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Introducción
Un ecosistema se encuentra en un estado de estabilidad hasta que ocurre una perturbación, y todos los
ecosistemas han sufrido alteraciones, es parte de la dinámica la cual permite que haya diversidad de
especies dentro de éste (McCabe y Gotelli, 2000; Webster et al., 1983). Sin embargo, los ecosistemas de
agua dulce son, probablemente, los más intensamente transformados, ya sea por causas naturales (como
las inundaciones) o antropogénicas que fragmentan y modifican profundamente, reduciéndolos a una
estrecha franja junto al cauce e incluso algunas veces es eliminada. Entre las principales amenazas para la
conservación de estos bosques se encuentran su sustitución por cultivos agrícolas y forestales, el
encauzamiento de los tramos sobre los que se asientan, la construcción de infraestructuras hidráulicas y la
contaminación por especies invasoras. La estrecha relación que la vegetación ribereña tiene con el estado
del medio fluvial convierte las alteraciones de estos sistemas en serios problemas para el mantenimiento
de las dimensiones y diversidad (MARM, 2008).
Estas alteraciones son transformaciones que llevan a una pérdida o reducción de las propiedades o
atributos físicos y biológicos, así como a una reducción de bienes y servicios. La degradación del
ecosistema puede ser abrupta, gradual o sutil y afecta la integridad del ecosistema (Jardel, 2010). La
capacidad de respuesta de un ecosistema ante una alteración se determina por dos cuestiones: la habilidad
del sistema de exhibir una respuesta mínima al disturbio (resistencia o resiliencia ecológica) y la velocidad
con la que el ecosistema responde al disturbio (resiliencia ingenieril) (Jardel, 2010; SER, 2004).
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“Trabajo final del curso Manejo de Recursos Naturales 2010-B.”
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El verdadero impacto de las alteraciones puede ser entendido por cómo afectan la estructura, procesos y
funciones de un ecosistema (Foster et al., 1998). Aunado a esto, la vegetación ribereña y los hábitats
acuáticos asociados han estado sometidos a intensas transformaciones debido a la canalización de los ríos,
el pastoreo de ganado, sedimentación de las partes altas de la cuenca, descargas de aguas residuales
domésticas, industrias y granjas, así como la remoción de la vegetación ribereña de las zonas riparias.
Los bosques ribereños pueden ser definidos como la interfaz de los ecosistemas acuáticos y terrestres
(Gregory et al., 1991), y son identificados, básicamente, por las características del suelo y sus
comunidades vegetales únicas, adaptadas a las inundaciones periódicas (Ceccon, 2003). Actualmente,
estas comunidades se encuentran muy degradadas, siendo difícil encontrarlas en buen estado de
conservación (SNIF-CONAFOR, 2007). Es así que en este ensayo se pretende, analizar la importancia de
la vegetación ribereña en el mantenimiento de las funciones y dinámica del ecosistema ribereño, así como
revisar diversos trabajos que han incluido la caracterización de la vegetación ribereña ó evaluación del
estado de conservación de la vegetación ribereña, que provean información útil y aplicable para la
conservación y restauración de estos ecosistemas.
Rzedowski (1998) define como vegetación ribereña a las comunidades vegetales que se desarrollan a lo
largo de corrientes de agua más o menos permanentes, generalmente formada por árboles de hoja perenne,
decidua ó parcialmente decidua, con una altura de 4 a 40 m. Estas comunidades se encuentran entre 0 y
2,800 msnm. y comúnmente su distribución es espaciada e irregular. Frecuentemente denominados como:
vegetación ó bosque de galería, vegetación ó bosque ripario. La vegetación ribereña es una comunidad
vegetal bastante heterogénea en composición y estructura. La clasificación del Sistema Nacional de
Información Forestal (SNIF-CONAFOR), la describe en tres tipos: “bosques de galería” compuestos por
ahuehuete (Taxodium mucronatum) y mezquites (Prosopis spp.), además de sauces (Salix spp.), fresnos
(Fraxinus spp.), álamos (Populus spp.), sicómoro aliso o álamo (Platanus spp.) y sabinos (Astianthus
viminalis), ”selvas de galería” donde comúnmente se pueden encontrar el zapote de agua ó apompo
(Pachira aquatica) y amate, matapalo (Ficus spp.) y finalmente como “vegetación de galería” compuesto
por elementos arbustivos acompañados en ocasiones por elementos subarbóreos o arbóreos.
