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Introducción

Esta investigación tiene como propósito el conocer más acerca de nuestro

planeta, esta vez en especial de: Los Polos.

Esta investigación surge con el objetivo de hacernos una idea y entender como es

que la gente, en su afán por explorar el mundo, ha llegado a descubrir, entender e

incluso a habitar estas regiones tan remotas y sumamente heladas de nuestro

entorno natural.

Algunas cosas podrán parecer increíbles, debido a que nos es difícil imaginar

como es que personas y animales llegan a ser indispensables unos de otros para

poder sobrevivir y soportar temperaturas que son asombrosas para algunos de

nosotros.

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El Reino de los Hielos

Regiones Polares

Ciertamente, en nuestro planeta, las regiones polares son únicas. En ellas,

extremos auténticos de la Tierra, reina el frío, antítesis de la vida. Las capas de

hielo de Groenlandia y la Antártida son desiertos helados, sin más vida que

invisibles bacterias y esporas. Sin embargo, esos enormes depósitos glaciares se

hacen sentir en todo el globo, aunque quienes viven lejos de ellos no lo advierten.

Como los efectos de sus tormentas y oleadas de frío llegan a todas partes,

influyen en el hábitat en que han medrado la vida y las civilizaciones.

Los polos, remotos y hostiles, han despertado siempre el espíritu de aventura y

curiosidad del hombre. Ante la arrolladora revolución tecnológica, el Ártico se ha

convertido en fuente de petróleo y gas; y quizá mañana serán explotadas ambas

regiones polares para aumentar la producción de alimentos y minerales que

necesita la creciente población mundial.

Hoy, nueve de cada 10 hombres viven en continentes que lindan con la Cuenca

Boreal, y las naciones más poderosas circundan el Polo Norte. Desde que el

hombre domina el aire han cambiado senderos del transporte, al grado de que la

Cuenca Boreal puede llegar a ser el nuevo Mediterráneo, “el Mar Medio” de la

tierra. Los aviones lo cruzan por las rutas transpolares, la distancia más corta

entre algunos continentes. Los buques cisterna se abren camino entre los pasos

helados de la región. El Ártico empieza a ceder terreno ante el mundo del siglo

XX.

Existe cierta divergencia acerca de cómo debe uno definir las regiones polares,

particularmente la del Ártico.

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El botánico opina que el Ártico comienza donde termina la ultima arboleda

septentrional. El climatólogo traza su frontera a lo largo de una cambiante línea

donde se registra una temperatura media de 10°C durante el mes más caluroso

del año. El geólogo propende a fijar las fronteras polares conforme a los límites

continentales, cuya característica más notable en un océano pequeño rodeado de

continentes se prolongan hacia el sur. Tales definiciones convienen a conceptos

científicos especiales, no generales.

Existe otra clase de frontera polar ajena a los conceptos ya mencionados; una

frontera natural tan fija como el curso de la estrellas y tan poco sujeta como éstas

a la influencia de cambios climatológicos, de vegetación o de terreno.

Dicha frontera permanente para ambas regiones polares es la luz. Como

consecuencia de la inclinación del eje de la Tierra los polos geográficos muestran

a su vez una inclinación de 23,5° con relación al plano vertical de la órbita de

nuestro planeta alrededor del Sol. En las esferas terrestres, las líneas de 23,5°

aparecen marcadas como círculos Ártico y Antártico, a 66,5° de latitud al norte y

sur, respectivamente. La relación entre la luz de lo polos y las dos fronteras

astronómicamente determinadas es como sigue: en cada círculo, durante el

invierno, hay un día de 24 horas en que el sol nunca sale y otro, en el verano, en

que jamás se pone.

Entre la periferia de los círculos y los polos, aumenta progresivamente la

obscuridad en el invierno y en el verano la luminosidad hasta que en los polos

mismos solo hay un día por año: seis meses de luz continua y seis de obscuridad

permanente. Las épocas divisorias son los equinoccios vernal y otoñal, cuando la

duración de la luz y de la obscuridad es igual en todo el globo.

