capacidades de controlar los recursos,
de determinar sus estrategias y de tomar decisiones. Los cambios a nivel personal
no son suficientes y siempre deben conectarse con los cambios a nivel estructural.
Podríamos imaginar a una niña afgana tan «empoderada» que desee para su futuro
convertirse en la presidenta de su país o en una profesional de reconocido presti-
gio, no obstante, al vivir en la época de la dictadura de los talibanes, los factores
vinculados a la violencia estructural no le van a permitir realizar su sueño. Los pro-
cesos de empoderamiento deben por tanto estar siempre acompañados de cambios
estructurales a nivel político y social, que garanticen la igualdad de oportunidades
entre hombres y mujeres. Los cambios deben transcurrir también a nivel cultural,
es decir, las transformaciones en las relaciones de género deben reflejarse en las
transformaciones en el lenguaje y en las representaciones culturales, porque en
ellos se reflejan nuestras construcciones e imaginarios sociales, que son a la vez el
producto y el reproductor de las relaciones de poder.
En las políticas de la cooperación para el desarrollo la dimensión cultural tiene
una doble función. Por un lado, la libertad cultural es un componente sustancial del
desarrollo, ya que no se puede hablar de la ampliación de las capacidades y de las op-
ciones de las personas si se violentan, discriminan o relegan los referentes culturales
sobre los que se constituye la identidad. Por otro lado, la cultura tiene también un
valor instrumental para el desarrollo, ya que el reconocimiento de los elementos de
identidad hace que las personas se identifiquen con el proceso de desarrollo y con
las transformaciones que éste implica, y también porque el propio patrimonio cul-
tural se convierte en un activo para el desarrollo y para la comunicación con otros
pueblos (Antonio Alonso, 2004:6). Desde esta perspectiva se contempla la cultura
como una posible fuente de recursos y como un factor en la lucha contra la pobreza
y contra la exclusión social. El arte femenino, por ejemplo, puede ser un elemento
de empoderamiento de las mujeres y también una fuente de sus recursos. Fátima
Mernissi en su libro «El hilo de Penélope» (2005) nos habla de las mujeres marro-
quíes, entre otras de Fátima Mellal y Chaibia Talal, que a pesar de su analfabetismo
y su humilde procedencia social, han podido sobreponerse a su estatus inferior en
la sociedad y desarrollar su talento artístico y su creatividad. La tradición femenina
de tejer alfombras les ha llevado a aplicar este conocimiento y esta habilidad a sus
experimentaciones con la pintura. Como resultado se ha creado un nuevo estilo en
el arte marroquí contemporáneo que goza de un reconocimiento internacional. Se
trata de unas obras de arte excepcionales e innovadoras inspiradas en la riqueza de
la simbología y de los motivos ancestrales que aparecen representados en de los te-
jidos y en las alfombras marroquíes tradicionales.
Los procesos de la globalización y los medios de comunicación permiten que la
información sea cada vez más accesible a la población, gracias a esto la sociedad civil
puede tomar conciencia de sus derechos y formar redes de conexión para poder de-
119
EWA STRZELECZKA
TABLA 2
Breve reseña histórica de las políticas internacionales en la cultura
y el desarrollo, y sus conexiones con las políticas de género
Evolución del concepto de cultura Acción normativa:
en las políticas de UNESCO. cultura y desarrollo, género.
Prioridades internacionales UNESCO y tendencias globales
• Cultura: se centra en las bellas artes y en el 1945: Creación de la UNESCO.
patrimonio. 1966: Declaración de los Principios de la
• La producción artística y los derechos de au- Cooperación Cultural Internacional.
tor (1952).
1945-´60
120
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL
cultura» (1966).
• Conexión entre la cultura y el desarrollo
(1966). 1945: Creación de UNESCO.
• Cultura: «además de las artes y las letras, en- 1970: I Conferencia Intergubernamental so-
globa los modos de vida, los derechos hu- bre Políticas Culturales, Venecia.
manos, los sistemas de valores, las tradicio- 1972: Convención para la Protección del Pa-
nes y las creencias» (1982). trimonio Mundial Cultural y Natural.
• Patrimonio cultural: «la humanidad posee 1978: Declaración sobre la Raza y los Prejui-
un patrimonio común que ha de ser prote- cios Raciales.
gido» (1972). 1982: Mondiacult. Declaración de México
• Prioridad: afirmar y enriquecer las identi- sobre las Políticas Culturales.
dades culturales.
1987: Informe Brundland «Nuestro Futuro
• Integración de las políticas culturales en la
Común» (desarrollo sostenible).
cooperación para el desarrollo sostenible.
1989: Convenio 169 de la OIT sobre pueblos
´70-´80
rrollo Cultural.
• Diálogo intercultural e interreligioso en el
1994-2004: Decenio Mundial de las Pobla-
contexto de la globalización y del plura-
ciones Indígenas del Mundo.
lismo cultural.
1993: Declaración y Programa de Acción de
• Reconocimiento de las aspiraciones y de las
Viena.
bases culturales de las democracias.
1997: Publicación Consejo de Europa: In
from the margins. A contribution to the debate
on Culture and Development in Europe.
121
EWA STRZELECZKA
• La diversidad cultural como parte del «pa- 2001: Declaración Universal sobre la Diversi-
trimonio común de la humanidad» (2001). dad Cultural
• Patrimonio mundial inmaterial (2003). 2003: Convención para la salvaguardia del
• Políticas culturales y cooperación cultural patrimonio cultural inmaterial.
para el desarrollo. Cultura en la lucha contra 2005: Convención sobre la protección y la
la pobreza. Objetivos del Milenio. promoción de la diversidad de las expresiones
culturales.
2000-2008
122
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL
cultura. A pesar de estos obstáculos, la UNESCO decide dar una nueva vuelta de
tuerca a la paz a través de la cultura y proclama en 1966 la «Declaración de los
Principios de la Cooperación Cultural Internacional». Según este documento, «toda
cultura tiene su dignidad y un valor que deben ser respetados y protegidos; todo pue-
blo tiene el derecho y el deber de desarrollar su cultura; en su fecunda variedad, en su
diversidad y por la influencia recíproca que ejercen unas sobre otras, todas las culturas
forman parte del patrimonio común de la humanidad» (art. I). La cooperación cul-
tural en esta declaración se entiende como un instrumento para difundir los co-
nocimientos; desarrollar relaciones pacíficas y de amistad entre los pueblos; con-
tribuir a la aplicación de los principios de las Naciones Unidas; mejorar en todas
las regiones del mundo las condiciones de la vida espiritual del ser humano y las
de su existencia material; hacer que todos las personas tengan acceso al saber, dis-
fruten de las artes y de las letras de los diferentes pueblos, se beneficien de los pro-
gresos logrados por la ciencia, y que puedan contribuir también por su parte al en-
riquecimiento de la vida cultural (art. IV). Estos principios de la cooperación
cultural se centran en valores culturales que promocionan la amistad y la paz en-
tre los pueblos. La cuestión de la igualdad entre hombres y mujeres todavía no era
una prioridad en la agenda.
A partir de los años setenta, con el fracaso cada vez más evidente de los pro-
yectos implementados de la cooperación, se plantea que el desarrollo no es sinó-
nimo de progreso económico. El valor de la cultura debe considerarse como un
componente estratégico para lograr el desarrollo integral, con lo cual las diferen-
cias culturales dejan de ser consideradas como un obstáculo para ser apreciadas
como oportunidades para el desarrollo. En aquella época la UNESCO reforzó sus
trabajos en este tema y organizó una serie de conferencias sobre las políticas cul-
turales, en las que se profundizó la conexión entre la cultura y el desarrollo. Di-
cha serie empieza en Venecia en 1970, donde se celebra la Conferencia Intergu-
bernamental sobre los Aspectos Institucionales, Administrativos y Financieros en las
Políticas Públicas, y culmina en México en 1982, con la Conferencia Mundial so-
bre las Políticas Culturales (Mondiacult). La tendencia es identificar la cultura con
el desarrollo y el desarrollo con la cultura. En la Conferencia de México se
aprueba una nueva definición de cultura, que entiende la cultura no sólo desde el
enfoque de las bellas artes y del patrimonio, sino también desde una visión más
antropológica, de las ciencias sociales y de los derechos humanos. «La cultura
puede considerarse como un conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, in-
telectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o un grupo social. Ella engloba
además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser hu-
mano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias» (UNESCO, 1982:1). En
la Declaración de México, en la sección dedicada a la cultura y la democracia, se
inscribe un párrafo que reconoce la necesidad de eliminar las desigualdades basa-
das en el sexo, en el origen, en la posición social, la educación, la nacionalidad, la
edad, la lengua, la religión o la pertenencia a grupos étnicos, minoritarios o mar-
ginales, a fin de garantizar la participación de todos los individuos en la vida cul-
tural (art. 22).
123
EWA STRZELECZKA
124
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL
125
EWA STRZELECZKA
tura como una dimensión fundamental en las estrategias internacionales del de-
sarrollo puestas en práctica por la Naciones Unidas. Se considera un logro con-
signar la cultura como un derecho inalienable, indispensable para desarrollo de las
personas y de los países. La cultura, reconocida social y políticamente, se entiende
como un elemento de expansión de la creatividad, de la imaginación y de la ca-
pacidad transformadora de la realidad. En el actual paradigma la cultura es del
pueblo y no de una clase social privilegiada. No debe por tanto representar los in-
tereses de un grupo reducido, sino reflejar la diversidad y la pluralidad de las vo-
ces, basándose en la participación ciudadana, en el dialogo, en el reconocimiento
y en el intercambio de las experiencias culturales diversas. La cultura debe tras-
mitir los valores de la igualdad y de la creatividad. Se requiere garantizar el acceso
universal a la cultura, así como superar constantemente las tendencias a la desi-
gualdad y a la jerarquización. Se trata de crear oportunidades reales para el enri-
quecimiento humano y el acceso al conocimiento y a la información. La cons-
trucción de la nueva ciudadanía basada en estos valores debe pasar
obligatoriamente por un proceso de reestructuración cultural, lo que implica la
potenciación de la creatividad y la garantización de las condiciones en las que ésta
se pueda desarrollar sin perjuicios sociales. En este sentido es importante que la
gente se pueda expresar sin temer que sea estigmatizada por su pensamiento o su
identidad cultural. Estos avances en las políticas culturales no pueden darse sino
con la toma de conciencia ciudadana sobre los derechos humanos y sobre los
principios de la igualdad de género. Si hablamos de la democratización de la cul-
tura no podemos excluir a la mitad de la población, por lo que las mujeres deben
participar activamente en estos procesos. Es también una responsabilidad de los
poderes públicos y de los medios de comunicación que los estereotipos de género
dejen de ser reproducidos, y que el interés y la voluntad se pongan en la transmi-
sión de los valores de la igualdad. No debemos olvidar que la creatividad ciu-
dadana sobre la cual se habla en las políticas culturales implica una transforma-
ción de la cultura y de los modelos de género dominantes.
126
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL
127
EWA STRZELECZKA
cede, los individuos que crean, mantienen y transmiten ese patrimonio y de asociarlos
activamente a la gestión del mismo» (art. 15). Según la Convención se debe pre-
servar sólo el patrimonio inmaterial que no entre en contradicción con los dere-
chos humanos, no obstante, preocupa que entre los instrumentos de los derechos
humanos citados en el documento no aparezca la CEDAW, sabiendo que se trata
de una convención especifica que protege los derechos de las mujeres y que obliga
a los Estados a promover acciones encaminadas a la eliminación de las prácticas
consuetudinarias que discriminen a las mujeres5.
En diciembre de 2003 la UNESCO organizó un encuentro internacional de
expertas sobre Género y patrimonio cultural intangible con el fin de reflexionar so-
bre algunas inquietudes relacionadas con la aplicación de la Convención para la
Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial conforme al principio de igualdad
de género. En el informe del encuentro se reconoce que existen dificultades entre
la realidad de la práctica cultural y la noción de la igualdad de género, puesto que
en el patrimonio cultural inmaterial nos encontramos con frecuencia con los ro-
les sociales y con la división de trabajo diferenciados entre hombres y mujeres.
Además, en los rituales o en los artes de espectáculo tradicionales puede que los
hombres o las mujeres no aparezcan en la escena, sin embargo juegan un rol fun-
damental detrás de ella. Las reflexiones giran también en torno a las diferencias en-
tre mujeres y hombres en la expresión, transmisión y salvaguardia del patrimonio
cultural inmaterial. Las expertas se preguntaban hasta que punto la práctica y la
transmisión del patrimonio intangible depende de la especificidad de género, y de-
batían si el reconocimiento y el apoyo a las mujeres como transmisoras de la cul-
tura puede contribuir a su empoderamiento en las sociedades contemporáneas, y
si las diferencias de género en las tradiciones locales siempre tienen que traducirse
en desigualdades. En la reunión se reflexionaba también sobre un impacto con-
tradictorio que la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inma-
terial puede tener en la comunidad y en sus prácticas ancestrales. Las historias ora-
les femeninas, por ejemplo, han sido marginadas a lo largo de la historia. Ahora,
si se reconocen internacionalmente y las mujeres consiguen diferentes tipos de so-
porte, incluido el económico, para preservar esta tradición, puede que el impacto
sea positivo en su empoderamiento, no obstante, los cuentos al hacerse públicos
van a perder su misterio y su carácter secreto o sagrado. Además puede que las his-
torias orales femeninas tradicionales sean copiadas y plagiadas con fines comer-
ciales o turísticos. El dilema de la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial
tiene que ver también con la definición de la cultura. Si se considera que la cul-
tura está en un constante desarrollo: ¿dónde está lo «autentico» que debe ser pre-
servado? En antropología se reconocen dos maneras de observar y de estudiar la
cultura: la del que la vive, perspectiva emic, y la del observador externo, perspec-
tiva etic. Mientras que desde la primera perspectiva se intenta estudiar la estructura
5 En la Convención Internacional para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial se citan los si-
guientes instrumentos de los derechos humanos: la Carta Universal de Derechos Humanos de 1948, el Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1966 y el Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos de 1966.
128
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL
129
EWA STRZELECZKA
cios que de él resulten» (art. 27). Se garantiza a las personas los derechos culturales
como indispensables para su dignidad y el libre desarrollo de la personalidad (art.
22). El Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1966)
protege el derecho a participar en la vida cultural y a gozar de los beneficios de la
cultura y de la ciencia (art. 15), a toda persona sin discriminación por motivo de
sexo u otra razón (art. 2). Los Estados se comprometen «a asegurar a los hombres
y a las mujeres igual título a gozar de todos los derechos económicos, sociales y cultu-
rales (art. 3). En la defensa de los derechos culturales de los grupos se suele evo-
car con más frecuencia el Pacto Internacional sobre Derechos Civiles y Políticos
(1966), que reconoce de una manera más explicita los derechos de las minorías y
de los grupos étnicos. Según este documento, no se negará a las personas que per-
tenezcan a minorías étnicas, religiosas o lingüísticas el derecho, en común con los
demás miembros de su grupo, a tener su propia vida cultural, a profesar y practi-
car su propia religión y a emplear su propia lengua (art. 27). El Pacto reconoce un
igual acceso al disfrute de los derechos enunciados para hombres y mujeres, afir-
mando que todas las personas son iguales ante la ley y que tienen derecho, sin dis-
criminación, a igual protección jurídica.
La Conferencia Mundial sobre las Políticas Culturales de México de 1982
marca una nueva tendencia en las políticas referentes a los derechos culturales.
Durante esta conferencia se hizo hincapié en la conciencia sobre la identidad
cultural, sobre el pluralismo que de ella se desprende, sobre el derecho a ser di-
ferente pero igual, y sobre el respeto mutuo entre las culturas, incluidas las de
las minorías. En 1989 la Organización Internacional del Trabajo adopta el pri-
mer instrumento regulador internacional que otorga a los pueblos indígenas al-
gunos de sus derechos culturales. Según el Convenio OIT número 169 sobre Pue-
blos Indígenas y Tribales en Países Independientes, los gobiernos deben asumir la
responsabilidad de desarrollar, con la participación de los pueblos interesados,
una acción coordinada y sistemática con miras a proteger los derechos de los
pueblos indígenas y garantizar el respeto a su integridad. Esta acción debe dis-
poner de medidas que aseguren a los miembros de dichos pueblos que puedan
disfrutar en pie de igualdad de todos los derechos y oportunidades de la legis-
lación nacional (art. 2). Los Estados se comprometen a promover la plena efec-
tividad de los derechos sociales, económicos y culturales de los pueblos indíge-
nas, respetando su identidad social y cultural, sus costumbres y tradiciones, y
sus instituciones, así como eliminar la discriminación que sufren las personas
pertenecientes a estos grupos étnicos (art. 2). En cuanto a la cooperación para
el desarrollo se considera que «los pueblos interesados deberán tener el derecho de
decidir sus propias prioridades en lo que atañe el proceso de desarrollo, en la medida
en que éste afecte a sus vidas, creencias, instituciones y bienestar espiritual y a las tie-
rras que ocupan o utilizan de alguna manera, y de controlar, en la medida de lo po-
sible, su propio desarrollo económico, social y cultural» (art. 7). A pesar de la im-
portancia jurídica del Convenio 169 de la OIT para los pueblos indígenas, su
alcance todavía es bastante limitado. Actualmente sólo 18 países lo han ratifi-
cado, de los cuales, el último en sumarse fue España.
130
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL
Las contradicciones existentes entre los derechos culturales y los derechos in-
dividuales, entre la libre determinación de los pueblos indígenas y la unidad del
estado nación, dieron motivos para delimitar el reconocimiento legislativo de los
derechos culturales a nivel nacional e internacional. El cambio de enfoque en la
política internacional y el reconociendo de la cultura como factor determinante
para el desarrollo sostenible y el desarrollo humano han abierto la posibilidad a
nuevos avances en la legislación respecto a los derechos culturales colectivos. En
2002 la Comisión de los Derechos Humanos adoptó la primera resolución sobre
la Promoción del disfrute de los derechos culturales de todos y el respeto de las distin-
tas identidades culturales. En 2007, después de 22 años de consultas y diálogo en-
tre gobiernos y pueblos indígenas en todas las regiones del mundo, se aprobó la
Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. La
Declaración afirma el derecho de todos los pueblos a ser diferentes y a ser respe-
tados como tales. Se reconoce que «los indígenas tienen derecho, como pueblos y
como personas, al disfrute pleno de todos los derechos humanos y las libertades funda-
mentales» (art. 1). Se afirma el derecho a la libre determinación de los pueblos in-
dígenas, para decidir libremente su condición política y perseguir libremente su
desarrollo económico, social y cultural. Todos los derechos y las libertades reco-
nocidos en la Declaración se garantizan por igual a los hombres y a las mujeres in-
dígenas (art. 44).
Resumiendo, se puede considerar que finamente, y aunque lento en sus ini-
cios, el trabajo de los organismos de derechos humanos ha logrado enormes avan-
ces en cuanto a la clarificación de los elementos que constituye el derecho hu-
mano a participar en la vida cultural, en lo referente a la igualdad y a la
no-discriminación, a la libertad y a la no interferencia en el goce de la vida cultu-
ral, a la libertad para crear y contribuir a la creación; a la libertad de escoger en
qué cultura y vida cultural participar, a la libertad de divulgación, a la libertad de
cooperar a nivel internacional y a la libertad de participar en la definición e im-
plementación de las políticas relativas a la cultura (PNUD, 2004:28). A princi-
pios del siglo XXI se ha avanzado en la protección jurídica de los derechos cultu-
rales de los grupos indígenas. Cabe destacar que el reconocimiento de los
derechos culturales como derechos humanos se ha dado siempre a condición del
respeto a los derechos de las mujeres, lo que significa que no todas las costumbres
y prácticas tradicionales constituyen un derecho. En otras palabras, los derechos
grupales o étnicos son considerados como derechos humanos en la medida en que
su reconocimiento y ejercicio promueve a su vez los derechos individuales de sus
miembros. No se consideran como derechos humanos aquellos derechos cultura-
les colectivos que violan o disminuyen los derechos individuales de sus miembros.
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GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL
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hace referencia en sus principios rectores. Asimismo nadie podrá invocar las dis-
posiciones de este documento para atentar contra los derechos elementales.
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GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL
6 En la bibliografía se recomiendan 55 libros. Apenas diez de ellos están escritos o coordinados, si se trata
de una recopilación de textos, por mujeres.
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TABLA 3
Estrategia de Cultura y Desarrollo de la Cooperación Española,
MAEC, 2007:17. Transversalidad de género en las líneas estratégicas
del marco de intervención
Líneas estratégicas Enfoque de género
Formación — Se respeta y fomenta la igualdad de género en las acciones de la
Cooperación Española.
— Los programas formativos incluyen aspectos de sensibilización y es-
tán revisados según el enfoque de género.
Política y cultura — Se busca la equidad en las responsabilidades y los procesos de ges-
tión política.
Economía y cultura — Se prioriza la concesión de ayudas a mujeres empresarias.
Educación y cultura — Se contribuye a la igualdad de oportunidades para niños y niñas en
la educación.
Patrimonio cultural — Se respeta y fomenta la igualdad de género en las acciones.
— Se fomenta la incorporación efectiva de las mujeres en oficios tra-
dicionalmente masculinos.
Comunicación y cultura — Se fomenta la igualdad en las voces y expresiones creativas de la
vida social.
Derechos culturales — Igualdad de derechos entre hombres y mujeres.
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GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL
ración con los pueblos indígenas se transversaliza el enfoque de género según las
pautas recogidas en la tabla 4.
TABLA 4
Estrategia de la Cooperación Española con los pueblos indígenas,
MAEC, 2007:27. Pautas para la transversalización de la prioridad
horizontal de la igualdad de género
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GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL
La segunda vía señalada en la Estrategia con los Pueblos Indígenas para favo-
recer el conocimiento mutuo entre las sociedades no-indígenas y los pueblos in-
dígenas, tiene que ver con el ámbito de la comunicación. La mejora de la co-
municación es necesaria para el autodesarrollo, el fortalecimiento de la
identidad cultural, y el reconocimiento y la aplicación efectiva de los derechos
individuales y colectivos de los pueblos indígenas. El acceso y el uso de la co-
municación por los pueblos indígenas es un derecho humano fundamental y un
requisito necesario para unas relaciones sociales y políticas verdaderamente de-
mocráticas. La comunicación en esta perspectiva no se reduce sólo a los medios
técnicos de transmisión de información preelaborada, sino que se trata de un
instrumento de articulación de los procesos de discusión y de reflexión que
contribuyen a la reafirmación cultural y al autodesarrollo de los pueblos indí-
genas. Se señala que en los procesos de comunicación es imprescindible contar
con la participación efectiva de las mujeres indígenas, con el fin de que ellas
puedan expresarse libremente, mostrar por sí mismas su propia realidad y fo-
mentar su empoderamiento.
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ESQUEMA 1
SOCIEDAD
TRANSFORMACIONES SOCIALES
Igualdad de género
Diversidad creativa
Libertad cultural
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GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL
gados de valores culturales. Las personas y las organizaciones que trabajan en el de-
sarrollo actúan según ciertas suposiciones culturales y se mueven en una dinámica
de poder. Es especialmente importante desafiar estas suposiciones y determinar si
los objetivos del desarrollo corresponden a las realidades y prioridades de la pobla-
ción local. Se requiere la apertura a los modelos culturales de desarrollo y de género
diversos. Las normas culturales opresivas deben ser desafiadas tanto en las institu-
ciones de desarrollo y en sus prácticas, como en las sociedades. Las culturas están
estructuradas por las representaciones culturales y por el poder, e implican proce-
sos de conflicto y de cambio. La cultura local no es un cuerpo sencillo de creencias
y prácticas con las que todas las personas están de acuerdo, no está desprovista de
influencias externas, ni de extensos cambios en el tiempo. Por tanto, no existe nada
sagrado acerca de la cultura y se requieren juicios de valor sobre cuáles de los ele-
mentos se debe preservar y a cuáles se ha de renunciar. No obstante, las personas
externas deben ser cautelosas en la emisión de tales juicios. Su papel puede consis-
tir en facilitar los espacios para el diálogo constructivo sobre culturas y género, y
en el apoyo a las iniciativas internas para identificar y eliminar las prácticas ofensi-
vas y discriminatorias para las mujeres. La intervención de género debe desarrollase
en el marco de las negociaciones y de los acuerdos bilaterales, aceptados por am-
bas partes. Los procesos participativos y el diálogo intra e intercultural son claves
para avanzar en la igualdad de género y en la promoción de los derechos de las mu-
jeres. La referencia principal para todos los acuerdos son los principios de los de-
rechos humanos universales y es necesario tenerlos en cuenta y actuar en el marco
de compromisos internacionales tan importantes como la Convención sobre la Eli-
minación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, cuyo valor se pre-
tende disminuir a veces evitando su referencia en los documentos o en las estrate-
gias de intervención vinculantes. La defensa de la igualdad de género forma parte
de los derechos humanos, y se vincula a los valores de la dignidad humana y de la
justicia social. Ignorar el género en el desarrollo es una cuestión cultual, así como
lo es el hecho de incluirlo y priorizarlo en la agenda de la cooperación.
Igualdad. Condición de ser igual. Implica que las mujeres tengan un acceso
igual a la cultura, a la ciencia y a la educación, asi como a la toma de decisiones
en las políticas culturales, en las artes, medios de comunicación y en otras áreas.
Requiere una legislación que proteja la igualdad, y una política que promueva la
transversalidad de género y el empoderamiento de las mujeres. Es un imperativo
ético garantizar la igualdad para todas las personas, sin distinción por clase, pro-
cedencia social, etnia, culturas, hábitat, sexo, opción sexual, etc.
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GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL
DOCUMENTOS Y LEGISLACIÓN
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GÉNERO, DERECHOS HUMANOS
Y CIUDADANÍA EN LA LUCHA
CONTRA LA POBREZA
FEMINISMO EN LA ERA GLOBAL:
DERECHOS HUMANOS Y CIUDADANÍA
Virginia Maquieira D’Angelo
Profesora de Antropología Social,
Universidad Autónoma
de Madrid (UAM) y
Vicerrectora de la Universidad
Internacional Menéndez Pelayo
(UIMP)
1. INTRODUCCIÓN
Casi cincuenta años después de la Declaración Universal de Derechos Hu-
manos se hizo explícito en los acuerdos internacionales el reconocimiento de los
derechos de las mujeres como derechos humanos. Este acontecimiento que re-
presenta uno de los logros más significativos de la historia contemporánea tuvo
lugar en la Conferencia de Derechos Humanos celebrada en Viena en el año
1993. La inclusión de la mitad de la población en la categoría de lo humano y el
reconocimiento de los derechos de las mujeres como prueba del ideal civilizato-
rio de los derechos humanos fue un paso más en la larga historia del feminismo
que desde sus vindicaciones en el siglo de las luces denunció la falsa universalidad
que excluyó a las mujeres de los derechos de ciudadanía. Esta misma tensión ar-
gumental del feminismo hizo posible que en el nuevo contexto del desarrollo del
sistema de Naciones Unidas se plantearan las condiciones críticas que posibilita-
ron el proceso de redefinición del conjunto de los derechos humanos para hacer
efectivo el horizonte de universalidad.
Los acuerdos y documentos emanados de las Cumbres de Viena, Beijing y El
Cairo en los años 90 del siglo XX, junto a las ideas y análisis que los sustentaban
así como las demandas de las mujeres, atravesaron las fronteras territoriales y cul-
turales produciendo un fuerte impacto en las instituciones nacionales e interna-
cionales. A su vez impulsaron la creación de nuevas instituciones para dar soporte
y llevar a cabo dichos acuerdos en muy diversos espacios del planeta. Al mismo
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ción entre espacio, cultura, economía y política a través de los flujos transnaciona-
les de personas, ideas e instituciones (Cucó, 2004).
No obstante, como ha señalado certeramente Dolos Comas, acentuar sólo los
aspectos de interdependencia, interconexión y comunicación planetaria puede
sugerir la idea de que vivimos en «una especie de idilio a nivel mundial» (Comas,
2002:92). Cuando, en efecto, los procesos de globalización no son uniformes ni
lineales e impactan de manera diferencial y desigual en las diferentes regiones del
mundo, países y grupos sociales y están marcados por crecientes disparidades de
riqueza entre y dentro de los diversos Estados. En este sentido la globalización, al
mismo tiempo que abre oportunidades, crea amenazas muy severas a la seguridad
y supervivencia humana, ya que provoca un incremento de la concentración de la
riqueza que va acompañada de procesos de exclusión social y de deterioro am-
biental que se traduce en pobreza, hambre y enfermedades, a la vez que favorece
los conflictos bélicos y múltiples formas de violencia. Realidades que no están des-
conectadas de la expansión del capitalismo y de su hegemonía en el mundo en el
marco de un modelo desregulado, informacional y competitivo que alimenta y
profundiza las fracturas sociales descritas.
Por consiguiente, cabe destacar que tanto el concepto como las prácticas de
la globalización presentan una serie de paradojas y contradicciones. Se suele pre-
sentar como un sistema social homogéneo e interconectado cuando en realidad
los flujos de capital se concentran entre las naciones avanzadas dejando al margen
a las naciones subdesarrolladas y la creciente estratificación que señalábamos, pro-
duce acumulación de riquezas sin precedentes y a la vez pauperización; asimismo
favorece los desplazamientos voluntarios de viajeros cosmopolitas para quienes no
existen fronteras pero al mismo tiempo, la carencia de recursos y los conflictos ar-
mados producen desplazamientos forzosos de poblaciones (inmigrantes y perso-
nas refugiadas) para quienes las fronteras son cada vez más férreas en los países de
destino. Para muchas otras ni siquiera existe la posibilidad de la movilidad y se ven
abocadas a sufrir todo tipo de padecimientos en sus contextos locales. Todas estas
contradicciones producen incertidumbre, inseguridad, sentimiento de riesgo e
idea de desorden. Estas contradicciones generan conflictos más o menos abiertos
entre territorios y entre diferentes categorías sociales asimétricas. Contradicciones
que, como hemos dicho en la introducción de este texto, pueden ser motor de
cambio en la medida en que los actores sociales y la acción política cobren prota-
gonismo para imprimir otra dirección a los procesos actuales.
Este mundo que genera riesgos e incertidumbres activa los procesos de dife-
renciación y de reivindicación de diferencias identitarias probablemente como ha
sugerido Bauman como necesidad de «búsqueda de comunidad»; también aflora
de manera creciente la reivindicación de la especificidad cultural en aquellas po-
blaciones y grupos que desean tener un papel político, es decir, que reclaman re-
conocimiento y derechos negados históricamente. Este es el caso de los movi-
mientos indigenistas, también de los procesos nacionalistas de diverso cuño y, en
general, de las minorías culturales en el interior de un Estado-nación. También es-
tos procesos se han interpretado como identidades reactivas contra la hegemonía
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ción de los usos diferenciales del tiempo, que María Ángeles Durán (2000; 2003;
2006) y García Sainz (2006)) han estudiado, ponen de manifiesto la resistencia a
la innovación en el marco de las fronteras disciplinares y la supremacía de indica-
dores dudosos de crecimiento económico y progreso alejados de un modelo de de-
sarrollo basado en el bienestar de las personas y de manera especial de las mujeres
que viven una sobrecarga de trabajo en peores condiciones.
Del mismo modo cabe señalar que las relaciones sociales de desigualdad que se
ponen en juego en los procesos de globalización persisten en hacer gravitar las rela-
ciones de poder en relaciones de fuerza y violencia en el devenir de la humanidad a
escala planetaria. La guerra tiene múltiples implicaciones para las mujeres. Sobre
ellas recae no sólo la sobrecarga de las tareas productivas, reproductivas y de super-
vivencia sino que, además, se han convertido en objeto de violencia sexual en el con-
texto de las contiendas bélicas tanto entre países como entre grupos étnicos al inte-
rior de un mismo país. La violencia contra las mujeres como arma de subyugación,
humillación política y venganza política les ocasiona en muchos casos la muerte fí-
sica, en muchos otros deterioros físicos y psicológicos irreparables y en la mayoría
de los casos la muerte social en sus propias comunidades una vez superado el con-
flicto armado porque sobre ellas recae la culpa, el estigma y la deshonra de su fami-
lia. Asimismo, se registra también el ejercicio de la violencia contra las mujeres en
sociedades que acaban de superar un conflicto armado por parte de las fuerzas mi-
litares internacionales encargadas del mantenimiento de la paz (Amnistía Interna-
cional, 2004:83). La recurrencia de la violación y la violencia endémica contra las
mujeres ponen en cuestión los procedimientos y acuerdos de paz así como el signi-
ficado mismo del concepto en las relaciones internacionales.
Lo que venimos planteando revela que las características de la globalización
mencionadas en el apartado anterior adquieren otras dimensiones y acentúan sus
paradojas si se las contempla desde la perspectiva de género. Así por ejemplo, la
reorganización del tiempo, que es una de las características atribuidas a los proce-
sos de globalización como consecuencia de las tecnologías de la comunicación y
los transportes, genera una compresión del mismo y, a la vez, su alargamiento si se
tiene en cuenta el trabajo de las mujeres en toda su extensión y no sólo en térmi-
nos del empleo regulado. La permeabilidad de las fronteras o su disolución no es
tal al constatar el mantenimiento de las fronteras de género, fronteras vigiladas
que dividen dos mundos con un enorme diferencial de renta, poder y autoridad.
El término des-territorialización, que es utilizado para indicar la descentralización
espacial de los procesos productivos, políticos y de consumo así como la movili-
dad de los capitales y las finanzas en busca de inversiones más rentables debería
re-conceptualizarse también, desde la antropología feminista, como la posibilidad
del desplazamiento material y simbólico de las mujeres de los lugares asignados
por el sistema patriarcal que conlleva necesariamente la transgresión de las ideo-
logías legitimadoras sean éstas de carácter biológico, religioso, filosófico o cultu-
ral porque impiden a las mujeres el acceso a los recursos, al desarrollo de su auto-
nomía y el ejercicio de la libertad. Por ello desafiar las coordenadas actuales
supone la apropiación de los derechos humanos de las mujeres a escala planetaria
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FEMINISMO EN LA ERA GLOBAL: DERECHOS HUMANOS Y CIUDADANÍA
y ésta se produce a distintos niveles que van desde los subjetivos y emocionales en
cuanto derecho sentido que impulsa a la vindicación de los mismos, como ha es-
tudiado Teresa del Valle (2005,2006), a su materialización y cumplimiento en los
ordenamientos legales de los distintos países y ámbitos de actuación política, así
como en los procesos que rigen la economía de este sistema-mundo.
Así, la des-territorialización va unida a la territorialización en la formulación y
aplicación de políticas públicas que tengan como eje la igualdad entendida como
homologación de derechos y en cuanto lugar de participación activa en el proceso
de construcción y reconstrucción de las relaciones sociales, y de elaboración de las
demandas de las mujeres para el logro de una ciudadanía plena. Lo cual supone,
como ha señalado Soledad Murillo, entender « la política como el ámbito de lo co-
mún, no sólo definido por la representación institucional de los partidos políticos y
los respectivos gobiernos sino también aquella esfera en la que la sociedad civil or-
ganizada, quiere alcanzar un nivel de interlocución con los gobiernos» (Murillo,
2007:43). Estas reflexiones nos conducen a plantear la relación entre derechos hu-
manos de las mujeres y ciudadanía en el contexto de la globalización.
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tidas en los ámbitos locales de distintos rincones del mundo con las negociaciones
políticas a nivel estatal, regional e internacional. El proceso preparatorio fue una
oportunidad para la movilización de las mujeres en los distintos continentes y el
surgimiento de muchas organizaciones no gubernamentales asiáticas, africanas y
latinoamericanas que veían en este evento una esperanza para el cambio de sus
condiciones de vida. Se incorporaron nuevos sectores de mujeres hasta entonces
no organizadas y el carácter masivo de esta movilización junto a la legitimación
del evento influyó en las elites políticas de países donde los derechos de las muje-
res eran una cuestión postergada o negada (Maquieira D’Angelo, 1996).
En este sentido puede afirmarse que el proceso fue el resultado del consenso
de las mujeres a escala planetaria teniendo en cuenta las condiciones de su diver-
sidad tanto económica como ideológica, de opción sexual, de edad, de origen ét-
nico, religioso y de posición en el orden mundial sobre los principales problemas
comunes de la desigualdad de género y las soluciones para afrontarla. La Plata-
forma para la Acción adoptada en la Conferencia de Beijing, si bien no tiene na-
turaleza jurídica, supuso un hito en la política internacional de género al asumir
que el ‘empoderamiento’ de las mujeres y la igualdad entre hombres y mujeres son
condiciones indispensables para lograr la seguridad política, social, económica,
cultural y ecológica entre todos los pueblos y por tanto la necesidad de abordar
esta desigualdad con estrategias globales. No obstante cabe señalar que las cues-
tiones más polémicas en la cumbre oficial fueron las referidas a los derechos se-
xuales y reproductivos que finalmente fueron excluidos del documento consen-
suado, el concepto de género como superador de la diferencia entre hombres y
mujeres anclado en la biología y el debate sobre la especificidad cultural. El in-
forme final, la denominada Plataforma para la Acción, contiene una descripción
detallada de los problemas más relevantes de las desigualdades de género, las cau-
sas de la subordinación de las mujeres, y objetivos y medidas para el logro de la
igualdad. Objetivos que siguen siendo objeto de evaluación en encuentros mun-
diales por las delegaciones oficiales de los países miembros y también con la par-
ticipación de las diversas redes del movimiento de mujeres y organizaciones no
gubernamentales. A partir de estos exámenes se constata la persistencia de la de-
sigualdad de las mujeres según los indicadores de pobreza, violencia, educación,
salud, incidencia del sida, poder político y trabajo remunerado como hemos in-
dicado en el apartado anterior.
A pesar de la importancia de estas cumbres mundiales, el movimiento de los
derechos de las mujeres como derechos humanos abordó desde sus inicios la ex-
clusión de las mujeres de la corriente principal de la ley internacional. La doctrina
de la separación y clasificación de los derechos por tipos o «generaciones» ha po-
larizado las discusiones sobre la prioridad de unos y otros en la escena interna-
cional hasta nuestros días. Así, los países del Norte han dado preferencia a los de-
rechos civiles y políticos mientras que los países menos desarrollados o aquellos
que no han estado situados bajo la hegemonía capitalista durante la Guerra Fría
han puesto énfasis en los derechos sociales, económicos y culturales. Desde los
años setenta la crítica feminista en el ámbito de los derechos humanos defendió
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5. A MODO DE CONCLUSIÓN
Voy a recapitular algunos logros y retos en el escenario complejo de este inicio
del siglo XXI. Como hemos visto se ha producido desde los años noventa una pro-
gresiva asunción en el discurso y en las prácticas de Naciones Unidas del reconoci-
miento de los derechos de las mujeres como derechos humanos ligados al desarro-
llo, al progreso y bienestar de los países. Las cuestiones relacionadas con la igualdad
entre hombres y mujeres que tradicionalmente ha sido una cuestión marginal, un
área de Naciones Unidas, pero sin impacto en las políticas generales del sistema
ONU ha ido ganando terreno al introducirse la perspectiva de género en cuestiones
cruciales de las políticas internacionales tales como las cuestiones de medio am-
biente, pobreza, guerras y personas desplazadas. Se ha producido una mejora sus-
tancial de la información estadística sobre la situación de las mujeres en el mundo.
Un caso especialmente relevante son los Informes sobre desarrollo humano que pu-
blica Naciones Unidas (PNUD) cada año así como otros muchos propiciados por
otros organismos internacionales, regionales y nacionales que van dando cuenta de
la importancia y, a la vez, de la necesidad de redoblar los esfuerzos e impulso de los
estudios feministas y de género. Circunstancia que hace más perentoria la vindica-
ción de la «plena ciudadanía académica» basada no en el paradigma de la cortesía
que enmascara la desigualdad sino basada en el paradigma del respeto que supone
reconocimiento mutuo y reciprocidad (Sánchez, 2005:443).
Asimismo, en las últimas dos décadas, los nuevos medios de comunicación e in-
formación tecnológica productos de la globalización están propiciando la difusión de
las reivindicaciones de las mujeres en todo el mundo y la interacción entre organiza-
ciones de ámbito regional y nacional, así como la actuación de grupos de base que
pueden incidir de forma directa en las instancias supranacionales. El impulso al
mainstreaming o transversalidad de género reconocida en las cumbres internaciona-
les, en las normativas europeas y en muchos otros referentes de igualdad supone el di-
seño, implementación y evaluación de políticas que promuevan la igualdad de género
en todos los ámbitos de actuación de la gobernanza de los estados y de las instancias
supranacionales. A pesar de que la tarea no es fácil, constituye un reto de enormes
proporciones «porque aspira a convertir las políticas públicas, las únicas que crean de-
rechos, en políticas igualitarias y no discriminatorias» (Murillo, 2007:51).
Sin embargo, como bien sabemos los logros no son lineales ni nunca están
garantizados; el impacto real de los acuerdos internacionales y su implementación
en las políticas de cada país sigue siendo variable y limitado. Las brechas entre los
enunciados y las prácticas se han puesto de manifiesto a lo largo de este texto. En
muchos casos debido a la falta de mecanismos operativos y legitimados en caso de
incumplimiento, en otros, por la interpretación selectiva que los estados hacen de
las formulaciones y acuerdos en materia de igualdad entre hombres y mujeres. Sin
olvidar la falta de voluntad económica y política en la redistribución de la ri-
queza. Como hemos visto, los avances están en relación al grado de organización,
articulación y presión de los colectivos de mujeres que no han dejado de vincular
la vindicación de sus derechos como derechos humanos a la lucha por la ciu-
168
FEMINISMO EN LA ERA GLOBAL: DERECHOS HUMANOS Y CIUDADANÍA
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APPADURAI, A. (2001) La Modernidad desbordada. Trilce, Montevideo.
BESSIS, S. (2002) Occidente y los Otros. Alianza, Madrid.
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pective», en Peters, J.y Wolpe, A. (eds.) Women’s Rights Human Rights:11-17. Rou-
tledge, New York.
169
VIRGINIA MAQUIEIRA D’ANGELO
170
FEMINISMO EN LA ERA GLOBAL: DERECHOS HUMANOS Y CIUDADANÍA
171
MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL,
NORMATIVO E INSTITUCIONAL
DE LOS DERECHOS HUMANOS
DE LAS MUJERES
Giulia Tamayo León1
Profesora invitada y abogada activista
por los Derechos Humanos de las
mujeres. Responsable de investigación
y políticas de Amnistía Internacional.
Sección española
1. INTRODUCCIÓN
Las cuestiones de género han logrado imprimir en las dos últimas décadas cam-
bios importantes sobre los sistemas internacionales de promoción y protección de los
derechos humanos, con impactos sobre el marco teórico conceptual y la arquitectura
institucional que los aloja. La transversalización de género sobre los derechos huma-
nos aunque se identifica con el desarrollo de los derechos humanos de las mujeres,
conlleva transformaciones de conjunto, no un mero desarrollo parcelario. La incor-
poración del género descubre no solo la experiencia femenina, sino que resignifica
para los derechos humanos lo que hegemónicamente había sido excluido como parte
de la dignidad de las personas. En tal sentido, debemos situar las transformaciones
operadas como un proceso inclusivo de sujetos a la vez que de integración de di-
mensiones humanas. Con ello cabe advertir, además de la dimensión de reconoci-
miento y ampliación de derechos en términos de lo que algunos autores como Nor-
berto Bobbio observan como «proceso de especificación» del sujeto de Derecho, el
impacto en la comprensión de la universalidad, interdependencia y el carácter diná-
mico de los derechos humanos, elementos considerados esenciales a éstos.
Asumida la dimensión histórica de los derechos humanos, cualquier exposi-
ción de los logros sobre la materia debe prestar atención a las políticas en disputa,
1 Fue parte del movimiento feminista en América Latina, ex Directora del Centro de la Mujer Peruana
Flora Tristán y miembro del Consejo Honorario del Comité de América Latina y el Caribe por los derechos
de la Mujer (CLADEM).
173
GIULIA TAMAYO LEÓN
2 Asumimos los alcances y definición planteados por Peggy Antrobus quien afirma que este movi-
miento se encuentra «integrado por muchos movimientos que adquieren forma a partir de luchas locales
que llegan a unirse en el contexto de las oportunidades y retos globales… cuando las mujeres descubren cau-
sas comunes y llegan a entender mejor cómo las relaciones sociales de género se hallan implícitas en las cri-
sis del sistema…», Antrobus, Peggy The Global Women´s Mouvement, Zed Books, Londres, 2004. Páginas
1-2, citado por Wendy Harcourt, en Reflexiones sobre el movimiento global por los derechos de las mujeres, ver-
sión al castellano de Argentina Rodríguez, revisada por Elena Grau, documento completo accesible en:
www.hegoa.ehu.es/congreso/bilbo/ doku/lau/Art_355culoWendyHarcourt.pdf [visita 28 de marzo de
2008].
3 Firmada en San Francisco el 26 de junio 1945, entró en vigor en 24 de octubre de 1945, de confor-
midad con el artículo 110 de la Carta. El principio de igualdad entre hombres y mujeres se encuentra en«No-
sotros los pueblos de las Naciones Unidas resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que
dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles, a reafirmar la fe en los dere-
chos fundamentales del hombre, en 1a dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de
hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas, …».
174
MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL, NORMATIVO E INSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS DE…
Las desigualdades y abusos contra las mujeres en razón de ser mujeres, habían
permanecido largamente desapercibidas y carecieron de interés en las agendas de
la política internacional. Como correlato, las normas y mecanismos interna-
cionales de protección de derechos humanos, al igual que los desarrollados en ma-
teria de derecho internacional humanitario, derecho internacional penal y dere-
cho internacional de los refugiados, no sólo no estaban concebidos ni preparados
para dar respuesta a las experiencias de las mujeres, sino que parecían contener
una cláusula de exclusión en base a la distinción público/privado.
Habría que esperar hasta la década de los setenta para que la entonces lla-
mada «cuestión de la mujer» fuera objeto de atención por parte de la comunidad
internacional organizada. Para entonces ya se había puesto en marcha lo que se
conocería como la Segunda Oleada Feminista en las diversas regiones del mundo.
Entre los temas clave de movilización, se pueden identificar lo que algunas auto-
ras agrupan bajo el términos «política del cuerpo», a saber, violencia de género, se-
xualidad, derechos reproductivos y salud. De acuerdo a los contextos regionales,
nacionales y locales se articularían expresiones por los derechos de las mujeres que
además se pronunciarán sobre las políticas con impactos sobre sus vidas en mate-
ria de desarrollo, paz y seguridad y reclamarán el derecho de las mujeres a parti-
cipar de las decisiones en todos lo ámbitos, exigiendo políticas basadas en la igual-
dad entre hombres y mujeres.
La primera Conferencia sobre la Mujer (México, 1975) pese a tratar sobre la
igualdad entre hombres y mujeres, no incluyó los temas clave que ya eran objeto
de denuncia y movilización desde las organizaciones de mujeres, entre ellas, la vio-
lencia contra las mujeres y las cuestiones sobre la sexualidad y la reproducción. El
énfasis que rodeó la Conferencia estuvo en el ámbito de una igualdad muy limi-
tada. Se asumió a las mujeres como objeto de políticas mundiales y nacionales, sin
que se tomara en consideración su capacidad de agencia y participación en las po-
líticas con impactos sobre sus vidas. Sin embargo fue esta primera conferencia el
punto de partida e indispensable referencia para la formulación de la Convención
sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer4.
Entre la segunda y tercera conferencia sobre la mujer5 tendrá lugar una in-
tensa actividad de los movimientos de mujeres con consecuencias sobre los deba-
tes académicos e influencia sobre el terreno político tanto en los planos naciona-
les como en el internacional. El desarrollo teórico como las experiencias prácticas
permitirán afinar la mirada sobre las desigualdades entre hombres y mujeres.
La acción que desde los movimientos contemporáneos de mujeres se dirigió
sobre el marco y la institucionalidad de los derechos humanos tuvo como punto
175
GIULIA TAMAYO LEÓN
6 Manifiesto por una Convención Interamericana de los Derechos Sexuales y los Derechos Reproductivos (se-
gunda versión para el debate), octubre 2006. Campaña por la Convención, accesible en: http://www.conven-
cion.org.uy/ [visita 28 de marzo de 2008].
176
MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL, NORMATIVO E INSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS DE…
Hasta entonces, los movimientos a favor de los derechos de las mujeres habían
venido denunciando que los abusos cometidos contra éstas en tiempos de paz como
de conflicto armado, raras veces parecían encajar en las ramas del derecho interna-
cional7 creadas para proteger los derechos humanos. Desde la violencia en el ámbito
doméstico como comunitario, hasta la violación, la esclavitud sexual, la maternidad
forzada, las mutilaciones sexuales, las esterilizaciones forzadas, atrocidades presentes
en tiempos de paz como de guerra, no habían motivado hasta entonces que se im-
primiera en el marco jurídico internacional una respuesta clara al respecto. En tér-
minos interpretativos y prácticos, a medida que tales patrones guardaban corres-
pondencia con experiencias de mujeres parecían perder entidad para ser
representadas dentro la gama de crímenes contra el derecho internacional8.
Con la Declaración y Programa de Acción de Viena, comenzó en las Naciones
Unidas un proceso que puso las bases de lo que más adelante vendría a denominarse
la transversalización de la perspectiva de género. En su párrafo 42 se expresó que «los
órganos de vigilancia creados en virtud de tratados deben incluir la cuestión de la con-
dición de la mujer y los derechos humanos de la mujer en sus deliberaciones y conclusio-
nes, utilizando datos concretos desglosados por sexo». En el sistema interamericano,
también se dio inicio a un proceso similar cuando la Asamblea General, el órgano
político principal de la Organización de los Estados Americanos (OEA), solicitó en
1991 a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que comen-
zara a considerar a la mujer en sus actividades9.
Con el propósito de subsanar la desprotección de derechos humanos, in-
cluida la privación de justicia, producidas por motivos de género10, los sistemas
7 El derecho internacional aunque inicialmente surge para regular las relaciones entre los Estados, pronto
comprendería, además de estas relaciones, aquellas entre los Estados y quienes están bajo su control efectivo, e
incluso, en algunos casos, entre individuos. Aun así, casi siempre el marco de referencia para todos estos asun-
tos son las obligaciones de los Estados. La protección internacional de los derechos humanos comprende dos
corpus jurídicos principales: el derecho internacional de los derechos humanos (normas tanto de ámbito uni-
versal como regional) y el derecho internacional humanitario, éste último aplicable a situaciones de conflicto ar-
mado, incluidas guerras internacionales entre estados y conflictos armados internos. También son ramas del de-
recho internacional: el derecho penal internacional, que se ocupa de los delitos tipificados por el derecho
internacional, y el derecho internacional sobre refugiados, que tiene por objeto brindar protección a las perso-
nas que se ven obligadas a huir de su país de origen porque corren el riesgo de sufrir abusos contra los derechos
humanos. Nota: Tomado de Amnistía Internacional, «La Violencia contra las Mujeres en los conflictos armados»,
2005. Texto completo disponible en: http://web.amnesty.org/library/Index/ESLACT770502005?open&of=
ESL-373
8 Delitos tipificados por el derecho internacional basándose en tratados (como por ejemplo, la defini-
ción de tortura prevista en la Convención contra la Tortura de la ONU), en costumbres (como la definición
de crímenes de lesa humanidad hasta que fueron codificados en el Estatuto de Roma del Tribunal Penal In-
ternacional), o en el derecho internacional humanitario (los crímenes de guerra, las infracciones graves de las
Convenciones de Ginebra y las violaciones de las leyes y costumbres de la guerra). Nota: Tomado de Amnis-
tía Internacional, «La Violencia contra las Mujeres en los conflictos armados», 2005. Texto completo disponible
en: http://web.amnesty.org/library/Index/ESLACT770502005?open&of=ESL-373
9 Doc OEA. AG/RES 1112 (XXI-0-91).
10 Con la categoría «género» se hace referencia a las diferencias socialmente construidas entre hombres
y mujeres y a las relaciones desiguales de poder que resultan. El género indica que las diferencias entre hom-
bres y mujeres no son esenciales o productos inevitables de las diferencias biológicas por sexo. Por más de dos
décadas el término «género» ha sido usado en los documentos de Naciones Unidas en este sentido. Nota: De-
finición incluida en: http://www.iccwomen.org/publications/papers/index.php (la traducción del español al
inglés corresponde a la autora de este documento).
177
GIULIA TAMAYO LEÓN
178
MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL, NORMATIVO E INSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS DE…
que recae sobre las mujeres, combatiendo las causas estructurales de esta pobreza
mediante cambios en las estructuras económicas, garantizando la igualdad de acceso
a todas las mujeres, incluidas las de las zonas rurales, como agentes vitales del desa-
rrollo, a los recursos productivos, oportunidades y servicios públicos16; promover un
desarrollo sostenible centrado en la persona, incluido el crecimiento económico sos-
tenido, mediante la enseñanza básica, la educación durante toda la vida, la alfabeti-
zación y capacitación, y la atención primaria de la salud para niñas y mujeres17;
adoptar medidas positivas a fin de garantizar la paz para el adelanto de la mujer y,
reconociendo la función rectora que han desempeñado las mujeres en el movi-
miento en pro de la paz, trabajar activamente hacia el desarme general y completo
bajo control internacional estricto y eficaz, y apoyar las negociaciones para la con-
certación, sin demora, de un tratado amplio de prohibición de los ensayos nuclea-
res, de alcance universal y verificable multilateral y efectivamente, que contribuya al
desarme nuclear y a la prevención de la proliferación de las armas nucleares en to-
dos sus aspectos18; prevenir y eliminar todas las formas de violencia contra las mu-
jeres y las niñas19; garantizar la igualdad de acceso y la igualdad de trato de hombres
y mujeres en la educación y la atención de salud y promover la salud sexual y re-
productiva de la mujer y su educación20; promover y proteger todos los derechos
humanos de las mujeres y las niñas21; intensificar los esfuerzos para garantizar el dis-
frute en condiciones de igualdad de todos los derechos humanos y libertades fun-
damentales a todas las mujeres y las niñas que enfrentan múltiples barreras para lo-
grar su potenciación y su adelanto por factores como la raza, la edad, el idioma, el
origen étnico, la cultura, la religión o la discapacidad, o por pertenecer a la pobla-
ción indígena22; garantizar el respeto del derecho internacional, incluido el derecho
humanitario, a fin de proteger a las mujeres y las niñas en particular23; potenciar al
máximo la capacidad de las mujeres y las niñas de todas las edades, garantizar su
plena participación, en condiciones de igualdad, en la construcción de un mundo
mejor para todos y promover su papel en el proceso de desarrollo24.
Naciones Unidas a través del ECOSOC en sus conclusiones acordadas en 1997,
definió la transversalización de la perspectiva de género (gender mainstreaming) de la
siguiente manera: ‘Transversalizar la perspectiva de género es el proceso de evaluar las im-
plicancias para mujeres y hombres de cualquier acción planificada, incluyendo legislación,
políticas y programas, en todas las áreas y en todos los niveles. Es una estrategia para ha-
cer que las preocupaciones y experiencias de las mujeres así como también de los hombres
constituyan una dimensión integral del diseño, implementación, monitoreo y evaluación
de políticas y programas en todas las esferas políticas, económicas y sociales de modo que
179
GIULIA TAMAYO LEÓN
las mujeres y los hombres se beneficien por igual y la desigualdad no sea perpetuada. El fin
último es alcanzar la igualdad de los géneros’25. Esta definición ha venido orientando
la acción de los órganos de Naciones Unidas incluidos los contemplados como pro-
cedimientos especiales para la promoción y protección de derechos humanos y aque-
llos que tienen en sus manos la supervisión del cumplimiento de los tratados inter-
nacionales. Como antecedente al respecto, la Comisión de Derechos Humanos de
Naciones Unidas había adoptado en 1994 una resolución para integrar las cuestio-
nes de género en todos los niveles de derechos humanos.
3. ¿QUÉ HA CAMBIADO?
Entre los nuevos instrumentos y tratados que abordaron la cuestión de la vio-
lencia contra las mujeres o dispusieron mecanismos para fortalecer la protección de
los derechos humanos frente a tales abusos, destacan, en el sistema universal, la De-
claración de Naciones Unidas sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer26
y el Protocolo Facultativo de la Convención sobre la Eliminación de todas las for-
mas de discriminación contra la mujer, y en los sistemas regionales, la Convención
Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer
«Convención de Belem do Pará»27, y el Protocolo a la Carta Africana de Derechos
Humanos y de los Pueblos relativo a los Derechos de la Mujer28. En 1998, el Esta-
tuto de Roma29 que instituye el Tribunal Penal Internacional facultado para ejercer
jurisdicción sobre personas respecto de los crímenes más graves de trascendencia in-
ternacional, comprendió entre los tipos penales varios de índole sexual, incluida la
persecución de género, entre los crímenes de lesa humanidad. En términos prácti-
cos, los tribunales internacionales penales ad hoc 30 para la ex Yugoslavia y Ruanda
desarrollaron, hacia finales de la década de los noventa, jurisprudencia especial-
mente relevante para el tratamiento de crímenes de índole sexual.
Desde inicios de la década de los noventa, algunas instancias ya venían ade-
lantando interpretaciones inclusivas de las cuestiones de género. Así, desde 1992
la violación había sido mencionada explícitamente en la Comisión de Derechos
Humanos de la ONU como una forma de tortura. El Relator Especial de Nacio-
nes Unidas contra la Tortura también igualmente se pronunció sobre la violación
sexual como uno de los varios métodos de tortura. En 1995 la Comisión Intera-
mericana de Derechos Humanos dedicó, por primera vez, una sección de su «In-
forme sobre la situación de los derechos humanos en Haití» al tema de la violencia se-
xual infligida contra las mujeres y declaró que la violación constituía una forma
180
MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL, NORMATIVO E INSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS DE…
181
GIULIA TAMAYO LEÓN
34 La Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados expone la responsabilidad general de los Es-
tados de aplicar éstos. La responsabilidad principal es la «buena fe» (recogida en la expresión latina pacta sunt
servanda, «los pactos deben cumplirse»). Los Estados asumen libremente las obligaciones contenidas en los tra-
tados y acceden a que su cumplimiento sea jurídicamente vinculante. El preámbulo de la Convención de Viena
sobre el Derecho de los Tratados confirma que «los principios del libre consentimiento y de la buena fe y la
norma pacta sunt servanda están universalmente reconocidos». Los tratados son acuerdos que deben dirigir la
conducta de los Estados: deben cumplirse en la práctica; no son sólo papel. Convención de Viena sobre el De-
recho de los Tratados, artículo 26. Los tratados deben cumplirse incluso si contradicen el derecho nacional: los
Estados que ratifican un nuevo tratado o se adhieren a él están obligados a modificar su legislación para po-
der respetarlo y cumplirlo en la práctica. Ibíd., artículo 27. Nota: Tomado de Amnistía Internacional «El de-
ber del Estado de abordar la violencia contra las mujeres». Texto completo disponible en: http://web.am-
nesty.org/library/index/eslact770492004.
35 Son usos y costumbres con fuerza vinculante. El artículo 38 del Estatuto del Tribunal Internacional
de Justicia define la costumbre internacional como «prueba de una práctica generalmente aceptada como De-
recho».
36 La Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, es el instrumento que aporta un conjunto
de definiciones en lo que concierne a los Tratados, reproducimos el artículo que incluye los términos emplea-
dos: Artículo 2. Términos empleados. 1. Para los efectos de la presente Convención:
a) se entiende por «tratado» un acuerdo internacional celebrado por escrito entre Estados y regido por
el derecho internacional, ya conste en un instrumento único o en dos o más instrumentos conexos y cualquiera
que sea su denominación particular;
b) se entiende por «ratificación», «aceptación», «aprobación» y «adhesión», según el caso, el acto inter-
nacional así denominado por el cual un Estado hace constar en el ámbito internacional su consentimiento en
obligarse por un tratado;
c) se entiende por «plenos poderes» un documento que emana de la autoridad competente de un Estado
y por el que se designa a una o varias personas para representar al Estado en la negociación, la adopción o la
autenticación del texto de un tratado, para expresar el consentimiento del Estado en obligarse por un tratado,
o para ejecutar cualquier otro acto con respecto a un tratado;
d) se entiende por «reserva» una declaración unilateral, cualquiera que sea su enunciado o denomina-
ción, hecha por un Estado al firmar, ratificar, aceptar o aprobar un tratado o al adherirse a el, con objeto de
excluir o modificar los efectos jurídicos de ciertas disposiciones del tratado en su aplicación a ese Estado;
e) se entiende por un «Estado negociador» un Estado que ha participado en la elaboración y adopción
del texto del tratado;
f ) se entiende por «Estado contratante» un Estado que ha consentido en obligarse por el tratado, haya
o no entrado en vigor el tratado;
g) se entiende por «parte» un Estado que ha consentido en obligarse por el tratado y con respecto al cual
el tratado esta en vigor;
h) se entiende por «Tercer Estado» un Estado que no es parte en el tratado;
i) se entiende por «organización internacional» una organización intergubernamental.
182
MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL, NORMATIVO E INSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS DE…
2. Las disposiciones del párrafo I sobre los términos empleados en la presente Convención se entende-
rán sin perjuicio del empleo de esos términos o del sentido que se les pueda dar en el derecho interno de cual-
quier Estado.
Texto completo de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados disponible en:
http://www.oas.org/XXXVGA/espanol/doc_referencia/Convencion_Viena.pdf.
37 El derecho internacional de derechos humanos es un subconjunto del derecho internacional que se
ocupa de los derechos y la dignidad que tienen todos los seres humanos en todo momento y sin discrimina-
ción. Dispone que los Estados deben respetar y proteger los derechos humanos y garantizar que las personas
bajo su jurisdicción disfrutan de ellos en la práctica. Tradicionalmente se ha considerado que se aplicaba sólo
a la relación del Estado con los individuos. Sin embargo, más recientemente se ha reconocido que el Estado
tiene también la obligación de intervenir cuando los particulares actúan de manera que afecta a los derechos
de otros. Tomado de Amnistía Internacional «El deber del Estado de abordar la violencia contra las mujeres».
Texto completo disponible en: http://web.amnesty.org/library/index/eslact770492004.
38 El derecho internacional humanitario, conocido también como leyes de la guerra, se aplica en las si-
tuaciones de conflicto armado, sean guerras internacionales entre Estados, o conflictos armados internos en-
tre gobiernos y grupos armados y entre grupos armados. Se establecen en él normas de conducta para los com-
batientes (quienes toman parte activa en las hostilidades) y sus dirigentes. En líneas generales tiene por objeto
poner límites a los medios y métodos de guerra (así, hay reglas contra el uso de las armas de efecto indiscri-
minado, la perfidia, el uso indebido de las señales de tregua o el uso de métodos desproporcionados de con-
secución de objetivos militares) y proteger de daños a quienes no toman parte activa en las hostilidades (como
los enfermos y los heridos, los náufragos, los prisioneros de guerra y los civiles). El derecho internacional hu-
manitario prohíbe determinados actos, especificando que determinadas infracciones de las normas son críme-
nes de guerra. Convenio de Ginebra para aliviar la suerte que corren los heridos y los enfermos de las fuerzas
armadas en campaña (Convenio I), artículo 50; Convenio de Ginebra para aliviar la suerte que corren los he-
ridos, los enfermos y los náufragos de las fuerzas armadas en el mar (Convenio II), artículo 51; Convenio de
Ginebra relativo al trato debido a los prisioneros de guerra (Convenio III), artículo 130, y Convenio de Gi-
nebra relativo a la protección debida a las personas civiles en tiempo de guerra (Convenio IV), artículo 147.
Todos los Estados tienen la obligación de buscar a los autores de las infracciones y ponerlos a disposición ju-
dicial. Existe, por tanto, un fuerte vínculo con el derecho internacional penal. Tomado de Amnistía Interna-
cional «El deber del Estado de abordar la violencia contra las mujeres». Texto completo disponible en:
http://web.amnesty.org/library/index/eslact770492004.
39 El derecho internacional penal trata de los delitos comprendidos en el derecho internacional, que pue-
den derivarse de tratados (como en el caso de la definición de la tortura según la Convención contra la Tor-
tura), de la costumbre (como en el caso de la definición de los crímenes de lesa humanidad hasta que queda-
ron recogidos en el Estatuto de Roma del Tribunal Penal Internacional) o del derecho internacional
humanitario (como en el caso de los crímenes de guerra, en particular de las infracciones graves de los Con-
venios de Ginebra y las violaciones de las leyes y usos de la guerra). El derecho internacional penal ha adqui-
rido especial importancia en la cuestión de la violencia contra las mujeres a lo largo de los últimos 10 años gra-
cias al establecimiento y a la labor de los tribunales penales internacionales especiales para Ruanda y la ex
Yugoslavia y a la adopción del Estatuto de Roma del Tribunal Penal Internacional. Por medio de la elabora-
ción de definiciones de los delitos, de la jurisprudencia de los dos tribunales penales internacionales especia-
les y de la redacción y adopción del Estatuto de Roma, la violencia contra las mujeres se ha definido más me-
ticulosamente que nunca, teniendo más en cuenta la cuestión del género y reflejando en mayor medida la
experiencia de violencia de la víctima. Los métodos de investigación y los procedimientos judiciales de estos
tribunales internacionales tienen cada vez más en cuenta las necesidades y la seguridad de los testigos y las víc-
timas, en especial en relación con las sobrevivientes de la violencia sexual. Ofrecen un importante modelo de
buena práctica a los sistemas nacionales de derecho penal. Las definiciones de los delitos y las reglas de proce-
dimiento del Tribunal Penal Internacional pueden servir de modelo para la reforma del derecho penal en re-
lación con la violencia contra las mujeres en todas las jurisdicciones penales nacionales.
183
GIULIA TAMAYO LEÓN
40 Doc. ONU E/CN.4/2006 del 20 de enero de 2006. Texto completo disponible en: http://dac-
cessdds.un.org/doc/UNDOC/GEN/G06/103/53/PDF/G0610353.pdf?OpenElement
41 Documento de Naciones Unidas A/HRC/7/6 del 29 de enero de 2008.
184
MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL, NORMATIVO E INSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS DE…
42 En su resolución 61/143 (párr. 18), la Asamblea General pidió además a la Comisión de Estadística
de las Naciones Unidas que propusiera, basándose en mi labor, posibles indicadores sobre la violencia contra
la mujer.
43 Véase el informe sobre la norma de la debida diligencia como instrumento para la eliminación de la
violencia contra la mujer (E/CN.4/2006/61).
185
GIULIA TAMAYO LEÓN
44 June Zeitlin, Doris Mpoumou, «No hay seguridad humana sin igualdad de género», Women’s Envi-
ronment & Development Organization (WEDO), 2004. Las autoras son, respectivamente, Directora Ejecu-
tiva y Coordinadora de Programas de Género y Gobernanza de WEDO.
186
MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL, NORMATIVO E INSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS DE…
45 June Zeitlin, Doris Mpoumou, «No hay seguridad humana sin igualdad de género», Women’s Envi-
ronment & Development Organization (WEDO), 2004. Las autoras son, respectivamente, Directora Ejecu-
tiva y Coordinadora de Programas de Género y Gobernanza de WEDO. Accesible en: http://www.social-
watch.org/es/informesTematicos/81.html
46 June Zeitlin, Doris Mpoumou, «No hay seguridad humana sin igualdad de género», Women’s Envi-
ronment & Development Organization (WEDO), 2004. Las autoras son, respectivamente, Directora Ejecu-
tiva y Coordinadora de Programas de Género y Gobernanza de WEDO. Accesible en: http://www.social-
watch.org/es/informesTematicos/81.html
Accesible en: http://www.socialwatch.org/es/informesTematicos/81.html
187
GIULIA TAMAYO LEÓN
47 AMNISTÍA INTERNACIONAL, Beijing +10: Una oportunidad perdida de progresar en los derechos
humanos de las mujeres, Índice AI: ACT 77/014/2005, Servicio de Noticias: 54/05, 7 de marzo de 2005.
48 Ibidem.
188
MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL, NORMATIVO E INSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS DE…
BIBLIOGRAFÍA
ANEXO: INSTRUMENTOS DE DERECHO INTERNACIONAL
(VÍNCULOS DE ACCESO)
1. TRATADOS DE DERECHO INTERNACIONAL DE DERECHOS
HUMANOS
Del sistema universal (Naciones Unidas)
189
GIULIA TAMAYO LEÓN
190
MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL, NORMATIVO E INSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS DE…
Notas:
191
GIULIA TAMAYO LEÓN
192
MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL, NORMATIVO E INSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS DE…
193
POLÍTICAS DE IGUALDAD,
POBREZA Y PARTICIPACIÓN
CIUDADANA
Rosa Paredes Paredes1
Profesora de la Maestría
de Estudios de la Mujer de la Universidad
Central de Venezuela (UCV), Investigadora
asociada al Centro de Estudios de la Mujer
de la UCV
PREÁMBULO
La finalidad de este artículo es reflexionar sobre aspectos que limitan la efi-
cacia y la legitimidad de las políticas públicas dirigidas a las mujeres en América
Latina. Desde hace más de tres décadas, se inició en los estados latinoamericanos,
el proceso de institucionalización de las políticas dirigidas a las mujeres. Sin em-
bargo, estas políticas han resultado insuficientes.
Si bien las mujeres han desarrollado estrategias para superar la pobreza y al-
canzar mayores niveles de participación y espacios de poder, estos esfuerzos no se
han reflejado en dos ámbitos fundamentales para el ejercicio de la igualdad y de
la ciudadanía, uno de ellos es el acceso equitativo a empleos de calidad, el otro es
la participación en puestos de representación y decisión política.
En este artículo se abordará una reflexión sobre condiciones de inequidad
que siguen predominando y que no han sido enfrentadas por las políticas de
igualdad, se insistirá en la necesidad de ir más allá de las políticas que ponen el én-
fasis en las consecuencias de las desigualdades y no en las causas.
Se plantearán dos temas cruciales que inciden en la falta de eficacia y de le-
gitimidad de las políticas de igualdad. El primero de ellos es el tema de la visibi-
lización y de la necesidad de transformación de la responsabilidad y el tiempo de
dedicación de hombres y mujeres a las actividades económicas no remuneradas.
El segundo tema se refiere a la necesidad de participación activa de la sociedad
civil en el diseño, ejecución y control de las políticas públicas; además este segundo
1 Socióloga y Dra. en Estudios del Desarrollo. Participante del panel de género del PNUD Venezuela.
195
ROSA PAREDES PAREDES
aspecto subraya la idea de que es indispensable este tipo de participación para asegu-
rar la calidad de las políticas públicas. Finalmente se presentan reflexiones sobre los
problemas de naturaleza política que limitan la participación de la sociedad civil.
1. INTRODUCCIÓN
Existe cierto consenso en que la incorporación del tema de las discrimina-
ciones contra las mujeres como objeto de políticas públicas se inicia en 1975 en
la Primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Mujer2. En este evento in-
ternacional, todos los gobiernos de los países participantes en el Sistema de Na-
ciones Unidas, aprueban el primer Plan de Acción Mundial hacia la Igualdad de
la Mujer que se revisa en la segunda conferencia y se prolonga hasta mediados de
los años ochenta, fecha en la que se realiza la Tercera Conferencia de las Naciones
Unidas sobre la Mujer, en Nairobi en 1985.
En la Cuarta Conferencia Mundial de la Mujer celebrada en Beijing en 1995,
se produce la introducción del enfoque de igualdad de género en las recomenda-
ciones de la Asamblea. En los periodos anteriores las recomendaciones de políti-
cas estuvieron dirigidas a garantizarles a las mujeres recursos educativos y cambios
jurídicos para su incorporación en las actividades económicas remuneradas.
La introducción del enfoque de igualdad de género en las políticas públicas
dirigidas a las mujeres significó un avance en relación al enfoque anterior, al con-
tribuir con diversos aspectos de análisis, entre los cuales destacan: (i) la identifi-
cación de la existencia de relaciones desiguales entre los géneros, (ii) el examen de
las estructuras que generan esta desigualdad, y (iii) la consideración de los efectos
e impactos desiguales por género de las políticas públicas. Con este enfoque se ge-
nera una segunda etapa de políticas, estas son las políticas dirigidas a la elimina-
ción de la violencia contra la mujer, a la promoción de la salud sexual y repro-
ductiva, y a la participación política de las mujeres.
Las instituciones gubernamentales encargadas de plasmar este enfoque en
políticas públicas presentan limitaciones que les impiden ser eficaces y eficientes
en su misión. Estas limitaciones están determinadas por diversos factores, entre
ellos las modalidades de intervención pública que predominan. Modalidades que
presentan un desfase institucional que obstaculiza enfrentar las causas de los pro-
blemas que afectan a la población femenina.
Estas modalidades de desfase, surgieron, entre otras causas, a partir de fenó-
menos mas amplios que comenzaron a manifestarse a mediados de los años setenta,
con la crisis del modelo de estado de bienestar y de las políticas que se aplicaron du-
rante la estrategia de desarrollo fundamentada en la sustitución de importaciones.
Como consecuencia de esa crisis se implementaron las llamadas reformas de pri-
mera generación, reformas que modificaron el papel y alcance de las instituciones
2 Paredes, Rosa (2006) Políticas Públicas, Pobreza y Equidad de Género. Artículo publicado en la Revista
Espacio Abierto, Cuaderno Venezolano de Sociología, Vol. 15 Nº 4, oct-dic. 2006. Universidad del Zulia.
196
POLÍICAS DE IGUALDAD, POBREZA Y PARTICIPACIÓN
3 Véase Mones Belkys, (1999) Institucionalización de Políticas Públicas para la Equidad de Género en
América Latina y el Caribe. En Seminario Latinoamericano de Oficinas de la Mujer, abril de 1999, Santo Do-
mingo. Secretaria de Estado de la Mujer de República Dominicana, PNUD, FNUAP. Santo Domingo.
4 Véanse, CEPAL (2000a). El desafío de la equidad de género y de los derechos humanos en los albores del
siglo XXI. Publicación de las Naciones Unidas. Santiago de Chile. Ver especialmente la sesión Institucionali-
zación de las políticas de género en el Estado; Mones Belkys, (1999) Institucionalización de Políticas Públicas
para la Equidad de Género en América Latina y el Caribe. En Seminario Latinoamericano de Oficinas de la Mu-
jer, abril de 1999, Santo Domingo. Secretaria de Estado de la Mujer de República Dominicana, PNUD,
FNUAP. Santo Domingo; y Plascencia, María Mercedes (1998). Institucionalidad para Mujer y Género en
América Latina y el Género. Estudio Regional. BID. Washington. D.C.
197
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198
POLÍICAS DE IGUALDAD, POBREZA Y PARTICIPACIÓN
199
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7 Pollack (1997).
8 Según Lourdes Urdaneta (2006 y 1986) el trabajo del hogar: (i) constituye un área de servicios equi-
parables a los que se prestan en el mercado, (ii) contribuye indirectamente al aumento del flujo de bienes y ser-
vicios en el mercado, y (iii) como consecuencia, contribuye al incremento del producto social. Esta autora pro-
pone la inclusión de esta actividad en el Sistema de Cuentas Nacionales.
200
POLÍICAS DE IGUALDAD, POBREZA Y PARTICIPACIÓN
9 En Venezuela en el año 1983 el Banco Central de Venezuela realizó, para el Ministerio para la Parti-
cipación de la Mujer, la investigación: División del Trabajo, distribución personal del tiempo diario y valor
económico del trabajo realizado en los hogares venezolanos.
10 Ver CEPAL (2003). Informe de la Reunión de Expertos: Encuestas Sobre Uso del Tiempo. Santiago de
Chile, 11 y 12 de diciembre.
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POLÍICAS DE IGUALDAD, POBREZA Y PARTICIPACIÓN
207
ROSA PAREDES PAREDES
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Universidad Central de Venezuela, Caracas.
208
POLÍICAS DE IGUALDAD, POBREZA Y PARTICIPACIÓN
209
CLAVES FEMINISTAS EN TORNO
AL FEMINICIDIO
CONSTRUCCIÓN TEÓRICA, POLÍTICA Y JURÍDICA
Marcela Lagarde y de los Ríos1
Profesora de Sociología de la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM).
Especialista en Estudios Feministas, Género y
Desarrollo; Presidenta de la Red por la Vida y
la Libertad de las Mujeres
PREÁMBULO
Presento en este texto un relato preliminar de una historia personal y colectiva
sobre el conocimiento, la investigación y el análisis, así como la elaboración teórica y
legislativa del feminicidio y la violencia feminicida en la lucha por la erradicación de
todas las formas de violencia y la vigencia de los derechos humanos de las niñas y las
mujeres, de acuerdo con los siguientes apartados: –A manera de introducción,
–Ideologías y otras prácticas, –¿Qué es el feminicidio?, –Del feminicidio a la violen-
cia feminicida, –La invesitigación diagnóstica sobre violencia feminicida, –¿Quiénes
eran ellas?, –La violencia feminicida, –Feminicidio y otras muertes violentas, –Algu-
nas víctimas de violencia feminicida, –Violencia feminicida en el mundo, –Algunas
confirmaciones, –Categorías antropológicas y jurídicas.
1 Marcela Lagarde y de los Ríos, Feminista, Etnóloga, Maestra en Ciencias Antropológicas y Doctora en An-
tropología (UNAM). Profesora de los postgrados en antropología y sociología de las Universidad Nacional Autó-
noma de México, así como del Diplomado en Estudios Feministas del Centro de Investigaciones Interdisciplina-
rias en Ciencias y Humanidades y del Diplomado en Género Democracia y Desarrollo de la Fundación Guatemala
y el CEIICH, UNAM, Presidenta de la Red por la Vida y la Libertad de las Mujeres y Coordinadora del Proyecto
(UNIFEM) y de los Talleres Casandra de Antropología Feminista. Presidenta de la Comisión Especial para Co-
nocer y dar Seguimiento a los Feminicidios en la República Mexicana de la Cámara de Diputados LIX Legislatura,
2003-2006.
211
MARCELA LAGARDE Y DE LOS RÍOS
1. INTRODUCCIÓN
Todo empezó por la alarma en torno a crímenes contra niñas y mujeres en
Ciudad Juárez hace más de quince años.
Del horror y la consternación surgieron la denuncia y la exigencia de justicia. A
pesar de ello, pasó el tiempo y no hubo una respuesta satisfactoria por parte de las au-
toridades. Surgieron organizaciones de apoyo a familiares de las víctimas y de lucha
frente a la violencia contra las mujeres, así como grupos de atención a víctimas que
se manifestaron con fuerza como parte de movimientos civiles en defensa de los de-
rechos humanos y de los movimientos de mujeres y feministas. A pesar de todo, los
homicidios han continuado. De la denuncia local se pasó a la nacional y desde en-
tonces, Ciudad Juárez es conocida en el mundo por los crímenes de niñas y mujeres,
mediante intensas campañas para abatir la impunidad que los han acompañado.
El feminicidio ha trascendido las fronteras mexicanas porque, con legítimo de-
recho, las organizaciones directamente vinculadas al proceso de justicia y al movi-
miento, han recurrido a organismos internacionales civiles e institucionales. Se han
pronunciado al respecto, Amnistía Internacional, la Corte Interamericana de Dere-
chos Humanos, el Parlamento Europeo, congresos de países europeos, como el
Congreso de los Diputados de España, además del Congreso de los Estados Unidos,
ayuntamientos de localidades de diversos países, ONG, redes de mujeres y muchos
más. En su última visita al país, la Alta Comisionada para los Derechos Humanos
de la ONU, Louise Arbour, hizo señalamientos severos al gobierno2.
México ha recibido a lo largo una década más de cincuenta recomendaciones
internacionales de organismos de derechos humanos y de relatores de diversas
instancias de la ONU, que contienen la exigencia al gobierno de esclarecer todos
los casos, lograr el acceso a la justicia por parte de familiares de víctimas y, cada
vez más, la puesta en marcha de políticas de gobierno con perspectiva de género
para enfrentar dichos crímenes y sus causas, así como erradicar la violencia con-
tra las mujeres y la impunidad3.
Las organizaciones civiles y las familias han recibido muestras de solidaridad di-
recta y han realizado acciones conjuntas para presionar a las autoridades y hacer
conciencia sobre la violencia contra las mujeres. Han recorrido países, participado
en foros, congresos, conferencias de prensa, han relatado una y otra vez qué le su-
cedió a su hija, a su hermana, a su alumna, a la turista, y han encontrado una gran
simpatía. Han sido tratadas con injusticia, desdén, paternalismo, falta de profesio-
nalismo, negligencia y con violencia por las autoridades más diversas: desde policías,
ministerios públicos, pasando por fiscales, directoras de mecanismos de la mujer y
procuradoras, hasta gobernadores y presidentes de la República. Familiares y acti-
vistas han tocado puertas institucionales, soportado audiencias, discursos y rituales
212
CLAVES FEMINISTAS EN TORNO AL FEMINICIDIO
2.1. Aproximaciones
En los medios y entre las organizaciones circulan explicaciones emanadas de
diversas ideologías. Se ha especulado a partir de visiones criminalísticas en las que
predominan hipótesis sobre la condición de los agresores como asesinos seriales;
siquiátricas, que los conciben como enfermos mentales, sicóticos, como locos;
psicoanalíticas que plantean la realización de deseos sádicos reprimidos que aflo-
ran en los crímenes; sociológicas, que ponderan la situación económica, no de las
mujeres víctimas ni de los victimarios, sino de la zona, y antropológicas, de la ver-
tiente culturalista, que ponen el acento en la cultura machista y misógina propia
213
MARCELA LAGARDE Y DE LOS RÍOS
4 González Rodríguez, Sergio: Huesos en el desierto. Anagrama, Barcelona, 2002. Sagato, Rita: Las es-
tructuras elementales de la violencia.
214
CLAVES FEMINISTAS EN TORNO AL FEMINICIDIO
maquilas, morenas y de pelo largo. Que habían sido secuestradas, vejadas, tortu-
radas, mutiladas y violadas antes de ser sanguinariamente asesinadas y muchos de
sus cuerpos tirados en la calle, en el desierto, en el descampado.
El estereotipo se fraguó y permanece a pesar de otras evidencias.
3. ¿QUÉ ES EL FEMINICIDIO?
Como antropóloga feminista fui llamada por colegas feministas involucradas en
el esclarecimiento de los casos y en la justicia, para contribuir a explicar, desde esa
perspectiva, al análisis de los sucesos de Ciudad Juárez. Propuse analizar los crímenes
de niñas y mujeres bajo esta óptica y definirlos como feminicidio. La categoría femi-
nicidio y la teoría sobre el feminicidio, de la que forma parte, emergen del bagaje te-
órico feminista. Sus sintetizadoras son Diana Russell y Jill Radford. Me basé en su
trabajo teórico y empírico, además del de investigadoras como Janet Caputi, Debo-
rah, Cameron, y otras más, recopilados en el libro Femicide: The politics of woman ki-
lling 5 que recoge importantes estudios y análisis de casos de feminicidio en países tan
diversos como India, Estados Unidos y Canadá y abarca desde las cacerías de brujas
en los siglos XVI y XVII en Inglaterra, hasta nuestros días6.
La teoría ahí expuesta, ubica los crímenes contra niñas y mujeres en el patriar-
cado y los considera el extremo de la dominación de género contra las mujeres. Al-
gunas lo llaman genocidio otras más lo consideran terrorismo de género. Algunas in-
cluyen subclasificaciones como feminicidio serial, feminicidio lésbico, feminicidio…
La traducción de femicide es femicidio 7 . Sin embargo, traduje femicide como
feminicidio y así la he difundido. En castellano femicidio es una voz homóloga a
homicidio y sólo significa homicidio de mujeres. Por eso, para diferenciarlo, pre-
ferí la voz feminicidio y denominar así al conjunto de violaciones a los derechos
humanos de las mujeres que contienen los crímenes y las desapariciones de mu-
jeres y que, estos fuesen identificados como crímenes de lesa humanidad.
5 Russell, Diana E. H. y Jill Radford: Femicide: The politics of woman killing. Twayne Publishers, New
York, 1992. En 2006 tradujimos y publicamos en español eses libro como Feminicidio. La política de las mu-
jeres. CEIIICH-UNAM, CEDSIFRMPJV, Cámara de Diputados, LIX Legislatura, México, 2006.
6 En 1992 en que fue publicado ese libro aún no había iniciado el conteo civil de las víctimas en Ciu-
dad Juárez. Inició unos años más tarde. En la traducción y edición en castellano, Diana Russell me pidió que
escribiera una discusión teórica a partir del caso de México, que amplió el inventario de países en los que de-
tectamos feminicidio. Russell, Diana E. y Jill Radford: Feminicidio: la política del homicidio de mujeres. Cen-
tro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, Universidad Nacional Autónoma de
México-Comisión Especial para Conocer y Dar Seguimiento a las Investigaciones sobre los Feminicidios en
la República Mexicana y a la Procuración de Justicia Vinculada, Cámara de Diputados, México, 2006Publi-
cación en DVD. Un tiempo después publicamos otra antología sobre feminicidio recopilada diez años des-
pués, con trabajos sobre África, China, La India, Israel, Canadá, Estados Unidos: Russell, Diana, E. y Roberta
A. Harmes, presentación Marcela Lagarde: Feminicidio: una perspectiva global. Centro de Investigaciones In-
terdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, Universidad Nacional Autónoma de México-Comisión Especial
para Conocer y Dar Seguimiento a las Investigaciones sobre los Feminicidios en la República Mexicana y a la
Procuración de Justicia Vinculada, Cámara de Diputados, México, 2006.
7 Una primera versión de este fragmento sobre feminicidio fue publicada en ¿Fin al feminicidio? Comi-
sión Especial para Conocer y Dar Seguimiento a las Investigaciones sobre los Feminicidios en la República Me-
xicana y a la Procuración de Justicia Vinculada, Cámara de Diputados, México, 2004.
215
MARCELA LAGARDE Y DE LOS RÍOS
216
CLAVES FEMINISTAS EN TORNO AL FEMINICIDIO
5. LA INVESTIGACIÓN DIAGNÓSTICA
En cuanto al conocimiento del problema, la Comisión realizó un Diagnós-
tico sobre violencia feminicida en todo el país8. Por primera se investigó a partir
217
MARCELA LAGARDE Y DE LOS RÍOS
de información oficial sobre lo ocurrido entre 1999 y 2006, sólo en torno a los
homicidios dolosos y culposos. Queríamos saber la dimensión del problema tanto
en Ciudad Juárez como en el resto del país.
Los crímenes contra niñas y mujeres fueron ubicados en el marco de la vio-
lencia de género y en relación con todas las formas de violencia contra las niñas y
las mujeres sobre las que encontramos información oficial.
Los resultados de la investigación fueron sorprendentes: por primera vez una
investigación dió cuenta de la situación y la gravedad de la violencia contra las
mujeres analizada a partir de los homicidios de niñas y mujeres.
1205
niñas y mujeres asesinadas
en todo el país
en 2004
4
niñas y mujeres
fueron asesinadas cada día9
más de 6000
niñas y mujeres fueron asesinadas
en 6 años, entre 1999-2005
Las siguientes cifras y tasas corresponden al año 2004, el único del que tuvimos
información oficial de 30 entidades federativas y permiten una relativa compara-
ción. Tuvieron orígenes diferentes y su metodología no es la misma: el número de ni-
ñas y mujeres asesinadas proviene de las Procuradurías Generales de Justicia de cada
entidad federativa, algunas incluyen homicidios dolosos y culposos pero la mayoría
sólo incluye homicidios dolosos y deja fuera de su conteo los homicidios culposos.
En el análisis es preciso considerar la que falta de esos datos produce resultados dis-
minuidos. Y, a falta de más información, sólo permiten una cautelosa aproximación.
Con el mismo criterio están elaboradas las tasas estatales de homicidios femeninos,
están calculadas sólo con el número de homicidios dolosos por cada 100 mil muje-
res y no incluyen los culposos. Por lo tanto, tampoco son comparables y sólo tienen
un sentido indicativo. Véase, por ejemplo, el caso de Veracruz, cuya tasa de 1.144 es
baja, relativamente, y el número de homicidios de niñas y mujeres es muy alto: 264,
al sumar los dolosos y los culposos, sin embargo, la tasa está calculada sólo con los ho-
micidios dolosos y dejan fuera los culposos que son 188, muchos más que los 76 do-
losos. El Estado de México con 86 homicidios de niñas y mujeres, tiene una tasa muy
alta de 4.136, a pesar de que no contabilizan los homicidios culposos ¿A cuánto as-
cendería la tasa si los incluyeran? La fuente para las tasas es el Instituto Nacional de
Geografía y Estadística y la Secretaría de Salud, INEGI / SSA.
218
CLAVES FEMINISTAS EN TORNO AL FEMINICIDIO
Nayarit 38
niñas y mujeres asesinadas
tasa 4.485
Oaxaca 32
niñas y mujeres asesinadas
tasa 4. 367
Estado de México 89
niñas y mujeres asesinadas
homicidios dolosos
tasa 4.136
Guerrero 114
niñas y mujeres asesinadas
tasa 3.485
Quintana Roo 77
niñas y mujeres asesinadas
tasa 3.142
Baja California 26
niñas y mujeres asesinadas
tasa 2.837
Chihuahua 19
niñas y mujeres asesinadas
tasa 2.820
Michoacán 15
niñas y mujeres asesinadas
tasa 2.509
Tlaxcala 3
niñas y mujeres asesinadas
tasa 2.445
219
MARCELA LAGARDE Y DE LOS RÍOS
Puebla 91
niñas y mujeres asesinadas
tasa 2.089
Coahuila 25
niñas y mujeres asesinadas
tasa 2.086
Durango 12
niñas y mujeres asesinadas
tasa1.988
Sinaloa 29
niñas y mujeres asesinadas
tasa 1.771
Colima 3
niñas y mujeres asesinadas
tasa 1.714
Tamaulipas 23
niñas y mujeres asesinadas
tasa 1.684
Sonora 22
niñas y mujeres asesinadas
tasa 1.659
Jalisco
Sin respuesta de la procuraduría estatal
tasa 1.617
Tabasco
Sin respuesta de la procuraduría estatal
tasa 1.474
Nuevo León 16
niñas y mujeres asesinadas
tasa 1.301
220
CLAVES FEMINISTAS EN TORNO AL FEMINICIDIO
Querétaro 8
niñas y mujeres asesinadas
tasa1.263
Chiapas 53
niñas y mujeres asesinadas
tasa1.246
Zacatecas 2
niñas y mujeres asesinadas
tasa 1.242
Veracruz 264
niñas y mujeres asesinadas
tasa 1.144
Campeche 1
mujer asesinada
tasa 1.063
San Luis Potosí 6
mujeres asesinadas
tasa 0.987
Hidalgo 67
niñas y mujeres asesinadas
tasa 0.913
Guanajuato 23
niñas y mujeres asesinadas
tasa 0.814
Aguascalientes 5
mujeres asesinadas
tasa 0.760
Yucatán 3
mujeres asesinadas
tasa 0.560
----------------------------------------------
– Distrito Federal 743
niñas y mujeres fueron asesinadas
en 5 años, 1999-2005
SEMEFO
221
MARCELA LAGARDE Y DE LOS RÍOS
222
CLAVES FEMINISTAS EN TORNO AL FEMINICIDIO
7. LA VIOLENCIA FEMINICIDA
La investigación sobre el feminicidio partió de reconocer que en México,
como en el mundo y en grados diversos, todas las mujeres vivimos formas de
violencia de género en el curso de nuestras vidas, y muchas mujeres vivimos
además, violencia de clase, racista, religiosa, judicial, jurídica, política o cultu-
ral. Es evidente la simultaneidad y el cruce de diversas formas de violencia liga-
das a diversas formas de opresión social. Todas las mujeres vivimos formas de
violación de nuestros derechos humanos derivadas de la subalternidad social y
la subordinación política de género que nos abarcan como género; la violencia
es una de ellas. Consideramos que es en ese marco en el que debe ser explicado
el feminicidio.
Así, la violencia contra las niñas y las mujeres fue reconocida en su especifi-
cidad, enmarcada en las relaciones políticas de género entre mujeres y hombres,
así como en las relaciones de clase, etnia y edad, y fue ligada a la complejidad de
la condición social, la situación vital y la posición de las mujeres. Se investigó la
intervención de las instituciones para enfrentar la violencia de género contra las
mujeres, así como las políticas de gobierno para conocer su contenido de igualdad
y equidad de género y los presupuestos destinados a ese fin. Se hizo un análisis de
la legislación y se identificaron contenidos misóginos o contrarios a la igualdad
entre los géneros, a la equidad de género y al adelanto de las niñas y las mujeres.
Debido a las enormes diferencias y a la desigualdad que caracterizan al país
se utilizaron criterios geográficos regionales de centro, norte, sur; capital y pro-
vincia, ciudad y poblado, condición fronteriza sur o norte, regiones con presen-
cia de pueblos indígenas, así como regiones de alto, medio y bajo Desarrollo Hu-
mano. Se realizó un análisis feminista de género y derechos humanos, para ello
además, nos basamos en el paradigma y la metodología del Desarrollo Humano
y se utilizaron como guías de investigación los Índices de Desarrollo Humano del
PNUD10, tanto el IDH como el Índice de Género IDG y el Índice de Poten-
ciación de Género IPG. Entonces no se había publicado aún el Índice de Seguri-
dad Humana ISH11.
10 Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano (IDH),
Centro de Comunicación Investigación y Documentación entre Europa, España y América Latina, Madrid,
1993. PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano, Fondo de Cultura Económica, México, 1994. PNUD, In-
forme sobre Desarrollo Humano, Harla, México, 1995. PNUD, Informe sobre Desarrollo humano, Mundi-
Prensa, Madrid, 1996.
11 Lagarde, Marcela: género y feminismo. Desarrollo Humano y democracia. Horas y HORAS, Madrid.
223
MARCELA LAGARDE Y DE LOS RÍOS
12 Abatir la mortalidad es uno de los objetivos del milenio y por ende uno de los indicadores del desa-
rrollo con perspectiva de género. Los objetivos de desarrollo del milenio en América Latina y el Caribe, Retos, ac-
ciones y compromisos. Washington, D.C., 2004.
13 Tasa cuatro veces mayor que la más baja que es Yucatán con 0.560.
224
CLAVES FEMINISTAS EN TORNO AL FEMINICIDIO
225
MARCELA LAGARDE Y DE LOS RÍOS
ellos y los daños y las lesiones a Ericka, quien, además de haber vivido la
violencia de los homicidios de su hermana y su hermano, fue ella misma
víctima de violencia. Es una sobreviviente de feminicidio.
• Brisa Díaz Ayala, mujer de 30 años, pobre, quien a los 25 años fue violada
y apuñalada diecisiete veces por su novio, quien la arrojó a un lote baldío
envuelta en una cobija, creyendo que estaba muerta. Este es uno de los ca-
sos que permitieron a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, conside-
rar como delito la violación entre cónyuges.
Brisa Díaz Ayala fue víctima de violencia de género: sexual, física, psicoló-
gica, familiar y feminicida. Es sobreviviente de feminicidio.
• Laura N., joven de 20 años, con dos meses de embarazo, obrera, pobre, al
ir a su trabajo, fue asesinada por estrangulamiento tras haber sido atada,
amordazada y violada, su cuerpo semidesnudo fue arrojado en una cons-
trucción abandonada. Las autoridades exigieron dinero a los familiares de
Laura para llevar a cabo los trámites y entregar los restos de la joven.
Laura N. fue víctima de violencia de género: sexual, física, psicológica, fe-
minicida e institucional por cohecho, negligencia, maltrato del cuerpo y
por la incompetencia de las autoridades para esclarecer el crimen.
226
CLAVES FEMINISTAS EN TORNO AL FEMINICIDIO
227
MARCELA LAGARDE Y DE LOS RÍOS
14Informe del Secretario General a la Asamblea General de Naciones Unidas, julio, 2006.
15Idem.
16Sen, Amartya: Faltan más de 100 millones de mujeres. En: La mujer ausente. Derechos humanos en el
mundo. ISIS Internacional 15:96-108, 1991 y 1996, Santiago de Chile.
17 Nussbaum, Martha C.: Las mujeres y el desarrollo humano. Herder, Barcelona, 2002. Nusbassbaum,
Martha C. y Amartya Sen (comps.): La calidad de la vida. Fondo de Cultura económica, 2000, México.
18 Haq, Mahbub ul: Reflections on human development. Oxford University Press, Oxford. 1995. Sen,
Amartya: Development as freedom. Knope, 1999, New York.
19 Masnier, Bénédicte: Cuando las mujeres hayan desaparecido. Feminismos, Cátedra, 2007, Madrid.
228
CLAVES FEMINISTAS EN TORNO AL FEMINICIDIO
Me parece que faltan muchas más y que conforme se vayan aguzando las
concepciones y los cálculos faltarán más millones de mujeres en el mundo.
Las niñas y mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, en Chihuahua, y en otras
partes del país como Nayarit, Oaxaca, Guerrero, Chiapas y el Distrito Federal, así
como cada una del resto del país, forman parte de esa cuenta. Se debe incluir en
ella también, entendiendo las diferencias y particularidades de sus diversos reco-
rridos biográficos hacia la muerte violenta, a todas las niñas y mujeres que mue-
ren de muertes evitables en México y en el mundo. Sus muertes deben ser con-
ceptualizadas como muertes violentas porque si la sociedad y el Estado les
hubiesen garantizado su desarrollo en condiciones de igualdad y paz no hubiesen
muerto de manera precoz y violenta.
Sólo si se interpretan el feminicidio y la violencia feminicida con criterios
científicos es posible comprenderlos y discernir las medidas para abatirlos y erra-
dicarlos. Sólo si se enmarcan en el conjunto de determinaciones que permiten su
persistencia, es posible diseñar medidas eficaces de prevención para evitarlos. Y
esas medidas no son otras que construir condiciones sociales democráticas que fa-
vorezcan el adelanto o empoderamiento de las mujeres, la igualdad entre mujeres
y hombres y la equidad de género. Sólo una sociedad en la que predomine la con-
vivencia pacífica y en la que gobernabilidad sea democrática podrá garantizar el
derecho de cada mujer a una vida libre de violencia.
229
MARCELA LAGARDE Y DE LOS RÍOS
20 Celia Amorós analiza la política patriarcal derivada de la identificación entre varones y sus pactos se-
riales patriarcales, entre otros, el de exclusión de las mujeres que implica, de hecho una violencia y fundamenta
otras formas de violencia contra las mujeres. Amorós, Celia: Violencia y pactos patriarcales. En Maquieira, Vir-
ginia y Sánchez, Cristina: Violencia y sociedad patriarcal, 39-53, Pablo Iglesias, 1990, Madrid.
230
CLAVES FEMINISTAS EN TORNO AL FEMINICIDIO
Violencia de género
«La violencia de género es la violencia misógina contra las mujeres, por ser
mujeres ubicadas en relaciones de desigualdad de género: opresión, exclusión, su-
bordinación, discriminación explotación y marginación. Las mujeres son víctimas
de amenazas, agresiones, maltrato, lesiones y daños misóginos. Los tipos de vio-
lencia son: física, psicológica, sexual, económica y patrimonial y las modalidades
de la violencia de género son: familiar, laboral y educativa, en la comunidad, ins-
titucional y feminicida» (ML)
Feminicidio
«El feminicidio es una de las formas extremas de violencia de género está con-
formado por el conjunto de hechos violentos misóginos contra las mujeres que
implican la violación de sus derechos humanos, atentan contra su seguridad y po-
nen en riesgo su vida. Culmina en la asesinato de de algunas niñas y mujeres. Hay
infinidad de sobrevivientes. El feminicidio se consuma porque las autoridades
omisas, negligentes o coludidas con agresores, ejercen sobre las mujeres violencia
institucional al obstaculizar su acceso a la justicia y con ello contribuyen a la im-
punidad. El feminicidio conlleva la ruptura parcial del estado de derecho, ya que
el Estado es incapaz de garantizar la vida de las mujeres, de respetar sus derechos
humanos, de actuar con legalidad y hacerla respetar, de procurar y administrar
justicia, y prevenir y erradicar la violencia que lo ocasiona. El feminicidio es un
crimen de Estado» (ML).
