Sei sulla pagina 1di 860

E

I
R

83
E
S

mujer y desarrollo

I ncorporando un módulo de uso


del tiempo a las encuestas de
hogares: restricciones y
potencialidades

Vivian Milosavljevic
Odette Tacla

Unidad Mujer y Desarrollo

Santiago de Chile, julio de 2007


Este documento fue preparado por Vivian Milosavljevic y Odette Tacla, de la Unidad Mujer y Desarrollo, con la
supervisión de Sonia Montaño, Jefa de esta Unidad. El procesamiento de los datos estuvo a cargo de María de la
Luz Ramírez, consultora. Inicialmente, fue presentado como documento de trabajo en la reunión regional “Las
Encuestas del Uso del Tiempo: Su diseño y aplicación”, celebrada en Santiago de Chile, del 21 al 23 de
noviembre de 2005.
Las opiniones expresadas en este documento, que no ha sido sometido a revisión editorial, son de exclusiva
responsabilidad de las autoras y pueden no coincidir con las de la Organización.

Publicación de las Naciones Unidas


ISSN versión impresa 1564-4170 ISSN versión electrónica 1680-8967
ISBN: 978-92-1-323055-8
LC/L.2709-P
N° de venta: S.07.II.G.57
Copyright © Naciones Unidas, julio de 2007. Todos los derechos reservados
Impreso en Naciones Unidas, Santiago de Chile.

La autorización para reproducir total o parcialmente esta obra debe solicitarse al Secretario de la Junta de Publicaciones,
Sede de las Naciones Unidas, Nueva York, N. Y. 10017, Estados Unidos. Los Estados miembros y sus instituciones
gubernamentales pueden reproducir esta obra sin autorización previa. Sólo se les solicita que mencionen la fuente e
informen a las Naciones Unidas de tal reproducción.
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Índice

Resumen ..................................................................................................... 5
Introducción ..................................................................................................... 9
I. Antecedentes .............................................................................................11
II. Objetivo de las Encuestas sobre el Uso del Tiempo..........................15
III. Distintas alternativas para realizarlas.................................................17
IV. Propuesta para la inclusión de un Módulo
Suplementario Básico sobre el Uso del Tiempo
en la Encuesta de Hogares, Clasificación Internacional
de Actividades (ICATUS) y otras relacionadas.................................21
V. Síntesis del debate y acuerdos obtenidos.............................................27
VI. Algunos análisis derivados del procesamiento de encuestas
y/o módulos, realizadas por países de América Latina....................33
VII. Conclusiones .............................................................................................59
Anexos ...................................................................................................61
1. Tabulaciones básicas. Participación y tiempo de los
individuos en el conjunto de actividades domésticas .......... 63
2. Clasificación internacional de actividades de
uso del tiempo ............................................................................ 78
Serie mujer y desarrollo: números publicados ................................. 81

Índice de cuadros
1. Participación de hombres y mujeres en los quehaceres
domésticos, según la presencia o no de un miembro del
hogar que realiza las labores domésticas .......................................................53
Índice de gráficos
1a. Bolivia 2001: Participación en actividades domésticas de hombres y
mujeres, de 12 años y más...............................................................................35

3
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

1b. Bolivia 2001: Tiempo diario destinado a los quehaceres domésticos por hombres y mujeres,
de 12 años y más ......................................................................................................................................... 36
2a. Ecuador 2004, zonas urbanas: participación en actividades
domésticas de hombres y mujeres de 12 años y más................................................................................. 36
2b. Ecuador 2004, zonas urbanas: tiempo semanal (en horas) destinado
a los quehaceres domésticos por hombres y mujeres de 12 años y más .................................................. 37
3a. Guatemala 2000: participación en actividades domésticas de hombres y mujeres de 12 años y más..... 38
3b. Guatemala 2000: tiempo diario (en horas) destinado a los
quehaceres domésticos por hombres y mujeres de 12 años y más .......................................................... .38
4a. México 2003: participación de hombres y mujeres en actividades
domésticas, población de 12 años y más ................................................................................................... 39
4b. México 2003: tiempo semanal (en horas) destinado a los
quehaceres domésticos en la población de 12 años y más ........................................................................ 40
5a. Nicaragua 1998: participación de hombres y mujeres en actividades domésticas.
Población de 12 años y más ......................................................................................................................... 41
5b. Nicaragua 1998: tiempo diario (en horas) destinado a los quehaceres
domésticos en la población de 12 años y más .......................................................................................... 41
6. Porcentaje de población de 12 años y mas que participa en los quehaceres del hogar............................ 43
7a. Promedio de horas diarias en actividades relacionadas a los quehaceres
del hogar, por sexo y grupos de edad, según países...... ........................................................................... .44
7b. Promedio de horas semanales en actividades relacionadas a los quehaceres
del hogar, por sexo y grupos de edad, según países...... ........................................................................... .45
8a. Promedio de horas diarias en actividades relacionadas a los quehaceres
del hogar, según relación de parentesco............................................................................... ......................46
8b. Promedio de horas semanales en actividades relacionadas a los quehaceres
del hogar, según relación de parentesco.................................................................................... .................46
9a. Promedio de horas diarias en actividades relacionadas a los quehaceres del hogar, según estado civil ..... 47
9b. Promedio de horas semanales en actividades relacionadas a los quehaceres
del hogar, según estado civil.......................................................................... .............................................48
10a. Promedio de horas diarias en actividades relacionadas a los quehaceres
del hogar, según condición de actividad................... ...................................................................... ...........49
10b. Promedio de horas semanales en actividades relacionadas a los quehaceres
del hogar, según condición de actividad.............. ...................................................................... ................50
11. Promedio de horas diarias en actividades relacionadas a los quehaceres
del hogar, según duración de la jornada laboral.. ................................................................................ ......51
12a. Promedio de horas diarias en actividades relacionadas a los quehaceres del hogar, según presencia
o ausencia de personas con dedicación exclusiva a los quehaceres del hogar ................................ .........52
12b. Promedio de horas semanales en actividades relacionadas a los quehaceres del hogar, según
presencia o ausencia de personas con dedicación exclusiva a los quehaceres del hogar ........................ 53
13a. Promedio de horas diarias en actividades relacionadas a los quehaceres
del hogar, por sexo y topología del hogar................................................................................... ...............55
13b.Promedio de horas semanales en actividades relacionadas a los
quehaceres del hogar, por sexo y topología del hogar.................................................................. .............55
14a. Promedio de horas diarias en actividades relacionadas a los quehaceres
del hogar, según presencia o ausencia de menores de 6 años en el hogar................................................ 56
14b. Promedio de horas semanales en actividades relacionadas a los quehaceres
del hogar, según presencia o ausencia de menores de 6 años en el hogar................................................ 57
15a. Promedio de horas diarias en actividades relacionadas a los quehaceres del
hogar, según presencia o ausencia de personas de 75 años y más en el hogar......................................... 58
15b. Promedio de horas semanales en actividades relacionadas a los quehaceres
del hogar, según presencia o ausencia de personas de 75 años y más en el hogar .......................................... 58

4
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Resumen

Las Encuestas sobre el Uso del Tiempo (EUT)- cuyo desarrollo e


implementación han sido promovidas desde la CEPAL- permiten, entre
otros, explorar la distribución del tiempo al interior de los hogares, así
como promover la formulación de políticas orientadas a una mejor
distribución de actividades remuneradas y no remuneradas realizadas
por los miembros que componen las familias, a partir de una edad
determinada.
La temática que puede ser investigada a través de este valioso
instrumento es muy amplia. Para abordarla en su totalidad y en forma
óptima, se requeriría de recursos especialmente destinados a estos
efectos para conformar un Programa Continuo de Encuestas del Uso
del Tiempo que tenga una periodicidad de, al menos cada dos años,
con fines de seguimiento.
Algunos países de América Latina han efectuado avances en este
aspecto realizando Encuestas sobre el Uso del Tiempo con diversos
objetivos.
En forma sintética las Encuestas del Uso del Tiempo tienen
como objetivo medir el tiempo dedicado a distintos tipos de
actividades que realizan las personas. Este tipo de instrumento permite
obtener una mejor y mayor visibilidad de todas las formas de trabajo
que se realizan tanto fuera como dentro del hogar, sean éstas
remuneradas o no remuneradas.
El uso del tiempo de los individuos está relacionado también con
prácticas culturales y condiciones materiales y económicas de los
hogares por lo que se requiere establecer una base comparable entre

5
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

los países para captar la variabilidad existente. Esto conlleva abarcar una amplia gama de formas
diversas de hacer las cosas y su codificación remitiendo al uso de una clasificación exhaustiva y
estandarizada de actividades, lo que debe ser evaluado en función de objetivos precisos para no
extender de sobremanera el cuestionario.
Existen distintas alternativas para realizarlas:
Realización de una encuesta específica sobre el Uso del Tiempo. En general, este tipo de
encuestas suele ser extensa y compleja pues requiere abarcar la amplia variedad y simultaneidad de
actividades que se realizan durante el día y entre días, distinguiendo entre lo que suele realizarse
tanto en días hábiles como feriados o entre períodos de trabajo o vacaciones, lo que requiere llevar
un registro detallado de los tiempos asociados a cada actividad bajo diferentes condiciones para
luego configurar agregaciones que caractericen la distribución del tiempo de los individuos.
Sin desconocer que realizar encuestas específicas sobre el tema es la opción óptima, su
organización, levantamiento y procesamiento requiere de un financiamiento especial, y por el
momento, se hace difícil pensar que puedan formar parte de los Programas oficiales de las Oficinas
de Estadísticas de América Latina, como ocurre en la actualidad con algunos de los países que
conforman la Unión Europea, Canadá y en los Estados Unidos de Norteamérica.
Investigaciones aisladas. Estas se reflejan en lo realizado hasta la fecha por algunos países de
la región. Si bien aportan valiosa información en un momento determinado, presentan la desventaja
de la falta de comparabilidad y de periodicidad.
Cuentas Satélites desde la dimensión de género. No caben dudas que, en el transcurso del
tiempo ha existido un reconocimiento de los aportes realizados por las mujeres al progreso a través
de su participación en los trabajos remunerados, y de su contribución, mediante el trabajo no
remunerado, en el mejoramiento de la salud, de la pobreza y de sus esfuerzos para el logro de un
desarrollo sostenible. A pesar de ello, el trabajo no remunerado aún permanece excluido del Sistema
de Cuentas Nacionales.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS), ha dado inicio al trabajo cuyo objetivo
principal es medir la contribución no remunerada de las mujeres en el cuidado de la salud en el
hogar, a través del desarrollo de una Cuenta Satélite, en el marco del Sistema de Cuentas
Nacionales, y cuya fuente de información básica es la Encuesta del Uso del Tiempo.
Incorporación de módulo básico en la Encuesta Continua de Hogares. Son variados los aspectos
técnicos y metodológicos que deben considerarse para incorporar un módulo de uso del tiempo a las
encuestas de hogares y estos aspectos se vinculan con costos, período de referencia (día o semana
anterior de la encuesta), decisiones acerca de si se hará por autoempadronamiento o bien por entrevista
directa; edad a considerar; extensión de las preguntas, entre otros. Sin embargo es importante avanzar en
esfuerzos concretos; en conocer y analizar la factibilidad de que los países cuenten con los antecedentes
necesarios y propuestas específicas para llevar a cabo estudios de este tipo.
La CEPAL, a través de la Unidad Mujer y Desarrollo y la División de Estadísticas han
querido impulsar la realización de encuestas de uso del tiempo en los países de la región, para lo
cual se propone entregar elementos de apoyo a los países preparando materiales metodológicos con
directrices y recomendaciones sobre la clasificación del uso del tiempo en pos de un prototipo
básico de encuesta que pueda ser aplicado como módulo en las encuestas de hogares que los países
levantan en forma regular.
Entre el 21 y el 23 de noviembre de 2005, se efectuó la Reunión Regional “Las Encuestas del
Uso del Tiempo su Diseño y Aplicación”, la que tuvo por objetivo general analizar las
interrelaciones entre los aspectos metodológicos de la Cuenta Satélite del Sector Hogares y las
Encuestas del Uso del Tiempo, con énfasis en la medición del trabajo no remunerado en cuidado de
salud en los hogares y en la disminución de la pobreza.

6
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

La propuesta presentada considera que se realice una Encuesta del Uso del Tiempo (EUT),
suplementaria a la Encuesta de Hogares.
Acotar el sondeo mediante la aplicación de Módulos Básicos, conteniendo un número
limitado de preguntas acerca de un determinado tema de interés general para los países, el que
podría repetirse cada dos o cinco años, durante el mismo período elegido con propósitos de
seguimiento y conformación de las bases de datos. Cabe señalar que, a modo de ejemplo, se
presentó la temática pobreza y protección social.
En el año/s intermedio/os, la investigación puede estar dirigida a otra temática, vale decir, a la
aplicación de otro módulo de interés relacionado con el tema. Se debe lograr uniformidad y
periodicidad en la recogida de los datos para permitir un mejor conocimiento, análisis y seguimiento
de los resultados que se obtengan.
Conformar una base de datos que considere una Clasificación Estandarizada de las
actividades, con el propósito de elaborar indicadores claves, útiles y comparables; todo ello
orientado al conocimiento y la toma de decisiones en políticas públicas en materia de género.
Cada país adaptará el lenguaje del contenido del Módulo Básico según su propia realidad, y
se requiere introducir modificaciones menores en las Encuestas Continuas de Hogares llevadas a
efecto por los países de la región.
Para su aplicación se hace necesario considerar y decidir acerca de los siguientes puntos:
Método de la entrevista (autoempadronamiento o por encuestador); corte de edad; período de
referencia (un día, una semana, un mes), y realizarla en forma simultánea con la encuesta principal,
recolectando la información acerca de las actividades no remuneradas durante la visita al hogar.
Debería estudiarse muy bien el período de referencia debido, principalmente, a la capacidad
de recordar por parte de las personas. Asimismo, al no efectuarla en forma simultánea se corre el
riesgo, por una parte, de aumentar costos ya que el encuestador podría suponer que es otra encuesta
independiente por la cual debería recibir un pago, y por otra, cometer omisiones importantes.
Respecto a la Clasificación Internacional de Actividades para Encuestas sobre el Uso del
Tiempo (ICATUS) y otras relacionadas se destacaron que, la comparación internacional entre
encuestas de uso del tiempo no será posible mientras no se desarrolle una clasificación
estandarizada de las actividades a considerar. Estas pueden darse tanto a un nivel de detalle muy
específico de forma tal que puedan reflejar los patrones de uso del tiempo de las distintas culturas y
economías, o bien puede optarse por una clasificación más amplia que, en forma general, logre
sintetizar los distintos componentes del trabajo no remunerado.
La División de Estadísticas de Naciones Unidas ha desarrollado ya una Clasificación
Experimental Internacional sobre el Uso del Tiempo (ICATUS), la que podría ser el punto de
partida para un debate en pos de una clasificación a ser aplicada en los países de América Latina. A
ella se podrían agregar actividades más atingentes a las realidades de la región. Esta clasificación
sigue un ordenamiento jerárquico de hasta cuatro dígitos que suman en total 401 actividades; la
clasificación de primer orden o a un dígito contempla 15 categorías (ver anexo 2). Existe, además,
el Sistema de Clasificación Americano para Encuestas de Uso del Tiempo.
Los acuerdos fueron: las Encuestas sobre el Uso del Tiempo (EUT) deben ser parte del
Sistema Estadístico Nacional de los países e integradas a la Encuesta de Hogares. Esto no obsta para
que puedan ser concebidas como Subsistemas y que, aquél país que pueda y así lo estime
conveniente, puede levantar una EUT en forma independiente.
Se debe establecer claramente el tipo de estadísticas que se requiere, es decir, elaborar un
Plan de tabulaciones con orientación a la toma de decisiones de políticas públicas. Con fines
comparativos nacionales e internacionales, crear un conjunto mínimo o básico de indicadores,

7
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

dentro de un marco flexible esto es que cualquier encuesta sobre el Uso del Tiempo que se levante
debe, necesariamente, permitir la elaboración de los mismos.
Para efectos de comparabilidad, se requiere efectuar modificaciones en los módulos de empleo,
desde una perspectiva de género. Esto no significa quitar o modificar los conceptos de trabajo ya
establecidos, sino agregar otros que lo permitan (casos de Chile, Ecuador, España, y otros países).
Respecto a la propuesta de una Clasificación Internacional, el acuerdo fue que se conformaría
un grupo de trabajo. Este requiere una mecánica de trabajo y de una coordinación, razón por la cual
habrá que incluirlo dentro de los programas de trabajo 2006 de la CEPAL.
En cuanto a los clasificadores, si bien existen progresos importantes y se cuenta con la
experiencia derivada de las encuestas realizadas, se debe avanzar más con el propósito puedan, por
una parte, adquirir una expresión más latinoamericana, y por otra, permitir la elaboración de las
cuentas satélites, en especial la de salud. Asimismo, tomando en consideración siempre los
objetivos de la encuesta, debiera realizarse una labor más realista y de tipo instrumental.
En cuanto a la aplicación de las EUT en salud, hubo consenso respecto a que deberían de
conformar parte del Sistema Estadístico de los países pero, con la suficiente apertura para realizar
una específica cuando el país así lo estime conveniente. Asimismo, deberían ser parte de una
estrategia de producción de información, y serán los propios indicadores que se elaboren los que
decidirán tanto el tipo como el contenido de la encuesta. La utilización explícita de los datos para
propósitos contables, en especial en salud, son inseparables.
Nueve países de América Latina han realizado investigaciones acerca del uso del tiempo con
diversos objetivos y de distintas maneras. Por contar con las bases de datos que lo permiten, en esta
oportunidad se analizan cinco países a saber: Bolivia, Ecuador, Guatemala, Nicaragua y México. Si
bien se desconocen los aspectos técnicos y metodológicos utilizados en cada encuesta, ellas tienen
en común que preguntan por el tiempo invertido en actividades domésticas. En algunos casos, la
forma de realizar la pregunta es coincidente más no así en su nivel de desglose.
Previo al análisis, se procedió a procesar las bases de datos disponibles. Los resultados
obtenidos pueden no coincidir con los publicados por cada uno de los países ya que, en este caso, no
existió un plan de consistencia y de validación especialmente ideado como tampoco se utilizó,
necesariamente, el mismo algoritmo de procesamiento.
El objetivo es analizar, en forma comparativa, los resultados obtenidos con el propósito de
identificar si existen patrones similares entre los países no tanto en lo referente a magnitud, sino en
cuanto a comportamiento frente a ciertas características relevantes. Estas consideran aspectos socio-
demográficos así como la conducta de mujeres y hombres al interior de los hogares, principalmente en
la distribución del tiempo y en la participación de actividades. Con ello se pretende orientar un
enfoque analítico para futuras encuestas y/o módulos como los propuestos, que sirva de base para la
toma de decisiones y la implementación de políticas destinadas a una población-objetivo.
Para efectos analíticos se han considerado aquellas variables posibles de comparar; tal es el
caso del sexo- básico para el análisis desde el punto de vista de género-; la edad; el estado civil y/o
conyugal; la relación de parentesco con el jefe/a del hogar; la posición de los entrevistados en el
hogar; la tipología de los hogares; si cuentan o no los hogares con una o más personas que tengan
como actividad principal los quehaceres domésticos; la jornada laboral; la presencia o no de
menores de determinada edad; las actividades segmentadas que se realizan; los niños que trabajan, y
la representación de mayores de 65 años No Valente, entre otros.

8
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Introducción

En la Plataforma de Acción adoptada en la Cuarta Conferencia Mundial


sobre la Mujer, se recomienda que los servicios estadísticos internacionales,
y los organismos gubernamentales así como los de las Naciones Unidas
pertinentes, en cooperación con organizaciones de investigación y
documentación, procuren “mejorar la obtención de datos sobre toda la
contribución de mujeres y de hombres a la economía, incluyendo su
participación en el sector no estructurado”, además “desarrollar una
clasificación internacional de actividades para las estadísticas sobre el uso
del tiempo en que se aprecien las diferencias entre mujeres y hombres en lo
relativo al trabajo remunerado y no remunerado, y reunir datos desglosados
por sexo”.
Transcurridos 10 años de la plataforma de acción de Beijing,
continúa siendo una necesidad la generación de Encuestas de Uso del
Tiempo en los países de la región. Los esfuerzos que se han hecho en este
sentido constituyen casos aislados, y en general, han tenido un carácter
piloto o experimental no conformando aún parte de los planes estadísticos
oficiales de los Institutos Nacionales de Estadística.
Para el análisis de género la disponibilidad de información sobre el uso
del tiempo es de máxima relevancia. La mayor parte de los problemas y
limitaciones que enfrentan las mujeres se relacionan con la falta de tiempo
para la dedicación a actividades que promuevan su desarrollo, participación y
autonomía en otros ámbitos. Las prácticas culturales han condicionado y
otorgado a las mujeres la responsabilidad sobre casi la totalidad de las
actividades domésticas no remuneradas. Aún en un escenario en que la mujer
se ha incorporado en forma masiva a la población económicamente activa
continúa recargando, de forma intensa, su jornada laboral con el consiguiente
detrimento de su bienestar general.

9
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

En el caso de aquellas mujeres que tienen como actividad exclusiva las labores del hogar, la falta de
visibilidad y reconocimiento a estas labores se ve intensificada por la falta de autonomía económica
que las caracteriza, y la vulnerabilidad a la pobreza que ocasiona la misma. La comprensión y
cuantificación de las diversas formas cómo se distribuyen las tareas y los tiempos utilizados en las
mismas por hombres y mujeres contribuirá, entre otras, a conocer parte importante de las
dificultades y limitaciones que enfrentan los individuos para hacer frente al trabajo remunerado, así
como para participar en otras actividades fuera del ámbito de lo doméstico incluyendo el descanso y
el ocio, el acceso a actividades culturales, de capacitación, de sociabilización, de acceso y manejo
de tecnologías entre otras, todas situaciones que originan y configuran uno de los principales
problemas de inequidad entre los sexos. En este escenario la CEPAL, a través de la Unidad Mujer y
Desarrollo y la División de Estadísticas, ha querido impulsar la realización de Encuestas de Uso del
Tiempo en los países de la región, para lo cual se propone entregar elementos de apoyo preparando
materiales metodológicos con directrices y recomendaciones sobre la clasificación del uso del
tiempo, y un prototipo básico de encuesta que pueda ser aplicado como módulo en las encuestas de
hogares que los países levantan en forma regular. Para el logro de este objetivo la CEPAL, en su
primera fase, se propuso reunir los antecedentes necesario para evaluar el estado del arte de
encuestas de uso del tiempo en la región, y asimismo concertar reuniones de expertos en el tema
para recoger la experiencia internacional, especialmente en aquellos países que ya tienen trayectoria
en la ejecución de encuestas de este tipo. Teniendo en consideración estos antecedentes, entre el 21
y el 23 de noviembre de 2005, se efectuó la Reunión Regional “Las Encuestas del Uso del Tiempo
su Diseño y Aplicación”, la que tuvo por objetivo general analizar las interrelaciones entre los
aspectos metodológicos de la Cuenta Satélite del Sector Hogares y las Encuestas del Uso del
Tiempo, con énfasis en la medición del trabajo no remunerado en cuidado de salud en los hogares y
en la disminución de la pobreza.
Los objetivos específicos fueron: a) examinar los avances en el desarrollo de las encuestas de uso
del tiempo en varios países de América Latina, y discutir metodologías para lograr comparabilidad
internacional; b) evaluar los requerimientos técnicos y metodológicos que son necesarios para
implementar una EUT; c) elaborar recomendaciones que permitan institucionalizar la recolección de
los datos de uso del tiempo; d) proponer un prototipo de encuesta de uso del tiempo para ser
incluida como módulo en las encuestas de hogares; e) compartir experiencias sobre la medición y
valoración del trabajo no remunerado en torno a la atención de la salud de los hogares: España,
Canadá y Estados Unidos, y f) elaborar recomendaciones para, a través de las EUT, lograr
indicadores comparables en la Región los que se requieren para la elaboración de la Cuentas
Satélites, así como las estrategias a seguir. El documento se divide en dos partes a saber: la primera
presenta los avances realizados en América Latina respecto al levantamiento de Encuestas del Uso
del Tiempo, los objetivos de las mismas, así como las distintas alternativas para realizarlas. Incluye,
asimismo, la propuesta presentada ante los participantes a la Reunión Técnica referida a la inclusión
de un Módulo Suplementario Básico sobre el Uso del Tiempo en las Encuestas de Hogares, y a la
Clasificación Internacional de Actividades(ICATUS) y otras relacionadas. La síntesis del debate y
los acuerdos obtenidos, luego de la labor realizada por los tres grupos de trabajo conformados para
tales efectos. En la segunda parte, se presentan algunos análisis y resultados, derivados del
procesamiento de las bases de datos disponibles, de las encuestas y/o módulos incluidos por cinco
países de la región. Su principal objetivo fue analizar, en forma comparativa, los resultados con el
propósito de identificar la existencia de patrones similares en los países no tanto en lo que se refiere
a magnitud, sino en cuanto a comportamiento frente a características relevantes. Estas consideran
aspectos socio-demográficos así como la conducta de mujeres y hombres al interior de los hogares,
principalmente en la distribución del tiempo y en la participación de actividades, detectando así, las
potencialidades y restricciones para un adecuado análisis de género.

10
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

I. Antecedentes

Para las Naciones Unidas una de las prioridades en el campo de la


investigación es la medición del tiempo y su utilización. En su
trigésimo primer período de sesiones de marzo de 2000, la Comisión
de Estadística examinó el informe del Secretariado General que
versaba acerca del Plan de Ejecución de un proyecto sobre las
cuestiones de género en la medición del trabajo remunerado y no
remunerado; reconoció, asimismo, la importancia de la labor realizada
por la Secretaría en relación con esta temática, y señaló la labor conexa
adicional llevada a efecto por diversos países y organismos en relación
con los estudios sobre el uso del tiempo. 1
Las Encuestas sobre el Uso del Tiempo (EUT)- cuyo desarrollo
e implementación que promueve la CEPAL- permiten, entre otros,
explorar la distribución del tiempo al interior de los hogares, así como
impulsar la formulación de políticas orientadas a una mejor
distribución de actividades remuneradas y no remuneradas realizadas
por los miembros que componen las familias, a partir de una edad
determinada.
La temática que puede ser investigada a través de este valioso
instrumento es muy amplia. Para abordarla en su totalidad y en forma
óptima, se requeriría de recursos especialmente destinados a estos
efectos para conformar un Programa Continuo de Encuestas del Uso
del Tiempo que tenga una periodicidad de, al menos cada dos años,
con fines de seguimiento.

1
Documentos Oficiales del Consejo Económico y Social 2000. Suplemento No 4 (E/2000/24), párr.22

11
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Algunos países de América Latina han efectuado avances en este aspecto realizando
Encuestas sobre el Uso del Tiempo con diversos objetivos. En la década de los noventa, países
como República Dominicana (1995), México (1996 y 1998), Nicaragua (1998), y recientemente
Cuba (2002), realizaron las primeras Encuestas de este tipo a nivel nacional.
Un ejemplo reciente es México. El Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática
(INEGI), en estrecha colaboración con el Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES), y el
Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM), realizó la “Encuesta
Nacional sobre Uso del Tiempo (ENUT 2002)”. Se levantó como un módulo de la Encuesta
Nacional de Ingreso y Gastos de los Hogares (ENIGH 2002), aunque no en forma simultánea.
Su objetivo general fue proporcionar estadísticas sobre el tiempo que los miembros del hogar-
hombres y mujeres- de 12 años y más dedican a las actividades que realizan en forma cotidiana. Los
objetivos específicos fueron: a) Identificar y cuantificar las diferencias y desigualdades de género en
la utilización del tiempo a nivel familiar y social; b) Brindar insumos para contribuir a la valoración
del trabajo doméstico no remunerado realizado por los hombres y las mujeres de 12 años y más, y c)
Hacer visible el trabajo de la mujer en el hogar y contribuir a medir el tiempo que utiliza en la
producción de bienes y servicios domésticos destinados al consumo de los miembros del hogar
(INEGI 2003).
Otro ejemplo es el de Uruguay (2003). El Departamento de Sociología de la Facultad de
Ciencias Sociales de la Universidad de la República, realizó la “Encuesta sobre el Uso del Tiempo y
Trabajo no Remunerado”, dirigida a las personas de 16 años y más. Sus objetivos fueron: a)
Cuantificar la carga global de trabajo (remunerado y no remunerado) en tiempo y la división de esa
carga entre varones y mujeres; b) Cuantificar la concentración de la carga global de trabajo sobre los
recursos humanos; c) Establecer cómo es el reparto del trabajo doméstico y de cuidado en los hogares;
y d) Analizar la relación entre trabajo remunerado y no remunerado. Se utilizó el marco muestral de la
Encuesta Continua de Hogares del Instituto Nacional de Estadística (Aguirre y Bathyany 2004).
Otra experiencia fue la de Cuba, país pionero en este tipo de encuestas. La primera fue
levantada en 1985, y en agosto de 2000 se gestó un acuerdo entre el Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Fondo de las Naciones Unidas para el Desarrollo de la Mujer
(UNIFEM), con el gobierno de Cuba representado por el Ministerio para la Inversión Extranjera y
la Colaboración Económica (MINVEC), el Proyecto CUB/00/W01 “Incorporación del Enfoque de
Género en el Programa de Desarrollo Humano a Nivel Local”, donde la Oficina Nacional de
Estadística (ONE) sería un componente técnico para la generación de información, con enfoque de
género, para el análisis de la realidad y para que, las iniciativas que surjan de los procesos de
planificación participativa, incorporen la dimensión de género especialmente, en la elaboración de
proyectos, su implementación, seguimiento y evaluación, así como todo el desarrollo del programa.
Dadas las posibilidades de recursos, se acordó realizar la Encuesta sobre el Uso del Tiempo
en cinco municipios seleccionados dentro del programa de Desarrollo Humano a nivel Local
(PDHL), la que se efectuó en el mes de marzo de 2001. La ONE fue la encargada de la dirección
técnica, la organización, el análisis de los resultados, y de la orientación del desarrollo de la
encuesta en los municipios. Se determinaron dos objetivos: uno relacionado con la necesidad de
disponer de estadísticas sobre grupos poblacionales, y otro para obtener información en los planos
individual y doméstico. Los objetivos relacionados con el primero, abarca la igualdad entre los
sexos en el trabajo remunerado y no remunerado, y el segundo concierne más a la división del
trabajo en el hogar. Estuvo dirigida a la población de 15 años y más. (ONE 2004). 2
Asimismo, Costa Rica, Guatemala y Nicaragua realizaron una Encuesta Suplementaria a la
Encuesta de Hogares, vale decir, destinaron un acápite especial para investigar el uso del tiempo. En
el primer caso estuvo destinada a la población de 12 años y más; en el segundo, a las personas de 7
2
http://www.cubagob.cu/otras info/tiempo/eut.pdf

12
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

años y más (cuyos informantes directos debían ser los de 12 años y más de edad), y en Nicaragua,
para los miembros del hogar de 6 años y más (ver anexo).
Investigaciones menos detalladas y con distintos objetivos han realizado Bolivia, y Ecuador.
En ambos casos se incluyó una sección en la Encuesta Continua de Hogares, para medir el “Trabajo
Doméstico en el Hogar, No Remunerado”, a las personas de 7 años y más (Bolivia), y “Condición
de Actividad y Quehaceres Domésticos”, dirigidos a las personas de 5 años y más en el caso de
Ecuador (ver anexo).
Finalmente el INE de Chile realizó, en forma conjunta con el Ministerio del Trabajo y
Previsión Social, el Servicio Nacional de Menores, y la Organización Internacional del Trabajo
(OIT), la “Encuesta Nacional de Trabajo Infantil 2003”. Para tales efectos, fue elegida una
submuestra del Programa Integrado de Encuestas de Hogares (PIDEH), especialmente diseñada para
medir, en forma exclusiva, el trabajo infantil y adolescente. Uno de los acápites de esta encuesta
estuvo destinado a medir el uso del tiempo de niñas y niños entre los 5 y 17 años de edad; sus
resultados revelan claramente la reproducción intergeneracional de la división sexual de roles desde
la temprana edad.
Asimismo, entre los meses de mayo y junio de 2005 se aplicó, en doce de las trece Regiones
del país (excluyó la Región Metropolitana), la “Encuesta Nacional de Consumo Cultural y Uso del
Tiempo Libre 2005”, como parte de un convenio entre el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes
y el Instituto Nacional de Estadísticas de Chile. Estuvo dirigida a las personas de 15 años y más y su
propósito fue generar información sobre el consumo cultural de los chilenos y las prácticas por ellos
realizadas en su tiempo libre (INE-CNCA 2005).
De lo expuesto se deduce que, si bien los esfuerzos hechos por los países han sido y
continúan siendo un valioso aporte, no existe un prototipo básico de Encuesta del Uso del Tiempo
que permita, por una parte, la comparabilidad entre los países y, por otra, periodicidad para obtener
un seguimiento y observar cambios en el tiempo. Para ello se hace necesario que formen parte de
los planes y programas oficiales de las Oficinas de Estadística de América Latina.

13
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

II. Objetivo de las Encuestas sobre


el Uso del Tiempo

En forma sintética las Encuestas del Uso del Tiempo tienen como
objetivo medir el tiempo dedicado a distintos tipos de actividades que
realizan las personas. Miden las cantidad de tiempo que los individuos
invierten en la realización de diversas actividades, tales como el
trabajo remunerado, los quehaceres del hogar, el cuidado de las
personas, el tiempo dedicado al ocio y entretenimiento, el trabajo
voluntario, el tiempo destinado al traslado, entre otros. Este tipo de
instrumento permite obtener una mejor y mayor visibilidad de todas las
formas de trabajo que se realizan hombres y mujeres tanto fuera como
dentro del hogar, sean éstas remuneradas o no remuneradas.
El uso del tiempo de los individuos está relacionado también con
prácticas culturales y condiciones materiales y económicas de los
hogares por lo que se requiere establecer una base comparable entre los
países para captar la variabilidad existente. Esto conlleva abarcar una
amplia gama de formas diversas de hacer las cosas y su codificación
remitiendo al uso de una clasificación exhaustiva y estandarizada de
actividades, lo que debe ser evaluado en función de objetivos precisos
para no extender de sobremanera el cuestionario.

15
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

III. Distintas alternativas para


realizarlas

1. Realización de una encuesta específica


sobre el Uso del Tiempo
En general, este tipo de encuestas suele ser extensa y compleja pues
requiere abarcar la amplia variedad y simultaneidad de actividades que
se realizan durante el día y entre días, distinguiendo entre lo que suele
realizarse tanto en días hábiles como feriados o entre períodos de
trabajo o vacaciones, lo que requiere llevar un registro detallado de los
tiempos asociados a cada actividad bajo diferentes condiciones para
luego configurar agregaciones que caractericen la distribución del
tiempo de los individuos.
Sin desconocer que realizar encuestas específicas sobre el tema
es la opción óptima, su organización, levantamiento y procesamiento
requiere de un financiamiento especial, y por el momento, se hace
difícil pensar que puedan pasar a formar parte de los Programas
oficiales de las Oficinas de Estadísticas de América Latina, como
ocurre en la actualidad en algunos países que conforman la Unión
Europea, Canadá y en los Estados Unidos de Norteamérica.

17
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

1.1 Investigaciones aisladas


Estas se reflejan en lo realizado hasta la fecha por algunos países de la región, y que fueran
mencionadas en Antecedentes.Si bien aportan valiosa información en un momento determinado,
presentan la desventaja de la falta de comparabilidad y de periodicidad y en ocasiones de cobertura
geográfica y temática.

1.2 Cuentas Satélites desde la dimensión de género


No caben dudas que, en el trascurso del tiempo ha existido un reconocimiento de los aportes
realizados por las mujeres al progreso a través de su participación en los trabajos remunerados, y de
su contribución, mediante el trabajo no remunerado, en el mejoramiento de la salud, de la pobreza y
de sus esfuerzos para el logro de un desarrollo sostenible. A pesar de ello, el trabajo no remunerado
aún permanece excluido del Sistema de Cuentas Nacionales.
La transición demográfica hacia el envejecimiento de la población, en particular el descenso
de la mortalidad, han sido acompañados por un conjunto de procesos a los que se han denominado
transición epidemiológica y cuyas principales características son los cambios en la estructura por
edad en la mortalidad y en las causas de muerte predominantes. En los países más avanzados en
cuanto a la transición demográfica, con estructuras de población ya relativamente envejecidas, los
problemas de salud tienen que ver fundamentalmente con la población adulta y de edades avanzadas
debido a que, por la mayor sobre vivencia, aumenta la importancia relativa y absoluta de las
personas en dichas edades en particular, a partir de los 60 ó 65 años.
La creciente demanda por atención no remunerada en salud en los hogares obedece,
principalmente, al proceso antes descrito. La mayor incidencia en enfermedades del tipo crónicas,
requieren atenciones a largo plazo, a lo que se agrega el mayor énfasis que debe otorgar el sector
salud en los servicios y atención ambulatoria. Por otra parte, la progresiva incorporación de las
mujeres al mercado laboral, no les ha reportado una distribución más justa del trabajo no
remunerado que se realiza dentro del hogar lo que estriba en que la carga para ellas es cada vez
mayor, situación que debería ser objeto de políticas.
Un instrumento que permite conocer la distribución del tiempo al interior de los hogares, y
promover asimismo la formulación de políticas orientadas a permitir una mejor distribución de
las actividades tanto remuneradas como las no remuneradas es, precisamente, la Encuesta de Uso
del Tiempo.
En la reunión de expertas y expertos de varios países de la región y de España, en Sistemas
de Cuentas Nacionales (SCN) y medición y valoración de la contribución del trabajo no remunerado
de servicios de salud en el hogar, desde una perspectiva de género, realizada en Washington DC en
diciembre de 2003, se conformó una red de trabajo para la medición de los servicios de salud
producidos en los hogares y su contabilización es una Cuenta Satélite, en el marco del SCN.
El grupo se comprometió a: 1. Elaborar una propuesta conceptual metodológica para medir
los servicios de salud que se realiza en los hogares y su respectiva contabilización en una cuenta
satélite, en el marco del SCN; 2. La propuesta será conocida y concensuada al interior de la Red, y
presentada en la Consulta sobre Cuentas de Salud a realizarse en la CEPAL, en marzo de 2004; 3.
Para dicha fecha, identificar los países que entrarían a desarrollar la propuesta como plan piloto,
iniciando el trabajo con la recolección de los datos que permitan el cálculo de los indicadores
previamente definidos, con los cuales se pueda hacer abogacía a nivel político y técnico para la
construcción de la Cuenta Satélite, y 4. En el mediano plazo, elaborar la Cuenta Satélite en los
países identificados para el plan piloto (Resumen de Relatoría 2003).

18
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

La Organización Panamericana de la Salud (OPS), ha dado inicio al trabajo cuyo objetivo


principal es medir la contribución no remunerada de las mujeres en el cuidado de la salud en el
hogar, a través del desarrollo de una Cuenta Satélite, en el marco del Sistema de Cuentas
Nacionales, y cuya fuente de información básica es la Encuesta del Uso del Tiempo.

1.3 Incorporación de módulo básico en la Encuesta de Hogares


Son variados los aspectos técnicos y metodológicos que deben considerarse para incorporar
un módulo de uso del tiempo a las encuestas de hogares y estos aspectos se vinculan con costos,
período de referencia (día o semana anterior de la encuesta), decisiones acerca de si se hará por
autoempadronamiento o bien por entrevista directa; edad a considerar; extensión de las preguntas,
entre otros. Sin embargo es importante avanzar en esfuerzos concretos; en conocer y analizar la
factibilidad de que los países cuenten con los antecedentes necesarios y propuestas específicas para
llevar a cabo estudios de este tipo.

19
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

IV. Propuesta para la inclusión de


un Módulo Suplementario Básico
sobre el Uso del Tiempo en la
Encuesta de Hogares,
Clasificación Internacional de
Actividades (ICATUS) y otras
relacionadas

Antecedentes
En la Plataforma de Acción de Beijing, adoptada en la Cuarta
Conferencia Mundial sobre la Mujer (Beijing, 1995), los países se
comprometieron a visibilizar la distribución y contribución de las
mujeres al trabajo no remunerado, a través de la elaboración de cuentas
satélites en el marco del Sistema de Cuentas Nacionales.
Asimismo, la Reunión de Expertos efectuada en Santiago de
Chile en el año 2003, se solicitó “a la División de Estadística y a la
Unidad de la Mujer y Desarrollo de la CEPAL organizar, a nivel
regional una reunión técnica sobre el tema entre productores y usuarios
de la información, en el mismo espíritu que las dos reuniones técnicas
sobre indicadores de género celebradas en el bienio anterior, en el
marco del programa de trabajo 2003-2005 de la Conferencia de
Estadística de las Américas”.

21
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

A su vez, la Conferencia de Estadística, realizada en Santiago de Chile en junio de 2005,


propuso que la CEPAL elaborara una propuesta que incluyera diversas alternativas para llevarla a
cabo. En este contexto esta institución, a través de la Unidad Mujer y Desarrollo y la División de
Estadísticas y en colaboración con UNIFEM, han querido impulsar la realización de encuestas de
uso del tiempo en los países de la región, para lo cual se propone entregar elementos de apoyo a los
países preparando materiales metodológicos con directrices y recomendaciones sobre la
clasificación del uso del tiempo en pos de un prototipo básico de encuesta que pueda ser aplicado
como módulo en las encuestas de hogares que los países levantan en forma regular.
Teniendo en consideración estos antecedentes, entre el 21 y el 23 de noviembre de 2005, se
efectuó la Reunión Regional “Las Encuestas del Uso del Tiempo su Diseño y Aplicación”, la que
tuvo por objetivo general analizar las interrelaciones entre los aspectos metodológicos de la Cuenta
Satélite del Sector Hogares y las Encuestas del Uso del Tiempo, con énfasis en la medición del
trabajo no remunerado en cuidado de salud en los hogares y en la disminución de la pobreza.
Los objetivos específicos fueron: a) examinar los avances en el desarrollo de las encuestas de
uso del tiempo en varios países de América Latina, y discutir metodologías para lograr
comparabilidad internacional; b) evaluar los requerimientos técnicos y metodológicos que son
necesarios para implementar una EUT; c) elaborar recomendaciones que permitan institucionalizar
la recolección de los datos de uso del tiempo; d) proponer un prototipo de encuesta de uso del
tiempo para ser incluida como módulo en las encuestas de hogares; e) compartir experiencias sobre
la medición y valoración del trabajo no remunerado en torno a la atención de la salud de los
hogares: España, Canadá y Estados Unidos, y f) elaborar recomendaciones para, a través de las
EUT, lograr indicadores comparables en la Región los que se requieren para la elaboración de la
Cuentas Satélites, así como las estrategias a seguir.

Programa permanente de encuestas de hogares


Los censos de población y vivienda y las encuestas de hogares se complementan entre sí en función
del nivel de detalle de los temas que, en general, pueden obtenerse y de los tipos de temas factibles
de explorar. Es importante distinguir entre lo que es un programa permanente de encuestas y un
conjunto de encuestas no relacionadas entre sí las que, normalmente, persiguen necesidades
estadísticas inmediatas y generalmente no proporcionan un marco para una base de datos y series
cronológicas continuas.
Como su nombre lo indica, las encuestas de hogares, son aquéllas que utilizan el hogar como
unidad de muestreo basándose, para la selección de la muestra, en los datos proporcionados por el
censo. En el Manual de Encuestas sobre Hogares (edición revisada) de las Naciones Unidas se
estipula: “Las encuestas de hogares son uno de los mecanismos más flexibles de recopilación de
datos. En principio se puede explorar casi cualquier tema y los conceptos y el nivel de detalle se
pueden adaptar a las necesidades de la investigación” (NU 1987).
Debido fundamentalmente a la mayor demanda por datos sociales y económicos, éstas han
experimentado una enorme expansión en los últimos veinte años de tal suerte que es posible que no
exista un país que cuente con un servicio de estadística, que no realice encuestas de hogares de
algún tipo. Constituyen un instrumento eficiente y de menor costo para satisfacer la demanda de
información, además, pueden realizarse con mayor frecuencia que un censo decenal y, lo más
importante, permiten entrar en mayores detalles ya que se utilizan encuestadores adiestrados y más
permanentes. En consecuencia, las encuestas de hogares son un complemento necesario que refleja
los cambios continuos en la sociedad que ocurren entre un censo y el siguiente. Al utilizar el hogar
como unidad de empadronamiento, proporcionan las respuestas a preguntas que no son posibles
incluir en un censo.

22
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Independientemente del tipo y del alcance sobre un tema en especial, la encuesta de hogares
reúne, al menos, algunos datos básicos sobre características demográficas como son, entre otras, el
sexo, la edad y la relación de parentesco con el jefe/a. Cabe recordar que entre las características
demográficas generales, se asigna alta prioridad al hogar y a la composición familiar. Así, en el
citado Manual de Encuestas se dice textualmente que éstas “no son sólo características biológicas,
sino que también reflejan circunstancias socioeconómicas, jurídicas, culturales y con frecuencia
religiosas. En la mayoría de los países en desarrollo, el hogar o la familia es el centro no sólo de la
actividad sociocultural, sino también de buena parte de la producción económica y el consumo”
(NU, 1987).
Específicamente, el censo de población y vivienda es la base para la actualización y el
perfeccionamiento del programa integrado de encuestas a hogares, por medio del cual se investigan
características laborales, sociales, demográficas y económicas de la población. Desde la etapa de
planificación censal es indispensable incorporar a la cartografía los antecedentes referentes a dicho
programa, y con mayor razón, tener el cuidado que se utilicen las mismas definiciones,
clasificaciones y conceptos en uno y otro instrumento de recolección para realizar comparaciones y
establecer tendencias.
Propuestas propiamente tal
Considerando lo estipulado en los antecedentes, y bajo el convencimiento que las Encuestas sobre el
Uso del Tiempo deben ser parte integrante del Sistema Estadístico Nacional de los países e
integradas a la Encuesta de Hogares la CEPAL, a través de la Unidad de la Mujer y Desarrollo y de
la División de Estadísticas con el apoyo de UNIFEM, sometió a consideración de los participantes a
la Reunión Regional ambas propuestas, vale decir, la inclusión de Módulos básicos suplementarios
a la Encuesta de Hogares y la utilización de la Clasificación Internacional de Actividades (ICATUS)
y otras complementarias.

1. Inclusión de Módulos básicos de Encuesta sobre Uso del


Tiempo en la Encuesta de Hogares
Dada la amplitud de la temática que es posible investigar a través de este tipo de encuesta, se hace
necesario acotar el sondeo mediante la aplicación de módulos básicos conteniendo un número
limitado de preguntas acerca de un determinado asunto de interés general para los países, por
ejemplo abordar la temática de pobreza y protección social. El mismo módulo podría repetirse cada
dos años durante el mismo período elegido con propósitos de seguimiento y conformación de las
bases de datos. En el año intermedio, la investigación puede estar dirigida a otra temática, vale
decir, a la aplicación de otro módulo de interés relacionado con el tema.
Para su aplicación se hace necesario considerar y decidir acerca de los siguientes puntos:
Método de la entrevista (autoempadronamiento o por encuestador); corte de edad; período de
referencia (un día, una semana, un mes), y realizarla en forma simultánea con la encuesta principal,
recolectando la información acerca de las actividades no remuneradas durante la visita al hogar.
Otro escenario posible sería idear un cuestionario más amplio, adoptando un período de
referencia de una semana, y a posteriori, volver al hogar y aplicar la encuesta. Cabe mencionar que
debería estudiarse muy bien el período de referencia debido, principalmente, a la capacidad de
recordar por parte de las personas. Asimismo, al no efectuarla en forma simultánea se corre el
riesgo, por una parte, de aumentar costos ya que el encuestador podría suponer que es otra encuesta
independiente por la cual debería recibir un pago, y por otra, cometer omisiones importantes.

23
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Ventajas:
• Independientemente del tipo y del alcance sobre un tema en especial, la encuesta de
hogares incorporan la denominada “Tarjeta de Registro de Hogares (TRH)” u “Hoja de
Registro de Hogares”, también denominada “Composición del Hogar” en la cual se
consignan, para cada uno de los miembros que lo componen, la relación de parentesco; el
sexo, la edad; estado civil/ conyugal; nivel educacional y, en algunos casos, asistencia
escolar u otra variable de interés.
• Entre las características demográficas generales, se asigna alta prioridad al hogar y a la
composición familiar.
• La Encuesta de Hogares indaga, asimismo, datos de la vivienda y del hogar.
• Por lo tanto, es posible interrelacionar la información demográfica-socioeconómica
contenida en la Encuesta de Hogares con los datos incluidos en el módulo sobre el uso del
tiempo.
• Eficiencia y costo marginal para satisfacer la demanda de información;
• Utilización de encuestadores adiestrados y más permanentes.
Desventajas:
Quizás las desventajas sean:
• Los niveles geográficos de representatividad que tiene para algunos países de la región
(nacional y algunas ciudades) en tanto que, para otros ésta es mayor, y
• La periodicidad con que se realizan: (mensual, semestral o bien anual).
En síntesis:
• La propuesta considera que se realice una Encuesta del Uso del Tiempo (EUT),
suplementaria a la Encuesta de Hogares.
• Acotar el sondeo mediante la aplicación de Módulos Básicos, conteniendo un número
limitado de preguntas acerca de un determinado tema de interés general para los países, el
que podría repetirse cada dos o cinco años, durante el mismo período elegido con
propósitos de seguimiento y conformación de las bases de datos. Cabe señalar que, a modo
de ejemplo, se presentó la temática pobreza y protección social.
• En el año/s intermedio/os, la investigación puede estar dirigida a otra temática, vale decir,
a la aplicación de otro módulo de interés relacionado con el tema.
• Se debe lograr uniformidad y periodicidad en la recogida de los datos para permitir un
mejor conocimiento, análisis y seguimiento de los resultados que se obtengan.
• Conformar una base de datos que considere una Clasificación Estandarizada de las
actividades, con el propósito de elaborar indicadores claves, útiles y comparables; todo
ello orientado al conocimiento y la toma de decisiones en políticas públicas en materia de
género.
• Cada país adaptará el lenguaje del contenido del Módulo Básico según su propia realidad.
• Se requiere introducir modificaciones menores en las Encuestas Continuas de Hogares
llevadas a efecto por los países de la región.

24
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Clasificación Internacional de Actividades para Encuestas sobre


el Uso del Tiempo (ICATUS) y otras relacionadas
La comparación internacional entre encuestas de uso del tiempo no será posible mientras no se
desarrolle una clasificación estandarizada de las actividades a considerar. Estas pueden darse tanto a
un nivel de detalle muy específico de forma tal que puedan reflejar los patrones de uso del tiempo
de las distintas culturas y economías, o bien puede optarse por una clasificación más amplia que, en
forma general, logre sintetizar los distintos componentes del trabajo no remunerado.
En el marco de un módulo incorporado a encuestas de hogares - donde la extensión de la
entrevista perjudica a la misma- parece más adecuada la última opción, sin embargo plantea
igualmente una serie de consideraciones que han de evaluarse en un escenario donde existe la
certeza que se cometerán sesgos a priori especialmente al ser el entrevistado quien, bajo su auto
percepción, estime el tiempo que invirtió en el conjunto de subactividades que definen una categoría
general, tal como puede ser, por ejemplo, el tiempo destinado al cuidado que suele conjugarse con
la realización de otras actividades paralelas.
Entre las consideraciones antes aludidas se deberá poner especial atención, por una parte, a la
capacidad de homologación internacional, a la relevancia analítica dada por indicadores que,
definidos a priori, respondan a las necesidades de información de los usuarios, y que
potencialmente, tengan significación para las políticas públicas en equidad de género, y por otra, al
uso de códigos de clasificación que resulten comprensivos tanto para el personal que codifica, como
asimismo que representen un adecuado concepto para los entrevistadores y entrevistados acerca de
lo que se desea medir cumpliendo, al mismo tiempo, con la propiedad de ser traspasado en forma
correcta y consistente.
La División de Estadísticas de Naciones Unidas ha desarrollado ya una Clasificación
Experimental Internacional sobre el Uso del Tiempo (ICATUS), la que podría ser el punto de
partida para un debate en pos de una clasificación a ser aplicada en los países de América Latina. A
ella se podrían agregar actividades más atingentes a las realidades de la región. Esta clasificación
sigue un ordenamiento jerárquico de hasta cuatro dígitos que suman en total 401 actividades; la
clasificación de primer orden o a un dígito contempla 15 categorías (ver anexo 2).
La metodología a seguir para definir una clasificación- aún cuando se trabaje sobre un
modelo ya preestablecido-ofrece en sí un gran desafió, siendo necesario por tanto anticipar algunos
de los problemas que ya han sido descritos en otras experiencias sobre las etapas y obstáculos que
se han enfrentado para configurar una clasificación final.
En el Desarrollo del Sistema de Clasificación Americano 3 para Encuestas del Uso del
Tiempo, se ilustran algunos inconvenientes en la clasificación de determinadas actividades los que,
por considerarlos atingentes, se reproducen a continuación:
Cuidado de niños: Se define conceptualmente como toda actividad en que se tenga una
interacción directa con el niño(a). En tal sentido una actividad tal como asistir a una reunión con la
profesora del niño(a) cuando el niño(a) en cuestión no esta presente, ofrecía poca claridad para ser
clasificada en esta opción; asimismo realizar actividades tal como ver televisión con un chico,
ofrecía también ambigüedad pues, esta misma actividad podría estar asociada con esparcimiento del
adulto.
Cuidado y ayuda para adultos mayores o enfermos: En este rubro fue necesario distinguir
entre categorías destinadas tanto el cuidado que se presta dentro de los mismos hogares, como el
que se le da a un adulto mayor o enfermo en otro hogar. Así, por ejemplo, una actividad tal como

3
Kristina J. Shelley, Developing the American Time Use Survey Activity Classification System.

25
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

hacer una valija o alimentar a una mascota para otro adulto, podía ser tanto clasificada como un
actividad para el hogar o como de ayuda para el adulto.
Voluntariado: El distinguir actividades de voluntariado de actividades para el hogar y de
ayuda para miembros de otros hogares, también ofrecía problemas. Así, por ejemplo, leerle a un
vecino ciego podría clasificarse tanto como voluntariado, ayuda a otros, o bien como
sociabilización.
Viajes y traslados: Para clarificar la codificación se definió que, cada viaje debía ser
clasificado según el propósito y motivación principal del viajero. Sin embargo aún producía
vaguedad situaciones tales como “llevé a mi hijo a la iglesia” lo cual podía ser clasificado tanto
como una actividad de cuidado como relativa a traslado. Asimismo, cuando los viajes involucraban
esperas y distintos medios de traslado hacían más difíciles la codificación, por cuanto las esperas
podrían representar otra actividad distinta al viaje (leyendo el diario mientras espera).
Compras de bienes y servicios: Una típica categoría en una encuesta de uso del tiempo tiene
que ver con actividades relacionadas a estos ítems. Sin embargo múltiples problemas se observaron
al tratar de clasificar actividades en los ámbitos médicos, legales u otros servicios relacionados al
cuidado de niños. Por ejemplo, solicitar una hora al médico ofrecía ambigüedad para su
clasificación.
Uso de los medios: Agrupa a actividades tales como leer libros, revistas, ver televisión,
escuchar radio, tocar CDS, DVD o cintas, leer el correo y responder cartas o mensajes, responder el
teléfono etc. pero, determinar dónde clasificar y cómo codificar los tipos de medios utilizados
significaba un desafío. Los tests demostraban que, razonablemente, una actividad podía quedar
clasificada correctamente en más de una categoría; por ejemplo, leer el periódico podía clasificarse
en determinadas situaciones, tanto como sociabilizarse o bien como una actividad de ocio-
esparcimiento y/o como uso de medios. Asimismo, el uso de Internet también ocasionaba problemas
según para qué fuera su uso.
Otras categorías: Aún cuando las categorías antes mencionadas traían aparejada un mayor grado
de complejidad, muchas otras actividades fueron necesarias de revisar para clarificar a los
codificadores. Por ejemplo, comprar entradas para el cine podía ser considerada como compra de
productos o como asistiendo a ver una película. Hablar con un profesor, podía clasificarse como
sociabilización y comunicación a la vez, como atendiendo a clases. Esta y otras ambigüedades
similares requieren decisiones sobre como se conceptualizan las definiciones para cada actividad y
otras reglas para propósitos de codificación. Finalmente el cómo se clasifique una respuesta depende
de la pregunta realizada, situación que debe determinarse en la etapa de planificación de la encuesta.

26
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

V. Síntesis del debate y acuerdos


obtenidos

Debate
Durante el debate, las grandes líneas de la propuesta acerca de la
aplicación de Módulos Básicos para medir el Uso del Tiempo fueron
bien acogidas; algunos participantes expresaron preferir las encuestas
específicas. Se solicitó incluir en la propuesta una tipología de métodos
posibles: encuesta independiente, módulos, y preguntas dentro de otro
tipo de encuestas aunque esta última alternativa, no había sido
mencionada dentro de la propuesta. Antes de decidir la forma de
medición, se sugirió se realizaran más pruebas mediante la aplicación
de distintas metodologías indagando, al mismo tiempo, los costos
involucrados en cada una de ellas.
Si bien no hubo consenso respecto al número de preguntas a ser
consideradas, se reiteró la necesidad de desarrollar un listado reducido
de indicadores sintéticos que sean de fácil inclusión en las cuentas
satélites. Se destacó que, desde el punto de vista de salud y de las
cuentas satélites del sector, es importante el monitoreo por lo que debe
existir continuidad.
Existió unanimidad para la conformación de una Clasificación
Estandarizada de Actividades, destacándose que constituye un tema
central cuya resolución podría ayudar en la elección del tipo de
encuesta que se desea implementar. Independientemente que los países
utilicen el mismo clasificador, hubo consenso acerca de la necesidad
de usar un lenguaje adaptable a la realidad de cada país.

27
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Respecto a la parte conceptual, se destacó la necesidad de contar con conceptos y


definiciones claras para la recolección de los datos y su posterior transferencia a las cuentas satélites
ya que ellas son el instrumento que permite vincular las encuestas de uso del tiempo con los
sistemas de cuentas nacionales favoreciendo así, la aplicación desde una mirada de género sobre la
economía.
El primer problema a resolver, que fue reiterado a lo largo de los debates, fue la
identificación del propósito del uso del tiempo. Se consideró como importante la medición del
trabajo no remunerado como principal objetivo y la importancia de medir el mismo trabajo en cada
país, previa identificación del sujeto de la encuesta, vale decir, el hogar y los individuos que lo
componen.
Respecto a los elementos a tomar en cuenta en el diseño de las encuestas, se destacaron
aspectos tales como: la importancia de la terminología a ser utilizada, y de la selección de los
agregados y variables a cuantificar; el problema que se suscita en la medición de la simultaneidad
de actividades y de los cuidados en la vida cotidiana. Se consideró particularmente importante que
no desaparezcan las actividades de cuidado de la salud en el hogar debido a que, esta invisibilidad
refuerza la concepción de elasticidad del tiempo de las mujeres. Otro elemento a considerar es la
necesidad de recoger la información que permita evaluar el impacto que produce el cuidado de
personas enfermas y/o con limitaciones, según las características demográficas y socio-económicas
de las familias, factor que debería ser tomado en cuenta por el Estado en la formulación de políticas
públicas, entre otros.
Se destacó que, una de las limitaciones importante en la aplicación de las EUT es el hecho
que las personas no tienen una clara percepción del tiempo que dedican a las actividades cotidianas.
Esto se complica con las variaciones sobre la percepción del tiempo que se encuentran entre las
distintas culturas y etnias de los países de la región.
Se indicó la posibilidad de utilizar las encuestas para una variedad de propósitos adicionales,
como sería, por ejemplo, la identificación del trabajo infantil, del consumo cultural y del uso del
tiempo libre que podrían ser consideradas en la formulación de las preguntas.
Entre los temas a discutir, los participantes se refirieron a: tamaño del modulo; período de
referencia; grupos de edad que se desea incluir; a este respecto hubo varias discusiones sobre la
edad mínima y la edad máxima de los informantes, con vista a la importancia de recoger
información tanto sobre el trabajo infantil, especialmente orientado a lo doméstico, así como sobre
el apoyo que aportan los adultos mayores a las tareas de cuidado en el hogar y cuando éstos
requieren de cuidados. Ponderación de los días de la semana de referencia e inclusión de los días no
laborales, debido a la dedicación de mayor tiempo al trabajo remunerado en los días de semana y a
la existencia de más trabajo doméstico en los fines de semana. Ponderación de la estacionalidad,
porque el uso del tiempo varía según los meses del año. Tratamiento de los casos de no respuesta: es
importante saber si el informante no quiso responder, no estaba en el lugar o no contaba con la
información. Contenidos del manual del entrevistador, procesos de capacitación y de supervisión.
Respecto a las decisiones pendientes, éstas se refieren a:
• Decidir el tipo de encuestas que se quiere implementar (ver grupo de trabajo);
• Elaborar los contenidos de los clasificadores (ver grupo de trabajo);
• Definir la periodicidad de la aplicación de las EUT;
• Evaluar el uso del tiempo diario. Entre este último y el número de preguntas a incluir, los
participantes no lograron un consenso sobre cual de éstas variables disminuía tanto la
carga del informante como la tasa de rechazo.
• Finalmente, las preguntas pendientes fueron dos:

28
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

• ¿Cómo utilizar las EUT para generar una valoración del trabajo no remunerado?
• ¿Cómo apoyar la articulación de los procesos de implementación de las EUT para su
inclusión en los Sistemas de Cuentas Nacionales? Se indicó que la existencia de
comisiones interinstitucionales como las conformadas por Ecuador y Costa Rica eran un
paso en la buena dirección pero no suficiente, considerando la ausencia de actores
esenciales como lo son los representantes del Banco Central.

Acuerdos
El Programa de la Reunión Técnica contempló, el último día, la conformación de tres grupos de
trabajo simultáneos a saber: 1) Recomendaciones de la CEPAL-Módulo Uso del Tiempo en
Encuestas de Hogares. 2) Propuesta de una Clasificación Internacional y 3) Aplicación de las
Encuestas del Uso del Tiempo en Salud. Cada uno de ellos presentó a la Asamblea Plenaria los
resultados de la discusión, los cuales pueden resumirse de la siguiente manera:

Grupo 1: Recomendaciones de la CEPAL-Módulo Uso del Tiempo


en Encuestas de Hogares.
Los participantes acordaron incorporar una encuesta suplementaria básica sobre el Uso del Tiempo,
en la encuesta de hogares con los siguientes objetivos: a) hacer estadísticamente visible los distintos
tipos de trabajo no remunerado que realizan tanto hombres como mujeres en el hogar; b) lograr
datos comparables, tanto desde el punto de vista nacional como internacional; c) que exista
uniformidad y periodicidad en la recogida de información; d) conformar una base de datos que
considere una clasificación estandarizada de actividades para acceder a la elaboración de
indicadores claves y útiles para la toma de decisiones en políticas públicas dirigidas a la equidad de
género y sustentabilidad social.
El acuerdo fue que, las Encuestas sobre el Uso del Tiempo (EUT) deben ser parte del Sistema
Estadístico Nacional de los países e integradas a la Encuesta de Hogares. Esto no obsta para que
puedan ser concebidas como Subsistemas y que, aquél país que pueda y así lo estime conveniente,
puede levantar una EUT en forma independiente.
Se debe establecer claramente el tipo de estadísticas que se requiere, es decir, elaborar un
Plan de tabulaciones con orientación a la toma de decisiones de políticas públicas. Con fines
comparativos nacionales e internacionales, crear un conjunto mínimo o básico de indicadores,
dentro de un marco flexible esto es que cualquier encuesta sobre el Uso del Tiempo que se levante
debe, necesariamente, permitir la elaboración de los mismos.
Para efectos de comparabilidad, se requiere efectuar modificaciones en los módulos de
empleo, desde una perspectiva de género. Esto no significa quitar o modificar los conceptos de
trabajo ya establecidos, sino agregar otros que permitan, por ejemplo, saber si los hogares cuentan o
no con servicio doméstico puertas adentro y afuera. Así, en los casos de Chile, Ecuador y España,
entre otros países, con motivo de la revisión del marco de la muestra de hogares sobre la base del
censo ronda 2000, se han introducido preguntas y/o alternativas de respuestas en el cuestionario de
la Encuesta de Hogares desde una perspectiva de género.
Grupo 2: Propuesta de una Clasificación Internacional
Luego de proceder a revisar los clasificadores existentes, en especial los utilizados por Cuba
y México y los problemas derivados, se decidió recomendar la conformación de un grupo de trabajo
que tendría como misión estudiar el clasificador que será utilizado como elemento común en la
región. Se recomendó, asimismo considerar, además del ICATUS, las 17 categorías del clasificador

29
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

utilizado por los Estados Unidos de Norteamérica, a las que debiera agregarse las clasificaciones
sobre nuevas tecnologías y las de actividades propias de los pueblos indígenas.
Fue señalada la necesidad de identificar las tareas que corresponden a cada actividad y de
describir el modo que ellas se desarrollan en América Latina, dando énfasis al trabajo no
remunerado, permitiendo su actualización temporal, y que contemple flexibilidad para cada país.
Otras recomendaciones dicen relación con: El clasificador debería comprender actividades de
promoción tanto en los aspectos metodológicos como el desarrollo de material de capacitación
dirigido a productores y a usuarios de la información. El grupo de trabajo debiera conformarse
dentro del marco de la Reunión Técnica, con la colaboración interagencial teniendo presente la
Conferencia de Estadística e integrada, entre otros, por los técnicos de los países que han levantado
encuestas del uso del tiempo, debiendo conformarse un grupo interdisciplinario. Su misión
inmediata sería elaborar un plan de trabajo y revisar el ordenamiento de los resultados de las
encuestas ya realizadas en el marco del ICATUS y de los otros clasificadores. El diseño debiera
contemplar lo utilizado tanto por el Sistema de Contabilidad Nacional como por las Encuestas de
Empleo u otras similares, entre otros aspectos.
El acuerdo fue que se conformaría el grupo de trabajo propuesto. Este requiere una mecánica
de trabajo y de una coordinación, razón por la cual habrá que incluirlo dentro de los programas de
trabajo 2006 de la CEPAL. Respecto a los clasificadores, si bien existen progresos importantes y se
cuenta con la experiencia derivada de las encuestas realizadas, se debe avanzar más con el propósito
puedan, por una parte, adquirir una expresión más latinoamericana, y por otra, permitir la
elaboración de las cuentas satélites, en especial la de salud. Asimismo, tomando en consideración
siempre los objetivos de la encuesta, debiera realizarse una labor más realista y de tipo instrumental.

Grupo 3: Aplicación de las Encuestas del Uso del Tiempo en


Salud
Para este grupo fue dificultoso establecer los límites que se buscaban para medir el impacto
de las políticas en salud. Los determinantes sociales de la salud de la población van desde la calidad
de la vivienda, pasando por el nivel educacional de las personas entre muchos otros factores
relacionados. Por otra parte, las reformas implementadas en esta área han sido de tipo sectorial con
marcada tendencia a transferir los servicios institucionales de atención a la responsabilidad de los
hogares, humanizando así el cuidado de los individuos que lo requieren. Esto aumenta la eficiencia
de la parte institucional debido a la baja en los costos pero, a su vez, aumenta la recarga del trabajo
no remunerado en el hogar, en especial para las mujeres.
Considerando que los objetivos generales son: a) visualizar la contribución del trabajo no
remunerado en salud; b) conocer la distribución por sexo para la implementación de políticas en el
área, y c) proveer los insumos básicos que permitan cuantificar el aporte de los hogares (lo que no
se cuenta), para ser incluido en las Cuentas Satélites en Salud, dentro del marco del Sistema de
Cuentas Nacionales, el grupo de trabajo dividió las recomendaciones en dos partes.
La primera se refiere a las actividades que deberían ser incluidas en la encuesta entre las que
cabe mencionar: tiempo dedicado a tratamientos curativos y de rehabilitación; preparación de
medicamentos caseros, incluyendo tiempo de recolección de materia prima; acompañamiento, tanto
diurno como nocturno, de los enfermos sea en instituciones de salud o en los hogares; aseo
personal, preparación de comidas, lavado de ropa, limpieza de la habitación; tiempo gastado en
transporte, acompañamiento para realizar trámites o compras de medicamentos; tiempos de espera
en instituciones de salud o en medicina complementaria o de alternativa; compra de medicamentos,
de implementos médicos de apoyo y de alimentos especiales, entre otros.

30
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

La segunda recomendación fue que las Encuestas de Uso del Tiempo sean parte del Sistema
Estadístico a través de la Encuesta de Hogares, de manera continua y periódica con el propósito de
proveer los insumos básicos para las Cuenta Satélite de Salud, dentro del marco del Sistema de
Cuentas Nacionales. En otras palabras, considerando que se encuentra establecido el sistema de
encuestas de hogares en todos los países de la región, la recomendación apunta a que se realice una
encuesta básica como, por ejemplo la realizada por Cuba, derivar de ella indicadores muy básicos
que, con fines de monitoreo, permitan hacer un seguimiento cada 5 o 10 años a las políticas de salud
establecidas.
Finalmente se estimó necesario que, para el desarrollo y metodología de la Cuenta Satélite,
cada país debería incorporar al representante encargado de las Cuentas Nacionales.
Tal como se estipulara, hubo consenso respecto a que las Encuestas de Uso del Tiempo
deberían de conformar parte del Sistema Estadístico de los países pero, con la suficiente apertura
para realizar una específica cuando el país así lo estime conveniente. Asimismo, deberían ser parte
de una estrategia de producción de información, y serán los propios indicadores que se elaboren los
que decidirán tanto el tipo como el contenido de la encuesta. La utilización explícita de los datos
para propósitos contables, en especial en salud, son inseparables.
Finalmente se señaló que, probablemente en el año 2006 se definirán los tipos de actividades
que podrían ser afrontadas en el futuro.

31
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

VI. Algunos análisis derivados del


procesamiento de encuestas y/o
módulos, realizados por países
de América Latina

Tal como se señalara en Antecedentes, nueve países de América Latina


han realizado investigaciones acerca del uso del tiempo con diversos
objetivos y de distintas maneras. Por contar con las bases de datos que lo
permiten, en esta oportunidad se analizan cinco países a saber: Bolivia,
Ecuador, Guatemala, Nicaragua y México. Si bien se desconocen los
aspectos técnicos y metodológicos utilizados en cada encuesta, ellas
tienen en común que preguntan por el tiempo invertido en actividades
domésticas. En algunos casos, la forma de realizar la pregunta es
coincidente más no así en su nivel de desglose.
Previo al análisis, se procedió a procesar las bases de datos
disponibles. Los resultados obtenidos pueden no coincidir con los
publicados por cada uno de los países ya que, en este caso, no existió
un plan de consistencia y de validación especialmente ideado como
tampoco se utilizó, necesariamente, el mismo algoritmo de
procesamiento.
El objetivo es analizar, en forma comparativa, los resultados
obtenidos con el propósito de identificar si existen patrones similares
entre los países no tanto en lo referente a magnitud, sino en cuanto a
comportamiento frente a ciertas características relevantes. Estas
consideran aspectos socio-demográficos así como la conducta de
mujeres y hombres al interior de los hogares, principalmente en la

33
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

distribución del tiempo y en la participación de actividades, detectando así, las potencialidades y


restricciones para un adecuado análisis de género. Con ello se pretende orientar un enfoque analítico
para futuras encuestas y/o módulos como los propuestos, que sirva de base para la toma de
decisiones y la implementación de políticas destinadas a una población-objetivo.
Para efectos analíticos se han considerado aquellas variables posibles de comparar; tal es el
caso del sexo- básico para el análisis desde el punto de vista de género-; la edad; el estado civil y/o
conyugal; la relación de parentesco con el jefe/a del hogar; la posición de los entrevistados en el
hogar; la tipología de los hogares; si cuentan o no los hogares con una o más personas que tengan
como actividad principal los quehaceres domésticos; la jornada laboral; la presencia o no de
menores de determinada edad; las actividades segmentadas que se realizan; los niños que trabajan, y
la representación de mayores de 65 años No Valente, entre otros.
Una de las principales conclusiones derivadas de estas observaciones básicas, es que se
requiere introducir ciertas modificaciones en las Encuestas de Hogares llevadas a efecto por los
países de la región. Así, por ejemplo, se necesita saber si los hogares cuentan o no con servicio
doméstico puertas adentro y afuera; las jornadas escolares de niños/as preescolares, con el propósito
de derivar si las madres podrían o no optar a un trabajo, siempre que no exista coincidencia en los
horarios, y en caso contrario, impulsar alguna política al respecto. Al no contar con información
directa, en esta oportunidad hubo que recurrir a variables aproximadas para determinar aquellos
hogares en que existían ancianos enfermos, dato valioso asociado con el cuidado. Finalmente, en el
módulo correspondiente a trabajo, debería incluirse alguna pregunta relacionada con la auto
percepción de las mujeres que indique el por qué no se insertan en el mercado laboral. No obstante
las limitaciones antes señaladas, y como se verá a continuación, entre los cinco países considerados
existe una gran coincidencia en diversas variables analizadas, en lo que a comportamiento y órdenes
de magnitud se refiere.

1. Trabajo doméstico no remunerado: análisis comparativo, de


los resultados de los Módulos del Uso del Tiempo, según
países
MODULOS DE USO DEL TIEMPO
BOLIVIA GUATEMALA NICARAGUA MÉXICO ECUADOR
ENCUESTAS 2001 ENCOVI 2000 E.M.N.V 1998 ENIGH-2002 Empleo, 2004
DE HOGARES
NOMBRE DEL TRABAJO USO DEL USO DEL USO DEL TIEMPO CONDICIÓN DE
MÓDULO DOMESTICO EN TIEMPO TIEMPO (ENUT 2002) ACTIVIDAD Y
EL HOGAR NO QUEHACERES
REMUNERADO DOMÉSTICOS

POBLACIÓN 7 años y más 7 años y más 6 años y más Mayores de 12 años 5 años y más
OBJETIVO
PERIODO DE El día de ayer El día de ayer El día de ayer en la semana en la semana
REFERENCIA
EXTENSIÓN 1 uso del tiempo, 7 8 preguntas 8 preguntas 57 subactividades 6 preguntas
(quehaceres del de participación agrupadas en 9
hogar) actividades
generales
PREGUNTAS 11 preguntas 24 preguntas 24 preguntas 8 preguntas
CODIFICADAS
PREGUNTAS NO NO 1 (actividad no NO
ABIERTAS mencionada)
ACTIVIDADES 3 actividades 3 actividades cuidado de NO
SIMULTÁNEAS en 4 grupos niños+otras sim.

34
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Con el propósito de conocer tanto la forma de medir, como los resultados obtenidos respecto
a la participación de mujeres y hombres en el trabajo doméstico no remunerado, y cuando
corresponde, el tiempo diario o semanal dedicado a dichas labores, a continuación se presenta el
análisis para cada uno de los cinco países considerados.

Bolivia
En la Encuesta Continua de Hogares de Noviembre y Diciembre de 2001, Bolivia incluyó un
módulo en la encuesta de hogares para la medición del trabajo doméstico no remunerado en el hogar
destinado a personas de 7 años y más. En el cuestionario sólo se incorporaron dos preguntas acerca
del uso del tiempo; éstas se refieren tanto a los días a la semana realizó actividades para el hogar, así
como las horas promedio destinadas diariamente. Sin embargo, se realizaron siete preguntas
relativas a la participación de los individuos en actividades específicas: Cuidar niños y/o ancianos;
cocinar y asear la casa; abastecer de alimentos al hogar; lavar y/o planchar la ropa; cría de animales;
acarrear leña y/o agua, y arreglar y mantener la vivienda.
La participación de los hombres superó a la de las mujeres sólo en dos ítems: en el acarreo de
leña y/o agua y en el arreglo y manutención de la vivienda, actividades que se asocian,
principalmente, a ocupaciones también masculinas. La participación de las mujeres es
especialmente elevada en las tareas de cocinar, asear la casa y en el lavado y planchado, labores que
realizan más de un 88% de ellas (gráfico 1a) En relación al tiempo, dentro del conjunto de
actividades domésticas, las mujeres destinan, en promedio, poco más de dos horas diarias más que
los varones (gráfico 1b).

Gráfico 1a
BOLIVIA 2001: PARTICIPACIÓN EN ACTIVIDADES DOMÉSTICAS
DE HOMBRES Y MUJERES, DE 12 AÑOS Y MÁS
Hombres Mujeres

100
90
91,2
88,0
80
70
69,4
Porcentaje

60
50 56,0
48,7 48,1
40 44,9
40,2
30 35,7 35,6
32,1 31,9 33,0
20
19,1
10
0
Arreglar y Acarrear leña Cría de Cuidar niños Abastecer de Lavar y/o Cocinar y
mantener la y/o agua animales y/o y/o ancianos alimentos al planchar ropa asear la casa
vivienda cultivos hogar

Fuente: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo. Tabulaciones especiales de las encuestas de hogares
de los respectivos países.

35
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Gráfico 1b
BOLIVIA 2001: TIEMPO DIARIO DESTINADO A LOS QUEHACERES DOMÉSTICOS
POR HOMBRES Y MUJERES, DE 12 AÑOS Y MÁS

Hombres Mujeres

6
5
4
5,5
Horas

3
2
3,3
1
0

Hombres Mujeres

Fuente: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo. Tabulaciones especiales de las encuestas de


hogares de los respectivos países.

Ecuador
En el mes de agosto de 2004, Ecuador integró un módulo en la Encuesta de Empleo, Desempleo y
Subempleo en el área urbana, denominado “Condición de actividad y quehaceres domésticos”,
destinado a la población de 5 años y más. Dicho módulo, incorporó una pregunta filtro que indagó sobre
la participación efectiva del entrevistado(a) en los quehaceres de su hogar. Para aquellos que respondían
afirmativamente, el encuestador pasaba a las preguntas concernientes al uso del tiempo; éstas se referían
a las horas invertidas durante la semana anterior a la realización de la encuesta. Las actividades
consideradas fueron: arreglo de la casa, compras en mercados o supermercados, etc., preparación de
alimentos, cuidado de niños de acianos y de enfermos, ayuda en tareas escolares.
Los resultados indican que, las mujeres participan en una proporción bastante mayor que los
varones en todas las actividades consideradas; el rango que va desde un 88% hasta un 91%. En el caso
de los hombres, su participación gira en torno a un 60%, con muy pocas variaciones (gráfico 2a ). En
relación al tiempo, las mujeres invierten gran cantidad de tiempo en la preparación de alimentos (cerca
de 12 horas semanales); le sigue en magnitud el arreglo de la casa, con cerca de 6 horas semanales. En
todas las actividades consideradas las mujeres invierten más tiempo que los hombres, excepto en lo
referente a compras donde se igualan (gráfico 2b).
Gráfico 2a

ECUADOR 2004, ZONAS URBANAS: PARTICIPACIÓN EN ACTIVIDADES DOMÉSTICAS DE HOMBRES Y


MUJERES DE 12 AÑOS Y MÁS
Hombres Mujeres

100
90
91,3 89,5 91,1 91,1
80 88,2 87,4
Porcentajes

70
60
61,6 59,9 60,6 60,2 58,9 58,8
50
40
30
20
10
0
Arreglo de la Compras en Arreglo de ropa Preparación de Cuidado de Tareas
casa mercados alimentos niños escolares

Fuente: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo. Tabulaciones especiales de las encuestas


de hogares de los respectivos países

36
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Gráfico 2b
ECUADOR 2004, ZONAS URBANAS: TIEMPO SEMANAL (EN HORAS) DESTINADO A LOS
QUEHACERES DOMÉSTICOS POR HOMBRES Y MUJERES DE 12 AÑOS Y MÁS
Hombres Mujeres

14

12
11,7
10
Horas
8

6
5,8 6,1
4 4,7

2 2,9 2,6 2,4 2,1


1,9 1,9 1,5
1,1
0
Arreglo de la Compras en Arreglo de ropa Preparación de Cuidado de Tareas
casa mercados alimentos niños escolares
Fuente: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo. Tabulaciones especiales de las
encuestas de hogares de los respectivos países

Guatemala
En el año 2000, Guatemala integró un módulo a la Encuesta Nacional sobre Condiciones de Vida
(ENCOVI) destinado a las personas de 7 años y más de edad no obstante, los informantes directos
debían ser las personas con 12 años o más.
El capítulo IX correspondiente al módulo de uso del tiempo incluyó preguntas sobre el
tiempo utilizado durante el día anterior a la encuesta referentes a: actividades relativas al trabajo
pagado y no pagado (8 preguntas); actividades de estudio (1 pregunta); actividades para el
mantenimiento del hogar (9 preguntas); actividades de compras y pagos (2 preguntas); otras
actividades (5 preguntas), y finalmente actividades paralelas (6 preguntas). Como tiempo de
referencia se utilizó las horas diarias del día anterior a la aplicación de la encuesta.
En las actividades relacionadas con el mantenimiento del hogar se observa que, tanto la
participación como el tiempo invertido por los hombres son bastante escasos. El máximo de
participación masculina se obtiene en las actividades relacionadas con la limpieza con un 19.7%, le
siguen el cuidado de niños, y acarreo de leña que bordean el 16%; prácticamente están ausentes
actividades tales como: lavar la ropa, lavar trastes, acarrear agua y cocinar, donde son las mujeres
quienes se ocupan, principalmente, de estas tareas. Se constata así, una relación inversa en la
participación de uno u otro sexo en las distintas actividades (gráfico 3a).
En relación con el tiempo, de las 8 actividades en análisis, los hombres invierten mucho
menos de una hora en seis de ellas; sólo el traer leña, y en el cuidado de niños superan las 1,5 horas.
Las mujeres, en cambio, invierten mayormente su tiempo en la limpieza, lavado de ropa, cocinar y
cuidado de niños utilizando, en esta última actividad, cerca de 5 horas diarias (gráfico 3b).

37
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Gráfico 3a
GUATEMALA 2000: PARTICIPACIÓN EN ACTIVIDADES DOMÉSTICAS DE HOMBRES Y MUJERES DE 12
AÑOS Y MÁS
Hombres Mujeres

90
80
77,4 78,5
70 74,5

60
Porcentaje

50 53,1
40 46,4

30
30,9
20
17,4 19,7
10 15,3 16,2 5,1
11,4 2,7
7,8 6,2 6,4
0
Traer Acarrear Sacar Cuidar Lavar Lavar Cocinar Limpieza
leña agua basura niños ropa trastes

Gráfico 3b
GUATEMALA 2000: TIEMPO DIARIO (EN HORAS) DESTINADO A LOS QUEHACERES DOMÉSTICOS
POR HOMBRES Y MUJERES DE 12 AÑOS Y MÁS

Hombres Mujeres

4 4,8
Horas

2
2,2
2,0
1 1,6 1,6
0,1 0,1 0,2 0,3 1,1
0,5 0,6 0,8 0,7 0,6 0,7
0
Sacar Lavar Acarrear Traer leña Limpieza Lavar ropa Cocinar Cuidar
basura trastes agua niños

Fuente: CEPAL, Unidad de la Mujer. Tabulaciones especiales de las encuestas de


hogares de los respectivos países.

México
En el año 2003 México integra un módulo a la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los
Hogares que se compone de 57 actividades sobre quehaceres del hogar organizadas en los siguientes
grupos : Preparación de alimentos (7 actividades), Limpieza vivienda (10 actividades), Limpieza
ropa y calzado (6 actividades), Compras cotidianas (5 actividades), Apoyo a personas con
limitaciones (6 actividades), Apoyo y cuidado a niños (10 actividades), Compras mayores (3
actividades), Pagos y trámites de servicio (3 actividades), Reparación y construcción de la vivienda
(7 actividades).
Esta encuesta está orientada a la población de 12 años y más y el tiempo de referencia se
establece en función del tiempo de dedicación durante el transcurso de la semana pasada. De las

38
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

encuestas analizadas la de México es la que utiliza una mayor amplitud del cuestionario; se indaga
con detalle muchas de las subactividades que componen una actividad específica. Así por ejemplo,
para la preparación de alimentos se pregunta por el tiempo invertido en cocinar, servir comida,
preparar conservas, dulces, queso, poner Mixtamal, moler maíz, encender el fogón, desgranar,
tostar, moler alimentos y llevar comida a algún miembro del hogar.
La única actividad donde se percibe una mayor participación de los hombres, en relación con
las mujeres, es en la reparación y construcción de la vivienda, donde un 15% de los varones
participa y sólo lo hace un 5% de las mujeres. Ambos sexos tienen similar participación en
actividades tales como: apoyo a personas con limitaciones y en el pago de trámites y servicios. En
las restantes actividades, las mujeres superan en importante magnitud la participación de los
hombres, en especial en la preparación de alimentos, la limpieza de la vivienda y la limpieza de
ropa y calzado (gráfico 4a).
En relación al tiempo, hombres y mujeres invierten mayor cantidad de tiempo en actividades
de cuidado (apoyo a personas con limitaciones; apoyo y cuidado a niños). Sin embargo las horas
que destinan las mujeres superan con creces a las masculinas con aproximadamente 12 horas más
semanales (gráfico 4b).

Gráfico 4a
MÉXICO 2003: PARTICIPACIÓN DE HOMBRES Y MUJERES EN ACTIVIDADES DOMÉSTICAS,
POBLACIÓN DE 12 AÑOS Y MÁS

120
Hombres Mujeres

100
96
93
87
80
Porcentajes

76

60 67
64

50 52
40
37
31
20
15 15 14
2 3 5 8 11
0
Apoyo a Reparación y Compras Pagos y Apoyo y Compras Preparación de Limpieza ropa y Limpieza
personas con construcción de mayores trámites de cuidado a niños cotidianas alimentos calzado vivienda
limitaciones la vivienda servicio

Fuente: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo. Tabulaciones especiales de las encuestas de hogares de los
respectivos países.

39
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Gráfico 4b
MÉXICO 2003: TIEMPO SEMANAL (EN HORAS) DESTINADO A LOS QUEHACERES DOMÉSTICOS EN LA
POBLACIÓN DE 12 AÑOS Y MÁS

30 Hombres Mujeres

24
25
22

20
Horas

15
14
15
12
10
10 8

4 4 4 4
5 3 3
2 2 2 2 2

0
Pagos y Compras Reparación y Compras Limpieza ropa Preparación Limpieza Apoyo y Apoyo a
t rámit es de mayores construcción cot idianas y calzado de alimentos vivienda cuidado a personas con
servicio de la vivienda niños limitaciones

Fuente: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo. Tabulaciones especiales de las encuestas de hogares de los respectivos
países.

Nicaragua
En el año 1998, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) de Nicaragua integró un
módulo de uso del tiempo a la Encuesta Nacional de Hogares sobre Medición de Niveles de Vida,
destinada a miembros del hogar de 6 años y más. El período de referencia fue el día anterior a la
entrevista (24 horas), y se aplicó al cincuenta por ciento de la población entrevistada de 6 años y
más (2,104 hogares). El levantamiento de la información se efectuó durante el período de Abril a
Agosto de 1998, a nivel nacional.
El módulo de uso del tiempo estuvo compuesto de la siguiente manera: sólo para personas
ocupadas, preguntas relativas a trabajo y empleo (5); orientadas a estudiantes (2); destinadas al
mantenimiento del hogar (8); actividades personales (5); actividades sociales comunitarias (2), y
una pregunta abierta solicitándole al informante que respondiera si había dedicado tiempo a
actividades diferentes a las mencionadas; en caso afirmativo, se le pidió especificarlas. Para las
actividades simultáneas se reservaron dos preguntas, “Si ayer dedicó tiempo al cuidado de niños al
mismo tiempo que otras actividades”;”Si ayer dedicó tiempo a otras actividades simultáneas”.
La participación de los varones en las actividades domésticas consideradas es bastante escasa;
el rango mínimo es de 1.3% y representa el porcentaje de hombres que cuida enfermos, el máximo
es un 16.4% que son aquellos que destinan tiempo a la reparación de la casa. Los hombres superan
el porcentaje de participación de las mujeres sólo en dos actividades: en la recolección de leña, y en
la reparación de la casa. Estos resultados refuerzan el estereotipo masculino en el uso de la fuerza, y
en las actividades relacionadas con la construcción consideradas, históricamente,
predominantemente masculina. La participación de las mujeres es especialmente importante en los
quehaceres del hogar, en cocinar, y en el cuidado de niños (gráfico 5a).
Si bien los hombres participan muy poco en las actividades domésticas, se observa que entre
quienes sí la realizan, su tiempo de dedicación es bastante elevado. Aunque las mujeres superan los
tiempos masculinos, las brechas no son en magnitud considerables (gráfico 5b).

40
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Gráfico 5a
NICARAGUA 1998: PARTICIPACIÓN DE HOMBRES Y MUJERES EN ACTIVIDADES DOMÉSTICAS.
POBLACIÓN DE 12 AÑOS Y MÁS
80

70 Hombres Mujeres

67,4
60
61,8
50
Porcentaje

40

30
28,0
20

10 16,4 14,6
12,6 4,1 1,3 4,1 14,2
7,1 8,2 8,6 11,4
6,0 5,5
0
Recoger leña Cuidar Reparar casa Recoger Compras Cuidar niños Cocinar Quehaceres
enfermos agua hogar

Gráfico 5b
NICARAGUA 1998: TIEMPO DIARIO (EN HORAS) DESTINADO A LOS QUEHACERES DOMÉSTICOS EN
LA POBLACIÓN DE 12 AÑOS Y MÁS
4
Hombres Mujeres
3
3,0

3 2,6
2,4 2,5
2,3 2,2
2
Horas

2,1
1,9 1,9
1,8 1,8 1,7
2 1,6 1,7
1,6 1,5

0
Recoger

Cocinar
Reparar

Recoger leña

Cuidar niños
Quehaceres

enfermos
Compras

Cuidar
casa
agua

hogar

Fuente: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo, Tabulaciones especiales de las encuestas de


hogares de los respectivos países

41
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

2. Tiempo de dedicación: análisis comparativo de los resultados


de los Módulos del Uso del Tiempo, según países

Apoyo a Pagos y Reparación y


Limpieza Compra personas Apoyo y trámites construcción
Preparación Limpieza ropa y Compras a con cuidado a de de la
México de alimentos vivienda calzado cotidianas mayores limitaciones niños servicio vivienda

Quehaceres hogar
(Lavar platos, lavar
ropa, planchar, limpiar la Cuidar Cuidar Recoger Recoger
Nicaragua Cocinar casa) Compras enfermos niños Reparar casa leña agua

Arreglo de
Preparación la casa Arreglo Cuidar niños, ancianos y
Ecuador de alimentos (limpieza) de ropa Compras en mercados enfermos
Tareas
escolares
Limpieza Cuidar Traer Acarrear
Guatemala
Cocinar Lavar trastes niños leña agua
Lavar ropa
Sacar basura
Cuantas horas promedio al día realizó quehaceres para su hogar
Cría de
Cocinar y/o asear la casa animales
y/o
cultivo
para el
consumo
Arreglar y/o Acarrear del
Compras en ferias o mantener la leña y/o hogar
Bolivia Lavar y/o planchar mercado Cuidar niños y/o ancianos vivienda agua

Con el propósito de intentar un análisis comparativo de los resultados obtenidos del


procesamiento de los Módulos introducidos por los cinco países, y teniendo presente que, en
estricto rigor, no son coincidentes tanto en lo referente a las actividades que se encuentran
consignadas en cada cuestionario, como en los tiempo de referencia, en cobertura geográfica y de la
muestra, y en la edad de los entrevistados, se buscó utilizar un parámetro común, el que se obtuvo
por la sumatoria del conjunto de actividades domésticas que componen cada módulo.
El algoritmo utilizado para su cálculo se obtuvo respetando el criterio de los distintos países
sobre las actividades específicas que conformaban los “Quehaceres Domésticos”. Así en Bolivia, se
utilizó la única variable existente referida al “tiempo total dedicado el día anterior” a dichos
quehaceres; en el caso de Ecuador, la base de datos tiene incorporada la variable “horas en
quehaceres domésticos”; para los casos de Guatemala y Nicaragua, se conformó el algoritmo
sumando las variables del submódulo “mantenimiento del hogar”, y finalmente en México, se uso el
criterio del INEGI, sumando el “tiempo semanal de las subactividades constitutivas del trabajo
doméstico”.
Como una forma inicial de estandarización de los resultados globales, tanto en términos
de participación de los individuos, como en el tiempo que estos invierten en los quehaceres
domésticos, se optó por presentar el tramo de edad acotado a la población de 12 años y más
(gráfico 6).
En términos de participación femenina en las actividades domésticas los resultados entre los 5
países en estudio fueron bastante coincidentes, así en Bolivia, Guatemala, Ecuador y México el
rango de participación se presenta entre un 91 y 97 % de las mujeres, en Nicaragua es un poco más
bajo, con un 84%.

42
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

La participación masculina en una o más actividades domésticas sin embargo se presenta


discordante, en Guatemala y Nicaragua en torno a un 45%, en México y Bolivia entre un 83 y 87%,
mientras que en Ecuador se observa un 62%.
Los tres países que utilizaron como período de referencia, el día anterior para medir el uso del
tiempo en las actividades domésticas, los resultados son bastante similares. Así por ejemplo, el
tiempo diario promedio destinado por ambos sexos en Bolivia alcanza 8.8 horas, en Guatemala 8.2
horas y en Nicaragua, 8.6 horas. En el análisis desagregado por sexo, la mayor semejanza la
obtienen Nicaragua y Bolivia, mientras que en Guatemala son las mujeres quienes dedican más
tiempo complementando así, el bajo tiempo destinado por los hombres.
Aún cuando la encuesta de Ecuador es bastante disímil en contenido comparativamente con la
de México -esta última abarca una gran cantidad de actividades-, el tiempo dedicado por los varones
coincide entre ambos países, con 12 horas semanales cada uno.
Gráfico 6
PORCENTAJE DE POBLACIÓN DE 12 AÑOS Y MAS QUE PARTICIPA EN LOS QUEHACERES DEL HOGAR
Hombres Mujeres Hombres Mujeres
100 100
90 90
97,0 96,0
80 91,1 80 91,5
86,6 83,5 82,9
70 70

Porcentaje
Porcentaje

60 60
50 62,1
50
40 40
45,5 44,7
30 30
20 20
10 10
0 0

Bolivia 2001 Guatemala 2000 Nicaragua 1998 Ecuador 2004 México 2002

TIEMPO INVERTIDO EN LA REALIZACIÓN DE QUEHACERES DEL HOGAR EN LA POBLACIÓN DE 12 AñOS Y MÁS


Hombres Mujeres Hombres Mujeres
7 55
50
6 6,4 51,2
45

5 5,6 40
5,5
Porcentaje

35
Porcentaje

4 30
31,8
25
3
3,3 20
3,0
2 15
1,8 10
1 12,0 12,0
5
0 0
Bolivia 2001 Guatemala 2000 Nicaragua 1998 Ecuador 2004 México 2002

Fuente: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo, Tabulaciones especiales de las encuestas de hogares de los
respectivos países

2.1 Uso del tiempo en actividades domésticas, según edad de los


entrevistados
En este tipo de encuestas se hace necesario tratar de captar la mayor parte del trabajo realizado por
los niños, ya que las labores domésticas que efectúan tienen una incidencia directa en la carga de
trabajo que recae sobre los adultos en el hogar. Los niños que desarrollan labores domésticas con
alta frecuencia e intensidad, puede resultar difíciles de captar debido a razones de abandono, atraso,
y/o ausencia escolar la que, difícilmente, pueda ser reconocida por los padres o personas a cargo los
que, normalmente, son los informantes directos.

43
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Entre las encuestas analizadas, el módulo fue aplicado en tres países a partir desde los siete
años mientras que, en el caso de Ecuador, desde los 5 años, en tanto que México sólo lo hace a
partir de los 12 años; en este último caso, para efectos comparativos, se procedió a dividir las horas
semanales por 7. En el análisis del uso del tiempo en actividades domésticas según tramos de edad,
es posible advertir la coincidencia entre las encuestas de los distintos países tal como se observa en
los gráficos (7a y 7b).
Tanto en Bolivia, Guatemala como en Nicaragua se deduce que, en el tramo de edad
comprendido entre los 7 y 14 años el tiempo invertido por las niñas es idéntico con 3.1 horas
diarias. En el caso de los niños, tanto en Bolivia como en Nicaragua, también se observa bastante
similitud con alrededor de 2,7 horas mientras que, en Guatemala el tiempo dedicado por los niños es
una hora menos (1.7 horas) lo que, a la vez, resulta consistente con el bajo tiempo que le dedican los
varones en todos los grupos de edad analizados.
En los cinco países se aprecia que el máximo tiempo de dedicación doméstica lo realizan las
mujeres de entre 25 y 59 años, en un rango que va desde 6 horas diarias en Bolivia y Nicaragua
hasta cerca de 9 en México. Entre las adultas mayores tampoco se reduce sensiblemente su
consagración; así es posible observar que, en cuatro de los 5 países, el tramo de 60 a 74 años le
sigue en tiempo de dedicación al grupo de edad anterior. En la etapa en que la pérdida de
funcionalidad física de los adultos mayores tiende a ser más común (sobre los 75 años), también se
advierte que las mujeres dedican un tiempo significativo a estas labores superando siempre el
período dedicado por los hombres, en cualquier tramo de edad ( ver cuadro 1, en anexo 1).

Gráfico 7a
PROMEDIO DE HORAS DIARIAS EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, POR SEXO Y GRUPOS DE EDAD, SEGÚN PAÍSES

Hombres Mujeres
12,0

10,0

8,0
5,6
Horas

6,2 6,1
6,0 4,8 4,4 5,1 7,4 5,6 6,1 5,1 5,3
6,2 5,9
3,1 5,1 3,1
4,0 3,4
3,1
2,0
2,6 3,2 3,5 3,5 3,5 3,2 1,7 1,7 1,9 1,7 2,1 1,8 2,8 2,9 3,0 3,9 3,3 3,0
0,0
Total

Total

Total
75 y más
7 a 14 años

75 y más
15 a 24 años

25 a 59 años

60 a 74 años

7 a 14 años

75 y más
15 a 24 años

25 a 59 años

60 a 74 años

7 a 14 años

15 a 24 años

25 a 59 años

60 a 74 años

BOLIVIA 2001 GUATEMALA 2000 NICARAGUA 1998

Fuente: CEPAL-Unidad Mujer y Desarrollo, Tabulaciones especiales de las Encuestas de Hogares de los países.

44
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Gráfico 7b
PROMEDIO DE HORAS SEMANALES EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, POR SEXO Y GRUPOS DE EDAD, SEGÚN PAÍSES

Hombres Mujeres

80,0

70,0

60,0

50,0
62,1
Horas

40,0
48,9 51,2
30,0 37,7 40,8
29,0 29,5 33,7
26,8
20,0 19,2
19,6
11,0
10,0
10,7 13,2 12,4 11,9 11,2 10,1 13,6 12,2 10,0 12,0
7,2 8,2
0,0
5 a 14 15 a 25 a 60 a 75 y Total 12 a 15 a 25 a 60 a 75 y Total
años 24 59 74 más 14 24 59 74 más
años años años años años años años

ECUADOR 2004 MÉXICO 2002

Fuente: CEPAL-Unidad Mujer y Desarrollo, Tabulaciones especiales de las Encuestas de Hogares de los países.

2.2 Uso del tiempo en actividades domésticas, según relación de


parentesco con el jefe/a del hogar de los entrevistados
Los resultados muestran que, cualquiera sea su relación de parentesco con el jefe/a del hogar, las
tareas domésticas permanecen en el marco de actividades desarrolladas por las mujeres. Tal como se
observa en el gráfico 8a, ellas dedican un promedio de horas diarias bastante mayor que los
hombres a dichas actividades; la menor frecuencia masculina se da en Guatemala. El número de
horas de dedicación por parte de los hombres, es muy similar tanto en Bolivia como en Nicaragua.
En los tres países, la esposa/cónyuge es la que ostenta los porcentajes más altos,
sobresaliendo el caso de Guatemala con 8,0 horas promedio diarias situación que, quizás, se
explique por la baja participación en la actividad económica de las guatemaltecas. En Bolivia y
Nicaragua ellas dedican 6,6 horas diarias en actividades relacionadas con los quehaceres del hogar.
Le siguen en importancia las jefas de hogar las que sobrepasan las 5 horas promedio en los tres
países; en este último caso, es más probable, que ellas combinen las actividades domésticas con
algún tipo de participación laboral lo que constituye una doble carga. Similar situación es dable de
esperar también en las esposas/cónyuges.
La tendencia respecto a la secuencia del tiempo, es similar a la antes descrita en los casos de
Ecuador y México, países que tomaron como período de referencia la semana anterior a la encuesta.
Las cónyuges mexicanas dedican poco más de 68 horas semanales a actividades domésticas en tanto
que, sus pares ecuatorianas algo más de 40 horas. Como en el caso anteriormente comentado, les
siguen en importancia las jefas de hogar, otra parienta y las hijas que componen el hogar (gráfico
8b).
Como se observa en el gráficos 8a y 8b, la dedicación masculina, si bien existe, ésta es
comparativamente muchísimo menor a la de las mujeres, cualquiera sea su relación de parentesco
dentro del hogar, vale decir, no les afecta (ver cuadro 2, en anexo 1).

45
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Gráfico 8a
PROMEDIO DE HORAS DIARIAS EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, SEGÚN RELACIÓN DE PARENTESCO
Hombres Mujeres

9
8,0
8

7 6,6 6,6
5,9
Tiempo en horas

6 5,4 5,5
5,3
5,0
5
4,3 4,3
3,9 3,9
4 3,7
3,5 3,4
3,2
2,9 2,9 3,0
2,8 2,8
3
1,9
2 1,7 1,6

0
Cónyuge

Cónyuge

Cónyuge
Otro/a

Jefe/a

Otro/a

Jefe/a

Otro/a

Jefe/a
Hijo/a

Hijo/a

Hijo/a
BOLIVIA 2001 GUATEMALA 2000 NICARAGUA 1998

Gráfico 8b
PROMEDIO DE HORAS SEMANALES EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, SEGÚN RELACIÓN DE PARENTESCO

80
Hombres Mujeres
68,2
70

60
Tiempo en horas

49,1
50 43,7
40,4
40
30,7
28,8
30 23,8
18,6
20 13,9 13,8
13,4 12,7 12,3
9,0 9,7 8,9
10

0
Hijo/a Otro/a Jefe/a Cónyuge Hijo/a Otro/a Jefe/a Cónyuge

ECUADOR 2004 MÉXICO 2002

Fuente: CEPAL-Unidad Mujer y Desarrollo, Tabulaciones especiales de las Encuestas de


Hogares de los países.

46
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

2.3 Uso del tiempo en actividades domésticas, según estado


civil/conyugal de los entrevistados
El tiempo dedicado por los hombres a los quehaceres domésticos prácticamente no se ve afectado
por su estado civil/conyugal o, al menos en magnitud, no tiene el mismo impacto que representa
para las mujeres. En los tres países donde se preguntó por la jornada diaria dedicada a los
quehaceres domésticos, los varones presentan una baja variabilidad.
Entre las mujeres, se observa que las que viven en unión (casadas y convivientes), son las que
mayor tiempo destinan a los quehaceres domésticos en un rango que va entre 6.5 horas en Bolivia y
Nicaragua, a casi 8 horas en Guatemala, es posible que ello ocurra debido al escaso tiempo otorgado
por los varones a estas actividades. Les siguen en importancia, las mujeres separadas y/o divorciadas
quienes presentan bastante semejanza entre los países, con alrededor de 5.8 horas diarias. Similar
orden de magnitud lo obtienen las viudas, con alrededor de 5.3 horas diarias; finalmente las solteras,
dedican cerca de 4 horas diarias a actividades domésticas (gráfico 9a y 9b).
Los otros dos países que utilizaron como tiempo de referencia la semana anterior, el caso de
Ecuador no se pudo analizar debido a que no incorporó la pregunta acerca del estado civil/conyugal.
En México se observa un patrón de conducta similar a los órdenes de magnitud de los otros países
aunque, en este caso, las mujeres viudas superan levemente el tiempo en actividades domésticas que
las separadas (gráfico 9b). Un caso notable de México respecto a los otros países, se advierte en el
mayor tiempo que destinan los hombres separados a actividades domésticas (ver cuadro 3, en anexo
1).

Gráfico 9a
PROMEDIO DE HORAS DIARIAS EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, SEGÚN ESTADO CIVIL

Hombres Mujeres

8
8,0
7

6 6,5 6,5
5,9 5,7
5 5,6
Horas

5,3 5,2 5,3

4 4,2
4,0 3,9
3 3,6 3,5
3,4
3,0 2,9 3,1 3,1 3,1
2,9
2
2,0
1,8
1 1,6

0
Separados o

Separados o

Separados o
Solteros

Viudos

Solteros

Viudos

Solteros
convivientes

Viudos
convivientes

convivientes
divorciados

divorciados

divorciados
Casados o

Casados o

Casados o

BOLIVIA 2001 GUATEMALA 2000 NICARAGUA 1998

Fuente: CEPAL-Unidad Mujer y Desarrollo, Tabulaciones especiales de las Encuestas de Hogares de los países.

47
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Gráfico 9b
PROMEDIO DE HORAS SEMANALES EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, SEGÚN ESTADO CIVIL
Hombres Mujeres

70
67,7
60

50

40
Horas

42,7 41,8

30
27,5
20
17,9
10 14,6 13,6
9,0
0
Soltero Viudos Separado o divorciado Casado o conviviente

MÉXICO 2002

Fuente: CEPAL-Unidad Mujer y Desarrollo, Tabulaciones especiales de las Encuestas


de Hogares de los países.

2.4 Uso del tiempo en actividades domésticas, según condición


de actividad de los entrevistados
El tiempo invertido por las mujeres en las actividades domésticas tiende a presentar un patrón
bastante similar entre los países, según la condición de actividad que éstas desarrollan en forma
frecuente.
Las estudiantes son las que dedican menor tiempo al desarrollo de actividades domésticas;
sólo en Guatemala se observa una distribución del tiempo diferenciada, aquí las estudiantes utilizan
casi 7 horas diarias de su tiempo en lo doméstico y asimismo un alto porcentaje de ellas participa en
una o más de estas actividades (93%). En este sentido es importante destacar que, en Guatemala, las
niñas y adolescentes presentan tasas de cobertura escolar inferior a la de los varones.
Como era de esperar, las mujeres que se declaran en la categoría quehaceres del hogar,
invierten el mayor tiempo en estas labores. Asimismo las desocupadas, se ubican también dentro del
espectro que más tiempo dedica a los quehaceres del hogar.
Tanto en Bolivia como en Nicaragua, el tiempo diario invertido por las desocupadas es
bastante coincidente (6.5 y 6.7 horas, respectivamente) mientras que, en Guatemala este sube hasta
8.5 horas, o sea es prácticamente igual al de las mujeres dedicadas a los quehaceres del hogar.
Evidentemente esta situación debe repercutir en su capacidad para buscar trabajo activamente, y a la
vez, puede representar una de los principales obstáculos para insertarse adecuadamente en el
mercado laboral una vez que obtienen un trabajo remunerado. Este aspecto puede ser considerado
como un factor explicativo de las altas tasas de desempleo que se observan en la población
femenina respecto de la masculina; en esta última, los tiempos de dedicación diaria son bastante
inferiores (gráfico 10a).
Entre las mujeres ocupadas su participación en alguna actividad doméstica va de un 75% a un
98% en los 5 países. Ello refuerza la idea de que el trabajo remunerado no las exime de las labores
domésticas; la sobrecarga de trabajo se verifica cuando se observa en el gráfico 10a que, el tiempo
de dedicación varía de 4.3 a 5 horas diarias en Bolivia, Guatemala y Nicaragua, y entre 30 y 48

48
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

horas semanales en Ecuador y México (gráfico 10b). En relación a este último valor, la situación de
las mexicanas es especialmente compleja, y se hace necesario vincularlo a la baja tasa de
participación femenina que exhibe México respecto a otros países latinoamericanos. Asimismo, para
el conjunto de países este indicador contribuye a explicar el por qué las mujeres exhiben una menor
jornada laboral remunerada respecto de los hombres, información que sí es posible recabar y
verificar a través de las encuestas de hogares en su módulo correspondiente a trabajo.
Para la población adulta mayor, especialmente para aquellas que declaran ser jubiladas, se
verifica nuevamente su alta participación en las actividades domésticas consideradas, así como un
tiempo significativo en su realización. De los cinco países considerados, las mujeres participan en
un porcentaje que va de un 83% a un 95%; en Guatemala, el porcentaje es más bajo con un poco
más de la mitad de las mujeres en esta condición. En Bolivia y Nicaragua, el tiempo diario es de 6.3
y 6.7 horas, respectivamente mientras que, el tiempo semanal es de 28 horas para Ecuador y 42 para
México. Consistente con su baja participación, las mujeres jubiladas en Guatemala sólo destinan, en
promedio, 3.6 horas diarias a los quehaceres domésticos (Ver cuadro 4, en anexo 1).

Gráfico 10a
PROMEDIO DE HORAS DIARIAS EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, SEGÚN CONDICIÓN DE ACTIVIDAD

Hombres Mujeres

9 8,4 8,5

8 7,6
7,4
7,0
7 6,5 6,7
6,3
6,3
6,0
5,8 5,8
6
5,1

6,1
5,9

5 4,6
Horas

4,3
4 3,6
4,4

4,4
3,1 3,1
3,9

3,9
3,9
3,8

3,6

3
3,4
3,3

3,2

3,2

2,8
2,7
2,6
2,5
2,5

0
Otro inactivo

Otro inactivo

Otro inactivo
Ocupado

Ocupado

Ocupado
Estudiante

Estudiante

Estudiante
Jubilado

Desocupado

Jubilado

Desocupado

Desocupado

Jubilado
Quehaceres del hogar

Quehaceres del hogar

Quehaceres del hogar

BOLIVIA 2001 GUATEMALA 2000 NICARAGUA 1998

Fuente: CEPAL-Unidad Mujer y Desarrollo, Tabulaciones especiales de las Encuestas de Hogares de los países

49
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Gráfico 10b
PROMEDIO DE HORAS SEMANALES EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, SEGÚN CONDICIÓN DE ACTIVIDAD

Hombres Mujeres

70 65,7

60
48,1
50
42,3 41,7
37,9 38,5
40
Horas

31,9
29,9
27,9
30
20,5 18,9
20
13,1

18,4
17,0
14,6
14,1

10

13,3

12,3
12,2

12,1

10,1
9,0
8,0

0,0
0
inactivo

inactivo
Estudiante

Ocupado

Estudiante
Jubilado

Desocupado

Desocupado

Ocupado
Jubilado
Quehaceres

Quehaceres
del hogar

del hogar
Otro

Otro
ECUADOR 2004 MÉXICO 2002

Fuente: CEPAL-Unidad Mujer y Desarrollo, Tabulaciones especiales de las Encuestas de Hogares de los países

2.5 Uso del tiempo en actividades domésticas, según duración de


la jornada laboral entre los ocupados
La condición de ocupadas de las mujeres tampoco las libera de utilizar tiempos importantes en
labores domésticas. Cualesquiera sea la duración de jornada laboral, ellas dedican mucho más
tiempo que los varones a estas actividades; para ellas, mientras mayor es el tiempo de la jornada
laboral menor es el tiempo que pueden dedicarle al trabajo doméstico (gráfico 11).
La conducta antes descrita, no se observa entre los hombres quienes prácticamente no
muestran variaciones significativas. Por ejemplo, en Guatemala cualesquiera sea el tiempo
destinado al trabajo remunerado, el tiempo dedicado por los varones a los quehaceres domésticos
fluctúa entre 1.5 y 1.8 horas en cambio, para las mujeres fluctúa entre 4.4 y 6.6 horas. En Nicaragua
las mujeres con jornada completa dedican, en promedio, cerca de 4 horas diarias a las labores
domésticas llegando hasta casi 6 horas aquellas con una jornada cercana a las 20 horas de trabajo
remunerado; en este mismo país, el tiempo de los varones varía entre 2.7 y 3.1 horas diarias y es
ligeramente parecida a la situación de Bolivia donde ellos destinan entre 3 y 3.6 horas diarias (Ver
cuadro 5, en anexo 1).

50
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Gráfico 11
PROMEDIO DE HORAS DIARIAS EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, SEGÚN DURACIÓN DE LA JORNADA LABORAL

Hombres Mujeres

10,0

9,0

8,0

7,0

4,8 5,9
6,0 5,3 5,0 5,4
5,1
Horas

5,0 6,6 4,4


6,6 5,6 3,9
4,0 4,4

3,0

2,0
3,6 3,3 3,4 3,3
3,0 3,1 2,9 2,7
1,0 1,8 1,8 1,7
1,5
0,0
MENOS 20 HRS MÁS DE 40 HRS MENOS 20 HRS MÁS DE 40 HRS MENOS 20 HRS MÁS DE 40 HRS
DE 20 20 Y Y MÁS DE 20 20 Y Y MÁS DE 20 20 Y Y MÁS
HRS MENOS HRS MENOS HRS MENOS
DE 40 DE 40 DE 40
HRS HRS HRS

BOLIVIA GUATEMALA NICARAGUA

Fuente: CEPAL-Unidad Mujer y Desarrollo. Tabulaciones especiales de las Encuestas de Hogares de los países.

2.6 Tiempo dedicado a labores domésticas, según la presencia o


ausencia de una persona del hogar con dedicación exclusiva
a estas tareas
Se trata de distinguir los hogares en que uno o más de sus miembros tienen como condición de
actividad los quehaceres domésticos del hogar, y como afecta a los demás miembros del mismo su
tiempo de dedicación a éstas tareas, según la presencia o ausencia de ayuda doméstica.
En los tres países donde el período de referencia es el día anterior a la encuesta, se puede
observar que para los varones el tiempo destinado a las labores domésticas es prácticamente el
mismo, es decir no hay variaciones significativas entre una u otra situación. Para las mujeres, en
cambio, el poder contar con una persona que realice estas labores reduce sensiblemente el tiempo
destinado a estas actividades (ver gráfico No.12a).
En Ecuador y México donde el tiempo de referencia es la semana anterior, se observa que, los
varones que viven en hogares donde existe una persona con dedicación a las labores del hogar
reducen su tiempo semanal en 1.6 horas respecto de los hogares que carecen de ella en tanto que, en
México la reducción de esta jornada es de 2.6 horas. En cambio, las mujeres muestran patrones
ostensiblemente diferentes. Así, en Ecuador son cerca de 9 horas y en México les significa una
reducción de mas de 19 horas semanales, lo que evidentemente para ellas debería tener un impacto
más significativo y cualitativo para dedicar este tiempo al desarrollo de otras actividades o al
descanso (ver gráfico 12b).
Pero no sólo el tiempo de dedicación se ve influenciado cuando existen o no personas que
ejecutan las labores del hogar; la participación en estas actividades por los demás miembros se

51
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

reduce considerablemente entre ambas situaciones. Las mujeres dejan de dedicarse a estas
actividades en un rango que va de un 20% a un 25% en Bolivia, Guatemala, Ecuador y México, no
así para las nicaragüenses que reducen su participación en sólo un 8% cuando existe ayuda
doméstica en el hogar (ver cuadro 1, y cuadro 6 en anexo 1).
En este mismo sentido el análisis se enriquecería de sobremanera si en las encuestas de hogares
pudiese identificarse a aquellos hogares que cuentan con servicio doméstico pagado (externo); sin
embargo, en su estado actual estas encuestas solo permiten identificar al servicio doméstico puertas
adentro, que en magnitud es bastante inferior al contingente que trabaja puertas afuera.

Gráfico 12a
PROMEDIO DE HORAS DIARIAS EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, SEGÚN PRESENCIA O AUSENCIA DE PERSONAS CON DEDICACIÓN EXCLUSIVA A LOS
QUEHACERES DEL HOGAR

Hombres Mujeres

6
6,0
5
Tiempo en horas

4,7
4 4,5 4,4
3,9 3,9
3
3,2 3,1
2,9 2,9 3,0
2,6
2

0
SIN CON SIN CON SIN CON

BOLIVIA 2001 GUATEMALA 2000 NICARAGUA 1998

Fuente: CEPAL-Unidad Mujer y Desarrollo, Tabulaciones especiales de las Encuestas de


Hogares de los países.
Nota: El cálculo excluye el tiempo de dedicación a labores domésticas de personas que tienen
como condición la actividad “quehaceres domésticos.

52
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Gráfico 12b
PROMEDIO DE HORAS SEMANALES EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, SEGÚN PRESENCIA O AUSENCIA DE PERSONAS CON DEDICACIÓN EXCLUSIVA A LOS
QUEHACERES DEL HOGAR

Hombres Mujeres

50
45
47,3
40
35
Tiempo en horas

30
25
27,3 28,0
20
15 18,2
10 13,6
11,8 10,2 11,0
5
0
SIN CON SIN CON

ECUADOR 2004 MÉXICO 2002

Fuente: CEPAL-Unidad Mujer y Desarrollo, Tabulaciones especiales de las Encuestas de


Hogares de los países.
Nota: El cálculo excluye el tiempo de dedicación a labores domésticas de personas que
tienen como condición la actividad “quehaceres domésticos.

Cuadro Resumen
PARTICIPACIÓN DE HOMBRES Y MUJERES EN LOS QUEHACERES DOMÉSTICOS, SEGÚN LA
PRESENCIA O NO DE UN MIEMBRO DEL HOGAR QUE REALIZA LAS LABORES DOMÉSTICAS

Presencia de miembro del hogar


dedicado a los quehaceres
domésticos Diferencia
País SIN CON (En puntos porcentuales)
Bolivia 2001 Hombres 71,20 63,10 8,10
Mujeres 78,40 59,30 19,10

Guatemala 2000 Hombres 25,50 22,60 2,90


Mujeres 62,40 37,60 24,80

Nicaragua 1998 Hombres 40,70 44,00 -3,30


Mujeres 71,20 63,00 8,00

Ecuador 2004 Hombres 57,10 45,00 12,10


Mujeres 77,30 53,40 23,90

México 2002 Hombres 62,40 56,50 5,90


Mujeres 71,80 46,90 24,90

Fuente: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo, tabulaciones especiales de las encuestas de hogares
de los respectivos países.

53
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

2.7 Tiempo dedicado a labores domésticas, según tipología de


los hogares
Entre los hogares unipersonales se observa, en general, que los tiempos de dedicación son de menor
magnitud. Como se confirma en todos los demás casos analizados, las mujeres invierten mucho más
tiempo en la realización de actividades domésticas; así en Bolivia, Guatemala y Nicaragua el tiempo
de dedicación de las mujeres varía entre 1.3 y 2 horas diarias más. En Ecuador es de 6 horas
semanales y en México cerca de 17 horas semanales más que los varones. Sin embargo en este tipo
de hogares es donde se percibe, en general, una mayor participación masculina respecto de otros
tipos: en Guatemala y Nicaragua sobrepasa el 54%, mientras que en Bolivia, Ecuador y México es
superior al 90% (gráfico 14a y 14b).
En los hogares conformados por la pareja sola y sin hijos u otros miembros, es decir con sólo
dos miembros se constata que, al contrario de lo podría suponerse, el tiempo invertido en los
quehaceres del hogar también es significativo, especialmente el realizado por mujeres. Así en
Bolivia, Guatemala y Nicaragua fluctúa en un valor cercano a las 5 horas diarias, y en el caso de los
varones en un valor cercano a las 3 horas. Mientras que, en Ecuador las mujeres invierten cerca de
27 horas semanales, y en México cerca de 45 horas semanales, en contraste los varones lo hacen
sólo con un poco más de 10 horas semanales en ambos países.
En los hogares monoparentales se constata que la participación de las mujeres es bastante
alta, con valores cercanos o superiores al 80% en los cinco países en estudio. El tiempo diario de
dedicación de las mujeres a las labores del hogar, en su conjunto, es bastante similar en Bolivia,
Guatemala y Nicaragua con 4.6 horas. En contraste los hombres de hogares monoparentales,
presentan tiempos cercanos a las 3 horas diarias.
Al examinar la distribución del tiempo de hombres y mujeres en lo que respecta al conjunto
de actividades domésticas, según el tipo de hogares donde habitan, es posible advertir que, en
prácticamente todos los casos, el mayor tiempo lo destinan las mujeres que viven en pareja y con
hijos. En Bolivia son 5.2 horas diarias, en Guatemala 7 horas diarias y en Nicaragua 5.5 horas. En
estos tres países, el tiempo total invertido por ambos sexos en hogares biparentales es muy similar
en un rango que va entre 9 y 9.7 horas. En Ecuador y México los tiempos semanales de las mujeres
llegan al máximo en los hogares biparentales con 38 horas: en Ecuador y cerca de 60 horas en
México (cuadro 7, en anexo 1).
Como lo reafirma el gráfico 9a y 9b, donde se analizan las relaciones de parentesco, son las
mujeres cónyuges quienes realizan principalmente estas tareas y con escasa ayuda masculina,
puesto que en ninguno de los países en análisis, el tiempo dedicado por los hombres en este tipo de
familias alcanza el máximo.
Los hogares extensos donde se dan diferentes combinaciones de parentesco entre sus
miembros, y donde esta presente algún otro pariente o no pariente respecto a quien encabeza el
hogar, son las mujeres quienes invierten más tiempo que los varones. Así En Bolivia, Guatemala y
Nicaragua el tiempo diario femenino en las actividades domésticas se da entre 5 y 6,5 horas, el
masculino se mueve en torno a las tres horas diarias. En Ecuador y México el tiempo semanal
invertido por las mujeres sólo es superado por las que viven en pareja con hijos, con 38 y 48 horas
semanales respectivamente En estos mismos países los hombres invierten en lo doméstico entre 11
y 13 horas semanales.

54
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Gráfico 13a
PROMEDIO DE HORAS DIARIAS EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, POR SEXO Y TIPOLOGÍA DEL HOGAR

Hombres Mujeres Total


12,0

10,0 10,1
9,7
9,2 9,4
8,9 8,6
8,2 8,4 8,3 8,4
8,0 7,9 7,8 7,9
7,6
7,0

7,0
6,0

6,5

6,3
6,2
5,9

5,5
5,4

5,3
5,2
5,1

5,0
4,7
4,6

4,6
4,6

4,6

4,0
4,3

3,9
2,0
4,1

3,0

3,3

3,1

3,2

3,5

2,6

2,3

2,7

3,9

2,8

2,7

2,3

3,2

2,9

3,0

2,9

3,0
0,0
Extensos

Extensos

Extensos
Pareja sola

Pareja sola

Pareja sola
Monoparental

Monoparental

Monoparental
Pareja con

Pareja con

Pareja con

Hogar censal
Hogar censal

Hogar censal
Unipersonal

Unipersonal

Unipersonal
hijos

hijos

hijos
BOLIVIA 2001 GUATEMALA 2000 NICARAGUA 1998

Gráfico 13b
PROMEDIO DE HORAS SEMANALES EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, POR SEXO Y TIPOLOGÍA DEL HOGAR

Hombres Mujeres
80,0

70,0 69,1

60,0 59,5
55,2

56,8
51,2 51,5
50,0 49,2
48,4

45,3
44,9

40,0
37,2
38,9
37,7

35,2

30,0
32,5
32,4

28,4
26,8
24,7

20,0
20,5

10,0
14,5

11,2

10,4

18,9

12,8

13,8

17,7

18,4

10,4

10,3

11,2

12,3

0,0
Extensos

Extensos
Monoparental

Monoparental
Pareja con
Pareja sola

Pareja con
Hogar censal

Hogar censal

Pareja sola
Unipersonal

Unipersonal
hijos

hijos

ECUADOR 2004 MÉXICO 2002

Fuente: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo, tabulaciones especiales de las encuestas de hogares de los
respectivos países.

55
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

2.8 Uso del tiempo en actividades domésticas, según actividades


de cuidado de niños y de adultos mayores
2.8.1 Presencia de niños menores en edad en el hogar
Para efectos analíticos se ha considerado a la población infantil entre 0 y 5 años de edad. La
presencia de niños en edad preescolar tiene un efecto directo en la mayor sobrecarga de tiempo que
afecta especialmente a las mujeres, y con menor intensidad a los hombres verificándose, en todos
los países, la misma tendencia (cuadro 8, en anexo 1).
En Guatemala, las mujeres con niños pequeños en el hogar invierten cerca de tres horas
diarias más comparativamente con aquellas que no conviven con menores. En Nicaragua esta
situación se presenta con una hora más diaria, en Ecuador con 10 horas más semanales y en México
con cerca de 25 horas semanales. El caso de Bolivia representa la excepción donde las mujeres con
niños pequeños solo invierten 0.6 horas diarias más que aquellas que no tienen (gráfico 14a y 14b).

Gráfico 14a
PROMEDIO DE HORAS DIARIAS EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, SEGÚN PRESENCIA O AUSENCIA DE MENORES DE 6 AÑOS EN EL HOGAR

Hombres Mujeres

8
7,17
7

6 5,71
5,42
Tiempo en horas

4,80 4,74
5
4,03
4
3,17 3,16 3,09
2,86
3
2,08
2
1,40

0
SIN CON SIN CON SIN CON

BOLIVIA 2001 GUATEMALA 200 NICARAGUA 1998

Fuente: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo, tabulaciones especiales de las encuestas de hogares de los
respectivos países.

56
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Gráfico 14b
PROMEDIO DE HORAS SEMANALES EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, SEGÚN PRESENCIA O AUSENCIA DE MENORES DE 6 AÑOS EN EL HOGAR

Hombres Mujeres

70 66,12

60

50
Tiempo en horas

41,59
37,65
40
28,09
30

20 15,29 14,43
12,21
10,43
10

0
SIN CON SIN CON

ECUADOR 2004 MÉXICO 2002

Fuente: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo, tabulaciones especiales de las


encuestas de hogares de los respectivos países.

2.9 Presencia de Adultos mayores en edad de cuidado en el


hogar
Es importante destacar que en ninguna de las encuestas analizadas es posible conocer el estado de
salud de los adultos mayores, es decir, si son o no autovalentes tanto en sus capacidades físicas
como psíquicas razón por la cual, se desconoce si requieren de cuidados especiales. Considerando
que existen estudios que demuestran que a partir de los 75 años en adelante existen mayores riesgos
de perder algún tipo de funcionalidad, se utilizó como variable la edad con el propósito de obtener
una aproximación.
En los cinco países analizados existe coincidencia en cuanto a que en aquellos hogares donde
habita uno o más adultos mayores, el tiempo de dedicación de las mujeres a las actividades
domésticas- incluyendo el cuidado- disminuye respecto a aquellos hogares donde no los hay. Este
hecho sugiere que, aún en las edades más avanzadas los adultos mayores cooperan ya sean total o
parcialmente en la realización de quehaceres del hogar, y por tanto, el tiempo destinado por las
mujeres tiende a reducirse. Por ejemplo, se observa en la vida diaria que habitualmente, madres,
suegras y abuelas se ocupan de los quehaceres del hogar y el cuidado de niños cuando las madres
están ausentes (gráfico 15a y 15b).
En Bolivia, Guatemala y Nicaragua la presencia o no de adultos mayores no afecta el tiempo
diario invertido por los hombres en las actividades domésticas, mientras que en Ecuador y México,
los hombres que cohabitan con personas mayores tienden a invertir menos tiempo en estas
actividades comparativamente con aquellos hogares donde no habitan personas adultas mayores de
75 años (cuadro 9, en anexo 1).

57
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Gráfico 15a
PROMEDIO DE HORAS DIARIAS EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, SEGÚN PRESENCIA O AUSENCIA DE PERSONAS DE 75 AÑOS Y MÁS EN EL HOGAR
Hombres Mujeres

6,0
6
5,3
5,1 5,0 5,1
5 4,7
Tiempo en horas

4
3,2 3,3
3,1
2,9
3

1,8 1,9
2

0
SIN CON SIN CON SIN CON

BOLIVIA 2001 GUATEMALA 2000 NICARAGUA 1998

Gráfico 15b
PROMEDIO DE HORAS SEMANALES EN ACTIVIDADES RELACIONADAS A LOS QUEHACERES DEL
HOGAR, SEGÚN PRESENCIA O AUSENCIA DE PERSONAS DE 75 AÑOS Y MÁS EN EL HOGAR

Hombres Mujeres

60
51,8
50
43,8

40
Tiempo en horas

32,0
30
22,3

20
13,5 12,9
12,1
10,3
10

0
SIN CON SIN CON

MÉXICO ECUADOR 2004

Fuente: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo, tabulaciones especiales de las encuestas de


hogares de los respectivos países.

58
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

VII. Conclusiones

• Si bien los esfuerzos hechos por los países han sido y


continúan siendo un valioso aporte, no existe un prototipo
básico de Encuesta del Uso del Tiempo que permita, por una
parte, la comparabilidad entre los países y, por otra,
periodicidad para obtener un seguimiento y observar cambios
en el tiempo. Para ello se hace necesario que formen parte de
los planes y programas oficiales de las Oficinas de
Estadística de América Latina.
• Una de las principales conclusiones derivadas de estas
observaciones básicas, es que se requiere introducir ciertas
modificaciones en las Encuestas de Hogares llevadas a efecto
por los países de la región. Así, por ejemplo, se necesita
saber si los hogares cuentan o no con servicio doméstico
puertas adentro y afuera; las jornadas escolares de niños/as
preescolares, con el propósito de derivar si las madres
podrían o no optar a un trabajo, siempre que no exista
coincidencia en los horarios, y en caso contrario, impulsar
alguna política al respecto.
• Al no contar con información directa, en esta oportunidad
hubo que recurrir a variables aproximadas para determinar
aquellos hogares en que existían ancianos enfermos, dato
valioso asociado con el cuidado.
• En el módulo correspondiente a trabajo, debería incluirse
alguna pregunta relacionada con la auto percepción de las
mujeres que indique el por qué no se insertan en el mercado
laboral.

59
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

• No obstante las limitaciones antes señaladas, entre los cinco países considerados existe
una gran coincidencia en diversas variables analizadas, en lo que a comportamiento y
órdenes de magnitud se refiere. Así se pudo inferir que:
• Los hombres observan menor participación e invierten menos tiempo en las actividades
domésticas, acciones que aparecen segmentadas entre hombres y mujeres, prevaleciendo
los estereotipos de género.
• La jornada laboral de las mujeres es inferior a la de los varones, debido a la necesidad de
atender las responsabilidades domésticas y familiares.
• La jornada de trabajo total de las mujeres dedicada a labores remuneradas y no
remuneradas, es mayor que la de los varones. La participación laboral de las mujeres es
menor cuando existen niñas/os en edad pre-escolar.
• El tiempo de dedicación de los individuos y su participación, decrece en las actividades
domésticas, cuando existe quien las desarrolle. En todos los países se verifica que, la
presencia de un miembro del hogar dedicado a los quehaceres domésticos reduce el tiempo
de dedicación, y particularmente en estas actividades, del resto de las mujeres que viven en
el hogar, situación que no se percibe entre los varones.
• Las labores de cuidado de niños, enfermos y adultos mayores, aumentan la participación y
el tiempo invertido por las mujeres en las actividades domésticas. Esta se acrecienta
cuando existen menores en edad pre-escolar en el hogar, mientras que el de los hombres
tiende a permanecer estable.
• El tiempo destinado por las mujeres a las actividades domésticas disminuye cuando en el
hogar existen personas mayores de 75 años, mientras que el de los varones tiende a
permanecer constante.
• Tanto mujeres como hombres no muestran diferencias significativas en sus tiempos de
dedicación a actividades domésticas, en relación con la presencia o ausencia de personas
incapacitadas o enfermas.
• Las mujeres en edad activa no buscan trabajo remunerado principalmente por falta de
tiempo.

60
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Anexos

61
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Anexo 1
Tabulaciones básicas.
Participación y tiempo de los individuos en el conjunto de
actividades domésticas

Cuadro A-1
PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN QUEHACERES DEL HOGAR
SEGÚN EDAD DE LAS PERSONAS
TIEMPO EN HORAS AL DIA
BOLIVIA 2001
Hombre Mujer
Tramos de edad % Participación Tiempo % Participación Tiempo

7 a 14 años 83,7 2,6 88,7 3,1


15 a 24 años 86,4 3,2 96,2 4,8
25 a 59 años 86,4 3,5 98,8 6,2
60 a 74 años 88,1 3,5 97,2 6,1
75 y más 75,5 3,5 78,1 4,4
Total 68,7 3,2 77,6 5,1

GUATEMALA 2000
Hombre Mujer
Tramos de edad % Participación Tiempo % Participación Tiempo

7 a 14 años 28,4 2,8 52,8 4,1


15 a 24 años 25,5 2,6 79,8 7,0
25 a 59 años 33,8 2,7 90,7 7,7
60 a 74 años 31,3 2,6 83,1 5,5
75 y más 28,1 3,0 61,7 3,9
Total 24,0 2,7 62,0 6,6

NICARAGUA 1998
Hombre Mujer
Tramos de edad % Participación Tiempo % Participación Tiempo

6 a 14 años 38,7 2,8 53,2 3,1


15 a 24 años 45,2 2,9 85,6 5,6
25 a 59 años 43,1 3,0 86,5 6,1
60 a 74 años 53,8 3,9 82,9 5,6
75 y más 34,8 3,3 60,2 5,1
Total 42,6 3,0 75,8 5,3

63
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Cuadro A-1 (Continuación)


PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN QUEHACERES DEL HOGAR
SEGÚN EDAD DE LAS PERSONAS
TIEMPO EN HORAS SEMANALES
ECUADOR 2004
Hombre Mujer
Tramos de edad % Participación Tiempo % Participación Tiempo
6 a 14 años 47,6 7,2 58,8 11,0
15 a 24 años 61,3 10,7 89,4 26,8
25 a 59 años 63,2 13,2 95,9 37,7
60 a 74 años 58,7 12,4 92,2 29,0
75 y más 48,4 11,9 66,2 19,2
Total 57,9 11,2 84,2 29,5

MÉXICO 2002
Hombre Mujer
Tramos de edad % Participación Tiempo % Participación Tiempo
12 a 14 años 81,2 8,2 92,6 19,6
15 a 24 años 77,8 10,1 95,4 40,8
25 a 59 años 85,9 13,6 97,3 62,1
60 a 74 años 85,5 12,2 96,3 48,9
75 y más 74,0 10,0 86,9 33,7
Total 58,7 12,0 72,1 51,2

Fuente de cuadros anexo 1: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo, tabulaciones especiales de las encuestas de
hogares de los respectivos países.

64
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Cuadro A-2
PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN QUEHACERES DEL HOGAR
SEGÚN PARENTESCO CON LA JEFATURA DE HOGAR
TIEMPO EN HORAS AL DIA
BOLIVIA 2001
Hombre Mujer
Parentesco % Participación Tiempo % Participación Tiempo
Jefe 87,7 3,5 97,9 5,4
Cónyuge 72,1 2,9 99,0 6,6
Hijo 57,9 2,8 62,0 3,7
Otro 53,5 2,9 68,0 4,3
Total 68,7 3,2 77,6 5,1

GUATEMALA 2000
Hombre Mujer
Parentesco % Participación Tiempo % Participación Tiempo
Jefe 34,4 2,7 87,1 6,4
Cónyuge 27,0 5,5 93,9 8,2
Hijo 19,2 2,7 43,7 4,7
Otro 17,8 2,7 50,5 6,4
Total 24,0 2,7 62,0 6,6

NICARAGUA 1998
Hombre Mujer
Parentesco % Participación Tiempo % Participación Tiempo

Jefe 44,6 3,2 85,2 5,3


Cónyuge 44,2 3,9 90,2 6,6
Hijo 41,1 2,8 65,5 4,3
Otro 42,7 3,0 70,3 5,0
Total 42,6 3,0 75,8 5,3

TIEMPO EN HORAS SEMANALES


ECUADOR 2004
Hombre Mujer
Parentesco % Participación Tiempo % Participación Tiempo
Jefe 65,9 13,4 93,7 30,7
Cónyuge 60,3 13,9 97,8 40,4
Hijo 46,0 9,0 62,4 18,6
Otro 36,3 9,7 56,9 23,8
Total 52,0 11,2 75,7 29,5

MÉXICO 2002
Hombre Mujer
Parentesco % Participación Tiempo % Participación Tiempo
1 Jefe 87,2 13,8 98,6 49,1
2 Cónyuge 75,2 12,3 98,5 68,2
3 Hijo 41,7 8,9 49,8 28,8
4 Otro 36,6 12,7 59,3 43,7
Total 58,7 12,0 72,1 51,2

Fuente de cuadros anexo 1: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo, tabulaciones especiales de las encuestas de hogares
de los respectivos países.

65
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Cuadro A-3
PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN QUEHACERES DEL HOGAR
SEGÚN ESTADO CIVIL
TIEMPO EN HORAS AL DIA
BOLIVIA 2001
Hombre Mujer
Estado civil % Participación Tiempo % Participación Tiempo

Soltero 87,0 3,0 95,2 4,0


Casado o conviviente 86,4 3,5 98,9 6,5
Separado o divorciado 79,1 3,4 98,2 5,6
Viudos 89,3 3,6 92,2 5,3
Total 86,6 3,3 97,0 5,5

GUATEMALA 2000
Hombre Mujer
Estado civil % Participación Tiempo % Participación Tiempo
Soltero 27,9 2,6 69,9 4,6
Casado o conviviente 34,2 2,7 93,8 8,3
Separado o divorciado 34,6 3,0 84,4 6,4
Viudos 37,0 3,9 77,9 5,7
Total 31,3 2,7 82,9 6,8

NICARAGUA 1998
Hombre Mujer
Estado civil % Participación Tiempo % Participación Tiempo
Soltero 44,2 2,9 74,8 4,2
Casado o conviviente 43,7 3,1 89,6 6,5
Separado o divorciado 55,4 3,1 84,6 5,7
Viudos 42,2 3,1 80,2 5,3
Total 44,6 3,0 83,5 5,6

TIEMPO EN HORAS SEMANALES


MÉXICO 2002
Hombre Mujer
Estado civil % Participación Tiempo % Participación Tiempo
Soltero 78,7 9,0 92,7 27,5
Casado o conviviente 85,8 13,6 98,4 67,7
Separado o divorciado 87,0 17,9 98,3 41,8
Viudos 78,6 14,6 94,1 42,7
Total 82,9 12,0 96,1 51,2

Fuente de cuadros anexo 1: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo, tabulaciones especiales de las encuestas de hogares
de los respectivos países.

66
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Cuadro A-4
PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN QUEHACERES DEL HOGAR
SEGÚN ACTIVIDAD DE LAS PERSONAS
TIEMPO EN HORAS AL DIA
BOLIVIA 2001
Hombre Mujer
Actividad % Participación Tiempo % Participación Tiempo
Ocupado 87,7 3,3 97,8 5,1
Desocupado 90,5 3,9 98,8 6,5
Jubilado 77,9 3,4 93,3 6,3
Estudiante 81,7 2,5 88,9 3,1
Trabajo Doméstico 81,5 5,9 99,1 7,6
Otro Inactivo 66,3 3,8 71,0 4,6
Total 85,6 3,2 95,2 5,1

GUATEMALA 2000
Hombre Mujer
Actividad % Participación Tiempo % Participación Tiempo
Ocupado 30,2 2,6 78,5 6,0
Desocupado 50,6 3,6 82,3 8,5
Jubilado 26,1 2,5 51,4 3,6
Estudiante 37,9 3,2 93,0 7,0
Trabajo Doméstico 41,6 4,4 94,2 8,4
Otro Inactivo 24,1 3,2 52,8 5,8
Total 28,7 2,7 73,1 6,6

NICARAGUA 1998
Hombre Mujer
Actividad % Participación Tiempo % Participación Tiempo

Ocupado 42,3 2,8 75,2 4,3


Desocupado 60,7 3,9 88,1 6,3
Jubilado 67,7 4,4 93,2 6,7
Estudiante 38,7 2,7 55,8 3,1
Trabajo Doméstico 45,1 6,1 96,9 7,4
Otro Inactivo 43,9 3,9 78,4 5,8
Total 42,6 3,0 75,8 5,3

67
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Cuadro A-4 (Continuación)


PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN QUEHACERES DEL HOGAR
SEGÚN ACTIVIDAD DE LAS PERSONAS
TIEMPO EN HORAS SEMANALES
ECUADOR 2004
Hombre Mujer
Actividad % Participación Tiempo % Participación Tiempo
Ocupado 62,4 12,1 93,2 29,9
Desocupado 73,3 14,6 97,4 37,9
Jubilado 58,3 14,1 82,4 27,9
Estudiante 49,6 8,0 63,4 13,1
Trabajo Doméstico . 98,1 42,3
Otro Inactivo 37,7 12,2 55,3 20,5
Total 57,9 11,2 84,2 29,5

MÉXICO 2002
Hombre Mujer
Actividad % Participación Tiempo % Participación Tiempo
Ocupado 83,2 12,3 96,8 48,1
Desocupado 86,3 10,1 90,7 38,5
Jubilado 90,6 17,0 95,7 41,7
Estudiante 82,5 9,0 92,9 18,9
Trabajo Doméstico 86,2 18,4 98,0 65,7
Otro Inactivo 69,6 13,3 74,1 31,9
Total 82,9 12,0 96,1 51,2

Fuente de cuadros anexo 1: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo, tabulaciones especiales de las encuestas de hogares
de los respectivos países.

68
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Cuadro A-5
PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN QUEHACERES DEL HOGAR SEGÚN JORNADA LABORAL DE LAS
PERSONAS
TIEMPO EN HORAS AL DIA
BOLIVIA 2001
Hombre Mujer
Jornada laboral Tiempo % Participación Tiempo % Participación
menos de 20 Horas 3,0 92,8 5,1 98,4
20 Horas 3,6 82,5 4,8 96,9
más de 20 y menos de 40 Horas 3,3 89,9 5,3 99,0
40 Horas y más 3,4 85,6 5,0 96,7
Total 3,3 87,7 5,1 97,8
GUATEMALA 2000 Hombre Mujer
Jornada laboral Tiempo % Participación Tiempo % Participación

menos de 20 Horas 2,7 34,8 7,2 88,0


20 Horas 2,4 31,7 7,9 79,5
más de 20 y menos de 40 Horas 2,7 35,7 6,0 87,7
40 Horas y más 2,5 28,4 5,1 69,6
Total 2,6 30,2 6,0 78,5
NICARAGUA 1998
Hombre Mujer
Jornada laboral Tiempo %Participación Tiempo % Participación

menos de 20 Horas 3,1 53,0 5,4 87,0


20 Horas 3,3 24,2 5,9 56,3
más de 20 y menos de 40 Horas 2,9 47,1 4,4 80,6
40 Horas y más 2,7 39,6 3,9 70,3
Total 2,8 42,3 4,3 75,2
TIEMPO EN HORAS SEMANALES
ECUADOR 2004

Hombre Mujer

Jornada laboral Tiempo % Participación Tiempo % Participación


menos de 20 Horas 10,7 70,8 33,5 97,2
20 Horas 11,2 66,5 30,8 95,2
más de 20 y menos de 40 Horas 12,7 67,3 31,8 96,7
40 Horas y más 12,2 60,1 27,7 90,4
Total 12,1 62,4 29,9 93,2
MÉXICO 2002

Hombre Mujer

Jornada laboral Tiempo % Participación Tiempo % Participación


menos de 20 Horas 10,3 25,6 66,5 30,3
20 Horas 16,2 27,4 55,5 31,7
más de 20 y menos de 40 Horas 12,1 24,3 50,4 31,6
40 Horas y más 12,4 24,2 38,0 23,8
Total 12,3 24,3 48,1 27,0
Fuente de cuadros anexo 1: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo, tabulaciones especiales de las encuestas de
hogares de los respectivos países.

69
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Cuadro A- 6
PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN QUEHACERES DEL HOGAR,
SEGÚN NÚMERO DE PERSONAS EN EL HOGAR DEDICADAS A LABORES DEL HOGAR
SE EXCLUYEN LAS PERSONAS CUYA RAZÓN DE INACTIVIDAD SON LOS QUEHACERES DEL HOGAR
TIEMPO EN HORAS AL DIA
BOLIVIA 2001
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo

Sin personas en labores del


hogar 71,2 3,2 78,4 4,7
Con personas en labores del
hogar 63,1 3,1 59,3 3,9
Total 68,7 3,2 74,4 4,6

GUATEMALA 2000
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo
Sin personas en labores del
hogar 25,5 2,9 62,4 6,0
Con personas en labores del
hogar 22,6 2,6 37,6 4,5
Total 23,8 2,7 51,7 5,5

NICARAGUA 1998
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo
Sin personas en labores del
hogar 40,7 2,9 71,2 4,4
Con personas en labores del
hogar 44,0 2,9 63,0 3,9
Total 42,6 2,9 68,2 4,3
QUEHACERES DEL HOGAR
TIEMPO EN HORAS
SEMANALES
ECUADOR 2004
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo
Sin personas en labores del
hogar 57,1 11,8 77,3 27,3
Con personas en labores del
hogar 45,0 10,2 53,4 18,2
Total 52,0 11,2 70,4 25,3
MÉXICO 2002
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo
Sin personas en labores del
hogar 62,4 13,6 71,8 47,3
Con personas en labores del
hogar 56,5 11,0 46,9 28,0
Total 58,6 12,0 59,7 39,9
Fuente de cuadros anexo 1: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo, tabulaciones especiales de las encuestas de hogares
de los respectivos países.

70
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Cuadro A-7
PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN QUEHACERES DEL HOGAR
SEGÚN TIPO DE HOGAR
TIEMPO EN HORAS AL DIA
BOLIVIA 2001
Hombre Mujer
Tipo de hogar % Participación Tiempo % Participación Tiempo

Unipersonal 94,8 3,3 96,5 4,6


Monoparental 73,0 3,0 81,3 4,6
Pareja sola 87,6 3,5 98,8 5,4
Pareja con hijos 66,4 3,2 74,2 5,2
Extensos 66,8 3,1 78,9 5,1
Hogar censal 92,8 4,1 92,7 4,3
Total 68,7 3,2 77,6 5,1

GUATEMALA 2000
Hombre Mujer
Tipo de hogar % Participación Tiempo % Participación Tiempo

Unipersonal 54,3 2,6 73,0 4,6


Monoparental 22,1 2,7 62,7 5,9
Pareja sola 29,7 2,3 87,6 4,7
Pareja con hijos 23,3 2,7 59,5 7,0
Extensos 24,2 2,8 63,5 6,5
Hogar censal 18,0 3,9 50,3 6,2
Total 24,0 2,7 62,0 6,6

NICARAGUA 1998
Hombre Mujer
Tipo de hogar % Participación Tiempo % Participación Tiempo

Unipersonal 55,7 2,3 89,4 3,9


Monoparental 44,6 3,2 73,2 4,6
Pareja sola 58,7 2,9 89,2 5,0
Pareja con hijos 41,9 2,9 76,3 5,5
Extensos 41,9 3,0 75,4 5,3
Hogar censal 34,7 3,0 100,0 6,3
Total 42,6 3,0 75,8 5,3

71
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Cuadro A-7 (Continuación)


PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN QUEHACERES DEL HOGAR
SEGÚN TIPO DE HOGAR
TIEMPO EN HORAS SEMANALES
ECUADOR 2004
Hombre Mujer
Tipo de hogar % Participación Tiempo % Participación Tiempo
Unipersonal 89,4 14,5 92,7 20,5
Monoparental 83,1 18,9 96,6 32,4
Pareja sola 70,6 10,4 93,6 26,8
Pareja con hijos 65,1 13,8 94,6 37,7
Extensos 59,1 12,8 91,1 32,5
Hogar censal 100,0 11,2 100,0 24,7
Total 65,9 13,4 93,7 30,7

MÉXICO 2002
Hombre Mujer
Tipo de hogar % Participación Tiempo % Participación Tiempo

Unipersonal 98,8 18,4 96,9 35,2


Monoparental 62,1 10,4 79,8 38,9
Pareja sola 86,8 10,3 96,4 44,9
Pareja con hijos 56,0 12,3 66,1 56,8
Extensos 57,2 11,2 75,9 48,4
Hogar censal 93,5 17,7 99,5 28,4
Total 58,7 12,0 72,1 51,2
Fuente de cuadros anexo 1: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo, tabulaciones especiales de las encuestas de hogares
de los respectivos países.

72
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Cuadro A-8
PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN QUEHACERES DEL HOGAR
SEGÚN PRESENCIA DE MENORES DE 6 AÑOS EN EL HOGAR
TIEMPO EN HORAS AL DIA
BOLIVIA 2001
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo

Sin Menores de 6 años 83,6 3,2 92,1 4,8


Con menores de 6 años 57,2 3,2 66,9 5,4
Total 68,7 3,2 77,6 5,1

GUATEMALA 2000
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo

Sin Menores de 6 años 23,9 2,5 72,0 4,7


Con menores de 6 años 24,0 2,8 57,0 7,8
Total 24,0 2,7 62,0 6,6

NICARAGUA 1998
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo

Sin Menores de 6 años 42,1 3,1 71,6 4,7


Con menores de 6 años 42,9 2,9 79,0 5,7
Total 42,6 3,0 75,8 5,3

TIEMPO EN HORAS SEMANALES


ECUADOR 2004
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo

Sin Menores de 6 años 60,1 10,5 85,9 25,8


Con menores de 6 años 43,0 12,3 65,2 34,7
Total 52,0 11,2 75,7 29,5

MÉXICO 2002
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo

Sin Menores de 6 años 69,1 10,4 82,5 41,6


Con menores de 6 años 47,2 14,4 60,2 66,1
Total 58,7 12,0 72,1 51,2

73
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Cuadro A-8 (Continuación)


PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN QUEHACERES DEL HOGAR
SEGÚN PRESENCIA DE MAYORES DE 75 AÑOS Y MÁS EN EL HOGAR
TIEMPO EN HORAS AL DIA
BOLIVIA 2001
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo

Sin Mayores de 75 y más años 68,6 3,2 77,5 5,1


Con mayores de 75 y más años 71,2 3,3 79,6 4,7
Total 68,7 3,2 77,6 5,1

GUATEMALA 2000
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo

Sin Mayores de 75 y más años 23,7 2,7 61,8 6,7


Con mayores de 75 y más años 28,0 2,7 64,9 5,7
Total 24,0 2,7 62,0 6,6

NICARAGUA 1998
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo

Sin Mayores de 75 y más años 42,7 2,9 76,3 5,3


Con mayores de 75 y más años 41,2 3,1 71,9 5,1
Total 42,6 3,0 75,8 5,3

TIEMPO EN HORAS SEMANALES


ECUADOR 2004
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo

Sin Mayores de 75 y más años 52,1 11,2 75,8 30,0


Con mayores de 75 y más años 50,3 11,6 74,9 25,2
Total 52,0 11,2 75,7 29,5

MÉXICO 2002
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo

Sin Mayores de 75 y más años 58,3 12,1 71,3 51,8


Con mayores de 75 y más años 65,8 10,3 82,8 43,8
Total 58,7 12,0 72,1 51,2
Fuente de cuadros anexo 1: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo, tabulaciones especiales de las encuestas de hogares
de los respectivos países.

74
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Cuadro A-9
PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN QUEHACERES DEL HOGAR
SEGÚN INDICADOR DE DEPENDENCIA DEL HOGAR
TIEMPO EN HORAS AL DIA
BOLIVIA 2001
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo
Igual número de dependientes y
ocupados 66,5 3,1 77,7 5,1
Más dependientes que ocupados 62,2 3,1 72,5 5,3
Más ocupados que dependientes 78,4 3,2 85,6 4,8
Total 68,7 3,2 77,6 5,1

GUATEMALA 2000
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo
Igual número de dependientes y
ocupados 25,2 2,7 66,2 6,0
Más dependientes que ocupados 23,8 2,8 58,6 7,2
Más ocupados que dependientes 23,9 2,5 69,2 5,3
Total 24,0 2,7 62,0 6,6

NICARAGUA 1998
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo
Igual número de dependientes y
ocupados 44,7 2,8 76,0 4,9
Más dependientes que ocupados 42,1 3,0 75,7 5,5
Más ocupados que dependientes 42,5 2,8 76,2 4,6
Total 42,6 3,0 75,8 5,3
TIEMPO EN HORAS SEMANALES
ECUADOR 2004
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo
Igual número de dependientes y
ocupados 52,8 11,4 77,8 28,3
Más dependientes que ocupados 47,4 11,4 71,2 31,7
Más ocupados que dependientes 59,5 10,9 83,6 26,5
Total 52,0 11,2 75,7 29,5

MÉXICO 2002
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo
Igual número de dependientes y
ocupados 64,2 11,3 78,7 48,6
Más dependientes que ocupados 52,0 12,4 67,2 54,9
Más ocupados que dependientes 75,6 11,4 83,5 43,0
Total 58,7 12,0 72,1 51,2

75
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Cuadro A-9 (Continuación)


PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN QUEHACERES DEL HOGAR
SEGÚN INDICADOR DE DEPENDENCIA DEL HOGAR
TIEMPO EN HORAS SEMANALES
ECUADOR 2004
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo

Igual número de dependientes y


ocupados 52,8 11,4 77,8 28,3
Más dependientes que ocupados 47,4 11,4 71,2 31,7
Más ocupados que dependientes 59,5 10,9 83,6 26,5
Total 52,0 11,2 75,7 29,5

MÉXICO 2002
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo

Igual número de dependientes y


ocupados 64,2 11,3 78,7 48,6
Más dependientes que ocupados 52,0 12,4 67,2 54,9
Más ocupados que dependientes 75,6 11,4 83,5 43,0
Total 58,7 12,0 72,1 51,2
Fuente de cuadros anexo 1: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo, tabulaciones especiales de las encuestas de hogares
de los respectivos países.

76
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Cuadro A-10
PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN QUEHACERES DEL HOGAR
SEGÚN ÍNDICE DE FEMINIDAD DEL HOGAR
TIEMPO EN HORAS AL DIA
BOLIVIA 2001
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo

Igual número de hombres y mujeres 64,6 3,2 73,5 5,4


Más mujeres 64,3 3,1 82,5 4,7
Más hombres 77,4 3,2 78,1 5,2
Total 68,7 3,2 77,6 5,1

GUATEMALA 2000
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo

Igual número de hombres y mujeres 23,7 2,7 59,5 7,3


Más mujeres 23,3 2,8 63,2 5,9
Más hombres 24,9 2,6 65,9 6,4
Total 24,0 2,7 62,0 6,6

NICARAGUA 1998
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo

Igual número de hombres y mujeres 42,2 2,8 78,4 5,7


Más mujeres 35,8 2,9 72,2 4,8
Más hombres 46,9 3,1 79,0 5,6
Total 42,6 3,0 75,8 5,3

TIEMPO EN HORAS SEMANALES


ECUADOR 2004
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo

Igual número de hombres y mujeres 67,7 14,0 95,2 33,3


Más mujeres 56,8 11,1 93,1 29,1
Más hombres 68,6 13,7 95,0 37,3
Total 65,9 13,4 93,7 30,7
Hombre Mujer
% Participación Tiempo % Participación Tiempo

Igual número de hombres y mujeres 56,2 13,2 64,9 61,1


Más mujeres 53,9 10,6 79,3 40,5
Más hombres 67,4 11,1 74,9 55,7
Total 58,7 12,0 72,1 51,2
Fuente de cuadros anexo 1: CEPAL, Unidad Mujer y Desarrollo, tabulaciones especiales de las encuestas de hogares
de los respectivos países.

77
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Anexo 2
Clasificación internacional de actividades de uso del tiempo
The Statistical Commission, at its twenty-eighth session, requested that a draft classification of
time-use statistics be prepared by the United Nations Statistics Division (UNSD) as a basis for
further research on time-use. In response to this, the UNSD has developed a trial international
classification which can be used by both developing and developed countries in designing and
conducting time-use surveys. The main purpose of the trial classification therefore, is to assist
countries interested in embarking on time-use studies by providing a classification that can be
adapted to national circumstances and can also facilitate international comparisons. The framework
provided is consistent with concepts of the SNA and with other existing time-use classifications.
The classification has been used by Mongolia, Nigeria, the Occupied Palestinian Territory and
South Africa. The ICATUS is also being circulated for discussion in international fora and through
this website.

• 01 - Work for corporations/quasi-corporations, non-profit institutions and government


(formal sector work)
− 011 - Core activities: working in "formal sector" employment
− 012 - Related activities: looking for work/setting up business in the "formal sector"
− 013 - Travel related to work in the "formal sector"
− 019 - Work in the "formal sector" n.e.c.
• 02 - Work for household in primary production activities
− 021 - Core activities: working time in primary production activities
− 022 - Related activities: looking for work/setting up business in households primary
production activities
− 023 - Travel related to primary production activities of households
− 029 - Work for households in primary production activities n.e.c.
• 03 - Work for household in non-primary production activities
− 031 - Core activities: working time in non-primary production activities
− 032 - Related activities: looking for work/setting up business in non-primary
production activities in household enterprise
− 033 - Travel related to non-primary production of household
− 039 - Work for household in non-primary production activities n.e.c.
• 04 - Work for household in construction activities
− 041 - Core activities: working time in construction activities
− 042 - Related activities: looking for work/setting up business in construction activities
in household enterprise
− 043 - Travel related to construction activities of households
− 049 - Work for household in construction activities n.e.c.
• 05 - Work for household providing services for income
− 051 - Core activities: working time in providing services for income
− 052 - Related activities: looking for work/setting up business in service activities in
household enterprise
− 053 - Travel related to providing services for income
− 059 - Work for household providing services for income n.e.c.
• 06 - Providing unpaid domestic services for own final use within household
− 061 - Core activities: working time in providing unpaid domestic services for own final use
− 062 - Travel related to provision of unpaid domestic services

78
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

− 069 - Unpaid domestic services n.e.c.


• 07 - Providing unpaid caregiving services to household members
− 071 - Core activities: working time providing unpaid caregiving services to household
members
− 072 - Travel related to unpaid caregiving services to household members
− 079 - Providing unpaid caregiving services to household members n.e.c.
• 08 - Providing community services and help to other households
− 081 - Core activities: working time providing community services and help to other
households
− 082 - Related activities: attendance in meetings
− 083 - Related activities: other community services
− 084 - Travel related to community services and help to other households
− 089 - Community services and help to other households n.e.c.
• 09 - Learning
− 091 - Core activities: time spent in learning activities
− 092 - Related activities: other activities carried out in relation to learning activities
− 093 - Travel related to learning
− 099 - Learning activities n.e.c.
• 10 - Socializing and community participation
− 101 - Core activities: time spent in socializing and community participation
− 102 - Travel related to socializing and community participation
− 109 - Socializing and community participation n.e.c.
• 11 - Attending/visiting cultural, entertainment and sports events/venues
− 111 - Core activities: time spent attending cultural, entertainment and sports events
− 112 - Travel related to attending/visiting cultural, entertainment and sports events/venues
− 119 - Attending/visiting sports, entertainment and cultural events/venues n.e.c.
− 12 - Hobbies, games and other pastime activities
− 121 - Core activities: hobbies, games and other pastime activities
− 122 - Travel related to hobbies, games and other pastimes
− 129 - Hobbies, games and other pastimes n.e.c.
• 13 - Indoor and outdoor sports participation and related courses
− 131 - Core activities: time spent participating in sports and outdoor activities
− 132 - Travel related to indoor and outdoor sports participation and related courses
− 139 - Indoor and outdoor sports participation and related courses n.e.c.
• 14 - Mass media
− 141 - Core activities: time spent using mass media
− 142 - Related activities: visiting library
− 143 - Travel related to mass media
− 149 - Mass media n.e.c.
• 15 - Personal care and maintenance
− 151 - Core activities: time spent in personal care and maintenance
− 152 - Travel related to personal care and maintenance activities
− 159 - Personal care and maintenance activities n.e.c.
Fuente: Clasificación Internacional de Actividades para Encuestas sobre el Uso del Tiempo (ICATUS).

79
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

Serie
mujer y desarrollo
Números publicados

El listado completo de esta colección, así como las versiones electrónicas en pdf
están disponibles en nuestro sitio web: www.cepal.org/publicaciones

83. Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de hogares. Restricciones y potencialidades,
Vivian Milosavljevic y Odette Tacla, (LC/L.2709-P), No de venta: S.07.II.G.57, 2007.
82. Trabajo, educación y salud de las niñas en América Latina y el Caribe. Indicadores elaborados en el
marco de la plataforma de Beijing, Daniela Zapata, (LC/L.2708-P), No de venta: S.07.II.G.56, 2006.
81. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Colombia, Silvia Lara, (LC/L.2612-P), N˚ de
venta: S.06.II.G.137, 2006.
80. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Ecuador, Silvia Lara, (LC/L.2611-P), N˚ de
venta: S.06.II.G.136, 2006.
79. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Paraguay, Claudia Giacometti, (LC/L.2577-P), ,
N˚ de venta: S.06.II.G.107, 2006.
78. Destinatarios y usos de remesas. ¿Una oportunidad para las mujeres salvadoreñas?, Diana Santillán y
María Eugenia Ulfe, (LC/L.2455-P), N˚ de venta: S.05.II.G.202, 2006.
77. Un marco de análisis para el fomento de las políticas de desarrollo productivo con enfoque de género,
Alma Espino, (LC/L. 2437-P), N˚ de venta: S.05.II.G. 183, 2005.
76. Redes e institucionalización en Ecuador. Bono de desarrollo humano, Amparo Armas, (LC/L. 2405-P), N˚
de venta: S.05.II.G. 152, 2005.
75. Buenas prácticas para la erradicación de la violencia doméstica en la región de América Latina y el
Caribe, Luz Rioseco, (LC/L.2391-P), N˚ de venta: S.05.II.G.134, 2005.
74. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Guatemala, Isolda Espinosa, (LC/L.2378-P), N˚
de venta: S.05.II.G.122, 2005.
73. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de la República Bolivariana de Rep. Boliviariana
de Venezuela, Rosa Bravo, (LC/L.2377-P), N˚ de venta: S.05.II.G.121, 2005.
72. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Argentina, Claudia Giacometti, (LC/L.2368-P),
N˚ de venta: S.05.II.G.109, 2005.
71. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Bolivia, Rosa Bravo y Daniela Zapata, (LC/L.
2367-P), N˚ de venta: S.05.II.G. 108, 2005.
70. La política social en la globalización. Programas de protección en América Latina, Claudia Serrano,
(LC/L.2364-P), N˚ de venta: S.05.II.G.103, 2005.
69. Políticas de empleo en la planificación turística local de Ecuador. Herramientas para su formulación,
Martha Ordóñez Andrade y Flavia Marco Navarro, (LC/L.2346-P), N˚ de venta: S.05.II.G.85, 2005
68. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Nicaragua, Isolda Espinosa G., (LC/L.2353-P),
N˚ de venta: S.05.II.G.92, 2005.
67. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de México, Instituto Nacional de las Mujeres,
(LC/L.2339-P), N˚ de venta: S.05.II.G.83, 2005.
66. A pobreza e as políticas de gênero no Brasil, Hildete Pereira de Melo y Lourdes Bandeira, (LC/L.2322-P),
N˚ de venta: P.05.II.G.67, 2005.
65. El tiempo, los tiempos, una vara de desigualdad, Rosario Aguirre, Cristina García y Cristina Carrasco,
(LC/L.2324-P), N˚ de venta: S.05.II.G.71, 2005.
64. Sector financiero y empleo femenino. El caso uruguayo, Alma Espino, (LC/L.2323-P), N˚ de venta:
S.05.II.G.70, 2005.

81
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 83 Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de…

63. Os programas de combate a pobreza no Brasil e a perspectiva de gênero no periodo 2000-2003: avanços e
posibilidades, Ceres Alves Prates y M. Beatriz B. Nogueira, (LC/L.2309-P), N˚ de venta: P.05.II.G.58,
2005.
62. El empleo en los servicios financieros. Costa Rica: buenas y no tan buenas noticias..., Juliana Martínez
Franzoni, (LC/L.2295-P), N˚ de venta: S.05.II.G.43, 2005.
61. Demandas de capacitación del sector financiero. Sesgos de género y evaluación por competencias,
Mariela Quiñónez Montoso, LC/L.2267-P), N˚ de venta: S.05.II.G.20, 2005.
60. Calidad del empleo y calidad de la atención en la salud de Córdoba, Argentina. Aporte para políticas
laborales más equitativas, Jacinta Burijovich y Laura C. Pautássi, (LC/L.2250-P), N˚de venta: S.05.II.G.8,
2005.
59. Trayectorias laborales en el sector financiero. Recorridos de las mujeres, Amalia Mauro
(LC/L.2177-P), N˚ de venta: S.04.II.G.104 (US$ 10.00), 2004.
58. El empleo en el sector financiero en Chile, Amalia Mauro (LC/L.2172-P), N˚ de venta: S.04.II.G.107
(US$ 10.00), 2004.
57. Políticas de género en la Unión Europea y algunos apuntes sobre América Latina, Judith Astelarra
(LC/L.2154-P), N˚ de venta: S.04.II.G.82 (US$ 10.00), 2004.
56. Legislación laboral en seis países de América Latinos. Avances y omisiones para una mayor equidad,
Eleonor Faur, Natalia Gherardi y Laura C. Pautassi (LC/L.2140-P), N˚ de venta: S.04.II.G.68
(US$ 10.00), 2004.
55. Las metas del Milenio y la igualdad de género: el caso de Perú, Rosa Bravo (LC/L.2126-P), N˚ de venta:
S.04.II.G.53 (US$ 10.00), 2004.
54. Sistemas electorales y representación femenina en América Latina, Line Bareiro, Oscar López, Clyde
Soto, Lilian Soto (LC/L.2077-P), Nº de venta S.04.II.G.20 (US$ 15.00), 2004.
53. Una aproximación a la problemática de género y etnicidad en América Latina, Elizabeth Peredo Beltrán
(LC/L.2066-P), N˚ de venta: S.04.II.G.09 (US$ 10.00), 2004.

• El lector interesado en adquirir números anteriores de esta serie puede solicitarlos dirigiendo su correspondencia a la Unidad de
Distribución, CEPAL, Casilla 179-D, Santiago, Chile, Fax (562) 210 2069, correo electrónico: publications@cepal.org

Nombre: ...................................................................................................................................
Actividad: ................................................................................................................................
Dirección: ................................................................................................................................
Código postal, ciudad, país:.....................................................................................................
Tel.:.............................Fax: .....................................E.mail:....................................................

82
E
I
R

87
E
S

mujer y desarrollo

E l cuidado como cuestión social


desde un enfoque de derechos

Laura C. Pautassi

Unidad Mujer y Desarrollo

Santiago de Chile, octubre de 2007


Este documento fue preparado por Laura C. Pautassi, consultora de la Unidad Mujer y Desarrollo de la
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) e Investigadora del Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de Argentina y del Instituto de Investigaciones Jurídicas y
Sociales “Ambrosio Gioja”, Facultad de Derecho, Universidad de Buenos Aires, en el marco de las actividades
del proyecto CEPAL/AECI “Contribución a la Economía del Cuidado a la Protección Social” (AEC/06/002). La
autora agradece los comentarios de Sonia Montaño, María Nieves Rico, Flavia Marco y Corina Rodríguez
Enríquez a versiones preliminares de este trabajo, como también los aportes de sus colegas del Equipo
Latinoamericano de Justicia y Género (ELA) y de Julieta Rossi, Pilar Arcidiácono y Carolina Fairstein.
Las opiniones expresadas en este documento, que no ha sido sometido a revisión editorial, son de exclusiva
responsabilidad de la autora y pueden no coincidir con las de la Organización.

Publicación de las Naciones Unidas


ISSN versión impresa 1564-4170 ISSN versión electrónica 1680-8967
ISBN: 978-92-1-323124-1
LC/L.2800-P
N° de venta: S.07.II.G.133
Copyright © Naciones Unidas, octubre de 2007. Todos los derechos reservados
Impreso en Naciones Unidas, Santiago de Chile

La autorización para reproducir total o parcialmente esta obra debe solicitarse al Secretario de la Junta de Publicaciones,
Sede de las Naciones Unidas, Nueva York, N. Y. 10017, Estados Unidos. Los Estados miembros y sus instituciones
gubernamentales pueden reproducir esta obra sin autorización previa. Sólo se les solicita que mencionen la fuente e
informen a las Naciones Unidas de tal reproducción.
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

Índice

Introducción ........................................................................................5
I. El cuidado, las cuidadoras y los cuidados: nueva trilogía ........9
II. Aproximaciones al problema.....................................................15
III. Aportes del enfoque de derechos...............................................21
1. Enfoque de derechos y enfoque de género:
una necesaria interdependencia ............................................25
IV. Estrategia de desarrollo y derecho al cuidado:
¿quo vadis? ..................................................................................29
1. Poder y ciudadanía: el primer compromiso ..........................31
2. Empoderamiento e igualdad: dos caras de
la misma moneda ..................................................................33
V. El cuidado ¿bastión de la desigualdad?....................................39
1. Enfoque de derechos: por dónde comenzar ..........................40
2. Políticas públicas en un marco de derechos .........................42
Bibliografía..........................................................................................45
Serie mujer y desarrollo: números publicados ................................49
Índice de recuadros
Recuadro 1 EL PRISIONERO DEL AMOR ...............................................14
Recuadro 2 NIÑOS LLORONES .............................................................37

3
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

Introducción

No es azaroso que el debate en torno a la igualdad regrese una y otra vez


al debate político y social de América Latina. Por una parte, hay datos
empíricos irrefutables que justifican en sí mismo que se considere el tema,
como el hecho que esta región es la más desigual del mundo y que tras
varias décadas de diversos ensayos de políticas económicas, la pobreza y
la indigencia sigan siendo un problema a resolver, al mismo tiempo que se
mantiene una desigual distribución del ingreso y de la riqueza. En este
contexto, las mujeres padecen una particular, pero no tan nueva, cuestión
social. El primer rasgo distintivo es que el colectivo femenino, definido
durante décadas como un todo homogéneo, se ha diversificado de modo
tal, que las particularidades escapan a toda regla. Si aún quedan dudas a
nivel conceptual de la diferencia como una característica constitutiva del
sujeto mujer, basta solo con observar las múltiples situaciones específicas
que están viviendo las mujeres en la región para disiparlas.
A su vez, la desigualdad refiere a una estructura especial de
poder, que al igual que el género, construye relaciones sociales
asimétricas entre los sexos. Así como las feministas italianas,
precursoras del debate sobre los tiempos para el cuidado con el
conocido lema “el tiempo atrapa a las mujeres”1 hoy podríamos

1
Se trata de una propuesta de ley de iniciativa popular, avalada por 300.000 firmas, que se presentó en el Congreso italiano en octubre
de 1990, denominada “las mujeres cambian los tiempos”. Esta propuesta no buscaba más acciones o políticas para “conciliar” mejor
los diversos trabajos de las mujeres, sino que pretendía que todos los trabajos sean compartidos por los hombres (art. 1, art. 14, art.
15) y que para ello formularon un planteamiento radicalmente nuevo en sectores fundamentales de la intervención pública y la
actividad privada, del ordenamiento fiscal y tributario; la educación, la seguridad social, y las normativas urbanísticas. Entre las
medidas concretas destacan el aumento de días de licencias parentales, instituir también una excedencia por asuntos familiares, es
decir, el derecho a ausentarse del trabajo por temporadas no superiores a 30 días por cada dos años de trabajo realizado, pero
garantizándoles una renta mínima equivalente al 50% de la retribución media nacional, Cordoní (1993).

5
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

afirmar la “desigualdad atrapa a las mujeres”. Si bien este concepto puede refutarse en tanto la
diferencia es constitutiva del sujeto mujer, y la desigualdad ha motivado siglos de luchas de las
mujeres por revertirla, la metáfora hoy se utiliza a efectos de este trabajo, en el sentido que se ha
producido un importante reconocimiento de la igualdad formal entre varones y mujeres,
particularmente en términos de equiparación de derechos, igualdad de oportunidades en el mundo
del trabajo y en muchos ámbitos públicos, pero se ha perpetrado y reproducido la desigualdad en el
ámbito doméstico.
En otros términos, las mujeres en América Latina han concentrado sus energías en los últimos
treinta años, luchando por la inserción en el mundo público y dejando de lado la discusión del
ámbito privado. Ergo, la desigualdad nos atrapó en el ámbito de las relaciones de conciliación, entre
lo público y lo privado, entre las responsabilidades productivas con las reproductivas.
Estilizadamente se puede señalar que el tiempo de trabajo productivo y reproductivo sigue
coptando a las mujeres cotidianamente y el tiempo de la desigualdad bajo cariz de igualdad nos ha
atrapado en las proyecciones de cambio. En uno u otro sentido, este milenio se ha iniciado bajo la
promesa de los grandes objetivos, las grandes metas y sin embargo las relaciones sociales cotidianas
se diluyen y construyen en intereses mediatos, mucho menos sustantivos pero no por ello con menor
impacto. Esto es, la nueva cuestión social, al menos para las mujeres, se dirime en estos ámbitos.
Si bien no toda desigualdad implica discriminación, en tanto la garantía de igualdad no debe
implicar el trato igualitario a quienes se encuentran en distintas circunstancias de allí resulta que las
desigualdades en el mundo de las relaciones de cuidado suelen verse en muchos casos como una
discriminación encubierta o simplemente no verse y asumirse como parte del nuevo escenario.2 Si
bien una cuidadora y un receptor del cuidado no se encuentran en igualdad de condiciones, quienes
deben ocuparse del cuidado ejercen estructuras asimétricas de unos sobre otros. Y así se sigue
reproduciendo en forma interminable esta suerte de “cadena de la desigualdad”.
A su vez, a medida que las mujeres logran sortear las desigualdades y las discriminaciones en
el mundo público, a partir de planes de igualdad de oportunidades, Tratados, Pactos y convenios
internacionales igualitarios, como también la legislación interna y las acciones positivas, no se ha
avanzado en considerar nuevas formas jurídicas de regular el cuidado, que trasciendan las
regulaciones laborales para trabajadoras asalariadas. Esto es, no se discute estrategias para
trabajadores asalariados varones y mujeres, que en general cuentan con algún tipo de regulación y
protección de derechos, pero tampoco para quienes se encuentran en condición de informalidad
laboral y por ende no tienen previsto ningún tipo de cobertura al respecto, y mucho menos para el
amplio conjunto de quienes requieren de atención. Esto es, se cuida como se puede, se es cuidado
también como y cuando se puede.
Las situaciones descritas remiten a un debate que usualmente no se encuentra presente y que
es necesario relacionar y resignificar. Se trata precisamente del debate en torno a cómo incorporar
en una lógica de derechos la complejidad del cuidado. Esto es, no solo “relacionado con” un status
de trabajador/a asalariado o con un “sujeto beneficiario” o “receptor” de una política de cuidado
sino como un principio inherente a la igualdad de oportunidades, de trato y de trayectoria. En rigor,
la efectividad de una medida de corte igualitario se comprueba no solo en las garantías de acceso y
de la potencialidad de ingreso a un puesto de trabajo en “igualdad”, sino durante todo el desarrollo

2
El derecho laboral es ilustrativo al respecto, en tanto la razón de ser de ésta rama especial del derecho consiste en nivelar una
situación previa de desigualdad: empleadores (capital) y trabajadores (trabajo) no se encuentran en igualdad de condiciones. Es bajo
la regulación del derecho al trabajo que se “nivela” esta situación de desigualdad previa entre ambas partes, desarrollando un sistema
de tipo protectorio para la parte más débil en la relación que es la parte trabajadora. Sin embargo, esta regulación no está libre de
tensiones, identificándose una importante tensión entre el reconocimiento normativo de la diferencia para la conquista de derechos
destinados a brindar efectivas condiciones de igualdad de oportunidades para las mujeres y la cristalización de las relaciones sociales
actuales, donde los trabajadores varones rara vez asumen su parte de responsabilidad en tareas reproductivas hacia el interior de su
hogar, tensión que tiñe las discusiones sobre la protección de las mujeres contra la discriminación en el ámbito del trabajo, Pautassi,
Faur y Gherardi (2003).

6
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

de su desempeño laboral (trayectoria) en donde no existan situaciones de segregación ocupacional,


las que entre otros factores incluyen estratificación social en cuanto al poder, las calificaciones
profesionales o técnicas y los ingresos, traduciéndose todos estos factores en indicadores que en
general prueban las desventajas sociales y económicas que tienen las mujeres. A su vez, resulta
indispensable analizar el cuidado como obligación y las múltiples implicancias y derivaciones que
trae aparejada, entre otras si es una obligación privada o pública, y quienes son los sujetos obligados
a prestar cuidado.
De allí la necesidad que se busca poner de relieve, recuperando la noción que no toda
desigualdad implica una discriminación, resultando sumamente complejo organizar una casuística
en donde las discriminaciones del mundo público refieran a una desigualdad previa en el mundo
privado. Sobre este aspecto se intenta esclarecer no solo las situaciones efectivamente
discriminatorias y de desigualdad, sino trascender el debate para proponer derechos integrales y no
un reconocimiento del derecho al cuidado como derecho particularisimo, y por ende atribuible a las
mujeres, en la convicción que solo en la medida que se lo incluya como un derecho propio y
universal (para quienes deben ser cuidados como para quienes deben o quieren cuidar) se logrará un
importante avance, tanto en términos de reconocimiento de aquello hasta hoy invisibilizado, como
en términos de calidad de vida ciudadana.
Este es el eje de discusión y de propuestas del presente estudio, que propone enfrentar –y
buscar vías de superación- sobre la idea común que el cuidado se resuelve únicamente si se
consolida una adecuada red de contención para proveer a los hogares –o a las trabajadoras formales-
de suficiente y necesaria infraestructura. A lo largo del análisis se enfatiza la necesidad de pensar
nuevas estrategias de desarrollo, que incluyan un marco de derechos, el que opera como un marco
teórico-operativo y que permite definir con mayor precisión las obligaciones de los Estados frente a
los principales derechos humanos involucrados en un nuevo modelo de desarrollo. Por lo mismo, el
trabajo enfatiza la necesidad de pensar el desarrollo sustentable en la medida de reconocer la
contribución invisibilizada de las mujeres en la economía y su contracara, no es posible pensar
estrategias de desarrollo con equidad si no se prioriza el valor de la reproducción social y todo lo
relacionado con el cuidado cobra una centralidad indiscutible.
En el documento también se hace referencia a algunos problemas de diseño institucional que
el tema bajo examen puede ayudarnos a dilucidar y que demandan de políticas acordes para ello. El
valor del enfoque de derechos radica principalmente en la capacidad de guiar con estándares y
principios la actuación de los Estados democráticos en situaciones concretas, pero además
contribuye a la consecución de políticas y prácticas equitativas.

7
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

I. El cuidado, las cuidadoras y los


cuidados: nueva trilogía

El supuesto de partida del abordaje de la problemática del “cuidado”


en general, consiste precisamente en instalar su análisis y estudio como
“campo” 3 del conocimiento y de regulación por parte de la legislación
y de las políticas públicas.
Precisamente, el déficit que se presenta es mayúsculo en tanto el
cuidado en sí mismo no ha sido objeto de atención. En general, las
disposiciones que se presentan en relación con el cuidado se las puede
agrupar en dos instancias:
1. Normas y políticas vinculadas a organizar el “cuidado” de
los miembros del hogar y personas bajo responsabilidad de
las trabajadoras asalariadas.
2. Políticas sociales dirigidas a la protección de los propios
“cuidados”, por caso, sistema educativo para niños y
jóvenes; sistema de salud para las personas de la tercera
edad, programas de salud materno-infantiles, entre otros. 4

3
Bourdieu (1983) le otorga al concepto campo el sentido de una arena social donde las luchas y maniobras se llevan a cabo sobre y en torno
al acceso a recursos. En trabajos posteriores, incorpora la idea que “la fuerza del orden masculino se descubre en el hecho de que prescinde
de cualquier justificación: la visión androcéntrica se impone como neutra... el orden social funciona como una inmensa máquina simbólica
que tiende a ratificar la dominación masculina en la que se apoya: la división sexual del trabajo (...) el mundo social construye el cuerpo
como realidad sexuada y como depositario de principios de visión y de división sexuantes....” Bourdieu (2000: 22-24).
4
Rico (2005) señala que la “economía del cuidado” alude a la distribución de los servicios de cuidado, incluyendo tanto su prestación como
su recepción. Los receptores pueden ser tanto personas dependientes -ancianas, enfermas e infantes-, como ocupadas en el mercado
laboral. En cuanto a los prestadores, cuatro son los agentes: estado, mercado, sociedad civil (tercer sector) y familias. En éste último caso,
la autora enfatiza que debido al sistema de género imperante, no sería del todo correcto que son las familias las responsables del cuidado
de la infancia o de los adultos mayores, sino directamente les corresponde a las mujeres en tanto trabajadoras no remuneradas.

9
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

En ambos casos, desde la normativa y la lógica de tratamiento, no se observa que el cuidado


en todas sus dimensiones sea considerado el eje de la regulación y de las políticas sino precisamente
es calificado, por un lado como herramienta para la inserción de las mujeres en el empleo
remunerado, con total prescindencia de la responsabilidad paterna o masculina; o como parte de
programas asistenciales en la esfera de ministerios sectoriales. Esto es, se lo considera “vinculado
con” o en “relación a” pero no ocurre, salvo excepciones, un tratamiento del tema de manera
autónoma y en toda su amplitud y complejidad.
Sin lugar a dudas, se han producido importantes avances en esta dirección a partir del
desarrollo de la denominada “economía del cuidado” incluyendo específicamente en este espacio al
conjunto de actividades, bienes y servicios necesarios para la reproducción social y cotidiana de
mujeres y varones, especialmente a partir de vincularlo con el desarrollo económico de los países y
las relaciones sociales de género (Rodríguez Enríquez, 2005). Asimismo esta nueva disciplina
nuclea al conjunto de las actividades socialmente útiles que no son monetariamente remuneradas,
pero también crea bienes y servicios para el consumo directo de los miembros del hogar.
Los componentes del cuidado refieren a la disponibilidad de: “tiempo para cuidar; dinero
para cuidar, y servicios de cuidado infantil” (Ellingstaeter, 1999:41). Si bien estos elementos
abarcan a las políticas públicas más allá de lo referido a la legislación laboral y a los primeros meses
del ciclo de vida, resultan indicativos del modo en que se articulan las licencias por maternidad y
paternidad, los subsidios otorgados por nacimiento o adopción de hijos y la reglamentación de
guarderías y salas cuna contiguas a los establecimientos en los que trabajan las madres (Pautassi,
Faur y Gherardi, 2004). Sin embargo, para la legislación laboral las responsabilidades de cuidado se
agotan en los recién nacidos en primer lugar, en menor medida los infantes pero nada se establece
acerca del cuidado de los adultos y las adultas mayores o personas enfermas miembros de núcleo
familiar de la trabajadora asalariada o del trabajador varón.
El modo en que se estructuren estos tres elementos –tiempo, dinero y servicios de cuidado-
ofrece alternativas que, en cierto sentido, favorecen la consolidación de distintos modelos de
provisión y de cuidado en la dinámica de las relaciones de género dentro de las familias. Y el papel
del Estado, tanto en la definición de políticas orientadas al cuidado infantil, como en la regulación
de relaciones laborales entre el mercado y los miembros varones y mujeres de las familias, dista de
ser neutral. Por lo mismo, en el caso de los adultos y las adultas mayores es directamente inexistente
o solo reservada a aquellos que hayan sido trabajadores asalariados formales y que en la actualidad
gocen de una jubilación o pensión, o en el caso de las viudas que gozan de una pensión por su
vínculo marital con un antiguo asalariado.
Así, en la legislación laboral, el primero de los ejes destacados, relacionado con el “tiempo
para cuidar”, se articula con el segundo, referido a la disposición de recursos económicos que
posibiliten ocupar el tiempo de los adultos en el cuidado del niño o niña recién nacido. En esto –
tiempo y dinero- consisten, principalmente, las licencias que se otorgan a las mujeres trabajadoras
en ocasión de nacimiento o adopción de un hijo, plazos que van variando considerablemente en los
diversos países de la región pero que en la mayoría de los casos, no son menores a doce semanas.
En cambio resulta notoria la diferencia para los varones, a quienes solo les corresponde entre dos y
tres días en el momento de producido el nacimiento, y en algunos países también por adopción, sin
la posibilidad de contar con más tiempo para el cuidado del recién nacido. 5

5
Se han presentado numerosas iniciativas en los países de la región, muchas de las cuales ya se han convertido en leyes, en donde se
extiende entre diez y veinte días la licencia parental, o como en el caso de Chile que especifica claramente que en caso de
fallecimiento de la madre, tanto la licencia como la protección contra el despido se traslada al padre. A su vez otorga a la madre o al
padre (según decisión de la primera) licencias extraordinarias durante el primer año de vida del niño, válida para aquellos casos en
que el recién nacido presente una enfermedad grave. Pese a la flexibilidad señalada en el texto de la ley, se observa que estas
licencias en escasas oportunidades son tomadas por el padre, resignificando la pauta cultural que el cuidado corresponde solo a la
madre (Pautassi, Faur y Gherardi, 2004).

10
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

Si en relación con las licencias se conjugan las dimensiones de tiempo y dinero para cuidar,
anteriormente señaladas, las guarderías o salas cuna dan cuenta de la tercera de estas estrategias,
referidas a los servicios de cuidado infantil para hijos de trabajadores o trabajadoras. En este
sentido, la reglamentación sobre espacios destinados a tal fin, y vinculados con el lugar del empleo,
es sumamente variable en cada uno de los países de la región, pero en su gran mayoría el criterio
utilizado por la normativa compromete a los empleadores a disponer de salas de cuidado infantil en
función del número de empleadas mujeres que ocupe. 6
Es decir, a pesar de la heterogeneidad de las legislaciones, prima un criterio que condice
con las relaciones sociales de género imperantes en sociedades que construyen capacidades
diferenciales en varones y mujeres para el cuidado de los niños pequeños y de los adultos
mayores. En este último caso, es aún más visible, que en términos de regulaciones en el ámbito
del trabajo no hay ninguna disposición al respecto, solamente la cobertura ante esta contingencia
del trabajador asalariado a través del sistema previsional, y a partir de su deceso, se trasmite por
vía hereditaria a la/el cónyuge (dependiendo de las regulaciones de cada país) y en un monto
menor al percibido como haber previsional por parte del trabajador asalariado. No se encuentra
legislada la posibilidad que los trabajadores y trabajadoras deban asumir responsabilidades de
cuidado de sus progenitores. Solo en caso de muerte, tanto de padres como de suegros, se
establece una licencia, entre uno y tres días de acuerdo con los países.
Así, la heterogeneidad de situaciones que se encuentran en cada uno de los países
latinoamericanos en relación con el cuidado de los niños más pequeños, no de los adultos mayores,
sumada a la relativamente baja proporción de mujeres cuyo trabajo se encuentra regulado por la
legislación, debido a su inserción en el trabajo informal, contribuye a que las familias encuentren
nuevas dificultades para el cuidado de los menores – y sin duda de los adultos mayores – en el
contexto signado por la retracción del Estado en diversos sectores sociales.
En rigor, el modelo de políticas sociales desarrolladas por los Estados de Bienestar en la
región, con características específicas, se sustentaba en la conformación de familias que suponían a
“varones proveedores” y “mujeres amas de casa”, en las cuales la atención de los niños y niñas era
sostenida por el trabajo doméstico femenino. Tal sistema era promovido a través de transferencias
de ingresos vía el programa de asignaciones familiares o por vía de los seguros sociales, donde el
modelo del “asalariado” correspondía al varón y a través de su inserción en el empleo formal, los
miembros de su familia contaban con sistemas de salud y seguridad social. En forma
complementaria, en muchos países existían políticas universales como salud y educación. Dicho
contexto se ha transformando significativamente a la luz de las políticas de reformas de las últimas
décadas, sin embargo el reconocimiento legal de las mujeres como trabajadoras se refuerza con su
consideración como cuidadoras casi exclusivas de sus hijos e hijas, como también de sus padres o
madres ancianos o de algún miembro enfermo del hogar.
Tal como sostiene Rodríguez Enríquez (2005), se evidencia en la región una ausencia
absoluta de una política pública de cuidado, cuya resolución varía significativamente por clases
sociales. A su vez, se asume desde los gobiernos que el cuidado es una responsabilidad
fundamentalmente de los hogares, y la provisión pública es simplemente un complemento para
aquellos hogares que no pueden resolverlo por sí mismos. En consecuencia, existe una tendencia
a la focalización de estos servicios en la población que más lo necesita, en diferentes formatos
(subsidios a madres solas con hijos e hijas menores, subsidio a la provisión privada de servicios
de cuidado, sistemas de pensiones no contributivas para mayores de setenta años en condición de
pobreza, subsidios para madres de más de siete hijos, entre otros).

6
Con ello, no sólo la ley presupone que será la trabajadora madre quien concurrirá al lugar de trabajo con su hijo o hija, sino que
además permite al empleador no contratar más que el número de trabajadoras inmediatamente anterior para eludir la carga extra que
supone hacer frente a una sala de cuidado infantil.

11
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

En este contexto, y a pesar de la importante “salida” de las mujeres al trabajo remunerado, se


observa que la institucionalidad vigente fortalece el modelo según el cual la responsabilidad sobre
el cuidado del hogar y de los hijos y de las hijas sigue recayendo más fuertemente sobre las mujeres
que sobre las parejas. En efecto, la normativa da cuenta de este fenómeno al concentrar las licencias
para cuidado infantil, los subsidios por maternidad, e incluso la disponibilidad de guarderías
asociadas al trabajo de las mujeres. Si bien es indudable que tal patrón responde a una pauta cultural
de las sociedades latinoamericanas, el hecho que el Estado la refuerce por medio de la legislación y
las políticas, y asigne a las mujeres una doble función en el mismo acto en el cual regula las
relaciones entre trabajadores/as y empleadores/as es por demás significativo (Pautassi, Faur y
Gherardi, 2004).
De tal modo, al tiempo que la participación en el empleo remunerado ofrece un mayor
grado de autonomía para las mujeres, y la ampliación de algunos de sus derechos, esto se produce
en un escenario que adeuda la revisión de la legislación a la nueva dinámica observada, en la cual
la provisión económica de los hogares ha dejado de recaer exclusivamente en manos de los
varones. Al mismo tiempo se debe incorporar en la esfera del cuidado a los adultos mayores,
ausentes de toda consideración en las legislaciones laborales, y en el marco de sistemas de
seguridad social absolutamente debilitados en la cobertura y calidad de sus prestaciones, al
mismo tiempo que se amplia la esfera de responsabilidades que recaen exclusivamente sobre las
mujeres, ya sea en su calidad de hijas o en su calidad de nueras.
Una síntesis precisa de este dilema es la señalada por Alva Myrdal “lo que debe protegerse
no es tanto el derecho al trabajo de las mujeres casadas como el derecho de las mujeres
trabajadoras a casarse y tener criaturas”. 7 En igual dirección, Torns Martin (2005) señala que la
denominada conciliación de la vida laboral y familiar es presentada como una acción de mediar
entre contrarios u opuestos, cuando precisamente ambos ámbitos no son ni de participación, ni
democráticos y mucho menos equitativos. Afirma que el mundo laboral cuenta con la instancia de
la negociación colectiva para mediar ante conflictos con los agentes sociales implicados y esta
negociación no siempre se focaliza en las desigualdades de género que se dan en el ámbito de
trabajo. Mucho menos se ha reconocido que en el ámbito familiar no existe ni negociación
colectiva ni agentes sociales en conflicto, por el contrario, “la armonía y felicidad de los
miembros suele ser el imaginario mítico de referencia”. De esta forma, el conflicto derivado de la
división sexual del trabajo que tiene como escenario el hogar-familia es ocultado y negado. 8
Concluye la autora que todo este conjunto de factores no ayuda a que se cuente con situaciones y
argumentos para que se afronte con éxito la conciliación, a no ser que se reclame la necesidad de
que las mujeres concilien como solución al mantenimiento del orden establecido, desde la más
estricta corrección política. Ya que solo así los sujetos masculinos continuarán gozando de la
máxima disponibilidad laboral, en la confianza que siempre habrá mujeres en posición de
extrema subordinación social y familiar, las pertenecientes a la clase trabajadora, y más si son
inmigrantes, para solventar los inconvenientes que esta conciliación plantea. 9
Adicionalmente, en la mayoría de los países, el contexto da cuenta de crecientes dificultades
socio-económicas y de alta flexibilización y precarización de las condiciones contractuales, lo que
hace suponer que son muy pocas las mujeres trabajadoras que efectivamente cuentan con estos
beneficios de cuidado infantil. Para el resto, queda en manos de las propias mujeres y, en el mejor de
los casos, de sus familias, la posibilidad de contratar servicios de cuidado infantil en el mercado o de

7
Alva Myrdal (1968) citado en Torns Martin (2005).
8
Torns Martin (2005) afirma que en los pocos casos cuando el conflicto por la conciliación sale a la luz tiende a ser considerado como
un asunto privado, con el agravante que la jerarquía patriarcal que enmarca tal situación ha sido capaz de reducir su impacto en
sentido vertical (entre progenitores e hijos) pero no en sentido horizontal (entre miembros de la pareja).
9
Para el caso de las trabajadoras migrantes ecuatorianas, véase Benería y Floro (2006) y Herrera (2006).

12
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

asegurarlos mediante sus redes de apoyo. 10 Así, la búsqueda de fórmulas que permitan a las mujeres
modelar conjuntamente su desarrollo laboral y familiar es, en términos generales, una estrategia de
índole privada. A la cual se le ha sumado estrategias aún más complejas como la denominada
globalización del cuidado, en donde el componente de migración ha ampliado las estrategias
usualmente esgrimidas por las trabajadoras para asumir –unilateralmente y a la distancia- la
conciliación del trabajo productivo y reproductivo.
Lo expuesto hasta el momento en forma esquemática da cuenta de situaciones de desigualdad
en el tratamiento de una responsabilidad social. Esto es, existen ciertas políticas y provisión del
cuidado de niños para asalariadas, políticas de provisión para grupos de la población en situaciones
de cuidado (programas para adultos mayores, discapacitados, niños y niñas) pero ninguna política
para quienes no están asalariadas (incluye a las trabajadoras informales como a las llamadas “amas
de casa”) y tienen que asumir el cuidado de sus “dependientes” tal como se han denominado
históricamente las relaciones de cuidado a los efectos de los sistemas de seguridad social, entre los
que no se incluían históricamente los adultos mayores, pero tras los procesos de reforma, este grupo
etario se ha visto perjudicado en el cese de prestaciones y cobertura de contingencias, situación que
los coloca en el ámbito de responsabilidad de las familias.
En otros términos, la clásica división promovida por los Estados de Bienestar desde mediados
del siglo pasado en adelante, sintetizada en la clásica trilogía Estado-mercado-familias; en el caso
latinoamericano se ha reducido fundamentalmente a una participación casi central de las familias, y
dentro de las mismas a las mujeres en exclusividad, quedando supeditado el mercado a la
disponibilidad de ingresos suficientes y al Estado sujeto a disponibilidad de la oferta de cuidado que
tenga, la cual es prácticamente nula. Esto es, la trilogía que se consolidó en la región se concentro en
las relaciones establecidas, bajo formas privadas de “conciliación” u “acoplamiento” entre las
cuidadoras, los y las receptores (cuidados) y el amplio espectro del cuidado, que se dirime en el
espacio de lo privado, lo público y asociaciones de la sociedad civil. Lo jurídicamente obligatorio,
cuando se establece –como en el caso de las asalariadas- pasa a depender de la casuística y de la
capacidad de cada ámbito (público o privado) implemente las medidas establecidas, y en otros casos
de la capacidad de fiscalización del Estado al respecto, que como se conoce, es baja en toda la región.
Es decir, se estaría produciendo un acelerado proceso de “desfamiliarización” (Esping
Andersen, 2000) entendiendo por tal al grado en que se “descarga” a las familias de las
responsabilidades relativas al bienestar y asistenciales de la unidad familiar, ya sea a partir de la
infraestructura del Estado de Bienestar o por medio de la dispensa del mercado. El concepto de
desfamiliarización es paralelo al de desmercantilización, que en el caso de las mujeres la
desfamilización aparece como una instancia previa a su capacidad de “mercantilizarse”. Esto es, la
desfamilizarización indicaría el grado en que la política social o los mercados, otorgan autonomía a
las mujeres para poder mercantilizarse o para establecer núcleos familiares independientes.
En rigor, la problemática del cuidado y quien lo ejerce (para sí o para otros) remite a un
problema de ejercicio de derechos, cuando éstos están acordados, o en caso contrario, de
disminución de desigualdades, como condición de una política pública. En uno y otro caso, nos
remite a un debate en donde se entrecruzan derechos, desigualdades y política, en consonancia con
las clásicas demandas feministas y sus desarrollos teóricos, con la especificidad que, si en la
situación actual no se amplía el ejercicio de estos derechos, se seguirá afectando el principio de
igualdad, principio fundamental para el desarrollo de la persona humana.

10
Rico y Marco (2007) señalan que en la literatura se continúa hablando de conciliación o compatibilización en referencia a las soluciones
del conflicto familia-trabajo que experimentan las mujeres, pero “acoplar” parece ser más adecuado, ya que los dos primeros términos
aluden a dos espacios opuestos que deben ser ajustados entre sí por las mujeres. Así, las autoras señalan que según la Real Academia
Española (2005) acoplar es “unir entre sí dos piezas o cuerpos de modo que se ajusten exactamente. Ajustar una pieza al sitio donde deba
colocarse”. Se trata entonces de que mercado de trabajo y familia dejen de ser opuestos, de que cada uno tenga su lugar y su tiempo en la
vida de varones y mujeres.

13
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

RECUADRO 1
EL PRISIONERO DEL AMOR
...“Los costos y riesgos de proteger a las personas dependientes encierra otra dimensión que tiene más que ver con la
psicología que con la economía. Cuando pasamos tiempo con personas que necesitan nuestra protección, con frecuencia
establecemos un vínculo con ellas. La decisión inicial de cuidar a alguien puede derivar en un nivel de compromiso. Puede
suponer un cambio en nuestras preferencias y nuestras prioridades (…)
Nuestra conciencia de los diversos y variados modos en que nos enamoramos explica porque la decisión de tener un
hijo es completamente diferente de la decisión de adquirir un bien duradero como puede ser un vehículo deportivo. Si no
estamos satisfechos con el producto, lo devolvemos y recuperamos nuestro dinero o lo cambiamos por otro. Aunque
estuviésemos legalmente habilitados para hacerlo con un niño, y a pesar del que el “mercado” de niños crece, nuestro
compromiso emocional nos dificultaría hacer uso de esa posibilidad. Padres y madres saben que se convertirán en
prisioneros del amor de sus propios hijos. Las madres son particularmente vulnerables, aunque sólo sea por su temprano e
íntimo contacto físico. Por esto es tan importante para las mujeres tener la libertad de elección que les garantice que este
compromiso siempre sea voluntario.
(…) La dinámica biológica, incluida la lactancia, vincula al infante con la madre de modo más cercano que con el padre.
Pero las normas sociales, particularmente aquellas relacionadas con la participación de los padres, tienen una gran
influencia. Los padres varones que pasan más tiempo con sus hijos se relacionan más estrechamente con ellos y
probablemente desarrollen una relación que posteriormente podrá resistir estrés y tensión. Esta parece ser una razón
convincente para alentar a los padres y/u otros co-padres a incrementar su participación activa en el cuidado de los hijos.
Reforzar las conexiones emocionales entre los chicos y aquellos de los que esperamos que asuman la responsabilidad
económica de ellos es una forma de aseguramiento: reduce la probabilidad de default del contrato implícito de cuidado.
Muchos economistas continúan abogando por que las madres se especialicen fuertemente en la crianza de los hijos
porque es más eficiente. Cuando se trata de infantes las madres disfrutan de placeres biológicos y culturales. Pero existen
una cantidad de efectos colaterales negativos a la especialización. Los padres, por estar menos involucrados, pueden
resultar menos ligados a sus hijos que las madres. Definiendo sus responsabilidades en términos de dinero más que de
tiempo –pagar el alquiler y comprar la comida- puede estimularlos a creer que pueden cumplir con sus obligaciones igual a
la distancia mediante el envío de un cheque. Por supuesto, una vez que ellos se fueron de la casa se distanciarán aun más
de sus hijos, lo cual ayuda a entender porque el refuerzo de las responsabilidades en el sustento de los niños sigue siendo
un serio problema.
Este no es solamente una cuestión padre/madre. Los chicos y sus mayores, como inversionistas, necesitan diversidad.
En el pasado, estas tareas de cuidados de las personas dependientes se repartían entre los miembros de la familia en lugar
de ser asignadas a una súper madre. Tener un portafolio de proveedores de cuidado hace que sea más probable que se
satisfagan las necesidades de la persona dependiente. Más importante aun, asegura que un número amplio de personas
asuma un compromiso emocional en la provisión de seguridad económica del dependiente. Su empatía y compromiso se
revitaliza no solamente con el contacto personal sino también con el ejercicio real del cuidado. Alentar a que la gente
cumpla con sus responsabilidades con otros simplemente llenando un cheque los puede conducir a llenar cada año
cheques más pequeños o a dejar de llenarlos del todo.
Existe otra razón por la cual deberíamos tratar de compartir la carga del cuidado de las personas dependientes. Los
proveedores de cuidado no están en una buena posición para contar con más recursos, porque esta negociación coloca en
situación de riesgo a las personas que están bajo su cuidado. Normalmente las madres no le dicen a los padres: “Dedica
más tiempo en ser un buen padre, o voy a reducir el tiempo que yo paso con los chicos”. Por una razón, esta no sería una
amenaza creíble: una acción como esta perjudicaría al niño. Igualmente, con frecuencia las madres son renuentes a las
amenazas “Paga la cuota alimentaria o no voy a dejar que veas a Janie” por miedo a que la pérdida de contacto con el
padre dañe al niño.
Las personas que proveen cuidado a cambio del pago también son prisioneros del amor. Las enfermeras tienen una
capacidad limitada para declarase en huelga, porque las acciones laborales pueden amenazar el bienestar de sus
pacientes. Los maestros son reacios a imponer a sus alumnos largas ausencias. Los trabajadores automovilísticos y los
pilotos aéreos pueden realizar amenazas más creíbles de interrumpir sus servicios. No por casualidad sus salarios son
bastante más altos. Aun proveedores de cuidado relativamente bien pagos, como los médicos, están en desventaja en la
economía de nuestros días. Muchos de ellos detestan el tono burocrático que están tomando muchas instituciones de salud,
pero están forzados a continuar porque quieren seguir cuidando a sus pacientes.
El prisionero del amor mira atentamente desde atrás de las rejas de la política social. (...). Largamente ausente en el
debate estuvo la consideración de determinados hechos: la mayoría de madres que viven en una situación de pobreza
podrían mejorar inmediatamente su situación económica insistiendo en que los padres se hagan cargo de la custodia de los
hijos; ofreciéndolos para adopción o entregándolos en un orfanato. Los costos por chico de asistencia pública para las
madres pobres siempre han sido aproximadamente la décima parte de los costos por chico de una vivienda grupal o un
orfanato. Pero porque ellas aman a sus hijos y quieren estar con ellos, raramente las madres pobres pueden hacer una
amenaza creíble de abandono de sus hijos.

Fuente: Nancy Folbre (2001) The invisible Heart. Economics and Family Values. New York, The New York Press, 39-41
(traducción libre).

14
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

II. Aproximaciones al problema

Lo expuesto anteriormente remite a un debate que usualmente no se


encuentra presente y que es necesario relacionar y resignificar. Se trata
precisamente del debate en torno a cómo incorporar en una lógica de
derechos la complejidad del cuidado. Esto es, no solo “relacionado
con” un status de trabajador/a asalariado o con un “sujeto beneficiario”
o “receptor” de una política de cuidado sino como un principio
inherente a la igualdad de oportunidades y de trato.
El principio de igualdad de oportunidades, contenido en
numerosos ordenamientos constitucionales de la región, ha sido
interpretado en la mayoría de los casos, vinculado con el mundo del
trabajo. De allí que generalmente se lo supedita a la promoción de
igual salario por igual tarea, igualdad de trato bajo las mismas
condiciones, entre otras, pero desconociendo la relación que tiene con
el mundo privado. Esto es, se ha regulado bajo la histórica división
público/privado, en donde se busca promover mejores condiciones en
el ámbito público, desconociendo y relegando la esfera de
reproducción privada que permite la inserción de las personas en el
ámbito público. 11
Pero más importante aún es que esta interpretación de la
igualdad en el mundo público encierra dos problemas complejos y

11
El derecho público refiere a las relaciones entre dependencias del Estado o entre éste y particulares, mientras que el derecho privado
regula las relaciones entre particulares. En esta división, las acepciones público y privado tienen distinto significado al que se les
atribuye si se incluye el enfoque de género, sentido en que serán utilizadas en todo el documento; designando como privado al
espacio y relaciones que se dan al interior de los hogares y como público el espacio, procesos y relaciones que quedan fuera de ellos,
Pautassi (2007).

15
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

directamente interrelacionados. El primero de ellos –que ha sido ampliamente considerado y


denunciado por el feminismo- advierte sobre el fracaso de las políticas de derechos tendientes a
asegurar la igualdad y la no discriminación, aún cuando estos mismos derechos les fueron atribuidos
a varones y mujeres. Tal como señala Pitch (2006) la emancipación de las mujeres recorrió un
trayecto en el que la diferencia sexual fue tratada como cuestión social, y de manera similar con
otras diferencias, con lo que se impidió a las mujeres alcanzar la plena igualdad. Esta negación de la
diferencia sexual llevo a que muchas veces se negara toda diferencia estableciéndose una suerte de
“ciudadanas neutras” o que se revalorizara la condición de madres como mecanismo de inclusión. 12
En uno y otro caso, se deja de lado la consideración de las desigualdades para poner el foco
en las diferencias, que en el caso de las mujeres terminan siendo asimilables a cualquier diferencia,
al extremo de recibir tratamiento como “grupo especial” o como si fuesen una cultura o etnia
propia. Negar las desigualdades es retomar la senda pre-feminista en donde se invisibiliza la
relación entre desigualdad y estructura de poder que conforman un orden jerárquico.
No se busca aquí simplificar un debate por demás extenso y prolífico referido a los grupos
desaventajados y la importancia de su tratamiento como tal a efectos de lograr sortear su sistemática
exclusión de la discusión pública, o de toda consideración al momento de definir políticas o ante el
desconocimiento de los jueces de las especificidades de las “minorías”. En cada caso, y de esto las
mujeres pueden dar cuenta, los ideales de derechos igualitarios han sido sistemáticamente
apropiados y solo ejercidos para determinados sectores de poder que han utilizado este principio
igualitario para su propio beneficio. De allí la importancia que tienen las corrientes que defienden
pasar de la idea de “derechos iguales para todos” ya que en los hechos no funcionan como tales,
para pasar al otorgamiento de “derechos especiales” para ciertos grupos, los que intencionadamente
o no, reciben tratamiento arbitrario. 13
En igual dirección se inscriben las medidas de acción positiva, las cuotas y demás políticas
igualitarias propuestas por el movimiento feminista y que han sido sumamente útiles a los efectos
de garantizar el ingreso de las mujeres en la esfera pública. También deben mencionarse en este
conjunto los derechos especiales de representación para grupos originarios y todo el debate en torno
al multiculturalismo. 14 Sin embargo, a los efectos del desarrollo que aquí se realiza, la promoción
del cuidado como derecho no se debe asociar o inscribir solo para las mujeres. Esto es, no se busca
promover el reconocimiento del cuidado como un derecho para las madres o hijas de adultos
mayores, sino reconocerlo para toda la ciudadanía. Esto es, no se renuncia a la idea de otorgar
determinados derechos en función de la desventaja a la cual se ven sometidas las mujeres, como
otros sectores de la población en función de su origen, etnia, situación social, sino precisamente se
busca que el reconocimiento no sea a partir de que quien cuida es la mujer sino que el título de
derecho (entitlement) sea el de ciudadano o ciudadana. Tampoco que el derecho a ser cuidado sea la
desventaja inicial para que se brinde la atención que necesita, sino por el contrario, la idea de
derecho universal da cuenta de su valor intrínseco, independientemente del estado de necesidad que
esté transitando esta persona.
Sobre este aspecto es donde se intenta esclarecer no solo las situaciones efectivamente
discriminatorias y de desigualdad, sino trascender el debate para proponer derechos integrales y no

12
Lamas (2007) sostiene que históricamente la conceptualización de las mujeres como "complementarias" de los varones, ha
obstaculizado su reconocimiento como personas con intereses, derechos y potencialidades iguales a estos y ha dificultado su acceso a
espacios y desempeños que se consideran masculinos. Dividir la vida en áreas, tareas y poderes masculinos y femeninos
“complementarios” ha resultado en actos de exclusión, marginación y opresión sexista.
13
Este debate se encuentra reflejado en los trabajos contenidos en Gargarella (1999). Entre otros, Owen Fiss señala que hay grupos que
se encuentran en una situación de “subordinación perpetua”, como el caso de la comunidad negra, debido a la posición social relativa
que ocupan en tanto comunidad y el tiempo que llevan ocupando dicho lugar y que carecen de un poder político significativo, que
puede deberse precisamente a su débil posición económica y a los extendidos prejuicios que existen sobre sus miembros. Gargarella
por su parte, se inclina por dos tipos de medidas: i) darle “la palabra a los grupos desaventajados, para que ellos mismos puedan
hacer conocer y defender sus puntos de vista; ii) asegurarles una integración más efectiva en su comunidad.
14
Al respecto véase Kymlicka (1996).

16
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

un reconocimiento del derecho al cuidado como derecho particularisimo, y por ende atribuible a las
mujeres, en la convicción que solo en la medida que se lo incluya como un derecho propio y
universal (para quienes deben ser cuidados como para quienes deben o quieren cuidar) se logrará un
importante avance, tanto en términos de reconocimiento de aquello hasta hoy invisibilizado, como
en términos de calidad de vida ciudadana. 15
Sin duda que como señala Pitch (2006) los derechos no pueden agotar la política de las
mujeres, como tampoco la política en general- ni responder a su reconocimiento en tanto sujeto
político mujer. Sin embargo, se considera que pueden contribuir efectivamente a un verdadero
empoderamiento de las mujeres pero también de los adultos mayores, los niños, los enfermos, en la
medida que sean considerados derechos universales. Nuevamente, trascender lo particular para
considerar la universalidad que de cuenta de las diferencias. 16
Previo a en la discusión sobre el aporte que una perspectiva de derechos aplicada a la
promoción de la igualdad y al reconocimiento del cuidado en tanto derecho universal, resulta útil
interrogarse sobre qué significa tener un derecho y cuáles son las principales implicaciones del uso
del lenguaje de los derechos en el campo de las políticas de desarrollo y en las políticas sociales.
Aunque el lenguaje de los derechos tiene de por sí un valor ético y político y puede servir para
fortalecer las demandas sociales frente a situaciones de inequidad, sus implicancias concretas en las
relaciones sociales no siempre se consideran adecuadamente. El riesgo puede ser la utilización de
una retórica de los derechos que luego no logre satisfacer las mínimas expectativas que este
concepto puede legítimamente ocasionar. 17
Si bien hay numerosas acepciones y denominaciones en relación con el hecho de ser portador
de un derecho, en líneas generales, se trata de una pretensión justificada jurídicamente, que habilita
a una persona a hacer o no hacer algo y a la vez puede reclamar a terceros que hagan o no hagan
algo. 18 Es decir, existe una norma jurídica que le otorga a una persona una expectativa positiva –de
acción- y una negativa –de omisión- creando al mismo tiempo sobre otros sujetos obligaciones y
deberes correlativos. 19
Existen dos tipos de derechos: i) los derechos individuales o también denominados "derechos
de primera generación", que se encuentran reconocidos e incluidos en las constituciones políticas
modernas, definidos como aquellas libertades y garantías de los ciudadanos y que definen a su
titular a priori. Entre otros, podemos mencionar el derecho a expresar las ideas propias; a profesar
una religión, a comerciar, a ejercer el derecho a voto. En este grupo se incluyen los derechos civiles
y políticos (DCP); ii) Un segundo grupo de derechos son los derechos económicos, sociales y
culturales (DESC) usualmente considerados "derechos de segunda generación" e incluidos
posteriormente también en las constituciones políticas, cuya principal diferencia con los anteriores
es que no se encuentra su titular identificado a priori y por ello refieren al derecho a la educación, al

15
Ferrajoli (2001: 31) “ …Que los derechos fundamentales son indisponibles quiere decir que están sustraídos tanto a las decisiones
de la política como al mercado. En virtud de su indisponibilidad activa, no son alienables por el sujeto que es su titular. Debido a su
indisponibilidad pasiva, no son expropiables o limitables por otros sujetos, comenzando por el Estado: ninguna mayoría, por
aplastante que sea, puede privarme”.
16
Lazzarato (2006: 198) “No se trata de oponer los dos terrenos de lucha: el de la igualdad y el de la diferencia, sino de saber que el
primero no es más que una condición, una especie de zócalo ontológico para el despliegue del segundo”.
17
Gargarella (2006) sostiene que los jueces toman a los derechos sociales -por ejemplo, típicamente, el derecho al trabajo- como
"derechos no operativos" lo cual significa, en la práctica, su autoinhibición en la materia hasta tanto el poder político no "ponga en
marcha" tales derechos (por ejemplo, dictando leyes que les otorguen a los derechos sociales "contenido real"). Este tipo de hechos
resultan especialmente relevantes, dado que permiten advertir de qué modo, en la práctica jurídica, los derechos sociales terminan
adquiriendo un carácter meramente declarativo, como si representasen, en verdad, formas constitucionales vacías. Por otra parte, con
los años se han producido importantes avances jurisprudenciales en toda América Latina que dan cuenta del carácter de justiciables
de estos derechos.
18
A lo largo del documento se incluyen aspectos desarrollados en Abramovich y Pautassi (2006)
19
Por ejemplo, tengo derecho a la salud, en tanto hay una norma que me convierte en titular de esta expectativa –la de asistir a un
establecimiento sanitario- y crea a otros sujetos su obligación correlativa de proporcionarme los medios y las instancias de calidad
para que ejerza mi derecho a acceder al sistema de salud.

17
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

derecho a recibir una alimentación adecuada, al derecho al trabajo en condiciones dignas; al derecho
a la salud, entre otros.
Esta separación “generacional” de los derechos no confiere argumentos para objetar el mismo
valor a ambos tipos de derechos. Tal como señala Gargarella (2006) no existen suficientes
fundamentos para justificar las distinciones que se realizan entre derechos individuales y derechos
sociales, y sobre las cuales se basa un status jurídico disímil que se les adjudica. En rigor, los
derechos económicos, sociales y culturales deben considerarse tan "operativos" o tan "ideales"
como los mismos derechos individuales. Es decir, constituyen una obligación jurídica y no una
mera manifestación de buena voluntad política, con prerrogativas para los particulares y
obligaciones para el Estado.
Otra diferencia que se busca enfatizar entre DCP y DESC, es el hecho que los derechos
sociales se diferencian de los Derechos Civiles y Políticos por el carácter de obligaciones negativas
de estos últimos, mientras que los Derechos Sociales implicarían el nacimiento de las obligaciones
positivas. En el primer caso, las obligaciones negativas refieren principalmente a no empeorar la
salud de la población, no impedir el acceso de un niño o una niña a un instituto educativo, entre
otros. En relación con las obligaciones positivas, estas no se agotan solamente en acciones de dar -
proveer de vivienda, proveer de vacunas para menores de seis años- sino que lo diferencial es el tipo
de relaciones que se establecen entre el Estado y los beneficiarios de las prestaciones. Significa que
el Estado puede satisfacer un derecho a través de diferentes medios, y en muchos de ellos, los
sujetos obligados pueden participar activamente. 20
Otro de los aspectos que caracteriza a un derecho es la posibilidad de dirigir un reclamo ante
una autoridad independiente del obligado –habitualmente, un juez– para que haga cumplir la
obligación o imponga reparaciones o sanciones por el incumplimiento. Esta particularidad se
denomina justiciabilidad o exigibilidad judicial, y supone una técnica de garantía del cumplimiento
de las obligaciones que se desprenden del derecho de que se trate. El reconocimiento de derechos
impone entonces la creación de acciones judiciales o de otro tipo, que permitan al titular del derecho
reclamar ante una autoridad judicial u otra con similar independencia, ante la falta de cumplimiento
de su obligación por parte del sujeto obligado (Abramovich y Courtis, 2006).
En consecuencia, otorgar derechos implica a su vez, reconocer un campo de poder para sus
titulares, reconocimiento que limita el margen de acción de los sujetos obligados, entre ellos el
Estado, en tanto define en sentido amplio, aquellas acciones que el obligado puede y las que no
puede hacer. En rigor, el enfoque de derechos explicita un reconocimiento de la relación directa
existente entre el derecho, el empoderamiento de sus titulares, la obligación correlativa y la
garantía, todo lo cual conjuga en una potencialidad que puede actuar como una forma de restablecer
equilibrios en el marco de situaciones sociales marcadamente desiguales.
Y aquí resulta central destacar la importancia de considerar al cuidado como una obligación
que se desprende del derecho al cuidado. El derecho a cuidar, a ser cuidado y a cuidarse tiene su
correlato en la obligación de cuidar. Esto es, implica un conjunto de obligaciones negativas,
características de los derechos económicos sociales y culturales, como no entorpecer los servicios
de guarderías infantiles, no impedir el acceso de un adulto mayor al sistema de salud; pero
principalmente incluye obligaciones positivas, que se enrolan en proveer los medios para poder
cuidar, en garantizar que el cuidado se lleve adelante en condiciones de igualdad y sin
discriminación y que no solo se concedan para un grupo reducido –por caso vinculado al empleo
asalariado formal- sino que sean garantizados a todas las ciudadanas y los ciudadanos,

20
Abramovich y Courtis (2006) señalan que es erróneo el automatismo con el que se asocian directamente las obligaciones positivas
del Estado con la necesidad imperiosa de transferir fondos públicos. Por el contrario, los autores insisten en el hecho que si bien una
de las formas más características de cumplir con las obligaciones de hacer o de dar, especialmente en materia de salud, vivienda, es
directamente a partir de la provisión de fondos, sin embargo existen las formas explícitas que tiene el Estado para satisfacer un
derecho por otros medios. Sobre esta diversidad de formas se avanza en este estudio.

18
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

En todos los casos, debe quedar claro que existen sujetos obligados a proveer el cuidado,
desde los miembros de la pareja para con sus hijos, o de los hijos varones y mujeres para con sus
progenitores en situación de autonomía relativa, pero también es el Estado o los particulares en
determinados casos quienes también se encuentran obligados a “hacer” en materia de cuidado. Esto
es, no solo el Estado debe no entorpecer que una madre amamante a su hijo, sino que además le
debe proveer las condiciones necesarias para ello. En el caso que trabaje en el ámbito productivo
debe otorgarle licencia o un espacio físico para amamantar, tanto si es trabajadora del sector público
o en el sector privado, como también debe otorgar licencias para los padres para que asuman
conjuntamente la co-responsabilidad que les compete en materia de cuidado y crianza. A su vez, la
obligación positiva del Estado implica la imposición a terceros de ciertas y determinadas
obligaciones, como en este caso, la obligatoriedad de los empleadores privados de que
efectivamente provean la infraestructura de cuidado o de las licencias legalmente contempladas. En
rigor, garantizar el derecho al ciudado, en tanto derecho universal y propio de cada ciudadana y
cada ciudadano, amplia la esfera de exigibilidad de cada persona hacia los distintos ámbitos
(estatales y privados) y posibilita un cambio en la dinámica del cuidado.

19
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

III. Aportes del enfoque de derechos

En forma esquemática, el denominado “enfoque de derechos en las


políticas y estrategias de desarrollo” considera que el marco conceptual
que brindan los derechos humanos como derechos legitimados por la
comunidad internacional, ofrece un sistema coherente de principios y
pautas aplicables en las políticas de desarrollo. 21
Este enfoque busca conferir a las estrategias de desarrollo de un
marco conceptual explícito, del cual pueden inferirse elementos
valiosos para pensar en los diversos componentes de esa estrategia: la
igualdad y la no discriminación; la participación y el otorgamiento de
poder a los sectores postergados y excluidos; los mecanismos de
responsabilidad horizontal y vertical, entre otros. Ese marco
conceptual, pero a la vez teórico-operativo, permite definir con mayor
precisión las obligaciones de los Estados frente a los principales
derechos humanos involucrados en una estrategia de desarrollo, ya se
trate de derechos económicos, sociales y culturales (DESC) como
derechos civiles y políticos.
El denominado “enfoque de derechos” se nutre de numerosas
corrientes y marcos conceptuales, con diversos fundamentos ético-
políticos, lo cual determina no solo una multiplicidad de vías para la
implementación de este enfoque sino también presenta impactos

21
Tal como lo expone Abramovich (2006) cuando sintetiza los principales supuestos de este enfoque. Asimismo cabe mencionar
algunos informes producidos por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Oficina del Alto Comisionado para los
derechos humanos de la ONU, el Comité del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, el Comité de la
CEDAW, los relatores especiales de Naciones Unidas, a partir de la interpretación realizada de los tratados internacionales de
derechos humanos principalmente en materia de derechos sociales.

21
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

diferenciados. Este punto no es menor, en tanto advierte sobre la necesidad de analizar el alcance
específico del enfoque de derechos para abordar problemas acuciantes como la pobreza, la
discriminación y la exclusión social. Así, numerosas estrategias que se están adoptando para
solucionar dichos problemas solo incorporan algunos de los derechos humanos e identifican
únicamente aquellos que pueden ser aptos para una estrategia de desarrollo. Ejemplificando, se
promueven programas que reconocen y garantizan el derecho a la alimentación y a la salud, sin
ninguna interdependencia con derechos políticos o medidas de garantía de participación ciudadana.
Otros programas implementados en la región no establecen mecanismos de denuncias o vías
para demandar judicialmente ante la vulneración de derechos a que se comprometió el Estado en
dichos programas o en reformas sectoriales, como en el caso de las previsionales (Marco, 2004). Y
sin duda, las políticas aplicadas durante las décadas pasadas avanzaron débilmente, salvo
excepciones, en incluir instancias de conciliación entre trabajo productivo y cuidado, reforzando la
ceguera al género de las políticas públicas en general y las sociales en particular.22
A su vez, el enfoque de derechos no se encuentra suficientemente desarrollado en el derecho
internacional, como tampoco en los ordenamientos internos de los países de América Latina. Uno
de los aspectos de mayor debate es, nuevamente, la supuesta ambigüedad de los derechos sociales,
al poner en duda la exigibilidad de tales derechos. De allí la importancia de considerar este enfoque,
que va cobrando paulatinamente centralidad en el marco de instituciones estatales fragmentadas,
luego del severo proceso de reforma estructural implementado en la década de los noventa y con
una ciudadanía debilitada y con escaso desarrollo de estrategias de acción colectiva, las que
permitan promover y/o eventualmente disuadir este tipo de perspectivas.
Este enfoque supera la visión de las políticas sociales como parte de una lógica signada por la
oferta de beneficios de tipo asistencial, que pueden -o no- ser asumidos por órganos estatales, para
encauzarse en la definición de parámetros mínimos de dignidad cuya garantía es responsabilidad del
Estado, mediante los distintos instrumentos que tiene a su alcance. A partir de este enfoque, se
busca la promoción de nuevas políticas que superen décadas en la consideración de las personas
como meros “beneficiarios” de programas sociales de corte asistencial para pasar a su valoración en
tanto titulares plenos de derechos. 23
Sin embargo, las actuales discusiones en el ámbito de las políticas y las estrategias de
desarrollo a nivel regional se siguen dirimiendo en una práctica signada por las recomendaciones
del denominado post-consenso de Washington, que si bien discursivamente promueve la inclusión
del enfoque de derechos, termina concentrando sus recomendaciones en nuevas variantes de
programas sociales con filtro de derechos. 24 Es decir, no incorporan el derecho internacional de los

22
La ceguera al género de las políticas surge no tanto de ignorar a las mujeres en el diseño de las políticas sino en abstraerlas del contexto
social de sus vidas; Kabeer (1998) y Zibecchi (2005). La usual referencia a políticas neutrales en falsa, en tanto no existe neutralidad en
términos de género en ninguna política pública.
23
Este tránsito de la focalización hacia la inclusión de derechos no surge de un enfoque renovado en torno a los derechos humanos, sino parte
de la búsqueda de nuevos elementos superadores ante el evidente fracaso de las políticas focalizadas implementadas en décadas pasadas, las
que fueron promovidas particularmente por organismos de asistencia crediticia, agrupados en el denominado consenso de Washington,
recomendando la apertura comercial, liberalización de mercados, reducción del sector público y expansión del sector privado y en materia de
políticas sociales, a partir de programas dirigidos a los sectores más pobres. La tesis sostenía que una vez eliminada la intervención estatal el
intercambio mercantil promovería el crecimiento económico y distribuiría la riqueza a través del “efecto derrame”. Mientras tanto, las
políticas públicas atenderían las situaciones de privación social más extrema, y en éste marco los derechos sociales eran considerados como
un gasto que no podía ser asumido ni por el Estado como tampoco podría soportar la competitividad de la economía.
24
Este nuevo direccionamiento de la política se agrupa en el denominado Consenso post-Washington, por el cual se incorpora la idea de
institucionalidad y de gobernabilidad, en el sentido de proveer “mejores instituciones” y “good practices” para lograr un mejor
funcionamiento de los mercados. Así proponen una “segunda generación” de programas, que lejos de superar esta visión recomienda
incorporar un marco de derechos, denominado para el Banco Mundial como “marco comprensivo del desarrollo” que define a la pobreza
como un fenómeno multidimensional, aunque las vías para superarla son nuevas versiones de antiguos programas de “combate” a la
pobreza, en una apuesta mayor por dejar en claro la idea de derechos pero con prácticas focalizadas, de mayor cobertura, pero que distan
de ser propuestas de políticas universales. Al mismo tiempo prestan especial atención a estimular la formación del capital humano y del
capital social, introduciendo una mayor corresponsabilidad en ello a la propia población destinataria, Daeren (2004); Marques Pereira
(2006), Salama (2006).

22
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

derechos humanos, entendido como un conjunto de obligaciones positivas y negativas del Estado de
proteger ciertos derechos fundamentales en el ámbito social, sino que varían prácticas focalizadas
de mayor alcance o con mayor co-responsabilidad de la población destinataria. Mucho menos se ha
avanzado en estrategias de conciliación trabajo-familia para los sujetos destinatarios de programas
focalizados. Para este “consenso” la mujer sigue siendo considerada como un grupo especial o
vulnerable, sin ningún registro que representan más de la mitad de la población, sin que le pueda
caber tal consideración de “grupo”.
Otro ejemplo es que conceptos como derechos sociales, ciudadanía, gobernabilidad, género,
acceso a la justicia, derechos reproductivos, están siendo selectivamente apropiados por las
instituciones financieras internacionales, al punto de constituirse como los principales interlocutores
y referentes en la materia. Se advierte que el peligro, desde el punto de vista de la problemática de
la consolidación democrática, radica precisamente en que quienes utilizan estos conceptos en forma
parcializada, vaciándolos de significado, promueven nuevas formas de institucionalidad que nada
tienen que ver con la garantía de los derechos. Esta advertencia sobre un potencial uso distorsionado
es aplicable al enfoque de derechos.
En consecuencia, incluir la perspectiva de derechos en el diseño de políticas públicas consiste
en revisar no sólo sus contenidos u orientación, sino también los parámetros necesarios para su
evaluación y fiscalización. Y allí resulta fundamental analizar el alcance de principios como el de
igualdad y no discriminación, participación política y acceso a la justicia en relación con las
estrategias y políticas públicas de desarrollo, a fin de avanzar en términos conceptuales como
también estratégicos para diseñar nuevos marcos aptos para los procesos de formulación de políticas
sociales y públicas en general, cualquier sea la temática específica abordada por esa política, en
tanto se trata de conceptos transversales a todas las políticas públicas. Mucho mayor debe ser la
cautela que se asuma en un proceso como el de garantizar el cuidado en tanto derecho y obligación,
y en donde confluyen resposabilidades públicas y privadas, y donde la posibilidad de fiscalización
no quede reducida al ámbito productivo (por medio del contralor de la implementación de políticas
de conciliación trabajo-familia) sino que se pudiera transversalizar la noción misma del derecho a
cuidar, a ser cuidado y a cuidarse.
Por otra parte, los mecanismos de evaluación y de supervisión, y eventualmente los jueces, si
bien no les compete participar en el diseño de políticas públicas, deberían concentrar el diseño de
éstas con los estándares jurídicos aplicables y –en caso de hallar divergencias- reenviar la cuestión a
los poderes pertinentes para que ellos reaccionen ajustando su actividad en consecuencia. 25 Si los
Estados no adoptan ninguna medida entonces los mecanismos de supervisión, entre ellos la justicia,
pueden activar la toma de decisiones en aras de cumplimentar con las obligaciones jurídicas. Sin
duda que, políticas incorrectas o que fracasan, no siempre determinan el incumplimiento de
derechos. Por el contrario puede haber políticas exitosas en sus objetivos pero que consagren la
vulneración de derechos, tal como ha sucedido en la región con la mayoría de los programas
sociales focalizados aplicados durante la década del noventa (Daeren, 2004).
El principal aporte que puede brindar el enfoque de derechos en aras de efectivizar la
igualdad formal pero especialmente la igualdad material de mujeres y varones es precisamente, por
un lado, contribuir a cerrar las brechas y a “tender puentes” entre el sistema de derechos humanos,
las políticas sociales y las estrategias de desarrollo, que al mismo tiempo vinculen el sistema
25
Los principales estándares en materia de DESC, han sido elaborados principalmente a partir de los informes y observaciones
generales del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales –órgano de aplicación del Pacto de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales-, y de las observaciones del Comité de la Convención Internacional contra la discriminación de la Mujer
(CEDAW), así como de los relatores especiales de las Naciones Unidas, a partir de la interpretación realizada de los tratados
internacionales de derechos humanos en esta materia. El Comité PIDESC ha sostenido que existe un umbral mínimo de satisfacción
de cada derecho, por debajo del cual, el Estado en cuestión viola el derecho reconocido en el PIDESC. Por cierto que las obligaciones
de los Estados Parte no se limitan a satisfacer el contenido mínimo de los DESC; sino que se encuentran jurídicamente obligados a
adoptar medidas para que de manera progresiva se alcance la satisfacción plena de estos derechos, y para ello deben utilizar el
máximo de los recursos disponibles.

23
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

político (por caso las coaliciones gobernantes) para que reorienten la política económica en el
mismo sentido de la estrategia de desarrollo bajo un marco de derechos. Esto significa que los
esfuerzos no están puestos únicamente en incluir una noción formal de igualdad limitada a exigir
criterios de distinción objetivos y razonables, y por lo tanto a prohibir diferencias de trato
irrazonables, caprichosas o arbitrarias, sino que avanza hacia un concepto de igualdad material o
estructural, que parte del reconocimiento de que ciertos sectores de la población requieren la
adopción de medidas especiales de equiparación. 26
Por lo mismo, y dada la interdependencia de las políticas sociales con las económicas nuevos
estándares jurídicos pueden ser aplicados a la definición y aplicación de otros modelos económicos
distintos de aquellos que tanta inequidad ha generado en el pasado. 27 Y sin duda, resulta central
considerar el aporte económico que realizan las mujeres a partir de trabajo reproductivo y no
remunerado.
Cobra especial relevancia que el enfoque de derechos no restringe las opciones de políticas
públicas que el Estado puede adoptar para realizar sus obligaciones. Reconocen un margen
importante de autonomía de los Estados acerca de cuales son las medidas específicas que se puede
adoptar para realizar los derechos. Este punto es central para poder compatibilizar el enfoque de
derechos con los procesos nacionales de definición de estrategias de desarrollo y debe ser
considerado especialmente al intentar emplear estándares jurídicos en la fiscalización y evaluación
de esas políticas. 28
Cabe insistir en el hecho que los instrumentos internacionales fijan estándares orientadores de
políticas públicas que van luego a ser la “regla de juicio” sobre cuya base intervienen los
mecanismos de supervisión - o el poder judicial en su caso o las propias organizaciones públicas y
no gubernamentales que realizan actividades de monitoreo - para controlar si las políticas y medidas
adoptadas se ajustan o no a esos estándares, que pueden ser, por ejemplo, los estándares de
“razonabilidad”, “adecuación”, “progresividad” o “igualdad”, o el análisis de contenidos mínimos
que pueden venir dados por las propias normas internacionales que fijan derechos. Por ello el
derecho internacional de los derechos humanos no contiene en sí un determinado diseño de
políticas, sino estándares que sirven de marco a las políticas que cada Estado define.
Este proceso de avance en la globalización de estándares de derechos humanos, si bien no ha
alcanzado igual grado de desarrollo en toda la región y está sujeto en ocasiones a la baja
institucionalidad de los países, igualmente ha incidido positivamente en la transformación de esos
mismos sistemas y ha generado una mayor atención en las autoridades estatales a los principios y
reglas que se fijan en el escenario interamericano. También ha favorecido este proceso la paulatina
conformación de una burocracia estatal especializada, que suele incidir en algunos aspectos de la
gestión pública, tales como oficinas y comisiones de derechos humanos, defensorías del pueblo y
funcionarios especializados. Y allí un ejemplo claro lo ha aportado las experiencias vinculadas a

26
Implica la necesidad de trato diferenciado cuando, debido las circunstancias que afectan a un grupo desaventajado, la identidad de
trato suponga coartar o empeorar el acceso a un servicio o bien o el ejercicio de un derecho (Abramovich, 2006).
27
Gargarella (2005) señala que en forma contraria a la práctica dominante durante años, los programas económicos deben ajustarse al
respeto de los derechos, y no los derechos quedar dependientes de los programas de ajuste. La Constitución exige que nadie tenga sus
intereses básicos sujetos a la esperanza del “derrame” económico, ni sus derechos condicionados al crecimiento de la riqueza.
28
Sin embargo, aún persisten numerosas inequidades de género por resolver en todos los países de América Latina, las cuales se cruzan y
potencian con las brechas de equidad sociales, raciales y étnicas. Al respecto véase el análisis de Daeren (2001 y 2000) sobre los procesos
de institucionalización de género en la región, que relativiza el alcance de estas instancias, señalando especialmente su fracaso en lograr la
inclusión de la equidad de género en la política económica y laboral. Algo similar sucedió en el marco de las reformas previsionales en
donde estos organismos estuvieron ausentes.

24
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

las acciones transversales en materia de género que han promovido marcos igualitarios en
situaciones altamente desfavorables, contribuyendo de ese modo a un avance en el fortalecimiento
de las garantías institucionales y sociales.

1. Enfoque de derechos y enfoque de género: una necesaria


interdependencia
Si se considera específicamente el “campo” de las acciones transversales desde un enfoque de
género, significa una importante evolución en la visibilización de esta perspectiva. Pueden
mencionarse, entre otros, las oficinas para el adelanto de la mujer, las comisiones tripartitas para la
igualdad de oportunidades en el mundo del trabajo, el avance en derechos reproductivos y la
discusión en torno a los sesgos de género en materia de acceso a la justicia. 29
En general, la mayoría de las evaluaciones en materia de equidad, rescatan la construcción de
nuevos espacios de igualdad en coexistencia con tradicionales prácticas discriminatorias,
destacando el valioso aporte de las experiencias exitosas en políticas de género para el conjunto de
políticas públicas, las que además de profundizar en la búsqueda de la igualdad, constituyen nuevas
formas de hacer política que favorecen la gobernabilidad (Montaño, 2006). 30
No es un dato menor que la Convención internacional contra la discriminación de la mujer
(CEDAW) fue ratificada por todos los países de la región, y en la mayoría de los casos se ha
incorporado como parte de la propia Constitución política. 31 Es decir, los países de la región
asumieron la necesidad de contar con un instrumento jurídico específico para garantizar los
principios de igualdad formal y material que en los hechos está lejos de alcanzarse. En primer lugar,
la CEDAW ofrece pautas para la incorporación de las mujeres a los procesos de desarrollo en
igualdad de condiciones con los varones. Así, su énfasis se ubica en la regulación de las relaciones
entre varones y mujeres en el mundo de lo público y propone pautas para la igualdad en la esfera
económica en general y en la esfera del empleo en particular. Estipula las condiciones relativas al
derecho al trabajo por parte de las mujeres tanto desde el punto de vista de la demanda de empleo -
relacionadas con los procesos de selección, los criterios acerca de la remuneración, a la seguridad
social, la protección de la salud y de la maternidad-, como desde la mirada de la oferta y la
ampliación de la autonomía de las trabajadoras -vinculadas a la elección del trabajo o profesión, la
formación profesional, especificando que las mujeres tendrán derecho a prestaciones familiares con
independencia de su estado civil.
Este instrumento explicita además que los derechos de las trabajadoras deben ser protegidos
ante potenciales discriminaciones originadas por matrimonio y/o maternidad de las mujeres.
Establece claramente que los Estados deben tomar medidas adecuadas para prohibir y sancionar este
tipo de prácticas discriminatorias, a la vez que deben proteger la maternidad a través de licencias
pagas, prevención de ejecutar trabajos que puedan perjudicar a la trabajadora durante el embarazo,
prestación de servicios de cuidado infantil y otras medidas que permitan combinar las
responsabilidades laborales y familiares de los padres (art. 11-2). Específicamente la Convención

29
Sin embargo, aún persisten numerosas inequidades de género por resolver en todos los países de América Latina, las cuales se cruzan
y potencian con las brechas de equidad sociales, raciales y étnicas. Al respecto véase el análisis de Daeren (2001 y 2000) sobre los
procesos de institucionalización de género en la región, que relativiza el alcance de estas instancias, señalando especialmente su
fracaso en lograr la inclusión de la equidad de género en la política económica y laboral. Algo similar sucedió en el marco de las
reformas previsionales en donde estos organismos estuvieron ausentes.
30
En la mayoría de las Constituciones Políticas de los países de la región se incluye el principio de igualdad y el derecho a la no
discriminación, y en pocos casos se lo consagra expresamente en relación con la discriminación por género. Sin embargo, los
mecanismos judiciales de exigibilidad de los derechos se caracterizan por su debilidad, por procedimientos inadecuados y con la
presencia de jueces ajenos a las problemáticas de género.
31
No ha ocurrido lo mismo con el Protocolo Facultativo de la CEDAW, que a la fecha ha sido ratificado por solo 18 países de la
región, quedando aún pendiente la ratificación por el resto de los países (http://www.cepal.cl/mujer/proyectos/perfiles/
comparados/protocolo.htm).

25
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

alude a los padres y no a la madre, dejando en claro que varones y mujeres deben compartir la
responsabilidad de la esfera doméstica y de crianza tanto como la esfera económica y productiva
(Pautassi, Faur y Gherardi, 2004).
En la dinámica cronológica del desarrollo del Sistema de Derechos Humanos, se consagran
primero los derechos, reflejados en un tratado o pacto internacional, y luego se consagran los
sistemas de control. De ésta forma en 1999 se aprobó el Protocolo Facultativo de la CEDAW, que
establece el procedimiento para las denuncias al Comité para la Eliminación de la Discriminación
contra la Mujer, así como para las investigaciones sobre violaciones graves o sistemáticas cometidas
por un Estado Parte y que pudieran ser iniciadas por el Comité. De tal modo, el Protocolo refuerza
los mecanismos internacionales de control y seguimiento de la CEDAW, y a la vez permite
fortalecer el conocimiento y la aplicación de sus postulados por parte de personas, grupos de
personas y Estados. 32
Aún más específico es el hecho que los gobiernos de la región han definido como tema
convocante a la Décima Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, “El
aporte de las mujeres a la igualdad en América Latina y el Caribe”, donde se trató con especial
énfasis la contribución de las mujeres a la economía y la protección social, especialmente en
relación con el trabajo no remunerado; y la participación política y paridad de género en los
procesos de adopción de decisiones a todos los niveles. Ambos temas fueron abordados tomando
como punto de análisis el concepto de discriminación definido en el artículo primero de la CEDAW
y el concepto de división sexual del trabajo. 33
Sintetizando, en América Latina se dispone de un sistema integral y estructurado que opera
en términos de dar efectividad a las medidas comprometidas por los Estados en los diversos
instrumentos de Derechos Humanos, que además fija estándares específicos que son aplicables a los
sistemas internos de cada uno de los países de la región. En rigor, nos encontramos ante un
escenario en donde los gobiernos, la sociedad civil y el campo de la protección internacional de los
derechos humanos reconocen y promueven una agenda prioritaria vinculada a la necesidad de dotar
a las estrategias de desarrollo y a la política pública en general de un marco de derechos.
El desafío se encuentra precisamente en su fase de implementación, o cómo se construye el
puente entre políticas y derechos. En primer lugar, si bien el enfoque de derechos demanda
profundas reformas en el marco de las políticas públicas –particularmente las económicas y
sociales- actualmente vigentes, no implica una instancia de borrón y cuenta nueva, sino
precisamente el eje de acción consiste en revisar las políticas inconexas y discriminatorias aplicadas
en los últimos treinta años en la región; evaluando si las mismas son compatibles con el marco de
derechos que propone el enfoque aquí desarrollado.
Y allí cobra absoluta e indiscutible centralidad la ceguera al aporte económico de las mujeres
en términos de su contribución invisibilizada a la economía. Por ello, un primer paso en la estrategia
que aquí se defiende, no consiste en dotar de más derechos a las mujeres, sino otorgar al cuidado el
carácter de derecho universal y sus correlativas obligaciones. Y para ello, como para cualquier
instancia de cambio, es fundamental contar con voluntad política para iniciar el proceso de
transformación.

32
En cuanto a los procedimientos para hacer una presentación ante el Comité, el Protocolo Facultativo establece que las
comunicaciones pueden ser presentadas por “personas o grupos de personas que se hallen bajo la jurisdicción del Estado Parte” (Art.
2). Pueden hacerlo a título personal, alegando la violación de un derecho propio o en representación de una tercera persona, con su
consentimiento. Al existir un mecanismo de seguimiento a nivel internacional, y en la medida en que los Estados ratifican su
adhesión a este instrumento, se ven en la obligación de acelerar las reformas legales e institucionales que tiendan a la eliminación de
cualquier tipo de discriminación basado en el género, Pautassi Faur y Gherardi (2004).
33
CEPAL (2006b), cabe recordar que el tema de la igualdad, también fue central en la anterior sesión de la Conferencia Regional,
ocupando un lugar central en el Consenso de México, año 2004 y con mayor amplitud y precisión en el Consenso de Quito, 2007.

26
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

Para ello se debe comenzar por revisar los derechos ya establecidos y reconocidos en los
instrumentos internacionales -los que prácticamente en toda América Latina garantizan la igualdad
formal de varones y mujeres- y en la legislación interna de los países, a fin de verificar si las
políticas estatales cumplen con los estándares mínimos en materia de derechos humanos. Sobre este
particular, se analizarán distintas estrategias a desarrollar.

27
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

IV. Estrategia de desarrollo y


derecho al cuidado: ¿quo vadis?

¿Es posible pensar desde la lógica de derechos estrategias sustentables


que inviertan la dinámica prevaleciente en las últimas décadas? ¿Qué
relación existe entre el cuidado y una política de desarrollo? A su vez,
¿Cómo se ubica el cuidado en el marco de los sistemas de políticas
sociales en la región? Y aún más ¿es legítimo pensar en otorgar y
definir derechos en los Estados latinoamericanos post-ajuste?
Si se considera el principio de interdependencia consagrado en
la Declaración y Programa de Acción de Viena, aprobada por la
Conferencia Mundial de Derechos Humanos en junio de 1993, que
establece en su artículo quinto, que “todos los derechos humanos son
universales, indivisibles e interdependientes y están relacionados entre
sí. La comunidad internacional debe tratar los derechos humanos en
forma global y de manera justa y equitativa, en pie de igualdad y
dándoles a todos el mismo peso. Debe tenerse en cuenta la
importancia de las particularidades nacionales y regionales, así como
los diversos patrimonios históricos, culturales y religiosos, pero los
Estados tienen el deber, sean cuales fueren sus sistemas políticos,
económicos y culturales, de promover y proteger todos los derechos
humanos y las libertades fundamentales”, se puede extrapolar y
considerar que el derecho al cuidado -tanto considerando a la persona
como receptor o como dador de cuidado- integra el conjunto de los
derechos universales de derechos humanos consagrados en los
diversos instrumentos internacionales, a pesar de no estar
explícitamente nominado como tal. Cabe la salvedad que hay países en

29
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

la región, como el caso de Ecuador que si lo han considerado explícitamente en su constitución:


“...se reconocerá como labor productiva, el trabajo doméstico no remunerado” (art. 36,
Constitución Política de la República, 1998).
Si se acepta, y los gobiernos de la región reconocen a la esfera del cuidado como un derecho
universal, indisponible y no sujeto a concesiones para grupos especiales, implicaría un importante
avance en la dirección de garantizar la igualdad material entre mujeres y varones, jóvenes y adultos
mayores, niños, niñas y personas con capacidades diferentes. Sin embargo es factible que,
reconocido como derecho universal, no obste a que el mismo se haga efectivo frente a determinadas
situaciones o condiciones, como ser niño o ser adulto mayor.
Al respecto resulta esclarecedor como el Comité del PIDESC, en su Observación General N°
6: Los derechos económicos, sociales y culturales de las personas mayores ha derivado el derecho
al cuidado de este grupo vulnerable de otros derechos, señalado: “El Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales no contiene ninguna referencia explícita a los
derechos de las personas de edad, excepto en el artículo 9, que dice lo siguiente: "los Estados
Partes en el presente Pacto reconocen el derecho de toda persona a la seguridad social, incluso el
seguro social" y en el que de forma implícita se reconoce el derecho a las prestaciones de vejez. Sin
embargo, teniendo presente que las disposiciones del Pacto se aplican plenamente a todos los
miembros de la sociedad, es evidente que las personas de edad tienen derecho a gozar de todos los
derechos reconocidos en el Pacto. Este criterio se recoge plenamente en el Plan de Acción
Internacional de Viena sobre el Envejecimiento. Además, en la medida en que el respeto de los
derechos de las personas de edad exige la adopción de medidas especiales, el Pacto pide a los
Estados Partes que procedan en ese sentido al máximo de sus recursos disponibles”.
Cabe destacar que posteriormente se incorporó de manera explícita en el art. 17 del Protocolo
de San Salvador, al establecer que “toda persona tiene derecho a protección especial durante su
ancianidad. En tal cometido, los Estados partes se comprometen a adoptar de manera progresiva
las medidas necesarias a fin de llevar este derecho a la práctica...”.
De manera similar, la Convención Internacional de Derechos del Niño (CDN), en su artículo
18 inc. 1 establece que corresponde al Estado garantizar “el reconocimiento del principio que
ambos padres tiene obligaciones comunes en lo que respecta a la crianza y el desarrollo del niño
(...) su preocupación principal será el interés superior del niño...” para reafirmar en el inc. 3 del
mismo artículo la vinculación de infraestructura del cuidado a la condición laboral de los padres:
“los Estados partes adoptarán todas las medidas apropiadas para que los niños cuyos padres
trabajan tengan derecho a beneficiarse de los servicios e instalaciones de guarda de niños para los
que reúnan las condiciones requeridas...”
Pero aquí no cabe ingenuidad alguna, al pensar que se tratará de “otro derecho” de “carácter
programático” que tanto han sido utilizados en América Latina y han contribuido fuertemente a
consolidar una ciudadanía de baja intensidad, 34 sino precisamente se trata de dejar en claro que los
derechos humanos son pensados como universales pero para ser aplicados por los Estados. Tal
como señala Pinto (2006) los derechos humanos deben ser ejercidos por las personas en sus ámbitos
naturales que son los Estados, en una interacción entre las normas contenidas en los derechos
humanos y las normas nacionales (internas).
La noción de igualdad es consustancial a la noción de derechos humanos, en tanto la
pertenencia a la especie humana otorga la titularidad de estos derechos, y por ende, el principio de

34
La baja intensidad de la ciudadanía es el concepto acuñado por Guillermo O’Donell (1992) para caracterizar a las democracias
latinoamericanas en la actualidad, en tanto las mismas han pasado de Estados populistas controlando rígidamente los intereses
sociales débiles, a un tipo de Estado privatizado penetrado por intereses corporativos capaces de desviar las políticas para satisfacer
sus intereses. Así, señala que se respetan los derechos políticos de la poliarquía no obstante existen restricciones “extra-poliárquicas”
pero políticamente fundamentales que implican la inefectividad del Estado en tanto ley y la cancelación de algunos derechos. Por
ejemplo, se respetan derechos participativos y democráticos pero se viola cierto componente liberal de la democracia.

30
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

no discriminación es intrínseco a esta categoría de derechos. A su vez, no se trata de una traslación


normativa de los derechos ya reconocidos en las constituciones nacionales, sino precisamente los
derechos humanos surgen de un consenso mundial, que se apoya en nociones de dignidad y libertad
comunes a todas las civilizaciones y las culturas (Pinto, 2006).
Lo establecido por la Declaración de Viena, así como en todo el marco de derechos, refiere a
la responsabilidad que le compete al Estado en la promoción de la igualdad real, tanto a nivel del
diseño de políticas públicas, como también en la promoción de instancias de cambio cultural para
consolidar la igualdad entre mujeres y varones en todos los niveles. Es precisamente en materia del
principio de igualdad y no discriminación, que de acuerdo a lo establecido en la CEDAW cada
estado Parte es responsable de asegurar el goce de los derechos en condiciones de igualdad y sin
discriminación alguna, debiendo adoptar todas las medidas que sean necesarias, incluida la
prohibición de la discriminación por razón de sexo, para poner término a los actos discriminatorios
que obsten al pleno disfrute de los derechos, tanto en el sector público como en el privado.35

1. Poder y ciudadanía: el primer compromiso


Para operacionalizar el enfoque de derechos humanos, tanto en relación con el ámbito del desarrollo
y de las políticas económicas y sociales, como en el ámbito del cuidado, todas las políticas e
instituciones que tienen por finalidad impulsar estrategias en esa dirección, deben basarse
explícitamente en las normas y principios establecidos en el derecho internacional de los derechos
humanos.
Centrando la estrategia en el cuidado, en este doble carácter que se propone concederle a
partir de la presente argumentación -de derecho a ejercer el cuidado en condiciones de calidad y el
derecho a ser cuidado- se puede identificar un conjunto de derechos específicos ya reconocidos y
que integran esta noción, como el derecho a una alimentación adecuada, el derecho a la salud y a la
educación, el derecho a la protección de la seguridad social, entre otros, contemplados tanto en el
PIDESC y en el Protocolo de El Salvador, como en la propia CEDAW y en la Convención
Internacional de Derechos del Niño.
Abonando lo argumentado en el sentido que la estrategia no debe basarse en el reclamo por
nuevos derechos, sino por darle efectividad a los derechos ya acordados, una primera acción, que es
central en la perspectiva de derechos, es la de otorgarle poder a quienes no lo han ejercido, por
considerárselos como vulnerables, o por encontrarse bajo condiciones de pobreza o exclusión
social, o en el caso de las mujeres, por ser consideradas sistemáticamente como un “grupo especial”
sujeto a regulaciones específicas y focalizadas.
En primer lugar, el enfoque de derechos humanos apunta esencialmente a ese otorgamiento
de poder (empoderamiento) por la vía del reconocimiento –y ejercicio- de derechos. Una vez
introducido este concepto en el contexto de la adopción de políticas, el punto de partida no consiste
en reconocer la existencia de ciertos sectores sociales que tienen necesidades no cubiertas, sino
fundamentalmente la existencia de personas que tienen derechos que pueden exigir o demandar,
esto es, atribuciones que dan origen a obligaciones jurídicas de parte de otros y por consiguiente al
establecimiento de mecanismos de tutela, garantía o responsabilidad. En otros términos, el derecho
al cuidado y a cuidar(se) debe ser considerado un derecho universal de cada ciudadano y cada
ciudadana, no sujeto a determinación específica.

35
A partir de allí se promovieron modificaciones constitucionales y legislativas que sirvieron para avanzar en el reconocimiento de los
derechos de otros sectores sociales como los pueblos originarios o grupos discriminados por su opción sexual. En ese sentido, los
alcances de la CEDAW trascienden el ámbito específico de la igualdad de género para convertirse en un hito en la reelaboración del
concepto de discriminación, lo que beneficia en forma universal a muchos grupos humanos. Ha servido también para promover la
rendición de cuentas por parte de los Estados y, de esa manera, institucionalizar una práctica de transparencia en la gestión pública
que permite, incluso a las organizaciones de la sociedad civil, elaborar informes alternativos a los oficiales; (Montaño, 2006).

31
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

De esta forma, se invierte la lógica vigente en las relaciones entre el Estado y los prestadores
de bienes y servicios y aquellos que se beneficiarán con las políticas. No se trata sólo de personas
con necesidades, que reciben beneficios asistenciales o prestaciones fruto de la discrecionalidad,
sino titulares de derechos que tienen el poder jurídico y social de exigir del Estado ciertos
comportamientos (Alsop y Norton, 2004). En el lenguaje de América Latina, se trata de no
continuar promoviendo la inclusión de “beneficiarios” en programas focalizados “de cuidado” o de
“protección” sino considerar a los ciudadanos y las ciudadanas como titulares de derecho al
cuidado, derecho que se debe satisfacer a través de los sistemas de seguridad social de cada Estado.
Es decir, la idea de incorporar la exigibilidad de una oferta de cuidado por parte de los Estados y de
los empleadores, según corresponda.
Por lo mismo, la posibilidad real de ejercer estos derechos determinará la eventualidad de que
quienes han estado históricamente excluidos, como las mujeres, las personas viviendo en
condiciones de pobreza y vulnerabilidad, puedan incidir en los procesos políticos y en la orientación
de las decisiones del gobierno, la cual se encuentra condicionada o limitada por el grado en el que
puedan ejercer sus derechos económicos, sociales y culturales. En materia de cuidado, es claro que
ante la demanda insatisfecha que existe, y que trasciende a las políticas de conciliación trabajo
productivo y relaciones familiares, sino que abarca la totalidad de acciones y servicios de cuidado,
la propia población orientará desde y hacia donde se deben iniciar el camino de políticas públicas y
privadas en ésta dirección.
Esta situación es similar al acertijo que recorre la región según el cual los sectores
vulnerables e históricamente vulnerados (personas en condiciones de pobreza, desocupados,
indígenas, afrodescendientes y claro, también mujeres) no participan activamente y tienen serias
dificultades para ejercer poder porque desconocen que son efectivamente portadores de derechos
que les permita acceder al cúmulo de obligaciones y garantías que incluye el conjunto de garantías
ciudadanas. El acertijo señala que no reclaman ni se empoderan porque desconocen la idea de sujeto
portador de derechos, al mismo tiempo que presentan serios deficits en materia educativa y cívica.
Sin duda que lo esgrimido es parte sustantiva en la situación, pero nada se dice de la falta de oferta
de “empoderamiento”, esto es, la ausencia de mecanismos institucionales que logren sortear esta
suerte de demanda ciudadana ausente en estos grupos. Allí salvo determinados mecanismos como
las acciones positivas u otras de discriminación inversa, no se encuentra un conjunto de medidas
que otorgue titularidad a estos ciudadanos y ciudadanas mas que aquellas contempladas en las
“generales de la ley” que como muchos otros aspectos son lejanos y extraños para gran parte de la
población, a lo cual se le suma necesariamente el descreimiento y falta de confianza en las
coaliciones gobernantes.
En rigor, esta situación más que de un acertijo da cuenta de un “dilema de la exclusión" o
más precisamente de un falso dilema, en tanto, nunca se previó en el diseño ni en los valores que
motivaron las políticas públicas el impulso de acciones hacia estos sectores de la población. A ello
contribuyeron fuertemente la dinámica de los procesos de reforma en la región, que asumieron a
estos mal denominados grupos como los "perdedores" del proceso, incapaces de ser incorporados en
el conjunto de la sociedad y por lo tanto no se buscó fomentar un empoderamiento, como tampoco
mayor autonomía y posibilidades de desarrollar sus capacidades. En otros términos, los programas
focalizados asistenciales fueron funcionales para ello pero además la estructura clientelar,
consustancial al desarrollo de los Estados de Bienestar de la región, que se consolidó como el
principal instrumento que atenta con el desarrollo de la igualdad y no discriminación.
Los programas y políticas ciegas al género, que se implementaron en América Latina desde
principios de los años ochenta hasta la actualidad, produjeron –y siguen produciendo- similares
efectos. En primer lugar, porque en su diseño y formulación, no cuestionan la división sexual del
trabajo y apuestan a la mayor productividad del trabajo doméstico a fin de facilitar el trabajo
remunerado de las mujeres. Tampoco analizan las situaciones de segregación y discriminación que

32
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

padecen las mujeres en el mercado de empleo productivo, sino que además se ubica la causa de las
desigualdades y de la subordinación de las mujeres en su situación de pobreza y no en las relaciones
sociales de clase y de género que caracterizan a los países de la región.
Tampoco se ha difundido, ni mucho menos se ha impulsado el acceso a la justicia de quienes
no han ejercido sus derechos, como tampoco la posibilidad de asentar quejas y reclamos ante
instancias administrativas como las defensorías de pueblo o judiciales propiamente dichas. Tal
como se sostuvo anteriormente, si bien es un avance notable contar con este tipo de instancias como
las defensorías, aún no se ha impulsado con firmeza que la garantía del acceso a la justicia no se
limite a la posibilidad de formular una queja sino que debe incluir la eventualidad de acceder y
sostenerse a lo largo de toda la instancia judicial que el reclamo requiera. En consecuencia, resulta
necesario un grado importante de alfabetización jurídica y de conciencia de la existencia derechos
para la ciudadanía en general (Gherardi, 2006).
Resulta interesante señalar que recientemente la Comisión Económica para América Latina
(CEPAL) ha señalado que “la titularidad de los derechos debe guiar las políticas públicas. Se trata
de orientar el desarrollo conforme al marco normativo de los derechos civiles, políticos,
económicos, sociales y culturales, plasmado en acuerdos vinculantes, tanto nacionales como
internacionales. Esto exige a su vez un contrato o pacto social que debe materializarse
políticamente tanto en la legislación como en políticas públicas” (CEPAL, 2006a: 14). Agrega el
documento que resulta fundamental contar con organismos del Estado que sean competentes
política y técnicamente, “a fin de que los derechos sean más exigibles, es decir que se garantice la
existencia de mecanismos jurídicos y de política pública para que las personas puedan exigir la
titularidad de sus derechos” (CEPAL, 2006a:14).
Paradójicamente el conjunto de las políticas sociales no suele advertir la importancia de los
sistemas y políticas de acceso a la justicia y a instancias de reclamos de derechos, como
componentes esenciales para mejorar la participación social, la transparencia, fiscalización y en
definitiva la efectividad de las propias políticas. Paralelamente los sectores especializados en
temáticas judiciales, tienden a ver los problemas de acceso a la justicia como asuntos vinculados
estrictamente al diseño de los sistemas de justicia y desvinculados de las lógicas y orientaciones de
las políticas sociales. 36 Nuevamente se insta a revertir este tipo de dinámica y establecer las
interrelaciones existentes y por cierto necesarias para logar mayor eficiencia pero también promover
la equidad.

2. Empoderamiento e igualdad: dos caras de la misma moneda


En general, la lógica de las políticas sociales suele incidir en la posibilidad de ejercer derechos
sociales, civiles y políticos, en especial frente al Estado. En particular, es posible sostener que el
cuidado, en algunas de sus dimensiones, se encuentra asumido, o por la cobertura de ciertas
contingencias para trabajadoras asalariadas, por caso licencia por maternidad, sistema de
asignaciones familiares, sistemas de pensiones para adultos mayores (contributivos o no
contributivos), lo cual se complementa para quienes no tienen el carácter de trabajadores
asalariados, con un sistema de salud y educación, que al menos en su ideario, busca ser universal y
en algunos países de la región alcanza una cobertura importante.

36
Como resultado de las políticas implementadas durante las reformas estructurales, que degradaron los derechos laborales y
contribuyeron al debilitamiento de las estructuras sindicales, impactando directamente en el desmantelamiento de redes sociales que
favorecían la tutela de los derechos. Al mismo tiempo la sujeción de los ingresos familiares a la ayuda social discrecional, inhibió a
importantes a sectores de la población de formular sus reclamos en términos de acciones litigiosas, de modo que las políticas
asistenciales basadas en beneficios de reconocimiento discrecional, agudizan las barreras institucionales para el acceso a los
tribunales (Abramovich y Pautassi, 2006).

33
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

Lo anterior no significa que, todo aquel que necesita ser cuidado esté cuidado, como toda
persona que debe cuidar a otros, especialmente familiares o dependientes, disponga del tiempo y de
los recursos (físicos y económicos) para asumirlo. En otras palabras, si bien existen derechos
sociales reconocidos que se incluyen dentro de la esfera del cuidado, la oferta sistemática y
sostenida de cuidado es nula en toda la región. De allí la importancia de fortalecer su consideración
desde la perspectiva de derechos, en especial desde la posibilidad de demandar la cobertura de todo
lo necesario para garantizar el cuidado.
En términos de compromisos asumidos por los Estados, especialmente en los instrumentos
internacionales, los derechos deben ser otorgados en forma progresiva, y por ende, una primera
obligación con “efecto inmediato” derivada del desarrollo progresivo de los derechos económicos,
sociales y culturales consiste en garantizar que se ejercerán en condiciones de igualdad y sin
discriminación. 37 Ello requiere que los Estados reconozcan y garanticen los distintos derechos
incorporados en los pactos y Tratados internacionales de igual modo para toda la población,
utilizando criterios de distinción objetivos y razonables, y evitando diferencias de trato arbitrarias.
En virtud de la obligación de progresividad, cada Estado está inhibido de adoptar sin una
justificación adecuada, políticas y medidas, y por ende, sancionar normas jurídicas, que agraven la
situación de los derechos económicos, sociales y culturales de los que gozaba la población al
momento de adoptado el instrumento internacional o bien en cada mejora “progresiva”. Dado que el
Estado se obliga a mejorar la situación de estos derechos, simultáneamente asume la prohibición de
reducir los niveles de protección de los derechos vigentes, o, en su caso, de derogar los derechos ya
existentes. 38
De esta forma, una primera instancia de evaluación de la progresividad en la implementación
de los derechos sociales, consiste en comparar la extensión de la titularidad y del contenido de los
derechos y de sus garantías concedidas a través de nuevas medidas normativas con la situación de
reconocimiento, extensión y alcance previos. Si se llega a producir y se puede constatar una
precarización y empeoramiento de esos factores, sin debida justificación por parte del Estado,
supondrá una regresión no autorizada por el conjunto de instrumentos internacionales que cada
Estado voluntariamente ha adoptado, particularmente en el PIDESC y su Protocolo Facultativo
(Protocolo del El Salvador). La obligación de no regresividad se constituye, entonces, en uno de los
parámetros de juicio de las medidas adoptadas por el Estado y que es fundamental a los efectos de
constatar la voluntad política al respecto.
De esta forma, los Estados parte están obligados a garantizar el contenido mínimo de cada
uno de los derechos económicos, sociales y culturales expresados en estos instrumentos, sin que por
ello se determine un techo de cumplimiento en este mínimo. Por el contrario, los Estados están
obligados a adoptar medidas para que de manera progresiva se alcance la satisfacción plena de estos
derechos, y para ello deben utilizar el máximo de los recursos disponibles. En otros términos, los
Estados deben avanzar, a partir de un mínimo y progresivamente deben ir aumentando el nivel y
calidad de las prestaciones hasta llegar al cumplimiento del derecho garantizado en su totalidad.
En consecuencia, las normas que establecen distinciones arbitrarias fundadas en categorías
tales como el sexo, raza, religión, idioma, opinión política o posición económica del individuo,
37
Art. 2.2, PIDESC, Observación General (OG) Nro. 3, Punto 1 y art. 3, Protocolo del Salvador (“Los Estados Partes en el presente
Protocolo se comprometen a garantizar el ejercicio de los derechos que en el se enuncian, sin discriminación alguna por motivos de
raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica,
nacimiento o cualquier otra condición social”. En este sentido, el Comité DESC en su OG Nro. 13 “El derecho a la educación” ha
expresado un principio general que debe entenderse extendido a la totalidad de los derechos económicos, sociales y culturales: “la
prohibición de discriminación no está supeditada ni a una implementación gradual ni a la disponibilidad de recursos y se aplica plena
e inmediatamente a todos los aspectos de la educación y abarca todos los motivos de discriminación rechazados internacionalmente”
(OG Nro.13, punto 31).
38
El principio de progresividad y no regresividad se aplica al ámbito de las políticas públicas, pero también incluye el análisis del
alcance de una determinada norma o decisión judicial en términos de avances o retrocesos (progresividad normativa) respecto a
normas o decisiones judiciales anteriores, Courtis (2006).

34
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

deben interpretarse con los alcances descriptos respecto de las normas regresivas en materia de
derechos sociales. Es decir, la ley en cuestión se presume inválida, y es el Estado quien debe
demostrar la necesidad y racionalidad de la distinción. 39
Si bien la diversidad y extensión de las situaciones que pueden ser discriminatorias, por
acción u omisión del Estado, es cuasi infinita, en tanto comprende desde situaciones de
discriminación por raza hasta los criterios de asignación del gasto público social al interior de un
Estado, es importante constatar los avances de cada Estado en el efectivo cumplimiento y dotación
de derechos sociales a todas las personas, en especial las acciones que han implementado para el
reconocimiento y extensión de tales derechos a aquellas personas pertenecientes a sectores
históricamente discriminados.
Cabe destacar que la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos
expresamente ha manifestado en diversos fallos, que no existen políticas neutrales, estableciendo
que el artículo 24 de la Convención Americana leído a la luz del deber de garantía de los Estados
respecto a los derechos de la Convención, no sólo exige no implementar políticas y medidas
discriminatorias, sino proteger frente a prácticas y conductas discriminatorias que pudieran
desplegar agentes públicos o actores no estatales. Este último punto extiende considerablemente las
obligaciones de los Estados en relación con la tutela del principio de igualdad ante la ley,
imponiendo un claro rumbo que obliga a formular políticas preventivas, sobre todo frente a
prácticas extendidas o situaciones estructurales de discriminación, aún cuando provengan de
particulares (Abramovich, 2006).
Si bien la mayoría de los países de América Latina han ratificado los principales tratados de
derechos humanos que fijan normas sobre igualdad y no discriminación, éstas conviven en el mismo
plano que situaciones discriminatorias. Allí cobra gran importancia el valioso aporte resultante de
numerosas experiencias en acciones transversales de equidad de género para políticas públicas en
otras áreas, y las dificultades identificadas para su superación.
También debe considerarse especialmente, que en base a las formas de organización vigentes
en América Latina, el empleo remunerado fue considerado el mecanismo por esencia para alcanzar
la inclusión social. En la mayoría de los países, en particular los del cono sur, los derechos sociales
surgieron asociados a la categoría de trabajador/a asalariado, y se estructuró todo el sistema en
función de esta categoría de derechos. De esta forma, el conjunto de los derechos sociales nace
como un derivado de los derechos laborales, al punto que ambos grupos de derechos se
consolidaron conjuntamente como norma jurídica, que en muchos casos fueron incorporados
directamente en el texto constitucional.
Es precisamente en el ámbito del empleo remunerado donde se constatan la mayor cantidad de
situaciones de discriminación y segregación ocupacional, que comprenden brechas salariales entre
hombres y mujeres cercanas al 40% en la región, como también trayectorias laborales diferencias por
sexo y muy bajos índices de acceso a puestos de decisión para las mujeres. Y si bien se han ensayado
políticas al respecto, sumadas a acciones positivas, sin embargo la situación dista de ser la deseable. A
ello debe sumársele el conjunto de políticas y medidas de flexibilización laboral implementadas
durante las reformas de los noventa, las que agravaron las inequidades existentes.
En igual dirección, debe señalarse una dicotomía presente en las regulaciones laborales, en
donde compiten dos valores distintos: por un lado se acepta la vigencia del principio de igualdad
entre los trabajadores pero por otro lado se reclama la regulación diferencial para ciertos supuestos.
Esta dicotomía, que también puede considerarse como una tensión, cobra especial importancia en
materia de trabajo de mujeres, en tanto el mismo atraviesa los ciclos reproductivos y las
consiguientes relaciones sociales que implica asumir las responsabilidades familiares combinadas

39
Por ejemplo, se ha mencionado que a fin de evitar la discriminación en el acceso a los alimentos o a los recursos destinados a
alimentos, debe asegurarse el derecho de las mujeres a heredar y a poseer tierras y bienes (CESCR, OG Nº 12, punto 26).

35
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

con las productivas. A tal punto se tensa esta relación, que se termina afirmando la diferencia para
reclamar la igualdad (Pautassi, Faur y Gherardi, 2004).
En la mayoría de los códigos laborales y regulaciones específicas de América Latina, la
dicotomía se resolvió en priorizar la protección de la maternidad y no la igualdad. Nuevamente, a
priori, esta opción condice con los compromisos asumidos por los Estados en el marco de las
conferencias internacionales (especialmente la CEDAW), los Convenios de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT) y planes nacionales de igualdad de oportunidades, al mismo tiempo
que significa reconocer las limitaciones que le imponen la naturaleza misma del discurso normativo.
También incorpora el supuesto que no toda desigualdad implica discriminación, en tanto la garantía
de igualdad no debe implicar el trato igualitario a quienes se encuentran en distintas circunstancias.
Y tal como se ha mencionado a lo largo del documento, el reconocimiento normativo de la
diferencia para garantizar derechos destinados a brindar efectivas condiciones de igualdad de
oportunidades para las mujeres no consideró la división sexual del trabajo al interior del hogar,
donde los trabajadores varones pocas veces asumen una activa co-responsabilidad en tareas
reproductivas, profundizando de esta forma, una división entre lo público y lo privado, sin la
suficiente consideración de los antagonismos existentes en uno y otro ámbito, y relegando de esta
forma al ámbito privado las particularidades y las diferencias en términos de género.
Por ende, autonomía de las personas y empoderamiento (empowerment) constituyen dos
requisitos básicos para alcanzar la igualdad entre varones y mujeres. De esta forma este concepto es
transversal a todas las problemáticas planteadas en materia de cumplimiento de derechos civiles,
políticos y económicos, sociales y culturales.
Ahora bien, y tal como sostiene Pitch (2006) la emancipación de las mujeres aún resulta
ilusoria, precaria y permanece irresuelta en tanto dependemos de otras cuidadoras para que asuman
el cuidado que las mujeres trabajadoras no pueden asumir. Salvo los países nórdicos, donde las
mujeres cuentan con un sistema de bienestar social altamente desarrollado, donde están más
emancipadas y cuentan con un buen ingreso mensual, y donde existe una activa responsabilidad de
los varones en las tareas de cuidado, pueden prescindir de una cuidadora. El resto de los países,
especialmente del centro y sur de Europa –y sin duda en mayor medida en América Latina- la
contratación de una mujer cuidadora –en general inmigrante- es casi una necesidad. 40
Circularmente nos encontramos en el punto de partida: ¿que autonomía se puede declamar en
la medida que existan personas que hay que cuidar? ¿Y a su vez, además de cuidar a otros y otras,
como logran las mujeres cuidarse a sí mismas? Este último aspecto prácticamente no se considera
dejando las instancias de un supuesto “autocuidado” a las mujeres, sin establecerse acciones al
respecto, excepto en los países que han avanzado en programas de salud sexual y reproductiva, en
ciertas acciones preventivas en relación con el cáncer genito-mamario y en materia de HIV-Sida. 41
El resto del cuidado queda a responsabilidad de cada mujer, que por si ya está sobre cargada de
responsabilidades y tareas. En palabras de Folbre (2001: 234)...”La mujer tiene un legado de
responsabilidades en la provisión de cuidados que debería hacerla sospechar del principio de
“cada uno por sí mismo”.

40
“Importamos trabajo de cuidado, lo que también implica afectos, emociones y sentimientos” (Pitch, 2006: 206).
41
En un análisis del empleo del sector salud en Argentina, que incluyó la provincia de Córdoba, se constató la falta de acciones de
cuidado para el personal de salud, que no cuenta con acciones sistemáticas de control de la salud de sus trabajadores y trabajadoras,
sino que se agrava, en el caso de los ámbitos locales, en que en los servicios de atención primaria en salud y centros de salud han sido
caracterizados como “servicios pobres para pobres”, en donde la mayoría de la población atendida en estos centros son mujeres y la
cantidad de mujeres que trabajan en ellos alcanza casi a un 75%, por lo cual pueden ser vistos, desde una perspectiva de género como
“servicios de pobres mujeres médicas atendiendo a mujeres pobres”, Burijovich y Pautassi (2006).

36
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

RECUADRO 2
NIÑOS LLORONES
“Las últimas dos décadas del siglo veinte presenciaron un arrebato conservador contra el feminismo, conducido por el
miedo de que las mujeres se volviesen menos altruistas. Rush Limbaugh se horrorizaba frente a la idea de mujeres
actuando en su propio beneficio, explicando que el trabajo de la mujer es el de “establecer valores perdurables cruciales
para el mantenimiento de la raza humana”.
George Gilder proclama que lo bello de la feminidad es su influencia “civilizatoria”. Allan Bloom argumenta que el espíritu
americano está condenado a menos que el varón asuma su responsabilidad en los logros y la mujer su responsabilidad en
el cuidado. Todo esto puede resultar bastante halagador hasta que se toma conciencia de la carga que significa. La
civilización no es solamente responsabilidad de la mujer.
Este tipo de conservadurismo rebaja al varón en la presunción de que posiblemente ellos no estén en condiciones de dar
una mano. Esta argumentación llevaría a que las mujeres no deberían abandonar sus comportamientos tradicionales debido
a que el varón es incapaz de ofrecer amor y ternura. El sacrificio de las madres –pero no de los padres- es presentado como
una imitación de Cristo. La activista conservadora Connie Marshner se pregunta: “¿Cómo podremos imitar al Creador en
nuestras relaciones si no podemos aprender de nuestras madres a entregarnos por amor a otros y a controlar nuestros
impulsos carnales por el bien de los demás?” Marshner quiere que las mujeres sean más generosas que los varones –un
doble mensaje que parece ser inconsistente con sus propios ideales cristianos.
Gran parte del malestar y las reacciones en contra del aborto reflejan una profunda ansiedad por el tema del cuidado
maternal. De acuerdo con la denominada perspectiva “pro-life” (pro-vida), la mujer no debería tener una opción de atender o
no a un feto en desarrollo. Desde la perspectiva denominada pro-opción, tal opción es crucial tanto por su significado como
por la calidad del cuidado. Con frecuencia los activistas contra el aborto son explícitos en sus ataques sobre lo que ellos
llaman el egoísmo femenino. Como señaló un médico: “creo que la liberación femenina va por el camino equivocado. Pienso
que ellas han hecho todo tipo de reclamos (posibles) y que siempre han sido de la misma manera. La mujer ha sido la
especie superior. Ellas son más civilizadas, son por naturaleza más generosas, pero ahora quieren competir con el varón
por el egoísmo. Entonces no queda nadie que de el ejemplo, y lo que finalmente ocurre es que el varón se vuelve más
egoísta”. Aquí vuelve a aparecer aquella ansiedad, ese miedo de que el varón no pueda ser altruista a menos que la mujer
lo sea.
En 1993, una periodista llamada Barbara D. Whitehead escribió un artículo titulado “Dan Quayle tenía razón” (Dan Quayle
Was Right). El alboroto comenzó cuando el entonces vicepresidente Quayle criticó un episodio del show de televisión
Murphy Brown en el cual la heroína (...) decide tener un hijo fuera del matrimonio, sin importar que el chico haya sido
concebido mientras Murphy estaba casada con el padre. La televisión estaba socavando los valores de la familia
permitiendo el divorcio y poniendo a una madre soltera como ejemplo positivo. Whitehead llevó la campaña de Quayle a un
nivel intelectual más serio, argumentando que las políticas públicas deberían explícitamente condenar al divorcio y los
nacimientos fuera del matrimonio. En el artículo la periodista cuenta un chiste que con claridad captura el miedo que nuestra
sociedad siente frente a la pérdida del altruismo femenino. Dos langostas hembras están conversando en el jardín. La
primera dice, “Es duro ser madre soltera, más duro de lo que me imaginaba”. “Sí”, contesta la segunda. “La verdad tal vez
hubiese sido mejor no habernos comido a nuestros maridos”. La lección es que la mujer debería dejar de ser una feminista
sedienta de sangre y volver a nuestro rol tradicional de sacrificio como esposas y madres. Cuando estemos en ese lugar, tal
vez deberíamos exigir una buena paga por ser trabajadoras al cuidado de niños, secretarias, enfermeras y maestras. De
ese modo podríamos colaborar en el mundo de los negocios y en el hogar (...)
(...) Los valores familiares son inconsecuentes con el principio de que la codicia es buena para todos, excepto para mamá.
(...) Sharon Hays, en su libro Las Contradicciones Culturales de la Maternidad señala que “el intento contemporáneo de
solución de las contradicciones culturales de la maternidad consiste en separar ideológicamente el mundo de la maternidad
del amplio mundo social y, sin embargo, hace a las mujeres responsables de la crianza generosa mientras que los varones
son responsables por la maximización de los beneficios personales”.

Fuente: Nancy Folbre (2001) The invisible Heart. Economics and Family Values. New York, The New York Press, 16-18
(traducción libre).

37
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

V. El cuidado ¿bastión de la
desigualdad?

El desarrollo realizado en los capítulos anteriores da cuenta de la


sistemática y constante falta de consideración del cuidado y todo su
“entorno” en términos de derecho. Si bien, los modernos sistemas de
seguridad social se han ocupado de proveer cuidado a través de
garantizar el derecho a la salud y el derecho a la educación, como
instancias de provisión directa y con tendencias universales, a lo cual
se ha sumado las garantías de protección para trabajadoras mujeres
asalariadas (en términos de licencia por maternidad y beneficios
vinculados con la etapa reproductiva), como también la cobertura para
trabajadores y trabajadoras asalariadas en su pasividad laboral
(jubilación o pensión) a través de los sistemas contributivos; y en
menor medida para los adultos mayores sin ingresos por medio de los
sistemas de pensiones no contributivas; el mismo es ha sido y continúa
siendo claramente insuficiente.
Esta forma de organización del cuidado, que quedó conformada
por un mosaico irregular, que incluye prestaciones de cierta calidad y
frecuencia para quienes tienen una inserción laboral asalariada, como
también para sus “dependientes” que son los familiares a cargo; y en el
otro extremo prestaciones aún más dispersas y discrecionales para
quienes si bien trabajan en ámbitos productivos o de servicios, pero
que no cuentan con un contrato de trabajo registrado, por ende no le
corresponden beneficios de la seguridad social.
Particularmente no están previstos beneficios para las
trabajadoras en servicio domestico, quienes son el sostén clave para

39
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

que otras trabajadoras mujeres y trabajadores varones puedan realizar su trabajo productivo, sin
embargo no cuentan, salvo excepciones,con el reconocimiento de su condición de trabajadora
regular y con los correspondientes beneficios. Mucho menos se les ofrece políticas u acciones para
que ellas mismas lleven adelante la conciliación de sus responsabilidades familiares con su trabajo
de cuidado remunerado.
En forma similar los trabajadores rurales y campesinos, que tampoco gozan, en la mayoría de
los casos de contratos formales de trabajo, ni siquiera tienen acceso a sistemas de salud o educación
de libre alcance, significando para ello un traslado extra muy dificultoso y la imposibilidad de
contar con instancias de cuidado infantil para los más pequeños o para los adultos mayores. En estos
sectores la sobrecarga de tareas de cuidado es doble, a lo cual se suma que en general son los
sectores que concentran altos índices de pobreza y exclusión, en donde la familia asume toda la
responsabilidad, ya se trate de niños, adultos o mayores.
Es decir, el mosaico conformado en la mayoría de los países de la región, traza la línea
divisoria del cuidado a partir de contar con un título de derecho (entitlement) que es el trabajo
asalariado registrado y quienes no lo tienen, por estar insertos en condiciones de informalidad o
porque no existen marcos regulatorios específicos, quedando al arbitrio de medidas discrecionales y
clientelares, tanto asociadas a los empleadores (en su mayoría en el sector privado aunque en los
últimos años la informalidad también se presenta en el sector público) o al sistema de políticas
sociales. En uno y otro caso no se considera el carácter de ciudadanos y ciudadanas, que en virtud
del conjunto de derechos humanos que los estados de la región han incorporado dentro de sus
ordenamientos internos deberían responsabilizarse y “cuidar”.
Pero cabe interrogarse acerca de las y los ciudadanos que no son informales pero que se
dedican al trabajo reproductivo. ¿Quién los cubre? ¿Una “ama de casa” no tiene derecho a exigir
sistemas de cuidado? ¿Solo quienes trabajan y tienen responsabilidades familiares pueden exigir al
Estado o a los empleadores que les cubran y “faciliten” la conciliación entre ambas esferas, de por si
muy difíciles de conciliar? 42

1. Enfoque de derechos: por dónde comenzar


¿Cómo se puede conjugar “el derecho a tener derechos” en el sentido que le otorga Bobbio (1991) a
la inclusión efectiva de la perspectiva de derechos aquí desarrollada?. En otro términos, ¿qué
derechos ya existen y que derechos y por lo tanto su aplicabilidad aún es necesario implementar?
¿El cuidado es un derecho propio de cada persona o individuo o es un derecho ligado a
determinadas condiciones?
El eje de la propuesta que aquí se desarrolla, consiste en considerar al derecho a ser cuidado y
a cuidar(se) como un derecho universal que no puede ni debe recibir otro tratamiento. No se puede
concebir como un derecho particularisimo en tanto estaría en franca contradicción con los
postulados del Sistema internacional de Derechos Humanos, que lo incluye en todas sus esferas,
aunque no lo nomine específicamente.
Los tratados y Pactos internacionales de Derechos Humanos no han incluido el “derecho al
cuidado y a cuidar(se)”, sin embargo se puede afirmar que está incorporado en función de lo
normado en cada uno de los derechos sociales incluidos, que van desde el derecho a una
alimentación de calidad y en cantidad suficiente hasta el desarrollo de sistemas de seguridad social
amplios que incluyan a toda la población y no solamente a quienes estén asalariados, pasando por el
derecho a la salud, a la educación, a la vivienda y al trabajo.

42
Torns Martin (2005) en forma contundente sostiene que la conciliación trabajo-familia es directamente imposible.

40
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

Es decir, no sería necesario a priori impulsar un reconocimiento explícito como tal, sino
tomar este marco de derechos que otorga el Sistema Internacional de Derechos Humanos y
promover instancias de monitoreo y de exigibilidad a cada uno de los Estados. Esto significa que
tanto desde los mecanismos de monitoreo de cada uno de los Pactos, por caso el PIDESC o la
CEDAW, existen maneras de realizar seguimiento de las medidas progresivas que los Estados
adopten par garantizar el derecho al cuidado, medidas que deben ser implementadas en un marco de
garantías de igualdad y no discriminación.
No se trata de promover únicamente una mayor oferta de cuidado –de por si indispensable-
sino universalizar la responsabilidad, la obligación, la tarea y los recursos necesarios para el
cuidado. Será la única forma que trascienda los compromisos inmediatos y que se inserte como un
derecho humano fundamental: el derecho a ser cuidado y a cuidar.
Siguiendo la dinámica cronológica que han adoptado los derechos humanos fundamentales,
primero se produjo su reconocimiento y posteriormente se establecieron mecanismos de control,
básicamente encauzados en las instancias de los protocolos y los órganos de cada Pacto. En el caso
que se promueva consenso acerca del reconocimiento del derecho al cuidado como derecho
universal, es fundamental que se realice el seguimiento y monitoreo de sus niveles de cumplimiento.
Por caso, una primera instancia podría estar a cargo de los organismos para el adelanto de la mujer,
los Ministerios de Desarrollo Social, organismos para la tercera edad, Secretarías de derechos
humanos de cada país o comisiones parlamentarias, de modo que su impulso trascienda el
reconocimiento formal y se encauce en términos del logro de la igualdad material. Del mismo
modo, las organizaciones de la sociedad civil pueden impulsar y contribuir en este proceso, y que
no quede únicamente en un mandato para las organizaciones de mujeres, sino para la sociedad civil
en su conjunto.
Sin embargo, valga como advertencia que el énfasis está puesto en su reconocimiento como
derecho universal para todos los habitantes y no solo para las mujeres. Que en afán de hacer visible
el trabajo que significa para las mujeres, además de las responsabilidades que implica, no se
reafirme su responsabilidad en términos jurídicos. No se está bregando por el reconocimiento como
derecho a cuidar sino como el reconocimiento de un derecho universal e inalienable a cuidar, ser
cuidado y a cuidarse. Y allí será un primer paso para distribuir las responsabilidades de cuidado en
todos los miembros de la sociedad y no solo en las mujeres.
A su vez, la consideración como derecho universal al cuidado, abre el espectro de
incorporación de los adultos mayores como receptores de cuidado, que en general no están
reconocidos en los ordenamientos laborales como sujeto de cuidado por parte de los activos. Solo
los menores entran en el ámbito de responsabilidad de las trabajadoras mujeres, pero los adultos
mayores están rara vez incluidos.
Si retomamos la idea de la “trampa de la desigualdad” formulada al inicio del documento, un
camino para desactivarla es precisamente promover esta vía de derecho universal para todos los
ciudadanos y ciudadanas, desde los 0 años a los 99 años de edad.
Asimismo se avanzaría considerablemente en términos de autonomía e igualdad material o
estructural, pero no concebida para “determinados sectores de la población que requieren la
adopción de medidas especiales de equiparación” como habitualmente se hace, sino claramente en
dirección a garantizarlo a todas y cada una de las personas.

