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COMENTARIOS A “LA IZQUIERDA PERPLEJA”

RESPUESTAS A ESOPO

Comisión Política
Partido de Izquierda (PAIZ)
! Respuestas a Esopo

Presentación
El Partido de Izquierda (PAIZ) agradece la invitación de ESOPO a reflexionar y compartir
pareceres que nos ha extendido a propósito del documento “La Izquierda Perpleja”. Y la
agradecemos tanto por la calidad del documento como por la confianza y generosidad de
compartir reflexiones internas que, claramente, son el producto de mucho tiempo de discusión y
trabajo.

En términos generales, a la Comisión Política de PAIZ le han sorprendido gratamente las


importantes coincidencias entre las lecturas y las propuestas programáticas de nuestro partido y
las de ESOPO. Las coincidencias son tan amplias que abarcan desde la necesidad de
aprendizaje histórico de la experiencia de la UP hasta parte importante de lo programático. El
Partido de Izquierda nació en noviembre de 2009 proponiéndole a la izquierda el objetivo
político de iniciar una profunda democratización de Chile a través del instrumento de
democratización política por excelencia: la celebración de una Asamblea Constituyente
compuesta por asambleístas elegidos/as de entre todos/as los/as ciudadanos/as a través de
elecciones libres, abiertas y competitivas. No fuimos los primeros en proponer la absoluta y
urgente necesidad de una Asamblea Constituyente. La iniciativa “Coordinadora Por una
Asamblea Constituyente y una Nueva Constitución” lleva años trabajando en esta propuesta.
PAIZ, sin embargo, ha considerado desde su fundación que la Asamblea Constituyente debe
ser, junto a la transformación del modelo económico, el eje fundamental de un proyecto de
izquierda para el Chile actual. Por esa razón, nos ha generado mucha alegría constatar que
ESOPO ve en la propuesta de celebración de una Asamblea Constituyente un posible punto de
convergencia de las fuerzas de izquierda. Es un poderoso indicio de que algunas de las
izquierdas chilenas, desde sus distintas experiencias, preocupaciones generacionales, bagajes
teóricos y compromisos ideológicos, están haciendo lecturas coincidentes de las problemáticas
históricas del Chile actual y del proyecto que pueden y deben ofrecerle a la sociedad chilena.

En el marco de las significativas y profundas coincidencias entre PAIZ y ESOPO, esta


Comisión Política aportará en las siguientes páginas sus reflexiones y sinceros pareceres sobre
las tesis de “La Izquierda Perpleja”. En muchos casos entregará matices a las lecturas o tesis
del documento; en otros, planteará abiertos desacuerdos sobre temas, lecturas o propuestas
puntuales. Pero todos los matices o desacuerdos puntuales serán planteados en el
convencimiento de que las grandes coincidencias sobre lo fundamental permitirán que ambas
fuerzas puedan, en el futuro, trabajar en conjunto en distintas iniciativas políticas, como, por
ejemplo, la plataforma “Asamblea de Izquierda” en la que PAIZ viene trabajando desde
principios de 2010 junto a otras 5 fuerzas: BRISA, MAP, MPT, Red Ecológica y G-80. Por eso
mismo, agradecemos aún más la invitación a reflexionar y comentar “La Izquierda Perpleja”,
pues el ejercicio nos ha dejado la convicción de que es cada vez menos lejana la posibilidad de

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articular a las fragmentarias fuerzas de la izquierda chilena en un frente único que sea
protagonista histórico.

Este documento se divide en 5 partes. La primera comenta las tesis históricas de “La
Izquierda Perpleja”. La segunda aporta reflexiones sobre la lectura de la situación actual. La
tercera abordará las bases programáticas propuestas en el documento. La cuarta expondrá
cómo ve PAIZ la tarea de convocar a la Asamblea Constituyente y las principales diferencias y
similitudes respecto a la propuesta de ESOPO. En la parte final planteamos nuestras
conclusiones políticas de la lectura de “La Izquierda Perpleja” y de la reflexión gatillada por ella.

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1. Reflexiones históricas
Una de las más profundas convicciones que se han desarrollado en el seno de PAIZ es la
de la necesidad de hacer el ejercicio de analizar el fracaso del proyecto de la Unidad Popular
sin apasionamientos, sin autovictimizaciones y sin idolatrías de ningún tipo. Como experiencia
histórica, no puede sino ser fuente de aprendizaje para cualquier proyecto de izquierda, sea o
no chileno. Hemos visto que otros procesos latinoamericanos, en especial el venezolano, el
boliviano y el ecuatoriano, han sacado importantes lecciones de la experiencia de la UP,
fundamentalmente en materia de subordinación efectiva (esto es, no sólo nominal y
constitucional) de las Fuerzas Armadas al poder civil, de la inevitabilidad del uso del poder
emanado de la capacidad de organización y movilización populares, de la necesidad de acción
enérgica (preventiva y reactiva) ante las tentaciones golpistas de parte del bloque dominante y
de los poderes fácticos.

Sabemos que las condiciones históricas que hubo de enfrentar la UP fueron complejas y
adversas en extremo. Sabemos que la virulencia de la reacción del gobierno de Nixon, los
grandes capitales norteamericanos y el bloque dominante local (burgués urbano, terrateniente,
pequeño-burgués y de la clase media más privilegiada) no podía sino obstaculizar la
implementación de los aspectos más vanguardistas del programa de gobierno de Allende, y
obstaculizar sin preocupaciones o escrúpulos acerca de la legitimidad o altura ética de los
medios usados. Sabemos que en los cálculos de la DC un golpe militar era menos un riesgo
para los DD. HH. que una vía fácil de llevar de nuevo a su líder a la presidencia, por lo cual hizo
todo lo que estuvo en sus manos para desestabilizar al gobierno y precipitar los eventos del 11
de septiembre. Sabemos, en definitiva, que el camino que debió transitar el proceso conducido
por la UP era más empedrado que pavimentado. Entre 1970 y 1973, Chile sufrió bloqueo
económico externo, sabotaje económico interno, múltiples conspiraciones golpistas y hasta
asesinatos cobardes de los comandantes de las FF. AA. partidarios del respeto a la
Constitución. Todo eso está tan acreditado que sólo a costa de caer en la ignorancia o el
cinismo extremo podría negarse.

En PAIZ tenemos la convicción, sin embargo, de que el empedrado ha servido más de


excusa que de contexto. Las fuerzas que participaron o estuvieron vinculadas al proyecto de la
UP han optado por jugar a la cojera que culpa a ese empedrado. Pero en estricto rigor, el
fracaso de la UP no fue propiciado por el bloqueo y el sabotaje económicos o por las
conspiraciones golpistas del bloque dominante en contubernio con Patricio Aylwin y Eduardo
Frei (el viejo, el de verdad). La derecha y la DC actuaron como se supone debe actuar una
reacción que ve sus privilegios económicos o políticos afectados por transformaciones
estructurales. Sería estúpido pensar que no iban a reaccionar así o recurrir a esos recursos. Y
que hayan recurrido a ellos no fue lo que precipitó el fracaso del proyecto de la UP. Al contrario.