21 Las categorías aquí citadas fueron la base para crear las categorías jurídicas que se encuentran en la Ley
General de Acceso de las Mujeres a Una Vida Libre de Violencia, vigente en México desde el 2 de febrero del
2007.
231
MARCELA LAGARDE Y DE LOS RÍOS
Capítulo III
Feminicidio
La Ley General de Acceso de las Mujeres a Una Vida Libre de Violencia con-
tiene las siguientes definiciones23:
22 Esta tipificación del feminicidio se encuentra en: Ley General de Acceso de las Mujeres a Una Vida Li-
bre de Violencia y tipificación del feminicidio como delito de lesa humanidad. Iniciativas aprobadas por la H. Cá-
mara de Diputados. Comisión Especial para Conocer y Dar Seguimiento a las Investigaciones Relacionadas con
los Feminicidios en la República Mexicana y a la Procuración de Justicia Vinculada. Cámara de Diputados del
H. Congreso de la Unión. LIX legislatura, México, 2006.
23 La Ley concretó jurídicamente un gran paso para enfrentar la violencia contra las mujeres. En el texto
de su aprobación se señala que se trata de »… la primera ley en Iberoamérica que desde la perspectiva de gé-
nero y de los derechos humanos de las mujeres, desarrollo las diferentes modalidades de la violencia: violencia
en la familia, violencia en la comunidad, violencia laboral, violencia docente, violencia institucional y violen-
cia feminicida, además de que establece los mecanismos de erradicación de cada una de ellas».
232
CLAVES FEMINISTAS EN TORNO AL FEMINICIDIO
Capítulo V
De la violencia feminicida y de la alerta de violencia de género
233
GÉNERO, CONSTRUCCIÓN DE PAZ
Y ACCIÓN HUMANITARIA
GÉNERO, MUJERES Y
CONFLICTOS ARMADOS
Mila Ramos Jurado1
Profesora invitada, imparte formación
sobre Género y conflictos armados en el
Master de FUNDEA / Universidad de
Granada (UGR) y sobre género y
desarrollo en varias universidades
españolas
1. INTRODUCCIÓN
Los conflictos armados son situaciones violentas y, generalmente, anuncia-
das, que subvierten el orden de lo cotidiano imponiendo el caos en el sentido mas
estricto de la palabra. Las estructuras sociales se fragmentan o se rompen estable-
ciéndose un (des)orden social que no ha sido legitimado por ningún mecanismo
de participación y que se presenta como regulador del caos; un (des)orden que le-
gitima la violencia como mecanismo de relación política, social y ciudadana. Los
conflictos armados llevan hasta sus últimas consecuencias las contradicciones que
subyacen en el seno de los pueblos, exacerbando los afectos y los desafectos, la
bondad y la maldad, la perversión, el desacato, las pasiones, el todo vale… Los
conflictos armados tejen unas redes de micropoderes que se apoyan en la preca-
riedad, en el dolor y en el miedo del otro frente a la incertidumbre, entendida ésta
como radical inseguridad en todos los ámbitos de la vida pública y privada.
La dinámica del conflicto afecta de manera diferente a los hombres y a las
mujeres, básicamente porque estos reproducen los patrones, llevados al extremo,
237
MILA RAMOS JURADO
238
CONFLICTOS ARMADOS, MUJERES Y GÉNERO
mujeres han alcanzado la igualdad de derecho con los hombres, encontramos que
de hecho es bien distinto: salarios más bajos, mayor carga de trabajo, menor ac-
ceso a los puestos de decisión, etc. Si no tenemos posibilidad de decidir sobre
nuestro futuro no tenemos nada. El origen de la violencia es la desigualdad, de tal
manera que mientras sigamos perpetuando la desigualdad, seguiremos perpe-
tuando la violencia como una de las formas de relación de género. Durante la paz
entendida como ausencia de guerra las mujeres son ninguneadas, maltratadas y
violadas, las mujeres son cosificadas…La violencia hacia las mujeres es el delito
que con mayor frecuencia se comete y el que mayores cotas de impunidad arroja.
Es tal la impunidad y el vicio de la costumbre que cabría preguntarse si realmente
los gobiernos son conscientes de la dimensión de la tragedia o si por el contrario
son cómplices de todos los silencios que invisibiliza una realidad que, solo en la
última década, se ha presentado como un delito sobre el que habría que actuar. A
cerca de la pregunta anterior la respuesta es mas que sencilla: efectivamente los es-
tados modernos son cómplices y mantenedores de un estatus de desigualdad que
subordina a las mujeres y las presenta como un grupo homogéneo, carente de
identidades propias: las mujeres en general.
En las últimas décadas se han creado instrumentos para proteger a las muje-
res y a las niñas, sin embargo estos instrumentos están resultando inútiles y lo se-
guirán siendo mientras no se aborde la violencia hacia las mujeres, insisto, como
una cuestión que está directamente vinculada a la forma en la que se distribuye el
poder, a la forma en la que las mujeres han sido desposeídas del acceso y control
a la toma de decisiones en lo privado, en lo comunitario y en las instituciones del
Estado. A modo de ejemplo baste decir que solo un 15,7% de los parlamentos del
mundo tienen mujeres en sus escaños (INSTRAW 2005).
Si hiciésemos un recorrido por los conflictos armados, limitándonos única-
mente a algunos de aquellos que tuvieron lugar en el siglo XX y en lo que llevamos
del XXI, veríamos que hay una secuencia invariable, que como el fotograma recu-
rrente de un funesto flash back se repite incansable hasta el día de hoy. Básicamente
tres cuestiones permanentes: La primera los crímenes contra las mujeres como es-
trategia que desde el aparato estatal y de guerra se opera. La segunda la desprotec-
ción/indefensión de las mujeres. La tercera es la denuncia de la guerra, por parte del
movimiento de mujeres, como una empresa que interrelaciona directamente mili-
tarismo y masculinidad, que ningunea y obvia a las mujeres de cualquier decisión
vinculante a cualquiera de las fases del conflicto; junto a esta denuncia la demanda,
la exigencia, de la paz positiva y de las mujeres en su construcción.
239
MILA RAMOS JURADO
tigüedad y del mundo moderno. Violaron mujeres en sus razias los atenienses y los
espartanos, los suevos, los vándalos, los alanos, los vikingos, los hunos, los pueblos
preislámicos e islámicos, los romanos, los francos, los sajones y los normandos, los
portugueses y los españoles, los británicos, los turcos, los franceses, los japoneses,
los americanos, etc. Violar mujeres significaba, (significa) mucho más que el he-
cho físico de forzar a una mujer, significa acabar con el honor del otro, debilitar
al otro, minarle, combatirle desde la derrota de la privacidad que se convierte en
pública y, consecuentemente, pierde su sentido de ser: se extingue. En el cuerpo
de las mujeres se está agrediendo a un pueblo entero, a cada uno de sus comba-
tientes, pues su honor se vehiculiza a través de sus mujeres. El honor que durante
siglos se les negó a las mujeres, pues ellas eran únicamente receptáculos del honor
familiar, que por regla general se localizaba entre las piernas. Tanto es así que el
censo de torturas a las que han estado sometidas las mujeres para preservar ese ho-
nor mientras los hombres estaban en el campo de batalla (también llamado
campo del honor) son innumerables.
Además de ese atentado al otro, violar a mujeres entraña en si mismo un acto
de poder, es la máxima expresión del poder que ejerce la masculinidad hegemó-
nica, que necesita una constante demostración de la misma, a riesgo de ser per-
dida, pues la masculinidad no es un bien que se tiene y punto, es un bien que se
consigue, que se conquista día a día. Por eso no basta con el hecho salvaje de la
violación, es necesario ensañarse con la mujer, humillarla, someterla, vejarla, ha-
cerle entender quien manda. Son los micropoderes a los que me refería al princi-
pio de este texto, en este caso los micropoderes que están en condiciones de ejer-
cer cada soldado, por ejemplo. El soldado es el último eslabón de una cadena de
mando muy bien estructurada, la militar, cuyo principio se fundamenta en la
obediencia ciega, fundamento que ejemplifica la frase «las órdenes no se discu-
ten». La cadena de mando militar arrastra a los mandos, los oficiales, los subofi-
ciales y la tropa. Imaginemos cada uno de estos individuos reproduciendo una
consigna x, convencidos de que les ha sido otorgada una parcela de poder para
matar o no; para comercializar con la ayuda o no, para hacer trueque de pan por
sexo o no. Efectivamente es una persona la que aprieta el gatillo, la que extorsiona
o la que viola, pero esa persona representa a una institución, a una consigna, a una
estrategia en fin para ganar una guerra a costa de lo que sea. Lo que sea suele ser
la población civil, en los escenarios de los conflictos está compuesta en su mayor
parte por las mujeres, pues los hombres se han militarizado. Los micropoderes son
elementos cotidianos que se multiplican en cada individuo y los convierten en los
verdugos de turno porque pueden ejercer el poder de su pequeña parcela y eso les
convierte en grandes por minutos, que son una eternidad para el agredido/a.
La relatora especial de ONU sobre la violencia hacia la mujer, Radica Coo-
maraswamy, expresa, en su informe sobre «violencia contra la mujer perpetrada y/o
condonada por los estados en tiempos de conflicto armado (1997-2000)» las varias
formas utilizadas para violar a mujeres incluyendo la introducción vaginal o anal
de «astillas ardientes, cuchillos y otros objetos». Denuncia el informe las agresio-
nes de las fuerzas gubernamentales de seguridad encargadas de su protección, vio-
240
CONFLICTOS ARMADOS, MUJERES Y GÉNERO
241
MILA RAMOS JURADO
242
CONFLICTOS ARMADOS, MUJERES Y GÉNERO
dente muy importante al condenar las violaciones de mujeres no solo como cri-
men de guerra, sino también como delito de genocidio. El Tribunal determinó en
la sentencia que la violación sexual «es la invasión física de naturaleza sexual, co-
metida en una persona bajo circunstancias coercitivas». Esta invasión no necesita
de un contacto físico, sino que puede incluir actos que no requieran la penetra-
ción. También estableció que las «circunstancias coercitivas» no necesitaban ser
demostradas con la fuerza física. Las amenazas, la intimidación, la extorsión y
otras formas de presión que apelen al temor o la desesperación pueden constituir
coerción. El Tribunal también determinó que la violación sexual constituía en este
caso un acto de genocidio, pues en las violaciones de mujeres hubo intención de
destruir a un pueblo.
La continuidad de la conculcación de los derechos de las mujeres en los con-
textos de guerra ha hecho que mujeres organizadas del todo el mundo participen
en las negociaciones para la creación de las Tribunales Penales. En este sentido es
fundamental tomar en consideración la presión del movimiento de mujeres y es-
pecialmente del movimiento feminista en el reconociendo en Roma de que «la
violación sexual puede constituir un crimen de guerra, en vez de un delito contra la
dignidad de las personas». Tanto el Estatuto de Roma, el Estatuto del Tribunal pe-
nal de Ruanda y el Estatuto del Tribunal Penal para la Extinta Yugoslavia tienen
bien definidas las materias que habilitan sus competencias (Genocidio, Crímenes
contra la humanidad, Crímenes de guerra, Crimen de agresión). La lucha del
movimiento feminista en este ámbito ha sido plural, no fue exclusivamente por
los delitos de violencia sexual como delitos de guerra, sino también su lucha se
centró en que apareciese en el instrumento legal internacional la palabra género,
pues hablar de violencia de género implica incluir a los hombres y a las mujeres y
las relaciones que entre ambos se establecen, en este caso unas relaciones de desi-
gualdad y subordinación, en cuyo origen, me reitero, reside la violencia.
243
MILA RAMOS JURADO
nimizar los efectos perversos del conflicto armado. Así hemos visto como las mu-
jeres son las mantenedoras de la precaria economía de guerra, haciendo que fun-
cionen los servicios mínimos gestionados por ellas. En los campos de refugia-
dos/as (el 84% de los refugiados y refugiadas del mundo son mujeres –ACNUR–)
improvisan escuelas, cocinas comunitarias, servicios de atención sanitaria y algo
poco visible, las cadenas de apoyo emocional (en Bosnia se llamaron de mujer a
mujer) en las que unas a otras, en función de su situación, se apoyan para supe-
rar la crisis que comporta no solo las carencias materiales, sino la soledad afectiva
y sexual, la pérdida de las familias, especialmente la de los hijos e hijas, los efec-
tos de la violencia que se ejerce sobre ellas, etc. Estos apoyos no se ven, no se cuan-
tifican ni conllevan indicadores medibles, pero son acciones que permiten en
buena media que tras el conflicto la reconciliación sea posible, acciones para las
que no reciben ningún tipo de apoyo externo, ni material ni de recursos huma-
nos. Aún hoy obtener fondos de cualquier administración para el fortalecimiento
de las asociaciones de mujeres en las zonas de conflicto y para apoyar lideresas co-
munitarias como estrategia para la paz durable, resulta difícil de entender por los
financiadores y no lo encuentran prioritario en términos generales. La razón es
bien sencilla: el elemento ausente de los proyectos, programas y estrategias para
intervenir en una zona de conflicto armado es el Género. Mas aún, es la falta de
conciencia de género, que supone interiorizar los impactos diferentes de cual-
quier situación en hombres y mujeres y aportar a unos y otras aquellos instru-
mentos necesarios para cubrir sus necesidades inmediatas, pero también para sa-
tisfacer sus intereses estratégicos.
Los conflictos armados transgreden los fronteras del género abriendo a las
mujeres la posibilidad de demostrar que pueden hacer muchas mas cosas de las
que les están marcadas en función de la construcción social y simbólica del gé-
nero. Frente a la falta de mano de obra masculina han sido ellas las que han ocu-
pado esos puestos que antes se les negaban, pero en todo caso los contratos que
firman, cuando los firman, siempre llevan explícita la renuncia al mismo una vez
que retornen los excombatientes, reproduciendo una vez mas las normas del do-
minio.
244
CONFLICTOS ARMADOS, MUJERES Y GÉNERO
ble. Desde esa fecha el trabajo en favor de la paz ha sido vanguardia del movi-
miento de mujeres, destacando actuaciones como las de Mujeres de Negro de Is-
rael, que surgen en el marco de la primera Intifada contra la política del gobierno
israelí hacia el pueblo palestino. El inicio de las actividades de Mujeres de Negro
se realiza en la Plaza Francia de Belgrado. Vestidas de negro, mujeres israelíes y pa-
lestinas en silencio llevaban pancartas en inglés, hebreo y árabe que decían «De-
tengan la ocupación. Yo no quiero ser el enemigo. Rehúso ser enemiga. Deshagan los
asentamientos judíos en Palestina». Años después, durante las guerras balcánicas de
la década de los 90, las Mujeres de Negro fueron activistas que aunaron las voces
de mujeres serbias, croatas y musulmanas para denunciar las violaciones sistemá-
ticas y para hacer una fuerte repulsa contra la guerra. En el 2001 y bajo el lema
«¡Paren la guerra, reconstruyan una sociedad justa en Afganistán y apoyen los derechos
humanos de las mujeres!», se realiza una campaña contra la guerra, de la mano de
un numeroso grupo de organizaciones de mujeres pacifistas de Estados Unidos,
Asia y América Latina. La ruta pacífica de las mujeres colombianas pretende crear
una cadena de apoyo a nivel internacional para promover el fin negociado del
conflicto, denunciar las vulneraciones de los derechos de las mujeres y exigir la
presencia de las mismas en las negociaciones de paz.
El movimiento de mujeres no se ha limitado a denunciar la guerra y sus con-
secuencias, ha ido mas allá entendiendo el conflicto armado, como decía al prin-
cipio de este escrito, como un hecho que no es ni espontáneo ni fortuito, sino que
responde a un plan premeditado y que tiene un pre-conflicto y un post-conflicto
sobre los que hay que incidir también desde el género, es decir, es necesario saber
cual es el papel de las mujeres en las diferentes fases del conflicto y cual debería
ser desde la perspectiva de la equidad. Recordemos como los colectivos de muje-
res de la extinta Yugoslavia y las mujeres afganas de Rawa, hicieron un esfuerzo
por visibilizar y denunciar las formas en las que se crearon esos conflictos, a que
intereses servían y quienes se veían beneficiados con los mismos, y lo hicieron mu-
cho antes de que estos estallaran. Cabría reflexionar sobre este hecho y sobre por-
qué no se tomó en consideración por parte de la comunidad internacional lo que
era una acción preventiva.
245
MILA RAMOS JURADO
6. RESOLUCIÓN 1325
Finalmente señalar que en la actualidad contamos con un instrumento de
derecho que desde la sociedad civil tenemos el deber ciudadano de reclamar a
nuestros gobiernos su inmediato cumplimiento, si estamos comprometidos
con la paz y con la justicia social. Me refiero a la Resolución 1325 sobre mu-
jer, paz y seguridad, aprobada por el Consejo de seguridad de ONU el 31 de
Octubre del 2000. La Resolución 1325 es el primer documento del Consejo de
Seguridad que reconoce explícitamente las consecuencias de los conflictos ar-
mados sobre las mujeres y las niñas. La 1325 ofrece un marco de trabajo para
abordar acciones decididas que mejoren la política internacional en lo concer-
niente a las cuestiones de género, desarrollo, paz y seguridad. La 1325 focaliza
246
CONFLICTOS ARMADOS, MUJERES Y GÉNERO
247
MILA RAMOS JURADO
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248
LA RESOLUCIÓN 1325. MUJERES
EN CONFLICTOS ARMADOS
Carmen Magallón Portolés1
Profesora asociada en la Universidad de
Zaragoza. Directora de la Fundación SIP
(Seminario de Investigación para la Paz) del
Centro Pignatelli de Zaragoza y miembro del
Seminario Interdisciplinar de Estudios de la
Mujer (SIEM) de la Universidad de Zaragoza
1. INTRODUCCIÓN
Antes de entrar en el tema de la Resolución 1325, una resolución que nace
aprobada por uno de los órganos de poder que rigen el mundo, el Consejo de Se-
guridad de Naciones Unidas, es importante realizar una reflexión epistemológica,
que nos permita hacer consciente la interacción que existe entre la transformación
de la realidad y el conocimiento que tenemos de ella, la relación entre práctica so-
cial y conocimiento, la influencia que tienen los movimientos sociales en la emer-
gencia de temas e interrogantes que antes habían permanecido en las sombras.
Movimiento social y validación de un saber nuevo, no recogido en la visión
tradicional del conocimiento, se dan la mano. Lo que está en juego, en definitiva,
es el debate sobre la realidad misma, y es esta pugna por la realidad, cuyos térmi-
nos están abocados a ser objeto de negociación, la que convierte a la epistemolo-
gía en una pieza a tener en cuenta en la transformación social.
La crítica de las bases sobre las que se apoya el conocimiento, la crítica epis-
temológica, ha surgido con fuerza desde los grupos sociales excluidos, aquellos
que no han sido tomados en consideración por el saber instituido, aquellos cuya
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CARMEN MAGALLÓN PORTOLÉS
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LA RESOLUCIÓN 1325: MUJERES EN CONFLICTOS ARMADOS
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CARMEN MAGALLÓN PORTOLÉS
«En el umbral del siglo XXI, un movimiento dinámico hacia una cultura de paz ob-
tiene su inspiración y su esperanza de las percepciones y acciones de las mujeres […]. La
capacidad de dirección de las mujeres debe aprovecharse plenamente y en beneficio de
todos para avanzar hacia una cultura de paz. Su participación históricamente escasa en
el gobierno ha dado lugar a una deformación de los conceptos y a una limitación de los
procesos. En ámbitos como la prevención de los conflictos, el fomento del diálogo in-
tercultural y la reparación de la injusticia socioeconómica, las mujeres pueden generar
enfoques innovadores y sumamente necesarios para la edificación de la paz»7.
252
LA RESOLUCIÓN 1325: MUJERES EN CONFLICTOS ARMADOS
8 «Mujeres de África por una cultura de paz», Primera Conferencia Pan-Africana sobre cultura de paz y
no violencia, Zanzíbar, 17-20 de mayo de 1999.
9 Véanse los trabajos de Cockburn (1998, 2004) y Magallón (2006), entre otros.
10 Isha Dyfan, activista de Sierra Leona, en Rehn, Elizabeth y Sirleaf, Ellen J. (2002) Women War and Pe-
ace. The Independent Experts’Assesment on the Impact of Armed Conflict on Women and Women’s Role in Peace-
building, NuevaYork, The United Nations Development Fund for Women (UNIFEM), p. 78.
253
CARMEN MAGALLÓN PORTOLÉS
3. LA RESOLUCIÓN 1325
La Resolución 1325, aprobada por el Consejo de Seguridad en octubre de
2000, es resultado de años de trabajo y presión del movimiento feminista, enten-
dido éste en sentido amplio, como grupos de mujeres organizadas a nivel local e
internacional, movimiento que fue consiguiendo constantes avances sociales y
políticos. Consiguió sobre todo un cambio de mentalidad, en la línea de concitar
un rechazo creciente ante el hecho de que que la diferencia entre los sexos se tra-
duzca en desigualdad. Este cambio es visible sobre todo en las sociedades demo-
cráticas. Consiguió también un progresivo apoyo de líderes políticos y gobiernos,
que fueron incluyendo el tema en sus declaraciones, compromisos y acuerdos, na-
cionales e internacionales. Con los años, se fue construyendo una red interna-
cional de grupos organizados de mujeres que son una referencia para evaluar, ha-
cer seguimiento y empujar la igualdad entre los sexos hacia nuevos desarrollos.
Mirando desde un plazo de tiempo más cercano, la Resolución 1325 del Con-
sejo de Seguridad (CS) es el resultado de la acción, desarrollada en múltiples planos
del Grupo de Trabajo sobre Mujeres, Paz y Seguridad (MPS), una ONG creada en
mayo de 2000 precisamente para hacer trabajo de lobby sobre los miembros del CS.
Esta ONG es en realidad una alianza de las siguientes organizaciones: Femmes Africa
Solidarité, Hague Appeal for Peace, International Alert, International Women’s Tribune
Centre, Women’s Action for New Directions, Women’s Commission for Refugee Women
and Children, the Women’s Division of the General Board of Global Ministries of the
United Methodist Church, Women’s Environment and Development Organization y la
Women’s International League for Peace and Freedom 11.
El grupo MPS unió sus esfuerzos a la División para el Avance de las Mujeres
(DAW) y el Fondo de Naciones Unidas para el Desarrollo de la Mujer (UNI-
FEM), con el fin de incidir en los miembros del Consejo de Seguridad con do-
cumentación e informes que destacaban y argumentaban la importancia de la
presencia de las mujeres en los procesos de paz. La presidencia de Namibia en el
Consejo de Seguridad y la implicación de los medios de comunicación abrirían
una ventana de oportunidad para que el Consejo acogiera las perspectivas de las
mujeres sobre la paz y la guerra, dictando la Resolución 1325. Así pues, el mo-
mento en el que se aprueba esta resolución es favorable, ya que a lo largo de los
años anteriores habían existido Declaraciones y Acuerdos previos de la Comuni-
dad Internacional, también estaban los compromisos adquiridos por los gobier-
nos en la Conferencia de Pekin, y además en octubre de 2000 se daba la circuns-
tancia de la existencia de una actitud favorable por parte de la presidencia de
Namibia, junto al apoyo de otros miembros del Consejo de Seguridad.
La aprobación de la Resolución 1325 fue un paso importante hacia la con-
secución de un régimen de igualdad entre hombres y mujeres, en lo que se refiere
a la participación de unas y otros en la construcción de la paz.
11 Sobre el Grupo de trabajo sobre Mujeres, Paz y Seguridad (Working Group on Women, Peace and Se-
curity), véase la página www.peacewomen.org/un/ngo/wg.html
254
LA RESOLUCIÓN 1325: MUJERES EN CONFLICTOS ARMADOS
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CARMEN MAGALLÓN PORTOLÉS
4. LA 1325 EN ACCIÓN
El Grupo de trabajo sobre Mujeres, Paz y Seguridad continúa realizando se-
guimiento de la puesta en práctica de la resolución, dando a conocer los avances
y estado de la cuestión a través de una página web y un boletín periódico, y fo-
mentando el debate en la comunidad internacional. Según este grupo, el segui-
miento y profundización del Consejo de Seguridad en el tema ha sido menor que
en otros casos, ya que aunque se lleva a cabo una reunión anual para evaluar el
cumplimiento por parte de los Estados, la resolución no ha sido suficientemente
desarrollada. Al comparar lo sucedido con una resolución similar, la de Niños y
conflictos armados, que desde su aprobación por parte del Consejo de Seguridad,
en 1999, ha sido desarrollada en 5 resoluciones más, se observa esta carencia. Pese
a lo cual, la implicación del Consejo de Seguridad, aún con sus limitaciones, ha
aportado a la problemática que refleja la 1325 autoridad y legitimidad. Como
contrapunto, hay que decir que la resolución 1325 ha despertado gran interés en-
tre otras instancias de la ONU, entre los gobiernos y entre los grupos de la socie-
dad civil. Distintos foros la han incluido en sus programas y debates: la Asamblea
General, el CSW, ECOSOC, CHR, DDA, OCHA, DPKO, la OTAN… Y mu-
chas ONG se han comprometido con ella, tratando de darla a conocer y presio-
nar para que se cumpla (Hill, 2005). Existe un seguimiento permanente de los
avances de aplicación, que pueden verse a través de la red, en una página elabo-
rada por la histórica Liga de Mujeres por la Paz y la Libertad12.
Sobre el terreno, en los lugares donde se sufren los conflictos armados, son
muchas las barreras que están impidiendo la aplicación de la resolución 1325. Se-
gún un estudio sobre la construcción de la paz en Sudán, Congo y Uganda, la
12 Véase www.peacewomen.org/un/sc/1325
256
LA RESOLUCIÓN 1325: MUJERES EN CONFLICTOS ARMADOS
13 International Crisis Group (2006) Beyond Victimhood: Women’s Peacebuilding in Sudan, Congo and
Uganda, Africa Report Nº 112.
257
CARMEN MAGALLÓN PORTOLÉS
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LA RESOLUCIÓN 1325: MUJERES EN CONFLICTOS ARMADOS
pectiva de género y la resolución 1325, en los dos cursos de formación para sus
oficiales. Así lo hicieron en los realizados en el último año, en 2007.
Para terminar, decir que con la aprobación del Plan de Acción sobre Mujeres y
Construcción de la Paz desde la Cooperación Española al Desarrollo, la sociedad es-
pañola dispondrá de nuevos cauces y posibilidades para comprometerse con la
aplicación y efectividad de la resolución 1325.
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— (2004b) «Mujeres en los procesos de paz: la Resolución 1325», Papeles de
Cuestiones Internacionales, nº 87, 97-104.
259
CARMEN MAGALLÓN PORTOLÉS
260
GÉNERO Y ACCIÓN HUMANITARIA1
Víctor de Currea-Lugo2
Profesor invitado del «European Master of
Human Rights and Democratisation» de la
Universidad de Deusto (Bilbao) y colaborador
del Instituto de Estudios sobre Conflictos y
Acción Humanitaria (IECAH)
1. INTRODUCCIÓN
La relación entre la perspectiva de género, las mujeres y la acción humanita-
ria tiene varios niveles, algunos de ellos aparentemente más obvios que otros para
algunas personas. Primero, en tanto que las mujeres forman parte de la comuni-
dad humana, parte mayoritaria por demás, están inexorablemente vinculadas, di-
recta o indirectamente, a la acción humanitaria como acción social que ésta es. El
debate versará sobre cómo participan las mujeres de tal acción social.
Segundo, como oferentes de servicios especiales, tales como los relacionados
con el ámbito del cuidado ya sea a menores de edad, personas dependientes (ma-
yores, personas con discapacidad etc.) y como interlocutoras con otras mujeres en
contextos en las que el peso de la cuestiones culturales y/o religiosas marca las
condiciones de acceso a las mismas; es el caso de la asistencia en salud en Afga-
nistán donde los trabajadores humanitarios varones no pueden ejercer ciertas ta-
reas. Esto último, no sólo deriva por tratarse de sociedades musulmanas, sino que
en el sector salud, por lo general, existe cierta división o reparto de tareas, pro-
1 Agradezco a Estefanía Molina Bayón por sus comentarios, siendo solo responsabilidad del autor lo que
aquí se presenta.
2 Médico, Doctor por la Universidad Complutense de Madrid (UCM) con una tesis sobre la salud
como derecho humano. Docente e investigador en distintas universidades españolas en materia de Derechos
Humanos y Acción Humanitaria. Ha trabajado en Colombia, Palestina, Sahara Occidental, Bolivia y Darfur
(Sudán).
261
VÍCTOR DE CURREA-LUGO
movidas por una concepción machista del oficio, bajo la cual se impone que cier-
tos roles deben ser asumidos por las mujeres y otros por los varones.
Tercero, como víctimas3, las mujeres sufren, al igual que también los hom-
bres, las consecuencias directas y/o indirectas de la guerra, pero hay un grado
cuantitativo y cualitativo de afectación mayor contra las mujeres: violencia sexual,
incremento de la violencia familiar, aumento de las responsabilidades familiares,
etc. en definitiva aumento de la violencia machista.
Por eso el debate acción humanitaria y género, tiene las complejidades de los
debates de género, de los debates propios de la acción humanitaria y por consi-
guiente de los debates de la conjugación de estos dos complejos universos.
En este trabajo primeramente se presenta: a) un marco conceptual: las no-
ciones de acción humanitaria y de víctima; b) la situación de las mujeres en la gue-
rra, con estudios de caso: la violencia sexual mediante el caso colombiano, la sa-
lud sexual y reproductiva en el caso de Darfur, las mujeres bajo ocupación en
Palestina y las particularidades de las mujeres detenidas, utilizando estudios sobre
América Latina; c) algunas consideraciones de lo que debería ser un espacio hu-
manitario que incorpora la perspectiva de género y el debate sobre mujeres y par-
ticipación, ilustrado en el caso de Sahara Occidental, y d) finalmente, elementos
para el debate y comentarios finales.
3 Sobre el uso de la palabra víctima, ver abajo el apartado «La definición de victima: más allá del pasivo
receptor».
4 Definición tomada de nuestro trabajo, Rey Marcos, Francisco; De Currea-Lugo, Víctor: El debate hu-
manitario, Icaria y MSF, Barcelona, 2002, pp. 53-54.
262
GÉNERO Y ACCIÓN HUMANITARIA
263
VÍCTOR DE CURREA-LUGO
3. LA DEFINICIÓN DE VÍCTIMA:
MÁS ALLÁ DEL PASIVO RECEPTOR
Mucho se discute sobre si las personas afectadas deben llamarse víctimas, be-
neficiarios, potenciales beneficiarios, sujeto-objeto de la acción humanitaria, des-
plazados o en situación de desplazamiento, o simplemente afectados (más la usual
formulación en femenino: desplazada, afectada, etc.). Para el ámbito que aquí
tratamos, que es el de la acción humanitaria, este debate nominal, en principio no
es tan relevante como lo que en sí encierra. Esto es: si las personas afectadas por
las guerras son personas que continúan siendo sujetos de derechos civiles y polí-
ticos o no, y si las personas afectadas por un conflicto para reconocerles como ta-
les deben tener una actitud de «víctima» y de víctima «buena».
¿Cómo llamar a la persona afectada por un conflicto armado? Cada palabra
usada hasta ahora genera dudas y debates. Algunas personas usamos la palabra víc-
tima, criticada por reducir a la persona a una condición de cuasi-vulnerabilidad
permanente, de rotular a las personas en base a sus problemas y no en base a sus
capacidades; además de que en su origen esta palabra alude al sacrificio como
destino. Otras prefieren utilizar la palabra beneficiario, con el problema de redu-
cir el total de las personas afectadas a aquellas beneficiadas de los programas de
atención. También, la palabra receptor es menos usada e incompatible con una vi-
sión activa de las personas afectadas y persona damnificada es más usada en rela-
6 Minear, Larry: «La teoría y la práctica de la neutralidad: algunas reflexiones sobre las tensiones», Re-
vista Internacional de la Cruz Roja, núm. 149 (Ginebra, marzo de 1999), p. 65.
7 Medecins sans frontiers: Many missions, one voice. Justice and integrity in MSF operational choices. MSF-
Holland, May 2003, p. 8.
264
GÉNERO Y ACCIÓN HUMANITARIA
ción con los desastres, pero tiene un matiz neutro que no ayuda a la percepción
de la existencia de responsables; es decir, hasta hoy, ninguna palabra colma todas
las expectativas ni genera consenso.
Aunque víctima no es la palabra más adecuada, es de la que tenemos una defi-
nición consensuada, por lo menos en Naciones Unidas. Según las Naciones Unidas
«[...] se entenderá por víctima a toda persona que haya sufrido daños, individual o
colectivamente, incluidas lesiones físicas o mentales, sufrimiento emocional, pérdi-
das económicas o menoscabo sustancial de sus derechos fundamentales, como con-
secuencia de acciones u omisiones que constituyan una violación manifiesta de las
normas internacionales de derechos humanos o una violación grave del derecho in-
ternacional humanitario. Cuando corresponda, y en conformidad con el derecho
interno, el término ‘víctima’ también comprenderá a la familia inmediata o las per-
sonas a cargo de la víctima directa y a las personas que hayan sufrido daños al in-
tervenir para prestar asistencia a víctimas en peligro o para impedir la victimización.
(...) Una persona será considerada víctima con independencia de si el autor de la
violación ha sido identificado, aprehendido, juzgado o condenado y de la relación
familiar que pueda existir entre el autor y la víctima»8.
En el caso de los trabajos de género, el lenguaje se convierte a veces más en
un obstáculo que en un elemento facilitador de un diálogo comunicativo en aras
de incluir el enfoque de género en la Acción Humanitaria. Hace poco, en un foro
de mujeres se rechazó el derecho internacional humanitario porque éste no decía
«prisionera, herida, enferma» etc.
Está claro que el lenguaje determina una forma de pensar y por ello se habría
de ir eliminando todo lenguaje sexista en los distintos ámbitos y por demás está
decir en el de la Acción Humanitaria. Sin embargo, esto no debe confluir en la ex-
clusión de avances ganados y derechos conquistados como es el caso del derecho
humanitario.
El deseo de llegar a un punto ideal, al no ser conscientes de los ritmos de un
proceso de cambio de esta magnitud, ha generado en la práctica malas interpre-
taciones y resistencias dentro del mundo humanitario a la hora de generar y asu-
mir nuevos espacios y responsabilidades. En un muto reconocimiento de las di-
ferentes velocidades de implementación tanto de la acción humanitaria como de
la perspectiva de género ambas saldrían ganando dado que van a la búsqueda del
mismo principio: la no discriminación.
8 Naciones Unidas / Asamblea General: «Principios y directrices básicos sobre el derecho de las víctimas
de violaciones manifiestas de las normas internacionales de derechos humanos y de violaciones graves del de-
recho internacional humanitario a interponer recursos y obtener reparaciones», 16 de diciembre de 2005.
265
VÍCTOR DE CURREA-LUGO
líticas, raciales, etc., se vuelven más vulnerables que otras; dentro de estas condi-
ciones están las diferencias de género. Tanto en las guerras como en los desastres se
expresan las concepciones de género que predominan en las sociedades y tales ló-
gicas abarcan la guerra misma, la asistencia a las víctimas y la construcción de paz.
En los momentos de crisis, a las diferencias de género existentes, se suman las
producidas por la guerra. En Irak, las resistencias han atacado y violado a muje-
res que no se visten de manera «adecuada». Solo durante los primeros cuatro me-
ses de la ocupación estadounidense, 400 mujeres iraquíes fueron secuestradas y
violadas, así como mujeres que abogan por los derechos de las mujeres (...) han
sido asesinadas o han recibido amenazas de muerte9. Hay testimonios de críme-
nes de honor, imposición del velo a mujeres, restricciones para el acceso a la edu-
cación, decapitación de mujeres que ejercen la prostitución, violaciones sexuales
como «arma de guerra» tanto por parte de miembros de la nueva policía iraquí
como de las fuerzas ocupantes .
La violencia sexual adquiere nuevas connotaciones en medio de un conflicto
armado: la sensación de impunidad que tengan los combatientes, los niveles de
des-estructuración del conflicto, el grado de violencia contra los civiles, permiten
crear un ambiente en el que la violencia de género se expresa con más crudeza: es
el caso de Bosnia, Mozambique y Darfur (véase, abajo, el caso colombiano). En
Sierra Leona hasta un 94% de las mujeres desplazadas sufrió algún tipo de vio-
lencia sexual incluyendo acoso sexual, torturas y violaciones; entre 250.000 y me-
dio millón de mujeres en Ruanda fueron violadas durante el genocidio; en las zo-
nas de guerra hay un aumento de la violencia en el ámbito doméstico e
intrafamiliar, y de prostitución forzada (que se prolonga en la posguerra); son
usuales prácticas como el abuso sexual frente a sus familiares, el embarazo forzado
violaciones aún en campos de personas desplazadas y refugiadas; y algunas muje-
res son convertidas en esclavas por los combatientes tanto para preparar alimen-
tos como para ser usadas sexualmente, etc.10. Noticias similares llegan de la Re-
pública Democrática del Congo11. En Liberia «casi dos tercios de las mujeres
sufrieron actos de violencia sexual, desde la agresión sexual o la violación en grupo
hasta la explotación o la esclavitud sexual»12.
Una de las más comunes nuevas tareas, observada en las guerras, es que la
mujer tiene que asumir el papel de cabeza de familia, es decir ser padre y madre a
la vez; fue el caso de Bosnia, Guatemala, Líbano y Mozambique13. Asumir el pa-
pel de cabeza de familia deviene del hecho de que los varones están en la guerra,
han sido asesinados, están en las cárceles o han tenido que huir por amenazas de
muerte. En varios de estos casos las familias absorbieron la población huérfana o
9 Susskind, Yifat: «Situación de los derechos humanos de las mujeres en el Iraq ‘liberado». CSCAweb
(www.nodo50.org/csca), 21 de abril de 2004.
10 Rehn, Elisabeth; Johnson, Ellen: Women, War and Peace, UNIFEM, New York, 2002, pp. 9-17.
11 Monge, Yolanda «El legado de horror de Congo», El País, Madrid, 23 de noviembre de 2003.
12 Hug, Alois: «Liberia vive un rayo de esperanza, pero sólo uno», El País, Madrid, 7 de mayo de 2006.
13 Date-Bah, Eugenia; WALSH, Martha and others: Gender and Armed Conflicts, Infocus Programme on
Crisis Response and Reconstruction, Working Paper, núm.2, Geneva, March, 2001, p. 7.
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GÉNERO Y ACCIÓN HUMANITARIA
14 «La ONU ha investigado a 319 ‘cascos azules’ por abusos sexuales desde enero 2004» El País, Madrid,
6 de enero de 2007.
15 Date-Bah, Eugenia; WALSH, Martha and others: Gender and Armed Conflicts… p. 12.
16 Liga de Mujeres Desplazadas: «Encuesta de prevalencia de violencia basada en género en mujeres des-
plazadas por el conflicto armado en Cartagena y Bolívar, Colombia», Cartagena de Indias, mayo de 2007, p. 18.
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VÍCTOR DE CURREA-LUGO
«El testimonio de las supervivientes indica que algunas mujeres han sido violadas,
(…) a otras se las violó teniéndolas atadas, (…) mientras se obligaba a sus parientes a pre-
senciarlo. A veces sucede que hombres armados secuestran a las mujeres, las retienen
cierto tiempo en esclavitud sexual, las violan y las obligan a desempeñar tareas domésti-
cas. En algunos casos, tras violarlas, se las ha mutilado sexualmente antes de matarlas. Se
toma como blanco a las mujeres por ser parientes de ‘los otros’. Las facciones armadas
amenazan a las mujeres y abusan de ellas por ser solidarias de sus maridos o parejas o por
la pareja que han elegido o por proteger a sus hijos o hijas del reclutamiento forzado»20.
17 Defensoría del Pueblo, Colombia: Décimo Tercer informe del Defensor del Pueblo al Congreso de la Re-
pública, Bogotá, 2006, p. 101.
18 Grupos para-estatales de justicia privada, que trabajan en colaboración estrecha con las Fuerzas Ar-
madas.
19 Entrevista del autor con desplazados de la «Asociación de Desplazados de El Salado Bolívar» ASO-
DESBOL marzo de 2007, Bogotá.
20 Naciones Unidas, Comisión de Derechos Humanos: Informe de la Relatora Especial sobre la violencia
contra la mujer, sus causas y consecuencias, Radhika Coomaraswamy, noviembre, 2001, Párrafo 42.
21 Liga de Mujeres Desplazadas: «Encuesta de prevalencia…» op. cit.
22 Misión Internacional de verificación sobre la situación humanitaria y drechos humanos de los pue-
blos indígenas de colombia: Declaración final, Bogotá, 28 de septiembre, 2006.
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GÉNERO Y ACCIÓN HUMANITARIA
las víctimas, no hay bancos de datos a nivel nacional que den cuenta de lo que les
sucede a las mujeres en medio de la guerra, y los crímenes contra las mujeres no
tienen un tratamiento especial en la legislación colombiana23.
23 Para citar solo uno de los muchos documentos sobre este tema, ver: «Las mujeres colombianas frente
al conflicto armado: justicia para las mujeres», documento interinstitucional presentado a Comisión Intera-
mericana de Derechos Humanos, 28 de febrero de 2005.
24 Hallazgo prácticamente común a todos los campamentos de desplazados en el Sur de Darfur durante
2007.
25 Acosta del Río, Paulina: «Care Practices & Mental Health Program», ACF South Darfur, (documento
inédito), August 2007.
In the field with the author, ACF; Mental Health Program, May 2007.
26 Federal Ministry of Health / Directorate General of Health Planning and Development: Health Sec-
tor Strategy: Investing in Health and Achieving the MDGs, draft, 2007.
27 «Maternal mortality highest in South Sudan – UN» Sudan Tribune, June 7, 2007.
28 «Reproductive Health Assessment in Internally Displaced Persons Camps», West Darfur State, Sudan.
(Mohammed Ahmed, American University of Beirut); UNFPA and MoH of West Darfur; April 2006.
29 «High maternal mortality….» September 28, 2004.
30 UNFPA: «Reproductive Health Assessment in IDPs Camps», West Darfur, April 2006.
31 «High maternal mortality rates due to inadequate services in Sudan» Sudan Tribune, Sep 28, 2004.
32 «Humanitarian Action in the Sudan: Facts and Figures», Snapshot, 14 August 2007.
269
VÍCTOR DE CURREA-LUGO
33 International Medical Corps: Basic needs, mental health, and women’s health among the internally dis-
placed persons in Nyala district, South Darfur, Sudan; Santa Monica, 2005.
34 Según entrevistas del autor con personas desplazadas y trabajadores del sector salud en el Sur de Dar-
fur, agosto-septiembre de 2007.
35 Sobre la aplicación de los pactos internacionales de derechos humanos en el caso específico de Pales-
tina, ver: Al -Haq: The Applicability of Human Rights Law to Occupied Territories: The Case of the Occupied Pa-
lestinian Territories, Ramala, 2003.
36 Ver mi trabajo, De Currea-Lugo, Víctor: Palestina: entre la trampa del muro y el fracaso del derecho, Ica-
ria, Barcelona, 2005, pp. 37-73.
270
GÉNERO Y ACCIÓN HUMANITARIA
a las medidas impuestas por las IDF37. En el caso de las mujeres, los ataques al sec-
tor salud producen un impacto particular. Por ejemplo, dos heridos y una mujer
en trabajo de parto, junto con sus acompañantes viajaban en un carro camino al
hospital, en el checkpoint de Hauwara, al sur de Nablus. Se les permitió cruzar en
el checkpoint pero, posteriormente, un tanque disparó contra el vehículo ma-
tando a uno de ellos e hiriendo al resto. Ya antes se habían presentado otros ata-
ques contra mujeres embarazadas38.
En otra ocasión una ambulancia que iba a transportar una mujer con trabajo
de parto complicado estuvo detenida en un checkpoint, la mujer continuó con
contracciones y la única opción fue regresar con ella al primer hospital pues no les
fue permitido llegar hasta el hospital en Ramala. El regreso fue demasiado tarde
y el niño murió39.
En el curso de la segunda Intifada, se presentó la toma por parte del ejército
de las principales ciudades palestinas. Allí «los posibles crímenes de guerra que se
perpetraron no fueron fruto de varios soldados descontrolados, sino que había ór-
denes explícitas de las altas jerarquías políticas y militares. Tenemos pruebas de
que las excavadoras entraron en acción cuando los combates habían terminado».
La escritora palestina Mariam Shahin dijo que «una mujer me contó cómo habían
reducido a astillas las camas, arrancado los baños y defecado en las cazuelas donde
se hacía la comida»40.
Según Oxfam, antes de la segunda Intifada el 95 por ciento de los partos eran
atendidos en el hospital y a septiembre de 2002 sólo se atienden en el hospital me-
nos del 50 por ciento de los partos41. Se han documentado por lo menos 39 ca-
sos de mujeres que han tenido sus hijos e hijas en controles militares y un impacto
importante de los controles en el desarrollo de los programas de vacunación42. Es-
tos cierres no afectan la libre movilización de los colonos, es más, el uso de las
principales vías está reservado para coches con matrícula israelí y prohibida para
coches y personas palestinas.
En Gaza, donde hoy por hoy la situación humanitaria es la peor de su histo-
ria. A Hamas, desde lo derechos humanos, más que criticarle su derecho a la re-
sistencia (que ejerce de manera legítima) habría que criticarle su dogmatismo
frente a, por ejemplo, los derechos de las mujeres palestinas. Ahora, como todo
dogmatismo, se alimenta de las tradiciones más conservadoras de la sociedad en
la que busca consolidarse. La violencia contra la mujer no sólo es una realidad en
la sociedad palestina sino que es ampliamente aceptada públicamente hasta nive-
les insospechados por los mismos palestinos. En una encuesta del Palestinian Cen-
37Internatioal Committee of the Red Cross: ICRC Annual Report 2002, Geneva, p. 305.
38Palestine Red Crescent Society: «Israeli Army Shoots at Innocent Civilians & Pregnant Mothers», Feb.
25 2002.
39 Palestine Red Crescent Society: «Death of Baby Mar 3 ‘02» march 3, 2002 www.palestinercs.org/de-
ath_of_baby.htm
40 «Yenín horroriza al mundo y divide a la sociedad israelí» El País, Madrid, mayo 13 de 2002.
41 BTSELEM: «Statistics on the infringement of the right to medical treatment», 2004.
42 Palestine: Written Statement presented before the International Court of Justice, January 30 de 2004,
pp.85-86.
271
VÍCTOR DE CURREA-LUGO
ter for Public Opinión, en junio de 2005, ante la pregunta de qué haría si su hija
cae en deshonra, la opción de matarla para remover tal deshonra fue respondida
positivamente por un 23,5 por ciento de los encuestados, casi uno de cada cuatro
de la muestra.
43 Coyle, Andrew: La administración penitenciaria en el contexto de los derechos humanos. Centro Inter-
nacional de Estudios penitenciarios, Londres, 2002, pp. 133-134.
44 Rodríguez, Maria Noel: Mujeres madres en prisión en América Central, Euned, San José, 2005, p. 29.
45 Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer , 1979.
46 Esta regla corresponde a principios codificados en: Naciones Unidas: Reglas mínimas de las Naciones
Unidas para el tratamiento de los reclusos, 1957; en adelante simplemente «reglas».
272
GÉNERO Y ACCIÓN HUMANITARIA
273
VÍCTOR DE CURREA-LUGO
palmente las que van a heredar lo bueno y lo malo de la intervención de los agen-
tes humanitarios.
Esto sólo es posible compartiendo, por lo menos, dos cosas: información y
decisiones. Como sucede en general con los colectivos beneficiarios sean éstos de
varones o de mujeres, sin información es imposible tomar decisiones, y sólo con
información no es suficiente si no se reconoce el poder de decidir, de identificar
y de ejecutar.
En la construcción de ese espacio humanitario con perspectiva de género de-
ben participar tanto las ONG, las autoridades, como los donantes. A veces parece
que bastaría (como viene sucediendo) que aparezca la palabra «género» en el pro-
yecto para que tanto agencias de cooperación como donantes acepten el proyecto
como válido. La formación de personal para examinar cuidadosamente lo que
realmente «hay de perspectiva de género» en un proyecto es necesaria. En tal sen-
tido, los objetivos buscados, la identificación participativa, los indicadores, pue-
den hacer realidad el debate de género en la cooperación internacional.
La implementación del componente de género no es tan fácil como cambiar
el rótulo y donde dice «hombres» poner «mujeres», pero hay que se conscientes de
las limitaciones propias de la acción humanitaria y sus alcances –socorrer y no
transformar las sociedades– hacen que no se visualice ni visibilice fácilmente la
perspectiva de género en la acción humanitaria. No basta con decir que la mujer
necesita «x» litros de agua por persona (igual que los varones) para crear un indi-
cador de género o realizar una acción humanitaria con perspectiva de género; no
se trata de repetir lo general en lo particular sino de identificar lo particular.
Como una aproximación a las diferentes posibilidades de enriquecimiento de la
acción humanitaria gracias a una perspectiva de género, mencionamos a continua-
ción, sólo a manera de ejemplo, área por área, algunas ideas para ser tenidas en cuenta
(procurando no repetir simplemente las necesidades generales como particulares).
5.1. Salud
Los programas de salud sexual y reproductiva son fundamentales. Sin em-
bargo, éstos no pueden reducirse a garantizar la fecundidad sino a hacer que la
mujer sea autónoma con su cuerpo, en la medida de lo posible; sin posiciones in-
genuas e idealistas y sin ampararse en la cultura para justificar los atropellos. Mu-
chas veces una mujer víctima puede interactuar mejor con otra mujer que con un
varón, en tales casos (o por razones culturales), no hay que forzar que la presta-
ción de servicios de salud deba ser hecha por varones. La mayoría de las veces lo
central es más simple de lo que parece. Esto es: asegurar el acceso de las mujeres
a los servicios de salud.
La violencia sexual y sus consecuencias no son «heridas de guerra», son un
crimen que vulnera la dignidad, la libertad, el derecho al cuerpo y la sexualidad
de la mujer. En este sentido, no basta la atención médica sino que se requiere, ade-
más, la protección debida (véase abajo en el apartado «protección»).
274
GÉNERO Y ACCIÓN HUMANITARIA
Otro aspecto hoy más estudiado –pero más estudiado que atendido– es el de
la salud mental, especialmente a mujeres víctimas de violencia sexual en el marco
de los conflictos armados. Este tipo de casos implica un proceso a largo plazo de
acompañamiento de las víctimas puesto que algunas veces a la violencia sexual se
suma la prostitución forzada, el embarazo indeseado, las infecciones de transmi-
sión sexual, etc., lo que hace que la intervención en materia de salud mental sea
aún más compleja.
Las enfermedades de transmisión sexual, especialmente el VIH/Sida, puede
ser una puerta para hablar de género y para cuestionar las formas de poder. Esto
requiere contar con un programa adecuado de vigilancia epidemiológica y con
servicios de salud aceptados por la comunidad a donde las mujeres puedan con-
sultar sintiéndose libres y respetadas. En el caso de las Fuerzas de Paz, debe exi-
girse su respeto por la población civil, así como el castigo ejemplar en caso de vio-
lencia sexual, y agravado cuando venga acompañado de enfermedades de
transmisión sexual.
Debates, como el del aborto o el de la contracepción, deben ser mirados bus-
cando el balance entre las limitaciones de la acción humanitaria y la defensa de los
derechos de las mujeres, balance no siempre fácil de hallar, teniendo en cuenta
que la acción humanitaria no puede ni debe reemplazar la lucha política de las
mujeres ni de los hombres.
5.2. Nutrición
El estado nutricional de las poblaciones también tiene un componente de gé-
nero. Así y a modo de ejemplo, la distribución alimentaria al interior de la fami-
lia puede presentar sesgos y por tanto las investigaciones y los informes sobre la
condición nutricional de una población deben distinguir entre niñas y niños.
Muchas otras veces la distribución alimentaria sólo beneficia a los más fuertes, de-
jando a las mujeres y especialmente a niñas y a ancianas, excluidas de tal distri-
bución. En el caso de las mujeres embarazadas, decir que éstas tienen mayores nu-
tricionales específicas (por ejemplo el hierro), por tanto, no basta hacer
distribuciones alimentarias generales sino que se requiere, así mismo, vía servicios
de salud, dar suplemento nutricional adecuado a mujeres embarazadas.
Y es que el histórico papel de la mujer en la preparación de alimentos es mo-
tivo de debate: quitarle tal papel a través de distribución de alimentos preparados,
produce para algunos, una pérdida de la mujer de una de sus formas de relación
con los suyos, pero sin embargo, perpetuarla, se traduce para otros en perpetuar
formas de dominación machista. No hay frente a esto una respuesta fácil.
El Programa Mundial de Alimentos (PMA/WFP) ha trabajado en la formu-
lación de Operaciones con Sensibilidad de Género49 utilizado por primera vez en
Sudán, identificando roles, percepciones, diferencias de acceso a los mercados
275
VÍCTOR DE CURREA-LUGO
5.3. Alojamiento
El 80% de las personas desplazadas en el mundo son mujeres y población in-
fantil50. Las mujeres asumen en los campamentos de refugiados la mayoría de tareas,
de hecho son las que se quedan al frente de sus familias. Sin embargo y a pesar de ello,
no siempre se les consulta por la coordinación del campamento ni por las necesida-
des percibidas. Dicho de otra manera: éstas pueblan los campamentos, los mantie-
nen pero no los gobiernan y ni mucho menos participan de espacios de coordina-
ción. Por eso, más que el debate sobre el diseño de las casas provisionales (que
también es algo que hay que tener en cuenta) urge y es de carácter necesario y legí-
timo la incorporación de las mujeres –desde una perspectiva más amplia– en la ad-
ministración propiamente dicha del campamento de personas desplazadas.
Pero se hace muy difícil tomar decisiones de tal calado cuando no se ha tenido
una previa experiencia. En este sentido es de vital importancia y necesidad formar, ca-
pacitar a las mujeres en este ejercicio y toma de decisiones para que las más que me-
recidas y legítimas oportunidades de participación no terminen siendo experiencias
fallidas que no hacen otra cosa sino generar frustración y lo más importante ocasio-
nar efectos perversos a veces incluso en detrimento de las propias mujeres.
5.5. Protección
El componente de protección de la acción humanitaria, para el caso de las
mujeres, empieza por el reconocimiento de los problemas, de la violencia sexual,
50 IASC Secretariat: Mainstreaming Gender in the Humanitarian Response to Emergencies, Rome, 1999, p. 3.
51 Ver tales estándares en: www.sphere.org
276
GÉNERO Y ACCIÓN HUMANITARIA
de los factores que hace vulnerable a la mujer y que perpetúan la impunidad. Las
comisiones de la verdad, los informes de derechos humanos y los informes de res-
peto al derecho humanitario deben contener capítulos y recomendaciones espe-
cíficas que hagan alusión y referencia –lo máximo posible– a las múltiples y hete-
rogéneas situaciones de las mujeres.
Por ejemplo, el aparente sólo hecho de hacer público el fenómeno de la violen-
cia sexual siempre claro está, teniendo en cuenta la situación de las víctimas puede
ayudar y de hecho ayuda a que éstas consulten, se informen etc. sin sentimientos de
culpa y sin sentirse tan solas. Por otro lado, esto también fomenta que la sociedad co-
mience a dejar de ver como «normal» ciertas prácticas machistas y, aunque esa no es
la solución final del problema, si es una contribución que la acción humanitaria
puede y debe hacer. Si la sociedad no avanza en entender que un delito sexual es un
delito, si ni los jueces ni la policía actuaran en consecuencia, así las ONG humani-
tarias lo denuncien no se superará dicha violencia ni se acabará con esta injusticia.
Como fue dicho, en momentos de crisis, se observa un aumento de la vio-
lencia doméstica. En tal caso, un programa de protección debería incluir estrate-
gias para combatir tal violencia. La sensibilización y la educación de la comuni-
dad en general pueden contribuir a tal propósito, junto con el trabajo con las
autoridades del caso. Esto nos lleva a un problema que sobrepasa el alcance de este
documento: el acceso a la justicia por parte de las mujeres, acceso que presenta
grandes problemas en determinados contextos.
Por todo ello, incluso, pequeños esfuerzos simbólicos, como la celebración
del Día Internacional de la Mujer (8 de marzo), el Día Internacional por la elimi-
nación de la Violencia contra las Mujeres (25 de noviembre) o la sensibilización y
educación desde la óptica de los derechos humanos, contribuyen a crear un clima
para abrir ciertos debates en la sociedad.
52 Giberti, Eva: «Mujer, enfermedad y violencia en medicina». En otras palabras, núm. 1, Bogotá, 1996,
pp. 9-26.
277
VÍCTOR DE CURREA-LUGO
internacional a las ONG locales, y otras incluso la impone la ONG local a la co-
munidad beneficiaria. Esto, por supuesto, no excusa en absoluto la falta de justi-
cia de perspectiva de género en la identificación, formulación, ejecución y eva-
luación de proyectos. Sin embargo, llama la atención a que hoy por hoy, se trata
de un problema global de la cooperación internacional. Ahora, en el caso de las
mujeres la situación es más grave aún si cabe porque a esta tendencia anti-demo-
crática, se le suma la discriminación contra la mujer y su falta de acceso para el de-
sarrollo de sus capacidades (unas veces por debilidad propia– que no por ser mu-
jer– otras por negarles el desarrollo de las mismas a través de mecanismos de
desprestigio y de control) y así participar del proceso ideal de identificación, for-
mulación, ejecución y evaluación de proyectos.
La identificación del proyecto o del programa debe incluir a mujeres, pero,
además, debe incluir la perspectiva de género. Es decir, la presencia de mujeres en
el equipo no implica necesariamente perspectiva de género, además los varones
deben estar igualmente sensibilizados de tal manera que los procesos sean enten-
didos como una toma de decisión justa y no como una concesión o favor a las
mujeres. Tal sensibilidad, idealmente, debe implicar a la comunidad beneficiaria
del proyecto.
Los datos deben estar desagregados por sexo se han de crear indicadores de
género, de tal manera que sea posible evaluar los impactos de manera diferen-
ciada; observaciones específicas deben confrontar los números con la realidad.
Por ejemplo, no basta hablar del número de toneladas de alimentos distribuidas
si esto no se acompaña de la observación de la distribución dentro de la sociedad
y dentro de familia. Si tal observación es incluida correctamente en el proyecto,
difícilmente podrá alegarse cuestiones presupuestales para evadirla. Tampoco, los
indicadores de participación de la comunidad pueden reducirse solamente por
ejemplo al número de asistentes a un curso, sino que se ha de incidir en la utili-
zación posterior de tales conocimientos en la vida diaria: teniendo en cuenta el ac-
ceso de las mujeres a los servicios de salud, participación de las mujeres en los es-
pacios de toma de decisiones, etc.
Lograr la participación de las mujeres es más difícil que lograr la de los hom-
bres, lograr que los donantes aporten a proyectos de micro-créditos para mujeres es
más difícil que micro-créditos para varones. Para eso se requiere un donante sensi-
bilizado y una mujer capaz; esa mujer capaz, empoderada, se construye a sí misma
y con ayuda de los otros y otras con el trabajo en cinco áreas: 1) acceso, a bienes y
servicios en sentido amplio; 2) concienciación, sobre las diferencias de género y la
discriminación por este motivo; 3) movilización, capacidad de formar conciencia
colectiva y de identificar soluciones; 4) control, con referencia a la conciencia del ba-
lance de poder entre hombre y mujeres; y 5) igualdad de género53.
Un modelo de participación con perspectiva de género, no se puede permi-
tir y no debería repetir los errores de otras falsas experiencias que se han dado en
278
GÉNERO Y ACCIÓN HUMANITARIA
54 Observación directa del autor obtenida tanto de conversaciones con personal médico local como al
revisar estadísticas de algunas de las dairas, (febrero-junio 2006).
55 Jornadas sobre HIV/Sida y Hepatitis B, realizadas por el Ministerio de Salud en la escuela «27 de fe-
brero», 15 de marzo de 2006.
279
VÍCTOR DE CURREA-LUGO
RASD para hablar del uso de preservativos han sido prohibidos por el Ministerio
de Salud. La negación produce además una falsa seguridad.
Según las autoridades, uno de los argumentos es que como son un pueblo pe-
queño que debe crecer y multiplicarse para preparar el regreso a su tierra ocupada,
la procreación es un deber de la lucha por la liberación y, por tanto, los métodos
anticonceptivos son una acción poco menos que revolucionaria. El mismo Mi-
nisterio reconoce que ha prohibido campañas de distribución de preservativos.
Así, los derechos de las mujeres, como realidad jurídica y simbólica, están li-
mitados por distintas lógicas: religiosa del Islam (en relación con las mujeres), cul-
tural del mundo árabe y principalmente política: la tensión entre el individuo y
la sociedad, en el caso saharaui, se resuelve en contra del individuo y en el caso
que nos compete contra las mujeres. En este sentido, el derecho al aborto sería im-
pensable aceptarlo o legalizarlo hasta incluso ser abiertamente discutido en espa-
cios públicos, aunque desde el discurso oficial se incluye la palabra género conti-
nuamente, así como en la mayoría de proyectos de cooperación internacional.
Pero esta crítica no es bien recibida ni por las autoridades del Frente Polisa-
rio, ni por las ONG solidarias con el pueblo saharaui. Por un lado, hay un dis-
curso que se repite y que sostiene que la mujer saharaui ha logrado un nivel de
igualdad que sobrepasa a la del resto de los pueblos árabes (argumento peligroso
en la medida que la igualdad no es un concepto que pueda negociarse en aras del
relativismo cultural o que se conforme con la comparación con otros pueblos si-
milares), pero por otro lado la realidad del sector salud nos muestra otra cosa: «las
mujeres enfermeras no ocupan puestos de coordinación en los puestos sanitarios
de las dairas, aun cuando hayan recibido la misma capacitación en la Escuela de
Enfermería, o hayan alcanzado el mismo título en el exterior»56.
En el caso saharaui el debate de género incluye los puntos más importantes
de la agenda de genero: la imposición de una forma de vestir que cubre el cuerpo,
el crímen de honor, la imposibilidad de la planificación familiar, la ilegalidad ab-
soluta del aborto, el uso del condón oficialmente censurado. Además, hay otras
expresiones contra los derechos de la mujer como el matrimonio no consentido,
la vergüenza de reconocer el embarazo, la fuerte condena social a la maternidad
fuera del matrimonio, etc.
Una estrategia adecuada debería mejorar la participación de las mujeres en los
servicios de salud, especialmente de las que ocupan los puestos más bajos en la jerar-
quía sanitaria y en las que precisamente recaen las tareas de prevención y educación
en salud57. Un modelo de participación viable y deseable debe, reconociendo algunos
de los aspectos limitantes y por demás reales de orden político, religioso e ideológico,
contribuir en lo posible a enriquecer el empoderamiento de las mujeres a todos los ni-
veles dentro de la sociedad, pero enfatizando que debe tratarse de un poder real y efec-
tivo que afecte políticas y programas y no elementos meramente simbólicos.
56 Beristain; Carlos; Lozano, Itziar: Ni guerra, ni paz. Desarrollo en el refugio. Esperanzas y desafíos de la
cooperación con el Sahara, Hegoa, Bilbao, 2002, p. 25.
57 Este fue el tema sobre el que más se insistió en Smara pero que apareció, con más o menos intensi-
dad, prácticamente en todas las reuniones sostenidas en los campamentos entre febrero y junio de 2006.
280
GÉNERO Y ACCIÓN HUMANITARIA
7. CONSIDERACIONES FINALES
No hay incompatibilidad conceptual entre Acción Humanitaria y Género, el
problema es de materialización, de ritmos de implementación, de prioridades, de
agendas y no de principios. Hay unos mitos ya identificados, algunos ya mencio-
nados sobre la acción humanitaria y su relación con el ámbito del género: a) la
perspectiva de género se incorpora suficientemente mediante la realización de al-
gunos talleres de género en el proyecto, b) como el proyecto beneficia a mujeres
entonces es un proyecto con perspectiva de género, c) la acción humanitaria busca
salvar vidas y no se debe adentrar en debates de otra naturaleza, d) cuando se ha-
bla de género en realidad de lo que se quiere hablar es de mujeres58. Destruir es-
tos mitos no es tarea fácil ni rápida, por más que hoy se hable de género. En el
mismo sentido, la distribución inequitativa de tareas, responsabilidades y salarios,
entre otros aspectos, en el mundo actual, de naturaleza patriarcal, no es para nada
ajena al mundo humanitario que, al fin y al cabo bebe de las aguas de las socie-
dades donde se desarrollan sus actividades.
Uno de los grandes problemas es que lo urgente no deja tiempo para lo im-
portante y así, la necesidad de estudiar e incorporar la perspectiva de género al
mundo humanitario se aplaza con el pretexto de que la urgencia de la situación
no permite tales innovaciones, lo que no es cierto. Al contrario, estadísticas desa-
gregadas por sexo, participación con igualdad de género en la identificación de
necesidades y observación particular de necesidades en campos como la salud, en-
tre otras hacen que la intervención sea más justa y, a la vez, haga realidad la in-
corporación de la perspectiva de género. Es lo que algunas personas llamamos «la
tiranía de la urgencia»59.
Pero, antes que todo lo anterior, las organizaciones tienen que aceptar por
convicción real (no sólo por discurso de cara al donante) lo que la perspectiva de
género implica en términos de la Acción Humanitaria. Si las organizaciones no
creen en ello, muy difícilmente la acción individual de una persona o el slogan
contenido en una carta de principios cambiará la dinámica en el terreno.
La inclusión de la llamada perspectiva de género en la acción humanitaria no
deja de ser un desafío para las organizaciones humanitarias. La respuesta organi-
zacional se da en dos direcciones opuestas: los que creen que es necesario que haya
una persona –generalmente una mujer– al frente de una dependencia con el nom-
281
VÍCTOR DE CURREA-LUGO
bre de «género» dentro del organigrama de la agencia humanitaria, y los que creen
que el tema debe ser transversal y no reducirse a una dependencia.
El problema es que ambas estrategias pueden enmascarar un absoluto desdén
por las cuestiones de género, ya sea porque la persona encargada no logra articu-
larse adecuadamente al resto de áreas, ya porque tal transversalidad –como en el
caso de los derechos humanos– no logra ser nada más que un slogan.
Por otro lado, también es necesario hacer justicia a los varones, pues no se ajusta
a la realidad decir que siempre y en todas las guerras las únicas afectadas son las mu-
jeres. Por ejemplo, en el caso palestino, el control en los check-points, los asesinatos
selectivos, las torturas y la detención arbitraria, se produce principalmente contra los
hombres por ser hombres. En este sentido, días antes del inicio del ataque de los Es-
tados Unidos contra Afganistán (2001) tanto Irán como Pakistán abrieron sus fron-
teras, decía la prensa, para mujeres y población infantil; en el mismo sentido la Ofi-
cina de ACNUR España se manifestó públicamente llamando a apoyar la asistencia
«a mujeres y a niños» como si los varones afganos estuvieran automáticamente, y por
el solo hecho de ser hombres, excluidos de la categoría de población civil.
Ahora, este llamado a la prudencia no significa de ninguna manera que, en
general, pueda ser equiparable la situación de las mujeres y de los hombres en los
conflictos armados; en Darfur, por ejemplo, desde el cuidado de los menores de
edad hasta la recolección de las cosechas son tareas hechas por las mujeres, pa-
sando por la recolección de leña y de agua, etc. En ese contexto, son las más ex-
puestas a los horrores de todo tipo producidos por los varones en armas.
Otro punto para la reflexión que trasciende este trabajo es el relacionado con
la miopía, muy extendida, de que la Acción Humanitaria, y la Cooperación In-
ternacional al Desarrollo, en general, no son herramientas de solidaridad humana
sino de hechura de proyectos. Esta tendencia a creer que la acción humanitaria
solo es posible vía proyectos, hace que cualquier noción, idea o principio como los
de neutralidad, género, derechos humanos, protección, etc. no se pueda llevar a
la práctica si no tiene cabida en un esquema del «Marco Lógico». Enmarcar la ac-
ción humanitaria en una serie de pasos (identificación, formulación, ejecución y
evaluación) como única forma posible de trabajar y, peor aún, de pensar, hace que
temas como el de género no tengan un espacio real de realización. Si lo logran te-
ner, el problema es que la formulación de indicadores que la mayoría de las veces
poco tiene que ver con la perspectiva de género, termina por opacar las buenas in-
tenciones y las voluntades políticas.
La acción humanitaria no es una acción esencialmente pacifista en el sentido
de que su agenda esté inmersa en la solución de conflictos, pero la proyección que
se haga de la acción humanitaria puede contribuir a esa construcción de paz. Y
una acción humanitaria que tenga en cuenta e incluya la perspectiva de género
ayudaría tanto a que la construcción de paz60 como a que los procesos de rehabi-
60 Rehn, Elisabeth; Johnson, Ellen: Women, War and Peace…; Strickland Richard; Duvvury Nata: Gen-
der Equity and Peacebuilding. From Rhetoric to Reality: Finding the Way, International Center for Research on
Women, Washington, D.C., 2003.
282
GÉNERO Y ACCIÓN HUMANITARIA
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61 Date-Bah, Eugenia; Walsh, Martha and others: Gender and Armed Conflicts…
283
VÍCTOR DE CURREA-LUGO
284
GÉNERO Y ACCIÓN HUMANITARIA
285
APLICACIÓN TÉCNICA BAJO
LA PERSPECTIVA DE GÉNERO
DE LA ESTRATEGIA DE ACCIÓN
HUMANITARIA
Beatriz García Beltrán y
Celinda Sanz Velasco.
Especialistas en Género y Desarrollo.
Responsables de Género de la Oficina de
Acción Humanitaria de la
Agencia Española de Cooperación
Internacional para el Desarrollo (AECID)
1. INTRODUCCIÓN
La Estrategia de Acción Humanitaria de la Cooperación Española ve la luz al fi-
nal de la legislatura socialista (2004-2008) que se ha caracterizado por el impulso
y avance de las políticas de igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres
en todos los órdenes de la vida política, social y económica.
Este impulso también ha alcanzado a la cooperación internacional para el de-
sarrollo. En este sentido, una de las grandes novedades que incorporó el Plan Di-
rector de la Cooperación Española 2005-2008 fue el tratamiento dado a los temas
de género. Mientras que el anterior Plan Director (2001-2004) hacía referencia
únicamente, en el marco de las prioridades horizontales, a la «promoción de la
igualdad entre mujeres y hombres», con el actual Plan Director la «equidad de gé-
nero» recibe un tratamiento de prioridad horizontal, al mismo tiempo que al «au-
mento de las capacidades y la autonomía de las mujeres» se le da un tratamiento
de prioridad sectorial (sector «Género y Desarrollo»).
La Estrategia de Acción Humanitaria de la Cooperación Española, recientemente
presentada, nace con la intención de desarrollar y concretizar muchos de los objeti-
vos del Plan Director. Pero la verdadera novedad, sin duda, ha sido la transversaliza-
ción de las cuestiones de género dando así cumplimiento no sólo a lo establecido en
dicho Plan, sino también a las demandas y planteamientos tanto de la sociedad ci-
vil en general como de organizaciones internacionales como Naciones Unidas o la
Unión Europea y sus organismos especializados en cuestiones de género.
287
CELINDA SANZ VELASCO, BEATRIZ GARCÍA BELTRÁN
2. CONTEXTUALIZACIÓN GENERAL
Como ya hemos mencionado, en aplicación del actual Plan Director, las cues-
tiones de género se han de trabajar en dos dimensiones diferentes. Por un lado, en
el estudio, análisis y aplicación de la equidad de género en todos los ámbitos de
la cooperación internacional para el desarrollo, es decir, género como prioridad
horizontal. Y por otro lado, en la constitución de un equipo profesional especia-
lizado dedicado específicamente a articular acciones cuyo objetivo estratégico sea
trabajar por el empoderamiento de las mujeres, es decir, género como prioridad
sectorial.
Según recoge el propio Plan Director, entendemos por empoderamiento el
«aumento de las capacidades, ciudadanía y autonomía de las mujeres, promo-
viendo su participación real y efectiva en los procesos de desarrollo y, particular-
mente, en todos los ámbitos de la vida pública y de toma de decisiones». Estas ac-
ciones estarán además orientadas a «reducir las brechas de desigualdad de género,
para subsanar los desequilibrios mediante medidas escalonadas que favorezcan
progresivamente la integración en igualdad de las mujeres»1.
Prioridad horizontal y prioridad sectorial han de ir, por tanto, necesariamente
de la mano, siendo imprescindible la coordinación, la coherencia y la comple-
mentariedad de todos los actores de la Cooperación Española (y de otros orga-
nismos de cooperación internacional) que trabajan por la consecución de la equi-
dad de género y la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres en el
marco de la cooperación para el desarrollo.
288
APLICACIÓN TÉCNICA BAJO LA PERSPECTIVA DE GÉNERO DE LA ESTRATEGIA DE ACCIÓN HUMANITARIA
Otra consecuencia de que la perspectiva de género haya recibido este doble tra-
tamiento de prioridad horizontal y prioridad sectorial es que la necesidad de recoger
y sistematizar las cuestiones relativas a género y desarrollo se ha traducido tanto en la
elaboración de una Estrategia Sectorial de la Cooperación Española específica sobre
este tema, la Estrategia Sectorial de Género de la Cooperación Española, como en la
inclusión del enfoque de género en todas las demás Estrategias Sectoriales. Es en és-
tas últimas en las que se ha llevado a cabo un cuidadoso y pormenorizado trabajo de
refuerzo de las mismas, contemplando en el marco de cada uno de los ámbitos sec-
toriales de actuación recogidos en el Plan Director la necesidad de considerar la pers-
pectiva de género y de trabajar por la igualdad de oportunidades.
Refuerzo de cada una de las Estrategias Sectoriales, y refuerzo asimismo de la
prioridad horizontal «equidad de género», pues cruzando cada Estrategia Secto-
rial con las demás prioridades sectoriales el refuerzo es, indudablemente, bidirec-
cional y multiplicador.
Centrándonos ya en la Estrategia de Acción Humanitaria de la Cooperación
Española, y en la consideración de la perspectiva de género en el marco de la
misma, hemos de reconocer, en primer lugar, el gran logro que supone el esfuerzo
de transversalización de las cuestiones de género en el marco de la acción huma-
nitaria española. De esta manera, se puso especial cuidado en que esta Estrategia
de Acción Humanitaria tuviera una mirada de género, y ello porque tradicional-
mente las cuestiones de género no sólo no eran tenidas en cuenta en el ámbito de
la acción humanitaria sino que con frecuencia se aludía a la urgencia de la res-
puesta humanitaria como excusa para eludir la introducción de estas cuestiones2.
Así, y por primera vez en la historia de la AECID, un documento oficial re-
coge expresamente la «necesidad de tener en cuenta los aspectos de género en la pres-
tación de la acción humanitaria, consideración que está directa e intrínsecamente
vinculada a la mejora de la calidad y los buenos resultados de dicha ayuda». Pero la
Estrategia va más allá, ya que no se detiene sólo en señalar esta necesidad, sino que
argumenta las razones para la consideración de los aspectos de género en la acción
humanitaria: «no podemos olvidar que en la urgencia de movilizar recursos, solucio-
nar problemas logísticos, coordinarse entre los distintos actores humanitarios y dar res-
puesta a las demandas y preguntas de cada una de las sedes centrales a menudo se pier-
den de vista las necesidades reales de aquellas personas a las que va dirigida la ayuda
humanitaria. Se ofrece protección y se distribuye ayuda, pero con frecuencia se obvia
que las necesidades de mujeres y hombres, niñas y niños, son diferentes, y que cada uno
de estos grupos hace frente a distintas amenazas y vulnerabilidades, al mismo tiempo
que, socialmente, pueden haber ido adquiriendo distintas destrezas, y pueden albergar
distintas aspiraciones».
De la misma manera, a lo largo del desarrollo de la Estrategia encontramos cons-
tantes referencias a la necesidad de atender las cuestiones de género de manera espe-
cífica en el marco general de la prestación de la ayuda. Cada una de estas referencias
289
CELINDA SANZ VELASCO, BEATRIZ GARCÍA BELTRÁN
supone una aportación insustituible para llegar a construir un marco teórico com-
pleto y cohesionado que permita a todas las instituciones, publicas y privadas, cuya
competencia es la prestación de ayuda humanitaria, intervenir en cualquiera de las fa-
ses de una situación de emergencia (preparación, mitigación, prevención, atención a
la situación de desastre o emergencia, rehabilitación y reconstrucción) con una pers-
pectiva de género verdaderamente interiorizada.
Y aquí radica precisamente el problema: si bien es cierto que este interés por
integrar la perspectiva de género en la acción humanitaria es más que bienvenido,
una lectura reposada del documento nos deja una sensación agridulce. Y es que se
observa que las cuestiones de género no están empastadas convenientemente en
todo el documento, pues se ha procurado incluir la «letra» pero no se ha conse-
guido integrar totalmente el «espíritu» de la teoría de género. La transversalización
de la perspectiva de género en la Estrategia de Acción Humanitaria de la Coopera-
ción Española no se ha hecho de manera integral y sistemática, sino más bien ca-
suística, con reflexiones adecuadas, y muy necesarias, pero sin que éstas lleguen a
alcanzar la raíz de la prestación de la ayuda. Por este motivo, es muy posible que
cuando queramos trabajar en el marco de la Estrategia, el tener o no en cuenta las
cuestiones de género en la acción humanitaria quede al arbitrio de cada institu-
ción o entidad o, incluso, a la voluntad o voluntariedad de cada persona (con per-
fil técnico o directivo) responsable de la prestación de la ayuda.
Una de las posibles causas de lo anterior es que no se constituyó un Grupo
de Trabajo que, a través de un proceso de redacción participativo, incluyera las
cuestiones de género en el mismo proceso de redacción, sino que se hizo a pos-
teriori, cuando la primera versión del texto ya estaba terminada y la única solución
posible era añadir párrafos a un texto ya definitivo.
3 Véase: A/52/231.
290
APLICACIÓN TÉCNICA BAJO LA PERSPECTIVA DE GÉNERO DE LA ESTRATEGIA DE ACCIÓN HUMANITARIA
4 Nos referimos de forma general a las mujeres en conflictos armados y de otra índole, aunque los obje-
tivos estratégicos 1 y 5 especifican que esta protección comprende también a las mujeres que viven bajo la ocu-
pación extranjera, a las mujeres refugiadas y desplazadas ya sea internacional o internamente. Por su parte el
objetivo 3 incide en la necesidad de reducir los índices de violencia de género en estos contextos.
5 Véase: S/2000/693.
291
CELINDA SANZ VELASCO, BEATRIZ GARCÍA BELTRÁN
prende bien que se haya omitido la referencia a esta Conferencia cuando, sin em-
bargo, se citan otras como por ejemplo, la Cumbre Mundial sobre la Infancia.
Es evidente que en un trabajo de estas características resulta complejo reco-
pilar y reflejar la normativa y documentos internacionales pertinentes, por razo-
nes de espacio, básicamente. No obstante, la omisión de algunos hitos clave en el
estudio de los conflictos armados (y desastres naturales) con perspectiva de gé-
nero, puede inducir a pensar a un público no versado en la materia que la adop-
ción de este enfoque en la acción humanitaria ha sido algo sumamente reciente y
poco sistematizado, cuando la realidad es que existe todo un trabajo de investiga-
ción, conceptualización y sistematización de la materia.
En esta labor de conceptualización y desarrollo progresivo de la acción hu-
manitaria con perspectiva de género se podrían señalar como algunos instru-
mentos relevantes, la Declaración de Windhoek y el Plan de Acción de Nami-
bia (2000) 5, ambos documentos clave para el desarrollo progresivo de la
inclusión de la perspectiva de género en las operaciones multidimensionales de
mantenimiento de la paz6. También los trabajos de la Comisión sobre la Con-
dición de la Mujer (CSW, por sus siglas en inglés), que en su 48º período de se-
siones, en el año 2000-2001, dedicó su sesión a la situación de las mujeres en
los conflictos armados así como su papel en la negociación de los tratados de
paz: «La mujer en el año 2000: igualdad entre los géneros, desarrollo y paz para
el siglo XXI» 7.
Siguiendo este mismo esquema, la Resolución 1325 aprobada por el Consejo
de Seguridad en el año 2000, relativa a la participación de las mujeres en los pro-
cesos de paz y en la reconstrucción postconflicto, constituye un punto de infle-
xión en la cuestión objeto de estudio. La Estrategia menciona esta importantísima
Resolución, pero hubiera sido deseable que se hubiera dedicado más espacio a ex-
plicar su contenido y los aspectos concretos que recoge. El Estatuto de Roma es
otro de los ejemplos clamorosos que se han omitido en relación específicamente
con las mujeres. Este instrumento jurídico constituyó un paso fundamental en la
protección de las mujeres de los crímenes de guerra y crímenes de lesa humani-
dad. En concreto, se tipificaron la violencia sexual y de género como crímenes de
guerra y crímenes de lesa humanidad.
6 Tres años después de la Declaración de Winhoek, el Secretario General de Naciones Unidas elaboró el
informe «Incorporación de la perspectiva de género en las actividades de mantenimiento de la paz», véase
A/57/731.
7 Véase: A/S-23/10/Rev.1.
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APLICACIÓN TÉCNICA BAJO LA PERSPECTIVA DE GÉNERO DE LA ESTRATEGIA DE ACCIÓN HUMANITARIA
8 En la definición se obvia que la mayor parte de la población que vive en la pobreza es femenina mien-
tras que en el cruce con las prioridades horizontales sí se menciona que «se tendrán en cuenta las condiciones de
pobreza de mujeres y hombres» y que «se dará seguimiento a la erradicación de la pobreza de las mujeres y las niñas
beneficiarias de la ayuda humanitaria».
9 Violaciones, embarazo forzado, desplazamiento forzoso, trabajo sexual forzado, tráfico de mujeres con
fines de explotación sexual, mutilación genital femenina, esterilización forzada. BRIDGE, Género y conflic-
tos armados. Informe General. Amani El Jack., página 23.
10 En contextos de conflicto o post-conflicto y en campos de refugiados, es muy frecuente el intercam-
bio forzado de servicios sexuales por alimentos.
293
CELINDA SANZ VELASCO, BEATRIZ GARCÍA BELTRÁN
1. Por una parte, encontramos una organización geográfica del trabajo que se
lleva a cabo, estando especializados cado uno de los técnicos y técnicas del
Área en uno o varios países, o áreas geográficas diferentes. Es importante
hacer notar que por la especial naturaleza de la acción humanitaria (que se
rige por los principios de imparcialidad, neutralidad y no discriminación
y, según lo establecido en el Plan Director, está «orientada hacia las vícti-
mas de desastres de cualquier tipo, con el objetivo de satisfacer sus necesi-
dades básicas, restablecer sus derechos y garantizar su protección») dicha
especialización no se ciñe exactamente a la clasificación de los países reco-
gida en el Plan Director (Países Prioritarios, Países con Atención Especial
y Países Preferentes).
2. Y por otra parte, se da también en la Oficina de Acción Humanitaria una
especialización sectorial dentro de la prestación de la ayuda, siendo algu-
nos de los distintos sectores los que mencionamos a continuación: «agua y
saneamiento», «salud en emergencias», «género», «infancia», «logística, me-
dios aéreos y proveedores», «ayuda y seguridad alimentaria», etc.
294
APLICACIÓN TÉCNICA BAJO LA PERSPECTIVA DE GÉNERO DE LA ESTRATEGIA DE ACCIÓN HUMANITARIA
2. Por otro lado, a finales del año 2007 se concedió una Subvención de Es-
tado a la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimenta-
ción (FAO) para el proyecto de «Apoyo de emergencia y generación de empleo en
hogares cuya cabeza de familia es (son) una o varias mujeres, a través de huertos
familiares e industrias agrícolas artesanales en Cisjordania y la Franja de Gaza».
El objetivo de este proyecto es mejorar las condiciones de seguridad alimentaria a
través del refuerzo y el fortalecimiento de la participación de las mujeres en las in-
tervenciones de generación de ingresos, en industrias artesanales y de procesa-
miento de productos agrícolas. El proyecto beneficiará directamente a 450 fami-
lias vulnerables dedicadas a la agricultura, lo que equivale aproximadamente a
3.150 personas beneficiarias.
1El sector agrícola continúa jugando un papel fundamental en la economía
y en la vida social del ámbito rural de Cisjordania y de la Franja de Gaza, ha-
biéndose convertido en los últimos años en la principal actividad económica para
miles de familias palestinas que se encuentran en una grave situación de pobreza
y vulnerabilidad. Desde que Israel completó el cierre del muro de separación con
Cisjordania, dejando aisladas muchas poblaciones palestinas, las difíciles condi-
ciones socio-económicas de las mismas se han visto todavía más deterioradas, pro-
vocando que miles de trabajadores palestinos se hayan visto obligados a abando-
295
CELINDA SANZ VELASCO, BEATRIZ GARCÍA BELTRÁN
nar sus trabajos en Israel. Así, las principales consecuencias son la pérdida de los
trabajos y la ruptura de los lazos económicos y sociales con Israel e, incluso, otras
áreas de Palestina, lo que ha su vez ha generado que cientos de familias se vean en
una grave situación de vulnerabilidad por inseguridad alimentaria.
En este contexto la población ha empezado a dedicarse a las actividades de
producción agraria o agrícola a pequeña escala, para lo cual utilizan los patios de
sus casas y los huertos familiares. De esta manera la agricultura, aunque sea a un
nivel muy local, se constituye como mecanismo sostenible de absorción de la cri-
sis económica, que ayuda sin duda ninguna a las familias necesitadas a mantener
sus necesidades básicas de alimentación e ingresos.
En estas poblaciones las mujeres juegan un papel fundamental: cerca del 65%
del trabajo en este sector está llevado a cabo por mujeres como parte de las tareas
domésticas (no remuneradas) que desempeñan habitualmente. Sin embargo, a
pesar de esta importantísima contribución, el 48,2 % de las mujeres palestinas de-
sarrollan, como hemos señalado, trabajos no remunerados, lo cual tiene como
principal consecuencia que su producción no computa en el marco del Producto
Interior Bruto (PIB), y que no son consideradas como fuerza de trabajo.
El proyecto de FAO está orientado al reconocimiento económico y social del
trabajo de todas estas mujeres, que son en muchas ocasiones las que sustentan a
sus familias. No sólo, previsiblemente, mejorará las condiciones de seguridad ali-
mentaria de toda la población, es decir, se atenderán las «necesidades prácticas» de
estas mujeres y sus familias, sino que también se trabajará directamente por su
empoderamiento como trabajadoras del sector agrícola, promoviendo la colabo-
ración con organizaciones de mujeres de otros países a través de redes ya existentes
que trabajan con y para mujeres rurales, esto es, avanzando en la atención de los
«intereses estratégicos» de estas mujeres palestinas.
Dicho proyecto está actualmente empezando a implementarse, por lo que to-
davía no podemos conocer el impacto positivo que el mismo pueda tener en las
mujeres palestinas, y en la población en general. Sin embargo, y aunque tendre-
mos que esperar a la presentación de los informes finales de ejecución (cumpli-
miento de objetivos, resultados esperados, etc.), sí pensamos que el apoyo a este
tipo de proyectos, en un contexto como el que actualmente se vive en Palestina,
puede ser muy positivo.
5. REFLEXIÓN FINAL
Sin duda ninguna, la Estrategia de Acción Humanitaria de la Cooperación Espa-
ñola es un buen punto de partida para empezar a trabajar de manera institucionali-
zada el enfoque de género en la prestación de acción humanitaria. Sin embargo, el
verdadero reto empieza ahora, y para ello es imprescindible tanto que se mantenga
la voluntad política por tener verdaderamente en consideración estas cuestiones, así
como la dotación de recursos económicos y humanos adecuadamente formados, y
suficientes, para hacer frente con calidad al desafío que se nos presenta.
296
GÉNERO, MIGRACIONES Y DESARROLLO
LA PERSPECTIVA TRANSNACIONAL
DE CODESARROLLO
EN ORGANIZACIONES FEMINISTAS
Y PROEQUIDAD DE GÉNERO
Inmaculada Lozano Caro
Especialista en Género y Desarrollo.
Profesora invitada en Master de
Migraciones y Relaciones Intercomunitarias
especialidad en Codesarrollo de la
Universidad Autónoma de Madrid (UAM)
«Como, en el mito de Aristófanes revisado por Platón, el hombre (lo masculino) nace del
suelo –autóctonía–, la mujer (lo femenino) de la tierra –gleba–, y el andrógino nace de la
luna –lo lunático–.
Nacido de la Tierra... esto lo pongo en duda...cada uno tiene la libertad de pasar o no pasar
la frontera, incluida la difícil frontera de lo femenino...»
Nacido de la Tierra. Mito y política en Atenas, Nicole Loraux, 1995.
«¿Existe otro punto de partida normativo para la teoría feminista que no requiera la
reconstrucción o la puesta bajo la luz de un sujeto femenino que no puede representar, y
mucho menos emancipar, el conjunto de seres corpóreos que se encuentran en la posición
cultural de mujeres?»
Cuerpos abyectos y cuerpos explotados, Judith Butler, 1992
299
INMACULADA LOZANO CARO
1. INTRODUCCIÓN
La propuesta de este texto se orienta a la apertura de un debate pendiente en
los espacios de análisis de Género y la gestión multicultural del Desarrollo en esta
etapa de mundialización de las economías, en especial de aquellas líneas de in-
vestigación-acción que ahonda en las posibilidades de fortalecer el trabajo en red
de organizaciones pro equidad o feministas entre países centrales y periféricos
vinculados por el fenómeno migratorio.
Las contrageografías de la globalización1 o los circuitos transfronterizos entre
las que se desarrolla la vida de las mujeres migrantes en el espacio transnacional
nos permite organizar los contenidos en tres líneas de exposición:
1.– Los cruces e intersecciones de estas contrageografías que han tenido que
abordar distintas vertientes de las ciencias sociales que han estudiado la equidad
de género y las migraciones internacionales; las diversas teorías feministas han
alimentado el actual crisol de posturas que emana de la confluencia de los térmi-
nos género y culturalismo acompañados ambos de los más variopintos prefijos: in-
ter-, trans-, multi-, pluri-, y otros junto con diversas áreas del conocimiento so-
cioeconómico para explicar los complejos andamiajes de la feminización de la
pobreza y de las migraciones y sus impactos en el desarrollo humano de los luga-
res de origen y destino.
2.– La relevancia en los logros de equidad y la pertinencia de traer a la esfera
pública de opinión nuevos campos de acción y sujetos emergentes del análisis de
estrategias adaptativas de supervivencia de las mujeres migrantes, originadas en el
reacomodo de estructuras patriarcales del capitalismo global2.
3.– La propuesta de alimentar y fortalecer el espacio de acción social trans-
nacional que se está gestando en las redes de organizaciones proequidad3 o femi-
nistas involucradas en temáticas de desarrollo desde el enfoque de codesarrollo.
El mayor interés que puede reportar este trabajo, consiste en ofrecer un
campo de reflexión-acción en el que se pueda dar puntos de anclaje y entrecruza-
miento de perspectivas feministas y el enfoque de codesarrollo, de suerte que se
300
LA PERSPECTIVA TRANSNACIONAL DE CODESARROLLO EN ORGANIZACIONES FEMINISTAS Y…
verifiquen las ventajas y desventajas que tendrían para las mujeres, y, en especial
para la agenda global de equidad, adoptar estas perspectivas de trabajo.
Conocer algunos aspectos de incidencia en los logros y alcances de la Agenda
de Equidad entre Hombres y Mujeres no es sólo un aspecto particular de un sector
social del desarrollo humano sino que ofrece un carácter fundamental de análisis
de las teorías explicativas del fenómeno migratorio y las descripciones prácticas de
los reajustes globales de los Objetivos Mundiales de Desarrollo.
Los campos de acción involucrados en esta propuesta de análisis de la mi-
gración femenina y su correlación con los avances u obstáculos de la Agenda Glo-
bal de Equidad4 conlleva interrogarse directamente por las intersecciones y las
amalgamas entre teorías y prácticas, tanto feministas como transnacionales:
4 Para conocer más aspectos de la Agenda en Irene López: «Género en la agenda internacional del desa-
rrollo. Un enfoque de derechos humanos». Revista Académica de Relaciones Internacionales, Núm. 2 Junio
2005, UAM-AEDRI.
5 Los principales vectores que enmarcan los campos de acción y desarrollo de este enfoque se resumen
en: creación de comunidades transnacionales, el mantenimiento de redes sociales y la transferencia de capita-
les financieros y humanos, y la participación de una pluralidad de actores de sociedades de origen y destino.
Para ampliar la definición, las experiencias y los protagonismos en Jiménez Romero, C. , Martínez Martínez,
Julio L., Fernández García, M., Cortés Maisonave, A. El codesarrollo en España. Protagonistas, Discursos y Ex-
periencias. Madrid, Catarata, 2006.
6 Johnson-Odin, C. «Common Themes, Different Contexts: Third World Women and Feminism», en
Mohanty, C.T., Russo, A., y Torres, L., Third World Women and the Politics of Feminism, Bloomington and In-
dianapolis, Indiana University Press, 1991, p. 316.
7 El feminismo no ilustrado, el multiculturalismo y el pensamiento postcolonial comparten un conjunto
de conceptos claves centrados en la noción de diferencia, problematizando, con ello, el concepto de igualdad,
universalidad y de representación política.
301
INMACULADA LOZANO CARO
8 Por teorías feministas entendemos: «un conjunto de prácticas y teorías que se han articulado cohe-
rentemente, en distintos momentos históricos, con relación a las reivindicaciones de los derechos de las mu-
jeres» tal y como se menciona en De Miguel, A. «Feminismos», en Amorós, C. (coord.). Pp. 217-255.
No aporta relevancia en este apartado la línea política específica de cada feminismo, sino que se reduce
al mínimo común que es un sistema pluricausal de opresión a las mujeres por la combinación de patriarcado
y capitalismo global.
9 El concepto de transnacional y multiculturalismo alude a procesos y prácticas económicas, políticas
y socioculturales configurados por las lógicas de más de un estado-nación o de poblaciones de estos estados, y
que se caracterizan por el cruce constante de fronteras físicas y simbólicas. Abordamos aquí un uso preciso que
evite confusión con otros híbridos de lo global: internacional, multinacional, postnacional, multilateral, etc.
Con ello se abre en nuestro análisis un espectro capaz de albergar procesos locales interconectados con las
realidades trasnacionales emergentes y de describir cómo se está gestando la participación de sectores, tradi-
cionalmente apartados de los espacios públicos de incidencia y transformación social, en contexto de proce-
dencia y de destino.
10 Schutte, O. «Alteridad cultural: comunicación intercultural y teoría feminista en los contextos Norte-
Sur» Hiparquia, vol. X.1, 1999.
Spivack, Ch. A Critique to Postcolonial Reason, Londres, Harvard University Press, 1999.
302
LA PERSPECTIVA TRANSNACIONAL DE CODESARROLLO EN ORGANIZACIONES FEMINISTAS Y…
11 Guerra Palmero, M. J. «¿Servirá el multiculturalismo para revigorizar al patriarcado? Una apuesta por
el feminismo global». Leviatán, nº 80, 2000.
12 Aihwa Ong explica »el transnacionalismo sugiere además de nuevas relaciones entre estados y capital,
alude a los aspectos transversales, transaccionales, traducibles (translational) y transgresores provocados, faci-
litados y regulados por las lógicas cambiantes de estados y capitalismo». En Flexible Citizenship: The Cultural
Logics of Transnationality. Durham: Duke University Press, 1999
13 Sassen, S. La Ciudad Global, Princeton University Press, reeditada y revisada en 2001.
— Redes Globales-Ciudades Ligadas en la Routledge. 2003.
14 La Memoria institucional y de programas de la coalición asociativa GENERA & ENLACES en
www.generaenlaces.org, permite ver cómo se han hecho operativos todos estos elementos en la praxis organi-
zativa.
303
INMACULADA LOZANO CARO
Cuestión 2: ¿qué aportan las mujeres migrantes con sus estrategias adaptati-
vas de supervivencia en los contextos globales al debate sociopolítico de la ges-
tión intercultural de la convivencia y de la cohesión social?
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LA PERSPECTIVA TRANSNACIONAL DE CODESARROLLO EN ORGANIZACIONES FEMINISTAS Y…
305
INMACULADA LOZANO CARO
306
LA PERSPECTIVA TRANSNACIONAL DE CODESARROLLO EN ORGANIZACIONES FEMINISTAS Y…
24 Gregorio, C. Migración Femenina. Su impacto en las Relaciones de Género, Madrid: Narcea, 1998.
— «Contribuciones feministas a problemas epistemológicos de las disciplina antropológica: Represen-
tación y relaciones de poder», en ABR Revista de Antropologías Iberoamericana, Edición electrónica, Antropó-
logos Iberoamericanos en Red, vol. 1, no.1, enero-febrero del 2006, Madrid.
25 Cox, R. W.: «Social forces, states, and world orders: beyond international relations theory», Mille-
nium:
Journal of International Studies, vol. 10, nº 2 (summer), pp. 126-155.
307
INMACULADA LOZANO CARO
pública que las sociedades patriarcales han gestado– sea, de nuevo, infravalorada
o invisibilizada en el conteo de aportes comunitarios de desarrollo. De igual
modo, en el contexto transnacional encontramos que el trabajo de cuidado o de
servicios de proximidad se remunera para las mujeres migrantes, pero se espera
«dosis» de gratuidad por parte de la trabajadora en aras de ser considerada no una
empleada sino una más de la familia.
Añadido a lo anterior, se opera otra diferenciación, que comporta una va-
loración diferencial de los sujetos actores de la (re)producción social por parte
de agentes estatales y sociales. Unos sectores de población productiva, inclu-
yendo población migrante masculina, pasan a tomar mayor protagonismo pú-
blico en la agenda de desarrollo local visibilizándose sus problemáticas por
agentes sociales de diverso orden, mientras que las mujeres que desarrollan su
actividad en tareas de cuidado y reproducción de la vida humana, bien en la
comunidad de origen al cuidado de la familia o bien reagrupadas26, pasan a ser
consideradas «improductivas» y «dependientes» –sea de las remesas o del in-
greso que produce el trabajo en el mercado– por las mismas políticas públicas
migratorias. Este hecho ocasiona uno de los principales obstáculos de segrega-
ción en la participación o agencia de la migración femenina en las estrategias
de desarrollo. Esta designación institucional de «improductividad o depen-
dencia» comportan no sólo asignaciones de género y parentesco peculiares sino
que es el seno de yacimientos de empleo de mujeres en un mercado laboral fle-
xible y desregularizado.
En definitiva, el fenómeno migratorio y su feminización entra en la lógica de
que el protagonismo social se obtiene en nuestras sociedades industrializadas
desde el zoco y no desde el ágora, desplazando así no sólo a las mujeres como suje-
tos de transformación e interlocución social sino las inequidades de género del
centro de la Agenda de Desarrollo. La estima pública queda así mermada o soste-
nida por valores de mercado de difícil acceso para las mujeres, ocasionando fenó-
menos de desconexión individual y estructural27.