41
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

2. Políticas públicas en un marco de derechos


Tal como fue señalado, el enfoque de derechos demanda profundas reformas en el marco de las
políticas públicas actualmente vigentes. En primer lugar, el proceso de considerar el cuidado como
derecho universal es un proceso transversal, que debe comenzar con la revisión de las políticas
inconexas y discriminatorias aplicadas en los últimos años en la región; evaluando si las mismas son
compatibles con el enfoque de derechos, buscando al mismo tiempo promover una efectiva
inclusión del cuidado como derecho universal y no particular.
Si se analiza en función de la oferta de cuidado estatal y privada los límites son claros, tal
como se ha desarrollado a lo largo del presente documento y como ilustran estudios empíricos. 43 El
primer límite, herencia de los arreglos institucionales locales cuyo título de derecho está asociado a
la condición de trabajadora asalariada formal, significando la condición maternal como excluyente
para el acceso al cuidado de hijos y excluyendo a las trabajadoras informales y a aquellas
trabajadoras domésticas, con o sin remuneración. Esto es, se ejerce el derecho al tiempo y servicios
para el cuidado en función de los derechos laborales acordados.
Un primer paso es la regularización del empleo, en términos de lograr que los Estados
garanticen puestos de trabajo legales, esto es, registrados y que gocen de la protección del sistema
seguridad social. No se trata de garantizar solo el empleo, sino de garantizar los puestos de trabajo
en condiciones legales. Y a partir de acordar el conjunto de derechos laborales, en forma conexa, se
debe revisar los marcos legales que solamente acercan oferta de infraestructura o servicios de
cuidado (guarderías, salas cunas) o de tiempo de cuidado (licencias) a las mujeres, sino garantizarlo,
en virtud del derecho universal al cuidado, a varones y mujeres, y no solo para cuidar niños sino
ampliarlo a diversas etapas del ciclo vital, en especial para adultos mayores.
Del mismo modo, se deben revisar en forma urgente los marcos legales de regulación del
trabajo doméstico remunerado (servicio doméstico) de modo de reformar todas las normas
discriminadoras y poner a las trabajadoras ocupadas en este sector en igualdad de condiciones que
los demás trabajadores asalariados. Esta sería la primera forma progresiva de garantizar un avance
en términos de derechos económicos, sociales y culturales. Del mismo modo la regulación del
trabajo rural y de otros sectores ocupacionales que reciben un trato especial, que en la mayoría de
los casos es discriminatorio.
Sin duda que la impronta de estas medidas tienen que incluir el principio jurídico de igualdad
en el trato, y sus implicancias en la regulación del trabajo de la mujer, distinguiendo los conceptos
de discriminación y desigualdad, para ensayar medidas y políticas superadoras, que articulen
mecanismos redistributivos y de reconocimiento entre sistemas de garantía de derechos económicos,
sociales y culturales -universales y solidarios- junto con sistemas productivos que promuevan y
resguarden el acceso a trabajos productivos, con garantías formales y acceso a la seguridad social y
que no sean discriminatorios.
El solo hecho que se reconozca el derecho al cuidado no garantiza que se provea del mismo,
en condiciones de igualdad, calidad y cantidad suficiente. Por lo mismo, no se puede salir de esta
situación de discriminación y de exclusión de vastos sectores de la población de acciones de
cuidado con la misma oferta. Esto es, se deben complementar y transversalizar las acciones que
implican el cuidado en toda su dimensión.
Para ello resulta prioritario cambiar la lógica de las políticas y fortalecer los mecanismos de
control y de fiscalización, a fin de hacer efectivo el cumplimiento de las obligaciones que cada
Estado ha asumido voluntariamente. En igual dirección resulta necesario asegurar el contenido

43
Para el caso de Argentina y Uruguay, véase Rodríguez Enríquez (2007) y para Bolivia y Ecuador, Marco (2007).

42
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

mínimo de los derechos económicos, sociales y culturales y verificar qué límites se han establecido
en dicho cumplimiento, especialmente de que manera los Estados deben garantizar que todas las
personas puedan acceder en condiciones de igualdad a un estándar básico de protección y de
cuidado. Conjugando contenido mínimo de un derecho social con medidas progresivas en materia
de provisión del cuidado se podrá avanzar sustancialmente en garantizar instancias de bienestar.
Si bien en un primer momento será importante utilizar acciones afirmativas, la perspectiva de
derechos implica una estrategia de cambio estructural, que entre otras cosas propone la
reorganización de la división sexual del trabajo en todos los ámbitos como efecto inmediato y
necesario de universalizar el derecho al cuidado. Sería éste un primer paso para cuestionar
firmemente la base estructural de la desigualdad, es decir la existencia de la división entre el ámbito
público y el privado jerarquizados.
En igual dirección, se debe avanzar en el reconocimiento del trabajo reproductivo como
trabajo y considerar su valor económico y su aporte al sistema económico. Tal como señala Fraser
(1997)...“con frecuencia la mujer hoy en día combina ganar el pan y proveer el cuidado, aunque
con gran dificultad y tensión. Un estado de bienestar postindustrial debe asegurar que el hombre
haga lo mismo, mientras rediseña las instituciones de modo de eliminar la dificultad y la tensión.
Podríamos denominar esta visión Proveedor de Cuidado Universal...”
El enfoque de derechos aplicado al conjunto de políticas públicas no implica sumar
programas o más áreas ministeriales para proveer cuidado, sino precisamente comprender el
carácter integral y su valor en términos de garantías de reproducción social. El valor de su
reconocimiento como derecho radica precisamente en que opera el sistema de protección de
derechos humanos y los compromisos suscriptos por los gobiernos. De igual modo, su
implementación debe hacerse bajo estándares de derechos y con instancias de fiscalización.
En esta revisión del conjunto de políticas que garantizan derechos, y retomando propuestas
ya formuladas (Pautassi, 2005) resulta necesario cambiar el eje de intervención, considerando a la
seguridad social como nuevo vector de integración social, en dirección a consolidar redes de
seguridad social y no sistemas de protección social, desvinculados del patrón de asalarización como
requisito excluyente.
En línea a incorporar efectivamente el derecho a cuidarse, que sería una forma revisada de las
históricas contingencias que gozaban de protección en los sistemas de seguridad social, un primer
paso sería revisar el título de acceso para la cobertura previsional. En primer lugar el requisito
excluyente para acceder a la cobertura del sistema previsional es la categoría de trabajador/a
asalariado formal. Sin embargo, se puede acceder al beneficio –no al cúmulo de aportes- por vía de
sistemas no contributivos –a partir de demostrar un estado de vulnerabilidad, en general asociado a
la pobreza o a ser madre de más de 7 hijos- o por vía de transmisión hereditaria (pensión para el o la
cónyuge supérstite) cuyo título de derecho es estar casado o casada legalmente con un trabajador
formal o una trabajadora formal. Pero no se han contemplado formas de acceder a los aportes
excepto por vía de acumularlos por trabajo asalariado formal, excluyendo además de quienes
realizan trabajo informal a quienes se encuentran con tareas reproductivas, que tal como fue
evidenciado son en general mujeres.
En estos casos, la propuesta consiste en considerar que en todos aquellos casos que cuentan
con menores o nulos aportes por haber desarrollado tareas de cuidado se incorpore un complemento
adicional de pensión en función del número de hijos tenidos a su cargo. Este complemento opera
también para las pensiones por viudez, ya que se toma en cuenta esta situación como ejercicio de un
derecho propio y no derivado de otra condición, como el caso del matrimonio y exigible por
hombres y mujeres que hayan estado dedicados a tareas reproductivas.
También se promueve que se incorporen las bases de cotización al sistema previsional,
efectuadas durante los 10 años inmediatamente posteriores al nacimiento de un hijo a cargo se

43
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

tomarán como si se hubieran realizado por la base media de cotización de todos los asegurados en el
año de que se trate. Así de esta forma no se penaliza el trabajo a tiempo parcial, pues aunque se
compute como tiempo cotizado, la base por la que se hace resulta sin embargo muy baja y hace que
cualquier tipo de pensión que se genere sea también baja. Cuando el cese en la actividad sea como
consecuencia de cuidado de un hijo con capacidades diferenciales y por razón de la dependencia del
hijo uno de sus padres tenga que dedicarle al menos 28 horas semanales de atención, la base de
cotización se le considerará como si lo hubiera hecho por la media de todos los asegurados
(Pautassi, 2005).
En igual dirección se propone incorporar al régimen del matrimonio la ganancialidad de la
contribución al régimen previsional, que en principio no se encuentra establecida en las
regulaciones civiles –salvo excepciones- en América Latina. En el caso de un divorcio, las
cotizaciones efectuadas durante el matrimonio por los cónyuges deben ser consideradas bienes
gananciales. La regulación consiste en repartir al 50% entre ambos cónyuges las cotizaciones
efectuadas por los dos durante el matrimonio. Debe ser considerado como un derecho indisponible.
En el caso de las prestaciones por motivo de viudez, y además de verificar el título de derecho que
las habilita para funcionar, se propone para que las mismas no resulten parcialmente incompatibles
con los ingresos que el cónyuge sobreviviente, siguiendo el sistema vigente en la República Federal
de Alemania, se propone que se autorice la compatibilidad de las mismas hasta un determinado
nivel de ingresos. Los ingresos que superen ese límite de compatibilidad absoluta se toman en
cuenta en el 60% y en esa cuantía se reduce la pensión de viudez (Pautassi, 2005).
Por otra parte, debe destacarse que la obligación del Estado de adoptar medidas positivas,
como algunas de las señaladas, tiene importantes derivaciones, por ejemplo, en cuanto al tipo de
información estadística que el Estado debe producir. La producción de información debidamente
desagregada a efectos de determinar cómo y de que manera se resuelve la problemática del cuidado,
no corresponde únicamente con un medio para garantizar la efectividad de una política pública, sino
constituye una obligación indispensable para que el Estado pueda cumplir con su deber de
garantizar el derecho al cuidado.
Asimismo constituye un factor clave en dirección a los indicadores incorporados en los
Objetivos de desarrollo del milenio. Si bien en la región se ha avanzado en indicadores que miden el
uso del tiempo a partir de encuestas específicas, poco o nada se ha avanzado en políticas que
ahorren tiempo a los ciudadanos y ciudadanas para acceder a las instancias de cuidado personal
(autocuidado o control de su salud) como para el cuidado de los miembros de su familia (niños,
niñas, adolescentes, enfermos, adultos mayores).
Sin duda que las propuestas y acciones a llevar a cabo no se reducen a las anteriormente
enunciadas, sino que las mismas pueden integrarse y combinarse con otras estrategias. La
particularidad se encuentra en el hecho que la nueva cuestión social requiere de acciones urgentes y
de medidas efectivas superadoras de la trampa de la desigualdad en la cual se encuentran las
mujeres, buscando alcanzar la equidad en el marco de la promoción de autonomía y de la igualdad
que reconozca las diferencias. El enfoque de derechos puede contribuir fuertemente a ello en la
medida que se disponga de voluntad política y consenso social.

44
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

Bibliografía

Abramovich, Víctor (2006) Una aproximación al enfoque de derechos en las


estrategias y políticas de desarrollo. Revista de la CEPAL, N° 88 Santiago
de Chile, CEPAL, Abril.
Abramovich, Víctor y Courtis, Christian (2006) El umbral de la ciudadanía.
El significado de los derechos socales en el Estado social constitucional.
Buenos Aires, Estudios del Puerto.
Abramovich, Víctor y Pautassi, Laura (2006) Dilemas actuales en la
resolución de la pobreza. El aporte del enfoque de derechos. Ponencia
presentada en el Seminario “Los Derechos Humanos y las políticas
públicas para enfrentar la pobreza y la desigualdad”, Buenos Aires,
UNESCO, Secretaría de Derechos Humanos y Universidad Nacional Tres
de Febrero; 12 y 13 diciembre de 2006. (Mimeo)
Alsop, Ruth y Norton, Andrew (2004) Power, Rights and Poverty Reduction,
Julio, Washington, DC.
Astelarra, Judith (2007) Conciliación y cohesión social: un análisis crítico de
las políticas europeas.
Benería, Lourdes y Floro, María (2006) Informalidad del mercado laboral,
género y protección social: reflexiones a partir de un estudio en hogares
pobres urbanos en Bolivia y Ecuador. En: Herrera, Gioconda (comp.) La
persistencia de la desigualdad Género, trabajo y pobreza en América
Latina, FLACSO-CONAMU, Quito, Ecuador Noviembre 2006.
Birgin, Haydeé y Kohen, Beatriz (comp.) Acceso a la justicia como garantía
de igualdad. Instituciones, actores y experiencia comparada. Buenos
Aires, Editorial Biblos.
Bobbio, Norberto (1991) El tiempo de los derechos. Sistema Ed.
Bourdieu, Pierre (2000): La dominación masculina. Barcelona, Editorial
Anagrama.
(1983) Campo de poder y campo intelectual. Buenos Aires, Argentina,
Folios Ediciones.

45
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

Burijovich, Jacinta y Pautassi, Laura (2006) “Reforma sectorial, descentralización y empleo en salud en
Córdoba” En Nieves Rico y Flavia Marco (Coords) Mujer y Empleo. La reforma de la salud y la salud de
la reforma en Argentina. Buenos Aires, Siglo XXI Editores Argentina, CEPAL
CELS (2004) Plan Jefes y Jefas. ¿Derecho social o beneficio sin derechos? Buenos Aires, Centro de Estudios
Legales y Sociales (CELS), Colección Investigación y Análisis 1.
CEPAL (2006a) La protección social de cara al futuro. Acceso, financiamiento y solidaridad. Santiago de
Chile, Cepal.
(2006b) El aporte de las mujeres a la igualdad en América Latina y el Caribe. Propuesta de índice, Cepal,
40° Reunión de la Mesa Directiva de la Conferencia Regional de la Mujer, Santiago de Chile, Octubre de
2006.
CIDH (2007) Acceso a la justicia para las mujeres víctimas de violencia en las Américas. Washington, OEA,
Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Cordoní, Elena (1993) “Las mujeres cambian los tiempos” Cuadernos de Relaciones Laborales N° 2, Madrid,
Ed. Universidad Complutense.
Courtis. Christian (2006) (ed.), La prohibición de regresividad, Buenos Aires, Editores del Puerto, CEDAL,
CELS.
Daeren, Lieve (2004). Mujeres Pobres: Prestadoras de servicios o sujetos de derecho? Los programas de
superación de la pobreza en América Latina desde una mirada de género [en línea]
http://www.eclac.cl/cgi-bin/getprod.asp?xml=/mujer/noticias/noticias /
(2001) Enfoque de Género en la política económica y laboral. En Serie Mujer y Desarrollo Nº 29,
CEPAL; Santiago de Chile.
(2000) Las Comisiones Tripartitas para la Igualdad de Oportunidades en el Empleo (Mercosur y Chile)
Santiago de Chile, OIT, N° 131.
Ellingstaeter, Anne Lise (1999) “Dual Breadwinners between State and Market”, en Crompton, Rosemary
(ed.) Restructuring gender relations and employment. The Decline of the Male Breadwinner, Oxford -
New York, Oxford University Press.
Esping Andersen, Gosta (2000) Fundamentos sociales de las economías postindustriales. Barcelona, editorial
Ariel.
Ferrajoli, Luigi (2001) Los fundamentos de los derechos fundamentales, Madrid Editorial Trotta.
Folbre, Nancy (2001) The invisible Heart. Economics and Family Values. New York, The New York Press.
Fraser, Nancy (2000) “Nuevas reflexiones sobre el reconocimiento”. Madrid: New Left Review en Español 4.
Pp: 55-68.
(1997) Justice Interruptus: Critical reflections on the “Postsocialist” condition. Londres: Routledge.
Gargarella Roberto (2006) “Theories of Democracy, the Judiciary and Social Rights”, en Gargarella, R.;
P.Domingo y T. Roux (eds.) Courts and Social Transformation in New Democracies. An institutional
voice for the poor?, Aldershot, Editorial Ashgate.
(2005) El Derecho a la Protesta. El Primer Derecho”, editorial AD Hoc, Buenos Aires.
(1999) (ed.) Derecho y grupos desaventajados, Barcelona, España, Editorial Gedisa.
Gherardi, Natalia (2006) Notas sobre acceso a la justicia y servicios jurídicos gratuitos en experiencias
comparadas: un espacio de asistencia posible para las mujeres? En Birgin, Haydeé y Kohen, Betariz
(comp.) Acceso a la justicia como garantía de igualdad. Instituciones, actores y experiencia comparada.
Buenos Aires, Editorial Biblos.
Habermas, Jürgen (1998) Facticidad y validez. Madrid, Editorial Trotta.
Herrera, Gioconda (2006) “Precarización del trabajo, crisis de reproducción social y migración femenina:
ecuatorianas en España y Estados Unidos”. En: Herrera, Gioconda (comp.) La persistencia de la
desigualdad Género, trabajo y pobreza en América Latina, FLACSO-CONAMU, Quito, Ecuador
Noviembre 2006
Kabeer, Naila (1998) Realidades trastocadas. Las jerarquías de género en el pensamiento sobre el desarrollo.
México- Editorial Paidós, PUEG
Kymlicka; Wyne (1996) Ciudadanía Multicultural. Barcelona, Buenos Aires, México: Ed. Paidós.
Lamas, Marta (2007) “Algunas reflexiones relativas al derecho a decidir sobre le propio cuerpo” Ponencia
presentada en el Curso “Género y Cohesión Social”, Universidad de Barcelona con el apoyo de AECI y
Fundación Carolina. Barcelona, abril 2007.
Lazzarato, Maurizio (2006) Políticas del acontecimiento. Buenos Aires, Editorial Tinta Limón.
Malraux, André (1977) "La condición humana", Buenos Aires, Editorial Sudamericana.

46
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

Marco, Flavia, Coord. (2004) Los sistemas de pensiones en América Latina: un análisis de género. CEPAL,
Santiago, Chile.
Marco, Flavia (2007) “El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador. Derecho de algunos, obligación de todas”
Documento preparado para la X Conferencia Regional de la Mujer, Quito, Ecuador, 6-9 de Agosto de
2007 (mimeo).
Marí, Enrique (2004) La teoría de las ficciones. Buenos Aires, Eudeba.
Marques Pereira, Jaime (2006) Tesis económica y credibilidad de la política anti-cícilica. La distribución del
ingreso y los límites al crecimiento económico. En: Lo Vuolo, R. (comp.) La credibilidad social de la
política económica en América Latina. Buenos Aires, Ciepp-Miño y Dávila editores.
Montaño, Sonia (2006) El buen gobierno desde una perspectiva de género. Ponencia presentada en el
Seminario internacional Paridad de género y participación política en América Latina y el Caribe, CEPAL
Santiago, Chile, 5 y 6 de octubre del 2006
O’Donnell, Guillermo (1992): Delegative Democracy, The Helen Kellogg Institute for International Studies,
University of Notre Dame, Working Paper # 172, March.
Pautassi, Laura (2007) “Discriminaciones legitimadas, las trabajadoras en la legislación comparada” En Rico,
M. y Marco, F. (Cord) “Privilegiadas y discriminadas. Las trabajadoras del sector financiero.” Santiago de
Chile, CEPAL, (en prensa).
(2005) “¿Bailarinas en la oscuridad? Seguridad social en América Latina el marco de la equidad de
género”, documento presentado en la Trigésima Octava Reunión de la Mesa Directiva de la Conferencia
Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, Mar del Plata, 7 y 8 de septiembre de 2005.
CEPAL.
Pautassi, Laura; Faur, Eleonor y Gherardi, Natalia (2004), Legislación laboral en seis países
latinoamericanos. Avances y omisiones para una mayor equidad, Serie Mujer y Desarrollo No 56,
Santiago de Chile, CEPAL.
Pinto, Mónica (2006) “Cuestiones de género y acceso al sistema internacional de derechos humanos”. En
Birgin, H y Kohen, B, compiladoras, “Acceso a la Justicia como garantía de igualdad”, Editorial Biblos,
2006.
Pitch, Tamar (2006) “Tess y yo: la diferencia y las desigualdades en la diferencia”. En Birgin, H y Kohen, B,
compiladoras, “Acceso a la Justicia como garantía de igualdad”, Editorial Biblos, 2006.
Rico, Maria Nieves (2005) Apuntes sobre economía del cuidado, Santiago de Chile, Unidad Mujer y
Desarrollo (mimeo)
Rico, María Nieves y Marco, Flavia (2007) Privilegiadas y Discriminadas. Las trabajadoras del sector
financiero. Cuadernos de la CEPAL, Santiago de Chile, CEPAL (en prensa).
Rodríguez Enríquez, Corina (2007) La organización del cuidado de niños y niñas en Argentina y Uruguay.
Documento preparado para la X Conferencia Regional de la Mujer, Quito, Ecuador, 6-9 de Agosto de
2007 (mimeo).
(2005) Economía del cuidado y Política Económica. Una aproximación a sus interrelaciones. Documento
presentado en la Trigésima Octava Reunión de la Mesa Directiva de la Conferencia Regional sobre la
Mujer de América Latina y el Caribe, Mar del Plata, 7 y 8 de septiembre de 2005. CEPAL.
Salama, Pierre (2006) “La pobreza en América Latina. La lucha contra las dos V: volatilidad y
vulnerabilidad”. En: Lo Vuolo, R. (comp.) La credibilidad social de la política económica en América
Latina. Buenos Aires, Ciepp-Miño y Dávila editores.
Torns Martin, Teresa (2005) “De la imposible conciliación a los permanentes malos arreglos”. En Cuadernos
de Relaciones Laborales, N° 23, Barcelona, España, 15-33.
Zibecchi, Carla (2005) “Programas sociales y su ceguera al género (Argentina 1992-2004). Un análisis
centrado en las trayectorias y experiencias de los beneficiarios y beneficiarias del Plan Jefes y Jefas de
Hogar”. Tesis de maestría, Maestría en Políticas Sociales, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires,
octubre (mimeo).

47
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

Serie
mujer y desarrollo

Números publicados

El listado completo de esta colección, así como las versiones electrónicas en pdf
están disponibles en nuestro sitio web: www.cepal.org/publicaciones

87. El cuidado como cuestión social desde el enfoque de derechos, Laura C.Pautassi (LC/L.2800-P), N˚ de
venta: S.07.II.G.133, 2007.
86. La mujer indígena en Bolivia, Brasil, Ecuador Guatemala y Panamá: un panorama de base a partir de la
ronda de censos 2000, Ricardo Calla (LC/L.2766-P), N˚ de venta: S.07.II.G.102, 2007.
85. Violencia contra la mujer en la pareja: respuestas de la salud pública en Santiago de Chile, Patricia
Provoste (LC/L.2722-P), N˚ de venta: S.07.II.G.63, 2007.
84. Violencia contra la mujer en la pareja: Respuestas de la salud pública en El Alto, Bolivia, Eliana Arauco
Lemaitre, Rosario Mamani Apaza, Jimena Rojas Silva (LC/L.2721-P), N˚ de venta: S.07.II.G.62, 2007.
83. Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de hogares. Restricciones y potencialidades,
Vivian Milosavljevic y Odette Tacla (LC/L.2709-P), N˚ de venta: S.07.II.G.57, 2007.
82. Trabajo, educación y salud de las niñas en América Latina y el Caribe. Indicadores elaborados en el
marco de la plataforma de Beijing, Daniela Zapata (LC/L.2708-P), N˚ de venta: S.07.II.G.56, 2006.
81. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Colombia, Silvia Lara (LC/L.2612-P), N˚ de
venta: S.06.II.G.137, 2006.
80. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Ecuador, Silvia Lara (LC/L.2611-P), N˚ de
venta: S.06.II.G.136, 2006.
79. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Paraguay, Claudia Giacometti (LC/L.2577-P),
N˚ de venta: S.06.II.G.107, 2006.
78. Destinatarios y usos de remesas. ¿Una oportunidad para las mujeres salvadoreñas?, Diana Santillán y
María Eugenia Ulfe (LC/L.2455-P), N˚ de venta: S.05.II.G.202, 2006.
77. Un marco de análisis para el fomento de las políticas de desarrollo productivo con enfoque de género,
Alma Espino (LC/L. 2437-P), N˚ de venta: S.05.II.G. 183, 2005.
76. Redes e institucionalización en Ecuador. Bono de desarrollo humano, Amparo Armas (LC/L. 2405-P),
N˚ de venta: S.05.II.G. 152, 2005.
75. Buenas prácticas para la erradicación de la violencia doméstica en la región de América Latina y el
Caribe, Luz Rioseco (LC/L.2391-P), N˚ de venta: S.05.II.G.134, 2005.
74. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Guatemala, Isolda Espinosa (LC/L.2378-P),
N˚ de venta: S.05.II.G.122, 2005.
73. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de la República Bolivariana de Venezuela, Rosa
Bravo (LC/L.2377-P), N˚ de venta: S.05.II.G.121, 2005.
72. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Argentina, Claudia Giacometti
(LC/L.2368-P), N˚ de venta: S.05.II.G.109, 2005.
71. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Bolivia, Rosa Bravo y Daniela Zapata
(LC/L. 2367-P), N˚ de venta: S.05.II.G. 108, 2005.
70. La política social en la globalización. Programas de protección en América Latina, Claudia Serrano
(LC/L.2364-P), N˚ de venta: S.05.II.G.103, 2005.
69. Políticas de empleo en la planificación turística local de Ecuador. Herramientas para su formulación,
Martha Ordóñez Andrade y Flavia Marco Navarro (LC/L.2346-P), N˚ de venta: S.05.II.G.85, 2005
68. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Nicaragua, Isolda Espinosa G. (LC/L.2353-
P), N˚ de venta: S.05.II.G.92, 2005.

49
CEPAL - Serie Mujer y desarrollo No 87 El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos

67. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de México, Instituto Nacional de las Mujeres
(LC/L.2339-P), N˚ de venta: S.05.II.G.83, 2005.
66. A pobreza e as políticas de gênero no Brasil, Hildete Pereira de Melo y Lourdes Bandeira
(LC/L.2322-P), N˚ de venta: P.05.II.G.67, 2005.
65. El tiempo, los tiempos, una vara de desigualdad, Rosario Aguirre, Cristina García y Cristina Carrasco
(LC/L.2324-P), N˚ de venta: S.05.II.G.71, 2005.
64. Sector financiero y empleo femenino. El caso uruguayo, Alma Espino (LC/L.2323-P), N˚ de venta:
S.05.II.G.70, 2005.
63. Os programas de combate a pobreza no Brasil e a perspectiva de gênero no periodo 2000-2003: avanços
e posibilidades, Ceres Alves Prates y M. Beatriz B. Nogueira (LC/L.2309-P), N˚ de venta: P.05.II.G.58,
2005.
62. El empleo en los servicios financieros. Costa Rica: buenas y no tan buenas noticias..., Juliana Martínez
Franzoni (LC/L.2295-P), N˚ de venta: S.05.II.G.43, 2005.
61. Demandas de capacitación del sector financiero. Sesgos de género y evaluación por competencias,
Mariela Quiñónez Montoso LC/L.2267-P), N˚ de venta: S.05.II.G.20, 2005.
60. Calidad del empleo y calidad de la atención en la salud de Córdoba, Argentina. Aporte para políticas
laborales más equitativas, Jacinta Burijovich y Laura C. Pautáis (LC/L.2250-P), N˚de venta:
S.05.II.G.8, 2005.
59. Trayectorias laborales en el sector financiero. Recorridos de las mujeres, Amalia Mauro
(LC/L.2177-P), N˚ de venta: S.04.II.G.104 (US$ 10.00), 2004.
58. El empleo en el sector financiero en Chile, Amalia Mauro (LC/L.2172-P), N˚ de venta: S.04.II.G.107
(US$ 10.00), 2004.
57. Políticas de género en la Unión Europea y algunos apuntes sobre América Latina, Judith Astelarra
(LC/L.2154-P), N˚ de venta: S.04.II.G.82 (US$ 10.00), 2004.
56. Legislación laboral en seis países Latinoamericanos. Avances y omisiones para una mayor equidad,
Eleonor Faur, Natalia Gherardi y Laura C. Pautassi (LC/L.2140-P), N˚ de venta: S.04.II.G.68
(US$ 10.00), 2004.
55. Las metas del Milenio y la igualdad de género: el caso de Perú, Rosa Bravo (LC/L.2126-P), N˚ de
venta: S.04.II.G.53 (US$ 10.00), 2004.
54. Sistemas electorales y representación femenina en América Latina, Line Bareiro, Oscar López, Clyde
Soto, Lilian Soto (LC/L.2077-P), Nº de venta S.04.II.G.20 (US$ 15.00), 2004.
53. Una aproximación a la problemática de género y etnicidad en América Latina, Elizabeth Peredo Beltrán
(LC/L.2066-P), N˚ de venta: S.04.II.G.09 (US$ 10.00), 2004.

• El lector interesado en adquirir números anteriores de esta serie puede solicitarlos dirigiendo su correspondencia a la Unidad de
Distribución, CEPAL, Casilla 179-D, Santiago, Chile, Fax (562) 210 2069, correo electrónico: publications@cepal.org

Nombre: ...................................................................................................................................
Actividad: ................................................................................................................................
Dirección: ................................................................................................................................
Código postal, ciudad, país: .....................................................................................................
Tel.:............................ Fax:......................................E.mail:....................................................

50
Los im p a ct os d e la m igr a ción e n los h ij os e h ij a s de m igr a n t e s:
Con side r a cion e s con ce pt u a le s y h a lla z gos pa r cia le s de los e st u d ios de l
I N STRAW

Pon e n cia pr e se n t a d a por D e n ise Pa ie w on sk y, Con su lt or a de l I N STRAW , e n e l


Se m in a r io- Ta lle r Fa m ilia , N iñ e z y M ig r a ción. Qu it o, 2 6 - 2 8 d e Fe br e r o, 2 0 0 7 .

A finales del 2005 el I NSTRAW em pr endió una iniciat iva int ernacional de invest igación
en t orno al t em a de Género, Rem esas y Desarr ollo, en el m arco de la cual se han
venido realizando est udios de caso en diversas part es del m undo. El prim er o se r ealizó
en República Dom inicana y ha sido publicado con el t ít ulo de Géner o, Rem esas y
Desar r ollo: El Caso de la Migración Fem enina de Vicent e Noble, República Dom inicana
( 2006) . En la act ualidad est án en curso est udios de caso en Colom bia, Filipinas y
Sudáfrica, y pr óxim am ent e se iniciará un est udio en Guat em ala, así com o un proyect o
m ult inacional con el PNUD que involucra 6 est udios nacionales ( Lesot ho, Senegal,
Marruecos, Filipinas, República Dom inicana y Albania) . 1

En est a present ación voy a referirm e fundam ent alm ent e a algunos aspect os t eóricos y
m et odológicos surgidos de la elaboración de los m arcos concept uales de los est udios
de RD y Filipinas, así com o a algunos hallazgos del est udio de caso dom inicano, t odos
referidos a la pr oblem át ica de los hij os e hij as dej ados at r ás por la m igración de los
padres y, en part icular, de las m adr es.

Me quier o referir sobr e t odo a la t endencia hacia la culpabilización de las m adr es


m igrant es por los im pact os –supuest os o r eales- de la m igración sobre los hij os que
perm anecen en origen y sobr e las fam ilias t ransnacionales en general. Est a
culpabilización se percibe cada v ez m ás en los m edios de com unicación, en los
discursos de funcionarios polít icos y eclesiást icos, y en los de ot ros hacedor es de
opinión pública en los países de origen. Es claro que est e enfoque del t em a est á
at ravesado por ideologías de géner o que asignan a las m adres la responsabilidad
fundam ent al, sino exclusiva, por el bienest ar de la fam ilia y que conducen a
int erpr et aciones sesgadas de los dat os de invest igación por part e de est os act ores
sociales.

Creo que de ent rada es út il dist inguir ent re los cost os em ocionales y afect ivos que
innegablem ent e supone la separación, t ant o para los hij os com o para las m adres, por
un lado; y por el ot r o, las conduct as pr oblem át icas y hast a pat ológicas que con
fr ecuencia se at ribuyen de m anera aut om át ica a la separación –desde el abandono
escolar hast a los em bar azos precoces, el uso de dr ogas y el pandillerism o. Tam bién es
im port ant e dist inguir cóm o varían los im pact os de acuerdo a la edad de los hij os ( niños
o adolescent es) , aunque ést e es uno de los t ant os aspect os que no han sido abordados
con suficient e claridad por los est udios.

1
Tanto el estudio de Colombia como el de Guatemala se realizan en asociación con la OIM. El INSTRAW
reconoce el valioso apoyo ofrecido por el UNFPA a los estudios de RD, Guatemala y Sudáfrica; el apoyo del
IFAD al estudio filipino; y el apoyo del PNUD para el estudio multinacional.

1
Consideraciones m et odológicas

La revisión de la lit erat ura en relación a los im pact os de la m igración laboral en los
hij os( as) que perm anecen en las com unidades de origen m uest ra grandes lagunas y
cont radicciones, t ant o en el abordaj e t eórico del fenóm eno com o en los hallazgos
em píricos referidos a las condiciones de los hij os en cuant o a salud, rendim ient o
escolar, vulnerabilidad a diversas form as de abuso, adapt ación social y ot ros
indicadores sico- sociales, em barazos pr ecoces, conduct as delict ivas, et c.

Ej em plo de est as cont r adicciones son los result ados de est udios sobr e el rendim ient o
escolar de los hij os de m igrant es laborales filipinos. Algunos est udios, incluyendo el de
Bat t ist ella y Conaco ( 1996) , encont rar on que el desem peño escolar de los hij os( as) de
m igrant es era inferior a los de los no- m igrant es, part icularm ent e cuando m igraba la
m adre, en t ant o que varios ot r os est udios r ealizados desde ent onces no m uest ran
diferencias en el rendim ient o escolar de los niños filipinos o bien m uest ran que los
hij os de m igrant es t ienen m ej or desem peño escolar que los de no m igrant es ( v er, por
ej em plo, Universit y of t he Philippines et al., 2002; Scalabrini Migrat ion Cent er, 2003) .
Cont radicciones sim ilares aparecen en est udios em píricos que abordan ot ras
dim ensiones del bienest ar de los m enores, siendo igualm ent e preocupant e la t endencia
de algunos( as) aut or es( as) a asum ir a priori que la m igración laboral de uno o am bos
progenit ores t endrá inevit ablem ent e efect os m uy negat ivos en sus hij os( as) .

En cont rast e, dent r o de la com unidad cient ífica parece crecer el consenso en t orno a
los hallazgos de Salazar Par reñas ( 2002) y ot ros de que, en circunst ancias adecuadas,
el apoyo de los parient es y las fam ilias ext endidas puede en gran m edida com pensar la
ausencia de los progenit or es. Según est a aut or a, la penuria em ocional que im plica la
separación no necesariam ent e r eper cut e de m anera negat iva en el bienest ar general
de los hij os( as) siem pr e y cuando las cont ribuciones y sacrificios de sus m adr es sean
reconocidos y valorados, los m enor es cuent en con una pr ovisión est able de at ención
por part e de sus cuidadoras( es) sust it ut as, y las m adr es m ant engan cont act os
fr ecuent es con ellos desde el ext erior , m ediant e viaj es de visit a, llam adas t elefónicas,
et c. De m anera sim ilar, Sor ensen ( 2004: 100, 102) plant ea que m igrar para proveer
m ej ores condiciones de vida a los hij os es am pliar “ los m odos acept ables de am ar y
cuidar” de ellos. Sin negar el sufrim ient o que la separación puede significar, est a
aut ora cit a argum ent os en el sent ido de que la separación fam iliar “ no es
necesariam ent e t raum át ica o problem át ica, ya que las redes fam iliares globales
const it uyen m eram ent e una ext ensión de la r ed fam iliar” .

Lo ant erior ilust ra los cont rast es ent r e los enfoques de descom posición fam iliar vs.
recom posición fam iliar que encont r am os en la lit erat ura, al t iem po de señalar el
caráct er dinám ico de las est ruct uras fam iliares y su capacidad de adapt ar se a
condiciones cam biant es.

En buena m edida, los hallazgos cont radict orios obedecen a dificult ades m et odológicas
en el abordaj e del problem a de est udio. En est e sent ido, UNI CEF ( 2006) dest aca los

2
problem as de calidad de las fuent es de inform ación, los problem as de confiabilidad y
validez de los inst rum ent os de m edición, y la falt a de com parabilidad de los est udios.
Bryant ( 2005) por su part e, dest aca las dificult ades asociadas al uso de diseños
t ranseccionales ( que im piden visualizar la evolución del fenóm eno en el t iem po) , los
problem as de m uest r eo ( part icularm ent e el uso de m uest ras no probabilíst icas) y,
sobr e t odo, la ausencia de grupos de com paración.

En efect o, m uchos est udios que report an im pact os negat ivos recogieron inform ación
únicam ent e sobr e hij os de fam ilias t ransnacionales y no ut ilizaron grupos de
com paración de hij os de no m igrant es. En consecuencia, las dificult ades r eport adas en
esos est udios se at ribuyen de m anera aut om át ica a la condición m igrat oria de los
progenit ores, sin que podam os est ablecer hast a qué punt o los hij os( as) de no
m igrant es pr esent arían problem as sim ilares.

Lo ant erior de ninguna m aner a pr et ende desv irt uar t odos los est udios que m uest ran
efect os negat ivos en los m enor es, ni negar los im pact os em ocionales de la separación
o la posibilidad de que ést a pueda reper cut ir negat ivam ent e en los hij os( as) . Pero sí
nos debe llevar a una act it ud m ás caut elosa en el m anej o del t em a y a evit ar las
generalizaciones hast a t ant o se llenen las lagunas de inform ación exist ent es y
dispongam os de m ás dat os com parables y m et odológicam ent e confiables.

Consideraciones concept uales

Com o señala Am aia Pér ez Orozco 2 , “ el debat e sobre el im pact o de la m igración


fem enina en la infancia y la adolescencia renueva debat es que se han ido sucediendo
en form a recur rent e a lo largo de la hist oria del capit alism o –debat es en t orno al papel
socioeconóm ico de las m uj eres y el im pact o de la m odificación de est e papel en el
bienest ar social ( sobr e t odo, per o no únicam ent e, de los hij os) , con una fuert e
t endencia a la culpabilización de las m uj er es” .

En la t radicional división sexual del t rabaj o las m uj eres cum plen un rol de
est abilización social a t rav és de la fam ilia, absorbiendo las t ensiones que se generan
ent re las dem andas ‘pr oduct ivas’ ( r em uneradas) y ‘r epr oduct ivas’ ( no rem uneradas)
del sist em a económ ico. Cuando las m uj eres ingresan al t rabaj o rem unerado fuer a del
hogar, el sist em a se desest abiliza porque no es capaz de com pensar la pérdida del
t rabaj o r epr oduct ivo grat uit o de las m uj eres. La ausencia de servicios sociales
( guarderías, cent ros de cuidados para personas ancianas, et c.) y la renuencia de los
hom br es a m odificar sus r oles sociales para asum ir una cuot a significat iva de las
t areas r epr oduct ivas, exacerban las t ensiones int ernas del sist em a. Cuando el conflict o
aflora, en v ez de r econocer se sus causas verdaderas, la t endencia es a culpabilizar a
las m uj eres por la desest abilización fam iliar.

En el caso de los países desar rollados, est o se m anifiest a en la “ crisis de cuidados” que
j ust am ent e alim ent a la m igración laboral de m uj eres desde los países pobr es, quienes

2
Comunicación personal (febrero 2007).

3
pasan a sust it uir las funciones fem eninas t radicionales del t rabaj o dom ést ico, cuidado
de niños y ancianos, et c. Las m igrant es labor ales enfrent an el conflict o producción-
reproducción en dos ver t ient es: por un lado, se ven obligadas a procurar en el ext erior
los m edios para asegur ar la sobrevivencia fam iliar porque el sist em a no sat isface las
necesidades básicas de alim ent ación, salud, educación, seguridad social, et c. de sus
fam ilias; y por el ot r o, deben pr ocurar el reem plazo de sus funciones cuidadoras, que
t ípicam ent e se t raspasan a ot ras m uj er es ( m adres, herm anas, et c.) quienes asum en
est e t rabaj o de m anera no r em unerada.

De est a for m a, la ‘crisis de los cuidados’ que se m anifiest a en am bos polos del t ray ect o
m igrat orio “ se m at erializa en los cuerpos y vidas concret as de las m uj er es, donde se
cont rapone una doble vert ient e de su rol de responsables del bienest ar fam iliar: el de
ganadoras de ingresos y el de cuidadoras en lo dom ést ico. Conciliar est os dos papeles
se m uest ra cuasi- im posible en las vidas concret as de las m uj eres, per o, m ás allá, lo
que se escenifica es la im posibilidad social de conciliar dos procesos: el proceso de
‘sost enibilidad de la vida’ y el proceso de acum ulación de capit al” ( I bid) .

En conclusión se puede decir que los enfoques t eóricos operan com o una suert e de
calidoscopio que perm it e m irar el problem a desde ángulos m uy diferent es, llevándonos
a conclusiones m uy diver sas. Considerem os lo diferent e que result a m irar de m anera
aislada las dificult ades que sufren las fam ilias t ransnacionales, en lugar de sit uarlas en
el cont ext o m ás am plio de los problem as sociales que afect an a las fam ilias en general.
En el caso del Caribe v eríam os, por ej em plo, que cer ca de un t er cio del t ot al de los
hogar es est án encabezados por m uj eres solas. O v eríam os el rol que j uega la violencia
dom ést ica en las decisiones m igrat orias de las m adres, un t em a escasam ent e
docum ent ado hast a ahora 3 . En el caso dom inicano veríam os asim ism o las
cont inuidades ent re los procesos de r eest ruct ur ación fam iliar que siguen a la m igración
int ernacional de las m adres y los que durant e décadas se produj eron debido a la
m igración rural- urbana de las cam pesinas que ingresaban al t rabaj o dom ést ico en las
ciudades.

Algunos hallazgos de invest igación a t om ar en cuent a

Los ej em plos ant eriores t am bién resalt an la im port ancia de t om ar en cuent a elem ent os
com unes que apar ecen en cont ext os m igrat orios m uy diversos cuando se analizan los
im pact os de la m igración en los hij os de m igrant es laborales, com o son:

1. La m igración de la unidad fam iliar com plet a o su reunificación post erior no


necesariam ent e const it uye la m ej or solución en t érm inos del bienest ar de los hij os. En

3
Un estudio reciente de Bernhard et al. (2006) con 40 madres latinoamericanas de distintos países que habían
emigrado a Canadá sin sus hijos encontró de manera inesperada (ya que ésta no era una variable de estudio)
que en uno de cada tres casos la violencia de los maridos precipitó la decisión migratoria de la esposa. En
todos los casos las dificultades económicas de las familias figuraban como telón de fondo de la decisión
migratoria, siendo éste el factor comúnmente analizado por los estudios. Sin embargo, la frecuencia con la
que la violencia doméstica surge de manera ‘accidental’ en las investigaciones reclama estudios más
profundos sobre este tema.

4
efect o, en m uchos casos los r esult ados son peores, sobre t odo cuando el est at us
m igrat orio de los padres es irregular, debido a la ausencia de la fam ilia ext endida com o
prov eedora de apoy o y cuidados, la falt a de disponibilidad o acceso a ser vicios sociales
( salud, educación, ot r os) , y las barr eras adicionales que suponen las diferencias
lingüíst icas y cult urales 4 .

2. A m edida que las polít icas m igrat orias de los países recept or es se van haciendo m ás
rest rict ivas, la reunificación fam iliar se vuelve m ás difícil y la t ram it ación del proceso
t om a m ucho m ás t iem po. Para el núm ero crecient e de m igrant es laborales en
condición irregular, las visit as periódicas al país de origen se t ornan im posibles, lo que
prolonga el t iem po de separación y agrava las dificult ades que enfr ent an las fam ilias
t ransnacionales.

3. Los beneficios económ icos de la m igración im pact an posit ivam ent e las condiciones
m at eriales de vida de los hij os( as) que quedan en el país de origen, lo que a su vez
reper cut e significat ivam ent e sobr e su bienest ar general. Los est udios concuerdan casi
a unanim idad en est e sent ido, m ost rando r educciones en los niveles de desnut rición,
m ej orías en las condiciones generales de salud, m ayor acceso a la educación, m ej ores
viviendas, et c. En el caso filipino, por ej em plo, el 40.9% de los hij os de m igrant es
asist en a escuelas privadas, cont ra el 14.9% de los hij os de no m igrant es ( Cent ro
Scalabrini, 2003) .

En la República Dom inicana los hogares recept or es de rem esas dest inan el 17% a la
educación de los hij os, propor ción que supera a los dem ás países de la región y que se
relaciona al hecho de que en el caso dom inicano las m uj er es m igrant es r em esan m ás
que los hom br es, lo que confirm a la t endencia de las m uj er es a priorizar en m ay or
m edida los gast os en educación y salud. 5 Los hallazgos de Vicent e Noble confirm an la
im port ancia que las m igrant es ot organ a la salud y la educación, encont rándose que
para m uchas de ellas el acceso de los hij os a la educación superior const it uía el
obj et ivo principal de la m igración.

4. En Filipinas y la República Dom inicana, com o en la generalidad de países, la


m igración de las m adres t iene im pact os m ucho m ay or es que la de los padres.
Mient ras el m igrant e laboral m asculino cont inúa desem peñando a dist ancia el m ism o
rol de proveedor que est ablecen los roles de géner o, la m igración de las m uj er es suele
conducir a la reest ruct uración de los hogar es, t ant o en t érm inos de su com posición
com o de su funcionam ient o. Por lo gener al est a r eest ruct uración se hace sin
m odificaciones im port ant es en las ideologías y los roles de géner o, dando lugar a
nuevas form as de repr oducción de los pat rones y desigualdades de género al int erior
de los hogar es t ransnacionales.

4
El estudio de Bryant (2005), que compara la situación de los hijos de migrantes de Filipinas, Indonesia y
Tailandia, documenta muchas de estas dificultades.
5
Aunque las mujeres constituyen el 52% de los migrantes dominicanos a EEUU, ellas son responsables del
58% de las remesas enviadas desde ese país; en el caso de España, las mujeres constituyen el 61.4% del total
pero son responsables del 78% de las remesas (ver acápite 3.4 del estudio de caso dominicano).

5
La r eest ruct uración de los hogar es t ransnacionales se da en el m arco de las ideologías
que exim en a los hom bres de las t areas de r epr oducción social ( t areas dom ést icas,
cuidado y supervisión de los hij os, responsabilidad por el bienest ar em ocional y físico
de los m iem bros del hogar) y que, j unt o al rol de prov eedor y cabeza de fam ilia, les
asigna roles de aut oridad en la t om a de decisiones, el m anej o del dinero y en el cont rol
de la sexualidad fem enina.

En el caso dom inicano, cuando las m uj er es m igran la respuest a habit ual consist e en
reest ruct urar el hogar de form a t al que ot r as m uj eres pasen a r ealizar las funciones de
reproducción social de las m igrant es. Por lo general quienes asum en est e papel son las
m adres de las m igrant es ( en m enor m edida las herm anas u ot ras parient as
fem eninas) , quienes r ealizan est e t rabaj o en form a grat uit a o a cam bio de
rem uneraciones inform ales de baj o m ont o ( por ej em plo, se solvent an sus gast os de
alim ent ación, reciben r egalos, et c.) . Así se r epr oduce la noción cult ural de que las
t areas de reproducción social no son “ t rabaj o” y se perpet úa la explot ación del t rabaj o
fam iliar de las m uj er es.

En est e sent ido cabe señalar que, a difer encia de RD, los est udios filipinos m uest ran
una m ayor part icipación de los hom br es en las t ar eas de cuidado de los hij os t ras la
m igración de la esposa, aunque la m ayor par t e de est e t rabaj o sigue recay endo en
parient es fem eninos ( Scalabrini Migrat ion Cent er, 2003) . La disposición de los padr es a
asum ir t areas de cuidado, las act ividades que en est e sent ido realizan y los efect os de
los padres cuidador es sobr e el bienest ar de los hij os son asunt os poco conocidos sobr e
los cuales urge invest igar.

Las act it udes y percepciones sociales t am bién difieren m arcadam ent e fr ent e a la
m igración del padre o de la m adr e. Cuando es el hom bre el que m igra, su part ida se
j ust ifica en función de que est á cum pliendo con la responsabilidad pat erna com o
prov eedor fam iliar y su ausencia no se percibe com o t raum át ica para los hij os. Por el
cont rario, cuando es la m uj er la que m igra por las m ism as razones, su ausencia se
per cibe com o abandono fam iliar que conduce a la desint egración del hogar y que
puede t ener efect os poco m enos que cat ast róficos sobre los hij os. No es de
sorpr ender, por t ant o, que los problem as que m ás preocupan a las m igrant es laborales
dom inicanas sean los relacionados con los hij os, t ales com o el baj o rendim ient o escolar
o abandono de los est udios, los em barazos pr ecoces, et c.

El hecho de que la m ot ivación principal de las m uj eres para m igrar sea j ust am ent e la
necesidad de garant izar la sobrevivencia fam iliar y asegurar un m ej or fut uro para sus
hij os no im pide la crít ica social sobre el abandono m at erno, pero sí genera una
valoración am bigua y cont radict oria de las m uj eres m igrant es: por un lado se las
adm ira por sus logr os com o proveedoras económ icas del hogar, m ient ras por el ot r o se
las repr ocha por el incum plim ient o de sus r oles m at ernos. Dado que las m igrant es
t am bién han int eriorizado las norm at ivas de género que definen el rol m at erno com o
servicio const ant e a los hij os y esposos y que las conviert en en r esponsables absolut as
del bienest ar del hogar, la separación fam iliar genera en ellas m ucha ansiedad y
fuert es sent im ient os de culpa.

6
No disponem os de dat os em píricos que perm it an est ablecer si y en qué m edida las y
los hij os de las m igrant es dom inicanas present an una incidencia m ayor de pr oblem as
que el rest o de la población j oven. Sin em bargo, las inform aciones provenient es de las
ent revist as a profundidad con las m adres en conj unción con el análisis de las
est adíst icas nacionales sugieren que, m ás que a un aum ent o real de los
com port am ient os problem át icos de los hij os, las preocupaciones de las m adres podrían
obedecer - en algunos casos al m enos- a que los hij os no est án cum pliendo las
expect at ivas de pr ogr eso que ellas se han form ado a part ir de la experiencia
m igrat oria.

El caso de los em barazos pr ecoces de las hij as, una preocupación que se reit era en las
ent revist as, sirve para ilust rar est e argum ent o. En la República Dom inicana, una de
cada cuat ro m uj er es t iene su prim er hij o ant es de los 18 años y casi la m it ad son
m adres ant es de los 20 años. En el caso de las m uj eres con baj os niveles educat ivos la
propor ción de m adr es adolescent es es t odavía m ayor, alcanzando el 64% ent re las de
m enor educación ( ENDESA- 2002) . Est as cifras se aj ust an a las caract eríst icas de la
población est udiada, que pert enece a una de las ár eas rurales m ás pobres del país. La
cont radicción radica en que, a diferencia de sus m adres, t odas las hij as adolescent es
de las m igrant es est udiadas habían alcanzado la educación secundaria y m uchas
incluso el nivel universit ario por el que sus m adres t rabaj ar on con t ant o ahínco. En ese
cont ext o, los em barazos precoces no cont ravienen la norm a social, pero sí cont radicen
las expect at ivas de progreso y ascenso social que las m adres m igrant es han
deposit ado en sus hij as.

Conclusión

En com paración con ot r os t em as –en part icular el de las rem esas- la lit erat ura sobr e
m igraciones laborales ha prest ado escasa at ención a los im pact os de los procesos
m igrat orios en los hij os, t ant o los que acom pañan a sus padres com o los que
perm anecen en el lugar de origen. Al m ism o t iem po, los est udios que sí abordan est os
aspect os con frecuencia arr oj an result ados cont radict orios, que en part e obedecen a
lim it ant es m et odológicas pero que en algunos casos r eflej an supuest os ideológicos
ligados a la división sex ual del t rabaj o y a los r oles de géner o.

Por t rat ar se de un asunt o que t oca aspect os esenciales del ordenam ient o social de
género, los efect os sobr e la fam ilia de la m igración laboral fem enina, en part icular, no
han sido t rat ados en t odos los casos con la am plit ud de m iras y el rigor necesarios. Un
result ado de est o es que, en m uchos países, am plios sect or es sociales asum en com o
verdad incont rov ert ible que la m igración laboral fem enina conduce a la desint egración
fam iliar y t iene efect os invariablem ent e negat ivos sobr e los hij os. Est o a su v ez
alim ent a los discursos fam ilist as t radicionales de grupos conservador es que pret enden
coart ar los avances sociales de las m uj er es en sent ido general.

De ahí la im port ancia de la iniciat iva de UNI CEF de pr om over est udios y debat es sobre
los im pact os de la m igración y las rem esas en los hij os de m igrant es. Sólo sobr e la
base de invest igaciones am plias, com parables y m et odológicam ent e rigurosas, que

7
cont ribuyan a una com prensión m ás cabal del problem a, podrán form ularse las
recom endaciones y r ealizarse las int ervenciones que efect ivam ent e cont ribuyan al
bienest ar de los y las m enores im plicados en los pr ocesos m igrat orios.

8
Re fe r e n cia s

Bat t ist ella, Graziano and Ma. Cecilia Conaco. 1996. “ I m pact of Labor Migrat ion on t he
Children Left Behind. A research r eport subm it t ed t o t he Nat ional Secr et ariat for Social
Act ion, Just ice and Peace, Cat holic Bishops Confer ence of t he Philippines. Quezon Cit y,
Scalabrini Migrat ion Cent er.

Scalabrini Migrat ion Cent er. 2003. Heart s Apart . Migrat ion in t he Eyes of Filipino
Children. Scalabrini Migrat ion Cent er, Philippines.

Universit y of t he Philippines, Tel Aviv Universit y and KAI BAGAN. 2002. “ The St udy on
t he Consequences of I nt ernat ional Cont ract Labor Migrat ion of Filipino Parent s and
t heir Children. Final Scient ific Report t o t he Net herlands- I srael Dev elopm ent Research
Program .

UNI CEF. 2006. “ UNI CEF Report Following t he HLD on I nt ernat ional Migrat ion and
Dev elopm ent . Pr om ot ing t he Right s of Children Affect ed by Migrat ion, wit h UN
Part ners” . Fift h Coordinat ion Meet ing on I nt ernat ional Migrat ion. Populat ion Division,
Depart m ent of Econom ic and Social Affairs, UN Secret ariat . New York , 20- 21
Nov em ber, 2006.

Bryant , John. 2005. “ Children of I nt ernat ional Migrant s in I ndonesia, Thailand and t he
Philippines: A Review of Evidence and Policies” . I nnocent i Working Paper 2005- 05,
UNI CEF, I nnocent i Research Cent er.

Salazar Parr eñas, Rhacel. 2002. “ The Car e Crisis in t he Philippines: Children and
Transnat ional Fam ilies in t he New Global Econom y” . I n Global Wom en: Nannies, m aids
and Sex Workers in t he New Econom y, Edit ed by Barbara Ehr enr eich and and Arlie
Russell Hochschild, New York, Met r opolit an Books.

I NSTRAW. 2006. Géner o, Rem esas y Desarr ollo: El Caso de la Migración Fem enina de
Vicent e Noble, República Dom inicana. I nst raw, Sant o Dom ingo.

Encuest a Dem ográfica y de Salud 2002 ( ENDESA- 2002) .2003. CESDEM, USAI D, DHS-
Macr o I nt ernat ional, I nc., Sant o Dom ingo.

Sor ensen, Ninna Nyberg. 2004. “ Globalización, Géner o y Migración Transnacional. El


Caso de la Diáspora Dom inicana” . En: Escrivá, Angeles y Nat alia Ribas. Migración y
Desar r ollo. Est udios sobr e rem esas y ot ras práct icas t ransnacionales en España.
Consej o Superior de I nvest igaciones Cient íficas, I nst it ut o de Est udios Sociales de
Andalucía.

Bernhard, Judit h, Pat ricia Landolt and Luin Goldring. ( 2006) . “ Transnat ional, Mult i- local
Mot herhood: Experiences of Separat ion and Reunificat ion am ong Lat in Am erican
Fam ilies in Canada” . CERI S, Policy Mat t er s, No. 24, January 2006.

9
UAM-Vicerrectorado de Relaciones Institucionales y Cooperación
MAEC-SECI-Dirección General Planificación y Evaluación de Políticas para el Desarrollo
NUEVAS LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN
EN GÉNERO Y DESARROLLO
Estefanía Molina Bayón y Nava San Miguel Abad (Coords.)

CUADERNOS SOLIDARIOS
Nº 3

Oficina de Acción Solidaria y Cooperación


Universidad Autónoma de Madrid
COLECCIÓN: CUADERNOS SOLIDARIOS

La Universidad Autónoma de Madrid y la Dirección Gene-


ral de Planificación y Evaluación de Políticas para el Desarrollo
no se hacen responsables de las opiniones contenidas en esta
obra por ser de responsabilidad exclusiva de las personas sobre
las que recae la autoría.

© Estefanía Molina Bayón y Nava San Miguel Abad


© Cuadernos Solidarios
Diseño de cubierta: Ana Isabel de Sande
ISBN: 978-84-8344-138-1
Depósito Legal: M-6.431-2009
Impreso en España - Printed in Spain
Imprime R. B. Servicios Editoriales, S. A.

Impreso en papel 100% reciclado. Sin cloro y sin blanqueantes ópticos.


Índice

PRESENTACIÓN. Leire Pajín ............................................................... 7


PRÓLOGO I. Pedro Martínez................................................................ 9
PRÓLOGO II. Cristina Bernis ............................................................... 13
El feminismo y el saber de las mujeres, Amelia Valcárcel................................... 17

GÉNERO EN DESARROLLO Y EFICACIA DE LA AYUDA:


NUEVOS ENFOQUES E INSTRUMENTOS

Oportunidades y propuestas en la agenda de Género y Eficacia. Avanzando


hacia 2015, Nava San Miguel ........................................................... 31
Género y cooperación descentralizada: recomendaciones para la armoniza-
ción de la AOD, Alioska Vanessa Pérez .............................................. 75
Género, Desarrollo y Diversidad cultural, Ewa Strzelecka ........................... 99

GÉNERO, DERECHOS HUMANOS Y CIUDADANÍA


EN LA LUCHA CONTRA LA POBREZA

Feminismo en la Era Global: derechos humanos y ciudadanía, Virginia Ma-


quieira .............................................................................................. 149
Marco teórico-conceptual, normativo e institucional de los derechos huma-
nos de las mujeres, Giulia Tamayo ................................................... 173
Políticas de igualdad, pobreza y participación ciudadana, Rosa Paredes ........... 195
Claves feministas en torno al feminicidio, Marcela Lagarde ........................ 211

5
ÍNDICE

GÉNERO, CONSTRUCCIÓN DE PAZ Y ACCIÓN


HUMANITARIA

Género, mujeres y conflictos armados, Mila Ramos ................................... 237


La Resolución 1325: mujeres en conflictos armados, Carmen Magallón ... 249
Género y Acción Humanitaria, Víctor de Currea-Lugo ............................. 261
Aplicación técnica bajo la perspectiva de género de la Estrategia de Acción
Humanitaria, Celinda Sanz y Beatriz García ................................. 287

GÉNERO, MIGRACIONES Y DESARROLLO

La perspectiva transnacional de codesarrollo en organizaciones feministas y


proequidad de género, Inmaculada Lozano ....................................... 299
El paradigma de remesas para el desarrollo: evidencias empíricas y cuestio-
namientos desde una perspectiva de género, Mar García y Amaia Pé-
rez ............................................................................................... 321

GÉNERO Y COOPERACIÓN UNIVERSITARIA


AL DESARROLLO

Consideraciones en torno a la Cooperación Universitaria al Desarrollo desde


una perspectiva de género, Estefanía Molina ...................................... 341
Un encuentro urgente: la Cooperación Universitaria al Desarrollo y el tra-
bajo por la equidad de género, Clara Murguialday .......................... 387

6
PRESENTACIÓN
Leire Pajín Iraola
Ex-Secretaria de Estado de
Cooperación Internacional

La realidad nos recuerda en todo momento que la discriminación contra las


mujeres está aún lejos de ser erradicada, y que la igualdad de género sigue siendo
una asignatura pendiente para alcanzar el desarrollo, la paz y la democracia en
muchas sociedades.
Sin embargo, en los últimos años son diversos los esfuerzos para convertir la
lucha por la igualdad de género en una prioridad constante en el plano interna-
cional. De ahí por ejemplo el lanzamiento de la Plataforma de Acción de Beijing
o la inclusión de la igualdad de género en los Objetivos de Desarrollo del Mile-
nio. Pero también ha ido adquiriendo relevancia en el plano nacional, con la re-
ciente creación del primer Ministerio de Igualdad de la historia de nuestro país y
con la naturaleza transversal que se está otorgando a las políticas de género.
La Secretaría de Estado de Cooperación Internacional está trabajando para
hacer efectivo el compromiso de la lucha por la igualdad en el ámbito de la coo-
peración al desarrollo, basándose en la firme convicción de que sólo desde la
igualdad de género y con el pleno reconocimiento e implicación de las mujeres es
posible alcanzar un desarrollo íntegro y sostenible de la totalidad de la población.
Si bien el Plan Director de la Cooperación Española 2005-2008 integra el enfo-
que de género como una doble prioridad –horizontal y como sector específico
que favorezca el empoderamiento de las mujeres como arma contra la pobreza–,
la Estrategia de «Género en Desarrollo» es el principal referente e instrumento de
acción en materia de género de la cooperación española. Esta Estrategia, además
de reconocer la labor de las mujeres y de los movimientos feministas que en todo

7
LEIRE PAJÍN IRAOLA

el mundo han contribuido a construir el desarrollo, es un eficaz marco de acción


que incluye el enfoque de género como pilar básico de las políticas de desarrollo,
un paso decisivo hacia una mayor calidad de nuestra cooperación.
En la línea de este compromiso y de una metodología de trabajo siempre
mano a mano con los diversos actores de la cooperación al desarrollo, la Secreta-
ría de Estado de Cooperación Internacional tiene el privilegio de colaborar con la
Oficina de Acción Solidaria y de Cooperación de la Universidad Autónoma de
Madrid en el proyecto de investigación llamado «Género y Desarrollo desde las
Universidades: visibilidad de las acciones y difusión de análisis y buenas prácti-
cas». El objetivo fundamental de este convenio es fomentar la investigación en el
ámbito de la Cooperación al Desarrollo desde un enfoque de género y dentro del
ámbito de la formación superior.
Una colaboración y esfuerzo conjunto cuyo primer fruto es la publicación de
este libro que tengo el placer de prologar y que analiza cinco aspectos fundamen-
tales en cooperación, como son Género en Desarrollo y eficacia de la ayuda, la di-
versidad cultural, ciudadanía y derechos humanos de las mujeres, construcción de
la paz y acción humanitaria, migraciones y cooperación universitaria al desarro-
llo.
Con este trabajo de investigación se pretende hacer resaltar el enfoque de de-
rechos a nivel formal y real como forma de superar la pobreza, las políticas de gé-
nero tratadas a través de la redistribución de poderes y capacidades con igualdad
de participación, incluyendo así acciones específicas para el empoderamiento de
las mujeres. Por tanto, se trata de alcanzar la igualdad formal y real que deben re-
alizar actores involucrados como los organismos internacionales, los gobiernos de
países donantes y receptores, las agencias de cooperación, las universidades, em-
presas y la sociedad civil en su conjunto.
Felicito a las personas implicadas en este proyecto y agradezco el esfuerzo y
dedicación, algo que sin duda contribuye a que podamos seguir por la senda ade-
cuada hacia el objetivo común y necesario de lograr una efectiva igualdad real de
hombres y mujeres y con ello un desarrollo íntegro y sostenible de nuestros paí-
ses socios.

Leire Pajín Iraola

8
PRÓLOGO I
Pedro Martínez Lillo
Vicerrector de Relaciones
Institucionales y Cooperación de la
Universidad Autónoma de Madrid
(UAM)

El desarrollo concebido como un instrumento básico de intencionalidad e in-


tervención, con sus políticas, estrategias y modelos destinados a erradicar los fac-
tores generadores de la desigualdad, la exclusión, la injusticia, la violencia, la mi-
seria y la pobreza, conforma un reto fundamental para las sociedades del
siglo XXI. Un desarrollo universal –en cuanto a su alcance social, pero en especial
para los grupos más vulnerables, niñas y niños, personas ancianas y las mujeres–,
integral –en relación a los sectores, materias, ámbitos y temas implicados–, irre-
versible –como objetivo y conquista ineludible–, de compromiso social irrenun-
ciable que cuenta a través de la cooperación y la solidaridad de unos mecanismos
y herramientas para hacerse visible y viable, realizable y presente, como elemento
de lucha y trabajo. Y junto a los mecanismos, sus actores, colectivo múltiple y di-
verso, heterogéneo –sin duda–, desde las ONG hasta los Estados, instituciones,
movimientos sociales o agrupaciones ciudadanas. Y entre aquéllos, la universidad
–los campus– que mediante su especificidad, es decir, la formación y educación,
la investigación, la sensibilización, la generación y difusión del conocimiento, la
transmisión de sus valores –universitarios– contribuye y ha de contribuir aún más
a la construcción de un mundo y una sociedad más justa e igualitaria y en ausen-
cia de discriminaciones, entre ellas las ocasionadas y generadas por razón de gé-
nero.
Género y desarrollo son –indudablemente–, elementos claves en esas políti-
cas. Promover la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres –un
pronunciamiento inequívoco en la Declaración de los Objetivos de Desarrollo del

9
PEDRO MARTÍNEZ LILLO

Milenio– resulta requisito indispensable para erradicar y superar las causas y con-
tinuidad del empobrecimiento y las injusticias. Igualdad de género implica igual-
dad en todos los niveles de la educación y en todos los ámbitos de trabajo y acti-
vidad laboral, el control equitativo de los recursos y una representación igual en
la vida pública y política, conseguir una participación plena de las mujeres en la
sociedad, en la economía local, regional, mundial etc. En definitiva, una presen-
cia social determinante para cualquier ámbito. También en la universidad. Un re-
ciente estudio referido a la realidad universitaria e investigadora, Académicas en ci-
fras, 2007, revela cómo las mujeres, aún siendo mayoría entre el alumnado y entre
las personas tituladas universitarias, permanecen en situación minoritaria entre el
personal investigador y académico y cómo, asimismo, su presencia disminuye a
medida que nos elevamos en el nivel profesional y de responsabilidad directiva:
por cada 8,4 mujeres profesoras titulares hay una catedrática frente al hecho de
que por cada 2,3 varones titulares existe un catedrático. Frente a un 93,7 por 100
de varones ocupando los rectorados, sólo un 6,5 por 100 son mujeres. Datos para
la reflexión y, seguramente, para la intervención.
Desde la Universidad Autónoma de Madrid reafirmamos el compromiso en
una línea de trabajo y actuación por los temas hacia la igualdad de género y la
consecución de los derechos humanos de las mujeres. Junto a la labor –de larga
trayectoria– del Instituto Universitarios de Estudios de la Mujer–, destaca la re-
ciente creación –por decisión de su Consejo de Gobierno– del Observatorio de
Género destinado a sensibilizar y conocer esa realidad, elaborar un estado de la
cuestión y proponer actuaciones precisas y adecuadas. En similar línea de com-
promiso se inscribe el acuerdo alcanzado entre la Autónoma y el Instituto Inter-
nacional de Investigaciones y Capacitación para la Promoción de la Mujer de Na-
ciones Unidas (UN-INSTRAW) –con ayuda de la AECID– que permitirá la
instalación provisional de esta institución de la ONU en el campus de Canto-
blanco, contribuyendo decisivamente al impulso y actuaciones capaces de hacer
de los estudios de género una orientación clave. Inicialmente sus trabajos se cen-
trarán en el estudio de las mujeres migrantes latinoamericanas en las cadenas glo-
bales de cuidado. Y asimismo el Convenio de Colaboración suscrito entre la Uni-
versidad Autónoma de Madrid y la Dirección General de Evaluación y
Planificación de Políticas para el Desarrollo (DGPOLDE) del Ministerio de
Asuntos Exteriores y Cooperación –del cual es resultado el presente libro y otros
futuros– que centrado en la investigación sobre «Género y desarrollo desde las uni-
versidades: visibilidad de las acciones y difusión de análisis y buenas prácticas» facili-
tará la vinculación –desde la óptica del análisis y el pensamiento propios de la uni-
versidad– en los temas de Género y Desarrollo.
La compilación de los artículos que conforman esta publicación –editada en
la Colección «Cuadernos Solidarios», sello de especial referencia para este Vice-
rrectorado– ofrece la oportunidad de desarrollar análisis y reflexiones con rigor
académico e investigador en torno a diversos temas, como por ejemplo, género y
nuevas modalidades de la ayuda, desde el que se mostrará el estado actual, los
avances y los cambios que se están produciendo en las propias políticas de coo-

10
PRÓLOGO I

peración al desarrollo en España vinculadas al Género. Las políticas de coopera-


ción internacional al desarrollo en España están en continuo cambio, autoanali-
zándose, provocando nuevos instrumentos para confluir en su mayor eficacia y
eficiencia, pero sobre todo para darle un sentido y una coherencia. Es por ello que
se ha considerado indispensable el tema de los derechos humanos de las mujeres
a modo de hilo conductor. Su participación como ciudadanas de pleno derecho
ha de cobrar mayor relevancia en un mundo cada vez más globalizado, siendo ne-
cesario visibilizar las injusticias y los hechos flagrantes de discriminación contra
las mujeres, como es el caso de los feminicidios. En este sentido es una tarea
irremplazable dirigirnos hacia su erradicación así como condena, actuando bajo
el amparo de la ley y la justicia. Por otro lado, lo humanitario junto con la cons-
trucción de la paz juega un papel fundamental a la vista y padecimiento de las
mujeres y niñas en guerras, situaciones de conflicto y desastres naturales. Las mu-
jeres son la mayoría de las veces dobles víctimas pero también es justo y de recibo
reconocerlas y visibilizar sus fortalezas y potencialidades.
Por tanto, construir nuevos instrumentos y hacer de la Ayuda algo eficaz y
eficiente ajustándose a la realidad y a las necesidades planteadas se traduce en ir
avanzando en la conformación de una justicia social. Esto significa incluir y
convivir con las distintas culturas, contar con nuevas concepciones de desarrollo,
no sólo en países empobrecidos sino también en el nuestro, a través de la proxi-
midad, el reconocimiento y la circunstancia que ofrecen los fenómenos migrato-
rios. Procesos –no se olvide nunca– cuyos protagonistas son seres humanos, per-
sonas con nombres y apellidos con voluntades y especificidades propias, que
mediante su trabajo y esfuerzo, desarrollan capacidades y proyectos. Las mujeres
y los fenómenos transnacionales y el codesarrollo hacen de esta situación –nue-
vamente– una superación de las circunstancias para seguir creando y constru-
yendo. Y por último se hará alusión al papel de las universidades y centros de edu-
cación superior, institutos de investigación, centros de análisis, estudios y
formación en género y desarrollo.
Es nuestro deber para lograr una mayor operatividad y logro de estas metas,
el saber qué lugar hemos de ocupar para contribuir, apoyar y acompañar en el
aumento de las capacidades de las mujeres y fortalecer las políticas de cooperación
al desarrollo en materia de género y desarrollo. Delimitar nuestras funciones y
desarrollar nuestras potencialidades se hace imprescindible para aportar de ma-
nera sustancial y vital en la generación y difusión del conocimiento.
Hay que agradecer a todas y cada una de las personas que han participado
con sus reflexiones, análisis, aportaciones y escritos, el poder abrirnos este espacio
colectivo, social de trabajo que no puede agotarse en esta publicación. Debemos
comprometernos en la continuidad y consecución del proyecto ahora empren-
dido. Un reconocimiento que hacemos extensivo a las instituciones, organismos
internacionales, universidades, centros de investigación, institutos, organizaciones
desde las cuales trabajan y están involucradas día a día con una proyección de fu-
turo para una sociedad más equitativa. Y el agradecimiento, fundamentalmente,
a la Oficina de Acción Solidaria y Cooperación de la Universidad Autónoma de

11
PEDRO MARTÍNEZ LILLO

Madrid por su permanente convicción en las posibilidades de construir un


mundo más justo, mejor; a Estefanía Molina Bayón, una de las coordinadoras del
libro y responsable del Área de Investigación, Análisis y Estudios, excelente espe-
cialista en el análisis de la evolución de la cooperación al desarrollo y estudios de
género, un trabajo elaborado con rigor académico y compromiso social; y a Mi-
lagros Hernando, directora que fue de la DGPOLDE por su apoyo y confianza
depositada en nuestra Universidad, en sus hombres y mujeres para afrontar el
reto que esta publicación plantea y formula. En el centenario del nacimiento del
doctor Salvador Allende Gossens recordemos su sueño ya que mucho más tem-
prano que tarde de nuevo, abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre li-
bre, para construir una sociedad mejor.

Pedro Martínez Lillo

12
PRÓLOGO II
Cristina Bernis Carro
Directora del Instituto
Universitario de Estudios de la
Mujer (IUEM) de la Universidad
Autónoma de Madrid (UAM)

La Universidad Autónoma tiene una muy prolongada experiencia de pro-


yectos de cooperación al desarrollo, que en los últimos años se coordinan y ges-
tionan desde la Oficina de Acción Solidaria y Cooperación (OASC), desde donde
además se desarrollan nuevas iniciativas como la colaboración con la Dirección
General de Evaluación y Planificación de Políticas para el Desarrollo (DG-
POLDE), que ha dado lugar a este libro. El Instituto Universitario de Estudios de
la Mujer de la UAM (IUEM), es un centro de investigación fundado en 1993
para coordinar y fomentar las investigaciones sobre feminismos, mujeres y género,
que tiene un línea editorial con 34 títulos, alguno de ellos están relacionados con
«Género y desarrollo», ya que es precisamente una de sus líneas prioritarias de in-
vestigación. Uno de los aspectos fundamentales para el éxito de cualquier inicia-
tiva es la colaboración entre diferentes instituciones con intereses comunes y cons-
cientes de ello se firmó un acuerdo de colaboración entre ambos centros, que está
generando sus frutos visibles, de las que esta publicación, a la que contribuye una
de las personas que lidera la línea de investigación sobre género y desarrollo del
IUEM, es un buen ejemplo.
El género es una categoría de análisis para describir las características que com-
parten y diferencian a hombres y mujeres basadas en factores sociales. El sexo es una
característica biológica, resultado de determinantes genéticos universales que defi-
nen dos categorías en nuestra especie: hombre y mujer. El género es una caracterís-
tica social, resultado de la asignación de roles diferentes a los hombres y a las muje-
res en función de las actitudes, valores y relaciones que conciernen a los hombres y

13
CRISTINA BERNIS CARRO

a las mujeres en diferentes sociedades, y a la que se asigna igualmente dos categorías:


masculino y femenino. Las normas y valores de cada sociedad definen para hombres
y mujeres los comportamientos adecuados, las esferas de actividad, el acceso a in-
fraestructuras y servicios incluidos los relacionados con la educación y la salud, al
poder personal, social y político, conformando además las identidades. Al contra-
rio que las categorías biológicas, los contenidos de masculino y femenino tienen ma-
tices en las diferentes sociedades y presenta un cambio temporal a medida que las
sociedades se transforman y modernizan. Las posiciones identitarias, de poder y de
autonomía personal ligadas al género que caracterizan a las sociedades del mundo
en desarrollo han experimentado en general una muy lenta transformación, tanto
desde dentro, como a partir de las acciones y políticas de Cooperación que se llevan
a cabo por parte de organizaciones, gobiernos y organismos internacionales, con el
coste asociado de reducción de eficacia de muchas de las acciones, y el del sufri-
miento personal que acompaña a estas situaciones.
El análisis de género, evalúa las diferencias entre hombres y mujeres atribui-
bles a factores sociales, identifica sus causas y proporciona instrumentos para eli-
minarlas cuando son discriminatorias, innecesarias y evitables; en los últimos años
se ha convertido en una prioridad ética y política en el mundo actual. Las cues-
tiones de género se incorporan de manera transversal a las decisiones políticas, a
los instrumentos y a las actividades destinadas a conseguir la igualdad real de mu-
jeres y hombres, y requieren un proceso de evaluación de sus consecuencias para
eliminar la desigualdad. El principio de transversalidad implica la integración de
la igualdad de oportunidades en todas las políticas internacionales y nacionales y
en todos los ámbitos de actuación, desde su planificación hasta su ejecución.
Sin embargo, los procesos políticos son insuficientes para la incorporación
efectiva de las cuestiones de género. Para describir situaciones concretas, actuar so-
bre ellas y evaluar la eficacia de las políticas correctoras, hace falta construir sobre
cuatro pilares fundamentales y complementarios: un marco teórico conceptual
con sus herramientas de trabajo adecuadas, la investigación sobre el terreno, la
aplicación de los resultados y no menos importante su difusión. Es decir, la acción
política debe completarse con la decidida incorporación de la sociedad civil a tra-
vés de sus potentes organizaciones ciudadanas, y la comunidad científica y técnica
procedente de las universidades y centros de investigación que tiene la obligación
de liderar el proceso.
El apoyo e interacción de los procesos técnicos es fundamental porque: a) ge-
nera el marco teórico y las herramientas específicas, para introducir cambios en las
mentalidades y establecer objetivos en plazos temporales cerrados en cada ámbito
de actuación, b) proporciona los indicadores útiles para evaluar las diferencias de
género en cada área, c) permite, basándose en lo anterior, y en las investigaciones
y programas sobre el terreno, la ejecución de los planes, y d) finalmente todo ello
sienta las bases para realizar la necesaria evaluación del progreso temporal hacia la
realización los objetivos.
La incorporación del género no es nueva, ni en la gestión política en general ni
en la referida a las políticas concretas de desarrollo; se basa en las sólidas bases esta-

14
PRÓLOGO II

blecidas por las sucesivas conferencias sobre la mujer y sus respectivas evaluaciones,
que fueron un gran avance porque además de establecer de manera obligatoria los
principios aceptados universalmente como derechos humanos, y de programar las
medidas necesarias para transformar las sociedades mediante planes específicos de
acción a fin de lograr la igualdad plena entre hombres y mujeres, permitieron pro-
porcionaron las pautas comunes a desarrollar por los países firmantes.
Sin embargo, la evaluación de los planes de acción derivados de las dos pri-
meras conferencias (México, 1975 y Copenhague, 1980) fueron desalentadoras, y
ello determinó cambios importantes en las dos siguientes, que fueron trascenden-
tales para acelerar los procesos de igualdad de género. La tercera conferencia (Ke-
nia, 1985) estableció las llamadas Estrategias de Nairobi, vigentes hasta el año
2000 y cuya finalidad era la consecución de la igualdad de la mujer en materia ju-
rídica, social, de derechos y de ciudadanía, así como en el acceso a los alimentación
y otros aspectos de la salud, el agua y la agricultura. La cuarta conferencia (Beijing,
1995) fue trascendental para acelerar los procesos de igualdad a través de una pla-
taforma de acción que estableció la eliminación de todas las formas de discrimina-
ción contra las mujeres y las niñas, así como la supresión de los obstáculos jurídi-
cos y culturales que impiden su avance. Se hizo especial referencia a la necesidad
de incentivar la independencia económica de las mujeres como premisa básica para
conseguir poder personal, social y político. Beijing aportó además conceptos ope-
rativos para introducir género de manera transversal en todos los aspectos sociales,
políticos y culturales; allí se acuñaron con ese fin los conceptos de «transversalidad»
(mainstreaming) y «empoderamiento» (empowerment), ambos de gran utilidad para
desarrollar los planes de acción recientes. En la reunión del año 2000 en Nueva
York, conocida como Beijing+5, se revisan los acuerdos y compromisos de la pla-
taforma de Beijing y se establecen nuevas medidas para conseguir su plena aplica-
ción. También los Objetivos de Desarrollo del Mileno (ODM), recogen la conse-
cución de la igualdad de género como una prioridad de acción.
El análisis de ese fracaso inicial y la progresiva incorporación del género a «La
Política», evidenció la necesidad de un marco teórico-practico propio, que desa-
rrolle y matice las especificidades de cada sector político respecto a los conceptos
claves, los métodos, las herramientas de investigación y la elaboración de reco-
mendaciones eficaces. La eficacia de las estrategias de cambio y su incorporación
a la legislación y a las Políticas de Desarrollo depende en gran medida de la bon-
dad de la adecuada conceptualización y de los datos en los que se basan las inves-
tigaciones (por ejemplo: datos desagregados de hombres y mujeres, series tempo-
rales, etc.) y no siempre se dispone de ello, o no se recogen de manera adecuada.
Por ello no es casual que a partir de los años noventa, hayan multiplicado las pu-
blicaciones sobre globalización, mujer y desarrollo, y más recientemente las in-
vestigaciones específicas sobre género, cooperación y desarrollo.
Es en esta última línea en la que se encuadra esta publicación, recomendable
a lectoras y lectores interesados en los puntos esenciales de la investigación sobre
Cooperación y Desarrollo, tanto por su actualidad como por los temas que se to-
can. En ella, autoras de reconocido prestigio y demostrada experiencia, revisan

15
CRISTINA BERNIS CARRO

cinco aspectos especialmente relevantes para las políticas de Desarrollo: a) nuevos


enfoques e instrumentos de la ayuda entre los que destaca Género y Diversidad
cultural y Cooperación descentralizada, b) genero, ciudadanía y Derechos Hu-
manos de las mujeres, c) acción humanitaria y construcción de Paz, d) migracio-
nes y desarrollo y, e) Cooperación Universitaria al Desarrollo (CUD).
Confío que este libro sea un estímulo tanto para fortalecer la colaboración
entre la OASC y el IUEM, como para generar nuevas y necesarias publicaciones,
útiles en el ámbito del conocimiento científico y en la práctica cotidiana de las po-
líticas de desarrollo.

Cristina Bernis
Cantoblanco abril 2008

16
EL FEMINISMO Y EL SABER
DE LAS MUJERES
Amelia Valcárcel y Bernaldo de Quirós
Catedrática de Filosofía Moral y Política
de la UNED y Consejera de Estado

INTRODUCCIÓN
La primera ola del feminismo, la polémica feminista ilustrada, coincidió en
el tiempo y en los conceptos de uso culto con el momento en que una nueva élite,
precisamente la ilustrada, tomó la delantera a la élite tradicional clerical. Termi-
nada la Querelle des Anciens et des Modernes, aquietada Europa por la fecunda Paz
de Westfalia, abonada por la filosofía barroca, la Modernidad comenzó un paso
firme. El Siglo de las Luces convirtió en programa lo que todavía permanecía, en
el Pensamiento Barroco, en el mero limbo especulativo.
De hecho, con la polémica en torno a la educación de las damas, había co-
menzado a desarrollarse la tradición de pensamiento a la que damos el nombre de
feminismo. Significativamente, ése, La educación de las damas, es el título de uno
de sus libros fundadores, el segundo de Poulain de la Barre1. El asunto se remon-
taba a la propia cultura barroca, al Preciosismo. Acabado el conflicto de la Fronda,
nuevos modos sociales cultos se instalaron en la sociedad aristocrática francesa y
buena parte de ellos fueron responsabilidad de un conjunto significativo de damas
que fueron conocidas como las preciosas 2. Las preciosas comenzaron por algo que

1 El primero, al que cabe llamar la primera obra clásica del feminismo, es De la igualdad de los dos sexos,
publicado en 1673.
2 Como afirma Celia Amorós en su introducción a esa obra, las preciosas se convirtieron en el blanco
preferido de los detractores de la igualdad de las mujeres, esto es, de aquellos que propugnaban un modelo de
domesticidad burguesa. Sobre la igualdat dels dos sexes, Cátedra, Madrid, 1993.

17
AMELIA VALCÁRCEL Y BERNALDO DE QUIRÓS

ya estaba transitado, literatura y afinamiento del gusto, pero prosiguieron por la


filosofía y las ciencias. Mujeres de ingenio, autorizadas para ello, pretendieron dar
el paso a la sabiduría. Y en ese momento el frente de la cultura cayó sobre ellas:
conocemos mucho mejor Las Preciosas ridículas, La escuela de las mujeres y Las mu-
jeres sabias, las farsas en que Molière las crucificó, que sus inocentes incursiones
en el campo de los saberes y las bellas letras se convirtieron en un fácil objetivo a
abatir mediante los argumentos de la misoginia tradicional. Su saber era tan sólo
parlero y, además, cualquier saber de las mujeres debía tener el límite de la ho-
nestidad y del agrado. Incluso La Barre, cuando diserta a favor de la educación de
las damas, aprovecha para denostar a las preciosas3.
En el tema de la educación femenina, su utilidad y sus usos, se ventiló parte de
la agenda teórica de la primera ola del feminismo; otra parte tuvo un objetivo que
ahora nos parece modesto, pero también capital: la libertad en la elección de estado,
el matrimonio sentimental. La gran polémica ilustrada logró pasar a debate temas
que o en el pensamiento o en las costumbres se daban por hechos irrefutables desde
siempre. Dotó de terminología política a la obligada sumisión femenina y abolió o
puso en tela de juicio algunos usos del pasado que entendió como abusos: el matri-
monio forzado o la reclusión obligada en los conventos4. Cartesianamente, el hecho
de que algo se venga haciendo o pensando desde tiempo inmemorial no contribuye
a tenerlo por cierto ni por bueno. La Primera Ola trató la dominación masculina,
primero en clave de ancestral prejuicio, después avanzó hacia los planteamientos po-
líticos: alguien o álguienes querían que así siguieran las cosas, cuando era claro para
cualquiera sin prejuicios o intereses, que no eran justas.
Cuando Wollstonecraft respondió con su Vindicación al Emilio de Rous-
seau, la polémica había recorrido ya gran trecho; tenía más de un siglo. La
misma Wollstonecraft se había ocupado previamente de escribir un libro, de
los que abundaban, sobre la mejor manera de educar a las jóvenes. El tema es-
taba en la palestra. Lo había hecho contra diversas otras obras menores de di-
ferentes autores que defendían para las niñas una educación guiada exclusiva-
mente a los fines la domesticidad.
El derecho de las mujeres a adquirir una educación formal, esto es, unos
conocimientos contrastados y avalados, fue el derecho más frecuentemente
exigido por las primeras y los primeros feministas. Normalmente imaginaban
una educación segregada, si bien la cultura de los salones había forzado el de-
bilitamiento de la rígida pauta de separación de sexos en la vida social. Las cla-
ses elevadas y urbanas estaban relativamente acostumbradas a las reuniones

3 «Hay tan poca distancia de sabia a preciosa… que se pasa insensiblemente de la una a la otra. Conozco
a varias damas del primer tipo, pero no sé de una sola que no pertenezca también al segundo. Es cierto que to-
das ellas tienen talento e incluso buen gusto para las cosas bellas, pero su inteligencia está, por decirlo así, tan
preciosistamente conformada, su gusto tan condicionado por sus maneras, que os provocarían rechazo. Son tan
orgullosas como si de diosas se tratara y se creen de una especie distinta a sus semejantes… Sus gestos son afec-
tados, sus palabras rebuscadas. Se escuchan a sí mismas con admiración y a los demás con indiferencia». La Ba-
rre, De la educación de las damas, Cátedra, Madrid, 1993, p. 56.
4 Y por eso en clave feminista han de leerse dos obras, cierto que bastante dispares: El sí de las niñas de
Moratín y La Religiosa de Diderot.

18
EL FEMINISMO Y EL SABER DE LAS MUJERES

mixtas, para el ocio y para la cultura. No sucedía lo mismo en estratos sociales


más bajos o en la vida rural, donde el uso del espacio en función del género
era, y aún hoy es en bastantes casos, prevalente.
Apuntaba también ya en el XVIII la dinámica de las excepciones: algunas
grandes damas, Mme de Chatelet por ejemplo, se dedicaban a las ciencias; otras
a las artes, como Mme. Vigée-Lebrun; alguna otra entró a formar parte de las
Reales Academias. Éstas eran en origen fundaciones reales o con el amparo regio,
cuyo prestigio las situaba por encima de las instituciones heredadas de alta edu-
cación, rebajado como lo tenían su crédito algunas universidades por la presencia
todavía en ellas de elementos escolásticos. Las Reales Academias fueron una
apuesta de los déspotas ilustrados por la renovación del saber. Había, se ha dicho,
una nueva élite avanzando. Pero la cuestión era ¿debía reconocerse para todas las
mujeres afectadas, (pueblo llano excluido por tanto), la misma capacidad, derecho
y ambición que para aquéllas que se consideraban realmente excepcionales?
La respuesta del primer feminismo fue afirmativa. Lo que la valía y el mérito de
una mujer prueba, queda probado para el sexo en su conjunto. En paralelo, lo que
una padeciere queda impugnado por el sexo en su conjunto. Y ello sigue siendo la
veta fundamental del feminismo como teoría política: cargar con todo el sexo fe-
menino a las espaldas, universalizar, con independencia de las situaciones particu-
lares. A todas las mujeres deben reconocérseles las mismas oportunidades, cualida-
des y disposiciones que se prediquen meliorativamente del género humano. El
feminismo ilustrado dobló esta seguridad con un remate: lo que hasta entonces se
suponían cualidades y disposiciones innatas de las mujeres, resultaban ser, por el
contrario, los efectos de la educación a la que se las sometía. Esta novedad también
está presente en Wollstonecraft y no cabe duda de que se aparta del innatismo5. De
este modo y con tales argumentos el feminismo ilustrado combatió mientras pudo
el nuevo modelo de domesticidad burguesa que se acabaría imponiendo.
Cuando el cambio de época sobrevino, fueron, por el contrario, las codifica-
ciones que solemos llamar napoleónicas, las que consagraron en el nuevo derecho
civil y el penal la exclusión de las mujeres de la ciudadanía y la educación formal.
El nuevo estado que promovía la unificación legislativa y normalizaba tanto los
tramos educativos, como sus accesos y los títulos, excluyó a todas las mujeres, sin
excepción, de los derechos civiles, de los políticos y del acceso al sistema educa-
tivo. Las excepciones, ya no avaladas por el nuevo orden, tuvieron que cultivarse
en el seno de la autodidaxia.

1. EL SUFRAGISMO Y LA EDUCACIÓN
La Segunda Ola del feminismo, el movimiento sufragista, recuperó los énfa-
sis educativos del feminismo ilustrado. Tampoco podía ser de otro modo. Al prin-

5 No precisamente cartesiano, en este caso; la crítica de Wollstonecraft adelanta la de Beauvoir: la mu-


jer se hace, no nace, es construida por su educación y su falta de expectativas.

19
AMELIA VALCÁRCEL Y BERNALDO DE QUIRÓS

cipio y tímidamente algunas mujeres vindicaron la creación de escuelas elemen-


tales en las que pudieran formarse institutrices. La razón alegada tenía que ser, y
lo fue, coherente con el orden de domesticidad que al colectivo se le exigía. Si para
las amas de casa se consideraba oportuno que supieran «lo adecuado e imprescin-
dible para el buen gobierno doméstico», esto es, lectura, escritura y cálculo ele-
mental, alguien debía poder enseñárselo a las niñas. Y era conveniente que ese al-
guien tuviera una certificación, aunque fuera modesta, de su aptitud.
Admitiendo que el matrimonio era el destino natural y moral de las mujeres,
su gloria, pudiera suceder que, sin culpa por su parte, algunas no pudieran llegar
a tan aceptada y deseable meta. Muchas casualidades inconvenientes podrían im-
pedirlo: la falta de dote, un físico endeble o inadecuado, la orfandad, el no casarse
por debajo de la propia clase social para no decaer, una enfermedad que curara
cuando ya no se estaba en edad de ser elegida, con veinte o más años… en fin, una
larga cantidad de imponderables. En esos casos ¿no sería conveniente que las mu-
jeres de cierta posición tuvieran una manera de lograr recursos propios que les evi-
taran caer en la pobreza vergonzante, la dependencia indeseable de parientes ya
cargados o poco compasivos, o, lo que era lo peor, lo innombrable, precipitarse en
el vicio, para poder subsistir?
Resultaba difícil resistirse a demandas tan bien fundamentadas en el propio
orden patriarcal burgués. Algunos centros que formaban institutrices comenzaron
a actuar. Permitir que algunas se instruyeran, poco, no ponía en cuestión la recta
opinión sobre la congénita debilidad intelectual del sexo femenino, sino que era
casi un favor que, individualmente, se les hacía. Este favor, por el contrario, sal-
vaguardaba la moral y las buenas costumbres.
Conseguido el poner pie en este primer escalón, el primero que rebasaba la
formación elemental y primaria, la demanda, sin cambiar el registro argumenta-
tivo, creció. Visto lo útiles que resultaban los centros de formación y colegios de
institutrices, ¿no lo sería igualmente que fueran maestras las que se encargaran de
la educación de los niños en la primera infancia? Así, argumentaron, se consegui-
rían dos buenas cosas más. Por una parte se descargaría a los varones de tener que
desperdiciar sus talentos en una fase de la educación tan elemental e incómoda;
ellos quizá deberían reservar sus méritos para empresas de mayor relieve e impor-
tancia. Y, por otra, las mujeres podían solucionar bien esas fases educativas: no en
vano se las podía suponer casi una extensión de su papel de madres. Señoritas ma-
estras, de moralidad acrisolada, que quizá no pudieran tener hijos propios jamás,
emplearían su celo maternal en las criaturas ajenas, como devotas abejas obreras,
libando la miel para las reinas del hogar, las mujeres que, afortunadas, habían po-
dido conseguir cumplir el modelo doméstico. Cierto que, para ello, sería menes-
ter que la formación y títulos de las futuras maestras se acomodaran a aquellos que
el Estado preveía para sus homólogos varones, quizá, rebajando algún contenido
intelectual e intensificando, en consecuencia, la formación práctica en aguja, mú-
sica y modales. Pero el caso es que el título fuera conforme. Las Escuelas de Ma-
estras fueron el segundo escalón educativo alcanzado y reemplazaron a los colegios
de institutrices.

20
EL FEMINISMO Y EL SABER DE LAS MUJERES

Por similares razones algunas mujeres vindicaron la formación profesionali-


zada como ayudantes de enfermería. Argumentaron que compasión y cuidado
eran predisposiciones espontáneamente femeninas, pero, lo significativo, era que
querían títulos y salarios para ponerlas por obra, y no la desinteresada devoción
que hasta el momento regía esas profesiones6. Maestras y enfermeras fueron las
primeras profesiones que se abrieron a las mujeres. Ello, y no quizá explicaciones
en clave de la moral femenina del cuidado como característica esencial, puede dar
razón suficiente de que sigan siendo todavía las profesiones que contienen mayor
porcentaje de la población asalariada, que no ocupada, femenina.
A mediados del siglo XIX las mujeres habían logrado asegurarse la entrada en
los tramos medios oficiales del sistema educativo, pero las instituciones de alta
educación les permanecían vedadas. Entonces comenzó la dinámica de retroali-
mentación entre derechos educativos y voto.

2. LA FUNCIÓN DEL CONOCIMIENTO EN EL SUFRAGISMO


Sufragismo fue, en la década de los felices veinte, el término popular por el
que se conoció a la Segunda Ola del feminismo, la que abarca desde el Manifiesto
de Séneca en 1848 hasta el fin de la Gran Guerra (y sus múltiples consecuencias,
legales, políticas, educativas, culturales y estéticas). Abarca unos ochenta años de
agitación, asociaciones, ligas, programas, debates y manifestaciones que se suce-
den con mayor o menor intensidad en todos los países occidentales, en especial en
aquellos que son formalmente democracias representativas. El sufragismo es un
movimiento internacional que intenta dotarse de programas, demandas y estruc-
turas organizativas también internacionales. Aprovecha para ello las exposiciones
universales y las convenciones políticas internacionales7.
Los dos objetivos que presiden la lucha sufragista son el voto y la educación.
El derecho al sufragio, que acabará dando nombre al movimiento, es una vindi-
cación relativamente poco asumida por el propio movimiento en sus inicios.
Debe recordarse que fue el único punto del Manifiesto de Séneca que se aprobó
por mayoría y no por unanimidad. En verdad y en los inicios el interés de esta se-
gunda ola estuvo más centrado en los derechos civiles y educativos. La diversas li-
gas femeninas y las ligas del sufragio se nutrieron en buena parte de mujeres en
trance de profesionalización que hacían valer sus todavía escasas victorias en la ob-
tención de títulos para fundamentar su derecho a la ciudadanía plena. La situa-
ción, cuando el completo sufragio masculino se hizo norma, se volvió más y más
explosiva. Las y los sufragistas argumentaron sobre un punto evidente: el com-
pleto sufragio masculino permitía el derecho de voto a cualquier varón, incluidos
iletrados, dementes, analfabetos, insanos y viciosos, y a ninguna mujer, incluidas
honestas madres de familia, maestras, enfermeras, universitarias y aún doctoras.
6Florence Nightingale es una figura a retomar, dentro de este contexto interpretativo.
7Así lo hicieron con las Convenciones Antiesclavistas las autoras de la Biblia de la Mujer y con las Ex-
posiciones Internacionales Pardo Bazán y otras.

21
AMELIA VALCÁRCEL Y BERNALDO DE QUIRÓS

Porque, en efecto, en las décadas en que la lucha por el sufragio se recrude-


ció, un número escaso pero significativo de mujeres comenzaba a permeabilizar
las instituciones educativas superiores. Primero hubo de afianzarse la enseñanza
secundaria, pero, una vez lograda, unas pocas intrépidas estudiantes se plantearon
la entrada en las aulas universitarias que les estaban prohibidas. Algunas univer-
sidades europeas comenzaron a admitir selectivamente alumnas en los años se-
tenta y ochenta del XIX, si bien con restricciones respecto a los títulos a cursar y
en la mayor parte de los casos con renuncia expresa de la alumna que los cursara
a obtener el título para el que sus estudios la habilitaban.
Obtener títulos conformes fue una lucha previa a la que siguieron las dificul-
tades para la colegiación. Esto es, reconocidos los estudios cursados, los títulos no
daban paso al ejercicio profesional, como normalmente sucedía con los varones,
sino que éste seguía vedado por instancias diversas8. Si a principios del siglo XX en-
contramos un número relativamente relevante de mujeres dedicadas a las tareas de
investigación, ello no era tanto vocacional como obligado: realizar investigación no
exigía entonces las inversiones en grandes equipos a las que estamos acostumbrados
y podía hacerse relativamente en soledad. Muchas de las primeras licenciadas y doc-
toras no tuvieron otra posibilidad que llevar su trabajo a la investigación porque los
ejercicios profesionales corrientes les estaban vedados9.
En cualquier caso el sufragismo hizo correlatar los méritos con los votos.
Las nuevas habilidades y saberes de las mujeres robaban su derecho a una ciu-
dadanía plena y la injusticia de la merma de sus derechos civiles y políticos. Por
el contrario desde el bloque institucional se intentó durante largo tiempo re-
sistir en directo a la exigencia de voto y ceder excepcionalmente en los nuevos
derechos educativos. En la segunda década del siglo XX bastantes universida-
des seguían sin expedir títulos cuando el estudiante era mujer, en alguna tenían
prohibida la entrada en las bibliotecas y la mayor parte de los ejercicios profe-
sionales de las mujeres tituladas tenían que mantenerse en la esfera privada. El
sufragismo concitó todos los diversos frentes hacia la demanda articulada del
voto. Sus manifestaciones nos sorprenden todavía hoy: son ordenadas proce-
siones civiles en las que ocupan un lugar destacado las universitarias portando
sus togas y birretes, en largas filas, llevando en ocasiones en las manos los tí-
tulos que no las habilitan ni para votar ni para ejercer. Ellas eran, empírica-
mente, la demostración palmaria del abuso masculino de poder. Para el femi-
nismo sufragista no ya la educación, sino el reconocimiento de los derechos
educativos, lo fue todo. Entendieron perfectamente cómo estaban vinculadas
democracia y meritocracia y cómo, por lo tanto, las posiciones conseguidas de-
bían usarse para alcanzar metas ulteriores.

8 Para conocer más cercanamente el caso es sumamente recomendable Consuelo Flecha Las primeras uni-
versitarias en España, Narcea, Madrid, 1996.
9 Y ello tuvo como consecuencia buenas investigadoras en biología, por ejemplo, o química, o ambas
como Marie Curie.

22
EL FEMINISMO Y EL SABER DE LAS MUJERES

3. LA DINÁMICA DE LAS EXCEPCIONES


Como resultado de la primera y tenue capilarización del cerrado sistema edu-
cativo algunas pocas mujeres habían conseguido, al doblar el siglo XX, diplomas
y títulos. Eran excepciones y se las consideraba excepcionales. Excepciones a su
sexo, porque para el común de sus congéneres el orden antiguo sigue vigente. Ex-
cepcionales porque, por lo común, sólo temperamentos muy decididos e inteli-
gencias obstinadas eran capaces de enfrentar tantas y sucesivas barreras. Además,
colocadas en escaso número bajo la vista pública, cuanto realizaran era objeto de
curiosidad y juicio.
Estas pocas mujeres se saben excepciones y se sienten excepciones. En una uni-
versidad que todavía es muy pequeña y donde el acudir es difícil, excepciones han
de sentirse cuantos allí se formen. Pero en el caso de las mujeres esto se dobla con
una torsión añadida: ellas son, además y quizá sobre todo, excepciones a su sexo.
Schiller, un siglo antes, hablando por carta a Goethe acerca de Mme. de Staël, es-
cribe: «se sale de su sexo, pero sin llegar al nuestro». Parece pensar que las mujeres
con talento son distintas de las mujeres en general, pero que no por ello pueden me-
dirse con los varones, aunque sea con aquellos que no lo poseen. El que una mujer
posea un talento excepcional la convierte en una excepción sobre todo a su sexo; sin
embargo, precisamente por ser considerada una excepción, no obliga a variar el es-
caso aprecio que se tenga del talento del sexo femenino en su conjunto.
La dinámica de las excepciones es perversa. En ella «la excepción confirma la re-
gla», según reza el vetusto refrán. Si en buena lógica debemos siempre afirmar que
una excepción echa por tierra a la regla que no la contemplaba, en la lógica peculiar
de los estereotipos esto nunca ocurre. Si alguien se sale de lo acordado para todo su
género, ello no parece obligar a cambiar la consideración global que sobre aquél se
tenga, sino a «salvar» momentáneamente a ese individuo discordante. La regla se po-
drá seguir usando para el conjunto sin un ápice de inseguridad.
Y quien se vive a sí mismo o misma como excepción también paga su tributo:
asimilar la denostación de su grupo de origen sin poder por ello asimilarse a quie-
nes por derecho propio la utilizan. Las primeras mujeres que fueron cooptadas en
las redes masculinas de importancia se vieron en la tesitura de actuar como beca-
rios desclasados10. Beauvoir nos dice de ella misma que se acostumbró a pensar
que poseía «un cerebro de hombre en un cuerpo de mujer»11. Otras mujeres so-
metidas a la misma dinámica obran como si lo creyeran a pie juntillas. Que na-
die pueda ser más duro que ellas con las supuestas debilidades de su sexo. Ellas no
son contraejemplos de las opiniones misóginas vulgares, sino sus valedoras12. Sólo

10 Amorós usa desde hace tiempo esta expresión que ahora le tomo prestada. Resulta muy gráfica.
11 En Memorias de una joven formal, Beauvoir hace la autobiografía de sus años de formación y es obra
utilísima para conocer con su fenomenal ejemplo cómo se gesta la dinámica de las excepciones.
12 Pardo Bazán escribe: «Uno de los muchos errores en que incurrimos es creer que esto del feminismo
es cosa de literatas. Entre las más celebradas de Francia varias son opuestas resueltamente al feminismo. Aquí
el feminismo lo impulsan mujeres capaces de escribir y de hablar en público, más bien que escritoras», La Mu-
jer española y otros escritos, Cátedra, 1999, p. 255. Ninguna mujer de renombre está presente, –nos indica– sino

23
AMELIA VALCÁRCEL Y BERNALDO DE QUIRÓS

algunas aprovecharán los talentos que les han sido autorizados para poner al des-
cubierto el orden que a todas excluye.
Por último no cabe silenciar otro aspecto especialmente irritante de la di-
námica de las excepciones: justifica plenamente el orden que la usa y lo hace
pervivir, puesto que lo presenta como magnánimo. No hay mejor prueba de
que no existe injustificable ginofobia en una corporación que el hecho de co-
optar, para una sociedad casi completamente masculina, a una o dos mujeres.
Con ello se consigue la anuencia de las cooptadas y también la general. La
prueba de la imparcialidad es clara: están las mujeres que merecen estar, sin ex-
clusiones; si no hay más eso no significa que no se las tenga en cuenta, sino que
no se lo merecen. Así lo ha querido Deus sive natura; simplemente hay menos
mujeres con talento que varones sobreabundantes en él. La convicción exclu-
yente de base se mantiene, en consecuencia, intocada. De nuevo la excepción
confirma la regla.

4. LA AUTORIZACIÓN PARA EL SABER Y SUS RITOS


Tenemos así autorizadas a saber y para el saber sólo a aquéllas que muestren
y demuestren que no piensan «conceder nada gratis» a las de su mismo sexo. Se-
rán, por el contrario, notablemente más duras que cualquiera con él; ellas son la
prueba de que ese orden es justo. Vigilarán que se mantenga. Sospecharán de
quienes quieran incorporarse. Restringirán su capacidad de innovación a fin de no
presentar frentes dentro de sus disciplinas donde han sido tan duramente acepta-
das. Se les ha concedido el estar, pero probablemente no el ser; de que estén con
los sabios no se sigue que sean sabias. Eso sí, suplirán con aplicado y constante tra-
bajo la capacidad de innovación que se les niega.
En el mundo culto habitan entonces mujeres a las que se permite el ejercicio
de la paciente investigación, de la ordenada erudición y, dentro de ese sobreen-
tendido son, en corto número, aceptadas. Eso quiere decir que «Fulana» es una
buena trabajadora, que es cuidadosa y ordenada, que sabe muchas cosas… pero
no es una sabia. «Fulana» en el fondo es limitada… como por otra parte corres-
ponde a su sexo. «Fulana» ni siquiera es del todo excepcional: lo es por referencia
a las otras mujeres, pero se mantiene como una aceptable medianía en el mundo
de los varones. Forma parte, en la vida del espíritu, de la clase de tropa, de los efi-
cientes y discretos, en fin, de la segunda o tercera fila.
Lo significa ella y se lo hacen significar de diversos modos. A no ser que la si-
tuación interna sea complicada o que haya que probar algo y sea urgente hacerlo,
ninguna corporación sabia destaca a una mujer a la primera línea. Las mantiene,
por el contrario, como «presencias amigas»13, eficaces gestoras de segundo o ter-

una mesocracia culta. Las que han conseguido descollar casi siempre son resueltamente antifeministas, porque
justifican su excepción en que ellas son excepcionales.
13 Esta vez la expresión es del Papa Woityla en su Mulieribus Disgnitate.

24
EL FEMINISMO Y EL SABER DE LAS MUJERES

cer nivel, ayudantes de altura, afanosas hormigas intelectuales14; y si no cumplie-


ran con tal estereotipo su estatuto completo podría peligrar. Es una nota a su fa-
vor decir de un personaje de la cultura que es «algo bohemio» o incluso que es de-
finitivamente «un bohemio»; la tendencia bohemia, en el caso de una mujer, es
una acusación sin más de falta de sentido o de incompetencia. Quiere decir que
está decayendo y, de seguro, se la ayudará a caer; los lazos de solidaridad corpora-
tiva con ellas son siempre más débiles.
Por este estado de cosas «la sabia sabía que la savia subía», es la única ocu-
rrencia que del término «sabia» solemos encontrar; o más bien solíamos encontrar,
porque los dictados escolares también han cambiado y la ortografía se enseña con
otros ejemplos.
Volviendo a Confucio, «quien no sabe el significado de las palabras no puede
conocer a los hombres». Saber el significado de las palabras implica también sa-
ber por qué no existen algunas palabras. Hasta hace muy poco, pongamos por
caso, las palabras que designaban profesiones respetables no tenían femenino.
Abogadas, médicas, ingenieras y juezas, decanas y rectoras, presidentas y corone-
las eran barbarismos. Algunas lo siguen siendo. Como si le faltaran frentes, el fe-
minismo se comprometió también con la lucha por el cambio del lenguaje y sa-
bemos las batallitas y hasta batallas que también en ese terreno ha tenido que
lidiar. Quienes no estaban dispuestos a admitir las nuevas palabras comenzaron
por declarar que no eran necesarias, precisamente porque sólo se trataba de cues-
tiones insignificantes de gramática. Los géneros gramaticales eran los que eran y
no se atenían nada más que a procesos internos del propio lenguaje15. Hubiera re-
sultado quizá más sencillo argumentar que no teníamos palabras para designar
posiciones hasta entonces inexistentes; pero, claro, eso comprometía a crearlas y
eso era lo que provocaba precisamente la resistencia. Ni que decir tiene que el es-
casísimo número de cooptadas en las redes de la sabiduría admitida se alinearon
en contra de cualquier cambio: no entendían su pertinencia, por descontado. Y
así tenía que ser: ellas estaban justamente orgullosas de ser cosas que sólo se po-
dían nombrar en masculino.
De momento, al fin y al cabo, estamos hablando de profesiones, aunque sea
de las que producen respeto y algún privilegio. Mal que bien, los nuevos usos se
estabilizan. Investigar cuáles lo hacen y cuáles no y también con qué prontitud lo
hacen es un buen filón para conocer el actual estado de cosas por lo que toca a la
paridad femenina en los espacios relevantes. Pero quiero ahora presentar un caso
notable de palabra inexistente: La genia16.

14 Una figura fantásticamente recreada por Byatt en su novela Posesión.


15 De todos modos el debate ha tenido y tiene momentos chuscos: recuerdo a alguno, especialmente
Gramático, que aseguró que, dado que el femenino es precisamente en gramática el género marcado, preten-
der pertenecer a un género marcado era muy mala vindicación, esto es, que se podía estar orgullosa de ser
obrera, pero no de ser médica, por razones gramaticales.
16 Que, naturalmente, mi programa de ordenador rechaza, como tantas otras palabras femeninas si con-
tienen matiz meliorativo.

25
AMELIA VALCÁRCEL Y BERNALDO DE QUIRÓS

5. EL GENIO DE LAS MUJERES


Recupero de nuevo este título, que es el de un debate mantenido con Victo-
ria Camps17, con quien me une una gran amistad, porque la cuestión sigue
abierta. Frente a las posiciones de Camps, similares a las mantenidas por Carol
Gilligan18, –las mujeres como grupo tienen una valiosa especificidad moral que ha
de ser defendida y mantenida, los valores del cuidado y ese es su genio propio–,
mantenía yo que «genio» se dice de modo individual, no colectivo, y para otros
usos. No hay constancia, –y desde luego menos lingüística– de la existencia pa-
sada o presente de genios femeninos, de genias, y esto por buenas razones, las que
yo aportaba en el texto y que no voy a repetir aquí; pueden ser fácilmente encon-
tradas en los trabajos reseñados en la nota anterior. Ahora bien, yo puntualizaba,
de pasada y adrede, mi examen del asunto con esta frase: «Al genio hay que reco-
nocerle el poder de lograr transformar la tradición heredada y eso, por razones
más que generales, no se le reconocerá a una mujer»19. Ahora deseo aclararlo un
poco más.
En el proceso general del saber, de su formación, acumulación y cambios de
paradigma, hay delicados equilibrios entre innovación y repetición. Las personas
de que se nutren los cuerpos cultos expertos, que han de ser convalidadas por sus
superiores, formal o informalmente, son evaluadas también en lo que «pueden dar
de sí»; esto significa que de algunos, quizá la mayoría, se espera que sean excelen-
tes repetidores, contrastados, y de otros se espera, –y a veces hasta se teme–, que
no se conformen con eso, sino que añadan algún insumo propio al saber que se
tiene en común. Por último, sólo de una escasísima minoría se tiene la impresión
de que, si pueden, lo cambiarán, lo volverán del revés, iniciarán en él una revolu-
ción; no hay por qué animarlos, –todas las academias formales e informales son
naturalmente conservadoras–, pero si apuntan a sus metas con verosimilitud, ha-
brá que incorporarlos. Estos últimos son los genios.
Tenemos pues un primer escalón de «competentes», un segundo de «eruditos»,
un tercero de «sabios» y un cuarto de «genios», cada uno de ellos, por lógica, más es-
caso y selecto que el anterior. El lugar último se ocupa muy raramente, pero existe,
su término lo denota. Hay genios en todas las esferas, en las ciencias, las humanida-
des, la filosofía… genios científicos, artísticos, políticos forman el canon que se tras-
lada de unas generaciones a otras; los nombres que hay que recordar, el Olimpo pro-
pio de la Humanidad. Si apenas puede emplearse la palabra «sabia», es empírico que
no tenemos ninguna ocurrencia lingüística del término «genia».
Schopenhauer afirma que el genio vive en un mundo aparte del de todos los
demás. Una de sus características, y desagradable, es la arrogancia. No están con-

17 Ella empleó ese concepto en su libro Virtudes Públicas, Premio Espasa de Ensayo, en 1990; yo la con-
tradije en mi artículo «¿El genio de las mujeres?» en Isegoría, Revista de Filosofía Moral y Política del CSIC en
1992. Me respondió en su libro El Siglo de las Mujeres, Cátedra, 1998, mientras que yo a mi vez había hecho
del primitivo artículo el epílogo a mi libro La política de las Mujeres, Cátedra, 1998.
18 In a different voice, Harvard, 1982.
19 Valcárcel, La Política de las Mujeres, ed. cit. p. 228.

26
EL FEMINISMO Y EL SABER DE LAS MUJERES

formes con los juicios comunes, se adelantan a su tiempo, desprecian lo que tiene
pública buena nota y producen lo que nadie espera20. Obsesionado por el genio
desde muy pronto, Schopenhauer nos da otra característica suya: «Un erudito es
el que ha aprendido mucho; un genio es aquel del que la humanidad debe apren-
der algo que hasta entonces no conocía»21.
Frente a la noción común desde la nueva cultura ilustrada que la expresión
«República de las Letras» señala, Schopenhauer afirma que los genios forman una
república propia, de gigantes, que se hablan entre sí a través de los siglos; y de eso,
la humanidad corriente, los pigmeos normales, nada entienden. Por último, otra
característica: la genialidad tiene sexo22. Era de prever. Todas las características an-
teriores de la genialidad hablan con el lenguaje de la libertad en sumo grado; no
pueden entonces concurrir en un individuo que pertenece a un sexo que la tiene
limitada. ¿De cuando acá que la que sólo está autorizada para aprender humilde-
mente y cómo mucho ordenar como excelente ayudante lo enseñado por otros,
que son mejores que ella, va a dar a nadie, y menos a la humanidad completa, lec-
ciones? Aprendemos de los que previamente son grandes, no de cualquiera que
tiene su propia maestría en estatuto vacilante. Y valga si en las técnicas, que son
de para poco, transigimos alguna vez; pero nunca en los saberes fundantes. Así ha
de ser. Somos animales jerárquicos23 ¿O no? Así que no hay genias ni atisbos de
que las haya en algún tiempo.

El feminismo sufragista logró, penosamente, la entrada en las instituciones de


educación, en casi todas, pero esto es meramente la conditio sine qua non; no signi-
fica, ni con mucho, la autorización plena para la detentación de los saberes y ni la
autoridad que les está reconocida. De los cuatro escalones de la sabiduría el reco-
rrido realizado hasta la actualidad indica que se han obtenido dos, o quizá solamente
uno y medio si nos fijamos en las cifras. Hay algunas mujeres «competentes» y al-
gunas, menos, «eruditas». Sabias no aparecen y genias ni están ni se las espera. Can-
tan las cifras. Pero ¿por qué hay que fijarse en las cifras? Estamos picando alto, en la
excelencia, que se supone puramente cualitativa, ¿qué pintan aquí las marcas cuan-
titativas? Me temo que bastante. Habrá que ir poniéndolo claro.
Las cifras24 y sus explicaciones son impresionantes por lo que toca a las au-
tonombradas «cumbres del saber». En honores, medallas y academias las mujeres
no alcanzan un mísero cuatro por ciento cuando las cosas van bien y en algunos
20 Manuscritos Berlineses, p. 138.
21 Manuscritos Berlineses, Selección de R. R. Aramayo, Pre-Textos, Valencia, 1996, p. 244.
22 «Las mujeres no pueden tener propiamente genio; a lo sumo talento».Citado por Safranski, Schopen-
hauer y los años salvajes de la filosofía, Alianza, Madrid, 1991.
23 Y no los únicos: cuando, terminada mi licenciatura, comencé mi verdadera formación, me interesé
mucho por los datos, entonces nuevos, de la etología. Recuerdo el caso de unos primates confinados en una
finca en Colorado. Se trataba de cincuenta individuos, rodeados por una cerca, de modo que, relativamente
libres, establecieron rápidamente la territorialidad y la jerarquía; ello es que les daban alimentos inusuales, que
no sabían abrir; alguna simia del común aprendió por sí misma a hacerlo, pero el grupo no quiso aprender de
ella, pese a la evidente ventaja de la nueva conducta. Siguieron, sin embargo, todos la estrenada habilidad
cuando los dominantes, al serles enseñada por los humanos, la aprendieron.
24 Por ejemplo las aportadas por Marisa García de Cortázar y María Antonia García de León para el caso
español. Sus trabajos en García de León Ed, La excelencia científica, Instituto de la Mujer, Madrid 2005.

27
AMELIA VALCÁRCEL Y BERNALDO DE QUIRÓS

de esos círculos simplemente no hay ninguna mujer. Cierto amigo académico


nos señalaba hace tiempo a dos filósofas lo muy a gusto que se encontraba en
nuestra compañía. Cómo le preguntamos la razón, respondió sin un titubeo: «Si
fuerais dos hombres, con lo que valéis, seríais insoportables». Todavía nos dura el
asombro. Por lo visto, nuestros saberes permaneciendo los mismos, nuestros egos
habrían sufrido una trasmutación por tenerlos y haberlos adquirido. Los varones
de esos círculos, según este referente, serían ególatras, impositivos y sumamente
agresivos; de ahí su triunfo. A las mujeres no les está permitido mostrar ninguna
de tales condiciones, si es que las tienen. En consecuencia no hay peligro de que
nos sumemos y, si el saber y la justicia se resienten, en cambio el reposo (varonil)
aumenta. Así que el estatuto de «presencias amigas» se concede con benevolencia
a quienes, ni por pienso, se desea en el de competidores.
Para las mujeres el saber, que con todo se les niega en el fondo, sigue siendo
como mucho ornato y en ellos «vida vivida»; nosotras lo llevamos bien en tanto
que no vayamos con él a ninguna parte. Para embarcarse en la aventura del saber
hay que tener primero derecho a billete y a las mujeres no se les vende. Hace un
tiempo, un siglo más o menos ya se ha dicho, que intentamos viajar hacia la isla
del conocimiento aunque sea en chalupa; desde la patera vemos como pasan, bas-
tante relajados a veces, en barco conforme o yate algunos de los que calentaron
con nosotras las sillas de las mismas aulas. Creemos que remando más fuerte va-
mos a lograr acercar posiciones, pero nos damos de bruces contra las cifras. Por lo
visto al territorio impresionante de esa isla sólo se puede acceder si ya se ha estado
antes, condición que, por género, seremos siempre incapaces de cumplir.
¿Cabe pensar que nos estemos agobiando demasiado pronto? Si imaginára-
mos la emergencia del talento de las mujeres con una imagen tectónica, a medida
que por debajo entraran más, no habría otra que ver aparecer una cada vez más
sólida cima. Pero como eso no ocurre, sino que, bien al contrario, el número de
mujeres en las altas cumbres hace una década que, si ya era ridículo, todavía dis-
minuye, hemos de suponer que en las tales cumbres hay mucho y continuado
desgaste producido por algún otro factor. La lluvia, el viento, el hielo, en fin, una
exagerada erosión levanta a casi todas las mujeres que afloran. Debería estudiarse
de cerca ese proceso, porque ahora tenemos los números, pero no el método por
el que se producen. Ahí permanece un interesante análisis para la microfísica del
poder: por cuáles procedimientos es apartado el talento femenino; cómo aún su-
cede que los genios que tienen la imprevisión de nacer mujer se pierden para la
humanidad. Tenemos un resultado cualitativo, la excelencia, que depende estre-
chamente de maniobras cuantitativas, la sistemática abrasión. ¿Será, después de
todo, la paridad, no únicamente un objetivo deseable, sino un remedio a tener en
cuenta? A la vista de lo que se va percibiendo, nadie puede descartar el uso de ac-
ciones positivas en esos ámbitos, ya que parecen poco proclives a solventar por sí
mismos las inercias de poder heredadas.

28
GÉNERO EN DESARROLLO
Y EFICACIA DE LA AYUDA:
NUEVOS ENFOQUES
E INSTRUMENTOS
OPORTUNIDADES Y PROPUESTAS EN
LA AGENDA DE GÉNERO Y EFICACIA.
AVANZANDO HACIA 2015
Nava San Miguel Abad
Responsable de género en
DGPOLDE/SECI/MAEC

PREÁMBULO
El contenido de este artículo se desarrolla a partir del contexto en evolución
que vincula los temas de Género en Desarrollo (GED) a la construcción de la
agenda de la eficacia y las nuevas arquitecturas del desarrollo. Pretende ser un
aporte a los debates y cuestiones más importantes que han estado sobre la mesa
desde 2005, en los foros de género y entre las organizaciones de mujeres y femi-
nistas, desde que se aprueba la Declaración de París (DP). Así, las cuestiones más
importantes son: ¿Es la agenda de la eficacia una oportunidad o un nuevo riesgo para
la igualdad y el empoderamiento de las mujeres?; ¿Está el tema de género realmente en
la corriente principal de las actuales políticas para el desarrollo y de la reforma de la
arquitectura de la ONU?
La posición expuesta en las siguientes páginas plantea que efectivamente el
actual contexto en transformación supone más oportunidades que riesgos para el
cumplimiento de los derechos de las mujeres, y que lo importante es aprovechar
el momento para situar verdaderamente la igualdad de género en el centro de la
agenda principal del desarrollo. Para lograrlo es necesario construir y afianzar de
manera conjunta entre todas las organizaciones de mujeres, un pacto firme para
el cumplimiento de la agenda internacional, centrada en la Plataforma de Beijing,
los Objetivos de desarrollo del Milenio (ODM), la Declaración de París y Agenda
de acción de Accra (AAA), activando para ello todos los instrumentos necesarios
hacia la consecución de las metas previstas para 2015.

31
NAVA SAN MIGUEL ABAD

Cabe preguntarse también: ¿Tienen realmente los actores de cooperación, (los or-
ganismos internacionales, los países donantes y socios, la sociedad civil del Norte y del
Sur), la disponibilidad necesaria para integrar los temas de género como prioridad real
en sus políticas, apoyando a las organizaciones de mujeres gubernamentales y no gu-
bernamentales para aprovechar las oportunidades que brindan las nuevas agendas de
financiación y de eficacia?, y por tanto ¿Serán capaces estas organizaciones en todo el
mundo de generar y construir un nuevo pacto feminista para la igualdad en el desa-
rrollo y conseguir resultados a corto y medio plazo?; ¿Podrán conseguirse las condicio-
nes necesarias para utilizar los nuevos instrumentos y las nuevas modalidades de ayuda
para la igualdad de género?; ¿Sigue realmente vigente la Plataforma de Beijing o hace
falta una nueva conferencia de género en Naciones Unidas ante un contexto tan cam-
biante en los temas de desarrollo?. Sí, realmente la Plataforma de Acción de Beijing
sigue vigente y es necesario cumplirla, pero, ¿Se hace necesario indagar y profundi-
zar en algunos temas y líneas de acción que se adapten a los nuevos contextos y pro-
blemáticas globales de Género en Desarrollo? Partiendo de una respuesta afirmativa
a esta pregunta, es por ello que este artículo es el primero de un libro que trata so-
bre nuevas líneas de investigación aplicada para la integración del enfoque de gé-
nero en las actuales demandas y prioridades de las nuevas políticas de desarrollo.
El objetivo del libro precisamente es profundizar en nuevas líneas que son
prioritarias para la Cooperación Española en cuanto a Género en Desarrollo, pero
que también los son en el nuevo contexto general de la cooperación internacional
y de las transformaciones que se vienen dando en un mundo globalizado. Por
tanto, este libro propone en sus artículos algunas líneas y temas fundamentales
que es necesario profundizar de manera inmediata para reforzar la perspectiva de
género en la agenda actual del desarrollo; plantea propuestas de trabajo y mues-
tra instrumentos que hay que saber utilizar para alcanzar el empoderamiento de
las mujeres, al tiempo que recupera viejos enfoques que son imprescindibles,
como es la defensa de los derechos humanos frente a la pobreza. También analiza
el papel de algunos actores cada vez más relevantes en el desarrollo, como son las
Universidades o las Comunidades Autónomas, y hace recomendaciones para for-
talecer su participación efectiva en los temas de Género en Desarrollo.

Este libro, a su vez, forma parte de la Colección Cuadernos Solidarios de la Ofi-


cina de Acción Solidaria y de Cooperación de la Universidad Autónoma de Ma-
drid (UAM), inaugurando una nueva Serie sobre estudios de investigación apli-
cada en Género, Desarrollo y Universidad. Esta iniciativa que ha sido gestada por
la Oficina de Acción Solidaria y Cooperación de la UAM en convenio con la Di-
rección general de planificación y evaluación de Políticas para el Desarrollo (DG-
POLDE) de la Secretaria de Estado de Cooperación Internacional (SECI), como
forma de potenciar la investigación en Género en Desarrollo, pretende favorecer
una mejor gestión y resultados para la igualdad en el actual contexto de cambio
de las políticas de desarrollo de la Cooperación Española y a nivel internacional.
El convenio potencia la investigación y los estudios de Género en el Desarrollo,
como instrumentos fundamentales para avanzar en la construcción de políticas

32
OPORTUNIDADES Y PROPUESTAS EN LA AGENDA DE GÉNERO Y EFICACIA: AVANZANDO HACIA 2015

con enfoque de género, que se actualizan según la evolución del contexto inter-
nacional político, económico, social y cultural que repercute de manera directa en
el desarrollo. Este libro pretende ser un aporte para la aplicación de las priorida-
des definidas en la Estrategia de Género de la Cooperación Española, poten-
ciando la acción en algunos de los temas más novedosos para la transversalidad de
género, como pueden ser: la acción humanitaria y la construcción de la paz, los
nuevos instrumentos y las nuevas modalidades de la ayuda, la vinculación entre
la diversidad y el género, la participación y armonización con las políticas de gé-
nero en desarrollo de las Universidades o las Comunidades Autónomas, o la re-
cuperación del enfoque de derechos como la mejor forma de luchar contra la po-
breza y por la igualdad, la vinculación entre desarrollo, migraciones y género, o la
denuncia internacional sobre el feminicidio.

1. INTRODUCCIÓN
La Conferencia de Beijing marca un antes y un después en el intento de po-
ner como prioridad el enfoque de género en las políticas de cooperación interna-
cional, y en la implantación de un modelo de desarrollo sostenible en el mundo,
contando con las mujeres y sus necesidades. La Plataforma para la Acción de Bei-
jing centraba su aplicación fundamentalmente en dos estrategias complementa-
rias: Gender mainstreaming o transversalidad, y empoderamiento de las mujeres en
las diferentes áreas críticas que califica como prioritarias para conseguir el desa-
rrollo, la democracia y la paz en el mundo.
La década después de Beijing supone una etapa de laboratorio para la apli-
cación del enfoque GED, para la puesta en práctica de la transversalidad y del em-
poderamiento, sobre todo por las agencias de cooperación en sus estrategias de in-
tervención, y en la política real de los países, con importantes avances en la
constitución de mecanismos de igualdad y de puesta en marcha de políticas de
igualdad y violencia de género. A pesar del retroceso que pudo suponer la apro-
bación de los ODM, a nivel de contenido y de posicionamiento político en
cuanto al tema, sin embargo sirvieron para poner en una agenda común de todos
los actores de desarrollo algunas de las prioridades reivindicadas en las conferen-
cias de los 90, entre ellas la igualdad de género. Se confirma 10 años después, en
2005, tanto en la revisión de los ODM+5, como en la Asamblea de ONU para la
revisión de Beijing+10, que la Plataforma de Beijing lamentablemente sigue vi-
gente y no superada, por incumplimiento de sus objetivos, y que los ODM ve-
nían a ser un vehículo para la aplicación de la Plataforma, pero no la suplantaban.
Por tanto el año 2005 significa también un momento fundamental, por dos ra-
zones: es el momento de reflexión sobre lo avanzado en una década, contando con
dos hojas de ruta: Beijing y los ODM, y con multiplicidad de agencias de desarrollo
tratando de hacer transversalidad de género, tanto internacionales como de coope-
ración bilateral, además de otros actores, como ONGD del Norte y del Sur, centros
universitarios, sindicatos, etc. Por otra parte se inician dos importantes procesos: la

33
NAVA SAN MIGUEL ABAD

reforma de ONU y la aprobación de La Declaración de París sobre eficacia de la


ayuda. Desde ese año hasta 2008, se abre un interesante debate internacional que ini-
cia la Red para la igualdad de género del CAD (GENDERNET) y continúan con
mucha intensidad las organizaciones de la sociedad civil, sobre sí la agenda de la efi-
cacia supone una oportunidad o un riesgo para la igualdad de género. Sí se convierte
en una oportunidad y se sabe aprovechar puede ser un momento de inflexión para
retomar la agenda de género y aplicarla con un nuevo impulso para obtener resulta-
dos de cumplimiento de los derechos de las mujeres en el medio plazo.
De la Declaración de París al Foro de Alto nivel de Accra en 2008, y en solo
tres años, el debate evoluciona con rapidez hacia propuestas concretas para la in-
tegración de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres en el
nuevo orden de la eficacia. La sociedad civil se moviliza a nivel internacional de
manera muy propositiva, en la ruta hacia Accra y hacia la conferencia de Doha so-
bre financiación para el desarrollo, así como en la construcción de posiciona-
mientos concretos para el empoderamiento de género en la estructura de ONU.
En este contexto internacional en transformación se dan otros debates de
suma importancia y que nuevamente muestran avances en cuanto a los temas de
violencia, como es la aplicación de la Resolución 1325, sobre Mujeres, seguridad
y paz, por los países que la han ratificado en el año 2000.
En este artículo se plantea la necesidad de que en la etapa que va desde 2009 a
2015 se pueda realmente pasar a la aplicación efectiva del Enfoque GED, evolu-
cionado por los aprendizajes de los años anteriores y enriquecido por la aplicación
de los principios de París, la triple A, y los acuerdos de Doha. Se proponen por
tanto, algunas recomendaciones y actuaciones para consolidar avances para la igual-
dad, y la creación de unas nuevas directrices sobre género y eficacia de la ayuda, que
faciliten a los actores la aplicación de la DP y la Agenda de Accra, junto con el en-
foque GED y las estrategias de transversalidad y empoderamiento. Por tanto, se
plantea aquí, que estos avances puedan canalizarse mediante la constitución de un
nuevo pacto de asociación para el desarrollo en los temas de género, en el que todos
los actores donantes, socios e internacionales se pongan manos a la obra, de manera
conjunta, para crear una institucionalidad empoderada en la estructura de ONU.
Es también un momento propicio para que las agencias bilaterales analicen
sus potencialidades y sus procesos de evolución y se establezca en las nuevas Di-
rectrices de género y eficacia lideradas por el CAD, acciones y recomendaciones
para utilizar y aprovechar los nuevos instrumentos y modalidades de ayuda, así
como todos los elementos necesarios para que efectivamente se consigan resulta-
dos que reduzcan la desigualdad y la discriminación contra las mujeres antes de
2015, logrando avances progresivos que habrá que incrementar hasta 10 años
después, pero de manera continua y consensuada. En esta coyuntura, España
puede jugar un papel fundamental, dado que su política tiene en el centro de su
agenda la igualdad de género y está dando pasos importantes para conseguir una
mayor eficacia y calidad de la ayuda para el desarrollo.
En este contexto en transformación conviven los viejos contenidos con las
nuevas propuestas para la eficacia, y es un momento de oportunidad a aprovechar

34
OPORTUNIDADES Y PROPUESTAS EN LA AGENDA DE GÉNERO Y EFICACIA: AVANZANDO HACIA 2015

en el que se cuenta no sólo con los acuerdos de Accra y Doha, sino con las refle-
xiones y propuestas derivadas de la crisis económica mundial, que otorga una
nueva concepción de las relaciones internacionales, en la que se aboga por forta-
lecer el trabajo multilateral por el conjunto de los países.
Es importante recuperar del pasado lo aprendido y no partir de una nueva
agenda. La Declaración de París no puede cegar todo lo anterior: es el momento de
recuperar los enfoques GED y de derechos humanos contra la pobreza, de reconocer
la genealogía del feminismo como origen de la política GED, transcendiendo como
la lucha por la igualdad siempre ha venido de la mano de mujeres y organizaciones
feministas, tanto en occidente como en los países en desarrollo. Pero por otra parte
habrá que adaptarse a los nuevos principios operativos de París, conocer y saber uti-
lizar los nuevos instrumentos y las nuevas modalidades de ayuda, así como utilizar
nuevos recursos y formas de financiación, como los fondos globales multilaterales.

Algunas cuestiones a considerar…


Cabe preguntarse por tanto, para los actores de desarrollo y las organiza-
ciones de mujeres:
¿Cómo aprovechar este contexto y cómo utilizar lo viejo y lo nuevo (los tradi-
cionales y los nuevos instrumentos y modalidades), para obtener mejores resultados
para la igualdad real?;
¿Cómo además trascender a nuevos contenidos actuales en el contexto inter-
nacional, mediante el apoyo a nuevas líneas de investigación y acción para GED?
De este modo pueden ser los temas de construcción de paz, la acción huma-
nitaria, la relación entre género, migraciones y desarrollo, o las contradiccio-
nes y similitudes entre género y respeto a la diversidad cultural, entre otros;
¿Qué pasos podrían darse de manera conjunta entre los actores multilaterales,
bilaterales y las organizaciones de los países socios (tanto gubernamentales como de
sociedad civil) para acercarse a los resultados esperados en 2015 en materia de
igualdad? En este caso se hacen recomendaciones para una propuesta de ac-
ción, desde el planteamiento de: ¿Qué acciones tendrían que hacerse para que
hubiera una mayor coordinación y armonización de actores, a nivel interna-
cional?; ¿Y en la Cooperación Española (CE)?, por ejemplo ¿Cómo trabajar el en-
foque de Género en Desarrollo y Eficacia de la Ayuda (GEDEA) con las Comuni-
dades Autónomas, con las ONGD y las Universidades que trabajan temas de
desarrollo y género?; ¿Qué papel pueden jugar estos actores en la agenda de la efi-
cacia?; ¿Cómo puede la Cooperación Española aportar en el contexto internacional
en cuanto a algunos temas como la transversalidad, o la relación entre diversidad
cultural y género, considerando que éstos son ventajas comparativa en su gestión?

Este artículo pretende hacer visibles algunas vías para dar respuesta a alguna
de estas preguntas, a la vez que es el primero de un libro pensado para profundi-
zar en nuevas líneas de trabajo planteadas en la Estrategia de Género de la Coo-
peración Española, buscando nuevos conocimientos y formas de hacer en temas

35
NAVA SAN MIGUEL ABAD

prioritarios, en la actualidad de las políticas del desarrollo. En estas actuaciones es


necesaria la integración del enfoque de género, acompañado de los elementos
operativos para la eficacia de la ayuda, que puedan favorecer cambios positivos e
inmediatos para la igualdad y el empoderamiento de las mujeres, planteando ini-
ciativas interesantes a debatir y poner en práctica entre todos los actores del desa-
rrollo, contando con la participación real de la sociedad civil.

2. VIEJOS PROBLEMAS, ANTIGUAS DEMANDAS,


INERCIAS Y RESISTENCIAS
A pesar de que se ha avanzado bastante en cuanto a visibilizar el papel de las
mujeres en los procesos de desarrollo, en la creación de metodologías para traba-
jar la igualdad, en la institucionalidad de género, o en la construcción de marcos
de referencia, en formación, en difusión, etc., sin embargo los informes de desa-
rrollo del PNUD y aquellos otros específicos de género realizados en los últimos
años, tanto desde las organizaciones de ONU como desde las organizaciones de
sociedad civil, como el Social Watch, dan muestras evidentes de que la feminiza-
ción de la pobreza no se reduce en el mundo. Además, la situación de las mujeres
sigue estando marcada por la desigualdad frente a la posición de los hombres, por
la falta de poder y participación y el sometimiento a las peores formas de discri-
minación que sufren en los diferentes continentes. Se cuenta sin embargo, con
más datos y nuevas formas de denuncia de estas discriminaciones, que como la
manifestación internacional contra el feminicidio, hacen visible la violencia es-
tructural que sufren las mujeres en la mayor parte de los países. Dicha violencia
se agudiza en los conflictos armados y crisis humanitarias, donde se pone aún más
en evidencia la gran vulneración de los derechos de las mujeres como género en
su conjunto, y la impunidad que a lo largo del mundo permite y perpetúa esta
discriminación, invisibilizando y minimizando los problemas relacionados con la
condición de género de las mujeres, bien sean económicos, por falta de derechos
sociales, por ausencia en los espacios de poder, o en el ejercicio de su diversidad.
Las demandas de las organizaciones de mujeres y feministas no varían de ma-
nera sustantiva a lo largo de la historia, si bien ahora tienen un carácter global y
la fuerza de sus reivindicaciones vienen respaldadas por todo un marco jurídico y
declarativo internacional. También los problemas de desigualdad de género se re-
conocen como globales, y por ejemplo en el caso de las migraciones, los roles fe-
meninos se sostienen en lo tradicional, aún cuando las mujeres se trasladen de lu-
gar, siguen siendo ellas las cuidadoras y las responsables del orden en lo
doméstico. Las demandas son las mismas que hace 10 años frente a la feminiza-
ción de la pobreza, frente a la falta de derechos, frente a las dificultades para ejer-
cer la ciudadanía, frente a la invisibilización del papel de las mujeres y de lo fe-
menino en las sociedades, frente al ejercicio de los derechos sexuales y
reproductivos. Si leemos la Declaración Universal de los Derechos Humanos,
comprobamos su actualidad, 60 años después, en cuanto a sus denuncias y de-

36
OPORTUNIDADES Y PROPUESTAS EN LA AGENDA DE GÉNERO Y EFICACIA: AVANZANDO HACIA 2015

mandas; pero por otra parte existen ahora muchas más posibilidades que enton-
ces, cuando se constituyeron las Naciones Unidas, de luchar de manera global
contra esa discriminación; y esta situación hay que aprovecharla de forma eficaz
en todas sus posibilidades.
Frente a muchas oportunidades que las conferencias de ONU han ido
abriendo de manera global para las mujeres, y el desarrollo de las nuevas tecno-
logías en cuanto a difusión de derechos, incidencia en la construcción de de-
mocracias inclusivas que se reivindican en todo el mundo o en la constitución
de redes feministas mundiales y regionales, algo que ha limitado en mucho la
posibilidad de avances es el machismo obicuo institucionalizado y la concep-
ción patriarcal del mundo que sigue vigente en todas las culturas. Ese machismo
hace que las resistencias se perpetúen en las sociedades y en las organizaciones,
minimizando su relevancia, invisibilizando las consecuencias de la discrimina-
ción en la vida de las mujeres, ridiculizando y persiguiendo todavía (ningu-
neando) las reivindicaciones más importantes que hacen las organizaciones fe-
ministas, evaporizando las políticas de género. Esas resistencias conllevan
también viejas inercias que es difícil desarticular. Por ejemplo en los Organis-
mos Internacionales (OOII) las inercias machistas se reflejan en sus estructuras,
siendo éstos una muestra de las sociedades en las que se constituyen, en cuanto
a digamos «una doble moral para la defensa de los derechos de las mujeres y las ni-
ñas»: Ya que por un lado se defiende de manera declarativa la igualdad como de-
recho humano, pero por otro no se permite que se den las condiciones para ha-
cer posibles esos cambios. La maquinaria burocrática juega también un papel de
contención frente a cambios en la institucionalidad de género en las estructu-
ras de las agencias donantes, y los compromisos no se concretan en recursos eco-
nómicos ni humanos suficientes asignados a género, sin los cuales es muy difí-
cil avanzar. Algunas de las muestras más evidentes de esta falta de voluntad real
a favor de la igualdad en los últimos tres años en el seno de los organismos in-
ternacionales más importantes han sido:

■ Postergación en la toma de decisiones en la reforma de ONU en cuanto


a las arquitecturas de género. La falta de acuerdo entre los organismos de
género más importantes de la ONU para concretar avances reales en tres
años en la definición de una arquitectura de género más eficaz en la re-
forma de ONU. Los problemas se hicieron más evidentes en la Confe-
rencia anual sobre la Condición económica y social de las mujeres (CSW)
de 2008, que trataba sobre financiación para la igualdad, al no haber una
posición contundente de los países ni de las agencias ante la posición más
generalizada que era la de crear una instancia única potente para la igual-
dad de género.
■ Dilatación en los nombramientos de los cargos directivos en los organismos
de género más importantes: Otro elemento de falta de voluntad se mostró
en la dilatación en el tiempo del nombramiento de una directora para

37
NAVA SAN MIGUEL ABAD

UNIFEM, y vuelve a repetirse en el caso de INSTRAW que ya lleva varios meses


sin directora nombrada.
■ Falta de prioridad de la igualdad de género en la agenda hacia Accra:
Otra muestra evidente de las resistencia que todavía conlleva trabajar el
enfoque de género en desarrollo en los principales organismos interna-
cionales, y que pone en evidencia la contradicción entre la teoría y la
práctica, son las resistencias que ha encontrado la propia Red de Género
del CAD para poner en el centro de la agenda de Accra sus posiciona-
mientos iniciales. Aunque gracias al esfuerzo y tesón interno del trabajo
del grupo se han conseguido plasmar avances difíciles de incorporar ini-
cialmente. GENDERNET, compuesto por las representantes de género
de las agencias bilaterales de desarrollo, y la participación de los organis-
mos internacionales, se planteaba internamente como primera opción, la
propuesta de realizar una mesa de género específica entre las mesas de de-
bate a concretar en el III Foro de alto nivel de Accra, y de diseñar indica-
dores de género para la aplicación de la Declaración de París. Como se-
gunda posibilidad se propuso establecer una mesa que diera tratamiento
a todas las prioridades transversales, dando seguimiento así a los acuerdos
alcanzados en la reunión de Dublín 2007, que trataba sobre las transver-
sales y su relevancia en la aplicación de la DP. Ninguna de las dos inicia-
tivas es aceptada por la organización del Foro de Eficacia. Como tercera
opción se optó por integrar el tema de género en las 9 mesas temáticas en
Accra, pero muy vinculado a las otras transversales, tal y como se acordó
con los jefes de cada mesa y del CAD en la reunión de Londres en marzo
de 2008, quedando este acuerdo como un muy importante avance del
Encuentro sobre las prioridades transversales, además de la integración
explícita y muy respetada de contar con la participación de la sociedad ci-
vil y sus propuestas en el Foro de Accra. GENDERNET, a su vez, pro-
pone para la reunión de Londres, la necesidad de recopilar experiencia
empírica de iniciativas para la igualdad de género y de las otras transver-
sales que incluyan los principios de la DP. Finalmente, en Accra, y des-
pués de un arduo trabajo de las responsables de género en cada país para
que las delegaciones de donantes se apropien de la defensa de la igualdad
de género en los discursos, se muestran los avances del grupo en cuanto
a: a) Sistematización de experiencias sobre igualdad y aplicación de los
principios de DP; b) elaboración de un documento de recomendaciones
para los países en género y DP; c) Presencia de mujeres en las mesas y de
los temas de género en los discursos de las principales mesas, d) Así como
acompañamiento al Foro de organizaciones de mujeres de la sociedad ci-
vil; e) Además de construir un espacio propio de Gendernet fuera de las
mesas centrales, para mostrar los avances más significativos y las pro-
puestas para la eficacia en género.

38
OPORTUNIDADES Y PROPUESTAS EN LA AGENDA DE GÉNERO Y EFICACIA: AVANZANDO HACIA 2015

Puede considerarse que pese a las resistencias que el propio grupo ha tenido
para conseguir poner en el centro de la agenda de Accra la igualdad de género, sin
embargo al trabajo de la Red se le deben en el contexto internacional importan-
tes logros: entre otros, haber apoyado la participación de sociedad civil de género
en las reuniones previas preparatorias, y en el propio Foro de Accra, lo que ha su-
puesto una medida de presión importante para que desde sociedad civil se posi-
cionen los temas de género en muchos de los espacios de Accra, y en el debate ha-
cia Doha. Por otra parte desde Gendernet, al organizar la reunión de Londres, se
ha potenciado también que puedan incluirse como prioridades en la agenda in-
ternacional de eficacia, los otros temas transversales, como son derechos huma-
nos, medio ambiente o grupos excluidos. Es muy destacable que el grupo ha ve-
nido trabajando de manera continuada en la aplicación de la DP en los temas de
género desde 2005, lo que ha supuesto sin duda un importante impulso para su
incorporación posterior en la agenda de Accra. De igual manera, las organizacio-
nes de mujeres y feministas de sociedad civil, a partir de su participación en las
reuniones del Gendernet durante 2006 y 2007, han podido movilizarse de ma-
nera muy activa en el camino hacia Accra, contando además con el apoyo de al-
gunos gobiernos como el canadiense o el español, respaldando iniciativas y con-
sultas regionales de las redes y organizaciones de mujeres en el camino hacia Accra
y Doha.
Otra de las más importantes inercias a desterrar que se ha generado durante
los años posteriores a Beijing, y que hay que superar, es la disyuntiva entre lo po-
lítico-técnico, que se ha dado en los organismos internacionales y las agencias
de cooperación. Esta disyuntiva se refiere a la tendencia a desvincular el tema de
género de toda connotación política, revistiéndolo de un metalenguaje tecnifi-
cado, cuando en realidad es un tema de posicionamiento absolutamente político
por la defensa del derecho humano a la igualdad, y la distribución de poderes y
espacios políticos entre los géneros. Las demandas fundamentales de las feminis-
tas del siglo XX son las mismas que ahora se reivindican desde esta visión técnica
de género. No podemos seguir obviando y negando el origen feminista de las te-
orías de género en desarrollo, esta situación ha causado muchos problemas ya y
pocos resultados para la igualdad de género en los países en desarrollo. Reconocer
la genealogía del feminismo y nombrar por su nombre a las políticas de género en
desarrollo, como una lucha del feminismo por alcanzar la dignidad y los derechos
de las mujeres en todos los países del mundo, es una necesidad para tener clari-
dad en cuanto a lo que defendemos, con quienes contamos y como avanzar en esa
dirección.
La disociación entre feminismo y trabajo técnico de género conlleva tam-
bién falta de especialización en el tema y de formación feminista: esa resistencia
tan fundamental y limitadora ha acarreado otras inercias en el seno de las agencias
como ha sido en muchos casos, durante los 90, la falta de especialización real del
tema de género, considerando que los puestos de género pueden ser ocupados por
mujeres no formadas en género y muchos menos en teoría feminista, fundamen-
tal para posicionar el tema en toda su dimensión política y reivindicativa.

39
NAVA SAN MIGUEL ABAD

Mirando hacia delante, hacia el 2015, es muy importante para las agen-
cias de los donantes y de los organismos internacionales y que se reconozca la
vigencia de los problemas y las limitaciones que sitúan a las mujeres y las niñas
en condiciones de pobreza, discriminación, desigualdad y exclusión.
Además reconocer que la agenda de los ODM y de Eficacia vienen a ser
agendas que refuerzan y no que limitan la puesta en práctica de la Plataforma
para la Acción de Beijing, Cedaw y el Plan de Acción del Cairo, y no una sus-
titución o superación del contenido de esas agendas.
Identificar las resistencias que todavía ponen fuera de la corriente princi-
pal a los temas de género, nos ayudarán a superar viejas inercias infundadas so-
bre ellas, como son: La falsa disyuntiva entre lo político y lo técnico en cuanto
a la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres; la desvinculación
de la teoría de género de la teoría feminista y de las reivindicaciones y deman-
das de las feministas de épocas anteriores, así como la falta de especialización
de género en las políticas de desarrollo.

3. MARCOS NORMATIVOS, INSTITUCIONES E INSTRUMENTOS


AÚN VIGENTES
a. Marcos de referencia y agendas por cumplir
A 60 años de la aprobación de la Declaración de los Derechos Humanos, na-
die cuestiona la falta de cumplimiento de sus artículos y la necesidad de seguir rei-
vindicando su aplicación. Desde su constitución y en las décadas sucesivas la de-
manda de igualdad y no-discriminación ha sido una constante desde los
movimientos y organizaciones de mujeres de la sociedad civil, y aparece integrada
en los marcos normativos internacionales y nacionales como un elemento indis-
cutible de democracia y progreso social.
Desde 1975, año de la primera conferencia mundial de las mujeres celebrada
en México, se celebran cuatro conferencias mundiales de las que se derivan mar-
cos declarativos y normativos que marcarán objetivos y medidas para avanzar ha-
cia la igualdad entre hombres y mujeres. Será la CEDAW aprobada en 1979, la
convención de rango jurídico más importante, que junto con su posterior Proto-
colo facultativo, es de obligado cumplimiento para todos los gobiernos. Sus in-
formes de cumplimiento son todo un avance en el contexto internacional, y
muestran la vigencia de sus estatutos. Por otra parte, la Declaración y Plataforma
para la acción de Beijing, emanados de la IV Conferencia Mundial de las Muje-
res celebrada en 1995, son documentos de referencia obligada en el panorama in-
ternacional para avanzar en la igualdad de género y el empoderamiento de las mu-
jeres en el mundo. Estos documentos marcan tanto el contenido y
posicionamiento político consensuado en cuanto a género para adoptar por todos
los países que lo ratifican, como medidas concretas destinadas tanto a los gobier-

40
OPORTUNIDADES Y PROPUESTAS EN LA AGENDA DE GÉNERO Y EFICACIA: AVANZANDO HACIA 2015

nos, como a los OOII, y a las organizaciones de sociedad civil para su aplicación.
Se reconoce en diferentes reuniones de la Asamblea de ONU, celebradas durante
2005 y hasta hoy, la falta de cumplimiento de los acuerdos establecidos en Bei-
jing, y la actual vigencia y necesidad urgente de aplicación de todos los objetivos
de la Plataforma de Acción, dado que sus demandas y propuestas son actuales y
siguen siendo útiles para alcanzar la igualdad y para acercarse a las metas pro-
puestas para el 2015 en la agenda mínima de los ODM.
Dado el componente de transversalidad que acompaña a la integración del
enfoque de género en desarrollo, se cuenta también con un amplio marco decla-
rativo y normativo por sectores, fruto de las conferencias de los años 90. Estos en-
cuentros internacionales situaron a la igualdad de género entre las prioridades de
cumplimiento de sus documentos programáticos y normativos de salud, de edu-
cación, etc. Podemos citar como los más importantes la Agenda 21 en Medio Am-
biente (Río1992), el Plan de acción de Copenhague sobre desarrollo social
(1994), o los documentos que posicionan los derechos de las mujeres en la Con-
ferencia de Viena en 1993, o la Conferencia de Población y Desarrollo de El
Cairo (1994), donde además se consideran los Derechos sexuales y reproductivos
como derechos humanos y antecede a Beijing en cuanto a considerar las estrate-
gias de transversalidad y empoderamiento.

b. Marcos institucionales en transformación


Desde 1995 y con la influencia de la Plataforma de Beijing, la mayor parte
de las agencias bilaterales de cooperación y los OOII, antes o después a lo largo
de la década posterior, construyen unidades u oficinas de género para operativi-
zar el mandato de Beijing. Estas unidades, con mayor o menor rango, con más o
menos personal y presupuestos, son las primeras iniciativas de institucionalización
del enfoque de género en las agencias, lo que supone un importante avance, a pe-
sar de las limitaciones y resistencias que acompaña a su puesta en práctica. Son
también el primer espacio donde muchas responsables de género han tenido
oportunidad de situarse en las estructuras de los organismos internacionales, y de
intentar poner en práctica la transversalidad y el empoderamiento de las mujeres
en las políticas de desarrollo.
En algunos casos como en los países nórdicos, las evaluaciones muestran
como las unidades de género en sus agencias dieron importantes frutos, y luego
el intento de hacer estructuras más transversales, donde las oficinas específicas de-
saparecían o se debilitaban, por un modelo más expansivo y horizontal de género,
han demostrado en los resultados que la institucionalidad específica es necesaria
y que se debe seguir contando con unidades especializadas de género dentro de las
agencias de cooperación.
Por todo lo aprendido en el camino, puede considerarse que estas unidades
son los cimientos de una mayor institucionalidad que hay que ir construyendo de
manera firme y contundente sobre la base de estas primeras experiencias. Es ne-

41
NAVA SAN MIGUEL ABAD

cesario recopilar el aprendizaje y el saber hacer acumulado sobre institucionalidad


de género, y en muchas ocasiones en condiciones de mucha dificultad y resisten-
cia para implantar el enfoque de género en las políticas de desarrollo.
Estamos en un momento de transformación de las arquitecturas de género
tanto en ONU, como en muchas agencias bilaterales y en organizaciones de de-
sarrollo, por lo que es necesario consolidar estructuras con capacidad y poder para
hacer efectivamente mainstreaming de género. Es necesario además, superar si-
tuaciones de precariedad laboral y de debilidad en el grado de posicionamiento je-
rárquico y de prioridad política real de las unidades de género en las estructuras
de las organizaciones de cooperación para el desarrollo.

c. Instrumentos tradicionales para adaptar a los principios de París


El principal instrumento para trabajar en desarrollo han sido los programas
y proyectos, bien sean coordinados desde los OOII, por las agencias bilaterales o
a partir del trabajo de las ONGD en asociación con organizaciones del país. Una
de las críticas constantes a este tipo de instrumentos y a las agencias de coopera-
ción es que los proyectos venían ya previamente identificados y diseñados por las
propias agencias; o bien en el caso de que fueran elaborados por las denominadas
contrapartes en los países, sus contenidos venían muy marcados por las priorida-
des y los intereses en los países de la agenda de los donantes. Pero, para bien o para
mal, los instrumentos más utilizados han sido los proyectos y programas en toda
la experiencia de la cooperación y de su aplicación se pueden extraer importantes
aprendizajes y elementos que han venido a nutrir y desarrollar el contenido de los
principios de París.
Por otra parte al menos en la Cooperación Española, y en concreto en los te-
mas de género sería importante seguir utilizando los viejos instrumentos, refor-
zados con otras herramientas que garanticen una buena planificación, segui-
miento y evaluación de sus resultados, y que redunden en una mejora en la
calidad de la ayuda en su conjunto. Para género es importante mantener los ins-
trumentos tradicionales, puesto que la demanda de nuevos instrumentos todavía
está muy lejos de ser un mecanismo realmente útil para la igualdad, dado que es-
tán centrados en otros sectores como salud, o educación. Por otra parte, los pro-
gramas y proyectos siguen siendo una buena vía para utilizar por las ONGD y
para apoyar iniciativas de sociedad civil, además de apoyar como hasta ahora po-
líticas públicas de género, que en muchos casos funcionaban prácticamente como
apoyos presupuestarios, puesto que eran la principal fuente de financiación de los
mecanismos públicos de igualdad, nacionales o locales.
Es necesario adaptar los viejos instrumentos a los principios de la eficacia, para
mejorar la armonización y coordinación de actores, para fortalecer el alineamiento
y la apropiación con los países, y para ir reforzando mecanismos de mutua respon-
sabilidad y gestión por resultados. Por otra parte, merecería la pena poder reforzar
instrumentos para construir alianzas mas sólidas entre organizaciones gubernamen-

42
OPORTUNIDADES Y PROPUESTAS EN LA AGENDA DE GÉNERO Y EFICACIA: AVANZANDO HACIA 2015

tales y de sociedad civil (apoyo de otros actores que pueden acompañar a estas ins-
tancias: ONGD, universidades, sindicatos, empresas). Los viejos instrumentos pue-
den servir para ir difundiendo y formando en los principios y procedimientos de
trabajo de la agenda de la eficacia, y para, de manera progresiva, incidir en la nego-
ciación de nuevos instrumentos para género a más largo plazo, con gobiernos de los
países socios y con las organizaciones donantes. Para ello habrá que contemplar de
manera inmediata actividades de difusión sobre el nuevo contexto en transforma-
ción de la ayuda y sus nuevas modalidades de financiación.
También se hace necesario recopilar el aprendizaje de la transversalidad en los
proyectos desde los 90, y poder trabajar con más precisión y resultados en este
sentido en el ejercicio de proyectos no específicos de género, que pueden ser pues-
tos en práctica entre los socios y las agencias bilaterales, y las ONGD del Norte
en el Sur, tanto con instrumentos tradicionales como nuevos.

d. Aprendizajes desde la aplicación


Durante la década de 1995 a 2005, se inicia una etapa de aplicación del man-
dato de Beijing, con lo que implica pasar del discurso a la práctica del Gender
mainstreaming y de la estrategia de empoderamiento, en un contexto no favorable a
su propia aplicación, tanto en los países como en los OOII. Una de las conclu-
siones que se pueden extraer en esta etapa es que los temas de género han sido una
prioridad en el discurso pero no en la práctica real de las políticas de cooperación
internacional, y que por tanto su aplicación ha tenido muchas limitaciones a la
hora de implantarse en las acciones de desarrollo. Otra de las lecciones aprendi-
das es que, en general se han aplicado enfoques MED confundiéndolos con
GED, lo que ha supuesto avances para las mujeres, pero no todos los que hubie-
ran sido deseables, en cuanto a la mejora de sus condiciones de vida, ni en cuanto
a asumir y participar en igualdad en espacios de poder de manera significativa.
Esta aplicación errónea del enfoque promulgado en Beijing, es resultado de dos
hechos importantes: por una parte, las resistencias a adoptar posturas transfor-
madoras para la igualdad, que conllevan asumir por los gobiernos antiguas de-
mandas proclamadas desde el feminismo; y por otra, la falta de comprensión y co-
nocimiento especializado en las instituciones, de lo que son las estrategias de
mainstreaming y empoderamiento, construyéndose sobre ellas viejos mitos que
esconden inercias machistas, que se solidifican en limitaciones para su efectiva
aplicación en los OOII y en las políticas de desarrollo.

Es fundamental que antes de celebrar una V Conferencia Mundial de las


Mujeres en ONU, se acelere el cumplimiento de las medidas ya establecidas en Bei-
jing, y la agenda mínima de los ODM para la igualdad y el empoderamiento de
las mujeres antes de 2015, acompañando los marcos de contenido político que en
los documentos de Beijing, el Cairo o CEDAW se trazan, con las propuestas opera-

43
NAVA SAN MIGUEL ABAD

tivas establecidas en la Declaración de París o la Agenda de Acción de Accra para


conseguir una ayuda más eficaz. Hay que contar además como otro instrumento
fundamental la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad, sobre Mujeres, seguri-
dad y paz, establecida en el año 2000.
Todo el aprendizaje acumulado para la aplicación, tanto de la transver-
salidad de género como de empoderamiento, en instrumentos tradicionales, en
elementos de coordinación de actores implicados, en institucionalidad y metodolo-
gías, han de ser aprovechados de manera eficaz en esta etapa que se desarrolla hasta
2015. Lo antiguo, lo aprendido, sigue siendo útil hacia el futuro, y es muy impor-
tante recuperar ese conocimiento, haciendo una relectura del pasado que invita a
reconocer la genealogía feminista del enfoque de género en desarrollo. Es necesario
contar no sólo con el trabajo desarrollado en proyectos en las últimas décadas, sino
con el reconocimiento y el trabajo acumulado por las organizaciones feministas, que
durante siglos han conseguido importantes logros para todas las mujeres del mundo,
y en contextos antiguos no menos complejos y de rechazo hacia la igualdad que los
actuales en muchos de los países.

4. NUEVAS OPORTUNIDADES Y PROPUESTAS EN LA AGENDA


ACTUAL PARA EL DESARROLLO
Por primera vez desde las Metas del Milenio, y con mayor repercusión a par-
tir de la Declaración de París y de la Agenda de Acción de Accra, se produce un
amplio consenso entre países socios, donantes, organismos internacionales y so-
ciedad civil, alrededor de la necesidad de aunar todos los esfuerzos necesarios para
luchar contra la pobreza y de marcar una serie de directrices operativas que me-
joren los resultados en las actuaciones para el desarrollo. Los principios de la DP
son el resultado de una autocrítica necesaria de los donantes contra la falta de
avances en la lucha contra la pobreza, y la falta de coordinación de los actores del
desarrollo, recelosos de sus propios logros y de su visibilidad y actuaciones, pese
a todos los esfuerzos y recursos invertidos en las últimas décadas.
La Declaración de París, y posteriormente Accra no son agendas de conte-
nido sino que vienen a ser mapas, hojas de ruta para hacer más efectivas las ac-
ciones para el desarrollo, vienen a abrir vías y formas de trabajo conjunto que ace-
leren la consecución de resultados a corto y medio plazo. Los principios son el
continente, y el contenido político de cada sector de las políticas de desarrollo ha
de recuperarse de los documentos de referencia de las conferencias internaciona-
les sobre desarrollo celebradas en ONU durante los años 90.
Ante este acuerdo histórico de mínimos a cumplir y de trazos concretos de
cómo hacerlo, para no duplicar esfuerzos y aprovechar al máximo los recursos y
las capacidades de todos los actores de la cooperación, las organizaciones de mu-
jeres gubernamentales y no gubernamentales se enfrentan al reto de ser capaces de
sumarse a esta agenda, mediante una asociación para la igualdad de género, y de

44
OPORTUNIDADES Y PROPUESTAS EN LA AGENDA DE GÉNERO Y EFICACIA: AVANZANDO HACIA 2015

aprovechar el nuevo orden del desarrollo para revitalizar alianzas, trabajo con-
junto en la búsqueda de resultados urgentes y posibles para el cumplimiento de
los derechos de las mujeres.
Es un momento de oportunidades para saber combinar lo viejo y aprendido
en los años anteriores sobre género y desarrollo, con las nuevas vías que se abren
en el proceso de transformación de las políticas para el desarrollo y los nuevos ro-
les que juega cada actor. Por ello en este epígrafe se analizan los distintos elemen-
tos de oportunidad que pueden favorecer la aplicación de políticas de género en
desarrollo, como son:

a. El nuevo contexto en transformación


Desde el año 2000 hay un contexto de cambio, que se acelera a partir de
2005, cuando se revisan los 5 años de cumplimiento de los ODM y los 10 años
desde Beijing, y además se firma la Declaración de París sobre eficacia de la ayuda.
Por otra parte en 2008 no sólo se da el III Foro de alto nivel en Accra, sino que
además se celebra la Conferencia CSW, sobre financiación para género, y poste-
riormente en Doha el seguimiento de la Cumbre de Monterrey. Por otra parte la
crisis económica abre vías de oportunidad ante la necesidad de reforzar la coordi-
nación y el multilateralismo en las relaciones mundiales.
Por tanto, es un momento coyuntural para revitalizar las actuaciones hacia la
igualdad de género y tratar de situar el tema en el centro de las agendas para el de-
sarrollo en los países. Es un periodo fundamental para la «acción» en cumpli-
miento de las metas hacia 2015, y para poder contar con más y mejores resulta-
dos a revisar en la V Conferencia Mundial de las Mujeres de ONU, que todavía
no tiene fecha prevista, pero que tal vez no debería celebrarse hasta avanzar en las
agendas que están todavía por cumplir.

b. Nuevos marcos de referencia operativos


Los marcos normativos y declarativos que marcan el contenido y posiciona-
miento político, como son Beijing o CEDAW, vienen a complementarse con los nue-
vos marcos de referencia operativos como son los principios de París: Alineamiento,
Apropiación, Armonización, Gestión por resultados y Mutua responsabilidad. La
aplicación de estos principios debe darse en tres ámbitos y a distintos niveles:
1. En el ámbito de los países donantes, a nivel de armonización y coherencia
de políticas entre todos los actores de la cooperación bilateral de un país,
lo que facilitará el aprovechamiento conjunto de recursos y de responsabi-
lidades mutuas en terreno.
2. En el ámbito de los países socios, donde habrán de coordinarse por una
parte los actores nacionales de cada sector, para coherencia de políticas; y
además con todos los actores internacionales presentes que apoyen dicho

45
NAVA SAN MIGUEL ABAD

sector, para actuar de la manera más operativa, constructiva y transparente


posible, superando enfrentamientos históricos por ejemplo entre sociedad
civil y mecanismos de igualdad. Será muy importante que en el ámbito del
país socio los donantes respeten realmente los principios de alineamiento
y apropiación con las políticas del propio gobierno.
3. En el ámbito internacional para armonización de cualquier actor con los
mandatos y doctrinas internacionalmente consensuadas en los foros de de-
cisión sobre las políticas de desarrollo.

En algunos casos como el español o el italiano la convivencia de actores des-


centralizados, o de una multiplicidad de actores, requiere de un esfuerzo previo
mayor de armonización en el país donante, donde se construyen los marcos de re-
ferencia comunes para todos.
El cuadro siguiente explica de forma esquemática los pasos a seguir para una
efectiva integración de la transversalidad de género integrando los principios de
París en cualquier acción para el desarrollo, bien sea mediante un proyecto tradi-
cional, como en un nuevo instrumento.

TRANSVERSALIDAD DE GÉNERO EN DESARROLLO Y EFICACIA DE LA AYUDA1


Adaptación del enfoque GED a la propuesta de aplicación de la Declaración de París para potenciar
la eficacia de la ayuda dirigida a mejorar la igualdad de género, para no duplicar esfuerzos y promo-
ver la asociación contra la pobreza, el desarrollo y los DDHH. Se integran elementos de coordina-
ción entre actores fundamentales para la transversalidad de los principios de París en la puesta en
práctica del enfoque GED. Se toma como ejemplo el caso de la Cooperación Española.
NIVELES AMBITOS DE PASOS A SEGUIR: Líneas ACTUACIO ACTORES
DE INTERVENCIÓN de actuación consecutivas o NES INVOLU-
INTEGRA- que pueden desarrollarse al PRIORITA- CRADOS
CIÓN mismo tiempo. RIAS
ENFOQUE
GED
Prioridad ho- Ámbito nacional de Se promueve de forma hori- Promover SECI/DG-
rizontal de España zontal: desde SECI, POLDE/ AE-
género y efi- 1. Fortalecer la coordina- DGPOLDE, CID
cacia de la ción de actores a nivel AECID la Si se armoni-
ayuda nacional. RED de zan con la Es-
Se refiere a las 2. Propiciar la coherencia difusión y trategia:
acciones para de políticas en las admi- aplicación — CCAA
potenciar la nistraciones públicas GEDEA: entre — ONGD
transversali- con competencias en gé- actores de la — Sindicatos
dad GED y nero y desarrollo Cooperación — Organiza-
EA en la me- Española y ciones empre-
Ámbito interna- 3. Armonización y com-
jora de la organizaciones sariales
cional plementariedad interna-
coordinación internacionales — Centros de
cional. Intercambio y

1 Fuente: Estrategia de Género en Desarrollo de la Cooperación Española.

46
OPORTUNIDADES Y PROPUESTAS EN LA AGENDA DE GÉNERO Y EFICACIA: AVANZANDO HACIA 2015

entre actores trabajo conjunto por la y de los países estudios de


de la Coope- eficacia de la ayuda en socios (varias desarrollo y
ración Espa- género. redes en una, Universidades
ñola y con 4. Coordinación con aque- que se irán — Otras or-
OOII. llas agencias multilatera- constituyendo ganizaciones
les y bilaterales cuyo de forma y asociaciones
mandato coincide con progresiva): * de la sociedad
el de la Cooperación Es- Ver cuadro civil que tra-
pañola en materia de gé- que explica las bajan el enfo-
nero y desarrollo. funciones de que GED.
la RED y la
Prioridad sec- Ámbito de países 5. Difundir y contribuir de Actores de la
composición
torial GED y socios y entidades forma efectiva el alinea- C E con me-
de la misma
su transversa- locales miento, apropiación y canismos de
en el punto 5
lidad de gé- mutua responsabilidad. igualdad, y
de esta
nero y efica- 6. Promover con las accio- ministerios,
Estrategia de
cia. nes de la Cooperación entes locales y
Género.
Se refiere en Española la coherencia organizacio-
GEDEA
concreto a las de políticas a nivel na- nes con com-
SECI
acciones de cional y local de los paí- petencia en
GEDEA
armonización ses socios. GED.
INTERMINI
y coordina-
Ámbito de actores 7. Armonización nacional STERIAL Actores de la
ción de acto-
de Cooperación Es- entre los países socios, GEDEA CE española
res en los paí-
pañola en los países con coordinación, com- INTERTERR presentes en
ses socios en
socios plementariedad y cohe- ITORIAL los países so-
la puesta en
rencia entre todos los GEDEA Y cios traba-
práctica de las
actores de la Coopera- SOCIEDAD jando en
acciones de la
ción Española CIVIL GED.
Cooperación
GEDEA
Española con Ámbito interna- 8. Armonización interna- Actores de la
INTERNA-
todos. cional en los países cional mediante coope- CE en los
CIONAL
socios raciones bilaterales y GEDEA países socios y
multilaterales con los PAISES organismos
países socios o entidades SOCIOS internaciona-
locales SECI/DGPO les, agencias
9. Coordinación con aque- LDE/ AECID bilaterales, or-
llas agencias multilatera- GEDEA ganismos re-
les cuyo mandato coin- PAÍSES gionales y
cide con el de la ONGD in-
Cooperación Española, ternacionales
buscando el acerca- y de los
miento y aplicación de países.
los nuevos instrumentos
en cuanto a GED.
10. Promover de manera
conjunta los principios
de la Declaración de Pa-
rís relacionados con el
enfoque GED.

47
NAVA SAN MIGUEL ABAD

c. Nuevos principios y enfoques


Es muy importante que los contenidos estén claros y homogeneizados entre
todos los actores, así como diferenciados de los aspectos más operativos para una
mayor eficacia y calidad de la ayuda.
Reconocer el contenido de carácter político de la igualdad de género y el em-
poderamiento de las mujeres es un paso para avanzar en las acciones hacia el pleno
disfrute de los derechos de las mujeres. En este sentido podemos hablar de dos
contenidos complementarios:

1. Los principios y enfoques de contenido político que marcan el posiciona-


miento oficial ante una política, que no son nuevos sino que ya vienen es-
tablecidos desde la Declaración de derechos humanos y la Plataforma de
Beijing; y
2. Los nuevos principios y enfoques de carácter más operativo, que se han
construido a partir de la Declaración de París y las conferencias de finan-
ciación para el desarrollo.

Por tanto, podemos hablar de los Principios fundamentales de Igualdad y no-


discriminación, basados en los derechos humanos. Y de los principios operativos, que
son principios rectores de la agenda de la eficacia: alineamiento, apropiación, armo-
nización, mutua responsabilidad, gestión por resultados y coherencia de políticas.
En cuanto a los enfoques de desarrollo, contamos con una combinación de
lo viejo y lo nuevo, que desde un análisis y revisión de los marcos de referencia an-
tiguos, se renueva con nuevas formas de hacerlos operativos: se recupera el Enfo-
que de Derechos humanos de las mujeres, como la vía más legítima para luchar
contra la pobreza y la feminización de la misma; y el enfoque GED, complejizado
y enriquecido con el aprendizaje de más de 10 años de aplicación de Beijing,
junto con el enfoque operativo de eficacia de la ayuda. Podemos hablar de un
nuevo enfoque que complementa el enfoque de Género en desarrollo, con los prin-
cipios de la Eficacia de la Ayuda, (Enfoque GED+EA). El enfoque GED combina
además las estrategias de transversalidad y empoderamiento que promulgaba la
Plataforma para la acción de Beijing.
Aplicar este nuevo enfoque combinado no es tarea sencilla, pero es necesaria
para que los esfuerzos y recursos para el desarrollo sean canalizados de manera co-
mún por todos los actores y poder rentabilizar al máximo cualquier acción para
la igualdad.

d. Arquitecturas de género en transformación


Aunque desde la Conferencia de Beijing son muchos los avances en cuanto a
la integración de género en las estructuras de las agencias de desarrollo y los
OOII, es el momento de reforzar y consolidar los procesos de institucionalidad de

48
OPORTUNIDADES Y PROPUESTAS EN LA AGENDA DE GÉNERO Y EFICACIA: AVANZANDO HACIA 2015

género como un elemento fundamental de la transversalidad real. Sin la institu-


cionalidad, la transversalidad es transitoria y por tanto insostenible en resultados
a largo plazo para la igualdad. En este sentido es un momento de gran oportuni-
dad, puesto que se viene gestando la reforma de ONU desde 2005, y uno de los
elementos a consolidar es la institucionalidad de género.
Por otra parte, muchas agencias de cooperación están en un proceso de revi-
sión de logros y de efectividad de sus propias arquitecturas y unidades de género.
Por ejemplo la Cooperación Española, después de avanzar mucho en la renova-
ción de sus mecanismos de planificación estratégica en la anterior legislatura, está
ahora en renovación de la estructura de su Agencia de cooperación, contando
con una División específica de género.

Enfoque evolucionado de Género en las políticas para el desarrollo2


Enfoque de El enfoque GED busca superar algunas limitaciones de los enfoques MED, que to-
Género en el davía reproducen roles tradicionales de las mujeres y de los hombres, y recargan sus
Desarrollo esfuerzos vitales, sin cambiar sus condiciones estratégicas y políticas. Es reconocido
por las organizaciones feministas y por la ONU como el enfoque más efectivo para
favorecer la igualdad y equidad de género en las acciones de desarrollo.
Pone énfasis en analizar las relaciones de género como relaciones desiguales de
poder entre hombres y mujeres, que perpetúan la pobreza, las desigualdades, la
diferente distribución de espacios y riquezas y el crecimiento económico insos-
tenible en el mundo, en detrimento de la participación de las mujeres en la toma
de decisiones. Considera la diversidad de formas de ser mujeres y hombres en sus
distintas realidades y toma en cuenta los intereses prácticos y estratégicos de las
mujeres para su integración, mediante procesos de empoderamiento que trans-
formen de manera justa los poderes que ejercen hombres y mujeres.
Enfoque GED La Conferencia de Beijing enriquece con sus planteamientos los contenidos del en-
Post-Beijing más foque GED, incorporando nuevos elementos y reforzando otros: 1. Retoma del de-
evolucionado bate mundial el nuevo paradigma de desarrollo humano sostenible, explicitando el
enfoque de género; reconoce los DDHH de las mujeres y los Derechos sexuales y re-
productivos (DSR) como derechos humanos. 2. Promueve la necesidad de interre-
lacionar múltiples disciplinas en el proceso de desarrollo y para la igualdad. 3. Plan-
tea acciones para todos los actores, promoviendo un amplio consenso y compromiso
mundial sin precedentes. 4. Refuerza la necesidad de combinar la doble prioridad
de: empoderamiento y mainstreaming de género o transversalidad.
Enfoque A partir de 2005, con la revisión de cumplimiento de Beijing y ODM+5, y la
GEDEA = aparición de la Declaración de París, se abre un nuevo marco de evolución y en-
GED+lecciones riquecimiento del enfoque. Como resultado de las reflexiones realizadas en reu-
aprendidas+ niones internacionales de expertas de género, se concluye que la igualdad de gé-
Eficacia de la nero ha de adaptarse a un nuevo marco de aplicación para obtener mejores
ayuda resultados para el desarrollo, adoptando las nuevas modalidades de ayuda, y la
nueva agenda de asociación internacional para el desarrollo, y por tanto, ha de
aplicar los principios de la eficacia de la ayuda, integrarse en los nuevos instru-
mentos, y en las nuevas arquitecturas de desarrollo.

2 Fuente: Estrategia de Género en Desarrollo de la Cooperación Española.

49
NAVA SAN MIGUEL ABAD

En España, esta adaptación se dará al mismo tiempo que se refuerza GED y EA


en los instrumentos tradicionales, y que se produce la reforma de la Cooperación
Española en su conjunto, de una política de ayuda, a una política de estado para
el desarrollo.
GEDEA combina el contenido del enfoque GED, adaptado y mejorado por más
de 10 años de aplicación de la Plataforma de Beijing y la definición de nuevas te-
máticas prioritarias para la igualdad de género en el actual contexto interna-
cional, con un enfoque operativo definido por la Declaración de París, para ob-
tener una mayor efectividad en los resultados de la ayuda para el desarrollo.
Propone una reflexión y reubicación de todas las organizaciones de mujeres y fe-
ministas (gubernamentales, no gubernamentales e internacionales) en una nueva
alianza y asociación para el desarrollo también en los temas de igualdad de gé-
nero.

Nuevos Enfoques operativos asociados a los nuevos instrumentos


Enfoque Es el proceso orientado a lograr que los recursos financieros que el gobierno del
sectorial país socio y la cooperación externa dediquen a género, respondan a una política,
un plan de actuación y un plan presupuestario únicos, elaborados bajo el lide-
razgo del gobierno y con la participación de la sociedad civil. Estas políticas y pla-
nes se diseñarán en el marco de la estrategia de reducción de la pobreza del país
y las políticas de igualdad de oportunidades o de género del país socio. Este en-
foque favorece un mayor impacto de la ayuda, considera y salvaguarda las prio-
ridades políticas de la administración de cada país socio comprometido con la lu-
cha contra la pobreza y la igualdad de género.
Enfoque La actuación desde el enfoque sectorial puede y debería hacerse en un marco
multisectorial multisectorial –previsto en la Agenda del Milenio-, pues para reforzar los avan-
ces en cuanto a igualdad y equidad de género, no sólo es preciso asignar más pre-
supuesto a los programas oficiales dirigidos a las mujeres y que promueven la
igualdad, sino también a la integración transversal del enfoque de género, en las
áreas de educación, salud, vivienda, seguridad social, etc., mejorando las condi-
ciones generales de vida de la población y la participación de las mujeres en la
toma de decisiones. El sector de género es eminentemente multisectorial, por
tanto, han de combinarse las acciones específicas con actuaciones de transversa-
lidad e intersectorialidad con todos los otros sectores, para alcanzar resultados
efectivos y a corto y medio plazo.

e. Nuevas directrices y herramientas de planificación


Es fundamental resaltar y poner en valor, a nivel internacional, los nuevos
planes y documentos que sirven para operativizar las políticas de desarrollo en la
búsqueda de una mayor coordinación y armonización entre los actores, además de
resultados antes de 2015. El año 2008 ha sido clave en ese sentido al contar ahora
con la Agenda para la Acción de Accra y con los documentos resultados de Doha
sobre financiación para el desarrollo. Ya no hablamos solamente de declaraciones

50
OPORTUNIDADES Y PROPUESTAS EN LA AGENDA DE GÉNERO Y EFICACIA: AVANZANDO HACIA 2015

de intención, sino de medidas concretas para aplicar entre todos, que marcan una
agenda mínima como los ODM, revisada en 2008, como año intermedio de
cumplimiento de las Metas del Milenio. En este sentido es muy importante que
Gendernet pueda revisar las Directrices de género, y puedan actualizarlas y adap-
tarse al nuevo contexto de la eficacia, como guía para planificar acciones por to-
dos los actores de cooperación en cuanto a género y empoderamiento de las mu-
jeres.
Por otra parte, los países donantes y socios cada vez concretan y perfilan más
sus instrumentos de planificación. Por ejemplo la Cooperación Española refuerza
su sistema de planificación elaborando herramientas de planificación sectorial y
geográfica, en las que promueve la coherencia de políticas y la armonización de
todos los actores. La Estrategia de Género de la Cooperación Española considera
nuevos instrumentos a los documentos de estratégicos de planificación estratégica
geográfica y sectorial (DEG y DES).

Invertir tiempo en la elaboración de herramientas de planificación y también


en programaciones operativas derivados de ellos, es una garantía para avanzar en
una mayor calidad y eficacia de la ayuda en género. Por ello se hace necesario tra-
bajar en documentos estratégicos y planes de género que diseñen medidas de ac-
ción política en el medio y largo plazo y contando con las organizaciones de mu-
jeres de los países socios. La Red de Género del CAD viene elaborando una serie
de resúmenes temáticos de sensibilización sobre igualdad de género, empodera-
miento y los principios de París, y tiene en su plan de trabajo construir nuevas
orientaciones que sirvan para actualizar las antiguas Directrices de género, elabo-
radas en 1998. Servirán para apoyar a los países donantes y socios en la aplicación
de los principios de eficacia para obtener mejores resultados de manera más rápida
a favor de la igualdad.

f. Nuevos instrumentos y nuevas modalidades de ayuda


Uno de los aspectos más significativos y transformadores de la cooperación
para el desarrollo actual, es la aparición de nuevos instrumentos y nuevas moda-
lidades de la ayuda que cambian significativamente la forma de operar y construir
el desarrollo. Para los países socios los nuevos instrumentos y modalidades abren
nuevas posibilidades en cuanto a disponibilidad de recursos gestionados por los
propios países, reduciendo procedimientos administrativos, y concentrando ac-
ciones en alineamiento con las políticas trazadas por cada gobierno, y no con-
tando con proyectos múltiples que no encajan con las prioridades definidas para
aplicar las políticas públicas de desarrollo y contra la pobreza en los países.
Es importante que las organizaciones de mujeres conozcan bien la complejidad
de los nuevos instrumentos y las nuevas modalidades de la ayuda, y sepan aprove-
char de manera útil las oportunidades y vías de acceso que conlleva su aplicación.
Es necesario establecer formación sobre los nuevos procedimientos a seguir.

51
NAVA SAN MIGUEL ABAD

Si bien es cierto que apoyar iniciativas, políticas y programas públicos es fun-


damental para reforzar las capacidades de los Estados, sin embargo para las orga-
nizaciones de mujeres el uso de estos instrumentos puede significar el aislamiento
en cuanto a la obtención de recursos y programas para la igualdad. ¿Por qué razón
sucede esto? Los gobiernos de los países socios solicitan apoyo de nuevos instru-
mentos para temas sectoriales como salud o educación, o modalidades de ayuda
como la reducción de deuda externa para el sector de medio ambiente, pero
nunca para género. El riesgo es mayor para las organizaciones de mujeres no gu-
bernamentales, puesto que estos instrumentos van dirigidos a fortalecer políticas
públicas y no movimientos y actividades propuestas desde la sociedad civil. El
caso de América Latina todavía es más evidente, puesto que los fondos van desti-
nados a países que sufren la pobreza extrema, y el apoyo de las cooperaciones que
quedan en la región, entre ellas la española, suele ir dirigido a programas de los
mecanismos de igualdad, tanto nacionales como iniciativas de integración regio-
nal, como es el caso del Sistema de integración Centroamericano (SICA), o la Co-
munidad Andina de naciones (CAN), o a iniciativas de género gestionadas por los
OOII.

Ante este uso de los nuevos instrumentos que puede parecer muy desfavorable en
el largo plazo para los temas de género, hay que reforzar varias posiciones:

1. Es necesario seguir utilizando los instrumentos tradicionales para la igualdad


de género, renovados con los principios operativos de la DP, y alineados con las
políticas de desarrollo del país y las estrategias de reducción de la pobreza ;
2. Reforzar instrumentos de planificación desde los principios de París y para la
igualdad de género.
3. En las actuaciones de los instrumentos tradicionales es importante difundir la
agenda de la eficacia, sus principios, sus instrumentos y procedimientos, para
que las mujeres vayan orientándose de manera progresiva en el acceso y uso de
estas nuevas modalidades;
4. Es fundamental trabajar la transversalidad de género en los nuevos instru-
mentos y las modalidades de ayuda, y por ello son acciones fundamentales, la
sensibilización y la formación específica de género en todos los sectores y a to-
dos los niveles de las políticas.
5. Hay que diseñar estrategias para que los nuevos instrumentos y modalidades de
ayuda puedan ser utilizados para la igualdad. Si bien ya hay nuevos instru-
mentos multilaterales, como los fondos globales o fondos multidonantes para gé-
nero, sin embargo es muy importante conseguir otros como los apoyos presu-
puestarios o los enfoques sectoriales. Para ello hace falta reforzar las capacidades
de negociación de las organizaciones de mujeres, para que puedan incidir en
que sus gobiernos centrales consideren el tema de género como prioridad y soli-
citen estos instrumentos para las políticas de igualdad y empoderamiento.
6. Es muy importante que las organizaciones de sociedad civil puedan benefi-
ciarse de estas nuevas oportunidades, en una doble vía:

52
OPORTUNIDADES Y PROPUESTAS EN LA AGENDA DE GÉNERO Y EFICACIA: AVANZANDO HACIA 2015

• Consolidando mecanismos de participación efectiva y democrática en los or-


ganismos de igualdad, mediante consejos y medidas para realizar un nuevo
rol de control de mutua responsabilidad en la rendición de cuentas de los
fondos para el desarrollo. Que permita a su vez, la transparencia en la in-
formación y la participación en los órganos de consulta creados para la ar-
monización de actores;
• Que tanto, entre los nuevos instrumentos multilaterales, como en los bilate-
rales, puedan existir fondos específicos para el fortalecimiento de capacida-
des de las organizaciones de mujeres de sociedad civil, que favorezcan la di-
fusión de sus planteamientos, sus propuestas y su efectiva participación de
manera progresiva en la construcción de desarrollo con igualdad y en la
nueva agenda internacional.
7. Uno de los elementos más importantes a potenciar e incluir, tanto en instru-
mentos específicos de género como en los que no lo son, es la integración de ac-
tividades de formación explícita en género y desarrollo, de acuerdo a los ni-
veles formativos que se requieran.
8. Es importante también poner en valor la existencia de nuevos recursos a los que
acceder y aprender los procedimientos para lograrlos. Por ejemplo los fondos
como el Fondo español de los ODM, o el Plan de Acción de género del Banco
Mundial, o el nuevo Fondo multidonante de UNIFEM proponen nuevas for-
mas de acceso a los recursos que hay que conocer en los procedimientos.
9. Deben existir tres ámbitos de actuación para género en los instrumentos: 1.
Integración de los enfoque GED y EA en los instrumentos tradicionales. In-
tegración y aplicación de los principios de París para una mayor eficacia y ca-
lidad; 2. Transversalidad de género en nuevos instrumentos y modalidades de
ayuda; 3. Constitución de nuevos instrumentos y modalidades específicas de
género, tanto multilaterales como de políticas bilaterales.
10. En el caso de la Cooperación Española la multiplicidad de actores permite di-
ferentes accesos a diversas fuentes de financiación que no siempre son conocidas
por las organizaciones de los países socios, y que es necesario facilitar y difundir.

LOS NUEVOS INSTRUMENTOS Y LAS NUEVAS MODALIDADES DE AYUDA


TIPOS BILATERAL MULTILATERAL
NUEVOS ENFOQUE SECTORIAL (SWAP)
INSTRUMENTOS APOYO PRESUPUESTARIO SECTORIAL (VINCULADO O NO A
SWAP)
APOYO PRESUPUESTARIO GENERAL
NUEVAS CONVERSIÓN DE DEUDA EXTERNA POR DESARROLLO
MODALIDADES FONDOS FIDUCIARIOS
DE AYUDA FONDOS GLOBALES MULTIDONANTES
PROGRAMAS GLOBALES
INICIATIVA DE VIA RAPIDA COMO LA DE EDU-
CACIÓN PARA TODOS DEL BANCO MUNDIAL

53
NAVA SAN MIGUEL ABAD

g. Los actores de género en desarrollo y sus nuevos roles


Si bien los actores del desarrollo son los mismos que antes de que apareciera
la DP, sin embargo su consideración y posiciones son nuevas, y también los son
sus roles y las reglas del juego en el contexto de asociación mundial contra la po-
breza. Ya no se habla de políticas de cooperación internacional, sino de políticas
de cooperación «para el desarrollo». La cooperación es un medio, para llegar al fin
que es el desarrollo. Además ya no hablamos de donantes y organizaciones con-
trapartes, sino de países socios y países donantes, promoviendo siempre la direc-
ción de las políticas en la apropiación de ellas por los países, y en la forma como
los donantes han de alinearse con las propuestas definidas por los países. Se esta-
blece una nueva forma de relación, una «asociación para el desarrollo», «una
agenda común» diseñada entre todos, que defina los intereses desde el sur, y no
desde el norte. El concepto de «socios» promueve una concepción de iguales que
negocian para cumplir un fin común.
Estos aspectos son específicamente significativos en el caso de las organiza-
ciones de género, tanto gubernamentales como de sociedad civil, o los organismos
internacionales especializados en género. Los papeles en las negociaciones sobre
ayuda se redefinen y por ello hay que aprender mucho sobre la articulación del
diálogo de políticas y los nuevos procedimientos entre asociados. Los nuevos con-
textos de asociación, las nuevas reglas del juego deben ser conocidas por las orga-
nizaciones de mujeres para que puedan participar, y no para que sigan funcio-
nando en antiguos patrones de desarrollo y de proyectos y procedimientos
tradicionales que van a ir desapareciendo de manera progresiva.

Por tanto es necesario:


1. Reforzar las curriculas formativas de género y desarrollo en los cursos y
programas de formación universitaria y de educación no formal, inte-
grando todo lo nuevo del actual contexto en transformación de las políti-
cas para el desarrollo, tanto en los países donantes como en las iniciativas
formativas en los países socios.
2. Es necesario dedicar una primera etapa de gran difusión destinada en di-
ferentes niveles para todos los actores de la cooperación y especialmente
para las redes y organizaciones de mujeres sobre la eficacia de la ayuda, las
implicaciones de la transformación del contexto de eficacia, los nuevos
procedimientos, principios y nuevos instrumentos. Dado que las redes del
Norte han estado mucho más involucradas en la agenda de la eficacia
desde 2005, es muy importante invertir de manera generosa en la transfe-
rencia de información y conocimiento del Norte hacia el Sur, tanto desde
las cooperaciones de los países donantes, desde los OOII, como desde las
redes y organizaciones de mujeres del Norte a las del Sur, y entre las del
Sur, de las que tienen mayores oportunidades de participación en contex-
tos internacionales a aquellas organizaciones locales y de base, que cuen-
tan con menos capacidades a nivel nacional o internacional.

54
OPORTUNIDADES Y PROPUESTAS EN LA AGENDA DE GÉNERO Y EFICACIA: AVANZANDO HACIA 2015

3. Es necesario reconocer a los nuevos actores que pueden jugar un papel


fundamental para la igualdad, la no-discriminación y el empoderamiento
como son las empresas, los medios de comunicación, las universidades, y
en el caso de países como España, Italia o Grecia la cooperación descen-
tralizada, por la que se canaliza un importante volumen de la ayuda.
4. En el caso de la Cooperación Española la multiplicidad de actores permite
diferentes accesos a diversas fuentes de financiación que no siempre son
conocidas por las organizaciones de los países socios, y que es necesario fa-
cilitar y difundir.

h. Nuevo pacto de asociación para una agenda común entre las organizacio-
nes y redes de mujeres
El intento de coordinación entre los actores implicados en el desarrollo no es
nuevo, pero pretende reforzarse de manera significativa a partir de la Declaración
del Milenio en el año 2000, cuando en la Asamblea de la ONU se apuesta por
una agenda común de objetivos mínimos a cumplir para reducir la pobreza antes
de 2015. En esta dirección la Declaración de París de 2005 y la Agenda de Acción
de Accra, son el resultado de una búsqueda efectiva de consensos y participación
conjunta en principios y procedimientos de todos los actores del desarrollo, para
acelerar el logro de los objetivos establecidos ante los escasos avances obtenidos en
los últimos años en la lucha contra la pobreza. Se pretende respetar las políticas
de desarrollo trazadas por los países, reforzar la armonización entre actores y el
multilateralismo, así como una gestión más responsable y eficaz. Este año 2008 es
clave al definir la agenda de Accra, la de Doha sobre financiación, así como en la
búsqueda de resultados basados en el trabajo conjunto y coordinado una vez ini-
ciada la crisis económica mundial. En cuanto a género, en febrero y marzo tuvo
lugar también la CSW sobre financiación para la igualdad, y durante todo el año
las organizaciones de mujeres de sociedad civil y el GENDERNET del CAD hi-
cieron un ejercicio muy significativo de aunar esfuerzos en red, para que la igual-
dad de género esté presente entre las prioridades operativas de dichas agendas.
Es imprescindible cambiar las relaciones entre las organizaciones y construir
un nuevo Pacto mundial por la igualdad. En una etapa de cambio para el desa-
rrollo, las organizaciones de mujeres deben hacer una asociación mundial donde
se establezcan nuevas relaciones de solidaridad de género, participación, confianza
mutua, para compartir toda la información disponible y convertir la agenda de la
eficacia y las nuevas arquitecturas en un marco de oportunidades y no en una
amenaza. En este marco se está construyendo una agenda común consensuada
que hay que potenciar, tal vez diseñada en el marco del CAD, junto con ONU y
la sociedad civil representativa del Norte y del Sur.
En este contexto en transformación, tanto los organismos gubernamentales,
como donantes y las organizaciones de mujeres y feministas han de ser muy cons-
cientes de un cambio en los roles de todas y cada una de las organizaciones. Es

55
NAVA SAN MIGUEL ABAD

muy importante potenciar mucho más el trabajo en red, buscar de manera con-
junta apoyo para las organizaciones gubernamentales y mecanismos de igualdad
para obtener nuevos instrumentos y apoyos en la construcción de políticas públi-
cas. Organizaciones gubernamentales y no gubernamentales tendrán que poten-
ciar la coordinación entre ellas: las primeras construyendo espacios de consulta y
participación efectiva de la sociedad civil, generando una mayor construcción de
ciudadanía y democracia; y las segundas aportando en los procesos, superando
viejos enfrentamientos y recelos con los mecanismos de igualdad gubernamenta-
les en los países. Es necesario hacer un pacto feminista y de género donde el ob-
jetivo sea común en la construcción de igualdad en los países y en los procesos de
integración regionales, tratando de trabajar juntas en el aprendizaje del nuevo
contexto de la agenda de eficacia, para aprovechar al máximo esta oportunidad.
Un rol fundamental a potenciar entre ambas partes en los países socios, y con
las unidades de género de los donantes, es el ejercicio del principio de mutua res-
ponsabilidad en género y desarrollo, donde sociedad civil podrá jugar un rol de
veeduría en el cumplimiento y la rendición de cuentas de los fondos de coopera-
ción, además del control de cumplimiento de resultados. Trabajar en este sentido
ayudará de manera significativa a construir nuevas relaciones de respeto, de par-
ticipación y de aprendizajes conjuntos.

Las organizaciones de mujeres, tanto gubernamentales y no gubernamentales,


como feministas en los países socios y en los países donantes, así como las unidades
de género de los donantes bilaterales y los organismos internacionales especializados
en género, tendrán el reto de hacer un pacto mundial por la igualdad de género, en
el que se superen antiguos recelos y enemistades de acuerdo a las posiciones políticas
y estructurales mantenidas en las décadas anteriores, con el fin de:
1. Poder beneficiarse del nuevo contexto en transformación de las políticas
para el desarrollo y no quedar fuera de la agenda de eficacia;
2. Aprender a trabajar bajo los principios de la eficacia, y con los nuevos pro-
cedimientos;
3. Obtener el apoyo de los gobiernos de sus propios países para acceder a nue-
vos instrumentos y modalidades de ayuda para la igualdad y el empoderamiento,
así como poder trabajar la transversalidad de género en los nuevos instrumentos de
otros sectores;
4. Transferir información para que cada vez más organizaciones de mujeres se
beneficien de las nuevas políticas de desarrollo, y puedan acceder a recursos y par-
ticipación en los procesos, desde organizaciones feministas a organizaciones de base
que apoyan a las mujeres más excluidas;
5. Promover el uso de los instrumentos tradicionales para el apoyo de progra-
mas y proyectos dirigidos a la sociedad civil, y no correr el riesgo de que estas orga-
nizaciones desaparezcan en la construcción de ciudadanía y democracia;
6. Informar y transferir conocimientos desde el Norte al Sur y viceversa, desde
donantes a socios, para que el pacto beneficie cada vez a más organizaciones y mu-

56
OPORTUNIDADES Y PROPUESTAS EN LA AGENDA DE GÉNERO Y EFICACIA: AVANZANDO HACIA 2015

jeres que trabajan por la igualdad. Todos estos cambios suponen un esfuerzo en el
establecimiento de relaciones entre las organizaciones a todo nivel, en desechar vie-
jas inercias y acercamientos más individualizados y aislados a las agencias y a los
recursos para género en desarrollo.

En la Cooperación Española la construcción de la RED GEDEA que propone


la Estrategia de Género y retoma el III Plan Director 2009-2012, puede significar un
gran avance en la consolidación de la coherencia de políticas entre igualdad y desa-
rrollo, y en la armonización de actores para mejorar los resultados. A su vez España
está apostando ya por este nuevo pacto, tal y como ha quedado demostrado en di-
versas iniciativas: apoyando nuevos fondos de género y salud sexual y reproductiva,
en el fortalecimiento de las agencias especializadas, como UNIFEM, INSTRAW,
UNFPA, la ventanilla de género del Fondo de los ODM, el apoyo al trabajo técnico
de GENDERNET. Y el recientemente constituido Fondo multidonante para la
igualdad de UNIFEM, o el proyecto de la Red de mujeres por un mundo mejor, de
apoyo a sociedad civil de África. Por otra parte, acompañar iniciativas como el en-
cuentro de Diálogos consonantes significa avances en cuanto a la construcción de
una agenda regional feminista latinoamericana, junto con la Cooperación Española,
estaban UNIFEM y otros organismos presentes como CEPAL o INSTRAW. En
esta línea hay que seguir potenciando el trabajo durante los próximos años.

i. Mejora de los sistemas de seguimiento y evaluación


Uno de los retos de mayor importancia para conseguir implantar la igualdad
de género, aprender de la aplicación de proyectos y poder replicar buenas expe-
riencias es construir metodologías de seguimiento y evaluación en género adap-
tadas a los principios de la declaración de París.
Es un momento propicio para que las agencias de cooperación no solamente
hagan evaluación de sus resultados en terreno sino como paso previo, poder ana-
lizar del grado de integración real del enfoque de género en sus propias institu-
ciones, para saber si efectivamente se está aplicando la transversalidad del enfoque
o bien todavía faltan algunos pasos para poder hacer esa transversalidad.

1. Modelo de análisis de evolución de integración del enfoque GED en las


instituciones
Para analizar el grado de integración del enfoque de género en una institu-
ción o política pública podemos utilizar un modelo de análisis definido en 7 eta-
pas3. Este instrumento de etapas para integrar el enfoque GED puede ser utili-

3 Modelo de análisis del grado de integración de género en una política, diseñado en la Estrategia de Gé-
nero en Desarrollo de la Cooperación Española

57
NAVA SAN MIGUEL ABAD

zado como modelo de aplicación, tanto para identificar el estado de situación en


el que se encuentra una organización de desarrollo en cuanto a la transversalidad
de género, y su compromiso real con el tema, como para esbozar pasos a seguir
para avanzar de forma progresiva hacia una adecuada implantación del tema de
género en una política o institución concreta.
Lo más coherente es que cada una de las etapas se desarrolle de manera con-
secutiva, pero en muchos casos sólo se consiguen desarrollar algunas de ellas a la
vez, o sólo en sus primeros pasos según el grado de prioridad real que un gobierno
o institución le otorga a los temas de igualdad de género.

Modelo de análisis de grado de integración del enfoque de género en una política pública
ETAPAS
1. ETAPA DECLARATIVA Y DE COMPROMISO POLÍTICO REAL
2. REAFIRMACIÓN DE COMPROMISOS INTERNACIONALES FUNDAMENTALES
3. REDEFINICIÓN CONCEPTUAL Y POLÍTICA DEL TEMA DE GENERO
4. PLANIFICACIÓN ESTRATÉGICA
5. GESTIÓN
6. FORTALECIMIENTO DE LA COORDINACIÓN, COHERENCIA
Y ARMONIZACIÓN
7. SEGUIMIENTO Y EVALUACIÓN

Cada una de las etapas contempla los siguientes elementos:

1. Etapa Declarativa: El primer paso para implantar una política de igualdad


de género es que el gobierno de un país o la organización internacional a
analizar, afirme de manera declarada su compromiso para luchar contra la
discriminación y por la igualdad. Podemos hablar de dos momentos que
conforman la etapa declarativa:

a. Cuando los altos cargos de un gobierno o de una institución afirman


de manera verbal en sus discursos que la igualdad es una prioridad en
sus política
b. Cuando lo integran en sus discursos como una prioridad reiterada y
claramente explicitada, tanto de forma verbal como en documentos
políticos.

1. Superar la etapa declarativa de manera verbal es algo que la mayor parte de


los gobiernos y organizaciones internacionales de desarrollo han hecho,
puesto que en las campañas políticas o bien en los discursos, casi todas las
instituciones se comprometen con los derechos de las mujeres o con las
políticas de igualdad. Más difícil es encontrar instancias que efectivamente
asuman el tema con precisión en los términos como una prioridad real, y

58
OPORTUNIDADES Y PROPUESTAS EN LA AGENDA DE GÉNERO Y EFICACIA: AVANZANDO HACIA 2015

que se comprometan de forma escrita explicita y reiteradamente durante


todo su mandato.
2. Reafirmación de compromisos internacionales: Casi todos los países del
mundo y organizaciones de desarrollo ratifican y reconocen como propios
los más importantes convenios y documentos de compromisos interna-
cionales para los derechos de las mujeres y la igualdad de género, como
pueden ser en el marco normativo mundial la CEDAW, la Declaración y
Plataforma para la Acción de Beijing, el Plan de acción de El Cairo, los
Convenios fundamentales de igualdad de OIT, o los acuerdos regionales
específicos. Reafirmar los compromisos internacionales ya ratificados por
un país, supone revisar desde los mecanismos de igualdad y desde diferen-
tes instancias dichos acuerdos, para conocer mejor sus contenidos y las
metas establecidas, así como asumir los compromisos prioritarios estable-
cidos en dichos documentos, sean jurídicamente vinculantes o con un
peso histórico fundamental como es la Plataforma de Beijing.
3. Redefinición conceptual y política: Superadas las etapas declarativa y de
reafirmación de compromisos internacionales, la redefinición concep-
tual y de posicionamiento político supone un momento importante en
el compromiso real de un gobierno u organismo con la igualdad. Es el
momento en el que se revisan los conceptos y se asumen compromisos
ideológicos concretos. No es lo mismo hablar de igualdad y equidad de
género, que de apoyo a las mujeres; hablar de enfoque de derechos, o de
salud materno-infantil o de la defensa de los derechos sexuales y repro-
ductivos. La redefinición conceptual pasa por posicionarse claramente
en principios, enfoques de desarrollo de Mujer en el Desarrollo (MED)
o de Género en el Desarrollo (GED), y conceptos con un contenido po-
lítico determinado que no deje lugar a dudas sobre el compromiso con
la política adoptada. Es un avance muy significativo y poco frecuente
que una organización o gobierno adopte una posición de «política femi-
nista», pero si encontramos cada vez más «políticas de igualdad de opor-
tunidades o de género».
4. Planificación estratégica: Superadas las etapas anteriores, un paso deci-
dido por hacer realidad el compromiso por la igualdad de género en una
política pública pasa por una etapa compleja de integración transversal del
enfoque de género en los elementos de planificación estratégica, que es di-
fícil encontrar plenamente desarrollada. Esta dificultad puede deberse a
dos factores relacionados: 1. A veces no se hace una planificación estraté-
gica completa y consecuente con la legislación aprobada en ningún sector,
la propia gestión de la política en una legislatura o en un proceso favorece
la improvisación y la toma de decisiones rápidas ante las dificultades frente
a acuerdos de estado que es necesario realizar; 2. La transversalidad de gé-
nero requiere de especialización en género, inversión en recursos humanos
formados, apertura y apoyo al tema en todos los niveles de la organización
y tiempo para hacerse de manera adecuada. Conseguir todos estos ele-

59
NAVA SAN MIGUEL ABAD

mentos a la vez es bastante infrecuente, por ello hay que avanzar sobre lo
posible y no sobre lo que sería una planificación ideal y deseable.
5. Etapa de gestión: Es el momento en que se pone en práctica la política en
lo real, contando con presupuestos y actuaciones concretas para la igualdad
de género. La gestión contempla, desde actividades de sensibilización y for-
mación para el cambio en la cultura organizacional, hasta medidas de igual-
dad o proyectos concretos de género para ejecutar. A veces en los países se da
la circunstancia de que se elaboran proyectos de género sin tener una ley de
igualdad por ejemplo, o se desarrollan actividades sin tener un buen presu-
puesto, vinculadas al compromiso y el esfuerzo de los mecanismos de igual-
dad o de mujeres comprometidas con el tema que llegan a puestos de deci-
sión y que trabajan por la transversalidad, pero no tienen un marco político
ni de planificación verdaderamente establecido como prioridad real de las
autoridades. En muchas ocasiones la asignación presupuestaria no es sufi-
ciente en comparación con otros sectores, siendo el paso más difícil de al-
canzar en la gestión de una organización, lo que debilita mucho la aplicación
de una política o programa de género y supone un desgaste importante para
las unidades o mecanismos de igualdad y para las mujeres que los dirigen.
6. Coordinación, coherencia de políticas y armonización de actores: Se re-
fiere a la coordinación de todos los actores especializados en género o po-
líticas de igualdad, desde el gobierno a la sociedad civil; la coherencia de
políticas entre las distintas unidades de la administración central y los en-
tes locales, y la armonización con los diferentes organizaciones interna-
cionales que apoyan en el país o a nivel de región. Son elementos clave
para una buena articulación y resultados para la eficacia de la ayuda.
7. Proceso de seguimiento y evaluación: El último paso para consolidar una
política de género completa es que realmente se hayan dedicado esfuerzos
y recursos suficientes para la constitución de procesos de seguimiento y
evaluación de resultados, que sean como un espejo de la planificación y la
gestión con enfoque de género. Este es realmente a nivel internacional el
paso más difícil de alcanzar, ya que muchas veces es de por si laborioso
conseguir cumplir las otras etapas previas, como para invertir en evalua-
ción efectiva. Además que se hace necesario investigar y construir indica-
dores y herramientas de seguimiento y evaluación con enfoque de género.

2. Nuevos códigos para medir la ayuda


Otro elemento fundamental que hay que reforzar para hacer un seguimiento
adecuado de la ayuda es el uso y mejora de los Códigos de información del sistema
o CRS, que promueve el CAD entre los países donantes. Además del CRS de orga-
nizaciones para la igualdad de las mujeres, que está incluido en el sector de goberna-
bilidad, existe también el marcador de género a aplicar a todos los proyectos de la co-
operación, con el objetivo de medir el grado de incidencia que tiene para la igualdad

60
OPORTUNIDADES Y PROPUESTAS EN LA AGENDA DE GÉNERO Y EFICACIA: AVANZANDO HACIA 2015

de género cualquier proyecto de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD). Los códigos


y marcadores de género se renuevan y mejoran por el CAD en 2006, y desde el
GENDERNET se difunde cada vez más su uso entre los países donantes y los OOII.
Cuanta más información tengamos podremos hacer un mejor seguimiento de
los fondos y las acciones de género en el desarrollo. Por tanto es urgente poder di-
fundir todavía más el uso de los CRS y los marcadores de género entre todos los do-
nantes, y cada uno de ellos deberá promover entre sus actores el fortalecimiento en
el sistema de información. De igual manera los OOII deberían informar al CAD de
sus actuaciones en género, aprendiendo y difundiendo en sus oficinas el uso de los
códigos de reporte del sistema. Es necesario que cuanto antes se pueda, hacer una
reunión con los OOII para que se atengan al sistema de información del CAD.
Por otra parte, tanto el marcador de género como el código CRS encierran
importantes limitaciones para la lectura de avances y resultados para la igualdad.
El CRS no debería estar supeditado al código de gobernabilidad, sino que por la
importancia del tema de género sería necesario contar con un CRS como sector
para género. El CAD no considera género como un sector, mientras que entre las
lecciones aprendidas desde Beijing, el enfoque GED, para ser más efectivo, re-
quiere de actuaciones específicas, que si bien son parte de una buena aplicación
de la gobernabilidad para la igualdad y no-discriminación, sin embargo requieren
de un tratamiento más amplio en las políticas públicas de desarrollo.
Algunos sistemas como el de la Cooperación Española podrían iniciar un re-
cuento de sus acciones con códigos y marcadores reformados, para obtener una
información más detallada de los avances. El CRS debería hacer referencia explí-
cita a la igualdad de género, mientras que el marcador debería denominarse de
igualdad de género y empoderamiento de las mujeres, asumiendo la nueva con-
ceptualización utilizada por la mayoría de los países y organizaciones.
El código y el marcador de género deberían poder contemplar tres formas di-
ferentes de computar las intervenciones de género o dirigidas a las mujeres:
1. Para computar proyectos o programas específicos de género para el empo-
deramiento de las mujeres;
2. Para recopilar información de programas con enfoque MED, y
3. Programas propiamente GED. Es necesario hacer esta diferenciación dado
que todavía muchas cooperaciones hacen proyectos destinados a las muje-
res, que favorecen su posición y mejoran sus condiciones de vida, pero
que no contemplan realmente un enfoque GED, donde se transforman las
relaciones de género y se consigue un efecto para la toma de poder por
parte de las mujeres y para la distribución de poderes para la igualdad.
Con el actual marcador se incluyen y se miden por el mismo mecanismo a todo
tipo de proyectos, sin diferenciar cuales realmente son proyectos de género y cuales
no, aunque haya acciones dirigidas a las mujeres como beneficiarias. Este cambio en
la concepción de los marcadores es necesario, aunque no podrá realizarse hasta pasa-
dos unos años, puesto que en primer lugar hay que normalizar el uso regular del CRS
y del marcador específico de género por todos los países donantes.

61
NAVA SAN MIGUEL ABAD

3. Nuevas técnicas de seguimiento

Considerando que las intervenciones de género obtienen muchos resultados


a largo plazo y que sus efectos no son fácilmente medibles ni computables en mu-
chos casos cuantitativamente, sería muy importante poder asumir otras técnicas
para el seguimiento de los logros para la igualdad. Las técnicas de sistematización
de experiencias son muy adecuadas y compatibles con las metodologías de género.
Recopilan y analizan los resultados desde la participación y las aportaciones de los
actores involucrados en todo el ciclo de desarrollo. Reflejan avances cualitativos y
de proceso que son muy importantes y frecuentes en los periodos de transforma-
ción de los proyectos de género.
Otra de las técnicas a utilizar es la metodología de gestión del conocimiento, que
favorece el análisis de capacidades institucionales y la recopilación de lecciones y
aprendizajes que acumulan las personas, las instituciones y los procesos de desa-
rrollo, buscando vías para canalizarlos, acumular el saber adquirido por todas las
personas, y no perderlo ante cambios en los puestos de decisión.
Estas técnicas de seguimiento vienen muy acorde con las políticas de género
y desarrollo, y pueden favorecer a medio y largo plazo acciones de más calidad y
eficacia en la cooperación.

4. Evaluación con enfoque de género, y gestión por resultados

Este es el momento de poder construir indicadores de género en el desa-


rrollo que puedan servir a los actores para homogeneizar la evaluación de las
intervenciones de género, además de trabajar de manera más frecuente la eva-
luación de políticas de desarrollo con enfoque de género, para medir el grado
de integración real de la transversalidad. Para ello, se requiere de un arduo tra-
bajo en cuanto a homogeneizar mecanismos de evaluación adaptados a la ges-
tión por resultados y que contemplen avances en cuanto a la aplicación de los
principios de París.
En el modelo de análisis de la Cooperación Española, la etapa de seguimiento
y evaluación con enfoque de género es un elemento todavía a conseguir, y por
tanto ha de ser en los próximos cuatro años que se avance de manera significativa
en esta dirección, para conseguir construir indicadores y sistemas de seguimiento
y evaluación homogéneos para la diversidad de los actores, adaptable a las actua-
ciones previstas en la Estrategia de género y que contemplen el seguimiento de los
avances en los procedimientos para la eficacia de la ayuda. Además de indagar las
nuevas técnicas de sistematización, y también de gestión del conocimiento, como
forma de sacar un mayor partido al recambio de equipos y a las lecciones apren-
didas por la puesta en práctica de los mandatos internacionales. Esto supondrá un
importante avance de consolidación de esfuerzos tanto en la acción bilateral como
multilateral.

62
OPORTUNIDADES Y PROPUESTAS EN LA AGENDA DE GÉNERO Y EFICACIA: AVANZANDO HACIA 2015

5. RECOMENDACIONES PARA LOS ACTORES DE DESARROLLO


Considerando el nuevo contexto en evolución y a partir de este año 2008 que
ha sido de especial relevancia para las políticas de desarrollo, contando ahora con
la Agenda de acción de Accra, la revisión de los ODM+8 y la conferencia de
Doha, es necesario avanzar de manera firme y coordinada hacia el cumplimiento
de la agenda internacional de desarrollo para alcanzar lo más posible de las metas
y resultados previstas antes de 2015.

a. Recomendaciones generales
Se proponen aquí algunas recomendaciones que puedan facilitar avances de vía
rápida en el cumplimiento de los objetivos previstos en la Plataforma de Beijing y los
ODM para 2015. Será necesario trabajar con algunas herramientas fundamentales
que habrá que construir de manera conjunta con la mayor parte de actores involu-
crados en las acciones de género en desarrollo a nivel internacional, para alcanzar una
acción más eficaz y que pueda ofrecer resultados en el corto plazo:

• Es importante que cada agencia de desarrollo, tanto multilateral como bilate-


ral, o las organizaciones no gubernamentales y otros actores como los de la co-
operación descentralizada, hagan una revisión del grado de integración real del
enfoque de género en sus prioridades y en sus sistemas de cooperación. Para
ello pueden basarse en el Modelo de grado de integración de género por etapas,
explicado en el punto 4.i. de este artículo. Con este modelo puede hacerse una
revisión de la institucionalidad real de género en una agencia y en una política,
y detectar de manera rápida que pasos hay que reforzar para ser más efectivos
en la transversalidad de género y el apoyo a las políticas de los países socios.
• Es importante reforzar el trabajo de la Red de Género del CAD en dife-
rentes aspectos: actualizando las antiguas directrices de género y empode-
ramiento de las mujeres, e incluyendo los principios y elementos operativos
de la Declaración de París y la Agenda de Acción de Accra. Ya hay todo un
trabajo previo de estos años anteriores que podría facilitar su confección. La
Red puede jugar un papel fundamental difundiendo y transfiriendo infor-
mación y herramientas para los diferentes actores de cooperación en las re-
giones del mundo. Esta propuesta, tanto de creación de nuevas Directrices
para la igualdad de género y la eficacia de la ayuda, como la elaboración de
un Plan de difusión de los principios rectores de la eficacia, debería de
acompañarse de la promoción del uso del CRS y los marcadores de género,
para mejorar la forma de volcar datos en los sistemas de información y me-
jora de su aplicabilidad. Es importante a medio plazo también poder me-
jorar el contenido de los CRS y marcadores de género para obtener una in-
formación más precisa sobre los recursos asignados con enfoque MED o
GED, pero es necesario previamente que todos los actores de la coopera-

63
NAVA SAN MIGUEL ABAD

ción y los OOII conozcan la relevancia de utilizar el sistema de información


del CAD y se generalice y homogeneice su utilización.
• Es necesario crear Guías para el uso de nuevos instrumentos y modalida-
des de ayuda para la igualdad, así como medidas para la transversalidad
de género de manera efectiva en los sectores donde se apliquen. Se debe
de integrar y promover también la permanencia de los instrumentos tradi-
cionales, pero adaptados a principios de París, que pueden favorecer el
apoyo a políticas de género locales, así como a organizaciones y redes de
mujeres y feministas de la sociedad civil, para fortalecer la participación en
democracia y ciudadanía de las mujeres.
• Es muy importante establecer un Pacto mundial por la igualdad, que pueda
articularse en pactos nacionales y locales, que garanticen un avance progresivo
en la mejora de la coordinación y armonización de acciones y procedimientos,
así como en la construcción de redes de género y eficacia de la ayuda, para au-
nar esfuerzos por la igualdad y el empoderamiento, en logros a corto plazo.
• Para facilitar el acceso a recursos a las organizaciones de mujeres de los países
socios es importante elaborar Guías de recursos y actores de cooperación, que
expliquen los itinerarios y pasos a seguir para obtenerlos. Esta propuesta se le
plantea a la Cooperación Española en el Encuentro Diálogos Consonantes de
Uruguay, por parte de las redes y las organizaciones de mujeres de toda Amé-
rica Latina, para conocer todas las vías de acceso a recursos que tienen los múl-
tiples actores que componen la Cooperación Española.
• Es fundamental trabajar en técnicas y herramientas de seguimiento y eva-
luación con enfoque de género, que contemplen diferentes opciones: sis-
tematización, gestión del conocimiento, evaluación con enfoque de género
de la gestión por resultados; y evaluaciones con enfoque de género como
transversal. Además de establecer una base de indicadores de progreso en
género y desarrollo basados en el cumplimiento de ODM, Beijing y París.
• Para ordenar todas estas propuestas iniciales y las previstas en la AAA y en
la DP sería de gran utilidad constituir un Mapa operativo que marque eta-
pas de cumplimiento hasta 2015 para obtener resultados, a modo de guía
donde se vayan sumando los actores en los diferentes aspectos donde pue-
den aportar un valor agregado en las diferentes regiones, promoviendo la
complementariedad en el cumplimiento de resultados y metas.

b. Recomendaciones para el diseño de las nuevas Directrices de género y


eficacia
Desde 2006 la Red de género del CAD viene trabajando diferentes docu-
mentos que puedan ofrecer información sobre como trabajar los principios de Pa-
rís para acelerar avances en cuanto a la igualdad de género en desarrollo. El tra-
bajo del grupo ha sido muy importante y productivo de cara a hacer propuestas
concretas en el camino hacia la III Foro de Alto nivel de Accra. Resultado de los

64
OPORTUNIDADES Y PROPUESTAS EN LA AGENDA DE GÉNERO Y EFICACIA: AVANZANDO HACIA 2015

grupos de trabajo de la propia red, uno sobre eficacia de la ayuda y el otro para la
elaboración de las nuevas directrices u orientaciones del CAD sobre género, han
ido apareciendo, los denominados Resúmenes temáticos donde se ofrece informa-
ción y recomendaciones para avanzar hacia la eficacia de la ayuda en género.
La constitución de las nuevas Directrices sobre igualdad de género y eficacia
de la ayuda deberían contemplar varios apartados, que podrían concretarse a par-
tir de los siguientes puntos:

• Sobre grado de cumplimiento de las agendas: Una primera parte que ex-
plique los avances obtenidos en la década después de Beijing, a partir de la
experiencia práctica y las lecciones aprendidas como resultado de su aplica-
ción, y que además refleje los objetivos que todavía falta por conseguir.
• Sobre aplicación de los principios y enfoques: El marco de referencia,
donde se explique en que documentos se basan las directrices para el cum-
plimiento de sus objetivos, y que contemple la diferencia entre aquellos
documentos de contenido político, y aquellos otros que responden a como
aplicar de manera más operativa la ayuda, para una mayor eficacia y ob-
tención de resultados en corto plazo. Es importante reflejar como la década
después de París introduce nuevas formas de operativizar la ayuda. En este
apartado se han de definir claramente los enfoques GED+EA, Derechos
humanos, Derechos sexuales y reproductivos, y los principios fundamenta-
les de ONU y los principios operativos de París.
• Sobre actores, transformación de las reglas de juego y redefinición de ro-
les: Explicitar quienes son los actores del desarrollo, que papel juega cada
uno de ellos y como construir entre todos pactos de asociación para el de-
sarrollo para la igualdad de género. En este sentido es muy importante re-
definir los roles y las relaciones entre mecanismos de igualdad guberna-
mentales y organizaciones de la sociedad civil, analizando los riesgos y
oportunidades que tiene no establecer una agenda común basada en la ar-
monización y el logro efectivo y rápido de avances. Es importante estimu-
lar el acercamiento entre estos organismos gubernamentales y de la sociedad
civil, y que las agencias donantes promuevan estos pactos para fortalecer la
participación ciudadana de las mujeres en la construcción de políticas pú-
blicas de igualdad y desarrollo.
• Sobre institucionalidad y nuevas arquitecturas: Es fundamental explicar
las nuevas arquitecturas de género, sus funciones y entidades a las que per-
tenecen. Así como dar pautas para la construcción de estructuras y proce-
sos de institucionalidad en las organizaciones que estén en ese proceso de
transformación, contando con factores de especialización y voluntad polí-
tica para ello.
• Sobre acceso a recursos e instrumentos: Definir cuales son los instrumen-
tos tradicionales con enfoque GED que han de permanecer, cuales son las
Nuevas modalidades de ayuda y los nuevos instrumentos y como trabajar
con ellos para la igualdad y el empoderamiento.

65
NAVA SAN MIGUEL ABAD

• Sobre transversalidad y empoderamiento: Es muy importante marcar los


pasos para la transversalidad de género en los procesos, y la combinación de
la estrategia de mainstreaming con la de empoderamiento en las acciones de
desarrollo, que ayuden a los actores no especializados a poner en práctica
dicha transversalidad.
• Sobre concentración de la ayuda: Es importante definir actuaciones priori-
tarias por regiones, y vincularlas a los diferentes instrumentos y actores para
poner en marcha iniciativas de acuerdo a déficit por sectores, y a los valo-
res agregados de cada donante.
• Sobre monitoreo y evaluación: Es necesario mejorar sistemas de moni-
toreo y evaluación y como poner en práctica la mutua responsabilidad
con la participación de todos los actores, desde el control de la rendición
de cuentas de la sociedad civil, contando con la información de las or-
ganizaciones gubernamentales y las agencias donantes. Diseminar y
transferir el uso de los marcadores de género para mejorar los sistemas de
información. Plantearse a más largo plazo la renovación del CRS y los
marcadores de género, para obtener una información más precisa sobre
proyectos MED o GED.

c. Recomendaciones para los diferentes actores de género en desarrollo


Considerando los dos puntos anteriores, podemos apuntar además algunas
recomendaciones específicas a tener en cuenta por diferentes tipos de actores, que
podrán ser enriquecidas en los debates dentro de las reuniones de GENDER-
NET del CAD.

➢ Recomendaciones para donantes bilaterales y multilaterales

En esta etapa de concertación para el cumplimiento de la agenda de gé-


nero en desarrollo de una manera eficaz, el papel de la Red para la igualdad de
género del CAD es fundamental, puesto que puede ofrecer recomendaciones a
partir de las nuevas directrices de género y eficacia que sean construidas en es-
pacios de participación de todos los actores, incluidos los organismos multila-
terales.
Todos los donantes bilaterales y multilaterales deberán:

• Hacer planes de difusión y transferencia de la información sobre eficacia de


la ayuda y género, para que las organizaciones gubernamentales y también
de sociedad civil del Norte y del Sur conozcan los principios de París, las re-
comendaciones de la Agenda de Acción de Accra, los resultados de la Con-
ferencia de Doha sobre financiación para el desarrollo, y los documentos
orientadores que ha realizado Gendernet sobre género y eficacia de la
ayuda.

66
OPORTUNIDADES Y PROPUESTAS EN LA AGENDA DE GÉNERO Y EFICACIA: AVANZANDO HACIA 2015

• Es responsabilidad de todos promover procesos participativos y de repre-


sentación amplia de las redes de mujeres, donde las organizaciones del Sur
estén realmente como integrantes activas y estén representadas como acto-
ras socias para el desarrollo, donde la eficacia sea una oportunidad y no un
riesgo de extinción de los movimientos feministas y de base.
• Es fundamental facilitar el acceso a nuevos recursos, nuevos instrumentos
y modalidades de la ayuda, tanto para hacer transferir pautas para la trans-
versalidad de género en ellos cuando son orientados a otros sectores, y a la
vez apoyar iniciativas de nuevos instrumentos específicos de género que
puedan ir solicitándose desde los países socios. Es muy importante elabo-
rar documentación informativa, cursos y talleres, y todo lo que facilite la di-
fusión y transferencia de conocimiento sobre los procedimientos de estos
nuevos mecanismos de desarrollo.
• Es importante promover instrumentos multilaterales como fondos globa-
les, o apoyar a que se promuevan nuevos instrumentos para género que
arrojen evidencias de los logros que pueden obtenerse para la igualdad, si se
trabaja de manera comprometida y activa con participación real desde la
apropiación y el alineamiento con las organizaciones de los países socios.
Existen por el momento el Plan de acción de género del Banco Mundial, y
se ha creado el Fondo multidonante para la igualdad de UNIFEM, ini-
ciado por España con 50 millones de euros, y con la idea de poder consti-
tuirse en un fondo con cada vez más países donantes y participación de
otras agencias del sistema de ONU.
• Es necesario que las agencias, por otra parte, mantengan los instrumentos
tradicionales de cooperación para el desarrollo pero integrando los princi-
pios de París para obtener trabajar en asociación para el desarrollo en te-
rreno, y poder apoyar con estos instrumentos iniciativas de fortalecimiento
de las organizaciones de sociedad civil.
• Sería muy importante que se reforzaran los sistemas de seguimiento y eva-
luación de todas las agencias, y para ello es fundamental que los organismos
multilaterales empiecen a reportar en el sistema de información del CAD,
utilizando el código y el marcador de género propuesto por Gendernet.
• En este sentido el papel de todos los donantes es crucial en la construcción de
gestión por resultados y en crear cultura para aplicar la mutua responsabili-
dad para una rendición de cuentas transparente, que construya una cultura de
responsabilidad y participación real de todos los actores involucrados.
• En definitiva es crucial que las reglas de coordinación empiecen a transfor-
marse de manera real para deshacer desconfianzas, competencias pasadas
entre los organismos y los países, y poder construir una efectiva asociación
de género para el desarrollo, en la que se sume y no se reste, o se acumulen
experiencias que en muchas ocasiones se solapan en la práctica de los años
anteriores. Esto facilitaría no duplicar esfuerzos, obtener el máximo partido
de los recursos y en definitiva beneficios para cumplir los derechos de las
mujeres en el mundo.

67
NAVA SAN MIGUEL ABAD

➢ Recomendaciones para la Cooperación Española:

Aunque desde 2005 la Cooperación Española ha dado un giro sin preceden-


tes en su política de género en el desarrollo, contando con un posicionamiento
claro en el enfoque GED y de eficacia de de la ayuda, además de un incremento
presupuestario para género y salud sexual y reproductiva de un 400% de la AOD,
con importantes apoyos a organismos multilaterales y reforzando el trabajo de gé-
nero en los programas regionales, sin embargo todavía quedan algunos pasos que
dar para consolidar estos avances. Para ello el III Plan Director 2009-2012 ofrece
un marco de continuidad de lo logrado, reforzando aún más la eficacia de la
ayuda y la asociación para el desarrollo para la aplicación de la Estrategia de Gé-
nero, y construyendo una nueva arquitectura de género que se adapte a los re-
querimientos del nuevo contexto internacional. Por otra parte y pese a la crisis
económica que afecta a España en todos sus sectores, es la primera vez que se
cuenta con una política de género en desarrollo en coherencia de políticas con la
Ley de Igualdad y el Plan Estratégico para la igualdad de oportunidades, con-
templando por primera vez una planificación presupuestaria de 2008 a 2011, con
un incremento progresivo de recursos destinados a género hasta llegar al 15% de
la AOD total distribuible.
Para poder alcanzar los objetivos trazados, y consolidar la política de género
en el desarrollo para una acción más eficaz, será necesario reforzar los siguientes
elementos:

• Institucionalidad: Uno de los retos más importantes que tiene la Coopera-


ción Española es el refuerzo de los procesos de institucionalidad en todas las
estructuras de todos sus actores de cooperación. Algunas comunidades au-
tónomas españolas están en ese proceso de integración de género en sus es-
tructuras de una manera operativa, y algunas ONGD y Universidades es-
tán dando importantes avances en esta dirección. Pero el proceso más
importante y esperado es la construcción de un área de género dentro de la
nueva estructura de la AECID. En este sentido la nueva agencia tiene el
reto de combinar la estructura geográfica con la nueva dirección sectorial.
Ya la Estrategia de género proponía una reforma progresiva de cambios que
debería contar con: una unidad de género al más alto nivel de decisión y
que cuente con recursos económicos y humanos especializados. Dicha uni-
dad tendrá que considerar un trabajo en tres niveles:
• De transversalidad para apoyo y soporte en toda la estructura central,
que se combine con fortalecer la presencia de expertas de género en
cada una de las direcciones geográficas;
• Acción eficaz sobre el terreno: (con dos elementos que han de estar
interrelacionados) La acción bilateral: de coordinación y consolida-
ción de las unidades de género en el exterior; y de acción multilateral
para el seguimiento de los fondos multilaterales en combinación con
la ayuda bilateral;

68
OPORTUNIDADES Y PROPUESTAS EN LA AGENDA DE GÉNERO Y EFICACIA: AVANZANDO HACIA 2015

• Coherencia y armonización de actores, en coordinación con DG-


POLDE para el establecimiento de la RED GEDEA con sus diferentes
funciones, que incluya acciones de sensibilización y formación con los
actores en España, a la vez que el establecimiento de transferencia y co-
ordinación con organizaciones de mujeres gubernamentales y de socie-
dad civil en los países socios.
• En la construcción de institucionalidad de género en AECID se ha de con-
tar con la experiencia de planificación estratégica y construcción de política
de género en desarrollo, además de recursos que desde DGPOLDE se han
venido creando durante los años anteriores. En este sentido es importante
reflejar dos caras de un espejo para una acción eficaz y por resultados, que
cuenta con la planificación y con su aplicación en la gestión.
• Fortalecimiento de la Transversalidad: complementando lo propuesto en
el punto anterior, la transversalidad de género es un elemento a reforzar de
manera efectiva por todos los actores de la Cooperación Española. Para ello
desde DGPOLDE y contando con la participación de todos los actores se
elaborará una Guía para la trasnsversalidad de género y la eficacia de la
ayuda, que sea una herramienta de aplicación con orientaciones para todos
los actores.
• Programa específico de género en desarrollo y eficacia de la ayuda: la
constitución de un Programa de género en la Cooperación Española sería
una forma de poner en práctica muchos elementos de la transversalidad, de
empoderamiento y de la eficacia de la ayuda, ya que podría contemplar las
distintas propuestas del área de género, reforzadas en cuanto a acciones es-
pecíficas y contando con la creación de la RED GEDEA. Este programa
tendría como objetivo la aplicación operativa de la Estrategia de Género,
incidiendo en la coherencia entre instrumentos tradicionales y los nuevos,
y su uso diferenciado por regiones según la presencia y los requerimientos
de la Cooperación Española en cada zona geográfica. Facilitaría también la
aplicación geográfica de los planes específicos de género como son el Plan
de la 1325, o el de Género y cultura ya realizados desde DGPOLDE. El
programa contemplaría también instrumentos específicos de género como
pueden ser ventanillas para sociedad civil, o establecimiento de criterios de
financiación en las diferentes convocatorias publicas que tiene AECID, así
como la construcción de investigación aplicada en género y desarrollo.
• Coherencia de políticas y armonización: Para consolidar el esfuerzo en esta
dirección es necesario construir la RED GEDEA, como instrumento de efi-
cacia y coherencia de políticas, contemplando las diferentes etapas de crea-
ción progresiva de la red, contando tanto con la participación de todos los
actores en España, como que la red se convierta en vehiculo para apoyar y
transferir información a las organizaciones en los países, así como refor-
zando la armonización con OOII.
• Facilitar y transferir información: Es necesario también construir un Mapa
de actores, recursos y vías de acceso a información y financiación, dirigido

69
NAVA SAN MIGUEL ABAD

sobre todo a las organizaciones de mujeres, gubernamentales y no guber-


namentales, que puedan conocer y aprovechar todos los recursos de la Co-
operación Española en un momento como el actual, en el que género es
una prioridad real en la política de desarrollo española.
• Ámbito de política multilateral: España, además de mantener el apoyo a
fondos multilaterales como el de género de UNIFEM, Banco Mundial,
UNFPA o INSTRAW, ha de apoyar fundamentalmente tres procesos im-
portantes reforzando la línea de aportación de doctrina en foros interna-
cionales:
• El apoyo a la creación de una nueva arquitectura de género en ONU;
• La creación de Directrices de género y eficacia en el Gendernet del
CAD;
• Aportaciones a la actualización y fortalecimiento de Género en el De-
sarrollo en las políticas de la Comisión Europea, de cara a la presiden-
cia española para 2010.
• Promover mejoras en el sistema de información de género de la AOD,
para una mayor calidad y eficacia de la aplicación del enfoque GED: aun-
que en estos momentos el CAD no considere necesario ni oportuno la re-
visión y transformación del CRS y el marcador de género del sistema de in-
formación, sin embargo la Cooperación Española si requeriría de una
reforma en el sistema de recolección de información, que se adapte a la
transformación tan importante que ha dado en la política de género en de-
sarrollo. Sería de gran utilidad para poder contar con información más de-
tallada de cuanto se destina a proyectos con enfoque GED y cuanto toda-
vía va orientado a proyectos MED. Además se requiere tener más
información sobre las acciones de transversalidad de género en el total de la
AOD. Toda esta información arrojaría luz sobre como mejorar la calidad de
la ayuda en género, tanto en proyectos específicos como en transversalidad.
Además es necesario que desde DGPOLDE se promueva para todos los ac-
tores de la Cooperación Española la necesidad de ofrecer una información
cada vez más completa en cuanto a género, y para ello se requiere de espe-
cialización en el tema para la identificación de los proyectos y los elemen-
tos de transversalidad de género. Este sería un elemento clave para la difu-
sión en la Red GEDEA.
• Construcción de Indicadores y herramientas de seguimiento y evalua-
ción: uno de los retos que es necesario afrontar en esta legislatura es la ela-
boración de indicadores mínimos de cumplimiento de la política de género
en desarrollo, que sirvan para a su vez reforzar el sistema de seguimiento y
evaluación desde la integración del enfoque de género. Esta es una de-
manda que se viene dando desde hace años por la sociedad civil y sin la cual
es difícil alcanzar una credibilidad en cuanto al seguimiento y la mejora del
sistema de cooperación para la igualdad. Por lo tanto habrá que rehacer me-
todologías de evaluación con enfoque de género que se adapten al cambio
tan importante que se ha dado en la planificación y en la gestión para la

70
OPORTUNIDADES Y PROPUESTAS EN LA AGENDA DE GÉNERO Y EFICACIA: AVANZANDO HACIA 2015

igualdad de género de la Cooperación Española, contando con los princi-


pios y acciones para la eficacia de la ayuda.

➢ Recomendaciones para las organizaciones gubernamentales de mujeres


de los países socios:

El nuevo contexto internacional en transformación de las políticas de de-


sarrollo, y la crisis mundial que agudiza la falta de apoyo a temas sociales, tan
importantes como la consolidación o construcción de políticas públicas de
igualdad de género, plantean un escenario de cambio en cuanto a las relacio-
nes entre los mecanismos de igualdad con sus propios gobiernos y ministerios,
así como y muy especialmente, con las organizaciones de mujeres de sociedad
civil.
La pregunta fundamental a la que dar respuesta en cuanto a la elaboración de
recomendaciones para las organizaciones de mujeres es: ¿Cómo pueden incidir los
mecanismos de igualdad para que los países socios soliciten como prioridad, apoyo
para la igualdad de género en sus políticas, sin que sea un elemento de condicionali-
dad de los donantes, sino una demanda real de los socios?
En este sentido las organizaciones gubernamentales han de procurar cons-
truir en sus países y en sus regiones el pacto de género, contando con:

• Alianzas con los organismos internacionales especializados en género o que


sin ser especializados tienen un apoyo importante a las políticas de género,
para conocer las transformaciones de los donantes, los nuevos procedi-
mientos e instrumentos para la eficacia de la ayuda, y como establecer un
diálogo de políticas adecuado para acceder a nuevos recursos destinados es-
pecíficamente a género.
• Construir nuevas estrategias para incidir en sus propios gobiernos para par-
ticipar en las negociaciones con los donantes sobre nuevos instrumentos,
tanto en la integración de la transversalidad de género en las políticas pú-
blicas sectoriales que se apoyen, como para poder solicitar nuevos instru-
mentos y modalidades de ayuda para fortalecer las políticas de género.
• Reivindicar viejos instrumentos con nuevos principios de la eficacia que si-
gan fortaleciendo la institucionalidad de los mecanismos y las políticas pú-
blicas de igualdad.
• Promover la asociación para el desarrollo en los países con todas las orga-
nizaciones de mujeres, a nivel de integraciones regionales, de procesos
nacionales y locales, generando espacios de participación y consulta de la
sociedad civil, para fortalecer las organizaciones de mujeres con el obje-
tivo de generar ciudadanía de las mujeres y participación crítica y cons-
tructiva.
• Establecer experiencias y mecanismos de mutua responsabilidad en el con-
trol de cuentas y de cumplimiento de objetivos, en los que haya partici-
pación de sociedad civil para un mejor seguimiento de la gestión.

71
NAVA SAN MIGUEL ABAD

➢ Recomendaciones para las organizaciones de mujeres y feministas de


sociedad civil:

La sociedad civil ha jugado un papel fundamental desde 2006 para repoliti-


zar la agenda de la eficacia, volviendo a los temas sustantivos que vienen marca-
dos por las conferencias de los 90 en cuanto a género y desarrollo, especialmente
por Beijing y El Cairo. Algunas de las redes del Norte, que tienen la posibilidad
de estar en espacios donde se han dado los debates más importantes sobre género
y eficacia, como son GENDERNET o los espacios de ONU, han trabajado ar-
duamente como grupos de presión en el camino hacia Accra para que el tema de
género sea reconocido como prioridad ineludible en la agenda de la eficacia.
Desde estos foros han sido muy interesantes los debates sobre condicionali-
dad de la ayuda por los países donantes, vinculada a aprobar iniciativas de políti-
cas públicas donde realmente el tema de género sea una prioridad. La respuesta a
esta posibilidad desde las organizaciones de sociedad civil, ha sido negativa en
tanto que plantean que son los países socios los que definen sus agendas y en ellas
debe estar contemplado el cumplimiento de los convenios internacionales y
acuerdos por la igualdad ratificados por los países. Han reivindicado también la
previsibilidad de fondos para género que supongan una garantía de continuidad
de los avances logrados desde los 90, y que no contribuyan a hacer de la agenda
de la eficacia una oportunidad perdida para la igualdad de género.
Ante tan importante avance de organización y propuestas hacia Accra y Doha
que han dado su fruto en cuanto a constituir realmente pactos para la igualdad
desde las redes más importantes, todavía es necesario trabajar en algunas líneas,
entre otras:

• Trabajar en la búsqueda de soluciones a las siguientes cuestiones más impor-


tantes para construir un pacto de género desde sociedad civil: ¿Cómo puede
hacerse mayor transferencia de información desde las redes del Norte a las redes del
Sur y a las organizaciones más excluidas de mujeres?, ¿Cómo lograr que las orga-
nizaciones de mujeres y feministas sientan que forman parte de los espacios de re-
presentación?, y ¿Cómo construir espacios de confianza mutua y asociación para
el desarrollo entre las organizaciones de sociedad civil Norte-Sur, y a veces también
Sur-Sur?. Uno de los ejemplos en este sentido han sido las consultas por re-
giones promovidas por WIDE y AWID, y también la Conferencia interna-
cional de Diálogos Consonantes, que contó con las principales redes femi-
nistas y de mujeres de América Latina, el apoyo del INAMU de Uruguay y
el apoyo de la Cooperación Española y UNIFEM en la región, como un
ejemplo de transferencia de información y conocimientos sobre los temas de
eficacia y sus repercusiones en la financiación de las organizaciones de muje-
res. Se construyeron importantes consensos para la región. Es una gran res-
ponsabilidad de las organizaciones del Norte con las del Sur, y de las del Sur
con las organizaciones más de base y excluidas, la transferencia de informa-
ción y conocimiento sobre la agenda actual de eficacia y género.

72
OPORTUNIDADES Y PROPUESTAS EN LA AGENDA DE GÉNERO Y EFICACIA: AVANZANDO HACIA 2015

• Por otra parte las organizaciones de mujeres y feministas deben buscar


alianzas con los mecanismos de igualdad nacionales, locales y regionales
para construir procesos y espacios de participación que apoyen a las políti-
cas públicas de género para obtener fondos de los nuevos instrumentos, ya
sean bilaterales o multilaterales.
• También deben de cambiar su forma de relacionarse con las organizaciones
donantes, tratando de aprovechar alianzas para ser más efectivas en el logro
de objetivos. A la vez deben invertir tiempo en reivindicar la participación
en los procesos de mutua responsabilidad y rendición de cuentas, adop-
tando un papel comprometido para el control de la gestión de los fondos y
las intervenciones de desarrollo. Es necesario también invertir en procesos
de aprendizaje de nuevas formas para el seguimiento y la evaluación de las
políticas de igualdad en las regiones y países.

➢ Contar con otros actores de desarrollo

Por último es necesario considerar que en el nuevo escenario del desarrollo


otros actores nuevos juegan y jugarán papeles que pueden ser muy beneficiosos
para las políticas de igualdad y la construcción de plena ciudadanía y de cum-
plimiento de los derechos de las mujeres. Estos actores son: las Universidades,
en cuanto a investigación aplicada y formación especifica en género; los sindi-
catos, para la defensa de los derechos laborales y los convenios de igualdad de
OIT en los países y en el mundo globalizado de las migraciones; las empresas,
para la aplicación de los códigos de responsabilidad social empresarial que di-
funden la igualdad, así como iniciativas de desarrollo desde lo empresarial; los
medios de comunicación, para seguir sensibilizando y promoviendo los dere-
chos de las mujeres y su participación como activas constructoras de desarrollo
y la paz y no solo como víctimas de la discriminación, de la pobreza y de la vio-
lencia.
La construcción de un pacto feminista o de género pasa por la asociación con
la mayor parte posible de actores en el desarrollo, que puedan conocer realmente
las reivindicaciones históricas de las mujeres, de la mano de sus propias organiza-
ciones en los países, y de reconocer como sin la participación de las mismas nunca
se llegará a condiciones reales de justicia, igualdad, democracia y paz, en un
mundo donde todavía la pobreza es una realidad y un problema de discrimina-
ción de consecuencias globales para las mujeres y las niñas.

BIBLIOGRAFÍA
AWID, (2006), Primer Informe Fundher «¿Dónde está el dinero para los dere-
chos de la mujer? Evaluación de los recursos y el papel de los donantes en la pro-
moción de los derechos de la mujer y el apoyo de organizaciones de derechos de
las mujeres».

73
NAVA SAN MIGUEL ABAD

BENGOA, Juana, (2008), Los ODM y los derechos de las mujeres ante la ar-
quitectura global del desarrollo. En Revista Tiempos de Paz.
GAYNOR, C. (2006). Paris Declaration on aid effectiveness and gender equa-
lity, DAM, Naciones Unidas.
MAEC, (2005) II Plan Director de la Cooperación Española 2005-2008. Ma-
drid.
MAEC, (2007) Estrategia de Género en Desarrollo de la Cooperación Española.
Madrid.
MAEC, (2008), Borrador del III Plan Director de la Cooperación Española
2009-2012
MINISTERIO DE ASUNTOS SOCIALES (1996) Declaración de Beijing y
Plataforma para la acción. Instituto de la Mujer, Serie Documentos nº 19. Ma-
drid.
OCDE, (2005) Declaración de París sobre eficacia de la ayuda. París.
OCDE, (2008) Programa de Acción de Accra. Tercer Foro de alto nivel so-
bre eficacia de la ayuda. Accra, Ghana.
OCDE (2008), Resúmenes temáticos 1, 2 y 3, sobre Igualdad de género, au-
tonomía de la mujer y la Declaración de París sobre la Eficacia de la Ayuda al De-
sarrollo.
SAN MIGUEL, Nava (2008), Género y Eficacia de la ayuda en la Cooperación
Española: Construir un Pacto Feminista para el Desarrollo. En Conde, Rosa, Perís,
Rosa Mª, Valcárcel, Amelia (2008); Hacia una agenda iberoamericana por la
igualdad. Fundación Carolina, Siglo XXI. Madrid.

Se han utilizado diferentes informes y documentos internos emanados del


trabajo de la Red para la Igualdad de Género del CAD-OCDE, la Comisión Eu-
ropea y Agencias del Sistema de Naciones Unidas, así como presentaciones y do-
cumentos internos de trabajo de la DGPOLDE, SECI-MAEC no publicados.
También se han utilizado documentos que establecen los posicionamientos de las
organizaciones y redes de mujeres de sociedad civil en la ruta hacia Accra, elabo-
rados por WIDE y la Coordinadora de ONGD Española.

74
GÉNERO Y COOPERACIÓN
DESCENTRALIZADA:
RECOMENDACIONES PARA LA
ARMONIZACIÓN DE LA AOD
Alioska Vanessa Pérez Baldovinos
Investigadora de CEALCI-Fundación
Carolina y Colaboradora del Área de
Género en DGPOLDE.

1. INTRODUCCIÓN
El Gobierno de España y las Comunidades Autónomas (CCAA), han creado
planes que dirigen acciones para lograr el avance a la igualdad efectiva de mujeres
y hombres. En el caso de la política de desarrollo se ha comenzado a dar respuesta
a los compromisos asumidos internacionalmente y al mandato de Ley sobre Co-
operación Internacional, establecido en el año 1998.
La Ley 23/1998 del 7 de julio de Cooperación Internacional para el Desa-
rrollo, BOE Nº 162 (8/07/98), en la cual se expresan los principios, objetivos,
prioridades, modalidades e instrumentos de la Política Española de Cooperación
para el Desarrollo, otorga una base jurídica a la igualdad de oportunidades entre
mujeres y hombres, como principio rector de la Cooperación Española. «La po-
lítica española de Cooperación internacional se orientará a la protección y respeto
a los derechos humanos, igualdad de oportunidades, a la participación e integra-
ción social de la mujer y defensa de los grupos más vulnerables» (Art. 7.c). La Ley
reconoce por primera vez a los diferentes actores de la Cooperación Española y es-
tablece la prioridad de la defensa de los derechos de las mujeres.
En el II Plan Director (PD) de la Cooperación Española (2005- 2008), se in-
tegra el enfoque de género en las líneas estratégicas de la política de desarrollo,
continuando como prioridad en el III Plan Director (2009-2011). Este docu-
mento, es un elemento básico de planificación cuatrienal que determina las di-
rectrices, objetivos, prioridades y recursos presupuestarios para el período que

75
ALIOSKA VANESSA PÉREZ BALDOVINOS

abarca. En estos documentos, se presenta como prioridad horizontal y sectorial el


enfoque de Género en el Desarrollo(GED), reconociendo la importancia del em-
poderamiento y la transversalidad de género, los derechos sexuales y reproducti-
vos, lo que cambia la orientación y el contenido político para género, en su trata-
miento para la cooperación española en su conjunto.
En el caso de las Comunidades Autónomas (CCAA), en su proceso de pla-
nificación en cuanto a género, «desde el año 1988» (Bustelo, 2004.p.30) se han
venido realizando esfuerzos que permitan dirigir sus políticas con perspectivas de
género en sus componentes de atención, creando sus propios planes de igualdad,
de acuerdo a la administración y el desarrollo de su nivel de autonomía en el te-
rritorio (Ver cuadro de Anexo 1).
En este artículo se presenta una breve descripción de los avances alcanzados
para la inclusión de género en las políticas de cooperación para el desarrollo en
ocho Comunidades Autónomas: País Vasco, Cataluña, Madrid, Andalucía, Castilla
la Macha, Valencia, Navarra y Asturias, las cuales han incrementado su ayuda ofi-
cial al desarrollo (AOD) a género en el período 2005 al 2007. Además han diseñado
marcos normativos e institucionales, para el avance a la igualdad real y formal de las
mujeres. Estas CCAA en sus planes directores asumen líneas prioritarias con prin-
cipios fundamentales de igualdad y no-discriminación, acciones para la igualdad de
oportunidades o al cumplimiento de los derechos humanos para hombres y muje-
res. Algunos planes destacan como prioridad transversal y/o sectorial la equidad o
igualdad de género, los cuales reconocen claramente la perspectiva de género o el en-
foque GED como el adecuado para su política de desarrollo.
Estos cambios e iniciativas del Estado Español y de las comunidades autó-
nomas, responden a los compromisos Internacionales: los Objetivos de Desarro-
llo del Milenio (ODM), la Plataforma de Beijing, las declaraciones de El Cairo y
de Viena, en cuanto a derechos humanos de las mujeres. Estos elementos han for-
talecido el marco institucional y de compromisos en la política de desarrollo de
España, tanto a nivel central en su II PD (2005-2008), en su III PD (2009-2011)
y en su Estrategia de Género en Desarrollo; y a nivel autonómico el marco inter-
nacional y nacional ha influenciado en su marco institucional: sus planes de igual-
dad, en sus leyes de cooperación y en sus planes directores de cooperación. En es-
tos procesos de planificación y gestión se ha incorporado el enfoque de derecho y
el enfoque de género en desarrollo. Con este marco normativo e institucional, la
Cooperación Española presenta condiciones y oportunidades para los países re-
ceptores de ayuda, en las nuevas modalidades e instrumentos de cooperación para
el sector género.
El reto actual de la política de desarrollo es la creación de mecanismos que
promuevan y fortalezcan acciones de armonización y alineamiento en cuanto gé-
nero en desarrollo de la cooperación española, tanto en las gestiones realizadas a
nivel central como en el nivel descentralizado de las CCAA. En estas páginas fi-
nalmente se describen algunas propuestas de armonización que han quedado pen-
diente en el II Plan director , para lograr una coherencia de política entre todos
los actores de cooperación.

76
GÉNERO Y COOPERACIÓN DESCENTRALIZADA: RECOMENDACIONES PARA LA ARMONIZACIÓN DE LA AOD

2. EL PROCESO DE PLANIFICACIÓN DE LA COOPERACIÓN


DESCENTRALIZADA DE 8 COMUNIDADES AUTÓNOMAS
CON RELACIÓN AL PLAN DIRECTOR DE LA COOPERACIÓN
ESPAÑOLA DEL 2005-2008, EN CUANTO A GÉNERO
El Estado Español tiene como prioridad realizar una coherencia de políticas
para la igualdad de género, lo inicia con el proceso de elaboración del PD 2005-
2008 y con el proceso de elaboración de su Estrategia de Género en Desarrollo,
documentos elaborados con la participación activa de la Secretaria de Igualdad y
el Instituto de la Mujer. La puesta en práctica de la Ley de Igualdad en cuanto a
cooperación al desarrollo, se expresa en las líneas prioritarias de la Estrategia de
Género en Desarrollo de la Cooperación Española; dado que la propia Ley de
Igualdad incorpora en uno de sus artículos, el mandato que todo instrumento de
planificación, programa y proyecto de cooperación para el desarrollo debe consi-
derar la igualdad de género.
Es importante destacar el papel activo y decisivo que han venido realizando
las CCAA, en cuanto a la política de cooperación para el desarrollo y específica-
mente en género, se refleja en sus leyes y planes de cooperación, que al menos tie-
nen presente principios de no discriminación, el incentivo en sus subvenciones
para todas aquellas acciones que consideren la igualdad de género y el incremento
de programas y proyectos que consideran actuaciones para el empoderamiento de
las mujeres.
La normativa e instrumentos diseñados por las CCAA, como sus planes di-
rectores en los que se reflejan la integración del enfoque de género en desarrollo,
con la incorporación de líneas estratégicas para el empoderamiento de las muje-
res, la equidad e igualdad de género y la transversalidad de género, es un avance
en cuanto a género, en que se expresa el interés y la voluntad política para pro-
mover actuaciones de cooperación en la defensa de los derechos de las mujeres de
manera igualitaria. El eslabón pendiente de la cooperación española es el estable-
cer acciones que impulsen el alineamiento y armonización entre todos los actores
de cooperación en el terreno (en el exterior), en que se considere la política de de-
sarrollo de los países receptores de la ayuda, específicamente en los países socios
con España; Además de la armononización de sus actuaciones de cooperación a
nivel sectorial como geográfico, en las que puedan apropiarse los actores las líneas
estratégicas descrita en las estrategia sectoriales y en los documentos estrategia
país, para llegar a una asociación con los países socios, de acuerdo a su política de
desarrollo y con un marco de coherencia de política en la ejecución de la ayuda
oficial al desarrollo (AOD).

2.1. La Planificación de la Cooperación Española


El proceso de planificación del II y III PD, han venido definiendo la política
de cooperación para el desarrollo, en la que se refleja el proceso de cambio «en

77
ALIOSKA VANESSA PÉREZ BALDOVINOS

cuanto al tratamiento de género se refiere, al integrar el enfoque GED, (Género


en el Desarrollo) como prioridad transversal (horizontal) y como prioridad sec-
torial, como compromiso político ineludible, en coherencia con la prioridad po-
lítica de gobierno sobre los temas de igualdad de género» (San
Miguel.2007.p157). Estos documento integran también la importancia del em-
poderamiento de las mujeres como un mecanismo para reducir la brecha de desi-
gualdad de género y el enfoque de Derechos Sexuales y Reproductivos,el sector sa-
lud vinculado al sector género.
En el cumplimiento de la ley de cooperación, la secretaria de estado de coo-
peración internacional (SECI) a través de la Dirección General de Planificación
y Evaluación de Políticas para el Desarrollo (DGPOLDE), ha realizado un pro-
ceso de planificación estratégica, con el interés de dar una orientación basada en
criterios de desarrollo para la eficacia de la ayuda, considerando herramientas de
planificación que orienten la coherencia de política entre sus líneas prioritarias de
cooperación, presentadas en sus Estrategias Sectoriales (DES), los documentos es-
trategia país (DEP) y los planes de actuación especial (PAE).
En el PD 2005-2008 se señala una Planificación Estratégica Geográfica que
permita mejorar la calidad y eficacia de la ayuda, estableciendo para los países
prioritarios de la Cooperación Española elaborar Documentos Estrategia País
(DEP) y para los países preferentes y de atención especial los Planes de Actuación
Especial (PAE).
Estos documentos concretan un marco estratégico común para todos los
actores de la Cooperación Española en un país, zona o región determinada, en
ellos se aplican los postulados, principios y prioridades del II PD. Los resulta-
dos de este proceso permitieron aportar criterios estratégicos (uno de ellos es
Género) bien definidos y restrictivos para la concentración geográfica y secto-
rial, que facilite la coordinación de acciones de los diferentes actores de la Co-
operación Española.
La metodología utilizada en el proceso de elaboración de los DEP y PAE,
permitió a los actores de la Cooperación Española tener una participación activa
para el analice del contexto de cada país y la identificación de los sectores priori-
tarios, uno de ellos es género. Aún con diferentes resultados por el contexto de
cada país, la estructura del diseño de los documentos fueron descritos de manera
homogeneizada, aunque cada país presento sus líneas de actuación de acuerdo a
su demanda de la realidad , este proceso fue liderado y coordinado por Agencia
Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) en terreno y
sede. A continuación se describen los DEP y los PAE, que han priorizado líneas
estratégicas para el sector Género:

78
GÉNERO Y COOPERACIÓN DESCENTRALIZADA: RECOMENDACIONES PARA LA ARMONIZACIÓN DE LA AOD

CUADRO 1
Países que prioriza en sus DEP y PAE líneas estratégicas a género

Países
Línea Estratégicas de
Prioritarios Atención Especial Preferentes
Género
DEP PAE PAE
Promoción de una mayor Nicaragua, Republica Do- Camboya Argentina, Costa
representación de las muje- minicana, Túnez, Bolivia, Rica, Bangladesh
res y participación paritaria El Salvador, Perú Mozam-
en todos los espacios socia- bique, Senegal , Honduras
les y políticos.
Fortalecimiento de las polí- Nicaragua, Republica Do- Líbano, Colombia Uruguay, Argen-
ticas y mecanismos na- minicana Haití, México, tina, Venezuela, Pa-
cionales de igualdad de gé- Vietnam, El Salvador, namá
nero Perú, Egipto, Argelia,
Honduras , Cabo Verde
Túnez, Bolivia ,Guatemala
Mejora de oportunidades Nicaragua, Republica Do- Camboya Argentina, Brasil,
de las mujeres en el ámbito minicana Senegal, Viet- Bangladesh
económico nam, Marruecos Hondu-
ras, Níger Cabo Verde,
Túnez, Bolivia, Guatemala
Formación en valores de Honduras, Níger Túnez, Colombia
ciudadanía Bolivia , Guatemala, Arge-
lia
Mejora de la salud sexual y Guatemala
reproductiva y reducción
de la mortalidad materna.

Nota: El resto de los países no presentaron líneas estratégicas de género, por no identificar en su diag-
nóstico inicial como una prioridad.

En el cuadro 1, se presentan las líneas estratégicas a género, aquellas identifi-


cadas en el proceso de diagnóstico y de consulta con los actores de cooperación es-
pañola en el terreno; estas líneas están acompañadas con sus actuaciones priorita-
rias. Según el cuadro anterior, se encuentran 18 países prioritarios, 7 países
preferentes y 3 países de atención especial, (un total 28 países socios) con priori-
dades estratégicas para promover programas, proyectos y actuaciones que incen-
tiven: el fortalecimiento de las políticas y mecanismos nacionales de igualdad de
género, para el empoderamiento económico y político en los espacios sociales, ac-
tuaciones para la formación de valores de ciudadanía. Es importante destacar que
Guatemala asume como una prioridad estratégica, la atención a la salud sexual re-
productiva y reducción de la mortalidad materna, ausente en el resto de los paí-
ses, aún siendo uno de los objetivo de desarrollo del milenio (ODM).
Estas líneas estratégicas son la orientación para la cooperación española, para

79
ALIOSKA VANESSA PÉREZ BALDOVINOS

apoyar a la política de desarrollo de los países socios, en la lucha contra la pobreza


de la agenda de desarrollo de los objetivos del milenio (ODM), específicamente
a los ODM 1, 3 y ODM 5.

2.2. Planificación Sectorial


En el II Plan director 2005-2008 se precisaron líneas estrategias prioritarias,
en la se definieron prioridades de sectoriales para el cumplimiento de los com-
promisos internacionales y nacionales. En este proceso se ha diseñado específica-
mente un documento estratégico sectorial de Género en desarrollo (DES GED)
, elaborada a partir de un amplio proceso de consultas con los diferentes actores
de la cooperación española, como AECID, los órganos consultivos como el con-
sejo de cooperación , comisión interterritorial (en las que participan las CCAA)
y la comisión interministerial. Este documento pretende «cumplir con los acuer-
dos internacionales más importantes y ratificados por España, en cuanto a igual-
dad de género. Además de brindar un seguimiento efectivo al cumplimiento de la
Plataforma de Beijing, todavía vigente, a los Objetivos de Desarrollo del Milenio,
así como CEDAW y los compromisos del Cairo en Derechos sexuales y repro-
ductivos» (MAEC. Estrategia GED. 2007. p. 61-62).
La Estrategia de Género en Desarrollo de la Cooperación Española se ini-
cia a partir de un análisis de la situación de discriminación de las mujeres en el
mundo, contemplando las áreas críticas que se definen en la Plataforma de Bei-
jing; esta estrategia tiene como objetivo general de desarrollo, alcanzar el pleno
ejercicio de los derechos humanos y de ciudadanía de las mujeres, mediante el
empoderamiento de las mismas en todas las esferas de participación, tratando de
reforzar medidas concretas que afiancen el cumplimiento de los derechos econó-
micos, sociales, sexuales, políticos y culturales de las mujeres en todos los países
socios con los que trabaja la Cooperación Española. «Aporta pautas concretas
para la transversalidad real del enfoque de género, y tiene como reto ser una es-
trategia novedosa en el panorama internacional, en la que se adaptan los nuevos
principios de la eficacia de la ayuda, presentados en la Declaración de París
(2005)» (San Miguel: 2007. p.157). Es un documento de carácter operativo que
busca la coherencia de políticas, la mejora de la coordinación entre todos los ac-
tores de la cooperación en materia de género y la mejora de la calidad de la ayuda.
Además, presenta acciones para una mayor cercanía y armonización con los paí-
ses socios y las organizaciones de mujeres que trabajan en género y desarrollo.
En el marco de intervención de la estrategia se establece un marco metodoló-
gico donde se definen objetivos y líneas estratégicas, actuaciones prioritarias y pau-
tas de intervención que delimitan el campo de actuación de la Cooperación Espa-
ñola. Las líneas de intervención se dividen en líneas para alcanzar la igualdad formal,
la igualdad real y acciones específicas de empoderamiento. Además incorporará lí-
neas de intervención para la transversalidad de género en la Cooperación Española,
con la integración de enfoque GED a nivel formal y real. Se seleccionan y acotan

80
GÉNERO Y COOPERACIÓN DESCENTRALIZADA: RECOMENDACIONES PARA LA ARMONIZACIÓN DE LA AOD

aún más las opciones en el marco regional donde se concretan las actuaciones a par-
tir de las prioridades emanadas de las limitaciones detectadas en el diagnóstico pre-
vio regional. Al final del documento se incluye un marco instrumental, donde las
líneas descienden a los mecanismos concretos para su puesta en práctica en dos
grandes modalidades de ayuda, presentando los instrumentos que se pueden utili-
zar en la Cooperación Española: a nivel bilateral y a nivel multilateral.
En este proceso de planificación la cooperación española refleja el avance de
su coherencia de política en las políticas de igualdad y de cooperación, a través de
sus marco normativos como i) su ley de cooperación (con una línea prioritaria
para la igualdad de género); ii) la ley de igualdad efectiva para hombres y muje-
res, en la que se presenta como mandato establecer la transversalización de género
en las actuaciones de desarrollo; iv) En su II PD y III PD mantiene como línea
prioritaria Género en Desarrollo de manera horizontal y sectorial. v) En el docu-
mento estrategia sectorial en Género en Desarrollo.
Es importante resaltar que las estrategias sectoriales recopilan los compromi-
sos internacionales más importantes del sector y su marco normativo. A partir de
estas referencias, se han construido los marcos teóricos, contando con los princi-
pios fundamentales, enfoques de desarrollo y conceptos que posicionan a la Co-
operación Española. Esto ha permitido tener un avance en cuanto al grado de de-
bate y consenso conseguido entre los diferentes actores de la cooperación, y un
compromiso explícito del posicionamiento político para mejorar la calidad y la
eficacia de la ayuda. Una de las dificultades existentes, es la falta de acciones en la
difusión y de apropiación de estos contenidos, para lograr una adecuada aplica-
ción y utilización de estos documentos. Por otro lado, este proceso de planifica-
ción estratégica, tanto sectorial como geográfica, no ha seguido una lógica uni-
forme, ni el cumplimiento de una planificación en plazos, aún con una
herramienta homogeneizada.
Además, en este sistema de planificación estratégica de la cooperación espa-
ñola, no se crearon criterios para organizar la elaboración de las estrategias secto-
riales y la edición de algunas prioridades horizontales, quedando excluidos algu-
nos sectores como infancia y juventud, migración y desarrollo. Y tampoco hay
que obviar el tiempo tardío de la publicación de estos documentos.
El reto al que deberá enfrentarse el III PD, será la articulación de las estrate-
gias sectoriales y geográficas, de forma que estos dos ámbitos de planificación
cumplan su cometido de favorecer la concentración de la ayuda española y a la vez
definan marcos estratégicos en cada país que favorezca una asociación para el de-
sarrollo con una armonización de actuaciones, que faciliten la eficacia de la ayuda
y una coherencia de política, con todos sus actores de cooperación.

2.3. La planificación de la política de cooperación descentralizada


Todo el proceso de planificación de la política de la cooperación española y
la programación anual de la AOD, empieza a visualizar las primeras acciones de

81
ALIOSKA VANESSA PÉREZ BALDOVINOS

acercamiento a los actores de cooperación descentralizada, desde la elaboración de


Plan Director 2005-2008. Y con la elaboración de los documentos estratégicos
sectoriales y geográficos antes mencionados, se empieza a dialogar y concertar lí-
neas políticas en la cooperación española, que permitieron informar, divulgar y
compartir un proceso de planificación, que facilitaron a la cooperación descen-
tralizada apropiarse del marco internacional y nacional reflejado en dichos docu-
mentos.
Las CCAA en sus planes directores expresan algunas líneas prioritarias muy
similares a las líneas del plan director 2005-2008 del nivel central, específica-
mente a género. Y en cuanto a la gestión de la AOD, ha sido un incremento sus-
tancial para las actuaciones de género (ver gráfico 1), principalmente en los paí-
ses de América Latina y África (ver cuadro 4), situación muy similar de la
cooperación central. A continuación se describen las líneas estratégicas que se
identifican con el proceso de planificación del II PD y la Estrategia GED de la
Cooperación Española:

2.3.1. Los planes directores de las Comunidades Autónomas programa la ayuda


en los países socios presentado en el plan director 2005-2008 de la
cooperación española
La AOD de las CCAA en su mayor parte es destinada a América Latina, si-
tuación similar del estado español, datos que pueden visualizar en el seguimiento
del PACI 2006. Las prioridades geográficas de «la política autonómicas adoptan
igual tratamiento del nivel central» (Hombrado, 2007. p.43), al considerar en su
lista de países prioritarios y preferentes, los países como: Bolivia, Ecuador, El Sal-
vador, Guatemala, Nicaragua, Perú, Honduras, Republica Dominicana, Colom-
bia, y Cuba. Estos últimos dos países aunque estén clasificado como país de aten-
ción especial por el nivel central, es importante visibilizar el reconocimiento de las
CCAA como países preferentes (ver cuadro 2).
Es importante señalar que la Comunidad Vasca, tiene su propia clasificación
de países socios, criterios marcados en su plan director 2004-2006, seleccionando
bajo sus propios criterios a 20 países socios para su cooperación descentralizada,
siendo un país prioritario Cuba, de acuerdo a sus criterios de selección de países
socios, como: magnitud de incidencia de pobreza (que exista una política país que
presente una estrategia de lucha contra la pobreza), asociación estratégica (alianza
estratégica tejida durante años, que exista un alto grado de concentración de ac-
tores de cooperación vasca), este marco institucional coincida con el plan direc-
tor (que exista coherencia política de los países socios con las líneas de trabajo del
plan director), que tenga capacidad de establecer políticas y estrategias de code-
sarrollo (que exista capacidad de establecer en los países socio una estrategia de co-
desarrollo con relación a emigrantes en el país vasco). Estos criterios del PD del
País Vasco, aún sigue seleccionando los países de la región de América Latina, es-
pecialmente Centro América y el Caribe (ver tabla 1). Planteamiento que no es re-

82
GÉNERO Y COOPERACIÓN DESCENTRALIZADA: RECOMENDACIONES PARA LA ARMONIZACIÓN DE LA AOD

CUADRO 2
Principales Países Receptores de AOD en el año 2006
Administración Castilla de
CC AA Andalucía Cataluña Madrid País Vasco
Central La Mancha
Guatemala Perú Marruecos Bolivia Guatemala Perú Guatemala
Iraq Bolivia El Salvador Perú Nicaragua Colombia Bolivia
Nigeria Guatemala Honduras Guatemala República Bolivia Cuba
del Congo
Turquía El Salvador Perú Territorios Colombia Mauritania Perú
Palestino
Marruecos Marruecos Territorios Nicaragua Mozambique El Salvador El Salvador
Palestino
Perú Colombia Cuba El Salvador Marruecos Ecuador México
Colombia Ecuador Guatemala República Ecuador Territorios Nicaragua
Dominicana Palestino
Bolivia Territorios Bolivia Honduras Bolivia Marruecos Ecuador
Palestino
Fuente: Seguimiento PACI 2006

conocido por los gestores de la administración autonómica, dado que su «expe-


riencia de años y planteamiento político de su cooperación no han participado, ni
han sido acompañado por la administración central» (entrevista Actor 6. Agosto
2008).
Es importante destacar que la mayor cantidad de la AOD bilateral para gé-
nero esta destinada a la región de América Latina, especialmente para Centro
América y el Caribe, tanto la cooperación descentralizada como del nivel central.
Y el incremento en género para América Latina ha sido de 46.3 % en el año 2006
y para el año 2007 un incremento del 163.7% (ver tabla 1). Aunque el mayor in-
cremento porcentual ha sido para África, del 260%, es decir ha duplicado la
ayuda en el año 2006. Y en número absoluto, América Latina recibió en el año
2004 la cantidad de 7.1 millones de euros y para el año 2006 se destino el 21.2
millones de euros. Y la región de África recibió en el año 2004 la cantidad de 4
millón de euros y el año 2006 se incremento a 10 millones de Euros (ver tabla 1,
Seguimiento PACI 2006).
En la tabla 2, se puede ver que en el año 2007, la mayor parte del incremento
porcentual de la ayuda a género sigue prevaleciendo los países de la región de
América Latina, especialmente en Centro América. Esta ayuda bilateral, esta in-
cluida las aportaciones de la cooperación descentralizada como a nivel central. Y
además se refleja en la tabla 2, que desde el año 2005 se incrementa más del
100% de los fondos en cada unos de estos países.

83
ALIOSKA VANESSA PÉREZ BALDOVINOS

TABLA 1
La Distribución de AOD bilateral para el CRS instituciones de igualdad
de mujeres por regiones. (Seguimiento PACI 2006)
Área geográfica 2004 2005 2006 % 2006 % 2006/05
1. Total América Latina 7.150.371 14.530.767 21.259.541 58,10% 46,31%
2. Total Mediterráneo 3.933.632 7.777.288 7.048.665 19,26% -9,37%
3. Total África Subsahariana 1.078.438 1.509.821 5.436.286 14,86% 260,06%
4. Total Asia-Pacífico 149.007 955.058 1.683.660 4,60% 76,29%
5. Total Europa 0 350.000 593.910 1,62% 69,69%
6. Total África 4.159.734 7.124.123 10.970.659 29,98% 53,99%
7.Total Asia 1.001.343 3.076.071 3.178.582 8,69% 3,33%
8. PVD, no especificado 288.866 436.835 567.087 1,55% 29,82%
Total sector (euros) 12.600.315 25.559.768 36.589.150 100,00% 43,15%

TABLA 2
Relación porcentual y países con mayor ayuda
de la AOD bilateral en género
Principales países / territorios Años
con mayor recepción de ayuda. 2004 2005 2006 2007 2007%
1. Bolivia 696.680 391.346 1.014.114 1.421.437 9,64%
2. Guatemala 302.606 1.458.322 498.093 892.084 7,67%
3. Marruecos 715.364 555.598 2.889.701 2.470.136 7,56%
4. Nicaragua 1.338.043 814.820 447.931 1.185.305 7,54%
5. Palestinos, Territorios 7,10%
6. Namibia 6,61%
7. Colombia 6,36%
8. Bangladesh 5,85%
9. Etiopía 5,31%
10. Timor-Leste 3,58%
Fuente: Seguimiento PACI 2007

84
GÉNERO Y COOPERACIÓN DESCENTRALIZADA: RECOMENDACIONES PARA LA ARMONIZACIÓN DE LA AOD

2.3.2. El proceso de planificación de la cooperación para el desarrollo


El II PD y el proceso de Planificación Sectorial, ha sido un salto de calidad
en la planificación de la política de desarrollo, situación que se ve refleja en líneas
prioritarias de la política de cooperación descentralizada de las CCAA, en cuanto
a género, siendo un cambio político de la actual legislatura, al reafirmar voluntad
política para promover acciones para la igualdad de género, expresada con la crea-
ción de una estrategia de género en desarrollo, que supone un cambio institucio-
nal importante, al determinar líneas políticas que marca las actuaciones de desa-
rrollo.
Los planes directores como el de Cataluña, País Vasco, Madrid, Andalucía,
Valencia, Navarra y Asturias, considera la equidad de género como eje transver-
sal. Y en el caso de Cataluña, el País Vasco, Madrid y Andalucía tiene en uno de
sus objetivos estratégicos considerar actuaciones para género, asignando fondos a
este sector, priorizando programas y proyectos para el empoderamiento de las
mujeres. Esto tiene mucha relación con el nivel central, porque en el período de
2005 al 2007 se empieza incrementar la ayuda a género (ver tabla 1).
Esta prioridad al sector género esta enmarcada en la agenda internacional, en
la que participa España, reflejado en el último examen del CAD (año 2004) a la
cooperación española y el avances de sus PACI de los años 2005 al 2007, en los
cuales se figuran los fondos por sectores y de manera geográfica, tanto de las Co-
munidades Autónomas como de los diferentes Ministerios del Estado. Datos que
reflejan el incremento destinado para género por región (ver gráfico 1 y el tabla
1, datos del seguimiento PACI 2007).

2.3.3. Convenios de colaboración para programas regionales


Con el fin de establecer coordinación y alineamiento desde las actuaciones de
la AECID, en su reforma de estatutos, se platea «la coordinación, el diálogo y la
complementariedad de los distintos actores y agentes de la cooperación española»
(Estatutos, AECID). En el decreto 1403/2007 de la reforma de los estatutos de
la agencia, se mencionan en el art 3.1 contemplar el principio de colaboración
con las CCAA, los cuales se podrán formalizar a través de convenios de colabora-
ción. Esta reforma es un cambio sustancial dentro de la agencia, para establecer
acciones concretas de coordinación y alineamiento con actores de la cooperación
descentralizada, aunque quedan pendientes en los mecanismos o la manera de eje-
cutar coordinadamente esta ayuda dentro del territorio de los países receptores,
países socios con la Cooperación Española, ya sea administrada por SECI y/o
con los ministerios. En la aplicación de los nuevos estatutos y la implementación
de una forma de colaboración entre actores, la AECID crea programas regionales
como una forma de armonizar y alinear sectorialmente la cooperación bilateral,
en las que puedan participar las CCAA y administraciones públicas, a través de
convenios de colaboración, donde se gestiona la ayuda, cada una de las partes

85
ALIOSKA VANESSA PÉREZ BALDOVINOS

realiza una aportación de su AOD a programas regionales que corresponde a un


sector. En cuanto a género, aún esta pendiente diseñar un programa regional en
la que participen las CCAA, que permita este programa armonización y la com-
plementariedad de las actuaciones para género en desarrollo..
En los convenios realizados hasta la actualidad se han definido los «ámbitos
sectoriales y geográficos» que tenga el interés mutuo para ambas administraciones.
En esta delimitación se incluyen el objetivo del sector y las líneas de intervención,
durante la ejecución del programa en los países socios. En el caso del programa
VITA, que tiene considerado uno de sus objetivo la atención a la salud materna
y específicamente es ejecutado en la región de África, han venido participando
Andalucía, Asturias, Castilla la Mancha, Cataluña, Madrid, Navarra y Valencia.
Las CCAA al tener identificadas prioridades sectoriales de igual manera que el ni-
vel central, se establecen una cuota de participación con proyectos determinados
en el programa, financiando y ejecutando en conjunto el programa en algunos pa-
íses, por ejemplo en este programa VITA las comunidades de Andalucía y Casti-
lla la Mancha financian un proyecto para «la mejora de las condiciones socio sa-
nitarias en las ciudades de Hoceima, Nador y Taza, en Marruecos»(datos
AECID). Y existen otras comunidades autónomas, como Navarra e Isla Baleares
(esta última no fue seleccionadas en este estudio), pero ejecutan proyectos de do-
tación de infraestructura sanitarias y de formación a personal de salud, en la cual
se alinean con una línea de actuación del programa (datos AECID 2008).
En estos convenios generalmente se determina el compromiso de que las OTC
faciliten el apoyo logístico y administrativo a los actores de las CCAA, durante la par-
ticipación de ejecución del programa. Y además de la constitución de una «comisión
de coordinación y seguimiento» (Hombrano.2007.p.62), representadas por ambas
administraciones, las funciones de las CCAA queda meramente administrativa y de
financiación, por falta de personal en el terreno por las CCAA.
Los actuales planes directores de las CCAA, se refleja la tendencia a alinearse
con el modelo estatal en la planificación sectorial en materia de género.
Los planes directores de las ochos comunidades estudiadas antes menciona-
das, presenta acciones precursores, como el caso Cataluña, País Vasco y Andalu-
cía. En el caso de Cataluña (PD 2007-2010) considera como uno de sus ejes
prioritarios los derechos humanos laborales» (Hombrano.2007.p.42); El actual
PD del País Vasco, tiene en sus prioridades acciones positivas, como el destinar un
10% de su presupuesto de la AOD a las actuaciones de cooperación específica-
mente de las organizaciones de mujeres y feministas; El PD 2008-2011 de Anda-
lucía, establece como prioridad transversal y horizontal actuaciones para género
en desarrollo, en la que menciona que toda las actuaciones de desarrollo deben
presentar resultados con enfoque de género.
En los planes directores de las ocho Comunidades se consideran como prio-
ridades la igualdad de género y acciones para el empoderamiento y la defensa de
los derechos de las mujeres. Además de considerar metodológicamente en sus pla-
nes, programas y proyectos de cooperación el enfoque de género en desarrollo. Al-
gunos presentan el concepto de «equidad y empoderamiento de las mujeres»

86
GÉNERO Y COOPERACIÓN DESCENTRALIZADA: RECOMENDACIONES PARA LA ARMONIZACIÓN DE LA AOD

como eje prioritario para las actuaciones de cooperación al desarrollo. Siendo ge-
nero una prioridad transversal y estratégica para las CCAA, lo cual tiene una
fuerte relación con las líneas estratégicas del Plan Director 2005-2008. Además
que ratifican los compromisos internacional y nacional, en cuanto al cumpli-
miento de la plataforma de Beijing, ODM y CEDAW.
Estas acciones de planificación sectorial dentro de los planes directores de las
CCAA y del proceso del estado español, antes mencionado, reflejan los primeros
resultados de alineamiento en el proceso de planificación en género, que pueden
ser resultado de todo el proceso de coordinación que se ha realizado en la comi-
sión interterritorial y en el consejo de cooperación, además de las mesas de trabajo
de este consejo, como el grupo de género del consejo, donde se ha revisado toda
documentación elaborada en cuanto a política de cooperación, la revisión de las
estrategias sectorial, especialmente en el proceso de elaboración de la estrategia de
género en desarrollo, en las que ha participados actores de las CCAA.

2.3.4. Líneas prioritarias de género, presentadas en la planificación de la


cooperación para el desarrollo, a nivel central y descentralizada
Anteriormente se mencionaba, que en el PD 2005-2008 tiene en sus priori-
dades horizontales, algunos mecanismos para la integración de la perspectiva de
género en su política de cooperación al desarrollo, con el fin de promover accio-
nes para institucionalizar el tema de género, para la «equidad de género1» y la
transversalización de género en los programas y proyectos de cooperación, sea
descentralizada como a nivel central.
Los mecanismos expuestos en este plan director: «la institucionalización de la
perspectiva de género, la promoción del diálogo político del tema de género y la
coordinación entre los distintos actores de la cooperación española en materia de
género». En cuanto a la institucionalización de la perspectiva de género, en éste
II PD, se señala la sistematización, revisión, actualización y utilización de los re-
cursos y experiencias existentes en la cooperación española en materia de género,
ya sean experiencias y recursos del Instituto de la Mujer, de las CCAA y organi-
zaciones de la sociedad civil. Experiencia en la integración de la perspectiva de gé-
nero en las actuaciones de cooperación, para ser utilizado con la creación e im-
plementación de una guía práctica para ser incorporada en los programas y
proyectos de la AECID y OTC, en terreno por el conjunto de sus actores.
En el cumplimiento de estos mecanismo señalados por el II PD, la Estrate-
gia de GED refuerza este compromiso y señala en su marco y líneas de interven-
ción la transversalización de género a nivel formal y real. Además demuestra el

1 Se realiza un cambio de discurso de «equidad a una igualdad», a partir de la ley igualdad del año 2007
se compromete la política de la cooperación española a tener una coherencia de política en sus discursos y de-
claración de documentos , acordando «que para una equidad se debe tener una igualdad de oportunidades en-
tre mujeres y hombres». Se presenta un avance conceptual en la Estrategia GED, describiendo sus etapas: de-
clarativa, reafirmación y redefinición conceptual y política, para la integración del enfoque GED.

87
ALIOSKA VANESSA PÉREZ BALDOVINOS

avance del enfoque de género en desarrollo de la Cooperación Española, presen-


tando el posicionamiento político e instrumental para la aplicación del enfoque
GED. Presenta por otra parte, actuaciones de cooperación para la defensa de los
derechos de las mujeres a través de su empoderamiento2 , a nivel horizontal como
sectorial.
El II PD y la Estrategia de GED son los documentos donde se expresa por
primera vez el posicionamiento político de la cooperación española a nivel central
en cuanto a género, documentos que tienen mucha relación con el proceso de pla-
nificación de las CCAA estudiadas, específicamente tienen un acercamiento a las
líneas estratégicas para género, como:

• La Prioridad de promover la equidad e igualdad de género y el empode-


ramiento de las mujeres: en las líneas estratégicas de los planes directores de
las CCAA del País Vasco, Cataluña, Madrid, Castilla la Mancha, Navarra,
Andalucía, Valencia y Asturias, se describe como prioridad la igualdad de
género, sea a través del empoderamiento o con la creación de acciones para
establecer iguales oportunidades entre mujeres y hombre, para los recursos
de cooperación que se brinde en los países socios. Considerando como una
prioridad promover la igualdad de oportunidad de las mujeres, como una
actuación para disminuir la feminización de la pobreza a través de la equi-
dad de género.
• En estos planes se describe como prioridad la defensa de la igualdad entre
hombres y mujeres, y que para la lucha contra la pobreza se debe invertir en
las capacidades de las mujeres y su potenciación, por ser la manera más se-
gura de invertir en el desarrollo.
• Avance de posicionamiento del enfoque de género en desarrollo en las lí-
neas de actuación de cooperación: en los planes directores de las CCAA de
País Vasco, Cataluña, Madrid, Andalucía y Asturias, se señala en sus plan-
teamientos y líneas de cooperación el enfoque de género en el desarrollo
(GED). El determinar que todas intervenciones que se realicen en cuanto
a género, sea en los planes regionales y anuales, como en programas y pro-
yectos, estén diseñados metodológicamente con un enfoque de género en
desarrollo, estratégicamente importante al incorporar de manera explícita
este enfoque para el desarrollo y la igualdad entre mujeres y hombres, su-
perando la dimensión de fortalecimiento de las capacidades de la mujer.
• La trasversalización de Género: en los planes directores de las CCAA de
Cataluña, Andalucía y Valencia, tiene en sus líneas prioritarias la trasversa-
lización de género sea a nivel formal y real. A nivel formal en sus instancia
ejecutoras de cooperación y en los criterios de subvenciones. A nivel real el
incidir en los planes, programas y proyectos de cooperación y tener presente
el enfoque de género en desarrollo. Determinando en cada región geográ-
2 Su objetivo principal y específicos, consisten en la defensa de los derechos sociales, político, econó-
micos, laborales, culturales y sexuales. En cada uno de estos objetivos, señalan líneas estratégicas y actuaciones
para la defensa de estos derechos.

88
GÉNERO Y COOPERACIÓN DESCENTRALIZADA: RECOMENDACIONES PARA LA ARMONIZACIÓN DE LA AOD

fica, la prioridad de la transversalización de género en todas las áreas y ob-


jetivos estratégicos de las actuaciones de desarrollo en el terreno.

Los avances antes mencionados han sido un salto importante dentro de la polí-
tica de cooperación española a nivel central como autonómica, al presentar el interés
y el compromiso político de ambas administraciones en cuanto a género. Desde el
proceso de elaboración de un marco normativo que permite direccionar las actuacio-
nes de cooperación al desarrollo con una transversalización de género y en promover
líneas para incorporar el enfoque GED en las actuaciones de cooperación. Este marco
asume los compromisos internacional y nacional, en cuanto género para incorporar
en el proceso de planificación y ejecución, líneas prioritarias para la equidad o igual-
dad de género, en los vigentes planes directores de ambas administraciones.
Aunque desde el punto de vista de ejecución de la AOD de las CCAA, que-
dan retos importantes que realizar, para armonizar y alinear las acciones en el te-
rreno (en el territorio de los países receptores de ayuda), sea por parte de los ac-
tores de administración central como los de las Comunidades Autónomas. En
cuanto a género, la mayor parte de las ejecuciones de los fondos descentralizados
están siendo ejecutados por ONGD , de acuerdo a las convocatorias de subven-
ciones de colaboración directa, que emiten cada año las CCAA, que muchas ve-
ces estos actores no informan sus actuaciones en el terreno a las Oficinas Técni-
cas de Cooperación (OTC), sin tomar en cuenta la política de país socio y las
prioridades identificadas en los DEP y PAE, además de las líneas de intervención
señaladas en la estrategia sectoriales como la de Género en Desarrollo. En este
contexto es importante, establecer metodología o espacios compartidos, para con-
certar acciones de cooperación en el terreno en conjunto con ambas administra-
ciones, siendo de suma importancia la constitución de la Red de Género y Efica-
cia de la Ayuda (Red GEDEA) descripta en la Estrategia GED, un instrumento
para iniciar el proceso de coordinación interinstitucional con sus actores de coo-
peración en cuanto género y desarrollo.

3. EVOLUCIÓN DE LA AYUDA EN MATERIA DE GÉNERO


DE LAS COMUNIDADES AUTÓNOMAS
Las contribuciones dedicadas a género por la cooperación española a nivel bi-
lateral, se computa dentro del sistema de clasificación sectorial del Comité de
Ayuda al Desarrollo de la OCDE, el Creditor Reporting System (CRS). El regis-
tro de la ayuda a género se encuentra dentro del sector de gobernabilidad, deno-
minado en el código «instituciones de igualdad de mujeres». Género, aún no es
considerado como un sector en dicho sistema de clasificación.
En la tabla 3, se visualiza el incremento de toda la AOD bilateral destinada a gé-
nero en el período del 2005 al 2007 ha sido un 400% Y también se puede apreciar
en el gráfico 1, que los recursos dedicados al CRS de igualdad de mujeres por las Co-
munidades Autónomas, se han incrementado mas del 100% en el año 2007 con res-

89
ALIOSKA VANESSA PÉREZ BALDOVINOS

pecto al año 2005, datos que están relacionados a los cambios legislativos en cuanto
a género, en las políticas de igualdad y de cooperación (antes mencionadas), tanto a
nivel central como en la política de la cooperación descentralizada. Este aumento de
la AOD bilateral es perceptible tanto en términos absolutos como en términos rela-
tivos (tabla 3 y gráfico 1) en la que se muestra la evolución de la ayuda para género.

TABLA 3
AOD bilateral de la Cooperación Española en el CRS
Instituciones de igualdad de mujeres
Igualdad de Mujeres AOD Bilateral 2005 2006 2007
Total (millones de Euros) AOD Bilateral 26 37 124
Total (millones de Euros) de las 17 Comunidades Autonómicas 9 13 13

Fuente: Seguimiento PACI 2007.

El incremento más importante a nivel central de la AOD bilateral en el año


2007, fue el fondo para el cumplimiento de los objetivos de desarrollo para el mi-
lenio (ODM), al destinar 82 millones de euros3 a una ventanilla para financiar pro-
yectos o programas que destinarán acciones para el empoderamiento y autonomía
de las mujeres. Este fondo llega a cuadriplicar la AOD bilateral para género.

GRÁFICO 1
Incremento AOD Bilateral de CCAA en Género

Fuente: Seguimiento PACI 2007.

3 Registros de datos del Seguimiento de la ayuda del año 2007 por DGPOLDE.

90
GÉNERO Y COOPERACIÓN DESCENTRALIZADA: RECOMENDACIONES PARA LA ARMONIZACIÓN DE LA AOD

Es importante mencionar que las ocho CCAA estudiadas ha realizado una


aportación del 35% del total de AOD bilateral en el año 2005. Y en el año 2006
se incrementa un 10% (el 45% del total de la AOD bilateral). En el año 2007 se
mantiene la misma cantidad con relación al año anterior, aunque a nivel central
incrementan sus aportaciones a género. Ambas aportaciones reflejan el interés
prioritario de la cooperación española, para facilitar recursos a las actuaciones de
género.
Estos datos reflejan que la cooperación española, tanto a nivel central como
la descentralizada, gestionan recursos considerables para género. Y que aunque no
exista una programación previa al sector, en su proceso de planificación, presen-
tan en su ejecución un porcentaje sustancial de toda su AOD bilateral. Queda el
reto de conjugar una planificación con relación a su previsión de fondos a la
ayuda oficial al desarrollo, en los que consideren criterios técnicos en la asignación
presupuestaria de esta ayuda a género y un alineamiento político en las políticas
de desarrollo de los países socios, para promover actuaciones desarrollo de acuerdo
a la demanda de la población de éstos países.
Este alineamiento puede lograrse con un proceso de seguimiento y evalua-
ción de dicha ayuda, en que se refleje los avances de la ejecución de las actuacio-
nes en el sector género, que los resultados permitan detectar que acciones pueden
potenciarse para lograr la igualdad de género, así diseñar programas y proyectos
de desarrollo de acuerdo al contexto de los países receptores de ayuda.

4. EL PASO A LA ARMONIZACIÓN Y CONCERTACIÓN


DEL ALINEAMIENTO DE LAS ACTUACIONES
DE COOPERACIÓN EN GÉNERO EN DESARROLLO
La constitución de la Red de Género en Desarrollo y eficacia de la Ayuda
(Red GEDEA), descrita en la Estrategia de Género en Desarrollo de la Coopera-
ción Española, es uno de los mecanismos para concertar coordinación interinsti-
tucional con los diferentes actores de cooperación española en el sector género.
La Red GEDEA tiene como objetivo el poner en práctica la Estrategia GED,
a través de la transferencia de información e intercambio de conocimientos entre
los diferentes actores que trabajan en los temas de Género en la Cooperación, el
facilitar un espacio para la armonización de la ayuda en los países socios. Sus fun-
ciones principales serán:

• La difusión y sensibilización a los actores de cooperación, los contenidos de


la estrategia y las actuaciones de cooperación en cuanto a género.
• Formación y asesoría a los actores que ejecutan y gestionan las actuaciones
de género en las diferentes ministerios y entidades nacionales y locales, esta-
tal y de sociedad civil.
• Promover la calidad de la ayuda a través de buscar alianzas entre actores,
para mejorar la armonización de la ayuda en los países socios.

91
ALIOSKA VANESSA PÉREZ BALDOVINOS

• Transferir información y la gestión de conocimientos de las actividades rea-


lizadas en género en desarrollo.
• Realizar Banco de Datos, que recopile los datos de todas las organizaciones
y entidades que trabajan en género.

En esta red se invitará a participar a la Administración del Estado como mi-


nisterios, secretarias, CCAA, Sociedad Civil, redes de organismos en temas de gé-
nero (Gerdenet, WIDE u otros organismos existentes en los países asociados, Or-
ganismos Multilaterales como las Unidades de Género: NNUU, PNUD,
UNICEF, NEPAD. Organismos específicos de género como UNIFEM y INS-
TRAW ) y Organizaciones regionales como la CEPAL, SICA. Además de sindi-
catos, empresas consultoras y privadas, todos aquellos actores que estén presente
en los países asociados internacionalmente.
Es importante hacer mención que esta Red no ha iniciado su constitución, ni
la transferencia de los contenidos de la estrategia de género a los actores de coo-
peración, a pesar que fue aprobada en el primer trimestre del año 2007. El reto
del Estado español, es el acercamiento con sus actores a través de dotar y propi-
ciar condiciones para ejecutar la Red GEDEA.

5. CONCLUSIONES GENERALES
5.1. El posicionamiento declarativo de la voluntad política de género en los
documentos políticos y programáticos de la cooperación, a nivel auto-
nómico como a nivel central: existe un marco normativo y documentos
que declaran el posicionamiento prioritario del tema de género. Esto es
un avance en la política de desarrollo, el incorporar el enfoque de género
en los documentos que planifican las actuaciones de cooperación al de-
sarrollo. El asumir en la normativa internacional y nacional, la defensa
de los derechos de las mujeres, al tener una ley de cooperación que po-
siciona como prioridad transversalidad y sectorial género en desarrollo.
Esto marca las líneas prioritarias presentadas en los planes directores,
tanto a nivel central como autonómico. Aunque una de las dificultades
existente en la cooperación española, es la falta de la institucionalización
del tema en la estructuras de cooperación, lo cual dificulta el avance sos-
tenido y el avance de la implementación del enfoque GED en las actua-
ciones de cooperación. Esto indica, que en la mayoría de proyectos, las
líneas de acción tienden a reproducir el enfoque MED.
5.2. La reafirmación de la voluntad política de las CCAA y del Gobierno,
para el alcance de la igualdad de género: este posicionamiento político
se manifiesta en múltiples aspectos de su política general, en la reafir-
mación de sus compromisos, acuerdos y convenios internacionales rati-
ficados por España en materia de igualdad; ubica claramente el tema en
el mandato internacional vigente y reafirma los compromisos adquiri-

92
GÉNERO Y COOPERACIÓN DESCENTRALIZADA: RECOMENDACIONES PARA LA ARMONIZACIÓN DE LA AOD

dos. En la planificación de la política de desarrollo a nivel central se pre-


senta la integración del enfoque de género a distintos niveles: en la pla-
nificación estratégica y programática (DEP, DES, PACI), con un carác-
ter transversal que facilite lo operativo; líneas y actuaciones prioritarias.
En cuanto a la cooperación descentralizada se pueden observar avances
significativos, en asumir líneas estratégicas horizontal y sectorial en sus
planes directores, y además en tener en cuenta en gestiones el financia-
miento a proyectos con líneas prioritarias para la equidad de género.
5.3. La gestión de la ayuda bilateral para género de la cooperación española:
es considerable el incremento de la asignación presupuestaria de la ayuda
bilateral, en el período del 2004 al 2007, las contribuciones para género o
mujer en desarrollo han aumentado un 400% (gráfico 1), es decir se ha
multiplicado por cuatro veces, lo cual refleja la magnitud del compromiso
con el tema. La planificación se acompaña con el incremento de la ayuda a
las actuaciones de género. Este contexto marca un reto para la cooperación
española, en establecer acciones de coordinación, coherencia de políticas y
armonización entre sus actores de cooperación. A partir de la aplicación de
la Estrategia GED, con el funcionamiento de la Red GEDEA.
5.4. La coordinación, la coherencia de políticas y armonización entre actores
de cooperación, especialmente en el terreno (en el territorio de los paí-
ses receptores de ayuda): los fondos bilateral de administración central
como los de las comunidades autónomas en su mayor parte de están
siendo ejecutados por ONGD, de acuerdo a las convocatorias de subven-
ciones de colaboración directa, que emiten cada año las CCAA, que mu-
chas veces estos actores no informan sus actuaciones en el terreno a las Ofi-
cinas Técnicas de Cooperación (OTC). Y muchas veces las programación
de sus actuaciones no toman en cuenta la política de desarrollo del país so-
cio y las prioridades identificadas en los DEP, PAE y en los documentos es-
trategia sectorial, en este caso las líneas prioritarias para género en desa-
rrollo. Dentro de este contexto, es importante establecer metodología o
espacios compartidos, para concertar acciones de cooperación en el te-
rreno en conjunto con ambas administraciones, por lo tanto es de suma
importancia iniciar con la Red GEDEA, en todos los niveles.