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Que los principales conductores del proceso no hubieran sido capaces de contrarrestarlos, para
lo cual debieron haberse comportado con una madurez política que no tuvieron, es la causa
principal de dicho fracaso. El golpe ocurrió por la confabulación de las fuerzas de la reacción,
pero esa confabulación fue el resultado de la ineptitud histórica de la izquierda chilena y de su
total incapacidad de conjurarla.

En PAIZ, en definitiva, consideramos el fracaso de la UP como el resultado de las


incapacidades de la izquierda. Y estamos convencidos de que eso debe asumirse de una vez
sin tapujos, complejos o culposidades. Con el objeto de no repetir errores, estamos convencidos
de que es fundamental analizar y estudiar las conductas de los principales protagonistas de la
UP para entender a cabalidad la crisis de 1973, incluidas, por supuesto, las tribulaciones, las
incapacidades de imponer su liderazgo y las decisiones erráticas del propio Allende. Sólo así la
izquierda chilena podrá iniciar un proceso de necesario aprendizaje histórico.

Pues bien, cada vez que PAIZ ha intentado invitar a este ejercicio reflexivo y de
aprendizaje histórico a otras fuerzas de izquierda se ha encontrado con una negación cargada
de extraña emotividad. Mentar siquiera la posibilidad de responsabilidades de los líderes de la
UP o de Salvador Allende se toma como el peor de los sacrilegios políticos. Opera en el
inconsciente colectivo de la izquierda chilena un tabú en torno a sus responsabilidades
históricas, responsabilidades que, por lo demás, son las más importantes.

En vista de este tabú y de que el momento histórico ha impuesto tareas más urgentes,
PAIZ ha optado por esperar condiciones socio-emocionales más propicias para insistir en la
necesidad del juicio histórico a la experiencia de la UP. Las tesis de “La izquierda perpleja”
sobre esta materia, sin embargo, nos han servido para constatar que PAIZ no es una voz
aislada y solitaria en su convicción de que dicho juicio histórico, lejos de una traición a la
memoria de la izquierda, es un necesario ejercicio de responsabilidad y madurez política. Y no
nos queda más que alegrarnos por esta grata coincidencia.

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2. Reflexiones sobre el Chile actual


La izquierda chilena lleva más de una década recopilado antecedentes y refinando sus
esquemas analíticos para comprender de mejor forma el Chile que se ha ido configurando en
las últimas 4 décadas de neoliberalismo e institucionalidad pintochetista. Por esa razón, en esta
materia las coincidencias analíticas entre todas las fuerzas de izquierda son la norma. En
términos generales, la lectura del Chile actual que PAIZ ha elaborado, lectura que, por lo
demás, socializa a través de distintos medios 1, coincide en los aspectos generales y
fundamentales con la que ofrece “La Izquierda Perpleja”. Hay, sin embargo, algunos matices y
diferencias en detalles que consideramos necesario subrayar para que aporten a una
panorámica más completa. En esta sección exponemos, primero, los matices más importantes
que PAIZ sostiene frente a algunas tesis de “La Izquierda Perpleja”. Luego, aportamos algunas
claves adicionales de lectura del Chile actual que o bien nos parecen que no pueden omitirse o
bien que deben profundizarse.

2.1. Matices entre tesis de “La Izquierda Perpleja” y la posición de PAIZ

Tesis 1: “...en Chile se reemplazan las conquistas laborales obtenidas tras décadas de
lucha por formas de explotación aplicadas en el siglo diecinueve. Se genera una nueva realidad
política y social que las teorías de antaño y los precarios instrumentos actuales no logran
explicar en el plano de la acción política, constituyendo la mayor carencia de una izquierda a la
deriva.”

Posición de PAIZ: este quinto ciclo de expansión capitalista, el del capitalismo global,
combina formas de explotación presente en todas las formas anteriores de capitalismo con
otras formas nuevas y desconocidas. Eso redunda, también, en nuevas y más complejas
formas de alienación y en nuevas y más complejas formas de dominación. Un sólo ejemplo: las
cadenas productivas desintegradas verticalmente del capitalismo global hacen posible la
explotación combinada y simultánea del trabajo productivo y reproductivo de las mujeres en el
hogar, una forma de generación y apropiación de plusvalía desconocida para las anteriores
fases de desarrollo del capitalismo. Presentar las condiciones actuales como un retroceso, una
involución hacia un pasado ya superado, aunque tentador por su eficacia retórica, no siempre
aporta a la precisión analítica. Y sin precisión analítica no podemos aprehender adecuadamente
la realidad, lo que, a su vez, nos impide transformarla.

1 El medio principal de difusión del trabajo analítico de PAIZ es el suplemento “Politika”, que se publica
desde mayo de 2010 en la versión impresa de El Ciudadano. Ahí colabora una parte de los militantes de
PAIZ: Salvador Muñoz, Louis Casado, Valentina Escobar, Luis Jaqui, Armando Uribe, Camilo Navarro,
Daniel M. Gimenez, Guillermo Pérez, Carlos Philippe, José Robredo. También se hace público en otras
plataformas: El Mostrador, La Tercera, El Ciudadano, Rebelión.

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Tesis 2: “Hemos capitulado con respecto a nuestra soberanía, estableciendo vínculos,


relaciones, acuerdos comerciales y compromisos que subordinan toda nuestra capacidad de
resolución interna a las decisiones de una tecnocracia burocrática transnacionalizada que ha
convertido al Estado en una herramienta articuladora de los intereses financieros. [...] Hoy tal
vez podamos coincidir en que somos una nación fracturada, en búsqueda de identidad, donde
nuestra suerte política y social, e incluso cultural, ha sido entregada a las tendencias
predominantes en el exterior. Hemos capitulado con respecto a nuestra soberanía,
estableciendo vínculos, relaciones, acuerdos comerciales y compromisos...”

Posición de PAIZ: no compartimos la lectura en clave nacionalista de los procesos


sociales y políticos. No es el propósito de la izquierda que queremos construir un proyecto
anclado en la nacionalidad chilena; tampoco la construcción de la identidad de lo chileno. La
“soberanía nacional” ha sido eje de proyectos contrarios a los intereses populares. Y PAIZ está
por un proyecto de construcción de soberanía popular, no de soberanía nacional. Es más, en
PAIZ hay acuerdo sobre el carácter integrador y latinoamericanista del proyecto que la izquierda
chilena debiera construir. Y eso no sólo por principios y convicción, sino también por necesidad
estratégica. A excepción del caso de Cuba, los proyectos de izquierda emprendidos en
unidades político-territoriales aisladas o poco articuladas con otras (la UP, la Asamblea Popular
de Torres en Bolivia, la revolución Sandinista en Nicaragua) son presa más fácil de la reacción
imperial que los proyectos que se han construido en sociedad y articulación internacional de
fuerzas anti-imperiales. El chavismo es la mejor prueba de supervivencia política gracias a no
limitarse a construir un proyecto nacional, sino uno hemisférico y, en los últimos años, también
global. Por estas razones, el eje Chile-El Exterior, que es el resultado de una lectura histórica en
clave de nacionalismo, no nos parece un criterio adecuado para interpretar los procesos
históricos actuales o para la construcción de un proyecto de izquierda. Los intereses del capital
global no están en contradicción con la soberanía nacional; están en contradicción con la
soberanía popular.

