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[30] ) - El último párrafo corresponde al escrito: Necesary hints to those that would be
rich (Sugerencias necesarias a los que quieren ser ricos), elaborado en 1736; lo demás
está extraído de los Advice to a young tradesman (Consejos a un joven comerciante),
1748 ―Works ed. Spark‖, vol. II, pág. 87
[31] ) Der Amerikamüde (Frankfurt, 1855) es una paráfrasis poética que recoge las
observaciones americanas de Lenau. A este libro, tratando de calificarlo como obra
literaria, hoy en día no sería fácil concederle algún mérito. Sin embargo, su valor es
imponderable si se lo considera como un documento que muestra las contraposiciones
(cada vez menos acentuadas) entre la manera de pensar de los alemanes y de los
americanos. De manera especial, es la descripción viva de esa profunda vida originada
en la mística alemana medieval – un patrimonio que comparten los alemanes,
católicos y protestantes por igual – que se halla en pugna con el sentido activista,
característico de los centros puritano-capitalistas. Hemos confrontado los originales y
realizado las enmiendas que requería la traducción un tanto libre que Kürnberger
realizó del tratado de Franklin.
[32] )- Frase que Sombart utiliza como lema del capítulo ―La Génesis del Capitalismo‖
(Der rnoderne Kapitalismus, la. ed. vol. 1, pág. 193; cf. Pág. 390)
[33] )- Esto no quiere decir, por supuesto, que Jakob Fugger haya sido moralmente
indiferente o irreligioso (tampoco Benjamín Franklin se agota en las frases citadas). No
habría sido necesaria la cita de Brentano (Die Anfänge des modernen Kapitalismus -
Munich, 1916, pág. 150 y ss.) para salir a defender a este reputado filántropo de una
incomprensión como la que Brentano parece atribuirme. La cuestión en realidad es
justamente a la inversa:¿cómo pudo un filántropo así pronunciar justamente estas
palabras (cuya sintaxis especialmente característica Brentano omite) en un
sentido moralista?
[36] )- ―Hasta donde fue posible me coloqué en segundo plano y la presenté... ― (la
formación de una biblioteca que en realidad había sido idea de él) ―... como la iniciativa
de una ‗serie de amigos‘ que me habrían pedido echar un vistazo y proponerla a
aquellas personas consideradas como amigos de la lectura. De esta forma mi
emprendimiento se hizo más ágil. Después de ello siempre me valí de este
procedimiento en situaciones similares y puedo recomendarlo francamente en vista de
mis frecuentes éxitos. El sacrificio temporal de la vanidad que con ello se hace, queda
ampliamente retribuido más tarde. Cuando por un tiempo se desconoce a quién le
corresponde el mérito, alguien que sea más vanidoso que el autor de la iniciativa se
sentirá tentado a reclamar el mérito para si y, en ese caso, la envidia misma tenderá a
hacerle justicia al primero haciendo que se le arranquen los galardones al usurpador
para otorgarlos a quien en justicia le corresponden‖.
[37] )- Brentano, op. cit. (pág. 125 y 127 nota 1) toma esta observación para criticar
las posteriores exposiciones sobre esa ―racionalización y disciplinamiento‖ que la
ascesis laica produciría en la persona. Ésa sería, así, la ―racionalización‖ de un ―estilo
de vida irracional‖. De hecho, así es. Lo ―irracional‖ no es algo en si; es algo que
resulta cuando se lo considera desde cierto punto de vista racional. Para el irreligioso
todo estilo de vida religioso es ―irracional‖, así como lo es un estilo de vida ascético
para todo hedonista, aún cuando – medidos con sus propiosvalores – estos estilos de
vida constituyan una ―racionalización‖. Si para algo ha de contribuir este estudio, que
sea para expresar las múltiples facetas que tiene el aparentemente unívoco concepto
de lo ―racional‖.
[38] )- Proverbios 22;29. Lutero traduce por: ―en su negocio‖; las versiones inglesas
más antiguas de la Biblia por: ―business‖ (negocios).
[39] )- Frente a la extensa, aunque algo imprecisa, apología que Brentano hace de un
Franklin cuyas cualidades éticas supuestamente malinterpreté, remito al lector a esta
observación que, a mi entender, debería haber bastando para hacer innecesaria dicha
apología.
La cita de Franklin está reproducida literalmente más arriba. ¿Dónde están en las
obras de Alberti esos pasajes correspondientes, en especial la máxima que culmina en
―el tiempo es dinero‖ y las consideraciones posteriores? El único pasaje que
lejanamente recuerda a esto se encuentra, en mi opinión, hacia el final del Libro
Primero (Edic. de Banucci Vol. II pág. 353) en dónde se habla muy en general del
dinero como el nervus rerum de lo doméstico y al cual, por ello, habría que administrar
especialmente bien – en un todo de acuerdo con lo que ya Catón decía en De Re
Rustica. Alberti, que pone especial acento en señalar que procede de las más nobles
familias de Florencia (―nobilissimi cavalieri ... della famiglia ... págs 213, 228, 247 en la
edición de Bonucci), considerado como una persona de ―sangre mezclada‖ y dominado
por un resentimiento contra el sexo debido a su origen extramatrimonial (que no lo
descalifica en lo más mínimo); Alberti, en suma, nos ofrece un tratamiento
completamente diferente.