La desconexión tiene varios sentidos: uno es desconectarse de las sociedades
de origen y destino, y construir su propio espacio transnacional a través de cone-
xiones preferentes motivadas por los contextos móviles, es decir, no aislarse sino co-
nectarse de otra manera y a voluntad, en circuitos alternativos de relación y de re-
solución de problemas. Las mujeres migrantes conocen bien que las redes
migratorias o los eslabones de las cadenas de compatriotas no son un enclave de
ayuda cuando se trata de dirimir un asunto de desigualdad de género: violencia,
extorsión, control de la sexualidad, custodias de hijo-as, etc. Las alianzas con po-
26 Me refiero a la categorización que establecen las políticas de extranjería, integración y convivencia. Es-
tas políticas dan lugar en la vivencia cotidiana a grandes paradojas y cambios de rol de género en las concep-
ciones de parentesco, de relación interpersonal, etc.
27 Naila Kabeer (1997): «La estructura de la pobreza va más allá del mercado (adquisición de bienes y
servicios); existen forman intangibles de pobreza, como el aislamiento social, la vulnerabilidad, la inseguridad
y las relaciones de dependencia y subordinación en la satisfacción de las necesidades básicas, las cuales pueden
ser vistas como mecanismos a través de los cuales la pobreza se reproduce».
308
LA PERSPECTIVA TRANSNACIONAL DE CODESARROLLO EN ORGANIZACIONES FEMINISTAS Y…
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INMACULADA LOZANO CARO
líticas de integración social de la población inmigrante en el Estado español. Políticas públicas de extranjería e
integración-convivencia insisten en la invisibilización pública del trabajo productivo de las mujeres junto con
una exaltación de sus aportes reproductivos a las fuerza de trabajo nacional, la perpetuación de criterios de pa-
sividad y carga al sistema de bienestar de los y las jóvenes en la experiencia de la reagrupación, etc.
33 Marcela Lagarde expone igualmente que «el sujeto no ha muero: se ha revolucionado. Desenmasca-
rado por el pensamiento crítico muestras sus múltiples vestimentas culturales de mundo, de clase, de esta-
mento, de género, existencial y política de múltiples sujetos, el ser, el sujeto, ... ese conjunto de categorías in-
terdependientes es reconstruido» en Lagarde, M. «Antropología, género y feminismo», en Griselda Gutiérrez
Castañeda (coord.), Feminismo en México. Revisión-Histórica crítica del siglo que termina, México, U. Na-
cional Autónoma de México, Programa Universitario de Estudios de Género, 2002.
34 Butler, Judith, Undoing Gender, Routledge, New York-London, 2004.
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LA PERSPECTIVA TRANSNACIONAL DE CODESARROLLO EN ORGANIZACIONES FEMINISTAS Y…
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INMACULADA LOZANO CARO
312
LA PERSPECTIVA TRANSNACIONAL DE CODESARROLLO EN ORGANIZACIONES FEMINISTAS Y…
41 Para ampliar este debate: Butler, J. Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción, Madrid,
Editorial Cátedra-Universitat de València-Instituto de la Mujer, Colección Feminismos, 2001.
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INMACULADA LOZANO CARO
314
LA PERSPECTIVA TRANSNACIONAL DE CODESARROLLO EN ORGANIZACIONES FEMINISTAS Y…
47 «los procesos y las relaciones de familia entre las personas definidas como parientes constituye el fun-
damento inicial para el resto de relaciones sociales transnacionales» en Basch, Linda; Glick Schiller, Nina y
Santón Blanc, Cristina: Nations unbound. Transnational projects, postcolonial predicaments and deterritorialized
nation-state. Langhorne, PA, Gordon and Brach Science Publishers . 1994.
48 «La vida de la familia transnacional a través del Atlántico: La Experiencia de la Población colombiana
y dominicana migrante en Europa». Observatorio de Las Migraciones y de la convivencia intercultural de la ciu-
dad de Madrid. Nº 9. 2000.
49 «Como afirma una integrante de Babaylan, un grupo de trabajadoras domésticas migrantes en Europa:
No consideramos la migración ni como una degradación ni como una mejora... de la situación de la mu-
jer, sino como una reestructuración de las relaciones de género. Esta reestructuración no tiene por qué expre-
sarse a través de una vida profesional. Puede darse a través de la aserción de autonomía en la vida social, a tra-
vés de las relaciones con la familia de origen, o a través de la participación en redes y en asociaciones formales.
La diferencia entre las ganancias en el país de origen y en el país de inmigración puede por sí misma crear esa
autonomía, aún si el trabajo en el país receptor es de doméstica interna o prostituta» en Laura Agustín, «Atre-
verse a cruzar fronteras: migrantes como protagonistas» en Prostitución: miradas feministas. Viento Sur número
87, julio 2006.
315
INMACULADA LOZANO CARO
316
LA PERSPECTIVA TRANSNACIONAL DE CODESARROLLO EN ORGANIZACIONES FEMINISTAS Y…
52 Glick Schiller, N., L. Basch., & C. Szanton Blanc. From Immigrant to Transmigrant: Theorizing
Transnational Migration. In Ludger Pries (edit.) Migration and Transnational Social Spaces, England: Ashgate,
1999.
53 El concepto sólo tiene sentido si la ciudad en cuestión forma parte de una red global de lugares estra-
tégicos en el mundo. No existe la ciudad global aislada. Para ampliar: Sassen, Saskia. La Ciudad Global, en 1991
(Princeton University Press), reeditada y revisada en 2001, más recientemente editó una colección de artícu-
los científicos sobre el tema en la Routledge: Redes Globales-Ciudades Ligadas.
54 Se referencia aquí metodologías de investigación acción participativa desde las TIC´s como: las vídeo
consultas ciudadanas, producciones de radio comunitaria de mujeres con soportes de web para ampliar al-
cances, etc. Para conocer algunas experiencias y buenas prácticas en las que he participado activamente les su-
giero consultar las memorias de trabajo de la coalición asociativa Genera & Enlaces en www.generaenlaces.org
. El nodo embrionario de la coalición está formado por dos entidades: GENERA Red de Mujeres Feministas por
la Equidad de Género en el Desarrollo y ENLACES: Laboratorio de Prácticas Interculturales y de Desarrollo, que,
a su vez, tienen redes de trabajo comunitario con otras entidades sociales que articulan proyectos feministas y
de gestión migratoria del desarrollo en diferentes países. La fórmula es operativa y eficaz para realizar acciones
en red transnacional con diversos agentes involucrados de las localidadades vinculadas por procesos migrato-
rios, y es un efectivo instrumento organizativo que ha logrado mejores rendimientos en la cohesión comuni-
taria a través de la cesión y trasvase de capitales humanos.
317
INMACULADA LOZANO CARO
BIBLIOGRAFÍA
BARRET M. & PHILIPS A. (comp.) Desestabilizar la teoría, Barcelona, Pai-
dós, 2002.
BASCH, L.; GLICK SCHILLER, N. y SANTÓN BLANC, C.: Nations un-
bound. Transnational projects, postcolonial predicaments and deterritorialized na-
tion-state. Langhorne, PA, Gordon and Brach Science Publishers . 1994.
BUTLER, J. El grito de Antígona. Esplugues de Llobregat (Barcelona): El
Roure, 2001.
BUTLER, Judith, Undoing Gender, Routledge, New York-London, 2004.
— Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción, Madrid, Editorial
Cátedra-Universitat de València-Instituto de la Mujer, Colección Feminismos,
2001.
FEMENINAS, M. L. El género del multiculturalismo. Buenos Aires, Univer-
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GREGORIO, C. Migración Femenina. Su impacto en las Relaciones de Gé-
nero, Madrid: Narcea, 1998.
— «Contribuciones feministas a problemas epistemológicos de las disciplina
antropológica: Representación y relaciones de poder», en ABR Revista de Antro-
pologías Iberoamericana, Edición electrónica, Antropólogos Iberoamericanos en
Red, vol. 1, no.1, enero-febrero del 2006, Madrid.
55 Para conocer experiencias de radio digital en esta perspectiva transnacional: www.rednosotrasenel-
mundo.org . (Proyecto Puentes de Comunicación-Boletina).
De igual modo, me permito enumerar a continuación experiencias en proceso en las que he participado,
advirtiendo que no pretendo ser exhaustiva en la relación sino sugerir algunas buenas prácticas que ilustran la
propuesta metodológica de gestión transnacional de la Agenda Feminista: Escalera Karakola-Precarias a la de-
riva, Colectivo Lilas, Las Penélopes, Radio Paka, etc.
56 Cf. Nota núm. 54.
318
LA PERSPECTIVA TRANSNACIONAL DE CODESARROLLO EN ORGANIZACIONES FEMINISTAS Y…
319
EL PARADIGMA DE REMESAS PARA EL
DESARROLLO: EVIDENCIAS EMPÍRICAS
Y CUESTIONAMIENTOS TEÓRICOS
DESDE UNA PERSPECTIVA DE GÉNERO
Mar García Domínguez y
Amaia Pérez Orozco
Técnicas investigadoras del Instituto
Internacional de Investigaciones y
Capacitación de las Naciones Unidas para
la promoción de la mujer (UN-INSTRAW)
1. INTRODUCCIÓN
En el año 2004 el Instituto Internacional de Investigaciones y Capacitación de
las Naciones Unidas para la Promoción de la Mujer (UN-INSTRAW) abrió una
línea de investigación sobre género, migración y desarrollo. El objetivo principal de
esta línea era lograr una mejor comprensión de cómo los factores de género (femi-
nización de las migraciones, desigualdades de género en el acceso a los recursos
productivos, división sexual del trabajo, roles de género, etc.) afectan y determinan
los vínculos entre migración y desarrollo, tomando las remesas como un eslabón
clave de ese vínculo. Como fin último, pretendíamos incrementar, mediante la in-
corporación de este análisis centrado en los aspectos de género, la efectividad y sos-
tenibilidad de las iniciativas que actualmente tratan de potenciar el papel de las re-
mesas para el desarrollo y lograr que dichas iniciativas tengan la capacidad de
generar modelos de desarrollo dentro de los cuales la igualdad de género sea un ob-
jetivo central. El trabajo de esta línea está inspirado en una estrategia política dual
que trata de transversalizar los resultados obtenidos a través de la investigación al
trabajo realizado por el conjunto de instituciones que abordan las temáticas de
migración y desarrollo, especialmente dentro del conjunto de agencias del sistema
de Naciones Unidas. El trabajo en alianza con el Programa de Naciones Unidas
para el Desarrollo (PNUD), el Fondo de Población de las Naciones Unidas
(FNUAP) y el Fondo Internacional para el Desarrollo Agrario (FIDA) ha sido de-
cisivo para la consolidación de la línea de investigación y la transversalización del
321
MAR GARCÍA DOMÍNGUEZ, AMAIA PÉREZ OROZCO
género en las actuaciones que estas agencias operan, en la medida en que de forma
progresiva las investigaciones llevadas a cabo por el UN-INSTRAW están comen-
zando a ser un componente previo de las intervenciones que posteriormente dichas
agencias ejecutan en el campo de migración y desarrollo.
El trabajo del UN-INSTRAW se realiza desde una doble vertiente cuyos dos
elementos se retroalimentan de forma constante: la generación de marcos concep-
tuales desde los que abordar la investigación sobre el nexo entre migración y desa-
rrollo con un enfoque de género, y la realización de estudios de caso concretos cu-
yos resultados han ido alimentado el marco inicial con el que comenzamos nuestra
andadura, y que nos han llevado a cuestionar algunos de los supuestos más comu-
nes desde los que habitualmente se diseñan y aplican las intervenciones destinadas
a incrementar los impactos positivos de la migración en el desarrollo de los lugares
de origen de la misma. El trabajo que presentamos en estas páginas es una combi-
nación de los principales hallazgos obtenidos en una serie de estudios de caso junto
con una serie de reflexiones críticas sobre el paradigma dentro del cual hemos de-
sarrollado hasta el momento nuestra investigación. Finalmente, proponemos de
forma resumida una serie de ejes sobre los que reorientar la discusión.
322
EL PARADIGMA DE REMESAS PARA EL DESARROLLO: EVIDENCIAS EMPÍRICAS Y CUESTIONAMIENTOS…
la columna vertebral del desarrollo local en este modelo. Siendo los y las migran-
tes emprendedores y sus familias los sujetos protagonistas del proceso de desarro-
llo local posibilitado por los flujos de remesas, ¿cuáles son los mecanismos que de
hecho ponen en marcha ese círculo virtuoso migración-desarrollo? En primer lu-
gar, la promoción del espíritu emprendedor de remitentes y receptores de reme-
sas de forma que se garantice la creación de medios de vida sostenibles, evitando
la dependencia de las remesas y que el dinero recibido se pierda en mero con-
sumo. Es decir, la inversión de las remesas en negocios que dinamicen la econo-
mía local y se constituyan en fuente de ingresos sostenidos. El supuesto implícito
de esta visión es la consideración de las remesas en términos de capital, más que
de mero salario.
Esta capacidad de emprendimiento es sumamente limitada en la medida en
que las remesas se envíen por canales informales, ya que, en ese caso, no se cons-
tituyen en aval para poder solicitar préstamos u otros servicios financieros por
parte de las personas receptoras, y no incrementan la disponibilidad de recursos
financieros para el conjunto de la comunidad. Es decir, no se avanza en la cons-
titución de esa «democracia financiera». Por tanto, un segundo elemento funda-
mental es canalizar el mayor volumen posible de remesas a través de medios for-
males. Para lograr esto, es preciso hacer más atractivos los servicios financieros de
envío. Así, un ámbito clave de intervención es aumentar la competencia entre las
entidades financieras (especialmente entre los bancos, a quienes se considera que
hay que además animar a entrar a un mercado al que hasta hace poco había mos-
trado poca atención), lo cual permite reducir los costes de envío y, más aún, am-
pliar y diversificar la cartera de servicios financieros accesible. Incrementar esta
competencia de forma que se obtenga un mercado financiero más eficiente y ac-
cesible a la población migrante y sus familias, así como aumentar la información
y capacidad de elección de ésta sobre los diversos servicios, se instituyen en facto-
res cruciales en la promoción del desarrollo.
Estos son, a grosso modo, los supuestos que constituyen el marco común
dentro del cual trabajan la mayor parte de los organismos internacionales y las
agencias del sistema de Naciones Unidas y bajo los que el UN-INSTRAW co-
menzó a investigar, respondiendo a la demanda y a la necesidad de asegurar la
transversalización del enfoque de género en el conjunto del trabajo que el sistema
realiza. La necesidad de incorporar un enfoque de género al análisis del potencial
de las remesas para el desarrollo resultaba patente desde la consideración, a día de
hoy innegable, de que el género es una variable estructural de primer orden que
afectaba a todos los procesos sociales. Las remesas representan, por su materiali-
dad, el resultado económico más tangible de un fenómeno mucho más amplio y
que entraña un importante grado de complejidad, que es el proceso migratorio.
En este proceso entran en juego multitud de variables (macro, meso y micro) re-
lacionadas tanto con el país de origen como de destino de la migración, cada una
de las cuales está estructurada a su vez por la matriz de género: las dinámicas de
poder en los hogares determinan las decisiones de migrar; los mercados laborales
segregados por sexo suponen oportunidades de empleo diferentes y desiguales; la
323
MAR GARCÍA DOMÍNGUEZ, AMAIA PÉREZ OROZCO
división sexual del trabajo implica una compleja red de derechos y deberes so-
cialmente prescritos en el uso del tiempo de hombre y mujeres; los roles y estere-
otipos de género fijan las formas culturalmente aceptadas de movilidad y precisan
los términos en que esta migración puede ser emprendida por hombres o muje-
res; las barreras de acceso al crédito que las mujeres enfrentan determinan sus po-
sibilidades de emprendimiento productivo, etc. Las migraciones son hechos so-
ciales complejos que no pueden comprenderse cabalmente sino aceptando la
naturaleza radicalmente social de la persona migrante, sujeto social que está de-
trás del envío de las remesas.
En nuestras investigaciones empíricas una de las principales dificultades con
las que nos topamos en el inicio fue que apenas había datos desagregados por sexo
sobre quiénes enviaban remesas, quiénes las recibían, quiénes decidían sobre su
uso, si había diferencias importantes a la hora de invertirlas y, sobre todo, si los
impactos en términos de desarrollo que tenía la migración en las comunidades de
origen eran beneficiosos o no para la igualdad de género. Desde que el UN-INS-
TRAW abrió la línea de investigación en género, migración y desarrollo se han lle-
vado a cabo varios estudios de caso de diferentes flujos migratorios1. Los esfuer-
zos se han enfocado en cuestiones diferentes según las necesidades de cada
contexto específico. Así, en el caso de la migración intrarregional y hacia Sudáfrica
desde varios países de África del Sur las necesidades más urgentes eran la recopi-
lación de información hasta el momento muy dispersa y la identificación de la-
gunas de información producto de una mirada muy sesgada hacia la comprensión
de la migración masculina. En el caso de la migración colombiana a España se dis-
ponía de datos cuantitativos sobre remesas y uso de las mismas, levantados en un
importante esfuerzo colectivo por una Alianza País constituida por diversas insti-
tuciones colombianas, pero apenas se habían explotado esos datos desde un en-
foque de género. En otros estudios de caso el esfuerzo se ha dirigido al análisis de
flujos muy feminizados (como el dominicano a España o el filipino a Italia) con
la intención no sólo de visibilizar los procesos de nueva y sexualizada división in-
ternacional del trabajo y el papel de las mujeres como nuevas garantes de la su-
pervivencia de comunidades enteras, sino también de esclarecer el modo diferen-
cial en el que discurren los procesos de desarrollo ligados a la migración cuando
la tendencia habitual de migración de hombres como proveedores principales se
invierte. Por último, otra serie de estudios aún en ejecución están más dirigidos a
establecer qué elementos de género deben ser tenidos en cuenta a la hora de for-
mular políticas públicas tendentes a potenciar los efectos de las remesas sobre la
creación de medios de vida sostenibles de un modo que beneficie tanto a hombres
como a mujeres.
1 Los estudios ya finalizados y aquellos que están en curso pueden consultarse en www.un-instraw.org.
Están completados el análisis de los flujos entre República Dominicana y España, Colombia-España, Filipi-
nas-Italia y entre seis países de África del Sur y Sudáfrica. En curso, y de carácter más aplicado (es decir, pro-
yectos donde la investigación es un componente previo para el desarrollo posterior de proyectos de interven-
ción concretos, destinados a mejorar el impacto de las remesas en la creación de medios de vida sostenibles) se
encuentran en ejecución dos proyectos: uno simultáneo en seis países (Albania, Marruecos, Filipinas, Repú-
blica Dominicana, Senegal y Lesotho) y otro simultáneo en dos países (República Dominicana y Ecuador).
324
EL PARADIGMA DE REMESAS PARA EL DESARROLLO: EVIDENCIAS EMPÍRICAS Y CUESTIONAMIENTOS…
325
MAR GARCÍA DOMÍNGUEZ, AMAIA PÉREZ OROZCO
y mujeres suelen ser muy similares, las mujeres envían una proporción mayor de
su salario que implica en todos los casos analizados un esfuerzo mayor, dada la dis-
criminación salarial que sufren en el país de destino4. Esta estrategia remesadora
se sustenta en un férreo control de los gastos (mientras que los hombres reservan
mayores cantidades de dinero para gastos personales) y a menudo supone la per-
severancia en el empleo dentro del servicio doméstico en la modalidad de interna
como forma de ahorrar la mayor cantidad posible del salario, todo ello en detri-
mento de proyectos más personales como avances en su carrera profesional, in-
versiones en formación que les permitirían el acceso a otros sectores diferentes al
servicio doméstico, o la consolidación de relaciones que favorezcan una mejor in-
tegración en la sociedad de destino. Esta estrategia supone altos costos en térmi-
nos de bienestar personal para las mujeres migrantes, en mucha mayor medida
que para sus homólogos varones, y responde a los roles diferenciales en el seno de
los hogares, que otorgan a las mujeres el papel de responsables finales del bienes-
tar de los mismos.
Las mujeres muestran también una ligera frecuencia superior en el envío pero,
sobre todo, una mayor disponibilidad a la hora de responder ante situaciones ines-
peradas en el hogar de origen y una tendencia a favorecer a más miembros del ho-
gar extenso, siendo a menudo responsables del sostenimiento con diferente inten-
sidad de numerosos familiares de distinto grado. La gran cantidad de personas por
cuyo bienestar acaban respondiendo implica en muchos casos, como el domini-
cano, la prolongación de su estadía en destino mucho más tiempo del que inicial-
mente tenían previsto y la postergación, cuando no renuncia, a objetivos que esta-
ban en la base de su proyecto migratorio5. En el caso de la migración filipina a
Italia, la presión que las mujeres llegan a autoimponerse para cubrir las necesida-
des de la familia extensa les conduce a pedir créditos cuyas altas tasas de interés po-
nen en riesgo su propia supervivencia en destino. Finalmente, las mujeres muestran
un mayor sostenimiento de los envíos a lo largo del tiempo. Mientras que los mi-
grantes varones se desentienden con mayor facilidad de su hogar en origen al esta-
blecer nuevas relaciones de pareja en destino (dejando en muchos casos en una si-
tuación de gran vulnerabilidad a las mujeres que quedaron en origen teniendo el
trabajo reproductivo como principal ocupación, que pasan a ser mujeres solas con
cargas familiares), aquellas mujeres que también optan por romper su vínculo de
pareja en origen continúan, sin embargo, enviando remesas para el sostenimiento
de sus hijos e hijas hasta que logran reunificarlos con ellas en el país de destino.
Por otro lado, en todos los casos analizados las mujeres son también las re-
ceptoras y administradoras privilegiadas de las remesas, con independencia de
4 Pueden encontrase datos estadísticos desagregados por sexo sobre el porcentaje del salario que supone
la remesa para el caso específico de la migración colombiana a España. Ver estudio de caso en la página web
del UN-INSTRAW.
5 Este testimonio de una mujer dominicana resulta sumamente ilustrativo de una realidad que emerge
de forma continua en las entrevistas a mujeres migrantes: «para el tiempo que yo llevo aquí yo debería tener
dinero. Si hubiera tenido una familia más corta y si hubiesen necesitado menos podría decir «tengo un coche,
tengo un chalet, tengo dinero en el banco», pero con tanta familia…».
326
EL PARADIGMA DE REMESAS PARA EL DESARROLLO: EVIDENCIAS EMPÍRICAS Y CUESTIONAMIENTOS…
que el remitente sea hombre o sea mujer –es decir, los migrantes suelen remitir a
sus esposas y las migrantes a la mujer de su familia que queda a cargo de sus hijos
(si bien las mujeres también pueden remitir a sus esposos, sobre todo cuando és-
tos quedan a cargo del hogar y de los hijos e hijas). Esto significa que las mujeres
son actores claves en el paradigma de las remesas para el desarrollo, por lo que,
para ser exitosos, los programas de desarrollo local requieren de una comprensión
clara de las características diferenciales de género en el uso de las remesas, el aho-
rro y las inversiones.
327
MAR GARCÍA DOMÍNGUEZ, AMAIA PÉREZ OROZCO
cesidades personales, como pueden ser gastos en ocio. Este tipo de actuaciones
han llevado a muchas mujeres a optar por el envío a sus madres o hermanas,
como forma de asegurar que las remesas son invertidas en su totalidad en el bie-
nestar del conjunto del hogar.
A pesar de que el paradigma de remesas para el desarrollo gira fundamen-
talmente en torno a la cuestión de la puesta en marcha de pequeños negocios por
parte de los hogares receptores y migrantes retornados, tal y como hemos expli-
cado anteriormente son pocos los hogares que destinan las remesas a este fin. Sin
embargo, cuando lo hacen, los estudios de caso del UN-INSTRAW muestran que
los emprendimientos que las mujeres realizan con remesas, además de compartir
todos los obstáculos que afectan a los de los hombres, presentan características di-
ferentes y enfrentan desventajas adicionales, como son: 1) el hecho de que las
mujeres por lo general tienen niveles educativos más bajos implica menores habi-
lidades empresariales y barreras adicionales para acceder a los créditos; 2) como las
mujeres tienden a gastar una mayor proporción de las remesas en el consumo del
hogar (especialmente en salud y en educación), y tienen menor acceso al crédito,
sus inversiones son generalmente muy pequeñas; 3) dadas las pequeñas sumas
disponibles para inversión, los negocios emprendidos por mujeres suelen de-
pender en mayor medida del trabajo familiar no remunerado, tienen muy poca
capacidad de generar empleo y generalmente operan con una estrategia de super-
vivencia familiar más que de dinámica mercantil; 4) en consonancia con las nor-
mas de género, las mujeres tienden a invertir en negocios que se consideran «apro-
piados» para ellas, como los salones de belleza y las pequeñas tiendas de comida,
ropa y accesorios, negocios de los que generalmente hay ya una saturación en el
mercado; y 5) en consecuencia, los emprendimientos de las mujeres se caracteri-
zan por su baja rentabilidad y sus dificultades de sostenibilidad a medio plazo (es
decir, muchos negocios fracasan al poco tiempo).
Por otro lado, la evidencia empírica nos ha demostrado que los emprendi-
mientos productivos que los hogares realizan con remesas no pueden superar los
fuertes condicionantes estructurales (problemas crónicos como falta de irrigación
para la agricultura, de caminos, de energía eléctrica, etc.) que padecen los lugares
de origen de la migración, de manera que el impacto de dichos emprendimientos
en términos de desarrollo local tiende a ser muy pequeño, cuando no nulo. Estos
condicionamientos estructurales están también en la base del desplazamiento de
las inversiones de los hogares hacia otros lugares con menores problemas6 o, más
generalmente, la preferencia de los hogares por realizar inversiones que conside-
ran más rentables, como la compra o construcción de vivienda con fines de al-
quiler, cuyos efectos sobre el desarrollo resultan muy ambivalentes. Como ele-
6 El desplazamiento de la inversión hacia otras regiones más dinámicas se da también en el caso de las
instituciones bancarias quienes, siguiendo los criterios de rentabilidad que las caracterizan, prefieren canalizar
los fondos que captan como consecuencia de la bancarización de las remesas hacia regiones cuyo dinamismo
y nivel de desarrollo implica menores riesgos. Por ello, la bancarización no conduce necesariamente a un au-
mento de los créditos disponibles a nivel local, como es el presupuesto del paradigma de remesas para el desa-
rrollo.
328
EL PARADIGMA DE REMESAS PARA EL DESARROLLO: EVIDENCIAS EMPÍRICAS Y CUESTIONAMIENTOS…
mento adicional se suma la ausencia casi total de pautas para la inversión que estén
enmarcadas dentro de planes de desarrollo local dirigidos institucionalmente, que
hace que los negocios se emprendan siguiendo una lógica espontánea cuyas posibi-
lidades de contribuir a una mejora colectiva de los medios de vida son escasas.
Una última cuestión que compromete los supuestos del paradigma domi-
nante es la constatación del incremento y agudización de las desigualdades socia-
les en las comunidades de origen como resultado de la recepción de remesas. Por
un lado, se constata la tendencia a que sean los hogares con más recursos quienes
reciban un mayor porcentaje de las remesas7. Por otro, las remesas abren una bre-
cha entre hogares receptores y no receptores que sitúa a estos últimos en situacio-
nes de gran estrés y desventaja. Baste como ejemplo el caso de la migración fili-
pina a Italia, donde las remesas han permitido a hogares de determinadas áreas
invertir en la tecnificación de sus cultivos, haciendo que los hogares no receptores,
y que continúan por ello cultivando con métodos tradicionales, encuentren gran-
des dificultades para lograr que su producción sea competitiva. El incremento de
desigualdades entre hogares receptores y no receptores empeora a su vez las con-
diciones de las mujeres de los hogares no receptores, que ven intensificada su
carga de trabajo al tener que contribuir a la diversificación de fuentes de ingresos
del hogar en un contexto cada vez más desfavorable para quienes no poseen la ca-
pacidad de recurrir a la migración.
7 En el caso de la migración a España desde el Área Metropolita Centro Occidente el quintil más rico
recibe el 48% de las remesas, mientras que el quintil más pobre recibe únicamente el 4%. En otros contextos
latinoamericanos aunque la mayor proporción de hogares recetores pertenezca al quintil con menos ingresos,
el quintil con mayores ingresos tiende a recibir un mayor monto per cápita de dinero. En algunos casos, como
México y Ecuador, el monto promedio recibido por el quintil más rico puede duplicar el monto recibido por
los quintiles más pobres.
329
MAR GARCÍA DOMÍNGUEZ, AMAIA PÉREZ OROZCO
8 Una versión más extensa y completa del cuestionamiento del UN-INSTRAW al paradigma «remesas
para el desarrollo», así como una propuesta más detallada del modo en que se propone reorientar la discusión,
está en proceso y será próximamente publicada.
330
EL PARADIGMA DE REMESAS PARA EL DESARROLLO: EVIDENCIAS EMPÍRICAS Y CUESTIONAMIENTOS…
9 Este punto se conecta con la discusión sobre las cadenas globales de cuidado, analizadas en extenso en
el Documento de trabajo «cadenas globales de cuidado». Ver http://www.un-instraw.org/es/publicaciones/gen-
der-remittances-and-development/documento-de-trabajo-2-cadenas-globales-de-cuidado/download.html
331
MAR GARCÍA DOMÍNGUEZ, AMAIA PÉREZ OROZCO
nimiento del proceso económico, etc.). Por ejemplo, se ha señalado que el fo-
mento de la creación de microempresas por parte de las mujeres incrementa su
carga global de trabajo (remunerado y no remunerado) hasta niveles insoporta-
bles. Más aún, desde hace largo tiempo se viene señalando que la privatización de
los sistemas de seguridad social se fundamenta en que son las mujeres quienes, a
través de su trabajo no remunerado, asumen los costos invisibles resultantes de di-
cha privatización.
4.3. La falta de una perspectiva transnacional: por un lado, esto significa que
el vínculo entre migración y desarrollo se evalúa sólo en términos del impacto de
la migración en los países de origen, y que las relaciones dinámicas entre el pro-
ceso de desarrollo de estos países y los de destino no se analizan simultáneamente.
En consecuencia, las políticas migratorias de los países de destino y aquellas en-
caminadas a fortalecer el potencial desarrollo de las remesas en los de origen se de-
terminan de acuerdo a criterios totalmente diferentes. Las preocupaciones en ma-
teria de seguridad y de funcionamiento del mercado laboral determinan las
primeras, mientras que las segundas responden, supuestamente, a necesidades del
desarrollo10. Esto refleja la idea de que la actual organización socioeconómica de
los países de destino es, de hecho, el modelo de desarrollo. Así, cuando se habla
acerca de migración y desarrollo, sólo es preciso evaluar los impactos en los paí-
ses de origen y no el impacto global, ni la sostenibilidad de los modelos de «desa-
rrollo» (que de hecho están causalmente implicados en los flujos migratorios).
Por otro lado, tampoco es un tema de preocupación desde el punto de vista del
desarrollo la situación de los migrantes a lo largo de todo el proceso migratorio –in-
cluyendo sus condiciones de vida y trabajo en las comunidades de destino, junto
con los asuntos relacionados con sus derechos humanos a lo largo del trayecto–. Sin
embargo, las situaciones que enfrentan los migrantes encarnan procesos transna-
cionales de desarrollo que van más allá del impacto de su movimiento hacia un te-
rritorio dado. La falta de atención a los derechos de las y los migrantes supone un
serio riesgo de instrumentalización, esto es, de reconocer su capacidad de agencia
sólo en términos de «peones del desarrollo global» y no como beneficiarios del
mismo. Migran para sostener sus familias transnacionales; los sistemas socioeconó-
micos de los países más ricos dependen fuertemente de su trabajo y sus contribu-
ciones; y, adicionalmente, se les responsabiliza del desarrollo de sus comunidades de
origen. El riesgo de instrumentalización es aún mayor en el caso de las mujeres, en
la medida en que se elogia constantemente su altruismo en pos del bienestar de sus
familias transnacionales –aún en detrimento de su propio bienestar–11.
4.4. ¿Desarrollo local? El actual énfasis en el desarrollo local supone una re-
ducción espacial de la discusión. Este énfasis representa un acercamiento com-
332
EL PARADIGMA DE REMESAS PARA EL DESARROLLO: EVIDENCIAS EMPÍRICAS Y CUESTIONAMIENTOS…
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MAR GARCÍA DOMÍNGUEZ, AMAIA PÉREZ OROZCO
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EL PARADIGMA DE REMESAS PARA EL DESARROLLO: EVIDENCIAS EMPÍRICAS Y CUESTIONAMIENTOS…
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MAR GARCÍA DOMÍNGUEZ, AMAIA PÉREZ OROZCO
6. REFLEXIONES FINALES
El fin último de la investigación que lleva a cabo el UN– INSTRAW en el
área de migración, género y desarrollo es contribuir a la formulación de políticas
públicas dirigidas a promover el establecimiento de vínculos positivos entre mi-
gración y desarrollo. Obviar el modo en que las relaciones de género determinan
los procesos migratorios y los efectos que estos tienen sobre la dirección de los
procesos de desarrollo sólo puede conducir a un refuerzo de desigualdades pre-
viamente existentes y a olvidar, una vez más, que la igualdad de género no es sólo
un medio para el desarrollo, sino un fin del mismo. Las evidencias empíricas
acumuladas muestran los límites de un paradigma que al tomar como sujeto
protagonista a un sujeto descontextualizado se vuelve incapaz de dar cuenta tanto
336
EL PARADIGMA DE REMESAS PARA EL DESARROLLO: EVIDENCIAS EMPÍRICAS Y CUESTIONAMIENTOS…
del comportamiento de los sujetos reales, como de las consecuencias de sus ac-
ciones. Estos déficits de comprensión sólo pueden derivar en políticas ineficaces
o políticas que generen efectos no deseados desde una perspectiva centrada en el
desarrollo humano. Es por ello necesario continuar avanzando en la construcción
de un modelo analítico que nos permita comprender mejor la naturaleza de los
elementos que, de forma efectiva, vinculan migración y desarrollo.
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nity Development) Countries
337
GÉNERO Y COOPERACIÓN
UNIVERSITARIA AL DESARROLLO
CONSIDERACIONES EN TORNO
A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA
AL DESARROLLO DESDE UNA
PERSPECTIVA DE GÉNERO1
Estefanía Molina Bayón
Técnica investigadora en Cooperación
Universitaria al Desarrollo de la
Oficina de Acción Solidaria y
Cooperación de la UAM. Área de
Investigación, Análisis y Estudios.
Investigadora en Género y Desarrollo
«El privilegio de tener una educación superior, especialmente fuera de África, expandió mi
horizonte original y me dió coraje para enfocarme en el ambiente, las mujeres y el desarrollo para
mejorar la calidad de vida de las personas, en particular en mi país y en general en África».
341
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN
mientos de enseñanza que estén acreditados por las autoridades competentes del Estado
como centros de enseñanza superior». Y de la universidad, se podría decir que se
concreta primeramente en «una institución de enseñanza superior que otorga un re-
conocimiento por grados académicos y que según las épocas y países puede comprender
colegios, institutos, departamentos, centros de investigación, escuelas profesionales, etc».
Por tanto, la educación superior no se traduce de manera unívoca en universidad.
Si bien es preciso anotar, que ésta ocupa un lugar privilegiado presentándose así
en la cúspide del sistema educativo –sin infravalorar otras instituciones educati-
vas– conformada por actividades académicas, investigadoras, de formación y ex-
tensión universitaria. A lo largo del tiempo, la universidad ha sufrido innumera-
bles y vertiginosos cambios, que le han obligado a encaminarse al desempeño de
múltiples y variadas funciones, entre las que nos interesa destacar algunas, tales
como el fomento del desarrollo, la cooperación internacional y la solidaridad.
En el preámbulo de la Declaración Mundial sobre la Educación Superior en el
S. XXI: Visión y Acción, se justifica la existencia y fomento de estas instituciones,
ya que si no se cuenta con ellas, se debilitará la formación de personas con sentido
crítico y constructivo, y por tanto ningún país, máxime los países empobrecidos
podrán garantizar un auténtico desarrollo endógeno y sostenible. Sobre este par-
ticular, el intercambio de conocimientos, la cooperación internacional y las nue-
vas tecnologías entre otras, pueden brindar nuevas y valiosas oportunidades a la
hora de reducir disparidades. Si la educación superior y en este caso, la universi-
dad, como máxima representante del sistema educativo, quiere dotarse de sentido,
deberá existir y desarrollarse de la mano de la sociedad con la que convive. Y no
sólo eso, sino que, además, deberá ir más allá: habrá de repensar, tomar concien-
cia crítica y realizar un autoanálisis sobre todo aquello que le rodea con el obje-
tivo de planificar y prever qué puede hacer por y para la sociedad y siempre con
la sociedad.
La Conferencia citada, también considera que la universidad debe ser un
agente que promueva los derechos humanos, la democracia, el desarrollo sosteni-
ble y la paz. Así, al menos se concibe en los tres ejes siguientes:
1. […] la solución de los problemas que se plantean al respecto, en los albores del
siglo XXI estará determinada por la amplitud de miras de la sociedad del futuro y por
la función que se asigne a la educación en general y a la educación superior en parti-
cular.
2. […] en el umbral de un nuevo milenio, la educación superior debe hacer pre-
valecer los valores e ideales de una cultura de paz, y ha de movilizar a la comunidad
internacional con ese fin.
3. […] la cooperación y el intercambio internacional son mecanismos decisivos
para promover la educación superior en todo el mundo.
342
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…
343
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN
344
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…
ganización de programas para aquellas jóvenes y mujeres que hayan dejado los
estudios prematuramente; g) Las mismas oportunidades para participar acti-
vamente en el deporte y la educación física y h) Acceso al material informativo
específico que contribuya a asegurar la salud y el bienestar de la familia, in-
cluida la información y el asesoramiento sobre planificación de la familia.
3 Intervención del Secretario General en ocasión del Día Internacional de la Mujer 8 de marzo de 2006.
http://www.un.org/spanish/aboutun/sg/mensajes/iwdpanel2006.htm
345
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN
346
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…
347
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN
Desarrollo conforman este primer bloque. La razón de que los estudios y la sen-
sibilización compartan bloque temático se debe a que cuando una persona se
forma, investiga en Género y Desarrollo o en cuestiones técnicas como instru-
mentos, tales como la Cooperación Internacional al Desarrollo está también –di-
recta o indirectamente– sensibilizándose en dicha temática.
Modalidades e instrumentos
En formación de grado y de postgrado: crear y fomentar en la formación del
estudiantado temas relacionados con el ámbito del Género y Desarrollo a través
del apoyo y creación de asignaturas de libre configuración u optativas, asignatu-
ras transversales o de mayor carga –ya sean troncales u obligatorias– pertene-
cientes a las distintas licenciaturas en las que se aborde la temáticas de género vin-
culadas a los procesos de desarrollo.
En investigación: generar y transferir conocimientos hacia el aumento de las
capacidades de las mujeres y su empoderamiento para el alcance del Desarrollo
Humano Sostenible de una ciudadanía global, a través de la investigación-acción
participativa (IAP); de la creación de Institutos de investigación en torno al Gé-
nero y el Desarrollo o la Cooperación Internacional para el Desarrollo, a través de
premio a tesis, apoyo a investigaciones, creación de editoriales específicas, publi-
caciones que difundan las investigaciones, así como encuentros y congresos para
el intercambio de «buenas prácticas» o avances en Género en Desarrollo.
En prácticas: desarrollar conocimientos adquiridos o investigaciones realiza-
das a través de programas institucionalizados de prácticas reconocidas oficial-
mente en las que hubiera un cupo para hacer prácticas en proyectos específicos
cuyo objetivo principal sea el Género (convalidadas por la obtención de créditos,
por lo que sería conveniente crear y consolidar oficinas de prácticas y/o prácticum
en Cooperación Universitaria para el Desarrollo).
348
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…
Modalidades e instrumentos
En educación para el desarrollo y educación en valores: es relevante tener
como punto de mira a la universidad como agente de movilización social a través
de jornadas de sensibilización en las que se visibilicen las desigualdades de género
en el mundo (jornadas sobre violencia de género, debates, charlas, congresos, ta-
lleres, foros etc). Estos instrumentos o modalidades de acción promueven una for-
mación personal «no formal» en la que las personas son protagonistas de unos
procesos de enseñanza-aprendizaje en el ámbito de la igualdad de género, la
cooperación internacional, derechos humanos de las mujeres etc. todos ellos va-
lores que constituyen los cimientos de una ética social que contribuiría en una
concienciación y posicionamiento frente a las injusticias, además de promover la
movilización social y empoderamiento personal y colectivo que se verá capaz de
reivindicar derechos y una justicia para una ciudadanía global.
En voluntariado universitario para el desarrollo: la universidad también es
protagonista en procesos de desarrollo humano a través de estrategias destinadas a
construir una sociedad más justa, como por ejemplo a través del voluntariado. Se
hace necesario fomentar la solidaridad activa y el voluntariado internacional en-
tre los miembros de la comunidad universitaria, muy especialmente entre el alum-
nado, facilitando su actuación como voluntarios y voluntarias en un marco espe-
cífico, bien a través de la creación de programas propios o mediante derivación a
otras entidades. Por ello, se han de crear, fomentar y consolidar programas de vo-
luntariado universitario internacional o acciones de participación en actividades
relacionadas con el Género y el Desarrollo, educación en valores no sexistas, diri-
gidos hacia la consecución y contribución de los Objetivos del Desarrollo del Mi-
lenio etc. La participación e implicación de la comunidad universitaria en la Co-
operación Universitaria al Desarrollo con perspectiva de género se hace por tanto
indispensable. Y en este sentido, las universidades deberán favorecer tanto el aso-
ciacionismo como el voluntariado de la comunidad universitaria en dicho ámbito.
En publicaciones: a través de las publicaciones o de las editoriales con la
creación de Series sobre Género en Desarrollo, que son a su vez un instrumento
en formación por medio de la difusión de la investigación y el conocimiento pero
también de la sensibilización.
349
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN
Modalidades e instrumentos
En sensibilización: promover la difusión de campañas, organizar charlas y
debates sobre las catástrofes naturales y sus consecuencias en especial en las mu-
jeres. Acercar la universidad a personas que conozcan la realidad y hayan traba-
jado en las zonas afectadas para que expliquen las labores desarrolladas en el tra-
bajo por la equidad de género. Apoyar campañas específicas de respuestas a algún
desastre natural o situación de crisis humanitaria y de derechos humanos.
En voluntariado universitario en Acción Humanitaria: fomentar la partici-
pación de estudiantes y profesorado en ejecución de proyectos sobre el terreno en
periodos determinados –sobre todo en periodo de reconstrucción–. Dicho vo-
luntariado habrá de ir dirigido a acciones conducentes a disminuir la vulnerabili-
dad de las poblaciones y en especial la de mujeres y niñas con la finalidad de que
no se reproduzcan situaciones parecidas en un futuro y potenciar sus capacidades
hacia su empoderamiento.
En asistencia: diseñar y evaluar proyectos de emergencia con perspectiva de gé-
nero en países empobrecidos a través de colaboraciones con ONGD humanitarias o
la propia AECID con estudiantes y profesorado especializados en este ámbito a modo
de voluntariado en periodos puntuales y determinados (catástrofes naturales etc.).
En protección y testimonio: apoyar a través de grupos de especialistas en DIH,
Derechos Humanos de las mujeres y su aplicación, fomentar advocacy, reflexión y
denuncia sobre crisis humanitarias y la situación a las que se somete a las mujeres y
350
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…
351
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN
operación sostenibles con perspectiva de género y desarrollo con valor añadido y fac-
tor multiplicador.
De este modo, el objetivo principal de la cooperación institucional al desarrollo
será el apoyo, respaldo, intercambio y fortalecimiento de capacidades (instituciona-
les, productivas, organizativas, y personales) hacia otras instituciones –fortaleci-
miento institucional– ya sean homónimas (otras universidades) como a otros centros
de estudios superiores especializados en género, a ONGD locales, a instituciones pú-
blicas de los países empobrecidos, a Organismos Internacionales etc.
Modalidades e instrumentos
A través de movilidad de profesorado, alumnado, apoyo con cuadros de equi-
pos técnicos y gestores; transferencia de tecnología, distintos materiales etc. Crea-
ción de programas conjuntos de investigación, diseño curricular, fomento de la
cooperación entre universidades del Sur, fomento de redes en Género y Desarro-
llo etc.
352
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…
8 http://www.pobrezacero.org/noticia_detalle.php?boletin=119
353
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN
— Introducir temáticas en torno al género, especialmente la de los derechos humanos de las muje-
res y feminismos de modo transversal e interdisciplinar en los curricula pertenecientes a los distin-
tos estudios impartidos en las universidades además de apoyar la creación de nuevas líneas de for-
mación e investigación como por ejemplo en lo que se refiere al estudio de nuevas masculinidades.
— Promover programas educativos que valoren la diversidad orientada al género, etnia y cultura a
través de revisiones del material didáctico crítico, con el objetivo de visibilizar y respetar las dife-
rencias de género, creando también nuevo material didáctico a través de publicaciones, libros etc.
que respeten la igualdad de género al tiempo que exigir acciones específicas en torno a dicha temá-
tica a los Poderes Públicos (Ministerios de Educación, Ciencia e Innovación etc.)
— Organizar cursos de formación profesional para mujeres e identificar y difundir oportunidades
de trabajo para ellas, fortaleciendo colaboraciones de apoyo que hagan viables las oportunidades de
trabajo y atiendan a sus necesidades específicas.
— Crear Observatorios para la Igualdad de Género desde las universidades.
— Hacer un estudio de las distintas ONG, fundaciones, asociaciones y de todos los servicios pú-
blicos que atienden a las necesidades específicas de las mujeres con el fin de divulgar esta informa-
ción.
— Organizar actividades para detectar la violencia machista al interior de las universidades, formar
en planificación y capacitar a profesorado y PAS para facilitar servicios en dicho ámbito.
— Crear un Centro de Orientación para mujeres con la finalidad de ofrecer información, orienta-
ción en las denuncias en violencia de género y acompañamiento físico y psicológico que opere en
colaboración con ONG y organismos públicos.
— Promover seminarios, conferencias, campañas y actividades para sensibilizar a la juventud sobre
la situación de las mujeres.
— Apoyar a instituciones u Organismos Internacionales que estén orientados al ámbito de las Po-
líticas de Género en Desarrollo.
Fuente: Aportaciones propias extraídas de un listado de acciones en lo referente a los ODM a partir
de un documento elaborado por Oficiales del Programa de Voluntariado de Naciones Unidas en Bra-
sil en colaboración con la ONG NATAL-Voluntarios.
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CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…
La Declaración de París
La Declaración de París sobre la eficacia de la ayuda al desarrollo, emanada del
II Foro de Alto Nivel sobre A&A (París, 2005), reafirma los compromisos acor-
dados en la Declaración de Roma del 2003 de armonizar y alinear la cooperación
para el desarrollo. Además, la Declaración de París establece cinco principios clave
junto con sus compromisos. A saber: apropiación y liderazgo, alineación, armo-
nización, gestión por resultados y corresponsabilidad.
Se trata de contribuir, intentando garantizar que la igualdad de género sea un
punto central de la Agenda para la Eficacia de la Ayuda al Desarrollo. La Decla-
ración de París y sus directrices, indicadores y planes de acción se centran en los
procesos de apropiación nacional, armonización y alineación de los flujos de
ayuda así como en la evaluación de impactos. En todos estos instrumentos no se
especifica el contenido de género de las prioridades de desarrollo a excepción de
uno: el compromiso de efectuar evaluaciones de impacto ambiental (incluyendo
los temas sociales y de salud relacionados).
Así en Armonización se habla de promover un enfoque armonizado de las
evaluaciones medioambientales y el punto 42 dice: «también serán necesarios
esfuerzos de armonización similares para otros planteamientos transversales,
como la igualdad de género y otras problemáticas incluyendo los que estén fi-
nanciados por fondos dedicados». Aparte de ésto, no se proponen medidas es-
pecíficas para promover la igualdad de género o las normas de derechos huma-
nos. Mientras que el desarrollo ambiental sostenible ha sido reconocido como
un componente estructural del desarrollo económico y humano, la centralidad
de la igualdad de género para un desarrollo efectivo no está contemplada explí-
citamente en las evaluaciones de impactos ni en ninguna otra medida. Desde
luego, existe un control general del contenido o la dirección del gasto para el
desarrollo en los países socios: se espera que toda la ayuda contribuya al cum-
plimiento de los ODM. Si bien, tres de los ODM buscan fomentar la igualdad
de género, los gobiernos han tendido a enfocarse en la meta que es más fácil de
medir para este objetivo que es la de superar la brecha de género en la educa-
ción. Mientras, muchos otros elementos fundamentales de la lucha por la igual-
dad de género son omitidos.
La Declaración de París manifiesta como prioridad la Calidad de la Ayuda y
en el siguiente cuadro se ofrecen posibles aportaciones de la Universidad en cada
uno de los principios que la conforman, en relación al enfoque de género.
355
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN
CUADRO
Contribución de la CUD desde la perspectiva de género a la Declaración
de París sobre la calidad y eficacia de la Ayuda al Desarrollo
CUD desde la perspectiva
Principio Género
de género
Apropiación Reforzar la institucionalización de gé- — Apoyar a que las mujeres asuman
nero. un rol significativo en la articulación
— La cooperación deberá respetar en de sus necesidades y en la búsqueda
materia de Género en Desarrollo el lide- de respuestas de quienes tienen a su
razgo de los países socios y contribuir a cargo la formación política.
reforzarlo. — Invertir de manera concertada en
— Las Universidades, centros de Estu- la capacidad analítica de las mujeres,
dios Superiores, ONGD vinculadas a las en habilidades de análisis de género
mismas y receptores a quienes van diri- de los diseños de políticas.
gidas dichas acciones, de los países en Las universidades y Centros de Estu-
desarrollo son los protagonistas de su dios Superiores habrán de contribuir a:
propio desarrollo. En este sentido, todos
los actores involucrados deben estar 1. Ampliar las estrategias a través de
identificados con sus objetivos y estrate- procesos consultivos a las mujeres o
representantes de las mismas a través
gias de género en desarrollo para lograr
de congresos, foros o encuentros etc.
el grado de sostenibilidad de sus accio-
2. Crear estrategias y programas ope-
nes.
rativos para la igualdad de género y
planificar presupuestos anuales con
perspectiva de género acompañado
de gastos a medio plazo.
3. Coordinar la ayuda en la Coopera-
ción Universitaria al Desarrollo
(CUD) entrando en diálogo con los
distintos donantes y fomentar la par-
ticipación de la sociedad civil, espe-
cialmente la de las mujeres sin olvi-
dar el sector privado para que
incentive a las mujeres, compatibili-
zando sus objetivos en las acciones
propias y específicas de la CUD.
Alineamiento Respetar desde las organizaciones do- — Alinear los flujos de ayuda en Gé-
nantes las políticas de Género en Desa- nero y Desarrollo con los sectores del
rrollo de los países socios basadas en los gobierno que figuran en los presu-
derechos humanos. puestos nacionales de desarrollo.
— La cooperación deberá vincularse di- — Abordar apropiadamente las prio-
rectamente con los planes y programas ridades de igualdad de género como
de Género en Desarrollo del país y tener prioridades nacionales financiadas
en cuenta los niveles de desarrollo y fun- mediante el apoyo directo para pre-
cionamiento de los sistemas y procedi- supuestos y sectores.
mientos nacionales.
356
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…
357
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN
Gestión basada en El análisis de los resultados no ha de te- — Apoyar y asesorar en lo que se re-
resultados ner como única y prioritaria finalidad la fiere a la administración de los recur-
del control de los recursos en Género y sos y la mejora de la toma de decisio-
Desarrollo por parte de los países do- nes orientadas a resultados.
nantes, sino que la cooperación habrá de Las Universidades y Centros de Estu-
vincularse a los marcos de resultados de dios Superiores habrán de contribuir a:
los países socios. En esto último, las 1. Crear indicadores o herramientas
Universidades junto con sus equipos in- que faciliten la supervisión de la
vestigadores técnicos han de contribuir equidad de género, en los marcos de
a la creación de marcos sólidos de eva- resultados, transparencia y capacida-
luación transparentes y supervisables des.
para medir los progresos en torno a las 2. Crear indicadores con perspectiva
estrategias de desarrollo nacionales y de de género para lograr transparencia,
los programas sectoriales. objetividad y fiabilidad de los resulta-
dos.
3. Incorporar indicadores sensibles al
género en las matrices políticas de los
países, en los marcos de las estrategias
en la lucha contra la pobreza y en los
presupuestarios.
4. Apoyar y contribuir a la creación
de sistemas y capacidades con sensi-
bilidad de género en la fiscalización
así como en los marcos presupuesta-
rios.
358
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…
Fuente: Aportaciones propias de la autora a partir del documento «La promoción de la igualdad de
género en las nuevas modalidades y alianzas para la ayuda al desarrollo». Documento para la Discu-
sión– Marzo 2006. Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer. UNIFEM.
359
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN
9 Ley 23/1998 de 7 de julio de Cooperación Internacional para el Desarrollo. Capítulo VI. La partici-
pación social en la Cooperación Internacional para el Desarrollo. Sección 1ª. La cooperación no guberna-
mental.
10 Documento publicado por el Ministerio de Asuntos Exteriores bajo la dirección de J.A. Alonso, en
1999.
360
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…
sencia –y así hay que remarcarlo– no fue de carácter institucional, puesto que los
miembros de la comunidad universitaria que eran consultados o hacían parte del
mencionado organismo, bien en calidad de personal experto o académico, siem-
pre lo hicieron a título propio y nunca representando a la universidad en este sin-
gular espacio.
En políticas de cooperación al desarrollo, la importancia realmente de las
universidades en esta materia queda reflejada en el primer Plan Director de la Co-
operación Española 2001-2004, en el que además se indica que se «requiere ade-
cuar los resortes instrumentales, incluyendo el establecimiento de mecanismos de coo-
peración entre las administraciones públicas de colaboración y otras instituciones, como
las universidades […].» Y en el capítulo VII sobre los principales actores de la
Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), se encuentran entre otros a las universidades,
centros educativos y organismos de investigación. Y se dice de ellos: «estas institu-
ciones tienen un papel importante en la prestación de asistencia a las instancias res-
ponsables de la ayuda, así como en la contribución a la promoción de recursos huma-
nos aptos para la investigación, formulación y ejecución de políticas de cooperación
internacional y la mejora de las capacidades docentes e investigadoras en los países en
desarrollo». En lo que se refiere a la Igualdad de Género, en este mismo Plan de
Cooperación y bajo el Artículo 7 se enuncia lo siguiente: «dispone que la partici-
pación y la integración social de las mujeres y la igualdad de oportunidades es una de
las prioridades sectoriales de aquélla. En tanto que principio informador de la coope-
ración española en su conjunto, la igualdad entre mujeres y hombres demanda el es-
tablecimiento de vínculos pertinentes entre esta prioridad y las demás estrategias de la
cooperación española, por lo que los aspectos relativos al enfoque de género deben ser
integrados en la formulación, programación, ejecución y evaluación de todos los pro-
gramas y proyectos, en los programas sectoriales y geográficos y en los de las ONGD».
De esta manera, se ha venido involucrando cada vez más a las universidades
en la normativa oficial, otorgándoles un espacio propio hasta llegar al último Plan
Director de la Cooperación Española 2005-2008, en el que se fomenta de manera
explícita el fortalecimiento de la educación superior. Al respecto se señala: «en este
campo los objetivos serán la creación de capacidades para la docencia y la investiga-
ción, y el fortalecimiento de las funciones de las instituciones de educación superior y
de los centros de investigación»11. Se procederá a la revisión de los instrumentos
(Programas de Becas, Lectorados, Programa de Cooperación Interuniversitaria
(PCI), entre otros) de cara a su adaptación a los criterios y prioridades formula-
das en el presente Plan Director y a las estrategias de desarrollo elaboradas por los
países destinatarios de la ayuda. En este campo, los objetivos serán la creación de
capacidades para la docencia y la investigación, y el fortalecimiento de las fun-
ciones de las instituciones de educación superior y de los centros de investigación.
La Universidad constituye un ámbito privilegiado para la Cooperación al
Desarrollo, desde dos perspectivas fundamentales: en primer lugar, como insti-
tución dotada de recursos técnicos y humanos altamente cualificados, que abar-
361
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN
can todos los campos del conocimiento, y cuya proyección hacia los procesos de
desarrollo de los países y sociedades destinatarias de la ayuda española puede ser
de gran importancia. Y en segundo lugar, porque constituye un espacio de
enorme interés para la sensibilización educación y difusión de valores solidarios
y universalistas en un sector de la juventud llamado a jugar un relevante papel
en el futuro.
El papel que juega el ámbito de Género en este último Plan Director es
tanto de carácter transversal como sectorial además de constituirse como una de
las prioridades horizontales. Por tanto, la integración de la perspectiva de género
en la política española de cooperación internacional, se hace también prioritaria
en materia de educación a través de la investigación e información sobre la si-
tuación de las relaciones de género en los contextos político, social, económico
y cultural de los países empobrecidos. El mecanismo transversal implica integrar
la perspectiva de género en la totalidad de las políticas, planes y programas de de-
sarrollo, y para garantizar la integración real de la perspectiva de género en el de-
sarrollo de forma complementaria a la transversalización, se hace necesario in-
cluir acciones específicas, orientadas a reducir las brechas de desigualdad de
género para subsanar los desequilibrios mediante medidas escalonadas que favo-
rezcan progresivamente la integración en igualdad de las mujeres. En cuanto a las
Prioridades y Estrategias sectoriales de Género buscarán el aumento de las capa-
cidades y la autonomía de las mujeres a través del apoyo a actividades de forma-
ción y sensibilización dirigidas a mujeres y hombres, que contribuyan a un cam-
bio de actitudes en las relaciones de género y del apoyo a campañas de
información, educación para el desarrollo y sensibilización para prevenir la vio-
lencia contra las mujeres.
Si bien el marco normativo de las políticas de cooperación al desarrollo ha
ido avanzando en tanto en cuanto ha ido incluyendo a las universidades y ha au-
mentado su compromiso con las políticas de igualdad de género, se hace necesa-
rio saber en qué lugar queda tanto la Cooperación para el Desarrollo como la
Igualdad de Género en la normativa de las políticas de educación superior y en
concreto en la de las universidades. Como marco normativo, se hace referencia a
la Ley Orgánica de Universidades en la que como clave y fundamental en relación
al asunto a tratar está la Ley 6/2001 de 21 de diciembre de Universidades (B.O.E
24/12/2001), modificada por la Ley Orgánica 4/2007, de 12 de abril (B.O.E
13/4/2007). A destacar el artículo 92 de la Cooperación Internacional y la So-
lidaridad perteneciente al Título XIV. Del Deporte y la Extensión Universita-
ria, el cual dice textualmente: «Las universidades fomentarán la participación de los
miembros de la comunidad universitaria en actividades y proyectos de cooperación in-
ternacional y solidaridad. Asimismo, propiciarán la realización de actividades e ini-
ciativas que contribuyan al impulso de la cultura de la paz, el desarrollo sostenible y
el respeto al medio ambiente, como elementos esenciales para el progreso solidario».
La especificidad y potencialidad de la universidad en materia de Cooperación
al Desarrollo redunda entre otros aspectos, en la investigación, la docencia y el es-
tudio. Las actividades que pudieran ser coincidentes en dicha materia quedan in-
362
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…
CUADRO
Genealogía normativa para la CUD y Género en Desarrollo
363
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN
364
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…
365
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN
con universidades del Sur etc. de las que muchas de ellas están insertas en Redes
y grupos no sólo a nivel nacional sino también a nivel internacional por lo que
le resultaría relativamente fácil y accesible la difusión de la misma a través de ca-
nales ya institucionalizados. En este mismo sentido, como la formación y la in-
vestigación son una especificidad y potencialidad de las universidades, éstas po-
drán organizar encuentros, seminarios y foros de debate en torno a la propia
Estrategia.
Un elemento a destacar del documento de la Estrategia de Género en De-
sarrollo es la creación de la Red GEDEA (Género en Desarrollo y Efectividad
de la Ayuda) para una mejor coordinación, transferencia y fluidez en la apli-
cación e información asociada a la puesta en práctica y al seguimiento de di-
cha Estrategia. Está tiene como finalidad ser un vehículo de transferencia de
información, no sólo de la Estrategia sino de acuerdos y debates internaciona-
les que abran espacios de intercambio de conocimientos y de las últimas noti-
cias sobre GED y Efectividad de la Ayuda, en el ámbito internacional, na-
cional y autonómico. Además vendrá acompañada de un banco de recursos
con los siguientes elementos: recursos normativos, institucionales y de publi-
caciones; banco de contactos profesionales y de buenas prácticas para su repli-
cabilidad. Por tanto, como se ha dicho anteriormente será un vehículo no sólo
para la difusión y formación sino para el intercambio de experiencias y para el
establecimiento de mecanismos de gestión y transferencia del conocimiento
acumulado en materia de género en el desarrollo por las Políticas de Coopera-
ción Española.
CUADRO
RED GEDEA y Universidad
366
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…
367
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN
mar parte activa en la misma en estrecho diálogo y cooperación con las demás
entidades sociales, económicas, culturales y políticas. Entre otros, este diálogo
supone: el estudio de problemas, la sugerencia de propuestas, el intercambio de
formación, la movilización de la sociedad y el compromiso en la puesta en
práctica12.
La universidad en España, a través de distintos documentos está consoli-
dando su implicación y compromiso en lo que se refiere a la Solidaridad y en
específico a la Cooperación Universitaria al Desarrollo (CUD). Así, el primer
documento que ha servido como base y referencia en dicha materia es el co-
nocido como la «Estrategia de Cooperación Universitaria al Desarrollo» (ES-
CUDE). Esta fue consensuada por todas las universidades y aprobada por la
Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) previa ela-
boración de la Comisión de Cooperación al Desarrollo (CCD) del CEURI, en
septiembre de 2000. En ella se recogen los principios básicos que deben de re-
gir las acciones y la filosofía de la CUD. Se trata de un posicionamiento res-
ponsable del sistema español a favor de los países empobrecidos haciendo mu-
cho hincapié en el coprotagonismo y la corresponsabilidad entre los agentes, ya
sean españoles o de los países socios. Los fundamentos de dicha estrategia se
enmarcan en el siguiente objetivo fundamental: «la búsqueda de mejoras socia-
les, mediante la modificación de estructuras injustas, ineficientes e irracionales, a
través de programas que incidan en la generación y difusión de conocimiento, en
la formación de las personas y en la potenciación de proyectos aplicados». Se enun-
cian distintas funciones de cooperación al desarrollo a realizar por las univer-
sidades. Entre ellas, se destacan las siguientes: 1. Formación y Educación, 2.
Compartir experiencias (movilidad de estudiantado, profesorado y gestores y
colaboración entre estructuras diferentes), 3. Incidir en el entorno social (sen-
sibilización y educación al desarrollo), 4. Investigación para el desarrollo y 5.
Transferencia de tecnología.
En lo relativo a la perspectiva de género, a lo largo de todo el documento tan
sólo se hace mención explícita a la misma en el Apartado I.1. correspondiente a
la Presentación y Justificación: «Cuestiones esenciales en los procesos de desarrollo hu-
mano son, obviamente, la salud, la cultura, el reconocimiento del papel desempe-
ñado por la mujer, el respeto al conocimiento local, el uso sostenido de los recursos, la
protección del medio ambiente, pero también la mejora de los sistemas de ciencia y tec-
nología y de educación y formación».
El siguiente documento a mencionar es el de «Universidad: compromiso so-
cial y voluntariado». Como ya se ha venido diciendo, la universidad entre otras
cosas es un lugar de encuentro y reflexión, dedicada a la creación y difusión de
conocimiento y en alguna medida responsable de la formación integral de los y
las jóvenes que la sociedad les confía. En este sentido, el voluntariado universi-
tario internacional entraría a formar parte de las actividades de la CUD como
herramienta de sensibilización y participación en proyectos de cooperación in-
368
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…
13 Protocolo de actuación de las universidades frente a situaciones de crisis humanitarias aprobado por
la CRUE el 3 de abril de 2006.
369
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN
370
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…
CUADRO RESUMEN
Documentos en torno a la CUD y análisis del enfoque de Género
Documento CRUE, septiembre 2000. «Estrategia de Cooperación al Desarrollo» / Apartado I. 1.
Presentación y Justificación
Documento CRUE, junio 2001 «Universidad: Compromiso Social y voluntariado» / Objetivos 1,
2y3
Documento CRUE, abril 2006. «Protocolo de actuación de las universidades frente a situaciones de
crisis humanitarias de ayuda humanitaria»
Documento CEURI, 2006. Código de conducta de las universidades en materia de cooperación al
desarrollo / Artículo 5
371
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN
así como las potencialidades de los recursos con los que cuentan; potenciar el
trabajo en red tanto entre universidades como entre éstas y otros agentes de co-
operación etc. En relación a la perspectiva de género en el Observatorio de la
CUD, la misma SECI tiene un gran interés en que el ámbito de Género en
Desarrollo tenga un papel muy significativo y visible. Incluir una tipología es-
pecífica sobre el ámbito de género en armonía con la tipología general del Ob-
servatorio a la hora de recopilar la información, confluiría en una sistematiza-
ción de las actividades sobre «Género y Desarrollo» en las universidades
españolas muy recomendable para la CUD y para el resto de los actores de la
cooperación española.
En definitiva, la creación de este Observatorio visibilizando y teniendo en
cuenta de manera específica el ámbito de Género en Desarrollo y su financiación
por parte de las políticas de cooperación al desarrollo españolas supone un gran
paso para la CUD y al papel de la equidad de género en la misma. Lo anterior,
evidencia varios elementos a destacar: primero, el impulso y la fuerza con que la
universidad ha irrumpido en este singular y complejo ámbito de la cooperación
de la mano de la importancia que se le está dando a los temas de género en la
misma; segundo, la legitimidad que la universidad como institución ha ido ga-
nando al interior de los poderes públicos y de otros actores que tienen que ver con
el mundo de la cooperación; y tercero, el reconocimiento de la universidad y de
los temas de género por actores tales como ONGD, el sector empresarial, grupos
de profesionales y en general de la sociedad.
372
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…
373
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN
Recomendaciones:
Se hace necesario e imprescindible poner en común e intercambiar los conoci-
mientos teóricos y prácticos entre todos los países del mundo. Si se parte de un prin-
14 El Master de Género y Desarrollo cuenta en la actualidad con 15 ediciones y es coordinado por el Ins-
tituto Complutense de Estudios Internacionales (ICEI) de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
15 1) La Cuarta Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Mujer (Beijing, 1995) y documentos refe-
ridos a Beijing+ 10
2) Educación Superior (París, 1998), documentos pertenecientes a la revisión de Paris + 5 y reflexiones
y documentos en elaboración a la espera de la celebración de París + 10.
374
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…
375
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN
376
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…
a resolver los problemas más graves en los que se han de incluir a los de índole de
género.
Siguiendo a la UNESCO existen diversas acciones que deberían empren-
derse en el plano de la Cooperación Internacional a las que se ha añadido la ma-
teria de Género19. Así, se deberá:
19 Punto 10 y 11.
377
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN
Reflexiones:
La educación ha de tener la misión de permitir a todas las personas sin excep-
ción, hacer fructificar todos sus talentos y todas sus capacidades de creación, lo que
implica que cada cual pueda responsabilizarse de sus acciones y realizar su proyecto
personal. En este sentido según María Montessori «La Educación no debería ser solo
impartir conocimiento, sino un nuevo camino hacia la realización de las potencialidades».
La universidad, como interlocutor privilegiado habría de fomentar en una coopera-
ción internacional el intercambio de profesorado y estudiantes además de facilitar la
difusión de la mejor enseñanza mediante la creación de instrumentos como ya se ha
citado el ejemplo de las cátedras internacionales etc. Por otro lado, la universidad ha
de superar la oposición que enfrenta erróneamente la lógica de la administración pú-
blica y la del mercado de trabajo, encontrando así el sentido de su misión intelectual
y social en la sociedad, y convirtiéndose por tanto en cierto modo, en una de las ins-
tituciones garantes de los valores universales y del patrimonio cultural.
Si bien se está empezando a consolidar la CUD en España a través algunas ve-
ces de los esfuerzos personales de miembros de la comunidad universitaria, ya sea de
profesorado, PAS etc. también y lo más importante es que se está incentivando a tra-
vés del apoyo institucional en cuestión de recursos y planificación de programas ads-
critos en las políticas universitarias de las universidades, como lo demuestra la crea-
ción de distintas estructuras, documentos y publicaciones oficiales como son las
Oficinas de Cooperación, la Comisión de Cooperación al Desarrollo del CEURI,
el Código de Conducta, el Observatorio de la CUD etc. Sin embargo, en el ámbito
de género en desarrollo apenas se está iniciando esta andadura en la que han de en-
contrarse el trabajo por la equidad de género y la CUD. En la universidad, aún pre-
valece una sutil discriminación generalizada contra las mujeres en el ámbito acadé-
mico a través del denominado «techo de cristal». La investigación y formación en
género y las mujeres en cargos representativos al interior de la universidad, la ma-
yoría de las veces son escasos y a ésto le añadimos el trabajo en el ámbito de la so-
lidaridad internacional o la cooperación al desarrollo que no se trata ni mucho me-
nos de un área prioritaria sino a veces todo lo contrario. Se parte entonces, de una
doble discriminación que hace que la formulación y aplicación de las políticas de
cooperación al desarrollo desde la perspectiva de género con mucha suerte esté
arrancando en algunas universidades. Ha sido difícil y ha costado muchísimo tra-
bajo y esfuerzos introducir y considerar el ámbito de género en el ámbito acadé-
mico, está ocurriendo prácticamente lo mismo con las políticas de Cooperación al
Desarrollo, por lo que esta combinación en principio, hace que el interés en políti-
cas sobre Género en Desarrollo aumente en dificultad.
Por otro lado, la institucionalización tanto de la cooperación al desarrollo
como de la igualdad de Género en las universidades está avanzando poco a poco,
hay motivaciones y voluntades personales que se están convirtiendo muy lenta-
mente en una voluntad política que para materializase ha de pasar por una ver-
dadera institucionalización desde la que se requieren recursos económicos, presu-
puesto y una política de calidad y eficacia. Esto se puede obtener, entre otros
378
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…
Retos:
• Sensibilizar a toda la comunidad universitaria en el ámbito de Género y
Desarrollo a través de jornadas, encuentros, congresos etc.
• Crear una mayor vinculación e interconexión entre las investigaciones realiza-
das, grupos de estudios etc, con los Organismos Internacionales y Adminis-
traciones Públicas tanto de España como de los países socios.
379
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN
5. CONSIDERACIÓN FINAL
En definitiva, la universidad posibilitando el acceso a la educación superior,
la formación, investigación y haciendo análisis rigurosos y críticos, debe con-
tribuir a la construcción de una justicia social global desde la que para ser tal,
obviamente ha de pasar por la igualdad de género. Atajar la discriminación con-
tra las mujeres ha de ser una prioridad para el Desarrollo, la Paz y la Democra-
cia en el mundo. Por ello, se hace necesario recuperar las genealogías feministas
del enfoque de Género en Desarrollo y pensar en clave política para llenar de
contenido a través de enfoques operativos el trabajo por la igualdad de género.
Solo así, se podrá reforzar y respaldar a los movimientos de mujeres y por la
igualdad, asi como a sus reivindicaciones. Esto se traduce en hacer Políticas de
Desarrollo en Género, incidiendo en la necesidad de recuperar y trabajar el en-
foque GED, llevando a cabo e intercambiando «buenas prácticas» sin perder
nunca la referencia y el sentido ante los tecnicismos operativos, la «imposición»
o preferencia de los países donantes y sus subvenciones. Esto significa «no per-
der el Norte, y ganar con el Sur» a través de intercambio de conocimientos y de
experiencias en pos de una justicia social. Es decir, la plena realización de un
trabajo bien hecho orientado hacia un fin común y enriquecedor: adecuación
entre el decir, el pensar y el hacer.
María Zambrano dijo que la vinculación entre «el decir» (la vindicación política)
y la actuación regida por una ética es la «valentía pública» y el «coraje» que significa
salir de la propia situación. Salir de la situación de subordinación a través de la crí-
tica constructiva será la tarea –entre otras– a re-crear impulsada por la valentía y el co-
raje de las personas libres. La puerta está entreabierta desde y por los feminismos
como condición de posibilidad a nuevos espacios en los que personas libres, iguales
y solidarias puedan poner en ejercicio su derecho al procuro de su especificidad y de
380
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…
sus formas de felicidad. Esto es una ética y una política integrales de la mano de la
universidad.
ANEXO I
Cuadro resumen de normativa de Género a nivel internacional
en la que se incluyen aspectos de la educación
1975– México– I Conferencia Mundial sobre la Mujer: Proyección internacional del movimiento
de mujeres y Primer Plan de Acción Mundial para el avance de las mujeres.
1976– Creación del Fondo de Desarrollo de UN para la Mujer (UNIFEM) y del Instituto de In-
vestigaciones y Capacitación para la promoción de la mujer (INSTRAW): ambos organismos pro-
mueven políticas y programas para el desarrollo de las mujeres.
1980– Copenhague– II Conferencia Mundial sobre la Mujer (3 ámbitos: Igualdad, Desarrollo y Paz;
en Igualdad se habla del acceso a la educación).
1985– Nairobi– III Conferencia Mundial sobre la Mujer. Igualdad, Desarrollo y Paz.
1993– Declaración sobre la eliminación de la discriminación contra la mujer, ratificada por 189 países.
1995– Beijing– IV Conferencia Mundial de Naciones Unidas sobre la Mujer que dará lugar a la Pla-
taforma de Acción de Beijing. La perspectiva de género deberá estar presente de manera transversal
en todas las políticas y programas de desarrollo, como estrategia para alcanzar la igualdad real entre
mujeres y hombres. Identifica 12 áreas de intervención. (Área de educación)?
1995– Unión Europea– Resolución sobre la integración de la perspectiva de género en todas las po-
líticas e intervenciones de desarrollo, complementando con la ejecución de medidas específicas a fa-
vor de las mujeres.
1995-1998– Comité de Ayuda al Desarrollo de la OCDE. Declaración sobre igualdad de género
como objetivo del desarrollo. Directrices para la igualdad entre mujeres y hombres y el empodera-
miento de la mujer en la cooperación al Desarrollo.
2000– Revisión de las estrategias y medidas adoptadas por la Plataforma. NY– «Mujer 2000: Igual-
dad de Género, desarrollo y paz para el S.XXI».
2000-Beijing + 5 documento: «Revisión y evaluación del progreso logrado en la implementación de
las 12 áreas críticas de preocupación de la Plataforma de Acción Beijing».
2005– Beijing + 10
2007– El Cairo– Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo del Cairo: expresó la ne-
cesidad de avanzar en la promoción de la igualdad de derechos y en la ampliación del poder de las
mujeres en todos los ámbitos de la vida política, económica, social y cutural, como un asunto de Es-
tado, tarea de gobiernos y preocupación de la comunidad internacional. Reconoció, igualmente por
primera vez, el rol central de la sexualidad y las relaciones de género en la salud de las mujeres y en
el ejercicio de sus derechos.
BIBLIOGRAFÍA
ARIAS, S. Y MOLINA, E. (Coords.): Universidad y Cooperación al Desarro-
llo, Colección Cuadernos Solidarios, UAM Ediciones, Madrid, 2006.
381
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN
382
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…
Documentos:
COMITÉ ESPAÑOL UNIVERSITARIO DE RELACIONES INTERNA-
CIONALES (CEURI): Código de conducta de las universidades españolas en mate-
ria de cooperación al desarrollo, 2006.
CONFERENCIA DE RECTORES DE LAS UNIVERSIDADES ESPA-
383
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN
384
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…
385
UN ENCUENTRO URGENTE:
LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA
AL DESARROLLO Y EL TRABAJO
POR LA EQUIDAD DE GÉNERO
Clara Murguialday Martínez
Técnica responsable de la Oficina
de Cooperación al Desarrollo de
Universidad del País Vasco-EHU.
Docente e investigadora sobre
Género y Desarrollo.
1 Agradezco a Koldo Unceta y a Idoye Zabala, profesores de la UPV/EHU, y a Norma Vázquez la lec-
tura de este artículo y sus sugerencias para mejorarlo en varios aspectos.
387
CLARA MURGUIALDAY MARTÍNEZ
2 Unceta, K. (2007), «La cooperación al desarrollo en las universidades españolas». Otras investigacio-
nes pioneras son la de Freres y Cabo (2003) y la de Arias y Simón (2004).
388
LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO Y EL TRABAJO POR LA EQUIDAD DE GÉNERO
3 Género y desarrollo es la forma más habitual de referirse a un conjunto de temas relacionados con la si-
tuación de las mujeres y la desigualdad de género en los procesos de desarrollo, tal y como los aborda el enfo-
que denominado Género en el Desarrollo (GED). También puede significar el «estudio de las estrategias de de-
sarrollo y de los proyectos de cooperación desde la perspectiva de género», como hace Unceta (pg. 76). Este
artículo está enmarcado en los debates sobre la cooperación más que en los del desarrollo, por lo que el concepto
género y desarrollo se usa con carácter descriptivo para referirse a las actividades de formación e investigación así
denominadas por las propias universidades, sin entrar en el debate sobre el propio concepto del desarrollo. Para
analizar desde la perspectiva de género las actuaciones de la CUD pueden incluso resultar más útiles las cate-
gorías «situación y posición de las mujeres», relaciones de género, desigualdad y equidad de género.
389
CLARA MURGUIALDAY MARTÍNEZ
CUADRO 1
Créditos asignados a temas de género, desarrollo y cooperación
en postgrados seleccionados sobre mujeres / género / feminismo
Género, desarrollo y
Universidades Postgrados Créditos cooperación Créditos
390
LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO Y EL TRABAJO POR LA EQUIDAD DE GÉNERO
Género, desarrollo y
Universidades Postgrados Créditos cooperación Créditos
CUADRO 2
Cursos sobre género y desarrollo
en programas de doctorado seleccionados
Programas de doctorado o Cursos sobre género, desarrollo y
Universidades masters de investigación cooperación Créditos
UPV/EHU Globalización y desarrollo La perspectiva de género en los procesos 3
de desarrollo
UJI y UGR Paz, conflictos y Género y paz 3
democracia Género y derechos humanos en la
sociedad global 3
UA Bienestar social y De la mujer en el desarrollo al género en 1
desigualdades el desarrollo
Indicadores de género y desarrollo
UB Recuperación de la Historia de mujeres: género y contexto 3
memoria: América Latina discursivo en América Latina
UM Cooperación, defensa y paz Género, desarrollo y paz 3
UAM Estudios internacionales y Estado, democracia y políticas de 6
africanos igualdad y de género en Africa
UAM Antropología social Mujeres, globalización y derechos 3
humanos
Metodología para el estudio de los
derechos humanos desde una perspectiva
de género
UJaén, UGR, Movimientos sociales y Género y ciudadanía: la mujer, 4
UNIA y UPO ciudadanía en el mundo constructora de ciudadanía
contemporáneo
US Historia, literatura y poder: Literatura femenina y procesos de cambio 3
procesos interétnicos y político en Hispanoamérica
culturales en América
Fuente: Elaboración propia.
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CLARA MURGUIALDAY MARTÍNEZ
■ La escasa presencia de estos temas tanto en uno, como en otro tipo de post-
grados, si bien en los últimos años se percibe una mayor preocupación por in-
cluirla en los de desarrollo y cooperación.
■ Las pocas horas de docencia dedicadas a los temas de género en los post-
grados de desarrollo y cooperación, y la ausencia de una real transversalización de
la perspectiva de género en el conjunto de los contenidos ofertados, arrojan du-
das sobre la posibilidad material de abordar los complejos mecanismos que sos-
tienen y reproducen la desigualdad entre mujeres y hombres, y las múltiples for-
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LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO Y EL TRABAJO POR LA EQUIDAD DE GÉNERO
mas en que ésta obstaculiza el logro del bienestar humano. Además, estas cues-
tiones suelen colocarse en la recta final del programa, o formando parte de mó-
dulos o cursos optativos, lo que contribuye a que sean percibidas como una «es-
pecialidad» o como temas de segunda categoría, y no como debieran ser
entendidas: el estudio de una desigualdad social cuyo abordaje obliga a revisar to-
das las concepciones, estrategias y políticas del desarrollo y la cooperación.
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CLARA MURGUIALDAY MARTÍNEZ
análisis y en las políticas del Banco Mundial, en las actuaciones de la Agencia Es-
pañola de Cooperación Internacional o en las propuestas para el desarrollo rural,
ofrecen pistas importantes para comprender cómo enfocan las instituciones de la
cooperación el reto de avanzar hacia la equidad de género.
CUADRO 3
Ponencias y comunicaciones presentadas en congresos sobre CUD
Ponencias Sobre temas de
Autoría Comunicaciones** Total
centrales* mujeres o género
Número % Número % Número % Número %
II Congreso Universidad y Cooperación al Desarrollo (Murcia 2004)
Mujeres 3 16 102 51 105 48 14 87,5
Hombres 15 79 93 47 108 50 2 12,5
Mixta 1 5 4 2 5 2 0 0
Total 19 100 199 100 218 100 16 100
III Congreso Universidad y Cooperación al Desarrollo (Madrid 2006)
Mujeres 7 22 14 19 21 20 2 33
Hombres 10 31 21 29 31 30 0 0
Mixta 15 47 37 52 52 50 4 67
Total 32 100 72 100 104 100 6 100
5 El primer congreso fue realizado en Valladolid en 2001 y tuvo como título «I Congreso de Educación
para el Desarrollo en la Universidad». Se presentaron 36 ponencias, 17 de ellas por hombres, 7 por mujeres y
12 por equipos mixtos. Ninguna de ellas hacía referencia explícita a asuntos relacionados con la desigualdad
entre mujeres y hombres.
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6 Pendiente el estudio pormenorizado de las tesis adscritas a los doctorados sobre mujeres/género/femi-
nismo, es probable que las que versen sobre estos temas serán aún menos que en los de desarrollo y cooperación.
7 Unceta, K. (obra citada, pgs. 130 y ss); Alonso, J. A. (2003, pgs. 52 y ss.); Freres y Cabo (2003, p. 91).
8 Escaso apoyo de las políticas públicas a la investigación sobre desarrollo y cooperación; falta de estí-
mulos por parte de las universidades; limitación de la investigación a los aspectos más «técnicos» del desarro-
llo y la cooperación; débil relación del personal investigador con la realidad de América Latina, Africa y Asia;
dispersión de los esfuerzos de investigación; carencia de estructuras fuertes y consolidadas, entre otros (pp. 130
y ss).
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CLARA MURGUIALDAY MARTÍNEZ
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LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO Y EL TRABAJO POR LA EQUIDAD DE GÉNERO
■ Pocas universidades cuentan con una política o plan general que establezca
sus estrategias y líneas de actuación prioritarias en cooperación al desarrollo, si
bien en algunos casos estas pueden deducirse de los criterios establecidos en sus
convocatorias de ayudas a proyectos. En el tema que nos ocupa, sólo cinco uni-
versidades valoran la contribución del proyecto al avance de la equidad, em-
pleando formulaciones tan diversas como «tomar en cuenta a la mujer como sec-
tor más vulnerable», «fomentar la participación y promoción de la mujer» o
«priorizar la equidad de género como perspectiva horizontal o aspecto transversal
a la intervención».
397
CLARA MURGUIALDAY MARTÍNEZ
por la cooperación española10. Al igual que ocurre con el resto de agentes de la co-
operación, el factor que podría propiciar cambios positivos sería una mayor
conciencia sobre la desigualdad de género por parte de quienes realizan coopera-
ción universitaria, pero esto depende en gran medida de la capacidad de la pro-
pia universidad para transversalizar la perspectiva de género en todo su accionar.
En cierto modo, la situación es explicable: en las universidades se realizan pocos
proyectos de cooperación enfocados a la equidad de género y el empoderamiento
de las mujeres porque la perspectiva de género no está incorporada en la «co-
rriente principal» del trabajo universitario y, por tanto, tampoco en la «corriente
principal» de la CUD.
10 Según datos de la DGPOLDE (SECI), las partidas dedicadas a los sectores Mujer y Desarrollo y Po-
blación y salud reproductiva representaron en 2006 el 3,6% de la AOD total y el 6,1% de la AOD bilateral
españolas.
11 Aunque cada vez más las actividades de sensibilización tienden a incluir un apartado en el que «des-
criben cómo afectan a las mujeres» los temas abordados, en la mayoría de ellas se siguen presentando las pro-
blemáticas sin analizarlas desde la perspectiva de género, es decir, sin tomar en cuenta la desigualdad entre las
mujeres y los hombres.
398
LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO Y EL TRABAJO POR LA EQUIDAD DE GÉNERO
CUADRO 4
Distribución por sexo de la población estudiantil y docente universitaria
en España
Estudiantes Profesorado
Licenciados Doctorados Cátedras Rectorados
matriculados titular
Mujeres 54,2 59,5 50,5 33,8 12,7 5,4
Hombres 45,8 40,5 49,4 66,2 87,3 94,6
12 Sara H. Longwe (1997) ha analizado la «evaporación» de las políticas de género en las agencias de de-
sarrollo internacionales pero sus argumentos son generalizables a toda estructura de dominio masculino y la
universidad, sin duda, lo es.
399
CLARA MURGUIALDAY MARTÍNEZ
se produce una «evaporación» del discurso y las políticas de igualdad en las acti-
vidades de cooperación, de parecida manera a como desaparece el objetivo de la
paridad cuando se enfrenta a los mecanismos de promoción a cargos académicos
o de gestión, o la perspectiva de género cuando se diseñan las currículas de las ti-
tulaciones.
En segundo lugar, se constata una mayor presencia masculina en algunas de
las actividades más significativas de la CUD. Por ejemplo, fueron hombres el
73% de quienes presentaron las ponencias centrales, inauguraron o clausuraron
el segundo y tercer congresos sobre Universidad y Cooperación al Desarrollo13.
Igualmente, los hombres predominan entre los docentes de postgrados (y en par-
ticular, entre el personal docente invitado), como reflejan los datos de los tres
masters siguientes14:
CUADRO 5
Distribución por sexo de la docencia en masters seleccionados
400
LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO Y EL TRABAJO POR LA EQUIDAD DE GÉNERO
las que los hombres predominan entre el personal docente e investigador. Pero
contrasta con la amplia feminización del sector, tanto fuera como dentro de la
universidad: son mujeres el 71,5% de las personas que trabajan en las más de 400
organizaciones aglutinadas en la Coordinadora de ONG para el Desarrollo15, y al
menos 3 de cada 4 estudiantes de los postgrados sobre desarrollo y cooperación.
La feminización del sector alcanza también, aunque en menor grado, a las es-
tructuras de gestión de la CUD: a finales del curso 2006-07, eran mujeres la mi-
tad de quienes ejercían la dirección de las oficinas o centros de cooperación al de-
sarrollo en 22 universidades. Un estudio realizado en 2004 por la Universidad
Autónoma de Madrid sobre las estructuras solidarias existentes en las universida-
des españolas en aquellas fechas (Arias y Simón, 2004), encontró que el 51,5 %
de las mismas estaban dirigidas por hombres y el 42,6% por mujeres, pero al di-
ferenciar las estructuras según su tipología, resultaba que las mujeres dirigían el
52% de las de carácter institucional y el 60% de las de tipo asociativo, en tanto
que eran dirigidos por hombres el 100% de los institutos, centros universitarios
y fundaciones («todas ellas estructuras con una gran autonomía», según los auto-
res del estudio, pg. 51). Igualmente, se encontraron más mujeres al frente de es-
tructuras dedicadas al voluntariado (67%) o a la discapacidad (67%), y más hom-
bres al frente de las centradas en cooperación al desarrollo (74%), lo que sugiere
una peculiar división sexual del trabajo directivo en las estructuras solidarias uni-
versitarias que asocia la cooperación con los hombres y el voluntariado y la aten-
ción a la discapacidad con las mujeres. Quizás por esto no resulta extraño que sólo
el 3% de los programas de cooperación puestos en marcha por estas estructuras
durante 2004 estuvieran centrados en temas de mujeres o relaciones de género
(Arias y Simón, obra citada, pg. 80).
En tercer lugar, en el Estado español es relativamente reciente la preocupa-
ción por la equidad de género en la cooperación al desarrollo, y más reciente aún
el reconocimiento de que las universidades son agentes sociales de la cooperación.
Se trata, en cierto modo, de dos «recién llegados» que se enfrentan a parecidas di-
ficultades (de legitimación en el sector, de acceso a fuentes de financiamiento es-
pecíficas, entre otras) y que, de alguna manera, pueden estar multiplicando sus
propias «vulnerabilidades» cuando actúan juntos. Así, por ejemplo, puede estar
ocurriendo que al limitado acceso de las universidades a financiamientos públicos
para realizar investigaciones sobre desarrollo y cooperación, se añada la escasez de
recursos para programas y proyectos centrados en la equidad de género y el em-
poderamiento de las mujeres, haciendo aún más difícil la puesta en marcha de
proyectos de investigación sobre estos temas específicos.
En cuarto lugar, sería esperable que el impulso principal para integrar los te-
mas de igualdad en la CUD proviniera de aquellos espacios universitarios cuyo
objetivo principal es promover la igualdad entre mujeres y hombres. Las estruc-
15 74% del personal en sede y 49% del expatriado. El perfil tipo del personal laboral de las ONGD es
«mujer, de entre 25 y 45 años, con estudios universitarios y salarios mensuales comprendidos entre mil y dos
mil euros» (Recursos Humanos en las ONGD, Informe de la CONGDE sobre el sector de las ONGD, 2005).
401
CLARA MURGUIALDAY MARTÍNEZ
16 15 grupos especializados en Estudios sobre las Mujeres en 1991, 31 en 1995, 42 en 1999 y cerca de
60 en 2006 (de Torres y otras, 2006). Actualmente, el sitio web de AUDEM (Asociación Universitaria de Es-
tudios de Mujeres) contiene un directorio de 66 centros, institutos o grupos pertenecientes a universidades pú-
blicas y privadas de todas las Comunidades Autónomas, excepto el País Vasco, Cantabria y Extremadura.
17 Además, algunas universidades cuentan con oficinas o direcciones para la igualdad. La de la Univer-
sidad Complutense de Madrid, por ejemplo, tiene entre sus objetivos el de «favorecer la introducción de la
perspectiva de género en los distintos ámbitos de conocimiento, con especial atención a aquellas áreas que han
de tener más influencia por su proyección en la sociedad».
402
LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO Y EL TRABAJO POR LA EQUIDAD DE GÉNERO
18 Varias de estas universidades tienen también oficinas o direcciones para la igualdad, como la Univer-
sidad del País Vasco y la Complutense de Madrid.
403
CLARA MURGUIALDAY MARTÍNEZ
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LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO Y EL TRABAJO POR LA EQUIDAD DE GÉNERO
Esta articulación haría posible también que se llevaran a cabo asesorías téc-
nicas y, particularmente, evaluaciones del impacto de género de las actuaciones
de cooperación que den cuenta de los cambios ocurridos en la desigualdad de gé-
nero como resultado de la cooperación internacional. Las universidades, además
de incorporar en sus convocatorias criterios y sistemas de baremación que asegu-
ren la integración de la perspectiva de género en los proyectos, podrían establecer
mecanismos y destinar recursos para que equipos integrados por personas exper-
tas en cooperación y/o en temas de género realizaran evaluaciones de impacto de
género logrado por la CUD. Sólo de esta manera las universidades tendrían cer-
tezas, y no únicamente buenos deseos o intuiciones, sobre su contribución al
avance de la igualdad entre mujeres y hombres en los países con los que cooperan.
En este artículo se ha argumentado la importancia de que las universidades
realicen una cooperación al desarrollo que tenga la equidad de género entre sus
objetivos prioritarios, y también la conveniencia de que, para lograrlo, confluyan
dos campos de preocupaciones: la cooperación universitaria y los estudios de mu-
jeres e igualdad. Se ha propuesto, en fin, que los sectores universitarios que pro-
mueven ambas áreas de trabajo dejen de transitar por caminos paralelos, como ha
ocurrido en los años recientes, y compartan experiencias y saberes, de modo que
su encuentro constructivo y crítico haga posible un aporte más cualificado de las
universidades a la construcción de un mundo más justo y equitativo.
BIBLIOGRAFÍA
ALONSO, Jose Antonio (2003), «El papel de la Universidad en la Coopera-
ción Internacional al Desarrollo», en Cooperación Universitaria al Desarrollo. Con-
sejo Social de la Universidad Pública de Navarra.
ARIAS, Silvia y Alfonso SIMÓN (2004), Las estructuras solidarias de las uni-
versidades españolas: organización y funcionamiento. Madrid: UAM.
Ponencias y Comunicaciones del III Congreso Universidad y Cooperación al De-
sarrollo.. Universidad Complutense de Madrid, abril 2006.
DE TORRES, Isabel y Ana María MUÑOZ (2006), «Sitios webs de centros
universitarios de Estudios de las Mujeres en España. Selección y evaluación».
www.ugr.es/anamaria/documentos/2006-EncBibli.pdf
FRERES, Christian (2006), «La Universidad española. Reflexiones sobre su
potencial en la cooperación al desarrollo», en Arias y Molina (coords.) Universi-
dad y Cooperación al Desarrollo. Cuadernos Solidarios nº 1. Oficina de Acción So-
lidaria y Cooperación, Universidad Autónoma de Madrid.
405
CLARA MURGUIALDAY MARTÍNEZ
406
Colección
Cuadernos Solidarios
3
El I volumen de la Serie Universidad, Género y Desarrollo
ofrece una serie de artículos a modo de reflexión y análisis
cuyos contenidos contribuirán al desarrollo de diferentes líneas
de investigación y propuestas de renovación en consonancia
con las políticas actuales de la cooperación española e inter-
nacional en el ámbito de Género en Desarrollo.
La generación de conocimiento a través de la investigación
al servicio de la sociedad tiene como finalidad entre otras, la de
difundir la pluralidad de discursos y consideraciones precedi-
das de análisis rigurosos académico-críticos y propositivos. En
este sentido, cobra especial relevancia el compromiso por
parte de las instituciones de educación superior ya sean uni-
versidades, institutos, centros de estudios etc. de potenciar y
apoyar el trabajo por la igualdad de género y la defensa de los
derechos humanos y libertades de las mujeres.
La presente publicación apunta hacia el estudio de bloques
temáticos como Nuevas Modalidades de la Ayuda, Ciudadanía,
Construcción de la Paz, Seguridad, Acción humanitaria,
Diversidad cultural, Migraciones y Cooperación Universitaria
al Desarrollo que desde una perspectiva de género y junto a la
creación de mecanismos de conocimiento pretende promover
y contribuir tanto a la innovación como a la consolidación de
las Políticas de Desarrollo.
SECRETARÍA DE ESTADO
DE COOPERACIÓN INTERNACIONAL
MINISTERIO
DE ASUNTOS EXTERIORES DIRECCIÓN GENERAL DE
Y DE COOPERACIÓN PLANIFICACIÓN Y EVALUACIÓN DE
POLÍTICAS PARA EL DESARROLLO
centro de estudios de la mujer
Setiembre 2007
Nora Reyes
Claudia Paz
Rosalba Todaro (coord.).
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
PRESENTACIÓN
Los nuevos patrones de comercio internacional y las políticas comerciales ¿han contribuido a
promover relaciones de género más equitativas en el ámbito público y privado? Con esta
pregunta se abre el proyecto de investigación “Comercio, género y equidad en América
Latina: conocimiento para la acción política” del Capítulo Latinoamericano de la Red
Internacional de Género y Comercio. El mismo se ha venido desarrollando desde 2006, con el
apoyo del Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo, Canadá (IDRC).
Los informes que integran esta serie documental corresponden a la primera fase de la
investigación. Sus datos plantean un abordaje de las relaciones de género en dos grandes
áreas: comercio internacional y mercado de trabajo, por un lado y funcionamiento de la
economía del cuidado, por otro.
2
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
INDICE
1. Introducción .......................................................................................................................... 4
2. Cuidado Infantil..................................................................................................................... 7
2.1. ¿Qué prevé la legislación chilena? ................................................................................ 7
2.2. Los servicios de cuidado infantil.................................................................................. 10
2.3. Servicios de educación inicial de 0 a 5 años ............................................................... 11
2.3.1. Población de 0 a 5 años ......................................................................................... 12
2.3.2. Nivel de cobertura.................................................................................................. 13
2.3.3. Tipo de cobertura ................................................................................................... 16
2.3.4. El cuidado infantil según estratos económicos ...................................................... 20
2.3.5. Cuidado infantil según ubicación geográfica ........................................................ 21
2.3.6. Cuidado infantil según tipo de hogar..................................................................... 22
2.3.7. Programas especiales de cuidado.......................................................................... 25
2.4. Servicios de enseñanza primaria (de 6 a 12 años) ...................................................... 27
2.4.1. Población de 6 a 13 años ....................................................................................... 28
2.4.2. Nivel de cobertura.................................................................................................. 30
2.4.3. Tipo de cobertura ................................................................................................... 32
2.4.4. Cuidado infantil 6 a 13 años según estrato socioeconómico................................. 33
2.4.5. Cuidado infantil de 6 a 13 años según ubicación geográfica................................ 34
2.5. Cobertura en salud de las/os niñas/os de 0 a 12 años................................................. 34
3. Cuidado de ancianos............................................................................................................. 41
3.1. Políticas destinadas a la tercera edad.......................................................................... 41
3.2. Cobertura de los servicios previstos por el sector público y por el sector privado ..... 44
3.3. Cobertura de hogares y residencias............................................................................. 45
3.4. Programas para la/el Adulta/o Mayor......................................................................... 46
4. Cuidado de otras personas dependientes............................................................................. 48
4.1. Legislación.................................................................................................................... 48
4.2. Cobertura de cuidado ................................................................................................... 48
5. División de responsabilidades de cuidado dentro del hogar ................................................ 52
6. Consideraciones finales........................................................................................................ 60
Bibliografía............................................................................................................................... 64
3
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
1. Introducción
Hace ya un par de años estamos enfrentadas a grandes cambios mundiales que vienen a
reconfigurar el globo, pero especialmente la manera como se gestan los intercambios. Sin
duda, como toda actividad social los intercambios comerciales tienen además su componente
social, tanto en su conformación como en sus resultados. De manera sintética se podría decir
que las transformaciones económicas y en el comercio tienen “efectos” sobre las sociedades
donde estas se llevan a cabo.
Muchas de estas consecuencias son buscadas e incluso anheladas por quienes impulsan y
provocan parte de estos movimientos, otras sin embargo, se verán expresadas fuera de las
consideraciones y planificaciones iniciales, o por lo menos, fuera de los intereses inmediatos.
Durante la década de los noventa, se produce una serie de iniciativas y políticas públicas
destinadas a fomento el sector exportador, estos impulsos dan sus resultados y crean una serie
de escenarios de producción que requieren nueva mano de obra. Cómo ha sido tendencia en
las últimas décadas, este proceso lleva aparejado un incremento de la participación de las
mujeres en estas áreas exportadoras. En Chile, especialmente centrada en la agroindustria,
como nueva fuente de trabajo para quienes se encuentran en sectores rurales o pequeñas
ciudades cercanas.
Estos cambios exigen a su vez, a la política pública, reinventarse para satisfacer los
requerimientos que supone esta nueva actora en terrenos antes limitados. No obstante, estas
adecuaciones de política han sido hasta e momento básicamente reactivas y distan mucho de
considerar todas las aristas que esta revolución masiva de los roles tradicionalmente
adquiridos requiere.