Tesis 3: “Quizás como nunca antes el bloque dominante ha logrado concentrar el poder
económico nacional y transnacional, el poder político y militar, el poder ideológico a través del
aparato educacional, desde la básica hasta las universidades, junto al control de los medios y
otras estructuras culturales.”

Posición de PAIZ: si por “bloque dominante” se entiende a las clases empresariales-


confesionales de Chile, entonces no es el caso que haya “concentrado el poder económico
transnacional”. El bloque dominante local está articulado, concertado con el poder económico
global. Pero éste no es controlado ni concentrado por el bloque dominante local. Todo lo
contrario. El bloque dominante local es un agente, un apéndice del poder económico global.

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Tesis 4: “Durante los gobiernos de la Concertación, como ahora con el de Piñera, se hizo
un esfuerzo por crear una imagen de unidad nacional. Primero con la imposición de un
consenso y la descalificación de la crítica y luego, en la actualidad, con una política de
marketing que intenta vender la idea de que si estamos juntos, “ con los 33” y tras el Gobierno,
seremos triunfadores.”

Posición de PAIZ: No es con “política de marketing” que el bloque dominante actual


impone su hegemonía o esa identificación con un artificioso y mediático ser social de la
chilenidad. El marketing tiene un papel importante, pero el trabajo para que funcione se ha
hecho antes a través de transformaciones en los sistemas de valores y significación que
orientan la conducta de l@s chilen@s, de transformaciones semiológicas en la iconografía que
identifica a l@s chilen@s, de transformaciones en las formas de organización de la subjetividad
de l@s chilen@s. Podemos creer que los complejos fenómenos sociales que, como el show
televisivo de los mineros, la teletón o la selección nacional, generan precarias instancias de
identificación colectiva mientras anulan ficticiamente, en el plano simbólico, las desigualdades
sociales (tod@s som@s chilen@s o similares), podemos creer que esos fenómenos complejos,
se decía, son un producto de una política de marketing. Pero eso sólo nos va a permitir tratar el
síntoma, no lo causa del predominio no sólo económico y político, sino cultural del bloque
dominante chileno actual.

Tesis 5: “En este contexto necesitamos aprender las nuevas claves de los movimientos
sociales más allá de la aparente despolitización y debilidad de las organizaciones. Las protestas
de la población en las regiones del terremoto y contra la instalación de centrales térmicas, la
huelga de hambre de los comuneros mapuches y de las mujeres exigiendo trabajo, la de los
padres, alumnos y profesores por el cierre de establecimientos - aunque de carácter
reivindicativo local o sectorial - y la importante movilización social en Magallanes contra el alza
del precio del gas, parecen indicar una creciente conciencia de derechos y de potencial fuerza
política.”

Posición de PAIZ: Más allá del indudable potencial movilizador de estos sujetos
colectivos, fundamentalmente por su capacidad de agregación ciudadana, algo que todas las
orgánicas sociales y políticas de o con sensibilidades de izquierda envidian actualmente, no se
debe olvidar que son hijos de la “participación ciudadana” creada por el modelo neoliberal e
inducida por políticas públicas diseñadas por el Banco Mundial. La “participación ciudadana” es,
de hecho, el involucramiento extraordinario, esto es, irregular, esporádico y limitado espacial y
temporalmente, en asuntos de interés colectivo por parte de individuos atomizados socialmente
y desafiliados políticamente. Su lógica no es la acción colectiva, sino la de la agregación de
intereses individuales, y una de sus principales características es su impredecible vaivén
ideológico-político. Pueden activarse como producto de una creciente conciencia de derechos,

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pero también como reacción a derechos que afecten sus intereses individuales. Movilizaciones
como las de Magallanes se producen en Venezuela, Ecuador o Bolivia en reacción a la
ampliación de derechos sociales o a políticas de ampliación de la soberanía popular. Es
importante que la izquierda aprenda de estos movimientos cómo gatillan agregaciones rápidas
de intereses individuales que luego transforman en movilizaciones, pero con todas las
precauciones que amerite el caso.

Tesis 6: “Los cientistas políticos han señalado algunas características de la población


chilena que observamos en lo cotidiano. A una marcada estratificación social y fragmentación
de las tramas organizacionales se suma el temor y la desconfianza en el otro; la deslegitimación
de la institucionalidad, ya sea el parlamento, la policía o los tribunales de justicia, y la relación
clientelística con los partidos políticos que sufren de una evidente crisis de liderazgo. Todas
esas características constituyen el sustrato para un individualismo que suele penetrar los límites
de la familia con un mensaje aislacionista, que dificulta el desarrollo de vínculos solidarios y la
apertura de nuevos canales de comunicación.”

Posición de PAIZ: Lo mismo que se mencionó respecto a que algo más complejo y
profundo que una mera política de marketing se encuentra detrás de los mecanismos de
creación de identidades colectivas nacionales aplica en este caso: la creciente individuación,
atomización y fragmentación de la sociedad chilena obedece a profundas transformaciones
estructurales y culturales que se han sucedido una tras otra en los último 38 años. El
clientelismo tiene poco que ver con “el individualismo” actual. Antes de 1973 había tanto
clientelismo como en la actualidad y, sin embargo, la solidaridad (entendida como capacidad de
coordinación colectiva de acciones) era sustancialmente más sólida que hoy. Tampoco queda
clara la relación entre la falta de legitimidad de la institucionalidad (parlamento, policía,
tribunales de justicia), de un lado, y la creciente individuación y atomización social en la
sociedad chilena, del otro. Un orden institucional puede estar afectado por una profunda crisis
de legitimidad sin que eso redunde en o se correlacione con una mayor individuación o una
mayor integración social. Probablemente el punto oscuro de esta tesis está en la ambigüedad
de su formulación. No queda del todo claro el significado de esta afirmación: “estas
características constituyen el sustrato para un individualismo...”.

Por otro lado, los cientistas políticos que estudian Chile han señalado exactamente lo
contrario a lo que plantea la tesis. Apelando a su fetichismo por las encuestas, han planteado
que la institucionalidad chilena es una de las que mayor legitimidad goza en América Latina;
que la aprobación de o confianza en la policía chilena es excepcionalmente alta; que aunque
menor que otras instituciones, la aprobación de o confianza en el sistema judicial chileno es
mayor que el de otros sistemas judiciales de la región. Y aunque hay desacuerdos respecto a

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los matices y significados de estos datos, la mayor parte de los y las cientistas políticos que
estudian Chile concuerdan en lo opuesto a lo que plantea esta tesis.

2.2. Completando el panorama: factores fundamentales del Chile Actual

Aparte de los ligeros matices entre nuestras interpretaciones y las 6 tesis anteriores, hay
en PAIZ la convicción de que el sistema de dominación hoy vigente en Chile tiene
características adicionales que, aunque algunas insinuadas en “La Izquierda Perpleja”,
probablemente requieran una formulación más clara y explícita. De esas características, cuatro
son las que en la lectura de PAIZ son fundamentales para comprender el Chile actual y, a partir
de dicha comprensión, formular un proyecto de izquierda: el carácter altamente complejo de la
estructura de dominación vigente en Chile y el papel que desempeña la cultura en ella; el
candado institucional con el que el sistema político blinda a esa estructura; el carácter no sólo
económico, sino también confesional del bloque dominante; y, finalmente, la conformación de
una burguesía burocrática (lumpenburguesía) concertacionista cuya apropiación (en la práctica)
de los medios de administración del Estado le permitió en los últimos 21 años integrarse poco a
poco al bloque dominante, integración que se ha convertido en una condición de la
consolidación de la hegemonía de dicho bloque.