Ciertamente, Alberti se caracteriza por recomendar grandes negocios, que serían los
únicos dignos de una nobile e onesta famiglia y de unnobile animo (Op.Cit. pág. 209) y
los que menos trabajo requieren (véase Del Governo della Famiglia IV, pág 55, y
asimismo en la redacción para los Pandolfini, pág116, con lo cual, por
consiguiente, el mejor negocio estaría ¡en la lana y en la seda!) y, más allá de ello, por
recomendar una administración ordenada y estricta, vale decir: midiendo los egresos
según los ingresos. De modo que, en principio, esto sería una norma parala
administración pero no para el lucro (como precisamente Sombart podría haber
advertido con facilidad) – del mismo modo en que, en la discusión sobre la esencia del
dinero, la ―santa massesizia‖ que se pone en boca de Gianozzo trata de la base de
la fortuna (dinero o possesioni) y no del empleo del capital.
Más aún: téngase presente la gran estima manifestada por todo lo literario (desde el
momento en que la ―industria‖ se orienta sobre todo hacia la actividad literario-
científica, siendo ésta, en realidad, la única digna del ser humano y esencialmente
sólo en boca del iletrado Gianozzo se pone la masserizia como un medio equivalente
para vivir independientemente de los demás y no caer en la miseria; con lo que este
concepto proveniente de la ética monacal se retroatribuye a un anciano sacerdote
(pág. 249). Para medir la profundidad de las diferencias, póngase todo esto al lado de
la ética y el estilo de vida de Benjamin Franklin y sus antepasados puritanos;
compárense los escritos del Renacimiento dirigidos a los humanistas patricios con los
escritos de Franklin dirigidos a las masas de la clase media burguesa – explícitamente
de losCommis – y con los tratados y los sermones de los puritanos.
El racionalismo económico de Alberti, sostenido por todos lados con citas de autores
de la Antigüedad, está emparentado esencialmente con el tratamiento de las
cuestiones económicas que figura en los escritos de Jenofonte (al cual no conocía),
Catón, Varro y Columella (al cual cita) – sólo que, contrariamente a Alberti, en estos
autores, especialmente en Catón y en Varro, el lucro como tal aparece en primer
plano. Por lo demás, las observaciones, por supuesto sólo esporádicas, de Alberti
sobre la utilización de las fattori, su división del trabajo, su disciplina, la escasa
confiabilidad de los campesinos etc. impresionan de hecho completamente como si
hubiesen sido transportadas de la filosofía existencial de Catón y del ámbito de la
esclavitud hogareña al del trabajo libre en la industria doméstica y la arquitectura de
detalle.
En Catón, y también en las propias exposiciones de Alberti, falta este ―ethos‖. Ambos
hablan de una experiencia de vida y no de ética. También en Franklin se trata de un
utilitarismo, pero el patetismo ético de la prédica a los jóvenes comerciantes resulta
completamente inocultable y – más importante aún – constituye lo característico. Para
Franklin una falta de esmero en el manejo del dinero significa, por decirlo así, un
―asesinato‖ de embriones de capital; lo cual hace que se convierta por ello en un
defecto ético.
Una relación íntima entre ambos (Alberti y Franklin) existe, de hecho, tan sólo en la
medida en que en Alberti todavía no y en Franklin ya noexisten concepciones
religiosas puestas en relación con la recomendación de ―beneficio‖. Alberti, al cual
Sombart describe como ―devoto‖ – pero quien en realidad, aún estando ordenado y
teniendo algunos intereses romanos como tantos otros humanistas – no utiliza en
absolutoargumentos religiosos (exceptuando dos pasajes completamente anodinos)
como puntos de referencia. Tanto en el caso de Alberti como en el de Franklin sólo el
utilitarismo tiene la palabra en este terreno, al menos de un modo formal. En el caso
de Alberti a esto se le agrega incluso el social-utilitarismo mercantilista en su
recomendación relacionada con la industria de la lana y la seda (que ―brinde trabajo a
muchas personas‖ Op. Cit. pág 292). El discurso de Alberti en esta materia constituye
un paradigma muy adecuado para esa clase de – por decirlo de alguna forma –
―racionalismo‖ económico inmanente que ―refleja‖ condiciones económicas existentes y
que se encuentra tanto en la época clásica china como en la antigüedad de Occidente,
tanto en el Renacimiento como en la Ilustración; de hecho en los escritores de todas
las épocas, interesados exclusivamente en ―la cosa en si‖.
[41] )- Por desgracia también Brentano metió todo afán de lucro (tanto el bélico como
el pacífico) en una misma bolsa para luego presentar como algo específico del afán
―capitalista‖ (en contraposición, por ejemplo, al feudal) tan sólo la orientación hacia
el dinero (en lugar de hacia la tierra). Por lo demás, no sólo ha rechazado toda
diferenciación adicional – que es precisamente lo que le hubiera posibilitado lograr
conceptos claros – sino que (pág. 131) ha afirmado algo que, para mí, resulta
incomprensible: haciendo referencia al concepto del ―espíritu‖ del (¡moderno!)
capitalismo construido a los efectos del presente estudio, afirma que ya incluye en sus
supuestos aquello que aun habría que demostrar.