Pese a que lo constatan, el estado, las empresas y la sociedad en general, no dan cuenta y
algunas veces, se hacen cargo lentamente, de lo que significa que las tareas tradicionalmente
asociadas al género femenino, no dejan de ser responsabilidad de las mismas mujeres que
ahora se desempeñan como proveedoras remuneradas, y las consecuencias de esta sobrecarga
laboral, es parte de los debates que es necesario instalar.
Dentro de este escenario, este proyecto busca abordar las transformaciones e incidencias de
género que ha provocado la liberalización del comercio, tanto en los ámbitos laborales
remunerados como dentro del trabajo no remunerado.
Para esto, el foco de la investigación se centrara en los años noventa, década en que, como ya
fue señalado, se produjeron una serie de cambios en los modelos exportadores de
Latinoamérica, y en Chile un crecimiento importante de las exportaciones sumado a un gran
énfasis en tratados de libre comercio que potencian fundamentalmente estos sectores.
4
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Parte importante del objetivo del proyecto está situado en la necesidad de ver las relaciones
entre los cambios en la economía, especialmente el sector exportador y los cambios acaecidos
en los sistemas de cuidado. Ver la manera en que la política pública se ha hecho cargo de los
fenómenos que se han venido desarrollando durante la década, a propósito del énfasis en el
comercio exterior.
En este sentido, en una primera etapa, el proyecto buscó recopilar información acerca de los
cambios que se han producido en materia de la economía del cuidado, con el objetivo de
recrear las diversas iniciativas que se han dado en ese ámbito. Todas, con miras a cubrir las
necesidades de un creciente número de mujeres que se enfrenta al trabajo remunerado, en las
ciudades y sectores rurales de Chile.
El énfasis en la ruralidad, se debe a que en este caso el lugar donde se llevan a cabo las
políticas es particularmente importante para determinar las posibles incidencias de la
liberación económica sobre la economía de cuidado. En el caso chileno el desarrollo de las
exportaciones se encuentra concentrado en zonas alejadas de las grandes ciudades. Los
sectores de mayor crecimiento en que la presencia de mujeres en el trabajo es importante, son
los sectores agrícolas y de pesca.
Sin embargo, los alcances de la investigación son limitados, en primer lugar dado la
información disponible. Las posibilidades de acceder a datos que reflejen directamente la
incidencia de las exportaciones en los servicios públicos y privados de cuidado es, hasta el
momento algo prácticamente imposible de conseguir, en la mayoría de los casos y sólo con la
excepción de programas específicos, las cifras tienden a ser generales, y las conclusiones sólo
pueden llegar a ser aproximaciones de la realidad, a partir de criterios regionales o de
ruralidad. En segundo término, este primer intento de recabo de información sólo tiene por
objetivo contextualizar y dar a conocer las características de los sistemas de cuidado del país,
ya que se espera en una segunda etapa y a través de un estudio de caso, mostrar más
claramente las transformaciones específicas del sector.
Es así, que se presenta en la primera parte de este documento, una revisión de las
características de los servicios de cuidado infantil y su evolución durante los años noventa.
Este registro parte presentando la forma que ha adoptado la normativa legal en el último
tiempo, y cómo esta se configura en torno a las necesidades de la población.
La segunda parte del documento está dedicada a las políticas de cuidado enfocadas hacia la
ancianidad. En este caso, en el primer punto se revisan las políticas de protección y cuidado
dirigidas a este sector. El segundo apartado presenta el levantamiento de la cobertura de los
servicios entregados tanto por el sector público como privado. En el punto tres se entregan
los datos existentes acerca de la cobertura de hogares y residencias destinadas a la tercera
5
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
edad. Y finalmente el punto 4 nos muestra el volumen y las características, de los programas
públicos destinados al adulto mayor.
En la tercera parte del documento, se revisa el soporte que existe para el cuidado de otras
personas dependientes. En el primer punto el foco está puesto en la legislación que configura
los derechos de esta población. En el segundo punto se exploran las posibilidades de la
cobertura actual de cuidado con la que cuentan quienes son consideradas dentro de este grupo.
La cuarta y última parte del documento está por completo destinada al análisis de algunos de
los resultados que ha obtenido estudios acerca de la división de las responsabilidades dentro
del hogar. Dada las diferencias metodológicas de los trabajos revisados y a la poca recurrencia
de ellos, es imposible extraer tendencias para la década, por lo que su papel se convierte más
bien en entregar una radiografía de cómo se perfila y se continúan configurando los roles de
mujeres y varones dentro de la familia.
6
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
2. Cuidado Infantil
Junto con el desarrollo de los sistemas de protección social asociados al modelo de trabajador
asalariado, las instituciones de previsión social vieron la necesidad de legislar en torno a la
protección de las mujeres trabajadoras.
Sin embargo, las primeras tentativas de regulación del trabajo femenino, estuvieron si,
exclusivamente ligadas con su rol de reproductora. En este sentido, Pautassi et al (2005)
señalan que en la mayoría de la legislación referida a mujeres en América Latina, se enfocan
en elementos que permitan articular la capacidad reproductiva y el cuidado de la familia con
el empleo; y en esto Chile no es la excepción.
Al mismo tiempo las mujeres que se encuentren en período de embarazo y hasta un año
después del alumbramiento tienen derecho a fuero maternal, es decir, el empleador no puede
terminar el contrato de trabajo a menos que exista autorización de un juez competente.
Respecto al cuidado de los hijas/os una vez retornadas al trabajo remunerado, la legislación
establece el derecho de las madres de disponer de dos períodos de tiempo al día que no
superen en conjunto una hora, para alimentar a sus hijas/os. En la misma línea los
empleadores con más de 20 trabajadoras ocupadas, tienen la obligación de proporcionar
guarderías para las/os niñas/os hasta los dos años. Esta ley fue perfeccionada en el año 1998
señalando que el número de trabajadoras se contabiliza a partir de todos los establecimientos
que posee la empresa, así también en 2002 se produjo una ampliación de la cobertura de este
derecho decretándose que estas modificaciones se extienden a los grandes centros
industriales, ciudades empresariales y centro comerciales con una misma personalidad
jurídica.
7
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
El alcance de estas leyes se extiende a todas las mujeres trabajadoras que se encuentren en
relación de dependencia con un empleador/a. La excepción la constituyen los permisos y
subsidios, maternal y por enfermedad de hija/o menor de un año, al que tienen acceso todas
las mujeres que cumplen labores remuneradas, ya sea contratadas o independientes, siempre y
cuando estén afiliadas a algún sistema previsional.
Así mismo es necesario señalar, que a partir de fines de los años 90 estos derechos también se
hacen extensivos para aquellas trabajadoras/es que tengan a su cuidado un/a niña/o menor de
seis meses. En estos casos la ley establece el derecho de solicitar el permiso y el subsidio en
caso de enfermedad grave del/a menor.
A su vez y desde el momento en que queda establecida la tuición por orden del juez, existe el
derecho de acceder al permiso y licencia post-natal por doce semanas. Siguiendo el espíritu
anterior, las últimas modificaciones han establecido también, que al momento de ser
decretada la tuición se extenderá, para quién sea responsable del cuidado, un fuero laboral que
tendrá una duración de un año plazo.
A partir de esta lógica, las autoras señalan tres dimensiones en las que se fundan las políticas
públicas enfocadas en el cuidado: tiempo para cuidar, dinero para cuidar y servicios de
cuidado infantil.
En los servicios asociados a al maternidad, los dos primeros ejes se encuentran directamente
relacionados. La disponibilidad del tiempo para el cuidado depende necesariamente de la
disposición de recursos que permitan esta dedicación. Estas dos dimensiones las podemos
encontrar en la relación que existe entre permisos pre y post-natal y los subsidios otorgados
por estos conceptos. Pero al mismo tiempo, esta relación nos permite ver de qué manera se
interpreta la responsabilidad de cuidado en la legislación nacional.
8
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
distribuido desde el día del parto hasta un mes luego de acontecido el nacimiento. A este
derecho puede acceder también, desde la sentencia definitiva, el/la cónyuge al que se le
conceda la adopción de un/a hija/o.
En el caso de tuición, la norma asume que el cuidado debe ser dado por quién se hizo
responsable de esta. Como se señaló anteriormente el artículo 199 del Código del Trabajo
establece que “tendrá también derecho a este permiso y subsidio, la trabajadora o el trabajador
que tenga a su cuidado un menor de edad inferior a un año, respecto de quien se le haya
otorgado judicialmente la tuición o el cuidado personal como medida de protección. Este
derecho se extenderá al cónyuge, en los mismos términos señalados en el inciso anterior.”
Como vemos, en estas situaciones la legislación no asocia el cuidado con las mujeres, sino
con quién ha asumido la responsabilidad de este.
Parece lógico, sin embargo que en cierto grado las licencias post-natales – ya que para las pre-
natales no existe duda – estén relacionadas a la madre por el período de puerperio. No
obstante, también parece lógico que durante el período de recuperación física de las mujeres
estas cuenten con la participación de los padres en el cuidado, y que una vez finalizada la
recuperación el cuidado pueda ser realizado indistintamente por mujeres u hombres.
Esta regulación que entrega el derecho a cuidar a hijas/os menores de un año en caso de
enfermedad grave, también establece la posibilidad de que sea el padre ola madre quién
solicite la licencia. En caso de ambos progenitores sean trabajadores, cualquiera de ellos y a
elección de la madre, puede gozar del permiso y el subsidio. De la misma forma, tendrá
acceso a estos derechos el padre en caso de fallecimiento de la madre, y quién tenga la tuición
del/a menor por sentencia judicial.
La tercera dimensión señalada por Pautassi et al. (2005) dice relación con los servicios de
cuidado infantil, en ese sentido la experiencia chilena es decepcionante, ya que si bien el
código señala la obligación de proporcionar salas cuna, este deber sólo existe cuando el
establecimiento ocupa a 20 o más mujeres.
Esta asociación del cuidado infantil con las mujeres tiene varias consecuencias, una de ellas es
la posibilidad de burlar la responsabilidad con sus trabajadoras estableciendo un límite de 19
mujeres en el establecimiento y asó no verse obligado a entregar servicios de cuidado,
traspasando este costo a las trabajadoras. Este mismo hecho motiva la discriminación hacia la
contratación de mujeres una vez que la empresa ya cumplió con la cuota límite.
9
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
En este sentido Pautassi et al (2005), señalan que además de las normas que se refieren a la
capacidad reproductiva de las mujeres, existen aquellas “que dan cuenta de otro tipo de
discriminación contra las mujeres en el ámbito laboral, que opera en el sentido de tratar
distinto a lo que es igual o tratar igual a lo que es distinto entre hombre y mujeres” (Pautassi
et al, 2005:122)
Es justo en esta área dónde el derecho chileno ha avanzado bastante poco, sólo en el año 1998
se promulga la ley 19.591 que establece que “ningún empleador podrá condicionar la
contratación de trabajadoras, su permanencia o renovación de contrato, la promoción o
movilidad en su empleo, a la ausencia o existencia de embarazo, ni exigir para dichos fines
certificado o examen alguno para verificar si se encuentra o no en estado de gravidez”.
Así mismo, además de esta ley sólo la legislación en torno al acoso sexual promulgada en año
recién pasado – 2005 – se puede considerar dentro de los esfuerzos para tratar distinto a lo
que es particular de las mujeres. Lamentablemente, más allá de esta legislación que si ha
tenido impacto en la esfera laboral, la normativa chilena no establece garantías de igualdad en
las remuneraciones y la idea del mayor costo asociado a las mujeres en la contratación
continúa inserta en la mentalidad empresarial, cómo la exigencia de prueba de embarazo lo
demuestra.
El acceso a los servicios de cuidado infantil ha sido desde el inicio bastante reducido. Pese a
lo establecido en la ley, la posibilidad de acceder a sala cuna para las madres trabajadoras es
restringido dado que se ha convertido en una práctica común intentar doblar la ley no
contratando a mujeres o estableciendo un límite que no signifique el cumplimiento de esta
normativa.
Con esto queda claramente expuesto que la participación del estado ha sido mínima durante
las décadas anteriores, sólo a fines de los años 90 se comienza a notar una mayor
preocupación por los temas de cuidados infantiles, dado las bajas tasas de participación
femenina en los estratos socio-económicos bajos. A esto se suma en 2004 los altos costos por
concepto de entrega de licencias por enfermedad de hija/o menor de un año. Todos estos
10
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
factores ponen en alerta a las autoridades respecto a la necesidad de modificar la forma en que
se están entregando los servicios de cuidado.
Actualmente no existe un sistema integral que considere las distintas aristas del cuidado,
básicamente el sistema de cuidado y reproducción de la población se compone de programas
específicos o partes de los sistemas de educación y salud, además de algunas normas y
regulaciones independientes que buscan subsanar lo que estos dos grandes servicios públicos
no realizan.
En ese sentido, desde sus inicios los gobiernos de la concertación hay buscado aumentar
constantemente el gasto dirigido a estas necesidades sociales.
Entre 1990 y 2000 el gasto asociado a educación aumento de un 2,6% a un 4,2% del PIB. Así
mismo entre los años 1990 y 2002 el número total de establecimientos educacionales tuvo un
incremento de 9.814 a 10.610; pero en este punto es necesario hacer un alcance.
Es por esto que el aumento del 11% - de 9.814 a 10.610 – en la oferta de establecimientos
educacionales tiene sus matices, y se desglosa en la disminución de los establecimientos
públicos de 6.288 a 6.255 entre 1990 y 2002, y el incremento de los particulares
subvencionados de 2.694 a 3.217 y particulares de 759 a 1.068 entre esos mismos años.
2
Los establecimientos subvencionados tienen un financiamiento compartido entre el estado y particulares. Están
a cargo de un sostenedor privado a quien el Estado otorga $36.990 como máximo por concepto de subvención
mensual por alumno, en tanto que los padres o apoderados deben cofinanciar un arancel que varía de acuerdo a
cada establecimiento.
11
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Esta preocupación por el cuidado tiene sus fundamento por un lado en las recomendaciones y
estudios médicos que establecen la importancia de la temprana estimulación de las/os
menores para la adquisición de las habilidades sociales, que les permitirán acceder de manera
igualitaria a la educación posterior. En segundo lugar, este tipo de iniciativas se enmarcan
dentro del diagnóstico que hace presente la necesidad de facilitar la incorporación de gran
parte de las mujeres con menores recursos – y por tanto sin acceso a cuidado infantil privado
– al mercado laboral.
A partir del establecimiento de la necesidad de cuidado infantil, podemos ver durante los años
noventa un incremento constante en la cobertura de educación parvularia para menores entre 0
y 5 años.
En el año 1990 según la encuesta CASEN la cobertura parvularia total alcanzaba al 20, 9% de
la población, una cifra bastante reducida, sin embargo ya para el 2003 esta cifra había
aumentado a 35,1% cifra que si bien sigue siendo bastante menor denota la preocupación por
la incorporación de más niñas/os al sistema parvulario.
Dentro de las condiciones en que se desarrolla la educación parvularia, debemos señalar que
el aumento de la cobertura se ha visto mediado por la disminución de la población menor de 5
años, en términos totales y en relación a la población total (Cuadro 1).
Así mismo, es importante señalar que del total de mujeres madres de hijas/os menores de
cinco años, sólo el 19% participa activamente del mercado laboral, porcentaje que disminuye
cuando se trata de niñas/os menores de 3 años (JUNJI, 2005). Respecto a esto la Encuesta
CASEN de 2000 señala que del total de mujeres con hijas/os menores de 6 años un 66% no
trabaja remuneradamente, y entre ellas un 12% declara no trabajar por falta de cuidado
infantil para sus hijas/os.
3
A través del programa “Ampliación de cobertura- Primer Nivel de Transición” el MINEDUC instaló el 75% de
la meta (120.000) al 2006 lo que implicaba incrementar en el sistema 90 mil niños y niñas de 4 años, con la
apertura del primer nivel de transición, en establecimientos municipales y particulares subvencionados que son
14.776 nuevos cupos, que significa aumentar la meta total para el año de 20 mil nuevos cupos.
12
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
El otro subsistema está compuesto por los jardines infantiles dependientes de Junji y la
Fundación Integra, ambos dependientes del estado, y enfocados en cubrir con programas
especiales necesidades específicas de la población.
Como vemos en el gráfico 1, la variación entre los años 1990 y 2003 es más significativa en
los menores de 1 y 2 años, dónde la asistencia pasó de 5,8% a 11,8% y de 1,0% a 4,8% de la
población total, respectivamente; sin dejar de resaltar que en ambos casos pese a los
incrementos la cobertura respecto al total de la población es significativamente baja.
13
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Gráfico 1
Fuente: Elaboración propia en base a CASEN – MIDEPLAN de cada año
20
18 11,8
11,6
16
14
9,1 8,8
12 8
2 años
10 1 año
6,3
8 0 años
5,8
6 4,8
4,3
4 2,7 3,3 3,3
1,8
2 1 1,7
0,9 0,9 1,2 1,1 1,3
0 0,6
1990 1992 1994 1996 1998 2000 2003
Una situación diferente se presenta en las edades inmediatamente siguientes, ya que como se
puede apreciar en el gráfico 2, entre esos mismo años – 1990 a 2003 – la cobertura para
menores entre 3 y 5 años crece de manera mucho más significativa en relación al total de la
población.
14
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Gráfico 2
90,0
80,0 77,7
70,0 72,1
66,6
60,0 60,5 62,4
56,3
53,0 51,5
50,0
40,0 42,0
34,3 37,2 37,2
30,0 28,6 29,6 27,4
23,4 26,1
20,0 18,6 21,0
14,1 16,6
10,0
0,0
1990 1992 1994 1996 1998 2000 2003
En general podríamos señalar que la cobertura de la educación parvularia entre las edades de
0 y 5 años se incrementa de manera constante a través de la década de los noventa, variando
de un 20, 9% en el año 90 a un 35,1% del total de la población de esa edad en el año 2003
(gráfico 3).
Gráfico 3
40 35,1
35 32,4
29,8 30,3
30 26,9
24,7
25 20,9
20
15
10
5
0
1990 1992 1994 1996 1998 2000 2003
15
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
En términos de cobertura en 1990 la JUNJI atendía 62.718 niños y niñas, y para el 2002 la
atención ascendía a 116.143.
Como parte de su labor en el transcurso del decenio ha incorporado nuevos programas acorde
con las distintas necesidades de su población objetivo, buscando adecuarse a la dispersión
geográfica del país, a los requerimientos de la población urbana que desea educar a sus hijos e
hijas sin enviarlos a un jardín infantil y a la necesidad de apoyar de manera coordinada con
los servicios de salud, el trabajo de recuperación integral de niños y niñas en riesgo biomédico
y social.
La JUNJI cuenta con una serie de programas de atención que se adaptan a las diversas
necesidades de la población que atiende. Estos se pueden agrupar como sigue:
16
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Cuadro 3
JUNJI: Matricula total según año
Año Número de niños/as matriculados/as
1990 62.718
1996 96.867
1997 103.884
1998 112.397
1999 115.327
2000 120.628
2001 71.735
2002 116.143
Fuente: SERNAM – Basemujer.
http://www.sernam.cl/basemujer/index.htm
Dentro de este subsistema de atención parvularia también existe la Fundación Integra, creada
en 1990, fundación de carácter privado sin fines de lucro, pero que funciona con aportes del
Estado. La acción de la Fundación Integra está focalizada a niñas/os pertenecientes a familias
con un índice CAS4 bajo, y que tengan entre tres meses y 4 años 11 meses de edad. Tienen
prioridad para acceder a dichos establecimientos los hijos e hijas de madres trabajadoras, que
buscan trabajo, que son jefas de hogar o madres adolescentes.
La Fundación Integra cuenta con los jardines infantiles regulares que atienden de lunes a
viernes de 8:30 a 16:30 horas, los jardines con programa de extensión horaria, los cuales
atienden de lunes a viernes hasta las 20 horas y son para los hijos de madres trabajadoras o
que buscan trabajo y los “jardines estacionales” que atienden a los hijos de trabajadoras
temporeras del sector agroindustrial y de zonas turísticas y que operan cada año, en la
temporada correspondiente.
4
La ficha CAS es una encuesta que permite conocer la situación socioeconómica de una familia. La ficha CAS
vigente es un requisito imprescindible para la postulación a todo tipo de subsidios que entrega el Estado a las
familias en situación de pobreza (SUF, PASIS, Subsidio al pago del Agua Potable, Subsidios de vivienda,
Programa de Mejoramiento de Barrios, entre los principales).
17
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Como vemos en los gráficos siguientes las iniciativas estatales para mejorar la cobertura
pública de servicios parvularios, ha sido efectiva en aumentar la entrega cuidado a las/os
niñas/os menores de 5 años.
Podemos apreciar que para el año 1996, las estadísticas provenientes de las encuestas CASEN
indican que la mayoría de las/os menores de 5 años que recibían cuidado fuera de sus hogares
lo hacían de establecimientos particulares.
Gráfico 4
60
49
50
40 41
40 33 32 30 31
29 29
30 24 23 24 21
20 15 17
12 12 14
11
10 7
0
0-2 años 3 años 4 años 5 años 0-5 años
Para el año 2000 la preponderancia del cuidado particular como principal proveedor se
mantiene. De la misma forma se conserva prácticamente igual la distribución de la
participación de todos los tipos de establecimiento, las variaciones se pueden explicar
básicamente a través de la incorporación en la encuesta de la alternativa “jardín padre o
madre” que corresponde a las dependencias de párvulos que se encuentran en las empresas de
las/os madres o padres.
18
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Gráfico 5
50 45
45 40 40
38
40 36
35 32 31
30 28 28
25 24
25 22 22
20 16
15 12 13 12
9 9
10 6 6
5 2 2 1 2
0
0-2 años 3 años 4 años 5 años 0-5 años
Es en la encuesta del año 2003 dónde se puede comenzar a apreciar los resultados de las
iniciativas para aumentar la cobertura pre-escolar, especialmente aquellos esfuerzos dirigido a
personas y madres trabajadoras de menores recursos. Es así como vemos un cambio
significativo en el porcentaje de menores que asisten a establecimientos regidos por la JUNJI
y la Fundación Integra, especialmente en aquellas/os menores de 5 años.
Gráfico 6
50 46
43 43
45
40 36
35 32
30 29
27 28
30
25 22 21
19 20
18
20 15
14
15 12
10 9
8 8
10 5
5 2 1 2
0
0-2 años 3 años 4 años 5 años 0-5 años
19
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Dado el foco de los programas antes mencionados, es posible suponer que la cobertura a los
niveles socioeconómicos más necesitados de la sociedad, debió ir en aumento a través de la
década.
Efectivamente esa es la tendencia que presentan los estudios realizados al respecto, como se
puede ver en el gráfico 7. Pese a que aún la desigualdad entre estratos socioeconómicos
respecto al acceso a la educación pre-escolar es más que significativa, se puede destacar
también que en la última década prácticamente se ha duplicado la cobertura en los quintiles
más bajos - 1 y 2 - y en el tercer quintil el incremento ha sido del 72%, pasando de 20,4% de
la población a 35% entre los años 1990 y 2003.
Gráfico 7
60
50,2
50
37,6
40 34 35
30,3 32,4
27,2 1990
30
20,4 2003
16,9 17,5
20
10
0
Quintil 1 Quintil 2 Quintil 3 Quintil 4 Quintil 5
Esto no evita sin embargo señalar, que la amplia diferencia que existe entre los extremos es
aún una tarea inconclusa urgente, más aún si consideramos la baja cobertura total que presenta
el sistema pre-escolar. Como primer acercamiento a la sociabilidad, a la estimulación
temprana de las capacidades cognitivas y como elemento fundamental para la incorporación
de las mujeres de menores recursos al mercado de trabajo remunerado, el acceso al cuidado
infantil es hoy en día un elemento crítico para alcanzar la igualdad.
20
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Lo mismo podemos reflexionar en torno a la diferencias que se generan entre el acceso rural o
urbano a la educación parvularia. Es evidente cómo se refleja en el gráfico 8, que la brecha
que existe entre la cobertura en la áreas urbanas y rurales, se mantiene a través de la década.
En el año 1990 la cobertura alcanzaba al 8,5% en las zonas rurales y al 23,8% en las urbanas,
en el año 1996 la asistencia es de 15,3% y 32,6% respectivamente y es sólo para el año 2003
que podemos notar una leve disminución de la brecha. Esto último gracias a un mayor
aumento en la cobertura rural que para este año alcanza al 24,1%, pero también a un menor
incremento en la asistencia a nivel urbano, que llega sólo al 36,7%.
Gráfico 8
40
36,7
35
32,6
30
25 23,8 24,1
urbana
20
rural
15 15,3
10
8,5
5
0
1990 1996 2003
Como vemos en la información que nos entrega el gráfico 9, en las áreas rurales son los
establecimientos municipales y los dependientes de Junji e Integra, los que cubren
fundamentalmente las necesidades de la población.
21
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Gráfico 9
120
40 18,1 20,3
16,1
55 57,3 56,1
20 28,4 25,6 29,4
0
urbano rural urbano rural urbano rural
Como señalamos arriba gran parte de las mujeres con hijas/os menores de 6 años no participa
en el mercado laboral remunerado. No obstante dentro de aquellas jefas de hogar que trabajan
remuneradamente un porcentaje importante utiliza servicios de cuidado infantil fuera del
hogar. Como podemos ver en el gráfico 10 ha habido un incremento sostenido en el acceso a
cuidado infantil por parte de las mujeres jefas de hogar en general, pero es para aquellas que
son ocupadas dónde es más significativo.
22
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Gráfico 10
40 36,2 35,9
35 30,9 29,7
30
24,3 23,4
25 21,5
20
13,6
15
10
5
0
1990 1996 2000 2003
Así mismo en los hogares con jefatura femenina, pese a que la responsabilidad de las madres
ha disminuido, esta reducción ha sido marginal, además de haber sido traspasada al sector
“otros”, ya que no se aprecia un aumento de la participación de los padres en el cuidado.
Gráfico 11
50
38,9
40 36 1994
2000
30
20
10
0,5 0,6
0
Madre Padre Otros
Una situación parecida indica el gráfico 12. Considerando esta vez, sólo los hogares de
jefatura masculina, la diferencia en la importancia del cuidado dado por madres y padres es
23
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
incluso mayor que en la situación anterior, sin embargo también existe una mayor
participación de los padres en relación al caso anterior.
90 80,7
80 72,6
70
60
50 1994
40 2000
26,1
30
20 12,1
7,2
10 1,3
0
Madre Padre Otros
Como indica el gráfico 13 la mayor parte del trabajo de cuidado que es traspasado por las
mujeres a otras personas recae sobre las y los abuelas/os, o es contratado de manera externa
en la forma de servicio doméstico.
24
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Gráfico 13
es
os
a
e
ar
lo
rm
dr
ad
ili
or
n
ue
pa
ci
fo
ay
m
m
ab
ve
fa
m
ra
ot
ro
os
ot
an
rm
he
Finalmente, resulta importante señalar que no existe información más detallada acerca de la
composición de los hogares señalados, sería interesante tener información sistematizada
respecto del número de hijas/os por hogar según tipo de jefatura y cobertura en cuidado
infantil. Además, sería importante también, complejizar el tipo de hogares que existen
actualmente en Chile – por ejemplo según clasificación de la CEPAL – para ver si existe
alguna clase de tendencia respecto a esta composición y el tipo de cuidado infantil al que
tienen acceso, más allá de los quintiles de ingreso.
Existen además desde los años noventa programas especiales dirigidos a las trabajadoras
temporeras5, donde se atiende a niñas/os de 2 a 12 años. El Servicio Nacional de la Mujer,
SERNAM considerando las necesidades de éstas de cuidado infantil crea los Centros de
Atención a hijas/os de trabajadoras temporeras, que funcionan en los períodos de trabajo
estacionario del sector agroexportador. El trabajo de temporada se realiza en época de
vacaciones escolares por lo que las trabajadoras no pueden dejar a sus hijas/os en el sistema
regular de educación.
Esta experiencia se inició en 1991 con dos programas piloto que atendían a un total de 100
niñas/os en 2 comunas del país. Ya para el período 97-98 funcionaban 127 centros en 75
comunas del país, cubriendo a 9.698 niñas/os6 (Gráfico 14 y 15). En el período 2000-2001 el
programa se extendió llegando a tener 143 Centros de Atención, los cuales atendían a un total
de 9.971 menores en 82 comunas del país. El 2002, el número de niños y niñas atendidos
aumentó a 10.000 niños en 146 Centros repartidos en 86 comunas del país. En el último año
5
Trabajadoras que se emplean por temporada en la industria agroexportadora.
6
Para 1997 el VI Censo Agropecuario estimaba un total de 200.000 mujeres temporeras
25
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
del que se tiene información, el 2005, la cobertura alcanzaba ya a 12.924 niñas/os, atendidos
en 218 centros en 99 comunas, como podemos ver en los gráficos que se despliegan a
continuación.
Gráfico 14
12000
9.698 9.971 10.000
10000
8000
6000
4000
2000
100
0
1991 1997 2001 2002 2005
Fuente: Años 1991, 2001, 2002: Informe del Estado de Chile sobre el cumplimiento de la CEDAW-
Cuarto Informe Periódico. 2004.
Años 1997, 2005: Datos no publicados entregados por SERNAM
Gráfico 15
200
143 146
150 127
99
100 82 86
75
50
2 2
0
1991 1997 2001 2002 2005
Fuente: Años 1991, 2001, 2002: Informe del Estado de Chile sobre el cumplimiento de la CEDAW-
Cuarto Informe Periódico. 2004.Años 1997, 2005: Datos no publicados entregados por SERNAM
26
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Además a partir del año 2005, mediante un convenio, el Programa se realiza en conjunto con
la Junta Nacional de Jardines Infantiles, Fundación Integra, Junta Nacional de Auxilio Escolar
y Becas (JUNAEB) y el Instituto Nacional del Deporte. Además participan las
municipalidades, organizaciones comunitarias, representantes de las organizaciones de
temporeras y empresarios. Se desarrolla principalmente en locales de la Junta Nacional de
Jardines Infantiles, en escuelas que están desocupadas por vacaciones o en otros locales
comunitarios, y la jornada diaria es de 11 horas.
Los niños que asisten a estos establecimientos reciben atención integral a través de un
Programa Educativo creado especialmente por Educadoras de Párvulos de la Dirección
Nacional, con apoyo de una Guía Curricular Específica para niños de zonas agrícolas. La
alimentación está adecuada a la jornada de atención (cuatro períodos de alimentación) y cubre
el 87% de la recomendación calórica diaria.
Por otra parte, la JUNJI implementó como una experiencia piloto a partir del 2004 los
“jardines de verano” dirigida a los párvulos hijos de madres trabajadoras y de jefas de hogar
que no cuentan con redes sociales de apoyo que faciliten el cuidado de sus hijas/os. Se
atendieron ese año a 750 niños y niñas en 35 jardines infantiles con una inversión de M $
29.000. En el año 2005 la cobertura aumentó a 1.258 niñas niños con una inversión de M $
50.000.
El año 2005 se intentó desde el Servicio Nacional de la Mujer un nuevo programa piloto de
cuidado infantil a través del cual se pretendía regular la espontánea capacidad de organización
entre vecinos para el cuidado de los niños. Se alcanzó a capacitar en cinco comunas, sin
embargo, el proyecto no prosperó.
Cuando estudiamos las cifras que existen respecto a la educación primaria las conclusiones
tienden a ser más positivas. La política de educación primaria es de larga data, por lo que los
índices de asistencia de la población alcanzan, incluso desde diferentes puntos de análisis,
casi el cien por cierto. Esto quiere decir, que la mayoría de la población en edad de asistir a la
escuela lo está haciendo.
Sin embargo, estas cifras no son capaces de reflejar la desigualdad que existe en la calidad de
la educación que reciben las/os niñas/os de diferentes estratos sociales y condiciones
geográficas, y tampoco señalan que clase de contenidos se están entregando.
Pero para efectos de cuidado infantil la sola asistencia a los establecimientos educacionales
constituye un gran aporte a la crianza y cuidados de las/os niñas/os; y para las madres,
principales responsables en la actualidad de estas tareas, un servicio fundamental para poder
acceder con mayor tranquilidad al trabajo remunerado.
Esta fue una de las principales razones ya argumentos utilizados al momento de implementar
la reforma educacional de jornada completa.
En enero de 1997 se promulga la ley 19494 que crea una subvención para los
establecimientos que se acojan voluntariamente hasta tres meses después de la publicación de
ésta y que empiecen a funcionar el primer semestre de 1997 en el régimen de jornada escolar
completa, con los requisitos de elaborar un proyecto propio y contar con la infraestructura
27
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
La ley además establece beneficios orientados a los alumnos, quedando prohibido expulsar
estudiantes en mitad del año por razones económicas, multando al establecimiento que
expulse o no acepte a alumnas embarazadas o madres, y sancionando a quienes retengan
documentos de las/os alumnas/os para impedir que se matricule en otro establecimiento.
28
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
1990 cuando alcanzaba al 14,9% de la población hasta el año 2003 cuando su participación es
de 14,6%, como podemos notar en el cuadro.
29
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Como se indicó anteriormente y según podemos ver en el gráfico 16, la cobertura a nivel de
educación básica, se ha mantenido constante – en el 97% - los últimos tres años de los que se
tiene información. En términos generales la evolución en el década de los noventa fue desde
un 95% a comienzos de la década hasta el 97% antes señalado.
Gráfico 16
98
97 97 97 97
96 96 96 96
95 95 95 95
94 94
%
93
92 92 92
91
90
89
1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002
Si desglosamos por edades, la asistencia se mantiene prácticamente en los mismos niveles con
la excepción de las/os menores que tienen 6 años dónde se aprecia una importante diferencia
en el año noventa, que tiende a estrecharse a lo largo de los años.
Esta brecha puede explicarse por la renuencia que aún existe en ciertos sectores a enviar a
las/os niñas/os menores a la escuela, como también a la distancia que muchas veces existe en
las zonas rurales, entre los establecimientos y los hogares.
30
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Gráfico 17
102,0
100,0
98,0
96,0
94,0
92,0
%
90,0
88,0
86,0
84,0
82,0
80,0
1990 1992 1994 1996 1998 2000 2003
Una situación similar se puede ver en el gráfico 18 pero esta vez entre quienes son los
mayores del grupo, las/os niñas/os de 13 años. En este caso las razones pueden provenir de la
necesidad de muchas familias y niñas/os de emplearse cunado aún no han terminado el
período obligatorio de enseñanza.
Sin embargo, el porcentaje de abandono tiende a disminuir, gracias a la implementación de
programas que premian a las familias por la asistencia de las/os menores a la escuela. De la
misma forma son muchas/os quienes compatibilizan el trabajo remunerado y la asistencia a la
escuela.
Gráfico 18
96,0
95,0
94,0
93,0
1990 1992 1994 1996 1998 2000 2003
31
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Fue mencionada al inicio de este documento, la forma que adquiere la educación chilena
como parte del sistema mixto que existe en Chile, implementado a partir de la Ley orgánica
constitucional de enseñanza (LOCE).
Pese a que como lo señalamos en esa oportunidad existe una tendencia a la disminución de los
establecimientos municipales y a un aumento de la educación subvencionada y privada, la
cobertura en la enseñanza primaria continúa siendo mayoritariamente de responsabilidad de
los establecimientos dependientes del sistema público.
Como se puede advertir en las cifras que se presentan en el gráfico 19, más de la mitad de
las/os niñas/os entre 6 y 13 años asisten a establecimientos municipales. Existe si, una leve
tendencia a la disminución de la cobertura de estos establecimientos y a un aumento de los
subvencionados, pero en términos porcentuales esta variación es aún muy marginal.
Gráfico 19
100% 8
11 10
80%
31 33 38
60%
40%
57 56 54
20%
0%
1996 2000 2003
No obstante si revisamos las cifras que fueron mencionadas cuando introdujimos el tema de la
educación, descubrimos que la disposición a concentrar el sistema en los establecimientos
particulares subvencionados es constante desde el año 1996 hasta 2002. Se observa en el
cuadro 7 una disminución marginal pero permanente de los establecimientos públicos de
educación, llegando a contabilizar en 2002 menos que en 1990.
32
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Dependencia administrativa
Total Municipal Particular Particular Corporaciones
subvencionada pagada
1990 9.814 6.288 2.694 759 73
1991 9.822 6.274 2.689 786 73
1992 9.773 6.269 2.650 784 70
1993 9.808 6.252 2.654 832 70
1994 9.788 6.221 2.637 860 70
1995 10.372 6.422 2.822 1.058 70
1996 10.768 6.536 2.996 1.166 70
1997 10.470 6.351 2.921 1.128 70
1998 10.621 6.327 3.065 1.159 70
1999 10.705 6.290 3.170 1.175 70
2000 10.610 6.255 3.217 1.068 70
2001 10.803 6.242 3.460 1.031 70
2002 10.879 6.177 3.640 991 71
Fuente: MINEDUC, Anuario Estadístico 2002. http://www.mineduc.cl/biblio/documento/
AnuarioEstadistico2002.pdf
Dependencia administrativa
Año Particular Particular
Total Municipal Corporaciones
subvencionada pagada
1990 1.991.171 1.218.341 634.688 136.882 1.260
1991 2.002.948 1.221.969 638.705 140.955 1.319
1992 2.034.831 1.230.160 654.609 148.699 1.363
1993 2.066.037 1.239.932 669.200 155.824 1.081
1994 2.088.468 1.249.008 679.638 159.361 461
1995 2.144.810 1.273.938 700.738 169.870 264
1996 2.205.092 1.291.186 731.837 181.673 396
1997 2.234.618 1.300.564 750.458 183.361 235
1998 2.253.171 1.300.335 769.885 182.729 222
1999 2.305.459 1.318.389 806.514 180.345 211
2000 2.355.594 1.331.207 839.586 184.561 240
2001 2.361.721 1.317.983 859.270 184.253 215
2002 2.341.519 1.280.289 882.203 178.662 365
Fuente: MINEDUC, Anuario Estadístico 2002. http://www.mineduc.cl/biblio/documento/
AnuarioEstadistico2002.pdf
33
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
muestra en el cuadro 9 estas diferencias son marginales al finalizar la década de los noventa,
alcanzando la asistencia entre 6 y 13 años al 97,7% de la población en el primer quintil y al
99,7% en el último.
Quintiles
Años I II III IV V
1990 95,5 96,9 97,6 97,5 98,9
2000 97,7 98,6 98,9 99,3 99,7
Fuente: Ministerio de Planificación y Cooperación( 200).
Gráfico 20
34
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
El sistema consiste en bonificar total o parcialmente las prestaciones de salud que son
otorgadas por profesionales e instituciones tanto del sector público como del privado que
poseen convenio con la institución. También financia los subsidios de incapacidad laboral
(licencias médicas de sus cotizantes) y otorga préstamos de salud.
El otro subsector es el de las instituciones de salud privadas, ISAPRES, sistema que fue
creado en Chile en 1981 y que permite la administración privada de la cotización obligatoria
de salud de los trabajadores, quienes suscriben un contrato individual con la Isapre que eligen.
En este sistema, los beneficios de salud que se obtienen guardan relación con el monto de los
aportes que se hagan al sistema contratado.
3,5
3,2 3,0
3,0 2,9 3,0 3,0
2,8
2,5 2,5 2,5 2,4 2,5 2,5
2,3
2,0 2,0 2,1
1,5
1,0
0,5
0,0
1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003
35
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Gráfico 22
La misma situación encontramos cuando analizamos la cobertura en salud para las/os niñas/os
entre 6 y 13 años, como vemos las cifras son bastante similares.
36
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
60%
40% 75,1
69,7 65,5 65,9 67,8
62 64
20%
0%
1990 1992 1994 1996 1998 2000 2003
Gráfico 23
Fuente: Elaboración propia en base a CASEN – MIDEPLAN de cada año
Y como podemos ver en los datos siguientes (gráfico 24), gran parte de esas/os niñas/os
atendidos en el servicio público pertenecen al Nivel A de atención, es decir, son personas de
gran precariedad, por lo que en el sistema de salud son atendidos como indigentes
Gráfico 24
20,0
10,0
0,0
1990 1992 1994 1996 1998 2000 2003
0 a 5 años 6 a 13 años
Dentro de las políticas implementadas para asegurar la buena salud de la población, existe
desde 1952 Chile el Programa Nacional de Alimentación Complementaria, cuyo objetivo es
“mantener estado nutricional de las embarazadas para asegurar el desarrollo fetal armónico,
37
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
lactancia materna exitosa, crecimiento y desarrollo normal del niño”. El programa también
cubre a los niños y niñas menores de 6 años y consiste en la entrega de leche, sopa y cereales
reforzados con nutrientes minerales y vitamínicos.
Gráfico25
80
60
%
40
20
0
1990 1992 1994 1996 1998 2000
De la misma forma, para los niños y niñas menores de 10 años beneficiarios del sistema
público de salud, existe el programa de salud del niño, el cual tiene como finalidad “contribuir
con estrategias de promoción al desarrollo integral y armónico de [éstas/os], a través de
actividades de fomento, prevención, recuperación de la salud y rehabilitación del daño, que
permitan la plena expresión de su potencial genético y una mejor calidad de vida”.
Con este programa Ministerio de Salud se propone contribuir a mejorar la calidad de vida de
las/os niñas/os, identificar y poder así disminuir el impacto sobre su salud que tienen los
principales factores de riesgo biológicos, ambientales, psicológicos y sociales, mejorar la
calidad de la atención de salud de las/os niñas/os, en todos los niveles de atención, contribuir
a la permanente satisfacción del usuario en las distintas actividades del programa, y mantener
la tendencia a la disminución de la mortalidad infantil.
2.6. Otras prestaciones monetarias o sociales que contribuyan al cuidado de los hijos
38
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Para los alumnos del sector rural y de alta vulnerabilidad social y que no cuentan con
establecimientos educacionales para continuar estudios en su lugar de residencia existe el
“Programa de Hogares Estudiantiles” -que para la educación básica sólo incluye a alumnos de
7º y 8º básico-, quienes reciben los servicios de alojamiento y alimentación en locales
administrados por la JUNAEB.
También existe la modalidad de residencia familiar estudiantil, en que los alumnos viven en
casas de familias tutoras de características similares a sus familias de origen. Por último,
también está la beca de internado, que consiste en la entrega de dinero al sostenedor del
internado -municipal o particular subvencionado-8, donde el o la estudiante recibe los
servicios de alimentación y alojamiento.
En apoyo al desempeño escolar está también el “Programa de útiles escolares”, que entrega un
set de útiles diferenciado de acuerdo a los requerimientos de cada nivel de enseñanza a los
estudiantes más vulnerables de escuelas y liceos que reciben el Programa de Alimentación
Escolar, PAE.
7
Sólo a partir del año 1996 el PAE se entrega a los kinder (5 años) y es a partir de 2001 que su cobertura se
extiende al resto de la enseñanza preescolar (pre-kinder, 4 años).
8
Se focaliza principalmente en internados asociados a liceos técnico profesional y agrícolas de la regiones IV, V,
VI, VII, VIII, X y Metropolitana.
39
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
40
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
3. Cuidado de ancianos
La legislación chilena establece desde 1975 y a partir del Decreto Ley nº 869, que se otorgará
una pensión asistencial para la población mayor de 65 años de escasos recursos y que no han
podido obtener beneficios de algún régimen previsional. Esta pensión es entregada por el
estado chileno a través del Instituto de Normalización Previsional (INP).
1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005
154.870 160.800 162.212 163.338 165.373 167.357 167.212 165.150 162.804 175.143
Fuente: Anuario Estadístico 2005, INP. http://www.inp.cl/portal/Documentos/Anuario_2005/
El monto de estas pensiones, que en sus inicios eran bastante bajas, se ha ido incrementando a
través de la década de los noventa (Cuadro 15). A partir del año 2005 se comienza a entregar
las pensiones asistenciales por cohortes de edad, alcanzando a fines de ese año a 38.572 para
las/os adultas/os mayores entre 65 y 70 años, a 41.119 para quienes se encuentren entre 70 y
75, y 44.960 para 75 o más años.
Por su parte las pensiones mínimas están reguladas a parir del artículo 26º de la Ley Nº
15.386 de 1963. La pensión mínima se aplica cuando, calculada una pensión de acuerdo al
régimen previsional que corresponda, el monto de ésta (pensión de cálculo), resulta inferior al
establecido como mínimo, debiendo elevarse a este último, estas pensiones al igual que las
anteriores son financiadas por el estado, con fondos fiscales.
41
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Dado que esta es una pensión que proviene tanto del sistema previsional de capitalización
individual, como del modelo antiguo, para acceder a ella es necesario cumplir con ciertos
requisitos:
b. Siendo titular de más de una pensión, la suma de ellas, no debe exceder dos veces el
monto de la pensión mínima correspondiente. Si fuere mayor, no tiene derecho a pensión
mínima, pero si a la de cálculo correspondiente.
Así mismo, durante el año 2005 también se inicia la aplicación de una pensión mínima
diferenciada para aquellas/os mayores de 75 años, por lo que la esta pensión alcanzará, para
ese año, a 77.076 para quienes sean menores de 70 años, a 84.277 para quienes se encuentren
entre 70 y 75 años, y 89.921 para las/os mayores de 75 años.
Junto a las pensiones antes mencionadas el Estado entrega desde 1996 un Bono de invierno,
para el alza en los costos (especialmente calefacción) que se perciben durante esos meses.
Este consiste en un beneficio en dinero que junto con la pensión del mes de mayo reciben los
pensionados del INP y los pensionados asistenciales D.L. N° 869 de 1975.
El régimen regular de pensiones se encuentra normado por el decreto ley Nº3500 de 1980,
que otorga el derecho a una pensión de vejez a los afiliados al sistema de Fondos de
Pensiones (AFP), cuando cumplan 65 años de edad los hombres y 60 años de edad las
mujeres.
Las pensiones de vejez pagadas bajo el nuevo sistema – AFP – se han ido incrementando a
medida que ha transcurrido la década de los 90 (Cuadro 18). En el inicio, las pensiones de
vejez alcanzaban sólo a 23.876, ya para 2005 el número de pensiones pagadas eran 148.096.
42
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
1990 23.876
1991 30.141
1992 35.763
1993 43.089
1994 51.440
1995 55.591
1996 61.374
1997 67.405
1998 71.161
1999 80.968
2000 93.152
2001 103.138
2002 109.804
2003 118.839
2004 134.207
2005 148.096
Fuente: Superintendencia de AFP.
http://www.safp.cl/inf_estadistica/index.html
Además de las pensiones entregadas una vez cumplida la edad legal, existe el modelo de
Pensión de Vejez anticipada. Esta alternativa corresponde al derecho que tiene el afiliado de
acogerse a una pensión de vejez antes de que cumplir la edad requerida, 60 años para las
mujeres y 65 para los hombres. Para acceder a ella existen dos requisitos: que la pensión que
será otorgada sea igual o superior al 50% promedio de las remuneraciones de los últimos 10
años, y que sea igual o superior al 110% de la pensión mínima de vejez vigente.
Como vemos en las cifras del cuadro 19, también ha existido una progresión positiva del
número de pensiones anticipadas entregadas desde los noventa, llegando incluso a ser
mayores que las pensiones de vejez en el año 2005, con 229.033.
1990 5.790
1991 15.673
1992 26.054
1993 37.521
1994 53.354
1995 69.537
1996 80.576
1997 94.116
1998 106.177
1999 117.559
2000 132.221
2001 149.603
2002 159.888
2003 175.039
2004 221.201
2005 229.033
Fuente: Superintendencia de AFP.
http://www.safp.cl/inf_estadistica/index.html
43
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
3.2. Cobertura de los servicios previstos por el sector público y por el sector privado
En relación con el total de la población del país, las cifras también crecen, en 1992 el
porcentaje de población mayor de 60 años ascendía al 9,8% del total de la población, para
2002 este mismo porcentaje aumenta al 11,4% (Cuadro 20). En términos de género las cifras
son relativamente similares, pese a que se puede apreciar un mayor incremento en las
mujeres.
En relación a la distribución por edad y sexo dentro del grupo de las/os adultas/os mayores, se
puede notar una tendencia hacia el envejecimiento de la población con un crecimiento de la
concentración de la población en los tramos 66 a 75 años y 76 y más.
Gráfico 26
40%
0%
Mujer Hombre Total
44
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Gráfico 27
100%
25,7 20,9 23,6
80%
0%
Mujer Hombre Total
Fuente: Encuesta de Caracterización Socioeconómica CASEN 2003. Principales Resultados Situación de los Adultos
Mayores. MIDEPLAN, 2003
Vista la evolución de este sector de la población en el año 2002 se promulga en Chile la ley
19.828 que crea el Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA). Esta institución fue
creada para proteger al adulto mayor ante el abandono e indigencia, promover el respeto de
sus derechos y velar por la no discriminación de este grupo.
Dada la reciente creación del Servicio Nacional del Adulto Mayor, la labor de protección y
resguardo de los derechos está recién comenzando.
En Chile a pesar de que existen gran cantidad de hogares de larga estancia para la acogida de
adultos mayores, aún no se implementa un sistema eficiente de fiscalización y catastro de la
cobertura que estos entregan en el presente.
Dado esto, la información que existe es bastante limitada respecto al tipo de hogares, sus
características, o si cumplen con los requerimientos mínimos de cuidado. Menos aún
encontramos datos que detallen las condiciones de las/os adultas/os mayores, el tipo de
cuidados que requieren, si son o no autovalentes, o su nivel de dependencia o fragilidad
(Marin, P. et al, 2004).
El único catastro oficial que existe fue realizado por el SENAMA el año 2004, fecha en que
publicó un registro que indicaba los Establecimientos de Larga Estadía (E.L.E.) autorizados, y
45
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
en trámite de autorización, ante los Servicios de Salud del país. Para junio de 2004 eran 635
los hogares autorizados por esta institución.
El Ministerio de salud es el encargado de entregar gran parte de las prestaciones a las que
pueden acceder las/os adultas/os mayores. El Programa de Salud del Adulto Mayor,
coordinado por este ministerio busca mantener o recuperar la autonomía de este grupo etáreo.
Su foco está puesto en el cuidado de la salud de enfermedades crónicas de alta prevalencia
con miras a evitar que estas se conviertan en factores limitantes.
Este programa esta dirigido a personas mayores de 65 años que se atienden en el sistema
público de salud y consiste en controles de salud regulares, atención integral odontológica,
disponibilidad gratuita de la vacuna contra la influenza, y el financiamiento de
procedimientos de alto costo como las operaciones de catarata, fotocoagulación, implante de
marcapaso, prótesis totales o parciales de caderas y prótesis de rodilla.
En los años siguientes la cobertura ha ido aumentando paulatinamente en todos los beneficios
mencionados. Podemos ver en el caso de la vacunación antiinfluenza, que llegó a 1.250.000
personas mayores de 65 años en el año 2005.
Año Nº de beneficiarios
1997 549.547 mayores de 65 años
1999 1.065.000 mayores de 65 años
2005 1.250.000 mayores de 65 años
Fuente: Servicio Nacional del Adulto Mayor. SENAMA
. www.senama.cl
Como podemos apreciar en los cuadros siguientes, el número de personas que acceden a las
prestaciones varía según el tipo de prestación entregada. En el caso de las prestaciones
tradicionales es la entrega de lentes la que llega a mayor porcentaje de la población, doblando
el número de personas entre los años 1995 y 2004, 25.295 y 59.076 respectivamente.
Para las prestaciones catastróficas son las cataratas la intervención más realizada, pasando de
2.241 intervenciones en 1995 a 12.563 en el año 2004.
46
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Por otro lado, y bajo la supervisión del SENAMA y en convenio con el Fondo Nacional para
la Discapacidad, se encuentra la entrega de ayudas técnicas a los hogares de larga estadía de
beneficencia, que consiste en la distribución de elementos para facilitar la autovalencia de
las/os adultas/os mayores.
47
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
4.1. Legislación
Para aquellas/os niñas/os que no se encuentran hospitalizado pero que necesitan atención
educacional especial, existen las escuelas especiales. Estos establecimientos entregan
enseñanza diferencial o especial a niñas/os y jóvenes con necesidades educativas derivadas de
algún tipo de discapacidad. En el años 2004 el número de estas escuelas llegaba a 728, con un
27% impartiendo clases en Jornada Escolar Completa (JEC).
48
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Cuadro 26: Matrícula de Educación Especial según tipo de trastorno años 1990-2001
En relación con la cobertura en salud, como vemos en el gráfico siguiente, la mayor parte de
la atención de personas con discapacidad se realiza en establecimientos públicos, siendo esta
del 75,7% del total de la atención.
Gráfico 28
24,30%
75,70%
Dentro del sector los establecimientos que realizan la mayor parte de la atención son los
consultorios y los hospitales, llegando entre ambos al 96,8% de la atención de discapacidades
en el sector público.
49
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Gráfico 29
47,00% 49,80%
1,00%
2,20%
En el sector privado, la atención se encuentra más concentrada aún, con el 80% de las
personas atendidas en una Clínica o Centro.
Gráfico 30
1% 1%
12% 3% 3%
80%
Instituto
Fundación
Otro
Clínica o centro
Hospital
Organización de personas con discapacidad
Fuente: FONADIS-INE. Primer estudio nacional de la discapacidad en Chile. 2004
Respecto a la necesaria atención que requieren las personas con discapacidad en sus hogares y
para desenvolverse en la cotidianeidad, las cifras – cuadro 27 – indican que el 70% de las/os
discapacitadas/os cuentan con algún nivel de apoyo de una tercera persona, el 30% restante no
tienen o no requieren ese apoyo. Del total de discapacitadas/os el 68% dice recibir el apoyo
50
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
necesario de parte de sus familiares, y como se puede observar en el cuadro siguiente el resto
de la distribución – amigos, cuidadores, vecinos – es poco significativa, por lo que se puede
inferir que la mayor responsabilidad del cuidado se encuentra puesta en las/os familiares.
N %
Amigos 325 0.02%
Cuidadora 4.978 0.24%
Familiares 1.421.066 68.71%
Vecinos 6.282 0.30%
Nadie 635.421 30.73%
Total 2.068.072 100%
Fuente: FONADIS-INE. Primer estudio nacional de la discapacidad en Chile. 2004
Finalmente en términos de los ingresos que entrega el estado como parte de su política de
integración, tenemos las pensiones y los subsidios.
El Subsidio Único Familiar es entregado por el estado a través del Instituto de normalización
Previsional (INP) y consiste en la entrega de dinero a todas/os las/os menores de 18 años de
edad que tengan algún grado de discapacidad y que no estén cubiertos por algún régimen
normal de previsión social. En el caso de las/os discapacitados su monto es el doble de lo
establecido, es decir, se les entrega dos SUF.
Existe también la Pensión Asistencial (PASIS) para deficientes mentales que se entrega a
personas de cualquier edad discapacitadas mentales, carentes de recursos.
Según los datos entregados por el INP y como se muestra en el cuadro, las pensiones de
invalidez pasaron de 171.607 en el año 1996 a 223.235 en el año 2005.
1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005
171.607 178.840 183.208 187.407 193.440 200.029 204.707 207.562 210.034 223.235
Fuente: Anuario Estadístico 2005. INP. http://www.inp.cl/portal/Documentos/Anuario_2005/pdfs/ae05_c209.pdf
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Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Así como se nota una falta de interés en temas de cuidado en materia legislativa, de la misma
forma se expresa esta falta de atención respecto a la información disponible acerca de cómo se
desenvuelve el trabajo no remunerado dentro de los hogares. Investigaciones que traten el
tema del uso del tiempo son inexistentes, y aquellas que analizan la responsabilidad asociada
a cada rol son escasas.
El SERNAM ha llevado a cabo algunas investigaciones que buscan mostrar como se reparten
las tareas dentro de los hogares, desafortunadamente como este es un esfuerzo realizado sólo
en los últimos años, no es posible comparar ni realizar un análisis histórico de los cambios
que se han sucedido en la división de las responsabilidades intrahogar. De la misma forma
tampoco existen estudios que se realicen de forma periódica, la tónica es realizar estudios
separados que no tienen relación entre unos y otros, por lo que se hace muy difícil establecer
cambios o tendencias de la participación y los roles dentro de los hogares.
Pese a lo anterior, esta es la única información disponible en el país por el momento, y por lo
tanto la única que nos puede dar algunas luces acerca de cómo se expresan los roles de género
dentro del hogar respecto al trabajo no remunerado.
La investigación realizada en 1998 por SERNAM tiene por objetivo conocer el reparto de los
roles dentro de la familia. Algunos de los resultados conseguidos son los que se presentan en
el cuadro 29 presentado abajo.
De la información desplegada la que nos puede resultar más útil para el análisis son aquellas
actividades desagregadas como los ítems Aseo, Compras, Cuidado de niños y Comidas. Se
puede desprender de estas actividades que la preponderancia de la responsabilidad femenina
sobre estas actividades se mantiene casi a fines de los años noventa, ya que se aprecia una
marcada tendencia a realizar estas actividades de parte de las mujeres. Las diferencias más
importantes se encuentran en el Aseo, 77% mujeres y 25% hombres, Cuidado de niños 75% y
34% respectivamente, y Comidas 88% y 46%.
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Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
El uso del tiempo también fue medido por este estudio a través de una lista de actividades,
según esto se constató que los hombres dicen dedicar más períodos de tiempo – tres veces
más – que las mujeres al trabajo remunerado. En el caso del trabajo doméstico la relación se
revierte, si vemos el aseo y la preparación de comidas, el tiempo dedicado por las mujeres es
tres o cuatro veces más que el de los hombres.
Según el mismo estudio, más de la mitad de quienes fueron encuestadas/os, dicen tener algún
tipo de ayuda doméstica diaria – remunerada o no remunerada – este trabajo es más que todo
un alivio para el trabajo de las mujeres, ya que quienes no la tienen dedican el doble tiempo a
estas tareas que quienes si cuentan con ayuda doméstica. Con respecto al cuidado de niñas/os
la diferencia no es tan significativa, ya que sin importar la existencia de ayuda doméstica, en
la mayor parte de los casos son las mujeres quienes asumen esta responsabilidad.
Un segundo estudio realizado por SERNAM en el año 1999 que tuvo como objetivo conocer
la situación de las familias en torno a la distribución de las responsabilidades domésticas y
familiares.
En este caso se construyó un índice de participación que consistió en tomar los puntajes
individuales obtenidos por los miembros del hogar de acuerdo a la cantidad de tareas
domésticas y familiares que declaraban haber realizado en días hábiles y en fin de semana.. Se
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Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
definieron 6 áreas en lo doméstico y 6 áreas en lo familiar, a las cuales se les asignó un peso o
valor de acuerdo a la frecuencia promedio que demandaba su realización durante la semana.
Con respecto a las labores domésticas y como muestra el cuadro 31, los hombres obtienen un
índice que señala una escasa o nula participación durante la semana, en la mayoría de las
tareas detalladas; con un promedio de 1,1 frente a un promedio de las mujeres de 4,8. Esta
diferencia se hace más marcada si sólo consideramos a la población entre 18 y 60 años, donde
el índice entre mujeres es de 6,1 y el de hombres llega sólo a 1,3%.
Hombre Mujer
Aseo 1.1 5.2
Alimentos 0.9 5.2
Decisión menú 1.2 5.3
Compras 1.9 4.9
Cuidado ropas 0.6 5.2
Reparaciones 2.0 1.0
Encerado 0.3 2.7
Limpiar vidrios 0.5 2.5
Total 1.1 4.8
Fuente: Nieto, V. (1999)
Hombre Mujer
Cuidado enfermos 0.3 1.3
Cuidado menores 0.7 2.4
Apoyo escolar 0.8 1.9
Traslado colegio 0.7 1.8
Reunión apoderado 0.7 2.3
Trámites y pagos 1.6 2.3
Total 0.8 2.0
Fuente: Nieto, V. (1999)
Por otra parte, como se observa en el cuadro siguiente, en el universo de mujeres y hombres
que trabajan remuneradamente la mujer ocupada tiene en la semana un puntaje de
participación en labores domésticas y familiares de 5.7 en la semana, frente a un 7.3 el fin de
semana. Los hombres, por otra parte, pasan de un 1.7 y a un 3.9 respectivamente.
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Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Por su parte el cuadro 34, hace referencia a la distribución del tiempo diario donde destaca que
las mujeres ocupadas utilizan alrededor de cinco veces más de tiempo para las labores
domésticas que los hombres ocupados.
El 25% de ellas comparte este tipo de decisiones o quedan en manos de otras personas dentro
o fuera del hogar que generalmente son del sexo femenino (servicio doméstico o parientes)
mientras que sólo un mínimo porcentaje, menos del 20%, la mujer decide con su pareja o la
pareja decide sólo como se resuelven los problemas cotidianos de las labores domésticas y
familiares.
El tercer estudio revisado se trata de una encuesta de opinión realizada por el Servicio
Nacional de la Mujer en el año 2002 sobre la percepción de hombres y mujeres sobre su rol en
la sociedad y en la familia. El siguiente cuadro muestra una síntesis de los principales
resultados.
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Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Cuadro 35
Para una mujer es mejor conseguir seguridad apoyando a su marido en 41.9 39.0 44.8
el trabajo y no preocupándose por su propio trabajo
Una mujer es mejor esposa y madre si emplea la mayor parte de su 51.6 47.2 56.0
tiempo con su familia tiene pocos intereses fuera del hogar.
Si un niño/a está enfermo/a y ambos padres trabajan, debe ser la madre 56.2 63.9 48.3
la que pida permiso en el trabajo para cuidarle.
Las esposas que no tienen necesidad de trabajar no deberían hacerlo 61.0 55.0 66.5
La mujer que sólo se dedica a su hogar no se desarrolla plenamente 72.0 74.7 69.4
La liberación de la mujer ha de pasar necesariamente por un cambio en 73.5 76.5 70.4
la familia
Las mujeres deben tener una profesión para que las tareas de la casa no 73.8 78.9 68.7
les resulten monótonas
Hay una necesidad urgente cambiar la posición del hombre y de la 74.9 82.4 67.3
mujer en nuestra sociedad
La marginación de la mujer tiene su origen en la estructura tradicional 75.9 80.8 70.1
de la familia
El matrimonio y los hijos no tienen por qué interferir más en el 75.9 78 73.7
desarrollo laboral de una mujer en el de un hombre
Es natural que hombres y mujeres desempeñen diferentes tareas 88.0 87.2 90.5
Los hombres deberían colaborar para que las mujeres puedan 95.6 97.7 93.3
desarrollarse tanto dentro como fuera del hogar.
Fuente: SERNAM (2002)
De acuerdo a las opiniones vertidas en la encuesta, el estudio concluyó que las dimensiones
de género referidas a la dedicación exclusiva de las mujeres a las tareas del hogar, a su
exclusión de los espacios sociales y públicos y a su subordinación a las ideas y decisiones
maritales despiertan una baja adhesión en hombres y mujeres, siendo mucho más bajo el
acuerdo en las mujeres en general y en particular de las jóvenes y de edades intermedias.
Se revisó también, la Encuesta Nacional sobre Calidad de Vida y Salud realizada por el
Ministerio de Salud en conjunto con el Instituto Nacional de Estadísticas.
Donde a partir de los resultados obtenidos se señala que las mujeres que trabajan
remuneradamente dedican 2.21 horas a las tareas domésticas, frente a un 0.52 que dedican a
dichas tareas los hombres que trabajan remuneradamente. Por su parte, los hombres que no
trabajan destinan un promedio de 1,58 horas de su tiempo a las tareas domésticas frente a
4.13 horas que le destinan las mujeres que no trabajan remuneradamente.
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Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Cuadro 36
Como vemos, en todas las encuestas señaladas se constata lo que ha sido la tendencia en
encuestas realizadas en otros países de Latinoamérica, es decir, que la mayoría del trabajo
doméstico y de cuidado continúa siendo de responsabilidad mayoritariamente femenina.
Esto es también lo que se puede apreciar en el estudio realizado por Medel, Díaz y Mauro
(2006) miembros del CEM, donde mediante la aplicación de una encuesta de un tamaño
muestral de 252 hogares del Gran Santiago en los que se había realizado este tipo de actividad
por alguno de sus miembros, abordó temas como el perfil de los cuidadores y cuidadoras de
salud, el grado de visibilidad de las actividades de cuidado de salud, el tiempo destinado al
cuidado de salud no remunerado y la valoración de las actividades de cuidado de salud no
remuneradas.
La encuesta concluye que el promedio cuidadores/as por hogar en la muestra, fue de 1,09%
con variaciones mínimas según estrato económico. En el 11,5 por ciento de los hogares
encuestados, las tareas de cuidado de salud se realizaron fuera del hogar. El 86,1% de los
cuidadores son mujeres y el 13,9% restante hombres. De la misma forma se constata que más
de un 15% de las mujeres encuestadas no sólo es responsable del hogar sino también
económicamente, es decir, son quienes más aportan al hogar.
Desde la perspectiva de la edad, las mujeres que realizan cuidados de salud no remunerados
se distribuyen en todos los tramos de edad, desde los 15 hasta superar los 65 años. En
contraste, casi un tercio de los hombres cuidadores realizan estas actividades cuando son
mayores de 65 años, es decir en edades en que muchos ya no son económicamente activos.
La mayor parte de estas cuidadoras tiene como única y principal actividad el trabajo no
remunerado – doméstico y de cuidado – sobre todo en los tramos de edades más avanzadas.
Sin embargo, existe una proporción importante de cuidadoras que a la vez que tienen un
trabajo remunerado, es decir están ocupadas, cumplen con tareas domésticas y de cuidado de
salud. Situación que se evidencia con particular fuerza entre los 45 y 54 años (48,7%) y que
se traduce en que la carga global de trabajo de estas mujeres alcance las 87 horas semanales.
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Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
La carga global de trabajo de las cuidadoras, calculada en tiempo invertido, fue, en promedio,
de 70 hrs. semanales, unas 10 horas diarias, siendo más alta que la de los hombres. La carga
global de trabajo de las cuidadoras que realizan ambos tipos de trabajo - remunerado y no
remunerado - alcanza en promedio las 87 horas semanales, esto es casi 13 horas diarias. Por el
contrario, para aquellas que sólo se dedican a los quehaceres domésticos, el tiempo de trabajo
se reduce a 63 horas semanales, alrededor de 9 horas diarias.
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Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Gráfico 31
Fuente: Elaboración a partir de: INE, Quinta Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos, 1997
5
3,9
4
3
%
2 1,3
1 0,3 0,2 0,5
0
I Quintil II Quintil III Quintil IV Quintil V Quintil
Como denota el gráfico es el quintil más alto el que tiene mayor acceso al servicio doméstico
pagado, gastando 3,9% de sus ingresos en este ítem según la encuesta de Ingresos y Gastos de
1997, lo sigue en importancia el cuarto quintil con un gasto de 1,3% del ingreso.
Sin embargo lo más relevante es prácticamente el nulo acceso a ayuda doméstica que existe
en lo quintiles siguientes llegando a ser el gasto de sólo el 0,3% en el primer quintil de
ingreso. Si ha esto sumamos la información que analizamos anteriormente, podríamos deducir
que la mayoría del apoyo al trabajo doméstico y de cuidado dentro del hogar, en los hogares
de menores recursos, es entregado fundamentalmente por otras mujeres y de manera no
remunerada. Lamentablemente información respecto al apoyo no remunerado que muchas
veces realiza la comunidad, u otras mujeres, no se encuentra aún sistematizada.
En general, podemos afirmar que en la actualidad no existe una política o siquiera servicios
destinados a apoyar el trabajo no remunerado que se realiza en el hogar. Todas las actividades
que se pueden externalizar son proporcionadas exclusivamente por empresas privadas y distan
mucho de estar al alcance de toda la población. Así mismo como este sector no se constituye
como un rubro específico, no existe información disponible respecto al alcance y la cobertura
que estos servicios entregan a la población que si tiene acceso a ellos. Por el momento se trata
sólo de actividades que operan como apoyo a las actividades no remuneradas que se realizan
en el hogar y dado su costo, a los que tienen acceso sólo una mínima parte de la sociedad, que
los utiliza básicamente como complemento al trabajo doméstico remunerado.
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Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
6. Consideraciones finales
No es una tarea fácil intentar sacar algunas conclusiones con la información recogida,
especialmente conclusiones que abarquen sólo al sector exportador. La falta de información
histórica de las condiciones anteriores de las mujeres y los sistemas sociales, unida a la falta
de información actual sobre temas de cuidado y trabajo no remunerado, nos dejan con el
riesgo de forzar los datos.
Para evitar lo anterior tal vez debemos partir por señalar que no es posible encontrar una
relación directa entre las nuevas políticas de exportación y los cambios en las formas de
producción que estas traen, con las variaciones en los indicadores de cuidado y educación.
Es verdad que durante la última década se ha acercado mucho la brecha en la cobertura total
de ciertos servicios básicos, especialmente en educación, pero también es cierto que esto no es
así en todos los sectores y en todas partes del país. Ejemplo de lo anterior son las áreas
rurales, lugar donde se han instalado más fuertemente las empresas de sectores exportadores
importantes, como la agroindustria, la industria del vino, de la madera y los salmones. Todos,
sectores fundamentales de la nueva economía exportadora de Chile y de gran crecimiento en
la última década.
Entonces, ¿habla este descuido de los sectores rurales de una desconexión entre los empleos
para mujeres generados en estas industrias y la necesidad de cuidado infantil?
Ciertamente habla de una centralización de políticas en sectores urbanos y más poblados, que
ha sido la dirección que ha tomado hasta el momento el esfuerzo de cuidado, habla también
de condiciones precarias en los rectores rurales de otra índole, como infraestructura vial,
transporte, comunicaciones, etc.
Pero al mismo tiempo nos podría estar mostrando una desconexión entre la promoción de
políticas productivas y de exportación y la formulación de políticas laborales, de educación,
salud y cuidado, acordes con los nuevos requerimientos que generan esta nueva organización
de la producción.
No obstante, la investigación nos mostró también que existen cambios, a veces incluso
considerables, en los sistemas sociales asociados al cuidado. ¿Son estos cambios aislados y
sin relación con la estrategia de desarrollo económico que ha tenido el país en la última
década?
Podemos atrevernos a decir que no, pero de inmediato debemos agregar que no solamente se
debe a aquello, o más bien, que no exclusivamente se debe a la vía exportadora que ha
adoptado el país hace ya más de dos décadas.
Es cierto que esta nueva organización de la producción cambió los empleos y las
posibilidades de trabajo a las que tenían acceso sectores importantes de la población, y
especialmente las mujeres. Esto a su vez, trajo los movimientos internos propios de las
transformaciones económicas, nuevos flujos migratorios, la aparición de otros modelos de
empleo y la formación de nuevos focos productivos en diversas regiones del país.
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Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Así mismo y mucho más importante, es tomar en cuenta el cambio que sucede en 1989 en
Chile. El inicio de esta década de exportaciones, se vio marcada por el inicio de la vida
democrática y el establecimiento de los gobiernos de la Concertación en Chile.
Este es un factor fundamental a considerar, ya que pese a que las transformaciones realizadas
luego de recobrada la democracia, no alcanzaron las bases de la institucionalidad instalada por
la dictadura, especialmente en lo referente a la privatización llevada a cabo en los sectores de
salud y educación; es cierto al mismo tiempo, que este conglomerado político hizo suya la
bandera de la igualdad y la mejora de los servicios sociales, apelando a un fuerte gasto social
desde sus inicios.
Es por esto que no está claro que se pueda hablar de una mayor preocupación por el tema del
cuidado durante toda la década. Lo que si podemos afirmar es que en los últimos años,
especialmente los últimos dos gobiernos de la Concertación existen, al menos en el discurso,
iniciativas que permiten generar un moderado optimismo.
El gobierno actual ha dado muestras de que existe una política activa en este ámbito,
especialmente en lo que se refiere al cuidado infantil, la ampliación de la cobertura de las/os
párvulos, los proyectos de ley que buscan extender a los permisos maternales a la adopción y
la voluntad de mejorar el acceso a cuidado para mujeres temporeras, entre otros, demuestran
que puede existir algún grado de comprensión de la desigualdad en términos de inserción
laboral, que significa asumir la responsabilidad social del cuidado.
Por el momento los esfuerzos están centrados en el cuidado infantil, sin embargo no es
transparente que estás iniciativas se deban especialmente a la necesidad de facilitar el trabajo
remunerado de las mujeres. Sólo en el último tiempo este argumento ha sido utilizado pero
siempre junto a otros – que aún predominan – como la necesidad de una educación desde la
primera infancia, indicadores de salud pública infantil y otros discursos que pese a que
pueden convenir con la necesidad de ampliar el cuidado infantil en este caso, en otras
ocasiones pueden apelar a conceptos y consideraciones esencialistas respecto a la
reproducción, la maternidad y la necesidad de cuidado.
Ejemplo de esto es la difusión del discurso médico que privilegia la sociabilidad desde
temprana edad, como una forma de mejorar las capacidades de las/os menores. Este discurso
ha permitido aumentar el envío de las/os menores a los centros de cuidado, n sectores donde
estaba arraigada la idea de que la mejor educación y cuidado es aquel que se daba en la casa.
Pero más allá de los discursos a partir de los datos obtenidos y las tendencias que estos
presentan, podemos aventurarnos a pensar en un aumento paulatino de la cobertura en el área
de cuidado infantil, sin desconocer que, como ya lo hemos señalado, aún se mantienen
brechas importantes en términos de ruralidad y clase social; espacios dónde se hace necesario
un esfuerzo mayor si se espera que estás políticas contribuyan a la eliminación de la
desigualdad en la educación y en la participación laboral remunerada de todas mujeres.
Pese a estas diferencias es claro, sin embargo, que existe una voluntad política de coordinar el
cuidado para facilitar el trabajo remunerado, la reforma de educación que instaló la jornada
61
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
escolar completa es ejemplo de ello, algunas iniciativas todavía en crecimiento como los
jardines para mujeres temporeras hablan de los mismo. No obstante, parece contradictorio que
al mismo tiempo exista una disminución en los presupuestos y en los tiempos de
hospitalización en los servicios públicos, que supone una mayor intervención de la “familia”
en la recuperación de los pacientes, obviando el trabajo para las mujeres – en su mayoría –
que esto significa.
Es así como vemos que en el área de salud, la mayoría de las niñas/os son atendidos por el
sistema público que si bien ha sido reformado en los últimos años todavía entrega un cuidado
mucho más deficiente que el de la salud privada, no sólo en lo que se refiere a cuidados
médicos sino también en los tiempos de espera. Esto último de suma importancia en términos
de uso del tiempo de las mujeres, ya que son las principales encargadas de trasladar y cuidar a
las/os menores.
En términos generales todavía los esfuerzos para facilitar la incorporación de las mujeres al
trabajo remunerado se concentran exclusivamente en el cuidado infantil, no existe una visión
integral que incorpore las otras actividades; no sólo el tema de la salud tiene importancia en el
tiempo utilizado por las mujeres, sino que el cuidado de ancianos y la dedicación que requiere
el cuidado de personas discapacitadas son elementos determinantes de las posibilidades de
descanso, recreación y ocio, unidos a la carga de trabajo remunerado que muchas veces se
realiza pese a tener una gran carga de cuidado. Se hace perentoria la existencia de una
institucionalidad que entienda la necesidad del cuidado más allá de concepciones médicas o
de igualdad a través de la educación, que conceptualice el cuidado en toda su dimensión de
trabajo reproductivo, como elemento central y fundamental en el sostenimiento de la sociedad
Además, y ya pensando en el futuro, falta ampliar la comprensión de las múltiples aristas que
conlleva el trabajo no remunerado. Desde la experiencia actual, no podemos asegurar que
estas medidas aisladas lleven a una mejor inserción de las mujeres en el mercado laboral.
Como hemos visto se requiere una política integral de incorporación de las mujeres a las
esferas productivas, que no sólo esté centrada en los espacios de cuidado y en la
exteriorización de los servicios de cuidado sino en todas las esferas que suponen una
integración igualitaria de las mujeres a los espacios laborales.
Esto, sin olvidar que además de poner en práctica estos mecanismos y crear nuevas
institucionalidades es necesario darle un giro a las ya existentes. Poco podemos esperar de
política aisladas que no tomen en consideración no sólo el trabajo sino las diferencias de
poder que estas generan, las estructuras arraigadas que estas construyen y que impiden una
consideración del trabajo reproductivo como trabajo económico y productivo, y como parte
del sostenimiento de la sociedad.
Será inconducente y hasta peligroso, olvidarse que el trabajo no es sólo medio de subsistencia
sino parte importante de la vida y la formación de identidad de las personas, de la misma
forma en que permite y forma parte de los elementos que determinan las relaciones entre las
personas.
Sin entrar de lleno, es necesario recalcar que sin iniciativas enfocadas a provocar y facilitar
cambios sociales y culturales, especialmente dentro de las familias, ningún cambio en política
pública en los espacios laborales será en el largo plazo demasiado exitoso. Las personas
vivimos necesariamente en comunidad y es la comunidad en su conjunto la que debe entender
y apreciar las transformaciones que se están dando dentro de ella. Si sólo una parte de la
62
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
La externalización del cuidado es una política importante y puede ser hasta eficaz, pero el
mantenimiento de la sociedad requiere más que solo la creación de nuevos servicios, requiere
también la formulación de nuevas formas de convivencia, nuevas formas en definitiva de ser
sociedad. En este aspecto el estado tiene el rol fundamental de conducir e intervenir para
evitar desequilibrios propios de las rápidas transformaciones, que tienden a dejar a sectores
rezagados.
63
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.
Bibliografía
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64
E
I
R
89
E
S
mujer y desarrollo
E l cuidado de la niñez
en Bolivia y Ecuador: derecho
de algunos, obligación de todas
La autorización para reproducir total o parcialmente esta obra debe solicitarse al Secretario de la Junta de Publicaciones,
Sede de las Naciones Unidas, Nueva York, N. Y. 10017, Estados Unidos. Los Estados miembros y sus instituciones
gubernamentales pueden reproducir esta obra sin autorización previa. Sólo se les solicita que mencionen la fuente e
informen a las Naciones Unidas de tal reproducción.
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…
Índice
Resumen ........................................................................................5
Introducción ........................................................................................7
I. Marco teórico-conceptual ..........................................................11
A. El trabajo de cuidado en la economía: la
visión predominante ............................................................15
B. Reabordando el cuidado .......................................................19
II. El cuidado en las políticas públicas ..........................................23
A. El cuidado en las políticas de trabajo ..................................24
B. Programas de alivio a la pobreza y empleo
de emergencia .......................................................................26
C. Seguridad social....................................................................28
III. La distribución del cuidado .......................................................31
A. Provisión extra hogar............................................................32
B. Provisión intra hogar ...........................................................43
IV. ¿Los costos son unilaterales?.....................................................63
V. Un desafío adicional para países como Bolivia y Ecuador .....67
VI. El cuidado como bien público global ........................................71
Bibliografía ......................................................................................77
Serie Mujer y desarrollo: números publicados ...............................83
Índice de cuadros
Cuadro 1 BOLIVIA - DEPENDENCIA PÚBLICA: COBERTURA NETA
EDUCACIÓN INICIAL POR SEXO, SEGÚN
DEPARTAMENTO AÑO 2004 ..................................................33
Cuadro 2 ECUADOR: COBERTURA PRE-PRIMARIA O PRIMER AÑO
BÁSICA POR PROVINCIAS Y REGIÓN DEL PAÍS,
PERÍODO 2002 – 2003 ............................................................37
3
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…
Índice de recuadros
Recuadro 1 CRIANZA Y EMPLEO SECTORIAL. LA FLORICULTURA EN ECUADOR .............................53
Índice de gráficos
Gráfico 1 FLUJO CIRCULAR DE LA RENTA AMPLIADO .................................................................14
Gráfico 2 PROVISIÓN DEL CUIDADO ............................................................................................20
Gráfico 3 ECUADOR: COBERTURA DE CENTROS DE CUIDADO INFANTIL PARA MENORES
DE 6 AÑOS (AINA, FODI, INNFA, ORI PRONEPE), POR PROVINCIAS .................................39
4
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…
Resumen
5
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…
La privatización del cuidado obedece a que la oferta educativa estatal para la niñez de edades
tempranas es sumamente insuficiente en los países abordados. Además, prácticamente no existen
otras políticas de cuidado, las escasas medidas están dirigidas a conciliar trabajo y familia y las
destinatarias son las mujeres, operando el supuesto de que son quienes deben conciliar estos
ámbitos. En el mismo sentido, la imagen de mujer cuidadora subyace en una serie de políticas
sectoriales como las de trabajo y previsión social, tal como muestra el documento.
Las deficiencias de cuidado se hacen más visibles en el contexto actual de masiva
incorporación de las mujeres al mercado laboral y de cambios en las familias. Los receptores del
cuidado, en este caso la niñez, pagan el precio de la deficiencia estatal y el ajuste familiar, en
circunstancias en que las disparidades en la recepción del cuidado incuban profundizaciones de las
desigualdades sociales.
El estudio se basa sobre fuentes secundarias, tanto bibliográficas como estadísticas, y en
entrevistas a informantes claves de instituciones encargadas de prestar o fiscalizar el cuidado
infantil, pertenecientes a la oferta pública, tanto estatal como no estatal.
6
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…
Introducción
7
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…
8
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…
dado que una repartición más equitativa de estas labores al interior de las familias se confronta con
uno de los núcleos más duros sobre los cuales se asienta el sistema de género, como es la división
sexual del trabajo, y por tanto de difícil y lenta reversión, la reconstrucción de roles y la
democratización del trabajo no remunerado aparecen como fines de largo plazo en las políticas de
género de la región, que no suelen ir acompañados de acciones concretas.
Pero no sólo se requiere redistribuir el trabajo no remunerado al interior de las familias,
también resulta un imperativo de justicia social asumir el cuidado, componente principal del trabajo
no remunerado, como un bien público, como responsabilidad social y estatal. En ese sentido
tampoco se ha avanzado en la mayoría de los países, lo que en parte puede obedecer a los criterios
fiscalistas que rigen las políticas sociales, que dificultan que el cuidado de personas ancianas,
enfermas, de la niñez y de todas las personas en general sea materia de cobertura de una seguridad
social universal y solidaria. El hecho es que la oferta estatal de cuidado para la niñez de edades
tempranas es muy insuficiente en Bolivia y Ecuador y la oferta privada llega sólo a un reducidísimo
grupo de gente. Frente a ello la familia se convierte en la red de protección social, pero esa familia
también está sufriendo transformaciones. Los receptores del cuidado, en este caso la niñez, pagan el
precio de la deficiencia estatal y el ajuste familiar.
Las falencias de cuidado no pueden ser reparadas, no puede volverse el tiempo atrás. En el
caso de la niñez, las disparidades en la recepción incuban profundizaciones de las desigualdades
sociales y la oportunidad y calidad del cuidado determina el futuro de los niños. Sin embargo, esto
no parece tomarse en cuenta y parece pensarse que las necesidades de cuidado empiezan a los seis
años, ya que a partir de esta edad se concentran los esfuerzos en educación.
Se requiere por tanto ir más allá, adoptar medidas más decididas y de incidencia más directa
en la redistribución del trabajo de cuidado, crianza y doméstico. Adoptar estrategias que
paralelamente a la demostración del valor de estas labores exijan a los gobiernos la responsabilidad
que les cabe en esta materia, ampliar el enfoque con que se han hecho las escasas demandas de
desfamiliarización del cuidado, apelar al cumplimiento de los compromisos internacionales y a las
necesidades de las nuevas estructuras familiares y demográficas de los países.
Las escasas iniciativas y crecientes debates siguen apuntando a facilitar que las mujeres sigan
siendo el vínculo, el espacio de ajuste entre el espacio productivo y el reproductivo, no a la
redistribución ni a la cobertura estatal del cuidado. En los casos de Bolivia y Ecuador, además de la
falta de compromiso de las instancias del estado ajenas a la oficina de la mujer, la ausencia de
medidas redistributivas del cuidado se podría explicar porque frente a la urgencia de necesidades
apremiantes como las relativas a los derechos a una vida libre de violencia, los derechos sexuales y
reproductivos, el derecho a la salud, la seguridad alimentaria y la pobreza masiva, la valoración y
redistribución del cuidado aparece postergada. Las mujeres se las arreglan de todas formas, a la
mayoría no les queda otra opción y encuentran formas de conciliar a expensas de su salud y calidad
de vida.
La urgencia de necesidades apremiantes, también parece hacer que los movimientos de
mujeres posterguen las demandas de redistribución de roles. Una sistematización de las demandas
de los movimientos sociales de mujeres en Bolivia (Arnold y Spedding, 2005) evidencia que el
trabajo no remunerado y su redistribución tanto social como familiar no están presentes en las
reivindicaciones de las mujeres. En el mismo sentido no parecen ser una prioridad de los reclamos
de las ecuatorianas.
En la actualidad además se presentan ciertos fenómenos que acrecientan la importancia del
cuidado, sumandose a la imparable incorporación de las mujeres al mercado laboral. A saber: a) el
desempleo y la marginación de colectivos de personas, que se da tanto en países pobres como ricos,
que incrementa la dependencia del trabajo no remunerado; b) las crisis, los ciclos económicos y las
nuevas formas de ocupación, sobre todo las informales, que acentúan la conexión entre las
9
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actividades que se desarrollan fuera y dentro del mercado; c) los desafíos derivados de las nuevas
estructuras demográficas y los cambios en las familias (Benería, 2006).
El estudio trata de llenar los vacíos detectados, sobre todo conceptuales y, tomando en cuenta
los fenómenos mencionados, aborda el cuidado como un fenómeno integral que se desarrolla tanto
dentro como fuera de los hogares y que debe considerarse un bien público.
El estudio se basa sobre fuentes secundarias tanto bibliográficas como estadísticas, de estas
últimas se utilizaron: la Encuesta Continua de Hogares de noviembre y diciembre de 2001 de
Bolivia que incluye un módulo para la medición del trabajo doméstico no remunerado en el hogar
destinado a personas de 7 años y más; el Censo 2001 de Bolivia; la Encuesta Continua de Hogares
2003 de Bolivia; la Encuesta de Empleo, Desempleo y Subempleo en el área urbana de agosto de
2004 de Ecuador que integró un módulo denominado “Condición de actividad y quehaceres
domésticos”, destinado a la población de 5 años y más; y que posteriormente en el año 2005 se
integra como módulo de Uso de Tiempo; y el Censo de Población y Vivienda 2001 de Ecuador. De
todas formas se aclara que los datos que se presentan para Bolivia y Ecuador no son comparables.
La comparación solo será posible cuando se desarrolle una clasificación estandarizadas de
actividades a considerar en las encuestas.
Además se aplicaron siete entrevistas abiertas a informantes claves de instituciones
encargadas de prestar o fiscalizar el cuidado infantil, pertenecientes a la oferta pública, tanto estatal
como no estatal.
10
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I. Marco teórico-conceptual1
1
Esta sección ha sido escrita conjuntamente con Corina Rodríguez.
2
De hecho, el trabajo asalariado y el trabajo doméstico surgen como categorías diferenciadas a partir del desarrollo de las economías
capitalistas industriales, que provocó una división entre la esfera de lo público (el mercado) y la esfera de lo privado (el hogar). Esta
frontera adquiere características diferenciadas según los contextos: es común encontrar situaciones donde los hogares siguen
haciéndose cargo de muchas actividades productivas (o que lo serían si se desarrollaran en el mercado) y situaciones donde el
mercado o el Estado han asumido funciones reproductivas (por caso, cuidado de niños o personas mayores, servicios domésticos de
distinto tipo, etc.).
3
Como ejemplo vale citar el Informe sobre Desarrollo Humano del año 1995, que tuvo como eje la cuestión de las inequidades de
género e hizo hincapié en la necesidad de dar visibilidad y valorización al trabajo no remunerado realizado por las mujeres. Al
respecto ver: http://hdr.undp.org/reports/global/1995/en/.
11
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dedican al cuidado al interior de sus hogares aun aparece en las estadísticas como población
económicamente inactiva, las cuentas nacionales aun no contemplan el aporte de este trabajo y lo
más importante, el mismo sigue siendo responsabilidad casi exclusiva de las mujeres.
Pero el trabajo de cuidado no se realiza solo al interior de los hogares ni sólo de manera no
remunerada. Su carácter en ese sentido es consecuencia de elecciones políticas, valoraciones
culturales y estructuras de género (Batthyany, 2004). A lo largo de la historia cuatro tipos de
instituciones han intervenido en la distribución del cuidado: las instituciones de la sociedad civil
(iglesia, voluntariado, fundaciones), el Estado, el mercado y las familias. Desde esta visión, la
provisión de cuidado se vincula con la producción de bienestar, y la distinta combinación de cada
una de estas instituciones con la idea de regímenes de Estado de Bienestar (EB). 4 Es la combinación
institucional la que determina dos procesos de autonomía de las familias y las personas, en la
provisión y acceso al bienestar y al cuidado. Por un lado, el nivel de “des-mercantilización”,
señalando el grado en que el EB consigue garantizar derechos económicos y sociales reales a las
personas, por fuera de los mecanismos de intercambio mercantil. Por otro lado, el nivel de “des-
familiarización”, que indica el grado en que el EB reduce el nivel de dependencia de los individuos
respecto de sus familias, o bien, inversamente el aumento de la capacidad de control del individuo
sobre recursos, independientemente de las reciprocidades familiares o conyugales (Sojo, 2005).
En base a este último criterio, Aguirre (2005), identifica dos tipos ideales de EB: i) el
régimen familista, en el cual la responsabilidad principal del bienestar corresponde a las familias y a
las mujeres en las redes de parentesco y ii) el régimen des-familiarizador, en el cual hay una
derivación de las responsabilidades de cuidado hacia las instituciones públicas y el mercado. Sin
embargo, aún en configuraciones donde predomine la provisión pública o mercantil de servicios de
cuidado, pueden perpetuarse los roles tradicionales de género, y esto es de hecho lo que parece
suceder en la realidad.
En efecto, en todos los modelos, las mujeres se han hecho cargo de la mayor porción del
cuidado, y es esto lo que tienen en común el cuidado intra y extra hogar, remunerado y no
remunerado: que es prestado mayoritariamente por mujeres. A medida que las sociedades se
complejizan se perfeccionan los mecanismos institucionalizados de cuidado, mientras que en
sociedades menos modernas predominarán las formas cuidado intra- hogar (Giménez, 2003).
El cuidado es un trabajo que, como todos, implica tiempo y conocimientos. Su especificidad
es la de estar basado en lo relacional, ya sea en el marco de la familia o fuera de ella. En el marco de
la familia, su carácter, a la vez obligatorio y desinteresado le otorga una dimensión moral y
emocional. Fuera del marco familiar, el trabajo de cuidado está marcado por la relación de servicio
y asistencia. Como se dijo, lo que unifica la noción de cuidado es que se trata de una tarea
esencialmente realizada por mujeres, ya sea dentro de la familia o fuera de ella bajo la categoría de
prestación de servicios personales. Al mismo tiempo es por medio del cuidado que la identidad
genérica de las mujeres es construida. Así, su posición de en la familia, sus oportunidades en el
mercado de trabajo y su relacionamiento con parientes es definida en términos de su potencialidad y
capacidad de cuidar. “Cuidado y feminidad son dos caras de la misma moneda...” (Batthyany,
2004:51).
Este proceso social y cultural de especialización de las mujeres en las tareas de cuidado va de
la mano de la separación de las esferas de la producción y reproducción, y de la consecuente
exclusión y segregación de las mujeres en el mercado de empleo. 5 Esto se sintetizaría en la idea de
domesticidad (Williams, 2000), determinada por dos características. La primera es la organización
del trabajo de mercado (empleo) en torno a la norma de un “trabajador ideal” que se ocupa a tiempo
4
Sobre la idea de regímenes de EB ver Esping-Andersen (1990). Para su aplicación al caso de América Latina ver Lo Vuolo (1998) y
Martínez Franzoni (2005).
5
Utilizo el término mercado de empleo en lugar del más difundido de mercado de trabajo, para indicar que el primero refiere sólo a
una manifestación del trabajo humano, aquel que adopta la forma mercantil.
12
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completo e incluso trabaja horas extras, acepta movilidad geográfica y que destina muy poco tiempo
a las tareas de mantenimiento físico del hogar y cuidado de las personas dependientes. La segunda
característica central es el sistema de provisión de los servicios de cuidado, que marginaliza a
quienes desarrollan esa tarea.
Ésta se da en un doble sentido. Por un lado, las personas que ejercen sus responsabilidades
domésticas se ven discriminadas en el mercado de empleo, si simultáneamente se insertan en él. Por
otro lado, quienes “deciden” dedicarse exclusivamente a las tareas de cuidado, ven subvalorada su
contribución al hogar y a la sociedad. Más aún, quienes deciden ofrecer sus servicios domésticos en
el mercado, reciben malas condiciones de trabajo y remuneraciones y baja consideración de la
utilidad social de su tarea.
Aún cuando se han producido evidentes progresos en la inserción de las mujeres al mercado
de empleo, lo mismo no ha sucedido con la inserción de los hombres a las tareas de cuidado. “La
domesticidad no ha muerto, ha mutado” (Williams, 2000: 3). En este sentido, la inequidad de
género asociada a la domesticidad, está hoy adoptando mecanismos estructurales más impersonales,
que son vividos a través de formas culturales más fluidas. Una consecuencia de esto es la
(re)producción de la subordinación aún cuando las mujeres actúan crecientemente como individuos
que no se encuentran bajo el comando directo de un individuo varón (Fraser, 1997).
La convivencia de la domesticidad con la mayor inserción de las mujeres en el mercado de
empleo dio lugar al nacimiento de la doble jornada femenina. 6 Este término se utiliza para describir
la naturaleza del trabajo que realizan las mujeres que se insertan en el mercado de empleo y
continúan realizando el trabajo no remunerado en el hogar. A esto se suma en algunos casos, el
trabajo comunitario. La multiplicidad de roles que han asumido las mujeres, como perceptoras de
ingreso en un empleo, como principales responsables de las tareas del hogar y del cuidado de los
menores y las personas mayores, y como agentes activos en sus propias comunidades, las han
llevado a buscar la manera de ajustarse a esta presión sobre su propio tiempo. En la mayoría de los
casos, este ajuste se realiza limitando las horas de descanso y el tiempo de ocio personal (Floro,
1999). En síntesis, la doble (o triple) jornada se traduce en un deterioro de la calidad de vida de las
mujeres. Esto no es sino la expresión de otro conflicto igual o más profundo que se da entre la
obtención de beneficios económicos y el cuidado de la vida humana, en el marco de la producción
capitalista que se asienta en los procesos de reproducción y sostenibilidad de las personas que se
desarrollan al interior los hogares (Carrasco, 2003).
Lo primero que se observa es que los trabajadores y trabajadoras perciben el fondo de
salarios (W), que se obtiene multiplicando el número de trabajadores empleados (L) por las horas de
trabajo (h) y por el salario unitario medio (w). El fondo de salarios puede aumentar o disminuir
debido a la variación de cualquiera de las tres variables: el salario, el número de ocupados y
ocupadas, la jornada laboral.
El fondo de salarios financia a los hogares, que a diferencia del caso del flujo circular
tradicional, aquí no son instituciones armónicas. Por el contrario, la inclusión del trabajo no
remunerado en el análisis complejiza a las familias que ahora deben explícitamente negociar en su
interior y decidir la división de trabajo entre sus miembros. 7
6
La tasa de participación femenina ha ido aumentando en la mayoría de los países, sin una redistribución de los tiempos dedicados a
las tareas domésticas. Es decir, lo que se observa son varias formas de inflexibilidad de la división del trabajo doméstico que reflejan
características sociales que actúan como freno en el proceso de equilibrio. La “rigidez” que se observa con más frecuencia está en la
sustitución del trabajo femenino por el masculino (Kabeer, 1998). Claramente, el aumento en el tiempo de las mujeres en el mercado
laboral, se ajustó por una disminución de su tiempo de ocio, y no por el aumento en el tiempo dedicado a las actividades domésticas
por parte de otros miembros del hogar.
7
Esta idea se relaciona con la de los “conflictos cooperativos” desarrollada por Sen (1990).
13
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GRÁFICO 1
FLUJO CIRCULAR DE LA RENTA AMPLIADO
Fondo de salarios
Producción (Empresas)
(Lhw=W; w>0)
Producción y
Distribución
Mercantil
Población ocupada
Familia - Estándar de
vida (bienes de
mercado y servicios) Población trabajadora
Trabajo no remunerado (activa e inactiva)
(wd=0; Ldhwd=0)
(Wd > 0 ; Ldhwd > 0) Reducción
14
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del trabajo no remunerado es un proceso real que sirve para reducir la discrepancia entre los
recursos distribuidos y los efectivos consumos familiares.
Ahora bien, el trabajo no remunerado tampoco es infinitamente elástico. Su capacidad para
arbitrar entre el empleo y las condiciones de vida se reduce, además, cuando aparecen nuevas
oportunidades para algunos segmentos de la fuerza de trabajo (incluidas las mujeres). El problema
de las tensiones crecientes entre las condiciones del proceso de reproducción social y las
condiciones de producción de mercancías con el fin de obtener un beneficio, no puede resolverse
potenciando simbólicamente las capacidades de las mujeres, sin entrar a debatir las contradicciones
internas del sistema en relación con la formación de capital social, las normas de convivencia y la
adecuación de la remuneración del trabajo.
En esa línea, Nelson (1993, 1996) aboga por una modificación del foco central del análisis
económico, pasando del intercambio y la elección (choice) a la provisión (provisioning), esto es, a
los bienes y procesos necesarios para la supervivencia humana. Cuando ésta se transforma en el
corazón del análisis económico, los servicios inmateriales como el cuidado de niños y niñas, de la
salud y la preocupación por la transmisión de las habilidades (educación), se vuelven tan centrales
como la alimentación y la vivienda. Algo similar propone Power (2004) cuando sugiere que el
punto de partida del análisis económico debe ser la provisión social. Con este término quiere
resaltar el análisis de las actividades económicas como procesos sociales interdependientes. Este
concepto permite incluir el trabajo doméstico no remunerado de las mujeres, así como las normas
sociales que afectan tanto los procesos como sus resultados.
Desde estas visiones alternativas, es posible entonces, reconfigurar la noción de cuidado y
reabordarlo para su estudio en el caso latinoamericano, identificando las inequidades de género
asociadas e imaginando estrategias para revertirlas.
15
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cuidadores o necesitados de cuidado debido a que los perciben consumidores que compiten entre sí,
haciendo sus propias elecciones (Tronto, 2006).
El cuidado y la sostenibilidad de la vida humana han sido tratados como una externalidad del
sistema económico (Carrasco, 2003, Pichio, 1999) que pertenece a la competencia de las familias o
en el mejor de los casos de políticas sociales focalizadas, en un Estado mínimo liberal que depende
de una actividad no estatal (el cuidado) para sostenerse (Buker, 2006).
A lo largo de los siglos y las distintas corrientes económicas, se repite la constante de obviar
o analizar errada o parcialmente la esfera doméstica y sus relaciones con el resto del sistema
económico. Así, los economistas clásicos 8 identificaron la importancia de la reproducción de la
fuerza de trabajo, pero concentraron su atención sólo en la cuestión de los “bienes salarios”
consumidos por los hogares, sin explorar el rol del trabajo doméstico en este proceso. En el
contexto, asumieron como natural el modelo jerárquico de la familia con la autoridad investida en la
figura del esposo/padre. 9
Marx, por su parte, en el desarrollo de su teoría del valor-trabajo reconoció como tal tanto al
que resultaba productivo desde el punto de vista capitalista, como desde un punto de vista social.