2.2.1. Complejidad de la estructura de dominación y el papel del sistema cultural

Una de las características fundamentales del Chile actual es el carácter altamente


complejo del sistema de dominación que ha creado y desarrollado el bloque dominante. En
principio, descansa en el control de los medios de producción y de administración de recursos
financieros, como bien señala “La Izquierda Perpleja”. Pero es también un sistema de
dominación cultural y político.

Respecto a lo cultural, durante los últimos 38 años se ha operado en Chile una profunda
transformación en los sistemas de valores y significación sin la cual fracasaría el reclamo de
legitimidad del orden creado por la estructura de dominación. Éste no es el lugar para
profundizar en el análisis de dicho fenómeno, que requiere de largas explicaciones y
disquisiciones teóricas. Baste con mencionar acá que sin un sistema de valores y significados
ad hoc a la forma atomizada y despolitizada de capitalismo neoliberal que impera en Chile, este
último sería históricamente inviable. “La izquierda Perpleja” señala con mucho acierto el papel
del control del sistema educacional y de comunicación masiva de parte de los grupos
económicos como motor de reproducción del modelo. En PAIZ coincidimos con la tesis de que
el cuasi-monopolio de los sistemas educacionales y de comunicación masiva constituye un
poderoso instrumento de dominación. Pero para que sea eficaz requiere como trasfondo un
marco cultural que haga que el modelo chileno de capitalismo neoliberal (el régimen de

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acumulación, la atomización social y el sometimiento pasivo de la ciudadanía) tenga algún tipo


de sentido para quienes lo padecen. Y ese sentido es producido por sistemas de valores y
significación especialmente acordes al modelo.

Si la lectura de PAIZ es correcta, tendría algunas implicaciones profundas para la praxis


de izquierda, que requeriría un brazo cultural que acompañe a la lucha política y, por cierto,
también económica.

2.2.2. El candado institucional del sistema político

Respecto a lo político, se echa en falta en “La Izquierda Perpleja” un análisis del papel de
la institucionalidad y el sistema político actuales en el blindaje de la estructura de dominación. El
orden institucional actual, así como ha sido diseñado, es un obstáculo a cualquier intento de
transformar Chile por la vía política. Para entender esto, ténganse presente las diferencias entre
la configuración de las fuerzas políticas propiciada por el sistema electoral actual (binominal) y
la que existía antes del golpe de 1973 (proporcional).

El sistema electoral proporcional existente hasta 1973 había logrado partir a las fuerzas
políticas nacionales en tres porciones empatadas, de similar peso electoral (los tres tercios).
Este triple empate de los tres tercios inducía no sólo a la conformación de gobiernos de minoría
parlamentaria (con los consiguientes problemas de gobernabilidad que esa situación traía
consigo), sino también a la polarización del sistema de partidos. En efecto, las disputas por
votantes entre tercios empatados se desarrolla necesariamente en alguno de los polos. Por
ejemplo, en 1970 la UP y la DC se disputaron los votos de l@s elector@s de inclinación de
centro-izquierda. En 1958 (y también en 1964, antes del “naranjazo”) la DC y la coalición de
partidos de derecha (liberal, conservador) se disputaron los votos de l@s elector@s de
inclinación de centro-derecha. En 1970, por tanto, la DC sólo podía competir por electorado
desplazándose hacia la izquierda, algo que quedó totalmente patente en el programa de Tomic.
Y en 1958, por el contrario, hubo de desplazarse hacia la derecha para disputarle votos a
Alessandri, lo que también se plasmó en el particular programa de gobierno de Frei para esa
elección2 . En ambos casos, el desplazamiento del centro político hacia uno de los polos tuvo
como resultado una polarización leve pero consistente de todo el sistema de partidos, ya a la

2 La historiadora Patricia Arancibia, haciéndose eco de las tesis de Sofía Correa, ha dicho que en 1958
“...en el partido liberal y también en un pequeño grupo de diputados conservadores existía un clima
favorable al senador democratacristiano Eduardo Frei, quien necesitado de aliar fuerzas, trabajaba sin
disimulo para conquistar el apoyo de al menos un sector de la derecha. Cooperaba con ello el que, en
líneas generales, sus propuestas no se diferenciaban mayormente a las de dicho sector...”. Patricia
Arancibia Clavel, “La elección presidencial de 1958. Jorge Alessandri y la derecha en La Moneda” en
Alejandro San Francisco y Ángel Soto (eds.), Camino a La Moneda. Las elecciones presidenciales en la
historia de Chile, 1920 - 2000. Santiago: Centro de Estudios Bicentenario, 2005, p. 294. Subrayados
agregados.

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izquierda (en 1970) ya a la derecha (en 1958). Y la estructura de competencia partidaria en la


que la disputa de votos tiene lugar no en el centro, sino en los polos, junto a la consiguiente
posibilidad de “descentramiento del centro”, se conoce en la literatura especializada con el
nombre de “sistema de partidos centrífugo”.

El sistema binominal, por su parte, ha transformado radicalmente los mecanismos de


articulación de las fuerzas políticas y, por esa vía, el comportamiento de todo el sistema de
partidos. Para empezar, ha logrado que un sistema de partidos fragmentado que, como el
chileno, se encuentra compuesto por 5 organizaciones partidarias con capacidad de quedarse
con entre el 10% y el 25% de los votos, en lugar de conformar una estructura de multipartidismo
moderado (como ocurre en la mayor parte de sistemas de partidos de composición similar), se
comporte, al contrario, como un sistema bipartidista, esto es, como un sistema que se sustenta
en la competencia electoral de dos, y sólo dos, fuerzas o bloques políticos. En otras palabras, el
binominal ha logrado que, a pesar de la existencia de al menos 5 estructuras partidarias no
predominantes, las preferencias electorales se dividan en dos, y sólo dos, alternativas. Como
los partidos compiten por dos escaños, sólo las dos fuerzas más grandes tienen posibilidades
de quedarse con ellos. Y, en el marco de una estructura plural y fragmentada de partidos, eso
constituye un incentivo poderoso a la conformación de coaliciones. Fuera de ellas, ninguna de
las fuerzas por sí sola está en condiciones de transformar su poder electoral en escaños.
Además, esta particular competencia por dos escaños exige la conformación de listas antes del
evento electoral. Las coaliciones chilenas, por tanto, necesariamente se conforman pre-
electoralmente, lo que supone un trabajo previo de sintonización no sólo de objetivos
electorales entre sus integrantes, sino también, y fundamentalmente, también de sintonización
político-programática. El trabajo de convergencia político-programática de los partidos que
conforman cada coalición ha permitido una estabilidad inusitada del sistema chileno de pactos,
que, en lo medular, dura ya 22 años. De hecho, esta estabilidad, junto a su conformación pre-
electoral, diferencia al sistema de partidos chileno de la mayor parte de los sistemas del resto
del mundo, en los que, tanto en regímenes presidencialistas como parlametaristas, las
coaliciones son de corta duración y post-electorales: se celebran para formar gobiernos una vez
que están definidas las fuerzas electorales representadas en el parlamento y se deshacen para
enfrentar cada nueva elección (si no antes).