6. RECOMENDACIONES PARA MEJORAR LA ARMONIZACIÓN


DE LAS ACTUACIONES EN GÉNERO DE LA COOPERACIÓN
PARA EL DESARROLLO
6.1. Considerar en la programación de la AOD el enfoque de género en de-
sarrollo presentado en sus planes directores y concertar actuaciones
donde converjan la cooperación descentralizada y la central (como do-
nantes) de acuerdo a la demanda de los países receptores de la ayuda.
6.1. El marco normativo y la planificación sectorial con que cuenta España,

93
ALIOSKA VANESSA PÉREZ BALDOVINOS

facilita ejecutar la AOD de manera amplia y con alta participación de los


actores de la cooperación. En el período del 2005 al 2007 se visualiza un
crecimiento significativo de la AOD bilateral en cuanto a género en la
política de cooperación, tanto a nivel central como descentralizada, des-
tacándose el año 2007 con un crecimiento mayor al 400% con relación
al 2005 (ver gráfico 1). Esta magnitud de crecimiento debería progra-
marse bajo criterios técnicos expuestos en los documentos de planifica-
ción (Estrategia GED, planes directores de las CCAA, DEP) y relacio-
narlos con las prioridades de los países socios, expresadas en sus políticas,
sin obviar a las organizaciones de mujeres, por ser agentes activas de de-
sarrollo en materia de género, dado que su participación permite un
acercamiento a las demandas de la sociedad civil.
16.. Estos criterios deberían construirse en asociación con los países socios,
dentro del marco de prioridades de la agenda de desarrollo (ODM, Es-
trategia de reducción de la pobreza y la Plataforma de Beijing), asu-
miendo compromisos en conjunto, ejecutando la ayuda bajo indicado-
res o un marco de resultados, que permita visualizar el avance de la
igualdad de género en un período determinado.
6.1. Para empezar a construir estos criterios bajo un marco de resultados y de
asociación en cada país socio, los actores de cooperación tendrán que ar-
monizar sus actuaciones y el posicionamiento político ante ese país, y
acordar la colaboración bajo la complementariedad de la ayuda, por
ejemplo, rescatando experiencias exitosas de los programas regionales.

6.2. Incorporar el Enfoque de Género en Desarrollo (GED) en los criterios


de valoración de la subvención de proyectos de cooperación: los planes
directores de las CCAA presentan como prioridades horizontales la equidad
o igualdad de hombres y mujeres, siendo coherente con la política de igual-
dad a nivel nacional y autonómico. Es un paso importante a nivel de polí-
tica poseer un marco normativo dando prioridad a la igualdad real, lo cual
facilita promover actuaciones de cooperación para el empoderamiento de
las mujeres en los países en desarrollo. El reto de la Cooperación Española,
es que su administración garantice el cumplimiento de la aplicación del en-
foque GED, principalmente en el proceso de selección y en los criterios de
subvención a programas y proyectos de cooperación, para que las actuacio-
nes en los países socios apunten al avance de la igualdad formal y real. Y en
paralelo, la transversalización de género en las instituciones gestoras de co-
operación, para que pueda permear la perspectiva de género en los progra-
mas y proyectos de cooperación en todos los sectores, como salud, educa-
ción y medio ambiente, etc.

6.3. Promover Acciones Positivas desde las experiencias existentes de la co-


operación descentralizada.
Es importante rescatar las experiencias existentes en la cooperación es-

94
GÉNERO Y COOPERACIÓN DESCENTRALIZADA: RECOMENDACIONES PARA LA ARMONIZACIÓN DE LA AOD

pañola, como es el caso del País Vasco, que destina un 10% de su pre-
supuesto de cooperación al desarrollo a las acciones dirigidas exclusi-
vamente a las organizaciones de mujeres o a proyectos que tengan
como objetivo explícito el empoderamiento de las mujeres y/o la me-
jora de los niveles de equidad de género. Además, se considera en las
propuestas de proyectos que «al menos un 50% de población benefi-
ciaria directa sean mujeres». Esta experiencia positiva es un insumo
importante para la programación de la AOD en materia de género, ya
que garantiza en el presupuesto la inclusión activa de las mujeres como
agentes de desarrollo en los proyectos ejecutados en sus países.

6.4. Diseñar un Programa Regional de Género en Desarrollo para la Efi-


cacia de la Ayuda.
6.1. Durante el proceso de investigación, se ha detectado la ausencia de pro-
gramas Regionales de Género, aún siendo un sector prioritario en los
planes directores vigentes y dentro de la política de cooperación española
tanto a nivel central como autonómico.
6.1. La cooperación española en el marco de los principios operativos de
la Declaración de París (2005) y de la Agenda de Acción de Accra
(2008), deberían plantearse el diseño de un programa de género en
desarrollo, con todos los actores de la cooperación, a través de sus
convenios de colaboración con las comunidades autónomas y minis-
terios, para lograr un eficacia de la ayuda a nivel bilateral en los paí-
ses socios, especialmente en los países que tiene mayor trayectoria y
experiencia en cuanto a cooperación, como es el caso de la región de
América Latina.

6.5. Aprovechar el marco normativo vigente, descrito en los documentos


de planificación de la Cooperación Española.
6.1. Con la elaboración del Plan Director 2005-2008 de la Cooperación Es-
pañola, la Planificación Estratégica Sectorial y los Documentos de Plani-
ficación Geográfica, es un salto importante en cuanto a Género al incor-
porar en sus líneas prioritarias el enfoque de género en desarrollo. Dichos
documentos son referentes de planificación para las CCAA, instrumentos
a nivel central para establecer coordinación interinstitucional entres sus ac-
tores, como un primer paso hacia la armonización de actores en el ámbito
de cooperación. El reto de todos los actores de la cooperación, especial-
mente de la sociedad civil, es la creación de mecanismos de seguimiento y
evaluación de la aplicación de esta normativa y la ejecución de sus priori-
dades sectoriales, para exigir el cumplimiento de esa voluntad política.
6.1. Además se debería tomar en consideración, las ONGD, el presentar en
sus propuestas de proyectos el enfoque GED, que permita crear líneas
estratégicas de empoderamiento dentro de cada una de las propuestas
sectoriales de objeto de financiación.

95
ALIOSKA VANESSA PÉREZ BALDOVINOS

6.6. Promover programas y proyectos para la defensa de los derechos hu-


manos de las mujeres a través de las organizaciones de mujeres del sur.
6.1. El crecimiento de la AOD bilateral para género, es una gran oportunidad
tanto a nivel central como autonómico. El reto de los actores de coope-
ración debería ir dirigidos a consolidar programas y proyectos que den
respuestas a las demanda de los derechos de las mujeres de estos países, es-
pecialmente a los derechos sexuales y reproductivos. Es necesario retomar
las propuestas de los países socios, dado que las mayor parte de las sub-
venciones es a través de ONGD españolas, que muchas veces no cuentan
con un proceso participativo para detectar las demandas de las mujeres
del sur, ya sean de los mecanismos de igualdad estatal como de organiza-
ciones de mujeres del sur. Es importante que las ONGD del norte creen
redes con las ONGD del sur, para realizar una agenda política que de res-
puesta a las demandas de las mujeres, ya que se demostrado desde Beijing
(1995), que las organizaciones de mujeres son las que vigilan y defienden
los derechos de las mujeres. Por lo tanto, es necesario fortalecer y poten-
ciar su participación en las políticas de desarrollo.

6.7. Propiciar una coordinación armonizada, una concertación adecuada y


una colaboración complementaria, en la práctica de la ejecución de la
ayuda en género.
6.1. Propiciar la consolidación de los espacios existentes como el grupo de
género de cooperación, en las que puedan ampliar la participación de
otros actores de cooperación, como las responsables de las unidades de
género de las CCAA, ministerios y SECI, para intercambiar información
en materia de género y para presentar líneas de acción en género, que
permita complementar y establecer convenios de colaboración para la
implementación de la Estrategia de Género de la Cooperación Espa-
ñola, sea en el marco de la AOD bilateral o multilateral. Para esto, se
debe constituir la Red GEDEA, dotarla de recursos para empezar la re-
troalimentación de información y la armonización con todos los actores
de cooperación, en cuanto a género y así, asumir en conjunto actuacio-
nes para la eficacia de la ayuda, especialmente en la programación pre-
supuestaria, gestión y ejecución de las líneas prioritarias para el sector.

6.8. Establecer mecanismos de seguimiento y evaluación de las actuaciones


de cooperación para el desarrollo en materia de género.
6.1. Identificar qué avances se han venido desarrollando en los países receptores
de ayuda, durante la ejecución de la AOD bilateral y el proceso de planifi-
cación de la política de desarrollo, tanto a nivel central como autonómica.
6.1. Los resultados del seguimiento y la evaluación permitirán detectar qué
actuaciones, mecanismos e instrumentos se han implementado de ma-
nera adecuada para el logro de la eficacia de la ayuda, con relación a las
prioridades y demanda de los países receptores de dicha ayuda.

96
GÉNERO Y COOPERACIÓN DESCENTRALIZADA: RECOMENDACIONES PARA LA ARMONIZACIÓN DE LA AOD

BIBLIOGRAFÍA
BUSTELO RUESTA, María (2004). La evaluación de las políticas de género
en España. Edic Libros Catarata. Madrid.
BOE (1998). N.162 Ley 23/07 de Julio. Cooperación Internacional para el
Desarrollo.
Decreto 283 de 4 de diciembre (2007). Plan Andaluz de Cooperación para
el Desarrollo años 2008-2011. Sevilla
Decreto 1403 (2007). La Reforma de los estatutos de la AECID. MAEC-
SECI. Madrid.
Decreto 172 de 19 de Julio (2005). Consejo Andaluz de Cooperación Inter-
nacional para el Desarrollo, la Comisión de Cooperación para el Desarrollo y el
Registro de Agentes de la Cooperación Internacional para el Desarrollo. Sevilla.
HOMBRADO MARTOS, Angustia (2008). Coordinación entre el go-
bierno central y las comunidades autónomas: asignatura pendiente de la coope-
ración española. Documento de Trabajo 20/2008. OPEX, Laboratorio de Políti-
cas de exterior Española. Madrid.
MAEC-SECI (2007). Estrategia de Género en Desarrollo de la Cooperación
Española. Madrid.
MTAS (2005). IV Plan de Igualdad de Oportunidades entre Mujeres y
Hombres 2003-2006. Madrid.
SOLETO, Ignacio (1999). Art. El tratamiento de la cooperación descentra-
lizada en la ley 23/1998 de cooperación internacional para el desarrollo. Curso de
Cooperación Internacional IUDC. Instituto Universitario de Desarrollo y Coope-
ración, 25 octubre Madrid.
SAN MIGUEL, Nava (2008). Art. Género y eficacia de la ayuda en la coo-
peración Española: construir un pacto feministas para el desarrollo. Hacia una
agenda iberoaméricana por la igualdad. Edic Fundación Carolina. Madrid.
Susana RUIZ SEISDEDOS (2008), Art. La cooperación descentralizada, un
nuevo modelo de desarrollo. Análisis de las relaciones España-Nicaragua. Univer-
sidad de Jaén. Jaén 15 Febrero de 2008.
(2003) Ley 30 de 13 de Octubre, sobre medidas para incorporar la valoración
del impacto de género. Madrid.

97
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD
CULTURAL1
Ewa Strzelecka2
Especialista en Género y Desarrollo.
Miembro del grupo de
investigación: «AFRICAInEs:
Investigación y estudios aplicados al
desarrollo» de la Universidad de
Granada y colaboradora en el
CICODE (UGR)

1. INTRODUCCIÓN
Desde los años noventa los enfoques de la diversidad cultural y de la igualdad
de género se han convertido en dimensiones obligadas a tener en cuenta en las po-
líticas del desarrollo. La importancia de ambas perspectivas se recoge en el actual pa-
radigma del desarrollo humano, para el cual el ser humano y sus capacidades socio-
culturales se sitúan como centro de interés de la cooperación. El desarrollo humano
trata de ampliar las opciones y las capacidades de la gente, es decir, permitir que las
personas elijan el tipo de vida que quieren llevar, pero también pretende brindarles
tanto las herramientas como las oportunidades para que puedan llevar a cabo tal de-
cisión. En esta definición se entiende que el desarrollo humano no se da sin la con-
sideración cultural, sin el reconocimiento de la diversidad cultural y de sus referen-
tes a la identidad. No se conseguirán aumentar las capacidades y las opciones de la
gente, si se niegan a las personas sus raíces, su identidad, se cuestionan o denigran
1 El presente artículo se basa en la investigación realizada para el Magíster en Género y Desarrollo del
Instituto Complutense de Estudios Internacionales, en su XIV edición del Programa de Formación en
Cooperación Internacional del Instituto de la Mujer, en colaboración con el Fondo Social Europeo y la Fun-
dación Carolina. Un agradecimiento especial se lo debo a la tutora de la tesina: Nava San Miguel Abad.
2 Especialista en Género y Desarrollo. Licenciada en Estudios Culturales por la Universidad Jaguelónica
de Cracovia. Doctoranda en el Departamento de Antropología Social en la Universidad de Granada. Miem-
bro del grupo de investigación: «AFRICAInEs: Investigación y estudios aplicados al desarrollo» del Departa-
mento de Antropología Social de la UGR y del Grupo de Investigación: Seminario de Estudios para la Inter-
vención Social y Educativa (S.E.P.I.S.E.) del Departamento de Trabajo Social, UGR. Colaboradora en el
Centro de Iniciativas de Cooperación al Desarrollo (CICODE) de la Universidad de Granada.

99
EWA STRZELECZKA

sus creencias, sus convicciones, si se crea marginación y exclusión por la lengua, re-
ligión, tradiciones, procedencia étnica, clase social, opción sexual, edad o sexo. Con
el enfoque del desarrollo humano no sólo se sustituye la visión economicista, que
entendía el desarrollo en términos de progreso material y de modernización, sino
que se establecen unos objetivos enfocados hacia los seres humanos, en lo social y
en lo cultural. La diversidad cultural se entiende como un recurso y como una opor-
tunidad para el desarrollo. No obstante, la diversidad cultural no es un valor en sí
mismo, sino que su valor radica en su conexión con la libertad cultural, con el en-
foque de los derechos humanos y particularmente con los derechos de las mujeres.
No se puede invocar, por lo tanto, la diversidad cultural para defender prácticas que
nieguen a las mujeres sus derechos fundamentales, la igualdad de oportunidades y
la posibilidad de participar plenamente en la vida social, política, económica, reli-
giosa y cultural. «La libertad cultural –dice el PNUD– constituye una parte funda-
mental del desarrollo humano puesto que, para vivir una vida plena, es importante po-
der elegir la identidad propia – lo que uno es– sin perder el respeto por los demás o verse
excluido de otras alternativas» (PNUD, 2004:1). Se trata de una libertad para parti-
cipar en la sociedad sin tener que desprenderse de los vínculos culturales, lo que no
se traduce en una actitud acrítica con la tradición y con determinadas costumbres,
sino todo lo contrario, responde a una dinámica que propicia la creatividad humana
y el crecimiento personal. La cultura del siglo XXI es de la gente y es para la gente,
es una cultura no excluyente, que se basa en el dialogo, en el intercambio, en el re-
conocimiento y en los valores de la igualdad.
En este marco el Plan Director de la Cooperación Española 2005-2008 esta-
blece por primera vez como objetivo prioritario aumentar las capacidades cultu-
rales de las personas para que puedan ejercer su libertad cultural, así como apro-
vechar las posibilidades que ofrece la acción cultural en el exterior como factor
fundamental para el desarrollo. Con ésto, la cooperación española establece un
compromiso para integrar la perspectiva cultural en todas sus actuaciones y con-
tenidos como una prioridad transversal, consolidando al mismo tiempo una línea
de trabajo específica en cultura y desarrollo en el marco de las prioridades secto-
riales. En el área de cultura destaca la atención particular que se presta a los gru-
pos étnicos y culturales específicos, lanzando una estrategia especializada en la
cooperación con los pueblos indígenas. La cooperación española reconoce tam-
bién la importancia de la igualdad de género incorporando este enfoque como
una prioridad horizontal y sectorial en sus políticas del desarrollo. El cruce entre
las estrategias horizontales y sectoriales de género y de cultura exigen una pro-
fundización teórica y práctica sobre ambos términos, especialmente porque el
tema de la cultura y el del género se ha politizado de una manera significativa en
los últimos años, lo que ha afectado decisivamente a los derechos de las mujeres,
así como al lugar que ocupa la cultura en el desarrollo. Por esta razón siempre con-
viene preguntarse acerca de los discursos y los recursos sobre la cultura, el género
y el desarrollo: ¿Quién define y utiliza estos términos, cuándo, dónde, por qué y para
qué? Además, como reconocemos que nos movemos en unos espacios ideológicos
donde la cuestión de la igualdad de género se ha cuestionado por ciertos discur-

100
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL

sos esencialistas y fundamentalistas en los que determinadas representaciones y


códigos de conducta de las mujeres sirven para marcar limites culturales, no cabe
duda que estamos ante una cuestión política, y no sólo ética, por lo que es nece-
sario reflexionar a nivel personal e institucional sobre nuestros posicionamientos:
¿Quiénes somos, a quiénes representamos, de dónde partimos y a dónde vamos?
En este artículo no voy a poder hablar de todas las cuestiones importantes
para profundizar en la conexión entre las culturas, los géneros y los desarrollos,
me limitaré a puntualizar solamente algunos vínculos entre las categorías de cul-
tura y de género con las prácticas actuales de la cooperación al desarrollo. Creo ne-
cesario mencionar las aportaciones de los feminismos étnicos y culturales, así
como destacar algunos estudios antropológicos relevantes para identificar el rol de
los referentes culturales en los procesos de empoderamiento y des-empodera-
miento de las mujeres (y de los hombres). Respecto a la cuestión de las políticas
internacionales para el desarrollo, me centraré sobre todo en las políticas cultura-
les y en la transversalización del enfoque de Género en el Desarrollo (GED). El
punto de partida de este trabajo son los derechos humanos de las mujeres consi-
derados como una base común sobre la cual se pueden construir nuevos acuerdos
negociados y aceptados por las partes a lo largo del proceso del desarrollo y de la
cooperación.

2. LOS DERECHOS HUMANOS DE LAS MUJERES


Y EL RELATIVISMO CULTURAL
El énfasis en los derechos humanos universales se considera especialmente im-
portante debido a que ciertas posturas procedentes del relativismo cultural preten-
den poner en duda la universalidad de estos derechos y cuestionar su legitimidad,
considerando que la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 no es va-
lida para todos los contextos porque suscribe valores occidentales. Esta postura no
sólo contradice la idea de los derechos humanos que aparece en el marco de los
acuerdos internacionales, sino que sostiene erróneamente la idea de que los dere-
chos humanos son una entidad estática e inmutable, cuando en realidad se trata de
un mecanismo dinámico en constante desarrollo. El proceso de ampliación de los
derechos humanos ha estado vinculado a la presión de algunas personas y grupos
sociales, que al sentirse excluidos de los beneficios de estas normas, han reclamado
el reconocimiento de sus reivindicaciones como parte de los derechos humanos. El
movimiento revitalizador ha partido de la contextualización histórica de la Decla-
ración Universal de Derechos Humanos, criticando el hecho de que en sus inicios los
derechos humanos estaban pensados para un sujeto que respondía a una represen-
tación de varón occidental, adulto, blanco, heterosexual y dueño de su patrimonio
(Maquieira D’Angelo, 1998). El sesgo en esta representación ha llevado a excluir,
restringir o hacer inefectivos los derechos humanos de mujeres, indígenas, homo-
sexuales, personas mayores, niños y niñas, personas con algún tipo de discapacidad
y aquellas personas que vivían en condiciones de extrema pobreza. Partiendo de

101
EWA STRZELECZKA

esta autocrítica, un importante avance de los derechos humanos consistió en ge-


nerar la inclusión de las personas que antes estaban privadas de los beneficios de es-
tas normas. De este modo hay que reconocer que «gran parte de la creatividad y el
éxito de los movimientos en pro de los derechos humanos en las últimas cinco décadas
ha sido no sólo la denuncia de la violación e incumplimiento de los mismos, sino tam-
bién la ampliación y reconceptualización de los derechos para afrontar problemas tales
como la discriminación de género, racial y étnica, la perdida creciente de los derechos
socio-económicos para determinados sectores sociales y los derechos colectivos a un me-
dio ambiente sustentable» (Maquieira D’Angelo, 1998:178).
En 1979 la Asamblea de Naciones Unidas aprobó la Convención sobre la Eli-
minación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer (CEDAW), con
ella los derechos de las mujeres han sido reconocidos como derechos humanos es-
pecíficos. El objetivo de este documento era promover medidas para eliminar la
discriminación basada en el sexo, que impedía a las mujeres gozar de derechos
iguales a los de los hombres. De esta manera la Convención corrigió un posible
sesgo androcéntrico de otros instrumentos de los derechos humanos y reforzó el
principio de la igualdad de derechos entre las mujeres y los hombres, reafirmando
los derechos de las mujeres en la vida pública y privada, en educación, en empleo,
en salud, en política, en economía, en la toma de decisiones, en las relaciones ma-
trimoniales y familiares, así como ante la ley. En cuanto a la cultura, en el artículo
13 de la Convención se formuló la obligación de los Estados de garantizar a las
mujeres las condiciones de igualdad con los hombres «el derecho a participar en ac-
tividades de esparcimiento, deportes y en todos los aspectos de la vida cultural». Para
cumplir con esta obligación los Estados deben promover políticas específicas en-
caminadas a la eliminación de la discriminación contra las mujeres, es decir, su-
primir por un lado los obstáculos jurídicos y sociales que impidan a las mujeres
participar plenamente en la vida cultural, y por otro, garantizar que se propor-
cionen fondos, subsidios u otras formas de apoyo en virtud del principio de igual-
dad de oportunidades. En el artículo 5 de la Convención se hace hincapié en la
cultura inmaterial y su posible impacto negativo en la igualdad de género. Se en-
tiende que los Estados deben tomar medidas apropiadas para «modificar los pa-
trones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, con miras a alcanzar la eli-
minación de los prejuicios y las prácticas consuetudinarias y de cualquier otra índole
que estén basados en la idea de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los se-
xos o en funciones estereotipadas de hombres y mujeres». Se pone énfasis en un cam-
bio cultural, ya que no se trata de conservar ciegamente la tradición y las cos-
tumbres, sino de someterlas a una reflexión crítica que permita identificar y
eliminar los elementos que reproduzcan los estereotipos y las desigualdades entre
hombres y mujeres. Esta postura advierte que no se pueden invocar en nombre de
la cultura aquellas tradiciones y prácticas culturales que discriminen, estereotipen,
humillen, subordinen o marginen a las mujeres.
Los derechos de las mujeres reafirmados en la CEDAW, como todos los de-
rechos humanos, se consideran inalienables, lo que significa que los Estados no
pueden limitarlos ni acabar con ellos, y son universales, ya que constituyen nor-

102
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL

mas transculturales basadas en acuerdos aceptados internacionalmente. Esta idea


de los derechos humanos desafía al relativismo cultural e invoca un ámbito de jus-
ticia y de moralidad basada en la dignidad humana, que está por encima de los
países, las culturas y las religiones particulares. Los principios enunciados en la
Convención deben aplicarse por tanto a todas las mujeres y en todos los ámbitos.
La importancia de la CEDAW radica también en su carácter jurídicamente vincu-
lante, que obliga a los Estados Partes que aceptan la Convención a incluir estas
normas universales en sus leyes nacionales y a tomar las medidas adecuadas para
lograr la erradicación de la discriminación de las mujeres. Hasta 2008 fueron 185
países los que ratificaron o aprobaron la Convención, lo que supone casi un no-
venta por ciento de los Estados miembros de las Naciones Unidas. De estos 185
países apenas 90 firmaron el Protocolo Facultativo de la CEDAW, que fue apro-
bado en 1999. El Protocolo otorga a las personas o a los grupos sociales la posibi-
lidad de denunciar la violación de los derechos de las mujeres presentando una co-
municación ante el Comité para la Eliminación de la Discriminación Contra la
Mujer, es decir, ante un órgano compuesto por veintitrés expertas, establecido en
virtud del artículo 17 de la CEDAW con el fin de evaluar los progresos realizados
en su aplicación.
Cabe destacar que de los 185 Estados que ratificaron o aprobaron la CE-
DAW, unos 54 mantienen algunas reservas que les permiten no aplicar determi-
nadas disposiciones de este documento, a pesar de ser parte del tratado. Los Es-
tados para justificar estas reservas dan razones diversas, muchas de ellas
vinculadas a la legislación nacional, al derecho consuetudinario, a la libertad re-
ligiosa u otras cuestiones culturales. Por ejemplo, algunos de los países musul-
manes formularon sus reservas a la CEDAW argumentando la incompatibilidad
de determinados artículos con la sharía, la ley islámica tradicional. Es importante
destacar que la Liga Árabe ha adoptado en 1994 su propia Carta de los Derechos
Humanos basada en los valores islámicos3. En 2004 se ha revisado y modificado
dicha Carta con la intención de adaptarla a los estandartes internacionales de los
derechos humanos. No obstante, los cambios en materia de los derechos de las
mujeres han sido escasos y poco satisfactorios (Rishmawi, 2005). Para no dete-
nerme demasiado en este ejemplo, sólo mencionaré que no hay un acuerdo uná-
nime en la interpretación de la ley islámica y que existen importantes discre-
pancias en la legislación basada en la sharía entre los países árabes y en todo el
mundo musulmán. También merece destacarse que no todos los países islámicos
han hecho las mismas reservas a la CEDAW, lo que confirma la ambivalencia de
las posturas y las políticas de los Estados musulmanes respecto a los derechos de
las mujeres. Yemen, por ejemplo, no formuló ninguna reserva sustancial a esta
Convención, fijando una única restricción en el mecanismo de solución de con-
troversias del artículo 29.

3 Hablando de las cartas regionales de los derechos humanos, cabe destacar la Carta Africana de los De-
rechos Humanos y de los Pueblos (1981) y su Protocolo, que entró en vigor en 2005, relativo a los derechos
de las mujeres africanas, que supone un importante avance en los esfuerzos para garantizar la promoción y el
respeto a los derechos humanos de las mujeres en África.

103
EWA STRZELECZKA

Todo esto indica que estamos ante una compleja situación en la que los avan-
ces en los derechos de las mujeres se han visto especialmente afectados por deter-
minados discursos culturalistas, en los que la defensa de la diferencia cultural
tiene prioridad sobre la igualad de género. En este sentido hay que preguntarse
hasta qué punto la cultura o la utilización política de la cultura se han convertido
en poderosos instrumentos de legitimación de la discriminación contra las muje-
res. Porque «es precisamente en nombre de la cultura, es decir el discurso sobre la su-
prema importancia de preservar y salvar la especificidad cultural, el que hoy se pre-
senta como el más potente a nivel planetario como forma de desactivar los reclamos y
demandas de las mujeres en el mundo que vivimos» (Maquieira D’Angelo,
1998:187). En estas circunstancias es especialmente necesario reconocer y dife-
renciarse de lo que Virginia Maquieira D’Angelo (1998) llama el «culturalismo se-
xista» o el «sexismo cultural», que opera como una nueva forma de fundamenta-
lismo cultural, y que en base a reivindicaciones basadas en la especificidad
cultural, lo único que se pretende es detener los cambios en género y los avances
en los derechos de las mujeres. La visión homogénea, esencialista y ahistórica de
la cultura que se utiliza en estas ideologías oculta las dinámicas de poder y silen-
cia la pluralidad de voces que denuncian un conflicto de intereses y una margi-
nalización de determinados colectivos sociales por las estructuras dominantes. El
hecho de ver la cultura como un todo homogéneo, es decir una entidad inmuta-
ble y no como un proceso dinámico y basado en las relaciones de poder, permite
interpretar cualquier iniciativa de cambio cultural o social como una amenaza a
la tradición y a la identidad cultural. El impacto de este mensaje afecta especial-
mente a las mujeres, porque al asignarles el rol de reproductoras de la comunidad
y de guardianas de la tradición, las hace responsables de un orden social determi-
nado y asimismo culpables de cualquier desintegración socio-cultural. En cuanto
a los derechos de las mujeres, como bien ha señalado Irene López: «llama la aten-
ción la dificultad para comprender que los derechos de las mujeres no pueden estar su-
jetos a una determinada interpretación cultural, mientras que los de los hombres no
parecen cuestionarse en base a una supuesta diferencia. La ‹contaminación cultural›
parece permitirse en mayor medida para unos que para otros, tanto en el contexto de
las culturas indígenas, como en países islámicos. La preservación cultural parece recaer
exclusivamente sobre mujeres o sobre grupos (castas) de menor influencia dentro de las
comunidades» (López, 2005:5). En este sentido se reafirma una posible utilización
política del concepto «cultura» en función de ciertos intereses que legitiman la de-
sigualdad de género.

3. GÉNERO Y MECANISMOS CULTURALES DE SUBALTERNIDAD


El término género fue introducido en la teoría y en la política feminista oc-
cidental en los años setenta, para designar una construcción cultural y no para in-
dicar las bases biológicas del tratamiento desigual entre hombres y mujeres, y sir-
vió además para denunciar el sistema de dominación de los hombres sobre las

104
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL

mujeres (Stolcke, 2004:77-78). La noción de género como categoría de análisis


nos sirve para ordenar elementos simbólicos y socioculturales que nos permiten
entender cómo se construyen histórica, social y culturalmente las diferencias en-
tre los hombres y las mujeres, y nos permite también discernir cómo esas dife-
rencias se convierten en desigualdades y se perpetúan en las relaciones de poder.
Se trata del conjunto de prácticas, símbolos, representaciones, normas y valores
que marcan las diferencias entre el género masculino y el femenino, y que se ad-
quieren en un proceso de socialización culturalmente definido. Las identidades y
las relaciones socio-culturales de género varían con el tiempo, de generación a ge-
neración, según el contexto cultural y las políticas públicas, además están en una
relación estrecha con otras variables tales como raza, etnicidad, nacionalidad, clase
social, edad o sexualidad. El concepto de género supone un importante avance en
la teoría y en la práctica feminista, ya que permite optar por un cambio en tér-
minos de igualdad de género. Ha servido también para denunciar el sentido se-
xista y androcéntrico que prevalece en las sociedades y en las academias occiden-
tales, así como para dar pie a un análisis de género en diferentes contextos
socio-culturales y evidenciar que la desigualdad y la discriminación de las muje-
res es un hecho generalizado y universal, y que requiere cambios políticos a nivel
estructural.
Es interesante mencionar que el modelo de género convencional ha sido ob-
jeto de algunas críticas que cuestionan las categorías rígidas de «ser hombre» y «ser
mujer», reivindicando el reconocimiento de otras posibilidades para la categori-
zación tanto genérica como sexual de la realidad. Estos planteamientos desafían
las restricciones tanto de género como de sexo, señalando que no todas las perso-
nas encajan dentro de las normas sexuales establecidas o se apegan a la categori-
zación binaria de la categoría de género. Verena Stolcke (2004) en su artículo La
mujer es puro cuento: la cultura de género, lleva a cabo una revisión histórica sobre
las posturas de las diversas teorías feministas y antropológicas respecto a este tema.
Es un estudio interesante para conocer las dificultades epistemológicas de la cate-
goría de género y su conexión con el sexo y la sexualidad, que gira en torno a tres
cuestiones relacionadas entre sí: la costumbre prevaleciente entre las académicas
feministas de asociar el término género a las deferencias sexuales; la dicotomía car-
tesiana entre naturaleza y cultura que prevalece como un hilván en las controver-
sias sobre sexo y género; y las aportaciones de las teorías transgénero que ponen
en duda el dualismo sexuado heterosexual y la división binaria del sexo y del gé-
nero como únicas opciones posibles (Stolcke, 2004). Si bien estos planteamien-
tos pueden constituir nuevos desafíos, las organizaciones para el desarrollo toda-
vía no se han planteado tratar de funcionar con una perspectiva que se aparte de
las categorías construidas en torno a la noción del hombre y de la mujer (Jolly,
2002:20). Desde estos enfoques el género masculino o el femenino pueden verse
como categorías artificiales, no obstante, siguen siendo útiles para explicar una
realidad concreta de las relaciones entre hombres y mujeres, y visibilizar las rela-
ciones de poder y de desigualdad que se establecen entre ambos. Como bien dice
Susie Jolly, «aunque las nociones de mujer y hombre podrían ser imaginarias, las de-

105
EWA STRZELECZKA

sigualdades entre ambos continúan siendo muy reales. En vista de ello, hay quienes ar-
gumentan que debemos seguir trabajando dentro de estas categorías, pero siendo cons-
cientes de que son temporales y tomándolas como una categoría, más que como un
esencial ‹lo que somos›. Al igual que con la clase, es necesario que trabajemos por los
intereses de grupos identitarios particulares que son oprimidos por este sistema (la clase
trabajadora, las mujeres) y al mismo tiempo por la abolición de estas mismas identi-
dades (el fin del sistema de clases, el fin de la categorización sexual)» (Jolly, 2002:19).
La cultura y el género se construyen, se experimentan y se interrelacionan
conjuntamente. El sistema de dominación de los hombres sobre las mujeres, evi-
denciado en la teoría de género, se justifica en determinadas ideologías culturales.
Para que este sistema pueda funcionar se necesitan mecanismos de legitimidad y
de reproducción, gracias a los cuales la desigualdad se socializa de tal manera que
no se cuestiona y se presenta como un hecho normalizado o natural. Género
como sistema simbólico sirve para explicar la desigualdad por medio de conteni-
dos significativos sobre la diferenciación de género. En el arte y en la literatura oc-
cidental masculinizada se pueden apreciar determinadas distinciones simbólicas
que perpetúan este imaginario sobre los estereotipos de género en nuestra
conciencia: a las mujeres se las presenta como «seres de» y «para» el hombre, son
el prototipo de belleza que satisface el deseo del hombre, o el prototipo de debi-
lidad que demanda protección. Los personajes femeninos que transgreden estas
normas, se representan como figuras negativas, como brujas, mujeres malvadas o
perdidas. A los hombres se les concede el privilegio de encarnar los personajes po-
sitivos, ellos son los protagonistas y los héroes de las historias, son dueños de su
vida y de su patrimonio. Los arquetipos mencionados pueden servir para simbo-
lizar y también para construir esta desigualdad legitimada en base a la subordina-
ción y a la relación de dependencia de las mujeres respecto a los hombres. Según
esta teoría, el «hombre» y «la mujer» se construyen como seres diferentes, «ella» se
presenta como la «otra» del hombre, un ser inferior con una naturaleza distinta,
lo cual justifica un trato desigual y discriminatorio.
Las ideologías culturales de discriminación se relejan en determinadas creen-
cias que justifican las diferencias entre hombres y mujeres, e influyen en la exclu-
sión femenina de los espacios de poder al limitar o prohibir su acceso a las fun-
ciones religiosas, políticas y sociales de prestigio. Los tabúes religiosos y las
restricciones de conducta impuestos a las mujeres, por ejemplo durante la mens-
truación o después del parto, se basan en representaciones de las mujeres como
agentes contaminantes. La perpetuación normativa de estas costumbres se garan-
tiza a través de mecanismos de sanción socialmente definidos. Los crímenes de
honor son un ejemplo de los mecanismos de penalización que se aplican a las mu-
jeres cuando transgreden las normas. Es interesante analizar también los códigos
culturales del comportamiento y de la sexualidad en términos políticos. Las exi-
gencias normativas de una pureza femenina, de la virginidad y de la heterosexua-
lidad marcan los límites de la libertad sexual y del control que las mujeres pueden
ejercer sobre su propio cuerpo. Se trata de ideologías estrechamente unidas a unos
sistemas de parentesco forjados por las reglas matrimoniales, y de intereses políti-

106
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL

cos y económicos relacionados con la reproducción de la comunidad, que en gran


medida dependen de la socialización adecuada de las mujeres en su rol de esposas
y madres. A las mujeres se les asigna el deber de mantener la identidad, de ser las
depositarias y transmisoras de los bagajes simbólicos de las tradiciones, mientras
que a los varones se les reserva el derecho a la subjetividad, que les da siempre un
margen discrecional de maniobra para administrar, seleccionar y redefinir tales
bagajes (Amorós, 2005:230). El deber de la identidad de las mujeres frente al de-
recho a la subjetividad de los varones tiene consecuencias en cuanto a su libertad,
que es por tanto restringida. Las mujeres como madres y educadoras deben trans-
mitir a las nuevas generaciones todo el bagaje cultural del cual son producto. So-
cializadas en su rol de género y en las normas culturales, reproducen las institu-
ciones y las prácticas culturales opresivas que interiorizan como algo necesario
para su óptima realización como «féminas» (Moller Okin, 1996:202). Incluso a
pesar de conservar un vivo recuerdo de su propio malestar vinculado a algunas tra-
diciones, tales como la mutilación genital o la prueba de la virginidad en el día de
su boda, las mujeres contribuyen con frecuencia a la perpetración de estas prácti-
cas aplicándolas o permitiendo que se las inflijan a sus hijas. Así en el proceso de
enculturación las personas oprimidas interiorizan de tal forma su opresión que
con frecuencia pierden su capacidad y valor para escoger otras opciones. Por esta
razón es importante incidir en los procesos de empoderamiento, para que las mu-
jeres sean capaces de impugnar los sistemas de creencias que legitiman su subor-
dinación, de modo que puedan analizar su situación y sus problemas, y definir sus
propias estrategias para suprimir la discriminación que sufren (Kabeer,
1997:144). En cuanto a la cultura y al género, se reitera la necesidad de actuar con
mucha precaución, respetando la diversidad cultural, pero también rechazando
decididamente aquellas ideologías culturales que legitiman la desigualdad. Es ne-
cesario priorizar la igualdad en las diferencias culturales, dando valor a la creati-
vidad humana, la libertad cultural y los derechos humanos. Como bien dice Ce-
lia Amorós: «deberíamos tener tanto referentes de identidad como dimensiones de
subjetividad. Sin raíces, desde luego, nos secamos. Pero demasiado apegados a nuestras
raíces, no crecemos. Las identidades ni son ni deben ser costosas: están atravesadas por
mediaciones crítico-reflexivas que deben producir permanentemente apropiaciones y
rechazos selectivos. Y las subjetividades no son ingrávidas: han de resignificar y (…)
trascender constantemente los muchos estratos simbólicos que tenemos en depósito y sólo
a partir de los cuales podemos generar significados futuros» (Amorós, 2005:231-232).

4. FEMINISMOS ÉTNICOS Y CULTURALES


En las reflexiones sobre el género y la diversidad cultural no se deben olvidar
los feminismos culturales y étnicos4. Sus aportaciones teóricas suponen un desa-
4 El término «feminismo blanco occidental» se utiliza aquí como una categoría explicativa, útil para
abordar las críticas de los «feminismos étnicos y culturales» (en la diáspora y en las regiones fuera de Europa y
de América del Norte). No obstante, se reconocen los límites de ambas nociones como términos esencialitas

107
EWA STRZELECZKA

fío al pasado colonial y al presente neoliberal, y están vinculadas a las dinámicas


de la identidad y a los discursos sobre la soberanía política, económica y cultural
en los contextos postcoloniales. Las voces y las reivindicaciones de las mujeres no
occidentales, y también de los hombres asociados a algunos de estos movimien-
tos, demuestran la diversidad de las posturas y los intereses que abarcan los mo-
vimientos feministas en el Sur y en la diáspora, y que no siempre responden a las
prioridades del feminismo blanco. La pluralidad de intereses causa confrontacio-
nes y conflictos que evidencian que la lucha por los derechos de las mujeres se ca-
racteriza tanto por los encuentros como por los desencuentros entre los diferen-
tes movimientos feministas. Como escribe Mary Nash: «Los movimientos de
mujeres nunca han hablado con una única voz. El largo proceso de empoderamiento
de las mujeres pasó por caminos diversos y plurales, muchos de ellos enraizados en la
experiencia histórica de las mujeres en su sociedad. La pluralidad, la diversidad y el
desarrollo de recursos diferenciados caracterizaron su expresión y su acción colectiva»
(Nash, 2004:255). Las respuestas colectivas de las mujeres vienen condicionadas
por sus vivencias de género, su religión, su etnicidad, su raza, su edad, su clase so-
cial y su sexualidad. Las estrategias de resistencia y de poder de las mujeres no oc-
cidentales pueden ser diferentes, porque lo son también sus experiencias y los
contextos histórico-sociales y políticos en los que viven. Escuchar y admitir los
discursos alternativos del feminismo es fundamental para poder construir una so-
ciedad plural basada en los valores de la diversidad, de la igualdad y de la libertad
cultural. El reconocimiento de la diversidad en género y el valor de la «otra» son
decisivos para que las mujeres de diferentes procedencias tengan voz, desempeñen
el poder y manifiesten su capacidad de expresión y autoridad social (Nash,
2004:232). Los colectivos sociales sin reconocimiento suelen ser aquellos que ca-
recen de poder, que se quedan aislados en los márgenes, teniendo sus reivindica-
ciones escasa incidencia en la configuración de las pautas políticas y sociales
(Nash, 2004:232). El reconocimiento de las mujeres de diferentes culturas como
sujetos políticos es, por tanto, no sólo una cuestión de empoderamiento, sino
también de dar legitimidad a sus discursos, a sus prácticas y a su lucha por el cam-
bio social y de género.
Los movimientos feministas postcoloniales y antirracistas han sido una res-
puesta a los discursos del feminismo blanco cuya lucha se ha desarrollado en torno
al patrón de mujer blanca, urbana, occidental, heterosexual, de clase media o me-
dio-alta, y que no reflejaba los intereses de los grupos no adscritos a este modelo.
En los años setenta se movilizaron las feministas negras de los Estados Unidos
para denunciar su discriminación y su opresión específica. Su lucha consistía en
una política anti-racista, en distinción a las mujeres blancas, y anti-sexista, en dis-
tinción a los hombres negros o blancos (Stolcke, 2004:92). Las mujeres negras cri-
ticaban a las feministas blancas por ignorar su historia, su cultura y sus condicio-
nes de vida, señalando que éstas han hecho poco o nada por comprender y

que ocultan la pluralidad de las voces feministas dentro de cada contexto regional e histórico, clase social, pro-
cedencia étnica, etc.

108
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL

combatir el racismo. Sus modelos analíticos estaban enfocados exclusivamente en


la desigualdad de las mujeres y en los efectos del sexismo, por lo que eran de es-
casa utilidad para aquellas mujeres que estaban sometidas a discriminaciones ra-
ciales, de clase y sexistas (Stolcke, 2004:92). A estas críticas se sumaron las femi-
nistas indias, africanas, árabes, musulmanas, indígenas latinoamericanas y otras
procedentes de las antiguas colonias europeas. Sus voces han cuestionado la idea
de una única experiencia válida y universal formulada desde la hegemonía de un
canon blanco occidental. Sus denuncias se dirigían contra los prejuicios etnocén-
tricos y de imperialismo colonial que tenían las feministas blancas, así como con-
tra las imposiciones de un modelo de mujer moderna y emancipada al modo eu-
ropeo al cual deberían llegar las mujeres de todo el mundo. Se criticaba también
una actitud paternalista y hegemónica de las feministas blancas hacia las mujeres
de otras culturas, cuyas estrategias y experiencias particulares eran silenciadas e ig-
noradas en sus discursos dominantes.
A Chandra Talpade Mohanty, de raíces indias, se la cita como una de las
pensadoras que encabezó un movimiento académico alternativo que denunciaba
la visión estereotipada y etnocéntrica en las ciencias sociales sobre las mujeres no
occidentales. Mohanty considera que las feministas blancas han homogenizado a
las mujeres de otras culturas en una categoría única de las mujeres del Tercer
Mundo, y de este modo se les ha privado del derecho a la subjetividad y del poder
de hablar por sí mismas sobre su propia experiencia. Las mujeres del Tercer Mundo
se presentaban como víctimas pasivas desprovistas de capacidades y habilidades,
oprimidas por la familia, la cultura, la religión y sin voz para decidir sobre su pro-
pia vida. Ellas eran consideradas tradicionales y subalternas, y sus estrategias de re-
sistencia no se reconocían como mecanismos eficaces para negociar sus espacios
de libertad y de poder. Esta representación permitía mantener en los discursos del
feminismo blanco la necesidad de la salvación de las mujeres no occidentales de
su situación de opresión, y justificaba su intención de imponerlas la visión y las
prioridades de acción del feminismo occidental. Mohanty argumenta que esta
actitud ha estado impregnada por un discurso colonial apoyado en la convicción
de la superioridad de la cultura occidental frente a las culturas locales, vistas como
atrasadas.
Ante la postura etnocéntrica y hegemónica del feminismo blanco, las femi-
nistas no occidentales se movilizaron y retomaron este tema en sus propuestas y
en sus reivindicaciones. Se planteó la cuestión de la doble colonización de las mu-
jeres en los países en vías de desarrollo, y del impacto de su doble subalternidad,
como mujeres y como sujetos colonizados en su experiencia colectiva de opresión
y represión. En esta tendencia Valerie Amos y Pratibna Parmar incidían en la ne-
cesidad de contestar de forma constante a aquellos discursos feministas que exa-
minaban las prácticas culturales de otras mujeres como «residuos feudales» o las
etiquetaban de «tradicionales», evocándolas asimismo como mujeres política-
mente inmaduras que necesitaban orientación y enseñanza en los ejes del femi-
nismo occidental (Nash, 2004:235). Otro ejemplo interesante son los feminismos
musulmanes que reivindican el reconocimiento de su legado cultural como un re-

109
EWA STRZELECZKA

ferente principal en su lucha contra la opresión social y de género. Feministas ta-


les como Fátima Mernissi en Marruecos o Riffat Hassan en Pakistán, por citar
sólo algunas de las destacadas académicas musulmanas, se han dedicado a rein-
terpretar la historia y los textos sagrados del islam en un espíritu feminista para
hacerlos compatibles, o más bien para demostrar que lo son, con el principio de
la igualdad de género. Por otra parte, Leila Ahmed de procedencia egipcia, argu-
menta que los estudios occidentales que buscan una forzosa conexión entre el es-
tatus de las mujeres árabes y el islam transmiten a su vez un mensaje oculto que
señala que el progreso de las mujeres musulmanas sólo es posible si éstas renun-
cian a su cultura autóctona y adoptan las pautas culturales occidentales, que son
presentadas como carentes de androcentrismo y de sexismo (Nash, 2004:237).
«Nunca se ha argumentado –escribe Leila Ahmed–, que debido a la dominación
masculina y la injusticia a las mujeres que han pervivido en la historia escrita de Oc-
cidente, el único recurso abierto a las mujeres occidentales fuera el abandono de la cul-
tura occidental y su búsqueda de otra cultura. La idea parece absurda, y sin embargo,
figura de forma habitual en el enfoque de sus propuestas respecto a la mejora de la si-
tuación de las mujeres musulmanas» (Ahmed, 1992:244, trad. Nash, 2004:237).
En este sentido Leila Ahmed reivindica la legitimidad del feminismo árabe-mu-
sulmán y el reconocimiento de la eficacia de las estrategias de poder y resistencia
que las mujeres no occidentales desarrollan en sus contextos político-sociales.
Las reivindicaciones y las críticas de los feminismos culturales y étnicos consti-
tuyen un desafío constructivo para los modelos feministas occidentales y para los es-
tudios de género. La experiencia de las mujeres de otras culturas ha mostrado que
el análisis de género no debe limitarse sólo a examinar las relaciones de desigualdad
existentes entre hombres y mujeres, sino que también ha de explorar otras relacio-
nes de poder vinculadas a categorías tales como: raza, etnicidad, clase social, edad y
sexualidad. Se requiere tener en cuenta las situaciones específicas de los contextos
poscoloniales y los factores históricos y económicos, así como las dinámicas de la
globalización y de las identidades culturales. Los feminismos de diáspora han su-
brayado la importancia de abordar en el análisis de género los procesos migratorios
y los desplazamientos. Los estudios antropológicos han señalado, por su parte, la ne-
cesidad de rescatar la consideración de género como una construcción y no como
un hecho real, porque de este modo se da la posibilidad de repensar las identidades
de género desde fuera de los cuadros normativos occidentales basadas en una divi-
sión binaria, y reconocer que en algunos contextos nos podemos encontrar con más
de dos opciones de identidad genérica y sexual. Un ejemplo puede ser el estudio de
la nigeriana Ife Amadiume sobre las «hijas varones» o los «esposos femeninos» de la
comunidad africana Igbo, desarrollado en su libro Male Daughters, Female Hus-
bands: Gender and Sex in an African Society (1987).
Teniendo en cuenta los contextos del desarrollo es imprescindible conocer las
propuestas de los feminismos alternativos y apoyarlos en sus iniciativas, dejando
de lado los prejuicios de género occidentales. Los movimientos de las mujeres
surgen como resultado de los procesos culturales de cambio, y demuestran que las
mujeres participan activamente en ellos. La perspectiva de género y de la diversi-

110
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL

dad cultural, sobre la cual se habla en este artículo, requiere dar a conocer la voz
de las propias mujeres y adentrarse en su propio análisis de la situación, recono-
ciendo su capacidad de resignificación y redefinición de su cultura y su lucha por
la igualdad de género. Deberíamos hacer un esfuerzo para adoptar esta visión del
feminismo plural y reconocer la capacidad de las mujeres de autodefinirse como
feministas, aunque su definición no siempre encaje en los cánones habituales del
feminismo occidental (Nash, 2004:69). El reconocimiento de la diversidad y de
la pluralidad de las estrategias de las mujeres en su lucha feminista, presenta a las
mujeres de otras culturas como agentes activos capaces de llevar a cabo transfor-
maciones político-sociales en sus sociedades, y como sujetos políticos e históricos,
capaces de generar respuestas colectivas propias frente a la opresión de género.
Este enfoque permite verlas como socias en los procesos del desarrollo, no como
las «otras» subalternas y subdesarrolladas, incapaces de protagonizar su historia y
los cambios en el pasado y en el presente.

5. GÉNERO EN EL DESARROLLO
La teoría de género ha adquirido relevancia en las políticas del desarrollo so-
bre todo a partir de la IV Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre las Mu-
jeres, celebrada en 1995 en Beijing, que reconoce oficialmente el enfoque de Gé-
nero en el Desarrollo (GED), sustituyendo el enfoque anterior de Mujeres en el
Desarrollo (MED). Los acuerdos de Beijing (1995), y de las conferencias Beijing
+5 (2000) y Beijing +10 (2005) destinadas a revisar y evaluar los avances inter-
nacionales en materia de igualdad de género, han demostrado que a pesar de las
diferencias culturales, las especificidades regionales y las distintas posturas ideo-
lógicas y teóricas, es posible llegar a un consenso en cuestiones fundamentales so-
bre la desigualdad y la discriminación contra las mujeres. La Conferencia de Bei-
jing ha sido especialmente importante para establecer una agenda en común de las
demandas y de las prioridades de las mujeres de todo el mundo. En esta confe-
rencia se han logrado formar alianzas, respetando al mismo tiempo las diferencias
culturales y políticas, para afrontar las situaciones particulares de marginación, ex-
clusión y violencia que sufren las mujeres y las niñas en los ámbitos de pobreza,
de conflictos armados, de educación, de salud, de economía, de poder y en la
toma de decisiones, en los medios de comunicación y con el medio ambiente. Los
debates han evidenciado también los desencuentros y las discrepancias ideológi-
cas en cuestiones tales como el término «género», la contraposición entre «igual-
dad» y «dignidad», la utilización del término «familia» o «familias», el debate en
torno a la diferencia cultural y el respeto a la «especificidad cultural», el tema del
control de las mujeres sobre su sexualidad y los derechos humanos (López,
2005:13). En cuanto al concepto de género se ha logrado un acuerdo, vinculán-
dolo al mencionado enfoque de Género en el Desarrollo.
Dicho enfoque contempla dos estrategias complementarias que ha de utili-
zarse para rebatir la desigualdad y la discriminación contra las mujeres: la trans-

111
EWA STRZELECZKA

versalidad de género y el empoderamiento de las mujeres. La primera estrategia


responde a la persistente marginalización de las opiniones y de los intereses de las
mujeres en todos los ámbitos en la toma de decisiones vinculantes y en la plani-
ficación del desarrollo, y busca una transformación de género a nivel político e
institucional. Su objetivo es lograr situar las cuestiones de la igualdad de género
en el centro de las decisiones políticas, en las estructuras institucionales y en la
asignación de los recursos relevantes para el desarrollo. En cambio, el empodera-
miento de las mujeres es una estrategia de movilización de abajo hacia arriba. Se
trata de un proceso mediante el cual las mujeres, individualmente y colectiva-
mente, toman conciencia sobre cómo las relaciones de poder operan en sus vidas,
y ganan la autoconfianza y la capacidad para luchar contra las desigualdades de
género en todos los niveles de la vida privada, social y política. El empodera-
miento se refiere a la participación de las mujeres en la toma de decisiones, así
como al proceso que las lleva a sentirse asimismo capaces y legitimadas para to-
mar tales decisiones. El objetivo es incrementar su propia autoconfianza y su au-
toestima para poder incidir en el cambio social y desafiar las relaciones de poder
predominantes, así como obtener un mayor control sobre los recursos materiales
(físicos, financieros, de tierra, de agua, del cuerpo o del trabajo), intelectuales
(conductas, información e ideas) e ideológicos (creencias, valores y actividades)
(León, 1997). El papel de las agencias de desarrollo en este proceso es contribuir
a crear las condiciones que permitan a las mujeres tomar conciencia de su situa-
ción de opresión, e incentivar su valor y sus capacidades para poder convertirse en
agentes conscientes del cambio político-social. El actual reto de las estrategias de
la transversalidad de género y del empoderamiento de las mujeres consiste en
adaptarlas a los contextos locales particulares para incidir en la dirección del cam-
bio social respetando al mismo tiempo los valores culturales. Eso implica la reali-
zación de un análisis socio-cultural previo a la intervención del desarrollo, consi-
derando que sólo un cuidadoso análisis del contexto regional permite identificar
los valores locales que favorezcan la igualdad de género y los que se opongan.
También es necesario realizar un diagnóstico especifico de la cultura de género
para conocer en profundidad las identidades y las desigualdades de género, saber
como se manifiesta el poder entre hombres y mujeres, cuales son sus roles y los es-
pacios de toma de decisiones, cuales son sus necesidades, sus objetivos priori-
tarios, sus recursos materiales y simbólicos, etc. El análisis debe incluir las varia-
bles de la interseccionalidad de género (raza, etnicidad, edad, sexualidad, clase
social, identidad cultural, etc.) y las experiencias concretas de los movimientos de
mujeres de base, así como la recopilación de los discursos masculinos y femeninos
sobre sus relaciones y sus prácticas culturales vinculadas al género y a sus variables
político-sociales.
A pesar de que el enfoque Género en el Desarrollo en sus principios pretende
ser respetuoso con la diversidad cultural y con las realidades locales, además de ba-
sarse en los acuerdos y los compromisos internacionales aceptados en la Confe-
rencia de Beijing, ha suscitado algunas inquietudes a la hora de implementarlo en
la práctica. Dichas consideraciones pretenden invalidar la perspectiva de género

112
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL

con argumentos procedentes del relativismo cultural. Como respuesta a esta difi-
cultad la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo ha presentado
cinco argumentos, citados en la tabla 1, en los que se considera que la aplicación
del enfoque GED en la cooperación para el desarrollo no tiene por qué ser una in-
terferencia en las culturas de otras personas.

TABLA 1
Legitimidad del Enfoque Género en el Desarrollo (GED)

Confirmaciones contra la afirmación de que apoyar los esfuerzos por lograr la igualdad de género es
culturalmente inapropiado; se puede seguir cinco argumentos principales:
➢ Casi toda la cooperación al desarrollo tiene que ver con cambios de algún tipo: cambiar las es-
tructuras económicas, las prácticas agrícolas, el acceso a los medios de comunicación, las prácti-
cas en el ámbito de los derechos humanos. Todo ello tiene un impacto en la cultura.
➢ La cooperación al desarrollo se centra en ayudar a los gobiernos para que implementen los com-
promisos internacionales sobre la igualdad de género que ya han asumido (como la Plataforma
de Acción de Beijing y la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discrimina-
ción contra la Mujer).
➢ Cada vez es mayor la demanda de cambio por parte de las mujeres que viven en los países en de-
sarrollo. En la última década se ha visto una eclosión en el número de organizaciones feministas
y de mujeres que defienden la igualdad entre mujeres y hombres. Todas estas mujeres están arti-
culando demandas que exigen un cambio, por lo que ya no es posible argumentar que las exi-
gencias de igualdad provienen sólo de los países occidentales. Desafortunadamente, las voces de
estas mujeres no siempre son escuchadas por representantes de los organismos de cooperación
para el desarrollo, que no les piden opinión, ni por los principales medios de comunicación, fun-
cionarios o políticos de sus países.
➢ En las culturas existen muchas influencias. Debido a la creciente globalización de la economía y
al flujo internacional de imágenes en los medios de comunicación y de imágenes culturales, casi
todas las culturas están cambiando. Imágenes que dan forma a los cambios en las identidades de
género fluyen no sólo desde los programas de desarrollo, sino también desde otras fuentes, como
son las telenovelas importadas, las películas de Hollywood, la música pop y la publicidad de
Coca-Cola. Las imágenes culturales también son manipuladas por movimientos religiosos y po-
líticos. ¿A la cultura de quién se refieren los que se quejan? ¿Quién ha definido los elementos cru-
ciales que han de ser protegidos?
➢ Un principio básico de las estrategias de la cooperación al desarrollo en el ámbito de la igualdad
de género consiste en ampliar los procesos de toma de decisiones, de manera que tanto las mu-
jeres como los hombres tengan pleno derecho a contribuir a la definición de lo que es importante
y de cuáles necesidades deberían tener prioridad. El «argumento cultural» se esgrime demasiado
a menudo por parte de hombres (tanto del Norte como del Sur) que se oponen a este objetivo
básico.

Fuente: OCDE, Directrices y guía del CAD sobre la igualdad entre mujeres y hombres, 1998:125-127.

113
EWA STRZELECZKA

6. LA CULTURA Y EL EMPODERAMIENTO DE LAS MUJERES


La cultura ocupa un lugar significativo en los procesos de empoderamiento de
las personas, porque se trata de una fuente de identidad que reafirma las raíces y da
sentido a la existencia humana y a la percepción del mundo. La cultura constituye
un aspecto específico y distintivo de los seres humanos, les dota de la capacidad
para reflexionar sobre sí mismos, de discernir entre distintos valores y de elegir en-
tre distintas opciones. A través de la cultura, el ser humano se expresa, toma
conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cues-
tión sus propias realizaciones, busca nuevos significados y crea obras que lo trans-
cienden (UNESCO, 1982:1). La cultura es una transmisión de comportamientos,
y también es una fuente dinámica de cambio, creatividad y libertad que abre posi-
bilidades de innovación. Las culturas no son homogéneas, estáticas o inmutables,
sino que se construyen y redefinen en un proceso constante, atravesado por las re-
laciones de poder, las hibridaciones culturales, las resistencias, los intercambios y
los conflictos sociales. Las mujeres participan activamente en estos procesos, selec-
cionando, cuestionando y redefiniendo los elementos de la cultura y de las creen-
cias con el fin de conseguir mayores cuotas de autonomía y de poder. Dice Virgi-
nia Maquieira D’Angelo: «las mujeres (…) luchan no sólo en contra de la cultura sino
también a través de ella. Y aunque lo hacen con armas desiguales, dada su situación de
desventaja, plantean formas de relacionar lo ‹tradicional› y lo ‹moderno› que desafían
la consideración antitética de ambos términos» (Maquieira D’Angelo, 1998:196).
Desde este enfoque las mujeres no son víctimas pasivas de las tradiciones, sino su-
jetos políticos capaces de diseñar estrategias de resistencia en cada contexto y en
cada momento, a pesar de su situación de opresión y de exclusión. La identifica-
ción de sus estrategias culturales y sus transformaciones sociales permite reconocer
a las mujeres en su rol de productoras y no sólo de reproductoras de las culturas.
Sus estrategias están vinculadas a determinadas fuentes de poder que les propor-
cionan autoridad. Estas fuentes difieren según el imaginario colectivo de cada so-
ciedad en particularidad. El poder suele vincularse a las organizaciones políticas,
pero puede derivar también de la posición en el sistema religioso o de los sistemas
tradicionales de transmisión del parentesco (el poder en la sexualidad, en el naci-
miento de los hijos y las hijas, y en la maternidad). Esto explica la importancia y
el poder del que gozan las mujeres de sociedades secretas tales como Sande en Sie-
rra Leone y en Liberia, o gracias a su rol de madres en aquellas sociedades matrili-
neales que mantienen ideologías matrifocales (Steady, 2005:318).
Como he mencionado, la religión puede ser una de las fuentes significativas
del prestigio y del poder que utilizan las mujeres en sus estrategias de empodera-
miento. La religión en esta perspectiva no se contempla sólo como una fuerza
conservadora en la vida de las mujeres, sino como un posible foro legítimo de ac-
ción colectiva que dota a las mujeres de un estatus de reconocimiento en su co-
munidad (Moore, 1999:197). Los movimientos espirituales y no-ortodoxos son
citados a menudo como colectivos que proporcionan a las mujeres una plata-
forma de acción social y política, además de establecer redes que afianzan las re-

114
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL

laciones de cooperación y de solidaridad. En el contexto africano se señalan las


asociaciones secretas de mujeres como organizaciones que les ofrecen la posibili-
dad de actuar como grupo y de defender valores en común, y que les sirven tam-
bién como espacios políticos de reivindicación y de poder. Las ceremonias de ini-
ciación, características de este tipo de organizaciones, proporcionan a sus
miembros una importante plataforma de experiencia colectiva y de identidad co-
mún, ofreciéndoles la posibilidad de aunar sus esfuerzos para defender el valor del
saber femenino y de los vínculos entre mujeres. No obstante, «pese a que estas aso-
ciaciones afianzan lazos de unión entre mujeres y las formas de iniciación constituyen
una importante plataforma de experiencias compartidas e identidad común, también
suele ocurrir que las sociedades secretas de mujeres dispongan de una estructura jerár-
quica y fomenten las divisiones por clase dentro de la comunidad» (Moore,
1999:196). En este contexto se ha de señalar también la existencia y la necesidad
de darles difusión a las iniciativas locales sobre la promoción de la iniciación fe-
menina sin la mutilación genital, de acuerdo con los derechos humanos.
Margaret Strobel con sus estudios sobre África Subsahariana nos ofrece otro
ejemplo que indica la estrecha relación que existe entre el poder político de las
mujeres y su responsabilidad en los rituales de protección de la comunidad. «En
los tiempos de crisis –dice la investigadora– las mujeres podían aumentar su rol polí-
tico a través de la intervención como mediums espiritualistas» (Strobel, 1982:127).
María Soledad Vieitez Cerdeño en su artículo sobre las mujeres en el África pre-
colonial recopila documentación histórica sobre este hecho, y cita a mediums es-
pirituales del antiguo reino de Burundi y del estado de Buha, en el noroeste de
Tanzania, que eran las responsables de atraer la lluvia (Vieitez Cerdeño, 2000:13-
22). Esta función les otorgaba autoridad para negociar con los jefes en los perío-
dos de sequía, hecho que las situaba en una posición privilegiada en la sociedad.
Estos mediums femeninos utilizaban también la posesión por espíritus para reba-
tir a los hombres su superioridad y adquirir determinadas prerrogativas. Como
prueba de ésto se señalan los rituales de fertilidad y de curación kubandwa, en los
que «las mediums se sientan en sillas que son habitualmente usadas por los hombres,
llevan lanzas y ropa de hombre y pueden ejercer como jueces, entre otras funciones mas-
culinas. Estas situaciones les sirven también para ir contra las jerarquías y subvertir el
orden social y político. Se trata, pues, de una forma en la que las mujeres podían ocu-
par posiciones de liderazgo religioso institucionalizadas y, si bien el poder estaba res-
tringido al ámbito ritual, ello les permitía acumular riqueza y respeto por parte de los
otros miembros de la comunidad» (Vieitez Cerdeño, 2000:19). El carácter emi-
nentemente femenino de determinados tipos de la posesión por espíritus, docu-
mentados tanto en el pasado como en el presente, se ha llegado a interpretar como
una estrategia de expresión y de protesta utilizada por las mujeres en sus prácticas
de resistencia contra la opresión de género. Ioan Lewis considera que la posesión
por espíritus es una especie de «arma de los débiles», una estrategia femenina en «la
guerra de los sexos». (Lewis, 1971; 3ed. 2003:63-89). Las investigaciones de este
antropólogo sobre la sociedad musulmana patrilineal de los pastores nómadas so-
malíes del noreste de África confirman esta tesis. Comprueban que la posesión

115
EWA STRZELECZKA

por espíritus afecta sobre todo y de forma particular a las mujeres casadas, lo que
tiene que ver con su posición de desventaja en una sociedad de dominación mas-
culina. Según Ioan Lewis, la posesión es una estrategia contra la injusticia social
y un medio para paliar la privación y la indiferencia en un matrimonio poligá-
mico, y también puede servir para poder acceder a determinados recursos mate-
riales y económicos. Roger Gomm en su investigación sobre prácticas de posesión
similares entre los Swahili en el sur de Kenia, argumenta que las mujeres recurren
a los espíritus como un medio indirecto de manifestar sus quejas contra el marido
e incluso para obtener algún tipo de compensación en forma de atención y de re-
galos (Lewis, 2003:72). Se interpreta que es una estrategia en las relaciones de gé-
nero a la que las mujeres acuden, porque la petición expresada desde su rol de es-
posas puede ser denegada fácilmente, pero si lo hacen en nombre de un espíritu
masculino sucede todo lo contrario y el objetivo se conseguirá. Se anota, sin em-
bargo, que la posesión por espíritus puede ser útil como una forma de resistencia
y de protesta femenina e incluso como un medio para adquirir determinadas pre-
rrogativas, pero si se utiliza con demasiada frecuencia puede perder su fuerza de
efectividad y de credibilidad. Como señala Henrietta Moore, «una mujer que uti-
lice esta estrategia con demasiada frecuencia tal vez descubra que su marido se mues-
tra incrédulo ante la veracidad de su estado y se niegue incluso a celebrar la ceremo-
nia de exorcismo» (Moore, 1999:213). Este ritual es necesario para conseguir el
compromiso del marido ante la comunidad para que cumpla con las reivindica-
ciones de su esposa hechas durante el estado de posesión. En estas prácticas llama
la atención la movilidad que se da en las identidades de género, en su performa-
tividad y su poca estabilidad. En el imaginario colectivo de las sociedades que re-
conocen las practicas de posesión, una mujer poseída por un espíritu masculino
puede ser considerada en un estatus de hombre.
Las mujeres de diferentes sociedades a veces tienen que acudir a las actividades
consideradas como piadosas para transgredir las fronteras del control masculino.
Eva Evers Rosander profundiza desde este enfoque en el impacto de la cultura y de
la religión en la actividad económica de las mujeres musulmanas senegalesas (Evers
Rosander, 2002). Según la antropóloga: «la religión ofrecía a las mujeres musulmanas
la posibilidad de viajar al extranjero y de desarrollar sus actividades y redes comerciales.
Jadiya, la esposa de Profeta, se convirtió en un ejemplo a seguir para las mujeres comer-
ciantes, quienes lo usan a menudo para legitimar sus actividades en el comercio» (Evers
Rosander, 2002:136). Las peregrinaciones a la Meca permiten a las mujeres musul-
manas viajar a largas distancias y establecer contactos internacionales, que luego
utilizan en sus redes comerciales globales. Otro ejemplo son las trayectorias de las
comerciantes senegalesas: desde los años setenta, cuando empezaron los primeros
vuelos chárter a Marruecos, éstas mujeres emprendían viajes a Fez para visitar la
tumba de un famoso santo Sheik Ahmed Tijane, en estas peregrinaciones las muje-
res llevaban consigo productos locales que vendían en Fez y en Casablanca, y con el
dinero obtenido compraban productos marroquíes con los que comerciaban a la
vuelta. La actividad económica de estas comerciantes demuestra su postura em-
prendedora y creativa en unos contextos sociales donde no está bien visto que las

116
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL

mujeres viajen solas y trabajen lejos de sus casas. Para no entrar en conflicto con su
comunidad y su familia, estas mujeres buscan mecanismos de legitimación que sua-
vicen una posible consideración negativa de sus viajes. Así las inmigrantes senegale-
sas de Tenerife legitiman su estancia en el extranjero y su actividad comercial a tra-
vés de determinadas actividades religiosas que les dan prestigio y les permiten
promocionar su estatus social en su país de origen. Se trata del prestigio que obtie-
nen gracias a sus donaciones a las organizaciones religiosas del muridismo, y los con-
tactos que por esta razón mantienen con los líderes de estas poderosas cofradías is-
lámicas de Senegal. Como explica Eva Evers Rosander: «Los recursos materiales
cuando se convierten en recursos no materiales mediante donaciones en efectivo para fi-
nes religiosos o familiares, constituyen el capital moral que incrementa el prestigio y el es-
tatus social de las mujeres en Senegal. Estar casada, tener familia y ser la única esposa de
su marido son ciertamente factores de prestigio, si lo contrastamos con el de las mujeres
comerciantes solteras, divorciadas o viudas. Estas mujeres sin esposo enfatizarán sus ‹tra-
yectorias› religiosas como piadosas ‹murida› mediante las peregrinaciones, la asistencia a
la consulta de los ‹marabuts› (lideres) durante sus cortas visitas a la Isla y las donaciones
de regalos diversos con fines religiosos» (Evers Rosander, 2002:143). Estas estrategias
culturales de las mujeres senegalesas confirman la existencia de una estrecha relación
entre la religión y el prestigio, y reconocen la necesidad de interpretar los mecanis-
mos de resistencia femenina contra la opresión de género siempre dentro de su con-
texto cultural.
En el Magreb se ha investigado como las mujeres protagonizan rituales del is-
lam popular relacionados con el culto a los marabutos (santos). En Marruecos,
por ejemplo, las mujeres suelen acudir a los santuarios con más frecuencia que a
las mezquitas del islam oficial, que se consideran lugares de dominio masculino.
Fátima Mernissi relata que: «en los santuarios siempre hay más mujeres que hombres.
Además hablan en voz alta y gritan como si fueran las dueñas indiscutibles del lugar.
Los hombres, aunque tienen permiso para entrar, a menudo acortan su ‹ziyara› (vi-
sita) porque se sienten incómodos ante las miradas inquisitivas y curiosas de una mu-
chedumbre de mujeres. (…) Estas mujeres, cargadas de preocupaciones y sufrimientos,
se sienten unidas por su deseo de buscar una solución, de crear un equilibrio entre ellas
y su entorno, de mejorar su vida y el sistema que las reprime. (…) Y como muchas mu-
jeres se encuentran en la misma situación, se ha establecido una red de comunicacio-
nes terapéuticas entre ellas» (Mernissi, 2003:60). Los santuarios de los santos se in-
terpretan como un espacio de poder para las mujeres, no sólo porque allí se
forman las redes de solidaridad y de ayuda, sino también porque son lugares
donde se discute y se toman decisiones en temas tan importantes como la fertili-
dad, la sexualidad o la salud. Las mujeres han sido tradicionalmente las que han
diagnosticado y han tomado la decisión de llevar al enfermo a uno de estos cen-
tros donde, según las creencias locales, se considera que la baraka (bendición di-
vina) puede curar las enfermedades. Esta implicación de las mujeres marroquíes
en el ámbito de la salud les proporciona un cierto protagonismo y poder, po-
niéndolas al frente de la escena familiar y dotándolas de una función de media-
doras entre el poder sobrenatural y el bienestar de sus parientes.

117
EWA STRZELECZKA

Las mujeres tratan de resignificar también sus creencias y sus tradiciones por me-
dio de modernas hibridaciones que rectifican el contenido discriminatorio y misó-
gino de su cultura. En este sentido destaca la labor de las feministas musulmanas del
movimiento denominado por Margot Badran: «Muslim liberation theology», cuyo
propósito es luchar por un «islam postpatriarcal», un islam que respete y proteja los
derechos de las mujeres (Badran, 1995:22). Los argumentos basados en el mensaje
islámico ayudan a las mujeres a desenvolverse con más facilidad en un contexto so-
cial en el que el islam goza de gran autoridad. Las interpretaciones feministas de los
textos sagrados, del Corán y de los hadices, les permiten tener argumentos adecuados
para competir con el discurso conservador, y también para cuestionar la legitimidad
de la ley islámica y de los códigos de familia, inspirados en las fuentes religiosas, y que
constituyen el mayor obstáculo para conseguir la plena igualdad de derechos entre
mujeres y hombres en los países musulmanes. Las recientes investigaciones históricas
han sacado del olvido también a algunas mujeres del pasado musulmán que desem-
peñaron un papel relevante en el ámbito económico, educativo, jurídico, militar,
cultural e incluso político, como reinas y gobernadoras. Estas mujeres célebres, así
como sus aportaciones al patrimonio del islam, desafían los estereotipos sobre las mu-
jeres musulmanas en el contexto occidental y proporcionan datos históricos concre-
tos a las feministas de los países islámicos para legitimar su trayectoria de lucha por
una mayor autonomía y por los derechos de las mujeres. Fátima Mernissi explica que:
«actualmente el argumento histórico es más importante que nunca para defender los de-
rechos de la mujer en las teocracias musulmanas. Esto es así porque cualquier estrategia po-
lítica relacionada con la mujer, sea de tipo económico (el derecho a trabajar fuera del ho-
gar) o de tipo legal (la condición de la mujer y la legislación de la familia), actualmente
se justifica y legitima por medio de la tradición del Profeta, es decir la tradición histórica.
Por lo tanto en el mundo musulmán, en países en los cuales la religión y el estado están
muy unidos, el único arma disponible de las personas progresistas de ambos sexos para lu-
char por los derechos humanos en general y los derechos de la mujer en particular es bus-
car la justificación de sus reivindicaciones políticas en la historia del islam» (Mernissi,
2003:164).
En sociedades donde el poder político no está separado del poder religioso o
donde las creencias marcan las normas y se vinculan con el prestigio social, las
mujeres acuden a las prácticas religioso-culturales para legitimar sus actividades y
aumentar su grado de autonomía. Como hemos visto, las actividades consideradas
como piadosas permiten a las mujeres liberarse de algunas limitaciones estableci-
das en su comunidad, les dotan de una oportunidad para salir, viajar y contactar
con otras personas. El carácter terapéutico, social y ritual de las fiestas culturales
constituye un elemento primordial en la vida de la comunidad y es especialmente
importante para las mujeres. Mediante las prácticas culturales las mujeres pueden
expresarse y quejarse de sus situaciones de opresión. A través de sus cuentos y can-
ciones tradicionales llenas de anécdotas y de expresiones con doble significado, las
mujeres pueden desafiar al poder masculino, aunque sea sólo en el imaginario y
gracias a la creatividad. Lo imaginario y las representaciones culturales juegan un
rol significativo en los procesos de empoderamiento de las mujeres. El hecho de

118
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL

que una mujer pueda imaginarse en un rol que transgreda los roles asignados tra-
dicionalmente a su género indica un cambio en su percepción y en su visión del
mundo, y puede convertirse en un proyecto transformador de la realidad. El po-
der interior, «el poder desde dentro», es un factor esencial para que las mujeres ga-
nen confianza en sí mismas y refuercen sus capacidades de controlar los recursos,
de determinar sus estrategias y de tomar decisiones. Los cambios a nivel personal
no son suficientes y siempre deben conectarse con los cambios a nivel estructural.
Podríamos imaginar a una niña afgana tan «empoderada» que desee para su futuro
convertirse en la presidenta de su país o en una profesional de reconocido presti-
gio, no obstante, al vivir en la época de la dictadura de los talibanes, los factores
vinculados a la violencia estructural no le van a permitir realizar su sueño. Los pro-
cesos de empoderamiento deben por tanto estar siempre acompañados de cambios
estructurales a nivel político y social, que garanticen la igualdad de oportunidades
entre hombres y mujeres. Los cambios deben transcurrir también a nivel cultural,
es decir, las transformaciones en las relaciones de género deben reflejarse en las
transformaciones en el lenguaje y en las representaciones culturales, porque en
ellos se reflejan nuestras construcciones e imaginarios sociales, que son a la vez el
producto y el reproductor de las relaciones de poder.
En las políticas de la cooperación para el desarrollo la dimensión cultural tiene
una doble función. Por un lado, la libertad cultural es un componente sustancial del
desarrollo, ya que no se puede hablar de la ampliación de las capacidades y de las op-
ciones de las personas si se violentan, discriminan o relegan los referentes culturales
sobre los que se constituye la identidad. Por otro lado, la cultura tiene también un
valor instrumental para el desarrollo, ya que el reconocimiento de los elementos de
identidad hace que las personas se identifiquen con el proceso de desarrollo y con
las transformaciones que éste implica, y también porque el propio patrimonio cul-
tural se convierte en un activo para el desarrollo y para la comunicación con otros
pueblos (Antonio Alonso, 2004:6). Desde esta perspectiva se contempla la cultura
como una posible fuente de recursos y como un factor en la lucha contra la pobreza
y contra la exclusión social. El arte femenino, por ejemplo, puede ser un elemento
de empoderamiento de las mujeres y también una fuente de sus recursos. Fátima
Mernissi en su libro «El hilo de Penélope» (2005) nos habla de las mujeres marro-
quíes, entre otras de Fátima Mellal y Chaibia Talal, que a pesar de su analfabetismo
y su humilde procedencia social, han podido sobreponerse a su estatus inferior en
la sociedad y desarrollar su talento artístico y su creatividad. La tradición femenina
de tejer alfombras les ha llevado a aplicar este conocimiento y esta habilidad a sus
experimentaciones con la pintura. Como resultado se ha creado un nuevo estilo en
el arte marroquí contemporáneo que goza de un reconocimiento internacional. Se
trata de unas obras de arte excepcionales e innovadoras inspiradas en la riqueza de
la simbología y de los motivos ancestrales que aparecen representados en de los te-
jidos y en las alfombras marroquíes tradicionales.
Los procesos de la globalización y los medios de comunicación permiten que la
información sea cada vez más accesible a la población, gracias a esto la sociedad civil
puede tomar conciencia de sus derechos y formar redes de conexión para poder de-

119
EWA STRZELECZKA

fenderlos y exigirlos colectivamente ante el Estado. Como resultado surgen nuevos


movimientos sociales en los que las mujeres participan activamente. El acceso a re-
cursos intangibles como las redes sociales, la fortaleza organizacional, las habilidades
de análisis o la solidaridad y la sensación de no estar solas, permite a las mujeres de-
sarrollar nuevas formas de concienciación y de acción colectiva. La comunicación, la
información y el saber son instrumentos claves en su empoderamiento, por lo que se
considera fundamental trabajar para disminuir la brecha digital y fomentar el uso de
las nuevas tecnologías. El dominio de éstas herramientas les permite fortalecer sus ca-
pacidades y aumentar la confianza en sí mismas, además les dota de la posibilidad de
acceder a la información y a los nuevos conocimientos. Estos recursos intangibles, es
decir el manejo de las nuevas tecnologías, el acceso a la información y la comunica-
ción en las redes, aumentan la autonomía de las mujeres y les permiten acceder a los
recursos más tangibles, como tener un puesto de trabajo de responsabilidad o ejercer
el control sobre su patrimonio.

7. LA CULTURA Y EL ENFOQUE DE GÉNERO EN LAS POLÍTICAS


CULTURALES PARA EL DESARROLLO
La evolución de las políticas culturales se refleja en los avances de la legisla-
ción promovidos desde los diferentes organismos internacionales, sobre todo
desde la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura (tabla 2). En este artículo nos interesa conocer especialmente los referen-
tes normativos en el área de cultura y desarrollo, patrimonio cultural, derechos
culturales y diversidad cultural.

TABLA 2
Breve reseña histórica de las políticas internacionales en la cultura
y el desarrollo, y sus conexiones con las políticas de género
Evolución del concepto de cultura Acción normativa:
en las políticas de UNESCO. cultura y desarrollo, género.
Prioridades internacionales UNESCO y tendencias globales
• Cultura: se centra en las bellas artes y en el 1945: Creación de la UNESCO.
patrimonio. 1966: Declaración de los Principios de la
• La producción artística y los derechos de au- Cooperación Cultural Internacional.
tor (1952).
1945-´60

• Diálogo intercultural vinculado a la recons- 1946: Creación de DAW y OSAGI (agencias


trucción de la paz después de la II guerra ONU dedicadas a las mujeres).
mundial (´50) y en el contexto de descolo- 1948: Declaración Universal de los Derechos
nización (´60) y de la guerra fría. Humanos.
• La igualdad de las culturas: «toda cultura 1966: Pacto Internacional de Derechos Eco-
tiene una dignidad y un valor que debe ser nómicos, Sociales y Culturales.

120
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL

Evolución del concepto de cultura Acción normativa:


en las políticas de UNESCO. cultura y desarrollo, género.
Prioridades internacionales UNESCO y tendencias globales
respetados y protegidos» y «todo pueblo 1966: Pacto Internacional de Derechos Civi-
tiene el derecho y el deber de desarrollar su les y Políticos.
1945-´60

cultura» (1966).
• Conexión entre la cultura y el desarrollo
(1966). 1945: Creación de UNESCO.

• Cultura: «además de las artes y las letras, en- 1970: I Conferencia Intergubernamental so-
globa los modos de vida, los derechos hu- bre Políticas Culturales, Venecia.
manos, los sistemas de valores, las tradicio- 1972: Convención para la Protección del Pa-
nes y las creencias» (1982). trimonio Mundial Cultural y Natural.
• Patrimonio cultural: «la humanidad posee 1978: Declaración sobre la Raza y los Prejui-
un patrimonio común que ha de ser prote- cios Raciales.
gido» (1972). 1982: Mondiacult. Declaración de México
• Prioridad: afirmar y enriquecer las identi- sobre las Políticas Culturales.
dades culturales.
1987: Informe Brundland «Nuestro Futuro
• Integración de las políticas culturales en la
Común» (desarrollo sostenible).
cooperación para el desarrollo sostenible.
1989: Convenio 169 de la OIT sobre pueblos
´70-´80

Las Conferencias Mundiales sobre Políticas


indígenas y tribales en los países indepen-
Culturales.
dientes.
• Papel de los Medios de Comunicación en la
1976-1985: Decenio de las Naciones Unidas
promoción de la paz y de los derechos hu-
para la Mujer: Igualdad, Desarrollo y Paz:
manos (1978).
• Conferencias Mundiales sobre la Mujer:
México (1975), Copenhague (1980), Nai-
robi (1985).
• Creación: UNIFEM (1976), INSTRAW
(1976), CEDAW (1979).
• 1979: Convención sobre la eliminación de
todas las formas de discriminación contra la
mujer (CEDAW).
• Enfoque Mujeres en el Desarrollo (MED).
• Diversidad creativa: «creatividad cultural 1995: Declaración de Principios sobre la To-
como fuente de progreso humano y de di- lerancia
versidad cultural» (1996). 1996: Informe Nuestra diversidad creativa.
• Integración de las políticas culturales en las 1998: Conferencia Mundial sobre Políticas
estrategias de desarrollo humano. Culturales para el Desarrollo, Estocolmo.
• Enfoque de género. Enfoque de los derechos
1988-1997: Decenio Mundial para el Desa-
y capacidades.
´90

rrollo Cultural.
• Diálogo intercultural e interreligioso en el
1994-2004: Decenio Mundial de las Pobla-
contexto de la globalización y del plura-
ciones Indígenas del Mundo.
lismo cultural.
1993: Declaración y Programa de Acción de
• Reconocimiento de las aspiraciones y de las
Viena.
bases culturales de las democracias.
1997: Publicación Consejo de Europa: In
from the margins. A contribution to the debate
on Culture and Development in Europe.

121
EWA STRZELECZKA

Evolución del concepto de cultura Acción normativa:


en las políticas de UNESCO. cultura y desarrollo, género.
Prioridades internacionales UNESCO y tendencias globales
1995: IV Conferencia Mundial sobre la Mu-
jer en Beijing. Declaración. Plataforma de
´90

Acción de Beijing. Enfoque Género en el De-


sarrollo (GED).
1999: Protocolo Facultativo de la CEDAW.

• La diversidad cultural como parte del «pa- 2001: Declaración Universal sobre la Diversi-
trimonio común de la humanidad» (2001). dad Cultural
• Patrimonio mundial inmaterial (2003). 2003: Convención para la salvaguardia del
• Políticas culturales y cooperación cultural patrimonio cultural inmaterial.
para el desarrollo. Cultura en la lucha contra 2005: Convención sobre la protección y la
la pobreza. Objetivos del Milenio. promoción de la diversidad de las expresiones
culturales.
2000-2008

2000: Declaración y Objetivos de Desarrollo


del Milenio.
2004: Informe PNUD sobre desarrollo hu-
mano: Desarrollo humano y libertad cultural.
2005: Declaración de París sobre eficacia de la
ayuda al desarrollo.
2007: Declaración de las Naciones Unidas so-
bre los derechos de los pueblos indígenas.

7.1. Cultura y Desarrollo


La inclusión de la cultura en las políticas públicas y del desarrollo ha estado
muy unida al contexto histórico y social en el que se han desarrollado estas polí-
ticas. Después de la Segunda Guerra Mundial, en noviembre de 1945 se crea la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(UNESCO), que va a coordinar y marcar estándares para establecer acuerdos a ni-
vel mundial en materia de educación, ciencia y cultura. En los años cincuenta el
interés por la cultura se relaciona con el diálogo intercultural y con la misión de
la paz. En los años sesenta, en la época de la descolonización, la importancia de
la cultura adquiere una nueva dimensión y fuerza. Con la emancipación política
de los pueblos y con la toma de conciencia respecto a su identidad cultural apa-
recen voces críticas que cuestionan la idea de que la modernización deba suponer
necesariamente una occidentalización y se reivindica el derecho a contribuir a la
modernidad conforme a las propias tradiciones. A los conflictos de la descoloni-
zación se suman la guerra fría y las contradicciones entre los bloques del Este y del
Oeste, lo que conduce a un clima poco proclive a la cooperación en materia de

122
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL

cultura. A pesar de estos obstáculos, la UNESCO decide dar una nueva vuelta de
tuerca a la paz a través de la cultura y proclama en 1966 la «Declaración de los
Principios de la Cooperación Cultural Internacional». Según este documento, «toda
cultura tiene su dignidad y un valor que deben ser respetados y protegidos; todo pue-
blo tiene el derecho y el deber de desarrollar su cultura; en su fecunda variedad, en su
diversidad y por la influencia recíproca que ejercen unas sobre otras, todas las culturas
forman parte del patrimonio común de la humanidad» (art. I). La cooperación cul-
tural en esta declaración se entiende como un instrumento para difundir los co-
nocimientos; desarrollar relaciones pacíficas y de amistad entre los pueblos; con-
tribuir a la aplicación de los principios de las Naciones Unidas; mejorar en todas
las regiones del mundo las condiciones de la vida espiritual del ser humano y las
de su existencia material; hacer que todos las personas tengan acceso al saber, dis-
fruten de las artes y de las letras de los diferentes pueblos, se beneficien de los pro-
gresos logrados por la ciencia, y que puedan contribuir también por su parte al en-
riquecimiento de la vida cultural (art. IV). Estos principios de la cooperación
cultural se centran en valores culturales que promocionan la amistad y la paz en-
tre los pueblos. La cuestión de la igualdad entre hombres y mujeres todavía no era
una prioridad en la agenda.
A partir de los años setenta, con el fracaso cada vez más evidente de los pro-
yectos implementados de la cooperación, se plantea que el desarrollo no es sinó-
nimo de progreso económico. El valor de la cultura debe considerarse como un
componente estratégico para lograr el desarrollo integral, con lo cual las diferen-
cias culturales dejan de ser consideradas como un obstáculo para ser apreciadas
como oportunidades para el desarrollo. En aquella época la UNESCO reforzó sus
trabajos en este tema y organizó una serie de conferencias sobre las políticas cul-
turales, en las que se profundizó la conexión entre la cultura y el desarrollo. Di-
cha serie empieza en Venecia en 1970, donde se celebra la Conferencia Intergu-
bernamental sobre los Aspectos Institucionales, Administrativos y Financieros en las
Políticas Públicas, y culmina en México en 1982, con la Conferencia Mundial so-
bre las Políticas Culturales (Mondiacult). La tendencia es identificar la cultura con
el desarrollo y el desarrollo con la cultura. En la Conferencia de México se
aprueba una nueva definición de cultura, que entiende la cultura no sólo desde el
enfoque de las bellas artes y del patrimonio, sino también desde una visión más
antropológica, de las ciencias sociales y de los derechos humanos. «La cultura
puede considerarse como un conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, in-
telectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o un grupo social. Ella engloba
además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser hu-
mano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias» (UNESCO, 1982:1). En
la Declaración de México, en la sección dedicada a la cultura y la democracia, se
inscribe un párrafo que reconoce la necesidad de eliminar las desigualdades basa-
das en el sexo, en el origen, en la posición social, la educación, la nacionalidad, la
edad, la lengua, la religión o la pertenencia a grupos étnicos, minoritarios o mar-
ginales, a fin de garantizar la participación de todos los individuos en la vida cul-
tural (art. 22).

123
EWA STRZELECZKA

El principio de la no-discriminación y de la igualdad de género adquirió re-


levancia en las políticas culturales sobre todo a partir de los años noventa. Este he-
cho tiene que ver con la inclusión de la perspectiva de género en la agenda inter-
nacional y con los logros de las conferencias internacionales sobre las mujeres,
sobre todo de la Conferencia de Beijing de 1995. Tres años después del Decenio
de las Naciones Unidas para la Mujer (1975-1985), la UNESCO declara la década
1988-1997 como el Decenio Mundial para el Desarrollo Cultural. En este marco
se crea la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo, y se intensifican las refle-
xiones internacionales en torno al rol de la cultura en el desarrollo y a la necesi-
dad de la inclusión de la dimensión cultural en las políticas de la cooperación. El
Consejo de Europa contribuye a este debate con la publicación: In from the Mar-
gins. A Contribution to the Debate on Culture and Development in Europe (1997).
Este informe reconoce la necesidad de explorar el papel de la cultura en el desa-
rrollo sostenible, tanto en términos económicos como en los vinculados a la inte-
gración y al bienestar social. Según el documento, la política cultural necesita
precisar sus objetivos y redefinir sus estrategias para adaptarse a las realidades de-
mocráticas cambiantes y a las nuevas tendencias marcadas por la globalización. En
1996 la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo concluye su trabajo con el in-
forme: Nuestra Diversidad Creativa; un documento que marca un giro en las po-
líticas culturales, señalando al valor de la diversidad creativa y de la libertad cul-
tural como dimensiones fundamentales del pluralismo cultural. El informe
visibiliza también la importancia de la cuestión del género y de los derechos de las
mujeres en materia de cultura. Según el documento, «cuando la cultura se consi-
dera como base del desarrollo, la noción misma de ‹política cultural› debe ampliarse.
Toda política de desarrollo debe ser profundamente sensible e inspirarse en la cultura
(…). Ello implica promover la creatividad (…). Además, supone adoptar una pers-
pectiva de género que tenga en cuenta las preocupaciones, necesidades e intereses de las
mujeres y un esfuerzo por redistribuir más equitativamente los recursos y el poder en-
tre los hombres y las mujeres. Supone igualmente una diversificación significativa de
la noción de ‹patrimonio cultural› en el proceso de transformación social (…) y exige
un nuevo tipo de investigación» (UNESCO, 1996:155).
En Nuestra Diversidad Creativa se dedica un capítulo a las cuestiones relacio-
nadas con las mujeres, el género y la cultura. Se reconoce que últimamente género
y cultura se han politizado de manera significativa, y que esto afecta decisiva-
mente a los derechos de las mujeres así como al lugar que ocupa la cultura en el
desarrollo. En este contexto se considera especialmente importante tratar de evi-
tar la doble trampa del etnocentrismo y del eurocentrismo por un lado, y por
otro, las formas de relativismo cultural radicalizadas, que en nombre de la «dife-
rencia» niegan a las mujeres sus derechos humanos elementales. Se observa tam-
bién que para alcanzar una verdadera diversidad cultural hay que reconocer ple-
namente la riqueza que supone el talento y la labor de las mujeres. Se hace
hincapié en la importancia y la necesidad de un inventario del patrimonio cultu-
ral femenino. Se considera que la práctica del pluralismo cultural debe basarse en
el principio de igualdad y que en el proceso de la transversalidad de género debe

124
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL

incorporarse la variable de la interseccionalidad, reconociendo que la experiencia


humana es diversa en dependencia a diferentes factores vinculados a la identidad
étnica, la opción sexual, la edad, la religión, etc. Respecto a los derechos cultura-
les colectivos, el informe establece que éstos no pueden contradecirse con los de-
rechos individuales, en particular con los derechos de las mujeres. Por último, el
documento establece diez líneas de acción de la agenda internacional entre las
cuales se encuentra un plan para promover la igualdad de género. En este plan se
reconoce plenamente a la Plataforma de Acción de Beijing, y se insta en la nece-
sidad de la adopción de la perspectiva de género y la eliminación de las desigual-
dades entre mujeres y hombres como un elemento esencial en las políticas cultu-
rales y en la planificación del desarrollo. Se enfatiza el empoderamiento de las
mujeres y se rechaza la cultura de la violencia. Aparte de las recomendaciones res-
pecto a la política internacional, la legislación y la actividad empresarial de las mu-
jeres y su acceso a los micocréditos, se considera necesario promover estrategias es-
pecíficas para movilizar a las mujeres y permitir que tomen conciencia de sus
opciones como creadoras y productoras de cultura. En este marco se recomienda:
la recopilación y la transmisión del conocimiento de las mujeres en todos los cam-
pos; la contribución cultural de las mujeres a las artes, la artesanía, la poesía y la
tradición oral; las iniciativas de las mujeres en los medios de comunicación y las
artes; la celebración de la labor de las pioneras, así como de las innovaciones y
contribuciones de las mujeres en la ciencia, la educación y la cultura; la promo-
ción y el apoyo a los grupos de mujeres que trabajan en áreas donde la cultura y
el desarrollo se entrecruzan; la participación de las mujeres en los procesos de
toma de decisiones; en la cultura de la salud; en la actividad empresarial; y la le-
gitimación de los modelos culturales femeninos que favorecen el espíritu de lide-
razgo y otras acciones dirigidas por mujeres (acción 5).
Nuestra Diversidad Creativa constituye un punto de partida para la Confe-
rencia Intergubernamental sobre Políticas Culturales para el Desarrollo celebrada en
1998 en Estocolmo. En esta conferencia patrocinada por la UNESCO se refuer-
zan y se estimulan las tendencias que reconocen la importancia de la dimensión
cultural en el desarrollo, y de la perspectiva de género como un campo multisec-
torial que debe abordarse continuamente en las políticas culturales y en los deba-
tes internacionales. Se considera que pese a los logros legislativos encaminados a
la igualdad de género, en la práctica se han conseguido pocos resultados concre-
tos, y que las oportunidades brindadas a las mujeres en el campo de la cultural si-
guen siendo escasas. En este marco la Conferencia de Estocolmo afirma que las
políticas culturales han de promover la creatividad en todas sus formas, facili-
tando el acceso a las prácticas y experiencias culturales para las mujeres en igual
medida que para los hombres (afirmación 5). Además: «las políticas culturales han
de respetar la igualdad entre los sexos, reconocer plenamente los derechos de la mujer
en iguales términos que los de los hombres, su libertad de expresión, garantizando el
acceso de mujeres a puestos de responsabilidad» (afirmación 8).
A finales de los años noventa y a comienzos del siglo XXI hay un cambio per-
ceptible en las políticas internacionales relacionado con la integración de la cul-

125
EWA STRZELECZKA

tura como una dimensión fundamental en las estrategias internacionales del de-
sarrollo puestas en práctica por la Naciones Unidas. Se considera un logro con-
signar la cultura como un derecho inalienable, indispensable para desarrollo de las
personas y de los países. La cultura, reconocida social y políticamente, se entiende
como un elemento de expansión de la creatividad, de la imaginación y de la ca-
pacidad transformadora de la realidad. En el actual paradigma la cultura es del
pueblo y no de una clase social privilegiada. No debe por tanto representar los in-
tereses de un grupo reducido, sino reflejar la diversidad y la pluralidad de las vo-
ces, basándose en la participación ciudadana, en el dialogo, en el reconocimiento
y en el intercambio de las experiencias culturales diversas. La cultura debe tras-
mitir los valores de la igualdad y de la creatividad. Se requiere garantizar el acceso
universal a la cultura, así como superar constantemente las tendencias a la desi-
gualdad y a la jerarquización. Se trata de crear oportunidades reales para el enri-
quecimiento humano y el acceso al conocimiento y a la información. La cons-
trucción de la nueva ciudadanía basada en estos valores debe pasar
obligatoriamente por un proceso de reestructuración cultural, lo que implica la
potenciación de la creatividad y la garantización de las condiciones en las que ésta
se pueda desarrollar sin perjuicios sociales. En este sentido es importante que la
gente se pueda expresar sin temer que sea estigmatizada por su pensamiento o su
identidad cultural. Estos avances en las políticas culturales no pueden darse sino
con la toma de conciencia ciudadana sobre los derechos humanos y sobre los
principios de la igualdad de género. Si hablamos de la democratización de la cul-
tura no podemos excluir a la mitad de la población, por lo que las mujeres deben
participar activamente en estos procesos. Es también una responsabilidad de los
poderes públicos y de los medios de comunicación que los estereotipos de género
dejen de ser reproducidos, y que el interés y la voluntad se pongan en la transmi-
sión de los valores de la igualdad. No debemos olvidar que la creatividad ciu-
dadana sobre la cual se habla en las políticas culturales implica una transforma-
ción de la cultura y de los modelos de género dominantes.

7.2. Patrimonio cultural material e inmaterial


Las políticas culturales en sus comienzos eran concebidas y formuladas sobre
todo en función de la promoción de las artes y de la protección del patrimonio
cultural. En 1972 la UNESCO adopta la Convención sobre la Protección del Pa-
trimonio Mundial y Natural, en 1976 se crea el Comité del Patrimonio Mundial
y en 1978 se inscriben los primeros lugares en la lista de la UNESCO con este fin.
El patrimonio cultural tangible incluye monumentos, conjuntos y lugares que
tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, del
arte o de la ciencia (art. 1). La identificación y la protección del patrimonio cul-
tural están estrechamente vinculadas al valor que se le asigna. En base a este valor
se considera si el objeto es digno de ser preservado. La cuestión es quien decide so-
bre el valor y el interés que se otorga a los objetos, o sea quién tiene la capacidad

126
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL

de imponer sus particulares definiciones sobre la excelencia y la dignidad cultu-


ral. Se puede preguntar también si la valoración siempre responde a una sensibi-
lidad desde el punto de vista de género. En la Convención sobre la Protección del
Patrimonio Mundial y Natural predomina el lenguaje sexista. Esta exclusión sim-
bólica de las mujeres no sólo puede ser una manifestación de la influencia de la
ideología patriarcal en las representaciones culturales, sino también una tenden-
cia al sesgo androcéntrico que prevalece en muchas disciplinas relacionadas con el
arte y la cultura y que invisibiliza las aportaciones de las mujeres en estas áreas. En
la lengua castellana la misma palabra «patrimonio» proviene del latín «patrimo-
nium» e indica lo recibido del padre o del «pater». Teniendo en cuenta estas re-
flexiones se puede sospechar que existe un sesgo androcéntrico también en la cla-
sificación de las obras de arte y de los monumentos en el patrimonio cultural,
debido a que su valor se define a menudo en función del canon aprendido en las
academias, donde lo masculino prevalecía sobre lo femenino y donde la produc-
ción de las mujeres se despreciaba como un arte popular o una artesanía. En este
contexto es importante preguntarse hasta qué punto los bienes producidos por las
mujeres se consideran dignos de interés y de estudio, y se catalogan como un pa-
trimonio cultural que merece ser protegido y preservado, y hasta qué punto el pa-
trimonio femenino es igualmente representado como el masculino en los catálo-
gos clasificados como patrimonio mundial de la humanidad.
En octubre de 2003 la UNESCO aprobó la Convención Internacional para la
Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, con la que se complementa la
Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial y Natural de 1972. El do-
cumento de 2003 es el resultado de una necesidad manifestada por algunos Esta-
dos de tener un instrumento jurídico para la protección y la salvaguardia del pa-
trimonio inmaterial, que incluya las tradiciones y las expresiones orales, el idioma,
artes del espectáculo, rituales, fiestas, conocimientos y usos relacionados con la
naturaleza y el universo, así como las técnicas artesanales tradicionales. La Con-
vención define el patrimonio inmaterial como: «los usos, representaciones, expresio-
nes, conocimientos y técnicas, junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios
culturales que les son inherentes, que las comunidades, los grupos y en algunos casos los
individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural» (art. 2.1).
Este patrimonio se transmite de generación en generación, y es recreado cons-
tantemente por las comunidades y los grupos en función de su entorno, su inte-
racción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentimiento de identi-
dad y continuidad. En la Convención se añade que «se tendrá en cuenta
únicamente el patrimonio cultural inmaterial que sea compatible con los instrumen-
tos internacionales de derechos humanos existentes y con los imperativos de respeto
mutuo entre comunidades, grupos e individuos y de desarrollo sostenible» (art. 2.1).
La Convención no menciona en ningún momento a las mujeres como colectivo
al que se deba prestar especial atención por su papel particular en la transmisión
del patrimonio cultural inmaterial. Se supone que las mujeres están incluidas,
aunque no explícitamente, en el artículo que establece que el Estado deberá: «lo-
grar una participación lo más amplia posible de las comunidades, los grupos y, si pro-

127
EWA STRZELECZKA

cede, los individuos que crean, mantienen y transmiten ese patrimonio y de asociarlos
activamente a la gestión del mismo» (art. 15). Según la Convención se debe pre-
servar sólo el patrimonio inmaterial que no entre en contradicción con los dere-
chos humanos, no obstante, preocupa que entre los instrumentos de los derechos
humanos citados en el documento no aparezca la CEDAW, sabiendo que se trata
de una convención especifica que protege los derechos de las mujeres y que obliga
a los Estados a promover acciones encaminadas a la eliminación de las prácticas
consuetudinarias que discriminen a las mujeres5.
En diciembre de 2003 la UNESCO organizó un encuentro internacional de
expertas sobre Género y patrimonio cultural intangible con el fin de reflexionar so-
bre algunas inquietudes relacionadas con la aplicación de la Convención para la
Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial conforme al principio de igualdad
de género. En el informe del encuentro se reconoce que existen dificultades entre
la realidad de la práctica cultural y la noción de la igualdad de género, puesto que
en el patrimonio cultural inmaterial nos encontramos con frecuencia con los ro-
les sociales y con la división de trabajo diferenciados entre hombres y mujeres.
Además, en los rituales o en los artes de espectáculo tradicionales puede que los
hombres o las mujeres no aparezcan en la escena, sin embargo juegan un rol fun-
damental detrás de ella. Las reflexiones giran también en torno a las diferencias en-
tre mujeres y hombres en la expresión, transmisión y salvaguardia del patrimonio
cultural inmaterial. Las expertas se preguntaban hasta que punto la práctica y la
transmisión del patrimonio intangible depende de la especificidad de género, y de-
batían si el reconocimiento y el apoyo a las mujeres como transmisoras de la cul-
tura puede contribuir a su empoderamiento en las sociedades contemporáneas, y
si las diferencias de género en las tradiciones locales siempre tienen que traducirse
en desigualdades. En la reunión se reflexionaba también sobre un impacto con-
tradictorio que la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inma-
terial puede tener en la comunidad y en sus prácticas ancestrales. Las historias ora-
les femeninas, por ejemplo, han sido marginadas a lo largo de la historia. Ahora,
si se reconocen internacionalmente y las mujeres consiguen diferentes tipos de so-
porte, incluido el económico, para preservar esta tradición, puede que el impacto
sea positivo en su empoderamiento, no obstante, los cuentos al hacerse públicos
van a perder su misterio y su carácter secreto o sagrado. Además puede que las his-
torias orales femeninas tradicionales sean copiadas y plagiadas con fines comer-
ciales o turísticos. El dilema de la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial
tiene que ver también con la definición de la cultura. Si se considera que la cul-
tura está en un constante desarrollo: ¿dónde está lo «autentico» que debe ser pre-
servado? En antropología se reconocen dos maneras de observar y de estudiar la
cultura: la del que la vive, perspectiva emic, y la del observador externo, perspec-
tiva etic. Mientras que desde la primera perspectiva se intenta estudiar la estructura

5 En la Convención Internacional para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial se citan los si-
guientes instrumentos de los derechos humanos: la Carta Universal de Derechos Humanos de 1948, el Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1966 y el Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos de 1966.

128
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL

subyacente sin más preocupaciones, en la segunda el observador compara lo que


ve con lo que le es propio. En este marco habría que examinar el rol de los agen-
tes externos en la elección del patrimonio cultural inmaterial que se debe preser-
var, y en la valoración de determinadas prácticas culturales en función de su com-
patibilidad con la igualdad de género. Es necesario reflexionar sobre las
percepciones de la realidad del «otro», sobre nuestros prejuicios y estereotipos ba-
sados en las representaciones que tenemos los unos sobre los otros, así como sobre
las dinámicas de poder que se esconden detrás de esta categorización del mundo.
¿Qué relación se establece entre la comunidad (los «insiders») y las personas de
fuera (los «outsiders»)? ¿Quién decide sobre cuáles de los elementos culturales han
de ser preservados y cuáles han de eliminarse o transformarse?
En las conclusiones del encuentro sobre Género y patrimonio cultural intan-
gible se consideró importante seguir reflexionando sobre el género y los derechos
humanos de las mujeres en relación a las prácticas del patrimonio cultural inma-
terial. También se llegó al consenso de que las diferencias en las funciones y en las
actividades entre hombres y mujeres en el patrimonio inmaterial no significan ne-
cesariamente desigualdades sociales, porque no siempre se traducen en una rela-
ción jerárquica. Las diferencias de género que el patrimonio inmaterial refleja de-
ben ser evaluadas como parte de un canon cultural, que como un todo, puede
trasmitir y preservar un balance equitativo de las diferencias. Según el holismo
cultural, las conductas culturales no pueden ser aisladas del contexto en el que
ocurren. La salvaguardia del patrimonio intangible debe incluir la compresión y
el respeto hacía las prácticas y las representaciones de géneros diversos, así como
reflejar los procesos del cambio como resultado de contactos e interacciones en-
tre las sociedades y las culturas múltiples. En el informe se recomienda prestar
atención en la distribución del poder al nivel local, regional y nacional, y en la
participación de las mujeres en la toma de decisiones, así como en su incorpora-
ción al trabajo de custodia, de investigación y de documentación del patrimonio
cultural intangible, y del diseño de las políticas de salvaguardia del patrimonio
mundial.

7.3. Derechos culturales


Otro aspecto de las políticas culturales tiene que ver con los derechos cultu-
rales, que se entienden comúnmente como derechos a la cultura y derechos a par-
ticipar en la vida cultural. Los derechos culturales están protegidos en las normas
internacionales de un modo impreciso, además históricamente ha habido un
cierto recelo en cuanto al reconocimiento de la titularidad colectiva de estos de-
rechos, es decir, como derechos dirigidos explícitamente a los pueblos indígenas
o a las minorías étnicas. Esta filosofía se refleja en la Declaración Universal de los
Derechos Humanos que reconoce que: «toda persona [como individuo, no como
grupo étnico] tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la co-
munidad, a gozar de las artes, y a participar en el progreso científico y en los benefi-

129
EWA STRZELECZKA

cios que de él resulten» (art. 27). Se garantiza a las personas los derechos culturales
como indispensables para su dignidad y el libre desarrollo de la personalidad (art.
22). El Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1966)
protege el derecho a participar en la vida cultural y a gozar de los beneficios de la
cultura y de la ciencia (art. 15), a toda persona sin discriminación por motivo de
sexo u otra razón (art. 2). Los Estados se comprometen «a asegurar a los hombres
y a las mujeres igual título a gozar de todos los derechos económicos, sociales y cultu-
rales (art. 3). En la defensa de los derechos culturales de los grupos se suele evo-
car con más frecuencia el Pacto Internacional sobre Derechos Civiles y Políticos
(1966), que reconoce de una manera más explicita los derechos de las minorías y
de los grupos étnicos. Según este documento, no se negará a las personas que per-
tenezcan a minorías étnicas, religiosas o lingüísticas el derecho, en común con los
demás miembros de su grupo, a tener su propia vida cultural, a profesar y practi-
car su propia religión y a emplear su propia lengua (art. 27). El Pacto reconoce un
igual acceso al disfrute de los derechos enunciados para hombres y mujeres, afir-
mando que todas las personas son iguales ante la ley y que tienen derecho, sin dis-
criminación, a igual protección jurídica.
La Conferencia Mundial sobre las Políticas Culturales de México de 1982
marca una nueva tendencia en las políticas referentes a los derechos culturales.
Durante esta conferencia se hizo hincapié en la conciencia sobre la identidad
cultural, sobre el pluralismo que de ella se desprende, sobre el derecho a ser di-
ferente pero igual, y sobre el respeto mutuo entre las culturas, incluidas las de
las minorías. En 1989 la Organización Internacional del Trabajo adopta el pri-
mer instrumento regulador internacional que otorga a los pueblos indígenas al-
gunos de sus derechos culturales. Según el Convenio OIT número 169 sobre Pue-
blos Indígenas y Tribales en Países Independientes, los gobiernos deben asumir la
responsabilidad de desarrollar, con la participación de los pueblos interesados,
una acción coordinada y sistemática con miras a proteger los derechos de los
pueblos indígenas y garantizar el respeto a su integridad. Esta acción debe dis-
poner de medidas que aseguren a los miembros de dichos pueblos que puedan
disfrutar en pie de igualdad de todos los derechos y oportunidades de la legis-
lación nacional (art. 2). Los Estados se comprometen a promover la plena efec-
tividad de los derechos sociales, económicos y culturales de los pueblos indíge-
nas, respetando su identidad social y cultural, sus costumbres y tradiciones, y
sus instituciones, así como eliminar la discriminación que sufren las personas
pertenecientes a estos grupos étnicos (art. 2). En cuanto a la cooperación para
el desarrollo se considera que «los pueblos interesados deberán tener el derecho de
decidir sus propias prioridades en lo que atañe el proceso de desarrollo, en la medida
en que éste afecte a sus vidas, creencias, instituciones y bienestar espiritual y a las tie-
rras que ocupan o utilizan de alguna manera, y de controlar, en la medida de lo po-
sible, su propio desarrollo económico, social y cultural» (art. 7). A pesar de la im-
portancia jurídica del Convenio 169 de la OIT para los pueblos indígenas, su
alcance todavía es bastante limitado. Actualmente sólo 18 países lo han ratifi-
cado, de los cuales, el último en sumarse fue España.

130
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL

Las contradicciones existentes entre los derechos culturales y los derechos in-
dividuales, entre la libre determinación de los pueblos indígenas y la unidad del
estado nación, dieron motivos para delimitar el reconocimiento legislativo de los
derechos culturales a nivel nacional e internacional. El cambio de enfoque en la
política internacional y el reconociendo de la cultura como factor determinante
para el desarrollo sostenible y el desarrollo humano han abierto la posibilidad a
nuevos avances en la legislación respecto a los derechos culturales colectivos. En
2002 la Comisión de los Derechos Humanos adoptó la primera resolución sobre
la Promoción del disfrute de los derechos culturales de todos y el respeto de las distin-
tas identidades culturales. En 2007, después de 22 años de consultas y diálogo en-
tre gobiernos y pueblos indígenas en todas las regiones del mundo, se aprobó la
Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. La
Declaración afirma el derecho de todos los pueblos a ser diferentes y a ser respe-
tados como tales. Se reconoce que «los indígenas tienen derecho, como pueblos y
como personas, al disfrute pleno de todos los derechos humanos y las libertades funda-
mentales» (art. 1). Se afirma el derecho a la libre determinación de los pueblos in-
dígenas, para decidir libremente su condición política y perseguir libremente su
desarrollo económico, social y cultural. Todos los derechos y las libertades reco-
nocidos en la Declaración se garantizan por igual a los hombres y a las mujeres in-
dígenas (art. 44).
Resumiendo, se puede considerar que finamente, y aunque lento en sus ini-
cios, el trabajo de los organismos de derechos humanos ha logrado enormes avan-
ces en cuanto a la clarificación de los elementos que constituye el derecho hu-
mano a participar en la vida cultural, en lo referente a la igualdad y a la
no-discriminación, a la libertad y a la no interferencia en el goce de la vida cultu-
ral, a la libertad para crear y contribuir a la creación; a la libertad de escoger en
qué cultura y vida cultural participar, a la libertad de divulgación, a la libertad de
cooperar a nivel internacional y a la libertad de participar en la definición e im-
plementación de las políticas relativas a la cultura (PNUD, 2004:28). A princi-
pios del siglo XXI se ha avanzado en la protección jurídica de los derechos cultu-
rales de los grupos indígenas. Cabe destacar que el reconocimiento de los
derechos culturales como derechos humanos se ha dado siempre a condición del
respeto a los derechos de las mujeres, lo que significa que no todas las costumbres
y prácticas tradicionales constituyen un derecho. En otras palabras, los derechos
grupales o étnicos son considerados como derechos humanos en la medida en que
su reconocimiento y ejercicio promueve a su vez los derechos individuales de sus
miembros. No se consideran como derechos humanos aquellos derechos cultura-
les colectivos que violan o disminuyen los derechos individuales de sus miembros.

7.4. La diversidad y la libertad cultural


En noviembre de 2001 la UNESCO aprobó la Declaración Universal sobre la
Diversidad Cultural, en la que se eleva la diversidad cultural a la categoría de pa-

131
EWA STRZELECZKA

trimonio común de la humanidad que debe ser reconocido y consolidado en be-


neficio de las generaciones presentes y futuras. Según la declaración, «la diversi-
dad cultural es para el género humano tan necesaria como la diversidad biológica
para los organismos vivos» (art. 1). La adopción de la declaración confirma el com-
promiso a favor de la diversidad de las culturas en un espíritu de diálogo y de
apertura. Se insiste en el hecho de que cada individuo debe reconocer, no sólo la
alteridad en todas sus formas, sino también en el carácter plural de su propia
identidad dentro de sociedades igualmente plurales. Se requiere conservar la di-
versidad cultural en su doble dimensión, como una fuente de expresión, creación
e innovación, y en su dimensión evolutiva como un proceso en continuo movi-
miento. La Declaración aspira a «preservar ese tesoro vivo, por lo tanto renovable,
que es la diversidad cultural, diversidad que no cabe entender como patrimonio está-
tico sino como proceso que garantiza la supervivencia de la humanidad, aspira también
a evitar toda la tentación segregacionista y fundamentalista que, en nombre de las di-
ferencias culturales, sacralice esas mismas diferencias y desvirtúe así el mensaje de la
Declaración Universal de Derecho Humanos» (UNESCO, 2001:1). La protección
y la promoción de la diversidad cultural significa defender la capacidad creativa
en sus múltiples manifestaciones materiales e inmateriales, y garantizar una con-
vivencia pacifica entre los pueblos. La declaración reconoce que la diversidad cul-
tural es una de las fuentes del desarrollo humano, y sirve como medio de acceso
a una existencia intelectual, afectiva, moral y espiritual satisfactoria (art. 3). La de-
fensa de la diversidad cultural es un imperativo ético, inseparable del respeto a la
dignidad de la persona humana, pero nadie puede invocar la diversidad cultural
para vulnerar los derechos garantizados por el derecho internacional, ni para li-
mitar su alcance (art. 4). De esta manera se reconoce que la diversidad cultural no
puede contradecirse con los derechos humanos de las mujeres.
Los últimos avances en materia de cultura se basan en la profundización de
la relación entre la libertad cultural, los derechos humanos y el desarrollo hu-
mano. En 2004 el PNUD dedicó su Informe sobre Desarrollo Humano a la «Li-
bertad cultural en el mundo diverso de hoy», en el que se consolida la libertad cul-
tural como parte inherente del desarrollo humano. Según el informe, «la libertad
cultural es la libertad que tienen las personas de escoger su identidad (de ser quienes
son) y vivir sin perder el acceso a otras opciones que les resultan importantes. La li-
bertad cultural es violada cuando hay falta de respeto o reconocimiento por los valo-
res, las instituciones o los estilos de vida de grupos culturales y cuando las personas son
discriminadas debido a su identidad cultural» (PNUD, 2004:27). La libertad cul-
tural implica la posibilidad de escoger de manera plena y creativa la vida que cada
uno quiere llevar, lo que implica la innovación también en el seno de la propia
cultura y en la identidad de las personas. El documento condena las practicas del
conservadurismo o del fundamentalismo cultural que evocan a la tradición y a la
supuesta autenticidad cultural para justificar y legitimar las relaciones de género
desiguales. Según este informe: «no existen razones aceptables que permitan prácti-
cas que nieguen a los individuos la igualdad de oportunidades y violen sus derechos hu-
manos, como negar a las mujeres el mismo derecho a la educación» (PNUD, 2004:4).

132
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL

Se advierte también que el reconocimiento del derecho consuetudinario no debe


considerarse como una autorización para mantener prácticas que violen los dere-
chos humanos, independientemente de su reclamo respecto a ser «tradicionales»
o «auténticas». No se pueden tolerar las leyes que rechazan la igualdad entre hom-
bres y mujeres en lo relativo a los derechos de propiedad, herencia, derecho de fa-
milia y otras materias. Según el PNUD, «todos los sistemas jurídicos – sean unita-
rios o plurales– deben adoptar estándares internacionales de derechos humanos,
incluida la equidad de género» (PNUD, 2004:57). El referente en común para to-
das las políticas y las acciones es la ética global que se funda en los valores com-
partidos por todas las culturas, y que descansa en el reconocimiento de la igual-
dad, los derechos humanos, la democracia, la protección de las minorías, la
resolución pacífica de conflictos y la negociación equitativa.
En 2005 la UNESCO aprueba la Convención sobre la Protección de la Diver-
sidad de los Contenidos Culturales y de las Expresiones Artísticas. Se trata de uno de
los documentos más completos sobre la diversidad cultural, que recoge los logros
y las reflexiones de los foros internacionales sobre el tema. El documento reafirma
la diversidad como característica esencial de la humanidad. La diversidad crea un
mundo rico y variado que acrecienta la gama de posibilidades y nutre las capaci-
dades y los valores humanos, contribuyendo al desarrollo sostenible y a la lucha
contra la pobreza. Por eso se requiere incorporar la cultura como elemento estra-
tégico en las políticas de desarrollo y en la cooperación internacional. La diversi-
dad cultural constituye un patrimonio común de la humanidad, debe valorarse y
preservarse. Se manifiesta en la originalidad y la pluralidad de las identidades y en
las expresiones culturales de los pueblos y sociedades. Se considera necesario pro-
teger y promocionar los conocimientos tradicionales, y adoptar medidas para
proteger la diversidad de las expresiones culturales y sus contenidos, sobre todo si
se trata de prácticas en peligro de extinción. Se reitera la importancia de la liber-
tad de pensamiento, de expresión y de información, y la pluralidad de los medios
de comunicación. Se recuerda que los intercambios y las interacciones constantes
entre las culturas contribuyen a la diversidad cultural, y que la diversidad de ex-
presiones culturales es un factor que permite a los pueblos y a las personas expre-
sar y compartir con otros sus ideas y valores. Se menciona la importancia de la di-
versidad lingüística, de la vitalidad y de la creatividad de las culturas, así como el
respeto a los derechos de propiedad intelectual. Se indica que las actividades, los
bienes y los servicios culturales no se pueden reducir sólo a un valor comercial, y
olvidar su importancia cultural como portadores de identidad, valores y signifi-
cados. Se destaca el impacto contradictorio de los procesos de globalización, a tra-
vés de los cuales por un lado se intensifican los contactos entre las sociedades y las
culturas, pero por otro se observa un desequilibro entre los países pobres y los paí-
ses ricos, lo que puede afectar a la diversidad cultural de la humanidad. La Con-
vención enfatiza la importancia de la cultura para la cohesión social en general, y
en particular para la mejora de la condición de la mujer y su papel en la sociedad.
La diversidad es imprescindible para la paz y la seguridad, para la plena realización
de los derechos humanos y las libertades fundamentales, a los que la Convención

133
EWA STRZELECZKA

hace referencia en sus principios rectores. Asimismo nadie podrá invocar las dis-
posiciones de este documento para atentar contra los derechos elementales.

8. NUEVAS TENDENCIAS DE LA COOPERACIÓN ESPAÑOLA


EN MATERIA DE CULTURA. ESTRATEGIAS SECTORIALES:
CON LOS PUEBLOS INDÍGENAS Y DE CULTURA
Y DESARROLLO
La creciente voluntad para incentivar la cultura y el género en las políticas
para el desarrollo se refleja en las nuevas tendencias de la Cooperación Española,
que busca establecer sinergias entre sus acciones y las políticas internacionales en
estas materias. En este marco se desarrollan las líneas de trabajo específicas en gé-
nero y en cultura, constituidas como estrategias prioritarias en el Plan Director de
la Cooperación España de 2005-2008. En 2007 se publican dos estrategias secto-
riales: la Estrategia con los Pueblos Indígenas y la Estrategia de Cultura y Desarrollo.
Ambas se complementan con la Estrategia Sectorial de Género y Desarrollo (2008),
que marca la dirección de todas las políticas de cooperación española en materia
de género. La Estrategia de Género y Desarrollo alude a los principios y a los dere-
chos fundamentales de igualdad y no-discriminación, y al enfoque Género en el
Desarrollo, además de tratar de adaptarse a las nuevas modalidades de eficacia de
la ayuda de la actual agenda internacional en cooperación. En el documento se
enfatiza la importancia de la diversidad cultural y se tienen en cuenta las dimen-
siones horizontal y sectorial de las mujeres de diversas culturas. Se entiende que
el enfoque GED trata la diversidad como un aspecto fundamental a considerar y
respetar en su desarrollo. Los principios de la diversidad cultural y de la libertad
cultural se transversalizan en la Estrategia de Género y Desarrollo, del mismo modo,
el enfoque de género debe complementarse en todas las acciones de la
Cooperación Española en el ámbito de las políticas culturales para el desarrollo.
Las líneas de trabajo en la cultura para el desarrollo están expuestas en la Es-
trategia de Cultura y Desarrollo. Dicha estrategia vincula la cultura con la lucha
contra la pobreza y con el desarrollo sostenible y humano, así como con la cohe-
sión social y con los procesos de la democratización. La estrategia pretende con-
tribuir a la promoción de la diversidad cultural y al aumento de las libertades y de
las capacidades culturales. En la presentación del documento se asegura prestar
«especial atención a los jóvenes y a las mujeres, dos colectivos tradicionalmente poco vi-
sibilizados en el sector cultural a pesar de su importancia en el mismo» (MAEC,
2007:7). Se advierte que la invocación al respeto, a la protección y a la promoción
de la diversidad cultural no puede utilizarse para legitimar aquellas prácticas cul-
turales que entren en contradicción con los derechos humanos o las libertades
fundamentales. En el documento se marcan pautas para integrar la dimensión
cultural como transversal en las acciones de la Cooperación Española. Una de es-
tas pautas es: «evitar que la defensa de la identidad cultural genere posiciones defen-
sivas y excluyentes, no respetuosas con la convivencia y el cumplimiento de los derechos

134
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL

humanos» (MAEC, 2007:15). En la Estrategia se reconocen los principios de los


derechos humanos, no obstante se evitan las referencias explicitas a los derechos
de las mujeres lo que puede debilitar la fuerza de este documento en los contex-
tos actuales, en los que de manera sutil pero eficaz se filtran determinados dis-
cursos culturalistas que pretenden limitar la autonomía y los derechos de las mu-
jeres. Entre las siete líneas estratégicas que marcan la dirección de la actuación en
el área de Estrategia de Cultura y Desarrollo no se establece una línea específica en
género y cultura. El enfoque de género se incorpora únicamente como una prio-
ridad transversal. El cruce entre la igualdad de género y las líneas estratégicas de
la intervención se ilustra en la tabla 3. En las pautas de intervención de cada una
de las siete líneas estratégicas se especifican más detalles respecto a la incorpora-
ción del enfoque de género. Se menciona en varias ocasiones la necesidad de pro-
mover la igualdad de género y de realizar diagnósticos de cultura de género, que
permiten analizar en cada contexto las identidades culturales y los factores de
incidencia sociocultural desde una perspectiva de género, y las desigualdades en-
tre mujeres y hombres. El empoderamiento de las mujeres se menciona solamente
en una de las líneas estrategias de intervención, es decir, en la dimensión política
de la cultura. En general se puede concluir que la incorporación del género en la
Estrategia en Cultura y Desarrollo es bastante insatisfactoria, ya que se silencian al-
gunas cuestiones claves de la igualdad de género y del empoderamiento de las mu-
jeres en materia de cultura. En la redacción del documento destaca el esfuerzo por
el uso de un lenguaje no sexista, no obstante, todavía quedan algunos fragmentos
que requieren ser revisados y reescritos según esta filosofía. Son escasas las muje-
res autoras de libros que figuran en la bibliografía recomendada al final de la es-
trategia, cuyo objetivo paradójicamente debe ser promocionar la producción ar-
tística y científica de las mujeres en igual medida que la de los hombres6.
El enfoque de género está introducido con más rigor en la Estrategia de la
Cooperación Española con los Pueblos Indígenas. En este documento se reconoce
que la perspectiva de género implica tomar medidas de no-discriminación y de
igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, y conlleva «la necesidad de es-
tudiar en cada caso concreto la situación de los hombres y de las mujeres, las relacio-
nes entre ambos y los procesos y elementos de mayor discriminación que pudieran exis-
tir contra las mujeres indígenas, ya sea dentro de las comunidades o cuando provengan
de la sociedad envolvente» (MAEC, 2007b:26). Para cumplir con estos principios
se considera fundamental reforzar las capacidades internas de la Cooperación Es-
pañola a través de la sensibilización, formación e institucionalización del enfoque
de género en su acción. Se pretenden buscar sinergias con otras organizaciones
que trabajen con los pueblos indígenas para establecer coherencias políticas e in-
tercambiar experiencias y buenas prácticas sobre la metodología del trabajo con el
enfoque de género con estos pueblos. Al nivel del conocimiento e investigación,
se desean promover los estudios sobre las relaciones de género de los pueblos in-

6 En la bibliografía se recomiendan 55 libros. Apenas diez de ellos están escritos o coordinados, si se trata
de una recopilación de textos, por mujeres.

135
EWA STRZELECZKA

TABLA 3
Estrategia de Cultura y Desarrollo de la Cooperación Española,
MAEC, 2007:17. Transversalidad de género en las líneas estratégicas
del marco de intervención
Líneas estratégicas Enfoque de género
Formación — Se respeta y fomenta la igualdad de género en las acciones de la
Cooperación Española.
— Los programas formativos incluyen aspectos de sensibilización y es-
tán revisados según el enfoque de género.
Política y cultura — Se busca la equidad en las responsabilidades y los procesos de ges-
tión política.
Economía y cultura — Se prioriza la concesión de ayudas a mujeres empresarias.
Educación y cultura — Se contribuye a la igualdad de oportunidades para niños y niñas en
la educación.
Patrimonio cultural — Se respeta y fomenta la igualdad de género en las acciones.
— Se fomenta la incorporación efectiva de las mujeres en oficios tra-
dicionalmente masculinos.
Comunicación y cultura — Se fomenta la igualdad en las voces y expresiones creativas de la
vida social.
Derechos culturales — Igualdad de derechos entre hombres y mujeres.

dígenas en su contexto. Al nivel de la práctica del desarrollo, se pone énfasis en la


inclusión del enfoque de género en todas las fases de los programas y proyectos,
desde la identificación y planificación hasta la evaluación. Se pretende garantizar
la participación de las mujeres indígenas y crear los espacios específicos para ellas,
si fuera necesario, en los foros internacionales y en los encuentros regionales que
favorezcan el tema de género.
La prioridad transversal de los derechos humanos en todas las iniciativas y ac-
tuaciones de la Cooperación Española con los pueblos indígenas implica el reco-
nocimiento de la necesidad de una lucha contra las desventajas y las discrimina-
ciones que sufren las mujeres en cuanto a la observación de sus derechos
fundamentales. «Sólo a través de una adecuada difusión y aplicación del enfoque de
género es posible garantizar el pleno ejercicio de los derechos humanos para todas las
mujeres y los hombres indígenas» (MAEC, 2007b:25). Se reafirma que para avan-
zar en la estrategia con los pueblos indígenas es imprescindible tener en cuenta la
promoción de la igualdad de género y la defensa de los derechos humanos de las
mujeres. Se considera que la aplicación de las prioridades establecidas en el Plan
Director de la Cooperación Española requiere responder a la situación particular de
las comunidades indígenas, a sus necesidades y demandas, garantizando una par-
ticipación equitativa de hombres y de mujeres. En todas las acciones de la coope-

136
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL

ración con los pueblos indígenas se transversaliza el enfoque de género según las
pautas recogidas en la tabla 4.

TABLA 4
Estrategia de la Cooperación Española con los pueblos indígenas,
MAEC, 2007:27. Pautas para la transversalización de la prioridad
horizontal de la igualdad de género

• Iniciar procesos de sensibilización en las instituciones y organizaciones de la Cooperación Española,


y de formación y/o contratación de personas en los equipos que contemplen los enfoques de gé-
nero y diversidad cultural, repercutiendo en todas las acciones de la Cooperación Española para fo-
mentar la equidad entre los hombres y las mujeres indígenas.
• Dotación de capacidades institucionales en materia de género a todos los actores de la Cooperación
Española que presten especial atención al trabajo de género en relación con pueblos indígenas.
• En todas las acciones de cooperación con pueblos indígenas se deberá garantizar el enfoque de gé-
nero, tomar en consideración las dificultades y necesidades concretas de hombres y mujeres, y ga-
rantizar la participación de las mujeres indígenas y/o de sus organizaciones en todas las fases de la
acción. En caso de no existir, se deberán crear espacios específicos para ellas.
• Es necesario que, en los equipos de los proyectos, existan mujeres indígenas formadas en género y
desarrollo además de en identidad cultural.
• Promocionar el intercambio, el diálogo político y la participación de organizaciones que trabajen
el enfoque de género con pueblos indígenas, así como de organizaciones que no han trabajado con
este enfoque para acercar conocimientos y buenas prácticas entre todos los actores.
• Será necesario incluir sensibilización en género tanto para mujeres como para hombres, y forma-
ción específica en género complementaria en los diferentes programas de otros sectores con los que
se trabaje.
• Los procesos de integración del enfoque de género en comunidades indígenas o en el trabajo con
mujeres indígenas deberán respetar los tiempos, objetivos y medios que las propias mujeres indí-
genas señalen, algo necesario para garantizar que ese cambio repercuta en una mejora de su posi-
ción y condición en los espacios de participación y toma de decisiones, y favorezca la equidad en-
tre todas las personas.
• Promoción de los derechos de los pueblos indígenas y de género en las agendas políticas interna-
cionales, nacionales y locales, que garanticen una mayor sensibilización hacia estos temas en los es-
pacios políticos y entre poblaciones no indígenas.

En el documento de la Estrategia de la Cooperación Española con Pueblos Indí-


genas no sólo se explica el cruce con las prioridades transversales, sino también con
otros sectores establecidos en el Plan Director. En cuanto al sector de Género en el
Desarrollo, destaca la importancia de la política de empoderamiento de las mujeres
y la necesidad de aplicar las acciones positivas para eliminar las desigualdades de gé-
nero en las realidades de los pueblos indígenas. En el documento se reconoce la exis-
tencia de diferencias culturales de género entre hombres y mujeres indígenas, y se
considera necesario disponer de una valoración social respecto a los ámbitos privado
y público, y del poder que cada uno de ellos confiere a los hombres y a las mujeres
en la toma de decisiones comunitarias. Al mismo tiempo se recuerda que el objetivo

137
EWA STRZELECZKA

de la Cooperación Española es lograr una representación equitativa y justa de hom-


bres y mujeres, y su participación en igualdad de condiciones tanto en la esfera pú-
blica como en la privada. En la intervención de género se considera especialmente
importante realizar los estudios preceptivos de impacto ambiental, social y cultural
con la participación plena de los hombres y de las mujeres indígenas. La coopera-
ción va más allá y reafirma que «la toma en consideración de estos estudios no debe ser
considerada suficiente, puesto que toda intervención en este sector debe promover el em-
poderamiento de las mujeres indígenas en el ámbito y en la medida que marquen ellas
mismas y sus organizaciones, quienes deben guiar y dirigir la intervención» (MAEC,
2007b:44). La filosofía de trabajo de la Cooperación Española es apoyar a la igual-
dad de género y a la redistribución equilibrada de las relaciones de poder entre mu-
jeres y hombres, actuando con respeto al derecho de los pueblos indígenas al auto-
desarrollo, a la libertad cultural y a las identidades diferenciadas.
En el cruce de la Estrategia con los Pueblos Indígenas con la prioridad sectorial
de Cultura y Desarrollo se considera que: «establecer políticas de desarrollo que ga-
ranticen el respeto a la diversidad cultural y al reconocimiento de los derechos de los
pueblos indígenas requiere dar a conocer las culturas indígenas a la sociedad envol-
vente y, además, que los pueblos indígenas tengan la posibilidad y la capacidad de ha-
blar por ellos mismos y explicar sus formas de vida» (MAEC, 2007b:40). Se reafirma
la necesidad de aplicación de las políticas culturales específicas para la protección
del patrimonio material e inmaterial de los pueblos indígenas, y el apoyo al desa-
rrollo del arte indígena. Con este propósito se pretende promover la formación y
difusión de artistas indígenas, hombres y mujeres. Se reconoce que «las artesanías,
la confección de textiles y el diseño y decoración de utensilios constituyen una parte
fundamental del arte indígena y de su identidad diferenciada. Estas creaciones, que
suelen ser realizadas por mujeres indígenas, quienes juegan un papel fundamental en
la conservación y reproducción de la cultura, deben ser protegidas y apoyadas por la
Cooperación Española, respetando los tiempos y límites que se establecen por ellas en
la elaboración, difusión y distribución de dichas artesanías» (MAEC, 2007b:41).
En la estrategia se señalan dos vías principales a través de las cuales se pretenden
favorecer los procesos de conocimiento entre los diferentes pueblos y las socieda-
des indígenas. Se trata del diálogo intercultural y de la comunicación indígena. El
rol de la Cooperación Española en este diálogo es apoyar a los procesos y accio-
nes que hagan posible el conocimiento mutuo y una relación enriquecedora en-
tre las distintas culturas indígenas y la cultura dominante. Con este fin se preten-
den promover los procesos de generación de capacidades y de recuperación
cultural indígena para recrear y actualizar prácticas y elementos culturales aban-
donados u ocultados a causa de la presión cultural externa. Se considera impor-
tante el protagonismo de las mujeres y de los hombres indígenas en estos proce-
sos de recuperación, en el fortalecimiento y el cambio cultural. Para mejorar el
diálogo intercultural se considera necesario trabajar también a nivel de formación
y sensibilización en la diversidad cultural con la población no-indígena, teniendo
siempre en cuenta la participación activa de los pueblos originarios, hombres y
mujeres, en tales acciones y programas.

138
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL

La segunda vía señalada en la Estrategia con los Pueblos Indígenas para favo-
recer el conocimiento mutuo entre las sociedades no-indígenas y los pueblos in-
dígenas, tiene que ver con el ámbito de la comunicación. La mejora de la co-
municación es necesaria para el autodesarrollo, el fortalecimiento de la
identidad cultural, y el reconocimiento y la aplicación efectiva de los derechos
individuales y colectivos de los pueblos indígenas. El acceso y el uso de la co-
municación por los pueblos indígenas es un derecho humano fundamental y un
requisito necesario para unas relaciones sociales y políticas verdaderamente de-
mocráticas. La comunicación en esta perspectiva no se reduce sólo a los medios
técnicos de transmisión de información preelaborada, sino que se trata de un
instrumento de articulación de los procesos de discusión y de reflexión que
contribuyen a la reafirmación cultural y al autodesarrollo de los pueblos indí-
genas. Se señala que en los procesos de comunicación es imprescindible contar
con la participación efectiva de las mujeres indígenas, con el fin de que ellas
puedan expresarse libremente, mostrar por sí mismas su propia realidad y fo-
mentar su empoderamiento.

9. LA PRÁCTICA DE LA IGUALDAD DE GÉNERO


Y DE LA DIVERSIDAD CULTURAL
Los recientes cambios crean un marco normativo favorable para llevar a cabo
los compromisos internacionales en materia de la diversidad cultural y del género.
Los procesos implican una interacción entre los diferentes actores sociales y polí-
ticos, así como la necesidad de inversión en la investigación y en el conocimiento
en el área de cultura, género y desarrollo (esquema 1). Es una responsabilidad del
Estado adaptar la legislación nacional a los estándares internacionales y también
promover una política pública sensible a la igualdad de género y a la diversidad
cultural. Las políticas estatales deben estar encaminadas a eliminar la discrimina-
ción contra las mujeres y contra los grupos que históricamente han sido margi-
nados dentro de la sociedad. El compromiso institucional se vincula a la aplica-
ción del enfoque de derechos humanos y de la perspectiva de la igualdad de
género y del empoderamiento de las mujeres. El enfoque de derechos y capacida-
des es un marco conceptual que integra los principios de los derechos humanos y
que se dirige a desarrollar las capacidades necesarias para poder realizar los dere-
chos. Las personas y los grupos son titulares de derechos, y el Estado es portador
de obligaciones. Su responsabilidad es proteger y garantizar los derechos huma-
nos, que incluyen los derechos de las mujeres y de los grupos étnicos y culturales.
La realización de los derechos humanos depende de la voluntad política y de la ca-
pacidad que tiene el Estado para cumplir con sus responsabilidades. En este
marco las demandas de la sociedad civil y la labor de las agencias internacionales
del desarrollo juegan un rol importante para reforzar el compromiso estatal y au-
mentar las capacidades institucionales en la protección y la divulgación de la
igualdad de género y de la libertad cultural.

139
EWA STRZELECZKA

ESQUEMA 1

SOCIEDAD
TRANSFORMACIONES SOCIALES
Igualdad de género
Diversidad creativa
Libertad cultural

Políticas sociales y culturales DESARROLLO Ciencias sociales y humanísticas


ENFOQUE DE DD.HH.
ESTADO ENFOQUE DE GÉNERO INVESTIGACIÓN
CONOCIMIENTO

La investigación y el conocimiento son elementos claves en los procesos del


desarrollo. El conocimiento permite formar una ciudadanía consciente de sus de-
rechos y de sus responsabilidades, y también permite crear unos espacios de dia-
logo y de debate constructivo sobre la diversidad cultural, género y desarrollo. La
investigación permite conocer en profundidad las realidades sociales y culturales
diversas. Su aplicación responde al esfuerzo constante de tener en cuenta y aten-
der a mujeres y a hombres en sus experiencias específicas y en sus aspiraciones. Es
importante tomar en consideración los estudios sobre las realidades locales desde
una perspectiva regional. Favorecer los estudios en redes transnacionales, disemi-
nar el conocimiento mutuo entre el Norte y el Sur, crear observatorios y centros
de estudio especializados en la cuestión de cultura, género y desarrollo, y asegu-
rar recursos para promover y dar continuidad a la investigación en este área, sería
de gran utilidad para poder profundizar en el tema y aprovechar este conoci-
miento en las políticas culturales para el desarrollo y en la acción de la coopera-
ción en general. El diagnóstico de género y el análisis de los contextos específicos
permiten entender los principales mecanismos estructurales por medio de los cua-
les la desigualdad entre hombres y mujeres se mantiene y se reproduce de manera
permanente. Es necesario abrir espacios para que puedan ser escuchadas las voces
de los colectivos históricamente marginados por las normas dentro de sus propias
culturas o de quienes las desafían. Es clave escuchar las opiniones de los grupos de
mujeres con el fin de conocer la forma en la que definen sus problemas y qué
avances son posibles en materia de cultura y de género. La investigación parti-
cipativa no sólo involucra a los diferentes colectivos en el proceso del cambio, sino
que también permite focalizar la acción al desarrollo en una dirección hacía la
igualdad de género y la diversidad cultural. Los cambios deben darse en un marco
de participación ciudadana y desde los procesos de empoderamiento de las muje-
res. Siempre que sea posible, es importante aprovechar los recursos culturales exis-
tentes, trabajar con las corrientes y tradiciones culturales vigentes, tal vez reavivar
o dar preminencia a las prácticas de género equitativas que han sido descuidadas
a lo largo del tiempo, o apoyar alternativas existentes a las normas de género do-
minantes e inequitativas (Jolly, 2002:10).
Cada intervención para el desarrollo implica una transformación de la reali-
dad al nivel social y cultural. El pensamiento y la práctica del desarrollo están car-

140
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL

gados de valores culturales. Las personas y las organizaciones que trabajan en el de-
sarrollo actúan según ciertas suposiciones culturales y se mueven en una dinámica
de poder. Es especialmente importante desafiar estas suposiciones y determinar si
los objetivos del desarrollo corresponden a las realidades y prioridades de la pobla-
ción local. Se requiere la apertura a los modelos culturales de desarrollo y de género
diversos. Las normas culturales opresivas deben ser desafiadas tanto en las institu-
ciones de desarrollo y en sus prácticas, como en las sociedades. Las culturas están
estructuradas por las representaciones culturales y por el poder, e implican proce-
sos de conflicto y de cambio. La cultura local no es un cuerpo sencillo de creencias
y prácticas con las que todas las personas están de acuerdo, no está desprovista de
influencias externas, ni de extensos cambios en el tiempo. Por tanto, no existe nada
sagrado acerca de la cultura y se requieren juicios de valor sobre cuáles de los ele-
mentos se debe preservar y a cuáles se ha de renunciar. No obstante, las personas
externas deben ser cautelosas en la emisión de tales juicios. Su papel puede consis-
tir en facilitar los espacios para el diálogo constructivo sobre culturas y género, y
en el apoyo a las iniciativas internas para identificar y eliminar las prácticas ofensi-
vas y discriminatorias para las mujeres. La intervención de género debe desarrollase
en el marco de las negociaciones y de los acuerdos bilaterales, aceptados por am-
bas partes. Los procesos participativos y el diálogo intra e intercultural son claves
para avanzar en la igualdad de género y en la promoción de los derechos de las mu-
jeres. La referencia principal para todos los acuerdos son los principios de los de-
rechos humanos universales y es necesario tenerlos en cuenta y actuar en el marco
de compromisos internacionales tan importantes como la Convención sobre la Eli-
minación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, cuyo valor se pre-
tende disminuir a veces evitando su referencia en los documentos o en las estrate-
gias de intervención vinculantes. La defensa de la igualdad de género forma parte
de los derechos humanos, y se vincula a los valores de la dignidad humana y de la
justicia social. Ignorar el género en el desarrollo es una cuestión cultual, así como
lo es el hecho de incluirlo y priorizarlo en la agenda de la cooperación.

A modo de conclusión se destacan algunos principios y valores sobre los que


se ha hablado en el artículo y que siempre deben estar presentes en las políticas
culturales y en la cooperación para el desarrollo. Se trata de conceptos que po-
drían ser útiles para verificar si la acción cultural está encaminada a eliminar las
discriminaciones contra las mujeres y los grupos étnicos y culturales minoritarios,
promocionar la diversidad, la libertad cultural, y la igualdad de género.

Igualdad. Condición de ser igual. Implica que las mujeres tengan un acceso
igual a la cultura, a la ciencia y a la educación, asi como a la toma de decisiones
en las políticas culturales, en las artes, medios de comunicación y en otras áreas.
Requiere una legislación que proteja la igualdad, y una política que promueva la
transversalidad de género y el empoderamiento de las mujeres. Es un imperativo
ético garantizar la igualdad para todas las personas, sin distinción por clase, pro-
cedencia social, etnia, culturas, hábitat, sexo, opción sexual, etc.

141
EWA STRZELECZKA

Equidad significa justicia. Establece la posibilidad de un tratamiento dife-


renciado para corregir desigualdades de partida. Se trata de medidas no necesa-
riamente iguales, pero que conducen a la igualdad en términos de derechos, be-
neficios, obligaciones y oportunidades. Implica que deben eliminarse las barreras
que obstaculizan las oportunidades económicas y políticas, acceso a la educación
y servicios básicos, de tal manera que todas las personas puedan disfrutar de di-
chas oportunidades y beneficiarse de ellas de igual manera.

Transparencia implica a los mecanismos de rendición de cuentas. Tiene que


ver con los procesos de toma de decisiones, con la producción y la diseminación
del conocimiento, y con el acceso universal a la información y a la cultura. Re-
quiere promover la participación ciudadana. Facilita datos desagregados por sexo,
edad, etnia, etc., y mide el impacto de las políticas a través de los indicadores de
cultura y de género.

Diversidad es la manifestación del pluralismo cultural y de la riqueza de


identidades, posee un valor intrínseco para el desarrollo, la cohesión social y la
paz. Implica que las culturas adquieren formas diversas a través del tiempo y del
espacio, lo que conlleva procesos de innovación, creatividad y cambio. La diver-
sidad es un principio que procura que las mujeres y los hombres de diferentes cul-
turas puedan expresarse libremente y en igualdad de condiciones. Se reconoce la
cultura como una fuente de empoderamiento. Las diferencias culturales y de gé-
nero no deben transformarse en desventajas, y ser motivo de discriminación.

Libertad cultural implica el derecho a la libre elección en una diversidad de


opciones. Se trata de que la gente viva de acuerdo con sus preferencias y tenga la
oportunidad de escoger entre las opciones a su disposición o aquellas que podrían
serlo, para poder elegir la identidad propia sin perder el respeto por los demás o
verse excluido de otras alternativas. La libertad cultural implica la innovación y el
cambio, y no admite prácticas que discriminen a las mujeres.

Reconocimiento significa otorgar el valor y la importancia a algo o a alguien.


Garantiza el trato entre iguales. Es importante reconocer a las mujeres como pro-
ductoras y no sólo como reproductoras de las culturas. Reconocer a las mujeres de
las diferentes culturas como sujetos políticos e históricos, capaces de protagonizar
cambios políticos, sociales y culturales; significa otorgarles la legitimidad y el po-
der, así como validar sus estrategias culturales. Reconocer los derechos de las mu-
jeres como derechos humanos es crear las condiciones para la igualdad.

Creatividad es la capacidad de producir respuestas originales ante cualquier


problema. Incentivar la capacidad de innovación, visión y creatividad de las per-
sonas es clave en los procesos del desarrollo y del empoderamiento de las muje-
res. La creatividad se refiere tanto a la habilidad artística como a la capacidad de
transformar la información y el conocimiento, y a tener un espíritu crítico con la

142
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL

realidad. Implica la transformación cultural y la innovación en la propia identidad.


El acceso a la cultura y al conocimiento también debe tomarse en consideración.

Percepciones y concepciones implica el cruce entre los discursos de la teoría y


los de la práctica. Es la diferencia entre las percepciones del desarrollo que tiene
la gente, es decir lo que la gente identifica qué es mejorar sus vidas y las concep-
ciones de las agencias del desarrollo, que se basan en las teorías vigentes, es decir,
tienen que ver con la construcción del conocimiento y del desarrollo. La distin-
ción entre las percepciones y las concepciones también permite reflexionar sobre
los preconceptos que tenemos los unos sobre los otros que se basan en las repre-
sentaciones culturales y en los estereotipos sociales.

Derechos humanos son principios universales que se basan en el respeto a la


dignidad humana. Son estándares internacionales aceptados en los acuerdos mul-
tilaterales. Los derechos humanos son inherentes a la persona, irrevocables, ina-
lienables, intransmisibles e irrenunciables. Son universales e igualitarios. Estable-
cen garantías para todo ser humano, mujeres y hombres y son compatibles con
cualquier fe y cualquier cultura. Simbolizan los valores más fundamentales de la
civilización humana, son el puente entre el Oriente y el Occidente. Por tanto, de-
ben estar siempre presentes como referentes principales en el debate sobre la cul-
tura y el género. Los derechos humanos constituyen la base de la igualdad sobre
la cual se construye la diversidad cultural cuyo valor radica en su conexión con la
libertad cultural.

DOCUMENTOS Y LEGISLACIÓN
AGENCIA CANADIENSE DEL DESARROLLO INTERNACIONAL
(2001): Preguntas sobre cultura, igualdad de género y cooperación para el desarrollo,
Québec.
CAD/OCDE (1998): Directrices y guía de conceptos del CAD sobre la igualdad
entre mujeres y hombres, MAEC, Madrid.

CEDAW:
— (1979): Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discrimi-
nación contra la Mujer.
— (1999): Protocolo Facultativo Convención sobre la Eliminación de todas las
Formas de Discriminación contra la Mujer.
CONSEJO DE EUROPA (1997): In from the Margins. A Contribution to the
Debate on Culture and Development in Europe, Strasbourg.

MAEC:
— (2004): Estrategia de la Cooperación Española para la Promoción de la Igual-
dad de Oportunidades entre Mujeres y Hombres.

143
EWA STRZELECZKA

— (2004b): Guía práctica para la integración de la igualdad entre mujeres y


hombres en los proyectos de la Cooperación Española.
— (2005): Plan Director de la Cooperación Española 2005-2008.
— (2006): Patrimonio para el Desarrollo. Programa de Patrimonio de la
Cooperación Española. Nueva etapa.
— (2008): Estrategia de Género en el Desarrollo de la Cooperación Española.
— (2007): Estrategia de Cultura y Desarrollo de la Cooperación Española.
— (2007b): Estrategia de la Cooperación Española con los Pueblos Indígenas.

NN.UU:
— (1948): Declaración Universal de los Derechos Humanos.
— (1966): Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.
— (1966): Pacto Internacional sobre Derechos Civiles y Políticos.
— (1993): Declaración y Programa de Acción de Viena.
— (2007): Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos
Indígenas.
OIT (1989): Convenio OIT número 169 sobre Pueblos Indígenas y Tribales en
Países Independientes.
PNUD (2004): Informe sobre Desarrollo Humano. La libertad en el mundo di-
verso de hoy, Barcelona, Ediciones Mundi Prensa.

UNESCO:
— (1966): Declaración de los Principios de la Cooperación Cultural Interna-
cional.
— (1972): Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial y Natural.
— (1982): Declaración de México sobre las Políticas Culturales.
— (1996): Nuestra Diversidad Creativa. Informe de la Comisión Mundial de
Cultura y Desarrollo.
— (1996b): Nuestra Diversidad Creativa. Resumen del Informe de la Comisión
Mundial de Cultura y Desarrollo.
— (1998): Informe de la Conferencia Intergubernamental sobre Políticas Cul-
turales para el Desarrollo de Estocolmo.
— (2001): Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural.
— (2003): Convención Internacional para la Salvaguardia del Patrimonio Cul-
tural Inmaterial.
— (2004): Final Report: Expert meeting Gender and Intangible Heritage 8-
10.12.2003.
— (2005): Convención sobre la Protección de la Diversidad de los Contenidos
Culturales y de las Expresiones Artísticas.

144
GÉNERO, DESARROLLO Y DIVERSIDAD CULTURAL

BIBLIOGRAFÍA
AHMED, Leila (1992): Women and gender in Islam. Historical roots of a Mo-
dern Debate, London, Yale University Press.
ANTONIO ALONSO, José; LOZANO, Liliana (eds.), (2004): «La Coope-
ración Cultural Española: Más allá de la Promoción Exterior», Policy Papers, nº 1.
AMÓROS, Celia (ed.), (2005): Teoría feminista: de la Ilustración a la globa-
lización. De los debates sobre el género al multiculturalismo, Madrid, Ed. Minerva.
APFFEL MARGLIN, Frédérique; MARGLIN, Stephen (eds.), (1990): Do-
minating Knowledge: Development, Culture, and Resistance, Oxford, Ed. Claren-
don.
BADRAN, Margot (1995): «Feminism», John Esposito (ed.), The Oxford
Encyclopedia of the Modern Islamic World, New York, Oxford University Press, v. 2.
BOSERUP, Ester, (1970): Women’s Role in Economic Development, New York,
St. Martin’s Press.
ESCOBAR, Arturo (1994): The Making and Unmaking of the Third World,
Princeton, Princeton University Press.
EVERS ROSANDER, Eva (2002): «El dinero, el matrimonio y la religión: las
comerciantes senegalesas de Tenerife», Carmen Gregorio Gil (ed.), Mujeres de un
solo mundo: globalización y multiculturalismo, Granada, Universidad de Granada.
HERNÁNDEZ CASTILLO, Aída (2001): «Entre el etnocentrismo femi-
nista y el esencialismo étnico. Las mujeres indígenas y sus demandas de género»,
Debate Feminista, nº. 12.
HOOKS, Bell et alt., (2004): Otras inapropiables. Feminismos desde las fron-
teras, Madrid, Traficantes de Sueños.
JOLLY, Susie (coord.), (2002): Género y cambio cultural, BRIDGE, Institute
of Development Study, University of Sussex.
KABEER, Naila (1997): «Empoderamiento desde abajo: ¿Qué podemos
aprender de las organizaciones de base?», León, M. (ed.), Poder y empoderamiento
de las mujeres, Bogotá, Ed. Tercer Mundo.
LEÓN, Magdalena (ed.), (1997): Poder y empoderamiento de las mujeres, Bo-
gotá, Ed. Tercer Mundo.
LEWIS, Ioan (2003): Ecstatic Religion. A study of shamanism and spirit pos-
session, London, Routledge.
LÓPEZ, Irene (2005): «Género en la agenda internacional del desarrollo.
Un enfoque de derechos humanos», Revista Académica de Relaciones Interna-
cionales, nº 2.
MAQUIEIRA D’ANGELO, Virginia (1998): «Cultura y Derechos Huma-
nos de las mujeres», Pilar Pérez Cantó (ed.), Mujeres en Caribe ante el año 2000,
Madrid, Dirección General de la Mujer de la Comunidad de Madrid.
MERNISSI, Fátima: (2003): El poder olvidado. Las mujeres ante un islam en
cambio, Barcelona, Icaria Antrazyt.
— (2005): El hilo de Penélope. La labor de las mujeres que tejen el futuro de
Marruecos, Barcelona, Lumen.

145
EWA STRZELECZKA

MOLLER OKIN, Susan (1996): «Desigualdad de género y diferencias cul-


turales», Carme Castells (comp.), Perspectivas feministas en teoría política, Barce-
lona, Paidós.
MOHANTY, Chandra Talpade (1997): «Under Western Eyes: Feminist
Scholarship and Colonial Discourses». McClintock, A.; Mufti, A. Shohat (eds),
Dangerous liaisons: Gender, Nation and Postcolonial Perspectives, Minneapolis, Uni-
versity of Minnesota Press.
MOORE, Henrietta (1999): Antropología y feminismo, Madrid, Cátedra.
OYÈWÙMÍ, Oyérónké (ed.), (2005): African Gender Studies, New York,
Palgrave Macmillan.
RISHMAWI, Mervat (2005): «The Revised Arab Charter on Human Rights:
A Step Forward», The Human Rights Law Review 5.2, Oxford University Press.
ROMERO CEVALLOS, Raúl (2005): ¿Cultura y Desarrollo? ¿Desarrollo y
Cultura? Propuestas para un debate, Lima, PNUD.
STOLCKE, Verena, (2004): «La mujer es puro cuento: la cultura del gé-
nero», Estudios Feministas. Florianópolis, nº 12(2).
SEN, Amartya (2000): Desarrollo y libertad, Barcelona, Ed. Planeta.
STEADY, Filomina Chioma (2005): «An Investigative Framework for Gen-
der Research in Africa in the New Millennium», Oyewumi, O., African Gender
Studies, New York, Palgrave Macmillan.
STROBEL, Margaret (1982): «African Women», Signs, nº 8/1.
VIEITEZ CERDEÑO, S. (2000): «Inventando y construyendo categorías
de ‹mujer africana en el África Subsahariana. El encuentro colonial», Studia Afri-
cana, nº 11.
VIEITEZ CERDEÑO, Soledad y JABARDO VELASCO, Mercedes,
(2006): «África Subsahariana y diáspora africana: género, desarrollo, mujeres y fe-
minismos», Echart Muñoz, E. y Santamaría, A. (eds.), África en el horizonte, Ma-
drid, Catarata.
WALLMAN, Sandra (ed.), (1977): Perception of development, Cambridge,
Cambridge University Press.
VV.AA. (2007): Cultura y Desarrollo, Revista Quórum, nº 17.

146
GÉNERO, DERECHOS HUMANOS
Y CIUDADANÍA EN LA LUCHA
CONTRA LA POBREZA
FEMINISMO EN LA ERA GLOBAL:
DERECHOS HUMANOS Y CIUDADANÍA
Virginia Maquieira D’Angelo
Profesora de Antropología Social,
Universidad Autónoma
de Madrid (UAM) y
Vicerrectora de la Universidad
Internacional Menéndez Pelayo
(UIMP)

1. INTRODUCCIÓN
Casi cincuenta años después de la Declaración Universal de Derechos Hu-
manos se hizo explícito en los acuerdos internacionales el reconocimiento de los
derechos de las mujeres como derechos humanos. Este acontecimiento que re-
presenta uno de los logros más significativos de la historia contemporánea tuvo
lugar en la Conferencia de Derechos Humanos celebrada en Viena en el año
1993. La inclusión de la mitad de la población en la categoría de lo humano y el
reconocimiento de los derechos de las mujeres como prueba del ideal civilizato-
rio de los derechos humanos fue un paso más en la larga historia del feminismo
que desde sus vindicaciones en el siglo de las luces denunció la falsa universalidad
que excluyó a las mujeres de los derechos de ciudadanía. Esta misma tensión ar-
gumental del feminismo hizo posible que en el nuevo contexto del desarrollo del
sistema de Naciones Unidas se plantearan las condiciones críticas que posibilita-
ron el proceso de redefinición del conjunto de los derechos humanos para hacer
efectivo el horizonte de universalidad.
Los acuerdos y documentos emanados de las Cumbres de Viena, Beijing y El
Cairo en los años 90 del siglo XX, junto a las ideas y análisis que los sustentaban
así como las demandas de las mujeres, atravesaron las fronteras territoriales y cul-
turales produciendo un fuerte impacto en las instituciones nacionales e interna-
cionales. A su vez impulsaron la creación de nuevas instituciones para dar soporte
y llevar a cabo dichos acuerdos en muy diversos espacios del planeta. Al mismo

149
VIRGINIA MAQUIEIRA D’ANGELO

tiempo, estos procesos supusieron una activación y plasmación de las aspiraciones


de las mujeres en el marco legal, socioeconómico y político de sus comunidades.
En este sentido se ha afirmado que el nuevo milenio tiene la «marca de la huma-
nidad de las mujeres» (Lagarde, 2005:15). Estos acontecimientos fueron provo-
cados por la acción amplificadora del feminismo a través de un extenso y diverso
movimiento de mujeres a escala planetaria que hizo posible la articulación de los
ámbitos locales, regionales e internacionales. Los movimientos de mujeres a tra-
vés de formas organizativas reticulares aprovecharon la estructura de oportunidad
de las Cumbres Mundiales y ejercieron una fructífera influencia a través del diá-
logo civil en todas las instancias institucionales.
Estos procesos ponen en evidencia las diversas formas de configuración de lo
global en la actualidad. Supone admitir una visión de la globalización como pro-
ceso multidimensional, cuya característica definitoria no se agota en las relaciones
económicas sino que también se configura a través de las relaciones políticas, cul-
turales, ideológicas, sociales, jurídicas y tecnológicas. Junto a la interconexión de
las actividades a nivel mundial a través de los flujos de capitales y finanzas se pro-
duce también la circulación e interconexión de ideas, personas, símbolos, movi-
mientos sociales, imágenes, instituciones y visiones de un mundo deseado que
traspasan las fronteras de estados, regiones y culturas. Asimismo, se crean nuevas
formas de organización social y comunicación y redes de conciencia global con
consecuencias de largo alcance (Maquieira, 2006:8). Este carácter multifacético
de la globalización permitiría hablar de globalizaciones en plural, pero prefiero
mantener el término en singular porque subraya la «pertenencia a un solo
mundo» (Gregorio Gil, 2002) con las consecuencias morales y políticas que con-
lleva esta conciencia de pertenencia común. Hoy más que nunca y también como
consecuencia de nuestra era global han aumentado las posibilidades de conoci-
miento, información y acción interdependiente en nuestro sistema-mundo y tam-
bién por ello la constatación cotidiana de pertenencia a un mundo diverso y de-
sigualitario que está atravesado por múltiples paradojas y contradicciones.
Ciertamente la globalización vincula y disgrega, crea riquezas sin precedentes y
a la vez pauperización, genera una homogenización de pautas de comportamiento
y consumo y al mismo tiempo activa la reivindicación de diferencias culturales, eli-
mina o hace permeables las fronteras y, a la vez, mantiene de manera férrea las fron-
teras de género. Desde una perspectiva epistemológica acercarnos al objeto de estu-
dio desde sus contradicciones y paradojas exige buscar nuevas soluciones para
integrar elementos que pareen excluirse mutuamente y la dimensión epistemológica
tiene consecuencias prácticas, porque permite explorarlas como oportunidades y
potencialidades para articular formas progresistas de acción política.
La globalización no es ajena a la acción social, es un proceso que se construye
y, por tanto, un espacio de lucha sobre sus significados, sus prácticas y sus mode-
los alternativos. En este sentido una paradoja clave que defiendo en este texto es
que la vindicación de los derechos de las mujeres como derechos humanos es una
cuestión global, porque es tanto una respuesta a los fenómenos y condiciones de-
gradantes que conlleva la globalización como una consecuencia de las nuevas for-

150
FEMINISMO EN LA ERA GLOBAL: DERECHOS HUMANOS Y CIUDADANÍA

mas de comunicación, de organización social y de acción colectiva a través de re-


des transnacionales junto a la creación e interconexión de instituciones multila-
terales que les dan expresión práctica. Por tanto, la globalización es para las mu-
jeres la negación y a la vez la posibilidad de afianzar su lucha en pro del derecho
universal de toda persona a ser tratada con dignidad y respeto como miembro de
pleno derecho de nuestra especie.
Del mismo modo es importante contemplar los derechos humanos como un
producto histórico, consecuencia de la acción humana, cambiantes y como pro-
ceso inacabado. Son también un espacio de debate, de pactos y negociaciones
que se insertan en el complejo entramado de relaciones de poder y desigualdad.
Emergen así desde una perspectiva dual, desde sus beneficios y oportunidades
como desde sus carencias. En este sentido, el sistema de derechos humanos, en-
tendido en términos de discursos, garantías jurídicas, prácticas e instituciones, se
ha convertido desde mediados del siglo XX en el lenguaje predominante de la jus-
ticia social a escala planetaria. Los logros en los acuerdos internacionales que he-
mos mencionado anteriormente han activado las luchas por los derechos de ciu-
dadanía en los distintos países, el debate mismo sobre los significados de la
ciudadanía y los problemas de exclusión o inclusión dentro de ella. Asimismo, se
ha puesto de manifiesto la brecha entre los enunciados y las prácticas, las tensio-
nes entre las mismas formulaciones de derechos y la vindicación de aquellos to-
davía negados. En este proceso la acción colectiva de las mujeres ha jugado un pa-
pel preponderante en la redefinición de los derechos humanos en su conjunto y
ha propiciado importantes procesos de interacción entre la sociedad civil, los es-
tados y las instancias supranacionales al reivindicar su inclusión como titulares de
derechos y sus demandas de intervenciones deliberadas en las políticas públicas en
orden a lograr la igualdad.
En este texto pretendo reflexionar sobre las paradojas del tiempo que vivimos
y analizarlas desde una perspectiva de género en el marco de los procesos de glo-
balización. Asimismo se vinculan esas paradojas a la vindicación de los derechos
humanos de las mujeres y sus derechos de ciudadanía. Se analiza la relación entre
ambos fenómenos poniendo de relieve el protagonismo de la acción colectiva de
las mujeres en la transformación de la crítica y expansión de los marcos normati-
vos en el ámbito internacional, supranacional y al interior de sus países para el lo-
gro de una ciudadanía efectiva. Se plantean finalmente algunos desafíos en el con-
texto de las grandes transformaciones sociales, económicas, políticas y
tecnológicas que redefinen los espacios políticos en la actualidad y que hacen im-
prescindible la política feminista.

2. LAS PARADOJAS DEL TIEMPO QUE VIVIMOS


En la producción teórica de la última década el término «globalización» se ha
convertido en un instrumento de conocimiento de la realidad, configurado a tra-
vés de la convergencia de diversas disciplinas, que está desarrollando un amplio

151
VIRGINIA MAQUIEIRA D’ANGELO

campo de investigación y de confrontación teórica que, en muchos casos, supone


la legitimación del orden existente y, en muchos otros, está dando origen al sur-
gimiento de nuevas formas de entender el mundo y las relaciones sociales. Pese a
las divergencias que existen en los debates académicos actuales y a la dificultad de
encontrar una definición unívoca del concepto de globalización, he planteado en
otro lugar (Maquieira, 2006) determinadas características del fenómeno para
luego señalar las contradicciones y paradojas del tiempo que vivimos.
Siguiendo las elaboraciones de Chow (2003), Appadurai (2001), Castells
(2002), Comas (2002) he señalado que el concepto de globalización resalta la idea
de proceso, es decir, es un producto histórico, inacabado, cambiante y sujeto a la
acción humana en el que confluyen complejas dinámicas de transformación eco-
nómica, tecnológica, institucional, política, social y cultural. Por esta razón ca-
racterizamos a la globalización como un fenómeno multidimensional o multifacé-
tico. Asimismo se destaca que el concepto de globalización resalta la idea de
interdependencia a nivel mundial. Esta interdependencia no es nueva, ciertamente,
pero lo que sí es nuevo y sin precedentes es la amplísima escala que posee la in-
terconexión entre sociedades, grupos sociales y territorios; la inmediatez de las co-
municaciones a distancia, así como el aumento exponencial de la rapidez de los
medios de transporte. Esta aceleración de la interdependencia origina que las ac-
ciones emprendidas, la toma de decisiones y las pautas de vida de determinados
agentes sociales en un lugar concreto tengan consecuencias para otros actores so-
ciales en otro punto del planeta y, por tanto, los acontecimientos de un país o de
una economía nacional o regional afecten a otros por distantes que estén. Todos
estos aspectos suponen una ruptura respecto a la forma de concebir y de organi-
zar el tiempo y el espacio.
En la actualidad los acontecimientos globales pueden experimentarse casi si-
multáneamente a través de las telecomunicaciones, los ordenadores digitales, los
medios audiovisuales o los satélites. Lo lejano está a veces más próximo que lo cer-
cano y esto alimenta la idea de la eliminación de las fronteras materiales y simbóli-
cas, así como la conciencia de pertenecer a un solo mundo que nos interconecta a
todos por igual. Las transformaciones en los sistemas de tecnologías de comunica-
ción conllevan además una nueva forma de organización desinstitucionalizada, es
decir, lo que Manuel Castells ha teorizado en su trilogía La era de la información:
economía, sociedad y cultura como la «sociedad red», que se basa en una estructura
de red en la que conviven múltiples y complejos nodos de relaciones que forman el
tejido social existente (Castells, 1998). El surgimiento del ciberespacio, que es ob-
jeto en la actualidad de importantes estudios, hace alusión a nuevos ámbitos de ac-
ción colectiva, de encuentros interpersonales, de información, de elaboración del
conocimiento y de diseños de vida en común que poco tienen que ver con las es-
tructuras e instituciones de las sociedades que hemos conocido hasta fechas muy re-
cientes y configuran nuevos mundos sociales y culturales no vinculados a un lugar
o territorio. Por este motivo, otra de las características asociadas a la globalización es
la des-territorialización, que designa la no correspondencia de las formas culturales
a un territorio y permite dar cuenta de las importantes transformaciones en la rela-

152
FEMINISMO EN LA ERA GLOBAL: DERECHOS HUMANOS Y CIUDADANÍA

ción entre espacio, cultura, economía y política a través de los flujos transnaciona-
les de personas, ideas e instituciones (Cucó, 2004).
No obstante, como ha señalado certeramente Dolos Comas, acentuar sólo los
aspectos de interdependencia, interconexión y comunicación planetaria puede
sugerir la idea de que vivimos en «una especie de idilio a nivel mundial» (Comas,
2002:92). Cuando, en efecto, los procesos de globalización no son uniformes ni
lineales e impactan de manera diferencial y desigual en las diferentes regiones del
mundo, países y grupos sociales y están marcados por crecientes disparidades de
riqueza entre y dentro de los diversos Estados. En este sentido la globalización, al
mismo tiempo que abre oportunidades, crea amenazas muy severas a la seguridad
y supervivencia humana, ya que provoca un incremento de la concentración de la
riqueza que va acompañada de procesos de exclusión social y de deterioro am-
biental que se traduce en pobreza, hambre y enfermedades, a la vez que favorece
los conflictos bélicos y múltiples formas de violencia. Realidades que no están des-
conectadas de la expansión del capitalismo y de su hegemonía en el mundo en el
marco de un modelo desregulado, informacional y competitivo que alimenta y
profundiza las fracturas sociales descritas.
Por consiguiente, cabe destacar que tanto el concepto como las prácticas de
la globalización presentan una serie de paradojas y contradicciones. Se suele pre-
sentar como un sistema social homogéneo e interconectado cuando en realidad
los flujos de capital se concentran entre las naciones avanzadas dejando al margen
a las naciones subdesarrolladas y la creciente estratificación que señalábamos, pro-
duce acumulación de riquezas sin precedentes y a la vez pauperización; asimismo
favorece los desplazamientos voluntarios de viajeros cosmopolitas para quienes no
existen fronteras pero al mismo tiempo, la carencia de recursos y los conflictos ar-
mados producen desplazamientos forzosos de poblaciones (inmigrantes y perso-
nas refugiadas) para quienes las fronteras son cada vez más férreas en los países de
destino. Para muchas otras ni siquiera existe la posibilidad de la movilidad y se ven
abocadas a sufrir todo tipo de padecimientos en sus contextos locales. Todas estas
contradicciones producen incertidumbre, inseguridad, sentimiento de riesgo e
idea de desorden. Estas contradicciones generan conflictos más o menos abiertos
entre territorios y entre diferentes categorías sociales asimétricas. Contradicciones
que, como hemos dicho en la introducción de este texto, pueden ser motor de
cambio en la medida en que los actores sociales y la acción política cobren prota-
gonismo para imprimir otra dirección a los procesos actuales.
Este mundo que genera riesgos e incertidumbres activa los procesos de dife-
renciación y de reivindicación de diferencias identitarias probablemente como ha
sugerido Bauman como necesidad de «búsqueda de comunidad»; también aflora
de manera creciente la reivindicación de la especificidad cultural en aquellas po-
blaciones y grupos que desean tener un papel político, es decir, que reclaman re-
conocimiento y derechos negados históricamente. Este es el caso de los movi-
mientos indigenistas, también de los procesos nacionalistas de diverso cuño y, en
general, de las minorías culturales en el interior de un Estado-nación. También es-
tos procesos se han interpretado como identidades reactivas contra la hegemonía

153
VIRGINIA MAQUIEIRA D’ANGELO

económica occidental que impone el modo de intercambio en el mercado y des-


poja a muchas poblaciones de sus medios de subsistencia y son también una
reacción contra la traición de Occidente a los principios que dice sostener y que
se encarnan en la universalidad de los derechos humanos (Bessis, 2002). Estos fe-
nómenos ponen en escena otra de las paradojas cruciales de la globalización en la
que aparentemente se produce una homogeneización de pautas de comporta-
miento, productos de consumo y estilos de vida y, a la vez, se produce también
una creciente conciencia de la diferencia y la identidad de grupos basada en es-
pecificidades culturales. La complejidad de estos fenómenos responde a lógicas
políticas diferentes y presenta una cierta dificultad o imprecisión técnico-jurídica
internacional sobre la caracterización de los sujetos colectivos implicados en tales
movimientos sociales. Por ejemplo, las que se derivan del análisis de las relaciones
y diferencias entre pueblo, nación, minoría nacional, minoría cultural o pobla-
ción indígena (De Lucas, 2001:76). Pero las dificultades no se agotan en lo que
acabamos de decir.
En los últimos años hemos asistido a una visibilización creciente de las dife-
rencias junto a un énfasis en las políticas de reconocimiento que han ido apareja-
das con una reactivación del relativismo cultural en los foros internacionales y en
el terreno intelectual en determinados enfoques sobre el multiculturalismo que
han tenido como telón de fondo el despliegue exitoso de las filosofías de la post-
modernidad con su énfasis en el fin de un conocimiento holístico de la realidad
y su sustitución por los micro-relatos sean estos los centrados en las reivindica-
ciones de raza, etnia, sexo, orientación sexual, separadas las unas de las otras y to-
das ellas de las relaciones sociales generales (Herrera Flores, 2005). La perspectiva
multicultural, tal como se enuncia desde sus ámbitos universitarios actuales, está
casi por completo exenta de explicaciones sociológicas: ni en ella hay una teoría
del actor social (convertido en un reproductor cultural), ni tampoco, realmente,
puede haber explicaciones macrosociológicas que tomen en cuenta las sociedades
en su conjunto (sería contradictorio teorizar lo que prácticamente se niega)
(Alonso, 2005:179).
Por tanto, como hemos visto los procesos de globalización conducen a la ex-
clusión social y a la fragmentación de las identidades. Esta fragmentación de las
identidades puede conducir también a la fragmentación política en la medida en
que hace peligrar las alianzas y pactos a partir de problemas comunes (Maquieira,
op. cit: 39) Esta carencia de voluntad y articulación común es una cuestión muy
relevante para el feminismo ya que vivimos un mundo que presenta serias de-
ficiencias democráticas al interior de muchos estados nacionales y también a ni-
vel internacional y global ya que no se han generado instancias supranacionales
capaces de gobernar los procesos económicos y generar mecanismos redistributi-
vos a escala global impidiendo el cumplimiento de los acuerdos internacionales en
materia de derechos humanos de las mujeres y los derechos de ciudadanía. A la
fragmentación de un modelo socioeconómico postfordista que cada vez frag-
menta y particulariza más (Alonso, op. cit: 180) se produce la fragmentación de
las identidades que no parece superar los intereses particularistas. Por ello cabe

154
FEMINISMO EN LA ERA GLOBAL: DERECHOS HUMANOS Y CIUDADANÍA

plantearse si tales fragmentaciones no son funcionales a un sistema global que si-


gue operando al arbitrio de las leyes del mercado y cuya lógica conlleva la con-
centración de capitales y las fusiones empresariales mientras que la política y la
política de los movimientos sociales emancipatorios parecen seguir el camino
opuesto: el de la disgregación. Esto no implica negar la importancia que el pro-
blema de la diferencia y sus propuestas políticas han supuesto en el debate teórico
de los últimos años en cuanto a la redefinición de los significados de la ciudada-
nía y la elaboración de las políticas públicas pero también es necesario plantearse
como desafío la necesidad de articular un nosotras/sujeto político capaz de tras-
cender las fronteras políticas nacionales, étnicas y de clase configuradas desde los
pactos patriarcales.

3. RELECTURAS NECESARIAS DESDE LA PERSPECTIVA


DE GÉNERO
Como hemos visto en el apartado anterior, vivimos tiempos de emergencia
de nuevas y viejas identidades y de sus reivindicaciones en clave cultural. Estas
identidades multirreferenciales suponen diversos modos de elaborar y reivindicar
las formas de pertenencia, sus anclajes en la realidad y elaboraciones de sentido y
por tanto complejos procesos de identificación con modelos de vida, valores, gru-
pos sociales y comunidades políticas, étnicas, culturales y religiosas en el marco de
relaciones sociales de poder y de asimetría en un mundo interconectado. Las frag-
mentaciones aludidas tienen consecuencias para el feminismo como teoría y prác-
tica política emancipadora en la medida en que fragmenta la constitución de las
mujeres como sujeto político y, más aún, cuando la cultura se convierte paradó-
jicamente en una entidad reificada y esencialista que se erige en frontera infran-
queable entre un nosotras/ellas que niega la posibilidad de cambio y el pluralismo
en el interior de cada sociedad, así como la comunicación, la interpelación mu-
tua y el establecimiento de alianzas a partir de objetivos comunes. Resalto este ca-
rácter paradójico de la cultura porque un concepto que surgió para desterrar los
abusos del determinismo biológico se ha convertido en determinados plantea-
mientos culturalistas y comunitaristas en una nueva forma de ‘naturalizar’ la de-
sigualdad pero en este caso bajo el ropaje de la defensa de una particularidad cul-
tural autosostenida, dotada de limites fijos y ahistórica que oculta las relaciones
sociales de poder y dominación que son centrales en el acceso a los recursos y al
control de la producción cultural y, por tanto, a la creación, reproducción y cam-
bio de las prácticas culturales.
Al hablar de identidades solemos insistir en las identificaciones pero parece
clave en el caso de las mujeres atender también a los procesos de des-identificación.
Como ha señalado Celia Amorós «para las mujeres emanciparse con respecto a su
situación de subordinación pasa necesariamente por un proceso en el que pongan
en cuestión la diferencia genérica que les ha sido asignada como una construcción
–política, cultural, simbólica– a la que no quieren estar sujetas y de la cual, en esa

155
VIRGINIA MAQUIEIRA D’ANGELO

misma medida, se des-identifican» (1997:19). Esto supone una capacidad crítica


de distanciamiento, de objetivación, de tantear alternativas y redefiniciones, de
interpelar y discutir los discursos hegemónicos, de reinterpretar las situaciones
dadas y recrearlas confiriéndoles un nuevo sentido. Considera Amorós que la de-
finición de sujeto consiste precisamente en esa capacidad de acción interpretativa
y de recreación de las significaciones dadas (op.cit:20). Procesos que conectan
con la necesidad de superar la socialización temprana como instrumento de la re-
producción de la desigualdad a través de nuevas socializaciones que se desarrollan
a lo largo del ciclo vital y en las que la conciencia de la desigualdad es una fuerza
motriz en la superación del peso de la naturalización de las diferencias y de los ro-
les impuestos. (Del Valle, et. al. 2002).
Por tanto, desde el punto de vista personal y de la acción colectiva la des-
identificación supone la distancia crítica, la redefinición y la transgresión de la
normativa esencialista de género. Si bien las identidades pueden ser funcionales o
estratégicas en la lucha emancipatoria, la garantía contra la reificación de las iden-
tidades reside en el propio proyecto emancipatorio en cuyo proceso se transfor-
man y se redefinen permanentemente en la medida en que cambian los objetivos
y limitaciones en las diversas circunstancias históricas y socioculturales. Supone
recorrer el camino que va desde la «identidad de resistencia» a la «identidad pro-
yecto», en palabras de Manuel Castells para quien la identidad proyecto preserva
de la deriva esencialista y fundamentalista y que tiene su expresión más acabada
en el movimiento feminista en cuanto cuestionamiento radical del orden patriar-
cal ya que supone la transformación de la identidad alienada de las mujeres y en-
raizada en el conjunto de la organización social (Castells, 1998:155).
Conviene aclarar, a esta altura de la argumentación, a qué me refiero cuando
hablo de género ya que en a actualidad este término también es objeto de gran-
des polémicas. Al hablar de género me refiero a la divisoria estructural, social-
mente impuesta y jerárquica que surge de las relaciones de poder y que asigna es-
pacios, tareas, deseos, derechos, obligaciones y prestigio de manera diferencial a
hombres y mujeres. Estos procesos y relaciones se expresan de distintos modos en
contextos históricos, económicos y socioculturales. Son estos contextos que dan
contenido a las instituciones, normas, representaciones y estereotipos, división de
tareas, expectativas, ideologías y símbolos como componentes de género. Al
mismo tiempo, la construcción de género como expresión de las relaciones de po-
der y desigualdad es transversal a los procesos socioeconómicos, políticos, religio-
sos y jurídicos de toda sociedad (Maquieira 2001). A su vez atraviesa otras divi-
siones sociales tales como la clase, la edad, la orientación sexual, la posición en el
orden mundial y también las identidades nacionales, étnicas y religiosas.
De este modo, la diferencia de género no es ontológicamente previa a la es-
tructura social sino una diferencia de resultado es decir, consecuencia, del esfuerzo
deliberado del sistema social y en este caso de un sistema de desigualdad que so-
lemos denominar sistema de género. Esta posición nos sitúa a favor y en contra
del género que se resume en una doble tarea: por una parte desarrollar su poten-
cial analítico para dar cuenta de los procesos de desigualdad en los diversos con-

156
FEMINISMO EN LA ERA GLOBAL: DERECHOS HUMANOS Y CIUDADANÍA

textos históricos y socioculturales que hagan posible la comparación y la com-


prensión de la experiencia específica de las mujeres en todo el entramado socio-
estructural y, por otra, combatir la propia construcción de género como producto
de las relaciones de poder y desigualdad. (op.cit: 167)
A partir de la consideración de los sistemas de género como sistemas de po-
der y desigualdad se han analizado los vínculos sistemáticos entre la expansión de
la producción, el mercado y las finanzas, por un lado, y el incremento del sector
informal desempeñado por las mujeres, la precariedad del empleo, la segmenta-
ción de género del mercado laboral y los altos niveles de inmigración femenina
(Pyle y Ward, 2003). Un nutrido número de investigaciones muestran que pese
al ingreso masivo de las mujeres al mercado laboral, la progresión de ellas a las fi-
las de los más pobres no ha disminuido y el término «feminización de la pobreza»
ha pasado a formar parte del vocabulario común de Naciones Unidas, de los In-
formes de otros organismos Internacionales y de la investigación académica. Aun-
que las estadísticas varían se estima que las mujeres son el 60 o 70% de los pobres
del mundo.
La relación entre la pobreza como un fenómeno multidimensional y la des-
ventaja de género ha avanzado de manera considerable atendiendo a la diversidad
de tipos de hogares, contextos ecológicos e impacto de las economías globales so-
bre los ámbitos locales. También se ha puesto de relieve que esta pobreza especí-
fica es consecuencia de la falta de poder y control sobre las decisiones importan-
tes que afectan a la vida de las mujeres y se destaca la incidencia del sistema
sociocultural androcéntrico, los mandatos de género de las comunidades e insti-
tuciones locales que impiden a las mujeres tomar decisiones que son vitales para
la supervivencia de los hogares, para sus condiciones de existencia y para trans-
formar la enorme carga de trabajo que realizan en recursos propios (Molyneaux y
Razavi 2002, Bifani, 2003:214; Rai, 2002:198-216).
La persistencia de la segmentación de género del mercado laboral en el marco
de la globalización neoliberal induce a una preferencia por la fuerza laboral fe-
menina cuya incorporación se produce en condiciones de precariedad, flexibili-
dad y desprotección social. Esta circunstancia no es ajena a la división del trabajo
en los hogares que condiciona la entrada, permanencia y condiciones que el mer-
cado laboral impone a las mujeres. Se produce por tanto una acumulación ‘gené-
rica’ del capital que se retroalimenta de los dividendos patriarcales producidos en
las relaciones interpersonales, en los hogares, en las comunidades locales y los es-
tados como consecuencia de las prescripciones sobre el lugar que las mujeres han
de ocupar y el alargamiento del tiempo de trabajo oculto dedicado a las tareas de
reproducción social en sentido amplio y el cuidado a los demás. Este alargamiento
del tiempo que varía según los contextos, las áreas del mundo, las coyunturas eco-
nómicas y la ausencia o debilidad de las políticas públicas tienen en común la
construcción de la identidad adscriptiva de las mujeres uno de cuyos ejes es el va-
lor del tiempo para otros cuyas consecuencias se manifiestan en el deterioro de su
salud, integridad y seguridad. Sin embargo los obstáculos conceptuales, empíricos
y políticos, tanto en los ámbitos internacionales como nacionales sobre la medi-

157
VIRGINIA MAQUIEIRA D’ANGELO

ción de los usos diferenciales del tiempo, que María Ángeles Durán (2000; 2003;
2006) y García Sainz (2006)) han estudiado, ponen de manifiesto la resistencia a
la innovación en el marco de las fronteras disciplinares y la supremacía de indica-
dores dudosos de crecimiento económico y progreso alejados de un modelo de de-
sarrollo basado en el bienestar de las personas y de manera especial de las mujeres
que viven una sobrecarga de trabajo en peores condiciones.
Del mismo modo cabe señalar que las relaciones sociales de desigualdad que se
ponen en juego en los procesos de globalización persisten en hacer gravitar las rela-
ciones de poder en relaciones de fuerza y violencia en el devenir de la humanidad a
escala planetaria. La guerra tiene múltiples implicaciones para las mujeres. Sobre
ellas recae no sólo la sobrecarga de las tareas productivas, reproductivas y de super-
vivencia sino que, además, se han convertido en objeto de violencia sexual en el con-
texto de las contiendas bélicas tanto entre países como entre grupos étnicos al inte-
rior de un mismo país. La violencia contra las mujeres como arma de subyugación,
humillación política y venganza política les ocasiona en muchos casos la muerte fí-
sica, en muchos otros deterioros físicos y psicológicos irreparables y en la mayoría
de los casos la muerte social en sus propias comunidades una vez superado el con-
flicto armado porque sobre ellas recae la culpa, el estigma y la deshonra de su fami-
lia. Asimismo, se registra también el ejercicio de la violencia contra las mujeres en
sociedades que acaban de superar un conflicto armado por parte de las fuerzas mi-
litares internacionales encargadas del mantenimiento de la paz (Amnistía Interna-
cional, 2004:83). La recurrencia de la violación y la violencia endémica contra las
mujeres ponen en cuestión los procedimientos y acuerdos de paz así como el signi-
ficado mismo del concepto en las relaciones internacionales.
Lo que venimos planteando revela que las características de la globalización
mencionadas en el apartado anterior adquieren otras dimensiones y acentúan sus
paradojas si se las contempla desde la perspectiva de género. Así por ejemplo, la
reorganización del tiempo, que es una de las características atribuidas a los proce-
sos de globalización como consecuencia de las tecnologías de la comunicación y
los transportes, genera una compresión del mismo y, a la vez, su alargamiento si se
tiene en cuenta el trabajo de las mujeres en toda su extensión y no sólo en térmi-
nos del empleo regulado. La permeabilidad de las fronteras o su disolución no es
tal al constatar el mantenimiento de las fronteras de género, fronteras vigiladas
que dividen dos mundos con un enorme diferencial de renta, poder y autoridad.
El término des-territorialización, que es utilizado para indicar la descentralización
espacial de los procesos productivos, políticos y de consumo así como la movili-
dad de los capitales y las finanzas en busca de inversiones más rentables debería
re-conceptualizarse también, desde la antropología feminista, como la posibilidad
del desplazamiento material y simbólico de las mujeres de los lugares asignados
por el sistema patriarcal que conlleva necesariamente la transgresión de las ideo-
logías legitimadoras sean éstas de carácter biológico, religioso, filosófico o cultu-
ral porque impiden a las mujeres el acceso a los recursos, al desarrollo de su auto-
nomía y el ejercicio de la libertad. Por ello desafiar las coordenadas actuales
supone la apropiación de los derechos humanos de las mujeres a escala planetaria

158
FEMINISMO EN LA ERA GLOBAL: DERECHOS HUMANOS Y CIUDADANÍA

y ésta se produce a distintos niveles que van desde los subjetivos y emocionales en
cuanto derecho sentido que impulsa a la vindicación de los mismos, como ha es-
tudiado Teresa del Valle (2005,2006), a su materialización y cumplimiento en los
ordenamientos legales de los distintos países y ámbitos de actuación política, así
como en los procesos que rigen la economía de este sistema-mundo.
Así, la des-territorialización va unida a la territorialización en la formulación y
aplicación de políticas públicas que tengan como eje la igualdad entendida como
homologación de derechos y en cuanto lugar de participación activa en el proceso
de construcción y reconstrucción de las relaciones sociales, y de elaboración de las
demandas de las mujeres para el logro de una ciudadanía plena. Lo cual supone,
como ha señalado Soledad Murillo, entender « la política como el ámbito de lo co-
mún, no sólo definido por la representación institucional de los partidos políticos y
los respectivos gobiernos sino también aquella esfera en la que la sociedad civil or-
ganizada, quiere alcanzar un nivel de interlocución con los gobiernos» (Murillo,
2007:43). Estas reflexiones nos conducen a plantear la relación entre derechos hu-
manos de las mujeres y ciudadanía en el contexto de la globalización.

4. DERECHOS HUMANOS DE LAS MUJERES Y CIUDADANÍA


Reseñaré dos posiciones aparentemente antitéticas que marcan los debates ac-
tuales de la relación entre globalización y derechos humanos. Para algunos auto-
res ambas realidades presentan una tensión irresoluble. En este sentido Javier de
Lucas (2003) señala que una de las trampas que encierra el discurso de la globa-
lización es que pretende presentar como sinónimos globalización y universaliza-
ción. A su juicio, el modelo de globalización tal y como se desarrolla en la actua-
lidad no es compatible con el proyecto de universalidad, con la lógica de los
derechos humanos como progreso moral y como ideal emancipador: «El discurso
de la globalización, en lo relativo a los derechos, en lugar de ser un movimiento
de universalización se traduce en el progresivo condicionamiento de los mismos:
mientras los sujetos universales de la globalización (el tráfico de mercancías y el
flujo de capital financiero, básicamente) mejoran, el resto de la población sufre
crecientes restricciones en la titularidad de los derechos» (2002:79).
Al mismo tiempo se produce otro modo de argumentar a favor de la relación
entre lo global y lo universal. Sylvia Walby considera que la apelación a la noción
de derechos humanos universales se ha revigorizado por el desarrollo de institu-
ciones globales. Este reclamo depende no sólo de unos principios filosóficos y an-
tropológicos comunes y aceptados sino también de una serie de mecanismos ins-
titucionales que les dan expresión práctica. Este conjunto de prácticas
institucionales, de nuevas formas de comunicación y de acción política que bus-
can la justicia está aumentando con la globalización (Walby, 2001). Probable-
mente ambas posiciones no son del todo antitéticas. Revelan dos modos de en-
tender la globalización y ponen el énfasis en unos procesos u otros. En la primera,
el énfasis se pone en la globalización económica y particularmente en la denun-

159
VIRGINIA MAQUIEIRA D’ANGELO

cia al modelo neoliberal imperante y cuya instancia crítica reside en lo ideales


emancipatorios de los derechos humanos. En la segunda, el énfasis está en la cir-
culación de ideas y valores, en la acción inédita de un sistema tecnológico de in-
formación, telecomunicación y transporte, en la acción política transnacional, y
en la expansión e interconexión de mecanismos institucionales que generan nue-
vos espacios y garantías jurídicas. En ambas posiciones se apela a la universalidad
de los derechos humanos y, por tanto, no son antitéticas en cuanto al horizonte
crítico y la búsqueda de una universalidad efectiva. Lo cual supone la eliminación
de todo sistema de opresión y desigualdad que impida la realización del principio
de la inviolabilidad y la dignidad de las personas, sin embargo, en la posición de
Walby, la globalización no es la antítesis a los derechos humanos sino que es el
contexto y el ámbito de posibilidad en el que se vigoriza la búsqueda de la justi-
cia, el aumento de redes de conciencia global y de marcos institucionales multi-
laterales. Esta idea es expresada también por la antropóloga Kirsten Hastrup, en
una formulación que comparto, cuando afirma que: «la lección actual es que la
cultura de los derechos humanos es parte del momento histórico: expresa tanto
una cuestión global como una reacción frente a dichos procesos» (Hastrup
2001b:11). A partir de esta perspectiva he planteado en la introducción de este
texto y en otro lugar (Maquieira, 2006) que una de las paradojas clave del mo-
mento que vivimos es que la vindicación de los derechos de las mujeres como de-
rechos humanos es tanto una consecuencia de los efectos degradantes de la glo-
balización en la vida de las mujeres como la posibilidad de hacer más efectiva
dicha vindicación.
Lo que hoy denominamos como sistema de Naciones Unidas comenzó a fra-
guarse como consecuencia de la segunda Guerra Mundial y el Holocausto con el
fin de diseñar y poner en práctica medidas que pudieran evitar en el futuro ca-
tástrofes similares y dio origen a una legalidad internacional que garantizara las li-
bertades de los individuos, la igualdad y la paz. Pronto se llegó a comprender que
para alcanzar la paz y el progreso de las naciones era necesario que en cada país es-
tuvieran garantizados los principios básicos de libertad y justicia. La Declaración
Universal de Derechos Humanos aprobada en 1948 es heredera de la Ilustración,
de los ideales de la Revolución Francesa y de los principios de la Declaración de
la Independencia Americana. La Declaración enumera y define en su articulado
una serie de derechos inherentes a la persona; los relativos a la protección y segu-
ridad; los relativos a la vida política; los de contenido económico y social y los re-
lacionados con la vida jurídica de las personas. Enumera y define, así, los más im-
portantes derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales. La
afirmación de «Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y en dere-
chos (…) sin distinción alguna de raza, color, sexo, religión, opinión política o de cual-
quier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento…» esta-
blecidos en los artículos primero y segundo respectivamente de la Declaración
expresa una ideología que sostiene la equivalencia entre todos los seres humanos,
el valor de la dignidad y autonomía de las personas y el ejercicio de la libertad. En
la historia contemporánea, estos principios han posibilitado la expansión de los

160
FEMINISMO EN LA ERA GLOBAL: DERECHOS HUMANOS Y CIUDADANÍA

derechos humanos como consecuencia de la acción colectiva de los movimientos


sociales y las reformulaciones conceptuales que necesariamente preceden y/o
acompañan las prácticas sociales de carácter transformador.
A menudo se utilizan indistintamente las expresiones «derechos humanos» y
«derechos de ciudadanía», por esta razón Cristina Sánchez distingue entre unos y
otros con el fin de aclarar a qué tipo de derechos nos estamos refiriendo y si hay
diferencias sustantivas entre ambos. La autora señala que los derechos humanos se
caracterizan por una serie de características respecto a otro tipo de derechos: son
universales (todas las personas son titulares de los mismos, con independencia de
su vinculación o no a un estado y de rasgos como el sexo, la raza o la religión), y
son inalienables e irrenunciables. Implican un acuerdo, una exigencia de homo-
geneidad moral respeto de los mismos. Como señaló Hannah Arendt, el princi-
pal derecho humano, que fundamenta todos los demás es el «derecho a tener de-
rechos» como derecho básico, anterior a otros.
Los derechos humanos, a su vez, han pasado por diferentes etapas en su pro-
ceso de expansión: positivación, es decir, la plasmación en textos legales; generali-
zación que supone la extensión de los sujetos titulares de los mismos; interna-
cionalización a partir de la Declaración universal de los Derechos Humanos de la
ONU en 1948, que los muestra tendencialmente universales y revela un con-
senso sobre el contenido de los mismos; especificación que supone el reconoci-
miento de diferencias específicas de grupos en los que se insertan las personas: de-
rechos de las minorías/derechos de grupos. Por el contrario, prosigue la autora, los
derechos de ciudadanía no son objeto de titularidad universal, sino que son espe-
cíficos de aquellas personas que tienen un status: derechos de los ciudadanos/as.
Se caracterizan por su exclusividad. Si el reconocimiento de la persona en cuanto
tal es lo que le hace ser titular de los derechos humanos, el reconocimiento de la
persona en la comunidad le hace ser titular de los derechos de ciudadanía y por
tanto es la comunidad la que va a decidir las características que debe poseer la per-
sona, el individuo para obtener la membresía en los derechos. En este sentido la
dialéctica inclusión/exclusión aparece como elemento configurador del espacio
político (Sánchez, 2003:19-20).
Dada la centralidad del concepto de ciudadanía dentro de las teorías de la de-
mocracia una de las cuestiones que la teoría feminista ha abordado ha sido la re-
visión de los marcos explicativos y los modelos de democracia a fin de analizar la
exclusión de las mujeres de los distintos aspectos que configuran la comunidad
política y al hacerlo se cuestiona el estado actual de la democracia. De este modo
Alicia Miyares (2003) considera que el ideal de ciudadanía queda establecido en
el artículo primero de la Declaración de 1948 al que nos referimos anteriormente
y el artículo siete referido a la igualdad ante la ley y el derecho a igual protección
de la ley. Los principios de estos artículos se explicitan en la teoría y en la práctica
política en dos figuras que todo Estado está obligado a mantener: la ciudadanía o
el tutelaje. Los modelos de democracia dados hasta el presente son insuficientes
porque han tratado de modo excluyente a la justicia, la libertad y la igualdad. El
liberalismo construye su modelo político y social en torno a la idea de realización

161
VIRGINIA MAQUIEIRA D’ANGELO

y autonomía de los sujetos y la socialdemocracia clásica en torno a la idea de


igualdad social.
Cierto es que cada una de estas teorías políticas ha aportado principios que
hoy nos parecen irrenunciables: el concepto de individualidad que dió lugar a los
derechos individuales y el concepto de distribución de la riqueza que dió lugar a
los derechos sociales. Pero considera que la lógica de la práctica política los em-
puja a un callejón sin salida, ya que el liberalismo demuestra poco interés en la
transformación de las instituciones y la socialdemocracia apenas ha remarcado las
políticas de reconocimiento inscritas también en la idea de igualdad. A su juicio
los rasgos de una plena ciudadanía son: elección, participación, distribución de la
riqueza y reconocimiento. Entiende por ciudadanía plena todos los derechos civi-
les derivados de la elección y la participación política, los derechos sociales deri-
vados de la distribución de la riqueza y los derechos sexuales derivados del reco-
nocimiento o la consideración del «otro» como un igual, lo cual implica
considerar la igualdad como un principio de doble dirección que nos cambia a to-
dos, varones y mujeres, e implica la erradicación de las normas y estereotipos se-
xuales. Si algunos de estos derechos están interrumpidos en el ejercicio de la ciu-
dadanía nos encontremos con una ciudadanía defectiva e incompleta. Analizados
estos rasgos desde una perspectiva feminista le llevan a concluir: «que aún hoy las
mujeres en las sociedades democráticas, viven su condición de ciudadanas de
modo defectivo. Corregir estas deficiencias es la meta de la democracia feminista»
(Miyares, 2003:208)
Como hemos dicho la vindicación y expansión de los derechos humanos ha-
cia un proceso cada vez más incluyente ha sido consecuencia de la acción colec-
tiva de los movimientos de mujeres a escala planetaria. Las distintas oleadas del fe-
minismo dejaron una impronta decisiva en el desarrollo normativo y en los
cambios en las instituciones internacionales. Para situar este impacto es preciso re-
cordar que ya desde mediados del siglo XIX, y muy especialmente a partir de la
creación de la Sociedad de Naciones, se crean organizaciones que articulan el mo-
vimiento de mujeres en el ámbito internacional, organizaciones que han liderado
durante estos dos siglos las principales reivindicaciones de las mujeres y se han po-
sicionado ante los grandes hechos que se han debatido en la agenda internacional:
el colonialismo, la Primera y la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría, los gran-
des conflictos en Oriente Medio, la globalización de la economía, el desarrollo
sostenible, la protección del medio ambiente, y la protección de los derechos hu-
manos, entre otros grandes temas (Folguera, 2006:125). Asimismo es preciso re-
cordar la figura de Eleanor Roosvelt, poco estudiada por el feminismo académico
(Folguera, 2006; Valcárcel, 2007), destacada activista política que abogó por los
derechos de las mujeres y contra la discriminación racial y bajo su presidencia se
iniciaron en 1947 los trabajos de redacción de la primera Declaración interna-
cional de derechos humanos. Su trabajo apoyado por las alianzas con las aso-
ciaciones de mujeres comprometidas con el logro de los derechos civiles y políti-
cos de las mujeres, hizo posible la aprobación de la Declaración como hoy la
conocemos en medio de una enorme resistencia de los estados miembros del Con-

162
FEMINISMO EN LA ERA GLOBAL: DERECHOS HUMANOS Y CIUDADANÍA

sejo de Seguridad para quienes la Carta Fundacional de Naciones Unidas debía


tener solamente el objetivo de garantizar la seguridad colectiva y que los acuerdos
internacionales no interfirieran en la plena soberanía de cada uno de ellos. Vemos
así, que la larga historia del movimiento feminista tuvo un importante papel en
el denominado nuevo sistema de derechos humanos incorporando las demandas
históricas de las mujeres y el caudal de conocimiento generado por el feminismo
como movimiento transformador de las relaciones jerárquicas entre hombres y
mujeres.
En los años 70 y 80 del siglo XX y, en plena ebullición del movimiento fe-
minista, ganó terreno en la crítica feminista y en los movimientos de mujeres en
distintas partes del globo la expresión «derechos humanos de las mujeres», para
indicar la importancia de utilizar el marco de los derechos humanos para hacer
avanzar los derechos de las mujeres. En lugar de reclamar derechos como muje-
res, reclamaron los derechos humanos de la mitad de la humanidad (Bunch,
1995). En este sentido, esta expresión indica también que la prueba del ideal ci-
vilizatorio de los derechos humanos está unida a la lucha por la igualdad de dere-
chos de las mujeres. El slogan formaba parte de una estrategia para el cambio de
la desigualdad de género tanto en el ámbito conceptual como político y que im-
plicaba la articulación de lo distintos lugares del cambio tanto en los ámbitos lo-
cales, estatales, regionales como en los espacios de los organismos internacionales.
Haré referencia a tres de estas estrategias: el movimiento feminista global; la visi-
bilidad de las mujeres en los derechos civiles, políticos y socioeconómicos y la
creación de mecanismos legales en contra de la discriminación sexual. Aunque se
mencionan separadamente se han dado y se dan de manera combinada y tampoco
excluyen otras avenidas de cambio en este proceso inacabado.
Con respecto al movimiento feminista global es importante señalar que la ce-
lebración de los encuentros internacionales auspiciados por Naciones Unidas en
la denominada Década de la Mujer (México 1975; Copenhagen 1980, Nairobi
1985) fueron la consecuencia de las demandas feministas y, a la vez, constituye-
ron la estructura de oportunidad de ampliar las bases del movimiento, sus formas
organizativas y transformar la agenda política a nivel internacional. La entrada del
movimiento amplio de mujeres en este nuevo espacio abierto por Naciones Uni-
das no se limitó exclusivamente a las Conferencias sobre la Mujer sino que su im-
pacto fue muy notable en la Conferencia Mundial sobre Derechos Humanos ce-
lebrada en Viena en 1993 así como en muchas otras dedicadas a la Educación, al
Medio Ambiente, Desarrollo y Población celebradas en los años noventa donde la
igualdad de género aparece como una cuestión clave en la reorientación y con-
cepto sobre el desarrollo y sus problemas más acuciantes. No obstante, probable-
mente sea la IV Conferencia Mundial sobre las Mujeres, Acción para la Igualdad,
el Desarrollo y la Paz celebrada en Beijing en 1995 la que dió a conocer a escala
planetaria el alcance político de las demandas de las mujeres, y de las redes como
forma organizativa de los movimientos sociales. Esta organización reticular per-
mitió el trasvase de información, de toma de decisiones, de elaboración de pro-
puestas y documentos y articuló un movimiento global desde las necesidades sen-

163
VIRGINIA MAQUIEIRA D’ANGELO

tidas en los ámbitos locales de distintos rincones del mundo con las negociaciones
políticas a nivel estatal, regional e internacional. El proceso preparatorio fue una
oportunidad para la movilización de las mujeres en los distintos continentes y el
surgimiento de muchas organizaciones no gubernamentales asiáticas, africanas y
latinoamericanas que veían en este evento una esperanza para el cambio de sus
condiciones de vida. Se incorporaron nuevos sectores de mujeres hasta entonces
no organizadas y el carácter masivo de esta movilización junto a la legitimación
del evento influyó en las elites políticas de países donde los derechos de las muje-
res eran una cuestión postergada o negada (Maquieira D’Angelo, 1996).
En este sentido puede afirmarse que el proceso fue el resultado del consenso
de las mujeres a escala planetaria teniendo en cuenta las condiciones de su diver-
sidad tanto económica como ideológica, de opción sexual, de edad, de origen ét-
nico, religioso y de posición en el orden mundial sobre los principales problemas
comunes de la desigualdad de género y las soluciones para afrontarla. La Plata-
forma para la Acción adoptada en la Conferencia de Beijing, si bien no tiene na-
turaleza jurídica, supuso un hito en la política internacional de género al asumir
que el ‘empoderamiento’ de las mujeres y la igualdad entre hombres y mujeres son
condiciones indispensables para lograr la seguridad política, social, económica,
cultural y ecológica entre todos los pueblos y por tanto la necesidad de abordar
esta desigualdad con estrategias globales. No obstante cabe señalar que las cues-
tiones más polémicas en la cumbre oficial fueron las referidas a los derechos se-
xuales y reproductivos que finalmente fueron excluidos del documento consen-
suado, el concepto de género como superador de la diferencia entre hombres y
mujeres anclado en la biología y el debate sobre la especificidad cultural. El in-
forme final, la denominada Plataforma para la Acción, contiene una descripción
detallada de los problemas más relevantes de las desigualdades de género, las cau-
sas de la subordinación de las mujeres, y objetivos y medidas para el logro de la
igualdad. Objetivos que siguen siendo objeto de evaluación en encuentros mun-
diales por las delegaciones oficiales de los países miembros y también con la par-
ticipación de las diversas redes del movimiento de mujeres y organizaciones no
gubernamentales. A partir de estos exámenes se constata la persistencia de la de-
sigualdad de las mujeres según los indicadores de pobreza, violencia, educación,
salud, incidencia del sida, poder político y trabajo remunerado como hemos in-
dicado en el apartado anterior.
A pesar de la importancia de estas cumbres mundiales, el movimiento de los
derechos de las mujeres como derechos humanos abordó desde sus inicios la ex-
clusión de las mujeres de la corriente principal de la ley internacional. La doctrina
de la separación y clasificación de los derechos por tipos o «generaciones» ha po-
larizado las discusiones sobre la prioridad de unos y otros en la escena interna-
cional hasta nuestros días. Así, los países del Norte han dado preferencia a los de-
rechos civiles y políticos mientras que los países menos desarrollados o aquellos
que no han estado situados bajo la hegemonía capitalista durante la Guerra Fría
han puesto énfasis en los derechos sociales, económicos y culturales. Desde los
años setenta la crítica feminista en el ámbito de los derechos humanos defendió

164
FEMINISMO EN LA ERA GLOBAL: DERECHOS HUMANOS Y CIUDADANÍA

la indivisibilidad de los derechos como un modo de abordar de manera integral


la desigualdad de género. Más aún se ha señalado, que las diversas generaciones
de derechos tienen en común la exclusión de la experiencia de las mujeres y por
ello esta inclusión no es agregar mujeres y ‘revolver’ sino agregar para transformar
(Charlesworth 1995:106) como veremos a continuación.
La visibilidad de las mujeres en los derechos civiles, políticos y socio-econó-
micos ha sido otra de las estrategias de inclusión de las mujeres en el marco de los
derechos humanos. Uno de los cuestionamientos que se han llevado a cabo se re-
fiere al propio organigrama de la ONU, al peso y prestigio otorgado a determi-
nadas Comisiones frente a otras, los recursos y mecanismos previstos para el cum-
plimiento de los diferentes acuerdos normativos y el carácter vinculante o no
vinculante de los textos emanados. Así, por ejemplo el Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales; el Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos y el Protocolo Facultativo de este último tienen carácter vincu-
lante mientras no es este el caso para las Declaraciones que no generan obligacio-
nes jurídicas respecto a su cumplimiento y menos aún una Plataforma para la Ac-
ción como hemos señalado anteriormente. Se ha señalado que durante los largos
años de la Guerra Fría, la consideración de los derechos humanos estuvieron con-
finados a la batalla entre la divisoria europea de este/oeste y, de modo más gene-
ral la batalla entre los países capitalistas y los países comunistas. En este contexto
la opresión de las mujeres no fue considerada como una cuestión política por lo
cual la desigualdad de género y la violencia ejercida contra las mujeres estaba ex-
cluida de la agenda de los derechos humanos. De este modo, las prácticas vejato-
rias cometidas contra las mujeres no formaron parte de los tratados y acuerdos so-
bre la paz, la integridad territorial o las relaciones internacionales (Bunch 1995).
La violencia contra las mujeres como violación de los derechos humanos no
se hizo visible hasta la Conferencia de Viena sobre Derechos Humanos celebrada
en Viena en 1993. El reclamo por la voz y la presencia de las mujeres no sólo se
refiere a las formulaciones normativas sino también al funcionamiento mismo de
Naciones Unidas. Se denuncia el énfasis por parte de la ONU en balancear la re-
presentación ideológica y geográfica como un modo de equilibrio de los intereses
políticos y geoestratégicos y como muestra de democratización del propio sis-
tema. Sin embargo, no se atiende a la necesidad de democratización en clave pari-
taria. Las mujeres quedan así ausentes de los grandes temas que ocupan la agenda
internacional y global y, a su vez, las cuestiones relativas a la igualdad de género
tampoco atraviesan dichos temas (Charlesworth, 1995).
La crítica feminista a la dicotomía público/ privado como una representación
de las relaciones de género inscrita en las corrientes principales del pensamiento
occidental y, por consiguiente, tanto del liberalismo tradicional como moderno es
otra de las cuestiones críticas que tiene importantes consecuencias tanto en la for-
mulación de los derechos como en las prácticas políticas. A partir de esta dicoto-
mía se instauró en el siglo XVIII la desigualdad de derechos entre hombres y mu-
jeres y ellas quedaron excluidas como titulares de los mismos al ubicarlas en el
ámbito naturalizado de la domesticidad. La desigualdad de derechos se tradujo

165
VIRGINIA MAQUIEIRA D’ANGELO

también en una concepción cultural específica acerca de los comportamientos


normativos para varones y mujeres tanto en el hogar como fuera de él. Esta ela-
boración cultural constituyó la base de una serie de ideas acerca de la maternidad,
la paternidad, la familia, la sexualidad y el trabajo que han sobrevivido hasta nues-
tros días bajo diversos lenguajes tanto en el corpus predominante de las diversas
disciplinas académicas como en el modo de organizar la vida social. Estas consi-
deraciones están en la base de la redefinición de los Pactos internacionales en ma-
teria de derechos civiles, políticos socio-económicos y culturales y de las políticas
de los estados miembros en relación a la discriminación de las mujeres y las me-
didas a adoptar sobre las distintas formas de violencia que se ejercen sobre ellas
contemplando la que se ejerce en la esfera doméstica y/o de las relaciones fami-
liares como violación de aquellos derechos humanos fundamentales.
En cuanto a la responsabilidad estatal se ha mostrado cómo la distinción en-
tre el abuso privado y el abuso público es una dicotomía usada a menudo para jus-
tificar la subordinación de las mujeres y excluir del escrutinio público los abusos
de los derechos humanos en la familia. Sin analizar la vinculación entre ambas es-
feras no es posible detectar las restricciones de los derechos de las mujeres en el
ámbito privado y cómo esto incide en la imposibilidad de participar plenamente
en la arena pública. Del mismo modo sin considerar el carácter político de lo que
se considera el ámbito privado de la familia o esfera doméstica es imposible tipi-
ficar las restricciones a la movilidad de las mujeres por las normas que rigen en el
ámbito familiar al mismo nivel de las penalizaciones que rigen en el caso de los Es-
tados que no permiten salir a sus ciudadanos de su territorio y, sin embargo, sólo
en este último se esgrime como una violación a los derechos mientras que no es
así en el primer caso. Contemplada la opresión de las mujeres como un asunto po-
lítico y la construcción ideológica de la dicotomía público/privado se cuestiona el
contenido del Pacto relativo a los derechos civiles y políticos y se han podido exa-
minar los tratados sobre el derecho a la vida, sobre la tortura, la esclavitud, el trato
cruel o la servidumbre a través de la lente de la desigualdad de género y la viola-
ción de los derechos humanos de las mujeres y de las niñas. Muchos de los abu-
sos registrados son parte de un amplio entramado socioeconómico y cultural.
Esta es la razón por la que la indivisibilidad de los derechos y la reivindicación del
derecho al alimento, a la salud, al trabajo, y a un orden social e internacional en
el que los derechos y libertades se hagan efectivos tal y como se establece en la De-
claración de 1948, se han considerado cruciales para abordar las condiciones de
vida de las mujeres.
La tercera de las estrategias para el cambio de las condiciones de vida de las
mujeres ha sido la creación de nuevos mecanismos legales que tengan como objetivo
prioritario combatir la discriminación por razón de sexo. Estos esfuerzos se orien-
tan a lograr que las instituciones legales y políticas de ámbito estatal, local e in-
ternacional amplíen su responsabilidad y se impliquen en el cumplimiento de
este objetivo. El primer ejemplo en el ámbito internacional es la Convención para
la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Mujeres cuyas si-
glas en inglés es CEDAW y que fue adoptada por la Asamblea de Naciones Uni-

166
FEMINISMO EN LA ERA GLOBAL: DERECHOS HUMANOS Y CIUDADANÍA

das en 1979. A través de los treinta artículos de la Convención se ofrece un aná-


lisis detallado de significado de la discriminación y los pasos que se deben dar para
su erradicación e incluye una propuesta tanto de la igualdad de oportunidades
como de la igualdad de resultados.
También hace un llamamiento a los estados miembros para que tomen todas
las medidas adecuadas con el fin de eliminar la discriminación por parte de cual-
quier persona, organización o empresa lo cual implica un reconocimiento de las vio-
laciones de los derechos reconocidos tanto en el ámbito privado como público. No
obstante, se ha criticado el carácter limitado con que la Convención diagnostica la
violencia, y la falta de claridad acerca de la responsabilidad de los estados en la eli-
minación de la violencia de género. En parte estas limitaciones se han subsanado al
menos a nivel discursivo, y como consecuencia del trabajo sostenido del movi-
miento global de mujeres, en Declaraciones y Convenciones realizadas en los años
noventa. La CEDAW ha sido y es una oportunidad, dada la legitimidad que supone
un documento de estas características emanado de Naciones Unidas, en torno al
cual las mujeres pueden organizarse para lograr cambios legales y políticos en di-
versas regiones del mundo. Pero quizás lo más relevante a destacar es que no hay
sanciones previstas para el incumplimiento de la Convención y que recae sobre este
instrumento una gran cantidad de reservas formales.
La Convención ha sido ratificada por 179 estados y de éstos 53 han hecho re-
servas formales a algunos de sus artículos. Este tipo de reservas son una medida
unilateral por parte de un estado miembro por la cual excluye o modifica el efecto
legal del texto o de ciertas provisiones del tratado en su aplicación. En el caso de
la CEDAW se admiten estas reservas unilaterales aunque sean incompatibles con
los fines de la Convención, lo cual contrasta con la reglas adoptadas en otros ca-
sos, por ejemplo en la Convención sobre la Eliminación de la Discriminación Racial
(CERD) donde son sometidas a votación las reservas y pueden declararse incom-
patibles con el objeto de la Convención (Mayer, 1995:179). Como ha señalado
la jurista Ann Stewart en un estudio conmemorativo de los setenta años de la CE-
DAW, las reservas que los distintos países han hecho a CEDAW se refieren a as-
pectos sustantivos tales como la igualdad ante la ley, la discriminación en el em-
pleo; los referidos a las medidas políticas activas en contra de la discriminación y
el artículo referido a la igualdad de derechos y obligaciones de hombres y muje-
res en el matrimonio y las relaciones familiares así como el referido a los derechos
reproductivos de las mujeres. Sobre estas dos últimas cuestiones se han concen-
trado el mayor número de reservas (Stewart, 2004:9). Estas circunstancias des-
virtúan la ratificación inicial, suspende la implementación por parte de los esta-
dos que son parte de la Convención y por tanto el cumplimiento de los objetivos
propuestos. Gran parte de las reservas formuladas y de la discusión sobre las mis-
mas se esgrimen en términos de la defensa de la particularidad cultural. Una cues-
tión que se ha reactivado en la escena internacional y ha estado muy presente en
muchos otros foros de Naciones Unidas impidiendo el avance de los derechos hu-
manos de las mujeres bajo una forma de legitimación muy potente que he deno-
minado «culturalismo sexista» (Maquieira 1998, 2000, 2006).

167
VIRGINIA MAQUIEIRA D’ANGELO

5. A MODO DE CONCLUSIÓN
Voy a recapitular algunos logros y retos en el escenario complejo de este inicio
del siglo XXI. Como hemos visto se ha producido desde los años noventa una pro-
gresiva asunción en el discurso y en las prácticas de Naciones Unidas del reconoci-
miento de los derechos de las mujeres como derechos humanos ligados al desarro-
llo, al progreso y bienestar de los países. Las cuestiones relacionadas con la igualdad
entre hombres y mujeres que tradicionalmente ha sido una cuestión marginal, un
área de Naciones Unidas, pero sin impacto en las políticas generales del sistema
ONU ha ido ganando terreno al introducirse la perspectiva de género en cuestiones
cruciales de las políticas internacionales tales como las cuestiones de medio am-
biente, pobreza, guerras y personas desplazadas. Se ha producido una mejora sus-
tancial de la información estadística sobre la situación de las mujeres en el mundo.
Un caso especialmente relevante son los Informes sobre desarrollo humano que pu-
blica Naciones Unidas (PNUD) cada año así como otros muchos propiciados por
otros organismos internacionales, regionales y nacionales que van dando cuenta de
la importancia y, a la vez, de la necesidad de redoblar los esfuerzos e impulso de los
estudios feministas y de género. Circunstancia que hace más perentoria la vindica-
ción de la «plena ciudadanía académica» basada no en el paradigma de la cortesía
que enmascara la desigualdad sino basada en el paradigma del respeto que supone
reconocimiento mutuo y reciprocidad (Sánchez, 2005:443).
Asimismo, en las últimas dos décadas, los nuevos medios de comunicación e in-
formación tecnológica productos de la globalización están propiciando la difusión de
las reivindicaciones de las mujeres en todo el mundo y la interacción entre organiza-
ciones de ámbito regional y nacional, así como la actuación de grupos de base que
pueden incidir de forma directa en las instancias supranacionales. El impulso al
mainstreaming o transversalidad de género reconocida en las cumbres internaciona-
les, en las normativas europeas y en muchos otros referentes de igualdad supone el di-
seño, implementación y evaluación de políticas que promuevan la igualdad de género
en todos los ámbitos de actuación de la gobernanza de los estados y de las instancias
supranacionales. A pesar de que la tarea no es fácil, constituye un reto de enormes
proporciones «porque aspira a convertir las políticas públicas, las únicas que crean de-
rechos, en políticas igualitarias y no discriminatorias» (Murillo, 2007:51).
Sin embargo, como bien sabemos los logros no son lineales ni nunca están
garantizados; el impacto real de los acuerdos internacionales y su implementación
en las políticas de cada país sigue siendo variable y limitado. Las brechas entre los
enunciados y las prácticas se han puesto de manifiesto a lo largo de este texto. En
muchos casos debido a la falta de mecanismos operativos y legitimados en caso de
incumplimiento, en otros, por la interpretación selectiva que los estados hacen de
las formulaciones y acuerdos en materia de igualdad entre hombres y mujeres. Sin
olvidar la falta de voluntad económica y política en la redistribución de la ri-
queza. Como hemos visto, los avances están en relación al grado de organización,
articulación y presión de los colectivos de mujeres que no han dejado de vincular
la vindicación de sus derechos como derechos humanos a la lucha por la ciu-

168
FEMINISMO EN LA ERA GLOBAL: DERECHOS HUMANOS Y CIUDADANÍA

dadanía plena en el marco de sus países y comunidades políticas. Pero también


vale la pena resaltar que el ámbito de lo político, el compromiso por el logro del
bien común se ha ampliado y se ha hecho más complejo en la era global.
El surgimiento de nuevas realidades y demandas en el marco de los cambios
sociales, económicos, políticos y tecnológicos relativamente recientes no pueden
ser resueltos en el marco limitado de un Estado-nación. El derecho a la libre cir-
culación de las personas, el deterioro ambiental, la justicia internacional, la paz,
el desarrollo, la pobreza, la seguridad alimentaria, la gobernabilidad de la globa-
lización económica, por mencionar sólo algunos de los más acuciantes, sólo po-
drán ser efectivos en nuevos escenarios políticos y aunque sus efectos se hacen sen-
tir en los contextos locales y nacionales requieren de análisis, formulaciones,
pactos y soluciones a nivel global en el marco del horizonte universalista de los de-
rechos humanos. Al mismo tiempo y como consecuencia de la globalización los
estados-nacionales experimentan importantes transformaciones hacia formas de
cooperación e integración supranacionales con la consiguiente pérdida de sobe-
ranía sin dejar de buscar su legitimación mediante la descentralización adminis-
trativa y la participación ciudadana y por tanto devolviendo el poder a ámbitos
subnacionales cuyas instancias administrativas interaccionan de manera variable
modulando una configuración distinta de la combinatoria administrativa que
compone el nuevo estado y abriendo o cerrando espacios para el logro de una ciu-
dadanía efectiva. Las cuestiones apuntadas requieren la activación y organización
de una sociedad civil global capaz de actuar y lograr interlocución e influencia en
la compleja interconexión de todos los ámbitos y niveles político-administrativos
mencionados. Probablemente esa sociedad civil global tiene hoy una capacidad de
acción mucho mayor que en el pasado para afrontar los retos de nuestro futuro
colectivo. Pero su capacidad transformadora estará en relación al grado de incor-
poración del caudal político e intelectual del feminismo si realmente creemos y
queremos que otro mundo sea posible.

BIBLIOGRAFÍA
ALONSO, L. E. (2007) La crisis de la ciudadanía laboral. Anthropos, Barcelona.
AMORÓS, C. (1997) Tiempo de Feminismo. Cátedra, Col. Feminismos.
Madrid.
AMNISTÍA INTERNACIONAL (2004) Está en nuestras manos. No más
violencia contra las mujeres. EDAI, Madrid
— (2005) Los efectos de las armas en la vida de las mujeres. EDAI, Madrid.
APPADURAI, A. (2001) La Modernidad desbordada. Trilce, Montevideo.
BESSIS, S. (2002) Occidente y los Otros. Alianza, Madrid.
BIFANI, P. (2003) Género y medio ambiente. Univ. De Guadalajara, Jalisco.
BUNCH, CH. (1995) «Transforming Human Rights from a Feminist Pers-
pective», en Peters, J.y Wolpe, A. (eds.) Women’s Rights Human Rights:11-17. Rou-
tledge, New York.

169
VIRGINIA MAQUIEIRA D’ANGELO

CASTELLS, M. (1998) Economía, sociedad y cultura. El poder de la identidad.


Alianza, Madrid.
COMAS D’ARGEMIR, D. (2002) «La globalización, ¿Unidad del sistema?:
exclusión social, diversidad y diferencia cultural en la aldea global», en García Al-
bea, Catalá, N. Y Díez Calzada, J. (coord.) Los límites de la globalización: 85-112.
Ariel, Barcelona.
CHOW, E. (2003) «Gender matters: Studying Globalization and Socail
Change in the 21 Century», International Sociology, 18(3): 443-460.
CUCÓ GINER, J. (2004) Antropología Urbana. Ariel, Barcelona.
CHARLESWORTH, H. (1995) «Human Rights as Men’s Rights», en Pe-
ters, J. y Wolpe, A.(eds.) Women,s Rights Human Rights: 103-113. Routledge,
New York.
DE LUCAS, J. (2001) La multiculturalidad. Consejo Gral. Del Poder Judi-
cial, Madrid.
— (2003) Globalización e identidades. Icaria, Barcelona.
DEL VALLE, T. (2002) Coord. J. Apaolaza, F. Arbe, J. Cucó, C. Díez, M. L.
Esteban, F. Etxeberría y V. Maquieira, Modelos emergentes en los sistemas y las rela-
ciones de género. Narcea, Madrid.
— (2005) «Hacia nuevas formas de transitar y habitar» en C.Díez Mintegui
y C. Gregorio Gil (coord) Cambios culturales y desigualdades de género en el marco
local-global actual: 47-64, FFAAE, Fundación El Monte, Sevilla
— (2006) «El derecho a la movilidad libre y segura», en V. Maquieira (ed.)
Mujeres, Globalización y Derechos Humanos, col. Feminismos, Cátedra, Madrid:
245-291.
DURÁN, M. A. (2000) La contribución al trabajo no remunerado en la economía
española (dir.) Instituto de la Mujer, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.
— (2003) Los costes invisibles de la enfermedad, Fundación BBVA, Madrid.
— (2006) «Prólogo» en M. J. Vara (coord.) Estudios sobre Género y Economía:
5-21, Akal, Madrid.
FOLGUERA, P. (2006) «La equidad de género en el marco internacional y
europeo», en V. Maquieira (ed.) Mujeres, globalización y derechos humanos, Cáte-
dra, Madrid: 87-138
GARCÍA SAINZ, C. (2006) «Trabajo para el desarrollo. Aproximación a las
características actuales en las regiones latinoamericana y europea», en V. Ma-
quieira (ed.) Mujeres, globalización y derechos humanos, Col. Feminismos, Cá-
tedra, Madrid: 139-190.
GREGORIO GIL, C. (2002) «Introducción: género, globalización y multi-
culturalismo», en C. Gregorio Gil y B. Agrela (eds.). Mujeres de un solo mundo:
globalización y multiculturalismo, Granada col. Feminae, Universidad de Granada:
11-33.
HASTRUP, K. ed. (2001ª) Human Rights on Common Grounds. Kluwe Law
International The Hague.
— ed.(2001b) Legal Cultures and Human Rights. Kluwe Law International,
The Hague.

170
FEMINISMO EN LA ERA GLOBAL: DERECHOS HUMANOS Y CIUDADANÍA

HERRERA FLORES, J. (2005) Los Derechos Humanos como productos cultu-


rales. Catarata, Madrid.
LAGARDE, M. (2005) Para mis socias de la vid. Horas y horas, Madrid
MAQUIEIRA D’ANGELO, VIRGINIA (1996) «La Conferencia de Pekín:
educación, desarrollo e igualdad» Tarbiya, Revista de investigación e innovación
educativa, n.14, pp. 23-31.
— (1998) «Cultura y Derechos Humanos de las Mujeres» en P. Pérez Cantó
(coord.) Las Mujeres del Caribe en el umbral del 2000. Madrid, Comunidad de
Madrid: 171-203.
— (2000) «Antropología, Género y Derechos Humanos» ANALES del Mu-
seo Nacional de Antropología, VI: 13-48.
— ([2001] 2005) «Género, diferencia y desigualdad», en Beltrán, E. y Ma-
quieira, V. (eds.) Feminismos: Debates teóricos Contemporáneos: 127-190. Alianza,
Madrid.
— (2006) «Introducción y Mujeres, globalización y derechos humanos», en
V. Maquieira (ed.) Mujeres, Globalización y Derechos Humanos, col. Feminismos,
Cátedra, Madrid: 7-85.
MAYER, ANN ELIZABETH (1995) «Cultural Particularism as a Bar to
Women’s Rights: reflections the Middle Eastern experience», en J. Peters y A.
Wolper (eds) Women’s Rights Human Rights: 176-188. Routledge, London.
MIYARES, A. (2003) Democracia feminista, col. Feminismos. Cátedra Madrid
MOLYNEUX, M. RAZAVI, S. (2002) Gender, Justice, Development and
Rights. Oxford University Press, Oxford.
MURILLO, S. (2007) «La efectividad del principio de igualdad. La ley de
Igualdad, en A. Miyares (ed.) II Encuentro de Mujeres Líderes Iberoamericanas,
Fundación Carolina, Madrid: 43-53.
PYLE, J. y WARD, K. (2003) «Recasting our understanding of Gender and
Work during Global Restructuring», en Gender, Globalization and Social Change
in the 21 Century. International Sociology,vol 18(3):461-489
RAI, S. (2002) Gender and the Political Economy of Development. Polity Press,
Cambridge.
SÁNCHEZ, C. (2003) «Ciudadanía y derechos humanos. Una mirada desde
el género», en P. Pérez Cantó (coord.) Mujeres de dos mundos: ciudadanía social de
las mujeres Latinoamericanas: 17-33. Comunidad de Madrid, Madrid.
— (2005) «Mi experiencia en el IUEM: tras la ciudadanía académica», en V.
Maquieira, et. al Democracia, feminismo y universidad en el siglo XXI, Ed. Univer-
sidad Autónoma de Madrid, Madrid: 437-443.
STEWART, A. (2004) Aspirations to action: 25 years of the Women’s Conven-
tion (CEDAW), British Council
VALCÁRCEL, A. «Pongamos las agendas en hora», en A. Miyares (ed.) II
Encuentro de Líderes Iberoamericanas. Fundación Carolina, Madrid: 1-29.
WALBY, S. (2001) «From Community to Coalition: The Politics of Recog-
nition as the handmaiden of the politics of Equality in an Era of Globalization»,
Theory, Culture and Society, 18(2-3): 113-135.

171
MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL,
NORMATIVO E INSTITUCIONAL
DE LOS DERECHOS HUMANOS
DE LAS MUJERES
Giulia Tamayo León1
Profesora invitada y abogada activista
por los Derechos Humanos de las
mujeres. Responsable de investigación
y políticas de Amnistía Internacional.
Sección española

1. INTRODUCCIÓN
Las cuestiones de género han logrado imprimir en las dos últimas décadas cam-
bios importantes sobre los sistemas internacionales de promoción y protección de los
derechos humanos, con impactos sobre el marco teórico conceptual y la arquitectura
institucional que los aloja. La transversalización de género sobre los derechos huma-
nos aunque se identifica con el desarrollo de los derechos humanos de las mujeres,
conlleva transformaciones de conjunto, no un mero desarrollo parcelario. La incor-
poración del género descubre no solo la experiencia femenina, sino que resignifica
para los derechos humanos lo que hegemónicamente había sido excluido como parte
de la dignidad de las personas. En tal sentido, debemos situar las transformaciones
operadas como un proceso inclusivo de sujetos a la vez que de integración de di-
mensiones humanas. Con ello cabe advertir, además de la dimensión de reconoci-
miento y ampliación de derechos en términos de lo que algunos autores como Nor-
berto Bobbio observan como «proceso de especificación» del sujeto de Derecho, el
impacto en la comprensión de la universalidad, interdependencia y el carácter diná-
mico de los derechos humanos, elementos considerados esenciales a éstos.
Asumida la dimensión histórica de los derechos humanos, cualquier exposi-
ción de los logros sobre la materia debe prestar atención a las políticas en disputa,
1 Fue parte del movimiento feminista en América Latina, ex Directora del Centro de la Mujer Peruana
Flora Tristán y miembro del Consejo Honorario del Comité de América Latina y el Caribe por los derechos
de la Mujer (CLADEM).

173
GIULIA TAMAYO LEÓN

comprendidos los motivos de movilización, así como las exigencias y discursos


emergidos en el contexto global, incardinando en los avances las capacidades de
agencia desplegadas en lo que se ha venido a conocer como el movimiento global
de mujeres 2. Cabe reparar en las condiciones que propiciaron el desarrollo de re-
des de comunicación hasta madurar plataformas de acción colectiva a escala in-
ternacional.
Este ensayo ofrece una visión, necesariamente resumida por razones de es-
pacio, del marco teórico conceptual y su expresión normativa e institucional
para la promoción y protección de los derechos humanos de las mujeres, ano-
tando los procesos sociales que desencadenaron los cambios. La información ha
sido organizada en tres secciones. En una primera se exponen los antecedentes
que dan cuenta de los aspectos críticos en el marco de los derechos humanos
que motivaron la acción del movimiento global de mujeres. Una segunda sec-
ción presenta el marco actualmente disponible tomando nota de los contextos
institucionales en los que fueron afirmados, entre ellos, las oportunidades pro-
vistas por las Conferencias Mundiales impulsadas por Naciones Unidas, la ne-
gociación de tratados internacionales de derechos humanos, así como las apli-
caciones de los mecanismos temáticos especializados y órganos de vigilancia de
los tratados. En esta sección también incluimos los avances desarrollados desde
la actividad jurisdiccional en materia de justicia internacional. Finalmente, en
la tercera sección identificamos algunos de los retos que vienen motivando re-
flexión y debates.

2. CONSIDERACIONES PREVIAS Y ANTECEDENTES


No obstante que en la propia Carta de Naciones Unidas fuera incluido el
principio de igualdad entre hombres y mujeres3, habría que esperar varias déca-
das para que el derecho internacional despejara un conjunto de obstáculos teórico
conceptuales, reconociera los derechos humanos de las mujeres y proporcionara
herramientas para su promoción y protección.

2 Asumimos los alcances y definición planteados por Peggy Antrobus quien afirma que este movi-
miento se encuentra «integrado por muchos movimientos que adquieren forma a partir de luchas locales
que llegan a unirse en el contexto de las oportunidades y retos globales… cuando las mujeres descubren cau-
sas comunes y llegan a entender mejor cómo las relaciones sociales de género se hallan implícitas en las cri-
sis del sistema…», Antrobus, Peggy The Global Women´s Mouvement, Zed Books, Londres, 2004. Páginas
1-2, citado por Wendy Harcourt, en Reflexiones sobre el movimiento global por los derechos de las mujeres, ver-
sión al castellano de Argentina Rodríguez, revisada por Elena Grau, documento completo accesible en:
www.hegoa.ehu.es/congreso/bilbo/ doku/lau/Art_355culoWendyHarcourt.pdf [visita 28 de marzo de
2008].
3 Firmada en San Francisco el 26 de junio 1945, entró en vigor en 24 de octubre de 1945, de confor-
midad con el artículo 110 de la Carta. El principio de igualdad entre hombres y mujeres se encuentra en«No-
sotros los pueblos de las Naciones Unidas resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que
dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles, a reafirmar la fe en los dere-
chos fundamentales del hombre, en 1a dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de
hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas, …».

174
MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL, NORMATIVO E INSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS DE…

Las desigualdades y abusos contra las mujeres en razón de ser mujeres, habían
permanecido largamente desapercibidas y carecieron de interés en las agendas de
la política internacional. Como correlato, las normas y mecanismos interna-
cionales de protección de derechos humanos, al igual que los desarrollados en ma-
teria de derecho internacional humanitario, derecho internacional penal y dere-
cho internacional de los refugiados, no sólo no estaban concebidos ni preparados
para dar respuesta a las experiencias de las mujeres, sino que parecían contener
una cláusula de exclusión en base a la distinción público/privado.
Habría que esperar hasta la década de los setenta para que la entonces lla-
mada «cuestión de la mujer» fuera objeto de atención por parte de la comunidad
internacional organizada. Para entonces ya se había puesto en marcha lo que se
conocería como la Segunda Oleada Feminista en las diversas regiones del mundo.
Entre los temas clave de movilización, se pueden identificar lo que algunas auto-
ras agrupan bajo el términos «política del cuerpo», a saber, violencia de género, se-
xualidad, derechos reproductivos y salud. De acuerdo a los contextos regionales,
nacionales y locales se articularían expresiones por los derechos de las mujeres que
además se pronunciarán sobre las políticas con impactos sobre sus vidas en mate-
ria de desarrollo, paz y seguridad y reclamarán el derecho de las mujeres a parti-
cipar de las decisiones en todos lo ámbitos, exigiendo políticas basadas en la igual-
dad entre hombres y mujeres.
La primera Conferencia sobre la Mujer (México, 1975) pese a tratar sobre la
igualdad entre hombres y mujeres, no incluyó los temas clave que ya eran objeto
de denuncia y movilización desde las organizaciones de mujeres, entre ellas, la vio-
lencia contra las mujeres y las cuestiones sobre la sexualidad y la reproducción. El
énfasis que rodeó la Conferencia estuvo en el ámbito de una igualdad muy limi-
tada. Se asumió a las mujeres como objeto de políticas mundiales y nacionales, sin
que se tomara en consideración su capacidad de agencia y participación en las po-
líticas con impactos sobre sus vidas. Sin embargo fue esta primera conferencia el
punto de partida e indispensable referencia para la formulación de la Convención
sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer4.
Entre la segunda y tercera conferencia sobre la mujer5 tendrá lugar una in-
tensa actividad de los movimientos de mujeres con consecuencias sobre los deba-
tes académicos e influencia sobre el terreno político tanto en los planos naciona-
les como en el internacional. El desarrollo teórico como las experiencias prácticas
permitirán afinar la mirada sobre las desigualdades entre hombres y mujeres.
La acción que desde los movimientos contemporáneos de mujeres se dirigió
sobre el marco y la institucionalidad de los derechos humanos tuvo como punto

4 La Convención fue la culminación de más de 30 años de trabajo de la Comisión de la Condición Ju-


rídica y Social de la Mujer, órgano creado en 1946 para seguir de cerca la situación de la mujer y promover sus
derechos. La Convención (CEDAW, por sus siglas en inglés) fue adoptada y abierta a la firma y ratificación,
o adhesión, por la Asamblea General en su resolución 34/180, de 18 de diciembre de 1979. Entró en vigor el
3 de septiembre de 1981, de conformidad con el artículo 27 (1) de la Convención.
5 La III Conferencia sobre la Mujer tuvo lugar en Nairobi, 1985 en consonancia con el cierre de la pri-
mera Década de la Mujer iniciada con la Conferencia de México de 1975.

175
GIULIA TAMAYO LEÓN

de inflexión el desarrollo de redes de comunicación que desde lo local a lo global


generaron una reflexión crítica sobre el marco y mecanismos de derechos huma-
nos hasta entonces disponibles, concibiendo su transformación. En relación a los
derechos humanos los movimientos de mujeres asumieron que «Históricamente,
su desarrollo se dió en forma inconclusa y excluyente. No fue un proceso lineal sino más
bien uno lleno de fracturas, retrocesos, de recuperación de contenidos perdidos y de am-
pliación e invención permanente de nuevas dimensiones»6. Los derechos humanos
quedaron integrados a la acción política de los movimientos de mujeres como te-
rreno a ganar en los diversos escenarios de disputa.
A partir de 1985, el enfoque de género ganó terreno. El análisis de género al
ser introducido en los debates sobre Derechos Humanos pondrá en cuestión cier-
tas apreciaciones tradicionales como la ya indicada división entre público y pri-
vado que para las mujeres se traducía en desprotección o desigualdad en la pro-
tección de sus derechos humanos, a la vez que propiciará un mayor desarrollo
sobre la responsabilidad de los Estados por actos cometidos tanto por agentes gu-
bernamentales como por particulares. Bajo los marcos clásicos, cuestiones como
el asesinato y los malos tratos a mujeres por parte de sus parejas o exparejas, pese
a su gravedad y magnitudes eran ignorados como abusos contra los derechos hu-
manos.
En la década de los noventa, el movimiento feminista y de mujeres a nivel de
las diversas regiones había generado capacidades colectivas importantes con arti-
culaciones desde los espacios locales hasta dimensiones globales, lo que hizo po-
sible orientar esfuerzos para incorporar las agendas de género a los consensos
mundiales. A la Conferencia Mundial de Derechos Humanos (Viena, 1993), le si-
guieron la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo (El Cairo,
1994), la Cumbre Social (Copenhague, 1995) y la Cuarta Conferencia Mundial
de la Mujer (Beijing, 1995).
En el marco de dichas conferencias, tales movimientos hicieron llegar las vo-
ces de una pluralidad de mujeres en demanda de poner fin a la discriminación y
violencia de género, el reconocimiento de los derechos humanos de las mujeres y
las niñas y su efectiva protección y, en consecuencia, la eliminación de sesgos de
género para hacer realidad sus derechos civiles y políticos, derechos económicos,
sociales y culturales, y derechos sexuales y reproductivos. La agenda de género
impulsada por dichos movimientos fue planteada con contenidos concretos en re-
lación a igualdad de derechos y oportunidades, equidad y justicia de género, ciu-
dadanía efectiva y empoderamiento o potenciación de las mujeres.
La Conferencia Mundial de Derechos Humanos (Viena, 1993) será el mo-
mento de reconocimiento por parte de la comunidad internacional de que «los
derechos de las mujeres son derechos humanos», lema de campaña del movi-
miento organizado de mujeres a nivel internacional.

6 Manifiesto por una Convención Interamericana de los Derechos Sexuales y los Derechos Reproductivos (se-
gunda versión para el debate), octubre 2006. Campaña por la Convención, accesible en: http://www.conven-
cion.org.uy/ [visita 28 de marzo de 2008].

176
MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL, NORMATIVO E INSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS DE…

Hasta entonces, los movimientos a favor de los derechos de las mujeres habían
venido denunciando que los abusos cometidos contra éstas en tiempos de paz como
de conflicto armado, raras veces parecían encajar en las ramas del derecho interna-
cional7 creadas para proteger los derechos humanos. Desde la violencia en el ámbito
doméstico como comunitario, hasta la violación, la esclavitud sexual, la maternidad
forzada, las mutilaciones sexuales, las esterilizaciones forzadas, atrocidades presentes
en tiempos de paz como de guerra, no habían motivado hasta entonces que se im-
primiera en el marco jurídico internacional una respuesta clara al respecto. En tér-
minos interpretativos y prácticos, a medida que tales patrones guardaban corres-
pondencia con experiencias de mujeres parecían perder entidad para ser
representadas dentro la gama de crímenes contra el derecho internacional8.
Con la Declaración y Programa de Acción de Viena, comenzó en las Naciones
Unidas un proceso que puso las bases de lo que más adelante vendría a denominarse
la transversalización de la perspectiva de género. En su párrafo 42 se expresó que «los
órganos de vigilancia creados en virtud de tratados deben incluir la cuestión de la con-
dición de la mujer y los derechos humanos de la mujer en sus deliberaciones y conclusio-
nes, utilizando datos concretos desglosados por sexo». En el sistema interamericano,
también se dio inicio a un proceso similar cuando la Asamblea General, el órgano
político principal de la Organización de los Estados Americanos (OEA), solicitó en
1991 a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que comen-
zara a considerar a la mujer en sus actividades9.
Con el propósito de subsanar la desprotección de derechos humanos, in-
cluida la privación de justicia, producidas por motivos de género10, los sistemas

7 El derecho internacional aunque inicialmente surge para regular las relaciones entre los Estados, pronto
comprendería, además de estas relaciones, aquellas entre los Estados y quienes están bajo su control efectivo, e
incluso, en algunos casos, entre individuos. Aun así, casi siempre el marco de referencia para todos estos asun-
tos son las obligaciones de los Estados. La protección internacional de los derechos humanos comprende dos
corpus jurídicos principales: el derecho internacional de los derechos humanos (normas tanto de ámbito uni-
versal como regional) y el derecho internacional humanitario, éste último aplicable a situaciones de conflicto ar-
mado, incluidas guerras internacionales entre estados y conflictos armados internos. También son ramas del de-
recho internacional: el derecho penal internacional, que se ocupa de los delitos tipificados por el derecho
internacional, y el derecho internacional sobre refugiados, que tiene por objeto brindar protección a las perso-
nas que se ven obligadas a huir de su país de origen porque corren el riesgo de sufrir abusos contra los derechos
humanos. Nota: Tomado de Amnistía Internacional, «La Violencia contra las Mujeres en los conflictos armados»,
2005. Texto completo disponible en: http://web.amnesty.org/library/Index/ESLACT770502005?open&of=
ESL-373
8 Delitos tipificados por el derecho internacional basándose en tratados (como por ejemplo, la defini-
ción de tortura prevista en la Convención contra la Tortura de la ONU), en costumbres (como la definición
de crímenes de lesa humanidad hasta que fueron codificados en el Estatuto de Roma del Tribunal Penal In-
ternacional), o en el derecho internacional humanitario (los crímenes de guerra, las infracciones graves de las
Convenciones de Ginebra y las violaciones de las leyes y costumbres de la guerra). Nota: Tomado de Amnis-
tía Internacional, «La Violencia contra las Mujeres en los conflictos armados», 2005. Texto completo disponible
en: http://web.amnesty.org/library/Index/ESLACT770502005?open&of=ESL-373
9 Doc OEA. AG/RES 1112 (XXI-0-91).
10 Con la categoría «género» se hace referencia a las diferencias socialmente construidas entre hombres
y mujeres y a las relaciones desiguales de poder que resultan. El género indica que las diferencias entre hom-
bres y mujeres no son esenciales o productos inevitables de las diferencias biológicas por sexo. Por más de dos
décadas el término «género» ha sido usado en los documentos de Naciones Unidas en este sentido. Nota: De-
finición incluida en: http://www.iccwomen.org/publications/papers/index.php (la traducción del español al
inglés corresponde a la autora de este documento).

177
GIULIA TAMAYO LEÓN

internacionales de derechos humanos emprendieron a partir de la Conferencia


Mundial de Derechos Humanos (Viena, 1993) ajustes de orden conceptual, nor-
mativo e institucional. Así, se forjó una nueva generación de instrumentos y es-
tándares internacionales para la eliminación de todas las formas de discriminación
contra las mujeres, comprendida la violencia contra las mujeres como una forma
de discriminación11. A la vez cobró impulso la aplicación de un detenido examen
de las cuestiones de género por parte del conjunto de instancias internacionales de
promoción y protección de los derechos humanos.
La Conferencia Internacional de Población y Desarrollo (El Cairo, 1994)
marcó un hito en la redefinición de las relaciones entre población, desarrollo y de-
rechos humanos.
La Plataforma de Acción de la Cuarta Conferencia Mundial de las Mujeres de
Beijing comprometió la incorporación de la perspectiva de género a todas las es-
tructuras, instituciones, políticas y programas, y específicamente el párrafo 79 se-
ñaló que «los gobiernos y otros agentes sociales deberían promover una política activa
y visible de integración de una perspectiva de género en todas las políticas y programas,
a fin de que se analicen, antes de adoptar decisiones, sus posibles efectos en las mujeres
y los hombres».
Con la Declaración de Beijing de la Cuarta Conferencia sobre la Mujer, los
gobiernos se comprometieron a aplicar la Plataforma de Acción y a garantizar
que «todas nuestras políticas y programas reflejen una perspectiva de género. Instamos
al sistema de las Naciones Unidas, a las instituciones financieras regionales e interna-
cionales y a las demás instituciones regionales e internacionales pertinentes, a todas las
mujeres y todos los hombres, así como a las organizaciones no gubernamentales, con
pleno respeto de su autonomía, y a todos los sectores de la sociedad civil a que, en
cooperación con los gobiernos, se comprometan plenamente y contribuyan a la aplica-
ción de esta Plataforma de Acción»12.
La Declaración expresaba como decisión de los gobiernos: garantizar a todas
las mujeres y las niñas todos los derechos humanos y libertades fundamentales, y
tomar medidas eficaces contra las violaciones de esos derechos y libertades13;
adoptar las medidas que sean necesarias para eliminar todas las formas de discri-
minación contra las mujeres y las niñas, y suprimir todos los obstáculos a la igual-
dad de género y al adelanto y potenciación del papel de la mujer14; alentar a los
hombres a que participen plenamente en todas las acciones encaminadas a ga-
rantizar la igualdad15; promover la independencia económica de la mujer, in-
cluido su empleo, y erradicar la carga persistente y cada vez mayor de la pobreza

11 Párrafo 1 de la Recomendación General 19 del Comité para la Eliminación de la Discriminación con-


tra la Mujer, «La violencia contra la mujer es una forma de discriminación que impide gravemente que goce
de derechos y libertades en pie de igualdad con el hombre».
12 Declaración de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer (Beijing, 1995), Documento ONU
A/CONF.177/20, 17 de octubre de 1995, párr. 38. Acceder en: http://www.un.org/esa/gopher-
data/conf/fwcw/off/a-20.sp
13 Ibid. Párr. 23.
14 Ibid. Párr. 24.
15 Ibid. Párr. 25.

178
MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL, NORMATIVO E INSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS DE…

que recae sobre las mujeres, combatiendo las causas estructurales de esta pobreza
mediante cambios en las estructuras económicas, garantizando la igualdad de acceso
a todas las mujeres, incluidas las de las zonas rurales, como agentes vitales del desa-
rrollo, a los recursos productivos, oportunidades y servicios públicos16; promover un
desarrollo sostenible centrado en la persona, incluido el crecimiento económico sos-
tenido, mediante la enseñanza básica, la educación durante toda la vida, la alfabeti-
zación y capacitación, y la atención primaria de la salud para niñas y mujeres17;
adoptar medidas positivas a fin de garantizar la paz para el adelanto de la mujer y,
reconociendo la función rectora que han desempeñado las mujeres en el movi-
miento en pro de la paz, trabajar activamente hacia el desarme general y completo
bajo control internacional estricto y eficaz, y apoyar las negociaciones para la con-
certación, sin demora, de un tratado amplio de prohibición de los ensayos nuclea-
res, de alcance universal y verificable multilateral y efectivamente, que contribuya al
desarme nuclear y a la prevención de la proliferación de las armas nucleares en to-
dos sus aspectos18; prevenir y eliminar todas las formas de violencia contra las mu-
jeres y las niñas19; garantizar la igualdad de acceso y la igualdad de trato de hombres
y mujeres en la educación y la atención de salud y promover la salud sexual y re-
productiva de la mujer y su educación20; promover y proteger todos los derechos
humanos de las mujeres y las niñas21; intensificar los esfuerzos para garantizar el dis-
frute en condiciones de igualdad de todos los derechos humanos y libertades fun-
damentales a todas las mujeres y las niñas que enfrentan múltiples barreras para lo-
grar su potenciación y su adelanto por factores como la raza, la edad, el idioma, el
origen étnico, la cultura, la religión o la discapacidad, o por pertenecer a la pobla-
ción indígena22; garantizar el respeto del derecho internacional, incluido el derecho
humanitario, a fin de proteger a las mujeres y las niñas en particular23; potenciar al
máximo la capacidad de las mujeres y las niñas de todas las edades, garantizar su
plena participación, en condiciones de igualdad, en la construcción de un mundo
mejor para todos y promover su papel en el proceso de desarrollo24.
Naciones Unidas a través del ECOSOC en sus conclusiones acordadas en 1997,
definió la transversalización de la perspectiva de género (gender mainstreaming) de la
siguiente manera: ‘Transversalizar la perspectiva de género es el proceso de evaluar las im-
plicancias para mujeres y hombres de cualquier acción planificada, incluyendo legislación,
políticas y programas, en todas las áreas y en todos los niveles. Es una estrategia para ha-
cer que las preocupaciones y experiencias de las mujeres así como también de los hombres
constituyan una dimensión integral del diseño, implementación, monitoreo y evaluación
de políticas y programas en todas las esferas políticas, económicas y sociales de modo que

16 Ibid. Párr. 26.


17 Ibid. Párr. 27.
18 Ibid. Párr. 28.
19 Ibid. Párr. 29.
20 Ibid. Párr. 30.
21 Ibid. Párr. 31.
22 Ibid. Párr. 32.
23 Ibid. Párr. 33.
24 Ibid. Párr. 34.

179
GIULIA TAMAYO LEÓN

las mujeres y los hombres se beneficien por igual y la desigualdad no sea perpetuada. El fin
último es alcanzar la igualdad de los géneros’25. Esta definición ha venido orientando
la acción de los órganos de Naciones Unidas incluidos los contemplados como pro-
cedimientos especiales para la promoción y protección de derechos humanos y aque-
llos que tienen en sus manos la supervisión del cumplimiento de los tratados inter-
nacionales. Como antecedente al respecto, la Comisión de Derechos Humanos de
Naciones Unidas había adoptado en 1994 una resolución para integrar las cuestio-
nes de género en todos los niveles de derechos humanos.

3. ¿QUÉ HA CAMBIADO?
Entre los nuevos instrumentos y tratados que abordaron la cuestión de la vio-
lencia contra las mujeres o dispusieron mecanismos para fortalecer la protección de
los derechos humanos frente a tales abusos, destacan, en el sistema universal, la De-
claración de Naciones Unidas sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer26
y el Protocolo Facultativo de la Convención sobre la Eliminación de todas las for-
mas de discriminación contra la mujer, y en los sistemas regionales, la Convención
Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer
«Convención de Belem do Pará»27, y el Protocolo a la Carta Africana de Derechos
Humanos y de los Pueblos relativo a los Derechos de la Mujer28. En 1998, el Esta-
tuto de Roma29 que instituye el Tribunal Penal Internacional facultado para ejercer
jurisdicción sobre personas respecto de los crímenes más graves de trascendencia in-
ternacional, comprendió entre los tipos penales varios de índole sexual, incluida la
persecución de género, entre los crímenes de lesa humanidad. En términos prácti-
cos, los tribunales internacionales penales ad hoc 30 para la ex Yugoslavia y Ruanda
desarrollaron, hacia finales de la década de los noventa, jurisprudencia especial-
mente relevante para el tratamiento de crímenes de índole sexual.
Desde inicios de la década de los noventa, algunas instancias ya venían ade-
lantando interpretaciones inclusivas de las cuestiones de género. Así, desde 1992
la violación había sido mencionada explícitamente en la Comisión de Derechos
Humanos de la ONU como una forma de tortura. El Relator Especial de Nacio-
nes Unidas contra la Tortura también igualmente se pronunció sobre la violación
sexual como uno de los varios métodos de tortura. En 1995 la Comisión Intera-
mericana de Derechos Humanos dedicó, por primera vez, una sección de su «In-
forme sobre la situación de los derechos humanos en Haití» al tema de la violencia se-
xual infligida contra las mujeres y declaró que la violación constituía una forma

25 Doc. ONU A/52/3.


26 Doc. Naciones Unidas A/RES/48/104 del 23 de febrero de 1994. Texto completo disponible en:
http://www.unhchr.ch/huridocda/huridoca.nsf/(Symbol)/A.RES.48.104.Sp?Opendocument
27 Texto completo disponible en: http://www.oas.org/juridico/spanish/tratados/a-61.html
28 Entró en vigor el 25 de noviembre de 2005, 30 días después de haberse depositado el decimoquinto
instrumento de ratificación.
29 Texto completo disponible en: http://www.un.org/spanish/law/icc/statute/spanish/rome_statute(s).pdf.
30 Creados por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

180
MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL, NORMATIVO E INSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS DE…

de tortura según la Convención Americana de Derechos Humanos. También la


Comisión Interamericana ante una petición procedente de Perú se pronunció
considerando la violencia sexual como tortura31.
En términos de mecanismos, en 1994 la Comisión nombró a Radhika Coo-
maraswamy, la primera Relatora Especial sobre la Violencia contra la Mujer, sus
Causas y Consecuencias, con un mandato que le permitió recibir comunicaciones
e iniciar investigaciones sobre violencia contra las mujeres en todos los países
miembros de Naciones Unidas.
Progresivamente, la producción de datos e información sobre patrones de
discriminación y violencia de género ha ido revelando y permitiendo tratar con
mayor profundidad sobre las formas en que se desenvuelven las desigualdades en-
tre hombres y mujeres. Así, en los casos de violencia en los conflictos armados,
además de ahondarse sobre su causalidad y direccionalidad por género, se ob-
servó una creciente incidencia cuya explicación habría que buscarla también en
los cambios en la naturaleza de los conflictos y de los modos bélicos actuales, con
incremento de riesgos y vulnerabilidad de mujeres y niñas a estos abusos32.
Los mecanismos temáticos y los órganos que vigilan los tratados han venido
incorporando progresivamente las cuestiones de género y abordando lo concer-
niente a los derechos humanos de las mujeres en su actividad regular. Así han pro-
ducido informes especializados en el caso de los mecanismos temáticos de Nacio-
nes Unidas. En el caso de los comités que vigilan los tratados han formulado
recomendaciones generales relacionadas con el principio de igualdad entre hom-
bres y mujeres o sobre abusos contra los derechos humanos de las mujeres, con el
consiguiente desarrollo de contenidos normativos y estándares internacionales, en
base a los cuales a su vez han examinado los informes periódicos de los Estados.
Las materias han comprendido derechos civiles y políticos, económicos, sociales
y culturales, incluidos los derechos sexuales y reproductivos.
Los mecanismos internacionales facultados para conocer casos concretos han
abordado de manera creciente peticiones y comunicaciones sobre abusos contra
los derechos humanos basados en el género, y de ser el caso se han pronunciado
sobre la responsabilidad internacional de los Estados.
Los tribunales internacionales e internacionalizados con jurisdicción sobre
crímenes contra el derecho internacional han dictado órdenes de arresto y llevado
ante la justicia a presuntos responsables de crímenes de lesa humanidad, genoci-
dio y crímenes de guerra en los que se incluyen abusos basados en el género.
Durante el 61º Período de Sesiones de la Asamblea General de Naciones
Unidas, el Secretario General presentó el documento «Estudio a fondo sobre todas
las formas de violencia contra la mujer»33.

31 Ver INFORME Nº 5/96, CASO 10.970 ( PERÚ ) del 1996.


32 UNFPA, «Sexual Violence Against Women and Girls in War and Its Aftermath: Realities, Responses,
and Required Resources». A Briefing Paper Prepared by Jeanne Ward and Mendy Marsh, for Symposium on
Sexual Violence in Conflict and Beyond 21-23 June 2006 Brussels (Belgium).
33 Informe del Secretario General, Documento de Naciones Unidas A/61/122/Add.1 Original en inglés,
In depth study on all forms of violence against women. Report of the Secretary – General.

181
GIULIA TAMAYO LEÓN

Igualmente dentro de Naciones Unidas, el Consejo de Seguridad ha desarro-


llado la Resolución 1325 en relación a las mujeres y los conflictos armados, ins-
trumento que aborda cuestiones clave en materia de derechos humanos de las
mujeres y las niñas.

3.1. Responsabilidad Internacional de los Estados


Los Estados como primeros garantes de los derechos humanos tienen la res-
ponsabilidad de respetarlos, protegerlos y hacerlos realidad. Tienen como responsa-
bilidad jurídica aplicar el derecho internacional dentro de su territorio y en los te-
rritorios donde tengan control efectivo y jurisdicción34. Los Estados deben pues
ajustar sus normas, procedimientos y actuaciones al marco jurídico internacional
que lo vincula bien por tratarse de normas de derecho internacional consuetudi-
nario35 o bien por la adhesión expresa a tratados internacionales36.

34 La Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados expone la responsabilidad general de los Es-
tados de aplicar éstos. La responsabilidad principal es la «buena fe» (recogida en la expresión latina pacta sunt
servanda, «los pactos deben cumplirse»). Los Estados asumen libremente las obligaciones contenidas en los tra-
tados y acceden a que su cumplimiento sea jurídicamente vinculante. El preámbulo de la Convención de Viena
sobre el Derecho de los Tratados confirma que «los principios del libre consentimiento y de la buena fe y la
norma pacta sunt servanda están universalmente reconocidos». Los tratados son acuerdos que deben dirigir la
conducta de los Estados: deben cumplirse en la práctica; no son sólo papel. Convención de Viena sobre el De-
recho de los Tratados, artículo 26. Los tratados deben cumplirse incluso si contradicen el derecho nacional: los
Estados que ratifican un nuevo tratado o se adhieren a él están obligados a modificar su legislación para po-
der respetarlo y cumplirlo en la práctica. Ibíd., artículo 27. Nota: Tomado de Amnistía Internacional «El de-
ber del Estado de abordar la violencia contra las mujeres». Texto completo disponible en: http://web.am-
nesty.org/library/index/eslact770492004.
35 Son usos y costumbres con fuerza vinculante. El artículo 38 del Estatuto del Tribunal Internacional
de Justicia define la costumbre internacional como «prueba de una práctica generalmente aceptada como De-
recho».
36 La Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, es el instrumento que aporta un conjunto
de definiciones en lo que concierne a los Tratados, reproducimos el artículo que incluye los términos emplea-
dos: Artículo 2. Términos empleados. 1. Para los efectos de la presente Convención:
a) se entiende por «tratado» un acuerdo internacional celebrado por escrito entre Estados y regido por
el derecho internacional, ya conste en un instrumento único o en dos o más instrumentos conexos y cualquiera
que sea su denominación particular;
b) se entiende por «ratificación», «aceptación», «aprobación» y «adhesión», según el caso, el acto inter-
nacional así denominado por el cual un Estado hace constar en el ámbito internacional su consentimiento en
obligarse por un tratado;
c) se entiende por «plenos poderes» un documento que emana de la autoridad competente de un Estado
y por el que se designa a una o varias personas para representar al Estado en la negociación, la adopción o la
autenticación del texto de un tratado, para expresar el consentimiento del Estado en obligarse por un tratado,
o para ejecutar cualquier otro acto con respecto a un tratado;
d) se entiende por «reserva» una declaración unilateral, cualquiera que sea su enunciado o denomina-
ción, hecha por un Estado al firmar, ratificar, aceptar o aprobar un tratado o al adherirse a el, con objeto de
excluir o modificar los efectos jurídicos de ciertas disposiciones del tratado en su aplicación a ese Estado;
e) se entiende por un «Estado negociador» un Estado que ha participado en la elaboración y adopción
del texto del tratado;
f ) se entiende por «Estado contratante» un Estado que ha consentido en obligarse por el tratado, haya
o no entrado en vigor el tratado;
g) se entiende por «parte» un Estado que ha consentido en obligarse por el tratado y con respecto al cual
el tratado esta en vigor;
h) se entiende por «Tercer Estado» un Estado que no es parte en el tratado;
i) se entiende por «organización internacional» una organización intergubernamental.

182
MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL, NORMATIVO E INSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS DE…

El derecho internacional de derechos humanos37, el derecho internacional


humanitario38 y el derecho internacional penal39 se expresan en términos de res-
ponsabilidades y obligaciones, y comprenden medios y mecanismos para fortale-
cer su cumplimiento. Los contenidos de los derechos y las obligaciones, así como
las definiciones de aquellas conductas consideradas como crímenes para el dere-
cho internacional, no pueden ser ignorados por los Estados. La protección inter-
nacional de los derechos humanos comienza a realizarse con la aplicación en los
planos nacionales de los estándares reconocidos internacionalmente.

2. Las disposiciones del párrafo I sobre los términos empleados en la presente Convención se entende-
rán sin perjuicio del empleo de esos términos o del sentido que se les pueda dar en el derecho interno de cual-
quier Estado.
Texto completo de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados disponible en:
http://www.oas.org/XXXVGA/espanol/doc_referencia/Convencion_Viena.pdf.
37 El derecho internacional de derechos humanos es un subconjunto del derecho internacional que se
ocupa de los derechos y la dignidad que tienen todos los seres humanos en todo momento y sin discrimina-
ción. Dispone que los Estados deben respetar y proteger los derechos humanos y garantizar que las personas
bajo su jurisdicción disfrutan de ellos en la práctica. Tradicionalmente se ha considerado que se aplicaba sólo
a la relación del Estado con los individuos. Sin embargo, más recientemente se ha reconocido que el Estado
tiene también la obligación de intervenir cuando los particulares actúan de manera que afecta a los derechos
de otros. Tomado de Amnistía Internacional «El deber del Estado de abordar la violencia contra las mujeres».
Texto completo disponible en: http://web.amnesty.org/library/index/eslact770492004.
38 El derecho internacional humanitario, conocido también como leyes de la guerra, se aplica en las si-
tuaciones de conflicto armado, sean guerras internacionales entre Estados, o conflictos armados internos en-
tre gobiernos y grupos armados y entre grupos armados. Se establecen en él normas de conducta para los com-
batientes (quienes toman parte activa en las hostilidades) y sus dirigentes. En líneas generales tiene por objeto
poner límites a los medios y métodos de guerra (así, hay reglas contra el uso de las armas de efecto indiscri-
minado, la perfidia, el uso indebido de las señales de tregua o el uso de métodos desproporcionados de con-
secución de objetivos militares) y proteger de daños a quienes no toman parte activa en las hostilidades (como
los enfermos y los heridos, los náufragos, los prisioneros de guerra y los civiles). El derecho internacional hu-
manitario prohíbe determinados actos, especificando que determinadas infracciones de las normas son críme-
nes de guerra. Convenio de Ginebra para aliviar la suerte que corren los heridos y los enfermos de las fuerzas
armadas en campaña (Convenio I), artículo 50; Convenio de Ginebra para aliviar la suerte que corren los he-
ridos, los enfermos y los náufragos de las fuerzas armadas en el mar (Convenio II), artículo 51; Convenio de
Ginebra relativo al trato debido a los prisioneros de guerra (Convenio III), artículo 130, y Convenio de Gi-
nebra relativo a la protección debida a las personas civiles en tiempo de guerra (Convenio IV), artículo 147.
Todos los Estados tienen la obligación de buscar a los autores de las infracciones y ponerlos a disposición ju-
dicial. Existe, por tanto, un fuerte vínculo con el derecho internacional penal. Tomado de Amnistía Interna-
cional «El deber del Estado de abordar la violencia contra las mujeres». Texto completo disponible en:
http://web.amnesty.org/library/index/eslact770492004.
39 El derecho internacional penal trata de los delitos comprendidos en el derecho internacional, que pue-
den derivarse de tratados (como en el caso de la definición de la tortura según la Convención contra la Tor-
tura), de la costumbre (como en el caso de la definición de los crímenes de lesa humanidad hasta que queda-
ron recogidos en el Estatuto de Roma del Tribunal Penal Internacional) o del derecho internacional
humanitario (como en el caso de los crímenes de guerra, en particular de las infracciones graves de los Con-
venios de Ginebra y las violaciones de las leyes y usos de la guerra). El derecho internacional penal ha adqui-
rido especial importancia en la cuestión de la violencia contra las mujeres a lo largo de los últimos 10 años gra-
cias al establecimiento y a la labor de los tribunales penales internacionales especiales para Ruanda y la ex
Yugoslavia y a la adopción del Estatuto de Roma del Tribunal Penal Internacional. Por medio de la elabora-
ción de definiciones de los delitos, de la jurisprudencia de los dos tribunales penales internacionales especia-
les y de la redacción y adopción del Estatuto de Roma, la violencia contra las mujeres se ha definido más me-
ticulosamente que nunca, teniendo más en cuenta la cuestión del género y reflejando en mayor medida la
experiencia de violencia de la víctima. Los métodos de investigación y los procedimientos judiciales de estos
tribunales internacionales tienen cada vez más en cuenta las necesidades y la seguridad de los testigos y las víc-
timas, en especial en relación con las sobrevivientes de la violencia sexual. Ofrecen un importante modelo de
buena práctica a los sistemas nacionales de derecho penal. Las definiciones de los delitos y las reglas de proce-
dimiento del Tribunal Penal Internacional pueden servir de modelo para la reforma del derecho penal en re-
lación con la violencia contra las mujeres en todas las jurisdicciones penales nacionales.

183
GIULIA TAMAYO LEÓN

3.2. La obligación estatal de ejercer la debida diligencia


Además de la obligación de respetar los derechos humanos de las mujeres
y las niñas, el Estado tiene, en virtud del derecho internacional, el deber de
proteger los derechos de éstas frente a los actos de violencia de género donde
quiera que ocurran, sean sus autores agentes estatales o no. La obligación de
proteger exige que los Estados adopten una amplia gama de medidas para pre-
venir los abusos, investigarlos cuando se producen, perseguir a los presuntos
autores y hacer que comparezcan ante la justicia en procedimientos imparcia-
les, así como garantizar a las víctimas recursos eficaces para la obtención de jus-
ticia y reparación adecuada.
Para combatir la impunidad y garantizar el derecho de las víctimas a recursos
eficaces y justicia, es de especial relevancia disponer, dentro de la legislación in-
terna, de una correcta tipificación penal de dichas conductas cumpliendo con in-
tegrar conceptos y contenidos procedentes de tratados y normas vinculantes.
Además de velar por el acceso a la justicia de las mujeres que han experi-
mentado cualquier forma de violencia, el Estado también debe garantizar que
la ley responda de la mejor manera posible para satisfacer sus necesidades.
El concepto de debida diligencia está incluido explícitamente en diversos
instrumentos y documentos de protección de derechos humanos. El antece-
dente jurisprudencial más sólido provino del sistema interamericano. La Corte
Interamericana de Derechos Humanos, en la sentencia sobre el caso Velásquez
Rodríguez, manifestó: «[…] Es obligación de los Estados Partes ‘garantizar’ el li-
bre y pleno ejercicio de los derechos reconocidos en la Convención a toda persona su-
jeta a su jurisdicción […]. Como consecuencia de esta obligación los Estados deben
prevenir, investigar y sancionar toda violación de los derechos reconocidos por la
Convención». Párr. 166 (énfasis añadido). De modo general, dicho concepto se
refiere al grado de esfuerzo que debe realizar un Estado para cumplir con su de-
ber de proteger a las personas frente a los abusos. En conexión con la prohibi-
ción de discriminación contra las mujeres, la obligación de ejercer la debida di-
ligencia exige que el Estado, de manera inmediata y sin dilaciones, lleve
adelante una política para combatir dicha violencia que se afirma sobre la de-
sigualdad entre hombres y mujeres.
La actual Relatora Especial de Naciones Unidas sobre la Violencia contra
la Mujer, sus Causas y Consecuencias presentó al 62 periodo de sesiones de la
Comisión de Derechos Humanos (2006), el informe «La norma de la debida
diligencia como instrumento para eliminar la violencia contra las mujeres»40.
Igualmente la Relatora Especial Yakin Ertürk, recientemente ha presentado el
documento «Indicadores sobre la violencia contra la mujer y la respuesta de los
Estados»41, a fin de medir y cuantificar la violencia de género y la respuesta de

40 Doc. ONU E/CN.4/2006 del 20 de enero de 2006. Texto completo disponible en: http://dac-
cessdds.un.org/doc/UNDOC/GEN/G06/103/53/PDF/G0610353.pdf?OpenElement
41 Documento de Naciones Unidas A/HRC/7/6 del 29 de enero de 2008.

184
MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL, NORMATIVO E INSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS DE…

los Estados con vistas a orientar sus políticas y actuaciones en cumplimiento de


obligaciones de derechos humanos:

22. En mi primer informe a la Comisión de Derechos Humanos, en 2004,


señalé la necesidad de crear indicadores para cuantificar la violencia con-
tra la mujer y las respuestas de los Estados a la misma. Dicha propuesta
se reflejó en el párrafo 25 de la resolución 2004/46, en el que la Comi-
sión, consciente de la necesidad de alcanzar, con la plena participación de
los Estados Miembros, un consenso internacional sobre los indicadores y
los métodos para cuantificar la violencia contra la mujer, pidió a la Rela-
tora Especial que hiciera recomendaciones para proponer indicadores so-
bre la violencia contra la mujer y sobre las medidas adoptadas por, entre
otros, los Estados Miembros, para acabar con ese tipo de violencia42.
23. En consecuencia, en el presente informe se formulan dichas propuestas,
orientadas por las normas de derechos humanos, en particular las que fi-
guran en la Convención sobre la eliminación de todas las formas de dis-
criminación contra la mujer y la Declaración sobre la eliminación de la
violencia contra la mujer.

De acuerdo al informe citado, «La creación de indicadores sobre la violencia


contra la mujer es una obligación de derechos humanos, vinculada con la juris-
prudencia en materia de derechos humanos y el principio de debida diligencia43,
con arreglo a la cual los Estados deben, entre otras cosas, garantizar que las inter-
venciones concebidas para combatir la violencia se basen en datos empíricos exac-
tos. Para ello es necesario no sólo reunir información exacta, sino también dispo-
ner de indicadores que permitan a los órganos de decisión no especializados
acceder a los datos, y al público vigilar las intervenciones».

4. UNA MIRADA SOBRE LOS RETOS


Tras las arduas negociaciones de los consensos mundiales, las organizaciones
impulsaron estrategias para incidir sobre la institucionalidad internacional y esta-
tal en los planos nacionales y se promovieron mecanismos para realizar un segui-
miento del cumplimiento de los planes de acción trazados. No obstante sus es-
fuerzos fueron débilmente acompañados por la comunidad internacional, en un
contexto de concentración de la cooperación internacional a relaciones bilatera-
les entre Estados. En dicho marco, los Estados receptores de ayuda dieron uso de
tales recursos sub-contratando y sometiendo a competencia a organizaciones no

42 En su resolución 61/143 (párr. 18), la Asamblea General pidió además a la Comisión de Estadística
de las Naciones Unidas que propusiera, basándose en mi labor, posibles indicadores sobre la violencia contra
la mujer.
43 Véase el informe sobre la norma de la debida diligencia como instrumento para la eliminación de la
violencia contra la mujer (E/CN.4/2006/61).

185
GIULIA TAMAYO LEÓN

gubernamentales o creando otras de dudosa independencia respecto de los go-


biernos. Aunque se abrieron espacios dentro de la maquinaria e institucionalidad
estatal en algunos países, tales experiencias especialmente en países del Sur tuvie-
ron características y resultados muy desiguales que ni siquiera se sostuvieron en el
tiempo o experimentaron variaciones lamentables. En cualquier caso, se trataron
de medidas y resultados muy alejados de las expectativas, en la medida que dista-
ban de reflejar una real voluntad política por la igualdad y la justicia de género.
Los gobiernos no dispusieron de recursos adicionales sostenidos y suficientes en
lo que refiere a políticas específicas y en lo que concierne a las políticas macro és-
tas permanecieron ciegas al género con consecuencias de impactos adversos sobre
mujeres y niñas.
Para examinar los pobres resultados en igualdad de género y otros objetivos in-
terrelacionados con el empoderamiento de las mujeres, es preciso volver la mirada
sobre los factores que han minado capacidades, configurado nuevas adversidades o
intensificado otras u obstaculizado los avances. Al respecto cabe señalar que las po-
líticas sobre igualdad de género no existen en un vacuum sino que se encuentran
afectadas por políticas y procesos macro a través de los que se moldean los inter-
cambios y flujos, accesos y distribución de recursos, satisfacción de necesidades, in-
clusiones y exclusiones sociales, en suma, políticas y procesos en donde se elabora,
se amplia o restringe la ciudadanía y son definidos contenidos concretos de los de-
rechos humanos como experiencia de reconocimiento, goce y ejercicio.
No es novedad anotar que los consensos de los noventa y los compromisos en
materia de igualdad de género han tenido como contexto y condicionantes para
su puesta en práctica un escenario especialmente adverso. La reingeniería global
aparece más bien consolidando privilegios, mientras las desigualdades se han in-
tensificado.
A la vez que eran drenados los recursos de los países en desarrollo en torno a
planes de ajuste estructural y el servicio del pago de la deuda externa, a continua-
ción eran debilitados los Estados en su capacidad distributiva y en su capacidad
para agenciar, proteger y garantizar los derechos humanos. Además, con dema-
siada frecuencia, las políticas macroeconómicas y nacionales ignoraron y conti-
núan ignorando el factor género, con resultados especialmente críticos sobre las
mujeres pobres y pertenecientes a minorías44. Los agentes económicos, especial-
mente los vinculados a intereses trasnacionales, en algunos Estados tienen en gran
medida las riendas de la regulación local y nacional, y los gobiernos ceden los de-
rechos de su población sin resistencia a favor de tales intereses. Los Estados de paí-
ses con economías líderes a nivel mundial tienden a obrar en sus relaciones exte-
riores respecto de los países en desarrollo más en calidad de agentes de intereses
de las corporaciones que en lo que concierne a políticas de cooperación de cara a
un desarrollo humano sostenible.

44 June Zeitlin, Doris Mpoumou, «No hay seguridad humana sin igualdad de género», Women’s Envi-
ronment & Development Organization (WEDO), 2004. Las autoras son, respectivamente, Directora Ejecu-
tiva y Coordinadora de Programas de Género y Gobernanza de WEDO.

186
MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL, NORMATIVO E INSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS DE…

En las últimas décadas, los avances y procesos de empoderamiento de las muje-


res han sido socavados por modelos que modificaron las relaciones Estados-ciudada-
nía-mercado y exacerbaron la pobreza, la inseguridad alimentaria y la exclusión social,
económica y política de enormes sectores de población. Es irónico que aquellas agen-
cias e instituciones financieras internacionales que debilitaron procesos de empode-
ramiento de las mujeres, y alentaron recetas de cooptación respecto de sus experien-
cias organizativas y las sumergieron en cargas de responsabilidad estatal, sean quienes
hoy hablen sobre la relevancia del empoderamiento de las mujeres como llaves para
una lucha eficaz contra la pobreza y otras grandes preocupaciones mundiales.
A pesar de los avances que han representado los consensos y compromisos gu-
bernamentales, para muchas mujeres –especialmente las pobres– su situación dista
de haber mejorado y presentan hoy en ámbitos clave unas condiciones aún más di-
fíciles que hace una o dos décadas, tal es el caso, por ejemplo, de mujeres de pobla-
ciones indígenas en América Latina. El énfasis puesto en la seguridad también es
utilizado para socavar los derechos y las libertades civiles ganadas con mucho es-
fuerzo45. La escalada de fundamentalismos, militarismo y violencia, incluidas inter-
venciones militares unilaterales y violencia comunitaria y étnica, han hecho el
mundo más peligroso e inseguro46. Los fundamentalismos religiosos han ganado te-
rreno en la ocupación del espacio público y el control de los resortes del poder en
diversos Estados. Tales sucesos se producen en un contexto de diversos intereses in-
fluyentes que presionan por desconocer y minar el derecho internacional de dere-
chos humanos y desmantelar sus mecanismos. Bajo democracias de baja intensidad
o países de manifiesto déficit democrático, y con la pretensión de importantes gru-
pos de presión por debilitar y hacer retroceder derechos humanos internacional-
mente reconocidos, la igualdad de género no tiene un ambiente propicio.
Las debilidades estatales construidas globalmente nos han conducido a una
situación paradójica: demasiado tarde para reclamar derechos a Estados que se de-
claran incapaces de atenderlos y garantizarlos pero a la vez demasiado pronto para
unos beneficios que hipotéticamente un crecimiento económico iba a destilar a
todos los sectores. La igualdad entre hombres y mujeres, sin embargo, es una exi-
gencia de realización inmediata, con contenidos concretos expresados como de-
rechos a ser garantizados por los Estados, y es una de las dimensiones que mejor
describe la calidad y salud de las democracias.
En las diversas regiones en el mundo, los esfuerzos por parte de los Estados
en materia de igualdad de género y derechos humanos de las mujeres han conti-
nuado siendo desiguales en un contexto en el que emergen nuevos desafíos. Mien-

45 June Zeitlin, Doris Mpoumou, «No hay seguridad humana sin igualdad de género», Women’s Envi-
ronment & Development Organization (WEDO), 2004. Las autoras son, respectivamente, Directora Ejecu-
tiva y Coordinadora de Programas de Género y Gobernanza de WEDO. Accesible en: http://www.social-
watch.org/es/informesTematicos/81.html
46 June Zeitlin, Doris Mpoumou, «No hay seguridad humana sin igualdad de género», Women’s Envi-
ronment & Development Organization (WEDO), 2004. Las autoras son, respectivamente, Directora Ejecu-
tiva y Coordinadora de Programas de Género y Gobernanza de WEDO. Accesible en: http://www.social-
watch.org/es/informesTematicos/81.html
Accesible en: http://www.socialwatch.org/es/informesTematicos/81.html

187
GIULIA TAMAYO LEÓN

tras algunos Estados ya se encuentran en una segunda generación de políticas, in-


cluyendo medidas legislativas para abordar los ámbitos más resistentes al cambio,
son todavía muchos los que continúan postergando el cumplimiento de la obli-
gación de emprender sin dilaciones una política encaminada a la igualdad y la eli-
minación de todas las formas de discriminación contra las mujeres, incluyendo
medidas para prevenir, sancionar erradicar la violencia contra las mujeres. Con
frecuencia los gobiernos han subordinado la puesta en marcha de políticas de Es-
tado a intereses coyunturales, y pese a la pobreza de resultados han sostenido una
mirada complaciente respecto de sus desempeños y medidas, por lo general dis-
continuas, inconsistentes, superficiales, fundamentalmente retóricas, no arraiga-
das en la institucionalidad, sin compromisos presupuestales ni mecanismos de
rendición de cuentas. La falta de voluntad política por cerrar brechas en áreas re-
levantes y por combatir la discriminación por género con instrumentos apropia-
dos y recursos suficientes, ha expuesto a las nuevas generaciones de mujeres a des-
ventajas y daños conocidos y a nuevos riesgos.
Legislar e invertir sin dilaciones en igualdad, no es sólo una obligación in-
ternacional de los Estados, es una herramienta y un indicador de buen gobierno,
lo que hoy es considerado una condición crítica y una carta de presentación de un
país en el concierto entre las naciones.
No obstante lo expresado por los gobiernos en 1995, a los cinco y diez años de
la Cuarta Conferencia Mundial de la Mujer, era no sólo sobre lo avanzado, sino que
se amenazaba con retrocesos incluso respecto de los términos y conceptos consen-
suados. Los derechos humanos de las mujeres, y de modo particular, los derechos se-
xuales y reproductivos, fueron colocados en el ojo de la tormenta con la intención
de ciertos sectores de producir rupturas en el consenso. Así, durante las consultas
realizadas sobre el proyecto de declaración en el proceso de la Conferencia Bei-
jing+10 (2005), Estados Unidos y un par de países más habían propuesto enmien-
das que debilitaban y socavaban el compromiso de hacer realidad los derechos hu-
manos de las mujeres47. Poco antes de que la Comisión adoptara la Declaración,
Estados Unidos retiró su enmienda. Nueva Zelanda, en nombre de Canadá y Aus-
tralia, expresó que la Plataforma de Acción sigue siendo la piedra angular de las po-
líticas para hacer realidad los derechos humanos de las mujeres, y que la ONU debe
«dejar de dar vueltas a los mismos debates de siempre» y, en su lugar, centrarse en
conseguir «cambios reales sobre el terreno», ya que en todo el mundo hay mujeres
«atrapadas en la pobreza y víctimas de la violencia». La UE invitó al secretario ge-
neral de la ONU a hacer una enérgica referencia a la Declaración en la aplicación
de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, y subrayó la importancia que el garan-
tizar los derechos sexuales y reproductivos tiene para alcanzar el objetivo de la igual-
dad de género48. Al finalizar el periodo de sesiones de la Comisión de la Condición
Jurídica y Social de la Mujer, diversas organizaciones, entre ellas Amnistía Interna-

47 AMNISTÍA INTERNACIONAL, Beijing +10: Una oportunidad perdida de progresar en los derechos
humanos de las mujeres, Índice AI: ACT 77/014/2005, Servicio de Noticias: 54/05, 7 de marzo de 2005.
48 Ibidem.

188
MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL, NORMATIVO E INSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS DE…

cional, instaron a los Estados a comprometerse a garantizar la aplicación acelerada


de los compromisos de Beijing –asignando recursos adecuados, entre otras cosas–
para conseguir la plena protección de los derechos humanos de las mujeres.
Pese a los importantes logros alcanzados en el terreno de las normas interna-
cionales de derechos humanos y de los mecanismos dispuestos, hay aún un largo
camino por recorrer en un contexto en el que las amenazas y resistencias a los de-
rechos humanos de las mujeres reclaman una acción global organizada. Está en
nuestra manos ser parte.

BIBLIOGRAFÍA
ANEXO: INSTRUMENTOS DE DERECHO INTERNACIONAL
(VÍNCULOS DE ACCESO)
1. TRATADOS DE DERECHO INTERNACIONAL DE DERECHOS
HUMANOS
Del sistema universal (Naciones Unidas)

— Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos49


— Pacto de Derechos Económicos Sociales y Culturales50
— Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de
Discriminación contra la Mujer51
— Protocolo Facultativo de la Convención sobre la eliminación de todas las
formas de discriminación contra la mujer52
— Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos
o Degradantes53
— Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de
Discriminación Racial54
— Convención sobre los Derechos del Niño55
— Protocolo facultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño rela-
tivo a la participación de niños en los conflictos armados56
— Convención sobre la Esclavitud57
— Protocolo para modificar la Convención sobre la Esclavitud58

49 Texto completo disponible en http://www.unhchr.ch/spanish/html/menu3/b/a_ccpr_sp.htm


50 Texto completo disponible en http://www.unhchr.ch/spanish/html/menu3/b/a_cescr_sp.htm
51 Texto completo disponible en http://www.unhchr.ch/spanish/html/menu3/b/e1cedaw_sp.htm
52 Texto completo disponible en http://www.unhchr.ch/spanish/html/menu3/b/opt_cedaw_sp.htm
53 Texto completo disponible en http://www.unhchr.ch/spanish/html/menu3/b/h_cat39_sp.htm
54 Texto completo disponible en http://www.ohchr.org/spanish/law/cerd.htm
55 Texto completo disponible en http://www.unhchr.ch/spanish/html/menu3/b/k2crc_sp.htm
56 Texto completo disponible en http://www.unhchr.ch/spanish/html/menu2/6/protocolchild_sp.htm
57 Texto completo disponible en http://www.unhchr.ch/spanish/html/menu3/b/f2sc_sp.htm.¡
58 Texto completo disponible en http://www.unhchr.ch/spanish/html/menu3/b/f2psc_sp.htm

189
GIULIA TAMAYO LEÓN

— Convención suplementaria sobre la abolición de la esclavitud, la trata de


esclavos y las instituciones y prácticas análogas a la esclavitud59
— Convenio para la represión de la trata de personas y de la explotación de
la prostitución ajena60
— Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio61
— Convención sobre la imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y de
los crímenes de lesa humanidad62

Del sistema interamericano (Organización de Estados Americanos):

— Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José)63


— Convención Interamericana para Prevenir Sancionar y Erradicar la Vio-
lencia contra la Mujer (Convención de Belem Do Pará)64
— Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura65
— Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre Derechos Huma-
nos en materia de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (Pacto de
San Salvador)66

2. TRATADOS EN MATERIA DE DERECHO INTERNACIONAL


HUMANITARIO
— Convenio de Ginebra para aliviar la suerte que corren los heridos y los en-
fermos de las fuerzas armadas en campaña (Convenio I)67
— Convenio de Ginebra para aliviar la suerte que corren los heridos, los en-
fermos y los náufragos de las fuerzas armadas en el mar (Convenio II)68
— Convenio de Ginebra relativo al trato debido a los prisioneros de guerra
(Convenio III)69
— Convenio de Ginebra relativo a la protección debida a las personas civiles
en tiempo de guerra (Convenio IV)70
— Protocolo Adicional a los Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949
relativo a la Protección de las Víctimas de los Conflictos Armados Inter-
nacionales (Protocolo I)71

59 Texto completo disponible en http://www.unhchr.ch/spanish/html/menu3/b/f2psc_sp.htm


60 Texto completo disponible en http://www.unhchr.ch/spanish/html/menu3/b/33_sp.htm
61 Texto completo disponible en http://www.unhchr.ch/spanish/html/menu3/b/p_genoci_sp.htm
62 Texto completo disponible en http://www.unhchr.ch/spanish/html/menu3/b/p_limit_sp.htm
63 Texto completo disponible en http://www.cidh.org/Basicos/Basicos2.htm
64 Texto completo disponible en http://www.cidh.org/Basicos/Basicos8.htm
65 Texto completo disponible en http://www.cidh.org/Basicos/Basicos6.htm
66 Texto completo disponible en http://www.cidh.org/Basicos/Basicos4.htm
67 Texto completo disponible en http://www.unhchr.ch/spanish/html/menu3/b/q_genev1_sp.htm
68 Texto completo disponible en http://www.unhchr.ch/spanish/html/menu3/b/q_genev2_sp.htm
69 Texto completo disponible en http://www.unhchr.ch/spanish/html/menu3/b/91_sp.htm
70 Texto completo disponible en http://www.unhchr.ch/spanish/html/menu3/b/92_sp.htm
71 Texto completo disponible en http://www.unhchr.ch/spanish/html/menu3/b/93_sp.htm

190
MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL, NORMATIVO E INSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS DE…

— Protocolo adicional a los Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949


relativo a la protección de las víctimas de los conflictos armados sin ca-
rácter internacional (Protocolo II)72

Notas:

(1) Los Convenios de Ginebra de 1949 y sus protocolos de 1977 establecen


un principio de igualdad a los efectos de que «no puede establecerse distinción al-
guna que sea desfavorable entre los individuos en función, entre otras cosas, del
sexo». Este principio se recoge, por ejemplo, en el artículo 12 del Segundo Con-
venio de Ginebra, que exige a las partes en conflicto que traten humanamente a
las personas en su poder. Este artículo prohíbe toda «distinción desfavorable ba-
sada en el sexo […] o en cualquier otro criterio análogo» en el trato. El artículo
2.1 del Protocolo II reproduce las mismas palabras en relación con los conflictos
armados internos a los que se aplica.
(2) El artículo 3 común a los cuatro Convenios de Ginebra se aplica a los ca-
sos de «conflicto armado internacional» y a los conflictos internos que tienen lu-
gar en el territorio de un Estado Parte entre sus fuerzas armadas y fuerzas arma-
das disidentes o grupos armados organizados que, bajo la dirección de un mando
responsable, ejerzan sobre una parte de dicho territorio un control tal que les per-
mita realizar operaciones militares sostenidas y concertadas. Obliga a «cada una de
las Partes en conflicto» y no solamente a los Estados. Entre otras cosas, protege a
las «personas que no participen directamente en las hostilidades» mediante la
prohibición de las siguientes prácticas (subpárrafo 1): a) los atentados contra la
vida y la integridad corporal, especialmente el homicidio en todas sus formas, las
mutilaciones, los tratos crueles, la tortura y los suplicios; b) la toma de rehenes;
c) los atentados contra la dignidad personal, especialmente los tratos humillantes
y degradantes; d) las condenas dictadas y las ejecuciones sin previo juicio ante un
tribunal legítimamente constituido. Asimismo, el artículo 3 establece que las per-
sonas que no participan activamente en las hostilidades «serán, en todas las cir-
cunstancias, tratadas con humanidad», sin sufrir discriminación basada, entre
otras cosas, en el sexo (subpárrafo 1), y que «los heridos y los enfermos serán re-
cogidos y asistidos» (subpárrafo 2).