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En cierto sentido los polos son abstracciones: los antiguos griegos fueron capaces

de imaginar ambos polos en los extremos de la tierra 3.000 años antes de que

Peary y Amundsen los descubrieran. Pero los polos son reales, sin duda alguna, y

muy distintos.

Características

Por ende, el Ártico y el Antártico son tradicionalmente opuestos: “polos aparte”,

como solemos decir. Pero antes de analizar sus diferencias veamos lo que los

asemeja. Por ejemplo, ambos tienen una “perdida neta” de calor solar (mientras

que los trópicos tienen una “ganancia neta”). En su condición actual, con áreas de

clima muy frío y tempestuoso, las capas de hielo, tanto del norte como del sur son

remanentes de una gran edad de hielo que cayó sobre el globo hace pocos

millones de años. Durante la mayor parte de los millones de años precedentes,

los polos disfrutaron del clima tibio y estable que en general ha dominado en

nuestro planeta.

Las regiones polares asimismo se asemejan en que producen raros fenómenos

luminosos, además de las fantasmagóricas tinieblas diurnas y las

resplandecientes noches ocasionadas por la inclinación de la Tierra. El Ártico y la

Antártida nunca cesan de asombrar y confundir al viajero de latitudes inferiores

con sus fantásticos espejismos, obra de la reflexión de los rayos solares oblicuos

al atravesar las capas de aire frio. En los cielos polares también se presentan

frecuentes parhelios, paraselenes y otros extraños fenómenos celestes, raras

veces vistos en otra parte; así como, en lo particular, esos típicos alardes de

fulgor majestuoso llamados aurora boreal y aurora austral.

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En los tenebrosos cielos polares, las auroras forjan esplendorosos y multicolores

arcos, rayos, bandas, cuadros y con más frecuencia, ondulantes cortinas. Aunque

el folklore de los pueblos del norte contiene explicaciones tan quiméricas como

pintorescas, ahora sabemos que toda aurora polar es obra de partículas

cargadas, aceleradas por el viento solar, que chocan con los enrarecidos gases

de la ionosfera y los iluminan. En otras palabras, las luces son generadas por

tormentas eléctricas, a altitudes que varían entre 80 y 965 km. y la característica

quizá mas sobrenatural de dichas “iluminaciones espaciales” es la de no producir

casi nunca el menor ruido. De todas las diferencias que existen entre las dos

regiones polares, la mayor es que la Antártida tiene muchísimo mas helio, quizá

seis veces más. Esto se debe a que la Antártida es continente, es decir, que

conserva mal el calor, mientras que el Ártico, por ser océano tiene mayor

capacidad para almacenar el calor. Con excepción de su borde desnudo, todo el

continente antártico esta todavía cubierto por una capa de hielo, cuyo grosor

medio es de más de 1.600 m. En el Ártico, las últimas grandes capas de hielo de

la edad glacial nunca cubrieron en absoluto al Polo Norte, sino que se extendieron

desde puntos diferentes situados a cientos de kilómetros al sur. Hoy día, lo único

que queda de ellas son las sabanas de hielo de Groenlandia y algunos puntos

aislados del Ártico septentrional. El corazón de la Antártida en una bóveda de

hielo formada por las nieves de edades remotas. Es aun más desierta que el

Ártico debido a que apenas recibe humedad. Casi en la cima de esta bóveda de

3.962 m. de altura, en el llamado “polo de la inaccesibilidad”, a unos 640 km. del

Polo Sur, son tales la altura y el frio que el aire retiene poco vapor de agua y nieva

poco. En el continente la precipitación, en forma de nieve, apenas llega a los 13

cm. Sin embargo, aun esta exigua cantidad se conserva debido al frio extremo.