En este diseño binominal no hay espacio para terceras fuerzas. Quienes han intentado el
“camino propio”, aislado, terminan sin representación parlamentaria. El caso más conocido (por
lo ruidoso) es el del Partido Comunista, que durante 20 años fue incapaz de traducir su 3,5%
electoral (en promedio) en igual número de escaños. Pero también se encuentra la anecdótica
incursión en la política de la así llamada “Unión de Centro Centro”, que, por efecto del
binominal, tampoco logró transformar su 15% de votación presidencial en 1989 en proporción

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similar de escaños parlamentarios. Para sobrevivir en el marco del binominal, la única opción
que les quedó a ambos partidos fue plegarse a una de las dos grandes coaliciones3. Y ésa es
precisamente la forma en que el binominal termina reduciendo la oferta de alternativas políticas
viables a dos, y nada más que dos: haciendo que las pequeñas fuerzas sean asimiladas por las
dos grandes coaliciones.

Como consecuencia de esta dinámica propiciada por el binominal, una estructura


fragmentada de partidos políticos, como la chilena, funciona, en la práctica, como un sistema
bipartidista. Y la principal característica del bipartidismo es su comportamiento centrípeto. A
diferencia de una estructura de tres fuerzas empatadas, que se disputan votos en los polos, dos
alternativas de fuerzas similares se disputan votos en el centro. El desplazamiento a los
polos de alguna de ellas permite el crecimiento hacia el centro de la otra, y viceversa. Por ello,
las ofertas políticas radicales constituyen suicidio político, una renuncia a la posibilidad de
convertirse en gobierno. De ahí que los sistemas bipartidistas propicien y den cabida a
proyectos políticos moderados, nada revolucionarios y, en muchos casos, ni siquiera
reformistas. Esto garantiza una significativa estabilidad (política en general y del propio sistema
de partidos en particular), pero también un blindaje al orden político y social: pueden cambiar
los actores y componentes del sistema, pero ni éste ni el resto de la sociedad sufren
transformaciones por efecto de la acción del sistema político. Así al menos ha ocurrido en los
sistemas bipartidistas más conocidos (Estados Unidos, Inglaterra), que no sólo llevan cerca de
dos siglos ininterrumpidos de existencia estable y armónica, sino que también han resistido las
mutaciones de la fuerzas sociales y políticas sin propiciar ellos, por su parte, transformaciones
en la sociedad.

A diferencia del comportamiento centrípeto de los sistemas bipartidistas, los sistemas


centrífugos, como el de los tres tercios empatados del Chile de 1958 a 1973, generan sistemas
y regímenes políticos más inestables, pues, con el incentivo a que los partidos se desplacen a
los polos, son más proclives a la radicalización de la competencia electoral. Pero, al mismo
tiempo y por esa misma razón, permiten con mayor facilidad el desarrollo de proyectos de
transformación social a través del sistema político, tanto de derecha como de izquierda4. Los
sistemas centrípetos, por el contrario, generan sistemas y regímenes políticos más estables al
obligar a la disputa electoral por el centro. Pero por esa misma presión a la convergencia hacia
el centro, obstaculizan la implementación de proyectos de transformación social y/o política
desde el propio sistema político. Se convierten así en el guardián, el candado institucional que
cierra la puerta al cambio de un orden político y social tal y como se encuentra al momento de
desarrollo de la estructura bipartidista.

3 En el caso de la UCC ni eso bastó. Y en el caso del PC nada garantiza que no vaya a ocurrir lo mismo.
4 Tanto Hitler como Mussolini accedieron al poder en sistemas multipartidistas.

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El orden político y social vigente al momento de la conformación del sistema fragmentario


pero de comportamiento bipartidista en Chile es el orden del neoliberalismo pinochetista. Con la
esa estructura del sistema de partidos dicho orden ha quedado totalmente blindado, pues, por
hacer converger las ofertas políticas hacia el centro, neutraliza el potencial transformador de la
acción político-partidaria. Y esto afecta fundamentalmente al polo izquierdo, pues al polo
derecho del sistema de partidos no le interesa modificar ni un milímetro el orden neoliberal
pinochetista, que ha sido hecho totalmente a su medida. Al final de cuentas, Jaime Guzmán
cumplió con creces su propósito de crear, según sus palabras, un orden en el que “...si llegan a
gobernar los adversarios, se vean constreñidos a seguir una acción no tan distinta a la que uno
mismo anhelaría, porque –valga la metáfora- el margen de alternativas posibles que la cancha
imponga de hecho a quienes juegan en ella, sea lo suficientemente reducido para hacer
extremadamente difícil lo contrario”.

La comprensión de este componente político-institucional de la estructura de dominación


vigente hoy en Chile es fundamental no sólo para entender su funcionamiento global, sino,
fundamentalmente, para encarar con realismo las posibilidades de desarrollo y crecimiento de
una izquierda que no elija el camino extra-institucional y cuáles son las estrategias de mediano
y largo plazo para convertirse en la fuerza capaz de transformar Chile.

2.2.3. El carácter confesional del proyecto del bloque dominante

La izquierda chilena hasta ahora ha profundizado en el análisis del sustrato económico-


político de la estructura de dominación vigente en Chile. Y, en gran medida, sus diagnósticos en
esta materia han sido el resultado de investigaciones profundas y sistemáticas. Pero ha
olvidado una características fundamental del bloque dominante: su proyecto de sociedad, en su
origen, tenía una importante impronta confesional. No sólo la dictadura sanguinaria que vivió
Chile durante 17 años era católica radical, sino que los principales ideólogos de la
institucionalidad creada por ella tenían una militancia en los sectores más recalcitrantes del
catolicismo. Y en parte, esos sectores recalcitrantes son los que han recibido mayor beneficio
político y económico y los que más han desarrollado su influencia en el sistema educativo y los
medios de comunicación estructurados de acuerdo a las reglas del neoliberalismo pinochetista.

De tanto centrarnos en la dimensión económica y política del neoliberalismo pinochetista


vigente en Chile, hemos perdido de vista el crecimiento del Opus Dei y los Legionarios de Cristo
(o, para ser más precisos, de “Los corderos de Maciel”) en las posiciones de poder e influencia
en la sociedad chilena. Es más, olvidamos que la motivación fundamental de parte significativa
de los protagonistas de la dictadura era directamente religiosa. El proyecto de la dictadura no
sólo es económico y político; es también confesional. Pretende no sólo el desarrollo de un
particular sistema económico resguardado por un particular sistema político; se sustenta

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también en el copamiento sistemático de estructuras de poder de parte de los militantes de


grupos fundamentalistas del catolicismo para controlar el proceso de toma de decisiones sobre
derechos, cultura e información. En pocas palabras, el proyecto de sociedad que la dictadura
implementó en Chile es no sólo neoliberal y pinochetista; es también fundamentalista católico.
Es más, el catolicismo fundamentalista opera como un signo de identidad colectiva en el bloque
dominante chileno.