3. OTROS INSTRUMENTOS RELEVANTES PROCEDENTES


DE NACIONES UNIDAS:
— Declaración sobre la protección de la mujer y el niño en estados de emer-
gencia o de conflicto armado73;

72 Texto completo disponible en http://www.unhchr.ch/spanish/html/menu3/b/94_sp.htm


73 Texto completo disponible en http://www.unhchr.ch/spanish/html/menu3/b/24_sp.htm

191
GIULIA TAMAYO LEÓN

— Principios y directrices básicos sobre el derecho de las víctimas de viola-


ciones manifiestas de las normas internacionales de derechos humanos y
de violaciones graves del derecho internacional humanitario a interponer
recursos y obtener reparaciones74;
— Conjunto de principios actualizado para la protección y la promoción de
los derechos humanos mediante la lucha contra la impunidad75;
— Código de conducta para funcionarios encargados de hacer cumplir la ley;
— Declaración sobre los Principios Fundamentales de Justicia para las Víc-
timas de Delitos y del Abuso de Poder;
— Declaración sobre la Protección de Todas las Personas contra la Tortura y
Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes;
— Principios relativos a la investigación y documentación eficaces de la tor-
tura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes;
— Principios de ética médica aplicables a la función del personal de salud, es-
pecialmente los médicos, en la protección de personas presas y detenidas
contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes;
— Principios relativos a una eficaz prevención e investigación de las ejecu-
ciones extralegales, arbitrarias o sumarias;
— Principios Básicos sobre el Empleo de la Fuerza y de Armas de Fuego por
los Funcionarios Encargados de Hacer Cumplir la Ley;
— Declaración sobre la protección de todas las personas contra las desapari-
ciones forzadas;
— Declaración sobre la eliminación de todas las formas de intolerancia y
discriminación fundadas en la religión o las convicciones;
— Reglas mínimas para el tratamiento de los reclusos;
— Conjunto de Principios para la protección de todas las personas someti-
das a cualquier forma de detención o prisión;
— Salvaguardias para garantizar la protección de los derechos de los conde-
nados a la pena de muerte;
— Principios de cooperación internacional en la identificación, detención,
extradición y castigo de los culpables de crímenes de guerra, o de críme-
nes de lesa humanidad.

Los textos completos de los documentos indicados pueden obtenerse en el si-


tio web del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Huma-
nos (www.ohchr.org).
También deben consultarse las recomendaciones de los relatores especiales de
Naciones Unidas, en particular la relatora especial sobre la violencia contra las
mujeres76, así como las recomendaciones de los órganos de vigilancia de los

74 Texto completo disponible en http://www.ohchr.org/spanish/law/reparaciones.htm


75 Texto completo disponible en http://www.derechos.org/nizkor/impu/impuppos.html
76 Para acceder a los informes en inglés de la relatora especial sobre la violencia contra la mujer buscar
en http://www.ohchr.org/english/issues/women/rapporteur/annual.htm

192
MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL, NORMATIVO E INSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS DE…

tratados de derechos humanos. El documento de Naciones Unidas HRI/GEN/


1/Rev.7 del 12 de mayo de 2004 contiene una recopilación77 de las observaciones
generales o recomendaciones generales adoptadas respectivamente por el Comité
de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, el Comité de Derechos Huma-
nos, el Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial, el Comité para
la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer, el Comité contra la Tortura
y el Comité de los Derechos del Niño.

77Texto completo en español disponible en


http://www.unhchr.ch/tbs/doc.nsf/(Symbol)/HRI.GEN.1.Rev.7.Sp?Opendocument

193
POLÍTICAS DE IGUALDAD,
POBREZA Y PARTICIPACIÓN
CIUDADANA
Rosa Paredes Paredes1
Profesora de la Maestría
de Estudios de la Mujer de la Universidad
Central de Venezuela (UCV), Investigadora
asociada al Centro de Estudios de la Mujer
de la UCV

PREÁMBULO
La finalidad de este artículo es reflexionar sobre aspectos que limitan la efi-
cacia y la legitimidad de las políticas públicas dirigidas a las mujeres en América
Latina. Desde hace más de tres décadas, se inició en los estados latinoamericanos,
el proceso de institucionalización de las políticas dirigidas a las mujeres. Sin em-
bargo, estas políticas han resultado insuficientes.
Si bien las mujeres han desarrollado estrategias para superar la pobreza y al-
canzar mayores niveles de participación y espacios de poder, estos esfuerzos no se
han reflejado en dos ámbitos fundamentales para el ejercicio de la igualdad y de
la ciudadanía, uno de ellos es el acceso equitativo a empleos de calidad, el otro es
la participación en puestos de representación y decisión política.
En este artículo se abordará una reflexión sobre condiciones de inequidad
que siguen predominando y que no han sido enfrentadas por las políticas de
igualdad, se insistirá en la necesidad de ir más allá de las políticas que ponen el én-
fasis en las consecuencias de las desigualdades y no en las causas.
Se plantearán dos temas cruciales que inciden en la falta de eficacia y de le-
gitimidad de las políticas de igualdad. El primero de ellos es el tema de la visibi-
lización y de la necesidad de transformación de la responsabilidad y el tiempo de
dedicación de hombres y mujeres a las actividades económicas no remuneradas.
El segundo tema se refiere a la necesidad de participación activa de la sociedad
civil en el diseño, ejecución y control de las políticas públicas; además este segundo
1 Socióloga y Dra. en Estudios del Desarrollo. Participante del panel de género del PNUD Venezuela.

195
ROSA PAREDES PAREDES

aspecto subraya la idea de que es indispensable este tipo de participación para asegu-
rar la calidad de las políticas públicas. Finalmente se presentan reflexiones sobre los
problemas de naturaleza política que limitan la participación de la sociedad civil.

1. INTRODUCCIÓN
Existe cierto consenso en que la incorporación del tema de las discrimina-
ciones contra las mujeres como objeto de políticas públicas se inicia en 1975 en
la Primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Mujer2. En este evento in-
ternacional, todos los gobiernos de los países participantes en el Sistema de Na-
ciones Unidas, aprueban el primer Plan de Acción Mundial hacia la Igualdad de
la Mujer que se revisa en la segunda conferencia y se prolonga hasta mediados de
los años ochenta, fecha en la que se realiza la Tercera Conferencia de las Naciones
Unidas sobre la Mujer, en Nairobi en 1985.
En la Cuarta Conferencia Mundial de la Mujer celebrada en Beijing en 1995,
se produce la introducción del enfoque de igualdad de género en las recomenda-
ciones de la Asamblea. En los periodos anteriores las recomendaciones de políti-
cas estuvieron dirigidas a garantizarles a las mujeres recursos educativos y cambios
jurídicos para su incorporación en las actividades económicas remuneradas.
La introducción del enfoque de igualdad de género en las políticas públicas
dirigidas a las mujeres significó un avance en relación al enfoque anterior, al con-
tribuir con diversos aspectos de análisis, entre los cuales destacan: (i) la identifi-
cación de la existencia de relaciones desiguales entre los géneros, (ii) el examen de
las estructuras que generan esta desigualdad, y (iii) la consideración de los efectos
e impactos desiguales por género de las políticas públicas. Con este enfoque se ge-
nera una segunda etapa de políticas, estas son las políticas dirigidas a la elimina-
ción de la violencia contra la mujer, a la promoción de la salud sexual y repro-
ductiva, y a la participación política de las mujeres.
Las instituciones gubernamentales encargadas de plasmar este enfoque en
políticas públicas presentan limitaciones que les impiden ser eficaces y eficientes
en su misión. Estas limitaciones están determinadas por diversos factores, entre
ellos las modalidades de intervención pública que predominan. Modalidades que
presentan un desfase institucional que obstaculiza enfrentar las causas de los pro-
blemas que afectan a la población femenina.
Estas modalidades de desfase, surgieron, entre otras causas, a partir de fenó-
menos mas amplios que comenzaron a manifestarse a mediados de los años setenta,
con la crisis del modelo de estado de bienestar y de las políticas que se aplicaron du-
rante la estrategia de desarrollo fundamentada en la sustitución de importaciones.
Como consecuencia de esa crisis se implementaron las llamadas reformas de pri-
mera generación, reformas que modificaron el papel y alcance de las instituciones

2 Paredes, Rosa (2006) Políticas Públicas, Pobreza y Equidad de Género. Artículo publicado en la Revista
Espacio Abierto, Cuaderno Venezolano de Sociología, Vol. 15 Nº 4, oct-dic. 2006. Universidad del Zulia.

196
POLÍICAS DE IGUALDAD, POBREZA Y PARTICIPACIÓN

públicas. Se redujo la intervención del estado en el área social y predominaron las


políticas focalizadas; el impacto de estas reformas en el área social ha sido evaluado
como negativo, ya que aumentó aceleradamente la pobreza.
Para superar los problemas generados por esas reformas a partir de los años no-
venta se están impulsando medidas que pretenden, entre otros objetivos, mejorar las
condiciones sociales, reformar la salud, la educación, y fortalecer las instituciones del
Estado. Sin embargo, estas medidas siguen presentando limitaciones para enfrentar
el crecimiento de la pobreza y especialmente de la pobreza femenina.
Belkys Mones plantea que la institucionalización de los organismos naciona-
les responsables de las políticas dirigidas a las mujeres a nivel latinoamericano, se
produjo en un contexto en el cual los estados iniciaban los procesos de reforma,
disminuyendo su intervención en diferentes áreas, entre ellas la económica y la so-
cial. En este escenario, plantea la autora se observan desfases entre la tendencia de
los cambios en el Estado y el rol de los mecanismos institucionales3.
Es decir, el compromiso de impulsar estos mecanismos u organismos se produce
en un momento de limitación de las acciones y del presupuesto del Estado. Otro de
los desfases que señala Mones, está vinculado con la pérdida de vigencia de los entes
planificadores en la definición de las prioridades nacionales; las prioridades pasaron
a ser las políticas de ajuste estructural y los programas de estabilización económica.
La CEPAL y el BID, así como Mones, señalan diferentes logros y limitacio-
nes en las acciones realizadas por los mecanismos institucionales responsables de
las políticas dirigidas a las mujeres4. Entre las principales limitaciones de las ac-
ciones desarrolladas por esos organismos se señalan las siguientes:

■ La baja legitimidad política, como consecuencia de la falta de recursos eco-


nómicos y técnicos, así como por la inestabilidad institucional ocasionada
por los cambios frecuentes de jerarquía.
■ Coordinaciones programáticas sectoriales centralizadas y a corto plazo, que
no se traducen en políticas públicas y limitadas a las áreas de educación, sa-
lud, violencia y programas de apoyo microeconómico.
■ Avances en materia jurídica sin materializarse en mecanismos permanen-
tes de cumplimiento y seguimiento que exijan resultados verificables y me-
dibles en el alcance de la igualdad.
■ Ausencia de participación de las organizaciones de mujeres con la formali-
zación y la escala requerida, tanto para el diseño, como para la ejecución,

3 Véase Mones Belkys, (1999) Institucionalización de Políticas Públicas para la Equidad de Género en
América Latina y el Caribe. En Seminario Latinoamericano de Oficinas de la Mujer, abril de 1999, Santo Do-
mingo. Secretaria de Estado de la Mujer de República Dominicana, PNUD, FNUAP. Santo Domingo.
4 Véanse, CEPAL (2000a). El desafío de la equidad de género y de los derechos humanos en los albores del
siglo XXI. Publicación de las Naciones Unidas. Santiago de Chile. Ver especialmente la sesión Institucionali-
zación de las políticas de género en el Estado; Mones Belkys, (1999) Institucionalización de Políticas Públicas
para la Equidad de Género en América Latina y el Caribe. En Seminario Latinoamericano de Oficinas de la Mu-
jer, abril de 1999, Santo Domingo. Secretaria de Estado de la Mujer de República Dominicana, PNUD,
FNUAP. Santo Domingo; y Plascencia, María Mercedes (1998). Institucionalidad para Mujer y Género en
América Latina y el Género. Estudio Regional. BID. Washington. D.C.

197
ROSA PAREDES PAREDES

monitoreo y evaluación conjunta de políticas públicas dirigidas a la pobla-


ción femenina.

Tomando en consideración las limitaciones señaladas, tanto en el nivel de la


estrategia de desarrollo, como en el nivel de la ejecución de las políticas, en este
artículo se abordará una reflexión sobre condiciones de inequidad que siguen
predominando y que no han sido enfrentadas por las políticas de igualdad, se in-
sistirá en la necesidad de ir más allá de las políticas que ponen el énfasis en las con-
secuencias de las desigualdades y no en las causas.
Se plantearán dos temas cruciales que inciden en la falta de eficacia y de le-
gitimidad de las políticas de igualdad. El primero, que se presentará en la primera
sección, es el tema de la visibilización y de la necesidad de transformación de la
responsabilidad y el tiempo de dedicación de hombres y mujeres a las actividades
económicas no remuneradas. En el tema de la desigualdad de género y su relación
con la pobreza femenina sostenemos la hipótesis que una de las causas funda-
mentales de la situación de disparidad genérica está condicionada por el vínculo
entre la participación de las mujeres en las actividades económicas remuneradas y
las no remuneradas
La finalidad de la primera sección es plantear la necesidad de elaborar nue-
vos indicadores, para analizar las características de la incorporación de la pobla-
ción femenina a las actividades económicas remuneradas y no remuneradas. En
este apartado se identifican algunas dimensiones que generan condiciones de vida
relacionadas con desigualdades por razones asociadas al sexo, para ello se presen-
tan algunas mediciones de la participación de la población femenina en las acti-
vidades remuneradas y se plantean las limitaciones de estos indicadores. Final-
mente se realiza el planteamiento acerca de la necesidad de nuevos indicadores
que hagan posible la obtención y análisis de datos mas completos que sirvan de
sustento para mejorar las políticas de equidad social y de género.
El segundo tema se refiere a la necesidad de participación activa de la sociedad
civil en el diseño, ejecución y control de las políticas públicas; además este segundo
aspecto subraya la idea de que este tipo de participación es indispensable a fin de ase-
gurar la calidad de las políticas públicas. Todo ello para, en un primer aspecto, con-
trarrestar la tendencia que reflejan las políticas de igualdad de poner el énfasis en las
consecuencias y no en las causas de las desigualdades de género. En un segundo as-
pecto, evitar que se conviertan en políticas impuestas desde las autoridades guberna-
mentales, sin participación de las organizaciones que legítimamente representan los
intereses de las mujeres. Finalmente se presentan reflexiones sobre los problemas de
naturaleza política que limitan la participación de la sociedad civil.

2. POLÍTICAS PÚBLICAS Y POBREZA FEMENINA


En el tema de la desigualdad de género y su relación con la pobreza femenina
sostenemos la hipótesis que una de las causas fundamentales de la situación de

198
POLÍICAS DE IGUALDAD, POBREZA Y PARTICIPACIÓN

disparidad genérica está condicionada por el vínculo entre la participación de las


mujeres en las actividades económicas remuneradas y las no remuneradas. Las
mujeres dedican un alto porcentaje de su tiempo a las labores domésticas, al cui-
dado de niños(as), personas enfermas y de la tercera edad5. Esta dedicación les li-
mita su participación en las actividades económicas remuneradas y les hace más
vulnerables a la pobreza. Sin embargo no existen indicadores que permitan me-
dir este vínculo6.

2.1. Condiciones de inequidad e inserción laboral


Tener acceso a datos e indicadores que informen sobre las condiciones de ine-
quidad social y de género que limitan la inserción laboral de la población feme-
nina es primordial para enfrentar las causas de la pobreza. En este apartado se pre-
tende contribuir a la identificación de indicadores y vínculos respecto a la
participación de las mujeres en las actividades económicas remuneradas y en las
no remuneradas, presentando aspectos que visibilicen inequidades de género y sus
efectos en el empobrecimiento de las mujeres.
Existe evidencia de que en las últimas décadas se han producido significati-
vas transformaciones del mercado de trabajo, una creciente y masiva incorpora-
ción de las mujeres a las actividades económicas remuneradas, y relevantes cam-
bios en la vida familiar que no reflejan las estadísticas.
Los datos de Venezuela nos señalan que la tasa de participación laboral de la
población femenina, en las últimas tres décadas, creció a un ritmo mayor que la
masculina, asimismo nos presentan que esta misma población muestra niveles
educativos superiores a la población masculina. Sin embargo, las tasas de desem-
pleo son mayores en las trabajadoras y los niveles de ingreso por salario son me-
nores. Para el año 2002 los salarios de las trabajadoras eran equivalentes al 85%
de los salarios de los trabajadores.
La tasa de desempleo femenino, en la población venezolana, que en el pasado
estuvo en un nivel inferior a la de los hombres, en 1990 se equipara para poste-
riormente superar la tasa masculina. Conviene destacar, que el desempleo no
afecta por igual a toda la fuerza de trabajo, femenina o masculina. Los jóvenes de
ambos sexos tradicionalmente han tenido más dificultades para conseguir un em-
pleo. Son los jóvenes cuya situación se ha agudizado en el transcurso de los últi-
mos treinta años y aún más las mujeres jóvenes de 15 a 24 años. En este último
caso, la tasa de desempleo se incrementó en 20,3 puntos entre 1971 y 2004. Las
mujeres de 25 a 44 años también tienen una tasa de desempleo más alta que los
hombres de este segmento etario.
La fuerza laboral femenina se ha concentrado en aquel sector de la economía
que se caracteriza por condiciones de trabajo inestables, una seguridad social pre-
5 Para una mayor discusión ver: Paredes, Rosa (2007). «Empleo, inserción social y situación de género».
Ponencia presentada en el Evento Empleo e Inserción Social PNUD INE. Caracas.
6 Para una explicación más detallada de esta hipótesis, véase Aguirre Rosario (2005).

199
ROSA PAREDES PAREDES

caria y baja productividad y remuneración. Esta condición vinculada al mayor ni-


vel de desempleo en las mujeres, alerta sobre la informalización y precarización del
empleo femenino.
En comparación con la situación de los trabajadores masculinos, si bien la
oferta de trabajo se ha concentrado también en el sector informal de la economía,
los hombres acceden más que las mujeres a actividades económicas donde las re-
laciones de trabajo se encuentran regularizadas, obteniendo, de este modo la po-
blación masculina, beneficios laborales y sociales en una magnitud relativamente
mayor que las mujeres.
La brecha de ingresos, entre hombres y mujeres sigue siendo amplia, aunque
ha tendido a disminuir. No obstante los datos no nos permiten concluir si dicha
reducción se debe a una mejora de los salarios que perciben las mujeres o más bien
tiene que ver con una disminución de los salarios que perciben los hombres, dado
que cerca de la mitad de ellos también son trabajadores informales.
La situación específica de las trabajadoras con respecto a los trabajadores le-
vanta interrogantes sobre el por qué de tales desventajas y diferencias. Una parte
de la explicación se encuentra en la capacidad del aparato productivo de generar
trabajo y empleo de calidad para ambos sexos. Otras explicaciones remiten a as-
pectos de inequidades de género, de los cuales las mediciones actuales de empleo
no nos pueden dar respuesta.
Para responder a esos interrogantes es necesario que las estadísticas relativas
a las personas sean recolectadas, analizadas y presentadas por sexo. De esta manera
los datos sobre las contribuciones de las mujeres y los hombres, sus necesidades y
acceso diferencial a los beneficios de la sociedad, servirán de base para políticas de
equidad social y de género.
En relación a los cambios del mercado laboral, tanto la flexibilización del tra-
bajo, como el creciente aumento del sector informal, han determinado que la in-
serción de las trabajadoras y los trabajadores se realice en condiciones distintas.
Esta nueva inserción no es captada por los indicadores existentes, los cuales fue-
ron elaborados para medir esa incorporación en contextos anteriores en los cua-
les predominaba el trabajo formal7.
Las mediciones actuales acerca de las actividades económicas que realizan las
mujeres presentan vacíos. Existe una amplia justificación acerca del tema de defi-
nir como actividad económica la producción de bienes y la prestación de servicios
dentro del hogar que realiza la población femenina8. De acuerdo a Pollack (1997)
la subestimación de las actividades económicas que realizan las mujeres se basa en
la definición de actividad económica como empleo remunerado, definición que
excluye una serie de actividades que realizan las mujeres que tienen valor econó-
mico y por las que no perciben ninguna remuneración. Se trata de una caracte-

7 Pollack (1997).
8 Según Lourdes Urdaneta (2006 y 1986) el trabajo del hogar: (i) constituye un área de servicios equi-
parables a los que se prestan en el mercado, (ii) contribuye indirectamente al aumento del flujo de bienes y ser-
vicios en el mercado, y (iii) como consecuencia, contribuye al incremento del producto social. Esta autora pro-
pone la inclusión de esta actividad en el Sistema de Cuentas Nacionales.

200
POLÍICAS DE IGUALDAD, POBREZA Y PARTICIPACIÓN

rística que no es recogida en los indicadores económicos tradicionales, tales como


el producto interno bruto.
Para responder a esta limitación estadística se han diseñado las Encuestas de
Uso del Tiempo. Mediante esta herramienta se investiga como distribuyen las
personas su tiempo entre actividades remuneradas, y no remuneradas, tanto den-
tro como fuera del hogar. Estas encuestas se han realizado en varios países latino-
americanos, entre ellos están República Dominicana (en Encuesta Nacional de
1995), en México (en 1996 y 1998 como módulos de la Encuesta de hogares y
en el 2002 como Encuesta Nacional), en Nicaragua (en módulo de Encuesta de
Hogares de 1998), en Cuba (en Encuesta Nacional de 2001) y en Montevideo,
Uruguay (en 2003)8.
Los resultados de estos estudios en general reportan que las mujeres invierten
largas jornadas en las actividades no remuneradas, entre ellas los oficios del hogar,
las labores de cuidados de niños y enfermos, y el trabajo comunitario9. Estos da-
tos permiten sustentar la hipótesis de que la alta exposición de las mujeres al tra-
bajo no asalariado les dificulta participar en condiciones de igualdad en el empleo
remunerado. Aún más, les eleva la vulnerabilidad para entrar o permanecer en si-
tuaciones de empobrecimiento.
Otras mediciones que posibilitarían obtener más información para el análi-
sis de la pobreza y su vinculación con inequidades de género son los datos acerca
del ejercicio de las responsabilidades familiares desagregados por sexo. Por ejem-
plo el cuidado de niños y niñas antes de los tres primeros años y la manutención
de hijos e hijas dentro y fuera del hogar. Estos datos nos podrían ilustrar acerca de
la magnitud de las responsabilidades que pesan sobre las mujeres y facilitarían una
toma de conciencia para generar políticas y campañas de estímulo a las responsa-
bilidades familiares compartidas entre hombres y mujeres.
Asimismo, estos indicadores si se cruzan con otras variables harían factible estu-
diar su grado de influencia, en situaciones de pobreza, en los diferentes grupos de ho-
gares, tanto aquellos con jefatura masculina, como los hogares con jefatura femenina.

2.2. Mediciones de actividades económicas remuneradas y no remuneradas


Las consideraciones señaladas en el apartado anterior, nos permiten plantear
para Venezuela –lo que se podría adaptar a otros países latinoamericanos, que no
lo hayan realizado– al menos, tres tipos de nuevas mediciones:

■ Diseñar un módulo en la Encuesta de Hogares para investigar acerca del


tiempo que dedican hombres y mujeres a las actividades económicas no re-

9 En Venezuela en el año 1983 el Banco Central de Venezuela realizó, para el Ministerio para la Parti-
cipación de la Mujer, la investigación: División del Trabajo, distribución personal del tiempo diario y valor
económico del trabajo realizado en los hogares venezolanos.
10 Ver CEPAL (2003). Informe de la Reunión de Expertos: Encuestas Sobre Uso del Tiempo. Santiago de
Chile, 11 y 12 de diciembre.

201
ROSA PAREDES PAREDES

muneradas y vincular estos datos con su participación en el empleo remu-


nerado tanto el formal como el informal.
■ Agregar preguntas al censo y a las encuestas de hogares acerca de las res-
ponsabilidades de cuidado de los hijos menores de tres años. Sobre este
grupo de niños no se registra la información de si asiste a algún servicio de
cuidado o atención infantil; si no asiste probablemente los cuidan las ma-
dres, y es uno de los factores que limita a las mujeres la incorporación al
empleo formal.
■ Recuperar preguntas del censo de 1950 y de las encuestas de hogares de
1967 acerca de las responsabilidades de manutención de familiares dentro y
fuera del hogar11. Este indicador sería muy importante para conocer acerca
del ejercicio de los deberes de manutención de padres y madres con respecto
a los y las menores de 18 años. Probablemente en el caso de las parejas sepa-
radas, hay un alto porcentaje de casos en los cuales son las madres las res-
ponsables únicas de la manutención de menores. Este es un factor que pro-
piciaría mayor vulnerabilidad al empobrecimiento de las mujeres.

La información disponible en el país sobre la pobreza se refiere al número de


hogares según la condición de pobreza en la cual se encuentran, así como la po-
blación perteneciente a estos hogares. En este último caso, algunas publicaciones
del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) hacen referencia a la población mas-
culina y femenina por grupos de edad. En relación a los datos que existen pero
que no se publican proponemos lo siguiente para Venezuela:

• Las mediciones utilizadas en el país son la Línea de la Pobreza (pobreza co-


yuntural) y las Necesidades Básicas Insatisfechas. El INE pone a disposición
de los y las usuarias de estadísticas la publicación «Perfil de la Pobreza»
(Unidad de Condiciones de Vida). La unidad de análisis es el hogar. Tan
sólo dos variables de este estudio presentan datos por sexo: (i) % de jefes del
hogar por sexo en relación con el total de hogares y (ii) edad mediana del
jefe o jefa de hogar. Las demás variables no se presentan diferenciando si el
hogar es encabezado por un hombre o una mujer. Proponemos que ello se
realice, pues sería un aporte fundamental para dilucidar algunas de las cau-
sas por las cuales el hogar se encuentra o no situación de pobreza, el pre-
sentar datos diferenciados por sexo. Entre otros los principales indicadores
a presentar considerando el sexo serían: la fuente de ingreso de los hogares,
el número de personas que trabajan, el nivel educativo del jefe o jefa de ho-
gar y los demás indicadores presentados en el estudio.
• Igualmente, para efecto de políticas públicas, interesaría conocer del tipo de
hogar que se trate, si es monoparental o biparental, si el o la cónyuge con-
vive en el hogar, si está ausente pero contribuye o no con el mantenimiento
del hogar.

11 Ver Gruson Alberto (2004).

202
POLÍICAS DE IGUALDAD, POBREZA Y PARTICIPACIÓN

• Según el Índice del Plan de Tabulación Semestral 1994-2004 de la En-


cuesta de Hogares por Muestreo, el formato de salida de los tabulados in-
cluyen la variable sexo, es decir, todos los cruces determinados se realizan
con la variable sexo. Los tabulados sobre el ingreso o remuneraciones in-
cluyen la variable sexo. El problema radica en la variable ingreso que asume
la característica de escala de ingreso dentro de la cual se registra el número
de personas por sexo que caen dentro del rango. No se contemplan otras va-
riables relevantes, como por ejemplo la variable ingreso medio por sexo,
edad, actividad económica, sector de la economía y grupo de ocupación.
Asimismo, es posible incluir indicadores sobre la participación económica
de mujeres y hombres según condición de pobreza. Proponemos que se in-
cluya la presentación de estas variables.

Finalmente, considerando que los datos sobre participación en actividades


económicas son fundamentales para diseñar políticas públicas de enfrentamiento
a las causas estructurales de la pobreza, se propone: (i) que las estadísticas exis-
tentes sean presentadas sistemáticamente por sexo, (ii) que se diseñen nuevos in-
dicadores y módulos especiales en las encuestas de hogares, para captar la partici-
pación de mujeres y hombres en las actividades económicas remuneradas y no
remuneradas; y (iii) que se analice la relación entre los procesos de empobreci-
miento y la participación de hombres y mujeres en las actividades económicas re-
muneradas y no remuneradas,

3. POLÍTICAS PÚBLICAS Y SOCIEDAD CIVIL


Durante los años setenta y ochenta las políticas públicas dirigidas a la pobla-
ción femenina, en general, se caracterizaron por poner el énfasis en la vulnerabi-
lidad de las mujeres. En la mayoría de los lineamientos de políticas se analizaba la
situación de las mujeres con las mismas variables de vulnerabilidad social con las
que se analizaba la situación de la niñez, los problemas de las personas de la ter-
cera edad y la situación de los grupos en situación de minusvalía.
Es a partir de los años noventa cuando se inicia el énfasis en los derechos de
las mujeres, aunque desde 1979, se contaba con las recomendaciones de la Con-
vención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mu-
jer. Con este nuevo énfasis en los derechos, se incorpora en los análisis de la si-
tuación de las mujeres su condición de ciudadanas.
Desde este enfoque se considera que los cambios legislativos y la promulga-
ción de las medidas positivas, como por ejemplo la ley de cuotas, son el medio más
eficaz para garantizar la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. En esta
orientación influyeron en alto grado las recomendaciones de la II Conferencia de
los Derechos Humanos, celebrada en Viena en 1993, conferencia en la que se tra-
taron por primera vez explícitamente los derechos de la población femenina, gra-
cias a la presión y aportes de las organizaciones de mujeres de la sociedad civil.

203
ROSA PAREDES PAREDES

Después de más de tres décadas de ejecución de políticas dirigidas a la igual-


dad, si bien hay legados muy positivos –como las modificaciones legislativas y el
proceso de institucionalización de políticas dirigidas a las mujeres, mediante la
creación de instancias gubernamentales con este fin– existe la opinión generali-
zada que estas políticas han sido insuficientes.
Desde este contexto, se plantea actualmente la necesidad de una nueva ge-
neración de políticas, que vayan más allá de las dirigidas a la participación y a las
reformas legislativas. Estas nuevas políticas se caracterizarían por ser específicas,
dirigidas a las causas de la desigualdad, colocando especial énfasis en aquellas que
se orienten a otorgarles a las mujeres más poder, tanto en el ámbito privado, como
en el público.
Con el fin de aportar elementos que permitan enfrentar problemas de insu-
ficiencias y retos de las políticas, en esta sección se presentan reflexiones referidas
a la necesidad de la participación activa de las organizaciones especializadas de la
sociedad civil en el diseño, ejecución y control de las políticas públicas. Se anali-
zan aspectos que permiten inferir la idea de que es indispensable este tipo de par-
ticipación para asegurar la calidad de las políticas públicas.
Se plantea que esta participación debería establecerse, tanto en la fijación de
políticas explícitas dirigidas a la igualdad, específicamente a la igualdad política,
como en la ejecución y contraloría de todas las políticas. Todo ello para contra-
rrestar la tendencia que reflejan las políticas de igualdad de poner el énfasis en las
consecuencias y no en las causas de las desigualdades de género.
Para finalizar se presentan reflexiones sobre los problemas de naturaleza po-
lítica que limitan la participación de la sociedad civil, se examinan tensiones en-
tre los organismos gubernamentales y las organizaciones civiles. Se plantea la ne-
cesidad de institucionalizar la participación en las políticas para evitar que se
conviertan en políticas públicas impuestas desde las autoridades gubernamenta-
les, sin participación de las organizaciones que representan genuinamente los in-
tereses de las mujeres.

3.1. Participación de la Sociedad Civil y Calidad de las Políticas


Son conocidas y valoradas las contribuciones de las organizaciones de muje-
res, de las investigadoras y de los centros académicos, en las recomendaciones sur-
gidas de las conferencias mundiales y en las políticas nacionales. Estas contribu-
ciones han influido substancialmente para la definición de políticas dirigidas a la
igualdad.
Sin embargo, la participación de las organizaciones civiles en el diseño de las
políticas nacionales es discontinua, esporádica, dependiente de la presión política
y de la voluntad de los y las dirigentes. La consulta para el diseño de las políticas
no está institucionalizada, esta participación depende también de las decisiones de
los funcionarios o las funcionarias de turno y de las coyunturas políticas, como
son las situaciones electorales.

204
POLÍICAS DE IGUALDAD, POBREZA Y PARTICIPACIÓN

Si bien la participación de las organizaciones de mujeres en la formulación de


las políticas no es sistemática, esta participación, la mayoría de las veces, es ine-
xistente cuando se refiere a la ejecución, evaluación, seguimiento y control de las
políticas. La ausencia de la incorporación de los criterios y recomendaciones de las
organizaciones especializadas que tienen la experiencia, conocimiento de la reali-
dad y estándares de gestión eficientes, hace que las políticas evidencien limitacio-
nes en su formulación y baja calidad en su ejecución.
Esta participación es indispensable en ciertas áreas, por ejemplo en la sensi-
bilización y capacitación. En general, las políticas dirigidas a la población feme-
nina son ejecutadas por empleados y empleadas que necesitan una capacitación
especial y sistemática. En muchos casos, estas personas carecen de la formación y
el conocimiento, que sí les pueden aportar las organizaciones expertas en la pro-
blemática de mujeres.
Los aportes de estas organizaciones son fundamentales en la consulta y aná-
lisis de las situaciones regionales y locales. Normalmente, las políticas se diseñan
y administran desde el nivel central, dando por ello resultados que no consideran
aspectos específicos y muchas veces esenciales de las realidades locales, de las par-
ticularidades territoriales. De allí que, a partir de una conceptualización limitada,
la ejecución de las medidas y de los programas, no llega a los niveles de eficacia
que si es posible alcanzar.
Otro aspecto fundamental que justifica la participación de las organizaciones
de mujeres, es el relacionado con el seguimiento a los planes de acción, definidos a
nivel internacional y regional. Se trata de planes con los cuales ha existido un com-
promiso concreto por parte de los gobiernos, y cuyo contenido fue definido en con-
sultas y debates, que significaron meses e incluso años de esfuerzo de organismos
públicos y organizaciones civiles de las sociedades de los diferentes países.
Conviene destacar que la consulta con organizaciones especializadas, ha permi-
tido en los planes internacionales y regionales identificar políticas cuyos componen-
tes son aplicables tanto a nivel nacional como local. Los contenidos de esos planes
emergieron de un consenso, razón para también requerir que en su seguimiento, sea
efectiva la participación de aquellas organizaciones de la sociedad civil, cuya funcio-
nabilidad evidencie estabilidad y continuidad de acciones. En muchas ocasiones se
tiene el caso de que entidades de la sociedad civil, demuestran tener más años y ex-
periencia de trabajo, que los correspondientes a entidades o instituciones de go-
bierno. Estas últimas están más supeditadas a procesos electorales, y cambios especí-
ficos de conducción de políticas dentro de un mismo período gubernamental.
En ese contexto de ideas donde la efectiva participación se hace muy impor-
tante, es de señalar que la legitimidad de las políticas se asegura mediante proce-
sos de apropiación de las mismas por parte de la población a las que van dirigi-
das. El hecho que las organizaciones que representan, que realizan el papel de
efectiva intermediación social, participen en la ejecución y contraloría de las po-
líticas, proporciona un sentido de apropiación por parte de la población.
Los factores antes señalados dan base para considerar que las políticas naciona-
les se pueden auditar y medir con indicadores definidos conjuntamente por los or-

205
ROSA PAREDES PAREDES

ganismos gubernamentales y las organizaciones especializadas de la sociedad civil.


Estos indicadores tendrían que estar dirigidos a poner mayor énfasis en la calidad y
optimización de los resultados de las políticas para alcanzar la igualdad real. En la
discusión de estos instrumentos se tendría que incorporar el debate contemporáneo
acerca del poder igualitario en las familias, en la sociedad civil y en el Estado.
Entre los indicadores a definir en relación a la calidad de las políticas para al-
canzar este poder igualitario, están, por ejemplo, aquellos referidos a medir ma-
yores posiciones de poder para las mujeres en el ámbito público. La formulación
de estos indicadores influiría en el establecimiento de medidas que superan las li-
mitaciones de las políticas de cuotas de representación política, y contribuiría po-
sitivamente en la adopción de las disposiciones dirigidas a la inclusión paritaria de
mujeres en puestos de elección y en puestos de designación.
En relación a los estándares de calidad de las políticas, habría que diseñar in-
dicadores por área de política que evalúen el estado actual de la ejecución, que
permitan realizar una comparación con los resultados esperados y que faciliten
una proyección de su impacto en el corto y mediano plazo.
Finalmente será necesario formular indicadores que monitoreen la transpa-
rencia y la rendición de cuentas de las políticas. Estos indicadores permitirían el
control por parte de la ciudadanía, lo que reforzaría el carácter democrático de las
instituciones que ejecutan políticas, mediante la incorporación de la partici-
pación, dando a conocer constantemente información, y procediendo a realizar
oportunos procesos de rendición de cuentas.

3.2. Problemas de Naturaleza Política y Participación de la Sociedad Civil


En general existen tensiones y aversiones desde los gobiernos que limitan la
participación de las organizaciones civiles en las políticas públicas. Estas tensiones
se producen en diversos grados, dependiendo de la naturaleza de las organizacio-
nes. Usualmente, este grado llega a una alta hostilidad cuando se trata de las aso-
ciaciones de mujeres que plantean temas polémicos como el aborto, o de las que
denuncian los abusos de poder de los partidos políticos, o de las que reclaman
transparencia y rendición de cuentas.
Muchas veces, los gobiernos limitan o impiden la participación de las aso-
ciaciones civiles argumentando que no tienen representatividad o peso político;
otro de los señalamientos que realizan es que están vinculadas con sectores o gru-
pos de oposición política.
En el amplio ámbito de la sociedad civil, existen organizaciones autónomas
y existen organizaciones vinculadas a grupos, o partidos, o corrientes políticas, to-
das estas organizaciones tienen elementos que aportar tanto para las propuestas de
leyes como para las políticas públicas. Existen múltiples experiencias en las cuales
las mujeres de las organizaciones autónomas y las mujeres de los partidos políti-
cos han trabajado juntas, especialmente en el área de prevención de la violencia
contra la mujer.

206
POLÍICAS DE IGUALDAD, POBREZA Y PARTICIPACIÓN

Las organizaciones autónomas son las que trabajan públicamente a favor de


propuestas de leyes o políticas en áreas que exigen cambios profundos para al-
canzar una mayor autonomía y empoderamiento de las mujeres, como son las
medidas vinculadas al equilibrio de poder en la familia, al aborto, a las cuotas, y
a la paridad en la participación política.
Las integrantes de los partidos políticos y las asociaciones vinculadas al
campo político, tienen restricciones para trabajar en estas áreas. Es más, en mu-
chos casos por seguir directrices de sus respectivas agrupaciones políticas, no apo-
yan estas medidas y en ocasiones, se convierten en sus principales oponentes.
Sin embargo, a pesar de las tensiones y las diferencias, el enfoque que se
quiere presentar en este artículo es el de la necesidad del trabajo conjunto y de la
negociación entre las organizaciones autónomas y las organizaciones políticas. La
concertación entre estos dos tipos de organizaciones, es la vía más exitosa, expe-
rimentada hasta estos momentos, para alcanzar transformaciones de las desigual-
dades de género.
Cuando se establecen los espacios de concertación, las organizaciones de mu-
jeres en general, se relacionan con el Estado, y participan en negociaciones de po-
líticas reconociendo que los logros son insuficientes pero que su papel es insistir
en medidas de adelanto hacía una mayor igualdad.
En estos espacios las organizaciones se relacionan con las instancias de go-
bierno, no sólo por que estas últimas son las responsables de las políticas, sino por
otras razones adicionales. Una de ellas es que los gobiernos han asumido el com-
promiso respecto a políticas de igualdad en foros internacionales, compromisos
que requieren de monitoreo y seguimiento. Otra es que esas organizaciones de la
sociedad civil han contribuido en la formulación de los acuerdos y evidencian co-
nocer con propiedad los compromisos adquiridos.
En las experiencias de trabajo conjunto por la prevención y erradicación de
la violencia contra las mujeres, las organizaciones de mujeres en general recono-
cen que las entidades públicas orientadas a la población femenina, han alcanzado
logros. No obstante, este reconocimiento no significa que se aprueben las ejecu-
ciones deficientes, los enfoques centralizados prescindiendo de las realidades lo-
cales y especialmente la ausencia de consulta y concertación sistemática.
Son muy pocas las organizaciones especializadas de mujeres que trabajan en
programas conjuntos con entes gubernamentales, ellas en general se protegen de
no ser percibidas o transformadas en instancias controladas por los gobiernos de
turno. Este es el caso especial de asociaciones que han realizado un trabajo eficaz
por años, sistemático y especializado; estas instancias autónomas defienden sus ac-
ciones y luchan por mantenerlas independientes de la burocracia pública y de los
partidos políticos.
En el contexto de esta tensión entre Estado y sociedad civil al que se ha he-
cho referencia, se plantea la necesidad de definir mecanismos y normas para la
participación en las políticas, por parte de las organizaciones de mujeres, tanto de
aquellas que son autónomas, como de las que se encuentran vinculadas a co-
rrientes políticas o a diferentes partidos políticos.

207
ROSA PAREDES PAREDES

Esta participación no puede seguir siendo aleatoria y asistemática, habría que


institucionalizarla, para contrarrestar el excesivo peso de los aspectos políticos que
la debilitan y para establecer los aspectos técnicos que la fortalecerían. Para ello
nos permitimos esbozar algunos criterios para el establecimiento de estos meca-
nismos institucionalizados de participación.
Un criterio clave sería denominar a estos mecanismos con calificativos que
sean sinónimos de consejos o espacios de concertación, para que quede explícita-
mente claro que son para establecer acuerdos desde visiones diferentes. Otro cri-
terio sería establecer que las organizaciones que participen, además de represen-
tar sectores de mujeres tengan un trabajo sostenido y especializado.
Mediante espacios de concertación con estas características, las organizacio-
nes de mujeres sin perder su autonomía, podrían trabajar con los organismos gu-
bernamentales, en la ejecución de políticas dirigidas a las causas de la inequidad
de género, proporcionando legitimidad y calidad a las mismas.
Los aportes y beneficios de la participación institucionalizada de las organi-
zaciones de la sociedad civil en las políticas se producirían en por lo menos dos as-
pectos fundamentales: Por un lado se lograría una mayor apertura y un mejor de-
sempeño de la democracia por parte de los gobiernos. Y por el otro, se facilitarían
espacios para que las organizaciones de mujeres reforzaran su ejercicio de ciu-
dadanía civil y ciudadanía política, fortaleciendo así, el ejercicio efectivo, de una
ciudadanía más plena.

BIBLIOGRAFÍA
AGUIRRE, Rosario (2005). «Trabajo no remunerado y uso del tiempo. Fun-
damentos conceptuales y avances empíricos. La encuesta Montevideo 2003». En
El Tiempo, los tiempos, una vara de desigualdad. CEPAL, Unidad Mujer y Desa-
rrollo. Publicación de las Naciones Unidas, Santiago de Chile.
CEPAL (2003). Informe de la Reunión de Expertos: Encuestas Sobre Uso del
Tiempo. Santiago de Chile, 11 y 12 de diciembre.
CHANT, Sylvia (2006). Re-Thinking the «Feminization of Poverty» in Re-
lation to Aggregate Gender Indices. En: Journal of Human Development, Vol. 7,
No. 2, Julio 2006. UNDP/PNUD.
GRUSON, Alberto (2004) Hogar y Núcleo Familiar en la Encuesta de Hogares
por Muestreo de Venezuela, documento presentado en el Segundo Encuentro Na-
cional de Demógrafos y Estudiosos de la Población, Caracas UCAB, noviembre.
INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA, Programa Indicadores de
Condiciones de Vida (2003). El Perfil Nacional de la Pobreza. En: Medición de
Pobreza Primer Semestre 2002. Caracas, Abril 2003.
PAREDES, Rosa (2005). Las Mujeres en Venezuela: Estrategias para Salir de
la Pobreza. En: Revista Venezolana de Estudios de la Mujer, «Género y Participación
Económica», Enero-Junio 2005, Vol. 10, No. 24. Centro de Estudios de la Mujer,
Universidad Central de Venezuela, Caracas.

208
POLÍICAS DE IGUALDAD, POBREZA Y PARTICIPACIÓN

PAREDES, Rosa (2006). Políticas Públicas, Pobreza y Equidad de Género.


Artículo publicado en la Revista Espacio Abierto, Cuaderno Venezolano de So-
ciología, Vol. 15 Nº 4, oct-dic. 2006. Universidad del Zulia.
POLLACK, Molly (1997). «Reflexiones sobre los Indicadores del Mercado
de Trabajo para el Diseño de Políticas con un enfoque basado en el Género». CE-
PAL, Serie Mujer y Desarrollo Nº 19. Unidad Mujer y Desarrollo. Publicación de
las Naciones Unidas, Santiago de Chile.
URDANETA, Lourdes (2006, 2da edición y 1986, 1ra edición). Partici-
pación económica de la mujer y distribución del ingreso. Banco Central de Ve-
nezuela, Caracas.

209
CLAVES FEMINISTAS EN TORNO
AL FEMINICIDIO
CONSTRUCCIÓN TEÓRICA, POLÍTICA Y JURÍDICA
Marcela Lagarde y de los Ríos1
Profesora de Sociología de la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM).
Especialista en Estudios Feministas, Género y
Desarrollo; Presidenta de la Red por la Vida y
la Libertad de las Mujeres

PREÁMBULO
Presento en este texto un relato preliminar de una historia personal y colectiva
sobre el conocimiento, la investigación y el análisis, así como la elaboración teórica y
legislativa del feminicidio y la violencia feminicida en la lucha por la erradicación de
todas las formas de violencia y la vigencia de los derechos humanos de las niñas y las
mujeres, de acuerdo con los siguientes apartados: –A manera de introducción,
–Ideologías y otras prácticas, –¿Qué es el feminicidio?, –Del feminicidio a la violen-
cia feminicida, –La invesitigación diagnóstica sobre violencia feminicida, –¿Quiénes
eran ellas?, –La violencia feminicida, –Feminicidio y otras muertes violentas, –Algu-
nas víctimas de violencia feminicida, –Violencia feminicida en el mundo, –Algunas
confirmaciones, –Categorías antropológicas y jurídicas.

1 Marcela Lagarde y de los Ríos, Feminista, Etnóloga, Maestra en Ciencias Antropológicas y Doctora en An-
tropología (UNAM). Profesora de los postgrados en antropología y sociología de las Universidad Nacional Autó-
noma de México, así como del Diplomado en Estudios Feministas del Centro de Investigaciones Interdisciplina-
rias en Ciencias y Humanidades y del Diplomado en Género Democracia y Desarrollo de la Fundación Guatemala
y el CEIICH, UNAM, Presidenta de la Red por la Vida y la Libertad de las Mujeres y Coordinadora del Proyecto
(UNIFEM) y de los Talleres Casandra de Antropología Feminista. Presidenta de la Comisión Especial para Co-
nocer y dar Seguimiento a los Feminicidios en la República Mexicana de la Cámara de Diputados LIX Legislatura,
2003-2006.

211
MARCELA LAGARDE Y DE LOS RÍOS

1. INTRODUCCIÓN
Todo empezó por la alarma en torno a crímenes contra niñas y mujeres en
Ciudad Juárez hace más de quince años.
Del horror y la consternación surgieron la denuncia y la exigencia de justicia. A
pesar de ello, pasó el tiempo y no hubo una respuesta satisfactoria por parte de las au-
toridades. Surgieron organizaciones de apoyo a familiares de las víctimas y de lucha
frente a la violencia contra las mujeres, así como grupos de atención a víctimas que
se manifestaron con fuerza como parte de movimientos civiles en defensa de los de-
rechos humanos y de los movimientos de mujeres y feministas. A pesar de todo, los
homicidios han continuado. De la denuncia local se pasó a la nacional y desde en-
tonces, Ciudad Juárez es conocida en el mundo por los crímenes de niñas y mujeres,
mediante intensas campañas para abatir la impunidad que los han acompañado.
El feminicidio ha trascendido las fronteras mexicanas porque, con legítimo de-
recho, las organizaciones directamente vinculadas al proceso de justicia y al movi-
miento, han recurrido a organismos internacionales civiles e institucionales. Se han
pronunciado al respecto, Amnistía Internacional, la Corte Interamericana de Dere-
chos Humanos, el Parlamento Europeo, congresos de países europeos, como el
Congreso de los Diputados de España, además del Congreso de los Estados Unidos,
ayuntamientos de localidades de diversos países, ONG, redes de mujeres y muchos
más. En su última visita al país, la Alta Comisionada para los Derechos Humanos
de la ONU, Louise Arbour, hizo señalamientos severos al gobierno2.
México ha recibido a lo largo una década más de cincuenta recomendaciones
internacionales de organismos de derechos humanos y de relatores de diversas
instancias de la ONU, que contienen la exigencia al gobierno de esclarecer todos
los casos, lograr el acceso a la justicia por parte de familiares de víctimas y, cada
vez más, la puesta en marcha de políticas de gobierno con perspectiva de género
para enfrentar dichos crímenes y sus causas, así como erradicar la violencia con-
tra las mujeres y la impunidad3.
Las organizaciones civiles y las familias han recibido muestras de solidaridad di-
recta y han realizado acciones conjuntas para presionar a las autoridades y hacer
conciencia sobre la violencia contra las mujeres. Han recorrido países, participado
en foros, congresos, conferencias de prensa, han relatado una y otra vez qué le su-
cedió a su hija, a su hermana, a su alumna, a la turista, y han encontrado una gran
simpatía. Han sido tratadas con injusticia, desdén, paternalismo, falta de profesio-
nalismo, negligencia y con violencia por las autoridades más diversas: desde policías,
ministerios públicos, pasando por fiscales, directoras de mecanismos de la mujer y
procuradoras, hasta gobernadores y presidentes de la República. Familiares y acti-
vistas han tocado puertas institucionales, soportado audiencias, discursos y rituales

2La Jornada, marzo, México, 2008.


3Recomendaciones hechas al gobierno de México por organismos nacionales e internacionales en torno del fe-
minicidio. Publicación en DVD, Comisión Especial para Conocer y Dar Seguimiento a las Investigaciones Re-
lacionadas con los feminicidios en la República Mexicana y a la Procuración de Justicia Vinculada, Cámara de
Diputados LIX Legislatura, México, 2006.

212
CLAVES FEMINISTAS EN TORNO AL FEMINICIDIO

de exaltación gubernamental y festivales artísticos de solidaridad, los Veinticincos de


noviembre, los Dieciséis días de activismo y los Ochos de marzo. Han enfrentado
amenazas y acciones de amedrentamiento y violencia, así como intentos de mani-
pulación de todo tipo y siguen luchando por la justicia.

2. IDEOLOGÍAS Y OTRAS PRÁCTICAS


En torno a los crímenes de Ciudad Juárez y Chihuahua se ha desarrollado
una cultura particular conformada por las aproximaciones a lo sucedido y tam-
bién por creaciones artísticas de todo tipo: literarias y poéticas, pictóricas, escul-
tóricas, fotográficas, teatrales, cinematográficas, los medios de comunicación,
tanto periódicos, la radio y la televisión sobre todo los noticieros, nacionales e in-
ternacionales se han desplegado y han cubierto desde sus diversas perspectivas
que abarcan una gama que va del amarillismo al análisis periodístico que busca la
verdad. La academia se ha aproximado también y se han realizado investigaciones
de gran aliento, así como tesis, ensayos, cursos, seminarios, diplomados motiva-
dos por el profundo compromiso de contribuir desde la ciencia a saber de manera
científica para actuar y lograr erradicar los crímenes contra niñas y mujeres.
Además de haber surgido a partir de la indignación y por la justicia, las ONG
han generado acciones de atención y apoyo legal psicológico y económico a las
víctimas así como de discusión crítica, información, cabildeo y presión a las au-
toridades; han creado observatorios para dar seguimiento al proceso. Han exigido
justicia y han la denuncia y gestionado la solidaridad. Se iniciaron preguntándose
¿cuántas muertas van? Y se pusieron a contarlas.
El movimiento, ha generado las más variadas expresiones políticas: manifes-
taciones, mítines, rituales religiosos, plantones, exposiciones e instalaciones, au-
nados a una amplia imaginación y desarrollo de habilidades y capacidades de gru-
pos, organizaciones y personas para empaparse de la situación, adquirir ciertos
conocimientos e incluso formarse académicamente y lidiar con todo tipo de per-
sonas e instituciones filantrópicas, financieras y solidarias, tanto en México como
en otros países con las que deben tratar.

2.1. Aproximaciones
En los medios y entre las organizaciones circulan explicaciones emanadas de
diversas ideologías. Se ha especulado a partir de visiones criminalísticas en las que
predominan hipótesis sobre la condición de los agresores como asesinos seriales;
siquiátricas, que los conciben como enfermos mentales, sicóticos, como locos;
psicoanalíticas que plantean la realización de deseos sádicos reprimidos que aflo-
ran en los crímenes; sociológicas, que ponderan la situación económica, no de las
mujeres víctimas ni de los victimarios, sino de la zona, y antropológicas, de la ver-
tiente culturalista, que ponen el acento en la cultura machista y misógina propia

213
MARCELA LAGARDE Y DE LOS RÍOS

de nuestra identidad. Algunos puntos de vista son simplistas y tradicionales y


otros más evolucionados y complejos. Los primeros han contribuido a generar
mitos fantásticos y los segundos han hecho contribuciones muy importantes al
conocimiento científico, profundo y complejo. Todos confluyen en la visión de
alteridad: son otros quienes tienen esas conductas.
Es característica la tendencia dominante a mostrar los crímenes como un fe-
nómeno, como un hecho raro, excepcional, que sólo sucede ahí y sólo de esa ma-
nera. Circulan, con gran credibilidad, diversas hipótesis que ligan los homicidios
de niñas y mujeres con otras actividades y grupos delictivos, como por ejemplo,
la selección de las víctimas y el uso de sus cuerpos dañados como lenguajes cifra-
dos entre criminales y sus bandas4; se presumen vínculos entre los homicidios de
niñas y mujeres con el crimen organizado y el narcotráfico, también se ha plan-
teado su relación con la acción directa, la producción y comercialización de por-
nografía dura y otras formas perversas de cosificación violenta de las mujeres.
Las autoridades han omitido durante varios años información sobre sus averi-
guaciones y han propiciado una desconfianza generalizada frente a las instituciones.
Se ha dado una verdadera confrontación de cifras entre ONG, prensa y funcionarios
¿Cuántas son? Las autoridades se han contradicho casi todo el tiempo. No se tiene
certeza en muchos casos de que las víctimas correspondan con los cuerpos entrega-
dos y no se sabe si algunas niñas, jóvenes y mujeres desaparecidas corresponden con
cuerpos sin identificar. Arduo ha sido el proceso para lograr, en casos más recientes,
investigaciones técnicamente mejores y la intervención de antropólogas forenses en
la identificación de cuerpos y personas de casos no resueltos. Durante tres lustros han
prevalecido la desinformación, la incertidumbre y el desasosiego, lo que favorece la
exageración o disminución de los hechos con un tono sensacionalista.
Lo más notable es la omisión de lo que, por constante y evidente, es la clave:
la inmensa mayoría de los crímenes son cometidos contra niñas y mujeres lo que
sólo se toma en consideración como un dato sin contenido social o en el peor de
los casos, se le da contenido prejuicioso y si se toma en cuenta para señalar la cul-
pabilidad de la víctima.
Así, se elude reconocer e investigar la condición de género de las víctimas ni-
ñas y mujeres y de los agresores que, en su inmensa mayoría, son hombres. Se
omite el análisis de las condiciones integrales en el análisis de un hecho multide-
terminado. Se hace de lado la perspectiva científica de género presente en el ám-
bito académico, en el político y, en el de defensa de los derechos humanos, en par-
ticular, de las mujeres. El androcentrismo envuelve la mayor parte de la
información y de la investigación que rodea el problema y deriva en especulacio-
nes parciales y que eluden el meollo del problema.
Recuerdo en un primer acercamiento haberme basado en el conocimiento ac-
cesible y repetir, como tanta gente continúa haciéndolo, que las mujeres asesina-
das en Ciudad Juárez eran jovencitas, pobres, muchas de ellas trabajadoras de las

4 González Rodríguez, Sergio: Huesos en el desierto. Anagrama, Barcelona, 2002. Sagato, Rita: Las es-
tructuras elementales de la violencia.

214
CLAVES FEMINISTAS EN TORNO AL FEMINICIDIO

maquilas, morenas y de pelo largo. Que habían sido secuestradas, vejadas, tortu-
radas, mutiladas y violadas antes de ser sanguinariamente asesinadas y muchos de
sus cuerpos tirados en la calle, en el desierto, en el descampado.
El estereotipo se fraguó y permanece a pesar de otras evidencias.

3. ¿QUÉ ES EL FEMINICIDIO?
Como antropóloga feminista fui llamada por colegas feministas involucradas en
el esclarecimiento de los casos y en la justicia, para contribuir a explicar, desde esa
perspectiva, al análisis de los sucesos de Ciudad Juárez. Propuse analizar los crímenes
de niñas y mujeres bajo esta óptica y definirlos como feminicidio. La categoría femi-
nicidio y la teoría sobre el feminicidio, de la que forma parte, emergen del bagaje te-
órico feminista. Sus sintetizadoras son Diana Russell y Jill Radford. Me basé en su
trabajo teórico y empírico, además del de investigadoras como Janet Caputi, Debo-
rah, Cameron, y otras más, recopilados en el libro Femicide: The politics of woman ki-
lling 5 que recoge importantes estudios y análisis de casos de feminicidio en países tan
diversos como India, Estados Unidos y Canadá y abarca desde las cacerías de brujas
en los siglos XVI y XVII en Inglaterra, hasta nuestros días6.
La teoría ahí expuesta, ubica los crímenes contra niñas y mujeres en el patriar-
cado y los considera el extremo de la dominación de género contra las mujeres. Al-
gunas lo llaman genocidio otras más lo consideran terrorismo de género. Algunas in-
cluyen subclasificaciones como feminicidio serial, feminicidio lésbico, feminicidio…
La traducción de femicide es femicidio 7 . Sin embargo, traduje femicide como
feminicidio y así la he difundido. En castellano femicidio es una voz homóloga a
homicidio y sólo significa homicidio de mujeres. Por eso, para diferenciarlo, pre-
ferí la voz feminicidio y denominar así al conjunto de violaciones a los derechos
humanos de las mujeres que contienen los crímenes y las desapariciones de mu-
jeres y que, estos fuesen identificados como crímenes de lesa humanidad.

5 Russell, Diana E. H. y Jill Radford: Femicide: The politics of woman killing. Twayne Publishers, New
York, 1992. En 2006 tradujimos y publicamos en español eses libro como Feminicidio. La política de las mu-
jeres. CEIIICH-UNAM, CEDSIFRMPJV, Cámara de Diputados, LIX Legislatura, México, 2006.
6 En 1992 en que fue publicado ese libro aún no había iniciado el conteo civil de las víctimas en Ciu-
dad Juárez. Inició unos años más tarde. En la traducción y edición en castellano, Diana Russell me pidió que
escribiera una discusión teórica a partir del caso de México, que amplió el inventario de países en los que de-
tectamos feminicidio. Russell, Diana E. y Jill Radford: Feminicidio: la política del homicidio de mujeres. Cen-
tro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, Universidad Nacional Autónoma de
México-Comisión Especial para Conocer y Dar Seguimiento a las Investigaciones sobre los Feminicidios en
la República Mexicana y a la Procuración de Justicia Vinculada, Cámara de Diputados, México, 2006Publi-
cación en DVD. Un tiempo después publicamos otra antología sobre feminicidio recopilada diez años des-
pués, con trabajos sobre África, China, La India, Israel, Canadá, Estados Unidos: Russell, Diana, E. y Roberta
A. Harmes, presentación Marcela Lagarde: Feminicidio: una perspectiva global. Centro de Investigaciones In-
terdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, Universidad Nacional Autónoma de México-Comisión Especial
para Conocer y Dar Seguimiento a las Investigaciones sobre los Feminicidios en la República Mexicana y a la
Procuración de Justicia Vinculada, Cámara de Diputados, México, 2006.
7 Una primera versión de este fragmento sobre feminicidio fue publicada en ¿Fin al feminicidio? Comi-
sión Especial para Conocer y Dar Seguimiento a las Investigaciones sobre los Feminicidios en la República Me-
xicana y a la Procuración de Justicia Vinculada, Cámara de Diputados, México, 2004.

215
MARCELA LAGARDE Y DE LOS RÍOS

El feminicidio es el genocidio contra mujeres y sucede cuando las condicio-


nes históricas generan prácticas sociales que permiten atentados violentos contra
la integridad, la salud, las libertades y la vida de niñas y mujeres.
En el feminicidio concurren en tiempo y espacio, daños contra niñas y mu-
jeres realizados por conocidos y desconocidos, por violentos, –en ocasiones viola-
dores–, y asesinos individuales y grupales, ocasionales o profesionales, que con-
ducen a la muerte cruel de algunas de las víctimas. No todos los crímenes son
concertados o realizados por asesinos seriales: los hay seriales e individuales, algu-
nos son cometidos por conocidos: parejas, ex parejas parientes, novios, esposos,
acompañantes, familiares, visitas, colegas y compañeros de trabajo; también son
perpetrados por desconocidos y anónimos, y por grupos mafiosos de delincuen-
tes ligados a modos de vida violentos y criminales. Sin embargo, todos tienen en
común que las mujeres son usables, prescindibles, maltratables y desechables. Y,
desde luego, todos coinciden en su infinita crueldad y son, de hecho, crímenes de
odio contra las mujeres.
Para que se de el feminicidio concurren, de manera criminal, el silencio, la
omisión, la negligencia y la colusión parcial o total de autoridades encargadas de
prevenir y erradicar estos crímenes; su ceguera de género o sus prejuicios sexistas
y misóginos sobre las mujeres.
Hay condiciones para el feminicidio cuando el Estado (o algunas de sus ins-
tituciones) no da las suficientes garantías a las niñas y las mujeres y no crea con-
diciones de seguridad que garanticen sus vidas en la comunidad, en la casa, ni en
los espacios de trabajo de tránsito o de esparcimiento. Más aún, cuando las auto-
ridades no realizan con eficiencia sus funciones. Cuando el Estado es parte es-
tructural del problema por su signo patriarcal y por su preservación de dicho or-
den, el feminicidio es un crimen de Estado.
El feminicidio se fragua en la desigualdad estructural entre mujeres y
hombres, así como en la dominación de los hombres sobre las mujeres, que tie-
nen en la violencia de género, un mecanismo de reproducción de la opresión
de las mujeres. De esas condiciones estructurales surgen otras condiciones cul-
turales como son el ambiente ideológico y social de machismo y misoginia, y
de normalización de la violencia contra las mujeres. Se suman también, au-
sencias legales y de políticas democráticas con contenido de género del go-
bierno y de los órganos de justicia del Estado, lo que produce impunidad y ge-
nera más injusticia, así como condiciones de convivencia insegura, pone en
riesgo su vida y favorece el conjunto de actos violentos contra las niñas y las
mujeres.
Contribuyen al feminicidio el silencio social, la desatención, la idea de que hay
problemas más urgentes, y la vergüenza y el enojo que no conminan a transformar
las cosas sino a disminuir el hecho y demostrar que no son tantas «las muertas» o,
aquí no ocurre lo mismo que en Juárez, la India o Guatemala, o se afirma también,
no se trata de feminicidio, sólo son crímenes contra niñas y mujeres.
Es preciso aclarar que hay feminicidio en condiciones de guerra y de paz.

216
CLAVES FEMINISTAS EN TORNO AL FEMINICIDIO

4. DEL FEMINICIDIO A LA VIOLENCIA FEMINICIDA


En 2003 acepté ser diputada y fui parte de la Cámara de Diputados con el firme
propósito de actuar frente al feminicidio y de legislar en la materia, con el objetivo
de tipificar el delito de feminicidio.
En la legislatura anterior funcionó una Comisión especial para dar seguimiento a
las investigaciones de los homicidios de niñas y mujeres en Ciudad Juárez y aspiramos a
que hubiese una más en la LIX Legislatura. Sin embargo, ya tenía información inci-
piente y denuncias sobre crímenes de niñas y mujeres en otras entidades del país. Por
ello con el Grupo Parlamentario del Partido de la Revolución Democrática, PRD,
del que formé parte, propusimos, y la Cámara aprobó, crear la Comisión especial para
dar seguimiento a los feminicidios en la República Mexicana y la procuración de justicia
vinculada.
El avance conceptual y político fue enorme porque la indagación incluía a Juá-
rez y no estaba constreñida a los sucesos de Juárez sino que abarcaba todo el país, y
su materia ya no eran los homicidios de niñas y mujeres, sino los feminicidios. El
nombre de una comisión parlamentaria plural contenía la voz feminicidio que, desde
una perspectiva feminista de género, pretendía conocer el problema, intervenir en él
y contribuir a erradicarlo.
Por azares de la vida, el nombre de la Comisión no fue, como yo hubiera que-
rido, «del feminicidio en la República…» Quienes lo aprobaron en la Junta de
Coordinación Política de la Cámara de Diputados, la llamaron «de los feminicidios».
Ese hecho abona a la confusión entre llamar feminicidio a cada homicidio, versión
que se ha popularizado a través de los medios y del movimiento, o llamar feminici-
dio a un conjunto de homicidios en un territorio determinado.
Al poco tiempo, en la Comisión desarrollamos varias líneas de trabajo parla-
mentario: la denuncia y la exigencia de justicia con las organizaciones civiles, el movi-
miento feminista y el movimiento de defensa de los derechos humanos. La investiga-
ción que pasó del feminicidio o los feminicidios, a la violencia feminicida para generar
conocimientos sobre la situación de la violación de los derechos humanos de las mu-
jeres tanto en Ciudad Juárez, como en el país. Se trabajó legislativamente en torno al
feminicidio y elaboré una propuesta para tipificarlo, con el tiempo algunas diputadas
y diputados presentaron otras más. Otro eje fue la consecución de un presupuesto para
realizar estos trabajos y además para enfrentar la violencia contra las mujeres.

5. LA INVESTIGACIÓN DIAGNÓSTICA
En cuanto al conocimiento del problema, la Comisión realizó un Diagnós-
tico sobre violencia feminicida en todo el país8. Por primera se investigó a partir

8 Investigación diagnóstica sobre violencia feminicida en la República Mexicana, 13 tomos, y la Geografía


de la violencia feminicida 1 tomo. Comisión Especial para Dar Seguimiento a los a las Investigaciones Rela-
cionadas con los Feminicidios en la República Mexicana y a la Procuración de Justicia Vinculada, Cámara de
Diputados, LIX Legislatura, México, 2006.

217
MARCELA LAGARDE Y DE LOS RÍOS

de información oficial sobre lo ocurrido entre 1999 y 2006, sólo en torno a los
homicidios dolosos y culposos. Queríamos saber la dimensión del problema tanto
en Ciudad Juárez como en el resto del país.
Los crímenes contra niñas y mujeres fueron ubicados en el marco de la vio-
lencia de género y en relación con todas las formas de violencia contra las niñas y
las mujeres sobre las que encontramos información oficial.
Los resultados de la investigación fueron sorprendentes: por primera vez una
investigación dió cuenta de la situación y la gravedad de la violencia contra las
mujeres analizada a partir de los homicidios de niñas y mujeres.

1205
niñas y mujeres asesinadas
en todo el país
en 2004

4
niñas y mujeres
fueron asesinadas cada día9

más de 6000
niñas y mujeres fueron asesinadas
en 6 años, entre 1999-2005

Las siguientes cifras y tasas corresponden al año 2004, el único del que tuvimos
información oficial de 30 entidades federativas y permiten una relativa compara-
ción. Tuvieron orígenes diferentes y su metodología no es la misma: el número de ni-
ñas y mujeres asesinadas proviene de las Procuradurías Generales de Justicia de cada
entidad federativa, algunas incluyen homicidios dolosos y culposos pero la mayoría
sólo incluye homicidios dolosos y deja fuera de su conteo los homicidios culposos.
En el análisis es preciso considerar la que falta de esos datos produce resultados dis-
minuidos. Y, a falta de más información, sólo permiten una cautelosa aproximación.
Con el mismo criterio están elaboradas las tasas estatales de homicidios femeninos,
están calculadas sólo con el número de homicidios dolosos por cada 100 mil muje-
res y no incluyen los culposos. Por lo tanto, tampoco son comparables y sólo tienen
un sentido indicativo. Véase, por ejemplo, el caso de Veracruz, cuya tasa de 1.144 es
baja, relativamente, y el número de homicidios de niñas y mujeres es muy alto: 264,
al sumar los dolosos y los culposos, sin embargo, la tasa está calculada sólo con los ho-
micidios dolosos y dejan fuera los culposos que son 188, muchos más que los 76 do-
losos. El Estado de México con 86 homicidios de niñas y mujeres, tiene una tasa muy
alta de 4.136, a pesar de que no contabilizan los homicidios culposos ¿A cuánto as-
cendería la tasa si los incluyeran? La fuente para las tasas es el Instituto Nacional de
Geografía y Estadística y la Secretaría de Salud, INEGI / SSA.

9 Esta cifra y la anterior tienen como fuente INEGI/SSA.

218
CLAVES FEMINISTAS EN TORNO AL FEMINICIDIO

A pesar de todas las dificultades, estos números permiten observar la magni-


tud del feminicidio en el país y en cada entidad:

Nayarit 38
niñas y mujeres asesinadas
tasa 4.485

Oaxaca 32
niñas y mujeres asesinadas
tasa 4. 367

Estado de México 89
niñas y mujeres asesinadas
homicidios dolosos
tasa 4.136

Guerrero 114
niñas y mujeres asesinadas
tasa 3.485

Quintana Roo 77
niñas y mujeres asesinadas
tasa 3.142

Baja California 26
niñas y mujeres asesinadas
tasa 2.837

Chihuahua 19
niñas y mujeres asesinadas
tasa 2.820

Distrito Federal 106


niñas y mujeres asesinadas
tasa 2.612

Michoacán 15
niñas y mujeres asesinadas
tasa 2.509

Tlaxcala 3
niñas y mujeres asesinadas
tasa 2.445

219
MARCELA LAGARDE Y DE LOS RÍOS

Puebla 91
niñas y mujeres asesinadas
tasa 2.089

Coahuila 25
niñas y mujeres asesinadas
tasa 2.086

Durango 12
niñas y mujeres asesinadas
tasa1.988

Sinaloa 29
niñas y mujeres asesinadas
tasa 1.771

Colima 3
niñas y mujeres asesinadas
tasa 1.714

Tamaulipas 23
niñas y mujeres asesinadas
tasa 1.684

Baja California Sur 1


mujer asesinada
tasa 1.678

Sonora 22
niñas y mujeres asesinadas
tasa 1.659

Jalisco
Sin respuesta de la procuraduría estatal
tasa 1.617

Tabasco
Sin respuesta de la procuraduría estatal
tasa 1.474

Nuevo León 16
niñas y mujeres asesinadas
tasa 1.301

220
CLAVES FEMINISTAS EN TORNO AL FEMINICIDIO

Querétaro 8
niñas y mujeres asesinadas
tasa1.263
Chiapas 53
niñas y mujeres asesinadas
tasa1.246
Zacatecas 2
niñas y mujeres asesinadas
tasa 1.242
Veracruz 264
niñas y mujeres asesinadas
tasa 1.144
Campeche 1
mujer asesinada
tasa 1.063
San Luis Potosí 6
mujeres asesinadas
tasa 0.987
Hidalgo 67
niñas y mujeres asesinadas
tasa 0.913
Guanajuato 23
niñas y mujeres asesinadas
tasa 0.814
Aguascalientes 5
mujeres asesinadas
tasa 0.760
Yucatán 3
mujeres asesinadas
tasa 0.560
----------------------------------------------
– Distrito Federal 743
niñas y mujeres fueron asesinadas
en 5 años, 1999-2005
SEMEFO

221
MARCELA LAGARDE Y DE LOS RÍOS

en Ciudad Juárez, Chihuahua 379


niñas y mujeres asesinadas
sólo homicidios dolosos
en 12 años, 1993-2005
PGR

6. ¿QUIÉNES ERAN ELLAS?


Las niñas y las mujeres asesinadas en México tenían distintas edades, entre
ellas había niñas, ancianas, mujeres jóvenes, mayores y adolescentes; pertene-
cían a todas las clases sociales y estratos socioeconómicos, aunque la mayoría
eran pobres o marginales, algunas fueron mujeres ricas, de clase alta y de las éli-
tes; el abanico abarca analfabetas, con estudios básicos, otras más eran estu-
diantes, técnicas, universitarias, posgraduadas y con excelencia académica, aun-
que la mayoría tenía pocos estudios o ninguno; en su relación con el o los
agresores eran: desconocidas, conocidas, cónyuges, parientas y amigas; había
entre ellas solteras, casadas, ex esposas, unidas, novias, ex novias, hijas, hijastras,
madres, hermanas, nueras, primas, suegras y allegadas, vecinas, empleadas, je-
fas, subordinadas, estudiantes desempleadas, prestadoras de servicios, bailari-
nas, campesinas, maestras, vendedoras, meseras, investigadoras, modelos, obre-
ras, actrices, burócratas, turistas, vacacionistas y transeúntes; la mayoría eran
niñas y mujeres de esfuerzo, trabajadoras formales e informales; también fueron
asesinadas mujeres ligadas a delincuentes; ciudadanas de a pie, activistas, polí-
ticas y gobernantes, casi todas eran mexicanas y, entre ellas, algunas fueron tzot-
ziles como las Lunas de Acteal, otras rarámuris, otras más nahuas; algunas eran
extranjeras: canadiense, holandesa, estadounidense, salvadoreña, coreana, bra-
sileña, guatemalteca; a la mayoría las asesinaron en sus casas y a otras no se sabe
dónde pero sus cuerpos fueron hallados en la calle, en un baldío, en un ca-
mino, en una barranca, en una tienda, en una construcción, en un coche, en
una cueva, en un páramo, en una carretera, en el desierto, en un río, en una casa
de secuestro; algunas tenían huellas de violencia sexual, en la mayoría de los
cuerpos no hay rastro; algunas estaban embarazadas; otras eran discapacitadas;
algunas fueron encerradas, otras secuestradas, todas fueron torturadas, maltra-
tadas, atemorizadas y vivieron miedo y humillaciones; unas fueron golpeadas
hasta la muerte, otras estranguladas, decapitadas, colgadas, acuchilladas, bala-
ceadas; algunas fueron mutiladas, atadas, encostaladas, empacadas, encajuela-
das, envalijadas, encementadas, descuartizadas, quemadas, tiradas, convertidas
en despojos; todas estuvieron en cautiverio; todas quedaron aisladas y despro-
tegidas, aterradas, vivieron la más extrema impotencia de la indefensión; todas
fueron agredidas y violentadas hasta la muerte; algunos de sus cuerpos fueron
maltratados aún después de haber sido asesinadas.
La mayoría de los crímenes está en la impunidad.

222
CLAVES FEMINISTAS EN TORNO AL FEMINICIDIO

7. LA VIOLENCIA FEMINICIDA
La investigación sobre el feminicidio partió de reconocer que en México,
como en el mundo y en grados diversos, todas las mujeres vivimos formas de
violencia de género en el curso de nuestras vidas, y muchas mujeres vivimos
además, violencia de clase, racista, religiosa, judicial, jurídica, política o cultu-
ral. Es evidente la simultaneidad y el cruce de diversas formas de violencia liga-
das a diversas formas de opresión social. Todas las mujeres vivimos formas de
violación de nuestros derechos humanos derivadas de la subalternidad social y
la subordinación política de género que nos abarcan como género; la violencia
es una de ellas. Consideramos que es en ese marco en el que debe ser explicado
el feminicidio.
Así, la violencia contra las niñas y las mujeres fue reconocida en su especifi-
cidad, enmarcada en las relaciones políticas de género entre mujeres y hombres,
así como en las relaciones de clase, etnia y edad, y fue ligada a la complejidad de
la condición social, la situación vital y la posición de las mujeres. Se investigó la
intervención de las instituciones para enfrentar la violencia de género contra las
mujeres, así como las políticas de gobierno para conocer su contenido de igualdad
y equidad de género y los presupuestos destinados a ese fin. Se hizo un análisis de
la legislación y se identificaron contenidos misóginos o contrarios a la igualdad
entre los géneros, a la equidad de género y al adelanto de las niñas y las mujeres.
Debido a las enormes diferencias y a la desigualdad que caracterizan al país
se utilizaron criterios geográficos regionales de centro, norte, sur; capital y pro-
vincia, ciudad y poblado, condición fronteriza sur o norte, regiones con presen-
cia de pueblos indígenas, así como regiones de alto, medio y bajo Desarrollo Hu-
mano. Se realizó un análisis feminista de género y derechos humanos, para ello
además, nos basamos en el paradigma y la metodología del Desarrollo Humano
y se utilizaron como guías de investigación los Índices de Desarrollo Humano del
PNUD10, tanto el IDH como el Índice de Género IDG y el Índice de Poten-
ciación de Género IPG. Entonces no se había publicado aún el Índice de Seguri-
dad Humana ISH11.

8. FEMINICIDIO Y OTRAS MUERTES VIOLENTAS


Debido a la perspectiva teórica empleada, el feminicidio, que sólo se refería
a homicidios contra niñas y mujeres fue apareciendo rodeado de otras muertes
violentas de niñas y mujeres. No todas eran homicidios. Con la aplicación de ese

10 Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano (IDH),
Centro de Comunicación Investigación y Documentación entre Europa, España y América Latina, Madrid,
1993. PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano, Fondo de Cultura Económica, México, 1994. PNUD, In-
forme sobre Desarrollo Humano, Harla, México, 1995. PNUD, Informe sobre Desarrollo humano, Mundi-
Prensa, Madrid, 1996.
11 Lagarde, Marcela: género y feminismo. Desarrollo Humano y democracia. Horas y HORAS, Madrid.

223
MARCELA LAGARDE Y DE LOS RÍOS

enfoque integral, descubrimos cifras alarmantes de muertes de mujeres por acci-


dentes domésticos y de tránsito, a tal grado, que en el estado de Veracruz el nú-
mero de mujeres muertas por accidentes triplica al de homicidios. La investiga-
ción reveló que entidades como Yucatán con la tasa más baja de homicidios contra
mujeres, presenta, sin embargo, la tasa más alta de muertes de mujeres por suici-
dio, ocupa el primer sitio en el país.
Relevamos la importancia también de datos sobre muertes evitables por mo-
tivos de salud: altas tasas de muertes de mujeres por cáncer cérvico uterino y en
el centro y el sur, por cáncer ovárico en el centro y occidente, y por cáncer mama-
rio en el norte del país. Se confirmó que las llamadas muertes maternas que por
su tasa ocupan el primer lugar entre mujeres en edad reproductiva podrían evi-
tarse y, por lo tanto, son muertes violentas12.
Fue notable observar que entidades como Oaxaca cuya tasa de homicidios de
mujeres es una de las más altas, presenta, además, altas tasas de violencia sexual y
de violencia física contra niñas y mujeres, al lado de Guerrero y Chiapas que
tiene, la tasa más alta de mortalidad materna en el país, y de Quintana Roo, con
la tasa más alta de muertes de mujeres por SIDA. Estas entidades presentan el De-
sarrollo Humano más bajo del país.
Descubrimos, con asombro, que Chihuahua, la entidad federativa de la
que forma parte Ciudad Juárez, y la más conocida por el feminicidio y, por la
creencia de que el número de niñas y mujeres asesinadas era el más alto del
país, además de la crueldad sexual asociada, ocupó por el número, el 6° lugar
de 32, casi a la par que la capital, el Distrito Federal. Por encima de estas en-
tidades hay otras que presentaron mayores tasas de homicidios de niñas y mu-
jeres: Quintana Roo 5º, Guerrero 4º, el Estado de México3º, Oaxaca 2º y Na-
yarit el 1°.
Estoy segura que nadie sabía, hasta entonces, que Nayarit debía estar en nues-
tras preocupaciones, al ocupar el primer sitio en feminicidio en México, por la
tasa de homicidios de niñas y mujeres calculada en 4.48513.
Con estos resultados avanzamos en la teorización sobre el feminicidio que
fue quedando acotado en torno a los homicidios, y adquirió fundamento em-
pírico además de teórico la categoría de violencia feminicida que implica las
muertes violentas de niñas y mujeres tales producto de accidentes, suicidios,
desatención de la salud y violencia y, desde luego, el conjunto de determina-
ciones que las producen. Esta definición parte del supuesto de que dichas
muertes son producidas en el marco de la opresión de género y de otras formas
de opresión y, por ende, son evitables. Por ese hecho, se trata de muertes vio-
lentas.

12 Abatir la mortalidad es uno de los objetivos del milenio y por ende uno de los indicadores del desa-
rrollo con perspectiva de género. Los objetivos de desarrollo del milenio en América Latina y el Caribe, Retos, ac-
ciones y compromisos. Washington, D.C., 2004.
13 Tasa cuatro veces mayor que la más baja que es Yucatán con 0.560.

224
CLAVES FEMINISTAS EN TORNO AL FEMINICIDIO

9. ALGUNAS VÍCTIMAS DE LA VIOLENCIA FEMINICIDA


• Lidia Cacho de 43 años, clase media, feminista, defensora de los derechos
de las mujeres y directora de un centro de atención para mujeres víctimas
de violencia, periodista y escritora, fue secuestrada durante 20 horas por
cinco hombres policías judiciales de Puebla, tres en el mismo vehículo y dos
en otro que los escoltaba, quienes la trasladaron por tierra, de Cancún,
Quintana Roo a la Ciudad de Puebla. Antes de llegar a su destino cambia-
ron a dos policías hombres por policías mujeres. En el trayecto Lidia Ca-
cho no recibió atención médica, fue incomunicada, intimidada, atemori-
zada y amenazada con ser violada, desaparecida y asesinada.
Lidia Cacho había recibido meses atrás amenazas de muerte por su labor de
protección a la seguridad y a la vida de mujeres en el refugio a su cargo. Es
inexplicable su secuestro si se considera que estaba custodiada por agentes
de la PGR debido a un exhorto realizado por la Cámara de Diputados exi-
giendo medidas cautelares desde marzo de 2005.
Como periodista realizó una investigación y denunció en el libro Los de-
monios del Edén a una banda internacional de explotación sexual de niñas
y niños y mostró la probable implicación de un empresario con la porno-
grafía infantil. El empresario, coludido con el Gobernador del Estado de
Puebla, la Procuradora de Justicia de la entidad y la jueza, la acusó por ca-
lumnia y difamación. En supuestas grabaciones de llamadas telefónicas en-
tre el gobernador y el empresario se pone de manifiesto la complicidad en-
tre ambos, la PGJEP y el TSLEP en la captura, el secuestro, las agresiones
y la acusación a Lidia Cacho, así como la supuesta implicación de ambos
en la explotación sexual de niñas y en la corrupción.
Es evidente que Lidia Cacho ha sido víctima de violencia de género, sínte-
sis de diversas modalidades y tipos de violencia: sexual, psicológica, física,
institucional y feminicida. Continúan las violaciones a sus derechos hu-
manos y a sus garantías individuales, así como al marco jurídico federal y
del estado de Puebla. Lidia Cacho es sobreviviente de feminicidio. El acoso
no ha cesado y su vida sigue en riesgo. La Fiscal Especial para Delitos Vio-
lentos contra Mujeres, Dra. Alicia Elena Pérez Duarte, feminista, tras re-
nunciar, a su cargo, recientemente, desveló haber recibido presiones de sus
mandos en la Procuraduría General de la República.

• Ericka Peña Coss, joven de 19 años de clase media, en Monterrey, Nuevo


León, durante una tentativa de homicidio, torturada y herida de gravedad
con un martillo y con arma blanca por su ex novio quien, además, asesinó
por estrangulamiento a su hermana de 3 años y a cuchilladas a su hermano
de 7 años.
Ericka, su hermana y su hermano fueron víctimas de violencia de género:
psicológica, física, familiar y feminicida, caracterizada, en este caso, por la
celotipia y la extrema crueldad que culminó con el homicidio de dos de

225
MARCELA LAGARDE Y DE LOS RÍOS

ellos y los daños y las lesiones a Ericka, quien, además de haber vivido la
violencia de los homicidios de su hermana y su hermano, fue ella misma
víctima de violencia. Es una sobreviviente de feminicidio.

• Brisa Díaz Ayala, mujer de 30 años, pobre, quien a los 25 años fue violada
y apuñalada diecisiete veces por su novio, quien la arrojó a un lote baldío
envuelta en una cobija, creyendo que estaba muerta. Este es uno de los ca-
sos que permitieron a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, conside-
rar como delito la violación entre cónyuges.
Brisa Díaz Ayala fue víctima de violencia de género: sexual, física, psicoló-
gica, familiar y feminicida. Es sobreviviente de feminicidio.

• Laura N., joven de 20 años, con dos meses de embarazo, obrera, pobre, al
ir a su trabajo, fue asesinada por estrangulamiento tras haber sido atada,
amordazada y violada, su cuerpo semidesnudo fue arrojado en una cons-
trucción abandonada. Las autoridades exigieron dinero a los familiares de
Laura para llevar a cabo los trámites y entregar los restos de la joven.
Laura N. fue víctima de violencia de género: sexual, física, psicológica, fe-
minicida e institucional por cohecho, negligencia, maltrato del cuerpo y
por la incompetencia de las autoridades para esclarecer el crimen.

• En el lapso de seis meses de 2006 fueron asesinadas en Chimalhuacán, Estado


de México, cinco mujeres, trabajadoras, pobres, cuyas edades comprenden
entre 15 y 24 años: Laura N., Aideth Valdez Solana, de 19 años, Victoria
González González de 16 años, Janet Moreno Santiago de 15 años, fueron
previamente violadas y sus cuerpos arrojados a la vía pública. No se reporta
violación en los casos de Inés Martínez Fuentes de 19 años y Diana Nayeli Ga-
ona de 24 años. Ante las supuestas semejanzas entre las mujeres asesinadas, al-
gunas autoridades plantean la hipótesis estereotipada de un asesino serial y tie-
nen un detenido tras el intento de violación de una mujer, a quien consideran
presunto responsable de los cinco homicidios. El Director de Seguridad Pú-
blica se declaró incompetente por falta de recursos y de personal capacitado
para esclarecer los homicidios y solicitó a la PGR la atracción de los casos.

• Yahaira Cosme López de 4 años de edad, fue encontrada en la vía pública,


dentro de una mochila el 4 de agosto de 2004, en Hermosillo, Sonora. Fue
asesinada a golpes y su cuerpo presentaba señas de maltrato anterior. La
niña había estado bajo tutela del DIF durante un año por maltrato de su
madre y su padre, quienes recibieron capacitación en la Escuela para Padres
y fueron dados de alta. Tres meses después de que Yahaira fue reintegrada
a su familia, fue asesinada y sus padres se encuentran prófugos.
Yahaira fue víctima de violencia de género: física, psicológica, familiar e ins-
titucional. Ninguna autoridad asume la responsabilidad sobre el hecho. Ya-
haira fue víctima de feminicidio.

226
CLAVES FEMINISTAS EN TORNO AL FEMINICIDIO

• La desaparición, el secuestro y el homicidio de la niña Airis Estrella Enrí-


quez Pando de siete años tras haber sido raptada y violada, la aparición de
su cuerpo en un tambo cubierto con cemento y el de la niña Anahí Orozco
Lorenzo de diez años de edad. Ambas niñas se sumaron a los cientos de
mujeres y niñas asesinadas durante quince años en Ciudad Juárez. Con
unos días de diferencia en la misma semana de mayo de 2005. Ambas ni-
ñas fueron víctimas de violencia de género: sexual, física, psicológica, fa-
miliar y feminicida.
Aun cuando han pasado más de dos años, ha habido avances en la procu-
ración estatal de justicia. Se dictó auto de formal prisión a cuatro presun-
tos homicidas, uno de ellos confeso de rapto, violación, tortura, homicidio
y ultraje del cuerpo sin vida de Airis Estrella, por parte de cada uno de ellos.
En el caso de Anahí, su hermana, de 4 años de edad, ratificó ante el juez a
su padre como responsable del homicidio.

• Ernestina Ascención Rosario, mujer náhuatl, anciana de 73 años origina-


ria de Tetlancingo, en la Sierra de Zongolica, Veracruz, el 25 de febrero de
2007, fue encontrada, por sus hijos maniatada y gravemente herida. En su
larga agonía que duró horas en el hospital, relató que fue golpeada, mania-
tada y violada por cuatro militares del Ejército Mexicano. Ernestina falle-
ció la mañana del lunes. El informe médico forense detalla que murió por
fractura de cráneo, hemorragias internas y sangrado anal propiciado por
una penetración múltiple.
Hasta la fecha sigue sin esclarecerse este gravísimo caso en que las condi-
ciones de la víctima mujer, anciana, indígena casi monolingüe, campesina
pobre, civil atacada por militares en una zona pacífica, fue violentada por
militares de manera tumultuaria. Pero el caso no queda ahí. Al poco tiempo
el Presidente de la República, sin competencia constitucional para hacerla
de ministerio público, declaró que la indígena murió de gastritis, en un
burdo esfuerzo por exonerar a los militares.
Al mismo tiempo se sucedían acciones de familiares, de la comunidad y de
organizaciones campesinas e indígenas regionales exigiendo justicia. En ese
ambiente y con la declaración del presidente de por medio, intervino la Co-
misión Nacional de Derechos Humanos y sin tener funciones de ministerio
público, objetó el informe forense de la autopsia y el dicho de la Procuradu-
ría General de Justicia del Estado de Veracruz, y sostuvo tras una segunda au-
topsia, la palabra del Presiente e informó que la señora Ascensión murió de
gastritis y otras enfermedades de la pobreza. Como si además de todo fuese
aceptable que muriera de enfermedades de la pobreza normalizadas.
En este caso, como en otros más, convergen en el hecho violento, diversos
tipos y modalidades de violencia vivida por la señora Ascensión: física, se-
xual, psicológica, así como institucional y feminicida.
La colusión que va desde los soldados hasta la presidencia de la República
y pasa por el organismo encargado de velar por los derechos humanos y de

227
MARCELA LAGARDE Y DE LOS RÍOS

defender a las personas de actos de la autoridad que los violenten, implica


una total impunidad que correspondería con una dictadura y una situación
de guerra en que todos los poderes autoritarios se coluden y prevalece la au-
sencia del estado de derecho.
Las agravantes de edad, condiciones socio económica, étnica y lingüística,
están presentes tanto en la violación tumultuaria, como en la injusticia
perpetrada por la injerencia presidencial anticonstitucional y la interven-
ción mafiosa de la defensoría de los derechos humanos. Todos los poderes
patriarcales contra una anciana indígena. Este caso de violencia de género
permite advertir que el feminicidio y la violencia feminicida son crímenes
de Estado.

10. VIOLENCIA FEMINICIDA EN EL MUNDO


El Secretario General de la ONU Kofi Anan presentó en 2007 el Estudio a
fondo sobre todas las formas de violencia contra la mujer 14. Se trata de una investi-
gación mundial sobre la violencia contra las niñas y las mujeres realizada desde
una perspectiva de género feminista y de Desarrollo Humano. La violencia es
analizada en el marco del patriarcado y de otras formas de dominación y subor-
dinación, y concluye que «la violencia contra la mujer persiste en todo los países
del mundo como una violación generalizada de los derechos humanos y uno de
los principales obstáculos para lograr la igualdad de género»15. En este informe se
declara, entre otras cosas, que faltan cien millones de mujeres en Asia.
Quince años antes, Amartya Sen16, uno de los intelectuales paradigmáticos
del entre siglo, –creador con Martha Nussbaum17 y Mahbub ul Haq18 del para-
digma del Desarrollo Humano, había señalado la falta de 100 millones de muje-
res en Asia y que se debía a una violencia específica contra las mujeres, cuyas ca-
racterísticas locales eran diversas en sus formas ideológicas, religiosas y políticas,
pero semejantes en la finalidad de poseer, castigar, dañar, desaparecer y arrancar
la vida a mujeres y niñas por el sólo hecho de serlo, aún antes del nacimiento,
como sucede con el feticidio femenino.
Benedicte Manier19 publicó recientemente una ardua y dolorosa investiga-
ción titulada Cuando las Mujeres hayan desaparecido y documenta diversas formas
de violencia de género que concluyen en la eliminación de las niñas en India y en
Asia y confirma los señalamientos anteriores.

14Informe del Secretario General a la Asamblea General de Naciones Unidas, julio, 2006.
15Idem.
16Sen, Amartya: Faltan más de 100 millones de mujeres. En: La mujer ausente. Derechos humanos en el
mundo. ISIS Internacional 15:96-108, 1991 y 1996, Santiago de Chile.
17 Nussbaum, Martha C.: Las mujeres y el desarrollo humano. Herder, Barcelona, 2002. Nusbassbaum,
Martha C. y Amartya Sen (comps.): La calidad de la vida. Fondo de Cultura económica, 2000, México.
18 Haq, Mahbub ul: Reflections on human development. Oxford University Press, Oxford. 1995. Sen,
Amartya: Development as freedom. Knope, 1999, New York.
19 Masnier, Bénédicte: Cuando las mujeres hayan desaparecido. Feminismos, Cátedra, 2007, Madrid.

228
CLAVES FEMINISTAS EN TORNO AL FEMINICIDIO

Me parece que faltan muchas más y que conforme se vayan aguzando las
concepciones y los cálculos faltarán más millones de mujeres en el mundo.
Las niñas y mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, en Chihuahua, y en otras
partes del país como Nayarit, Oaxaca, Guerrero, Chiapas y el Distrito Federal, así
como cada una del resto del país, forman parte de esa cuenta. Se debe incluir en
ella también, entendiendo las diferencias y particularidades de sus diversos reco-
rridos biográficos hacia la muerte violenta, a todas las niñas y mujeres que mue-
ren de muertes evitables en México y en el mundo. Sus muertes deben ser con-
ceptualizadas como muertes violentas porque si la sociedad y el Estado les
hubiesen garantizado su desarrollo en condiciones de igualdad y paz no hubiesen
muerto de manera precoz y violenta.
Sólo si se interpretan el feminicidio y la violencia feminicida con criterios
científicos es posible comprenderlos y discernir las medidas para abatirlos y erra-
dicarlos. Sólo si se enmarcan en el conjunto de determinaciones que permiten su
persistencia, es posible diseñar medidas eficaces de prevención para evitarlos. Y
esas medidas no son otras que construir condiciones sociales democráticas que fa-
vorezcan el adelanto o empoderamiento de las mujeres, la igualdad entre mujeres
y hombres y la equidad de género. Sólo una sociedad en la que predomine la con-
vivencia pacífica y en la que gobernabilidad sea democrática podrá garantizar el
derecho de cada mujer a una vida libre de violencia.

11. ALGUNAS CONFIRMACIONES


Los resultados de la Investigación Diagnóstica permiten comprobar varias
tesis teóricas, entre ellas, que la violencia contra las mujeres es grave, es compleja
y multifactorial. Se debe a la articulación sinérgica de un conjunto de determina-
ciones basadas en la dominación y en el sexo.
La violencia de género articulada a la violencia inherente al clasismo, al ra-
cismo, a la discriminación erario y étnica, así como cualquier sectarismo, son una
realidad constante para las mujeres de todas las edades, las clases sociales, los gru-
pos socioeconómicos, las regiones, las entidades federativas.
La violencia imperante se recrudece en condiciones de menor desarrollo so-
cial de las mujeres, es mayor en las mujeres no escolarizadas o menos escoloriza-
das, pero las mujeres con mayor educación no están exentas de vivirla. La violen-
cia se agrava en condiciones sociales permanentes o temporales de exclusión, de
dependencia vital, de ciudadanía débil o de falta de ciudadanía de las mujeres.
En la normalidad patriarcal, la vida de cualquier mujer colocada en una cir-
cunstancia de aislamiento o de poder total sobre ella, está en riesgo. Ahí prevalece
la dominación total y ella queda colocada en condición de objeto de daño, inde-
pendientemente de su voluntad y de su conciencia.
La violencia feminicida es el extremo, es la culminación de múltiples formas
de violencia de género contra las mujeres que atentan contra sus derechos huma-
nos y las conducen a variadas formas de muerte violenta, y son toleradas por la so-

229
MARCELA LAGARDE Y DE LOS RÍOS

ciedad y el Estado. En muchos cosos es vivida con impotencia por la ciudadanía


que no encuentra cauce para la exigibilidad de los derechos.
La violencia feminicida se produce por la organización social genérica pa-
triarcal, jerárquica, de supremacía e inferioridad, que crea desigualdad de género
entre mujeres y hombres. Y por la exclusión o exposición de las mujeres a pode-
res opresivos personales, sociales e institucionales. Se produce también, por la
aceptación y la tolerancia de hombres machistas y misóginos, incluso de quienes
delinquen y no son sancionados.
La impunidad derivada de la inacción insuficiencia o complicidad del Estado
con la desigualdad genérica y por ende con la violencia contra las niñas y las mu-
jeres, lo que constituye violencia institucional producto de omisión, negligencia
o complicidad de las autoridades con los agresores, o la que se debe a la perma-
nencia de estructuras estatales que perpetúan la desigualdad entre los géneros y no
reconocen ni garantizan los derechos de las mujeres.
La hegemonía de una cultura patriarcal que legitima el despotismo, el au-
toritarismo y el trato cruel, sexista –machista, misógino, homófobo y lesbófobo–,
alimentado por el clasismo, el racismo, la xenofobia y otras formas de discrimi-
nación.
La violencia feminicida se debe a la omisión –en diversos grados– del Estado,
en la preservación, la garantía, la tutela y el impulso de los derechos humanos de
las mujeres. La violencia feminicida se reproduce porque no se consideran delito
el conjunto de daños que ponen en riesgo la vida de las mujeres y, en ese sentido,
por la ausencia del Estado de derecho ya que, aún cuando varias formas de vio-
lencia contra las mujeres son delitos, no se considera delito violentar a las muje-
res, y así opinan, incluso quienes deben perseguir y juzgar a quien las violenta, así
como proteger y garantizar la seguridad y la vida sin violencia para las mujeres.
Los hombres violentos gozan de la complicidad no necesariamente concer-
tada, pero ideológica y políticamente activa, entre autoridades y delincuentes20.
Las mujeres no son sujetas de derecho ni consideradas como ciudadanas, por
ello, las autoridades que deben procurar justicia actúan en muchos casos, como
cómplices de los agresores, al atentar contra la seguridad, la dignidad y los intere-
ses de las mujeres.
En síntesis, en México hay dos niveles en la ruptura del Estado de derecho en
relación con las mujeres: en primer término, la legalidad no aplica para las muje-
res y en segundo, al fracturarse el Estado de derecho por la violencia de género co-
tidiana de los hombres en la convivencia social, delincuencia, las organizaciones
criminales imponen mecanismos violentos y la violación a los derechos humanos
de las personas y a la legalidad. Las instituciones son rebasadas, por que son ob-
soletas o lo son la ley y sus procedimientos de aplicación. En la convivencia im-

20 Celia Amorós analiza la política patriarcal derivada de la identificación entre varones y sus pactos se-
riales patriarcales, entre otros, el de exclusión de las mujeres que implica, de hecho una violencia y fundamenta
otras formas de violencia contra las mujeres. Amorós, Celia: Violencia y pactos patriarcales. En Maquieira, Vir-
ginia y Sánchez, Cristina: Violencia y sociedad patriarcal, 39-53, Pablo Iglesias, 1990, Madrid.

230
CLAVES FEMINISTAS EN TORNO AL FEMINICIDIO

pera la ilegalidad en ámbitos y actividades diversas y las mujeres, en previa des-


ventaja de género, quedan en mayor riesgo.
En situaciones de polarización, conflicto o de jerarquización social, se propi-
cian la exclusión y la subordinación tanto como la supremacía y la violencia con-
tra las mujeres irrumpe con fuerza como mecanismo reproductor de este cuadro
y como reproductor de las otras formas de supremacía masculina, y de su cons-
tante discriminación, basadas en la edad, la clase el grupo socioeconómico, étnico,
cultural, educativo, religioso, deportivo o político.

12. ALGUNAS CATEGORÍAS ANTROPOLÓGICAS Y JURÍDICAS21


Después de arduos procesos de reflexión entre la teoría, los resultados empí-
ricos y las posibilidades legislativas fui reelaborando mis propias categorías. Así
llegué a considerar:

Violencia de género

«La violencia de género es la violencia misógina contra las mujeres, por ser
mujeres ubicadas en relaciones de desigualdad de género: opresión, exclusión, su-
bordinación, discriminación explotación y marginación. Las mujeres son víctimas
de amenazas, agresiones, maltrato, lesiones y daños misóginos. Los tipos de vio-
lencia son: física, psicológica, sexual, económica y patrimonial y las modalidades
de la violencia de género son: familiar, laboral y educativa, en la comunidad, ins-
titucional y feminicida» (ML)

Feminicidio

«El feminicidio es una de las formas extremas de violencia de género está con-
formado por el conjunto de hechos violentos misóginos contra las mujeres que
implican la violación de sus derechos humanos, atentan contra su seguridad y po-
nen en riesgo su vida. Culmina en la asesinato de de algunas niñas y mujeres. Hay
infinidad de sobrevivientes. El feminicidio se consuma porque las autoridades
omisas, negligentes o coludidas con agresores, ejercen sobre las mujeres violencia
institucional al obstaculizar su acceso a la justicia y con ello contribuyen a la im-
punidad. El feminicidio conlleva la ruptura parcial del estado de derecho, ya que
el Estado es incapaz de garantizar la vida de las mujeres, de respetar sus derechos
humanos, de actuar con legalidad y hacerla respetar, de procurar y administrar
justicia, y prevenir y erradicar la violencia que lo ocasiona. El feminicidio es un
crimen de Estado» (ML).

21 Las categorías aquí citadas fueron la base para crear las categorías jurídicas que se encuentran en la Ley
General de Acceso de las Mujeres a Una Vida Libre de Violencia, vigente en México desde el 2 de febrero del
2007.

231
MARCELA LAGARDE Y DE LOS RÍOS

Feminicidio categoría jurídica

La elaboración jurídico política que tipifica al feminicidio como delito fue


aprobada por la Cámara de Diputados y se encuentra en Comisiones del Senado
de la República para dictamen22.
Proyecto de Decreto que adiciona diversas definiciones del Código Penal Fe-
deral de Procedimientos Penales.
Artículo primero. Se adiciona el capítulo tercero de feminicidio al título segundo del
libro segundo, y el artículo 149-ter al Código Penal Federal, para quedar como sigue:

Capítulo III
Feminicidio

Artículo 143-ter. Comete el delito de feminicidio el que con propósito de destruir


total o parcialmente a uno o más grupos de mujeres por motivos de su condición de gé-
nero, perpetrase por cualquier medio, delitos contra la vida de las mujeres pertene-
cientes al grupo o grupos.
Por tal delito se impondrán de veinte a cuarenta años de prisión y multa de cua-
tro mil a diez mil pesos.
Para los efectos de este artículo se entiende por condición de género la construcción
social que determina comportamientos socioculturales estereotipados, donde las muje-
res se encuentran en situación de desventaja, discriminación y alto riesgo, resultado de
una relación de poder desigual.
Cuando el delito fuere cometido por un servidor público se aumentará hasta en
una mitad.

Violencia feminicida, alerta de violencia de género y violencia de género,


categorías jurídicas

La Ley General de Acceso de las Mujeres a Una Vida Libre de Violencia con-
tiene las siguientes definiciones23:

22 Esta tipificación del feminicidio se encuentra en: Ley General de Acceso de las Mujeres a Una Vida Li-
bre de Violencia y tipificación del feminicidio como delito de lesa humanidad. Iniciativas aprobadas por la H. Cá-
mara de Diputados. Comisión Especial para Conocer y Dar Seguimiento a las Investigaciones Relacionadas con
los Feminicidios en la República Mexicana y a la Procuración de Justicia Vinculada. Cámara de Diputados del
H. Congreso de la Unión. LIX legislatura, México, 2006.
23 La Ley concretó jurídicamente un gran paso para enfrentar la violencia contra las mujeres. En el texto
de su aprobación se señala que se trata de »… la primera ley en Iberoamérica que desde la perspectiva de gé-
nero y de los derechos humanos de las mujeres, desarrollo las diferentes modalidades de la violencia: violencia
en la familia, violencia en la comunidad, violencia laboral, violencia docente, violencia institucional y violen-
cia feminicida, además de que establece los mecanismos de erradicación de cada una de ellas».

232
CLAVES FEMINISTAS EN TORNO AL FEMINICIDIO

Capítulo V
De la violencia feminicida y de la alerta de violencia de género

Artículo 21. Violencia feminicida es la forma extrema de violencia de género


contra las mujeres, producto de la violación de sus derechos humanos en los ámbitos
público y privado, está conformada por el conjunto de conductas misóginas –maltrato
y violencia física, psicológica, sexual, educativa, laboral, económica, patrimonial, fa-
miliar, comunitaria, institucional– que conllevan impunidad social y del Estado y, al
colocar a las mujeres en riesgo e indefensión, pueden culminar en el homicidio o su ten-
tativa, es decir en feminicidio, y en otras formas de muerte violenta de las niñas y las
mujeres: por accidentes, suicidios y muertes evitables derivadas de, la inseguridad, la
desatención y la exclusión del desarrollo y la democracia.
Artículo 22. Alerta de violencia de género. Es el conjunto de acciones guberna-
mentales de emergencia para enfrentar y erradicar la violencia feminicida en un te-
rritorio determinado, ya sea ejercida por individuos o por la propia comunidad.
Artículo 23. La alerta de violencia de género contra las mujeres tendrá como ob-
jetivo fundamental garantizar la seguridad de las mismas, el cese de la violencia en su
contra y eliminar las desigualdades producidas por una legislación que agravia sus de-
rechos humanos .

233
GÉNERO, CONSTRUCCIÓN DE PAZ
Y ACCIÓN HUMANITARIA
GÉNERO, MUJERES Y
CONFLICTOS ARMADOS
Mila Ramos Jurado1
Profesora invitada, imparte formación
sobre Género y conflictos armados en el
Master de FUNDEA / Universidad de
Granada (UGR) y sobre género y
desarrollo en varias universidades
españolas

«No más sables, soldaditos y pistolas...».


Gabriela de Laperriére de Coni. (1901)

1. INTRODUCCIÓN
Los conflictos armados son situaciones violentas y, generalmente, anuncia-
das, que subvierten el orden de lo cotidiano imponiendo el caos en el sentido mas
estricto de la palabra. Las estructuras sociales se fragmentan o se rompen estable-
ciéndose un (des)orden social que no ha sido legitimado por ningún mecanismo
de participación y que se presenta como regulador del caos; un (des)orden que le-
gitima la violencia como mecanismo de relación política, social y ciudadana. Los
conflictos armados llevan hasta sus últimas consecuencias las contradicciones que
subyacen en el seno de los pueblos, exacerbando los afectos y los desafectos, la
bondad y la maldad, la perversión, el desacato, las pasiones, el todo vale… Los
conflictos armados tejen unas redes de micropoderes que se apoyan en la preca-
riedad, en el dolor y en el miedo del otro frente a la incertidumbre, entendida ésta
como radical inseguridad en todos los ámbitos de la vida pública y privada.
La dinámica del conflicto afecta de manera diferente a los hombres y a las
mujeres, básicamente porque estos reproducen los patrones, llevados al extremo,

1 Especialista en Género y Desarrollo. Presidenta de la ONGD Mujeres en Zona de Conflicto (MZC).

237
MILA RAMOS JURADO

de los comportamientos habituales, en los cuales los impactos de cualquier ac-


ción, sea cual sea, tiene consecuencias diferentes en unos y en otras. Una vez más
es una cuestión de poder y a medida que disminuye la escala de tenencia del
mismo aumentan las vulnerabilidades. En este sentido, las mujeres no son en si
mismas mas vulnerables, sino que la desposesión del poder, del control sobre lo
social y sobre si mismas que se ha venido operando en ellas a lo largo de la histo-
ria, las convierte en las primeras receptoras de los excedentes de violencia que ge-
neran las situaciones de crisis, en este caso la guerra. Además del impacto de la
violencia, las mujeres, al verse desposeídas del acceso y control del poder han sido
marginadas de la toma de decisiones, del manejo de las herramientas y los ins-
trumentos para la resolución del conflicto, valorándose sus aportaciones desde la
exclusiva construcción social y simbólica del género, de tal manera que se las
perpetúa como mantenedoras de unos valores morales que las relega al papel de
madres, esposas y cuidadoras. Se las visibiliza como víctimas, obviando delibera-
damente sus aportaciones como mediadoras para una paz durable.
La Cuarta Conferencia Mundial de Naciones Unidas sobre la Mujer (1995)
sentó las bases para las futuras deliberaciones de la participación de las mujeres en
la resolución de conflictos, negociaciones de paz, reconciliación, reconstrucción y
mantenimiento de la paz a todos los niveles. En este contexto el Secretario General
de Naciones Unidas señaló que «La paz estaba indisolublemente ligada a la igualdad
entre las mujeres y los hombres y al desarrollo...». Queda claro a partir de aquí que
la paz no puede ser entendida como ausencia de guerra, pues eso supondría olvidar
las diferentes formas de violencia social y estructural que viven las mujeres a lo largo
de su vida. La exclusiva consideración de la paz como ausencia de guerra ha sido la
consecuencia directa de que los acuerdos de paz ignoren las verdaderas causas de los
conflictos armados y estos sigan reproduciéndose y fortaleciéndose.
Sería reduccionista pensar que la violencia hacia las mujeres es un fenómeno
espontáneo que se activa en situaciones límite; la violencia hacia las mujeres res-
ponde siempre a un plan trazado, a una estrategia premeditada, sea en el ámbito
de lo público o en el de lo privado; un plan que pasa inexorablemente por el ejer-
cicio del poder: golpeo, humillo y, llegado el caso, mato a quien no es mi igual,
es decir ejercemos la violencia desde la superioridad, sea en esa paz entendida
como ausencia de guerra, o sea en la guerra. La diferencia es, básicamente, cuan-
titativa, de manera que en situación de conflicto la violencia se multiplica. Según
la ONU cada 18 segundos una mujer es maltratada en el mundo. Ahora multi-
pliquemos esa cifra y probablemente nos escandalizaremos de la realidad de la vio-
lencia hacia las mujeres, especialmente cuando sabemos que no es casual sino
causal, y lo que es mas grave, podría ser evitable. La violencia es un comporta-
miento aprendido, aprehendido, interiorizado y aceptado como parte de la paz
que se interpreta, insisto, como ausencia de guerra. El Conflicto armado no in-
venta la violencia, se limita a reescribir diferentes versiones de la misma, no podía
ser de otro modo si consideramos que en muchas sociedades las mujeres están aún
hoy declaradas de hecho y de derecho ciudadanas de segunda categoría, en otras
ni siquiera llegan a ser ciudadanas; incluso en aquellas sociedades en las que las

238
CONFLICTOS ARMADOS, MUJERES Y GÉNERO

mujeres han alcanzado la igualdad de derecho con los hombres, encontramos que
de hecho es bien distinto: salarios más bajos, mayor carga de trabajo, menor ac-
ceso a los puestos de decisión, etc. Si no tenemos posibilidad de decidir sobre
nuestro futuro no tenemos nada. El origen de la violencia es la desigualdad, de tal
manera que mientras sigamos perpetuando la desigualdad, seguiremos perpe-
tuando la violencia como una de las formas de relación de género. Durante la paz
entendida como ausencia de guerra las mujeres son ninguneadas, maltratadas y
violadas, las mujeres son cosificadas…La violencia hacia las mujeres es el delito
que con mayor frecuencia se comete y el que mayores cotas de impunidad arroja.
Es tal la impunidad y el vicio de la costumbre que cabría preguntarse si realmente
los gobiernos son conscientes de la dimensión de la tragedia o si por el contrario
son cómplices de todos los silencios que invisibiliza una realidad que, solo en la
última década, se ha presentado como un delito sobre el que habría que actuar. A
cerca de la pregunta anterior la respuesta es mas que sencilla: efectivamente los es-
tados modernos son cómplices y mantenedores de un estatus de desigualdad que
subordina a las mujeres y las presenta como un grupo homogéneo, carente de
identidades propias: las mujeres en general.
En las últimas décadas se han creado instrumentos para proteger a las muje-
res y a las niñas, sin embargo estos instrumentos están resultando inútiles y lo se-
guirán siendo mientras no se aborde la violencia hacia las mujeres, insisto, como
una cuestión que está directamente vinculada a la forma en la que se distribuye el
poder, a la forma en la que las mujeres han sido desposeídas del acceso y control
a la toma de decisiones en lo privado, en lo comunitario y en las instituciones del
Estado. A modo de ejemplo baste decir que solo un 15,7% de los parlamentos del
mundo tienen mujeres en sus escaños (INSTRAW 2005).
Si hiciésemos un recorrido por los conflictos armados, limitándonos única-
mente a algunos de aquellos que tuvieron lugar en el siglo XX y en lo que llevamos
del XXI, veríamos que hay una secuencia invariable, que como el fotograma recu-
rrente de un funesto flash back se repite incansable hasta el día de hoy. Básicamente
tres cuestiones permanentes: La primera los crímenes contra las mujeres como es-
trategia que desde el aparato estatal y de guerra se opera. La segunda la desprotec-
ción/indefensión de las mujeres. La tercera es la denuncia de la guerra, por parte del
movimiento de mujeres, como una empresa que interrelaciona directamente mili-
tarismo y masculinidad, que ningunea y obvia a las mujeres de cualquier decisión
vinculante a cualquiera de las fases del conflicto; junto a esta denuncia la demanda,
la exigencia, de la paz positiva y de las mujeres en su construcción.

2. LOS CRÍMENES CONTRA LAS MUJERES


Las referencias de las violaciones de mujeres en las guerras, del rapto, la pros-
titución forzosa y la utilización de las mismas como esclavas sexuales van unidas a
la misma dinámica de la guerra, de manera que aunque sin datos cuantitativos, en-
contramos violaciones durante las batallas y las grandes epopeyas escritas en la an-

239
MILA RAMOS JURADO

tigüedad y del mundo moderno. Violaron mujeres en sus razias los atenienses y los
espartanos, los suevos, los vándalos, los alanos, los vikingos, los hunos, los pueblos
preislámicos e islámicos, los romanos, los francos, los sajones y los normandos, los
portugueses y los españoles, los británicos, los turcos, los franceses, los japoneses,
los americanos, etc. Violar mujeres significaba, (significa) mucho más que el he-
cho físico de forzar a una mujer, significa acabar con el honor del otro, debilitar
al otro, minarle, combatirle desde la derrota de la privacidad que se convierte en
pública y, consecuentemente, pierde su sentido de ser: se extingue. En el cuerpo
de las mujeres se está agrediendo a un pueblo entero, a cada uno de sus comba-
tientes, pues su honor se vehiculiza a través de sus mujeres. El honor que durante
siglos se les negó a las mujeres, pues ellas eran únicamente receptáculos del honor
familiar, que por regla general se localizaba entre las piernas. Tanto es así que el
censo de torturas a las que han estado sometidas las mujeres para preservar ese ho-
nor mientras los hombres estaban en el campo de batalla (también llamado
campo del honor) son innumerables.
Además de ese atentado al otro, violar a mujeres entraña en si mismo un acto
de poder, es la máxima expresión del poder que ejerce la masculinidad hegemó-
nica, que necesita una constante demostración de la misma, a riesgo de ser per-
dida, pues la masculinidad no es un bien que se tiene y punto, es un bien que se
consigue, que se conquista día a día. Por eso no basta con el hecho salvaje de la
violación, es necesario ensañarse con la mujer, humillarla, someterla, vejarla, ha-
cerle entender quien manda. Son los micropoderes a los que me refería al princi-
pio de este texto, en este caso los micropoderes que están en condiciones de ejer-
cer cada soldado, por ejemplo. El soldado es el último eslabón de una cadena de
mando muy bien estructurada, la militar, cuyo principio se fundamenta en la
obediencia ciega, fundamento que ejemplifica la frase «las órdenes no se discu-
ten». La cadena de mando militar arrastra a los mandos, los oficiales, los subofi-
ciales y la tropa. Imaginemos cada uno de estos individuos reproduciendo una
consigna x, convencidos de que les ha sido otorgada una parcela de poder para
matar o no; para comercializar con la ayuda o no, para hacer trueque de pan por
sexo o no. Efectivamente es una persona la que aprieta el gatillo, la que extorsiona
o la que viola, pero esa persona representa a una institución, a una consigna, a una
estrategia en fin para ganar una guerra a costa de lo que sea. Lo que sea suele ser
la población civil, en los escenarios de los conflictos está compuesta en su mayor
parte por las mujeres, pues los hombres se han militarizado. Los micropoderes son
elementos cotidianos que se multiplican en cada individuo y los convierten en los
verdugos de turno porque pueden ejercer el poder de su pequeña parcela y eso les
convierte en grandes por minutos, que son una eternidad para el agredido/a.
La relatora especial de ONU sobre la violencia hacia la mujer, Radica Coo-
maraswamy, expresa, en su informe sobre «violencia contra la mujer perpetrada y/o
condonada por los estados en tiempos de conflicto armado (1997-2000)» las varias
formas utilizadas para violar a mujeres incluyendo la introducción vaginal o anal
de «astillas ardientes, cuchillos y otros objetos». Denuncia el informe las agresio-
nes de las fuerzas gubernamentales de seguridad encargadas de su protección, vio-

240
CONFLICTOS ARMADOS, MUJERES Y GÉNERO

ladores de mujeres en los campos de refugiados/as. Así mismo asegura la relatora


que «también los agentes no gubernamentales suelen tomar como blanco a la so-
ciedad civil, especialmente a las mujeres y niñas, como parte de una guerra tác-
tica». A estas circunstancias habría que añadir las mujeres que son secuestradas,
traficadas y obligadas a ejercer de esclavas sexuales con las tropas. Estos prostíbu-
los del horror han sido utilizados tanto por los combatientes como por personal
internacional desplazado al terreno, eso es un hecho denunciado, constatado y,
obviamente no condenado.
Lo que realmente sorprende es que a medida que avanzamos en la conquista
de las libertades y los derechos, en el progreso de la democracia, cuantas mas di-
rectivas existen para proteger la dignidad de mujeres, niños y niñas, en todos los
ámbitos de la vida pública y privada, mas numerosas son las conculcaciones de de-
rechos, mas sofisticadas, mas planificadas y mas impunes, si ponemos en relación
el delito con la condenas.
Para todas las mujeres que han sido objeto de violación en cualquiera de sus
formas la guerra no termina con las firmas de los acuerdos de paz, ni terminará
hasta que no se enjuicie y se condene a quienes cometieron en ellas los crímenes
de guerra. Las mujeres que sufrieron las violaciones no deben ser visibilizadas
como víctimas, pues ello supondría aumentar el sufrimiento, la suma de vulnera-
bilidades y sus consecuencias. Se trata de aportar alternativas y soluciones que pa-
sen por las condenas de los criminales de guerra y el establecimiento de mecanis-
mos de coordinación para las mujeres, que propicien su recuperación física y
emocional y el pago de indemnizaciones por parte de los estados agresores, entre
otras cuestiones. Todo eso es necesario para la reconciliación, pero no es sufi-
ciente para la reparación del daño ocasionado, cuando han sido sus propios cuer-
pos los que han sido convertidos en campos de batalla. Ahí están las violaciones
masivas de mujeres sucedidas en escenarios bélicos como los de Bosnia, Kosovo,
Camboya, Liberia, Perú, Somalia, Ruanda, Sierra Leona, Congo, Sudán, Afga-
nistán, Irak..., así hasta casi 40 frentes que hay abiertos en la actualidad, donde es-
pecialmente las mujeres y las niñas están siendo violadas, secuestradas, instru-
mentalizadas como esclavas sexuales o como moneda de cambio, traficadas como
mercadería devaluada.
Algunas de estas mujeres han permanecido por décadas en el olvido, como las
cerca de 200. 000 que fueron convertidas en esclavas sexuales de las fuerzas ar-
madas de Japón, por orden de su gobierno. Estas mujeres, a las que se les llamó
«mujeres confort» (comfort women), fueron confinadas en «estaciones confort»
que, a manera de centro de reclusión y prostíbulo, se instalaron en todo el este
asiático. Este tipo de prostitución forzosa que impuso el alto mando japonés para
satisfacer a su tropa era ya practicada desde antes de la guerra mundial: la primera
estación confort fue establecida en Shangai, a propósito de la invasión a Man-
churia (1932). La práctica duró hasta el fin de la guerra mundial, en 1945.
Entre las víctimas se encuentran mujeres principalmente de Corea y Filipinas.
Algunas de ellas fueron captadas con promesas de trabajo, otras fueron simple-
mente secuestradas. Una vez en las estaciones confort, estas mujeres eran repetida-

241
MILA RAMOS JURADO

mente violadas y golpeadas si se resistían a mantener relaciones. De acuerdo a los


testimonios de algunas sobrevivientes, ellas debían mantener relaciones sexuales
con más de diez soldados al día. Cuando ellas enfermaban, eran descartadas y de-
jadas a su suerte. Durante el último mes de la Segunda Guerra Mundial, la mayo-
ría de mujeres confort fueron asesinadas o dejadas moribundas por las derrotadas
fuerzas japonesas. Las que sobrevivieron tuvieron que continuar su vida con se-
cuelas físicas permanentes, trauma psicológico y marginación social. El gobierno
japonés nunca ha reconocido su responsabilidad en estos crímenes de guerra, que
ningún tribunal ha reconocido como tales. El daño infringido a las mujeres Con-
fort no ha tenido reparación (http://www.comfort-women.org/v2/faqs.html), por
mucho que en el 50 aniversario del final de la II Guerra Mundial, el emperador
de Japón pidiese un perdón público a estas mujeres, un gesto que no les ha solu-
cionado nada, pues su desatención y su olvido continúan.
A día de hoy conflictos tan señalados como Bosnia y Ruanda, donde las mu-
jeres fueron objetivo primordial en la vulneración de derechos humanos, aún si-
guen siendo asignaturas pendientes. Se calcula que en Ruanda mas de 500.000
mujeres fueron violadas y más de 40.000 en Bosnia, aunque bien es verdad que
estas cifras varían según las fuentes. Difícilmente podremos saber el número de
mujeres que sufrieron violencia sexual. No obstante ambos conflictos gozan de
Tribunales Penales Internacionales para los crímenes de guerra, lo cual supone la
posibilidad de la reparación del daño, única manera de hacer justicia, pues tan
solo desde el ejercicio de la justicia será posible la reconciliación. Aunque deberí-
amos convenir en lo mucho que queda por delante, aún reconociendo los logros
importantes en esta materia.
El Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY), fue crea-
do el 25 de mayo de 1993 por resolución del Consejo de Seguridad de las Na-
ciones Unidas, para juzgar a los responsables de genocidio y otros crímenes con-
tra la humanidad cometidos durante el conflicto armado en la extinta Yugoslavia.
El 22 de febrero de 2.001 pudimos asistir a una histórica sentencia del TPIY que
condena a tres oficiales serbobosnios, Dragoljub Kurna, Radomir Kovac y Zoran
Vukovic, a 60 años de cárcel y considera la violación masiva y la esclavitud sexual
de mujeres como crímenes contra la humanidad. Esta sentencia es conocida
como el caso Foca, por ser en esta localidad Bosnia donde se perpetraron los crí-
menes condenados. Stankovic fue condenado en noviembre de 2006 a 16 años de
cárcel por la justicia Bosnia, después de que el Tribunal Penal Internacional para
la ex Yugoslavia (TPIY), lo encontrara culpable de tortura, violación y esclavitud
sexual de mujeres y niñas en la misma localidad.
El Tribunal penal internacional para Ruanda (TPIR) creado por el Consejo
de Seguridad de las Naciones Unidas en su resolución 955 de 8 de noviembre de
1994, cuenta así mismo con sentencias que son una puerta abierta a la esperanza
de la justicia. El 2 de septiembre de 1998, el Tribunal encontró culpable a Jean-
Paul Akayesu de los cargos de genocidio e incitación al genocidio. También se le
encontró culpable de crímenes de lesa humanidad como exterminio, asesinato,
tortura, violación sexual y otros actos inhumanos. Esta sentencia es un prece-

242
CONFLICTOS ARMADOS, MUJERES Y GÉNERO

dente muy importante al condenar las violaciones de mujeres no solo como cri-
men de guerra, sino también como delito de genocidio. El Tribunal determinó en
la sentencia que la violación sexual «es la invasión física de naturaleza sexual, co-
metida en una persona bajo circunstancias coercitivas». Esta invasión no necesita
de un contacto físico, sino que puede incluir actos que no requieran la penetra-
ción. También estableció que las «circunstancias coercitivas» no necesitaban ser
demostradas con la fuerza física. Las amenazas, la intimidación, la extorsión y
otras formas de presión que apelen al temor o la desesperación pueden constituir
coerción. El Tribunal también determinó que la violación sexual constituía en este
caso un acto de genocidio, pues en las violaciones de mujeres hubo intención de
destruir a un pueblo.
La continuidad de la conculcación de los derechos de las mujeres en los con-
textos de guerra ha hecho que mujeres organizadas del todo el mundo participen
en las negociaciones para la creación de las Tribunales Penales. En este sentido es
fundamental tomar en consideración la presión del movimiento de mujeres y es-
pecialmente del movimiento feminista en el reconociendo en Roma de que «la
violación sexual puede constituir un crimen de guerra, en vez de un delito contra la
dignidad de las personas». Tanto el Estatuto de Roma, el Estatuto del Tribunal pe-
nal de Ruanda y el Estatuto del Tribunal Penal para la Extinta Yugoslavia tienen
bien definidas las materias que habilitan sus competencias (Genocidio, Crímenes
contra la humanidad, Crímenes de guerra, Crimen de agresión). La lucha del
movimiento feminista en este ámbito ha sido plural, no fue exclusivamente por
los delitos de violencia sexual como delitos de guerra, sino también su lucha se
centró en que apareciese en el instrumento legal internacional la palabra género,
pues hablar de violencia de género implica incluir a los hombres y a las mujeres y
las relaciones que entre ambos se establecen, en este caso unas relaciones de desi-
gualdad y subordinación, en cuyo origen, me reitero, reside la violencia.

3. INDEFENSIÓN/DESPROTECCIÓN A LA QUE ESTÁN


SOMETIDAS ESPECIALMENTE LAS MUJERES Y LAS NIÑAS
Esta desprotección/indefensión vuelve a presentar a las mujeres como vícti-
mas, como sujetos pasivos que esperan sobre si mismas y su entorno los impactos
del conflicto sin hacer nada para reducir el daño. Efectivamente vuelve a haber
una intencionalidad para presentar a las mujeres de este modo, pues solo así, el bi-
nomio clásico da las guerras: los hombres en el frente defendiendo la seguridad, el ho-
nor, etc… de las mujeres y los niños/as, tendría sentido. Este binomio solo existe en
el imaginario colectivo que construye la masculinidad hegemónica, pues de he-
cho, como estamos viendo, nada como una guerra para garantizar la extrema vul-
neración de derechos humanos en general y los derechos de las mujeres en parti-
cular, por las razones antes expuestas. Nada más alejado de la realidad que esa
visibilización de las mujeres, pues han sido ellas y siguen siéndolo las que en me-
dio del caos mas absoluto mantienen una especie de ley de mínimos que hace mi-

243
MILA RAMOS JURADO

nimizar los efectos perversos del conflicto armado. Así hemos visto como las mu-
jeres son las mantenedoras de la precaria economía de guerra, haciendo que fun-
cionen los servicios mínimos gestionados por ellas. En los campos de refugia-
dos/as (el 84% de los refugiados y refugiadas del mundo son mujeres –ACNUR–)
improvisan escuelas, cocinas comunitarias, servicios de atención sanitaria y algo
poco visible, las cadenas de apoyo emocional (en Bosnia se llamaron de mujer a
mujer) en las que unas a otras, en función de su situación, se apoyan para supe-
rar la crisis que comporta no solo las carencias materiales, sino la soledad afectiva
y sexual, la pérdida de las familias, especialmente la de los hijos e hijas, los efec-
tos de la violencia que se ejerce sobre ellas, etc. Estos apoyos no se ven, no se cuan-
tifican ni conllevan indicadores medibles, pero son acciones que permiten en
buena media que tras el conflicto la reconciliación sea posible, acciones para las
que no reciben ningún tipo de apoyo externo, ni material ni de recursos huma-
nos. Aún hoy obtener fondos de cualquier administración para el fortalecimiento
de las asociaciones de mujeres en las zonas de conflicto y para apoyar lideresas co-
munitarias como estrategia para la paz durable, resulta difícil de entender por los
financiadores y no lo encuentran prioritario en términos generales. La razón es
bien sencilla: el elemento ausente de los proyectos, programas y estrategias para
intervenir en una zona de conflicto armado es el Género. Mas aún, es la falta de
conciencia de género, que supone interiorizar los impactos diferentes de cual-
quier situación en hombres y mujeres y aportar a unos y otras aquellos instru-
mentos necesarios para cubrir sus necesidades inmediatas, pero también para sa-
tisfacer sus intereses estratégicos.
Los conflictos armados transgreden los fronteras del género abriendo a las
mujeres la posibilidad de demostrar que pueden hacer muchas mas cosas de las
que les están marcadas en función de la construcción social y simbólica del gé-
nero. Frente a la falta de mano de obra masculina han sido ellas las que han ocu-
pado esos puestos que antes se les negaban, pero en todo caso los contratos que
firman, cuando los firman, siempre llevan explícita la renuncia al mismo una vez
que retornen los excombatientes, reproduciendo una vez mas las normas del do-
minio.

4. EL EMPEÑO DE LAS MUJERES


POR CONSTRUIR UNA PAZ DURABLE
Es sabido que las mujeres son capaces de superar las contradicciones que en-
cienden el campo de batalla y que la historia del movimiento de mujeres, la his-
toria del feminismo es también la historia en favor de la paz.
La primera manifestación organizada y pública de mujeres contra la guerra la
tenemos en 1915. El 1,2 y 3 de Mayo en la Haya se reúnen un colectivo de mu-
jeres, convocadas por Clara Zetkin, en el «Congreso Internacional por la Paz Fu-
tura» y denuncian la guerra como «una empresa de masculina» proponiendo el
diálogo como solución a los conflictos y exigiendo garantías para una paz dura-

244
CONFLICTOS ARMADOS, MUJERES Y GÉNERO

ble. Desde esa fecha el trabajo en favor de la paz ha sido vanguardia del movi-
miento de mujeres, destacando actuaciones como las de Mujeres de Negro de Is-
rael, que surgen en el marco de la primera Intifada contra la política del gobierno
israelí hacia el pueblo palestino. El inicio de las actividades de Mujeres de Negro
se realiza en la Plaza Francia de Belgrado. Vestidas de negro, mujeres israelíes y pa-
lestinas en silencio llevaban pancartas en inglés, hebreo y árabe que decían «De-
tengan la ocupación. Yo no quiero ser el enemigo. Rehúso ser enemiga. Deshagan los
asentamientos judíos en Palestina». Años después, durante las guerras balcánicas de
la década de los 90, las Mujeres de Negro fueron activistas que aunaron las voces
de mujeres serbias, croatas y musulmanas para denunciar las violaciones sistemá-
ticas y para hacer una fuerte repulsa contra la guerra. En el 2001 y bajo el lema
«¡Paren la guerra, reconstruyan una sociedad justa en Afganistán y apoyen los derechos
humanos de las mujeres!», se realiza una campaña contra la guerra, de la mano de
un numeroso grupo de organizaciones de mujeres pacifistas de Estados Unidos,
Asia y América Latina. La ruta pacífica de las mujeres colombianas pretende crear
una cadena de apoyo a nivel internacional para promover el fin negociado del
conflicto, denunciar las vulneraciones de los derechos de las mujeres y exigir la
presencia de las mismas en las negociaciones de paz.
El movimiento de mujeres no se ha limitado a denunciar la guerra y sus con-
secuencias, ha ido mas allá entendiendo el conflicto armado, como decía al prin-
cipio de este escrito, como un hecho que no es ni espontáneo ni fortuito, sino que
responde a un plan premeditado y que tiene un pre-conflicto y un post-conflicto
sobre los que hay que incidir también desde el género, es decir, es necesario saber
cual es el papel de las mujeres en las diferentes fases del conflicto y cual debería
ser desde la perspectiva de la equidad. Recordemos como los colectivos de muje-
res de la extinta Yugoslavia y las mujeres afganas de Rawa, hicieron un esfuerzo
por visibilizar y denunciar las formas en las que se crearon esos conflictos, a que
intereses servían y quienes se veían beneficiados con los mismos, y lo hicieron mu-
cho antes de que estos estallaran. Cabría reflexionar sobre este hecho y sobre por-
qué no se tomó en consideración por parte de la comunidad internacional lo que
era una acción preventiva.

5. MILITARIZACIÓN DE LAS MUJERES E IMPACTO DE GÉNERO


SOBRE ELLAS EN CONFLICTO Y POSCONFLICTO
La intervención militar de las mujeres en los conflictos bélicos no es cierta-
mente un fenómeno exclusivo del siglo XX, aunque si es en el siglo pasado
cuando deja de ser un hecho aislado, para convertirse en algo habitual. Podemos
considerar que es en la Guerra civil española de 1936 cuando por primera vez en
Europa se militarizan las mujeres republicanas de forma organizada, lo hacen du-
rante los primeros meses de la guerra, hasta la constitución del ejército regular re-
publicano en Octubre del 36, momento en el que son obligadas a salir del frente
y permanecer en la retaguardia. Se han militarizado mujeres en Colombia, en

245
MILA RAMOS JURADO

Guatemala, en Nicaragua, en el Salvador, en Bosnia, en Ruanda…y en todos es-


tos conflictos han sido y siguen siendo la piedra angular para la reconciliación y
la paz.
A las mujeres excombatientes no se las ha tenido en cuenta en los procesos de
desmovilización y reintegración a la vida civil, se las ha vuelto a ningunear de los
beneficios que podrían aportarle estos procesos. Se les ha negado en muchos ca-
sos su rango de excombatientes y han sido acusadas de estar en el frente como
prostitutas. Un buen número de las mujeres que han estado movilizadas han de-
nunciado la violencia sexual de las que han sido objeto por parte de sus propios
compañeros. La violación, la anticoncepción forzosa, el aborto forzoso, la escla-
vitud sexual o la prostitución forzosa han sido prácticas habituales en el trata-
miento de mujeres y niñas combatientes. Los procesos de desmovilización no tra-
tan de forma adecuada las consecuencias de la violencia que han sufrido las
mujeres antes, durante y después del conflicto. Ejemplo de esto es el proceso ac-
tualmente en curso de DDR que se está llevando a cabo en Colombia, donde
aproximadamente se han desmovilizado a 41.000 personas, de las cuales el 14%
son mujeres. De los menores desmovilizados aproximadamente el 25% son niñas.
En una sociedad tan masculinizada y patriarcal como la colombiana «las mujeres
y las niñas han sido invisibilizadas (…), su papel como instigadoras del conflicto,
perpetradoras de violencia, víctimas del conflicto y candidatas al proceso de des-
movilización y reincorporación ha recibido poca atención por parte de los res-
ponsables políticos y de los medios de comunicación.» (Gunhild Schwitalla y
Luisa María Dietrich).
Las tres mil mujeres militarizas en Bosnia durante la guerra continúan espe-
rando, trece años después de firmados los acuerdos de Dayton, su reconocimiento
como excombatientes y el disfrute de los derechos de estos.
Para que los procesos de DDR sean integradores deben de conformar una es-
trategia de género que incluya todas las formas de discriminación y violencia de
cualquier tipo contra las mujeres y las niñas y contribuir de manera efectiva a que
los culpables sean llevados ante la justicia.

6. RESOLUCIÓN 1325
Finalmente señalar que en la actualidad contamos con un instrumento de
derecho que desde la sociedad civil tenemos el deber ciudadano de reclamar a
nuestros gobiernos su inmediato cumplimiento, si estamos comprometidos
con la paz y con la justicia social. Me refiero a la Resolución 1325 sobre mu-
jer, paz y seguridad, aprobada por el Consejo de seguridad de ONU el 31 de
Octubre del 2000. La Resolución 1325 es el primer documento del Consejo de
Seguridad que reconoce explícitamente las consecuencias de los conflictos ar-
mados sobre las mujeres y las niñas. La 1325 ofrece un marco de trabajo para
abordar acciones decididas que mejoren la política internacional en lo concer-
niente a las cuestiones de género, desarrollo, paz y seguridad. La 1325 focaliza

246
CONFLICTOS ARMADOS, MUJERES Y GÉNERO

su atención en la protección de las mujeres y las niñas; pretende incrementar


la representación de las mujeres en todos los niveles de decisión en prevención,
manejo y resolución de conflictos como constructoras de paz; reclama que no
haya impunidad para los crímenes de guerra cometidos en contra de mujeres,
incluyendo violencia basada en género; y promueve la adopción de la perspec-
tiva de género en operaciones de mantenimiento de la paz de Naciones Unidas,
y en los procesos de pos conflicto.
La 1325 no es casual, es el producto de una intensa lucha de la sociedad ci-
vil y especialmente del movimiento de mujeres, que han venido denunciando la
situación de mujeres y niñas en los conflictos armados y reclamando que las mu-
jeres sean incluidas como agentes mediadores en los procesos de paz. Obviamente
la 1325 no garantiza en si misma la mejora de las condiciones de las mujeres y las
niñas en los conflictos armados, pues son incontables las resoluciones de ONU
que no tiene una implementación efectiva. En el caso de la 1325 es fundamental
la voluntad política y la presión ciudadana que desde la sociedad civil se puede ha-
cer para su cumplimiento.
Utilizando palabras de las mujeres de la Ruta Pacífica colombiana, las muje-
res reclaman «ni guerra que nos mate, ni paz que nos oprima». Lo que se ha llamado
la paz positiva, que es una paz incluyente, que implica la reducción de la violen-
cia directa e indirecta y el aumento de justicia social.

ALGUNOS INSTRUMENTOS LEGALES PARA LA PREVENCIÓN Y


DEFENSA DE LOS DERECHOS DE LAS MUJERES
• La Convención sobre la Eliminación de Discriminación contra Mujeres
prohibe discriminación contra mujeres en las relaciones maritales y de fa-
milia (Artículo 16). El Artículo 6 de esta Convención refiere a la prohibi-
ción de cualquier forma de traficar con mujeres y de alentar la prostitución.
• La Recomendación General Nº 19 del Comité para la Eliminación de la
Discriminación contra las Mujeres (CEDAW) se centra enteramente en la
violencia contra mujeres.
• La Recomendación General Nº 21 se refiere a la igualdad en las relaciones
maritales y en las relaciones de familia.
• La Declaración de ONU sobre la Eliminación de la Violencia Contra las
Mujeres, en su Artículo 4, condena expresamente cualquier acto de violen-
cia contra las mujeres, provenga esta del estado o de una persona privada.
• El artículo 23 del Pacto Internacional sobre Derechos Civiles y Políticos in-
cide en que los estados emprenderán los pasos apropiados para asegurar
igualdad en los derechos y responsabilidades de los esposos, durante el ma-
trimonio y en su disolución. Adoptándose en caso de disolución «disposi-
ciones que aseguren la protección necesaria de los hijos».
• La Convención Europea sobre derechos humanos prohibe expresamente la
tortura, el tratamiento o castigo inhumano y degradante (Artículo 3).

247
MILA RAMOS JURADO

• La Resolución 1325 sobre las mujeres, la paz y la seguridad, aprobada por


el Consejo de seguridad de Naciones Unidas el día 31 de Octubre de 2000.

BIBLIO-CIBERGRAFÍA
http://www.peacewomen
http://www.un.org
http://www.un.org/events/res_1325e.pdf
httl://www.womenwarpeace.org/
http://www.peacebuild.ca
http:/www.womenbuildingpeace.org
http://www.icrw.org
http://www.cem.cl
http://www.whrnet.org
http://www.womenaction.org/
http://www.globalfundforwomen.org
http://www.brad.ac.uk
http://www.unhcr.ch
Ximena Bedregal. Historia de los nacionalismos patriarcales, guerras «útiles,
víctimas invisibles, pacifistas derrotados y renovados».
SHELLEY Anderson. Desarmen a los hombres, no armen a las mujeres
(www.bantaba.ehu.es)
ARRIAGADA, Irma. «Impacto de la crisis y el ajuste estructural sobre las Mu-
jeres». En ISIS, De Nairobi a Beijing, 1995.
DE BARBIERI, Teresita. «Las mujeres y la crisis en América Latina», Entre
Mujeres y Flora Tristán ediciones, Lima, 1995.
CEPAL. «El desafío de la equidad de género y de los derechos humanos en los al-
bores del siglo XXI». Serie Mujer y Desarrollo N°27, CEPAL [LC/L. 1295 (CRM.
8/3)], Santiago, 2000).
CEPAL. «Desarrollo y equidad de género: una tarea pendiente». Serie Mujer y
Desarrollo, Unidad Mujer y Desarrollo, Santiago, 1993.
KABEER, N. (1998): Realidades trastocadas. Las jerarquías de género en el
pensamiento del desarrollo. Mexico: Paidós.
LAGARDE, M. (1996): Género y feminismo. Desarrollo humano y democracia.
Madrid: Horas y Horas.
CATALÁ, N. (1999): Ces femmes espagnoles: de la Résistance à la Déporta-
tión. E. Tirésias
DUBY, G. (1993) Historia de las mujeres. Tomos 4 y 5. Taurus

248
LA RESOLUCIÓN 1325. MUJERES
EN CONFLICTOS ARMADOS
Carmen Magallón Portolés1
Profesora asociada en la Universidad de
Zaragoza. Directora de la Fundación SIP
(Seminario de Investigación para la Paz) del
Centro Pignatelli de Zaragoza y miembro del
Seminario Interdisciplinar de Estudios de la
Mujer (SIEM) de la Universidad de Zaragoza

1. INTRODUCCIÓN
Antes de entrar en el tema de la Resolución 1325, una resolución que nace
aprobada por uno de los órganos de poder que rigen el mundo, el Consejo de Se-
guridad de Naciones Unidas, es importante realizar una reflexión epistemológica,
que nos permita hacer consciente la interacción que existe entre la transformación
de la realidad y el conocimiento que tenemos de ella, la relación entre práctica so-
cial y conocimiento, la influencia que tienen los movimientos sociales en la emer-
gencia de temas e interrogantes que antes habían permanecido en las sombras.
Movimiento social y validación de un saber nuevo, no recogido en la visión
tradicional del conocimiento, se dan la mano. Lo que está en juego, en definitiva,
es el debate sobre la realidad misma, y es esta pugna por la realidad, cuyos térmi-
nos están abocados a ser objeto de negociación, la que convierte a la epistemolo-
gía en una pieza a tener en cuenta en la transformación social.
La crítica de las bases sobre las que se apoya el conocimiento, la crítica epis-
temológica, ha surgido con fuerza desde los grupos sociales excluidos, aquellos
que no han sido tomados en consideración por el saber instituido, aquellos cuya

1 Doctora en Ciencias Físicas y DEA en Filosofía. Vicepresidenta de la Asociación Española de Investi-


gación para la Paz (AIPAZ). Catedrática de Instituto, ha sido Asesora técnica de formación del profesorado del
Ministerio de Educación y Ciencia. Actualmente imparte cursos de doctorado y postgrado, sobre Género y
Ciencia y Filosofía de la Ciencia. Sus temas de investigación son: la historia de las mujeres en la ciencia, el aná-
lisis epistemológico del quehacer científico y las relaciones entre género, ciencia y cultura de Paz.

249
CARMEN MAGALLÓN PORTOLÉS

experiencia no ha contado en la historia. Boaventura de Sousa Santos, en el Foro


Social Mundial (FSM) de Porto Alegre, espacio de encuentro, intercambio y
coordinación de movimientos sociales e iniciativas a favor de la instauración de
otro orden mundial, constató cómo las prácticas presentes en el FSM mostraban
una realidad alternativa, en la que se hacían visibles sujetos y fenómenos que la di-
námica social hegemónica producía como no existentes. Una idea tremendamente
potente para quienes piensan que otro mundo, mejor que el actual, es posible, es
que no hay justicia social global sin justicia cognitiva global2. Y esa justicia cog-
nitiva exige nuevos paradigmas desde los que mirar el mundo.
Los sesgos de género en la transmisión histórica, en particular, la invisibilidad de
las contribuciones positivas de las mujeres en el transcurso de los siglos, a la ciencia,
a la política en su sentido general y también en el sentido de política primera; la in-
visibilidad de sus contribuciones al sostenimiento de la vida y a la convivencia, es un
factor que sigue pesando pues la invisibilidad del pasado además de hurtar las raíces
impide ver y entender aspectos del presente que son problemáticos.
Las epistemologías feministas han desvelado y criticado los supuestos de un
conocimiento sesgado, que convierte en invisibles algunos hechos: a saber, la vio-
lencia de género y la herencia cultural e histórica de las mujeres. Y desde nuevas
bases para validar el conocimiento y con nuevos paradigmas han mostrado que es
posible salirse del orden simbólico predominante y confrontarse con la lógica que
sustenta el orden de la violencia3.
El movimiento de mujeres ha ido paralelo a la emergencia de un saber sobre
el mundo, de un conocer, que sólo ha sido posible cuando ellas se han constituido
en sujetos y han elaborado conocimiento partiendo de las experiencias femeninas.
Epistemólogas feministas4 han puesto de manifiesto que el conocimiento que crece
impulsado por un movimiento social, en este caso el feminismo, da como resul-
tado un conocimiento menos sesgado que el supuestamente neutro. Han criticado
la noción de un sujeto llamado universal que no es tal; han mostrado que todo co-
nocimiento es situado y que nace de la experiencia de un sujeto colectivo. Partir de
la vida de las mujeres, ha permitido establecer nuevos hechos, desvelar sesgos en las
teorías dominantes y proporcionar visiones diferentes de la realidad social y física.
Estas bases han permitido sacar a la luz realidades antes no percibidas: la violencia
contra las mujeres ha dejado de ser invisible cuando éstas han peleado por hacerla
visible. Del mismo modo han permitido mostrar el amplio legado de iniciativas y
protagonismo de las mujeres en su lucha contra la guerra y la violencia5.
En el estudio del Estado, de las instituciones gubernamentales y militares, de
las relaciones entre Estados, en el campo de las Relaciones Internacionales, la in-
troducción de la perspectiva de género es más reciente que en otros campos. Al
2 Sousa Santos, Boaventura de (2005) O Fórum Social Mundial. Manual de uso, Sao Paulo, Cortez editora.
3 Grau, Elena; Ibáñez, Violeta y Ribera, Isabel (2004) «Hacer la paz: política y relaciones civilizadoras»,
en Fundación SIP (ed.) Propuestas para una agenda de paz, Zaragoza, Gobierno de Aragón.
4 Sandra Harding, Nancy Harstock y Donna Haraway, entre otras. Una aproximación a sus plantea-
mientos puede verse en Magallón Portolés, Carmen: Pioneras españolas en las ciencias, Madrid, CSIC, 2004,
2ª ed., pp. 36-61.
5 Magallón Portolés, Carmen (2006) Mujeres en pie de paz, Madrid, Siglo XXI.

250
LA RESOLUCIÓN 1325: MUJERES EN CONFLICTOS ARMADOS

analizar las estructuras de poder ligadas a la política bajo la mirada de género,


puede verse la huella de la dominación histórica del género masculino, del mismo
modo que se observa en los discursos que emiten estas instituciones y que son
cauce de la reproducción de su estatus. Expertas en el campo de las Relaciones In-
ternacionales han subrayado que no se puede conocer y explicar el mundo en que
vivimos sin tener en cuenta la experiencia de las mujeres, y que ignorar a la mitad
de la humanidad da como resultado una visión parcial y distorsionada del
mundo, de la política y de las relaciones de poder6.
Tickner (1999) ha estudiado las dificultades para integrar o al menos establecer
una traducción entre los lenguajes y enfoques dominantes en el estudio de las Rela-
ciones Internacionales y los enfoques feministas. Otras autoras señalan, no obstante,
que está dándose un acercamiento, que existe un cuerpo creciente de trabajos que,
haciendo uso de distintas metodologías, incluso con estudios cuantitativos, están in-
corporando el género en los análisis convencionales del campo de las Relaciones In-
ternacionales. Recoge Caprioli una serie de estudios cuantitativos de los que se han
extraído, entre otras, conclusiones como las siguientes: que la igualdad de género re-
duce la probabilidad de que un Estado sea el primero en usar la fuerza en las dispu-
tas entre Estados (Caprioli, 2003) y que mientras no se encuentra una correlación
clara entre el sexo y las actitudes hacia los conflictos internacionales, sí es posible de-
cir que la existencia de normas de igualdad de género es una variable que permite pre-
decir con mayor precisión la conducta de un Estado (Caprioli, 2004).
En este marco de tensión entre fuerzas, la política internacional, todavía con
resistencias, se está viendo empujada a introducir la variable género y a conside-
rar una categoría de sujeto en la que quepan la mirada y aportaciones del ser hu-
mano mujer, en su diversa y plural experiencia.

2. CONFLICTOS ARMADOS Y CONSTRUCCIÓN DE LA PAZ


En los últimos años, el avance del movimiento de mujeres en el ámbito de las
Relaciones Internacionales viene afianzando la necesidad de tener en cuenta la va-
riable género, la existencia de hombres y mujeres, y su relación, para conocer la
realidad de los conflictos armados, y también para proponer políticas prácticas en
las distintos momentos de su desarrollo: en la escalada del conflicto, durante el
conflicto, en la construcción de la paz, y en la reconstrucción post-conflicto.
Desde el paradigma en el que las mujeres no son parte del paisaje, subsumi-
das en la naturaleza, sino seres humanos con categoría de sujeto, se hace patente
que los conflictos armados les afectan de manera diferente a cómo afectan a los
hombres. Los conflictos armados influyen y transforman las relaciones de género,
que pueden cambiar en el transcurso de la escalada de violencia. El impacto de un
conflicto armado en las relaciones de género depende del tipo de conflicto. No es
lo mismo un conflicto por los recursos que una guerra civil o una guerra entre Es-
6 Youngs, Gillian (2004) «Feminist International Relations: a contradictions in terms? Or why women
and gender are essential to understand the world ‘we’ live in». International Affairs, 80, I, 75-87.

251
CARMEN MAGALLÓN PORTOLÉS

tados. En situaciones límites, en situaciones de violencia, las mujeres a menudo


asumen nuevos roles, algunas se enrolan en los grupos armados o pasan a res-
ponsabilizarse de tareas antes desempeñadas por los hombres. No obstante, una
constante es que ellas siguen siendo mayoría entre quienes continúan sosteniendo
la vida de la comunidad, y que es sobre ellas sobre quien recae en mayor medida
la responsabilidad de la alimentación, la crianza, y la supervivencia cotidiana.
También es diferente el número de muertes que hombres y mujeres sufren,
así como el tipo de agresiones a las que se enfrentan. Una agresión específica que
sufren las mujeres en los conflictos armados es la violación, una continuidad de
la violencia cotidiana que ahora es convertida en arma de guerra: violar el cuerpo
de las mujeres para agredir al contrario, tomar el cuerpo de las mujeres como
parte de la tierra a conquistar.
A partir de la aprobación de la Convención para la Eliminación de todas las
Formas de Discriminación contra las mujeres (CEDAW) y la Plataforma de Ac-
ción surgida de la Conferencia de Pekín (1995), la mayoría de los gobiernos e ins-
tituciones internacionales, al menos formalmente, se muestra a favor de promo-
ver la equidad de género a nivel nacional y regional. El documento final de la
conferencia citada incluía una Declaración sobre la contribución de las mujeres a
una cultura de paz, en la que se señalaba:

«En el umbral del siglo XXI, un movimiento dinámico hacia una cultura de paz ob-
tiene su inspiración y su esperanza de las percepciones y acciones de las mujeres […]. La
capacidad de dirección de las mujeres debe aprovecharse plenamente y en beneficio de
todos para avanzar hacia una cultura de paz. Su participación históricamente escasa en
el gobierno ha dado lugar a una deformación de los conceptos y a una limitación de los
procesos. En ámbitos como la prevención de los conflictos, el fomento del diálogo in-
tercultural y la reparación de la injusticia socioeconómica, las mujeres pueden generar
enfoques innovadores y sumamente necesarios para la edificación de la paz»7.

La Plataforma de Acción aprobada en Pekín posibilitó que el sistema de Na-


ciones Unidas impulsara redes y plataformas cuyo objeto era hacer visible el tra-
bajo de base de las mujeres a favor de la paz. UNIFEM apoyó la creación de la Fe-
deración de Redes de Mujeres Africanas por la Paz, formada por trece
organizaciones femeninas de países afectados por conflictos armados. En 1998,
nació el Comité de Mujeres Africanas por la Paz y el Desarrollo (African Women
Committee on Peace and Development, AWCPD) bajo los auspicios de la OUA
y la ECA (Economic Comission for Africa) de Naciones Unidas. En la Declara-
ción de Zanzíbar, las mujeres africanas incluyeron su apuesta por utilizar la expe-
riencia y capacidades de las mujeres en la construcción de una paz sostenible y
duradera en la zona; condenaron la proliferación de armas en África, una mecha
que provoca el estallido violento de conflictos de distinto origen; también el uso

7 Declaración incluida en http://www.unesco.org/cpp/sp/declaraciones/women.htm

252
LA RESOLUCIÓN 1325: MUJERES EN CONFLICTOS ARMADOS

de niños y niñas como soldados; y reclamaron la urgencia de un desarrollo justo


y equilibrado en sus países8.
En la construcción de la paz, está documentado el importante protagonismo
de grupos de mujeres, un protagonismo que es importante apoyar y potenciar9.
Así en Liberia, la Iniciativa de Mujeres de Liberia (Liberian Women’s Iniciative,
LWI), en el proceso de paz de su país llevó a cabo una amplia campaña para lo-
grar el desarme. En 1999 se habían recogido y destruido unas 20.000 armas y más
de 3 millones de unidades de munición. Desde el convencimiento de que la paz
habría de construirse a nivel regional, que no habría paz en Liberia si a la vez no
la había en Sierra Leona y Guinea, en el 2000 se creó la Red de Mujeres por la Paz
del río Mano. Esta red influyó para que Naciones Unidas y ECOWAS se impli-
caran en la búsqueda de una salida para el conflicto.
Las redes creadas por las mujeres de los países del río Mano, fueron claves en
la resolución del conflicto armado10. En mayo de 2001, en Monrovia, miles de
mujeres realizaron marchas, hicieron reuniones, protestas, escritos, talleres de no
violencia, presionaron de múltiples formas para lograr una intervención interna-
cional en el conflicto. En mayo de 2004, la Conferencia Nacional de Mujeres para
la Recuperación Socio-económica de Liberia reunió a doscientas cincuenta mu-
jeres pertenecientes a distintos grupos religiosos, ONG, refugiadas, empresarias,
abogadas… con el fin de construir una estructura de participación en el proceso
de reconstrucción y rehabilitación del país. En las elecciones del 8 de noviembre
de 2005, Ellen Johnson-Searleaf se convirtió en la primera mujer Presidenta de un
país, en África.
Las experiencias de acción de las mujeres a favor de la paz, no suelen estar en
el centro de la escena política, ya sea por las características que tiene su interven-
ción en el ámbito público, ya sea por su tradicional exclusión de las esferas de po-
der, de la toma de decisiones. Y, sin embargo, a menudo, iniciativas y acciones cre-
cidas en sus manos, han ejercido y ejercen el papel de grieta que permite horadar
un muro inaccesible.
En lugares donde la voz de las mujeres es silenciada de manera permanente,
el apoyo de la Comunidad Internacional es de gran importancia. Las alianzas
transversales, que cruzan niveles y circulan desde los movimientos de base a las
agencias de Naciones Unidas y viceversa, pasando por la implicación personal de
mujeres de reconocido prestigio, pasan a ser decisivas. El logro que compendia los
esfuerzos de las alianzas forjadas durante años en este sentido es la Resolución 1325
del Consejo de Seguridad.

8 «Mujeres de África por una cultura de paz», Primera Conferencia Pan-Africana sobre cultura de paz y
no violencia, Zanzíbar, 17-20 de mayo de 1999.
9 Véanse los trabajos de Cockburn (1998, 2004) y Magallón (2006), entre otros.
10 Isha Dyfan, activista de Sierra Leona, en Rehn, Elizabeth y Sirleaf, Ellen J. (2002) Women War and Pe-
ace. The Independent Experts’Assesment on the Impact of Armed Conflict on Women and Women’s Role in Peace-
building, NuevaYork, The United Nations Development Fund for Women (UNIFEM), p. 78.

253
CARMEN MAGALLÓN PORTOLÉS

3. LA RESOLUCIÓN 1325
La Resolución 1325, aprobada por el Consejo de Seguridad en octubre de
2000, es resultado de años de trabajo y presión del movimiento feminista, enten-
dido éste en sentido amplio, como grupos de mujeres organizadas a nivel local e
internacional, movimiento que fue consiguiendo constantes avances sociales y
políticos. Consiguió sobre todo un cambio de mentalidad, en la línea de concitar
un rechazo creciente ante el hecho de que que la diferencia entre los sexos se tra-
duzca en desigualdad. Este cambio es visible sobre todo en las sociedades demo-
cráticas. Consiguió también un progresivo apoyo de líderes políticos y gobiernos,
que fueron incluyendo el tema en sus declaraciones, compromisos y acuerdos, na-
cionales e internacionales. Con los años, se fue construyendo una red interna-
cional de grupos organizados de mujeres que son una referencia para evaluar, ha-
cer seguimiento y empujar la igualdad entre los sexos hacia nuevos desarrollos.
Mirando desde un plazo de tiempo más cercano, la Resolución 1325 del Con-
sejo de Seguridad (CS) es el resultado de la acción, desarrollada en múltiples planos
del Grupo de Trabajo sobre Mujeres, Paz y Seguridad (MPS), una ONG creada en
mayo de 2000 precisamente para hacer trabajo de lobby sobre los miembros del CS.
Esta ONG es en realidad una alianza de las siguientes organizaciones: Femmes Africa
Solidarité, Hague Appeal for Peace, International Alert, International Women’s Tribune
Centre, Women’s Action for New Directions, Women’s Commission for Refugee Women
and Children, the Women’s Division of the General Board of Global Ministries of the
United Methodist Church, Women’s Environment and Development Organization y la
Women’s International League for Peace and Freedom 11.
El grupo MPS unió sus esfuerzos a la División para el Avance de las Mujeres
(DAW) y el Fondo de Naciones Unidas para el Desarrollo de la Mujer (UNI-
FEM), con el fin de incidir en los miembros del Consejo de Seguridad con do-
cumentación e informes que destacaban y argumentaban la importancia de la
presencia de las mujeres en los procesos de paz. La presidencia de Namibia en el
Consejo de Seguridad y la implicación de los medios de comunicación abrirían
una ventana de oportunidad para que el Consejo acogiera las perspectivas de las
mujeres sobre la paz y la guerra, dictando la Resolución 1325. Así pues, el mo-
mento en el que se aprueba esta resolución es favorable, ya que a lo largo de los
años anteriores habían existido Declaraciones y Acuerdos previos de la Comuni-
dad Internacional, también estaban los compromisos adquiridos por los gobier-
nos en la Conferencia de Pekin, y además en octubre de 2000 se daba la circuns-
tancia de la existencia de una actitud favorable por parte de la presidencia de
Namibia, junto al apoyo de otros miembros del Consejo de Seguridad.
La aprobación de la Resolución 1325 fue un paso importante hacia la con-
secución de un régimen de igualdad entre hombres y mujeres, en lo que se refiere
a la participación de unas y otros en la construcción de la paz.

11 Sobre el Grupo de trabajo sobre Mujeres, Paz y Seguridad (Working Group on Women, Peace and Se-
curity), véase la página www.peacewomen.org/un/ngo/wg.html

254
LA RESOLUCIÓN 1325: MUJERES EN CONFLICTOS ARMADOS

Han transcurrido más de siete años desde su aprobación y todavía estamos en


la fase de dar a conocer su contenido y de presionar para que se cumpla.
La Resolución 1325 expresa la convicción de que las mujeres y la perspectiva
de género son relevantes para negociar acuerdos de paz, llevar a cabo las operacio-
nes de mantenimiento de la paz, la reconstrucción de las sociedades tras un conflicto
bélico, planificar los campos de refugiados… y, en general, todas las acciones que
caen bajo la competencia del Consejo de Seguridad. Esta resolución, supuso todo
un hito en la trayectoria de este órgano de las Naciones Unidas, el Consejo de Se-
guridad, que tiene competencias para: a) investigar controversias o situaciones que
pueden conducir a un conflicto, con objeto de decidir si pueden afectar a la paz y
seguridad internacionales; b) determinar la existencia de amenazas o quebranta-
mientos a la paz y seguridad internacionales, haciendo recomendaciones oportunas
o tomando medidas para mantenerlas o restablecerlas; c) administrar las zonas con-
sideradas estratégicas; d) elaborar planes para regular la existencia y proliferación de
armamentos a fin de someterlos a los Estados miembros; e) dictar medidas o hacer
recomendaciones para ejecutar los fallos de la Corte Internacional de Justicia y f) pe-
dir dictamen a la Corte Internacional de Justicia sobre cualquier cuestión jurídica
que caiga en el ámbito de sus competencias.
La resolución 1325 llama al Secretario General de Naciones Unidas, a los Es-
tados miembros y al resto de partes (agencias humanitarias, militares, sociedad ci-
vil) a emprender acciones en cuatro líneas relacionadas:

1. El aumento de la representación/participación de las mujeres, en todos los


niveles y fases de los procesos de paz y de la toma de decisiones (dirigido
al Secretario General, agencias y gobiernos).
2. La promoción de la formación en la perspectiva de género, pidiendo al Se-
cretario General directrices y material, y a los gobiernos líneas rectoras,
planes y fondos.
3. Medidas específicas de protección de las mujeres y las niñas en los con-
flictos armados y sus secuelas.
4. La introducción transversal del género en la recogida de datos y sistemas
de información de Naciones Unidas, así como en la puesta en práctica de
los distintos programas. En particular, en el contenido de los acuerdos de
paz; en los procesos de Desmovilización, Desarme y Reintegración; en las
misiones del Consejo de Seguridad; en el análisis del impacto de las san-
ciones y en la defensa de las leyes y acuerdos internacionales.

También se pide al Secretario General que lleve a cabo un estudio y un in-


forme sobre el impacto de los conflictos armados en las mujeres y su papel en los
procesos de construcción de paz, y que haga un seguimiento activo del tema.
Un aspecto a destacar es el énfasis que coloca en sacar a la luz a las mujeres
como protagonistas activas, cuya voz importa en la construcción de la paz y en la
toma de decisiones. Va más allá de su consideración como grupo vulnerable, más
allá de verlas bajo el prisma de víctimas, una mirada, la victimista, que aún pre-

255
CARMEN MAGALLÓN PORTOLÉS

domina en los medios de comunicación y en muchos enfoques que tienen en


cuenta la perspectiva de género. Sin negar las agresiones específicas que sufren las
mujeres en los conflictos armados, la perspectiva positiva, el escuchar lo que di-
cen y hacen, tiene en sí una mayor potencialidad para el cambio. Reconocer y
universalizar lo que las mujeres tienen que ofrecer, hacia la construcción de la paz
y el desarrollo, es un paradigma mucho más fructífero que el que no sobrepasa el
victimismo y la protección.
La R-1325 hace referencia a las mujeres, al género y a la perspectiva de género,
tres conceptos que aunque a veces se usen como equivalentes no lo son. Referirse
a todos ellos, en una misma resolución, refleja bien los usos y debates que se dan
tanto en el mundo académico como en el terreno de la práctica. Al mencionarlos,
está indirectamente potenciando el debate y la profundización en estos conceptos.
Por otra parte, hay que decir que la resolución no cubre todos los asuntos rela-
cionados con mujeres, género y conflicto, pues en ella no se tienen en cuenta, por
ejemplo, los aspectos relacionados con Derechos Humanos ni con Desarrollo.

4. LA 1325 EN ACCIÓN
El Grupo de trabajo sobre Mujeres, Paz y Seguridad continúa realizando se-
guimiento de la puesta en práctica de la resolución, dando a conocer los avances
y estado de la cuestión a través de una página web y un boletín periódico, y fo-
mentando el debate en la comunidad internacional. Según este grupo, el segui-
miento y profundización del Consejo de Seguridad en el tema ha sido menor que
en otros casos, ya que aunque se lleva a cabo una reunión anual para evaluar el
cumplimiento por parte de los Estados, la resolución no ha sido suficientemente
desarrollada. Al comparar lo sucedido con una resolución similar, la de Niños y
conflictos armados, que desde su aprobación por parte del Consejo de Seguridad,
en 1999, ha sido desarrollada en 5 resoluciones más, se observa esta carencia. Pese
a lo cual, la implicación del Consejo de Seguridad, aún con sus limitaciones, ha
aportado a la problemática que refleja la 1325 autoridad y legitimidad. Como
contrapunto, hay que decir que la resolución 1325 ha despertado gran interés en-
tre otras instancias de la ONU, entre los gobiernos y entre los grupos de la socie-
dad civil. Distintos foros la han incluido en sus programas y debates: la Asamblea
General, el CSW, ECOSOC, CHR, DDA, OCHA, DPKO, la OTAN… Y mu-
chas ONG se han comprometido con ella, tratando de darla a conocer y presio-
nar para que se cumpla (Hill, 2005). Existe un seguimiento permanente de los
avances de aplicación, que pueden verse a través de la red, en una página elabo-
rada por la histórica Liga de Mujeres por la Paz y la Libertad12.
Sobre el terreno, en los lugares donde se sufren los conflictos armados, son
muchas las barreras que están impidiendo la aplicación de la resolución 1325. Se-
gún un estudio sobre la construcción de la paz en Sudán, Congo y Uganda, la

12 Véase www.peacewomen.org/un/sc/1325

256
LA RESOLUCIÓN 1325: MUJERES EN CONFLICTOS ARMADOS

cuestión central es desmantelar las barreras que están impidiendo el liderazgo de


las mujeres, tanto en la prevención del conflicto como en su resolución, en la
construcción de la paz y en la gobernanza post-conflicto. Este mismo estudio se-
ñala que las mujeres fueron excluidas de las seis primeras rondas de negociaciones,
rondas realizadas en Abuja bajo los auspicios de la Unión Africana (UA). En la
séptima ronda, con el apoyo internacional y de la UA se formó un Equipo de
Apoyo Experto en Género, para impulsar la participación de las mujeres. El
equipo reunió mujeres de los tres Estados de Darfur y de distintos orígenes triba-
les y étnicos, creó una plataforma con las prioridades consensuadas por las muje-
res y trató de que se incorporaran en el acuerdo de paz. Al amparo de la resolu-
ción 1325, contaron con la ayuda de UNIFEM, Noruega, Canadá y Suecia para
ejercer presión, para hacer lobby sobre la Unión Africana y otros miembros de la
comunidad internacional y empujarles a que apoyaran la inclusión de las mujeres
en las negociaciones de Abuja13.
El Secretario General ha elaborado informes y declaraciones, y Canadá creó
el grupo de amigos (países) de Mujeres, Paz y Seguridad, cuya finalidad es reali-
zar seguimiento de la puesta en práctica de la resolución 1325, en las Naciones
Unidas. Varios gobiernos han diseñado Planes Nacionales para la puesta en prác-
tica de la R-1325: Canadá, Suecia, Suiza, Reino Unido, entre ellos. El 30 de no-
viembre de 2007, España se unió al grupo de países que apoyan la resolución, al
aprobar ese día el Consejo de Ministros un Plan de Acción del Gobierno de España
para la Aplicación de la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas (2000) sobre Mujeres, Paz y Seguridad. Así mismo, en febrero de 2008, la
Dirección General de Planificación y Evaluación de Políticas de Desarrollo está fi-
nalizando un Plan de Acción sobre Mujeres y Construcción de la Paz desde la Coope-
ración Española al Desarrollo.

5. LA RESOLUCIÓN 1325 Y ESPAÑA


En España, en los últimos años aunque se ha ido dando a conocer el conte-
nido de la 1325, todavía se está en la fase de extensión, y de lograr un mayor com-
promiso por parte de distintos actores: las instituciones, las ONG, las fuerzas ar-
madas, etc. El Gobierno de la nación se ha ido involucrando, más en los últimos
años, hasta llegar a la aprobación del Plan antes mencionado y con la determina-
ción de impulsar su aplicación también en las acciones de la Cooperación Espa-
ñola al Desarrollo.
Haciendo un repaso, durante el periodo en el que perteneció al Consejo de
Seguridad, en vísperas del cuarto aniversario de la aprobación de la resolución
1325, el 30 de julio de 2004, España envió a la oficina del Consejero Especial
para Asuntos de Género de Naciones Unidas, un informe en el que se explicitaba

13 International Crisis Group (2006) Beyond Victimhood: Women’s Peacebuilding in Sudan, Congo and
Uganda, Africa Report Nº 112.

257
CARMEN MAGALLÓN PORTOLÉS

lo que había hecho nuestro país en esos momentos al respecto. En el informe se


incluyen cifras de mujeres que hay en el ejército español (12.227 –un 10,3% de
los efectivos– mientras en los mandos son mujeres 877 –un 1,9%), involucrado
en esos años en distintas misiones de paz, en concreto en Kosovo. Según fuentes
del Ministerio de Defensa, la participación de españolas en las misiones de paz,
estaba en torno al 15% de media. Entre los proyectos abordados por la AECI bajo
este empeño, en colaboración con la ONG Mujeres en Zonas de Conflicto, se citaba
el proyecto de creación de un centro público de gestión privada para la detección
precoz, la prevención y atención integral a las mujeres víctimas de la violencia do-
méstica, en la ciudad de Mostar. En Colombia, la AECI, había subvencionado el
proyecto «Formando sujetos culturales y políticos para la gestión del desarrollo, la
convivencia y la Paz», con el Centro Corporativo Simón Bolivar como contra-
parte. En Guatemala, dentro de los Acuerdos de Paz, en 2002 se había aprobado
el proyecto de creación de la «Red de Mujeres Constructoras de la Paz», cuya
ONG gestora era la Asociación Mujer Vamos Adelante. Finalmente, el informe se-
ñalaba que junto a la Unión Nacional de Mujeres Guatemaltecas, se apoyaba la
«Escuela para Facilitadoras de Procesos Formativos con Enfoque de Género».
En 2005 no existe un informe específico, sobre la 1325, por parte de España.
En octubre de 2006, España vuelve a participar en el debate abierto en el Con-
sejo de Seguridad con motivo de la aprobación de la resolución 1325 (2000), in-
terviniendo la embajadora en misión especial para cuestiones referentes a los De-
rechos Humanos, Silvia Escobar. Declara que España otorga «una gran
importancia a la efectiva aplicación de la Resolución 1325», que ha de ir más allá
de recordar cada año su aniversario, indicando que desde el 2000 sólo en 39 de
las 261 resoluciones o textos aprobados por el Consejo de Seguridad se incluyen
referencias a cuestiones de género y que solo 8 de las 59 resoluciones adoptadas
en 2004 hicieron alusiones a la Resolución 1325. Apunta que el Consejo de Se-
guridad habría de considerar seriamente «el establecimiento en su seno de un me-
canismo permanente de seguimiento efectivo del cumplimiento de la Resolución
1325 en las diversas situaciones de conflicto de las que continuamente se ocupa».
Finalmente, informa de que «el último Plan Director de la Cooperación española
que abarca el periodo que va de 2003 a 2008, prioriza tanto los temas de resolu-
ción de conflictos, como los temas de género en las políticas de desarrollo», que
«la aplicación de la resolución 1325 es un objetivo de primera importancia para
el Gobierno Español», que en este país la ayuda oficial al desarrollo, en cuestio-
nes de género «se ha incrementado en un 70% de 2004 a 2006», y que España
«participa en proyectos de protección de los derechos humanos de las mujeres y
niños, especialmente en el campo del empoderamiento económico y político de
las mujeres, en zonas de conflicto y postconflicto, y de construcción de la paz: en
Bosnia y Herzegovina, Albania, Líbano, Irak, así como en otras zonas que pasan
a convertirse en prioritarias para la Cooperación Española, como es el África Sub-
sahariana, por ejemplo, en Mozambique».
Otra medida adoptada recientemente por parte del Departamento de Ope-
raciones de Paz del Ejército español es la inclusión de un módulo sobre la pers-

258
LA RESOLUCIÓN 1325: MUJERES EN CONFLICTOS ARMADOS

pectiva de género y la resolución 1325, en los dos cursos de formación para sus
oficiales. Así lo hicieron en los realizados en el último año, en 2007.
Para terminar, decir que con la aprobación del Plan de Acción sobre Mujeres y
Construcción de la Paz desde la Cooperación Española al Desarrollo, la sociedad es-
pañola dispondrá de nuevos cauces y posibilidades para comprometerse con la
aplicación y efectividad de la resolución 1325.

BIBLIOGRAFÍA
BOCHETTI, Alexandra (1996) «Discurso sobre la Guerra y las mujeres».
En: Lo que quiere una mujer. Historia, política y teoría. Escritos, 1981-1995. Ma-
drid, Cátedra, pp. 73-84.
CAPRIOLI, Mary (2004) «Feminist IR Theroy and Quantitative Methodo-
logy: a Critical Analysis», International Studies Review, 6, 253-269.
— (2003) «Gender Equality and State Aggression: The Impact of Domestic
Gender Equality on State First Use of Force», International Interactions 29(3),
195-214.
COCKBURN, Cynthia and L. Hunter (1999) «Transversal Politics and
Translating Practices», Soundings: Journal of Politics and Culture, 12, 88-93.
COCKBURN, Cynthia (2004) The Line. Women, Partition and the Gender
Order in Cyprus. London, Zed Books.
— (1998) The Space between Us. Negotiating Gender and National Identity in
Conflict. London, Zed Books.
ESCOBAR, Silvia (2006) «Mujeres, paz y Seguridad». Intervención pro-
nunciada, como embajadora en misión especial para cuestiones referentes a los
Derechos Humanos, en el debate abierto en el Consejo de Seguridad con motivo
del aniversario de la aprobación de la resolución 1325 (2000), Nueva York, 26 de
octubre de 2006.
GRAU, Elena; IBÁÑEZ, Violeta y RIBERA, Isabel (2004) «Hacer la paz:
política y relaciones civilizadoras», en Fundación SIP (ed.) Propuestas para una
agenda de paz, Zaragoza, Gobierno de Aragón, 495-506.
HILL, Patricia (2005) How and when has Security Council resolution 1325
(2000) on Women, Peace and Security impacted negotiations outside the Security Coun-
cil?, Uppsala University Programme of International Studies, dissertation thesis.
MAGALLÓN PORTOLÉS, Carmen (2006) Mujeres en pie de paz. Pensa-
miento y prácticas. Madrid, Siglo XXI.
— (2005) «Epistemología y violencia. Aproximación a una visión integral so-
bre la violencia hacia las mujeres», Feminismos/s: revista del Centro de Estudios so-
bre la Mujer de la Universidad de Alicante, 6, 33-47.
— (2004a) Pioneras españolas en las ciencias, Madrid, CSIC, 2004, 1ª reim-
presión.
— (2004b) «Mujeres en los procesos de paz: la Resolución 1325», Papeles de
Cuestiones Internacionales, nº 87, 97-104.

259
CARMEN MAGALLÓN PORTOLÉS

Misión Permanente de España en las Naciones Unidas (2004) Informe sobre


el cumplimiento por parte de España de la Resolución 1325/2000 del Consejo de Se-
guridad, Nueva York, 20 de mayo de 2004.
NGO Working Group on Women, Peace and Security (2004) Four Years
On: An Alternative Report and Progress Check on the Implementation of Security
Council Resolution 1325. Findings and Recommendations for United Nations Mem-
ber States and United Nations Entities from Women’s Civil Society Organizations.
NGO Working Group on Women, Peace and Security (2006) SCR 1325
and the Peacebuilding Commission. Security Council Resolution 1325 on Women, Pe-
ace and Security. Six Years On Report.
REHN, Elizabeth y SIRLEAF, Ellen J. (2002) Women War and Peace. The
Independent Experts’Assesment on the Impact of Armed Conflict on Women and Wo-
men’s Role in Peace-building, NuevaYork, The United Nations Development Fund
for Women (UNIFEM).
SCHMEIDL, Susanne & PIZA-LÓPEZ, Eugenia (2002) Gender and Con-
flict Early Warning: A Framework for Action.
SOUSA SANTOS, Boaventura de (2005) O Fórum Social Mundial. Manual
de uso, Sao Paulo, Cortez editora.
TICKNER, J. Ann (1999) «Why Women Can’t Run the World: Internatio-
nal Politics According to Francis Fukuyama» The International Studies Review, Vo-
lume 1, Nº 3, 3-11.
YOUNGS, Gillian (2004) «Feminist International Relations: a contradic-
tion in terms? Or why women and gender are essential to understand the world
‘we’ live in». International Affairs, 80, I, 75-87.

260
GÉNERO Y ACCIÓN HUMANITARIA1
Víctor de Currea-Lugo2
Profesor invitado del «European Master of
Human Rights and Democratisation» de la
Universidad de Deusto (Bilbao) y colaborador
del Instituto de Estudios sobre Conflictos y
Acción Humanitaria (IECAH)

1. INTRODUCCIÓN
La relación entre la perspectiva de género, las mujeres y la acción humanita-
ria tiene varios niveles, algunos de ellos aparentemente más obvios que otros para
algunas personas. Primero, en tanto que las mujeres forman parte de la comuni-
dad humana, parte mayoritaria por demás, están inexorablemente vinculadas, di-
recta o indirectamente, a la acción humanitaria como acción social que ésta es. El
debate versará sobre cómo participan las mujeres de tal acción social.
Segundo, como oferentes de servicios especiales, tales como los relacionados
con el ámbito del cuidado ya sea a menores de edad, personas dependientes (ma-
yores, personas con discapacidad etc.) y como interlocutoras con otras mujeres en
contextos en las que el peso de la cuestiones culturales y/o religiosas marca las
condiciones de acceso a las mismas; es el caso de la asistencia en salud en Afga-
nistán donde los trabajadores humanitarios varones no pueden ejercer ciertas ta-
reas. Esto último, no sólo deriva por tratarse de sociedades musulmanas, sino que
en el sector salud, por lo general, existe cierta división o reparto de tareas, pro-

1 Agradezco a Estefanía Molina Bayón por sus comentarios, siendo solo responsabilidad del autor lo que
aquí se presenta.
2 Médico, Doctor por la Universidad Complutense de Madrid (UCM) con una tesis sobre la salud
como derecho humano. Docente e investigador en distintas universidades españolas en materia de Derechos
Humanos y Acción Humanitaria. Ha trabajado en Colombia, Palestina, Sahara Occidental, Bolivia y Darfur
(Sudán).

261
VÍCTOR DE CURREA-LUGO

movidas por una concepción machista del oficio, bajo la cual se impone que cier-
tos roles deben ser asumidos por las mujeres y otros por los varones.
Tercero, como víctimas3, las mujeres sufren, al igual que también los hom-
bres, las consecuencias directas y/o indirectas de la guerra, pero hay un grado
cuantitativo y cualitativo de afectación mayor contra las mujeres: violencia sexual,
incremento de la violencia familiar, aumento de las responsabilidades familiares,
etc. en definitiva aumento de la violencia machista.
Por eso el debate acción humanitaria y género, tiene las complejidades de los
debates de género, de los debates propios de la acción humanitaria y por consi-
guiente de los debates de la conjugación de estos dos complejos universos.
En este trabajo primeramente se presenta: a) un marco conceptual: las no-
ciones de acción humanitaria y de víctima; b) la situación de las mujeres en la gue-
rra, con estudios de caso: la violencia sexual mediante el caso colombiano, la sa-
lud sexual y reproductiva en el caso de Darfur, las mujeres bajo ocupación en
Palestina y las particularidades de las mujeres detenidas, utilizando estudios sobre
América Latina; c) algunas consideraciones de lo que debería ser un espacio hu-
manitario que incorpora la perspectiva de género y el debate sobre mujeres y par-
ticipación, ilustrado en el caso de Sahara Occidental, y d) finalmente, elementos
para el debate y comentarios finales.

2. EL CONCEPTO DE ACCIÓN HUMANITARIA


Se entiende por acción humanitaria4 el conjunto de actividades de protección
y asistencia, en favor de las víctimas civiles y militares de desastres de causa natu-
ral, los conflictos armados y de sus consecuencias directas, orientadas a aliviar el
sufrimiento, garantizar la subsistencia y proteger los derechos humanos. Se puede
afirmar que los servicios humanitarios están caracterizados por: a) la diversidad de
acciones, y b) la unidad en la intención que persiguen tales acciones.
La acción como tal es más que la ayuda humanitaria (entendiendo por esta
la usual distribución de bienes y de servicios en situaciones de crisis en cantidad
y calidad adecuada), implica además la garantía del acceso de la población civil a
tales bienes –distribución– así como la protección de las personas beneficiarias.
A diferencia de socorro, que es el mero acto de asistir, la acción humanitaria,
en su desarrollo está revestida de una propuesta ética y en su alcance de elemen-
tos de protección y garantía de la ayuda que le hacen trascender a la noción de so-
corro. Puede ser socorro, por ejemplo, la acción solidaria de un cuerpo sanitario
del ejército con sus heridos, pero sólo es humanitaria tal acción cuando está dis-
puesta a cumplir con el principio de imparcialidad de «no hacer ninguna distin-
ción de nacionalidad, raza, religión, condición social ni credo político y «dedi-

3 Sobre el uso de la palabra víctima, ver abajo el apartado «La definición de victima: más allá del pasivo
receptor».
4 Definición tomada de nuestro trabajo, Rey Marcos, Francisco; De Currea-Lugo, Víctor: El debate hu-
manitario, Icaria y MSF, Barcelona, 2002, pp. 53-54.

262
GÉNERO Y ACCIÓN HUMANITARIA

carse únicamente a socorrer individuos en proporción a los sufrimientos reme-


diando sus necesidades y dando prioridad a los más urgentes».
No es sólo pues la ayuda humanitaria clásica (abrigo, agua potable, alimentos,
atención sanitaria, etc.); la extensión conceptual a principios y a alcances, hace que
se entienda también como parte de la acción otras actividades como el «advocacy» o
testimonio y las actividades de prevención y preparación que disminuyen la vulne-
rabilidad y aumentan las capacidades de personas y comunidades. Para efectos del de-
bate sobre acción humanitaria y género, es aún más relevante tener en cuenta los
principios que guían tal acción: la humanidad, la imparcialidad y la neutralidad.
Humanidad es el imperativo de la acción humanitaria, que se puede formu-
lar de muchas maneras, siendo, una de tales formulaciones, la de: todo por y para
las víctimas, nada en contra de las víctimas. Por supuesto que la aplicación prác-
tica de tal principio tiene complejidades mayores que esta fórmula, pero en esen-
cia el principio de humanidad es esto, el trabajo en función de las necesidades de
las víctimas, no de los donantes, no de los gobiernos, no de los intereses particu-
lares. Y, hoy por hoy, cada vez es más asumido (por lo menos en la teoría) que esas
necesidades de las víctimas –las que nos importan– son las necesidades vitales,
unos «mínimos vitales básicos» diría Rawls5, lo que permite actuar desde la óptica
de los derechos humanos, esto es desde la dignidad de las personas.
La imparcialidad es un principio que se da en la relación entre el agente huma-
nitario y la víctima: la no discriminación y el trato con equidad (dar trato igual a los
iguales y desigual a los desiguales, de acuerdo, por ejemplo, a necesidades médicas o
nutricionales, que es la base de la llamada discriminación positiva). Toda discrimi-
nación por razones de sexo o género es una violación al principio de no discrimina-
ción y, por tanto, contrario al fin que persigue la acción humanitaria.
La neutralidad, un principio de la acción humanitaria asumido por las pro-
pias agencias humanitarias pero no obligado por el derecho internacional huma-
nitario, se da en la relación entre el agente humanitario y las partes de un conflicto
armado. Neutralidad es evitar entrar en debates políticos, raciales, ideológicos y
religiosos, con el fin de contar con la confianza de las partes y poder acceder a las
personas que sufren. Tal principio tiene un fin al que se supedita: el acceso a las
víctimas; si este acceso no se garantiza no tendría sentido ser neutral.
En lo que se refiere a la perspectiva de género lo importante es que tal acceso
se garantice sin discriminaciones de sexo o género, es decir: frente a los actores ar-
mados de un conflicto no debería de haber aceptación de la discriminación que
éstos hagan por razones de género. Ahora bien, el problema es que hay posturas
religiosas, políticas e ideológicas que no reconocen a las mujeres por ser mujeres
como seres humanos o personas en igualdad de derechos que los varones.
En la realidad de la acción humanitaria hay momentos en que la necesidad im-
perante de acceder a las víctimas obliga a «aceptar» ciertas tendencias culturales ma-
chistas que no pueden ser cambiadas de inmediato, ni van a modificarse simple-
mente por el posicionamiento de un agente humanitario. En cambio, muchas veces

5 Rawls Political Liberalism, Columbia University Press, New York, 1993.

263
VÍCTOR DE CURREA-LUGO

la experiencia nos ha venido a demostrar que una postura radicalmente confronta-


tiva y completamente opuesta, pese a ser absolutamente legítima, contra cualquier
tipo de actuación y expresión machista, ha afectado gravemente el acceso a las víc-
timas, por presiones de los grupos armados, o la aceptabilidad de la ayuda, por parte
de la propia población. Es decir, anteponer la bandera de la igualdad de género
como algo innegociable frente al acceso a las víctimas puede, en algunos casos y sólo
en algunos casos, dejar a las víctimas sin ayuda; esto es una realidad que genera una
tensión y un debate no resuelto hoy por hoy en el mundo humanitario.
En una hipotética conversación entre un lider de los taliban y un delegado
del CICR, este dice «como tratan ustedes a las mujeres en Afganistán es asunto
suyo, como las tratamos en el hospital de ustedes es asunto nuestro»6. ¿Puede decirse
que el cómo tratan a las mujeres en Afganistán no es un asunto humanitario? ¿De-
bería ir lo humanitario hasta la plena realización de la igualdad de género y más
allá? Para MSF «todas las personas necesitamos no solo medidas de subsistencia
física sino también respeto, reconocimiento y la oportunidad de mantener nues-
tra dignidad»7, pero las agencias humanitarias no deben reemplazar ni al Estado
ni al debate político de la construcción social debida.

3. LA DEFINICIÓN DE VÍCTIMA:
MÁS ALLÁ DEL PASIVO RECEPTOR
Mucho se discute sobre si las personas afectadas deben llamarse víctimas, be-
neficiarios, potenciales beneficiarios, sujeto-objeto de la acción humanitaria, des-
plazados o en situación de desplazamiento, o simplemente afectados (más la usual
formulación en femenino: desplazada, afectada, etc.). Para el ámbito que aquí
tratamos, que es el de la acción humanitaria, este debate nominal, en principio no
es tan relevante como lo que en sí encierra. Esto es: si las personas afectadas por
las guerras son personas que continúan siendo sujetos de derechos civiles y polí-
ticos o no, y si las personas afectadas por un conflicto para reconocerles como ta-
les deben tener una actitud de «víctima» y de víctima «buena».
¿Cómo llamar a la persona afectada por un conflicto armado? Cada palabra
usada hasta ahora genera dudas y debates. Algunas personas usamos la palabra víc-
tima, criticada por reducir a la persona a una condición de cuasi-vulnerabilidad
permanente, de rotular a las personas en base a sus problemas y no en base a sus
capacidades; además de que en su origen esta palabra alude al sacrificio como
destino. Otras prefieren utilizar la palabra beneficiario, con el problema de redu-
cir el total de las personas afectadas a aquellas beneficiadas de los programas de
atención. También, la palabra receptor es menos usada e incompatible con una vi-
sión activa de las personas afectadas y persona damnificada es más usada en rela-

6 Minear, Larry: «La teoría y la práctica de la neutralidad: algunas reflexiones sobre las tensiones», Re-
vista Internacional de la Cruz Roja, núm. 149 (Ginebra, marzo de 1999), p. 65.
7 Medecins sans frontiers: Many missions, one voice. Justice and integrity in MSF operational choices. MSF-
Holland, May 2003, p. 8.

264
GÉNERO Y ACCIÓN HUMANITARIA

ción con los desastres, pero tiene un matiz neutro que no ayuda a la percepción
de la existencia de responsables; es decir, hasta hoy, ninguna palabra colma todas
las expectativas ni genera consenso.
Aunque víctima no es la palabra más adecuada, es de la que tenemos una defi-
nición consensuada, por lo menos en Naciones Unidas. Según las Naciones Unidas
«[...] se entenderá por víctima a toda persona que haya sufrido daños, individual o
colectivamente, incluidas lesiones físicas o mentales, sufrimiento emocional, pérdi-
das económicas o menoscabo sustancial de sus derechos fundamentales, como con-
secuencia de acciones u omisiones que constituyan una violación manifiesta de las
normas internacionales de derechos humanos o una violación grave del derecho in-
ternacional humanitario. Cuando corresponda, y en conformidad con el derecho
interno, el término ‘víctima’ también comprenderá a la familia inmediata o las per-
sonas a cargo de la víctima directa y a las personas que hayan sufrido daños al in-
tervenir para prestar asistencia a víctimas en peligro o para impedir la victimización.
(...) Una persona será considerada víctima con independencia de si el autor de la
violación ha sido identificado, aprehendido, juzgado o condenado y de la relación
familiar que pueda existir entre el autor y la víctima»8.
En el caso de los trabajos de género, el lenguaje se convierte a veces más en
un obstáculo que en un elemento facilitador de un diálogo comunicativo en aras
de incluir el enfoque de género en la Acción Humanitaria. Hace poco, en un foro
de mujeres se rechazó el derecho internacional humanitario porque éste no decía
«prisionera, herida, enferma» etc.
Está claro que el lenguaje determina una forma de pensar y por ello se habría
de ir eliminando todo lenguaje sexista en los distintos ámbitos y por demás está
decir en el de la Acción Humanitaria. Sin embargo, esto no debe confluir en la ex-
clusión de avances ganados y derechos conquistados como es el caso del derecho
humanitario.
El deseo de llegar a un punto ideal, al no ser conscientes de los ritmos de un
proceso de cambio de esta magnitud, ha generado en la práctica malas interpre-
taciones y resistencias dentro del mundo humanitario a la hora de generar y asu-
mir nuevos espacios y responsabilidades. En un muto reconocimiento de las di-
ferentes velocidades de implementación tanto de la acción humanitaria como de
la perspectiva de género ambas saldrían ganando dado que van a la búsqueda del
mismo principio: la no discriminación.

4. LAS MUJERES Y LA GUERRA


Las guerras y los desastres no afectan a todas las poblaciones de igual manera.
Hay personas y ciertos colectivos que por sus condiciones socio-económicas, po-

8 Naciones Unidas / Asamblea General: «Principios y directrices básicos sobre el derecho de las víctimas
de violaciones manifiestas de las normas internacionales de derechos humanos y de violaciones graves del de-
recho internacional humanitario a interponer recursos y obtener reparaciones», 16 de diciembre de 2005.

265
VÍCTOR DE CURREA-LUGO

líticas, raciales, etc., se vuelven más vulnerables que otras; dentro de estas condi-
ciones están las diferencias de género. Tanto en las guerras como en los desastres se
expresan las concepciones de género que predominan en las sociedades y tales ló-
gicas abarcan la guerra misma, la asistencia a las víctimas y la construcción de paz.
En los momentos de crisis, a las diferencias de género existentes, se suman las
producidas por la guerra. En Irak, las resistencias han atacado y violado a muje-
res que no se visten de manera «adecuada». Solo durante los primeros cuatro me-
ses de la ocupación estadounidense, 400 mujeres iraquíes fueron secuestradas y
violadas, así como mujeres que abogan por los derechos de las mujeres (...) han
sido asesinadas o han recibido amenazas de muerte9. Hay testimonios de críme-
nes de honor, imposición del velo a mujeres, restricciones para el acceso a la edu-
cación, decapitación de mujeres que ejercen la prostitución, violaciones sexuales
como «arma de guerra» tanto por parte de miembros de la nueva policía iraquí
como de las fuerzas ocupantes .
La violencia sexual adquiere nuevas connotaciones en medio de un conflicto
armado: la sensación de impunidad que tengan los combatientes, los niveles de
des-estructuración del conflicto, el grado de violencia contra los civiles, permiten
crear un ambiente en el que la violencia de género se expresa con más crudeza: es
el caso de Bosnia, Mozambique y Darfur (véase, abajo, el caso colombiano). En
Sierra Leona hasta un 94% de las mujeres desplazadas sufrió algún tipo de vio-
lencia sexual incluyendo acoso sexual, torturas y violaciones; entre 250.000 y me-
dio millón de mujeres en Ruanda fueron violadas durante el genocidio; en las zo-
nas de guerra hay un aumento de la violencia en el ámbito doméstico e
intrafamiliar, y de prostitución forzada (que se prolonga en la posguerra); son
usuales prácticas como el abuso sexual frente a sus familiares, el embarazo forzado
violaciones aún en campos de personas desplazadas y refugiadas; y algunas muje-
res son convertidas en esclavas por los combatientes tanto para preparar alimen-
tos como para ser usadas sexualmente, etc.10. Noticias similares llegan de la Re-
pública Democrática del Congo11. En Liberia «casi dos tercios de las mujeres
sufrieron actos de violencia sexual, desde la agresión sexual o la violación en grupo
hasta la explotación o la esclavitud sexual»12.
Una de las más comunes nuevas tareas, observada en las guerras, es que la
mujer tiene que asumir el papel de cabeza de familia, es decir ser padre y madre a
la vez; fue el caso de Bosnia, Guatemala, Líbano y Mozambique13. Asumir el pa-
pel de cabeza de familia deviene del hecho de que los varones están en la guerra,
han sido asesinados, están en las cárceles o han tenido que huir por amenazas de
muerte. En varios de estos casos las familias absorbieron la población huérfana o

9 Susskind, Yifat: «Situación de los derechos humanos de las mujeres en el Iraq ‘liberado». CSCAweb
(www.nodo50.org/csca), 21 de abril de 2004.
10 Rehn, Elisabeth; Johnson, Ellen: Women, War and Peace, UNIFEM, New York, 2002, pp. 9-17.
11 Monge, Yolanda «El legado de horror de Congo», El País, Madrid, 23 de noviembre de 2003.
12 Hug, Alois: «Liberia vive un rayo de esperanza, pero sólo uno», El País, Madrid, 7 de mayo de 2006.
13 Date-Bah, Eugenia; WALSH, Martha and others: Gender and Armed Conflicts, Infocus Programme on
Crisis Response and Reconstruction, Working Paper, núm.2, Geneva, March, 2001, p. 7.

266
GÉNERO Y ACCIÓN HUMANITARIA

menores de edad abandonados, con lo cual los deberes, responsabilidades y tareas


de las mujeres cabeza de familia aumentaron.
Los servicios básicos se hacen más escasos en los conflictos armados siendo
particularmente sensible el caso de los servicios de salud para mujeres (véase,
abajo, el caso de Darfur). Las enfermedades de transmisión sexual aumentan en
los conflictos armados siendo las mujeres las más afectadas. De hecho, una de las
preocupaciones en Darfur con el despliegue de la nueva misión híbrida de Fuer-
zas de Paz es el eventual aumento de casos de VIH/Sida; en otros conflictos se han
reportado casos de abusos sexuales por cascos azules14.
La obtención de agua potable, que es una tarea asumida fundamentalmente
por mujeres, tiene dos agravantes en las guerras: su acceso es más difícil (comba-
tes, presencia de tropas, minas anti-persona, restricciones militares a la moviliza-
ción de personas, etc.) y el hecho de que tal búsqueda de agua coloca a las muje-
res en situación de mayor vulnerabilidad al estar expuestas, a campo abierto, a la
violencia de los combatientes. Lo mismo se puede decir de otras tareas como la
obtención de alimentos o la búsqueda de servicios de salud para los menores de
edad. La falta de recursos alimentarios, así como las bajas condiciones de salud,
son desafíos para la mujer y pocas veces para el varón. Es decir, el primer agente
humanitario de los conflictos (dicho en sentido amplio) es la mujer.
Estos desafíos hacen que las mujeres desarrollen nuevas estrategias de super-
vivencia, para ellas y para las personas bajo su cuidado: cultivar de noche (Mo-
zambique), rentabilizar económicamente mucho del trabajo informal no conta-
bilizado como es la venta de comidas, (Líbano), producción y venta de artesanías
(Guatemala)15. Hay informaciones sobre prostitución en mujeres de Irak luego de
la ocupación de los Estados Unidos, como fuentes de ingresos económicos.

4.1. La violencia sexual: el conflicto colombiano


Como en otras guerras, en el caso colombiano la vulnerabilidad de las muje-
res obviamente no depende de su condición de mujer en sí, sino de las condicio-
nes de vida impuestas por una sociedad machista y por una tradición católica
fuertemente marcada. En las guerras cada vez es más claro que «el cuerpo de las
mujeres no es solamente un trofeo de guerra o un instrumento para degradar la
moral del enemigo y de la población civil; sino que también se ha constituido en
un territorio de guerra en sí mismo»16.
El desplazamiento, que en Colombia ha afectado a casi cuatro millones de
personas, hace a las mujeres más vulnerables. «La violencia sexual, la esclavitud se-
xual, la prostitución forzada, el embarazo forzado, la esterilización forzada, entre

14 «La ONU ha investigado a 319 ‘cascos azules’ por abusos sexuales desde enero 2004» El País, Madrid,
6 de enero de 2007.
15 Date-Bah, Eugenia; WALSH, Martha and others: Gender and Armed Conflicts… p. 12.
16 Liga de Mujeres Desplazadas: «Encuesta de prevalencia de violencia basada en género en mujeres des-
plazadas por el conflicto armado en Cartagena y Bolívar, Colombia», Cartagena de Indias, mayo de 2007, p. 18.

267
VÍCTOR DE CURREA-LUGO

otras, hacen de un conjunto de prácticas comunes en el contexto de la degrada-


ción de la guerra, asociadas al control del cuerpo de las mujeres como forma de
regulación simbólica de un territorio y su población»17.
En el caso de las FARC hay denuncias de niñas tratadas como «esclavas se-
xuales» por parte de comandantes guerrilleros. Según muchos testimonios, los
paramilitares18 realizaron jornadas de esterilización forzada en zonas bajo su con-
trol en el norte del país. La mayoría de mujeres asesinadas en la masacre de El Sa-
lado (febrero de 2002) fueron previamente violadas19.

«El testimonio de las supervivientes indica que algunas mujeres han sido violadas,
(…) a otras se las violó teniéndolas atadas, (…) mientras se obligaba a sus parientes a pre-
senciarlo. A veces sucede que hombres armados secuestran a las mujeres, las retienen
cierto tiempo en esclavitud sexual, las violan y las obligan a desempeñar tareas domésti-
cas. En algunos casos, tras violarlas, se las ha mutilado sexualmente antes de matarlas. Se
toma como blanco a las mujeres por ser parientes de ‘los otros’. Las facciones armadas
amenazan a las mujeres y abusan de ellas por ser solidarias de sus maridos o parejas o por
la pareja que han elegido o por proteger a sus hijos o hijas del reclutamiento forzado»20.

En una investigación reciente de la Liga de Mujeres Desplazadas, se docu-


mentó que: más del 15% de las mujeres han sido víctimas de algún tipo de vio-
lencia sexual por parte de actores armados en su propio domicilio, 6% recibió
puños o bofetadas por parte de combatientes, más del 4% fue obligada a qui-
tarse la ropa, a 2% le revisaron su cuerpo, 5% fueron obligadas a besar comba-
tientes, 1% forzada a mantener relaciones sexuales y 2,7% forzada a relaciones
sexuales a cambio de comida, agua o protección. Los responsables de tales ac-
tos son, los paramilitares en el 67% de los casos, FARC 13%, ELN 10%, y el
ejército con más del 9%21.
En el caso de mujeres indígenas, hay reportes de «prácticas de acoso, abuso
sexual, violación, engaño y seducción contra mujeres y niñas indígenas, por
parte de miembros de la fuerza pública (...) menores que han quedado embara-
zadas sin que exista responsabilidad alguna asumida por los militares y/o poli-
cías responsables»22.
En el marco de la ley de Justicia y Paz, que regula el mal llamado «proceso de
paz» entre el gobierno y los grupos paramilitares, no se respetan los derechos de

17 Defensoría del Pueblo, Colombia: Décimo Tercer informe del Defensor del Pueblo al Congreso de la Re-
pública, Bogotá, 2006, p. 101.
18 Grupos para-estatales de justicia privada, que trabajan en colaboración estrecha con las Fuerzas Ar-
madas.
19 Entrevista del autor con desplazados de la «Asociación de Desplazados de El Salado Bolívar» ASO-
DESBOL marzo de 2007, Bogotá.
20 Naciones Unidas, Comisión de Derechos Humanos: Informe de la Relatora Especial sobre la violencia
contra la mujer, sus causas y consecuencias, Radhika Coomaraswamy, noviembre, 2001, Párrafo 42.
21 Liga de Mujeres Desplazadas: «Encuesta de prevalencia…» op. cit.
22 Misión Internacional de verificación sobre la situación humanitaria y drechos humanos de los pue-
blos indígenas de colombia: Declaración final, Bogotá, 28 de septiembre, 2006.

268
GÉNERO Y ACCIÓN HUMANITARIA

las víctimas, no hay bancos de datos a nivel nacional que den cuenta de lo que les
sucede a las mujeres en medio de la guerra, y los crímenes contra las mujeres no
tienen un tratamiento especial en la legislación colombiana23.

4.2. La salud sexual y reproductiva: el caso de Darfur


Las víctimas de la guerra de Darfur se reparten en varios campos de despla-
zados con un gran nivel de hacinamiento24, la violencia machista e intrafamiliar
sigue presentándose en tales campos. En las familias sin presencia de varones las
mujeres asumen el papel de cabeza de familia, para los que permanecen en sus
pueblos hay grandes limitaciones para salir a la zona rural a proveerse de alimen-
tos, agua, leña, etc.25.
La revisión tanto de la realidad en el terreno como de las estadísticas médicas
disponibles permite concluir de manera indiscutible que las personas con mayor
vulnerabilidad y más necesitadas en Darfur son las mujeres. La tasa de mortalidad
materna aceptada por el gobierno para el sur de Darfur (por cada 100.000 naci-
dos vivos) es de 52426, pero en algunos sitios, especialmente en el sur de Sudán
hay reportes hasta de 2.030, la peor en el mundo27. En un estudio en West Dar-
fur, el 15% de las mujeres entrevistadas reportó la muerte de una hermana du-
rante el parto28.
Por otro lado, la tasa de contracepción, entre parejas no supera el 8% en Su-
dan29. De hecho uno de los problemas es el embarazo a temprana edad, en West
Darfur el 57% de las mujeres contraen matrimonio antes de los 18 años30.
En Sudán la Mutilación Genital Femenina es muy alta, según el gobierno
la aprobación de las mujeres de esta práctica ha disminuido de 79% en 1989/90
a 67% En 199931, pero en la práctica se observa que los niveles de mutilación
son superiores al 90%. Así mismo, Darfur es la región con la mayor prevalen-
cia de fístula en todo Sudán32. A nivel de salud mental, el impacto de la guerra
en las mujeres y la infancia es dramático: han sido testigos de masacres, víctimas

23 Para citar solo uno de los muchos documentos sobre este tema, ver: «Las mujeres colombianas frente
al conflicto armado: justicia para las mujeres», documento interinstitucional presentado a Comisión Intera-
mericana de Derechos Humanos, 28 de febrero de 2005.
24 Hallazgo prácticamente común a todos los campamentos de desplazados en el Sur de Darfur durante
2007.
25 Acosta del Río, Paulina: «Care Practices & Mental Health Program», ACF South Darfur, (documento
inédito), August 2007.
In the field with the author, ACF; Mental Health Program, May 2007.
26 Federal Ministry of Health / Directorate General of Health Planning and Development: Health Sec-
tor Strategy: Investing in Health and Achieving the MDGs, draft, 2007.
27 «Maternal mortality highest in South Sudan – UN» Sudan Tribune, June 7, 2007.
28 «Reproductive Health Assessment in Internally Displaced Persons Camps», West Darfur State, Sudan.
(Mohammed Ahmed, American University of Beirut); UNFPA and MoH of West Darfur; April 2006.
29 «High maternal mortality….» September 28, 2004.
30 UNFPA: «Reproductive Health Assessment in IDPs Camps», West Darfur, April 2006.
31 «High maternal mortality rates due to inadequate services in Sudan» Sudan Tribune, Sep 28, 2004.
32 «Humanitarian Action in the Sudan: Facts and Figures», Snapshot, 14 August 2007.

269
VÍCTOR DE CURREA-LUGO

de desplazamientos forzado, violencia sexual, a lo que se suma las condiciones


de vida actuales33.
En relación a los cuidados prenatales el problema es que tales cuidados son
finalmente asumidos por parteras tradicionales sin ninguna capacidad de atender
y/o remitir oportuna y adecuadamente las mujeres en trabajo de parto compli-
cado, lo que aumenta considerablemente la mortalidad materna. Y para el mo-
mento del parto, en general, se observa que las mujeres sólo buscan ayuda en el
último momento (relacionado, en parte, por la falta de cuidados y educación pre-
natal), y que una vez deciden buscarla no hay hospitales cercanos ni facilidades de
transporte médico, y cuando finalmente llegan al hospital no hay los recursos téc-
nicos ni el personal adecuado para ser atendida34.
Los programas para la salud de las mujeres tienen una lógica que no obedece
al principio de equidad: las enfermedades de las mujeres no son entendidas ni
atendidas de igual manera que las enfermedades de los varones, a pesar del alto ni-
vel de violencia sexual no hay programas eficientes; la fecundidad se impone a la
contracepción, los controles prenatales son mínimos cuando no inexistentes, y la
violencia sexual se oculta como fenómeno social, asociado tanto a la forma de
construcción social como al conflicto armado.

4.3. La mujer bajo ocupación: el caso palestino


En el caso de la ocupación israelí a los territorios palestinos, también las mu-
jeres palestinas sufren por causa de las particularidades que produce tal ocupación.
Es importante recodar que los derechos humanos, no cesan en tiempo de guerra
sino que es precisamente en tales tiempos donde más urge su protección35, pero
en Palestina las violaciones de derechos humanos son masivas, deliberadas y sis-
temáticas36.
La pobreza especialmente en Gaza, la falta de mercados donde vender, com-
prar o intercambiar productos, las detenciones arbitrarias, la demolición de casas,
los llamados asesinatos selectivos, los cientos de controles militares y bloqueos de
vías, la imposición de medidas que, jurídicamente, pueden ser definidas como de
Apartheid, todas estas realidades hacen que la población palestina no pueda tener
una vida normal.
En la primavera de 2002, la Media Luna Roja Palestina sólo pudo responder
al 10 por ciento de las llamadas de emergencias que le fueron hechas, esto debido

33 International Medical Corps: Basic needs, mental health, and women’s health among the internally dis-
placed persons in Nyala district, South Darfur, Sudan; Santa Monica, 2005.
34 Según entrevistas del autor con personas desplazadas y trabajadores del sector salud en el Sur de Dar-
fur, agosto-septiembre de 2007.
35 Sobre la aplicación de los pactos internacionales de derechos humanos en el caso específico de Pales-
tina, ver: Al -Haq: The Applicability of Human Rights Law to Occupied Territories: The Case of the Occupied Pa-
lestinian Territories, Ramala, 2003.
36 Ver mi trabajo, De Currea-Lugo, Víctor: Palestina: entre la trampa del muro y el fracaso del derecho, Ica-
ria, Barcelona, 2005, pp. 37-73.

270
GÉNERO Y ACCIÓN HUMANITARIA

a las medidas impuestas por las IDF37. En el caso de las mujeres, los ataques al sec-
tor salud producen un impacto particular. Por ejemplo, dos heridos y una mujer
en trabajo de parto, junto con sus acompañantes viajaban en un carro camino al
hospital, en el checkpoint de Hauwara, al sur de Nablus. Se les permitió cruzar en
el checkpoint pero, posteriormente, un tanque disparó contra el vehículo ma-
tando a uno de ellos e hiriendo al resto. Ya antes se habían presentado otros ata-
ques contra mujeres embarazadas38.
En otra ocasión una ambulancia que iba a transportar una mujer con trabajo
de parto complicado estuvo detenida en un checkpoint, la mujer continuó con
contracciones y la única opción fue regresar con ella al primer hospital pues no les
fue permitido llegar hasta el hospital en Ramala. El regreso fue demasiado tarde
y el niño murió39.
En el curso de la segunda Intifada, se presentó la toma por parte del ejército
de las principales ciudades palestinas. Allí «los posibles crímenes de guerra que se
perpetraron no fueron fruto de varios soldados descontrolados, sino que había ór-
denes explícitas de las altas jerarquías políticas y militares. Tenemos pruebas de
que las excavadoras entraron en acción cuando los combates habían terminado».
La escritora palestina Mariam Shahin dijo que «una mujer me contó cómo habían
reducido a astillas las camas, arrancado los baños y defecado en las cazuelas donde
se hacía la comida»40.
Según Oxfam, antes de la segunda Intifada el 95 por ciento de los partos eran
atendidos en el hospital y a septiembre de 2002 sólo se atienden en el hospital me-
nos del 50 por ciento de los partos41. Se han documentado por lo menos 39 ca-
sos de mujeres que han tenido sus hijos e hijas en controles militares y un impacto
importante de los controles en el desarrollo de los programas de vacunación42. Es-
tos cierres no afectan la libre movilización de los colonos, es más, el uso de las
principales vías está reservado para coches con matrícula israelí y prohibida para
coches y personas palestinas.
En Gaza, donde hoy por hoy la situación humanitaria es la peor de su histo-
ria. A Hamas, desde lo derechos humanos, más que criticarle su derecho a la re-
sistencia (que ejerce de manera legítima) habría que criticarle su dogmatismo
frente a, por ejemplo, los derechos de las mujeres palestinas. Ahora, como todo
dogmatismo, se alimenta de las tradiciones más conservadoras de la sociedad en
la que busca consolidarse. La violencia contra la mujer no sólo es una realidad en
la sociedad palestina sino que es ampliamente aceptada públicamente hasta nive-
les insospechados por los mismos palestinos. En una encuesta del Palestinian Cen-

37Internatioal Committee of the Red Cross: ICRC Annual Report 2002, Geneva, p. 305.
38Palestine Red Crescent Society: «Israeli Army Shoots at Innocent Civilians & Pregnant Mothers», Feb.
25 2002.
39 Palestine Red Crescent Society: «Death of Baby Mar 3 ‘02» march 3, 2002 www.palestinercs.org/de-
ath_of_baby.htm
40 «Yenín horroriza al mundo y divide a la sociedad israelí» El País, Madrid, mayo 13 de 2002.
41 BTSELEM: «Statistics on the infringement of the right to medical treatment», 2004.
42 Palestine: Written Statement presented before the International Court of Justice, January 30 de 2004,
pp.85-86.

271
VÍCTOR DE CURREA-LUGO

ter for Public Opinión, en junio de 2005, ante la pregunta de qué haría si su hija
cae en deshonra, la opción de matarla para remover tal deshonra fue respondida
positivamente por un 23,5 por ciento de los encuestados, casi uno de cada cuatro
de la muestra.

4.4. Mujeres en las cárceles


Visitar cárceles y personas detenidas es una de las principales labores huma-
nitarias realizada por el Comité Internacional de la Cruz Roja. Allí también hay
diferencias marcadas por el género. La mujer en prisión está en una condición de
mayor vulnerabilidad que la del varón en prisión. «Las prisiones tienden a ser ad-
ministradas desde una perspectiva masculina (...) esto supone que los procedi-
mientos y programas han sido diseñados a la medida de las necesidades de la po-
blación masculina mayoritaria»43. Por eso algunos autores sostienen que las
mujeres están «invisibilizadas» en el ámbito carcelario. Por ejemplo, el diseño ar-
quitectónico de las prisiones se hace pensando en los varones. Y en cuanto a los
trabajos asignados, las mujeres reciben oferta de trabajos que reproducen los ro-
les de género44.
Si a esto se suma que sean madres, madres gestantes y/o mujeres embaraza-
das, la vulnerabilidad es aún mayor. La posibilidad de que las mujeres hayan sido
víctimas de abusos sexuales y/ de maltratos físicos antes de entrar en prisión es
alta; igualmente de que presenten enfermedades de transmisión sexual.
En las sociedades patriarcales el cuidado de los hijos e hijas recae mayorita-
riamente en las mujeres. Una madre en prisión significa una familia sin su apoyo,
sin sus cuidados y atención además de una persona detenida que tiene aún más
razones para desarrollar ansiedad, depresión y enfermedad mental en general. En
la atención adecuada de las mujeres detenidas requiere que se cumpla el principio
de no discriminación45 y que se vigile estrechamente las formas de violencia física
y mental en su contra.
Según las normas de Naciones Unidas: «Los hombres y las mujeres deberán
ser recluidos, hasta donde fuere posible, en establecimientos diferentes; en un es-
tablecimiento en el que se reciban hombres y mujeres, el conjunto de locales des-
tinado a las mujeres deberá estar completamente separado...» (regla 846). «1) En
los establecimientos mixtos, la sección de mujeres estará bajo la dirección de un
funcionario femenino responsable, que guardará todas las llaves de dicha sección
del establecimiento. 2) Ningún funcionario del sexo masculino penetrará en la
sección femenina sin ir acompañado de un miembro femenino del personal. 3) La

43 Coyle, Andrew: La administración penitenciaria en el contexto de los derechos humanos. Centro Inter-
nacional de Estudios penitenciarios, Londres, 2002, pp. 133-134.
44 Rodríguez, Maria Noel: Mujeres madres en prisión en América Central, Euned, San José, 2005, p. 29.
45 Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer , 1979.
46 Esta regla corresponde a principios codificados en: Naciones Unidas: Reglas mínimas de las Naciones
Unidas para el tratamiento de los reclusos, 1957; en adelante simplemente «reglas».

272
GÉNERO Y ACCIÓN HUMANITARIA

vigilancia de las reclusas será ejercida exclusivamente por funcionarios femeninos.


Sin embargo, esto no excluirá que funcionarios del sexo masculino, especialmente
los médicos y personal de enseñanza, desempeñen sus funciones profesionales en
establecimientos o secciones reservados para mujeres» (regla 53).
Ya en relación con el derecho a la salud de las mujeres detenidas: «en los es-
tablecimientos para mujeres deben existir instalaciones especiales para el trata-
miento de las reclusas embarazadas, de las que acaban de dar a luz y de las con-
valecientes. Hasta donde sea posible, se tomarán medidas para que el parto se
verifique en un hospital civil. Si el bebé nace en el establecimiento, no deberá ha-
cerse constar este hecho en su partida de nacimiento. 2) Cuando se permita a las
madres reclusas conservar su bebé, deberán tomarse disposiciones para organizar
una guardería infantil, con personal calificado, donde estarán los menores de edad
cuando no se hallen atendidos por sus madres» (regla 23).
En general, se puede decir que, a pesar de estas reglas, «la discriminación que
existe extramuros se reproduce y acentúa al interior de los centros penitenciarios
de las mujeres (...) en muchos centros penitenciarios a las mujeres se les exige de-
terminados requisitos para tener derecho a la visita conyugal (adopción de méto-
dos anticonceptivos, probar vínculo de pareja, etc.) que no son exigidos para los
reclusos varones»47.

5. HACIA UN ESPACIO HUMANITARIO CON PERSPECTIVA


DE GÉNERO
«Las mujeres no reciben la asistencia humanitaria que necesitan»48, es así de
claro y contundente. Ahora, para hacer de la perspectiva de género algo posible en
la acción humanitaria, se requiere recursos, programas, educación y, ante todo,
voluntad política para hacer tales cambios. Y si hubiera voluntad política no sería
tan necesario llamar la atención sobre este tópico.
No es necesariamente de género, ni justo con las mujeres, un proyecto sim-
plemente porque ellas sean las beneficiarias. Por ejemplo, un proyecto que res-
ponda a las necesidades materno-infantiles tiene por lo menos que ser consciente
de que una mujer no es sólo madre, reducirla a madre significa perpetuar valores
patriarcales en vez de darles reconocimiento como personas.
Las mujeres no son un colectivo uniforme que tiene iguales expectativas, ca-
pacidades, ilusiones, educación, etc. Dentro de ese colectivo hay diferentes perfi-
les que se adaptan (o no) a las necesidades del momento de crisis, ya sea una gue-
rra o un conflicto armado. Explorar tales potencialidades y dar tareas en justicia,
tanto para ellas, como para aprovechar al máximo los recursos locales es un pro-
ceso que requiere respeto, participación y empoderamiento. Después de la fase de
emergencia (o luego del fin de presupuesto del proyecto) son las mujeres princi-

47 Rodríguez, Mujeres madres... p. 31.


48 Rehn, Elisabeth; Johnson Ellen: Women, War and Peace… p. 4.

273
VÍCTOR DE CURREA-LUGO

palmente las que van a heredar lo bueno y lo malo de la intervención de los agen-
tes humanitarios.
Esto sólo es posible compartiendo, por lo menos, dos cosas: información y
decisiones. Como sucede en general con los colectivos beneficiarios sean éstos de
varones o de mujeres, sin información es imposible tomar decisiones, y sólo con
información no es suficiente si no se reconoce el poder de decidir, de identificar
y de ejecutar.
En la construcción de ese espacio humanitario con perspectiva de género de-
ben participar tanto las ONG, las autoridades, como los donantes. A veces parece
que bastaría (como viene sucediendo) que aparezca la palabra «género» en el pro-
yecto para que tanto agencias de cooperación como donantes acepten el proyecto
como válido. La formación de personal para examinar cuidadosamente lo que
realmente «hay de perspectiva de género» en un proyecto es necesaria. En tal sen-
tido, los objetivos buscados, la identificación participativa, los indicadores, pue-
den hacer realidad el debate de género en la cooperación internacional.
La implementación del componente de género no es tan fácil como cambiar
el rótulo y donde dice «hombres» poner «mujeres», pero hay que se conscientes de
las limitaciones propias de la acción humanitaria y sus alcances –socorrer y no
transformar las sociedades– hacen que no se visualice ni visibilice fácilmente la
perspectiva de género en la acción humanitaria. No basta con decir que la mujer
necesita «x» litros de agua por persona (igual que los varones) para crear un indi-
cador de género o realizar una acción humanitaria con perspectiva de género; no
se trata de repetir lo general en lo particular sino de identificar lo particular.
Como una aproximación a las diferentes posibilidades de enriquecimiento de la
acción humanitaria gracias a una perspectiva de género, mencionamos a continua-
ción, sólo a manera de ejemplo, área por área, algunas ideas para ser tenidas en cuenta
(procurando no repetir simplemente las necesidades generales como particulares).

5.1. Salud
Los programas de salud sexual y reproductiva son fundamentales. Sin em-
bargo, éstos no pueden reducirse a garantizar la fecundidad sino a hacer que la
mujer sea autónoma con su cuerpo, en la medida de lo posible; sin posiciones in-
genuas e idealistas y sin ampararse en la cultura para justificar los atropellos. Mu-
chas veces una mujer víctima puede interactuar mejor con otra mujer que con un
varón, en tales casos (o por razones culturales), no hay que forzar que la presta-
ción de servicios de salud deba ser hecha por varones. La mayoría de las veces lo
central es más simple de lo que parece. Esto es: asegurar el acceso de las mujeres
a los servicios de salud.
La violencia sexual y sus consecuencias no son «heridas de guerra», son un
crimen que vulnera la dignidad, la libertad, el derecho al cuerpo y la sexualidad
de la mujer. En este sentido, no basta la atención médica sino que se requiere, ade-
más, la protección debida (véase abajo en el apartado «protección»).

274
GÉNERO Y ACCIÓN HUMANITARIA

Otro aspecto hoy más estudiado –pero más estudiado que atendido– es el de
la salud mental, especialmente a mujeres víctimas de violencia sexual en el marco
de los conflictos armados. Este tipo de casos implica un proceso a largo plazo de
acompañamiento de las víctimas puesto que algunas veces a la violencia sexual se
suma la prostitución forzada, el embarazo indeseado, las infecciones de transmi-
sión sexual, etc., lo que hace que la intervención en materia de salud mental sea
aún más compleja.
Las enfermedades de transmisión sexual, especialmente el VIH/Sida, puede
ser una puerta para hablar de género y para cuestionar las formas de poder. Esto
requiere contar con un programa adecuado de vigilancia epidemiológica y con
servicios de salud aceptados por la comunidad a donde las mujeres puedan con-
sultar sintiéndose libres y respetadas. En el caso de las Fuerzas de Paz, debe exi-
girse su respeto por la población civil, así como el castigo ejemplar en caso de vio-
lencia sexual, y agravado cuando venga acompañado de enfermedades de
transmisión sexual.
Debates, como el del aborto o el de la contracepción, deben ser mirados bus-
cando el balance entre las limitaciones de la acción humanitaria y la defensa de los
derechos de las mujeres, balance no siempre fácil de hallar, teniendo en cuenta
que la acción humanitaria no puede ni debe reemplazar la lucha política de las
mujeres ni de los hombres.

5.2. Nutrición
El estado nutricional de las poblaciones también tiene un componente de gé-
nero. Así y a modo de ejemplo, la distribución alimentaria al interior de la fami-
lia puede presentar sesgos y por tanto las investigaciones y los informes sobre la
condición nutricional de una población deben distinguir entre niñas y niños.
Muchas otras veces la distribución alimentaria sólo beneficia a los más fuertes, de-
jando a las mujeres y especialmente a niñas y a ancianas, excluidas de tal distri-
bución. En el caso de las mujeres embarazadas, decir que éstas tienen mayores nu-
tricionales específicas (por ejemplo el hierro), por tanto, no basta hacer
distribuciones alimentarias generales sino que se requiere, así mismo, vía servicios
de salud, dar suplemento nutricional adecuado a mujeres embarazadas.
Y es que el histórico papel de la mujer en la preparación de alimentos es mo-
tivo de debate: quitarle tal papel a través de distribución de alimentos preparados,
produce para algunos, una pérdida de la mujer de una de sus formas de relación
con los suyos, pero sin embargo, perpetuarla, se traduce para otros en perpetuar
formas de dominación machista. No hay frente a esto una respuesta fácil.
El Programa Mundial de Alimentos (PMA/WFP) ha trabajado en la formu-
lación de Operaciones con Sensibilidad de Género49 utilizado por primera vez en
Sudán, identificando roles, percepciones, diferencias de acceso a los mercados

49 WFP/Cammack, Diana: «Promoting Gender Sensitive Operations», Nairobi, 1998.

275
VÍCTOR DE CURREA-LUGO

agrícolas incluyendo acceso a la tierra, diferencias en los recursos materiales entre


varones y mujeres, producción y distribución de alimentos, etc.

5.3. Alojamiento
El 80% de las personas desplazadas en el mundo son mujeres y población in-
fantil50. Las mujeres asumen en los campamentos de refugiados la mayoría de tareas,
de hecho son las que se quedan al frente de sus familias. Sin embargo y a pesar de ello,
no siempre se les consulta por la coordinación del campamento ni por las necesida-
des percibidas. Dicho de otra manera: éstas pueblan los campamentos, los mantie-
nen pero no los gobiernan y ni mucho menos participan de espacios de coordina-
ción. Por eso, más que el debate sobre el diseño de las casas provisionales (que
también es algo que hay que tener en cuenta) urge y es de carácter necesario y legí-
timo la incorporación de las mujeres –desde una perspectiva más amplia– en la ad-
ministración propiamente dicha del campamento de personas desplazadas.
Pero se hace muy difícil tomar decisiones de tal calado cuando no se ha tenido
una previa experiencia. En este sentido es de vital importancia y necesidad formar, ca-
pacitar a las mujeres en este ejercicio y toma de decisiones para que las más que me-
recidas y legítimas oportunidades de participación no terminen siendo experiencias
fallidas que no hacen otra cosa sino generar frustración y lo más importante ocasio-
nar efectos perversos a veces incluso en detrimento de las propias mujeres.

5.4. Agua y saneamiento


Las mujeres y la población infantil son de hecho los responsables de la reco-
lección de agua la mayoría de veces y esto les obliga a desplazarse incluso varios
kilómetros con los riesgos que ello conlleva. Un sistema de distribución de agua,
además de cumplir con los estándares internacionales recogidos en el Proyecto Es-
fera 51, permite que se libere tiempo para que las mujeres puedan dedicarse a otras
actividades y los menores de edad puedan, por ejemplo, regresar a la escuela. La
falta de agua potable favorece la aparición de enfermedades, siendo los menores
de edad los más afectados y sus madres las primeras personas ocupadas en obte-
ner ayuda médica.

5.5. Protección
El componente de protección de la acción humanitaria, para el caso de las
mujeres, empieza por el reconocimiento de los problemas, de la violencia sexual,

50 IASC Secretariat: Mainstreaming Gender in the Humanitarian Response to Emergencies, Rome, 1999, p. 3.
51 Ver tales estándares en: www.sphere.org

276
GÉNERO Y ACCIÓN HUMANITARIA

de los factores que hace vulnerable a la mujer y que perpetúan la impunidad. Las
comisiones de la verdad, los informes de derechos humanos y los informes de res-
peto al derecho humanitario deben contener capítulos y recomendaciones espe-
cíficas que hagan alusión y referencia –lo máximo posible– a las múltiples y hete-
rogéneas situaciones de las mujeres.
Por ejemplo, el aparente sólo hecho de hacer público el fenómeno de la violen-
cia sexual siempre claro está, teniendo en cuenta la situación de las víctimas puede
ayudar y de hecho ayuda a que éstas consulten, se informen etc. sin sentimientos de
culpa y sin sentirse tan solas. Por otro lado, esto también fomenta que la sociedad co-
mience a dejar de ver como «normal» ciertas prácticas machistas y, aunque esa no es
la solución final del problema, si es una contribución que la acción humanitaria
puede y debe hacer. Si la sociedad no avanza en entender que un delito sexual es un
delito, si ni los jueces ni la policía actuaran en consecuencia, así las ONG humani-
tarias lo denuncien no se superará dicha violencia ni se acabará con esta injusticia.
Como fue dicho, en momentos de crisis, se observa un aumento de la vio-
lencia doméstica. En tal caso, un programa de protección debería incluir estrate-
gias para combatir tal violencia. La sensibilización y la educación de la comuni-
dad en general pueden contribuir a tal propósito, junto con el trabajo con las
autoridades del caso. Esto nos lleva a un problema que sobrepasa el alcance de este
documento: el acceso a la justicia por parte de las mujeres, acceso que presenta
grandes problemas en determinados contextos.
Por todo ello, incluso, pequeños esfuerzos simbólicos, como la celebración
del Día Internacional de la Mujer (8 de marzo), el Día Internacional por la elimi-
nación de la Violencia contra las Mujeres (25 de noviembre) o la sensibilización y
educación desde la óptica de los derechos humanos, contribuyen a crear un clima
para abrir ciertos debates en la sociedad.

6. MUJERES Y PARTICIPACIÓN: PROYECTOS E INDICADORES


En la época medieval las enfermedades de mujeres eran atendidas por otras
mujeres, dentro de la lógica «mujer igual útero, igual madre»52. Los proyectos de
asuntos de mujeres no tienen porque ser necesariamente proyectos con perspec-
tiva de género, ni tampoco es cierto que los proyectos que no aborden consciente
y explícitamente asuntos de mujeres no propicien o abran espacios para incorpo-
rar elementos de género.
Los problemas de la ausencia de la perspectiva de género en la identificación,
formulación, ejecución y evaluación de proyectos no es sólo un problema que
afecta a los proyectos susceptibles de ser con perspectiva de género, en justicia vale
decir que es un problema de todos los proyectos de todo orden: la agenda la de-
cide muchas veces, el donante la impone, otras veces la impone la organización

52 Giberti, Eva: «Mujer, enfermedad y violencia en medicina». En otras palabras, núm. 1, Bogotá, 1996,
pp. 9-26.

277
VÍCTOR DE CURREA-LUGO

internacional a las ONG locales, y otras incluso la impone la ONG local a la co-
munidad beneficiaria. Esto, por supuesto, no excusa en absoluto la falta de justi-
cia de perspectiva de género en la identificación, formulación, ejecución y eva-
luación de proyectos. Sin embargo, llama la atención a que hoy por hoy, se trata
de un problema global de la cooperación internacional. Ahora, en el caso de las
mujeres la situación es más grave aún si cabe porque a esta tendencia anti-demo-
crática, se le suma la discriminación contra la mujer y su falta de acceso para el de-
sarrollo de sus capacidades (unas veces por debilidad propia– que no por ser mu-
jer– otras por negarles el desarrollo de las mismas a través de mecanismos de
desprestigio y de control) y así participar del proceso ideal de identificación, for-
mulación, ejecución y evaluación de proyectos.
La identificación del proyecto o del programa debe incluir a mujeres, pero,
además, debe incluir la perspectiva de género. Es decir, la presencia de mujeres en
el equipo no implica necesariamente perspectiva de género, además los varones
deben estar igualmente sensibilizados de tal manera que los procesos sean enten-
didos como una toma de decisión justa y no como una concesión o favor a las
mujeres. Tal sensibilidad, idealmente, debe implicar a la comunidad beneficiaria
del proyecto.
Los datos deben estar desagregados por sexo se han de crear indicadores de
género, de tal manera que sea posible evaluar los impactos de manera diferen-
ciada; observaciones específicas deben confrontar los números con la realidad.
Por ejemplo, no basta hablar del número de toneladas de alimentos distribuidas
si esto no se acompaña de la observación de la distribución dentro de la sociedad
y dentro de familia. Si tal observación es incluida correctamente en el proyecto,
difícilmente podrá alegarse cuestiones presupuestales para evadirla. Tampoco, los
indicadores de participación de la comunidad pueden reducirse solamente por
ejemplo al número de asistentes a un curso, sino que se ha de incidir en la utili-
zación posterior de tales conocimientos en la vida diaria: teniendo en cuenta el ac-
ceso de las mujeres a los servicios de salud, participación de las mujeres en los es-
pacios de toma de decisiones, etc.
Lograr la participación de las mujeres es más difícil que lograr la de los hom-
bres, lograr que los donantes aporten a proyectos de micro-créditos para mujeres es
más difícil que micro-créditos para varones. Para eso se requiere un donante sensi-
bilizado y una mujer capaz; esa mujer capaz, empoderada, se construye a sí misma
y con ayuda de los otros y otras con el trabajo en cinco áreas: 1) acceso, a bienes y
servicios en sentido amplio; 2) concienciación, sobre las diferencias de género y la
discriminación por este motivo; 3) movilización, capacidad de formar conciencia
colectiva y de identificar soluciones; 4) control, con referencia a la conciencia del ba-
lance de poder entre hombre y mujeres; y 5) igualdad de género53.
Un modelo de participación con perspectiva de género, no se puede permi-
tir y no debería repetir los errores de otras falsas experiencias que se han dado en

53 UNHCR: «A Practical Guide to Empowerment» Geneva, June, 2001, pp. 5-7.

278
GÉNERO Y ACCIÓN HUMANITARIA

el mundo de la cooperación donde la participación se reduce a trabajos manuales


(transporte de bienes, servicios logísticos, etc.), pocas veces a ser fuente de infor-
mación y muy pocas como fuente real de toma de decisiones. Y es que, la falta de
accountability (rendición de cuentas) que sufre la acción humanitaria en general,
se expresa también en el caso particular de las mujeres.

6.1. La participación de las mujeres en salud: el caso de Sáhara Occidental


La historia de los campamentos saharauis (construidos por las mujeres ya
que los varones estaban en el frente de guerra) posicionó a las mujeres en la base
de la dinámica social durante los años de la guerra. Éstas (re)construyeron la so-
ciedad saharaui en el exilio, pero una vez se dió la tregua, los varones regresaron
y las dinámicas establecidas por las mujeres dentro de dicha sociedad cambian, al
establecerse unas marcadas relaciones de poder. Si bien las mujeres han conser-
vado espacios de solidaridad social, las estructuras jerárquicas machistas (en com-
binación con algunos de los elementos que conforman una sociedad africana,
árabe, musulmana y además en conflicto) impregnan la mayor parte de los com-
portamientos, actuaciones, vivencias y modos relacionales entre hombres y muje-
res en esta sociedad. Por tanto, con la tregua e incluso en algunos momentos
desde antes, con el regreso de algunos hombres, se inicia un determinado debili-
tamiento o pérdida de buena parte del proceso de empoderamiento que habían
logrado las mujeres saharauis fruto del esfuerzo, la capacidad, voluntad y solida-
ridad entre las mismas.
Examinando los proyectos de salud vemos que son programas basados en el
último escalón de la pirámide de los servicios de salud (ocupado por las mujeres),
pero en una sociedad jerarquizada, como la saharaui, este escalón no tiene el res-
paldo debido, máxime cuando algunas prácticas machistas demeritan el esfuerzo
hecho por las mujeres. Por eso, cuando hablamos de la participación de las muje-
res en el Sahara Occidental hay que diferenciar en qué momento, si antes o des-
pués de la tregua, en qué espacios y con qué poder.
Se calcula que el 80 % de los partos son atendidos en jaimas (tienda tradi-
cional); en general el mínimo de hijos por mujer es entre 5 y 6; las que hacen con-
trol prenatal (que no son ni mucho menos la totalidad) sólo tienen en una gran
mayoría un único control54. Las enfermedades de transmisión sexual son, en prin-
cipio negadas, pero lo cierto es que la infección de vías urinarias es alta en muje-
res en edad fértil. Según el Ministro de Salud55, en tanto que son una comunidad
musulmana y la promiscuidad está prohibida es de esperar que no haya casos de
HIV/Sida, lo que refleja el mecanismo de negación colectiva de dichas enferme-
dades. Algunos intentos hechos por algunas ONG y/o asociaciones amigas de la

54 Observación directa del autor obtenida tanto de conversaciones con personal médico local como al
revisar estadísticas de algunas de las dairas, (febrero-junio 2006).
55 Jornadas sobre HIV/Sida y Hepatitis B, realizadas por el Ministerio de Salud en la escuela «27 de fe-
brero», 15 de marzo de 2006.

279
VÍCTOR DE CURREA-LUGO

RASD para hablar del uso de preservativos han sido prohibidos por el Ministerio
de Salud. La negación produce además una falsa seguridad.
Según las autoridades, uno de los argumentos es que como son un pueblo pe-
queño que debe crecer y multiplicarse para preparar el regreso a su tierra ocupada,
la procreación es un deber de la lucha por la liberación y, por tanto, los métodos
anticonceptivos son una acción poco menos que revolucionaria. El mismo Mi-
nisterio reconoce que ha prohibido campañas de distribución de preservativos.
Así, los derechos de las mujeres, como realidad jurídica y simbólica, están li-
mitados por distintas lógicas: religiosa del Islam (en relación con las mujeres), cul-
tural del mundo árabe y principalmente política: la tensión entre el individuo y
la sociedad, en el caso saharaui, se resuelve en contra del individuo y en el caso
que nos compete contra las mujeres. En este sentido, el derecho al aborto sería im-
pensable aceptarlo o legalizarlo hasta incluso ser abiertamente discutido en espa-
cios públicos, aunque desde el discurso oficial se incluye la palabra género conti-
nuamente, así como en la mayoría de proyectos de cooperación internacional.
Pero esta crítica no es bien recibida ni por las autoridades del Frente Polisa-
rio, ni por las ONG solidarias con el pueblo saharaui. Por un lado, hay un dis-
curso que se repite y que sostiene que la mujer saharaui ha logrado un nivel de
igualdad que sobrepasa a la del resto de los pueblos árabes (argumento peligroso
en la medida que la igualdad no es un concepto que pueda negociarse en aras del
relativismo cultural o que se conforme con la comparación con otros pueblos si-
milares), pero por otro lado la realidad del sector salud nos muestra otra cosa: «las
mujeres enfermeras no ocupan puestos de coordinación en los puestos sanitarios
de las dairas, aun cuando hayan recibido la misma capacitación en la Escuela de
Enfermería, o hayan alcanzado el mismo título en el exterior»56.
En el caso saharaui el debate de género incluye los puntos más importantes
de la agenda de genero: la imposición de una forma de vestir que cubre el cuerpo,
el crímen de honor, la imposibilidad de la planificación familiar, la ilegalidad ab-
soluta del aborto, el uso del condón oficialmente censurado. Además, hay otras
expresiones contra los derechos de la mujer como el matrimonio no consentido,
la vergüenza de reconocer el embarazo, la fuerte condena social a la maternidad
fuera del matrimonio, etc.
Una estrategia adecuada debería mejorar la participación de las mujeres en los
servicios de salud, especialmente de las que ocupan los puestos más bajos en la jerar-
quía sanitaria y en las que precisamente recaen las tareas de prevención y educación
en salud57. Un modelo de participación viable y deseable debe, reconociendo algunos
de los aspectos limitantes y por demás reales de orden político, religioso e ideológico,
contribuir en lo posible a enriquecer el empoderamiento de las mujeres a todos los ni-
veles dentro de la sociedad, pero enfatizando que debe tratarse de un poder real y efec-
tivo que afecte políticas y programas y no elementos meramente simbólicos.

56 Beristain; Carlos; Lozano, Itziar: Ni guerra, ni paz. Desarrollo en el refugio. Esperanzas y desafíos de la
cooperación con el Sahara, Hegoa, Bilbao, 2002, p. 25.
57 Este fue el tema sobre el que más se insistió en Smara pero que apareció, con más o menos intensi-
dad, prácticamente en todas las reuniones sostenidas en los campamentos entre febrero y junio de 2006.

280
GÉNERO Y ACCIÓN HUMANITARIA

Ahora, el problema es esperar que la acción humanitaria asuma y resuelva


todo el debate de género, eso sería injusto (tanto con el Género como con la Ac-
ción Humanitaria), pues ésta no puede reemplazar la lucha política y social al in-
terior de las sociedades.

7. CONSIDERACIONES FINALES
No hay incompatibilidad conceptual entre Acción Humanitaria y Género, el
problema es de materialización, de ritmos de implementación, de prioridades, de
agendas y no de principios. Hay unos mitos ya identificados, algunos ya mencio-
nados sobre la acción humanitaria y su relación con el ámbito del género: a) la
perspectiva de género se incorpora suficientemente mediante la realización de al-
gunos talleres de género en el proyecto, b) como el proyecto beneficia a mujeres
entonces es un proyecto con perspectiva de género, c) la acción humanitaria busca
salvar vidas y no se debe adentrar en debates de otra naturaleza, d) cuando se ha-
bla de género en realidad de lo que se quiere hablar es de mujeres58. Destruir es-
tos mitos no es tarea fácil ni rápida, por más que hoy se hable de género. En el
mismo sentido, la distribución inequitativa de tareas, responsabilidades y salarios,
entre otros aspectos, en el mundo actual, de naturaleza patriarcal, no es para nada
ajena al mundo humanitario que, al fin y al cabo bebe de las aguas de las socie-
dades donde se desarrollan sus actividades.
Uno de los grandes problemas es que lo urgente no deja tiempo para lo im-
portante y así, la necesidad de estudiar e incorporar la perspectiva de género al
mundo humanitario se aplaza con el pretexto de que la urgencia de la situación
no permite tales innovaciones, lo que no es cierto. Al contrario, estadísticas desa-
gregadas por sexo, participación con igualdad de género en la identificación de
necesidades y observación particular de necesidades en campos como la salud, en-
tre otras hacen que la intervención sea más justa y, a la vez, haga realidad la in-
corporación de la perspectiva de género. Es lo que algunas personas llamamos «la
tiranía de la urgencia»59.
Pero, antes que todo lo anterior, las organizaciones tienen que aceptar por
convicción real (no sólo por discurso de cara al donante) lo que la perspectiva de
género implica en términos de la Acción Humanitaria. Si las organizaciones no
creen en ello, muy difícilmente la acción individual de una persona o el slogan
contenido en una carta de principios cambiará la dinámica en el terreno.
La inclusión de la llamada perspectiva de género en la acción humanitaria no
deja de ser un desafío para las organizaciones humanitarias. La respuesta organi-
zacional se da en dos direcciones opuestas: los que creen que es necesario que haya
una persona –generalmente una mujer– al frente de una dependencia con el nom-

58 UNDP: Gender approaches in Conflict and Post-conflict situations, October, 2002, p. 9.


59 Federación Internacional de la Cruz Roja: Informe Mundial sobre Desastres 2006, Ginebra, capítulo 6
titulado «No es momento para consideraciones de género. Esto es una emergencia».

281
VÍCTOR DE CURREA-LUGO

bre de «género» dentro del organigrama de la agencia humanitaria, y los que creen
que el tema debe ser transversal y no reducirse a una dependencia.
El problema es que ambas estrategias pueden enmascarar un absoluto desdén
por las cuestiones de género, ya sea porque la persona encargada no logra articu-
larse adecuadamente al resto de áreas, ya porque tal transversalidad –como en el
caso de los derechos humanos– no logra ser nada más que un slogan.
Por otro lado, también es necesario hacer justicia a los varones, pues no se ajusta
a la realidad decir que siempre y en todas las guerras las únicas afectadas son las mu-
jeres. Por ejemplo, en el caso palestino, el control en los check-points, los asesinatos
selectivos, las torturas y la detención arbitraria, se produce principalmente contra los
hombres por ser hombres. En este sentido, días antes del inicio del ataque de los Es-
tados Unidos contra Afganistán (2001) tanto Irán como Pakistán abrieron sus fron-
teras, decía la prensa, para mujeres y población infantil; en el mismo sentido la Ofi-
cina de ACNUR España se manifestó públicamente llamando a apoyar la asistencia
«a mujeres y a niños» como si los varones afganos estuvieran automáticamente, y por
el solo hecho de ser hombres, excluidos de la categoría de población civil.
Ahora, este llamado a la prudencia no significa de ninguna manera que, en
general, pueda ser equiparable la situación de las mujeres y de los hombres en los
conflictos armados; en Darfur, por ejemplo, desde el cuidado de los menores de
edad hasta la recolección de las cosechas son tareas hechas por las mujeres, pa-
sando por la recolección de leña y de agua, etc. En ese contexto, son las más ex-
puestas a los horrores de todo tipo producidos por los varones en armas.
Otro punto para la reflexión que trasciende este trabajo es el relacionado con
la miopía, muy extendida, de que la Acción Humanitaria, y la Cooperación In-
ternacional al Desarrollo, en general, no son herramientas de solidaridad humana
sino de hechura de proyectos. Esta tendencia a creer que la acción humanitaria
solo es posible vía proyectos, hace que cualquier noción, idea o principio como los
de neutralidad, género, derechos humanos, protección, etc. no se pueda llevar a
la práctica si no tiene cabida en un esquema del «Marco Lógico». Enmarcar la ac-
ción humanitaria en una serie de pasos (identificación, formulación, ejecución y
evaluación) como única forma posible de trabajar y, peor aún, de pensar, hace que
temas como el de género no tengan un espacio real de realización. Si lo logran te-
ner, el problema es que la formulación de indicadores que la mayoría de las veces
poco tiene que ver con la perspectiva de género, termina por opacar las buenas in-
tenciones y las voluntades políticas.
La acción humanitaria no es una acción esencialmente pacifista en el sentido
de que su agenda esté inmersa en la solución de conflictos, pero la proyección que
se haga de la acción humanitaria puede contribuir a esa construcción de paz. Y
una acción humanitaria que tenga en cuenta e incluya la perspectiva de género
ayudaría tanto a que la construcción de paz60 como a que los procesos de rehabi-

60 Rehn, Elisabeth; Johnson, Ellen: Women, War and Peace…; Strickland Richard; Duvvury Nata: Gen-
der Equity and Peacebuilding. From Rhetoric to Reality: Finding the Way, International Center for Research on
Women, Washington, D.C., 2003.

282
GÉNERO Y ACCIÓN HUMANITARIA

litación y reconstrucción61 tengan una perspectiva diferente: más amplia y más


real. En definitiva más justa e inclusiva.
Por último, el problema de la injusticia en lo tocante al ámbito de género no
podrá ser resuelto completamente por vía de la acción humanitaria, pero no por
ello la acción humanitaria debe dejar de contribuir desde su ámbito por la cons-
trucción de un mundo más equitativo. En otras palabras, el fin de la sociedad pa-
triarcal no se hará ni con el diseño de un «árbol de problemas» ni con un proyecto
de cooperación, se hará con la construcción de formas sociales más elevadas, pero
en tal tarea la acción humanitaria tiene que decir solo lo suyo, esperar más sería
disminuir la trascendencia misma del debate de género y cargar a la acción hu-
manitaria con un deber que, por definición, no le corresponde.
Ahora, lo anterior no niega si no todo lo contrario la necesidad de que lo hu-
manitario sea mirado, explorado, indagado, replanteado y cuestionado desde la
perspectiva de género. Eso implica conformar y aportar a la definición misma de
acción humanitaria, mirar el papel del género en la formulación de políticas de
cooperación, en el diseño de programas y proyectos, en la creación y selección de
indicadores, en la identificación de objetivos, etc. En todo este proceso las muje-
res no sólo son víctimas ni son todas las víctimas (a veces son victimarias, como
es el caso de las combatientes colombianas), no son las ejecutoras de actos solida-
rios aisladas del resto de la acción humanitaria, ni son las únicas responsables de
un mundo más justo. O por lo menos, no deberían serlo.

BIBLIOGRAFÍA
ACOSTA DEL RÍO, Paulina: «Care Practices & Mental Health Program»,
ACF South Darfur, (documento inédito), August 2007.
AL-HAQ: The Applicability of Human Rights Law to Occupied Territories: The
Case of the Occupied Palestinian Territories, Ramala, 2003.
BERISTAIN; Carlos; LOZANO, Itziar: Ni guerra, ni paz. Desarrollo en el re-
fugio. Esperanzas y desafíos de la cooperación con el Sahara, Hegoa, Bilbao, 2002
BTSELEM: «Statistics on the infringement of the right to medical treat-
ment», 2004.
Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la
mujer, 1979.
COYLE, Andrew: La administración penitenciaria en el contexto de los derechos
humanos, Centro Internacional de Estudios penitenciarios, Londres, 2002.
DATE-BAH, Eugenia; WALSH, Martha and others: Gender and Armed
Conflicts, Infocus Programme on Crisis Response and Reconstruction, Working
Paper, Geneva, March, 2001.
DE CURREA-LUGO, Víctor: Palestina: entre la trampa del muro y el fracaso
del derecho, Icaria, Barcelona, 2005.

61 Date-Bah, Eugenia; Walsh, Martha and others: Gender and Armed Conflicts…

283
VÍCTOR DE CURREA-LUGO

DEFENSORIA DEL PUEBLO, COLOMBIA: Décimo Tercer informe del


Defensor del Pueblo al Congreso de la República, Bogotá, 2006.
FEDERAL MINISTRY OF HEALTH / DIRECTORATE GENERAL OF
HEALTH PLANNING AND DEVELOPMENT: Health Sector Strategy: Inves-
ting in Health and Achieving the MDGs, draft, 2007.
GIBERTI, Eva: «Mujer, enfermedad y violencia en medicina». En otras pala-
bras, núm. 1, Bogotá, 1996, pp. 9-26.
«High maternal mortality rates due to inadequate services in Sudan» Sudan
Tribune, Sep 28, 2004.
HUG, Alois: «Liberia vive un rayo de esperanza, pero sólo uno», El País, Ma-
drid, 7 de mayo de 2006.
«Humanitarian Action in the Sudan: Facts and Figures». Snapshot, 14 Au-
gust 2007.
IASC SECRETARIAT: Mainstreaming Gender in the Humanitarian Response
to Emergencies, Rome, 1999.
ICRC: Annual Report 2002, Geneva, 2002.
INTERNATIONAL MEDICAL CORPS: Basic needs, mental health, and
women’s health among the internally displaced persons in Nyala district, South Dar-
fur, Sudan; Santa Monica, 2005.
«Las mujeres colombianas frente al conflicto armado: justicia para las muje-
res», documento interinstitucional presentado a Comisión Interamericana de De-
rechos Humanos, febrero de 2005.
LIGA DE MUJERES DESPLAZADAS: «Encuesta de prevalencia de vio-
lencia basada en género en mujeres desplazadas por el conflicto armado en Car-
tagena y Bolívar, Colombia», Cartagena de Indias, mayo, 2007.
«Maternal mortality highest in South Sudan-UN» Sudan Tribune, June 7, 2007.
MEDECINS SANS FRONTIERS: Many missions, one voice. Justice and in-
tegrity in MSF operational choices. MSF-Holland, May 2003.
MINEAR, Larry: «La teoría y la práctica de la neutralidad: algunas reflexio-
nes sobre las tensiones», Revista Internacional de la Cruz Roja, núm. 149, Ginebra,
marzo de 1999.
MISIÓN INTERNACIONAL DE VERIFICACIÓN SOBRE LA SI-
TUACIÓN HUMANITARIA Y DERECHOS HUMANOS DE LOS PUE-
BLOS INDÍGENAS DE COLOMBIA: Declaración final, Bogotá, 28 de sep-
tiembre, 2006.
MONGE, Yolanda «El legado de horror de Congo», El País, Madrid, 23 de
noviembre de 2003
NACIONES UNIDAS / ASAMBLEA GENERAL: «Principios y directrices
básicos sobre el derecho de las víctimas de violaciones manifiestas de las normas in-
ternacionales de derechos humanos y de violaciones graves del derecho internacional
humanitario a interponer recursos y obtener reparaciones», 16 de diciembre de 2005.
NACIONES UNIDAS, COMISIÓN DE DERECHOS HUMANOS: In-
forme de la Relatora Especial sobre la violencia contra la mujer, sus causas y conse-
cuencias, Radhika Coomaraswamy, noviembre de 2001.

284
GÉNERO Y ACCIÓN HUMANITARIA

NACIONES UNIDAS: Reglas mínimas de las Naciones Unidas para el trata-


miento de los reclusos, 1957.
PALESTINE RED CRESCENT SOCIETY: «Death of Baby Mar 3 ‘02»
march 3, 2002.
PALESTINE RED CRESCENT SOCIETY: «Israeli Army Shoots at Inno-
cent Civilians & Pregnant Mothers», Feb. 25 2002.
PALESTINE: Written Statement presented before the International Court of
Justice, January 30 de 2004.
RAWLS, Political Liberalism, Columbia University Press, New York, 1993.
REHN, Elisabeth; JOHNSON, Ellen: Women, War and Peace, UNIFEM,
New York, 2002.
«Reproductive Health Assessment in Internally Displaced Persons Camps»,
West Darfur State, Sudan (Mohammed Ahmed, American University of Beirut),
UNFPA and MoH of West Darfur; April 2006.
REY MARCOS, Francisco; DE CURREA-LUGO, Víctor: El debate huma-
nitario, Icaria y MSF, Barcelona, 2002.
RODRÍGUEZ, María Noel: Mujeres madres en prisión en América Central,
EUNED, San José, 2005.
STRICKLAND Richard; DUVVURY Nata: Gender Equity and Peacebuil-
ding. From Rhetoric to Reality: Finding the Way, International Center for Re-
search on Women, Washington, 2003.
SUSSKIND, Yifat: «Situación de los derechos humanos de las mujeres en el
Iraq ‘liberado». CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 21 de abril de 2004.
UNDP: Gender approaches in Conflict and Post-conflict situations, October,
2002.
UNFPA: «Reproductive Health Assessment in IDPs Camps», West Darfur,
April 2006.
UNHCR: «A Practical Guide to Empowerment» Geneva, June, 2001.
WFP/CAMMACK, Diana: «Promoting Gender Sensitive Operations», Nai-
robi, 1998.
«Yenín horroriza al mundo y divide a la sociedad israelí» El País, Madrid,
mayo 13 de 2002.

285
APLICACIÓN TÉCNICA BAJO
LA PERSPECTIVA DE GÉNERO
DE LA ESTRATEGIA DE ACCIÓN
HUMANITARIA
Beatriz García Beltrán y
Celinda Sanz Velasco.
Especialistas en Género y Desarrollo.
Responsables de Género de la Oficina de
Acción Humanitaria de la
Agencia Española de Cooperación
Internacional para el Desarrollo (AECID)

1. INTRODUCCIÓN
La Estrategia de Acción Humanitaria de la Cooperación Española ve la luz al fi-
nal de la legislatura socialista (2004-2008) que se ha caracterizado por el impulso
y avance de las políticas de igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres
en todos los órdenes de la vida política, social y económica.
Este impulso también ha alcanzado a la cooperación internacional para el de-
sarrollo. En este sentido, una de las grandes novedades que incorporó el Plan Di-
rector de la Cooperación Española 2005-2008 fue el tratamiento dado a los temas
de género. Mientras que el anterior Plan Director (2001-2004) hacía referencia
únicamente, en el marco de las prioridades horizontales, a la «promoción de la
igualdad entre mujeres y hombres», con el actual Plan Director la «equidad de gé-
nero» recibe un tratamiento de prioridad horizontal, al mismo tiempo que al «au-
mento de las capacidades y la autonomía de las mujeres» se le da un tratamiento
de prioridad sectorial (sector «Género y Desarrollo»).
La Estrategia de Acción Humanitaria de la Cooperación Española, recientemente
presentada, nace con la intención de desarrollar y concretizar muchos de los objeti-
vos del Plan Director. Pero la verdadera novedad, sin duda, ha sido la transversaliza-
ción de las cuestiones de género dando así cumplimiento no sólo a lo establecido en
dicho Plan, sino también a las demandas y planteamientos tanto de la sociedad ci-
vil en general como de organizaciones internacionales como Naciones Unidas o la
Unión Europea y sus organismos especializados en cuestiones de género.

287
CELINDA SANZ VELASCO, BEATRIZ GARCÍA BELTRÁN

Por consiguiente, hemos de valorar muy positivamente la voluntad y el es-


fuerzo técnico realizado para incorporar la perspectiva de género en la acción hu-
manitaria. Voluntad que queda reflejada de forma incontestable en las primeras lí-
neas del documento, concretamente en la misma Introducción, y en el esfuerzo
técnico que se aprecia a lo largo de toda la Estrategia.
No obstante, y siendo conscientes de que un documento de las caracterís-
ticas de una Estrategia Sectorial, por su propia naturaleza, no puede contemplar
de una manera exhaustiva todas las prioridades horizontales de la Cooperación
Española, se ha considerado necesario realizar un estudio de la misma, con ob-
jeto de señalar las novedades más importantes que se recogen e incidir en cues-
tiones que, en nuestra opinión, han quedado pendientes de un mayor desarrollo
y profundización.
Por ello se presenta este artículo, como breve documento de análisis y refle-
xión sobre la inclusión de la dimensión de género en esta Estrategia, al mismo
tiempo que recoge algunas propuestas para una mejor implementación de la pers-
pectiva de género en la Acción Humanitaria española.

2. CONTEXTUALIZACIÓN GENERAL
Como ya hemos mencionado, en aplicación del actual Plan Director, las cues-
tiones de género se han de trabajar en dos dimensiones diferentes. Por un lado, en
el estudio, análisis y aplicación de la equidad de género en todos los ámbitos de
la cooperación internacional para el desarrollo, es decir, género como prioridad
horizontal. Y por otro lado, en la constitución de un equipo profesional especia-
lizado dedicado específicamente a articular acciones cuyo objetivo estratégico sea
trabajar por el empoderamiento de las mujeres, es decir, género como prioridad
sectorial.
Según recoge el propio Plan Director, entendemos por empoderamiento el
«aumento de las capacidades, ciudadanía y autonomía de las mujeres, promo-
viendo su participación real y efectiva en los procesos de desarrollo y, particular-
mente, en todos los ámbitos de la vida pública y de toma de decisiones». Estas ac-
ciones estarán además orientadas a «reducir las brechas de desigualdad de género,
para subsanar los desequilibrios mediante medidas escalonadas que favorezcan
progresivamente la integración en igualdad de las mujeres»1.
Prioridad horizontal y prioridad sectorial han de ir, por tanto, necesariamente
de la mano, siendo imprescindible la coordinación, la coherencia y la comple-
mentariedad de todos los actores de la Cooperación Española (y de otros orga-
nismos de cooperación internacional) que trabajan por la consecución de la equi-
dad de género y la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres en el
marco de la cooperación para el desarrollo.

1 Plan Director de la Cooperación Española 2005-2008.

288
APLICACIÓN TÉCNICA BAJO LA PERSPECTIVA DE GÉNERO DE LA ESTRATEGIA DE ACCIÓN HUMANITARIA

Otra consecuencia de que la perspectiva de género haya recibido este doble tra-
tamiento de prioridad horizontal y prioridad sectorial es que la necesidad de recoger
y sistematizar las cuestiones relativas a género y desarrollo se ha traducido tanto en la
elaboración de una Estrategia Sectorial de la Cooperación Española específica sobre
este tema, la Estrategia Sectorial de Género de la Cooperación Española, como en la
inclusión del enfoque de género en todas las demás Estrategias Sectoriales. Es en és-
tas últimas en las que se ha llevado a cabo un cuidadoso y pormenorizado trabajo de
refuerzo de las mismas, contemplando en el marco de cada uno de los ámbitos sec-
toriales de actuación recogidos en el Plan Director la necesidad de considerar la pers-
pectiva de género y de trabajar por la igualdad de oportunidades.
Refuerzo de cada una de las Estrategias Sectoriales, y refuerzo asimismo de la
prioridad horizontal «equidad de género», pues cruzando cada Estrategia Secto-
rial con las demás prioridades sectoriales el refuerzo es, indudablemente, bidirec-
cional y multiplicador.
Centrándonos ya en la Estrategia de Acción Humanitaria de la Cooperación
Española, y en la consideración de la perspectiva de género en el marco de la
misma, hemos de reconocer, en primer lugar, el gran logro que supone el esfuerzo
de transversalización de las cuestiones de género en el marco de la acción huma-
nitaria española. De esta manera, se puso especial cuidado en que esta Estrategia
de Acción Humanitaria tuviera una mirada de género, y ello porque tradicional-
mente las cuestiones de género no sólo no eran tenidas en cuenta en el ámbito de
la acción humanitaria sino que con frecuencia se aludía a la urgencia de la res-
puesta humanitaria como excusa para eludir la introducción de estas cuestiones2.
Así, y por primera vez en la historia de la AECID, un documento oficial re-
coge expresamente la «necesidad de tener en cuenta los aspectos de género en la pres-
tación de la acción humanitaria, consideración que está directa e intrínsecamente
vinculada a la mejora de la calidad y los buenos resultados de dicha ayuda». Pero la
Estrategia va más allá, ya que no se detiene sólo en señalar esta necesidad, sino que
argumenta las razones para la consideración de los aspectos de género en la acción
humanitaria: «no podemos olvidar que en la urgencia de movilizar recursos, solucio-
nar problemas logísticos, coordinarse entre los distintos actores humanitarios y dar res-
puesta a las demandas y preguntas de cada una de las sedes centrales a menudo se pier-
den de vista las necesidades reales de aquellas personas a las que va dirigida la ayuda
humanitaria. Se ofrece protección y se distribuye ayuda, pero con frecuencia se obvia
que las necesidades de mujeres y hombres, niñas y niños, son diferentes, y que cada uno
de estos grupos hace frente a distintas amenazas y vulnerabilidades, al mismo tiempo
que, socialmente, pueden haber ido adquiriendo distintas destrezas, y pueden albergar
distintas aspiraciones».
De la misma manera, a lo largo del desarrollo de la Estrategia encontramos cons-
tantes referencias a la necesidad de atender las cuestiones de género de manera espe-
cífica en el marco general de la prestación de la ayuda. Cada una de estas referencias

2 Maoño, C. y Vázquez, N. «Mujeres y acción humanitaria», Diccionario de Acción Humanitaria y Co-


operación al Desarrollo. Hegoa. http://dicc.efaber.net

289
CELINDA SANZ VELASCO, BEATRIZ GARCÍA BELTRÁN

supone una aportación insustituible para llegar a construir un marco teórico com-
pleto y cohesionado que permita a todas las instituciones, publicas y privadas, cuya
competencia es la prestación de ayuda humanitaria, intervenir en cualquiera de las fa-
ses de una situación de emergencia (preparación, mitigación, prevención, atención a
la situación de desastre o emergencia, rehabilitación y reconstrucción) con una pers-
pectiva de género verdaderamente interiorizada.
Y aquí radica precisamente el problema: si bien es cierto que este interés por
integrar la perspectiva de género en la acción humanitaria es más que bienvenido,
una lectura reposada del documento nos deja una sensación agridulce. Y es que se
observa que las cuestiones de género no están empastadas convenientemente en
todo el documento, pues se ha procurado incluir la «letra» pero no se ha conse-
guido integrar totalmente el «espíritu» de la teoría de género. La transversalización
de la perspectiva de género en la Estrategia de Acción Humanitaria de la Coopera-
ción Española no se ha hecho de manera integral y sistemática, sino más bien ca-
suística, con reflexiones adecuadas, y muy necesarias, pero sin que éstas lleguen a
alcanzar la raíz de la prestación de la ayuda. Por este motivo, es muy posible que
cuando queramos trabajar en el marco de la Estrategia, el tener o no en cuenta las
cuestiones de género en la acción humanitaria quede al arbitrio de cada institu-
ción o entidad o, incluso, a la voluntad o voluntariedad de cada persona (con per-
fil técnico o directivo) responsable de la prestación de la ayuda.
Una de las posibles causas de lo anterior es que no se constituyó un Grupo
de Trabajo que, a través de un proceso de redacción participativo, incluyera las
cuestiones de género en el mismo proceso de redacción, sino que se hizo a pos-
teriori, cuando la primera versión del texto ya estaba terminada y la única solución
posible era añadir párrafos a un texto ya definitivo.

3. VALORACIONES SOBRE LA INCORPORACIÓN DE LA


PERSPECTIVA DE GÉNERO EN LA ESTRATEGIA DE ACCIÓN
HUMANITARIA DE LA COOPERACIÓN ESPAÑOLA
A partir de un análisis más detallado de la Estrategia, parece necesario pro-
fundizar en tres niveles sobre algunas cuestiones que consideramos importantes:
a) lenguaje; b) instrumentos jurídicos; y c) finalmente, cuestiones sustanciales y
metodologías.

3.1. Utilización de lenguaje sexista


Aunque se observa una utilización razonable de lenguaje no sexista, tras un
análisis exhaustivo encontramos expresiones sexistas3 que podrían ser renombra-
das de forma sencilla sin tener que acudir al genérico masculino.

3 Véase: A/52/231.

290
APLICACIÓN TÉCNICA BAJO LA PERSPECTIVA DE GÉNERO DE LA ESTRATEGIA DE ACCIÓN HUMANITARIA

La gran mayoría de estas expresiones tienen que ver o se refieren al personal


humanitario y científico. Así, cuando se refiere al personal experto en cuestiones
humanitarias, invariablemente se le denomina como «trabajadores humanita-
rios», «los expertos», «entre diversos autores» o «expertos internacionales». La
utilización de esta terminología no es inocente, y responde a ese imaginario co-
lectivo en el que se sigue manteniendo la idea de que el personal humanitario es
mayoritariamente masculino, en parte porque se asume el estereotipo de que las
situaciones de conflicto o desastre natural son áreas de trabajo no apropiadas
para las mujeres.
Siguiendo esta misma línea argumental, se tiende a pensar que la producción
científica sobre cuestiones humanitarias es eminentemente masculina, cuando lo
cierto es que existe un gran número de autoras especializadas en el estudio de la
acción humanitaria desde una perspectiva de género.
Independientemente de estos desaciertos lingüisticos, tenemos que aplaudir
la iniciativa de la Estrategia al establecer que «en relación con la constitución de los
equipos de Acción Humanitaria se considerará que en los mismos haya presencia plu-
ral de mujeres y de hombres» . Es evidente que la integración del enfoque de género
no sólo debe operar en los proyectos, programas o actuaciones humanitarias, sino
que debe alcanzar también a la composición de los equipos de trabajo que im-
plementan dichos proyectos, programas o actuaciones, con el objetivo de lograr
«presencia equilibrada» de mujeres y de hombres.
La importancia de llamar la atención sobre estos aspectos tiene que ver no sólo
con la necesidad de reflejar verazmente la realidad sino también con lo simbólico que
tienen los referentes y modelos femeninos en todos los ámbitos profesionales.

3.2. Instrumentos jurídicos internacionales y compromisos internacionales


Hay que hacer especial hincapié en el hecho de que, en el Marco normativo in-
ternacional complementario descrito en la Estrategia no se ha mencionado la 4ª
Conferencia sobre la Mujer, celebrada en Beijing en 19954. Sorprende esta omisión
por la importancia que esta Conferencia tuvo en la implantación del «mainstrea-
ming» de género como una nueva herramienta metodológica para lograr la igualdad
de género, y por tanto es un referente para la incorporación la perspectiva de género
en cualquier ámbito. Además, en la Plataforma de Acción de Beijing se estableció
como esfera de especial preocupación la mujer y los conflictos armados, identifi-
cando cinco objetivos prioritarios con sus correspondientes medidas a adoptar a los
niveles nacionales e internacionales. En concreto, los objetivos 1, 3 y 5 se refieren
específicamente a la protección de las mujeres en conflicto armado5. Y no se com-

4 Nos referimos de forma general a las mujeres en conflictos armados y de otra índole, aunque los obje-
tivos estratégicos 1 y 5 especifican que esta protección comprende también a las mujeres que viven bajo la ocu-
pación extranjera, a las mujeres refugiadas y desplazadas ya sea internacional o internamente. Por su parte el
objetivo 3 incide en la necesidad de reducir los índices de violencia de género en estos contextos.
5 Véase: S/2000/693.

291
CELINDA SANZ VELASCO, BEATRIZ GARCÍA BELTRÁN

prende bien que se haya omitido la referencia a esta Conferencia cuando, sin em-
bargo, se citan otras como por ejemplo, la Cumbre Mundial sobre la Infancia.
Es evidente que en un trabajo de estas características resulta complejo reco-
pilar y reflejar la normativa y documentos internacionales pertinentes, por razo-
nes de espacio, básicamente. No obstante, la omisión de algunos hitos clave en el
estudio de los conflictos armados (y desastres naturales) con perspectiva de gé-
nero, puede inducir a pensar a un público no versado en la materia que la adop-
ción de este enfoque en la acción humanitaria ha sido algo sumamente reciente y
poco sistematizado, cuando la realidad es que existe todo un trabajo de investiga-
ción, conceptualización y sistematización de la materia.
En esta labor de conceptualización y desarrollo progresivo de la acción hu-
manitaria con perspectiva de género se podrían señalar como algunos instru-
mentos relevantes, la Declaración de Windhoek y el Plan de Acción de Nami-
bia (2000) 5, ambos documentos clave para el desarrollo progresivo de la
inclusión de la perspectiva de género en las operaciones multidimensionales de
mantenimiento de la paz6. También los trabajos de la Comisión sobre la Con-
dición de la Mujer (CSW, por sus siglas en inglés), que en su 48º período de se-
siones, en el año 2000-2001, dedicó su sesión a la situación de las mujeres en
los conflictos armados así como su papel en la negociación de los tratados de
paz: «La mujer en el año 2000: igualdad entre los géneros, desarrollo y paz para
el siglo XXI» 7.
Siguiendo este mismo esquema, la Resolución 1325 aprobada por el Consejo
de Seguridad en el año 2000, relativa a la participación de las mujeres en los pro-
cesos de paz y en la reconstrucción postconflicto, constituye un punto de infle-
xión en la cuestión objeto de estudio. La Estrategia menciona esta importantísima
Resolución, pero hubiera sido deseable que se hubiera dedicado más espacio a ex-
plicar su contenido y los aspectos concretos que recoge. El Estatuto de Roma es
otro de los ejemplos clamorosos que se han omitido en relación específicamente
con las mujeres. Este instrumento jurídico constituyó un paso fundamental en la
protección de las mujeres de los crímenes de guerra y crímenes de lesa humani-
dad. En concreto, se tipificaron la violencia sexual y de género como crímenes de
guerra y crímenes de lesa humanidad.

3.3. Cuestiones temáticas y metodológicas


En lo referente a cuestiones temáticas, hemos identificado dos áreas cuya
formulación podría ser objeto de revisión e inclusión en un futuro: la pobreza y
la violencia contra las mujeres.

6 Tres años después de la Declaración de Winhoek, el Secretario General de Naciones Unidas elaboró el
informe «Incorporación de la perspectiva de género en las actividades de mantenimiento de la paz», véase
A/57/731.
7 Véase: A/S-23/10/Rev.1.

292
APLICACIÓN TÉCNICA BAJO LA PERSPECTIVA DE GÉNERO DE LA ESTRATEGIA DE ACCIÓN HUMANITARIA

La cuestión de la pobreza se menciona en la Estrategia en dos momentos:


cuando define los conceptos básicos y al realizar el cruce de la acción humanita-
ria con las prioridades horizontales del Plan Director 2005-20088. Pues bien, en
ninguno de los dos momentos queda reflejado con contundencia el hecho in-
cuestionable de que la pobreza afecta mayoritariamente a las mujeres. La 4ª Con-
ferencia Mundial sobre las Mujeres, ya mencionada, abordó la cuestión de la fe-
minización de la pobreza tanto en la Declaración como en la Plataforma de
Acción. No reconocer que la pobreza afecta mayoritariamente a las mujeres con-
lleva a la invisibilización del problema y ello conduce inevitablemente a que se ob-
vie esta realidad en la planificación y diseño de intervenciones humanitarias.
Por otro lado, creemos que otro ámbito que debería ser reforzado es el re-
ferente a la violencia ejercida sobre las mujeres en contextos de conflictos ar-
mados. Es incuestionable que en los contextos de conflicto armado, y también de
desastre natural, se produce un aumento considerable en los índices de violencia
contra las mujeres en sus múltiples tipos: violaciones, embarazos forzados, trabajo
sexual forzado, prostitución, tráfico de mujeres con fines de explotación sexual,
etc. De ahí la importancia de haberse reflejado en la Estrategia la idea de que to-
dos los subtipos de violencia de género constituyen una violación de los Derechos
Humanos9.
Vinculado necesariamente con lo anterior, es importante señalar la necesi-
dad de prestar una especial atención a las necesidades de asesoría y atención mé-
dico-ginecológica relacionada específicamente con violaciones, embarazo for-
zado y trabajo sexual forzado10. Es evidente que tras este tipo de violencias las
mujeres y niñas están expuestas a una mayor prevalencia de contagio del VIH
y enfermedades de transmisión sexual-ETS, de ahí la importancia de apoyar
proyectos que tengan como objetivo atender las necesidades médicas y psicoló-
gicas de estas mujeres.
En cuanto a herramientas metodológicas, se echa en falta en la Estrategia una
apuesta decidida por un enfoque GED. A menudo el documento presenta a las
mujeres y a las niñas como víctimas, incidiendo en la necesidad de su protección
especial. Es cierto que esta perspectiva es muy importante porque visibiliza el he-
cho ya indiscutido de la diferente forma en que los conflictos y los desastres na-
turales afectan a las mujeres y niñas, y porque se establece una responsabilidad
mayor de protección sobre ellas. Sin embargo, la Estrategia debería avanzar en el
reconocimiento de las potenciales posibilidades que estas situaciones ofrecen para
transformar las relaciones de género.

8 En la definición se obvia que la mayor parte de la población que vive en la pobreza es femenina mien-
tras que en el cruce con las prioridades horizontales sí se menciona que «se tendrán en cuenta las condiciones de
pobreza de mujeres y hombres» y que «se dará seguimiento a la erradicación de la pobreza de las mujeres y las niñas
beneficiarias de la ayuda humanitaria».
9 Violaciones, embarazo forzado, desplazamiento forzoso, trabajo sexual forzado, tráfico de mujeres con
fines de explotación sexual, mutilación genital femenina, esterilización forzada. BRIDGE, Género y conflic-
tos armados. Informe General. Amani El Jack., página 23.
10 En contextos de conflicto o post-conflicto y en campos de refugiados, es muy frecuente el intercam-
bio forzado de servicios sexuales por alimentos.

293
CELINDA SANZ VELASCO, BEATRIZ GARCÍA BELTRÁN

Así, cuando en la Estrategia se realiza el cruce con la prioridades horizonta-


les, a pesar de que se realiza una exposición muy bien argumentada sobre las con-
secuencias de los conflictos armados en las mujeres y en las niñas, finalmente se
limita no sólo a enunciar sino a promocionar los roles femeninos tradicionales ta-
les como el «sostenimiento y refuerzo del tejido social», o la «organización de servi-
cios informales de salud y económicos de subsistencia», sin dejar constancia que los
conflictos armados, las situaciones post-conflicto, los desastres naturales pueden
abrir oportunidades potenciales11 para las mujeres para asumir funciones, activi-
dades o tareas previamente vinculadas a los hombres, así como para conseguir re-
laciones de género más igualitarias.
En este sentido, en la implementación de actuaciones humanitarias no sólo
se deberían cubrir las «necesidades básicas», de las mujeres, esto es la provisión de
agua, alimentos, cobijo, etc., sino coadyuvar a la consecución de sus «intereses es-
tratégicos», esto es, una mayor participación de las mujeres en la vida pública y en
el acceso a los órganos de decisión, etc.

4. LA OFICINA DE ACCIÓN HUMANITARIA


Y LAS CUESTIONES DE GÉNERO
Por lo que respecta a la Oficina de Acción Humanitaria de la Agencia Espa-
ñola de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), la división del
trabajo en la misma presenta una doble perspectiva:

1. Por una parte, encontramos una organización geográfica del trabajo que se
lleva a cabo, estando especializados cado uno de los técnicos y técnicas del
Área en uno o varios países, o áreas geográficas diferentes. Es importante
hacer notar que por la especial naturaleza de la acción humanitaria (que se
rige por los principios de imparcialidad, neutralidad y no discriminación
y, según lo establecido en el Plan Director, está «orientada hacia las vícti-
mas de desastres de cualquier tipo, con el objetivo de satisfacer sus necesi-
dades básicas, restablecer sus derechos y garantizar su protección») dicha
especialización no se ciñe exactamente a la clasificación de los países reco-
gida en el Plan Director (Países Prioritarios, Países con Atención Especial
y Países Preferentes).
2. Y por otra parte, se da también en la Oficina de Acción Humanitaria una
especialización sectorial dentro de la prestación de la ayuda, siendo algu-
nos de los distintos sectores los que mencionamos a continuación: «agua y
saneamiento», «salud en emergencias», «género», «infancia», «logística, me-
dios aéreos y proveedores», «ayuda y seguridad alimentaria», etc.

11 BRIDGE, Género y conflictos armados. Informe General. Amani El Jack., pág. 7.

294
APLICACIÓN TÉCNICA BAJO LA PERSPECTIVA DE GÉNERO DE LA ESTRATEGIA DE ACCIÓN HUMANITARIA

Centrándonos de nuevo en el tema que nos ocupa, el hecho de que la AE-


CID tenga cada vez más personas especializadas en las cuestiones de género y de-
sarrollo (en la Subdirección General de Cooperación Multilateral y Horizontal; en
la Subdirección General de Cooperación con México, América Central y Caribe;
en la Oficina de Acción Humanitaria; etc.) es también un logro muy importante
que ya empieza a dar sus frutos. Entre ellos, precisamente, la transversalización de
las cuestiones de género en la Estrategia de Acción Humanitaria de la Cooperación
Española.
En este sentido, la Oficina de Acción Humanitaria empieza a apoyar proyec-
tos que integran la perspectiva de género. Recogemos a continuación dos ejem-
plos prácticos:

1. En la Convocatoria Abierta y Permanente (CAP) 2007 se ha financiado el


proyecto «El papel de la sociedad civil en la construcción de la paz: la dimensión
de género», a la Fundación CEIPAZ.
El objetivo del trabajo de investigación es analizar cómo la sociedad civil
(ONGD, centros de investigación, asociaciones, etc.) pueden contribuir a la
construcción de la paz, estudiando especialmente las contribuciones de las muje-
res en los procesos de paz, en la rehabilitación posbélica y en la reconciliación.
La investigación, que concluirá en el último trimestre de este año, analizará
además dos casos prácticos: Colombia y Guatemala. Sin duda, este trabajo arrojará
información valiosa y conclusiones válidas para seguir profundizando en la decidida
voluntad de la Cooperación Española de formentar y apoyar la integración de la
perspectiva de género en la acción humanitaria.

2. Por otro lado, a finales del año 2007 se concedió una Subvención de Es-
tado a la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimenta-
ción (FAO) para el proyecto de «Apoyo de emergencia y generación de empleo en
hogares cuya cabeza de familia es (son) una o varias mujeres, a través de huertos
familiares e industrias agrícolas artesanales en Cisjordania y la Franja de Gaza».
El objetivo de este proyecto es mejorar las condiciones de seguridad alimentaria a
través del refuerzo y el fortalecimiento de la participación de las mujeres en las in-
tervenciones de generación de ingresos, en industrias artesanales y de procesa-
miento de productos agrícolas. El proyecto beneficiará directamente a 450 fami-
lias vulnerables dedicadas a la agricultura, lo que equivale aproximadamente a
3.150 personas beneficiarias.
1El sector agrícola continúa jugando un papel fundamental en la economía
y en la vida social del ámbito rural de Cisjordania y de la Franja de Gaza, ha-
biéndose convertido en los últimos años en la principal actividad económica para
miles de familias palestinas que se encuentran en una grave situación de pobreza
y vulnerabilidad. Desde que Israel completó el cierre del muro de separación con
Cisjordania, dejando aisladas muchas poblaciones palestinas, las difíciles condi-
ciones socio-económicas de las mismas se han visto todavía más deterioradas, pro-
vocando que miles de trabajadores palestinos se hayan visto obligados a abando-

295
CELINDA SANZ VELASCO, BEATRIZ GARCÍA BELTRÁN

nar sus trabajos en Israel. Así, las principales consecuencias son la pérdida de los
trabajos y la ruptura de los lazos económicos y sociales con Israel e, incluso, otras
áreas de Palestina, lo que ha su vez ha generado que cientos de familias se vean en
una grave situación de vulnerabilidad por inseguridad alimentaria.
En este contexto la población ha empezado a dedicarse a las actividades de
producción agraria o agrícola a pequeña escala, para lo cual utilizan los patios de
sus casas y los huertos familiares. De esta manera la agricultura, aunque sea a un
nivel muy local, se constituye como mecanismo sostenible de absorción de la cri-
sis económica, que ayuda sin duda ninguna a las familias necesitadas a mantener
sus necesidades básicas de alimentación e ingresos.
En estas poblaciones las mujeres juegan un papel fundamental: cerca del 65%
del trabajo en este sector está llevado a cabo por mujeres como parte de las tareas
domésticas (no remuneradas) que desempeñan habitualmente. Sin embargo, a
pesar de esta importantísima contribución, el 48,2 % de las mujeres palestinas de-
sarrollan, como hemos señalado, trabajos no remunerados, lo cual tiene como
principal consecuencia que su producción no computa en el marco del Producto
Interior Bruto (PIB), y que no son consideradas como fuerza de trabajo.
El proyecto de FAO está orientado al reconocimiento económico y social del
trabajo de todas estas mujeres, que son en muchas ocasiones las que sustentan a
sus familias. No sólo, previsiblemente, mejorará las condiciones de seguridad ali-
mentaria de toda la población, es decir, se atenderán las «necesidades prácticas» de
estas mujeres y sus familias, sino que también se trabajará directamente por su
empoderamiento como trabajadoras del sector agrícola, promoviendo la colabo-
ración con organizaciones de mujeres de otros países a través de redes ya existentes
que trabajan con y para mujeres rurales, esto es, avanzando en la atención de los
«intereses estratégicos» de estas mujeres palestinas.
Dicho proyecto está actualmente empezando a implementarse, por lo que to-
davía no podemos conocer el impacto positivo que el mismo pueda tener en las
mujeres palestinas, y en la población en general. Sin embargo, y aunque tendre-
mos que esperar a la presentación de los informes finales de ejecución (cumpli-
miento de objetivos, resultados esperados, etc.), sí pensamos que el apoyo a este
tipo de proyectos, en un contexto como el que actualmente se vive en Palestina,
puede ser muy positivo.

5. REFLEXIÓN FINAL
Sin duda ninguna, la Estrategia de Acción Humanitaria de la Cooperación Espa-
ñola es un buen punto de partida para empezar a trabajar de manera institucionali-
zada el enfoque de género en la prestación de acción humanitaria. Sin embargo, el
verdadero reto empieza ahora, y para ello es imprescindible tanto que se mantenga
la voluntad política por tener verdaderamente en consideración estas cuestiones, así
como la dotación de recursos económicos y humanos adecuadamente formados, y
suficientes, para hacer frente con calidad al desafío que se nos presenta.

296
GÉNERO, MIGRACIONES Y DESARROLLO
LA PERSPECTIVA TRANSNACIONAL
DE CODESARROLLO
EN ORGANIZACIONES FEMINISTAS
Y PROEQUIDAD DE GÉNERO
Inmaculada Lozano Caro
Especialista en Género y Desarrollo.
Profesora invitada en Master de
Migraciones y Relaciones Intercomunitarias
especialidad en Codesarrollo de la
Universidad Autónoma de Madrid (UAM)

«También yo tengo parientes, pues como dice Homero, no he nacido en absoluto de la


encina legendaria ni de la piedra».
Apología de Sócrates, Platón, S. IV a.d.C

«Como, en el mito de Aristófanes revisado por Platón, el hombre (lo masculino) nace del
suelo –autóctonía–, la mujer (lo femenino) de la tierra –gleba–, y el andrógino nace de la
luna –lo lunático–.
Nacido de la Tierra... esto lo pongo en duda...cada uno tiene la libertad de pasar o no pasar
la frontera, incluida la difícil frontera de lo femenino...»
Nacido de la Tierra. Mito y política en Atenas, Nicole Loraux, 1995.

«¿Existe otro punto de partida normativo para la teoría feminista que no requiera la
reconstrucción o la puesta bajo la luz de un sujeto femenino que no puede representar, y
mucho menos emancipar, el conjunto de seres corpóreos que se encuentran en la posición
cultural de mujeres?»
Cuerpos abyectos y cuerpos explotados, Judith Butler, 1992

299
INMACULADA LOZANO CARO

1. INTRODUCCIÓN
La propuesta de este texto se orienta a la apertura de un debate pendiente en
los espacios de análisis de Género y la gestión multicultural del Desarrollo en esta
etapa de mundialización de las economías, en especial de aquellas líneas de in-
vestigación-acción que ahonda en las posibilidades de fortalecer el trabajo en red
de organizaciones pro equidad o feministas entre países centrales y periféricos
vinculados por el fenómeno migratorio.
Las contrageografías de la globalización1 o los circuitos transfronterizos entre
las que se desarrolla la vida de las mujeres migrantes en el espacio transnacional
nos permite organizar los contenidos en tres líneas de exposición:
1.– Los cruces e intersecciones de estas contrageografías que han tenido que
abordar distintas vertientes de las ciencias sociales que han estudiado la equidad
de género y las migraciones internacionales; las diversas teorías feministas han
alimentado el actual crisol de posturas que emana de la confluencia de los térmi-
nos género y culturalismo acompañados ambos de los más variopintos prefijos: in-
ter-, trans-, multi-, pluri-, y otros junto con diversas áreas del conocimiento so-
cioeconómico para explicar los complejos andamiajes de la feminización de la
pobreza y de las migraciones y sus impactos en el desarrollo humano de los luga-
res de origen y destino.
2.– La relevancia en los logros de equidad y la pertinencia de traer a la esfera
pública de opinión nuevos campos de acción y sujetos emergentes del análisis de
estrategias adaptativas de supervivencia de las mujeres migrantes, originadas en el
reacomodo de estructuras patriarcales del capitalismo global2.
3.– La propuesta de alimentar y fortalecer el espacio de acción social trans-
nacional que se está gestando en las redes de organizaciones proequidad3 o femi-
nistas involucradas en temáticas de desarrollo desde el enfoque de codesarrollo.
El mayor interés que puede reportar este trabajo, consiste en ofrecer un
campo de reflexión-acción en el que se pueda dar puntos de anclaje y entrecruza-
miento de perspectivas feministas y el enfoque de codesarrollo, de suerte que se

1 La denominación corresponde a Saskia Sassen: «Llamo a estos circuitos contrageografías de la globali-


zación porque están: i) directa o indirectamente asociadas con algunos de los programas y condiciones cen-
trales que se encuentran en el corazón de la economía global, pero: ii) son circuitos no representados de forma
suficiente, escasamente considerados en sus conexiones con la globalización, circuitos que, en realidad, con fre-
cuencia, operan fuera y contra las leyes y tratados, sin que por ello estén exclusivamente involucrados en ope-
raciones criminales, como es el caso del comercio ilegal de droga. Más aún, el crecimiento de la economía glo-
bal ha producido una infraestructura institucional que facilita los desplazamientos a través de las fronteras y
representa, de ese modo, un medio ambiente propicio para estos circuitos alternativos» en Contrageografías de
la globalización. Género y ciudadanía en los circuitos transfronterizos, Madrid, Traficantes de Sueños. 2003.
2 Gregorio, C. «Desde la teoría del sistema-mundo de Immanuel Wallerstein (1974) a la noción de com-
prensión espacio-tiempo de Harveys (1990) el análisis de las formaciones globales ha infraestudiado el género».
en La inmigración dominicana en la comunidad de Madrid :procesos migratorios, relaciones de género y transna-
cionalismo. 2001.
3 Con la denominación de organizaciones pro equidad hacemos referencia no sólo a las entidades socia-
les gubernamentales o no gubernamentales que tiene entre sus objetivos centrales la equidad de género sino
que incluimos las ONGD o entidades sociales no lucrativas que, si bien no se han constituido por esta causa,
contemplan en su trabajo estrategias y perspectivas para abordar la desigualdad entre hombres y mujeres en
cualquiera de las transformaciones sociales.

300
LA PERSPECTIVA TRANSNACIONAL DE CODESARROLLO EN ORGANIZACIONES FEMINISTAS Y…

verifiquen las ventajas y desventajas que tendrían para las mujeres, y, en especial
para la agenda global de equidad, adoptar estas perspectivas de trabajo.
Conocer algunos aspectos de incidencia en los logros y alcances de la Agenda
de Equidad entre Hombres y Mujeres no es sólo un aspecto particular de un sector
social del desarrollo humano sino que ofrece un carácter fundamental de análisis
de las teorías explicativas del fenómeno migratorio y las descripciones prácticas de
los reajustes globales de los Objetivos Mundiales de Desarrollo.
Los campos de acción involucrados en esta propuesta de análisis de la mi-
gración femenina y su correlación con los avances u obstáculos de la Agenda Glo-
bal de Equidad4 conlleva interrogarse directamente por las intersecciones y las
amalgamas entre teorías y prácticas, tanto feministas como transnacionales:

— Cuestión 1: ¿En qué enriquece la perspectiva transnacional de codesarrollo 5


a la construcción de equidad de género en sociedades conectadas por el fenó-
meno migratorio?.
— Cuestión 2: ¿Qué aportan las mujeres migrantes con sus estrategias adaptati-
vas de supervivencia en los contextos globales al debate sociopolítico de la ges-
tión intercultural de la convivencia en equidad y de agenda de desarrollo?
— Cuestión 3: ¿Cómo fortalecen las organizaciones, las entidades sociales, redes
y asociaciones feministas o pro equidad en los campos de acción social trans-
nacional la regulación de derechos humanos de las mujeres?

Los análisis, experiencias y reflexiones derivados de estas inquietudes ofre-


cen elementos conceptuales y metodológicos en el enfoque de codesarrollo a la luz
de la categoría analítica de género y otras categorías paradigmáticas de identi-
dad derivadas de diversas perspectivas feministas, entre ellas las post-coloniales 6
por su especial imbricación con las mujeres migrantes de países en desarrollo. Si
bien la lógica embrionaria de exclusión fundamental que se va a describir aquí,
radica en la división de género sobre la que se asienta, en mi opinión, las desi-
gualdades radicales y sus consecuencias en diferentes órdenes sociales, también
hacemos conciencia de las dificultades de desentrañar fenómenos entrecruzados
(etnia, clase, identidades sexuales, etc) 7. Los nodos de desigualdades derivados

4 Para conocer más aspectos de la Agenda en Irene López: «Género en la agenda internacional del desa-
rrollo. Un enfoque de derechos humanos». Revista Académica de Relaciones Internacionales, Núm. 2 Junio
2005, UAM-AEDRI.
5 Los principales vectores que enmarcan los campos de acción y desarrollo de este enfoque se resumen
en: creación de comunidades transnacionales, el mantenimiento de redes sociales y la transferencia de capita-
les financieros y humanos, y la participación de una pluralidad de actores de sociedades de origen y destino.
Para ampliar la definición, las experiencias y los protagonismos en Jiménez Romero, C. , Martínez Martínez,
Julio L., Fernández García, M., Cortés Maisonave, A. El codesarrollo en España. Protagonistas, Discursos y Ex-
periencias. Madrid, Catarata, 2006.
6 Johnson-Odin, C. «Common Themes, Different Contexts: Third World Women and Feminism», en
Mohanty, C.T., Russo, A., y Torres, L., Third World Women and the Politics of Feminism, Bloomington and In-
dianapolis, Indiana University Press, 1991, p. 316.
7 El feminismo no ilustrado, el multiculturalismo y el pensamiento postcolonial comparten un conjunto
de conceptos claves centrados en la noción de diferencia, problematizando, con ello, el concepto de igualdad,
universalidad y de representación política.