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La helada superficie blanca refleja el espacio hasta el 90% del calor del sol, que

en los polos es menos intenso que en cualquier otro lugar de la tierra porque los

rayos inciden en ángulo muy oblicuo. Sobre la superficie, la nieve se transforma

lentamente en minúsculos gránulos de hielo, los cuales con la presión se hacen

más densos, a medida que mas y mas nieve los va comprimiendo hacia abajo. A

los 20 ó 30 metros de profundidad los gránulos alcanzan un diámetro de unos

cinco centímetros. Al cabo de cientos de años de acumulación, estos pequeños

bloques cobran tal fuerza que forman los arrolladores glaciares. El mecanismo de

los glaciares exige que para que crezcan o se conserven han de recibir tanta

nieve como la que pierden por evaporación y fusión. Se expanden y contraen. En

nuestro siglo la mayoría de los glaciares no mantuvieron este equilibrio, y muchos,

como los de Fiordo Lingen del norte de Noruega que todavía en el siglo pasado

desembocaban en el mar, se han retirado a lo alto de los valles. Pero el mayor de

lo glaciares, la capa de hielo que cubre casi toda la Antártida pareció expandirse

en años recientes. Pesa tanto, que la flexible corteza de la tierra ha cedido y se ha

hundido bajo el mar en muchas partes; este fenómeno hizo pensar a algunos

científicos si no sería posible que la Antártida fuera en realidad un grupo de varias

islas grandes en vez de un continente. Sondeos sísmicos del hielo realizados

durante el Año Geofísico Internacional (1957-1958) y después, confirmaron que el

hielo se derritiera, casi toda la Antártida quedaría sobre el nivel del mar y que, por

tanto es un continente. Pero casi toda la tierra de María Byrd esta, según se vio,

tan abajo del nivel del mar, que aun sin el peso del hielo nunca quizá volverá a

resurgir. Los cartógrafos han trazado ya el contorno de una gran bahía donde se

encuentra gran parte de la tierra de María Byrd.

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Polo Norte y Polo Sur

La Antártida

Creciendo o reduciéndose, lo cierto es que la capa helada de la Antártida se

mueve. El hielo, como el igual, busca su nivel, aunque más despacio. La nieve

que cae en el Polo Sur tal vez necesite miles de años para llegar a su meta, el

mar. El banco de hielo se desliza por lo valles costaneros en un “torrente plástico”

capaz de empujar masas de hielo hasta una distancia de unos 700 m. por año.

Este flujo hacia el mar ha producido el peculiar fenómeno polar conocido con el

nombre “banco de hielo”.

Después de avasallar todos los obstáculos, grandes masas de hielo en forma de

valsas llegan al litoral y caen al agua, al mar abierto, pero sin perder su estado

glacial. En el Mar de Ross este solido banco de hielo se extiende a 800 km. del

litoral en una anchura de 650, una superficie tan grande como Francia. Cuando

llega al mar abierto y se desgaja en enormes témpanos, el banco el ya un farallón

de 50 m. de altura. Los fragmentos en que se descompone son los témpanos

“tabulares” y planos de la Antártida, no tan pintorescos como los que salen de

Groenlandia, grotescamente esculpidos, pero si mucho mayores: a veces tienen

2.500 km2 de superficie y 300 m. de grueso.

Si la Antártida es el sostén principal de la capa de hielo, el Ártico es el congelador

mayor del hielo del mar. Cuando la temperatura del agua salda desciende a 2°C

bajo cero empieza a formarse el hielo sobre el mar. Durante el invierno ártico se

forman capas de hielo de más de 3.000 km. de extensión en la Cuenca Ártica. El

hielo macizo y muchos de sus témpanos duran años. En verano se derriten por

arriba, pero en invierno crecen por su superficie inferior y a veces llegan a medir

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hasta 4 m. de grueso antes de que las corrientes los arrastren. Otras veces,

grandes masas de hielo chocan y forman bordes de presión.

Después de muchas estaciones con este proceso de remoler y astillarse, se forma

en la superficie de ambas masas una capa de fragmentos de diversos tamaños.