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al., 2008), que en éste caso son los riparios. Las actividades antrópicas en éstos ecosistemas y en
particular en la vegetación riparia, han ocasionado intensas transformaciones, que alteran la extensión y
conectividad de los parches de vegetación en las zonas ribereñas (Heartsill-Scalley y Aide, 2003).
Además, provocan la eliminación de especies ribereñas nativas, la colonización de especies exóticas y la
alteración de las riberas y el sustrato (Tabacchi et al., 1998). Estas transformaciones en el hábitat ribereño
afectan las condiciones bióticas y abióticas dentro de la cuenca.
En la cuenca del río Ayuquila por ejemplo, un estudio realizado por Snoep (2004), muestra que el uso que
los campesinos hacen en las áreas ribereñas, involucra cuestiones de colecta de frutos, semillas y leña,
recreación y pastoreo. Y se ha identificado que el manejo que se realiza en las áreas ribereñas involucra
actividades de corta, poda, macheteo, plantación y ladeo de vegetación con distintos propósitos, en los que
destacan la siembra, limpia y prevención para que el río no se lleve su tierra (Rodríguez, 2006).
Además, la vegetación ribereña es importante desde la perspectiva del paisaje, porque conecta sistemas
terrestres y acuáticos. Las zonas ribereñas contienen recursos acuáticos de alto valor, comunidades de
plantas, peces y vida silvestre en general. Cuando la percepción de una zona ribereña no incluye
componentes de la interface acuática- terrestre, se considera ecológicamente incompleta, ya que se limita
el entendimiento del ecosistema. El manejo de los recursos acuáticos requiere una base conceptual que
integre los procesos físicos que forman la geomorfología de los valles, patrones terrestres de la sucesión
forestal, y estructura y atributos funcionales del ecosistema fluvial (Naiman y Décamps, 1997; Tabacchi
et al., 1990; Malanson, 1993).
Una perspectiva de ecosistema de zonas ribereñas provee una base ecológica rigurosa para identificar
objetivos de manejo ribereño, evaluar los usos del suelo presentes y desarrollar alternativas (González del
Tánago y García de Jalón 2006; Gregory et al., 1991). Además de su importancia en la protección de
cuencas, captación, transporte y saneamiento de aguas, tanto superficiales como subterráneas, la
vegetación ribereña tiene muchos valores económicos, sociales y ecológicos (Malanson 1993 citado en
Norris 2001; INE, 2007), que se especifican en el cuadro 1.
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〉 Protección contra la erosión y control de sedimentación
〉 Disponibilidad de agua y electricidad superficial
〉 Generación de biomasa y de nutrientes para actividades productivas
Provisión directa de recursos forestales maderables y no maderables
〉 Agricultura y ganadería
〉 Control biológico de plagas y enfermedades
〉 Reciclaje de nutrientes y regulación del clima
〉 Almacena metales pesados y toxinas
Valores
〉 Almacenamiento intermedio para sedimentos
Sociales
〉 Soporte de valores escénicos y paisajísticos
〉 Oportunidades para la recreación y el turismo
〉 Base de la cadena alimentaria de los cuerpos de agua
〉 Hábitat de flora y fauna
A nivel global, la cuencas hidrográficas están siendo sometidas a una fuerte presión antrópica que se
traduce en la transformación de los recursos naturales, la pérdida de biodiversidad, la disminución de la
productividad de la tierra por la erosión causada por la agricultura, la vulnerabilidad ante sequías e
inundaciones, el incremento del riesgo de desastres naturales. Actualmente, hay una enorme preocupación
por la contaminación de cuerpos de agua y su impacto en la disminución de la calidad de vida de la
población (Foro Mundial del Agua, 2006). De hecho, el análisis de los recursos hídricos en México
preparado para la tercera Comunicación Nacional ante la Convención Marco de las Naciones Unidas,
indica entre otros aspectos que México se encuentra entre los países con baja disponibilidad de agua
(PNUMA-SEMARNAT, 2004). Estos factores, aunado a la pérdida de bosques es bastante preocupante.