Entender este otro rasgo de la estructura de dominación vigente en Chile es fundamental


para determinar no sólo el alcance de los objetivos del bloque dominante, sino también las
posibles estrategias de crecimiento de la izquierda.

2.2.4. La burguesía burocrática concertacionista en el bloque dominante

Un cuarto aspecto pasado por alto en “La Izquierda Perpleja” es el hecho de que la
consolidación definitiva y a largo plazo de la hegemonía del bloque dominante y de su proyecto
ha sido resultado del cambio de posición en la estructura de dominación del grueso de los
aparatos organizativos de los partidos que componen la Concertación. En efecto, si antes de
1989 las organizaciones políticas y sociales concertacionistas (incluida la CUT) habían
articulado la orgánica del bloque subalterno que le permitió competir por el poder político en el
plebiscito primero y en las presidenciales y parlamentarias después, a partir de 1990
abandonan la subalternidad y empiezan poco a poco a abrazar la ideología y hasta el proyecto
de sociedad que el bloque dominante había instaurado a través de la dictadura.

Este cambio de posición, por supuesto, no fue sólo ideológico, sino también material. Con
el control de los medios de administración burocrática se hicieron no sólo con un recurso de
poder fundamental para el funcionamiento del modelo, sino también con un medio de
subsistencia. Y como todo medio de subsistencia, generó intereses. Intereses de clase. Los
cuadros y funcionarios medios de la Concertación que controlaban la burocracia estatal, y por el
sólo hecho de dicho control, emergieron y se consolidaron como una nueva clase, la clase que,
aunque no de jure, pero sí en la práctica, se apropió durante 20 años de los medios de
administración del Estado: la burguesía burocrática.

En esta burguesía burocrática concertacionista, por supuesto, descansaba parte


importante del funcionamiento del Chile neoliberal pinochetista. Por esta razón, las
recompensas económicas, tanto formales como informales (legales e ilegales, si se prefiere),
por la administración de la burocracia a favor de los intereses de los grupos económicos locales
y del capital global fueron creciendo sistemáticamente. Durante los 20 años de la Concertación,
la cada vez mayor imbricación de la burguesía burocrática concertacionista y la burguesía
industrial y financiera se tradujo en la práctica en una alianza de clases que hizo posible la

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subsistencia del Chile neoliberal, pinochetista y católico-fundamentalista a pesar del incremento


sistemático de la desigualdad y hasta el crecimiento de la pobreza real. En algunos casos, la
alianza de clases llegó a tal nivel de intimidad que la propia burguesía burocrática
concertacionista desarrolló conciencia de clase propia de la burguesía financiera. Y eso
tampoco ha sido casual; esta última ha recompensado las gestiones burocráticas a su favor con
puestos de mediana o alta importancia en su propia estructura corporativa. Así puede verse con
los casos de ex ministr@s, subsecretari@s y alt@s funcionari@s de las carteras de los energía
y minería que han aterrizado en puestos gerenciales de AES Gener y similares.

Evidentemente los medios de subsistencia de la burguesía burocrática no son


autónomos. Y por ello, su posición de clase es débil. El 11 de marzo de 2010 empezó su caída
en desgracia y, con ella, las consiguientes movilizaciones para proteger los respectivos
privilegios de clase.

Pero eso es harina de otro costal. Para efectos de lo que importa en este diálogo entre
PAIZ y ESOPO, el hecho significativo es que las estructuras organizativas, tanto políticas como
sociales, de la Concertación se cambiaron de bloque histórico, del subalterno al dominante. Con
ello, sus principales cuadros adquirieron una nueva condición de clase basada en el control de
los medios de administración: la burguesía burocrática concertacionista. En poco tiempo
desarrolló conciencia de clase que se materializó en la convicción de que en cada proceso
electoral estaba en juego no la posibilidad de un proyecto político (que la Concertación no tenía
ni tiene), sino, al contrario, la propia subsistencia como clase. De ahí las conocidas prácticas de
intervencionismo electoral y de conducta corporativa del funcionariado concertacionista: todo
iba en resguardo de sus intereses de clase. Esta burguesía burocrática, por supuesto, en su
frágil posición de clase, no es más que un mal remedo de sus grupos de referencia (las
burguesías financiera e industrial), a los cuales pretendió igualar fundamentalmente a través de
hábitos (y habitus) de consumo. Desde el 11 de marzo de 2010, sin embargo, los tiene que ver
sólo como viejos aliados de clase para los que ya no prestan las mismas utilidades de antes y,
por tanto, de los cuales tampoco reciben el mismo favor. Como el lumpenproletariado, que tiene
una función histórica en el desarrollo del capital, la burguesía burocrática contertacionista sirvió
fiel y genuflectamente a su papel histórico en el proceso de acumulación y desarrollo del
capitalismo chileno. Se trata de una burguesía charcha, creada artificiosamente por el capital
local y global para proteger su acumulación, y que finalmente fue abortada por la historia. Y por
eso, el término que mejor la describe es el de lumpenburguesía burocrática
concertacionista.

El desarrollo de la lumbenburguesía burocrática concertacionista, con sus crecientes


intereses económicos y políticos en la protección del neoliberalismo pinochetista chileno y de su
estructura de dominación, permitió la transformación de la posición dominante del bloque

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dominante en posición hegemónica. Y eso le permitió a este último conservar y radicalizar en la


práctica todo su proyecto, pues sólo en apariencia perdió el control del aparato político. En la
práctica, gracias al tránsito de las estructuras organizativas de la Concertación desde el bloque
subalterno al bloque dominante y el consiguiente desarrollo de la lumpenburguesía burocrática,
el control del Estado nunca dejó de estar en manos del bloque dominante-hegemónico. Y de
esto constituye prueba suficiente no sólo la alianza de bloques de la Concertación con grupos
dominantes, sino también el hecho de que se abriera de piernas ante la embajada de Estados
Unidos para facilitar el desarrollo de proyecto de alto impacto medioambiental pero de interés
estratégico para el capital global.

¿Qué consecuencia política tiene esto? Al formar parte del bloque dominante, la
lumpenburguesía burocrática concertacionista se transforma en adversario político de la
izquierda. Toda acción política de respaldo o apoyo a la Concertación es un acto de
reforzamiento y endosamiento de fuerzas al bloque dominante y, por ello, es contrario a los
intereses estratégicos de la izquierda.