En la Antártida también hay una gran extensión de témpanos de hielo que durante

el invierno cubre bahías y golfos, y cientos de kilómetros de mar pudiendo

“despachurrar” un buque –igual que el hielo del Ártico-, como lo comprobó Ernest

Shackleton cuando en 1915 su nave Endurance quedo aprisionada por el hielo en

el mar del Weddell. Sin embargo es un poco más fácil navegar a través del hielo

en la región antártica que en Ártico, porque los vientos del sudeste alejan las

masas heladas de la costa y durante el verano de cuatro a ocho semanas tal vez

se puede encontrar un canal despejado, cerca del litoral.

Los vientos antárticos, como todo el clima de la región, no tienen igual. Parten,

remolinantes, de la inmensa bóveda polar, con ferocidad rara vez igualada en la

tierra. Rugiendo por las latitudes australes chocan contra los vientos de occidente

que soplan alrededor del globo en los “aulladores 60s”, justo al sur del Cabo de

Hornos y de Australia. Otros vientos húmedos llegan del mar del sur

especialmente sobre las partes bajas de la Antártida Occidental, y producen fieras

borrascas. Esta circulación de aire frio es simlar a la de las “Aguas del Fondo

Antartico”, que enfrían todos los océanos y regulan el clima de todo el mundo.

El continente antártico, dice Frank Debenham, uno de los geólogos de la

expedición de Scott, es “la morada del viento”.

El aire, frio y por ende pesado, fluye eternamente, cuesta abajo, desde la

altiplanicie.

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A lo largo los diques montañosos que bordean parte del continente, los vientos

empujan la nieve rumbo al mar en terribles ventiscas que reducen la visibilidad a

menos de un metro. Algunas veces soplan ráfagas hasta de 320 km.p.h. Lo peor

del viento austral es que pocas veces amaina.

En el mismo centro del continente el aire es relativamente calmado y frio. En la

estación meteorológica norteamericana del Polo Sur, la temperatura

frecuentemente desciende a 73.3°C bajo cero. La temperatura mas baja de la

tierra, 88°C bajo cero, fue registrada el 24 de Agosto de 1960 en la estación

soviética de Vostok, a 700 m. de altura sobre el nivel de Polo. Cerca de la costa

no hace tanto frio, pero ni siquiera durante el breve verano, cuando el sol derrite la

nieve de las rocas y deshiela algunas charcas de escasa profundidad, mejora

mucho el clima. En realidad, salvo la península Antártica, en ningún mes del año

sube a más de 0°C la temperatura media de este continente.

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El Ártico

El Ártico es más benigno y menos hostil, aunque en invierno la temperatura baja

en muchos sitios a -51°C. junto al polo, donde en la Antártida hay hielo macizo, en

el Ártico hay la moderadora y equilibradora presencia del mar, justo abajo del

hielo. De ahy que el lugar más frio del norte está muy lejos del polo geográfico, a

unos 2.900 km. al sur, en la Siberia nororiental, cerca de la población de

Oymyakon donde el termómetro ha bajado en inviernos particularmente crudos a

71°C bajo cero.

Pero en verano la temperatura media de Oymyakon es de 15.6°C sobre cero y

durante esta breve fase calurosa del Ártico cobran vida ciertos organismos, lo cual

nunca ocurre en la Antártida. Los veranos pueden ser muy calurosos en el Ártico.

A veces el termómetro permanece estable hasta un mes y el calor estival y la

humedad que este irradia hacen posible la aparición de una sorprendente

abundancia de vegetación. Además de musgos, líquenes y algas, surgen cientos

de clases de plantas fanerógamas hasta en la remota Tierra de Peary, la tierra

más septentrional del mundo.

Desde las alturas una gran parte del Polo Norte semeja un mundo en formación.

Donde se han disuelto las capas de hielo, la tierra está salpicada de piedras y con

tantas corrientes, fangales y lagos que más que tierra parece agua. La vegetación

va invadiendo paulatinamente a la región, y por donde quiera se evidencia el

proceso de creación de nuevos suelos. Charcas abiertas por los glaciares y

recodos de antiguo ríos se llenan de plantas acuáticas; hierbas de pantanos se

arraigan en apretado circulo y a su vez sirven de apoyo a plantas terrestres. Estas

plantas de fangales y tierra siguen usando el agua hasta que el depósito se

convierte en u pequeño círculo y finalmente desaparece del todo.