301
INMACULADA LOZANO CARO

de otras formas de inequidad aportan categorías de análisis que no están en dis-


tribución complementaria con la variable sociopolítica de género, y por ello, en
ninguno de los contextos, es conveniente jerarquizar unos campos de acción so-
bre otros, sino entramarlos como nodos interdependientes del fenómeno de la
globalización.

2. INTERSECCIONES Y CRUCES EN LOS CAMPOS DE ACCIÓN


SOCIAL DESDE EL ENFOQUE TRANSNACIONAL
DE CODESARROLLO Y LAS PERSPECTIVAS FEMINISTAS.
2.1. Intersecciones y cruces entre las teorías feministas y las transnacionales
que explican el fenómeno migratorio internacional
En este apartado se desarrolla el primer interrogante planteado en las líneas
de exposición propuesta en la introducción:

Cuestión 1: ¿En qué enriquece la perspectiva transnacional de codesarrollo la


construcción de la equidad de género en sociedades conectadas por el fenó-
meno migratorio?

Las relaciones entre las teorías feministas8 y las transnacionales o multicul-


turalistas 9 no gozan de fluidez ni de confianza mutua en el ámbito de la acción
práctica ni de las reflexión política. Por una parte, es sabido la crítica unánime
y reiterada de las feministas del norte y del sur10 de que ciertos posiciona-
mientos y conceptualizaciones multiculturales encubrían privilegios de género
bajo las forma de reclamos identitarios en complicidad con fundamentalismos
étnico-religiosos y de gran corte demagógico, que mantenían estructuras ex-
cluyentes y discriminatorias, en las que las mujeres resultaban notablemente
perjudicadas.

8 Por teorías feministas entendemos: «un conjunto de prácticas y teorías que se han articulado cohe-
rentemente, en distintos momentos históricos, con relación a las reivindicaciones de los derechos de las mu-
jeres» tal y como se menciona en De Miguel, A. «Feminismos», en Amorós, C. (coord.). Pp. 217-255.
No aporta relevancia en este apartado la línea política específica de cada feminismo, sino que se reduce
al mínimo común que es un sistema pluricausal de opresión a las mujeres por la combinación de patriarcado
y capitalismo global.
9 El concepto de transnacional y multiculturalismo alude a procesos y prácticas económicas, políticas
y socioculturales configurados por las lógicas de más de un estado-nación o de poblaciones de estos estados, y
que se caracterizan por el cruce constante de fronteras físicas y simbólicas. Abordamos aquí un uso preciso que
evite confusión con otros híbridos de lo global: internacional, multinacional, postnacional, multilateral, etc.
Con ello se abre en nuestro análisis un espectro capaz de albergar procesos locales interconectados con las
realidades trasnacionales emergentes y de describir cómo se está gestando la participación de sectores, tradi-
cionalmente apartados de los espacios públicos de incidencia y transformación social, en contexto de proce-
dencia y de destino.
10 Schutte, O. «Alteridad cultural: comunicación intercultural y teoría feminista en los contextos Norte-
Sur» Hiparquia, vol. X.1, 1999.
Spivack, Ch. A Critique to Postcolonial Reason, Londres, Harvard University Press, 1999.

302
LA PERSPECTIVA TRANSNACIONAL DE CODESARROLLO EN ORGANIZACIONES FEMINISTAS Y…

Sin embargo, pese a la tensión de estos debates11 se evidencian enriqueci-


mientos mutuos de sus teorías en lo relativo a la interrelación de categorías, mo-
delos o paradigmas interpretativos y de campos de acción social.
En este sentido una clara ganancia para los enfoques feministas ha sido la de-
marcación de sentido de la perspectiva transnacional, que permite crear el espa-
cio de continuidad de análisis en la redefinición de «lo público» –entre lo local y
lo global12– y hacer un recorrido por el entramado social en el que se insertan, pa-
ralelamente, por un lado, los obstáculos y potencialidades de la vivencia de las
mujeres migrantes y autóctonas en sociedades de importante densidad migrato-
ria, y, por otro, la fortaleza de la agencia transformadora de las organizaciones fe-
ministas o entidades proequidad en ciudades globales13. Las ciudades conectadas
por la migración se enfrentan en este periodo histórico a retos derivados de la ex-
periencia de sociedades globales. La ciudad global se puede considerar como una
réplica estratégica donde se producen múltiples localizaciones de lo global. Una
ciudad pequeña que se encamina a tener los condicionantes de las ciudades glo-
bales enfrenta poco a poco «funciones de producción» centrales en varias áreas
–política, economía, cultura y hasta estilos de vida con identidades intercultura-
les–. Es preciso para conseguir condiciones de gobernabilidad y desarrollo inter-
venir de este nuevo contexto local.
Desde esta interfaz hallamos, al menos, tres razones estratégicas en la incor-
poración de la perspectiva transnacional a las teorías feministas y enfoques prác-
ticos de género:

1. La superación del análisis estático y unidimensional de la desigualdad en-


tre hombres y mujeres anclada en dinámicas de contexto nacional cerrado,
incluso en ocasiones con poca interacción con lo local, señalando la den-
sidad real de brechas horizontales y verticales de género; asimismo, enri-
quece los análisis de factores inhibidores u obstaculizantes de acceso a
oportunidades para las mujeres, migrantes o no, y sus efectos en el desa-
rrollo de comunidades afectadas por los movimientos migratorios y diná-
micas de globalización en general.
2. La evidencia, gestada en mi práctica académico profesional, de que esta ar-
ticulación de marcos de análisis ofrece importantes beneficios en la conse-
cución de agendas locales de desarrollo14, además de mostrar un laborato-

11 Guerra Palmero, M. J. «¿Servirá el multiculturalismo para revigorizar al patriarcado? Una apuesta por
el feminismo global». Leviatán, nº 80, 2000.
12 Aihwa Ong explica »el transnacionalismo sugiere además de nuevas relaciones entre estados y capital,
alude a los aspectos transversales, transaccionales, traducibles (translational) y transgresores provocados, faci-
litados y regulados por las lógicas cambiantes de estados y capitalismo». En Flexible Citizenship: The Cultural
Logics of Transnationality. Durham: Duke University Press, 1999
13 Sassen, S. La Ciudad Global, Princeton University Press, reeditada y revisada en 2001.
— Redes Globales-Ciudades Ligadas en la Routledge. 2003.
14 La Memoria institucional y de programas de la coalición asociativa GENERA & ENLACES en
www.generaenlaces.org, permite ver cómo se han hecho operativos todos estos elementos en la praxis organi-
zativa.

303
INMACULADA LOZANO CARO

rio de prácticas en el que se articulan intereses y retos de nuevos sujetos y


actores públicos en razón de un nuevo orden de organización mundial.
3. Finalmente, considero honestamente que la perspectiva transnacional abre
un enriquecedor debate sobre qué otras formas de codesarrollo –esto es,
aprovechamiento mutuo de oportunidades transnacionales y gestión de
las sinergias– emergen en procesos locales de interlocución (bi o multila-
teral) con nuevos sujetos sociales y actores políticos, que están directa-
mente involucrados con rubros de la Agenda Feminista y de Desarrollo a
escala global.

2.2. Traslación de articulación en los modos de producción-reproducción


entre países para analizar las formas actuales de segregación de género
y sus impactos en las relaciones interculturales
Continuamos en este apartado planteando el segundo de los interrogantes
propuestos en el plan de trabajo:

Cuestión 2: ¿qué aportan las mujeres migrantes con sus estrategias adaptati-
vas de supervivencia en los contextos globales al debate sociopolítico de la ges-
tión intercultural de la convivencia y de la cohesión social?

Las interconexiones y las traslaciones de los modos de articulación de la vida


humana constituyen un entramado de reparto de poderes en los que se gestan las
brechas de género15. Desde este lugar conceptual se ilustran algunos elementos
para describir resistencias y estrategias de adaptación en unas geografías locales
afectadas, en mayor o en menor medida, por dinámicas trasnacionales.
Las BRECHAS DE GÉNERO que se destacan en ejes globales de análisis
evocan maneras desde donde las mujeres migrantes, en calidad de nuevos sujetos
sociales, desafían algunos determinismos económicos y algunas geografías físicas
y conceptuales de la globalización, interviniendo espontánea o deliberadamente
en algunos circuitos alternativos16.
La traslación de los ámbitos producción y reproducción en el nuevo escena-
rio internacional ocasiona, por una parte, modificaciones en la tradicional segre-
gación de género, originada en la división sexual del trabajo, y, por otra, nuevos
impactos transculturales en las relaciones sociales y la conformación de identi-
dades perfománticas.
Para desarrollar esta idea deseo plantear en el análisis algunas revisiones con-
ceptuales desde la antropología feminista del desarrollo, introduciendo la pers-

15 Diferencia cuantitativa y cualitativa entre mujeres y hombres correspondientes a distancias ocasiona-


das por el tratamiento desigual de acceso, participación y control sobre los recursos, los servicios, las oportu-
nidades y los beneficios del desarrollo.
16 Para ampliar esta temática: Chandra Talpade Mohanty, «Encuentros Feministas: situar la política de
la experiencia», en M. Barret y A. Philips (comp.) Desestabilizar la teoría, Barcelona, Paidós, 2002.

304
LA PERSPECTIVA TRANSNACIONAL DE CODESARROLLO EN ORGANIZACIONES FEMINISTAS Y…

pectiva de género en los paradigmas explicativos de las migraciones internaciona-


les, en concreto, en la descripción de fenómenos como la translocalición de la di-
cotomía producción/reproducción y los impactos colaterales para las mujeres: la
invisibilización y gratuidad social y económica, control de la movilidad a escala
internacional, ingerencia en la vivencia de la sexualidad y la reproducción, vio-
lencias cotidianas e institucionalizadas, entre otras. No se tratará aquí de manera
pormenorizada estas temáticas, pero las mencionaremos brevemente para analizar
mejor los mecanismos de «feminización» de poblaciones y países en desarrollo, y
los impactos concretos sobre las mujeres.
La división sexual del trabajo17 ha sido señalada por numerosas teóricas fe-
ministas de las ciencias del desarrollo, académicas y de movimientos sociales como
uno de los factores principales de incidencia y mantenimiento de la subordina-
ción de género en espacios públicos y políticos donde se ubica la creación y ejer-
cicio de derechos de ciudadanía.
Desde los marcos empírico-analíticos de las teorías de Género y otros femi-
nismos se ha denunciado la invisibilización del trabajo femenino en el aporte de la
economía, desde la escala doméstica a la nacional, pasando por la creación de un
imaginario social colectivo de ausencia de las mujeres, deliberada o por falta de ca-
pacidades de empleabilidad, en sectores masculinizados de producción, y lle-
gando, inclusive, a la negación de los aportes al crecimiento y desarrollo de una
sociedad de los trabajos de cuidado de la vida humana. En este contexto socio-
económico encuentra la segregación, horizontal y vertical18, su mejor caldo de
cultivo, reforzado en este periodo histórico de las migraciones masivas interna-
cionales por la llegada y la incorporación laboral de mujeres migrantes y la au-
sencia de mecanismos efectivos de conciliación de la vida laboral y personal en los
países centrales. La incorporación de las mujeres autóctonas al mercado laboral
sin otros mecanismos de reequilibrio de la división producción/reproducción y
sin formas efectivas de conciliar lo local con las dinámicas de la ciudad global, está
impactando notablemente a las mujeres migrantes, las autóctonas, y las vincula-
das con población migrante, al menos, de tres maneras diferentes:
1.– Por una parte, este contexto de falta de conciliación genera una progre-
siva etnización o racialización de los servicios reproductivos y de cuidado, y, con
ello, se desencadenan procesos de inmovilismo social y profesional, techos de cris-
tal, al margen de las capacidades profesionales de las mujeres migrantes.
De igual forma las autóctonas y migrantes se enfrentan al escenario de los lla-
mados «hogares profesionales sin esposa». Es el tipo de hogar propio de ciudades

17 Esta dicotomía se ha sostenido en representaciones socioculturales y jerarquías de género, que otor-


gan un protagonismo diferencial a hombres y mujeres en sus contribuciones a la (re)producción social. Sin em-
bargo, está pendiente el discurso crítico de la identidad sexual y las prácticas regulatorias que conforman la di-
visión de los géneros binarios.
18 Segregación horizontal: o concentración en determinadas ramas profesionales y de producción. Ha-
bitualmente la concentración está en las siguientes ámbitos: hostelería, comercio, enseñanza, sanidad y servi-
cio doméstico.
Segregación vertical hace referencia a los niveles en los que se encuentran las mujeres en cada categoría
profesional. Mayoritariamente los más bajos de cada categoría.

305
INMACULADA LOZANO CARO

globales que describe la socióloga Saskia Sassen19; independientemente de los se-


xos que integren la pareja, el hecho es que ambas personas poseen empleos de alta
exigencia o de intensidad horaria incompatible con las funciones del cuidado re-
productivo. De este modo, se crea la traslación de dependencia entre países desa-
rrollados –productores– y en vías de desarrollo –reproductores/cuidadores– se-
mejante a la identificada en las relaciones genéricas de desigualdad. En este marco
de articulación los mecanismos de discriminación de género se reacomodan a es-
cala trasnacional, incorporando la multiplicidad genérica que aporta franquear los
límites de la dualidad masculino-femenino, y con ello introduce variables andró-
ginas 20 en el funcionamiento paradigmático del sistema nacional de economía ca-
pitalista.
2.– De igual modo, se crean numerosos contextos de riesgo emergente en los
trabajos de proximidad21 en las que se afectan no sólo el ejercicio de derechos fun-
damentales sino también las relaciones inter/trans-culturales. Una parte creciente
de las tareas del hogar para estos «hogares profesionales sin esposa» se vuelve a ubi-
car en el mercado: se compran directamente como bienes y servicios, o en forma
indirecta mediante mano de obra contratada. Como consecuencia estamos pre-
senciando el retorno de las llamadas «clases de servicio» en todas las ciudades glo-
bales del mundo, compuestas en gran medida por mujeres migrantes 22.
3.– Por último, se inauguran situaciones transnacionales de conciliación y
gestión de la vida laboral y familiar en las familias migrantes. No debemos olvi-
dar que la migración femenina no es un fenómeno coyuntural en las localidades
de destino y de origen sino es un elemento vertebrador de la estrategia global del
capitalismo para hacer frente a los nuevos ordenamientos socioeconómicos, de-
mográficos y humanos de las sociedades actuales23. Las rupturas familiares, cul-
turales e intergeneracionales ocasionan sinergias no favorables e imprevistos en las
intervenciones de desarrollo, produciéndose nuevos contextos impredecibles en
origen y en destino; nos referimos, por ejemplo, a situaciones en localidades de

19 Sassen, Saskia (2003) Redes Globales-Ciudades Ligadas en la Routledge.


20 Introduzco aquí el debate del pensamiento post-feminista buthleriano sobre el continuum que señala
las inexactitudes del paradigma feminista dicotómico sexo/género para explicar las identidades humanas. Bu-
tler señala que el continuum da mayor equilibrio y equidad a las personas. En ese sentido, cabe valorar positi-
vamente algo que, hasta la fecha, ha sido valorado negativamente en las mujeres: la dispersión. Es decir, la im-
posibilidad de concentración cerrada, frente al transitar múltiples cosas al mismo tiempo. La autora rescata la
idea de construcción constante, recreación desde «identificaciones fantasmáticas», conceptos que toma de J.
Laplanche y J-B Pontalis.
21 Desde el trabajo de intervención social, estamos observando el crecimiento de una amplia variedad de
circuitos globales alternativos de generación de ingresos, obtención de rentas y financiación de los gobiernos.
Estos circuitos incorporan un número creciente de mujeres. Entre los circuitos globales más importantes es-
tán: el tráfico de mujeres para la prostitución así como para el trabajo regular; las exportaciones organizadas
de mujeres como cuidadoras, enfermeras y asistentes del servicio doméstico; las remesas enviadas a sus países
de origen por una creciente fuerza de trabajo femenina que decide emigrar. Algunos de estos circuitos operan,
ya sea de modo parcial o total, en la economía sumergida.
22 Parella Rubio, S. La internalización de la reproducción. La inserción laboral de la mujer inmigrante en
los servicios de proximidad. Tesis doctoral. 2002.
23 Para ampliar este tema: Carlota Solé, El impacto de la migración en la Economía y en la sociedad recep-
tora y en Sonia Parella Rubio Mujer, inmigrante y trabajadora: la tripe discriminación Barcelona, Anthropos,
Colección Migraciones: Proyecto Editorial. 2003.

306
LA PERSPECTIVA TRANSNACIONAL DE CODESARROLLO EN ORGANIZACIONES FEMINISTAS Y…

origen donde los y las migrantes encargan el cuidado de miembros dependientes


de su familia a otros miembros de la comunidad: vecinas-os, tíos-as, padrinos,
madrinas, etc. , o bien, al contexto en localidades de nueva residencia en el que se
buscan fórmulas de convivencia «forzada por la necesidad de ahorro», que son un
escenario propicio para la violencia intrafamiliar. Es importante, sin embargo,
hacer la aclaración de que estas rupturas geo-espaciales de las familias no son a
priori problemáticas per se sino que, de ellas, se derivan incomunicaciones que ges-
tan situaciones graves y de riesgo social.

2.3. Encuentros de lo local y lo global: nuevos campos de acción y sujetos


sociales de la esfera de la equidad de género desde el trabajo de
codesarrollo
En el análisis de los procesos migratorios, en especial en lo referente a los
campos sociales señalados por la perspectiva transnacional de la migración feme-
nina, se ha ahondado en la necesidad de «disolver la dicotomía entre reproducción
de la vida y producción en el mercado, y la diferenciación consecuente, entre su-
jetos considerados actores productivos y sujetos considerados afectados o depen-
dientes»24. La dicotomía producción/reproducción sufre así una suerte de trasla-
ción en contextos transnacionales: el contexto de recepción en tanto que lugar de
producción –de bienes dentro del mercado– y el contexto de origen en tanto que
espacio de reproducción –mantenimiento, socialización y regeneración de la
fuerza de trabajo–.
De esta forma la división genérica clásica del trabajo en la que los hombres
son los «productores» y las mujeres las «reproductoras» parece transferirse a la di-
visión establecida entre sociedades dedicadas a la producción en el mercado –tras-
lación recursiva a su ciudadanía: hombres y mujeres en el mercado laboral pro-
ductivo y experiencia vital acomodada a papeles sociales masculinizados– y
sociedades dedicadas a la reproducción de la fuerza de trabajo –traslación recur-
siva: hombres y mujeres en el mercado laboral desregulado y la experiencia vital
feminizada– para el mantenimiento del sistema capitalista internacional25.
En estos contextos tanto nacionales como transnacionales el trabajo repro-
ductivo comporta también una suerte de gratuidad no sólo con los miembros de
la familia sino con la comunidad de pertenencia. Este es el origen de que en mu-
chas ocasiones la mediación comunitaria de las mujeres en los conflictos o reso-
lución de problemas –que no responde exactamente a las formas de participación

24 Gregorio, C. Migración Femenina. Su impacto en las Relaciones de Género, Madrid: Narcea, 1998.
— «Contribuciones feministas a problemas epistemológicos de las disciplina antropológica: Represen-
tación y relaciones de poder», en ABR Revista de Antropologías Iberoamericana, Edición electrónica, Antropó-
logos Iberoamericanos en Red, vol. 1, no.1, enero-febrero del 2006, Madrid.
25 Cox, R. W.: «Social forces, states, and world orders: beyond international relations theory», Mille-
nium:
Journal of International Studies, vol. 10, nº 2 (summer), pp. 126-155.

307
INMACULADA LOZANO CARO

pública que las sociedades patriarcales han gestado– sea, de nuevo, infravalorada
o invisibilizada en el conteo de aportes comunitarios de desarrollo. De igual
modo, en el contexto transnacional encontramos que el trabajo de cuidado o de
servicios de proximidad se remunera para las mujeres migrantes, pero se espera
«dosis» de gratuidad por parte de la trabajadora en aras de ser considerada no una
empleada sino una más de la familia.
Añadido a lo anterior, se opera otra diferenciación, que comporta una va-
loración diferencial de los sujetos actores de la (re)producción social por parte
de agentes estatales y sociales. Unos sectores de población productiva, inclu-
yendo población migrante masculina, pasan a tomar mayor protagonismo pú-
blico en la agenda de desarrollo local visibilizándose sus problemáticas por
agentes sociales de diverso orden, mientras que las mujeres que desarrollan su
actividad en tareas de cuidado y reproducción de la vida humana, bien en la
comunidad de origen al cuidado de la familia o bien reagrupadas26, pasan a ser
consideradas «improductivas» y «dependientes» –sea de las remesas o del in-
greso que produce el trabajo en el mercado– por las mismas políticas públicas
migratorias. Este hecho ocasiona uno de los principales obstáculos de segrega-
ción en la participación o agencia de la migración femenina en las estrategias
de desarrollo. Esta designación institucional de «improductividad o depen-
dencia» comportan no sólo asignaciones de género y parentesco peculiares sino
que es el seno de yacimientos de empleo de mujeres en un mercado laboral fle-
xible y desregularizado.
En definitiva, el fenómeno migratorio y su feminización entra en la lógica de
que el protagonismo social se obtiene en nuestras sociedades industrializadas
desde el zoco y no desde el ágora, desplazando así no sólo a las mujeres como suje-
tos de transformación e interlocución social sino las inequidades de género del
centro de la Agenda de Desarrollo. La estima pública queda así mermada o soste-
nida por valores de mercado de difícil acceso para las mujeres, ocasionando fenó-
menos de desconexión individual y estructural27.
La desconexión tiene varios sentidos: uno es desconectarse de las sociedades
de origen y destino, y construir su propio espacio transnacional a través de cone-
xiones preferentes motivadas por los contextos móviles, es decir, no aislarse sino co-
nectarse de otra manera y a voluntad, en circuitos alternativos de relación y de re-
solución de problemas. Las mujeres migrantes conocen bien que las redes
migratorias o los eslabones de las cadenas de compatriotas no son un enclave de
ayuda cuando se trata de dirimir un asunto de desigualdad de género: violencia,
extorsión, control de la sexualidad, custodias de hijo-as, etc. Las alianzas con po-

26 Me refiero a la categorización que establecen las políticas de extranjería, integración y convivencia. Es-
tas políticas dan lugar en la vivencia cotidiana a grandes paradojas y cambios de rol de género en las concep-
ciones de parentesco, de relación interpersonal, etc.
27 Naila Kabeer (1997): «La estructura de la pobreza va más allá del mercado (adquisición de bienes y
servicios); existen forman intangibles de pobreza, como el aislamiento social, la vulnerabilidad, la inseguridad
y las relaciones de dependencia y subordinación en la satisfacción de las necesidades básicas, las cuales pueden
ser vistas como mecanismos a través de los cuales la pobreza se reproduce».

308
LA PERSPECTIVA TRANSNACIONAL DE CODESARROLLO EN ORGANIZACIONES FEMINISTAS Y…

blación de mujeres autóctonas constituyen empíricamente los pespuntes de una


nueva familia local28.
En numerosas ocasiones optan también por conectarse o «integrarse» me-
diante el mercado, y constituyen así relaciones vicarias con las redes particulares
de sus enclaves migratorios y los miembros familiares en origen. Pero hay que ver
también qué pasa con las desconectadas estructurales que no ingresar al mercado
de trabajo o permanecen en mercados muy desregulados, cuando no propios de
economías sumergidas, aquéllas que tienen que vivir en hacinamiento para maxi-
mizar el ahorro, padeciendo racismos y otras formas de discriminación.
Judit Butler29 precisamente intenta mostrar la ambigüedad y la inestabilidad
de la situación de las mujeres «reivindicadoras de derechos» sirviéndose del per-
sonaje de Antígona: ¿es su narrativa la lucha de una mujer frente al Estado, bus-
cando la «ansiada» agencia o es la evidencia de que sujetos y familia dependen del
poder del Estado que los instituye y legitima?30. Brevemente dicho, Butler explora
los límites simbólicos en los que se inscribe el problema del sujeto-Antígona como
«representante» de la lógica de los «lazos de sangre», lugar ambivalente como po-
cos para nuestro personaje mítico, pues es producto de un legado incestuoso que
confunde su posición en la familia.
En los debates y políticas actuales de gestión migratoria, como en el enfo-
que de codesarrollo31, se siguen reproduciendo dicotomías segregadoras de gé-
nero en las que priman los análisis de los hombres migrantes como únicos
agentes de desarrollo transnacionales, enfatizando su papel de «productores» y
sostenedores de familia con la obligación de la contribución económica en
forma de remesas o de salario, mientras que las mujeres permanecen siendo las
únicas depositarias de las obligaciones de la reproducción y mantenimiento de
la fuerza de trabajo en origen y en destino32. El papel de agencia de las muje-
28 Bermúdez, K. Y Kaplan, A «Mujeres, Diversidad y Diálogo: de caminos y fronteras» en Asparkía, in-
vestigación Feminista nº 15, Universitat de Castellón. 2005.
Boix, M. «Algunos elementos para repensar la Interculturalidad» Intervención realizada en las II Jorna-
das Internacionales «Escuela e Interculturalidad» celebradas el 12, 13 y 14 de septiembre del 2007 en Jerez de
la Frontera convocadas por la Dirección General de Innovación Educativa. Consejería de Educación. Junta de
Andalucía. www.aulaintercultural.org
29 El grito de Antígona. Esplugues de Llobregat (Barcelona): El Roure, 2001.
30 Este «estadio de sujeto político» es necesario para las mujeres, pues constituye la condición instru-
mental de la «agencia» (palabra transliterada del inglés –agency– que subraya la capacidad de acción de las per-
sonas individuales). Inspirada en Foucault, Butler caracteriza la agencia como una práctica de rearticulación o
de resignificación inmanente al poder. «La agencia no es por tanto un «atributo» de los sujetos. Por el contra-
rio, es un rasgo performativo del significante político. Cuando el sujeto se torna resistencia, se constituye en
agencia. Asistimos en este campo de igual modo a la filosofía de la diferencia, frente a la ya muerta «filosofía
de la representación».
31 Cito aquí no una definición exactamente del codesarrollo sino un espíritu de enfoque que incluye Vi-
vian Solana Moreno en su texto «El género en el Codesarrollo. Un perspectiva necesaria. 2006» en www.co-
desarrollo-cideal.org: «El codesarrollo debe mantener una doble óptica sobre sociedades de origen y destino,
y para ello los inmigrantes no deben ser los únicos viajeros. Las personas autóctonas de las sociedades de aco-
gida deben convertirse en exploradores invitados a redescubrir su sociedad, a plantearse nuevas preguntas y de-
jar atrás viejas sabidurías... proponer desenterrar viejos debates sobre modelos de desarrollo... y trabajar con-
juntamente con nuevos y viejos agentes...».
32 Estas asignaciones en sociedades de destino se manifestaron de forma clara en el trabajo realizado por
Maquieira, Gregorio y Gutiérrez (2000) en También somos ciudadanas. Madrid. Ediciones de la Universidad
Autónoma, a partir del análisis de los documentos –tomados como «textos culturales»– que desarrollan las po-

309
INMACULADA LOZANO CARO

res migrantes33 se ha podido poner de relieve en el ámbito transnacional, y no


gracias precisamente a la implementación de mecanismos de participación so-
cial de interconexión de los organismos gubernamentales, que ha evidenciado
la ausencia total de perspectiva de género en sus análisis y políticas públicas de
integración.
A mi modo de ver, otorgar prioridad o exclusividad al bienestar en el tra-
bajo realizado dentro del mercado en las sociedades receptoras o bien en socie-
dades en desarrollo, oculta las estrategias desplegadas para perpetuar entre las
mujeres las tareas ‘reproductivas’ necesarias en la reproducción social, y en el
caso de mujeres migrantes se asigna este rol tanto antes como después de la
emigración. El énfasis en la contribución económica de la población migrante
en forma de remesas en diferentes políticas públicas orientadas en estrategias de
codesarrollo, relega otras obligaciones estructuradas a partir de diferenciaciones
de género y parentesco en la reproducción social e ideológica de la colectivi-
dad34, y que no tienen porqué circunscribirse exclusivamente al trabajo o a las
inversiones para la producción que realizan las personas que quedan en la so-
ciedad de origen.

a. Efectos de los encuentros de lo local y lo global para las mujeres: el control


de la movilidad y de la sexualidad en los espacios transnacionales
Diversas corrientes de la literatura de las ciencias sociales y de ámbito fe-
minista han ido identificando dinámicas de control sobre el movimiento de las
mujeres en el espacio público, vinculando ese control a formas patriarcales de
ocupar y decidir sobre su cuerpo sexuado en aras de preservación de paren-
tesco/linaje, y como una estrategia de dominación y subordinación. De igual
manera, aunque menos estudiado, se muestra la existencia de barreras a la mo-
vilidad de las personas en función de diferenciales de género y ejercicio de la
sexualidad.
Podríamos decir que en espacios de acción transnacionalizados, en los que se
desarrolla la vida de las mujeres migrantes, se hace patente la intromisión de di-
ferentes agentes sociales gubernamentales y no gubernamentales en la gestión de
la sexualidad, especialmente en jóvenes en edad reproductiva. A su vez asistimos
a una despreocupación palmaria en el caso de la regulación del ejercicio de la

líticas de integración social de la población inmigrante en el Estado español. Políticas públicas de extranjería e
integración-convivencia insisten en la invisibilización pública del trabajo productivo de las mujeres junto con
una exaltación de sus aportes reproductivos a las fuerza de trabajo nacional, la perpetuación de criterios de pa-
sividad y carga al sistema de bienestar de los y las jóvenes en la experiencia de la reagrupación, etc.
33 Marcela Lagarde expone igualmente que «el sujeto no ha muero: se ha revolucionado. Desenmasca-
rado por el pensamiento crítico muestras sus múltiples vestimentas culturales de mundo, de clase, de esta-
mento, de género, existencial y política de múltiples sujetos, el ser, el sujeto, ... ese conjunto de categorías in-
terdependientes es reconstruido» en Lagarde, M. «Antropología, género y feminismo», en Griselda Gutiérrez
Castañeda (coord.), Feminismo en México. Revisión-Histórica crítica del siglo que termina, México, U. Na-
cional Autónoma de México, Programa Universitario de Estudios de Género, 2002.
34 Butler, Judith, Undoing Gender, Routledge, New York-London, 2004.

310
LA PERSPECTIVA TRANSNACIONAL DE CODESARROLLO EN ORGANIZACIONES FEMINISTAS Y…

prostitución35 o de servicios vinculados al espectáculo sexual, que tantos dividen-


dos dan a la industria transnacional del turismo en los países desarrollados. De
igual manera, en los espacios transnacionales el cuerpo «ausente en origen» o «pre-
sente en destino» de mujeres, es percibido como sexualidado y convertido en di-
versas metáforas simbólicas que articulan los lineamientos de la perpetuación de
la subordinación: ejemplos conocidos de control en redes familiares y de las co-
munidades locales de origen en aras de preservar la estima pública de su familia y
de la identidad nacional, y en las sociedades de destino no pueden escapar, asi-
mismo, del estereotipo de «objetos sexuales» exóticos y sumisos; en las sociedades
económicamente desarrolladas el cuerpo sexualidado de las mujeres migrantes es
representado en el imaginario colectivo36 con el estigma de «prostitutas», raciali-
zado como invocación a campos semánticos de sexualidad salvaje –«negras»– y
culturalmente codificado como reclamo de exotismos y estereotipos culturales
–«latinas, africanas, asiáticas, etc», reencarnando significados desvalorizantes que
ya soportan las mujeres nativas y que, en este campo transnacional, cobran una
mayor fuerza segregadora. La violencia visible e invisible se perpetúa a escala glo-
bal en el espacio público-privado, en tanto que las mujeres estamos en una suerte
de limbo entre lo público y privado en este aspecto.

b. Efectos en las relaciones socio-afectivas de las mujeres migrantes y


autóctonas residentes en las ciudades globales: cadenas mundiales de
afecto/cuidado/sexo
El vínculo entre las dinámicas históricas de género y raza/etnia en el desarro-
llo capitalista y su concreción en el presente, señaladas muy lúcidamente por Sas-
kia Sassen, permite reflexionar sobre las relaciones socioafectivas intercomunita-
rias que afectan a las mujeres en la experiencia transnacional.
La creciente presencia femenina migrante en los circuitos alternativos (in-
dustria del sexo o matrimonial, emigración, trabajo informal), está impactando a
las poblaciones de destino y origen en diversos sentidos:

i) El desarrollo creciente de unidades de convivencia nucleares denominadas


«hogares sin esposa», lo que conlleva no sólo ciertas rupturas del motor operativo
de la economía de las sociedades industrializadas sino que afecta notablemente al
bienestar emocional y afectivo de sus componentes y los sujetos involucrados. El
hogar patriarcal es pese a todo preservado, puesto que las mujeres autóctonas re-
nuncian a establecer los pactos de conciliación de la vida laboral y personal con
sus compañeros, sustituyendo ese punto de agenda de desarrollo humano por la
35 El Colectivo HETAIRA junto a otros agentes sociales (sindicatos, ONG, asociaciones etc) desarrolla
una prolija labor en torno a la Defensa de los Derechos de las trabajadoras del sexo en España. Para ampliar
este tema: Colectivo HETAIRA. La prostitución a debate. Por los derechos de las prostitutas, memoria las jorna-
das sobre prostitución. 2004.
36 Fueyo Gutiérrez, A. De exóticos paraísos y miserias diversas. Publicidad y (re)construcción del imaginario
colectivo sobre el sur. Barcelona, Icaria. 2002.

311
INMACULADA LOZANO CARO

facilidad de «comprar servicios de cuidado y doméstico» en el mercado desregu-


lado y precario de la migración femenina. Las relaciones entre las mujeres em-
pleadoras y las migrantes se ven deterioradas notablemente, llegando a generar si-
tuaciones de competencia y rivalidad propias de sistemas patriarcales de antaño.
Se trata, en definitiva, de la rearticulación del marco re/productivo en un contexto
de gran presión, tanto en lo referente a las exigencias laborales como a las formas
de organización de vínculos afectivos y de convivencia. Los Estados aquí no in-
tervienen en regular ni fortalecer este tipo de relaciones desiguales porque supo-
nen un importante ahorro del erario público en gasto social.

ii) La conformación de familias transnacionales con estructuras y composi-


ciones muy diversas37 están suponiendo, por un lado, desafíos al parentesco38 y a
la titulación de la ciudadanía, y por otro, reproducción de las lógicas patriarcales
en lo referente a las jornadas circulares y la acumulación de tareas con dimensio-
nes transnacionales: no está muy documentado en la literatura migratoria, pero sí
es frecuente en los trabajos de intervención social ver mujeres migrantes en los lo-
cutorios ayudando a sus hijos e hijas a las tareas escolares y gestionando la vida do-
méstica a distancia con cualquier otro miembro de proximidad.

iii) Muchas mujeres migrantes, profesionales de todos los campos, se sirven


del reclamo de servicios de cuidado para regularizar su situación jurídica, ocasio-
nando con ello, una suerte de inhabilitaciones en el ejercicio de las capacidades
–entendidas en el marco argumentativo de Nussbaum39– y una pérdida de capital
social para las sociedades de origen y destino40. Los funcionamientos necesarios
para el desarrollo humano se ven notablemente afectados por la creciente de-
manda de servicios de cuidado, no sólo en parejas profesionales con empleos de
alto rendimiento sino, en hombres y mujeres de todas las condiciones, con o sin
hijos-as, jóvenes, con distintas formas de unión sexual afectiva, personas mayores,
etc, todas ellas son también consumidoras de esta fuerza de trabajo barata en ser-
vicios domésticos o de proximidad, incluyendo el trabajo sexual. Este nacimiento
de «nuevas clases de servidumbre» que, vía mercado suplanta la solución de pro-
blemas humanos individuales e intransferibles, plantea además un reto inaplaza-

37 Nuevas maternidades y paternidades transnacionales y formas de ser descendiente y ascendente en esta


perspectiva.
38 «un espacio de relaciones íntimas que incluye la sexualidad, la amistad y el amor, que ya no puede ser
identificado con la familia y que es experimentado en su desconexión con respecto a los imperativos de la pro-
ducción y la reproducción». Op cit. Nancy Fraser en Cristina Vega: «Tránsitos feministas» www.sindomi-
nio.net/karakola/transitos.htm
39 Nussbaum, M. Las mujeres y el desarrollo humano: el enfoque de las capacidades. Barcelona: Herder,
2002.
40 Francesca Bettio hace un uso el término «fuga de cuidado» (care drain) como un paralelismo irónico
de la conocida expresión «fuga de cerebros» (brain drain). BETTIO, F. et al., The «Care Drain» in the Medi-
terranean: Notes of the Italian Experience, texto presentado en la Conference of the International Working
Party on Labour Market Segmentation, Intergenerational Issues, the Welfare State and the Labour Market, 22-
24 de julio de 2004, Brisbane, Australia.

312
LA PERSPECTIVA TRANSNACIONAL DE CODESARROLLO EN ORGANIZACIONES FEMINISTAS Y…

ble para la gobernibilidad y desarrollo democrático de las sociedades receptoras y,


por ende, ineludible para la Agenda Feminista.

iv) Otras mujeres apelan a estrategias de supervivencia que comportan ma-


ternidades pseudo-deseadas u oportunistas –fenómeno de «hijo-as ancla»– y/o
matrimonios de conveniencia con réditos de gran coste de autonomía y libertad.

Las unidades intermedias de análisis e intervención social como «lo comuni-


tario, la familia, los barrios, etc» son espacios de reproducción de dinámicas glo-
bales que aportan gran cantidad de información y elementos emergentes de resis-
tencia aprovechables por el tejido organizativo y social de los movimientos
sociales, en especial, el de mujeres. Precisamente las mujeres feministas de secto-
res teóricos y prácticos proponen situar la reproducción en el centro de trabajo
como RESISTENCIA NODULAR41, y anuncian, con ello, unas alianzas híbri-
das para la desobediencia global.
Entonces, ¿cómo podemos colocar intereses de reequilibrio de género en la
agenda transnacional de las comunidades de referencia migratoria desde este campo
de acción nodular?. Propongo, a continuación, ilustrar respuestas a este interrogante
con los beneficios de desarrollar líneas de fortalecimiento organizativo en entidades
sociales feministas o de ámbito proequidad desde la estrategia de codesorrollo.

3. FORTALECER EL ESPACIO DE ACCIÓN SOCIAL


TRANSNACIONAL EN LAS REDES DE ORGANIZACIONES
PROEQUIDAD O FEMINISTAS DESDE EL ENFOQUE
DE CODESARROLLO
Finalmente abordaré en este epígrafe algunas formas de participación organiza-
tivas adaptadas al contexto global. Con ello, intentaré abrir campos de reflexión ac-
ción situados en torno a las ideas surgidas de última cuestión planteada en este texto:

Cuestión 3: ¿cómo fortalecen las organizaciones, las entidades sociales pro


equidad, redes y asociaciones feministas en los campos de acción social trans-
nacional la regulación de derechos humanos de las mujeres?

a. Formas de participación organizativa del contexto global: redes feministas


transnacionales
Estos procesos globales que hemos ido describiendo hasta aquí, afianzan nue-
vos análisis sobre la integración y la continuidad de configuraciones sociocultu-

41 Para ampliar este debate: Butler, J. Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción, Madrid,
Editorial Cátedra-Universitat de València-Instituto de la Mujer, Colección Feminismos, 2001.

313
INMACULADA LOZANO CARO

rales42 en los que se establece un consenso teórico de la interconexión e interde-


pendencia entre las distintas regiones del mundo43. En este sentido, se abona el es-
tudio de las redes sociales como argamasa de estos complicados procesos y ámbi-
tos de operatividad global, potenciando la investigación de las micro-estructuras
de la migración44.
Alejandro Portes45 clasificó las actividades trans-fronterizas en tres grandes
categorías:

— actividades internacionales para designar a las realizadas por estados y otras


instituciones de base nacionales en otros países;
— actividades multinacionales realizadas por instituciones cuyos propósitos e
intereses trascienden los límites de un solo estado-nación;
— y finalmente, las actividades transnacionales iniciadas y sostenidas por ac-
tores no institucionalizados, ya sea a través de grupos organizados o redes
de individuos particulares.

De todas las actividades descritas nos centraremos en la última categoría en


la que los actores principales son grupos organizados y redes de individuos, es-
tructura más próxima a las organizaciones pro equidad o feministas.
Los vínculos de estas redes –parentesco, amistad, trabajo, vecindad, etnici-
dad, etc.– se redefinen considerablemente en tanto están sufriendo procesos de
desterritorialización geográfica y simbólica. Cito aquí para afinar más la natura-
leza de los vínculos tres tipos de espacios sociales transnacionales46 que surgen de
la migración internacional y que habilitan nuevas relaciones micro/meso-sociales
para las mujeres trans-migrantes.

i) Grupos transnacionales de parentesco, cuyo recurso primario de las unio-


nes es: la reciprocidad; tiene como objetivo el mantenimiento de las normas so-
ciales y control sobre los miembros de los grupos pequeños. El envío de remesas es
una de las formas más analizadas en este apartado. Los primeros estudios realiza-

42 Perspectivas postmodernas y postcoloniales hacen énfasis en conceptos como creolización e hibridez en la


constitución de nuevas identidades sociopolíticas insertas en las lógicas de dominación, herederas de la colo-
nización o de las relaciones de dependencia, y redefinición de circuitos de resistencia. Por otra parte, desde la
tradición más empirista, las redes sociales creadas a partir de procesos migratorios ponen de manifiesto las con-
figuraciones cognitivas creadas en el «hiperespacio», en estrecha relación con la materialización de las relacio-
nes socioeconómicas generadas en la interconexión de actores e instituciones situados en el campo social ca-
racterizado por escapar a las lógicas de un único estado nacional. Las organizaciones pro-equidad o feministas
se adhieren a ambas posturas dado el carácter diverso de las vertientes de trabajo, y la prolija y nutrida parti-
cipación de mujeres de países en desarrollo en movimiento y teoría feminista actual.
43 Castells, M. La era de la información. Madrid, Alianza Editorial, 1996. Rosenau, J., Turbulence in
World Politics. Princenton University. 1990.
44 Portes, A.; Börocz, J. (1989), «Contemporary immigration: theoretical perspectives on its determi-
nants and modes of incorporation», en International Migration Review, vol. 13 nº 3, pp. 606-630
45 Portes, Alejandro (2001), «Introduction: debates and significance of immigrant transnationalism».
Global Networks, I-3, 181-193.
46 Faist, Tomas The volume and dynamics of International Migration and Transnational Social Spaces, Ox-
ford University Press. 2000.

314
LA PERSPECTIVA TRANSNACIONAL DE CODESARROLLO EN ORGANIZACIONES FEMINISTAS Y…

dos en torno a la transnacionalidad y codesarrollo establecieron la categoría «fa-


milia»47 como eje nuclear de las relaciones sociales. La descripción bastante con-
vencional de –lazos de parentesco de primer nivel: unión padre-madre-hijos/as
bajo una concepción heterosexual– ocultó algunos de las transformaciones radi-
cales que se estaban dando en el seno de las familias transnacionales. Tal y descri-
bimos anteriormente en el apartado 2 de este trabajo, los cambios operaban en
dos direcciones: en la conformación sexual de sus miembros, y en la naturaleza de
sus vínculos. No desarrollaré en este punto la primera de las direcciones, pese a
que sea de gran interés para el movimiento feminista la temática de la diversidad
sexual y las migraciones internacionales; sólo apuntaré un aspecto relevante de
trabajo en red: los impactos en el parentesco y descendencia de la emigración fe-
menina, en la dirección estudiada por Ninna Nyberg Sørensen y Luis E. Guar-
nizo48, referente a las familias y redes de cuidado dominicanas y colombianas
compuestas exclusivamente por mujeres. Esto es un escenario fértil de trabajo en
redes organizativas proequidad y feministas.
ii) Circuitos transnacionales: cuyo recurso primario de las uniones es el in-
tercambio, caracterizada principalmente por la utilización de las ventajas del que
está dentro: idioma, redes sociales fuertes, servicios de primer orden, etc. No en-
contramos aquí sólo redes de comercio o negocios sino cadenas migratorias ge-
neradas en la economía política de las emociones. El sector de servicios de proximi-
dad, de espectáculo/turismo y de prostitución está íntimamente relacionado con
el continuo encadenado sexo-atención-cuidados.
iii) Comunidades transnacionales cuyo recurso primario de las uniones es la
solidaridad, caracterizada por ideas compartidas, creencias, evaluaciones expresa-
das como forma de una identidad compartida que moviliza representaciones co-
lectivas en forma de uniones simbólicas: religión, nacionalidad/etnicidad, creen-
cias políticas, y otras.
Me referiré especialmente aquí a las potencialidades de estas redes interco-
munitarias y a los aportes que la creación de nuevas alianzas entre mujeres49 –de

47 «los procesos y las relaciones de familia entre las personas definidas como parientes constituye el fun-
damento inicial para el resto de relaciones sociales transnacionales» en Basch, Linda; Glick Schiller, Nina y
Santón Blanc, Cristina: Nations unbound. Transnational projects, postcolonial predicaments and deterritorialized
nation-state. Langhorne, PA, Gordon and Brach Science Publishers . 1994.
48 «La vida de la familia transnacional a través del Atlántico: La Experiencia de la Población colombiana
y dominicana migrante en Europa». Observatorio de Las Migraciones y de la convivencia intercultural de la ciu-
dad de Madrid. Nº 9. 2000.
49 «Como afirma una integrante de Babaylan, un grupo de trabajadoras domésticas migrantes en Europa:
No consideramos la migración ni como una degradación ni como una mejora... de la situación de la mu-
jer, sino como una reestructuración de las relaciones de género. Esta reestructuración no tiene por qué expre-
sarse a través de una vida profesional. Puede darse a través de la aserción de autonomía en la vida social, a tra-
vés de las relaciones con la familia de origen, o a través de la participación en redes y en asociaciones formales.
La diferencia entre las ganancias en el país de origen y en el país de inmigración puede por sí misma crear esa
autonomía, aún si el trabajo en el país receptor es de doméstica interna o prostituta» en Laura Agustín, «Atre-
verse a cruzar fronteras: migrantes como protagonistas» en Prostitución: miradas feministas. Viento Sur número
87, julio 2006.

315
INMACULADA LOZANO CARO

diferente origen nacional, raza, origen étnico, clase o vivencia de la sexualidad–


motivadas por la necesidad de resolver un entramado de problemas que fomen-
tan la perpetuación patriarcal de las relaciones de género.
El potencial emancipador de las resistencias y adaptaciones a los circuitos al-
ternativos estaría en litigio si estas entidades pro-equidad o feministas obviaran la
participación de organizaciones afines en objetivos de género en países de origen,
y quisieran dar un papel pasivo o victimista50 a las mujeres migrantes en los paí-
ses de llegada. De este modo, la perspectiva transnacional de Codesarrollo po-
tenciaría:

1.– La articulación de estrategias organizadas por niveles de incidencia (local,


departamental, autonómico, nacional, internacional), ahora desconecta-
das entre sí ocasionado procesos de asimilación estática e integración uni-
direccional en destino, obviando, con ello, los parámetros de interde-
pendencia entre contextos locales de origen y destino –de gran potencial
transformador para la equidad de género y otras desigualdades sociales–.
2.– La articulación entre estructura, procesos culturales y agencia social para
asumir rupturas con el sistema capitalista y patriarcal trans-glocalizado en
desigualdades de nueva factura que comprometen agentes sociales de pa-
íses emisores y de destino, tal y como hemos descrito a lo largo de este ar-
tículo.

Ahora bien, las redes de entidades pro-equidad o feministas de ámbito


transnancional se enfrentan en la aplicación de la perspectiva de codesarrollo con
el craso error de que en las prácticas acumuladas de gestión de redes parecen equi-
par la densidad y número de éstas con su capacidad de incidencia y sostenibilidad.
Desde este indicador las organizaciones pro-equidad o feministas tendrían menor
alcance y menos acceso a recursos y tecnologías de comunicación que otras enti-
dades de la misma naturaleza. Sin embargo, los nuevos modelos de pertenencia y
titularidad de ciudadanía51 revelan otros potenciales que se evidencian más efec-
tivos, superando la naturalización primarias de redes entre compatriotas –en nu-
merosas ocasiones agentes de extorsión y de generación de situaciones de desi-
gualdad de género para las mujeres– y la visión romántica de «resistencia» de
poblaciones «dominadas» sin atender a las situaciones diferenciales entre hombres
y mujeres.
Los campos transnacionales se forman porque hay un sinfín de intereses, do-
minantes y alternativos, y lo que «está en juego», en mi opinión, es el espacio
donde se da la creación de sujetos móviles (no sólo «lo físico-geográfico» sino «lo
50 No omitimos ni desconocemos con esta expresión la tesis de Kearney (1995) sobre el hecho de que la
población migrante, flujos principalmente de mujeres, al contrario de otras poblaciones transnacionales, se ven
sometidos con rigor al efecto sancionador de fronteras y aduanas. Por el contrario, creemos que designan cam-
pos de acción para que las redes sociales y las entidades sin ánimo de lucro podamos fortalecer nuestra agen-
cia e interlocución.
51 Suárez Navaz, L. Género, migración y cambio: una perspectiva transnacional. Ed. Complutense.
2007.

316
LA PERSPECTIVA TRANSNACIONAL DE CODESARROLLO EN ORGANIZACIONES FEMINISTAS Y…

inmóvil geográficamente hablando» afectado por las dinámicas transnacionali-


dad52 y lógicas de pertenencia incompletas). La visión de simultaneidad de los pro-
cesos translocales 53 debe ayudarnos a las organizaciones feministas a rescatar una
metodología más apropiada54 para la redes feministas y de entidades proequidad
a la utilizada hasta ahora alrededor de estos fenómenos de exclusión de género en
contextos globalizados.

b. Elementos para construir una metodología de mediación y de promoción


social en campos sociales transnacionales
En la práctica concreta de trabajo en red muchas profesionales del campo de
las migraciones, la equidad de género y la perspectiva transnacional de codesa-
rrollo nos hemos venido interrogando sobre metodologías apropiadas para supe-
rar las dificultades y complejidades de campos de acción tan complejos. Estamos
construyendo las bases necesarias para lograr de liderazgos colectivos transna-
cionales de género, aunque somos concientes de que nos faltan respuestas para
muchas cuestiones que relacionamos a continuación:

— ¿De qué manera podemos encontrar un propósito común en este campo


social de acción transnacional?
— ¿Cómo podemos atender diversos intereses en escenarios alternativos o de
qué forma movilizarnos para la acción en la intersección de estos ámbitos
micro-macro?
— ¿Desde dónde creamos asociaciones para el aprendizaje articulado o de
qué modo compartimos responsabilidades y resultados?
— ¿Es posible diálogos inter/transculturales que nos empoderen mutua-
mente o qué metodologías nos permiten cultivar nuestras destrezas y ta-
lentos recuperando habilidades «estigmatizadas» o invisibilizadas?

52 Glick Schiller, N., L. Basch., & C. Szanton Blanc. From Immigrant to Transmigrant: Theorizing
Transnational Migration. In Ludger Pries (edit.) Migration and Transnational Social Spaces, England: Ashgate,
1999.
53 El concepto sólo tiene sentido si la ciudad en cuestión forma parte de una red global de lugares estra-
tégicos en el mundo. No existe la ciudad global aislada. Para ampliar: Sassen, Saskia. La Ciudad Global, en 1991
(Princeton University Press), reeditada y revisada en 2001, más recientemente editó una colección de artícu-
los científicos sobre el tema en la Routledge: Redes Globales-Ciudades Ligadas.
54 Se referencia aquí metodologías de investigación acción participativa desde las TIC´s como: las vídeo
consultas ciudadanas, producciones de radio comunitaria de mujeres con soportes de web para ampliar al-
cances, etc. Para conocer algunas experiencias y buenas prácticas en las que he participado activamente les su-
giero consultar las memorias de trabajo de la coalición asociativa Genera & Enlaces en www.generaenlaces.org
. El nodo embrionario de la coalición está formado por dos entidades: GENERA Red de Mujeres Feministas por
la Equidad de Género en el Desarrollo y ENLACES: Laboratorio de Prácticas Interculturales y de Desarrollo, que,
a su vez, tienen redes de trabajo comunitario con otras entidades sociales que articulan proyectos feministas y
de gestión migratoria del desarrollo en diferentes países. La fórmula es operativa y eficaz para realizar acciones
en red transnacional con diversos agentes involucrados de las localidadades vinculadas por procesos migrato-
rios, y es un efectivo instrumento organizativo que ha logrado mejores rendimientos en la cohesión comuni-
taria a través de la cesión y trasvase de capitales humanos.

317
INMACULADA LOZANO CARO

Cabe aquí remitir a modo de ejemplo acciones piloto de entidades feminis-


tas y proequidad que han iniciado la creación de espacios comunicacionales a tra-
vés de radio digital55, internet, telecentros, y otras formas artísticas y tecnológicas
audiovisuales: videocreación, narrativas documentales, video-consultas ciudada-
nas56, etc .
El campo de la praxis transnacional para las organizaciones feministas es un
desafío «polimorfo», a la manera del «bebé perverso» que describen Freud y La-
can en sus teorías psicoanalíticas de identidad, una suerte de bebé-burbuja en dis-
persión que no dirige su deseo ni acción a ningún sexo concreto –ni lo pretende
para escapar de las lógicas binarias de subordinación– sino que transcurre hacia
quien lo cuida, lo ama, lo alimenta, lo protege ... viviéndose así no sólo más hu-
mano sino encontrando el continuum de identidad que está a la vez dentro y fuera
de la ideología que repele, y siendo consciente de ello.

BIBLIOGRAFÍA
BARRET M. & PHILIPS A. (comp.) Desestabilizar la teoría, Barcelona, Pai-
dós, 2002.
BASCH, L.; GLICK SCHILLER, N. y SANTÓN BLANC, C.: Nations un-
bound. Transnational projects, postcolonial predicaments and deterritorialized na-
tion-state. Langhorne, PA, Gordon and Brach Science Publishers . 1994.
BUTLER, J. El grito de Antígona. Esplugues de Llobregat (Barcelona): El
Roure, 2001.
BUTLER, Judith, Undoing Gender, Routledge, New York-London, 2004.
— Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción, Madrid, Editorial
Cátedra-Universitat de València-Instituto de la Mujer, Colección Feminismos,
2001.
FEMENINAS, M. L. El género del multiculturalismo. Buenos Aires, Univer-
sidad Nacional de Quilmes Ed. 2007.
FUEYO GUTIÉRREZ, A. De exóticos paraísos y miserias diversas. Publicidad
y (re)construcción del imaginario colectivo sobre el sur. Barcelona, Icaria. 2002.
GREGORIO, C. Migración Femenina. Su impacto en las Relaciones de Gé-
nero, Madrid: Narcea, 1998.
— «Contribuciones feministas a problemas epistemológicos de las disciplina
antropológica: Representación y relaciones de poder», en ABR Revista de Antro-
pologías Iberoamericana, Edición electrónica, Antropólogos Iberoamericanos en
Red, vol. 1, no.1, enero-febrero del 2006, Madrid.
55 Para conocer experiencias de radio digital en esta perspectiva transnacional: www.rednosotrasenel-
mundo.org . (Proyecto Puentes de Comunicación-Boletina).
De igual modo, me permito enumerar a continuación experiencias en proceso en las que he participado,
advirtiendo que no pretendo ser exhaustiva en la relación sino sugerir algunas buenas prácticas que ilustran la
propuesta metodológica de gestión transnacional de la Agenda Feminista: Escalera Karakola-Precarias a la de-
riva, Colectivo Lilas, Las Penélopes, Radio Paka, etc.
56 Cf. Nota núm. 54.

318
LA PERSPECTIVA TRANSNACIONAL DE CODESARROLLO EN ORGANIZACIONES FEMINISTAS Y…

GIMÉNEZ ROMERO, C. , MARTÍNEZ MARTÍNEZ, J. , FERNÁN-


DEZ GARCÍA, M., CORTÉS MAISONAVE, A. El codesarrollo en España. Pro-
tagonistas, Discursos y Experiencias. Madrid, Catarata, 2006.
NUSSBAUM, M. Las mujeres y el desarrollo humano: el enfoque de las capaci-
dades. Barcelona: Herder, 2002.
PARELLA RUBIO, S. La internalización de la reproducción. La inserción la-
boral de la mujer inmigrante en los servicios de proximidad. Tesis doctoral. 2002.
PORTES, A. «Introduction: debates and significance of immigrant transna-
tionalism». Global Networks, I-3, 181-193. 2001.
SASSEN, S. Contrageografías de la globalización. Género y ciudadanía en los
circuitos transfronterizos, Madrid, Traficantes de Sueños. 2003.
— La Ciudad Global, Princeton University Press, reeditada y revisada en
2001.
— Redes Globales-Ciudades Ligadas en la Routledge. 2003.
SOLÉ, C. El impacto de la migración en la Economía y en la sociedad receptora
y en Sonia Parella Rubio Mujer, inmigrante y trabajadora: la tripe discriminación
Barcelona, Anthropos, Colección Migraciones: Proyecto Editorial. 2003.
SØRENSEN, N. & GUARNIZO L. E.: «La vida de la familia transnacional
a través del Atlántico: La Experiencia de la población colombiana y dominicana
migrante en Europa». Observatorio de Las Migraciones y de la convivencia intercul-
tural de la ciudad de Madrid. Nº 9. 2000
SPIVACK, Ch. A Critique to Postcolonial Reason, Londres, Harvard Univer-
sity Press, 1999.
SUÁREZ NÁVAZ, L. Género, migración y cambio: una perspectiva transna-
cional. Ed. Complutense. 2007.

319
EL PARADIGMA DE REMESAS PARA EL
DESARROLLO: EVIDENCIAS EMPÍRICAS
Y CUESTIONAMIENTOS TEÓRICOS
DESDE UNA PERSPECTIVA DE GÉNERO
Mar García Domínguez y
Amaia Pérez Orozco
Técnicas investigadoras del Instituto
Internacional de Investigaciones y
Capacitación de las Naciones Unidas para
la promoción de la mujer (UN-INSTRAW)

1. INTRODUCCIÓN
En el año 2004 el Instituto Internacional de Investigaciones y Capacitación de
las Naciones Unidas para la Promoción de la Mujer (UN-INSTRAW) abrió una
línea de investigación sobre género, migración y desarrollo. El objetivo principal de
esta línea era lograr una mejor comprensión de cómo los factores de género (femi-
nización de las migraciones, desigualdades de género en el acceso a los recursos
productivos, división sexual del trabajo, roles de género, etc.) afectan y determinan
los vínculos entre migración y desarrollo, tomando las remesas como un eslabón
clave de ese vínculo. Como fin último, pretendíamos incrementar, mediante la in-
corporación de este análisis centrado en los aspectos de género, la efectividad y sos-
tenibilidad de las iniciativas que actualmente tratan de potenciar el papel de las re-
mesas para el desarrollo y lograr que dichas iniciativas tengan la capacidad de
generar modelos de desarrollo dentro de los cuales la igualdad de género sea un ob-
jetivo central. El trabajo de esta línea está inspirado en una estrategia política dual
que trata de transversalizar los resultados obtenidos a través de la investigación al
trabajo realizado por el conjunto de instituciones que abordan las temáticas de
migración y desarrollo, especialmente dentro del conjunto de agencias del sistema
de Naciones Unidas. El trabajo en alianza con el Programa de Naciones Unidas
para el Desarrollo (PNUD), el Fondo de Población de las Naciones Unidas
(FNUAP) y el Fondo Internacional para el Desarrollo Agrario (FIDA) ha sido de-
cisivo para la consolidación de la línea de investigación y la transversalización del

321
MAR GARCÍA DOMÍNGUEZ, AMAIA PÉREZ OROZCO

género en las actuaciones que estas agencias operan, en la medida en que de forma
progresiva las investigaciones llevadas a cabo por el UN-INSTRAW están comen-
zando a ser un componente previo de las intervenciones que posteriormente dichas
agencias ejecutan en el campo de migración y desarrollo.
El trabajo del UN-INSTRAW se realiza desde una doble vertiente cuyos dos
elementos se retroalimentan de forma constante: la generación de marcos concep-
tuales desde los que abordar la investigación sobre el nexo entre migración y desa-
rrollo con un enfoque de género, y la realización de estudios de caso concretos cu-
yos resultados han ido alimentado el marco inicial con el que comenzamos nuestra
andadura, y que nos han llevado a cuestionar algunos de los supuestos más comu-
nes desde los que habitualmente se diseñan y aplican las intervenciones destinadas
a incrementar los impactos positivos de la migración en el desarrollo de los lugares
de origen de la misma. El trabajo que presentamos en estas páginas es una combi-
nación de los principales hallazgos obtenidos en una serie de estudios de caso junto
con una serie de reflexiones críticas sobre el paradigma dentro del cual hemos de-
sarrollado hasta el momento nuestra investigación. Finalmente, proponemos de
forma resumida una serie de ejes sobre los que reorientar la discusión.

2. EL PARADIGMA «REMESAS PARA EL DESARROLLO» Y LA


NECESIDAD DE ADOPTAR UNA PERSPECTIVA DE GÉNERO
A pesar de que la comprensión del nexo migración-desarrollo adolece de im-
portantes carencias analíticas y teóricas, y a pesar de que las evidencias empíricas
en torno al mismo son débiles, es posible identificar un paradigma dominante en
este nexo, enfatizado desde diversos organismos internacionales, gobiernos de pa-
íses de origen y destino, y agencias de cooperación. Este paradigma, que ha sido
calificado como el discurso de «remesas para el desarrollo», encuentra en el Banco
Interamericano de Desarrollo (BID) uno de sus máximos promotores, especial-
mente en lo que al ámbito latinoamericano se refiere.
El eje fundamental en torno al cual se articula este paradigma es la com-
prensión de las remesas monetarias como la piedra angular de la incidencia de la
migración en el desarrollo. Si bien se señala la importancia de las remesas socia-
les, colectivas y en especie, se considera que el potencial primordial de desarrollo
está en el incremento de los flujos financieros causado por el envío de remesas en
efectivo. Este aumento de recursos financieros tiene un impacto positivo a nivel
macroeconómico y a nivel del desarrollo local –siendo lo local el escenario privi-
legiado de intervención–. Los efectos positivos en el ámbito local se dan tanto de
forma directa en los hogares receptores como indirecta, para el conjunto de la
comunidad. La mayor disponibilidad de recursos monetarios, acompañada de
cambios en el sistema financiero formal promovidos por el mercado, derivarán en
una especie de «democracia financiera», que abrirá toda una serie de oportunida-
des para las personas que envían y reciben remesas y, más aún, para el conjunto
de la comunidad, permitiéndoles iniciar actividades de emprendimiento que son

322
EL PARADIGMA DE REMESAS PARA EL DESARROLLO: EVIDENCIAS EMPÍRICAS Y CUESTIONAMIENTOS…

la columna vertebral del desarrollo local en este modelo. Siendo los y las migran-
tes emprendedores y sus familias los sujetos protagonistas del proceso de desarro-
llo local posibilitado por los flujos de remesas, ¿cuáles son los mecanismos que de
hecho ponen en marcha ese círculo virtuoso migración-desarrollo? En primer lu-
gar, la promoción del espíritu emprendedor de remitentes y receptores de reme-
sas de forma que se garantice la creación de medios de vida sostenibles, evitando
la dependencia de las remesas y que el dinero recibido se pierda en mero con-
sumo. Es decir, la inversión de las remesas en negocios que dinamicen la econo-
mía local y se constituyan en fuente de ingresos sostenidos. El supuesto implícito
de esta visión es la consideración de las remesas en términos de capital, más que
de mero salario.
Esta capacidad de emprendimiento es sumamente limitada en la medida en
que las remesas se envíen por canales informales, ya que, en ese caso, no se cons-
tituyen en aval para poder solicitar préstamos u otros servicios financieros por
parte de las personas receptoras, y no incrementan la disponibilidad de recursos
financieros para el conjunto de la comunidad. Es decir, no se avanza en la cons-
titución de esa «democracia financiera». Por tanto, un segundo elemento funda-
mental es canalizar el mayor volumen posible de remesas a través de medios for-
males. Para lograr esto, es preciso hacer más atractivos los servicios financieros de
envío. Así, un ámbito clave de intervención es aumentar la competencia entre las
entidades financieras (especialmente entre los bancos, a quienes se considera que
hay que además animar a entrar a un mercado al que hasta hace poco había mos-
trado poca atención), lo cual permite reducir los costes de envío y, más aún, am-
pliar y diversificar la cartera de servicios financieros accesible. Incrementar esta
competencia de forma que se obtenga un mercado financiero más eficiente y ac-
cesible a la población migrante y sus familias, así como aumentar la información
y capacidad de elección de ésta sobre los diversos servicios, se instituyen en facto-
res cruciales en la promoción del desarrollo.
Estos son, a grosso modo, los supuestos que constituyen el marco común
dentro del cual trabajan la mayor parte de los organismos internacionales y las
agencias del sistema de Naciones Unidas y bajo los que el UN-INSTRAW co-
menzó a investigar, respondiendo a la demanda y a la necesidad de asegurar la
transversalización del enfoque de género en el conjunto del trabajo que el sistema
realiza. La necesidad de incorporar un enfoque de género al análisis del potencial
de las remesas para el desarrollo resultaba patente desde la consideración, a día de
hoy innegable, de que el género es una variable estructural de primer orden que
afectaba a todos los procesos sociales. Las remesas representan, por su materiali-
dad, el resultado económico más tangible de un fenómeno mucho más amplio y
que entraña un importante grado de complejidad, que es el proceso migratorio.
En este proceso entran en juego multitud de variables (macro, meso y micro) re-
lacionadas tanto con el país de origen como de destino de la migración, cada una
de las cuales está estructurada a su vez por la matriz de género: las dinámicas de
poder en los hogares determinan las decisiones de migrar; los mercados laborales
segregados por sexo suponen oportunidades de empleo diferentes y desiguales; la

323
MAR GARCÍA DOMÍNGUEZ, AMAIA PÉREZ OROZCO

división sexual del trabajo implica una compleja red de derechos y deberes so-
cialmente prescritos en el uso del tiempo de hombre y mujeres; los roles y estere-
otipos de género fijan las formas culturalmente aceptadas de movilidad y precisan
los términos en que esta migración puede ser emprendida por hombres o muje-
res; las barreras de acceso al crédito que las mujeres enfrentan determinan sus po-
sibilidades de emprendimiento productivo, etc. Las migraciones son hechos so-
ciales complejos que no pueden comprenderse cabalmente sino aceptando la
naturaleza radicalmente social de la persona migrante, sujeto social que está de-
trás del envío de las remesas.
En nuestras investigaciones empíricas una de las principales dificultades con
las que nos topamos en el inicio fue que apenas había datos desagregados por sexo
sobre quiénes enviaban remesas, quiénes las recibían, quiénes decidían sobre su
uso, si había diferencias importantes a la hora de invertirlas y, sobre todo, si los
impactos en términos de desarrollo que tenía la migración en las comunidades de
origen eran beneficiosos o no para la igualdad de género. Desde que el UN-INS-
TRAW abrió la línea de investigación en género, migración y desarrollo se han lle-
vado a cabo varios estudios de caso de diferentes flujos migratorios1. Los esfuer-
zos se han enfocado en cuestiones diferentes según las necesidades de cada
contexto específico. Así, en el caso de la migración intrarregional y hacia Sudáfrica
desde varios países de África del Sur las necesidades más urgentes eran la recopi-
lación de información hasta el momento muy dispersa y la identificación de la-
gunas de información producto de una mirada muy sesgada hacia la comprensión
de la migración masculina. En el caso de la migración colombiana a España se dis-
ponía de datos cuantitativos sobre remesas y uso de las mismas, levantados en un
importante esfuerzo colectivo por una Alianza País constituida por diversas insti-
tuciones colombianas, pero apenas se habían explotado esos datos desde un en-
foque de género. En otros estudios de caso el esfuerzo se ha dirigido al análisis de
flujos muy feminizados (como el dominicano a España o el filipino a Italia) con
la intención no sólo de visibilizar los procesos de nueva y sexualizada división in-
ternacional del trabajo y el papel de las mujeres como nuevas garantes de la su-
pervivencia de comunidades enteras, sino también de esclarecer el modo diferen-
cial en el que discurren los procesos de desarrollo ligados a la migración cuando
la tendencia habitual de migración de hombres como proveedores principales se
invierte. Por último, otra serie de estudios aún en ejecución están más dirigidos a
establecer qué elementos de género deben ser tenidos en cuenta a la hora de for-
mular políticas públicas tendentes a potenciar los efectos de las remesas sobre la
creación de medios de vida sostenibles de un modo que beneficie tanto a hombres
como a mujeres.
1 Los estudios ya finalizados y aquellos que están en curso pueden consultarse en www.un-instraw.org.
Están completados el análisis de los flujos entre República Dominicana y España, Colombia-España, Filipi-
nas-Italia y entre seis países de África del Sur y Sudáfrica. En curso, y de carácter más aplicado (es decir, pro-
yectos donde la investigación es un componente previo para el desarrollo posterior de proyectos de interven-
ción concretos, destinados a mejorar el impacto de las remesas en la creación de medios de vida sostenibles) se
encuentran en ejecución dos proyectos: uno simultáneo en seis países (Albania, Marruecos, Filipinas, Repú-
blica Dominicana, Senegal y Lesotho) y otro simultáneo en dos países (República Dominicana y Ecuador).

324
EL PARADIGMA DE REMESAS PARA EL DESARROLLO: EVIDENCIAS EMPÍRICAS Y CUESTIONAMIENTOS…

3. ALGUNAS EVIDENCIAS EMPÍRICAS SOBRE LA INFLUENCIA


DEL GÉNERO DENTRO DEL PARADIGMA
«REMESAS PARA EL DESARROLLO»
La experiencia empírica acumulada nos ha permitido, en primer lugar, sos-
tener la afirmación que en su momento formuláramos en un primer documento
conceptual2 de que el género juega un papel fundamental a lo largo de todo el
proceso migratorio y que afecta por ello a los patrones de envío y uso de las re-
mesas, así como al carácter que toman los procesos de desarrollo en los lugares de
origen de la migración como consecuencia de la recepción de las mismas. De en-
tre las evidencias de las que disponemos hemos elegido exponer aquéllas centra-
das en la migración de hombres y mujeres como proveedores principales de sus
hogares en origen, dejando de lado otra variedad de situaciones, como pueden ser
las migraciones de personas solteras que, en principio, pueden migrar de manera
más autónoma y con proyectos más personales, aunque sin embargo envíen tam-
bién remesas.
La primera constatación es que las mujeres son ya en muchos flujos migra-
torios la mayoría de las personas remitentes3. Este papel protagonista de las mu-
jeres en el envío de remesas es un fiel reflejo del proceso de feminización de la
mano de obra. La emigración femenina ha sido impulsada, desde el lado de la
oferta de empleo, por la crisis de los cuidados en los países desarrollados, que ha
hecho surgir oportunidades de empleo dirigidas específicamente a mujeres de los
países en vías de desarrollo. Numerosas zonas de los países en vías de desarrollo
presentan crecientes dificultades de supervivencia ligadas, en gran medida, al de-
sarrollo del capitalismo global, que está imponiendo intensas reconversiones, es-
pecialmente en áreas rurales. Las oportunidades de trabajo remunerado que les
brinda la migración internacional ha convertido a las mujeres originarias de estas
zonas en actores indispensables sin los cuales no habría sido posible para muchos
hogares cubrir los niveles imprescindibles de subsistencia, y sin los cuales no ha-
bría sido posible para muchos otros disponer del capital necesario para realizar in-
versiones –ya sea en vivienda, tierra para cultivar y/o en educación para los hijos
e hijas– con las que tratar de mejorar su posición social en un contexto de alto
riesgo derivado de profundas transformaciones económicas.

3.1. Patrones diferenciales en el envío de remesas: de manera general, el sexo


de la persona que envía las remesas afecta al volumen, frecuencia y sostenimiento
a lo largo del tiempo de las mismas. Si bien las cantidades enviadas por hombres

2 Ver UN-INSTRAW (2005) «Cruzando fronteras: género, migración y desarrollo, http://www.un-ins-


traw.org/es/publicaciones/gender-remittances-and-development/cruzando-fronteras-genero-remesas-y-desa-
rrollo/download.html
3 Los casos estudiados por el UN-INSTRAW sobre migración dominicana y colombiana a España, así
como la filipina a Italia son paradigmáticos en cuanto a feminización del flujo se refiere. Para el caso de Co-
lombia, único del que disponemos de datos cuantitativos procedentes de una encuesta, el 54% de las remesas
que recibe el Área Metropolitana Centro Occidente (Colombia) desde España son enviadas por mujeres.

325
MAR GARCÍA DOMÍNGUEZ, AMAIA PÉREZ OROZCO

y mujeres suelen ser muy similares, las mujeres envían una proporción mayor de
su salario que implica en todos los casos analizados un esfuerzo mayor, dada la dis-
criminación salarial que sufren en el país de destino4. Esta estrategia remesadora
se sustenta en un férreo control de los gastos (mientras que los hombres reservan
mayores cantidades de dinero para gastos personales) y a menudo supone la per-
severancia en el empleo dentro del servicio doméstico en la modalidad de interna
como forma de ahorrar la mayor cantidad posible del salario, todo ello en detri-
mento de proyectos más personales como avances en su carrera profesional, in-
versiones en formación que les permitirían el acceso a otros sectores diferentes al
servicio doméstico, o la consolidación de relaciones que favorezcan una mejor in-
tegración en la sociedad de destino. Esta estrategia supone altos costos en térmi-
nos de bienestar personal para las mujeres migrantes, en mucha mayor medida
que para sus homólogos varones, y responde a los roles diferenciales en el seno de
los hogares, que otorgan a las mujeres el papel de responsables finales del bienes-
tar de los mismos.
Las mujeres muestran también una ligera frecuencia superior en el envío pero,
sobre todo, una mayor disponibilidad a la hora de responder ante situaciones ines-
peradas en el hogar de origen y una tendencia a favorecer a más miembros del ho-
gar extenso, siendo a menudo responsables del sostenimiento con diferente inten-
sidad de numerosos familiares de distinto grado. La gran cantidad de personas por
cuyo bienestar acaban respondiendo implica en muchos casos, como el domini-
cano, la prolongación de su estadía en destino mucho más tiempo del que inicial-
mente tenían previsto y la postergación, cuando no renuncia, a objetivos que esta-
ban en la base de su proyecto migratorio5. En el caso de la migración filipina a
Italia, la presión que las mujeres llegan a autoimponerse para cubrir las necesida-
des de la familia extensa les conduce a pedir créditos cuyas altas tasas de interés po-
nen en riesgo su propia supervivencia en destino. Finalmente, las mujeres muestran
un mayor sostenimiento de los envíos a lo largo del tiempo. Mientras que los mi-
grantes varones se desentienden con mayor facilidad de su hogar en origen al esta-
blecer nuevas relaciones de pareja en destino (dejando en muchos casos en una si-
tuación de gran vulnerabilidad a las mujeres que quedaron en origen teniendo el
trabajo reproductivo como principal ocupación, que pasan a ser mujeres solas con
cargas familiares), aquellas mujeres que también optan por romper su vínculo de
pareja en origen continúan, sin embargo, enviando remesas para el sostenimiento
de sus hijos e hijas hasta que logran reunificarlos con ellas en el país de destino.
Por otro lado, en todos los casos analizados las mujeres son también las re-
ceptoras y administradoras privilegiadas de las remesas, con independencia de

4 Pueden encontrase datos estadísticos desagregados por sexo sobre el porcentaje del salario que supone
la remesa para el caso específico de la migración colombiana a España. Ver estudio de caso en la página web
del UN-INSTRAW.
5 Este testimonio de una mujer dominicana resulta sumamente ilustrativo de una realidad que emerge
de forma continua en las entrevistas a mujeres migrantes: «para el tiempo que yo llevo aquí yo debería tener
dinero. Si hubiera tenido una familia más corta y si hubiesen necesitado menos podría decir «tengo un coche,
tengo un chalet, tengo dinero en el banco», pero con tanta familia…».

326
EL PARADIGMA DE REMESAS PARA EL DESARROLLO: EVIDENCIAS EMPÍRICAS Y CUESTIONAMIENTOS…

que el remitente sea hombre o sea mujer –es decir, los migrantes suelen remitir a
sus esposas y las migrantes a la mujer de su familia que queda a cargo de sus hijos
(si bien las mujeres también pueden remitir a sus esposos, sobre todo cuando és-
tos quedan a cargo del hogar y de los hijos e hijas). Esto significa que las mujeres
son actores claves en el paradigma de las remesas para el desarrollo, por lo que,
para ser exitosos, los programas de desarrollo local requieren de una comprensión
clara de las características diferenciales de género en el uso de las remesas, el aho-
rro y las inversiones.

3.2. Patrones diferenciales en el uso de las remesas: de forma recurrente y sin


que existan diferencias muy relevantes en función del contexto de origen analizado,
el destino de las remesas es cubrir los gastos recurrentes del hogar referidos princi-
palmente a gastos de alimentación, vivienda y vestido, y, en general, al incremento
en el acceso a bienes de consumo, siendo muy escaso el porcentaje de hogares que
destinan las remesas a inversiones de carácter productivo. Esto pone en cuestión
uno de los principales supuestos del paradigma dominante, ya que se constata que
las remesas funcionan como salario y no como capital. Más allá de la satisfacción
de necesidades básicas insatisfechas, los gastos en salud y educación se revelan
como dos epígrafes de vital importancia en los que se invierten las remesas. Aun-
que con variaciones, la cobertura sanitaria de todos los países de origen estudiados
es deficiente y depende en gran medida de la capacidad que posean los hogares
para costear servicios privados, lo que la convierte en gasto prioritario en cuanto los
recursos monetarios aumentan como efecto de las remesas. Por otro lado, el ase-
gurar el acceso a educación superior por parte de los hijos e hijas es uno de los prin-
cipales objetivos de la migración en varios de los flujos analizados, de manera que
el costeo de la misma captura gran parte de la inversión que se realiza con las re-
mesas. Una última función que cumplen las remesas de forma invariable es la de
actuar como sustituto de la protección social que los estados de origen no proveen,
sirviendo como pensión de jubilación para los padres de las personas migradas,
prestación por desempleo o enfermedad para hermanos, sostén ante la viudez de
madres, etc. En este sentido, las mujeres son las principales beneficiarias de esta
función de las remesas en la medida en que sufren mayor vulnerabilidad ante si-
tuaciones de viudez, cargas familiares no compartidas, etc.
El papel mayoritario de las mujeres como gestoras de las remesas, y en la me-
dida en que detenten poder para decidir su uso, incide abiertamente en un ma-
yor uso de las remesas en alimentación y en educación, lo que apoya la tesis ya sos-
tenida en otros ámbitos, como el de seguridad alimentaria, de que cuanto mayor
es el control de las mujeres sobre los recursos monetarios del hogar (ya sea en ca-
lidad de remitentes que mantienen una fuerte supervisión del uso del dinero que
remiten, o en calidad de gestoras de las remesas recibidas) mayor es la tendencia
a invertir en el incremento general del bienestar del mismo. Queda demostrada
también en algunos de los casos particulares, como el dominicano, una tenden-
cia mayor de los hombres, cuando actúan como gestores de las remesas, a consi-
derarlas como un bien privado y a desviar por ello parte de los recursos para ne-

327
MAR GARCÍA DOMÍNGUEZ, AMAIA PÉREZ OROZCO

cesidades personales, como pueden ser gastos en ocio. Este tipo de actuaciones
han llevado a muchas mujeres a optar por el envío a sus madres o hermanas,
como forma de asegurar que las remesas son invertidas en su totalidad en el bie-
nestar del conjunto del hogar.
A pesar de que el paradigma de remesas para el desarrollo gira fundamen-
talmente en torno a la cuestión de la puesta en marcha de pequeños negocios por
parte de los hogares receptores y migrantes retornados, tal y como hemos expli-
cado anteriormente son pocos los hogares que destinan las remesas a este fin. Sin
embargo, cuando lo hacen, los estudios de caso del UN-INSTRAW muestran que
los emprendimientos que las mujeres realizan con remesas, además de compartir
todos los obstáculos que afectan a los de los hombres, presentan características di-
ferentes y enfrentan desventajas adicionales, como son: 1) el hecho de que las
mujeres por lo general tienen niveles educativos más bajos implica menores habi-
lidades empresariales y barreras adicionales para acceder a los créditos; 2) como las
mujeres tienden a gastar una mayor proporción de las remesas en el consumo del
hogar (especialmente en salud y en educación), y tienen menor acceso al crédito,
sus inversiones son generalmente muy pequeñas; 3) dadas las pequeñas sumas
disponibles para inversión, los negocios emprendidos por mujeres suelen de-
pender en mayor medida del trabajo familiar no remunerado, tienen muy poca
capacidad de generar empleo y generalmente operan con una estrategia de super-
vivencia familiar más que de dinámica mercantil; 4) en consonancia con las nor-
mas de género, las mujeres tienden a invertir en negocios que se consideran «apro-
piados» para ellas, como los salones de belleza y las pequeñas tiendas de comida,
ropa y accesorios, negocios de los que generalmente hay ya una saturación en el
mercado; y 5) en consecuencia, los emprendimientos de las mujeres se caracteri-
zan por su baja rentabilidad y sus dificultades de sostenibilidad a medio plazo (es
decir, muchos negocios fracasan al poco tiempo).
Por otro lado, la evidencia empírica nos ha demostrado que los emprendi-
mientos productivos que los hogares realizan con remesas no pueden superar los
fuertes condicionantes estructurales (problemas crónicos como falta de irrigación
para la agricultura, de caminos, de energía eléctrica, etc.) que padecen los lugares
de origen de la migración, de manera que el impacto de dichos emprendimientos
en términos de desarrollo local tiende a ser muy pequeño, cuando no nulo. Estos
condicionamientos estructurales están también en la base del desplazamiento de
las inversiones de los hogares hacia otros lugares con menores problemas6 o, más
generalmente, la preferencia de los hogares por realizar inversiones que conside-
ran más rentables, como la compra o construcción de vivienda con fines de al-
quiler, cuyos efectos sobre el desarrollo resultan muy ambivalentes. Como ele-

6 El desplazamiento de la inversión hacia otras regiones más dinámicas se da también en el caso de las
instituciones bancarias quienes, siguiendo los criterios de rentabilidad que las caracterizan, prefieren canalizar
los fondos que captan como consecuencia de la bancarización de las remesas hacia regiones cuyo dinamismo
y nivel de desarrollo implica menores riesgos. Por ello, la bancarización no conduce necesariamente a un au-
mento de los créditos disponibles a nivel local, como es el presupuesto del paradigma de remesas para el desa-
rrollo.

328
EL PARADIGMA DE REMESAS PARA EL DESARROLLO: EVIDENCIAS EMPÍRICAS Y CUESTIONAMIENTOS…

mento adicional se suma la ausencia casi total de pautas para la inversión que estén
enmarcadas dentro de planes de desarrollo local dirigidos institucionalmente, que
hace que los negocios se emprendan siguiendo una lógica espontánea cuyas posibi-
lidades de contribuir a una mejora colectiva de los medios de vida son escasas.
Una última cuestión que compromete los supuestos del paradigma domi-
nante es la constatación del incremento y agudización de las desigualdades socia-
les en las comunidades de origen como resultado de la recepción de remesas. Por
un lado, se constata la tendencia a que sean los hogares con más recursos quienes
reciban un mayor porcentaje de las remesas7. Por otro, las remesas abren una bre-
cha entre hogares receptores y no receptores que sitúa a estos últimos en situacio-
nes de gran estrés y desventaja. Baste como ejemplo el caso de la migración fili-
pina a Italia, donde las remesas han permitido a hogares de determinadas áreas
invertir en la tecnificación de sus cultivos, haciendo que los hogares no receptores,
y que continúan por ello cultivando con métodos tradicionales, encuentren gran-
des dificultades para lograr que su producción sea competitiva. El incremento de
desigualdades entre hogares receptores y no receptores empeora a su vez las con-
diciones de las mujeres de los hogares no receptores, que ven intensificada su
carga de trabajo al tener que contribuir a la diversificación de fuentes de ingresos
del hogar en un contexto cada vez más desfavorable para quienes no poseen la ca-
pacidad de recurrir a la migración.

3.3. El impacto de los flujos de remesas en el empoderamiento de las mujeres:


en la mayor parte de los casos, el incremento del peso del papel de la mujer como
proveedora de ingresos a través de las remesas tiene el efecto de aumentar su po-
der de negociación y decisión en el seno del hogar. Sin embargo, este efecto posi-
tivo no es tan automático y a menudo está mediado por otros factores. En varios
de los casos analizados, las percepciones sociales de aquellos lugares donde han
migrado fundamentalmente mujeres son ambivalentes y se debaten entre la valo-
ración del papel de éstas a la hora de garantizar un bienestar que de otro modo no
se habría logrado y su culpabilización por el «abandono» de los hijos y los posi-
bles efectos negativos que se considera que su ausencia tiene sobre los mismos. La
valoración del papel de las mujeres migrantes como «salvadoras» conduce en al-
gunos casos, como el filipino, a un ensalzamiento por parte de los hogares de su
heroísmo, que alimenta la visión que ellas mismas poseen sobre su proyecto mi-
gratorio, concebido en términos de autosacrificio y autoexplotación y que, de
manera global, fortalece la ideología de género según la cual la prioridad de las
mujeres es la familia, por encima de sus intereses.

7 En el caso de la migración a España desde el Área Metropolita Centro Occidente el quintil más rico
recibe el 48% de las remesas, mientras que el quintil más pobre recibe únicamente el 4%. En otros contextos
latinoamericanos aunque la mayor proporción de hogares recetores pertenezca al quintil con menos ingresos,
el quintil con mayores ingresos tiende a recibir un mayor monto per cápita de dinero. En algunos casos, como
México y Ecuador, el monto promedio recibido por el quintil más rico puede duplicar el monto recibido por
los quintiles más pobres.

329
MAR GARCÍA DOMÍNGUEZ, AMAIA PÉREZ OROZCO

En términos de beneficios materiales, las mujeres migrantes no siempre son


las mayores beneficiarias de las inversiones que resultan de las remesas. Es el caso
de algunas áreas rurales de Filipinas donde las remesas enviadas por las mujeres
han financiado la compra de tierras para cultivo que, sin embargo, no siempre son
puestas a su nombre. En estas mismas áreas, donde las remesas han tenido el
efecto de dinamizar la economía agraria, el empleo que se ha generado ha sido
fundamentalmente masculino. Si bien la alta tasa de migración de mujeres ha ge-
nerado puestos de trabajo en el cuidado de niños y niñas y personas mayores que
son ocupados por mujeres de hogares más pobres, hay que tener en cuenta que se
trata de empleos informales y mucho peor remunerados que los de los hombres.

4. CUESTIONADO EL PARADIGMA «REMESAS


PARA EL DESARROLLO»8
El análisis de la influencia del género en el envío, uso e impactos de las re-
mesas en el desarrollo local desde una perspectiva de género en diferentes con-
textos ha mostrado los problemas que en el estudio empírico del nexo entre mi-
gración y desarrollo muestra el paradigma dominante. Muchos de los
comportamientos de los sujetos y de los mecanismos de causa-efecto que el para-
digma presupone resultan contradictorios en un grado suficiente como para ha-
cer necesario un replanteamiento del marco conceptual desde el que se aborda la
vinculación entre migración y desarrollo. Vamos a exponer algunas de las cues-
tiones del paradigma que, a nuestro entender, resultan más preocupantes.
Cabe decir que el paradigma «remesas para el desarrollo» es profundamente
mercantilista en un triple sentido. En primer lugar, porque sitúa el potencial para el
desarrollo promovido por la migración en las manos del migrante emprendedor (¡y
de la migrante emprendedora!) que actúa en el escenario del mercado. En segundo
lugar, porque enfatiza los mecanismos de mercado y desatiende al papel de las ins-
tituciones públicas. Y, en tercer lugar, porque es plenamente consistente con las po-
líticas neoliberales, entre ellas, las políticas de liberalización financiera características
del actual periodo globalizador. El limitado entendimiento del vínculo migración-
desarrollo que permiten los elementos anteriormente mencionados es preocupante.
No se articulan con aproximaciones holísticas, transnacionales o con perspectiva de
género; y el concepto de desarrollo del que parten se sustenta en un doble reduc-
cionismo: el desarrollo se entiende únicamente como desarrollo económico, y este
último se comprende sólo como crecimiento de mercado.

4.1. El desarrollo como «desarrollo económico»: si bien el desarrollo humano


es el paradigma globalmente aceptado del desarrollo, cuando se pasa del plano te-

8 Una versión más extensa y completa del cuestionamiento del UN-INSTRAW al paradigma «remesas
para el desarrollo», así como una propuesta más detallada del modo en que se propone reorientar la discusión,
está en proceso y será próximamente publicada.

330
EL PARADIGMA DE REMESAS PARA EL DESARROLLO: EVIDENCIAS EMPÍRICAS Y CUESTIONAMIENTOS…

órico al de la implementación de programas y políticas públicas, este concepto


nuevamente se restringe, pasando de una noción holística de capacidades y liber-
tades a una noción de bienestar enfocada a la educación, la salud y, sobretodo, la
disponibilidad de ingresos. Por un lado, esto significa que hay aspectos esenciales
que no se consideran, tales como: (a) el impacto de la migración en el (des)em-
poderamiento de las personas migrantes y las comunidades de origen más allá de
lo que podríamos llamar el empoderamiento emprendedor (esto es, el aumento de
sus posibilidades de puesta en marcha de negocios); y (b) el impacto de la migra-
ción en la igualdad de género en términos individuales (mujeres en sus hogares y
comunidades) y colectivos (las mujeres en tanto que colectivo heterogéneo y el gé-
nero como un eje jerárquico que estructura el sistema socioeconómico). Por otro
lado, la educación y la salud son vistas como medios para el desarrollo –esto es,
para el crecimiento mercantil, en tanto constituyen una inversión en capital hu-
mano–, más que como metas del desarrollo en sí mismo.

4.2. El desarrollo económico como expansión del mercado: el sistema econó-


mico proporciona los recursos necesarios para alcanzar el desarrollo humano, por
tanto, el desarrollo económico es una dimensión clave de un proceso más amplio
de desarrollo humano. El problema es que la única forma de proporcionar y ac-
ceder a recursos que se tiene en cuenta cuando se evalúan los impactos de la mi-
gración es el acceso individual a los bienes y servicios que ofrece el mercado. Esto
implica, en primer lugar, que no se consideran otras formas de organizar la pro-
visión de los recursos requeridos para crear capacidades, por lo que, implícita-
mente, se establece el mercado como la única forma de organizar la economía y
se desestima o infravalora el papel potencial que las instituciones podrían jugar en
crear sinergias positivas entre migración y desarrollo. En segundo lugar, significa
que sólo se estudian las situaciones individuales, desestimando el impacto en el
proceso social de garantizar el acceso a los recursos necesarios, es decir, en el pro-
ceso de reconocimiento y ejercicio de los derechos humanos. Por ejemplo, al elo-
giar el impacto positivo de las remesas en el acceso a la educación de parte de los
hogares receptores de remesas, no se analizan los cambios en el derecho social a la
educación por parte de la comunidad de origen en su conjunto. Esto, a su vez,
puede derivar en una tercera consecuencia, a saber, facilitar el proceso de privati-
zación de la protección social y de otros derechos sociales. De hecho, en la actua-
lidad las remesas funcionan, como hemos visto más arriba, como un substituto de
los sistemas de protección social, todo lo cual puede empeorar por la promoción
de servicios financieros ligados a las remesas como sistemas y seguros de protec-
ción privados (de vida, salud, retiro). En cuarto lugar, se oculta el impacto de la
migración en el trabajo no remunerado9 (en la carga global de trabajo, en su dis-
tribución dentro del hogar y en la comunidad, en el papel que juega en el soste-

9 Este punto se conecta con la discusión sobre las cadenas globales de cuidado, analizadas en extenso en
el Documento de trabajo «cadenas globales de cuidado». Ver http://www.un-instraw.org/es/publicaciones/gen-
der-remittances-and-development/documento-de-trabajo-2-cadenas-globales-de-cuidado/download.html

331
MAR GARCÍA DOMÍNGUEZ, AMAIA PÉREZ OROZCO

nimiento del proceso económico, etc.). Por ejemplo, se ha señalado que el fo-
mento de la creación de microempresas por parte de las mujeres incrementa su
carga global de trabajo (remunerado y no remunerado) hasta niveles insoporta-
bles. Más aún, desde hace largo tiempo se viene señalando que la privatización de
los sistemas de seguridad social se fundamenta en que son las mujeres quienes, a
través de su trabajo no remunerado, asumen los costos invisibles resultantes de di-
cha privatización.

4.3. La falta de una perspectiva transnacional: por un lado, esto significa que
el vínculo entre migración y desarrollo se evalúa sólo en términos del impacto de
la migración en los países de origen, y que las relaciones dinámicas entre el pro-
ceso de desarrollo de estos países y los de destino no se analizan simultáneamente.
En consecuencia, las políticas migratorias de los países de destino y aquellas en-
caminadas a fortalecer el potencial desarrollo de las remesas en los de origen se de-
terminan de acuerdo a criterios totalmente diferentes. Las preocupaciones en ma-
teria de seguridad y de funcionamiento del mercado laboral determinan las
primeras, mientras que las segundas responden, supuestamente, a necesidades del
desarrollo10. Esto refleja la idea de que la actual organización socioeconómica de
los países de destino es, de hecho, el modelo de desarrollo. Así, cuando se habla
acerca de migración y desarrollo, sólo es preciso evaluar los impactos en los paí-
ses de origen y no el impacto global, ni la sostenibilidad de los modelos de «desa-
rrollo» (que de hecho están causalmente implicados en los flujos migratorios).
Por otro lado, tampoco es un tema de preocupación desde el punto de vista del
desarrollo la situación de los migrantes a lo largo de todo el proceso migratorio –in-
cluyendo sus condiciones de vida y trabajo en las comunidades de destino, junto
con los asuntos relacionados con sus derechos humanos a lo largo del trayecto–. Sin
embargo, las situaciones que enfrentan los migrantes encarnan procesos transna-
cionales de desarrollo que van más allá del impacto de su movimiento hacia un te-
rritorio dado. La falta de atención a los derechos de las y los migrantes supone un
serio riesgo de instrumentalización, esto es, de reconocer su capacidad de agencia
sólo en términos de «peones del desarrollo global» y no como beneficiarios del
mismo. Migran para sostener sus familias transnacionales; los sistemas socioeconó-
micos de los países más ricos dependen fuertemente de su trabajo y sus contribu-
ciones; y, adicionalmente, se les responsabiliza del desarrollo de sus comunidades de
origen. El riesgo de instrumentalización es aún mayor en el caso de las mujeres, en
la medida en que se elogia constantemente su altruismo en pos del bienestar de sus
familias transnacionales –aún en detrimento de su propio bienestar–11.

4.4. ¿Desarrollo local? El actual énfasis en el desarrollo local supone una re-
ducción espacial de la discusión. Este énfasis representa un acercamiento com-

10Todo esto sucede al margen de la retórica oficial de la importancia del co-desarrollo.


11 Este argumento se discute en profundidad en el Documento de trabajo «Remesas». Ver
http://www.un-instraw.org/es/publicaciones/gender-remittances-and-development/documento-de-trabajo-4-
remesas/download.html

332
EL PARADIGMA DE REMESAS PARA EL DESARROLLO: EVIDENCIAS EMPÍRICAS Y CUESTIONAMIENTOS…

partimentalizado al vínculo migración y desarrollo, un vínculo que no es consi-


derado como un fenómeno relevante para otros fenómenos globales, incluyendo
procesos y políticas macroeconómicos nacionales e internacionales. Así, el con-
texto más amplio es asumido como un elemento fijo, dentro del cual buscar me-
joras locales; el escenario más amplio que condiciona las oportunidades y limita-
ciones locales no se entiende como un escenario integral que podría y debería
cambiar, sino como una precondición fija. Esta mirada limitada no sería tan pre-
ocupante si tan sólo fuese una cuestión de diseño e implementación de proyectos
específicos. El problema es que se ha convertido en el punto fundamental del dis-
curso global sobre migración y desarrollo, con lo que se pierde la capacidad para
entender las interrelaciones entre los procesos globales, nacionales y locales, y las
políticas macro que condicionan las limitaciones y oportunidades estructurales no
se basan en las necesidades de desarrollo de las comunidades de origen.

5. PUNTOS TENTATIVOS PARA REORIENTAR LA DISCUSIÓN


Los siguientes puntos tentativos están encaminados a reconducir la discusión,
focalizándola en las personas –siguiendo la línea de que considerar que el desa-
rrollo ha de ser un proceso centrado en ellas– y a proponer nuevas preguntas de
investigación. Dadas las limitaciones de espacio, exponemos una breve síntesis de
los principales ejes desde los que el UN-INSTRAW propone reorientar la discu-
sión. Un análisis más detallado, que incluye una propuesta concreta de las plas-
maciones estratégicas que se proponen para avanzar en el entendimiento del nexo
migración-desarrollo, estará disponible próximamente en una nueva publicación.

5.1. La necesidad de adoptar una perspectiva género: abordar el vínculo en-


tre migración y desarrollo desde una perspectiva de género supone atender a un
amplio espectro de cuestiones, entre ellas: (a) El género actúa como un eje que es-
tructura el conjunto del sistema socioeconómico, condicionando dinámicas a ni-
vel micro (por ejemplo en las vidas individuales, en los proyectos de emprendi-
miento, en el hogar); a nivel meso (por ejemplo, el mercado laboral y el
funcionamiento de los estados de bienestar) y a nivel macro (por ejemplo, la
nueva división sexual del trabajo a nivel internacional). (b) Consecuentemente se
necesita un análisis macro-meso-micro para evaluar las interrelaciones entre mi-
gración y desarrollo. Esto permitiría una mejor comprensión de las interconexio-
nes entre los procesos globales, nacionales y locales, así como de los procesos de
toma de decisiones en los hogares, los acuerdos institucionales y las condiciones
macroeconómicas. (c) La perspectiva de género no debe considerar a las mujeres
como un grupo homogéneo; el género debe entenderse como una variable de su-
bordinación cualificada por otras relaciones de poder: la clase, el origen étnico, la
nacionalidad, el estatus migratorio y de ciudadanía, la orientación sexual, etc. De
forma similar, el género no puede verse como una estructura binaria y estable,
sino como un performance; es decir, un factor clave de análisis ha de ser la

333
MAR GARCÍA DOMÍNGUEZ, AMAIA PÉREZ OROZCO

(re)creación de identidades de género a lo largo del proceso migratorio, poniendo


especial atención en evitar supuestos heteronormativos.

5.2. El vínculo entre la migración y el ejercicio de los derechos humanos: la


noción amplia del desarrollo humano como el incremento de las capacidades y li-
bertades de las personas no debe comprenderse sólo en términos individuales. El
centro del proceso de desarrollo es el proceso social para garantizar dichas capaci-
dades y libertades, y como tales constituirlas en derechos. En ese sentido, el desa-
rrollo debe entenderse como el derecho comprehensivo a disfrutar plenamente del
conjunto de derechos humanos. La negación de este derecho a menudo subyace
a la decisión de migrar; así, por ejemplo la negación de derechos básicos como el
derecho a la educación o al libre disfrute de la sexualidad puede impulsar la deci-
sión migratoria. Al mismo tiempo, la migración afecta la propia definición de de-
rechos, de quiénes y cómo pueden disfrutarlos.
En este sentido, es preciso enfatizar algunas cuestiones. Primero, el conjunto
de derechos que comprende el núcleo duro del proceso de desarrollo debería ser
determinado democráticamente; teniendo en cuenta los intereses y necesidades de
diversos grupos sociales, especialmente los de las mujeres. De esta forma, el debate
sobre migración y desarrollo puede ligarse a los debates sobre gobernabilidad y
participación política, particularmente, la participación política de las mujeres.
Segundo, se precisan propuestas operativas mientras este proceso de debate tiene
lugar. Por ejemplo, podrían considerarse los rubros más importantes en los que se
utilizan las remesas, los cuales, en general, tienden a cubrir derechos básicos: ali-
mentación adecuada, vivienda, educación, salud y protección social (desempleo,
enfermedad, discapacidad y retiro)12. Tercero, reflexionar sobre los derechos sig-
nifica reflexionar sobre las instituciones, lo cual sitúa al sector público en una po-
sición analítica y política preeminente. Cuarto, en tanto el acceso a los derechos
está segmentado, asuntos como la discriminación, la desigualdad y el privilegio
han de estar en el centro del análisis. Tal es el caso de la discriminación que su-
fren la mayoría de los migrantes a causa de su condición migratoria, así como los
beneficios desiguales resultantes de los flujos de remesas en función de la clase so-
cial, el origen étnico y el género. Es urgente reflexionar sobre la ciudadanía desde
una perspectiva transnacional, una perspectiva que reconozca plenamente las di-
mensiones espaciales de la cuestión. ¿Qué límites espaciales deben definir la ciu-
dadanía y/o el disfrute pleno de los derechos? Una piedra angular de este debate
debería ser el cumplimiento de los derechos de las y los migrantes a lo largo de
todo el proceso migratorio (antes y a lo largo del viaje, durante su permanencia y
al retornar, en su caso).
12 Debería incluirse otro grupo de derechos dentro de esta propuesta, fundamentalmente, el derecho a
recibir cuidados adecuados y a elegir libremente sobre el trabajo de cuidados. Estos derechos son constitutivos
de los modelos de desarrollo, y, en la medida en que muestran procesos profundamente marcados por el gé-
nero, cualquier análisis de género de los vínculos entre migración y desarrollo debería tenerlos en cuenta. Para
un mayor desarrollo del tema ver Documento de trabajo «Cadenas globales de cuidado» http://www.un-ins-
traw.org/es/publicaciones/gender-remittances-and-development/documento-de-trabajo-2-cadenas-globales-
de-cuidado/download.html

334
EL PARADIGMA DE REMESAS PARA EL DESARROLLO: EVIDENCIAS EMPÍRICAS Y CUESTIONAMIENTOS…

5.3. Evaluar el impacto de la migración en el desarrollo económico tanto en


las comunidades y países de origen como en los de destino: la economía es el
proceso transversal de sostenibilidad de la vida, es decir, de satisfacción de ne-
cesidades humanas (sin dejar de lado la vida no humana) y de provisión de los
recursos necesarios para adquirir capacidades y libertades. Por un lado, esto sig-
nifica que los procesos de mercado no son relevantes en sí mismos, sino en
tanto contribuyen (u obstruyen) al bienestar humano. En la medida en que el
mero incremento de los recursos financieros no se traduce automáticamente en
un aumento del bienestar, debe cuestionarse el presunto impacto positivo di-
recto de las remesas. Por otro lado, esto significa que la relevancia de las dife-
rentes esferas económicas (mercados, provisión pública de bienes y servicios,
trabajo comunitario, producción interna del hogar, etc.) para la satisfacción de
las necesidades humanas debe ser considerada en su totalidad, y que el desem-
peño de cada esfera económica no puede ser estudiado por separado, sino en re-
lación con el resto. En conjunto, el impacto de las remesas en el funciona-
miento de este circuito económico integrado ha de ser el centro de análisis y no
sólo su impacto en los intercambios mercantiles.
Algunos aspectos adicionales deben ser clarificados: (1) Debe prestarse espe-
cial atención al trabajo no remunerado y a las necesidades inmateriales, aspectos
frecuentemente ignorados debido a la ausencia de una medida monetaria de los
mismos. Ha de tenerse en cuenta la expansión del ingreso por medio del trabajo
no remunerado en tanto que proceso cuantitativo y cualitativo que involucra as-
pectos sociales y emocionales. (2) Las relaciones sociales de poder afectan la forma
en que individuos y grupos se ubican dentro de la economía, esto es, la distribu-
ción del trabajo (remunerado y no remunerado) y el acceso a los recursos. El gé-
nero es un eje clave de organización del sistema económico, mientras a su vez las
actividades económicas pueden alterar el significado del género. (3) Todas las es-
feras económicas relevantes deben ser reconocidas; ahora bien, es importante se-
ñalar que no todas están dirigidas por las mismas fuerzas. Las actividades del mer-
cado capitalista buscan la acumulación de capital; lo cual significa que el bienestar
de las personas es una forma de producir ganancias, pero no necesariamente su
meta. Las tensiones resultantes de estas lógicas en conflicto (entre el proceso de
acumulación de capital y el proceso de asegurar las condiciones de vida de las per-
sonas) deben ser reconocidas e identificadas en lugares específicos. (4) Ha de re-
conocerse el papel que juegan las instituciones públicas y los hogares (o las orga-
nizaciones comunitarias) en mediar con dichas tensiones. Esto implica identificar
las esferas económicas responsables de garantizar la satisfacción de las necesidades
de las personas y, consecuentemente, de absorber las tensiones estructurales. Las
mujeres han asumido históricamente y de forma desproporcionada esta respon-
sabilidad; sus trabajos no remunerados han jugado un papel crucial para mitigar
dichas tensiones.
De acuerdo con esta noción de economía más amplia y sensible al género, el
desarrollo económico debe entenderse como una mejora en los procesos que pro-
porcionan los recursos necesarios para el desarrollo humano. Los siguientes crite-

335
MAR GARCÍA DOMÍNGUEZ, AMAIA PÉREZ OROZCO

rios deberían ser considerados al evaluar el impacto de la migración en el desa-


rrollo económico local tanto en los países de origen como en los de destino:

• Si se observa una mejoría en la capacidad colectiva (más allá de la del pro-


pio hogar) de satisfacer necesidades humanas; es decir, si se observa un pro-
ceso de satisfacción de necesidades más eficiente, sostenible y equitativo re-
sultante de la interacción de diversas esferas económicas.
• Si el incremento de las actividades económicas está movido por la lógica de
creación de bienestar o si se trata de la ampliación de estructuras económi-
cas dirigidas a la acumulación del capital.
• Si se observa un avance hacia una distribución más igualitaria del trabajo,
las responsabilidades y el acceso a los recursos, tanto en los hogares como a
nivel comunitario.

5.4. Entender el desarrollo local en el marco de condicionamientos estructu-


rales: anteriormente se ha argumentado que las condiciones estructurales no pue-
den ser desatendidas al discutir las sinergias entre migración y desarrollo local.
Cuando no se reconocen estas condiciones, las realidades sociales no pueden en-
tenderse adecuadamente. Por ejemplo, el impacto de las remesas en el desarrollo
local y la seguridad alimentaria en los pueblos de Filipinas no puede ser com-
prendido en su totalidad si no se tiene en cuenta el libre comercio global, en el
que existen productos agrícolas subsidiados. Más aún, si no se abordan las condi-
ciones estructurales, la migración puede convertirse en un proceso continuado, en
el que fenómenos tales como la migración de reemplazo, la migración circular o
la dependencia de las remesas muestren la incapacidad para promover un autén-
tico proceso de desarrollo. En definitiva, el desarrollo local debe verse en térmi-
nos de: (a) Escenarios de oportunidad en el marco de restricciones estructurales.
(b) Procesos en curso que, de hecho, van «construyendo» desarrollo. (c) Iniciati-
vas que responden a necesidades locales, lideradas por actores locales y que utili-
zan los recursos localmente disponibles.

6. REFLEXIONES FINALES
El fin último de la investigación que lleva a cabo el UN– INSTRAW en el
área de migración, género y desarrollo es contribuir a la formulación de políticas
públicas dirigidas a promover el establecimiento de vínculos positivos entre mi-
gración y desarrollo. Obviar el modo en que las relaciones de género determinan
los procesos migratorios y los efectos que estos tienen sobre la dirección de los
procesos de desarrollo sólo puede conducir a un refuerzo de desigualdades pre-
viamente existentes y a olvidar, una vez más, que la igualdad de género no es sólo
un medio para el desarrollo, sino un fin del mismo. Las evidencias empíricas
acumuladas muestran los límites de un paradigma que al tomar como sujeto
protagonista a un sujeto descontextualizado se vuelve incapaz de dar cuenta tanto

336
EL PARADIGMA DE REMESAS PARA EL DESARROLLO: EVIDENCIAS EMPÍRICAS Y CUESTIONAMIENTOS…

del comportamiento de los sujetos reales, como de las consecuencias de sus ac-
ciones. Estos déficits de comprensión sólo pueden derivar en políticas ineficaces
o políticas que generen efectos no deseados desde una perspectiva centrada en el
desarrollo humano. Es por ello necesario continuar avanzando en la construcción
de un modelo analítico que nos permita comprender mejor la naturaleza de los
elementos que, de forma efectiva, vinculan migración y desarrollo.

BIBLIOGRAFÍA
UN-INSTRAW (Mar García, Julia Míguez y Carlota Ramírez) (2005): Cru-
zando fronteras: género, migración y desarrollo, Santo Domingo: UN-INSTRAW.
UN-INSTRAW (Denise Paiewonsky y Mar García) (2006): Género, remesas
y desarrollo: El caso de la migración femenina de Vicente Noble, República Domini-
cana, Santo Domingo: UN-INSTRAW.
UN-INSTRAW (Denise Paiewonsky) (2007): La feminización de las migra-
ciones, documento de trabajo núm. 1. Publicación en versión electrónica
(www.un-instraw.org)
UN-INSTRAW (Amaia Pérez Orozco) (2007): Cadenas globales de cuidado,
documento de trabajo núm. 2. Publicación en versión electrónica (www.un-ins-
traw.org)
UN-INSTRAW (Amaia Pérez Orozco) (2007) Remesas y desarrollo, docu-
mento de trabajo núm. 3. Publicación en versión electrónica (www.un-
instraw.org)
UN-INSTRAW (Denise Paiewonsky y Amaia Pérez Orozco) (2007): Reme-
sas, documento de trabajo núm. 4. Publicación en versión electrónica (www.un-
instraw.org)
UN-INSTRAW (Mar García et al) (2008): Género y remesas: migración co-
lombiana desde el AMCO (Area Metropolitana Centro Occidente) hacia España,
Bogotá: OIM Y UN-INSTRAW.
UN-INSTRAW (2008) (en prensa): Gender, Remittances and Local Rural
Development: The Case of Filipino Migration to Italy, Santo Domingo: UN-
INSTRAW.
UN-INSTRAW (2008) (en prensa): Gender, Remittances and Develop-
ment: Preliminary Findings from Selected SADC (Southern African Commu-
nity Development) Countries

337
GÉNERO Y COOPERACIÓN
UNIVERSITARIA AL DESARROLLO
CONSIDERACIONES EN TORNO
A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA
AL DESARROLLO DESDE UNA
PERSPECTIVA DE GÉNERO1
Estefanía Molina Bayón
Técnica investigadora en Cooperación
Universitaria al Desarrollo de la
Oficina de Acción Solidaria y
Cooperación de la UAM. Área de
Investigación, Análisis y Estudios.
Investigadora en Género y Desarrollo

«El privilegio de tener una educación superior, especialmente fuera de África, expandió mi
horizonte original y me dió coraje para enfocarme en el ambiente, las mujeres y el desarrollo para
mejorar la calidad de vida de las personas, en particular en mi país y en general en África».

«Los valores universales de amor, compasión, solidaridad, cuidado y tolerancia, deberían


formar los basamentos de esta ética global que debiera permear la cultura, la política, el co-
mercio, la religión y filosofía. Debería también permear la familia extendida de las Naciones
Unidas».

Wangari Maathai (Premio Nobel de la Paz 2004).

1. LA EDUCACIÓN SUPERIOR Y POLÍTICAS DE GÉNERO


EN DESARROLLO
Según la Conferencia Mundial sobre la Educación Superior (Paris, 1998),
ésta comprende «todo tipo de estudios, de enseñanza o de formación para la investi-
gación en el nivel postsecundario, impartidos por una universidad u otros estableci-
1 Agradezco a Silvia Arias Careaga, Directora de la Oficina de Acción Solidaria y Cooperación de la
UAM y a Ana Gamba, Diana Abad y Daniele Cibati miembros de dicha Oficina por su lectura y aportacio-
nes al texto.

341
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN

mientos de enseñanza que estén acreditados por las autoridades competentes del Estado
como centros de enseñanza superior». Y de la universidad, se podría decir que se
concreta primeramente en «una institución de enseñanza superior que otorga un re-
conocimiento por grados académicos y que según las épocas y países puede comprender
colegios, institutos, departamentos, centros de investigación, escuelas profesionales, etc».
Por tanto, la educación superior no se traduce de manera unívoca en universidad.
Si bien es preciso anotar, que ésta ocupa un lugar privilegiado presentándose así
en la cúspide del sistema educativo –sin infravalorar otras instituciones educati-
vas– conformada por actividades académicas, investigadoras, de formación y ex-
tensión universitaria. A lo largo del tiempo, la universidad ha sufrido innumera-
bles y vertiginosos cambios, que le han obligado a encaminarse al desempeño de
múltiples y variadas funciones, entre las que nos interesa destacar algunas, tales
como el fomento del desarrollo, la cooperación internacional y la solidaridad.
En el preámbulo de la Declaración Mundial sobre la Educación Superior en el
S. XXI: Visión y Acción, se justifica la existencia y fomento de estas instituciones,
ya que si no se cuenta con ellas, se debilitará la formación de personas con sentido
crítico y constructivo, y por tanto ningún país, máxime los países empobrecidos
podrán garantizar un auténtico desarrollo endógeno y sostenible. Sobre este par-
ticular, el intercambio de conocimientos, la cooperación internacional y las nue-
vas tecnologías entre otras, pueden brindar nuevas y valiosas oportunidades a la
hora de reducir disparidades. Si la educación superior y en este caso, la universi-
dad, como máxima representante del sistema educativo, quiere dotarse de sentido,
deberá existir y desarrollarse de la mano de la sociedad con la que convive. Y no
sólo eso, sino que, además, deberá ir más allá: habrá de repensar, tomar concien-
cia crítica y realizar un autoanálisis sobre todo aquello que le rodea con el obje-
tivo de planificar y prever qué puede hacer por y para la sociedad y siempre con
la sociedad.
La Conferencia citada, también considera que la universidad debe ser un
agente que promueva los derechos humanos, la democracia, el desarrollo sosteni-
ble y la paz. Así, al menos se concibe en los tres ejes siguientes:

1. […] la solución de los problemas que se plantean al respecto, en los albores del
siglo XXI estará determinada por la amplitud de miras de la sociedad del futuro y por
la función que se asigne a la educación en general y a la educación superior en parti-
cular.
2. […] en el umbral de un nuevo milenio, la educación superior debe hacer pre-
valecer los valores e ideales de una cultura de paz, y ha de movilizar a la comunidad
internacional con ese fin.
3. […] la cooperación y el intercambio internacional son mecanismos decisivos
para promover la educación superior en todo el mundo.

Por lo tanto, se han de fomentar políticas que puedan contribuir a un mundo


mejor, pasando por el camino de una justicia social, hacia un desarrollo humano
sostenible, para el entendimiento mutuo entre los pueblos y el logro de una de-

342
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…

mocracia real y efectivamente vivida. Esto significaría, obligatoriamente confluir


en la igualdad de género y en la lucha contra todo tipo de discriminación. Esta
idea fundacional se basa en la esperanza de un mundo mejor, capaz de respetar y
velar por los derechos de las personas y de colectivos de diversas identidades se-
xuales, de practicar el entendimiento mutuo entre culturas y hacer del progreso
del conocimiento un instrumento de promoción del género humano y de no dis-
criminación.
Como se viene apuntando, hoy, sin duda, para garantizar un desarrollo hu-
mano sostenible y por tanto, la igualdad de género, es necesaria la existencia de di-
versos tipos de instituciones de educación superior e investigación –universidades,
centros de estudios e investigación superior, etc.– las cuales formen a una masa crí-
tica y cualificada de personas para que logren incidir en sus distintos contextos es-
paciales y en las diferentes dimensiones del desarrollo, especialmente en la cuestión
que nos ocupa como son las políticas de igualdad. Como se viene prologando, cre-
emos que la educación es el medio más adecuado para garantizar el ejercicio de la
ciudadanía democrática, responsable, libre y crítica, que resulta indispensable para
la constitución de sociedades solidarias, dinámicas, justas e igualitarias. Y por to-
dos estos motivos, una buena educación ha de ser considerada como la mayor ri-
queza y el principal recurso de un país poseedor de una ciudadanía inclusiva y no
discriminatoria; esto es una verdadera ciudadanía real y efectiva.
La universidad, como institución de educación superior ha tenido unas fun-
ciones básicas, específicas y determinadas para su desarrollo integral: la formación
y la investigación. Sin embargo, si bien interesan estas dos funciones, se ha de aña-
dir una tercera función a modo de misión y de nueva visión que es lo que se ha de-
nominado como compromiso o servicio a la sociedad. Según Hanna Arendt2 la edu-
cación es una de las herramientas fundamentales de la política para lograr la
integración social, a partir del objetivo de igualdad de oportunidades que debe
prevalecer en un sistema democrático. Este sistema de igualdades/desigualdades
no resulta sólo determinado por la participación en la economía, sino que se cons-
truye como un concepto amplio, donde la educación juega un rol decisivo. Así,
se infiere que el sistema igualdades/desigualdades es el producto de decisiones ex-
presas del conjunto social y –que podemos y debemos convertimos en iguales–
como miembros de la sociedad. La sociedad con su fuerza puede y debe garanti-
zarnos derechos mutuamente iguales a través de la voluntad y el ejercicio político
hacia una condición de convivencia pacífica común e igualitaria. Esto último
hace que la universidad no sea sólo potencialmente un agente de creación y trans-
ferencia de conocimientos sino que además se convierta en un organismo lla-
mado a jugar un papel de capital importancia y de apoyo a esa fuerza social y vo-
luntad política en la resolución de las problemáticas que se enfrentan en sus
diferentes dimensiones, entre otras las que aquí nos ocupan –Género en Desa-
rrollo– en las distintas escalas espaciales: local, regional, internacional y global.

2 Tamarit, G. La ley de educación superior y el debate de sus posibles reformas. http://academia.unse.


edu.ar/05legis/ledsup/leyeducacionsuperior.pdf

343
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN

1.1. Marco normativo sobre Educación Superior y Género en Desarrollo


Según la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948) a través de los
puntos 1 y 2 del Artículo 26 se enuncia lo siguiente: 1. Toda persona tiene derecho
a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la ins-
trucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria, la ins-
trucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios su-
periores será igual para todos, en función de los méritos respectivos y 2. La
educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el for-
talecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales;
favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos
los grupos étnicos o religiosos, y promoverá el desarrollo de las actividades de las Na-
ciones Unidas para el mantenimiento de la paz. Y en concreto, en lo relativo a la edu-
cación superior en los principios básicos de la Convención relativa a la lucha contra
las discriminaciones en la esfera de la enseñanza (1960), en virtud del Artículo 4.
Los Estados Partes se comprometen a hacer accesible a todos, en condiciones de
igualdad total y según la capacidad de cada uno, la enseñanza superior.
Anteriormente en 1946, Naciones Unidas creó la Comisión de la Condición Ju-
rídica y Social de la Mujer en la que se hacia referencia a la eliminación de toda
forma de discriminación por razón de sexo que se materializaría en 1979 en la Con-
vención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mu-
jer CEDAW, la cual entró en vigor en 1981. A través de la CEDAW los Estados Par-
tes adoptarían todas las medidas apropiadas para eliminar la discriminación contra la
mujer, a fin de asegurarle la igualdad de derechos con el hombre, entre otras, en la
esfera de la educación. Así:

a) Las mismas condiciones de orientación en materia de carreras y capacitación


profesional, acceso a los estudios y obtención de diplomas en las instituciones
de enseñanza de todas las categorías, tanto en zonas rurales como urbanas; esta
igualdad deberá asegurarse en la enseñanza preescolar, general, técnica, pro-
fesional y técnica superior, así como en todos los tipos de capacitación pro-
fesional; b) Acceso a los mismos programas de estudios, a los mismos exáme-
nes, a personal docente del mismo nivel profesional y a locales y equipos
escolares de la misma calidad; c) La eliminación de todo concepto estereoti-
pado de los papeles masculino y femenino en todos los niveles y en todas las
formas de enseñanza, mediante el estímulo de la educación mixta y de otros
tipos de educación que contribuyan a lograr este objetivo y , en particular, me-
diante la modificación de los libros y programas escolares y la adaptación de los
métodos de enseñanza; d) Las mismas oportunidades para la obtención de be-
cas y otras subvenciones para cursar estudios; e) Las mismas oportunidades de
acceso a los programas de educación permanente, incluidos los programas de
alfabetización funcional y de adultos, con miras en particular a reducir lo an-
tes posible toda diferencia de conocimientos que exista entre hombres y mu-
jeres; f) La reducción de la tasa de abandono femenino de los estudios y la or-

344
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…

ganización de programas para aquellas jóvenes y mujeres que hayan dejado los
estudios prematuramente; g) Las mismas oportunidades para participar acti-
vamente en el deporte y la educación física y h) Acceso al material informativo
específico que contribuya a asegurar la salud y el bienestar de la familia, in-
cluida la información y el asesoramiento sobre planificación de la familia.

En cuanto al ámbito de la Cooperación para el Desarrollo, se llega a la conclu-


sión de que la igualdad entre géneros es un requisito previo, necesario y fundamen-
tal para luchar contra la pobreza, promover el desarrollo y lograr la paz. Así lo ex-
presó el Secretario General de Naciones Unidas (2006) en el siguiente texto: «[…]
Es justo y verdaderamente necesario que las mujeres participen en los procesos de adop-
ción de decisiones en todos los ámbitos, con el mismo vigor y en números iguales. Además,
el mundo está empezando a entender que no hay política más eficaz para promover el
desarrollo, la salud y la educación que el empoderamiento de las mujeres y las niñas. Y
me atrevería a decir que ésta es también la política más importante para prevenir con-
flictos y lograr la reconciliación una vez terminados los conflictos»3.
A destacar (véase Anexo I) fueron tanto las Conferencias Internacionales del
Cairo y Beijing, ya que pusieron en evidencia que, sin tener en cuenta y superar las
desigualdades de género, no existiría ni desarrollo, ni democracia. Así, en la Decla-
ración de Beijing se declaraba:«Un desarrollo social equitativo que reconozca el empo-
deramiento de las personas pobres, en particular de las mujeres que viven en la pobreza,
para utilizar los recursos ambientales sostenidamente, es base necesaria del desarrollo sos-
tenible». A partir de la Conferencia de Beijing se dió el impulso a dos estrategias: la
de mainstreaming de género y la del empoderamiento. Conforme a dicha Confe-
rencia se incide en desarrollar una política extremadamente dinámica a favor de la
educación de las niñas y las mujeres y se señalan entre otros los siguientes objetivos:
— «Apoyar y realizar estudios e investigaciones sobre el género en todos los
niveles de la enseñanza, especialmente en el nivel de postgrado en las institucio-
nes académicas, y aplicarlos en la elaboración de programas, incluidos los de es-
tudios universitarios, libros de texto y material didáctico y en la formación de per-
sonal docente».
— «Eliminar las disparidades por motivos de género en el acceso a todos los
ámbitos de la enseñanza terciaria, velando por que la mujer tenga igual acceso que
el hombre al desarrollo profesional, a la capacitación y a las becas y adoptando
medidas de promoción activa según corresponda».
— «Diversificar la formación profesional y técnica y aumentar el acceso y la
retención de niñas y mujeres en la enseñanza y la formación profesional en los
campos de las ciencias, las matemáticas, la ingeniería, la ciencia y la tecnología
ambientales, la tecnología de la información y la alta tecnología».
En la misma declaración en lo que respecta a los Objetivos Estratégicos y me-
didas además de los expuestos, se hace relevante mencionar el punto 69 que hace

3 Intervención del Secretario General en ocasión del Día Internacional de la Mujer 8 de marzo de 2006.
http://www.un.org/spanish/aboutun/sg/mensajes/iwdpanel2006.htm

345
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN

referencia tanto a la educación y capacitación de la mujer como también a ase-


gurar la igualdad de acceso a la misma4 y el punto 80 sobre las medidas que han
de adoptar los gobiernos5. Además sirvió como precedente para la Comisión In-
ternacional sobre Educación para el S. XXI (1996) en concreto a través del Capí-
tulo 9. Sobre La cooperación Internacional: educar a la aldea planetaria en el
que en uno de los puntos se enuncia lo siguiente: «En el plano de la cooperación in-
ternacional, promover una política decididamente incitativa en favor de la educación
de las muchachas y las mujeres, según las ideas de la Conferencia de Beijing».
Por tanto, en el marco de la Educación Superior y Género en Desarrollo se
puede afirmar que la Conferencia y Declaración de Beijing y posteriores docu-
mentos derivados de las mismas han supuesto un elemento central y clave.

2. LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO CON


PERSPECTIVA DE GÉNERO: HACIA UN INTENTO
DE CONCEPTUALIZACIÓN Y OBJETIVOS PRELIMINARES
Todo lo que se expondrá en este segundo apartado tratará de responder a la
pregunta de cómo puede la educación superior a través de las universidades con-
tribuir a la promoción del desarrollo humano sostenible y a la consecución de la
igualdad de género, así como a analizar las causas de la discriminación con el fin
de preveer y prevenirlas.
En el marco de la globalización y en el de la internacionalización atravesada por
la solidaridad, la institución universitaria se enfrenta a una realidad cada vez más
compleja y poliédrica. Jesús Sebastián (2004) enuncia que la Cooperación Universi-
taria para el Desarrollo (CUD) se fundamenta en la expresión de la solidaridad en la
función social de las universidades y en la existencia de capacidades y conocimientos
relevantes para el desarrollo, además de en la motivación e intereses de las institucio-
4 69. Sobre Educación y Capacitación de la Mujer. Apartados B y B.1. «La educación es un derecho hu-
mano y constituye un instrumento indispensable para lograr los objetivos de la igualdad, el desarrollo y la paz (…).
La igualdad de acceso a la educación y la obtención de educación son necesarias para que más mujeres se conviertan
en agentes de cambio. (…) Ha quedado demostrado que la inversión en la educación y la capacitación formal y no
formal de las niñas y las mujeres, que tiene un rendimiento social y económico excepcionalmente alto, es uno de los
mejores medios de lograr un desarrollo sostenible y un crecimiento económico a la vez sostenido y sostenible».
5 80. Medidas que han de adoptar los Gobiernos: a) Promover el objetivo de la igualdad de acceso a la
educación tomando medidas para eliminar la discriminación en la educación en todos los niveles por motivos
de género, raza, idioma, religión, origen nacional, edad o discapacidad, o cualquier otra forma de discrimina-
ción y, según proceda, considerar la posibilidad de establecer procedimientos para dar curso a las reclamacio-
nes; c) Eliminar las disparidades por motivos de género en el acceso a todos los ámbitos de la enseñanza ter-
ciaria, velando por que la mujer tenga igual acceso que el hombre al desarrollo profesional, a la capacitación y
a las becas y adoptando medidas de promoción activa según corresponda; d) Establecer un sistema docente en
que se tengan en cuenta las cuestiones relacionadas con el género, a fin de promover la igualdad de oportuni-
dades de educación y capacitación, así como la participación igualitaria de la mujer en la administración y la
adopción de políticas y decisiones en materia de educación; h) Aumentar la calidad de la educación y la igual-
dad de oportunidades para las mujeres y los hombres en lo que se refiere al acceso, a fin de que las mujeres de
todas las edades puedan adquirir los conocimientos, capacidades, aptitudes, destrezas y valores éticos necesa-
rios para desarrollarse y participar plenamente, en condiciones de igualdad, en el proceso de desarrollo social,
económico y político; f ) Promover, conjuntamente con la alfabetización, la adquisición de conocimientos
prácticos, científicos y tecnológicos (…).

346
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…

nes y de las comunidades académicas y científicas en formar parte de las Políticas de


Cooperación Internacional para el Desarrollo. Y se añadiría, también, para aliviar el
sufrimiento en tanto que prevención, protección y defensa de los Derechos Huma-
nos de personas y comunidades afectadas por desastres o conflictos bélicos y guerras.
Coincidiendo con dicha línea de análisis e investigación y a modo de resu-
men, se podría decir que los objetivos de la CUD junto al trabajo por la equidad
de género son los siguientes:

• Objetivo general: aprovechar los recursos y potencialidades de las universi-


dades para promover y fortalecer el desarrollo humano sostenible y la igual-
dad de género de los países empobrecidos y de la comunidad universitaria
de los países donantes de ayuda.
• Objetivos específicos: creación de capacidades docentes e investigadoras en es-
pecial en el ámbito de género; fortalecimiento de las instituciones de educa-
ción superior; generación de conocimientos útiles para el desarrollo hacia la
aplicación real y efectiva de los derechos humanos de las mujeres; para la pre-
vención de desastres de causa natural y sus efectos, conflictos armados así
como para contribuir a paliar el sufrimiento derivado de los mismos y sus con-
secuencias directas especialmente en las mujeres y niñas; transferencia y apli-
cación de conocimientos y tecnologías útiles para el desarrollo y para situacio-
nes de emergencia; investigación, difusión, movilización e incidencia política
y sensibilización sobre las problemáticas del desarrollo, el papel de la Coope-
ración Internacional y de lo Humanitario en relación al ámbito de género; for-
mación de personal técnico y gestor para la Cooperación al Desarrollo y la Ac-
ción Humanitaria con perspectiva de género.

La universidad debe promover actividades de formación, investigación, sensibi-


lización y extensión vinculadas a la temática de género en desarrollo que han de res-
ponder al fomento e implementación de la perspectiva de género en la comunidad
universitaria. A continuación se mostrarán tres enfoques que pueden conformar la
Cooperación al Desarrollo desde las universidades6: a) Sensibilización y estudios so-
bre desarrollo; b) Acción Humanitaria y c) Cooperación interinstitucional al desa-
rrollo. Partiendo de esta clasificación a modo de bloques temáticos de la CUD, se
profundizará en los mismos a través de una presentación introductoria y posterior
justificación de cada uno de ellos atendiendo al ámbito de Género en Desarrollo:

A. Estudios sobre el desarrollo y la sensibilización por la igualdad de género


Tanto los estudios sobre el desarrollo, ya sea en formación de grado o de
postgrado, investigación etc. como la sensibilización en el ámbito de Género en

6 Jesús Sebastián (2007) Jornadas sobre La Cooperación al Desarrollo y la Universidad de Córdoba. 17


de septiembre de 2007.

347
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN

Desarrollo conforman este primer bloque. La razón de que los estudios y la sen-
sibilización compartan bloque temático se debe a que cuando una persona se
forma, investiga en Género y Desarrollo o en cuestiones técnicas como instru-
mentos, tales como la Cooperación Internacional al Desarrollo está también –di-
recta o indirectamente– sensibilizándose en dicha temática.

A.1. Estudios sobre Género en Desarrollo:


En primer lugar, tanto la formación (educación formal, reglada y curricular)
como la investigación (producción y transferencia de conocimientos) sobre género y
desarrollo deberían constituir una función esencial y específica de las universidades.
Ambas contribuyen a generar conocimientos y crean capital humano (recursos hu-
manos en género y desarrollo) además de ser un medio para el progreso de la comu-
nidad universitaria y soporte de transferencia social de conocimientos.

Modalidades e instrumentos
En formación de grado y de postgrado: crear y fomentar en la formación del
estudiantado temas relacionados con el ámbito del Género y Desarrollo a través
del apoyo y creación de asignaturas de libre configuración u optativas, asignatu-
ras transversales o de mayor carga –ya sean troncales u obligatorias– pertene-
cientes a las distintas licenciaturas en las que se aborde la temáticas de género vin-
culadas a los procesos de desarrollo.
En investigación: generar y transferir conocimientos hacia el aumento de las
capacidades de las mujeres y su empoderamiento para el alcance del Desarrollo
Humano Sostenible de una ciudadanía global, a través de la investigación-acción
participativa (IAP); de la creación de Institutos de investigación en torno al Gé-
nero y el Desarrollo o la Cooperación Internacional para el Desarrollo, a través de
premio a tesis, apoyo a investigaciones, creación de editoriales específicas, publi-
caciones que difundan las investigaciones, así como encuentros y congresos para
el intercambio de «buenas prácticas» o avances en Género en Desarrollo.
En prácticas: desarrollar conocimientos adquiridos o investigaciones realiza-
das a través de programas institucionalizados de prácticas reconocidas oficial-
mente en las que hubiera un cupo para hacer prácticas en proyectos específicos
cuyo objetivo principal sea el Género (convalidadas por la obtención de créditos,
por lo que sería conveniente crear y consolidar oficinas de prácticas y/o prácticum
en Cooperación Universitaria para el Desarrollo).

A.2. Sensibilización sobre la igualdad de género en el mundo


La universidad es un espacio de enorme interés en lo que se refiere a la sensibi-
lización y la difusión de valores solidarios y universalistas, en un sector especialmente
de la juventud llamado a jugar un papel social relevante en el futuro. El estudiantado
puede actuar como agente multiplicador dando a conocer a la sociedad y así visibili-

348
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…

zar la situación de las desigualdades de género e injusticias en el mundo para posibi-


litar la concienciación y el cambio hacia las transformaciones sociales.

Modalidades e instrumentos
En educación para el desarrollo y educación en valores: es relevante tener
como punto de mira a la universidad como agente de movilización social a través
de jornadas de sensibilización en las que se visibilicen las desigualdades de género
en el mundo (jornadas sobre violencia de género, debates, charlas, congresos, ta-
lleres, foros etc). Estos instrumentos o modalidades de acción promueven una for-
mación personal «no formal» en la que las personas son protagonistas de unos
procesos de enseñanza-aprendizaje en el ámbito de la igualdad de género, la
cooperación internacional, derechos humanos de las mujeres etc. todos ellos va-
lores que constituyen los cimientos de una ética social que contribuiría en una
concienciación y posicionamiento frente a las injusticias, además de promover la
movilización social y empoderamiento personal y colectivo que se verá capaz de
reivindicar derechos y una justicia para una ciudadanía global.
En voluntariado universitario para el desarrollo: la universidad también es
protagonista en procesos de desarrollo humano a través de estrategias destinadas a
construir una sociedad más justa, como por ejemplo a través del voluntariado. Se
hace necesario fomentar la solidaridad activa y el voluntariado internacional en-
tre los miembros de la comunidad universitaria, muy especialmente entre el alum-
nado, facilitando su actuación como voluntarios y voluntarias en un marco espe-
cífico, bien a través de la creación de programas propios o mediante derivación a
otras entidades. Por ello, se han de crear, fomentar y consolidar programas de vo-
luntariado universitario internacional o acciones de participación en actividades
relacionadas con el Género y el Desarrollo, educación en valores no sexistas, diri-
gidos hacia la consecución y contribución de los Objetivos del Desarrollo del Mi-
lenio etc. La participación e implicación de la comunidad universitaria en la Co-
operación Universitaria al Desarrollo con perspectiva de género se hace por tanto
indispensable. Y en este sentido, las universidades deberán favorecer tanto el aso-
ciacionismo como el voluntariado de la comunidad universitaria en dicho ámbito.
En publicaciones: a través de las publicaciones o de las editoriales con la
creación de Series sobre Género en Desarrollo, que son a su vez un instrumento
en formación por medio de la difusión de la investigación y el conocimiento pero
también de la sensibilización.

B. Género y Acción Humanitaria


Aunque muchas veces la Acción Humanitaria (AH) ha sido conceptualmente
utilizada indistintamente como ayuda humanitaria, se considera más acertado al ha-
blar de CUD incluir la Acción Humanitaria como un bloque más, lo suficientemente
específico y con un peso relevante en el ámbito a tratar. Precisamente y tal y como ad-

349
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN

vierte Jesús Sebastián dado que la Ayuda Humanitaria es un enfoque escasamente


apropiado para la actuación individual de las universidades en el ámbito de la CUD,
se considera conveniente ampliar la mirada y optar por la Acción Humanitaria frente
a las acciones de Ayuda de emergencia que se limita a la financiación de iniciativas pu-
ramente asistencialistas. A continuación se pasará a enunciar la definición de Acción
Humanitaria y las modalidades e instrumentos de la misma desde un enfoque de gé-
nero. La mayor parte de estos instrumentos ya han aparecido en los anteriores bloques
temáticos o enfoques como la sensibilización, la formación, etc. sin embargo, se hace
necesario volver a nombrarlos añadiendo el carácter específico de la AH.
Tal y como abordan los autores Rey Marcos y De Currea-Lugo (2001) a la Ac-
ción Humanitaria se le vincula también con «la protección de las víctimas de los con-
flictos armados y con una rama del derecho que trata de garantizar esa protección: el
Derecho Internacional Humanitario (DIH)». Dichos autores proponen la siguiente
definición: «Acción Humanitaria es el conjunto de actividades de protección y asistencia,
a favor de las víctimas civiles y militares de desastres de causa natural o de conflictos ar-
mados y de sus consecuencias directas, orientadas a aliviar el sufrimiento, garantizar la
subsistencia y proteger los derechos humanos». Esta implica tres facetas: 1) Asistencia:
provisión de bienes y servicios hacia las víctimas de desastres con el objetivo de sal-
var vidas. 2) Protección: de los derechos de esas personas como seres humanos suje-
tos de derecho y que deben recuperar su dignidad. 3) Testimonio: informando de su
situación y llegando en ocasiones a la denuncia de las violaciones de sus derechos.

Modalidades e instrumentos
En sensibilización: promover la difusión de campañas, organizar charlas y
debates sobre las catástrofes naturales y sus consecuencias en especial en las mu-
jeres. Acercar la universidad a personas que conozcan la realidad y hayan traba-
jado en las zonas afectadas para que expliquen las labores desarrolladas en el tra-
bajo por la equidad de género. Apoyar campañas específicas de respuestas a algún
desastre natural o situación de crisis humanitaria y de derechos humanos.
En voluntariado universitario en Acción Humanitaria: fomentar la partici-
pación de estudiantes y profesorado en ejecución de proyectos sobre el terreno en
periodos determinados –sobre todo en periodo de reconstrucción–. Dicho vo-
luntariado habrá de ir dirigido a acciones conducentes a disminuir la vulnerabili-
dad de las poblaciones y en especial la de mujeres y niñas con la finalidad de que
no se reproduzcan situaciones parecidas en un futuro y potenciar sus capacidades
hacia su empoderamiento.
En asistencia: diseñar y evaluar proyectos de emergencia con perspectiva de gé-
nero en países empobrecidos a través de colaboraciones con ONGD humanitarias o
la propia AECID con estudiantes y profesorado especializados en este ámbito a modo
de voluntariado en periodos puntuales y determinados (catástrofes naturales etc.).
En protección y testimonio: apoyar a través de grupos de especialistas en DIH,
Derechos Humanos de las mujeres y su aplicación, fomentar advocacy, reflexión y
denuncia sobre crisis humanitarias y la situación a las que se somete a las mujeres y

350
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…

niñas en periodos de conflicto, postconflicto etc. Apoyar el ejercicio de lobby a tra-


vés de campañas de demanda sobre el papel de las mujeres en los conflictos con la fi-
nalidad de ejercer influencia, apoyo y defensa; además de fomentar la promoción de
una cuestión y concienciación generando demandas públicas y movilización social.
En recursos económicos y donación: organizar y centralizar en la comunidad
universitaria la recogida de dinero o material a través de campañas con la finali-
dad de enviarlos a un organismo coordinador, como por ejemplo la AECID, para
que ejecute las acciones pertinentes. Asimismo, contribuir a la restauración de la
formación académica superior en los centros de las zonas devastadas, enviando
materiales, facilitando la acogida de estudiantes o las estancias académicas de pro-
fesorado y transferencia de tecnología.

C. Cooperación interinstitucional al desarrollo con perspectiva de género


Abordar la institucionalización de la perspectiva de género es una cuestión
compleja en sí misma y si lo entronizamos en la modalidad que se ha venido a de-
nominar cooperación interinstitucional al desarrollo, se añaden nuevos elementos
a tener en cuenta. Así, se dirá que todo proceso de institucionalización debe cu-
brir los ámbitos de acción correspondientes tanto a nivel interno como a nivel ex-
terno. En el caso de la perspectiva de género y siguiendo la estrategia del «mains-
treaming» o corriente principal, debería tenerse en cuenta y aplicarse tanto la
integración transversal como los programas específicos. Como bien lo demuestra
Moser (1993), la realidad de las experiencias de institucionalización de la pers-
pectiva de género se ha ubicado más en estrategias combinadas, en un terreno in-
termedio, –con diferentes niveles de acento–: entre una opción de «Integración
con Unidades Específicas e Incorporación Transversal». La realidad ha demos-
trado que estos enfoques no son totalmente excluyentes y que aplicados a proce-
sos de institucionalización, son complementarios 7.
Por tanto, lo que parece más adecuado en relación a la institucionalización de la
perspectiva de género es una estrategia combinada y proactiva a la incorporación
transversal, pero cuidadosa en tener un equipo y unidad de personal técnico espe-
cializado en el ámbito de género y desarrollo, que asegure: proveer los insumos téc-
nicos que el resto de la organización demanda, adelantarse a los movimientos estra-
tégicos que se requieren para construir equidad de género, dar seguimiento a los
acuerdos obtenidos y las políticas adoptadas, mantener relaciones con unidades es-
pecializadas de organizaciones nacionales e internacionales además de con el movi-
miento organizado de mujeres tanto aquí como en países empobrecidos. Así, te-
niendo ésto en cuenta, la cooperación interinstitucional con perspectiva de género
habrá de fomentar las capacidades productivas, organizativas institucionales, perso-
nales y de otros en género y desarrollo con la finalidad de generar resultados de la co-

7 Elementos de un proceso de institucionalización de la perspectiva de género. http://www.iidh.ed.cr/co-


munidades/derechosmujer/docs/dm_documentospub/LineamientosFIO/MODULO3%20FIO.pdf

351
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN

operación sostenibles con perspectiva de género y desarrollo con valor añadido y fac-
tor multiplicador.
De este modo, el objetivo principal de la cooperación institucional al desarrollo
será el apoyo, respaldo, intercambio y fortalecimiento de capacidades (instituciona-
les, productivas, organizativas, y personales) hacia otras instituciones –fortaleci-
miento institucional– ya sean homónimas (otras universidades) como a otros centros
de estudios superiores especializados en género, a ONGD locales, a instituciones pú-
blicas de los países empobrecidos, a Organismos Internacionales etc.

Modalidades e instrumentos
A través de movilidad de profesorado, alumnado, apoyo con cuadros de equi-
pos técnicos y gestores; transferencia de tecnología, distintos materiales etc. Crea-
ción de programas conjuntos de investigación, diseño curricular, fomento de la
cooperación entre universidades del Sur, fomento de redes en Género y Desarro-
llo etc.

Para que las universidades puedan hacer Cooperación Universitaria al Desa-


rrollo con perspectiva de género existen al menos tres elementos necesarios a te-
ner en cuenta: 1. Compromiso institucional de las universidades en atender, de-
sarrollar y fortalecer la igualdad de género mirando a los países empobrecidos;
2. Recursos a través de presupuestos específicos para los temas de género y desa-
rrollo además de recursos humanos con personal especializado en este ámbito y 3.
crear instrumentos eficientes al servicio de las actuaciones a llevar a cabo y poste-
riormente realizar evaluaciones.
Y es que la situación de las mujeres en las instancias educativas superiores
(universidades y centros de investigación públicos o privados), dista mucho de ser
una situación igualitaria con respecto a la que ostentan los hombres en las mismas
condiciones. Pese a que el avance producido en pos de la igualdad se está ha-
ciendo patente, la realidad nos ofrece otra cara distinta, y es que las mujeres no
han conseguido prácticamente hacerse un hueco dentro de las esferas de toma de
decisiones en el ámbito universitario.

2.1. Aportaciones de la CUD con perspectiva de Género para la Eficacia


de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD): los Objetivos de Desarrollo
del Milenio y la Declaración de París
La eficacia de la ayuda presta una especial atención a dos documentos cen-
trales como son la consecución de los ODM (2000) y la Declaración de París
(2005). En lo que respecta al Género en Desarrollo, se ha de decir que otros do-
cumentos extraídos de Conferencias etc. apuntaban de manera más amplia y pro-
funda a temas de género, aunque ambos documentos contienen puntos que ha-
cen referencia explícita al ámbito Género. Por ello, se ha considerado que a través

352
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…

de la CUD con perspectiva de género podrían hacerse aportaciones beneficiosas


para confluir en una mayor eficacia de la Ayuda.
La mayoría de la población que vive en niveles de pobreza extrema son mu-
jeres y sus condiciones de exclusión, están directamente relacionadas con la dis-
criminación por razón de sexo, a las que si se le incluyen las de raza, etnia, cultura,
clase, edad, lugar de nacimiento etc. las pone en el plano de las más vulnerables
en lo que se refiere a las personas excluídas. Esto es lo que se ha venido a deno-
minar «feminización de la pobreza» además de añadir la violencia de género. Esta
última tiene múltiples y variadas formas de manifestarse y son ejercidas con grave
impunidad en muchas zonas del mundo. Siguiendo esta argumentación y en
torno a la educación, tema sobre el cual pivota el artículo, la discriminación y el
sexismo determinan y discriminan las oportunidades de las mujeres en dicho ám-
bito, máxime en la educación superior.

Los Objetivos del Desarrollo del Milenio


La Declaración de la Cumbre del Milenio acordada en el año 2000 apoya de
manera explícita la igualdad entre géneros y el empoderamiento de la mujer. Así, se-
gún el texto: «no debe negarse a ninguna persona ni a ninguna nación la posibilidad
de beneficiarse del desarrollo. Debe garantizarse la igualdad de derechos y oportuni-
dades de hombres y mujeres». Además, reconoce la lucha por la igualdad entre los se-
xos y la autonomía de la mujer considerándolos indispensables a la hora de comba-
tir otros problemas del desarrollo en su conjunto, como son la guerra, el hambre o
las enfermedades. Por último, menciona la importancia de centrar la atención y com-
batir todas las formas de violencia ejercidas sobre las mujeres. Por tanto, en dicha de-
claración se contemplan y hay un reconocimiento a ciertos aspectos de género que
parecen ser recogidos en el ODM número 3. Sin embargo, se dejan fuera otras di-
mensiones de la desigualdad entre hombres y mujeres. Y es que pretender condensar
en dicho objetivo el tema de género, se traduce en que éste no refleja todas las nece-
sidades y problemas de las mujeres con vistas a promover su empoderamiento y lo-
grar la igualdad entre los géneros. Existen distintas carencias, ya que hay elementos
que se quedan fuera no apareciendo representados bajo los indicadores correspon-
dientes a dicho objetivo. Según el Informe de la CONGDE «Los ODM. Una mirada
a mitad de camino»8 se recomienda que para que el ODM de género sirva para el se-
guimiento de la puesta en marcha y aplicación de la Plataforma de Acción de Beijing
y otros acuerdos a nivel internacional, conseguir que todos y cada uno de los objeti-
vos de desarrollo adoptados en una plan nacional incorporen la perspectiva de gé-
nero. También, se habría de incluir en las metas e indicadores actuales de segui-
miento de los ODM, consideraciones de etnia, orientación sexual, clase, diversidad
funcional y edad para así recuperar la diversidad de género y la heterogeneidad de las
situaciones que afectan al colectivo de las mujeres.

8 http://www.pobrezacero.org/noticia_detalle.php?boletin=119

353
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN

En este sentido, las universidades podrían contribuir en la consecución de


los ODM con su participación desde distintas vertientes. Por ejemplo, explici-
tando efectivamente las carencias de los mismos, creando nuevos indicadores en
los que no se excluyan aspectos fundamentales y por tanto vitales para el em-
poderamiento y la autonomía de las mujeres; haciendo análisis exhaustivos de
los indicadores en los que quedara claro que efectivamente el derecho a la salud
de las mujeres no se reduce a la función reproductiva etc. En definitiva, ganán-
dole terreno y aumentando los márgenes en lo que respecta al compromiso de
género en los ODM. Resumiendo, la universidad a través de equipos de inves-
tigación especializados en estos ámbitos podrían integrar a través de la creación
de indicadores la perspectiva de género en cada uno de ellos.
A continuación se ofrece un listado de acciones que podrían ser promovidas
por las universidades, en relación al ODM 3: Promover la igualdad entre los gé-
neros y la autonomía de las mujeres:

— Introducir temáticas en torno al género, especialmente la de los derechos humanos de las muje-
res y feminismos de modo transversal e interdisciplinar en los curricula pertenecientes a los distin-
tos estudios impartidos en las universidades además de apoyar la creación de nuevas líneas de for-
mación e investigación como por ejemplo en lo que se refiere al estudio de nuevas masculinidades.
— Promover programas educativos que valoren la diversidad orientada al género, etnia y cultura a
través de revisiones del material didáctico crítico, con el objetivo de visibilizar y respetar las dife-
rencias de género, creando también nuevo material didáctico a través de publicaciones, libros etc.
que respeten la igualdad de género al tiempo que exigir acciones específicas en torno a dicha temá-
tica a los Poderes Públicos (Ministerios de Educación, Ciencia e Innovación etc.)
— Organizar cursos de formación profesional para mujeres e identificar y difundir oportunidades
de trabajo para ellas, fortaleciendo colaboraciones de apoyo que hagan viables las oportunidades de
trabajo y atiendan a sus necesidades específicas.
— Crear Observatorios para la Igualdad de Género desde las universidades.
— Hacer un estudio de las distintas ONG, fundaciones, asociaciones y de todos los servicios pú-
blicos que atienden a las necesidades específicas de las mujeres con el fin de divulgar esta informa-
ción.
— Organizar actividades para detectar la violencia machista al interior de las universidades, formar
en planificación y capacitar a profesorado y PAS para facilitar servicios en dicho ámbito.
— Crear un Centro de Orientación para mujeres con la finalidad de ofrecer información, orienta-
ción en las denuncias en violencia de género y acompañamiento físico y psicológico que opere en
colaboración con ONG y organismos públicos.
— Promover seminarios, conferencias, campañas y actividades para sensibilizar a la juventud sobre
la situación de las mujeres.
— Apoyar a instituciones u Organismos Internacionales que estén orientados al ámbito de las Po-
líticas de Género en Desarrollo.

Fuente: Aportaciones propias extraídas de un listado de acciones en lo referente a los ODM a partir
de un documento elaborado por Oficiales del Programa de Voluntariado de Naciones Unidas en Bra-
sil en colaboración con la ONG NATAL-Voluntarios.

354
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…

La Declaración de París
La Declaración de París sobre la eficacia de la ayuda al desarrollo, emanada del
II Foro de Alto Nivel sobre A&A (París, 2005), reafirma los compromisos acor-
dados en la Declaración de Roma del 2003 de armonizar y alinear la cooperación
para el desarrollo. Además, la Declaración de París establece cinco principios clave
junto con sus compromisos. A saber: apropiación y liderazgo, alineación, armo-
nización, gestión por resultados y corresponsabilidad.
Se trata de contribuir, intentando garantizar que la igualdad de género sea un
punto central de la Agenda para la Eficacia de la Ayuda al Desarrollo. La Decla-
ración de París y sus directrices, indicadores y planes de acción se centran en los
procesos de apropiación nacional, armonización y alineación de los flujos de
ayuda así como en la evaluación de impactos. En todos estos instrumentos no se
especifica el contenido de género de las prioridades de desarrollo a excepción de
uno: el compromiso de efectuar evaluaciones de impacto ambiental (incluyendo
los temas sociales y de salud relacionados).
Así en Armonización se habla de promover un enfoque armonizado de las
evaluaciones medioambientales y el punto 42 dice: «también serán necesarios
esfuerzos de armonización similares para otros planteamientos transversales,
como la igualdad de género y otras problemáticas incluyendo los que estén fi-
nanciados por fondos dedicados». Aparte de ésto, no se proponen medidas es-
pecíficas para promover la igualdad de género o las normas de derechos huma-
nos. Mientras que el desarrollo ambiental sostenible ha sido reconocido como
un componente estructural del desarrollo económico y humano, la centralidad
de la igualdad de género para un desarrollo efectivo no está contemplada explí-
citamente en las evaluaciones de impactos ni en ninguna otra medida. Desde
luego, existe un control general del contenido o la dirección del gasto para el
desarrollo en los países socios: se espera que toda la ayuda contribuya al cum-
plimiento de los ODM. Si bien, tres de los ODM buscan fomentar la igualdad
de género, los gobiernos han tendido a enfocarse en la meta que es más fácil de
medir para este objetivo que es la de superar la brecha de género en la educa-
ción. Mientras, muchos otros elementos fundamentales de la lucha por la igual-
dad de género son omitidos.
La Declaración de París manifiesta como prioridad la Calidad de la Ayuda y
en el siguiente cuadro se ofrecen posibles aportaciones de la Universidad en cada
uno de los principios que la conforman, en relación al enfoque de género.

355
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN

CUADRO
Contribución de la CUD desde la perspectiva de género a la Declaración
de París sobre la calidad y eficacia de la Ayuda al Desarrollo
CUD desde la perspectiva
Principio Género
de género
Apropiación Reforzar la institucionalización de gé- — Apoyar a que las mujeres asuman
nero. un rol significativo en la articulación
— La cooperación deberá respetar en de sus necesidades y en la búsqueda
materia de Género en Desarrollo el lide- de respuestas de quienes tienen a su
razgo de los países socios y contribuir a cargo la formación política.
reforzarlo. — Invertir de manera concertada en
— Las Universidades, centros de Estu- la capacidad analítica de las mujeres,
dios Superiores, ONGD vinculadas a las en habilidades de análisis de género
mismas y receptores a quienes van diri- de los diseños de políticas.
gidas dichas acciones, de los países en Las universidades y Centros de Estu-
desarrollo son los protagonistas de su dios Superiores habrán de contribuir a:
propio desarrollo. En este sentido, todos
los actores involucrados deben estar 1. Ampliar las estrategias a través de
identificados con sus objetivos y estrate- procesos consultivos a las mujeres o
representantes de las mismas a través
gias de género en desarrollo para lograr
de congresos, foros o encuentros etc.
el grado de sostenibilidad de sus accio-
2. Crear estrategias y programas ope-
nes.
rativos para la igualdad de género y
planificar presupuestos anuales con
perspectiva de género acompañado
de gastos a medio plazo.
3. Coordinar la ayuda en la Coopera-
ción Universitaria al Desarrollo
(CUD) entrando en diálogo con los
distintos donantes y fomentar la par-
ticipación de la sociedad civil, espe-
cialmente la de las mujeres sin olvi-
dar el sector privado para que
incentive a las mujeres, compatibili-
zando sus objetivos en las acciones
propias y específicas de la CUD.

Alineamiento Respetar desde las organizaciones do- — Alinear los flujos de ayuda en Gé-
nantes las políticas de Género en Desa- nero y Desarrollo con los sectores del
rrollo de los países socios basadas en los gobierno que figuran en los presu-
derechos humanos. puestos nacionales de desarrollo.
— La cooperación deberá vincularse di- — Abordar apropiadamente las prio-
rectamente con los planes y programas ridades de igualdad de género como
de Género en Desarrollo del país y tener prioridades nacionales financiadas
en cuenta los niveles de desarrollo y fun- mediante el apoyo directo para pre-
cionamiento de los sistemas y procedi- supuestos y sectores.
mientos nacionales.

356
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…

CUD desde la perspectiva


Principio Género
de género
— Las Universidades o Centros de Es- — Medir si el flujo de la ayuda hacia
tudios Superiores tanto de los países so- los niveles locales es suficiente y crear
cios como de los países donantes a través indicadores sensibles al género.
de equipos de investigación o técnicos — Hacer evaluaciones conjuntas sobre
habrán de elaborar diagnósticos del de- la eficacia de los gobiernos locales para
sarrollo del país en materia de género y abordar las necesidades de las mujeres.
analizar para fortalecer el sistema y pro- — Hacer reformas del sector público
cedimientos nacionales a través de diag- o de buena gobernabilidad que in-
nósticos participativos, evaluaciones corporen plenamente una perspec-
conjuntas etc con enfoque de género. tiva de género.
Las Universidades y Centros de Estu-
dios Superiores habrán de contribuir a:
1. Hacer asistencias técnicas, asesora-
mientos en transversalización del gé-
nero a unidades y revisiones conjun-
tas entre gobierno y donantes.
2. Visibilizar y dar a conocer las estra-
tegias de desarrollo nacional y el ám-
bito de Género de los países socios.
3. Diseñar las condiciones, para la es-
trategia de desarrollo nacional desde
una perspectiva de género de un país
socio y realizar consultas estrechas
con otros donantes.
4. Crear indicadores derivados de la
estrategia nacional de desarrollo y ha-
cer análisis diagnósticos, marcos de
evaluación conjuntas con perspectiva
de género.
5. Reforzar los recursos humanos en
género y desarrollo a través de ca-
pacitaciones, cursos de formación de
formadoras/es.

Armonización Actuar entre países donantes y socios y — Implementar disposiciones comu-


obtener un mismo fín hacia la igualdad. nes y simplificar procedimientos, en
Se deberán desarrollar mecanismos y el ámbito de género en desarrollo.
procesos de planificación conjuntos en- — Analizar y comunicar haciendo
tre donantes. Las universidades y sus una sistematización y mapa descrip-
equipos técnicos de investigación deben tivo de las acciones y actividades que
esforzarse en hacer que los donantes ac- se están llevando a cabo en el ámbito
túen de forma coordinada y armónica y de género y no duplicar actividades
se aprovechen sinergias para que los cos- (complementariedad).
tes de la transacción que se ejercen sobre — Suministrar una ayuda eficaz a los
los receptores de la ayuda sean los me- Estados frágiles con la colaboración
nos posibles. de otras entidades que estén traba-

357
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN

CUD desde la perspectiva


Principio Género
de género
jando en el ámbito de Género y Ac-
ción Humanitaria.
— Promover un enfoque armoni-
zado de las evaluaciones de género en
los niveles nacionales y sectoriales
para llevar a cabo planteamientos
transversales en igualdad de género.
Las Universidades y Centros de Estu-
dios Superiores habrán de contribuir
a:
1. Crear enfoques armonizados en los
que la igualdad de género sea un ele-
mento central.
2. Apoyar a través de evaluaciones, la
eficacia de la ayuda al desarrollo
desde una perspectiva de igualdad de
género.
3. Apoyar enfoques armonizados
para las evaluaciones de igualdad de
género citadas.

Gestión basada en El análisis de los resultados no ha de te- — Apoyar y asesorar en lo que se re-
resultados ner como única y prioritaria finalidad la fiere a la administración de los recur-
del control de los recursos en Género y sos y la mejora de la toma de decisio-
Desarrollo por parte de los países do- nes orientadas a resultados.
nantes, sino que la cooperación habrá de Las Universidades y Centros de Estu-
vincularse a los marcos de resultados de dios Superiores habrán de contribuir a:
los países socios. En esto último, las 1. Crear indicadores o herramientas
Universidades junto con sus equipos in- que faciliten la supervisión de la
vestigadores técnicos han de contribuir equidad de género, en los marcos de
a la creación de marcos sólidos de eva- resultados, transparencia y capacida-
luación transparentes y supervisables des.
para medir los progresos en torno a las 2. Crear indicadores con perspectiva
estrategias de desarrollo nacionales y de de género para lograr transparencia,
los programas sectoriales. objetividad y fiabilidad de los resulta-
dos.
3. Incorporar indicadores sensibles al
género en las matrices políticas de los
países, en los marcos de las estrategias
en la lucha contra la pobreza y en los
presupuestarios.
4. Apoyar y contribuir a la creación
de sistemas y capacidades con sensi-
bilidad de género en la fiscalización
así como en los marcos presupuesta-
rios.

358
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…

CUD desde la perspectiva


Principio Género
de género
Mutua Las Universidades y equipos de investi- — Evaluar conjuntamente los pro-
responsabilidad gación técnicos en Cooperación Univer- gresos mutuos poniendo en práctica
sitaria para el Desarrollo, habrán de los compromisos acordados sobre la
apoyar en la creación de indicadores y eficacia de la ayuda y corresponsabili-
mecanismos desde una perspectiva de zarse, tanto los países donantes como
género para que el donante pueda medir los socios de los resultados de Género
el grado de cumplimiento de sus com- en Desarrollo.
promisos y rendir cuentas sobre ellos al Las Universidades y Centros de Estu-
Gobierno socio y a su Ciudadanía. dios superiores habrán de contribuir a:
1. Generar confianza entre donantes
y población beneficiaria profundi-
zando en el compromiso de su
alianza con la igualdad de género.
2. Crear indicadores específicos de
responsabilidad para medir el im-
pacto que el gasto nacional y local
para el desarrollo tiene en la igualdad
de género.
3. Crear y apoyar sistemas de rendi-
ción de cuentas sensibles al género a
través de investigaciones sobre discri-
minaciones y abusos por motivos de
género.
4. Contribuir y fomentar la partici-
pación de las mujeres, y en especial de
los centros de estudios, de ONGD y
asociaciones locales y de todos los ac-
tores.
5. Perfeccionar la fiscalización res-
pecto de la promoción de los dere-
chos de las mujeres.

Fuente: Aportaciones propias de la autora a partir del documento «La promoción de la igualdad de
género en las nuevas modalidades y alianzas para la ayuda al desarrollo». Documento para la Discu-
sión– Marzo 2006. Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer. UNIFEM.

3. LA CUD CON PERSPECTIVA DE GÉNERO EN ESPAÑA


La Política Española de Cooperación para el Desarrollo tiene básicamente su
origen en la declaración contenida en el preámbulo de la Constitución de 1978,
en la que la Nación española proclama su voluntad de colaborar en el fortaleci-
miento de unas relaciones pacíficas y de eficaz cooperación entre todos los pue-
blos de la Tierra. Dicha política está basada en una concepción solidaria de la so-

359
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN

ciedad internacional y de las relaciones que en ella se desarrollan. En cuanto al


ámbito de género en esta misma Constitución, se establece el principio de igual-
dad ante la ley frente a la discriminación por razón de sexo (art 14), correspon-
diendo a los poderes públicos la facultad para eliminar obstáculos (art 9.2).
Se podría decir que los primeros intercambios o becas desde universidades o
centros de estudios superiores en España vinculados con países empobrecidos,
puede retrotraerse a finales del franquismo, las cuales iban dirigidas hacia estu-
diantes provenientes de países que eran de interés para España en dicha época.
Posteriormente, aparecieron las «becas Intercampus» cuya visión estratégica en lo
que se refiere a la CUD, era bastante escasa sino nula. En general, la mayoría de
estas acciones se caracterizaban por una amplia espontaneidad y por supuesto,
una ingente falta de fines y propósitos institucionales, pues más bien los objetivos
iban dirigidos a personas en concreto, lo cual ponía en evidencia no sólo la fragi-
lidad y la falta de sistematización de la CUD, sino también el mecanismo que la
definía y orientaba. Por consiguiente, no se podría afirmar que estas fueran acti-
vidades propias y específicas de la CUD, aunque vinieran apoyadas por la Ley
7/98 de Cooperación Internacional Española para el Desarrollo. Al respecto, hay
que decir que, si bien este instrumento no dotó a la universidad de una progra-
mación institucional lo suficientemente efectiva, sí fue relevante para la misma,
dado que por primera vez, se otorgaba el reconocimiento y se confiaba la respon-
sabilidad a la universidad española de que se convirtiera en un actor importante
en el fomento de la Cooperación para el Desarrollo. Al tenor del Artículo 31 de
la referida ley, se señala: «El Estado fomentará las actividades de las organizaciones
no gubernamentales de desarrollo y sus asociaciones para este fin, universidades, em-
presas, organizaciones empresariales, sindicatos y otros agentes sociales que actúen en
este ámbito, de acuerdo con la normativa vigente y la presente ley, atendiendo a las
prioridades definidas en los artículos 6 y 7»9. Como vemos, se tuvo que esperar en
España hasta 1998 para ver a la universidad incorporada en la regulación oficial
en cuanto hace referencia a su consagración como un actor de la Cooperación al
Desarrollo.
También, en el documento Estrategias para la cooperación española 10 docu-
mento base del primer Plan Director de la Cooperación Española, se destaca el
papel crucial de la universidad en este campo ofreciendo un abanico de posibili-
dades en lo referente a la transferencia de conocimientos, investigación, forma-
ción y educación para el desarrollo entre otras. En esta misma línea, se sintonizó
el cambio que se produjo en la composición del Consejo de Cooperación al De-
sarrollo; hecho que se llevó a cabo en el año 2000 y en donde se dieron entrada a
las universidades de forma institucional. Al respecto hay que señalar que, si bien
la universidad participaba desde 1995 en este importante organismo, dicha pre-

9 Ley 23/1998 de 7 de julio de Cooperación Internacional para el Desarrollo. Capítulo VI. La partici-
pación social en la Cooperación Internacional para el Desarrollo. Sección 1ª. La cooperación no guberna-
mental.
10 Documento publicado por el Ministerio de Asuntos Exteriores bajo la dirección de J.A. Alonso, en
1999.

360
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…

sencia –y así hay que remarcarlo– no fue de carácter institucional, puesto que los
miembros de la comunidad universitaria que eran consultados o hacían parte del
mencionado organismo, bien en calidad de personal experto o académico, siem-
pre lo hicieron a título propio y nunca representando a la universidad en este sin-
gular espacio.
En políticas de cooperación al desarrollo, la importancia realmente de las
universidades en esta materia queda reflejada en el primer Plan Director de la Co-
operación Española 2001-2004, en el que además se indica que se «requiere ade-
cuar los resortes instrumentales, incluyendo el establecimiento de mecanismos de coo-
peración entre las administraciones públicas de colaboración y otras instituciones, como
las universidades […].» Y en el capítulo VII sobre los principales actores de la
Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), se encuentran entre otros a las universidades,
centros educativos y organismos de investigación. Y se dice de ellos: «estas institu-
ciones tienen un papel importante en la prestación de asistencia a las instancias res-
ponsables de la ayuda, así como en la contribución a la promoción de recursos huma-
nos aptos para la investigación, formulación y ejecución de políticas de cooperación
internacional y la mejora de las capacidades docentes e investigadoras en los países en
desarrollo». En lo que se refiere a la Igualdad de Género, en este mismo Plan de
Cooperación y bajo el Artículo 7 se enuncia lo siguiente: «dispone que la partici-
pación y la integración social de las mujeres y la igualdad de oportunidades es una de
las prioridades sectoriales de aquélla. En tanto que principio informador de la coope-
ración española en su conjunto, la igualdad entre mujeres y hombres demanda el es-
tablecimiento de vínculos pertinentes entre esta prioridad y las demás estrategias de la
cooperación española, por lo que los aspectos relativos al enfoque de género deben ser
integrados en la formulación, programación, ejecución y evaluación de todos los pro-
gramas y proyectos, en los programas sectoriales y geográficos y en los de las ONGD».
De esta manera, se ha venido involucrando cada vez más a las universidades
en la normativa oficial, otorgándoles un espacio propio hasta llegar al último Plan
Director de la Cooperación Española 2005-2008, en el que se fomenta de manera
explícita el fortalecimiento de la educación superior. Al respecto se señala: «en este
campo los objetivos serán la creación de capacidades para la docencia y la investiga-
ción, y el fortalecimiento de las funciones de las instituciones de educación superior y
de los centros de investigación»11. Se procederá a la revisión de los instrumentos
(Programas de Becas, Lectorados, Programa de Cooperación Interuniversitaria
(PCI), entre otros) de cara a su adaptación a los criterios y prioridades formula-
das en el presente Plan Director y a las estrategias de desarrollo elaboradas por los
países destinatarios de la ayuda. En este campo, los objetivos serán la creación de
capacidades para la docencia y la investigación, y el fortalecimiento de las fun-
ciones de las instituciones de educación superior y de los centros de investigación.
La Universidad constituye un ámbito privilegiado para la Cooperación al
Desarrollo, desde dos perspectivas fundamentales: en primer lugar, como insti-
tución dotada de recursos técnicos y humanos altamente cualificados, que abar-

11 Plan Director 2005-2008. p. 46.

361
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN

can todos los campos del conocimiento, y cuya proyección hacia los procesos de
desarrollo de los países y sociedades destinatarias de la ayuda española puede ser
de gran importancia. Y en segundo lugar, porque constituye un espacio de
enorme interés para la sensibilización educación y difusión de valores solidarios
y universalistas en un sector de la juventud llamado a jugar un relevante papel
en el futuro.
El papel que juega el ámbito de Género en este último Plan Director es
tanto de carácter transversal como sectorial además de constituirse como una de
las prioridades horizontales. Por tanto, la integración de la perspectiva de género
en la política española de cooperación internacional, se hace también prioritaria
en materia de educación a través de la investigación e información sobre la si-
tuación de las relaciones de género en los contextos político, social, económico
y cultural de los países empobrecidos. El mecanismo transversal implica integrar
la perspectiva de género en la totalidad de las políticas, planes y programas de de-
sarrollo, y para garantizar la integración real de la perspectiva de género en el de-
sarrollo de forma complementaria a la transversalización, se hace necesario in-
cluir acciones específicas, orientadas a reducir las brechas de desigualdad de
género para subsanar los desequilibrios mediante medidas escalonadas que favo-
rezcan progresivamente la integración en igualdad de las mujeres. En cuanto a las
Prioridades y Estrategias sectoriales de Género buscarán el aumento de las capa-
cidades y la autonomía de las mujeres a través del apoyo a actividades de forma-
ción y sensibilización dirigidas a mujeres y hombres, que contribuyan a un cam-
bio de actitudes en las relaciones de género y del apoyo a campañas de
información, educación para el desarrollo y sensibilización para prevenir la vio-
lencia contra las mujeres.
Si bien el marco normativo de las políticas de cooperación al desarrollo ha
ido avanzando en tanto en cuanto ha ido incluyendo a las universidades y ha au-
mentado su compromiso con las políticas de igualdad de género, se hace necesa-
rio saber en qué lugar queda tanto la Cooperación para el Desarrollo como la
Igualdad de Género en la normativa de las políticas de educación superior y en
concreto en la de las universidades. Como marco normativo, se hace referencia a
la Ley Orgánica de Universidades en la que como clave y fundamental en relación
al asunto a tratar está la Ley 6/2001 de 21 de diciembre de Universidades (B.O.E
24/12/2001), modificada por la Ley Orgánica 4/2007, de 12 de abril (B.O.E
13/4/2007). A destacar el artículo 92 de la Cooperación Internacional y la So-
lidaridad perteneciente al Título XIV. Del Deporte y la Extensión Universita-
ria, el cual dice textualmente: «Las universidades fomentarán la participación de los
miembros de la comunidad universitaria en actividades y proyectos de cooperación in-
ternacional y solidaridad. Asimismo, propiciarán la realización de actividades e ini-
ciativas que contribuyan al impulso de la cultura de la paz, el desarrollo sostenible y
el respeto al medio ambiente, como elementos esenciales para el progreso solidario».
La especificidad y potencialidad de la universidad en materia de Cooperación
al Desarrollo redunda entre otros aspectos, en la investigación, la docencia y el es-
tudio. Las actividades que pudieran ser coincidentes en dicha materia quedan in-

362
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…

cluidas en «Servicios a la Sociedad». Así, en el Título Preliminar quedan recogidas


de la siguiente manera las funciones de la Universidad al servicio de la sociedad.
Y el artículo 41 que hace alusión expresa a la función investigadora de la Univer-
sidad dice en su punto 1: «La universidad desarrollará una investigación de calidad
y una gestión eficaz de la transferencia del conocimiento y la tecnología, con los obje-
tivos de contribuir al avance del conocimiento y del desarrollo tecnológico, la innova-
ción y la competitividad de las empresas, la mejora de la calidad de vida de la ciu-
dadanía, el progreso económico y social y un desarrollo responsable equitativo y
sostenible, así como garantizar el fomento y la consecución de la igualdad». Por otro
lado, la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mu-
jeres y hombres. Título II. Artículo 32. Política española de cooperación para el
desarrollo. 3. La Administración española planteará un proceso progresivo, a me-
dio plazo, de integración efectiva del principio de igualdad y del enfoque de gé-
nero en desarrollo (GED), en todos los niveles de su gestión, que haga posible y
efectiva la aplicación de la Estrategia Sectorial de Igualdad entre mujeres y hom-
bres, que contemple actuaciones específicas para alcanzar la transversalidad en las
actuaciones de la cooperación española, y la promoción de medidas de acción po-
sitiva que favorezcan cambios significativos en la implantación del principio de
igualdad, tanto dentro de la Administración como en el mandato de desarrollo de
la propia cooperación española.

CUADRO
Genealogía normativa para la CUD y Género en Desarrollo

LEGISLACIÓN Y ACCIONES CUD GÉNERO


Becas del Instituto de Cultura Intereses en determinados
Hispánica o del Instituto países durante la época del
Hispano Árabe franquismo.
Constitución Española de 1978. Principio Rector Artículo 1. La igualdad como
Preámbulo uno de los valores superiores.
Artículo 14. Principio de igual-
dad ante la ley frente a la discri-
minación por razón de sexo.
Artículo 9.2. Facultad para eli-
minar obstáculos.
Creación del Instituto de Programa de formación en
Cooperación Iberoamericana Cooperación Internacional
(ICI)– 1979 «Mujeres y desarrollo»,
Programa-Becas Intercampus cofinanciado por el Fondo
(1994). AECI-ICI Social Europeo (FSE) (1990).
I Curso de especialización
sobre Mujer y Desarrollo.

363
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN

LEGISLACIÓN Y ACCIONES CUD GÉNERO


Ley 7/98 Cooperación Artículo 31 Principios de la Cooperación
Internacional para el Desarrollo Española. Articulo 2.b y c La no
discriminación por razón de
sexo y la participación en con-
diciones de igualdad.
Artículo 3.a
Artículo 7. c
Primer Plan Director 2001-2004 Capítulo VI. Principales IV. Estrategias de intervención.
Instrumentos de la Ayuda Prioridades Horizontales. La
Bilateral. Educación, promoción de la Igualdad entre
sensibilización e investigación mujeres y hombres.
sobre el desarrollo.
Capítulo VII. Principales
actores de la AOD.
Universidades, centros
educativos y organismos de
investigación.
Plan Director 2005-2008 Capítulo III. Estrategias y Capítulo II. Prioridades
Prioridades sectoriales. Horizontales. 3. Equidad de
Aumento de las capacidades género
humanas. 2. Sector: cobertura Capítulo III. Estrategias y
de las necesidades sociales. Prioridades sectoriales.
2.2. Educación Aumento de las capacidades y la
Capítulo VII. Los actores de la autonomía de las mujeres.
política de cooperación 6. Sector: Género y Desarrollo
internacional para el desarrollo.
5. La universidad.
LOU 6/2001 modificada por la Artículo 92. De la Cooperación Disposición adicional
LOU 4/2007 Internacional y de la duodécima. Unidades de
Solidaridad. Título XIV. igualdad.
Del Deporte y la Extensión Artículo 41. Apartados 1,3 y 4.
Universitaria. Artículo 45. Apartado 4
Artículo 46. Apartado 2.
Artículo 13. Órganos de go-
bierno y representación de las
universidades públicas.
Título IV. De la coordinación
universitaria.

3.1. El papel de la universidad en la Estrategia de Género y en la Red


Gedea
La Estrategia de Género es uno de los once documentos de planificación y
orientación denominadas Estrategias Sectoriales que contienen y marcan objeti-

364
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…

vos a desarrollar para la cooperación española en la lucha contra la pobreza. Su


objetivo general de desarrollo es «promover el pleno ejercicio de los derechos hu-
manos y la ciudadanía de las mujeres, mediante el empoderamiento de las mismas
en todas las esferas de participación, tratando de reforzar medidas concretas que
afiancen el cumplimiento de los derechos económicos, sociales, sexuales, políticos y
culturales de las mujeres en todos los países socios de la cooperación española como
mecanismos efectivo para reducir la pobreza».
Los procesos de sensibilización y formación en el ámbito de género y de-
sarrollo son vitales para la identificación de las debilidades y avances en dicho
ámbito. La creación de instrumentos adecuados para la puesta en práctica de
las distintas metodologías, enfoques y el debate sobre los mismos (MED y
GED), sobre conceptos claves como mainstreaming y empoderamiento etc.
han de generarse y visibilizarse a través de distintos actores como las ONG, la
propia AECI y en extensión en las Oficinas Técnicas de Cooperación (OTC)
ubicadas en los distintos países socios y por supuesto, también a través de las
universidades. Éstas últimas, como generadoras de conocimientos cuentan con
personal especializado, equipos de investigación-técnico multidisciplinares ca-
pacitados para la creación de nuevas líneas de investigación, análisis intra e in-
ter-organizacionales, evaluación etc. en Género y Desarrollo a través de cursos
de formación, sensibilización y apoyo, asesorías técnicas etc. Lo que significa
que en cuanto al marco institucional, el papel de las universidades en la Estra-
tegia puede llegar a constituirse como relevante. Dado que la universidad
puede ejercer un papel «neutral» entre la Administración Pública y el resto de
los actores, ésta podría reforzar –haciéndose así más cercanas– las relaciones
hacia la armonización y la coherencia de políticas de la Cooperación Española
con el resto de los actores de la cooperación. Y no sólo podría hacer ésto a ni-
vel nacional sino también a nivel internacional ya que las universidades, Insti-
tutos o Centros de Estudios Superiores especializados en Género y Desarrollo
poseen vínculos y normativa común en torno a la igualdad de género y el pleno
ejercicio de los derechos humanos de las mujeres en todo el mundo.
En definitiva, la universidad puede tener un papel central en lo que se refiere
a la fase de difusión, formación y transferencia a los distintos actores de la coope-
ración que contempla la Estrategia de Género. Dado que se trata de un docu-
mento que combina contenido teórico de referencia con elementos de guía o ma-
nual de consulta, primeramente puede colgarse a modo de difusión en los
distintos portales de los departamentos vinculados a la temática de género e in-
cluso en los Observatorios para la igualdad de Género de las universidades. Tam-
bién puede ser la propia Estrategia una herramienta central para la realización de
talleres de formación, seminarios etc. al interior de la propia comunidad univer-
sitaria. No cabe duda que el mayor protagonismo que puede obtener la universi-
dad en los objetivos de la Estrategia de Género ha de ser desarrollando sus ámbi-
tos propios y específicos como son la difusión, la investigación y la formación.
Las universidades españolas, en lo tocante a las Relaciones Internacionales cuen-
tan con convenios, programas, intercambios de personal técnico investigador

365
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN

con universidades del Sur etc. de las que muchas de ellas están insertas en Redes
y grupos no sólo a nivel nacional sino también a nivel internacional por lo que
le resultaría relativamente fácil y accesible la difusión de la misma a través de ca-
nales ya institucionalizados. En este mismo sentido, como la formación y la in-
vestigación son una especificidad y potencialidad de las universidades, éstas po-
drán organizar encuentros, seminarios y foros de debate en torno a la propia
Estrategia.
Un elemento a destacar del documento de la Estrategia de Género en De-
sarrollo es la creación de la Red GEDEA (Género en Desarrollo y Efectividad
de la Ayuda) para una mejor coordinación, transferencia y fluidez en la apli-
cación e información asociada a la puesta en práctica y al seguimiento de di-
cha Estrategia. Está tiene como finalidad ser un vehículo de transferencia de
información, no sólo de la Estrategia sino de acuerdos y debates internaciona-
les que abran espacios de intercambio de conocimientos y de las últimas noti-
cias sobre GED y Efectividad de la Ayuda, en el ámbito internacional, na-
cional y autonómico. Además vendrá acompañada de un banco de recursos
con los siguientes elementos: recursos normativos, institucionales y de publi-
caciones; banco de contactos profesionales y de buenas prácticas para su repli-
cabilidad. Por tanto, como se ha dicho anteriormente será un vehículo no sólo
para la difusión y formación sino para el intercambio de experiencias y para el
establecimiento de mecanismos de gestión y transferencia del conocimiento
acumulado en materia de género en el desarrollo por las Políticas de Coopera-
ción Española.

CUADRO
RED GEDEA y Universidad

FUNCIONES DE LA RED GEDEA Aportación de las Universidades


Difusión y sensibilización — Realizar encuentros, foros y congresos uni-
versitarios y de centros especializados en torno al
Género en Desarrollo.
— Crear y fomentar jornadas de sensibilización
sobre Género y Desarrollo al interior de la propia
comunidad universitaria. Ej. Jornadas o Semanas
sobre Género y Solidaridad Internacional.
— Generar encuentros, redes y grupos para la di-
fusión y aplicación de la Estrategia de Género
con las universidades españolas.
Formación y asesoría — Apoyar con recursos humanos y cubrir plazas
de formadoras para la formación sobre el DES-
GED.

366
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…

FUNCIONES DE LA RED GEDEA Aportación de las universidades


— Apoyar talleres de formación y trabajar con-
juntamente con otros actores de la cooperación
como ONGD, Comunidades Autónomas, Mu-
nicipalidades, movimientos de mujeres, aso-
ciaciones etc.
— Apoyar en el asesoramiento de la aplicación
de DESGED a nivel universitario y de centros
de estudios especializados tanto a nivel nacional
como a nivel internacional.
— Actuar como agentes multiplicadores de la
Estrategia proporcionando prácticas desde la
universidad procedentes de Maestrías o Cursos
de postgrado en las que se desarrollen actividades
vinculadas a la Estrategia de Género.
Promover calidad y eficacia de la ayuda en — Contribuir y apoyar como vehículo de inter
cuanto a GED comunicación y mediación entre los distintos ac-
tores de la Cooperación al Desarrollo Española y
con universidades o centros de estudios superior
especializados en género en países socios.
— Apoyar en la búsqueda de alianzas para la
puesta en práctica de la Estrategia.
Bancos de datos — Crear base de datos de profesorado y personal
investigador además de tesis o investigaciones re-
lacionadas con la temática de género y desarrollo.
Transferencia de información y gestión del — Apoyar y fomentar grupos de trabajo e inves-
conocimiento tigador técnico de universidades españolas y de
países socios para generar nuevas líneas de inves-
tigación y creación de mecanismos de gestión de
conocimiento en Género y Desarrollo a través de
intercambio de conocimientos y buenas prácti-
cas.
— Crear y apoyar publicaciones y Observatorios
de Género en Desarrollo

Fuente: Aportaciones de la autora a partir de las funciones de la RED GEDEA.

3.2. Documentos relevantes para la CUD con perspectiva de género


La Universidad forma parte integrante de la sociedad y por ello, ha de
compartir sus aspiraciones y también sus dificultades. Esta, por su función,
dispone de una serie de ventajas comparativas, como lugar privilegiado para
plantear y ayudar a la resolución de los problemas sociales y no se debe con-
formar con adaptarse de forma pasiva a esta evolución social sino que debe to-

367
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN

mar parte activa en la misma en estrecho diálogo y cooperación con las demás
entidades sociales, económicas, culturales y políticas. Entre otros, este diálogo
supone: el estudio de problemas, la sugerencia de propuestas, el intercambio de
formación, la movilización de la sociedad y el compromiso en la puesta en
práctica12.
La universidad en España, a través de distintos documentos está consoli-
dando su implicación y compromiso en lo que se refiere a la Solidaridad y en
específico a la Cooperación Universitaria al Desarrollo (CUD). Así, el primer
documento que ha servido como base y referencia en dicha materia es el co-
nocido como la «Estrategia de Cooperación Universitaria al Desarrollo» (ES-
CUDE). Esta fue consensuada por todas las universidades y aprobada por la
Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) previa ela-
boración de la Comisión de Cooperación al Desarrollo (CCD) del CEURI, en
septiembre de 2000. En ella se recogen los principios básicos que deben de re-
gir las acciones y la filosofía de la CUD. Se trata de un posicionamiento res-
ponsable del sistema español a favor de los países empobrecidos haciendo mu-
cho hincapié en el coprotagonismo y la corresponsabilidad entre los agentes, ya
sean españoles o de los países socios. Los fundamentos de dicha estrategia se
enmarcan en el siguiente objetivo fundamental: «la búsqueda de mejoras socia-
les, mediante la modificación de estructuras injustas, ineficientes e irracionales, a
través de programas que incidan en la generación y difusión de conocimiento, en
la formación de las personas y en la potenciación de proyectos aplicados». Se enun-
cian distintas funciones de cooperación al desarrollo a realizar por las univer-
sidades. Entre ellas, se destacan las siguientes: 1. Formación y Educación, 2.
Compartir experiencias (movilidad de estudiantado, profesorado y gestores y
colaboración entre estructuras diferentes), 3. Incidir en el entorno social (sen-
sibilización y educación al desarrollo), 4. Investigación para el desarrollo y 5.
Transferencia de tecnología.
En lo relativo a la perspectiva de género, a lo largo de todo el documento tan
sólo se hace mención explícita a la misma en el Apartado I.1. correspondiente a
la Presentación y Justificación: «Cuestiones esenciales en los procesos de desarrollo hu-
mano son, obviamente, la salud, la cultura, el reconocimiento del papel desempe-
ñado por la mujer, el respeto al conocimiento local, el uso sostenido de los recursos, la
protección del medio ambiente, pero también la mejora de los sistemas de ciencia y tec-
nología y de educación y formación».
El siguiente documento a mencionar es el de «Universidad: compromiso so-
cial y voluntariado». Como ya se ha venido diciendo, la universidad entre otras
cosas es un lugar de encuentro y reflexión, dedicada a la creación y difusión de
conocimiento y en alguna medida responsable de la formación integral de los y
las jóvenes que la sociedad les confía. En este sentido, el voluntariado universi-
tario internacional entraría a formar parte de las actividades de la CUD como
herramienta de sensibilización y participación en proyectos de cooperación in-

12 Universidad, Agente Social. Informe 2000 CRUE, p. 124.

368
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…

ternacional para el desarrollo. En el propio documento se alude al compromiso


de «cooperar en la identificación y denuncia de situaciones injustas, etc.» Y se
dice efectivamente en relación al voluntariado que «juega un papel importante
en el bienestar y el progreso de los pueblos. Entre sus principales objetivos se
encuentran los siguientes: 1. la lucha contra la pobreza, la injusticia y la discri-
minación en todos sus aspectos, 2. la defensa de los derechos humanos, muy
especialmente de los colectivos más desfavorecidos, 3. la defensa de la salud y
educación para todos y todas, 4. el respeto a las diferencias individuales y gru-
pales y 5. el respeto al medio ambiente y a su protección en un marco de desa-
rrollo equilibrado. Por tanto, no hay una mención explícita a los temas de gé-
nero o a las mujeres en este documento, sin embargo si se incluye la
participación de las ciudadanas en lo que se refiere al voluntariado. En cuanto
a los objetivos principales del voluntariado tampoco se nombra la igualdad de
género aunque en tres de los puntos (1, 2, 3) a tratar podría adecuarse a ésta
perfectamente. En cuanto a la sensibilización de la Comunidad Universitaria, se
hace referencia a las tareas de acción solidaria y a la denuncia de situaciones in-
justas en las que podrían incluirse las relativas a violencia de género y a situa-
ciones injustas y discriminatorias que se ejercen sobre las mujeres no sólo en Es-
paña sino a nivel internacional.
Aproximándonos en el tiempo, nos encontramos con el «Protocolo de ac-
tuación de las universidades frente a las situaciones de crisis humanitarias» de
Ayuda Humanitaria. Este documento relacionado con las actividades de la
CUD está vinculado a la ayuda humanitaria y fue aprobado por la CRUE en
abril de 2006. El estudio «La acción humanitaria desde la universidad española.
Análisis de experiencias y propuestas de actuación futura» (Gilsanz, 2006), mues-
tra que la universidad española se encuentra bastante involucrada en cuestio-
nes vinculadas a la Cooperación al Desarrollo, pero no tanto en las relaciona-
das con la Acción Humanitaria. Si bien este protocolo aprobado no incluye a
todas las actividades de la acción humanitaria si apunta hacia una de sus face-
tas complementarias como es la de la asistencia. Un párrafo del protocolo dice
así: la universidad, «como un agente más de cooperación, puede prestar su ayuda
en las situaciones de emergencia y contribuir a la reconstrucción de las zonas de-
vastadas. Más allá de la adhesión individual de los miembros de la comunidad
universitaria a las campañas de solidaridad, las universidades pueden poner su po-
tencial humano, recursos y conocimientos al servicio de los damnificados y de la res-
tauración y mejora de las condiciones de vida de las personas de territorios afecta-
dos13. El Protocolo ofrece unos mecanismos efectivos para actuar de manera
inmediata en los distintos ámbitos de la Ayuda Humanitaria y aunque no
menciona el ámbito de género si recomienda hacer uso y enviar a personal ex-
perto entre el que obviamente habría de estar personal especializado y con ex-
periencia en Género y Acción Humanitaria.

13 Protocolo de actuación de las universidades frente a situaciones de crisis humanitarias aprobado por
la CRUE el 3 de abril de 2006.

369
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN

Y por último se ha creado el Código de Conducta de las universidades en


materia de Cooperación al Desarrollo desde el que se establecen los mínimos
que las universidades están dispuestas a cumplir en su trabajo en cooperación al
desarrollo. Dicho código se divide en seis partes principales, antecedidas por un
preámbulo. La primera parte habla de los principios y objetivos de la Coopera-
ción Universitaria al Desarrollo; la segunda, de su identidad; la tercera, de la
participación e implicación de la comunidad universitaria; la cuarta de la rela-
ción de las universidades con las instituciones contraparte de otros países; la
quinta, de la relación de las universidades con el tejido social de la cooperación
y finalmente; la sexta, sobre la aplicación, difusión y cumplimiento del código.
Uno de los objetivos de este documento entre otros, es servir como instrumento
identificador de las buenas prácticas dentro del trabajo de cooperación que las
universidades españolas llevan a cabo en países del Sur. Para ésto, trata de esta-
blecer referencias claras que fomenten el carácter solidario de las ayudas, asi-
mismo permitir la colaboración más estrecha a las distintas universidades en
este terreno y procura, por último, que todas ellas se acomoden a las pautas es-
tablecidas en dicho código. En suma, se trata de un instrumento que fortalece
y legitima la CUD, dotándola de procedimientos y criterios éticos que preten-
den orientar y regular las actividades del trabajo de cooperación, delimitar cuá-
les son sus funciones propias, tanto hacia el interior de la propia universidad
para su mejor gestión, como hacia el exterior y para que se sepa lo que hace ésta
en dicho ámbito. Todo ello, sin que haya lugar a interpretarse que está en una
posición competidora, sino reforzar la idea de que es un agente o actor com-
plementario con el que poder crear estrategias para llegar a materializar alianzas,
partenariados, etc. En su artículo 9, el Código en mención define igualmente
la Cooperación Universitaria al Desarrollo como el «conjunto de actividades lle-
vadas a cabo por la comunidad universitaria y orientadas a la transformación so-
cial en los países más desfavorecidos, en pro de la paz, la equidad, el desarrollo hu-
mano y la sostenibilidad medioambiental en el mundo, transformación en la que el
fortalecimiento institucional y académico tienen un importante papel». Un aspecto
fundamental de dicho documento es también el de visibilizar las diferencias y
delimitaciones entre la CUD y el resto de los ámbitos de la cooperación uni-
versitaria, especialmente con los que incluyen aspectos de la internacionali-
zación. Las políticas de la CUD reflejan valores tales como el compromiso so-
lidario y social de la universidad etc. En cuanto a las cuestiones de género, el
Código de Conducta es el primer documento que cuenta con un artículo espe-
cífico. Así el Artículo 5. enuncia lo siguiente: «La equidad de género y el forta-
lecimiento de las capacidades y autonomía de las mujeres son consustanciales al
desarrollo humano y, al mismo tiempo, condiciones para el logro de los objeti-
vos globales del desarrollo, por lo que constituyen una referencia básica de la
Cooperación Universitaria al Desarrollo».

370
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…

CUADRO RESUMEN
Documentos en torno a la CUD y análisis del enfoque de Género
Documento CRUE, septiembre 2000. «Estrategia de Cooperación al Desarrollo» / Apartado I. 1.
Presentación y Justificación
Documento CRUE, junio 2001 «Universidad: Compromiso Social y voluntariado» / Objetivos 1,
2y3
Documento CRUE, abril 2006. «Protocolo de actuación de las universidades frente a situaciones de
crisis humanitarias de ayuda humanitaria»
Documento CEURI, 2006. Código de conducta de las universidades en materia de cooperación al
desarrollo / Artículo 5

3.3. Observatorio de la CUD con perspectiva de género


Uno de los proyectos actuales más relevantes respaldados tanto por la
Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID)
como por la Secretaría de Cooperación Internacional (SECI) en materia de
CUD es la creación del Observatorio de Cooperación Universitaria al Desa-
rrollo (OCUD). La idea de crear un Observatorio de la CUD se originó tras
varias reuniones de la Comisión de Cooperación al Desarrollo del CEURI.
Una vez se tuvo un mapa descriptivo a modo de diagnóstico de la situación de
la CUD en España, gracias entre otros al estudio realizado por Koldo Unceta
(2007), «La cooperación al desarrollo en las universidades españolas» se mostra-
ron de manera sistematizada y fiable las debilidades que se venían intuyendo.
A saber: la carencia de un sistema integrado de información que permitiera un
mejor conocimiento de la CUD y, en consecuencia, la elaboración de estrate-
gias que incluyan a petición expresa de la Administración Pública una base de
datos sobre las actividades de la CUD, la cual debe alcanzar a todo el sistema
de cooperación español así como su financiación en relación con la Ayuda Ofi-
cial al Desarrollo. Por tanto, el OCUD será un instrumento muy adecuado para
conocer la actuación de las Universidades en aquellas áreas donde éstas son actores
idóneos, tales como la investigación aplicada a desarrollo, la asistencia y capaci-
tación técnica y la formación de capital humano».
El diseño del Observatorio persigue entre otros los siguientes objetivos: fa-
cilitar la integración de la CUD en el sistema de Cooperación Española, tanto
en lo que se refiere a recopilar aquella información que resulte necesaria para
determinar si una actividad es computable como Ayuda Oficial al Desarrollo;
homologar los diferentes tipos de acciones que se llevan a cabo en las univer-
sidades en base a una misma tipología compatible con los criterios oficiales del
sistema de cooperación español y organismos de la cooperación internacional;
hacer más visible el trabajo que llevan a cabo las universidades en este campo,

371
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN

así como las potencialidades de los recursos con los que cuentan; potenciar el
trabajo en red tanto entre universidades como entre éstas y otros agentes de co-
operación etc. En relación a la perspectiva de género en el Observatorio de la
CUD, la misma SECI tiene un gran interés en que el ámbito de Género en
Desarrollo tenga un papel muy significativo y visible. Incluir una tipología es-
pecífica sobre el ámbito de género en armonía con la tipología general del Ob-
servatorio a la hora de recopilar la información, confluiría en una sistematiza-
ción de las actividades sobre «Género y Desarrollo» en las universidades
españolas muy recomendable para la CUD y para el resto de los actores de la
cooperación española.
En definitiva, la creación de este Observatorio visibilizando y teniendo en
cuenta de manera específica el ámbito de Género en Desarrollo y su financiación
por parte de las políticas de cooperación al desarrollo españolas supone un gran
paso para la CUD y al papel de la equidad de género en la misma. Lo anterior,
evidencia varios elementos a destacar: primero, el impulso y la fuerza con que la
universidad ha irrumpido en este singular y complejo ámbito de la cooperación
de la mano de la importancia que se le está dando a los temas de género en la
misma; segundo, la legitimidad que la universidad como institución ha ido ga-
nando al interior de los poderes públicos y de otros actores que tienen que ver con
el mundo de la cooperación; y tercero, el reconocimiento de la universidad y de
los temas de género por actores tales como ONGD, el sector empresarial, grupos
de profesionales y en general de la sociedad.

3.4. La CUD con perspectiva de género y las ONGD


En cuanto a las posibilidades relacionales entre las ONGD y las universida-
des en el ámbito de Género y Desarrollo habría mucho que decir. Las ONGD son
instituciones con un papel protagonista en el sistema de cooperación español, y
las universidades vienen participando desde hace tiempo y activamente como ac-
tores y/o agentes de dicho sistema. Según Carlos Mataix y Eduardo Sánchez
(2006) existe un alto nivel de potencialidad a nivel de colaboración entre las uni-
versidades y las ONG que pueden llevarse a cabo de diferentes y muchas formas
posibles de actuación conjunta, confluyendo en la creación y generación de efec-
tos positivos y multiplicadores. Los mismos autores en un artículo titulado «Opor-
tunidades para la colaboración entre ONGD y Universidades», enumeran entre otras
las siguientes posibilidades de colaboración entre ambas instituciones: ejecución
de proyectos conjuntos; ofertar por parte de la universidad servicios que contri-
buyan a la mejora de la calidad de los proyectos de las ONGD y, en especial, for-
mación de los cuadros directivos y técnicos en la preparación a profesionales de
las ONGD, así como la asistencia técnica; poner recursos– económicos materia-
les y humanos– desde las universidades, a través de sus centros o direcciones de
cooperación, para el fortalecimiento de proyectos de ONGD; establecer alianzas
en la difusión de la educación para el desarrollo en el ámbito universitario; ofre-

372
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…

cer a las ONGD servicios de información y de orientación en trabajo voluntario,


destinar recursos, tales como instalaciones o material de trabajo a ONGD. Todo
ésto es aplicable al trabajo de las ONGD en Género que además según un estu-
dio realizado por Clara Bastardes y Laia Franco sobre «La perspectiva de género,
reto pendiente de las ONG del Norte» es una ardua tarea a la vez que un reto y asig-
natura pendiente a conseguir por parte de las mismas. Según estas autoras, las
ONGD no tienen interiorizada la perspectiva de género en su trabajo interno ni
externo, ya que de las ONGD analizadas «sólo un 17% de las organizaciones
tiene desarrollada una política de género» y muy pocas cuentan con un grupo de
género dentro de la propia entidad y de presupuestos específicos para esta cues-
tión». En este sentido, la universidad a través de personal técnico especializado
podría realizar diagnósticos con las respectivas recomendaciones y apoyos de
cómo implementar y fortalecer la perspectiva de género en el trabajo de las
ONGD, Administración Pública y empresa privada a través de asesorías, evalua-
ciones etc. Por tanto, se considera necesario que el resto de los actores de la coo-
peración al desarrollo y universidades se conozcan mutuamente y definan bien sus
respectivos papeles en el ámbito del Género en Desarrollo más en función de la
complementariedad que de la competitividad. Por ello sin duda, todos y cada
uno de éstos podrían compartir sistemas de información, los cuales faciliten la
identificación de capacidades y necesidades y así puedan satisfacerse mutuamente.
Por consiguiente, se reafirma el papel «neutral» que la universidad puede jugar a
la hora de crear espacios de encuentro y de concertación entre los distintos acto-
res de la cooperación al desarrollo.

3.5. Investigación sobre Género en Desarrollo


La investigación es uno de los ámbitos más importantes y propios de la uni-
versidad en materia de Desarrollo. Por ello, se hace necesario analizar en que estado
se encuentra la investigación universitaria en España relacionada con lucha contra
la pobreza y en general en lo que tiene que ver con los procesos de desarrollo in-
ternacional y acción humanitaria así como en concreto el ámbito de género. En las
universidades españolas hay la tendencia a tratar más a la Cooperación al Desa-
rrollo como instrumento que como objeto de campo en sí mismo, y a la Acción
Humanitaria más como ayuda (carácter asistencial) que como acción compleja y
conformada por facetas complementarias tales como la asistencia, la protección y
el testimonio. Estas tendencias se deben a múltiples factores, entre otros, a que en
los órganos responsables del impulso público a la investigación científica no existe
sobre el particular, prioridad ni especificidad alguna. Esto se ve reflejado en el he-
cho que en el Plan Nacional de I+D+I no se recoge la Cooperación al Desarrollo
y mucho menos el humanitarismo de manera específica, ni como prioridad en
cuanto hace referencia a los procesos de investigación. Ello se debe entre otras co-
sas, a que, en las convocatorias se priorizan más otros temas y también porque las
publicaciones derivadas de temas asociados a la cooperación y al humanitarismo no

373
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN

son reconocidas ni se contabilizan como tales en el sistema oficial de investigación


ya que no existe un área específica a la cual adscribirse.
En lo relacionado con la investigación en el ámbito de Género y Desarrollo,
decir que es bastante escasa. A destacar en el ámbito de la formación, a través de
la subvención del Instituto de la Mujer junto con el Fondo Social Europeo es un
Programa de Master «Cooperación Internacional Mujeres y Desarrollo» que se puso
en marcha en 1990, primero como I Curso de especialización sobre Mujer y De-
sarrollo, el cual se convirtió en una iniciativa pionera y sin precedentes de forma-
ción en la materia en España llegando a consolidarse como Magíster universita-
rio en Género y Desarrollo14. En lo que respecta a la investigación, si bien
podríamos incluir los trabajos de investigación a modo de tesina de carácter obli-
gatorio de dicha Maestría, una vez realizada la formación teórica y práctica con es-
tancias en Organismos Internacionales, Administración Pública u ONGD en los
países del Sur, no se han encontrado subvenciones o becas específicas dirigidas a
dicho ámbito en concreto. En este mismo sentido, se hace legítimo citar el es-
fuerzo por parte del Instituto de la Mujer en sacar convocatorias de becas de for-
mación entre las que se encuentra una de ellas a desarrollar en la Consejería Téc-
nica de Cooperación. Y finalmente, en torno a la investigación existe una línea de
subvención que aunque no es específica sobre Género y Desarrollo, dicha temá-
tica o área sería susceptible de ser incluida: a) subvención a la investigación. Tam-
bién hay otra línea que podría vincularse a la de investigación como es b) sub-
vención para la realización de actividades y seminarios en el ámbito de la
Universidad.

4. GÉNERO Y CUD: RECOMENDACIONES, REFLEXIONES


Y RETOS
En este último apartado se enunciarán algunas reflexiones o ideas a modo de re-
comendación sobre Educación Superior y Género en Desarrollo de elaboración pro-
pia extraídas a partir de documentos relevantes15 para lo que ha de ser la CUD desde
la perspectiva de género.

Recomendaciones:
Se hace necesario e imprescindible poner en común e intercambiar los conoci-
mientos teóricos y prácticos entre todos los países del mundo. Si se parte de un prin-

14 El Master de Género y Desarrollo cuenta en la actualidad con 15 ediciones y es coordinado por el Ins-
tituto Complutense de Estudios Internacionales (ICEI) de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
15 1) La Cuarta Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Mujer (Beijing, 1995) y documentos refe-
ridos a Beijing+ 10
2) Educación Superior (París, 1998), documentos pertenecientes a la revisión de Paris + 5 y reflexiones
y documentos en elaboración a la espera de la celebración de París + 10.

374
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…

cipio de solidaridad y de una auténtica asociación entre los distintos estableci-


mientos de enseñanza superior de todo el mundo, la educación superior y la for-
mación e investigación en todos los ámbitos, ayudarán sin duda a entender me-
jor los problemas mundiales. A partir de los recursos humanos calificados se
puede contribuir a la resolución y en concreto a la consecución de la igualdad de
género y a la convivencia y respeto a culturas y valores diferentes. Los principios
de la cooperación internacional fundados en la solidaridad, el reconocimiento y
el apoyo mutuo junto con una auténtica asociación que redunde, de modo equi-
tativo, en beneficio de todas las personas interesadas y la importancia de poner en
común los conocimientos teóricos y prácticos a nivel internacional, deberían re-
gir las relaciones entre los establecimientos de enseñanza superior en los países do-
nantes y socios, en particular en beneficio de estos últimos. Así, se debería de te-
ner en cuenta la necesidad de salvaguardar las capacidades institucionales en
materia de educación superior en las regiones empobrecidas y en aquellas que pa-
decen situaciones de conflicto o desastres naturales. Por tanto, la dimensión in-
ternacional junto con la temática de género debería estar presente en los planes de
estudios y en los procesos de enseñanza y aprendizaje. En este sentido, los pro-
gramas de intercambio de docentes y estudiantes han de tener en cuenta a las mu-
jeres y el establecimiento de vínculos institucionales para promover la coopera-
ción intelectual y científica en el trabajo por la igualdad de género que debiera ser
parte integrante de todos los sistemas de enseñanza superior. Para ello, la Univer-
sidad habría de:

• Educar, formar y realizar investigaciones en Género y Desarrollo:


— Formar a personas diplomadas y licenciadas con alta cualificación además
de a una ciudadanía responsable y capaz de atender a las necesidades de todos los as-
pectos de la actividad humana, a través de una formación que combine conoci-
mientos teóricos y prácticos de alto nivel adaptados a las necesidades presentes y fu-
turas de la sociedad.
— Constituir un espacio abierto para la formación superior que propicie el
aprendizaje permanente formando una ciudadanía que participe activamente en
la sociedad haciendo incidencia en la participación real de las mujeres; ésto es sin
exclusiones directas y/o encubiertas. Se trata de obtener una ciudadanía abierta al
mundo, que promueva el fortalecimiento de las capacidades endógenas, el empo-
deramiento, la autonomía de las mujeres, la consolidación en un marco de justi-
cia de los derechos humanos y de las mujeres, la democracia y la paz. En defini-
tiva un desarrollo humano sostenible.
— Promover, generar y difundir conocimientos por medio de la investi-
gación para la contribución al desarrollo cultural, social y económico de las so-
ciedades, fomentando y desarrollando la investigación científica y tecnológica
a la par que la investigación en el campo de género desde un punto de vista
multidisciplinar.

375
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN

— Contribuir a comprender, interpretar, preservar, reforzar, fomentar y di-


fundir las culturas nacionales y regionales, internacionales e históricas, en un con-
texto de pluralismo, diversidad cultural, identidad e igualdad de género, así como
a proteger y consolidar los valores de la sociedad, velando por inculcar en la ju-
ventud los valores en que reposa la ciudadanía democrática proporcionando pers-
pectivas críticas y objetivas a fin de propiciar el debate sobre las opciones, entre
otras de identidad sexual, lucha contra la violencia machista etc.
— Fomentar el potencial y los desafíos de la tecnología y así aprovechar ple-
namente las tecnologías de la información y la comunicación con fines educati-
vos esforzándose al mismo tiempo por corregir las graves desigualdades existentes
entre los países, así como en el interior de éstos en lo que respecta al acceso de las
mujeres a las nuevas tecnologías de la información, la comunicación y a la pro-
ducción de los correspondientes recursos.

En definitiva, la universidad ha de utilizar su capacidad intelectual y presti-


gio moral para defender y difundir activamente valores universalmente acepta-
dos, como son la paz, la justicia, la libertad, la igualdad de género y la solidari-
dad, tal y como han quedado consagrados en la Constitución de la UNESCO.
La idea fundacional ha de basarse en la esperanza de un mundo mejor, capaz de
respetar los derechos humanos, practicar el entendimiento mutuo y hacer del
progreso del conocimiento un instrumento de promoción del género humano,
y no de discriminación. Su objetivo último, en este proceso de cambio y desa-
rrollo de la educación superior es alcanzar una renovación global y forjar una
nueva perspectiva acerca de la educación superior y la investigación plasmada en
el concepto de una «universidad proactiva» estrechamente vinculada a las cir-
cunstancias locales, aunque plenamente comprometida con la búsqueda univer-
sal de la verdad y el avance del conocimiento17. Ello debería conducir al adveni-
miento de un nuevo «pacto académico» que en todos los países, colocaría a la
educación superior en un mejor sitial para responder a las necesidades presentes
y futuras del desarrollo humano sostenible incluyendo la igualdad de género.
La Cooperación Internacional en el ámbito a tratar, debería basarse por en-
cima de todo en la participación y la búsqueda colectiva de la calidad y pertinen-
cia de la educación superior. Las condiciones de deterioro en las que funcionan las
instituciones de educación superior, sobre todo en algunos países empobrecidos,
requieren de solidaridad internacional. A este respecto, es importante promover
los programas e intercambios que puedan ayudar a reducir los desequilibrios exis-
tentes y facilitar el acceso al conocimiento y su transferencia, a través de Progra-
mas de intercambio en el ámbito de género18. Así, las universidades de los países
donantes tienen la obligación de realizar una investigación que pueda contribuir

17 Fuente: UNESCO (febrero 1995).


18 Extraido añadiendo aportaciones de elaboración propia de la Comisión Internacional sobre Educación
para el S.XXI. «La Educación encierra un tesoro» (1996).

376
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…

a resolver los problemas más graves en los que se han de incluir a los de índole de
género.
Siguiendo a la UNESCO existen diversas acciones que deberían empren-
derse en el plano de la Cooperación Internacional a las que se ha añadido la ma-
teria de Género19. Así, se deberá:

— Concebir la cooperación como parte integrante de las funciones institu-


cionales de los establecimientos y sistemas de educación superior. Las organiza-
ciones intergubernamentales, los organismos donantes y las organizaciones no
gubernamentales deberán ampliar su acción para desarrollar proyectos de coope-
ración interuniversitaria integrando la perspectiva de género y colaborando con-
juntamente con otras instituciones de educación superior, ONGD, etc. basadas
en la solidaridad y la asociación, con objeto de establecer relaciones complemen-
tarias y beneficiar a la población y en especial a las mujeres de los países más em-
pobrecidos en ámbitos cruciales de la producción, de creación y aplicación de los
conocimientos así como en investigación. Cada establecimiento de enseñanza su-
perior deberá preveer la creación de una estructura o mecanismos apropiados para
promover y organizar la cooperación internacional y llegar a una igualdad de gé-
nero y empoderar a las mujeres, para poder confluir en una sociedad y en un
mundo más justo y equitativo.

— Potenciar y promover la movilidad universitaria internacional con especial


atención a las mujeres como uno de los medios de hacer progresar el saber y de
compartirlo, a fin de instaurar y fomentar la solidaridad, principal elemento de la
futura sociedad mundial del saber, incluyendo la cooperación Sur-Sur y hacer ac-
cesible la movilidad a través de la convalidación de diplomas, licenciaturas etc.

A modo de resumen, se podrá decir que algunas recomendaciones para la


educación superior en el ámbito de la cooperación internacional serían las si-
guientes: movilizar el enorme potencial que ofrecen las organizaciones no guber-
namentales que trabajan en género y, por consiguiente, las iniciativas de base,
que podrían prestar un valioso apoyo a las actividades de cooperación interna-
cional con perspectiva de género. Estas propuestas deberían desarrollarse en un
marco de colaboración conjunta y hacia un empoderamiento y autonomía de las
mujeres y no hacia una dependencia. Compartir buenas prácticas, y experiencias
positivas, tecnologías y sus medios financieros y materiales y contribuir al esta-
blecimiento de redes sustentadas en iniciativas de las ONG, con miras a desarro-
llar una enseñanza de calidad (Cátedras UNESCO) o fomentar las asociaciones
en el ámbito de la investigación con perspectiva de género.

19 Punto 10 y 11.

377
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN

Reflexiones:
La educación ha de tener la misión de permitir a todas las personas sin excep-
ción, hacer fructificar todos sus talentos y todas sus capacidades de creación, lo que
implica que cada cual pueda responsabilizarse de sus acciones y realizar su proyecto
personal. En este sentido según María Montessori «La Educación no debería ser solo
impartir conocimiento, sino un nuevo camino hacia la realización de las potencialidades».
La universidad, como interlocutor privilegiado habría de fomentar en una coopera-
ción internacional el intercambio de profesorado y estudiantes además de facilitar la
difusión de la mejor enseñanza mediante la creación de instrumentos como ya se ha
citado el ejemplo de las cátedras internacionales etc. Por otro lado, la universidad ha
de superar la oposición que enfrenta erróneamente la lógica de la administración pú-
blica y la del mercado de trabajo, encontrando así el sentido de su misión intelectual
y social en la sociedad, y convirtiéndose por tanto en cierto modo, en una de las ins-
tituciones garantes de los valores universales y del patrimonio cultural.
Si bien se está empezando a consolidar la CUD en España a través algunas ve-
ces de los esfuerzos personales de miembros de la comunidad universitaria, ya sea de
profesorado, PAS etc. también y lo más importante es que se está incentivando a tra-
vés del apoyo institucional en cuestión de recursos y planificación de programas ads-
critos en las políticas universitarias de las universidades, como lo demuestra la crea-
ción de distintas estructuras, documentos y publicaciones oficiales como son las
Oficinas de Cooperación, la Comisión de Cooperación al Desarrollo del CEURI,
el Código de Conducta, el Observatorio de la CUD etc. Sin embargo, en el ámbito
de género en desarrollo apenas se está iniciando esta andadura en la que han de en-
contrarse el trabajo por la equidad de género y la CUD. En la universidad, aún pre-
valece una sutil discriminación generalizada contra las mujeres en el ámbito acadé-
mico a través del denominado «techo de cristal». La investigación y formación en
género y las mujeres en cargos representativos al interior de la universidad, la ma-
yoría de las veces son escasos y a ésto le añadimos el trabajo en el ámbito de la so-
lidaridad internacional o la cooperación al desarrollo que no se trata ni mucho me-
nos de un área prioritaria sino a veces todo lo contrario. Se parte entonces, de una
doble discriminación que hace que la formulación y aplicación de las políticas de
cooperación al desarrollo desde la perspectiva de género con mucha suerte esté
arrancando en algunas universidades. Ha sido difícil y ha costado muchísimo tra-
bajo y esfuerzos introducir y considerar el ámbito de género en el ámbito acadé-
mico, está ocurriendo prácticamente lo mismo con las políticas de Cooperación al
Desarrollo, por lo que esta combinación en principio, hace que el interés en políti-
cas sobre Género en Desarrollo aumente en dificultad.
Por otro lado, la institucionalización tanto de la cooperación al desarrollo
como de la igualdad de Género en las universidades está avanzando poco a poco,
hay motivaciones y voluntades personales que se están convirtiendo muy lenta-
mente en una voluntad política que para materializase ha de pasar por una ver-
dadera institucionalización desde la que se requieren recursos económicos, presu-
puesto y una política de calidad y eficacia. Esto se puede obtener, entre otros

378
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…

elementos con la creación de planes estratégicos y personal especializado para su apli-


cación, mantenimiento, seguimiento y evaluación: es decir, desde un compromiso
programático. El objetivo a perseguir habría de ser el de transversalizar el trabajo por
la equidad de género en la CUD y se traduce entre otras cosas, en que todas las ac-
tuaciones y actividades estuvieran imbricadas en la corriente principal regidas por
una política de género institucional, al tiempo que existieran unidades específicas de
género en las estructuras en las que se gestione, ejecute o canalicen las actividades de
la CUD. Así, en los Vicerrectorados de Relaciones Institucionales y Cooperación, a
través de sus Oficinas, en Institutos Universitarios de Cooperación etc.
Apenas existen equipos de investigación o centros dedicados al ámbito de Gé-
nero en Desarrollo, si bien se han creado en algunas universidades Institutos de Es-
tudios de la Mujer, unidades de Género o Departamentos de Género, Programas
Interdisciplinares de Género, Observatorios etc. aún no se ha llegado al nivel de
afectación de la mayor parte de la comunidad universitaria. Si le añadimos a ésto
que los temas de Desarrollo son bastante marginales, mucho más por tanto, los de
Género en Desarrollo. Actualmente se está empezando a avanzar en relación al cruce
entre Género y Migraciones. Siguiendo esta misma tónica, los estudios, análisis e in-
vestigaciones, proyectos y evaluaciones sobre género en desarrollo existentes, son es-
casos y en su mayoría tienen un carácter más bien introductorio y generalista sin
apenas profundizar o alcanzar aspectos de máximo interés e impacto para el trabajo
en equidad de género. Además, la mayoría de ellos están muy alejados de la realidad,
dado que es difícil conseguir presupuesto para vincular la parte práctica y la teórica,
es decir entre las investigaciones y su aplicabilidad vinculada a la Cooperación al
Desarrollo o a los procesos de Desarrollo. Gracias a la Maestría sobre Mujeres y De-
sarrollo citada anteriormente, la cual ofrece prácticas en terreno, se están haciendo
tesinas o trabajos de investigación sobre distintos aspectos de la realidad de las mu-
jeres en países socios. Sin embargo, éstas no tienen el alcance investigador que
otorga una tesis o proyectos de investigación a través de los cuales se podría ascen-
der de rango investigador en dicho ámbito. Por otro lado, hay una casi inexistencia
en lo que se refiere a hacer análisis rigurosos e investigadores en torno a la creación
de nuevos instrumentos, indicadores, seguimientos y evaluaciones inclusivas, que
reconozcan y amplíen los paradigmas de actuación de otras culturas, otros modos
de operar y en definitiva de relacionarse y vivir. Esto ampliaría el concepto de desa-
rrollo y por tanto el campo de mediciones y evaluaciones otras siempre dirigidas ha-
cia el mejoramiento y la igualdad de género.

Retos:
• Sensibilizar a toda la comunidad universitaria en el ámbito de Género y
Desarrollo a través de jornadas, encuentros, congresos etc.
• Crear una mayor vinculación e interconexión entre las investigaciones realiza-
das, grupos de estudios etc, con los Organismos Internacionales y Adminis-
traciones Públicas tanto de España como de los países socios.

379
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN

• Apoyar en materia de Género a universidades del Sur a través de las distin-


tas modalidades de la CUD.
• Elaborar programas de prácticas a través de colaboraciones conjuntas entre
Universidades del Sur, Centros de Estudios superiores especializados, Ad-
ministración pública, ONGD locales etc.
• Apoyar más investigaciones sobre feminismos, dado que generalmente apenas
se les vincula con los procesos de Desarrollo o con los proyectos en terreno.
• Promover la creación de unidades o áreas específicas de género encargadas de
las Relaciones Internacionales, Institucionales o de Solidaridad Internacional
y Desarrollo para que se tenga en cuenta la CUD con perspectiva de género.
• Crear redes universitarias que involucren a todas las universidades españo-
las en programas a largo plazo sobre Género en Desarrollo.
• Fortalecer los movimientos de Mujeres y/o por la igualdad en países del Sur, po-
tenciar los propios en los países donantes e intercambiar información y buenas
prácticas para un mutuo enriquecimiento, intercambio y complementariedad.

5. CONSIDERACIÓN FINAL
En definitiva, la universidad posibilitando el acceso a la educación superior,
la formación, investigación y haciendo análisis rigurosos y críticos, debe con-
tribuir a la construcción de una justicia social global desde la que para ser tal,
obviamente ha de pasar por la igualdad de género. Atajar la discriminación con-
tra las mujeres ha de ser una prioridad para el Desarrollo, la Paz y la Democra-
cia en el mundo. Por ello, se hace necesario recuperar las genealogías feministas
del enfoque de Género en Desarrollo y pensar en clave política para llenar de
contenido a través de enfoques operativos el trabajo por la igualdad de género.
Solo así, se podrá reforzar y respaldar a los movimientos de mujeres y por la
igualdad, asi como a sus reivindicaciones. Esto se traduce en hacer Políticas de
Desarrollo en Género, incidiendo en la necesidad de recuperar y trabajar el en-
foque GED, llevando a cabo e intercambiando «buenas prácticas» sin perder
nunca la referencia y el sentido ante los tecnicismos operativos, la «imposición»
o preferencia de los países donantes y sus subvenciones. Esto significa «no per-
der el Norte, y ganar con el Sur» a través de intercambio de conocimientos y de
experiencias en pos de una justicia social. Es decir, la plena realización de un
trabajo bien hecho orientado hacia un fin común y enriquecedor: adecuación
entre el decir, el pensar y el hacer.
María Zambrano dijo que la vinculación entre «el decir» (la vindicación política)
y la actuación regida por una ética es la «valentía pública» y el «coraje» que significa
salir de la propia situación. Salir de la situación de subordinación a través de la crí-
tica constructiva será la tarea –entre otras– a re-crear impulsada por la valentía y el co-
raje de las personas libres. La puerta está entreabierta desde y por los feminismos
como condición de posibilidad a nuevos espacios en los que personas libres, iguales
y solidarias puedan poner en ejercicio su derecho al procuro de su especificidad y de

380
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…

sus formas de felicidad. Esto es una ética y una política integrales de la mano de la
universidad.

ANEXO I
Cuadro resumen de normativa de Género a nivel internacional
en la que se incluyen aspectos de la educación
1975– México– I Conferencia Mundial sobre la Mujer: Proyección internacional del movimiento
de mujeres y Primer Plan de Acción Mundial para el avance de las mujeres.
1976– Creación del Fondo de Desarrollo de UN para la Mujer (UNIFEM) y del Instituto de In-
vestigaciones y Capacitación para la promoción de la mujer (INSTRAW): ambos organismos pro-
mueven políticas y programas para el desarrollo de las mujeres.
1980– Copenhague– II Conferencia Mundial sobre la Mujer (3 ámbitos: Igualdad, Desarrollo y Paz;
en Igualdad se habla del acceso a la educación).
1985– Nairobi– III Conferencia Mundial sobre la Mujer. Igualdad, Desarrollo y Paz.
1993– Declaración sobre la eliminación de la discriminación contra la mujer, ratificada por 189 países.
1995– Beijing– IV Conferencia Mundial de Naciones Unidas sobre la Mujer que dará lugar a la Pla-
taforma de Acción de Beijing. La perspectiva de género deberá estar presente de manera transversal
en todas las políticas y programas de desarrollo, como estrategia para alcanzar la igualdad real entre
mujeres y hombres. Identifica 12 áreas de intervención. (Área de educación)?
1995– Unión Europea– Resolución sobre la integración de la perspectiva de género en todas las po-
líticas e intervenciones de desarrollo, complementando con la ejecución de medidas específicas a fa-
vor de las mujeres.
1995-1998– Comité de Ayuda al Desarrollo de la OCDE. Declaración sobre igualdad de género
como objetivo del desarrollo. Directrices para la igualdad entre mujeres y hombres y el empodera-
miento de la mujer en la cooperación al Desarrollo.
2000– Revisión de las estrategias y medidas adoptadas por la Plataforma. NY– «Mujer 2000: Igual-
dad de Género, desarrollo y paz para el S.XXI».
2000-Beijing + 5 documento: «Revisión y evaluación del progreso logrado en la implementación de
las 12 áreas críticas de preocupación de la Plataforma de Acción Beijing».
2005– Beijing + 10
2007– El Cairo– Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo del Cairo: expresó la ne-
cesidad de avanzar en la promoción de la igualdad de derechos y en la ampliación del poder de las
mujeres en todos los ámbitos de la vida política, económica, social y cutural, como un asunto de Es-
tado, tarea de gobiernos y preocupación de la comunidad internacional. Reconoció, igualmente por
primera vez, el rol central de la sexualidad y las relaciones de género en la salud de las mujeres y en
el ejercicio de sus derechos.

BIBLIOGRAFÍA
ARIAS, S. Y MOLINA, E. (Coords.): Universidad y Cooperación al Desarro-
llo, Colección Cuadernos Solidarios, UAM Ediciones, Madrid, 2006.

381
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN

BERNIS, C., GALLEGO, M., MAQUIEIRA, V.: mujeres en un mundo


global. movimientos y cooperación (xvi jornadas de investigación interdisciplina-
ria), ediciones de la universidad autonoma de madrid, iuem, madrid, 2007.
BONI, A. y PÉREZ-FOGUET, A.: Construir la ciudadanía global desde la
universidad, Colección Informes, Intermón Oxfam e Ingeniería Sin Fronteras,
Madrid, 2006.
REY, F., DE CURREA-LUGO, V.: El Debate Humanitario, Barcelona, Ica-
ria, 2002.
GILSANZ, J.: La acción humanitaria desde la universidad española. Análisis de
experiencias y propuestas de actuación futura. Cuaderno del IECAH, Instituto de
Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH), Madrid, 2006.
RUIZ, A.: Beijing +10. Febrero 2005. 1995-2005 Evaluación de la Aplicación
por España de la Plataforma de Acción de Beijing. CELEM (Coordinadora Espa-
ñola del Lobby Europeo de Mujeres), Madrid, 2005.
SEBASTIÁN, J. (2004): Cooperación e Internacionalización de las Universi-
dades, Biblos, Buenos Aires.
— (2001): La universidad como espacio para la cooperación iberoamericana,
Universidad de Valladolid.
SEN, A. (2000): Desarrollo y Libertad, Planeta, Barcelona.
— (2006): El valor de la Democracia, Intervención Cultural, Madrid.
UNCETA, K.: La Cooperación al desarrollo en las universidades españolas, Cul-
tura y Desarrollo, Agencia Española de Cooperación Internacional, 03, Madrid,
2007.

Relación de artículos consultados:


ALONSO, J. A.: «La universidad como agente de cooperación al desarrollo:
algunas consideraciones generales», en ARIAS, S. y MOLINA, E. (Coords.): Uni-
versidad y Cooperación al Desarrollo, Colección Cuadernos Solidarios, Págs. 29-
35. UAM Ediciones, Madrid, 2006.
BONI, A.: «La universidad transformadora y la Cooperación al Desarrollo»,
en ALONSO, J. A. y HERNÁNDEZ, R.: III Congreso «Universidad y Cooperación al
Desarrollo», Págs. 23-45, Madrid, 2006.
CARBALLO, M, GILSANZ J.: «La incorporación del concepto de género en la
universidad a través de los estudios de postgrado» en ALONSO, J. A. y HERNÁNDEZ, R.:
III Congreso «Universidad y Cooperación al Desarrollo», Págs. 70-79, Madrid, 2006.
MOLINA, E., RODRÍGUEZ, M., VERGE, T. (2005).: «Mujeres y Educa-
ción»en Beijing + 10 CELEM, Págs. 53-64, Madrid,
MOSER, C.: «La institucionalización de la planificación de Género», Págs.
159-199. Gender Planning and Development. Theory, Practice and Training,
Routledge, Londres.
SEBASTIÁN, J. (2006): «Oportunidades y desafíos de la cooperación uni-
versitaria al desarrollo», en ARIAS, S. y MOLINA, E. (Coords.): Universidad y Coo-

382
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…

peración al Desarrollo, Colección Cuadernos Solidarios, Págs. 37-50, UAM Edi-


ciones, Madrid,
— (2000): «Modalidades y tendencias de la cooperación internacional de las
universidades», Revista Española de Desarrollo y Cooperación, Nº 5, Págs. 125-
144. Instituto Universitario de Desarrollo y Cooperación, Universidad Complu-
tense de Madrid.

Ponencias y comunicaciones en Congresos:


ALONSO, J. A. (2003): «El papel de la Universidad en la Cooperación In-
ternacional al Desarrollo», Conferencia en Jornada de trabajo «Cooperación
Universitaria al Desarrollo», Consejo Social de la Universidad Pública de Na-
varra.
CERVERA, J.: «Buenas prácticas en materia de cooperación universitaria
para el desarrollo», Ponencia en Jornadas «Hacia una Universidad más solidaria.
Jornadas de Cooperación Universitaria para el Desarrollo», Oficina de Coopera-
ción, Universidad de Salamanca, 2007.
MURGUIALDAY, C. y HERNÁNDEZ, R.: «Un Código de Conducta para
una cooperación universitaria solidaria y de calidad», Ponencia en Jornadas «La
cooperación universitaria al desarrollo a debate», Oficina de Cooperación al De-
sarrollo, UPV/EHU, 2005.
SEBASTIÁN, J.: «Objetivos e instrumentos para la mejora de la Calidad de
la Cooperación Universitaria para el Desarrollo», Ponencia en «3ª Jornada de
Cooperación para el Desarrollo desde la UPM: Calidad e impacto de la Coope-
ración Universitaria al Desarrollo», Dirección de Cooperación para el Desarrollo,
Universidad Politécnica de Madrid, 2007.
SOTILLO, J. A.: «La política española de cooperación para el desarrollo: ac-
tores e instrumentos», Ponencia en Jornadas «Hacia una Universidad más solida-
ria. Jornadas de Cooperación Universitaria para el Desarrollo», Oficina de Coo-
peración, Universidad de Salamanca, 2007.
UNCETA, K. y RAMOS, E.: «Resultados de la investigación «Tipologías de
las actividades de cooperación al desarrollo llevadas a cabo por las universidades
españolas: delimitación y análisis comparativo»», Ponencia en Jornadas «La coo-
peración universitaria al desarrollo a debate», Oficina de Cooperación al Desa-
rrollo, UPV/EHU, 2005.

Documentos:
COMITÉ ESPAÑOL UNIVERSITARIO DE RELACIONES INTERNA-
CIONALES (CEURI): Código de conducta de las universidades españolas en mate-
ria de cooperación al desarrollo, 2006.
CONFERENCIA DE RECTORES DE LAS UNIVERSIDADES ESPA-

383
ESTEFANÍA MOLINA BAYÓN

ÑOLAS (CRUE) (2000): Estrategia de Cooperación Universitaria al Desarrollo,


Madrid.
— (2006): Protocolo de actuación de las universidades frente a situaciones de cri-
sis humanitarias.
— (2001): Universidad: compromiso social y voluntariado.

Otra documentación consultada:


Muchas de las fuentes han sido obtenidas en páginas de Internet, folletos, pe-
riódicos y otra documentación institucional de las universidades y otros lugares
que conforman el estudio.
Declaración de París sobre la Eficacia de la Ayuda al Desarrollo. Apropiación,
Armonización, Alineación & Resultados y Mutua Responsabilidad. Foro de Alto
Nivel, 2005.
http://www1.worldbank.org/harmonization/Paris/ParisDeclarationSpa-
nish.pdf
DELORS, J.: Informe de la Comisión Internacional sobre la educación para el
siglo XXI «La educación encierra un tesoro», Santillana Ediciones UNESCO, 1996.
http://www.unesco.org/education/pdf/DELORS_S.PDF
NATAL VOLUNTÁRIOS, Projeto Universitário do Milenio.
http://www.natalvoluntarios.org.br/objetivos_do_milenio/html/universita-
rio_milenio.html
PÉREZ, K.: Diccionario de Acción Humanitaria y Cooperación al Desarrollo,
Icaría, Barcelona, 2000.
http://dicc.hegoa.efaber.net/
TAMARIT, G.: La ley de educación superior y el debate de sus posibles re-
formas, UNNOBA.
http://academia.unse.edu.ar/05legis/ledsup/leyeducacionsuperior.pdf
UNESCO (1998), Conferencia Mundial sobre la Educación Superior «La edu-
cación superior en el siglo XXI. Visión y acción», París.
http://www.crue.org/unescoes.htm
— Marco de Acción prioritaria para el Cambio y el Desarrollo de la Educa-
ción Superior.
http://www.oei.es/oeivirt/superior2.htm
UNESCO, International Congress on the Development and Improvement of
Technical and Vocational Education, Berlin, 1987.
http://unesdoc.unesco.org/images/0007/000755/075538eb.pdf
UNESCO, Políticas para el cambio y el desarrollo de la educación superior, 1995
http://www.aep.pangea.org/nousdocs/Universitat_publica/opinio/Politi-
cas%20para%20el%20cambio%20y%20el%20desarrollo%20de%20la%20edu-
cacion%20superior.%20UNESCO.doc
UNIFEM, «La promoción de la igualdad de género en las nuevas modalidades y
Alianzas para la Ayuda al Desarrollo», Documento para la Discusión, Marzo 2006.

384
CONSIDERACIONES EN TORNO A LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO DESDE UNA…

Planes y Estrategias consultadas:


I Plan Director de la Cooperación Española (2001-2004)
Plan Director de la Cooperación Española (2005-2008)
Estrategia de «Género en Desarrollo» de la Cooperación Española. Ministe-
rio de Asuntos Exteriores y de Cooperación. SECI/D.G. Planificación y Eva-
luación de Políticas para el Desarrollo.

385
UN ENCUENTRO URGENTE:
LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA
AL DESARROLLO Y EL TRABAJO
POR LA EQUIDAD DE GÉNERO
Clara Murguialday Martínez
Técnica responsable de la Oficina
de Cooperación al Desarrollo de
Universidad del País Vasco-EHU.
Docente e investigadora sobre
Género y Desarrollo.

1. DOS CAMINOS EN PARALELO1


Son innegables los avances ocurridos durante la última década en el campo de
la Cooperación Universitaria al Desarrollo (en adelante CUD). Desde que la Con-
ferencia de Rectores de las Universidades Españolas aprobara en el año 2000 la Es-
trategia de Cooperación Universitaria al Desarrollo (ESCUDE), el reconocimiento
de que la cooperación internacional y la educación en valores solidarios forman
parte de las funciones de la universidad se ha concretado en una creciente institu-
cionalización de este campo de actividades, tanto mediante la creación de estructu-
ras específicas para gestionar la cooperación como a través de la asignación de cre-
cientes recursos –humanos, técnicos y económicos– para llevarla adelante. En
apenas una década, de un restringido número de actuaciones en el campo de la do-
cencia y la investigación, se ha pasado a poner en marcha cientos de proyectos de
cooperación, asesoría técnica y transferencia tecnológica a universidades y entidades
sociales de países empobrecidos; se han creado decenas de postgrados dedicados a
formar profesionales de la cooperación y se han desarrollado miles de actividades
para sensibilizar a las comunidades universitarias sobre las desigualdades económi-
cas y los problemas del desarrollo en el mundo. También se han ampliado las zonas
geográficas en las que las universidades realizan proyectos de cooperación y en los

1 Agradezco a Koldo Unceta y a Idoye Zabala, profesores de la UPV/EHU, y a Norma Vázquez la lec-
tura de este artículo y sus sugerencias para mejorarlo en varios aspectos.

387
CLARA MURGUIALDAY MARTÍNEZ

últimos tiempos se percibe un creciente interés por establecer relaciones de coope-


ración con sistemas universitarios de países africanos.
En paralelo a este avance de la CUD, durante la última década se ha produ-
cido un notable incremento de las preocupaciones por la equidad de género, tanto
en el pensamiento como en la práctica del desarrollo y la cooperación. El discurso
sobre la igualdad entre las mujeres y los hombres, en tanto objetivo estratégico del
desarrollo ocupa un espacio importante en los planteamientos de los organismos
internacionales, como refleja la relevancia de este tema en los Informes sobre el
Desarrollo Humano del PNUD y en los Objetivos de Desarrollo del Milenio, en
los lineamientos del Comité de Ayuda al Desarrollo de la OCDE y las resolucio-
nes de las instituciones europeas, así como en las políticas de cooperación estata-
les, autonómicas y de las ONGD.
Sin embargo, en la actualidad, el trabajo concreto por la equidad de género y el
empoderamiento de las mujeres parece tener poca entidad en la cooperación al de-
sarrollo que llevan a cabo las universidades españolas. Ello a pesar de que el docu-
mento fundacional de la CUD reconoce que «el papel desempeñado por la mujer en
los procesos de desarrollo es un aspecto esencial para el desarrollo humano» y de que,
en el artículo 5 del Código de Conducta de las universidades en materia de coope-
ración al desarrollo se dice que «la equidad de género y el fortalecimiento de las ca-
pacidades y autonomía de las mujeres son consustanciales al desarrollo humano y, al
mismo tiempo, condiciones para el logro de los objetivos globales del desarrollo», por
lo que constituyen una referencia básica de la cooperación universitaria al desarrollo.
En este artículo se plantea que en las universidades españolas la cooperación
al desarrollo y el trabajo por la igualdad entre mujeres y hombres han caminado,
hasta el momento, por sendas paralelas, se buscan explicaciones a este hecho y se
plantean algunas propuestas para avanzar hacia un encuentro armonioso y fruc-
tífero entre ambos campos de actividad. Estas reflexiones están referidas única-
mente al ámbito universitario y no pretenden hacer comparaciones con lo que
ocurre en las ONGD u otros ámbitos de la cooperación, por más que sean co-
munes para todo el sector los retos asociados al objetivo de incorporar la pers-
pectiva de género en la teoría y la práctica de la cooperación al desarrollo.

2. UNA RÁPIDA, Y SEGURAMENTE INCOMPLETA, MIRADA


A LO QUE SE ESTÁ HACIENDO SOBRE GÉNERO Y DESARROLLO
EN LA CUD ESPAÑOLA
La revisión de cómo está integrada la perspectiva de género en la CUD espa-
ñola toma como base la investigación dirigida en 2005 por Koldo Unceta2, la más
exhaustiva y completa recopilación, hasta la fecha, de las actuaciones universita-
rias en este campo y que, entre otros resultados, validó una tipología de activida-
des útil para organizar y hacer comparables tales actividades. La información re-

2 Unceta, K. (2007), «La cooperación al desarrollo en las universidades españolas». Otras investigacio-
nes pioneras son la de Freres y Cabo (2003) y la de Arias y Simón (2004).

388
LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO Y EL TRABAJO POR LA EQUIDAD DE GÉNERO

cogida en esa investigación ha sido complementada con la revisión de las memo-


rias de actividades de varias universidades para los años 2005, 2006 y 2007, y la
visita a sus respectivos sitios web. El resultado, de todos modos, no cubre todo el
espectro de las actuaciones universitarias pero constituye una muestra suficiente-
mente representativa de lo hecho en este campo desde el comienzo del milenio.

2.1. Actividades de formación sobre género y desarrollo en las universidades


españolas
• Formación de grado. La investigación referida da cuenta de que, entre 2000 y
2005, se impartieron en 38 universidades españolas un total de 237 asignaturas op-
tativas o de libre elección relacionadas con la problemática del desarrollo, las relacio-
nes Norte-Sur, la solidaridad y la cooperación. Agrupados sus contenidos en diez blo-
ques temáticos, el específico sobre género y desarrollo 3 reúne apenas a 10 de estas
asignaturas (4,2% del total), en las que se imparten temas tan diversos como desa-
rrollo, cooperación, medio ambiente, geografía, globalización, situación de las mu-
jeres, salud o desigualdad, analizados desde una perspectiva de género.
• Formación de postgrado. Durante ese quinquenio, 33 universidades ofre-
cieron un total de 95 postgrados (masters, especialistas, expertos, diplomados)
orientados a la formación profesional de personal técnico de la cooperación.
Siendo este el tipo de actuaciones universitarias de cooperación que mayor creci-
miento y visibilidad ha tenido a lo largo de los últimos años, solamente 2 de es-
tos postgrados están íntegramente dedicados a esta temática: el magíster en «Gé-
nero y desarrollo» que se imparte en el Instituto Complutense de Estudios
Internacionales y el diplomado sobre «Relaciones de género y desarrollo», a cargo
del Instituto Universitario de Desarrollo y Cooperación, ambos en la Universidad
Complutense de Madrid. El primero constituye una experiencia única e innova-
dora en el panorama de la docencia universitaria sobre desarrollo y cooperación,
tanto por su especialización en género como por su larga existencia, estructura y
régimen económico: 25 alumnas becadas por el Instituto de la Mujer con fondos
de la Unión Europea, que tras un periodo de formación presencial realizan seis
meses de prácticas en organismos de países en desarrollo.
Las cuestiones relativas a la desigualdad de género han ido integrándose poco
a poco en los postgrados sobre desarrollo y cooperación internacional, hasta llegar
a ser el sexto tema más abordado en estos cursos, por delante de otros como salud,
educación, interculturalidad, migraciones o tecnologías para el desarrollo humano.

3 Género y desarrollo es la forma más habitual de referirse a un conjunto de temas relacionados con la si-
tuación de las mujeres y la desigualdad de género en los procesos de desarrollo, tal y como los aborda el enfo-
que denominado Género en el Desarrollo (GED). También puede significar el «estudio de las estrategias de de-
sarrollo y de los proyectos de cooperación desde la perspectiva de género», como hace Unceta (pg. 76). Este
artículo está enmarcado en los debates sobre la cooperación más que en los del desarrollo, por lo que el concepto
género y desarrollo se usa con carácter descriptivo para referirse a las actividades de formación e investigación así
denominadas por las propias universidades, sin entrar en el debate sobre el propio concepto del desarrollo. Para
analizar desde la perspectiva de género las actuaciones de la CUD pueden incluso resultar más útiles las cate-
gorías «situación y posición de las mujeres», relaciones de género, desigualdad y equidad de género.

389
CLARA MURGUIALDAY MARTÍNEZ

Entre 2000 y 2005, el estudio de las estrategias de desarrollo y de los proyectos de


cooperación desde la perspectiva de género estuvo presente en 33 de los 95 post-
grados identificados en el estudio de Unceta. Sin embargo, el tiempo de docencia
asignado a esta temática es, en general, muy reducido. Las excepciones son los 5 cré-
ditos que ocupa esta materia en el master on line «Estrategias, agentes y políticas de
cooperación al desarrollo», y los 3 créditos en el master profesional «Desarrollo y
cooperación internacional», ambos organizados por el Instituto Hegoa de la Uni-
versidad del País Vasco. Pero en la mayoría de los casos, su duración oscila entre las
4 horas dedicadas al tema en el master «Desarrollo y cooperación: del ámbito glo-
bal al local» (Universidad de Lleida), las 16 horas en los de «Desarrollo y ayuda in-
ternacional» y «Cooperación internacional (Complutense de Madrid) y «Desarro-
llo y cooperación» (Granada), y las 24 horas en el recién creado sobre «Políticas y
procesos de desarrollo» en la Politécnica de Valencia.
El panorama es bastante similar en el caso de los postgrados sobre mujeres,
igualdad de oportunidades, género o feminismo, impartidos por las numerosas
estructuras universitarias dedicadas a los estudios de mujeres. Durante el curso
2007-2008 se están impartiendo 36 postgrados de este tipo en 16 universidades,
aunque ninguno de ellos aborda específica ni prioritariamente la desigualdad de
género en los procesos de desarrollo y/o en la cooperación. El Cuadro 1 presenta
datos para una muestra de postgrados4:

CUADRO 1
Créditos asignados a temas de género, desarrollo y cooperación
en postgrados seleccionados sobre mujeres / género / feminismo
Género, desarrollo y
Universidades Postgrados Créditos cooperación Créditos

UJI Políticas locales, género 60 Género y desarrollo local 24


y desarrollo
UPV/EHU Igualdad de mujeres y 52 Cooperación al desarrollo 0,5
hombres
UNED Agentes de igualdad de 30 Género y cooperación 7
oportunidades: acciones (experto)
positivas en cooperación
ULL Estudios feministas, 55 Análisis de la desigualdad 2
políticas de igualdad y de género en la globalización
violencia de género Género, desarrollo,
cooperación
UAM Estudios interdisciplinares 60 Género, derechos humanos 4
de género y globalización
UGR Género e igualdad de 30 Género y desarrollo 4
oportunidades (experto) Globalización, ciudadanía y
multiculturalismo

4 Visita a los sitios web correspondientes en la tercera semana de enero de 2008.

390
LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO Y EL TRABAJO POR LA EQUIDAD DE GÉNERO

Género, desarrollo y
Universidades Postgrados Créditos cooperación Créditos

UVigo Género, educación, 60,5 Globalización, pobreza y 1


políticas de igualdad y mujer
liderazgo
UCA y UHU Género, identidad y 70 Identidades multiculturales 5
ciudadanía y de género en las Américas

Fuente: Elaboración propia


• Programas de doctorado. La investigación mencionada identificó 308 pro-
gramas en los que se imparten cursos relacionados con el desarrollo y la coopera-
ción. Una revisión pormenorizada de su peso específico en cada programa redujo a
17 los doctorados que incluyen más de 5 cursos sobre estos temas. Pues bien, cur-
sos sobre género y desarrollo son impartidos en 9 de estos 17 doctorados, aunque los
créditos asignados rara vez superan los 3, como puede verse en el Cuadro 2.

CUADRO 2
Cursos sobre género y desarrollo
en programas de doctorado seleccionados
Programas de doctorado o Cursos sobre género, desarrollo y
Universidades masters de investigación cooperación Créditos
UPV/EHU Globalización y desarrollo La perspectiva de género en los procesos 3
de desarrollo
UJI y UGR Paz, conflictos y Género y paz 3
democracia Género y derechos humanos en la
sociedad global 3
UA Bienestar social y De la mujer en el desarrollo al género en 1
desigualdades el desarrollo
Indicadores de género y desarrollo
UB Recuperación de la Historia de mujeres: género y contexto 3
memoria: América Latina discursivo en América Latina
UM Cooperación, defensa y paz Género, desarrollo y paz 3
UAM Estudios internacionales y Estado, democracia y políticas de 6
africanos igualdad y de género en Africa
UAM Antropología social Mujeres, globalización y derechos 3
humanos
Metodología para el estudio de los
derechos humanos desde una perspectiva
de género
UJaén, UGR, Movimientos sociales y Género y ciudadanía: la mujer, 4
UNIA y UPO ciudadanía en el mundo constructora de ciudadanía
contemporáneo
US Historia, literatura y poder: Literatura femenina y procesos de cambio 3
procesos interétnicos y político en Hispanoamérica
culturales en América
Fuente: Elaboración propia.

391
CLARA MURGUIALDAY MARTÍNEZ

Por otro lado, en las universidades españolas se imparten actualmente más de


60 programas de doctorado en el campo de los estudios sobre mujeres. La mayo-
ría son generalistas y pocos están centrados en el estudio del desarrollo o las Rela-
ciones Internacionales, por lo que los temas relacionados con las desigualdades de
género en el escenario global ocupan poco espacio. Destacan, con una asignación
de 3 créditos, los cursos sobre «Feminismos, globalización y multiculturalismo» y
«Género, parentesco y sexualidad en el contexto local-global» (ambos en el pro-
grama Estudios de las Mujeres y de Género, en las Universidades de Granada, Má-
laga y Sevilla), el de «Género y derechos humanos en la sociedad global» (pro-
grama Estudios de Género, en Alicante), «Pensamiento económico, género y
desarrollo» (programa Investigaciones feministas, en la Universidad Pablo Ola-
vide) y «Globalización y crisis económica desde la perspectiva de género» (pro-
grama La perspectiva feminista como teoría crítica, en la Complutense de Madrid).

Reflexiones sobre la oferta formativa en temas de género y desarrollo. En


cierto modo, los estudios sobre estos temas pueden entenderse como la con-
fluencia de dos campos de conocimiento: los estudios del desarrollo y los estudios
de mujeres; de ahí que su oferta formativa pueda encontrarse en los postgrados
impartidos en uno u otro campo. Una mirada a ambos permite constatar:

■ La escasa presencia de estos temas tanto en uno, como en otro tipo de post-
grados, si bien en los últimos años se percibe una mayor preocupación por in-
cluirla en los de desarrollo y cooperación.

■ La mayoría de estos últimos conceden especial relevancia al paradigma del


desarrollo humano como modelo alternativo que pone en el centro a las mujeres
y a los hombres, y cuya visión holística del bienestar humano induce a pensar que
todo lo relativo a la desigualdad de género cae en su campo de preocupaciones.
Sin embargo, los contenidos de estos postgrados son abordados en general sin to-
mar en cuenta la perspectiva de género y son pocas las horas dedicadas a plantear
específicamente asuntos relacionados con la desigualdad de género. La conse-
cuencia es que, salvo en raras ocasiones, el alumnado obtiene una visión «ciega al
género» sobre los problemas del desarrollo, el impacto de la globalización, las es-
trategias para erradicar la pobreza, los derechos humanos, la brecha digital o las
políticas de cooperación. Es bastante probable, por tanto, que la formación reci-
bida en estos temas les resulte insuficiente para abordar con éxito la tarea de in-
corporar la perspectiva de género en su trabajo como profesionales o investigado-
res del desarrollo y la cooperación.

■ Las pocas horas de docencia dedicadas a los temas de género en los post-
grados de desarrollo y cooperación, y la ausencia de una real transversalización de
la perspectiva de género en el conjunto de los contenidos ofertados, arrojan du-
das sobre la posibilidad material de abordar los complejos mecanismos que sos-
tienen y reproducen la desigualdad entre mujeres y hombres, y las múltiples for-

392
LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO Y EL TRABAJO POR LA EQUIDAD DE GÉNERO

mas en que ésta obstaculiza el logro del bienestar humano. Además, estas cues-
tiones suelen colocarse en la recta final del programa, o formando parte de mó-
dulos o cursos optativos, lo que contribuye a que sean percibidas como una «es-
pecialidad» o como temas de segunda categoría, y no como debieran ser
entendidas: el estudio de una desigualdad social cuyo abordaje obliga a revisar to-
das las concepciones, estrategias y políticas del desarrollo y la cooperación.

■ Es bastante limiado el espacio que los postgrados sobre mujeres/género/femi-


nismo dedican a los temas relacionados con la economía internacional, las relaciones
Norte-Sur, los fenómenos migratorios, la situación de los derechos sexuales y repro-
ductivos en el mundo, el desarrollo local o la interculturalidad, y en particular, al es-
tudio del papel de las mujeres en los procesos de desarrollo y en la cooperacaión. Una
mayor presencia de estas temáticas en los numerosos postgrados sobre mujeres con-
tribuiría a fortalecer las habilidades feministas para analizar el impacto de género de
la globalización y para enfrentar algunas de sus manifestaciones más desventajosas
para las mujeres (feminicidios y formas globalizadas de la violencia de género, trans-
nacionalización del trabajo de cuidar, tráfico de mujeres con fines de explotación se-
xual, impacto de género de la deslocalización productiva, entre otras).

2.2. Acciones de investigación universitaria sobre temas de género y desarrollo


• Tesis doctorales y proyectos de investigación. Identificadas 427 tesis doc-
torales y 404 proyectos de investigación relacionados con el desarrollo y la coo-
peración, llevados a cabo en alrededor de 40 universidades entre los años 2000 y
2005, apenas 22 trabajos (14 tesis y 8 proyectos) hacían referencia a temas de mu-
jeres o relaciones de género (2,6% del total). Agrupándolos en base a su objeto de
estudio, resultan los siguientes bloques:
a) Más de la mitad son trabajos centrados en las condiciones de vida de las
mujeres de los países receptores de ayuda, mayormente aquellas relacionadas con
la salud, el trabajo remunerado, las dinámicas familiares y trayectorias reproduc-
tivas o la participación política. La Universidad Autónoma de Barcelona destaca
en este campo por haber realizado el 40% de estos estudios.
b) Una cuarta parte son tesis y proyectos dedicados a profundizar en aspec-
tos teóricos del enfoque GED (Género en el Desarrollo), así como en la cons-
trucción de metodologías e instrumentos para el análisis de género de diversas rea-
lidades. La educación popular feminista y su aplicación en el trabajo del
desarrollo, el análisis sobre el desarrollo humano y la pobreza desde un enfoque
de género, o la creación de indicadores para estudiar el empobrecimiento de las
mujeres o medir las desigualdades en salud, son algunas de las preocupaciones ob-
jeto de tesis y proyectos de investigación en los últimos años.
c) El resto de los trabajos analizan las instituciones y políticas del desarrollo
y la cooperación, en relación con su impacto sobre las vidas de las mujeres y la de-
sigualdad de género. Análisis exhaustivos sobre la perspectiva de género en los

393
CLARA MURGUIALDAY MARTÍNEZ

análisis y en las políticas del Banco Mundial, en las actuaciones de la Agencia Es-
pañola de Cooperación Internacional o en las propuestas para el desarrollo rural,
ofrecen pistas importantes para comprender cómo enfocan las instituciones de la
cooperación el reto de avanzar hacia la equidad de género.

• Presencia de mujeres y de los temas de género en los congresos sobre coope-


ración universitaria al desarrollo. En los últimos años, acompañando el importante
incremento de la CUD y la creación de estructuras especializadas para la gestión de
las mismas, se han realizado más de una docena de jornadas y tres congresos univer-
sitarios dedicados a visibilizar las experiencias de cooperación, intercambiar metodo-
logías y «buenas prácticas», clarificar y homologar los ámbitos de actuación de la
CUD, reflexionar sobre el papel de ésta en la estrategia global de la cooperación,
compartir estrategias de intervención en nuevos ámbitos, etc. Una «mirada de gé-
nero» a quiénes han presentado ponencias y comunicaciones en los últimos dos con-
gresos sobre la CUD (ver el Cuadro 3) permite constatar que la subrepresentación fe-
menina entre los ponentes centrales en el segundo congreso fue corregida en el
tercero, en el que destacó el hecho de que la mitad de las ponencias y comunicacio-
nes fueron presentadas por equipos integrados por mujeres y hombres5.

CUADRO 3
Ponencias y comunicaciones presentadas en congresos sobre CUD
Ponencias Sobre temas de
Autoría Comunicaciones** Total
centrales* mujeres o género
Número % Número % Número % Número %
II Congreso Universidad y Cooperación al Desarrollo (Murcia 2004)
Mujeres 3 16 102 51 105 48 14 87,5
Hombres 15 79 93 47 108 50 2 12,5
Mixta 1 5 4 2 5 2 0 0
Total 19 100 199 100 218 100 16 100
III Congreso Universidad y Cooperación al Desarrollo (Madrid 2006)
Mujeres 7 22 14 19 21 20 2 33
Hombres 10 31 21 29 31 30 0 0
Mixta 15 47 37 52 52 50 4 67
Total 32 100 72 100 104 100 6 100

* Presentaciones en plenaria. ** Presentaciones en talleres o grupos de trabajo simultáneos.


Fuente: Elaboración propia, a partir del programa del segundo congreso y las Ponencias y Comuni-
caciones del tercero.

5 El primer congreso fue realizado en Valladolid en 2001 y tuvo como título «I Congreso de Educación
para el Desarrollo en la Universidad». Se presentaron 36 ponencias, 17 de ellas por hombres, 7 por mujeres y
12 por equipos mixtos. Ninguna de ellas hacía referencia explícita a asuntos relacionados con la desigualdad
entre mujeres y hombres.

394
LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO Y EL TRABAJO POR LA EQUIDAD DE GÉNERO

Los temas de mujeres y género fueron abordados en el 6,8% de las presenta-


ciones de ambos congresos, estando el 73 % de ellas a cargo de mujeres, indivi-
duales o agrupadas. En el tercer congreso, 2 de cada 3 presentaciones fueron he-
chas por grupos mixtos y ningún hombre presentó comunicación alguna sobre
esta temática.

Reflexiones sobre el peso de los temas de género en el quehacer investigador so-


bre desarrollo y cooperación. Tomando en cuenta que los congresos universitarios
suelen ser espacios idóneos para dar cuenta de los trabajos de investigación reali-
zados en las distintas áreas de conocimiento, la ausencia de temas relacionados
con la desigualdad de género en los específicos sobre la CUD es un buen indica-
dor del lento avance de las investigaciones universitarias sobre estas cuestiones. Al
respecto pueden hacerse las siguientes reflexiones:

■ Si como plantean Freres y Cabo, «la producción de tesis doctorales sobre


desarrollo y cooperación constituye un buen indicador de la relevancia que atri-
buyen a estos temas los y las estudiantes que ingresan en la comunidad científica
a través del proceso de preparación y lectura de sus tesis doctoral» (2003, pg. 85),
no cabe duda de que la escasez de tesis sobre temas de género y desarrollo es un
buen indicador de la poca importancia asignada a esta temática por la comunidad
científica. Lo que indicaría también la estrecha relación entre la oferta formativa
a nivel doctoral y el quehacer investigador sobre estos temas, pues raramente los
y las doctorandas se sentirán motivados a realizar sus tesis sobre cuestiones sobre
las que han recibido apenas 20 o 30 horas de clase en sus cursos de doctorado6.

■ Siendo la investigación sobre temas de desarrollo y cooperación una de las


carencias del sistema de la cooperación española más ampliamente señalada por
los estudiosos de la CUD7, el vacío es aún mayor en lo que hace a los estudios so-
bre género y desarrollo, como se constata en las jornadas y congresos universitarios.
A los obstáculos mencionados por Unceta en su estudio8, se suman los propios de
un campo de conocimiento que no recibe suficiente atención por parte de las y
los estudiosos del desarrollo y la cooperación, ni de las académicas dedicadas a los
estudios de mujeres. En cierto sentido, pareciera que quienes realizan investiga-
ciones en el marco de la CUD aún no hacen suya la idea de que «los estudios so-
bre las mujeres y el género son líneas de investigación científica de igual impor-
tancia que muchas otras reconocidas hasta ahora por la comunidad científica y
son especialmente relevantes, tanto por la aportación científica que suponen

6 Pendiente el estudio pormenorizado de las tesis adscritas a los doctorados sobre mujeres/género/femi-
nismo, es probable que las que versen sobre estos temas serán aún menos que en los de desarrollo y cooperación.
7 Unceta, K. (obra citada, pgs. 130 y ss); Alonso, J. A. (2003, pgs. 52 y ss.); Freres y Cabo (2003, p. 91).
8 Escaso apoyo de las políticas públicas a la investigación sobre desarrollo y cooperación; falta de estí-
mulos por parte de las universidades; limitación de la investigación a los aspectos más «técnicos» del desarro-
llo y la cooperación; débil relación del personal investigador con la realidad de América Latina, Africa y Asia;
dispersión de los esfuerzos de investigación; carencia de estructuras fuertes y consolidadas, entre otros (pp. 130
y ss).

395
CLARA MURGUIALDAY MARTÍNEZ

como por sus contribuciones a la calidad de vida y a la igualdad entre hombres y


mujeres, como base de una sociedad más ética y más justa» (Pérez-Fuentes, 2003,
pg. 183).

2.3. Proyectos de desarrollo dirigidos a las mujeres y/o para avanzar


en la equidad de género
■ Acciones de cooperación universitaria llevadas a cabo en países en desarro-
llo. Entre 2000 y 2005 fueron identificadas 1.533 acciones de este tipo, de las
cuales 685 están directamente orientadas al fortalecimiento de universidades de
países empobrecidos y 848 son proyectos que trascienden el marco universitario
y se orientan a diferentes aspectos de la vida económica y social en más de 60 paí-
ses, siendo ejecutadas junto con diversas organizaciones contrapartes.
Una rápida revisión de los enunciados de estas acciones permite constatar que
muy pocas tienen como objetivo principal y explícito el logro de la equidad de
género. En el primer grupo se encuentran algunos proyectos dirigidos a fortalecer
las «capacidades institucionales de género»9 de universidades socias, mediante el
apoyo a la creación de postgrados, la formación de profesorado o la investigación
sobre temas de género; en el segundo se han identificado alrededor de 50 proyec-
tos relacionados con la discriminación y el empoderamiento de las mujeres (6%
del total para ese periodo). Se trata de proyectos desarrollados sobre todo en paí-
ses andinos y centroamericanos, por ONGD en las que participan miembros de
la comunidad universitaria y que obtienen financiamiento en las convocatorias de
proyectos de las universidades, pudiendo ser agrupados en los siguientes ámbitos
de actuación:
a) Necesidades básicas: representan el 20% del total y abarcan actuaciones en
el ámbito de la salud reproductiva (mortalidad materna, mutilación genital fe-
menina), la construcción de viviendas, la alfabetización, el acceso al agua potable
o a utensilios para aligerar el trabajo doméstico.
b) Generación de ingresos, empleo, capacitación ocupacional: constituyen el
43% del total y se enfocan a poner en marcha centros o talleres de capacitación
ocupacional, facilitar el acceso a microcréditos, crear micro-emprendimientos ali-
mentarios, promover redes comercializadoras o fomentar el autoempleo de mu-
jeres. Algunos incorporan la reflexión sobre los derechos de las mujeres o el for-
talecimiento de las organizaciones de mujeres indígenas, rurales o asalariadas.
c) Fortalecimiento de capacidades institucionales de género: estas actuaciones
son el 22% del total y buscan la capacitación de personal docente o el diseño de
9 Por ejemplo, el master en «Relaciones de género: modelos de análisis y de acción social desde una pers-
pectiva crítica e interdisciplinar», organizado por la Universidad de Girona y la Universidad Nacional de El Sal-
vador para formar a líderes feministas salvadoreñas; el programa de formación de profesorado «Género, desa-
rrollo y medio ambiente», realizado por la Universidad de les Illes Balears con la Universidad de Oriente en
Cuba; y el proyecto de apoyo a la investigación de esta misma universidad con la Universidad AbdelMalek
Saadi de Tetuan-Tanger sobre «El papel de la emigración en los cambios sociales y económicos y su repercu-
sión sobre la mujer marroquí».

396
LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO Y EL TRABAJO POR LA EQUIDAD DE GÉNERO

materiales didácticos para prevenir el sexismo en la educación formal, la cons-


trucción de centros de formación o de acogida para mujeres, el apoyo a organiza-
ciones de mujeres, entre otros objetivos. Algunos proyectos buscan prevenir y
erradicar la violencia masculina contra las mujeres, mientras otros intervienen en
áreas tradicionalmente desatendidas por la cooperación, como la situación de las
mujeres presas, el apoyo a la construcción de nuevas masculinidades o las accio-
nes de incidencia política feminista.

Reflexiones sobre los proyectos dirigidos a mejorar la situación y condición


de las mujeres o a avanzar en la equidad de género. Además de constatar el es-
caso número de actuaciones orientadas a estos objetivos, pueden hacerse varias
reflexiones:

■ Dos de cada tres proyectos de cooperación universitaria dirigidos a muje-


res tienen como objetivo satisfacer «necesidades prácticas de género» de sectores
femeninos de bajos ingresos en países empobrecidos. No abundan los proyectos
que busquen empoderar a las mujeres o fortalecer sus organizaciones facilitándo-
les el acceso a formación especializada en género y feminismo, o a entornos favo-
rables para investigar sobre cuestiones que les preocupen. Es llamativo que la
CUD no priorice, en sus convocatorias de ayudas a proyectos por ejemplo, las ac-
ciones dirigidas a prevenir y erradicar la violencia de género, problemática de pri-
mer orden en el trabajo por el desarrollo humano.

■ Pocas universidades cuentan con una política o plan general que establezca
sus estrategias y líneas de actuación prioritarias en cooperación al desarrollo, si
bien en algunos casos estas pueden deducirse de los criterios establecidos en sus
convocatorias de ayudas a proyectos. En el tema que nos ocupa, sólo cinco uni-
versidades valoran la contribución del proyecto al avance de la equidad, em-
pleando formulaciones tan diversas como «tomar en cuenta a la mujer como sec-
tor más vulnerable», «fomentar la participación y promoción de la mujer» o
«priorizar la equidad de género como perspectiva horizontal o aspecto transversal
a la intervención».

■ Si en los primeros años de la CUD predominaban los proyectos presentados


por ONGD externas a la universidad, esta tendencia ha ido modificándose en los
últimos años hacia un mayor peso de los proyectos presentados por la propia co-
munidad universitaria; este cambio de tendencia ha generado un mayor involucra-
miento de los sectores universitarios en los proyectos de cooperación pero, al pare-
cer, no ha modificado sensiblemente la tipología de proyectos presentados a las
convocatorias, por lo que la proporción de proyectos centrados en las mujeres o en
la desigualdad de género no ha sufrido grandes variaciones a lo largo del tiempo.

■ El peso que tiene dentro de la CUD la cooperación dirigida a las mujeres o


al avance de la igualdad no es muy distinto al porcentaje de recursos dedicados

397
CLARA MURGUIALDAY MARTÍNEZ

por la cooperación española10. Al igual que ocurre con el resto de agentes de la co-
operación, el factor que podría propiciar cambios positivos sería una mayor
conciencia sobre la desigualdad de género por parte de quienes realizan coopera-
ción universitaria, pero esto depende en gran medida de la capacidad de la pro-
pia universidad para transversalizar la perspectiva de género en todo su accionar.
En cierto modo, la situación es explicable: en las universidades se realizan pocos
proyectos de cooperación enfocados a la equidad de género y el empoderamiento
de las mujeres porque la perspectiva de género no está incorporada en la «co-
rriente principal» del trabajo universitario y, por tanto, tampoco en la «corriente
principal» de la CUD.

2.4. Actividades de difusión y sensibilización sobre la desigualdad


de género en el mundo
De las 1.197 acciones de difusión y sensibilización registradas en el estudio
mencionado, pocas fueron las dirigidas a dar a conocer las múltiples discrimina-
ciones que sufren las mujeres, sus estrategias para enfrentar la pobreza o la guerra,
los esfuerzos que dedican a construir sus propias organizaciones o el aporte que
realizan al desarrollo de sus comunidades11. Destacan, por su relevancia acadé-
mica, algunos congresos y seminarios como el IV Seminario de «Investigación in-
terdisciplinar: género, globalización y derechos humanos», realizado en la Uni-
versidad Autónoma de Madrid; las II Jornadas internacionales y IV nacionales:
«Mujer, biología y salud: la situación en Latinoamérica», en la de Alicante; el II
Congreso Internacional e Interdisciplinar «Género, ciudadanía y globalización»,
en la de Huelva; la VII Universidad de Verano de Género: Globalización, femi-
nismo y solidaridad, y el I Congreso virtual sobre «Prostitución: comercio de per-
sonas sin fronteras», en la de les Illes Balears, entre otros.
Desde el año 2000 hasta la fecha se han realizado casi un centenar de activi-
dades en las universidades españolas, destacando por su cantidad las conferencias,
mesas redondas, exposiciones y otras de carácter puntual dedicadas a:
a) dar a conocer la situación de diversos colectivos femeninos en el mundo,
así como algunas problemáticas habitualmente ignoradas por la cooperación (por
ejemplo, las mujeres refugiadas que sufren persecución por motivos de género, el
tráfico internacional de mujeres, la mutilación genital femenina en la cuenca me-
diterránea, los movimientos de mujeres en contextos de guerra o la imagen de la
mujer en el intercambio mediático entre occidente y el mundo árabe);

10 Según datos de la DGPOLDE (SECI), las partidas dedicadas a los sectores Mujer y Desarrollo y Po-
blación y salud reproductiva representaron en 2006 el 3,6% de la AOD total y el 6,1% de la AOD bilateral
españolas.
11 Aunque cada vez más las actividades de sensibilización tienden a incluir un apartado en el que «des-
criben cómo afectan a las mujeres» los temas abordados, en la mayoría de ellas se siguen presentando las pro-
blemáticas sin analizarlas desde la perspectiva de género, es decir, sin tomar en cuenta la desigualdad entre las
mujeres y los hombres.

398
LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO Y EL TRABAJO POR LA EQUIDAD DE GÉNERO

b) abrir nuevos campos de debate alrededor de diversas dimensiones del desa-


rrollo humano, la construcción de la paz o la ética de la cooperación (nuevas mascu-
linidades, minorías sexuales y derechos humanos, multiculturalismo y género);
c) sensibilizar sobre la importancia de incorporar la perspectiva de género en
las actividades de cooperación y educación para el desarrollo, divulgar las meto-
dologías para formular proyectos con enfoque de género.
Recientemente algunas universidades han ofrecido seminarios de cierta ex-
tensión (alrededor de 30 horas) sobre estos temas, como el de «Género en la edu-
cación para el desarrollo: temas de debate Norte-Sur para la agenda política de las
mujeres» organizado por el Instituto Hegoa de la Universidad del País Vasco y
ACSUR-Las Segovias, y el realizado por la Oficina de Cooperación y Volunta-
riado de la Universidad de A Coruña sobre «Género y cooperación: crítica, aná-
lisis y propuestas para el desarrollo», ambos realizados en 2007.
3. ¿Por qué las universidades prestan poca atención a la equidad de género en
sus actuaciones de cooperación al desarrollo?
A la hora de buscar explicaciones a esta limitada presencia de los temas de gé-
nero en la cooperación universitaria al desarrollo, no puede perderse de vista, en
primer lugar, que las propias estructuras universitarias albergan importantes desi-
gualdades entre las mujeres y los hombres. «Las mujeres ocupan las sillas pero no
los sillones», titulaba Gaceta Universitaria su radiografía por sexos de la Universi-
dad española, como puede apreciarse en el Cuadro 4.

CUADRO 4
Distribución por sexo de la población estudiantil y docente universitaria
en España

Estudiantes Profesorado
Licenciados Doctorados Cátedras Rectorados
matriculados titular
Mujeres 54,2 59,5 50,5 33,8 12,7 5,4
Hombres 45,8 40,5 49,4 66,2 87,3 94,6

Fuente: Gaceta Universitaria (13-03-2006).


Como plantea Pérez-Fuentes en su estudio sobre las desigualdades de género
en la Universidad del País Vasco, «el mito de la igualdad de oportunidades en la
educación superior sólo se cumple, al menos de manera simbólica, a la entrada a
la universidad: sus puertas están abiertas a las mujeres como estudiantes, pero la
realidad es que los hombres monopolizan la producción de conocimiento, la au-
toridad y el poder académico» (pg. 172). En consecuencia, al igual que ocurre en
otras instituciones en las que predomina la cultura masculina12, en la universidad

12 Sara H. Longwe (1997) ha analizado la «evaporación» de las políticas de género en las agencias de de-
sarrollo internacionales pero sus argumentos son generalizables a toda estructura de dominio masculino y la
universidad, sin duda, lo es.

399
CLARA MURGUIALDAY MARTÍNEZ

se produce una «evaporación» del discurso y las políticas de igualdad en las acti-
vidades de cooperación, de parecida manera a como desaparece el objetivo de la
paridad cuando se enfrenta a los mecanismos de promoción a cargos académicos
o de gestión, o la perspectiva de género cuando se diseñan las currículas de las ti-
tulaciones.
En segundo lugar, se constata una mayor presencia masculina en algunas de
las actividades más significativas de la CUD. Por ejemplo, fueron hombres el
73% de quienes presentaron las ponencias centrales, inauguraron o clausuraron
el segundo y tercer congresos sobre Universidad y Cooperación al Desarrollo13.
Igualmente, los hombres predominan entre los docentes de postgrados (y en par-
ticular, entre el personal docente invitado), como reflejan los datos de los tres
masters siguientes14:

CUADRO 5
Distribución por sexo de la docencia en masters seleccionados

Docentes propios/as Docentes invitados/as Total


Número % Número % Número %
Master Desarrollo y Cooperación (CICODE-UGR) (2005-06)
Mujeres 14 47 10 29 24 37,5
Hombres 16 53 24 71 40 62,5
Total 30 100 34 100 64 100,0
Master profesional Desarrollo y Cooperación Internacional (Instituto Hegoa-UPV/EHU) (2007-08)
Mujeres 10 38 2 15 12 31
Hombres 16 62 11 85 27 69
Total 26 100 13 100 39 100
Master Desarrollo y Ayuda Internacional (ICEI-UCM) (2005-06)
Mujeres 0 0 5 25 5 18
Hombres 8 100 15 75 23 82
Total 8 100 20 100 28 100

Fuente: Elaboración propia.

Esta superioridad numérica masculina guarda relación con el hecho de que


los estudios sobre desarrollo, relaciones internacionales y cooperación se ubican
en áreas de conocimiento como las Ciencias Económicas, Sociales y Políticas, en
13 9 hombres y 3 mujeres en el segundo congreso, 21 hombres y 8 mujeres en el tercero.
14 Resulta paradójico poner de ejemplo precisamente a tres de los masters que presentan resultados más
positivos en cuanto a la incorporación de los temas de género y desarrollo. Las limitaciones de tiempo para ela-
borar este artículo me han obligado a recurrir a la información que tengo más disponible, pero soy consciente
de que un análisis riguroso de la desigualdad de género en la docencia sobre desarrollo y cooperación requeri-
ría tomar en consideración todos los postgrados existentes.

400
LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO Y EL TRABAJO POR LA EQUIDAD DE GÉNERO

las que los hombres predominan entre el personal docente e investigador. Pero
contrasta con la amplia feminización del sector, tanto fuera como dentro de la
universidad: son mujeres el 71,5% de las personas que trabajan en las más de 400
organizaciones aglutinadas en la Coordinadora de ONG para el Desarrollo15, y al
menos 3 de cada 4 estudiantes de los postgrados sobre desarrollo y cooperación.
La feminización del sector alcanza también, aunque en menor grado, a las es-
tructuras de gestión de la CUD: a finales del curso 2006-07, eran mujeres la mi-
tad de quienes ejercían la dirección de las oficinas o centros de cooperación al de-
sarrollo en 22 universidades. Un estudio realizado en 2004 por la Universidad
Autónoma de Madrid sobre las estructuras solidarias existentes en las universida-
des españolas en aquellas fechas (Arias y Simón, 2004), encontró que el 51,5 %
de las mismas estaban dirigidas por hombres y el 42,6% por mujeres, pero al di-
ferenciar las estructuras según su tipología, resultaba que las mujeres dirigían el
52% de las de carácter institucional y el 60% de las de tipo asociativo, en tanto
que eran dirigidos por hombres el 100% de los institutos, centros universitarios
y fundaciones («todas ellas estructuras con una gran autonomía», según los auto-
res del estudio, pg. 51). Igualmente, se encontraron más mujeres al frente de es-
tructuras dedicadas al voluntariado (67%) o a la discapacidad (67%), y más hom-
bres al frente de las centradas en cooperación al desarrollo (74%), lo que sugiere
una peculiar división sexual del trabajo directivo en las estructuras solidarias uni-
versitarias que asocia la cooperación con los hombres y el voluntariado y la aten-
ción a la discapacidad con las mujeres. Quizás por esto no resulta extraño que sólo
el 3% de los programas de cooperación puestos en marcha por estas estructuras
durante 2004 estuvieran centrados en temas de mujeres o relaciones de género
(Arias y Simón, obra citada, pg. 80).
En tercer lugar, en el Estado español es relativamente reciente la preocupa-
ción por la equidad de género en la cooperación al desarrollo, y más reciente aún
el reconocimiento de que las universidades son agentes sociales de la cooperación.
Se trata, en cierto modo, de dos «recién llegados» que se enfrentan a parecidas di-
ficultades (de legitimación en el sector, de acceso a fuentes de financiamiento es-
pecíficas, entre otras) y que, de alguna manera, pueden estar multiplicando sus
propias «vulnerabilidades» cuando actúan juntos. Así, por ejemplo, puede estar
ocurriendo que al limitado acceso de las universidades a financiamientos públicos
para realizar investigaciones sobre desarrollo y cooperación, se añada la escasez de
recursos para programas y proyectos centrados en la equidad de género y el em-
poderamiento de las mujeres, haciendo aún más difícil la puesta en marcha de
proyectos de investigación sobre estos temas específicos.
En cuarto lugar, sería esperable que el impulso principal para integrar los te-
mas de igualdad en la CUD proviniera de aquellos espacios universitarios cuyo
objetivo principal es promover la igualdad entre mujeres y hombres. Las estruc-

15 74% del personal en sede y 49% del expatriado. El perfil tipo del personal laboral de las ONGD es
«mujer, de entre 25 y 45 años, con estudios universitarios y salarios mensuales comprendidos entre mil y dos
mil euros» (Recursos Humanos en las ONGD, Informe de la CONGDE sobre el sector de las ONGD, 2005).

401
CLARA MURGUIALDAY MARTÍNEZ

turas dedicadas a los estudios de mujeres han tenido un crecimiento importante


desde comienzos de la década pasada16; actualmente, el sitio web de AUDEM
(Asociación Universitaria de Estudios de Mujeres) contiene un directorio de 66
centros, institutos o grupos pertenecientes a universidades públicas y privadas de
todas las Comunidades Autónomas, excepto el País Vasco, Cantabria y Extrema-
dura. Estas instancias universitarias organizan actividades formativas y de sensi-
bilización, y promueven la investigación sobre temas de mujeres, género o femi-
nismo, siendo la mayoría de tipo generalista aunque algunas centran su trabajo en
campos específicos como cultura, geografía, lengua y literatura, ciencia y socie-
dad, salud, estudios históricos sobre la mujer, educación no sexista, feminismos,
etc. Ninguna de estas estructuras, sin embargo, está especializada en temas vin-
culados a las desigualdades económicas en el mundo, la globalización, la situación
de las mujeres en los países empobrecidos o las migraciones, de ahí que su oferta
formativa resulte ser poco «internacionalista» y que los problemas del desarrollo
y la cooperación ocupen escaso espacio en los postgrados e investigaciones que
promueven17.

4. RUTAS PARA CONSTRUIR UNA CUD QUE CONTRIBUYA


A LA EQUIDAD DE GÉNERO
Pueden aportarse argumentos de equidad y de eficiencia para justificar que
las universidades contemplen la equidad de género como un objetivo prioritario
de su cooperación, pero ante todo hay un argumento de coherencia: en corres-
pondencia con los esfuerzos que realizan para legitimarse como agentes de la co-
operación, las universidades tienen que hacer de la equidad de género un objetivo
de su trabajo cooperador, al igual que el resto de agentes sociales que actúan en
este ámbito. En los últimos años, las universidades han ido poniendo sus actua-
ciones en sintonía con las estrategias generales de la cooperación al desarrollo
(Objetivos de Desarrollo del Milenio, Plan Director de la cooperación española),
lo que se refleja no solo en los países con los que colaboran sino también en las
áreas de actuación en las que centran sus proyectos. Ahora bien, esta creciente in-
serción de la CUD en la estrategia global de la cooperación incluye así mismo una
progresiva alineación con los principios que orientan actualmente la cooperación
y con las prioridades señaladas por el CAD y otros organismos internacionales,
que consideran asuntos claves del desarrollo la equidad de género y el empodera-
miento de las mujeres.

16 15 grupos especializados en Estudios sobre las Mujeres en 1991, 31 en 1995, 42 en 1999 y cerca de
60 en 2006 (de Torres y otras, 2006). Actualmente, el sitio web de AUDEM (Asociación Universitaria de Es-
tudios de Mujeres) contiene un directorio de 66 centros, institutos o grupos pertenecientes a universidades pú-
blicas y privadas de todas las Comunidades Autónomas, excepto el País Vasco, Cantabria y Extremadura.
17 Además, algunas universidades cuentan con oficinas o direcciones para la igualdad. La de la Univer-
sidad Complutense de Madrid, por ejemplo, tiene entre sus objetivos el de «favorecer la introducción de la
perspectiva de género en los distintos ámbitos de conocimiento, con especial atención a aquellas áreas que han
de tener más influencia por su proyección en la sociedad».

402
LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO Y EL TRABAJO POR LA EQUIDAD DE GÉNERO

A las razones de equidad y justicia (difícilmente se puede avanzar hacia el de-


sarrollo humano sin preocuparse por el bienestar de las mujeres y por disminuir
las desigualdades de género), se suman razones de eficiencia, si tomamos en
cuenta las fuertes sinergias existentes entre la igualdad entre mujeres y hombres y
el logro de otros objetivos globales a los que la CUD quiere contribuir: erradica-
ción de la pobreza, potenciación de la participación ciudadana, gobernanza de-
mocrática, etc.
Y además, es posible hacerlo. Las universidades reúnen las condiciones nece-
sarias y suficientes para integrar el objetivo de la equidad de género en la coope-
ración que realiza, pues cuentan con personal docente e investigador especializado
tanto en temas de igualdad como en asuntos de desarrollo y cooperación, así
como espacios institucionales que los aglutinan y potencian su trabajo. En la ac-
tualidad 32 universidades españolas tienen algún centro dedicado a los estudios
de mujeres18, mientras que en 28 se han creado estructuras para la gestión de la
CUD; en cerca de 20 universidades coexisten los dos tipos de espacios, aunque
con escasa relación. El «encuentro» entre ambos haría posible una doble integra-
ción: de los temas de igualdad en el trabajo de cooperación universitaria y de las
preocupaciones por la desigualdad internacional en los postgrados e investigacio-
nes sobre mujeres, género o feminismo.
Además, sería coherente con los esfuerzos que la CUD realiza para coordi-
narse con las ONGD y otros agentes de la cooperación, el que comenzara coor-
dinándose «dentro de casa» con las mujeres que promueven el trabajo feminista
en la universidad, propiciando su participación en el diseño de las estrategias de
cooperación y en las comisiones o consejos de cooperación existentes. Una mayor
colaboración entre ambos tipos de estructuras permitiría avanzar:
a) En el campo de la formación, hacia una mayor presencia de los temas de
mujeres y género en los postgrados sobre desarrollo y cooperación, y una más efi-
ciente transversalización de la perspectiva de género en toda la oferta docente.
Abordar el debate pendiente sobre la desigual participación de hombres y muje-
res en los postgrados, tanto a nivel estudiantil como docente, y reunir mayor
apoyo a la lucha de las académicas por crear un título de grado sobre mujeres, gé-
nero y feminismo, serían objetivos que podrían plantearse en el marco de esta co-
laboración.
b) En el campo de la investigación, hacia un mayor impulso de las investi-
gaciones sobre género y desarrollo, y de redes y grupos conjuntos de investigación
donde especialistas de uno y otro campo pudieran intercambiar, debatir y apren-
der mutuamente. El reto de hacer de la desigualdad de género en el escenario glo-
bal un campo de investigación relevante y dotado de ayudas económicas especí-
ficas, puede ser mejor afrontado si se articulan estas investigaciones con los
postgrados sobre mujeres, en los cuales podría existir una cantera importante de
investigadoras sobre género y desarrollo.

18 Varias de estas universidades tienen también oficinas o direcciones para la igualdad, como la Univer-
sidad del País Vasco y la Complutense de Madrid.

403
CLARA MURGUIALDAY MARTÍNEZ

c) En el campo de la sensibilización, hacia una mayor oferta de actividades


que conciencien a la comunidad universitaria sobre la desigualdad de género pre-
dominante tanto en los países en desarrollo como en nuestras propias sociedades.
Denunciar las discriminaciones que sufren las mujeres en el mundo, divulgar sus
aportes al bienestar de sus sociedades, combatir la imagen victimista e instru-
mentalizadora que a menudo se ofrece de ellas, incorporar la perspectiva de gé-
nero en la educación para el desarrollo que se realiza en muchas titulaciones, son
tareas que requieren el concurso de las sensibilidades y conocimientos que carac-
terizan a ambos espacios.
Así mismo, una mejor articulación de las estructuras dedicadas a la coopera-
ción y las centradas en la igualdad haría posible que las universidades españolas
contribuyeron más claramente al fortalecimiento de las «capacidades institucio-
nales de género» (postgrados19, programas de investigación y centros de diverso
tipo) de las universidades con las que cooperamos, reconociendo a las estructuras
académicas dedicadas a los temas de mujeres y género como las «socias naturales»
de sus homólogas españolas, en el esfuerzo por lograr que los estudios de mujeres
sean un área reconocida y valorada. Potenciar estos espacios tendría efectos posi-
tivos en las sociedades con las que las universidades cooperan, porque la mayoría
de ellos son creación de feministas nacionales que ponen sus conocimientos y ex-
periencia al servicio de los movimientos de mujeres de sus países, a los que ofer-
tan seminarios especializados, entornos para la reflexión y el debate, y profesio-
nales para realizar investigaciones o desarrollar nuevas metodologías para la
concientización feminista.
Poner a su disposición no sólo los recursos económicos y técnicos que puede
movilizar la CUD sino, sobre todo, las capacidades académicas feministas exis-
tentes en las universidades, debiera ser un objetivo prioritario para una coopera-
ción universitaria solidaria con los esfuerzos organizativos de las mujeres y com-
prometida con el avance del feminismo en el mundo.
Algunas actuaciones que la CUD podría promover para colaborar con estas
estructuras potencialmente «socias» serían:

■ Asignar un porcentaje del monto de las convocatorias propias para proyec-


tos y acciones que las fortalezcan, sea en el ámbito de la formación de profesoras
y doctoras, el apoyo a la docencia y la investigación, la creación de postgrados
conjuntos o la dotación de bibliotecas, TICs y otros recursos especializados en gé-
nero y feminismo.

■ Priorizar a mujeres universitarias especialistas en género y desarrollo, tanto


españolas como de los países con los que coopera, en las convocatorias de ayudas
para la movilidad docente, la creación de redes de investigación o la asesoría téc-
nica en este campo.
19 Actualmente se imparten 44 postgrados en universidades públicas y privadas de 16 países latinoame-
ricanos (3 de ellos son de carácter regional y uno virtual). Nueve de estos postgrados están expresamente de-
dicados a temas de género y desarrollo (www.americalatinagenera.org).

404
LA COOPERACIÓN UNIVERSITARIA AL DESARROLLO Y EL TRABAJO POR LA EQUIDAD DE GÉNERO

■ Promover relaciones de colaboración entre los centros dedicados a los estu-


dios de mujeres en las universidades tanto españolas como de países en desarro-
llo, para poner en marcha seminarios, postgrados o investigaciones conjuntas, in-
tercambiar metodologías docentes sobre estas materias o diseñar estrategias de
incidencia a nivel académico.

Esta articulación haría posible también que se llevaran a cabo asesorías téc-
nicas y, particularmente, evaluaciones del impacto de género de las actuaciones
de cooperación que den cuenta de los cambios ocurridos en la desigualdad de gé-
nero como resultado de la cooperación internacional. Las universidades, además
de incorporar en sus convocatorias criterios y sistemas de baremación que asegu-
ren la integración de la perspectiva de género en los proyectos, podrían establecer
mecanismos y destinar recursos para que equipos integrados por personas exper-
tas en cooperación y/o en temas de género realizaran evaluaciones de impacto de
género logrado por la CUD. Sólo de esta manera las universidades tendrían cer-
tezas, y no únicamente buenos deseos o intuiciones, sobre su contribución al
avance de la igualdad entre mujeres y hombres en los países con los que cooperan.
En este artículo se ha argumentado la importancia de que las universidades
realicen una cooperación al desarrollo que tenga la equidad de género entre sus
objetivos prioritarios, y también la conveniencia de que, para lograrlo, confluyan
dos campos de preocupaciones: la cooperación universitaria y los estudios de mu-
jeres e igualdad. Se ha propuesto, en fin, que los sectores universitarios que pro-
mueven ambas áreas de trabajo dejen de transitar por caminos paralelos, como ha
ocurrido en los años recientes, y compartan experiencias y saberes, de modo que
su encuentro constructivo y crítico haga posible un aporte más cualificado de las
universidades a la construcción de un mundo más justo y equitativo.

BIBLIOGRAFÍA
ALONSO, Jose Antonio (2003), «El papel de la Universidad en la Coopera-
ción Internacional al Desarrollo», en Cooperación Universitaria al Desarrollo. Con-
sejo Social de la Universidad Pública de Navarra.
ARIAS, Silvia y Alfonso SIMÓN (2004), Las estructuras solidarias de las uni-
versidades españolas: organización y funcionamiento. Madrid: UAM.
Ponencias y Comunicaciones del III Congreso Universidad y Cooperación al De-
sarrollo.. Universidad Complutense de Madrid, abril 2006.
DE TORRES, Isabel y Ana María MUÑOZ (2006), «Sitios webs de centros
universitarios de Estudios de las Mujeres en España. Selección y evaluación».
www.ugr.es/anamaria/documentos/2006-EncBibli.pdf
FRERES, Christian (2006), «La Universidad española. Reflexiones sobre su
potencial en la cooperación al desarrollo», en Arias y Molina (coords.) Universi-
dad y Cooperación al Desarrollo. Cuadernos Solidarios nº 1. Oficina de Acción So-
lidaria y Cooperación, Universidad Autónoma de Madrid.

405
CLARA MURGUIALDAY MARTÍNEZ

FRERES, Christian (dir.) y Carlos CABO (2003), Las universidades de la


Comunidad de Madrid y la cooperación al desarrollo. Colección Documentos Téc-
nicos 2. Dirección General de Inmigración, Cooperación al Desarrollo y Volun-
tariado, Comunidad de Madrid.
LONGWE, Sara H. (1997), The evaporation of gender policies in the pa-
triarchal cooking pot. Development in Practice, vol. 7, nº 2.
PÉREZ-FUENTES, Pilar y Susana ANDINO (2003); Las desigualdades de
género en el sistema público universitario vasco. Vitoria: EMAKUNDE-Instituto
Vasco de la Mujer.
UNCETA, Koldo (dir.) (2007), La cooperación al desarrollo en las universida-
des españolas. Madrid: AECI-MAEC.

406
Colección
Cuadernos Solidarios

3
El I volumen de la Serie Universidad, Género y Desarrollo
ofrece una serie de artículos a modo de reflexión y análisis
cuyos contenidos contribuirán al desarrollo de diferentes líneas
de investigación y propuestas de renovación en consonancia
con las políticas actuales de la cooperación española e inter-
nacional en el ámbito de Género en Desarrollo.
La generación de conocimiento a través de la investigación
al servicio de la sociedad tiene como finalidad entre otras, la de
difundir la pluralidad de discursos y consideraciones precedi-
das de análisis rigurosos académico-críticos y propositivos. En
este sentido, cobra especial relevancia el compromiso por
parte de las instituciones de educación superior ya sean uni-
versidades, institutos, centros de estudios etc. de potenciar y
apoyar el trabajo por la igualdad de género y la defensa de los
derechos humanos y libertades de las mujeres.
La presente publicación apunta hacia el estudio de bloques
temáticos como Nuevas Modalidades de la Ayuda, Ciudadanía,
Construcción de la Paz, Seguridad, Acción humanitaria,
Diversidad cultural, Migraciones y Cooperación Universitaria
al Desarrollo que desde una perspectiva de género y junto a la
creación de mecanismos de conocimiento pretende promover
y contribuir tanto a la innovación como a la consolidación de
las Políticas de Desarrollo.