Sin embargo, el énfasis estuvo puesto en el análisis del primero resultando marginal el estudio de
las especificidades del segundo. Engels, sí observó en más detalle el rol de la familia nuclear en el
desarrollo capitalista, señalando que el objetivo principal del hogar patriarcal era la reproducción de
la propiedad privada. Así, remarcaba que la monogamia surgió de la concentración de suficiente
riqueza en las manos de un solo individuo, un hombre, y de la necesidad de legar esa riqueza a sus
hijos. Desde el punto de vista marxista, la única forma en que las mujeres podían conseguir
igualdad con los hombres era socializando el trabajo doméstico y el cuidado de los niños.
En el ámbito de la teoría feminista, el “debate del trabajo doméstico” volvió sus pasos sobre
la teoría marxista. La principal discusión fue la relación entre el trabajo doméstico y la acumulación
capitalista, con dos posiciones al respecto: Una argumentaba que el trabajo doméstico subsidiaba a
la producción capitalista con su rol en la reproducción de la fuerza de trabajo, directamente
incrementando el beneficio capitalista; la otra postura negaba la noción de subsidio y en cambio
consideraba al trabajo doméstico como esencial para la reproducción de la fuerza de trabajo en este
tipo de sociedades.
Desde la primera visión se redefinió el valor de la fuerza de trabajo como el tiempo de trabajo
total necesario para su reproducción, es decir, el tiempo utilizado en el trabajo del hogar además del
tiempo abstracto incorporado en las mercancías consumidas. De esta manera la plusvalía es
apropiada por los capitalistas que le pagan a los trabajadores hombres un salario que es menor que
el valor de su fuerza de trabajo.
Así, la contribución que el trabajo doméstico realiza a la producción de plusvalía es la de
mantener el valor de la fuerza de trabajo por debajo del costo de su reproducción. El mecanismo
para esto consiste en la retención dentro del hogar de aquellos aspectos de la reproducción y el
mantenimiento de la fuerza de trabajo que no son rentables ni para la producción capitalista ni para
el Estado, en caso de que éste eventualmente se hiciera cargo.
La perspectiva que considera al trabajo doméstico como un elemento indispensable para la
supervivencia del modo capitalista de producción, lo entiende como producción en sí mismo, ya no de
mercancías, sino de valor de uso. Su fin último es proveer fuerza de trabajo para su venta. Desde esta
perspectiva, la principal razón por la cual el trabajo doméstico sobrevive es porque el capitalismo
requiere trabajadores que sean individuos libres ofreciendo su fuerza de trabajo en el mercado.
8
Se sigue en esta síntesis a Gardiner (1997).
9
La excepción son los trabajos de John Stuart Mill y Harriet Taylor quienes reconocieron la importancia de la inserción de las mujeres en el
mercado de empleo como elemento esencial para la distribución democrática de decisiones y responsabilidades al interior de los hogares.
16
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Esto significa, por ejemplo, que si los varones y las mujeres jóvenes comienzan siendo igualmente productivos en ambas esferas de la
producción, la discriminación de género en el mercado de empleo (que reduce el salario de las mujeres por debajo de su
productividad de mercado) implicará que ellas se responsabilicen por una mayor cuota del trabajo doméstico y los varones por una
mayor cuota de trabajo remunerado en el mercado (Gardiner, 1997).
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Se puede definir una relación simple, donde el producto P aparece como una función del
trabajo asalariado (Lw) y del trabajo doméstico (Ld) 11 :(1) P = f ( Lw + Ld )
El producto se distribuye entre el trabajo (asalariado y doméstico) y el beneficio (R), luego:
(2) P = Lw W + R + Ld 0
La parte de P que corresponde al trabajo doméstico es nula, ya que su salario es nulo. Podría
decirse que parte del producto va a parar a quienes realizan trabajo de cuidado a través de una norma
de distribución de W al interior de los hogares, pero ésta se encuentra indeterminada. En efecto, habría
que especificar la relación entre el trabajo doméstico y las demás variables (Lw, P, W, R).
El trabajo doméstico influye sobre la cantidad y calidad del trabajo asalariado (Lw). Su
influencia en la calidad de Lw está relacionada con los valores que se transmiten en la educación al
interior de los hogares, y con los cuidados de la salud que se realizan en este ámbito. El trabajo
doméstico también influye sobre la cantidad de horas de trabajo asalariado disponible, ya que lo
libera de las responsabilidades de cuidado.
El papel del trabajo doméstico sobre W es muy importante, porque existe un cierto grado de
sustitución entre trabajo doméstico y mercancías salariales, y los niveles de vida no dependen
exclusivamente de las mercancías sino también de bienes y servicios no mercantiles. Asimismo, en
la medida que W está inversamente relacionado con R, la parte de W que corresponde a las
transferencia intra-hogar de recursos, también dependerá del grado de explotación del capital sobre
el salario, o bien, de la proporción de W y R en relación con el producto P. Si se considera, dada la
evidencia histórica, que es más probable que el beneficio imponga a los salarios como un residuo,
entonces se comprende la dureza del trabajo doméstico. La reproducción se encuentra atrapada entre
un salario dado y las necesidades y carencias. “Este es a la vez un problema de relaciones de poder
de clase y de género, toda vez que la relación inversa entre salarios y beneficio se convierte en una
relación directa entre trabajo doméstico no remunerado y beneficio.” (Picchio, 1999: 220).
La discrepancia entre la carga del trabajo de cuidado, su elevada productividad social y la
pobreza de los recursos que se asignan a la reproducción de la población revelan hasta qué punto es
social y no objetiva la relación entre el trabajo y la distribución de la renta. La visibilidad del
trabajo doméstico como reivindicación política no sólo se propone hacer explícita la relación entre
trabajo de reproducción y producto social, sino también abrir un debate sobre las normas de la
distribución, los modos de producción y la calidad de la relación entre producción y reproducción.
Para comprender mejor estos aspectos, Picchio (2001) propone ampliar el tradicional
esquema del flujo circular de la renta, incorporando un espacio económico que define de desarrollo
humano, caracterizado por el hecho de que las actividades que en él se desarrollan tienen como
finalidad directa el bienestar de las personas y no la valorización de las mercancías.12
Este espacio de desarrollo humano permite integrar en el análisis las grandes funciones del
trabajo de reproducción diferenciadas a escala del sistema. Picchio (2001) las define del siguiente
modo: i) ampliación de la renta monetaria en forma de nivel de vida ampliado, que también incluye
la transformación de bienes y servicios por medio del trabajo de reproducción social no
remunerado; ii) expansión del nivel de vida ampliado en forma de una condición de bienestar
efectiva, que consiste en el disfrute de niveles específicos, convencionalmente adecuados, de
educación, salud y vida social; iii) reducción cuantitativa y cualitativa de la población trabajadora a
aquella efectivamente empleada: en este caso, el trabajo no remunerado desarrollado en el ámbito
doméstico sirve de apoyo para la selección, realizada en el mercado laboral, de las personas y las
11
Trabajo doméstico es la terminología que Picchio (1992, 1999) utiliza para referirse a lo que aquí se considera trabajo de
reproducción social. En el mismo sentido se encuentra y utiliza la expresión “cuidado” o “trabajo de cuidado”.
12
El concepto de desarrollo humano se diferencia del de capital humano. El primero refiere a las condiciones de sostenibilidad del
proceso de reproducción social de la población. El segundo revela, en cambio, un uso instrumental de las personas como elementos
de producción que es preciso actualizar y valorizar para aumentar su productividad.
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B. Reabordando el cuidado
Los elementos enunciados hasta ahora permiten ir definiendo el concepto de cuidado que se aborda
en el presente trabajo. Se trata fundamentalmente del cuidado como elemento esencial de
funcionamiento del sistema económico y social. Por eso se enmarca dentro del campo de la
economía del cuidado. Esto no implica desconocer que el cuidado es una actividad
multidimensional, con aspectos económicos, sociales, psicológicos, culturales y políticos.
“El cuidado es una actividad específica que incluye todo lo que hacemos para mantener,
continuar y reparar nuestro mundo, de manera que podamos vivir en él tan bien como sea posible.
Ese mundo incluye nuestros cuerpos, nuestro ser, y nuestro ambiente, todo lo cual buscamos para
entretejer una compleja red del sostenimiento de la vida” (Fisher, 1990 citada por Tronto, 2006, 5
traducción libre) Esta definición incluye tanto posibilidad del autocuidado como la de cuidar a
otros, a tiempo que deja fuera la dimensión afectiva del cuidado como inherente al mismo, pero
tampoco lo equipara a una actividad mercantil cualquiera. Asimismo, incorpora tanto la perspectiva
de quienes otorgan y quienes reciben cuidado. Como ya se mencionó, asociar al término cuidado el
concepto de economía implica concentrarse en aquellos aspectos que generan, o contribuyen a
generar, valor económico.
El cuidado es de dos tipos. Directo, que implica la prestación material del mismo, la atención
de las necesidades físicas y biológicas de tal manera que hay una transferencia de tiempo y una
interacción cara a cara entre las personas que otorgan y reciben el cuidado. E indirecto, que consiste
en la transferencia desde un componente de algún sistema social de los mecanismos necesarios para
que los individuos generen por cuenta propia las atenciones que requieren (Giménez, 2003). A su
vez el cuidado directo se diferencia entre: Espontáneo --aquel que es prestado ocasional y
voluntariamente y no hace parte de una relación constante; cuidado necesario- el que no puede ser
auto provisto, por ejemplo el prestado a la niñez y las personas enfermas; y servicios personales,
aquellos que podrían ser provistos por el propio beneficiario pero se delegan a otra persona. La
diferencia entre cuidado y servicios personales no es la naturaleza del acto, ni la relación de
intimidad del trabajo de cuidado, la diferencia es la facultad de mando de una de las partes y la falta
de autonomía de la otra, aunque el lenguaje de los servicios preserve la ilusión de la independencia
de la prestadora. Esta ilusión o mito hace que las opciones de mercado oculten las reales
necesidades de cuidado (Tronto, 2006).
Ya se dijo que los prestadores han sido el Estado, instituciones de la sociedad civil, el mercado
y las familias. Por su parte, los receptores tradicionalmente han sido las personas dependientes, es
decir, la ancianidad, la niñez, los enfermos y en alguna medida los discapacitados, pero el cuidado
también se dirige a personas ocupadas en el mercado laboral. Sin embargo, se requiere ir más allá: los
receptores de cuidado somos todos. Desde el momento en que los receptores son los dependientes, “los
otros”, quedan excluidos de las decisiones relativas al cuidado. Además, cuando los actores autónomos
son tomados como la norma del accionar humano, el cuidado deja de considerase como un aspecto de
la vida. Si todos son considerados receptores, se deshace la falacia de las personas como actores
racionales que compiten constantemente en el mercado, y se reconocen los límites de éste, a tiempo
que los receptores dejan de ser “los otros” (Tronto, 2006).
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En este trabajo se opta además por establecer la subcategoría de “crianza” que si bien es un tipo
de cuidado es específico para la niñez. Esta diferenciación se justifica tanto por acotar el ámbito de
estudio como por razones de visibilización, ya que cuando se habla de cuidado en general, aun
aclarando que sus destinatarios son no únicamente las personas dependientes, lo que suele suceder en
los estudios de América Latina es que cuidado se termina asimilando a crianza y se invisibilizan los
trabajos de cuidado a otras de personas. También se pretende contribuir a ir construyendo un nuevo
lenguaje del cuidado que de cuenta de sus especificidades, complejidad y magnitud.
En la actualidad se puede trazar el siguiente diagrama de la distribución societal del cuidado
directo (ver gráfico 2). Cada uno de los prestadores del diagrama, tanto los pertenecientes al ámbito
intra como extrahogar, implican una compleja organización y planificación y mantienen flujos entre
ellos, dependiendo de la suficiencia y oportunidad de la prestación. Así, si la oferta pública estatal no
brinda una cobertura u horarios suficientes, se deberá acudir al mercado a las cuidadoras remuneradas
o no pagadas al interior del hogar. En el mismo sentido, si la oferta del estado es residual y no existen
ingresos para contratar los servicios en el mercado se acudirá a la oferta pública no estatal disponible:
ONG, instituciones religiosas, voluntariado que se encarga del cuidado.
GRÁFICO 2
PROVISIÓN DEL CUIDADO
Guardería
salas
hogares para el
adulto mayor
Centros de
cuidado
Residenciale
Residenciales Hospitales
infantil para el Cl ínicas
Salas cunas adulto mayor
Empleadas Colegios Programas Programa Hospitales,
domésticas y centros y centros posta
Ni ñ era del adulto de
Enfermeras mayor cuidado
infantil
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13
En este acápite se sigue en gran parte lo desarrollado por Marco, 2006.
14
En la literatura se continúa hablando de conciliación o compatibilización para aludir a las soluciones del conflicto familia-trabajo que
experimentan las mujeres, pero “acoplar” parece ser más adecuado, ya que los dos primeros términos aluden a dos espacios opuestos que
deben ser ajustados entre sí por las mujeres. En cambio, según la Real Academia Española (2007) acoplar es “unir entre sí dos piezas o
cuerpos de modo que se ajusten exactamente. Ajustar una pieza al sitio donde deba colocarse”. Se trata entonces de que mercado de trabajo y
familia dejen de ser opuestos, de que cada uno tenga su lugar y su tiempo en la vida de varones y mujeres (Marco y Rico, 2007).
23
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son las horas del día de todos los días, y si no tenemos libre disposición de nuestro tiempo, no
tenemos plena autonomía en nuestras vidas.
Si bien en muchas políticas aun subsiste la consideración de la remuneración femenina como
secundaria frente a la masculina, este supuesto se ha ido superando en virtud de la evidencia
sobre la importancia del ingreso de las mujeres al mercado laboral, tanto para la subsistencia
familiar como para la reducción de la pobreza de los países. Lo que sí parece seguir vigente en el
imaginario de los decisores es el carácter secundario que se atribuye a la obligación de las mujeres
de trabajar remuneradamente, su obligación primaria y primordial sería la del cuidado de las
personas dependientes tanto dentro como fuera del hogar. Como muestra de ello se abordará el
tratamiento del cuidado en algunas políticas sectoriales.
24
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17
Según la Real Academia Española de la Lengua conciliar es “Componer y ajustar los ánimos de quienes estaban opuestos entre sí”. Por su
parte, compatibilizar es hacer compatible, que significa “que tiene aptitud para unirse o concurrir en un mismo lugar o sujeto” (www.rae.es).
25
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organización distinta del mercado laboral, de los servicios públicos y del trabajo dentro de la
familia, no queremos tener que conciliar, ser el espacio de ajuste entre dos espacios opuestos.
Queremos que dejen de ser opuestos (Marco, 2006a).
26
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Otra evaluación (Lanza, 2003) muestra que las mujeres constituyeron el 55% de los
postulantes 18 y concluye que, en promedio, hubo una mejora en los ingresos laborales sólo para las
trabajadoras que participaron en el PLANE, pero no para los varones. Asimismo, que hubo un impacto
positivo para ambos sexos en la posibilidad de encontrar trabajo luego de haber trabajado en el
PLANE, ya que el 20% de los participantes, sobre todo las mujeres, encontró otro empleo. Estas
conclusiones parecen lógicas si se piensa que la mayoría de las participantes eran antes inactivas,
empleadas domésticas o vendedoras informales, con escasa calificación y remuneración o sin esta
última, de manera que resulta fácil mejorar sus ingresos, aunque estos vayan a seguir siendo bajos.
Por lo pronto, el gobierno actual ha ampliado una vez más el PLANE, y como programa de
empleo de más largo aliento se ha formulado el PROPAIS (Programa contra la Pobreza y Apoyo a
la Inversión Social), que ya había sido establecido por un decreto supremo del año 2004 y que ahora
pretende generar 110.000 empleos en dos años.
En Ecuador está el Programa Bono de Desarrollo Humano, vigente desde 1998, que efectúa
transferencias monetarias, hasta hace poco condicionadas a la inversión en salud y educación.
Desde su establecimiento las destinatarias son las mujeres de los hogares seleccionados. Las
evaluaciones del Bono mostraron efectos positivos, relacionados con el empoderamiento y la
autonomía de las mujeres, así como efectos en el autocuidado con incrementos significativos en la
cobertura de salud en general y en salud sexual y reproductiva en particular. Pero las evaluaciones
del Bono también mostraron que los ingresos percibidos por las mujeres eran dirigidos mayormente
al hogar, con lo que las perceptoras se convertían en intermediarias gratuitas entre las familias y el
Estado. Las mujeres figuraban como responsables de la economía del cuidado y por ello se
demandaba su corresponsabilidad para proteger la salud y la educación, sin un contrapeso que
responda a sus necesidades estratégicas y sin acciones que promocionaran la corresponsabilidad de
padres y de los servicios estatales (Armas, 2005). Por ello, el programa fue modificado y la
transferencia reconocida como un derecho, por tanto sin condicionamientos, que es entregada con el
mensaje “Tu trabajo sí vale”. Asimismo el Programa ha sido articulado con otros programas
sociales y servicios de salud (CEPAL, 2007a).
De las evaluaciones de los planes de empleo de emergencia y de alivio a la pobreza pueden
extraerse interesantes apreciaciones respecto a la relación de las mujeres con la oferta estatal de
programas. A diferencia de lo que sucede con otras iniciativas gubernamentales, las mujeres son la
mayoría de los beneficiados o de los postulantes, como es el caso de Bolivia. Esto pareciera indicar que
las mujeres hacen uso de las oportunidades y servicios que se les ofrecen y, desde otra perspectiva,
implica que la oferta estatal, en estos planes específicamente, está sabiendo llegar a las mujeres.
Pero ¿por qué estos programas y no otros llegan a las mujeres? 19 Porque apuntan a las
mujeres desde su formulación, tanto por estar sobrerepresentadas entre los pobres, como porque se
las considera más eficientes administradoras de los recursos y las encargadas de cumplir con las
condiciones que se exigen para las transferencias, tales como asistir a talleres de nutrición, salud,
reuniones escolares y garantizar la permanencia de los hijos en la escuela. Es decir que todas las
condiciones están relacionadas con el cuidado y el bienestar familiar y las mujeres aparecen como
las encargadas del mismo, por ello son las receptoras.
18
Este fenómeno podría ser una muestra de la necesidad y del deseo de las mujeres de trabajar, que no encuentran respuesta en el
mercado laboral, y reafirma tendencias del pasado que revelan que mujeres inactivas se convierten en activas frente a las
inclemencias de la coyuntura económica.
19
La mayor difusión de los planes de empleo de emergencia y de los programas de alivio a la pobreza; su más eficiente administración
e informatización y su vinculación con los municipios podrían explicar una mayor cercanía a las mujeres. También está la evidencia
de la incorporación de las mujeres al trabajo remunerado en tiempos de crisis y de su “disposición” a aceptar empleos temporales y
mal remunerados.
27
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C. Seguridad social
La relación de las mujeres con los sistemas de seguridad social ha estado mediatizada por el rol de
cuidadoras que se les continúa asignando. Es precisamente por su función de cuidadoras que se les
reconoce a las mujeres el acceso a los derechos sociales y a las prestaciones de la previsión social,
determinando su doble relación con el cuidado: fueron acreedoras del derecho al cuidado
precisamente por ser las encargadas de prestarlo. Esta relación persiste en las reformas estructurales
a la seguridad social realizadas en la América Latina. En Ecuador, la reforma de pensiones desde un
sistema de reparto y beneficio definido (SRBD) hacia uno de capitalización individual y
contribución definida (CICD) se inicia en el año 2004 pero no se llegó a implementar debido a las
protestas ciudadanas incluidas las de los jubilados. Incluso una norma que implementaba un sistema
mixto, es decir una combinación de reparto y capitalización individual, la Ley 2001-55 fue
declarada inconstitucional por el Tribunal Constitucional por desconocer derechos sociales.
De manera que en Ecuador subsiste el sistema público que en la concepción del cuidado es
cualitativamente similar a los de CICD, pero que cuantitativamente parece perjudicar menos a las
mujeres. Lo que se gana en status en un sistema privado que ve a las mujeres como una mezcla de
potenciales cotizantes pero al mismo tiempo dependientes-beneficiarias-cuidadoras, se pierde en
prestaciones frente a un sistema que las considera preponderantemente dependientes del marido
pero que al ser solidario las beneficia.
En Bolivia sí se reformó estructuralmente el sistema de pensiones privatizándolo, de manera que
el cuidado de las personas adultas mayores queda en manos del mercado, y el acceso queda supeditado a
la disponibilidad de ingresos suficientes y regulares que permitan entrar y mantenerse en el sistema.
Para quienes no disponen de ellos, el cuidado vuelve a estar a cargo de las familias, es decir, de las
mujeres, más aún en casos como el boliviano donde la cobertura previsional es reducisima. Una vez más
el trabajo de cuidado de éstas absorbe las retiradas del Estado y éste presume que ellas se harán cargo.
En el caso boliviano, la única prestación a cargo del Estado es la Renta Dignidad, que es una pensión de
carácter universal y se entrega a todos los mayores de 60 años dos veces al año.
Pero la injusticia va más allá del subsidio que realizan las mujeres mediante su trabajo de
cuidado a la seguridad social. Los estudios ya habían mostrado que los sistemas de capitalización
individual reproducen las desigualdades y exclusiones del mercado laboral y contienen mecanismos
de discriminación directa (Marco, 2004). Aquí se presenta entonces otra faceta de la especial
relación de las mujeres con la previsión social, ya que su rol de cuidadoras está perjudicando su
situación previsional. En efecto, la asignación de las tareas de crianza y cuidado a las mujeres como
responsables casi exclusivas determina sus condiciones en el mercado laboral, las que a su vez
definen su situación previsional (Marco, 2006a).
La falta de preocupación por esta problemática responde precisamente a la vigencia de los roles
de género, así como al hecho de que cuando se reconoce alguna forma de inequidad no se considera
pertinente que sea el sistema de seguridad social el que la corrija. De esta manera, en el diseño de los
sistemas se constatan estas diferencias, pero aparecen como un dato de la realidad. En tanto, la división
sexual del trabajo, así como sus efectos sobre la inserción laboral femenina, figuran como rasgos de
vulnerabilidad que se reproducen o agudizan pero que no se persigue modificar (Montaño, 2004).
En Bolivia las pensiones de las mujeres de 65 años y más de las zonas urbanas equivalen en
promedio al 75% de las masculinas, mientras que en Ecuador al 90%. Las coberturas son de 22 y
34% para mujeres y hombres respectivamente en el primer país y de 19 y 31% en el segundo. Como
es de esperar las coberturas en las áreas rurales y por tanto en el total nacional serán mucho menores
(CEPAL, 2007). El gobierno boliviano ha anunciado una reforma que incorpore elementos
solidarios en el sistema, aunque aun no se conoce la fecha en que se llevará a cabo. En Ecuador el
sistema vigente tiene serios problemas de sostenibilidad por lo que se aguarda que también sea
28
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reformado. Es de esperar que en estos procesos no se repita la constante de las reformas de primera
generación desarrolladas en América Latina, que se caracterizaron por una ruptura de paradigmas en
lo atingente a la seguridad social y fueron completamente conservadoras y perpetuadoras en
términos de las imágenes de género que manejaron.
En síntesis, sistemas de seguridad social, públicos y privados, solidarios e individualistas,
tienen en común ser subsidiados por el trabajo de cuidado de las mujeres, al que paradójicamente no
reconocen. De ahí que el reconocimiento del cuidado realizado por las mujeres por parte la
seguridad social sea un tema de justicia distributiva (Pautassi, 2004).
29
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20
La razón de dependencia expresa el número de personas teóricamente dependientes, menores de 15 años y mayores de 64 por cada
100 personas teóricamente productivas, de entre 15 y 64 años.
31
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reciente similar en Ecuador, que hace que ambos países tengan un contingente importante de niños
y de población joven, pero también creciente de adultos mayores.
De manera que aun ante la concepción tradicional sobre los sujetos del cuidado, que los
equipara a dependientes, la distribución actual del cuidado, desmedidamente inclinada hacia el
interior de los hogares, es una bomba de tiempo. De seguir operando como hasta ahora, la provisión
societal del cuidado generará déficits cada vez mayores, cuyas consecuencias aun se desconocen
pero pueden arriesgarse algunas conjeturas lógicas.
Las falencias de cuidado no pueden ser reparadas, no puede volverse el tiempo atrás. En el
caso de la niñez, las disparidades en la recepción incuban profundizaciones de las desigualdades
sociales y la oportunidad y calidad del cuidado determina el futuro de los niños. Sin embargo, esto
no parece tomarse en cuenta y parece pensarse que las necesidades de cuidado empiezan a los seis
años, ya que a partir de esta edad se concentran los esfuerzos en educación.
Tampoco se acepta que el cuidado resulta fundamental para generar capacidades sociales, las
cuales resultan indispensables para el desarrollo de la persona y sus oportunidades (Pautassi, 2004).
1. La oferta estatal
Las políticas de cuidado requieren de iniciativas integradas desde diversas instancias del Estado,
incluyendo legislación, infraestrutura y servicios. Este estudio se abocará a la oferta estatal en
cuidado preescolar, ya que es la que presenta mayores deficiencias en América Latina en general y
en los dos países bajo estudio. Además, aun no hay conciencia de la necesidad de educación y
cuidado formalizados en las edades tempranas, a pesar de que es en los centros de cuidado donde
los derechos de la niñez se hacen tangibles.
Desde el punto de vista de los receptores, en este caso la niñez, no sólo se requiere de
coberturas preescolares universales sino también de una adecuada currícula y fiscalización, que
garanticen que los menores no serán solo guardados sino cuidados y estimulados, de ahí que
tradicional concepción de guarderías deba ser reemplazada por la de centros infantiles de cuidado o
de atención integral. Sin embargo la oferta estatal de cuidado para la niñez lejos está de estos
objetivos.
21
Entrevista realizada a Margarita Meyer, Inspectora, “Programa Jardines Temporales “, Fundación Integra, Primera Región, Chile.
32
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a) Bolivia
El siguiente cuadro muestra las tasas de matriculación en la educación inicial estatal que
corresponde por lo general a niños de cuatro y cinco años.
CUADRO 1
BOLIVIA - DEPENDENCIA PÚBLICA: COBERTURA NETA EDUCACIÓN
a
INICIAL POR SEXO, SEGÚN DEPARTAMENTO AÑO 2004
(En porcentajes)
Estas coberturas son resultado de un leve incremento en los últimos cinco años, pero aún así
son reducidas. En Bolivia no se cuenta con datos relativos a la cobertura de menores de cuatro años
en centros de cuidado infantil, aunque si se juzga por la oferta estatal en la materia, que queda a
nivel de buenas prácticas, es de esperar que éstas sean insignificantes. Una vez más la realidad
contrasta con los avances legislativos nacionales, ya que según el Código del Niño, la Niña y el
Adolescente es obligación del Estado asignar los recursos para el establecimiento de guarderías.
En Bolivia, las competencias en materia de salud y educación son concurrentes entre el
gobierno nacional, los gobiernos prefecturales y municipales en virtud de la Ley de Participación
Popular y de la Ley de Descentralización Administrativa. Asimismo, los municipios y prefecturas
tienen entre sus competencias desarrollar otros componentes de la política social. Es en este marco
que se desarrolla la oferta de cuidado. En esta distribución de competencias hay escasa o
insuficiente coordinación entre las instancias nacional, departamental y municipal según
33
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…
manifestaron los funcionarios entrevistados, además de que el cuidado de los menores de cuatro
años no cuenta con un organismo encargado que planifique y fiscalice.
La única iniciativa de cobertura considerable ha sido el Programa de Atención a Niños y
Niñas (PAN), que era ejecutado por el Gobierno central y las prefecturas departamentales con el
apoyo del Programa Mundial de Alimentos (PMA) y del BID. Estuvo destinado a la atención de la
niñez menor de seis años considerada en riesgo social; abarcando salud primaria, alimentación y
protección, a través de educadoras populares en los centros infantiles urbanos y rurales y del
acondicionamiento de casas en los barrios para este fin. Según el PMA, hubo 2.017 centros en todo
el país, que acogían entre 8 y 40 niños por centro, llegando a cerca de 72.000 niños y niñas. Otro de
los objetivos de este programa fue “facilitar tiempo libre a las madres que dejan a sus niños en los
centros para que puedan emplearlo en actividades productivas, educativas y/o de gestión comunal”
(PMA, 2006).
No obstante el logro en cobertura, profesionales ligados a la defensa de la niñez sostienen que
los buenos resultados serían más cuantitativos que cualitativos, pues aún queda mucho por avanzar
en educación y estimulación. Pero lo peor es que el programa terminó a finales del año 2005 y no ha
sido reemplazado en su totalidad. En la actualidad, las prefecturas son las responsables de lo que era
el PAN, esta vez con recursos propios, y no todas han seguido con la iniciativa, tres de las nueve
que existen en el país no han continuado este esfuerzo. Las prefecturas que sí siguieron con la
iniciativa desarrollan el Programa Integral de Atención a Niños y Niñas menores de seis años
(PIAN-6) y recibieron del PAN equipamiento (menaje, electrodomésticos), la metodología y en
ocasiones infraestructura. 22
Actualmente las Alcaldías también participan del PIAN-6, ya que ellas aportan la
infraestructura y parte de la alimentación que reciben los niños y niñas en los centros de cuidado.
Así cualquier municipio u organización de la sociedad civil que aporte con infraestructura y
alimentos frescos puede solicitar a la Prefectura su contribución en alimentos secos e ítems para las
cuidadoras y manipuladoras de alimentos. Respecto de las cuidadoras, llama la atención que una
vez más se repite la constante de bajos salarios. Estas ganan el sueldo mínimo, por una jornada que
va de 7 de la mañana a 17:30. De hecho en Santa Cruz, se tuvo que reducir el número de cuidadoras
del Programa de 720 a 600 en todo el departamento debido al incremento del sueldo mínimo.23
Otra iniciativa a nivel nacional, aunque no de cuidado directo es el programa “Juancito Pinto“
establecido por el gobierno a finales del año 2006, que consiste en la entrega de dos bonos anuales de
Bs. 200 (25 $us) para la compra de útiles escolares, que se entregarán al principio y al final del año
escolar. 24 Los recursos provienen de la nacionalización de los hidrocarburos decretada el 1o de mayo
de 2006. El bono se entrega al padre, madre o tutor en presencia del niño y contra la presentación de la
inscripción escolar o libreta de calificaciones según se trate de inicios o finales de año.
También se identificaron algunas guarderías municipales, aunque sumamente escasas. Por
ejemplo, se han identificado en los municipios de Apolo, Teoponte y Mapiri en La Paz, así como
tres guarderías nocturnas dependientes del gobierno municipal de La Paz. En estas últimas los
padres deben pagar una cuota mensual Bs. 30 al momento de la inscripción y presentar el
certificado de nacimiento o carnet de identidad, además de un certificado que acredite que la madre
o padre trabaja en horas de la noche. La cobertura abarca a niños desde los seis meses hasta los 12 y
14 años.
En el municipio de El Alto están el programa “Manitos” que cuenta con 98 centros infantiles
para atención en salud, educación y nutrición para menores de 6 años. Tiene una cobertura de 4.416
22
Entrevista realizada a Ernesto Aguilera, PIAN-6, Prefectura de Santa Cruz el 12 de abril de 2007.
23
Ídem
24
En el año 2006 por ser la inauguración del programa y coincidir con el fin del año escolar se entrego por única vez la suma de 400Bs,
pero desde el presente año se normalizará las dos entregas.
34
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niños, (Marca y López, 2006) que hace al programa una de las mejores iniciativas a nivel municipal,
pero que contrasta con una población de 88.150 niños menores de cuatro años en la ciudad según el
Censo de 2001 (INE, 2007). En Cochabamba se cuenta con cuatro guarderías municipales y las que
existen en los mercados más grandes que también son municipales. En el resto de los municipios no
hay centros de cuidado o no se ha accedido a la información. Además están los pre escolares de
convenio (entre el Gobierno y la Iglesia católica) que hacen parte de la oferta estatal, funcionan en los
colegios, y en ocasiones extienden la jornada para el cuidado de los niños menores.
Otra iniciativa en el ámbito municipal y en cumplimiento de la Ley 2235 de 2001 es el
desayuno escolar para todos los colegios fiscales. Recientemente el Plan de Desarrollo Nacional
contempla un proyecto para extender este beneficio a todos los municipios que no lo entregan, y en un
etapa posterior entregar también almuerzo escolar, con el objetivo de mejorar los altos niveles de
desnutrición y el rendimiento escolar de los 80 municipios más pobres de la país (Bolivia, 2006).
En el ámbito de la salud de la niñez se cuenta con el Seguro Universal Materno Infantil
(SUMI), promulgado en el año 2002 como parte de la Estrategia de Reducción de la Pobreza y que
cubre a todos los menores de cinco años. 25 Este seguro amplia tanto las prestaciones garantizadas
como el universo de sus beneficiarios respecto de los seguros anteriores que pasa a reemplazar y
que eran focalizados. Las evaluaciones muestran que la mayoría de las prestaciones se dan en el
área de pediatría y que el subsector público es el mayor prestador (UDAPE-UNICEF, 2006).
Es de destacar la progresiva ampliación en la cobertura del SUMI, aunque aun presenta
deficiencias, sobre todo en las áreas rurales e incluso en las urbanas se enfrenta al desconocimiento
de la ciudadanía de su derecho a acceder a los servicios de salud de manera gratuita. Por ser de
ejecución municipal, el seguro presenta variaciones entre los diversos municipios. Así por ejemplo
en El Alto, parte de sus recursos han sido destinados al Seguro Escolar de Salud Obligatoria, como
respuesta a los altos índices de enfermedades prevenibles en la niñez (Marca y López, 2006).
Para la niñez mayor de cinco años también hay algunos avances en salud, que por ahora
quedan a nivel de buenas prácticas. En Santa Cruz el gobierno municipal ha establecido el Seguro
Universal Municipal, que cubre a las personas de entre 5 y 64 años, es decir el tramo de edad que no
tenía ninguna cobertura pública. En una primera fase el seguro solo abarca la red de servicios de
primer nivel, pero progresivamente irá incluyendo otros medicamentos y servicios.
Otro tema relevante es el cuidado de la niñez que no cuenta con familia, en situación de
orfandad o riesgo social. En este caso las prefecturas departamentales actúan como tutores y derivan
a los menores a los hogares de acogida que pueden ser estatales, pero que en su mayoría son
públicos no estatales fiscalizados por las prefecturas, quienes además entregan a los hogares becas
alimenticias o educativas. Llama la atención que el 90% de los niños y niñas de los albergues tenga
algún pariente con el que podría vivir y que el 50% de ellos tenga al menos a uno de sus
progenitores. 26 Esta realidad atestigua que algo está fallando, si el espacio históricamente cuidador
por excelencia, la familia, no cumple esa labor quiere decir que quienes cuidaban no pueden o no
quieren hacerlo. Es una alerta que no puede pasarse por alto. En estos casos, excepcionales pero aun
así numerosos y crecientes, el cuidado pasó de manos exclusivas de las familias, o sea de las
mujeres, a manos exclusivas del Estado, quizás si el cuidado no hubiese sido una responsabilidad
exclusiva de la familia y ésta hubiese contado con apoyo de instancias públicas, muchos de esos
menores ahora no estarían bajo la tutoría estatal.
En el mismo sentido, otro informante clave comentaba que un problema para los hogares de
acogida era que en época de vacaciones escolares estos duplicaban su población debido a que
25
La Ministra de Salud ha anunciado que en 2007 se pondrá en marcha el seguro universal de salud, que abarcará a las personas de
hasta 21 años.
26
Entrevista realizada a Paola Parada, Encargada de Asistencia Social y Familia, Prefectura del Departamento de Santa Cruz, Bolivia el
día 11 de abril de 2007.
35
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muchas familias los “abandonaban” en las puertas o al interior de estas instituciones, para luego
recogerlos al finalizar las vacaciones. Esta práctica bien puede deberse a que en las largas
vacaciones escolares, de tres meses, las madres no tienen dónde dejar a los hijos e hijas durante la
jornada laboral, además de que en los hogares de acogida la niñez tiene garantizada una buena
alimentación.
En cuanto al cuidado de ancianos se destaca la Ley 1886 sobre Derechos y Privilegios para
Adultos Mayores, que establece el seguro médico universal y gratuito para las personas mayores de
60 años, un descuento del 20% en los servicios básicos y de transporte y en el impuesto sobre los
bienes inmuebles, así como la atención prioritaria en las ventanillas de las entidades públicas y
privadas. Como en tantas otras materias, el problema en este caso es la fiscalización en el
cumplimiento de la norma.
El Seguro Médico Gratuito para la Vejez era financiado en un 60% por el Tesoro General de
la Nación y en un 40% por los municipios y en conjunto con otros seguros 27 cubría al 62,8% de las
personas mayores (Marca y López, 2006). Desde el año 2006 se crea el Seguro de Salud para el
Adulto Mayor, traspasando la totalidad del financiamiento a los municipios.
Los escasos estudios de caso, como el relativo a la ciudad de El Alto (Marca y López, 2006),
concluyen que hay gran demanda por seguros de protección social y que las necesidades de cuidado
directo no son satisfechas para la gran mayoría de la población. Además, y como un indicador de la
calidad de los insuficientes servicios prestados, se destaca que las instituciones que más vulneran los
derechos de las personas, de acuerdo con las denuncias recibidas por el Defensor del Pueblo, son las de
salud y educación. Asimismo se concluye que los programas y servicios de cuidado están diseñados
para la lógica urbana de funcionamiento y de pertenencia a la economía formal, mientras que la lógica
y utilización de tiempos de las mujeres en esta ciudad no responden a esos parámetros. Así, si una
guardería abre sus puertas a las 9 de la mañana excluirá a los hijos de mujeres que trabajan desde las 7
y que no pueden cortar su día laboral para recogerlos a las 12 del medio día.
b) Ecuador
Hace más de veinte años que la educación preescolar de los sectores más desfavorecidos de la
sociedad fue establecida legalmente como una prioridad (Ecuador, 1983). El cuadro 2 muestra la
cobertura pre escolar de menores de cuatro a cinco años, de manera global, es decir que incluye
tanto la oferta pública como la privada, pues no se pudo desagregar los datos. Como se aprecia la
cobertura es superior a la boliviana, pero aun así el 34% de los niños y niñas del país no asisten a un
centro pre escolar.
Estas cifras comparativamente altas se deben en buena parte a que incluyen el primer año
básico, que se cursa a los cinco años y que ha sido incorporado a la primaria, en virtud del proyecto
Universalización del Primer Año de Educación Básica (Ministerio de Educación y Cultura, 2007).
En el mismo sentido actuó La Campaña Contrato Social por la Educación, que ha tenido respuesta
importante por parte de los gobiernos provinciales y municipales con resultados visibles, en
particular dado que algunas de las dimensiones que mejoró el programa son importantes para futuro
desempeño en la educación básica.
Como resultado de los esfuerzos mencionados, y a ocho años de vigencia de la obligatoriedad
del nivel pre-primario en la Constitución Política, la cobertura en este nivel es significativa y ha
aumentado cinco puntos porcentuales entre el año 2003, cuando era de 61,3%, y el año 2006,
27
Caja Nacional de Salud, Caja Petrolera, Caja Nacional de Caminos y seguros privados.
36
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…
cuando la tasa neta de matriculación pre-primaria fue de 66% (Ministerio de Educación y Cultura y
CNNA 2006). 28
Como se aprecia en el cuadro 2 hay diferencias importantes tanto a nivel provincial como
entre regiones. La provincia con menor cobertura es Galápagos que es también la de menos
población. Orellana es la que ostentaba mejor cobertura pero también figura entre las cinco
provincias menos pobladas. No obstante, provincias populosas como Manabí tenían coberturas
superiores al promedio nacional en el año 2002 que es el último en que se cuenta con coberturas
desagregadas por provincias.
CUADRO 2
ECUADOR: COBERTURA PRE-PRIMARIA O PRIMER AÑO
BÁSICA POR PROVINCIAS Y REGIÓN DEL PAÍS, PERÍODO 2002 – 2003
(En porcentajes)
A pesar de los avances, en el año lectivo 2006-2007, más de 90.000 niños y niñas de cinco
años cumplidos está aun al margen del sistema educativo, lo que equivale al 31,3%. (Ministerio de
Educación y Cultura, CNA, 2006). Según el Observatorio de los Derechos de la Niñez y la
Adolescencia, el problema mayor parece ser la falta de conciencia sobre la importancia de la
educación en edades tempranas.
La permanencia en la escuela depende tanto de las condiciones de vida de la niñez como de
factores internos al sistema educativo, parte de los cuales son aplicables a la educación preescolar.
En los hogares, la pobreza y la valoración que tienen los padres de la educación son dos factores
determinantes de los logros educativos. En el año 2004, la razón principal por la cual los niños y
niñas no estudiaban era la situación económica de su hogar y el 14% de ellos debido a las creencias
de sus padres sobre la edad apropiada para estudiar. Por su parte, un 8% de los niños y niñas no
estudiaban debido a causas ligadas al sistema educativo, presentes por igual en todo el país, pero
afectaban menos a la población de mayores recursos. Las causas económicas tenían más peso en la
Costa, mientras que las culturales se manifestaban más en la Sierra, la Amazonía y entre los grupos
indígenas (UNICEF, 2005).
28
Para este año las coberturas se encuentran desagregadas por sexo, sin mostrar desigualdades significativas, ya que la tasa neta de
matriculación pre-primaria es de 65,2% para las niñas y de 66,8 para los niños.
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En cuanto a la cobertura de menores de cinco años de edad, tramo que en el país corresponde
a la educación inicial, llega a solo el 24% de niñas y niños del país en el año 2006, lo que
corresponde a 321.000 niños, quedando sin cuidado formalizado 1.015.860 niños. Estas bajas
coberturas se dan a pesar de que se han hecho esfuerzos importantes para los niños de este tramo de
edad, tales como el Programa Nacional de Educación Preescolar Alternativa (PRONEPE) (1996) y
el Programa de Educación Inicial (2003) ambos de competencia concurrente del gobierno central y
los gobiernos provinciales 29 (Ministerio de Educación y Cultura, 2007a). De otra parte, estas cifras,
como casi siempre, ocultan diferencias, ya que si se trata de los menores de cuatro años
pertenecientes a hogares pobres, la cobertura alcanza a penas al 7,3% (Ministerio de Educación y
Cultura y CNNA, 2006).
Por ello, el Ministerio de Educación creo la Dirección Nacional de Educación Inicial,
responsable de la universalización de la educación para la niñez menor de 5 años. Esta instancia es
la responsable de la aplicación del referente curricular en los operativos de los distintos programas
de desarrollo infantil. 30
Además, las cifras reflejan un incremento en los últimos cinco años, debido a la acción del
Programa Nuestros Niños ejecutado con fondos estatales y de las entidades públicas y privadas
participantes, así como de créditos internacionales. En el año 2004 el programa financió a
organizaciones públicas y privadas de educación inicial que atendían a más de 130.000 niños. El
programa concluyó en enero del 2005 y el recién creado Fondo de Desarrollo Infantil (FODI) asumió
la responsabilidad de institucionalizar la educación inicial como parte de la oferta social pública.
El FODI tiene como fin universalizar los servicios de atención integral a niños y niñas de
cero a cinco años de los quintiles 1 y 2 del mapa de pobreza. Es un programa adscrito al Ministerio
de Bienestar Social, que financia los servicios bajo un modelo descentralizado de asignación de
recursos. Las contrapartes son municipios, juntas parroquiales, fundaciones y asociaciones sin fines
de lucro y tiene una cobertura de 249.249 niños y niñas en el año 2007. 31
Además están Operación Rescate Infantil (ORI), Atención Integral a la Niñez y Adolescentes
(AINA) y el Instituto Nacional de la Niñez y la Familia (INNFA). Todas estas instancias, mas el
FODI y el PRONEPE mantienen un total de 2816 centros de desarrollo infantil, de educación inicial
y de primer año básico que atienden a 426.038 niños y niñas menores de seis años, a abril de
2007. 32 Una cobertura importante que tiene importantes variaciones entre provincias, tal como
muestra el gráfico 3.
En Ecuador, la educación también involucra a los municipios. En el año 2004 se inició el
Sistema Nacional Descentralizado de Protección Integral a la Niñez y Adolescencia, siguiendo el
mandato la ley, mediante la creación del Consejo Nacional de la Niñez y Adolescencia33 y su
Secretaría Ejecutiva. El Plan Nacional de Educación 2006 – 2015 ratifica las estrategias de
descentralización y desconcentración de todo el sistema educativo (MEC y CNNA, 2006).
29
Ambas iniciativas cuentan con un importante marco normativo: Decreto Ejecutivo Nº 354-R.O. Nº 89 de 16-12-1996, que crea el
PRONEPE; Acuerdo Interministerial 004 MEC-MBS del 26 -06- 2002, pone en vigencia el referente curricular de educación inicial;
Acuerdo Ministerial Nº 4527 de 21-11-2002, desconcentra a las 22 Direcciones Provinciales de Educación Hispana competencias de
recursos humanos, financieros, materiales y técnico educativos del PRONEPE; Acuerdo Ministerial Nº 502 del 14 marzo/2003 regula
proceso de transferencia técnico-pedagógica, administrativo y financiero del PRONEPE, a las Direcciones Provinciales de
Educación; Acuerdo Ministerial No 1947 (2003), crea el Programa de Educación Inicial; Resolución No 0025 OSCIDI (2003) sobre
Modernización Administrativa del Estado, Sistema de Organización por Procesos y de Desarrollo de Recursos Humanos para
entidades del Sector Público (Ministerio de Educación y Cultura, 2007a).
30
Xiomar Torres León, CNNA, en respuesta a cuestionario enviada vía correo electrónico el 30 de abril de 2007.
31
Información proporcionada por Francisco Carrion. Coordinador Técnico del Fondo de Desarrollo Infantil FODI, en respuesta a
cuestionario enviada vía correo electrónico el 14 de abril de 2007.
32
Base de datos del CNNA proporcionada por Xiomar Torres León, Consejo Nacional de la Niñez y la Adolescencia, CNNA.
33
Hasta finales del 2005, 45 de los 219 municipios habían conformado Concejos Cantonales de la Niñez y Adolescencia, presididos
por los Alcaldes e integrados por representantes gubernamentales y de la sociedad civil, encargados de proponer políticas al gobierno
municipal.
38
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GRÁFICO 3
ECUADOR: COBERTURA DE CENTROS DE CUIDADO INFANTIL PARA MENORES DE 6 AÑOS
(AINA, FODI, INNFA, ORI PRONEPE), POR PROVINCIAS
70 000
60 000
50 000
40 000
30 000
20 000
10 000
paxi
ua
go
a bi
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s no
Zona
Fuente: Consejo Nacional de la Niñez y la Adolescencia, 2007.
Sin opacar los progresos, una vez más los avances legales contrastan con la realidad de la
oferta estatal de cuidado, pues Ecuador fue el primer país de América Latina en ratificar la
Convención de los Derechos del Niño, su Constitución reconoce a los niños y niñas como
ciudadanos y el Código de la Niñez y la Adolescencia (2003), establece bajo los principios de
obligatoriedad y universalidad, la obligación del Estado de proveer la educación inicial. Más
recientemente el Plan Nacional Decenal de Protección Integral a la Niñez ha establecido como meta
incrementar la cobertura de los programas de desarrollo infantil, al igual que el Plan Decenal de
Educación 2006-2015, que establece metas anuales de ampliación de cobertura y presupuesto
(Ministerio de Educación y Cultura y CNNA, 2006). Además, el Plan de Igualdad de Oportunidades
de las Mujeres Ecuatorianas establece como uno de sus objetivos estratégicos (3.2 Política 2
objetivo b.7). Fomentar y promover políticas y programas de educación inicial desde un enfoque
de género a fin de garantizar la igualdad de derechos y oportunidades para las mujeres y varones
desde el inicio de sus procesos formativos, y tanto el Consejo Nacional de la Niñez y la
Adolescencia, como los Ministerios de Educación y Cultura y de Bienestar Social figuran entre las
instancias comprometidas con la aplicación del Plan (CONAMU, 2005).
Si bien el Ministerio de Educación es el responsable de la educación inicial, el Ministerio de
Bienestar Social también tiene competencias en la materia puesto que autoriza el funcionamiento de
los Centros de Desarrollo Infantil, que al igual que los de educación inicial atienden a niños y niñas
menores de cinco años, pero que además de la educación se encargan de la salud y nutrición. Habría
que evaluar si el hecho de compartir la responsabilidad sobre este segmento de la población no
diluye los esfuerzos.
En otra área del cuidado estatal, se destaca el Programa de Alimentación Escolar que cubre
niños de 5 a 14 años de jardines y escuelas fiscales, fiscomicionales y municipales más pobres, con
desayuno escolar (1995) y almuerzo (1999), con las coberturas señaladas en el cuadro 3.
39
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CUADRO 3
ECUADOR: COBERTURA DEL PROGRAMA DE ALIMENTACIÓN
a
ESCOLAR. AÑO 2007. TOTAL NACIONAL
La evaluación del Ministerio del ramo sostiene que este programa ayudó a mejorar el
rendimiento escolar, evitar la deserción, la inasistencia y la repitencia. Asimismo se concluye que se
deben mejorar los procesos de focalización y control de la calidad y resolver las dificultades de
transporte, desabastecimiento y financiamiento (Ministerio de Educación, 2007). Una vez más, los
éxitos de las medidas estatales para la educación no llegan a los menores de cinco años, pues al no
estar generalizada la educación inicial se hace difícil que iniciativas como el desayuno escolar
lleguen a estos menores.
En cuanto a la salud de la niñez, se cuenta con la Ley de Maternidad Gratuita y de Atención a
la Infancia que garantiza el acceso a los servicios de los menores de cinco años, con una cobertura
anual de 800.000 niños y niñas para el 2004 (CONAMU, 2004).
34
Entrevista realizada a Fernando Rivero, Director de DNI Bolivia en Santa Cruz el 13 de abril de 2007.
35
Francisco Carrión. Coordinador Técnico del Fondo de Desarrollo Infantil FODI en respuesta a cuestionario enviada vía correo
electrónico, el 14 de abril de 2007.
36
Francisco Carrión. Coordinador Técnico del Fondo de Desarrollo Infantil FODI en respuesta a cuestionario enviada vía correo
electrónico, el 14 de abril de 2007
40
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37
Xiomar Torres León, Consejo Nacional de la Niñez y la Adolescencia , CNNA, en respuesta a cuestionario enviada vía correo
electrónico el 30 de abril de 2007
38
Entrevista realizada a Fernando Rivero, Director de DNI Bolivia en Santa Cruz el 13 de abril de 2007.
39
Francisco Carrión. Coordinador Técnico del Fondo de Desarrollo Infantil FODI en respuesta a cuestionario enviada vía correo
electrónico el 14 de abril de 2007.
41
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CUADRO 4
BOLIVIA - DEPENDENCIA PRIVADA: COBERTURA NETA INICIAL POR SEXO, SEGÚN
a
DEPARTAMENTO AÑO 2004
(En porcentajes)
Otra fuente de prestación privada del cuidado deberían ser las guarderías en las empresas, que
deberían establecerse en cumplimiento de las legislaciones laborales de ambos países. La Ley
General del Trabajo de Bolivia establece la obligatoriedad de las empresas con más de 50
trabajadores de mantener salas cunas. Esta última obligación también se encuentra en el Decreto
Reglamentario de la Ley, que dice claramente que la obligación de cuidar a los hijos es de las
madres, pues establece que las empresas deben mantener estas guarderías “en donde las mujeres
puedan amamantar a sus hijos menores de un año y dejarlos ahí mientras permanezcan en sus
labores” (artículo 56). En Ecuador, el Código del Trabajo (artículo 155) también establece que las
empresas con 50 o más trabajadores deberán establecer anexo o próximo al centro de trabajo, una
guardería infantil para la atención de los hijos de los empleados y que en caso de que no cuenten
con guarderías, la jornada de la madre del lactante durará seis horas.
Sin embargo, por lo menos en Bolivia estas disposiciones no se cumplen y no son fiscalizadas
de oficio por la institución competente que es la Inspección del Trabajo.40 Las fiscalizaciones han
operado en casos de grandes empresas, especialmente fábricas y en el trabajo de la zafra en el oriente
del país, cuando se fiscalizaban aspectos generales ya sean técnicos, administrativos o de legislación
laboral propiamente dicha, es decir no se trata de fiscalizaciones específicas sobre la materia y con
posterioridad a las mismas se han exigido más “campos de recreo” que centros de cuidado o guarderías
propiamente dichas. Además se estima que como máximo dos de cada 10 empresas con más de
cincuenta trabajadores cumplen con esta obligación, a pesar de lo cual no hay denuncias por la falta de
establecimiento de las guarderías. En el caso del Inspector del Trabajo entrevistado, tan sólo recibió
dos denuncias en el lapso de dos años, una por clausura de la guardería y otra por la falta de personal
en la misma, pero nunca por el no establecimiento. 41
40
Cabe aclarar que dado que los mercados laborales boliviano y ecuatoriano son predominantemente informales, los beneficios de esta
legislación, en caso de cumplirse a cabalidad, no llegarán a la mayoría de los trabajadores sino sólo a aquellos insertos en la economía
formal.
41
Entrevista realizada a Isaac Rivas Pacheco, Inspector Técnico de seguridad industrial y laboral, Inspectoría del Trabajo, Santa Cruz,
Bolivia, realizada el día 4 de abril de 2007
42
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…
42
Los sindicatos de estas trabajadoras en Bolivia han considerado las denominaciones de servicio o empleo doméstico como
denigrantes y por ello han elegido la denominación de “trabajadoras del hogar”. No obstante, en este documento se habla de
empleadas domésticas o servicio doméstico, por ser la categoría común con que se designa internacionalmente a este grupo
ocupacional. La categoría de “trabajadoras del hogar” requeriría consensos que abarquen tanto la definición de ocupaciones como las
estadísticas para no inducir a confusiones, pues en el estado actual puede confundirse con la de “ama de casa”.
43
Sin embargo en Bolivia la sobrerepresentación de las indígenas entre el servicio doméstico que se da en otros países no se verifica en
el área urbana. Una posible explicación puede encontrarse en el tipo de preguntas y definiciones que subyacen en las encuestas
(CEPAL, 2007 a).
44
Aunque DNI no concuerda con la erradicación del trabajo infantil, sino que aboga por un trabajo acorde a la edad y dignidad de la
persona, y en ese sentido concentra sus esfuerzos en la concienciación de derechos y apoyo a la fiscalización.
45
Entrevista realizada a Isaac Rivas Pacheco, Inspector Técnico de seguridad industrial y laboral, Inspectoría del Trabajo, Santa Cruz,
Bolivia, realizada el día 4 de abril de 2007.
43
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control social y protección, y eso tiene que ver mucho con los colectivos de inmigrantes de
determinadas culturas sindicales no? o sea el colectivo de las norte potosinas tiene lugares de
reunión muy concretos, tiene sus programas, tiene redes y por mucho que estén dispersas acuden a
estas redes y tienen actividades. 46
Un estudio para Bolivia sobre la percepción de las mujeres como empleadoras en cuanto a los
derechos de las trabajadoras del hogar, muestra que las empleadoras se conciben a sí mismas como
merecedoras de derechos e igualdad de género, pero que estos criterios se relativizan cuando se
refieren a las empleadas de sus casas. Otro diagnóstico para América Latina y el Caribe revela como
problemas recurrentes: la falta de delimitación del horario de trabajo, irrespeto a los descansos, falta
de valoración como personas y como trabajadoras, malas condiciones de vivienda y alimentación en
los lugares de trabajo, mayores riesgos de acoso sexual, poca privacidad y bajos niveles de decisión
sobre su vida y falta de acceso a la educación (Peredo, 2004).
En Bolivia, al igual que aun sucede en la gran parte de América Latina, las trabajadoras del
hogar estaban hasta hace poco sometidas a un régimen legal de excepción que establecía menos
derechos que para el resto del trabajo dependiente, en una clara manifestación de discriminación
directa.
Esta situación fue subsanada por Ley 2450 que es un logro de los sindicatos del rubro y que
define como trabajo asalariado del hogar aquel que se presta en menesteres propios del hogar, en
forma continua, a un empleador o familia que habita bajo el mismo techo. Están considerados en
este sector, los(as) que realizan trabajos de cocina, limpieza, lavandería, aseo, cuidado de niños,
asistencia y otros que se encuentren comprendidos en la definición, y sean inherentes al servicio
del hogar (artículo 1).
Es de destacar que esta ley iguala las vacaciones a las que corresponden para el resto del
empleo formal, establece la vigencia del salario mínimo nacional, la afiliación a la Caja Nacional de
Salud, así como la remuneración por horas extraordinarias que antes no regían para estas empleadas.
Se igualan los derechos también en materia de aguinaldo, e indemnización, tanto por tiempo de
servicio como por despido. No obstante todavía están fuera del sistema de pensiones. En cuanto a la
jornada queda limitada a 10 horas en caso de las empleadas de puertas adentro, jornada que excede
a la ordinaria que rige para el resto de los trabajadores, pero que de todas formas es inferior a la que
regía antes de esta ley que era de hasta 12 horas. Para las empleadas puertas afuera rige la jornada
ordinaria de 8 horas.
Esta ley no sólo ha reparado una deuda histórica, sino que también ha legitimado a sus
organizaciones como actoras políticas y sociales y ha afianzado la conciencia de las propias
trabajadoras sobre sus derechos, como relata Marta Santos, Ex Secretaria de la Federación
Boliviana de Trabajadoras del Hogar: Ahora que hemos avanzado un poco nos sentimos orgullosas,
con derechos, con derecho a hablar, de ser mujeres. Nos sentimos bolivianas cabales. Más antes
nos sentíamos con miedo de hablar, de participar porque nos decían “estas empleadas qué saben”.
Ahora sí nos damos cuenta que las trabajadoras, como cualquier otra mujer, podemos. 47
En Ecuador, el servicio doméstico está regulado en por el Código del Trabajo en un título
aparte junto con otros tipos de contratos individuales de excepción. Allí se define trabajo doméstico
como: “el que se presta, mediante remuneración, a una persona que no persigue fin de lucro y que
busca aprovechar, en su casa, de los servicios continuos del trabajador, sea que éste se albergue en
casa del empleador o fuera de ella”. La duración del contrato no puede exceder los 3 años, e
incluye un período de prueba de 15 días. De acuerdo con el código, el empleado no podrá renunciar
si causa grave incomodidad o perjuicio al empleador y estará obligada a permanecer en el servicio
46
Entrevista realizada a Fernando Rivero, Director de DNI Bolivia en Santa Cruz el 13 de abril de 2007.
47
Entrevista a Marta Santos en Canal Mama Meta, disponible en video en http://creatividadfeminista.org/tv_mamametal/tv_bolivia/
tvbol_ifr.htm
44
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…
el tiempo necesario hasta que pueda ser reemplazado, aunque no más de 15 días. El período de
descanso y vacaciones también son diferentes a los que corresponden a otras relaciones de empleo.
Los empleados domésticos sólo tienen derecho a un día de descanso cada dos semanas de servicio.
Además de la remuneración que se le fije, el empleador debe dar al empleado doméstico
alimentación y albergue y, dentro de sus posibilidades, propender de la mejor manera posible para
su educación (Pautassi, Faur y Gherardi, 2004).
La particular relación que se genera entre el trabajador y el empleador, se refleja en la norma del
código que dispone que “si falleciere el empleador se entenderá subsistirá el contrato con los
herederos.” De una manera similar, establece que si el empleado quedara imposibilitado para el trabajo
“por el largo servicio que hubiera prestado al empleador” éste no podrá despedirlo y “lo conservará
dándole recursos para su subsistencia o lo jubilará de acuerdo con la ley”. Esta norma también es de
cumplimiento obligatorio para los herederos del empleador, si éste falleciera (Pautassi, Faur y
Gherardi, 2004). Se verifica así que el tinte feudal que ha caracterizado a esta relación laboral, se
presenta no solo en las prácticas cotidianas, sino que es incluso amparado por ley.
Hace ya casi treinta años que Benería (1978) advertía que la disponibilidad de fuerza de
trabajo y el desarrollo (y deficiencias) del mercado de trabajo incidían en el trabajo no remunerado
y por tanto en el cuidado, dando como ejemplo la migración interna. Ahora el fenómeno se repite
con la migración internacional. En efecto, esta responde, de un lado, a la demanda de mano de obra
por parte de los países desarrollados y de otro a las deficiencias del mercado laboral
latinoamericano, generando un reacomodo del cuidado, que en la región es transferido de las
mujeres migrantes a otras mujeres familiares que se quedan en el país de origen, mientras que en el
país receptor las latinoamericanas se dedican también al cuidado, pero esta vez remunerado.
De hecho, la feminización de la migración regional hacia España tiene estrecha relación con
la existencia de una demanda inédita en nichos laborales tradicionalmente feminizados, como el
servicio doméstico y el cuidado de ancianos. Ello explica que más del 40% de las latinoamericanas
en este país trabaja en el servicio doméstico, mientras que los hombres, al igual que en los países de
origen tiene una inserción más diversificada, laboran en mayor medida en la construcción (un tercio
de los ocupados), la industria y la agricultura (CEPAL, 2006a).
Las migrantes liberan a las españolas de sus labores domésticas y a la vez estas empleadas
han delegado sus responsabilidades de cuidado en sus redes familiares en el país de origen. De entre
los emigrantes ecuatorianos, son los que van a España los que más mantienen hijos en el país de
origen, el 44% en el caso de los varones y el 43% en el de las mujeres. En circunstancias en que la
migración a este destino es mayoritariamente femenina a diferencia de la que se dirige a Estados
Unidos que es aun predominantemente masculina (UNFPA y FLACSO, 2006). 48 La transferencia
del cuidado opera siempre entre mujeres, pero además se da la paradoja de que a transformación de
la familia española está sustentada en el mantenimiento de la familia tradicional latinoamericana
(Tobío, 2005). Una familia que se convierte en multi-nuclear y disociada espacialmente, aunque
unida afectivamente, que no comparte la misma vivienda -la migración ha contribuido a la pérdida
de importancia de la co-residencia como criterio de pertenencia a los hogares y unidades
domésticas- pero sí el presupuesto para la manutención cotidiana a través de las remesas de las y los
migrantes (Ariza y Oliveira, 2002).
A pesar de la migración, el empleo doméstico creció un 5% durante el año 2005 como promedio
para América Latina, siendo que el empleo en su conjunto creció un 3%, absorbiendo al 13,0 % de las
ocupadas urbanas y al 10,7% de las rurales (CEPAL, 2006 y 2007a). En Bolivia para el año 2002 el 8
% de las ocupadas estaba en el servicio doméstico en las áreas urbanas, mientras que en Ecuador el
porcentaje era de 9.6 y 4.9% en las áreas rurales para el año 2004 (CEPAL, 2007).
48
Estos datos corresponden a diciembre de 2005 y podrían haberse modificado por el proceso de regularización a que se acogieron
130.000 ecuatorianos y que facilitaran los procesos de reunificación familiar (UNFPA, FLACSO, 2006).
45
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…
Estas cifras esconden que el servicio doméstico es el único sector de la economía donde la
proporción de mujeres es significativamente mayor que la de los varones, ellas constituyen más del
90% de los empleados en esta categoría, que se caracteriza por sus bajas remuneraciones y extensas
jornadas y, salvo excepciones como la chilena, bajas coberturas previsionales. Las trabajadoras
domésticas están sujetas por lo general a un contrato de trabajo indefinido, que establece una
relación de dependencia. Por lo tanto, la parte empleadora debe actuar como agente de retención y
cotizar por su trabajadora en el sistema previsional. A pesar de que no se dispone de datos que
permitan precisar el grado de evasión patronal del pago de cotizaciones que se registra en este tipo
de empleo, las aproximaciones sugieren que es uno de los que presentan mayor incidencia de
fraudes en ese sentido, en muchos casos en connivencia con las mismas trabajadoras que, dadas sus
escasas remuneraciones, se ven forzadas a privilegiar sus necesidades presentes en desmedro de las
futuras. El reducido monto de los salarios de estas trabajadoras es precisamente lo que determinará
que sus pensiones sean también insuficientes (Marco, 2004). Es decir que estas cuidadoras por
excelencia no tienen acceso a uno de los más importantes mecanismos de cuidado indirecto como es
el sistema previsional.
Abordando el tema desde la perspectiva de los receptores del cuidado, una primera aclaración
necesaria es que estos son todos los miembros del hogar, pues todos se benefician de la limpieza,
cocinado y demás tareas domésticas funcionales al cuidado que realizan las empleadas domésticas.
Además están los niños como receptores específicos, tanto cuando la trabajadora se dedica a fines
múltiples, como cuando se trata de una niñera.
La presencia de una empleada doméstica hace variar notablemente el tiempo que las mujeres
de los hogares empleadores dedican a la crianza y a las labores domésticas (consideradas
agregadamente). Esta variación no se presenta en el caso de los hombres, tal como evidencian los
módulos de uso de tiempo de las encuestas de hogar. Este es el caso de Bolivia, donde la presencia
de una empleada doméstica reduce el tiempo dedicado por las mujeres a la crianza y labores
domésticas de 4,7 horas diarias a 3,9 en promedio (Milosavljevic y Tacla, 2006). En lo que sí afecta
la presencia de una empleada doméstica a los hombres es en si participan o no en el cuidado y lo
doméstico, tal como se aprecia en el cuadro 5. Si hay empleada participa en un menor porcentaje, lo
que podría indicar que se refuerza el rol de los varones como receptores de cuidado al reducirse su
escaso aporte como cuidadores. Este fenómeno se ha documentado también para los casos chileno y
el español (Olavaria, 2005;Tobío, 2005), donde se aprecia que la presencia de una empleada
doméstica en cierta forma desincentiva la participación masculina en la crianza y sobre todo en las
labores domésticas (Wanderley, 2003 y Maldonado, 2004). En Bolivia y Ecuador además se percibe
que se reducen los conflictos con la pareja y los hijos e hijas mayores por la desigual distribución de
las labores del hogar (Peredo, 2004).
CUADRO 5
BOLIVIA: PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN HORAS AL DÍA DEDICADO AL TRABAJO DOMÉSTICO Y DE
CUIDADO, SEGÚN PRESENCIA DE EMPLEADA DOMÉSTICA, AÑO 2001
(En porcentajes)
Mujeres Hombres
Participación Tiempo Participación Tiempo
Sin empleada doméstica 78,4 4,7 71,2 3,2
Con empleada doméstica 59,3 3,9 63,1 3,1
Total 74,4 4,6 68,7 3,2
Fuente: Milosavljevic y Tacla (2006) en base a Encuesta Continua de Hogares de noviembre y diciembre de 2001 de Bolivia.
46
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…
CUADRO 6
ECUADOR: PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN HORAS A LA SEMANA DEDICADO AL TRABAJO
DOMÉSTICO Y DE CUIDADO, SEGÚN PRESENCIA DE EMPLEADA DOMÉSTICA, ÁREAS URBANAS,
AÑO 2004
(En porcentajes)
Mujeres Hombres
Participación Tiempo Participación Tiempo
Sin empleada doméstica 77,3 27,3 57,1 11,8
Con empleada doméstica 53,4 18,2 45,0 10,2
Total 70,4 25,3 52,0 11,2
Fuente: Milosavljevic y Tacla (2006) en base a Encuesta de Empleo, Desempleo y Subempleo, agosto de 2004.
Los datos expuestos para ambos países se refieren a las empleadas puertas adentro, pues las
encuestas utilizadas no recogieron datos del servicio doméstico puertas afueras que es el más
frecuente (Milosavljevic y Tacla, 2006). 49 En ambos países hay evidencia de que incluso en los
hogares de escasos recursos se recurre a una empleada doméstica puertas afuera, que puede ser una
vecina, para el cuidado de los niños, sobre todo eventualmente (Maldonado, 2004; Marca y López,
2006).
Si se quieren cambiar los mandatos del ser mujer relativos al cuidado, se tiene que cambiar
esta relación entre mujeres, la de empleadora- empleada doméstica, tomando en cuenta que el ser
mujer es una construcción que se da a partir de procesos de identificación y diferenciación no sólo
respecto de los varones, sino también respecto de otras mujeres y en interacción con las pautas
culturales de una sociedad determinada (Peredo, 2003).
2. El cuidado no remunerado
Sea cual fuere la combinación de prestadores intra y extrahogar, el hecho es que son las mujeres las
responsables últimas, si no de la prestación directa del cuidado y de las labores domésticas que le
son necesarias, cuando menos de la planificación y coordinación de lo que acontece en el hogar.
Esta responsabilidad hace que muchas mujeres no trabajen remuneradamente y que como
consecuencia de ello estén sobrerepresentadas entre las pobres e indigentes, ya que mientras el
promedio de latinoamericanas que vive en la indigencia es del 14%, entre las mujeres que se
dedican exclusivamente a las labores de cuidado, crianza y domésticas asciende al 20%. Por su
parte, el promedio de mujeres que viven en hogares pobres en la región es del 23%, pero entre las
dedicadas al trabajo no pagado ascendía al 27% en el año 2002 (CEPAL, 2007).
El contenido y magnitud del trabajo de cuidado varía notablemente entre grupos
socioeconómicos, comunidades urbanas y rurales, etnias y tipología de hogares, en función no solo
de la disponibilidad de ingresos sino también del grado de mercantilización del cuidado y de la
oferta de los servicios públicos.
La tipología de las familias tiene implicancias en las dinámicas de cuidado. En ambos países
la mayoría de las personas menores de 14 años vive en hogares nucleares biparentales. El 64% para
el año 2002 en Bolivia y el 59% en Ecuador durante 2004. El siguiente tipo de hogar 50 en
49
En diciembre de 2005 en se aplicó la Encuesta de Uso de Tiempo en Ecuador como un módulo del la Encuesta de Empleo,
Desempleo y Subempleo. En esta encuesta, a diferencia de la anterior se registraron los datos para servicio doméstico puertas afuera,
mientras que el registro para puertas adentro era tan pequeño que la muestra resultó insuficiente. Por cuestiones técnicas no se tienen
los datos de puertas afuera porque no se tienen los datos extendidos.
50
La tipología de familias incluye: nucleares (padre, madre o ambos con o sin hijos), extendidas (padre, madre o ambos con o sin hijos
y otros parientes) y compuestas (padre, madre o ambos con o sin hijos, con o sin otros parientes y otros no parientes). Además, las
familias pueden ser monoparentales (con un solo padre, habitualmente la madre) o biparentales (Arriagada, 2002).
47
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…
importancia en este aspecto es el extenso (CEPAL, 2007). Estos datos hablan de las implicancias
para el cuidado tanto del tipo de familia, como de la etapa en la que se encuentre la misma,
habiendo sido identificadas cinco etapas: la relativa a la pareja joven sin hijos; el ciclo de inicio de
la familia, cuando empiezan a nacer los hijos; la fase de expansión o crecimiento en la que éstos
tienen 12 años y menos; la de consolidación y salida, cuando los hijos menores tienen 13 años y
más; y la pareja mayor sin hijos (Arriagada, 2002). En el promedio de América Latina para el año
2002 la mayor proporción de las familias (el 36%) se encuentran en fase de consolidación y la
siguiente etapa en importancia es la de salida. Por supuesto este promedio esconde las diferencias de
transición demográfica en que se encuentran los distintos países, de manera que para aquellos de
transición más reciente como precisamente Bolivia y Ecuador, la etapa donde más se concentran las
familias es también la de consolidación ( con un 41 y 37% respectivamente), pero el ciclo que sigue
en importancia es el de expansión, que absorbe un 22,7% de las familias bolivianas y un 20,3% de
las ecuatorianas, es decir que sus hijos tienen menos de 12 años, cuando más se requieren recursos
económicos y de cuidado para menores de edad (Arriagada, 2004).Pero además, en Bolivia la
pobreza tiene más incidencia en las familias que se ubican en la fase de inicio, es decir con hijos
menores de seis años, marcando una excepción a la tendencia regional en la que la mayor incidencia
de pobreza se da en las etapas de expansión (Arriagada, 2002).
Sin duda uno de los cambios más importantes durante las dos últimas décadas es el aumento
de los hogares jefaturados por mujeres, en los que ellas deben hacerse cargo solas tanto de la
manutención del hogar como del cuidado 51 (Arriagada, 2002), pues no hay lugar a redistribución de
responsabilidades al interior de las familias, siendo que una de sus características es el elevado
número de dependientes (Camacho, 2005). En Bolivia el 32,4% de los hogares tiene jefatura
femenina 52 y en Ecuador el 28,7%. Estas jefaturas se distribuyen en los distintos tipos de hogar,
pero la mayoría de los hogares monoparentales son jefaturados por una mujer, el 74% en Bolivia y
el 63% en Ecuador (CEPAL, 2007).
La pertenencia étnica también hace diferencia en la magnitud del cuidado y en las labores
conexas que le son necesarias, ya éstas suelen incrementarse en las áreas rurales y peri- urbanas
donde predomina la población indígena. En Bolivia, en las franjas de las ciudades pobladas por la
migración interna es donde son más frecuentes las deficiencias de servicios básicos y más masivos
los problemas de transporte, que como es sabido significan tiempo. En Ecuador, se observa que el
trabajo al interior del hogar está influido por el grupo étnico de pertenencia, en tanto que de acuerdo
al mismo varían las condiciones de vida, los patrones de consumo, el acceso a los servicios y la
infraestructura del hogar (CONAMU, 2006). En lo que no parece haber diferencia es en la
distribución del cuidado intra hogar entre mujeres y hombres. Por lo menos en los estudios
realizados en Bolivia y Ecuador (CONAMU, 2006, Marca y López, 2006 y Wanderley, 2003) no
parece haber una distribución distinta de trabajos por sexo en los hogares indígenas, o en otras
palabras no hay evidencia de que los varones indígenas sean más cuidadores. De todas formas
hacen falta estudios que profundicen en la influencia de la interculturalidad en el cuidado no
remunerado que se desarrolla al interior de los hogares.
Una fuente importante para el análisis del cuidado en Bolivia es un estudio realizado en las
ciudades de El Alto, La Paz, Cochabamba y Santa Cruz, que concentran la mayor parte de la
población boliviana (Wanderley, 2003), basado en una encuesta de la Universidad Mayor de San
Andrés. El estudio de carácter longitudinal, 53 establece una tipología de hogares que diferencia tres
51
Al igual que en el resto de la región las jefas de hogar en Bolivia y Ecuador tienen tasas de participación económica más altas que el
promedio de las mujeres, incluso cuando tienen hijos menores de 6 años (ver en CEPAL, 2007).
52
Entendiendo que tiene la jefatura el principal aportante de ingresos del hogar, es decir la jefatura de facto que no coincide con la
jefatura de iure que es la que suele declarase en los censos y encuestas, en virtud de quien los integrantes del hogar consideran que
toma las decisiones, apreciación que suele estar cargada de prejuicios de género, subestimando la jefatura femenina. Además, censos
y encuestas no consideran la posibilidad de la jefatura compartida (Arriagada, 2002).
53
Incluyó tanto la encuesta “Conducta económica de los hogares” como entrevistas en profundidad, desarrolladas entre los años 2002 y
2003.
48
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…
a) La crianza
En Bolivia, la encuesta de hogares que incluyó el módulo de uso de tiempo (2001) consulta sobre el
cuidado de ancianos y crianza en la misma pregunta, de manera que no se pueden desagregar. Los
datos muestran que el 56% de las mujeres mayores de 12 años cuidaban niños o ancianos, frente al
35% de los varones. Si bien los estudios muestran que lo más relavante no es la participación sino las
49
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…
horas dedicadas, esta información no puede extraerse de esta encuesta. Lo que sí puede apreciarse son
diferencias en la participación de las mujeres según se trate de las áreas urbanas o rurales, siendo la
participación en el cuidado levemente superior en el campo, diferencia que no se da entre los varones.
CUADRO 7
a
BOLIVIA: PARTICIPACIÓN EN CUIDADO DE NIÑEZ Y ANCIANIDAD,
POR SEXO Y ÁREA DE RESIDENCIA, AÑO 2001
(En porcentajes)
54
La encuesta se aplicó en el área rural de Chimborazo, el área urbana y rural de Esmeraldas, y en la ciudad de Quito, como un módulo
del la Encuesta de Empleo, Desempleo y Subempleo. Esta encuesta modificaba aspectos del módulo aplicado en 2004, pero que
mantiene la semana anterior a la encuesta como período de medición.
50
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…
Si el panorama se enfoca desde otra óptica, y se mira cuánto del cuidado infantil hace cada
sexo, los resultados no sorprenden, ya que tal como muestra el cuadro 9 la mayoría de este trabajo
es realizado por mujeres.
CUADRO 9
ECUADOR: DISTRIBUCIÓN DEL TIEMPO DE CUIDADO ENTRE MUJERES Y VARONES,
PROVINCIAS SELECCIONADAS. AÑO 2005
(En porcentajes)
En Bolivia, los estudios de caso revelan que a medida que los hijos crecen disminuye
notablemente el trabajo de las madres, tanto de crianza como doméstico. En los hogares de
especialización absoluta, la jornada de las mujeres, sumando crianza y trabajo doméstico, va de 10
horas con hijos menores de cuatro años a 6 horas y media con hijos de 5 a 14 años de edad. Ya en el
modelo híbrido, cuando se trata de la crianza, es cuando menos diferencias se observan entre las
mujeres por estrato socioeconómico, dependiendo del mismo, entre el 70 y el 90% de ellas realizan
estas actividades de manera cotidiana y las no cotidianas, que son las relativas al cuidado en caso de
enfermedad, son realizadas por el 100% de las mujeres (Wanderley, 2003).
Hay que destacar además que en los hogares bolivianos de la muestra utilizada por la Encuesta
de la Universidad Mayor de San Andrés, los conductores varones con hijos menores de cuatro años,
tienen una mayor participación laboral que cuando los hijos tienen más de edad, en cambio en las
mujeres conductoras de hogar la relación se invierte y mientras que el 62% de quienes tienen hijos
menores de cuatro años trabaja remuneradamente, lo hace el 76% de las que tienen hijos de más edad.
Es decir que aun en una economía como la boliviana donde las mujeres se han dado forma de
generar ingresos, mayormente en la informalidad y con los hijos a cuesta, éstos son un factor que
desincentiva o dificulta su participación laboral. Este argumento se refuerza con los hallazgos del
trabajo citado (Wanderley, 2003), puesto que revela que con hijos menores de cuatro años, la
participación laboral de las mujeres se da como cuentapropistas mientras que en los otros ciclos su
participación como asalariadas se incrementa.
Estos hallazgos coinciden con los datos promedio para América Latina que muestran que
mientras para las mujeres la tenencia de hijos constituye un problema para su inserción y
permanencia en el mercado laboral, para los varones es un estímulo (Rico, 2004).En una dirección
similar, en Ecuador se constata que la unión conyugal hace que cambien las responsabilidades de
varones y mujeres y mientras que los primeros incrementan su participación laboral con la unión o
el matrimonio, las segundas la disminuyen (CONAMU, 2006).
¿Qué hacen entonces los hombres en la crianza de sus hijos? Como se vio en los cuadros 7 y
8. Las encuestas dicen que no todos, pero sí algunos participan en la crianza y que lo hacen por
poco tiempo.
Las encuestas mas específicas que desglosaron las distintas actividades que hacen parte de la
crianza, como la de la Universidad Mayor de San Andrés, muestran que las actividades que realizan
más frecuentemente los varones son escasas y se concentran en los niños menores de cuatro años. Si se
evalúa la participación masculina en la crianza por modelo de hogar, se ve que la variación no es
considerable en términos de magnitud y que la participación es algo mayor que en los trabajos de
cuidados a otros dependientes y labores domésticas, pero aun así mínima. En efecto, en el modelo de
51
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…
Fuente: Maldonado, Ana María (2004) Trabajadoras de la floricultura en Ecuador. Estudio de caso. Santiago de Chile,
OXFAM.
52
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53
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…
remunerado y el no remunerado, las primeras trabajan más, diferencia que no se da entre los niños
varones (Zapata, Contretas y Kruger, 2006).
Los testimonios dan cuenta de que no parece haber diferencias en la división sexual del
trabajo entre hogares indígenas y no indígenas y que las niñas son casi siempre cuidadoras, cuando
crecen cuidan a sus madres y al mismo tiempo éstas cuidan a sus nietos. Por lo menos así lo
atestiguan testimonios de mujeres monkox chiquitanas: Empecé a trabajar desde mis diez años
hasta que fui joven, después volví a mi casa a cuidar a mis nueve hermanos (María). Me siento
servida de mis hijas, más que de los hijos hombres que él (su marido) decía que iba a educar.
Ahora me siento feliz porque mis hijas me ayudan bastante. Díos me dio unas hijas tan buenas y le
sigo pidiendo al Señor y a la Virgen que esas pobres hijas tengan la suerte de seguir adelante con
el trabajo que tienen. Así que esto es mi fin, trabajar hasta donde yo pueda y hasta donde Díos me
de fuerzas voy a trabajar para colaborar a mis hijas y mis nietos (Felicia) (SNV, 2006, 51 y 58).
En Ecuador, el trabajo total del hogar -considerando agregadamente el cuidado y las labores
de hogar- de las hijas duplica al de los hijos, y es mayor en Chimborazo, donde predomina la
población indígena, tal como muestra el cuadro 10.
CUADRO 10
PROMEDIO DE TIEMPO SEMANAL DEDICADO AL TRABAJO DE CUIDADO Y DOMÉSTICO POR SEXO,
SEGÚN RELACIÓN DE PARENTESCO CON LA JEFATURA DE HOGAR, PROVINCIAS SELECCIONADAS.
AÑO 2005
(En horas semanales)
Pero si hay una cuidadora que está ganando importancia en las redes familiares es la abuela.
Estas redes funcionan ante las deficiencias del cuidado extrahogar e incluso intrahogar remunerado,
tal como relata la siguiente entrevista: “No hay confianza (en las niñeras o empleadas domésticas),
he ido nomás a rogarle a mi mamá que me los cuide. Ella tiene 55 años y los ve a los dos niños. Las
guarderías no se adaptan a las madres de El Alto, puesto que tienen horarios a las ocho, es hora de
entrar a trabajar, me descuentan mucho si me atraso en llegar a mi trabajo, por eso mi mamá vive
conmigo y mi papá está en la provincia de Los Andes con mis otros hermanos” (Marca y López,
2006).
Precisamente por el aporte de las adultas mayores al cuidado infantil y a las labores
domésticas es que contrariamente a lo que podría pensarse, la presencia de ancianos no incrementa
el tiempo de trabajo de otros miembros de la familia al interior del hogar, sino que incluso lo
disminuye, levemente en Bolivia y un poco más en Ecuador, tal como muestran los cuadros 11 y 12.
54
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CUADRO 11
BOLIVIA: PARTICIPACIÓN EN CUIDADO Y LABORES DEL HOGAR SEGÚN
PRESENCIA DE MAYORES DE 75 AÑOS EN EL HOGAR. AÑO 2001
Mujeres Hombres
Participación Tiempo (en horas Participación Tiempo (en horas
(en porcentajes) diarias) (en porcentajes) diarias)
Sin mayores de 75 y más años 77,5 5,1 68,8 3,2
Con mayores de 75 y más años 79,6 4,7 71,2 3,3
Total 77,6 5,1 68,7 3,2
Fuente: Milosavljevic y Tacla (2006) en base a Encuesta Continua de Hogares de noviembre y diciembre de 2001 de
Bolivia.
CUADRO 12
ECUADOR: PARTICIPACIÓN EN CUIDADO Y LABORES DEL HOGAR SEGÚN
PRESENCIA DE MAYORES DE 75 AÑOS EN EL HOGAR. AÑO 2004
Mujeres Hombres
Participación (en Tiempo (en horas Participación (en Tiempo (en horas
porcentajes) semanales porcentajes) semanales)
Sin mayores de 75 y más años 75,8 30,0 52,1 11,2
Con menores de de 75 y más años 74,9 25,2 50,3 11,6
Total 75,7 29,5 52,0 11,2
Fuente: Milosavljevic y Tacla (2006) en base a Encuesta de Empleo, Desempleo y Subempleo, agosto de 2004.
Pero las abuelas bolivianas no son solo cuidadoras, son también sujetos de cuidado
dependiendo de su edad. Los ancianos en general caen bajo a protección de las redes familiares de
cuidado, donde la obligación principal es de las hijas: “nos turnamos, y ponemos cuotas, pero
siempre o casi siempre nos toca a las hijas mujeres, parece que los hombres no tienen corazón”
(Marca y López, 2006).
A diferencia de los hombres mayores que suelen ser cuidados por sus parejas mujeres, éstas
viven más, enviudan y en ocasiones se quedan solas. Las abuelas de hoy son a la vez prestadoras y
receptoras del cuidado, sin duda en el primer rol influye una vez más la relación feminidad-
sacrificio, que en esta ocasión se aplica a las nuevas necesidades, es decir al cuidado de los nietos.
La solidaridad privada entre mujeres sustituye la escasa solidaridad pública en un momento de
cambio social (Tobío, 2005).En América Latina, al igual que en otras regiones, las abuelas
constituyen también un recurso importante en las redes familiares de apoyo del cuidado, ya sea que
vivan en la misma casa que sus nietos o en otra residencia, igualmente los cuidan ya sea eventual o
cotidianamente durante la jornada laboral de sus hijas.
De manera que las abuelas tienen un rol importante en el avance laboral de las trabajadoras
de hoy, y el viejo orden familiar, que muchas mujeres tratan de superar, es a la vez condición de su
propia transformación (Tobío, 2005) De todas formas, hacen falta más estudios que den cuenta del
rol de las abuelas en el cuidado en América Latina en general y en Bolivia y Ecuador en particular.
Asimismo, hay que profundizar en la sostenibilidad de esta cadena solidaria de cuidado y en
escenarios alternativos ¿Qué pasará cuando los eslabones de la cadena intergeneracional del
cuidado se rompan?
55
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…
55
Está por demás mencionar la importancia de las políticas de desnutrición cero, por ejemplo en Bolivia, según el Ministerio de Salud,
uno de cada cuatro niños y niñas menores de cinco años sufre de desnutrición. El país ostenta el triste record de tener el segundo
lugar en desnutrición en América Latina, después de Haití, con el 32% de su población desnutrida, según un reciente informe del
Relator de Naciones Unidas para el Derecho a la alimentación, Jean Ziecler (El Deber, 4 de mayo de 2007).
56
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CUADRO 13
BOLIVIA: TASAS DE MATRICULACIÓN ESCOLAR DE NIÑOS QUE REALIZAN TRABAJO AL INTERIOR
a
DEL HOGAR VERSUS NIÑOS QUE NO REALIZAN ESTAS LABORES. AÑO 2001
(En porcentajes)
57
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rural. También se evidencia que la gran mayoría de las mujeres cocina y limpia su casa tanto en el
área urbana como en la rural.
CUADRO 14
a
BOLIVIA: PARTICIPACIÓN EN ACTIVIDADES DOMESTICAS,
POR SEXO Y ÁREA DE RESIDENCIA, AÑO 2001
(En porcentajes)
La magnitud del trabajo doméstico no solo depende del número de dependientes en el hogar
sino que también varía notablemente según el nivel de ingreso de los hogares y, por lo menos en
Bolivia, dependiendo de si la mujer trabaja además de forma remunerada y de la edad de los hijos. En
los hogares de la Encuesta de la Universidad Mayor de San Andrés, que pertenecen al modelo de
especialización absoluta, es decir donde la mujer se dedica exclusivamente a las labores de cuidado,
crianza y domésticas, las cónyuges del estrato bajo (el 100% de ellas) participan con mayor frecuencia
en las tareas cotidianas, mientras que absolutamente todas las mujeres de los estratos altos asumen las
tareas no rutinarias y de administración, que en los hogares de menores ingresos son compartidas por
varones y mujeres. Como es de suponer las mujeres de los estratos altos delegan los trabajos cotidianos
en las empleadas domésticas. En ninguno de los estratos económicos existe participación masculina en
las tareas cotidianas, salvo excepciones (Wanderley, 2003).
Las diferencias en la magnitud del trabajo doméstico se evidencian en el tiempo dedicado,
siempre según la encuesta mencionada. Las mujeres del estrato bajo de los hogares de
especialización absoluta dedican en promedio 7 horas y 45 minutos al trabajo doméstico, mientras
que las del estrato alto 4 horas y 45 minutos. Estos tiempos varían en función de la edad de los
hijos, porque conforme van creciendo, y desde muy temprana edad, los niños y niñas de hogares de
escasos ingresos colaboran con el trabajo doméstico. Los tiempos de los varones son de 40 minutos
para el estrato bajo, mientras que los de mayores ingresos no destinan ni un minuto.
En los hogares del modelo híbrido, es decir donde las mujeres trabajan tanto
remuneradamente como no remuneradamente, se observa que éstas dedican menos tiempo a las
labores domésticas y que el 13% de los varones tiene alguna participación en las mismas,
mayormente en las tareas administrativas y no cotidianas, mientras que en el modelo anterior,
cuando la mujer no genera ingresos, la participación masculina es prácticamente nula. De todas
58
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…
formas, el tiempo destinado por este pequeño porcentaje de varones dista de ser igualitario: cuarenta
minutos diarios frente a tres horas y 20 minutos de las mujeres. 56
La edad de los hijos también incide en la magnitud del trabajo doméstico. Las cónyuges con
hijos menores de 4 años emplean en promedio 3 horas y 40 minutos en el trabajo doméstico y las
con hijos de 5 a 14 años media hora menos. Para los padres el ciclo doméstico no hace diferencia
(Wanderley, 2003). La edad de los niños influye en el trabajo doméstico, no solo porque conforme
van creciendo requieran menos atención, sino también porque estos colaboran. En Bolivia, la
evidencia muestra que un porcentaje importante de niños varones está en el mercado laboral,
mientras las niñas trabajan principalmente en el hogar y que esta diferencia se acentúa luego de los
11 años:
CUADRO 15
BOLIVIA: NIÑOS Y NIÑAS QUE REALIZAN TRABAJOS DOMÉSTICOS Y DE CUIDADO
AL INTERIOR DE SUS HOGARES. AÑO 2001
(En porcentajes)
En Ecuador, tal como muestra en el cuadro 16 las actividades domésticas demandan mucho
más tiempo a las mujeres que las de cuidado infantil (cuadro 8).También se aprecia que la actividad
más demandante es la cocina, tanto para mujeres como para varones, pero como es de esperar ellas
le dedican mucho más tiempo, duplicando el tiempo masculino en Esmeraldas y Quito. En cuanto a
la participación, se destaca que tanto hombres como mujeres intervienen más en Chimborazo en las
actividades que se realizan con más frecuencia, como son las clasificadas bajo la categoría de
“trabajo doméstico general”, con excepción de las de mantenimiento, que precisamente ya no son
actividades cotidianas.
En países de mayor disponibilidad de ingresos, la tenencia de activos como refrigerador,
lavadora, cocina y hasta microondas son una de las técnicas que usan las mujeres para aminorar su
trabajo doméstico y que incluso son pensadas como estrategias de conciliación familia - trabajo
remunerado (Céspedes, 2002). En Bolivia en cambio, el refrigerador es el único electrodoméstico
que tiene porcentajes de tenencia considerables y aun así bajísimos, con un 27, 7% de hogares en el
promedio nacional según el Censo del año 2001. Este dato habla de la pobreza de los hogares, pero
también de las prioridades, que como es sabido son determinadas culturalmente, así contrasta con el
54,3% de los hogares que tiene televisor (INE, 2007). 57 En el censo ecuatoriano no se incluyen los
activos de los hogares. Dada la realidad socioeconómica de los países estudiados más bien hay que
acudir a la presencia de servicios básicos para evaluar la magnitud y calidad del trabajo doméstico
que se realiza en los hogares.
56
El estudio muestra que la jornada de trabajo total de las mujeres de este modelo de hogar es de 10 horas y 45 minutos, distribuidos en
partes iguales entre trabajo no remunerado y remunerado, mientras que la de los varones es de 8 horas y 50minutos, dedicada en un
87% al segundo tipo de trabajo. Además se constata que a menor ingreso mayor tiempo total de trabajo tanto para varones como para
mujeres.
57
Los otros activos considerados son bomba de agua eléctrica, radio o equipo de sonido, tv, teléfono o celular, bicicleta, moto, auto. El
censo de Ecuador solo consigna teléfono.
59
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…
CUADRO 16
ECUADOR: TASA DE PARTICIPACIÓN Y TIEMPO DEDICADO AL TRABAJO DOMÉSTICO NO
REMUNERADO, POR SEXO Y ACTIVIDADES. PROVINCIAS SELECCIONADAS, AÑO 2005
(En porcentajes y horas semanales)
60
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CUADRO 17
BOLIVIA: DISPONIBILIDAD DE CUARTO EXCLUSIVO PARA COCINAR
(En número y porcentaje de hogares)
1992 2001
Bolivia 1 444 817 1 977 665
Sí tiene 60,25 75,13
No tiene 39,75 24,87
CUADRO 18
ECUADOR: DISPONIBILIDAD DE CUARTO PROPIO PARA COCINAR. AÑO 2001
(En porcentajes)
En Ecuador la situación de los servicios básicos parece estar un poco mejor. En casi un 85%
de los hogares se cocinaba con gas en el año 2001, aunque las diferencias entre provincias son
importantes, siendo Bolívar, Loja, Morona Santiago, Napo y Orellana las que tienen menor
cobertura de gas. Por ejemplo en el primer caso, en Bolívar, en casi el 50 % de los hogares se
cocinaba con leña. Además la gran mayoría de los hogares tiene cuarto propio para cocinar, con
porcentajes similares en las áreas urbanas y rurales. No obstante, la provisión de agua es aun un
serio problema en las áreas rurales, tal como muestra el cuadro 19.
CUADRO 19
ECUADOR: MEDIO DE ABASTECIMIENTO DE AGUA, AÑO 2001
(En porcentajes)
Pero la presencia y calidad de los servicios básicos no solo tiene que ver con la magnitud del
trabajo doméstico. Si la inversión que realiza el país no aumenta significativamente, las
61
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…
oportunidades que tendrán los niños y adolescentes no serán muy distintas a las que tuvieron sus
padres (UNICEF, 2005).
62
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63
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…
amas de casa de dedicación absoluta como un sacrificio que acarrea variadas frustraciones,
incluida la derivada de la falta de valoración de las labores del hogar por parte de su pareja 58 y
de la sociedad.
Se comprueba una vez más que los supuestos de “maximización de satisfacción” que se
atribuyen a la división del trabajo remunerado y no remunerado entre varones y mujeres no son
efectivos y que la invisibilidad del último tiene muchas aristas.
La responsabilidad del cuidado que se atribuye a las mujeres se debe a los factores que se han
mencionado a lo largo de este trabajo, tales como la escasez de oferta pública de cuidado, pero
también responde a que la responsabilidad del orden doméstico constituye una forma de poder a la
que cuesta renunciar. El papel de madre de hogar implica un poder que a la vez somete y exige a
quienes lo ejercen. Es un poder que exige autodisciplina y que tiene una recompensa abstracta: la
satisfacción del deber cumplido (Tobío, 2005). Un pequeño o gran poder sobre el orden doméstico
que las mujeres defienden, aun desde la subordinación (Torns, 2005). Ahora, este poder, esta
dificultad para “delegar,” es otra cara de los mandatos del sistema de género, que también hacen que
las propias mujeres se sientan obligadas.
La identificación cuidado - feminidad siempre fue una injusticia en sí, primero porque en el
caso del cuidado no remunerado negaba la entrada de las mujeres al mercado laboral, a la
participación política y otras actividades del mundo público, y en caso del cuidado remunerado
porque era una actividad mucho menos valorada que las demás. Luego, porque a esas injusticias se
sumó la entrada masiva de las mujeres al trabajo remunerado sin que se las eximiera del cuidado, a
tiempo que la obligación de cuidar acarreaba una serie de perjuicios en su inserción laboral. 59 Es en
este momento que la distribución del cuidado además de injusta debiera haberse asumido como un
problema social. Las afectadas ya no son solo la mitad de la población en edad de trabajar, las
mujeres, sino también los dependientes. Si no es por justicia, el cuidado debe asumirse como
problema para la sostenibilidad de las sociedades.
Es decir que esta distribución comienza a convertirse en problema cuando esas trabajadoras
ad honorem empiezan a trabajar también remuneradamente. Si ellas están en el mercado laboral,
¿quien se hace cargo de sus propias necesidades domésticas y de las de cuidado de otros? La
respuesta la conocemos.
Efectivamente, uno de los cambios más evidentes de los últimos 30 años en el mercado
laboral de América Latina es el aumento de la participación femenina, la que se da en condiciones
de segregación ocupacional de género tanto horizontal como vertical, de discriminación en las
remuneraciones y de mayor desempleo (Rico y Marco, 2004). Pese a todos los esfuerzos que
significa encontrar y mantenerse en una ocupación, los países con mayor fecundidad son también
los que tienen las más altas tasas de participación económica femenina (Bolivia, Ecuador,
Guatemala, Nicaragua y Paraguay) 60 (Arriagada, 2004) y la curva de la participación laboral
femenina para el promedio de la región ya no tiene la forma de una u invertida, debido a que las
mujeres no se retiran del mercado laboral en las edades reproductivas, y mas bien la participación se
incrementa entre los 25 y los 49 años (Rico, 2004), pero esto no quiere decir que la trayectoria sea
similar a la masculina, ya que puede estar escondiendo jornadas parciales y trabajos temporales
(Carrasco, 2003).
En términos generales se puede sostener que las mujeres latinoamericanas ingresaron
masivamente al mercado laboral y se quedaron en éste, primero por los efectos de los programas de
ajuste estructural de la década del ochenta, y luego movidas por conseguir la autonomía económica,
58
A esta falta de valoración contribuye la ausencia de la pareja de la residencia durante prácticamente todo el día, por lo que no se
entera de los múltiples trabajos realizados.
59
En todos los sectores de la actividad económica, la calidad y la cantidad del empleo femenino se ven afectadas por la atribución
social a las mujeres de las tareas de cuidado, crianza y domésticas (Rico y Marco, 2006).
60
La excepción es Honduras.
64
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por construirse una nueva identidad, realización personal, desarrollo profesional, por tener más
espacios de socialización e inclusión social. Entre todos estos motivos, en Bolivia y Ecuador, países
que ostentan una de las más altas tasas de participación laboral femenina, la necesidad de generar un
ingreso propio corresponde sin duda a la gran parte de las trabajadoras.
Las mujeres están entonces en el trabajo remunerado, muchas de ellas como cuidadoras, pero
también están a cargo del cuidado de los dependientes en sus propios hogares. ¿cómo lo hacen?
¿hasta cuando estarán dispuestas a hacerlo?
Para ser el espacio de ajuste entre el mercado y el cuidado no remunerado las mujeres se
enfrentan a una serie de dilemas constantes: trabajar media jornada o completa, exigir mayor
participación de sus parejas varones, aceptar o rechazar la ayuda de las redes familiares, contratar a
una asalariada o recurrir a sus hijos mayores para que cuiden a los menores y a los ancianos.
Además están los dilemas que surgen frente a problemas inmediatos que escapan a la planificación
que permite conciliar la ocupación remunerada con el cuidado no remunerado. Por ejemplo qué
hacer cuando un hijo se enferma, dejarlo con una pariente o faltar al trabajo (Tobío, 2005).
La diversidad en las formas de abordar este conflicto se verifica también en la variedad de
jornadas que asumen las mujeres a lo largo de su vida. El estudio de Wanderley (2003) en Bolivia
muestra que en los hogares donde ambos cónyuges generan ingresos, es decir en el modelo híbrido,
el tiempo total de trabajo diario del 75% de las mujeres oscila entre 8 y 15 horas y que esta
dispersión no se observa entre los varones, ya que el 50% de ellos trabaja entre 8 y 16 horas.