Se estima que para el período 2000-2005, México perdió casi 1,302,000 ha de bosque y la tasa total de
deforestación fue de 0.4% por año, lo que significó una pérdida promedio anual de 260,000 ha de bosque
(PNUMA-SEMARNAT, 2004).
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En México, las cuencas hidrográficas presentan bastantes problemas de contaminación por aspectos
industriales, urbanos, desecamientos de ríos para almacenamiento y uso para irrigación. De hecho, el
impacto de las actividades agrícolas, ha sido considerada como una de las mayores fuentes de
contaminación en ríos y lagunas (Ceccon 2003; Norris, 2003). Debido a que, la erosión proveniente de la
agricultura libera sedimentos que van a dar a los cursos de agua, además de ocasionar directamente la
pérdida de fertilidad del suelo y otros costos indirectos como los daños a los sistemas de irrigación, las
inundaciones y la propia reducción de la calidad del agua, entre otros (Patten, 1998).
A nivel regional, se perciben problemas de abastecimiento de agua en muchas comunidades rurales que no
disponen del agua para uso doméstico menos aún potable. Las zonas ribereñas también son utilizadas
como basureros, ejemplo de esto son los problemas identificados en un estudio de caso realizado en el
municipio de Unión de Tvla, donde aun no se ha logrado el funcionamiento de la planta de tratamiento de
aguas residuales de la cabecera municipal y se continúa descargando el agua residual sin tratamiento al
arroyo El Vallado. Además en materia de manejo de residuos sólidos, se tuvo la problemática de la
inadecuada disposición final de los residuos en una zona de barranca que conducía al río Ayuquila, y
aunque el Ayuntamiento ha dejado de verter sus residuos en esa zona de manera sistemática, aún persisten
tiraderos clandestinos (Salcido, 2010).
Un estudio realizado en el Río Ayuquila, encontró que el hábitat acuático ha sido alterado debido a la
remoción de la vegetación riparia para expandir el área agrícola, donde también se ha recurrido a canalizar
y dragar el río. Es así que la combinación de éstos factores se ha incrementado y se ha originado una
acumulación de impactos negativos en éste ecosistema (Martínez et al., 2000).
Es por esto que la rehabilitación y/ó restauración ecológica de corredores ribereños puede ser la clave para
disminuir la contaminación proveniente de la agricultura o de residuos sólidos y mejorar la calidad de
agua (Ceccon, 2003), así como aumentar la conectividad forestal local (Heartsill-Scalley y Aide, 2003).
No obstante, evaluar el estado ecológico de la vegetación ribereña y su ribera fluvial es muy importante
para pasar a proponer medidas de restauración (González del Tánago y García de Jalón, 2006) y contribuir
a la gestión de los recursos hídricos (Cruzada Nacional por lo Bosques y el Agua -SEMARNAT).
Se han realizado diversos estudios que han diseñado y propuesto metodologías para la valoración
ambiental rápida de las riberas, basadas en técnicas de reconocimiento visual que las hacen muy prácticas
para abordar estudios relativos a una gran superficie, con una elevada longitud de ribera fluvial (Winward,
2000, Ward et al., 2003, Jansen et al., 2004 citados en González del Tánago et al. 2006). En México,
diversos estudios sobre florística, composición y estructura de la vegetación ribereña se han realizado
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publicado en los últimos años (Cuadro 2). Sin embargo, estos trabajos han usado diferentes metodologías
y no es posible realizar una comparación entre las diferentes comunidades vegetales estudiadas.