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Normalmente, este proceso daría por resultado una constante formación del

mantillo, pero en el Ártico las condiciones no son normales; además, se necesitan

muchos siglos para que el tiempo restaure los daños causados por una edad

glacial. La falta de bacterias en la tierra y en el aire demora la formación de

mantillo: en muchas áreas se han formando turberas tan acidas que apenas

pueden sustentar unos cuantos tipos de plantas. Por otra parte, casi toda la

superficie del Ártico es tierra congelada permanentemente hasta una profundidad

media de 487 m.

La corteza de tierra congelada tiene menos espesor cerca de los litorales que en

las aéreas interiores.

Durante el verano se descongela la superficie de la corteza; y en esta húmeda

capa superior es donde las plantas arraigan y retoñan. La línea divisoria entre la

vida y la muerte es muy tenue, pero cuando llega el efímero verano ártico, las

diminutas plantas fanerógamas lo aprovechan y extienden, desafiantes, su

alfombra multicolor. Pero el permanentemente congelado subsuelo resta

estabilidad a la faz del suelo ártico. A lo largo de la desolada frontera

septentrional, y a orillas de la tundra, ningún árbol puede echar raíces profundas.

Todos los arboles crecen torcidos, hora a un lado hora a otra y por ello los

naturalistas lo describen como “el bosque borracho”.

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Contrastes

El contraste final entre las regiones ártica y antártica se refleja en lo diferente del

aspecto y de la estructura de sus masas. En Ártico, generalmente plano y

despejado, existen abundantes pruebas de un remoto pasado distinto. En el oeste

de Spitzberg, por ejemplo, hay muchos fiordos cuyos acantilados muestran franjas

horizontales de cientos de kilómetros de extensión formados por estratos

sedimentarios. En dichas franjas se encuentran fósiles de animales de mares

tibios, hojas y troncos de bosques tropicales, maderos petrificados y agujas del

árbol gigante llamado Metasequoia. Tales evidencias se pueden encontrar en

muchas otras partes como Groenlandia, la Isla Baffin, Alaska e inclusive la

Antártida.

Muchos de estos sedimentos bentónicos han sido empujados cientos de metros

sobre el nivel actual del mar, debido a la elevación del litoral. En algunos lugares,

playas antiguas escalan la tierra en forma abrupta y en otros se encuentran

incrustados huesos de mamíferos marinos modernos.

En cambio, gran parte de la Antártida es accidentada y montañosa, con litorales

escarpados y sin llanuras costeras. Aquí y aculla se ven valles aislados y

desnudos, son muros de piedra barridos por los vientos. Hay pequeños bolsones

de agua que parecen oasis en el vasto desierto. Los picos de varias cordilleras

rompen la capa de hielo, sobres todo las Montañas Trasantárticas, que dividen en

dos al continente.

En el extremo de la Antártida, que tiene la superficie más expuesta, es la

Península Antártica que se extiende unos 320 km. más allá del círculo antártico,

hasta una altitud comparable a la del centro de Noruega.

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En su punta, la península está a menos de 1.000 km. del extremo mas meridional

de la América del Sur. Aunque aquí hay más vegetación que en cualquier otra

parte de la Antártida, es escasa: solo se han hallado cuatro especies de

fanerógamas. Y entre sus líquenes y musgos vive la mayor variedad de animales

terrestres del continente: unos cuantos gorgojos cerca de las colonias de

pingüinos; ácaros, colémbolos sin alas, piojos y moscas. Aun estos animales

deben vivir la mayor parte del año en estado de congelación y descongelarse para

vivir y procrear durante el breve verano.