Para disminuir la carga las mujeres de muchos países, han optado por disminuir la
fecundidad, a tal punto que este fenómeno es considerado como una de las estrategias de
compatibilización de la vida laboral con la familiar; adquirir servicios en el mercado (para aquellas
con poder adquisitivo); reducir el trabajo doméstico a los mínimos necesarios (sobre todo en
actividades como planchar o limpiar) y transferir el cuidado entre mujeres (empleadas domésticas,
abuelas, vecinas) (Carrasco, 2003).
Pero cómo hacen las mujeres para cuidarse a sí mismas? El autocuidado es prácticamente un
tema ausente en sus vidas y también poco abordado en la literatura. Qué autocuidado puede haber
cuando las mujeres están llamadas a resolver la pobreza desde su pobreza y a convertirse en sujetos
de su propio bienestar y del de su familia (Marca y López, 2006,19).
Para las mujeres bolivianas del Alto, las jornadas son mucho peores, con descansos de 3 o 4
horas, tal como describen Marca y López (2006) y con enormes variaciones dependiendo de la
ocupación. Así, las jornadas de las entrevistadas ocupadas en el comercio van de las 14 a las 18
horas y las cuentapropistas de 15 a 21 horas de trabajo total. Una constante son las actividades
paralelas, ya que mientras cuidan a sus hijos atienden el negocio o están tejiendo mantas o
confeccionando polleras para venta, o mientras tejen participan de las actividades comunales. Otro
rasgo común es que se dedica menos tiempo al trabajo intra hogar que al extra hogar, eso sí en este
caso el cuidado infantil está en medio de ambos espacios.
¿Qué pasará cuando las mujeres ya no estén dispuestas a ser las principales cuidadoras? El
descontento ya se siente, tal como lo muestran los estudios de trayectorias laborales en América
Latina (Mauro, 2004). En España hay diversos estudios que van más allá y muestran que las
actuales madres trabajadoras- cuidadoras ven la situación de sus propias madres que no trabajaban
remuneradamente con algo de añoranza. Identifican la falta de autonomía económica y de libertad,
así como la escasa valoración social de su función como aspectos negativos, pero también algunas
ventajas, ya que la generación anterior no tenía que enfrentarse a los problemas que las mujeres de
hoy tienen que resolver individualmente (Tobío, 2005). Esta realidad puede parecer lejana, pero ya
en Bolivia a pesar del alto sentido de reciprocidad que caracteriza al cuidado y junto las múltiples
continuidades en esta materia, hay algunos cambios o por lo menos deseos de cambio por parte de
65
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las mujeres que no quieren que sus hijas repitan sus historias y para ellos cifran sus esperanzas en la
educación (Marca y López, 2006).
¿Hasta cuando el viejo orden doméstico puede permanecer como si nada hubiera cambiado?
¿Hasta cuando puede el mundo del trabajo permanecer ajeno al mundo de la reproducción y del
cuidado de los seres humanos, es decir, de la fuerza de trabajo? La conclusión de diversos estudios
españoles que abarcaron tres generaciones de mujeres (las meramente cuidadoras, las pioneras en
ser simultáneamente cuidadoras y trabajadoras remuneradas y las que en su mayoría son cuidadoras
y trabajadoras pagadas), es que el ciclo intergeneracional de solidaridad por el que las madres
trabajadoras podían acudir a sus propias madres (las abuelas) para el cuidado de los niños se
empieza a romper. Se trata de una generación de mujeres que cuidó a sus propios hijos y luego a los
hijos de sus hijas. Pero las madres de hoy ya no están dispuestas a cuidar a sus futuros nietos. El
ciclo se cierra y lo que era un asunto de mujeres emerge como nuevo problema social que a todos
concierne (Tobío, 2005, 102 y 173). Esto porque los costos del actual sistema de cuidado están
poniendo en juego la sostenibilidad de las sociedades y en ese sentido dejan de ser unilaterales.
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De hecho, en estos países los PAE marcan un punto de inflexión para el considerable
aumento de la participación laboral femenina y cierto cambio en los roles de género. Un estudio en
los hogares pobres urbanos de Bolivia y Ecuador muestra que en consecuencia con estos cambios
tanto mujeres como varones tienen más conciencia de la importancia del trabajo femenino
remunerado para la manutención de la familia y de que a las mujeres les es más fácil encontrar
trabajo (Benería y Floro, 2006). Este último aspecto que en otros países resulta extraño, en estos
casos se explica por la gran extensión de la economía informal que es donde están los trabajos a que
acceden mayormente las mujeres.
El sector informal sigue creciendo durante los años noventa en medio de la crisis financiera,
los efectos aun presentes de los PAE y problemas macroeconómicos que luego llevarían a la
dolarización de la economía ecuatoriana, lo mismo que en Bolivia a pesar de que en esta década y
hasta el año 1997 ambos países experimentan un período de recuperación económica.
Ya entrado el siglo XXI, se expande la oferta en trabajos precarizados en sectores de baja
productividad como las pequeñas empresas y otras actividades en el sector informal de la
economía. 61 En adición, el auge del sector terciario, que es común a prácticamente toda
Latinoamérica, se alimenta en un contexto de polarización de los puestos laborales, de manera que
crece la brecha entre los trabajadores con educación superior y el resto y se incrementa la diferencia
de ingresos entre las áreas formales e informales de las economías (Rico y Marco, 2006; Escobar de
Pabón, 2003). Además, en países como Bolivia y Ecuador la terciarización se asienta en buena
medida en el comercio al menudeo y en los servicios personales, altamente feminizados, es decir en
el sector informal.
En este contexto, la profundización de los mercados ha ampliado los vínculos, directos
indirectos, entre las actividades formales e informales, borrando incluso en ocasiones el límite entre
ambos. Grandes empresas mantienen relaciones con la producción informal mediante la
subcontratación y el outsourcing, dando lugar en ocasiones a transferencias de tecnologías y
capacidades, pero también muchas actividades informales, sobre todo las de sobrevivencia
permanecen desconectadas de la economía formal (Benería y Floro, 2006).
Así en ambos países la informalidad se da de manera especialmente pronunciada y en un
contexto de pobreza y desigualdad social. Y aquí resulta necesaria una acotación respecto de la
categoría misma de informalidad. Dada su heterogeneidad, ya no parece acertado seguir hablando
de informalidad y habrá que idear nuevas categorías que den cuenta de esta realidad de trabajo, o
simplemente enumerar la diversidad de situaciones que se dan en su interior.
En ese sentido la bibliografía ya empieza, por ejemplo, a distinguir entre autoempleo y sector
informal y a hacer presente que formal e informal en tanto sinónimos de buena y deficiente calidad
del empleo respectivamente––se tornan insuficientes cuando en una misma categoría pueden
convivir el comercio ambulante, el servicio doméstico y el trabajo familiar no remunerado, y
también algunos emprendimientos que proporcionan ingresos decentes y tratan de ser competitivos,
además de las diferencias en cuanto a regulación legal y seguridad social (Rico y Marco, 2006a).
Como sea, se requiere dar alternativas a la artificial división de formal e informal, más aun
cuando ya se sabe que el crecimiento económico no equivale a la absorción de los empleos de baja
productividad por parte de la economía moderna y que por lo tanto no se trata de un fenómeno
temporal. Tanto en Bolivia como en Ecuador, la variedad al menos abarca trabajadores y
trabajadoras por cuenta propia, terciarizados, subregistrados, a domicilio, que combinan empleos
del sector formal e informal, dando cuenta de una diversidad no solo en relación con el tipo de
61
De hecho en el período comprendido entre los años 1992 y 2001 el aumento absoluto de empleo en actividades de baja productividad
fue tal que dejo atrás el peso relativo del empleo público e incluso el empresarial. En este trayecto las diferencias de perfil
ocupacional de mujeres y hombres se acentuaron, pues el 75% de las oportunidades para éstas se ubican en el sector informal y el
servicio doméstico (Escobar de Pabón, 2003).
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actividad económica, sino también respecto de la regularidad y estabilidad en el empleo. Con todo,
las mujeres tienden a tener empleos más precarios que los hombres dentro de este abanico de
posibilidades, en ambos países, y más variabilidad del ingreso. Entre los varones esta variabilidad es
mayor en el caso de Bolivia que en Ecuador (Benería y Floro, 2006).
El cuadro 21 muestra la proporción de mujeres y varones ocupados en sectores de baja
productividad, como una aproximación a su participación en el vasto sector informal:
CUADRO 20
a
PORCENTAJE DE OCUPADOS EN SECTORES DE BAJA PRODUCTIVIDAD,
POR SEXO. ZONAS URBANAS
Mujeres Varones
Bolivia (año 2002) 77 59
Ecuador (año 2004) 64 54
Estas cifras responden a la falta de oportunidades, a las deficiencias del mercado laboral,
como se ha mostrado reiteradamente, pero también pueden obedecer a que estas ocupaciones
permiten a las mujeres hacerse cargo paralelamente de la generación de ingresos y la crianza. De 17
países considerados, Bolivia ostenta la tasa más alta de ocupados en sectores de baja productividad
(CEPAL. 2007). 62
Un hallazgo importante de Benería y Floro (2006) es la enorme variedad de combinaciones
que se dan en estos dos países entre trabajo formal/informal y remunerado/no remunerado, así como
grandes flujos de uno a otro. Como consecuencia de esta variabilidad, el ingreso familiar también es
inestable y muchas veces incierto, incluso para hogares que están por arriba de la línea de pobreza.
Entre la heterogeneidad y el transito entre tipos de trabajo, lo único constante es el trabajo no
remunerado de las mujeres (Benería y Floro, 2006). En el mismo sentido, el estudio sobre El Alto,
muestra que la variedad de estrategias de supervivencia de las mujeres es tal, que encasillarlas en
una misma categoría, en este caso informalidad, puede ocultar la heterogeneidad de problemas y de
flujos (Marca y López, 2006).
Ya se mencionó que en Bolivia la edad del hijo es inversamente proporcional a la jornada
remunerada de las mujeres y que éstas se emplean preferentemente como cuentapropistas cuando
tienen hijos menores de cuatro años. Sumado a ello, Benería y Floro (2006) encontraron que tanto
en Bolivia como en Ecuador, los vínculos entre trabajo remunerado y no remunerado se
profundizan, como es de esperar, en el caso de las trabajadoras que laboran en sus domicilios, lo
que obedece de una parte precisamente a que pueden moverse entre el cuidado y las labores
domesticas y el trabajo pagado con la frecuencia que sea necesaria, y de otra a que trabajar en sus
casas les reduce los costos de producción tanto por el lugar como porque acuden a otros miembros
de la familia, incluidos niños y niñas, como trabajadores. De esta manera, tareas como cocinar y
cuidar niños se hacen simultáneamente al trabajo pagado, con consecuencias en la intensidad del
trabajo, stress y aislamiento de otros trabajadores. A hallazgos similares arriban Marca y López
(2006) con sus entrevistas en la ciudad de El Alto.
Muchas de las características de la informalidad laboral hacen que el potencial de autonomía
y empoderamiento que implica la generación de ingresos propios para las mujeres se vea
62
Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay,
Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.
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disminuido, lo que también disminuye sus posibilidades de renegociar los roles al interior del hogar
(Ariza y Oliveira, 2002). En ese sentido, la irregularidad de los ingresos, la inseguridad que deriva
de estar al margen de la Seguridad Social y la “flexibilidad” de los horarios que caracterizan a
buena parte de las ocupaciones informales, juegan en contra de un mayor poder de las mujeres en
las relaciones de pareja. Los dos primeros factores las mantienen vulnerables y el tercero, el que
ellas se fijen sus propios horarios, hace parecer que disponen de su tiempo y por tanto pueden
hacerse cargo de más responsabilidades, aunque la jornada autoimpuesta sea una falacia, pues por
ejemplo si no se está a las 6 de la mañana en el mercado no se vende.
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Para deshacer el círculo vicioso de la privatización del cuidado se requiere que las sociedades
asuman e internalicen tres supuestos. Primero, todas las personas tienen derecho a recibir adecuado
cuidado a lo largo de su vida; segundo todas tienen derecho a participar en las relaciones de cuidado
que dan sentido a la vida; y que todas tienen derecho a participar del proceso público en que cual se
decida la forma en que la sociedad asegurara las dos primeras premisas. Esto pasa porque todas las
personas asuman su carácter de receptoras de cuidado, el cuidado debe ser entendido como parte de
lo que los ciudadanos son y hacen (Tronto, 2006).
Asumir el cuidado como bien público implica socializar a los ciudadanos para que se cuiden
mutuamente como parte de su pacto social con el Estado. Implica también una reformulación del
Estado, una nueva forma de pensarlo en la cual tiene una nueva autoridad que tiene como contracara
una nueva obligación, el cuidado. Pero no se trata sólo de mover el espacio de prestación: que lo
que hacen ahora las mujeres lo haga el Estado, porque lo más probable es que dentro de él sigan
siendo las mujeres las cuidadoras. Se trata de un nuevo entendimiento de las personas como
interdependientes entre sí y dependientes también de la infraestructura e instituciones estatales
(Buker, 2006).
Esta interdependencia entraña a su vez una nueva noción de ciudadanía, ya que el concepto
actual se sustenta en la idea de invulnerabilidad y autosuficiencia, la democracia se concibe
pretendiendo que los ciudadanos se acercan los unos a los otros desde su autonomía y no desde su
conciencia de debilidad, dependencia y vulnerabilidad (Izquierdo, 2005). Aquí se cuestiona la
reciprocidad como mecanismo regulador, que es propio de las sociedades capitalistas. Es fácil
reconocer la responsabilidad en ámbitos como la familia, pero lo importante es que se incorpore a la
sociedad y a la política (Marín, 1993), pues el cuidado se refiere a aspectos centrales para el
funcionamiento de la esfera pública (López, 2003).
Esta reconceptualización del cuidado, como bien público, debe penetrar las dinámicas
cotidianas de las personas, su entendimiento del Estado y las demandas hacia el mismo. Lo cual es
una difícil tarea ya que por ejemplo se espera que el Estado se haga cargo de la seguridad de las
personas mediante las fuerzas militares y policiales, pero no de la seguridad 63 de la reproducción de
las sociedades, con excepción de algunas necesidades puntuales de cuidado mediante la salud
pública (Buker, 2006).En el mismo sentido parecen ser más frecuentes las demandas de las mujeres
sobre redistribución del cuidado hacia sus parejas varones que hacia el Estado (Tobío, 2005) y
siendo que la incorporación de los hombres es central, requiere de un orden social que permita que
todas las personas tengan los mismas posibilidades de desarrollo sea en el mundo del trabajo
remunerado o en el familiar (Céspedes, 2002).
La reconceptualización y valoración del cuidado es sin duda determinante de la búsqueda de
soluciones, pero si estas soluciones se conciben con base en una lógica productivista, difícilmente el
cuidado salga de la esfera familiar (Camacho, 2005). Teniendo esto presente se exponen algunas
propuestas.
63
El cuidado también ha sido relacionado con el tema de la incertidumbre y la seguridad, apelando a una acepción más amplia de ésta
última en el marco de una nueva ética del cuidado. El cuidado es parte de la seguridad de las personas y las sociedades e infunde en el
Estado un nuevo principio de autoridad, pero también el imperativo moral de otorgar cuidado a quienes lo necesiten (Buker, 2006).
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su ejercicio pleno aportando a una verdadera ciudadanía económica laboral para ellas (Feres,
2007). 64
El camino hacia la universalización del cuidado a edades tempranas en estos países requiere
tomar en cuenta algunos desafíos a superar. El primero de ellos es la brecha existente entre la acción
estatal y el marco legal en cuanto a los derechos de la niñez, no solo porque ambos tienen Códigos
específicos sino también porque ratificaron la Convención de los Derechos del Niño. El segundo
aspecto a considerar es que en ambos países la oferta estatal está dirigida a la niñez en condiciones
de pobreza, de manera de que a pesar de que se declara la universalización de la educación inicial
como un objetivo de las políticas o un derecho de la niñez, en los hechos sólo se atiende a la niñez
pobre, cuando de hecho es cuantiosa la porción de población femenina encargada de sus hijos casi
de forma exclusiva y que no siendo pobre tampoco cuenta con ingresos para acceder a un centro
infantil privado.
Otro desafío es compatibilizar la descentralización de la prestación del cuidado con su debida
fiscalización y control, aunque la descentralización de la oferta estatal de cuidado infantil ha tenido
distintos resultados en Bolivia y Ecuador. En Bolivia la descentralización del PAN por el momento
ha significado su suspensión en algunos departamentos. En Ecuador el FODI más bien ha
aumentado su cobertura. La diferencia parece estar en que en este último caso la iniciativa estatal
tiene un responsable final, el Ministerio de Bienestar Social, mientras que en Bolivia, las prefecturas
no rinden cuentas en este tema en concreto, pues es su facultad continuar o no con el programa, a
tiempo que el Ministerio de Educación no parece considerar que la educación inicial sea su
responsabilidad.
La universalización del cuidado de la niñez puede adoptar diversas y combinadas vías. Así,
pueden combinarse subsidios para padres y madres para pago de centros de cuidado infantil, con
centros gratuitos estatales. Los centros de cuidado infantil deberían además tener horarios
compatibles con las jornadas laborales, ya que como se mostró en este trabajo, esta es una sentida
queja de las madres. Otro aspecto importante es la ubicación de estos centros, de manera que deben
estar próximos a los lugares de trabajo o domicilios de las personas.
En el mismo sentido, se hace necesaria la extensión de jornadas escolares, con actividades
tanto curriculares como extracurriculares, deportivas por ejemplo, concientes de que implica
modificación o construcción de infraestructura, ya que los niños y niñas pasan a almorzar en las
escuelas. Este paso, por difícil que parezca, es sumamente importante, más aun en Bolivia y
Ecuador donde sus altas proporciones de informalidad hacen que, en muchos casos, las jornadas
laborales no sean iguales todos los días e impliquen actividades al medio día, sobre todo para las
mujeres.
Pero no solo es problema de horarios (laborales, comerciales, de la escuela, de las oficinas
estatales y de servicios públicos de cuidado), se requiere también revalorizar y profesionalizar estos
servicios, como manera de mejorar tanto la calidad de la educación como las condiciones de trabajo
de las cuidadoras. Este desafío pasa por una fiscalización conjunta de la entidad encargada de la
educación preescolar y de las inspectorías del trabajo.
En el marco teórico se dijo que uno de los efectos de la visión unilateral del cuidado, que solo
considera a las entidades y personas prestadoras, es dejar fuera a los que reciben el cuidado ¿Cómo
superar la visión de los sujetos de cuidado como dependientes sin voz, para escucharlos cuando se
64
La propuesta teórica de una ciudadanía económica laboral de las mujeres gira en torno a dos nociones. La primera es la idea de igualdad
básica, consustancial a toda persona humana, configurándola en su expresión jurídica el principio de no discriminación. La segunda
noción, la de la libertad, se desagrega en sus dos acepciones: la de autonomía en tanto derecho a vivir el ser íntimo, decisional, con
ausencia de coacción; y la autonomía como libertad para determinar y emprender los proyectos propios de vida (o
autodeterminación),particularmente el derecho a la autonomía económica de las mujeres. A su vez, la autonomía económica, en cuanto
derecho, persigue avanzar paralelamente en dos direcciones: resolver favorablemente el problema de la economía del cuidado; y sostener
la tesis del “resarcimiento” (mediante acciones positivas) de derechos subjetivos históricamente conculcados (Feres, 2007).
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trata de políticas que los atañen, aun cuando se trate de personas de menores de seis años? Este es
otro de los desafíos.
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familiares. Esta reestructuración del tiempo pasa también por su reconceptualización, de manera de
dejar de lado asimilaciones como la del tiempo es dinero o es un recurso escaso. Asimismo
abandonar la idea del tiempo como algo homogéneo, admitiendo las diversidades que derivan de las
etapas de vida (Carrasco, 2005) y visibilizando las actividades paralelas que por ahora, desarrollan
sobre todo las mujeres.
Sin duda en el equilibrio entre la vida familiar y la laboral de varones y mujeres radica la
posibilidad de una crianza distinta y de una mejor atención e inclusión de las personas ancianas. Por
ello se considera recomendable reducir legalmente la jornada laboral, en el entendido que el primer
paso para dar un espacio para la vida, es robárselo, quitárselo a la actividad mercantil y de que no
todo el cuidado es un problema público, sino que hay aspectos del cuidado que requieren el
compromiso interpersonal cercano (Izquierdo, 2005, 59 y 73).
Recordando siempre que las medidas aplicadas vía legislación laboral beneficiarán solo al
sector formal del mercado de trabajo, se sugieren las siguientes:
• Que el permiso post natal sea en parte gozado por el padre y en parte por la madre, ya que
ni en Ecuador ni en Bolivia hay permisos para los padres por razones de crianza. Estos
permisos no pueden ser legalmente alternativos para padres o madres, así lo demuestra la
experiencia comparada. En el caso mexicano por ejemplo, se han establecido permisos
parentales en contratos colectivos y los varones no han hecho uso de ellos (Suárez, 2005).
De igual manera el permiso que otorga la ley chilena para casos de enfermedad grave de
los hijos ha sido utilizado solo excepcionalmente por los trabajadores hombres (Rico y
Marco, 2004). Los únicos casos de uso masivo de estos permisos por parte de varones, se
dan cuando están establecidos específicamente para ellos, como ha sucedido en los países
del norte de Europa (Tobío, 2005).
• Permisos laborales para situaciones excepcionales, como enfermedad de los hijos tanto
para padres como para madres.
• Un máximo de licencias anuales pagadas por motivos de crianza que no sean enfermedad
de los hijos, que pueden consistir también en reducciones horarias, para atender
situaciones varias, ya que se debe atender la cotidianeidad, pues la crianza no son solo
situaciones excepcionales
• Excedencias, es decir licencias no remuneradas con resguardo del puesto de trabajo para
crianza.
• En Bolivia se sugiere establecer centros de cuidado infantil para los beneficiarios del
PROPAIS
• En Ecuador, equiparar la regulación del empleo doméstico a la del resto del trabajo
dependiente.
Por último, en él ámbito de las políticas empresariales se sugiere la incorporación del cuidado
y de la vida familiar en la empresa como parte de la responsabilidad social empresarial, aunque esto
es viable para las grandes y medianas empresas, no tanto para la micro y pequeña empresa.
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CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…
Serie
mujer y desarrollo
Números publicados
El listado completo de esta colección, así como las versiones electrónicas en pdf
están disponibles en nuestro sitio web: www.cepal.org/publicaciones
89. El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos, obligación de todas (LC/L.2843-P),
N˚ de venta: S.07.II.G.168, 2007.
88. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Uruguay, Claudia Giacometti (LC/L.2832-P),
N˚ de venta: S.07.II.G.145, 2007.
87. El cuidado como cuestión social desde el enfoque de derechos, Laura C. Pautassi (LC/L.2800-P), N˚ de
venta: S.07.II.G.133, 2007.
86. La mujer indígena en Bolivia, Brasil, Ecuador Guatemala y Panamá: un panorama de base a partir de la
ronda de censos 2000, Ricardo Calla (LC/L.2766-P), N˚ de venta: S.07.II.G.102, 2007.
85. Violencia contra la mujer en la pareja: respuestas de la salud pública en Santiago de Chile, Patricia
Provoste (LC/L.2722-P), N˚ de venta: S.07.II.G.63, 2007.
84. Violencia contra la mujer en la pareja: Respuestas de la salud pública en El Alto, Bolivia, Eliana Arauco
Lemaitre, Rosario Mamani Apaza, Jimena Rojas Silva (LC/L.2721-P), N˚ de venta: S.07.II.G.62, 2007.
83. Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de hogares. Restricciones y potencialidades,
Vivian Milosavljevic y Odette Tacla (LC/L.2709-P), N˚ de venta: S.07.II.G.57, 2007.
82. Trabajo, educación y salud de las niñas en América Latina y el Caribe. Indicadores elaborados en el
marco de la plataforma de Beijing, Daniela Zapata (LC/L.2708-P), N˚ de venta: S.07.II.G.56, 2006.
81. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Colombia, Silvia Lara (LC/L.2612-P), N˚ de
venta: S.06.II.G.137, 2006.
80. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Ecuador, Silvia Lara (LC/L.2611-P), N˚ de
venta: S.06.II.G.136, 2006.
79. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Paraguay, Claudia Giacometti (LC/L.2577-P),
N˚ de venta: S.06.II.G.107, 2006.
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77. Un marco de análisis para el fomento de las políticas de desarrollo productivo con enfoque de género,
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76. Redes e institucionalización en Ecuador. Bono de desarrollo humano, Amparo Armas (LC/L. 2405-P),
N˚ de venta: S.05.II.G. 152, 2005.
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Bravo (LC/L.2377-P), N˚ de venta: S.05.II.G.121, 2005.
72. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Argentina, Claudia Giacometti
(LC/L.2368-P), N˚ de venta: S.05.II.G.109, 2005.
71. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Bolivia, Rosa Bravo y Daniela Zapata
(LC/L. 2367-P), N˚ de venta: S.05.II.G. 108, 2005.
70. La política social en la globalización. Programas de protección en América Latina, Claudia Serrano
(LC/L.2364-P), N˚ de venta: S.05.II.G.103, 2005.
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CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…
69. Políticas de empleo en la planificación turística local de Ecuador. Herramientas para su formulación,
Martha Ordóñez Andrade y Flavia Marco Navarro (LC/L.2346-P), N˚ de venta: S.05.II.G.85, 2005
68. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Nicaragua, Isolda Espinosa G. (LC/L.2353-
P), N˚ de venta: S.05.II.G.92, 2005.
67. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de México, Instituto Nacional de las Mujeres
(LC/L.2339-P), N˚ de venta: S.05.II.G.83, 2005.
66. A pobreza e as políticas de gênero no Brasil, Hildete Pereira de Melo y Lourdes Bandeira
(LC/L.2322-P), N˚ de venta: P.05.II.G.67, 2005.
65. El tiempo, los tiempos, una vara de desigualdad, Rosario Aguirre, Cristina García y Cristina Carrasco
(LC/L.2324-P), N˚ de venta: S.05.II.G.71, 2005.
64. Sector financiero y empleo femenino. El caso uruguayo, Alma Espino (LC/L.2323-P), N˚ de venta:
S.05.II.G.70, 2005.
63. Os programas de combate a pobreza no Brasil e a perspectiva de gênero no periodo 2000-2003: avanços
e posibilidades, Ceres Alves Prates y M. Beatriz B. Nogueira (LC/L.2309-P), N˚ de venta: P.05.II.G.58,
2005.
62. El empleo en los servicios financieros. Costa Rica: buenas y no tan buenas noticias..., Juliana Martínez
Franzoni (LC/L.2295-P), N˚ de venta: S.05.II.G.43, 2005.
61. Demandas de capacitación del sector financiero. Sesgos de género y evaluación por competencias,
Mariela Quiñónez Montoso LC/L.2267-P), N˚ de venta: S.05.II.G.20, 2005.
60. Calidad del empleo y calidad de la atención en la salud de Córdoba, Argentina. Aporte para políticas
laborales más equitativas, Jacinta Burijovich y Laura C. Pautáis (LC/L.2250-P), N˚de venta:
S.05.II.G.8, 2005.
59. Trayectorias laborales en el sector financiero. Recorridos de las mujeres, Amalia Mauro
(LC/L.2177-P), N˚ de venta: S.04.II.G.104 (US$ 10.00), 2004.
58. El empleo en el sector financiero en Chile, Amalia Mauro (LC/L.2172-P), N˚ de venta: S.04.II.G.107
(US$ 10.00), 2004.
57. Políticas de género en la Unión Europea y algunos apuntes sobre América Latina, Judith Astelarra
(LC/L.2154-P), N˚ de venta: S.04.II.G.82 (US$ 10.00), 2004.
56. Legislación laboral en seis países Latinoamericanos. Avances y omisiones para una mayor equidad,
Eleonor Faur, Natalia Gherardi y Laura C. Pautassi (LC/L.2140-P), N˚ de venta: S.04.II.G.68
(US$ 10.00), 2004.
55. Las metas del Milenio y la igualdad de género: el caso de Perú, Rosa Bravo (LC/L.2126-P), N˚ de
venta: S.04.II.G.53 (US$ 10.00), 2004.
54. Sistemas electorales y representación femenina en América Latina, Line Bareiro, Oscar López, Clyde
Soto, Lilian Soto (LC/L.2077-P), Nº de venta S.04.II.G.20 (US$ 15.00), 2004.
• El lector interesado en adquirir números anteriores de esta serie puede solicitarlos dirigiendo su correspondencia a la Unidad de
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FORO VIRTUAL
DOCUMENTO INFORMAL PARA EL DEBATE
(NO CITAR)
En América Latina durante demasiado tiempo los temas de welfare y los temas de género han
estado o bien divorciados, o bien enfocados predominantemente al problema de welfare y
discriminación de las mujeres. El gran avance de los últimos tiempos es el ingreso por la
puerta grande de los temas de género al centro del debate de welfare. La razón, no es sólo, ni
centralmente, el tema del bienestar y la discriminación de la mujer, aunque ello obviamente
está y debe seguir estando presente, sino del bienestar de todos, derivado del rol central de la
familia y muy especialmente de la mujer en cualquier régimen de protección social que se
pueda pensar. De alguna manera, esto no es otra cosa que reconocer que ambos sexos
desarrollan tareas críticas para la sociedad. Durante mucho tiempo las del hombre han sido
reconocidas, muchas veces sobreestimadas, cuantificadas y teorizadas: mercado laboral,
desempleo, salario, derechos sociales via pater-familia, etc. Los aportes de las mujeres
permanecieron subestimados, cuando no invisibles. Sin números que los cuantifiquen, sin
conceptos que los enmarquen, y sin teorías que le den un lugar en la producción de bienestar
y riesgo macrosocial, el trabajo no remunerado de cuidado y general, constituía un
comentario, nota a pie o advertencia ad-hoc, con excepción de cierta literatura feminista que
tempranamente lo colocó como dispositivo interpretativo central y como reivindicación
política.
Resulta en todo caso positivo que los problemas de cuidado, las desigualdades de género en
esta materia y la importancia de la misma para pensar la arquitectura de protección social de
los países hayan ingresado en el debate. Pero tanto a nivel de las políticas públicas
nacionales, como en el debate académico y técnico nacional y regional, se está muy lejos de
la naturalización de los términos propuestos por esta literatura en el debate sobre políticas
públicas. Dicho de otra manera, y a modo de ejemplos burdos, a nadie se le ocurre pensar el
tema de pobreza y desigualdad en un país sin mirar la tasa de desocupación y los sistemas de
protección ante tales situaciones potenciales. Pero aún hoy es poco probable que las
narrativas predominantes sobre pobreza y desigualdad observen variaciones en las tasas de
participación y en las horas promedio de dedicación al trabajo no remunerado de las mujeres
y su relación con la expansión de la educación inicial o con las políticas de reconciliación de
trabajo remunerado y no remunerado. Nadie aceptaría discutir temas de movilidad
intergeneracional sin observar o al menos mencionar la movilidad intergeneracional
educativa, pero pocos defenderían que igualmente importante son las condiciones de cuidado
con que contaron los niños en sus hogares y sistemas colectivizados de cuidado en la primera
infancia. Nadie cree posible entender vulnerabilidad o movilidad intra-generacional, sin mirar
educación y acceso a oportunidades ocupacionales tempranas. Pero qué sabemos acerca del
impacto que diferentes arreglos de cuidado intrafamiliar y diferentes apoyos colectivos al
cuidado tienen sobre la movilidad ocupacional de las mujeres, y sobre su vulnerabilidad al
desempleo. Estos son tan sólo algunos ejemplos de la distancia entre saber que estamos ante
un enfoque indispensable y naturalizar el mismo.
La creciente aplicación de las encuestas de uso del tiempo y de medición del trabajo no
remunerado, la presencia en el debate público y de formadores de políticas de las tensiones
entre esfera familiar y esfera laboral, la necesidad de repensar los sistemas de pensiones y de
protección al adulto mayor en los contexto de envejecimiento son luces iniciales que
iluminan un camino que la CEPAL quiere transitar con vigor. Este Panorama Social dedicará
una sección entera compuesta de dos (de un total de cinco) capítulos a profundizar el análisis
estructural y de políticas públicas respecto a los desafíos de cuidado y protección social en el
nuevo escenario regional.
Toda sociedad distribuye el riesgo social en forma diferente entre ricos y pobres, mujeres
y hombres, educados y no educados, niños, adultos y adultos mayores. Existe una
economía política del riesgo social en donde el mercado, la familia y la comunidad
distribuyen riqueza, seguridad y oportunidades en forma diferente de acuerdo a los
atributos dados o adquiridos de la población. Estos tres canales de producción y
distribución de riqueza, seguridad y oportunidades se basan en una racionalidad
esencialmente descentralizada donde los individuos deciden cómo usar su capital físico,
humano o social. Pero hay otra esfera de producción de riqueza, seguridad y
oportunidades que es esencialmente centralizada: el Estado. El Estado desempeña tres
papeles básicos: recoge recursos de la comunidad, distribuye recursos en la comunidad y
regula comportamientos. El Estado interviene asimismo en el funcionamiento de las
esferas descentralizadas, los mercados, las familias y la comunidad en la medida en que
es el Estado quien controla los sistemas de impuestos, gasto público y las leyes que
regulan las interacciones de personas y grupos (Filgueira et al 2008).
El concepto de riesgo social necesita una definición. Todos los individuos atraviesan
situaciones de riesgo material o emocional. Riesgo social no refiere a la presencia o
ausencia de riesgo aleatorio sino a la idea de recurrencias empíricas en donde pueden
identificarse la conexión entre la vulnerabilidad social y ciertas categorías sociales (de
acuerdo a criterios diferentes como edad, género, clase social, nivel educativo, etc.). Las
sociedades varían en el tipo y cantidad de producción y distribución del riesgo social.
Asimismo, las sociedades tienen capacidades diferentes para minimizar, moderar,
compensar o administrar las situaciones de riesgo (Esping-Andersen 2002, Huber and
Stephens 2004). El Estado y las políticas sociales se encargan de las respuestas colectivas
a la producción de riesgo social. La cantidad e intensidad del riesgo social en las
diferentes categorías sociales es necesariamente un producto de la combinación de la
acción de los agentes descentralizados en el mercado, las familias y la comunidad y de la
acción centralizada del Estado. Este producto resulta de los parámetros
institucionalmente definidos por el estado y de los hábitos culturales enraizados en
dispositivos y normas legales de larga data. (Filgueira et al 2008).
Para que las familias, las comunidades o los mercados tomen determinadas acciones y
absorban riesgos ciertas condiciones deben satisfacerse. Las familias deben tener recursos
de adultos (que incluyen tiempo de los adultos), estabilidad y cooperación entre sus
miembros, las comunidades deben poseer formas básicas de reciprocidad y confianza
ancladas en eficiencia normativa que de sustento a formas más dinámicas de cooperación.
Finalmente, los agentes del mercado deben percibir algún potencial beneficio asociado a
una oportunidad dada de absorción de riesgo.
Cuando estas condiciones no están dadas, aquellos riesgos a los que el Estado no dio
respuesta no encontrarán respuestas en modalidades adaptativas de los mercados, las
familias y las comunidades. Un conjunto de problemas podrán afectar la salud social de
los individuos, las familias y los países:
Vulnerabilidad, estrés
y riesgo de pobreza
para la mujer
Redistribución de carga
de trabajo no remunerado
y remunerado entre
hombres y mujeres
Disminución de la carga
de cuidado por control de
fecundidad
Retiro de la mujer de la
esfera del trabajo
remunerado
Compra de servicios en
el mercado
El estado implementa
incentives y regulaciones del
mercado de trabajo para
compatibilizar el trabajo
remunerado con el no
remunerado (horarios
flexibles, centros de cuidado
de niños a cargo de los
empleadores, etc).
Existe consenso en torno al dicho popular “el tiempo es dinero”. Esto es porque cuando
éste se utiliza para actividades productivas se produce valor. Pero, no todo el valor
generado a través de trabajo productivo se asocia con dinero para su intercambio. De
hecho, una porción muy relevante de lo que producimos como sociedad no tiene valor de
cambio monetario alguno y por tanto ningún precio asociado. Todo el trabajo que las
personas, en la mayoría mujeres, realizan en la casa tales como tareas de cocina, limpieza
y cuidado de otros se realiza sin que medie ningún contrato que establezca un precio y las
responsabilidades que conllevan dichas tareas. No obstante ello, tenga o no valor
monetario, el doméstico es trabajo productivo y sí genera valor para la sociedad a gran
escala y para quienes se benefician de dicho trabajo. Más importante aún, el trabajo
realizado en casa y el de cuidado de otros consume tiempo que no puede ser usado para
otras actividades, sea de cuidados de uno mismo, de ocio o de trabajo remunerado. El
tiempo es, en última instancia, el recurso escaso por antonomasia.
La proporción de mujeres que trabajan por un salario nunca antes había alcanzado el
nivel de nuestros días. Y las mujeres trabajan como siempre lo hicieron, y quizás más que
antes, por deber, amor y/o comida y refugio o por miedo e imposición. En otras palabras,
continúan trabajando en forma no remunerada. Esta situación es a todas luces injusta
pero, más allá de la justicia, es insostenible y afecta negativamente el bienestar tanto de
las mujeres como de los niños y, por ende, de la sociedad en su conjunto.
Más aún, este estado de cosas limita la capacidad fiscal de los estados para sustentar el
sistema de protección social en tanto limita la entrada de las mujeres en el mercado de
trabajo. ¿Cómo reconciliar el trabajo remunerado con el no remunerado? ¿Cómo
facilitamos en lugar de obstaculizar la entrada de las mujeres en el mercado formal de
trabajo? ¿Cómo redistribuir la carga del trabajo no remunerado entre hombres y mujeres?
Vale recordarle al lector una vez más que estos dilemas se inscriben en sociedades con
alta desigualdad. Por tanto, son las mujeres de bajos ingresos –y los niños de esos
mismos sectores- quienes más sufren la sobrecarga femenina proveniente de la demanda
de cuidado y protección. Las mujeres y los niños de otros estratos sociales también sufren
esta situación, aunque tienden a enfrentar estas tensiones con procesos adaptativos
diferentes, tales como la disminución de la fertilidad y acceso a soluciones a través del
mercado. Los sectores pobres no cuentan con estas alternativas; si el estado no es capaz
de regular y proveer bienes y servicios que permitan acortar la brecha, estaremos
generando un multiplicador de la desigualdad que afectará principalmente el bienestar de
mujeres y niños de menores recursos.
Esto pone de manifiesto una amenaza significativa no únicamente para las mujeres sino
que también para el bienestar de todos los restantes miembros de sus hogares. En la
actualidad, el salario de las mujeres representa entre el 90% y el 60% de los ingresos
promedio de los hogares de la región.
This reality stands in stark contrast with the average weekly hours dedicated to unpaid
work.
Si bien no se presentan aquí los datos, los casos de Argentina y Uruguay reproducen
claramente esta pauta.
Los mercados laborales y el propio estado operen bajo el supuesto que es la mujer que no
trabaja remuneradamente quien se hace cargo de las labores domésticas. Por su parte
estos mismos estados y mercados laborales asumen que la función central del hombre (y
cuasi-monopólica) es la generación de ingresos para el hogar. Vistas así las cosas los
estados y mercados no promoverán ni incentivarán una mayor participación de los
hombres en las labores domésticas. Existen algunas iniciativas tímidas en este sentido
relativas a licencias parentales. Pero el conjunto de instrumentos que debieran utilizarse
para avanzar más aceleradamente en este proceso no se han hecho presentes en ninguno
de los países. Estos incluyen aspectos de socialización y educación (currícula escolar y
lineal, spots publicitarios), así como incentivos materiales para rol del hombre en el hogar
(regulación laboral que da licencias al hombre y mujer por razones de carga familiar
diversa, etc).
Cómo proveer transferencias en efectivo básicas a los adultos mayores que ya no pueden
trabajar o conseguir un trabajo y cómo, al mismo tiempo, continuar logrando altas tasas
de participación femenina e invertir en capital humano para las nuevas generaciones
constituye una ecuación crucial para los los países en desarrollo
La privatización de la seguridad social no ayuda si nos preocupamos por los más viejos.
La mayoría de ellos quedará excluida. Un sistema puramente contributivo de reparto
(PAY AS YOU GO) no es sustentable. Los países de América Latina han recorrido los
dos caminos antes de encontrar uno intermedio. La discusión sobre sistemas no
contributivos de pensión flat rate de base universal o focalizados se ha vuelto parte de
una agenda legítima para el nuevo siglo. En Chile, Uruguay, Bolivia, Brasil y Argentina
(a nivel provincial y nacional) así como México (Distrito Federal) se está aceptando la
idea que una garantía básica para los adultos mayores puede ser tanto fiscalmente
prudente como socialmente deseable si, simultáneamente, son suprimidos o limitados los
subsidios para los pensionistas más privilegiados. América Latina no pertenece al grupo
genotípico de las sociedades asiáticas, en las que el cuidado de los ancianos dentro de las
familias es todavía un principio relativamente sagrado. Si bien las familias –
especialmente los hogares extendidos- proveyeron cuidado y refugio para sus adultos
mayores en el pasado y aún lo siguen haciendo, esta situación se torna progresivamente
más extraña, especialmente entre las clases medias y medio bajas. Esto es particularmente
problemático en el caso de las mujeres, que viven más tiempo y que en muchas ocasiones
no tienen acceso a pensiones debido a su historia laboral informal y fragmentada.
La otra cara del pacto intergeneracional refiere a la cantidad de dinero que una sociedad
está dispuesta a pagar para apoyar el papel de las familias y, especialmente a las mujeres
al proveer cuidado, capital humano y protección a los niños. El estado latinoamericano ha
asumido en el pasado que dicho pago se recibía en la forma de salario familiar a los
hombres via el mercado laboral (formal) que luego era redistribuído familiarmente. El
estado se hacía presente si este salario familiar se interrumpía por muerte, enfermedad o
discapacidad del hombre.
El Plan de Equidad fue lanzado en setiembre de 2007 por parte del gobierno uruguayo y
aparece como la política con mayor grado de articulación sobre derechos sociales
universales. Reemplazó al PANES, pero aún así combina alguno de sus componentes
asistencialistas y de corto plazo con un intento de reconstruir y modernizar el estado
social.
Si por un lado deben considerarse los servicios para los más jóvenes, en la medida en que
las sociedades envejecen, los servicios de cuidado para ancianos también adquieren una
importancia superlativa. La proporción de población de 75 y más años, para quienes el
cuidado es crítico, ya ha alcanzados niveles de consideración en el cono sur y en los
centros urbanos de América Latina en general. Y estos niveles serán aún mucho más altos
en los próximos 10 a 30 años.
La provision de servicios para esta población por parte del estado es mínima o
directamente nula. Esto ha llevado a una respuesta estratificada por clases: familia –o
nada- para los pores y las clases medias y familia y mercado para los más acomodados.
Ninguna de las posibles respuestas presentadas en las líneas anteriores aborda el tema de
qué es una familia y qué formas de familia merecen protección social y reconocimiento
legal. Este es un tema de particular importancia cuando nos interrogamos sobre la
economía del cuidado. La combinación de los recursos en el hogar y la socialización de
riesgos (RISK POOLING) es la forma primordial a través de la cual los grupos sociales
se protegen a sí mismos contra los riesgos.
Aun no ha emergido una sociedad donde predominen los hogares unipersonales. Pero,
cuanto menor es la integración de miembros en los hogares, mayor es la privatización del
cuidado y/o más costoso es para el sistema de protección social proteger a los
dependientes. Por lo tanto, favorecer la existencia de arreglos cooperativos entre adultos
dentro de los hogares es la forma más astuta de actuar. Ahora bien, que esta sea la forma
más astuta de actuar no significa favorecer un tipo de arreglo particular (como por
ejemplo parejas casadas donde el hombre trabaje de forma remunerada y la mujer lo haga
en el hogar). Parejas en concubinato, parejas homosexuales, segundas uniones y arreglos
multigeneracionales sin casamientos: todas ellas también deberían ser parte de una
estrategia de fortalecimiento de las capacidades de las familias para brindar cuidado y
apoyo a sus miembros. Si estas formas de familia no cuentan con reconocimiento legal
serán menos estables. Aquellos que especulan con que, y se preocupan por, el hecho que
contar con normas legales más inclusivas para los nuevos arreglos familiares podrían
inducir a un descalabro de la “familia tradicional” deberían simplemente echar un vistazo
a la información.
Cuadro 6. Porcentaje de nacimientos no matrimoniales, alrededor de 1970
y 2000.
Año % Año %
Fuente: Castro Martín, Teresa et al. (2008) Matrimonio vs. Unión consensual en
Latinoamérica: contraste desde una perspectiva de género. III Congreso de la
Asociación Latinoamericana de Población, ALAP. (Tabla 1) En base a United
Nations Demographic Yearbook & World Fertility Report, e Institutos Nacionales
de Estadística.
% de Separados y Divorciados
País circa 1994 circa 2005
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Conferencia internacional: Las migraciones América Latina Europa:
¿qué desafíos para el análisis y las políticas?
Bruselas 6-7 de noviembre 2006
Jeanine Anderson
Pontificia Universidad Católica del Perú
Introducción
Estas imágenes hegemónicas dejan poco espacio para las imágenes de mujeres móviles:
mujeres que se desplazan largas distancias en viajes comerciales, mujeres que huyen de
parientes que pretenden casarlas o decidir sobre sus vidas, mujeres rurales que se lanzan
sobre las ciudades en busca de estudios, un ingreso propio, un cambio de vida. Sin
embargo, tales patrones también son antiguos en el Perú. El movimiento de niñas y
1
mujeres rurales hacia las ciudades para trabajar en el servicio doméstico se inicia en los
primeros años de la colonia española y continua hasta hoy.
Quiero comenzar, sin embargo, por la relación entre la migración y la pobreza. Para
eso, echaré mano a una investigación longitudinal mía en Pamplona Alta, sector de
asentamientos populares al sur de Lima.
1
La muestra fue de 74 familias en 1977-78 cuando se hizo la primera ronda de entrevistas. La mayoría
de familias se constituía de jóvenes parejas que habían establecido su primer hogar en el asentamiento a
partir de 1970. En 1992, para la segunda, se entrevistaron a los dos padres y dos hijos/as adolescentes en
62 familias. En 2001, se entrevistaron a miembros de dos y a veces tres generaciones en 56 de los
hogares inicialmente miembros de la muestra.
2
1.1 Rutas de salida de la pobreza
Para llegar en buenas condiciones al final del recorrido de tres décadas, los grupos
familiares de Pamplona Alta tuvieron que recorrer secuencias de acciones que,
acumulativamente o aprovechando sinergias, hicieran que el grupo estuviera
consolidado, en la capacidad de resolver emergencias, contando con condiciones de
vida decorosas, y con los hijos establecidos en líneas de trabajo promisorias. Esta sería
la definición de una estrategia exitosa . Algunos de los ingredientes de tales
estrategias son los siguientes:
3
El casarse bien, especialmente para las jóvenes mujeres. La realidad es más
bien que muchas jóvenes han tenido embarazos tempranos, no planificados. Por
más agraciadas que sean, quedan fuera de carrera para un ascenso social vía el
matrimonio. Las parejas jóvenes se establecen básicamente entre pares del
mismo asentamiento y los asentamientos vecinos. Se mantiene un ideal de
endogamia andina , ya no de la pequeña comunidad rural sino referida al barrio
y al estrato socioeconómico.
Otras estrategias para salir de la pobreza que los residentes de Pamplona Alta han
emprendido implican inversiones de largo plazo y planes de contingencia cuyo
resultado final no se ha visto aun. No está claro si redundarán en la ansiada estabilidad
económica, en un aumento del patrimonio y mejora de las perspectivas, o si fracasarán.
Estas estrategias incluyen:
Prácticamente todas estas estrategias para salir de la pobreza suponen una familia
finamente afiatada, coordinada y funcional. Suponen que varios miembros de la familia
estén aportando a un fondo común, el que a su vez está siendo administrado
inteligentemente y a satisfacción de todos los contribuyentes. Suponen la existencia de
acuerdos y reglas que se aplican a la distribución de responsabilidades dentro de las
familias, de modo tal que se eviten conflictos sobre quién hace qué y quién hizo más
que el otro. Suponen, de hecho, la ausencia de agresiones entre los miembros de las
familias y de violencia en los hogares. Suponen que todos los integrantes de la familia
se respeten mutuamente y que las familias tengan una gran capacidad para reconocer las
habilidades de sus miembros y aprovecharlas para el beneficio común. En resumen, las
estrategias de salida de la pobreza requieren que las familias de los pobres funcionen de
una manera casi ideal, pese a que las condiciones de su entorno se contradicen con ese
supuesto permanentemente. Sobre eso habrá más que decir líneas abajo.
4
aun abuelos de familia, que participaron de ella. Es ilustrativo examinar las
circunstancias en las que salieron del país y, sobre todo, su recorrido después de volver.
En la muestra de 74 familias que participó en la primera rueda de entrevistas (1977-78)
se hallaron tres de estos casos. En ese momento, no hubo mención a mujeres que
hubieran migrado o que estuvieran fuera del Perú.
El segundo caso es el de un señor que llamaré Severo. Él fue uno de los más prósperos
en 1978 y uno de los más pobres en 2001. En los años 70 era un obrero calificado de
una empresa industrial grande, fabricante de vasos y otros productos de vidrio. La
empresa lo envió al Ecuador para una capacitación y para que viera el funcionamiento
de industrias similares en otro país. Cuando la empresa quebró en los años 80, Severo
perdió su empleo y las oportunidades excepcionales que le significaba. Intentó varias
líneas nuevas de trabajo pero parece claro que sus largos años en la fábrica no le habían
preparado para adaptarse a otras condiciones, sobre todo la condición psicológica de la
inseguridad ni la pérdida de ingresos, ambiente y status. Probó suerte como
comerciante a provincias para luego replegarse en la venta ambulatoria de muñecas de
peluche en Lima. Para eso, comandaba la ayuda de una hija adolescente. En 1996,
Severo abandonó a su familia. Cortó los vínculos de tal forma que nadie da cuenta de
su ubicación. Dejó su casa en una situación dramática: los hijos varones no consiguen
sino trabajos ocasionales; son violentos y motivo de miedo para su madre; y uno de
ellos es alcohólico. La hija, ex ayudante de su padre en su época de ambulante, trabaja
días enteros cuidando un pequeño negocio de videojuegos en una casa vecina. Ella
logró terminar la secundaria y sueña con estudiar ingeniería de sistemas en la
Universidad Nacional de Ingeniería, una de las más competitivas del país y donde el
ingreso es difícil aun para estudiantes que gradúan de colegios privados con fuertes
programas de enseñanza de matemáticas y lenguas extranjeras. Privada de semejantes
ventajas, esta joven también tiene el sueño de emigrar: le gustaría, dice hacer un
postgrado en otro país con una beca integral. En Japón o Alemania .
5
empresa que lo empleaba. La empresa no cumplió con todas las condiciones que había
ofrecido y el contrato en Venezuela no resultó tan lucrativo como él había pensado.
Regresó al Perú porque su hijo se puso gravemente enfermo. Descapitalizado, habiendo
cortado las redes que le facilitaban pedidos, Julián también recurrió al patronazgo
político y la posibilidad de conseguir empleo en la administración municipal. La esposa
halla las raíces de muchos problemas posteriores en la experiencia de su esposo como
trabajador municipal. Participó en un sindicato radicalizado y, con frustraciones
propias, fue presa fácil de un discurso reivindicativo a ultranza. Como parte de un
grupo de trabajo masculino que fomentaba actitudes machistas, inició una relación extra
marital. En 1992, Julián fue condenado a 7 años de cárcel y la familia tuvo que recurrir
a la asistencia de un comedor popular que les daba comida subsidiada. Madre e hijos
buscaron en varios frentes oportunidades de trabajo y negocios. Una de las hijas tuvo
tuberculosis incipiente. Ella, de 23 años en 2001, decía:
Quiero remarcar las historias tan problemáticas de estos tres señores luego de su regreso
al Perú. Sus decisiones y acciones aluden a sentimientos de desubicación. Sugieren
aspiraciones de modos de vida que pueden haber visto fuera del país pero que no eran
alcanzables en las condiciones del Perú; no desde el sector social en el cual ellos se
posicionaban. En los casos de Pedro y Julián, la estadía fuera creó una situación
objetiva de pérdida de vínculos y grandes dificultades para reinsertarse laboralmente.
Los tres hombres hicieron varios intentos de proveerse de nuevas identidades (políticas,
empresariales, de técnicos expertos), con consecuencias nefastas. No sé hasta qué punto
los vecinos en el asentamiento sabían los detalles de sus experiencias fuera del país ni
de cómo y por qué regresaron. En realidad, no eran ejemplos positivos del potencial
beneficio de un viaje de retorno. El hecho que los hijos y, sobre todo, hijas de estos
señores o han migrado o están pensando hacerlo hace ver que los familiares no
atribuyen a la experiencia de la migración en sí las trayectorias tan accidentadas de los
tres hombres luego de regresar al Perú. Al contrario; salir del país se les hace aun más
natural y asequible de lo que sería para los miembros de otras familias que no guardan
en la memoria grupal los recuerdos de viajes hacia otros países.
2. Pobreza y cuidado
Señalé, líneas arriba, el alto nivel de coordinación y cooperación dentro de las familias
como una condición necesaria (aunque no suficiente) a fin de enrumbar un hogar pobre
hacia una situación de cierta holgura que es, además, sostenible en el tiempo. Como la
otra cara de la misma moneda, existe una relación entre la pobreza y las rupturas que se
producen en la organización doméstica y la atención a los miembros de un hogar. Las
encuestas de hogar aluden a esta realidad al establecer una relación estadística entre la
pobreza y factores como la uniparentalidad o falta de acceso a servicios básicos. Los
estudios casuísticos sobre familias y comunidades de pobreza permiten calibrar con
mayor detalle el reto diario de poner alimentos en la mesa, repartir un ingreso pequeño
6
entre varias personas con requerimientos nunca satisfechos, evitar cortes de la luz y
agua (si es que se tiene estos servicios). Mirado de cerca, el manejo de un hogar, sobre
todo un hogar de escasos recursos, abarca labores de gerencia y planificación que
recorren los planos materiales, sociales y emocionales.
La atención a una casa, las tareas domésticas y el cuidado de las personas implican una
economía en el sentido más amplio del término. Ésta requiere insumos como dinero,
materiales, equipamiento, tiempo y conocimiento, y requiere insumos mucho más
difíciles de nombrar y medir: afecto, buena voluntad, atención sostenida, compromiso
en el largo plazo, prioridades ordenadas para dar la preferencia a los familiares. Esto es
el amor que Beck y Beck-Gernsheim laboran valientemente para caracterizar en su
libro, The Normal Chaos of Love (1995).
7
oferta de trabajadoras del hogar aumenta notablemente durante los meses de verano,
época de vacaciones escolares, cuando miles de niñas y adolescentes de los pueblos
rurales se abalanzan sobre las ciudades en busca de puestos de trabajo que les permitirán
ganar el dinero que necesitan para seguir estudiando el año siguiente. Además, hay
quienes colaboran en las tareas del hogar y que ocupan un status intermedio entre
familiar pobre y empleada del hogar. Existe un patrón antiguo del recojo de niñas/os
en plan de préstamo o como acompañantes. Estas pueden ser menores de edad que
pertenecen a una familia de la misma parentela o pueden no tener una relación de
parentesco con los protectores. Generalmente, una persona que vive como dependiente
en un hogar se espera retribuirá la comida y la protección que recibe realizando una
parte de las tareas del hogar.
Todo esto significa que muchas niñas, adolescentes y mujeres cuentan en su haber
experiencias de haberse desempeñado en tareas domésticas y labores de atención a las
personas, en su propia familia y en familias ajenas. Dicha experiencia es un capital,
indudablemente, que les facilita el acceso a nichos en el mercado laboral en su país de
origen y en los países de destino de la migración. Sin embargo, la situación que se crea
alrededor de las economías del cuidado que se ubican en distintos escenarios es aun más
compleja. Las excesivas exigencias que se imponen sobre las mujeres, y sobre las
familias pobres en general, determinan riesgos y vulnerabilidad. En la siguiente sección
veremos cómo esos riesgos se expresaban en Pamplona Alta.
En el estudio de Pamplona Alta, se halló que casi todas las familias que terminaron el
tramo de los 30+ años en buena forma son familias en las cuales las madres ingresaron
tempranamente al trabajo remunerado y se mantuvieron allí durante un período largo.
Las familias más prósperas destacan por la fuerte participación de las madres y,
conforme avanza el tiempo, las hijas mayores. Así, la familia que pasó de la posición 3
en 1978 (entre las más pobres) a la posición 1 en 2001 (entre las más consolidadas)
pertenece a una mujer que se inició como ayudante y llegó a tener un puesto de papas
propio en el mercado mayorista de Lima. En otros casos, la madre tiene una tienda en
casa, un puesto de venta en un mercado local, o un trabajo asalariado de bajo nivel (por
ejemplo, auxiliar en un hospital público). En tales casos, el factor determinante no es la
rentabilidad de la actividad sino la constancia del trabajo femenino, día tras día, año tras
año. Probablemente se agregan a ello factores como la expansión y diversificación de
red social que las mujeres constituyen alrededor suyo, dando acceso a nuevos recursos y
duplicando los que el hombre/esposo canaliza. Se observa en los datos la crucial
importancia del trabajo de la madre para bandear épocas en que el padre tambalea en su
empleo o negocio. El poder turnarse entre madre y padre, constituyéndose en ancla del
ingreso familiar en sucesivas etapas, es un patrón que significó, para muchos hogares, la
diferencia entre hundirse irremediablemente y hacer transiciones exitosas hacia nuevas
formas de operar.
8
buscaban negocios que podían hacer cerca de la casa, en horas de la madrugada o en las
horas escolares, contrataban a empleadas del hogar. Tales soluciones no fueron posibles
en algunos casos donde existía un hijo o hija con impedimentos severos; de hecho, hubo
una tendencia a la desarticulación de la familia bajo estas circunstancias, sea la causa el
polio, meningitis, problemas congénitos, accidentes o lo que fuera. En un par de casos
de pobreza extrema y permanente durante los 30+ años, el marido prohibía el trabajo de
la mujer (lo cual le obligaba a trabajar a escondidas, en actividades cambiantes y muy
poco rentables) o, como un ingrediente del conflicto de género, ejercía sabotaje (por
ejemplo, destrozaba los implementos de trabajo de la mujer en arranques de violencia y
borrachera; empeñaba o vendía artículos como su máquina de coser).
La lección es clara: tiene que establecerse una organización de las tareas domésticas y
las actividades del cuidado de los miembros de los hogares, que permita liberar las
energías y el intelecto de las mujeres a fin de que puedan colaborar plenamente en la
estrategia económica del hogar. Al mismo tiempo, esta contemplación tiene que
garantizar condiciones sostenibles de atención a la casa, sus servicios, y todos sus
miembros. En el estudio en Pamplona se captó una abundante evidencia acerca de los
efectos a corto y largo plazo de deficiencias de cuidado . Estos incluyen tuberculosis
que se propaga en largas cadenas dentro de la familia, fracaso escolar, delincuencia y
drogas en los jóvenes, enfermedades mentales, nuevas parejas mal hechas. También
incluyen efectos que comprometen la estrategia de obtención de ingreso directamente.
Se rompe la cooperación y coordinación entre los miembros del hogar de un modo que
quedan anulados. La persona responsable de pagar la luz, por ejemplo, se niega a
hacerlo; el taller de carpintería que funciona en la casa no puede funcionar hasta que
alguien cede o las relaciones se reparan. Como sostienen Abramo y Todaro (2002), el
cuidado no es un recurso infinito.
El análisis de las trayectorias familiares en el largo plazo arroja luces sobre algunas
situaciones que plantean riesgos casi irremediables para familias en pobreza cuando
éstas son abandonadas a sus propios medios. Entre estas están:
9
Frente a dificultades de tales dimensiones, los hombres y las mujeres más
trabajadores/as, dotados/as de excepcional energía y capacidad y operando en los
nichos económicos más promisorios, pueden hacer muy poco.
Situaciones de este tipo pueden impulsar la decisión de emigrar de una mujer madre de
familia. En el estudio de casos que realizó Lucía Hernández para su tesis de maestría en
sociología en la Universidad Católica del Perú (2005), la violencia de la pareja es un
tema que recorre los relatos de las mujeres que se han ido. En todos los casos las
privaciones para manejar el hogar figuran de manera importante. Hernández trabajó en
Pachacútec, una de las zonas de habitación más nuevas en los alrededores de Lima.
Carece de muchos servicios básicos y el abastecimiento de alimentos es dificultoso. La
comunicación con el resto de la ciudad es precaria; toma muchas horas del día para las
personas trasladarse en buses y camionetas. Unas cuantas de las mujeres que migraron
han vuelto de visita y, de hecho, sus primeras quejas iban al tema del trabajo doméstico
y la organización de los hogares. Enviaron dinero para comprar cocinas, artefactos
electrodomésticos, muebles y otros enseres con la intención de aligerar el trabajo de la
casa y poder hacer la casa más atractiva y acogedora.
10
subyugado en lugares tan lejanos como Australia y Fiji. Los gobiernos coloniales
encargaron sendos estudios dirigidos a medir distintos grados y formas de salvajismo
mientras que, en sus propios dominios, los gobiernos intentaban calibrar la tendencia
criminal y los grados de depravación de los sectores desposeidos. Wilson (1991)
explora el lugar en el imaginario de las mujeres en las ciudades en el siglo XIX y XX,
vistas como fuera de lugar y fuera de control . Las ciencias sociales tampoco están
libres de diagnósticos de la vida familiar de la clase obrera, las comunidades rurales y
los grupos marginales que la retratan como la manifestación de deficiencias no sólo
económicas sino sociales, morales y hasta intelectuales.
Con tan pesado legado, no es fácil ingresar en el tema que propongo sin reproducir
prejuicios y repetir daños. Sin embargo, los sectores subalternos, y sobre todo las
mujeres dentro de ellos, sufren demasiado a causa de vidas familiares que resultan
frustrantes, angustiantes y conflictivas. Muchas de las pretendidas ayudas que se les
ofrecen resultan irrelevantes, mal dirigidas o simplemente agravan los males.
Es fácil demostrar cómo estas dimensiones de la vida familiar son vulnerables frente a
amenazas que vienen del entorno. Entre las amenazas están la escasez del tiempo, el
stress que exacerba las demandas que unos y otros traen al hogar, las humillaciones que
se sufren fuera de casa y que deben resarcirse en el hogar a través del reconocimiento,
por parte de los familiares, de la dignidad y el valor de la persona. El tiempo que
hombres y mujeres pobres gastan en trasportarse en condiciones de enorme
incomodidad y no poca violencia, va en contra de la posibilidad de que los integrantes
de un hogar pobre puedan encontrarse y sentarse a conversar tranquilamente sobre la
11
vida en común. La discriminación, los insultos y las opresiones diarias que sufren, en la
calle y en el trabajo: todos estos factores plantean exigencias de satisfacción emocional
que las relaciones intrafamiliares difícilmente tienen espacio para llenar. De cualquier
forma, poder llevar adelante un hogar que funcione en condiciones sumamente adversas
aumenta las demandas que obran sobre la persona que asume el papel de gerente y
administradora: generalmente, la madre de familia.
Así como los problemas de salud de los sectores subalternos son complicados y no
primarios , los problemas de poder llevar una vida familiar y comunal feliz y
productiva también son complicados y exigentes. Estos cálculos no están incorporados
en nuestros análisis actuales de la pobreza. Tampoco ocupan el lugar que les
corresponde en nuestros intentos de comprender fenómenos como la migración
internacional. A ese tema quiero volver en el siguiente acápite.
Cuando se volvió para la tercera rueda de entrevistas en Pamplona Alta, doce familias
de las casi 60 que se pudo contactar tenían a miembros del hogar, o personas
íntimamente vinculadas con su funcionamiento, en el extranjero. En un caso (#39) la
hija estuvo a punto de salir para Europa. Todas estas personas habían salido del país en
la década de los 90. Cuando fueron entrevistadas en 1992 acerca de los
acontecimientos de los 80, ninguna había enviado a miembro alguno al exterior. De
todas las familias con uno o más de sus miembros en el extranjero en 2001, tres
estuvieron entre las 12 más ricas en 1978 y ninguna se hallaba entre las 12 más pobres.
12
Código 1978 1978 2001 2001
de ¿Quién?* ¿Dónde? ¿Quién?* ¿Dónde?
familia
03 Hija Argentina
04 Hija Argentina
11 Primer esposo Recorrió el Compadres (padrinos USA
Mecánico de mundo. de su hijo, a quien
calderas. Miembro ayudan para pagar sus
de la Marina de estudios en un instituto
Guerra del Perú. técnico caro y de
prestigio)
12 Hija Argentina
14** El esposo fue Ecuador Hermana. Trabajó Argentina
enviado por la primero en fábrica y
fábrica donde luego puso su bodega.
trabajaba para Cada año lleva un
capacitarse como familiar. La hija pone
tornero esperanzas en ser la
próxima en viajar.
17 Esposo Ecuador Hermana del yerno Argentina
Soldador Venezuela
19 Nuera Argentina
34** El hijo hizo la prueba Argentina
en Argentina.
Su hermana estuvo ahí
durante 2 años y volvió
con dinero ahorrado
39 La hija planea irse a
Italia o Francia
42 Hija Chile
47 Hijo Bolivia
59** 3 hijos (2 mujeres, 1 Venezuela
varón)
62 Hija Argentina
*Parentesco desde el punto de vista de la madre de familia de la generación fundadora
del asentamiento
**Entre las 12 más prósperas en 1978
13
En la familia #59, tres hijas y un hijo están en Venezuela, bajo cierta supervisión de un
tío materno que los antecedió. Las hijas envían dinero a los padres y han ayudado a que
su ingreso a la vejez sea tranquilo y sin las angustias de la mayoría de sus vecinos.
Enviaron al hijo hace poco para evitar que se involucrar con las pandillas juveniles que
toman fuerza en la zona.
4. Retornos imposibles
14
pronosticar- en las decisiones de volver o no volver. Las mujeres son socializadas para
realizar las tareas del hogar y las labores de cuidado de otras personas, y esta
socialización les sirve cuando deben insertarse en los nuevos mercados laborales en
otros países. La misma socialización, cultural e ideológica, las hace entenderse como
las principales responsables del manejo del hogar estando en Perú. Por ello sufren
injusticias (sobrecarga del trabajo, poco aprecio por parte de sus padres, parejas e hijos)
y hasta violencia. Tales situaciones impulsan la migración hacia otros países; incluso, a
veces, cuánto más lejos e inalcanzable, mejor.
Al mismo tiempo, ellas saben que, de regresar al Perú, tendrían que acomodarse
nuevamente en un papel de gerente y responsable del hogar y sus miembros, en
condiciones materiales muy inferiores a las que se han acostumbrado a tener en el país
de destino. Saben, y lo comprueban cuando vienen de visita, que es muy poco lo que
sus esposos y otros familiares están dispuestos a asumir. El estudio de Hernández
(2005) halló que solamente uno de los esposos había asumido las tareas domésticas y la
atención a sus hijas, y él sufría las burlas de todo el vecindario, hombres y mujeres por
igual.
Este es suficiente motivo para que las mujeres migrantes se planteen entre varios
dilemas: si es posible seguir creyendo en el ideal del hogar que dejaron en el Perú y que
sigue siendo un referente para ellas; si deben o no invertir su dinero en ese hogar, aun
canalizándolo a través de parientes femeninas y no sus poco confiables maridos; si
deben o no planificar un retorno. Hasta ahora la evidencia sugiere que su decisión es
más bien abandonar ese hogar como idea y procurar construir su hogar soñado en el
nuevo país. Eso no implica formar una nueva pareja y tener hijos con él. Más bien,
parece implicar llevar hacia el nuevo país, selectivamente, a los familiares que cada
mujer reconoce como miembros dignos de la casa que ella pretende establecer, que está
dispuesta a mantener económicamente, y cuyos miembros ella acepta cuidar y atender.
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___________________________________________________________________________
Foro Virtual “La crisis del cuidado y la protección
social: género, generaciones y familia en la
encrucijada”
Documento Síntesis de los intercambios y debates del Foro realizado
entre el 29 de Junio y el 6 de Julio de 2009.
División de Desarrollo Social
Santiago de Chile, Julio de 2009
El presente documento recoge e integra los principales aportes y temas de debate planteados
durante la realización del foro virtual La crisis del cuidado y la protección social: género, generaciones
y familia en la encrucijada, realizado entre los días 29 de Junio al 6 de Julio de 2009, organizado por
la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) a través de la División de Desarrollo
Social, la División de Asuntos de Género y la División de Población (CELADE).
Los organizadores agradecen la participación y valiosos comentarios, ideas y propuestas
desarrolladas en el marco de esta iniciativa de dialogo y debate regional por parte de (en orden
alfabético): Diane Almeras, Fanny Arce Hernández, Claudia J. Arias, Irma Arriagada, Judith Astelarra,
María Elisa Bernal, Lourdes Colina, Viviana Della Siega, Sonia Díaz, Juana Dios, Patricia Espinoza
Torres, Andrés Espejo, Fernando Filgueira, Sara Gammage, Natalia Gherardi, Adriana Gómez, Ana
Lucía Herrera, Magdalena León, Flavia Marco, Ada Méndez Narváez, Francisca Miranda, Guillermo
Monge, Laura Pautassi, Carmen Pérez, María Nieves Rico, Ana Rico, Maribel Rodriguez, Rodolfo
Rojas, Isabel Román, Mónica Roque, Soledad Salvador, Daniela Trucco, Margarita Uprimny, Alison
Vasconez y Marjorie Vizcaíno.
La elaboración del presente documento de síntesis estuvo a cargo de Francisca Miranda con la
colaboración de María Nieves Rico, Fernando Filgueira y Marco Maureira, funcionarios y consultores
de la División de Desarrollo Social de la CEPAL.
Para acceder a las opiniones textuales y en extenso de cada participante visitar:
http://sws.eclac.cl/wb/default.asp?boardid=agenda_social_2009&style=WebBoard
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INDICE
_________________________________________________________
I. Introducción………………………………………………………………………………………….….……...4
II. La crisis de los cuidados en América Latina
A. Viejas y nuevas configuraciones de la dependencia
familiar y del cuidado………………………………………….…………...…………………..…5
a. La feminización del cuidado y el ambivalente rol social
de la mujer en el espacio público……………..……………..……….….…..….6
b. Los cambios en el peso de la demanda de cuidado
infantil y de adultos mayores……………………………………………….………8
c. Brechas socioeconómicas y acceso a
servicios de cuidado………………………………………………………………..………10
d. Las cadenas de cuidado y la migración laboral femenina...11
III. ¿Conciliación y/o co responsabilidad? Hacia una agenda de
cuidado en América Latina
A. El debate en torno a lineamientos generales de las
políticas de cuidado……………………………………………………………….……….….….11
a. La redefinición del significado de conciliación…………….….…12
b. Nuevas reglas del juego a las responsabilidades
familiares a través de consensos legislativos……………….…………12
c. La “articulación y combinación dinámica” de
una oferta de cuidados desde el estado,
el mercado y la familia………………………………………………………………..13
d. El replanteamiento de las políticas universales…………….…13
IV. Experiencias y recomendaciones futuras
A. Las políticas de acceso a servicios básicos………………………….……14
B. El desarrollo de redes comunitarias de cuidado con
financiamiento estatal………………………………………………………….…….….…..…15
C. Nuevos criterios de focalización……………………………..……..…........…16
D. Políticas de empleo en favor de las mujeres…………………...…..…16
E. La desmitificación del proceso de envejecimiento….…….….…..16
Anexo 1. Bibliografía sugerida por los y las participantes
en el foro……………………………………………………………………………………………………..……17
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I. Introducción
El campo de reflexión en torno a la conciliación del trabajo y la vida familiar está cobrando
relevancia en lo que algunos analistas denominan la “crisis de los cuidados”. Este fenómeno puede
ser entendido a la luz de al menos tres procesos simultáneos: la incorporación de las mujeres al
mercado laboral, el envejecimiento de la población y las transformaciones familiares. A su vez se
pueden identificar tres esferas que en su resistencia al cambio estarían inhibiendo que la sociedad
en su conjunto logre un proceso adaptativo igualitario y eficiente, a saber, mercados laborales,
estados y familias que mantienen la rémoras de un ordenamiento patriarcal y androcéntrico de sus
incentivos y organización, sus prestaciones y políticas, y su división del trabajo y del poder
respectivamente. De esta forma, podemos entender sintéticamente la crisis de los cuidados como el
aumento de la demanda y complejidad del cuidado y la reducción de la oferta de cuidadores
potenciales.
El posicionamiento de este tema en la agenda pública latinoamericana se puede afirmar que
es marginal e invisible, ya que suele estar vinculado de manera coyuntural a problemas relacionados
a la discriminación laboral contra las mujeres, la violencia infantil, el servicio doméstico, la
compatibilidad de jornadas educativas y laborales y las brechas de género en el acceso a la seguridad
social. A nivel regional se ha expresado voluntad política para integrar el cuidado a la agenda
gubernamental, especialmente a través del Consenso de Quito (2007) durante la Décima Conferencia
sobre la Mujer de América Latina y el Caribe. Sin embargo, todavía persisten múltiples desafíos en
cuanto a la aplicación concreta de los acuerdos emanados de dicha instancia, como por ejemplo,
"Adoptar medidas de corresponsabilidad para la vida familiar y laboral que se apliquen por igual a las
mujeres y a los hombres..."(xiii); "Adoptar medidas en todas las esferas de la vida democrática
institucional, y en particular, en los ámbitos económico y social, incluidas medidas legislativas y
reformas institucionales, para garantizar el reconocimiento del trabajo no remunerado y su aporte al
bienestar de las familias y al desarrollo económico de los países, y promover su inclusión en las
cuentas nacionales"(xiv); "Desarrollar instrumentos de medición periódica del trabajo no
remunerado que realizan las mujeres y hombres, especialmente encuestas de uso del
tiempo..."(xxiii). Así, a más de diez años de dichos acuerdos resulta fundamental analizar las
capacidades y los déficits institucionales que en los distintos países de la región han permitido
instalar efectivamente medidas de corte igualitarias en la organización del cuidado.
Tal vez una de las mayores dificultades reside en la escasa valoración cultural y económica
que se adjudica al cuidado en la reproducción de nuestras sociedades, y por ende, a las dificultades
existentes para otorgarle un status de derecho, respaldado en pactos y tratados internacionales,
como por ejemplo, en las observaciones generales del comité del Pacto Internacional de Derechos
Económicos, sociales y Culturales (PIDESC). El enfoque de derechos permitiría desvincular el
problema del cuidado de la condición laboral de los sujetos, facilitando la imposición a los Estados de
una obligación positiva a “hacer” en materia de satisfacción plena del derecho al cuidado. Éste sería
considerado un derecho universal que incluye el derecho a cuidar, a ser cuidado pero también a
cuidarse.
En este contexto, y con la finalidad de enriquecer la reflexión en curso, CEPAL convocó a
diversos actores gubernamentales, académicos y técnicos de diversos países latinoamericanos al
Foro Virtual “La crisis del cuidado y la protección social: género, generaciones y familia en la
encrucijada”, organizado entre el 29 de Junio al 6 de Julio de 2009. A partir de un documento de
base, y la inclusión de tres áreas temáticas para la discusión (crisis del cuidado, estrategias de
intervención y políticas públicas) se abrió un debate electrónico en torno a las causas de la actual
crisis de los cuidados, para delinear de manera participativa estrategias de adaptación y lineamientos
de políticas en esta materia.
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En este documento se recogen e integran los principales ejes del debate, que se considerará
como insumo para la elaboración del Panorama Social de América Latina 2009. A su vez, se anexa un
listado de biliografía sugerida por los y las participantes del foro.
II. La crisis de los cuidados en América Latina
Hablar de cuidados es hablar de una necesidad diaria de todas las personas, aunque en
diferentes grados y dimensiones, en contextos en los cuales toda necesidad se construye y se
negocia socialmente. Analizar la crisis de los cuidados implica considerar las transformaciones
históricas de la división sexual de trabajo, tanto desde su dimensión material (bienes, servicios,
recursos de cuidado) y relacional (redes), como desde su dimensión simbólica (nociones de
maternidad/paternidad, dimensión afectiva). Los “arreglos” del cuidado pasan por el conflicto, la
mediación o la cooperación entre Estado, familia y mercado, estando sujetos a variables
estructurales que van cambiando a lo largo del tiempo.
Existe amplio consenso acerca de necesidad de analizar la crisis de los cuidados en el
contexto de la crisis mundial actual para poder delinear estrategias de adaptación que no acentúen
las inequidades ya existentes en la región latinoamericana. La crisis económica mundial constituye
una expresión más de la mayor inseguridad de los entornos actuales que deben enfrentar las familias
en relación al cuidado. Así, en contextos de crisis donde fallan el Estado y el Mercado, la generación
de bienestar tiende a caer en las familias, las cuales pueden terminar subsidiando a los primeros.
Varias intervenciones en el foro enfatizan el riesgo de que la crisis económica sea esgrimida por
determinados sectores para justificar que los cuidados y el trabajo doméstico se vuelvan a asumir
plenamente desde el ámbito familiar (esfera privada), mediante arreglos particulares, privados y
puntuales (redes de solidaridad, vecinos, familiares, etc.) detrás de los cuales se pueden
“invisibilizar” redes femeninas de cuidados (abuelas, madres, hijas, etc.), y trabajo clandestino y mal
remunerado de empleadas domésticas.
Por ello resulta cada vez más importante que los procesos de generación de conocimiento
en torno al cuidado comiencen a formar parte del discurso de los hacedores de políticas. El tema del
cuidado ha sido ampliamente abordado desde una perspectiva extradoméstica (desde el empleo), y
desde sus aspectos macro (la triada estado mercado familia), perdiendo de vista algunos factores
relativos a la unidad doméstica propiamente tal. En el contexto de crisis mundial actual es necesario
comprender cómo los hogares están resolviendo, a la vez, la crisis económica y la crisis de cuidado, y
su impacto en la temporalidad cotidiana de los sujetos y en las trayectorias del ciclo vital de hombres
y mujeres.
A. Viejas y nuevas configuraciones de la dependencia familiar y del cuidado
Las diversas transformaciones sociodemográficas de la región dadas por la baja tasa de
natalidad en todos los países y el aumento de la esperanza de vida han tenido como efecto la
disminución porcentual de los hogares biparentales, el aumento de los hogares monoparentales con
jefatura femenina y el aumento de los hogares unipersonales. Todos estos cambios conducen a
reducir la capacidad de cuidado de dependientes de las familias de la región, generando a futuro una
reducción del stock posible de cuidadoras y un aumento de la población adulta mayor que requiere
cuidados de carácter más complejo. Una pregunta central para dar cuenta de la nueva organización
del cuidado que asumen las familias frente a dichos cambios refiere a la capacidad de absorción del
trabajo reproductivo de las familias en nuestros países. Este tipo de estimación nos daría evidencias
5
sintéticas sobre la dimensión de la "crisis de la familia" y en términos políticos ayudaría a tomar
consciencia sobre la urgencia de la participación del estado y el mercado para enfrentarla.
a. La feminización del cuidado y el ambivalente rol social de la mujer en el espacio público
Existe consenso en que la crisis de los cuidados se ha producido en un contexto en el cual la
incorporación de las mujeres al mercado laboral no estuvo acompañada de un aumento de
alternativas sociales de redistribución del cuidado dentro del hogar. Por una parte, se ha insistido en
la incorporación de la mujer en el ámbito público, corrigiendo su ausencia de él, y por otra, se han
mantenido ciertos componentes asociados a la construcción de la identidad femenina tradicional,
asociada "a la buena madre", el sacrificio por otros, la mujer como reproductora y cuidadora, etc.
Esto significa que la incorporación de la mujer al mercado laboral no implicó en sí misma un
avance hacia la igualdad de género al interior de las familias, ni tampoco un cambio real en la
condición de subordinación de las mujeres. Culturalmente las mujeres fueron consideradas como
proveedoras de los cuidados que demandaban las familias, la comunidad y población trabajadora, lo
que contribuyó a perpetuar estereotipos de género subyacentes. En la medida que el trabajo
doméstico y de cuidado que es un tipo de servicio en términos económicos y sociales fue asignado
a las mujeres para que lo desempeñaran en la familia, ocurren dos fenómenos importantes. Uno,
aparece vinculado a relaciones de parentesco convirtiéndolo no en una actividad económica, sino en
un “acto de amor” por la familia. Dos, en términos de organización del trabajo, se hace en unidades
pequeñas (familia nuclear) y con características artesanales. Ambos elementos contribuyeron a
restar valor al trabajo doméstico y de cuidados, razón por la cual en nuestras sociedades el rol social
de la mujer está tensionado entre demandas de roles tradicionales que conviven con nuevas
demandas sobre los roles esperados y socializados.
La ambivalencia del rol de la mujer en el espacio público puede ser entendida desde varios
ángulos que reflejan diversos referentes culturales que sustentan la organización del trabajo
doméstico. A continuación se presentan para América Latina algunas evidencias interesantes al
respecto.
La distribución desigual del trabajo doméstico y de cuidado en los hogares
La necesidad de diferenciar el trabajo doméstico del trabajo de cuidado, constituye una
distinción analítica fundamental, tanto para la medición del uso de tiempo como para la
redistribución de las labores de cuidado y domésticas. En este sentido, las encuestas de uso del
tiempo en América Latina evidencian la persistencia de una división sexual del trabajo rígida, que
asume que el trabajo doméstico y de cuidado es tarea femenina. La encuesta de uso del tiempo en
Argentina constata que las personas de 15 a 74 años que viven en la Ciudad de Buenos Aires dedican
en promedio casi 7 horas (6h57’) diarias al trabajo productivo (que incluye trabajo para el mercado,
trabajo doméstico y trabajo de cuidado de personas dependientes). Las mujeres trabajan en
promedio un cuarto de hora más que los varones. La diferencia sustantiva entre mujeres y varones
aparece cuando se observa la composición de este tiempo de trabajo. Ellas dedican 3 horas al trabajo
doméstico para el propio hogar, una hora al cuidado de niños y adultos del hogar (0:58) y dos horas
tres cuartos (2:45) al trabajo para el mercado. Los varones, en cambio, dedican en promedio 5 horas
y cuarto (5:14) al trabajo para el mercado, poco más de una hora al trabajo doméstico para el propio
hogar y menos de media hora (0:22) al cuidado de niños o adultos del propio hogar. La mayor tasa de
participación de las mujeres en el trabajo doméstico (92,6%) y en el trabajo de cuidado (30,9%)
respecto de los varones (65,8% y 19,6% respectivamente) muestra que las mujeres no solamente
asumen en mayor proporción que los varones las responsabilidades domésticas y de cuidado, sino
que además lo hacen dedicándole mucho más tiempo. Si se considera el tiempo con simultaneidad,
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las mujeres dedican 3 horas 51 minutos (contra 1 hora y 40 minutos de los varones) al trabajo
doméstico, y 4 horas 7 minutos (contra 2 horas y media de los varones) al trabajo de cuidado.
La distribución desigual del trabajo doméstico y de cuidado en los hogares tiene además un
impacto económico. La información de la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo 2002 en México,
estima que el costo de oportunidad de las personas que realizan actividades como acarrear agua o
esperar por la llegada de servicios domésticos asciende a $169 pesos mensuales, valor equivalente a
cerca del 15% de la línea de pobreza de capacidades per cápita. En ese país, las mujeres realizan en
mayor medida que los hombres este tipo de actividades consideradas parte del trabajo doméstico
cuyos costos para el hogar no se reflejan directamente en las mediciones de pobreza, si bien inciden
sobre las capacidades de generación de ingreso de sus integrantes al reducir su tiempo productivo
disponible y el desarrollo de capacidades y el bienestar de las personas.
En América Latina existen pocas evidencias respecto de la mayor dedicación de los hombres
a las tareas domésticas, aunque es posible suponer que en sectores socioeconómicos medios y altos
el grado de involucramiento debería exhibir cierta mejora. Lo que si ha sido constatado es que poco a
poco los varones van haciéndose cargo del cuidado, (especialmente relativo a la niñez), pero no del
trabajo doméstico, aunque en su mayoría se trata de hombres jóvenes y de clase media.
Al respecto, estudios realizados en Uruguay señalan que la participación en quehaceres
domésticos de los hombres aumenta cuando las mujeres trabajan en forma remunerada y no hay
contratación de servicio doméstico. Al distinguir entre el tipo de tareas que realizan hombres y
mujeres en relación a los cuidados de niños se observa que las mujeres asumen tareas de tipo más
rutinario que los hombres. En las comunidades populares de Panamá las mujeres asignan trabajos
domésticos a sus hijos hombres (cocina y limpieza), pero no se ha percibido que ello cambie
estereotipos masculinos, dando cuenta de la persistencia de un ordenamiento patriarcal, por lo que
resulta indispensable avanzar en la superación de la asignación de roles sexistas al interior de los
hogares.
La externalización de los cuidados familiares y los empleos feminizados
Algunos estudios en el contexto europeo señalan que la externalización de cuidados
familiares desde la familia a servicios públicos o al mercado de trabajo, como estrategia adaptativa a
la crisis de los cuidados, no ha cambiado la configuración tradicional de la división sexual del trabajo,
ya que siguen siendo las mujeres quienes realizan el trabajo doméstico y de cuidado tanto en la
familia como en el mercado. La externalización convirtió el trabajo de cuidado en una profesión
femenina con menos salario y prestigio social, con una segregación de género horizontal y vertical
importante y con la consiguiente desigualdad. Estos servicios que oferta el mercado, ciertamente
generan empleos, pero empleos muy mal pagados y como en el caso de las trabajadoras domésticas
o trabajadoras del hogar, en condiciones laborales muy precarias de bajos salarios, extensas jornadas
de trabajo, y sin seguridad social o de salud.
La existencia de ocupaciones feminizadas en el mercado laboral relacionadas con la
educación y cuidado de infantes, personas adultas mayores y enfermos que ubican a las mujeres
como prestadoras de servicios u oferentes de productos (sector terciario), se produce en cierta
medida porque ese tipo de trabajos suele coincidir con sus responsabilidades familiares. En algunos
casos se trata de empleos de medio tiempo o empleos informales que les brindan flexibilidad de
horario pero que al mismo tiempo implican no tener acceso a prestaciones sociales como seguro
social, servicios de guardería, transporte, etc. Por lo tanto, para evitar esta situación, se tienen que
buscar medidas que permitan a la incorporación de las mujeres a actividades formales y con
previsión social, además de plantearse un cambio en la organización social de base.
7
La escasa valoración del trabajo doméstico
En lo referido a la valoración del trabajo doméstico resulta indispensable repensar la
interdependencia entre la esfera de los cuidados y el de la economía. La tradicional escasa valoración
social del trabajo doméstico se reforzó al otorgar visibilidad a este trabajo no remunerado en
términos de doble jornada, y por tanto, al ser considerado como obstáculo para el pleno desempeño
de las mujeres en su trabajo remunerado. La visibilización del cuidado a través de su cuantificación
económica y su impacto en la economía de un país es un primer paso para valorizar y poner en la
agenda este tema, lo cual implica resituar la valoración de los cuidados y el trabajo no remunerado
dentro de la problemática del trabajo y el empleo. En otras palabras, el ámbito de lo
tradicionalmente denominado privado/familiar debe ser investido de valor y sentido social, y por lo
tanto, desde la política es clave reafirmar la necesidad de mayores índices de corresponsabilidad
entre estado, mercado y familias, pero también entre hombres y mujeres.
b. Los cambios en el peso de la demanda de cuidado infantil y de adultos mayores
La demanda de cuidados al interior de los hogares depende del número, edades, condiciones
de salud, etc., de las personas receptoras del cuidado o "dependientes" a partir del cual las
cuidadoras dejan de participar activamente en el mercado laboral. Ello incide directa o
indirectamente en la reproducción intergeneracional de la pobreza ya que se plantea un dilema
fundamental: la insuficiencia de oferta de instancias de cuidado públicas, y por otro lado, el alto
costo de las instancias privadas.
La mayor demanda de cuidado infantil
La provisión pública de servicios de cuidado favorece la incorporación efectiva de las mujeres al
mercado laboral y el desarrollo de su carrera profesional, ya que permite reducir las barreras de
tiempo disponible que impiden a las mujeres participar de manera más ventajosa en el mercado
laboral. En un estudio reciente en El Salvador, se mostró la relación directa existente entre número
de hijos menores de 5 años y mujeres registradas como población económicamente inactiva, lo cual
ilustra que la oferta de cuidados proporcionada por las mujeres no es elástica y sus efectos se
estarían trasladando al mercado laboral por la vía de la disminución de la participación. En hogares
de menores recursos y sin acceso a servicios de cuidado se tiende a mantener la división sexual del
trabajo donde las mujeres son inactivas o trabajan a tiempo parcial y los hombres trabajan a tiempo
completo y un número elevado de horas al día. Esto es de vital importancia cuando se trata de
hogares con jefatura femenina y de las personas que viven solas, proporción importante en la región.
De esta forma, no brindar condiciones que permitan una inserción de calidad a las mujeres es
atentar contra las posibilidades que tienen nuestras economías de mejorar sus niveles de
productividad y competitividad.
También se constata la existencia de mayores requerimientos de cuidado infantil en los estratos
con rápida velocidad reproductiva y numerosos miembros en los hogares. El mayor peso de la
demanda infantil impone la necesidad de legitimar los sistemas colectivos de cuidado infantil y la
proliferación de salas cunas o redes institucionales de cuidado preescolar que combinen
modalidades de cuidado formales e informales. Varios estudios han enfatizado la desconfianza
existente en grupos de trabajadoras hacia las guarderías infantiles en razón de la primacía ideológica
maternal que impregna la educación de los hijos y la desconfianza del cuidado de niños realizado por
redes o instituciones no familiares. Sea por restricciones económicas o por prejuicios culturales, loa
arreglos informales de cuidado infantil pueden aumentar la sobrecarga de trabajo doméstico y de
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cuidados de otros miembros del hogar. En algunos casos, buena parte de la carga del trabajo de
cuidado recae sobre las abuelas a quienes se las ha llamado también “abuelas esclavas” por su
dedicación a la crianza de nietos y apoyo a tareas domésticas en los hogares de sus hijas e hijos.
Cuando son ellas las que necesitan ser cuidadas (las abuelas) estaríamos frente a una especie de
"frontera de la producción".
Además, en las encuestas y diagnósticos que se realizan para medir las responsabilidades
laborales y familiares de los trabajadores no se considera el número de hijos, y todos los datos se
conocen a través de las madres trabajadoras impidiendo contar con información que permita incluir
a los hombres en las responsabilidades familiares y plantear una estrategia de conciliación vida
trabajo para ambos sexos. La capacidad de los niños para aprovechar las oportunidades no sólo
depende de las escuelas, sino también de las familias de las que provienen. Así los niños que vienen
de familias con bajos climas educativos desarrollaran menos capacidades cognitivas que aquellos que
vienen de familias con altos climas educativos. Por lo tanto, la generación de infraestructura de
cuidado debe ser entendida como un mecanismo redistributivo frente a las desigualdades y riesgos
sociales que generan las nuevas economías basadas en el conocimiento, tomando en consideración
las nuevas estructuras de oportunidades y recompensas que esto genera, y las crecientes distancias
que se producen hoy entre las personas calificadas y no calificadas.
La transición epidemiológica y el cuidado al adulto mayor
Algunos países latinoamericanos están experimentando un rápido envejecimiento. Por ejemplo,
en los últimos cincuenta años en Costa Rica se ha producido una modificación profunda en la
estructura de edades de la población. Hacia 1950 la población costarricense de 60 años y más era de
45.000 personas (5,3% de la población total); durante la primera mitad de la década de los sesenta
este porcentaje bajó a 4,8%, producto del incremento de la natalidad en los años cincuenta, para
luego aumentar hasta alcanzar un 5,5% en 1980, 5,8% en 1985 y 7,1% en 1995. Según proyecciones
de población realizadas por CELADE, en el 2000 este grupo sería de 7,9% y en el 2025 de un 14,5%(1).
Por su parte en Argentina, el 52% de las personas de 75 años y más viven en hogares exclusivos de
adultos mayores (que en muchos casos se cuidan entre sí).
En sectores de bajos ingresos, la carga del cuidado de personas adultas mayores recae en las
personas en edad productiva –principalmente mujeres . En estos casos la sobrecarga de trabajo y los
síndromes de burnout que pueden producir estas tareas cuando no se posee la capacitación,
supervisión y el apoyo externo necesario, limita las oportunidades de acceso de las mujeres a
educación, empleo, participación social y política y disfrute del tiempo libre, entre otras.
La transición epidemiológica que acompaña el envejecimiento de la población aumentará la
demanda de servicios de cuidado especializados. En México los datos proporcionados por el Censo
de Población y Vivienda de 2000, mostraron que poco más de una cuarta parte de las personas con
discapacidad debían su condición a consecuencias del deterioro por envejecimiento. La alta
presencia de algún tipo de discapacidad entre el grupo de los más mayores, sumado a una mayor
probabilidad de demencias, muestra claramente una demanda de cuidados que irá en progresivo
aumento.
1. Datos del I Informe del Estado de la Situación de la Persona Adulta Mayor (ESPAM), realizado en Costa Rica por el
Consejo Nacional de la Persona Adulta Mayor y la Universidad de Costa Rica.
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c. Brechas socioeconómicas y acceso a servicios de cuidado
Las diferencias sociales son sustanciales para explicar el distinto comportamiento de las
familias en el acceso a servicios (públicos y privados) y prestaciones de la seguridad social,
la distribución de trabajo remunerado y no remunerado en el hogar y la carga del trabajo
remunerado de hombres y mujeres.
A mayor nivel de pobreza, mayor demanda de cuidado
Algunos estudios de la región correlacionan niveles de pobreza y mayor demanda de cuidado. En
el caso de México, la Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo 2002 mostró la mayor presencia de
personas que dedican tiempo al cuidado de terceras personas en los hogares de los estratos bajo y
muy bajo. De los hogares donde hay personas que dedican tiempo a cuidados generales y
acompañamiento de personas con limitaciones físicas y/o mentales, el 59.6% corresponde a estratos
bajo y muy bajos; el 13.76% a hogares de estrato medio y 26.7% a estratos altos y muy altos. En el
caso de hogares con presencia de personas que dedican tiempo al cuidado de enfermos temporales,
el 67.3% corresponde a estratos socioeconómico bajo y muy bajo, y 23.3% corresponde a estratos
alto y muy alto.
Los segmentos poblacionales que están insertos de manera más precaria en el mercado de
trabajo (trabajadores informales y del servicio doméstico) y que no disponen de recursos para cubrir
la demanda de cuidados a través de la contratación (generalmente de otras mujeres), son los que
presentan mayores dificultades en la conciliación. Como forma de compensar los bajos salarios que
caracteriza la inserción precaria al mercado de trabajo, algunas mujeres deben asumir una doble o
triple jornada de trabajo (remunerado y no remunerado) con un impacto fuertemente negativo en
materia de salud y obstaculización en su inserción en la actividad política.
Familias ganadoras y familias perdedoras
En el contexto de crisis actual, el acceso a los servicios públicos de cuidado por parte de las
familias desfavorecidas puede generar una enorme diferencia entre lo que Esping Anderson
denomina "familias ganadoras" y "familias perdedoras". Esta configuración en algunos países toma
una forma precisa: en Costa Rica da cuenta de hogares jefaturizados por mujeres solas, con ingreso
per cápita por hogar de 20 mil colones, con problemas para acceder a infraestructura de cuidado de
sus hijos, situación que se agrava con la deserción escolar de miembros jóvenes de esos hogares para
desempeñar empleos de mala calidad. Por el lado de las familias ganadoras se observa en ese país
hogares donde los dos conyugues son profesionales, trabajan en empleos formales, envían a sus
hijos a escuelas privadas donde estos logran una escolaridad de 12 años y más, y un ingreso per
cápita superior a los quinientos mil colones mensuales.
Por otra parte, en los hogares biparentales el aporte de ingresos de las cónyuges permite reducir
los niveles de pobreza, y por lo tanto, los problemas de conciliación entre la vida profesional y
privada tienen mayor posibilidad de ser resueltos sin impactar la trayectoria laboral de las mujeres.
Por el contrario, los sectores medios bajos y los más pobres generalmente satisfacen su demanda de
cuidado mediante acuerdos informales basados en la solidaridad familiar o vecinal, siendo estos
sectores quienes principalmente requieren de una provisión estatal específica de servicios de
cuidado.
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Los impactos de la contratación privada de servicios de cuidado
En hogares de altos ingresos se incrementa la contratación privada de servicios doméstico
condicionando la carga de trabajo no remunerado en las mujeres. La distribución del trabajo no
remunerado entre los sexos es mayor cuando ambos trabajan en forma remunerada jornadas a
tiempo completo y no se dispone de servicio doméstico. Cuando aumentan los ingresos de los
hogares y se dispone de servicio doméstico vuelve a incrementarse la cantidad de horas de trabajo
remunerado de los hombres y se reduce su participación en el trabajo no remunerado (incluyendo
cuidados y quehaceres domésticos). El acceso privilegiado de los sectores de altos ingresos a
servicios extraescolares privados de cuidado puede aumentar las brechas culturales y educativas de
formación entre distintos grupos sociales, operando como un fuerte elemento de diferenciación
social.
d. Las cadenas de cuidado y la migración laboral femenina
Los estudios sobre cadenas de cuidados han contribuido a visibilizar el trabajo doméstico y
de cuidado femenino en su dimensión colectiva. La crisis del cuidado ha significado para las mujeres
moverse en un continuo, en un ir y venir entre distintos espacios de relaciones, entre el trabajo
remunerado, no remunerado, los servicios públicos, las relaciones familiares. Se trata de una amplia
diversidad de redes de mujeres (madres hijas abuelas, nueras suegras, amigas, vecinas, cuñadas,
madres de escuela) que han posibilitado su participación en distintos espacios, a la vez que se han
encargado de las tareas de cuidado. Las cadenas de cuidado han sido bastante analizadas en el plano
transnacional en relación a procesos de migración femenina y mercantilización del trabajo doméstico
femenino, como un fenómeno que ha acentuado las brechas de clase entre mujeres de los países del
norte y del sur. En América Latina, es fundamental considerar el papel de la migración en sostener la
organización social de los cuidados, tanto a nivel nacional como internacional, permitiendo
profundizar el problema de la temporalidad del cuidado y la manera en que grupos de mujeres
(diferenciadas por pertenencia étnica o de clase) estructuran el tiempo para el trabajo
reproductivo/productivo.
III. ¿Conciliación y/o co responsabilidad? Hacia una agenda de cuidado en América Latina.
La falta de políticas amplias orientadas al cuidado en la región obedece a que el tema del
cuidado está ausente en el debate público y en la agenda política. Ello se explica por la persistencia
de modelos culturales que consideran que el cuidado debe ser privado, familiar y femenino; por la
persistencia de una rígida división del trabajo por género dentro del hogar que muestra pocas
transformaciones; por mercados laborales que no consideran que sus trabajadores tienen familias;
por una legislación que no contempla medidas para trabajadores con responsabilidades familiares;
por la ausencia de cumplimiento de las pocas leyes de conciliación con corresponsabilidad social
existentes. Como ya se mencionó anteriormente, la base de todos estos elementos se encuentra en
la persistencia de la tradicional división sexual del trabajo dentro y fuera del hogar, que pese a las
transformaciones sociodemográficas, laborales y, especialmente en el papel social que desempeñan
actualmente las mujeres, no ha cambiado sustancialmente.