Por ejemplo, una de las metodologías que se busca probar y adecuar a nuestras condiciones es el índice de
calidad ecológica para las riberas (RQI) que propone una metodología con mayor base hidrológica y
geomorfológica para evaluar el estado ecológico de las riberas (González del Tánago et al., 2006) y se
basa en siete criterios que caracterizan la estructura y funcionamiento de las riberas (González del Tánago
y García de Jalón, 2006):
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1) continuidad longitudinal
2) dimensiones en anchura
3) composición, estructura y regeneración natural de la vegetación de la riparia
4) condiciones de las orillas
5) conectividad transversal
6) permeabilidad y
7) grado de alteración
La estructura de las riberas fluviales se evalúa en relación a las dimensiones del espacio ripario que en la
actualidad contiene vegetación asociada al río y características de dicha vegetación. Mientras que, el
funcionamiento hidrológico de las riberas se evalúa en relación al equilibrio de la vegetación riparia con el
actual régimen de caudales y usos del suelo, estabilidad y heterogeneidad de las orillas y la conectividad
lateral y vertical del cauce con sus riberas y llanuras de inundación.
Además del enfoque holístico que plantea este índice de evaluación, otro aspecto que me parece relevante
de esta metodología es que la valoración de cada atributo se realiza atendiendo a las condiciones de
referencia de cada tramo fluvial, según su tipología, es decir, la relación con el régimen hidrológico,
características geomorfológicas del valle y cauce y región biogeográfica en que se ubica. Sin embargo,
este índice fue diseñado bajo los principios de la Directiva Marco del Agua en europa, según los cuales las
condiciones óptimas de mayor valor ecológico se refieren a las de mayor naturalidad, o similitud con las
definidas como de referencia.
En México, si bien se han aplicado índices para la evaluación ambiental del los ríos, esta evaluación
incluye la valoración de 16 características, entre los que se encuentran aquellos relacionados con: la
continuidad longitudinal de la vegetación riparia, las dimensiones en anchura del espacio ripario con
vegetación natural asociado al río, la composición y estructura de la vegetación riparia. Pero, evalúa
apenas parcialmente la condición de las orillas, la conectividad lateral de la ribera con el cauce que son
elementos importantes para conocer el uso del suelo y su impacto en la zona riparia, entre otros aspectos.
Es decir, se trata de una metodología diseñada para evaluar de manera general las condiciones del cauce
del río y organismos acuáticos tales como; peces y macrobentos dentro del cauce. No obstante, ambas
metodologías ó índices dan valores según la condición de los atributos analizados y proponen distintas
alternativas de gestión para cada estado ó situación encontrada.
Conclusión
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Los disturbios siempre han existido, sin embargo en la actualidad debido a la sobreexplotación de recursos
que hay, se está degradando el ambiente a una velocidad mayor, los disturbios inducidos por el hombre
abarcan todas las escalas, y están afectando todas las funciones y procesos de diferentes hábitats, con lo
cual hay un descontrol a tal grado que se refleja en la velocidad con que se está dando un cambio
climático global, con el cual los disturbios naturales están aumentando su frecuencia, intensidad y
severidad que afecta a todo el planeta.
En mi opinión, es importante hacer un análisis cuidadoso de las diferentes metodologías usadas dentro y
fuera de México para la valoración del estado de las riberas, probarlas y adecuarlas al contexto de los ríos
mexicanos. Considero que es urgente generar más información sobre el estado que guardan nuestros
ecosistemas ribereños, pero sin olvidar la dinámica de los ecosistemas ribereños con las sociedades,
porque hasta el momento gran parte del desequilibrio de los ecosistemas, proviene de las actividades
humanas y la forma como nos relacionamos y hacemos uso de ellos, causando hasta el momento una
crisis no solo ambiental sino económica y social, la cual nos llevara a una crisis más aguda, por lo cual al
generarse mas información útil, se puedan formular estrategias de gestión para su recuperación y
restauración ecológica.
Como en el caso del Río Ayuquila, que ha tenido problemas de contaminación ocasionados por descargas
sin tratamiento de aguas residuales y localización de basureros en sus márgenes, que han suscitado
conflictos sociales, promoviendo así la movilización de diversas instituciones, con el interés común de
solucionar estas cuestiones, conllevando a que se planten mayor numero de investigaciones y temas que
no se habían tomado en cuenta anteriormente, con el fin de poner más información disponible a los
tomadores de decisiones y así poder tener un mejor manejo y poder hacer un mejor aprovechamiento con
menores efectos en el ecosistema ripario.
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Literatura Citada
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