Lo cierto es que las regiones polares no han sido siempre tan frías. Desde que el

capitán C.A. Larsen, al mando del Jason, hallo en 1893 helechos, moluscos y

maderas coníferas fósiles en la Antártida, los exploradores y los científicos han

descubierto fósiles similares, troncos petrificados y yacimientos de carbón en

ambos polos.

¿Por qué, entonces, se enfriaron tanto las regiones polares? La mayoría de los

científicos creen que este enfriamiento se debió al desplazamiento, hace unos

200 millones de años, de un súper continente que abarcaba toda la tierra del

globo. En el hemisferio austral, Sudamérica se separo primero y después los

fragmentos que serian África y la India. Esta ultima choco luego con Asia y de ahí

surgieron los Himalaya. La Antártida se alejo de Australia, hacia el Polo Sur.

Lentamente, las piezas acabaron formando los continentes actuales; y el

movimiento de masas tan enormes desorganizo la circulación del aire y del agua,

con lo que termino la influencia estabilizadora del clima del ancestral Océano

Pacifico. Un nuevo sistema de corrientes, el flujo circumpolar vinculo las aguas

que rodeaban la Antártida. Al enfriarse el clima, en parte por las nuevas pautas de

circulación, se empezó a formar hielo en los polos.

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El hielo enfrió mucho el agua del fondo del mar, lo que aumento la fluctuación de

temperatura de los polos a ecuador.

La desorganización de la circulación en el mundo y la acumulación de hielo fueron

solo dos de las razones del enfriamiento de los polos. Cuando el continente

Antártico y la sección de la corteza terrestre que contenía el Océano Ártico se

movieron hacia las regiones polares, se enfriaron aun mas por que recubrían

menos sol que ninguna otra parte de la tierra. Se formaron glaciares gigantescos

en la Antártida y en las masas terrestres alrededor del Océano Ártico. Las blancas

inmencidades aumentaron el monto de la luz solar reflejada al espacio lo que

redujo aun más la temperatura de tales regiones. El resultado fue que la Antártida

se convirtió en un continente hundido bajo el hilo, y el Ártico en un océano helado.

Aunque los científicos tienen razones bastantes para afirmar que ya saben cómo

se formaron los polos hay muchas cosas que siguen envueltas en el misterio y

siendo lo ultimo inexplorado en la tierra, ofrecen un gran reto a la investigación.

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Lenta Conquista del Norte

El Gran Sueño de Peary

Llegar al polo norte era “el único propósito en la vida” del explorador

norteamericano Robert Peary. Al cabo de 20 años de intentos fallidos, realizo un

último esfuerzo en 1908, que culmino con el éxito de su expedición. “sabia,

escribió, que ahora o vencía o quedaba vencido para siempre.”

Preparativos en el Cabo Sheridan

En un caluroso día de julio de 1908 salió Peary de Nueva York, a bordo del

Roosevelt, un pequeño buque pintado de negro. Algunas semanas después

navego en Groenlandia, recogió 150 toneladas de carne de ballena y de morsa,

246 perros bravos y 49 hombres, mujeres y niños esquimales. Luego atravesó

cautelosamente el helado estrecho que separaba a la isla Ellesmere de

Groenlandia; y tras una travesía de 563 kilómetros por entre masas de hielo

flotantes, el día 5 de septiembre a la congelada orilla de cabo Sheridan, distante

tan solo 805 kilómetros del polo.

Los esquimales se dedicaron a hacer trineos, ropa de piel para la conquista del

polo y a cazar caribúes y bueyes almizcleros antes de que descendieran las

tinieblas invernales. Y los trineos, con sus pesadas cargas, comenzaron a

deslizarse cuesta arriba en dirección al cabo Columbia unos 145 kilómetros al

noroeste, donde después Peary prepararía su marcha final a Polo Norte a la

primavera.

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Los “Raros y Fieles” Amigos de Peary

Para los 225 esquimales que vivían en la costa del estrecho de Smith, en el

noroeste de Groenlandia, Peary era un amigo exigente y respetado. Durante casi

18 años, “esa gente rara y fiel” lo ayudo a recorrer la inesperada y yerma área del

norte de Groenlandia y a acercarse cada vez más al polo. Los esquimales le

suministraron trineos y perros de tiro, pieles y comida.