SECRETARÍA DE ESTADO
DE COOPERACIÓN INTERNACIONAL
MINISTERIO
DE ASUNTOS EXTERIORES DIRECCIÓN GENERAL DE
Y DE COOPERACIÓN PLANIFICACIÓN Y EVALUACIÓN DE
POLÍTICAS PARA EL DESARROLLO
centro de estudios de la mujer

COMERCIO, GÉNERO Y EQUIDAD EN AMÉRICA LATINA:


GENERANDO CONOCIMIENTO PARA LA ACCIÓN POLÍTICA

CHILE: SERVICIOS DE CUIDADO Y DIVISIÓN DE RESPONSABILIDADES


DE CUIDADO DENTRO DEL HOGAR

Setiembre 2007

Nora Reyes
Claudia Paz
Rosalba Todaro (coord.).
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

PRESENTACIÓN

Los nuevos patrones de comercio internacional y las políticas comerciales ¿han contribuido a
promover relaciones de género más equitativas en el ámbito público y privado? Con esta
pregunta se abre el proyecto de investigación “Comercio, género y equidad en América
Latina: conocimiento para la acción política” del Capítulo Latinoamericano de la Red
Internacional de Género y Comercio. El mismo se ha venido desarrollando desde 2006, con el
apoyo del Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo, Canadá (IDRC).

Los informes que integran esta serie documental corresponden a la primera fase de la
investigación. Sus datos plantean un abordaje de las relaciones de género en dos grandes
áreas: comercio internacional y mercado de trabajo, por un lado y funcionamiento de la
economía del cuidado, por otro.

Todos reúnen información, que desde diferentes perspectivas, pretende contribuir a


reflexionar sobre la interconexión entre los procesos económicos relacionados con el
comercio internacional, el mercado laboral y el funcionamiento de la economía del cuidado.

En su calidad de avances de investigación constituyen productos que han permitido ir


nucleando las preocupaciones de los diferentes países en torno a estas temáticas, para inducir
nuevas preguntas y nuevos debates. En esta parte del proyecto han participado equipos de
investigación de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México y Uruguay.

Capítulo Latinoamericano de la Red Internacional de Género y Comercio

2
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

INDICE
1. Introducción .......................................................................................................................... 4
2. Cuidado Infantil..................................................................................................................... 7
2.1. ¿Qué prevé la legislación chilena? ................................................................................ 7
2.2. Los servicios de cuidado infantil.................................................................................. 10
2.3. Servicios de educación inicial de 0 a 5 años ............................................................... 11
2.3.1. Población de 0 a 5 años ......................................................................................... 12
2.3.2. Nivel de cobertura.................................................................................................. 13
2.3.3. Tipo de cobertura ................................................................................................... 16
2.3.4. El cuidado infantil según estratos económicos ...................................................... 20
2.3.5. Cuidado infantil según ubicación geográfica ........................................................ 21
2.3.6. Cuidado infantil según tipo de hogar..................................................................... 22
2.3.7. Programas especiales de cuidado.......................................................................... 25
2.4. Servicios de enseñanza primaria (de 6 a 12 años) ...................................................... 27
2.4.1. Población de 6 a 13 años ....................................................................................... 28
2.4.2. Nivel de cobertura.................................................................................................. 30
2.4.3. Tipo de cobertura ................................................................................................... 32
2.4.4. Cuidado infantil 6 a 13 años según estrato socioeconómico................................. 33
2.4.5. Cuidado infantil de 6 a 13 años según ubicación geográfica................................ 34
2.5. Cobertura en salud de las/os niñas/os de 0 a 12 años................................................. 34
3. Cuidado de ancianos............................................................................................................. 41
3.1. Políticas destinadas a la tercera edad.......................................................................... 41
3.2. Cobertura de los servicios previstos por el sector público y por el sector privado ..... 44
3.3. Cobertura de hogares y residencias............................................................................. 45
3.4. Programas para la/el Adulta/o Mayor......................................................................... 46
4. Cuidado de otras personas dependientes............................................................................. 48
4.1. Legislación.................................................................................................................... 48
4.2. Cobertura de cuidado ................................................................................................... 48
5. División de responsabilidades de cuidado dentro del hogar ................................................ 52
6. Consideraciones finales........................................................................................................ 60
Bibliografía............................................................................................................................... 64

3
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

1. Introducción

Hace ya un par de años estamos enfrentadas a grandes cambios mundiales que vienen a
reconfigurar el globo, pero especialmente la manera como se gestan los intercambios. Sin
duda, como toda actividad social los intercambios comerciales tienen además su componente
social, tanto en su conformación como en sus resultados. De manera sintética se podría decir
que las transformaciones económicas y en el comercio tienen “efectos” sobre las sociedades
donde estas se llevan a cabo.

Muchas de estas consecuencias son buscadas e incluso anheladas por quienes impulsan y
provocan parte de estos movimientos, otras sin embargo, se verán expresadas fuera de las
consideraciones y planificaciones iniciales, o por lo menos, fuera de los intereses inmediatos.

En este contexto podemos insertar la invisibilidad de las consideraciones de género, cuando


analizamos los resultados de las iniciativas comerciales que se han llevado a cabo en el último
tiempo. Tanto el trabajo femenino remunerado, como la llamada economía del cuidado se
encuentran completamente ausentes de este debate, y por lo tanto en desamparo para
confrontar sus resultados.

Durante la década de los noventa, se produce una serie de iniciativas y políticas públicas
destinadas a fomento el sector exportador, estos impulsos dan sus resultados y crean una serie
de escenarios de producción que requieren nueva mano de obra. Cómo ha sido tendencia en
las últimas décadas, este proceso lleva aparejado un incremento de la participación de las
mujeres en estas áreas exportadoras. En Chile, especialmente centrada en la agroindustria,
como nueva fuente de trabajo para quienes se encuentran en sectores rurales o pequeñas
ciudades cercanas.

Estos cambios exigen a su vez, a la política pública, reinventarse para satisfacer los
requerimientos que supone esta nueva actora en terrenos antes limitados. No obstante, estas
adecuaciones de política han sido hasta e momento básicamente reactivas y distan mucho de
considerar todas las aristas que esta revolución masiva de los roles tradicionalmente
adquiridos requiere.

Pese a que lo constatan, el estado, las empresas y la sociedad en general, no dan cuenta y
algunas veces, se hacen cargo lentamente, de lo que significa que las tareas tradicionalmente
asociadas al género femenino, no dejan de ser responsabilidad de las mismas mujeres que
ahora se desempeñan como proveedoras remuneradas, y las consecuencias de esta sobrecarga
laboral, es parte de los debates que es necesario instalar.

Dentro de este escenario, este proyecto busca abordar las transformaciones e incidencias de
género que ha provocado la liberalización del comercio, tanto en los ámbitos laborales
remunerados como dentro del trabajo no remunerado.

Para esto, el foco de la investigación se centrara en los años noventa, década en que, como ya
fue señalado, se produjeron una serie de cambios en los modelos exportadores de
Latinoamérica, y en Chile un crecimiento importante de las exportaciones sumado a un gran
énfasis en tratados de libre comercio que potencian fundamentalmente estos sectores.

4
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Parte importante del objetivo del proyecto está situado en la necesidad de ver las relaciones
entre los cambios en la economía, especialmente el sector exportador y los cambios acaecidos
en los sistemas de cuidado. Ver la manera en que la política pública se ha hecho cargo de los
fenómenos que se han venido desarrollando durante la década, a propósito del énfasis en el
comercio exterior.

En este sentido, en una primera etapa, el proyecto buscó recopilar información acerca de los
cambios que se han producido en materia de la economía del cuidado, con el objetivo de
recrear las diversas iniciativas que se han dado en ese ámbito. Todas, con miras a cubrir las
necesidades de un creciente número de mujeres que se enfrenta al trabajo remunerado, en las
ciudades y sectores rurales de Chile.

El énfasis en la ruralidad, se debe a que en este caso el lugar donde se llevan a cabo las
políticas es particularmente importante para determinar las posibles incidencias de la
liberación económica sobre la economía de cuidado. En el caso chileno el desarrollo de las
exportaciones se encuentra concentrado en zonas alejadas de las grandes ciudades. Los
sectores de mayor crecimiento en que la presencia de mujeres en el trabajo es importante, son
los sectores agrícolas y de pesca.

Sin embargo, los alcances de la investigación son limitados, en primer lugar dado la
información disponible. Las posibilidades de acceder a datos que reflejen directamente la
incidencia de las exportaciones en los servicios públicos y privados de cuidado es, hasta el
momento algo prácticamente imposible de conseguir, en la mayoría de los casos y sólo con la
excepción de programas específicos, las cifras tienden a ser generales, y las conclusiones sólo
pueden llegar a ser aproximaciones de la realidad, a partir de criterios regionales o de
ruralidad. En segundo término, este primer intento de recabo de información sólo tiene por
objetivo contextualizar y dar a conocer las características de los sistemas de cuidado del país,
ya que se espera en una segunda etapa y a través de un estudio de caso, mostrar más
claramente las transformaciones específicas del sector.

Es así, que se presenta en la primera parte de este documento, una revisión de las
características de los servicios de cuidado infantil y su evolución durante los años noventa.
Este registro parte presentando la forma que ha adoptado la normativa legal en el último
tiempo, y cómo esta se configura en torno a las necesidades de la población.

En el punto 2 se presenta un panorama general de los servicios de cuidado infantil en Chile,


durante el período especificado. Los puntos 3 y 4, entregan detalladamente el desarrollo de los
servicios de cuidado y educación, dedicados a las poblaciones de 0 a 5 años y de 6 a 13 años,
respectivamente. La cobertura en salud para estos mismos grupos etáreos, se presenta en el
apartado 5, entregando una breve explicación de cómo funcionan los sistemas de salud en
Chile. Finalmente en el punto 6, se entregan todos los otros tipos de prestaciones sociales o
monetarias, enfocadas al cuidado de este sector de la población.

La segunda parte del documento está dedicada a las políticas de cuidado enfocadas hacia la
ancianidad. En este caso, en el primer punto se revisan las políticas de protección y cuidado
dirigidas a este sector. El segundo apartado presenta el levantamiento de la cobertura de los
servicios entregados tanto por el sector público como privado. En el punto tres se entregan
los datos existentes acerca de la cobertura de hogares y residencias destinadas a la tercera

5
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

edad. Y finalmente el punto 4 nos muestra el volumen y las características, de los programas
públicos destinados al adulto mayor.

En la tercera parte del documento, se revisa el soporte que existe para el cuidado de otras
personas dependientes. En el primer punto el foco está puesto en la legislación que configura
los derechos de esta población. En el segundo punto se exploran las posibilidades de la
cobertura actual de cuidado con la que cuentan quienes son consideradas dentro de este grupo.

La cuarta y última parte del documento está por completo destinada al análisis de algunos de
los resultados que ha obtenido estudios acerca de la división de las responsabilidades dentro
del hogar. Dada las diferencias metodológicas de los trabajos revisados y a la poca recurrencia
de ellos, es imposible extraer tendencias para la década, por lo que su papel se convierte más
bien en entregar una radiografía de cómo se perfila y se continúan configurando los roles de
mujeres y varones dentro de la familia.

6
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

2. Cuidado Infantil

2.1. ¿Qué prevé la legislación chilena?

La legislación que facilita la incorporación de las mujeres al ámbito laboral, se instala en


Chile desde principios del siglo XX.

Como principales responsables de la reproducción, el acceso al trabajo y sus trayectorias


laborales se ven constantemente afectadas por esta responsabilidad biológica y social.

Junto con el desarrollo de los sistemas de protección social asociados al modelo de trabajador
asalariado, las instituciones de previsión social vieron la necesidad de legislar en torno a la
protección de las mujeres trabajadoras.

Sin embargo, las primeras tentativas de regulación del trabajo femenino, estuvieron si,
exclusivamente ligadas con su rol de reproductora. En este sentido, Pautassi et al (2005)
señalan que en la mayoría de la legislación referida a mujeres en América Latina, se enfocan
en elementos que permitan articular la capacidad reproductiva y el cuidado de la familia con
el empleo; y en esto Chile no es la excepción.

Las autoras sostienen que la diferencia sexual y reproductiva ha sido la fuente de la


diferenciación en relación al derecho, cosa que si bien es necesaria dado que efectivamente las
condiciones reproductivas intervienen en la capacidad de participar del modelo laboral actual,
esto no se complementa “con el reconocimiento del principio de igualdad entre trabajadores y
trabajadoras”.

En Chile la legislación respecto a la maternidad se ha ido perfeccionando con el paso de los


años. Actualmente el código del trabajo en su Titulo II De la protección a la maternidad,
establece que las trabajadoras tendrán derecho a descanso seis semanas antes del parto y doce
semanas después. Durante este período la embarazada, mediante certificado médico que
acredite su condición, recibirá de parte del estado un subsidio equivalente a la totalidad de
remuneraciones y asignaciones que perciba restándose solamente los cobros referentes a
previsión y descuentos legales.

Al mismo tiempo las mujeres que se encuentren en período de embarazo y hasta un año
después del alumbramiento tienen derecho a fuero maternal, es decir, el empleador no puede
terminar el contrato de trabajo a menos que exista autorización de un juez competente.

Respecto al cuidado de los hijas/os una vez retornadas al trabajo remunerado, la legislación
establece el derecho de las madres de disponer de dos períodos de tiempo al día que no
superen en conjunto una hora, para alimentar a sus hijas/os. En la misma línea los
empleadores con más de 20 trabajadoras ocupadas, tienen la obligación de proporcionar
guarderías para las/os niñas/os hasta los dos años. Esta ley fue perfeccionada en el año 1998
señalando que el número de trabajadoras se contabiliza a partir de todos los establecimientos
que posee la empresa, así también en 2002 se produjo una ampliación de la cobertura de este
derecho decretándose que estas modificaciones se extienden a los grandes centros
industriales, ciudades empresariales y centro comerciales con una misma personalidad
jurídica.

7
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Existe además en la legislación chilena, el derecho a permiso y subsidio, en caso de


enfermedad grave de hijas/os menores de un año, para acceder a este, se debe presentar un
certificado médico que acredite la necesidad de cuidado de la niña/o por enfermedad grave.
Este subsidio al igual que el de pre y post natal es financiado por estado, cubre un 100% de la
remuneración de la trabajadora con un tope de 60 unidades de fomento (UF)1.

El alcance de estas leyes se extiende a todas las mujeres trabajadoras que se encuentren en
relación de dependencia con un empleador/a. La excepción la constituyen los permisos y
subsidios, maternal y por enfermedad de hija/o menor de un año, al que tienen acceso todas
las mujeres que cumplen labores remuneradas, ya sea contratadas o independientes, siempre y
cuando estén afiliadas a algún sistema previsional.

Así mismo es necesario señalar, que a partir de fines de los años 90 estos derechos también se
hacen extensivos para aquellas trabajadoras/es que tengan a su cuidado un/a niña/o menor de
seis meses. En estos casos la ley establece el derecho de solicitar el permiso y el subsidio en
caso de enfermedad grave del/a menor.

A su vez y desde el momento en que queda establecida la tuición por orden del juez, existe el
derecho de acceder al permiso y licencia post-natal por doce semanas. Siguiendo el espíritu
anterior, las últimas modificaciones han establecido también, que al momento de ser
decretada la tuición se extenderá, para quién sea responsable del cuidado, un fuero laboral que
tendrá una duración de un año plazo.

En su reflexión sobre diversas legislaciones latinoamericanas en relación al cuidado Pautassi


et al. (2005) establecen que se aprecia en las normativas de la región un marcado foco en el
período de gestación, alumbramiento y lactancia, y que a su vez la legislación se refiere “casi
exclusivamente a los derechos de las mujeres – asumiendo su doble función de trabajadoras y
madres – y casi nunca a los hombres” (Pautassi et al, 2005:118), lo que contribuiría a
mantener el modelo clásico del hombre proveedor-mujer cuidadora que sustentó los primeros
cuerpos legislativos laborales, pero que no mantiene ninguna relación con la experiencia
laboral actual de la población.

A partir de esta lógica, las autoras señalan tres dimensiones en las que se fundan las políticas
públicas enfocadas en el cuidado: tiempo para cuidar, dinero para cuidar y servicios de
cuidado infantil.

En los servicios asociados a al maternidad, los dos primeros ejes se encuentran directamente
relacionados. La disponibilidad del tiempo para el cuidado depende necesariamente de la
disposición de recursos que permitan esta dedicación. Estas dos dimensiones las podemos
encontrar en la relación que existe entre permisos pre y post-natal y los subsidios otorgados
por estos conceptos. Pero al mismo tiempo, esta relación nos permite ver de qué manera se
interpreta la responsabilidad de cuidado en la legislación nacional.

Por razones que no es necesario explicar, el análisis en cuestión se refiere exclusivamente al


post-natal, y a los incentivos que la legislación entrega a los padres para hacerse partícipes del
proceso de cuidado de las/os hijas/os recién nacidas/os. La legislación chilena, en este sentido
otorga solamente la posibilidad de permiso y subsidio post-natal a las trabajadoras. Para los
padres existe desde 2005 el derecho de pedir 5 días de permiso pagado, el que puede ser
1
Unidad de medida reajustable en función del índice de precios al consumidor (IPC). Las 60 unidades de
fomento corresponden a 2.000 dólares al valor UF y tasa de cambio del día 22 de noviembre de 2006.

8
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

distribuido desde el día del parto hasta un mes luego de acontecido el nacimiento. A este
derecho puede acceder también, desde la sentencia definitiva, el/la cónyuge al que se le
conceda la adopción de un/a hija/o.

La excepción de lo anterior se da en el primer caso sólo por fallecimiento de la madre durante


el parto o en el período de post-natal, bajo estas circunstancias el padre gozará de los derechos
a subsidio por el período post natal y a fuero por un año, tal como fue establecido para las
trabajadoras.

En el caso de tuición, la norma asume que el cuidado debe ser dado por quién se hizo
responsable de esta. Como se señaló anteriormente el artículo 199 del Código del Trabajo
establece que “tendrá también derecho a este permiso y subsidio, la trabajadora o el trabajador
que tenga a su cuidado un menor de edad inferior a un año, respecto de quien se le haya
otorgado judicialmente la tuición o el cuidado personal como medida de protección. Este
derecho se extenderá al cónyuge, en los mismos términos señalados en el inciso anterior.”

Como vemos, en estas situaciones la legislación no asocia el cuidado con las mujeres, sino
con quién ha asumido la responsabilidad de este.

Parece lógico, sin embargo que en cierto grado las licencias post-natales – ya que para las pre-
natales no existe duda – estén relacionadas a la madre por el período de puerperio. No
obstante, también parece lógico que durante el período de recuperación física de las mujeres
estas cuenten con la participación de los padres en el cuidado, y que una vez finalizada la
recuperación el cuidado pueda ser realizado indistintamente por mujeres u hombres.

Es la lógica que se plantea detrás de la norma de tuición y es la lógica que se encuentra


también en la ley sobre Enfermedad hijo menor de un año (EHM).

Esta regulación que entrega el derecho a cuidar a hijas/os menores de un año en caso de
enfermedad grave, también establece la posibilidad de que sea el padre ola madre quién
solicite la licencia. En caso de ambos progenitores sean trabajadores, cualquiera de ellos y a
elección de la madre, puede gozar del permiso y el subsidio. De la misma forma, tendrá
acceso a estos derechos el padre en caso de fallecimiento de la madre, y quién tenga la tuición
del/a menor por sentencia judicial.

La tercera dimensión señalada por Pautassi et al. (2005) dice relación con los servicios de
cuidado infantil, en ese sentido la experiencia chilena es decepcionante, ya que si bien el
código señala la obligación de proporcionar salas cuna, este deber sólo existe cuando el
establecimiento ocupa a 20 o más mujeres.

Esta asociación del cuidado infantil con las mujeres tiene varias consecuencias, una de ellas es
la posibilidad de burlar la responsabilidad con sus trabajadoras estableciendo un límite de 19
mujeres en el establecimiento y asó no verse obligado a entregar servicios de cuidado,
traspasando este costo a las trabajadoras. Este mismo hecho motiva la discriminación hacia la
contratación de mujeres una vez que la empresa ya cumplió con la cuota límite.

Así mismo, esto permite que la vinculación de la maternidad no sólo se desarrolle en el


ámbito de lo simbólico, sino que contribuye a mantener el prejuicio de que la contratación de
mujeres es más cara que la de hombres. Finalmente, pero no menos importante, esta
legislación discrimina a los trabajadores que asumen su responsabilidad en el cuidado de sus

9
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

hijas/os, no entregándoles garantías para compatibilizar su trabajo y el cuidado de sus


hijas/os. Sin embargo, el otro ámbito dónde la legislación debería intervenir para proteger la
incorporación de las mujeres al mercado del trabajo, dice relación con la igualdad.

En este sentido Pautassi et al (2005), señalan que además de las normas que se refieren a la
capacidad reproductiva de las mujeres, existen aquellas “que dan cuenta de otro tipo de
discriminación contra las mujeres en el ámbito laboral, que opera en el sentido de tratar
distinto a lo que es igual o tratar igual a lo que es distinto entre hombre y mujeres” (Pautassi
et al, 2005:122)

Es justo en esta área dónde el derecho chileno ha avanzado bastante poco, sólo en el año 1998
se promulga la ley 19.591 que establece que “ningún empleador podrá condicionar la
contratación de trabajadoras, su permanencia o renovación de contrato, la promoción o
movilidad en su empleo, a la ausencia o existencia de embarazo, ni exigir para dichos fines
certificado o examen alguno para verificar si se encuentra o no en estado de gravidez”.

Esta normativa se impone debido a la práctica extendida entre los/as empleadores/as de


verificar la existencia de embarazo antes de acceder a la contratación de las mujeres. En la
actualidad pese a la existencia de la ley y debido a la dificultad que existe para fiscalizarla,
estas prácticas continúan frecuentándose al momento de entrevistar mujeres para acceder a
empleos.

Así mismo, además de esta ley sólo la legislación en torno al acoso sexual promulgada en año
recién pasado – 2005 – se puede considerar dentro de los esfuerzos para tratar distinto a lo
que es particular de las mujeres. Lamentablemente, más allá de esta legislación que si ha
tenido impacto en la esfera laboral, la normativa chilena no establece garantías de igualdad en
las remuneraciones y la idea del mayor costo asociado a las mujeres en la contratación
continúa inserta en la mentalidad empresarial, cómo la exigencia de prueba de embarazo lo
demuestra.

2.2. Los servicios de cuidado infantil

El acceso a los servicios de cuidado infantil ha sido desde el inicio bastante reducido. Pese a
lo establecido en la ley, la posibilidad de acceder a sala cuna para las madres trabajadoras es
restringido dado que se ha convertido en una práctica común intentar doblar la ley no
contratando a mujeres o estableciendo un límite que no signifique el cumplimiento de esta
normativa.

En vista de lo anterior el acceso a servicios de cuidado infantil ha sido fundamentalmente una


responsabilidad de las familias y dentro de estas, de las mujeres. En caso de ser la trabajadora
responsable de algún/a menor, el cuidado se soluciona preferentemente a través de la red de
soporte de la trabajadora, si es que existe, o a través de la contratación de servicios pagados.
En ambos casos la preocupación y gestión de los recursos de tiempo y dinero son de
responsabilidad privada.

Con esto queda claramente expuesto que la participación del estado ha sido mínima durante
las décadas anteriores, sólo a fines de los años 90 se comienza a notar una mayor
preocupación por los temas de cuidados infantiles, dado las bajas tasas de participación
femenina en los estratos socio-económicos bajos. A esto se suma en 2004 los altos costos por
concepto de entrega de licencias por enfermedad de hija/o menor de un año. Todos estos

10
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

factores ponen en alerta a las autoridades respecto a la necesidad de modificar la forma en que
se están entregando los servicios de cuidado.

Actualmente no existe un sistema integral que considere las distintas aristas del cuidado,
básicamente el sistema de cuidado y reproducción de la población se compone de programas
específicos o partes de los sistemas de educación y salud, además de algunas normas y
regulaciones independientes que buscan subsanar lo que estos dos grandes servicios públicos
no realizan.

En ese sentido, desde sus inicios los gobiernos de la concertación hay buscado aumentar
constantemente el gasto dirigido a estas necesidades sociales.

Entre 1990 y 2000 el gasto asociado a educación aumento de un 2,6% a un 4,2% del PIB. Así
mismo entre los años 1990 y 2002 el número total de establecimientos educacionales tuvo un
incremento de 9.814 a 10.610; pero en este punto es necesario hacer un alcance.

Actualmente la educación se encuentra normada por Ley orgánica constitucional de


enseñanza (LOCE), publicada el 10 de marzo de 1990, uno de los últimos actos de la
dictadura. Esta ley establece los lineamientos de la educación y el sistema mixto que se había
implantado desde hace varios años en el país pero que mediante esta modificación queda
instituido en la legislación chilena. Esta regulación busca validar la creación de un sistema
mixto de enseñanza dónde el estado sólo tendrá incidencia en los programas impartidos por
los establecimientos públicos, para el resto sólo presenta programas anuales a cumplir según
el criterio de los responsables educacionales. Al mismo tiempo se potencia la creación de
establecimientos privados y subvencionados2, traspasando la responsabilidad de la educación
al ámbito privado; tal como lo establece la LOCE en su segundo artículo “Corresponde,
preferentemente, a los padres de familia el derecho y el deber de educar a sus hijos; al Estado,
el deber de otorgar especial protección al ejercicio de este derecho”.

Es por esto que el aumento del 11% - de 9.814 a 10.610 – en la oferta de establecimientos
educacionales tiene sus matices, y se desglosa en la disminución de los establecimientos
públicos de 6.288 a 6.255 entre 1990 y 2002, y el incremento de los particulares
subvencionados de 2.694 a 3.217 y particulares de 759 a 1.068 entre esos mismos años.

Como vemos no sólo se produjo un estancamiento en la creación de establecimientos públicos


sino que incluso existió una disminución, lo que sumado al importante incremento en
establecimientos subvencionados hablan de la línea que adquiere la política educacional,
adoptada por los gobiernos de la Concertación, en torno a cómo se entregan y definen los
contenidos educacionales.

2.3. Servicios de educación inicial de 0 a 5 años

En términos de educación infantil o parvularia la legislación chilena no establece la


obligatoriedad de asistir a los establecimientos educacionales para menores de 6 años. Pese a
lo anterior, desde los años noventa se ha incrementado la oferta de servicios públicos de este

2
Los establecimientos subvencionados tienen un financiamiento compartido entre el estado y particulares. Están
a cargo de un sostenedor privado a quien el Estado otorga $36.990 como máximo por concepto de subvención
mensual por alumno, en tanto que los padres o apoderados deben cofinanciar un arancel que varía de acuerdo a
cada establecimiento.

11
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

tipo. Especial importancia se le ha dado a este tema en el gobierno actual3 conformándose


desde el inicio del mandato una comisión para la entrega de propuestas respecto al tema del
cuidado infantil.

Esta preocupación por el cuidado tiene sus fundamento por un lado en las recomendaciones y
estudios médicos que establecen la importancia de la temprana estimulación de las/os
menores para la adquisición de las habilidades sociales, que les permitirán acceder de manera
igualitaria a la educación posterior. En segundo lugar, este tipo de iniciativas se enmarcan
dentro del diagnóstico que hace presente la necesidad de facilitar la incorporación de gran
parte de las mujeres con menores recursos – y por tanto sin acceso a cuidado infantil privado
– al mercado laboral.

A partir del establecimiento de la necesidad de cuidado infantil, podemos ver durante los años
noventa un incremento constante en la cobertura de educación parvularia para menores entre 0
y 5 años.

En el año 1990 según la encuesta CASEN la cobertura parvularia total alcanzaba al 20, 9% de
la población, una cifra bastante reducida, sin embargo ya para el 2003 esta cifra había
aumentado a 35,1% cifra que si bien sigue siendo bastante menor denota la preocupación por
la incorporación de más niñas/os al sistema parvulario.

2.3.1. Población de 0 a 5 años

Dentro de las condiciones en que se desarrolla la educación parvularia, debemos señalar que
el aumento de la cobertura se ha visto mediado por la disminución de la población menor de 5
años, en términos totales y en relación a la población total (Cuadro 1).

Cuadro 1 Población de 0 a 5 años

1990 1996 2003


0-2 años 888.859 870.689 745.016
3 años 287.997 297.157 256.422
4 años 282.641 298.764 261.812
5 años 278.396 300.284 267.407
Total (0-5 años) 1.737.893 1.766.894 1.530.657
Fuente: CELADE, Estimaciones y proyecciones de población. http://www.eclac.cl/celade/proyecciones/basedatos_BD.htm

Así mismo, es importante señalar que del total de mujeres madres de hijas/os menores de
cinco años, sólo el 19% participa activamente del mercado laboral, porcentaje que disminuye
cuando se trata de niñas/os menores de 3 años (JUNJI, 2005). Respecto a esto la Encuesta
CASEN de 2000 señala que del total de mujeres con hijas/os menores de 6 años un 66% no
trabaja remuneradamente, y entre ellas un 12% declara no trabajar por falta de cuidado
infantil para sus hijas/os.

3
A través del programa “Ampliación de cobertura- Primer Nivel de Transición” el MINEDUC instaló el 75% de
la meta (120.000) al 2006 lo que implicaba incrementar en el sistema 90 mil niños y niñas de 4 años, con la
apertura del primer nivel de transición, en establecimientos municipales y particulares subvencionados que son
14.776 nuevos cupos, que significa aumentar la meta total para el año de 20 mil nuevos cupos.

12
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Cuadro 2 Mujeres en el mercado de trabajo, 2000

Mujeres que trabajan para el mercado


Total de mujeres mayores de 15 años 1.905.597
5.605.544
Mujeres que no trabajan para el mercado
3.699.947

Mujeres que trabajan para al mercado


Mujeres en hogares con niños 0-6 años 748.608
2.185.765
Mujeres que no trabajan para el mercado: 1.437.157
De estas, 172.004 declaran
que no trabajan remuneradamente porque no tienen con
quien dejar a los niños/as

Fuente: Brunner, J.J., Elacqua, G. y Pacheco, P. (2005)

Actualmente los cuidados infantiles en Chile no se componen como un sistema total


integrado. El modelo está conformado por dos partes, el sistema llamado Regular, que a su
vez esta compuesto por los establecimientos del sector municipal, del particular
subvencionado y del particular.

El otro subsistema está compuesto por los jardines infantiles dependientes de Junji y la
Fundación Integra, ambos dependientes del estado, y enfocados en cubrir con programas
especiales necesidades específicas de la población.

2.3.2. Nivel de cobertura

Durante toda la década de los noventa ha habido un incremento constante en la asistencia de


menores a establecimientos de cuidado (salas cuna) o a la enseñanza infantil (jardines
infantiles).

Como vemos en el gráfico 1, la variación entre los años 1990 y 2003 es más significativa en
los menores de 1 y 2 años, dónde la asistencia pasó de 5,8% a 11,8% y de 1,0% a 4,8% de la
población total, respectivamente; sin dejar de resaltar que en ambos casos pese a los
incrementos la cobertura respecto al total de la población es significativamente baja.

13
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Gráfico 1
Fuente: Elaboración propia en base a CASEN – MIDEPLAN de cada año

Porcentaje de niñas y niños que asisten a establecimiento


educacional

20
18 11,8
11,6
16
14
9,1 8,8
12 8
2 años
10 1 año
6,3
8 0 años
5,8
6 4,8
4,3
4 2,7 3,3 3,3
1,8
2 1 1,7
0,9 0,9 1,2 1,1 1,3
0 0,6
1990 1992 1994 1996 1998 2000 2003

Una situación diferente se presenta en las edades inmediatamente siguientes, ya que como se
puede apreciar en el gráfico 2, entre esos mismo años – 1990 a 2003 – la cobertura para
menores entre 3 y 5 años crece de manera mucho más significativa en relación al total de la
población.

El aumento de la asistencia de niñas/os de 5 años es evidentemente el más significativo ya que


pasa de un 53% a un 77,7% de la población total para el año 2003. Claro está, que la
importancia de este nivel de educación pre-escolar a estado por más tiempo instalada en la
sociedad y por ende hay una mayor disponibilidad a enviar a las/os niñas/os a los
establecimientos desde los 5 años. Al mismo tiempo esta cifra habla del aumento en la
disponibilidad de educación pre-escolar para la población menor de 5 años.

De la misma forma los incrementos en la cobertura en educación para las/os menores de 3 y 4


años también señala una tendencia a enviar en mayor cantidad a las/os niñas/os a los
establecimientos, así como la ampliación de la cobertura. En el primer caso la asistencia
aumenta de 14,1% a un 27,4% y para los 4 años la asistencia sobrepasa el 50 por ciento –
51,5% – en 2003, luego de ser del 28,6 en 1990.

14
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Gráfico 2

Porcentaje de niños y niñas que asisten a establecimiento


educacional

90,0
80,0 77,7
70,0 72,1
66,6
60,0 60,5 62,4
56,3
53,0 51,5
50,0
40,0 42,0
34,3 37,2 37,2
30,0 28,6 29,6 27,4
23,4 26,1
20,0 18,6 21,0
14,1 16,6
10,0
0,0
1990 1992 1994 1996 1998 2000 2003

3 años 4 años 5 años

Fuente: Elaboración propia en base a CASEN – MIDEPLAN de cada año.

En general podríamos señalar que la cobertura de la educación parvularia entre las edades de
0 y 5 años se incrementa de manera constante a través de la década de los noventa, variando
de un 20, 9% en el año 90 a un 35,1% del total de la población de esa edad en el año 2003
(gráfico 3).

Gráfico 3

Cobertura preescolar 1990-2003

40 35,1
35 32,4
29,8 30,3
30 26,9
24,7
25 20,9
20
15
10
5
0
1990 1992 1994 1996 1998 2000 2003

Fuente: Brunner, J.J., Elacqua, G. y Pacheco, P. (2005)

15
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

2.3.3. Tipo de cobertura

Como se estipuló anteriormente el modelo de educación parvularia en Chile consta de dos


subsistemas que entregan educación pre-escolar, el llamado sistema regular que se compone
de los establecimientos municipalizados, los particulares subvencionado y los particulares; y
el subsistema compuesto por la Junta Nacional de Jardines Infantiles (JUNJI) y por la
Fundación Integra.

La Junta Nacional de Jardines Infantiles (JUNJI) se aboca específicamente a atender a los


menores de seis años pertenecientes a sectores en situación de pobreza y vulnerabilidad
social, mediante administración directa y en convenio con instituciones y organismos sin fines
de lucro. Además promueve y supervisa, en jardines infantiles del ámbito público y privado,
el cumplimiento de la normativa emanada de JUNJI o de otras entidades vinculadas al sector.

En términos de cobertura en 1990 la JUNJI atendía 62.718 niños y niñas, y para el 2002 la
atención ascendía a 116.143.

Como parte de su labor en el transcurso del decenio ha incorporado nuevos programas acorde
con las distintas necesidades de su población objetivo, buscando adecuarse a la dispersión
geográfica del país, a los requerimientos de la población urbana que desea educar a sus hijos e
hijas sin enviarlos a un jardín infantil y a la necesidad de apoyar de manera coordinada con
los servicios de salud, el trabajo de recuperación integral de niños y niñas en riesgo biomédico
y social.

La JUNJI cuenta con una serie de programas de atención que se adaptan a las diversas
necesidades de la población que atiende. Estos se pueden agrupar como sigue:

a) Jardín infantil clásico


Atiende a niños y niñas desde los 84 días de edad hasta su ingreso a la educación básica, por
lo general, este programa se implementa en zonas urbanas densamente pobladas y semi-
urbanas. Su funcionamiento abarca once meses del año en una jornada de atención de lunes a
viernes, mayoritariamente en jornada completa de 08:30 a 16:30 horas. Durante su
permanencia en el jardín infantil, los párvulos reciben alimentación en servicios de desayuno,
almuerzo y once, además de una colación adicional para los niños y niñas con déficit
nutricional.

b) Jardín infantil alternativo


Enfocado a hijos e hijas de temporeras, jefas de hogar o de familias indígenas, el 2005 fueron
atendidos 1.187 niños y niñas bajo este programa. Por lo general, este programa funciona en
convenio con municipalidades, corporaciones y organizaciones comunitarias que
proporcionan el local, el mobiliario y los consumos básicos, en tanto el personal, el material
didáctico, la alimentación de los párvulos y la supervisión son de responsabilidad de la JUNJI.
Atiende durante once meses del año en sectores rurales o semi urbanos de escasos recursos y
de baja concentración poblacional para niños de dos años a cuatro años y once meses en
jornada parcial o completa según las características de la población y los recursos disponibles.
Las modalidades de atención son el jardín familiar, jardín laboral, jardín estacional, jardín en
comunidades indígenas.

c) Programa educativo para la familia

16
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

En este programa la familia es la protagonista del proceso educativo y el trabajo pedagógico


desarrollado por parte de los agentes educativos institucionales es fundamentalmente
indirecto. Este programa agrupa una serie de modalidades de atención tales como sala cuna en
el hogar, patio abierto, jardín infantil a distancia, sala cuna en el consultorio y
comunicacional. El 2005 la cobertura de este programa fue de 12.347 menores.

Como vemos en el Cuadro 3 la cobertura de los programas JUNJI es bastante marginal,


fundamentado en su política de focalización en niñas/os con necesidades específicas ya sea
geográficas, sociales y educacionales; y también madres con necesidades particulares, como
son las largas jornadas de trabajo.

Cuadro 3
JUNJI: Matricula total según año
Año Número de niños/as matriculados/as
1990 62.718
1996 96.867
1997 103.884
1998 112.397
1999 115.327
2000 120.628
2001 71.735
2002 116.143
Fuente: SERNAM – Basemujer.
http://www.sernam.cl/basemujer/index.htm

Dentro de este subsistema de atención parvularia también existe la Fundación Integra, creada
en 1990, fundación de carácter privado sin fines de lucro, pero que funciona con aportes del
Estado. La acción de la Fundación Integra está focalizada a niñas/os pertenecientes a familias
con un índice CAS4 bajo, y que tengan entre tres meses y 4 años 11 meses de edad. Tienen
prioridad para acceder a dichos establecimientos los hijos e hijas de madres trabajadoras, que
buscan trabajo, que son jefas de hogar o madres adolescentes.

La Fundación Integra cuenta con los jardines infantiles regulares que atienden de lunes a
viernes de 8:30 a 16:30 horas, los jardines con programa de extensión horaria, los cuales
atienden de lunes a viernes hasta las 20 horas y son para los hijos de madres trabajadoras o
que buscan trabajo y los “jardines estacionales” que atienden a los hijos de trabajadoras
temporeras del sector agroindustrial y de zonas turísticas y que operan cada año, en la
temporada correspondiente.

Cuadro 4 Fundación Integra: Matrícula y número de establecimientos

Niños y Número de Número Número de


niñas Jardines de Salas establecimientos con
matriculados Infantiles Cunas extensión horaria
1990 37.270 501 18 s.i.

4
La ficha CAS es una encuesta que permite conocer la situación socioeconómica de una familia. La ficha CAS
vigente es un requisito imprescindible para la postulación a todo tipo de subsidios que entrega el Estado a las
familias en situación de pobreza (SUF, PASIS, Subsidio al pago del Agua Potable, Subsidios de vivienda,
Programa de Mejoramiento de Barrios, entre los principales).

17
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

2005 70.567 881 153 s.i.


2006 70.808 881 159 400
Fuente: Datos no publicados entregados por la Fundación Integra

Como vemos en los gráficos siguientes las iniciativas estatales para mejorar la cobertura
pública de servicios parvularios, ha sido efectiva en aumentar la entrega cuidado a las/os
niñas/os menores de 5 años.

Podemos apreciar que para el año 1996, las estadísticas provenientes de las encuestas CASEN
indican que la mayoría de las/os menores de 5 años que recibían cuidado fuera de sus hogares
lo hacían de establecimientos particulares.

Gráfico 4

1996: Porcentaje de niños y niñas que asisten a


establecimiento educacional según tipo de establecimiento

60
49
50
40 41
40 33 32 30 31
29 29
30 24 23 24 21
20 15 17
12 12 14
11
10 7

0
0-2 años 3 años 4 años 5 años 0-5 años

Municipal Junji e Integra Particular sub. Particular

Fuente: Elaboración propia en base a CASEN – MIDEPLAN de cada año.

Para el año 2000 la preponderancia del cuidado particular como principal proveedor se
mantiene. De la misma forma se conserva prácticamente igual la distribución de la
participación de todos los tipos de establecimiento, las variaciones se pueden explicar
básicamente a través de la incorporación en la encuesta de la alternativa “jardín padre o
madre” que corresponde a las dependencias de párvulos que se encuentran en las empresas de
las/os madres o padres.

18
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Gráfico 5

2000: Porcentaje de niños y niñas que asisten a establecimiento


educacional según tipo de establecimiento

50 45
45 40 40
38
40 36
35 32 31
30 28 28
25 24
25 22 22
20 16
15 12 13 12
9 9
10 6 6
5 2 2 1 2
0
0-2 años 3 años 4 años 5 años 0-5 años

Municipal Junji e Integra Particular sub. Particular Jardin padre o madre

Fuente: Elaboración propia en base a CASEN – MIDEPLAN de cada año.

Es en la encuesta del año 2003 dónde se puede comenzar a apreciar los resultados de las
iniciativas para aumentar la cobertura pre-escolar, especialmente aquellos esfuerzos dirigido a
personas y madres trabajadoras de menores recursos. Es así como vemos un cambio
significativo en el porcentaje de menores que asisten a establecimientos regidos por la JUNJI
y la Fundación Integra, especialmente en aquellas/os menores de 5 años.

Gráfico 6

2003: Porcentaje de niños y niñas que asisten a


establecimiento educacional según tipo de establecimiento

50 46
43 43
45
40 36
35 32
30 29
27 28
30
25 22 21
19 20
18
20 15
14
15 12
10 9
8 8
10 5
5 2 1 2
0
0-2 años 3 años 4 años 5 años 0-5 años

Municipal Junji e Integra Particular sub. Particular Jardin padre o madre

19
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Fuente: Elaboración propia en base a CASEN – MIDEPLAN de cada año.

2.3.4. El cuidado infantil según estratos económicos

Dado el foco de los programas antes mencionados, es posible suponer que la cobertura a los
niveles socioeconómicos más necesitados de la sociedad, debió ir en aumento a través de la
década.

Efectivamente esa es la tendencia que presentan los estudios realizados al respecto, como se
puede ver en el gráfico 7. Pese a que aún la desigualdad entre estratos socioeconómicos
respecto al acceso a la educación pre-escolar es más que significativa, se puede destacar
también que en la última década prácticamente se ha duplicado la cobertura en los quintiles
más bajos - 1 y 2 - y en el tercer quintil el incremento ha sido del 72%, pasando de 20,4% de
la población a 35% entre los años 1990 y 2003.

Gráfico 7

Cobertura preescolar según quintil de ingreso

60
50,2
50
37,6
40 34 35
30,3 32,4
27,2 1990
30
20,4 2003
16,9 17,5
20
10
0
Quintil 1 Quintil 2 Quintil 3 Quintil 4 Quintil 5

Fuente: Brunner, J.J., Elacqua, G. y Pacheco, P. (2005)

Esto no evita sin embargo señalar, que la amplia diferencia que existe entre los extremos es
aún una tarea inconclusa urgente, más aún si consideramos la baja cobertura total que presenta
el sistema pre-escolar. Como primer acercamiento a la sociabilidad, a la estimulación
temprana de las capacidades cognitivas y como elemento fundamental para la incorporación
de las mujeres de menores recursos al mercado de trabajo remunerado, el acceso al cuidado
infantil es hoy en día un elemento crítico para alcanzar la igualdad.

Lamentablemente no existe la información sistematizada, pero sería interesante ver como se


comportan los datos según tipo de establecimiento cruzados por quintil de ingreso, para poder
observar si efectivamente existe una tendencia de las/os niñas/os de menores recursos de
asistir a establecimientos del sistema Junji-Integra.

20
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

2.3.5. Cuidado infantil según ubicación geográfica

Lo mismo podemos reflexionar en torno a la diferencias que se generan entre el acceso rural o
urbano a la educación parvularia. Es evidente cómo se refleja en el gráfico 8, que la brecha
que existe entre la cobertura en la áreas urbanas y rurales, se mantiene a través de la década.
En el año 1990 la cobertura alcanzaba al 8,5% en las zonas rurales y al 23,8% en las urbanas,
en el año 1996 la asistencia es de 15,3% y 32,6% respectivamente y es sólo para el año 2003
que podemos notar una leve disminución de la brecha. Esto último gracias a un mayor
aumento en la cobertura rural que para este año alcanza al 24,1%, pero también a un menor
incremento en la asistencia a nivel urbano, que llega sólo al 36,7%.

Gráfico 8

Cobertura preescolar según área geográfica

40
36,7
35
32,6
30
25 23,8 24,1
urbana
20
rural
15 15,3

10
8,5
5
0
1990 1996 2003

Fuente: Brunner, J.J., Elacqua, G. y Pacheco, P. (2005)

Como vemos en la información que nos entrega el gráfico 9, en las áreas rurales son los
establecimientos municipales y los dependientes de Junji e Integra, los que cubren
fundamentalmente las necesidades de la población.

21
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Gráfico 9

Cobertura menores de 6 años según tipo de establecimiento y


área geográfica

120

100 0 0 2 0 2,5 0,5


20,7 27,4 23,3 28,6 25
29
80
8 5,9 7,3
32,8 9,5 33 8,2 18,7 11,2
60

40 18,1 20,3
16,1
55 57,3 56,1
20 28,4 25,6 29,4
0
urbano rural urbano rural urbano rural

1996 2000 2003

Municipal Particular sub.


Particular Junji e Integra
Jardin padre o madre
Fuente: Elaboración propia en base a CASEN – MIDEPLAN de cada año

2.3.6. Cuidado infantil según tipo de hogar

Como señalamos arriba gran parte de las mujeres con hijas/os menores de 6 años no participa
en el mercado laboral remunerado. No obstante dentro de aquellas jefas de hogar que trabajan
remuneradamente un porcentaje importante utiliza servicios de cuidado infantil fuera del
hogar. Como podemos ver en el gráfico 10 ha habido un incremento sostenido en el acceso a
cuidado infantil por parte de las mujeres jefas de hogar en general, pero es para aquellas que
son ocupadas dónde es más significativo.

22
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Gráfico 10

Porcentaje de menores de 6 años que asiste a establecimiento


educacional en hogares con jefatura femenina

40 36,2 35,9
35 30,9 29,7
30
24,3 23,4
25 21,5
20
13,6
15
10
5
0
1990 1996 2000 2003

Jefa ocupada Jefa realiza trabajo doméstico

Fuente: Elaboración propia en base a CASEN – MIDEPLAN de cada año.

Así mismo en los hogares con jefatura femenina, pese a que la responsabilidad de las madres
ha disminuido, esta reducción ha sido marginal, además de haber sido traspasada al sector
“otros”, ya que no se aprecia un aumento de la participación de los padres en el cuidado.

Gráfico 11

Cuidado menores de seis años en hogares con jefatura


70 femenina
63,5
60,5
60

50
38,9
40 36 1994
2000
30

20

10
0,5 0,6
0
Madre Padre Otros

Fuente: SERNAM – Basemujer. http://www.sernam.cl/basemujer/index.htm

Una situación parecida indica el gráfico 12. Considerando esta vez, sólo los hogares de
jefatura masculina, la diferencia en la importancia del cuidado dado por madres y padres es

23
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

incluso mayor que en la situación anterior, sin embargo también existe una mayor
participación de los padres en relación al caso anterior.

En ambos casos – padres y madres – disminuye el porcentaje de cuidado de menores,


llegando a ser casi inexistente en el caso de los padres. Como lo demuestra el aumento de la
categoría “otros” al igual que en el caso anterior la totalidad de la disminución fue traspasada
a esta categoría.
Gráfico 12

Cuidado de menores de seis años en hogares con jefatura


masculina

90 80,7
80 72,6
70
60
50 1994
40 2000
26,1
30
20 12,1
7,2
10 1,3
0
Madre Padre Otros

Fuente: SERNAM – Basemujer. http://www.sernam.cl/basemujer/index.htm

Dado el importante aumento de al categoría “otros” es interesante detallar a quienes


corresponde ese trabajo de cuidado.

Como indica el gráfico 13 la mayor parte del trabajo de cuidado que es traspasado por las
mujeres a otras personas recae sobre las y los abuelas/os, o es contratado de manera externa
en la forma de servicio doméstico.

24
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Gráfico 13

Niñas/os menores de cinco años según quién los cuida


90
78,2
80
70,5
70
60
1994
50
2000
40
30
12,9
20
10,5 4,7 1,9
10
0,7 1,1 1,2 1,2 2,6 3 4,5
0,40,4 1,5
0
re

es

os

a
e

ar
lo

rm
dr
ad

ili
or

n
ue
pa

ci

fo
ay

m
m

ab

ve
fa
m

ra
ot
ro
os

ot
an
rm
he

Fuente: SERNAM – Basemujer. http://www.sernam.cl/basemujer/index.htm

Finalmente, resulta importante señalar que no existe información más detallada acerca de la
composición de los hogares señalados, sería interesante tener información sistematizada
respecto del número de hijas/os por hogar según tipo de jefatura y cobertura en cuidado
infantil. Además, sería importante también, complejizar el tipo de hogares que existen
actualmente en Chile – por ejemplo según clasificación de la CEPAL – para ver si existe
alguna clase de tendencia respecto a esta composición y el tipo de cuidado infantil al que
tienen acceso, más allá de los quintiles de ingreso.

2.3.7. Programas especiales de cuidado

Existen además desde los años noventa programas especiales dirigidos a las trabajadoras
temporeras5, donde se atiende a niñas/os de 2 a 12 años. El Servicio Nacional de la Mujer,
SERNAM considerando las necesidades de éstas de cuidado infantil crea los Centros de
Atención a hijas/os de trabajadoras temporeras, que funcionan en los períodos de trabajo
estacionario del sector agroexportador. El trabajo de temporada se realiza en época de
vacaciones escolares por lo que las trabajadoras no pueden dejar a sus hijas/os en el sistema
regular de educación.

Esta experiencia se inició en 1991 con dos programas piloto que atendían a un total de 100
niñas/os en 2 comunas del país. Ya para el período 97-98 funcionaban 127 centros en 75
comunas del país, cubriendo a 9.698 niñas/os6 (Gráfico 14 y 15). En el período 2000-2001 el
programa se extendió llegando a tener 143 Centros de Atención, los cuales atendían a un total
de 9.971 menores en 82 comunas del país. El 2002, el número de niños y niñas atendidos
aumentó a 10.000 niños en 146 Centros repartidos en 86 comunas del país. En el último año

5
Trabajadoras que se emplean por temporada en la industria agroexportadora.
6
Para 1997 el VI Censo Agropecuario estimaba un total de 200.000 mujeres temporeras

25
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

del que se tiene información, el 2005, la cobertura alcanzaba ya a 12.924 niñas/os, atendidos
en 218 centros en 99 comunas, como podemos ver en los gráficos que se despliegan a
continuación.

Gráfico 14

Número de niñas y niños atendidos por los CAHMT


14000 12.924

12000
9.698 9.971 10.000
10000

8000

6000

4000

2000
100
0
1991 1997 2001 2002 2005
Fuente: Años 1991, 2001, 2002: Informe del Estado de Chile sobre el cumplimiento de la CEDAW-
Cuarto Informe Periódico. 2004.
Años 1997, 2005: Datos no publicados entregados por SERNAM

Gráfico 15

Evolución del número de CAHMT y de comunas atendidas por


éstos
250
218

200

143 146
150 127
99
100 82 86
75

50

2 2
0
1991 1997 2001 2002 2005

Número de CAHMT Número de comunas

Fuente: Años 1991, 2001, 2002: Informe del Estado de Chile sobre el cumplimiento de la CEDAW-
Cuarto Informe Periódico. 2004.Años 1997, 2005: Datos no publicados entregados por SERNAM

26
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Además a partir del año 2005, mediante un convenio, el Programa se realiza en conjunto con
la Junta Nacional de Jardines Infantiles, Fundación Integra, Junta Nacional de Auxilio Escolar
y Becas (JUNAEB) y el Instituto Nacional del Deporte. Además participan las
municipalidades, organizaciones comunitarias, representantes de las organizaciones de
temporeras y empresarios. Se desarrolla principalmente en locales de la Junta Nacional de
Jardines Infantiles, en escuelas que están desocupadas por vacaciones o en otros locales
comunitarios, y la jornada diaria es de 11 horas.

Los niños que asisten a estos establecimientos reciben atención integral a través de un
Programa Educativo creado especialmente por Educadoras de Párvulos de la Dirección
Nacional, con apoyo de una Guía Curricular Específica para niños de zonas agrícolas. La
alimentación está adecuada a la jornada de atención (cuatro períodos de alimentación) y cubre
el 87% de la recomendación calórica diaria.

Por otra parte, la JUNJI implementó como una experiencia piloto a partir del 2004 los
“jardines de verano” dirigida a los párvulos hijos de madres trabajadoras y de jefas de hogar
que no cuentan con redes sociales de apoyo que faciliten el cuidado de sus hijas/os. Se
atendieron ese año a 750 niños y niñas en 35 jardines infantiles con una inversión de M $
29.000. En el año 2005 la cobertura aumentó a 1.258 niñas niños con una inversión de M $
50.000.

El año 2005 se intentó desde el Servicio Nacional de la Mujer un nuevo programa piloto de
cuidado infantil a través del cual se pretendía regular la espontánea capacidad de organización
entre vecinos para el cuidado de los niños. Se alcanzó a capacitar en cinco comunas, sin
embargo, el proyecto no prosperó.

2.4. Servicios de enseñanza primaria (de 6 a 12 años)

Cuando estudiamos las cifras que existen respecto a la educación primaria las conclusiones
tienden a ser más positivas. La política de educación primaria es de larga data, por lo que los
índices de asistencia de la población alcanzan, incluso desde diferentes puntos de análisis,
casi el cien por cierto. Esto quiere decir, que la mayoría de la población en edad de asistir a la
escuela lo está haciendo.

Sin embargo, estas cifras no son capaces de reflejar la desigualdad que existe en la calidad de
la educación que reciben las/os niñas/os de diferentes estratos sociales y condiciones
geográficas, y tampoco señalan que clase de contenidos se están entregando.

Pero para efectos de cuidado infantil la sola asistencia a los establecimientos educacionales
constituye un gran aporte a la crianza y cuidados de las/os niñas/os; y para las madres,
principales responsables en la actualidad de estas tareas, un servicio fundamental para poder
acceder con mayor tranquilidad al trabajo remunerado.

Esta fue una de las principales razones ya argumentos utilizados al momento de implementar
la reforma educacional de jornada completa.

En enero de 1997 se promulga la ley 19494 que crea una subvención para los
establecimientos que se acojan voluntariamente hasta tres meses después de la publicación de
ésta y que empiecen a funcionar el primer semestre de 1997 en el régimen de jornada escolar
completa, con los requisitos de elaborar un proyecto propio y contar con la infraestructura

27
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

necesaria y el personal docente idóneo, y funcionar con un mínimo de 38 horas semanales de


trabajo escolar para la Educación General Básica de 3º a 8º años.

Debido a que sólo un porcentaje pequeño de los establecimientos se acogieron al sistema, en


noviembre de 1997 se promulga la ley 19532, que da plazo a los establecimientos para
acogerse hasta el 2002. Sin embargo, nuevamente este plazo se hará extensible, ya que en
noviembre de 2004 se publica la ley N° 19.979, que establece la Jornada Escolar Completa
(JEC) en establecimientos educacionales municipalizados y particulares subvencionados, que
atiendan a alumnos vulnerables socio-económicamente y los técnico-profesionales deben
funcionar con Jornada Completa a partir del año 2007, mientras que el resto tiene el año 2010
como plazo máximo.

La ley además establece beneficios orientados a los alumnos, quedando prohibido expulsar
estudiantes en mitad del año por razones económicas, multando al establecimiento que
expulse o no acepte a alumnas embarazadas o madres, y sancionando a quienes retengan
documentos de las/os alumnas/os para impedir que se matricule en otro establecimiento.

La jornada escolar completa equivale a ampliar en un promedio de 200 horas cronológicas


anuales el tiempo lectivo del sistema escolar, (equivalente a seis semanas de clase
aproximadamente) sin alterar la norma de 40 semanas lectivas, ni tampoco los tiempos de
vacaciones. Esto equivale a una jornada semanal de 35 horas y 25 minutos y a un tiempo
diario de estadía de las/os niñas/os en los establecimientos educacionales de siete horas y
cinco minutos.

Para implementar la Jornada Escolar Completa, el Estado se comprometió a financiar y


asesorar técnicamente a los centros educativos en su incorporación al nuevo régimen. Para los
gastos de operación, se incrementó la subvención educacional. Asimismo, se financian las
inversiones que se requieran para ampliar o adaptar la infraestructura arquitectónica de los
establecimientos.

Cuadro 5 Jornada escolar completa


(Número de establecimientos y Matrícula)

AÑO Nº ESTABLECIMIENTOS MATRICULA


MUNICIPAL PART SUB TOTAL JEC MUNICIPAL PART SUB TOTAL JEC
2000 4.817 763.558
2001 5.384 994.114
2002 5.933 1.215.519
2003 6.435 1.422.654
2004 6.825 1.605.839
2005 4.736 2.172 6.908 962.340 703.763 1.666.103
2006 4.819 2.357 7.176 1.253.374 1.031.803 2.285.177
Fuente: Ministerio de Educación.
http://www.mineduc.cl/biblio/documento/200607211143190.ESTADISTICA%20JEC%20EE%20Y%20MATRICULA%20200
6.xls

2.4.1. Población de 6 a 13 años

La población de 6 a 13 años se ha mantenido relativamente constante a lo largo de la década


en términos porcentuales (Cuadro 6). Pese a crecer durante los años noventa en términos
totales, su relación con el total de la población no ha variado significativamente desde el año

28
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

1990 cuando alcanzaba al 14,9% de la población hasta el año 2003 cuando su participación es
de 14,6%, como podemos notar en el cuadro.

29
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Cuadro 6 Población de 6 a 13 años

1990 1996 2003

Número 1.969.507 2.274.168 2.328.291

% de población de 6-13 en 14.9% 15.6% 14.6%


relación a la población total
Fuente: CELADE, Estimaciones y proyecciones de población.
http://www.eclac.cl/celade/proyecciones/basedatos_BD.htm

2.4.2. Nivel de cobertura

Como se indicó anteriormente y según podemos ver en el gráfico 16, la cobertura a nivel de
educación básica, se ha mantenido constante – en el 97% - los últimos tres años de los que se
tiene información. En términos generales la evolución en el década de los noventa fue desde
un 95% a comienzos de la década hasta el 97% antes señalado.

Gráfico 16

Cobertura Educación Básica 1991-2002

98
97 97 97 97
96 96 96 96
95 95 95 95
94 94
%

93
92 92 92
91
90
89
1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002

Fuente: Indicadores de la Educación. Año 2002. Ministerio de Educación, 2003.

Si desglosamos por edades, la asistencia se mantiene prácticamente en los mismos niveles con
la excepción de las/os menores que tienen 6 años dónde se aprecia una importante diferencia
en el año noventa, que tiende a estrecharse a lo largo de los años.

Esta brecha puede explicarse por la renuencia que aún existe en ciertos sectores a enviar a
las/os niñas/os menores a la escuela, como también a la distancia que muchas veces existe en
las zonas rurales, entre los establecimientos y los hogares.

30
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Gráfico 17

Evolución del porcentaje de niños y niñas que asisten a


establecimiento educacional

102,0
100,0
98,0
96,0
94,0
92,0
%

90,0
88,0
86,0
84,0
82,0
80,0
1990 1992 1994 1996 1998 2000 2003

6 años 7 años 8 años 9 años


Fuente: Elaboración propia en base a CASEN- MIDEPLAN de cada año

Una situación similar se puede ver en el gráfico 18 pero esta vez entre quienes son los
mayores del grupo, las/os niñas/os de 13 años. En este caso las razones pueden provenir de la
necesidad de muchas familias y niñas/os de emplearse cunado aún no han terminado el
período obligatorio de enseñanza.
Sin embargo, el porcentaje de abandono tiende a disminuir, gracias a la implementación de
programas que premian a las familias por la asistencia de las/os menores a la escuela. De la
misma forma son muchas/os quienes compatibilizan el trabajo remunerado y la asistencia a la
escuela.
Gráfico 18

Evolución del porcentaje de niños y niñas que asisten a


establecimiento educacional
100,0
99,0
98,0
97,0
%

96,0
95,0
94,0
93,0
1990 1992 1994 1996 1998 2000 2003

10 años 11 años 12 años 13 años

Fuente: Elaboración propia en base a CASEN- MIDEPLAN de cada año

31
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

2.4.3. Tipo de cobertura

Fue mencionada al inicio de este documento, la forma que adquiere la educación chilena
como parte del sistema mixto que existe en Chile, implementado a partir de la Ley orgánica
constitucional de enseñanza (LOCE).

Pese a que como lo señalamos en esa oportunidad existe una tendencia a la disminución de los
establecimientos municipales y a un aumento de la educación subvencionada y privada, la
cobertura en la enseñanza primaria continúa siendo mayoritariamente de responsabilidad de
los establecimientos dependientes del sistema público.

Como se puede advertir en las cifras que se presentan en el gráfico 19, más de la mitad de
las/os niñas/os entre 6 y 13 años asisten a establecimientos municipales. Existe si, una leve
tendencia a la disminución de la cobertura de estos establecimientos y a un aumento de los
subvencionados, pero en términos porcentuales esta variación es aún muy marginal.

Gráfico 19

Niñas y niños de 6 a 13 años que asisten a establecimiento


educaciónal según tipo de establecimiento

100% 8
11 10
80%
31 33 38
60%

40%
57 56 54
20%

0%
1996 2000 2003

Municipal Particular sub. Particular

Fuente: Elaboración propia en base a CASEN- MIDEPLAN de cada año

No obstante si revisamos las cifras que fueron mencionadas cuando introdujimos el tema de la
educación, descubrimos que la disposición a concentrar el sistema en los establecimientos
particulares subvencionados es constante desde el año 1996 hasta 2002. Se observa en el
cuadro 7 una disminución marginal pero permanente de los establecimientos públicos de
educación, llegando a contabilizar en 2002 menos que en 1990.

32
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Cuadro 7 Número total de establecimientos


por dependencia administrativa período 1990-2002

Dependencia administrativa
Total Municipal Particular Particular Corporaciones
subvencionada pagada
1990 9.814 6.288 2.694 759 73
1991 9.822 6.274 2.689 786 73
1992 9.773 6.269 2.650 784 70
1993 9.808 6.252 2.654 832 70
1994 9.788 6.221 2.637 860 70
1995 10.372 6.422 2.822 1.058 70
1996 10.768 6.536 2.996 1.166 70
1997 10.470 6.351 2.921 1.128 70
1998 10.621 6.327 3.065 1.159 70
1999 10.705 6.290 3.170 1.175 70
2000 10.610 6.255 3.217 1.068 70
2001 10.803 6.242 3.460 1.031 70
2002 10.879 6.177 3.640 991 71
Fuente: MINEDUC, Anuario Estadístico 2002. http://www.mineduc.cl/biblio/documento/
AnuarioEstadistico2002.pdf

Lo propio se puede percibir a partir del año 2000, en el número de matriculadas/os en


enseñanza básica. Se repite el aumento de la incidencia de los establecimientos particulares y
particulares subvencionados, y la disminución paulatina de la matricula en establecimientos
municipales.

Cuadro 8 Matricula de enseñanza básica por dependencia administrativa. período 1990-


2002

Dependencia administrativa
Año Particular Particular
Total Municipal Corporaciones
subvencionada pagada
1990 1.991.171 1.218.341 634.688 136.882 1.260
1991 2.002.948 1.221.969 638.705 140.955 1.319
1992 2.034.831 1.230.160 654.609 148.699 1.363
1993 2.066.037 1.239.932 669.200 155.824 1.081
1994 2.088.468 1.249.008 679.638 159.361 461
1995 2.144.810 1.273.938 700.738 169.870 264
1996 2.205.092 1.291.186 731.837 181.673 396
1997 2.234.618 1.300.564 750.458 183.361 235
1998 2.253.171 1.300.335 769.885 182.729 222
1999 2.305.459 1.318.389 806.514 180.345 211
2000 2.355.594 1.331.207 839.586 184.561 240
2001 2.361.721 1.317.983 859.270 184.253 215
2002 2.341.519 1.280.289 882.203 178.662 365
Fuente: MINEDUC, Anuario Estadístico 2002. http://www.mineduc.cl/biblio/documento/
AnuarioEstadistico2002.pdf

2.4.4. Cuidado infantil 6 a 13 años según estrato socioeconómico

Como señalamos anteriormente el nivel de asistencia de las/os menores entre 6 y 13 años es


casi total. Se pueden apreciar ciertas diferencias según quintiles de ingresos, pero como se

33
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

muestra en el cuadro 9 estas diferencias son marginales al finalizar la década de los noventa,
alcanzando la asistencia entre 6 y 13 años al 97,7% de la población en el primer quintil y al
99,7% en el último.

Cuadro 9: Cobertura de educación básica, según quintil de ingreso autónomo

Quintiles
Años I II III IV V
1990 95,5 96,9 97,6 97,5 98,9
2000 97,7 98,6 98,9 99,3 99,7
Fuente: Ministerio de Planificación y Cooperación( 200).

2.4.5. Cuidado infantil de 6 a 13 años según ubicación geográfica

Siguiendo la tendencia que se presentaba en el cuidado infantil de menores de 6 años, la


mayor parte de las/os niñas/os que se encuentran en zonas rurales asisten a establecimientos
públicos, no obstante una disminución de la cobertura pública en las zonas rurales y urbanas
en los últimos años.

Gráfico 20

Asistencia de 6 a 13 años según tipo de establecimiento y


área geográfica (en %)

100 2,3 2,1 8,3 2,7


12,6 11,2 13,1
90 13,9 16,6
80
70 34,4 36,6 41,7
60
50
83,2 84,5 80
40
30 52,7 51,8 49,5
20
10
0
urbano rural urbano rural urbano rural

1996 2000 2003

Municipal Particular sub. Particular

Fuente: Elaboración propia en base a CASEN- MIDEPLAN de cada año

2.5. Cobertura en salud de las/os niñas/os de 0 a 12 años

Con respecto a la protección de la salud, el artículo 19°, N° 9, de la Constitución Política


señala que “el Estado protege el libre e igualitario acceso a las acciones de promoción,
protección y recuperación de la salud y de rehabilitación del individuo. Le corresponderá,
asimismo, la coordinación y control de las acciones relacionadas con la salud. Es deber
preferente del Estado garantizar la ejecución de las acciones de salud, sea que se presten a
través de instituciones públicas o privadas, en la forma y condiciones que determine la ley, la
que podrá establecer cotizaciones obligatorias. Cada persona tendrá el derecho a elegir el
sistema de salud al que desee acogerse, sea éste estatal o privado”.

34
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

A partir de esto, el sistema de salud chileno se constituye de dos subsectores: el público y el


privado, que cubren los requerimientos de atención de salud de la población. El sector
público a través del Fondo Nacional de Salud, FONASA, atiende en cuatro categorías a la
población.

La primera categoría es la llamada Nivel A, y cubre a las personas carentes de recursos o


indigentes, el Nivel B, corresponde a quienes tienen un ingreso imponible mensual menor o
igual al sueldo mínimo ($135.000), en el Nivel C recaen quienes tienen un ingreso imponible
mensual mayor a $135.000 y menor o igual a $197.000, quienes si tienen mas de tres cargas
familiares pasan al grupo B, finalmente en el Nivel D están quienes tienen un ingreso
imponible mensual mayor a $197.000, quienes con más de tres cargas familiares pasan al
grupo C.

El sistema consiste en bonificar total o parcialmente las prestaciones de salud que son
otorgadas por profesionales e instituciones tanto del sector público como del privado que
poseen convenio con la institución. También financia los subsidios de incapacidad laboral
(licencias médicas de sus cotizantes) y otorga préstamos de salud.

El otro subsector es el de las instituciones de salud privadas, ISAPRES, sistema que fue
creado en Chile en 1981 y que permite la administración privada de la cotización obligatoria
de salud de los trabajadores, quienes suscriben un contrato individual con la Isapre que eligen.
En este sistema, los beneficios de salud que se obtienen guardan relación con el monto de los
aportes que se hagan al sistema contratado.

El gasto en el sector salud se ha ido incrementando a lo largo de la década para llegar al 3%


del PIB en el año, así mismo como vemos en el gráfico 21 la diferencia entre el gasto en salud
por beneficiario, entre el sector público y el privado es considerable. Esta diferencia se crea
parcialmente como resultado de la gran cantidad de población que debe atender el sector
público, se suma a esto responsabilidad de proveer de servicios de salud a la población
menores recursos.
Gráfico 21

Gasto público en salud como % del PIB

3,5
3,2 3,0
3,0 2,9 3,0 3,0
2,8
2,5 2,5 2,5 2,4 2,5 2,5
2,3
2,0 2,0 2,1
1,5
1,0
0,5
0,0
1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003

Fuente: FONASA. www.fonasa.cl

35
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Cuadro 10: Evolución del Gasto en salud: Período 1990-1999

Subsector público Subsector privado


Nº de beneficiarios Gasto Nº de beneficiarios Gasto
(MM$ de 1999) (MM$ de 1999)
1990 9.729.020 401.538 2.108.308 281.162
1991 9.414.162 474.056 2.566.144 326.848
1992 8.788.817 575.964 3.000.063 388.098
1993 8.537.786 647.635 3.431.543 453.926
1994 8.664.479 723.643 3.669.874 508.716
1995 8.637.022 781.497 3.763.649 560.524
1996 8.672.619 861.622 3.813.384 607.947
1997 8.753.407 918.105 3.882.572 659.336
1998 8.866.230 1.004.674 3.679.835 684.467
1999 8.977.180 1.078.692 3.323.373 674.663
Fuente: Rodríguez, J. y M. Tokman (2000)

Dado lo anterior, es en el sistema público donde mayoritariamente se atiende la población del


país, no siendo esto una excepción en el caso de las/os niños de 0 a 5 años. Como vemos en el
gráfico 22, la distribución de la cobertura en salud pública se ha mantenido por sobre el 60%
durante la década, llegando al 76% de la población, de esa edad, en el año 2003.

Gráfico 22

Distribución de la cobertura de salud en niñas/os de 0 a 5


años
100%
8,3 10,4 9,9 7,5 7,2
12,6 12,4
90%
17,0
80% 16,2 26,9 23,6
21,5 27,5 24,7
70%
60%
50%
40% 75,9
71,1 69,0
66,1 64,8 62,1 65,3
30%
20%
10%
0%
1990 1992 1994 1996 1998 2000 2003

Sistema Público Sistema Privado otros

Fuente: Elaboración propia en base a CASEN – MIDEPLAN de cada año

La misma situación encontramos cuando analizamos la cobertura en salud para las/os niñas/os
entre 6 y 13 años, como vemos las cifras son bastante similares.

36
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Distribución de la cobertura de salud en niñas/os de 6 a 13 años


100%
10,3 12,7 11,8 10 7,7
15 14,2
17,1
80% 23,5 22,2
15,4 20,3 24,2
25,3

60%

40% 75,1
69,7 65,5 65,9 67,8
62 64

20%

0%
1990 1992 1994 1996 1998 2000 2003

Sistema Público Sistema Privado otros

Gráfico 23
Fuente: Elaboración propia en base a CASEN – MIDEPLAN de cada año

Y como podemos ver en los datos siguientes (gráfico 24), gran parte de esas/os niñas/os
atendidos en el servicio público pertenecen al Nivel A de atención, es decir, son personas de
gran precariedad, por lo que en el sistema de salud son atendidos como indigentes

Gráfico 24

Porcentaje de niñas/os Nivel A - Indigente

40,0 34,9 35,9


32,1 33,2 31,7 32,4 32,3
30,3 31,5
29,4 30,0 28,8 28,6
28,1
30,0

20,0

10,0

0,0
1990 1992 1994 1996 1998 2000 2003

0 a 5 años 6 a 13 años

Fuente: Elaboración propia en base a CASEN – MIDEPLAN de cada año

Dentro de las políticas implementadas para asegurar la buena salud de la población, existe
desde 1952 Chile el Programa Nacional de Alimentación Complementaria, cuyo objetivo es
“mantener estado nutricional de las embarazadas para asegurar el desarrollo fetal armónico,

37
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

lactancia materna exitosa, crecimiento y desarrollo normal del niño”. El programa también
cubre a los niños y niñas menores de 6 años y consiste en la entrega de leche, sopa y cereales
reforzados con nutrientes minerales y vitamínicos.

Gráfico25

Distribución de la población menor de seis años que recibió


alimentación complementaria por quintil de ingreso
100

80

60
%

40

20

0
1990 1992 1994 1996 1998 2000

I Quintil II Quintil III Quintil IV Quintil V Quintil

Fuente: SERNAM, Basemujer. http://www.sernam.cl/basemujer/index.htm

De la misma forma, para los niños y niñas menores de 10 años beneficiarios del sistema
público de salud, existe el programa de salud del niño, el cual tiene como finalidad “contribuir
con estrategias de promoción al desarrollo integral y armónico de [éstas/os], a través de
actividades de fomento, prevención, recuperación de la salud y rehabilitación del daño, que
permitan la plena expresión de su potencial genético y una mejor calidad de vida”.

Con este programa Ministerio de Salud se propone contribuir a mejorar la calidad de vida de
las/os niñas/os, identificar y poder así disminuir el impacto sobre su salud que tienen los
principales factores de riesgo biológicos, ambientales, psicológicos y sociales, mejorar la
calidad de la atención de salud de las/os niñas/os, en todos los niveles de atención, contribuir
a la permanente satisfacción del usuario en las distintas actividades del programa, y mantener
la tendencia a la disminución de la mortalidad infantil.

2.6. Otras prestaciones monetarias o sociales que contribuyan al cuidado de los hijos

La principal entidad encargada de ayudar en el desarrollo de las/os menores en Chile es la


Junta Nacional de Auxilio escolar y becas. La JUNAEB es una institución dependiente del
Ministerio de Educación, cuyo objetivo primordial es la promoción y organización de los
servicios de alimentación escolar y otros auxilios a los alumnos de las escuelas públicas.

A partir de comienzos de la década de los noventa se incorporan a los programas


tradicionales, el “Programa de salud del estudiante”, el “Programa de campamentos juveniles”
y el “Programa de vivienda estudiantil”.

38
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Su principal programa el PAE (Programa de Alimentación Escolar) entrega diariamente


alimentación complementaria y diferenciada a estudiantes en condición de vulnerabilidad de
los niveles de educación parvularia7, básica, media y universitaria de establecimientos
educacionales municipales y particulares subvencionados. El Cuadro 11 resume la trayectoria
de la cobertura del PAE:

Cuadro 11 Evolución de la cobertura del PAE

Pre-Kinder Kinder E. Básica


1990 680.930
1991 601.990
1992 657.763
1993 666.716
1994 730.302
1995 724.559
1996 4.110 721.800
1997 16.819 725.294
1998 29.107 728.571
1999 28.506 754.558
2000 28.666 793.375
2001 25.167 33.571 864.426
2002 31.254 58.267 871.321
2003 34.841 58.954 864.491
2004 58.394 81.670 901.013
2005 67.423 83.994 896.298
Fuente: JUNAEB, Estadísticas Nivel País – Nº de beneficiarios por programa.
Datos no publicados entregados por la institución

Para los alumnos del sector rural y de alta vulnerabilidad social y que no cuentan con
establecimientos educacionales para continuar estudios en su lugar de residencia existe el
“Programa de Hogares Estudiantiles” -que para la educación básica sólo incluye a alumnos de
7º y 8º básico-, quienes reciben los servicios de alojamiento y alimentación en locales
administrados por la JUNAEB.

También existe la modalidad de residencia familiar estudiantil, en que los alumnos viven en
casas de familias tutoras de características similares a sus familias de origen. Por último,
también está la beca de internado, que consiste en la entrega de dinero al sostenedor del
internado -municipal o particular subvencionado-8, donde el o la estudiante recibe los
servicios de alimentación y alojamiento.

En apoyo al desempeño escolar está también el “Programa de útiles escolares”, que entrega un
set de útiles diferenciado de acuerdo a los requerimientos de cada nivel de enseñanza a los
estudiantes más vulnerables de escuelas y liceos que reciben el Programa de Alimentación
Escolar, PAE.

El programa campamentos recreativos es un fondo creado por JUNAEB, con el objeto de


generar una oferta recreativa en las vacaciones escolares (invierno y verano) de niños y niñas
en situación de pobreza.

7
Sólo a partir del año 1996 el PAE se entrega a los kinder (5 años) y es a partir de 2001 que su cobertura se
extiende al resto de la enseñanza preescolar (pre-kinder, 4 años).
8
Se focaliza principalmente en internados asociados a liceos técnico profesional y agrícolas de la regiones IV, V,
VI, VII, VIII, X y Metropolitana.

39
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Cuadro 12 Evolución de la cobertura de los programas de apoyo integral

Programa vivienda Programa útiles Programa


estudiantil escolares campamentos
escolares
1990 8.020
1991 7.637 28.267
1992 8.530 34.964
1993 7.375 39.016
1994 8.053 41.914
1995 8.686 40.544
1996 8.416 960.000 44.510
1997 8.618 910.000 31.899
1998 8.573 910.000 29.281
1999 9.213 940.000 41.502
2000 9.339 940.000 41.728
2001 9.899 898.925 37.619
2002 9.518 1.159.135 28.369
2003 10.327 1.087.000 31.781
2004 10.374 1.140.000 35.667
2005 10.440 1.150.190 35.667
Fuente: JUNAEB, Estadísticas Nivel País – Nº de beneficiarios por programa.
Datos no publicados entregados por la institución

Finalmente el Programa de salud está dirigido a las/os alumnas/os en situación de


vulnerabilidad social, económica, sicológica y biológica de los niveles de educación
parvularia, básica y media – entre 4 y 15 años – que asistan a establecimientos municipales o
particulares subvencionados.

Este programa consiste en la entrega de atención médica especializada en las áreas de


oftalmología, otorrino y columna, además de atención odontológica y sicosocial; todo esto
orientado a prevenir y resolver problemas de salud que puedan afectar el rendimiento e
inserción escolar, promoviendo una mejor calidad de vida y un acceso equitativo al sistema
escolar para todas/os las/os niñas/os.

Cuadro 13 Evolución de la cobertura del programa de salud

Servicios médicos Servicios


odontológicos
1991 233.452
1992 50.807 348.001
1993 95.647 355.121
1994 101.647 358.633
1995 119.842 193.739
1996 130.422 175.735
1997 141.715 202.664
1998 138.777 125.159
1999 162.298 128.767
2000 167.592 131.440
2001 154.820 183.563
2002 193.147 166.124
2003 189.911 133.123
2004 196.005 176.473
2005 182.790 314.365
Fuente: JUNAEB, Estadísticas Nivel País – Nº de beneficiarios
por programa. Datos no publicados entregados por la institución.

40
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

3. Cuidado de ancianos

3.1. Políticas destinadas a la tercera edad

La legislación chilena establece desde 1975 y a partir del Decreto Ley nº 869, que se otorgará
una pensión asistencial para la población mayor de 65 años de escasos recursos y que no han
podido obtener beneficios de algún régimen previsional. Esta pensión es entregada por el
estado chileno a través del Instituto de Normalización Previsional (INP).

Cuadro 14 Número promedio mensual de Pensiones de vejez entregadas por el INP

1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005

154.870 160.800 162.212 163.338 165.373 167.357 167.212 165.150 162.804 175.143
Fuente: Anuario Estadístico 2005, INP. http://www.inp.cl/portal/Documentos/Anuario_2005/

El monto de estas pensiones, que en sus inicios eran bastante bajas, se ha ido incrementando a
través de la década de los noventa (Cuadro 15). A partir del año 2005 se comienza a entregar
las pensiones asistenciales por cohortes de edad, alcanzando a fines de ese año a 38.572 para
las/os adultas/os mayores entre 65 y 70 años, a 41.119 para quienes se encuentren entre 70 y
75, y 44.960 para 75 o más años.

Cuadro 15 Pensiones Asistenciales de vejez

Año Nº de pensiones Valor de la Pensión


1990 149.532 8.067,00
1994 152.151 15.967,00
2000 167.700 33.588,88
Hasta Desde
Tramo de Edad
31/08/2005 01/09/2005
2005 174.387 de 65 a 70 años: 38.572,20 38.572,20
de 70 a 75 años: 40.238,14 41.119,00
de 75 y más: 42.195,84 44.960,00

Cuadro 16 Valor de las pensiones mínimas

Año Menores de 70 ($) Mayores de 70 ($) Mayores de 75 ($)


1990 15.015,35 21.999,41
1994 35.813,19 37.738,39
2000 67.067,53 73.333,16
Hasta 31/08/2005
$ 88.213,76
2005 77.076,54 84.277,26
Desde 01/09/2005
$ 89.921,00
Fuente: Servicio Nacional del Adulto Mayor. SENAMA. www.senama.cl

Por su parte las pensiones mínimas están reguladas a parir del artículo 26º de la Ley Nº
15.386 de 1963. La pensión mínima se aplica cuando, calculada una pensión de acuerdo al
régimen previsional que corresponda, el monto de ésta (pensión de cálculo), resulta inferior al
establecido como mínimo, debiendo elevarse a este último, estas pensiones al igual que las
anteriores son financiadas por el estado, con fondos fiscales.

41
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Dado que esta es una pensión que proviene tanto del sistema previsional de capitalización
individual, como del modelo antiguo, para acceder a ella es necesario cumplir con ciertos
requisitos:

a. El pensionado o pensionada debe tener 60 años o más de edad. Este requisito no se


exige en el caso de los jubilados por la causal de invalidez.

b. Siendo titular de más de una pensión, la suma de ellas, no debe exceder dos veces el
monto de la pensión mínima correspondiente. Si fuere mayor, no tiene derecho a pensión
mínima, pero si a la de cálculo correspondiente.

c. Que la suma de los ingresos computables del beneficiario no exceda el monto


equivalente a 11,14 ingresos mínimos.
Un pensionado tiene derecho sólo a una pensión mínima. Si tuviere derecho a otra pensión y
ésta resultare de monto inferior a la mínima, no se elevará al monto mínimo y sólo quedará
con la pensión de cálculo, además de la mínima, siempre que no exceda el límite indicado en
la letra b) anterior.

Así mismo, durante el año 2005 también se inicia la aplicación de una pensión mínima
diferenciada para aquellas/os mayores de 75 años, por lo que la esta pensión alcanzará, para
ese año, a 77.076 para quienes sean menores de 70 años, a 84.277 para quienes se encuentren
entre 70 y 75 años, y 89.921 para las/os mayores de 75 años.

Junto a las pensiones antes mencionadas el Estado entrega desde 1996 un Bono de invierno,
para el alza en los costos (especialmente calefacción) que se perciben durante esos meses.
Este consiste en un beneficio en dinero que junto con la pensión del mes de mayo reciben los
pensionados del INP y los pensionados asistenciales D.L. N° 869 de 1975.

Cuadro 17 Bonos de invierno

Valor total aprox. Valor aprox. en


Año Bonos pagados Valor unitario en pesos dólares
1996 518.665 $ 20.000 10 mil millones 18 millones
2000 596.734 $ 26.357 16 mil millones 27 millones
2005 625.580 $ 31.298 19 mil millones 34 millones
Fuente: Servicio Nacional del Adulto Mayor. SENAMA. www.senama.cl

El régimen regular de pensiones se encuentra normado por el decreto ley Nº3500 de 1980,
que otorga el derecho a una pensión de vejez a los afiliados al sistema de Fondos de
Pensiones (AFP), cuando cumplan 65 años de edad los hombres y 60 años de edad las
mujeres.

Este tipo de pensiones se determinan en función del saldo efectivo de capitalización


individual en la que ha cotizado el/la individuo toda su vida de trabajo, y de las expectativas
de vida del/a afiliada/o y de las/os miembros de su grupo familiar que puedas ser beneficiarios
de pensión se sobrevivencia.

Las pensiones de vejez pagadas bajo el nuevo sistema – AFP – se han ido incrementando a
medida que ha transcurrido la década de los 90 (Cuadro 18). En el inicio, las pensiones de
vejez alcanzaban sólo a 23.876, ya para 2005 el número de pensiones pagadas eran 148.096.

42
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Cuadro 18 Número de pensiones de vejez pagadas

1990 23.876
1991 30.141
1992 35.763
1993 43.089
1994 51.440
1995 55.591
1996 61.374
1997 67.405
1998 71.161
1999 80.968
2000 93.152
2001 103.138
2002 109.804
2003 118.839
2004 134.207
2005 148.096
Fuente: Superintendencia de AFP.
http://www.safp.cl/inf_estadistica/index.html

Además de las pensiones entregadas una vez cumplida la edad legal, existe el modelo de
Pensión de Vejez anticipada. Esta alternativa corresponde al derecho que tiene el afiliado de
acogerse a una pensión de vejez antes de que cumplir la edad requerida, 60 años para las
mujeres y 65 para los hombres. Para acceder a ella existen dos requisitos: que la pensión que
será otorgada sea igual o superior al 50% promedio de las remuneraciones de los últimos 10
años, y que sea igual o superior al 110% de la pensión mínima de vejez vigente.

Como vemos en las cifras del cuadro 19, también ha existido una progresión positiva del
número de pensiones anticipadas entregadas desde los noventa, llegando incluso a ser
mayores que las pensiones de vejez en el año 2005, con 229.033.

Cuadro 19 Número de pensiones de vejez anticipada pagadas

1990 5.790
1991 15.673
1992 26.054
1993 37.521
1994 53.354
1995 69.537
1996 80.576
1997 94.116
1998 106.177
1999 117.559
2000 132.221
2001 149.603
2002 159.888
2003 175.039
2004 221.201
2005 229.033
Fuente: Superintendencia de AFP.
http://www.safp.cl/inf_estadistica/index.html

43
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

3.2. Cobertura de los servicios previstos por el sector público y por el sector privado

En Chile, en los últimos años, ha existido un incremento de la población mayor de 64 años.


Según los censos de población, entre los años 1992 y 2002 esta población creció en 340 mil
personas, equivalente a una tasa de crecimiento de 3,3%. Con esto, el volumen total de los de
personas de la tercera edad se eleva a 1,2 millones de personas en el 2002 (Bravo, R., 2004).

En relación con el total de la población del país, las cifras también crecen, en 1992 el
porcentaje de población mayor de 60 años ascendía al 9,8% del total de la población, para
2002 este mismo porcentaje aumenta al 11,4% (Cuadro 20). En términos de género las cifras
son relativamente similares, pese a que se puede apreciar un mayor incremento en las
mujeres.

Cuadro 20: Población de 60 años y más

Población Población 60 Población 60 Hombres % Mujeres %


Total años y mas (Nº) años y mas (%) hombres mujeres
1992 13.348.401 1.305.557 9,8 571.117 8,7 734.440 10,8

2002 15.116.435 1.717.478 11,4 758.049 10,2 959.429 12,5

Fuente: INE. Boletín Enfoques estadísticos Nº 16. Octubre 2003

En relación a la distribución por edad y sexo dentro del grupo de las/os adultas/os mayores, se
puede notar una tendencia hacia el envejecimiento de la población con un crecimiento de la
concentración de la población en los tramos 66 a 75 años y 76 y más.

Gráfico 26

Distribución de la población adulta mayor por tramo de edad y


sexo, 1990 (%)
100%
22,5 19,0 20,9
80%

60% 36,7 37,7 37,2

40%

20% 40,8 43,3 41,9

0%
Mujer Hombre Total

60 a 65 años 66 a 75 años 76 años y más

44
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Gráfico 27

Distribución de la población adulta mayor por tramo de edad


y sexo, 2003 (%)

100%
25,7 20,9 23,6
80%

60% 40,6 40,0


39,5
40%

20% 34,8 38,5 36,4

0%
Mujer Hombre Total

60 a 65 años 66 a 75 años 76 años y más

Fuente: Encuesta de Caracterización Socioeconómica CASEN 2003. Principales Resultados Situación de los Adultos
Mayores. MIDEPLAN, 2003

Vista la evolución de este sector de la población en el año 2002 se promulga en Chile la ley
19.828 que crea el Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA). Esta institución fue
creada para proteger al adulto mayor ante el abandono e indigencia, promover el respeto de
sus derechos y velar por la no discriminación de este grupo.

El reciente proyecto de ley de reforma del sistema de pensiones, denota el carácter de


preocupación central que tiene en la actualidad el tema de la vejez para el estado. Se entiende
que uno de los componentes centrales de la protección social para la tercera edad, es el
resguardo de los ingresos que pueden ser percibidos una vez abandonado el mercado laboral
remunerado.

3.3. Cobertura de hogares y residencias

Dada la reciente creación del Servicio Nacional del Adulto Mayor, la labor de protección y
resguardo de los derechos está recién comenzando.

En Chile a pesar de que existen gran cantidad de hogares de larga estancia para la acogida de
adultos mayores, aún no se implementa un sistema eficiente de fiscalización y catastro de la
cobertura que estos entregan en el presente.

Dado esto, la información que existe es bastante limitada respecto al tipo de hogares, sus
características, o si cumplen con los requerimientos mínimos de cuidado. Menos aún
encontramos datos que detallen las condiciones de las/os adultas/os mayores, el tipo de
cuidados que requieren, si son o no autovalentes, o su nivel de dependencia o fragilidad
(Marin, P. et al, 2004).

El único catastro oficial que existe fue realizado por el SENAMA el año 2004, fecha en que
publicó un registro que indicaba los Establecimientos de Larga Estadía (E.L.E.) autorizados, y

45
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

en trámite de autorización, ante los Servicios de Salud del país. Para junio de 2004 eran 635
los hogares autorizados por esta institución.

3.4. Programas para la/el Adulta/o Mayor

El Ministerio de salud es el encargado de entregar gran parte de las prestaciones a las que
pueden acceder las/os adultas/os mayores. El Programa de Salud del Adulto Mayor,
coordinado por este ministerio busca mantener o recuperar la autonomía de este grupo etáreo.
Su foco está puesto en el cuidado de la salud de enfermedades crónicas de alta prevalencia
con miras a evitar que estas se conviertan en factores limitantes.

Este programa esta dirigido a personas mayores de 65 años que se atienden en el sistema
público de salud y consiste en controles de salud regulares, atención integral odontológica,
disponibilidad gratuita de la vacuna contra la influenza, y el financiamiento de
procedimientos de alto costo como las operaciones de catarata, fotocoagulación, implante de
marcapaso, prótesis totales o parciales de caderas y prótesis de rodilla.

El programa considera también, la entrega de lentes, audífonos, sillas de rueda, bastones,


andadores, colchones y cojines antiescaras. Así mismo los mayores de 70 reciben
alimentación (crema puré años dorados). El comienzo de este beneficio es en el año 1999, con
la entrega de alimentación en 87 consultorios y una cobertura de 40 mil beneficiarios que
fueron seleccionados por criterios de mayor precariedad.

Cuadro 21 Crema puré Años dorados

Año Cobertura Nº de Beneficiarios


1999 87 consultorios (piloto) 55 mil mayores de 70 años
2000 Nacional 100 mil adultos mayores
2005 Nacional 200 mil adultos mayores
Fuente: Servicio Nacional del Adulto Mayor. SENAMA. www.senama.cl

En los años siguientes la cobertura ha ido aumentando paulatinamente en todos los beneficios
mencionados. Podemos ver en el caso de la vacunación antiinfluenza, que llegó a 1.250.000
personas mayores de 65 años en el año 2005.

Cuadro 22 Vacuna antiinfluenza

Año Nº de beneficiarios
1997 549.547 mayores de 65 años
1999 1.065.000 mayores de 65 años
2005 1.250.000 mayores de 65 años
Fuente: Servicio Nacional del Adulto Mayor. SENAMA
. www.senama.cl

Como podemos apreciar en los cuadros siguientes, el número de personas que acceden a las
prestaciones varía según el tipo de prestación entregada. En el caso de las prestaciones
tradicionales es la entrega de lentes la que llega a mayor porcentaje de la población, doblando
el número de personas entre los años 1995 y 2004, 25.295 y 59.076 respectivamente.

Para las prestaciones catastróficas son las cataratas la intervención más realizada, pasando de
2.241 intervenciones en 1995 a 12.563 en el año 2004.

46
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Cuadro 23 Prestaciones tradicionales (órtesis y prótesis)

1995 2000 2004


Lentes 25.295 46.533 59.076
Audífonos 1.871 3.921 5.419
Sillas de rueda 1.006 1.007 1.855
colchón antiescaras 619 1.294

Cuadro 24 Prestaciones catastróficas

1995 2000 2004


Cataratas 2.241 6.220 12.563
Implantación marcapaso 408 894 1.404
Endoprótesis total de cadera 388 484 1.143
Endoprótesis parcial de cadera 197 633 762
Fuente: Servicio Nacional del Adulto Mayor. SENAMA. www.senama.cl

Por otro lado, y bajo la supervisión del SENAMA y en convenio con el Fondo Nacional para
la Discapacidad, se encuentra la entrega de ayudas técnicas a los hogares de larga estadía de
beneficencia, que consiste en la distribución de elementos para facilitar la autovalencia de
las/os adultas/os mayores.

Cuadro 25 Ayudas técnicas entregadas a establecimientos de larga estadía de


beneficencia

Ayudas técnicas 2003 (nº) 2004 (nº) 2005 (nº)


Bastones 80 100 170
andadores 120 100 217
Muletas 70 0 66
Sillas de rueda 390 250 406
Cojines antiescaras 0 250 428
Colchones antiescaras 0 350 350
Fuente: Servicio Nacional del Adulto Mayor. SENAMA. www.senama.cl

47
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

4. Cuidado de otras personas dependientes

4.1. Legislación

La regulación en torno a la discapacidad dice relación con la necesidad de integrar


plenamente a la sociedad a las personas discapacitadas. En 1994 se publica la ley 19.284,
norma que en su artículo primero establece el objetivo de generar las condiciones para la
plena integración y resguardar el pleno ejercicio de sus derechos. En esta misma ley, el estado
asume como una obligación la prevención de las discapacidades y la rehabilitación de las
personas con discapacidad.

Respecto a la educación, el artículo 31 de esta ley señala que el Ministerio de Educación


proporcionará la atención escolar necesaria para aquellas/os alumnas/os del sistema de
educación básica que deban permanecer internados por más de tres meses en centros
especializados. Esta educación será reconocida para efectos de continuación de los estudios,
según las normas del ministerio.

A partir de esto, en 1999 el Ministerio de Educación mediante el Decreto Supremo de


Educación Nº 374, implementó aulas y escuelas hospitalarias, con el objetivo de proporcionar
atención escolar a alumnas/os, tanto del sistema regular como especial, que se encuentren
hospitalizados o en tratamiento ambulatoria que presenten patologías crónicas, que requieran
hospitalización de más de tres meses. En la actualidad existen 15 escuelas y/o aulas
hospitalarias que atienden a 415 alumnas/os.

4.2. Cobertura de cuidado

Para aquellas/os niñas/os que no se encuentran hospitalizado pero que necesitan atención
educacional especial, existen las escuelas especiales. Estos establecimientos entregan
enseñanza diferencial o especial a niñas/os y jóvenes con necesidades educativas derivadas de
algún tipo de discapacidad. En el años 2004 el número de estas escuelas llegaba a 728, con un
27% impartiendo clases en Jornada Escolar Completa (JEC).

Como vemos en el cuadro 26 la cobertura casi se ha duplicado durante la década de los


noventa, siendo el aumento más considerable el que se aprecia en el trastorno de lenguaje.

48
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Cuadro 26: Matrícula de Educación Especial según tipo de trastorno años 1990-2001

Tipo de Trastorno 1990 2001


Auditivo 1.146 1.100
Mental 26.740 29.650
Visual 333 494
Lenguaje 3.186 27.038
Motor 341 486
Autismo (*) 524
Total 31.746 59.292
Fuente: Ministerio de Educación. Estadísticas de la Educación, año 2001.
Ministerio de Educación Anuario estadístico 1990.
http://www.mineduc.cl/index.php?id_portal=20&id_seccion=463&id_contenido=281

En relación con la cobertura en salud, como vemos en el gráfico siguiente, la mayor parte de
la atención de personas con discapacidad se realiza en establecimientos públicos, siendo esta
del 75,7% del total de la atención.

Gráfico 28

Porcentaje de personas con discapacidad según subsector


de salud donde recibió el servicio

24,30%

75,70%

Sector privado Sector público

Fuente: FONADIS-INE. Primer estudio nacional de la discapacidad en Chile. 2004

Dentro del sector los establecimientos que realizan la mayor parte de la atención son los
consultorios y los hospitales, llegando entre ambos al 96,8% de la atención de discapacidades
en el sector público.

49
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Gráfico 29

Subsector Público: Personas con discapacidad según donde


recibió el servicio

47,00% 49,80%

1,00%
2,20%

Consultorio Municipio Otro Hospital

Fuente: FONADIS-INE. Primer estudio nacional de la discapacidad en Chile. 2004

En el sector privado, la atención se encuentra más concentrada aún, con el 80% de las
personas atendidas en una Clínica o Centro.

Gráfico 30

Personas con discapacidad según donde recibio el servicio:


Subsector privado

1% 1%
12% 3% 3%

80%

Instituto
Fundación
Otro
Clínica o centro
Hospital
Organización de personas con discapacidad
Fuente: FONADIS-INE. Primer estudio nacional de la discapacidad en Chile. 2004

Respecto a la necesaria atención que requieren las personas con discapacidad en sus hogares y
para desenvolverse en la cotidianeidad, las cifras – cuadro 27 – indican que el 70% de las/os
discapacitadas/os cuentan con algún nivel de apoyo de una tercera persona, el 30% restante no
tienen o no requieren ese apoyo. Del total de discapacitadas/os el 68% dice recibir el apoyo

50
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

necesario de parte de sus familiares, y como se puede observar en el cuadro siguiente el resto
de la distribución – amigos, cuidadores, vecinos – es poco significativa, por lo que se puede
inferir que la mayor responsabilidad del cuidado se encuentra puesta en las/os familiares.

Cuadro 27 Personas con discapacidad según quienes prestan apoyo. Distribución


porcentual. Chile 2004

N %
Amigos 325 0.02%
Cuidadora 4.978 0.24%
Familiares 1.421.066 68.71%
Vecinos 6.282 0.30%
Nadie 635.421 30.73%
Total 2.068.072 100%
Fuente: FONADIS-INE. Primer estudio nacional de la discapacidad en Chile. 2004

Finalmente en términos de los ingresos que entrega el estado como parte de su política de
integración, tenemos las pensiones y los subsidios.

El Subsidio Único Familiar es entregado por el estado a través del Instituto de normalización
Previsional (INP) y consiste en la entrega de dinero a todas/os las/os menores de 18 años de
edad que tengan algún grado de discapacidad y que no estén cubiertos por algún régimen
normal de previsión social. En el caso de las/os discapacitados su monto es el doble de lo
establecido, es decir, se les entrega dos SUF.

Junto al subsidio existe la Pensión Asistencial (PASIS) de invalidez, la que se entrega a


personas con discapacidad que sean mayores de 18 años, pertenecientes a grupos familiares
de escasos recursos y que no puedan acceder a una pensión en el sistema formal de previsión.

Existe también la Pensión Asistencial (PASIS) para deficientes mentales que se entrega a
personas de cualquier edad discapacitadas mentales, carentes de recursos.

Según los datos entregados por el INP y como se muestra en el cuadro, las pensiones de
invalidez pasaron de 171.607 en el año 1996 a 223.235 en el año 2005.

Cuadro 28 Número promedio mensual de Pensiones de invalidez entregadas por el


INP

1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005

171.607 178.840 183.208 187.407 193.440 200.029 204.707 207.562 210.034 223.235
Fuente: Anuario Estadístico 2005. INP. http://www.inp.cl/portal/Documentos/Anuario_2005/pdfs/ae05_c209.pdf

51
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

5. División de responsabilidades de cuidado dentro del hogar

En la actualidad, no existe en Chile legislación respecto al trabajo no remunerado que se


realiza en los hogares. El estado sólo entrega servicios de cuidado infantil a cierto número de
familias de escasos recursos, el resto de las actividades son consideradas de responsabilidad
privada y dada la división de roles tradicionales que aún predomina en el país, la mayoría de
las veces esta responsabilidad cae en manos de las mujeres, ya sea como responsables
primarias o como trabajo doméstico pagado.

Así como se nota una falta de interés en temas de cuidado en materia legislativa, de la misma
forma se expresa esta falta de atención respecto a la información disponible acerca de cómo se
desenvuelve el trabajo no remunerado dentro de los hogares. Investigaciones que traten el
tema del uso del tiempo son inexistentes, y aquellas que analizan la responsabilidad asociada
a cada rol son escasas.

El SERNAM ha llevado a cabo algunas investigaciones que buscan mostrar como se reparten
las tareas dentro de los hogares, desafortunadamente como este es un esfuerzo realizado sólo
en los últimos años, no es posible comparar ni realizar un análisis histórico de los cambios
que se han sucedido en la división de las responsabilidades intrahogar. De la misma forma
tampoco existen estudios que se realicen de forma periódica, la tónica es realizar estudios
separados que no tienen relación entre unos y otros, por lo que se hace muy difícil establecer
cambios o tendencias de la participación y los roles dentro de los hogares.

Pese a lo anterior, esta es la única información disponible en el país por el momento, y por lo
tanto la única que nos puede dar algunas luces acerca de cómo se expresan los roles de género
dentro del hogar respecto al trabajo no remunerado.

La investigación realizada en 1998 por SERNAM tiene por objetivo conocer el reparto de los
roles dentro de la familia. Algunos de los resultados conseguidos son los que se presentan en
el cuadro 29 presentado abajo.

De la información desplegada la que nos puede resultar más útil para el análisis son aquellas
actividades desagregadas como los ítems Aseo, Compras, Cuidado de niños y Comidas. Se
puede desprender de estas actividades que la preponderancia de la responsabilidad femenina
sobre estas actividades se mantiene casi a fines de los años noventa, ya que se aprecia una
marcada tendencia a realizar estas actividades de parte de las mujeres. Las diferencias más
importantes se encuentran en el Aseo, 77% mujeres y 25% hombres, Cuidado de niños 75% y
34% respectivamente, y Comidas 88% y 46%.

Interesante de destacar es el ítem de Reparaciones y cuidados, actividades donde


generalmente se aprecia una preponderancia masculina en este caso los porcentajes son
mínimos para ambos sexos, pero con una mayor participación de las mujeres. Otra actividad
que es relevante de destacar es la de Administración, como vemos ni hombres ni mujeres se
ven como realizándola dentro del hogar, siendo que parte importante del trabajo del hogar
tiene que ver con la administración de recursos y coordinación de actividades.

52
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Cuadro 29 Actividades desagregadas por sexo, según si las realiza o no

Actividad Total Hombres Mujeres


Aseo 51.5% 25% 77%
Compras 23% 9% 36%
Cuidado niños 54.7% 34% 75%
Comidas 67.5% 46% 88%
Reparaciones y cuidados 12.2% 8% 16%
Administración 5% 4% 6%
Movilización 91.5% 94% 89%
Trabajo 96.8% 98% 95%
Estudios 2.5% 2% 3%
Participación 0.2% - -
Actividades con familiares 5.2% 4% 6%
Actividades en la casa 88.3% 87% 90%
Actividades fuera de la casa 4% 5% 3%
Fuente: Sharim, D. y Silva, U. (1998) .

El uso del tiempo también fue medido por este estudio a través de una lista de actividades,
según esto se constató que los hombres dicen dedicar más períodos de tiempo – tres veces
más – que las mujeres al trabajo remunerado. En el caso del trabajo doméstico la relación se
revierte, si vemos el aseo y la preparación de comidas, el tiempo dedicado por las mujeres es
tres o cuatro veces más que el de los hombres.

Cuadro 30 Períodos de tiempo dedicados a cada actividad

Actividad Promedio Promedio Promedio


General Mujeres Hombres
Trabajo 9.5 8.0 11.0
Necesidades personales 5.9 6.1 5.7
Movilización 2.7 2.7 2.7
Preparación de comidas 2.3 3.9 0.8
Aseo 1.8 3.1 0.4
Cuidado de niños 1.6 2.7 0.5
Compras 0.3 0.5 0.1
Reparación y cuidados del hogar 0.2 0.2 0.1
Administración 0.07 0.08 0.07
Participación
Actividades en la casa 3.19 3.11 3.27
Actividades fuera de la casa 0.08 0.04 0.13
Actividades con familiares 0.1 0.14 0.06
Fuente: Sharim, D. y Silva, U. (1998)

Según el mismo estudio, más de la mitad de quienes fueron encuestadas/os, dicen tener algún
tipo de ayuda doméstica diaria – remunerada o no remunerada – este trabajo es más que todo
un alivio para el trabajo de las mujeres, ya que quienes no la tienen dedican el doble tiempo a
estas tareas que quienes si cuentan con ayuda doméstica. Con respecto al cuidado de niñas/os
la diferencia no es tan significativa, ya que sin importar la existencia de ayuda doméstica, en
la mayor parte de los casos son las mujeres quienes asumen esta responsabilidad.

Un segundo estudio realizado por SERNAM en el año 1999 que tuvo como objetivo conocer
la situación de las familias en torno a la distribución de las responsabilidades domésticas y
familiares.

En este caso se construyó un índice de participación que consistió en tomar los puntajes
individuales obtenidos por los miembros del hogar de acuerdo a la cantidad de tareas
domésticas y familiares que declaraban haber realizado en días hábiles y en fin de semana.. Se

53
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

definieron 6 áreas en lo doméstico y 6 áreas en lo familiar, a las cuales se les asignó un peso o
valor de acuerdo a la frecuencia promedio que demandaba su realización durante la semana.

Con respecto a las labores domésticas y como muestra el cuadro 31, los hombres obtienen un
índice que señala una escasa o nula participación durante la semana, en la mayoría de las
tareas detalladas; con un promedio de 1,1 frente a un promedio de las mujeres de 4,8. Esta
diferencia se hace más marcada si sólo consideramos a la población entre 18 y 60 años, donde
el índice entre mujeres es de 6,1 y el de hombres llega sólo a 1,3%.

Cuadro 31 Índice de participación en labores domésticas durante la semana, según


sexo

Hombre Mujer
Aseo 1.1 5.2
Alimentos 0.9 5.2
Decisión menú 1.2 5.3
Compras 1.9 4.9
Cuidado ropas 0.6 5.2
Reparaciones 2.0 1.0
Encerado 0.3 2.7
Limpiar vidrios 0.5 2.5
Total 1.1 4.8
Fuente: Nieto, V. (1999)

De la misma forma, si analizamos la participación en labores familiares que requieren una


importante uso del tiempo, vemos que la participación femenina sigue siendo preponderante,
especialmente en aquellas actividades necesarias para el desarrollo de las/os menores.

Cuadro 32 Índice de participación en labores familiares durante la semana, según


sexo

Hombre Mujer
Cuidado enfermos 0.3 1.3
Cuidado menores 0.7 2.4
Apoyo escolar 0.8 1.9
Traslado colegio 0.7 1.8
Reunión apoderado 0.7 2.3
Trámites y pagos 1.6 2.3
Total 0.8 2.0
Fuente: Nieto, V. (1999)

Por otra parte, como se observa en el cuadro siguiente, en el universo de mujeres y hombres
que trabajan remuneradamente la mujer ocupada tiene en la semana un puntaje de
participación en labores domésticas y familiares de 5.7 en la semana, frente a un 7.3 el fin de
semana. Los hombres, por otra parte, pasan de un 1.7 y a un 3.9 respectivamente.

54
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Cuadro 33 Índice de participación de las personas ocupadas según sexo y


responsabilidades domésticas y familiares

Hombre ocupado Mujer ocupada


Semana Fin de semana Semana Fin de semana
Aseo 1.5 3.1 5.9 8.2
Alimentos 1.3 2.2 6.3 8.2
Compras 3.4 5.8 7.4 8.4
Ropas 0.7 1.4 6.8 7.5
Reparaciones 3.9 7.9 1.7 2.8
Menores 1.3 4.9 3.9 6.3
Total 1.7 3.9 5.7 7.3
Fuente: Nieto, V. (1999)

Por su parte el cuadro 34, hace referencia a la distribución del tiempo diario donde destaca que
las mujeres ocupadas utilizan alrededor de cinco veces más de tiempo para las labores
domésticas que los hombres ocupados.

Cuadro 34 Distribución del tiempo diario de la población ocupada durante la semana


según tipo de actividad y sexo

Tipo de actividad Hombre Mujer


Trabajo remunerado 8.81 7.23
Trabajo doméstico 0.55 2.61
Estudio 0.20 0.33
Descanso 2.74 2.50
Fuente: Nieto, V. (1999)

El estudio concluyó que la incorporación de la mujer al trabajo remunerado en la vida


doméstica ha tenido como significado una mayor cuota de responsabilidad de la mujer
respecto a cómo distribuir su tiempo entre trabajo doméstico y remunerado y como
reorganizar la carga de trabajo para cumplir con ambas responsabilidades a la vez. El 58% de
las mujeres deciden solas como se resuelven las labores domésticas y familiares.

El 25% de ellas comparte este tipo de decisiones o quedan en manos de otras personas dentro
o fuera del hogar que generalmente son del sexo femenino (servicio doméstico o parientes)
mientras que sólo un mínimo porcentaje, menos del 20%, la mujer decide con su pareja o la
pareja decide sólo como se resuelven los problemas cotidianos de las labores domésticas y
familiares.

El tercer estudio revisado se trata de una encuesta de opinión realizada por el Servicio
Nacional de la Mujer en el año 2002 sobre la percepción de hombres y mujeres sobre su rol en
la sociedad y en la familia. El siguiente cuadro muestra una síntesis de los principales
resultados.

55
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Cuadro 35

TOTAL MUJER HOMBRE


Pienso que la obligación de una esposa es hacer prácticamente todo el 26.2 21.2 31.3
trabajo doméstico
El marido debe ser el principal responsable de las decisiones familiares 31.5 21.0 42.2
de mayor importancia, como la compra de una casa, un auto

Para una mujer es mejor conseguir seguridad apoyando a su marido en 41.9 39.0 44.8
el trabajo y no preocupándose por su propio trabajo
Una mujer es mejor esposa y madre si emplea la mayor parte de su 51.6 47.2 56.0
tiempo con su familia tiene pocos intereses fuera del hogar.
Si un niño/a está enfermo/a y ambos padres trabajan, debe ser la madre 56.2 63.9 48.3
la que pida permiso en el trabajo para cuidarle.
Las esposas que no tienen necesidad de trabajar no deberían hacerlo 61.0 55.0 66.5
La mujer que sólo se dedica a su hogar no se desarrolla plenamente 72.0 74.7 69.4
La liberación de la mujer ha de pasar necesariamente por un cambio en 73.5 76.5 70.4
la familia
Las mujeres deben tener una profesión para que las tareas de la casa no 73.8 78.9 68.7
les resulten monótonas
Hay una necesidad urgente cambiar la posición del hombre y de la 74.9 82.4 67.3
mujer en nuestra sociedad
La marginación de la mujer tiene su origen en la estructura tradicional 75.9 80.8 70.1
de la familia
El matrimonio y los hijos no tienen por qué interferir más en el 75.9 78 73.7
desarrollo laboral de una mujer en el de un hombre
Es natural que hombres y mujeres desempeñen diferentes tareas 88.0 87.2 90.5
Los hombres deberían colaborar para que las mujeres puedan 95.6 97.7 93.3
desarrollarse tanto dentro como fuera del hogar.
Fuente: SERNAM (2002)

De acuerdo a las opiniones vertidas en la encuesta, el estudio concluyó que las dimensiones
de género referidas a la dedicación exclusiva de las mujeres a las tareas del hogar, a su
exclusión de los espacios sociales y públicos y a su subordinación a las ideas y decisiones
maritales despiertan una baja adhesión en hombres y mujeres, siendo mucho más bajo el
acuerdo en las mujeres en general y en particular de las jóvenes y de edades intermedias.

Se revisó también, la Encuesta Nacional sobre Calidad de Vida y Salud realizada por el
Ministerio de Salud en conjunto con el Instituto Nacional de Estadísticas.

Donde a partir de los resultados obtenidos se señala que las mujeres que trabajan
remuneradamente dedican 2.21 horas a las tareas domésticas, frente a un 0.52 que dedican a
dichas tareas los hombres que trabajan remuneradamente. Por su parte, los hombres que no
trabajan destinan un promedio de 1,58 horas de su tiempo a las tareas domésticas frente a
4.13 horas que le destinan las mujeres que no trabajan remuneradamente.

56
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Cuadro 36

No trabaja Trabaja Total de


Hombre Mujer Hombre Mujer tabla
Estar en el lugar de trabajo
remunerado 0,00 0,00 8,97 8,20 3,27
Estar en el lugar de estudio 1,33 0,58 0,12 0,17 0,57
Hacer tareas domésticas 1,58 4,13 0,52 2,21 2,46
Desplazarse al de… trabajo,
estudios, compras, etc. 0,64 0,63 1,02 1,16 0,80
Jugar o conversar con familia 2,48 2,40 1,59 1,68 2,13
Compartir con la pareja 1,92 1,71 1,61 1,06 1,64
Ver televisión 2,13 1,84 1,38 1,28 1,72

Navegar en internet, usar


computador y jugar video-juegos 0,21 0,09 0,19 0,14 0,15
Escuchar música 1,65 1,93 1,17 1,48 1,63
Leer (diarios, revistas, libros,
etc.) 0,36 0,30 0,24 0,27 0,30
Fuente: Encuesta Nacional de Calidad de Vida, Ministerio de Salud – INE, 2001

Como vemos, en todas las encuestas señaladas se constata lo que ha sido la tendencia en
encuestas realizadas en otros países de Latinoamérica, es decir, que la mayoría del trabajo
doméstico y de cuidado continúa siendo de responsabilidad mayoritariamente femenina.

Esto es también lo que se puede apreciar en el estudio realizado por Medel, Díaz y Mauro
(2006) miembros del CEM, donde mediante la aplicación de una encuesta de un tamaño
muestral de 252 hogares del Gran Santiago en los que se había realizado este tipo de actividad
por alguno de sus miembros, abordó temas como el perfil de los cuidadores y cuidadoras de
salud, el grado de visibilidad de las actividades de cuidado de salud, el tiempo destinado al
cuidado de salud no remunerado y la valoración de las actividades de cuidado de salud no
remuneradas.

La encuesta concluye que el promedio cuidadores/as por hogar en la muestra, fue de 1,09%
con variaciones mínimas según estrato económico. En el 11,5 por ciento de los hogares
encuestados, las tareas de cuidado de salud se realizaron fuera del hogar. El 86,1% de los
cuidadores son mujeres y el 13,9% restante hombres. De la misma forma se constata que más
de un 15% de las mujeres encuestadas no sólo es responsable del hogar sino también
económicamente, es decir, son quienes más aportan al hogar.

Desde la perspectiva de la edad, las mujeres que realizan cuidados de salud no remunerados
se distribuyen en todos los tramos de edad, desde los 15 hasta superar los 65 años. En
contraste, casi un tercio de los hombres cuidadores realizan estas actividades cuando son
mayores de 65 años, es decir en edades en que muchos ya no son económicamente activos.

La mayor parte de estas cuidadoras tiene como única y principal actividad el trabajo no
remunerado – doméstico y de cuidado – sobre todo en los tramos de edades más avanzadas.

Sin embargo, existe una proporción importante de cuidadoras que a la vez que tienen un
trabajo remunerado, es decir están ocupadas, cumplen con tareas domésticas y de cuidado de
salud. Situación que se evidencia con particular fuerza entre los 45 y 54 años (48,7%) y que
se traduce en que la carga global de trabajo de estas mujeres alcance las 87 horas semanales.

57
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

En promedio, las horas semanales invertidas en cuidados de salud no remunerados alcanzan


las 20 horas y media: alrededor de 3 horas y media diarias los días laborales y poco más de 1
hora y media los fines de semana. Las mujeres que sólo realizan trabajo no remunerado y los
jubilados son los que invierten más tiempo en las actividades de cuidados de salud.

La carga global de trabajo de las cuidadoras, calculada en tiempo invertido, fue, en promedio,
de 70 hrs. semanales, unas 10 horas diarias, siendo más alta que la de los hombres. La carga
global de trabajo de las cuidadoras que realizan ambos tipos de trabajo - remunerado y no
remunerado - alcanza en promedio las 87 horas semanales, esto es casi 13 horas diarias. Por el
contrario, para aquellas que sólo se dedican a los quehaceres domésticos, el tiempo de trabajo
se reduce a 63 horas semanales, alrededor de 9 horas diarias.

La dedicación de tiempo de las cuidadoras aumenta en la medida que disminuye el nivel


socioeconómico de pertenencia. En el sector alto es de 65 horas y media semanales, en tanto
que en el sector medio asciende a unas 71 horas y en el sector bajo se incrementa hasta
alcanzar las 75 horas y media. La máxima carga global de trabajo – alrededor de 94 horas
semanales promedio – se registra en el grupo de cuidadoras de los sectores de bajos ingresos
que realizan trabajo remunerado y no remunerado.

Podemos ver también la diferencia en el acceso a ayuda remunerada, en el gráfico siguiente


dónde se aprecia una importante margen en la disposición de trabajo doméstico remunerado
entre los distintos quintiles de ingreso.

58
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Gráfico 31
Fuente: Elaboración a partir de: INE, Quinta Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos, 1997

Gasto en salud y educación en relación al ingreso


mensual total según quintil de ingreso

5
3,9
4
3
%

2 1,3
1 0,3 0,2 0,5
0
I Quintil II Quintil III Quintil IV Quintil V Quintil

Como denota el gráfico es el quintil más alto el que tiene mayor acceso al servicio doméstico
pagado, gastando 3,9% de sus ingresos en este ítem según la encuesta de Ingresos y Gastos de
1997, lo sigue en importancia el cuarto quintil con un gasto de 1,3% del ingreso.

Sin embargo lo más relevante es prácticamente el nulo acceso a ayuda doméstica que existe
en lo quintiles siguientes llegando a ser el gasto de sólo el 0,3% en el primer quintil de
ingreso. Si ha esto sumamos la información que analizamos anteriormente, podríamos deducir
que la mayoría del apoyo al trabajo doméstico y de cuidado dentro del hogar, en los hogares
de menores recursos, es entregado fundamentalmente por otras mujeres y de manera no
remunerada. Lamentablemente información respecto al apoyo no remunerado que muchas
veces realiza la comunidad, u otras mujeres, no se encuentra aún sistematizada.

En general, podemos afirmar que en la actualidad no existe una política o siquiera servicios
destinados a apoyar el trabajo no remunerado que se realiza en el hogar. Todas las actividades
que se pueden externalizar son proporcionadas exclusivamente por empresas privadas y distan
mucho de estar al alcance de toda la población. Así mismo como este sector no se constituye
como un rubro específico, no existe información disponible respecto al alcance y la cobertura
que estos servicios entregan a la población que si tiene acceso a ellos. Por el momento se trata
sólo de actividades que operan como apoyo a las actividades no remuneradas que se realizan
en el hogar y dado su costo, a los que tienen acceso sólo una mínima parte de la sociedad, que
los utiliza básicamente como complemento al trabajo doméstico remunerado.

59
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

6. Consideraciones finales

No es una tarea fácil intentar sacar algunas conclusiones con la información recogida,
especialmente conclusiones que abarquen sólo al sector exportador. La falta de información
histórica de las condiciones anteriores de las mujeres y los sistemas sociales, unida a la falta
de información actual sobre temas de cuidado y trabajo no remunerado, nos dejan con el
riesgo de forzar los datos.

Para evitar lo anterior tal vez debemos partir por señalar que no es posible encontrar una
relación directa entre las nuevas políticas de exportación y los cambios en las formas de
producción que estas traen, con las variaciones en los indicadores de cuidado y educación.

Es verdad que durante la última década se ha acercado mucho la brecha en la cobertura total
de ciertos servicios básicos, especialmente en educación, pero también es cierto que esto no es
así en todos los sectores y en todas partes del país. Ejemplo de lo anterior son las áreas
rurales, lugar donde se han instalado más fuertemente las empresas de sectores exportadores
importantes, como la agroindustria, la industria del vino, de la madera y los salmones. Todos,
sectores fundamentales de la nueva economía exportadora de Chile y de gran crecimiento en
la última década.

Entonces, ¿habla este descuido de los sectores rurales de una desconexión entre los empleos
para mujeres generados en estas industrias y la necesidad de cuidado infantil?

Ciertamente habla de una centralización de políticas en sectores urbanos y más poblados, que
ha sido la dirección que ha tomado hasta el momento el esfuerzo de cuidado, habla también
de condiciones precarias en los rectores rurales de otra índole, como infraestructura vial,
transporte, comunicaciones, etc.

Pero al mismo tiempo nos podría estar mostrando una desconexión entre la promoción de
políticas productivas y de exportación y la formulación de políticas laborales, de educación,
salud y cuidado, acordes con los nuevos requerimientos que generan esta nueva organización
de la producción.

No obstante, la investigación nos mostró también que existen cambios, a veces incluso
considerables, en los sistemas sociales asociados al cuidado. ¿Son estos cambios aislados y
sin relación con la estrategia de desarrollo económico que ha tenido el país en la última
década?

Podemos atrevernos a decir que no, pero de inmediato debemos agregar que no solamente se
debe a aquello, o más bien, que no exclusivamente se debe a la vía exportadora que ha
adoptado el país hace ya más de dos décadas.

Es cierto que esta nueva organización de la producción cambió los empleos y las
posibilidades de trabajo a las que tenían acceso sectores importantes de la población, y
especialmente las mujeres. Esto a su vez, trajo los movimientos internos propios de las
transformaciones económicas, nuevos flujos migratorios, la aparición de otros modelos de
empleo y la formación de nuevos focos productivos en diversas regiones del país.

60
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Pero también debemos considerar, por ejemplo el crecimiento vegetativo de la población y,


las metas de crecimiento de los servicios sociales que buscan cubrir este crecimiento y el
evidente déficit en atención de cuidado que existe y siempre existió en nuestro país.

Así mismo y mucho más importante, es tomar en cuenta el cambio que sucede en 1989 en
Chile. El inicio de esta década de exportaciones, se vio marcada por el inicio de la vida
democrática y el establecimiento de los gobiernos de la Concertación en Chile.

Este es un factor fundamental a considerar, ya que pese a que las transformaciones realizadas
luego de recobrada la democracia, no alcanzaron las bases de la institucionalidad instalada por
la dictadura, especialmente en lo referente a la privatización llevada a cabo en los sectores de
salud y educación; es cierto al mismo tiempo, que este conglomerado político hizo suya la
bandera de la igualdad y la mejora de los servicios sociales, apelando a un fuerte gasto social
desde sus inicios.

Es por esto que no está claro que se pueda hablar de una mayor preocupación por el tema del
cuidado durante toda la década. Lo que si podemos afirmar es que en los últimos años,
especialmente los últimos dos gobiernos de la Concertación existen, al menos en el discurso,
iniciativas que permiten generar un moderado optimismo.

El gobierno actual ha dado muestras de que existe una política activa en este ámbito,
especialmente en lo que se refiere al cuidado infantil, la ampliación de la cobertura de las/os
párvulos, los proyectos de ley que buscan extender a los permisos maternales a la adopción y
la voluntad de mejorar el acceso a cuidado para mujeres temporeras, entre otros, demuestran
que puede existir algún grado de comprensión de la desigualdad en términos de inserción
laboral, que significa asumir la responsabilidad social del cuidado.

Por el momento los esfuerzos están centrados en el cuidado infantil, sin embargo no es
transparente que estás iniciativas se deban especialmente a la necesidad de facilitar el trabajo
remunerado de las mujeres. Sólo en el último tiempo este argumento ha sido utilizado pero
siempre junto a otros – que aún predominan – como la necesidad de una educación desde la
primera infancia, indicadores de salud pública infantil y otros discursos que pese a que
pueden convenir con la necesidad de ampliar el cuidado infantil en este caso, en otras
ocasiones pueden apelar a conceptos y consideraciones esencialistas respecto a la
reproducción, la maternidad y la necesidad de cuidado.

Ejemplo de esto es la difusión del discurso médico que privilegia la sociabilidad desde
temprana edad, como una forma de mejorar las capacidades de las/os menores. Este discurso
ha permitido aumentar el envío de las/os menores a los centros de cuidado, n sectores donde
estaba arraigada la idea de que la mejor educación y cuidado es aquel que se daba en la casa.

Pero más allá de los discursos a partir de los datos obtenidos y las tendencias que estos
presentan, podemos aventurarnos a pensar en un aumento paulatino de la cobertura en el área
de cuidado infantil, sin desconocer que, como ya lo hemos señalado, aún se mantienen
brechas importantes en términos de ruralidad y clase social; espacios dónde se hace necesario
un esfuerzo mayor si se espera que estás políticas contribuyan a la eliminación de la
desigualdad en la educación y en la participación laboral remunerada de todas mujeres.

Pese a estas diferencias es claro, sin embargo, que existe una voluntad política de coordinar el
cuidado para facilitar el trabajo remunerado, la reforma de educación que instaló la jornada

61
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

escolar completa es ejemplo de ello, algunas iniciativas todavía en crecimiento como los
jardines para mujeres temporeras hablan de los mismo. No obstante, parece contradictorio que
al mismo tiempo exista una disminución en los presupuestos y en los tiempos de
hospitalización en los servicios públicos, que supone una mayor intervención de la “familia”
en la recuperación de los pacientes, obviando el trabajo para las mujeres – en su mayoría –
que esto significa.

Es así como vemos que en el área de salud, la mayoría de las niñas/os son atendidos por el
sistema público que si bien ha sido reformado en los últimos años todavía entrega un cuidado
mucho más deficiente que el de la salud privada, no sólo en lo que se refiere a cuidados
médicos sino también en los tiempos de espera. Esto último de suma importancia en términos
de uso del tiempo de las mujeres, ya que son las principales encargadas de trasladar y cuidar a
las/os menores.

En términos generales todavía los esfuerzos para facilitar la incorporación de las mujeres al
trabajo remunerado se concentran exclusivamente en el cuidado infantil, no existe una visión
integral que incorpore las otras actividades; no sólo el tema de la salud tiene importancia en el
tiempo utilizado por las mujeres, sino que el cuidado de ancianos y la dedicación que requiere
el cuidado de personas discapacitadas son elementos determinantes de las posibilidades de
descanso, recreación y ocio, unidos a la carga de trabajo remunerado que muchas veces se
realiza pese a tener una gran carga de cuidado. Se hace perentoria la existencia de una
institucionalidad que entienda la necesidad del cuidado más allá de concepciones médicas o
de igualdad a través de la educación, que conceptualice el cuidado en toda su dimensión de
trabajo reproductivo, como elemento central y fundamental en el sostenimiento de la sociedad

Además, y ya pensando en el futuro, falta ampliar la comprensión de las múltiples aristas que
conlleva el trabajo no remunerado. Desde la experiencia actual, no podemos asegurar que
estas medidas aisladas lleven a una mejor inserción de las mujeres en el mercado laboral.
Como hemos visto se requiere una política integral de incorporación de las mujeres a las
esferas productivas, que no sólo esté centrada en los espacios de cuidado y en la
exteriorización de los servicios de cuidado sino en todas las esferas que suponen una
integración igualitaria de las mujeres a los espacios laborales.

Esto, sin olvidar que además de poner en práctica estos mecanismos y crear nuevas
institucionalidades es necesario darle un giro a las ya existentes. Poco podemos esperar de
política aisladas que no tomen en consideración no sólo el trabajo sino las diferencias de
poder que estas generan, las estructuras arraigadas que estas construyen y que impiden una
consideración del trabajo reproductivo como trabajo económico y productivo, y como parte
del sostenimiento de la sociedad.

Será inconducente y hasta peligroso, olvidarse que el trabajo no es sólo medio de subsistencia
sino parte importante de la vida y la formación de identidad de las personas, de la misma
forma en que permite y forma parte de los elementos que determinan las relaciones entre las
personas.

Sin entrar de lleno, es necesario recalcar que sin iniciativas enfocadas a provocar y facilitar
cambios sociales y culturales, especialmente dentro de las familias, ningún cambio en política
pública en los espacios laborales será en el largo plazo demasiado exitoso. Las personas
vivimos necesariamente en comunidad y es la comunidad en su conjunto la que debe entender
y apreciar las transformaciones que se están dando dentro de ella. Si sólo una parte de la

62
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

sociedad se aboca a su cambio, este desequilibrio pondrá en riesgo no sólo el éxito de la


empresa, sino la tranquilidad que un objetivo común supone. Es por esto que es importante
trabajar además por cambios en las construcciones culturales que determinan roles y
responsabilidades.

La externalización del cuidado es una política importante y puede ser hasta eficaz, pero el
mantenimiento de la sociedad requiere más que solo la creación de nuevos servicios, requiere
también la formulación de nuevas formas de convivencia, nuevas formas en definitiva de ser
sociedad. En este aspecto el estado tiene el rol fundamental de conducir e intervenir para
evitar desequilibrios propios de las rápidas transformaciones, que tienden a dejar a sectores
rezagados.

63
Comercio, género y equidad en América Latina: Generando conocimiento para la acción política.

Bibliografía

Bravo, R. (2004) Mujeres chilenas. Tendencias en la última década (Censos 1992-2002).


INE-SERNAM, Santiago de Chile.

Brunner, J.J., Elacqua, G. y Pacheco, P. (2005): Educación Preescolar. Estrategia


Bicentenario. Informe Escuela de Gobierno Universidad Adolfo Ibáñez, MINEDUC,
INTEGRA y JUNJI, Santiago de Chile.

JUNJI (2005): 35 años trabajando por los niños y niñas de Chile. Santiago de Chile.

Marin L, P., Hoyl M, Trinidad, Gac E, Homero et al. (2004): Evaluación de 1.497 adultos
mayores institucionalizados, usando el «sistema de clasificación de pacientes RUG T-18,
Rev. méd. Chile. [online]. jun. 2004, vol.132, no.6 [citado 26 Octubre 2006], p.701-706.
Disponible en:
<http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034-
98872004000600006&lng=es&nrm=iso>. ISSN 0034-9887

Medel, J., Díaz, X. y Mauro, A. (2006): Cuidadoras de la vida. Visibilización de los costos de
la producción de salud no remunerada en el hogar. Impacto sobre la carga global de trabajo
de las mujeres. CEM. (Documento sólo versión electrónica).

Ministerio de Planificación y Cooperación (2001): Situación de la educación en Chile 2000-


Informe Ejecutivo. MIDEPLAN - División Social, Santiago de Chile.

Nieto, V. (1999) “Habla la gente: Trabajo y familia, una relación compleja” Documento N°
68. SERNAM, Santiago de Chile.

Pautassi, L.; Faur, E.; Gherardi, N. (2005) “Legislación laboral y género en América Latina.
Avances y omisiones”. En: Políticas hacia las familias, protección e inclusión sociales,
CEPAL, Santiago de Chile.

Rodríguez, J. y Tokman, M. (2000). Resultados y rendimiento del gasto en el sector público


de salud en Chile 1990-1999. Serie Financiamiento del desarrollo, CEPAL, Santiago de
Chile.

SERNAM (2002): Hombres y Mujeres: Cómo ven hoy su rol en la sociedad y en la familia,
Santiago de Chile.

Sharim, D. y Silva, U. (1998): Familia y reparto de responsabilidades. Documento Nº 58,


SERNAM, Santiago de Chile.

64
E
I
R

89
E
S

mujer y desarrollo

E l cuidado de la niñez
en Bolivia y Ecuador: derecho
de algunos, obligación de todas

Flavia Marco Navarro

Unidad Mujer y Desarrollo

Santiago de Chile, diciembre de 2007


Este documento fue preparado por Flavia Marco Navarro, consultora de la Unidad Mujer y Desarrollo de
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en el marco de las actividades del proyecto
CEPAL/AECI “Contribución a la Economía del Cuidado a la Protección Social” (AEC/06/002).
Las opiniones expresadas en este documento, que no ha sido sometido a revisión editorial, son de exclusiva
responsabilidad de la autora y pueden no coincidir con las de la Organización

Publicación de las Naciones Unidas


ISSN versión impresa 1564-4170 ISSN versión electrónica 1680-8967
ISBN: 978-92-1-323153-1
LC/L.2843-P
N° de venta: S.07.II.G.168
Copyright © Naciones Unidas, diciembre de 2007. Todos los derechos reservados
Impreso en Naciones Unidas, Santiago de Chile

La autorización para reproducir total o parcialmente esta obra debe solicitarse al Secretario de la Junta de Publicaciones,
Sede de las Naciones Unidas, Nueva York, N. Y. 10017, Estados Unidos. Los Estados miembros y sus instituciones
gubernamentales pueden reproducir esta obra sin autorización previa. Sólo se les solicita que mencionen la fuente e
informen a las Naciones Unidas de tal reproducción.
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

Índice

Resumen ........................................................................................5
Introducción ........................................................................................7
I. Marco teórico-conceptual ..........................................................11
A. El trabajo de cuidado en la economía: la
visión predominante ............................................................15
B. Reabordando el cuidado .......................................................19
II. El cuidado en las políticas públicas ..........................................23
A. El cuidado en las políticas de trabajo ..................................24
B. Programas de alivio a la pobreza y empleo
de emergencia .......................................................................26
C. Seguridad social....................................................................28
III. La distribución del cuidado .......................................................31
A. Provisión extra hogar............................................................32
B. Provisión intra hogar ...........................................................43
IV. ¿Los costos son unilaterales?.....................................................63
V. Un desafío adicional para países como Bolivia y Ecuador .....67
VI. El cuidado como bien público global ........................................71
Bibliografía ......................................................................................77
Serie Mujer y desarrollo: números publicados ...............................83
Índice de cuadros
Cuadro 1 BOLIVIA - DEPENDENCIA PÚBLICA: COBERTURA NETA
EDUCACIÓN INICIAL POR SEXO, SEGÚN
DEPARTAMENTO AÑO 2004 ..................................................33
Cuadro 2 ECUADOR: COBERTURA PRE-PRIMARIA O PRIMER AÑO
BÁSICA POR PROVINCIAS Y REGIÓN DEL PAÍS,
PERÍODO 2002 – 2003 ............................................................37

3
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

Cuadro 3 ECUADOR: COBERTURA DEL PROGRAMA DE ALIMENACIÓN ESCOLAR


AÑO 2007. TOTAL NACIONAL ........................................................................................40
Cuadro 4 BOLIVIA – DEPENDENCIA PRIVADA: COBERTURA NETA INICIAL POR SEXO,
SEGÚN DEPARTAMENTO AÑO 2004 ...............................................................................42
Cuadro 5 BOLIVIA: PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN HORAS AL DÍA DEDICADO AL
TRABAJO DOMÉSTICO Y DE CUIDADO, SEGÚN PRESENCIA DE EMPLEADA
DOMÉSTICA, AÑO 2001..................................................................................................46
Cuadro 6 ECUADOR: PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN HORAS A LA SEMANA DEDICADO
AL TRABAJO DOMÉSTICO Y DE CUIDADO, SEGÚN PRESENCIA DE EMPLEADA
DOMÉSTICA, ÁREAS URBANAS, AÑO 2004 .....................................................................47
Cuadro 7 BOLIVIA: PARTICIPACIÓN EN CUIDADO DE NIÑEZ Y ANCIANIDAD,
POR SEXO Y ÁREA DE RESIDENCIA, AÑO 2001 ...............................................................50
Cuadro 8 ECUADOR: TASA DE PARTICIPACIÓN Y TIEMPO SEMANAL DE CUIDADO DE NIÑOS,
POR SEXO Y PROVINCIAS SELECCIONADAS, AÑO 2005 ..................................................51
Cuadro 9 ECUADOR: DISTRIBUCIÓN DEL TIEMPO DE CUIDADO ENTRE MUJERES Y VARONES,
PROVINCIAS SELECCIONADAS. AÑO 2005 .....................................................................51
Cuadro 10 PROMEDIO DE TIEMPO SEMANAL DEDICADO AL TRABAJO DE CUIDADO Y
DOMÉSTICO POR SEXO, SEGÚN RELACIÓN DE PARENTESCO CON LA JEFATURA DE
HOGAR, PROVINCIAS SELECCIONADAS. AÑO 2005 ........................................................54
Cuadro 11 BOLIVIA: PARTICIPACIÓN EN CUIDADO Y LABORES DEL HOGAR SEGÚN
PRESENCIA DE MAYORES DE 75 AÑOS EN EL HOGAR. AÑO 2001....................................55
Cuadro 12 ECUADOR: PARTICIPACIÓN EN CUIDADO Y LABORES DEL HOGAR SEGÚN
PRESENCIA DE MAYORES DE 75 AÑOS EN EL HOGAR. AÑO 2004....................................55
Cuadro 13 BOLIVIA: TASAS DE MATRICULACIÓN ESCOLAR DE NIÑOS QUE REALIZAN
TRABAJO AL INTERIOR DEL HOGAR VERSUS NIÑOS QUE NO
REALIZAN ESTAS LABORES. AÑO 2001 .........................................................................57
Cuadro 14 BOLIVIA: PARTICIPACIÓN EN ACTIVIDADES DOMÉSTICAS, POR SEXO Y
ÁREA DE RESIDENCIA, AÑO 2001 ..................................................................................58
Cuadro 15 BOLIVIA: NIÑOS Y NIÑAS QUE REALIZAN TRABAJOS DOMÉSTICOS Y
DE CUIDADO AL INTERIOR DE SUS HOGARES. AÑO 2001 ...............................................59
Cuadro 16 ECUADOR: TASA DE PARTICIPACIÓN Y TIEMPO DEDICADO AL
TRABAJO DOMÉSTICO NO REMUNERADO, POR SEXO Y ACTIVIDADES.
PROVINCIAS SELECCIONADAS, AÑO 2005 .....................................................................60
Cuadro 17 BOLIVIA: DISPONIBILIDAD DE CUARTO EXCLUSIVO PARA COCINAR............................61
Cuadro 18 ECUADOR: DISPONIBILIDAD DE CUARTO PROPIO PARA COCINAR. AÑO 2001 ................61
Cuadro 19 ECUADOR: MEDIO DE ABASTECIMIENTO DE AGUA, AÑO 2001 ......................................61
Cuadro 20 PORCENTAJE DE OCUPADOS EN SECTORES DE BAJA PRODUCTIVIDAD,
POR SEXO. ZONAS URBANAS ........................................................................................69

Índice de recuadros
Recuadro 1 CRIANZA Y EMPLEO SECTORIAL. LA FLORICULTURA EN ECUADOR .............................53
Índice de gráficos
Gráfico 1 FLUJO CIRCULAR DE LA RENTA AMPLIADO .................................................................14
Gráfico 2 PROVISIÓN DEL CUIDADO ............................................................................................20
Gráfico 3 ECUADOR: COBERTURA DE CENTROS DE CUIDADO INFANTIL PARA MENORES
DE 6 AÑOS (AINA, FODI, INNFA, ORI PRONEPE), POR PROVINCIAS .................................39

4
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

Resumen

La actividad de cuidar es un trabajo indispensable para el


sostenimiento de las sociedades, que hasta la actualidad sigue siendo
realizada predominantemente por mujeres.
En el ámbito intra-hogar, las mujeres cuidan a las personas
enfermas, ancianas, sobre ocupadas en el mercado laboral -
principalmente varones- y a la niñez, y lo hacen sin remuneración ni
reconocimiento social. A su vez, estas responsabilidades obstaculizan
su desempeño en el mercado del empleo y el ejercicio de otros
derechos. También al interior de los hogares, las empleadas domésticas
prestan sus servicios de cuidado para todos los miembros del hogar, y
lo hacen bajo condiciones laborales y remuneraciones inferiores al
resto del trabajo dependiente.
En el espacio extra-hogar, la oferta de cuidado proviene del
mercado, de la sociedad civil y del estado. En Bolivia y Ecuador el
nivel de ingresos de los hogares es determinante del prestador o más
bien prestadora, de manera que la remuneración aparece como el
vínculo principal entre la esfera de la reproducción humana y la
producción mercantil. En estos países, la mayoría del cuidado se
resuelve en la oferta privada, con serias consecuencias no sólo para las
mujeres como sus principales responsables, sino también para los
receptores del cuidado, especialmente para la niñez. Este documento se
abocará precisamente al cuidado infantil, la crianza, específicamente
para los menores de seis años en Bolivia y Ecuador y eventualmente se
harán referencias al cuidado de las personas mayores.

5
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

La privatización del cuidado obedece a que la oferta educativa estatal para la niñez de edades
tempranas es sumamente insuficiente en los países abordados. Además, prácticamente no existen
otras políticas de cuidado, las escasas medidas están dirigidas a conciliar trabajo y familia y las
destinatarias son las mujeres, operando el supuesto de que son quienes deben conciliar estos
ámbitos. En el mismo sentido, la imagen de mujer cuidadora subyace en una serie de políticas
sectoriales como las de trabajo y previsión social, tal como muestra el documento.
Las deficiencias de cuidado se hacen más visibles en el contexto actual de masiva
incorporación de las mujeres al mercado laboral y de cambios en las familias. Los receptores del
cuidado, en este caso la niñez, pagan el precio de la deficiencia estatal y el ajuste familiar, en
circunstancias en que las disparidades en la recepción del cuidado incuban profundizaciones de las
desigualdades sociales.
El estudio se basa sobre fuentes secundarias, tanto bibliográficas como estadísticas, y en
entrevistas a informantes claves de instituciones encargadas de prestar o fiscalizar el cuidado
infantil, pertenecientes a la oferta pública, tanto estatal como no estatal.

6
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

Introducción

El cuidado es una actividad necesaria para el sostenimiento de las


personas, de las sociedades. Sus prestadoras han sido tradicionalmente
las mujeres: en los hospitales, colegios, guarderías, en los hogares
como empleadas domésticas, y de forma no remunerada en las
familias. Habitualmente son consideradas receptoras las personas
adultas mayores, enfermas, discapacitadas y la niñez. Este trabajo se
abocará a esta última forma de cuidado, la crianza, específicamente
para los menores de seis años en Bolivia y Ecuador y eventualmente se
harán referencias al cuidado de las personas mayores.
El estudio muestra que la situación de prestadoras y receptores
es bastante deficitaria. Las empleadas domésticas y niñeras,
prestadoras del ámbito intra hogar remunerado, desempeñan un oficio
de poca valoración social y remuneración y suelen ser discriminadas
inclusive en la ley laboral. En el cuidado no remunerado, persisten la
falta de valoración social y la invisibilidad para las cuentas nacionales
y las economías. Esta invisibilización es parte pero no la totalidad del
problema, aunque los esfuerzos aparecen concentrados en el
reconocimiento más que en la redistribución. Esto no quiere decir que
los esfuerzos por la visibilización del cuidado no remunerado sean
suficientes y hay que tener presente que las soluciones redistributivas
generalmente implican un reconocimiento previo (Fraser, 1997). De
hecho, la generación de las Encuestas de Uso de Tiempo sigue siendo
una necesidad en América Latina y las iniciativas al respecto
constituyen sobre todo casos aislados, y en general han tenido un
carácter de piloto o experimental sin formar parte de los planes
oficiales de los Institutos Nacionales de Estadística.

7
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

La valoración del cuidado no remunerado es al mismo tiempo una contribución a la


reconstrucción de las injustas y erradas categorías conceptuales que rigen en las economías de los
países y una herramienta para convencer del importantísimo aporte de este trabajo y movilizar la
voluntad política necesaria para cambiar la situación. Pero buena parte de los movimientos de
mujeres, las Oficinas de la Mujer de los Gobiernos y quienes se dedican a los estudios de género ya
conocen la magnitud de este aporte y en algunos países este trabajo ya ha sido medido y sin
embargo poco ha cambiado. Corresponde entonces preguntarse si a las esferas decisorias realmente
les importa el aporte del trabajo no remunerado de las mujeres, si la certeza del mismo promovería
cambios en las mismas y si estos cambios serían solo de reconocimiento o también de
redistribución. El desafío es, siguiendo a Fraser (1997), llegar al reconocimiento y a la igualdad
social de manera que cada uno de estos objetivos apoye al otro.
Por su parte, las cuidadoras que se desempeñan fuera del hogar, ya sea en la oferta pública o
privada de cuidado, tienen también problemas. Las trabajadoras de la salud se ocupan en las
posiciones de menor prestigio y remuneración del sector y desarrollan su trabajo bajo condiciones
laborales tan deficientes que afectan su calidad de vida e incluso su salud (Pautassi, 2006). Las
profesoras de todos los niveles escolares han sido tradicionalmente de los segmentos más
postergados del funcionariado público y sus remuneraciones son escasas incluso en la educación
privada.
¿Por qué el cuidado sigue en manos de las mujeres? ¿por qué siguen vigentes categorías
conceptuales que no dan cuenta del real funcionamiento de la economía? ¿por qué las políticas
públicas han hecho tan poco o nada al respecto?
Las mujeres siguen a cargo del cuidado porque la reversión de esta situación implica
modificar el sistema de género, que como es sabido conlleva construcciones sociales y culturales
internalizadas por los individuos y por tanto difíciles de modificar. La división sexual del trabajo es
uno de los pilares del sistema de género y la base de la obligación social de las mujeres de hacerse
cargo de la crianza, el cuidado y las labores domésticas. A su vez esta división se ha apoyado a lo
largo de la historia en el control de la capacidad reproductora (biológica) de las mujeres,
convirtiendo al hogar en el lugar de trabajo de éstas, pues en él se realizan las actividades diarias de
mantenimiento de las personas trabajadoras. Además como esta visión de mundo es androcéntrica,
desde el varón para el varón, las actividades que le son ajenas a este, como la sostenibilidad de la
vida humana han permanecido invisibles.
Pero además esta tajante división entre el trabajo de los hombres y el de las mujeres se ha
considerado conveniente para los sistemas económicos, puesto que garantiza la oferta de fuerza de
trabajo subsidiada por el trabajo de las mujeres y esta es precisamente la razón de la vigencia de las
categorías conceptuales que rigen en la ciencia económica en relación con este tema, pues en virtud
de la división sexual del trabajo las mujeres se hacen cargo sin costo de la producción de bienes y
servicios que de otro modo tendrían que ser provistos por el mercado, con remuneraciones
suficientes de la fuerza de trabajo, o por el Estado. Esto sucede a pesar de que cada vez hay más
conciencia de la necesidad y aporte del trabajo femenino remunerado y hay también un cambio en
la actitud social hacia el mismo.
Es decir que hay dos grandes razones para que la sostenibilidad de la vida humana haya
permanecido oculta y en manos de mujeres. Una más antigua es de orden ideológico (de género) y
otra más reciente de orden económico. La visibilización y redistribución del cuidado no son por
tanto problemas técnicos sino políticos y sociales (Carrasco, 2003; Pichio, 1999).
En cuanto a las políticas públicas, hay que partir de que todas las políticas de género
persiguen redistribución de roles, recursos y oportunidades entre mujeres y hombres. Desde este
punto de vista todas persiguen en alguna medida una redistribución más justa del trabajo de
cuidado, crianza y doméstico que es realizado casi en su totalidad por las mujeres. No obstante,

8
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

dado que una repartición más equitativa de estas labores al interior de las familias se confronta con
uno de los núcleos más duros sobre los cuales se asienta el sistema de género, como es la división
sexual del trabajo, y por tanto de difícil y lenta reversión, la reconstrucción de roles y la
democratización del trabajo no remunerado aparecen como fines de largo plazo en las políticas de
género de la región, que no suelen ir acompañados de acciones concretas.
Pero no sólo se requiere redistribuir el trabajo no remunerado al interior de las familias,
también resulta un imperativo de justicia social asumir el cuidado, componente principal del trabajo
no remunerado, como un bien público, como responsabilidad social y estatal. En ese sentido
tampoco se ha avanzado en la mayoría de los países, lo que en parte puede obedecer a los criterios
fiscalistas que rigen las políticas sociales, que dificultan que el cuidado de personas ancianas,
enfermas, de la niñez y de todas las personas en general sea materia de cobertura de una seguridad
social universal y solidaria. El hecho es que la oferta estatal de cuidado para la niñez de edades
tempranas es muy insuficiente en Bolivia y Ecuador y la oferta privada llega sólo a un reducidísimo
grupo de gente. Frente a ello la familia se convierte en la red de protección social, pero esa familia
también está sufriendo transformaciones. Los receptores del cuidado, en este caso la niñez, pagan el
precio de la deficiencia estatal y el ajuste familiar.
Las falencias de cuidado no pueden ser reparadas, no puede volverse el tiempo atrás. En el
caso de la niñez, las disparidades en la recepción incuban profundizaciones de las desigualdades
sociales y la oportunidad y calidad del cuidado determina el futuro de los niños. Sin embargo, esto
no parece tomarse en cuenta y parece pensarse que las necesidades de cuidado empiezan a los seis
años, ya que a partir de esta edad se concentran los esfuerzos en educación.
Se requiere por tanto ir más allá, adoptar medidas más decididas y de incidencia más directa
en la redistribución del trabajo de cuidado, crianza y doméstico. Adoptar estrategias que
paralelamente a la demostración del valor de estas labores exijan a los gobiernos la responsabilidad
que les cabe en esta materia, ampliar el enfoque con que se han hecho las escasas demandas de
desfamiliarización del cuidado, apelar al cumplimiento de los compromisos internacionales y a las
necesidades de las nuevas estructuras familiares y demográficas de los países.
Las escasas iniciativas y crecientes debates siguen apuntando a facilitar que las mujeres sigan
siendo el vínculo, el espacio de ajuste entre el espacio productivo y el reproductivo, no a la
redistribución ni a la cobertura estatal del cuidado. En los casos de Bolivia y Ecuador, además de la
falta de compromiso de las instancias del estado ajenas a la oficina de la mujer, la ausencia de
medidas redistributivas del cuidado se podría explicar porque frente a la urgencia de necesidades
apremiantes como las relativas a los derechos a una vida libre de violencia, los derechos sexuales y
reproductivos, el derecho a la salud, la seguridad alimentaria y la pobreza masiva, la valoración y
redistribución del cuidado aparece postergada. Las mujeres se las arreglan de todas formas, a la
mayoría no les queda otra opción y encuentran formas de conciliar a expensas de su salud y calidad
de vida.
La urgencia de necesidades apremiantes, también parece hacer que los movimientos de
mujeres posterguen las demandas de redistribución de roles. Una sistematización de las demandas
de los movimientos sociales de mujeres en Bolivia (Arnold y Spedding, 2005) evidencia que el
trabajo no remunerado y su redistribución tanto social como familiar no están presentes en las
reivindicaciones de las mujeres. En el mismo sentido no parecen ser una prioridad de los reclamos
de las ecuatorianas.
En la actualidad además se presentan ciertos fenómenos que acrecientan la importancia del
cuidado, sumandose a la imparable incorporación de las mujeres al mercado laboral. A saber: a) el
desempleo y la marginación de colectivos de personas, que se da tanto en países pobres como ricos,
que incrementa la dependencia del trabajo no remunerado; b) las crisis, los ciclos económicos y las
nuevas formas de ocupación, sobre todo las informales, que acentúan la conexión entre las

9
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

actividades que se desarrollan fuera y dentro del mercado; c) los desafíos derivados de las nuevas
estructuras demográficas y los cambios en las familias (Benería, 2006).
El estudio trata de llenar los vacíos detectados, sobre todo conceptuales y, tomando en cuenta
los fenómenos mencionados, aborda el cuidado como un fenómeno integral que se desarrolla tanto
dentro como fuera de los hogares y que debe considerarse un bien público.
El estudio se basa sobre fuentes secundarias tanto bibliográficas como estadísticas, de estas
últimas se utilizaron: la Encuesta Continua de Hogares de noviembre y diciembre de 2001 de
Bolivia que incluye un módulo para la medición del trabajo doméstico no remunerado en el hogar
destinado a personas de 7 años y más; el Censo 2001 de Bolivia; la Encuesta Continua de Hogares
2003 de Bolivia; la Encuesta de Empleo, Desempleo y Subempleo en el área urbana de agosto de
2004 de Ecuador que integró un módulo denominado “Condición de actividad y quehaceres
domésticos”, destinado a la población de 5 años y más; y que posteriormente en el año 2005 se
integra como módulo de Uso de Tiempo; y el Censo de Población y Vivienda 2001 de Ecuador. De
todas formas se aclara que los datos que se presentan para Bolivia y Ecuador no son comparables.
La comparación solo será posible cuando se desarrolle una clasificación estandarizadas de
actividades a considerar en las encuestas.
Además se aplicaron siete entrevistas abiertas a informantes claves de instituciones
encargadas de prestar o fiscalizar el cuidado infantil, pertenecientes a la oferta pública, tanto estatal
como no estatal.

10
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

I. Marco teórico-conceptual1

Hace ya más de tres décadas que las feministas evidenciaron la


importancia de distinguir entre trabajo productivo y reproductivo, y de
enfatizar las interrelaciones entre ambos, para visibilizar el trabajo de las
mujeres y hacer frente a la desigualdad de género. 2 Desde esos tiempos
gran parte de los esfuerzos, sobre todo en el mundo anglosajón, se
centraron en contabilizar estas actividades para contribuir, primero, a que
se conciban como trabajo en términos equivalentes al trabajo
remunerado, y luego para incluirlas en las estadísticas oficiales, dando
cuenta del valor económico de dicho trabajo.
Desde entonces, tanto desde Naciones Unidas como desde
espacios académicos y de política pública ha habido importantes
avances. 3 En muchas esferas ya se acepta que las actividades de
cuidado, crianza y domésticas desarrolladas al interior de los hogares
constituyen un trabajo generador de valor, pasible de ser medido. Por
ello, en algunos países, incluidos latinoamericanos, se han aplicado
encuestas de uso de tiempo, ya sea específicas o incorporando módulos
en encuestas de hogar o de empleo. Sin embargo, quienes se

1
Esta sección ha sido escrita conjuntamente con Corina Rodríguez.
2
De hecho, el trabajo asalariado y el trabajo doméstico surgen como categorías diferenciadas a partir del desarrollo de las economías
capitalistas industriales, que provocó una división entre la esfera de lo público (el mercado) y la esfera de lo privado (el hogar). Esta
frontera adquiere características diferenciadas según los contextos: es común encontrar situaciones donde los hogares siguen
haciéndose cargo de muchas actividades productivas (o que lo serían si se desarrollaran en el mercado) y situaciones donde el
mercado o el Estado han asumido funciones reproductivas (por caso, cuidado de niños o personas mayores, servicios domésticos de
distinto tipo, etc.).
3
Como ejemplo vale citar el Informe sobre Desarrollo Humano del año 1995, que tuvo como eje la cuestión de las inequidades de
género e hizo hincapié en la necesidad de dar visibilidad y valorización al trabajo no remunerado realizado por las mujeres. Al
respecto ver: http://hdr.undp.org/reports/global/1995/en/.

11
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

dedican al cuidado al interior de sus hogares aun aparece en las estadísticas como población
económicamente inactiva, las cuentas nacionales aun no contemplan el aporte de este trabajo y lo
más importante, el mismo sigue siendo responsabilidad casi exclusiva de las mujeres.
Pero el trabajo de cuidado no se realiza solo al interior de los hogares ni sólo de manera no
remunerada. Su carácter en ese sentido es consecuencia de elecciones políticas, valoraciones
culturales y estructuras de género (Batthyany, 2004). A lo largo de la historia cuatro tipos de
instituciones han intervenido en la distribución del cuidado: las instituciones de la sociedad civil
(iglesia, voluntariado, fundaciones), el Estado, el mercado y las familias. Desde esta visión, la
provisión de cuidado se vincula con la producción de bienestar, y la distinta combinación de cada
una de estas instituciones con la idea de regímenes de Estado de Bienestar (EB). 4 Es la combinación
institucional la que determina dos procesos de autonomía de las familias y las personas, en la
provisión y acceso al bienestar y al cuidado. Por un lado, el nivel de “des-mercantilización”,
señalando el grado en que el EB consigue garantizar derechos económicos y sociales reales a las
personas, por fuera de los mecanismos de intercambio mercantil. Por otro lado, el nivel de “des-
familiarización”, que indica el grado en que el EB reduce el nivel de dependencia de los individuos
respecto de sus familias, o bien, inversamente el aumento de la capacidad de control del individuo
sobre recursos, independientemente de las reciprocidades familiares o conyugales (Sojo, 2005).
En base a este último criterio, Aguirre (2005), identifica dos tipos ideales de EB: i) el
régimen familista, en el cual la responsabilidad principal del bienestar corresponde a las familias y a
las mujeres en las redes de parentesco y ii) el régimen des-familiarizador, en el cual hay una
derivación de las responsabilidades de cuidado hacia las instituciones públicas y el mercado. Sin
embargo, aún en configuraciones donde predomine la provisión pública o mercantil de servicios de
cuidado, pueden perpetuarse los roles tradicionales de género, y esto es de hecho lo que parece
suceder en la realidad.
En efecto, en todos los modelos, las mujeres se han hecho cargo de la mayor porción del
cuidado, y es esto lo que tienen en común el cuidado intra y extra hogar, remunerado y no
remunerado: que es prestado mayoritariamente por mujeres. A medida que las sociedades se
complejizan se perfeccionan los mecanismos institucionalizados de cuidado, mientras que en
sociedades menos modernas predominarán las formas cuidado intra- hogar (Giménez, 2003).
El cuidado es un trabajo que, como todos, implica tiempo y conocimientos. Su especificidad
es la de estar basado en lo relacional, ya sea en el marco de la familia o fuera de ella. En el marco de
la familia, su carácter, a la vez obligatorio y desinteresado le otorga una dimensión moral y
emocional. Fuera del marco familiar, el trabajo de cuidado está marcado por la relación de servicio
y asistencia. Como se dijo, lo que unifica la noción de cuidado es que se trata de una tarea
esencialmente realizada por mujeres, ya sea dentro de la familia o fuera de ella bajo la categoría de
prestación de servicios personales. Al mismo tiempo es por medio del cuidado que la identidad
genérica de las mujeres es construida. Así, su posición de en la familia, sus oportunidades en el
mercado de trabajo y su relacionamiento con parientes es definida en términos de su potencialidad y
capacidad de cuidar. “Cuidado y feminidad son dos caras de la misma moneda...” (Batthyany,
2004:51).
Este proceso social y cultural de especialización de las mujeres en las tareas de cuidado va de
la mano de la separación de las esferas de la producción y reproducción, y de la consecuente
exclusión y segregación de las mujeres en el mercado de empleo. 5 Esto se sintetizaría en la idea de
domesticidad (Williams, 2000), determinada por dos características. La primera es la organización
del trabajo de mercado (empleo) en torno a la norma de un “trabajador ideal” que se ocupa a tiempo

4
Sobre la idea de regímenes de EB ver Esping-Andersen (1990). Para su aplicación al caso de América Latina ver Lo Vuolo (1998) y
Martínez Franzoni (2005).
5
Utilizo el término mercado de empleo en lugar del más difundido de mercado de trabajo, para indicar que el primero refiere sólo a
una manifestación del trabajo humano, aquel que adopta la forma mercantil.

12
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

completo e incluso trabaja horas extras, acepta movilidad geográfica y que destina muy poco tiempo
a las tareas de mantenimiento físico del hogar y cuidado de las personas dependientes. La segunda
característica central es el sistema de provisión de los servicios de cuidado, que marginaliza a
quienes desarrollan esa tarea.
Ésta se da en un doble sentido. Por un lado, las personas que ejercen sus responsabilidades
domésticas se ven discriminadas en el mercado de empleo, si simultáneamente se insertan en él. Por
otro lado, quienes “deciden” dedicarse exclusivamente a las tareas de cuidado, ven subvalorada su
contribución al hogar y a la sociedad. Más aún, quienes deciden ofrecer sus servicios domésticos en
el mercado, reciben malas condiciones de trabajo y remuneraciones y baja consideración de la
utilidad social de su tarea.
Aún cuando se han producido evidentes progresos en la inserción de las mujeres al mercado
de empleo, lo mismo no ha sucedido con la inserción de los hombres a las tareas de cuidado. “La
domesticidad no ha muerto, ha mutado” (Williams, 2000: 3). En este sentido, la inequidad de
género asociada a la domesticidad, está hoy adoptando mecanismos estructurales más impersonales,
que son vividos a través de formas culturales más fluidas. Una consecuencia de esto es la
(re)producción de la subordinación aún cuando las mujeres actúan crecientemente como individuos
que no se encuentran bajo el comando directo de un individuo varón (Fraser, 1997).
La convivencia de la domesticidad con la mayor inserción de las mujeres en el mercado de
empleo dio lugar al nacimiento de la doble jornada femenina. 6 Este término se utiliza para describir
la naturaleza del trabajo que realizan las mujeres que se insertan en el mercado de empleo y
continúan realizando el trabajo no remunerado en el hogar. A esto se suma en algunos casos, el
trabajo comunitario. La multiplicidad de roles que han asumido las mujeres, como perceptoras de
ingreso en un empleo, como principales responsables de las tareas del hogar y del cuidado de los
menores y las personas mayores, y como agentes activos en sus propias comunidades, las han
llevado a buscar la manera de ajustarse a esta presión sobre su propio tiempo. En la mayoría de los
casos, este ajuste se realiza limitando las horas de descanso y el tiempo de ocio personal (Floro,
1999). En síntesis, la doble (o triple) jornada se traduce en un deterioro de la calidad de vida de las
mujeres. Esto no es sino la expresión de otro conflicto igual o más profundo que se da entre la
obtención de beneficios económicos y el cuidado de la vida humana, en el marco de la producción
capitalista que se asienta en los procesos de reproducción y sostenibilidad de las personas que se
desarrollan al interior los hogares (Carrasco, 2003).
Lo primero que se observa es que los trabajadores y trabajadoras perciben el fondo de
salarios (W), que se obtiene multiplicando el número de trabajadores empleados (L) por las horas de
trabajo (h) y por el salario unitario medio (w). El fondo de salarios puede aumentar o disminuir
debido a la variación de cualquiera de las tres variables: el salario, el número de ocupados y
ocupadas, la jornada laboral.
El fondo de salarios financia a los hogares, que a diferencia del caso del flujo circular
tradicional, aquí no son instituciones armónicas. Por el contrario, la inclusión del trabajo no
remunerado en el análisis complejiza a las familias que ahora deben explícitamente negociar en su
interior y decidir la división de trabajo entre sus miembros. 7

6
La tasa de participación femenina ha ido aumentando en la mayoría de los países, sin una redistribución de los tiempos dedicados a
las tareas domésticas. Es decir, lo que se observa son varias formas de inflexibilidad de la división del trabajo doméstico que reflejan
características sociales que actúan como freno en el proceso de equilibrio. La “rigidez” que se observa con más frecuencia está en la
sustitución del trabajo femenino por el masculino (Kabeer, 1998). Claramente, el aumento en el tiempo de las mujeres en el mercado
laboral, se ajustó por una disminución de su tiempo de ocio, y no por el aumento en el tiempo dedicado a las actividades domésticas
por parte de otros miembros del hogar.
7
Esta idea se relaciona con la de los “conflictos cooperativos” desarrollada por Sen (1990).

13
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

GRÁFICO 1
FLUJO CIRCULAR DE LA RENTA AMPLIADO

Fondo de salarios
Producción (Empresas)
(Lhw=W; w>0)

Producción y
Distribución
Mercantil
Población ocupada

Familia - Estándar de
vida (bienes de
mercado y servicios) Población trabajadora
Trabajo no remunerado (activa e inactiva)
(wd=0; Ldhwd=0)
(Wd > 0 ; Ldhwd > 0) Reducción

Bienestar (salud; saberes y


Desarrollo conocimientos; relaciones)
Humano Expansión

Extensión Estándares de vida ampliados

Fuente: Picchio (2001).

En el análisis económico habitual, el trabajo no remunerado desaparece en parte porque este


agregado, que se contabiliza en términos de participantes y de horas (Ld y h), no se manifiesta en
forma de transacciones monetarias. Si el salario del trabajo doméstico es nulo, el producto de
Ldhwd también será nulo. Por lo tanto, para trabajar en términos de renta ampliada es preciso
expresar el trabajo de reproducción social en términos de un valor monetario. El objetivo no es una
redistribución efectiva de la renta, sino hacer visible un componente importante del circuito.
Este componente es el que transforma los bienes y servicios adquiridos en el mercado,
extendiéndolos en bienes transformados, que determinan los estándares de vida ampliados. Estos
bienes transformados tienen incorporado, por tanto, una mayor cantidad de trabajo que la que
identifica el mercado.
A esto se suma, que en el caso del trabajo no remunerado se reconoce, por parte de quienes lo
proveen, “la pertenencia de sus destinatarios a una “humanidad común”, y parte de la
responsabilidad del trabajo de cuidado es precisamente intentar compensar las dificultades y
humillaciones de una inserción social desventajosa. El reconocimiento de las necesidades,
capacidades y aspiraciones es justamente lo que caracteriza lo que en este marco se define como el
proceso de expansión de la renta, designado como bienestar” (Picchio, 2001: 15). El bienestar
aparece como un espacio de desarrollo humano para la totalidad de la población trabajadora y no
sólo para las personas ocupadas.
La presión sobre el trabajo no remunerado es permanente, ya que a éste le corresponde cubrir
el desfase entre las rentas disponibles y las normas sociales de consumo y, en particular, entre las
condiciones del trabajo asalariado y las condiciones de vida. La ampliación de la renta por medio

14
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

del trabajo no remunerado es un proceso real que sirve para reducir la discrepancia entre los
recursos distribuidos y los efectivos consumos familiares.
Ahora bien, el trabajo no remunerado tampoco es infinitamente elástico. Su capacidad para
arbitrar entre el empleo y las condiciones de vida se reduce, además, cuando aparecen nuevas
oportunidades para algunos segmentos de la fuerza de trabajo (incluidas las mujeres). El problema
de las tensiones crecientes entre las condiciones del proceso de reproducción social y las
condiciones de producción de mercancías con el fin de obtener un beneficio, no puede resolverse
potenciando simbólicamente las capacidades de las mujeres, sin entrar a debatir las contradicciones
internas del sistema en relación con la formación de capital social, las normas de convivencia y la
adecuación de la remuneración del trabajo.
En esa línea, Nelson (1993, 1996) aboga por una modificación del foco central del análisis
económico, pasando del intercambio y la elección (choice) a la provisión (provisioning), esto es, a
los bienes y procesos necesarios para la supervivencia humana. Cuando ésta se transforma en el
corazón del análisis económico, los servicios inmateriales como el cuidado de niños y niñas, de la
salud y la preocupación por la transmisión de las habilidades (educación), se vuelven tan centrales
como la alimentación y la vivienda. Algo similar propone Power (2004) cuando sugiere que el
punto de partida del análisis económico debe ser la provisión social. Con este término quiere
resaltar el análisis de las actividades económicas como procesos sociales interdependientes. Este
concepto permite incluir el trabajo doméstico no remunerado de las mujeres, así como las normas
sociales que afectan tanto los procesos como sus resultados.
Desde estas visiones alternativas, es posible entonces, reconfigurar la noción de cuidado y
reabordarlo para su estudio en el caso latinoamericano, identificando las inequidades de género
asociadas e imaginando estrategias para revertirlas.

A. El trabajo de cuidado en la economía: la visión predominante


En esta sección se muestra la fortaleza y el nivel de internalización de los mandatos del sistema de
género, cómo estos penetran en las ciencias sociales, en este caso la economía por ser una de las
disciplinas que más ha influido en la invisibilización y subestimación de la importancia del cuidado.
En efecto, la corriente principal de la economía aun interpreta el hecho de que las mujeres sean las
principales responsables del trabajo de cuidado, crianza y doméstico como una elección racional,
resultado de un cálculo maximizador de utilidades. Como si, en el caso del cuidado no remunerado,
trabajar sin jornada, remuneración, reconocimiento social, ni jubilación y en muchos casos depender
económicamente de otra persona fueran utilidades. El cuidado remunerado por su parte, recibe en la
teoría el mismo tratamiento que otras actividades generadoras de ganancia, aun cuando se preste en
condiciones diferenciadas. No obstante, algunas corrientes como la teoría dual del mercado de
trabajo o las corrientes institucionalistas han brindado interpretaciones explicativas sobre la
concentración y permanencia de las mujeres en estos oficios.
En efecto, el tratamiento del cuidado en la economía tiene una especial importancia, no solo
porque de él derive la falta de valoración y visibilización de este trabajo, sino también porque, como
vienen mostrando las economistas feministas hace tres décadas (Benería, 1978), la base económica
de los países y la organización de la producción se apoyan en buena parte en la división sexual del
trabajo y en la forma en que se reproducen las sociedades. Estos factores económicos son
fortalecidos y legitimados a su vez por factores ideológicos, sociales y políticos.
Los supuestos del liberalismo económico tienen repercusiones concretas en las sociedades
que se rigen por la competitividad y el individualismo y en las que el cuidado es considerado un
asunto privado y resultado de decisiones individuales. Las personas no ven a sus semejantes como

15
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

cuidadores o necesitados de cuidado debido a que los perciben consumidores que compiten entre sí,
haciendo sus propias elecciones (Tronto, 2006).
El cuidado y la sostenibilidad de la vida humana han sido tratados como una externalidad del
sistema económico (Carrasco, 2003, Pichio, 1999) que pertenece a la competencia de las familias o
en el mejor de los casos de políticas sociales focalizadas, en un Estado mínimo liberal que depende
de una actividad no estatal (el cuidado) para sostenerse (Buker, 2006).
A lo largo de los siglos y las distintas corrientes económicas, se repite la constante de obviar
o analizar errada o parcialmente la esfera doméstica y sus relaciones con el resto del sistema
económico. Así, los economistas clásicos 8 identificaron la importancia de la reproducción de la
fuerza de trabajo, pero concentraron su atención sólo en la cuestión de los “bienes salarios”
consumidos por los hogares, sin explorar el rol del trabajo doméstico en este proceso. En el
contexto, asumieron como natural el modelo jerárquico de la familia con la autoridad investida en la
figura del esposo/padre. 9
Marx, por su parte, en el desarrollo de su teoría del valor-trabajo reconoció como tal tanto al
que resultaba productivo desde el punto de vista capitalista, como desde un punto de vista social.
Sin embargo, el énfasis estuvo puesto en el análisis del primero resultando marginal el estudio de
las especificidades del segundo. Engels, sí observó en más detalle el rol de la familia nuclear en el
desarrollo capitalista, señalando que el objetivo principal del hogar patriarcal era la reproducción de
la propiedad privada. Así, remarcaba que la monogamia surgió de la concentración de suficiente
riqueza en las manos de un solo individuo, un hombre, y de la necesidad de legar esa riqueza a sus
hijos. Desde el punto de vista marxista, la única forma en que las mujeres podían conseguir
igualdad con los hombres era socializando el trabajo doméstico y el cuidado de los niños.
En el ámbito de la teoría feminista, el “debate del trabajo doméstico” volvió sus pasos sobre
la teoría marxista. La principal discusión fue la relación entre el trabajo doméstico y la acumulación
capitalista, con dos posiciones al respecto: Una argumentaba que el trabajo doméstico subsidiaba a
la producción capitalista con su rol en la reproducción de la fuerza de trabajo, directamente
incrementando el beneficio capitalista; la otra postura negaba la noción de subsidio y en cambio
consideraba al trabajo doméstico como esencial para la reproducción de la fuerza de trabajo en este
tipo de sociedades.
Desde la primera visión se redefinió el valor de la fuerza de trabajo como el tiempo de trabajo
total necesario para su reproducción, es decir, el tiempo utilizado en el trabajo del hogar además del
tiempo abstracto incorporado en las mercancías consumidas. De esta manera la plusvalía es
apropiada por los capitalistas que le pagan a los trabajadores hombres un salario que es menor que
el valor de su fuerza de trabajo.
Así, la contribución que el trabajo doméstico realiza a la producción de plusvalía es la de
mantener el valor de la fuerza de trabajo por debajo del costo de su reproducción. El mecanismo
para esto consiste en la retención dentro del hogar de aquellos aspectos de la reproducción y el
mantenimiento de la fuerza de trabajo que no son rentables ni para la producción capitalista ni para
el Estado, en caso de que éste eventualmente se hiciera cargo.
La perspectiva que considera al trabajo doméstico como un elemento indispensable para la
supervivencia del modo capitalista de producción, lo entiende como producción en sí mismo, ya no de
mercancías, sino de valor de uso. Su fin último es proveer fuerza de trabajo para su venta. Desde esta
perspectiva, la principal razón por la cual el trabajo doméstico sobrevive es porque el capitalismo
requiere trabajadores que sean individuos libres ofreciendo su fuerza de trabajo en el mercado.

8
Se sigue en esta síntesis a Gardiner (1997).
9
La excepción son los trabajos de John Stuart Mill y Harriet Taylor quienes reconocieron la importancia de la inserción de las mujeres en el
mercado de empleo como elemento esencial para la distribución democrática de decisiones y responsabilidades al interior de los hogares.

16
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

El posterior desarrollo de la escuela marginalista neoclásica invisibilizó por completo este


aspecto. Considerando al trabajo exclusivamente como un factor productivo que los individuos
intercambian en el mercado, divorció su precio (salario) de cualquier proceso social o histórico.
Relacionando el valor económico con la posibilidad y el deseo de intercambio, todo trabajo sin
remuneración (o sin mercado) dejó de ser considerado como objeto de análisis. Fuera del esquema
quedó también el abordaje de los condicionantes por los cuales los individuos eligen ofrecer o no su
fuerza de trabajo en el mercado de empleo. Todo individuo se considera racional y por lo tanto
ejerciendo la opción (entre trabajo y no trabajo) que maximiza su utilidad (bienestar).
Sin embargo, desde la propia teoría neoclásica existió una aproximación al trabajo doméstico
a través de lo que se conoce como “Nueva Economía del Hogar” [New Home Economics]. Desde
esta perspectiva se considera que el hogar decide como una unidad la participación de sus miembros
en el mercado de empleo, y por ende la correspondiente responsabilidad sobre las tareas domésticas.
Lo que se busca es maximizar la utilidad conjunta de los miembros del hogar, sujeta a las
restricciones de ingresos y tiempo. La división tradicional de género del trabajo dentro del hogar se
considera una respuesta económica racional del hogar a la valoración que el mercado hace del
tiempo de cada uno de sus miembros, lo que a su vez reflejaría la productividad de los individuos en
el mercado. 10
Más recientemente, la economía feminista ha hecho importantes contribuciones al estudio del
trabajo no remunerado, resaltando sus aspectos de género, su invisibilidad y su aporte central a la
reproducción social y el funcionamiento de la economía. En este sentido, han desarrollado el
concepto de economía del cuidado, para referir a un espacio bastante indefinido de bienes, servicios,
actividades, relaciones y valores relativos a las necesidades más básicas y relevantes para la
existencia y reproducción de las personas. Como todo concepto en construcción sus alcances y
límites son difusos. Podría argumentarse que en realidad toda actividad humana tiene como objetivo
final la propia reproducción, como personas y como sistema social. Esto puede ser cierto, pero la
economía del cuidado, con sus ambigüedades, refiere a un espacio más acotado.
Se trata más bien de aquellos elementos que cuidan o “nutren” a las personas, en el sentido
que les otorgan los elementos físicos y simbólicos imprescindibles para sobrevivir en sociedad
(Unifem, 2000). Así, el cuidado refiere a los bienes y actividades que permiten a las personas
alimentarse, educarse, estar sanas y vivir en un hábitat propicio. Abarca por tanto al cuidado
material que implica un trabajo, al cuidado económico que implica un costo y al cuidado
psicológico que implica un vínculo afectivo (Batthyany, 2004).
Asociarle al término cuidado el concepto de economía implica concentrarse en aquellos
aspectos de este espacio que generan, o contribuyen a generar, valor económico. Es decir, lo que
particularmente interesa a la economía del cuidado, es la relación que existe entre la manera cómo
las sociedades organizan el cuidado de sus miembros, y el funcionamiento del sistema económico.
Si se considera el trabajo de reproducción dentro de los procesos básicos del funcionamiento
económico, entonces puede ubicarse al cuidado dentro de los agregados nacionales, utilizando un
enfoque macro clásico. Esto es lo que hace Picchio (1999). Considera que la producción de
mercancías no sólo incorpora trabajo de producción remunerado, sino también el de reproducción
no remunerado. Así pueden conjeturarse algunas de las implicancias analíticas de este enfoque.

10
Esto significa, por ejemplo, que si los varones y las mujeres jóvenes comienzan siendo igualmente productivos en ambas esferas de la
producción, la discriminación de género en el mercado de empleo (que reduce el salario de las mujeres por debajo de su
productividad de mercado) implicará que ellas se responsabilicen por una mayor cuota del trabajo doméstico y los varones por una
mayor cuota de trabajo remunerado en el mercado (Gardiner, 1997).

17
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

Se puede definir una relación simple, donde el producto P aparece como una función del
trabajo asalariado (Lw) y del trabajo doméstico (Ld) 11 :(1) P = f ( Lw + Ld )
El producto se distribuye entre el trabajo (asalariado y doméstico) y el beneficio (R), luego:
(2) P = Lw W + R + Ld 0
La parte de P que corresponde al trabajo doméstico es nula, ya que su salario es nulo. Podría
decirse que parte del producto va a parar a quienes realizan trabajo de cuidado a través de una norma
de distribución de W al interior de los hogares, pero ésta se encuentra indeterminada. En efecto, habría
que especificar la relación entre el trabajo doméstico y las demás variables (Lw, P, W, R).
El trabajo doméstico influye sobre la cantidad y calidad del trabajo asalariado (Lw). Su
influencia en la calidad de Lw está relacionada con los valores que se transmiten en la educación al
interior de los hogares, y con los cuidados de la salud que se realizan en este ámbito. El trabajo
doméstico también influye sobre la cantidad de horas de trabajo asalariado disponible, ya que lo
libera de las responsabilidades de cuidado.
El papel del trabajo doméstico sobre W es muy importante, porque existe un cierto grado de
sustitución entre trabajo doméstico y mercancías salariales, y los niveles de vida no dependen
exclusivamente de las mercancías sino también de bienes y servicios no mercantiles. Asimismo, en
la medida que W está inversamente relacionado con R, la parte de W que corresponde a las
transferencia intra-hogar de recursos, también dependerá del grado de explotación del capital sobre
el salario, o bien, de la proporción de W y R en relación con el producto P. Si se considera, dada la
evidencia histórica, que es más probable que el beneficio imponga a los salarios como un residuo,
entonces se comprende la dureza del trabajo doméstico. La reproducción se encuentra atrapada entre
un salario dado y las necesidades y carencias. “Este es a la vez un problema de relaciones de poder
de clase y de género, toda vez que la relación inversa entre salarios y beneficio se convierte en una
relación directa entre trabajo doméstico no remunerado y beneficio.” (Picchio, 1999: 220).
La discrepancia entre la carga del trabajo de cuidado, su elevada productividad social y la
pobreza de los recursos que se asignan a la reproducción de la población revelan hasta qué punto es
social y no objetiva la relación entre el trabajo y la distribución de la renta. La visibilidad del
trabajo doméstico como reivindicación política no sólo se propone hacer explícita la relación entre
trabajo de reproducción y producto social, sino también abrir un debate sobre las normas de la
distribución, los modos de producción y la calidad de la relación entre producción y reproducción.
Para comprender mejor estos aspectos, Picchio (2001) propone ampliar el tradicional
esquema del flujo circular de la renta, incorporando un espacio económico que define de desarrollo
humano, caracterizado por el hecho de que las actividades que en él se desarrollan tienen como
finalidad directa el bienestar de las personas y no la valorización de las mercancías.12
Este espacio de desarrollo humano permite integrar en el análisis las grandes funciones del
trabajo de reproducción diferenciadas a escala del sistema. Picchio (2001) las define del siguiente
modo: i) ampliación de la renta monetaria en forma de nivel de vida ampliado, que también incluye
la transformación de bienes y servicios por medio del trabajo de reproducción social no
remunerado; ii) expansión del nivel de vida ampliado en forma de una condición de bienestar
efectiva, que consiste en el disfrute de niveles específicos, convencionalmente adecuados, de
educación, salud y vida social; iii) reducción cuantitativa y cualitativa de la población trabajadora a
aquella efectivamente empleada: en este caso, el trabajo no remunerado desarrollado en el ámbito
doméstico sirve de apoyo para la selección, realizada en el mercado laboral, de las personas y las
11
Trabajo doméstico es la terminología que Picchio (1992, 1999) utiliza para referirse a lo que aquí se considera trabajo de
reproducción social. En el mismo sentido se encuentra y utiliza la expresión “cuidado” o “trabajo de cuidado”.
12
El concepto de desarrollo humano se diferencia del de capital humano. El primero refiere a las condiciones de sostenibilidad del
proceso de reproducción social de la población. El segundo revela, en cambio, un uso instrumental de las personas como elementos
de producción que es preciso actualizar y valorizar para aumentar su productividad.

18
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

capacidades personales efectivamente utilizadas en los procesos productivos, facilitando, material y


psicológicamente, los procesos de adaptación a los mismos y/o absorbiendo las tensiones que
generan.
El flujo circular de la renta ampliado puede verse en el gráfico 1. El mismo permite hacer
visible la masa de trabajo de reproducción no remunerado y relacionarla con los agentes
económicos y con el sistema de producción.

B. Reabordando el cuidado
Los elementos enunciados hasta ahora permiten ir definiendo el concepto de cuidado que se aborda
en el presente trabajo. Se trata fundamentalmente del cuidado como elemento esencial de
funcionamiento del sistema económico y social. Por eso se enmarca dentro del campo de la
economía del cuidado. Esto no implica desconocer que el cuidado es una actividad
multidimensional, con aspectos económicos, sociales, psicológicos, culturales y políticos.
“El cuidado es una actividad específica que incluye todo lo que hacemos para mantener,
continuar y reparar nuestro mundo, de manera que podamos vivir en él tan bien como sea posible.
Ese mundo incluye nuestros cuerpos, nuestro ser, y nuestro ambiente, todo lo cual buscamos para
entretejer una compleja red del sostenimiento de la vida” (Fisher, 1990 citada por Tronto, 2006, 5
traducción libre) Esta definición incluye tanto posibilidad del autocuidado como la de cuidar a
otros, a tiempo que deja fuera la dimensión afectiva del cuidado como inherente al mismo, pero
tampoco lo equipara a una actividad mercantil cualquiera. Asimismo, incorpora tanto la perspectiva
de quienes otorgan y quienes reciben cuidado. Como ya se mencionó, asociar al término cuidado el
concepto de economía implica concentrarse en aquellos aspectos que generan, o contribuyen a
generar, valor económico.
El cuidado es de dos tipos. Directo, que implica la prestación material del mismo, la atención
de las necesidades físicas y biológicas de tal manera que hay una transferencia de tiempo y una
interacción cara a cara entre las personas que otorgan y reciben el cuidado. E indirecto, que consiste
en la transferencia desde un componente de algún sistema social de los mecanismos necesarios para
que los individuos generen por cuenta propia las atenciones que requieren (Giménez, 2003). A su
vez el cuidado directo se diferencia entre: Espontáneo --aquel que es prestado ocasional y
voluntariamente y no hace parte de una relación constante; cuidado necesario- el que no puede ser
auto provisto, por ejemplo el prestado a la niñez y las personas enfermas; y servicios personales,
aquellos que podrían ser provistos por el propio beneficiario pero se delegan a otra persona. La
diferencia entre cuidado y servicios personales no es la naturaleza del acto, ni la relación de
intimidad del trabajo de cuidado, la diferencia es la facultad de mando de una de las partes y la falta
de autonomía de la otra, aunque el lenguaje de los servicios preserve la ilusión de la independencia
de la prestadora. Esta ilusión o mito hace que las opciones de mercado oculten las reales
necesidades de cuidado (Tronto, 2006).
Ya se dijo que los prestadores han sido el Estado, instituciones de la sociedad civil, el mercado
y las familias. Por su parte, los receptores tradicionalmente han sido las personas dependientes, es
decir, la ancianidad, la niñez, los enfermos y en alguna medida los discapacitados, pero el cuidado
también se dirige a personas ocupadas en el mercado laboral. Sin embargo, se requiere ir más allá: los
receptores de cuidado somos todos. Desde el momento en que los receptores son los dependientes, “los
otros”, quedan excluidos de las decisiones relativas al cuidado. Además, cuando los actores autónomos
son tomados como la norma del accionar humano, el cuidado deja de considerase como un aspecto de
la vida. Si todos son considerados receptores, se deshace la falacia de las personas como actores
racionales que compiten constantemente en el mercado, y se reconocen los límites de éste, a tiempo
que los receptores dejan de ser “los otros” (Tronto, 2006).

19
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

En este trabajo se opta además por establecer la subcategoría de “crianza” que si bien es un tipo
de cuidado es específico para la niñez. Esta diferenciación se justifica tanto por acotar el ámbito de
estudio como por razones de visibilización, ya que cuando se habla de cuidado en general, aun
aclarando que sus destinatarios son no únicamente las personas dependientes, lo que suele suceder en
los estudios de América Latina es que cuidado se termina asimilando a crianza y se invisibilizan los
trabajos de cuidado a otras de personas. También se pretende contribuir a ir construyendo un nuevo
lenguaje del cuidado que de cuenta de sus especificidades, complejidad y magnitud.
En la actualidad se puede trazar el siguiente diagrama de la distribución societal del cuidado
directo (ver gráfico 2). Cada uno de los prestadores del diagrama, tanto los pertenecientes al ámbito
intra como extrahogar, implican una compleja organización y planificación y mantienen flujos entre
ellos, dependiendo de la suficiencia y oportunidad de la prestación. Así, si la oferta pública estatal no
brinda una cobertura u horarios suficientes, se deberá acudir al mercado a las cuidadoras remuneradas
o no pagadas al interior del hogar. En el mismo sentido, si la oferta del estado es residual y no existen
ingresos para contratar los servicios en el mercado se acudirá a la oferta pública no estatal disponible:
ONG, instituciones religiosas, voluntariado que se encarga del cuidado.

GRÁFICO 2
PROVISIÓN DEL CUIDADO

INTRA HOGAR EXTRA HOGAR

Cuidadoras no Cuidadoras Oferta p


pública
Mercado Oferta estatal
remuneradas remuneradas no estatal
Cuidadoras voluntarias,
convenios entre instituciones

Guardería
salas
hogares para el
adulto mayor
Centros de
cuidado
Residenciale
Residenciales Hospitales
infantil para el Cl ínicas
Salas cunas adulto mayor
Empleadas Colegios Programas Programa Hospitales,
domésticas y centros y centros posta
Ni ñ era del adulto de
Enfermeras mayor cuidado
infantil

Fuente: Elaboración propia de la autora.

Como es de suponer la existencia de prestadores de cuidado extrahogar requiere de una


organización, más o menos compleja, propi a de las empresas o instituciones formalizadas. Pero el
cuidado intra hogar también requiere, contrariamente a lo que se suele pensar, una compleja
organización y planificación. La magnitud y responsabiliad de esta actividad lleva a pensar en la
existencia de una “mano invisible” mucho más poderosa que la de Adam Smith, que regula la vida,
y permite que el mundo siga funcionando (Carrasco, 2003,17).
La distribución del cuidado varía en función de la oferta pública del mismo, y es
precisamente por sus deficiencias que las familias se han constituido en la red de protección social.
Además se dan distintas combinaciones de provisión intra y extra hogar que van de la
complementariedad a la sustitución.
En América Latina y en particular en Bolivia y Ecuador, la mayoría del cuidado se resuelve en la
oferta privada, con serias consecuencias no sólo para las mujeres como sus principales responsables,
sino también para los receptores del cuidado, especialmente la niñez. En efecto, cuando el cuidado para

20
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

ciudadanos en desiguales condiciones es prestado privadamente se acentúan las inequidades y se


excluye a muchos de la posibilidad de ser ciudadanos plenos (Buker, 2006; Tronto, 2006).
Las inequidades se dan tanto en la distribución del cuidado recibido como en los recursos con
que cuentan las personas para hacerse cargo del cuidado de sí mismas y de otras. Sin duda la
disponibilidad de ingresos de las personas determina la posibilidad de recibir cuidado y la calidad
del mismo, pero también en las prácticas sociales del cuidado hay importantes aspectos que
contribuyen a estas inequidades. En primer lugar, la subvaloración del trabajo de cuidado y su
atribución a las mujeres en la esfera doméstica y en la esfera pública, en un marco de larga
discriminación a estas trabajadoras, y de diferencias estructurales en la forma en que se piensa sobre
la remuneración para el trabajo de cuidado. En segundo lugar, el control y solución de las
necesidades de cuidado está en manos de las personas consideradas independientes y competentes,
excluyendo a quienes se consideran vulnerables y sujetos del cuidado de esas decisiones, tales como
los niños, enfermos y ancianos. Estas razones; los mecanismos sicosociales que perpetúan la
desigual distribución del cuidado mencionados en el titulo anterior, y las desiguales de género, raza
y etnia dan lugar al “círculo vicioso de la privatización del cuidado” que impide que el mismo sea
asumido como una responsabilidad social (Tronto, 2006).
En la región, la distribución de los servicios de cuidado depende del tipo de cuidado y de los
receptores. Así en el cuidado de personas enfermas participan más la oferta pública y el mercado,
que en lo relativo al cuidado de la niñez y la ancianidad, donde la oferta pública es residual. En todo
caso, en todas las clases de cuidado el nivel ingresos de las familias es determinante del prestador o
más bien prestadora. El salario se presenta entonces como el nexo económico fundamental entre la
esfera de la reproducción humana y la esfera mercantil (Carrasco, 2003, 20). En función de este se
hacen diversos arreglos que pueden incluir la contratación de empleada doméstica, niñera,
enfermera, guarderías; acudir a parientes o vecinas para delegar el cuidado de ancianos o infantes
temporalmente o en el peor de los casos permanecer a cargo de las mujeres que no pueden hacer
ningún tipo de arreglos y se ven imposibilitadas de acceder al mercado de trabajo.
Además de los flujos entre prestadores señalados en el gráfico 2, se dan situaciones que dan
lugar a otros cruces. Por ejemplo, cuando los colegios, sean parte de la oferta pública o privada de
cuidado, tienen horarios que no coinciden con la jornada laboral de las madres cuidadoras se debe
acudir a algún otro mecanismo disponible generalmente en la oferta intra hogar.
Ahora, ¿todo el cuidado puede ser asumido indistintamente por el estado, el mercado, las
familias o las instituciones de la sociedad civil? O en otras palabras todo el cuidado puede ser
“delegado” a la oferta pública o mercantil. Como en tantos otros fenómenos aquí el factor cultural
es determinante. Así, una misma actividad puede tener sustituto en el mercado en una sociedad (si
los ingresos lo permiten) y ser indelegable en otras. Pero además está el factor subjetivo, que se
hace más claro en el cuidado de infantes, ya que lo que para unos padres es indelegable por marcar
la relación que tienen con sus hijos, para otros puede ser perfectamente realizado por una sustituta.
Por ello es prácticamente imposible clasificar a las actividades de cuidado en mercantilizables y no
mercantilizables (Carrasco, 2003).
Es necesario un abordaje que de cuenta de los actores y flujos representados en el gráfico 2, de
manera de superar las perspectivas dicotómicas que el propio enfoque de género critica y trata de dejar
atrás, e intentar un abordaje de la organización social, de la forma en que cada sociedad resuelve sus
problemas de cuidado. De ahí la relevancia de ahondar en los debates, enfoques conceptuales y en las
propuestas de políticas públicas que permitan abordajes integrales y dinámicos para una redistribución
más equitativa del cuidado. Por ello en este documento se opta por el enfoque de la economía del
cuidado, como manera de integrar el cuidado no remunerado y el remunerado, dando un panorama de
los flujos intersectoriales que operan en su prestación y recepción, las tensiones que tienen lugar y los
riesgos que presenta la actual distribución societal del cuidado.

21
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

II. El cuidado en las


políticas públicas 13

En América Latina prácticamente no existen políticas de cuidado, las


escasas medidas de política pública están dirigidas a conciliar trabajo y
familia y las destinatarias son las mujeres, operando el supuesto de que
ellas deben conciliar 14 estos ámbitos. Pero la imagen de mujer
cuidadora subyace en una serie de políticas de fines diversos, en
ocasiones de manera conjunta con su rol de trabajadora remunerada, lo
que obviamente no sucede con la consideración de los varones en las
políticas públicas. De ahí que la escasez o simplemente la ausencia de
medidas conciliatorias y menos aún políticas de cuidado, contraste con
la casi omnipresencia de estereotipos de género en las políticas y, por
tanto, con la obligación de las mujeres de cuidar. Pero también, y como
han señalado diversos estudios feministas, prácticamente todas las
políticas públicas afectan las dinámicas que se dan en los ámbitos
privados, y especialmente la cantidad y calidad del trabajo no
remunerado que realizan las mujeres. Un caso paradigmático son los
programas de ajuste estructural aplicados en la región.
La obligación social de las mujeres de cuidar y la consecuente
obligación de conciliar entre trabajo y familia incide en la calidad de
vida de las mujeres y lo hace afectando su tiempo. La vida es tiempo,

13
En este acápite se sigue en gran parte lo desarrollado por Marco, 2006.
14
En la literatura se continúa hablando de conciliación o compatibilización para aludir a las soluciones del conflicto familia-trabajo que
experimentan las mujeres, pero “acoplar” parece ser más adecuado, ya que los dos primeros términos aluden a dos espacios opuestos que
deben ser ajustados entre sí por las mujeres. En cambio, según la Real Academia Española (2007) acoplar es “unir entre sí dos piezas o
cuerpos de modo que se ajusten exactamente. Ajustar una pieza al sitio donde deba colocarse”. Se trata entonces de que mercado de trabajo y
familia dejen de ser opuestos, de que cada uno tenga su lugar y su tiempo en la vida de varones y mujeres (Marco y Rico, 2007).

23
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

son las horas del día de todos los días, y si no tenemos libre disposición de nuestro tiempo, no
tenemos plena autonomía en nuestras vidas.
Si bien en muchas políticas aun subsiste la consideración de la remuneración femenina como
secundaria frente a la masculina, este supuesto se ha ido superando en virtud de la evidencia
sobre la importancia del ingreso de las mujeres al mercado laboral, tanto para la subsistencia
familiar como para la reducción de la pobreza de los países. Lo que sí parece seguir vigente en el
imaginario de los decisores es el carácter secundario que se atribuye a la obligación de las mujeres
de trabajar remuneradamente, su obligación primaria y primordial sería la del cuidado de las
personas dependientes tanto dentro como fuera del hogar. Como muestra de ello se abordará el
tratamiento del cuidado en algunas políticas sectoriales.

A. El cuidado en las políticas de trabajo


La realidad de la región muestra que generalmente las mujeres no están debidamente consideradas
en las políticas de trabajo, que pretenden ser neutras aun cuando en ellas subyace el prototipo de
trabajador varón, proveedor, sin responsabilidades de cuidado y que además trabaja de manera
estable en el sector formal de la economía. De manera que la población rural, indígena, con alguna
dicapacidad, adultas mayores, jóvenes, de bajos ingresos masculina y femenina, aparecen como
grupos vulnerables objeto de atención especial o medidas focalizadas, que pueden concretarse o no
en programas gubernamentales (Rico y Marco, 2004).
En ocasiones, estos programas contemplan entre sus objetivos la conciliación de las labores
remuneradas y de cuidado no pagado de las mujeres, pero este objetivo suele quedar en el papel y
por lo general no se desarrollan instrumentos para materializarlo. La conciliación como objetivo de
las políticas obedece a que entre las políticas de género, son las de igualdad de oportunidades las
que han gozado de mayor difusión en América Latina, y éstas persiguen ubicar a las mujeres en el
modelo masculino de empleo y de uso de tiempo (Carrasco, 2003), sin apelar a una organización
distinta del mercado laboral y sin articularse con otras políticas de género de acción positiva y de
cambios estructurales, que en este caso serían políticas de cambio de tiempos15 (Astelarra, 2006).
Además, la mayoría de esas propuestas se aparta de la posición feminista de igualdad de
oportunidades de la cual nació 16 y en el fondo sustenta la idea de que la conciliación es sinónimo de
problemática femenina, de ahí que se dirijan solo o preferentemente a las mujeres (Astelarra, 2006),
aun cuando son los trabajadores varones los que no concilian. Si el objetivo es la redistribución del
cuidado estas medidas no tendrán éxito, a no ser que se persiga que las mujeres concilien como
solución al mantenimiento del orden establecido, apareciendo además como mecanismos políticamente
correctos. Sólo así los varones podrán seguir gozando de casi absoluta disponibilidad laboral y para
solventar los problemas que la conciliación plantee siempre se puede acudir a las empleadas
domésticas, mayormente migrantes en Europa e indígenas en América Latina (Torns, 2005). De ahí
que la famosa conciliación no es un problema de creatividad, como muchas veces se aduce, sino de
lucha de intereses y debe resolverse posicionándose políticamente y presionando en la dirección
deseada (Izquierdo, 2005).
El trasfondo de muchas propuestas conciliadoras se delata desde la semántica del término, y
en el mismo sentido la acepción mas difundida de esta palabra, la jurídica, alude también a
15
Surgen en los años noventa, a partir de un proyecto de ley italiano “las mujeres cambian los tiempos”, cuestionando la lógica productivista
que sólo hacía referencia a los horarios, que no es lo mismo que el tiempo. El objetivo de las políticas de tiempo es aproximar los servicios
municipales a la ciudadanía con actuaciones que tienen en cuenta los trabajos y los tiempos que mujeres y hombres necesitan en su vida
cotidiana. Utilizan instrumentos como los planes reguladores de la ciudad, las oficinas del tiempo, los bancos del tiempo, etc. (Astelarra,
2006).
16
En Europa, las evaluaciones muestran que las políticas de conciliación fueron implementadas como parte de las políticas de fomento
del empleo y al hacerlo se pasó del análisis del género al análisis del mercado, imponiéndose la lógica predominante de las políticas
tradicionales (Astelarra, 2006).

24
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

contrarios en disputa (en derecho de familia, comercial, laboral e internacional) y se refiere a


mediación entre opuestos, se trata de un mecanismo de resolución pacífica de controversias.17
Si los esfuerzos para que las mujeres asuman una ocupación remunerada y continúen cuidando
son escasos, menos se está fomentando la redistribución de responsabilidades y la reconstrucción de
roles de mujeres y varones. Bolivia y Ecuador no han sido la excepción en estas tendencias. Peor aun,
durante los últimos años sus esfuerzos de formulación y aplicación de una política laboral se ubican en
contextos marcados por convulsiones sociales y sucesivos cambios presidenciales antes del término de
los respectivos mandatos constitucionales, lo que rompe la continuidad que ya de por sí ha sido
históricamente complicada en las políticas públicas de ambos países.
En Bolivia, el rasgo más relevante de la política laboral es reciente y consiste en el fin de la
flexibilización laboral, por lo menos la jurídica, mediante el DS 28699 de 1 de mayo de 2006, que
terminó con la libre contratación y despido y limitó los contratos a plazo fijo que eran práctica legal
y masiva desde 1985. De todas formas hay que hacer presente que estas medidas beneficiarán sólo
al reducido segmento que labora en la economía formal.
A nivel de creación de empleo, el Plan Nacional de Desarrollo (2006- 2010) contempla la
creación de empresas comunitarias en el área rural y de unidades productivas de pequeña escala en
el área urbana. Asimismo reconoce la discriminación de género en la legislación laboral. Sin
embargo, no hace mención al trabajo de cuidado como determinante de la inserción laboral de las
mujeres, ni a las necesidades de cuidado de los trabajadores y sus dependientes.
Ecuador cuenta con un marco jurídico especialmente avanzado. En efecto en su Constitución
Política (1998) establece: “El Estado propiciará la incorporación de las mujeres al trabajo
remunerado, en igualdad de derechos y oportunidades, garantizándole idéntica remuneración por
trabajo de igual valor. Velará especialmente por el respeto a los derechos laborales y reproductivos
para el mejoramiento de sus condiciones de trabajo y en el acceso a los sistemas de seguridad social,
especialmente en el caso de la madre gestante y en período de lactancia, de la mujer trabajadora, la
del sector informal, la del sector artesanal, la jefa de hogar y la que se encuentre en estado de
viudez. Se prohíbe todo tipo de discriminación laboral contra la mujer. El trabajo del conyugue o
conviviente en el hogar, será tomado en consideración para compensarle equitativamente, en
situaciones especiales en que aquel se encuentre en desventaja económica. Se reconocerá como
labor productiva, el trabajo doméstico no remunerado”.
En el mismo sentido, la Agenda del PIO 2005-2009 establece la necesidad de reconocer la
contribución de las mujeres en el cuidado como requisito para la igualdad en el mercado laboral,
instituyendo como política de estado la valoración del trabajo reproductivo y la corresponsabilidad de
mujeres y varones en el trabajo reproductivo. Por su parte, el Plan Nacional de Empleo y Desarrollo
Local 2001-2006, que integraba el enfoque de género desde el diagnóstico hasta el presupuesto,
establecía la necesidad de hacer visible la contribución no remunerada de las mujeres a la economía y
la relación entre este aporte y la vulnerabilidad femenina (Ordoñez y Marco, 2005).
Se aprecia entonces que en el mejor de los casos, el ecuatoriano, el tratamiento del cuidado en las
políticas de trabajo se da a nivel discursivo y de reconocimiento. Con excepción de las políticas del
CONAMU, que establecen la finalidad de una corresponsabilidad en esta materia, la redistribución del
cuidado al interior de la familia y de la sociedad no figura ni siquiera con estatus declarativo.
Lejos se está de concebir el cuidado y la crianza como bienes públicos, como
responsabilidades sociales, ya que es muy poca la porción de esta responsabilidad que asumen los
varones en las familias, las empresas y el Estado. Los escasos avances están destinados a que sean
las mujeres las que concilien. ¿Pero queremos conciliar las mujeres? Lo que queremos es una

17
Según la Real Academia Española de la Lengua conciliar es “Componer y ajustar los ánimos de quienes estaban opuestos entre sí”. Por su
parte, compatibilizar es hacer compatible, que significa “que tiene aptitud para unirse o concurrir en un mismo lugar o sujeto” (www.rae.es).

25
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

organización distinta del mercado laboral, de los servicios públicos y del trabajo dentro de la
familia, no queremos tener que conciliar, ser el espacio de ajuste entre dos espacios opuestos.
Queremos que dejen de ser opuestos (Marco, 2006a).

B. Programas de alivio a la pobreza y empleo de emergencia


Se refieren los programas de empleo de emergencia separadamente de las políticas de trabajo
porque, salvo excepciones, estos se encuentran más ligados a los programas de alivio a la
pobreza.Varios países están llevando a cabo programas de alivio a la pobreza y/o empleo de
emergencia, entre ellos: Jefes y Jefas de Hogar en Argentina; Bolsa Familia y Hambre Cero en
Brasil; Familias en Acción en Colombia; Chile Solidario en Chile; Bono de Desarrollo Humano en
Ecuador; Oportunidades en México; PRAF II en Honduras, Red de Protección Social en Nicaragua;
Plan Nacional de Emergencia Social en Uruguay y Plan de Empleo de Emergencia (PLANE) en
Bolivia. Se trata de programas focalizados de transferencias monetarias condicionadas con
coberturas nunca antes vistas (Serrano, 2005).
Además de la reducción de la pobreza, estos programas apuntan a la seguridad alimentaria,
incrementar las tasas de matrícula escolar y evitar la deserción, a progresos en la salud y nutrición
infantil, y aliviar la pérdida del salario. Este último es el caso de los programas de Argentina,
Bolivia y Uruguay, mientras que en otras experiencias excepcionales hay algún tipo de articulación
con componentes de las políticas de trabajo, como en Chile Solidario, donde sus beneficiarios
tienen acceso preferente a servicios gubernamentales (Rico y Marco, 2006). Recientemente, las
iniciativas en Bolivia también apuntan a articulaciones como éstas con programas de capacitación
para beneficiarios del PLANE.
Aunque no se conoce la efectividad de estos programas en términos de creación de
ocupaciones permanentes, se critica la escasa calidad de los empleos generados y la ausencia de
componentes de capacitación para la mayoría de los casos (Rico y Marco, 2006). Sin embargo,
estos programas han tenido resultados exitosos en sus cometidos (reducción de la pobreza medida
por hogares) e incluso externalidades positivas relacionadas con el empoderamiento de las mujeres,
pero el peligro es que se constituyan en “la política social” y que, en lugar de atender situaciones
excepcionales y coyunturales, se conviertan en la regla. Además, generalmente, ellos no solo no
fomentan la redistribución del cuidado, sino que fortalecen su actual orden.
En Bolivia el PLANE fue parte de la Estrategia Boliviana de Reducción de la Pobreza, que en
sus distintas versiones menciona la equidad de género entre las acciones estratégicas –pero sin
transversalización-, o reconoce la necesidad de que las mujeres accedan los beneficios de la
Estrategia, pero sin decir cómo lograrlo. Además, no sólo no se cuestiona la división sexual del
trabajo, sino que se establece la necesidad de definir políticas que consideren los roles y
compatibilidades de las mujeres (Farah, 2003).
El PLANE establece un cupo mínimo de 30% de mujeres entre los beneficiarios,
considerando que la pobreza se incrementa en hogares con la jefatura femenina. Una evaluación del
Plan (Zapata, 2003) señala que si bien este porcentaje se ha superado (con un 37,4% de mujeres
entre los beneficiarios), no se ha logrado suficientemente el objetivo de dar trabajo a la población
más vulnerable. Con datos de la encuesta de hogares, esta investigación concluye que: ser jefe de
familia, indígena, estar por debajo de la línea de pobreza y ser casado afecta positivamente la
probabilidad de trabajar en el PLANE, mientras que pertenecer al área urbana, ser mujer, tener más
educación y acceso a servicios básicos afecta negativamente esta probabilidad de participación más
relevante aun a los efectos de este estudio resulta que el 37% de sus beneficiarios tuviera más de
cuatro hijos (Marketing SRL, 2006) y el programa no contempló mecanismo alguno de cuidado.

26
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

Otra evaluación (Lanza, 2003) muestra que las mujeres constituyeron el 55% de los
postulantes 18 y concluye que, en promedio, hubo una mejora en los ingresos laborales sólo para las
trabajadoras que participaron en el PLANE, pero no para los varones. Asimismo, que hubo un impacto
positivo para ambos sexos en la posibilidad de encontrar trabajo luego de haber trabajado en el
PLANE, ya que el 20% de los participantes, sobre todo las mujeres, encontró otro empleo. Estas
conclusiones parecen lógicas si se piensa que la mayoría de las participantes eran antes inactivas,
empleadas domésticas o vendedoras informales, con escasa calificación y remuneración o sin esta
última, de manera que resulta fácil mejorar sus ingresos, aunque estos vayan a seguir siendo bajos.
Por lo pronto, el gobierno actual ha ampliado una vez más el PLANE, y como programa de
empleo de más largo aliento se ha formulado el PROPAIS (Programa contra la Pobreza y Apoyo a
la Inversión Social), que ya había sido establecido por un decreto supremo del año 2004 y que ahora
pretende generar 110.000 empleos en dos años.
En Ecuador está el Programa Bono de Desarrollo Humano, vigente desde 1998, que efectúa
transferencias monetarias, hasta hace poco condicionadas a la inversión en salud y educación.
Desde su establecimiento las destinatarias son las mujeres de los hogares seleccionados. Las
evaluaciones del Bono mostraron efectos positivos, relacionados con el empoderamiento y la
autonomía de las mujeres, así como efectos en el autocuidado con incrementos significativos en la
cobertura de salud en general y en salud sexual y reproductiva en particular. Pero las evaluaciones
del Bono también mostraron que los ingresos percibidos por las mujeres eran dirigidos mayormente
al hogar, con lo que las perceptoras se convertían en intermediarias gratuitas entre las familias y el
Estado. Las mujeres figuraban como responsables de la economía del cuidado y por ello se
demandaba su corresponsabilidad para proteger la salud y la educación, sin un contrapeso que
responda a sus necesidades estratégicas y sin acciones que promocionaran la corresponsabilidad de
padres y de los servicios estatales (Armas, 2005). Por ello, el programa fue modificado y la
transferencia reconocida como un derecho, por tanto sin condicionamientos, que es entregada con el
mensaje “Tu trabajo sí vale”. Asimismo el Programa ha sido articulado con otros programas
sociales y servicios de salud (CEPAL, 2007a).
De las evaluaciones de los planes de empleo de emergencia y de alivio a la pobreza pueden
extraerse interesantes apreciaciones respecto a la relación de las mujeres con la oferta estatal de
programas. A diferencia de lo que sucede con otras iniciativas gubernamentales, las mujeres son la
mayoría de los beneficiados o de los postulantes, como es el caso de Bolivia. Esto pareciera indicar que
las mujeres hacen uso de las oportunidades y servicios que se les ofrecen y, desde otra perspectiva,
implica que la oferta estatal, en estos planes específicamente, está sabiendo llegar a las mujeres.
Pero ¿por qué estos programas y no otros llegan a las mujeres? 19 Porque apuntan a las
mujeres desde su formulación, tanto por estar sobrerepresentadas entre los pobres, como porque se
las considera más eficientes administradoras de los recursos y las encargadas de cumplir con las
condiciones que se exigen para las transferencias, tales como asistir a talleres de nutrición, salud,
reuniones escolares y garantizar la permanencia de los hijos en la escuela. Es decir que todas las
condiciones están relacionadas con el cuidado y el bienestar familiar y las mujeres aparecen como
las encargadas del mismo, por ello son las receptoras.

18
Este fenómeno podría ser una muestra de la necesidad y del deseo de las mujeres de trabajar, que no encuentran respuesta en el
mercado laboral, y reafirma tendencias del pasado que revelan que mujeres inactivas se convierten en activas frente a las
inclemencias de la coyuntura económica.
19
La mayor difusión de los planes de empleo de emergencia y de los programas de alivio a la pobreza; su más eficiente administración
e informatización y su vinculación con los municipios podrían explicar una mayor cercanía a las mujeres. También está la evidencia
de la incorporación de las mujeres al trabajo remunerado en tiempos de crisis y de su “disposición” a aceptar empleos temporales y
mal remunerados.

27
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

C. Seguridad social
La relación de las mujeres con los sistemas de seguridad social ha estado mediatizada por el rol de
cuidadoras que se les continúa asignando. Es precisamente por su función de cuidadoras que se les
reconoce a las mujeres el acceso a los derechos sociales y a las prestaciones de la previsión social,
determinando su doble relación con el cuidado: fueron acreedoras del derecho al cuidado
precisamente por ser las encargadas de prestarlo. Esta relación persiste en las reformas estructurales
a la seguridad social realizadas en la América Latina. En Ecuador, la reforma de pensiones desde un
sistema de reparto y beneficio definido (SRBD) hacia uno de capitalización individual y
contribución definida (CICD) se inicia en el año 2004 pero no se llegó a implementar debido a las
protestas ciudadanas incluidas las de los jubilados. Incluso una norma que implementaba un sistema
mixto, es decir una combinación de reparto y capitalización individual, la Ley 2001-55 fue
declarada inconstitucional por el Tribunal Constitucional por desconocer derechos sociales.
De manera que en Ecuador subsiste el sistema público que en la concepción del cuidado es
cualitativamente similar a los de CICD, pero que cuantitativamente parece perjudicar menos a las
mujeres. Lo que se gana en status en un sistema privado que ve a las mujeres como una mezcla de
potenciales cotizantes pero al mismo tiempo dependientes-beneficiarias-cuidadoras, se pierde en
prestaciones frente a un sistema que las considera preponderantemente dependientes del marido
pero que al ser solidario las beneficia.
En Bolivia sí se reformó estructuralmente el sistema de pensiones privatizándolo, de manera que
el cuidado de las personas adultas mayores queda en manos del mercado, y el acceso queda supeditado a
la disponibilidad de ingresos suficientes y regulares que permitan entrar y mantenerse en el sistema.
Para quienes no disponen de ellos, el cuidado vuelve a estar a cargo de las familias, es decir, de las
mujeres, más aún en casos como el boliviano donde la cobertura previsional es reducisima. Una vez más
el trabajo de cuidado de éstas absorbe las retiradas del Estado y éste presume que ellas se harán cargo.
En el caso boliviano, la única prestación a cargo del Estado es la Renta Dignidad, que es una pensión de
carácter universal y se entrega a todos los mayores de 60 años dos veces al año.
Pero la injusticia va más allá del subsidio que realizan las mujeres mediante su trabajo de
cuidado a la seguridad social. Los estudios ya habían mostrado que los sistemas de capitalización
individual reproducen las desigualdades y exclusiones del mercado laboral y contienen mecanismos
de discriminación directa (Marco, 2004). Aquí se presenta entonces otra faceta de la especial
relación de las mujeres con la previsión social, ya que su rol de cuidadoras está perjudicando su
situación previsional. En efecto, la asignación de las tareas de crianza y cuidado a las mujeres como
responsables casi exclusivas determina sus condiciones en el mercado laboral, las que a su vez
definen su situación previsional (Marco, 2006a).
La falta de preocupación por esta problemática responde precisamente a la vigencia de los roles
de género, así como al hecho de que cuando se reconoce alguna forma de inequidad no se considera
pertinente que sea el sistema de seguridad social el que la corrija. De esta manera, en el diseño de los
sistemas se constatan estas diferencias, pero aparecen como un dato de la realidad. En tanto, la división
sexual del trabajo, así como sus efectos sobre la inserción laboral femenina, figuran como rasgos de
vulnerabilidad que se reproducen o agudizan pero que no se persigue modificar (Montaño, 2004).
En Bolivia las pensiones de las mujeres de 65 años y más de las zonas urbanas equivalen en
promedio al 75% de las masculinas, mientras que en Ecuador al 90%. Las coberturas son de 22 y
34% para mujeres y hombres respectivamente en el primer país y de 19 y 31% en el segundo. Como
es de esperar las coberturas en las áreas rurales y por tanto en el total nacional serán mucho menores
(CEPAL, 2007). El gobierno boliviano ha anunciado una reforma que incorpore elementos
solidarios en el sistema, aunque aun no se conoce la fecha en que se llevará a cabo. En Ecuador el
sistema vigente tiene serios problemas de sostenibilidad por lo que se aguarda que también sea

28
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

reformado. Es de esperar que en estos procesos no se repita la constante de las reformas de primera
generación desarrolladas en América Latina, que se caracterizaron por una ruptura de paradigmas en
lo atingente a la seguridad social y fueron completamente conservadoras y perpetuadoras en
términos de las imágenes de género que manejaron.
En síntesis, sistemas de seguridad social, públicos y privados, solidarios e individualistas,
tienen en común ser subsidiados por el trabajo de cuidado de las mujeres, al que paradójicamente no
reconocen. De ahí que el reconocimiento del cuidado realizado por las mujeres por parte la
seguridad social sea un tema de justicia distributiva (Pautassi, 2004).

29
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

III. La distribución del cuidado

Las dinámicas demográficas y la entrada masiva de las mujeres en el


mercado del empleo, alertan sobre la sostenibilidad de un orden del
cuidado en el que solía haber una variable de ajuste que absorbía los
desequilibrios en cualquiera de las fuentes de prestación extrahogar.
Ese orden ahora parece insostenible, pues la variable de ajuste, las
mujeres, cada vez pueden operar menos en tal calidad.
Se tiene así una generación de mujeres denominada como
sándwich, para ellas el trabajar remuneradamente ya no es una opción,
no se identifican plenamente con los modelos de género que les
inculcaron, pero al mismo tiempo el imaginario de la mujer-madre-ama
de casa permanece vigente y les significa obligaciones de cuidado,
tanto autoimpuestas como socialmente esperadas, sin que encuentren
modelos familiares alternativos (Tobío, 2005). Pero no sólo hay una
generación sándwich de mujeres, la sociedades actuales pueden recibir
el mismo calificativo, ya que están entre el cuidado de la niñez y la
educación de los jóvenes por un lado y las necesidades de asistencia
médica y cuidado de la vejez por otro (Buker, 2006). Incluso en
Bolivia y Ecuador se verifica esta realidad, a pesar de que pasan por
etapas de transición demográfica incipiente y plena respectivamente.
En el año 2006 la tasa de dependencia demográfica en Bolivia
era de 73 por cien y en Ecuador de 61 por cien (OPS, 2006), 20 como
resultado de aun altas tasas de fecundidad en Bolivia y un pasado

20
La razón de dependencia expresa el número de personas teóricamente dependientes, menores de 15 años y mayores de 64 por cada
100 personas teóricamente productivas, de entre 15 y 64 años.

31
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

reciente similar en Ecuador, que hace que ambos países tengan un contingente importante de niños
y de población joven, pero también creciente de adultos mayores.
De manera que aun ante la concepción tradicional sobre los sujetos del cuidado, que los
equipara a dependientes, la distribución actual del cuidado, desmedidamente inclinada hacia el
interior de los hogares, es una bomba de tiempo. De seguir operando como hasta ahora, la provisión
societal del cuidado generará déficits cada vez mayores, cuyas consecuencias aun se desconocen
pero pueden arriesgarse algunas conjeturas lógicas.
Las falencias de cuidado no pueden ser reparadas, no puede volverse el tiempo atrás. En el
caso de la niñez, las disparidades en la recepción incuban profundizaciones de las desigualdades
sociales y la oportunidad y calidad del cuidado determina el futuro de los niños. Sin embargo, esto
no parece tomarse en cuenta y parece pensarse que las necesidades de cuidado empiezan a los seis
años, ya que a partir de esta edad se concentran los esfuerzos en educación.
Tampoco se acepta que el cuidado resulta fundamental para generar capacidades sociales, las
cuales resultan indispensables para el desarrollo de la persona y sus oportunidades (Pautassi, 2004).

A. Provisión extra hogar


Como se expuso en el marco teórico, la provisión de cuidado extra hogar puede provenir de la
oferta pública, sea esta estatal o no estatal, y de la oferta privada. Lo que tienen en común estas
esferas es que las prestadoras son mujeres, sean trabajadoras voluntarias, parvularias, profesoras o
enfermeras. Esta realidad sin duda responde a los roles de género que determinan que las mujeres
sean concebidas como seres al servicio de otros, cuidadoras que tienen especiales aptitudes para
ello, por concebirse al cuidado, aun fuera del hogar, como una extensión del rol materno.
Pero a estos prejuicios se añaden otros derivados de temores debidos a fenómenos que
recientemente empiezan a visibilizarse y sancionarse como la pedofilia. Por ello, los escasos
cuidadores de párvulo varones son discriminados no sólo por sus pares trabajadoras sino también por
los padres. A lo infundado del prejuicio que asocia cuidadores varones a posibles pedófilos, se añade
el hecho de que dada las condiciones en que se presta el cuidado en los jardines infantiles es muy
difícil que un cuidador, sea varón o mujer, se quede a solas con un niño, a diferencia de lo que ocurre
en los hogares. 21 De manera que al circulo vicioso de la privatización del cuidado (Tronto, 2006) se
añade otro, íntimamente ligado, el de la feminización del cuidado incluso en la oferta pública.

1. La oferta estatal
Las políticas de cuidado requieren de iniciativas integradas desde diversas instancias del Estado,
incluyendo legislación, infraestrutura y servicios. Este estudio se abocará a la oferta estatal en
cuidado preescolar, ya que es la que presenta mayores deficiencias en América Latina en general y
en los dos países bajo estudio. Además, aun no hay conciencia de la necesidad de educación y
cuidado formalizados en las edades tempranas, a pesar de que es en los centros de cuidado donde
los derechos de la niñez se hacen tangibles.
Desde el punto de vista de los receptores, en este caso la niñez, no sólo se requiere de
coberturas preescolares universales sino también de una adecuada currícula y fiscalización, que
garanticen que los menores no serán solo guardados sino cuidados y estimulados, de ahí que
tradicional concepción de guarderías deba ser reemplazada por la de centros infantiles de cuidado o
de atención integral. Sin embargo la oferta estatal de cuidado para la niñez lejos está de estos
objetivos.

21
Entrevista realizada a Margarita Meyer, Inspectora, “Programa Jardines Temporales “, Fundación Integra, Primera Región, Chile.

32
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

Ya se ha mostrado que el riesgo de retraso en todas las dimensiones del desarrollo —


motrices, cognitivas y verbales durante los primeros cinco años de vida, depende de la educación y
más concretamente de las características de quien los cuida y del ambiente en que esto ocurre
(UNICEF, 2005).Este hecho, que ha sido utilizado sobre todo para argumentar los beneficios de la
educación de las madres, instrumentalizando a las mujeres, es también un argumento para
reivindicar la universalización de la educación preescolar. Una buena educación parvularia tiende
igualar a los niños, al compensar las deficiencias de educación y estimulación que pueden tener en
sus hogares.
Los centros de cuidado infantil también son un ejemplo de efectos combinados en la lucha
contra la pobreza, tal como señalaba la CEPAL en el año 2000, ya que por una parte, mejoran sus
condiciones de salud, nutrición y aprestamiento escolar y, de otra, favorecen la participación laboral
de las madres y la continuidad educativa de los hijos mayores (CEPAL, 2000).

a) Bolivia
El siguiente cuadro muestra las tasas de matriculación en la educación inicial estatal que
corresponde por lo general a niños de cuatro y cinco años.
CUADRO 1
BOLIVIA - DEPENDENCIA PÚBLICA: COBERTURA NETA EDUCACIÓN
a
INICIAL POR SEXO, SEGÚN DEPARTAMENTO AÑO 2004
(En porcentajes)

Departamento Femenina Masculina Total


Chuquisaca 27,9 28,2 28,1
La Paz 35,1 34,8 35,0
Cochabamba 30,1 29,7 29,9
Oruro 26,3 25,6 25,9
Potosí 56,1 56,0 56,1
Tarija 40,3 42,6 41,5
Santa Cruz 37,7 37,1 37,4
Beni 35,0 32,4 33,7
Pando 40,3 39,6 39,9
Total 36,2 35,8 36,0

Fuente: SIE, INE.


a
Las proyecciones de población utilizadas para el cálculo de la cobertura bruta incluyen la omisión censal.

Estas coberturas son resultado de un leve incremento en los últimos cinco años, pero aún así
son reducidas. En Bolivia no se cuenta con datos relativos a la cobertura de menores de cuatro años
en centros de cuidado infantil, aunque si se juzga por la oferta estatal en la materia, que queda a
nivel de buenas prácticas, es de esperar que éstas sean insignificantes. Una vez más la realidad
contrasta con los avances legislativos nacionales, ya que según el Código del Niño, la Niña y el
Adolescente es obligación del Estado asignar los recursos para el establecimiento de guarderías.
En Bolivia, las competencias en materia de salud y educación son concurrentes entre el
gobierno nacional, los gobiernos prefecturales y municipales en virtud de la Ley de Participación
Popular y de la Ley de Descentralización Administrativa. Asimismo, los municipios y prefecturas
tienen entre sus competencias desarrollar otros componentes de la política social. Es en este marco
que se desarrolla la oferta de cuidado. En esta distribución de competencias hay escasa o
insuficiente coordinación entre las instancias nacional, departamental y municipal según

33
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

manifestaron los funcionarios entrevistados, además de que el cuidado de los menores de cuatro
años no cuenta con un organismo encargado que planifique y fiscalice.
La única iniciativa de cobertura considerable ha sido el Programa de Atención a Niños y
Niñas (PAN), que era ejecutado por el Gobierno central y las prefecturas departamentales con el
apoyo del Programa Mundial de Alimentos (PMA) y del BID. Estuvo destinado a la atención de la
niñez menor de seis años considerada en riesgo social; abarcando salud primaria, alimentación y
protección, a través de educadoras populares en los centros infantiles urbanos y rurales y del
acondicionamiento de casas en los barrios para este fin. Según el PMA, hubo 2.017 centros en todo
el país, que acogían entre 8 y 40 niños por centro, llegando a cerca de 72.000 niños y niñas. Otro de
los objetivos de este programa fue “facilitar tiempo libre a las madres que dejan a sus niños en los
centros para que puedan emplearlo en actividades productivas, educativas y/o de gestión comunal”
(PMA, 2006).
No obstante el logro en cobertura, profesionales ligados a la defensa de la niñez sostienen que
los buenos resultados serían más cuantitativos que cualitativos, pues aún queda mucho por avanzar
en educación y estimulación. Pero lo peor es que el programa terminó a finales del año 2005 y no ha
sido reemplazado en su totalidad. En la actualidad, las prefecturas son las responsables de lo que era
el PAN, esta vez con recursos propios, y no todas han seguido con la iniciativa, tres de las nueve
que existen en el país no han continuado este esfuerzo. Las prefecturas que sí siguieron con la
iniciativa desarrollan el Programa Integral de Atención a Niños y Niñas menores de seis años
(PIAN-6) y recibieron del PAN equipamiento (menaje, electrodomésticos), la metodología y en
ocasiones infraestructura. 22
Actualmente las Alcaldías también participan del PIAN-6, ya que ellas aportan la
infraestructura y parte de la alimentación que reciben los niños y niñas en los centros de cuidado.
Así cualquier municipio u organización de la sociedad civil que aporte con infraestructura y
alimentos frescos puede solicitar a la Prefectura su contribución en alimentos secos e ítems para las
cuidadoras y manipuladoras de alimentos. Respecto de las cuidadoras, llama la atención que una
vez más se repite la constante de bajos salarios. Estas ganan el sueldo mínimo, por una jornada que
va de 7 de la mañana a 17:30. De hecho en Santa Cruz, se tuvo que reducir el número de cuidadoras
del Programa de 720 a 600 en todo el departamento debido al incremento del sueldo mínimo.23
Otra iniciativa a nivel nacional, aunque no de cuidado directo es el programa “Juancito Pinto“
establecido por el gobierno a finales del año 2006, que consiste en la entrega de dos bonos anuales de
Bs. 200 (25 $us) para la compra de útiles escolares, que se entregarán al principio y al final del año
escolar. 24 Los recursos provienen de la nacionalización de los hidrocarburos decretada el 1o de mayo
de 2006. El bono se entrega al padre, madre o tutor en presencia del niño y contra la presentación de la
inscripción escolar o libreta de calificaciones según se trate de inicios o finales de año.
También se identificaron algunas guarderías municipales, aunque sumamente escasas. Por
ejemplo, se han identificado en los municipios de Apolo, Teoponte y Mapiri en La Paz, así como
tres guarderías nocturnas dependientes del gobierno municipal de La Paz. En estas últimas los
padres deben pagar una cuota mensual Bs. 30 al momento de la inscripción y presentar el
certificado de nacimiento o carnet de identidad, además de un certificado que acredite que la madre
o padre trabaja en horas de la noche. La cobertura abarca a niños desde los seis meses hasta los 12 y
14 años.
En el municipio de El Alto están el programa “Manitos” que cuenta con 98 centros infantiles
para atención en salud, educación y nutrición para menores de 6 años. Tiene una cobertura de 4.416

22
Entrevista realizada a Ernesto Aguilera, PIAN-6, Prefectura de Santa Cruz el 12 de abril de 2007.
23
Ídem
24
En el año 2006 por ser la inauguración del programa y coincidir con el fin del año escolar se entrego por única vez la suma de 400Bs,
pero desde el presente año se normalizará las dos entregas.

34
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

niños, (Marca y López, 2006) que hace al programa una de las mejores iniciativas a nivel municipal,
pero que contrasta con una población de 88.150 niños menores de cuatro años en la ciudad según el
Censo de 2001 (INE, 2007). En Cochabamba se cuenta con cuatro guarderías municipales y las que
existen en los mercados más grandes que también son municipales. En el resto de los municipios no
hay centros de cuidado o no se ha accedido a la información. Además están los pre escolares de
convenio (entre el Gobierno y la Iglesia católica) que hacen parte de la oferta estatal, funcionan en los
colegios, y en ocasiones extienden la jornada para el cuidado de los niños menores.
Otra iniciativa en el ámbito municipal y en cumplimiento de la Ley 2235 de 2001 es el
desayuno escolar para todos los colegios fiscales. Recientemente el Plan de Desarrollo Nacional
contempla un proyecto para extender este beneficio a todos los municipios que no lo entregan, y en un
etapa posterior entregar también almuerzo escolar, con el objetivo de mejorar los altos niveles de
desnutrición y el rendimiento escolar de los 80 municipios más pobres de la país (Bolivia, 2006).
En el ámbito de la salud de la niñez se cuenta con el Seguro Universal Materno Infantil
(SUMI), promulgado en el año 2002 como parte de la Estrategia de Reducción de la Pobreza y que
cubre a todos los menores de cinco años. 25 Este seguro amplia tanto las prestaciones garantizadas
como el universo de sus beneficiarios respecto de los seguros anteriores que pasa a reemplazar y
que eran focalizados. Las evaluaciones muestran que la mayoría de las prestaciones se dan en el
área de pediatría y que el subsector público es el mayor prestador (UDAPE-UNICEF, 2006).
Es de destacar la progresiva ampliación en la cobertura del SUMI, aunque aun presenta
deficiencias, sobre todo en las áreas rurales e incluso en las urbanas se enfrenta al desconocimiento
de la ciudadanía de su derecho a acceder a los servicios de salud de manera gratuita. Por ser de
ejecución municipal, el seguro presenta variaciones entre los diversos municipios. Así por ejemplo
en El Alto, parte de sus recursos han sido destinados al Seguro Escolar de Salud Obligatoria, como
respuesta a los altos índices de enfermedades prevenibles en la niñez (Marca y López, 2006).
Para la niñez mayor de cinco años también hay algunos avances en salud, que por ahora
quedan a nivel de buenas prácticas. En Santa Cruz el gobierno municipal ha establecido el Seguro
Universal Municipal, que cubre a las personas de entre 5 y 64 años, es decir el tramo de edad que no
tenía ninguna cobertura pública. En una primera fase el seguro solo abarca la red de servicios de
primer nivel, pero progresivamente irá incluyendo otros medicamentos y servicios.
Otro tema relevante es el cuidado de la niñez que no cuenta con familia, en situación de
orfandad o riesgo social. En este caso las prefecturas departamentales actúan como tutores y derivan
a los menores a los hogares de acogida que pueden ser estatales, pero que en su mayoría son
públicos no estatales fiscalizados por las prefecturas, quienes además entregan a los hogares becas
alimenticias o educativas. Llama la atención que el 90% de los niños y niñas de los albergues tenga
algún pariente con el que podría vivir y que el 50% de ellos tenga al menos a uno de sus
progenitores. 26 Esta realidad atestigua que algo está fallando, si el espacio históricamente cuidador
por excelencia, la familia, no cumple esa labor quiere decir que quienes cuidaban no pueden o no
quieren hacerlo. Es una alerta que no puede pasarse por alto. En estos casos, excepcionales pero aun
así numerosos y crecientes, el cuidado pasó de manos exclusivas de las familias, o sea de las
mujeres, a manos exclusivas del Estado, quizás si el cuidado no hubiese sido una responsabilidad
exclusiva de la familia y ésta hubiese contado con apoyo de instancias públicas, muchos de esos
menores ahora no estarían bajo la tutoría estatal.
En el mismo sentido, otro informante clave comentaba que un problema para los hogares de
acogida era que en época de vacaciones escolares estos duplicaban su población debido a que

25
La Ministra de Salud ha anunciado que en 2007 se pondrá en marcha el seguro universal de salud, que abarcará a las personas de
hasta 21 años.
26
Entrevista realizada a Paola Parada, Encargada de Asistencia Social y Familia, Prefectura del Departamento de Santa Cruz, Bolivia el
día 11 de abril de 2007.

35
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

muchas familias los “abandonaban” en las puertas o al interior de estas instituciones, para luego
recogerlos al finalizar las vacaciones. Esta práctica bien puede deberse a que en las largas
vacaciones escolares, de tres meses, las madres no tienen dónde dejar a los hijos e hijas durante la
jornada laboral, además de que en los hogares de acogida la niñez tiene garantizada una buena
alimentación.
En cuanto al cuidado de ancianos se destaca la Ley 1886 sobre Derechos y Privilegios para
Adultos Mayores, que establece el seguro médico universal y gratuito para las personas mayores de
60 años, un descuento del 20% en los servicios básicos y de transporte y en el impuesto sobre los
bienes inmuebles, así como la atención prioritaria en las ventanillas de las entidades públicas y
privadas. Como en tantas otras materias, el problema en este caso es la fiscalización en el
cumplimiento de la norma.
El Seguro Médico Gratuito para la Vejez era financiado en un 60% por el Tesoro General de
la Nación y en un 40% por los municipios y en conjunto con otros seguros 27 cubría al 62,8% de las
personas mayores (Marca y López, 2006). Desde el año 2006 se crea el Seguro de Salud para el
Adulto Mayor, traspasando la totalidad del financiamiento a los municipios.
Los escasos estudios de caso, como el relativo a la ciudad de El Alto (Marca y López, 2006),
concluyen que hay gran demanda por seguros de protección social y que las necesidades de cuidado
directo no son satisfechas para la gran mayoría de la población. Además, y como un indicador de la
calidad de los insuficientes servicios prestados, se destaca que las instituciones que más vulneran los
derechos de las personas, de acuerdo con las denuncias recibidas por el Defensor del Pueblo, son las de
salud y educación. Asimismo se concluye que los programas y servicios de cuidado están diseñados
para la lógica urbana de funcionamiento y de pertenencia a la economía formal, mientras que la lógica
y utilización de tiempos de las mujeres en esta ciudad no responden a esos parámetros. Así, si una
guardería abre sus puertas a las 9 de la mañana excluirá a los hijos de mujeres que trabajan desde las 7
y que no pueden cortar su día laboral para recogerlos a las 12 del medio día.

b) Ecuador
Hace más de veinte años que la educación preescolar de los sectores más desfavorecidos de la
sociedad fue establecida legalmente como una prioridad (Ecuador, 1983). El cuadro 2 muestra la
cobertura pre escolar de menores de cuatro a cinco años, de manera global, es decir que incluye
tanto la oferta pública como la privada, pues no se pudo desagregar los datos. Como se aprecia la
cobertura es superior a la boliviana, pero aun así el 34% de los niños y niñas del país no asisten a un
centro pre escolar.
Estas cifras comparativamente altas se deben en buena parte a que incluyen el primer año
básico, que se cursa a los cinco años y que ha sido incorporado a la primaria, en virtud del proyecto
Universalización del Primer Año de Educación Básica (Ministerio de Educación y Cultura, 2007).
En el mismo sentido actuó La Campaña Contrato Social por la Educación, que ha tenido respuesta
importante por parte de los gobiernos provinciales y municipales con resultados visibles, en
particular dado que algunas de las dimensiones que mejoró el programa son importantes para futuro
desempeño en la educación básica.
Como resultado de los esfuerzos mencionados, y a ocho años de vigencia de la obligatoriedad
del nivel pre-primario en la Constitución Política, la cobertura en este nivel es significativa y ha
aumentado cinco puntos porcentuales entre el año 2003, cuando era de 61,3%, y el año 2006,

27
Caja Nacional de Salud, Caja Petrolera, Caja Nacional de Caminos y seguros privados.

36
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

cuando la tasa neta de matriculación pre-primaria fue de 66% (Ministerio de Educación y Cultura y
CNNA 2006). 28
Como se aprecia en el cuadro 2 hay diferencias importantes tanto a nivel provincial como
entre regiones. La provincia con menor cobertura es Galápagos que es también la de menos
población. Orellana es la que ostentaba mejor cobertura pero también figura entre las cinco
provincias menos pobladas. No obstante, provincias populosas como Manabí tenían coberturas
superiores al promedio nacional en el año 2002 que es el último en que se cuenta con coberturas
desagregadas por provincias.
CUADRO 2
ECUADOR: COBERTURA PRE-PRIMARIA O PRIMER AÑO
BÁSICA POR PROVINCIAS Y REGIÓN DEL PAÍS, PERÍODO 2002 – 2003
(En porcentajes)

Provincias Cobertura Provincias Cobertura


Azuay 53,4 Morona Santiago 79,5
Bolívar 78,7 Napo 65,7
Cañar 54,6 Orellana 85,2
Carchi 53,6 Pastaza 71,1
Chimborazo 74,6 Pichincha 51,4
Cotopaxi 70,2 Sucumbíos 72,6
El Oro 51,4 Tungurahua 58,0
Esmeraldas 56,2 Zamora Chinchipe 75,9
Galápagos 29,4 País 61,3
Guayas 58,1
Imbabura 59,7 Regiones Cobertura
Loja 66,3 Costa 61,8
Los Ríos 73,3 Sierra 58,2
Manabí 69,4 Amazonía 76,5

Fuente: UNICEF - Observatorio de los derechos de la niñez y la adolescencia (2005) en base a


Sistema Nacional de Estadísticas y Censos años lectivos 2002-2003.

A pesar de los avances, en el año lectivo 2006-2007, más de 90.000 niños y niñas de cinco
años cumplidos está aun al margen del sistema educativo, lo que equivale al 31,3%. (Ministerio de
Educación y Cultura, CNA, 2006). Según el Observatorio de los Derechos de la Niñez y la
Adolescencia, el problema mayor parece ser la falta de conciencia sobre la importancia de la
educación en edades tempranas.
La permanencia en la escuela depende tanto de las condiciones de vida de la niñez como de
factores internos al sistema educativo, parte de los cuales son aplicables a la educación preescolar.
En los hogares, la pobreza y la valoración que tienen los padres de la educación son dos factores
determinantes de los logros educativos. En el año 2004, la razón principal por la cual los niños y
niñas no estudiaban era la situación económica de su hogar y el 14% de ellos debido a las creencias
de sus padres sobre la edad apropiada para estudiar. Por su parte, un 8% de los niños y niñas no
estudiaban debido a causas ligadas al sistema educativo, presentes por igual en todo el país, pero
afectaban menos a la población de mayores recursos. Las causas económicas tenían más peso en la
Costa, mientras que las culturales se manifestaban más en la Sierra, la Amazonía y entre los grupos
indígenas (UNICEF, 2005).

28
Para este año las coberturas se encuentran desagregadas por sexo, sin mostrar desigualdades significativas, ya que la tasa neta de
matriculación pre-primaria es de 65,2% para las niñas y de 66,8 para los niños.

37
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

En cuanto a la cobertura de menores de cinco años de edad, tramo que en el país corresponde
a la educación inicial, llega a solo el 24% de niñas y niños del país en el año 2006, lo que
corresponde a 321.000 niños, quedando sin cuidado formalizado 1.015.860 niños. Estas bajas
coberturas se dan a pesar de que se han hecho esfuerzos importantes para los niños de este tramo de
edad, tales como el Programa Nacional de Educación Preescolar Alternativa (PRONEPE) (1996) y
el Programa de Educación Inicial (2003) ambos de competencia concurrente del gobierno central y
los gobiernos provinciales 29 (Ministerio de Educación y Cultura, 2007a). De otra parte, estas cifras,
como casi siempre, ocultan diferencias, ya que si se trata de los menores de cuatro años
pertenecientes a hogares pobres, la cobertura alcanza a penas al 7,3% (Ministerio de Educación y
Cultura y CNNA, 2006).
Por ello, el Ministerio de Educación creo la Dirección Nacional de Educación Inicial,
responsable de la universalización de la educación para la niñez menor de 5 años. Esta instancia es
la responsable de la aplicación del referente curricular en los operativos de los distintos programas
de desarrollo infantil. 30
Además, las cifras reflejan un incremento en los últimos cinco años, debido a la acción del
Programa Nuestros Niños ejecutado con fondos estatales y de las entidades públicas y privadas
participantes, así como de créditos internacionales. En el año 2004 el programa financió a
organizaciones públicas y privadas de educación inicial que atendían a más de 130.000 niños. El
programa concluyó en enero del 2005 y el recién creado Fondo de Desarrollo Infantil (FODI) asumió
la responsabilidad de institucionalizar la educación inicial como parte de la oferta social pública.
El FODI tiene como fin universalizar los servicios de atención integral a niños y niñas de
cero a cinco años de los quintiles 1 y 2 del mapa de pobreza. Es un programa adscrito al Ministerio
de Bienestar Social, que financia los servicios bajo un modelo descentralizado de asignación de
recursos. Las contrapartes son municipios, juntas parroquiales, fundaciones y asociaciones sin fines
de lucro y tiene una cobertura de 249.249 niños y niñas en el año 2007. 31
Además están Operación Rescate Infantil (ORI), Atención Integral a la Niñez y Adolescentes
(AINA) y el Instituto Nacional de la Niñez y la Familia (INNFA). Todas estas instancias, mas el
FODI y el PRONEPE mantienen un total de 2816 centros de desarrollo infantil, de educación inicial
y de primer año básico que atienden a 426.038 niños y niñas menores de seis años, a abril de
2007. 32 Una cobertura importante que tiene importantes variaciones entre provincias, tal como
muestra el gráfico 3.
En Ecuador, la educación también involucra a los municipios. En el año 2004 se inició el
Sistema Nacional Descentralizado de Protección Integral a la Niñez y Adolescencia, siguiendo el
mandato la ley, mediante la creación del Consejo Nacional de la Niñez y Adolescencia33 y su
Secretaría Ejecutiva. El Plan Nacional de Educación 2006 – 2015 ratifica las estrategias de
descentralización y desconcentración de todo el sistema educativo (MEC y CNNA, 2006).

29
Ambas iniciativas cuentan con un importante marco normativo: Decreto Ejecutivo Nº 354-R.O. Nº 89 de 16-12-1996, que crea el
PRONEPE; Acuerdo Interministerial 004 MEC-MBS del 26 -06- 2002, pone en vigencia el referente curricular de educación inicial;
Acuerdo Ministerial Nº 4527 de 21-11-2002, desconcentra a las 22 Direcciones Provinciales de Educación Hispana competencias de
recursos humanos, financieros, materiales y técnico educativos del PRONEPE; Acuerdo Ministerial Nº 502 del 14 marzo/2003 regula
proceso de transferencia técnico-pedagógica, administrativo y financiero del PRONEPE, a las Direcciones Provinciales de
Educación; Acuerdo Ministerial No 1947 (2003), crea el Programa de Educación Inicial; Resolución No 0025 OSCIDI (2003) sobre
Modernización Administrativa del Estado, Sistema de Organización por Procesos y de Desarrollo de Recursos Humanos para
entidades del Sector Público (Ministerio de Educación y Cultura, 2007a).
30
Xiomar Torres León, CNNA, en respuesta a cuestionario enviada vía correo electrónico el 30 de abril de 2007.
31
Información proporcionada por Francisco Carrion. Coordinador Técnico del Fondo de Desarrollo Infantil FODI, en respuesta a
cuestionario enviada vía correo electrónico el 14 de abril de 2007.
32
Base de datos del CNNA proporcionada por Xiomar Torres León, Consejo Nacional de la Niñez y la Adolescencia, CNNA.
33
Hasta finales del 2005, 45 de los 219 municipios habían conformado Concejos Cantonales de la Niñez y Adolescencia, presididos
por los Alcaldes e integrados por representantes gubernamentales y de la sociedad civil, encargados de proponer políticas al gobierno
municipal.

38
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

GRÁFICO 3
ECUADOR: COBERTURA DE CENTROS DE CUIDADO INFANTIL PARA MENORES DE 6 AÑOS
(AINA, FODI, INNFA, ORI PRONEPE), POR PROVINCIAS

70 000

60 000

50 000

40 000

30 000

20 000

10 000

paxi
ua

go
a bi

ana

hi
zo

s
r
y
íos

Napo
as

Loja

ura

ar
aza

i
incha
ro

mbio

s
as

hinch
Caña

pago
Azua

itada
Carc

Boliv
El O
Guay

bora

urah
erald

antia
M an

Los R
Imab

Past
Orell
Coto

Sucu
Pich

ora C
delim
Galá
Chim

Tung

na S
Esm

Zam
Moro

s no
Zona
Fuente: Consejo Nacional de la Niñez y la Adolescencia, 2007.

Sin opacar los progresos, una vez más los avances legales contrastan con la realidad de la
oferta estatal de cuidado, pues Ecuador fue el primer país de América Latina en ratificar la
Convención de los Derechos del Niño, su Constitución reconoce a los niños y niñas como
ciudadanos y el Código de la Niñez y la Adolescencia (2003), establece bajo los principios de
obligatoriedad y universalidad, la obligación del Estado de proveer la educación inicial. Más
recientemente el Plan Nacional Decenal de Protección Integral a la Niñez ha establecido como meta
incrementar la cobertura de los programas de desarrollo infantil, al igual que el Plan Decenal de
Educación 2006-2015, que establece metas anuales de ampliación de cobertura y presupuesto
(Ministerio de Educación y Cultura y CNNA, 2006). Además, el Plan de Igualdad de Oportunidades
de las Mujeres Ecuatorianas establece como uno de sus objetivos estratégicos (3.2 Política 2
objetivo b.7). Fomentar y promover políticas y programas de educación inicial desde un enfoque
de género a fin de garantizar la igualdad de derechos y oportunidades para las mujeres y varones
desde el inicio de sus procesos formativos, y tanto el Consejo Nacional de la Niñez y la
Adolescencia, como los Ministerios de Educación y Cultura y de Bienestar Social figuran entre las
instancias comprometidas con la aplicación del Plan (CONAMU, 2005).
Si bien el Ministerio de Educación es el responsable de la educación inicial, el Ministerio de
Bienestar Social también tiene competencias en la materia puesto que autoriza el funcionamiento de
los Centros de Desarrollo Infantil, que al igual que los de educación inicial atienden a niños y niñas
menores de cinco años, pero que además de la educación se encargan de la salud y nutrición. Habría
que evaluar si el hecho de compartir la responsabilidad sobre este segmento de la población no
diluye los esfuerzos.
En otra área del cuidado estatal, se destaca el Programa de Alimentación Escolar que cubre
niños de 5 a 14 años de jardines y escuelas fiscales, fiscomicionales y municipales más pobres, con
desayuno escolar (1995) y almuerzo (1999), con las coberturas señaladas en el cuadro 3.

39
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

CUADRO 3
ECUADOR: COBERTURA DEL PROGRAMA DE ALIMENTACIÓN
a
ESCOLAR. AÑO 2007. TOTAL NACIONAL

Modalidades Escuelas atendidas Participantes atendidos


Solo desayuno 659 114 794
Solo almuerzo 1 190 175 342
Desayuno y almuerzo 13 204 1 022 694
Total 15 053 1 312 830

Fuente: Ministerio de Educación y Culturas. Programa de Alimentación Escolar, 2007


a
Información actualizada al 14.03.07.

La evaluación del Ministerio del ramo sostiene que este programa ayudó a mejorar el
rendimiento escolar, evitar la deserción, la inasistencia y la repitencia. Asimismo se concluye que se
deben mejorar los procesos de focalización y control de la calidad y resolver las dificultades de
transporte, desabastecimiento y financiamiento (Ministerio de Educación, 2007). Una vez más, los
éxitos de las medidas estatales para la educación no llegan a los menores de cinco años, pues al no
estar generalizada la educación inicial se hace difícil que iniciativas como el desayuno escolar
lleguen a estos menores.
En cuanto a la salud de la niñez, se cuenta con la Ley de Maternidad Gratuita y de Atención a
la Infancia que garantiza el acceso a los servicios de los menores de cinco años, con una cobertura
anual de 800.000 niños y niñas para el 2004 (CONAMU, 2004).

2. Otras ofertas públicas


Frente a la insuficiencia de la oferta estatal de cuidado, sobre todo para menores de cinco años,
muchas fundaciones, organizaciones no gubernamentales y voluntariado en general prestan este
servicio. Dentro de estas organizaciones son también las mujeres las cuidadoras que atienden,
generalmente de forma remunerada, a población de escasos recursos que no puede acceder a la
oferta privada.
En Bolivia, a pesar del importante rol que cumple, la oferta pública no estatal de cuidado para
niños y niñas pequeños es escasa y dispersa y con una orientación asistencialista. 34 En Ecuador se
considera que pueden ofrecer un buen aporte en la medida que de forma general se trata de
organizaciones con experticias en varios ámbitos del desarrollo social, además que están en más
capacidad que el gobierno central de responder a las diversas necesidades de los niños y de la
gestión, porque conocen más de cerca las realidades locales. 35
En Bolivia no se cuenta con información sistematizada sobre las actividades del llamado
tercer sector en materia de cuidado, lo que en parte puede obedecer a una primera característica de
los servicios de cuidado públicos no estatales: que se ejerce mayormente en el ámbito local. Este
hecho dificulta la integración de la información sobre estos servicios, sus características y cobertura.
No obstante, es posible integrar esta información y más aun establecer una red de servicios de
cuidado que siga pautas comunes y sea posible de fiscalizar. Como un paso en esa dirección, en
Ecuador en el marco del sistema nacional descentralizado de protección a la niñez, toda
organización que realiza atención infantil debe registrarse en los respectivos consejos cantonales de
protección. 36 Además todos los centros de educación inicial públicos o privados, deben acreditarse

34
Entrevista realizada a Fernando Rivero, Director de DNI Bolivia en Santa Cruz el 13 de abril de 2007.
35
Francisco Carrión. Coordinador Técnico del Fondo de Desarrollo Infantil FODI en respuesta a cuestionario enviada vía correo
electrónico, el 14 de abril de 2007.
36
Francisco Carrión. Coordinador Técnico del Fondo de Desarrollo Infantil FODI en respuesta a cuestionario enviada vía correo
electrónico, el 14 de abril de 2007

40
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

en su respectiva Dirección Provincial de Educación y el país tiene aprobado un Referente Curricular


para la atención a niños y niñas menores de 5 años el cual es el gran paraguas nacional sobre el
cual las instituciones planifican o realizan los referentes operativos institucionales. 37
Otra característica de esta oferta de cuidado es que, tal como se muestra en el gráfico 2, tiene
vínculos tanto con el sector estatal como con el privado debido a diversas formas de actuación:
subsidian parte de la matrícula en establecimientos mixtos, generalmente de convenio entre la
Iglesia Católica y el Estado; establecen sus propios centros de cuidado, que pueden ser
completamente gratuitos o cobrar alguna mensualidad reducida, que se suma a los fondos de la
cooperación o de los municipios para la mantención del establecimiento. Esto hace que estos
centros se ubiquen en un terreno intermedio entre la oferta pública y privada, pudiendo participar
además de iniciativas estatales.
En Bolivia, por ejemplo Defensa Internacional de Niñas y Niños (DNI) reconoce el aporte del
tercer sector en la materia, pero considera que la educación inicial en el país está desmantelada.
Hemos partido desde la percepción de las mismas señoras, que siendo la economía la que va
dándole una fisonomía al hogar y además a los roles dentro del hogar, el padre, la madre empiezan
a salir en busca de trabajo, ambos tienen que ser proveedores de ingresos. Pero cuando la madre
sale, sale acompañada de los chicos y como el principal sector que capta es el mercado informal,
ahí tenemos ya una doble problemática: por un lado ya no está la madre educadora inicial, la que
le da los principales valores, estimulación temprana, eso se ha desmantelado, no existe, y en la
medida que no existe la escuela empieza a suplir ese tenor, porque dicen yo recibía antiguamente
hace unos veinte años atrás un tipo de niño que venía de familia constituida, que venía con valores
y con estimulación temprana. Hoy la escuela no está recibiendo la misma calidad.. verdad?
Entonces tampoco el estado se hace cargo de esto…La franja 0 a 6 años es la más invisibilizada, la
mas descuidada, pero tenemos la responsabilidad. Ni el estado ha hecho nada, ni la familia ni la
sociedad tampoco. 38
En Ecuador, las organizaciones no gubernamentales participaron en programas como
Nuestros Niños, en el Acuerdo Nacional por la Niñez y Adolescencia, y hacen parte de los Consejos
Cantonales, entre otras formas de integración entre la oferta pública estatal y no estatal. Mas
recientemente el FODI trabaja con diversas organizaciones locales, y por tratarse de una entidad
nacional es posible contar con información sistematizada a nivel país sobre el tercer sector, tal como
manifiesta uno de sus funcionarios:
Tenemos la información del trabajo desarrollado por varios tipos de organizaciones
privadas que ejecutan proyectos de desarrollo infantil con financiamiento del FODI. La
característica común de todas estas organizaciones es que son sin fines de lucro. De hecho el FODI
financia 362 proyectos de desarrollo infantil a nivel nacional, en 21 de las 22 provincias del país
(excepto Galápagos). De estas 362 organizaciones la mayoría son organizaciones privadas. 39

3. Otros servicios privados


Como se aprecia en el cuadro 4 la población que puede acceder a la educación inicial privada en
Bolivia es ínfima. A pesar de que esta oferta ha proliferando en los últimos años, sus costos siguen
siendo altos y los establecimientos se concentran en las ciudades. En Ecuador, como se dijo, las
coberturas no están desagregadas por sector prestador, pero los centros privados que realizan
atención infantil con finalidad de lucro deben registrarse en la DAINA del Ministerio de Bienestar
Social, por lo que sería posible construir estas estadísticas.

37
Xiomar Torres León, Consejo Nacional de la Niñez y la Adolescencia , CNNA, en respuesta a cuestionario enviada vía correo
electrónico el 30 de abril de 2007
38
Entrevista realizada a Fernando Rivero, Director de DNI Bolivia en Santa Cruz el 13 de abril de 2007.
39
Francisco Carrión. Coordinador Técnico del Fondo de Desarrollo Infantil FODI en respuesta a cuestionario enviada vía correo
electrónico el 14 de abril de 2007.

41
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

CUADRO 4
BOLIVIA - DEPENDENCIA PRIVADA: COBERTURA NETA INICIAL POR SEXO, SEGÚN
a
DEPARTAMENTO AÑO 2004
(En porcentajes)

Departamento Femenino Masculino Total


Chuquisaca 1,2 1,3 1,2
La Paz 4,8 4,8 4,8
Cochabamba 4,1 4,1 4,1
Oruro 1,7 1,9 1,8
Potosí 0,7 0,7 0,7
Tarija 2,8 2,9 2,9
Santa Cruz 5,4 5,0 5,2
Beni 2,2 2,5 2,4
Pando 1,9 0,8 1,3
Total 3,8 3,7 3,8

Fuente: SIE, INE, Ministerio de Educación.


a
Las proyecciones de población utilizadas para el cálculo de la cobertura bruta incluyen la omisión censal.

Otra fuente de prestación privada del cuidado deberían ser las guarderías en las empresas, que
deberían establecerse en cumplimiento de las legislaciones laborales de ambos países. La Ley
General del Trabajo de Bolivia establece la obligatoriedad de las empresas con más de 50
trabajadores de mantener salas cunas. Esta última obligación también se encuentra en el Decreto
Reglamentario de la Ley, que dice claramente que la obligación de cuidar a los hijos es de las
madres, pues establece que las empresas deben mantener estas guarderías “en donde las mujeres
puedan amamantar a sus hijos menores de un año y dejarlos ahí mientras permanezcan en sus
labores” (artículo 56). En Ecuador, el Código del Trabajo (artículo 155) también establece que las
empresas con 50 o más trabajadores deberán establecer anexo o próximo al centro de trabajo, una
guardería infantil para la atención de los hijos de los empleados y que en caso de que no cuenten
con guarderías, la jornada de la madre del lactante durará seis horas.
Sin embargo, por lo menos en Bolivia estas disposiciones no se cumplen y no son fiscalizadas
de oficio por la institución competente que es la Inspección del Trabajo.40 Las fiscalizaciones han
operado en casos de grandes empresas, especialmente fábricas y en el trabajo de la zafra en el oriente
del país, cuando se fiscalizaban aspectos generales ya sean técnicos, administrativos o de legislación
laboral propiamente dicha, es decir no se trata de fiscalizaciones específicas sobre la materia y con
posterioridad a las mismas se han exigido más “campos de recreo” que centros de cuidado o guarderías
propiamente dichas. Además se estima que como máximo dos de cada 10 empresas con más de
cincuenta trabajadores cumplen con esta obligación, a pesar de lo cual no hay denuncias por la falta de
establecimiento de las guarderías. En el caso del Inspector del Trabajo entrevistado, tan sólo recibió
dos denuncias en el lapso de dos años, una por clausura de la guardería y otra por la falta de personal
en la misma, pero nunca por el no establecimiento. 41

40
Cabe aclarar que dado que los mercados laborales boliviano y ecuatoriano son predominantemente informales, los beneficios de esta
legislación, en caso de cumplirse a cabalidad, no llegarán a la mayoría de los trabajadores sino sólo a aquellos insertos en la economía
formal.
41
Entrevista realizada a Isaac Rivas Pacheco, Inspector Técnico de seguridad industrial y laboral, Inspectoría del Trabajo, Santa Cruz,
Bolivia, realizada el día 4 de abril de 2007

42
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

B. Provisión intra hogar


1. Servicio doméstico remunerado
Entre las empleadas domésticas latinoamericanas 42 hay más pobres e indigentes que en el promedio
de las mujeres. Si el promedio regional de población femenina que vive en condición de indigencia
es del 12%, para las ocupadas en el servicio doméstico es del 16%, y mientras 21% de las
latinoamericanas vive en hogares pobres, lo hacía un 29% de las empleadas domésticas en el año
2005. Estas trabajadoras también tienen un grado de escolaridad inferior al promedio de las
mujeres, están sobrerepresentadas en los hogares monoparentales, trabajan más horas que las
trabajadoras de otros grupos ocupacionales y ganan en promedio el 40% de lo que percibe el resto
de las ocupadas en el año 2005 (CEPAL, 2007a).
En América Latina y más aun en Bolivia y Ecuador, el servicio doméstico revela los vínculos
entre cuidado e interculturalidad, puesto que gran parte de las empleadas domésticas son
indígenas. 43 En Bolivia, a las características de pobreza de las empleadas se añade un contexto de
servidumbre fuertemente ligado a lo indígena. El espacio doméstico se torna en el escenario de
afincamiento de relaciones neocoloniales y estratificadas, que profundizan las discriminaciones de
etnia y género. Además, las condiciones laborales no dependen de los derechos humanos de las
trabajadoras sino de las posibilidades del hogar empleador (Peredo, 2004) En Ecuador, los
diferentes indicadores sociales evidencian la presencia de una estratificación fuertemente asociada
con las características étnicas de la población (STFS, 2004) y el empleo doméstico es un trabajo al
que acceden las mujeres de bajos recursos y educación. Cuidar es cosa de mujeres y servir es
asunto de pobres (CEPAL, 2007a:71).
Y es que en Latinoamérica el servicio doméstico constituye uno de los nudos más
significativos de las relaciones sociales y laborales, puesto que a través de las interacciones que se
dan en su ejercicio se expresan y reproducen valores y actitudes que rigen en ámbitos más globales,
y al mismo tiempo reflejan la construcción de identidades individuales y colectivas en la sociedad
en términos de género, clase y etnia (Peredo, 2003).
Además se destaca que si bien la niñez es una de las principales receptoras de cuidado del
servicio doméstico, las niñas son también importantes prestadoras de cuidado para niños más
pequeños. Por ello, en Bolivia la difusión de derechos en el empleo doméstico es parte del trabajo
que las Inspectorías del Trabajo están realizando en el marco de un proyecto sobre erradicación del
trabajo infantil con el apoyo de UNICEF y de Defensa Internacional del Niño (DNI) 44 , que se hace
cargo de la judicialización el caso si correspondiere. Lamentablemente no se realizan inspecciones,
ya que dada la naturaleza de este trabajo, que se presta en la multiplicidad de domicilios, la
fiscalización se dificulta. 45
Frente a esta falta de fiscalización se activan mecanismos de control social establecidos por
las mismas trabajadoras, tal como manifiesta uno de los informantes claves entrevistados: Nosotros
hemos encontrado en esta ciudad, por ejemplo, mecanismos de protección, que permiten hacer

42
Los sindicatos de estas trabajadoras en Bolivia han considerado las denominaciones de servicio o empleo doméstico como
denigrantes y por ello han elegido la denominación de “trabajadoras del hogar”. No obstante, en este documento se habla de
empleadas domésticas o servicio doméstico, por ser la categoría común con que se designa internacionalmente a este grupo
ocupacional. La categoría de “trabajadoras del hogar” requeriría consensos que abarquen tanto la definición de ocupaciones como las
estadísticas para no inducir a confusiones, pues en el estado actual puede confundirse con la de “ama de casa”.
43
Sin embargo en Bolivia la sobrerepresentación de las indígenas entre el servicio doméstico que se da en otros países no se verifica en
el área urbana. Una posible explicación puede encontrarse en el tipo de preguntas y definiciones que subyacen en las encuestas
(CEPAL, 2007 a).
44
Aunque DNI no concuerda con la erradicación del trabajo infantil, sino que aboga por un trabajo acorde a la edad y dignidad de la
persona, y en ese sentido concentra sus esfuerzos en la concienciación de derechos y apoyo a la fiscalización.
45
Entrevista realizada a Isaac Rivas Pacheco, Inspector Técnico de seguridad industrial y laboral, Inspectoría del Trabajo, Santa Cruz,
Bolivia, realizada el día 4 de abril de 2007.

43
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

control social y protección, y eso tiene que ver mucho con los colectivos de inmigrantes de
determinadas culturas sindicales no? o sea el colectivo de las norte potosinas tiene lugares de
reunión muy concretos, tiene sus programas, tiene redes y por mucho que estén dispersas acuden a
estas redes y tienen actividades. 46
Un estudio para Bolivia sobre la percepción de las mujeres como empleadoras en cuanto a los
derechos de las trabajadoras del hogar, muestra que las empleadoras se conciben a sí mismas como
merecedoras de derechos e igualdad de género, pero que estos criterios se relativizan cuando se
refieren a las empleadas de sus casas. Otro diagnóstico para América Latina y el Caribe revela como
problemas recurrentes: la falta de delimitación del horario de trabajo, irrespeto a los descansos, falta
de valoración como personas y como trabajadoras, malas condiciones de vivienda y alimentación en
los lugares de trabajo, mayores riesgos de acoso sexual, poca privacidad y bajos niveles de decisión
sobre su vida y falta de acceso a la educación (Peredo, 2004).
En Bolivia, al igual que aun sucede en la gran parte de América Latina, las trabajadoras del
hogar estaban hasta hace poco sometidas a un régimen legal de excepción que establecía menos
derechos que para el resto del trabajo dependiente, en una clara manifestación de discriminación
directa.
Esta situación fue subsanada por Ley 2450 que es un logro de los sindicatos del rubro y que
define como trabajo asalariado del hogar aquel que se presta en menesteres propios del hogar, en
forma continua, a un empleador o familia que habita bajo el mismo techo. Están considerados en
este sector, los(as) que realizan trabajos de cocina, limpieza, lavandería, aseo, cuidado de niños,
asistencia y otros que se encuentren comprendidos en la definición, y sean inherentes al servicio
del hogar (artículo 1).
Es de destacar que esta ley iguala las vacaciones a las que corresponden para el resto del
empleo formal, establece la vigencia del salario mínimo nacional, la afiliación a la Caja Nacional de
Salud, así como la remuneración por horas extraordinarias que antes no regían para estas empleadas.
Se igualan los derechos también en materia de aguinaldo, e indemnización, tanto por tiempo de
servicio como por despido. No obstante todavía están fuera del sistema de pensiones. En cuanto a la
jornada queda limitada a 10 horas en caso de las empleadas de puertas adentro, jornada que excede
a la ordinaria que rige para el resto de los trabajadores, pero que de todas formas es inferior a la que
regía antes de esta ley que era de hasta 12 horas. Para las empleadas puertas afuera rige la jornada
ordinaria de 8 horas.
Esta ley no sólo ha reparado una deuda histórica, sino que también ha legitimado a sus
organizaciones como actoras políticas y sociales y ha afianzado la conciencia de las propias
trabajadoras sobre sus derechos, como relata Marta Santos, Ex Secretaria de la Federación
Boliviana de Trabajadoras del Hogar: Ahora que hemos avanzado un poco nos sentimos orgullosas,
con derechos, con derecho a hablar, de ser mujeres. Nos sentimos bolivianas cabales. Más antes
nos sentíamos con miedo de hablar, de participar porque nos decían “estas empleadas qué saben”.
Ahora sí nos damos cuenta que las trabajadoras, como cualquier otra mujer, podemos. 47
En Ecuador, el servicio doméstico está regulado en por el Código del Trabajo en un título
aparte junto con otros tipos de contratos individuales de excepción. Allí se define trabajo doméstico
como: “el que se presta, mediante remuneración, a una persona que no persigue fin de lucro y que
busca aprovechar, en su casa, de los servicios continuos del trabajador, sea que éste se albergue en
casa del empleador o fuera de ella”. La duración del contrato no puede exceder los 3 años, e
incluye un período de prueba de 15 días. De acuerdo con el código, el empleado no podrá renunciar
si causa grave incomodidad o perjuicio al empleador y estará obligada a permanecer en el servicio

46
Entrevista realizada a Fernando Rivero, Director de DNI Bolivia en Santa Cruz el 13 de abril de 2007.
47
Entrevista a Marta Santos en Canal Mama Meta, disponible en video en http://creatividadfeminista.org/tv_mamametal/tv_bolivia/
tvbol_ifr.htm

44
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

el tiempo necesario hasta que pueda ser reemplazado, aunque no más de 15 días. El período de
descanso y vacaciones también son diferentes a los que corresponden a otras relaciones de empleo.
Los empleados domésticos sólo tienen derecho a un día de descanso cada dos semanas de servicio.
Además de la remuneración que se le fije, el empleador debe dar al empleado doméstico
alimentación y albergue y, dentro de sus posibilidades, propender de la mejor manera posible para
su educación (Pautassi, Faur y Gherardi, 2004).
La particular relación que se genera entre el trabajador y el empleador, se refleja en la norma del
código que dispone que “si falleciere el empleador se entenderá subsistirá el contrato con los
herederos.” De una manera similar, establece que si el empleado quedara imposibilitado para el trabajo
“por el largo servicio que hubiera prestado al empleador” éste no podrá despedirlo y “lo conservará
dándole recursos para su subsistencia o lo jubilará de acuerdo con la ley”. Esta norma también es de
cumplimiento obligatorio para los herederos del empleador, si éste falleciera (Pautassi, Faur y
Gherardi, 2004). Se verifica así que el tinte feudal que ha caracterizado a esta relación laboral, se
presenta no solo en las prácticas cotidianas, sino que es incluso amparado por ley.
Hace ya casi treinta años que Benería (1978) advertía que la disponibilidad de fuerza de
trabajo y el desarrollo (y deficiencias) del mercado de trabajo incidían en el trabajo no remunerado
y por tanto en el cuidado, dando como ejemplo la migración interna. Ahora el fenómeno se repite
con la migración internacional. En efecto, esta responde, de un lado, a la demanda de mano de obra
por parte de los países desarrollados y de otro a las deficiencias del mercado laboral
latinoamericano, generando un reacomodo del cuidado, que en la región es transferido de las
mujeres migrantes a otras mujeres familiares que se quedan en el país de origen, mientras que en el
país receptor las latinoamericanas se dedican también al cuidado, pero esta vez remunerado.
De hecho, la feminización de la migración regional hacia España tiene estrecha relación con
la existencia de una demanda inédita en nichos laborales tradicionalmente feminizados, como el
servicio doméstico y el cuidado de ancianos. Ello explica que más del 40% de las latinoamericanas
en este país trabaja en el servicio doméstico, mientras que los hombres, al igual que en los países de
origen tiene una inserción más diversificada, laboran en mayor medida en la construcción (un tercio
de los ocupados), la industria y la agricultura (CEPAL, 2006a).
Las migrantes liberan a las españolas de sus labores domésticas y a la vez estas empleadas
han delegado sus responsabilidades de cuidado en sus redes familiares en el país de origen. De entre
los emigrantes ecuatorianos, son los que van a España los que más mantienen hijos en el país de
origen, el 44% en el caso de los varones y el 43% en el de las mujeres. En circunstancias en que la
migración a este destino es mayoritariamente femenina a diferencia de la que se dirige a Estados
Unidos que es aun predominantemente masculina (UNFPA y FLACSO, 2006). 48 La transferencia
del cuidado opera siempre entre mujeres, pero además se da la paradoja de que a transformación de
la familia española está sustentada en el mantenimiento de la familia tradicional latinoamericana
(Tobío, 2005). Una familia que se convierte en multi-nuclear y disociada espacialmente, aunque
unida afectivamente, que no comparte la misma vivienda -la migración ha contribuido a la pérdida
de importancia de la co-residencia como criterio de pertenencia a los hogares y unidades
domésticas- pero sí el presupuesto para la manutención cotidiana a través de las remesas de las y los
migrantes (Ariza y Oliveira, 2002).
A pesar de la migración, el empleo doméstico creció un 5% durante el año 2005 como promedio
para América Latina, siendo que el empleo en su conjunto creció un 3%, absorbiendo al 13,0 % de las
ocupadas urbanas y al 10,7% de las rurales (CEPAL, 2006 y 2007a). En Bolivia para el año 2002 el 8
% de las ocupadas estaba en el servicio doméstico en las áreas urbanas, mientras que en Ecuador el
porcentaje era de 9.6 y 4.9% en las áreas rurales para el año 2004 (CEPAL, 2007).

48
Estos datos corresponden a diciembre de 2005 y podrían haberse modificado por el proceso de regularización a que se acogieron
130.000 ecuatorianos y que facilitaran los procesos de reunificación familiar (UNFPA, FLACSO, 2006).

45
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

Estas cifras esconden que el servicio doméstico es el único sector de la economía donde la
proporción de mujeres es significativamente mayor que la de los varones, ellas constituyen más del
90% de los empleados en esta categoría, que se caracteriza por sus bajas remuneraciones y extensas
jornadas y, salvo excepciones como la chilena, bajas coberturas previsionales. Las trabajadoras
domésticas están sujetas por lo general a un contrato de trabajo indefinido, que establece una
relación de dependencia. Por lo tanto, la parte empleadora debe actuar como agente de retención y
cotizar por su trabajadora en el sistema previsional. A pesar de que no se dispone de datos que
permitan precisar el grado de evasión patronal del pago de cotizaciones que se registra en este tipo
de empleo, las aproximaciones sugieren que es uno de los que presentan mayor incidencia de
fraudes en ese sentido, en muchos casos en connivencia con las mismas trabajadoras que, dadas sus
escasas remuneraciones, se ven forzadas a privilegiar sus necesidades presentes en desmedro de las
futuras. El reducido monto de los salarios de estas trabajadoras es precisamente lo que determinará
que sus pensiones sean también insuficientes (Marco, 2004). Es decir que estas cuidadoras por
excelencia no tienen acceso a uno de los más importantes mecanismos de cuidado indirecto como es
el sistema previsional.
Abordando el tema desde la perspectiva de los receptores del cuidado, una primera aclaración
necesaria es que estos son todos los miembros del hogar, pues todos se benefician de la limpieza,
cocinado y demás tareas domésticas funcionales al cuidado que realizan las empleadas domésticas.
Además están los niños como receptores específicos, tanto cuando la trabajadora se dedica a fines
múltiples, como cuando se trata de una niñera.
La presencia de una empleada doméstica hace variar notablemente el tiempo que las mujeres
de los hogares empleadores dedican a la crianza y a las labores domésticas (consideradas
agregadamente). Esta variación no se presenta en el caso de los hombres, tal como evidencian los
módulos de uso de tiempo de las encuestas de hogar. Este es el caso de Bolivia, donde la presencia
de una empleada doméstica reduce el tiempo dedicado por las mujeres a la crianza y labores
domésticas de 4,7 horas diarias a 3,9 en promedio (Milosavljevic y Tacla, 2006). En lo que sí afecta
la presencia de una empleada doméstica a los hombres es en si participan o no en el cuidado y lo
doméstico, tal como se aprecia en el cuadro 5. Si hay empleada participa en un menor porcentaje, lo
que podría indicar que se refuerza el rol de los varones como receptores de cuidado al reducirse su
escaso aporte como cuidadores. Este fenómeno se ha documentado también para los casos chileno y
el español (Olavaria, 2005;Tobío, 2005), donde se aprecia que la presencia de una empleada
doméstica en cierta forma desincentiva la participación masculina en la crianza y sobre todo en las
labores domésticas (Wanderley, 2003 y Maldonado, 2004). En Bolivia y Ecuador además se percibe
que se reducen los conflictos con la pareja y los hijos e hijas mayores por la desigual distribución de
las labores del hogar (Peredo, 2004).
CUADRO 5
BOLIVIA: PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN HORAS AL DÍA DEDICADO AL TRABAJO DOMÉSTICO Y DE
CUIDADO, SEGÚN PRESENCIA DE EMPLEADA DOMÉSTICA, AÑO 2001
(En porcentajes)

Mujeres Hombres
Participación Tiempo Participación Tiempo
Sin empleada doméstica 78,4 4,7 71,2 3,2
Con empleada doméstica 59,3 3,9 63,1 3,1
Total 74,4 4,6 68,7 3,2

Fuente: Milosavljevic y Tacla (2006) en base a Encuesta Continua de Hogares de noviembre y diciembre de 2001 de Bolivia.

En Ecuador donde el período de referencia de la encuesta es la semana anterior, se observan


los mismos fenómenos tanto en lo relativo a la participación como al tiempo dedicado.

46
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

CUADRO 6
ECUADOR: PARTICIPACIÓN Y TIEMPO EN HORAS A LA SEMANA DEDICADO AL TRABAJO
DOMÉSTICO Y DE CUIDADO, SEGÚN PRESENCIA DE EMPLEADA DOMÉSTICA, ÁREAS URBANAS,
AÑO 2004
(En porcentajes)

Mujeres Hombres
Participación Tiempo Participación Tiempo
Sin empleada doméstica 77,3 27,3 57,1 11,8
Con empleada doméstica 53,4 18,2 45,0 10,2
Total 70,4 25,3 52,0 11,2

Fuente: Milosavljevic y Tacla (2006) en base a Encuesta de Empleo, Desempleo y Subempleo, agosto de 2004.

Los datos expuestos para ambos países se refieren a las empleadas puertas adentro, pues las
encuestas utilizadas no recogieron datos del servicio doméstico puertas afueras que es el más
frecuente (Milosavljevic y Tacla, 2006). 49 En ambos países hay evidencia de que incluso en los
hogares de escasos recursos se recurre a una empleada doméstica puertas afuera, que puede ser una
vecina, para el cuidado de los niños, sobre todo eventualmente (Maldonado, 2004; Marca y López,
2006).
Si se quieren cambiar los mandatos del ser mujer relativos al cuidado, se tiene que cambiar
esta relación entre mujeres, la de empleadora- empleada doméstica, tomando en cuenta que el ser
mujer es una construcción que se da a partir de procesos de identificación y diferenciación no sólo
respecto de los varones, sino también respecto de otras mujeres y en interacción con las pautas
culturales de una sociedad determinada (Peredo, 2003).

2. El cuidado no remunerado
Sea cual fuere la combinación de prestadores intra y extrahogar, el hecho es que son las mujeres las
responsables últimas, si no de la prestación directa del cuidado y de las labores domésticas que le
son necesarias, cuando menos de la planificación y coordinación de lo que acontece en el hogar.
Esta responsabilidad hace que muchas mujeres no trabajen remuneradamente y que como
consecuencia de ello estén sobrerepresentadas entre las pobres e indigentes, ya que mientras el
promedio de latinoamericanas que vive en la indigencia es del 14%, entre las mujeres que se
dedican exclusivamente a las labores de cuidado, crianza y domésticas asciende al 20%. Por su
parte, el promedio de mujeres que viven en hogares pobres en la región es del 23%, pero entre las
dedicadas al trabajo no pagado ascendía al 27% en el año 2002 (CEPAL, 2007).
El contenido y magnitud del trabajo de cuidado varía notablemente entre grupos
socioeconómicos, comunidades urbanas y rurales, etnias y tipología de hogares, en función no solo
de la disponibilidad de ingresos sino también del grado de mercantilización del cuidado y de la
oferta de los servicios públicos.
La tipología de las familias tiene implicancias en las dinámicas de cuidado. En ambos países
la mayoría de las personas menores de 14 años vive en hogares nucleares biparentales. El 64% para
el año 2002 en Bolivia y el 59% en Ecuador durante 2004. El siguiente tipo de hogar 50 en

49
En diciembre de 2005 en se aplicó la Encuesta de Uso de Tiempo en Ecuador como un módulo del la Encuesta de Empleo,
Desempleo y Subempleo. En esta encuesta, a diferencia de la anterior se registraron los datos para servicio doméstico puertas afuera,
mientras que el registro para puertas adentro era tan pequeño que la muestra resultó insuficiente. Por cuestiones técnicas no se tienen
los datos de puertas afuera porque no se tienen los datos extendidos.
50
La tipología de familias incluye: nucleares (padre, madre o ambos con o sin hijos), extendidas (padre, madre o ambos con o sin hijos
y otros parientes) y compuestas (padre, madre o ambos con o sin hijos, con o sin otros parientes y otros no parientes). Además, las
familias pueden ser monoparentales (con un solo padre, habitualmente la madre) o biparentales (Arriagada, 2002).

47
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

importancia en este aspecto es el extenso (CEPAL, 2007). Estos datos hablan de las implicancias
para el cuidado tanto del tipo de familia, como de la etapa en la que se encuentre la misma,
habiendo sido identificadas cinco etapas: la relativa a la pareja joven sin hijos; el ciclo de inicio de
la familia, cuando empiezan a nacer los hijos; la fase de expansión o crecimiento en la que éstos
tienen 12 años y menos; la de consolidación y salida, cuando los hijos menores tienen 13 años y
más; y la pareja mayor sin hijos (Arriagada, 2002). En el promedio de América Latina para el año
2002 la mayor proporción de las familias (el 36%) se encuentran en fase de consolidación y la
siguiente etapa en importancia es la de salida. Por supuesto este promedio esconde las diferencias de
transición demográfica en que se encuentran los distintos países, de manera que para aquellos de
transición más reciente como precisamente Bolivia y Ecuador, la etapa donde más se concentran las
familias es también la de consolidación ( con un 41 y 37% respectivamente), pero el ciclo que sigue
en importancia es el de expansión, que absorbe un 22,7% de las familias bolivianas y un 20,3% de
las ecuatorianas, es decir que sus hijos tienen menos de 12 años, cuando más se requieren recursos
económicos y de cuidado para menores de edad (Arriagada, 2004).Pero además, en Bolivia la
pobreza tiene más incidencia en las familias que se ubican en la fase de inicio, es decir con hijos
menores de seis años, marcando una excepción a la tendencia regional en la que la mayor incidencia
de pobreza se da en las etapas de expansión (Arriagada, 2002).
Sin duda uno de los cambios más importantes durante las dos últimas décadas es el aumento
de los hogares jefaturados por mujeres, en los que ellas deben hacerse cargo solas tanto de la
manutención del hogar como del cuidado 51 (Arriagada, 2002), pues no hay lugar a redistribución de
responsabilidades al interior de las familias, siendo que una de sus características es el elevado
número de dependientes (Camacho, 2005). En Bolivia el 32,4% de los hogares tiene jefatura
femenina 52 y en Ecuador el 28,7%. Estas jefaturas se distribuyen en los distintos tipos de hogar,
pero la mayoría de los hogares monoparentales son jefaturados por una mujer, el 74% en Bolivia y
el 63% en Ecuador (CEPAL, 2007).
La pertenencia étnica también hace diferencia en la magnitud del cuidado y en las labores
conexas que le son necesarias, ya éstas suelen incrementarse en las áreas rurales y peri- urbanas
donde predomina la población indígena. En Bolivia, en las franjas de las ciudades pobladas por la
migración interna es donde son más frecuentes las deficiencias de servicios básicos y más masivos
los problemas de transporte, que como es sabido significan tiempo. En Ecuador, se observa que el
trabajo al interior del hogar está influido por el grupo étnico de pertenencia, en tanto que de acuerdo
al mismo varían las condiciones de vida, los patrones de consumo, el acceso a los servicios y la
infraestructura del hogar (CONAMU, 2006). En lo que no parece haber diferencia es en la
distribución del cuidado intra hogar entre mujeres y hombres. Por lo menos en los estudios
realizados en Bolivia y Ecuador (CONAMU, 2006, Marca y López, 2006 y Wanderley, 2003) no
parece haber una distribución distinta de trabajos por sexo en los hogares indígenas, o en otras
palabras no hay evidencia de que los varones indígenas sean más cuidadores. De todas formas
hacen falta estudios que profundicen en la influencia de la interculturalidad en el cuidado no
remunerado que se desarrolla al interior de los hogares.
Una fuente importante para el análisis del cuidado en Bolivia es un estudio realizado en las
ciudades de El Alto, La Paz, Cochabamba y Santa Cruz, que concentran la mayor parte de la
población boliviana (Wanderley, 2003), basado en una encuesta de la Universidad Mayor de San
Andrés. El estudio de carácter longitudinal, 53 establece una tipología de hogares que diferencia tres

51
Al igual que en el resto de la región las jefas de hogar en Bolivia y Ecuador tienen tasas de participación económica más altas que el
promedio de las mujeres, incluso cuando tienen hijos menores de 6 años (ver en CEPAL, 2007).
52
Entendiendo que tiene la jefatura el principal aportante de ingresos del hogar, es decir la jefatura de facto que no coincide con la
jefatura de iure que es la que suele declarase en los censos y encuestas, en virtud de quien los integrantes del hogar consideran que
toma las decisiones, apreciación que suele estar cargada de prejuicios de género, subestimando la jefatura femenina. Además, censos
y encuestas no consideran la posibilidad de la jefatura compartida (Arriagada, 2002).
53
Incluyó tanto la encuesta “Conducta económica de los hogares” como entrevistas en profundidad, desarrolladas entre los años 2002 y
2003.

48
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

modelos: el de especialización absoluta, en que el varón es generador de ingresos y la mujer ama de


casa de tiempo completo; el hibrido en que ambos conyugues son generadores de ingresos y el de
equidad en que ambos trabajan tanto en el mercado laboral como de forma no remunerada. Los dos
primeros modelos son los predominantes con independencia del estrato socio económico y la edad
de los hijos y tienen en común la sobre carga de trabajo no remunerado de las mujeres, aunque su
proporción depende de una serie de factores, tales como el estrato socio económico, el ciclo
doméstico y el tipo de hogar.
En la citada encuesta, el 37,7% de los conductores (de ambos sexos) es de origen rural y hay
mayor porcentaje de conductoras que de conductores de origen urbano. Como en las áreas rurales
predominan las poblaciones indígenas, la conducción femenina del hogar sería más frecuente en las
familias no indígenas. Esto se corrobora con los datos relativos al perfil lingüístico, ya que también
es mayor la proporción de conductores bilingües (43,7%) (que hablan castellano y una lengua
nativa) que de conductoras de esta condición (37,5%). El resto habla solo castellano.
Los datos mencionados contrastan con la autodefinición de los conductores, ya que un 58% de
los varones y un 53% de las mujeres se autodefinen como nativos, la mayoría de los cuales, de ambos
sexos, son de bajos ingresos. Es decir que el lugar de origen y el idioma tienen incidencia pero no
definen de por sí la identificación étnico cultural. En ella intervienen también factores más complejos.
En efecto, de una parte la lengua es el núcleo duro de la identidad, tanto por sí misma como
por ser repositorio de la información acumulada a lo largo de la evolución, es decir tiene un rol
fundamental en la memoria, que es a su vez soporte de la identidad (Susz, 2005). Pero la
pertenencia étnica puede subsistir ante el relativo decaimiento de la lengua. El hecho de que en
tiempos no lejanos se haya impedido el uso de lenguas nativas en ciertos círculos; los procesos de
asimilación cultural, las jerarquías socialmente establecidas entre idiomas; la escolarización en
castellano; este idioma como requisito laboral y para el ascenso social, han provocado que muchas
familias no trasmitan sus lenguas originarias a sus hijos. A pesar de ello y más aun en momentos de
revaloración de lo indígena, como resultado de reivindicaciones de los movimientos indígenas, la
autopercepción étnica es masiva, después de todo la raza es una construcción social y así lo
demuestra la diferencia entre los porcentajes de parlantes de idiomas nativos y quienes se
consideran tales, diferencia que por lo demás no es exclusiva del estudio de Wanderley (2003), y se
presenta también en las estadísticas oficiales (Molina, 2005).
Todo lo expuesto añade complejidad al análisis de la división sexual del trabajo y del cuidado
en los países de alta concentración indígena. En Bolivia el 66% de la población pertenece a alguna
de las 34 étnias existentes (Molina, 2005) y Ecuador cerca del 9% de la población se identificaba
con alguna de las 23 nacionalidades y 15 pueblos indígenas en el censo del año 2001, reflejando en
este último caso el intenso proceso de aculturación desarrollado a lo largo de las cuatro últimas
décadas (Guerrero, 2005).
En Ecuador la Encuesta de Uso de Tiempo 2005, seleccionó sus regiones geográficas para la
muestra precisamente persiguiendo representar la diversidad étnico cultural del país. Así, se aplicó
en Chimborazo, provincia mayoritariamente indígena; Esmeraldas de mayor concentración
afrodescendiente y Quito, de población predominantemente mestiza (CONAMU, 2006).
De todas formas, a lo largo del trabajo no se ahonda en las diferencias en las dinámicas de
cuidado entre la población indígena y no indígena por falta de información.

a) La crianza
En Bolivia, la encuesta de hogares que incluyó el módulo de uso de tiempo (2001) consulta sobre el
cuidado de ancianos y crianza en la misma pregunta, de manera que no se pueden desagregar. Los
datos muestran que el 56% de las mujeres mayores de 12 años cuidaban niños o ancianos, frente al
35% de los varones. Si bien los estudios muestran que lo más relavante no es la participación sino las

49
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

horas dedicadas, esta información no puede extraerse de esta encuesta. Lo que sí puede apreciarse son
diferencias en la participación de las mujeres según se trate de las áreas urbanas o rurales, siendo la
participación en el cuidado levemente superior en el campo, diferencia que no se da entre los varones.
CUADRO 7
a
BOLIVIA: PARTICIPACIÓN EN CUIDADO DE NIÑEZ Y ANCIANIDAD,
POR SEXO Y ÁREA DE RESIDENCIA, AÑO 2001
(En porcentajes)

Hombres Mujeres Total


Total nacional 35,6 56,0 46,2
Urbano 35,5 54,5 45,5
Rural 35,9 59,0 47,4

Fuente: Encuesta Continua de Hogares, Noviembre y Diciembre de 2001.


a
De mayores de 12 años.

En base a la misma encuesta de hogares un estudio (Medeiros, Guerrero y Costa, 2007)


concluye que a mayor trabajo remunerado menor trabajo no remunerado y viceversa. Asimismo se
muestra que en promedio el trabajo remunerado es mas importante tanto para hombres como para
mujeres, en términos de horas semanales, pero este promedio oculta el hecho de que
proporcionalmente hay mas personas haciendo trabajo no pagado que pagado y como es de esperar
la mayoría son mujeres adultas, ya que el 98% de éstas realiza trabajo no remunerado, considerando
agregadamente las labores domesticas y el cuidado. Las mujeres además triplican el tiempo que
dedican los varones al trabajo no pagado y cerca de la mitad del total de este trabajo es realizado por
un cuarto de las mujeres, lo que también da una pauta de las diferencias al interior de las mismas
mujeres.
En Ecuador casi el 90% de las mujeres mayores de 12 años cuidaba niños, frente al 58% de
los varones, según la Encuesta de Empleo, Desempleo y Subempleo del año 2004. En promedio
ellas dedicaban 6 horas y ellos 2,4 a la semana. Por su parte la Encuesta de Uso de Tiempo 2005,
que no es representativa a nivel nacional, 54 muestra importantes diferencias por regiones, siendo las
mujeres de Esmeraldas quienes más participan en el cuidado infantil, mientras que las diferencias en
el tiempo dedicado no son tan marcadas.
Los tiempos señalados en el cuadro se refieren a la dedicación exclusiva a la niñez y no se
contabilizaron en ellos la vigilancia o acompañamiento de los niños para garantizar su seguridad e
integridad cuando se estaban realizando otras actividades simultáneamente (CONAMU, 2006).
CUADRO 8
ECUADOR: TASA DE PARTICIPACIÓNa Y TIEMPO SEMANAL DE CUIDADO DE NIÑOS, POR SEXO Y
PROVINCIAS SELECCIONADAS, AÑO 2005
(En porcentajes)

Chimborazo Esmeraldas Quito

Mujeres Hombres Mujeres Hombres Mujeres Hombres


Tasa de participación (en 40,50 24,13 50,54 15,20 36,59 26,14
porcentajes)
Tiempo semanal (en horas) 7,40 4,53 7,46 4,52 8,50 5,05

Fuente: Encuesta de Uso de Tiempo 2005 Ecuador.


a
Mayores de 12 años.

54
La encuesta se aplicó en el área rural de Chimborazo, el área urbana y rural de Esmeraldas, y en la ciudad de Quito, como un módulo
del la Encuesta de Empleo, Desempleo y Subempleo. Esta encuesta modificaba aspectos del módulo aplicado en 2004, pero que
mantiene la semana anterior a la encuesta como período de medición.

50
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

Si el panorama se enfoca desde otra óptica, y se mira cuánto del cuidado infantil hace cada
sexo, los resultados no sorprenden, ya que tal como muestra el cuadro 9 la mayoría de este trabajo
es realizado por mujeres.
CUADRO 9
ECUADOR: DISTRIBUCIÓN DEL TIEMPO DE CUIDADO ENTRE MUJERES Y VARONES,
PROVINCIAS SELECCIONADAS. AÑO 2005
(En porcentajes)

Chimborazo Esmeraldas Quito


Mujeres Hombres Total Mujeres Hombres Total Mujeres Hombres Total

74,63 25,37 100 83,93 16,7 100 73,22 26,78 100

Fuente: Encuesta de Uso de Tiempo 2005 Ecuador.