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3. Sobre el camino de una nueva izquierda


Al igual que con la lectura del Chile actual, la izquierda chilena ha hecho un esfuerzo por
pensar en las condiciones necesarias para el desarrollo de un proyecto que aglutine a las
principales fuerzas que se oponen a la actual estructura de dominación. Por ello, respecto a
esto mismo hay también más coincidencias que diferencias entre la posición de PAIZ y las tesis
de “El Chile Perplejo”. Pero al igual que en el caso anterior, existen también algunos matices
respecto a tesis puntuales. Los detallamos a continuación:

Tesis 1: “Pensamos que, en la larga marcha desde la dispersión actual hasta la


convergencia en un fuerte y orgánico movimiento político, necesitamos construir en forma
progresiva instrumentos asociativos que nos potencien mutuamente y que permitan unir
nuestras capacidades en un accionar común”

Posición de PAIZ: Concordamos en lo fundamental, sobre todo en lo que refiere a un


único instrumento político potente que unifique a todas las fuerzas de izquierda pero respetando
sus diversidades. Pero atendiendo a la experiencia histórica chilena y a la de otras regiones de
América Latina, pensamos que la fuerza capaz de oponerse y subvertir al actual sistema de
dominación pinochetista neoliberal requiere la articulación tanto de orgánicas políticas como de
orgánicas sociales. Aunque en este momento los actores sociales que pueden aportar mayor
fuerza a la izquierda (movimientos sindicales, estudiantiles, poblacionales) están
estratégicamente desmovilizados por quienes los controlan, sin ellos no parece posible articular
la fuerza suficiente capaz de resistir, primero, y subvertir, después, el actual sistema de
dominación económica, cultural y política. Por lo tanto, todo indica que parte del trabajo político
futuro de la izquierda chilena tendrá un componente significativo en la creación de orgánica
social; si no es la orgánica de los actores sociales tradicionales, tendrá que ser en otras
orgánicas. Pero sin el concurso de las organizaciones sociales, no parece posible crear la
fuerza de izquierda necesaria para transformar Chile.

Tesis 2: Respecto a las propuestas programáticas

Tesis 2.a) “Establecer el rol central del Estado, que tendrá como eje articulador la
Doctrina de los Derechos Humanos en su expresión más amplia, la mantención y defensa de
los derechos ciudadanos y de las riquezas básicas, la protección de la naturaleza y del
medioambiente. El Estado, en su rol de redistribuidor de la riqueza, deberá garantizar la justicia
social y asegurar a todos los habitantes del país el acceso a la educación, la salud, la vivienda y
el trabajo.”

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Posición de PAIZ: Coincidimos plenamente. Pero probablemente le asignaríamos otra


prioridad.

Tesis 2.b) “Reconocer a la democracia participativa, a los partidos políticos y


organizaciones sociales como base estructural de la sociedad chilena.”

Posición de PAIZ: no se entiende el significado de esta propuesta. Habría que precisar


qué significa “base estructural de la sociedad chilena”. Los principios de organización de una
sociedad no se establecen por decreto. Y aún habría que concordar si, sea cual sea el
significado de “base estructural de la sociedad chilena”, queremos que sean efectivamente los
partidos políticos y las organizaciones sociales quienes desempeñen esa función. Además, los
partidos políticos son instrumentos orgánicos de competencia por el poder del Estado propio de
regímenes liberal-representativos. Y dentro de los distintos modelos de democracia, los
regímenes liberal-representativos se encuentran en las antípodas de los regímenes de
democracia participativa. De hecho, en ninguna de las pocas experiencias de democracia
participativa que se conocen en la historia han existido partidos políticos en el sentido en que se
conocen en la era moderna. Por tanto, parece contradictorio plantear una sociedad “con base
estructural” simultánea en la democracia participativa y en los partidos políticos. En rigor, para
evitar la autocontradicción, parece necesario comprometerse con una u otra de las alternativas.
Pero comprometerse con las dos implica caer en una contradicción.

Tesis 2.c) “Establecer que Chile es un país laico y pluriétnico, que garantiza a sus
pueblos originarios plenos derechos culturales, políticos y sociales.”

Posición de PAIZ: Estamos de acuerdo con el espíritu del punto. Pero sugerimos dos
modificaciones.

i) Chile no es un país laico; es un país religioso y, en términos más precisos, católico. Eso
tampoco es algo que se pueda modificar por decreto. Pero con independencia del catolicismo
de la población chilena, coincidimos en que la plataforma programática de la izquierda chilena
debe propugnar un Estado laico, que vele por instituciones públicas laicas, que incentive el
laicismo en la educación, en la cultura, en el ejercicio de las profesiones (fundamentalmente la
médica, la pedagógica y la científica) y hasta en la planificación familiar y el desarrollo urbano.
Sólo un compromiso irrestricto del Estado con el laicismo garantiza la plena libertad de
conciencia de los ciudadanos y el igual derecho a desarrollarse libremente de toda expresión
cultural y moral que no sea contraria al compromiso irrestricto e innegociable con los Derechos
Humanos.

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ii) Para reforzar el compromiso programático con todo el contenido del punto, PAIZ
considera que el problema histórico-político de los pueblos originarios y su derecho a la
autodeterminación es independiente del problema confesional del Estado. Por lo tanto, requiere
un inciso propio y autónomo, aunque igual de irrenunciable que el laicismo del Estado. Y, por
cierto, la demanda histórica de los pueblos originarios no refiere a los derechos políticos y los
DESC (derechos económicos, sociales y culturales). En la situación actual, a los pueblos
originales no se les ha denegado derechos políticos y sociales; nada les impide votar u optar a
cargos públicos de elección popular (derechos políticos) ni tampoco se les impide el goce de los
derechos sociales del resto de los ciudadanos. La demanda histórica de los pueblos originarios
es el derecho a la autodeterminación en sus territorios ancestrales y su reconocimiento como
portadores de derechos por su condición de pueblos originarios, derechos que obligan al Estado
y a las instituciones públicas a cumplir los regímenes internacionales en esta materia.

Tesis 2.d) “Declarar nuestra vocación pacifista y unitaria con los países latinoamericanos,
cuyo desarrollo debe descansar en la colaboración y apoyo mutuo de sus pueblos.”

Posición de PAIZ: totalmente de acuerdo. Ya habíamos expresado la convicción de que


el proyecto de izquierda acorde a las necesidades históricas actuales necesariamente debe ser
latinoamericanista e internacionalista.

Tesis 2.e) “Eliminar toda forma de discriminación basada en el genero ,etnia y opción
sexual

Posición de PAIZ: en el proyecto programático de PAIZ este punto es más enfático y, por
cierto, más radical. Para empezar, PAIZ propone la constitucionalización de los derechos
reproductivos, de las minorías sexuales y de los pueblos originarios. Luego, en atención a que
los problemas que afectan a estos grupos sociales son diferentes, proponemos darles
respuestas singularizadas. Por lo tanto, que, en lo programático, cada uno de estos segmentos
sociales sea objeto de un punto propio que dé cabal respuesta a sus demandas. El problema de
los pueblos originarios no es la discriminación; es la asimilación sin derecho ni respeto a su
condición de pueblos originarios violentados por el desarrollo del Estado chileno. De igual
forma, existiendo una demanda de no discriminación de género en el sistema político, en el
mercado laboral, en las estructuras sociales en general, otra parte fundamental de las
principales demandas del movimiento de mujeres es la instauración de mecanismos
institucionales de discriminación, pero positiva: reconocimiento de los derechos reproductivos
como consustanciales a las mujeres, creación de leyes de cuotas, etc. En resumen, una
izquierda que quiera hacerse cargo de las demandas de justicia social y política de los
movimientos de mujeres, de pueblos originarios y de minorías sexuales está en la obligación de
dar cabida a la singularidad de sus condiciones históricas y de sus aspiraciones. No se

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resuelven sus particulares demandas de una sociedad más justa (objetivo que los une con la
izquierda) con el planteamiento de la eliminación de la discriminación, en general y sin más
matices.