Hombres hábiles y muy fuertes, los esquimales fueron conductores de trineos,

cazadores y guías en sus expediciones más importantes. “He llegado a amar a

toda esta gente sencilla e ingenua, escribió Peary. Conozco por su nombre y de

vista a todos los miembros de la tribu. He salvado del hombre a aldeas enteras y

los padres dicen reverentemente a sus hijos que si crecen y son buenos

cazadores o costureras, Pearyaksoch (Gran Peary) seguramente los

recompensará… en alguna fecha no muy distante.

En el Polo: “Tres Vibrantes Vivas”

El 1 de abril inicio el regreso el último grupo de apoyo. Ahora, para su jornada

final, Peary se quedó con los mejores perros, 4 esquimales selectos y un negro de

43 años, Matthew Henson, su fiel compañero durante los 20 Años que duraron las

exploraciones y uno de los más hábiles conductores de trineos de todo el norte.

Con tiempo despejado y sobre una capa de hielo casi lisa, el grupo continuo la

marcha, deteniéndose únicamente para comer o descansar. Peary a quien por el

frio le habían amputado los dedos de los pies en la isla Ellesmere en 1889,

aguanto la jornada gracias a que viajó la mayor parte del tiempo en un trineo.

Finalmente, a las 10 a.m. del 6 de abril, Peary se detuvo a la vista de su meta.

Después de confirmar su posición con un sextante, durmió unas horas.

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Más tarde se efectuó una breve ceremonia. Izó una bandera de los EE.UU hecha

por su esposa, la misma que había llevado durante 15 años en sus viajes árticos.

Pueblos del Ártico

El Recio Esquimal

Por razones que no suele comprender el hombre moderno, pequeños grupos de

gentes persisten en enfrentar los rigores del Ártico. A lo largo de miles de años,

cazadores, como los esquimales, han perfeccionado la caza mayor en las lejanas

aguas boreales, mientras que otros, como los lapones, se han dedicado a

domesticar renos pero cada grupo ha desarrollado un modo propio de enfrentarse

a las aspereces del Ártico.

Los esquimales, último pueblo mongoloide en llegar a América del Norte se

asentaron en la hosca región alrededor del Circulo Ártico. Por miles de años ese

fue su dominio, y los mamíferos marinos y el caribú, su principal sostén. Lograron

enfrentarse eficientemente a su medio.

Con pieles hicieron la mejor ropa de abrigo conocida hasta hoy; y con hielo y lodo

hicieron albergues temporales y bastos, pero confortables.

Si no había más carne quizá resolverían sacrificar a un miembro de su equipo de

perros para alimentar a su familia. La vida, empero, no siempre era así de dura.

Las reuniones y visitas familiares y la cacería en común aliviaban el tedio.

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Cazar Focas: Asunto de Vida o Muerte

Pont Inlet se encuentra en el extremo septentrional de la Tierra de Baffin; las

familias esquimales que se establecieron en sus litorales no solían aventurarse

tierra adentro.

El congelado era su camino, su coto de caza y a menudo su campamento. Solo

en Agosto estaba el camino libre de hielo. El resto del año dictaba los términos de

la caza. En invierno, cuando el hielo era grueso, los cazadores hacían guardia

ante los respiraderos de las focas (arriba) o tendrían redes en las heladas aguas (

arriba, enfrente). Veces había en que todo esto fallaba y entonces, familias

enteras morían de hambre.

Sin embargo, en primavera y verano las focas salían a asolearse y la caza

abundaba y daba alimento y pieles. Las armas de fuego dieron una ventaja

transitoria a los esquimales.; luego, en el siglo XX, que les había traído rifles,

acabo con su antigua vida.