[44] )- Por ello es que la radicación de industrias capitalistas muchas veces no fue
posible sin una amplia inmigración procedente de regiones de culturas más antiguas.
Las observaciones de Sombart sobre el contraste existente entre las ―habilidades‖
estrictamente personales o los secretos profesionales de los trabajadores manuales por
un lado, y la tecnología moderna científicamente objetivada por el otro, son correctas.
Sin embargo, por más que lo sean, en la época del surgimiento del capitalismo, la
diferencia apenas si existió. Más aún, las cualidades éticas (por decirlo así) del
trabajador capitalista (y en cierto sentido también del empresario) tuvieron con
frecuencia un ―valor de escasez‖ más alto que las habilidades manuales de los
operarios, anquilosadas como estaban en un tradicionalismo de varios siglos. Incluso
la industria actual todavía no es lisa y llanamente independiente de estas
características de la población en cuanto la elección de su residencia, y es que estas
características fueron adquiridas por una larga tradición y una educación para un
trabajo intensivo. Según el criterio actualmente vigente, allí en dónde se observa esta
dependencia, existe la predisposición a adscribirla a cualidades raciales hereditarias
en lugar de vincularla con la tradición y la educación. En mi opinión, esto es
discutible.
[45] )- Las observaciones que anteceden podrían ser malinterpretadas. Los fenómenos
que se mencionan aquí no tienen nada que ver con la tendencia de una conocida clase
de empresarios a interpretar en su beneficio la frase de ―al pueblo hay que dejarle su
religión‖; ni con la nada infrecuente inclinación de amplios círculos, en especial del
clero luterano, que en el pasado y por una general simpatía por lo autoritario, se
ofrecieron como ―policía negra‖ allí en dónde se trató de calificar a la huelga como
pecado y a los sindicatos como fomentadores de la ―codicia‖, etc.. En los casos
mencionados en el texto no se trata de casos aislados sino, por el contrario, de hechos
muy frecuentes y, como veremos, típicamente recurrentes.
[46] )- Der moderne Kapitalismus (El Capitalismo Moderno) Tomo I 1ª Edic. Pág. 62.
[49] )- Quizás haya que enfatizar que a priori nada obliga a suponer que, por un lado
la tecnología de la empresa capitalista y, por el otro, el espíritu del ―trabajo
profesional‖ que suele darle al capitalismo su energía expansiva, tuvieron que hallar
su caldo de cultivo originario en las mismas capas sociales. Algo similar ocurre con
los contenidos de conciencia religiosos y sus relaciones sociales. Históricamente, el
calvinismo fue uno de los portadores de la educación contribuyente al ―espíritu
capitalista‖. Pero justamente los poseedores de grandes sumas de dinero en los Países
Bajos – por razones que se verán más adelante –fueron, en su gran mayoría,
arminianos; es decir: no partidarios del calvinismo de observancia estricta. En este
caso y en muchos otros, la ―típica‖ representante de la ética capitalista y de la
estructura eclesiástica calvinista lo constituyó la emergente pequeña y
media burguesía. Pero es que justamente esto coincide bastante bien con lo aquí
expuesto: en todas las épocas existieron grandes poseedores de dinero y grandes
comerciantes. En cambio, sólo la transición del Medioevo a la Edad Moderna conoció
una organización racionalmente capitalista del trabajo industrial burgués.
[52] )- Por ello no es ninguna casualidad que, este primer período del racionalismo
incipiente y de los primeros aleteos de la industria alemana, coincida, por ejemplo, con
una decadencia total del estilo de los objetos de uso y consumo cotidianos.
[53] )- Esto no significa que la oscilación de la cantidad de metales preciosos pueda ser
considerada como económicamente indiferente.
[54] )- Esto se refiere tan sólo al tipo de empresario que aquí ponemos bajo
observación y no a algún promedio empírico. (Sobre el concepto del ―tipo ideal‖ véase
mi exposición en Archiv für Sozialwissenschaft Tomo. XIX Cuaderno 1)
[55] )- Quizás sea aquí el lugar adecuado para considerar brevemente el ya citado
trabajo de F. Keller (Cuaderno 12 de las publicaciones de la Görres – Gesellschaft) y
las observaciones concomitantes de Sombart (en el Burgeois) en la medida en que
resultan adecuadas a este contexto.
[56] )- Las palabras ―μηδεν απελπιζονηες― (Lucas 6:35) y la traducción de la Vulgata ―nihil
inde sperantes‖ probablemente surgieron (según A. Merx) de μηδενα
απελπιζονηες (neminem desperantes) ordenaban, pues, el préstamo a cualquiera,
también al hermano pobre, sin hablar de interés en absoluto. Actualmente se le
adjudica un origen arriano a la frase Deo placere vix potest (lo cual objetivamente es
indiferente para nosotros).