A. El debate en torno a lineamientos generales de las políticas de cuidado
Existe relativo consenso respecto de la necesidad de repensar los modelos tradicionales de
conciliación que se han intentado instalar en al región y la necesidad de posicionar un nuevo
11
contrato sexual que de lugar a un marco legislativo y a políticas de cuidado en torno a la noción de
corresponsabilidad y universalidad.
a. La redefinición del significado de conciliación
La redefinición de lo que entendemos hoy por conciliación, podría abordarse desde una
pregunta: ¿cómo tratar el problema de la conciliación desde una perspectiva de universalidad que
permita encontrar un equilibrio entre políticas que actúen contra las desigualdades de género y las
desigualdades estructurales en las cuales la dimensión de cuidado sea transversal? Se trataría de una
oferta de programas y servicios sociales diversificada de modo de poder ofrecer alternativas acordes
a la variedad de situaciones y respuestas equitativas que disminuyan la brecha de desigualdad entre
los distintos estratos socioeconómicos.
Repensar la conciliación desde las tensiones que se producen entre modelos familistas (políticas
orientadas al cuidado de los hijos y personas dependientes) y modelos feministas tradicionales
(políticas de empleo en favor de la incorporación de la mujer al mercado de trabajo). Ello permitiría
poner en cuestión la manera como el estado, en la implementación de políticas, ha reforzado la
división tradicional de roles domésticos y de cuidado, por ejemplo, mediante programas de
transferencia condicionada o medidas de protección a la maternidad.
Por lo tanto, resulta necesario integrar una perspectiva universalista, que incluya a grupos que
no han sido sujetos específicos de las políticas de la conciliación como las mujeres indígenas, las y los
adolescentes, adultas y adultos mayores y los hombres en general. Se sugiere que la conciliación
aborde temas polémicos relativos a los derechos reproductivos como la penalización del aborto, la
lucha contra la violencia hacia las mujeres, especialmente la conyugal; educación sexual y embarazo
adolescente, problemas sensibles a la ciudadanía pero difíciles de integrar al ámbito de la legislación.
En un contexto de crisis y desempleo resulta indispensable la complementariedad entre políticas
sociales y políticas de fomento a la generación de empleo de calidad, lo cual podría constituir una
clara señal de que el cuidado de las personas es un tema del conjunto de la sociedad y no sólo
familiar y exclusivamente de las mujeres. Además, con respecto al cuidado de personas
dependientes, se debe superar los dilemas existentes en torno a la necesidad de decidir la asignación
de recursos en torno a una orientación prioritaria de recursos o a la infancia o a la vejez.
b. Nuevas reglas del juego a las responsabilidades familiares a través de consensos
legislativos.
Se propone la necesidad de establecer consensos legislativos que impongan nuevas reglas del
juego a las responsabilidades familiares. Debe instalarse en la agenda pública la noción de co
responsabilidad, interdependencias del cuidado y universalización del derecho al cuidado. Al
respecto, varios cambios legislativos son propuestos, como el reconocimiento del valor productivo
del trabajo doméstico a nivel constitucional, su incorporación en el código laboral y la ley de la
función pública de la licencia por paternidad, leyes de paternidad responsable (como la existente en
Costa Rica y en México), etc. Por ejemplo, resulta de interés la norma mexicana para la igualdad
laboral entre mujeres y hombres, instrumento jurídico único en su género en América Latina que
tiene como objetivo certificar a organizaciones públicas, sociales y privadas por el respeto de los
mínimos laborales relativos a la libertad, la equidad, la accesibilidad, la igualdad, la previsión social y
el clima laboral.
12
La noción de corresponsabilidad permitiría vincular al hombre en las políticas de conciliación, ya
que éste continua siendo una especie de “eslabón perdido” en las cadenas y en la agenda de
cuidado. La redistribución de tareas entre los sexos al interior del hogar y las familias es
imprescindible, ya que la función de la familia es (o debería ser) complementaria a los demás tipos de
provisión de cuidado pero, a su vez, es el núcleo del proceso de reproducción social que permite
armonizar las demás esferas del cuidado y suplir sus deficiencias. Por ello, no son sustitutos
sino complementarios, y han que transitar por las licencias, los servicios, las prestaciones monetarias
sin distinguir el sexo, sino que promoviendo la redistribución de funciones entre los integrantes del
hogar.
c. La “articulación y combinación dinámica” de una oferta de cuidados desde el estado, el
mercado y la familia
Las estrategias adaptativas frente a la crisis del cuidado deben ser resultado de la
“articulación y combinación dinámica” entre diversos tipos de apoyo (políticas públicas, actividades
comunitarias, servicios del mercado) tanto formales como informales:
• Desde el ámbito estatal se sugiere la puesta en marcha de programas, servicios, ayudas
económicas, difusión, etc., que garanticen el derecho al cuidado y lo consideren como un
riesgo social. Pero también se requieren apoyos formales del sector privado que pueden ser
útiles para la población que pueda acceder a ellos. En lo referido a los apoyos informales
existe sobrada evidencia de que la familia, los amigos, vecinos y demás miembros de la
comunidad son centrales en la provisión de diversos tipos de cuidado.
• Elaborar propuestas de consenso (academia gobierno sociedad civil) sobre cómo resolver la
crisis del cuidado, y a partir de esto, establecer las alianzas necesarias con los hacedores de
política pública, para finalmente asumir un rol asesor en su implementación.
• La combinación de distintos tipos de apoyo al cuidado debe desarrollarse a nivel municipal
local, por tanto implica potenciar la descentralización y capacidades de género en los
municipios.
d. El replanteamiento de las políticas universales
Existe consenso en que la mejor estrategia adaptativa frente a la crisis de los cuidados refiere
al replanteamiento de las políticas universales, como respuesta a las limitaciones que han mostrado
las políticas de protección social. Éstas han carecido de un enfoque estratégico orientado a la
superación de la pobreza en el mediano o largo plazo y han estado reducidas a meras estrategias de
sobrevivencia que han tenido como efecto la profundización de las desigualdades existentes dentro
de los contextos familiares, como es la subordinación sexual en la relación entre hombres y mujeres.
El enfoque de las políticas universales para enfrentar la crisis de los cuidados debe partir del
derecho a cuidar y a ser cuidado. Sólo en la medida que se amplíe y universalice efectivamente la
base de cobertura y de satisfactores de necesidades del hogar es posible rediscutir nuevas
estrategias que incorporen arreglos institucionales de base amplia que sin duda van a impactar sobre
la conformación y dinámica de la familia y sobre las pautas de articulación con el trabajo.
13
Varias estrategias se proponen en esta dirección:
• Introducir en la discusión el papel de la Inversión Social y la forma como se ha venido dando
su distribución y ritmo de crecimiento.
• La colectivización en base estatal universal de servicios de cuidado para infancia y tercera
edad. La apuesta por servicios universales como eje de la estrategia, en complementariedad
con asignaciones familiares, reformas de mercado laboral, licencias paternales y currícula
escolar y socialización en pautas igualitarias para permitir mejorar capacidad de compra en el
mercado de servicios en los sectores populares y mejorar distribución de cargas al interior
del hogar.
• Combinar al mismo tiempo medidas que logren mantener el ingreso de las familias (vía
subsidios), y por otro lado políticas que potencien capacidades de las personas. Se debe
contar con centros de cuidado para acceder a una mejor educación, que permitan salir a
trabajar y capacitarse, lo cual en el mediano y largo plazo implicará mayores posibilidades de
acceso a oportunidades reduciendo la dependencia de los subsidios estatales.
• Si bien el Poder Judicial no puede ser el ámbito donde se diseñen las políticas
públicas, puede sin embargo cumplir un rol importante como contralor acerca de la
existencia de estas políticas y su vigencia efectiva. Sin que esto implique una propuesta por
judicializar las políticas publicas, el Poder Judicial puede ser un ámbito interesante para
visibilizar el incumplimiento de los derechos e instar a formas de resolución "dialogadas" con
los poderes públicos, de modo de avanzar en su efectividad y vigencia.
IV. Experiencias y recomendaciones futuras
A continuación se exponen las recomendaciones emanadas del foro relativas a tipos de
políticas que son indispensables para universalizar la oferta de cuidado en la región.
A. Las políticas de acceso a servicios básicos
Las posibilidades de conciliación empleo y familia están relacionadas con el número y tipo de
activos que tiene un hogar, dentro de los cuales es posible distinguir el uso y acceso a infraestructura
básica. Las políticas de acceso a este tipo de activos son esenciales desde el punto de vista de la
conciliación, sobre todo en la región, ya que siguen habiendo brechas de cobertura de servicios
básicos que afectan sobre todo a los hogares más pobres.
Se sugieren medidas que apoyen la compra de servicios en el mercado con efectos conciliatorios,
comprendidas desde la a categoría de “compra de servicio en el mercado” y que integren distintos
ámbitos:
• Contratación de recursos humanos que prestan servicios y trabajan en el hogar (niñeras,
enfermería y cuidado para la tercera edad a domicilio, trabajadores domésticos, jardinería,
servicios de limpieza).
• Compra de productos preparados para el hogar (principalmente alimentación).
14
• Compra de servicios de cuidado en el mercado fuera del hogar (guarderías, clubes, casas de
cuidado para la tercera edad, actividades extracurriculares para niños y adolescentes)
• Compra de tecnología para el hogar que permite optimizar tiempo y mano de obra. El uso de
ese capital (como electrodomésticos, hornos, estufas de gas, maquinaria para lavar) ayuda y
facilita la (re)distribución y reasignación de las tareas reproductivas (cuándo se hacen, cómo
se hacen, la duración de las mismas, quiénes las hacen, etc.) y hasta puede permitir que las
tareas realizadas sean más productivas y eficientes. Adicionalmente, el poder acceder a
dicho capital facilita la simultaneidad de ciertas tareas lo cual puede reducir el tiempo total
dedicado a las mismas.
• Compra de servicios básicos que se consumen en el hogar. Respecto de esta última categoría
cabe destacar que, a) una política que pueda estimular la acumulación de esos activos en
familias pobres es la de reducción de impuestos a ciertos electrodomésticos (en Costa Rica se
aplicó cuando Rebeca Grynspan fue Viceministra de Hacienda en los años ochentas); b) el
acceso a servicios básicos tiene un efecto importante en la reducción del tiempo de trabajo
reproductivo y en la mejora de la calidad de ese trabajo (agua potable intradomiciliaria,
electricidad, transporte público y telecomunicaciones); c) el acceso a telefonía que tiene
efectos importantes en la seguridad de la familia, el funcionamiento de las redes familiares y
comunitarias de apoyo, y también en la generación de ingresos (para los trabajadores y
trabajadoras por cuenta propia es vital).
• La política de vivienda de interés social también genera efectos fuertes sobre la conciliación
empleo familia. El hacinamiento y mala calidad de las viviendas generan condiciones
inadecuadas para el trabajo reproductivo y el cuidado de dependientes, siendo importante el
diseño de los proyectos de vivienda (disponibilidad de espacios sociales comunitarios, etc.)
• La construcción de infraestructura física de cuidado (acción que además en tiempos de crisis
aportaría empleos temporales) en las zonas rurales y urbanas marginalizadas, la cual podría
ser manejada por empresas comunitarias, financiadas con recursos provenientes de
impuestos locales y nacionales (impuestos prediales, específicos, o impuestos a la propiedad)
o mediante las transferencias de fondos de los gobiernos nacionales hacia los locales.
Finalmente, cabe destacar que la importancia de este ejercicio clasificatorio es que ayuda a
analizar cual de estas alternativas son pasibles de ser colectivizadas y permite ver los grados de
estratificación en el acceso que estas alternativas presentan en nuestras sociedades.
B. El desarrollo de redes comunitarias de cuidado con financiamiento estatal.
• El desarrollo de redes comunitarias de cuidado permite contrarrestar (pero sobre todo
complementar) las limitaciones de los regímenes de bienestar con Estados débiles y
mercados poco desarrollados, que dificultan la incorporación del cuidado como un eje del
sistema de seguridad social (complementario a las pensiones para la vejez y el seguro de
enfermedad y maternidad).
• Fortalecer las redes comunitarias de apoyo al cuidado (familiares vecinales) sin reforzar la
división sexual del trabajo ya existente. En el ámbito comunitario las familias requieren de
política de desarrollo que integren el acceso a ingresos, el empoderamiento económico de
las mujeres y procesos que se desarrollen a partir de la solución a problemas como el
desempleo, seguridad, transporte, etc. Además, trabajar con los gobiernos municipales
15
propuestas que permitan fortalecer las redes de apoyo comunitario para el cuidado de la
familia.
C. Nuevos criterios de focalización
La revisión de los impactos de los programas de transferencias condicionadas (PTC) sobre el
cuidado, han demostrado que la carga de trabajo que se les asigna explícita o implícitamente a las
mujeres pobres ha tendido a reforzar la reproducción de la división sexual del trabajo. Para
contrarrestar este efecto, en ese tipo de programas se sugiere re direccionar los criterios de
focalización no sólo en función de niveles de pobreza, sino por grados de inserción laboral de las
mujeres por zona y los requerimientos de cuidado que las familias tienen en consecuencia.
D. Políticas de empleo en favor de las mujeres
Impulsar programas encaminados al desarrollo de competencias en el manejo de TIC’s, ya que
éstos coadyuvan a la disminución de la brecha tecnológica y la segregación ocupacional y profesional
entre mujeres y hombres. De igual forma, promover el teletrabajo como una fuente confiable y
competitiva de empleo, fomentar el autoempleo y el emprendimiento para que las mujeres puedan
visualizarse como generadoras de empleo y no sólo como empleadas, y favorecer la responsabilidad
social de las empresas con el fin de que adopten buenas prácticas laborales en favor de la equidad,
no discriminación, el respeto a los derechos humanos, la conciliación vida trabajo y la eliminación de
todo tipo de violencia dentro de los centros de trabajo. El contar con reconocimientos, certificados o
distintivos por ser una empresa con responsabilidad social le permite ampliar su competitividad y
productividad.
E. La desmitificación del proceso de envejecimiento
Las políticas orientadas a la atención de adultos mayores debe avanzar hacia la desmitificación,
tanto el proceso de envejecimiento, como de la vejez en sí misma, pues ambos están rodeados por
una serie de mitos o estereotipos. Costa Rica ha sido uno de los países con mayor oferta a este
segmento poblacional a través del Consejo Nacional de la Persona Adulta Mayor, que asumió la
responsabilidad de establecer los lineamientos para superar la brecha social de inequidad, en favor
de las personas mayores y responder a la carencias económicas, sicológicas (falta de cuidado y
afecto) y de falta de reconocimiento de sus derechos ciudadanos. En los últimos años se ha avanzado
bastante en la formación de servicios de cuidados domiciliarios a las personas mayores, los cuales
consisten en la formación, por un lado, de personas en tareas de cuidado de la vejez, y por otro, en
la financiación de este tipo de prestación.
16
Anexo 1.
Bibliografía sugerida por los y las participantes del foro.
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19
Géneros de cuidado
Jeanine Anderson
En extensiones más amplias del concepto, un médico cuida a sus pacientes. Una maestra
cuida a sus alumnos y sus procesos de aprendizaje. Ambos, idealmente, se cuidan de
estar actualizados en su profesión. Cuidan sus tiempos, sus sueldos y sus compromisos.
Estos casos conservan la idea original de atención sostenida, identificación con el
bienestar de quienes reciben el cuidado, entrega e incluso sacrificio personal por parte
de quien presta el cuidado. Sin embargo, el cuadro se ha complicado notablemente. El
cuidado dentro de los grupos familiares se entiende como un regalo o un servicio que se
sujeta únicamente a las reglas de la reciprocidad. No se cobra; no pertenece a la
economía monetaria. Este componente del concepto sufre una alteración, que no es la
única, en los casos del personal de salud y educación: ellos reciben un pago por
interesarse en determinadas personas. Un tercero- el Estado, una institución privada- les
asigna el cuidado de esas personas y supervisa su desempeño. Los intereses que deben
satisfacer son los de los receptores del cuidado pero también, los de sus empleadores.
Algunas otras extensiones del concepto de cuidado se distancian aun más del caso
paradigmático. No obstante, la palabra sigue las connotaciones anteriores: Un banco
sostiene cuidar los intereses de sus clientes. Una AFP cuida los fondos y la futura
felicidad de sus asociados. Una empresa que vende acciones cuida los intereses de sus
inversionistas. Un empresario cuida la calidad del producto que oferta en el mercado y
hasta se afirma que cuida de su fuerza laboral, tal vez no individualmente sino como un
colectivo, cuya capacidad para realizar su labor le resulta vital.
1
género en la actualidad y organizan la mayor parte de las investigaciones que se realizan
en este campo. El hecho que conceptos como la experiencia y el tiempo, además del
cuidado, se coloquen al lado de la igualdad y la diferencia- generadores de tomos de
escritos en las últimas décadas- es una demostración del actual estado de ebullición de
la teoría de género. Comprueba, además, la centralidad de la subjetividad y la
importancia de mirar el mundo desde la posición de las mujeres: su vivencia del tiempo,
los ciclos y transformaciones del mismo, su sensación de ejercer o no elección, la
relevancia para ellas de nociones como la elección racional.
Ha habido una explosión de artículos y libros acerca de los roles, las actividades y las
instituciones relacionadas con fenómenos que pueden llamarse cuidado . En algunos
casos se trata de revisitar situaciones que habían sido observadas en estudios anteriores
bajo otros nombres: tareas domésticas, relaciones familiares, atención de salud, crianza
de niños, servicios educativos y la educación informal; obligaciones y compromisos
vinculados al parentesco, amor maternal , la dependencia, albergues y otros programas
sociales que sustituyen a la familia. En otros casos, la investigación empírica que sigue
esta nueva corriente se ocupa de develar realidades invisibilizadas en épocas anteriores.
Como concepto que apunta a este ámbito de estudio, reproducción social es tal vez la
categoría más difundida en las ciencias sociales, aunque ha sido muy pobremente
desarrollada en comparación a la categoría producción , que connota actividades de
varones realizadas fuera del hogar.
En toda sociedad, la organización del cuidado está fuertemente teñida del género. Si la
división social del trabajo fundamental es la asignación de distintas labores a hombres y
mujeres, un fuerte componente de sus respectivos roles, sobre todo los femeninos, son
las actividades de cuidado. El cuidado tiene género . Pero además existen géneros de
cuidado , en el sentido de variedades distintas: hay los cuidados que pasan entre las
generaciones; hay cuidados espontáneamente dados y cuidados forzados; hay cuidados
de buena y de mala calidad.
2
sus hijos- incluso a casi cualquier niño o niña con quien se cruza en el camino- su
identidad de género puede ser puesta en duda. Algunas ocupaciones laborales1, que
tienen un fuerte componente de prestación de cuidados de ciertos tipos a personas en
ciertas categorías, están vetadas para los hombres. La enfermería, por ejemplo, a
excepción de algunas ramas y de establecimientos como los hospitales militares. El caso
emblemático sería el de ayudante en una guardería infantil. Siendo la división social del
trabajo un lugar de permanentes transformaciones, tales actitudes desconocen las vastas
modificaciones que se han dado históricamente en estos roles.
Tiempos de cuidado
Rosario Aguirre, socióloga uruguaya, ha sido pionera de las encuestas sobre el trabajo
no remunerado en el hogar. Con su colaboradora Karina Batthyány, ha publicado los
resultados de un estudio realizado en Montevideo que, para fines metodológicos y
también con argumentos conceptuales, separan el cuidado propiamente dicho de las
tareas domésticas. La encuesta de Montevideo, y otras aplicadas en diversos países de
la región que la han toman como modelo, despliegan una larga lista de tareas
domésticas: cocinar, limpiar la casa, lavar, planchar la ropa, cuidar mascotas y plantas,
las compras de bienes y la adquisición de servicios para la casa, gestiones fuera del
hogar, tales como trámites y el pago de cuentas, y los desplazamientos necesarios para
realizarlas (Aguirre y Batthyány 2005: 24). En cambio, las tareas que se agrupan bajo
el rubro de cuidados familiares son de otra naturaleza: El trabajo de cuidados
familiares se define como la acción de cuidar a niños, enfermos o personas adultas o
ancianas dependientes para el desarrollo y el bienestar de su vida cotidiana. Si bien
implica un trabajo material también se reconoce el aspecto afectivo y emocional que
conlleva. La actividad puede ser realizada en la familia o puede ser delegada a otras
personas ajenas a ella y puede ser remunerada o no (Aguirre y Batthyány 2005:25).
1
Lo que en inglés se llaman service occupations y care work ; muchas veces forman parte del pink-
collar ghetto , el gueto de cuello rosado, contrastado con las ocupaciones obreras ( blue-collar ) de los
hombres.
3
haya obstáculos para su respiración y movimiento; y espanta a las moscas, la mascota
de la casa y las hermanas mayores, si intentan acercarse.
La simple descripción de secuencias como ésta nos alerta sobre las grandes deficiencias
de las teorías convencionales en las ciencias sociales. Aguirre y Batthyány resaltan en
su análisis la función de gerencia que tiene que cubrirse en los hogares. Las tareas
físicas deben cumplirse pero, más que eso, deben ser planificadas, coordinadas y
(aunque sea de un modo casi inconsciente) evaluadas y replanteadas. A eso se agrega
una dimensión psicológica y emocional. Este tema ha sido tratado magistralmente en
un estudio realizado en los Estados Unidos por DeVault en Feeding the Family
(1991). Si bien es necesario separar, para fines analíticos, las labores domésticas de las
actividades de cuidado ( cuidados familiares en el estudio uruguayo), se vuelven a
unir, inevitablemente, en la realidad: en la persona que las ejecuta, en situaciones tan
cotidianas como compartir una comida familiar, y en las funciones de planificación y
gestión, uno de cuyos principales propósitos es justamente lograr la compatibilidad
entre los dos rubros.
Para Uruguay urbano, Aguirre y Batthyány confirman el desigual peso del trabajo no
remunerado familiar que llevan las mujeres. Grosso modo, los hombres dedican dos
tercios del total de su tiempo a labores remuneradas y un tercio a labores familiares no
remuneradas2. Las mujeres invierten la proporción. En una ciudad latinoamericana
donde la incorporación a la fuerza laboral de mujeres casadas y con hijos es creciente,
ellas, en conjunto, dedican dos tercios del total de su tiempo a labores no remuneradas
para sus familias.
Tanto la teoría como la investigación empírica sobre situaciones como éstas, tienen que
tomar en cuenta complicaciones adicionales. En Montevideo, como en otros lugares,
participan en el cuidado familiar personas que no residen en la casa, sino en otros
hogares, muchas veces en el vecindario, y que pueden o no ser parientes. Las redes
femeninas de amistad y apoyo, tema injustamente opacado a lo largo de la historia de
las ciencias sociales y humanas, son centrales. Los servicios y favores que van y vienen
a través de estas redes pertenecen a una economía de trueque o a una esfera de altruismo
que tampoco se reflejan debidamente en los estudios de las economías capitalistas
modernas.
Trabajando estos temas en el curso del Diploma de Estudios de Género (DEG), nos
topamos con una realidad poco abordada en la bibliografía internacional sobre el trabajo
no remunerado familiar. Se trata del cuidado que los hermanos y las hermanas mayores
prestan a los menores en las familias peruanas, lo cual podría ser un rasgo heredado de
la familia andina rural. En la literatura sobre la familia campesina en los Andes, se
describe los grupos de niños que pasan el día bajo la supervisión de las y los mayores
(hermanos, primos). El primero en nacer en cada hogar tiene un status especial de
autoridad sobre los hermanos que nacen después, situación que dura hasta el final de la
vida. Es motivo de alegría cuando el primer nacido es mujer, ya que se considera que-
aunque los varones pueden desempeñar las funciones de asistente de su madre y
responsable de los hermanos- las hijas mujeres lo suelen hacer con mayor eficiencia y
dedicación.
2
El cálculo excluye actividades como la recreación, el aseo personal y el descanso.
4
Por cierto, las alumnas en el curso del DEG estaban muy lejos de pertenecer a los Andes
rurales. Hijas de profesionales y empleados limeños en su mayoría, no obstante
compartían experiencias de haber estado involucradas en la crianza de otros y otras
menores en su hogar y red familiar más amplia. El reto que se plantea para la teoría es
aún más grande, ya que se trata de una situación en que una persona que es receptora de
los cuidados de otras (padre, madre, abuelos, otros mayores) a su vez presta cuidados a
una menor. Los debates sobre el trabajo infantil se hacen relevantes, no sólo desde el
eje de abuso-oportunidad de aprendizaje, sino desde la capacidad de los niños y las
niñas de combinar juego y trabajo. La hermanita menor sustituye a la muñeca, la cocina
de verdad sustituye o complementa la cocinita de juguete, para hijos varones y mujeres.
Remunerar a una persona- generalmente una mujer- para que realice las tareas
domésticas y muchas funciones de cuidado y apoyo hacia los miembros de la familia es
una solución cuya singularidad suele pasar desapercibida en América Latina, donde se
trata de una institución que incluso ayuda a estructurar las relaciones interétnicas y las
relaciones entre el campo y la ciudad. Todaro y Gálvez (1987), comparando el trabajo
doméstico asalariado con otras formas de trabajo, hablan de su carácter artesanal , de
la libre disponibilidad del tiempo de la trabajadora, de los implementos de trabajo (la
casa y los enseres) cuyo cuidado y mantenimiento están bajo su responsabilidad, y de la
complicada relación entre la trabajadora y la patrona, ambas al servicio del bienestar del
resto de la familia3. Un estudio auspiciado por la OIT refleja ciertos cambios en la
evolución del trabajo doméstico en el Perú (Anderson 2006). El costo de contratar a
mujeres adultas se ha incrementado en relación a los ingresos de la clase media, lo cual
empuja la demanda hacia adolescentes y niñas. El trabajo del hogar sigue siendo un
laboratorio de socialización de niñas y mujeres rurales que migran hacia las ciudades,
con una dotación educativa deficiente y poco capital social. Bajo estas condiciones,
analizar la organización del trabajo de cuidado en los hogares peruanos nos lleva mucho
más allá de una discusión sobre labores de casa y cuidados personales.
Las actividades que agrupamos bajo el rubro de cuidado tienen fuertes implicancias para
la justicia de género. Justicia , antes que igualdad , es aquí el principio activo porque
es precisamente en el ámbito doméstico donde algunas de las connotaciones del
3
El texto de Todaro (economista) y Gálvez (socióloga-demógrafa), escrito en 1984, sigue siendo una de
las mejores discusiones teóricas que tenemos sobre el trabajo doméstico remunerado, desde sus
implicancias económicas, sociales y psicológicas.
5
concepto de igualdad producen mayor ruido: el ser iguales y hacer lo mismo . El
hogar, y la pareja conyugal que está (al menos ideológicamente) en su centro, son el
reino de la diferencia y la complementariedad. Esta situación comienza pero no termina
con los roles femenino y masculino en la reproducción biológica humana. La división
social del trabajo en el hogar se articula con los roles en la reproducción sexual cuando,
por ejemplo, una madre lactante ajusta su régimen de trabajo a las exigencias del
amamantamiento de su bebé recién nacida.
6
El sistema de género estructura una serie de intercambios entre hombres y mujeres, cada
uno de los cuales puede ser evaluado desde un cálculo de costo-beneficio y desde un
criterio de justicia. Polatnik (1983), en un texto cuyo título puede traducirse en ¿Por
qué los hombres no crían a los hijos?, descarta la posibilidad que las tareas domésticas
y mucho menos las actividades de cuidar a sus propios hijos, sean intrínsicamente
desagradables; por lo menos, no si se comparan con pasar días enteros en el socavón de
una mina, labrar la tierra, trabajar en una línea de producción, pescar en alta mar y una
cantidad más de ocupaciones. Hay hombres que, sinceramente, desearían estar más
tiempo con sus hijos pequeños e involucrarse más con algunas labores domésticas- tal
vez la cocina, en primer lugar- que tienen asociaciones con el placer y la creatividad.
Según Polatnik, los hombres no hacen trabajo doméstico porque hacerlo tiene un alto
costo de oportunidad. Resta tiempo y energías, físicas, mentales y emocionales, que
pueden emplearse en otros lados con mayor provecho y rentabilidad.
4
Como se señala en la sección anterior, y como Sen analiza con detenimiento, al producirse una ruptura
en una relación conyugal, en el momento del quiebre , las mujeres están en una posición de notable
desventaja.
5
La más reciente es la excelente película Pequeños niños del director Todd Field (2006).
7
hay más hombres que mujeres. En estas condiciones, se rompe el balance entre los
géneros que, bajo condiciones normales de complementariedad, tienen un régimen de
trabajo fuerte, por no decir despiadado, en las comunidades andinas sometidas a las
condiciones impuestas bajo el neoliberalismo.
Las condiciones físicas que rodean a las personas que realizan las tareas hogareñas, y
los servicios de soporte que existen, asumen una gran importancia. Son el foco de
muchas demandas de las mujeres que han sido tipificadas por Maxine Molyneux,
Caroline Moser y otras teóricas del género y desarrollo como intereses prácticos de
género de las mujeres . Innumerables mujeres peruanas cocinan en medio del humo
producido por bosta, leña, kerosene o carbón, agachadas sobre el fuego o arrodilladas
durante largas horas. Innumerables mujeres caminan a diario al mercado para
aprovisionar a la familia y caminan horas adicionales para obtener agua y leña. Con la
ayuda de una manta o faja, trasportan a bebés sobre caminos inclinados, accidentados y
resbaladizos, otro de los riesgos de salud analizados por Oths (2003).
Así como resulta perentorio considerar los costos del cuidado para quienes lo realizan,
toda sociedad tiene también que contemplar los costos que implica no asegurar los
cuidados necesarios. Al auspiciar, reglamentar y supervisar a instituciones como
orfelinatos y sistemas de adopciones, los Estados reconocen la obligación de intervenir
como garante del cuidado de infantes y menores de edad, si los sistemas privados
familiares incumplen su parte. Es, incluso, un acto punible si la madre abandona a su
hija, la alimenta de modo deficiente, la expone a riesgos o falla en la protección que le
tendría que dar. El hecho de imputar estas faltas a la madre y no al padre, es un ejemplo
de la discriminación de género que atraviesa la legislación de familia. Distintos países
reconocen de diversas maneras su obligación frente al cuidado de otros individuos y
categorías de personas consideradas vulnerables, como jóvenes con problemas de
conducta, discapacitados, ancianos.
8
como contribución a quienes cuidan: cada hora que se demora en una combi o
microbús, cada desplazamiento en la zona rural que podría haberse evitado, roba tiempo
a las economías de cuidado de las familias.
El cuidado tiene una relación patente con las políticas sociales de cualquier país. En el
Perú, la política social normal se confunde con las políticas de reducción de la
pobreza, donde también el cuidado resulta central. Los debates actuales sobre la acción
social del Estado quedan cortos precisamente en este aspecto. Las propuestas para
mejorar el gasto , hacerlo más eficiente, eliminar la filtración , reducir el número de
programas y de organismos involucrados, privatizar, descentralizar y otros objetivos,
muestran estar poco informados y poco sensibilizados frente a muchos de los temas que
aquí he pretendido levantar. Señalaré apenas tres puntos críticos.
La mayoría de personas que forman un hogar y una familia lo hacen con la esperanza de
alcanzar un determinado nivel de bienestar mediante su propio esfuerzo, y con la idea
de organizar una economía de atenciones y cuidados mutuos según su gusto y sus
necesidades. La ley y las normas sociales reconocen un derecho a la privacidad en la
vida familiar; las relaciones de vecindad pueden dar apoyo y respiro en emergencias.
Dar el paso que significa inscribirse en un programa social cambia la figura
radicalmente: la familia se abre a las acusaciones de dependencia- se tiene que
reconocer como asistida de algún modo- y se somete a reglas que impone, con casi
total arbitrariedad, la entidad estatal que administra el programa, en su versión local,
además.
9
los niños que están bajo su responsabilidad. No basta con envolverlos con cuidados
meramente custodiales sino que el programa tendría que justificarse, al parecer, como
el primer peldaño en un proyecto educativo, por no decir civilizatorio.
Las situaciones de crisis hacen ver cómo la organización del cuidado en todo hogar
depende de un delicado engranaje entre una función y otra, una persona y otra. La falla
en un lado produce una reacción en cadena. Fácilmente se pasa a una situación de
sinergia negativa. La vinculación de tales situaciones con la pobreza es evidente. Pese a
ello, el hecho que sea tomada tan poco en cuenta en las políticas y programas de
reducción de la pobreza refleja, ante todo, falta de imaginación y la dificultad
metodológica que plantea. Intervenir en familias cuyo sistema y economía de cuidado
están colapsados acarrea un reto grande, incluso para los parientes, amigos y vecinos
más cercanos. Para un Estado rígido y distante el reto es aun mayor. No obstante, sin
tantas complicaciones, podría haber en nuestros programas anti pobreza, un contenido
preventivo mucho más claro frente a los riesgos de shocks de cuidado .
El Perú se está convirtiendo rápidamente en uno de los países que exporta a cuidadoras.
No lo hacemos en la misma escala que Filipinas o Ecuador, sin embargo, la migración
internacional, como se ha documentado con voz de alarma en reportajes periodísticos
recientes, involucra cada vez más a mujeres y mujeres con carga familiar. Ellas trabajan
en Chile, Argentina, Europa, Norteamérica y otras regiones como cuidadoras de niños y
10
ancianos, casas y mascotas. Un buen número, con una formación profesional como
enfermera, maestra, psicóloga, asistenta social, niñera o gerente de negocios, ingresa al
sector formal de servicios en los países de destino: se ubican en hospitales, guarderías,
escuelas, empresas de limpieza, catering y otros servicios domésticos. Evidentemente,
la organización y la economía de cuidado están sufriendo transformaciones profundas
en los países ricos, situación que ha motivado una explosión de investigaciones.
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En este trabajo abordamos la socialización del cuidado considerando sus dos aspectos.
En primer lugar tendremos en cuenta el modo en que se constituyen nuestras
subjetividades, y la medida en que los procesos de socialización favorecen o dificultan
el cuidado. Veremos que la división sexual del trabajo es un modo de producción y
también un modo de socialización, de subjetivación que sigue pautas de género. La
división sexual del trabajo construye la subjetividad femenina orientada al cuidado, a
la conexión con los demás, a la disposición a satisfacer las necesidades ajenas. Esa
disposición comporta que el otro, además de ser objeto de preocupación, sea
instrumento de realización y de confirmación de la valía de la mujer. La organización
sexista del trabajo construye también la subjetividad masculina que complementa la
femenina. Hace al hombre y lo hace dispuesto a realizar sus objetivos, a eliminar
obstáculos para conseguirlo, a movilizarse en la defensa de los más débiles. En suma,
construye una subjetividad movilizada hacia la provisión y la protección, comprometida
con la cura y no con el cuidado, que favorece el desarrollo de concepciones
universalistas, separadas del contexto, orientadas a la resolución de los problemas y
no a la valoración del impacto de los problemas o las dificultades en las vidas de la
gente concreta.
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1
Para una genealogía de la familia moderna es imprescindible el libro Donzelot, La policía de las familias.
Valencia, Pre-textos (1979).
2
Sevenhuijsen (1998) señala la tensión entre el ideario de libertad e igualdad que se asocia a una posición
social demócrata y con el que se identifican muchas feministas, y la ética del cuidado, que apela a la
responsabilidad y la solidaridad que también suscriben las feministas, y se suele asociar con posiciones
demócratas cristianas.
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calamidades (art.30). La familia, las madres, los hijos (art.39) y los ciudadanos
durante la tercera edad (art.50), requieren protección o atenciones. Los implícitos
constitucionales son: un hombre provisor y protector, y una mujer cuidadora y nutriz,
objeto de protección. El cuidado se fundamenta en la división sexual del trabajo, y su
existencia es la condición que sustenta al ciudadano concebido como individuo.
3
Hay que añadir que la exclusión más abierta es la de los inmigrantes procedentes de los países del tercer
mundo, una buena parte de los cuales, cuando llegan a encontrar empleo lo hacen en muy buen número en
el sector de servicios.
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por dos caminos, la identificación con las personas significativas de nuestro entorno
especialmente nuestros padres: queremos ser y hacer lo que son y hacen. También
nos socializa la práctica misma de vivir, particularmente las actividades que realizamos
en la producción de nuestra existencia. En ese sentido, el trabajo sea remunerado o no
lo sea, es un factor de socialización de primer orden. El amor por los motores se
adquiere arreglándolos. La importancia del orden se reconoce ordenando. Se aprende
a no pisar el suelo recién fregado, fregando suelos. Uno se hace guerrero yendo al
combate y madre cuando tiene una criatura entre los brazos de la que ocuparse.
Es bien sabido que las amas de casa realizan actividades fuera del circuito mercantil
mientras que los ganadores de pan las realizan fuera del circuito doméstico. Teniendo
en cuenta que las actividades designadas como femeninas van encaminadas a la
satisfacción directa de las necesidades humanas, los bienes o servicios que producen
tienen un valor que se manifiesta en el uso y se mide por la satisfacción que
proporcionan. En cuanto a las actividades designadas como masculinas, y en la medida
en que el trabajador no produce los bienes o servicios para usarlos directamente él o
las personas de su entorno el valor de lo producido se realiza cuando el producto de un
trabajador se intercambia por el de otro trabajador, y la unidad de medida es el dinero
el cual adquiere la cualidad de equivalente universal. Por eso que las actividades
femeninas se caracterizan como de producción de valores de uso y las masculinas
como de producción de valores de cambio4. En el primer caso, predomina la relación
de las personas con las personas o con las cosas, en el segundo la relación entre las
cosas, siendo el vínculo que las relaciona el dinero. Este modo de caracterizar la
división sexual del trabajo tiene consecuencias directamente relacionadas con el tema
del cuidado, de un lado, y con el de la socialización, del otro. Sus consecuencias se
extienden además a otros ámbitos, como son la ética, la justicia o la política.
Si tomamos a la mujer como tipo ideal, como concepto con que abordar la división
sexual del trabajo, más que como un ser concreto de carne y hueso. Una característica
principal que podemos abstraer del trabajo femenino, es que el valor de lo producido
depende del uso. La producción de la mujer adquiere su valor de un modo contextual y
concreto. En un cierto momento, en un cierto lugar, personas concretas hallan
satisfacción al usar o consumir aquello que produce la mujer. La medida de las
virtudes del trabajo sólo se halla cuando alguna persona concreta se beneficia. Son
dependientes del contexto, momento y persona que hace uso de lo producido por la
mujer, o se beneficia directamente del trabajo de la mujer. En este caso, la producción
y el consumo son expresiones por excelencia de la subjetividad, razón por la cual no es
posible hallar una medida universal de su valor.
4
Para el desarrollo de las cuestiones que se presentan a continuación nos apoyamos en Marx,
particularmente en su teoría del valor y su teoría de la alienación.
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Cada mujer tiene su manera de hacer las cosas, más lenta o rápida, más perfeccionista
o chapucera, más creativa o repetitiva. Del lado de quien se beneficia del trabajo
realizado por la mujer, la variabilidad es también inmensa, hay personas que disfrutan
con tanta atención como se les dedique, y personas que ven las atenciones como un
modo de intromisión, y prefieren que les dejen en paz a tener que soportar un cuidado
solícito. Sin olvidar un tercer factor, la interacción de la persona que produce valores
de uso con la que usa los valores producidos, en principio de amor y compromiso,
predispone a recibir y dar cuidado. Cuando en lugar de amor se experimenta
hostilidad, cuando la relación está deteriorada se manifiesta rechazo hacia la persona y
todo lo que le rodea o hace, por proceder de alguien a quien no se quiere, respecto de
quien se experimenta resentimiento. Se puede temer que cobre con creces sus
atenciones son vividas como un regalo envenenado, un modo de aumentar una factura
impagable por imprecisa.
Orientada a la relación cara a cara, las estimaciones que le hacen han de ser
necesariamente parciales y subjetivas. Sabe aunque no lo ponga en palabras que las
reacciones que suscita, sean de agradecimiento o de rechazo, no son una medida
adecuada o cuanto menos suficiente de su valor. Tiene acceso a visiones particulares
de sí misma construidas a partir de la respuesta de personas próximas. No puede
conocer lo que es en sí a partir de la información de quienes que le rodean porque la
información que recibe no se refiere a ella sino a la relación, según sea la calidad de la
relación será mejor o peor valorado su trabajo6.
Es más, cuando las atenciones son constantes, cuando siempre está apunto aquello
que se necesita, o hay una mirada atenta, una receptividad dispuesta, una necesidad
colmada, el cuidado deja de percibirse como el don del bienestar. Se vuelve natural,
como es natural respirar y no concedemos ninguna importancia a esa actividad
constante, hasta que falta el aire o nuestros pulmones no responden. Las cosas
fundamentales de la vida se hacen de un modo continuo y constante, precisamente
porque son imprescindibles, pero esa repetición, esa constancia, hace que pierdan su
valor y que sólo se recupere la conciencia de su importancia cuando faltan.
5
Esta definición de la subjetividad "tipo mujer" podemos hallar en Freud, Introducción al narcisismo.
6
En el caso de personas adultas con disminuciones físicas afirman que el aspecto del cuidado que valoran
más es la calidad de la relación (Jecker y Serf, 1997).
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Gilligan (1982), punto de referencia obligado cuando se trata la relación entre cuidado
y género, señala que las mujeres, contradiciendo el supuesto de un desarrollo moral
universal, tienen un desarrollo moral propio. Va todavía más lejos, lo que autores
como Kohlberg o Piaget toman por desarrollo moral general, sólo corresponde, según
ella, al proceso que se da en los hombres. No es común a todas las personas adultas,
sean hombres o mujeres. Las mujeres, plantean los problemas morales en términos de
cuidado y responsabilidad, siendo central en esa disposición ética la consideración de
las personas concretas en situaciones concretas. En cambio, los hombres plantean los
7
Expresión que se podría traducir como "dirigido a los otros".
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De una parte ese sentimiento de poder y capacidad que genera una satisfacción
difícilmente equiparable a la que proporciona cualquier otra actividad, ya que se tiene
la vida de otra persona, o como poco su bienestar, en las propias manos. Si el sentido
de agencia sólo lo experimenta en las actividades de cuidado estando marginada de
otros ámbitos de la realidad como el político, hay que buscar la persona dependiente, y
encontrarla o inventarla proyectando sobre los demás las propias necesidades,
realizándose al proyectar en el otro la necesidades cuya satisfacción requiere
cualidades que una misma cree poseer.
8
Muchas mujeres durante la lactancia expresan esa imagen refiriéndose a sí mismas como "una teta con
patas".
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La división sexual del trabajo comporta prácticas que otorgan un lugar en el mundo y
un modo específico de producir la propia vida, no sólo en sus aspectos materiales, sino
también psíquica y éticamente. Ya hemos visto que hay una conexión entre el trabajo
de la mujer, su subjetividad y su disposición ética. La orientación al otro propia del
trabajo del cuidado, contiene una contradicción: quien es objeto de cuidados es un
instrumento que permite a la mujer confirmar el valor que ella tiene. El otro, para la
cuidadora, funciona como el espejo mágico de la madrastra de Blancanieves. No sabe
quién es ni cuánto vale sin el dictamen del espejo en una caso o la persona
dependiente en el otro. Por tanto, el uno o la otra, son condición de su existencia. Al
mismo tiempo, la imagen reflejada en el cristal en un caso o en la mirada en el otro,
ha de ser la que la mujer quiere, si no se obedece el mandato de devolverle la imagen
que busca, rompe el espejo, cesa la disposición para el cuidado. Contrariamente a lo
que sugieren algunas de las pensadoras que más han contribuido a teorizar el cuidado,
como pueda ser el caso de las ya mencionadas Gilligan o Bubeck, el trasfondo no es
una disposición atenta al otro y sus necesidades. Afirmaría que el trasfondo del
cuidado cuando es la actividad especializada de las amas de casa es la dificultad
para establecer una relación con los objetos de cuidado que sea satisfactoria por sí
misma, ya que esa actividad se convierte en un medio para confirmar la propia valía.
La posición de inferioridad social de la mujer, ha de generar algún tipo de mecanismo
de defensa consistente en orientarse en sus actividades de modo que los demás le
confirmen que es necesaria, que no se puede prescindir de ella.
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En conjunto, el hombre queda inconexo de aquellos para los que produce mientras que
sus productos se relacionan entre sí vinculados por el dinero, establecen una conexión
universal mediante el mercado. Estas son las condiciones de socialización que
desarrollan en los hombres concepciones universalistas, mientras que el trabajo de la
mujer favorece la socialización en concepciones particularistas por su orientación a
satisfacer las necesidades inmediatas de personas concretas en relaciones cara a cara9.
En cuanto al componente emocional de la actividad, la posición masculina en la
división sexual de trabajo entraña desapego respecto del hipotético beneficiario de su
actividad. La vinculación afectiva tiene lugar más bien respecto de los compañeros de
trabajo, tanto en el sentido de experimentar amistad y cercanía como en el sentido de
rechazarlos como rivales u obstáculos en su carrera profesional. Respecto de la
actividad misma, no tenemos bases para negar que se produzca una vinculación con
los objetos de su actividad, el cariño, orgullo, preocupación, que una mujer puede
experimentar en su relación con las personas que son objeto de sus cuidados, en el
caso de los hombres se produce respecto de los instrumentos de trabajo o los
productos de su actividad.
Las prácticas vitales y la subjetividad que se construyen en las prácticas dan pie a una
disposición ética distinta y complementaria respecto de la que desarrolla el ama de
9
Recordemos que la aproximación que se está realizando es de carácter analítico, por tanto se está
prestando atención a los grandes rasgos del funcionamiento de la división sexual del trabajo. En modo
alguno estoy sugiriendo que ningún hombre concreto tenga un trabajo que implique conexión concreta con
los demás. Sin ir más lejos, la cultura de la propina es una expresión de la voluntad de particularizar las
relaciones comerciales precisamente en el ámbito de los servicios, ya que rompe los criterios universales de
intercambio introduciendo consideraciones particulares en el establecimiento de la tasa de intercambio. El
añadido de la propina rompe el precio universal del producto, ya que el importe de la misma se puede
establecer libremente siempre que sea al alza. En el caso de las mujeres, evidentemente también podemos
hallar ejemplos concretos de conexión con lo universal, cuando una mujer justifica el modo en que educa a
sus hijos o trata a un enfermo apoyándose en la afirmación que se siempre se ha hecho de ese modo, se
está moviendo a partir de universales, o cuanto menos, justifica sus acciones en base a universales.
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casa. Para quien ocupa la posición de ganador de pan, la buena vida tiene mucho que
ver con proporcionar a la familia todo lo que necesite, defenderla de las amenazas
exteriores, triunfar ante las adversidades, vencer a los rivales, ser capaz de realizar los
propios objetivos. La orientación que se adquiere cuando se ocupa la posición hombre
es la ética del trabajo y el valor con que ha de enfrenarse a la amenaza o el riesgo10.
Ciudadano es aquel que trabaja, defiende la integridad del territorio donde se asienta
la sociedad de la que forma parte, y defiende a su población de catástrofes, riesgos y
amenazas de diversa índole.
La posición hombre, relacionada con la ética del trabajo, implica la actitud de estar a
cargo de las cosas, de hacer que ocurran, de eliminar los obstáculos. Tal vez fuera más
ajustado, si pretendemos avanzar en paralelo en la lógica de funcionamiento de los dos
géneros, hablar de una ética de la cura masculina que es la complementaria de la ética
del cuidado femenina. A diferencia de la ética del cuidado que se centra en la persona
y no en el daño que la persona sufre, la ética de la cura impulsa a "cortar por lo sano"
y eso requiere un distanciamiento de la persona y una mirada sobre el problema en sí
al margen de las condiciones, el lugar o la persona que lo vive. Por eso una madre
puede cuidar de su hijo enfermo, pero no lo puede operar. Tal vez las disposiciones
profesionales que se acercan más a esta lógica sean la de enfermera y cirujano, que
no por azar son las profesiones en que el grado de sexismo es mayor.
10
Como sabemos, las largas luchas y resistencia contra el servicio militar obligatorio abocaron a la
profesionalización de las fuerzas armadas. Ahora bien, eso no exime del mandato constitucional de estar a
disposición de defender y proteger en caso de amenazas de diversa índole. Es más el Ministerio de Defensa
del gobierno Aznar ha preparado el borrador de una Ley de Reserva y Movilización en el momento en que se
escribe esta ponencia.
11
Ver el capítulo 5 “Ley del deseo, elección del deseo y deseo de ley” de El malestar en la desigualdad.
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Casi dos siglos más tarde puede decirse que la tarea de crear instituciones que
ordenen las relaciones sociales ha avanzado, así como han cambiado las condiciones
sociales que potencian la construcción de la familia nuclear. La fuerza de trabajo ya
está socializada en consonancia con las necesidades de producción capitalistas. Desde
la óptica empresarial ya no se justifica el coste12 de la fuerza de trabajo en términos de
salario familiar. En la actualidad estamos constatando que las grandes empresas
realizan planes de reestructuración de las plantillas encaminados a substituir
trabajadores mayores, con salarios de tipo familiar y gran cantidad de derechos
laborales adquiridos, por trabajadores jóvenes. Se acepta, por tanto, doble escala
salarial. Esto indica que nos encontramos en una situación de transición entre una
concepción familiar del salario y una concepción individual, en la que no se considera el
coste de reemplazo de la población trabajadora. En los países occidentales, la
continuidad del sistema productivo es perfectamente compatible con un descenso de la
tasa de natalidad dada la disponibilidad prácticamente ilimitada de fuerza de trabajo
inmigrada y los patrones de natalidad de los inmigrantes.
12
Walby (1986) se cuestiona en que la organización patriarcal familiar sea afín al capitalismo, entendiendo
que las exigencias de la organización patriarcal entran en contradicción con intereses empresariales. No
diremos que eso sea falso en el caso del empresario individual, efectivamente, no tiene por qué tener interés
en que el trabajador pueda sostener una familia, ya que no se beneficiará directamente de los hijos del
trabajador como fuerza de trabajo para su empresa. Pero como clase, está interesado en dotarse de un
sistema de generación de nuevas vidas y de socialización que permita la continuidad del capitalismo.
Coincido en cambio con la apreciación de Walby si nos referimos a la situación actual, en que la familia
nuclear procreativa, con división sexual del trabajo, probablemente ya no sea una necesidad del capitalismo
en la medida en que lo fue hace un par de siglos.
13
Si entendemos que el Estado es el equilibrio de intereses y poderes entre los actores sociales, y los
cambios en el Estado como cambios en esos equilibrios, más que hablar de Estado, mercado y familia, como
instancias de relación con sus propias reglas de juego, habría que hablar el papel de hombres, mujeres,
empresarios, población autóctona y población emigrante, y los juegos de poder entre todos estos colectivos.
14
La fuente de los ingresos estatales expresa los equilibrios de fuerzas entre los actores sociales. Un
aumento relativo de los impuestos indirectos respecto de los directos, o de los impuestos sobre las rentas
del trabajo respecto de otro tipo de rentas, nos habla de la renuncia a redistribuir la riqueza por parte del
Estado, y por tanto a un desequilibrio de la balanza a favor de los más poderosos.
15
A título de ejemplo de este tipo de políticas, baste considerar que con el nuevo cálculo de del desempleo
implementado desde el año 2000, y según datos de la Encuesta de Población Activa del cuarto trimestre de
2001, el número de mujeres desempleadas desciende en casi 300.000. Ese contingente de mujeres pasa a
engrosar la población inactiva, y un 62 por ciento pasan a ser clasificadas como amas de casa. Con esta
maniobra se ocultan las elevadísimas tasas de para que padecen las mujeres.
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La respuesta de las mujeres a esta situación, que no podemos definir sino como
explotación, dado que aportan un trabajo que no las beneficia y que en cambio
fortalece la posición social y política de quienes se benefician del mismo, es buscar
caminos para reducir tanto como sea posible la carga del cuidado. Un indicio de esta
estrategia es el espectacular descenso de la tasa de fecundidad y la derivación hacia
emigrantes de parte de las actividades que tradicionalmente venían realizando las
mujeres, tanto por realizarlas asalariadamente, como por tener hijos en un número
que amortigua parcialmente el descenso en la tasa de natalidad de la población
autóctona16.
Hay que añadir otro cambio de una trascendencia que en este momento a penas
podemos calibrar. El incremento en la esperanza de vida, asociado al descenso en la
tasa de fecundidad hace que crezca el número de viejos tanto en términos absolutos
como en términos relativos. De otra parte, el alargamiento en la duración de la vida se
traduce en extensión de enfermedades crónicas y por tanto necesidad de cuidados
durante una porción mayor de la vida. El incremento en la esperanza de vida supone
un aumento de la dependencia, dado que en la actualidad se pueden vivir muchos años
pese a padecer limitaciones psicomotoras graves.
16
Según la Encuesta de Fecundidad del 1999, la tasa de fecundidad se situaba en 1,07. Si consideramos la
fecundidad según la situación respecto de la actividad económica, hallamos que la tasa de las mujeres
ocupadas es de 1,00, la de las paradas del 0,85 y la de las amas de casa del 1,97 por mil mujeres en edad
fértil. Los datos nos evidencian la existencia de un conflicto entre la maternidad y el trabajo remunerado,
pero nos muestran también los cambios culturales que se están produciendo, dado que tampoco las amas de
casa están dispuestas a tener muchos hijos. Decimos que se trata de un cambio cultural porque en el caso
de las amas de casa no se da el conflicto entre cuidad de las criaturas y vida laboral, y porque
contrariamente a las argumentaciones al uso, carece de base la tan manida idea de que la gente no tiene
más hijos porque no tiene dinero, es justamente en los grupos sociales con menos ingresos y en los países
más pobres donde la gente tiene más hijos. El descenso de la tasa de natalidad está más bien asociado al
individualismo, concepción de la propia persona en que la realización no se realizan por entrega a la
comunidad o por la asunción de las responsabilidades personales o sociales, sino mediante la orientación a
un proyecto de vida propio, evitando las interferencias que se pudieran producir en los propios planes.
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Ahora bien hay que considerar que la confluencia de dos factores, la diferencia de edad
entre los miembros de la pareja y la mayor esperanza de vida de las mujeres, conduce
a que la mayoría de hombres mueran casados y la mayoría de mujeres viudas. Se
trata de una manifestación del poder de los hombres extraordinariamente sutil por no
deliberada. Hombres y mujeres toman decisiones en sus vidas que benefician a los
hombres sin conciencia de que lo hacen. Los hombres al casarse adquieren un seguro
de cuidados que se extiende hasta la tercera edad. Se casan con mujeres que les
sobrevivan y por tanto puedan hacerse cargo de esta responsabilidad. Entretanto, las
mujeres adquieren la carga de cuidar sin garantía de ser cuidadas a menos que sea
otra mujer quien se ocupe de ellas17.
Forma parte de esta visión individualista de las relaciones sociales un tipo de familia
que podemos denominar asociativa18 caracterizada un grado de división sexual del
trabajo débil, ambos miembros de la pareja participan en mayor o menor grado en las
actividades domésticas y en el sostenimiento de la familia. La formación de la familia
tiene lugar sin renunciar a planes de vida propios, y a mantener parcelas de libertad,
sobre todo en los aspectos profesionales. Los hijos, siendo importantes, no son el
único objeto de preocupación de la mujer y del hombre. La unión de la pareja no
implica compromiso y responsabilidad de por vida y la posibilidad de disolver el
matrimonio por mutuo acuerdo es una eventualidad que cabe dentro de lo imaginable.
En contradicción con esta disposición familiar, orientada a la autonomía y
autorrealización de cada uno de sus miembros, la dependencia familiar de los hijos ha
aumentado de un modo decisivo, tres cuartas partes de los jóvenes entre 25 y 29 años
viven con sus padres siendo más de la mitad las jóvenes de esta edad en la misma
situación19, la diferencia se debe a que todavía se casan más jóvenes las chicas que los
chicos y no tanto a que las chicas salgan de casa antes que los chicos para vivir por su
17
Según el estudio 2117 del CIS de octubre-noviembre de 1994, el 83 por ciento de los cuidadores
voluntarios de personas mayores en España son mujeres.
18
En Izquierdo (2000) se reflexiona sobre la naturaleza de los cambios producidos en la institucionalización
de las relaciones de sexo y de edad.
19
Según datos de la Encuesta de Población Activa del INE.
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En sentido inverso, las condiciones del cuidado y la calidad del mismo puede mejorar
notablemente, cuando se realiza como actividad profesional. La combinación de
segregación ocupacional por sexos y mejoramiento sostenido de la formación de las
mujeres, se traduce en que las personas mejor formadas, las mujeres, estarán
dedicadas a las tareas de cuidado. La inversión de recursos humanos en las actividades
de cuidado aumentará como resultado no buscado del sexismo. Se produce la
contradicción de que el sexismo, una de cuyas características es la infravaloración de
las mujeres y de las actividades que desarrollan las mujeres, impulsa a éstas a adquirir
más valor al hacer una inversión más fuerte que los hombres en formación. Esa lucha
de las mujeres por mejorar, se traduce en un mejoramiento y recalificación de las
actividades que desarrollan. Precisamente como resultado del sexismo y no tanto como
resultado de su superación, las actividades socialmente definidas como femeninas, de
cuidado y atención a las necesidades personales, adquieren un valor renovado.
Confluye el conocimiento práctico del cuidado, adquirido por las mujeres en el curso de
su socialización y por identificación con sus madres, con más amplia y mejor formación
intelectual. Esta confluencia implica que los principios universalistas y reflexivos
propios de una ética orientada a la justicia se integran con los principios contextuales y
particularistas del cuidado, cosa que ha de potenciar tanto la primera como el
segundo.
Por otra parte, al resistirse las mujeres a la aplicación de criterios sexista en la división
del trabajo, se atemperan los daños que comporta la concepción del cuidado como la
actividad específica que realiza una parte de la población, las cuidadores, a otra parte
de la población definida como dependiente. De igual modo se problematiza el supuesto
de que una parte de la población se ocupa de la provisión y la protección de la otra
parte. En estas condiciones la dependencia se nos presenta a una nueva luz, no ya
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Hasta aquí hemos visto la trascendencia del modo en que se organizan las actividades
económicas, ya que su impacto excede el ámbito de la producción y el consumo. Las
condiciones de socialización de la población y el clima social general pueden favorecer
la constitución de sujetos adultos capaces, no sólo de llevar a término un plan de vida
propio, sino de asumir responsabilidades por la población dependiente y de aceptar las
limitaciones que les hacen objeto de cuidado y protección. En sentido inverso, puede
interferir la producción de sujetos responsables capaces de entrar en contacto con sus
limitaciones y de reconocerse y solidarizarse con las limitaciones ajenas. La pretendida
autosuficiencia de los ciudadanos queda cuestionada en la misma medida en que nos
reconocemos necesitados y dependientes de los demás. Las actividades productivas
nos socializan, y la principal producción que tiene lugar en el proceso de trabajo es la
producción de subjetividad. Las condiciones en las que participamos en la división
sexual del trabajo nos construyen como mujer o como hombre y favorecen que se crea
real la ficción del individuo autosuficiente, ya que la mujer no se toma como un
individuo pleno que colabora con otro individuo, sino como la extensión sin voz del
ciudadano.
Tanto la división sexual del trabajo como la organización de las actividades mercantiles
se oponen a la democracia porque dispone las actividades productivas de un modo
autoritario. No favorece el debate sobre algo tan básico como el modo en que nos
organizamos para producir nuestra existencia ya que la participación social es asignada
en función del sexo, y la participación en la dirección de la producción es independiente
de la aportación laboral que se realiza. Ese es el entorno que socializa a la mujer como
cuidadora, pero hay otro modo de referirse a la socialización del cuidado. Es una
condición de ciudadanía, dado que el ejercicio de la ciudadanía por parte de los
hombres depende de que las mujeres se ocupen de las tareas de cuidado de los
dependientes, situación esta que las convierte en objeto de explotación. El trabajo que
realizan las mujeres representa un ahorro de recursos para los hombres, les libera de
responsabilidades vitales y les permite disponer de tiempo libre para actividades de
participación social. Las empresas, se ahorran los costes de producción de la vida
humana en aquella parte que corresponde a la población que no se halla en una
situación económicamente ocupable. En cuanto al Estado, sólo ha de asumir parcial y
limitadamente las tareas de cuidado, aplica un servicio social obligatorio a las mujeres
pero lo presenta como si fuese una actividad privada o propia del ámbito íntimo. Al
establecerse una relación de incompatibilidad entre el trabajo doméstico y el
remunerado, al dar preferencia a los hombres en el mercado de empleo, al no
considerar como desempleada a toda mujer que hallándose en condiciones de trabajar
no tiene trabajo remunerado, se coloca a las mujeres en posición de aportar un trabajo
imprescindible para la comunidad como si fuera cuestión de voluntad individual y por
tanto una actividad privada respecto de la que el Estado, supuestamente respetuoso
de la autonomía de los ciudadanos, no debiera intervenir.
Una diversidad de caminos están conduciendo a que el cuidado por fin se tome en
serio, y se considere como una cuestión social que no se puede librar a decisiones
individuales fuera del ámbito público. Hay indicios significativos del interés que
despierta. Por ejemplo, dentro del Quinto Programa Marco, la Comisión Europa financia
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SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde
El año 2002 la Comisión Europea financia otro ambicioso proyecto en el que participan
investigadores de 6 nacionalidades: Dinamarca, España, Holanda, Hungría, Reino
Unido y Suecia, destinado a estudiar las condiciones en que se desarrolla el trabajo de
cuidado. Care Work in Europe. Current understandings and future directions (2002).
Cita un informe reciente de la European Foundation for the Improvement of Living and
Working Conditions en que se sugiere la necesidad de que se cumplan cuatro
condiciones para la promoción de la calidad en el trabajo y el empleo: la seguridad, la
salud y el bienestar, el desarrollo de habilidades y capacidades y la conciliación entre la
vida laboral y la no laboral.
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SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde
En lo que se refiere a la producción teórica feminista, los últimos años han sido testigo
del desarrollo de importantes trabajos en ámbitos que sólo recientemente han sido
objeto de interés para el feminismo, como la filosofía política, la ética o la teoría de la
justicia. Hay una coincidencia casi generalizada en establecer una asociación estrecha
entre el cuidado y el género, tanto por el hecho de que es el tipo de trabajo que
realizan las mujeres, como por el tipo de cualidades que se tienen o se desarrollan con
esta actividad, son ejemplos representativos de esta visión los trabajos de Gilligan
(1982), Noddings (1984), Benhabib (1990 y 1992), Bubeck (1995), Sevenhuijsen
(1998 y 2000). También hay autoras que se resisten a reivindicar la ética del cuidado
como femenina, entendiendo que hay evidencias de todo signo respecto de la
asociación entre género y cuidado ya que el cuidado no es necesariamente una
actividad beneficiosa sino que se puede causar daños (Ward, 1995). En cuanto a la
relación entre cuidado y género es el resultado de una asociación más profunda y
general ya que el cuidado es una actividad característica de los colectivos
desfavorecidos y las cualidades, actitudes personales, y orientanción ética propias del
cuidado se hallan en colectivos, como los afroamericanos o personas con niveles
socioeconómicos bajos (Cancacian, 1986) (Moody-Adams, 1991). También se señala
que es retórico tomar a las mujeres sólo como cuidadoras o sólo como víctimas
(Spelman, 1991). Finalmente, hay autoras que proponen extender a toda la sociedad
la ética del cuidado generalizar las relaciones maternas a la esfera pública (Held,
1990), o que consideran que asociar el cuidado al género tiene el doble efecto de
devaluar el cuidado y también el género, por lo que se reivindica que el cuidado sea un
principio ético universa en el que se encuadre la justicia (Tronto, 1987 y 2002), o que
asocian cuidado y justicia defendiendo la necesidad de "juzgar con cuidado"
(Sevenhuijsen, 1998), o que rechazan el a priori de la separación entre justicia y
cuidado, incluso hallamos quien niega esa separación afirmando que las actividades de
cuidado exigen aplicar reglas de justicia en el reparto de las atenciones cuando se
producen conflictos sobre quién tiene prioridad en recibir cuidados (Bubeck, 1995). Las
argumentaciones de Bubeck en el sentido de señalar la confluencia entre justicia y
cuidado, la explotación que comporta el trabajo de cuidado, la diferencia que existe
entre la provisión de los cuidados y los servicios, la necesidad de socializar los
cuidados, y la necesidad de que penetren consideraciones universales, científicas y
profesionales en los mismos, no pueden dejarse de lado.
Por uno u otro camino hoy se coincide en la necesidad de poner sobre el tapete el
cuidado y la ética del cuidado de un modo que se acerca a la importancia concedida en
las democracias modernas a la ética del trabajo y de la justicia. El cuidado es una
prueba de fuego de la democracia.
¿De quién son responsabilidad las personas dependientes? ¿De quién somos
responsabilidad cuando somos dependientes?
Cada vez es más obsoleta la concepción dominante del ciudadano. La ficción de una
sociedad constituida por individuos libres e iguales no es verosímil, ni como hecho ni
como proyecto. Porque los ciudadanos no nacen adultos, ni se mueren gozando de
plenas facultades, ni tienen una salud de hierro, ni se les puede garantizar que
gozarán de condiciones físicas y psíquicas habilitantes para hacerse cargo de su vida.
La dependencia en sus diversos grados forma parte del debate sobre la ciudadanía. Ya
no se puede continuar sosteniendo que el ciudadano es un individuo, noción esta que
nos remite a una fantasía autosuficiente.
El ciudadano es autosuficiente y dependiente, las dos cosas a la vez, por más que hay
períodos de la vida en que prevalece la autosuficiencia y otros en que lo prevalente es
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SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde
la dependencia. Por tanto, la discusión sobre cómo abordar los hechos relativos al
cuidado de los dependientes es el encuadre imprescindible de la reflexión sobre la
democracia, no es algo que corresponda a la esfera privada. El desplazamiento a la
esfera privada las cuestiones relativas al cuidado, ha sido una maniobra para sostener
la ficción de que el ciudadano es autónomo, autosuficiente, y establece relaciones
contractuales. Ese desplazamiento es síntoma de que se ha hecho dominante una de
las concepciones de la democracia: la liberal. Para el comunitarismo, en cambio, la
vinculación, la solidaridad, el deber y la responsabilidad ocupan el centro del escenario.
Queremos ser libres, de eso no hay duda, el problema es que no es posible, porque
somos carentes y necesitados y por ello sujetos a deberes y obligaciones. El abordaje
del cuidado puede ayudar a trazar un ideal de libertad que no pierda de vista que
dependemos los unos de los otros, y por tanto el individuo sólo lo es si hay una
comunidad que le dé soporte.
La noción que todavía es vigente de ciudadano respondía a las preguntas con que se
abre este apartado diciendo que cada cual se ocupe de sus dependientes, y dando por
hecho que los ciudadanos nunca son dependientes. Cada ciudadano tiene un número
de dependientes que tutelar y una cuidadora para que les atienda. Solución esta
tremendamente autoritaria, solo que vestida con ropajes de pretendido liberalismo, ya
que sólo es viable con una organización autoritaria de las relaciones interpersonales en
forma de familia nuclear fusional. El que pretenda ser ciudadano libre no tiene más
remedio que casarse y conseguir así un ama de casa,, quien no pueda aspirar a ser
ciudadana no tiene más remedio que buscarse un ciudadano que la aprovisione y la
defienda. Quien pretenda asumir las responsabilidades de cuidado a la par que una
posición de ciudadana tendrá que afrontar un reto imposible, ya que se encontrará con
el problema de cubrir dos puestos de trabajo en dos espacios distintos, con exigencias
distintas e incompatibles. De ahí que el debate sobre el cuidado surja a la par que el
debate sobre la mal llamada conciliación entre vida laboral y familiar. Pero el problema
no es cuestión de mera buena voluntad conciliadora de las partes, sino que es una
característica estructural de nuestra sociedad. La solución de la división sexual del
trabajo es injusta para las mujeres porque implica su muerte social y civil, y es injusta
para los dependientes porque, en la práctica, las responsabilidades del cuidado sólo
recaen sobre la colectividad de un modo subsidiario. Quien no tenga una familia que se
ocupe de él o de ella, además de dependiente es un fracaso, una anomalía, algo
sospechoso, peligroso, a controlar, a esconder, y como tal se sitúa bajo la tutela y
control del Estado.
20
Tal como lo propone Habermas.
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En el problema que abordamos intervienen muchas variables y por tanto las soluciones
han de ser necesariamente complejas, tentativas, sometidas al ensayo y el error. Dado
que hay que introducir la posibilidad del error en el modelo, requieren de un debate
abierto y democrático, para que quienes sufren las consecuencias de los posibles
errores sean los mismos que los comenten, y no como ocurre en la actualidad que en
cuestiones de cuidado, unos cometen los errores y otros los sufren. En cuanto a las
instancias que intervienen o pueden intervenir en la provisión del cuidado hay una
pluralidad de posibilidades, como también en cuanto a las formas de abordarlo, y no es
lo mismo hacerlo desde el plano microsocial que desde el macrosocial. Mary Daly y
Jane Lewis conceptualizan el problema en el cuadro que se presenta a continuación,
donde se evidencia la diversidad de factores que intervienen y aspectos a considerar.
Probablemente, una cuestión previa sea acordar qué es lo que la gente obtiene o debe
obtener de los servicios que recibe. Concretamente, el gobierno laborista, que se
apoya conceptualmente en la propuesta de tercera vía de Giddens, se decanta por la
promoción de la independencia. El Departamento de Salud, elaboró el Libro Blanco de
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El sexismo ha penetrado hasta tal punto los estilos de vida y las conciencias que
incluso algunos aspectos de las respuestas críticas pueden contribuir a reforzarlo. Sólo
a título de ejemplo nos referiremos a la denominada violencia de género, con algo
menos de extensión de la que se merece. Nos limitaremos a señalar las
contradicciones que aparecen en el tratamiento del problema. Como sabemos, ha sido
en los últimos años cuando la relación familiar ha salido del ámbito íntimo al público.
Se puso en la palestra para hablar del trabajo doméstico, y posteriormente para
evidenciar que el hogar no es sólo un lugar en el que refugiarse, sino un sitio del que
en ocasiones hay que escapar. Las relaciones familiares pueden llegar a ser dañinas, y
el amor no es el único vínculo que une a los miembros de la familia, el rencor, el
resentimiento también son moneda común. Cuando se adquiere conciencia de ese
21
Mencionado en Vernon y Qureshi (2000).
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Las razones manifiestas son no requieren interpretación: el rechazo del maltrato a las
mujeres, la repugnancia moral que causan tales situaciones. ¿Pero qué podemos decir
respecto de lo latente? Sospechamos que esas respuestas están respaldadas por una
mezcla confusa de razones, intereses y emociones. Por una parte, al rechazar tan
virulentamente a los hombres que llevan el maltrato al límite, se están tomando
medidas, no contra el patriarcado, cuyas bases estructurales quedan intactas, sino
contra aquellos hombres que lo hacen evidente, que son precisamente los que han
22
Sugeriría que contrapusiéramos esa cifra a las muertes que generan las dictaduras, el coste en muertes
del franquismo, la dictadura de Pinochet o la dictadura argentina. O que tomáramos en consideración las
muertes en accidentes de tráfico o los mal llamados accidentes laborales.
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perdido el poder patriarcal. No se rechaza que los hombres ejerzan violencia contra las
mujeres, sino que se trata de evitar que sus formas más extremas sean visibles, y
pudieran llevar a hacer una reflexión general sobre el carácter de las relaciones
mujer/hombre.
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públicas las distintas opciones políticas, gobierno autoritario de la economía por parte
de los grandes poderes transnacionales, es ingenuo pensar que las decisiones sean el
resultado de la suma de opiniones equivalentes las unas a las otras. En segundo lugar,
el pluralismo en las opciones ha de tener necesariamente un límite, no es verdad que
cualquier opción sea igualmente válida, ni que sea posible construir un sentimiento de
comunidad social suficientemente consistente como para afrontar con generosidad los
problemas del cuidado sin una identidad común que nos proporcione ese sentimiento
de pertenencia social.
Esa identidad, en tanto que seres racionales y éticos, exige manifestar una concepción
de la buena vida donde quepa la conciencia de la precariedad humana y el compromiso
de garantizar conjuntamente las condiciones de nuestra integridad personal23, y en
cambio no quepa el sexismo, y no haya espacio para extender las relaciones de
dependencia más allá de los límites que nos marcan nuestras capacidades físicas,
psíquicas y emocionales.
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Bubeck, Diemut Elisabet, Care, Gender, and Justice. Oxford, Clarendon Press, 1995.
23
Tomo esta idea de moralidad de Honneth (1997).
24
Seguimos a Agnes Heller (1996) en la concepción de necesidad racial que utilizamos.
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30 de 30
apuntes...
Apuntes de un pensar en proceso -1-
Cuidados globalizados
¿De dónde surge este texto? Contestar esta pregunta es imprescindible para poder situarlo y enten-
derlo. Este texto tiene su origen más remoto en la deriva con trabajadoras domésticas que realiza- 1 Podéis ver las invitaciones y el
mos el 27 de Octubre de 2002 y cuyo relato aparece en este libro. Aquella deriva generó múltiples resumen del primero en:
preguntas que hemos ido intentando, si no contestar, sí discutir y conectar con otras muchas nue- http://www.sindominio.net/karako-
vas que nos han ido surgiendo. Este proceso de cuestionamiento constante lo hemos llevado a cabo la/precarias.htm
en los sucesivos Talleres de «Cuidados Globalizados (amas de casa, chachas, señoritas y cuidado- 2 Algunos de los textos y todas las
referencias podéis encontrarlos en:
ras en general)» que han tenido lugar en la Escalera Karakola.1 Y, como nunca nos quedábamos
http://www.sindominio.net/karako-
satisfechas, marzo se unió con junio y el I dio lugar al II, y éste, al III, y éste... ya se verá. En estos la/precarias/cuidadosdossier.htm
talleres hemos intentado debatir y compartir experiencias juntas y juntos (aunque, oh casualidad, y, completo, en Traficantes de
parece que interesaban mucho menos a ellos que a ellas). Hemos recurrido a gente que había tra- Sueños, calle hortaleza 19 1º drcha,
Madrid.
tado estos temas antes, que estaba inmersa en el mundo de los cuidados desde diversas localiza-
ciones: mujeres migrantes empleadas de hogar, abogadas conocedoras de la legislación del trabajo
doméstico, mujeres que han puesto en marcha diversas iniciativas con las que intentar un reparto
distinto y autoorganizado de los trabajos de cuidados... Y, por supuesto, (nos) hemos dado voz a
todas las personas cuidadoras que han aparecido por allí, porque cuidadoras somos todas; de noso-
tras mismas, de la gente a nuestro alrededor, día a día. También hemos reunido textos que creía-
mos interesantes en el Dossier de Cuidados Globalizados.2
Estas páginas están escritas desde un «nosotras polifónico», una pluralidad de voces, donde se
entremezclan múltiples localizaciones vitales, entre las que tenemos que destacar las diversas
situaciones de las mujeres migrantes y las mujeres autóctonas. A veces, oiréis a unas, otras: a otras,
pero siempre tratando de empezar a construir alianzas transnacionales como aquellas de las que
os hablaremos más adelante. Es un texto, por tanto, escrito por mujeres del Norte y del Sur, pero
claramente situado en el Norte. No pretendemos hablar del todo, sólo intentamos aportar una
determinada visión (desde este Occidente privilegiado, pero donde el privilegio no se reparte ni
llega a todas/os por igual) que colabore, en lo posible, a la construcción colectiva de mapas de la
realidad con anhelos de ser críticos y transformadores.
Aunque el texto es largo (por favor, no os asustéis) hemos intentado que cada apartado
pueda ser leído separado, que tenga sentido en sí mismo además de colaborar, claro, a un único
hilo argumental que se va tejiendo poco a poco. En el primer apartado, se habla de cómo coli-
sionan actualmente dos lógicas, la del mercado que busca beneficios y la del cuidado que busca
217
a la deriva...
mantener la vida. Siendo ambas lógicas irreconciliables, en una sociedad como la del Estado
español que prioriza la primera, las tensiones son constantes e inevitables. La absorción de estos
conflictos y la sostenibilidad de la vida son sólo posibles mediante una desigual distribución de
los cuidados por ejes de poder (de género, raza, clase, país de origen...) que convierten el traba-
jo de cuidados en una externalidad positiva invisible. Esto es lo que garantizaba el modelo de
familia nuclear fordista «hombre ganador de ingresos–mujer ama de casa» actualmente en quie-
bra. En el segundo apartado esta quiebra se sitúa dentro de un fenómeno más amplio de crisis de
los cuidados que, argumentamos, está ocurriendo hoy en los países del centro como consecuen-
cia de múltiples factores y que funciona como elemento invisible de creación de miedos colecti-
vos con los que poder cimentar el frente interno de la guerra global permanente. Mientras tanto,
en los países de la periferia, se vive una crisis aún más aguda, que ataca la posibilidad misma de
sostenibilidad de la vida. La implementación de Programas de Ajuste Estructural y otras políti-
cas liberalizadoras, la privatización de los recursos naturales, etc. han socavado las posibilidades
de subsistencia al margen de los mercados capitalistas y, al mismo tiempo, han limitado y, sobre
todo, precarizado, las vías de obtención de ingresos monetarios. Estos y otros fenómenos dan
lugar a un flujo migratorio que, regulado por restrictivas y militarizadas políticas migratorias,
aseguran la disponibilidad en el centro de una abundante mano de obra flexible y chantajeable
que sirve como elemento esencial para garantizar un cierre conservador de la crisis de los cuida-
dos. Se crean así las llamadas cadenas mundiales de afectos, en las que distintas mujeres a lo
largo del mundo se transfieren trabajos de cuidados de unas a otras. Estas cadenas se abordan en
el tercer apartado, donde se intenta comprender las diversas localizaciones de las mujeres y las
dinámicas de poder entre ellas, reconociendo la no horizontalidad de la cadena.
¿Qué ocurre con la mujer que se queda en el país de origen? ¿Y con la que migra? Y, aquí, en
el Norte, ¿qué relaciones de poder se establecen entre la mujer migrante y la mujer que la contrata?
El reparto social de los cuidados, la construcción de sociedades donde los mercados se erigen por
encima de la vida, la confluencia de múltiples fenómenos globales en las crisis
de los cuidados y de sostenibilidad de la vida, la construcción de nuevas rela-
ciones de poder entre mujeres o el reforzamiento y renovación de otras ante-
riores... son múltiples fenómenos que intentaremos ir desgranando y que
consideramos que suponen un reto crucial al que, desde el feminismo, hemos
de intentar dar respuesta evitando caer en cierres reaccionarios de las múl-
tiples crisis. Llegamos así al cuarto y último apartado, ¿qué hacer? Somos
conscientes de la dificultad y el riesgo de empezar, y, desde ahí, propone-
mos como objetivo último transformar una sociedad destructiva que
prima la lógica del capital por otra donde se valore la vida, en toda su
amplitud. Pero, para ello, hemos de adentrarnos en procesos de cons-
trucción de subjetividades nuevas y no normativas que revaloricen los
cuidados, rompan con nociones de independencia que nos imponen
modelos imposibles de autonomía, acaben con peligrosos mitos como el
del hogar dulce hogar (que inhibe otras formas menos jerárquicas de
comunidad) o como el del amour fou. Y todo ello desde la urgencia de
los intentos de construcción de alianzas transnacionales entre mujeres,
218
apuntes de un pensar en proceso>cuidados globalizados
que puedan concretarse en espacios tangibles desde los que poder experimentar propuestas espe-
cíficas que saquen a la luz los trabajos de cuidados y los conflictos que subyacen a su reparto.
1. Cuidados y beneficio
Es muy habitual que, al intentar entender la «realidad», dirijamos la mirada a un punto muy con-
creto, los mercados capitalistas. El empleo, el capital, el dinero, se erigen en el centro de nuestra
atención. Y, claramente, son elementos de importancia indiscutible, pero no son «el todo». Es nece-
sario intentar escapar al doble reduccionismo economicista que, primero, equipara al conjunto
social con la economía y, segundo, a la economía con los mercados. Aunque en las sociedades capi-
talistas avanzadas los mercados capitalistas son un elemento absolutamente crucial, hemos de
preguntarnos si hay más esferas de actividad socioeconómica, «fuera» de los mercados, o en una
relación distinta con ellos y, en su caso, cuáles son las interrelaciones entre los mercados y lo que
no es propiamente mercado. Sin intentar esta ampliación de perspectiva, es imposible visualizar
la dimensión de los cuidados.
En el Estado español, la idea de que mercados y sistema socioeconómico no son lo mismo
queda claramente representada cuando se señala que dos tercios del trabajo realizado son traba-
jos no remunerados; es decir, no empleo, no trabajo asalariado, sino esa diversidad de trabajos gra-
tuitos que, muy frecuentemente, se etiquetan como no–trabajo o inactividad. Y, de esos dos tercios
del trabajo total, el 80% son trabajos de cuidados. Los siguientes datos muestran los millones de
horas que se dedican anualmente a cuidar sin recibir remuneración a cambio, así como los millo-
nes de empleos a los que equivaldría ese trabajo si se realizara en el mercado:3 3 Datos de Durán, M. A., «El análisis
de exhaustividad en la economía
española», en Carrasco, C. (ed.),
Tiempos, trabajos y género,
Cuidados no Horas anuales Equivalente en % realizado
Publicacions de la Universitat de
remunerados (millones) empleos (millones) por mujeres Barcelona, Barcelona, 2001, pp. 41-55.
Cuidado personas
4.295 2,5 79,8
ancianas y niños
Cuidado personas
4.780 2,7 80,3
enfermas
219
a la deriva...
Dar cifras sobre los trabajos no remunerados es algo muy polémico y pueden realizarse muchas
críticas a la manera de obtenerlas.4 Sin embargo, puede ser conveniente introducirlas para dar una
4 La crítica a la forma de medir los
simple idea de las dimensiones de lo que estamos hablando, de lo fundamental de los cuidados
cuidados no remunerados se inser-
ta dentro de la crítica a los intentos
para el conjunto del sistema socioeconómico. Los cuidados son fundamentales en la medida en
de medición del trabajo doméstico. que son la base social y porque todas y todos necesitamos cuidarnos y ser cuidadas/os a lo largo
Hay dos formas fundamentales de de nuestra vida. Tienen que ver con el mantenimiento cotidiano de la vida, con tareas a veces
medición. Una de ellas intenta dar
nimias o rutinarias, que se dirigen al bienestar emocional y material inmediato. El cuidado es una
cifras monetarias, es decir, el valor
del trabajo doméstico en dinero. La necesidad diaria de todas las personas, aunque su forma concreta varíe a lo largo del ciclo vital y
crítica fundamental que se le hace el contexto histórico y cultural. A veces, las personas la cubren por sí mismas, en lo que llamamos
es que cae en la misma trampa autocuidado, y, a veces, se cubre mediante la interacción, cuidándonos unas/os a otras/os. Por eso
androcéntrica de valorar facetas
históricamente asignadas a las
al hablar de trabajo de cuidados podemos referirnos al hecho de cuidar a otra persona, pero tam-
mujeres mediante su asimilación a bién al hecho de que una persona se cuide a sí misma. El trabajo de cuidados es un continuum entre
lo masculino, en este caso, lo mone- el consumo, el ocio y el trabajo en su acepción más fordista. Los cuidados son la base de todo el
tario. La segunda forma es medir
este trabajo en términos de tiempo.
sistema socioeconómico, pero una base habitualmente invisibilizada e infravalorada.
Aunque se aleja un poco más de
los referentes monetarios, sigue
arrastrando problemas clave:
nociones lineales del tiempo, fron-
teras entre trabajo y no trabajo,
1.2. La lógica del beneficio y la priorización de los mercados
incapacidad de captar la multidi-
mensionalidad de las experiencias,
etc. Diferentes propuestas para el Mantener algo tan omnipresente en el limbo de lo invisible tiene que ver con una estructura social
caso español pueden encontrarse que se ha organizado con los mercados en su centro y que ha hecho suya la lógica que los guía.
en Carrasco, C. (ed.), Tiempos, traba-
jos y género, ibid.
5 Todos los textos que aparecen en
«Hay un problema de fondo que es la priorización de las necesidades del mercado, que el objetivo de esta socie-
cursiva y entrecomillados son frag- dad son los mercados y la acumulación del capital, por encima de cualquier otra necesidad. Eso no se puede per-
mentos de conversaciones de los
tres comentados Talleres de der de vista porque está ahí presionando.»5
Cuidados Globalizados que tuvie-
ron lugar en La Escalera Karakola Los mercados capitalistas se rigen por el objetivo de la acumulación de capital. El motor de su fun-
entre marzo y junio de 2003.
6 La famosa fórmula subyacente a cionamiento no es producir para satisfacer necesidades/deseos de las personas (de cuidados u
los mercados capitalistas: D-M-D’ : otras). Por el contrario, los mercados son autorreferentes, funcionan por su propia necesidad de cre-
dinero para producir mercancías, ación constante de beneficios.6 Esto implica que sólo van a satisfacer la «demanda solvente», es
para venderlas y generar más dinero. decir, las necesidades de aquellas personas con dinero para pagar y con capacidad para expresar-
lo. Según el liberalismo y Adam Smith, a través de esta persecución egoísta del propio interés y de
la maximización del beneficio, la sociedad se organiza de una manera eficiente; es la mano invisi-
ble del mercado. No parece acertado detenernos a explicar el por qué de nuestra poca o ninguna fe
en semejante mano invisible. Cabe decir, simplemente, que esa lógica del beneficio choca inexora-
ble y constantemente con las necesidades de las personas, con la necesidad de la vida de perpe-
tuarse. Priorizar los mercados pone en riesgo constante la sostenibilidad de la vida. Y si la vida y
los mercados siguen coexistiendo es porque alguien históricamente ha absorbido (en la medida de
lo posible) las tensiones que se generan entre ambas. Mirando más allá de los mercados, hasta
Adam Smith reconoce que el funcionamiento de los mercados sólo es posible si, detrás (alrededor,
simultánea, por delante, desbordada) hay otra lógica diferente, la lógica del cuidado de la vida, de
220
apuntes de un pensar en proceso>cuidados globalizados
atención a las necesidades de las personas.7 Esta lógica queda relegada a los hogares, a las mujeres y
a sus trabajos gratuitos; al cuidado diario de la vida para que el mercado tenga cada día trabajado-
7 Lo que algunas feministas llaman
res recién planchados.
«corazón invisible» (Folbre, N. The
Antes de pasar a mencionar algunas consecuencias de la priorización de la lógica de acumula- Invisible Heart. Economics and Family
ción, es preciso hacer algunas puntualizaciones. En primer lugar, cuando hablamos de la lógica Values, The New Press, Nueva
York, 2001) o «mano invisible de la
que guía cada esfera (los mercados frente a los cuidados), nos referimos a una dimensión colecti- vida cotidiana» Carrasco, C. «La
va, no individual. Es decir, las personas concretas pueden tener motivos diferentes para actuar en sostenibilidad de la vida humana:
cada ámbito. Precisamente, desde el feminismo se ha dado una resistencia muy fuerte a la noción ¿un asunto de mujeres?», en
(neo)liberal de que todas las personas actúan de forma egoísta y competitiva en los mercados Mientras Tanto, nº 82, otoño-invier-
mientras que, en los hogares, reina el amor, la armonía y el altruismo.8 Pero, si bien a escala indi- no, Icaria Editorial, Barcelona, 2001.
8 Por ejemplo, Hartmann, H. y
vidual el dibujo es muy variado y complejo, sí podemos decir que, a nivel agregado, los mercados
Folbre, N., «La retórica del interés
funcionan en tanto en cuanto se produzcan beneficios; mientras que los trabajos gratuitos de cui- personal. Ideología y género en la
dados tienen un objetivo de generación inmediata de bienestar. En segundo lugar, hablamos de teoría económica», en Carrasco, C.
lógicas situadas en una cultura y momento histórico concretos, es decir, creemos que hay que ser (ed.), Mujeres y economía. Nuevas
perspectivas para viejos y nuevos pro-
muy cautas al hablar de una lógica del cuidado para evitar caer en la exaltación de una moral del
blemas, Icaria, Barcelona, 1988/1999.
cuidado (como se ha hecho desde algunas posiciones feministas) que tiene un factor esencialista 9 Como teórica clave de la ética del
muy serio (la mujer madre, empática con las necesidades de quienes están a su alrededor y con la cuidado Gilligan C., La moral y la
naturaleza) y que, con demasiada frecuencia, falla al criticar otros aspectos presentes en esas acti- teoría: psicología del desarrollo femeni-
vidades femeninas, como pueden ser la coacción, la obligación social, etc.9 no, Fondo de Cultura Económica,
México, 1986; y para una discusión
Una vez comentado brevemente esto, veamos ya algunas de las consecuencias de dar priori- feminista, Larrabee, M. J. (ed.), An
dad social a la lógica de acumulación. Otorgarle esa prioridad implica que se acepta que esa lógi- ethic of care: feminist and interdiscipli-
nary perspectives, Routledge,
ca organice la producción: «[E]n la sociedad capitalista no se produce lo que necesitan las perso- Londres, 1993.
nas: da igual producir medicinas o bombas con tal de que originen beneficios».10 Que organice 10 Río, S. del, « Mujeres, globaliza-
también los espacios: como ejemplos podemos poner las ciudades globales al servicio de los gran- ción y Unión Europea: algunas
des capitales y las elites financieras;11 o los procesos de rehabilitación de cascos históricos donde reflexiones», en
se busca una revalorización especulativa y no la mejora de las condiciones de vida de la población http://www.nodo50.org/caes, 2000.
11 Sassen, S., La ciudad global, Nueva
que los habita, como el que está ocurriendo actualmente en Lavapiés.12 Que estructure los tiempos,
York, Londres, Tokio, Buenos Aires,
como puede verse en fenómenos como la flexibilización de la jornada, la apertura de comercios Eudeba, 1999.
veinticuatro horas, la homogenización de los tiempos vitales y su reducción a una única medida, 12 Mirar, por ejemplo: «La rehabili-
el tiempo dinero, el tiempo mercancía... Y, constantemente, esta estructura que responde a las exi- tación de Lavapiés o el despotismo
gencias de los mercados choca con las necesidades que surgen del cuidado que, si bien no reciben castizo: todo para el barrio... pero
sin el barrio» en http://www.sindo-
prioridad social, son, en parte, inflexibles (si la persona a la que cuidas se pone mala, no puede minio.net/karakola/despotismocas-
esperar a que vuelvas del curro para atenderla; aunque tengas un horario loco, necesitas dormir, o tizo.htm
tu hija/o sigue necesitando comer). El funcionamiento autorreferente de los mercados junto con las
exigencias cotidianas del cuidado provocan fuertes tensiones, a veces irresolubles, a veces sólo reso-
lubles mediante su absorción por parte del colectivo que es socialmente responsable del cuidado.
Cabe entonces preguntarse cómo se han resuelto históricamente estas tensiones y quién ha sido
histórica y socialmente responsable de cuidar la vida en semejante entorno hostil.
221
a la deriva...
222
apuntes de un pensar en proceso>cuidados globalizados
que, por suerte (o sea, es bueno, positivo), ocurre; y ocurre fuera de la esfera de lo publico (es exter-
no) y de forma natural (lo invisible siempre es natural, o lo natural, invisible). ¿Por qué la vida 18 Por ejemplo, al permitir cotizar
sigue, quién cuida a los hombres que trabajan en los mercados, a los niños, a los adultos, a los vie- juntos a los matrimonios, o al exigir
jos? Es algo que no es necesario plantearse socialmente, es algo que está ahí, sin más, día a día. el nombramiento de un cabeza de
familia oficial a fines fiscales.
19 Pateman, C., El contrato sexual,
«En definitiva, la producción capitalista se ha desligado del cuidado de la vida humana, apareciendo como un
Barcelona: Anthropos; México:
proceso paralelo y autosuficiente. Pero no sólo eso. Además de mantener invisible el nexo con las actividades de Universidad Autónoma
cuidados, utiliza a las personas como un medio para sus fines: la obtención de beneficio».20 Metropolitana-Iztapalapa
1988/1995.Barcelona, 2001.
20 Carrasco, «La sostenibilidad de
Ahora bien, el porqué de esta distribución sexual del trabajo es aún tema de discusión. ¿Ha sido
la vida humana» op.cit.
el capital el que la ha generado, por motivos varios: los cuidados no eran una esfera rentable sus- 21 Para una explicación y discusión
ceptible de beneficio, además, tener amas de casa permitía disminuir el valor de la fuerza de tra- de la primera perspectiva, ver
bajo y, por tanto, los salarios, a la vez que se disponía de un ejército de reserva? ¿O ha sido un con- Molyneux, M., «Más allá del debate
senso del patriarcado y el capital forzado por el movimiento obrero masculino que no quería com- sobre el trabajo doméstico», en
Borderías et al. (comp.), Las mujeres
partir los beneficios del trabajo asalariado con las mujeres, es más, temía su independencia? Este
y el trabajo: algunas rupturas concep-
tema da para mucho debate, y supera con mucho las pretensiones de este texto.21 tuales, Icaria, Barcelona, 1979/1994,
Lo que está claro es que los mercados se han basado en, (han dependido) de, la existencia pp. 111-150; la segunda puede
representarse Hartmann, H.,
de todos esos trabajos invisibles que reproducían la vida (y, por tanto, a las/os trabajadoras/es «Marxismo y feminismo: un matri-
asalariadas/os y a las/os consumidoras/es) sin hacer ruido. Esas externalidades positivas, cuya monio mal avenido. Hacia una
conceptualización como tales permitía esconder ese estrecho vínculo, esa misma dependencia. unión más progresiva», en Zona
Abierta, 20, 1980.
Los mercados como única realidad visible dan una imagen, por fuerza, de autosuficiencia. 22 Carrasco, C., «La sostenibilidad
Este ocultamiento de la dependencia a nivel colectivo ocurre también a nivel individual. En de la vida humana», op.cit.
palabras de Carrasco:
«Tradicionalmente se ha considerado a las mujeres personas “dependientes” porque tenían ingresos monetarios
menores o sencillamente no tenían. Sin embargo, normalmente no se nombra la “dependencia” de cuidados, es
decir, la capacidad de cuidarse a uno(a) mismo(a) y a otras personas. En este sentido, los varones son absoluta-
mente dependientes de las mujeres.»22
La imagen de las amas de casa, las principales cuidadoras, como dependientes, frente a un cabe-
za de familia asalariado, sujeto autónomo, casa bien con el individualismo liberal característico del
ámbito público (por tanto, imagen referente, de nuevo, del hombre blanco, burgués, heterose-
xual... sujeto de derechos políticos y económicos, ciudadano en sentido pleno). Los diversos pares
que forman la estructura binaria del pensamiento occidental se unen y retroalimentan: público/
privado mercado/familia, egoísmo/altruismo, empleo/cuidado, autonomía/dependencia, raciona-
lidad/emotividad, civilización/naturaleza... Pero la valoración social recae en uno solo de los
miembros de cada par. El cuidado se desvaloriza, se convierte en la marca del ama de casa, la mujer
subyugada: «también es verdad que cuidar es un “marrón”, que nadie quiere asumir y lo asume quien está
peor y no puede decir que no.» El cuidado es un marrón, una putada, que nosotras, mujeres jóvenes
más o menos emancipadas, no queremos asumir. No sólo cuidar es un marrón, sino que necesitar
cuidados (ser dependiente) es no poder ser aquello que más apreciamos: autosuficiencia, el ideal
223
a la deriva...
liberal del individuo autónomo. Es una marca que recae en niñas/os, personas enfermas, ancianas
o discapacitadas, o en las mujeres sin ingresos propios: «los dependientes». Esta desvalorización
23 Aunque hasta aquí hemos
del cuidado tiene que ver con una epistemología patriarcal donde la civilización se entiende como
hablado casi en exclusiva del traba-
jo de cuidados no remunerado en
desapego progresivo de todos los vínculos con la naturaleza; el hombre es hombre (en masculino)
la familia, también hay cuidados a en tanto que piensa y trasciende su condición natural/animal. Así, el cuidado representa los nexos
través de empresas, o del sector más básicos e inevitables con lo natural, con los cuerpos, con las emociones. Tiene muy poco de
público, u organizado mediante trascendente y mucho de inmanente. La desvalorización de los cuidados no es ajena a la desvalo-
otras redes; o, punto en el que,
luego, nos centraremos, contratan- rización del medio ambiente, a una sociedad destructiva del entorno, a la negación de los cuerpos.
do directamente a una mujer, a
menudo de forma informal, a
menudo a una mujer migrante.
1.4. Transversalidad e invisibilidad
Comentemos un par de ideas más. En primer lugar, y siguiendo con la noción de una epistemolo-
gía dualista y jerárquica que subyace a nuestra forma occidental contemporánea de entender el
mundo, precisamente, el cuidado representa la transversalidad que, quizá, pueda ayudarnos a
movernos entre los pares aparentemente opuestos. Los cuidados son una noción transversal en
múltiples dimensiones. Rompen la noción de dependencia frente a la de independencia, resaltan-
do la idea de que todas las personas hemos de cuidarnos en el día a día, dependemos unas de otras
en diferentes dimensiones y en diferentes momentos de
nuestras vida. No son «los otros» quienes necesitan ser
cuidados. Además, los cuidados entremezclan de forma
indisociable lo «material» y lo «inmaterial» (aspectos
relacionales, emotivos, subjetivos, sexuales) de nuestras
vidas, necesidades y deseos. El trabajo de cuidados atra-
viesa diversas esferas de actividad económica; une lo
mercantil con lo no mercantil.23 No se restringe a los
hogares, tampoco a una mujer concreta, sino que histó-
ricamente se ha organizado en torno a redes de muje-
res, dentro y fuera del hogar, pagadas o no pagadas,
familia nuclear o extensa, en la escuela, en el hospital...