Los Solitarios Lapones

En el norte de Escandinavia, aislados desde hace mucho en las montañas, moran

los lapones. No son parientes ni de los mongoloides ni de las razas del resto de

Europa; son vestigios de un pueblo antiguo que hábito el continente antes de que

estos troncos étnicos evolucionaran.

Los ancestros de los lapones sobrevivieron cazando y siguiendo a los rebaños

hacia el norte según se retiraban los glaciales que en un tiempo cubrieron Europa.

Aunque domesticaron a muchos renos los seguían desde sus refugios invernales

hasta sus dehesas de verano. Con caza menor complementaban su dieta a base

de reno.

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Así como los esquimales usaban a sus perros para tirar de sus trineos, los

lapones se valían para ello de sus renos; con todo, su vida no era más fácil.

Bajitos por naturaleza y quizá por su dieta, sus músculos y reciedumbre

testimoniaban los rigores del pastoreo, que al volverse industria prospera en el

siglo XX les permitió dejar la vida nómada.

Pero aunque los lapones hayan dejado atrás la vida en los iglús de los

esquimales, su herencia persiste en sus tradiciones y en su vestido.

Una Civilización Uncida al Reno

Los lapones pasaban la vida viajando, acampando en tiendas y moviéndose

cuando el rebaño se movía. Formaban unidades muy vinculadas y autosuficientes

compuestas de unas cuantas a familias con su carne en marcha, siguiendo un

curso bien establecido según cambiaban las estaciones.

Algo adelantaron cuando aprendieron a guiar sus rebaños, lo cual también les

sirvió para estrechar vínculos. Había que cuidarles muy de cerca, pues si

escapaban ellos significaba hambre.

Las difíciles jornadas de primavera y otoño llegaron a ser grandes empresas en

que participaba toda la familia, inclusive mujeres y niños. Cuando empezaba la

marcha había mucha nieve dura y los renos no podían golpear el suelo para llegar

a los líquenes. La nieve blanda se halla en las laderas montañosas o en los

litorales donde se derretía antes y había líquenes frescos.

Allí se quedaban los renos hasta el otoño, época en que se mataban a muchos.

Los que se salvaban eran llevados a sus campos de invierno, en los bosques.

Siglos de tales viajes, hicieron de los renos socios y amigos de los lapones, y

compañeros de viaje en tan septentrional comarca.

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Rodeo de Otoño en Laponia

En el otoño culminaba el trabajo de los lapones. Antes de empezar el selo se

enceraba a cientos de animales para la matanza animal y la selección de

rebaños. Primero se escogía a los enfermos o lastimados y luego los machos

superfluos. Los machos más sanos, y todas las hembras quedaban para procrear.

Cada familia mataba a un quinto de su rebaño, y secaba y almacenaba la carne

para su consumo.

Con la piel, las mujeres hacían botas, chaquetas, pantalones, correas y cualquier

otro artículo que se pudiera hacer con cuero. Las pieles eran valiosas como

objetos de trueque. Con un atado de pieles, el jefe de familia hacia largos, y a

veces azarosos viajes al mercado más próximo para canjear las piles por

herramientas de metal, granos y otros artículos y artefactos de primera necesidad.

Por todo lo cual, el rodeo de otoño era la culminación del año lapón.

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Conclusión

Concluyendo esta investigación, nos es posible entender como las personas

logran adaptarse en una forma muy peculiar a este entorno tan remoto y difícil,

haciendo uso de cualquier material que sea útil para poder sobrevivir. Además de

saber que, aunque no lo notemos, los polos son de suma importancia para

mantener el equilibrio constante en el planeta.

Por ultimo, es necesario remarcar que el hombre siempre ha tenido, y seguirá

teniendo, esa curiosidad por explorar territorios desconocidos y que pueden llegar

a ser de gran utilidad para un futuro.

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Bibliografías

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History, 2004

SPENCER, Robert F., The North Alaskan Eskimo, Smithsonian, 2005

CASWEL, John Edward, Arctic Frontiers, University of Oklahoma Press, 2004

SHACKLETON, Sir Ernest, South, Macmillan, 2002

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