En Bolivia, los estudios de caso revelan que a medida que los hijos crecen disminuye
notablemente el trabajo de las madres, tanto de crianza como doméstico. En los hogares de
especialización absoluta, la jornada de las mujeres, sumando crianza y trabajo doméstico, va de 10
horas con hijos menores de cuatro años a 6 horas y media con hijos de 5 a 14 años de edad. Ya en el
modelo híbrido, cuando se trata de la crianza, es cuando menos diferencias se observan entre las
mujeres por estrato socioeconómico, dependiendo del mismo, entre el 70 y el 90% de ellas realizan
estas actividades de manera cotidiana y las no cotidianas, que son las relativas al cuidado en caso de
enfermedad, son realizadas por el 100% de las mujeres (Wanderley, 2003).
Hay que destacar además que en los hogares bolivianos de la muestra utilizada por la Encuesta
de la Universidad Mayor de San Andrés, los conductores varones con hijos menores de cuatro años,
tienen una mayor participación laboral que cuando los hijos tienen más de edad, en cambio en las
mujeres conductoras de hogar la relación se invierte y mientras que el 62% de quienes tienen hijos
menores de cuatro años trabaja remuneradamente, lo hace el 76% de las que tienen hijos de más edad.
Es decir que aun en una economía como la boliviana donde las mujeres se han dado forma de
generar ingresos, mayormente en la informalidad y con los hijos a cuesta, éstos son un factor que
desincentiva o dificulta su participación laboral. Este argumento se refuerza con los hallazgos del
trabajo citado (Wanderley, 2003), puesto que revela que con hijos menores de cuatro años, la
participación laboral de las mujeres se da como cuentapropistas mientras que en los otros ciclos su
participación como asalariadas se incrementa.
Estos hallazgos coinciden con los datos promedio para América Latina que muestran que
mientras para las mujeres la tenencia de hijos constituye un problema para su inserción y
permanencia en el mercado laboral, para los varones es un estímulo (Rico, 2004).En una dirección
similar, en Ecuador se constata que la unión conyugal hace que cambien las responsabilidades de
varones y mujeres y mientras que los primeros incrementan su participación laboral con la unión o
el matrimonio, las segundas la disminuyen (CONAMU, 2006).
¿Qué hacen entonces los hombres en la crianza de sus hijos? Como se vio en los cuadros 7 y
8. Las encuestas dicen que no todos, pero sí algunos participan en la crianza y que lo hacen por
poco tiempo.
Las encuestas mas específicas que desglosaron las distintas actividades que hacen parte de la
crianza, como la de la Universidad Mayor de San Andrés, muestran que las actividades que realizan
más frecuentemente los varones son escasas y se concentran en los niños menores de cuatro años. Si se
evalúa la participación masculina en la crianza por modelo de hogar, se ve que la variación no es
considerable en términos de magnitud y que la participación es algo mayor que en los trabajos de
cuidados a otros dependientes y labores domésticas, pero aun así mínima. En efecto, en el modelo de

51
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

especialización absoluta los varones contribuyen marginalmente. La mayor participación se da en la


ayuda con las tareas escolares, donde participa un 48% de los varones, seguida de la actividad de
“prepararlos para dormir” donde participa un 18%. En el resto de las actividades (prepararlos para la
escuela, bañarlos, darles de comer, cuidarlos cuando están enfermos) los porcentajes son mínimos. La
relación entre participación masculina y el paso del modelo de especialización absoluta al híbrido no
es clara, ya que aumentan su participación en tareas como bañar a los niños (14% de los mismos) y
prepararlos para ir a la escuela (el 11%), que son las categorías de mayor participación, pero en el resto
de las actividades su contribución disminuye. Además el tiempo dedicado a la crianza es exactamente
el mismo en los dos modelos de hogares: 40 minutos al día (Wanderley, 2003).
RECUADRO 1
CRIANZA Y EMPLEO SECTORIAL. LA FLORICULTURA EN ECUADOR
El caso de las empleadas en la floricultura en Ecuador es un ejemplo de las particularidades que asume el trabajo de
cuidado intra hogar no remunerado dependiendo del tipo de inserción laboral de las mujeres. Pero también es una muestra
de que, en términos generales, las respuestas son las mismas para quienes no tienen acceso a la oferta pública o recursos
económicos: acudir a otras mujeres remuneradas o no para el cuidado de la niñez. Llama asimismo la atención que cuando
se consulta a la entrevistadas sobre cómo solucionan el cuidado de dependientes, no figura entre las respuestas ninguna
mención a la oferta pública ni estatal ni no estatal.
Las mujeres constituyen el 60% de los trabajadores de las empresas floricultoras en el Ecuador, entre otras razones
debido a la migración masculina tanto interna como internacional. Si tradicionalmente las actividades productivas ligadas a
la tierra eran la mayor fuente de ocupación de las mujeres en el campo (más del 80% de las indígenas en edad activa
trabajaba en el sector agrícola en el año 2001), una de las novedades que introduce la floricultura es que ese trabajo se
hace remuneradamente, a diferencia de la categoría de familiar no remunerada que prevalecía. A pesar de esta
disminución, todavía es alto el porcentaje de trabajadoras que no reciben remuneraciones directas en las actividades
agropecuarias, incluyendo la floricultura. Además las asalariadas del sector suelen seguir trabajando en la parcela de la
familia para asegurar la provisión de algunos alimentos.
Según las mujeres entrevistadas en las zonas de asentamiento de las empresas floricultoras, la sierra norte, la mayoría
de ellas con más de 16 años se ha desempeñado en algún momento de su vida en esta actividad, provocando una
especialización forzada, pues no han podido calificarse en otro tipo de trabajos. No obstante, los salarios sectoriales son
relativamente más altos que los que obtendrían en el empleo doméstico o en el comercio. También se destacan la
vulneración de los derechos laborales, en especial los relacionados con la maternidad y los riesgos de salud derivados de
la exposición a químicos a que están sometidas las trabajadoras.
Las empresas prefieren la contratación de las mujeres jóvenes (entre 15 y 24 años). Como consecuencia, las mujeres
suelen empezar a trabajar solteras y a los tres o cuatro años contraen matrimonio o asumen una unión de convivencia. Aquí
empiezan los dilemas del cuidado. Muchas de ellas abandonan el trabajo con la maternidad por un año o más, pero otras
acuden a terceras personas, por lo general las hijas o mujeres mayores de la familia. En promedio, sumando el tiempo
destinado a este tipo de empleo en distintas etapas de su vida, las mujeres trabajan alrededor de 15 años en el sector. Los
varones, como suele suceder, lo hacen por períodos más largos y estables y cuando dejan el sector es para establecer un
negocio propio.
La inserción de las mujeres en la floricultura ha traído cambios en la división sexual del trabajo al interior de los
hogares, aunque muy escasa, y, como pasa cuando las mujeres generan ingresos, en los gastos en salud y educación y en
los patrones de gastos en general. Sin embargo, el cambio en los gastos no siempre beneficia a las mujeres, pues se
detectó que en la mayoría de los casos, estas asumen la mayor parte de los gastos del hogar en beneficio de la capacidad
de ahorro de los cónyuges e hijos mayores. Asimismo, la contratación de otra mujer para el cuidado y las labores
domésticas es otro de los cambios importantes en los patrones de gasto. Quienes tienen el problema más grave son las
mujeres que vienen de lugares lejanos, especialmente de la costa, por lo que muchas veces dejan a los hijos pequeños con
sus abuelas en el lugar de origen.
Como es de esperar el cambio más notable en el uso del tiempo se da en las mujeres. Quienes antes trabajaban al
interior del hogar y con los hijos a cuestas, a quienes de paso entrenaban en las labores que ellas realizaban, ahora
comparten su tiempo con el trabajo en la floricultura, con el consabido sentimiento de culpa por la sensación de abandono,
y tienen tres jornadas: la domestica, la del empleo y la de la parcela. Muchas se levantan a las 4 de la madrugada para
hacer las labores domésticas, a las 7 se van al trabajo, hasta las 16 horas (en época de temporada baja) y luego se dedican
al cuidado, las labores domésticas, el trabajo agrícola familiar y el cuidado de animales. De todas formas, las mujeres
casadas que trabajan remuneradamente en las zonas en que hay flores realizan menos trabajo doméstico y de cuidado
(292 minutos) que en las zonas que no hay floricultura (358 minutos) al día.

Fuente: Maldonado, Ana María (2004) Trabajadoras de la floricultura en Ecuador. Estudio de caso. Santiago de Chile,
OXFAM.

52
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

Un estudio cualitativo realizado en la cuidad boliviana de El Alto, que acoge a un amplio


sector de bajos recursos de la población paceña, revela la casi nula participación de los varones en
la crianza, sin que la autonomía económica de las mujeres haya significado cambios en ese sentido.
Para colmo de males en muchas ocasiones ni el papel tradicional de proveedor cumplen ya los
varones, tal como muestra la siguiente entrevista: “Él cuando está en la casa solo duerme nomás,
hay que alcanzar un buen plato, le gusta comer, me da una vez al mes, a veces a la semana veinte
pesos, a veces diez. Cuando él come en casa” (Marca y López., 2006). Y es que es necesario valorar
debidamente el control y el poder de negociación que puede implicar el ingreso percibido por las
mujeres, ya que si bien el acceso a recursos económicos puede traer una mayor participación de las
mujeres en la toma de decisiones familiares e inducir la participación masculina en el cuidado y las
labores del hogar, estos cambios suelen darse en las clases medias y altas (Ariza y Oliveira, 2002).
De todas formas y más allá de las diferencias del modelo de hogar (de especialización
absoluta, híbrido o equitativo) y del nivel de ingresos de los hogares bolivianos, la crianza aparece
como la menos delegable de las actividades del hogar. Por lo mismo, la jornada remunerada de las
mujeres es inversamente proporcional a la edad de los hijos (Wanderley, 2003).
Este hecho puede obedecer al arraigado imaginario sobre la maternidad, como definitoria de
la feminidad y cuyas obligaciones pesan más que cualquier otra. El sacrificio como rasgo
típicamente femenino, la madre como ser al servicio de otros sin duda determinan que las mujeres
se sigan asumiendo como las responsables casi únicas de la crianza (Tobío, 2005) Además, la falta
de servicios públicos de cuidado infantil sin duda ejerce un peso importante, pues el dilema de dejar
o no a los hijos bajo el cuidado de personas ajenas a la familia se resuelve más fácilmente cuando se
trata de profesionales y de un lugar adecuado, que además de resolver el problema signifique
estimulación y educación para la niñez.
Recapitulando, la crianza sigue siendo un tema privado y de mujeres, mientras los hombres algo
de tareas asumen. En ese sentido parece haber algunos cambios, pero como sostienen Ariza y Olieira
(2002), el escenario más verosímil es aun el de las continuidades con rupturas en los contenidos de
algunos valores normativos, como resultado de la asincronía entre las transformaciones demográficas y
socioeconómicas de una parte y las representaciones sociales de otra.

i) La cadena intergeneracional del cuidado


Al interior del hogar los niños son cuidados no solo por las madres y empleadas domésticas,
y marginalmente por los padres. Las hijas mayores, las abuelas y otras parientas tienen un rol
importante. Este aporte se enmarca en relaciones de cooperación, intercambio y negociación al
interior de las familias, relaciones que son fundamentalmente de carácter jerárquico porque siguen
la distribución de poder que marcan dos ejes de diferenciación social: el género y la generación
(Ariza y Oliveira, 2002).
En adición, en países de pobreza extendida como Bolivia el cuidado es entendido como una
forma de reciprocidad que involucra temas de sostenimiento y supervivencia (Marca y López,
2006). Lo mismo puede sostenerse para Ecuador, aunque tenga menores niveles de pobreza, sobre
todo en provincias donde los ingresos y condiciones de vida de los hogares están muy por debajo
del promedio nacional.
El estudio realizado en El Alto muestra que el cuidado de la niñez está dentro los primeros
objetivos de las redes de cuidado, de manera que las abuelas, tías, hermanas mayores están casi
siempre presentes. (Marca y López, 2006). Las hermanas mayores de niños pequeños también
tienen un aporte. En Bolivia además de las diferencias por sexo en este trabajo hay diferencias por
pertenencia étnica. Así, con datos de la Encuesta Continua de Hogares del año 2001, un estudio
evidencia que si hay menores de 6 años en el hogar, la probabilidad de trabajar de las niñas
aumenta, tanto indígenas como no indígenas, pero que cuando se suma el trabajo total, es decir el

53
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

remunerado y el no remunerado, las primeras trabajan más, diferencia que no se da entre los niños
varones (Zapata, Contretas y Kruger, 2006).
Los testimonios dan cuenta de que no parece haber diferencias en la división sexual del
trabajo entre hogares indígenas y no indígenas y que las niñas son casi siempre cuidadoras, cuando
crecen cuidan a sus madres y al mismo tiempo éstas cuidan a sus nietos. Por lo menos así lo
atestiguan testimonios de mujeres monkox chiquitanas: Empecé a trabajar desde mis diez años
hasta que fui joven, después volví a mi casa a cuidar a mis nueve hermanos (María). Me siento
servida de mis hijas, más que de los hijos hombres que él (su marido) decía que iba a educar.
Ahora me siento feliz porque mis hijas me ayudan bastante. Díos me dio unas hijas tan buenas y le
sigo pidiendo al Señor y a la Virgen que esas pobres hijas tengan la suerte de seguir adelante con
el trabajo que tienen. Así que esto es mi fin, trabajar hasta donde yo pueda y hasta donde Díos me
de fuerzas voy a trabajar para colaborar a mis hijas y mis nietos (Felicia) (SNV, 2006, 51 y 58).
En Ecuador, el trabajo total del hogar -considerando agregadamente el cuidado y las labores
de hogar- de las hijas duplica al de los hijos, y es mayor en Chimborazo, donde predomina la
población indígena, tal como muestra el cuadro 10.

CUADRO 10
PROMEDIO DE TIEMPO SEMANAL DEDICADO AL TRABAJO DE CUIDADO Y DOMÉSTICO POR SEXO,
SEGÚN RELACIÓN DE PARENTESCO CON LA JEFATURA DE HOGAR, PROVINCIAS SELECCIONADAS.
AÑO 2005
(En horas semanales)

Chimborazo Esmeraldas Quito

Mujeres Hombres Mujeres Hombres Mujeres Hombres


Jefe o jefa 32,47 18,52 34,50 13,8 33,33 18,59
Cónyuge 43,17 31,50 45,59 4,52 47,50 12,10
Hijo o hija 29,44 12,31 26,43 9,15 20,31 10,11
Otro 29,44 12,32 27,26 10,10 31,27 13,08
Total 36,11 16,13 36,18 11,10 36,27 15,35

Fuente: Encuesta de Uso de Tiempo Ecuador 2005.

Pero si hay una cuidadora que está ganando importancia en las redes familiares es la abuela.
Estas redes funcionan ante las deficiencias del cuidado extrahogar e incluso intrahogar remunerado,
tal como relata la siguiente entrevista: “No hay confianza (en las niñeras o empleadas domésticas),
he ido nomás a rogarle a mi mamá que me los cuide. Ella tiene 55 años y los ve a los dos niños. Las
guarderías no se adaptan a las madres de El Alto, puesto que tienen horarios a las ocho, es hora de
entrar a trabajar, me descuentan mucho si me atraso en llegar a mi trabajo, por eso mi mamá vive
conmigo y mi papá está en la provincia de Los Andes con mis otros hermanos” (Marca y López,
2006).
Precisamente por el aporte de las adultas mayores al cuidado infantil y a las labores
domésticas es que contrariamente a lo que podría pensarse, la presencia de ancianos no incrementa
el tiempo de trabajo de otros miembros de la familia al interior del hogar, sino que incluso lo
disminuye, levemente en Bolivia y un poco más en Ecuador, tal como muestran los cuadros 11 y 12.

54
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

CUADRO 11
BOLIVIA: PARTICIPACIÓN EN CUIDADO Y LABORES DEL HOGAR SEGÚN
PRESENCIA DE MAYORES DE 75 AÑOS EN EL HOGAR. AÑO 2001

Mujeres Hombres
Participación Tiempo (en horas Participación Tiempo (en horas
(en porcentajes) diarias) (en porcentajes) diarias)
Sin mayores de 75 y más años 77,5 5,1 68,8 3,2
Con mayores de 75 y más años 79,6 4,7 71,2 3,3
Total 77,6 5,1 68,7 3,2

Fuente: Milosavljevic y Tacla (2006) en base a Encuesta Continua de Hogares de noviembre y diciembre de 2001 de
Bolivia.

CUADRO 12
ECUADOR: PARTICIPACIÓN EN CUIDADO Y LABORES DEL HOGAR SEGÚN
PRESENCIA DE MAYORES DE 75 AÑOS EN EL HOGAR. AÑO 2004

Mujeres Hombres
Participación (en Tiempo (en horas Participación (en Tiempo (en horas
porcentajes) semanales porcentajes) semanales)
Sin mayores de 75 y más años 75,8 30,0 52,1 11,2
Con menores de de 75 y más años 74,9 25,2 50,3 11,6
Total 75,7 29,5 52,0 11,2

Fuente: Milosavljevic y Tacla (2006) en base a Encuesta de Empleo, Desempleo y Subempleo, agosto de 2004.

Pero las abuelas bolivianas no son solo cuidadoras, son también sujetos de cuidado
dependiendo de su edad. Los ancianos en general caen bajo a protección de las redes familiares de
cuidado, donde la obligación principal es de las hijas: “nos turnamos, y ponemos cuotas, pero
siempre o casi siempre nos toca a las hijas mujeres, parece que los hombres no tienen corazón”
(Marca y López, 2006).
A diferencia de los hombres mayores que suelen ser cuidados por sus parejas mujeres, éstas
viven más, enviudan y en ocasiones se quedan solas. Las abuelas de hoy son a la vez prestadoras y
receptoras del cuidado, sin duda en el primer rol influye una vez más la relación feminidad-
sacrificio, que en esta ocasión se aplica a las nuevas necesidades, es decir al cuidado de los nietos.
La solidaridad privada entre mujeres sustituye la escasa solidaridad pública en un momento de
cambio social (Tobío, 2005).En América Latina, al igual que en otras regiones, las abuelas
constituyen también un recurso importante en las redes familiares de apoyo del cuidado, ya sea que
vivan en la misma casa que sus nietos o en otra residencia, igualmente los cuidan ya sea eventual o
cotidianamente durante la jornada laboral de sus hijas.
De manera que las abuelas tienen un rol importante en el avance laboral de las trabajadoras
de hoy, y el viejo orden familiar, que muchas mujeres tratan de superar, es a la vez condición de su
propia transformación (Tobío, 2005) De todas formas, hacen falta más estudios que den cuenta del
rol de las abuelas en el cuidado en América Latina en general y en Bolivia y Ecuador en particular.
Asimismo, hay que profundizar en la sostenibilidad de esta cadena solidaria de cuidado y en
escenarios alternativos ¿Qué pasará cuando los eslabones de la cadena intergeneracional del
cuidado se rompan?

ii) El derecho a ser cuidado


El cuidado que reciba la niñez en las edades tempranas garantiza no solo un crecimiento
saludable, sino también un desarrollo de la autoestima, destrezas sociales, emocionales y de
aprendizaje y permite administrar el conflicto de mejor manera en el futuro (PNUD, 2006).

55
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

Como se ha expuesto anteriormente en títulos anteriores la niñez menor de seis años es un


segmento no considerado prioritario en las políticas públicas de Bolivia y Ecuador, sobre todo en el
primer caso. En general en América Latina este segmento de la niñez ha recibido atención del
estado y los organismos internacionales como destinatario de políticas de desnutrición, no así de
cuidado integral. 55
Con la entrada masiva de las mujeres al mercado laboral, la variedad de jornadas laborales, y
el crecimiento de las ciudades que provoca que las distancias del lugar del trabajo a la residencia se
alarguen, muchas labores de cuidado y domésticas están siendo dejadas de lado o cuando se puede
son delegadas a los servicios personales, sean extra o intra hogar. Este dejar de hacer se verifica más
con los trabajos domésticos, pero en alguna medida también con el cuidado, tal como se aprecia en
los casos estadounidense (Buker, 2006) y español (Tobío, 2005), pero también en Bolivia
(Wanderley, 2003). Esta realidad plantea serios desafíos respecto del derecho de la niñez a ser
cuidada cuando no existen mecanismos institucionalizados de cuidado.
El estudio de Wanderley (2003) en Bolivia revela que en los hogares de especialización
absoluta, los padres y madres de altos ingresos dedican más tiempo que sus pares de bajos ingresos
a la crianza, al revés de lo que ocurre con el trabajo doméstico, lo cual resulta lógico pues las
mujeres de escasos ingresos deben compartir su tiempo entre la crianza, el cuidado y lo doméstico,
mientras que las de mayores ingresos delegan este último a las empleadas domésticas.
Lo expuesto revela entonces la desigual distribución no solo del trabajo de cuidado sino
también del derecho a ser cuidado. Es decir que si el problema se enfoca desde el derecho de la
niñez al cuidado, la cosa es igual de grave. Los niños en manos inexpertas o que se quedan solos se
ven expuestos a riesgos de accidentes, abusos y otros, tal como atestiguan las noticias de los medios
de prensa.
La desigual distribución del derecho al cuidado se relaciona también con que los niños y
niñas son sujetos heterogéneos. En Bolivia hay “formas diversas de ser niño” enmarcadas en
historias de vida personales, en el acceso diferenciado a servicios básicos, en la variación del grado
de protección de sus derechos, en las valoraciones diversas de la comunidad y la familia y, en
última instancia, en la forma excluyente en la que el Estado atiende y ha atendido el cumplimiento
de los derechos fundamentales de este segmento de la población (PNUD, 2006).
De otra parte, el derecho a ser cuidado puede ser incompatible con el trabajo infantil.
Generalmente se considera trabajo infantil el que es remunerado y se excluye el trabajo doméstico
no pagado en los hogares. Los indicadores tradicionales sobre trabajo infantil muestran que la
proporción de niñas entre los niños trabajadores disminuye a medida que aumenta la edad, pero este
escenario cambia cuando se considera el trabajo de cuidado y doméstico no remunerado, como se
verá en el título siguiente. Esta situación plantea serios desafíos para los derechos de las niñas, pues
por ejemplo en Bolivia los niños y niñas que no realizan trabajos al interior del hogar tienen
similares tasas de matriculación escolar, pero cuando se trata de quienes hacen este trabajo, las
niñas a partir de los 11 años tienen tasas de matrícula mucho más bajas, haciendo notar que el
aporte de las niñas en el cuidado entra en conflicto con su derecho a ser cuidadas, pues afecta su
escolarización y su futuro bienestar (Zapata, 2006).

55
Está por demás mencionar la importancia de las políticas de desnutrición cero, por ejemplo en Bolivia, según el Ministerio de Salud,
uno de cada cuatro niños y niñas menores de cinco años sufre de desnutrición. El país ostenta el triste record de tener el segundo
lugar en desnutrición en América Latina, después de Haití, con el 32% de su población desnutrida, según un reciente informe del
Relator de Naciones Unidas para el Derecho a la alimentación, Jean Ziecler (El Deber, 4 de mayo de 2007).

56
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

CUADRO 13
BOLIVIA: TASAS DE MATRICULACIÓN ESCOLAR DE NIÑOS QUE REALIZAN TRABAJO AL INTERIOR
a
DEL HOGAR VERSUS NIÑOS QUE NO REALIZAN ESTAS LABORES. AÑO 2001
(En porcentajes)

Niñez que no trabaja Niñez que trabaja

Tramo de edad Niños Niñas Niños Niñas


7 a 11 años 96,3 97,0 96,2 97,0
12 a 14 años 97,0 92,2 97,0 87,9
15 a 17 años 82.0 78,4 55,2 39,0
Total 89,7 87,8 89,8 91,6

Fuente: Zapata (2006) en base a Encuesta Continua de Hogares, MECOVI 2001.


a
El trabajo al interior del hogar incluye cuidado de niños y ancianos, recolección de madera y agua,
cocinar y limpiar la casa, compras para el hogar y lavado y refacción de ropas.

De igual manera en Ecuador el cuidado de hermanos menores y personas mayores miembros


de la familia es una de las razones de deserción y no matriculación de niñas y adolescentes, 13%
para las niñas y 0,8% para los niños según la Encuesta de Hogares del año 2003 (CONAMU, 2005).

b) El trabajo doméstico y su relación con el cuidado


El trabajo doméstico es funcional y necesario para el trabajo de cuidado y de crianza, así su
magnitud variará notablemente dependiendo de si existen niños, personas ancianas o enfermas en el
hogar. Esto es obvio pues se amplia el universo de usuarios para los cuales lavar, cocinar, limpiar y
realizar otras tareas no cotidianas, clasificadas como administrativas y de organización, que
incluyen la definición del menú, el abastecimiento de alimentos y otros bienes necesarios para el
hogar, el orden de la casa y el arreglo de la ropa. Pero el trabajo doméstico también existe en los
hogares unipersonales y en aquellos en los que no habiendo personas dependientes hay adultos,
generalmente varones, que se benefician de estas labores no remuneradas.
Las clasificaciones que se hagan del trabajo doméstico son de suma relevancia para su
visibilización, tanto desde el punto de vista conceptual como para la recolección de datos en las
encuestas de uso de tiempo. Las tipificaciones son importantes para saber quién hace cada actividad
y cuánto tiempo le dedica. Ariza y Oliveira (2002) dividen las labores domésticas en: servicios de
apoyo (limpiar casa, lavar platos, lavar y planchar ropa, cocinar, tirar la basura, confeccionar
prendas de vestir para los miembros del hogar); abastecimiento de agua y combustible (acarrear
agua, recoger leña); y construcción y reparación de la vivienda. Wanderley (2003) utiliza la
distinción entre cotidianas, no cotidianas y administrativas y dentro de cada categoría incluye una
serie de labores, pero no incorpora el abastecimiento de agua o combustible que como se verá aun
es un trabajo importante en Bolivia y Ecuador. El CONAMU (2006), en su trabajo conceptual para
la Encuesta de Uso de tiempo 2005, habla de: 1) trabajo doméstico en general, cuyas funciones son
proporcionar nutrición (planificar la comida, prepararla, servirla, limpiar los platos, servicios de
apoyo en actividades de cocina); mantenimiento de la vivienda (limpiar, hacer reparaciones, realizar
labores de mantenimiento); y proporcionar vestido (lavar ropa, planchar, coser, remendar, acomodar
ropa, reparar y confeccionar) y 2) actividades auxiliares domésticas, que dependen de las
principales y se ejecutan también en beneficio del hogar, comprendiendo traslados, compras,
gestiones como trámites, pagos de servicios, trámites necesarios para disponer de una vivienda,
amoblarla y equiparla, planificar y controlar las finanzas, entre otras.
Como se aprecia en el cuadro 14, en el caso boliviano los hombres solo superan a las mujeres
en las actividades de acarreo de leña o agua, pero igual un 70% de ellas hace estas labores en el área

57
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

rural. También se evidencia que la gran mayoría de las mujeres cocina y limpia su casa tanto en el
área urbana como en la rural.
CUADRO 14
a
BOLIVIA: PARTICIPACIÓN EN ACTIVIDADES DOMESTICAS,
POR SEXO Y ÁREA DE RESIDENCIA, AÑO 2001
(En porcentajes)

Hombres Mujeres Total


Cocinar, asear la casa 48,1 91,2 70,3
Urbano 50,5 89,4 70,9
Rural 44,0 94,8 69,2
Abastecer alimentos y compras 44,9 69,4 57,5
Urbano 42,3 72,1 57,9
Rural 49,3 64,4 56,8
Lavar y/o planchar ropa 48,7 88,0 68,9
Urbano 49,1 85,6 68,3
Rural 48,1 92,5 70,1
Cría de animales y/o cultivos 31,9 33,0 32,4
Urbano 8,7 11,3 10,1
Rural 71,9 75,0 73,5
Acarrear leña y/o agua 35,7 32,1 33,8
Urbano 11,8 12,6 12,2
Rural 77,0 70,0 73,5

Fuente. Encuesta Continua de Hogares, noviembre y diciembre de 2001.


a
De mayores de 12 años.

La magnitud del trabajo doméstico no solo depende del número de dependientes en el hogar
sino que también varía notablemente según el nivel de ingreso de los hogares y, por lo menos en
Bolivia, dependiendo de si la mujer trabaja además de forma remunerada y de la edad de los hijos. En
los hogares de la Encuesta de la Universidad Mayor de San Andrés, que pertenecen al modelo de
especialización absoluta, es decir donde la mujer se dedica exclusivamente a las labores de cuidado,
crianza y domésticas, las cónyuges del estrato bajo (el 100% de ellas) participan con mayor frecuencia
en las tareas cotidianas, mientras que absolutamente todas las mujeres de los estratos altos asumen las
tareas no rutinarias y de administración, que en los hogares de menores ingresos son compartidas por
varones y mujeres. Como es de suponer las mujeres de los estratos altos delegan los trabajos cotidianos
en las empleadas domésticas. En ninguno de los estratos económicos existe participación masculina en
las tareas cotidianas, salvo excepciones (Wanderley, 2003).
Las diferencias en la magnitud del trabajo doméstico se evidencian en el tiempo dedicado,
siempre según la encuesta mencionada. Las mujeres del estrato bajo de los hogares de
especialización absoluta dedican en promedio 7 horas y 45 minutos al trabajo doméstico, mientras
que las del estrato alto 4 horas y 45 minutos. Estos tiempos varían en función de la edad de los
hijos, porque conforme van creciendo, y desde muy temprana edad, los niños y niñas de hogares de
escasos ingresos colaboran con el trabajo doméstico. Los tiempos de los varones son de 40 minutos
para el estrato bajo, mientras que los de mayores ingresos no destinan ni un minuto.
En los hogares del modelo híbrido, es decir donde las mujeres trabajan tanto
remuneradamente como no remuneradamente, se observa que éstas dedican menos tiempo a las
labores domésticas y que el 13% de los varones tiene alguna participación en las mismas,
mayormente en las tareas administrativas y no cotidianas, mientras que en el modelo anterior,
cuando la mujer no genera ingresos, la participación masculina es prácticamente nula. De todas

58
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

formas, el tiempo destinado por este pequeño porcentaje de varones dista de ser igualitario: cuarenta
minutos diarios frente a tres horas y 20 minutos de las mujeres. 56
La edad de los hijos también incide en la magnitud del trabajo doméstico. Las cónyuges con
hijos menores de 4 años emplean en promedio 3 horas y 40 minutos en el trabajo doméstico y las
con hijos de 5 a 14 años media hora menos. Para los padres el ciclo doméstico no hace diferencia
(Wanderley, 2003). La edad de los niños influye en el trabajo doméstico, no solo porque conforme
van creciendo requieran menos atención, sino también porque estos colaboran. En Bolivia, la
evidencia muestra que un porcentaje importante de niños varones está en el mercado laboral,
mientras las niñas trabajan principalmente en el hogar y que esta diferencia se acentúa luego de los
11 años:
CUADRO 15
BOLIVIA: NIÑOS Y NIÑAS QUE REALIZAN TRABAJOS DOMÉSTICOS Y DE CUIDADO
AL INTERIOR DE SUS HOGARES. AÑO 2001
(En porcentajes)

Tramo de edad Niños Niñas


7 a 11 años 71,0 79,2
12 a 14 años 26,2 50,1
17 a 17 años 2,6 11,2
Total 41,4 55,3

Fuente: Zapata (2006) en base a Encuesta Continua de Hogares, MECOVI 2001.

En Ecuador, tal como muestra en el cuadro 16 las actividades domésticas demandan mucho
más tiempo a las mujeres que las de cuidado infantil (cuadro 8).También se aprecia que la actividad
más demandante es la cocina, tanto para mujeres como para varones, pero como es de esperar ellas
le dedican mucho más tiempo, duplicando el tiempo masculino en Esmeraldas y Quito. En cuanto a
la participación, se destaca que tanto hombres como mujeres intervienen más en Chimborazo en las
actividades que se realizan con más frecuencia, como son las clasificadas bajo la categoría de
“trabajo doméstico general”, con excepción de las de mantenimiento, que precisamente ya no son
actividades cotidianas.
En países de mayor disponibilidad de ingresos, la tenencia de activos como refrigerador,
lavadora, cocina y hasta microondas son una de las técnicas que usan las mujeres para aminorar su
trabajo doméstico y que incluso son pensadas como estrategias de conciliación familia - trabajo
remunerado (Céspedes, 2002). En Bolivia en cambio, el refrigerador es el único electrodoméstico
que tiene porcentajes de tenencia considerables y aun así bajísimos, con un 27, 7% de hogares en el
promedio nacional según el Censo del año 2001. Este dato habla de la pobreza de los hogares, pero
también de las prioridades, que como es sabido son determinadas culturalmente, así contrasta con el
54,3% de los hogares que tiene televisor (INE, 2007). 57 En el censo ecuatoriano no se incluyen los
activos de los hogares. Dada la realidad socioeconómica de los países estudiados más bien hay que
acudir a la presencia de servicios básicos para evaluar la magnitud y calidad del trabajo doméstico
que se realiza en los hogares.

56
El estudio muestra que la jornada de trabajo total de las mujeres de este modelo de hogar es de 10 horas y 45 minutos, distribuidos en
partes iguales entre trabajo no remunerado y remunerado, mientras que la de los varones es de 8 horas y 50minutos, dedicada en un
87% al segundo tipo de trabajo. Además se constata que a menor ingreso mayor tiempo total de trabajo tanto para varones como para
mujeres.
57
Los otros activos considerados son bomba de agua eléctrica, radio o equipo de sonido, tv, teléfono o celular, bicicleta, moto, auto. El
censo de Ecuador solo consigna teléfono.

59
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

CUADRO 16
ECUADOR: TASA DE PARTICIPACIÓN Y TIEMPO DEDICADO AL TRABAJO DOMÉSTICO NO
REMUNERADO, POR SEXO Y ACTIVIDADES. PROVINCIAS SELECCIONADAS, AÑO 2005
(En porcentajes y horas semanales)

Tasa de participación Chimborazo Esmeraldas Quito

Mujeres Hombres Mujeres Hombres Mujeres Hombres


Trabajo doméstico general
Cocinar 72,90 22,92 56,57 14,73 53,47 19,86
Apoyo en actividades de cocina 93,45 47,01 88,19 34,32 83,20 46,19
Limpieza 95,19 79,54 94,27 68,93 92,40 80,17
Lavar, planchar, acomodar ropa 91,36 69,62 90,36 44,18 87,44 53,38
Reparaciones y mantenimiento 2,58 9,47 2,81 12,84 5,60 18,26
Cose, teje o remienda ropa 13,50 4,17 6,88 0,68 8,98 0,97
Auxiliares domésticas
Trasladar a miembros del hogar 3,71 4,39 5,51 2,11 13,80 8,08
Gerencia del hogar 54,76 55,02 60,68 55,13 67,27 68,21
Compras 56,94 49,52 68,85 44,52 76,83 62,48
Trabajo doméstico general
Cocinar 9,15 6,27 9,47 4,58 8,52 4,26
Apoyo en actividades de cocina 7,14 4,02 6,02 3,04 6,59 3,23
Limpieza 5,12 3,23 5,23 3,26 6,20 3,25
Lavar, planchar, acomodar ropa 4,58 2,16 5,33 1,49 5.01 2,11
Reparaciones y mantenimiento 3,18 3,51 1,56 2,12 2,07 2,40
Cose, teje o remienda ropa 2,53 2,50 1,26 0,51 2,37 0,36
Auxiliares domésticas
Trasladar a miembros del hogar 1,52 2,48 1,46 1,56 2,23 2,18
Gerencia del hogar 3,02 2,08 2,14 1,10 2,46 2,19
Compras 3,34 3,41 2,19 1,53 2,44 2,13

Fuente: Encuesta de Uso de Tiempo Ecuador 2005.

En ese sentido, el abastecimiento de agua y combustible es un trabajo doméstico más


frecuente en Bolivia y Ecuador que en otros casos de la región. Casi un 40% de la población
boliviana no tiene agua por cañería, porcentaje que en el área rural llega a un elevadísimo 70%.
Estos datos dan una aproximación de la magnitud y pesadez del trabajo doméstico, tanto por el
acarreo de agua de pozos o de ríos o, en el mejor de los casos, almacenamiento del agua de los
aguateros, como por las condiciones en que se desempeñan otras actividades que se hacen más
complicadas por no contar con el agua por cañería. Además, entre las casas que cuentan con agua
por cañería, un 17% la recibe por un lapso que oscila de entre menos de una hora a seis horas por
día, lo que también dificulta los trabajos domésticos.
Otro dato que nos da cuenta del esfuerzo que hacen las mujeres bolivianas en sus quehaceres
domésticos es la disponibilidad de un espacio para cocinar; el cuadro 17 muestra que el 25% de
ellas no disponen de uno. Esta situación no varía mucho por departamento, siendo las áreas rurales
de La Paz y Oruro las que tienen los porcentajes más altos de no disponibilidad de lugar exclusivo
para cocinar, con un 43% y 44%, respectivamente. En el mismo sentido, resulta alarmante que el
74,17% de los hogares rurales del país cocinaba con leña en el año 2001. Es decir que la gran
mayoría de las mujeres de esta área no disponen de gas, lo que recarga su trabajo doméstico.

60
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

CUADRO 17
BOLIVIA: DISPONIBILIDAD DE CUARTO EXCLUSIVO PARA COCINAR
(En número y porcentaje de hogares)

1992 2001
Bolivia 1 444 817 1 977 665
Sí tiene 60,25 75,13
No tiene 39,75 24,87

Área urbana 806 815 1 210 962


Sí tiene 57,88 74,48
No tiene 42,12 25,52

Área rural 638 002 766 703


Sí tiene 63,25 76,17
No tiene 36,75 23,83

Fuente: INE, Censos de 1992 y 2001.

CUADRO 18
ECUADOR: DISPONIBILIDAD DE CUARTO PROPIO PARA COCINAR. AÑO 2001
(En porcentajes)

Área urbana Área rural


Sí 80,3 81,8
No 19,6 18,1

Fuente: Censo de población y vivienda 2001.

En Ecuador la situación de los servicios básicos parece estar un poco mejor. En casi un 85%
de los hogares se cocinaba con gas en el año 2001, aunque las diferencias entre provincias son
importantes, siendo Bolívar, Loja, Morona Santiago, Napo y Orellana las que tienen menor
cobertura de gas. Por ejemplo en el primer caso, en Bolívar, en casi el 50 % de los hogares se
cocinaba con leña. Además la gran mayoría de los hogares tiene cuarto propio para cocinar, con
porcentajes similares en las áreas urbanas y rurales. No obstante, la provisión de agua es aun un
serio problema en las áreas rurales, tal como muestra el cuadro 19.
CUADRO 19
ECUADOR: MEDIO DE ABASTECIMIENTO DE AGUA, AÑO 2001
(En porcentajes)

Área urbana Área rural Total nacional


Red pública 83,6 39,8 67,4
Pozo 6,0 20,5 12,4
Río, acequia, etc. 2,2 29,0 12,1
Carro repartidor 7,0 4,0 5,9
Otro 0,9 3,4 1,8
Total 100 100 100

Fuente: Censo de población y vivienda 2001.

Pero la presencia y calidad de los servicios básicos no solo tiene que ver con la magnitud del
trabajo doméstico. Si la inversión que realiza el país no aumenta significativamente, las

61
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

oportunidades que tendrán los niños y adolescentes no serán muy distintas a las que tuvieron sus
padres (UNICEF, 2005).

62
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

IV. ¿Los costos son unilaterales?

Como se dijo en el título I la atribución a las mujeres del trabajo de


cuidado resulta muy funcional al sistema económico, pues genera costos,
por lo menos en apariencia, sólo para ellas, que siempre cabe recordar no
son un grupo sino la mitad de la población. Tomando esto en
consideración ¿Cómo puede la distribución actual del cuidado constituirse
en un problema social? ¿Y de ser así quien asume realmente los costos?
Sin duda los costos los asumen las mujeres. Se trata de no
trabajar remuneradamente y permanecer sin ingresos propios; o hacerlo
a expensas de la salud y la calidad de vida; o trabajar en la insuficiente
oferta pública o privada de cuidado con las consabidas escasas
remuneraciones y malas condiciones laborales. Pero también hay
costos para los dependientes. Los niños pequeños que se quedan solos
en sus casas porque no hay centros de cuidado infantil ni recursos
familiares para contratarles una niñera, y no se puede echar mano a la
solidaridad de una abuela o vecina disponible para acompañarlos. Los
ancianos que no tienen una pensión para pagarse una enfermera,
empleada o residencial, las personas enfermas que no encuentran
respuesta ni en los hospitales, ni en las postas ni en sus hogares.
Si las mujeres relegan su vida personal y laboral ya no lo
perciben como el cumplimento de una obligación, sino como un
sacrificio que además significa un ingreso menos para el hogar. El
estudio de Wanderley (2003) en Bolivia evidencia que las mujeres del
estrato medio y alto viven el traspaso de generadoras de ingresos a

63
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

amas de casa de dedicación absoluta como un sacrificio que acarrea variadas frustraciones,
incluida la derivada de la falta de valoración de las labores del hogar por parte de su pareja 58 y
de la sociedad.
Se comprueba una vez más que los supuestos de “maximización de satisfacción” que se
atribuyen a la división del trabajo remunerado y no remunerado entre varones y mujeres no son
efectivos y que la invisibilidad del último tiene muchas aristas.
La responsabilidad del cuidado que se atribuye a las mujeres se debe a los factores que se han
mencionado a lo largo de este trabajo, tales como la escasez de oferta pública de cuidado, pero
también responde a que la responsabilidad del orden doméstico constituye una forma de poder a la
que cuesta renunciar. El papel de madre de hogar implica un poder que a la vez somete y exige a
quienes lo ejercen. Es un poder que exige autodisciplina y que tiene una recompensa abstracta: la
satisfacción del deber cumplido (Tobío, 2005). Un pequeño o gran poder sobre el orden doméstico
que las mujeres defienden, aun desde la subordinación (Torns, 2005). Ahora, este poder, esta
dificultad para “delegar,” es otra cara de los mandatos del sistema de género, que también hacen que
las propias mujeres se sientan obligadas.
La identificación cuidado - feminidad siempre fue una injusticia en sí, primero porque en el
caso del cuidado no remunerado negaba la entrada de las mujeres al mercado laboral, a la
participación política y otras actividades del mundo público, y en caso del cuidado remunerado
porque era una actividad mucho menos valorada que las demás. Luego, porque a esas injusticias se
sumó la entrada masiva de las mujeres al trabajo remunerado sin que se las eximiera del cuidado, a
tiempo que la obligación de cuidar acarreaba una serie de perjuicios en su inserción laboral. 59 Es en
este momento que la distribución del cuidado además de injusta debiera haberse asumido como un
problema social. Las afectadas ya no son solo la mitad de la población en edad de trabajar, las
mujeres, sino también los dependientes. Si no es por justicia, el cuidado debe asumirse como
problema para la sostenibilidad de las sociedades.
Es decir que esta distribución comienza a convertirse en problema cuando esas trabajadoras
ad honorem empiezan a trabajar también remuneradamente. Si ellas están en el mercado laboral,
¿quien se hace cargo de sus propias necesidades domésticas y de las de cuidado de otros? La
respuesta la conocemos.
Efectivamente, uno de los cambios más evidentes de los últimos 30 años en el mercado
laboral de América Latina es el aumento de la participación femenina, la que se da en condiciones
de segregación ocupacional de género tanto horizontal como vertical, de discriminación en las
remuneraciones y de mayor desempleo (Rico y Marco, 2004). Pese a todos los esfuerzos que
significa encontrar y mantenerse en una ocupación, los países con mayor fecundidad son también
los que tienen las más altas tasas de participación económica femenina (Bolivia, Ecuador,
Guatemala, Nicaragua y Paraguay) 60 (Arriagada, 2004) y la curva de la participación laboral
femenina para el promedio de la región ya no tiene la forma de una u invertida, debido a que las
mujeres no se retiran del mercado laboral en las edades reproductivas, y mas bien la participación se
incrementa entre los 25 y los 49 años (Rico, 2004), pero esto no quiere decir que la trayectoria sea
similar a la masculina, ya que puede estar escondiendo jornadas parciales y trabajos temporales
(Carrasco, 2003).
En términos generales se puede sostener que las mujeres latinoamericanas ingresaron
masivamente al mercado laboral y se quedaron en éste, primero por los efectos de los programas de
ajuste estructural de la década del ochenta, y luego movidas por conseguir la autonomía económica,
58
A esta falta de valoración contribuye la ausencia de la pareja de la residencia durante prácticamente todo el día, por lo que no se
entera de los múltiples trabajos realizados.
59
En todos los sectores de la actividad económica, la calidad y la cantidad del empleo femenino se ven afectadas por la atribución
social a las mujeres de las tareas de cuidado, crianza y domésticas (Rico y Marco, 2006).
60
La excepción es Honduras.

64
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

por construirse una nueva identidad, realización personal, desarrollo profesional, por tener más
espacios de socialización e inclusión social. Entre todos estos motivos, en Bolivia y Ecuador, países
que ostentan una de las más altas tasas de participación laboral femenina, la necesidad de generar un
ingreso propio corresponde sin duda a la gran parte de las trabajadoras.
Las mujeres están entonces en el trabajo remunerado, muchas de ellas como cuidadoras, pero
también están a cargo del cuidado de los dependientes en sus propios hogares. ¿cómo lo hacen?
¿hasta cuando estarán dispuestas a hacerlo?
Para ser el espacio de ajuste entre el mercado y el cuidado no remunerado las mujeres se
enfrentan a una serie de dilemas constantes: trabajar media jornada o completa, exigir mayor
participación de sus parejas varones, aceptar o rechazar la ayuda de las redes familiares, contratar a
una asalariada o recurrir a sus hijos mayores para que cuiden a los menores y a los ancianos.
Además están los dilemas que surgen frente a problemas inmediatos que escapan a la planificación
que permite conciliar la ocupación remunerada con el cuidado no remunerado. Por ejemplo qué
hacer cuando un hijo se enferma, dejarlo con una pariente o faltar al trabajo (Tobío, 2005).
La diversidad en las formas de abordar este conflicto se verifica también en la variedad de
jornadas que asumen las mujeres a lo largo de su vida. El estudio de Wanderley (2003) en Bolivia
muestra que en los hogares donde ambos cónyuges generan ingresos, es decir en el modelo híbrido,
el tiempo total de trabajo diario del 75% de las mujeres oscila entre 8 y 15 horas y que esta
dispersión no se observa entre los varones, ya que el 50% de ellos trabaja entre 8 y 16 horas.
Para disminuir la carga las mujeres de muchos países, han optado por disminuir la
fecundidad, a tal punto que este fenómeno es considerado como una de las estrategias de
compatibilización de la vida laboral con la familiar; adquirir servicios en el mercado (para aquellas
con poder adquisitivo); reducir el trabajo doméstico a los mínimos necesarios (sobre todo en
actividades como planchar o limpiar) y transferir el cuidado entre mujeres (empleadas domésticas,
abuelas, vecinas) (Carrasco, 2003).
Pero cómo hacen las mujeres para cuidarse a sí mismas? El autocuidado es prácticamente un
tema ausente en sus vidas y también poco abordado en la literatura. Qué autocuidado puede haber
cuando las mujeres están llamadas a resolver la pobreza desde su pobreza y a convertirse en sujetos
de su propio bienestar y del de su familia (Marca y López, 2006,19).
Para las mujeres bolivianas del Alto, las jornadas son mucho peores, con descansos de 3 o 4
horas, tal como describen Marca y López (2006) y con enormes variaciones dependiendo de la
ocupación. Así, las jornadas de las entrevistadas ocupadas en el comercio van de las 14 a las 18
horas y las cuentapropistas de 15 a 21 horas de trabajo total. Una constante son las actividades
paralelas, ya que mientras cuidan a sus hijos atienden el negocio o están tejiendo mantas o
confeccionando polleras para venta, o mientras tejen participan de las actividades comunales. Otro
rasgo común es que se dedica menos tiempo al trabajo intra hogar que al extra hogar, eso sí en este
caso el cuidado infantil está en medio de ambos espacios.
¿Qué pasará cuando las mujeres ya no estén dispuestas a ser las principales cuidadoras? El
descontento ya se siente, tal como lo muestran los estudios de trayectorias laborales en América
Latina (Mauro, 2004). En España hay diversos estudios que van más allá y muestran que las
actuales madres trabajadoras- cuidadoras ven la situación de sus propias madres que no trabajaban
remuneradamente con algo de añoranza. Identifican la falta de autonomía económica y de libertad,
así como la escasa valoración social de su función como aspectos negativos, pero también algunas
ventajas, ya que la generación anterior no tenía que enfrentarse a los problemas que las mujeres de
hoy tienen que resolver individualmente (Tobío, 2005). Esta realidad puede parecer lejana, pero ya
en Bolivia a pesar del alto sentido de reciprocidad que caracteriza al cuidado y junto las múltiples
continuidades en esta materia, hay algunos cambios o por lo menos deseos de cambio por parte de

65
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

las mujeres que no quieren que sus hijas repitan sus historias y para ellos cifran sus esperanzas en la
educación (Marca y López, 2006).
¿Hasta cuando el viejo orden doméstico puede permanecer como si nada hubiera cambiado?
¿Hasta cuando puede el mundo del trabajo permanecer ajeno al mundo de la reproducción y del
cuidado de los seres humanos, es decir, de la fuerza de trabajo? La conclusión de diversos estudios
españoles que abarcaron tres generaciones de mujeres (las meramente cuidadoras, las pioneras en
ser simultáneamente cuidadoras y trabajadoras remuneradas y las que en su mayoría son cuidadoras
y trabajadoras pagadas), es que el ciclo intergeneracional de solidaridad por el que las madres
trabajadoras podían acudir a sus propias madres (las abuelas) para el cuidado de los niños se
empieza a romper. Se trata de una generación de mujeres que cuidó a sus propios hijos y luego a los
hijos de sus hijas. Pero las madres de hoy ya no están dispuestas a cuidar a sus futuros nietos. El
ciclo se cierra y lo que era un asunto de mujeres emerge como nuevo problema social que a todos
concierne (Tobío, 2005, 102 y 173). Esto porque los costos del actual sistema de cuidado están
poniendo en juego la sostenibilidad de las sociedades y en ese sentido dejan de ser unilaterales.

66
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

V. Un desafío adicional para países


como Bolivia y Ecuador

Ya en la década del 70 las economistas feministas advertían que las


condiciones de desempeño y la magnitud del trabajo reproductivo
dependían en buena medida de las condiciones en que ocurría la
producción social, concretamente los modos de producción, la
disponibilidad de la fuerza de trabajo y el desarrollo de los mercados de
trabajo (Benería, 1978). Tiempo después se observaría que los procesos
de reconversión industrial y otros cambios en la economía hacían que el
mercado de trabajo expulsara a grandes contingentes de trabajadores que
acudirían a la economía informal. Este nuevo escenario determinaría
desafíos adicionales para las políticas públicas de redistribución del
cuidado, que aun hasta la actualidad son pensadas mayormente para el
mercado de trabajo formal.
Un primer crecimiento de la economía informal se dio en la década
de los ochenta cuando se aplicaron en Bolivia y Ecuador los programas de
ajuste estructural (PAE) de liberalización de las economías. En ese
entonces, los relocalizados –empleados anteriormente en actividades
mineras- y personas empleadas en industrias que se reestructuraron o
cerraron en Bolivia- y los desempleados pasaron a engrosar ese sector
informal que desde entonces empezaría a crecer vertiginosamente.
Similares efectos tuvieron en Ecuador la reducción del aparato estatal y
las medidas tomadas para hacer frente a los problemas de la balanza de
pagos. A ese crecimiento de la informalidad también contribuyeron masas
de mujeres anteriormente inactivas económicamente que se incorporaron
al mercado laboral frente a la insuficiencia o ausencia del ingreso
masculino.

67
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

De hecho, en estos países los PAE marcan un punto de inflexión para el considerable
aumento de la participación laboral femenina y cierto cambio en los roles de género. Un estudio en
los hogares pobres urbanos de Bolivia y Ecuador muestra que en consecuencia con estos cambios
tanto mujeres como varones tienen más conciencia de la importancia del trabajo femenino
remunerado para la manutención de la familia y de que a las mujeres les es más fácil encontrar
trabajo (Benería y Floro, 2006). Este último aspecto que en otros países resulta extraño, en estos
casos se explica por la gran extensión de la economía informal que es donde están los trabajos a que
acceden mayormente las mujeres.
El sector informal sigue creciendo durante los años noventa en medio de la crisis financiera,
los efectos aun presentes de los PAE y problemas macroeconómicos que luego llevarían a la
dolarización de la economía ecuatoriana, lo mismo que en Bolivia a pesar de que en esta década y
hasta el año 1997 ambos países experimentan un período de recuperación económica.
Ya entrado el siglo XXI, se expande la oferta en trabajos precarizados en sectores de baja
productividad como las pequeñas empresas y otras actividades en el sector informal de la
economía. 61 En adición, el auge del sector terciario, que es común a prácticamente toda
Latinoamérica, se alimenta en un contexto de polarización de los puestos laborales, de manera que
crece la brecha entre los trabajadores con educación superior y el resto y se incrementa la diferencia
de ingresos entre las áreas formales e informales de las economías (Rico y Marco, 2006; Escobar de
Pabón, 2003). Además, en países como Bolivia y Ecuador la terciarización se asienta en buena
medida en el comercio al menudeo y en los servicios personales, altamente feminizados, es decir en
el sector informal.
En este contexto, la profundización de los mercados ha ampliado los vínculos, directos
indirectos, entre las actividades formales e informales, borrando incluso en ocasiones el límite entre
ambos. Grandes empresas mantienen relaciones con la producción informal mediante la
subcontratación y el outsourcing, dando lugar en ocasiones a transferencias de tecnologías y
capacidades, pero también muchas actividades informales, sobre todo las de sobrevivencia
permanecen desconectadas de la economía formal (Benería y Floro, 2006).
Así en ambos países la informalidad se da de manera especialmente pronunciada y en un
contexto de pobreza y desigualdad social. Y aquí resulta necesaria una acotación respecto de la
categoría misma de informalidad. Dada su heterogeneidad, ya no parece acertado seguir hablando
de informalidad y habrá que idear nuevas categorías que den cuenta de esta realidad de trabajo, o
simplemente enumerar la diversidad de situaciones que se dan en su interior.
En ese sentido la bibliografía ya empieza, por ejemplo, a distinguir entre autoempleo y sector
informal y a hacer presente que formal e informal en tanto sinónimos de buena y deficiente calidad
del empleo respectivamente––se tornan insuficientes cuando en una misma categoría pueden
convivir el comercio ambulante, el servicio doméstico y el trabajo familiar no remunerado, y
también algunos emprendimientos que proporcionan ingresos decentes y tratan de ser competitivos,
además de las diferencias en cuanto a regulación legal y seguridad social (Rico y Marco, 2006a).
Como sea, se requiere dar alternativas a la artificial división de formal e informal, más aun
cuando ya se sabe que el crecimiento económico no equivale a la absorción de los empleos de baja
productividad por parte de la economía moderna y que por lo tanto no se trata de un fenómeno
temporal. Tanto en Bolivia como en Ecuador, la variedad al menos abarca trabajadores y
trabajadoras por cuenta propia, terciarizados, subregistrados, a domicilio, que combinan empleos
del sector formal e informal, dando cuenta de una diversidad no solo en relación con el tipo de

61
De hecho en el período comprendido entre los años 1992 y 2001 el aumento absoluto de empleo en actividades de baja productividad
fue tal que dejo atrás el peso relativo del empleo público e incluso el empresarial. En este trayecto las diferencias de perfil
ocupacional de mujeres y hombres se acentuaron, pues el 75% de las oportunidades para éstas se ubican en el sector informal y el
servicio doméstico (Escobar de Pabón, 2003).

68
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

actividad económica, sino también respecto de la regularidad y estabilidad en el empleo. Con todo,
las mujeres tienden a tener empleos más precarios que los hombres dentro de este abanico de
posibilidades, en ambos países, y más variabilidad del ingreso. Entre los varones esta variabilidad es
mayor en el caso de Bolivia que en Ecuador (Benería y Floro, 2006).
El cuadro 21 muestra la proporción de mujeres y varones ocupados en sectores de baja
productividad, como una aproximación a su participación en el vasto sector informal:

CUADRO 20
a
PORCENTAJE DE OCUPADOS EN SECTORES DE BAJA PRODUCTIVIDAD,
POR SEXO. ZONAS URBANAS
Mujeres Varones
Bolivia (año 2002) 77 59
Ecuador (año 2004) 64 54

Fuente: CEPAL (2007) Estadísticas de género, Unidad Mujer y Desarrollo http://www.cepal.org/mujer/proyectos/


perfiles/comparados/trabajo12.htm
a
Se refiere a ocupados en establecimientos de hasta cinco personas, a trabajadores por cuenta propia sin
calificación profesional o técnica y familiares no remunerados.

Estas cifras responden a la falta de oportunidades, a las deficiencias del mercado laboral,
como se ha mostrado reiteradamente, pero también pueden obedecer a que estas ocupaciones
permiten a las mujeres hacerse cargo paralelamente de la generación de ingresos y la crianza. De 17
países considerados, Bolivia ostenta la tasa más alta de ocupados en sectores de baja productividad
(CEPAL. 2007). 62
Un hallazgo importante de Benería y Floro (2006) es la enorme variedad de combinaciones
que se dan en estos dos países entre trabajo formal/informal y remunerado/no remunerado, así como
grandes flujos de uno a otro. Como consecuencia de esta variabilidad, el ingreso familiar también es
inestable y muchas veces incierto, incluso para hogares que están por arriba de la línea de pobreza.
Entre la heterogeneidad y el transito entre tipos de trabajo, lo único constante es el trabajo no
remunerado de las mujeres (Benería y Floro, 2006). En el mismo sentido, el estudio sobre El Alto,
muestra que la variedad de estrategias de supervivencia de las mujeres es tal, que encasillarlas en
una misma categoría, en este caso informalidad, puede ocultar la heterogeneidad de problemas y de
flujos (Marca y López, 2006).
Ya se mencionó que en Bolivia la edad del hijo es inversamente proporcional a la jornada
remunerada de las mujeres y que éstas se emplean preferentemente como cuentapropistas cuando
tienen hijos menores de cuatro años. Sumado a ello, Benería y Floro (2006) encontraron que tanto
en Bolivia como en Ecuador, los vínculos entre trabajo remunerado y no remunerado se
profundizan, como es de esperar, en el caso de las trabajadoras que laboran en sus domicilios, lo
que obedece de una parte precisamente a que pueden moverse entre el cuidado y las labores
domesticas y el trabajo pagado con la frecuencia que sea necesaria, y de otra a que trabajar en sus
casas les reduce los costos de producción tanto por el lugar como porque acuden a otros miembros
de la familia, incluidos niños y niñas, como trabajadores. De esta manera, tareas como cocinar y
cuidar niños se hacen simultáneamente al trabajo pagado, con consecuencias en la intensidad del
trabajo, stress y aislamiento de otros trabajadores. A hallazgos similares arriban Marca y López
(2006) con sus entrevistas en la ciudad de El Alto.
Muchas de las características de la informalidad laboral hacen que el potencial de autonomía
y empoderamiento que implica la generación de ingresos propios para las mujeres se vea
62
Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay,
Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.

69
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

disminuido, lo que también disminuye sus posibilidades de renegociar los roles al interior del hogar
(Ariza y Oliveira, 2002). En ese sentido, la irregularidad de los ingresos, la inseguridad que deriva
de estar al margen de la Seguridad Social y la “flexibilidad” de los horarios que caracterizan a
buena parte de las ocupaciones informales, juegan en contra de un mayor poder de las mujeres en
las relaciones de pareja. Los dos primeros factores las mantienen vulnerables y el tercero, el que
ellas se fijen sus propios horarios, hace parecer que disponen de su tiempo y por tanto pueden
hacerse cargo de más responsabilidades, aunque la jornada autoimpuesta sea una falacia, pues por
ejemplo si no se está a las 6 de la mañana en el mercado no se vende.

70
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

VI. El cuidado como bien


público global

Modificar la actual distribución del cuidado es un imperativo de


justicia y de sostenibilidad de las sociedades, que es en definitiva de lo
que se encarga el cuidado. Para que esta redistribución sea efectiva hay
que evitar que la problemática caiga bajo el paraguas de la asistencia
social y ubicarla en el marco de la ciudadanía.
A su vez para que el cuidado sea parte del ejercicio de la
ciudadanía debe concebirse como problema público y, por tanto,
objeto de políticas públicas. Esto requiere que la prestación del
cuidado se desfamiliarice, ya que si se mercantiliza, la solución sólo
alcanza a quienes pueden pagar los servicios y la sustitución se hace
entre mujeres de las distintas clases sociales. Esta politización del
cuidado no desconoce la necesidad imperiosa de que los varones se
involucren activamente en él, pero sí busca evitar el dilema que
enfrentan muchas mujeres en la actualidad entre tener y cuidar hijos, y
trabajar remuneradamente (Rico y Marco, 2006).
Pero de otra parte se debe precautelar el derecho de las personas
al cuidado, a cuidar y a no cuidar. En ese sentido el derecho al cuidado
(de la niñez, la ancianidad, las personas enfermas y de todos y todas)
tiene como contracara el derecho de las mujeres a no seguir siendo las
responsables del cuidado, pero las sociedades también deben dar la
posibilidad a quienes quieran cuidar para que puedan hacerlo, así se
requiera reestructurar las dinámicas productivas. Esta triada de
derechos: a cuidar, no cuidar y a ser cuidado, adquiere sentido cuando
se considera al cuidado como bien público y como derecho universal, y
por tanto responsabilidad social y estatal.

71
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

Para deshacer el círculo vicioso de la privatización del cuidado se requiere que las sociedades
asuman e internalicen tres supuestos. Primero, todas las personas tienen derecho a recibir adecuado
cuidado a lo largo de su vida; segundo todas tienen derecho a participar en las relaciones de cuidado
que dan sentido a la vida; y que todas tienen derecho a participar del proceso público en que cual se
decida la forma en que la sociedad asegurara las dos primeras premisas. Esto pasa porque todas las
personas asuman su carácter de receptoras de cuidado, el cuidado debe ser entendido como parte de
lo que los ciudadanos son y hacen (Tronto, 2006).
Asumir el cuidado como bien público implica socializar a los ciudadanos para que se cuiden
mutuamente como parte de su pacto social con el Estado. Implica también una reformulación del
Estado, una nueva forma de pensarlo en la cual tiene una nueva autoridad que tiene como contracara
una nueva obligación, el cuidado. Pero no se trata sólo de mover el espacio de prestación: que lo
que hacen ahora las mujeres lo haga el Estado, porque lo más probable es que dentro de él sigan
siendo las mujeres las cuidadoras. Se trata de un nuevo entendimiento de las personas como
interdependientes entre sí y dependientes también de la infraestructura e instituciones estatales
(Buker, 2006).
Esta interdependencia entraña a su vez una nueva noción de ciudadanía, ya que el concepto
actual se sustenta en la idea de invulnerabilidad y autosuficiencia, la democracia se concibe
pretendiendo que los ciudadanos se acercan los unos a los otros desde su autonomía y no desde su
conciencia de debilidad, dependencia y vulnerabilidad (Izquierdo, 2005). Aquí se cuestiona la
reciprocidad como mecanismo regulador, que es propio de las sociedades capitalistas. Es fácil
reconocer la responsabilidad en ámbitos como la familia, pero lo importante es que se incorpore a la
sociedad y a la política (Marín, 1993), pues el cuidado se refiere a aspectos centrales para el
funcionamiento de la esfera pública (López, 2003).
Esta reconceptualización del cuidado, como bien público, debe penetrar las dinámicas
cotidianas de las personas, su entendimiento del Estado y las demandas hacia el mismo. Lo cual es
una difícil tarea ya que por ejemplo se espera que el Estado se haga cargo de la seguridad de las
personas mediante las fuerzas militares y policiales, pero no de la seguridad 63 de la reproducción de
las sociedades, con excepción de algunas necesidades puntuales de cuidado mediante la salud
pública (Buker, 2006).En el mismo sentido parecen ser más frecuentes las demandas de las mujeres
sobre redistribución del cuidado hacia sus parejas varones que hacia el Estado (Tobío, 2005) y
siendo que la incorporación de los hombres es central, requiere de un orden social que permita que
todas las personas tengan los mismas posibilidades de desarrollo sea en el mundo del trabajo
remunerado o en el familiar (Céspedes, 2002).
La reconceptualización y valoración del cuidado es sin duda determinante de la búsqueda de
soluciones, pero si estas soluciones se conciben con base en una lógica productivista, difícilmente el
cuidado salga de la esfera familiar (Camacho, 2005). Teniendo esto presente se exponen algunas
propuestas.

Desde la oferta estatal de cuidado


Una oferta estatal de cuidado con carácter universal para la niñez menor de seis años resolvería
tanto el déficit como la inequidad en la prestación y recepción del cuidado. Además hace frente al
desafío de la informalidad laboral prevaleciente en Bolivia y Ecuador, pues no sujeta el acceso al
cuidado a un vínculo laboral y se contribuiría al fortalecimiento de la ciudadanía de las mujeres, a

63
El cuidado también ha sido relacionado con el tema de la incertidumbre y la seguridad, apelando a una acepción más amplia de ésta
última en el marco de una nueva ética del cuidado. El cuidado es parte de la seguridad de las personas y las sociedades e infunde en el
Estado un nuevo principio de autoridad, pero también el imperativo moral de otorgar cuidado a quienes lo necesiten (Buker, 2006).

72
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

su ejercicio pleno aportando a una verdadera ciudadanía económica laboral para ellas (Feres,
2007). 64
El camino hacia la universalización del cuidado a edades tempranas en estos países requiere
tomar en cuenta algunos desafíos a superar. El primero de ellos es la brecha existente entre la acción
estatal y el marco legal en cuanto a los derechos de la niñez, no solo porque ambos tienen Códigos
específicos sino también porque ratificaron la Convención de los Derechos del Niño. El segundo
aspecto a considerar es que en ambos países la oferta estatal está dirigida a la niñez en condiciones
de pobreza, de manera de que a pesar de que se declara la universalización de la educación inicial
como un objetivo de las políticas o un derecho de la niñez, en los hechos sólo se atiende a la niñez
pobre, cuando de hecho es cuantiosa la porción de población femenina encargada de sus hijos casi
de forma exclusiva y que no siendo pobre tampoco cuenta con ingresos para acceder a un centro
infantil privado.
Otro desafío es compatibilizar la descentralización de la prestación del cuidado con su debida
fiscalización y control, aunque la descentralización de la oferta estatal de cuidado infantil ha tenido
distintos resultados en Bolivia y Ecuador. En Bolivia la descentralización del PAN por el momento
ha significado su suspensión en algunos departamentos. En Ecuador el FODI más bien ha
aumentado su cobertura. La diferencia parece estar en que en este último caso la iniciativa estatal
tiene un responsable final, el Ministerio de Bienestar Social, mientras que en Bolivia, las prefecturas
no rinden cuentas en este tema en concreto, pues es su facultad continuar o no con el programa, a
tiempo que el Ministerio de Educación no parece considerar que la educación inicial sea su
responsabilidad.
La universalización del cuidado de la niñez puede adoptar diversas y combinadas vías. Así,
pueden combinarse subsidios para padres y madres para pago de centros de cuidado infantil, con
centros gratuitos estatales. Los centros de cuidado infantil deberían además tener horarios
compatibles con las jornadas laborales, ya que como se mostró en este trabajo, esta es una sentida
queja de las madres. Otro aspecto importante es la ubicación de estos centros, de manera que deben
estar próximos a los lugares de trabajo o domicilios de las personas.
En el mismo sentido, se hace necesaria la extensión de jornadas escolares, con actividades
tanto curriculares como extracurriculares, deportivas por ejemplo, concientes de que implica
modificación o construcción de infraestructura, ya que los niños y niñas pasan a almorzar en las
escuelas. Este paso, por difícil que parezca, es sumamente importante, más aun en Bolivia y
Ecuador donde sus altas proporciones de informalidad hacen que, en muchos casos, las jornadas
laborales no sean iguales todos los días e impliquen actividades al medio día, sobre todo para las
mujeres.
Pero no solo es problema de horarios (laborales, comerciales, de la escuela, de las oficinas
estatales y de servicios públicos de cuidado), se requiere también revalorizar y profesionalizar estos
servicios, como manera de mejorar tanto la calidad de la educación como las condiciones de trabajo
de las cuidadoras. Este desafío pasa por una fiscalización conjunta de la entidad encargada de la
educación preescolar y de las inspectorías del trabajo.
En el marco teórico se dijo que uno de los efectos de la visión unilateral del cuidado, que solo
considera a las entidades y personas prestadoras, es dejar fuera a los que reciben el cuidado ¿Cómo
superar la visión de los sujetos de cuidado como dependientes sin voz, para escucharlos cuando se

64
La propuesta teórica de una ciudadanía económica laboral de las mujeres gira en torno a dos nociones. La primera es la idea de igualdad
básica, consustancial a toda persona humana, configurándola en su expresión jurídica el principio de no discriminación. La segunda
noción, la de la libertad, se desagrega en sus dos acepciones: la de autonomía en tanto derecho a vivir el ser íntimo, decisional, con
ausencia de coacción; y la autonomía como libertad para determinar y emprender los proyectos propios de vida (o
autodeterminación),particularmente el derecho a la autonomía económica de las mujeres. A su vez, la autonomía económica, en cuanto
derecho, persigue avanzar paralelamente en dos direcciones: resolver favorablemente el problema de la economía del cuidado; y sostener
la tesis del “resarcimiento” (mediante acciones positivas) de derechos subjetivos históricamente conculcados (Feres, 2007).

73
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

trata de políticas que los atañen, aun cuando se trate de personas de menores de seis años? Este es
otro de los desafíos.

Otros aportes pendientes desde el Estado


Si bien lo prioritario parece ser la ampliación de la oferta estatal de cuidado, no puede dejar de
mencionarse, como objetivo a más largo plazo, la instalación de una infraestructura del cuidado.
Esta hace referencia al conjunto de elementos o servicios necesarios para el mantenimiento y
funcionamiento del cuidado en las sociedades, proporcionando los soportes para resolver
necesidades tan básicas como la alimentación, manutención del hogar y la atención de las personas
dependientes que requieren cuidado (Camacho, 2005).
En ese sentido se hace presente el gran aporte que significaría la existencia de servicios de
atención a la vida diaria, que hacen parte de la infraestructura del cuidado e incluyen además de los
servicios de cuidado la disponibilidad de lavanderías, comedores y otros. La difusión de estos
servicios ya sea completamente mercantilizada o a bajo costo subsidiada por el Estado parece
utópica en Bolivia y Ecuador, pero no por ello se debe dejar de mencionarla.
La provisión de más y mejores alternativas institucionales para las labores de cuidado, y de
servicios de apoyo para la realización de las tareas domésticas, incluidos servicios domiciliarios a
bajo costo, así como una mayor participación masculina en dichas labores, ayudarían a aumentar la
participación laboral y los ingresos generados por las mujeres (CEPAL, 2000), pero también
contribuirían a una disminuir las diferencias en el goce del derecho al cuidado.
En la misma línea, se requiere un tratamiento más integral de las deficiencias en términos de
infraestructura, servicios y transporte, que rescate la importancia de los mismos para un mejor
acoplamiento de las esferas familiares y laborales, y para una redistribución de las
responsabilidades de cuidado. En este sentido se requiere caracterizar la expresión territorial de la
distribución de bienes, servicios y oportunidades, y los mecanismos de exclusión, incluida la
segregación del territorio. En este cometido, también sería importante fortalecer la participación
ciudadana de las mujeres para mejorar correspondencia entre oferta de bienes y servicios públicos y
demandas sociales diferenciadas (Montaño, 2004a).
De otra parte, tanto para la incorporación de los varones al cuidado como para su
reconceptualización como bien público, y para concientizar a los padres de las ventajas de una
educación a edades tempranas se hacen necesarias campañas en los medios masivos de
comunicación.

Desde el ámbito laboral y de los tiempos


El mercado laboral es uno de los ámbitos en los que hay que incidir para una provisión más justa y
equitativa del cuidado, pero el derecho al cuidado y a su redistribición no pueden depender del
mercado laboral, sino que como tantos otros derechos sociales deberían basarse en el status
ciudadano de las personas. El cuidado no puede seguir ligado al mercado laboral como pretenden
mayormente las políticas de conciliación.
Dicho esto, en primer lugar y aunque parezca una utopía, se requiere restructurar los tiempos
del mercado laboral, por supuesto esto no quiere decir mujeres con jornadas parciales y por tanto
condiciones y salarios inferiores y varones a jornada completa, para que las mujeres continúen a
cargo de todas las tareas de cuidado y domésticas, sin redistribución familiar, social y estatal (Rico
y Marco, 2006). Se trata de que la organización del tiempo social deje de estar determinada por el
tiempo de trabajo mercantil, que este deje de estipular el resto de los tiempos de vida, incluidos los

74
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

familiares. Esta reestructuración del tiempo pasa también por su reconceptualización, de manera de
dejar de lado asimilaciones como la del tiempo es dinero o es un recurso escaso. Asimismo
abandonar la idea del tiempo como algo homogéneo, admitiendo las diversidades que derivan de las
etapas de vida (Carrasco, 2005) y visibilizando las actividades paralelas que por ahora, desarrollan
sobre todo las mujeres.
Sin duda en el equilibrio entre la vida familiar y la laboral de varones y mujeres radica la
posibilidad de una crianza distinta y de una mejor atención e inclusión de las personas ancianas. Por
ello se considera recomendable reducir legalmente la jornada laboral, en el entendido que el primer
paso para dar un espacio para la vida, es robárselo, quitárselo a la actividad mercantil y de que no
todo el cuidado es un problema público, sino que hay aspectos del cuidado que requieren el
compromiso interpersonal cercano (Izquierdo, 2005, 59 y 73).
Recordando siempre que las medidas aplicadas vía legislación laboral beneficiarán solo al
sector formal del mercado de trabajo, se sugieren las siguientes:
• Que el permiso post natal sea en parte gozado por el padre y en parte por la madre, ya que
ni en Ecuador ni en Bolivia hay permisos para los padres por razones de crianza. Estos
permisos no pueden ser legalmente alternativos para padres o madres, así lo demuestra la
experiencia comparada. En el caso mexicano por ejemplo, se han establecido permisos
parentales en contratos colectivos y los varones no han hecho uso de ellos (Suárez, 2005).
De igual manera el permiso que otorga la ley chilena para casos de enfermedad grave de
los hijos ha sido utilizado solo excepcionalmente por los trabajadores hombres (Rico y
Marco, 2004). Los únicos casos de uso masivo de estos permisos por parte de varones, se
dan cuando están establecidos específicamente para ellos, como ha sucedido en los países
del norte de Europa (Tobío, 2005).
• Permisos laborales para situaciones excepcionales, como enfermedad de los hijos tanto
para padres como para madres.
• Un máximo de licencias anuales pagadas por motivos de crianza que no sean enfermedad
de los hijos, que pueden consistir también en reducciones horarias, para atender
situaciones varias, ya que se debe atender la cotidianeidad, pues la crianza no son solo
situaciones excepcionales
• Excedencias, es decir licencias no remuneradas con resguardo del puesto de trabajo para
crianza.
• En Bolivia se sugiere establecer centros de cuidado infantil para los beneficiarios del
PROPAIS
• En Ecuador, equiparar la regulación del empleo doméstico a la del resto del trabajo
dependiente.

Por último, en él ámbito de las políticas empresariales se sugiere la incorporación del cuidado
y de la vida familiar en la empresa como parte de la responsabilidad social empresarial, aunque esto
es viable para las grandes y medianas empresas, no tanto para la micro y pequeña empresa.

75
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

Desde la investigación social


Cabe investigar las implicancias de la interculturalidad en las prácticas cotidianas de cuidado y los
elementos a tomar en cuenta para la redistribución del mismo. Sin duda el tema de la identidad
étnico cultural es complejo, pero esta complejidad no ha sido obstáculo para el estudio de las
realidades indígenas en otros ámbitos, pero en el cuidado y los roles de género parecen prevalecer
supuestos, que dando por sentados ciertos hechos nublan la necesidad de conocimientos. Se
requieren investigaciones sobre la división sexual del trabajo en las distintas etnias, controlando por
variables como tipo de familias y nivel de ingresos de los hogares.
Asimismo es necesario analizar las condiciones de trabajo de cuidadoras en los centros
infantiles, sobre todo en el sector público no estatal, del cual se sabe muy poco, según se mostró en
este trabajo. Además se sugiere investigar sobre la calidad del cuidado pre-escolar en los tres
subsectores, público estatal, no estatal y privado, ya que si bien se avanza en los datos sobre
cobertura muy poco se conoce sobre la calidad de la educación en este nivel.
En relación a la información estadística se requiere lograr la periodicidad del módulo sobre
de uso de tiempo aplicado en Ecuador en el año 2005 y repetir la experiencia aislada que se dio en
Bolivia en el año 2001, con una serie de ajustes que permitan obtener más información sin alargar
demasiado la lista de preguntas. Asimismo se recogen las sugerencias formuladas por Milosavljevic
y Tacla (2005):
• Lo ideal sería que las encuestas se apliquen cada dos años, y en el año intermedio adoptar
otro módulo de temáticas relacionadas.
• Elaborar una clasificación estandarizada de actividades, para así poder acceder a
indicadores claves útiles para la toma de decisiones políticas.
• Incorporar en las encuestas de hogares preguntas relativas al servicio doméstico que
permitan conocer la proporción de hogares que cuentan con él y si se trata de servicio
puertas adentro o afuera
Para cerrar no pueden dejar de mencionarse las coyunturas reformistas de Bolivia y Ecuador.
En el primer caso, una Asamblea Constituyente en curso, en la que el cuidado ha estado ausente e
incluso en las demandas del movimiento de mujeres han primado otros temas que son más
reiterados o difundidos en los encuentros territoriales de la Asamblea, a pesar de que el
reconocimiento del trabajo reproductivo está entre las demandas de este movimiento para la nueva
Constitución. En Ecuador una Asamblea Constitucional previa incorporó grandes avances en
materia de trabajo no remunerado y de cuidado, según se expuso en este documento. Es de esperar
que la Asamblea Constituyente que se instaurará a la brevedad en virtud del mandato de un
referéndum, mantenga estos logros y ojala avance más aún.

76
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

Bibliografía

Aguirre, Rosario (2005), “Los cuidados familiares como problema público y


objeto de política”. Trabajo presentado en la Reunión de Expertos
“Políticas hacia las familias, protección e inclusión sociales.” Santiago de
Chile: Cepal.
Ariza, Marina y De Oliveira, Orlandina (2002), Acerca de las familias y los
hogares: estructura y dinámica. En: Catalina Wainerman (Comp.) Familia,
trabajo y género. Un mundo de nuevas relaciones. Buenos Aires, Fondo
de Cultura Económica- Argentina.
Armas, Amparo (2005), Redes e institucionalización en Ecuador. Bono de
Desarrollo Humano. Serie Mujer y Desarrollo No 76, Santiago de Chile,
CEPAL.
Arnold, Dense y Spedding, Alison (2005), Mujeres en los movimientos
sociales de Bolivia 2000 – 2003, CIDEM – ILCA, La Paz.
Arriagada, Irma (2004), Estructuras familiares, trabajo y bienestar en América
Latina. En Irma Arriagada y Verónica Aranda Comps. Cambios de las
familias en el marco de las transformaciones globales: necesidades de
políticas públicas eficaces. Serie Seminarios y Conferencias No 42,
Santiago de Chile, CEPAL.
___ (2002), Cambios y desigualdad en las familias latinoamericanas. En
Revista de la CEPAL No 55, Santiago de Chile.
Astelarra, Judith (2006), Políticas conciliatorias: conceptualización y
tendencias. En Cohesión social, políticas conciliatorias y presupuesto
público. Una mirada desde el género. Luis Mora, Ma. José Moreno y
Tania Rohrer Coords. Cuidad de México, UNFPA, GTZ.
Batthyány, Karina (2004), Cuidado infantil y trabajo ¿un desafío
exclusivamente femenino?, Montevideo, CONTERFOR, OIT.
Benería Lourdes (2006), Trabajo productivo/ reproductivo, pobreza y
políticas de conciliación. Revista Nómadas Abril de 2006, No 24, Instituto
de Estudios Sociales Contemporáneos, Universidad Central, Bogotá.

77
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

Benería Lourdes y Floro, Maria (2006), Labor Market Informalization, gender and social protection:
Reflections on poor urban households in Bolivia, Ecuador and Thailand. En Razavi, Shahra and Shireen
Hassim (eds.) 2006. Gender and Social Policy in a Global Context: Uncovering the Gendered Structure of
'the Social'. Basingstoke: Palgrave.
Benería, Lourdes (2003), Introducción. La mujer y el género en la economía: Un panorama general. En:
Economía y género. Macroeconomía, política fiscal y liberalización. Análisis de su impacto sobre las
mujeres. Paloma de Villota (Ed). Icaria, Barcelona.
___ (1978), Reproducción, producción y división sexual del trabajo. Conferencia sobre la subordinación de la
mujer y el proceso de Desarrollo. Institute of Development Studies, University of Sussex.
Bolivia (2006), Plan Nacional de Desarrollo 2006-2010, Gobierno de Bolivia.
___ (2003), Ley de regulación del trabajo asalariado del hogar, No 2450 de 9 de abril de 2003.
Buker, Eloise (2006), Care and Order: State Reformation and Feminization of the Liberalism. In Socializing
Care: Feminist Ethics and Public Issues, edited by Maurice Hamington and Dorothy Miller, Lanham,
Maryland, Rowman and Littlefield.
Camacho, Rosalía (2005), El trabajo de cuidado: una responsabilidad social. Unidad Mujer y Desarrollo,
Santiago de Chile, CEPAL. Documento de Trabajo.
Carrasco, Cristina (2005), Tiempo de trabajo, tiempo de vida. Las desigualdades de género en el uso del
tiempo. En El tiempo, los tiempos, una vara de desigualdad, Serie Mujer y Desarrollo No 65, Santiago de
Chile, CEPAL.
___ (2003), La sostenibilidad de la vida humana: ¿un asunto de mujeres? En “Mujeres y trabajo: cambios
impostergables”. Magdalena T. Leon Compiladora. Porto Alegre, REMTE, Marcha Mundial de Mujeres,
CLACSO, ALAI.
CEPAL (2007), Estadísticas de género, Unidad Mujer y Desarrollo http://www.cepal.org/mujer/proyectos/
perfiles/comparados/trabajo12.htm.
___ (2007a), El aporte de las mujeres a la igualdad en América Latina y el Caribe. X Conferencia Regional
sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, Quito 6 al 9 de agosto de 2007.
___ (2006), Estudio económico de América Latina y el Caribe 2005 – 2006, Santiago de Chile, CEPAL.
___ (2006a), Migración internacional, derechos humanos y desarrollo en América Latina y el Caribe,
Trigésimo Primer Período de Sesiones, Montevideo, 20 al 24 de marzo de 2006.
___ (2000), Equidad, desarrollo y ciudadanía, Santiago de Chile, CEPAL.
Céspedes, Catalina (2002), Conciliación familia y trabajo en Chile: condiciones estructurantes, Anuario
FLACSO, Chile.
CONAMU (2006), Encuesta de uso del tiempo en Ecuador, Serie Información Estratégica II, Consejo
Nacional de las Mueres, Quito.
___ (2005), Plan de Igualdad de Oportunidades de las Mujeres Ecuatorianas, Quito.
___ (2004), Informe del Ecuador a la Trigésima Séptima Mesa Directiva de la Conferencia Regional sobre la
Mujer de América Latina y el Caribe, Quito, Noviembre de 2004.
Ecuador (s/f), Reglamento de centros de desarrollo infantil.
___ (s/f a), Reglamento de centros de educación inicial.
___ (2006), Constitución Política del Estado.
___ (1983), Ley Orgánica de Educación.
Escobar de Pabón, Silvia (2003), Trabajo y género en Bolivia 1992- 2001 En: Inequidades, Pobreza y
Mercado de Trabajo. Bolivia y Perú. Lima, OIT.
Esping-Andersen, Gosta (1990), The Three Worlds of Welfare Capitalism. Princeton: Princenton University
Press.
Farah, Ivonne (2003), Incorporación de la perspectiva de género en la Estrategia Boliviana de Reducción de
la Pobreza.
Feres, Ma. Ester (2007), Ciudadanía económica y laboral de las mujeres. En Privilegiadas y discriminadas.
Las trabajadoras del sector financiero. Santiago de Chile, CEPAL En edición.
Folbre, Nancy y Hartman, Heidi (1999), La retórica el interés personal. Ideología y género en la teoría
económica. En: Carrasco, Cristina (Ed.) Mujeres y Economía. Nuevas perspectivas para viejos y nuevos
problemas, Icaria/Antrazyt, Barcelona.
Fraser, Nancy (1997), ¿De la redistribución al reconocimiento? Dilemas en torno a la justicia en una época
postsocialista. En Nancy Fraser Justicia Interrupta: Reflexiones críticas desde la posición postsocialista.
Bogotá, Siglo del Hombre Editores/ Universidad de los Andes.
Gardiner, Jean (1997), Gender, Care and Economics. Londres: MacMillan Press.

78
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

Giménez, Daniel (2003), Género, previsión social y ciudadanía social en América Latina. Serie Mujer y
Desarrollo No 46, Santiago de Chile, CEPAL.
Gómez Luna, Ma. Eugenia (2003), Macroeconomía y trabajo no remunerado. En: Economía y género.
Macroeconomía, política fiscal y liberalización. Análisis de su impacto sobre las mujeres. Paloma de
Villota (Ed). Icaria, Barcelona.
Guerrero, Fernando (2005), Población indígena y afroecuatoriana en Ecuador: Diagnóstico sociodemográfico
a partir del Censo de 2001, Documentos de Proyectos, Santiago de Chile, CEPAL, BID.
Instituto Nacional de Estadísticas de Bolivia (2007), http://www.ine.gov.bo/cgi-bin/piwdie1xx.exe/ TIPO?
Grupo=0408&D2=6&D3=.
Instituto Nacional de Estadísticas y Censos de Ecuador (2007), http://www.inec.gov.ec/interna.asp?inc=cs_
metodologia&idCenso=7.
Izquierdo, Ma. Jesús (2005), Mesa redonda: el trabajo, el cuidado, las mujeres y los hombres. En Debate
Feminista Año 16, Volumen 31, abril.
Landa Casazola, Fernando (2003), Transferencia de recursos hacia los más pobres. Un análisis del PLNE-I
con escenarios Contrafactuales. La Paz: Unidad de Análisis de Política Económica –UDAPE.
López De la Vieja, Ma Teresa (2003), Ética de la diferencia. En Nomadas, No 1, Madrid, Universidad
Complutense.
Lo Vuolo, R. (1998), “¿Una nueva oscuridad? Estado de Bienestar, crisis de integración social y
democracia.” En: R. Lo Vuolo y A. Barbeito (1998) La nueva oscuridad de la política social. Del estado
populista al neoconservador. Buenos Aires: Ciepp - Miño y Dávila Editores.
Maldonado, Ana María (2004), Trabajadoras de la floricultura en Ecuador. Estudio de caso. Oxfam, Santiago
de Chile.
Marca, Mary y López, Graciela (2006), Estudio de caso: Contribución de la economía del cuidado a los
sistemas de protección social en la ciudad de El Alto. Documento de Trabajo, Unidad Mujer y Desarrollo,
La Paz, CEPAL.
Marco, Flavia (2006), Conciliación trabajo y familia en las políticas públicas. En “Mirando al pasado para
proyectarnos al futuro. Evaluación de políticas públicas de género”, CIDES-UMSA, Coordinadora de la
Mujer y Centro de Promoción de la Mujer "Gregoria Apaza", La Paz, diciembre de 2006.
Marco, Flavia (2006a), Cuidado no remunerado y acceso a la protección social. En Revista Nómadas Abril de
2006, No 24, Instituto de Estudios Sociales Contemporáneos, Universidad Central, Bogotá.
Marco, Flavia (2004), “Rasgos generales de los sistemas previsionales de capitalización individual y de sus
contextos laborales y demográficos”. En Marco, F. (coord.). Los sistemas de pensiones en América
Latina: un análisis de género. Cuadernos de la CEPAL N° 90. Santiago de Chile: CEPAL.
Marin, Gloria (1993), Ética de la justicia, ética del cuidado. Assemblea de Dones d’ Elx.
Marketing SRL (2006), “Evaluación del PLANE”. Diario El Deber, 21 de mayo de 2006.
Martínez Franzoni, J. (2005), “La pieza que faltaba: uso del tiempo y regímenes de bienestar en América
Latina.” Nueva Sociedad 199, 35-52.
Mauro, Amalia (2004), Trayectorias laborales en el sector financiero. Recorridos de las mujeres Serie Mujer
y Desarrollo No 59, Santiago de Chile, CEPAL.
Medeiros, Marcelo; Guerreiro, Rafael y Costa Joana (2007), Gender Inequalities in Allocating Time to Paid
and UnpaidWork: Evidence from Bolivia. International Poverty Centre, Working Paper No 34, April.
Milosavljevic, Vivian y Tacla, Odette (2006), Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de
hogares restricciones y potencialidades. Reunión Regional Las Encuestas del Uso del Tiempo: su diseño y
aplicación. CEPAL, Santiago de Chile, 21-23 de noviembre de 2005.
Ministerio de Educación y Cultura de Ecuador (2007), http://www.mec.gov.ec/inicio/inicio.php página
visitada el 14 de marzo de 2007.
Ministerio de Educación y Cultura de Ecuador (2007a), Educación Inicial. Presentación informativa, Quito.
Ministerio de Educación y Cultura de Ecuador y Consejo Nacional de la Niñez y la Adolescencia (2006),
Hacia el Plan Decenal de Educación del Ecuador 2006 – 2015.
Molina, Ramiro (2005), Los pueblos indígenas de Bolivia: diagnóstico sociodemográfico a partir del censo e
2001. Documentos de Proyecto, Proyecto BID/CEPAL “Los pueblos indígenas y la población
afrodescendiente en los censos”, CELADE, División de Población, Santiago de Chile, CEPAL.
Montaño, Sonia (2004), “La agenda feminista y las reformas de los sistemas de pensiones en América
Latina”. En Marco, F. (coord.) Los sistemas de pensiones en América Latina: un análisis de género.
Cuadernos de la CEPAL N° 90. Santiago de Chile: CEPAL.

79
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

___ (20004a), Mujer y gestión local. Transparencia y rendición de cuentas. Santiago de Chile: CEPAL.
Documento de trabajo.
Olavaria, José (2005), ¿Dónde está el nuevo padre? Trabajo doméstico: de la retórica a la práctica. En Familia
y vida privada ¿transformaciones, tensiones, resistencias o nuevos sentidos? Ximena Valdés y Teresa
Valdés Eds. Santiago de Chile, CEDEM -FLACSO Chile.
Ordoñez, Martha y Marco, Flavia (2005), Políticas de empleo en la planificación turística local de Ecuador.
Herramientas para su formulación. Serie Mujer y Desarrollo No 69, Santiago de Chile, CEPAL.
Organización Panamericana de la Salud, OPS (2006), Situación de la salud en las Américas Indicadores
Básicos 2006.
Observatorio de los Derechos de la Niñez y la Adolescencia, UNICEF y Observatorio Social de Ecuador
(2005), Estado de los derechos de la niñez y la adolescencia en Ecuador 2005.
Pautassi, Laura (2006), El empleo en salud en Argentina. La sinergia entre calidad del empleo y calidad de la
atención. En Nieves Rico y Flavia Marco (Coords.) Mujer y Empleo. La reforma de la salud y la salud de
la reforma en Argentina. Buenos Aires, Siglo XXI Editores Argentina, CEPAL.
Pautassi, Laura (2004), ¿Bailarinas en la oscuridad? Seguridad Social en América Latina en el marco de la
equidad de género. Documento presentado en la Trigésima octava reunión de la Mesa Directiva de la
Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, Mar del Plata, Argentina, 7 y 8 de
septiembre del 2005.
Pautassi, Laura; Faur Eleonor y Gherardi, Natalia (2004), Legislación laboral en seis países latinoamericanos.
Avances y omisiones para una mayor equidad. Serie Mujer y Desarrollo No 56, Santiago de Chile,
CEPAL.
Peredo, Elizabeth (2004), Una aproximación a la problemática de etnicidad en América Latina. Serie Mujer y
Desarrollo No 53, Santiago de Chile, CEPAL.
Peredo, Elizabeth (2003), Mujeres, trabajo doméstico y relaciones de género: Reflexiones a propósito de la
lucha de las trabajadoras bolivianas. En: “Mujeres y trabajo: cambios impostergables”. Magdalena T.
Leon Compiladora. Porto Alegre, REMTE, Marcha Mundial de Mujeres, CLACSO, ALAI.
Pichio, Antonella (1999), Visibilidad analítica y política del trabajo de reproducción social. En: Carrasco,
Cristina (Ed.) Mujeres y Economía. Nuevas perspectivas para viejos y nuevos problemas, Icaria/Antrazyt,
Barcelona.
Picchio, A. (1992), Social reproduction: the political economy of the labour market. Cambridge: Cambridge
University Press.
Picchio, A. (2001), “Un enfoque macroeconómico ampliado de las condiciones de vida.” Barcelona:
Universidad de Barcelona, Conferencia Inaugural de las Jornadas “Tiempos, trabajos y género”.
Programa Mundial de Alimentos – PMA (2006), http://www.pma.org.bo/
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) (2006), Niños, niñas y adolescentes en Bolivia:
4 millones de actores del desarrollo, PNUD, La Paz.
Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) (2003), Informe de Desarrollo Humano de Género
en Bolivia 2003.
Power, Marilyn (2004), “Social Provisioning as a Starting Point for Feminist Economics”. Feminist
Economics 10(3), 3-19.
Rico, María Nieves y Marco, Flavia (2006), Las mujeres en el empleo sectorial en América Latina. En:
Nieves Rico y Flavia Marco (Coords.) Mujer y Empleo. La reforma de la salud y la salud de la reforma en
Argentina. Buenos Aires, Siglo XXI Editores Argentina, CEPAL.
___ (2006a), Políticas laborales con equidad de género. En: Nieves Rico y Flavia Marco (Coords) Mujer y
Empleo. La reforma de la salud y la salud de la reforma en Argentina. Buenos Aires, Siglo XXI Editores
Argentina, CEPAL.
___ (2004), Políticas ausentes y programas residuales. Iniciativas para las trabajadoras. Documento interno
del proyecto CEPAL/GTZ “Políticas laborales con enfoque de género”.
Rico, Ma. Nieves (2004), Fecundidad y trabajo femenino. En La Fecundidad en América Latina ¿Transición
o revolución? Serie Seminarios y Conferencias No 36, Santiago de Chile, CELADE-CEPAL.
Rico, Susana y Salguero, Elizabeth (2004), Índice de Compromiso Cumplido. ICC Bolivia, Centro de
Información y Desarrollo de la Mujer, CIDEM, La Paz.
Santillan, Diana y Ulfe, Ma.Eugenia (2006), Destinatarios y usos de remesas ¿una oportunidad para las
mujeres salvadoreñas?, Serie Mujer y Desarrollo No 78, Santiago de Chile, CEPAL.
Secretaría Técnica del Frente Social, STFS (2004), Tendencias del Desarrollo Social en Ecuador 1990-2003,
Quito, Ministerio de Bienestar Social, Julio.

80
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

Serrano, Claudia (2005), “La política social en la globalización. Programas de protección en América
Latina”. Serie Mujer y Desarrollo N° 70. Santiago de Chile: CEPAL.
Servicio Holandés de Cooperación al Desarrollo, SNV (2006), Testimonios de mujeres monkox chiquitanas.
El País, Santa Cruz.
Suárez, Estela (2005), Mesa redonda: conciliación de responsabilidades laborales y familiares. En Debate
Feminista. Año 16 Volumen 31, abril.
Susz, Pedro (2005), La diversidad asediada. Escritos sobre culturas y mundialización. Plural Editores, La Paz.
Tobío, Constanza (2005), Madres que trabajan. Dilemas y estrategias, Feminismos, Madrid. Ediciones
Cátedra, Universidad de Valencia, Instituto de la Mujer.
Torns Martín, Teresa (2005), “De la imposible conciliación a los permanentes malos arreglos”, en Cuadernos
de Relaciones Laborales, 2005, 23 No.1, Universidad Autónoma de Barcelona, ISSN: 1131-8635.
Tronto, Joan (2006), Vicious Circle of Privatized Caring. In Socializing Care: Feminist Ethics and Public
Issues, edited by Maurice Hamington and Dorothy Miller, Lanham, Maryland, Rowman and Littlefield.
Unidad de Análisis de Políticas Sociales y Económicas (UDAPE) y UNICEF (2006), Bolivia. Evaluación de
Impacto de los Seguros de Maternidad y Niñez en Bolivia 1989-2003, La Paz, UDAPE – Ministerio de
Planificación – UNICEF.
Unidad Mujer y Desarrollo, CEPAL (2007), Experiencias para medir el trabajo no remunerado y el uso de
tiempo en la región, Foro virtual en español preparatorio de la décima Conferencia Regional sobre la
Mujer de América Latina y el Caribe, Santiago de Chile, CEPAL, enero.
UNFPA- Fondo de Población de Naciones Unidas y FLACSO-Ecuador (2006), Ecuador: las cifras de la
migración internacional. Quito.
UNICEF- Observatorio de los derechos de la niñez y la adolescencia (2005), Estado de los derechos de la
niñez y la adolescencia en Ecuador 2005. Observatorio de los derechos de la niñez y la adolescencia.
Quito, UNICEF Ecuador.
UNIFEM (2000), Progress of the World’s Women. Washington DC.
Wainerman, Catalina (2002), Padres y maridos. Los varones de la familia. En: Catalina Wainerman (Comp.)
Familia, trabajo y género. Un mundo de nuevas relaciones. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica-
Argentina.
Wanderley, Fernanda (2003), Inserción laboral y trabajo no mercantil. Un abordaje de género desde los
hogares. La Paz, Plural y Cides- UMSA.
Williams, Joan (2000), Unbending gender. Why family and work conflict and what to do about it. New York:
Oxford University Press.
Zapata, Daniela (2006), Counting invisible workers: Girls in domestic activities within their Homes. Expert
Group Meeting Elimination of all forms of discrimination and violence against the girl child, Division for
the Advancement of Women (DAW) in collabouration with UNICEF, Florence, Italy, 25-28 September
2006.
Zapata, Daniela; Contreras, Dante y Kruger, Diana (2006), Child labor and schooling in Bolivia: Who’s
Falling Behind? The roles of gender and ethnicity, April 2006.
Zapata, Daniela (2003), “Evaluación del Plan Nacional de Empleo de Emergencia de Bolivia”, Santiago de
Chile: Universidad de Chile, Departamento de Economía. Mimeo.

81
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

Serie
mujer y desarrollo

Números publicados

El listado completo de esta colección, así como las versiones electrónicas en pdf
están disponibles en nuestro sitio web: www.cepal.org/publicaciones

89. El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos, obligación de todas (LC/L.2843-P),
N˚ de venta: S.07.II.G.168, 2007.
88. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Uruguay, Claudia Giacometti (LC/L.2832-P),
N˚ de venta: S.07.II.G.145, 2007.
87. El cuidado como cuestión social desde el enfoque de derechos, Laura C. Pautassi (LC/L.2800-P), N˚ de
venta: S.07.II.G.133, 2007.
86. La mujer indígena en Bolivia, Brasil, Ecuador Guatemala y Panamá: un panorama de base a partir de la
ronda de censos 2000, Ricardo Calla (LC/L.2766-P), N˚ de venta: S.07.II.G.102, 2007.
85. Violencia contra la mujer en la pareja: respuestas de la salud pública en Santiago de Chile, Patricia
Provoste (LC/L.2722-P), N˚ de venta: S.07.II.G.63, 2007.
84. Violencia contra la mujer en la pareja: Respuestas de la salud pública en El Alto, Bolivia, Eliana Arauco
Lemaitre, Rosario Mamani Apaza, Jimena Rojas Silva (LC/L.2721-P), N˚ de venta: S.07.II.G.62, 2007.
83. Incorporando un módulo de uso del tiempo a las encuestas de hogares. Restricciones y potencialidades,
Vivian Milosavljevic y Odette Tacla (LC/L.2709-P), N˚ de venta: S.07.II.G.57, 2007.
82. Trabajo, educación y salud de las niñas en América Latina y el Caribe. Indicadores elaborados en el
marco de la plataforma de Beijing, Daniela Zapata (LC/L.2708-P), N˚ de venta: S.07.II.G.56, 2006.
81. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Colombia, Silvia Lara (LC/L.2612-P), N˚ de
venta: S.06.II.G.137, 2006.
80. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Ecuador, Silvia Lara (LC/L.2611-P), N˚ de
venta: S.06.II.G.136, 2006.
79. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Paraguay, Claudia Giacometti (LC/L.2577-P),
N˚ de venta: S.06.II.G.107, 2006.
78. Destinatarios y usos de remesas. ¿Una oportunidad para las mujeres salvadoreñas?, Diana Santillán y
María Eugenia Ulfe (LC/L.2455-P), N˚ de venta: S.05.II.G.202, 2006.
77. Un marco de análisis para el fomento de las políticas de desarrollo productivo con enfoque de género,
Alma Espino (LC/L. 2437-P), N˚ de venta: S.05.II.G. 183, 2005.
76. Redes e institucionalización en Ecuador. Bono de desarrollo humano, Amparo Armas (LC/L. 2405-P),
N˚ de venta: S.05.II.G. 152, 2005.
75. Buenas prácticas para la erradicación de la violencia doméstica en la región de América Latina y el
Caribe, Luz Rioseco (LC/L.2391-P), N˚ de venta: S.05.II.G.134, 2005.
74. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Guatemala, Isolda Espinosa (LC/L.2378-P),
N˚ de venta: S.05.II.G.122, 2005.
73. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de la República Bolivariana de Venezuela, Rosa
Bravo (LC/L.2377-P), N˚ de venta: S.05.II.G.121, 2005.
72. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Argentina, Claudia Giacometti
(LC/L.2368-P), N˚ de venta: S.05.II.G.109, 2005.
71. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Bolivia, Rosa Bravo y Daniela Zapata
(LC/L. 2367-P), N˚ de venta: S.05.II.G. 108, 2005.
70. La política social en la globalización. Programas de protección en América Latina, Claudia Serrano
(LC/L.2364-P), N˚ de venta: S.05.II.G.103, 2005.

83
CEPAL - Serie Mujer y Desarrollo No 89 El cuidado de la niñez en Bolivia y Ecuador: derecho de algunos…

69. Políticas de empleo en la planificación turística local de Ecuador. Herramientas para su formulación,
Martha Ordóñez Andrade y Flavia Marco Navarro (LC/L.2346-P), N˚ de venta: S.05.II.G.85, 2005
68. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de Nicaragua, Isolda Espinosa G. (LC/L.2353-
P), N˚ de venta: S.05.II.G.92, 2005.
67. Las metas del Milenio y la igualdad de género. El caso de México, Instituto Nacional de las Mujeres
(LC/L.2339-P), N˚ de venta: S.05.II.G.83, 2005.
66. A pobreza e as políticas de gênero no Brasil, Hildete Pereira de Melo y Lourdes Bandeira
(LC/L.2322-P), N˚ de venta: P.05.II.G.67, 2005.
65. El tiempo, los tiempos, una vara de desigualdad, Rosario Aguirre, Cristina García y Cristina Carrasco
(LC/L.2324-P), N˚ de venta: S.05.II.G.71, 2005.
64. Sector financiero y empleo femenino. El caso uruguayo, Alma Espino (LC/L.2323-P), N˚ de venta:
S.05.II.G.70, 2005.
63. Os programas de combate a pobreza no Brasil e a perspectiva de gênero no periodo 2000-2003: avanços
e posibilidades, Ceres Alves Prates y M. Beatriz B. Nogueira (LC/L.2309-P), N˚ de venta: P.05.II.G.58,
2005.
62. El empleo en los servicios financieros. Costa Rica: buenas y no tan buenas noticias..., Juliana Martínez
Franzoni (LC/L.2295-P), N˚ de venta: S.05.II.G.43, 2005.
61. Demandas de capacitación del sector financiero. Sesgos de género y evaluación por competencias,
Mariela Quiñónez Montoso LC/L.2267-P), N˚ de venta: S.05.II.G.20, 2005.
60. Calidad del empleo y calidad de la atención en la salud de Córdoba, Argentina. Aporte para políticas
laborales más equitativas, Jacinta Burijovich y Laura C. Pautáis (LC/L.2250-P), N˚de venta:
S.05.II.G.8, 2005.
59. Trayectorias laborales en el sector financiero. Recorridos de las mujeres, Amalia Mauro
(LC/L.2177-P), N˚ de venta: S.04.II.G.104 (US$ 10.00), 2004.
58. El empleo en el sector financiero en Chile, Amalia Mauro (LC/L.2172-P), N˚ de venta: S.04.II.G.107
(US$ 10.00), 2004.
57. Políticas de género en la Unión Europea y algunos apuntes sobre América Latina, Judith Astelarra
(LC/L.2154-P), N˚ de venta: S.04.II.G.82 (US$ 10.00), 2004.
56. Legislación laboral en seis países Latinoamericanos. Avances y omisiones para una mayor equidad,
Eleonor Faur, Natalia Gherardi y Laura C. Pautassi (LC/L.2140-P), N˚ de venta: S.04.II.G.68
(US$ 10.00), 2004.
55. Las metas del Milenio y la igualdad de género: el caso de Perú, Rosa Bravo (LC/L.2126-P), N˚ de
venta: S.04.II.G.53 (US$ 10.00), 2004.
54. Sistemas electorales y representación femenina en América Latina, Line Bareiro, Oscar López, Clyde
Soto, Lilian Soto (LC/L.2077-P), Nº de venta S.04.II.G.20 (US$ 15.00), 2004.

• El lector interesado en adquirir números anteriores de esta serie puede solicitarlos dirigiendo su correspondencia a la Unidad de
Distribución, CEPAL, Casilla 179-D, Santiago, Chile, Fax (562) 210 2069, correo electrónico: publications@cepal.org

Nombre: ...................................................................................................................................
Actividad: ................................................................................................................................
Dirección: ................................................................................................................................
Código postal, ciudad, país:.....................................................................................................
Tel.:.............................Fax: .....................................E.mail:....................................................

84
FORO VIRTUAL
DOCUMENTO INFORMAL PARA EL DEBATE
(NO CITAR)

LA CRISIS DEL CUIDADO Y LA PROTECCIÓN SOCIAL


GÉNERO, GENERACIONES Y FAMILIA EN LA ENCRUCIJADA

PANORAMA SOCIAL DE AMÉRICA LATINA


2009
Introducción

En América Latina durante demasiado tiempo los temas de welfare y los temas de género han
estado o bien divorciados, o bien enfocados predominantemente al problema de welfare y
discriminación de las mujeres. El gran avance de los últimos tiempos es el ingreso por la
puerta grande de los temas de género al centro del debate de welfare. La razón, no es sólo, ni
centralmente, el tema del bienestar y la discriminación de la mujer, aunque ello obviamente
está y debe seguir estando presente, sino del bienestar de todos, derivado del rol central de la
familia y muy especialmente de la mujer en cualquier régimen de protección social que se
pueda pensar. De alguna manera, esto no es otra cosa que reconocer que ambos sexos
desarrollan tareas críticas para la sociedad. Durante mucho tiempo las del hombre han sido
reconocidas, muchas veces sobreestimadas, cuantificadas y teorizadas: mercado laboral,
desempleo, salario, derechos sociales via pater-familia, etc. Los aportes de las mujeres
permanecieron subestimados, cuando no invisibles. Sin números que los cuantifiquen, sin
conceptos que los enmarquen, y sin teorías que le den un lugar en la producción de bienestar
y riesgo macrosocial, el trabajo no remunerado de cuidado y general, constituía un
comentario, nota a pie o advertencia ad-hoc, con excepción de cierta literatura feminista que
tempranamente lo colocó como dispositivo interpretativo central y como reivindicación
política.

Resulta en todo caso positivo que los problemas de cuidado, las desigualdades de género en
esta materia y la importancia de la misma para pensar la arquitectura de protección social de
los países hayan ingresado en el debate. Pero tanto a nivel de las políticas públicas
nacionales, como en el debate académico y técnico nacional y regional, se está muy lejos de
la naturalización de los términos propuestos por esta literatura en el debate sobre políticas
públicas. Dicho de otra manera, y a modo de ejemplos burdos, a nadie se le ocurre pensar el
tema de pobreza y desigualdad en un país sin mirar la tasa de desocupación y los sistemas de
protección ante tales situaciones potenciales. Pero aún hoy es poco probable que las
narrativas predominantes sobre pobreza y desigualdad observen variaciones en las tasas de
participación y en las horas promedio de dedicación al trabajo no remunerado de las mujeres
y su relación con la expansión de la educación inicial o con las políticas de reconciliación de
trabajo remunerado y no remunerado. Nadie aceptaría discutir temas de movilidad
intergeneracional sin observar o al menos mencionar la movilidad intergeneracional
educativa, pero pocos defenderían que igualmente importante son las condiciones de cuidado
con que contaron los niños en sus hogares y sistemas colectivizados de cuidado en la primera
infancia. Nadie cree posible entender vulnerabilidad o movilidad intra-generacional, sin mirar
educación y acceso a oportunidades ocupacionales tempranas. Pero qué sabemos acerca del
impacto que diferentes arreglos de cuidado intrafamiliar y diferentes apoyos colectivos al
cuidado tienen sobre la movilidad ocupacional de las mujeres, y sobre su vulnerabilidad al
desempleo. Estos son tan sólo algunos ejemplos de la distancia entre saber que estamos ante
un enfoque indispensable y naturalizar el mismo.

El Panorama Social de América Latina se propone avanzar en su edición del 2009 en la


empresa de entender, caracterizar y evaluar las alternativas de política pública ante lo que
aquí proponemos entender como la crisis de cuidado en América Latina. La Comisión
Económica para América Latina a través de la División de Desarrollo Social, la División de
Género y CELADE ha llegado a la cada vez más clara conclusión de que la región requiere
repensar en forma profunda sus modelos y dispositivos de protección y cuidado social para
enfrentar cuatro procesos que han transformado radicalmente y problematizado el escenario
socio-estructural en América Latina: las transformaciones familiares, la incorporación de la
mujer al mercado laboral, el procesos de envejecimiento de la población y la persistencia de
divergencias en materia de pautas reproductivas en escenarios de ya baja fecundidad
agregada. Creemos que se hace urgente y necesario repensar a la luz de estas
transformaciones los contratos de género y generación que nuestros Estados, familias y
mercados han presentado en el pasado.

La creciente aplicación de las encuestas de uso del tiempo y de medición del trabajo no
remunerado, la presencia en el debate público y de formadores de políticas de las tensiones
entre esfera familiar y esfera laboral, la necesidad de repensar los sistemas de pensiones y de
protección al adulto mayor en los contexto de envejecimiento son luces iniciales que
iluminan un camino que la CEPAL quiere transitar con vigor. Este Panorama Social dedicará
una sección entera compuesta de dos (de un total de cinco) capítulos a profundizar el análisis
estructural y de políticas públicas respecto a los desafíos de cuidado y protección social en el
nuevo escenario regional.

1. Riesgo, regímenes de bienestar y el lugar de la familia y las políticas

Toda sociedad distribuye el riesgo social en forma diferente entre ricos y pobres, mujeres
y hombres, educados y no educados, niños, adultos y adultos mayores. Existe una
economía política del riesgo social en donde el mercado, la familia y la comunidad
distribuyen riqueza, seguridad y oportunidades en forma diferente de acuerdo a los
atributos dados o adquiridos de la población. Estos tres canales de producción y
distribución de riqueza, seguridad y oportunidades se basan en una racionalidad
esencialmente descentralizada donde los individuos deciden cómo usar su capital físico,
humano o social. Pero hay otra esfera de producción de riqueza, seguridad y
oportunidades que es esencialmente centralizada: el Estado. El Estado desempeña tres
papeles básicos: recoge recursos de la comunidad, distribuye recursos en la comunidad y
regula comportamientos. El Estado interviene asimismo en el funcionamiento de las
esferas descentralizadas, los mercados, las familias y la comunidad en la medida en que
es el Estado quien controla los sistemas de impuestos, gasto público y las leyes que
regulan las interacciones de personas y grupos (Filgueira et al 2008).

La articulación de Estado, mercados y familias constituye lo que conocemos como


Régimen de Bienestar (Esping Andersen 1990, 1999). Esta definición supone que un
régimen de bienestar es más que un conjunto de dispositivos e instrumentos, en tanto es
la interacción de la estructura de producción de riesgo social y el mercado, la familia y la
arquitectura de la protección social frente a los riesgos. Incluye también la regulación del
riesgo por las estructuras descentralizadas. Desde esta perspectiva evaluar políticas
sociales y estados sociales supone entender cómo responden a las estructuras de riesgo y
la distribución del riesgo.

El concepto de riesgo social necesita una definición. Todos los individuos atraviesan
situaciones de riesgo material o emocional. Riesgo social no refiere a la presencia o
ausencia de riesgo aleatorio sino a la idea de recurrencias empíricas en donde pueden
identificarse la conexión entre la vulnerabilidad social y ciertas categorías sociales (de
acuerdo a criterios diferentes como edad, género, clase social, nivel educativo, etc.). Las
sociedades varían en el tipo y cantidad de producción y distribución del riesgo social.
Asimismo, las sociedades tienen capacidades diferentes para minimizar, moderar,
compensar o administrar las situaciones de riesgo (Esping-Andersen 2002, Huber and
Stephens 2004). El Estado y las políticas sociales se encargan de las respuestas colectivas
a la producción de riesgo social. La cantidad e intensidad del riesgo social en las
diferentes categorías sociales es necesariamente un producto de la combinación de la
acción de los agentes descentralizados en el mercado, las familias y la comunidad y de la
acción centralizada del Estado. Este producto resulta de los parámetros
institucionalmente definidos por el estado y de los hábitos culturales enraizados en
dispositivos y normas legales de larga data. (Filgueira et al 2008).

Cada Estado contribuye en forma diferente a la estructura de producción de riesgo y con


la distribución de responsabilidades de cuidado (Esping-Andersen 2002). De esta manera
afectan la distribución del riesgo, el cuidado y la solidaridad intergeneracional
fuertemente.

De la misma manera que el accionar del Estado afecta la producción y distribución de


riesgo y de las responsabilidades de cuidado, el cambio en las familias y el mercado
afecta los dispositivos de protección social. Cuando aparecen nuevos riesgos y el Estado
no responde debidamente o bien las familias, las comunidades y/o los mercados sufren
procesos adaptativos y absorben los riesgos o bien los riesgos sin cobertura se hacen más
pesados sobre ciertos grupos sociales.

Para que las familias, las comunidades o los mercados tomen determinadas acciones y
absorban riesgos ciertas condiciones deben satisfacerse. Las familias deben tener recursos
de adultos (que incluyen tiempo de los adultos), estabilidad y cooperación entre sus
miembros, las comunidades deben poseer formas básicas de reciprocidad y confianza
ancladas en eficiencia normativa que de sustento a formas más dinámicas de cooperación.
Finalmente, los agentes del mercado deben percibir algún potencial beneficio asociado a
una oportunidad dada de absorción de riesgo.

Cuando estas condiciones no están dadas, aquellos riesgos a los que el Estado no dio
respuesta no encontrarán respuestas en modalidades adaptativas de los mercados, las
familias y las comunidades. Un conjunto de problemas podrán afectar la salud social de
los individuos, las familias y los países:

a. Trampa intra generacional: los individuos no tienen acceso a los canales de


movilidad del Mercado, el Estado o la familia.
b. Trampa intergeneracional: los descendientes de los grupos vulnerables heredan
las desventajas
c. Aumento de eventos potencialmente catastróficos: procesos repentinos de
movilidad social descendente generados por riesgos a los que no se dio respuesta
dejan a los individuos sin recursos, protección colectiva e incapaces de movilizar
activos sociales.
d. Quiebre de la solidaridad y cohesión inter e intra generacional. Las soluciones
individuales tienden a dominar las estrategias de adaptación. El comportamiento
cooperativo entre los miembros de una familia y los individuos en general llega a
niveles sub óptimos en términos de bienestar agregado.
e. Las soluciones de suma cero adquieren predominancia, el conflicto aumenta tanto
entre generaciones como entre sexos en el nivel familiar, comunitario y nacional.

En este sentido, el aumento de la tasa de participación femenina en el mercado laboral,


los cambios en los arreglos familiares y el envejecimiento de la población colocan el
problema de la solidaridad intergeneracional, la distribución de conflictos de género y las
economías de cuidado así como el envejecimiento de la población en un lugar central.
Asimismo, el impacto de estos nuevos desafíos en la sustentabilidad financiera de las
políticas de bienestar y en la tasa de fertilidad de la población quedan en evidencia..

Adicionalmente, se agrega una nueva arena de redistribución de bienestar y


oportunidades fruto de la interacción de las transformaciones familiares, la participación
femenina en el mercado laboral y la distribución de conflictos generacionales y de
género.

Más allá de los cuestionamientos tanto empíricos como normativos a la versión


idealizada de los regímenes de bienestar en América Latina que presupone hombres
empleados y mujeres en el hogar cuidando de niños y eventualmente de ancianos, los
datos indican que en los últimos treinta años se ha dado un gran alejamiento de esta
versión de la familia y de los mercados laborales (incremento de los hogares con jefatura
femenina, incremento sostenido de los divorcios, más desempleo e informalidad dentro
de la población masculina e incremento de la tasa de participación femenina en el
mercado laboral crecientemente informal).

Entre los muchos y diversos problemas que el desacoplamiento de la estructura social y la


protección social genera, el tema del cuidado, la inequidad de género y la solidaridad
intergeneracional es central. En la medida en que las mujeres ingresan al mercado
laboral, la población envejece y los arreglos familiares cambian, temas como quién
sostiene la carga del cuidado, cómo las políticas ayudan a reconciliar trabajo y familia, y
como los servicios e intervenciones del Estado enfrenta esos cambios se convierten en
tópicos destacados y entran en forma completa y visible en los conflictos de distribución
y en las agendas de Estados, políticas y políticos. Cuando las nuevas demandas no
reciben respuesta ni políticas adecuadas, mujeres, niños y la sociedad en su conjunto lo
padecen.
Efectos negativos por la doble demanda originada en la carga de trabajo
remunerado y no remunerado sobre la mujer

Vulnerabilidad, estrés
y riesgo de pobreza
para la mujer

Vínculo precario de la mujer al


Mercado de trabajo (ingresos más
bajos, carreras truncas, historia laboral
fragmentada, informalidad)

Hay efectos negativos


indirectos en el bienestar
social agregado debido a
equilibrios subóptimos para
las mujeres, niños y adultos
mayores.

Frente a esta realidad existen un conjunto de respuestas potenciales que no


necesariamente se ubican en la esfera del Estado.

Potenciales respuestas desde una óptica analítica:

Redistribución de carga
de trabajo no remunerado
y remunerado entre
hombres y mujeres

Disminución de la carga
de cuidado por control de
fecundidad

Retiro de la mujer de la
esfera del trabajo
remunerado

Compra de servicios en
el mercado

Uso de servicios públicos


de cuidado
Es claro que el retiro de la mujer del mercado laboral o la disminución de la fecundidad
no son modalidades siempre deseables. Es claro también que para comprar servicios en el
mercado o utilizar servicios del estado se requiere de dinero –gasto del bolsillo en un
caso e inversión estatal en el otro- . Lo que es más importante, es que estas respuestas y
su frecuencia se encuentran cruzadas por la desigualdad. En otras palabras, no todos los
sectores sociales pueden o desarrollan similares modalidades adaptativas.

Respuesta estratificada privada frente a la doble demanda en ausencia de


intervención estatal

Sectores medios altos y altos:


compra de servicios de cuidado
en el mercado, ajuste fecundidad

Sectores Medios y medios bajos: ajuste


de la fecundidad a la baja, y/o retiro
parcial de mercado laboral, formas
comunitarias e intergeneracionales de
apoyo a cuidado
Sectores populares;
retiro de mercado
laboral, formas
comunitarias e
intergeneracionales

Cuando los regímenes de bienestar se enfrentan a estos problemas, existen 4 alternativas:


soluciones de cuidado y protección desde el mercado, soluciones de cuidado y protección
provistas por el estado, redistribución de la carga del cuidado y protección entre hombres
y mujeres, entre las distintas generaciones en las familias, y soluciones colectivas no
estatales (tercer sector y formas comunitarias). Cuando hablamos del segundo tipo de
solución, prevalecen por supuesto las políticas vinculadas a la familia o a la protección
social pero con implicancias para en términos familiares. Pero, también es muy relevante
su impacto en el acceso a soluciones desde el mercado, acciones comunitarias y la
redistribución de las responsabilidades de cuidado y protección dentro de la familia, así
como la capacidad de las familias para proveer dicho cuidado y protección.

RESPUESTAS POTENCIALES DESDE EL ESTADO A LA DOBLE DEMANDA


DEL TRABAJO REMUNERADO Y NO REMUNARADO
El estado prove servicios de
cuidado en la forma de
educación preescolar, tiempo
extendido escolar y cuidado
para adultos mayores

El estado provee dinero a las


familias para adquirir esos
servicios en el mercado.

El estado pone incentivos


materials y presión cultural a
favor de una nueva división
del trabajo dentro del hogar.

El estado implementa
incentives y regulaciones del
mercado de trabajo para
compatibilizar el trabajo
remunerado con el no
remunerado (horarios
flexibles, centros de cuidado
de niños a cargo de los
empleadores, etc).

América Latina presenta ciertas peculiaridades que tornan la construcción de sistemas de


protección social en una tarea extremadamente difícil, tanto en términos políticos como
técnicos. Para tener éxito en la promoción de solidaridad intergeneracional y cohesión
social es clave contar con políticas sociales que se adecuen a las transformaciones en la
familia y el contexto de envejecimiento así como políticas de género que asuman un rol
central en el diseño de políticas orientadas a las familias.

B. Protección, políticas y familia: Género y Generación

Existe consenso en torno al dicho popular “el tiempo es dinero”. Esto es porque cuando
éste se utiliza para actividades productivas se produce valor. Pero, no todo el valor
generado a través de trabajo productivo se asocia con dinero para su intercambio. De
hecho, una porción muy relevante de lo que producimos como sociedad no tiene valor de
cambio monetario alguno y por tanto ningún precio asociado. Todo el trabajo que las
personas, en la mayoría mujeres, realizan en la casa tales como tareas de cocina, limpieza
y cuidado de otros se realiza sin que medie ningún contrato que establezca un precio y las
responsabilidades que conllevan dichas tareas. No obstante ello, tenga o no valor
monetario, el doméstico es trabajo productivo y sí genera valor para la sociedad a gran
escala y para quienes se benefician de dicho trabajo. Más importante aún, el trabajo
realizado en casa y el de cuidado de otros consume tiempo que no puede ser usado para
otras actividades, sea de cuidados de uno mismo, de ocio o de trabajo remunerado. El
tiempo es, en última instancia, el recurso escaso por antonomasia.

1. Trabajo remunerado y no remunerado: el corazón de la crisis del cuidado

La proporción de mujeres que trabajan por un salario nunca antes había alcanzado el
nivel de nuestros días. Y las mujeres trabajan como siempre lo hicieron, y quizás más que
antes, por deber, amor y/o comida y refugio o por miedo e imposición. En otras palabras,
continúan trabajando en forma no remunerada. Esta situación es a todas luces injusta
pero, más allá de la justicia, es insostenible y afecta negativamente el bienestar tanto de
las mujeres como de los niños y, por ende, de la sociedad en su conjunto.

Más aún, este estado de cosas limita la capacidad fiscal de los estados para sustentar el
sistema de protección social en tanto limita la entrada de las mujeres en el mercado de
trabajo. ¿Cómo reconciliar el trabajo remunerado con el no remunerado? ¿Cómo
facilitamos en lugar de obstaculizar la entrada de las mujeres en el mercado formal de
trabajo? ¿Cómo redistribuir la carga del trabajo no remunerado entre hombres y mujeres?

Vale recordarle al lector una vez más que estos dilemas se inscriben en sociedades con
alta desigualdad. Por tanto, son las mujeres de bajos ingresos –y los niños de esos
mismos sectores- quienes más sufren la sobrecarga femenina proveniente de la demanda
de cuidado y protección. Las mujeres y los niños de otros estratos sociales también sufren
esta situación, aunque tienden a enfrentar estas tensiones con procesos adaptativos
diferentes, tales como la disminución de la fertilidad y acceso a soluciones a través del
mercado. Los sectores pobres no cuentan con estas alternativas; si el estado no es capaz
de regular y proveer bienes y servicios que permitan acortar la brecha, estaremos
generando un multiplicador de la desigualdad que afectará principalmente el bienestar de
mujeres y niños de menores recursos.

América Latina se ha movido muy lentamente en dirección al reconocimiento de los


dilemas recién mencionados. Sin embargo, el nuevo siglo ha mostrado ha traído consigo
algo de interés en esta materia. La siguiente sección presenta en más detalle algunos de
los dilemas que despiertan mayor interés, posibles cursos de acción y las innovaciones en
relación a estos y otros problemas similares.

2. Reconciliando trabajo y familia: posibilidades y límites de las transformaciones


de mercado

El Mercado laboral tiene un genotipo patriarcal. Discrimina a las mujeres en términos de


salarios, condiciones de trabajo, estabilidad laboral y desempleo. Pero además, el
mercado laboral –y más específicamente la forma de organización del trabajo y los
sistemas de “zanahorias y garrotes”- están sesgados en contra de la mujer. Ésta no
solamente debe llevar la carga del cuidado en los hogares, sino que es claro que la forma
en que se organiza el trabajo no reconoce esta situación. Por lo tanto, las mujeres no sólo
enfrentan un doble horario, sino que además lo deben hacer en un contexto que asume la
inexistencia de dicho doble horario. Es así que la agenda de trabajo y los tiempos, perfiles
de carreras e incentivos y la protección social asociada a la participación en el mercado
laboral asume que el cuidado está a cargo de otros.

Esto pone de manifiesto una amenaza significativa no únicamente para las mujeres sino
que también para el bienestar de todos los restantes miembros de sus hogares. En la
actualidad, el salario de las mujeres representa entre el 90% y el 60% de los ingresos
promedio de los hogares de la región.

En tanto no emerjan políticas de conciliación desde el estado y estrategias desde el


mercado, esta situación se volverá insostenible, llevando no solamente a la afirmación de
la vulnerabilidad de las mujeres sino que también afectando el bienestar colectivo de
sociedades y hogares en general. La pérdida es de dos tipos: el cuidado se deteriora y la
productividad laboral también lo hace. Así, cualquier esfuerzo en este nivel será
insuficiente. Las políticas de conciliación que buscan mejorar la compatibilidad del doble
horario que cargan sobre los hombros las mujeres y en muchos casos parten del supuesto
que el problema refiere simplemente a la organización y a los tiempos de trabajo
remunerado y no remunerado y no a la cantidad. Para verdaderamente reconciliar
actividades de cuidado y de trabajo remunerado, las estrategias que se adopten deben
incluir fórmulas concretas que impliquen conciliación de trabajo remunerado y no
remunerado no solamente para las mujeres, sino que para la sociedad en general. En otras
palabras, la crisis de cuidado no puede ser resuelta sin redistribuir la carga del cuidado.
Esto puede tener lugar dentro de los hogares, pero también puede hacerse a través de
políticas fiscales y sociales. En ambos casos (más en las segundas), el estado puede y
debe implementar políticas concretas.

Incentivos y políticas estatales orientadas a transformar la distribución del trabajo


no remunerado en el hogar

Si el mercado laboral tiene un genotipo patriarcal, es en el seno de las familias donde la


patriarquía se sostiene y reproduce. Más específicamente, dentro del hogar se produce
una particular división del trabajo, poder y estatus. En América Latina, esta distribución
del trabajo sigue un patrón clásico en relación al trabajo no pago y una estructura algo
más moderna cuando se trata del trabajo remunerado. Como mostramos más arriba, las
mujeres presentan una tasa de participación cercana al 50% al tiempo que los hombres
han disminuido levemente sus tasas hasta algo por debajo del 80%. Es entonces que la
razón mujeres/hombres de participación económica es mucho más alta que la mitad.
Asimismo, si se considera la participación promedio en los ingresos, donde las mujeres
perciben algún salario por su trabajo, la relación fluctúa entre el 60 y 90 puntos
porcentuales. Si se observan las edades activas típicos de las mujeres, el porcentaje en
términos de tasas de participación se ubican en todos los casos por debajo del 60%.

Tasas de actividad femenina específicas por edad y país, alrededor de 2006

Países GRUPOS DE EDAD


15 a 24 25 a 34 35 a 44 45 a 59 60 y más

Argentina 38.4 67.0 69.9 61.8 18.0


Bolivia 41.1 68.1 76.0 71.1 39.6
Brazil 56.7 72.9 72.6 56.2 16.2
Chile 30.6 64.2 61.8 54.8 16.4
Colombia 46.2 74.7 73.3 57.2 16.7
Costa Rica 39.5 66.2 65.3 49.7 11.7
Ecuador 45.0 68.4 68.5 62.9 34.6
El Salvador 36.1 67.0 70.5 56.6 22.3
Guatemala 41.5 62.0 60.8 59.0 27.6
Honduras 37.1 62.2 65.2 54.0 23.9
Mexico 40.1 62.9 65.2 56.8 21.5
Nicaragua 36.1 63.9 71.0 60.5 24.0
Panama 37.2 67.1 68.1 58.0 11.8
Paraguay 49.8 71.8 74.3 63.4 31.3
Peru 47.3 65.4 71.0 58.9 26.0
República Dominicana 45.7 73.0 73.1 54.0 14.7
Uruguay 45.8 76.1 77.3 67.5 12.8
Rep. Bol. de Venezuela 33.1 64.5 69.9 58.8 20.4
Fuente: CEPAL. Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe, 2007.

This reality stands in stark contrast with the average weekly hours dedicated to unpaid
work.

Si bien no se presentan aquí los datos, los casos de Argentina y Uruguay reproducen
claramente esta pauta.
Los mercados laborales y el propio estado operen bajo el supuesto que es la mujer que no
trabaja remuneradamente quien se hace cargo de las labores domésticas. Por su parte
estos mismos estados y mercados laborales asumen que la función central del hombre (y
cuasi-monopólica) es la generación de ingresos para el hogar. Vistas así las cosas los
estados y mercados no promoverán ni incentivarán una mayor participación de los
hombres en las labores domésticas. Existen algunas iniciativas tímidas en este sentido
relativas a licencias parentales. Pero el conjunto de instrumentos que debieran utilizarse
para avanzar más aceleradamente en este proceso no se han hecho presentes en ninguno
de los países. Estos incluyen aspectos de socialización y educación (currícula escolar y
lineal, spots publicitarios), así como incentivos materiales para rol del hombre en el hogar
(regulación laboral que da licencias al hombre y mujer por razones de carga familiar
diversa, etc).

Transferencias en efectivo y familia: ¿existe espacio para un nuevo contrato


intergeneracional? ¿es este contrato sensible al género?

A medida que la población envejece, la orientación generacional del gasto social se


vuelve un tema ineludible. El gasto en seguridad social, a partir de los costos de las
pensiones y la salud, puede alcanzar niveles tan elevados que no dejen espacio para el
gasto en servicios orientados al lado reproductivo de la sociedad: mujeres y niños.

Cómo proveer transferencias en efectivo básicas a los adultos mayores que ya no pueden
trabajar o conseguir un trabajo y cómo, al mismo tiempo, continuar logrando altas tasas
de participación femenina e invertir en capital humano para las nuevas generaciones
constituye una ecuación crucial para los los países en desarrollo

La privatización de la seguridad social no ayuda si nos preocupamos por los más viejos.
La mayoría de ellos quedará excluida. Un sistema puramente contributivo de reparto
(PAY AS YOU GO) no es sustentable. Los países de América Latina han recorrido los
dos caminos antes de encontrar uno intermedio. La discusión sobre sistemas no
contributivos de pensión flat rate de base universal o focalizados se ha vuelto parte de
una agenda legítima para el nuevo siglo. En Chile, Uruguay, Bolivia, Brasil y Argentina
(a nivel provincial y nacional) así como México (Distrito Federal) se está aceptando la
idea que una garantía básica para los adultos mayores puede ser tanto fiscalmente
prudente como socialmente deseable si, simultáneamente, son suprimidos o limitados los
subsidios para los pensionistas más privilegiados. América Latina no pertenece al grupo
genotípico de las sociedades asiáticas, en las que el cuidado de los ancianos dentro de las
familias es todavía un principio relativamente sagrado. Si bien las familias –
especialmente los hogares extendidos- proveyeron cuidado y refugio para sus adultos
mayores en el pasado y aún lo siguen haciendo, esta situación se torna progresivamente
más extraña, especialmente entre las clases medias y medio bajas. Esto es particularmente
problemático en el caso de las mujeres, que viven más tiempo y que en muchas ocasiones
no tienen acceso a pensiones debido a su historia laboral informal y fragmentada.

La otra cara del pacto intergeneracional refiere a la cantidad de dinero que una sociedad
está dispuesta a pagar para apoyar el papel de las familias y, especialmente a las mujeres
al proveer cuidado, capital humano y protección a los niños. El estado latinoamericano ha
asumido en el pasado que dicho pago se recibía en la forma de salario familiar a los
hombres via el mercado laboral (formal) que luego era redistribuído familiarmente. El
estado se hacía presente si este salario familiar se interrumpía por muerte, enfermedad o
discapacidad del hombre.

La realidad se mostro menos amigable. Los hombres ya no son capaces o tienen la


voluntad, si alguna vez lo fueron o la tuvieron, de sostener este contrato (un contrato de
género y generacional que los obligaba con las mujeres y los niños), al extremo requerido
por este modelo para funcionar correctamente. De hecho, cada día es más común que las
mujeres sean el principal cuidador y el mayor ganador de ingresos del hogar. Si se ha roto
un contrato de género (y con él uno generacional), ¿no debíeramos entonces redefinirlo?
Y dicha redefinición deberá ser en buena medida una colectivización de lo que antes
asumíamos se resolvía en forma privada.

En sociedades con alta desigualdad y limitaciones fiscales, ¿dónde deberíamos


comenzar? Transferencias en efectivo condicionadas y sistemas reformados de
asignaciones familiares se han convertido en instrumentos relevantes de redistribución.
También se han convertido en un dispositivo significativo del sistema global de
protección social. En la década de los noventa en América Latina, los gobiernos iniciaron
programas de transferencia en efectivo dirigidos a los más pobres (Honduras: PRAF II in
1990; México: PROGRESA in 1997 and Oportunidades since 2001, Brazil: PETI in
1998, Bolsa Alimentación in 2000 and Bolsa Escolar in 2001; Ecuador: Bono Solidario in
1998 and Bono de Desarrollo Humano beginning from 2003; Nicaragua: Red de
Protección Social in 2000; Colombia: Familias en Acción en 2001). La mayoría de ellos
consistía en transferencias condicionadas: las familias se comprometen a que los niños
asistan a la escuela y las madres acuerdan recibir chequeos médicos. Estos fondos o
programas combinan la naturaleza monetarias de las transferencias tradicionales de la
seguridad social, la focalización y condicionamiento de los sistemas de inspiración liberal
y el énfasis multisectorial de los programas sociales integrados. Como herramientas
aceptadas dentro del repertorio políticas sociales en la región, los gobiernos más recientes
han reasumido, extendido o lanzado programas de transferencias monetarias dirigidos a la
población pobre. En muchos casos, estos programas han incrementado el monto de la
asistencia, otorgando más beneficios y extendiendo la cobertura. En Brasil, el gobierno
del Presidente Lula llevó adelante los programas Hambre Cero y Bolsa Familia, los que
en 2005 cubrían mas de siete millones de familias. En un esfuerzo por combatir la
extrema pobreza en Chile, el programa Chile Solidario combinó transferencias en
efectivo con componentes de promoción social, apoyo psicosocial, atención
personalizada y una extensión de la cobertura a 250.000 familias. El gobierno del
Presidente Rafael Correa en Ecuador duplicó el monto del Bono de Desarrollo Humano
de $15 a $30 por mes, incrementando la cobertura para incluir a las personas
discapacitadas. También llevó al doble el Bono de Vivienda, de $1800 a $3600. En
Nicaragua, bajo la administración del Presidente Daniel Ortega, el gobierno implemento
el programa Hambre Cero, a través del cual cabezas de ganado fueron distribuidas entre
los miembros femeninos centrales de hogares pobres.
Una variante dentro de las iniciativas de transferencias condicionadas son los programas
de apoyo monetario a los desempleados. En Argentina, donde el desempleo llegó a
superar el 20%, el gobierno desarrolló programas de largo alcance para alcanzar a los
desempleados. En el contexto de una severa crisis económica y política, en el año 2003 se
echó a andar el Plan Jefas and Jefes de Hogar Desocupados que cubrió casi dos millones
de personas, una cifra que sobrepasa de manera sobresaliente la cobertura de programas
de esta naturaleza en el pasado. Si bien estaba previsto la retribución requerida a los
beneficiarios (tal como trabajo comunitario), ha sido un desafío asegurarse que ésta se
hubiera cumplido efectivamente. En sus orígenes, este programa fue pensado como uno
universal y temporal. Pero, devinó permanente y no logró la cobertura universal,
alcanzando aproximadamente al 70% de la población desempleada. Esta limitación
permitió emerger un patrón clientelar en la implementación del programa a través de la
participación de intermediarios (aproximadamente 15% a organizaciones piqueteras y el
resto canalizado por punteros políticos). Este plan nació en un ambiente de enorme
movilización social y, a diferencia de otros programas de transferencia monetaria que usa
un lenguaje paternalista o de formación de capital humno, se basa en un discurso de
justicio social.

En Uruguay, el programa llamado PANES (Plan de Atención Nacional a la Emergencia


Social) fue diseñado e implementado en el año 2005 por el Presidente Tabaré Vazquez
para abordar problemáticas no necesariamente asociadas con el desempleo. Además del
Ingreso Ciudadano (transferencia mensual de $56 a familias que calificaran para el
beneficio), PANES incluyó otros componentes. Entre ellos se incluye empleo temporal
(Trabajo por Uruguay), nutrición, servicio de emergencia, educación en contexto crítico y
techo para los sin hogar. El PANES adoptó el discurso del derecho a la inclusión y fue un
programa temporal, reemplazado en el 2007 por el Plan de Equidad.

El Plan de Equidad fue lanzado en setiembre de 2007 por parte del gobierno uruguayo y
aparece como la política con mayor grado de articulación sobre derechos sociales
universales. Reemplazó al PANES, pero aún así combina alguno de sus componentes
asistencialistas y de corto plazo con un intento de reconstruir y modernizar el estado
social.

Las propuestas de reformas de la educación y la salud son especialmente sobresalientes y,


junto con la reforma del sistema impositivo y la extensión de las pensiones buscan crear
una red de servicios básicos y protección social para todos los ciudadanos desde su
nacimiento hasta su muerte. El Plan de Equidad incluye medidas que podrían producir un
impacto considerable en la reducción de la desigualdad. Entre ellas se destacan un
sistema de asistencia social no contributiva que incluye al 95% de las familias viviendo
por debajo de la línea de pobreza, una expansión sustancial de la educación inicial, la
extensión de los beneficios a la hora del retiro, y una serie de acciones tendientes a
mejorar la calidad de la educación en todos los niveles. El diseño de este plan responde a
una estrategia social demócrata de universalismo básico y extensión de la asistencia
social no contributiva.
En Chile se ha registrado un desplazamiento, aunque lento y zigzagueante, desde una
postura totalmente liberal a otra de orientación más social demócrata. Desde el período
del Presidente Ricardo Lagos (2000-2006), el discurso de derechos ha sido efectivamente
incorporado en el diseño de programas sociales. En el área de la salud, el programa
AUGE (Acceso Universal con Garantías Explícitas) establece un conjunto de
enfermedades y patologías cuyo acceso a tratamiento es de base universal, derecho éste
que puede ser demandado desde las cortes de justicia. Seguidamente, el gobierno de la
Presidenta Bachelet instituyó el programa Chile Crece Contigo, un sistema
comprehensivo de protección a la infancia que cubre desde el embarazo hasta los 4 años
de edad del niño. Este programa es universal en cunato a alcance y focaliza su asistencia
en el 40% de la población que es más vulnerable. La visión que fundamenta esta
iniciativa es que si se logra mayor equidad en esta etapa crucial de la vida, es posible
aspirar a mayor igualdad de capacidades para el desarrollo educacional y laboral en el
futuro. En el 2008, el Congreso aprobó una reforma en el sistema de pensiones, que
garantiza un pensión por retiro mínima de $136 mensuales, lo ques será incrementado a
$170 en 2009. Esta reforma constituye una moderada decomodificación en el marco de
un sistema de pensiones en el que el modelo liberal prevalece de manera notoria.

Finalmente, es relevante destacar la importancia de estos programas dentro de la


estructura fiscal de los estados sociales de América Latina. Más allá del hecho que estos
programas hayan captado buena parte de la atención técnica, académica y de la opinión
pública, representan únicamente un 1% o 2% del PIB y, en general, constituyen no más
del 10% del gasto social en los países latinoamericanos (CEPAL, 2005). En los últimos
años, se le ha prestado menos atención a las transformaciones en los pilares centrales de
las políticas sociales: educación, salud y seguridad social.

Servicios y familias: estrategias colectivas para redistribuir la carga del cuidado.

Además de la reformulación de los sistemas de transferencias monetarias, existe un área


que, si bien todavía ocupa un papel secundario en la agenda de los servicios sociales, ha
asumido al menos algo de espacio en la agenda pública de algunos países. Se trata de la
educación para niños de 0 a 5 años y la extensión horaria en los centros educativos de
nivel primario y secundario. Chile (tiempo extendido), Perú, Uruguay, Costa Rica y los
países de El Caribe (educación inicial) han hecho importantes avances, aunque aun resta
mucho camino para que la educación en la primera infancia y la educación inicial se
transformen en piezas fundamentales para la redistribución de bienestar y cargas y
responsabilidades entre géneros y generaciones.
Cobertura de atención y educación de la primera infancia en países seleccionados
Nivel de la Educación Inicial (%)
País 0-2 años 3 años 4 años 5 años
Argentina (2004) 0 0 28,8 57,3
Brasil (2002/03) 0 4,8 26,1 54,3
Bolivia (2002/03) 0 0,6 18,8 60,9
Colombia 0 13,8 28,3 58,3
Costa Rica (2005?) 0 3,1 32,4 77,8
Cuba (2003/04) 11 99,1 99,7 100
Ecuador (2002/03) 0 0 11,9 n/a
Guatemala 0 6,5 11,3 34,3
Haiti (2002/03) 1,5 13,4/13,9 20,9/21,4 26,1/25,3
niñas/niños
Jamaica (2003/04?) 0 60,4 95,9 98,5
Nicaragua (2004?) 12,2 (PAININ) 21,3 40 58,7
Panamá (2002/03) 0 3,8 26,2 78,1
Paraguay (2002/03) 0 2 18 83
Peru (2002/03) 0 39,7 60,3 73,7
Sta. Lucía (2004/05) 9,4 70,3 67,2 (20,3 EP) 8,7
Uruguay (2002/03) 0,9 8,5 39,7 87,4
Fuente: OIT-PNUD en base a UNESCO: Perfiles nacionales preparados para el Informe de
Seguimiento de la EPT en el Mundo 2007. Bases sólidas: atención y educación de la primera
infancia. 2006.

Si por un lado deben considerarse los servicios para los más jóvenes, en la medida en que
las sociedades envejecen, los servicios de cuidado para ancianos también adquieren una
importancia superlativa. La proporción de población de 75 y más años, para quienes el
cuidado es crítico, ya ha alcanzados niveles de consideración en el cono sur y en los
centros urbanos de América Latina en general. Y estos niveles serán aún mucho más altos
en los próximos 10 a 30 años.
La provision de servicios para esta población por parte del estado es mínima o
directamente nula. Esto ha llevado a una respuesta estratificada por clases: familia –o
nada- para los pores y las clases medias y familia y mercado para los más acomodados.

Las nuevas formas de familia: entre la negación y los reconocimientos

Ninguna de las posibles respuestas presentadas en las líneas anteriores aborda el tema de
qué es una familia y qué formas de familia merecen protección social y reconocimiento
legal. Este es un tema de particular importancia cuando nos interrogamos sobre la
economía del cuidado. La combinación de los recursos en el hogar y la socialización de
riesgos (RISK POOLING) es la forma primordial a través de la cual los grupos sociales
se protegen a sí mismos contra los riesgos.

Aun no ha emergido una sociedad donde predominen los hogares unipersonales. Pero,
cuanto menor es la integración de miembros en los hogares, mayor es la privatización del
cuidado y/o más costoso es para el sistema de protección social proteger a los
dependientes. Por lo tanto, favorecer la existencia de arreglos cooperativos entre adultos
dentro de los hogares es la forma más astuta de actuar. Ahora bien, que esta sea la forma
más astuta de actuar no significa favorecer un tipo de arreglo particular (como por
ejemplo parejas casadas donde el hombre trabaje de forma remunerada y la mujer lo haga
en el hogar). Parejas en concubinato, parejas homosexuales, segundas uniones y arreglos
multigeneracionales sin casamientos: todas ellas también deberían ser parte de una
estrategia de fortalecimiento de las capacidades de las familias para brindar cuidado y
apoyo a sus miembros. Si estas formas de familia no cuentan con reconocimiento legal
serán menos estables. Aquellos que especulan con que, y se preocupan por, el hecho que
contar con normas legales más inclusivas para los nuevos arreglos familiares podrían
inducir a un descalabro de la “familia tradicional” deberían simplemente echar un vistazo
a la información.
Cuadro 6. Porcentaje de nacimientos no matrimoniales, alrededor de 1970
y 2000.

Año % Año %

Argentina 1980 29,8 2000 57,6


Chile 1970 18,8 2001 50,5
Costa Rica 1970 29,4 2003 57,5
El Salvador 1970 67,8 1998 72,8
México 1970 27,3 2001 39,6
Panamá 1970 70,9 2002 79,9
Paraguay 1970 42,6 2002 51,0
Uruguay 1970 21,1 2001 55,2

Fuente: Castro Martín, Teresa et al. (2008) Matrimonio vs. Unión consensual en
Latinoamérica: contraste desde una perspectiva de género. III Congreso de la
Asociación Latinoamericana de Población, ALAP. (Tabla 1) En base a United
Nations Demographic Yearbook & World Fertility Report, e Institutos Nacionales
de Estadística.
% de Separados y Divorciados
País circa 1994 circa 2005

Argentina 7,1 10,7


Bolivia 9,4 9,4
Chile 7,7 9,4
Colombia 13,8 17,8
Costa Rica 13,3 16,9
Ecuador -- 11,2
El Salvador -- 25,2
Guatemala -- 8,4
Honduras 20,6 6,7
México -- 10,7
Nicaragua 23,0 --
Panamá -- 20,7
Paraguay 3,7 6,5
Perú -- 13,1
Uruguay 10,2 14,7
Venezuela 6,8 13,3

Fuente: CEPAL, 2009

Esta pasando de todas formas. Y no responde a la legislación permisiva de nuevas formas


familiares (que son muy insuficientes en la región). La razón es la incapacidad de los
arreglos patriarcales en mercados, estados y las asi llamadas “familias tradicionales” para
fomentar y sostener arreglos de cooperación entre hombres y mujeres en esas familias.
Entonces, la lógica indica una vez más que el reconocimiento de nuevas formas
familiares, la provisión de un mejor ambiente, y una mejor y más equilibrada división del
trabajo dentro de las familias entre hombres y mujeres serían medidas que se
complementarían entre sí para lograr algo indudablemente deseable: el incremento de la
persistencia de arreglos de cooperación en los hogares entre dos o más adultos que se
cuiden entre sí y a sus dependientes (sean ellos niños o ancianos).
Bibliografía General

Aguirre, Rosario (2005) Uso del Tiempo y Trabajo no remunerado.


UNIFEM/Universidad de la República. Montevideo.

Batthyány; K. (2004) Cuidado infantil y trabajo: ¿un desafío exclusivamente femenino?;


una mirada desde el género y la ciudadanía social. Montevideo: CINTERFOR/OIT.

Esping-Andersen, Gøsta, Duncan Gallie, Anton Hemerijck, and John Myles. 2002. Why
We Need a New Welfare State. New York: Oxford.

Esping-Andersen, Gøsta. 1990. The Three Worlds of Welfare Capitalism. Princeton:


Princeton University Press.

Esping-Andersen, Gøsta. 1999. Social Foundations of Postindustrial Economies. New


York: Oxford University Press.

Filgueira, Carlos (1996) Sobre revoluciones Ocultas: las transformaciones de la familia


en el Uruguay. CEPAL, Montevideo.

Filgueira, F. y Filgueira, C. (2002): “Models of Welfare and Models of Capitalism: the


limits of transferability” en Evelyne Huber (ed.); Welfare Regimes and State Reform in
Developing Countries”; Penn University Press,.

Martinez, Juliana (2008) Domesticar la Incertidumbre en América Latina. Mercado


laboral, Política Social y Familias. Editorial UCR, San José de Costa Rica

Filgueira, Fernando, Federico Rodríguez, Claudia Rafaniello, Sergio Lijtenstein y Pablo


Alegre (2005) “Estructura de riesgo y arquitectura de protección social en el Uruguay
actual. Crónica de un divorcio anunciado” in Filgueira and Gelber (eds.) Thematic
Number of PRISMA review #21, 2005, Dilemas sociales y alternativas distributivas en el
Uruguay. Montevideo.

Filgueira, F, Gutiérrez M, Papadópulos, J (2008) The coming of age of a mature welfare


regime and the challenge of care: labor market transformations, second demographic
transition and the future of social protection in Uruguay. United Nations Research
Institute for Social Development; Geneva.

Folbre, N. (2006) “Beyond de Market: Accounting for Care”. International Association


for Feminist Economics (IAFFE). Australia, July 7-9.

Huber, Evelyne and John D. Stephens. 2002. Development and Crisis of the Welfare
State: Parties and Policies in Global Markets. Chicago: University of Chicago Press.
Selections.
Huber, Evelyne and. Stephens, John D. 2004 Combatting Old and New Social Risks,
Paper prepared for delivery at the 14th International Conference of Europeanists, Palmer

Migdal, Joel S. 2001. State in Society: Studying How States and Societies Transform and
Constitute One Another. New York: Cambridge University Press, pp. 3-38, 231-264.

Mitchell, Timothy. 1991. “The Limits of the State: Beyond Statist Approaches and Their
Critics.” American Political Science Review 85, no. 1: 77-96.

Offe, Claus. 1984. “Theses on the theory of the state.” Pp. 119-129 in Contradictions of
the Welfare State, ed. John Keane. Cambridge: MIT Press.

Orloff, Ann Shola. 1993. “Gender and the Social Rights of Citizenship: The Comparative
Analysis of Gender Relations and Welfare States.” American Sociological Review 58, no.
3: 303-328.

Pascale, Gillian (2006) “Male Breadwinner Model” entry for the Internacional
Encyclopedia of Social Policy. Routledge, New York.

Pautassi, L.; Faur, E.; Gherardi, N. (2005) “Legislación laboral y género en América
Latina. Avances y omisiones”. En: Políticas hacia las familias, protección e inclusión
sociales. Santiago de Chile: CEPAL. (Seminarios y conferencias N° 46) pág. 111-130.

Pierson, Paul. 1996. “The New Politics of the Welfare State.” World Politics 48, no. 2:
143-179.

Pierson, Paul. 2001. The New Politics of the Welfare State. Oxford University

Polanyi, Karl. 1944. The Great Transformation: The Political and Economic Origins of
Our Time. Boston: Beacon Press, pp. 3-19, 56-85.

Przeworski, Adam (2003): States and Markets. A Primer in Political Economy,


Cambridge: Cambridge University Press.

Pugliese, L. (2007) “Análisis comparado de una selección de programas de protección a


los adultos mayores en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay. Segunda parte: Programas
Sociales”. Banco de Previsión Social, Asesoría General en Seguridad Social,
Comentarios de Seguridad Social - Nº16, Julio – Setiembre, pp.137-151.

Spruyt, Hendrik. 1994. The Sovereign State and Its Competitors. Princeton: Princeton
University Press.

Tilly, Charles. 1990. Coercion, Capital, and European States, AD 990-1992. Cambridge:
Blackwell, pp. 1-37.
Tilly, Charles. 1998. Durable Inequality. Berkeley: University of California Press, pp. 1-
40, 229-246.
Conferencia internacional: Las migraciones América Latina Europa:
¿qué desafíos para el análisis y las políticas?
Bruselas 6-7 de noviembre 2006

Economías del cuidado colapsadas: ¿a quién le tendría que preocupar?

Jeanine Anderson
Pontificia Universidad Católica del Perú

Introducción

El Perú ha sido tomado por sorpresa por el repentino aumento de la migración


internacional a partir de la década de los 90. Más sorprendente aun ha sido el aumento
en la proporción de migrantes internacionales que son mujeres. De acuerdo al reciente
informe del Fondo de Población de Naciones Unidas y la Conferencia Mundial de
Población, en 1996 migraron 14,000 mujeres peruanas; en 2005 fueron 173,000. Las
mujeres constituyeron el 40% del total de los 425,000 migrantes internacionales que
salieron como emigrantes de nuestro país en dicho año.

Este escrito se va a centrar en los lugares de origen de los migrantes, hombres y


mujeres, y en los significados y las consecuencias de la migración femenina para esos
lugares. Muchas de las mujeres que salen al exterior son piezas claves en la
organización y la economía de cuidado de sus hogares de nacimiento o de procreación o
incluso de ambos. Ellas llevan como parte de su bagaje la socialización femenina que
han recibido, que las prepara para la atención del hogar y el cuidado de las personas que
lo comparten. Cuando se van, dejan maridos e hijos/as y a veces otros que de algún
modo tienen que llenar el vacío de su ausencia. En los lugares de destino, las
habilidades de estas mujeres en tanto cuidadoras, gerentes domésticas y amas de casa
tienen una fuerte demanda. De antemano, hay abundantes motivos para enfocar la
relación entre la migración femenina y la organización social, cultural y económica del
cuidado. El tema nos introduce en medio de importantes procesos de cambio que se
están produciendo en los países que envían migrantes como en los países que las
reciben.

En Perú, la migración masculina es imaginada como normal y esperada. Tiene raíces


profundas. Existe en los Andes y las zonas rurales un patrón que se conoce como el
vagabundeo que se asocia a los varones jóvenes y adolescentes y que está vinculado a
la búsqueda de independencia económica, de aprendizajes no disponibles en el lugar de
nacimiento, y la acumulación de capital social y cultural. Es común que niños, jóvenes
y hombres casados realicen migraciones laborales que ocupan temporadas variables
(días, semanas, meses, años). Incluso, desde hace tiempo, tales movimientos pueden
llevar a cruzar las fronteras de los países vecinos.

Estas imágenes hegemónicas dejan poco espacio para las imágenes de mujeres móviles:
mujeres que se desplazan largas distancias en viajes comerciales, mujeres que huyen de
parientes que pretenden casarlas o decidir sobre sus vidas, mujeres rurales que se lanzan
sobre las ciudades en busca de estudios, un ingreso propio, un cambio de vida. Sin
embargo, tales patrones también son antiguos en el Perú. El movimiento de niñas y

1
mujeres rurales hacia las ciudades para trabajar en el servicio doméstico se inicia en los
primeros años de la colonia española y continua hasta hoy.

La migración de mujeres en edad reproductiva puede representar un desesperado intento


de salvar economías familiares y crear oportunidades para los hijos de las familias en
pobreza. O puede significar una liberación para la mujer que se va. En cualquiera de
los dos casos (y en las situaciones donde se mezclan ambas motivaciones), la migración
está vinculada a la economía, la organización social y la cultura del cuidado en los
hogares y en los países como conjunto. Me propongo examinar esta vinculación desde
diversos ángulos.

Quiero comenzar, sin embargo, por la relación entre la migración y la pobreza. Para
eso, echaré mano a una investigación longitudinal mía en Pamplona Alta, sector de
asentamientos populares al sur de Lima.

1. ¿Cómo se sale de la pobreza?

En el Perú de casi todos los sectores sociales, la migración internacional figura en el


imaginario como una ruta de escape de la pobreza. Los costos y los riesgos son lo
bastante altos como para impedir que las personas emprendan la migración por ver o
como una aventura. Si la migración representa la esperanza de mejorar las perspectivas
del grupo familiar al que pertenece el o la migrante, tiene que compararse con otras
alternativas que pueden ofrecer la misma esperanza. En esta sección examinaré la
migración internacional justamente en este contexto: ¿qué otras salidas están al alcance
de las familias pobres en el Perú?

La investigación sobre la pobreza es abundante y, sin embargo, la mayor parte de ella es


sincrónica, sin mayor profundidad en el tiempo. En cambio, salir de la pobreza al
margen de ganar la lotería es un proceso que ocupan años o décadas. He tenido la
posibilidad de seguir a un conjunto de familias1 en Pamplona Alta a lo largo de más de
tres décadas, analizando, entre otras cosas, sus intentos de mejorar su situación
socioeconómica y su propia evaluación de las oportunidades y riesgos que están
dispuestos en su entorno. Para comparar las trayectorias familiares, agrupé a las
familias en tres conjuntos que reflejan un orden relativo: 1 (las 12 más prósperas), 2
(intermedias) y 3 (las 12 más pobres). Aun cuando se puede decir que unas estrategias
fueron más exitosas que otras, ninguna de las familias alcanzó una posición de gran
holgura en el lapso de las tres décadas. Sin embargo, una minoría logró emerger
decorosamente de los años de inflación galopante (años 80) y recesión (segunda mitad
de los 90) mientras que otras familias, para la última entrevista en el 2001, se hallaron
sumidas en una pobreza desesperante. La mirada a las estrategias económicas de estos
grupos familiares pretende responder la pregunta clave: frente a las condiciones
adversas que afectaban a todos, ¿qué se pudo hacer para defenderse y aumentar el
patrimonio familiar?

1
La muestra fue de 74 familias en 1977-78 cuando se hizo la primera ronda de entrevistas. La mayoría
de familias se constituía de jóvenes parejas que habían establecido su primer hogar en el asentamiento a
partir de 1970. En 1992, para la segunda, se entrevistaron a los dos padres y dos hijos/as adolescentes en
62 familias. En 2001, se entrevistaron a miembros de dos y a veces tres generaciones en 56 de los
hogares inicialmente miembros de la muestra.

2
1.1 Rutas de salida de la pobreza

Para llegar en buenas condiciones al final del recorrido de tres décadas, los grupos
familiares de Pamplona Alta tuvieron que recorrer secuencias de acciones que,
acumulativamente o aprovechando sinergias, hicieran que el grupo estuviera
consolidado, en la capacidad de resolver emergencias, contando con condiciones de
vida decorosas, y con los hijos establecidos en líneas de trabajo promisorias. Esta sería
la definición de una estrategia exitosa . Algunos de los ingredientes de tales
estrategias son los siguientes:

Acumulación de activos: casa, vehículos, herramientas de trabajo (desde


implementos de carpintería hasta una máquina de coser o tejer)
Empleo constante en un trabajo formal. Aun ganando un sueldo bajo, los
beneficios son la regularidad del ingreso y el acceso a mecanismos de protección
como el seguro social y algunos servicios asociados al trabajo en organismos del
Estado o las empresas grandes (capacitación, capital social)
Migración dentro del Perú: acceder a tipos de trabajo que conllevan un premio
por sacrificio o riesgo (construcción en zonas rurales, minería) o poder extraer
ganancias excepcionales de una actividad como el transporte de productos o la
venta itinerante en zonas de poca competencia de los Andes, la selva o la costa
rural. Hubo casos de hijos y nietos que habían regresado al lugar de origen de
sus familiares en la sierra u otras zonas rurales.
Actividades empresariales fundadas sobre la participación de un grupo familiar
grande, capaz de insertarse en distintos nichos económicos
Patronos y programas de asistencia social. En general, tales mecanismos podían
proteger al grupo de shocks y caídas drásticas; servían una función de
mantenimiento. No eran eficaces como palancas para salir de la pobreza.

Algunas personas dedicaban grandes recursos y energías procurando abrirse campo en


otras direcciones. Sus estrategias parecen responder a ciertas ilusiones que los medios
de comunicación se encargan de difundir y al establecimiento le conviene propugnar: la
igualdad de oportunidades y la esencial justicia meritocrática del sistema o la fuerza del
amor y el reconocimiento mutuo entre estamentos sociales desiguales. En Pamplona
Alta se manifestaban dos de estas estrategias. Bajo las condiciones reales del Perú, sus
posibilidades de éxito son magras:

La educación y la profesionalización. En los 70 los padres soñaban con que sus


hijos y sus hijas estudiaran carreras profesionales. Las profesiones eran
definidas en forma amplia, para incluir, por ejemplo, tanto técnico en
electricidad como ingeniería electrónica; técnica en enfermería como enfermeras
y médicas. Hoy, el deterioro de la educación básica en el Perú es tan dramático
que resulta prácticamente imposible que alguien que estudie en un colegio rural,
de los asentamientos populares, o colegios fiscales en general, pase el filtro e
ingrese en una universidad de buena reputación. Además, quienes egresan de la
secundaria en esos lugares sufren desventajas debido a sus deficiencias de
capital social y cultural. Tales desventajas eran apenas visibles para los adultos
de los años 70; hoy, en un mercado laboral más competitivo, padres, madres,
hijos e hijas reconocen los obstáculos que enfrentan y que se hacen casi
insuperables.

3
El casarse bien, especialmente para las jóvenes mujeres. La realidad es más
bien que muchas jóvenes han tenido embarazos tempranos, no planificados. Por
más agraciadas que sean, quedan fuera de carrera para un ascenso social vía el
matrimonio. Las parejas jóvenes se establecen básicamente entre pares del
mismo asentamiento y los asentamientos vecinos. Se mantiene un ideal de
endogamia andina , ya no de la pequeña comunidad rural sino referida al barrio
y al estrato socioeconómico.

Otras estrategias para salir de la pobreza que los residentes de Pamplona Alta han
emprendido implican inversiones de largo plazo y planes de contingencia cuyo
resultado final no se ha visto aun. No está claro si redundarán en la ansiada estabilidad
económica, en un aumento del patrimonio y mejora de las perspectivas, o si fracasarán.
Estas estrategias incluyen:

Especulación en tierras, especialmente terrenos urbanos en zonas de invasión o


expansión de las economías populares. Algunas familias habían comprado
terrenos en las zonas altas del cerro de Pamplona, donde criaban chanchos (o
alquilaban el terreno para que otros se ocuparan de esa actividad, considerada
bastante sucia). Otras habían invertido con la idea de construir una tienda,
hostal o casa para alquiler. Algunas personas habían comprado terrenos fuera de
Lima.
Negocio en casa, pensado para los años de retiro del trabajo de los adultos que
ingresan en la vejez. Los negocios son tiendas, cafés y bares, peluquerías,
talleres de reparaciones, videojuegos o cabinas de Internet, cuartos de alquiler,
garajes y almacenes.

Prácticamente todas estas estrategias para salir de la pobreza suponen una familia
finamente afiatada, coordinada y funcional. Suponen que varios miembros de la familia
estén aportando a un fondo común, el que a su vez está siendo administrado
inteligentemente y a satisfacción de todos los contribuyentes. Suponen la existencia de
acuerdos y reglas que se aplican a la distribución de responsabilidades dentro de las
familias, de modo tal que se eviten conflictos sobre quién hace qué y quién hizo más
que el otro. Suponen, de hecho, la ausencia de agresiones entre los miembros de las
familias y de violencia en los hogares. Suponen que todos los integrantes de la familia
se respeten mutuamente y que las familias tengan una gran capacidad para reconocer las
habilidades de sus miembros y aprovecharlas para el beneficio común. En resumen, las
estrategias de salida de la pobreza requieren que las familias de los pobres funcionen de
una manera casi ideal, pese a que las condiciones de su entorno se contradicen con ese
supuesto permanentemente. Sobre eso habrá más que decir líneas abajo.

Frente a este panorama, no es de sorprenderse que las familias de Pamplona Alta, al


igual que las familias de los miles de asentamientos populares que existen alrededor de
la ciudad de Lima como de otras ciudades peruanas, coloquen dentro de su abanico de
posibles salidas, la migración internacional de uno/a o más de sus miembros.

1.2 La vieja migración

La vieja migración internacional peruana, la de los años 60 y 70, involucraba casi


exclusivamente a hombres. En Pamplona Alta, hay casos de varones, ahora padres y

4
aun abuelos de familia, que participaron de ella. Es ilustrativo examinar las
circunstancias en las que salieron del país y, sobre todo, su recorrido después de volver.
En la muestra de 74 familias que participó en la primera rueda de entrevistas (1977-78)
se hallaron tres de estos casos. En ese momento, no hubo mención a mujeres que
hubieran migrado o que estuvieran fuera del Perú.

El primer caso es el de un mecánico de calderos llamémoslo Pedro que estuvo


adscrito a la Marina de Guerra del Perú. Dice él que trabajaba en un barco que recorrió
Liberia, Rusia y muchos otros países. Pedro dejó esa vida en 1984, volvió a instalarse
con su familia en Pamplona Alta, e inició una breve carrera como mano de obra
calificada en una serie de empresas industriales. Con el ajuste económico que se
producía en la década de los 80, las empresas iban quebrándose, una por una. Pedro
entró a trabajar en el gobierno municipal, en uno de los puestos que son asignados como
premio por los apoyos prestados en la campaña política del candidato ganador. Estuvo
en la jefatura de participación vecinal hasta que su facción política perdió. Desde
entonces, lo único que ha podido conseguir son pequeños trabajos independientes. Al
momento de la última entrevista, Pedro trabajaba free-lance como asesor y tramitador
en cuestiones de planos urbanos y saneamiento físico-legal, ayudando a los
representantes de nuevos asentamientos humanos a realizar trámites de titulación y en
general a manejarse en el mundo de las leyes municipales. Además, era dirigente
vecinal en un sector de Pamplona Alta. Sus fuentes de ingreso eran sumamente
precarias y, al no tener una formación legal, él no podía competir con otros que ofrecen
el mismo servicio.

El segundo caso es el de un señor que llamaré Severo. Él fue uno de los más prósperos
en 1978 y uno de los más pobres en 2001. En los años 70 era un obrero calificado de
una empresa industrial grande, fabricante de vasos y otros productos de vidrio. La
empresa lo envió al Ecuador para una capacitación y para que viera el funcionamiento
de industrias similares en otro país. Cuando la empresa quebró en los años 80, Severo
perdió su empleo y las oportunidades excepcionales que le significaba. Intentó varias
líneas nuevas de trabajo pero parece claro que sus largos años en la fábrica no le habían
preparado para adaptarse a otras condiciones, sobre todo la condición psicológica de la
inseguridad ni la pérdida de ingresos, ambiente y status. Probó suerte como
comerciante a provincias para luego replegarse en la venta ambulatoria de muñecas de
peluche en Lima. Para eso, comandaba la ayuda de una hija adolescente. En 1996,
Severo abandonó a su familia. Cortó los vínculos de tal forma que nadie da cuenta de
su ubicación. Dejó su casa en una situación dramática: los hijos varones no consiguen
sino trabajos ocasionales; son violentos y motivo de miedo para su madre; y uno de
ellos es alcohólico. La hija, ex ayudante de su padre en su época de ambulante, trabaja
días enteros cuidando un pequeño negocio de videojuegos en una casa vecina. Ella
logró terminar la secundaria y sueña con estudiar ingeniería de sistemas en la
Universidad Nacional de Ingeniería, una de las más competitivas del país y donde el
ingreso es difícil aun para estudiantes que gradúan de colegios privados con fuertes
programas de enseñanza de matemáticas y lenguas extranjeras. Privada de semejantes
ventajas, esta joven también tiene el sueño de emigrar: le gustaría, dice hacer un
postgrado en otro país con una beca integral. En Japón o Alemania .

El tercer caso de un migrante antiguo es aun más complicado. Se trata de un hombre,


que llamaré Julián, que terminó en la cárcel acusado de pertenecer a Sendero Luminoso.
Él fue soldador y planchador de autos y, en 1976, fue enviado a Venezuela por la

5
empresa que lo empleaba. La empresa no cumplió con todas las condiciones que había
ofrecido y el contrato en Venezuela no resultó tan lucrativo como él había pensado.
Regresó al Perú porque su hijo se puso gravemente enfermo. Descapitalizado, habiendo
cortado las redes que le facilitaban pedidos, Julián también recurrió al patronazgo
político y la posibilidad de conseguir empleo en la administración municipal. La esposa
halla las raíces de muchos problemas posteriores en la experiencia de su esposo como
trabajador municipal. Participó en un sindicato radicalizado y, con frustraciones
propias, fue presa fácil de un discurso reivindicativo a ultranza. Como parte de un
grupo de trabajo masculino que fomentaba actitudes machistas, inició una relación extra
marital. En 1992, Julián fue condenado a 7 años de cárcel y la familia tuvo que recurrir
a la asistencia de un comedor popular que les daba comida subsidiada. Madre e hijos
buscaron en varios frentes oportunidades de trabajo y negocios. Una de las hijas tuvo
tuberculosis incipiente. Ella, de 23 años en 2001, decía:

Bueno, siempre hay ideas y en concreto, ya pues: siempre ha habido ideas y de


parte de mi cuñado Jesús. El tiene su hermana que está en Argentina. O sea que
si se lo lleva a él, se lo lleva a mi hermana y de repente me llevan a mí, así ¿no?
Pero nada concreto ¿no? De trabajo a veces había. Formamos un grupo de tres,
podemos viajar a Argentina, podemos hacer esto. Siempre había ese
comentario, pero nada, nada, nada, así.

Quiero remarcar las historias tan problemáticas de estos tres señores luego de su regreso
al Perú. Sus decisiones y acciones aluden a sentimientos de desubicación. Sugieren
aspiraciones de modos de vida que pueden haber visto fuera del país pero que no eran
alcanzables en las condiciones del Perú; no desde el sector social en el cual ellos se
posicionaban. En los casos de Pedro y Julián, la estadía fuera creó una situación
objetiva de pérdida de vínculos y grandes dificultades para reinsertarse laboralmente.
Los tres hombres hicieron varios intentos de proveerse de nuevas identidades (políticas,
empresariales, de técnicos expertos), con consecuencias nefastas. No sé hasta qué punto
los vecinos en el asentamiento sabían los detalles de sus experiencias fuera del país ni
de cómo y por qué regresaron. En realidad, no eran ejemplos positivos del potencial
beneficio de un viaje de retorno. El hecho que los hijos y, sobre todo, hijas de estos
señores o han migrado o están pensando hacerlo hace ver que los familiares no
atribuyen a la experiencia de la migración en sí las trayectorias tan accidentadas de los
tres hombres luego de regresar al Perú. Al contrario; salir del país se les hace aun más
natural y asequible de lo que sería para los miembros de otras familias que no guardan
en la memoria grupal los recuerdos de viajes hacia otros países.

2. Pobreza y cuidado

Señalé, líneas arriba, el alto nivel de coordinación y cooperación dentro de las familias
como una condición necesaria (aunque no suficiente) a fin de enrumbar un hogar pobre
hacia una situación de cierta holgura que es, además, sostenible en el tiempo. Como la
otra cara de la misma moneda, existe una relación entre la pobreza y las rupturas que se
producen en la organización doméstica y la atención a los miembros de un hogar. Las
encuestas de hogar aluden a esta realidad al establecer una relación estadística entre la
pobreza y factores como la uniparentalidad o falta de acceso a servicios básicos. Los
estudios casuísticos sobre familias y comunidades de pobreza permiten calibrar con
mayor detalle el reto diario de poner alimentos en la mesa, repartir un ingreso pequeño

6
entre varias personas con requerimientos nunca satisfechos, evitar cortes de la luz y
agua (si es que se tiene estos servicios). Mirado de cerca, el manejo de un hogar, sobre
todo un hogar de escasos recursos, abarca labores de gerencia y planificación que
recorren los planos materiales, sociales y emocionales.

La atención a una casa, las tareas domésticas y el cuidado de las personas implican una
economía en el sentido más amplio del término. Ésta requiere insumos como dinero,
materiales, equipamiento, tiempo y conocimiento, y requiere insumos mucho más
difíciles de nombrar y medir: afecto, buena voluntad, atención sostenida, compromiso
en el largo plazo, prioridades ordenadas para dar la preferencia a los familiares. Esto es
el amor que Beck y Beck-Gernsheim laboran valientemente para caracterizar en su
libro, The Normal Chaos of Love (1995).

La producción de bienes y servicios en los hogares se complementa con los aportes de


numerosas personas de la comunidad local además del sector público. Ninguna familia
vive aislada de su entorno ni es autosuficiente. Con los vecinos se mantienen relaciones
de intercambio y apoyo solidario. Los Estados modernos reconocen su obligación de
proveer determinados recursos y garantizar determinadas condiciones para el
funcionamiento de los hogares. Se trata de servicios básicos de salud, educación,
saneamiento y seguridad y, para el caso de familias en zonas de pobreza, programas
sociales y de empleo, entre otros que forman parte de las estrategias pro equidad, de
creación de oportunidades y de combate a la pobreza. La actuación estatal en estos
campos ha sufrido recortes importantes en tiempos recientes, inspirados en la filosofía
neoliberal. Las reformas del Estado, la apertura de las economías y la reorganización de
las empresas en aras de la competitividad han significado la eliminación de muchos
beneficios y el deterioro de los servicios que alcanzaron a algunos sectores de pobres.
Más aun; las políticas implantadas en el sector público y privado han aumentado la
presión sobre la economía del cuidado en los hogares. Se ha ampliado las jornadas de
trabajo de hombres y mujeres, sin contemplación de los roles que ellos y ellas tienen
que cumplir frente a la vida familiar. Se ha ampliado el abanico de servicios que las
familias deben proveerse frente a situaciones extremas: las enfermedades agudas y
crónicas, la discapacidad de uno de sus miembros, la compensación en el hogar de la
tarea educativa que ya no cumple la escuela pública.

Pese a la transformación de las sociedades y las familias, un factor que se ha mantenido


con sorprendente estabilidad, a través de los tiempos y las culturas, es la identificación
de las mujeres con la economía y la organización social del cuidado. El Perú contiene
una gran diversidad sociocultural y, sin embargo, las funciones de reproducción social
en los hogares y en las instituciones públicas y privadas son imaginadas como un
dominio esencialmente de las mujeres. En la mayoría de grupos peruanos, los niños
varones comparten las tareas en la casa hasta cierta edad, incluso encargándose de los
hermanos menores. No obstante, esta práctica suele desaparecer en la adolescencia y la
adultez. Se sientan así las condiciones para las tensiones que observamos en la
actualidad, donde las mujeres siguen siendo las responsables casi exclusivas de mucho
trabajo en los hogares mientras que el peso de ese trabajo va en aumento.

La institución del servicio doméstico complica el análisis de las economías de cuidado


para el caso del Perú como de otros países latinoamericanos que comparten este viejo
patrón. En el Perú, las estimaciones de la proporción de hogares que cuentan con
servicio doméstico van desde 5% (Alarcón, 2005) hasta 15% (Arriagada, 2005:137). La

7
oferta de trabajadoras del hogar aumenta notablemente durante los meses de verano,
época de vacaciones escolares, cuando miles de niñas y adolescentes de los pueblos
rurales se abalanzan sobre las ciudades en busca de puestos de trabajo que les permitirán
ganar el dinero que necesitan para seguir estudiando el año siguiente. Además, hay
quienes colaboran en las tareas del hogar y que ocupan un status intermedio entre
familiar pobre y empleada del hogar. Existe un patrón antiguo del recojo de niñas/os
en plan de préstamo o como acompañantes. Estas pueden ser menores de edad que
pertenecen a una familia de la misma parentela o pueden no tener una relación de
parentesco con los protectores. Generalmente, una persona que vive como dependiente
en un hogar se espera retribuirá la comida y la protección que recibe realizando una
parte de las tareas del hogar.

Todo esto significa que muchas niñas, adolescentes y mujeres cuentan en su haber
experiencias de haberse desempeñado en tareas domésticas y labores de atención a las
personas, en su propia familia y en familias ajenas. Dicha experiencia es un capital,
indudablemente, que les facilita el acceso a nichos en el mercado laboral en su país de
origen y en los países de destino de la migración. Sin embargo, la situación que se crea
alrededor de las economías del cuidado que se ubican en distintos escenarios es aun más
compleja. Las excesivas exigencias que se imponen sobre las mujeres, y sobre las
familias pobres en general, determinan riesgos y vulnerabilidad. En la siguiente sección
veremos cómo esos riesgos se expresaban en Pamplona Alta.

2.1 Care meltdowns

En el estudio de Pamplona Alta, se halló que casi todas las familias que terminaron el
tramo de los 30+ años en buena forma son familias en las cuales las madres ingresaron
tempranamente al trabajo remunerado y se mantuvieron allí durante un período largo.
Las familias más prósperas destacan por la fuerte participación de las madres y,
conforme avanza el tiempo, las hijas mayores. Así, la familia que pasó de la posición 3
en 1978 (entre las más pobres) a la posición 1 en 2001 (entre las más consolidadas)
pertenece a una mujer que se inició como ayudante y llegó a tener un puesto de papas
propio en el mercado mayorista de Lima. En otros casos, la madre tiene una tienda en
casa, un puesto de venta en un mercado local, o un trabajo asalariado de bajo nivel (por
ejemplo, auxiliar en un hospital público). En tales casos, el factor determinante no es la
rentabilidad de la actividad sino la constancia del trabajo femenino, día tras día, año tras
año. Probablemente se agregan a ello factores como la expansión y diversificación de
red social que las mujeres constituyen alrededor suyo, dando acceso a nuevos recursos y
duplicando los que el hombre/esposo canaliza. Se observa en los datos la crucial
importancia del trabajo de la madre para bandear épocas en que el padre tambalea en su
empleo o negocio. El poder turnarse entre madre y padre, constituyéndose en ancla del
ingreso familiar en sucesivas etapas, es un patrón que significó, para muchos hogares, la
diferencia entre hundirse irremediablemente y hacer transiciones exitosas hacia nuevas
formas de operar.

La posibilidad de que la madre de familia participe en forma permanente en el trabajo


remunerado depende a su vez de ciertas precondiciones. Solamente un tercio de las
mujeres tenían ingresos propios en 1977-78, debido a que todas tenían hijos pequeños a
su cargo. Algunas iban rápidamente organizando soluciones: traían a familiares
mujeres, encargaban las tareas domésticas desde muy temprano a sus hijos mayores,

8
buscaban negocios que podían hacer cerca de la casa, en horas de la madrugada o en las
horas escolares, contrataban a empleadas del hogar. Tales soluciones no fueron posibles
en algunos casos donde existía un hijo o hija con impedimentos severos; de hecho, hubo
una tendencia a la desarticulación de la familia bajo estas circunstancias, sea la causa el
polio, meningitis, problemas congénitos, accidentes o lo que fuera. En un par de casos
de pobreza extrema y permanente durante los 30+ años, el marido prohibía el trabajo de
la mujer (lo cual le obligaba a trabajar a escondidas, en actividades cambiantes y muy
poco rentables) o, como un ingrediente del conflicto de género, ejercía sabotaje (por
ejemplo, destrozaba los implementos de trabajo de la mujer en arranques de violencia y
borrachera; empeñaba o vendía artículos como su máquina de coser).

La lección es clara: tiene que establecerse una organización de las tareas domésticas y
las actividades del cuidado de los miembros de los hogares, que permita liberar las
energías y el intelecto de las mujeres a fin de que puedan colaborar plenamente en la
estrategia económica del hogar. Al mismo tiempo, esta contemplación tiene que
garantizar condiciones sostenibles de atención a la casa, sus servicios, y todos sus
miembros. En el estudio en Pamplona se captó una abundante evidencia acerca de los
efectos a corto y largo plazo de deficiencias de cuidado . Estos incluyen tuberculosis
que se propaga en largas cadenas dentro de la familia, fracaso escolar, delincuencia y
drogas en los jóvenes, enfermedades mentales, nuevas parejas mal hechas. También
incluyen efectos que comprometen la estrategia de obtención de ingreso directamente.
Se rompe la cooperación y coordinación entre los miembros del hogar de un modo que
quedan anulados. La persona responsable de pagar la luz, por ejemplo, se niega a
hacerlo; el taller de carpintería que funciona en la casa no puede funcionar hasta que
alguien cede o las relaciones se reparan. Como sostienen Abramo y Todaro (2002), el
cuidado no es un recurso infinito.

El análisis de las trayectorias familiares en el largo plazo arroja luces sobre algunas
situaciones que plantean riesgos casi irremediables para familias en pobreza cuando
éstas son abandonadas a sus propios medios. Entre estas están:

Atraso escolar. La repitencia escolar es una señal de problemas en la economía


del cuidado del hogar, de la escasez de dinero para comprar útiles y libros, y
posiblemente de la presencia de violencia. Ciertamente pronostica dificultades
para la inserción económica posterior de alguien que puede ni siquiera llegar a
terminar la educación secundaria. Recorre grupos de hermanos.
Alcoholismo (padre, hijos varones) o abuso de sustancias. El alcoholismo suele
ser tratado en el Perú como un hecho folklórico o como una deficiencia moral.
Para las familias es un grave problema económico. Junto con el abuso de
sustancias, vicio más bien de la generación joven, inyecta en el grupo familiar la
violencia, la pérdida de confianza en los alcoholizados o adictos, y la
desmotivación.
TBC (más recientemente, VIH-SIDA). Estas enfermedades recorren la red
familiar, agotan sus recursos, y destrozan su capacidad de respuesta.
Hijos/as con graves impedimentos. Existe una alta probabilidad de que se
rompa la pareja, en un hogar donde se halle un niño/a o joven con graves
problemas físicos o psicológicos. Queda una estructura muy débil (madre o
padre sola/o) para afrontar las excepcionales demandas del cuidado además de la
provisión del ingreso.

9
Frente a dificultades de tales dimensiones, los hombres y las mujeres más
trabajadores/as, dotados/as de excepcional energía y capacidad y operando en los
nichos económicos más promisorios, pueden hacer muy poco.

Situaciones de este tipo pueden impulsar la decisión de emigrar de una mujer madre de
familia. En el estudio de casos que realizó Lucía Hernández para su tesis de maestría en
sociología en la Universidad Católica del Perú (2005), la violencia de la pareja es un
tema que recorre los relatos de las mujeres que se han ido. En todos los casos las
privaciones para manejar el hogar figuran de manera importante. Hernández trabajó en
Pachacútec, una de las zonas de habitación más nuevas en los alrededores de Lima.
Carece de muchos servicios básicos y el abastecimiento de alimentos es dificultoso. La
comunicación con el resto de la ciudad es precaria; toma muchas horas del día para las
personas trasladarse en buses y camionetas. Unas cuantas de las mujeres que migraron
han vuelto de visita y, de hecho, sus primeras quejas iban al tema del trabajo doméstico
y la organización de los hogares. Enviaron dinero para comprar cocinas, artefactos
electrodomésticos, muebles y otros enseres con la intención de aligerar el trabajo de la
casa y poder hacer la casa más atractiva y acogedora.

La respuesta del gobierno peruano frente a la pobreza ha descansado fuertemente en


programas paliativos que descansan sobre el aporte de trabajo gratuito por parte de las
madres, y a veces otras mujeres también, en las familias pobres. Los programas de
asistencia alimentaria (comedores, Vaso de Leche) y de atención primaria de la salud y
control de enfermedades como la tuberculosis tienen ese carácter. Algunas de las
participantes en estos programas los han podido utilizar para desarrollar capacidades de
liderazgo y recuperar habilidades básicas de lectura, escritura y aritmética. Sin
embargo, para la mayoría de mujeres, han significado la dedicación de horas de trabajo,
día tras día, sin remuneración y sacrificando la posibilidad de incursionar en actividades
que podían reportar un ingreso. Francesca Denegri (2000), en un estudio biográfico,
presenta el caso de una mujer que llegó a ser dirigente en la organización de voluntarias
del programa Vaso de Leche, a través del cual se reparte desayunos a niños, gestantes,
ancianos y enfermos de tuberculosis en barrios urbanos y comunidades rurales. La
historia de vida de esta mujer ilustra cómo la turbulencia política de fines de los 80
impulsaba a muchas dirigentes populares, al igual que muchos sindicalistas, a irse del
país. El personaje biografiado por Denegri llegó a Inglaterra y, tan pronto pudo,
comenzó a jalar a otros familiares a que se unieran a ella en el nuevo país. Para ella,
eran un recuerdo amargo las dificultades que había experimentado en su pueblo rural de
origen y en la ciudad de Lima para mantener en pie una casa y una familia frente a
grandes carencias y constantes presiones. Asimismo, el servicio voluntario en
programas estatales de alivio de la pobreza propia y del vecindario debe haberse ido
alejando rápidamente de su mente como alternativa atractiva.

2.2 Responsabilidad y culpas

Al sustentar la relación entre la pobreza y las rupturas en la organización del cuidado, el


riesgo es culpabilizar a las víctimas. Existe una larga y lamentable tradición de mirar
hacia abajo desde posiciones de privilegio y encontrar en los supuestos inferiores,
rasgos de incapacidad para organizarse en familias decorosas y funcionales. Thomas
(1994) elabora el paralelo entre la mirada decimonónica a las clases subalternas en
países europeos y la mirada a las poblaciones que los poderes coloniales habían

10
subyugado en lugares tan lejanos como Australia y Fiji. Los gobiernos coloniales
encargaron sendos estudios dirigidos a medir distintos grados y formas de salvajismo
mientras que, en sus propios dominios, los gobiernos intentaban calibrar la tendencia
criminal y los grados de depravación de los sectores desposeidos. Wilson (1991)
explora el lugar en el imaginario de las mujeres en las ciudades en el siglo XIX y XX,
vistas como fuera de lugar y fuera de control . Las ciencias sociales tampoco están
libres de diagnósticos de la vida familiar de la clase obrera, las comunidades rurales y
los grupos marginales que la retratan como la manifestación de deficiencias no sólo
económicas sino sociales, morales y hasta intelectuales.

Más recientemente, funcionarios/as estatales y representantes de asociaciones


filantrópicas se han atribuido el derecho de remover a niños del poder de sus padres, de
colocarlos para adopción, de aplicar políticas de esterilización obligatoria y de curación
forzada de adicciones a drogas y alcohol (Gordon, 1994; Fineman y Karpin, 1995). La
tendencia es atribuir la situación de los pobres a su propio comportamiento: ociosidad,
alcoholismo, la incapacidad para ahorrar y planificar, la incontinencia sexual, la
violencia (Katz, 1995). Estamos muy familiarizados con las respuestas que
supuestamente emergen de tales diagnósticos: la reforma de caracteres, la instilación de
una disciplina personal, la estricta vigilancia de la vida familiar ajena, la evangelización
y promoción de acercamientos a las iglesias y sus mecanismos de control moral, y la
intervención policíaca y judicial en última instancia. Entretanto, se exculpa a los
grupos poderosos que restringen las oportunidades, que fomentan la discriminación y
que establecen el marco político que impacta sobre la vida personal y familiar de los
pobres.

Con tan pesado legado, no es fácil ingresar en el tema que propongo sin reproducir
prejuicios y repetir daños. Sin embargo, los sectores subalternos, y sobre todo las
mujeres dentro de ellos, sufren demasiado a causa de vidas familiares que resultan
frustrantes, angustiantes y conflictivas. Muchas de las pretendidas ayudas que se les
ofrecen resultan irrelevantes, mal dirigidas o simplemente agravan los males.

La solución, me parece, se halla en teorizar mejor el cuidado y sus implicancias. Queda


claro que tiene dimensiones que tienen que ver con la gestión: la planificación,
proyección, coordinación de actividades y necesidades del grupo familiar como
conjunto, y de cada uno de sus miembros individualmente, en plazos cortos, medianos y
largos. Hay otras dimensiones que se ubican en el ámbito afectivo y emocional.
Alguien tiene que velar por que las relaciones interpersonales se lleven de una manera
positiva y por que los estados de ánimo se mantengan en equilibrio; nuevamente, en
cada integrante individualmente y en el hogar como un conjunto. Las funciones de
cooperación y apoyo mutuo tienen que asegurarse; de lo contrario, se instauran ciclos de
recriminación, conflicto y sabotaje de unos frente a otros de los miembros.

Es fácil demostrar cómo estas dimensiones de la vida familiar son vulnerables frente a
amenazas que vienen del entorno. Entre las amenazas están la escasez del tiempo, el
stress que exacerba las demandas que unos y otros traen al hogar, las humillaciones que
se sufren fuera de casa y que deben resarcirse en el hogar a través del reconocimiento,
por parte de los familiares, de la dignidad y el valor de la persona. El tiempo que
hombres y mujeres pobres gastan en trasportarse en condiciones de enorme
incomodidad y no poca violencia, va en contra de la posibilidad de que los integrantes
de un hogar pobre puedan encontrarse y sentarse a conversar tranquilamente sobre la

11
vida en común. La discriminación, los insultos y las opresiones diarias que sufren, en la
calle y en el trabajo: todos estos factores plantean exigencias de satisfacción emocional
que las relaciones intrafamiliares difícilmente tienen espacio para llenar. De cualquier
forma, poder llevar adelante un hogar que funcione en condiciones sumamente adversas
aumenta las demandas que obran sobre la persona que asume el papel de gerente y
administradora: generalmente, la madre de familia.

Nuestras investigaciones y nuestras teorías son todavía incipientes en relación con la


tarea de comprender mejor el trabajo que realizan las mujeres adultas en los hogares
latinoamericanos. En un estudio reciente de pacientes con tuberculosis
multidrogoresistente en el Perú (Valverde, 2006), se vio como, en casi todas las
historias, falló el seguimiento a nivel del grupo familiar. Dicho seguimiento hubiera
mejorado las posibilidades del paciente o la paciente de cumplir con el tratamiento
inicial y detectar a tiempo problemas de resistencia y recaída. En familias que ya tienen
la agenda llena de problemas y exigencias, shocks e inseguridad, ¿cómo puede
esperarse que se pueda asegurar una función de atento seguimiento, paciente
observación, animación constante, vigilancia de los estados de ánimo del enfermo o la
enferma para evitar el abandono del tratamiento? En los hechos, esas funciones fueron
suplidas por una ONG, trabajando con los establecimientos de salud, dotados de
movilidad y equipos y un entrenamiento especializado. Para dilucidar este caso y otros
similares, hay que dar relleno a la nueva teoría sobre la organización social, cultural y
económica del cuidado (Aguirre y Batthyány, 2005).

Así como los problemas de salud de los sectores subalternos son complicados y no
primarios , los problemas de poder llevar una vida familiar y comunal feliz y
productiva también son complicados y exigentes. Estos cálculos no están incorporados
en nuestros análisis actuales de la pobreza. Tampoco ocupan el lugar que les
corresponde en nuestros intentos de comprender fenómenos como la migración
internacional. A ese tema quiero volver en el siguiente acápite.

3. Mujeres migrantes y las economías del cuidado hoy

Como ya se dijo, la migración internacional peruana es crecientemente femenina. Este


proceso se ve reflejado en los micro escenarios de Pamplona Alta también. En este
acápite, exploraré las circunstancias y particularidades de las emigrantes de los años 90
que pertenecen a las familias a las que vengo siguiendo desde fines de los 70.

Cuando se volvió para la tercera rueda de entrevistas en Pamplona Alta, doce familias
de las casi 60 que se pudo contactar tenían a miembros del hogar, o personas
íntimamente vinculadas con su funcionamiento, en el extranjero. En un caso (#39) la
hija estuvo a punto de salir para Europa. Todas estas personas habían salido del país en
la década de los 90. Cuando fueron entrevistadas en 1992 acerca de los
acontecimientos de los 80, ninguna había enviado a miembro alguno al exterior. De
todas las familias con uno o más de sus miembros en el extranjero en 2001, tres
estuvieron entre las 12 más ricas en 1978 y ninguna se hallaba entre las 12 más pobres.

Familias tocadas por la migración internacional


Estudio longitudinal de Pamplona Alta

12
Código 1978 1978 2001 2001
de ¿Quién?* ¿Dónde? ¿Quién?* ¿Dónde?
familia
03 Hija Argentina
04 Hija Argentina
11 Primer esposo Recorrió el Compadres (padrinos USA
Mecánico de mundo. de su hijo, a quien
calderas. Miembro ayudan para pagar sus
de la Marina de estudios en un instituto
Guerra del Perú. técnico caro y de
prestigio)
12 Hija Argentina
14** El esposo fue Ecuador Hermana. Trabajó Argentina
enviado por la primero en fábrica y
fábrica donde luego puso su bodega.
trabajaba para Cada año lleva un
capacitarse como familiar. La hija pone
tornero esperanzas en ser la
próxima en viajar.
17 Esposo Ecuador Hermana del yerno Argentina
Soldador Venezuela
19 Nuera Argentina
34** El hijo hizo la prueba Argentina
en Argentina.
Su hermana estuvo ahí
durante 2 años y volvió
con dinero ahorrado
39 La hija planea irse a
Italia o Francia
42 Hija Chile
47 Hijo Bolivia
59** 3 hijos (2 mujeres, 1 Venezuela
varón)
62 Hija Argentina
*Parentesco desde el punto de vista de la madre de familia de la generación fundadora
del asentamiento
**Entre las 12 más prósperas en 1978

Varios patrones emergen de este cuadro. Primero, se ve como la vieja migración


masculina de los años 70 respondía a situaciones bastante idiosincráticas. En los 90,
la oleada migratoria se ha transformado en un éxodo de mujeres: hijas, hermanas y
nueras. Las mujeres van para asumir trabajos como empleadas del hogar y en la
atención de personas. Sin embargo, con el tiempo pueden hacer ahorros y poner
pequeños negocios. Se observa el peso predominante de dos países Argentina y Chile
entre los destinos posibles para personas del sector socioeconómico que nos ocupa.

Cuatro casos ilustran diferentes matices de la migración actual.

Caso 1. Movilidad ascendente

13
En la familia #59, tres hijas y un hijo están en Venezuela, bajo cierta supervisión de un
tío materno que los antecedió. Las hijas envían dinero a los padres y han ayudado a que
su ingreso a la vejez sea tranquilo y sin las angustias de la mayoría de sus vecinos.
Enviaron al hijo hace poco para evitar que se involucrar con las pandillas juveniles que
toman fuerza en la zona.

Caso 2. Vivir de la nuera


En la familia #19, la nuera se ha ido a Argentina. Dejó a una bebe de 9 meses, que es
cuidada por la suegra. A cambio, la nuera envía dinero, que recompensa la atención a
su bebé y sirve de sostén principal del hogar. Sin ese aporte, la situación económica de
ese hogar sería bastante precaria. El hogar se constituye de la pareja fundadora, una hija
de 24 años, dos hijos, de 25 y 21 años, y una nieta de 5 años de edad. El hijo cuya
esposa está en Argentina es chofer de combi (camioneta informal usada en el
transporte público). Él tuvo TBC hace 4 años, un año después de establecida la pareja.
La hija no trabaja, y el hijo de 21 trabaja en una fábrica de ladrillos que pertenece a un
tío paterno. El padre de familia trabaja ocasionalmente (cuando consigue contratos) con
un volquete viejo, del cual es dueño.

Caso 3. Reflexiones y decisiones complicadas


Se trata de una familia (#34) que tiene un taller de producción de muebles y equipos
para bebés: corrales, coches, colchonetas y similares. El hijo César (22 años en 2001)
comenzó a trabajar en el negocio familiar a los 15 años. A los 15 años ya sabía hacer
corrales, planchado, todo, yo mismo . Estudia en la Academia Trilce con miras a
ingresar a San Marcos (su primer meta sería la Universidad Católica; San Marcos si no
se logra eso; Universidad Particular San Martín si se tiene que conformar con su última
preferencia). Apunta a ingeniería de sistemas. Él probó suerte en Argentina pero sólo
se quedó un mes. Fui como un tours . Dice él: Fui a ver si encontraba un trabajo.
Pero la cosa es que hay más facilidades para mujeres .

Caso 4. Las fuerzas de expulsión


Se trata de otra familia (#39) que, similar a la anterior, ha trabajado durante dos décadas
en la fabricación de muebles y enseres para bebés, utilizando la mano de obra de todos
los miembros del hogar. La madre tiene una cuñada que vive en Francia y un cuñado
del padre que vive en los Estados Unidos. La hija Maribel, de 24 años, está desesperada
por emigrar. Ella intentó ingresar en una escuela técnica de la Marina pero falló.
Postuló también a la Universidad Nacional de San Marcos, sin éxito. Ha estudiado
diferentes especialidades en varios institutos técnicos de segundo nivel cerca al barrio.
Sus padres no lo saben, pero Maribel también tuvo un fracaso sentimental ,
experiencia que aumenta sus deseos de salir del país. Comenzó una relación cuando
visitó a unos parientes en una ciudad de la costa norte del Perú, mientras ayudaba a su
familia a instalar un sucursal de su negocio de venta de equipos para bebés. El joven le
fue infiel y lo descubrió en amores con otra mujer, luego de una breve convivencia con
Maribel. Cuando ella piensa en abandonar el Perú y buscar mejores perspectivas en
otro lugar, está queriendo poner atrás estos malos recuerdos.

4. Retornos imposibles

En este escrito he argumentado que la organización y la economía del cuidado juegan


un papel crítico en las decisiones sobre la migración e incluso según se permite

14
pronosticar- en las decisiones de volver o no volver. Las mujeres son socializadas para
realizar las tareas del hogar y las labores de cuidado de otras personas, y esta
socialización les sirve cuando deben insertarse en los nuevos mercados laborales en
otros países. La misma socialización, cultural e ideológica, las hace entenderse como
las principales responsables del manejo del hogar estando en Perú. Por ello sufren
injusticias (sobrecarga del trabajo, poco aprecio por parte de sus padres, parejas e hijos)
y hasta violencia. Tales situaciones impulsan la migración hacia otros países; incluso, a
veces, cuánto más lejos e inalcanzable, mejor.

Las mujeres perciben la relación entre vivir en un hogar conflictivo y permanecer


condenada a la pobreza. No disponen de los medios para revertir estos procesos en sus
hogares. La emigración se les presenta como una doble solución: la posibilidad de
inyectar mayores recursos en la economía doméstica que dejan y la posibilidad de
replantear su propio rol, y a lo mejor el rol de su pareja e hijos, dentro del grupo
familiar.

Al mismo tiempo, ellas saben que, de regresar al Perú, tendrían que acomodarse
nuevamente en un papel de gerente y responsable del hogar y sus miembros, en
condiciones materiales muy inferiores a las que se han acostumbrado a tener en el país
de destino. Saben, y lo comprueban cuando vienen de visita, que es muy poco lo que
sus esposos y otros familiares están dispuestos a asumir. El estudio de Hernández
(2005) halló que solamente uno de los esposos había asumido las tareas domésticas y la
atención a sus hijas, y él sufría las burlas de todo el vecindario, hombres y mujeres por
igual.

Este es suficiente motivo para que las mujeres migrantes se planteen entre varios
dilemas: si es posible seguir creyendo en el ideal del hogar que dejaron en el Perú y que
sigue siendo un referente para ellas; si deben o no invertir su dinero en ese hogar, aun
canalizándolo a través de parientes femeninas y no sus poco confiables maridos; si
deben o no planificar un retorno. Hasta ahora la evidencia sugiere que su decisión es
más bien abandonar ese hogar como idea y procurar construir su hogar soñado en el
nuevo país. Eso no implica formar una nueva pareja y tener hijos con él. Más bien,
parece implicar llevar hacia el nuevo país, selectivamente, a los familiares que cada
mujer reconoce como miembros dignos de la casa que ella pretende establecer, que está
dispuesta a mantener económicamente, y cuyos miembros ella acepta cuidar y atender.

Ese es un ejercicio de la agencia y la autonomía que pocos observadores han


considerado aun en toda la dimensión debida. De algún modo, las migrantes están
reinventando la idea de las familias que hacemos . Bajo las nuevas condiciones que
ellas mismas determinan, estas mujeres pueden aceptar la continuación de su rol
tradicional al frente de la organización y la economía del cuidado. Resulta
tradicional, sin embargo, sólo en la forma, si las mujeres que emigran realmente logran
su objetivo de prescindir de las relaciones familiares que encierran maltrato e injusticias
y quedarse con los vínculos que recompensan sus esfuerzos.

Bibliografía

15
Abramo, Laís y Rosalía Todaro, (eds.) (2002) Cuestionando un mito: costos laborales
de hombres y mujeres en América Latina. Santiago: Oficina Internacional del Trabajo /
Oficina Regional para América Latina y el Caribe.

Aguirre, Rosario. (2005). Los cuidados familiares como problema público y objeto de
políticas . In Arriagada, Irma (ed.). Políticas hacia las familias, protección e inclusión
social. Santiago: CEPAL / UNFPA, 291-300.

Aguirre, Rosario y Karina Batthyány. (2005). Uso del tiempo y trabajo no


remunerado. Encuesta en Montevideo y área metropolitana 2003. Montevideo:
UNIFEM / Universidad de la República.

Anderson, Jeanine. (2004). Mundos en transformación: familias, políticas públicas y


su intersección . In Arraigada, Irma and Verónica Aranda (eds.). Cambio de las
familias en el marco de las transformaciones globales: necesidad de políticas públicas
eficaces. Santiago: CEPAL División de Desarrollo Social, 197-224.

Anderson, Jeanine. (1992). Estrategias de sobrevivencia revisitadas . In Feijóo,


María del Carmen and Hilda María Herzer (eds.). Las mujeres y la vida de las
ciudades. Buenos Aires: Instituto Internacional de Medio Ambiente y Desarrollo, 33-
62.

Arriagada, Irma. (2005). Los límites del uso del tiempo: dificultades para las políticas
de conciliación, familia y trabajo . In Arriagada, Irma (ed.). Políticas hacia las
familias, protección e inclusión social. Santiago: CEPAL / UNFPA, 131-148.

Barrig, Maruja. (1993). Seis familias en la crisis. Lima: ADEC/ATC.

Beck, Ulrich and Elisabeth Beck-Gernsheim. (1995). The normal chaos of love.
Cambridge: Polity Press.

Constable, Nicole. (2004). Changing Filipina Identities and Ambivalent Returns . In


Long, Lynellyn D. and Ellen Oxfeld, (eds.). Coming Home? Refugees, Migrants, and
Those Who Stayed Behind. Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 104-124.

Denegri, Francesca. (2000). Soy señora. Testimonio de Irene Jara. Lima: Instituto de
Estudios Peruanos / Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán / El Santo Oficio.

Ehrenreich, Barbara and Arlie Russell Hochschild (eds.). (2004). Global Woman.
Nannies, Maids, and Sex Workers in the New Economy. New York: Henry Holt and
Company.

Figueroa, Adolfo, Teófilo Altamirano and Denis Sulmont. (1996). Exclusión social y
desigualdad en el Perú. Lima: ILO Regional Office for Latin America and the
Caribbean.

Fineman, Martha Albertson and Isabel Karpin (eds.). (1995). Mothers in law. Feminist
theory and the legal regulation of motherhood. New York: Columbia University Press.

16
Folbre, Nancy. (2001). The Invisible Heart. Economics and Family Values. New
York: The New Press.

Hernández Reyes, Martha Lucía. (2005). Con la migración femenina: roles que se
intercambian, desigualdades que se refuerzan. ¿Hay esperanzas de una nueva
masculinidad y feminidad? M.A. thesis in sociology. Lima: Pontificia Universidad
Católica del Perú.

Long, Lynellyn D. and Ellen Oxfeld, (eds.). (2004). Coming Home? Refugees,
Migrants, and Those Who Stayed Behind. Philadelphia: University of Pennsylvania
Press.

Saavedra, Jaime and Juan Chacaltana. (2001). Exclusión y oportunidad. Jóvenes


urbanos y su inserción en el mercado de trabajo y en el mercado de capacitación.
Lima: GRADE.

Olthoff, Jacobijn. (2006). A Dream Denied. Teenage Girls in Migrant Popular


Neighbourhoods, Lima, Peru. Amsterdam: Dutch University Press.

Thomas, Nicholas. (1994). Colonialism s Culture. Anthropology, travel and


government. Princeton, N.J.: Princeton University Press.

Valverde, Rocío. (2006). Venciendo la TB-MDR. 20 testimonios de expacientes con


tuberculosis multidrogo resistente. Lima: Socios en Salud Sucursal Perú.

Vásquez H., Enrique and Gustavo Riesco. (2000). Los programas sociales que
alimentan a medio Perú . In Portocarrero S., Felipe (ed.). Políticas sociales en el
Perú: nuevos aportes. Lima: Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú,
89-151.

Wilson, Elizabeth. (1991). The Sphinx in the City. Urban life, the control of disorder,
and women. Berkeley: University of California Press.

17
This document was created with Win2PDF available at http://www.daneprairie.com.
The unregistered version of Win2PDF is for evaluation or non-commercial use only.
___________________________________________________________________________ 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 

Foro Virtual “La crisis del cuidado y la protección 
social: género, generaciones y familia en la 
encrucijada” 
 
Documento Síntesis de los intercambios y debates del Foro realizado 
entre el 29 de Junio y el 6 de Julio de 2009.  
 
 
 
 
 

  
                                                                     
          
                                
                                                    
 
 
                                             
                                                               División de Desarrollo Social  
                                                                        
                                                                   Santiago de Chile, Julio de 2009  
 
 
 
 
 
 
 
 

 
El  presente  documento  recoge  e  integra  los  principales  aportes  y  temas  de  debate  planteados 
durante la realización del foro virtual La crisis del cuidado y la protección social: género, generaciones 
y familia en la encrucijada, realizado entre los días 29 de Junio al 6 de Julio de 2009, organizado por 
la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) a través de la División de Desarrollo 
Social, la División de Asuntos de Género y la División de Población (CELADE).  
 
Los  organizadores  agradecen  la  participación  y  valiosos  comentarios,  ideas  y  propuestas 
desarrolladas  en  el  marco  de  esta  iniciativa  de  dialogo  y  debate  regional  por  parte  de  (en  orden 
alfabético): Diane Almeras, Fanny Arce Hernández, Claudia J. Arias, Irma Arriagada, Judith Astelarra, 
María  Elisa  Bernal,  Lourdes  Colina,  Viviana  Della  Siega,  Sonia  Díaz,  Juana  Dios,  Patricia  Espinoza 
Torres,  Andrés  Espejo,  Fernando  Filgueira,  Sara  Gammage,  Natalia  Gherardi,  Adriana  Gómez,  Ana 
Lucía  Herrera,  Magdalena  León,  Flavia  Marco,  Ada  Méndez  Narváez,  Francisca  Miranda,  Guillermo 
Monge,  Laura  Pautassi,  Carmen  Pérez,  María  Nieves  Rico,  Ana  Rico,  Maribel  Rodriguez,  Rodolfo 
Rojas,  Isabel  Román,  Mónica  Roque,  Soledad  Salvador,  Daniela  Trucco,  Margarita  Uprimny,  Alison 
Vasconez y Marjorie Vizcaíno.  
 
La  elaboración  del  presente  documento  de  síntesis  estuvo  a  cargo  de  Francisca  Miranda  con  la 
colaboración de María Nieves Rico, Fernando Filgueira y Marco Maureira, funcionarios y consultores 
de la División de Desarrollo Social de la CEPAL.  
 
Para acceder a las opiniones textuales y en extenso de cada participante visitar:  
http://sws.eclac.cl/wb/default.asp?boardid=agenda_social_2009&style=WebBoard 

2
                                        INDICE 
                                        _________________________________________________________ 
 
                                       I. Introducción………………………………………………………………………………………….….……...4  
                                      
                                       II. La crisis de los cuidados en América Latina 
A. Viejas y nuevas  configuraciones de la dependencia  
familiar y del cuidado………………………………………….…………...…………………..…5  
             a. La feminización del cuidado y el ambivalente rol social  
             de la mujer en el espacio público……………..……………..……….….…..….6  
                                                        b. Los cambios en el peso de la demanda de cuidado 
 infantil y de adultos mayores……………………………………………….………8  
             c. Brechas socioeconómicas y acceso a  
             servicios de cuidado………………………………………………………………..………10  
                              d. Las cadenas de cuidado y la migración laboral femenina...11 
 
                                        III.  ¿Conciliación  y/o  co responsabilidad?  Hacia  una  agenda  de          
cuidado en América Latina 
                                                  A.    El debate en torno a lineamientos generales de las  
                                                  políticas de cuidado……………………………………………………………….……….….….11  
                                                          a. La redefinición del significado de conciliación…………….….…12 
               b. Nuevas reglas del juego a las responsabilidades 
               familiares a través de consensos legislativos……………….…………12 
                                                          c. La “articulación y combinación dinámica” de  
una oferta de cuidados desde el estado,  
el mercado y la familia………………………………………………………………..13  
               d. El replanteamiento de las políticas universales…………….…13 
 
                                         IV. Experiencias y recomendaciones futuras 
A.    Las políticas de acceso a servicios básicos………………………….……14 
B.    El desarrollo de redes comunitarias de cuidado con 
financiamiento estatal………………………………………………………….…….….…..…15  
C.    Nuevos criterios de focalización……………………………..……..…........…16  
D.    Políticas de empleo en favor de las mujeres…………………...…..…16 
E.    La desmitificación del proceso de envejecimiento….…….….…..16 
 
                                         Anexo 1. Bibliografía  sugerida por los y las participantes  
                                         en el foro……………………………………………………………………………………………………..……17 

3
 
I. Introducción  
 
El campo de reflexión  en torno a la conciliación del trabajo y la vida familiar está cobrando 
relevancia en lo que algunos analistas denominan la “crisis de los cuidados”. Este fenómeno puede 
ser  entendido  a  la  luz  de  al  menos  tres  procesos  simultáneos:  la  incorporación  de  las  mujeres  al 
mercado  laboral,  el  envejecimiento  de  la  población  y  las  transformaciones  familiares.  A  su  vez  se 
pueden identificar tres esferas que en su resistencia al cambio estarían  inhibiendo que la sociedad 
en  su  conjunto  logre  un  proceso  adaptativo  igualitario  y  eficiente,  a  saber,  mercados  laborales, 
estados y familias que mantienen la rémoras de un ordenamiento patriarcal y androcéntrico de sus 
incentivos  y  organización,  sus  prestaciones  y  políticas,  y  su  división  del  trabajo  y  del  poder 
respectivamente. De esta forma, podemos entender sintéticamente la crisis de los cuidados como el 
aumento  de  la  demanda  y  complejidad  del  cuidado  y  la  reducción  de  la  oferta  de  cuidadores 
potenciales.   
 
El posicionamiento de este tema en la agenda pública latinoamericana se puede afirmar que 
es marginal e invisible, ya que suele estar vinculado de manera coyuntural a problemas relacionados 
a  la  discriminación  laboral  contra  las  mujeres,  la  violencia  infantil,  el  servicio  doméstico,  la 
compatibilidad de jornadas educativas y laborales y las brechas de género en el acceso a la seguridad 
social.  A  nivel  regional  se  ha  expresado  voluntad  política  para  integrar  el  cuidado  a  la  agenda 
gubernamental, especialmente a través del Consenso de Quito (2007) durante la Décima Conferencia 
sobre la Mujer de América Latina  y el Caribe. Sin embargo, todavía persisten múltiples desafíos en 
cuanto  a  la  aplicación  concreta  de  los  acuerdos  emanados  de  dicha  instancia,  como  por  ejemplo, 
"Adoptar medidas de corresponsabilidad para la vida familiar y laboral que se apliquen por igual a las 
mujeres  y  a  los  hombres..."(xiii);  "Adoptar  medidas  en  todas  las  esferas  de  la  vida  democrática 
institucional,  y  en  particular,  en  los  ámbitos  económico  y  social,  incluidas  medidas  legislativas  y 
reformas institucionales, para garantizar el reconocimiento del trabajo no remunerado y su aporte al 
bienestar  de  las  familias  y  al  desarrollo  económico  de  los  países,  y  promover  su  inclusión  en  las 
cuentas  nacionales"(xiv);  "Desarrollar  instrumentos  de  medición  periódica  del  trabajo  no 
remunerado  que  realizan  las  mujeres  y  hombres,  especialmente  encuestas  de  uso  del 
tiempo..."(xxiii).  Así,  a  más  de  diez  años  de  dichos  acuerdos  resulta  fundamental  analizar  las 
capacidades  y  los  déficits  institucionales  que  en  los  distintos  países  de  la  región  han  permitido 
instalar efectivamente medidas de corte igualitarias en la organización del cuidado. 
 
Tal  vez  una  de  las  mayores dificultades  reside en  la escasa  valoración  cultural y económica 
que se  adjudica al cuidado en la reproducción de nuestras sociedades, y por ende, a las dificultades 
existentes  para  otorgarle  un  status  de  derecho,  respaldado  en  pactos  y  tratados  internacionales,  
como  por  ejemplo,  en  las  observaciones  generales  del  comité  del  Pacto  Internacional  de  Derechos 
Económicos,  sociales  y  Culturales  (PIDESC).  El  enfoque  de  derechos  permitiría  desvincular  el 
problema del cuidado de la condición laboral de los sujetos, facilitando la imposición a los Estados de 
una obligación positiva a “hacer” en materia de satisfacción plena del derecho al cuidado. Éste sería 
considerado  un  derecho  universal  que  incluye  el  derecho  a  cuidar,  a  ser  cuidado  pero  también  a 
cuidarse. 
 
En  este  contexto,  y  con  la  finalidad  de  enriquecer  la  reflexión  en  curso,  CEPAL  convocó  a 
diversos  actores  gubernamentales,  académicos  y  técnicos  de  diversos  países  latinoamericanos  al 
Foro  Virtual  “La  crisis  del  cuidado  y  la  protección  social:  género,  generaciones  y  familia  en  la 
encrucijada”,  organizado  entre  el  29  de  Junio  al  6  de  Julio  de  2009.  A  partir  de  un  documento  de 
base,  y  la  inclusión  de  tres  áreas  temáticas  para  la  discusión  (crisis  del  cuidado,  estrategias  de 
intervención  y  políticas  públicas)  se  abrió  un  debate  electrónico  en  torno  a  las  causas  de  la  actual 
crisis de los cuidados, para delinear de manera participativa estrategias de adaptación y lineamientos 
de políticas en esta materia. 

4
En este documento se recogen e integran los principales ejes del debate, que se considerará 
como insumo para la elaboración del Panorama Social de América Latina 2009. A su vez, se anexa un 
listado de biliografía sugerida por los y las participantes del foro.  
 
 
II. La crisis de los cuidados en América Latina  
 
Hablar  de  cuidados  es  hablar  de  una  necesidad  diaria  de  todas  las  personas,  aunque  en 
diferentes  grados  y  dimensiones,  en  contextos  en  los  cuales  toda  necesidad  se  construye    y  se 
negocia  socialmente.    Analizar  la  crisis  de  los  cuidados  implica  considerar  las  transformaciones 
históricas  de  la  división  sexual  de  trabajo,  tanto  desde  su  dimensión  material  (bienes,  servicios, 
recursos  de  cuidado)  y  relacional  (redes),  como  desde  su  dimensión  simbólica  (nociones  de 
maternidad/paternidad,  dimensión  afectiva).  Los  “arreglos”  del  cuidado  pasan  por  el  conflicto,  la 
mediación  o  la  cooperación  entre  Estado,  familia  y  mercado,  estando  sujetos  a  variables 
estructurales  que van cambiando a lo largo del tiempo.  
 
Existe  amplio  consenso  acerca  de  necesidad  de  analizar  la  crisis  de  los  cuidados  en  el 
contexto de la crisis mundial actual para poder delinear estrategias de adaptación que no acentúen 
las  inequidades  ya  existentes  en  la  región  latinoamericana.  La  crisis  económica  mundial  constituye 
una expresión más de la mayor inseguridad de los entornos actuales que deben enfrentar las familias 
en relación al cuidado. Así, en contextos de crisis donde fallan el Estado y el Mercado, la generación 
de  bienestar  tiende  a  caer  en  las  familias,  las  cuales  pueden  terminar  subsidiando  a  los  primeros. 
Varias    intervenciones  en  el  foro  enfatizan  el  riesgo  de  que  la  crisis  económica  sea  esgrimida  por 
determinados  sectores  para  justificar  que  los  cuidados  y  el  trabajo  doméstico  se  vuelvan  a  asumir 
plenamente  desde  el  ámbito  familiar  (esfera  privada),  mediante  arreglos  particulares,  privados  y 
puntuales  (redes  de  solidaridad,  vecinos,  familiares,  etc.)  detrás  de  los  cuales  se  pueden 
“invisibilizar” redes femeninas de cuidados (abuelas, madres, hijas, etc.), y trabajo clandestino y mal 
remunerado de empleadas domésticas. 
 
Por  ello  resulta  cada  vez  más  importante  que  los  procesos  de  generación  de  conocimiento  
en torno al cuidado comiencen a formar parte del discurso de los hacedores de políticas.  El tema del 
cuidado ha sido ampliamente abordado desde una perspectiva extradoméstica (desde el empleo), y 
desde  sus  aspectos  macro  (la  triada  estado mercado familia),  perdiendo  de  vista  algunos  factores 
relativos a la unidad doméstica propiamente tal. En el contexto de crisis mundial actual es necesario 
comprender cómo los hogares están resolviendo, a la vez, la crisis económica y la crisis de cuidado, y 
su impacto en la temporalidad cotidiana de los sujetos y en las trayectorias del ciclo vital  de hombres 
y mujeres.    
 
 
 
A. Viejas y nuevas  configuraciones de la dependencia familiar y del cuidado 
 
Las  diversas  transformaciones  sociodemográficas  de  la  región  dadas  por  la  baja  tasa  de 
natalidad  en  todos  los  países  y  el  aumento  de  la  esperanza  de  vida  han  tenido  como  efecto  la 
disminución porcentual de los hogares biparentales, el aumento de los hogares monoparentales con 
jefatura  femenina  y  el  aumento  de  los  hogares  unipersonales.  Todos  estos  cambios  conducen  a 
reducir la capacidad de cuidado de dependientes de las familias de la región, generando a futuro una 
reducción del stock posible de cuidadoras y un aumento de la población adulta mayor que requiere 
cuidados de carácter más complejo. Una pregunta central para dar cuenta de la nueva organización 
del cuidado que asumen las familias frente a dichos cambios refiere a la capacidad de absorción del 
trabajo reproductivo de las familias en nuestros países. Este tipo de estimación nos daría evidencias 

5
sintéticas  sobre  la  dimensión  de  la "crisis  de  la  familia"  y  en  términos  políticos  ayudaría  a  tomar 
consciencia sobre la urgencia de la participación del estado y el mercado para enfrentarla.    
 
 
a. La feminización del cuidado y el ambivalente rol social de la mujer en el espacio público 
 
Existe consenso en que la crisis de los cuidados se ha producido en un contexto en el cual la 
incorporación  de  las  mujeres  al  mercado  laboral  no  estuvo  acompañada  de  un  aumento  de 
alternativas sociales de redistribución del cuidado dentro del hogar. Por una parte, se ha insistido en 
la incorporación de la mujer en el ámbito público, corrigiendo su ausencia de él, y por otra,  se han 
mantenido  ciertos  componentes  asociados  a  la  construcción  de  la  identidad  femenina  tradicional, 
asociada "a la buena madre", el sacrificio por otros, la mujer como reproductora y cuidadora, etc.   
 
Esto significa que la incorporación de la mujer al mercado laboral no implicó en sí misma un 
avance  hacia  la  igualdad  de  género  al  interior  de  las  familias,  ni  tampoco  un  cambio  real  en  la 
condición  de  subordinación  de  las  mujeres.  Culturalmente  las  mujeres  fueron  consideradas  como 
proveedoras de los cuidados que demandaban las familias, la comunidad y población trabajadora, lo 
que  contribuyó  a  perpetuar  estereotipos  de  género  subyacentes.  En  la  medida  que  el  trabajo 
doméstico y de cuidado  que es un tipo de servicio en términos económicos y sociales   fue asignado 
a  las  mujeres  para  que  lo  desempeñaran  en  la  familia,  ocurren  dos  fenómenos  importantes.  Uno, 
aparece vinculado a relaciones de parentesco convirtiéndolo no en una actividad económica, sino en 
un “acto de amor” por la familia. Dos, en términos de organización del trabajo, se hace en unidades  
pequeñas  (familia  nuclear)  y  con  características  artesanales.  Ambos  elementos  contribuyeron  a 
restar valor al trabajo doméstico y de cuidados, razón por la cual en nuestras sociedades el rol social 
de  la  mujer  está  tensionado  entre  demandas  de  roles  tradicionales  que  conviven  con  nuevas 
demandas sobre los roles esperados y socializados.  
 
La ambivalencia del rol de la mujer en el espacio público puede ser entendida desde varios 
ángulos  que  reflejan  diversos  referentes  culturales  que  sustentan  la  organización  del  trabajo 
doméstico.  A  continuación  se  presentan  para  América  Latina  algunas  evidencias  interesantes  al 
respecto.   
 
La distribución desigual del trabajo doméstico y de cuidado en los hogares 
 
La  necesidad  de  diferenciar  el  trabajo  doméstico  del  trabajo  de  cuidado,  constituye  una 
distinción  analítica  fundamental,  tanto  para  la  medición  del  uso  de  tiempo  como  para  la 
redistribución  de  las  labores  de  cuidado  y  domésticas.  En  este  sentido,  las  encuestas  de  uso  del 
tiempo  en  América  Latina  evidencian  la  persistencia  de  una  división  sexual  del  trabajo  rígida,  que 
asume que el trabajo doméstico  y de cuidado es tarea femenina. La encuesta de uso del tiempo en 
Argentina constata  que las personas de 15 a 74 años que viven en la Ciudad de Buenos Aires dedican 
en promedio casi 7 horas (6h57’) diarias al trabajo productivo (que incluye trabajo para el mercado, 
trabajo  doméstico  y  trabajo  de  cuidado  de  personas  dependientes).  Las  mujeres  trabajan  en 
promedio un cuarto de hora más que los varones. La diferencia sustantiva entre mujeres y varones 
aparece cuando se observa la composición de este tiempo de trabajo. Ellas dedican 3 horas al trabajo 
doméstico para el propio hogar, una hora al cuidado de niños y adultos del hogar (0:58) y dos horas 
tres cuartos (2:45) al trabajo para el mercado. Los varones, en cambio, dedican en promedio 5 horas 
y cuarto (5:14) al trabajo para el mercado, poco más de una hora al trabajo doméstico para el propio 
hogar y menos de media hora (0:22) al cuidado de niños o adultos del propio hogar. La mayor tasa de 
participación  de  las  mujeres  en  el  trabajo  doméstico  (92,6%)  y  en  el  trabajo  de  cuidado  (30,9%) 
respecto  de  los  varones  (65,8%  y  19,6%  respectivamente)  muestra  que  las  mujeres  no  solamente 
asumen  en  mayor  proporción  que  los  varones  las  responsabilidades  domésticas  y  de  cuidado,  sino 
que además lo hacen dedicándole mucho más tiempo. Si se considera el tiempo con simultaneidad, 

6
las  mujeres  dedican  3  horas  51  minutos  (contra  1  hora  y  40  minutos  de  los  varones)  al  trabajo 
doméstico, y 4 horas 7 minutos (contra 2 horas y media de los varones) al trabajo de cuidado. 
 
La distribución desigual del trabajo doméstico y de cuidado en los hogares tiene además un 
impacto  económico.  La  información  de  la  Encuesta  Nacional  de  Uso  del  Tiempo  2002  en  México, 
estima que el costo de oportunidad de las personas que realizan actividades como acarrear agua o 
esperar por la llegada de servicios domésticos asciende a $169 pesos mensuales, valor equivalente a 
cerca del 15% de la línea de pobreza de capacidades per cápita. En ese país, las mujeres realizan en 
mayor medida que los hombres este tipo de actividades  consideradas parte del trabajo doméstico  
cuyos costos para el hogar no se reflejan directamente en las mediciones de pobreza, si bien inciden 
sobre  las capacidades de generación de ingreso de sus integrantes al reducir su tiempo productivo 
disponible y el desarrollo de capacidades y el bienestar de las personas. 
 
En América Latina existen pocas evidencias respecto de la mayor dedicación de los hombres 
a las tareas domésticas, aunque es posible suponer que en sectores socioeconómicos medios y altos 
el grado de involucramiento debería exhibir cierta mejora. Lo que si ha sido constatado es que poco a 
poco los varones van haciéndose cargo del cuidado, (especialmente relativo a la niñez),  pero no del 
trabajo doméstico, aunque en su mayoría se trata de  hombres jóvenes y de clase media. 
 
Al  respecto,  estudios  realizados  en  Uruguay  señalan  que  la  participación  en  quehaceres 
domésticos  de  los  hombres  aumenta  cuando  las  mujeres  trabajan  en  forma  remunerada y  no  hay 
contratación  de  servicio  doméstico.  Al  distinguir  entre  el  tipo  de  tareas  que  realizan  hombres  y 
mujeres en relación a los cuidados de niños se observa que las mujeres asumen tareas de tipo más 
rutinario  que  los  hombres.  En  las  comunidades  populares  de  Panamá  las  mujeres  asignan  trabajos 
domésticos  a  sus  hijos  hombres  (cocina  y  limpieza),  pero  no  se  ha  percibido  que  ello  cambie 
estereotipos masculinos, dando cuenta de la persistencia de un ordenamiento patriarcal, por lo que 
resulta  indispensable  avanzar  en  la  superación  de  la  asignación  de  roles  sexistas  al  interior  de  los 
hogares.  
 
La externalización de los cuidados familiares y los empleos feminizados 
 
Algunos  estudios  en  el  contexto  europeo  señalan  que  la  externalización  de  cuidados 
familiares desde la familia a servicios públicos o al mercado de trabajo, como estrategia adaptativa a 
la crisis de los cuidados, no ha cambiado la configuración tradicional de la división sexual del trabajo, 
ya  que  siguen  siendo  las  mujeres  quienes  realizan  el  trabajo  doméstico  y  de  cuidado  tanto  en  la 
familia  como  en  el  mercado.  La  externalización  convirtió  el  trabajo  de  cuidado  en  una  profesión 
femenina  con menos  salario y  prestigio  social,  con  una  segregación de  género horizontal  y vertical 
importante  y  con  la  consiguiente  desigualdad.  Estos  servicios  que  oferta  el  mercado,  ciertamente 
generan empleos, pero empleos muy mal pagados y como en el caso de las trabajadoras domésticas 
o trabajadoras del hogar, en condiciones laborales muy precarias de bajos salarios, extensas jornadas 
de trabajo, y sin seguridad social o de salud. 
 
La  existencia  de  ocupaciones  feminizadas  en  el  mercado  laboral   relacionadas  con  la 
educación  y  cuidado de  infantes,  personas adultas  mayores y  enfermos     que  ubican  a  las  mujeres 
como  prestadoras  de  servicios  u  oferentes  de  productos  (sector  terciario),  se  produce  en  cierta 
medida porque ese tipo de trabajos suele coincidir con sus responsabilidades familiares. En algunos 
casos  se  trata  de  empleos  de  medio  tiempo  o  empleos  informales  que  les  brindan  flexibilidad  de 
horario  pero    que  al  mismo  tiempo  implican  no  tener  acceso  a  prestaciones  sociales  como  seguro 
social, servicios de guardería, transporte, etc. Por lo tanto, para evitar esta situación, se tienen que 
buscar  medidas  que  permitan  a  la  incorporación  de  las  mujeres  a  actividades  formales  y  con 
previsión social, además de plantearse un cambio en la organización social de base.  
 

7
La escasa valoración del trabajo doméstico 
 
En  lo  referido  a  la  valoración  del  trabajo  doméstico  resulta  indispensable  repensar  la 
interdependencia entre la esfera de los cuidados y el de la economía. La tradicional escasa valoración 
social  del  trabajo  doméstico  se  reforzó  al  otorgar  visibilidad  a  este  trabajo  no  remunerado  en 
términos de doble jornada, y por tanto,  al ser considerado como obstáculo para el pleno desempeño 
de las mujeres en su trabajo remunerado. La visibilización del cuidado a través de su cuantificación 
económica y su  impacto en  la economía de un país  es un primer paso para valorizar y poner en  la 
agenda este tema, lo cual implica resituar la valoración de los cuidados y el trabajo no remunerado 
dentro  de  la  problemática  del  trabajo  y  el  empleo.  En  otras  palabras,  el  ámbito  de  lo 
tradicionalmente denominado privado/familiar debe ser investido de valor y sentido social, y por lo 
tanto,  desde  la  política  es  clave  reafirmar  la  necesidad  de  mayores  índices  de  corresponsabilidad 
entre estado, mercado y familias, pero también entre hombres y mujeres.  
 
 
b. Los cambios en el peso de la demanda de cuidado infantil y de adultos mayores 
 
La demanda de cuidados al interior de los hogares depende del número, edades, condiciones 
de  salud,  etc.,  de  las  personas  receptoras  del  cuidado  o    "dependientes"  a  partir  del  cual  las 
cuidadoras  dejan  de  participar  activamente  en  el  mercado  laboral.  Ello  incide  directa  o 
indirectamente    en  la  reproducción  intergeneracional  de  la  pobreza  ya  que  se  plantea  un  dilema 
fundamental:  la  insuficiencia  de  oferta de  instancias  de  cuidado  públicas,  y  por  otro  lado, el  alto 
costo de las instancias privadas.   
 
 
La mayor demanda de cuidado infantil  
 
La provisión pública de servicios de cuidado favorece la incorporación efectiva de las mujeres al 
mercado  laboral   y  el  desarrollo  de  su  carrera  profesional,    ya  que  permite  reducir  las  barreras  de 
tiempo  disponible  que  impiden  a  las  mujeres  participar  de  manera  más  ventajosa  en  el  mercado 
laboral. En un estudio reciente en El Salvador, se mostró la relación directa existente entre número 
de hijos menores de 5 años y mujeres registradas como población económicamente inactiva, lo cual 
ilustra que  la  oferta  de  cuidados proporcionada  por  las  mujeres  no  es elástica  y  sus  efectos  se 
estarían trasladando al mercado laboral por la vía de la disminución de la participación. En hogares 
de menores recursos y sin acceso a servicios de cuidado  se tiende a mantener la división sexual del 
trabajo donde las mujeres son inactivas o trabajan a tiempo parcial y los hombres trabajan a tiempo 
completo  y  un  número  elevado  de  horas  al  día.  Esto  es  de  vital  importancia  cuando  se  trata  de 
hogares con jefatura femenina y de las personas que viven solas, proporción importante en la región. 
De  esta  forma,  no  brindar  condiciones  que  permitan  una  inserción  de  calidad  a  las  mujeres  es 
atentar  contra  las  posibilidades  que  tienen  nuestras  economías  de  mejorar  sus  niveles  de 
productividad y competitividad. 
 
También se constata la existencia de mayores requerimientos de cuidado infantil en los estratos 
con  rápida  velocidad  reproductiva  y  numerosos  miembros  en  los  hogares.  El  mayor  peso  de  la 
demanda  infantil  impone  la  necesidad  de  legitimar  los  sistemas  colectivos  de  cuidado  infantil  y  la 
proliferación  de  salas  cunas  o  redes  institucionales  de  cuidado  preescolar  que  combinen 
modalidades  de  cuidado  formales  e  informales.  Varios  estudios  han  enfatizado  la  desconfianza 
existente en grupos de trabajadoras hacia las guarderías  infantiles en razón de la primacía ideológica 
maternal que impregna la educación de los hijos y la desconfianza del cuidado de niños realizado por 
redes o instituciones no familiares. Sea por restricciones económicas o por prejuicios culturales, loa 
arreglos  informales  de  cuidado  infantil  pueden  aumentar  la  sobrecarga  de  trabajo  doméstico  y  de 

8
cuidados  de  otros  miembros  del  hogar.    En  algunos  casos,    buena  parte  de  la  carga  del  trabajo  de 
cuidado  recae  sobre  las  abuelas  a  quienes  se  las  ha  llamado  también  “abuelas  esclavas”  por  su 
dedicación  a  la  crianza  de  nietos  y  apoyo  a  tareas  domésticas  en  los  hogares  de  sus  hijas  e  hijos. 
Cuando  son  ellas  las  que  necesitan  ser  cuidadas  (las  abuelas)  estaríamos  frente  a  una  especie  de 
"frontera de la producción".  
 
Además,  en  las  encuestas  y  diagnósticos  que  se  realizan  para  medir  las  responsabilidades 
laborales  y  familiares  de  los  trabajadores  no  se  considera  el  número  de  hijos,  y  todos  los  datos  se 
conocen a través de las madres trabajadoras impidiendo contar con información que permita incluir 
a  los  hombres  en  las  responsabilidades  familiares  y  plantear  una  estrategia  de  conciliación  vida
trabajo  para  ambos  sexos.  La  capacidad  de  los  niños  para  aprovechar  las  oportunidades  no  sólo 
depende de las escuelas, sino también de las familias de las que provienen. Así los niños  que vienen 
de familias con bajos climas educativos desarrollaran menos capacidades cognitivas que aquellos que 
vienen  de  familias  con  altos  climas  educativos.  Por  lo  tanto,  la  generación  de  infraestructura  de 
cuidado debe ser entendida como  un mecanismo redistributivo frente a las desigualdades y riesgos 
sociales que generan las nuevas economías basadas en el conocimiento, tomando en consideración 
las nuevas estructuras de oportunidades y recompensas que esto genera, y las crecientes distancias 
que se producen hoy entre las personas calificadas y  no calificadas.  
 
 
La transición epidemiológica y el cuidado al adulto mayor 
 
Algunos países latinoamericanos están experimentando un rápido envejecimiento. Por ejemplo, 
en  los  últimos  cincuenta  años  en  Costa  Rica  se  ha  producido  una  modificación  profunda  en  la 
estructura de edades de la población. Hacia 1950 la población costarricense de 60 años y más era de 
45.000 personas (5,3% de la población total); durante la primera mitad de la década de los sesenta 
este  porcentaje  bajó  a  4,8%,  producto  del  incremento  de  la  natalidad  en  los  años  cincuenta,  para 
luego aumentar hasta alcanzar un 5,5% en 1980, 5,8% en 1985 y 7,1% en 1995. Según proyecciones 
de población realizadas por CELADE, en el 2000 este grupo sería de 7,9% y en el 2025 de un 14,5%(1). 
Por su parte en Argentina, el 52% de las personas de 75 años y más viven en hogares exclusivos de 
adultos mayores (que en muchos casos se cuidan entre sí).    
 
En  sectores  de  bajos  ingresos,  la  carga  del  cuidado  de  personas  adultas  mayores  recae  en  las 
personas en edad productiva –principalmente mujeres .  En estos casos la sobrecarga de trabajo y los 
síndromes  de  burnout  que  pueden  producir  estas  tareas  cuando  no se  posee  la  capacitación, 
supervisión y  el  apoyo  externo  necesario,  limita  las  oportunidades  de  acceso  de  las  mujeres  a 
educación, empleo, participación social y política y disfrute del tiempo libre, entre otras.  
 
La  transición  epidemiológica  que  acompaña  el  envejecimiento  de  la  población  aumentará  la 
demanda de servicios de cuidado especializados. En México los datos proporcionados por el Censo 
de Población y Vivienda de 2000, mostraron que poco más de una cuarta parte de las personas con 
discapacidad  debían  su  condición  a  consecuencias  del  deterioro  por  envejecimiento.  La alta 
presencia  de algún  tipo  de  discapacidad  entre  el grupo  de  los  más  mayores,  sumado  a  una  mayor 
probabilidad  de  demencias, muestra  claramente una  demanda  de  cuidados  que  irá  en  progresivo 
aumento.  
  
 
 

1.  Datos  del  I  Informe  del  Estado  de  la  Situación  de  la  Persona  Adulta  Mayor  (ESPAM),  realizado  en  Costa  Rica  por  el 
Consejo Nacional de la Persona Adulta Mayor y la Universidad de Costa Rica.  

9
c. Brechas socioeconómicas y acceso a servicios de cuidado 
 
Las  diferencias  sociales  son  sustanciales  para  explicar  el  distinto  comportamiento  de  las 
familias  en  el  acceso  a  servicios  (públicos  y  privados)  y  prestaciones  de  la  seguridad  social, 
la distribución  de  trabajo  remunerado  y  no  remunerado  en  el  hogar  y  la  carga  del  trabajo 
remunerado de hombres y mujeres.  
 
 
A mayor nivel de pobreza, mayor demanda de cuidado  
 
Algunos estudios de la región correlacionan niveles de pobreza y mayor demanda de cuidado. En 
el caso  de  México, la Encuesta Nacional sobre  Uso  del Tiempo  2002 mostró la mayor presencia de 
personas que dedican tiempo al cuidado de terceras personas en los hogares de los estratos bajo y 
muy  bajo.  De  los  hogares  donde  hay  personas  que  dedican  tiempo  a  cuidados  generales  y 
acompañamiento de personas con limitaciones físicas y/o mentales, el 59.6% corresponde a estratos 
bajo y muy bajos; el 13.76% a hogares de estrato medio y 26.7% a estratos altos y muy altos. En el 
caso de hogares con presencia de personas que dedican tiempo al cuidado de enfermos temporales, 
el  67.3%  corresponde  a  estratos  socioeconómico  bajo  y  muy  bajo, y  23.3%  corresponde  a  estratos 
alto y muy alto.  
 
Los  segmentos  poblacionales  que  están  insertos  de  manera  más  precaria  en  el  mercado  de 
trabajo (trabajadores informales y del servicio doméstico) y que no disponen de recursos para cubrir 
la  demanda  de  cuidados  a  través  de  la  contratación  (generalmente  de  otras  mujeres),  son  los  que 
presentan mayores dificultades en la conciliación. Como forma de compensar los bajos salarios que 
caracteriza la inserción precaria al mercado de trabajo, algunas mujeres deben asumir una doble o 
triple jornada de trabajo (remunerado y no remunerado) con un impacto fuertemente negativo en 
materia de salud y obstaculización en su  inserción en la actividad política.  
 
 
Familias ganadoras y familias perdedoras 
 
En  el  contexto  de  crisis  actual,  el  acceso  a  los  servicios  públicos  de  cuidado  por  parte  de  las 
familias  desfavorecidas  puede  generar  una  enorme  diferencia  entre  lo  que  Esping Anderson 
denomina "familias ganadoras" y "familias perdedoras". Esta configuración en  algunos países toma 
una forma precisa: en Costa Rica da cuenta de hogares jefaturizados por mujeres solas, con ingreso 
per cápita por hogar de 20 mil colones, con problemas para acceder a  infraestructura de cuidado de 
sus hijos, situación que se agrava con la deserción escolar de miembros jóvenes de esos hogares para 
desempeñar empleos de mala calidad. Por el lado de las familias ganadoras se observa en ese país 
hogares  donde  los  dos  conyugues  son  profesionales,  trabajan  en  empleos  formales,  envían  a  sus 
hijos  a  escuelas  privadas  donde  estos  logran  una  escolaridad  de  12  años  y  más,  y  un  ingreso  per 
cápita superior a los quinientos mil colones mensuales.  
 
Por otra parte, en los  hogares biparentales el aporte de ingresos de las cónyuges permite reducir 
los  niveles  de  pobreza,  y  por  lo  tanto,  los  problemas  de  conciliación  entre  la  vida  profesional  y 
privada tienen mayor posibilidad de ser resueltos sin impactar la trayectoria laboral de las mujeres. 
Por el contrario, los sectores medios bajos y los más pobres generalmente satisfacen su demanda de 
cuidado  mediante  acuerdos  informales  basados  en    la  solidaridad  familiar  o  vecinal,  siendo  estos 
sectores  quienes  principalmente  requieren  de  una  provisión  estatal  específica  de  servicios  de 
cuidado.  
 
 
 

10
Los impactos de la contratación privada de servicios de cuidado 
 
En  hogares  de  altos  ingresos  se  incrementa  la  contratación  privada  de  servicios  doméstico 
condicionando  la  carga  de  trabajo  no  remunerado  en  las  mujeres.  La  distribución  del  trabajo  no 
remunerado  entre  los  sexos  es  mayor  cuando  ambos  trabajan  en  forma  remunerada  jornadas  a 
tiempo  completo  y  no  se  dispone  de  servicio  doméstico.  Cuando  aumentan  los  ingresos  de  los 
hogares y se dispone de servicio doméstico vuelve a incrementarse la cantidad de horas de trabajo 
remunerado de los hombres y se reduce su participación en el trabajo no remunerado (incluyendo 
cuidados  y  quehaceres  domésticos).  El  acceso  privilegiado  de  los  sectores  de  altos  ingresos  a 
servicios extraescolares privados de cuidado puede aumentar las brechas culturales y educativas de 
formación  entre  distintos  grupos  sociales,  operando  como  un  fuerte  elemento  de  diferenciación 
social. 
 
 
d. Las cadenas de cuidado y la migración laboral femenina 
 
Los estudios sobre cadenas de cuidados han contribuido a visibilizar el trabajo doméstico y 
de cuidado femenino en su dimensión colectiva. La crisis del cuidado ha significado para las mujeres 
moverse  en  un  continuo,  en  un  ir  y  venir  entre  distintos  espacios  de  relaciones,  entre  el  trabajo 
remunerado, no remunerado, los servicios públicos, las relaciones familiares. Se trata de una amplia 
diversidad  de  redes  de  mujeres  (madres hijas abuelas,  nueras suegras,  amigas,  vecinas,  cuñadas, 
madres de escuela) que han posibilitado su participación en distintos espacios, a la vez que se han 
encargado de las tareas de cuidado.  Las cadenas de cuidado han sido bastante analizadas en el plano 
transnacional en relación a procesos de migración femenina y mercantilización del trabajo doméstico 
femenino, como un fenómeno que ha acentuado las brechas de clase entre mujeres de los países del 
norte y del sur. En América Latina, es fundamental considerar el  papel de la migración en sostener la 
organización  social  de  los  cuidados,  tanto  a  nivel  nacional  como  internacional,  permitiendo 
profundizar  el  problema  de  la  temporalidad  del  cuidado  y  la  manera  en  que  grupos  de  mujeres 
(diferenciadas  por  pertenencia  étnica  o  de  clase)  estructuran  el  tiempo  para  el  trabajo 
reproductivo/productivo. 
 
 
 
 
III. ¿Conciliación y/o co responsabilidad? Hacia una agenda de cuidado en América Latina. 
 
La  falta  de  políticas  amplias  orientadas  al  cuidado  en  la  región  obedece  a  que  el  tema  del 
cuidado está ausente en el debate público y en la agenda política. Ello se explica por la persistencia 
de modelos culturales que consideran que el cuidado debe ser privado, familiar y femenino; por la 
persistencia  de  una  rígida  división  del  trabajo  por  género  dentro  del  hogar  que  muestra  pocas 
transformaciones;  por  mercados  laborales que  no  consideran  que sus trabajadores  tienen  familias; 
por una  legislación  que  no contempla  medidas  para trabajadores  con responsabilidades  familiares; 
por  la  ausencia  de  cumplimiento  de  las  pocas  leyes  de  conciliación  con  corresponsabilidad  social 
existentes.  Como ya se mencionó anteriormente, la base de todos estos elementos se encuentra en 
la persistencia de la  tradicional división sexual del trabajo dentro y fuera del hogar, que pese a las 
transformaciones sociodemográficas, laborales y, especialmente en el papel social que desempeñan 
actualmente las mujeres, no ha cambiado sustancialmente. 
 
A. El debate en torno a lineamientos generales de las políticas de cuidado 
 
Existe relativo consenso respecto de la necesidad de repensar los modelos tradicionales de 
conciliación  que  se  han  intentado  instalar  en  al  región  y  la  necesidad  de  posicionar  un  nuevo 

11
contrato sexual que de lugar a un marco legislativo y a políticas de cuidado en torno a la noción de 
corresponsabilidad y universalidad.  
 
a. La redefinición del significado de conciliación 
 
La  redefinición  de  lo  que  entendemos  hoy  por  conciliación,  podría  abordarse  desde  una 
pregunta:  ¿cómo  tratar  el  problema  de  la  conciliación  desde  una  perspectiva  de  universalidad  que 
permita encontrar un equilibrio entre políticas que actúen contra las desigualdades de género y las 
desigualdades estructurales en las cuales la dimensión de cuidado sea transversal? Se trataría de una 
oferta de programas y servicios sociales diversificada de modo de poder ofrecer alternativas acordes 
a la variedad de situaciones y respuestas equitativas que disminuyan la brecha de desigualdad entre 
los distintos estratos socioeconómicos.  
 
Repensar la conciliación desde las tensiones que se producen entre modelos familistas (políticas 
orientadas  al  cuidado  de  los  hijos  y  personas  dependientes)  y  modelos  feministas  tradicionales 
(políticas de empleo en favor de la incorporación de la mujer  al mercado de trabajo). Ello permitiría 
poner  en  cuestión  la  manera  como    el  estado,  en  la  implementación  de  políticas,  ha  reforzado  la 
división  tradicional  de  roles  domésticos  y  de  cuidado,  por  ejemplo,  mediante  programas  de 
transferencia condicionada o medidas de protección a la maternidad.  
 
Por lo tanto,  resulta necesario  integrar una perspectiva universalista, que  incluya a grupos que 
no han sido sujetos específicos de las políticas de la conciliación como las mujeres indígenas, las y los 
adolescentes,  adultas  y  adultos  mayores  y  los  hombres  en  general.  Se  sugiere  que  la  conciliación  
aborde temas polémicos relativos a los derechos reproductivos como la penalización del aborto, la 
lucha contra la violencia hacia las mujeres, especialmente la conyugal; educación sexual y embarazo 
adolescente, problemas sensibles a la ciudadanía pero difíciles de integrar al ámbito de la legislación. 
 
En un contexto de crisis y desempleo resulta indispensable la  complementariedad entre políticas 
sociales  y  políticas  de  fomento  a  la  generación  de  empleo  de  calidad,  lo  cual  podría  constituir  una 
clara  señal  de  que  el  cuidado  de  las  personas  es  un  tema  del  conjunto  de  la  sociedad y  no  sólo 
familiar  y  exclusivamente  de  las  mujeres.  Además,  con  respecto  al  cuidado  de  personas 
dependientes, se debe superar los dilemas existentes en torno a la necesidad de decidir la asignación 
de recursos en torno a una orientación prioritaria de recursos o a la infancia o a la vejez. 
 
 
b.  Nuevas  reglas  del  juego  a  las  responsabilidades  familiares    a  través  de  consensos 
legislativos. 
 
Se  propone  la  necesidad  de  establecer  consensos  legislativos  que  impongan  nuevas  reglas  del 
juego  a  las  responsabilidades  familiares.  Debe  instalarse  en  la  agenda  pública  la  noción  de  co
responsabilidad,  interdependencias  del  cuidado  y  universalización  del  derecho  al  cuidado.  Al 
respecto,  varios  cambios  legislativos  son  propuestos,  como  el  reconocimiento  del  valor  productivo 
del  trabajo  doméstico  a  nivel  constitucional,  su  incorporación  en  el  código  laboral  y  la  ley  de  la 
función pública de la licencia  por paternidad, leyes de paternidad responsable (como la existente en 
Costa  Rica  y  en  México),  etc.  Por  ejemplo,  resulta  de  interés  la  norma  mexicana  para  la  igualdad 
laboral  entre  mujeres  y  hombres,  instrumento  jurídico  único  en  su  género  en  América  Latina  que 
tiene  como  objetivo  certificar  a  organizaciones  públicas,  sociales  y  privadas  por  el  respeto  de  los 
mínimos laborales relativos a la libertad, la equidad, la accesibilidad, la igualdad, la previsión social y 
el clima laboral.  
 

12
La noción de corresponsabilidad permitiría vincular al hombre en las políticas de conciliación, ya 
que  éste  continua  siendo  una  especie  de  “eslabón  perdido”  en  las  cadenas  y  en  la  agenda  de 
cuidado.  La  redistribución  de  tareas  entre  los  sexos  al  interior  del  hogar  y  las  familias  es 
imprescindible, ya que la función de la familia es (o debería ser) complementaria a los demás tipos de 
provisión  de  cuidado  pero,  a  su  vez,  es  el  núcleo  del  proceso  de  reproducción  social  que  permite 
armonizar  las  demás  esferas  del  cuidado  y  suplir  sus  deficiencias.  Por  ello,  no  son  sustitutos 
sino complementarios, y han que transitar por las licencias, los servicios, las prestaciones monetarias 
sin distinguir el sexo, sino que promoviendo la redistribución de funciones entre los integrantes del 
hogar. 
 
 
 
c. La “articulación y combinación dinámica” de una oferta de cuidados desde el estado, el 
mercado y la familia  
 
Las  estrategias  adaptativas  frente  a  la  crisis  del  cuidado  deben  ser  resultado  de  la 
“articulación y combinación dinámica” entre diversos  tipos de apoyo (políticas públicas, actividades 
comunitarias, servicios del mercado) tanto formales como informales:  
 
• Desde  el  ámbito  estatal  se  sugiere  la  puesta  en  marcha  de  programas,  servicios,  ayudas 
económicas,  difusión,  etc.,  que    garanticen  el  derecho  al  cuidado  y  lo  consideren  como  un 
riesgo social.  Pero también se requieren apoyos formales del sector privado que pueden ser 
útiles  para  la  población  que  pueda  acceder  a  ellos.  En  lo  referido  a  los  apoyos  informales 
existe  sobrada  evidencia  de  que  la  familia,  los  amigos,  vecinos  y  demás  miembros  de  la 
comunidad son centrales en la provisión de diversos tipos de cuidado.  
 
• Elaborar propuestas de consenso (academia gobierno sociedad civil) sobre cómo resolver la 
crisis del cuidado, y a partir de esto, establecer las alianzas necesarias con los hacedores de  
política pública, para finalmente asumir un rol asesor en su implementación.  
 
• La combinación de distintos tipos de apoyo al cuidado debe desarrollarse a nivel municipal
local,  por  tanto  implica  potenciar  la  descentralización  y  capacidades  de  género  en  los 
municipios. 
 
 
d. El replanteamiento de las políticas universales 
 
Existe consenso en que la mejor estrategia adaptativa frente a la crisis de los cuidados refiere 
al replanteamiento de las políticas universales, como respuesta a las limitaciones que han mostrado 
las  políticas  de  protección  social.  Éstas  han  carecido  de   un  enfoque  estratégico  orientado  a  la 
superación de la pobreza en el mediano o largo plazo y han estado reducidas a  meras estrategias de 
sobrevivencia que han tenido como efecto la profundización de las desigualdades existentes dentro 
de los contextos familiares, como es la subordinación sexual en la relación entre hombres y mujeres. 
 
El enfoque de las políticas universales para enfrentar la crisis de los cuidados debe partir del 
derecho a cuidar y a ser cuidado. Sólo en la medida que se amplíe  y universalice efectivamente  la 
base  de  cobertura  y  de  satisfactores  de  necesidades  del  hogar  es  posible  rediscutir  nuevas 
estrategias que incorporen arreglos institucionales de base amplia que sin duda van a impactar sobre 
la conformación y dinámica de la familia y sobre las pautas de articulación con el trabajo.  
 
 
 

13
Varias estrategias se proponen en esta dirección:  
 
• Introducir en la discusión el papel de la Inversión Social y la forma como se ha venido dando 
su distribución y  ritmo de crecimiento.  
 
• La  colectivización  en  base  estatal  universal  de  servicios  de  cuidado  para  infancia  y  tercera 
edad. La apuesta por servicios universales como eje de la estrategia, en complementariedad 
con  asignaciones  familiares,  reformas  de  mercado  laboral,  licencias  paternales  y  currícula 
escolar y socialización en pautas igualitarias para permitir mejorar capacidad de compra en el 
mercado  de  servicios  en  los  sectores  populares y  mejorar  distribución  de  cargas  al  interior 
del hogar.  
 
• Combinar  al  mismo  tiempo  medidas  que  logren  mantener  el  ingreso  de  las  familias  (vía 
subsidios),  y  por  otro  lado  políticas  que  potencien  capacidades  de  las  personas.  Se  debe 
contar  con  centros  de  cuidado  para  acceder  a una   mejor  educación,  que  permitan  salir  a 
trabajar y capacitarse, lo cual en el mediano y largo plazo implicará mayores posibilidades de 
acceso a oportunidades reduciendo la dependencia de los subsidios estatales.   
 

• Si  bien el  Poder  Judicial no  puede  ser  el  ámbito  donde  se  diseñen las  políticas 
públicas, puede  sin  embargo  cumplir  un  rol  importante  como  contralor  acerca  de  la 
existencia de estas políticas y su vigencia efectiva. Sin que esto implique una propuesta por 
judicializar  las  políticas  publicas,  el  Poder  Judicial  puede  ser  un  ámbito  interesante  para 
visibilizar el incumplimiento de los derechos e instar a formas de resolución "dialogadas" con 
los poderes públicos, de modo de avanzar en su efectividad y vigencia.  

 
 
IV. Experiencias y recomendaciones futuras 
 
A  continuación  se  exponen  las  recomendaciones  emanadas  del  foro  relativas  a  tipos  de 
políticas que son indispensables para universalizar la oferta de cuidado en la región.  
 
 
A. Las políticas de acceso a servicios básicos 
 
Las posibilidades de conciliación empleo y familia están relacionadas con el número y tipo de 
activos que tiene un hogar, dentro de los cuales es posible distinguir el uso y acceso a infraestructura 
básica.  Las  políticas  de  acceso  a  este  tipo  de  activos  son  esenciales  desde  el  punto  de  vista  de  la 
conciliación,  sobre  todo  en  la  región,  ya  que  siguen  habiendo  brechas  de  cobertura  de   servicios 
básicos que afectan sobre todo a los hogares más pobres.   
 
Se sugieren medidas que apoyen la compra de servicios en el mercado con efectos conciliatorios, 
comprendidas desde la a categoría de “compra de servicio en el mercado” y que integren distintos 
ámbitos: 
  
• Contratación  de  recursos  humanos  que  prestan  servicios  y  trabajan  en  el  hogar  (niñeras, 
enfermería y  cuidado para  la tercera  edad  a  domicilio, trabajadores  domésticos,  jardinería, 
servicios de limpieza). 
 
• Compra de productos preparados para el hogar (principalmente alimentación). 
 

14
• Compra de servicios de cuidado en el mercado fuera del hogar (guarderías, clubes, casas de 
cuidado para la tercera edad, actividades extracurriculares para niños y adolescentes)  
 
• Compra de tecnología para el hogar que permite optimizar tiempo y mano de obra. El uso de 
ese capital (como electrodomésticos, hornos, estufas de gas, maquinaria para lavar) ayuda y 
facilita la (re)distribución y reasignación de las tareas  reproductivas (cuándo se hacen, cómo 
se hacen, la duración de las mismas, quiénes las hacen, etc.) y hasta puede permitir que las 
tareas  realizadas  sean  más  productivas  y  eficientes.   Adicionalmente,  el  poder  acceder  a 
dicho capital facilita la simultaneidad de ciertas tareas lo cual puede reducir el tiempo total 
dedicado a las mismas.  
 
• Compra de servicios básicos que se consumen en el hogar. Respecto de esta última categoría 
cabe  destacar  que,  a)  una  política  que  pueda  estimular  la  acumulación  de  esos  activos  en 
familias pobres es la de reducción de impuestos a ciertos electrodomésticos (en Costa Rica se 
aplicó  cuando  Rebeca  Grynspan  fue  Viceministra  de  Hacienda  en  los  años  ochentas);  b)  el 
acceso a servicios básicos tiene un efecto importante en la reducción del tiempo de trabajo 
reproductivo  y  en  la  mejora  de  la  calidad  de  ese  trabajo  (agua  potable  intradomiciliaria, 
electricidad,  transporte  público  y  telecomunicaciones);  c)  el  acceso  a  telefonía  que  tiene 
efectos importantes en la seguridad de la familia, el funcionamiento de las redes familiares y 
comunitarias  de  apoyo,  y  también  en  la  generación  de  ingresos  (para  los  trabajadores  y 
trabajadoras por cuenta propia es vital). 
 
• La política de vivienda de interés social también genera efectos fuertes sobre la conciliación 
empleo familia.  El  hacinamiento  y  mala  calidad  de  las  viviendas  generan  condiciones 
inadecuadas para el trabajo reproductivo y el cuidado de dependientes, siendo importante el 
diseño de los proyectos de vivienda (disponibilidad de espacios sociales comunitarios, etc.)  
 
• La construcción de infraestructura física de cuidado (acción que además en tiempos de crisis 
aportaría empleos temporales) en las zonas rurales y urbanas marginalizadas, la cual podría 
ser  manejada  por  empresas  comunitarias,  financiadas  con  recursos  provenientes  de 
impuestos locales y nacionales (impuestos prediales, específicos, o impuestos a la propiedad) 
 o mediante las transferencias de fondos de los gobiernos nacionales hacia los locales. 
 
Finalmente, cabe destacar que la importancia de este ejercicio clasificatorio es que ayuda a 
analizar  cual  de  estas  alternativas  son  pasibles  de  ser  colectivizadas  y  permite  ver  los  grados  de 
estratificación en el acceso que estas alternativas presentan en nuestras sociedades.    
 
 
B. El desarrollo de redes comunitarias de cuidado con financiamiento estatal.    
 
• El  desarrollo  de  redes  comunitarias  de  cuidado  permite  contrarrestar  (pero  sobre  todo 
complementar)  las  limitaciones  de  los  regímenes  de  bienestar  con  Estados  débiles  y 
mercados  poco  desarrollados, que  dificultan  la  incorporación  del  cuidado  como  un  eje  del 
sistema  de  seguridad  social  (complementario  a  las  pensiones para  la  vejez  y  el  seguro  de 
enfermedad y maternidad).  
 
 
• Fortalecer  las  redes  comunitarias  de  apoyo  al  cuidado  (familiares vecinales)  sin  reforzar  la 
división  sexual  del  trabajo  ya  existente.  En  el  ámbito  comunitario  las  familias  requieren  de 
política  de  desarrollo  que  integren  el  acceso  a  ingresos,  el  empoderamiento  económico de 
las  mujeres  y  procesos  que  se  desarrollen  a  partir  de  la  solución  a  problemas  como  el 
desempleo,  seguridad,  transporte,  etc.  Además,  trabajar  con  los  gobiernos  municipales 

15
propuestas  que  permitan  fortalecer  las  redes  de  apoyo  comunitario  para  el  cuidado  de  la 
familia.  
 
 
C. Nuevos criterios de focalización  
 
La  revisión  de  los  impactos  de los  programas  de  transferencias  condicionadas  (PTC)  sobre  el 
cuidado, han demostrado que la carga de trabajo que se les asigna explícita o implícitamente a las 
mujeres  pobres  ha  tendido  a  reforzar  la  reproducción  de  la  división  sexual  del  trabajo.  Para 
contrarrestar  este  efecto,  en  ese  tipo  de  programas  se  sugiere  re direccionar  los  criterios  de 
focalización  no  sólo  en  función  de  niveles  de  pobreza,  sino  por  grados  de  inserción  laboral  de  las 
mujeres por zona y los requerimientos de cuidado que las familias tienen en consecuencia.  
 
 
 
D. Políticas de empleo en favor de las mujeres  
 
Impulsar  programas  encaminados  al  desarrollo  de  competencias  en  el  manejo  de  TIC’s,  ya  que 
éstos coadyuvan a la disminución de la brecha tecnológica y la segregación ocupacional y profesional 
entre  mujeres  y    hombres.  De  igual  forma,  promover  el  teletrabajo  como  una  fuente  confiable  y 
competitiva de empleo, fomentar el autoempleo y el emprendimiento para que las mujeres puedan 
visualizarse como generadoras de empleo y no sólo como empleadas, y favorecer la responsabilidad 
social de las empresas con el fin de que adopten buenas prácticas laborales en favor de la equidad, 
no discriminación,  el respeto a los derechos humanos, la conciliación vida trabajo y la eliminación de 
todo tipo de violencia dentro de los centros de trabajo. El contar con reconocimientos, certificados o 
distintivos  por  ser  una  empresa  con  responsabilidad  social  le  permite  ampliar  su  competitividad  y 
productividad. 
 
 
E. La desmitificación del proceso de envejecimiento  
 
Las políticas orientadas a la atención de adultos mayores debe avanzar hacia la desmitificación, 
tanto el proceso de envejecimiento, como de la vejez en sí misma, pues ambos están rodeados por 
una  serie  de  mitos  o  estereotipos.  Costa  Rica  ha  sido  uno  de  los  países  con  mayor  oferta  a  este 
segmento  poblacional  a  través  del  Consejo  Nacional  de  la  Persona  Adulta  Mayor,  que    asumió  la 
responsabilidad de establecer los lineamientos para superar la brecha social de inequidad, en favor 
de  las  personas  mayores  y  responder  a  la  carencias  económicas,  sicológicas  (falta  de  cuidado  y 
afecto) y de falta de reconocimiento de sus derechos ciudadanos. En los últimos años se ha avanzado 
bastante  en  la  formación  de  servicios  de  cuidados  domiciliarios  a  las  personas  mayores,  los  cuales 
consisten en la formación, por un lado, de personas en tareas de cuidado de la vejez, y por otro, en  
la financiación de este tipo de prestación.  

16
Anexo 1.
                                    Bibliografía  sugerida  por los y las participantes del foro.  
                                    __________________________________________________________________ 

Astelarra, Judith (coord.) (2009). Pacto entre géneros y políticas públicas. Género 
y Cohesión social. Madrid: Instituto de la Mujer.  

Astelarra, Judith (coord.) (2008). Género y empleo. Madrid: Fundación Carolina. 
Documento de trabajo número 32.   

Astelarra, Judith (coord.) (2007). Género y Cohesión social. Madrid: Fundación 
Carolina. Documento de trabajo número 16.   

Bardasi, E. & Quentin Wodon (2006). Measuring Time Poverty and Analyzing Its 
determinants:  Concept  and  Application  to  Guinea.  En  Blackden,  M.  & 
Quentin  Wodon  (Eds.)  Gender,  Time  Use  and  Poverty  in  Sub Saharan 
Africa,  World  Bank  Working.  Paper  No.  73,  pp  75 95.  World  Bank, 
Washington. 

Carrasco, C. (2006). La paradoja del cuidado: necesario pero invisible. Revista de 
Economía   Crítica.  Número  5.  Editada   por  la  Asociación  Cultural 
Economía Crítica, Valladolid.  

Céspedes, Catalina (2002). Conciliación, familia y trabajo: una mirada de género 
a  las  condiciones  estructurantes.  En  FLACSO Chile.  Chile  2001 2002: 
impactos y desafíos de las crisis internacionales.  

17
CONAPAM  (Consejo  Nacional  de  la  Persona  Adulta  Mayor)  (s/f).  Situación  de  Costa  Rica: 
Envejecimiento  y  Políticas  para  el  Adulto  Mayor  implementadas  a  partir  de  la  creación  del 
CONAPAM. Presidencia de la república de Costa Rica. 

Floro,  María  S.  &  Marjorie  Miles  (2003).  Time  Use  and  Overlapping  Activities:  Evidence  from 
Australia. Cambridge Journal of Economics, 27(6): 881 904. 

IGTN (Red Internacional de Género y Comercio) (s/f). Comercio, género y equidad en América Latina: 
generando conocimiento para la acción política.  

Monge,  G.  &  Sergio  Muñoz  (2008).  Tendencias  en  el  mercado  de  trabajo  y  cambios  en  las  familias 
latinoamericanas.  Documento  de  Consultoría  PNUD/OIT  (Programa  de  la  Naciones  Unidas 
para el Desarrollo/Organización Internacional del Trabajo).  

Pautassi, Laura (2007). El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos. Serie Mujer y 
Desarrollo, Número 87, CEPAL. Publicado en Naciones Unidas, Santiago de Chile.  

Pérez Orozco, A. (2006). Amenaza tormenta: la crisis de los cuidados y la reorganización del sistema 
económico.  Revista  de  Economía   Crítica.  Número  5.  Editada   por  la  Asociación  Cultural 
Economía Crítica, Valladolid. 

PNUD/UNIFEM  (Programa  de  las  Naciones  Unidas  para  el  Desarrollo/Fondo  de  Desarrollo  las 
Naciones Unidas para la Mujer). Trabajo que no se mira ni se cuenta. Aportes para una nueva 
relación entre el género y la Economía. Cuaderno sobre Desarrollo Humano El Salvador.  

PNUD/OIT  (Programa  de  las  Naciones  Unidas  para  el  Desarrollo/Organización  Internacional  del 
Trabajo). Trabajo y Familia: Hacia nuevas formas de conciliación con correponsabilidad social.  

Rico, Nieves (2000).El proceso de institucionalización del enfoque de género en el trabajo sustantivo 
de la CEPAL. Santiago de Chile, CEPAL (DDR/1) 

Rodríguez  Enríquez,  Corina  (2007).  La  organización  del  cuidado  de  niños  y  niñas  en  Argentina  y 
Uruguay.  Serie  Mujer  y  Desarrollo,  Número  90,  CEPAL.  Publicado  en  Naciones  Unidas, 
Santiago de Chile.  

Salvador, Soledad (2007), "Comercio, género y equidad en América Latina: generando conocimiento 
para  la  acción  política"..  Estudio  comparativo  de  la  Economía  del  cuidado  en  Argentina, 

18
brasil,  chile,  colombia,  méxico  y  uruguay.  Capítulo  latinoamericano  de  la  Red  Internacional 
deGénero y Comercio. www.generoycomercio.org/investigacion.html 

Sullivan,  O.  &  Scott  Coltrane  (2008).  Men's  changing  contribution  to  housework  and  child  care.  A 
Discussion Paper on Changing Family Roles Prepared for the 11th Annual Conference of the 
Council on Contemporary Families. April 25 26, 2008, University of Illinois, Chicago 

Wanderley, Fernanda (2003). Trabajo no mercantil e inserción laboral. La Paz. Plural Editores.  

19
Géneros de cuidado

Jeanine Anderson

Uno de los conceptos claves de los actuales estudios de género es el concepto de


cuidado. Este texto explora algunos avances en la investigación sobre el cuidado en el
Perú y países cercanos. Aludiré a los aprendizajes que dejó un curso sobre el tema,
ofrecido por primera vez en el Diploma de Estudios de Género de la PUCP en el 2005.
Finalmente, sugeriré algunas de sus aplicaciones en los debates actuales sobre las
políticas y programas sociales.

El cuidado y sus ambigüedades

La palabra cuidado , en el lenguaje común, tiene referentes múltiples. Alude a la


necesidad de precaución y señala una situación de peligro. Al mismo tiempo, sobre todo
como verbo, cuidar nombra algunos de los actos más valorados- al menos si creemos
en declaraciones y discursos- por las sociedades humanas. El caso paradigmático es la
madre que cuida a sus hijos. Esposa y esposo prometen cuidarse mutuamente hasta el
fin de sus días. Los abuelos cuidan de sus nietos durante la ausencia de los padres. El
novio cuida su relación con la novia. La novia (al menos la de las telenovelas), cuida su
belleza y su buena reputación.

En extensiones más amplias del concepto, un médico cuida a sus pacientes. Una maestra
cuida a sus alumnos y sus procesos de aprendizaje. Ambos, idealmente, se cuidan de
estar actualizados en su profesión. Cuidan sus tiempos, sus sueldos y sus compromisos.
Estos casos conservan la idea original de atención sostenida, identificación con el
bienestar de quienes reciben el cuidado, entrega e incluso sacrificio personal por parte
de quien presta el cuidado. Sin embargo, el cuadro se ha complicado notablemente. El
cuidado dentro de los grupos familiares se entiende como un regalo o un servicio que se
sujeta únicamente a las reglas de la reciprocidad. No se cobra; no pertenece a la
economía monetaria. Este componente del concepto sufre una alteración, que no es la
única, en los casos del personal de salud y educación: ellos reciben un pago por
interesarse en determinadas personas. Un tercero- el Estado, una institución privada- les
asigna el cuidado de esas personas y supervisa su desempeño. Los intereses que deben
satisfacer son los de los receptores del cuidado pero también, los de sus empleadores.

Algunas otras extensiones del concepto de cuidado se distancian aun más del caso
paradigmático. No obstante, la palabra sigue las connotaciones anteriores: Un banco
sostiene cuidar los intereses de sus clientes. Una AFP cuida los fondos y la futura
felicidad de sus asociados. Una empresa que vende acciones cuida los intereses de sus
inversionistas. Un empresario cuida la calidad del producto que oferta en el mercado y
hasta se afirma que cuida de su fuerza laboral, tal vez no individualmente sino como un
colectivo, cuya capacidad para realizar su labor le resulta vital.

Con toda su riqueza y ambigüedad, el cuidado ha devenido en uno de los conceptos


centrales de los actuales estudios de género. Hughes (2002) lo ubica en una lista de seis
conceptos claves : igualdad, diferencia, elección ( choice ), tiempo, experiencia,
cuidado. Para esta especialista, estos seis conceptos animan el desarrollo de la teoría de

1
género en la actualidad y organizan la mayor parte de las investigaciones que se realizan
en este campo. El hecho que conceptos como la experiencia y el tiempo, además del
cuidado, se coloquen al lado de la igualdad y la diferencia- generadores de tomos de
escritos en las últimas décadas- es una demostración del actual estado de ebullición de
la teoría de género. Comprueba, además, la centralidad de la subjetividad y la
importancia de mirar el mundo desde la posición de las mujeres: su vivencia del tiempo,
los ciclos y transformaciones del mismo, su sensación de ejercer o no elección, la
relevancia para ellas de nociones como la elección racional.

Ha habido una explosión de artículos y libros acerca de los roles, las actividades y las
instituciones relacionadas con fenómenos que pueden llamarse cuidado . En algunos
casos se trata de revisitar situaciones que habían sido observadas en estudios anteriores
bajo otros nombres: tareas domésticas, relaciones familiares, atención de salud, crianza
de niños, servicios educativos y la educación informal; obligaciones y compromisos
vinculados al parentesco, amor maternal , la dependencia, albergues y otros programas
sociales que sustituyen a la familia. En otros casos, la investigación empírica que sigue
esta nueva corriente se ocupa de develar realidades invisibilizadas en épocas anteriores.
Como concepto que apunta a este ámbito de estudio, reproducción social es tal vez la
categoría más difundida en las ciencias sociales, aunque ha sido muy pobremente
desarrollada en comparación a la categoría producción , que connota actividades de
varones realizadas fuera del hogar.

El concepto de cuidado presenta una complejidad especial debido a sus asociaciones


con la ética y ciertos debates filosóficos. ¿Qué lugar ocupa en una vida humana plena la
capacidad de empatía y la disposición de ofrecer socorro a otros seres humanos (algunos
ampliarían la pregunta a otras especies)? ¿Cómo analizamos la situación de inmadurez
y dependencia que marca los primeros años de vida de toda persona? ¿Hasta dónde
alcanza nuestra obligación moral frente a familiares que infringen la ley o hacen daño a
otros? Aunque todavía incipiente, se ha establecido un diálogo muy promisorio entre la
filosofía, las ciencias sociales y las humanidades alrededor de las experiencias de
cuidado en la vida humana (Held 1993). Indudablemente, la literatura de cualquiera de
las tradiciones mundiales está repleta de ejemplos y reflexiones acerca de los
sufrimientos y alegrías, culpas y ambivalencias, vinculados a relaciones entre
individuos y entre grupos, donde el dar y recibir cuidados es el elemento medular.

En toda sociedad, la organización del cuidado está fuertemente teñida del género. Si la
división social del trabajo fundamental es la asignación de distintas labores a hombres y
mujeres, un fuerte componente de sus respectivos roles, sobre todo los femeninos, son
las actividades de cuidado. El cuidado tiene género . Pero además existen géneros de
cuidado , en el sentido de variedades distintas: hay los cuidados que pasan entre las
generaciones; hay cuidados espontáneamente dados y cuidados forzados; hay cuidados
de buena y de mala calidad.

Si seguimos jugando con la terminología, podemos hablar de géneros de cuidado :


categorías de género que resultan problemáticas. Algunas identidades de género no
hegemónicas se hacen intolerables para sectores conservadores, siendo una distinta
orientación sexual el motivo principal de su rechazo, por lo menos a nivel discursivo y
consciente. Sin embargo, las conductas y actitudes vis-à-vis el cuidado que se atribuyen
a quienes poseen estas identidades también influyen en la reacción que observamos. Si
una madre se comporta con lo que parece ser un deficiente compromiso en la atención a

2
sus hijos- incluso a casi cualquier niño o niña con quien se cruza en el camino- su
identidad de género puede ser puesta en duda. Algunas ocupaciones laborales1, que
tienen un fuerte componente de prestación de cuidados de ciertos tipos a personas en
ciertas categorías, están vetadas para los hombres. La enfermería, por ejemplo, a
excepción de algunas ramas y de establecimientos como los hospitales militares. El caso
emblemático sería el de ayudante en una guardería infantil. Siendo la división social del
trabajo un lugar de permanentes transformaciones, tales actitudes desconocen las vastas
modificaciones que se han dado históricamente en estos roles.

Tiempos de cuidado

El reto de colocar el cuidado en la agenda de las ciencias sociales y otras ciencias y


líneas de indagación, ha sido parcialmente respondido mediante esfuerzos de calcularle
un valor a ese trabajo, sea en dinero o sea en tiempo. En esa segunda línea, en varios
países latinoamericanos se han multiplicado las encuestas sobre el uso del tiempo.

Rosario Aguirre, socióloga uruguaya, ha sido pionera de las encuestas sobre el trabajo
no remunerado en el hogar. Con su colaboradora Karina Batthyány, ha publicado los
resultados de un estudio realizado en Montevideo que, para fines metodológicos y
también con argumentos conceptuales, separan el cuidado propiamente dicho de las
tareas domésticas. La encuesta de Montevideo, y otras aplicadas en diversos países de
la región que la han toman como modelo, despliegan una larga lista de tareas
domésticas: cocinar, limpiar la casa, lavar, planchar la ropa, cuidar mascotas y plantas,
las compras de bienes y la adquisición de servicios para la casa, gestiones fuera del
hogar, tales como trámites y el pago de cuentas, y los desplazamientos necesarios para
realizarlas (Aguirre y Batthyány 2005: 24). En cambio, las tareas que se agrupan bajo
el rubro de cuidados familiares son de otra naturaleza: El trabajo de cuidados
familiares se define como la acción de cuidar a niños, enfermos o personas adultas o
ancianas dependientes para el desarrollo y el bienestar de su vida cotidiana. Si bien
implica un trabajo material también se reconoce el aspecto afectivo y emocional que
conlleva. La actividad puede ser realizada en la familia o puede ser delegada a otras
personas ajenas a ella y puede ser remunerada o no (Aguirre y Batthyány 2005:25).

La variedad de las acciones, la diversidad de estilos personales y estándares de


desempeño entre quienes las realizan, y la sobreposición que suele darse en la ejecución
de muchas de estas actividades plantean grandes desafíos para su estudio y sobre todo,
su cuantificación, que permitan comparaciones, elaborar modelos causales y hacer
pruebas de hipótesis. Una mamá experimentada y hábil prepara el almuerzo mientras
dobla la ropa, vigila el juego de dos niñas pequeñas y ayuda a dormir a un infante. La
madre, como las hijas tienen hambre y los olores de la comida sólo aumentan sus ansias
de almorzar, las ayuda a esperar distrayéndolas en un juego compartido. Pero además,
vigila el juego para prevenir disputas y les conversa, transmitiendo así los
conocimientos y actitudes que asociamos al aprendizaje informal en el proceso de
socialización. En lo que se refiere al bebé, la madre lo carga o lo acomoda en una cuna
bajo su vista (tal vez intercalando varias veces esas dos acciones); está atenta a su llanto
u otra expresión de fastidio que puede interferir con su descanso; se asegura que no

1
Lo que en inglés se llaman service occupations y care work ; muchas veces forman parte del pink-
collar ghetto , el gueto de cuello rosado, contrastado con las ocupaciones obreras ( blue-collar ) de los
hombres.

3
haya obstáculos para su respiración y movimiento; y espanta a las moscas, la mascota
de la casa y las hermanas mayores, si intentan acercarse.

La simple descripción de secuencias como ésta nos alerta sobre las grandes deficiencias
de las teorías convencionales en las ciencias sociales. Aguirre y Batthyány resaltan en
su análisis la función de gerencia que tiene que cubrirse en los hogares. Las tareas
físicas deben cumplirse pero, más que eso, deben ser planificadas, coordinadas y
(aunque sea de un modo casi inconsciente) evaluadas y replanteadas. A eso se agrega
una dimensión psicológica y emocional. Este tema ha sido tratado magistralmente en
un estudio realizado en los Estados Unidos por DeVault en Feeding the Family
(1991). Si bien es necesario separar, para fines analíticos, las labores domésticas de las
actividades de cuidado ( cuidados familiares en el estudio uruguayo), se vuelven a
unir, inevitablemente, en la realidad: en la persona que las ejecuta, en situaciones tan
cotidianas como compartir una comida familiar, y en las funciones de planificación y
gestión, uno de cuyos principales propósitos es justamente lograr la compatibilidad
entre los dos rubros.

Para Uruguay urbano, Aguirre y Batthyány confirman el desigual peso del trabajo no
remunerado familiar que llevan las mujeres. Grosso modo, los hombres dedican dos
tercios del total de su tiempo a labores remuneradas y un tercio a labores familiares no
remuneradas2. Las mujeres invierten la proporción. En una ciudad latinoamericana
donde la incorporación a la fuerza laboral de mujeres casadas y con hijos es creciente,
ellas, en conjunto, dedican dos tercios del total de su tiempo a labores no remuneradas
para sus familias.

Tanto la teoría como la investigación empírica sobre situaciones como éstas, tienen que
tomar en cuenta complicaciones adicionales. En Montevideo, como en otros lugares,
participan en el cuidado familiar personas que no residen en la casa, sino en otros
hogares, muchas veces en el vecindario, y que pueden o no ser parientes. Las redes
femeninas de amistad y apoyo, tema injustamente opacado a lo largo de la historia de
las ciencias sociales y humanas, son centrales. Los servicios y favores que van y vienen
a través de estas redes pertenecen a una economía de trueque o a una esfera de altruismo
que tampoco se reflejan debidamente en los estudios de las economías capitalistas
modernas.

Trabajando estos temas en el curso del Diploma de Estudios de Género (DEG), nos
topamos con una realidad poco abordada en la bibliografía internacional sobre el trabajo
no remunerado familiar. Se trata del cuidado que los hermanos y las hermanas mayores
prestan a los menores en las familias peruanas, lo cual podría ser un rasgo heredado de
la familia andina rural. En la literatura sobre la familia campesina en los Andes, se
describe los grupos de niños que pasan el día bajo la supervisión de las y los mayores
(hermanos, primos). El primero en nacer en cada hogar tiene un status especial de
autoridad sobre los hermanos que nacen después, situación que dura hasta el final de la
vida. Es motivo de alegría cuando el primer nacido es mujer, ya que se considera que-
aunque los varones pueden desempeñar las funciones de asistente de su madre y
responsable de los hermanos- las hijas mujeres lo suelen hacer con mayor eficiencia y
dedicación.

2
El cálculo excluye actividades como la recreación, el aseo personal y el descanso.

4
Por cierto, las alumnas en el curso del DEG estaban muy lejos de pertenecer a los Andes
rurales. Hijas de profesionales y empleados limeños en su mayoría, no obstante
compartían experiencias de haber estado involucradas en la crianza de otros y otras
menores en su hogar y red familiar más amplia. El reto que se plantea para la teoría es
aún más grande, ya que se trata de una situación en que una persona que es receptora de
los cuidados de otras (padre, madre, abuelos, otros mayores) a su vez presta cuidados a
una menor. Los debates sobre el trabajo infantil se hacen relevantes, no sólo desde el
eje de abuso-oportunidad de aprendizaje, sino desde la capacidad de los niños y las
niñas de combinar juego y trabajo. La hermanita menor sustituye a la muñeca, la cocina
de verdad sustituye o complementa la cocinita de juguete, para hijos varones y mujeres.

En el Perú, como en Latinoamérica en general, el registro de las tareas domésticas y de


cuidados familiares, así como la teoría que se construye para dar cuenta de ellas,
necesariamente incorporan la vieja institución del servicio doméstico. La trabajadora del
hogar realiza un trabajo de cuidado, casi siempre. No se espera que ella se limite a las
meras acciones físicas de lavar y planchar la ropa, ejecutar las órdenes que le dan para
la elaboración de las comidas y, para todo propósito, circular entre los miembros de la
familia a la que sirve como fantasma, totalmente ajena a su dinámica personal. Ella
forma parte de la economía social y emocional del hogar. Éste es el factor que, más que
cualquier otra especificidad que atañe a esa ocupación, le da un carácter particular.
Incluso la hace particularmente exigente para quien la ejerce, ya que debe invertir
energías emocionales donde sus afectos no necesariamente están comprometidos.

Remunerar a una persona- generalmente una mujer- para que realice las tareas
domésticas y muchas funciones de cuidado y apoyo hacia los miembros de la familia es
una solución cuya singularidad suele pasar desapercibida en América Latina, donde se
trata de una institución que incluso ayuda a estructurar las relaciones interétnicas y las
relaciones entre el campo y la ciudad. Todaro y Gálvez (1987), comparando el trabajo
doméstico asalariado con otras formas de trabajo, hablan de su carácter artesanal , de
la libre disponibilidad del tiempo de la trabajadora, de los implementos de trabajo (la
casa y los enseres) cuyo cuidado y mantenimiento están bajo su responsabilidad, y de la
complicada relación entre la trabajadora y la patrona, ambas al servicio del bienestar del
resto de la familia3. Un estudio auspiciado por la OIT refleja ciertos cambios en la
evolución del trabajo doméstico en el Perú (Anderson 2006). El costo de contratar a
mujeres adultas se ha incrementado en relación a los ingresos de la clase media, lo cual
empuja la demanda hacia adolescentes y niñas. El trabajo del hogar sigue siendo un
laboratorio de socialización de niñas y mujeres rurales que migran hacia las ciudades,
con una dotación educativa deficiente y poco capital social. Bajo estas condiciones,
analizar la organización del trabajo de cuidado en los hogares peruanos nos lleva mucho
más allá de una discusión sobre labores de casa y cuidados personales.

Cuidado y el contrato implícito entre mujeres y hombres

Las actividades que agrupamos bajo el rubro de cuidado tienen fuertes implicancias para
la justicia de género. Justicia , antes que igualdad , es aquí el principio activo porque
es precisamente en el ámbito doméstico donde algunas de las connotaciones del

3
El texto de Todaro (economista) y Gálvez (socióloga-demógrafa), escrito en 1984, sigue siendo una de
las mejores discusiones teóricas que tenemos sobre el trabajo doméstico remunerado, desde sus
implicancias económicas, sociales y psicológicas.

5
concepto de igualdad producen mayor ruido: el ser iguales y hacer lo mismo . El
hogar, y la pareja conyugal que está (al menos ideológicamente) en su centro, son el
reino de la diferencia y la complementariedad. Esta situación comienza pero no termina
con los roles femenino y masculino en la reproducción biológica humana. La división
social del trabajo en el hogar se articula con los roles en la reproducción sexual cuando,
por ejemplo, una madre lactante ajusta su régimen de trabajo a las exigencias del
amamantamiento de su bebé recién nacida.

Las palabras que solía pronunciar el oficiante en la ceremonia tradicional de casamiento


dan cuenta de un tipo de contrato conyugal fundado en la complementariedad sexual
y doméstica. La mujer prometía servir al marido, atender el hogar y darle hijos, a los
que ella cuidaría. El marido prometía mantener económicamente a su mujer, hijos y
hogar. Las atribuciones del marido, fijando la residencia de la pareja como máxima
autoridad en el hogar, se justificaban por su función como ganapán. En la práctica, a
través de la ideología de la separación de las esferas , se reconocía la autoridad de la
mujer en su papel como gerente del hogar. Ésta es la clase de contrato que Gary Becker
(1981) tomaba como punto de partida en su análisis (neo) clásico de las economías
domésticas.

Las relaciones de género pueden entenderse como un subconjunto de un conjunto mayor


de relaciones de intercambio que se plantean entre diversos actores sociales, ubicados
en diversas categorías y posiciones. Para Amartya Sen, reconocido por su interés en la
desigualdad de género, sus raíces y sus consecuencias para el desarrollo de las
sociedades, los intercambios que se producen al interior de la pareja conyugal son
claves. En un texto clásico que examina estos intercambios, Sen (1990) insiste en la
dependencia mutua entre los sexos. Uno depende del otro para reproducirse y, además,
se desliza un tema de eficiencia. Ya que los sexos necesariamente vivirán en íntima
relación en la familia, es eficiente que se especialicen en determinadas tareas y
conocimientos. La organización de esta complementariedad puede variar con la
tradición cultural y otros factores, pero complementariedad, intercambio, negociación e
interdependencia serían ingredientes universales de la relación conyugal.

¿Cómo, entonces, se llega a la débil posición de negociación de las mujeres, un


resultado observado con tanta frecuencia? ¿Qué explica lo que las mujeres, en la pareja
y las relaciones familiares más amplias, dan más de lo que reciben? No pocas veces
soportan violencia y graves abusos precisamente en este ámbito: la pérdida de sus
derechos sobre bienes, el encierro, limitaciones sobre sus movimientos y contactos
sociales, la alienación de sus hijos, la sobrecarga de trabajo y responsabilidades. Sen y
otros que trabajan el punto (Okin 1989; Blau y Ferber 1992) enfatizan la menor
dotación inicial de activos de las mujeres y su mayor vulnerabilidad, en el caso de
quebrarse la relación de cooperación conflictiva entre marido y mujer.

Nuevamente el cuidado aparece en el meollo del asunto. La complementariedad entre


marido y mujer asigna a la mujer, la mayoría de las veces, funciones que por su
naturaleza reducen su capacidad (la llevan a perder competitividad dirían los liberales
de hoy), para entablar otros tipos de intercambios: con el mercado laboral, con diversas
instituciones y actores sociales fuera del mundo doméstico. Las mujeres, conscientes de
sus desventajas en caso de romperse el vínculo con el padre de los hijos, aceptan un
intercambio desigual con él.

6
El sistema de género estructura una serie de intercambios entre hombres y mujeres, cada
uno de los cuales puede ser evaluado desde un cálculo de costo-beneficio y desde un
criterio de justicia. Polatnik (1983), en un texto cuyo título puede traducirse en ¿Por
qué los hombres no crían a los hijos?, descarta la posibilidad que las tareas domésticas
y mucho menos las actividades de cuidar a sus propios hijos, sean intrínsicamente
desagradables; por lo menos, no si se comparan con pasar días enteros en el socavón de
una mina, labrar la tierra, trabajar en una línea de producción, pescar en alta mar y una
cantidad más de ocupaciones. Hay hombres que, sinceramente, desearían estar más
tiempo con sus hijos pequeños e involucrarse más con algunas labores domésticas- tal
vez la cocina, en primer lugar- que tienen asociaciones con el placer y la creatividad.
Según Polatnik, los hombres no hacen trabajo doméstico porque hacerlo tiene un alto
costo de oportunidad. Resta tiempo y energías, físicas, mentales y emocionales, que
pueden emplearse en otros lados con mayor provecho y rentabilidad.

Los costos del cuidado y los costos de no cuidar

Indiscutiblemente, el trabajo doméstico y de cuidados familiares acarrea costos


indirectos que se comprueban en la respectiva posición de quiebre 4 de los miembros
de la pareja conyugal. Pero estas labores también tienen costos directos para quienes las
realizan pues, como cualquier actividad ocupacional, hay ciertos riesgos asociados. Los
más dramáticos en el presente caso conciernen a la salud, física y mental; quien cuida
niños pequeños durante todo un día sufre un desgaste muy grande de energías.
Hollywood ha explotado el tema en dramas y comedias que colocan a un fornido
hombre- Arnold Swarzenegger, por ejemplo- en el papel de maestro en una guardería o
salón de primer grado de primaria o, debido a circunstancias excepcionales, responsable
de la atención diaria de sus propios hijos5. La lactancia materna demanda una cantidad
mayor de calorías de la madre que el embarazo mismo. Cuidar de una persona enferma,
discapacitada o anciana implica maniobras para levantar a la persona, acomodarla, y
apoyarla para caminar o sentarse. En mayor o menor grado, según el caso, todo esto
está acompañado de stress y ansiedad. Con el aumento de enfermedades como la
diabetes, el SIDA y Alzheimer, el drama de las personas que asumen el cuidado de
familiares enfermos, aumenta. Se presentan situaciones desesperantes en las que la
persona que recibe el cuidado no reconoce su necesidad de ser cuidada, rechaza la
ayuda que se le pretende brindar, e incluso ya no reconoce a quien la cuida.

Una serie de estudios realizados en una comunidad campesina de la sierra de La


Libertad por Kathryn Oths, intenta medir los costos de las tareas y cuidados familiares
en las familias andinas. Oths (1999) investigó la epidemiología de la condición que se
conoce en grandes zonas de la sierra peruana como debilidad . La debilidad rara vez
afecta a hombres y a menores de edad; generalmente ataca a mujeres, en particular a las
mayores, siendo común entre mujeres multíparas. La condición, que se manifiesta en
fatiga, insomnio, falta de apetito y otros síntomas, puede durar meses o años. Oths halló
una relación entre la presencia de debilidad en los grupos familiares y el ratio de
hombres y mujeres en la composición de las familias campesinas que ella estudió.
Aumenta la probabilidad que una mujer sucumba con debilidad en los hogares donde

4
Como se señala en la sección anterior, y como Sen analiza con detenimiento, al producirse una ruptura
en una relación conyugal, en el momento del quiebre , las mujeres están en una posición de notable
desventaja.
5
La más reciente es la excelente película Pequeños niños del director Todd Field (2006).

7
hay más hombres que mujeres. En estas condiciones, se rompe el balance entre los
géneros que, bajo condiciones normales de complementariedad, tienen un régimen de
trabajo fuerte, por no decir despiadado, en las comunidades andinas sometidas a las
condiciones impuestas bajo el neoliberalismo.