Cadenas de mujeres que, a veces, confluyen en una
sola persona. Cadenas de mujeres que, como se verá
más adelante, atraviesan los países y las fronteras. Es
un trabajo donde múltiples tareas se entremezclan al
mismo tiempo, requiriendo una gestión constante de
tiempos y espacios y una polivalencia de conoci-
mientos. Es un trabajo donde la diferenciación entre
tiempo de vida y tiempo de trabajo es sumamente
dificultosa: qué es cuidado, qué es ocio, qué es con-
sumo, cuándo trabajo y cuándo vivo, o son ambas
facetas inseparables. Si te cuidas a ti misma, ¿estás
224
apuntes de un pensar en proceso>cuidados globalizados
trabajando?; si pasas una tarde hablando con un amigo, escuchándole, ¿le estás cuidando?, ¿te
estás cuidando?, ¿os estáis cuidando o simplemente pasáis un buen rato?, ¿si lo pasas bien no tra-
24 Anacaona (Bélgica), «Las
bajas?... Los cuidados atraviesan desde las actividades más rutinarias, aburridas y, a veces, des-
Voladoras. O de la migración inter-
agradables, a otras muy placenteras. Cuidado es transversalidad. nacional de las mujeres latinoameri-
Y cuidado es invisibilidad, pero no una invisibilidad lineal u homogénea, sino «esta múltiple canas», manuscrito inédito, se
puede consultar en: http://www.sin-
invisibilidad que rodea al trabajo doméstico».24 Es invisible porque la dependencia es siempre dominio.net/karakola/precarias/cui-
unidireccional: los hogares dependen de los mercados y las amas de casas del cabeza de familia dadosdossier.htm
que trae el dinero. Es invisible en la medida en que no recibe reconocimiento social, ya que, como 25 La regulación legal del trabajo
hemos comentado, cuidar es algo socialmente infra/desvalorizado. Invisibilidad puede referirse doméstico refleja claramente su con-
a la ausencia de remuneración (trabajo gratuito y, por tanto, inexistente en la estadísticas que sideración como un trabajo a
medias. Es una legislación específi-
marcan el bienestar, el dichoso crecimiento económico); o a la ausencia de prestaciones: paro, ca, separada del régimen general
jubilación, bajas... o a la ausencia de regulación legal cuando el trabajo es gratuito o ilegal; o a la por el que se rigen la gran mayoría
existencia de una legislación que establece que trabajo doméstico/de cuidados es un empleo de de los empleos. Se acerca más al
régimen de autónomos que al de
segunda categoría,25 o a la interconexión de la invisibilidad del trabajo con la invisibilidad de la per- asalariados, por lo que la gran
sona (inmigrantes sin papeles, que no pueden necesitar cuidados y que oficialmente no cuidan a mayoría de las empleadas de hogar
nadie); o a la ausencia de normas legales o sociales que demarquen las condiciones laborales, los no están dadas de alta en la seguri-
horarios, las vacaciones; o, incluso, a la ausencia de nombres, porque habiéndonos acostumbrado dad social. No es obligatorio el con-
trato escrito. La relación laboral
a ordenar la realidad en compartimentos estancos, algo tan transversal se nos escapa. Distintas puede extinguirse por la pura arbi-
formas de organizar los cuidados denotan diferentes combinaciones de invisibilidad. trariedad de la persona empleadora
y las indemnizaciones por despido
Pero toda esta estructura está en proceso de transformación acelerada. Por un lado, en los paí- son ínfimas. La jornada laboral está
ses del centro de la economía global, estamos presenciando lo que llamaremos una crisis de los totalmente indeterminada en la
cuidados; por otro, en los países de la periferia, cínicamente llamados «en desarrollo», asistimos a medida en que no existe límite para
una crisis a gran escala de la (re)producción social, de la posibilidad misma de sostenibilidad de el número de horas en las que la tra-
bajadora debe estar disponible si es
la vida. Ambos fenómenos se están imbricando para dar lugar a un cierre reaccionario de ambas requerida (lo que se llama legalmen-
crisis, con implicaciones muy serias para el feminismo y, en general, para cualquier movimiento te tiempo de disponibilidad).
por la justicia y la dignidad, por la posibilidad de autodeterminación de la propia vida y contra la Aunque el salario es igual al salario
mínimo interprofesional, la emplea-
explotación en aras de la maximización del beneficio. dora puede descontar hasta un 45%
del salario en concepto de manuten-
ción y alojamiento. La ley no da
derecho al subsidio por desempleo
2. Dimensiones globales de dos crisis ni por enfermedad profesional; no
da derecho tampoco a cobrar el sala-
rio hasta el vigésimo noveno día de
enfermedad; la situación de incapa-
2.1. Los cuidados en crisis cidad laboral transitoria no exime de
la obligación de cotizar... Esta situa-
ción de absoluta precariedad queda
En los países de capitalismo avanzado, el modelo familiar fordista, basado en el «hombre ganador reflejada en el siguiente comentario
de ingresos – mujer ama de casa», entra en una crisis paulatina pero inexorable que se hace plena- surgido en uno de los talleres:
mente manifiesta a partir de la década de 1970. Como ya hemos señalado, se trataba de un modelo «Pregunta – Normalmente esto [la legis-
lación] no lo conocen mucho los emplea-
ideal, una mistificación que, generalizada y convertida en imagen ahistórica, ha servido con fre- dores, gracias a dios. Respuesta –
cuencia para ocultar el hecho evidente de que las mujeres estuvieron presentes en el mercado labo- Efectivamente, casi es mejor ni decirlo.
ral desde los inicios de la industrialización. Esto no quiere decir que su papel fuera idéntico al de los (risas)». Nuestros agradecimientos a
hombres: si trabajaban a cambio de un salario, su actividad se concentraba fundamentalmente en la abogada Arantxa Zaguirre por
toda esta información.
225
a la deriva...
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apuntes de un pensar en proceso>cuidados globalizados
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a la deriva...
Estas luchas fueron derrotadas. Combinadas en Europa y solapadas en Estados Unidos con las
luchas del obrero de la gran fábrica, conjugadas a escala global con la proliferación de los movi-
30 «[L]a introducción masiva de la
mientos de liberación nacional y de las luchas por la independencia en el Tercer mundo, habían des-
mecanización y de la idea de coope-
ración interna y la flexibilización del
baratado la tasa global de beneficio, desencadenado una fuerte crisis de gobernabilidad en distintos
proceso productivo, aprovechando países y puesto en un brete los pilares del modelo de expansión económica del fordismo. Pero los
las nuevas tecnologías informáticas, centros financieros, en colaboración con las elites gobernantes del Primer mundo, no estaban dis-
se combinan para disgregar la gran puestos a perder el control. Su contraofensiva reestructuradora (y exitosa) incluyó, entre otras cosas,
fábrica, difundirla en el territorio,
hacerla más dúctil y móvil frente a la reestructuración de la gran fábrica30 (acompañada, primero, de políticas represivas y de despidos
las oscilaciones de la demanda y en masa, sancionada, a continuación, por una serie de reformas legales que supusieron un drástico
facilitar el control de la mano de recorte de las garantías y de los derechos laborales), el desmantelamiento del Estado del bienestar y
obra y la deslocalización de frag-
mentos del ciclo productivo a áreas
la reordenación despótica (y especulativa) del territorio. Este conjunto de fenómenos31 no sólo se tra-
con menor tradición de lucha obrera ducen en una derrota de la multiplicidad de sujetos, «viejos» y «nuevos», que habían sacudido el
y/o condiciones de explotación más mundo agitados por un rabioso deseo de transformación y en la reutilización capitalista distor-
propicias para las empresas», en
sionada de muchos de sus lemas, expresiones y deseos, sino que sientan las bases del modelo de
Grupo de trabajo sobre racismo y
migraciones de la IAP de Lavapiés, desarrollo y de explotación actual. Su complejidad y multidimensionalidad escapa con mucho el
«Inmigración, emergencia, seguri- tema y el objetivo de este escrito, pero si los mencionamos aunque sea brevemente es porque intro-
dad», en Contrapoder, 6, Madrid, ducen unas cotas de movilidad laboral forzada, una vulnerabilidad y precariedad en el empleo y
2002, pp. 39-46. http://revistacontra-
poder.net
una situación de atomización social que problematizan ulteriormente la posibilidad de compaginar
31 Que desde luego, no se produ- un empleo con la gestión de un hogar y con el trabajo de cuidados en general.
cen de la noche a la mañana, sino Si a la compleja imbricación de todos los factores mencionados añadimos un elemento más (la
que cobran materialidad y efectivi-
dad a través de una sucesión de
inversión de la pirámide poblacional),32 nos encontramos con un incremento de las necesidades de
batallas, ofensivas y contraofensi- cuidados, que se topa con una creciente dificultad para satisfacer estas necesidades. Es a esto a lo
vas cuyo final no estaba predeter- que llamamos «crisis de los cuidados». Ante ella, la responsabilidad de salir a flote y no morir en
minado. el intento sigue recayendo fundamentalmente en manos y corazones de mujeres: el Estado conti-
32 Gracias a los avances médicos e
nua inexorable su retirada (que pasa también por la privatización ,y consiguiente precarización,
higiénicos, se extiende la esperanza
de vida, pero, al mismo tiempo, en de los pocos servicios de atención que todavía cubre)33 y los hombres como grupo social no pare-
conexión con los nuevos horizontes cen querer o acabar de enterarse, mientras las mujeres se las apañan para reorganizar sus tiempos
e imaginarios femeninos (no acom- vitales, desarrollar nuevas estrategias de compatibilización entre empleo(s) y responsabilidades
pañados de una redistribución de
las tareas de cuidados entre los
de cuidados no remuneradas, redistribuir estas responsabilidades con otras mujeres del propio
sexos), con la crisis de la institución entorno (en la mayoría de los casos, en sentido intergeneracional: la materialidad no siempre feliz
familiar y con los procesos de pre- de esta estrategia tiene su ejemplo extremo en el síndrome, diagnosticado clínicamente, de las
carización y atomización social, «abuelas esclavas») y, por último (aunque en porcentaje todavía muy pequeño), contratar en el
disminuye drásticamente el índice
de natalidad. mercado servicios de cuidados y atención.34 Efectivamente, el capital es el único que se ha tomado
33 En el Estado español, en cierta la crisis de cuidados en serio y ha visto en ella un nuevo terreno de valorización, como parte de una
medida, puede decirse que el des- estrategia más amplia de diversificación y expansión de un mercado saturado por los fuertes nive-
mantelamiento del Estado del bien- les de competencia impuestos por la globalización y por la limitación del poder adquisitivo.
estar no ha sido (no está siendo) un
proceso tan lineal. Es decir, proce-
Extremando el análisis, cabría decir que se registra una tendencia a la externalización de las tareas
sos de recortes de prestaciones y de que el ama de casa realizaba (y todavía la gran mayoría de mujeres realizan, pero bajo condi-
privatización de servicios se com- ciones de precariedad de tiempos y espacios) bajo el régimen familiar patriarcal y una subsun-
paginan con el reconocimiento de
ción de las mismas en un mercado vastísimo y diversificado que incluye, bajo la lógica del bene-
nuevos derechos (como, por ejem-
plo, los servicios de educación ficio, desde la reproducción biológica de la vida humana hasta el sexo o la escucha y la atención.
infantil o las prestaciones por Con ello, se genera una demanda de mano de obra femenina para desempeñar estas funciones
228
apuntes de un pensar en proceso>cuidados globalizados
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a la deriva...
recorte del gasto gubernamental en servicios sociales, las sucesivas congelaciones salariales y una
serie de colapsos financieros resueltos con devaluaciones de moneda, dolarizaciones y «corrali-
36 Véase Dalla Costa, M. y Dalla
tos» varios. Estos «paquetes» de medidas reestructuradoras y los fenómenos concomitantes han
Costa, G.F. (eds.), Woman,
Development and Labor of
desencadenado lo que algunas autoras36 llaman una «crisis de la reproducción social» en el Tercer
Reproduction, ibid. Mundo y nosotras preferimos definir como una crisis de la sostenibilidad de la vida, en nuestro
37 Federici, S., «Reproduction and esfuerzo por salirnos de las gramáticas economicistas y de buscar categorías capaces de romper
Feminist Struggle in the New la equivalencia, machaconamente repetida por el neoliberalismo, entre el mercado capitalista y
International Division of Labor», en lo real. Con esta crisis, se borra «la conquista más importante de la lucha anticolonial: el com-
Dalla Costa, M. y Dalla Costa,
G.F.(eds.), Woman, Development and promiso por parte de los nuevos Estados independientes de invertir en el bienestar del proleta-
Labor of Reproduction, op. cit. pp. 53- riado nacional», plasmado durante la década de 1960 en la aplicación de planes de desarrollo
54. basados en una estrategia productiva de sustitución de las importaciones que debía garantizar
38 La crisis de sostenibilidad de la
cierto grado de autonomía industrial.37
vida en el Sur también está gene-
rando una nueva oleada de movi- Es decir, por un lado, se expropia a vastos grupos de población de sus posibilidades de sub-
mientos, en especial contra la pri- sistencia fuera del mercado, pero, por otro, el acceso a ingresos monetarios se ve reducido y, sobre
vatización de los recursos natura-
les: el movimiento zapatista en
todo, precarizado. La combinación de ambos procesos, junto con otros elementos como el recha-
México, el MST en Brasil y el movi- zo a someterse a los altos niveles de explotación registrados en muchos de los lugares posibles de
miento Chipko en la India constitu- empleo, en especial, en las explotaciones agrícolas y en las plantas manufactureras deslocalizadas
yen algunos de los ejemplos más (pensemos, como ejemplo paradigmático, en las maquilas), la sensación de «no futuro» ante la ines-
esperanzadores.
39 Federici, S., «Reproduction and tabilidad financiera nacional, la búsqueda de entornos vitales y modelos de vida menos opresivos
Feminist Struggle in the New (en especial, en el caso de las mujeres), el deseo de transgredir fronteras y pautas culturales que
International Division of Labor», encierran a los sujetos y reducen sus posibilidades de acción e imaginación, la proximidad lin-
pp. 55, op. cit. güística y cultural creada por la colonización primero y por el turismo y la hegemonía cultural
mediática del modelo de vida occidental después,... genera un vasto movimiento migratorio, en
sentido campo-ciudad y Sur-Norte, de dimensiones bíblicas.38 Un dato muy esclarecedor para
hacerse una idea de la magnitud del fenómeno es el peso económico de las remesas que las/os emi-
grantes envían a sus países de origen: éstas representan el segundo flujo monetario internacional
más importante, después de los réditos de las compañías petroleras, y en algunas partes del
mundo (por ejemplo, en México) sostienen a pueblos enteros.39
Pero este movimiento migratorio se encuentra regulado por un conjunto de políticas restricti-
vas y de procesos de militarización de la frontera y de criminalización de la migración que tienen
una función no de barrera, sino de sistema de esclusas gestionado por un conjunto múltiple de
agentes (entre los que se encuentran la policía de aduanas, los consulados, las agencias de viajes,
las ONG’s y las iglesias, los coyotes, el ejército, etc.) que asegura la disponibilidad de una mano de
obra en los países de destino absolutamente desprotegida, chantajeable y privada de la práctica
totalidad de los derechos reconocidos como fundamentales en las sucesivas Declaraciones. No
sólo el estatus legal de las personas migrantes contribuye a esta situación: el subproducto de las
dificultades impuestas políticamente a la inmigración es un amplio mercado subterráneo de pre-
cios prohibitivos en torno a la travesía migratoria que obliga a las/os emigrantes a contraer deu-
das cuyo pago les somete a una presión parangonable a la que sufren en otra escala sus países
de origen y que, en ocasiones, constituye el fundamento material de nuevas formas de trabajo
embridado o de esclavitud. Makhijani establece un acertado paralelismo entre esta situación y
230
apuntes de un pensar en proceso>cuidados globalizados
el sistema de apartheid sudafricano, con su complejo sistema de pases y visas por el cual la
movilidad era fácil para una minoría (blanca) y difícil para una mayoría (negra), acuñando la
40 Makhijani, A., «Economic
expresión «apartheid global».40
Apartheid in the New World
Con todo, este panorama siniestro no nos debe llevar a pensar en las/os emigrantes como Order», en P. Bennies y M.
pobres víctimas desesperadas a las que no queda otra opción, empujadas por una causalidad Mushabeck, (eds.), Altered States. A
Reader in the New World Order, Olive
ineluctable: con frecuencia, quienes emigran son personas que disponen de ciertos recursos (por Branch Press, Nueva York, 1993.
lo menos, los suficientes para invertir en el viaje), pero sobre todo que están dotadas de la osadía 41 Para un desarrollo de esta argu-
y del espíritu emprendedor imprescindibles para lanzarse a una travesía migratoria plagada de mentación, véase Boutang, «El arte
obstáculos, algunos mortales.41 Muchas/os de ellas/os lo hacen en nombre propio, movidos por sue- de la fuga», en Contrapoder, 6,
ños e imágenes de lo que podría ser una vida mejor, otros, y en especial otras, lo hacen en nombre Madrid, 2002, pp. 47-53 y, sobre
todo, el libro del mismo autor De la
de personas que están a su cargo o de comunidades enteras. Cierto es que los viajes de todas/os esclavitud al trabajo asalariado de pró-
ellas/os están reconfigurando la geografía física y mental de los países de origen y de destino. xima publicación en la editorial Akal.
42 Sassen, S., Contrageografías de la
Dentro de este movimiento migratorio, según estadísticas de la OIT, más del 50% de emigran-
globalización. Género y ciudadanía en
tes del Tercer mundo son mujeres. De ellas, la mayoría viene llamada por la demanda en el sector los circuitos transfronterizos,
de los cuidados y de los servicios en general (sobre todo en el turismo) a cuya expansión en los Traficantes de Sueños, Madrid, 2003.
países de capitalismo avanzado ya nos referimos anteriormente. He aquí, pues, el punto en el que
la crisis de cuidados en las regiones centrales de la economía global se concatena con la crisis de
sostenibilidad de la vida en el Sur, generando un verdadero «trasvase afectivo» o de los cuidados
en dirección Sur-Norte, cuyos agentes son miles y miles de mujeres capaces de liarse la manta a la
cabeza y de apostar por un futuro incierto preferible a las penurias presentes. Este trasvase se pro-
duce bajo distintas modalidades. Las principales de ellas son: el empleo a gran escala de mujeres
emigrantes de Asia, África, el Caribe y América Latina como trabajadoras domésticas en los paí-
ses occidentales, así como en países petroleros de Oriente Medio; la extensión del fenómeno de las
«madres alquiladas» y el desarrollo de un amplio «mercado de niñas/os» internacional a través del
mecanismo de las adopciones; la masificación, sobre todo en algunos
países de Asia (Tailandia, Corea del Sur, Filipinas), de la industria del
sexo y del turismo sexual y el enorme aumento del número de mujeres
del Tercer mundo y de los antiguos países socialistas que trabajan como
prostitutas en Europa, Estados Unidos y Japón; la expansión e interna-
cionalización del contrato de esposas por correo. Los recorridos y flujos
humanos y monetarios que materializan concretamente este trasvase
afectivo y sus distintas modalidades forman parte de lo que Sassen
denomina «contrageografías de la globalización».42 Representan una
verdadera redistribución del trabajo de cuidados a escala global, que
constituye una de las piezas esenciales de la conformación de una
nueva división del trabajo y de una reestratificación de la fuerza de
trabajo mundial en función de nuevos ejes de clase, sexo, raza y país
de origen.
231
a la deriva...
Entonces, tenemos una crisis de cuidados en el Norte, una capitalización del vasto terreno de los
cuidados que antes aparecían representados en la figura del ama de casa como uno de los meca-
nismos de salida de la crisis, una demanda de mano de obra preparada (a nuestro juicio, «cualifi-
cada») para desempeñar estas tareas recientemente salarializadas, es decir, femenina (lo cual per-
mite aprovechar el social adiestramiento secular de las mujeres en el seno de la familia para la pro-
ducción de beneficio), una crisis de sostenibilidad de la vida en el Sur y un trasvase de trabajo de
cuidados Sur-Norte dentro de un marco de criminalización de la inmigración que hace vulnera-
bles y chantajeables a los hombres y mujeres que emigran para cuidar. ¿Cuáles son las conse-
cuencias de esta compleja articulación de fenómenos? ¿Qué implicaciones políticas tienen, para
todos los movimientos de transformación y, en especial, para el feminismo?
En primer lugar, vemos cómo se reafirma la hegemonía de un ideal masculino capitalista que
exalta y mitifica un modelo de autonomía e independencia individual que es incompatible con la
vida en común o sólo compatible a costa de la subordinación y la invisibilización del trabajo de
otras/os. Un ideal que coincide a la perfección con el homo economicus de la economía neoliberal,
pero también con otras ideas desancladas de libertad, aparentemente más progresistas. Al mismo
tiempo, la tensión entre la lógica del cuidado y la lógica del beneficio, intensificada como hemos
visto, se globaliza con la externalización del hogar y la contratación de servicios de cuidados a
mujeres que vienen del Sur. La expresión más vívida de esta globalización son las cadenas mun-
diales de afecto, traducción posindustrial del ama de casa bisagra (entre la lógica del cuidado y
la del beneficio) y parachoques (de los shocks macro y microeconómicos) del fordismo. En ellas
nos detendremos más adelante. Ahora nos basta con señalar, brevemente, cómo esta modalidad
de la globalización está introduciendo nuevas segmentaciones y jerarquías entre mujeres que
consolidan los mecanismos de explotación femenina. Se trata de divisiones que no son nuevas
(pensemos en la relación entre la Señora y la Criada que se daba, por ejemplo, en las familias de
clase alta, marcada, en los contextos coloniales, por una determinante de raza): lo que sin duda
es novedoso es la escala en la que se presentan, su papel en la estratificación de la fuerza de tra-
bajo femenina, las preguntas y desafíos que plantean para el feminismo. Mientras muchas muje-
res occidentales tienden hacia el modelo de independencia y autorrealización masculino (no sin
trabas: lo hacen con varios pies todavía en el hogar, poniendo a trabajar sus cualidades relacio-
nales y afectivas para el beneficio de las empresas y convertidas en blanco de ataque de una con-
traofensiva conservadora que las hace responsables de la crisis de los cuidados y las llama a vol-
ver al hogar), la imagen de la mujer como cuidadora y como objeto sexual se relanza, encarnada
en los cuerpos de las mujeres del Sur. De este modo, justo cuando esta imagen parecía empezar
a ceder en las sociedades del Norte, vuelve a instalarse en nuestros hogares, en nuestras calles y
en las pantallas de nuestros televisores.
En segundo lugar, con la capitalización del cuidado, se produce un efecto paradójico con res-
pecto a su valorización. Por un lado, se registra, como hemos visto, una expansión de una indus-
tria de afectos y cuidados increíblemente diversificada, que incluye desde agencias matrimoniales
232
apuntes de un pensar en proceso>cuidados globalizados
a chats y partylines, desde cursos de técnicas de relajación hasta editoriales de autoayuda, desde
teleconsultorios amorosos a servicios de teleasistencia a mayores, y que cuenta con servicios de
alto valor añadido (los masajes y los servicios sexuales o el turismo de lujo son buenos ejemplos).
Pero esta expansión lleva implícita la lógica económica de la escasez: de bien desmesurado, proli-
ferante, transversal, el cuidado se convierte dentro del mercado en un bien escaso y segmentado
al que sólo tiene acceso quien pueda pagar. Por otra parte, asistimos a una fuerte jerarquización
de los distintos tipos de servicios, de tal manera que mientras que los servicios de atención a per-
sonas autónomas, que cabría considerar más superfluos, están altamente valorados, los servicios
de atención a personas dependientes (niñas/os, personas ancianas, enfermas, etc) conservan unas
cotas de invisibilidad y de desvalorización que aseguran (en combinación con otros elementos,
como las políticas restrictivas de extranjería o la escandalosa legislación laboral en materia de tra-
bajo doméstico) el bajo coste de la fuerza de trabajo en un momento de demanda intensiva de
mano de obra en el sector. Por último, es preciso añadir una paradoja más para completar el cua-
dro: en todos los servicios de cuidado y atención se da un fuerte contraste entre el valor social y
el peso económico que tiene el servicio en sí y la posición subalterna dentro del mercado laboral
de las mujeres (y algunos hombres) que trabajan en él, tanto desde el punto de vista simbólico
como monetario y de derechos.
En tercer lugar, la sensación de incertidumbre sobre quién nos cuidará en los momentos de
enfermedad y de vejez, unida a la incertidumbre de la posibilidad de acceso a los recursos nece-
sarios para una existencia digna y a la inestabilidad de unos lazos sociales construidos sobre y a
pesar de un espacio social privatizado e hipersegmentado (lo que en Precarias a la Deriva hemos
llamado «precarización de la existencia»), genera un estado de ansiedad y de pánico difuso que
constituye el perfecto caldo de cultivo para unas técnicas de gobierno emergencialistas que erigen
la legitimidad de los aparatos estatales sobre la construcción de enemigos ubicuos (el inmigrante,
el terrorista, el criminal…), de situaciones excepcionales que requieren medidas excepcionales y
de intervenciones securitarias que se traducen siempre en una intensificación del control y en un
recorte de los espacios de libertad para el pensamiento y para la acción.43 Es en este punto, donde 43 Para un desarrollo de esta temá-
la crisis de los cuidados, que corre pareja y retroalimenta la multiplicación de las arquitecturas de tica, véase, Grupo de trabajo sobre
control, (no puede ser pura coincidencia que las principales empresas de servicios sociales sean racismo y migraciones de la IAP de
también empresas de seguridad) resuena, en los países del Norte, con el estado de guerra global Lavapiés, 2002; «Inmigración,
emergencia, seguridad», op.cit.
permanente que, aunque se viene anunciando desde la década de 1990, arranca de forma explíci-
ta el 11 de septiembre del 2002. La crisis de los cuidados constituye uno de los puntos de anclaje
del frente interno que esta guerra abre en Occidente.
233
a la deriva...
Las mujeres que se quedan asumiendo el cuidado de niñas/os o mayores (antes a cargo de la mujer
migrante) suelen ser cuidadoras remuneradas o familiares no pagadas. El salario de las trabaja-
doras domésticas que se encuentran en este extremo de la cadena suele ser hasta diez veces infe-
rior al de quien las contrata.47 Éstas, si a su vez tienen hijas/os propias/os, organizan y planifican
su cuidado solicitando la ayuda de parientes: por ejemplo, transfiriendo la responsabilidad del
trabajo del hogar y de cuidados a la hermana mayor. En muchos casos, se ven obligadas a dejar a
234
apuntes de un pensar en proceso>cuidados globalizados
sus hijas/os solas/os desde muy temprana edad. El fenómeno del «niño/a encerrado/a» está bas-
tante extendido, aunque se haya invisibilizado. En Latinoamérica, existe un alto índice de madres
solteras que no cuentan con ningún respaldo y no tienen más remedio que dejar a sus hijas/os bajo
llaves y candados durante su jornada laboral. Este fenómeno se está extendiendo en el Norte,
motivo para que, a través de los medios de comunicación, se criminalice y condene a las madres
«ausentes». Además del encierro, queda la penosa alternativa de llevar a las/os hijas/os al trabajo,
al alto precio de interiorizar un estatus de inferioridad, así como la entrega gratuita de mano de
obra infantil, ya que terminan asistiendo a sus madres sin remuneración.48 48 Romero, Mary, Unraveling
La situación económica de las trabajadoras asalariadas no se ve alterada por la cadena, puesto Privilege: «Workers’ Children and
que no reciben los beneficios de las remesas enviadas y, por el contrario, continúan inmersas en el the Hidden Costs of Paid
Childcare», en
intento de sustentar la vida a pesar de la inflación, los costes y su salario irrisorio. Sin embargo, la http://lawreview.kentlaw.edu/arti-
mayoría de las cuidadoras que se quedan en ese extremo son familiares de la migrante a conse- cles/76-3/romero%20macro3.pdf
cuencia de una elección basada en la misma lógica de su contratante en el Norte: «no dejar a sus 49 Laslett and Brenner, citado por
hijas/os con cualquiera». Las cuidadoras familiares, abuelas, tías, hermanas, se encuentran en una Levitt, P., «Transnational
situación distinta a la de las contratadas, porque ellas sí experimentan una movilidad social ascen- Perspectives on Migration», op. cit.
dente, al beneficiarse de los envíos de dinero. Estas familias que se encontraban con economías
apretadas, sin poder llegar a fin de mes, empiezan a sentirse más holgadas.
Estas mujeres desempeñan tareas en la cotidianeidad asumiendo gran parte de la toma de
decisiones, pero no de forma aislada, gracias al vínculo apretado que mantienen con la migrante.
La decisión de quién viajará, cómo y cuando se toma de manera colectiva y estudiada, lo cual
marca un precedente para la comunicación constante y la consulta familiar para cualquier gestión
de la familia. Por eso, la idea de «familia rota» no es muy precisa y tenemos que repensar en qué
terreno toman lugar los procesos sociales, la reproducción social o las actividades, actitudes, res-
ponsabilidades y relaciones requeridas para el sostenimiento de la vida cotidiana.49
235
a la deriva...
un elemento esencial para tener poder y más libertad. Por otro lado, cuanto más inmóvil, más
excluidas/os y explotadas/os. En el entretejido de la cadena de cuidados, habita una tensión entre
extremos, dejando al descubierto cómo unas son más móviles gracias a la inmovilidad de otras (la
migrante móvil viaja gracias a que una se queda en su lugar y la contratante del Norte puede ir a
trabajar gracias a la permanencia de la cuidadora remunerada en su hogar).50 No obstante, existen
50 Boltanski, J. L. y Chiapello, E., diferentes grados de movilidad: no todas las cuidadoras transnacionales gozan del mismo poder
El nuevo espíritu del capitalismo, de desplazamiento. Mujeres casadas y con hijas/os son menos móviles en el sentido de que se sien-
Akal, 2002. ten atadas a la idea de volver, a no renunciar a un trabajo en condiciones inhumanas por el hecho
51 Entrevistas a mujeres ecuatoria-
de ser el sustento principal de su familia (aparte de ataduras interiorizadas, la fidelidad cristiana
nas en el parque del Oeste. Deriva
con trabajadoras domésticas,
o los valores de la sociedad sobre la familia nuclear).
Precarias a la Deriva, en: La cuidadora transnacional es la encarnación total de las paradojas más contradictorias del
http://www.sindominio.net/karako-
capitalismo neoliberal. Recordemos que la mujer que se va es a la vez la que viene, provocando
la/precarias_domestico.htm
52 Quintar, A. y P. Zusman, «Éxodo una doble identidad con contenidos opuestos aparentemente inconciliables. Por un lado, la mujer
y ciudadanía global en la construc- que migra deja una ausencia en el hogar y en la sociedad y se convierte en causante explicati-
ción del contra-imperio. El papel vo de los problemas sociales. Esta mujer se encuentra en medio de la culpabilización, casi siem-
del inmigrante en la creación de un pre interiorizada, y el reconocimiento social de sus bien recibidas remesas. Es el chivo expia-
“nuevo lugar” en el “no lugar”
según Negri y Hard», en La Fuga,
torio que justifica el deterioro de las relaciones de convivencia y el aumento de la criminalidad
nº. 0, 2002. en el país emisor de mano de obra, pero que, a su vez, se convierte en «salvadora» en el país
53 Nos referimos a la ley de extran- de llegada gracias a su transferencia afectiva como figura clave en el trabajo de cuidados. A la
jería que está actualmente vigente migrante, no obstante, no se le valora su trabajo de cuidados: el reconocimiento surge sólo cuan-
en el Estado español.
do su trabajo se manifiesta en forma de migra-dólares y no durante el proceso afectivo.
Quien viene a trabajar experimenta un duro proceso de adaptación a una nueva identidad
asignada prácticamente de manera instantánea al salir del aeropuerto.
El ser inmigrante contiene símbolos peyorativos a los que enfrentarse. Asimismo, las migrantes
se sitúan en medio de la tensión ocasionada por la ávida demanda del trabajo de cuidados en
un extremo y mensajes de rechazo y xenofobia a nivel mediático y social en el otro. Además,
sumando todas estas contradicciones, vemos que cuanto más se desterritorializa el capital, más
se levantan muros y leyes restrictivas que impiden el flujo de migrantes. De esta manera, las y
los migrantes se enfrentan a la criminalización y persecución constante por parte del Estado,
cuando es la propia producción capitalista la que no puede prescindir de su mano de obra. 52 Las
trabajadoras domésticas se ven sometidas a las limitaciones impuestas por la ley de extranjería
que, a menudo, dificulta la reagrupación familiar.53 La desprotección legal las deja en situacio-
nes de absoluta vulnerabilidad ante la explotación, la violencia y los malos tratos. No tener
236
apuntes de un pensar en proceso>cuidados globalizados
«P– ¿Tú qué esperabas de España, de tu estadía aquí, de tu trabajo aquí? ¿Te imaginabas algo...?
R– Me imaginaba que era de otra forma, no me imaginaba que era así como es.
P– Eso, cuéntame como te imaginabas y cómo resultó ser la realidad.
R– Yo me imaginé que aquí era... para vivir mismo me imaginé que vivíamos como en nuestro país, que vivía-
mos en una casa, pero en cambio aquí se tiene que compartir donde se vive con otras personas, no es lo mismo
que estar en nuestro país, vivir en nuestras propias casas.
P– Dices alquilar un piso con gente...
R– Sí.
P– Y a parte de eso...
R– Que aquí se trabaja de lo que venga, en cambio en nuestro país se puede trabajar de lo que uno estudió en
nuestro país, yo estudié para ser... de costura, y aquí no se puede trabajar si no se tiene los papeles, aquí hay que
venir a trabajar de lo que haiga, porque si no se trabaja no se tiene para pagar el alquiler, no se tiene para la comi-
da, así que nos toca trabajar de lo que haiga».54
La precarización extrema de las migrantes se debe, en parte, a una ley que recorta sus derechos al
acceso al trabajo, a asociarse con compatriotas, a manifestarse para reivindicar mejoras de sus con- 54 Entrevistas a mujeres ecuatoria-
diciones de vida. Además, socialmente, con papeles o no, ser inmigrante dificulta el acceso a la nas en el parque del Oeste. Deriva
con trabajadoras domésticas,
vivienda, a empleos fuera del sector de cuidados o servicios y a recibir una atención digna por Precarias a la Deriva.
parte de las instituciones públicas.
No sólo la ley de extranjería deteriora las condicionas de vida y anula los derechos de las/os
migrantes; los acuerdos bilaterales entre países también dificultan el ingreso y estadía de traba-
jadoras/es extranjeras/os. La limitación de la entrada anual a un cupo cerrado, la exigencia de
visados que se corresponden con una demanda de mano de obra por temporada, crea un filtro
de entrada que afecta tanto a quienes quieren venir como a quienes ya han llegado. Recordemos
que hablamos de personas migrantes móviles, muy distintas a las/os emigrantes de periodos
anteriores, que se iban de Europa a Estados Unidos o del sur de Europa al norte, por largas e
indefinidas estadías o que elegían un solo país como destino. Por el contrario, las/os emigrantes
237
a la deriva...
actuales prueban suerte en varios países y, además, mantienen fuertes lazos con su país de ori-
gen gracias al desarrollo de las tecnologías de comunicación. Pues bien, estas leyes restrictivas
impiden hacer visitas ocasionales al país natal a consecuencia del miedo a que se les impida la
entrada al volver, de modo que quienes se encuentran sin papeles, tienen poca movilidad, lo cual
pone en juego la transnacionalidad de la familia.
A través de todos estos mecanismos, se crea una mano de obra muy específica, en este caso,
trabajadoras domésticas y cuidadoras cuya condición se ve constreñida por algunos elementos
adicionales. Por un lado, la legislación del trabajo doméstico, de la cual ya se ha hablado y, por
otro, la intervención de ONGs e iglesias para la gestión de la oferta y la demanda de trabajo
doméstico. La creación de intermediarios estrecha el margen de negociación de las cuidadoras con
sus empleadoras y, además, burocratiza el proceso de elección de trabajo, creando largas esperas.
La contraposición de mujeres migrantes impacientes por ser atendidas frente a monjas que ponen
orden y reparten números refuerza relaciones de poder muy comúnmente establecidas entre
«asistidas» y «asistentes». Sin embargo, muchas mujeres migrantes crean otras maneras de ges-
tionar su trabajo fuera de estos circuitos de asistencia, sea a través de redes informales o de anun-
cios personales colocados en la ciudad.
De esta forma, con los mecanismos y condiciones mencionadas, un gran número de mujeres
extranjeras se incorpora al trabajo de cuidados. Sin embargo, optar por migrar, someterse a una
identidad que resulta ajena y trabajar muchas veces bajo condiciones de explotación no constitu-
ye el proyecto de vida de estas mujeres, sino sólo una herramienta. Al hablar con mujeres ecuato-
rianas, nos cuentan que han venido a mejorar sus condiciones de vida, pero que piensan regresar.
La temporalidad de su estadía es precisamente lo que da lugar al estrecho vínculo con el país natal
o muchas veces al desinterés por participar en esferas locales. Sin embargo, poner un paréntesis
en la vida es impracticable, porque tarde o temprano se crean relaciones sociales en planos labo-
rales y afectivos y se convive con la cultura del país de acogida.
En el caso de las trabajadoras internas, el trabajo es un claustro donde empieza una cuenta
atrás. Pero el paso de dos años, o de cinco años, nunca puede pasar desapercibido en las condi-
ciones que conlleva el trabajo de interna.
«Yo digo que la mayor parte de problemas los tienen las mujeres que están internas porque ésas se desconectan
del mundo, salen los jueves o los sábados después de la merienda, y si los jefes salen a las cinco o a las seis de la
tarde ¿qué tiempo tienes de salir? Llegas cansada y al no tener contactos ¿adónde vas? A ver con quién te rela-
55 Trabajadora Doméstica en régi- cionas? A quién le preguntas con ese horario, ni tienes derecho a preguntar cualquier asunto legal, nada ¿sí?»55
men de interna, Deriva con trabaja-
doras domésticas, Precarias a la
Vivir en confinamiento acarrea consecuencias de explotación extrema con jornadas de veinticua-
Deriva.
tro horas de disponibilidad, una gran exigencia de transferencia afectiva y trato desigual.
238
apuntes de un pensar en proceso>cuidados globalizados
Para hablar de las condiciones de vida y de trabajo de las cuidadoras transnacionales es necesario
hablar de quienes las contratan. Si bien es cierto que no podemos retratar a las empleadoras como
enemigas directas de quienes van a servir a sus casas, tampoco podemos obviar las relaciones de
poder y jerarquía que se establecen en este punto de la cadena de cuidados. Es ingenuo pensar que
se puede dar una relación «familiar» entre la contratante y la cuidadora, si incluso redes confor-
madas por parientes consanguíneos pueden estar cargadas de tensión y explotación.56
56 Levitt, P. y Glick Schiller, N.,
Recurrir a la contratación de una cuidadora es un mecanismo que permite a muchas mujeres «Transnational Perspectives on
desempeñar sus funciones fuera de casa y organizar su tiempo. Además, a menudo se sufre el mismo Migration: Conceptualizing
tipo de culpabilización interiorizada (en paralelo con su sirvienta contratada) por relegar las funcio- Simultaneity», en
www.peggylevitt.org/pdfs/cncptual
nes de cuidado a una tercera persona que lo hace por dinero. Dinero insuficiente para pagar el ver- zng_smltaneity.pdf
dadero valor del trabajo. En muchos casos, debido a la infravalorización del trabajo doméstico en sí, 57 Sandoval, C., Methodology of the
al que se suma un componente étnico que disminuye el salario aún más; o, como en otros casos, por- Oppressed, University of Minnesota
que simplemente las contratantes no tienen una renta que les permita pagar mejores salarios. Press, 2002, pp. 72.
58 Gregson, N. y Lowe, M., 1994,
Cierto es que pagar a una cuidadora transnacional es parte de la estrategia de «conciliación» citado por Rotkirch, Anna,
entre familia y trabajo (asalariado), pero debemos tener en cuenta que la relación que se genera www.valt.helsinki,fi/staff/rotkirch
entre la dueña de casa (que suele ser, en la mayoría de los casos, la gestora principal del hogar y, 59 Una de nosotras cuenta: «Hace
por lo tanto, jefa directa de la cuidadora) y la contratada suele ser de jerarquía, poder y gran dife- algunos años trabajé como “au
renciación. Aunque a veces se pretenda dar un trato «familiar», se trata de intentos fallidos que pair” o, claramente dicho, cuidado-
ra interna con una familia de
pasan por alto los verdaderos diferenciadores. ¿De qué horizontalidad se puede hablar con jorna- Boston. Ni el horario ni mis funcio-
das de catorce horas y disponibilidad completa, si el dormitorio que te dan es el más pequeño y nes en la casa estaban especifica-
oscuro y, ¡oh, sorpresa!, más cercano a la cocina, el filete que te comes no es de la misma calidad das, ya que se esperaba que actuara
como un miembro más de la fami-
que el del señor, la mesa donde comes es otra y la ropa que te pones es un uniforme? Pero no hace lia, preocupándome por la limpieza
falta hablar de estos casos «extremos» (aunque son bastante generalizados) para hablar de explo- y cuidado de los niños desde mi
tación. Si bien la relación entre contratante e interna responde a un cuadro clásico de poder jerár- propia iniciativa, “we want someone
quico, es interesante contemplar otras relaciones más horizontales que, no por ser lineales, esca- to be proactive”, me dijo la mujer
cuando le pedí un horario y especi-
pan a dinámicas de poder. ficación de mi trabajo. Yo pedía
Aunque muchas mujeres contratantes se sienten reticentes e incómodas ante la idea de ocupar desaforadamente ser la chacha, y
no la amiga, así mi rol estaría clara-
una posición privilegiada y de poder, debemos contemplar su posición desde una perspectiva ale- mente delineado, y el de ella tam-
jada del modelo jerárquico clásico en el que el poder se sitúa de manera piramidal y se genera ver- bién».
ticalmente. «Mientras la antigua noción de poder se encuentra en proceso de ser reemplazada, han
surgido nuevas formas de hostilidad y antagonismo generadas en horizontalidad, una dinámica
sintomática de la democratización posmoderna de la opresión».57 Mujeres que desean establecer
relaciones equitativas con las trabajadoras domésticas pueden conseguir eliminar mucho de ese
antagonismo mejorando las condiciones de trabajo. Sin embargo, suele persistir en su relación una
«falsa familiaridad», una mezcla de relaciones personales y de trabajo.58 Tutear a una trabajadora
doméstica no se traduce en familiaridad y amistad cuando ésta no se siente cómoda de tutear a
quien la contrata. Formalizar, rutinizar y despersonalizar el trabajo puede incluso ser beneficioso
para la cuidadora para no verse envuelta en ambigüedades entre trabajo y no-trabajo.59
239
a la deriva...
Las mujeres que recurren a la asistencia remunerada no abandonan el trabajo doméstico por com-
pleto: pensemos en la doble presencia o en la doble jornada. La participación de la dueña de casa
en las labores domésticas está marcada una vez más por un prisma de valoraciones subjetivas del
trabajo doméstico. El trabajo de cuidados está infravalorado, es cierto, pero dentro del mismo hay
toda una escala de valores estratificadora. En la cima de la jerarquía del trabajo de cuidados están
aquellas tareas percibidas como placenteras: actividades como bañar a los niños, ponerlos en la
cama y leerles un cuento. Ya que estas tareas todavía están desempeñadas en gran medida por las
madres o padres, es un trabajo no pagado. Por debajo de estas tareas están otras responsabilida-
des como lavar, fregar, elaborar comidas diarias, que suelen ser compartidas entre mujeres
empleadoras y mujeres empleadas. Finalmente, en lo más bajo de la pirámide, se encuentran las
actividades de «trabajo intensivo», como es el limpiar a fondo, planchar y realizar otras tareas más
pesadas. Estas responsabilidades empiezan a estar cada vez más en manos de cuidadoras remu-
60 Gregson N. y Lowe, M., op. cit. neradas.60 Muchas veces, la complejidad del trabajo de cuidados está encubierta, así como su estra-
tificación y el contenido afectivo e inmaterial de las labores diarias.
¿Cómo y cuánto se debe pagar por labores de cuidado? Ilustraremos algunas reticencias con un
ejemplo: aunque las lavadoras automáticas se han expandido en Ecuador, aún existen lavanderas,
mujeres que van de casa en casa lavando a mano la ropa de la familia. Éstas cobran por docena. Al
terminar la montaña de ropa, llaman a la dueña de la casa y ésta cuenta las prendas de una en una,
suma, multiplica y paga. Aunque a muchas personas del Norte les parezca un fenómeno exclusivo
del Tercer Mundo, ponemos este ejemplo porque creemos que este problema se reproduce ahora en
un nuevo escenario. ¿Qué es lo que realmente se paga a la hora de contratar trabajo afectivo? No sólo
no se paga la parte inmaterial ya mencionada, sino que se pretende cuantificar las labores con un
salario que, en teoría, remunera tareas como si estuviesen desempeñadas por una autómata. Estas
tareas, en realidad, están cargadas de significado: planchar una camisa o lustrar platería no sólo
cubre necesidades de cuidado, sino que reproduce un estilo de vida y un estatus social.
Queda mucho por descubrir en el entretejido de estas cadenas de cuidados. Los sujetos colo-
cados a lo largo de ellas responden a condiciones subjetivas, con lo cual, a veces, sus roles tienden
a desdibujarse, a ocupar dos localizaciones opuestas, a mezclarse, a mutar, a moverse, y por eso
la tensión de la cadena. Existe un morphing de identidades que nos hace cuestionar qué tiene que
ver una contratante de servicios de cuidado en el Norte con una trabajadora doméstica del Sur y
cómo la globalización ha condicionado sus vidas. La cadena afectiva aparece con la crisis de cui-
dados y parece servir como apaño. Sin embargo, vemos que la transferencia de afecto no es line-
al: no se transfiere el afecto como se transfiere una pelota, de una a la otra, quitándote un peso y
cogiendo otro. En la transferencia, van quedando cargas de todo tipo. Evitando juicios moralistas,
debemos plantearnos si la importación de trabajo femenino afectivo es la solución a la crisis que
cada vez se hace más palpable. Tomando en cuenta estos bosquejos de la situación actual en el tra-
bajo de cuidados, tenemos que pensar qué hacer para mejorar las condiciones de las mujeres y
construir herramientas efectivas para el sostenimiento de la vida.
240
apuntes de un pensar en proceso>cuidados globalizados
4. ¿Qué hacer?
¿Qué ventanas abrir, qué puertas, para que entren aires frescos, para poder salir hacia nuevos y
experimentales caminos que nos saquen de esa tremenda trampa en la que nos han ido enredan-
do tantos siglos de discriminación y, por ende, de desprestigio de todas las funciones que el
patriarcado ha venido asignando a las mujeres? Esas funciones o papeles que históricamente
hemos desempeñado las mujeres, tan impregnados todos de lo que quizá sea más imprescindible,
más, literalmente, vital. El cuidado. Los cuidados. En su sentido amplio. Cuidar de la salud, de la
alegría, curar de la soledad, mimar, acompañar, escuchar, compartir, amar.
Pero ¿por dónde empezar?
Quizá, en primer lugar, por recuperar la palabra crisis del imaginario negativo al que nos suele
remitir la cultura del orden, de la reacción, del conservadurismo y del poder; para la cual lo esencial,
lo establecido, lo inamovible y lo silencioso son fuentes de paz y felicidad, palabras, éstas, tan mani-
puladas y tan llenas de falsas promesas que ya ni cabe reapropiarse de ellas con nuevos contenidos.
Si la vida es movimiento y el movimiento es cambio, las crisis, esos momentos graves de pues-
ta en tela de juicio de las estructuras económicas, sociales, éticas, políticas y filosóficas de la huma-
nidad, son siempre, en principio, preciosas, por cuanto implican repensar, cuestionar y remover
lo que se daba por bueno para explorar nuevas sendas más acordes con las contradicciones, posi-
bilidades, necesidades y deseos del momento y del lugar, este último, para bien y para mal, cada
vez más universal o, cómo se suele decir ahora, más global.
Y, si acordamos que el objetivo a perseguir es un cambio radical o revolucionario que consisti-
ría en tender a sustituir la sociedad economicista de la búsqueda del beneficio (y sus implicacio-
nes sociopolíticas de construcción de jerarquías, de poderes impuestos, de falta de democracia y
de todo tipo de «ismos» explotadores y excluyentes antes descritos) por la sociedad política de
búsqueda de la sostenibilidad de la vida humana (la vida en su sentido más amplio que abarque
la riqueza de la experiencia existencial, mucho más allá de lo meramente fisiológico), este salto ha
de pasar por un cambio de mentalidad y de valores, por una generosa creación de subjetividades
que pongan el cuidado en el centro.
Pero la desbordante magnitud de esta empresa puede tender a paralizarnos: los problemas a
afrontar son tantos, las preguntas a responder tan numerosas, que nos pueden asustar y enmudecer.
En fin, empezar es, como casi siempre, lo más difícil (también lo más apasionante) y la inten-
ción de este artículo quizá sea principalmente ésa, empezar a poner las manos en la masa, en esta
crisis de los cuidados que hemos ido abordando en las páginas anteriores y, con anterioridad a
esas páginas y como origen de las mismas, en las derivas y talleres que sobre el trabajo de cuida-
dos hemos venido realizando desde Precarias a la Deriva.
Este primer abordaje pretende poner sobre la mesa una serie de herramientas, tareas en pro-
ceso e iniciativas concretas, que hemos ido debatiendo como posibles estrategias a seguir para
sacar a la luz esta crisis y para problematizarla. Problematizarla en el sentido de crear una multi-
plicidad de conflictos y reflexiones, pero también de intervenciones en torno a ella que esquiven
241
a la deriva...
el cierre conservador tan propenso a resolver la crisis simplificándola y atajando las posibilidades de
cambio, tan inclinado a dar una respuesta a las necesidades de cuidados mercantilizándolas (esto es,
mal pagando el desempeño de esos trabajos o preconizando las maravillas de la vuelta al hogar).
Mucho ha de ponerse patas arriba en pos del objetivo antes anunciado del cambio de la sociedad
(destructiva) del beneficio hacia la (creativa) de la sostenibilidad. Entre otras cosas, las ideas acer-
ca del cuidado, del significado de la independencia, del sentido de la comunidad y de los imagi-
narios sobre el amor. Los valores que determinan la subjetividad imperante y sus vehículos mate-
riales (lingüísticos, legislativos, educativos,…) han de ser subvertidos y recreados a través de una
dinámica cuya intención no es cambiar un modelo por otro, sino una manera de imponer valores
normativa (impuesta desde arriba, atenta a satisfacer los intereses o privilegios de unas partes de
la sociedad en detrimento de otras, con presunciones esencialistas y vocaciones de eternidad), por
una proceso continuo de producción de imaginarios (generado desde abajo, sensible a las singula-
ridades y diferencias, sujeto a las voces vivas del contexto concreto y proclive a las metamorfosis).
Pues algo que es preciso empezar a hacer es revalorizar el término y sus implicaciones. Cuidar ha
sido para las mujeres lo que debíamos hacer, en tanto que algo siempre asociado al espacio de lo
privado y, por lo tanto, al terreno femenino. Porque es a la esfera de lo privado a la que remite todo
lo relacionado con el sostén de la vida o, si se prefiere, con el trabajo reproductivo. Esto es parir,
y criar, y alimentar, y limpiar, y cuidar, y acompañar, y curar, y… Pero la mujer criada, madre, hija,
compañera, psicóloga y amiga, con los saberes, paciencias y dedicación que requiere tan
desmesurada faena, una vez irrumpe en el espacio público, ve limitadas sus opciones a
básicamente dos: o bien se entrega, con el autosacrificio esquizoide que ello supone, a lo
que se ha denominado doble presencia-ausencia, o bien renuncia a cualquier tipo de obli-
gación de cuidar a los otros, esto es, se libera de las obligaciones familiares decidiendo
identificar autonomía con no tener hijas/os, por ejemplo. Pero si nuestra lucha feminista
242
apuntes de un pensar en proceso>cuidados globalizados
pasa por rebelarnos frente a las atribuciones y funciones impuestas, estas funciones no dejan
por ello de existir (puedes decidir no tener hijas/os, pero los padres están ahí, y también las/os
amigas/os y, por supuesto, nosotras mismas), ni de ser muy valiosas. Así que el problema no se
soluciona con apartarlo a un lado. El reparto entre los sexos de estas tareas/trabajos de cuidados
fundamentalmente no remunerados no se ha realizado. La división sexual del trabajo se mantie-
ne increíblemente refractaria al paso del tiempo. Así que habrá que abogar por un nuevo contra-
to sexual. Y, ante la inminencia de una negociación que no cabe esquivar, será preciso partir de
una premisa que tampoco es negociable: el cuidado es el centro, el motor del desarrollo social, sin
él no habría vida biológica, ni vida en su más amplio sentido, que mereciera la pena ser vivida.
Pero la revalorización de los cuidados, su ascenso en esa errónea escala de valores sociales en la
que han sido injustamente relegados a los últimos peldaños, por debajo del dinero, claro, o del
éxito social, pasa por la destrucción de ciertas mistificaciones relacionadas con la independencia,
la familia y el amor.
Y esa interdependencia no es una carencia, no se trata de echarse las manos a la cabeza por la
imposibilidad de ser autosuficientes. Es cierto que, en numerosas situaciones vitales (infancia,
vejez, enfermedad), somos más estrictamente dependientes, pero además de ser éstos unos
momentos y circunstancias por los que todas tenemos que pasar, y no por infravalorados menos
potencialmente interesantes de vivir, es que esa interdependencia está en la base de nuestra socia-
lidad que es, si no una característica esencial de los seres humanos, (estábamos por la labor de des-
cartar los discursos esencialistas…) sí, en todo caso, a nuestro juicio claro, lo más fascinante de
nuestra especie. Porque en ella se asienta la cooperación, la cual, llevándonos a poner todo tipo de
afectos y recursos materiales e inmateriales en común, es la artífice del mundo que, mejor o peor,
vamos siendo capaces de construir. «El cuidado en su vertiente más subjetiva de afectos y rela-
ciones»,61 es algo que desborda los límites del mundo emocional, de los sentimientos… sin pre- 61 Carrasco, C., «La sostenibilidad
tender infravalorar este último (¡qué difícil es deconstruir los discursos cuando las palabras están de la vida humana», op.cit.
ya tan codificadas!), sino insistir en la idea más amplia del afecto, como lo que te mueve a actuar,
a componerte con los demás a todos los niveles.
243
a la deriva...
La familia es la mano que aguanta la cabeza para que permanezca bajo el agua
J. M. Fonollosa, Ciudad del hombre
La familia nuclear fordista y, por añadidura hispánica, franquista y (como decíamos más arriba, el
único ideal social realmente fomentado desde el sistema socioeconómico capitalista, el Estado y la
idiosincrasia religiosa, conservadora y patriarcal) está también en crisis. Pese a su amplia desmi-
tificación como fuente de amor conyugal y filial, pues parece demostrado que una buena parte del
maltrato y los asesinatos de mujeres tienen lugar en su seno, la familia sigue siendo, y más en estos
tiempos que corren de neoliberalismo salvaje, una fuente principal de apoyo económico y afecti-
vo. Muchas/os jóvenes siguen residiendo en la casa familiar hasta muy mayores y dependiendo
económicamente de la familia hasta muy tarde, gracias a las condiciones de renta e inestabilidad
a las que nos somete el empleo precario y la desbocada especulación inmobiliaria.
Crear otro tipo de hábitos de convivencia que rompan, por ejemplo, con el hecho de que sea
«absolutamente implanteable cuidar de ese abuelo de otra manera, por ejemplo, repartirse la tarea entre
siete amigos, [de que eso suene] absolutamente marciano», es difícil, pero urge empezar a reconocer y
fortalecer otros tipos de comunidades ya existentes y a crear otras nuevas. Las dificultades, nada
desdeñables, residen principalmente en que, desde los poderes públicos, lo colectivo es algo que
no sólo no suele fomentarse por el peligro que supone para el poder la fuerza de la gente auto-
organizada, sino que, a menudo, se obstaculiza o reprime. Económica y políticamente, al poder
establecido parece interesarle más la atomización social. Así, en cuanto surgen iniciativas de
autoorganización social y de puesta en común de recursos, como, por ejemplo los centros socia-
les ocupados, las redes informales de apoyo entre mujeres inmigrantes o las redes vecinales, se
desencadenan en nombre de la propiedad privada, de la salud o del orden público. La justifica-
ción es lo de menos: el caso es que, cuando la gente intenta resolver a su manera y de forma inde-
pendiente y autoorganizada sus necesidades, el Estado, en lugar de sentirse agradecido por
aquello de que le hagan sus deberes, acostumbra a reaccionar muy mal.
La ordenación del espacio urbano tampoco ayuda. Las ciudades, cada vez más destinadas a la
circulación de vehículos de motor y al consumo, se hacen progresivamente invivibles a causa de
todo tipo de contaminaciones, entre las que destacaremos la del aislamiento planificado: ¿dónde
están los espacios de encuentro, verdes o azules (es lo mismo), las plazas, los parques y los luga-
res en los que reunirse? ¿Para cuándo las tarifas reducidas o el transporte público gratuito para no
sentirnos aisladas/os en las inmensas ciudades cuando no tenemos dinero para desplazarnos?
Se trata, aquí y ahora, de pensar otros modelos de comunidad y otras reordenaciones urbanas
generadoras de colectividades de afecto, de espacios de encuentro y de socialidad.
244
apuntes de un pensar en proceso>cuidados globalizados
Sin abandonar todavía el espacio de las operaciones a realizar en el ámbito de lo subjetivo, otra de
las ideas a desechar e ir reemplazando por otras más constructivas es la del amour fou. Ese amor
representado y reproducido por todo tipo de expresiones artísticas, desde la canción popular al celu-
loide, que a menudo se identifica con EL AMOR, es algo así como el colmo de los malentendidos con
respecto a lo que amar puede llegar a significar. Y un colmo extremadamente doloroso y trágico si
pensamos en las consecuencias que este tipo de modelo arrastra. ¿Cuál es la relación entre esa apa-
riencia romántica y arrebatada de las expresiones del tipo «la maté porque era mía» y el escandalo-
so número de maltratos y asesinatos de los que son víctimas las mujeres? Sin duda, una relación
estrecha. Quizá parezca un poco tirado por los pelos esto de hablar del mito del amour fou en un artí-
culo sobre la crisis de los trabajos de cuidados, pero, a nuestro modo de ver, esa peligrosa represen-
tación simboliza, in extremis, el discurso que invisibiliza la existencia de los mismos, su valor y el
reconocimiento de quienes los llevan a cabo. Ese modelo simbólico describe un amor egoísta y limi-
tado, una dependencia enfermiza más predispuesta a exaltar la muerte que a resaltar la vida.
Cuando el amor nada tendría que ver con ese modelo estrecho, heterosexual y posesivo, con esa
«lógica narcisista, [que] habla fundamentalmente del yo»,62 cuando amar habría de tender más a ser
62 Larrauri, M., El deseo según Gilles
una dinámica de vida, una actitud de generosidad, un motor de construcción del mundo, de una
Deleuze, Tándem edicions, Valencia,
multiplicidad de mundos posibles: «siempre es con mundos con quienes hacemos el amor».63 2000.
63 Ibidem.
En pos de esa labor de deconstrucción, primero, del simbólico que nos embarca/embauca en una
lógica del beneficio económico, y de construcción, después, de unas nuevas subjetividades, de un
nuevo imaginario que aspire a una sociedad de la sostenibilidad, hemos de ensayar nuevas formas
de actuar, de intervenir y poner en marcha herramientas de producción de nuevas relaciones socia-
les. En los tres Talleres de Cuidados Globalizados que Precarias a la Deriva ha venido organizando
en la Karakola y, sobre todo, en el tercero y último (de momento), se habló de espacios de autoor-
ganización de mujeres cuidadoras, de una red de trueque de servicios y recursos, de la posibilidad
de organizar una huelga del cuidado, de escraches contra contratadores/explotadores infames y de
tácticas de guerrilla de la comunicación, así como de la importancia del recurso a la vía legal.
245
a la deriva...
246
apuntes de un pensar en proceso>cuidados globalizados
tiempos y haceres, de un sistema de apoyo mutuo organizado: yo te cuido a las/os niñas/os cuan-
do trabajes por las tardes y a cambio tú me las/os cuidas el fin de semana; te doy clases de caste-
llano a cambio de que me dejes usar tu lavadora; me dejas usar tu conexión a internet y te enseño
a hacer unas deliciosas recetas de mi país; te consigo a un amigo que se case contigo y, una vez
con los papeles, ya podemos ponernos a organizar jaleo juntas…
Decíamos: un espacio de alianza entre mujeres desde el que conspirar y maquinar, desde el que
diseñar formas de conflicto y visibilización, herramientas de ataque, estrategias de autodefensa.
¿Cómo cuáles? Hablábamos de: huelgas de cuidados, escraches, tácticas de guerrilla de la comu-
nicación, recursos a la vía legal…
De la organización de una huelga del cuidado (y de cuidado) nos hacemos, más que nada, pre-
guntas. ¿Sería posible organizar una huelga del cuidado? ¿Cómo? ¿Con qué sentido? La idea es lo
suficientemente atractiva y provocadora como para que, al menos, nos pongamos seriamente a
pensar en su viabilidad.
En lo que atañe a los escraches, hablamos de recoger esta práctica que en Argentina dirigen
contra los torturadores y asesinos impunes de las dictaduras militares, y que consiste en identifi-
carlos y denunciarlos públicamente, señalando su presencia en los barrios y casas en las que viven
mediante pintadas, carteles… para aplicarla, como forma de visibilizar su infamia, a quienes
empleen a trabajadoras domésticas por jornadas infinitas a cambio de sueldos ínfimos y en con-
diciones de encierro y violencia.
Y, en lo relativo a la guerrilla de la comunicación, hemos discutido la posibilidad de sus pro-
puestas de tergiversación mediática aplicadas a este ámbito del trabajo de cuidados. Revistas, car-
teles, ¿qué tal anunciar la inminente huelga de cuidados desde un sindicato ficticio con la sufi-
ciente apariencia de realidad como para esperar que provoque un encadenamiento de respuestas
imprevisibles? Ésta podría ser una herramienta muy potente de visibilización de lo invisibilizado.
Por último, el arma legal, se trataría de tener en cuenta que, pese a la degradada relación de
fuerzas en la que nos encontramos las/os trabajadoras/os precarias/os hoy a la creciente pérdida
de derechos laborales (¿qué puede quedar, por ejemplo, del derecho a los meses por maternidad
cuando los contratos son por horas o por meses?) y a la condición de ilegalidad (y, por lo tanto, de
exclusión de la ciudadanía y de sus correspondientes derechos) a la que la ley de extranjería con-
dena a gran parte de trabajadoras/es inmigrantes de este país, no se puede descartar el recurso a
las leyes para denunciar y obtener reparo en caso de haber sido víctimas de una situación de
abuso. Cómo explicaba Arantxa Zaguirre (abogada):
«[L]as leyes laborales en España tratan al trabajador sin papeles como trabajador, no como sospecho-
so, delincuente o defraudador. Luego la ley de extranjería ya se dedica a la otra parte [...] entonces,
una persona sin papeles según la ley laboral es un trabajador [...] siempre tiene derecho a reclamar las
247
a la deriva...
cantidades debidas, si te deben un mes de trabajo, dos meses, aunque no tengas un permiso de tra-
bajo tienes que iniciar todo el procedimiento legal y ahí no hay policía de por medio (…). Los juzga-
dos, en general, si tú presentas pruebas, datos de que has trabajado en una casa, testimonios de cual-
quier tipo, etc, te van a dar la razón».
Todas las iniciativas y propuestas planteadas, que queda seguir discutiendo y atreviéndonos a lle-
var a cabo, tienen un denominador común: ninguna habla de conciliación de la vida familiar y
laboral, ese tema tan en boga, que tanto centraliza el discurso y tantas energías devora en lo que
respecta a la crisis de los cuidados. Porque si bien estamos de acuerdo en la necesidad de medi-
das concretas que vayan paliando las desventajas e injusticias derivadas de que el peso del cuida-
do siga estando a cargo de las mujeres, no estamos por la labor de conciliar lo irreconciliable.
Esa es nuestra apuesta. Nuestro deseo: que estas líneas fueran capaces de contribuir a com-
partirla con muchas más.
248
Apuntes de un pensar en proceso -2-
Retazos
Tratamos de entender nuestra situación, saber qué sucede en nuestro entorno, intervenir sobre
cuestiones que consideramos indispensables para poder desarrollar cualquier actividad política. En
colectivo, pretendemos garantizarnos una comunidad de combate, pero también abrir pequeños
laboratorios que busquen, identifiquen y pongan en marcha nuevos conflictos sociales, dado que
los programas políticos que heredamos fueron confeccionados en territorios que ya no habitamos.
Nosotras somos una comunidad de las que llaman de clase media, con estudios superiores,
nuestro barrio nunca fue ni quiso ser obrero. En la memoria de nuestros suelos sólo queda la hue-
lla de los circuitos especulativos, ningún movimiento ciudadano luchó en los años gloriosos por
asentar en nuestras plazas o calles un modelo más humano de ciudad. Y la verdad es que en las
metrópolis occidentales no somos una excepción.
Precariedad. Un modo de contratación, pactado por los sindicatos que las generaciones que
nos precedieron hicieron mayoritario. Precariedad. Un medio ambiente vital, en el contexto de la
guerra global que el capitalismo financiero desarrolla en contra de nuestras vidas: educación, sani-
dad, vivienda son sólo algunos ejemplos de la mortífera contaminación que sufre la atmósfera que
respiramos. Precariedad. Porque tenemos trabajos de sobra a los que aferrarnos, pero el sueño del
pleno empleo nos precipita hacia el abismo de la insuficiencia salarial, de la insatisfacción en el
trabajo, de las miles de personas que no encuentran ni siquiera un trabajo basura, del odio pro-
fundo que sentimos al tener que mantener equilibrios imposibles con nuestras vidas, subidos al
alambre de la incertidumbre.
También tenemos un contexto muy concreto: somos estudiantes de últimos cursos de carrera o
recién independizados, con inquietudes similares, enfrentados en el campo de batalla de la renta
contra el capitalismo global. La única conquista posible, un trabajo miserable, se sobrelleva con esca-
sas armas: la cooperación que se produce en nuestros entornos sociales y militantes, y la constante
ayuda de nuestras familias, aporte fundamental en el tránsito hacia nuestra independencia.
En el trabajo no encontramos más realización que la que se concreta en un salario. Toma el
dinero y corre, parte a las comunidades indígenas chiapanecas, a Guatemala, a trabajar a fondo en
249
a la deriva...
el Centro Social o en el colectivo de barrio, viaja por Europa o haz cursos y seminarios de las temá-
ticas más variadas. Nos gusta la historia, la antropología, la física, la comunicación, el teatro, la
filosofía y la informática. No hay ética del laburo, para desesperación de los compañeros y com-
pañeras que reservan una parte de su militancia al trabajo sindical. Los puestos de trabajo son
sillas calientes en las que nadie quiere estar demasiado tiempo: queman nuestros traseros y abra-
san nuestra dignidad.
Somos más que trabajadores, aunque los sindicatos tradicionales o no, reformistas o revolu-
cionarios, sigan interpelándonos con consignas que hacen referencia a una realidad que no es ya
la nuestra: la dignidad por medio del trabajo, el orgullo de clase, la huelga y la movilización por
un puesto que estamos deseando abandonar. Tenemos que seguir dando la lucha en el centro de
trabajo pero también fuera, debemos reinventarnos a nosotras y nosotros mismos como trabaja-
dores y debemos hacerlo a otro ritmo, de nada nos sirven ya las grandes sindicales y la división
por ramas, el trabajo en secciones sindicales o la exhortación al paro obrero. En situaciones como
las nuestras, con contratos eventuales, por obra y servicio y con estancias relámpago en nuestros
puestos de trabajo, los trabajos de acumulación de fuerzas rebasan los límites de cada empresa
como territorio político y sindical definitivo.
Ésta es la realidad que compartimos: la aceleración laboral de una vida que se mueve en la
espiral trabajo/no-trabajo y que acaba encarcelada en la lógica del salario. Somos precariedad, no
estamos en precario, y queremos pensarnos como tales, porque es la realidad que nos habita y nos
compone, el paisaje que nos define, fuera de él, no quedan otros mundos, no hay un afuera, y bus-
carlo es un acto inútil. Quien persiga refugios ficticios, Estados protectores o la vuelta a los viejos
tiempos trabajará desde la añoranza, pero no desde la realidad.
Empleo estable y de calidad, gritan quienes se pasaron toda nuestra adolescencia firmando y
pactando, asintiendo y engrosando sus cuentas bancarias. Que trabajen ellos y ellas, que llevan
toda una vida viviendo del sindicalismo «mayoritario», que se ganaron un futuro apostando con
nuestras vidas.
Ahora nos toca comprender, saber cuál es nuestro papel como trabajadores y trabajadoras. El
trabajo ha estallado, sus formas y actitudes son múltiples y las realidades individuales y subjeti-
vas que se componen en su seno, infinitas. Éste es el relato general, pero nuestras vidas se narran
en ese mismo contexto: variabilidad, incertidumbre e imprevisibilidad nos obligan a ser flexibles,
volátiles, escurridizos en nuestros códigos y en nuestras actitudes, también en nuestras capacida-
des, eso es lo que nos permite adaptarnos, pero también es lo que nos permite sobrevivir y com-
batir. La pregunta es: ¿durante cuánto tiempo?
¡Precarias, precarios, saliendo del armario! La huelga general del 20-J, las manifestaciones y las
luchas contra el decretazo del gobierno presidido por Aznar vieron nacer un pequeño bloque pre-
cario que durante semanas estuvo convocando piquetes, asambleas y caceroladas, culminando con
un encierro-ocupación el 5 de octubre de 2002. Todas estas iniciativas, aunque muy pequeñas, per-
mitieron replantear un modelo distinto de convocatoria. Llevábamos meses preparando una huel-
ga que excediera los límites del trabajo reglado, autoconvocados y autoconvocadas: amas de casa,
free-lances, putas, trabajadores/as del telemarketing, subcontratados, temporales... Ciertamente, la
«huelga general» visualizó la dificultad de seguir una «huelga» desde las nuevas formas de trabajo:
250
apuntes de un pensar en proceso>inventando barrio
nos hacía falta imaginación para plantear un conflicto desde nuestra multiplicidad de estrategias,
tiempos y necesidades. Para ir a la huelga, para pensar un boicot, para concebir el colapso, el modo
de cortocircuitar la lógica de la producción partiendo de las innumerables esferas cambiantes en las
que nos movemos. Movidos por esta inquietud, abrimos nuestra investigación.
Desde ese momento, nos embarcamos en el empeño de descubrir los límites, las posibilidades,
los nuevos referentes y las distintas realidades precarias que se condensaban a nuestro alrededor.
Haciendo entrevistas en los supermercados de nuestro barrio y en la plataforma de telemarketing
más cercana, y desarrollando un proceso de autoencuesta entre nuestras redes militantes, pretendí-
amos dibujar las puertas de entrada que nos permitieran perfilar, desde lo más cercano, la realidad
a la que habíamos convocado el 20-J. La investigación y la autoencuesta nos pondrían en contacto
con las distintas trayectorias y subjetividades que atraviesan el cotidiano de la precariedad social.
251
a la deriva...
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apuntes de un pensar en proceso>inventando barrio
¡Malditas sean esas cárceles humanas! Todo el colectivo debe conocerlas. Por ello, decidimos
contactar con otro compañero que trabaja en la macroplataforma que está en nuestro barrio: él
tiene turno de noche, los fines de semana, y allí vamos. Sábado, 4 de la madrugada, aprove-
chando una salida nocturna, nos presentamos en la Plataforma, un edificio inteligente (curiosa
contradicción) construido todo en cristal y con una estructura metálica pavorosa. Esta Platafor-
ma está en la planta baja, allí está nuestro compa, sentado, leyendo un libro, «muerto del asco»,
como él mismo dice. Empezamos a hacerle señales a él y a todas sus compañeras (hay mayoría
de chicas), pero es extraño, parecen no vernos. Efectivamente, no nos ven, estos cristales son
inversos: desde el exterior vemos los puestos de trabajo, todos vacíos porque la gente está junta
charlando y el encargado duerme, pero ellos y ellas no nos pueden ver. Bonita metáfora para
comenzar: nosotros les podemos ver, pero ellas a nosotros... no nos ven. Por ello, comenzamos
a aporrear los ventanales, a gritar, a hacer señales y, por fin, nos hacen caso. Contactamos con
nuestro compañero, que aprovecha los ronquidos del jefe para escaparse de la Plataforma.
¡Victoria! Un abrazo y nos sentamos en círculo con unos litros de cerveza; pasamos así más de
dos horas, de charla, conociendo los intestinos de aquel monstruo de producción de comunica-
ciones para la promoción, el ocio y el consumo.
Un solo adjetivo común: el aburrimiento, el tedio, el cansancio acumulado por la inutilidad de
todo el proceso, por lo absurdo del trabajo, por las horas muertas que se suceden en la noche. El
relato no difiere mucho de lo que contaron esos otros compañeros que trabajaban durante el día,
sólo que algunos elementos se hacen más duros por la noche. Aquí (nos cuenta nuestro amigo) no
te pagan por la sonrisa telefónica, por la cantidad de ventas, por la
habilidad para promocionar el producto, etc. Aquí te pagan por ser
capaz de aburrirte como una ostra. Nuestra visita había venido a
arruinar esa lógica. La plataforma es un laboratorio de distraccio-
nes de los más variado: desde los ronquidos del encargado (aún
en fase REM) hasta la lectura, desde las charlas nocturnas hasta la
visita de un grupo de investigación sobre precariedad, aunque
ese ritmo sólo se aguanta unos meses. Si no escapas de él, te des-
troza. Huir de allí es un objetivo común, pero antes hay que
ganar un poco de dinero. En la mente de los que allí trabajan
hay viajes, cursos, tesis doctorales, investigaciones de todo tipo,
pero también hay hipotecas y familia, hay necesidad de sobre-
vivir y, por eso, el fin del contrato se vive con bastante alivio,
pero también con el miedo angustioso a tener que volver a
sumergirse en otro trabajo de semejante factura. Entre anécdo-
tas y valoraciones (a las que dedicaremos en el futuro un texto
específico) nos despedimos. No importa que demos muchos
datos en este texto de quienes estaban aquella noche en la
Plataforma de la empresa UNI2: a día de hoy ninguno de
ellos continua trabajando allí. Han partido hacia otros luga-
res, comunes a los que otros de nosotros vivimos. Allí nos
encontraremos.
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a la deriva...
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apuntes de un pensar en proceso>inventando barrio
Aburridos, monótonos, esporádicos y fugaces: así son nuestros trabajos, con mejor o con peor con-
trato. Precariedad es vivir el trabajo como lo vive toda una generación de jóvenes, tal y como lo
expusimos en nuestra autoencuesta. Conscientes de quiénes somos y de que formamos sólo uno
de los posibles puntos de vista que concurren en estos puestos de trabajo, cruzándonos con las bio-
grafías de gentes mucho más mayores, con migrantes que están a nuestro lado en condiciones
absolutamente diferentes, amas de casa o padres y madres de familias hipotecadas, quizás noso-
tros y nosotras dentro de unos años, pero por ahora somos... lo que somos, y desde ahí pensamos.
Desde luego, no somos vagos, ni pequeñoburgueses, ni niños/as de papá: desde nuestras exi-
gencias vitales y militantes quebrantamos la ética del trabajo. Planteando nuestra estrategia de
lucha, lo cual significa, aquí y ahora, comprendernos y conocernos, hacer de lo que somos una de
las temáticas de nuestra militancia. Y queremos huir del trabajo, inventarnos canales, pensando
que es posible. Quizás estos canales sean endebles y precarios, tal y como son los mismos traba-
jos a los que tendríamos acceso, pero en este caso son trabajos autoorganizados y basados en nues-
tros criterios de vida, en los que podemos obtener el dinero suficiente para vivir trabajando pocas
horas y controlando todo el proceso.
255
a la deriva...
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apuntes de un pensar en proceso>inventando barrio
apostando fuerte, porque ahora, una vez que comenzamos a entender dónde estamos y (tras la
puesta en común) sabemos algo más de los circuitos precarios en los que nos desenvolvemos. Por
lo tanto, queremos ponernos a imaginar cuáles serán nuestras armas. Algunas y a las hemos encon-
trado, otras no. Entre ellas se encuentran las ideas de lanzar proyectos de investigación sobre la pre-
cariedad, recuperar el sindicalismo de base, producir proyectos de autoorganización del trabajo,
diseñar herramientas que nos den pistas en el momento de avanzar propuestas de intervención que
estén dirigidas a cortocircuitar las diversas lógicas de producción en las que nos insertamos, para
que nunca más se haga una huelga general sin nosotras.
Colectivo Estrella,
Madrid, noviembre de 2003
257
Apuntes de un pensar en proceso -3-
– Es mejor que hagas unas oposiciones, nena… con lo lista que tú eres… podrías sacarte cualquier
carrera…No sé… puede que tengas vocación, pero también lo podrías hacer como hobby, ¿no?… Tú
verás lo que haces…pero ¡te vas a morir de hambre!
Ésta era (y sigue siendo), más o menos, la reacción de nuestras/os allegadas/os (especialmente si
nacemos en el seno de una familia trabajadora, con una relación lejana o inexistente con cualquiera
de los campos de la producción cultural) ante nuestra apuesta por un incierto futuro profesional.
Lo cierto es que, en las condiciones actuales de la producción de representación dentro del
Estado español, practicamente en todas sus vertientes (especialmente en las más críticas y/o menos
comerciales), algunas de sus oscuras expectativas se ven cumplidas. En lo que mamá se equivoca-
ba, sin embargo, es en pensar que la inestabilidad, la desregularización y la escasez o falta de remu-
neración afectarían sólo a los trabajos «creativos», «poco serios», que no tenían/tienen siquiera en
muchos casos la consideración social de «empleo» y que, además, aparecían/aparecen vinculados
a formas de vida, cuando menos, «irregulares» y poco propicias para el ascenso social.
Aún así, nosotras perseveramos y tras un periodo de estudios más o menos ligados a la ima-
gen o una formación autodidacta, nos encontramos inmersas en una labor sin horarios ni recono-
cimiento, muchas veces sin contrato, un «trabajo» que no se considera «empleo», una especie de
«voluntariado indefinido» apoyado en una dudosa y ególatra concepción del talento, del que se
espera que nos cansemos más o menos pronto.
En el mejor de los casos, podremos sobrellevar con enorme cansancio un pluriempleo forzoso que
desdoble nuestro tiempo en «empleos asalariados» y en «lo que de verdad considero mi trabajo», y si
además somos mujeres (y parafraseando al colectivo estadounidense Guerrilla Girls), podremos «tener
la suerte» de elegir entre la maternidad o el tiempo para nosotras mismas y una carrera profesional
absorbente, sin vacaciones ni pagas extra: un exámen continuo donde siempre estás empezando.
Si bien es cierto que todo el sector audiovisual (desde la publicidad o el diseño, hasta la pro-
ducción de noticias o documentales en los media, desde el cine comercial hasta la elaboración de
259
a la deriva...
imaginario dentro del ámbito del arte) comparte elementos comunes muy significativos, convendría
hacer algunas distinciones entre sus diferentes aspectos, al tiempo que subrayar hasta qué punto la
situación de las mujeres en los diversos campos de la representación sigue siendo conflictiva.
Por cuestiones de espacio, tras un breve análisis conjunto, centraré este breve escrito en mi
experiencia más cercana, la precariedad y sus incidencias dentro del mundo de la creación artísti-
ca. Un territorio definido por algunos sectores de la «institución arte» como un «espacio de liber-
tad» lleno de posibilidades que, a poco que se conozca y analice, se presenta como uno de los
terrenos laborales más anacrónicos, jerárquicos, sexistas y clasistas que todavía persisten. No en
vano, como hubieran apuntado algunos marxistas de antaño o la siempre lúcida Teresa de
Lauretis, la representación es un aparato privilegiado de generación/difusión de ideología que
debe ser controlado en todos sus aspectos, desde la generación a los dispositivos de recepción.1
1 Véase Lauretis, Teresa de, «La Elaborar imágenes es una actividad política, enmarcada de diversas formas en el sistema de
tecnología del género», en Lauretis, producción, que genera plusvalías tanto en el terreno económico como en el terreno simbólico. Ya
Diferencias, horas y Horas. Madrid,
2000. sea como transmisión de información, como marca o imagen de una mercancía o servicio, ya sea
2 Véase Rosler, Martha, «Si vivieras como representación del mundo o de la subjetividad del o de la artista, producir representación
aquí», en Blanco, P, Carrillo, J, es un trabajo de acción comunicativa y simbólica donde los parámetros de clase, raza, género,
Claramonte, J & Expósito, M (eds.), opción sexual, etc… están activados al máximo nivel, por ello, comporta marcos de censura y
Modos de hacer. Arte crítico, esfera
pública y acción directa, Universidad
autocensura importante y bien interiorizados por los/las que nos dedicamos a ello.
de Salamanca, Salamanca, 2001. La representación no «refleja», sino que construye (nuestra posición en) el mundo y se levanta
sobre códigos bien definidos: continuidad, coherencia, ordenación teleológica generada por con-
venciones temporales y espaciales (por ejemplo, las elipsis o el plano/contraplano), delimitación
clara entre lo «ficticio» y lo «real», distribución dicotómica entre el observador-sujeto y el/la obser-
vada-objeto, oscurecimiento o negación de los mecanismos de construcción y de los marcos históri-
cos de los conceptos y las formas visuales… Estamos destinadas a reproducir si no hacemos un
esfuerzo por problematizar la mirada, por transitar los umbrales de lo definido como «visible», por
cuestionar la simplificación y naturalización del orden visual legitimador como el único posible.
Construir imágenes se convierte, dentro de esta estructura, en una mera (re)presentación con-
nivente (consciente o inconsciente) de significantes y significados tanto narrativos como simbóli-
cos, los únicos que nos parecen posibles para ser «entendidas» y «aceptadas» por el público, los
únicos admitidos por los circuitos establecidos (ya sean mediáticos o artísticos), los únicos que
podemos, incluso, llegar a imaginar, gracias al persistente consumo y a la retroalimentación impe-
rante de nuestra inmensa marea de mercancías audiovisuales, que provoca una infinita «variación
homogénea» de cuerpos, actuaciones o soluciones narrativas siempre convergentes.
La representación generada por este marco aceptado está, en definitiva, condenada a (re)pro-
ducir y (re)encarnar estereotipos y relatos, a elaborar productos enquistados y reificadores que
instituyen la paralización, el embotamiento y la fascinación como herramientas, que aseguran la
explotación y la objetualización visual, en vez de abrir una puerta a una posible reciprocidad,
hacia una «representación participativa», como diría Martha Rosler,2 que transite entre las fronte-
ras del «ojo» y el «espejo», de lo activo y lo pasivo.
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apuntes de un pensar en proceso>mamá, ¡quiero ser artista!
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a la deriva...
aprendido que, lo que se presenta como natural, coherente y lógico, no es sino una composición
clasista, donde se asume como normativo un marco visual arbitrario y jerárquico que no es sino
un bagaje de difícil y costosa adquisición, especialmente si tu primera visita a una una pinaco-
teca la has hecho en la excursión de fin de curso del colegio.
Si bien, como ya apuntaba más arriba, construir imágenes en cualquier ámbito comparte
estos y otros aspectos comunes, las condiciones de producción, el compromiso personal o la
responsabilidad en la generación y difusión de las mismas es, obviamente, muy diferente cuan-
do trabajas en el ámbito de la producción artística o en una grande o pequeña empresa de
comunicación o diseño.
La elaboración de imágenes en el territorio comunicativo está regulada por los marcos del
grupo empresarial en el que esas imágenes se emitan y su distribución forma parte de la genera-
ción de un relato institucional más amplio, al tiempo que está impregnada de la rapidez y la
inmediatez propia de los media (dinamismo, levedad, novedad…): el imaginario mediático tiene
una influencia y una difusión que no posee la imagen de la institución arte, pero también se olvi-
da y se consume más rápidamente. Como «espejo» del mundo que las produce, confunde la rea-
lidad con su representación, para reafirmar los roles y las identidades homologadas produciendo
la sensación de un sistema sin fisuras ni intersticios, trabado, contínuo y teleológico, donde «las
cosas son así y así se las hemos contado».
Las trabajadoras de estos medios están abocadas a una negociación constante, tanto conceptual
como formal, con el marco de producción y emisión y consigo mismas; saben que su capacidad de
maniobra es pequeña pero significativa (sobre todo debido a su influencia social y a su capacidad de
difusión, no hay que olvidarlo…). La importancia y dificultad fundamental de estas representacio-
nes reside en su enorme impregnabilidad en los usos, estereotipos y corporeidades cotidianas.
Teniendo en cuenta este contexto, la responsabilidad de las trabajadoras de los medios respec-
to a la producción y distribución de esos productos es relativa: en sus productos, la censura y los
límites de lo visible suelen estar impuestos previamente, como sucede en gran parte de las traba-
jadoras de la industria cultural comercial en general. La autocensura, aquí, se vive como interiori-
zación de los mecanismos y rentabilidades empresariales. Sus condiciones laborales, si bien sufren
el peso de una profesión «vocacional», suelen incluir una retribución pautada y una regulación
estipulada, aunque las formas contractuales sean paulatinamente más débiles (contrato por obra,
eternos contratos en prácticas, interminables horas de preparación, despidos improcedentes…) y
más «performativas» (mayor puesta en juego de la imaginación, de la subjetividad y del cuerpo,
especialmente en los medios audiovisuales…).
Como ya apuntábamos, la precariedad en sus diversas formas (la flexibilidad, la inestabili-
dad, la indeterminación de funciones, la (auto)explotación de las experiencias y emociones, la
movilidad extrema, la escasez o inexistencia de salario…), definen a casi todos los trabajos en el
terreno de la producción cultural y la comunición incluso los más ventajosos económicamente o
los mejor situados en la jerarquía cultural: comisarios/as de exposiciones, directores/as de muse-
os, grandes estrellas mediáticas…, excepto cuando entramos en el campo de un funcionariado de
rotación paralizada o extremadamente ralentizada legislativamente, trabajadores fijos de RTVE
o de museos institucionales, por ejemplo.
262
apuntes de un pensar en proceso>mamá, ¡quiero ser artista!
Pero ¿qué ocurre cuando la producción de imágenes no está dentro de la lógica de la empresa
o no tiene una finalidad primordial de divulgación y/o entretenimiento, sino que se produce a
partir de la «necesidad personal» o como «una forma de crítica hacia las estructuras de la rea-
lidad circundante»?, es decir, cuando dices en casa: «Mamá, ¡quiero ser artista!»… y no preci-
samente una folclórica, no…
Manual de superviviencia...
o cómo se vive la precariedad en el glamuroso mundo del arte
Lo primero que piensa una persona cuando le explicas que eres artista es que no necesitas traba-
jar para vivir y, por lo tanto, que tu familia tiene mucho dinero o que alguien se encarga de pro-
veer tus necesidades.
Cuando llegas al mundo del arte (y, en general, a cualquier profesión vinculada a la produc-
ción o transmisión de lo definido como «cultura») procedente de un grupo de lo que hasta hace
unas décadas era la clase trabajadora, o simplemente eres ajena al medio o estas en desacuerdo
3 A este respecto, es muy interesan-
con él, percibes enseguida tu «extranjería» en medio de su «endogamia», o si lo preferís, tu «dis-
te el texto de Walkerdine, Valerie,
cordancia» en medio de su «consenso»: debes reencarnar tus gestos y tus palabras, autocontrolar «Sujeto a cambio sin previo aviso:
tu concepto de lo que es producir conocimiento y camuflar delicadamente el miedo generado por la psicología, la posmodernidad y
la inseguridad y el coste emocional de tu aventurera osadía.3 lo popular», en Curran, J., Morley,
D. & Walkerdine, V. (eds.), Estudios
Y es que la primera carencia de los artistas, en un importante número de casos, es su incons- Culturales. Análisis, producción y
ciencia como trabajadores, una idea acentuada por la construcción profundamente arraigada del consumo cultural de las políticas de
demiurgo romántico, desclasado y saturniano, demasiado individualista para mirar a su alrede- identidad y el postmodernismo,
Paidós. Barcelona, 1998, donde la
ror, perpetuada y acentuada por el imaginario mediático hasta nuestros días. autora relata su propia experiencia
La «institución arte» tradicional niega la condición de trabajador del artista y su capacidad de y el desgaste emocional que supo-
ne su «viaje» desde los suburbios
influencia y responsabilidad en la vida cotidiana, para esconder, así, las vinculaciones políticas de londinenses hasta llegar a conver-
la representación: el arte, el «gran arte», se presenta como eterno e inalterable, des-histórico, dis- tirse en profesora titular de psicolo-
tópico y trascendente y por lo tanto, ajeno a las condiciones materiales en las que se elabora. gía en una prestigiosa universidad
británica.
Si bien cabría pensar que tras décadas de análisis materialistas, después de una aparente diver- 4 Para profundizar en la idea de
sidad de tipologías de artistas y tras las más que probadas vinculaciones de las imágenes con el «autonomía relativa» de las imáge-
instrumental ideológico, el concepto de la elaboración de la representación fuera del marco nes frente a la «autonomía absolu-
empresarial comunicativo sufriría una transformación definitiva, ésta no se ha producido en pro- ta» tradicional, así como en otros
conceptos repetidos a lo largo de
fundidad. El arte se sigue pensando como un espacio no contaminado, de «autonomía absoluta»,4 este escrito como «capital simbóli-
poblado de individuos sin sexo ni clase, que trascienden sus condiciones vitales para formalizar co» o «institución arte», es muy útil
sus emociones, con un interés por el rendimiento económico muy secundario («todo por amor al la lectura de algunos libros del
sociólogo francés Bourdieu, Pierre,
arte») o abiertamente cínico («todo por la pasta»). especialmente Las reglas del arte,
Tras la evidenciación de la influencia de los modelos económicos en la producción artística y Anagrama, Barcelona, 1995 y
Razones prácticas, Anagrama,
la «repolitización» y el replanteamiento del papel social de las y los artistas durante la década de
Barcelona, 1999.
1960 y 1970 y la década de 1980 se produce una importante reactivación de las jerarquías y los
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a la deriva...
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apuntes de un pensar en proceso>mamá, ¡quiero ser artista!
talante» para haberse convertido «en grandes artistas») y una ausencia casi completa de debate en
cuanto a las condiciones materiales de la producción artística (irresponsabilidad o carencia de 5 Para profundizar en el panorama
posición de las/los productores de representación dentro del sistema económico y político; de las condiciones materiales del
(auto)explotación e instrumentalización de la imagen del/de la artista, convertida muchas veces en arte en el contexto del estado espa-
un fetiche; autoproducción de los proyectos en la mayor parte de los casos, incluso cuando se tra- ñol es interesante el escrito de
baja para instituciones; ausencia, casi siempre, de remuneración durante el proceso productivo a Expósito, Marcelo y Navarrete,
Carmen (en el momento, además,
cambio de la inflación, aceptada, del objeto final, ahora ya más o menos único y postaurático…).5 del nacimiento de las asociaciones
Éstas son algunas de las situaciones que dibujan un panorama donde las y los artistas segui- de artistas visuales), «La libertad (y
los derechos), también en el arte,
mos (muchas veces a nuestro pesar) alimentando la falaz imagen del «genio» autosuficiente, asu- no es algo dado, sino una conquis-
miendo ideas de «éxito» y «fracaso» absolutamente personales ancladas en los parámetros de la ta, y colectiva», en Pérez, David
mistificación y el prejuicio del demiurgo, suscribiendo la idea romántica de que la representación (coord.), Del arte impuro. Entre lo
público y lo privado, Generalitat
no es una forma de acción política estratégica y por lo tanto coyuntural y profundamente vincu- Valenciana, Valencia, 1997.
lada a las condiciones históricas, sino una aportación subjetiva al mundo que pretende acceder al 6 Para una crítica a la reproducción
reconocimiento en forma de relato histórico institucional universalizador.6 de los estereotipos más reacciona-
Sin embargo, no todos los artistas comparten la necesidad de posicionarse dentro del marco de rios del creador/a conviviendo con
las nuevas «net-condiciones» de
las relaciones de producción: evidenciar la precariedad, el sometimiento y la autocensura en la trabajo inmaterial y reticular, es
que trabajamos las generadoras de representación, denunciar la necesidad de desarrollar un ima- muy interesante el artículo de Kuni,
ginario fuera de las construcciones del individualismo cartesiano, así como hablar del enorme can- Verena, «Some Thoughts On The
New Economy of Networking.
sancio acumulado por el trabajo a tiempo completo, no parecen estar en la agenda, ni siquiera de Cyberfeminist Perspectives on
las frustrantes asociaciones de artistas. Todo ello implicaría, por ejemplo, cuestionar en profundi- “Immaterial Labour”, “Invisible
dad la propia idea de lo que es un/a artista, empezar a pensar la creatividad como una capacidad Work” and other Means to Make
y un instrumento colectivo y, por último, pensar el arte como un trabajo político con un marco his- Carreer as Cultural Part Time
Worker under Net_Conditions», en
tórico bien definido, que no sólo no pretende la eternidad y la trascendencia, sino que las denun- Future is femail, Old Boys Network,
cia como parámetros represivos. Hamburgo, 1998. Disponible tam-
bién en: http://kuni.org/v/obn
Por otra parte, cuando el capitalismo postindustrial se ha apropiado y ha rentabilizado las for- /vk_cfr_01.pdf
mas y presupuestos habituales de la producción artística (la imaginación, la dedicación, la puesta
en juego de los elementos autobiográficos, de los terrenos de la emoción….) ¿tiene realmente sen-
tido seguir considerando la apuesta de una producción audiovisual fuera de los mass media? ¿es
oportuno pensarse como artista, especialmente si eres mujer?
Me gustaría responder coyunturalmente con una reflexión al hilo de un texto escrito no hace
mucho, donde trataba de desbaratar la irritante mi(s)tificación del trabajo de Ana Mendieta y
donde sostenía mis dudas respecto a la necesidad de una historia del arte feminista, apuntando,
más bien, a los diversos feminismos como instrumentos de análisis político de las imágenes que
ningún historiador o historiadora debería dejar de utilizar en mayor o menor medida, problema-
tizando así los marcos mismos de elaboración de las narrativas históricas.
Desde este punto de vista, como feminista y como trabajadora dentro del ámbito de la produc-
ción audiovisual, creo que debemos seguir estando ahí, para generar (aún precariamente) otros ojos
posibles (aunque no salgan nunca en la tele), diseñando estrategias siempre móviles (ya sabemos
que la asimilación es permanente) y evidenciando las condiciones y los esfuerzos que han costado
estas imágenes, pero también siendo conscientes de sus posibilidades de generar nuevas imágenes
(en definitiva, de su capacidad de agencia política) para nosotras y para otras y otros.
265
a la deriva...
Y para explorar unas imágenes «otras», bien podríamos aprender de algunas experiencias ante-
riores e incluso retomar o reactualizar algunas de sus estrategias, articulando las formas de actua-
7 En este contexto de reactivación
ción en tres territorios interrelacionados entre sí, los que conforman el ciclo consumo, producción
de algunas herramientas visuales y
conceptuales del cine feminista
y distribución.7
como problematización de los mar- Si en el ámbito del consumo tendríamos que hacer un esfuerzo (o una liberación) de reactiva-
cos representacionales y sobre las
ción de los mecanismos deconstructivos (tanto personales como colectivos) para escapar del ador-
condiciones de producción y recep-
ción de las imágenes dentro del mecimiento provocado por la neo-sutura mediática (y no me refiero con ello a una vuelta al dis-
actual proceso de inmaterialización placer radical de Laura Mulvey8, sino, más bien, a una búsqueda de placer visual menos homogé-
de las mercancías, se presenta el nea y menos edípicamente reglamentada y reduccionista), en el campo de la producción de imá-
proyecto actualmente en desarrollo
«tiempo real. Imágenes, palabras y genes, sería necesario continuar lo que Trinh T. Minh-ha llamaría un «proceso de negociación con
prácticas políticas desde los cuer- los límites de lo visible» o, más bien, un asalto de estos límites y la instalación (temporal) en los
pos de la precariedad: apuntes para intersticios, en los pliegues formados por lo «ob-scenae» (lo fuera de escena): desincronizar, des-
una teoría del discurso», enmarca-
do en la propuesta expositiva Total
idealizar, desestetizar, repetir para contradecir la novedad devoradora a través de una cadencia
work, comisariada por Montse de haiku, corporeizar las experiencias y, en definitiva, romper los relatos a través de la evidencia
Romaní, en la que participamos de la subjetividad y la discontinuidad. Todas estas se presentan como algunas herramientas fun-
Ursula Biemann y yo. Textos dispo- damentales (y creo que todavía operativas) para oponer, a una mirada que se define como nece-
nibles en la red en www.total-
work.geobodies.org sariamente objetualizadora y explotadora, una posibilidad de reciprocidad y reflexión, donde la(s)
8 Me refiero aquí, naturalmente, al memoria(s) pueda aflorar como una interpelación, la generación de «cultura(s)» aparezca, cuando
artículo de Mulvey, Laura, «Placer menos, como el resultado de un proceso conflictivo, lleno de divergencias y antagonismos y la(s)
visual y cine narrativo», Screen, mirada(s) se defina(n) como el resultado de una serie de formas y significados históricamente
1975 (traducido al castellano en
Episteme, Valencia, 1988), revisado
influidos y, por lo tanto, mutables.
posteriormente por la propia auto- Con la llegada de las cámaras digitales y el relativo abaratamiento y facilidad de manejo de
ra en 1981 en un texto titulado los programas de montaje, parece que el horizonte de la producción es mucho más accesible y
«Afterthoughts on “Visual Pleasure
and Narrative Cinema” inspired by controlable, que nuevos relatos e imágenes «pueden» ser construidos sin filtros. Pero no caiga-
“Duel in the Sun” », Framework 6, mos en el optimismo tecnológico-abstracto y no repitamos algunos errores históricos, como los
15-16, 1981. explicados por Deirdre Boyle en su crítico texto sobre la guerrilla TV 9, y, sobre todo, no desa-
9 Boyle, Deirdre, «Un epílogo para
tendamos lo que se convertirá en la parte más conflictiva del proceso: la distribución. Podemos
la Guerrilla TV», Acción Paralela, nº
5, Madrid, enero 2000.
generar autorrepresentación y construir contrainformación, pero ¿cómo llegar a que esos textos
(visuales o escritos) se conviertan en flujo comunicativo?, es decir, ¿cómo acceder a los canales
de difusión existentes? O, lo que parece más eficaz a medio/largo plazo, ¿cómo construir cana-
les y dispositivos alternativos?.
Creo que las dificultades conceptuales más significativas a las que nos enfrentamos hoy en el
marco de la construcción de imágenes son éstas: la evidencia de los límites de lo visible sobre los que
trataba de reflexionar anteriormente (y la consecuente complejidad misma de «imaginar» otras repre-
sentaciones fuera del orden visual homologado) y la elaboración de nuevas formas y canales de dis-
tribución, que no dependan, necesariamente, de las plataformas y redes ya existentes, con las que
estamos abocadas a negociar la contextualización de nuestras producciones (al menos, de momento)
si no queremos caer en una práctica artística y/o comunicativa onanista y autocomplaciente.
Si bien internet ha supuesto una herramienta y un espacio fundamental para el desarrollo
alternativo de informaciones y relatos, el territorio de las imágenes dificilmente puede circular por
ella en las condiciones actuales, especialmente en el espacio doméstico. Por otra parte, habría que
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apuntes de un pensar en proceso>mamá, ¡quiero ser artista!
María Ruido
Barcelona, octubre de 2003
267
traficantes de sueños
http://traficantes.net>>editorial@traficantes.net
mapas
1. Virtuosismo y revolución
La acción política en la época del desencanto
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I.S.B.N.: 84-932982-1-2, 154 pp., 9 euros.
2. Contrageografías de la globalización
Género y ciudadanía en los circuitos transfronterizos
Saskia Sassen
I.S.B.N.: 84-932982-0-4, 125 pp., 8,5 euros.
4. El gobierno imposible
Trabajo y fronteras en las metrópolis de la abundancia
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I.S.B.N.: 84-932982-3-9, 188 pp., 9,5 euros.
5. La fábrica de la infelicidad
Nuevas formas de trabajo y movimiento global
Franco Berardi (Bifo)
I.S.B.N.: 84-932982-4-7, 188 pp., 10 euros.
6. Otras inapropiables
Feminismos desde las fronteras
bell hooks, Avtar Brah, Chela Sandoval, Gloria Anzaldúa...
I.S.B.N.: 84-932982-5-5, 192 pp., 10 euros.
7. Gramática de la multitud
Para un análisis de las formas de vida contemporáneas
Paolo Virno
I.S.B.N.: 84-932982-6-3, 142 pp., 10 euros.
8. Capitalismo cognitivo
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1. A la deriva por los circuitos de la precariedad femenina
Precarias a la deriva
I.S.B.N.: 84-932982-9-8, 272 pp., 12 euros.
2. Hacer-encuesta-metropolitana
Notas sobre investigación militante
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1. Colectividades y okupación rural
Colectividad de Manzanares y colectivo malayerba
2. Estudiantes antiestudiantes
Policía, prensa y poder. Movimiento estudiantil de 1986-1987 en Francia y España
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4. Asambleas y reuniones
Metodologías de autoorganización
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5. En legítima desobediencia
Tres décadas de objeción, insumisión y antimilitarismo
Movimiento de Objeción de conciencia (M.O.C)
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