Las condiciones físicas que rodean a las personas que realizan las tareas hogareñas, y
los servicios de soporte que existen, asumen una gran importancia. Son el foco de
muchas demandas de las mujeres que han sido tipificadas por Maxine Molyneux,
Caroline Moser y otras teóricas del género y desarrollo como intereses prácticos de
género de las mujeres . Innumerables mujeres peruanas cocinan en medio del humo
producido por bosta, leña, kerosene o carbón, agachadas sobre el fuego o arrodilladas
durante largas horas. Innumerables mujeres caminan a diario al mercado para
aprovisionar a la familia y caminan horas adicionales para obtener agua y leña. Con la
ayuda de una manta o faja, trasportan a bebés sobre caminos inclinados, accidentados y
resbaladizos, otro de los riesgos de salud analizados por Oths (2003).

Así como resulta perentorio considerar los costos del cuidado para quienes lo realizan,
toda sociedad tiene también que contemplar los costos que implica no asegurar los
cuidados necesarios. Al auspiciar, reglamentar y supervisar a instituciones como
orfelinatos y sistemas de adopciones, los Estados reconocen la obligación de intervenir
como garante del cuidado de infantes y menores de edad, si los sistemas privados
familiares incumplen su parte. Es, incluso, un acto punible si la madre abandona a su
hija, la alimenta de modo deficiente, la expone a riesgos o falla en la protección que le
tendría que dar. El hecho de imputar estas faltas a la madre y no al padre, es un ejemplo
de la discriminación de género que atraviesa la legislación de familia. Distintos países
reconocen de diversas maneras su obligación frente al cuidado de otros individuos y
categorías de personas consideradas vulnerables, como jóvenes con problemas de
conducta, discapacitados, ancianos.

Esping-Andersen (1990), a partir de sendos estudios comparativos de los regímenes


sociales en los Estados de Bienestar y países en desarrollo, demuestra cómo siempre
está presente el triángulo: familia-Estado-sector privado. Las diferencias entre
sociedades se hallan en el reparto de responsabilidades entre los tres. Perú comparte,
con lo que Esping-Andersen llama los regímenes comunitarios del centro y sur de
Europa, cierta reticencia del Estado a intervenir en las familias, aunque son otros los
factores que reducen aun más su papel. Las restricciones presupuestarias, el pobre
desarrollo de una tradición propia de diseño de programas, sobre todo para poblaciones
diversas como la andina y la selvática, rematan en la baja capacidad de ejecución,
administración y evaluación de los programas gubernamentales en general. Las familias,
apoyándose en la medida de sus posibilidades en el mercado privado de bienes y
servicios, deben encontrar las soluciones que complementan su capacidad de auto
aprovisionamiento de cuidado.

La inversión que se hace en infraestructura, saneamiento y vivienda afecta la provisión


del cuidado, aunque esta relación generalmente no se hace explícita cuando se discuten
obras de electrificación, agua potable, caminos rurales y pavimentación de calles,
seguridad pública, parques y otros similares. Dentro de la casa, el acceso a muebles y
artefactos electrodomésticos, además del espacio mismo y su organización, son
importantes. Como todo trabajo, el trabajo de cuidado demanda recursos y requiere
tiempo. Por eso, el transporte es un rubro de inversión que tiene un potencial enorme

8
como contribución a quienes cuidan: cada hora que se demora en una combi o
microbús, cada desplazamiento en la zona rural que podría haberse evitado, roba tiempo
a las economías de cuidado de las familias.

Cuidado y políticas sociales en el Perú

El cuidado tiene una relación patente con las políticas sociales de cualquier país. En el
Perú, la política social normal se confunde con las políticas de reducción de la
pobreza, donde también el cuidado resulta central. Los debates actuales sobre la acción
social del Estado quedan cortos precisamente en este aspecto. Las propuestas para
mejorar el gasto , hacerlo más eficiente, eliminar la filtración , reducir el número de
programas y de organismos involucrados, privatizar, descentralizar y otros objetivos,
muestran estar poco informados y poco sensibilizados frente a muchos de los temas que
aquí he pretendido levantar. Señalaré apenas tres puntos críticos.

La incorporación del cuidado en las políticas y los programas sociales

La mayoría de programas sociales, y los programas de combate a la pobreza sin


excepción, se dirigen a familias bajo stress; trastornadas de una manera u otra,
enfrentando la pérdida de ingreso de uno de sus integrantes y de diversos otros recursos
y soportes. Por definición, han sufrido una merma en su capacidad para atenderse y
cubrir sus necesidades. Contradictoriamente, los programas se diseñan de un modo que
presupone la existencia de una madre de familia (o su sustituto) en condiciones de
asistir a reuniones, hacer colas en el banco, atender charlas y chequeos en el centro de
salud, recoger medicinas y alimentos y de colaborar con los programas mismos.
Cualquier emergencia exige una flexibilidad y elasticidad muy grandes en la
disponibilidad de personas competentes, juiciosas, no ocupadas de otro modo, y en
condiciones de llenar las necesidades de cuidado. Esto es precisamente lo que falta
cuando se pasa por una crisis.

La mayoría de personas que forman un hogar y una familia lo hacen con la esperanza de
alcanzar un determinado nivel de bienestar mediante su propio esfuerzo, y con la idea
de organizar una economía de atenciones y cuidados mutuos según su gusto y sus
necesidades. La ley y las normas sociales reconocen un derecho a la privacidad en la
vida familiar; las relaciones de vecindad pueden dar apoyo y respiro en emergencias.
Dar el paso que significa inscribirse en un programa social cambia la figura
radicalmente: la familia se abre a las acusaciones de dependencia- se tiene que
reconocer como asistida de algún modo- y se somete a reglas que impone, con casi
total arbitrariedad, la entidad estatal que administra el programa, en su versión local,
además.

Esto es sólo un ejemplo de la ambivalencia, cuando no ignorancia voluntaria, que


atraviesa la política social peruana frente a las funciones de cuidado en la familia. El
programa Wawawasi, que auspicia pequeños centros de cuidado infantil en casas
vecinales además de centros comunitarios de atención a la infancia, tendría que ser el
lugar donde el cuidado conviva con servicios como la alimentación suplementaria,
prevención de la salud y protección. Sin embargo, hay una presión constante para que el
programa sea entendido como una acción educativa. Según eso, las madres cuidadoras
serían valoradas según sus habilidades para realizar estimulación temprana frente a

9
los niños que están bajo su responsabilidad. No basta con envolverlos con cuidados
meramente custodiales sino que el programa tendría que justificarse, al parecer, como
el primer peldaño en un proyecto educativo, por no decir civilizatorio.

Las crisis de cuidado y la vulnerabilidad frente a la pobreza

El no reconocimiento del peso de los cuidados familiares en la organización y economía


de los hogares impide ver la relación entre ese peso y la pobreza. Una revisión atenta a
la bibliografía internacional no deja dudas respecto a su importancia. Los shocks de
salud, por ejemplo, son uno de los mayores riesgos para familias que están en el filo
entre la solvencia y la pobreza. Los modelos económicos que se aplican a estas
situaciones, consideran factores como el costo de las medicinas y la hospitalización así
como la pérdida del ingreso que provenía de la persona que sufre un accidente,
discapacidad o enfermedad catastrófica. Soslayan los impactos sobre el régimen de
cuidado y el stress que se produce en las relaciones interpersonales en la familia
afectada, cuyas consecuencias económicas deberían ser bastante fáciles de extrapolar.

En efecto, deberíamos manejar una categoría de shocks de cuidado en nuestras teorías


sobre la pobreza. Mis investigaciones en sectores populares limeños me llevan a
identificar rupturas totales en el sistema de cuidado en determinadas familias. Como
una maquinaria que de pronto implosiona y deja de funcionar, se producen momentos
en las historias familiares cuando las demandas de cuidados colman la capacidad de los
miembros del hogar y los recursos de que disponen: materiales, psicológicos, sociales y
culturales. Frente a semejantes calamidades, las reacciones son diversas. Puede que
uno o más de los adultos que vienen proveyendo el ingreso abandonen a la familia.
Puede haber un repentino incremento en la violencia, agudizando aun más las
necesidades de cuidado. Los miembros del hogar dejan de coordinar sus acciones y
adoptan actitudes más bien de sabotaje y explotación, unos de otros. La pérdida de
cooperación trae costos crecientes y la economía doméstica entra en caída libre.

Las situaciones de crisis hacen ver cómo la organización del cuidado en todo hogar
depende de un delicado engranaje entre una función y otra, una persona y otra. La falla
en un lado produce una reacción en cadena. Fácilmente se pasa a una situación de
sinergia negativa. La vinculación de tales situaciones con la pobreza es evidente. Pese a
ello, el hecho que sea tomada tan poco en cuenta en las políticas y programas de
reducción de la pobreza refleja, ante todo, falta de imaginación y la dificultad
metodológica que plantea. Intervenir en familias cuyo sistema y economía de cuidado
están colapsados acarrea un reto grande, incluso para los parientes, amigos y vecinos
más cercanos. Para un Estado rígido y distante el reto es aun mayor. No obstante, sin
tantas complicaciones, podría haber en nuestros programas anti pobreza, un contenido
preventivo mucho más claro frente a los riesgos de shocks de cuidado .

El cuidado y la migración internacional

El Perú se está convirtiendo rápidamente en uno de los países que exporta a cuidadoras.
No lo hacemos en la misma escala que Filipinas o Ecuador, sin embargo, la migración
internacional, como se ha documentado con voz de alarma en reportajes periodísticos
recientes, involucra cada vez más a mujeres y mujeres con carga familiar. Ellas trabajan
en Chile, Argentina, Europa, Norteamérica y otras regiones como cuidadoras de niños y

10
ancianos, casas y mascotas. Un buen número, con una formación profesional como
enfermera, maestra, psicóloga, asistenta social, niñera o gerente de negocios, ingresa al
sector formal de servicios en los países de destino: se ubican en hospitales, guarderías,
escuelas, empresas de limpieza, catering y otros servicios domésticos. Evidentemente,
la organización y la economía de cuidado están sufriendo transformaciones profundas
en los países ricos, situación que ha motivado una explosión de investigaciones.

En el Perú, la salida de madres de familia (tías, hermanas mayores y aun abuelas)


introduce transformaciones profundas en un buen número de familias peruanas que se
quedaron y trae consigo la posibilidad de repensar muchos de los temas que han
formado parte del presente artículo. ¿Quién asume las tareas domésticas y de cuidados
familiares de la madre que se fue? ¿Cuánto jugó en su decisión de irse la sensación de
injusticia que ella puede haber tenido frente al contrato conyugal y sus relaciones de
intercambio con el resto de los integrantes del hogar? ¿Cuánto cuesta a la familia y al
país reemplazarla? Recién las extrañamos cuando ya se fueron; su aporte se hizo visible
cuando ya no se da. Las grandes transformaciones demográficas, económicas e
ideológicas se expresan en transformaciones en las relaciones de género, esta vez
reafirmando la centralidad del cuidado como ingrediente de dichas relaciones.

Referencias Bibliográficas

Aguirre, Rosario y Karina Batthyány (2005) Uso del tiempo y trabajo no remunerado.
Encuesta en Montevideo y área metropolitana 2003. Montevideo: UNIFEM /
Universidad de la República Oriental de Uruguay.

Anderson, Jeanine (2006) Invertir en la familia. Estudio sobre factores preventivos y


de vulnerabilidad al trabajo infantil doméstico en familias rurales y urbanas de Perú.
Lima: Oficina Regional de la Organización Internacional del Trabajo.

Becker, Gary (1981) A Treatise on the Family. Cambridge, MA: Harvard University
Press.

Blau, Francine D. y Marianne A. Ferber (1992) The Economics of Women, Men, and
Work. Englewood Cliffs, N.J.: Prentice-Hall. 2da. Edición.

DeVault, Marjorie (1991) Feeding the Family. The Social Organization of Caring as
Gendered Work. Chicago: University of Chicago Press.

Esping-Andersen, Gosta (1990) The Three Worlds of Welfare Capitalism. Princeton,


N.J.: Princeton University Press.

Held, Virginia (1993) Feminist Morality: Transforming Culture, Society and Politics.
Chicago: University of Chicago Press.

Hughes, Cristina (2002) Key Concepts in Feminist Theory and Research. London: Sage
Publications.

Katz, Cindi (2004) Growing Up Global. Economic Restructuring and Children s


Everyday Lives. Minneapolis: University of Minnesota Press.

11
Okin, Susan Moller (1989) Justice, Gender, and the Family. Basic Books, Division of
HarperCollins Publishers.

Oths, Kathryn S. (1999) Debilidad: A biocultural assessment of an embodied Andean


illness , en Medical Anthropology Quarterly Washington, D.C.: American
Anthropological Association, Vol.13, No. 3. Pp. 286-315.

Oths, Kathryn S. (2003) Setting it straight in the Andes: musculoskeletal distress and
the role of the componedor , en Koss-Chioino, Joan D., Thomas Leatherman, y
Christine Greenway, eds. Medical Pluralism in the Andes. New York: Routledge. Pp.
63-91.

Polatnick, M. Rivka (1983) Why Men Don t Rear Children: A Power Analysis , en
Trebilcot, Joyce, ed. Mothering. Essays in Feminist Theory. Totowa, N.J.: Rowman &
Allanheld Publishers. Pp. 21-40.

Sen, Amartya (1990) Gender and Cooperative Conflicts , en Tinker, Irene ed.
Persistent Inequalities. Women and World Development. Oxford, U.K.: Oxford
University Press. Pp. 123-149.

Todaro, Rosalba y Thelma Gálvez (1987) Trabajo doméstico remunerado: Conceptos,


hechos, datos. Santiago de Chile: Centro de Estudios de la Mujer.

12
This document was created with Win2PDF available at http://www.daneprairie.com.
The unregistered version of Win2PDF is for evaluation or non-commercial use only.
SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde

Del sexismo y la mercantilización del


cuidado a su socialización:
Hacia una política democrática del
cuidado
María Jesús Izquierdo
Universitat Autònoma de Barcelona

Hacia una política democrática del cuidado Mª Jesús Izquierdo

1 de 30
SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde

LA PRODUCCIÓN SOCIAL DE LOS INDIVIDUOS ___________________________________ 4


CUIDAR Y CAUSAR DAÑO, CURAR Y MALTRATAR:ELEMENTOS PARA UNA CRÍTICA DE LA
DIVISIÓN SEXUAL DEL TRABAJO ____________________________________________ 6
Del lado de las mujeres __________________________________________ 7
En cuanto a los hombres ________________________________________ 11
LOS CAMBIOS EN LA LÓGICA DE LAS RELACIONES _______________________________ 13
Los cambios en la división sexual del trabajo ________________________ 14
Los cambios demográficos _______________________________________ 16
Los cambios culturales y en las disposiciones personales _______________ 17
LA SOCIALIZACIÓN DEL CUIDADO __________________________________________ 19
¿De quién son responsabilidad las personas dependientes? ¿De quién
somos responsabilidad cuando somos dependientes? __________________ 21
La concepción dominante de la violencia de género como indicador
de resistencia a la socialización del cuidado _________________________ 24
ALGUNAS CONSIDERACIONES FINALES ______________________________________ 26
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA _____________________________________________ 27

Hacia una política democrática del cuidado Mª Jesús Izquierdo

2 de 30
SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde

Cuando se adopta la perspectiva del cuidado y la cura o se aborda la cuestión desde su


lado negativo, atendiendo a las situaciones de maltrato y daño, podemos constatar un
número de hechos recurrentes. Se contempla el daño o la necesidad de cuidado como
un hecho individual. Por otro lado, se tiende a adoptar una perspectiva física, los daños
materiales, las agresiones físicas son los que suelen producir mayor consternación. En
todo caso se supone una situación de dependencia en dirección fija. El cuidador o
cuidadora que solo cuida, el dependiente, que solo recibe cuidados. No se concibe que
todos en toda relación somos a la vez cuidadores y objeto de cuidados, curadores y
objeto de cura. Por otra parte, el concepto de ciudadano se construye al margen del
cuidado, o si se prefiere, se concibe como ciudadano un individuo que asume tareas de
provisión, protección y cura, el cual dispone de una infraestructura de apoyo para el
cuidado de las personas dependientes y de sí mismo.

En este trabajo abordamos la socialización del cuidado considerando sus dos aspectos.
En primer lugar tendremos en cuenta el modo en que se constituyen nuestras
subjetividades, y la medida en que los procesos de socialización favorecen o dificultan
el cuidado. Veremos que la división sexual del trabajo es un modo de producción y
también un modo de socialización, de subjetivación que sigue pautas de género. La
división sexual del trabajo construye la subjetividad femenina orientada al cuidado, a
la conexión con los demás, a la disposición a satisfacer las necesidades ajenas. Esa
disposición comporta que el otro, además de ser objeto de preocupación, sea
instrumento de realización y de confirmación de la valía de la mujer. La organización
sexista del trabajo construye también la subjetividad masculina que complementa la
femenina. Hace al hombre y lo hace dispuesto a realizar sus objetivos, a eliminar
obstáculos para conseguirlo, a movilizarse en la defensa de los más débiles. En suma,
construye una subjetividad movilizada hacia la provisión y la protección, comprometida
con la cura y no con el cuidado, que favorece el desarrollo de concepciones
universalistas, separadas del contexto, orientadas a la resolución de los problemas y
no a la valoración del impacto de los problemas o las dificultades en las vidas de la
gente concreta.

No pretendemos que se trate de subjetividades mutuamente excluyentes, una misma


persona participa de rasgos propios de la feminidad y de la masculinidad. Ahora bien,
si podemos hablar de sexismo es porque tendencialmente, en las mujeres predomina
un cierto tipo de rasgos y se espera de ellas que los tengan, mientras que en los
hombres son otros los rasgos que prevalecen y se espera de ellos que les caractericen.
Una vez considerado el proceso de socialización de las cuidadoras y los provisores, nos
centraremos en sus tensiones actuales, atendiendo al hecho de que las mujeres
reclaman para sí el estatuto de ciudadanas y esa actitud origina dificultades nuevas y
exige soluciones nuevas a la cuestión del cuidado. Las dificultades aumentan si a ese
problema añadimos las actuales tendencias demográficas, que configuran un
panorama nuevo por lo que respecta a las características de la dependencia.

Una cara de la socialización son los procesos de constitución de la subjetividad, la otra


cara son los procesos de cooperación en la actividad básica de hacer que nuestras
vidas sean viables, de aportar soluciones comunes a lo que no son sino problemas
comunes. Considerar la socialización de las tareas de cuidado pone sobre la mesa la
tensión entre dos concepciones del Estado: un Estado mínimo, que se limitaría a las
tareas de protección y defensa, cuando se halla amenazada la integridad del territorio
o la vida de sus habitantes, de modo que cada ciudadano persiga individualmente su
propio plan de vida, o un Estado perfeccionista, que incorpora la definición de lo que
debe considerarse una buena vida, y por tanto determina cuáles son las necesidades
de la población y cuáles las mejores soluciones.

Hacia una política democrática del cuidado Mª Jesús Izquierdo

3 de 30
SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde

Desde la perspectiva del Estado mínimo, se confía al mercado la asignación de los


recurso y la determinación de los bienes y servicios a producir, desde la perspectiva de
un Estado perfeccionista, no se considera válida la relación entre oferta y demanda
para determinar qué necesidades o deseos deben hallar medios de satisfacción, sino
que se define qué es necesario y qué deseable, y se ponen medios para facilitar la
satisfacción de tales necesidades o deseos. Del lado del Estado mínimo a lo sumo se
ponen en práctica medidas de redistribución de la renta, para que cada cual administre
su dinero del modo que prefiera. Desde la perspectiva del Estado perfeccionista, no
queda en manos de decisiones individuales cuál es el tipo de bienes o servicios que
deben ponerse al alcance de la población, dado que se facilitan directamente. La
primera concepción del Estado, en situaciones de desigualdad social puede llevar al
abandono de los más débiles, la segundas al autoritarismo rayano en el totalitarismo,
no dejando resquicio a la autodeterminación y la intimidad.

En el debate actual se plantean las cuestiones del cuidado en términos de un mix de


opciones: mercado, Estado, familia y comunidad. Las cuestiones relativas a la
autonomía, la política y participación democrática forman parte del núcleo del
problema y de su solución.

LA PRODUCCIÓN SOCIAL DE LOS INDIVIDUOS

Hace una porción de años Max Horkheimer, miembro de la escuela de Francfort,


afirmaba algo en apariencia contradictorio consigo mismo. Decía que el individualismo
es la expresión de la socialización en el más alto grado. La persona concebida como
individuo es el resultado de un proceso histórico en que los mecanismos de
socialización han alcanzado los niveles más sofisticados que se pudieran imaginar.
Dicho en otras palabras, la idea de que somos autónomos, que podemos construir un
plan de vida propio, que no estamos ni tenemos por qué estar sometidos a los
imperativos sociales, que la aspiración máxima es que no se produzcan interferencias
en nuestras vidas, que nada ni nadie las organice, controle, dirija, es un producto
relativamente reciente, circunscrito a una parte relativamente reducida de la población
mundial. Generalizar esa concepción ha requerido un gran esfuerzo socializador, dado
que desde nuestras primeras experiencias nos topamos con la evidencia de la mutua
dependencia, de que no somos separables de los demás porque nuestra vida no es
viable sin ellos, necesitamos de su existencia incluso para sentirnos solos.

La construcción imaginaria de las bases del orden democrático está íntimamente


vinculada a esa concepción de la persona. Se narra la historia de la sociedad
democrática con arreglo a un mito, los individuos en un acto constituyente, se dotan
de unas reglas de juego que les permitan resolver los problemas derivados de la
coexistencia en un mismo territorio. Pero esta concepción de la persona no es
sostenible por sí sola, ya que no soporta la prueba de realidad. ¿Cómo mantener viva
la idea fantástica de que el ciudadano es un ser autónomo, autosuficiente, libre de
ataduras? Compensando el individualismo con la reconstrucción del comunitarismo a
escala microsocial, concentrando en la familia el sentimiento de pertenencia, de
participar de una suerte común, el sentimiento de estar vinculados y por tanto
mutuamente responsables. Y ese vínculo, a diferencia de las relaciones sociales tal
como se conciben siguiendo una concepción individualista del ser humano, excede la
voluntad y la libertad. La responsabilidad para con los miembros de la familia es un
acto de obediencia que se fundamenta en el sentimiento de solidaridad, entendida ésta
como participar de una suerte común. Se requiere todo un aparato de ingeniería social

Hacia una política democrática del cuidado Mª Jesús Izquierdo

4 de 30
SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde

para construir la moderna familia1 así como la concepción actual de la obligación


familiar. También se requiere para construir la noción de individuo y de libertad
individual. Se concibe la sociedad como un agregado de individuos libres e iguales, y a
la vez se atribuye a la familia una consistencia orgánica, donde las funciones no son
cuestión de opción libre, sino responsabilidad moral, y por si acaso también obligación
legal. Proveer para que los miembros de la familia puedan satisfacer sus necesidades,
defenderles de cualquier amenaza y protegerles, o bien cuidar de las personas que no
pueden ocuparse de sí mismas, sea porque no tienen la capacidad física o psíquica
para hacerlo o porque sus ocupaciones no dejan tiempo para cuidar de sí, es una
obligación moral que se contrae. Y la base sobre la que se sustenta esa
responsabilidad es reconocer que la vida nos ha sido dada, que no somos nadie sin los
demás2.

Por libres, poderosos, autosuficientes que sean esos individuos/ciudadanos, la realidad


se impone, tardamos en crecer, a lo largo de nuestras vidas padecemos enfermedades
más o menos graves que demandan atenciones, si tenemos suerte llegamos a viejos o
viejas, y lo hacemos cada vez con más edad. Por añadidura, algunos nacemos con
limitaciones severas o nos sobrevienen en algún momento de la vida, necesitando
cuidados constantes. De hecho, siempre necesitamos de los demás en algún grado.
Sostener la idea contraria a toda evidencia de que somos independientes y
autosuficientes, es un modo de negar que no podemos prescindir de los demás. No
aceptar las deudas que se contraen a lo largo de nuestra vida, recibir sin reconocer
que se ha recibido y por tanto no verse requerido a establecer vínculos de
reciprocidad, permaneciendo sordos a los requerimientos de ayuda que nos puedan
hacer, fantaseando que somos nuestra propia obra, son rasgos que corresponde a un
imaginario de autosuficiencia que no soporta las pruebas de realidad que hay en
cualquier biografía. La idea del selfmade man, de ese hombre que no le debe nada a
nadie puesto que se ha hecho a sí mismo es una fantasía omnipotente que forma parte
de la mitología de las democracias modernas. El hambre de libertad, el ansia de
independencia, la aspiración a la autosuficiencia, son móviles que nos hacen crecer
porque constituyen estímulos sumamente atractivos, pero nunca se llegan a realizar.
Al mismo tiempo, el hecho de que pretendamos que somos libres, independientes y
autosuficientes, como si se tratara de metas que ya hemos alcanzado, o atributos
personales ya realizados, es un indicio de un modo peculiar de socialización que lleva a
las personas a no ser capaces de reconocer el peso de las circunstancias y de la
historia, a censurar una parte de su biografía. Se dibujan como seres autosuficientes,
cuando los demás requieren sus atenciones se sienten abusados, y que cuando reciben
cuidados y atenciones se sienten invadidos o coaccionados.

Esa tensión entre la independencia y la dependencia se soporta concibiendo una


ciudadanía hecha a base de exclusiones, todas ellas relacionadas con distintas
dimensiones del cuidado. Porque el estatuto de ciudadano no tiene carácter universal,
sino que es una posición con ciertos rasgos específicos. La actual concepción de la
ciudadanía, si nos referimos al lugar en el que se dibuja, la Constitución de 1978,
supone un trabajador autosuficiente y más, ya que es capaz de cubrir con su trabajo
remunerado, no solo sus necesidades sino también las de su familia (art.35) y un
guerrero dispuesto a defender España (art.30) y a proteger de riegos, catástrofes o

1
Para una genealogía de la familia moderna es imprescindible el libro Donzelot, La policía de las familias.
Valencia, Pre-textos (1979).
2
Sevenhuijsen (1998) señala la tensión entre el ideario de libertad e igualdad que se asocia a una posición
social demócrata y con el que se identifican muchas feministas, y la ética del cuidado, que apela a la
responsabilidad y la solidaridad que también suscriben las feministas, y se suele asociar con posiciones
demócratas cristianas.

Hacia una política democrática del cuidado Mª Jesús Izquierdo

5 de 30
SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde

calamidades (art.30). La familia, las madres, los hijos (art.39) y los ciudadanos
durante la tercera edad (art.50), requieren protección o atenciones. Los implícitos
constitucionales son: un hombre provisor y protector, y una mujer cuidadora y nutriz,
objeto de protección. El cuidado se fundamenta en la división sexual del trabajo, y su
existencia es la condición que sustenta al ciudadano concebido como individuo.

Ese modelo de ciudadanía, es impensable si no lleva el añadido de la familia fusional.


El individuo autónomo, productivo, requiere de una infraestructura doméstica que
facilita la ficción pública de que es independiente y autosuficiente. La moderna
concepción de ser humano es insostenible sin la división sexual del trabajo y el acceso
al estatuto de ciudadano no puede realizarse sin practicar exclusiones, la de las
mujeres3 es la más palmaria.

El pacto constitucional, mito con el que se legitiman las democracias modernas,


supone un punto cero en que los ciudadanos se dotan de un marco para establecer sus
relaciones, repartir responsabilidades, enunciar derechos y libertades. Ese pacto es
excluyente. Tal como lo señala Carole Pateman, siguiendo el planteamiento de Freud,
se trata de un pacto entre hombres, uno de cuyos aspectos importantes es regular el
acceso a las mujeres, y legitimar la propiedad sobre ellas. El problema surge cuando
las mujeres pretenden ser ciudadanas-individuo. A partir de ese momento se rompen
las bases del pacto constitucional: la relación de complementariedad por la que el
hombre se funda como ciudadano activo, provisor y defensor y la mujer como
cuidadora y nutriz. El ciudadano-individuo-hombre, lo es a expensas de disponer de
una infraestructura logística y de cuidado, responsabilidad que se asigna al
complemento del ciudadano, la mujer. Si la mujer no se ajusta a ese papel, la
concepción de la ciudadanía como hecho individual deviene problemática. La mujer
exige hoy que se defina el trabajo no ya como el derecho de esos ciudadanos
provisores de una familia, sino como un verdadero derecho individual, a la par,
denuncia la sistemática externalización a su persona de los costes directos de la
producción de la vida humana.

Esta actitud de las mujeres afecta al funcionamiento de la sociedad y a la definición del


estatuto de ciudadano en lo más profundo. Nos enfrentamos a un problema de
socialización del cuidado en un doble sentido. En una primera aproximación nos
referimos por socialización a la construcción de un orden de relaciones, de significados,
de deseos, de aspiraciones. En una segunda, nos referimos al hecho de que el cuidado
de las personas dependientes, o el cuidado cuando las personas están en situación de
dependencia sea un compromiso colectivo, responsabilidad en la que participa
solidariamente todo miembro de la sociedad.

CUIDAR Y CAUSAR DAÑO, CURAR Y MALTRATAR: ELEMENTOS PARA UNA CRÍTICA DE LA


DIVISIÓN SEXUAL DEL TRABAJO

La expresión socialización del cuidado es polisémica, por el momento lo entenderemos


como el proceso de construcción de la subjetividad de un modo afín a cierto sistema de
relaciones sociales preexistente, con el fin de garantizar su continuidad. En el proceso
de socialización se forman los deseos, y paralelamente se construye el principio de
realidad, que pone límites a su realización. La socialización ocurre fundamentalmente

3
Hay que añadir que la exclusión más abierta es la de los inmigrantes procedentes de los países del tercer
mundo, una buena parte de los cuales, cuando llegan a encontrar empleo lo hacen en muy buen número en
el sector de servicios.

Hacia una política democrática del cuidado Mª Jesús Izquierdo

6 de 30
SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde

por dos caminos, la identificación con las personas significativas de nuestro entorno
especialmente nuestros padres: queremos ser y hacer lo que son y hacen. También
nos socializa la práctica misma de vivir, particularmente las actividades que realizamos
en la producción de nuestra existencia. En ese sentido, el trabajo sea remunerado o no
lo sea, es un factor de socialización de primer orden. El amor por los motores se
adquiere arreglándolos. La importancia del orden se reconoce ordenando. Se aprende
a no pisar el suelo recién fregado, fregando suelos. Uno se hace guerrero yendo al
combate y madre cuando tiene una criatura entre los brazos de la que ocuparse.

La división sexual del trabajo es una característica de la organización de las actividades


productivas, y es también un mecanismo básico de socialización. En condiciones
sexistas la elección de objeto de identificación está orientada hacia el progenitor del
mismo sexo y las actividades que se realizan están marcadas por el género, dado que
se toma el sexo como un punto de referencia básico. Considerar qué caracteriza la
división sexual del trabajo en el momento en que entra en tensión el modelo de
ciudadanía es doblemente importante, porque está en juego el funcionamiento de la
sociedad en los aspectos más esenciales, los relativos a la producción, y por el impacto
socializador que tienen esas actividades.

Es bien sabido que las amas de casa realizan actividades fuera del circuito mercantil
mientras que los ganadores de pan las realizan fuera del circuito doméstico. Teniendo
en cuenta que las actividades designadas como femeninas van encaminadas a la
satisfacción directa de las necesidades humanas, los bienes o servicios que producen
tienen un valor que se manifiesta en el uso y se mide por la satisfacción que
proporcionan. En cuanto a las actividades designadas como masculinas, y en la medida
en que el trabajador no produce los bienes o servicios para usarlos directamente él o
las personas de su entorno el valor de lo producido se realiza cuando el producto de un
trabajador se intercambia por el de otro trabajador, y la unidad de medida es el dinero
el cual adquiere la cualidad de equivalente universal. Por eso que las actividades
femeninas se caracterizan como de producción de valores de uso y las masculinas
como de producción de valores de cambio4. En el primer caso, predomina la relación
de las personas con las personas o con las cosas, en el segundo la relación entre las
cosas, siendo el vínculo que las relaciona el dinero. Este modo de caracterizar la
división sexual del trabajo tiene consecuencias directamente relacionadas con el tema
del cuidado, de un lado, y con el de la socialización, del otro. Sus consecuencias se
extienden además a otros ámbitos, como son la ética, la justicia o la política.

Del lado de las mujeres

Si tomamos a la mujer como tipo ideal, como concepto con que abordar la división
sexual del trabajo, más que como un ser concreto de carne y hueso. Una característica
principal que podemos abstraer del trabajo femenino, es que el valor de lo producido
depende del uso. La producción de la mujer adquiere su valor de un modo contextual y
concreto. En un cierto momento, en un cierto lugar, personas concretas hallan
satisfacción al usar o consumir aquello que produce la mujer. La medida de las
virtudes del trabajo sólo se halla cuando alguna persona concreta se beneficia. Son
dependientes del contexto, momento y persona que hace uso de lo producido por la
mujer, o se beneficia directamente del trabajo de la mujer. En este caso, la producción
y el consumo son expresiones por excelencia de la subjetividad, razón por la cual no es
posible hallar una medida universal de su valor.

4
Para el desarrollo de las cuestiones que se presentan a continuación nos apoyamos en Marx,
particularmente en su teoría del valor y su teoría de la alienación.

Hacia una política democrática del cuidado Mª Jesús Izquierdo

7 de 30
SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde

Cada mujer tiene su manera de hacer las cosas, más lenta o rápida, más perfeccionista
o chapucera, más creativa o repetitiva. Del lado de quien se beneficia del trabajo
realizado por la mujer, la variabilidad es también inmensa, hay personas que disfrutan
con tanta atención como se les dedique, y personas que ven las atenciones como un
modo de intromisión, y prefieren que les dejen en paz a tener que soportar un cuidado
solícito. Sin olvidar un tercer factor, la interacción de la persona que produce valores
de uso con la que usa los valores producidos, en principio de amor y compromiso,
predispone a recibir y dar cuidado. Cuando en lugar de amor se experimenta
hostilidad, cuando la relación está deteriorada se manifiesta rechazo hacia la persona y
todo lo que le rodea o hace, por proceder de alguien a quien no se quiere, respecto de
quien se experimenta resentimiento. Se puede temer que cobre con creces sus
atenciones son vividas como un regalo envenenado, un modo de aumentar una factura
impagable por imprecisa.

Contexto, interacción directa cara a cara, subjetividades y por tanto aspiraciones,


emociones, estados de ánimo, forman parte inseparable del trabajo de producción de
valores de uso. La división sexual del trabajo coloca a las mujeres en el terreno de lo
particular. Y esto ocurre tanto desde el punto de vista de sus actividades económicas
inmediatas, como en sus disposiciones psíquicas, los principios éticos que informan su
conducta y sus habilidades y capacidades cognitivas.

Al ocupar la posición femenina en la división del trabajo se configura una subjetividad


para la cual ser aceptada y valorada por las actividades que se realizan es cuestión de
primordial importancia. La mujer obtiene satisfacción principalmente de ser querida y
valorada y sólo es capaz de valorarse en la medida en que se siente valorada5.
Conectada con el otro, receptiva a sus necesidades, relacionando su valor social con la
capacidad de cuidar de los demás, tiene dificultades para enfrentar los conflictos, las
oposiciones de intereses, los desencuentros, como lo tiene también para reconocer el
valor de lo que hace.

Orientada a la relación cara a cara, las estimaciones que le hacen han de ser
necesariamente parciales y subjetivas. Sabe aunque no lo ponga en palabras que las
reacciones que suscita, sean de agradecimiento o de rechazo, no son una medida
adecuada o cuanto menos suficiente de su valor. Tiene acceso a visiones particulares
de sí misma construidas a partir de la respuesta de personas próximas. No puede
conocer lo que es en sí a partir de la información de quienes que le rodean porque la
información que recibe no se refiere a ella sino a la relación, según sea la calidad de la
relación será mejor o peor valorado su trabajo6.

Es más, cuando las atenciones son constantes, cuando siempre está apunto aquello
que se necesita, o hay una mirada atenta, una receptividad dispuesta, una necesidad
colmada, el cuidado deja de percibirse como el don del bienestar. Se vuelve natural,
como es natural respirar y no concedemos ninguna importancia a esa actividad
constante, hasta que falta el aire o nuestros pulmones no responden. Las cosas
fundamentales de la vida se hacen de un modo continuo y constante, precisamente
porque son imprescindibles, pero esa repetición, esa constancia, hace que pierdan su
valor y que sólo se recupere la conciencia de su importancia cuando faltan.

5
Esta definición de la subjetividad "tipo mujer" podemos hallar en Freud, Introducción al narcisismo.
6
En el caso de personas adultas con disminuciones físicas afirman que el aspecto del cuidado que valoran
más es la calidad de la relación (Jecker y Serf, 1997).

Hacia una política democrática del cuidado Mª Jesús Izquierdo

8 de 30
SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde

Cuando se tienen presentes estas características del trabajo de género femenino es


posible interpretar a una nueva luz el reclamo hecho por los movimientos de mujeres
de que se haga visible. Esta demanda indica la existencia de un malestar, la exigencia
de que se valore el trabajo doméstico se puede tomar como una queja implícita por el
hecho de que no se da valor a aquello que en realidad lo tiene. Es como si las mujeres
sí supieran que sus actividades tienen un valor pero que en cambio no reciben
reconocimiento. Como si las mujeres se dolieran de que no se tenga en cuenta la
importancia de sus aportaciones. Pero al mismo tiempo ese malestar tiene otro origen,
no se sienten tan seguras como inicialmente se podría sospechar del valor que tiene lo
que hacen. Estamos seguras de que cuidamos bien a nuestros hijos e hijas porque
están alegres, crecen, no contraen enfermedades, cada día aprenden algo nuevo, pero
mucho del bien que les hacemos procede del vínculo que tenemos con ellos y no de
nuestras habilidades. No sabemos si somos buenas cuidadoras, que los alimentemos
bien no depende únicamente de la calidad de la comida, sino de la aceptación que
tengan de nuestros cuidados, puede ser una comida excelente y sin embargo negarse
a comer, pero no estamos seguras de que se nieguen a comer porque no quieran que
los cuidemos, sino porque simplemente la comida no es sabrosa y cualquiera se
negaría a comérsela. Y es que el reconocimiento a pequeña escala, con ser
imprescindible, no parece real, objetivo. Hacer visible el trabajo de las mujeres y que
sea valorado, es una reivindicación y es también una pregunta. Es la afirmación de que
las mujeres son productivas y necesarias y en la misma medida la duda sobre cuán
productivas y necesarias son. En esa reivindicación/pregunta hay algo así como un
afán de objetividad.

Finalmente, esas prácticas vitales y la subjetividad que se construye en las mismas da


pie a una cierta disposición ética. Las condiciones son favorables para que se considere
que la buena vida tiene mucho que ver con el compromiso en las relaciones, la
responsabilidad por los otros, el reconocimiento y respeto recíproco. Si la buena vida,
una vida que merezca la pena, es una vida en conexión con los demás, se desarrolla
una disposición de receptividad a las necesidades de los otros, y una gran
preocupación por el impacto que se produce en las personas con las que nos
relacionamos. Diemut Bubeck (1995) denomina esa disposición "other directed"7,
capacidad de identificar qué es lo que les podemos aportar a los otros para que sus
condiciones de vida mejoren. Como Bubeck advierte, las demandas de los demás son
motivadoras, incluso apremiantes. La atención y respuesta a los demás hace que la
mujer sea incapaz de defenderse de la explotación porque cuando alguien está
necesitado antepone esa necesidad a sus propios intereses, incluso cuando no es ella
la responsable de satisfacerla. A título de ejemplo, es frecuente que las mujeres,
además de cuidar de sus hijos y padres, cuiden de los hijos de su marido habidos en
un matrimonio anterior, o de los padres de su marido. Este tipo de disposición ética
hace que las mujeres sean muy vulnerables.

Gilligan (1982), punto de referencia obligado cuando se trata la relación entre cuidado
y género, señala que las mujeres, contradiciendo el supuesto de un desarrollo moral
universal, tienen un desarrollo moral propio. Va todavía más lejos, lo que autores
como Kohlberg o Piaget toman por desarrollo moral general, sólo corresponde, según
ella, al proceso que se da en los hombres. No es común a todas las personas adultas,
sean hombres o mujeres. Las mujeres, plantean los problemas morales en términos de
cuidado y responsabilidad, siendo central en esa disposición ética la consideración de
las personas concretas en situaciones concretas. En cambio, los hombres plantean los

7
Expresión que se podría traducir como "dirigido a los otros".

Hacia una política democrática del cuidado Mª Jesús Izquierdo

9 de 30
SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde

problemas como objetivos a realizar, problemas a resolver, obstáculos a eliminar,


normas a respetar, entendidos como principios universales.

La disposición ética hacia el cuidado, tiene su lado obscuro. La realización de la


cuidadora sólo tiene lugar en el cuidado, razón por la que puede adoptar una actitud
abusiva, descubriendo dependencias donde no las hay, creándolas, impidiendo que el
otro se haga cargo de sí mismo, ya que cuanto más autosuficiente sea más
desrealizada deviene ella. El cuidado está íntimamente relacionado con el maltrato y
de hecho las relaciones de cuidado tienen un carácter fuertemente ambivalente. Del
lado de la mujer, por el hecho de tender a la conexión con el otro, por suponer que
debe y es capaz de anticipar lo que desea y que debe anteponer las necesidades de
quien requiere cuidados a las propias, se enfrenta a un conflicto. Se mueve entre la
afirmación de su identidad, forzando a que el objeto de sus cuidados tenga para con
ella actos reconocimiento por la atención y cuidados recibidos, y la negación de la
propia subjetividad por anteponer el otro y sus necesidades a lo que ella misma desea
o necesita, que siempre queda en segundo término. El otro y su bienestar es un fin
para quien le atiende, la mujer, pero al mismo tiempo es un instrumento, el medio del
que se dota para confirmar su propia potencia e invulnerabilidad. La posición de
cuidadora o cuidador requiere encontrar el equilibrio entre dos estados emocionales.

De una parte ese sentimiento de poder y capacidad que genera una satisfacción
difícilmente equiparable a la que proporciona cualquier otra actividad, ya que se tiene
la vida de otra persona, o como poco su bienestar, en las propias manos. Si el sentido
de agencia sólo lo experimenta en las actividades de cuidado estando marginada de
otros ámbitos de la realidad como el político, hay que buscar la persona dependiente, y
encontrarla o inventarla proyectando sobre los demás las propias necesidades,
realizándose al proyectar en el otro la necesidades cuya satisfacción requiere
cualidades que una misma cree poseer.

De otro lado, en contradicción con esos sentimientos de realización, poder,


responsabilidad, la receptividad al otro y sus necesidades, el hecho de que la relación
sea asimétrica, genera desgaste físico y emocional. No puede evitar el sentirse
comprometida, pero al mismo tiempo la cuidadora se percibe a sí misma como una
inmensa ubre8. Está disposición de cualquiera que quiera absorber de ella no
simplemente alimento y atención, sino la propia vida, que orientada a los demás se
vive como agotada. Una misma se siente el sumidero en el que se vierte toda la
miseria del mundo, que de no ser acogida originaría una inundación de consecuencias
fatales. El objeto de los desvelos se vive como si fuera un tirano, y tal vez lo sea,
porque la una frente al otro, ambos carecen del elemento de contención que es
reconocer capacidades y autonomía en quien requiere cuidados, y necesidad de
cuidados y carencias en quien cuida. En suma, se sienten simultáneamente poderosas,
explotadas, desgastadas, no tenidas en cuenta y el centro del mundo.

Quienes son objeto de cuidados también desarrollan sentimientos contradictorios, de


gratitud y resentimiento, la necesidad de atenciones les pone en contacto con su
precariedad y dependencia, contrayendo una pesada deuda personal que no se llegará
a saldar, a la que se responde devaluando los cuidados que reciben y quien los
proporciona, y reaccionando con hostilidad a las atenciones. Probablemente el escaso
valor social de las mujeres se gesta en la ambivalencia de las relaciones de cuidado.

8
Muchas mujeres durante la lactancia expresan esa imagen refiriéndose a sí mismas como "una teta con
patas".

Hacia una política democrática del cuidado Mª Jesús Izquierdo

10 de 30
SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde

En cuanto a los hombres

La división sexual del trabajo comporta prácticas que otorgan un lugar en el mundo y
un modo específico de producir la propia vida, no sólo en sus aspectos materiales, sino
también psíquica y éticamente. Ya hemos visto que hay una conexión entre el trabajo
de la mujer, su subjetividad y su disposición ética. La orientación al otro propia del
trabajo del cuidado, contiene una contradicción: quien es objeto de cuidados es un
instrumento que permite a la mujer confirmar el valor que ella tiene. El otro, para la
cuidadora, funciona como el espejo mágico de la madrastra de Blancanieves. No sabe
quién es ni cuánto vale sin el dictamen del espejo en una caso o la persona
dependiente en el otro. Por tanto, el uno o la otra, son condición de su existencia. Al
mismo tiempo, la imagen reflejada en el cristal en un caso o en la mirada en el otro,
ha de ser la que la mujer quiere, si no se obedece el mandato de devolverle la imagen
que busca, rompe el espejo, cesa la disposición para el cuidado. Contrariamente a lo
que sugieren algunas de las pensadoras que más han contribuido a teorizar el cuidado,
como pueda ser el caso de las ya mencionadas Gilligan o Bubeck, el trasfondo no es
una disposición atenta al otro y sus necesidades. Afirmaría que el trasfondo del
cuidado cuando es la actividad especializada de las amas de casa es la dificultad
para establecer una relación con los objetos de cuidado que sea satisfactoria por sí
misma, ya que esa actividad se convierte en un medio para confirmar la propia valía.
La posición de inferioridad social de la mujer, ha de generar algún tipo de mecanismo
de defensa consistente en orientarse en sus actividades de modo que los demás le
confirmen que es necesaria, que no se puede prescindir de ella.

En cuanto al hombre, cuando examinamos su posición en la división sexual del trabajo,


también lo tomamos como tipo ideal. No pretendemos describir la realidad de los
hombres en toda su diversidad, sino aquellos aspectos de sus vidas que nos permiten
reconocer la existencia de sexismo. El primer aspecto a destacar del trabajo de género
masculino es que el valor de lo producido se realiza fundamentalmente en el mercado,
en el momento en que los bienes o servicios que genera entran en relación con otros
bienes y servicios, lo cual permite establecer relaciones de equivalencia. Su trabajo se
vuelve social por el hecho de que se intercambia con otros trabajos, y esto es lo que
permite establecer cuál es su propio valor social, no ya para personas concretas, sino
para el conjunto de la sociedad. Esto implica que el valor se convierte en un universal
de la sociedad, no remite a relaciones interpersonales concretas, sino al acto genérico
de producir y consumir. La medida de las virtudes de su trabajo es universal cuando el
producto se intercambia en el mercado y al margen de cuál sea la persona concreta
que haga uso del mismo. Si en el caso de la mujer la relación de cuidado puede llegar
a despersonalizarla, en el caso del hombre, dadas las relaciones de intercambio en las
que se mueve, es su actividad la que queda despersonalizada.

La subjetividad del hombre se expresa en lo que consigue por el hecho de trabajar,


sólo secundariamente en el producto de su trabajo. Es cierto que cada hombre tiene su
modo de trabajar, pero lo hace dentro de un marco de relaciones mucho más rígido del
que delimita el trabajo de la mujer. En la lógica mercantil de la organización
productiva, el hombre se convierte en fuerza de trabajo y como tal es utilizado, la
orientación de la actividad nace de las relaciones entre oferta y demanda, y más
cercanamente en los consejos de administración de las empresas. El hombre
difícilmente puede orientar su trabajo por su conexión con quien usará lo que produce,
no conoce a quién consumirá el fruto de su esfuerzo, y muchas veces desconoce el
producto final a cuya realización está contribuyendo.

Hacia una política democrática del cuidado Mª Jesús Izquierdo

11 de 30
SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde

En conjunto, el hombre queda inconexo de aquellos para los que produce mientras que
sus productos se relacionan entre sí vinculados por el dinero, establecen una conexión
universal mediante el mercado. Estas son las condiciones de socialización que
desarrollan en los hombres concepciones universalistas, mientras que el trabajo de la
mujer favorece la socialización en concepciones particularistas por su orientación a
satisfacer las necesidades inmediatas de personas concretas en relaciones cara a cara9.
En cuanto al componente emocional de la actividad, la posición masculina en la
división sexual de trabajo entraña desapego respecto del hipotético beneficiario de su
actividad. La vinculación afectiva tiene lugar más bien respecto de los compañeros de
trabajo, tanto en el sentido de experimentar amistad y cercanía como en el sentido de
rechazarlos como rivales u obstáculos en su carrera profesional. Respecto de la
actividad misma, no tenemos bases para negar que se produzca una vinculación con
los objetos de su actividad, el cariño, orgullo, preocupación, que una mujer puede
experimentar en su relación con las personas que son objeto de sus cuidados, en el
caso de los hombres se produce respecto de los instrumentos de trabajo o los
productos de su actividad.

Desde el punto de vista psíquico, se configura una subjetividad asertiva, orientada a la


consecución de objetivos, no tan dependiente de las valoraciones que los demás
puedan realizar de su persona, como de hacer lo que se propone. Las actividades
productivas son más un medio para conseguir lo que quiere y menos el modo de
despertar el amor y respeto de los demás. Lo que proporciona afirmación personal es
el dominio de la realidad, no la opinión de los demás sobre lo que hace o es.

En la posición de ganador de pan, los ingresos son la contribución inexcusable a vida


en común del conjunto de la familia, como el cuidado lo es en la posición de ama de
casa. Pero el dinero que aporta se da por supuesto, se disfruta con escasa conciencia
de las penalidades que supone obtenerlo de un modo regular y suficiente. Su ausencia
del hogar, que en principio se justifica por las responsabilidades derivadas de su
posición, se vive como abandono, huida o falta de compromiso con la familia. Al mismo
tiempo, a su diario regreso a casa, se encuentra con un lugar en parte extraño y
ajeno, donde ocurren cosas en las que no ha intervenido, y que le hacen sentir que no
cuenta para los suyos o es un cero a la izquierda. En cuanto a los miembros de su
familia, sienten que con su llegada se interrumpe la actividad cotidiana. No cuenta
porque pasa la mayor parte del tiempo fuera de casa, y alarga indebidamente su
jornada laboral porque no le atrae la idea de volver a un lugar en el que no pinta nada.
También ocurre lo contrario, la distancia y la ausencia hacen que el poder y el
poderoso se magnifiquen, por lo que su llegada al hogar puede ser vivida con temor a
sus reacciones, a que no encuentre bien las cosas, a que los niños le molesten y los
abuelos le estorben.

Las prácticas vitales y la subjetividad que se construyen en las prácticas dan pie a una
disposición ética distinta y complementaria respecto de la que desarrolla el ama de

9
Recordemos que la aproximación que se está realizando es de carácter analítico, por tanto se está
prestando atención a los grandes rasgos del funcionamiento de la división sexual del trabajo. En modo
alguno estoy sugiriendo que ningún hombre concreto tenga un trabajo que implique conexión concreta con
los demás. Sin ir más lejos, la cultura de la propina es una expresión de la voluntad de particularizar las
relaciones comerciales precisamente en el ámbito de los servicios, ya que rompe los criterios universales de
intercambio introduciendo consideraciones particulares en el establecimiento de la tasa de intercambio. El
añadido de la propina rompe el precio universal del producto, ya que el importe de la misma se puede
establecer libremente siempre que sea al alza. En el caso de las mujeres, evidentemente también podemos
hallar ejemplos concretos de conexión con lo universal, cuando una mujer justifica el modo en que educa a
sus hijos o trata a un enfermo apoyándose en la afirmación que se siempre se ha hecho de ese modo, se
está moviendo a partir de universales, o cuanto menos, justifica sus acciones en base a universales.

Hacia una política democrática del cuidado Mª Jesús Izquierdo

12 de 30
SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde

casa. Para quien ocupa la posición de ganador de pan, la buena vida tiene mucho que
ver con proporcionar a la familia todo lo que necesite, defenderla de las amenazas
exteriores, triunfar ante las adversidades, vencer a los rivales, ser capaz de realizar los
propios objetivos. La orientación que se adquiere cuando se ocupa la posición hombre
es la ética del trabajo y el valor con que ha de enfrenarse a la amenaza o el riesgo10.
Ciudadano es aquel que trabaja, defiende la integridad del territorio donde se asienta
la sociedad de la que forma parte, y defiende a su población de catástrofes, riesgos y
amenazas de diversa índole.

Las virtudes cívicas de esta ética, ya no son la capacidad de entrar en conexión, de


empatía, de cercanía respecto de los demás, sino la capacidad resolución, de lucha, de
eliminación de obstáculos, de riesgo y de fracaso y cuando los conflictos amenazan con
destruir la vida social, la justicia.

La agresividad, la separación, la anulación, forman parte de la experiencia humana


tanto como la conexión, la responsabilidad, la compasión, la empatía. Negar la parte
hombre es no tener en cuenta que en la vida hay conflictos, no sólo porque nos
negamos espacio los unos a los otros, sino porque en ocasiones el otro se convierte en
un obstáculo a eliminar por el hecho de desear las mismas cosas que nosotros. No
podemos tomarnos la ley en serio si no nos tomamos en serio los conflictos de
intereses, y nuestro deseo de eliminar al otro. Tomarnos la ley en serio quiere decir
que los conflictos van en serio, que la alternativa a la resolución de los conflictos fuera
de la ley implica un daño mayor de lo que supone someterse a la ley o luchar para
cambiarla11. Al mismo tiempo, y siguiendo el planteamiento de Sevenhuijsen (1998),
tomarnos el cuidado en serio significaría que es necesario "juzgar con cuidado" y una
"justicia del cuidado".

La posición hombre, relacionada con la ética del trabajo, implica la actitud de estar a
cargo de las cosas, de hacer que ocurran, de eliminar los obstáculos. Tal vez fuera más
ajustado, si pretendemos avanzar en paralelo en la lógica de funcionamiento de los dos
géneros, hablar de una ética de la cura masculina que es la complementaria de la ética
del cuidado femenina. A diferencia de la ética del cuidado que se centra en la persona
y no en el daño que la persona sufre, la ética de la cura impulsa a "cortar por lo sano"
y eso requiere un distanciamiento de la persona y una mirada sobre el problema en sí
al margen de las condiciones, el lugar o la persona que lo vive. Por eso una madre
puede cuidar de su hijo enfermo, pero no lo puede operar. Tal vez las disposiciones
profesionales que se acercan más a esta lógica sean la de enfermera y cirujano, que
no por azar son las profesiones en que el grado de sexismo es mayor.

La cara obscura de esa manera de estar en el mundo es la guerra, la escasa medida de


las consecuencias de las acciones para las personas, la facilidad para agredir
físicamente y tomar al otro como un objeto a poseer o un obstáculo a vencer.

LOS CAMBIOS EN LA LÓGICA DE LAS RELACIONES

10
Como sabemos, las largas luchas y resistencia contra el servicio militar obligatorio abocaron a la
profesionalización de las fuerzas armadas. Ahora bien, eso no exime del mandato constitucional de estar a
disposición de defender y proteger en caso de amenazas de diversa índole. Es más el Ministerio de Defensa
del gobierno Aznar ha preparado el borrador de una Ley de Reserva y Movilización en el momento en que se
escribe esta ponencia.
11
Ver el capítulo 5 “Ley del deseo, elección del deseo y deseo de ley” de El malestar en la desigualdad.

Hacia una política democrática del cuidado Mª Jesús Izquierdo

13 de 30
SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde

La exposición precedente no tiene valor descriptivo, sino analítico. Si nos referimos a


las personas concretas y a las relaciones que tiene, si no hablamos de la mujer y el
hombre, sino de mujeres y hombres, lo que hallamos es una diversidad de situaciones.
En principio, los rasgos que hemos señalado no son mutuamente excluyentes sino que
pueden coexistir con diverso grado de intensidad en una misma persona. Sabemos que
hay personas que conceden una gran importancia al trabajo y al mismo tiempo tienen
una disposición ética que les orienta al cuidado. No hay más que ver el cuidado con
que algunos mecánicos o carpinteros atienden al comportamiento de los materiales y
al estado de las herramientas de trabajo, o la distancia con que algunas maestras,
enfermeras o madres atienden a las personas que están a su cargo. También sabemos
que la actitud orientada al trabajo o al cuidado no es permanente en ninguna persona,
que en ciertas circunstancias nos comportamos de un modo asertivo, mientras que en
otras somos muy dependientes de nuestro entorno. Finalmente, la división ama de
casa/ganador de pan sólo es una distinción teórica, ya que muchas mujeres tienen un
empleo además de hacerse cargo del trabajo doméstico, y no todo el trabajo
doméstico está tipificado como femenino sino que hay tareas que socialmente se les
han venido asignando a los hombres, como los arreglos y el mantenimiento de la casa.

Además, es evidente que la situación ha cambiado considerablemente en los últimos


años. Los cambios más relevantes, por el impacto que tienen sobre las condiciones en
que se produce el cuidado, son de cuatro tipos. Los que están teniendo lugar en la
división sexual del trabajo, los demográficos, los culturales y los cambios en las
disposiciones personales.

Los cambios en la división sexual del trabajo

En lo que se refiere a la división sexual del trabajo, está cambiando la consideración


del trabajo y del salario como derecho familiar. El momento histórico en que culmina la
construcción de la familia nuclear -siglo XIX-, y se crean las dos figuras centrales de la
misma, el ama de casa y el ganador de pan, pasa por graves problemas sociales. Se
han roto los viejos esquemas de organización de la sociedad y todavía no existen
instituciones socializadoras y de control adecuadas a las necesidades del nuevo
sistema productivo basado en la producción en gran escala, la división del trabajo por
tareas, la disciplina, regularidad y productividad creciente.

Adicionalmente, los grandes movimientos de población del campo a la ciudad, el


desarraigo del lugar de origen, dejan a buena parte de la población sin el mecanismo
de contención de la comunidad. En esas condiciones, la figura del ama de casa es un
agente de socialización y control de las conductas enormemente efectivo El
sometimiento a la disciplina, el orden, la previsión, la regularidad en la conducta de los
trabajadores, está asegurada por las mujeres, que en su tarea de cuidado, se ocupan
no sólo de los miembros de la familia, sino de la sociedad misma, potenciando que las
personas a su cargo adquirieran comportamientos afines al nuevo orden social. Las
lealtades son familiares, y en el terreno público se pretende que las relaciones sean
contractuales. En coherencia con ese modelo de organización social, el salario del
hombre se considera el principal en el sostenimiento de la familia, y si trabajan la
mujer y los hijos, su actividad es considerada complementaria. Por otra parte, los
derechos sociales se derivan de la figura del hombre adulto en aspectos
fundamentales, las prestaciones sociales sanitarias o la pensión es dependiente de la
existencia de un trabajador asalariado en la familia y de que se reconozca un vínculo
de dependencia con el mismo. El derecho al trabajo y al salario ha venido siendo
familiar, y no individual, o si se prefiere, la posición de individuo corresponde a la
persona que tiene una familia a su cargo.

Hacia una política democrática del cuidado Mª Jesús Izquierdo

14 de 30
SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde

Casi dos siglos más tarde puede decirse que la tarea de crear instituciones que
ordenen las relaciones sociales ha avanzado, así como han cambiado las condiciones
sociales que potencian la construcción de la familia nuclear. La fuerza de trabajo ya
está socializada en consonancia con las necesidades de producción capitalistas. Desde
la óptica empresarial ya no se justifica el coste12 de la fuerza de trabajo en términos de
salario familiar. En la actualidad estamos constatando que las grandes empresas
realizan planes de reestructuración de las plantillas encaminados a substituir
trabajadores mayores, con salarios de tipo familiar y gran cantidad de derechos
laborales adquiridos, por trabajadores jóvenes. Se acepta, por tanto, doble escala
salarial. Esto indica que nos encontramos en una situación de transición entre una
concepción familiar del salario y una concepción individual, en la que no se considera el
coste de reemplazo de la población trabajadora. En los países occidentales, la
continuidad del sistema productivo es perfectamente compatible con un descenso de la
tasa de natalidad dada la disponibilidad prácticamente ilimitada de fuerza de trabajo
inmigrada y los patrones de natalidad de los inmigrantes.

Sin embargo, lo que no ha cambiado es la práctica de externalizar a las familias, léase


las mujeres, tanto las actividades de cuidado como sus costes. Se trata de una
externalización de costes triple, del Estado, del mercado y de los hombres hacia las
mujeres. En cuanto al Estado13, su posición en cuanto a las tareas de cuidado es
mixta, en parte las asume como propias y las financia mediante impuestos14, en parte
las deriva a las mujeres en su función de amas de casa, para lo que se apoya en
mecanismos de socialización diferencial de los sexos y en políticas laborales que no
facilitan la incorporación de las mujeres al trabajo remunerado, y en parte las libra a
las fuerzas del mercado15. Por lo que se refiere a las empresas, contemplan entre sus
los costes de producción las enfermedades y accidentes laborales de los trabajadores,
pero no contemplan las enfermedades o accidentes o situaciones de dependencia de
los familiares de los trabajadores. Por tanto, suponen un infraestructura doméstica, las
amas de casa, que se ocupa del cuidado a coste cero dado que el salario es individual
y no familiar. En tercer lugar, los hombres también externalizan sus costes del cuidado
a las mujeres, dado que no se ocupan de la atención personal de quienes dependen de
ellos y la derivan a las mujeres así como muchos aspectos de su cuidado personal.

12
Walby (1986) se cuestiona en que la organización patriarcal familiar sea afín al capitalismo, entendiendo
que las exigencias de la organización patriarcal entran en contradicción con intereses empresariales. No
diremos que eso sea falso en el caso del empresario individual, efectivamente, no tiene por qué tener interés
en que el trabajador pueda sostener una familia, ya que no se beneficiará directamente de los hijos del
trabajador como fuerza de trabajo para su empresa. Pero como clase, está interesado en dotarse de un
sistema de generación de nuevas vidas y de socialización que permita la continuidad del capitalismo.
Coincido en cambio con la apreciación de Walby si nos referimos a la situación actual, en que la familia
nuclear procreativa, con división sexual del trabajo, probablemente ya no sea una necesidad del capitalismo
en la medida en que lo fue hace un par de siglos.
13
Si entendemos que el Estado es el equilibrio de intereses y poderes entre los actores sociales, y los
cambios en el Estado como cambios en esos equilibrios, más que hablar de Estado, mercado y familia, como
instancias de relación con sus propias reglas de juego, habría que hablar el papel de hombres, mujeres,
empresarios, población autóctona y población emigrante, y los juegos de poder entre todos estos colectivos.
14
La fuente de los ingresos estatales expresa los equilibrios de fuerzas entre los actores sociales. Un
aumento relativo de los impuestos indirectos respecto de los directos, o de los impuestos sobre las rentas
del trabajo respecto de otro tipo de rentas, nos habla de la renuncia a redistribuir la riqueza por parte del
Estado, y por tanto a un desequilibrio de la balanza a favor de los más poderosos.
15
A título de ejemplo de este tipo de políticas, baste considerar que con el nuevo cálculo de del desempleo
implementado desde el año 2000, y según datos de la Encuesta de Población Activa del cuarto trimestre de
2001, el número de mujeres desempleadas desciende en casi 300.000. Ese contingente de mujeres pasa a
engrosar la población inactiva, y un 62 por ciento pasan a ser clasificadas como amas de casa. Con esta
maniobra se ocultan las elevadísimas tasas de para que padecen las mujeres.

Hacia una política democrática del cuidado Mª Jesús Izquierdo

15 de 30
SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde

La respuesta de las mujeres a esta situación, que no podemos definir sino como
explotación, dado que aportan un trabajo que no las beneficia y que en cambio
fortalece la posición social y política de quienes se benefician del mismo, es buscar
caminos para reducir tanto como sea posible la carga del cuidado. Un indicio de esta
estrategia es el espectacular descenso de la tasa de fecundidad y la derivación hacia
emigrantes de parte de las actividades que tradicionalmente venían realizando las
mujeres, tanto por realizarlas asalariadamente, como por tener hijos en un número
que amortigua parcialmente el descenso en la tasa de natalidad de la población
autóctona16.

Se atisba que algunas actividades de la familia tradicional quedan externalizadas a la


población inmigrante en dos sentidos. Por una parte, el nivel de vida de los
inmigrantes es más bajo, es como decir que su coste de producción es menor, y por
añadidura tienen más hijos que los trabajadores autóctonos. Además, el creciente peso
del sector servicios, crecimiento que se explica a expensas de la incorporación de las
mujeres casadas en el mercado de trabajo, y por tanto se corresponde con una
mercantilización creciente de las tareas de cuidado, se alimenta de la fuerza de trabajo
de población inmigrante y no sólo de mujeres autóctonas.

Los cambios demográficos

Acabamos de apuntar el importante descenso en la tasa de fecundidad, que nos sitúa


por debajo del nivel de reemplazo dado que el incremento de la esperanza de vida no
es suficiente para compensar la escasa natalidad. La compensación puede venir de la
mano de la inmigración. El flujo de población inmigrante en edad de trabajar puede
entenderse como una externalización a otros países de los costes del cuidado de la
vida humana, ya que se trata de una población disponible para el trabajo, que llega a
nuestras fronteras en el momento en que pueden generar un saldo productivo positivo,
ya que no requiere cuidados y en cambio los puede ofrecer. Se trata además de una
población en disposición de procrear, sus tasas de fecundidad son más elevadas que
las de la población oriunda, y por tanto se sitúan en posición de absorber los costes
derivados del cuidado de las criaturas.

Hay que añadir otro cambio de una trascendencia que en este momento a penas
podemos calibrar. El incremento en la esperanza de vida, asociado al descenso en la
tasa de fecundidad hace que crezca el número de viejos tanto en términos absolutos
como en términos relativos. De otra parte, el alargamiento en la duración de la vida se
traduce en extensión de enfermedades crónicas y por tanto necesidad de cuidados
durante una porción mayor de la vida. El incremento en la esperanza de vida supone
un aumento de la dependencia, dado que en la actualidad se pueden vivir muchos años
pese a padecer limitaciones psicomotoras graves.

16
Según la Encuesta de Fecundidad del 1999, la tasa de fecundidad se situaba en 1,07. Si consideramos la
fecundidad según la situación respecto de la actividad económica, hallamos que la tasa de las mujeres
ocupadas es de 1,00, la de las paradas del 0,85 y la de las amas de casa del 1,97 por mil mujeres en edad
fértil. Los datos nos evidencian la existencia de un conflicto entre la maternidad y el trabajo remunerado,
pero nos muestran también los cambios culturales que se están produciendo, dado que tampoco las amas de
casa están dispuestas a tener muchos hijos. Decimos que se trata de un cambio cultural porque en el caso
de las amas de casa no se da el conflicto entre cuidad de las criaturas y vida laboral, y porque
contrariamente a las argumentaciones al uso, carece de base la tan manida idea de que la gente no tiene
más hijos porque no tiene dinero, es justamente en los grupos sociales con menos ingresos y en los países
más pobres donde la gente tiene más hijos. El descenso de la tasa de natalidad está más bien asociado al
individualismo, concepción de la propia persona en que la realización no se realizan por entrega a la
comunidad o por la asunción de las responsabilidades personales o sociales, sino mediante la orientación a
un proyecto de vida propio, evitando las interferencias que se pudieran producir en los propios planes.

Hacia una política democrática del cuidado Mª Jesús Izquierdo

16 de 30
SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde

Ahora bien hay que considerar que la confluencia de dos factores, la diferencia de edad
entre los miembros de la pareja y la mayor esperanza de vida de las mujeres, conduce
a que la mayoría de hombres mueran casados y la mayoría de mujeres viudas. Se
trata de una manifestación del poder de los hombres extraordinariamente sutil por no
deliberada. Hombres y mujeres toman decisiones en sus vidas que benefician a los
hombres sin conciencia de que lo hacen. Los hombres al casarse adquieren un seguro
de cuidados que se extiende hasta la tercera edad. Se casan con mujeres que les
sobrevivan y por tanto puedan hacerse cargo de esta responsabilidad. Entretanto, las
mujeres adquieren la carga de cuidar sin garantía de ser cuidadas a menos que sea
otra mujer quien se ocupe de ellas17.

Los cambios culturales y en las disposiciones personales

Seguramente el cambio cultural más relevante sea la penetración del individualismo,


con su acento en la autosuficiencia, en la libertad y en los derechos. La concepción
individualista que va de la mano del desarrollo de subjetividades narcisistas, está
reñida con la ética del cuidado, y favorece una visión contractualista de las relaciones
sociales. El contracturalismo es un modo de concebir las relaciones en términos de
pactos y acuerdos de voluntades libres fundamentados en el interés, la relación no
requiere un compromiso emocional, y la cooperación con el otro es entendida en
interés propio. El vínculo se rompe en el momento en el que cesa el interés o
desaparecen las condiciones que lo motivaron.

En cuanto las subjetividades narcisistas, según las describe Lash (1999) se


caracterizan por su incapacidad para reconocer los fracasos y las pérdidas que se
traduce en una exacerbación de la agresividad, existencia de fantasías de
omnipotencia, manipulación de las personas con el fin de aprovecharse de ellas o
satisfacer algún deseo con ellas, para despreciarlas precisamente por haberse
aprovechado. Se trata de subjetividades que se caracterizan por falta de compromiso
personal, social y político. Bajo tales condiciones el terreno está abonado para el
atropello recíproco tanto de quienes cuidan, como de quienes reciben cuidados.

Forma parte de esta visión individualista de las relaciones sociales un tipo de familia
que podemos denominar asociativa18 caracterizada un grado de división sexual del
trabajo débil, ambos miembros de la pareja participan en mayor o menor grado en las
actividades domésticas y en el sostenimiento de la familia. La formación de la familia
tiene lugar sin renunciar a planes de vida propios, y a mantener parcelas de libertad,
sobre todo en los aspectos profesionales. Los hijos, siendo importantes, no son el
único objeto de preocupación de la mujer y del hombre. La unión de la pareja no
implica compromiso y responsabilidad de por vida y la posibilidad de disolver el
matrimonio por mutuo acuerdo es una eventualidad que cabe dentro de lo imaginable.
En contradicción con esta disposición familiar, orientada a la autonomía y
autorrealización de cada uno de sus miembros, la dependencia familiar de los hijos ha
aumentado de un modo decisivo, tres cuartas partes de los jóvenes entre 25 y 29 años
viven con sus padres siendo más de la mitad las jóvenes de esta edad en la misma
situación19, la diferencia se debe a que todavía se casan más jóvenes las chicas que los
chicos y no tanto a que las chicas salgan de casa antes que los chicos para vivir por su

17
Según el estudio 2117 del CIS de octubre-noviembre de 1994, el 83 por ciento de los cuidadores
voluntarios de personas mayores en España son mujeres.
18
En Izquierdo (2000) se reflexiona sobre la naturaleza de los cambios producidos en la institucionalización
de las relaciones de sexo y de edad.
19
Según datos de la Encuesta de Población Activa del INE.

Hacia una política democrática del cuidado Mª Jesús Izquierdo

17 de 30
SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde

cuenta. Queriéndolo o sin quererlo, la inversión parental ha aumentado


considerablemente y por tanto el cuidado de los hijos y su sostenimiento económico,
de tal modo que los propios padres requieren cuidados cuando los hijos todavía no se
han independizado. Cuidar simultáneamente de los hijos y de los padres será una
posibilidad cada vez más frecuente. El hecho es que se extiende la duración del
periodo de la vida en que hay que hacerse cargo de personas dependientes.

En cuanto a la situación de las mujeres, su formación ha aumentado


espectacularmente, acceden a la universidad en proporción mayor que los hombres,
con rendimiento académico mejor, tardando menos años en acabar los estudios. Cada
vez es más habitual que conserven el trabajo remunerado después del matrimonio o el
nacimiento del primer hijo. En cuanto a las condiciones de acceso al mercado de
trabajo continúan presididas por criterios sexistas, dado que las mujeres se concentran
en sectores y ramas de la producción distintos a los que ocupan los hombres. La
persistencia del sexismo, más allá de su dimensión económica, en tanto que fenómeno
cultural y subjetivo, tiene consecuencias paradójicas en lo que se refiere a las
actividades de cuidado, sean en el ámbito mercantil o en el público.

En un sentido, la generalización y profundización de la subjetividad individualista


puede erosionar la práctica del cuidado y la provisión, actividades ambas menos
vinculadas a la libertad y más a la responsabilidad y al deber. La personalidad
narcisista constituye un severo obstáculo para dar y recibir cuidados, ya que la falta de
empatía propia del narcisismo anula la capacidad de reconocer la necesidad del otro, o
de implicarse en relaciones que no tengan lugar en provecho propio inmediato.
Podemos anticipar relaciones interpersonales en que el maltrato y el daño, en sus
diversas formas sean menos que inusuales.

En sentido inverso, las condiciones del cuidado y la calidad del mismo puede mejorar
notablemente, cuando se realiza como actividad profesional. La combinación de
segregación ocupacional por sexos y mejoramiento sostenido de la formación de las
mujeres, se traduce en que las personas mejor formadas, las mujeres, estarán
dedicadas a las tareas de cuidado. La inversión de recursos humanos en las actividades
de cuidado aumentará como resultado no buscado del sexismo. Se produce la
contradicción de que el sexismo, una de cuyas características es la infravaloración de
las mujeres y de las actividades que desarrollan las mujeres, impulsa a éstas a adquirir
más valor al hacer una inversión más fuerte que los hombres en formación. Esa lucha
de las mujeres por mejorar, se traduce en un mejoramiento y recalificación de las
actividades que desarrollan. Precisamente como resultado del sexismo y no tanto como
resultado de su superación, las actividades socialmente definidas como femeninas, de
cuidado y atención a las necesidades personales, adquieren un valor renovado.
Confluye el conocimiento práctico del cuidado, adquirido por las mujeres en el curso de
su socialización y por identificación con sus madres, con más amplia y mejor formación
intelectual. Esta confluencia implica que los principios universalistas y reflexivos
propios de una ética orientada a la justicia se integran con los principios contextuales y
particularistas del cuidado, cosa que ha de potenciar tanto la primera como el
segundo.

Por otra parte, al resistirse las mujeres a la aplicación de criterios sexista en la división
del trabajo, se atemperan los daños que comporta la concepción del cuidado como la
actividad específica que realiza una parte de la población, las cuidadores, a otra parte
de la población definida como dependiente. De igual modo se problematiza el supuesto
de que una parte de la población se ocupa de la provisión y la protección de la otra
parte. En estas condiciones la dependencia se nos presenta a una nueva luz, no ya

Hacia una política democrática del cuidado Mª Jesús Izquierdo

18 de 30
SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde

como base de división de la sociedad en el par dependientes-independientes, sino


como un hecho cotidiano del que participamos todos, situación ésta que modera el
poder que entraña de un lado la práctica del cuidado y del otro la protección-provisión.

LA SOCIALIZACIÓN DEL CUIDADO

Hasta aquí hemos visto la trascendencia del modo en que se organizan las actividades
económicas, ya que su impacto excede el ámbito de la producción y el consumo. Las
condiciones de socialización de la población y el clima social general pueden favorecer
la constitución de sujetos adultos capaces, no sólo de llevar a término un plan de vida
propio, sino de asumir responsabilidades por la población dependiente y de aceptar las
limitaciones que les hacen objeto de cuidado y protección. En sentido inverso, puede
interferir la producción de sujetos responsables capaces de entrar en contacto con sus
limitaciones y de reconocerse y solidarizarse con las limitaciones ajenas. La pretendida
autosuficiencia de los ciudadanos queda cuestionada en la misma medida en que nos
reconocemos necesitados y dependientes de los demás. Las actividades productivas
nos socializan, y la principal producción que tiene lugar en el proceso de trabajo es la
producción de subjetividad. Las condiciones en las que participamos en la división
sexual del trabajo nos construyen como mujer o como hombre y favorecen que se crea
real la ficción del individuo autosuficiente, ya que la mujer no se toma como un
individuo pleno que colabora con otro individuo, sino como la extensión sin voz del
ciudadano.

Tanto la división sexual del trabajo como la organización de las actividades mercantiles
se oponen a la democracia porque dispone las actividades productivas de un modo
autoritario. No favorece el debate sobre algo tan básico como el modo en que nos
organizamos para producir nuestra existencia ya que la participación social es asignada
en función del sexo, y la participación en la dirección de la producción es independiente
de la aportación laboral que se realiza. Ese es el entorno que socializa a la mujer como
cuidadora, pero hay otro modo de referirse a la socialización del cuidado. Es una
condición de ciudadanía, dado que el ejercicio de la ciudadanía por parte de los
hombres depende de que las mujeres se ocupen de las tareas de cuidado de los
dependientes, situación esta que las convierte en objeto de explotación. El trabajo que
realizan las mujeres representa un ahorro de recursos para los hombres, les libera de
responsabilidades vitales y les permite disponer de tiempo libre para actividades de
participación social. Las empresas, se ahorran los costes de producción de la vida
humana en aquella parte que corresponde a la población que no se halla en una
situación económicamente ocupable. En cuanto al Estado, sólo ha de asumir parcial y
limitadamente las tareas de cuidado, aplica un servicio social obligatorio a las mujeres
pero lo presenta como si fuese una actividad privada o propia del ámbito íntimo. Al
establecerse una relación de incompatibilidad entre el trabajo doméstico y el
remunerado, al dar preferencia a los hombres en el mercado de empleo, al no
considerar como desempleada a toda mujer que hallándose en condiciones de trabajar
no tiene trabajo remunerado, se coloca a las mujeres en posición de aportar un trabajo
imprescindible para la comunidad como si fuera cuestión de voluntad individual y por
tanto una actividad privada respecto de la que el Estado, supuestamente respetuoso
de la autonomía de los ciudadanos, no debiera intervenir.

Una diversidad de caminos están conduciendo a que el cuidado por fin se tome en
serio, y se considere como una cuestión social que no se puede librar a decisiones
individuales fuera del ámbito público. Hay indicios significativos del interés que
despierta. Por ejemplo, dentro del Quinto Programa Marco, la Comisión Europa financia

Hacia una política democrática del cuidado Mª Jesús Izquierdo

19 de 30
SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde

un proyecto encaminado a hacer un estudio comparativo sobre el estado de la


investigación en cuidado social en el que participaron Finlandia, Francia, Italia,
Portugal y Reino Unido. Los aspectos del cuidado que se abarcan son los dirigidos a la
atención de niños y de adultos, revisando además el estado de la investigación sobre
temas de familia, género y trabajo en su conexión con el cuidado social. El proyecto
SOCCARE, así se denomina, está orientado a estudiar las posibilidades de que
disponen las familias para abordar el cuidado combinando de un modo flexible el
formal con el informal. En este proyecto el cuidado se define como la asistencia que se
suministra con el fin de ayudar a que los niños y los adultos puedan desarrollar sus
actividades cotidianas. Se trata de una asistencia que puede ser aportada como
trabajo pagado o no pagado, por parte de profesionales o no profesiones y dentro o
fuera de la esfera pública. De hecho algo que caracteriza el cuidado social es que
trasciende esas dicotomías conceptuales. Por lo que venimos desarrollando, la
dicotomía trabajo/cuidado también es problemática, ya que el propio proceso de
trabajo puede ser cuidadoso o dañino, así como la dicotomía dependiente/cuidador.

El año 2002 la Comisión Europea financia otro ambicioso proyecto en el que participan
investigadores de 6 nacionalidades: Dinamarca, España, Holanda, Hungría, Reino
Unido y Suecia, destinado a estudiar las condiciones en que se desarrolla el trabajo de
cuidado. Care Work in Europe. Current understandings and future directions (2002).
Cita un informe reciente de la European Foundation for the Improvement of Living and
Working Conditions en que se sugiere la necesidad de que se cumplan cuatro
condiciones para la promoción de la calidad en el trabajo y el empleo: la seguridad, la
salud y el bienestar, el desarrollo de habilidades y capacidades y la conciliación entre la
vida laboral y la no laboral.

Otra línea de preocupación significativa la hallamos en el ámbito de la atención


sanitaria, donde se está tomando conciencia de la necesidad de diferenciar el cuidado
de la cura (Jecker y Self, 1997). Concretamente en el Global Report: Innovative Care
for Chronic Conditions: Building Blocks for Action de la Organización Mundial de la
Salud (2002), se advierte que el sistema sanitario se organiza en torno a un modelo
agudo y esporádico que ya no es válido. Se han desatendido los problemas de salud
más prevalentes (diabetes, asma, corazón, depresiones) que se caracterizan por
requerir una dedicación extensiva y contacto regular con el cuidador. En el informe se
advierte que el cuidado de la salud debe alinearse con las prácticas laborales, buena
parte del cuidado no consiste en facilitar atención directa a la persona, sino en
asegurar contextos laborales seguros. En este informe se cuestiona la dicotomía
cuidador/cuidado, dado que atribuye responsabilidad en el cuidado de su salud al
usuario de los servicios sanitarios. Al mismo tiempo, en el informe se asigna un papel
básico a la familia, entendiendo no obstante, que requiere del apoyo y servicios de la
comunidad. En otra línea de trabajo en materia de cuidados sanitarios se centra en el
estudio de la hospitalización evitable, y la desmedicalización del cuidado de la salud.

Podemos constatar que el cuidado social es objeto de preocupación especialmente a


partir de la década de 1990. Según se explica en el informe SOCCARE se debe a que
se ha comprendido que el modo de cuidar de los niños y los viejos es un componente
básico de toda sociedad, y la caracteriza. Sospechamos que la actitud de las mujeres,
y su determinación a tener una posición propia en el mundo ha sido el principal
detonante de este estado de conciencia. Se ha comprendido lo importante es el
cuidado de los viejos y de los niños precisamente cuando las mujeres denuncian el
irresponsable abandono de esas tareas a alguien a quien por hacerlas se le niega el
estatuto de ciudadana.

Hacia una política democrática del cuidado Mª Jesús Izquierdo

20 de 30
SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde

En lo que se refiere a la producción teórica feminista, los últimos años han sido testigo
del desarrollo de importantes trabajos en ámbitos que sólo recientemente han sido
objeto de interés para el feminismo, como la filosofía política, la ética o la teoría de la
justicia. Hay una coincidencia casi generalizada en establecer una asociación estrecha
entre el cuidado y el género, tanto por el hecho de que es el tipo de trabajo que
realizan las mujeres, como por el tipo de cualidades que se tienen o se desarrollan con
esta actividad, son ejemplos representativos de esta visión los trabajos de Gilligan
(1982), Noddings (1984), Benhabib (1990 y 1992), Bubeck (1995), Sevenhuijsen
(1998 y 2000). También hay autoras que se resisten a reivindicar la ética del cuidado
como femenina, entendiendo que hay evidencias de todo signo respecto de la
asociación entre género y cuidado ya que el cuidado no es necesariamente una
actividad beneficiosa sino que se puede causar daños (Ward, 1995). En cuanto a la
relación entre cuidado y género es el resultado de una asociación más profunda y
general ya que el cuidado es una actividad característica de los colectivos
desfavorecidos y las cualidades, actitudes personales, y orientanción ética propias del
cuidado se hallan en colectivos, como los afroamericanos o personas con niveles
socioeconómicos bajos (Cancacian, 1986) (Moody-Adams, 1991). También se señala
que es retórico tomar a las mujeres sólo como cuidadoras o sólo como víctimas
(Spelman, 1991). Finalmente, hay autoras que proponen extender a toda la sociedad
la ética del cuidado generalizar las relaciones maternas a la esfera pública (Held,
1990), o que consideran que asociar el cuidado al género tiene el doble efecto de
devaluar el cuidado y también el género, por lo que se reivindica que el cuidado sea un
principio ético universa en el que se encuadre la justicia (Tronto, 1987 y 2002), o que
asocian cuidado y justicia defendiendo la necesidad de "juzgar con cuidado"
(Sevenhuijsen, 1998), o que rechazan el a priori de la separación entre justicia y
cuidado, incluso hallamos quien niega esa separación afirmando que las actividades de
cuidado exigen aplicar reglas de justicia en el reparto de las atenciones cuando se
producen conflictos sobre quién tiene prioridad en recibir cuidados (Bubeck, 1995). Las
argumentaciones de Bubeck en el sentido de señalar la confluencia entre justicia y
cuidado, la explotación que comporta el trabajo de cuidado, la diferencia que existe
entre la provisión de los cuidados y los servicios, la necesidad de socializar los
cuidados, y la necesidad de que penetren consideraciones universales, científicas y
profesionales en los mismos, no pueden dejarse de lado.

Por uno u otro camino hoy se coincide en la necesidad de poner sobre el tapete el
cuidado y la ética del cuidado de un modo que se acerca a la importancia concedida en
las democracias modernas a la ética del trabajo y de la justicia. El cuidado es una
prueba de fuego de la democracia.

¿De quién son responsabilidad las personas dependientes? ¿De quién somos
responsabilidad cuando somos dependientes?

Cada vez es más obsoleta la concepción dominante del ciudadano. La ficción de una
sociedad constituida por individuos libres e iguales no es verosímil, ni como hecho ni
como proyecto. Porque los ciudadanos no nacen adultos, ni se mueren gozando de
plenas facultades, ni tienen una salud de hierro, ni se les puede garantizar que
gozarán de condiciones físicas y psíquicas habilitantes para hacerse cargo de su vida.
La dependencia en sus diversos grados forma parte del debate sobre la ciudadanía. Ya
no se puede continuar sosteniendo que el ciudadano es un individuo, noción esta que
nos remite a una fantasía autosuficiente.

El ciudadano es autosuficiente y dependiente, las dos cosas a la vez, por más que hay
períodos de la vida en que prevalece la autosuficiencia y otros en que lo prevalente es

Hacia una política democrática del cuidado Mª Jesús Izquierdo

21 de 30
SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde

la dependencia. Por tanto, la discusión sobre cómo abordar los hechos relativos al
cuidado de los dependientes es el encuadre imprescindible de la reflexión sobre la
democracia, no es algo que corresponda a la esfera privada. El desplazamiento a la
esfera privada las cuestiones relativas al cuidado, ha sido una maniobra para sostener
la ficción de que el ciudadano es autónomo, autosuficiente, y establece relaciones
contractuales. Ese desplazamiento es síntoma de que se ha hecho dominante una de
las concepciones de la democracia: la liberal. Para el comunitarismo, en cambio, la
vinculación, la solidaridad, el deber y la responsabilidad ocupan el centro del escenario.
Queremos ser libres, de eso no hay duda, el problema es que no es posible, porque
somos carentes y necesitados y por ello sujetos a deberes y obligaciones. El abordaje
del cuidado puede ayudar a trazar un ideal de libertad que no pierda de vista que
dependemos los unos de los otros, y por tanto el individuo sólo lo es si hay una
comunidad que le dé soporte.

La noción que todavía es vigente de ciudadano respondía a las preguntas con que se
abre este apartado diciendo que cada cual se ocupe de sus dependientes, y dando por
hecho que los ciudadanos nunca son dependientes. Cada ciudadano tiene un número
de dependientes que tutelar y una cuidadora para que les atienda. Solución esta
tremendamente autoritaria, solo que vestida con ropajes de pretendido liberalismo, ya
que sólo es viable con una organización autoritaria de las relaciones interpersonales en
forma de familia nuclear fusional. El que pretenda ser ciudadano libre no tiene más
remedio que casarse y conseguir así un ama de casa,, quien no pueda aspirar a ser
ciudadana no tiene más remedio que buscarse un ciudadano que la aprovisione y la
defienda. Quien pretenda asumir las responsabilidades de cuidado a la par que una
posición de ciudadana tendrá que afrontar un reto imposible, ya que se encontrará con
el problema de cubrir dos puestos de trabajo en dos espacios distintos, con exigencias
distintas e incompatibles. De ahí que el debate sobre el cuidado surja a la par que el
debate sobre la mal llamada conciliación entre vida laboral y familiar. Pero el problema
no es cuestión de mera buena voluntad conciliadora de las partes, sino que es una
característica estructural de nuestra sociedad. La solución de la división sexual del
trabajo es injusta para las mujeres porque implica su muerte social y civil, y es injusta
para los dependientes porque, en la práctica, las responsabilidades del cuidado sólo
recaen sobre la colectividad de un modo subsidiario. Quien no tenga una familia que se
ocupe de él o de ella, además de dependiente es un fracaso, una anomalía, algo
sospechoso, peligroso, a controlar, a esconder, y como tal se sitúa bajo la tutela y
control del Estado.

El problema del cuidado es de todos y cada uno, como lo es el de la producción de


bienes. Todos somos objeto de cuidados y cuidamos, todos somos productivos y
consumimos o usamos nuestras producciones. Se trata de un problema con una
pluralidad de dimensiones, el compromiso ético de cada uno, la substitución del
mecanismo de mercado para la toma de decisiones sobre la vida económica por la
participación democrática de las trabajadores y los trabajadores en la dirección de las
empresas, el cambio de estilos de vida, la transformación de la subjetividad de un
modo que sea incompatible con soluciones autoritarias como las actualmente vigentes.
Socializar el cuidado es hacer de las cuestiones relativas a la dependencia materia de
interés público. ¿Pero cómo afrontar el debate cuando hay diferencias tan marcadas de
poder? ¿Podemos pensar que las decisiones sean el resultado del intercambio de
argumentos hasta encontrar las mejores razones20 para actuar de un modo o del otro?
Y sobre todo, ¿cómo abordar el debate cuando buena parte de los que se benefician o
padecen los acuerdos muchas veces no están en condiciones físicas o psíquicas de

20
Tal como lo propone Habermas.

Hacia una política democrática del cuidado Mª Jesús Izquierdo

22 de 30
SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde

participar en el debate? ¿Podemos pensar que quien no está comprometido en tareas


de cuidado tiene la sensibilidad, experiencia y compromiso suficiente como para
aportar soluciones responsables? Y finalmente ¿de qué volumen es el esfuerzo
colectivo que estamos dispuestos a hacer con tal de garantizar la mejor calidad de vida
para las personas que se encuentran en situación de dependencia?

En el problema que abordamos intervienen muchas variables y por tanto las soluciones
han de ser necesariamente complejas, tentativas, sometidas al ensayo y el error. Dado
que hay que introducir la posibilidad del error en el modelo, requieren de un debate
abierto y democrático, para que quienes sufren las consecuencias de los posibles
errores sean los mismos que los comenten, y no como ocurre en la actualidad que en
cuestiones de cuidado, unos cometen los errores y otros los sufren. En cuanto a las
instancias que intervienen o pueden intervenir en la provisión del cuidado hay una
pluralidad de posibilidades, como también en cuanto a las formas de abordarlo, y no es
lo mismo hacerlo desde el plano microsocial que desde el macrosocial. Mary Daly y
Jane Lewis conceptualizan el problema en el cuadro que se presenta a continuación,
donde se evidencia la diversidad de factores que intervienen y aspectos a considerar.

Elaboración del concepto de cuidado social

Nivel macro Nivel micro


División del cuidado (trabajo, La distribución del cuidado (trabajo, coste y
responsabilidad y coste) de niños responsabilidad) entre individuos en la familia
Referencia
y viejos o adultos enfermos entre y la comunidad y carácter del soporte
conceptual
el Estado, el mercado, la familia y aportado por el Estado para el cuidado y los
la comunidad cuidadores

• Quién realiza el cuidado


• Quién es el receptor del cuidado o el
beneficiario de los servicios disponibles
• La infraestructura del cuidado
Empíricamente (servicios y dinero en efectivo) • Qué tipo de relaciones existen entre el
donante y el receptor de los cuidados
indicada por • La distribución de la provisión
entre sectores • Bajo qué condiciones económicas, sociales y
normativas se lleva a cabo el cuidado
• Los patrones de actividad económica de las
mujeres en edad de cuidar

• Cambio en la distribución de la actividad de


cuidado
Más/menos: Estado • Cambio en la identidad de los cuidadores
Trayectorias de Mercado • Cambio en las condiciones bajo las que se
cambio Familia lleva a cabo el cuidado y la naturaleza del
Comunidad papel del Estado en las mismas
• Cambio en las relaciones entre el donante
de cuidado y el receptor

Fuente: Daly y Lewis (2000: 287)

Probablemente, una cuestión previa sea acordar qué es lo que la gente obtiene o debe
obtener de los servicios que recibe. Concretamente, el gobierno laborista, que se
apoya conceptualmente en la propuesta de tercera vía de Giddens, se decanta por la
promoción de la independencia. El Departamento de Salud, elaboró el Libro Blanco de

Hacia una política democrática del cuidado Mª Jesús Izquierdo

23 de 30
SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde

la Modernización de los Servicios Sociales (1998)21. En el caso de los discapacitados,


éstos relacionan la independencia con la autonomía y no tanto con la autosuficiencia o
la capacidad. Por ello dan una gran importancia al control de los servicios que reciben,
quieren que quienes les cuiden sean personas de su elección, y que estén conectadas
con ellos en las actividades cotidianas, cosa que contribuye a que no se sientan
invadidos. Prefieren servicios flexibles no programados de manera estricta. Muestran
preferencia por ser ellos quienes controlen el pago del servicio, y en cuanto al grado de
ayuda, hay una gran variabilidad de respuestas. Este tipo de posiciones sobre el
cuidado en el caso de personas con disminuciones físicas se repite en distintos
estudios. En un trabajo sobre el comportamiento de los cuidadores (Thompsom et al.,
2002), se observa que no importa tanto lo que hacen los cuidadores, como el modo en
el que lo hacen.

Además de la independencia, hay otra guía de actuación, evitar el segregacionismo de


las personas que requieren cuidados, cuestión esta de particular relevancia en el caso
de los viejos. Desde posiciones de gerentología crítica se considera que los viejos se
hallan sometidos a limitaciones estructurales de clase, género y etnia, no es lo mismo
envejecer como mujer que como hombre, con recursos culturales y económicos que
sin ellos. Se constata que uno de los problemas más graves de carácter general es la
falta de sentido de su vida, y el sentido de duda e incertidumbre, por lo que no se trata
tanto de evitar su institucionalización, como de proveerlos de nuevos rituales y
símbolos que faciliten la trayectoria del curso vital, por lo tanto de incorporar como
aspecto importante de la socialización los hechos relativos al proceso de
envejecimiento. A nuestro entender, la práctica del cuidado, sin negar la importancia
de dotarse de rituales para el tránsito por cada etapa de la vida, es la mejor vía de
socialización y elaboración emocional el hecho de que somos precarios, necesitados y
moriremos.

Hay coincidencia a nivel europeo en considerar que el cuidado es parte integral de un


proceso complejo de prácticas. Este planteamiento se hace especialmente evidente en
el caso de la atención infantil. En el caso de los niños el cuidado y la pedagogía
caminan de la mano, y de hecho confluyen también con la sanidad (Ewijk et al. 2002).
El cuidado debe conducir a la autosuficiencia, pero la inclusión de criterios pedagógicos
en el cuidado de los niños implica combinar ideales de una buena vida, comprensión de
los individuos y grupos y de sus recursos y necesidades, y finalmente comprensión de
los recursos sociales, valores y demandas.

La concepción dominante de la violencia de género como indicador de


resistencia a la socialización del cuidado

El sexismo ha penetrado hasta tal punto los estilos de vida y las conciencias que
incluso algunos aspectos de las respuestas críticas pueden contribuir a reforzarlo. Sólo
a título de ejemplo nos referiremos a la denominada violencia de género, con algo
menos de extensión de la que se merece. Nos limitaremos a señalar las
contradicciones que aparecen en el tratamiento del problema. Como sabemos, ha sido
en los últimos años cuando la relación familiar ha salido del ámbito íntimo al público.
Se puso en la palestra para hablar del trabajo doméstico, y posteriormente para
evidenciar que el hogar no es sólo un lugar en el que refugiarse, sino un sitio del que
en ocasiones hay que escapar. Las relaciones familiares pueden llegar a ser dañinas, y
el amor no es el único vínculo que une a los miembros de la familia, el rencor, el
resentimiento también son moneda común. Cuando se adquiere conciencia de ese

21
Mencionado en Vernon y Qureshi (2000).

Hacia una política democrática del cuidado Mª Jesús Izquierdo

24 de 30
SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde

problema, particularmente de la mano del movimiento de mujeres, se empieza


denunciar lo que en un primer momento se denomina maltrato doméstico. Pero esta
denuncia no se hace con la voluntad de contemplar las diversas formas y sujetos que
puedan intervenir en situaciones de daño, sino que únicamente reciben atención
privilegiada los malos tratos de los hombres hacia las mujeres.

También de la mano del movimiento de mujeres, lo que inicialmente se denomina


maltrato doméstico se empieza a denominar violencia de género. Con esta expresión
se indica la intervención de factores estructurales. A pesar de ello, en contradicción
con el enfoque estructural, no se aborda el problema en términos de relaciones entre
los componentes de la unidad familiar, considerando la relación de maltrato y no
simplemente el hecho de que se produzca. A lo que se presta atención es a la conducta
de los hombres, la cual se toma como resultado de intenciones y por tanto
fundamentalmente voluntaria, lo que orienta la intervención a las medidas policiales, o
bien se interpreta como el resultado de estados emocionales, lo cual lleva a la
intervención psíquica. El maltrato queda reducido a un problema de delincuentes o
enfermos mentales. En cualquiera de los dos casos es considerado como un hecho
individual y no como el efecto del tipo de relaciones en que se accede al estatuto de
ciudadano en calidad del cabeza de familia, y la familia que forma parte del ámbito
íntimo del ciudadano, es fundamentalmente autoritaria. Al ser el hombre el principal
responsable del mantenimiento de la familia se halla situado en una posición de poder
respecto de la mujer y los hijos, y eso ocurre en un espacio reservado, donde no se
pueden producir intromisiones.

Si entendemos que las relaciones hombre/mujer están estructuradas por la división


sexual del trabajo hemos de admitir que las conductas del hombre y de la mujer son
en parte voluntarias y en parte inducidas estructuralmente. ¿Qué sentido tiene
entonces fijar la atención en las expresiones más virulentas del sexismo, centrándose
sólo en los casos en que la violencia pone en peligro la vida de la mujer? Si la violencia
tiene carácter estructural ¿por qué se esgrime una cifra de muertas que no alcanza el
centenar cada año para reclamar medidas drásticas o algo tan peligroso como medidas
legales excepcionales?22 ¿De qué modo mejora las condiciones de vida de las mujeres
en su conjunto el hecho de que se castigue duramente a unos cuantos maltratadores si
se dejan de lado las condiciones que hacen posible el maltrato?. Desgraciadamente no
creemos que deba tomarse la respuesta social que está teniendo el maltrato a mujeres
como un indicio consistente del rechazo del sexismo. De hecho, los maltratadores que
son objeto de tanta atención no son patriarcas en pleno ejercicio de su poder familiar,
sino hombres que ven socavado su poder en la familia. ¿Qué indica el encarnecimiento
con el que se exigen medidas contra ellos? ¿Qué indica el hecho de que se exprese el
rechazo desde todo tipo de posiciones ideológicas, incluso por parte de los defensores
del patriarcado?

Las razones manifiestas son no requieren interpretación: el rechazo del maltrato a las
mujeres, la repugnancia moral que causan tales situaciones. ¿Pero qué podemos decir
respecto de lo latente? Sospechamos que esas respuestas están respaldadas por una
mezcla confusa de razones, intereses y emociones. Por una parte, al rechazar tan
virulentamente a los hombres que llevan el maltrato al límite, se están tomando
medidas, no contra el patriarcado, cuyas bases estructurales quedan intactas, sino
contra aquellos hombres que lo hacen evidente, que son precisamente los que han

22
Sugeriría que contrapusiéramos esa cifra a las muertes que generan las dictaduras, el coste en muertes
del franquismo, la dictadura de Pinochet o la dictadura argentina. O que tomáramos en consideración las
muertes en accidentes de tráfico o los mal llamados accidentes laborales.

Hacia una política democrática del cuidado Mª Jesús Izquierdo

25 de 30
SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde

perdido el poder patriarcal. No se rechaza que los hombres ejerzan violencia contra las
mujeres, sino que se trata de evitar que sus formas más extremas sean visibles, y
pudieran llevar a hacer una reflexión general sobre el carácter de las relaciones
mujer/hombre.

Por qué cuando se habla de violencia de género, sólo se toma en consideración el


ejercicio de la violencia por parte de los hombres. Pensamos que de ese modo
favorecemos a las mujeres cuando lo que hacemos es perpetuar su papel como
cuidadoras de la sociedad y de sus miembros. De lo que se trata es de evidenciar los
problemas que genera la división sexual del trabajo sobre las actividades no sólo de
provisión y protección sino también de cuidado. Venimos repitiendo que no se puede
separar el maltrato del cuidado, ni la cura del daño. Hemos insistido también en que
quien ocupa la posición de sujeto en una relación es también objeto de la misma, no se
es sólo sujeto o sólo objeto. Por tanto, todo indica que el maltrato entre los miembros
de la familia no sólo es posible, sino que también es probable. Sin embargo, en una
sociedad sexista, en que las prácticas sociales conducen a la muerte civil de las
mujeres dado que no cuentan, nos guardamos mucho de decir que las mujeres pueden
ser dañinas en sus relaciones. Evidentemente, podemos interpretar esa resistencia a
considerar que las mujeres pueden maltratar como expresión de gratitud de todos los
cuidados recibidos, o del miedo retrospectivo al poder de las mujeres como cuidadoras.
Pero nuevamente hay un elemento latente. ¿Qué pasaría con la división sexual del
trabajo si admitiéramos que gran parte del maltrato en las relaciones interpersonales
va de la mujer a las personas objeto de sus cuidados: las criaturas, los viejos y los
enfermos? Resistirnos a contemplar la posibilidad de que las mujeres, además de
cuidar pueden causar daño y sufrimiento en el ejercicio de las tareas familiares que se
les han asignado socialmente, es un modo de no poner en cuestión que la mejor
solución para la atención de las personas dependientes sea la división sexual del
trabajo y el desplazamiento a la esfera privada de este tipo de responsabilidades. Si
resultara que las mujeres también causan daño, y resulta que lo causan allí donde el
vínculo interpersonal es supuestamente el amor, sería una exigencia social inexcusable
sacar de la esfera privada las tareas de cuidado y convertirlas en una cuestión pública,
en un problema social. Mientras las tendencias no se modifiquen podemos anticipar
que la forma de maltrato más frecuente y silenciada sea el maltrato de las mujeres a
los viejos y fundamentalmente viejas a su cargo. ¿Cómo podemos esperar que se
comporte quien es rechazada social y económicamente por dedicar su vida al cuidado
de los demás?

ALGUNAS CONSIDERACIONES FINALES

Cuidado y sexismo van de la mano, la eliminación del sexismo y la socialización del


cuidado también. En el doble sentido de hacer sensibles no solo a las mujeres y
también a los hombres a las necesidades de cuidado, y en el sentido de tomar como
una cuestión colectiva la atención de las personas que no pueden valerse por sí solas.
El sexismo que origina la muerte social de las mujeres también genera sufrimientos
colaterales a la población en su conjunto. Por tanto, no se trata de un problema
sectorial, que afecte a las mujeres, sino que afecta a las bases mismas de la sociedad.
Pero todas estas cuestiones no soportan soluciones únicas. Tampoco se puede abordar
la discusión con un planteamiento individualista de la democracia, donde las decisiones
se toman supuestamente sumando los votos individuales, de un modo similar a cómo
se toman también supuestamente las decisiones sobre la asignación de los recursos,
en función de la demanda. En primer lugar, donde hay relaciones de poder, control de
los medios de comunicación, acceso restringido a los recursos que permiten hacer

Hacia una política democrática del cuidado Mª Jesús Izquierdo

26 de 30
SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde

públicas las distintas opciones políticas, gobierno autoritario de la economía por parte
de los grandes poderes transnacionales, es ingenuo pensar que las decisiones sean el
resultado de la suma de opiniones equivalentes las unas a las otras. En segundo lugar,
el pluralismo en las opciones ha de tener necesariamente un límite, no es verdad que
cualquier opción sea igualmente válida, ni que sea posible construir un sentimiento de
comunidad social suficientemente consistente como para afrontar con generosidad los
problemas del cuidado sin una identidad común que nos proporcione ese sentimiento
de pertenencia social.

Esa identidad, en tanto que seres racionales y éticos, exige manifestar una concepción
de la buena vida donde quepa la conciencia de la precariedad humana y el compromiso
de garantizar conjuntamente las condiciones de nuestra integridad personal23, y en
cambio no quepa el sexismo, y no haya espacio para extender las relaciones de
dependencia más allá de los límites que nos marcan nuestras capacidades físicas,
psíquicas y emocionales.

El mito fundador de la vida social es un acuerdo, no entre individuos autónomos, sino


entre personas con un grado de madurez suficiente como para tener presente que la
autonomía y la libertad son aspiraciones que requieren orientar la vida a la satisfacción
de necesidades radicales24, aquellas que no pueden ser satisfechas en un mundo
basado en la subordinación y la dependencia, que guían a la gente hacia ideas y
prácticas que abolen la subordinación y la dependencia, que por reclamar satisfacción
cualitativa, constituyen lo único idiosincrásico de la persona singular y también de las
comunidades.

En una comunidad de cuidadores, el egoísta es el rey, en una comunidad de provisores


y protectores, el cobarde y el gandul son los reyes. Ese es el territorio de la
explotación cuando cada miembro de la comunidad no participa de los ideales morales
y quienes participan de ellos no están organizados para hacer de la provisión y el
cuidado ley vinculante para todos, mujeres y hombres. La defensa de esos ideales
morales requiere reforzar el ámbito público, un Estado guiado por la voluntad de
perfeccionar la sociedad y una ciudadanía política y económicamente participativa,
donde quepan los derechos y deberes grupales como contrapeso de las aspiraciones
individuales.

María Jesús Izquierdo


Universitat autònoma de Barcelona
MariaJesus.Izquierdo@uab.es

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

Benhabib, Seyla, "Una revisión del debate sobre las mujeres y la teoría moral",
Isegoría/6, 1992.
, "El otro generalizado y el otro concreto: la controversia Kohlberg-Gilligan y la teoría
feminista Benhabib", en Benhabib, Seyla y Cornell, Drucilla (eds.), Teoría
feminista y teoría crítica. Valencia: Ed. Alfons el Magnànim, 1990.

Bubeck, Diemut Elisabet, Care, Gender, and Justice. Oxford, Clarendon Press, 1995.

23
Tomo esta idea de moralidad de Honneth (1997).
24
Seguimos a Agnes Heller (1996) en la concepción de necesidad racial que utilizamos.

Hacia una política democrática del cuidado Mª Jesús Izquierdo

27 de 30
SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde

Butler, Judith, "Actos performativos y constitución del género: un ensayo sobre


fenomenología y teoría feminista", Debate Feminista, vol. 18, oct. 1998.
, Mecanismos psíquicos del poder. Madrid, Cátedra, 2001.

Cancacian, Francesca M., "The Feminization of Love", Signs: Journal of Women in


Culture and Society, vol. 11, nº 4, 1986.

Card, Claudia (ed.), Feminist Ethics. Lawrence: University Press of Kansas, 1991.

Daly, Mary y Lewis, Jane, "The concept of social care and the analysis of contemporary
welfare states", British Joournal of Sociology, 51:3, 2000.

Dominelli, Lena y Ollins, Tim, "Men, power and caring relationships", The Sociological
Review vol. 45, nº 3, 1997.

Donzelot, Jacques, La policía de las familias. Valencia, Pre-textos, 1979.

Ewijk, Hans van, et al. Care Work in Europe. Current understandings and future
directions. WP3 Mapping of Care Services and the Care Workforce. Nederlands
Instituut voor Zorg en Welzijn. Peter Moss (editor), Thomas Coram Research
Unit. Institute of Education University of London. Abril de 2002.

Freud, Sigmund, "Introducción al narcisismo". Obras Completas. Madrid, Nueva Visión,


1974.

Gilligan, In a Different Voice. Psychological Theory and Women's Development.


Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1982.

Held, Virginia, "Mothering versus Contract", en Jane J. Mansbridge (ed), Beyond Self
Interest. Chicago, Chicago Press, 1990.

Heller, Agnes, Una revisión de la teoría de las necesidades. Barcelona, Paidós, 1996.

Heyman, Hody, "Can Working Families Ever Win?” Helping parents succeed at work
and caregiving", Boston Review, Febrero/Marzo 2002.

Honneth, Axel, "Recognition and Moral Obligation", Social Research, vol. 64, 1, 1997.

Izquierdo, María Jesús, "El cuidado de los individuos y de los grupos: quién se cuida.
Organización social y género", Intercambios, Papeles de psicoanálisis, 10. 2003.
 "¿En qué consiste la masculinidad?: De lo privado a lo público, de lo personal a lo
relacional, de lo psíquico a lo social". Reunión de Masculinidad y Políticas
Públicas. PUEG. UNAM Cd. de México. 25 al 27 de noviembre de 2002.
, "La dimensión social de la participación política". Ochenta Aniversario de la
constitución de Emakume Abertzale Batza. Palacio de Congresos Kursaal,
Donostia 15 de junio de 2002.
, Sin vuelta de hoja. Sexismo: Placer, poder y trabajo. Barcelona, Ed. Bellaterra,
2001.
, "Razón y sentimiento en las relaciones de pareja: ¿Del contrato al diálogo?",
Congreso Los hombre ante el nuevo orden social. Emakunde (Instituto Vasco de
la Mujer). Centro Kursal Elkargunea. Donostia 13 al 15 de Junio, 2001.
, "Visibilidad y legitimidad de las mujeres como colectivo social", Jornadas
Transmitir, valorar y reconocer la experiencia de las mujeres. Instituto Vasco de

Hacia una política democrática del cuidado Mª Jesús Izquierdo

28 de 30
SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde

la Mujer. Vitoria, 26 Junio. Vitoria. 2000.


, Cuando los amores matan. Cambio y conflicto en las relaciones de edad y de
género. Madrid, Ed. Libertarias, 2000.
, El malestar en la desigualdad. Madrid, Cátedra, 1998.
, "El dret al treball per a les dones en el marc de la Constitució de 1978". Segona
Universitat d'Estiu de la Dona. Barcelona, Institut Català de la Dona, 1995.

Jecker, Nancy S. y Self, Donnie J., "Separating Care and Cure: An Analysis of Historical
and Contemporary Images of Nursing and Medicine". Otoño de 1997.
http://www.cariboo.bc.ca/ae/php/phil/mclaughl/students/phil433/jecker.html

Klein, Melanie, Envy and gratitude: a study of unconscious. London, Routledge, 2001.

Kröger, Teppo, Comparative Research on Social Care. The State of the Art.
http://www.uta.fi/laitokset/sospol/soccare/reports.htm

Lasch, Christopher, La cultura del narcisismo. Barcelona, Ed. Andrés Bello, 1999.

Mingione, Enzo. Las sociedades fragmentadas Una sociología de la vida económica más
allá del paradigma de mercado. Madrid: Ministerio de Trabajo y Seguridad
Social, 1993.

Moody-Adams, Michele M., “Gender and the Complexity of Moral Voices”, en Card, C.
(ed.), Feminist Ethics…

New, Caroline, “Man Bad, Woman Good? Essentialisms and Ecofeminisms”, New Left
Review, nº 216, 1996.

Noddings, N., Caring: A Feminine Approach to Ethics and Moral Education. Berkeley,
University of California Press, 1984.

Oldman, Christine, "Deceiving, theorizing and self-justification: a critic of independent


living", Critical Social Policy, 23:1, 2003.

OMS, Global Report: Innovative Care for Chronic Conditions: Building Blocks for Action.
Noncommunicable Diseases and Mental Health, 2002.

Pateman, Carole “A Comment on Johnson’s Does Capitalism Really Needs Patriarchy?",


Women’s Studies International Forum, vol. 19 nº. 3, 1996.
, El contrato sexual. Barcelona: Anthropos, 1995.

Ricoeur, Paul, Amor y justicia. Madrid, Caparrós, Ed., 1990.

Rorty, Richard, Contingencia, ironía y solidaridad. Barcelona, Paidós, 1991.

Spelman, Elizabeth V., “The Virtue of Feeling and the Feeling of Virtue”, en Card, C.
(ed.), Feminist Ethics…

Sevenhuijsen, Selma, Citizenship and the Ethics of Care. Feminist Considerations on


Justice, Morality and Politics. Londres, Routledge, 1998.
, "Caring in the third way: the relation between obligation, responsibility and care in
Third Way discourse", Critical Social Policy, 2000, 20:1.

Hacia una política democrática del cuidado Mª Jesús Izquierdo

29 de 30
SARE 2003 “Cuidar Cuesta: costes y beneficios del cuidado” Emakunde

SOCCARE Project. Report 1. European Commission, Brussels, 2001.


http://www.uta.fi/laitokset/sospol/soccare/reports.htm

Thompsom, Suzane et al., "Caregivers of stroke patient family members: behavioral


and attitudinal indicators of overprotective care", Psychology and Health, 17:3,
2002.

Tronto, Joan "The Value of Care A Response to Can Working Families Ever Win?".
Boston Review, febrero/marzo, 2002.
, "Beyond Gender Difference to a Theory of Care", Signs: Journal of Women in
Culture and Society, vol. 12, nº 4, 1987.
, Moral Boundaries. A Political Argument for an Ethic of Care. New York, Routledge,
1994.

Walby, Sylvia, Patriarchy at Work, Patriarchal and Capitalist Relations in Employment.


Cambridge: Polity Press, 1986.

Ward, Dana, “Escuchando voces. El mito de los juicios de género”. Psicología Política
nº 10, 1995.

Williams, Fiona, "In and beyond New Labour: towards a neu political ethics of care",
Critical Social Policy, 2001, 21:4.

Young, Iris M., "Las cinco caras de la opresión", en La justicia y la política de la


diferencia. Madrid, Cátedra, 2000.
, "Imparcialidad y lo cívico público. Algunas implicaciones de las críticas feministas a
la teoría moral y política", en Benhabib, Seyla y Cornell, Drucilla, Teoría
feminista y teoría crítica. Valencia, Ed. Alfons el Magnànim, 1990.

Hacia una política democrática del cuidado Mª Jesús Izquierdo

30 de 30
apuntes...
Apuntes de un pensar en proceso -1-

Cuidados globalizados

¿De dónde surge este texto? Contestar esta pregunta es imprescindible para poder situarlo y enten-
derlo. Este texto tiene su origen más remoto en la deriva con trabajadoras domésticas que realiza- 1 Podéis ver las invitaciones y el
mos el 27 de Octubre de 2002 y cuyo relato aparece en este libro. Aquella deriva generó múltiples resumen del primero en:
preguntas que hemos ido intentando, si no contestar, sí discutir y conectar con otras muchas nue- http://www.sindominio.net/karako-
vas que nos han ido surgiendo. Este proceso de cuestionamiento constante lo hemos llevado a cabo la/precarias.htm
en los sucesivos Talleres de «Cuidados Globalizados (amas de casa, chachas, señoritas y cuidado- 2 Algunos de los textos y todas las
referencias podéis encontrarlos en:
ras en general)» que han tenido lugar en la Escalera Karakola.1 Y, como nunca nos quedábamos
http://www.sindominio.net/karako-
satisfechas, marzo se unió con junio y el I dio lugar al II, y éste, al III, y éste... ya se verá. En estos la/precarias/cuidadosdossier.htm
talleres hemos intentado debatir y compartir experiencias juntas y juntos (aunque, oh casualidad, y, completo, en Traficantes de
parece que interesaban mucho menos a ellos que a ellas). Hemos recurrido a gente que había tra- Sueños, calle hortaleza 19 1º drcha,
Madrid.
tado estos temas antes, que estaba inmersa en el mundo de los cuidados desde diversas localiza-
ciones: mujeres migrantes empleadas de hogar, abogadas conocedoras de la legislación del trabajo
doméstico, mujeres que han puesto en marcha diversas iniciativas con las que intentar un reparto
distinto y autoorganizado de los trabajos de cuidados... Y, por supuesto, (nos) hemos dado voz a
todas las personas cuidadoras que han aparecido por allí, porque cuidadoras somos todas; de noso-
tras mismas, de la gente a nuestro alrededor, día a día. También hemos reunido textos que creía-
mos interesantes en el Dossier de Cuidados Globalizados.2
Estas páginas están escritas desde un «nosotras polifónico», una pluralidad de voces, donde se
entremezclan múltiples localizaciones vitales, entre las que tenemos que destacar las diversas
situaciones de las mujeres migrantes y las mujeres autóctonas. A veces, oiréis a unas, otras: a otras,
pero siempre tratando de empezar a construir alianzas transnacionales como aquellas de las que
os hablaremos más adelante. Es un texto, por tanto, escrito por mujeres del Norte y del Sur, pero
claramente situado en el Norte. No pretendemos hablar del todo, sólo intentamos aportar una
determinada visión (desde este Occidente privilegiado, pero donde el privilegio no se reparte ni
llega a todas/os por igual) que colabore, en lo posible, a la construcción colectiva de mapas de la
realidad con anhelos de ser críticos y transformadores.
Aunque el texto es largo (por favor, no os asustéis) hemos intentado que cada apartado
pueda ser leído separado, que tenga sentido en sí mismo además de colaborar, claro, a un único
hilo argumental que se va tejiendo poco a poco. En el primer apartado, se habla de cómo coli-
sionan actualmente dos lógicas, la del mercado que busca beneficios y la del cuidado que busca

217
a la deriva...

mantener la vida. Siendo ambas lógicas irreconciliables, en una sociedad como la del Estado
español que prioriza la primera, las tensiones son constantes e inevitables. La absorción de estos
conflictos y la sostenibilidad de la vida son sólo posibles mediante una desigual distribución de
los cuidados por ejes de poder (de género, raza, clase, país de origen...) que convierten el traba-
jo de cuidados en una externalidad positiva invisible. Esto es lo que garantizaba el modelo de
familia nuclear fordista «hombre ganador de ingresos–mujer ama de casa» actualmente en quie-
bra. En el segundo apartado esta quiebra se sitúa dentro de un fenómeno más amplio de crisis de
los cuidados que, argumentamos, está ocurriendo hoy en los países del centro como consecuen-
cia de múltiples factores y que funciona como elemento invisible de creación de miedos colecti-
vos con los que poder cimentar el frente interno de la guerra global permanente. Mientras tanto,
en los países de la periferia, se vive una crisis aún más aguda, que ataca la posibilidad misma de
sostenibilidad de la vida. La implementación de Programas de Ajuste Estructural y otras políti-
cas liberalizadoras, la privatización de los recursos naturales, etc. han socavado las posibilidades
de subsistencia al margen de los mercados capitalistas y, al mismo tiempo, han limitado y, sobre
todo, precarizado, las vías de obtención de ingresos monetarios. Estos y otros fenómenos dan
lugar a un flujo migratorio que, regulado por restrictivas y militarizadas políticas migratorias,
aseguran la disponibilidad en el centro de una abundante mano de obra flexible y chantajeable
que sirve como elemento esencial para garantizar un cierre conservador de la crisis de los cuida-
dos. Se crean así las llamadas cadenas mundiales de afectos, en las que distintas mujeres a lo
largo del mundo se transfieren trabajos de cuidados de unas a otras. Estas cadenas se abordan en
el tercer apartado, donde se intenta comprender las diversas localizaciones de las mujeres y las
dinámicas de poder entre ellas, reconociendo la no horizontalidad de la cadena.
¿Qué ocurre con la mujer que se queda en el país de origen? ¿Y con la que migra? Y, aquí, en
el Norte, ¿qué relaciones de poder se establecen entre la mujer migrante y la mujer que la contrata?
El reparto social de los cuidados, la construcción de sociedades donde los mercados se erigen por
encima de la vida, la confluencia de múltiples fenómenos globales en las crisis
de los cuidados y de sostenibilidad de la vida, la construcción de nuevas rela-
ciones de poder entre mujeres o el reforzamiento y renovación de otras ante-
riores... son múltiples fenómenos que intentaremos ir desgranando y que
consideramos que suponen un reto crucial al que, desde el feminismo, hemos
de intentar dar respuesta evitando caer en cierres reaccionarios de las múl-
tiples crisis. Llegamos así al cuarto y último apartado, ¿qué hacer? Somos
conscientes de la dificultad y el riesgo de empezar, y, desde ahí, propone-
mos como objetivo último transformar una sociedad destructiva que
prima la lógica del capital por otra donde se valore la vida, en toda su
amplitud. Pero, para ello, hemos de adentrarnos en procesos de cons-
trucción de subjetividades nuevas y no normativas que revaloricen los
cuidados, rompan con nociones de independencia que nos imponen
modelos imposibles de autonomía, acaben con peligrosos mitos como el
del hogar dulce hogar (que inhibe otras formas menos jerárquicas de
comunidad) o como el del amour fou. Y todo ello desde la urgencia de
los intentos de construcción de alianzas transnacionales entre mujeres,

218
apuntes de un pensar en proceso>cuidados globalizados

que puedan concretarse en espacios tangibles desde los que poder experimentar propuestas espe-
cíficas que saquen a la luz los trabajos de cuidados y los conflictos que subyacen a su reparto.

1. Cuidados y beneficio

1.1. Un primer acercamiento a los cuidados

Es muy habitual que, al intentar entender la «realidad», dirijamos la mirada a un punto muy con-
creto, los mercados capitalistas. El empleo, el capital, el dinero, se erigen en el centro de nuestra
atención. Y, claramente, son elementos de importancia indiscutible, pero no son «el todo». Es nece-
sario intentar escapar al doble reduccionismo economicista que, primero, equipara al conjunto
social con la economía y, segundo, a la economía con los mercados. Aunque en las sociedades capi-
talistas avanzadas los mercados capitalistas son un elemento absolutamente crucial, hemos de
preguntarnos si hay más esferas de actividad socioeconómica, «fuera» de los mercados, o en una
relación distinta con ellos y, en su caso, cuáles son las interrelaciones entre los mercados y lo que
no es propiamente mercado. Sin intentar esta ampliación de perspectiva, es imposible visualizar
la dimensión de los cuidados.
En el Estado español, la idea de que mercados y sistema socioeconómico no son lo mismo
queda claramente representada cuando se señala que dos tercios del trabajo realizado son traba-
jos no remunerados; es decir, no empleo, no trabajo asalariado, sino esa diversidad de trabajos gra-
tuitos que, muy frecuentemente, se etiquetan como no–trabajo o inactividad. Y, de esos dos tercios
del trabajo total, el 80% son trabajos de cuidados. Los siguientes datos muestran los millones de
horas que se dedican anualmente a cuidar sin recibir remuneración a cambio, así como los millo-
nes de empleos a los que equivaldría ese trabajo si se realizara en el mercado:3 3 Datos de Durán, M. A., «El análisis
de exhaustividad en la economía
española», en Carrasco, C. (ed.),
Tiempos, trabajos y género,
Cuidados no Horas anuales Equivalente en % realizado
Publicacions de la Universitat de
remunerados (millones) empleos (millones) por mujeres Barcelona, Barcelona, 2001, pp. 41-55.

TOTAL 23.589 14,1 80,9


Cuidado de niñas y
14.500 8,7 82,3
niños

Cuidado personas
4.295 2,5 79,8
ancianas y niños
Cuidado personas
4.780 2,7 80,3
enfermas

219
a la deriva...

Dar cifras sobre los trabajos no remunerados es algo muy polémico y pueden realizarse muchas
críticas a la manera de obtenerlas.4 Sin embargo, puede ser conveniente introducirlas para dar una
4 La crítica a la forma de medir los
simple idea de las dimensiones de lo que estamos hablando, de lo fundamental de los cuidados
cuidados no remunerados se inser-
ta dentro de la crítica a los intentos
para el conjunto del sistema socioeconómico. Los cuidados son fundamentales en la medida en
de medición del trabajo doméstico. que son la base social y porque todas y todos necesitamos cuidarnos y ser cuidadas/os a lo largo
Hay dos formas fundamentales de de nuestra vida. Tienen que ver con el mantenimiento cotidiano de la vida, con tareas a veces
medición. Una de ellas intenta dar
nimias o rutinarias, que se dirigen al bienestar emocional y material inmediato. El cuidado es una
cifras monetarias, es decir, el valor
del trabajo doméstico en dinero. La necesidad diaria de todas las personas, aunque su forma concreta varíe a lo largo del ciclo vital y
crítica fundamental que se le hace el contexto histórico y cultural. A veces, las personas la cubren por sí mismas, en lo que llamamos
es que cae en la misma trampa autocuidado, y, a veces, se cubre mediante la interacción, cuidándonos unas/os a otras/os. Por eso
androcéntrica de valorar facetas
históricamente asignadas a las
al hablar de trabajo de cuidados podemos referirnos al hecho de cuidar a otra persona, pero tam-
mujeres mediante su asimilación a bién al hecho de que una persona se cuide a sí misma. El trabajo de cuidados es un continuum entre
lo masculino, en este caso, lo mone- el consumo, el ocio y el trabajo en su acepción más fordista. Los cuidados son la base de todo el
tario. La segunda forma es medir
este trabajo en términos de tiempo.
sistema socioeconómico, pero una base habitualmente invisibilizada e infravalorada.
Aunque se aleja un poco más de
los referentes monetarios, sigue
arrastrando problemas clave:
nociones lineales del tiempo, fron-
teras entre trabajo y no trabajo,
1.2. La lógica del beneficio y la priorización de los mercados
incapacidad de captar la multidi-
mensionalidad de las experiencias,
etc. Diferentes propuestas para el Mantener algo tan omnipresente en el limbo de lo invisible tiene que ver con una estructura social
caso español pueden encontrarse que se ha organizado con los mercados en su centro y que ha hecho suya la lógica que los guía.
en Carrasco, C. (ed.), Tiempos, traba-
jos y género, ibid.
5 Todos los textos que aparecen en
«Hay un problema de fondo que es la priorización de las necesidades del mercado, que el objetivo de esta socie-
cursiva y entrecomillados son frag- dad son los mercados y la acumulación del capital, por encima de cualquier otra necesidad. Eso no se puede per-
mentos de conversaciones de los
tres comentados Talleres de der de vista porque está ahí presionando.»5
Cuidados Globalizados que tuvie-
ron lugar en La Escalera Karakola Los mercados capitalistas se rigen por el objetivo de la acumulación de capital. El motor de su fun-
entre marzo y junio de 2003.
6 La famosa fórmula subyacente a cionamiento no es producir para satisfacer necesidades/deseos de las personas (de cuidados u
los mercados capitalistas: D-M-D’ : otras). Por el contrario, los mercados son autorreferentes, funcionan por su propia necesidad de cre-
dinero para producir mercancías, ación constante de beneficios.6 Esto implica que sólo van a satisfacer la «demanda solvente», es
para venderlas y generar más dinero. decir, las necesidades de aquellas personas con dinero para pagar y con capacidad para expresar-
lo. Según el liberalismo y Adam Smith, a través de esta persecución egoísta del propio interés y de
la maximización del beneficio, la sociedad se organiza de una manera eficiente; es la mano invisi-
ble del mercado. No parece acertado detenernos a explicar el por qué de nuestra poca o ninguna fe
en semejante mano invisible. Cabe decir, simplemente, que esa lógica del beneficio choca inexora-
ble y constantemente con las necesidades de las personas, con la necesidad de la vida de perpe-
tuarse. Priorizar los mercados pone en riesgo constante la sostenibilidad de la vida. Y si la vida y
los mercados siguen coexistiendo es porque alguien históricamente ha absorbido (en la medida de
lo posible) las tensiones que se generan entre ambas. Mirando más allá de los mercados, hasta
Adam Smith reconoce que el funcionamiento de los mercados sólo es posible si, detrás (alrededor,
simultánea, por delante, desbordada) hay otra lógica diferente, la lógica del cuidado de la vida, de

220
apuntes de un pensar en proceso>cuidados globalizados

atención a las necesidades de las personas.7 Esta lógica queda relegada a los hogares, a las mujeres y
a sus trabajos gratuitos; al cuidado diario de la vida para que el mercado tenga cada día trabajado-
7 Lo que algunas feministas llaman
res recién planchados.
«corazón invisible» (Folbre, N. The
Antes de pasar a mencionar algunas consecuencias de la priorización de la lógica de acumula- Invisible Heart. Economics and Family
ción, es preciso hacer algunas puntualizaciones. En primer lugar, cuando hablamos de la lógica Values, The New Press, Nueva
York, 2001) o «mano invisible de la
que guía cada esfera (los mercados frente a los cuidados), nos referimos a una dimensión colecti- vida cotidiana» Carrasco, C. «La
va, no individual. Es decir, las personas concretas pueden tener motivos diferentes para actuar en sostenibilidad de la vida humana:
cada ámbito. Precisamente, desde el feminismo se ha dado una resistencia muy fuerte a la noción ¿un asunto de mujeres?», en
(neo)liberal de que todas las personas actúan de forma egoísta y competitiva en los mercados Mientras Tanto, nº 82, otoño-invier-
mientras que, en los hogares, reina el amor, la armonía y el altruismo.8 Pero, si bien a escala indi- no, Icaria Editorial, Barcelona, 2001.
8 Por ejemplo, Hartmann, H. y
vidual el dibujo es muy variado y complejo, sí podemos decir que, a nivel agregado, los mercados
Folbre, N., «La retórica del interés
funcionan en tanto en cuanto se produzcan beneficios; mientras que los trabajos gratuitos de cui- personal. Ideología y género en la
dados tienen un objetivo de generación inmediata de bienestar. En segundo lugar, hablamos de teoría económica», en Carrasco, C.
lógicas situadas en una cultura y momento histórico concretos, es decir, creemos que hay que ser (ed.), Mujeres y economía. Nuevas
perspectivas para viejos y nuevos pro-
muy cautas al hablar de una lógica del cuidado para evitar caer en la exaltación de una moral del
blemas, Icaria, Barcelona, 1988/1999.
cuidado (como se ha hecho desde algunas posiciones feministas) que tiene un factor esencialista 9 Como teórica clave de la ética del
muy serio (la mujer madre, empática con las necesidades de quienes están a su alrededor y con la cuidado Gilligan C., La moral y la
naturaleza) y que, con demasiada frecuencia, falla al criticar otros aspectos presentes en esas acti- teoría: psicología del desarrollo femeni-
vidades femeninas, como pueden ser la coacción, la obligación social, etc.9 no, Fondo de Cultura Económica,
México, 1986; y para una discusión
Una vez comentado brevemente esto, veamos ya algunas de las consecuencias de dar priori- feminista, Larrabee, M. J. (ed.), An
dad social a la lógica de acumulación. Otorgarle esa prioridad implica que se acepta que esa lógi- ethic of care: feminist and interdiscipli-
nary perspectives, Routledge,
ca organice la producción: «[E]n la sociedad capitalista no se produce lo que necesitan las perso- Londres, 1993.
nas: da igual producir medicinas o bombas con tal de que originen beneficios».10 Que organice 10 Río, S. del, « Mujeres, globaliza-
también los espacios: como ejemplos podemos poner las ciudades globales al servicio de los gran- ción y Unión Europea: algunas
des capitales y las elites financieras;11 o los procesos de rehabilitación de cascos históricos donde reflexiones», en
se busca una revalorización especulativa y no la mejora de las condiciones de vida de la población http://www.nodo50.org/caes, 2000.
11 Sassen, S., La ciudad global, Nueva
que los habita, como el que está ocurriendo actualmente en Lavapiés.12 Que estructure los tiempos,
York, Londres, Tokio, Buenos Aires,
como puede verse en fenómenos como la flexibilización de la jornada, la apertura de comercios Eudeba, 1999.
veinticuatro horas, la homogenización de los tiempos vitales y su reducción a una única medida, 12 Mirar, por ejemplo: «La rehabili-
el tiempo dinero, el tiempo mercancía... Y, constantemente, esta estructura que responde a las exi- tación de Lavapiés o el despotismo
gencias de los mercados choca con las necesidades que surgen del cuidado que, si bien no reciben castizo: todo para el barrio... pero
sin el barrio» en http://www.sindo-
prioridad social, son, en parte, inflexibles (si la persona a la que cuidas se pone mala, no puede minio.net/karakola/despotismocas-
esperar a que vuelvas del curro para atenderla; aunque tengas un horario loco, necesitas dormir, o tizo.htm
tu hija/o sigue necesitando comer). El funcionamiento autorreferente de los mercados junto con las
exigencias cotidianas del cuidado provocan fuertes tensiones, a veces irresolubles, a veces sólo reso-
lubles mediante su absorción por parte del colectivo que es socialmente responsable del cuidado.
Cabe entonces preguntarse cómo se han resuelto históricamente estas tensiones y quién ha sido
histórica y socialmente responsable de cuidar la vida en semejante entorno hostil.

221
a la deriva...

1.3. Distribución histórica de los cuidados


13 Por ejemplo, en el cuidado de
personas enfermas, en el que existe
una amplia infraestructura sanitaria, Sea cual sea la estadística, informe o estudio al que atendamos, provenga de la perspectiva políti-
ésta sólo aporta el 12% de los cuida- ca que provenga, o partiendo del simple sentido común y de la observación de la vida diaria, siem-
dos necesarios. El resto se facilitan
gratuitamente desde el sistema
pre se llega a la misma conclusión: en el Estado español la inmensa mayoría del cuidado lo realizan
doméstico, Durán, M. A., Los costes las familias sin recibir nada a cambio.13 Y, dentro de ellas, como la tabla anteriormente inserta seña-
invisibles de la enfermedad, Fundación la, las mujeres realizan hoy día el 80% del trabajo de cuidados a terceras personas.14 Ésta ha sido
BBV, Bilbao, 1999. De la asistencia la distribución histórica de estos trabajos, asignados al ámbito de lo privado, de los hogares, de lo
personal que reciben las personas
discapacitadas, las familias cubren femenino: «El asunto es que así se ha solucionado la papeleta, pero desde una posición de no elección.» El
el 78,1% (personas de 6 a 64 años); complemento a estos trabajos femeninos gratuitos e invisibles venía dado por la existencia de un
77,3% (de 65 a 79); y 80,3% (mayo- hombre, cabeza de familia, con un empleo fijo, a tiempo completo, que salía de casa cada día, libre
res de 80), INE, Encuesta de
Deficiencias, Discapacidades y Estado
de «cargas», para ir al mercado. Es el modelo «hombre ganador de ingresos – mujer ama de casa»,
de Salud, 1999. la familia nuclear fordista, con rasgos peculiares en el Estado español:
14 Aunque los datos se refieren al
Estado español, ambas afirmacio- «En el franquismo la familia fue un pilar fundamental de la estructuración social [...]. Se trataba de una familia
nes son igualmente ciertas para el
extremadamente jerárquica, donde el marido/padre ostentaba explícitamente el poder. En ella se daba un rígido
resto de los países occidentales.
15 Pérez Orozco, A. y Río, S. del, reparto de funciones entre hombres y mujeres. [...] Las “virtudes” de la familia (sobre todo de las numerosas)
«La economía desde el feminismo: eran exaltadas por todas las instancias públicas y desde las instituciones, el púlpito y los medios de comunica-
trabajos y cuidados», en Rescoldos. ción se insistía machaconamente en el modelo a cumplir por las mujeres: paciencia, abnegación, entrega total...»15
Revista de diálogo social, nº. 7,
invierno 2002. También en:
www.sindominio.net/karakola/pre- Este modelo, con una mujer a tiempo completo en el hogar y un hombre a tiempo completo en el
carias/cuidadosdossier.htm mercado, que relega el trabajo de cuidados al ámbito de lo invisible e infravalorado, ha funciona-
16 El hombre cabeza de familia es do en gran medida más como un ideal social que como una realidad. Es decir, este modelo de
titular de derecho directos, por familia nuclear con esa división de roles sólo ha estado plenamente accesible para las familias
cotizar a través de su empleo. Y
todo el resto de «dependientes» o
blancas, burguesas, heterosexuales. Mujeres de otras razas o de clase baja han estado siempre pre-
«personas a cargo» (todavía hoy se sentes también en el mercado laboral, han organizado el cuidado en torno a redes extensas de
llama así a la esposa, hijas/os...) tie- mujeres que superaban esta idea estrecha de familia. Sin embargo, como imaginario social basado
nen acceso a los derechos llamados en jerarquías de género, clase y raza, ha tenido una gran fuerza histórica. Ha sido el modelo al que
derivados por sus vínculos familia-
res con él. Ni el simple hecho de tender, la norma de la cual grupos sociales «problemáticos» se han desviado y la noción que ha
ser ciudadana/o ni el trabajar fuera servido de base al conjunto de la estructura socioeconómica. El Estado del Bienestar, a pesar de las
del mercado han servido histórica- diferencias entre países, se ha organizado sobre la concepción de que la familia fordista era la
mente como fuentes de derechos (y
tampoco hoy sirven, como norma
norma social.16 La legislación laboral17 y el sistema impositivo18 también se han basado y han
general). Muchas prestaciones se (re)producido este modelo. Dos mitos de la socialdemocracia y/o del movimiento obrero, como
han concedido y conceden a la son el Estado del bienestar y el pleno empleo, se han sostenido mediante la existencia subyacente
familia a través del cabeza de fami-
de esa estructura de género.
lia, el responsable de los ingresos
17 Por ejemplo, en algunos países, Por tanto, las tensiones entre el cuidado y los mercados se han resuelto históricamente a través
se establece que el salario mínimo de los trabajos gratuitos de las mujeres en el ámbito privado. Es la división sexual del trabajo típi-
masculino debía ser suficiente para ca de los países capitalistas occidentales en los denominados «años de oro» del capitalismo. Lo
cubrir a un matrimonio y dos
niñas/os mientras el femenino esta- que Pateman denomina el «contrato sexual»,19 y que es una de las estructuras subyacentes al tan
blece este ingreso en términos indi- cacareado «contrato social» mediante el cual, supuestamente, individuos autónomos se unen para
viduales. formar el Estado. Los cuidados quedan convertidos en una externalidad positiva: es decir, es algo

222
apuntes de un pensar en proceso>cuidados globalizados

que, por suerte (o sea, es bueno, positivo), ocurre; y ocurre fuera de la esfera de lo publico (es exter-
no) y de forma natural (lo invisible siempre es natural, o lo natural, invisible). ¿Por qué la vida 18 Por ejemplo, al permitir cotizar
sigue, quién cuida a los hombres que trabajan en los mercados, a los niños, a los adultos, a los vie- juntos a los matrimonios, o al exigir
jos? Es algo que no es necesario plantearse socialmente, es algo que está ahí, sin más, día a día. el nombramiento de un cabeza de
familia oficial a fines fiscales.
19 Pateman, C., El contrato sexual,
«En definitiva, la producción capitalista se ha desligado del cuidado de la vida humana, apareciendo como un
Barcelona: Anthropos; México:
proceso paralelo y autosuficiente. Pero no sólo eso. Además de mantener invisible el nexo con las actividades de Universidad Autónoma
cuidados, utiliza a las personas como un medio para sus fines: la obtención de beneficio».20 Metropolitana-Iztapalapa
1988/1995.Barcelona, 2001.
20 Carrasco, «La sostenibilidad de
Ahora bien, el porqué de esta distribución sexual del trabajo es aún tema de discusión. ¿Ha sido
la vida humana» op.cit.
el capital el que la ha generado, por motivos varios: los cuidados no eran una esfera rentable sus- 21 Para una explicación y discusión
ceptible de beneficio, además, tener amas de casa permitía disminuir el valor de la fuerza de tra- de la primera perspectiva, ver
bajo y, por tanto, los salarios, a la vez que se disponía de un ejército de reserva? ¿O ha sido un con- Molyneux, M., «Más allá del debate
senso del patriarcado y el capital forzado por el movimiento obrero masculino que no quería com- sobre el trabajo doméstico», en
Borderías et al. (comp.), Las mujeres
partir los beneficios del trabajo asalariado con las mujeres, es más, temía su independencia? Este
y el trabajo: algunas rupturas concep-
tema da para mucho debate, y supera con mucho las pretensiones de este texto.21 tuales, Icaria, Barcelona, 1979/1994,
Lo que está claro es que los mercados se han basado en, (han dependido) de, la existencia pp. 111-150; la segunda puede
representarse Hartmann, H.,
de todos esos trabajos invisibles que reproducían la vida (y, por tanto, a las/os trabajadoras/es «Marxismo y feminismo: un matri-
asalariadas/os y a las/os consumidoras/es) sin hacer ruido. Esas externalidades positivas, cuya monio mal avenido. Hacia una
conceptualización como tales permitía esconder ese estrecho vínculo, esa misma dependencia. unión más progresiva», en Zona
Abierta, 20, 1980.
Los mercados como única realidad visible dan una imagen, por fuerza, de autosuficiencia. 22 Carrasco, C., «La sostenibilidad
Este ocultamiento de la dependencia a nivel colectivo ocurre también a nivel individual. En de la vida humana», op.cit.
palabras de Carrasco:

«Tradicionalmente se ha considerado a las mujeres personas “dependientes” porque tenían ingresos monetarios
menores o sencillamente no tenían. Sin embargo, normalmente no se nombra la “dependencia” de cuidados, es
decir, la capacidad de cuidarse a uno(a) mismo(a) y a otras personas. En este sentido, los varones son absoluta-
mente dependientes de las mujeres.»22

La imagen de las amas de casa, las principales cuidadoras, como dependientes, frente a un cabe-
za de familia asalariado, sujeto autónomo, casa bien con el individualismo liberal característico del
ámbito público (por tanto, imagen referente, de nuevo, del hombre blanco, burgués, heterose-
xual... sujeto de derechos políticos y económicos, ciudadano en sentido pleno). Los diversos pares
que forman la estructura binaria del pensamiento occidental se unen y retroalimentan: público/
privado mercado/familia, egoísmo/altruismo, empleo/cuidado, autonomía/dependencia, raciona-
lidad/emotividad, civilización/naturaleza... Pero la valoración social recae en uno solo de los
miembros de cada par. El cuidado se desvaloriza, se convierte en la marca del ama de casa, la mujer
subyugada: «también es verdad que cuidar es un “marrón”, que nadie quiere asumir y lo asume quien está
peor y no puede decir que no.» El cuidado es un marrón, una putada, que nosotras, mujeres jóvenes
más o menos emancipadas, no queremos asumir. No sólo cuidar es un marrón, sino que necesitar
cuidados (ser dependiente) es no poder ser aquello que más apreciamos: autosuficiencia, el ideal

223
a la deriva...

liberal del individuo autónomo. Es una marca que recae en niñas/os, personas enfermas, ancianas
o discapacitadas, o en las mujeres sin ingresos propios: «los dependientes». Esta desvalorización
23 Aunque hasta aquí hemos
del cuidado tiene que ver con una epistemología patriarcal donde la civilización se entiende como
hablado casi en exclusiva del traba-
jo de cuidados no remunerado en
desapego progresivo de todos los vínculos con la naturaleza; el hombre es hombre (en masculino)
la familia, también hay cuidados a en tanto que piensa y trasciende su condición natural/animal. Así, el cuidado representa los nexos
través de empresas, o del sector más básicos e inevitables con lo natural, con los cuerpos, con las emociones. Tiene muy poco de
público, u organizado mediante trascendente y mucho de inmanente. La desvalorización de los cuidados no es ajena a la desvalo-
otras redes; o, punto en el que,
luego, nos centraremos, contratan- rización del medio ambiente, a una sociedad destructiva del entorno, a la negación de los cuerpos.
do directamente a una mujer, a
menudo de forma informal, a
menudo a una mujer migrante.
1.4. Transversalidad e invisibilidad

Comentemos un par de ideas más. En primer lugar, y siguiendo con la noción de una epistemolo-
gía dualista y jerárquica que subyace a nuestra forma occidental contemporánea de entender el
mundo, precisamente, el cuidado representa la transversalidad que, quizá, pueda ayudarnos a
movernos entre los pares aparentemente opuestos. Los cuidados son una noción transversal en
múltiples dimensiones. Rompen la noción de dependencia frente a la de independencia, resaltan-
do la idea de que todas las personas hemos de cuidarnos en el día a día, dependemos unas de otras
en diferentes dimensiones y en diferentes momentos de
nuestras vida. No son «los otros» quienes necesitan ser
cuidados. Además, los cuidados entremezclan de forma
indisociable lo «material» y lo «inmaterial» (aspectos
relacionales, emotivos, subjetivos, sexuales) de nuestras
vidas, necesidades y deseos. El trabajo de cuidados atra-
viesa diversas esferas de actividad económica; une lo
mercantil con lo no mercantil.23 No se restringe a los
hogares, tampoco a una mujer concreta, sino que histó-
ricamente se ha organizado en torno a redes de muje-
res, dentro y fuera del hogar, pagadas o no pagadas,
familia nuclear o extensa, en la escuela, en el hospital...
Cadenas de mujeres que, a veces, confluyen en una
sola persona. Cadenas de mujeres que, como se verá
más adelante, atraviesan los países y las fronteras. Es
un trabajo donde múltiples tareas se entremezclan al
mismo tiempo, requiriendo una gestión constante de
tiempos y espacios y una polivalencia de conoci-
mientos. Es un trabajo donde la diferenciación entre
tiempo de vida y tiempo de trabajo es sumamente
dificultosa: qué es cuidado, qué es ocio, qué es con-
sumo, cuándo trabajo y cuándo vivo, o son ambas
facetas inseparables. Si te cuidas a ti misma, ¿estás

224
apuntes de un pensar en proceso>cuidados globalizados

trabajando?; si pasas una tarde hablando con un amigo, escuchándole, ¿le estás cuidando?, ¿te
estás cuidando?, ¿os estáis cuidando o simplemente pasáis un buen rato?, ¿si lo pasas bien no tra-
24 Anacaona (Bélgica), «Las
bajas?... Los cuidados atraviesan desde las actividades más rutinarias, aburridas y, a veces, des-
Voladoras. O de la migración inter-
agradables, a otras muy placenteras. Cuidado es transversalidad. nacional de las mujeres latinoameri-
Y cuidado es invisibilidad, pero no una invisibilidad lineal u homogénea, sino «esta múltiple canas», manuscrito inédito, se
puede consultar en: http://www.sin-
invisibilidad que rodea al trabajo doméstico».24 Es invisible porque la dependencia es siempre dominio.net/karakola/precarias/cui-
unidireccional: los hogares dependen de los mercados y las amas de casas del cabeza de familia dadosdossier.htm
que trae el dinero. Es invisible en la medida en que no recibe reconocimiento social, ya que, como 25 La regulación legal del trabajo
hemos comentado, cuidar es algo socialmente infra/desvalorizado. Invisibilidad puede referirse doméstico refleja claramente su con-
a la ausencia de remuneración (trabajo gratuito y, por tanto, inexistente en la estadísticas que sideración como un trabajo a
medias. Es una legislación específi-
marcan el bienestar, el dichoso crecimiento económico); o a la ausencia de prestaciones: paro, ca, separada del régimen general
jubilación, bajas... o a la ausencia de regulación legal cuando el trabajo es gratuito o ilegal; o a la por el que se rigen la gran mayoría
existencia de una legislación que establece que trabajo doméstico/de cuidados es un empleo de de los empleos. Se acerca más al
régimen de autónomos que al de
segunda categoría,25 o a la interconexión de la invisibilidad del trabajo con la invisibilidad de la per- asalariados, por lo que la gran
sona (inmigrantes sin papeles, que no pueden necesitar cuidados y que oficialmente no cuidan a mayoría de las empleadas de hogar
nadie); o a la ausencia de normas legales o sociales que demarquen las condiciones laborales, los no están dadas de alta en la seguri-
horarios, las vacaciones; o, incluso, a la ausencia de nombres, porque habiéndonos acostumbrado dad social. No es obligatorio el con-
trato escrito. La relación laboral
a ordenar la realidad en compartimentos estancos, algo tan transversal se nos escapa. Distintas puede extinguirse por la pura arbi-
formas de organizar los cuidados denotan diferentes combinaciones de invisibilidad. trariedad de la persona empleadora
y las indemnizaciones por despido
Pero toda esta estructura está en proceso de transformación acelerada. Por un lado, en los paí- son ínfimas. La jornada laboral está
ses del centro de la economía global, estamos presenciando lo que llamaremos una crisis de los totalmente indeterminada en la
cuidados; por otro, en los países de la periferia, cínicamente llamados «en desarrollo», asistimos a medida en que no existe límite para
una crisis a gran escala de la (re)producción social, de la posibilidad misma de sostenibilidad de el número de horas en las que la tra-
bajadora debe estar disponible si es
la vida. Ambos fenómenos se están imbricando para dar lugar a un cierre reaccionario de ambas requerida (lo que se llama legalmen-
crisis, con implicaciones muy serias para el feminismo y, en general, para cualquier movimiento te tiempo de disponibilidad).
por la justicia y la dignidad, por la posibilidad de autodeterminación de la propia vida y contra la Aunque el salario es igual al salario
mínimo interprofesional, la emplea-
explotación en aras de la maximización del beneficio. dora puede descontar hasta un 45%
del salario en concepto de manuten-
ción y alojamiento. La ley no da
derecho al subsidio por desempleo
2. Dimensiones globales de dos crisis ni por enfermedad profesional; no
da derecho tampoco a cobrar el sala-
rio hasta el vigésimo noveno día de
enfermedad; la situación de incapa-
2.1. Los cuidados en crisis cidad laboral transitoria no exime de
la obligación de cotizar... Esta situa-
ción de absoluta precariedad queda
En los países de capitalismo avanzado, el modelo familiar fordista, basado en el «hombre ganador reflejada en el siguiente comentario
de ingresos – mujer ama de casa», entra en una crisis paulatina pero inexorable que se hace plena- surgido en uno de los talleres:
mente manifiesta a partir de la década de 1970. Como ya hemos señalado, se trataba de un modelo «Pregunta – Normalmente esto [la legis-
lación] no lo conocen mucho los emplea-
ideal, una mistificación que, generalizada y convertida en imagen ahistórica, ha servido con fre- dores, gracias a dios. Respuesta –
cuencia para ocultar el hecho evidente de que las mujeres estuvieron presentes en el mercado labo- Efectivamente, casi es mejor ni decirlo.
ral desde los inicios de la industrialización. Esto no quiere decir que su papel fuera idéntico al de los (risas)». Nuestros agradecimientos a
hombres: si trabajaban a cambio de un salario, su actividad se concentraba fundamentalmente en la abogada Arantxa Zaguirre por
toda esta información.

225
a la deriva...

la agricultura y, en menor proporción, en la industria textil y de maquinaria ligera; pero, sobre


todo, las mujeres tendían a funcionar como «variable de ajuste» de la economía familiar y de las
26 En la siguiente tabla se puede
economías nacionales: entraban y salían del mercado laboral en función de las necesidades de
observar la paulatina incorporación ingresos monetarios del núcleo familiar, del ciclo demográfico de la familia, de las necesidades
de la mujer a la «población activa»
(es decir, al conjunto de población de cuidados de sus miembros y de la demanda de mano de obra femenina; así mismo, se las inge-
involucrada en algún tipo de activi- niaban para hacer cuadrar las entradas de dinero con los gastos e inventaban mil estrategias
dad económica contabilizada como alternativas de obtención de recursos cuando los ingresos monetarios no llegaban. Hacían de
tal según los parámetros de la eco- bisagra entre la lógica del beneficio y la lógica del cuidado y, como ya hemos señalado, eran las
nomía clásica) y su desplazamiento
gradual hacia el sector servicios en principales agentes y responsables de esta segunda. Este papel de bisagra y la tensión que lleva-
los países de capitalismo avanzado ba implícito es lo que la imagen del «hombre ganador de ingresos – mujer ama de casa», como
(Europa, Norteamérica, Japón, modelo ideal hacia el que las familias debían tender, patrocinado activamente por empresarios,
Australia y Nueva Zelanda).
Estado e Iglesia, venía a tapar, a acallar, a cerrar. Esta imagen era, pues, una mistificación, pero
Fuente: bases de datos de la OIT.
una mistificación tremendamente eficaz, que dotaba de solidez a la institución familiar.
Sin embargo, a partir de cierto momento, la imagen empie-
Tabla II: Población Activa en Países de capitalismo avanzado: za a hacer aguas. Expliquemos paso a paso por qué. En primer
porcentajes por sexos y por sector de actividad. lugar, el crecimiento de la demanda de mano de obra femeni-
1950 1960 1970 1980 1990 1950 1960 1970 1980 1990 na avanza paulatina e inexorablemente en todos los países del
centro de la economía global, en especial con la expansión del
HOMBRES MUJERES
sector servicios, que descubre la preciosa utilidad de las capa-
TOTAL 61.18 58.76 57.65 58.29 53.33 30.61 31.82 34.91 38.90 41.66 cidades comunicativas y del saber-hacer relacional que las
Agricultura 31.84 23.43 16.02 12.31 10.05 40.66 30.97 19.08 12.42 8.04 mujeres adquieren en el adiestramiento familiar sexualmente
Industria específico.26 No obstante, esto no se traduce en una modifica-
37.40 41.66 44.60 43.98 40.63 22.56 25.6 28.09 27.43 23.58 ción de los roles en el seno familiar, ni en una redistribución
(total)
Industria de las tareas, con lo cual el resultado es la intensificación de la
- - - 28.10 25.56 - - - 23.36 19.83 tensión entre la lógica del cuidado y la lógica del beneficio que
(manufactura)
las mujeres experimentan en su propio cuerpo, en forma de
Servicios 30.76 34.91 39.38 43.71 49.32 36.78 43.43 52.84 60.15 68.38 doble presencia-ausencia,27 y que las convierte en trabajadoras
atípicas y en amas de casa culpabilizadas.
Al mismo tiempo, la segunda ola del movimiento feminista
27 Expresión acuñada por M.J. convierte a la institución familiar en uno de sus principales blancos de ataque, poniendo en entredi-
Izquierdo y que para Cristina cho la naturalidad del papel histórica y socialmente asignado a las mujeres en su seno, produciendo
Carrasco «simboliza el estar y no
estar en ninguno de los dos lugares
nuevos imaginarios y nuevos modelos de convivencia y generando nuevos deseos de lo que una
y las limitaciones que la situación podía llegar a hacer y a ser en esta vida. Muchísimas mujeres empiezan a plantearse la incorporación
comporta bajo la actual organiza- al mercado laboral ya no como una forma de cubrir las necesidades de sus familias, sino como un
ción social». Véase Carrasco, C., mecanismo de independencia y autonomía propio (e incluso de autorrealización),28 e inauguran
«La sostenibilidad de la vida
humana», op. cit.
luchas multitudinarias por el derecho a decidir si tener hijas/os o no y el tamaño de sus familias.29
28 Es muy interesante observar, en A la voz de las feministas, se suma la de otras luchas metropolitanas de las décadas de 1960 y
este sentido, la evolución de las 1970 que, con su deseo de movilidad y de creatividad, con su rechazo del trabajo y de la discipli-
estadísticas de «población activa»
por sexo y por edad en los países
na, con su reivindicación de la singularidad, contribuyen a agujerear no sólo la ya maltrecha mis-
de capitalismo avanzado: la incor- tificación de la familia feliz en la que el hombre traía ingresos y la mujer cuidaba de la armonía y
poración de la mujer avanza déca- de la salud colectivas, sino el conjunto de instituciones disciplinarias características del fordismo
da tras década, pero sobre todo se (familia, escuela, fábrica, manicomio, etc).
modifican sus pautas. Mientras

226
apuntes de un pensar en proceso>cuidados globalizados

que, en la década de 1950, puede


verse que las mujeres se incorpora-
ban muy pronto al mercado laboral
(15-19 años) y el pico de su tasa de
actividad (económicamente recono-
cida) se registra entre los 20 y los 24
años, para luego bajar coincidiendo
con sus años de mayor fecundidad,
volviendo a subir ligeramente tras
la crianza de los hijos (entre los 35 y
49 años) y finalmente inicia un
nuevo descenso en la vejez (a este
comportamiento se le conoce como
modelo de «M», véase Carrasco,
2001), a medida que pasan los años
se aprecia una homogeneización
del comportamiento con respecto al
varón: es decir, que los periodos de
mayor actividad económicamente
reconocida coinciden con los perio-
dos de mayor desarrollo de las pro-
pias facultades en el ciclo vital de
un individuo (modelo de «U»
invertida). Pero ¿cómo hacen las
mujeres para compatibilizar este
modelo masculino con las activida-
des de cuidados que todavía corren
de su cargo?
29 Conviene destacar la importancia
crucial que tuvieron estas luchas, no
sólo desde el punto de vista de la
vida de las mujeres (que no es
poco), sino también de su potencial
desestabilizador para la economía
fordista. Como dice Mariarosa Dalla
Costa, feminista autónoma italiana,
muy activa en la década de 1970, las
grandes luchas de fábrica de finales
de las décadas de 1960 y 1970 en
Italia afectaron sin duda al capital,
pero la decisión de las mujeres ita-
lianas desde finales de la década de
1960 de luchar por un tamaño de
familia por debajo de los niveles de
sustitución tuvo probablemente un
efecto mucho mayor. Véase Dalla
Costa, M., «Riproduzione e emigra-
zione», en Serafini, A. (ed.), L’operaio
multinazionale in Europa, Feltrinelli,
Milán, 1974.

227
a la deriva...

Estas luchas fueron derrotadas. Combinadas en Europa y solapadas en Estados Unidos con las
luchas del obrero de la gran fábrica, conjugadas a escala global con la proliferación de los movi-
30 «[L]a introducción masiva de la
mientos de liberación nacional y de las luchas por la independencia en el Tercer mundo, habían des-
mecanización y de la idea de coope-
ración interna y la flexibilización del
baratado la tasa global de beneficio, desencadenado una fuerte crisis de gobernabilidad en distintos
proceso productivo, aprovechando países y puesto en un brete los pilares del modelo de expansión económica del fordismo. Pero los
las nuevas tecnologías informáticas, centros financieros, en colaboración con las elites gobernantes del Primer mundo, no estaban dis-
se combinan para disgregar la gran puestos a perder el control. Su contraofensiva reestructuradora (y exitosa) incluyó, entre otras cosas,
fábrica, difundirla en el territorio,
hacerla más dúctil y móvil frente a la reestructuración de la gran fábrica30 (acompañada, primero, de políticas represivas y de despidos
las oscilaciones de la demanda y en masa, sancionada, a continuación, por una serie de reformas legales que supusieron un drástico
facilitar el control de la mano de recorte de las garantías y de los derechos laborales), el desmantelamiento del Estado del bienestar y
obra y la deslocalización de frag-
mentos del ciclo productivo a áreas
la reordenación despótica (y especulativa) del territorio. Este conjunto de fenómenos31 no sólo se tra-
con menor tradición de lucha obrera ducen en una derrota de la multiplicidad de sujetos, «viejos» y «nuevos», que habían sacudido el
y/o condiciones de explotación más mundo agitados por un rabioso deseo de transformación y en la reutilización capitalista distor-
propicias para las empresas», en
sionada de muchos de sus lemas, expresiones y deseos, sino que sientan las bases del modelo de
Grupo de trabajo sobre racismo y
migraciones de la IAP de Lavapiés, desarrollo y de explotación actual. Su complejidad y multidimensionalidad escapa con mucho el
«Inmigración, emergencia, seguri- tema y el objetivo de este escrito, pero si los mencionamos aunque sea brevemente es porque intro-
dad», en Contrapoder, 6, Madrid, ducen unas cotas de movilidad laboral forzada, una vulnerabilidad y precariedad en el empleo y
2002, pp. 39-46. http://revistacontra-
poder.net
una situación de atomización social que problematizan ulteriormente la posibilidad de compaginar
31 Que desde luego, no se produ- un empleo con la gestión de un hogar y con el trabajo de cuidados en general.
cen de la noche a la mañana, sino Si a la compleja imbricación de todos los factores mencionados añadimos un elemento más (la
que cobran materialidad y efectivi-
dad a través de una sucesión de
inversión de la pirámide poblacional),32 nos encontramos con un incremento de las necesidades de
batallas, ofensivas y contraofensi- cuidados, que se topa con una creciente dificultad para satisfacer estas necesidades. Es a esto a lo
vas cuyo final no estaba predeter- que llamamos «crisis de los cuidados». Ante ella, la responsabilidad de salir a flote y no morir en
minado. el intento sigue recayendo fundamentalmente en manos y corazones de mujeres: el Estado conti-
32 Gracias a los avances médicos e
nua inexorable su retirada (que pasa también por la privatización ,y consiguiente precarización,
higiénicos, se extiende la esperanza
de vida, pero, al mismo tiempo, en de los pocos servicios de atención que todavía cubre)33 y los hombres como grupo social no pare-
conexión con los nuevos horizontes cen querer o acabar de enterarse, mientras las mujeres se las apañan para reorganizar sus tiempos
e imaginarios femeninos (no acom- vitales, desarrollar nuevas estrategias de compatibilización entre empleo(s) y responsabilidades
pañados de una redistribución de
las tareas de cuidados entre los
de cuidados no remuneradas, redistribuir estas responsabilidades con otras mujeres del propio
sexos), con la crisis de la institución entorno (en la mayoría de los casos, en sentido intergeneracional: la materialidad no siempre feliz
familiar y con los procesos de pre- de esta estrategia tiene su ejemplo extremo en el síndrome, diagnosticado clínicamente, de las
carización y atomización social, «abuelas esclavas») y, por último (aunque en porcentaje todavía muy pequeño), contratar en el
disminuye drásticamente el índice
de natalidad. mercado servicios de cuidados y atención.34 Efectivamente, el capital es el único que se ha tomado
33 En el Estado español, en cierta la crisis de cuidados en serio y ha visto en ella un nuevo terreno de valorización, como parte de una
medida, puede decirse que el des- estrategia más amplia de diversificación y expansión de un mercado saturado por los fuertes nive-
mantelamiento del Estado del bien- les de competencia impuestos por la globalización y por la limitación del poder adquisitivo.
estar no ha sido (no está siendo) un
proceso tan lineal. Es decir, proce-
Extremando el análisis, cabría decir que se registra una tendencia a la externalización de las tareas
sos de recortes de prestaciones y de que el ama de casa realizaba (y todavía la gran mayoría de mujeres realizan, pero bajo condi-
privatización de servicios se com- ciones de precariedad de tiempos y espacios) bajo el régimen familiar patriarcal y una subsun-
paginan con el reconocimiento de
ción de las mismas en un mercado vastísimo y diversificado que incluye, bajo la lógica del bene-
nuevos derechos (como, por ejem-
plo, los servicios de educación ficio, desde la reproducción biológica de la vida humana hasta el sexo o la escucha y la atención.
infantil o las prestaciones por Con ello, se genera una demanda de mano de obra femenina para desempeñar estas funciones

228
apuntes de un pensar en proceso>cuidados globalizados

de cuidados recientemente mercantilizadas y salarizadas. Más adelante, exploraremos los modos


en los que se está produciendo esta capitalización de los cuidados y sus consecuencias paradóji-
m/paternidad). Pero esto se debe a
cas para el caso de la contratación de mujeres migrantes. Pero, antes, echemos un vistazo a otra los niveles de cobertura social tan
región del globo, la que forman los países de la periferia de la economía global. ínfimos de los que se partía cuando
la oleada global privatizadora y
reestructuradora se puso en marcha.
34 Véase Pérez Orozco, A. y Río, S.

2.2. La sostenibilidad de la vida en crisis del, Precariedad y cuidados. Informe


inacabado para la comisión contra la
precariedad, 2003, manuscrito inédito.
35 Véase Midnight Notes Collective,
El otro gran fenómeno que nos interesa abordar es el de la crisis, no ya de los cuidados, sino de la
(ed.), Midnight Oil. Work, Energy,
posibilidad misma de sostenibilidad de la vida en lo que laxamente llamaremos países del Sur, War, 1973-1992, Autonomedia,
que incluyen dos tercios del conjunto del planeta (África, América Latina y el Caribe, Asia –con Nueva York, 1992; también Dalla
excepción de Japón–, Melanesia, Micronesia y Polinesia). Efectivamente, a partir de la década de Costa, M., «Development and
Reproduction», en Dalla Costa, M.
1980, los organismos financieros internacionales, en la mayoría de los casos en alianza con las eli- y Dalla Costa, G.F. (eds.), Woman,
tes gobernantes nacionales, empiezan a imponer en el Sur del mundo una serie de Planes de Development and Labor of
Ajuste Estructural y otros paquetes de medidas económicas liberalizadoras (ligados a los meca- Reproduction. Struggles and
nismos de acceso al crédito internacional y al pago de la deuda externa y de sus intereses) que, Movements, Africa World Press,
Asmara, Eritrea, 1999.
encadenados de manera nada fortuita con guerras y formas de violencia endémica, han ido soca-
vando paulatinamente las posibilidades de subsistencia fuera del mercado, pero también dentro
de los mercados nacionales del Sur.
En primer lugar, los procesos de privatización de los recursos naturales (expropiación y tasación
de tierras, registro de patentes sobre recursos naturales específicos y aprobación de leyes de propie-
dad intelectual restrictivas, expropiación y explotación intensiva de bosques, recursos acuíferos,
etc…) que estos planes ponen en marcha destruyen múltiples formas de agricultura de subsisten-
cia y otros modelos económicos no monetarizados de sostenibilidad de las comunidades huma-
nas, creando grandes masas de mujeres y hombres que, expropiadas/os de los medios materiales
que hasta ese momento aseguraban su supervivencia, pero también de su modo de vida y de su uni-
verso vital, se ven obligadas/os a buscar fuentes de ingresos monetarios para vivir. Como bien seña-
la el Midnight Notes Collective, esta dinámica resuena estremecedoramente con la práctica capitalista
de expropiación y tasación de la tierra que, en los tiempos de la acumulación originaria, permitió
imponer una disciplina de trabajo asalariado que, de otro modo, nadie hubiera estado dispuesta/o a
soportar. En aquel momento, la expropiación de grandes masas de población de sus medios de pro-
ducción fue un prerrequisito imprescindible para la consolidación del modo capitalista de produc-
ción; hoy, sigue siéndolo para la continuación y para la constante expansión de su dominio.35
Pero esto no es todo: los Planes de Ajuste Estructural y otras políticas de liberalización eco-
nómica, así como la presión del pago de la deuda externa y sus intereses, atacan también la posi-
bilidad de obtención de ingresos monetarios para la población de los países del Sur, fundamen-
talmente a través de la privatización (y precarización de las condiciones laborales) de las empre-
sas públicas, la institución de un modelo de desarrollo industrial y agrícola de producción orien-
tado a la exportación, la introducción en algunas regiones de Zonas de Libre Comercio, en
menoscabo de la industria local, pero sobre todo de los derechos laborales locales, el salvaje

229
a la deriva...

recorte del gasto gubernamental en servicios sociales, las sucesivas congelaciones salariales y una
serie de colapsos financieros resueltos con devaluaciones de moneda, dolarizaciones y «corrali-
36 Véase Dalla Costa, M. y Dalla
tos» varios. Estos «paquetes» de medidas reestructuradoras y los fenómenos concomitantes han
Costa, G.F. (eds.), Woman,
Development and Labor of
desencadenado lo que algunas autoras36 llaman una «crisis de la reproducción social» en el Tercer
Reproduction, ibid. Mundo y nosotras preferimos definir como una crisis de la sostenibilidad de la vida, en nuestro
37 Federici, S., «Reproduction and esfuerzo por salirnos de las gramáticas economicistas y de buscar categorías capaces de romper
Feminist Struggle in the New la equivalencia, machaconamente repetida por el neoliberalismo, entre el mercado capitalista y
International Division of Labor», en lo real. Con esta crisis, se borra «la conquista más importante de la lucha anticolonial: el com-
Dalla Costa, M. y Dalla Costa,
G.F.(eds.), Woman, Development and promiso por parte de los nuevos Estados independientes de invertir en el bienestar del proleta-
Labor of Reproduction, op. cit. pp. 53- riado nacional», plasmado durante la década de 1960 en la aplicación de planes de desarrollo
54. basados en una estrategia productiva de sustitución de las importaciones que debía garantizar
38 La crisis de sostenibilidad de la
cierto grado de autonomía industrial.37
vida en el Sur también está gene-
rando una nueva oleada de movi- Es decir, por un lado, se expropia a vastos grupos de población de sus posibilidades de sub-
mientos, en especial contra la pri- sistencia fuera del mercado, pero, por otro, el acceso a ingresos monetarios se ve reducido y, sobre
vatización de los recursos natura-
les: el movimiento zapatista en
todo, precarizado. La combinación de ambos procesos, junto con otros elementos como el recha-
México, el MST en Brasil y el movi- zo a someterse a los altos niveles de explotación registrados en muchos de los lugares posibles de
miento Chipko en la India constitu- empleo, en especial, en las explotaciones agrícolas y en las plantas manufactureras deslocalizadas
yen algunos de los ejemplos más (pensemos, como ejemplo paradigmático, en las maquilas), la sensación de «no futuro» ante la ines-
esperanzadores.
39 Federici, S., «Reproduction and tabilidad financiera nacional, la búsqueda de entornos vitales y modelos de vida menos opresivos
Feminist Struggle in the New (en especial, en el caso de las mujeres), el deseo de transgredir fronteras y pautas culturales que
International Division of Labor», encierran a los sujetos y reducen sus posibilidades de acción e imaginación, la proximidad lin-
pp. 55, op. cit. güística y cultural creada por la colonización primero y por el turismo y la hegemonía cultural
mediática del modelo de vida occidental después,... genera un vasto movimiento migratorio, en
sentido campo-ciudad y Sur-Norte, de dimensiones bíblicas.38 Un dato muy esclarecedor para
hacerse una idea de la magnitud del fenómeno es el peso económico de las remesas que las/os emi-
grantes envían a sus países de origen: éstas representan el segundo flujo monetario internacional
más importante, después de los réditos de las compañías petroleras, y en algunas partes del
mundo (por ejemplo, en México) sostienen a pueblos enteros.39
Pero este movimiento migratorio se encuentra regulado por un conjunto de políticas restricti-
vas y de procesos de militarización de la frontera y de criminalización de la migración que tienen
una función no de barrera, sino de sistema de esclusas gestionado por un conjunto múltiple de
agentes (entre los que se encuentran la policía de aduanas, los consulados, las agencias de viajes,
las ONG’s y las iglesias, los coyotes, el ejército, etc.) que asegura la disponibilidad de una mano de
obra en los países de destino absolutamente desprotegida, chantajeable y privada de la práctica
totalidad de los derechos reconocidos como fundamentales en las sucesivas Declaraciones. No
sólo el estatus legal de las personas migrantes contribuye a esta situación: el subproducto de las
dificultades impuestas políticamente a la inmigración es un amplio mercado subterráneo de pre-
cios prohibitivos en torno a la travesía migratoria que obliga a las/os emigrantes a contraer deu-
das cuyo pago les somete a una presión parangonable a la que sufren en otra escala sus países
de origen y que, en ocasiones, constituye el fundamento material de nuevas formas de trabajo
embridado o de esclavitud. Makhijani establece un acertado paralelismo entre esta situación y

230
apuntes de un pensar en proceso>cuidados globalizados

el sistema de apartheid sudafricano, con su complejo sistema de pases y visas por el cual la
movilidad era fácil para una minoría (blanca) y difícil para una mayoría (negra), acuñando la
40 Makhijani, A., «Economic
expresión «apartheid global».40
Apartheid in the New World
Con todo, este panorama siniestro no nos debe llevar a pensar en las/os emigrantes como Order», en P. Bennies y M.
pobres víctimas desesperadas a las que no queda otra opción, empujadas por una causalidad Mushabeck, (eds.), Altered States. A
Reader in the New World Order, Olive
ineluctable: con frecuencia, quienes emigran son personas que disponen de ciertos recursos (por Branch Press, Nueva York, 1993.
lo menos, los suficientes para invertir en el viaje), pero sobre todo que están dotadas de la osadía 41 Para un desarrollo de esta argu-
y del espíritu emprendedor imprescindibles para lanzarse a una travesía migratoria plagada de mentación, véase Boutang, «El arte
obstáculos, algunos mortales.41 Muchas/os de ellas/os lo hacen en nombre propio, movidos por sue- de la fuga», en Contrapoder, 6,
ños e imágenes de lo que podría ser una vida mejor, otros, y en especial otras, lo hacen en nombre Madrid, 2002, pp. 47-53 y, sobre
todo, el libro del mismo autor De la
de personas que están a su cargo o de comunidades enteras. Cierto es que los viajes de todas/os esclavitud al trabajo asalariado de pró-
ellas/os están reconfigurando la geografía física y mental de los países de origen y de destino. xima publicación en la editorial Akal.
42 Sassen, S., Contrageografías de la
Dentro de este movimiento migratorio, según estadísticas de la OIT, más del 50% de emigran-
globalización. Género y ciudadanía en
tes del Tercer mundo son mujeres. De ellas, la mayoría viene llamada por la demanda en el sector los circuitos transfronterizos,
de los cuidados y de los servicios en general (sobre todo en el turismo) a cuya expansión en los Traficantes de Sueños, Madrid, 2003.
países de capitalismo avanzado ya nos referimos anteriormente. He aquí, pues, el punto en el que
la crisis de cuidados en las regiones centrales de la economía global se concatena con la crisis de
sostenibilidad de la vida en el Sur, generando un verdadero «trasvase afectivo» o de los cuidados
en dirección Sur-Norte, cuyos agentes son miles y miles de mujeres capaces de liarse la manta a la
cabeza y de apostar por un futuro incierto preferible a las penurias presentes. Este trasvase se pro-
duce bajo distintas modalidades. Las principales de ellas son: el empleo a gran escala de mujeres
emigrantes de Asia, África, el Caribe y América Latina como trabajadoras domésticas en los paí-
ses occidentales, así como en países petroleros de Oriente Medio; la extensión del fenómeno de las
«madres alquiladas» y el desarrollo de un amplio «mercado de niñas/os» internacional a través del
mecanismo de las adopciones; la masificación, sobre todo en algunos
países de Asia (Tailandia, Corea del Sur, Filipinas), de la industria del
sexo y del turismo sexual y el enorme aumento del número de mujeres
del Tercer mundo y de los antiguos países socialistas que trabajan como
prostitutas en Europa, Estados Unidos y Japón; la expansión e interna-
cionalización del contrato de esposas por correo. Los recorridos y flujos
humanos y monetarios que materializan concretamente este trasvase
afectivo y sus distintas modalidades forman parte de lo que Sassen
denomina «contrageografías de la globalización».42 Representan una
verdadera redistribución del trabajo de cuidados a escala global, que
constituye una de las piezas esenciales de la conformación de una
nueva división del trabajo y de una reestratificación de la fuerza de
trabajo mundial en función de nuevos ejes de clase, sexo, raza y país
de origen.

231
a la deriva...

2.3. Algunas consecuencias inquietantes

Entonces, tenemos una crisis de cuidados en el Norte, una capitalización del vasto terreno de los
cuidados que antes aparecían representados en la figura del ama de casa como uno de los meca-
nismos de salida de la crisis, una demanda de mano de obra preparada (a nuestro juicio, «cualifi-
cada») para desempeñar estas tareas recientemente salarializadas, es decir, femenina (lo cual per-
mite aprovechar el social adiestramiento secular de las mujeres en el seno de la familia para la pro-
ducción de beneficio), una crisis de sostenibilidad de la vida en el Sur y un trasvase de trabajo de
cuidados Sur-Norte dentro de un marco de criminalización de la inmigración que hace vulnera-
bles y chantajeables a los hombres y mujeres que emigran para cuidar. ¿Cuáles son las conse-
cuencias de esta compleja articulación de fenómenos? ¿Qué implicaciones políticas tienen, para
todos los movimientos de transformación y, en especial, para el feminismo?
En primer lugar, vemos cómo se reafirma la hegemonía de un ideal masculino capitalista que
exalta y mitifica un modelo de autonomía e independencia individual que es incompatible con la
vida en común o sólo compatible a costa de la subordinación y la invisibilización del trabajo de
otras/os. Un ideal que coincide a la perfección con el homo economicus de la economía neoliberal,
pero también con otras ideas desancladas de libertad, aparentemente más progresistas. Al mismo
tiempo, la tensión entre la lógica del cuidado y la lógica del beneficio, intensificada como hemos
visto, se globaliza con la externalización del hogar y la contratación de servicios de cuidados a
mujeres que vienen del Sur. La expresión más vívida de esta globalización son las cadenas mun-
diales de afecto, traducción posindustrial del ama de casa bisagra (entre la lógica del cuidado y
la del beneficio) y parachoques (de los shocks macro y microeconómicos) del fordismo. En ellas
nos detendremos más adelante. Ahora nos basta con señalar, brevemente, cómo esta modalidad
de la globalización está introduciendo nuevas segmentaciones y jerarquías entre mujeres que
consolidan los mecanismos de explotación femenina. Se trata de divisiones que no son nuevas
(pensemos en la relación entre la Señora y la Criada que se daba, por ejemplo, en las familias de
clase alta, marcada, en los contextos coloniales, por una determinante de raza): lo que sin duda
es novedoso es la escala en la que se presentan, su papel en la estratificación de la fuerza de tra-
bajo femenina, las preguntas y desafíos que plantean para el feminismo. Mientras muchas muje-
res occidentales tienden hacia el modelo de independencia y autorrealización masculino (no sin
trabas: lo hacen con varios pies todavía en el hogar, poniendo a trabajar sus cualidades relacio-
nales y afectivas para el beneficio de las empresas y convertidas en blanco de ataque de una con-
traofensiva conservadora que las hace responsables de la crisis de los cuidados y las llama a vol-
ver al hogar), la imagen de la mujer como cuidadora y como objeto sexual se relanza, encarnada
en los cuerpos de las mujeres del Sur. De este modo, justo cuando esta imagen parecía empezar
a ceder en las sociedades del Norte, vuelve a instalarse en nuestros hogares, en nuestras calles y
en las pantallas de nuestros televisores.
En segundo lugar, con la capitalización del cuidado, se produce un efecto paradójico con res-
pecto a su valorización. Por un lado, se registra, como hemos visto, una expansión de una indus-
tria de afectos y cuidados increíblemente diversificada, que incluye desde agencias matrimoniales

232
apuntes de un pensar en proceso>cuidados globalizados

a chats y partylines, desde cursos de técnicas de relajación hasta editoriales de autoayuda, desde
teleconsultorios amorosos a servicios de teleasistencia a mayores, y que cuenta con servicios de
alto valor añadido (los masajes y los servicios sexuales o el turismo de lujo son buenos ejemplos).
Pero esta expansión lleva implícita la lógica económica de la escasez: de bien desmesurado, proli-
ferante, transversal, el cuidado se convierte dentro del mercado en un bien escaso y segmentado
al que sólo tiene acceso quien pueda pagar. Por otra parte, asistimos a una fuerte jerarquización
de los distintos tipos de servicios, de tal manera que mientras que los servicios de atención a per-
sonas autónomas, que cabría considerar más superfluos, están altamente valorados, los servicios
de atención a personas dependientes (niñas/os, personas ancianas, enfermas, etc) conservan unas
cotas de invisibilidad y de desvalorización que aseguran (en combinación con otros elementos,
como las políticas restrictivas de extranjería o la escandalosa legislación laboral en materia de tra-
bajo doméstico) el bajo coste de la fuerza de trabajo en un momento de demanda intensiva de
mano de obra en el sector. Por último, es preciso añadir una paradoja más para completar el cua-
dro: en todos los servicios de cuidado y atención se da un fuerte contraste entre el valor social y
el peso económico que tiene el servicio en sí y la posición subalterna dentro del mercado laboral
de las mujeres (y algunos hombres) que trabajan en él, tanto desde el punto de vista simbólico
como monetario y de derechos.
En tercer lugar, la sensación de incertidumbre sobre quién nos cuidará en los momentos de
enfermedad y de vejez, unida a la incertidumbre de la posibilidad de acceso a los recursos nece-
sarios para una existencia digna y a la inestabilidad de unos lazos sociales construidos sobre y a
pesar de un espacio social privatizado e hipersegmentado (lo que en Precarias a la Deriva hemos
llamado «precarización de la existencia»), genera un estado de ansiedad y de pánico difuso que
constituye el perfecto caldo de cultivo para unas técnicas de gobierno emergencialistas que erigen
la legitimidad de los aparatos estatales sobre la construcción de enemigos ubicuos (el inmigrante,
el terrorista, el criminal…), de situaciones excepcionales que requieren medidas excepcionales y
de intervenciones securitarias que se traducen siempre en una intensificación del control y en un
recorte de los espacios de libertad para el pensamiento y para la acción.43 Es en este punto, donde 43 Para un desarrollo de esta temá-
la crisis de los cuidados, que corre pareja y retroalimenta la multiplicación de las arquitecturas de tica, véase, Grupo de trabajo sobre
control, (no puede ser pura coincidencia que las principales empresas de servicios sociales sean racismo y migraciones de la IAP de
también empresas de seguridad) resuena, en los países del Norte, con el estado de guerra global Lavapiés, 2002; «Inmigración,
emergencia, seguridad», op.cit.
permanente que, aunque se viene anunciando desde la década de 1990, arranca de forma explíci-
ta el 11 de septiembre del 2002. La crisis de los cuidados constituye uno de los puntos de anclaje
del frente interno que esta guerra abre en Occidente.

3. Las cadenas mundiales de afecto


Una vez abarcadas las crisis desde tan amplio espectro, consideramos importante ofrecer una
mirada más cercana a las protagonistas y sus ubicaciones dentro del marco global. Dada la situa-
ción actual del capitalismo posindustrial vemos que la globalización ha entrado en los hogares

233
a la deriva...

produciendo la globalización de los cuidados y la internacionalización de la intimidad. Los cui-


dados se han globalizado produciendo lo que Arlie Russell llama «las cadenas mundiales de afec-
to y asistencia». Las cadenas mundiales de afecto están formadas principalmente por mujeres a
escala local, nacional o transnacional con el fin de transferir cuidados de una a otra, ya sea de
manera remunerada o no. Normalmente, aunque no siempre, las cadenas empiezan en países
más pobres y terminan en países del Norte. Un ejemplo sería una abuela, hermana mayor o cui-
dadora contratada en un país pobre que reemplaza a la madre porque ésta ha migrado al Norte
para cuidar a las/os hijas/os o padres de otra mujer que trabaja fuera de casa.44 Cabe recalcar que
44 Russel Hochschild, A., «Las la ausencia de hombres en estas cadenas se hace notar mucho en la medida en que se traduce en
cadenas mundiales de afecto y asis- una carga adicional para las mujeres. Como venimos viendo, una condición común a muchas
tencia y la plusvalía emocional», en mujeres es la doble presencia-ausencia, esa capacidad de desempeñar múltiples funciones en un
Giddens y Hutton, En el límite, sitio y a la vez gestionar otro. En el caso de las cuidadoras transnacionales (niñeras, señoras de
Tusquets, 2001.
45 Utilizamos el término migrante
la limpieza, amas de casa, internas) no sólo son la máxima expresión del «estoy aquí pero estoy
y no inmigrante precisamente para allí» sino que, metafóricamente, son la hiper-extensión de la mujer que no da abasto, pero conti-
reconocer el lugar de origen y tam- núa cumpliendo su función al multiplicarse trascendiendo fronteras.
bién porque como explicaremos
después, las/os migrantes actuales
Hablar de cuidadoras y familias transnacionales desafía los análisis convencionales sobre inmi-
somos más móviles. gración que habitualmente estudian a los y las inmigrantes dentro del territorio de llegada igno-
46 Levitt, P., Transnational rando el lugar de origen y su trayecto. Éstos han dado lugar a conceptos como «asimilación» o
Perspectives on Migration: «segunda generación», ignorando los lazos que las/os migrantes mantenemos con nuestra tierra
Conceptualizing Simultaneity, 2003 natal.45 Hoy por hoy, la familia transnacional no sólo pone en cuestión estos análisis, sino el con-
(manuscrito inédito). Véase:
www.peggylevitt.org/pdfs/cncptual cepto de Estado-nación y sociedad.46
zng_smltaneity.pdf Nos encontramos frente a un cuadro de trabajo afectivo en cadena conformado por mujeres en
47 Parrenas Salazar, R., Servants of
diferentes partes del globo, pero muy vinculadas. Para comprender la complejidad de esta cadena
Globalization: Women, Migration and
Domestic Work, Stanford University tenemos que mirar de cerca cuál es la subjetividad de las mujeres posicionadas en diferentes puntos
Press, 2001. de ella y reconocer la verticalidad de la cadena. Las cuidadoras transnacionales están estratificadas
según sus condiciones económicas y, además, por la valoración social que reciben por desempeñar
un trabajo de cuidados. Esta cadena responde a una escala de valoración y reconocimiento social que
empieza en un extremo (con la mujer del Sur) y aumenta hasta llegar al otro (la mujer que contrata
servicios de cuidados en el Norte). Teniendo esto en cuenta, podremos intentar comprender lo intri-
cado de las relaciones de poder y jerarquía que se generan entre las protagonistas.

3.1. La mujer que se queda

Las mujeres que se quedan asumiendo el cuidado de niñas/os o mayores (antes a cargo de la mujer
migrante) suelen ser cuidadoras remuneradas o familiares no pagadas. El salario de las trabaja-
doras domésticas que se encuentran en este extremo de la cadena suele ser hasta diez veces infe-
rior al de quien las contrata.47 Éstas, si a su vez tienen hijas/os propias/os, organizan y planifican
su cuidado solicitando la ayuda de parientes: por ejemplo, transfiriendo la responsabilidad del
trabajo del hogar y de cuidados a la hermana mayor. En muchos casos, se ven obligadas a dejar a

234
apuntes de un pensar en proceso>cuidados globalizados

sus hijas/os solas/os desde muy temprana edad. El fenómeno del «niño/a encerrado/a» está bas-
tante extendido, aunque se haya invisibilizado. En Latinoamérica, existe un alto índice de madres
solteras que no cuentan con ningún respaldo y no tienen más remedio que dejar a sus hijas/os bajo
llaves y candados durante su jornada laboral. Este fenómeno se está extendiendo en el Norte,
motivo para que, a través de los medios de comunicación, se criminalice y condene a las madres
«ausentes». Además del encierro, queda la penosa alternativa de llevar a las/os hijas/os al trabajo,
al alto precio de interiorizar un estatus de inferioridad, así como la entrega gratuita de mano de
obra infantil, ya que terminan asistiendo a sus madres sin remuneración.48 48 Romero, Mary, Unraveling
La situación económica de las trabajadoras asalariadas no se ve alterada por la cadena, puesto Privilege: «Workers’ Children and
que no reciben los beneficios de las remesas enviadas y, por el contrario, continúan inmersas en el the Hidden Costs of Paid
Childcare», en
intento de sustentar la vida a pesar de la inflación, los costes y su salario irrisorio. Sin embargo, la http://lawreview.kentlaw.edu/arti-
mayoría de las cuidadoras que se quedan en ese extremo son familiares de la migrante a conse- cles/76-3/romero%20macro3.pdf
cuencia de una elección basada en la misma lógica de su contratante en el Norte: «no dejar a sus 49 Laslett and Brenner, citado por
hijas/os con cualquiera». Las cuidadoras familiares, abuelas, tías, hermanas, se encuentran en una Levitt, P., «Transnational
situación distinta a la de las contratadas, porque ellas sí experimentan una movilidad social ascen- Perspectives on Migration», op. cit.

dente, al beneficiarse de los envíos de dinero. Estas familias que se encontraban con economías
apretadas, sin poder llegar a fin de mes, empiezan a sentirse más holgadas.
Estas mujeres desempeñan tareas en la cotidianeidad asumiendo gran parte de la toma de
decisiones, pero no de forma aislada, gracias al vínculo apretado que mantienen con la migrante.
La decisión de quién viajará, cómo y cuando se toma de manera colectiva y estudiada, lo cual
marca un precedente para la comunicación constante y la consulta familiar para cualquier gestión
de la familia. Por eso, la idea de «familia rota» no es muy precisa y tenemos que repensar en qué
terreno toman lugar los procesos sociales, la reproducción social o las actividades, actitudes, res-
ponsabilidades y relaciones requeridas para el sostenimiento de la vida cotidiana.49

3.2. La mujer que migra

La mujer que viaja está multi-situada y, desde ese amplio posiciona-


miento geográfico, consigue dislocar y escindir su afecto y, a la vez,
gestionar su hogar a distancia. La proliferación de locutorios, tarjetas
telefónicas con tarifas especiales a países del Sur, cibercafés concurri-
dos por migrantes que se comunican con sus familias a través de web-
cams y chats, son unos pocos indicadores de la doble presencia y de los
medios que permiten movilidad. Abordar a la migrante desde sus
múltiples localizaciones subraya la importancia de las tensiones y con-
tradicciones generadas por su propia movilidad.
En el mundo conexionista de Chiapello y Boltanski, un mundo en
red, poder desplazarse de manera autónoma, no sólo geográfica-
mente, sino entre personas, entre espacios mentales, entre ideas, es

235
a la deriva...

un elemento esencial para tener poder y más libertad. Por otro lado, cuanto más inmóvil, más
excluidas/os y explotadas/os. En el entretejido de la cadena de cuidados, habita una tensión entre
extremos, dejando al descubierto cómo unas son más móviles gracias a la inmovilidad de otras (la
migrante móvil viaja gracias a que una se queda en su lugar y la contratante del Norte puede ir a
trabajar gracias a la permanencia de la cuidadora remunerada en su hogar).50 No obstante, existen
50 Boltanski, J. L. y Chiapello, E., diferentes grados de movilidad: no todas las cuidadoras transnacionales gozan del mismo poder
El nuevo espíritu del capitalismo, de desplazamiento. Mujeres casadas y con hijas/os son menos móviles en el sentido de que se sien-
Akal, 2002. ten atadas a la idea de volver, a no renunciar a un trabajo en condiciones inhumanas por el hecho
51 Entrevistas a mujeres ecuatoria-
de ser el sustento principal de su familia (aparte de ataduras interiorizadas, la fidelidad cristiana
nas en el parque del Oeste. Deriva
con trabajadoras domésticas,
o los valores de la sociedad sobre la familia nuclear).
Precarias a la Deriva, en: La cuidadora transnacional es la encarnación total de las paradojas más contradictorias del
http://www.sindominio.net/karako-
capitalismo neoliberal. Recordemos que la mujer que se va es a la vez la que viene, provocando
la/precarias_domestico.htm
52 Quintar, A. y P. Zusman, «Éxodo una doble identidad con contenidos opuestos aparentemente inconciliables. Por un lado, la mujer
y ciudadanía global en la construc- que migra deja una ausencia en el hogar y en la sociedad y se convierte en causante explicati-
ción del contra-imperio. El papel vo de los problemas sociales. Esta mujer se encuentra en medio de la culpabilización, casi siem-
del inmigrante en la creación de un pre interiorizada, y el reconocimiento social de sus bien recibidas remesas. Es el chivo expia-
“nuevo lugar” en el “no lugar”
según Negri y Hard», en La Fuga,
torio que justifica el deterioro de las relaciones de convivencia y el aumento de la criminalidad
nº. 0, 2002. en el país emisor de mano de obra, pero que, a su vez, se convierte en «salvadora» en el país
53 Nos referimos a la ley de extran- de llegada gracias a su transferencia afectiva como figura clave en el trabajo de cuidados. A la
jería que está actualmente vigente migrante, no obstante, no se le valora su trabajo de cuidados: el reconocimiento surge sólo cuan-
en el Estado español.
do su trabajo se manifiesta en forma de migra-dólares y no durante el proceso afectivo.
Quien viene a trabajar experimenta un duro proceso de adaptación a una nueva identidad
asignada prácticamente de manera instantánea al salir del aeropuerto.

P– ¿Qué es lo que usted se imagina cuando yo le digo migración?


R– Estar fuera del país o sea ir de extranjera a otro país ser...
P– ¿Qué significa para usted eso afectivamente?
R– Estar lejos de la tierra de uno que es lo más triste... cómo hemos salido, y es una tristeza estar de inmigran-
te con papeles o sin papeles, es una tristeza.51

El ser inmigrante contiene símbolos peyorativos a los que enfrentarse. Asimismo, las migrantes
se sitúan en medio de la tensión ocasionada por la ávida demanda del trabajo de cuidados en
un extremo y mensajes de rechazo y xenofobia a nivel mediático y social en el otro. Además,
sumando todas estas contradicciones, vemos que cuanto más se desterritorializa el capital, más
se levantan muros y leyes restrictivas que impiden el flujo de migrantes. De esta manera, las y
los migrantes se enfrentan a la criminalización y persecución constante por parte del Estado,
cuando es la propia producción capitalista la que no puede prescindir de su mano de obra. 52 Las
trabajadoras domésticas se ven sometidas a las limitaciones impuestas por la ley de extranjería
que, a menudo, dificulta la reagrupación familiar.53 La desprotección legal las deja en situacio-
nes de absoluta vulnerabilidad ante la explotación, la violencia y los malos tratos. No tener

236
apuntes de un pensar en proceso>cuidados globalizados

papeles significa interiorizar un estatus de clandestinidad que conlleva aislamiento y exclusión de


cualquier tipo de prestación social.
Algunas mujeres permanecen en situación irregular durante años, pero hay quienes consiguen
rodear las leyes a través de matrimonios «por amor» o conveniencia. En todo caso, con o sin roman-
ticismo, muchas de las mujeres que vienen del Sur ocupan un importante lugar en el trabajo afecti-
vo y de cuidados. A veces, elegir una esposa del Sur es un mecanismo para aferrarse al modelo fami-
liar en crisis, asegurar las camisas planchadas, la procreación y ser cuidado de anciano. Estas muje-
res pueden terminar cargadas de trabajo emocional y, a la vez, inmersas en el mercado laboral. A
pesar de que estas mujeres tienen otra situación legal y algún respaldo emocional, no dejan de ser
inmigrantes y se enfrentan a muchas de las problemáticas del resto de cuidadoras transnacionales.
La mujer que migra para trabajar, a pesar de convertirse en una fuente de ingresos importan-
te para la familia en el país natal, irónicamente sufre una movilidad social descendente, tanto por
motivos legales como por la inaccesibilidad a las necesidades básicas.

«P– ¿Tú qué esperabas de España, de tu estadía aquí, de tu trabajo aquí? ¿Te imaginabas algo...?
R– Me imaginaba que era de otra forma, no me imaginaba que era así como es.
P– Eso, cuéntame como te imaginabas y cómo resultó ser la realidad.
R– Yo me imaginé que aquí era... para vivir mismo me imaginé que vivíamos como en nuestro país, que vivía-
mos en una casa, pero en cambio aquí se tiene que compartir donde se vive con otras personas, no es lo mismo
que estar en nuestro país, vivir en nuestras propias casas.
P– Dices alquilar un piso con gente...
R– Sí.
P– Y a parte de eso...
R– Que aquí se trabaja de lo que venga, en cambio en nuestro país se puede trabajar de lo que uno estudió en
nuestro país, yo estudié para ser... de costura, y aquí no se puede trabajar si no se tiene los papeles, aquí hay que
venir a trabajar de lo que haiga, porque si no se trabaja no se tiene para pagar el alquiler, no se tiene para la comi-
da, así que nos toca trabajar de lo que haiga».54

La precarización extrema de las migrantes se debe, en parte, a una ley que recorta sus derechos al
acceso al trabajo, a asociarse con compatriotas, a manifestarse para reivindicar mejoras de sus con- 54 Entrevistas a mujeres ecuatoria-
diciones de vida. Además, socialmente, con papeles o no, ser inmigrante dificulta el acceso a la nas en el parque del Oeste. Deriva
con trabajadoras domésticas,
vivienda, a empleos fuera del sector de cuidados o servicios y a recibir una atención digna por Precarias a la Deriva.
parte de las instituciones públicas.
No sólo la ley de extranjería deteriora las condicionas de vida y anula los derechos de las/os
migrantes; los acuerdos bilaterales entre países también dificultan el ingreso y estadía de traba-
jadoras/es extranjeras/os. La limitación de la entrada anual a un cupo cerrado, la exigencia de
visados que se corresponden con una demanda de mano de obra por temporada, crea un filtro
de entrada que afecta tanto a quienes quieren venir como a quienes ya han llegado. Recordemos
que hablamos de personas migrantes móviles, muy distintas a las/os emigrantes de periodos
anteriores, que se iban de Europa a Estados Unidos o del sur de Europa al norte, por largas e
indefinidas estadías o que elegían un solo país como destino. Por el contrario, las/os emigrantes

237
a la deriva...

actuales prueban suerte en varios países y, además, mantienen fuertes lazos con su país de ori-
gen gracias al desarrollo de las tecnologías de comunicación. Pues bien, estas leyes restrictivas
impiden hacer visitas ocasionales al país natal a consecuencia del miedo a que se les impida la
entrada al volver, de modo que quienes se encuentran sin papeles, tienen poca movilidad, lo cual
pone en juego la transnacionalidad de la familia.
A través de todos estos mecanismos, se crea una mano de obra muy específica, en este caso,
trabajadoras domésticas y cuidadoras cuya condición se ve constreñida por algunos elementos
adicionales. Por un lado, la legislación del trabajo doméstico, de la cual ya se ha hablado y, por
otro, la intervención de ONGs e iglesias para la gestión de la oferta y la demanda de trabajo
doméstico. La creación de intermediarios estrecha el margen de negociación de las cuidadoras con
sus empleadoras y, además, burocratiza el proceso de elección de trabajo, creando largas esperas.
La contraposición de mujeres migrantes impacientes por ser atendidas frente a monjas que ponen
orden y reparten números refuerza relaciones de poder muy comúnmente establecidas entre
«asistidas» y «asistentes». Sin embargo, muchas mujeres migrantes crean otras maneras de ges-
tionar su trabajo fuera de estos circuitos de asistencia, sea a través de redes informales o de anun-
cios personales colocados en la ciudad.
De esta forma, con los mecanismos y condiciones mencionadas, un gran número de mujeres
extranjeras se incorpora al trabajo de cuidados. Sin embargo, optar por migrar, someterse a una
identidad que resulta ajena y trabajar muchas veces bajo condiciones de explotación no constitu-
ye el proyecto de vida de estas mujeres, sino sólo una herramienta. Al hablar con mujeres ecuato-
rianas, nos cuentan que han venido a mejorar sus condiciones de vida, pero que piensan regresar.
La temporalidad de su estadía es precisamente lo que da lugar al estrecho vínculo con el país natal
o muchas veces al desinterés por participar en esferas locales. Sin embargo, poner un paréntesis
en la vida es impracticable, porque tarde o temprano se crean relaciones sociales en planos labo-
rales y afectivos y se convive con la cultura del país de acogida.
En el caso de las trabajadoras internas, el trabajo es un claustro donde empieza una cuenta
atrás. Pero el paso de dos años, o de cinco años, nunca puede pasar desapercibido en las condi-
ciones que conlleva el trabajo de interna.

«Yo digo que la mayor parte de problemas los tienen las mujeres que están internas porque ésas se desconectan
del mundo, salen los jueves o los sábados después de la merienda, y si los jefes salen a las cinco o a las seis de la
tarde ¿qué tiempo tienes de salir? Llegas cansada y al no tener contactos ¿adónde vas? A ver con quién te rela-
55 Trabajadora Doméstica en régi- cionas? A quién le preguntas con ese horario, ni tienes derecho a preguntar cualquier asunto legal, nada ¿sí?»55
men de interna, Deriva con trabaja-
doras domésticas, Precarias a la
Vivir en confinamiento acarrea consecuencias de explotación extrema con jornadas de veinticua-
Deriva.
tro horas de disponibilidad, una gran exigencia de transferencia afectiva y trato desigual.

238
apuntes de un pensar en proceso>cuidados globalizados

3.3. Cara a cara en el Norte

Para hablar de las condiciones de vida y de trabajo de las cuidadoras transnacionales es necesario
hablar de quienes las contratan. Si bien es cierto que no podemos retratar a las empleadoras como
enemigas directas de quienes van a servir a sus casas, tampoco podemos obviar las relaciones de
poder y jerarquía que se establecen en este punto de la cadena de cuidados. Es ingenuo pensar que
se puede dar una relación «familiar» entre la contratante y la cuidadora, si incluso redes confor-
madas por parientes consanguíneos pueden estar cargadas de tensión y explotación.56
56 Levitt, P. y Glick Schiller, N.,
Recurrir a la contratación de una cuidadora es un mecanismo que permite a muchas mujeres «Transnational Perspectives on
desempeñar sus funciones fuera de casa y organizar su tiempo. Además, a menudo se sufre el mismo Migration: Conceptualizing
tipo de culpabilización interiorizada (en paralelo con su sirvienta contratada) por relegar las funcio- Simultaneity», en
www.peggylevitt.org/pdfs/cncptual
nes de cuidado a una tercera persona que lo hace por dinero. Dinero insuficiente para pagar el ver- zng_smltaneity.pdf
dadero valor del trabajo. En muchos casos, debido a la infravalorización del trabajo doméstico en sí, 57 Sandoval, C., Methodology of the
al que se suma un componente étnico que disminuye el salario aún más; o, como en otros casos, por- Oppressed, University of Minnesota
que simplemente las contratantes no tienen una renta que les permita pagar mejores salarios. Press, 2002, pp. 72.
58 Gregson, N. y Lowe, M., 1994,
Cierto es que pagar a una cuidadora transnacional es parte de la estrategia de «conciliación» citado por Rotkirch, Anna,
entre familia y trabajo (asalariado), pero debemos tener en cuenta que la relación que se genera www.valt.helsinki,fi/staff/rotkirch
entre la dueña de casa (que suele ser, en la mayoría de los casos, la gestora principal del hogar y, 59 Una de nosotras cuenta: «Hace
por lo tanto, jefa directa de la cuidadora) y la contratada suele ser de jerarquía, poder y gran dife- algunos años trabajé como “au
renciación. Aunque a veces se pretenda dar un trato «familiar», se trata de intentos fallidos que pair” o, claramente dicho, cuidado-
ra interna con una familia de
pasan por alto los verdaderos diferenciadores. ¿De qué horizontalidad se puede hablar con jorna- Boston. Ni el horario ni mis funcio-
das de catorce horas y disponibilidad completa, si el dormitorio que te dan es el más pequeño y nes en la casa estaban especifica-
oscuro y, ¡oh, sorpresa!, más cercano a la cocina, el filete que te comes no es de la misma calidad das, ya que se esperaba que actuara
como un miembro más de la fami-
que el del señor, la mesa donde comes es otra y la ropa que te pones es un uniforme? Pero no hace lia, preocupándome por la limpieza
falta hablar de estos casos «extremos» (aunque son bastante generalizados) para hablar de explo- y cuidado de los niños desde mi
tación. Si bien la relación entre contratante e interna responde a un cuadro clásico de poder jerár- propia iniciativa, “we want someone
quico, es interesante contemplar otras relaciones más horizontales que, no por ser lineales, esca- to be proactive”, me dijo la mujer
cuando le pedí un horario y especi-
pan a dinámicas de poder. ficación de mi trabajo. Yo pedía
Aunque muchas mujeres contratantes se sienten reticentes e incómodas ante la idea de ocupar desaforadamente ser la chacha, y
no la amiga, así mi rol estaría clara-
una posición privilegiada y de poder, debemos contemplar su posición desde una perspectiva ale- mente delineado, y el de ella tam-
jada del modelo jerárquico clásico en el que el poder se sitúa de manera piramidal y se genera ver- bién».
ticalmente. «Mientras la antigua noción de poder se encuentra en proceso de ser reemplazada, han
surgido nuevas formas de hostilidad y antagonismo generadas en horizontalidad, una dinámica
sintomática de la democratización posmoderna de la opresión».57 Mujeres que desean establecer
relaciones equitativas con las trabajadoras domésticas pueden conseguir eliminar mucho de ese
antagonismo mejorando las condiciones de trabajo. Sin embargo, suele persistir en su relación una
«falsa familiaridad», una mezcla de relaciones personales y de trabajo.58 Tutear a una trabajadora
doméstica no se traduce en familiaridad y amistad cuando ésta no se siente cómoda de tutear a
quien la contrata. Formalizar, rutinizar y despersonalizar el trabajo puede incluso ser beneficioso
para la cuidadora para no verse envuelta en ambigüedades entre trabajo y no-trabajo.59

239
a la deriva...

Las mujeres que recurren a la asistencia remunerada no abandonan el trabajo doméstico por com-
pleto: pensemos en la doble presencia o en la doble jornada. La participación de la dueña de casa
en las labores domésticas está marcada una vez más por un prisma de valoraciones subjetivas del
trabajo doméstico. El trabajo de cuidados está infravalorado, es cierto, pero dentro del mismo hay
toda una escala de valores estratificadora. En la cima de la jerarquía del trabajo de cuidados están
aquellas tareas percibidas como placenteras: actividades como bañar a los niños, ponerlos en la
cama y leerles un cuento. Ya que estas tareas todavía están desempeñadas en gran medida por las
madres o padres, es un trabajo no pagado. Por debajo de estas tareas están otras responsabilida-
des como lavar, fregar, elaborar comidas diarias, que suelen ser compartidas entre mujeres
empleadoras y mujeres empleadas. Finalmente, en lo más bajo de la pirámide, se encuentran las
actividades de «trabajo intensivo», como es el limpiar a fondo, planchar y realizar otras tareas más
pesadas. Estas responsabilidades empiezan a estar cada vez más en manos de cuidadoras remu-
60 Gregson N. y Lowe, M., op. cit. neradas.60 Muchas veces, la complejidad del trabajo de cuidados está encubierta, así como su estra-
tificación y el contenido afectivo e inmaterial de las labores diarias.
¿Cómo y cuánto se debe pagar por labores de cuidado? Ilustraremos algunas reticencias con un
ejemplo: aunque las lavadoras automáticas se han expandido en Ecuador, aún existen lavanderas,
mujeres que van de casa en casa lavando a mano la ropa de la familia. Éstas cobran por docena. Al
terminar la montaña de ropa, llaman a la dueña de la casa y ésta cuenta las prendas de una en una,
suma, multiplica y paga. Aunque a muchas personas del Norte les parezca un fenómeno exclusivo
del Tercer Mundo, ponemos este ejemplo porque creemos que este problema se reproduce ahora en
un nuevo escenario. ¿Qué es lo que realmente se paga a la hora de contratar trabajo afectivo? No sólo
no se paga la parte inmaterial ya mencionada, sino que se pretende cuantificar las labores con un
salario que, en teoría, remunera tareas como si estuviesen desempeñadas por una autómata. Estas
tareas, en realidad, están cargadas de significado: planchar una camisa o lustrar platería no sólo
cubre necesidades de cuidado, sino que reproduce un estilo de vida y un estatus social.
Queda mucho por descubrir en el entretejido de estas cadenas de cuidados. Los sujetos colo-
cados a lo largo de ellas responden a condiciones subjetivas, con lo cual, a veces, sus roles tienden
a desdibujarse, a ocupar dos localizaciones opuestas, a mezclarse, a mutar, a moverse, y por eso
la tensión de la cadena. Existe un morphing de identidades que nos hace cuestionar qué tiene que
ver una contratante de servicios de cuidado en el Norte con una trabajadora doméstica del Sur y
cómo la globalización ha condicionado sus vidas. La cadena afectiva aparece con la crisis de cui-
dados y parece servir como apaño. Sin embargo, vemos que la transferencia de afecto no es line-
al: no se transfiere el afecto como se transfiere una pelota, de una a la otra, quitándote un peso y
cogiendo otro. En la transferencia, van quedando cargas de todo tipo. Evitando juicios moralistas,
debemos plantearnos si la importación de trabajo femenino afectivo es la solución a la crisis que
cada vez se hace más palpable. Tomando en cuenta estos bosquejos de la situación actual en el tra-
bajo de cuidados, tenemos que pensar qué hacer para mejorar las condiciones de las mujeres y
construir herramientas efectivas para el sostenimiento de la vida.

240
apuntes de un pensar en proceso>cuidados globalizados

4. ¿Qué hacer?
¿Qué ventanas abrir, qué puertas, para que entren aires frescos, para poder salir hacia nuevos y
experimentales caminos que nos saquen de esa tremenda trampa en la que nos han ido enredan-
do tantos siglos de discriminación y, por ende, de desprestigio de todas las funciones que el
patriarcado ha venido asignando a las mujeres? Esas funciones o papeles que históricamente
hemos desempeñado las mujeres, tan impregnados todos de lo que quizá sea más imprescindible,
más, literalmente, vital. El cuidado. Los cuidados. En su sentido amplio. Cuidar de la salud, de la
alegría, curar de la soledad, mimar, acompañar, escuchar, compartir, amar.
Pero ¿por dónde empezar?
Quizá, en primer lugar, por recuperar la palabra crisis del imaginario negativo al que nos suele
remitir la cultura del orden, de la reacción, del conservadurismo y del poder; para la cual lo esencial,
lo establecido, lo inamovible y lo silencioso son fuentes de paz y felicidad, palabras, éstas, tan mani-
puladas y tan llenas de falsas promesas que ya ni cabe reapropiarse de ellas con nuevos contenidos.
Si la vida es movimiento y el movimiento es cambio, las crisis, esos momentos graves de pues-
ta en tela de juicio de las estructuras económicas, sociales, éticas, políticas y filosóficas de la huma-
nidad, son siempre, en principio, preciosas, por cuanto implican repensar, cuestionar y remover
lo que se daba por bueno para explorar nuevas sendas más acordes con las contradicciones, posi-
bilidades, necesidades y deseos del momento y del lugar, este último, para bien y para mal, cada
vez más universal o, cómo se suele decir ahora, más global.
Y, si acordamos que el objetivo a perseguir es un cambio radical o revolucionario que consisti-
ría en tender a sustituir la sociedad economicista de la búsqueda del beneficio (y sus implicacio-
nes sociopolíticas de construcción de jerarquías, de poderes impuestos, de falta de democracia y
de todo tipo de «ismos» explotadores y excluyentes antes descritos) por la sociedad política de
búsqueda de la sostenibilidad de la vida humana (la vida en su sentido más amplio que abarque
la riqueza de la experiencia existencial, mucho más allá de lo meramente fisiológico), este salto ha
de pasar por un cambio de mentalidad y de valores, por una generosa creación de subjetividades
que pongan el cuidado en el centro.
Pero la desbordante magnitud de esta empresa puede tender a paralizarnos: los problemas a
afrontar son tantos, las preguntas a responder tan numerosas, que nos pueden asustar y enmudecer.
En fin, empezar es, como casi siempre, lo más difícil (también lo más apasionante) y la inten-
ción de este artículo quizá sea principalmente ésa, empezar a poner las manos en la masa, en esta
crisis de los cuidados que hemos ido abordando en las páginas anteriores y, con anterioridad a
esas páginas y como origen de las mismas, en las derivas y talleres que sobre el trabajo de cuida-
dos hemos venido realizando desde Precarias a la Deriva.
Este primer abordaje pretende poner sobre la mesa una serie de herramientas, tareas en pro-
ceso e iniciativas concretas, que hemos ido debatiendo como posibles estrategias a seguir para
sacar a la luz esta crisis y para problematizarla. Problematizarla en el sentido de crear una multi-
plicidad de conflictos y reflexiones, pero también de intervenciones en torno a ella que esquiven

241
a la deriva...

el cierre conservador tan propenso a resolver la crisis simplificándola y atajando las posibilidades de
cambio, tan inclinado a dar una respuesta a las necesidades de cuidados mercantilizándolas (esto es,
mal pagando el desempeño de esos trabajos o preconizando las maravillas de la vuelta al hogar).

4.1. Las tareas en proceso

Mucho ha de ponerse patas arriba en pos del objetivo antes anunciado del cambio de la sociedad
(destructiva) del beneficio hacia la (creativa) de la sostenibilidad. Entre otras cosas, las ideas acer-
ca del cuidado, del significado de la independencia, del sentido de la comunidad y de los imagi-
narios sobre el amor. Los valores que determinan la subjetividad imperante y sus vehículos mate-
riales (lingüísticos, legislativos, educativos,…) han de ser subvertidos y recreados a través de una
dinámica cuya intención no es cambiar un modelo por otro, sino una manera de imponer valores
normativa (impuesta desde arriba, atenta a satisfacer los intereses o privilegios de unas partes de
la sociedad en detrimento de otras, con presunciones esencialistas y vocaciones de eternidad), por
una proceso continuo de producción de imaginarios (generado desde abajo, sensible a las singula-
ridades y diferencias, sujeto a las voces vivas del contexto concreto y proclive a las metamorfosis).

4.1.1. De los cuidados

Otra cosa muy gorda es el tema de la desvalorización: cuidar se ve siempre


como una obligación, pero no como una cosa de la que se puede disfrutar.
Y es que una cosa que está implícita es que cuidar es
una «putada» y ¿qué haces con eso?
Precarias a la Deriva, Taller de Cuidados Globalizados I.

Pues algo que es preciso empezar a hacer es revalorizar el término y sus implicaciones. Cuidar ha
sido para las mujeres lo que debíamos hacer, en tanto que algo siempre asociado al espacio de lo
privado y, por lo tanto, al terreno femenino. Porque es a la esfera de lo privado a la que remite todo
lo relacionado con el sostén de la vida o, si se prefiere, con el trabajo reproductivo. Esto es parir,
y criar, y alimentar, y limpiar, y cuidar, y acompañar, y curar, y… Pero la mujer criada, madre, hija,
compañera, psicóloga y amiga, con los saberes, paciencias y dedicación que requiere tan
desmesurada faena, una vez irrumpe en el espacio público, ve limitadas sus opciones a
básicamente dos: o bien se entrega, con el autosacrificio esquizoide que ello supone, a lo
que se ha denominado doble presencia-ausencia, o bien renuncia a cualquier tipo de obli-
gación de cuidar a los otros, esto es, se libera de las obligaciones familiares decidiendo
identificar autonomía con no tener hijas/os, por ejemplo. Pero si nuestra lucha feminista

242
apuntes de un pensar en proceso>cuidados globalizados

pasa por rebelarnos frente a las atribuciones y funciones impuestas, estas funciones no dejan
por ello de existir (puedes decidir no tener hijas/os, pero los padres están ahí, y también las/os
amigas/os y, por supuesto, nosotras mismas), ni de ser muy valiosas. Así que el problema no se
soluciona con apartarlo a un lado. El reparto entre los sexos de estas tareas/trabajos de cuidados
fundamentalmente no remunerados no se ha realizado. La división sexual del trabajo se mantie-
ne increíblemente refractaria al paso del tiempo. Así que habrá que abogar por un nuevo contra-
to sexual. Y, ante la inminencia de una negociación que no cabe esquivar, será preciso partir de
una premisa que tampoco es negociable: el cuidado es el centro, el motor del desarrollo social, sin
él no habría vida biológica, ni vida en su más amplio sentido, que mereciera la pena ser vivida.
Pero la revalorización de los cuidados, su ascenso en esa errónea escala de valores sociales en la
que han sido injustamente relegados a los últimos peldaños, por debajo del dinero, claro, o del
éxito social, pasa por la destrucción de ciertas mistificaciones relacionadas con la independencia,
la familia y el amor.

4.1.2. De las falsas independencias

Pensamos en la independencia como no tener que cuidar de nadie


y no es cierto, las personas dependemos unas de otras
Precarias a la Deriva, Taller de Cuidados Globalizados I.

Y esa interdependencia no es una carencia, no se trata de echarse las manos a la cabeza por la
imposibilidad de ser autosuficientes. Es cierto que, en numerosas situaciones vitales (infancia,
vejez, enfermedad), somos más estrictamente dependientes, pero además de ser éstos unos
momentos y circunstancias por los que todas tenemos que pasar, y no por infravalorados menos
potencialmente interesantes de vivir, es que esa interdependencia está en la base de nuestra socia-
lidad que es, si no una característica esencial de los seres humanos, (estábamos por la labor de des-
cartar los discursos esencialistas…) sí, en todo caso, a nuestro juicio claro, lo más fascinante de
nuestra especie. Porque en ella se asienta la cooperación, la cual, llevándonos a poner todo tipo de
afectos y recursos materiales e inmateriales en común, es la artífice del mundo que, mejor o peor,
vamos siendo capaces de construir. «El cuidado en su vertiente más subjetiva de afectos y rela-
ciones»,61 es algo que desborda los límites del mundo emocional, de los sentimientos… sin pre- 61 Carrasco, C., «La sostenibilidad
tender infravalorar este último (¡qué difícil es deconstruir los discursos cuando las palabras están de la vida humana», op.cit.
ya tan codificadas!), sino insistir en la idea más amplia del afecto, como lo que te mueve a actuar,
a componerte con los demás a todos los niveles.

243
a la deriva...

4.1.3. Del mito del hogar dulce hogar

La familia es la mano que aguanta la cabeza para que permanezca bajo el agua
J. M. Fonollosa, Ciudad del hombre

La familia nuclear fordista y, por añadidura hispánica, franquista y (como decíamos más arriba, el
único ideal social realmente fomentado desde el sistema socioeconómico capitalista, el Estado y la
idiosincrasia religiosa, conservadora y patriarcal) está también en crisis. Pese a su amplia desmi-
tificación como fuente de amor conyugal y filial, pues parece demostrado que una buena parte del
maltrato y los asesinatos de mujeres tienen lugar en su seno, la familia sigue siendo, y más en estos
tiempos que corren de neoliberalismo salvaje, una fuente principal de apoyo económico y afecti-
vo. Muchas/os jóvenes siguen residiendo en la casa familiar hasta muy mayores y dependiendo
económicamente de la familia hasta muy tarde, gracias a las condiciones de renta e inestabilidad
a las que nos somete el empleo precario y la desbocada especulación inmobiliaria.
Crear otro tipo de hábitos de convivencia que rompan, por ejemplo, con el hecho de que sea
«absolutamente implanteable cuidar de ese abuelo de otra manera, por ejemplo, repartirse la tarea entre
siete amigos, [de que eso suene] absolutamente marciano», es difícil, pero urge empezar a reconocer y
fortalecer otros tipos de comunidades ya existentes y a crear otras nuevas. Las dificultades, nada
desdeñables, residen principalmente en que, desde los poderes públicos, lo colectivo es algo que
no sólo no suele fomentarse por el peligro que supone para el poder la fuerza de la gente auto-
organizada, sino que, a menudo, se obstaculiza o reprime. Económica y políticamente, al poder
establecido parece interesarle más la atomización social. Así, en cuanto surgen iniciativas de
autoorganización social y de puesta en común de recursos, como, por ejemplo los centros socia-
les ocupados, las redes informales de apoyo entre mujeres inmigrantes o las redes vecinales, se
desencadenan en nombre de la propiedad privada, de la salud o del orden público. La justifica-
ción es lo de menos: el caso es que, cuando la gente intenta resolver a su manera y de forma inde-
pendiente y autoorganizada sus necesidades, el Estado, en lugar de sentirse agradecido por
aquello de que le hagan sus deberes, acostumbra a reaccionar muy mal.
La ordenación del espacio urbano tampoco ayuda. Las ciudades, cada vez más destinadas a la
circulación de vehículos de motor y al consumo, se hacen progresivamente invivibles a causa de
todo tipo de contaminaciones, entre las que destacaremos la del aislamiento planificado: ¿dónde
están los espacios de encuentro, verdes o azules (es lo mismo), las plazas, los parques y los luga-
res en los que reunirse? ¿Para cuándo las tarifas reducidas o el transporte público gratuito para no
sentirnos aisladas/os en las inmensas ciudades cuando no tenemos dinero para desplazarnos?
Se trata, aquí y ahora, de pensar otros modelos de comunidad y otras reordenaciones urbanas
generadoras de colectividades de afecto, de espacios de encuentro y de socialidad.

244
apuntes de un pensar en proceso>cuidados globalizados

4.1.4. Del amour fou y otros amores letales

En la violencia contra la mujer se trata de expresar el derecho de posesión


exclusiva, el derecho de propiedad, derechos que las leyes
han reconocido hasta un período reciente; un reconocimiento
al que la cara arcaica del hombre, la cara inhibida, querría volver e intenta
hacerlo en períodos de regresión política, social e intelectual como el nuestro.
Anne Querrien

Sin abandonar todavía el espacio de las operaciones a realizar en el ámbito de lo subjetivo, otra de
las ideas a desechar e ir reemplazando por otras más constructivas es la del amour fou. Ese amor
representado y reproducido por todo tipo de expresiones artísticas, desde la canción popular al celu-
loide, que a menudo se identifica con EL AMOR, es algo así como el colmo de los malentendidos con
respecto a lo que amar puede llegar a significar. Y un colmo extremadamente doloroso y trágico si
pensamos en las consecuencias que este tipo de modelo arrastra. ¿Cuál es la relación entre esa apa-
riencia romántica y arrebatada de las expresiones del tipo «la maté porque era mía» y el escandalo-
so número de maltratos y asesinatos de los que son víctimas las mujeres? Sin duda, una relación
estrecha. Quizá parezca un poco tirado por los pelos esto de hablar del mito del amour fou en un artí-
culo sobre la crisis de los trabajos de cuidados, pero, a nuestro modo de ver, esa peligrosa represen-
tación simboliza, in extremis, el discurso que invisibiliza la existencia de los mismos, su valor y el
reconocimiento de quienes los llevan a cabo. Ese modelo simbólico describe un amor egoísta y limi-
tado, una dependencia enfermiza más predispuesta a exaltar la muerte que a resaltar la vida.
Cuando el amor nada tendría que ver con ese modelo estrecho, heterosexual y posesivo, con esa
«lógica narcisista, [que] habla fundamentalmente del yo»,62 cuando amar habría de tender más a ser
62 Larrauri, M., El deseo según Gilles
una dinámica de vida, una actitud de generosidad, un motor de construcción del mundo, de una
Deleuze, Tándem edicions, Valencia,
multiplicidad de mundos posibles: «siempre es con mundos con quienes hacemos el amor».63 2000.
63 Ibidem.

4.2. Las iniciativas concretas

En pos de esa labor de deconstrucción, primero, del simbólico que nos embarca/embauca en una
lógica del beneficio económico, y de construcción, después, de unas nuevas subjetividades, de un
nuevo imaginario que aspire a una sociedad de la sostenibilidad, hemos de ensayar nuevas formas
de actuar, de intervenir y poner en marcha herramientas de producción de nuevas relaciones socia-
les. En los tres Talleres de Cuidados Globalizados que Precarias a la Deriva ha venido organizando
en la Karakola y, sobre todo, en el tercero y último (de momento), se habló de espacios de autoor-
ganización de mujeres cuidadoras, de una red de trueque de servicios y recursos, de la posibilidad
de organizar una huelga del cuidado, de escraches contra contratadores/explotadores infames y de
tácticas de guerrilla de la comunicación, así como de la importancia del recurso a la vía legal.

245
a la deriva...

4.2.1. De las alianzas y los espacios de mujeres

En lo relativo a la creación de espacios posibles, hemos hablado de un espacio de encuentro, sobre


todo, de mujeres empleadas en el trabajo doméstico y, en particular, de trabajadoras internas,
cuyas condiciones de aislamiento laboral y, por lo tanto, de vulnerabilidad (teniendo en cuenta,
además, que la mayoría son inmigrantes sin papeles) las hacen víctimas de múltiples abusos y
explotaciones. Un lugar físico de encuentro afectivo, de puesta en común de esas condiciones de
trabajo y de vida, de búsqueda colectiva de soluciones, de propuestas de lucha, de asesoría legal,
de puesta a disposición de recursos (tiempos, saberes, ordenadores, libros…). Pero, también, un
espacio de encuentro entre las cuidadoras que, remuneradas o no, somos todas, para que nuestras
reflexiones e iniciativas concretas puedan asentarse en la fuerza de la multiplicidad de nuestras
situaciones materiales, de nuestras muy diferentes disponibilidades. Y, por último, un espacio de
alianza entre mujeres migrantes y mujeres autóctonas que busque ir reemplazando las fronteras
erigidas por un neoliberalismo que actúa a escala global (y cuyos mecanismos hemos descrito
anteriormente) por redes de cooperación. Esta alianza entre mujeres habría de ser capaz de luchar
contra las leyes de extranjería, de lanzar propuestas de ataque que contemplen, que si las cadenas
de afecto son mundiales y las condiciones que determinan sus características también, las formas
de cambiarlas han de abrirse también a esa misma dimensión global.
Entendemos estas alianzas transnacionales como una forma de desobediencia a las segmenta-
ciones del mercado laboral (reforzadas por la ley de extranjería) y de deconstrucción de las jerar-
quías entre mujeres. No es ésta una simple «iniciativa concreta», sino más bien un desafío largo
en el tiempo. Estas alianzas tienen, al menos y entre muchos otros, dos planos. Por un lado, el de
aprender a relacionarse entre diferentes asimétricos. Sabemos que tratar con gentes de otros
medios y con otros recursos es duro: porque la relación está atravesada fuertemente por asime-
trías, simbólicas y materiales. Y, o se asume como un reto, o lo sencillo es mantenerse separadas.
Porque se siente culpa, porque el racismo y el clasismo del que hemos bebido todas desde nues-
tra más tierna infancia y el miedo subterráneo a perder el propio estatus y las propias comodi-
dades se convierten en mezclas de paternalismo-asistencialismo-distancia... Hay que aprender a
descubrir la riqueza de la diferencia (no sólo retóricamente) y a escuchar, a la vez que se cons-
truyen luchas materiales y concretas más allá de la culpabilización. Por otro lado, otro plano de
estas alianzas pasaría por hacer propias las luchas contra los controles restrictivos de los flujos
migratorios en el Norte y las luchas que mujeres y hombres están llevando a cabo en el Sur con-
tra la expropiación/privatización de los recursos esenciales (naturales y no) para asegurar el sos-
tén de la vida. No como una solidaridad con quien está peor, sino porque las divisiones y asime-
trías que producen las primeras generan una convivencia fundada en el miedo al otro y porque
los procesos de privatización/expropiación en el Sur ayudan al cierre reaccionario de la crisis de
cuidados en el Norte, aparte de generar violencia y muerte a ambos lados del Ecuador.
Ese espacio de encuentro, lugar de concreción de alianzas transnacionales, cuya materializa-
ción queda pendiente (el dónde, el cómo, el de qué manera superar, por ejemplo, las constriccio-
nes impuestas por el horario esclavo de las internas para poder encontrarnos: todo esto tendremos
que resolverlo juntas), podría ser el lugar desde el que pergeñar y lanzar ideas y propuestas de
visibilización y conflicto. Podría ser también la sede de una red de trueque de saberes, recursos,

246
apuntes de un pensar en proceso>cuidados globalizados

tiempos y haceres, de un sistema de apoyo mutuo organizado: yo te cuido a las/os niñas/os cuan-
do trabajes por las tardes y a cambio tú me las/os cuidas el fin de semana; te doy clases de caste-
llano a cambio de que me dejes usar tu lavadora; me dejas usar tu conexión a internet y te enseño
a hacer unas deliciosas recetas de mi país; te consigo a un amigo que se case contigo y, una vez
con los papeles, ya podemos ponernos a organizar jaleo juntas…

4.2.2. De las propuestas de ataque

Decíamos: un espacio de alianza entre mujeres desde el que conspirar y maquinar, desde el que
diseñar formas de conflicto y visibilización, herramientas de ataque, estrategias de autodefensa.
¿Cómo cuáles? Hablábamos de: huelgas de cuidados, escraches, tácticas de guerrilla de la comu-
nicación, recursos a la vía legal…
De la organización de una huelga del cuidado (y de cuidado) nos hacemos, más que nada, pre-
guntas. ¿Sería posible organizar una huelga del cuidado? ¿Cómo? ¿Con qué sentido? La idea es lo
suficientemente atractiva y provocadora como para que, al menos, nos pongamos seriamente a
pensar en su viabilidad.
En lo que atañe a los escraches, hablamos de recoger esta práctica que en Argentina dirigen
contra los torturadores y asesinos impunes de las dictaduras militares, y que consiste en identifi-
carlos y denunciarlos públicamente, señalando su presencia en los barrios y casas en las que viven
mediante pintadas, carteles… para aplicarla, como forma de visibilizar su infamia, a quienes
empleen a trabajadoras domésticas por jornadas infinitas a cambio de sueldos ínfimos y en con-
diciones de encierro y violencia.
Y, en lo relativo a la guerrilla de la comunicación, hemos discutido la posibilidad de sus pro-
puestas de tergiversación mediática aplicadas a este ámbito del trabajo de cuidados. Revistas, car-
teles, ¿qué tal anunciar la inminente huelga de cuidados desde un sindicato ficticio con la sufi-
ciente apariencia de realidad como para esperar que provoque un encadenamiento de respuestas
imprevisibles? Ésta podría ser una herramienta muy potente de visibilización de lo invisibilizado.
Por último, el arma legal, se trataría de tener en cuenta que, pese a la degradada relación de
fuerzas en la que nos encontramos las/os trabajadoras/os precarias/os hoy a la creciente pérdida
de derechos laborales (¿qué puede quedar, por ejemplo, del derecho a los meses por maternidad
cuando los contratos son por horas o por meses?) y a la condición de ilegalidad (y, por lo tanto, de
exclusión de la ciudadanía y de sus correspondientes derechos) a la que la ley de extranjería con-
dena a gran parte de trabajadoras/es inmigrantes de este país, no se puede descartar el recurso a
las leyes para denunciar y obtener reparo en caso de haber sido víctimas de una situación de
abuso. Cómo explicaba Arantxa Zaguirre (abogada):

«[L]as leyes laborales en España tratan al trabajador sin papeles como trabajador, no como sospecho-
so, delincuente o defraudador. Luego la ley de extranjería ya se dedica a la otra parte [...] entonces,
una persona sin papeles según la ley laboral es un trabajador [...] siempre tiene derecho a reclamar las

247
a la deriva...

cantidades debidas, si te deben un mes de trabajo, dos meses, aunque no tengas un permiso de tra-
bajo tienes que iniciar todo el procedimiento legal y ahí no hay policía de por medio (…). Los juzga-
dos, en general, si tú presentas pruebas, datos de que has trabajado en una casa, testimonios de cual-
quier tipo, etc, te van a dar la razón».

4.3. A modo de conclusión

Todas las iniciativas y propuestas planteadas, que queda seguir discutiendo y atreviéndonos a lle-
var a cabo, tienen un denominador común: ninguna habla de conciliación de la vida familiar y
laboral, ese tema tan en boga, que tanto centraliza el discurso y tantas energías devora en lo que
respecta a la crisis de los cuidados. Porque si bien estamos de acuerdo en la necesidad de medi-
das concretas que vayan paliando las desventajas e injusticias derivadas de que el peso del cuida-
do siga estando a cargo de las mujeres, no estamos por la labor de conciliar lo irreconciliable.
Esa es nuestra apuesta. Nuestro deseo: que estas líneas fueran capaces de contribuir a com-
partirla con muchas más.

248
Apuntes de un pensar en proceso -2-

Inventando barrio, pensando en precario


Proceso de autoencuesta del colectivo del barrio de la Estrella

Retazos
Tratamos de entender nuestra situación, saber qué sucede en nuestro entorno, intervenir sobre
cuestiones que consideramos indispensables para poder desarrollar cualquier actividad política. En
colectivo, pretendemos garantizarnos una comunidad de combate, pero también abrir pequeños
laboratorios que busquen, identifiquen y pongan en marcha nuevos conflictos sociales, dado que
los programas políticos que heredamos fueron confeccionados en territorios que ya no habitamos.
Nosotras somos una comunidad de las que llaman de clase media, con estudios superiores,
nuestro barrio nunca fue ni quiso ser obrero. En la memoria de nuestros suelos sólo queda la hue-
lla de los circuitos especulativos, ningún movimiento ciudadano luchó en los años gloriosos por
asentar en nuestras plazas o calles un modelo más humano de ciudad. Y la verdad es que en las
metrópolis occidentales no somos una excepción.
Precariedad. Un modo de contratación, pactado por los sindicatos que las generaciones que
nos precedieron hicieron mayoritario. Precariedad. Un medio ambiente vital, en el contexto de la
guerra global que el capitalismo financiero desarrolla en contra de nuestras vidas: educación, sani-
dad, vivienda son sólo algunos ejemplos de la mortífera contaminación que sufre la atmósfera que
respiramos. Precariedad. Porque tenemos trabajos de sobra a los que aferrarnos, pero el sueño del
pleno empleo nos precipita hacia el abismo de la insuficiencia salarial, de la insatisfacción en el
trabajo, de las miles de personas que no encuentran ni siquiera un trabajo basura, del odio pro-
fundo que sentimos al tener que mantener equilibrios imposibles con nuestras vidas, subidos al
alambre de la incertidumbre.
También tenemos un contexto muy concreto: somos estudiantes de últimos cursos de carrera o
recién independizados, con inquietudes similares, enfrentados en el campo de batalla de la renta
contra el capitalismo global. La única conquista posible, un trabajo miserable, se sobrelleva con esca-
sas armas: la cooperación que se produce en nuestros entornos sociales y militantes, y la constante
ayuda de nuestras familias, aporte fundamental en el tránsito hacia nuestra independencia.
En el trabajo no encontramos más realización que la que se concreta en un salario. Toma el
dinero y corre, parte a las comunidades indígenas chiapanecas, a Guatemala, a trabajar a fondo en

249
a la deriva...

el Centro Social o en el colectivo de barrio, viaja por Europa o haz cursos y seminarios de las temá-
ticas más variadas. Nos gusta la historia, la antropología, la física, la comunicación, el teatro, la
filosofía y la informática. No hay ética del laburo, para desesperación de los compañeros y com-
pañeras que reservan una parte de su militancia al trabajo sindical. Los puestos de trabajo son
sillas calientes en las que nadie quiere estar demasiado tiempo: queman nuestros traseros y abra-
san nuestra dignidad.
Somos más que trabajadores, aunque los sindicatos tradicionales o no, reformistas o revolu-
cionarios, sigan interpelándonos con consignas que hacen referencia a una realidad que no es ya
la nuestra: la dignidad por medio del trabajo, el orgullo de clase, la huelga y la movilización por
un puesto que estamos deseando abandonar. Tenemos que seguir dando la lucha en el centro de
trabajo pero también fuera, debemos reinventarnos a nosotras y nosotros mismos como trabaja-
dores y debemos hacerlo a otro ritmo, de nada nos sirven ya las grandes sindicales y la división
por ramas, el trabajo en secciones sindicales o la exhortación al paro obrero. En situaciones como
las nuestras, con contratos eventuales, por obra y servicio y con estancias relámpago en nuestros
puestos de trabajo, los trabajos de acumulación de fuerzas rebasan los límites de cada empresa
como territorio político y sindical definitivo.
Ésta es la realidad que compartimos: la aceleración laboral de una vida que se mueve en la
espiral trabajo/no-trabajo y que acaba encarcelada en la lógica del salario. Somos precariedad, no
estamos en precario, y queremos pensarnos como tales, porque es la realidad que nos habita y nos
compone, el paisaje que nos define, fuera de él, no quedan otros mundos, no hay un afuera, y bus-
carlo es un acto inútil. Quien persiga refugios ficticios, Estados protectores o la vuelta a los viejos
tiempos trabajará desde la añoranza, pero no desde la realidad.
Empleo estable y de calidad, gritan quienes se pasaron toda nuestra adolescencia firmando y
pactando, asintiendo y engrosando sus cuentas bancarias. Que trabajen ellos y ellas, que llevan
toda una vida viviendo del sindicalismo «mayoritario», que se ganaron un futuro apostando con
nuestras vidas.
Ahora nos toca comprender, saber cuál es nuestro papel como trabajadores y trabajadoras. El
trabajo ha estallado, sus formas y actitudes son múltiples y las realidades individuales y subjeti-
vas que se componen en su seno, infinitas. Éste es el relato general, pero nuestras vidas se narran
en ese mismo contexto: variabilidad, incertidumbre e imprevisibilidad nos obligan a ser flexibles,
volátiles, escurridizos en nuestros códigos y en nuestras actitudes, también en nuestras capacida-
des, eso es lo que nos permite adaptarnos, pero también es lo que nos permite sobrevivir y com-
batir. La pregunta es: ¿durante cuánto tiempo?
¡Precarias, precarios, saliendo del armario! La huelga general del 20-J, las manifestaciones y las
luchas contra el decretazo del gobierno presidido por Aznar vieron nacer un pequeño bloque pre-
cario que durante semanas estuvo convocando piquetes, asambleas y caceroladas, culminando con
un encierro-ocupación el 5 de octubre de 2002. Todas estas iniciativas, aunque muy pequeñas, per-
mitieron replantear un modelo distinto de convocatoria. Llevábamos meses preparando una huel-
ga que excediera los límites del trabajo reglado, autoconvocados y autoconvocadas: amas de casa,
free-lances, putas, trabajadores/as del telemarketing, subcontratados, temporales... Ciertamente, la
«huelga general» visualizó la dificultad de seguir una «huelga» desde las nuevas formas de trabajo:

250
apuntes de un pensar en proceso>inventando barrio

nos hacía falta imaginación para plantear un conflicto desde nuestra multiplicidad de estrategias,
tiempos y necesidades. Para ir a la huelga, para pensar un boicot, para concebir el colapso, el modo
de cortocircuitar la lógica de la producción partiendo de las innumerables esferas cambiantes en las
que nos movemos. Movidos por esta inquietud, abrimos nuestra investigación.
Desde ese momento, nos embarcamos en el empeño de descubrir los límites, las posibilidades,
los nuevos referentes y las distintas realidades precarias que se condensaban a nuestro alrededor.
Haciendo entrevistas en los supermercados de nuestro barrio y en la plataforma de telemarketing
más cercana, y desarrollando un proceso de autoencuesta entre nuestras redes militantes, pretendí-
amos dibujar las puertas de entrada que nos permitieran perfilar, desde lo más cercano, la realidad
a la que habíamos convocado el 20-J. La investigación y la autoencuesta nos pondrían en contacto
con las distintas trayectorias y subjetividades que atraviesan el cotidiano de la precariedad social.

Investigando: desde la guerra global...


Nuestra investigación comienza en marzo del 2003, en un momento especialmente tenso, en el que
el grado de movilización contra la guerra es enorme. Estas movilizaciones hicieron estallar en mil
pedazos nuestro programa de trabajo, nos hicieron reflexionar detenidamente sobre multitud de
aspectos concretos en los que la denominada guerra global permanente afecta a nuestras vidas y,
en concreto, cómo se condensa en nuestra lucha por la renta.
La guerra: un marco excepcional de análisis. Ahora, varios meses después, inmersos en otro
proceso de autoencuesta sobre aquellos acontecimientos, el análisis común nos abre otra puerta.
Las movilizaciones contra la guerra se estrellaron en la incapacidad de nuestras propias realida-
des para analizar, en profundidad, qué relaciones se establecían entre aquel macabro aconteci-
miento y nuestra vida cotidiana. En nuestros panfletos, en nuestras discusiones, en todo aquello
que hacíamos, tratábamos de manejar una idea fuerza: «la guerra contra Iraq es un frente más de
la guerra que está desarrollando el capitalismo financiero contra nosotras mismas». Pero ¿cuáles
eran los demás frentes? ¿Cómo se definían? ¿Dónde estaban?
La investigación sobre la guerra nos ha llevado a otra cruda realidad: el análisis que sigue pre-
dominando sobre este proceso en nuestros ámbitos es un análisis articulado en torno al antiimpe-
rialismo, a la respuesta humanitaria y al antiamericanismo. Ni rastro de esos otros discursos que
tratamos de articular. La vorágine militante, el acelerón del momento, los días de euforia y la toma
de las calles no nos permitieron enlazar y reformular un análisis distinto sobre este gran aconte-
cimiento, que fue también la «puesta de largo» del movimiento global en Madrid.
Ahora, el tiempo nos da esa perspectiva, nos abre la posibilidad de reflexionar sobre los tiem-
pos de guerra en los que vivimos, nos invita a pensar sobre uno de los frentes más duros en los
que nos encontramos: el frente de la renta, la trinchera del trabajo, el eje global de la superviven-
cia, de sus garantías materiales e inmateriales.

251
a la deriva...

... al proceso de autoencuesta


En varios días, en reuniones formales e informales, hemos ido tejiendo un mapa de nuestras situa-
ciones laborales, hemos puesto en común nuestras aspiraciones y el estado en el que nos encon-
tramos, el sentido que le damos, la realidad a la que pertenecemos. Somos hijos e hijas de la clase
media y, en general, nuestras posibilidades de encontrar un trabajo son infinitas: tenemos un pues-
to de trabajo al alcance siempre que queramos. Podemos decir que, en nuestro caso, el «pleno
empleo» es un hecho, no nos faltan nunca trabajos de repartidor de pizzas, de teleoperador/a o de
camarera del VIP´s. De hecho, en ellos estamos, pero como un modo de ahorrar un dinero, para
seguir hacia adelante, porque nuestra vida no se articula en torno al trabajo. Tenemos, respecto a
él, un desapego existencial, un desapego biográfico.
Porque otro de los elementos que nos define (como grupo) es el deseo de desarrollar determi-
nadas tareas que suponen un compromiso vital, que están arraigadas en nuestra existencia, más
allá de que ganemos un sueldo por ellas, aunque, por otra parte, si queremos realizarlas como pro-
yecto de vida, si queremos dedicarles nuestro tiempo de verdad, el sueldo acaba siendo impres-
cindible. Soñamos, entonces, con un trabajo que nos dé autonomía, que permita el desarrollo de
nuestra capacidad de crear (en abstracto) algo distinto, que dé pie a la imaginación y a la coope-
ración, que arraigue en nosotros y nosotras. En definitiva, nuestras expectativas vitales son, a la
vez, una declaración de principios.
Pero ¿en qué consiste esa declaración de principios? Nuestro primer propósito es desarrollar
las vocaciones concretas que cada cual tenemos: nuestra relación con la universidad o con las eta-
pas de formación reglada que hemos recorrido, con sus círculos militantes, con los debates des-
arrollados antes, durante y después de pasar por este circuito de formación formal y no-formal
(relacional) nos abrió determinados horizontes; en concreto, las ganas de dedicarnos al desarrollo
del software libre, al teatro, a la historia, a la educación, a la comunicación audiovisual, a la psico-
logía crítica... Tenemos esa esperanza, pero también conocemos la realidad.
Primera hostia: sabemos que nuestras aspiraciones no se cumplirán en un alto porcentaje de
probabilidades, que estamos sometidos a la dictadura de las becas, de los proyectos de investiga-
ción en precario, a la carencia de canales asalariados que garanticen nuestro proyecto.
Segunda hostia: necesitamos dinero, tenemos que trabajar de lo que sea. Los puestos de telemar-
keting nos indignan a todos y todas y nos identificamos por completo en el relato que hacen los tres
compañeros/as que han pasado por sus asquerosos asientos; nos identificamos con el desprecio que
se siente a la posición de constante subordinación, al trabajo monótono y repetitivo que allí se desa-
rrolla, al despotismo del silencio y el tedio al que te ata tu puesto de teleoperador, tu ordenador y
los cascos con micrófono. También nos sentimos aterrados ante las miles de biografías que un día
entraron de modo temporal y casual en estas grandes plataformas para ganar un dinero esporádi-
co (o para realizar un sueño que precisaba de ciertos ahorros) y quedaron atrapadas allí para siem-
pre: opositores, amas de casa, estudiantes en paro y un largo etcétera.

252
apuntes de un pensar en proceso>inventando barrio

¡Malditas sean esas cárceles humanas! Todo el colectivo debe conocerlas. Por ello, decidimos
contactar con otro compañero que trabaja en la macroplataforma que está en nuestro barrio: él
tiene turno de noche, los fines de semana, y allí vamos. Sábado, 4 de la madrugada, aprove-
chando una salida nocturna, nos presentamos en la Plataforma, un edificio inteligente (curiosa
contradicción) construido todo en cristal y con una estructura metálica pavorosa. Esta Platafor-
ma está en la planta baja, allí está nuestro compa, sentado, leyendo un libro, «muerto del asco»,
como él mismo dice. Empezamos a hacerle señales a él y a todas sus compañeras (hay mayoría
de chicas), pero es extraño, parecen no vernos. Efectivamente, no nos ven, estos cristales son
inversos: desde el exterior vemos los puestos de trabajo, todos vacíos porque la gente está junta
charlando y el encargado duerme, pero ellos y ellas no nos pueden ver. Bonita metáfora para
comenzar: nosotros les podemos ver, pero ellas a nosotros... no nos ven. Por ello, comenzamos
a aporrear los ventanales, a gritar, a hacer señales y, por fin, nos hacen caso. Contactamos con
nuestro compañero, que aprovecha los ronquidos del jefe para escaparse de la Plataforma.
¡Victoria! Un abrazo y nos sentamos en círculo con unos litros de cerveza; pasamos así más de
dos horas, de charla, conociendo los intestinos de aquel monstruo de producción de comunica-
ciones para la promoción, el ocio y el consumo.
Un solo adjetivo común: el aburrimiento, el tedio, el cansancio acumulado por la inutilidad de
todo el proceso, por lo absurdo del trabajo, por las horas muertas que se suceden en la noche. El
relato no difiere mucho de lo que contaron esos otros compañeros que trabajaban durante el día,
sólo que algunos elementos se hacen más duros por la noche. Aquí (nos cuenta nuestro amigo) no
te pagan por la sonrisa telefónica, por la cantidad de ventas, por la
habilidad para promocionar el producto, etc. Aquí te pagan por ser
capaz de aburrirte como una ostra. Nuestra visita había venido a
arruinar esa lógica. La plataforma es un laboratorio de distraccio-
nes de los más variado: desde los ronquidos del encargado (aún
en fase REM) hasta la lectura, desde las charlas nocturnas hasta la
visita de un grupo de investigación sobre precariedad, aunque
ese ritmo sólo se aguanta unos meses. Si no escapas de él, te des-
troza. Huir de allí es un objetivo común, pero antes hay que
ganar un poco de dinero. En la mente de los que allí trabajan
hay viajes, cursos, tesis doctorales, investigaciones de todo tipo,
pero también hay hipotecas y familia, hay necesidad de sobre-
vivir y, por eso, el fin del contrato se vive con bastante alivio,
pero también con el miedo angustioso a tener que volver a
sumergirse en otro trabajo de semejante factura. Entre anécdo-
tas y valoraciones (a las que dedicaremos en el futuro un texto
específico) nos despedimos. No importa que demos muchos
datos en este texto de quienes estaban aquella noche en la
Plataforma de la empresa UNI2: a día de hoy ninguno de
ellos continua trabajando allí. Han partido hacia otros luga-
res, comunes a los que otros de nosotros vivimos. Allí nos
encontraremos.

253
a la deriva...

En la discusión, llegamos a un acuerdo: el de telemarketing es un trabajo que odiamos y hay


muchos como éste. Es cierto que en este sector tenemos un puesto cuando queramos, pero lo odia-
mos, se lo cedemos al señor Aznar con mucho gusto. No queremos aburrirnos a cambio de un
salario, aunque por temporadas nos veamos obligados a hacerlo.
Algo muy parecido le sucede a otra compañera con la que estuvimos charlando en otra larga
noche. Trabaja en el VIP´s, de camarera. Allí, al igual que en el telemarketing, se aprende un «ofi-
cio» específico, en este caso el de servir mesas, llevar bandejas, trabajar con un contrato temporal
y tener horarios flexibles de muy pocas horas semanales. En cada centro de trabajo, la división es
bien clara: inmigrantes marroquíes en la cocina, sudamericanos/as en la barra y la limpieza, autóc-
tonos/as de camareros y en la barra. Estos últimos son la cara amable de la empresa: estudiantes
universitarios con un altísimo grado de movilidad que trabajan unos meses para ganar un dinero
y luego realizar otros proyectos. La historia se repite, porque también hay gente que permanece
allí, que no puede escapar de este contexto laboral. Pero en este caso, hay un elemento dentro de
las condiciones de trabajo que duele especialmente a nuestra compañera. Si en otros trabajos es la
capacidad para relacionarte y hablar una exigencia para cumplir el perfil, en el VIP´s hay una regla
de oro: «no se puede hablar». La consigna es clara y hablar es signo de falta de dedicación y moti-
vo de despido. Este silencio impuesto puede ser una verdadera tortura para un puesto (el de
camarera) que se basa en el trato con los clientes y con los y las compañeras. Se trata de una forma
de deshumanizar el puesto de trabajo, obligando a nuestra compañera a ser fría, concisa, maqui-
nal, a estar petrificada, en definitiva, a no-ser.
«Logran que parezcamos máquinas», nos dice otro compañero que estuvo haciendo desarrollos
y otros trabajos informáticos para un organismo público. ¿Un funcionario? No. Estaba contratado
por una Empresa de Trabajo Temporal para una empresa que vende servicios al ministerio. Las
condiciones de trabajo eran realmente duras. Tenía que hacer viajes de una semana entera para
hacer instalaciones de sistemas informáticos. El contacto humano no existía: de lunes a jueves, reco-
rría en solitario la península, trabajaba en asépticas oficinas y dormía en fríos hoteles, dejando atrás
y en suspenso la participación en el hacklab y en el colectivo de barrio, perdiéndose el cotidiano de
las comunidades militantes y afectivas de las que forma parte, dejándose la vida en un trabajo ridí-
culo, sin mayor incentivo que un buen sueldo y con la posibilidad de tener (oh, excepción) cierta
estabilidad en el contrato. Pero en ese contrato estable quedaba excluido todo lo que se refiriera a
una vida digna, a un proyecto vital que excediera el ritmo marcado por la dedicación plena del pro-
pio tiempo al trabajo. Dos meses es lo que tardó nuestro compañero en abandonar el puesto. Por lo
que pudo averiguar en el momento de su fuga, muchas personas antes hicieron lo mismo.
Porque el trabajo fijo y con ciertas garantías tampoco es nuestro horizonte. Esto lo demuestra otro
compañero que acaba de entrar en un taller de fabricación en serie de todo tipo de llaves. El negocio,
de un familiar próximo, es seguro y ofrece un trabajo estable, pero el trabajo es monótono, cansado y
muy aburrido. Demasiadas horas muertas, demasiadas reuniones perdidas de las redes sociales y
militantes de las que forma parte, demasiado tiempo robado a los dos proyectos de comunicación crí-
tica (un periódico y una revista) en los que participa. Tras trabajar un cierto tiempo, el dinero obteni-
do es suficiente y abandona el trabajo: otra nueva huida, pues, en busca de un empleo más ajustado
a las propias expectativas, una huida para recuperar la vida perdida en los meses de trabajo.

254
apuntes de un pensar en proceso>inventando barrio

Aburridos, monótonos, esporádicos y fugaces: así son nuestros trabajos, con mejor o con peor con-
trato. Precariedad es vivir el trabajo como lo vive toda una generación de jóvenes, tal y como lo
expusimos en nuestra autoencuesta. Conscientes de quiénes somos y de que formamos sólo uno
de los posibles puntos de vista que concurren en estos puestos de trabajo, cruzándonos con las bio-
grafías de gentes mucho más mayores, con migrantes que están a nuestro lado en condiciones
absolutamente diferentes, amas de casa o padres y madres de familias hipotecadas, quizás noso-
tros y nosotras dentro de unos años, pero por ahora somos... lo que somos, y desde ahí pensamos.
Desde luego, no somos vagos, ni pequeñoburgueses, ni niños/as de papá: desde nuestras exi-
gencias vitales y militantes quebrantamos la ética del trabajo. Planteando nuestra estrategia de
lucha, lo cual significa, aquí y ahora, comprendernos y conocernos, hacer de lo que somos una de
las temáticas de nuestra militancia. Y queremos huir del trabajo, inventarnos canales, pensando
que es posible. Quizás estos canales sean endebles y precarios, tal y como son los mismos traba-
jos a los que tendríamos acceso, pero en este caso son trabajos autoorganizados y basados en nues-
tros criterios de vida, en los que podemos obtener el dinero suficiente para vivir trabajando pocas
horas y controlando todo el proceso.

De los puestos de chuches a las redes de software libre.


La tercera hostia la damos nosotras... (Apuestas desde el trabajo autoorganizado)
Como podemos, devolvemos los golpes, tímidamente. Algunos de los trabajos en los que nos
sentimos más o menos cómodos tienen características muy específicas: son trabajos que se acer-
can a lo que nos gustaría hacer por nuestra cuenta. Éste es el caso de un compañero que traba-
ja diseñando y maquetando una revista, esto le permite desarrollar capacidades de creación
autónoma. Al poner en juego distintas habilidades intelectuales, el aburrimiento o el desprecio
a la labor realizada desaparecen. Claro, entran en juego otras variables, como el ambiente del
centro de trabajo, la incertidumbre ante la renovación de contrato o el carácter despótico de los
jefes, pero el trabajo es esencialmente distinto.
Como esencialmente distinto es el grupo de trabajos autoorganizados de los que sobreviven
seis miembros del colectivo. Uno de ellos es un trabajo de mantenimiento de sistemas de software
libre, quizás uno de los trabajos más relacionados con la producción cooperativa y libre, un per-
fecto engarce entre militancia y supervivencia, ya que nuestro compañero es miembro de uno de
los hacklabs más potentes de Madrid. Sin esa formación previa, hubiese sido imposible que exis-
tiese el puesto de trabajo en el que se encuentra y sin esas redes militantes, el puesto de trabajo
nunca hubiese tenido candidato a ocuparlo con la formación necesaria.
Actitudes y saberes comunes, aprendidos en colectivo y que se aplican en el común de
nuestras vidas. Otro compañero sobrevive de proyectos de investigación histórica que finan-
cian entidades públicas y que caen sobre una sociedad ficticia de investigadores que redis-
tribuyen ese dinero para que puedan vivir varias personas, que pueden así desarrollar esos

255
a la deriva...

intereses intelectuales que les llevaron a coincidir en la facultad


de Historia. Las redes militantes que compusieron el grupo como
entidad colectiva, el sesgo vocacional y, sobre todo, el componen-
te autoorganizativo del desarrollo del proyecto, unido a la flexi-
bilidad de los tiempos, que permite liberar gran cantidad de
horas para el trabajo militante, son factores determinantes para
comprender su utilidad.
Éstas son, precisamente, las mismas características que
concurren en una de las redes laborales y militantes más
importantes de Madrid: los puestos de venta de «chucherías»
de las universidades. Esta idea de autoempresarialidad que
parte de un grupo de militantes de la Facultad de Sociología de
la Universidad Complutense y que hoy en día cubre más de seis
facultades y da trabajo a decenas de personas relacionadas con la
universidad y el ámbito militante, aquel mismo que dio cobertu-
ra a los puestos a la hora de pelear cotidianamente su presencia
en las facultades, pese a su «alegalidad». Son cuatro los compa-
ñeros y compañeras del colectivo que consiguen una renta a tra-
vés de un trabajo autoorganizado en estos puestos, ganando un
salario digno por pocas horas de trabajo e invirtiendo, así, la rela-
ción esencial de la precariedad: sueldos de miseria por muchas
horas de trabajo y en unas condiciones detestables.
A duras penas, respondemos a los embates que nos lanza el
mercado laboral y nuestro posicionamiento vital es, por defini-
ción, político. Escapamos del trabajo porque éste no nos ofrece
nada, autoorganizamos ciertos yacimientos de renta en el trape-
cio de la independencia con respecto de nuestras familias, pero
también tenemos un punto de equilibrio situado sobre la red de
las rentas de nuestros padres y madres, en muchos casos, vivien-
do todavía en la casa familiar. Aquellos de nosotros que ya nos
hemos independizado, nos agrupamos en casas de alquiler com-
partidas, en un contexto de «economía de guerra», intentando
siempre generar pequeños fondos de previsión (ahorros) que nos
ayuden cuando nuestras fuentes de ingresos se rompan (porque
decidimos dejar el trabajo o nos despiden).
Los nuestros son, pues, esfuerzos de trapecista: flexibles,
imprevisibles y escurridizos. Combatimos la precariedad inven-
tando modos de adaptarnos al alambre sobre el que circulamos,
un alambre tan escurridizo como es la renta que recibimos, tem-
bloroso como nuestros tipos de contrato y azotado por los vientos
de la reestructuración de los servicios públicos y estatales. Estamos

256
apuntes de un pensar en proceso>inventando barrio

apostando fuerte, porque ahora, una vez que comenzamos a entender dónde estamos y (tras la
puesta en común) sabemos algo más de los circuitos precarios en los que nos desenvolvemos. Por
lo tanto, queremos ponernos a imaginar cuáles serán nuestras armas. Algunas y a las hemos encon-
trado, otras no. Entre ellas se encuentran las ideas de lanzar proyectos de investigación sobre la pre-
cariedad, recuperar el sindicalismo de base, producir proyectos de autoorganización del trabajo,
diseñar herramientas que nos den pistas en el momento de avanzar propuestas de intervención que
estén dirigidas a cortocircuitar las diversas lógicas de producción en las que nos insertamos, para
que nunca más se haga una huelga general sin nosotras.

Colectivo Estrella,
Madrid, noviembre de 2003

257
Apuntes de un pensar en proceso -3-

Mamá, ¡quiero ser artista!


Apuntes sobre la situación de algunas trabajadoras en el
sector de la producción de imágenes, aquí y ahora

La representación como comunicación y como (re)producción de realidad(es)

– Es mejor que hagas unas oposiciones, nena… con lo lista que tú eres… podrías sacarte cualquier
carrera…No sé… puede que tengas vocación, pero también lo podrías hacer como hobby, ¿no?… Tú
verás lo que haces…pero ¡te vas a morir de hambre!

Ésta era (y sigue siendo), más o menos, la reacción de nuestras/os allegadas/os (especialmente si
nacemos en el seno de una familia trabajadora, con una relación lejana o inexistente con cualquiera
de los campos de la producción cultural) ante nuestra apuesta por un incierto futuro profesional.
Lo cierto es que, en las condiciones actuales de la producción de representación dentro del
Estado español, practicamente en todas sus vertientes (especialmente en las más críticas y/o menos
comerciales), algunas de sus oscuras expectativas se ven cumplidas. En lo que mamá se equivoca-
ba, sin embargo, es en pensar que la inestabilidad, la desregularización y la escasez o falta de remu-
neración afectarían sólo a los trabajos «creativos», «poco serios», que no tenían/tienen siquiera en
muchos casos la consideración social de «empleo» y que, además, aparecían/aparecen vinculados
a formas de vida, cuando menos, «irregulares» y poco propicias para el ascenso social.
Aún así, nosotras perseveramos y tras un periodo de estudios más o menos ligados a la ima-
gen o una formación autodidacta, nos encontramos inmersas en una labor sin horarios ni recono-
cimiento, muchas veces sin contrato, un «trabajo» que no se considera «empleo», una especie de
«voluntariado indefinido» apoyado en una dudosa y ególatra concepción del talento, del que se
espera que nos cansemos más o menos pronto.
En el mejor de los casos, podremos sobrellevar con enorme cansancio un pluriempleo forzoso que
desdoble nuestro tiempo en «empleos asalariados» y en «lo que de verdad considero mi trabajo», y si
además somos mujeres (y parafraseando al colectivo estadounidense Guerrilla Girls), podremos «tener
la suerte» de elegir entre la maternidad o el tiempo para nosotras mismas y una carrera profesional
absorbente, sin vacaciones ni pagas extra: un exámen continuo donde siempre estás empezando.
Si bien es cierto que todo el sector audiovisual (desde la publicidad o el diseño, hasta la pro-
ducción de noticias o documentales en los media, desde el cine comercial hasta la elaboración de

259
a la deriva...

imaginario dentro del ámbito del arte) comparte elementos comunes muy significativos, convendría
hacer algunas distinciones entre sus diferentes aspectos, al tiempo que subrayar hasta qué punto la
situación de las mujeres en los diversos campos de la representación sigue siendo conflictiva.
Por cuestiones de espacio, tras un breve análisis conjunto, centraré este breve escrito en mi
experiencia más cercana, la precariedad y sus incidencias dentro del mundo de la creación artísti-
ca. Un territorio definido por algunos sectores de la «institución arte» como un «espacio de liber-
tad» lleno de posibilidades que, a poco que se conozca y analice, se presenta como uno de los
terrenos laborales más anacrónicos, jerárquicos, sexistas y clasistas que todavía persisten. No en
vano, como hubieran apuntado algunos marxistas de antaño o la siempre lúcida Teresa de
Lauretis, la representación es un aparato privilegiado de generación/difusión de ideología que
debe ser controlado en todos sus aspectos, desde la generación a los dispositivos de recepción.1
1 Véase Lauretis, Teresa de, «La Elaborar imágenes es una actividad política, enmarcada de diversas formas en el sistema de
tecnología del género», en Lauretis, producción, que genera plusvalías tanto en el terreno económico como en el terreno simbólico. Ya
Diferencias, horas y Horas. Madrid,
2000. sea como transmisión de información, como marca o imagen de una mercancía o servicio, ya sea
2 Véase Rosler, Martha, «Si vivieras como representación del mundo o de la subjetividad del o de la artista, producir representación
aquí», en Blanco, P, Carrillo, J, es un trabajo de acción comunicativa y simbólica donde los parámetros de clase, raza, género,
Claramonte, J & Expósito, M (eds.), opción sexual, etc… están activados al máximo nivel, por ello, comporta marcos de censura y
Modos de hacer. Arte crítico, esfera
pública y acción directa, Universidad
autocensura importante y bien interiorizados por los/las que nos dedicamos a ello.
de Salamanca, Salamanca, 2001. La representación no «refleja», sino que construye (nuestra posición en) el mundo y se levanta
sobre códigos bien definidos: continuidad, coherencia, ordenación teleológica generada por con-
venciones temporales y espaciales (por ejemplo, las elipsis o el plano/contraplano), delimitación
clara entre lo «ficticio» y lo «real», distribución dicotómica entre el observador-sujeto y el/la obser-
vada-objeto, oscurecimiento o negación de los mecanismos de construcción y de los marcos históri-
cos de los conceptos y las formas visuales… Estamos destinadas a reproducir si no hacemos un
esfuerzo por problematizar la mirada, por transitar los umbrales de lo definido como «visible», por
cuestionar la simplificación y naturalización del orden visual legitimador como el único posible.
Construir imágenes se convierte, dentro de esta estructura, en una mera (re)presentación con-
nivente (consciente o inconsciente) de significantes y significados tanto narrativos como simbóli-
cos, los únicos que nos parecen posibles para ser «entendidas» y «aceptadas» por el público, los
únicos admitidos por los circuitos establecidos (ya sean mediáticos o artísticos), los únicos que
podemos, incluso, llegar a imaginar, gracias al persistente consumo y a la retroalimentación impe-
rante de nuestra inmensa marea de mercancías audiovisuales, que provoca una infinita «variación
homogénea» de cuerpos, actuaciones o soluciones narrativas siempre convergentes.
La representación generada por este marco aceptado está, en definitiva, condenada a (re)pro-
ducir y (re)encarnar estereotipos y relatos, a elaborar productos enquistados y reificadores que
instituyen la paralización, el embotamiento y la fascinación como herramientas, que aseguran la
explotación y la objetualización visual, en vez de abrir una puerta a una posible reciprocidad,
hacia una «representación participativa», como diría Martha Rosler,2 que transite entre las fronte-
ras del «ojo» y el «espejo», de lo activo y lo pasivo.

260
apuntes de un pensar en proceso>mamá, ¡quiero ser artista!

La reactivación de fórmulas y comportamientos reaccionarios o el intento de regeneración de las


fronteras entre «alta» y «baja cultura» acaecida desde la década de 1980 en las propuestas visua-
les occidentales (desde el cine a la TV, desde la moda al videoarte) como forma de aislar o neu-
tralizar posibles contestaciones al «ojo imperativo» (desde el arte o el audiovisual feminista hasta
los análisis que superan las posiciones economicistas postmarxistas para profundizar en la crítica
de la producción cultural como una mercancía interseccionada por los estándares genéricos, étni-
cos, de clase…), hablan de la enorme dificultad de pensarse fuera de lo «visible homologado» y
sus redes de distribución y de la escasez de desafíos a la mirada unívoca, incluso en el aparente-
mente «experimental» mundo del arte.
Al propio miedo y a la imposibilidad traducida en autocensura, se une el silenciamiento en la
recepción, merced a las estrechas relaciones entre la producción, la distribución y el consumo, un
círculo de difícil acceso y más compleja ruptura, que hace casi impensable la presencia de cons-
trucciones visuales no reproductivas, excepto cuando actúan como pequeñas
incursiones «políticamente correctas» destinadas a producir una plusvalía
simbólica muy concreta (una ilusión de conflicto falaz o de pluralidad apa-
rente, por ejemplo) o cuando están a punto de ser asimiladas y conveniente-
mente desactivadas (un proceso constante) por los códigos hegemónicos.
Si bien es verdad que la influencia social de la televisión o del cine comercial
no es comparable a la de las diferentes formas y soportes del arte, las condicio-
nes de la denominada «manipulación de códigos visuales» tienen aspectos coin-
cidentes. Tanto en el marco meramente comunicativo como en el creativo, las
trabajadoras audiovisuales estamos sometidas a condiciones extremas de flexi-
bilidad, saqueo afectivo, movilidad, inseguridad o competencia brutal propias
de la producción inmaterial, al tiempo que, una total desregularización del tiem-
po de trabajo/tiempo de ocio y una completa confusión de los espacios de uno
u otro ámbito (especialmente si realizamos en parte o completamente el trabajo
en casa) se imponen en nuestros cuerpos y nuestras formas de vida.
Trabajamos siempre y en todas partes: en casa, en la oficina, en la pro-
ductora o en la agencia. Pero, además, todas hemos aprendido a rentabilizar
nuestras experiencias y a someter nuestras necesidades a los imperativos de
una tarea que presenta el «añadido vocacional» (estás haciendo lo que quie-
res ¿no?) y por lo tanto requiere nuestra completa dedicación.
(Casi) todas hemos concluido que la mirada y las representación hege-
mónica del mundo es patriarcal y heteronormativa y, por lo tanto, que
hablar desde una posición de género como una variable política supone un
esfuerzo añadido, un esfuerzo estratégico que se suma al que ya hemos
hecho al intentar camuflar nuestros ojos para conseguir producir imágenes
dentro del orden visual hegemónico (y esto es igualmente válido en el
campo de la enseñanza y el análisis de imágenes y dispositivos, donde
como mínimo te tildarán de «falta de objetividad» si enseñas algunas de las
aportaciones de la teoría feminista); además, algunas de nosotras hemos

261
a la deriva...

aprendido que, lo que se presenta como natural, coherente y lógico, no es sino una composición
clasista, donde se asume como normativo un marco visual arbitrario y jerárquico que no es sino
un bagaje de difícil y costosa adquisición, especialmente si tu primera visita a una una pinaco-
teca la has hecho en la excursión de fin de curso del colegio.
Si bien, como ya apuntaba más arriba, construir imágenes en cualquier ámbito comparte
estos y otros aspectos comunes, las condiciones de producción, el compromiso personal o la
responsabilidad en la generación y difusión de las mismas es, obviamente, muy diferente cuan-
do trabajas en el ámbito de la producción artística o en una grande o pequeña empresa de
comunicación o diseño.
La elaboración de imágenes en el territorio comunicativo está regulada por los marcos del
grupo empresarial en el que esas imágenes se emitan y su distribución forma parte de la genera-
ción de un relato institucional más amplio, al tiempo que está impregnada de la rapidez y la
inmediatez propia de los media (dinamismo, levedad, novedad…): el imaginario mediático tiene
una influencia y una difusión que no posee la imagen de la institución arte, pero también se olvi-
da y se consume más rápidamente. Como «espejo» del mundo que las produce, confunde la rea-
lidad con su representación, para reafirmar los roles y las identidades homologadas produciendo
la sensación de un sistema sin fisuras ni intersticios, trabado, contínuo y teleológico, donde «las
cosas son así y así se las hemos contado».
Las trabajadoras de estos medios están abocadas a una negociación constante, tanto conceptual
como formal, con el marco de producción y emisión y consigo mismas; saben que su capacidad de
maniobra es pequeña pero significativa (sobre todo debido a su influencia social y a su capacidad de
difusión, no hay que olvidarlo…). La importancia y dificultad fundamental de estas representacio-
nes reside en su enorme impregnabilidad en los usos, estereotipos y corporeidades cotidianas.
Teniendo en cuenta este contexto, la responsabilidad de las trabajadoras de los medios respec-
to a la producción y distribución de esos productos es relativa: en sus productos, la censura y los
límites de lo visible suelen estar impuestos previamente, como sucede en gran parte de las traba-
jadoras de la industria cultural comercial en general. La autocensura, aquí, se vive como interiori-
zación de los mecanismos y rentabilidades empresariales. Sus condiciones laborales, si bien sufren
el peso de una profesión «vocacional», suelen incluir una retribución pautada y una regulación
estipulada, aunque las formas contractuales sean paulatinamente más débiles (contrato por obra,
eternos contratos en prácticas, interminables horas de preparación, despidos improcedentes…) y
más «performativas» (mayor puesta en juego de la imaginación, de la subjetividad y del cuerpo,
especialmente en los medios audiovisuales…).
Como ya apuntábamos, la precariedad en sus diversas formas (la flexibilidad, la inestabili-
dad, la indeterminación de funciones, la (auto)explotación de las experiencias y emociones, la
movilidad extrema, la escasez o inexistencia de salario…), definen a casi todos los trabajos en el
terreno de la producción cultural y la comunición incluso los más ventajosos económicamente o
los mejor situados en la jerarquía cultural: comisarios/as de exposiciones, directores/as de muse-
os, grandes estrellas mediáticas…, excepto cuando entramos en el campo de un funcionariado de
rotación paralizada o extremadamente ralentizada legislativamente, trabajadores fijos de RTVE
o de museos institucionales, por ejemplo.

262
apuntes de un pensar en proceso>mamá, ¡quiero ser artista!

Pero ¿qué ocurre cuando la producción de imágenes no está dentro de la lógica de la empresa
o no tiene una finalidad primordial de divulgación y/o entretenimiento, sino que se produce a
partir de la «necesidad personal» o como «una forma de crítica hacia las estructuras de la rea-
lidad circundante»?, es decir, cuando dices en casa: «Mamá, ¡quiero ser artista!»… y no preci-
samente una folclórica, no…

Manual de superviviencia...
o cómo se vive la precariedad en el glamuroso mundo del arte
Lo primero que piensa una persona cuando le explicas que eres artista es que no necesitas traba-
jar para vivir y, por lo tanto, que tu familia tiene mucho dinero o que alguien se encarga de pro-
veer tus necesidades.
Cuando llegas al mundo del arte (y, en general, a cualquier profesión vinculada a la produc-
ción o transmisión de lo definido como «cultura») procedente de un grupo de lo que hasta hace
unas décadas era la clase trabajadora, o simplemente eres ajena al medio o estas en desacuerdo
3 A este respecto, es muy interesan-
con él, percibes enseguida tu «extranjería» en medio de su «endogamia», o si lo preferís, tu «dis-
te el texto de Walkerdine, Valerie,
cordancia» en medio de su «consenso»: debes reencarnar tus gestos y tus palabras, autocontrolar «Sujeto a cambio sin previo aviso:
tu concepto de lo que es producir conocimiento y camuflar delicadamente el miedo generado por la psicología, la posmodernidad y
la inseguridad y el coste emocional de tu aventurera osadía.3 lo popular», en Curran, J., Morley,
D. & Walkerdine, V. (eds.), Estudios
Y es que la primera carencia de los artistas, en un importante número de casos, es su incons- Culturales. Análisis, producción y
ciencia como trabajadores, una idea acentuada por la construcción profundamente arraigada del consumo cultural de las políticas de
demiurgo romántico, desclasado y saturniano, demasiado individualista para mirar a su alrede- identidad y el postmodernismo,
Paidós. Barcelona, 1998, donde la
ror, perpetuada y acentuada por el imaginario mediático hasta nuestros días. autora relata su propia experiencia
La «institución arte» tradicional niega la condición de trabajador del artista y su capacidad de y el desgaste emocional que supo-
ne su «viaje» desde los suburbios
influencia y responsabilidad en la vida cotidiana, para esconder, así, las vinculaciones políticas de londinenses hasta llegar a conver-
la representación: el arte, el «gran arte», se presenta como eterno e inalterable, des-histórico, dis- tirse en profesora titular de psicolo-
tópico y trascendente y por lo tanto, ajeno a las condiciones materiales en las que se elabora. gía en una prestigiosa universidad
británica.
Si bien cabría pensar que tras décadas de análisis materialistas, después de una aparente diver- 4 Para profundizar en la idea de
sidad de tipologías de artistas y tras las más que probadas vinculaciones de las imágenes con el «autonomía relativa» de las imáge-
instrumental ideológico, el concepto de la elaboración de la representación fuera del marco nes frente a la «autonomía absolu-
empresarial comunicativo sufriría una transformación definitiva, ésta no se ha producido en pro- ta» tradicional, así como en otros
conceptos repetidos a lo largo de
fundidad. El arte se sigue pensando como un espacio no contaminado, de «autonomía absoluta»,4 este escrito como «capital simbóli-
poblado de individuos sin sexo ni clase, que trascienden sus condiciones vitales para formalizar co» o «institución arte», es muy útil
sus emociones, con un interés por el rendimiento económico muy secundario («todo por amor al la lectura de algunos libros del
sociólogo francés Bourdieu, Pierre,
arte») o abiertamente cínico («todo por la pasta»). especialmente Las reglas del arte,
Tras la evidenciación de la influencia de los modelos económicos en la producción artística y Anagrama, Barcelona, 1995 y
Razones prácticas, Anagrama,
la «repolitización» y el replanteamiento del papel social de las y los artistas durante la década de
Barcelona, 1999.
1960 y 1970 y la década de 1980 se produce una importante reactivación de las jerarquías y los

263
a la deriva...

estereotipos más conservadores y, al menos en el estado español, no será hasta mediados de la


década de 1990 cuando una nueva generación de artistas reanuden el análisis de la relación de las
condiciones económicas e históricas de las imágenes; en especial, una generación de mujeres que
retomamos algunos de los planteamientos feministas, para descubrir que nuestra posición en el
mundo del arte sigue siendo completamente subalterna.
A las condiciones de precariedad propias de la industria cultural expuestas más arriba, las
artistas debemos añadir la presión de un trabajo vocacional idealizado, en el que aplicamos el
grado máximo de autoexplotación y que nos lleva a adoptar el trabajo como una forma de vida y
nuestro propio cuerpo como un territorio más de nuestro «proyecto»: ningún esfuerzo es sufi-
ciente, nada es bastante por nuestra carrera (posponer o renunciar a la maternidad, no tener tiem-
po y/o espacio propio, no atender a nuestra familia, amigas/os o pareja, acumulando con ello una
gran frustración que nace del choque entre nuestra educación para el cuidado y nuestro traba-
jo….). Nos convertimos en nuestra propia empresa y asumimos los límites de nuestras investiga-
ciones sin explorar demasiado hasta qué punto responden a una censura autoimpuesta.
Si además, como apuntábamos al principio de este capítulo, no provienes de un medio que
«entienda» y/o «comparta» tus decisiones, has de lidiar contra tu propia inseguridad, contra las
opiniones y miedos que provocas en tus allegados, y contra la desprotección económica, teniendo
que sobrellevar interminables jornadas laborales que produzcan rendimientos inmediatos para
poder «permitirte el lujo» de hacer arte.
Una de las responsabilidades históricas de las personas como es articular visualmente su
mundo y sus contradicciones, y generar imágenes divergentes que permitan pensar otras realida-
des posibles, se convierte en un esfuerzo doloroso y agotador, está, además, saboteado por un para-
digma mediático grotesco de lo que es o debe ser una artista paradigma, en el que no te reconoces
y que genera no pocos conflictos personales.
Si además eres una mujer consciente de la carga paralizante que los esteretipos genéricos
dominantes dentro de la historografía transmiten (la «doliente» Frida Kahlo, la «hermosa» Tamara
de Lempika, la «mágica» pero «loca» Eleonora Carrington….), y de la cosificación de las imágenes
dentro del mercado del arte, las contradiciones se agudizan.
La producción cultural en general, pero especialmente la pro-
ducción de imágenes «artísticas» esconde una oscura trastienda más
allá del glamour de las inauguraciones y las emociones domesticadas,
donde hablar de las muchas veces contradictorias fuentes de finan-
ciación sigue siendo «de mal gusto»: inexistencia o extrema escasez
de honorarios, falta absoluta de contratos o formas de contratación
irregulares (incluso entre artistas y galeristas, que se supone tienen
una vinculación de medio o largo plazo), relaciones de clase que con-
dicionan la entrada en ciertos circuitos, sexismo implícito y explícito
(hay un gran número de mujeres en la producción cultural, pero, en
la mayor parte de los casos, o bien incorporan modelos de ejercicio
del poder patriarcales, o siguen actuando como «madres-cuidado-
ras» o como «gestoras desvalorizadas», sin suficiente «talento o

264
apuntes de un pensar en proceso>mamá, ¡quiero ser artista!

talante» para haberse convertido «en grandes artistas») y una ausencia casi completa de debate en
cuanto a las condiciones materiales de la producción artística (irresponsabilidad o carencia de 5 Para profundizar en el panorama
posición de las/los productores de representación dentro del sistema económico y político; de las condiciones materiales del
(auto)explotación e instrumentalización de la imagen del/de la artista, convertida muchas veces en arte en el contexto del estado espa-
un fetiche; autoproducción de los proyectos en la mayor parte de los casos, incluso cuando se tra- ñol es interesante el escrito de
baja para instituciones; ausencia, casi siempre, de remuneración durante el proceso productivo a Expósito, Marcelo y Navarrete,
Carmen (en el momento, además,
cambio de la inflación, aceptada, del objeto final, ahora ya más o menos único y postaurático…).5 del nacimiento de las asociaciones
Éstas son algunas de las situaciones que dibujan un panorama donde las y los artistas segui- de artistas visuales), «La libertad (y
los derechos), también en el arte,
mos (muchas veces a nuestro pesar) alimentando la falaz imagen del «genio» autosuficiente, asu- no es algo dado, sino una conquis-
miendo ideas de «éxito» y «fracaso» absolutamente personales ancladas en los parámetros de la ta, y colectiva», en Pérez, David
mistificación y el prejuicio del demiurgo, suscribiendo la idea romántica de que la representación (coord.), Del arte impuro. Entre lo
público y lo privado, Generalitat
no es una forma de acción política estratégica y por lo tanto coyuntural y profundamente vincu- Valenciana, Valencia, 1997.
lada a las condiciones históricas, sino una aportación subjetiva al mundo que pretende acceder al 6 Para una crítica a la reproducción
reconocimiento en forma de relato histórico institucional universalizador.6 de los estereotipos más reacciona-
Sin embargo, no todos los artistas comparten la necesidad de posicionarse dentro del marco de rios del creador/a conviviendo con
las nuevas «net-condiciones» de
las relaciones de producción: evidenciar la precariedad, el sometimiento y la autocensura en la trabajo inmaterial y reticular, es
que trabajamos las generadoras de representación, denunciar la necesidad de desarrollar un ima- muy interesante el artículo de Kuni,
ginario fuera de las construcciones del individualismo cartesiano, así como hablar del enorme can- Verena, «Some Thoughts On The
New Economy of Networking.
sancio acumulado por el trabajo a tiempo completo, no parecen estar en la agenda, ni siquiera de Cyberfeminist Perspectives on
las frustrantes asociaciones de artistas. Todo ello implicaría, por ejemplo, cuestionar en profundi- “Immaterial Labour”, “Invisible
dad la propia idea de lo que es un/a artista, empezar a pensar la creatividad como una capacidad Work” and other Means to Make
y un instrumento colectivo y, por último, pensar el arte como un trabajo político con un marco his- Carreer as Cultural Part Time
Worker under Net_Conditions», en
tórico bien definido, que no sólo no pretende la eternidad y la trascendencia, sino que las denun- Future is femail, Old Boys Network,
cia como parámetros represivos. Hamburgo, 1998. Disponible tam-
bién en: http://kuni.org/v/obn
Por otra parte, cuando el capitalismo postindustrial se ha apropiado y ha rentabilizado las for- /vk_cfr_01.pdf
mas y presupuestos habituales de la producción artística (la imaginación, la dedicación, la puesta
en juego de los elementos autobiográficos, de los terrenos de la emoción….) ¿tiene realmente sen-
tido seguir considerando la apuesta de una producción audiovisual fuera de los mass media? ¿es
oportuno pensarse como artista, especialmente si eres mujer?
Me gustaría responder coyunturalmente con una reflexión al hilo de un texto escrito no hace
mucho, donde trataba de desbaratar la irritante mi(s)tificación del trabajo de Ana Mendieta y
donde sostenía mis dudas respecto a la necesidad de una historia del arte feminista, apuntando,
más bien, a los diversos feminismos como instrumentos de análisis político de las imágenes que
ningún historiador o historiadora debería dejar de utilizar en mayor o menor medida, problema-
tizando así los marcos mismos de elaboración de las narrativas históricas.
Desde este punto de vista, como feminista y como trabajadora dentro del ámbito de la produc-
ción audiovisual, creo que debemos seguir estando ahí, para generar (aún precariamente) otros ojos
posibles (aunque no salgan nunca en la tele), diseñando estrategias siempre móviles (ya sabemos
que la asimilación es permanente) y evidenciando las condiciones y los esfuerzos que han costado
estas imágenes, pero también siendo conscientes de sus posibilidades de generar nuevas imágenes
(en definitiva, de su capacidad de agencia política) para nosotras y para otras y otros.

265
a la deriva...

Y para explorar unas imágenes «otras», bien podríamos aprender de algunas experiencias ante-
riores e incluso retomar o reactualizar algunas de sus estrategias, articulando las formas de actua-
7 En este contexto de reactivación
ción en tres territorios interrelacionados entre sí, los que conforman el ciclo consumo, producción
de algunas herramientas visuales y
conceptuales del cine feminista
y distribución.7
como problematización de los mar- Si en el ámbito del consumo tendríamos que hacer un esfuerzo (o una liberación) de reactiva-
cos representacionales y sobre las
ción de los mecanismos deconstructivos (tanto personales como colectivos) para escapar del ador-
condiciones de producción y recep-
ción de las imágenes dentro del mecimiento provocado por la neo-sutura mediática (y no me refiero con ello a una vuelta al dis-
actual proceso de inmaterialización placer radical de Laura Mulvey8, sino, más bien, a una búsqueda de placer visual menos homogé-
de las mercancías, se presenta el nea y menos edípicamente reglamentada y reduccionista), en el campo de la producción de imá-
proyecto actualmente en desarrollo
«tiempo real. Imágenes, palabras y genes, sería necesario continuar lo que Trinh T. Minh-ha llamaría un «proceso de negociación con
prácticas políticas desde los cuer- los límites de lo visible» o, más bien, un asalto de estos límites y la instalación (temporal) en los
pos de la precariedad: apuntes para intersticios, en los pliegues formados por lo «ob-scenae» (lo fuera de escena): desincronizar, des-
una teoría del discurso», enmarca-
do en la propuesta expositiva Total
idealizar, desestetizar, repetir para contradecir la novedad devoradora a través de una cadencia
work, comisariada por Montse de haiku, corporeizar las experiencias y, en definitiva, romper los relatos a través de la evidencia
Romaní, en la que participamos de la subjetividad y la discontinuidad. Todas estas se presentan como algunas herramientas fun-
Ursula Biemann y yo. Textos dispo- damentales (y creo que todavía operativas) para oponer, a una mirada que se define como nece-
nibles en la red en www.total-
work.geobodies.org sariamente objetualizadora y explotadora, una posibilidad de reciprocidad y reflexión, donde la(s)
8 Me refiero aquí, naturalmente, al memoria(s) pueda aflorar como una interpelación, la generación de «cultura(s)» aparezca, cuando
artículo de Mulvey, Laura, «Placer menos, como el resultado de un proceso conflictivo, lleno de divergencias y antagonismos y la(s)
visual y cine narrativo», Screen, mirada(s) se defina(n) como el resultado de una serie de formas y significados históricamente
1975 (traducido al castellano en
Episteme, Valencia, 1988), revisado
influidos y, por lo tanto, mutables.
posteriormente por la propia auto- Con la llegada de las cámaras digitales y el relativo abaratamiento y facilidad de manejo de
ra en 1981 en un texto titulado los programas de montaje, parece que el horizonte de la producción es mucho más accesible y
«Afterthoughts on “Visual Pleasure
and Narrative Cinema” inspired by controlable, que nuevos relatos e imágenes «pueden» ser construidos sin filtros. Pero no caiga-
“Duel in the Sun” », Framework 6, mos en el optimismo tecnológico-abstracto y no repitamos algunos errores históricos, como los
15-16, 1981. explicados por Deirdre Boyle en su crítico texto sobre la guerrilla TV 9, y, sobre todo, no desa-
9 Boyle, Deirdre, «Un epílogo para
tendamos lo que se convertirá en la parte más conflictiva del proceso: la distribución. Podemos
la Guerrilla TV», Acción Paralela, nº
5, Madrid, enero 2000.
generar autorrepresentación y construir contrainformación, pero ¿cómo llegar a que esos textos
(visuales o escritos) se conviertan en flujo comunicativo?, es decir, ¿cómo acceder a los canales
de difusión existentes? O, lo que parece más eficaz a medio/largo plazo, ¿cómo construir cana-
les y dispositivos alternativos?.
Creo que las dificultades conceptuales más significativas a las que nos enfrentamos hoy en el
marco de la construcción de imágenes son éstas: la evidencia de los límites de lo visible sobre los que
trataba de reflexionar anteriormente (y la consecuente complejidad misma de «imaginar» otras repre-
sentaciones fuera del orden visual homologado) y la elaboración de nuevas formas y canales de dis-
tribución, que no dependan, necesariamente, de las plataformas y redes ya existentes, con las que
estamos abocadas a negociar la contextualización de nuestras producciones (al menos, de momento)
si no queremos caer en una práctica artística y/o comunicativa onanista y autocomplaciente.
Si bien internet ha supuesto una herramienta y un espacio fundamental para el desarrollo
alternativo de informaciones y relatos, el territorio de las imágenes dificilmente puede circular por
ella en las condiciones actuales, especialmente en el espacio doméstico. Por otra parte, habría que

266
apuntes de un pensar en proceso>mamá, ¡quiero ser artista!

preguntarse si el tipo de recepción que queremos es siempre individual y privado y si la fórmula


del público-usuario colectivo tiene que pasar por los actuales dispositivos de visualización. Tal vez
10 Véase TrabajoZero: «Metodo-
las experiencias de pequeñas productoras/distribuidoras y las posibilidades de intercambio y/o
logías participativas y acción políti-
distribución ensayadas por ellas (por ejemplo, por algunos colectivos que trabajaron/trabajan con ca». Maldeojo, nº 2, Madrid, abril
arte, cine y vídeo de mujeres como Women make Movies, de Nueva York, o Cinenova, de Londres) 2001.
puedan abrir campos de investigación al respecto.
Porque, como apuntaban hace ya algún tiempo TrabajoZero, creo que no debemos abandonar
el espacio ocupado en una posible transformación de las miradas, por muy escaso que éste sea:
producir conocimiento e imaginario propio es una necesidad, como una forma de acción trans-
formadora sobre la realidad y como un modo de evidenciar los vínculos ideológicos, las opacida-
des y las arbitrariedades escondidas por la representación tradicional.10

María Ruido
Barcelona, octubre de 2003

267
traficantes de sueños
http://traficantes.net>>editorial@traficantes.net

mapas
1. Virtuosismo y revolución
La acción política en la época del desencanto
Paolo Virno
I.S.B.N.: 84-932982-1-2, 154 pp., 9 euros.

2. Contrageografías de la globalización
Género y ciudadanía en los circuitos transfronterizos
Saskia Sassen
I.S.B.N.: 84-932982-0-4, 125 pp., 8,5 euros.

3 En el principio fue la línea de comandos


Neal Stephenson
I.S.B.N.: 84-932982-2-0, 158 pp., 9,5 euros.

4. El gobierno imposible
Trabajo y fronteras en las metrópolis de la abundancia
Emmanuel Rodríguez
I.S.B.N.: 84-932982-3-9, 188 pp., 9,5 euros.

5. La fábrica de la infelicidad
Nuevas formas de trabajo y movimiento global
Franco Berardi (Bifo)
I.S.B.N.: 84-932982-4-7, 188 pp., 10 euros.

6. Otras inapropiables
Feminismos desde las fronteras
bell hooks, Avtar Brah, Chela Sandoval, Gloria Anzaldúa...
I.S.B.N.: 84-932982-5-5, 192 pp., 10 euros.

7. Gramática de la multitud
Para un análisis de las formas de vida contemporáneas
Paolo Virno
I.S.B.N.: 84-932982-6-3, 142 pp., 10 euros.

8. Capitalismo cognitivo
Yann-Moulier Boutang et alli.
útiles
1. A la deriva por los circuitos de la precariedad femenina
Precarias a la deriva
I.S.B.N.: 84-932982-9-8, 272 pp., 12 euros.

2. Hacer-encuesta-metropolitana
Notas sobre investigación militante

movimiento
1. Colectividades y okupación rural
Colectividad de Manzanares y colectivo malayerba

2. Estudiantes antiestudiantes
Policía, prensa y poder. Movimiento estudiantil de 1986-1987 en Francia y España
Colectivo Maldeojo (comp)
ISBN: 84-931520-7-2. 264 pp., 9 euros

3. Okupación represión y movimientos sociales


Asamblea d’okupes de Terrassa
ISBN: 84-607-1557-4. 168 pp., 7.2 euros

4. Asambleas y reuniones
Metodologías de autoorganización
Ana Rosa Lorenzo Vila y Miguel Martínez
ISBN: 84-607-3799-3. 102 pp., 6 euros

5. En legítima desobediencia
Tres décadas de objeción, insumisión y antimilitarismo
Movimiento de Objeción de conciencia (M.O.C)
I.S.B.N.: 84-60742954. 350 pp., 10 euros.

6. Con la comida no se juega.


Alternativas autogestionarias al capitalismo global
desde la agroecología y el consumo
Daniel López García y Jose Ángel López López
I.S.B.N.: 84-932982-7-1, 246 pp., 12 euros.

fuera de colección
Labo 03.
Julien Charlon
I.S.B.N.: 84-932982-9-8, 144 pp., 22 euros.

Potrebbero piacerti anche