Tesis 2.f) “Reiterar la convicción de que son los pueblos organizados y políticamente
conscientes los protagonistas de los avances efectuados por la humanidad. Nos inspiramos
asimismo en las luchas populares que en Chile lograron nacionalizar el cobre, liquidar el
latifundio e iniciar el camino hacia una sociedad más justa y democrática. Por consiguiente,
rechazamos la tendencia elitista y militarista de sustituir las luchas masivas por la acción de
grupos que propician la violencia armada para la conquista del poder, y sostenemos que no es
posible construir una sociedad verdaderamente democrática sobre una estructura militar.”

Posición de PAIZ: Concordamos con el espíritu de este punto, aunque no con todas las
bases teóricas de su formulación. En términos concretos, son sujetos colectivos los que,
conscientes de sus condiciones históricas y de sus intereses, han introducido las revoluciones
cualitativas más significativas en la historia de la humanidad. En el inventario histórico de esos
sujetos colectivos, sin embargo, rara vez se encuentran “los pueblos”. Se encuentran por regla
general los estamentos, las castas, las clases sociales. O, también, las alianzas de estamentos,
castas y/o clases sociales. Pero, en lo fundamental, concordamos con el rechazo a la acción
minoritaria de grupos elitistas y militaristas que propugnan y recurren a la lucha armada para la
conquista del poder del Estado. Y a este rechazo nos une no sólo el profundo e innegociable
compromiso con los Derechos Humanos y el rechazo al uso del terror como recurso político.
Nos une también la profunda convicción de que es un despropósito estratégico combatir con
armas al capitalismo global, el sistema histórico que más basa su supervivencia en la
producción y el uso extensivo y concentrado de armas.

Tesis 2.g) “Democratizar realmente nuestro país exige la reformulación de los objetivos, el
carácter y la organización de las FF.AA., de modo que en el futuro podamos convertirlas en un
pilar fundamental de nuestro desarrollo en el marco del respeto irrestricto a los derechos
humanos. Asimismo, en un trabajo estrecho con los países hermanos, constituir fuerzas
integradas de paz que alejen el peligro de conflictos armados en la región.”

Posición de PAIZ: en más de un aspecto este inciso entra en contradicción con lo


planteado en el inciso d). Si la izquierda quiere construir un Estado comprometido con la paz,
probablemente deba considerar la posibilidad de crear una instancia de monopolio legítimo de
la fuerza distinto al modelo de las FF. AA. que conocemos en la actualidad. Este inciso, sin
embargo, es más realista que el d).

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Además de los puntos contenidos en la propuesta programática de “La Izquierda


Perpleja”, PAIZ considera fundamental que un proyecto unitario de izquierda incluya también los
siguientes:

a) La sustitución total e innegociable del modelo económico-social neoliberal creado,


desarrollado y radicalizado durante los 38 años de gobiernos dictatoriales, concertacionistas y
de la coalición por el cambio.

b) La convocatoria a una Asamblea Constituyente para la redacción de una nueva


constitución democrática que plasme los intereses del pueblo de Chile y no los de los 5
pelagatos no electos que redactaron la de 1980.

c) Defensa irrestricta e innegociable de los derechos e intereses de los trabajadores,


expresados en la negociación colectiva, sindicalización y negociación interempresa, el derecho
a huelga sin reemplazo y la extensión de contratos y beneficios laborales a trabajadores y
trabajadoras en modalidad de subcontrato.

d) Nacionalización de las riquezas nacionales de interés estratégico para el beneficio del


pueblo de Chile y no del capital global.

e) Sustitución del sistema electoral actual por uno que permita la expresión y
representación política de la heterogeneidad estructural de la sociedad chilena.

f) Creación de sistemas de seguridad social y de salud que garanticen protección y


bienestar a todos los chilenos y chilenas en función a su condición ciudadana.

g) Creación de un sistema de educación que, en todos sus niveles, se oriente por


principios de calidad y equidad y no por principios de lucro.

h) Creación de mecanismos políticos y sociales de expresión y representación de las


minorías sexuales, étnicas, religiosas, culturales y de todos los sectores subrepresentados en
los espacios de poder político, económico y cultural en el país.

i) Institucionalización de incentivos al desarrollo de un sistema de medios de


comunicación plural, abierto y desconcentrado territorialmente.

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4. Sobre la propuesta constituyente


Como habíamos manifestado en la presentación del presente documento, la Asamblea
Constituyente es uno de los ejes fundamentales que para PAIZ debe tener un proyecto de
izquierda para el Chile actual. Y en esto, la convergencia programática con ESOPO nos
complace enormemente. Ese punto de acuerdo fundamental es un avance significativo en el
camino a un futuro trabajo conjunto.

PAIZ lleva más de un año trabajando y reflexionando respecto a la Asamblea


Constituyente. El resultado de ese trabajo y esa reflexión es un concepto de Constituyente
ligeramente distinto del que se aprecia en “La Izquierda Perpleja”. Pero antes de profundizar en
esos matices, nos parece que es fundamental resolver dos contradicciones en la propuesta de
“La Izquierda Perpleja”. La primera: en el concepto de Asamblea Constituyente de “La Izquierda
perpleja” se repite la contradicción entre “democracia participativa”, de un lado, y la centralidad
que se le asigna a los partidos políticos, del otro. Como se había adelantado, los partidos son
instrumentos de competencia por el poder político propios de regímenes liberal-representativos,
que se encuentran en las antípodas de los regímenes de democracia participativa. Por lo tanto,
sostener una asamblea que opere en el marco de una democracia participativa mientras, al
mismo tiempo, le otorga centralidad a los partidos políticos parece una contradicción.

La segunda: “La Izquierda perpleja” plantea que se debe celebrar una Asamblea
Constituyente para crear una constitución con determinadas bases. Compartiendo la idea de
que una Constitución democrática para Chile debiera sustentarse en gran parte de las bases
que propone “La Izquierda Perpleja”, nos parece que hay una contradicción entre proponer una
constituyente, de un lado, y determinar por adelantado el contenido de la constitución que
debiera emanar de la constituyente, del otro. Si ya están definidas las bases por adelantado,
convocar a Asamblea Constiuuyente para que sólo las legitimen parece hacer trampa. Es como
concursar públicamente un cargo ex-post, cuando ya está saldado, sólo para revestir de
legitimidad y meritocracia a una decisión tomada de antemano. Si estamos convocando a una
Asamblea Constituyente es para que la constitución emane de la deliberación democrática de
l@s constituyentes elegid@s. Por lo tanto, pre-definir el resultado de la constitución es atentar
contra el espíritu mismo de una constituyente.

Las tareas de la izquierda de frente a la convocatoria a una Asamblea Constituyente no


son ni pueden ser los de proponer por adelantado una constitución (o sus bases) que debiera
emanar del proceso constituyente mismo. Al contrario. Una propuesta de constituyente de la
izquierda requiere definir con claridad y sin ambigüedades los problemas de una convocatoria
democrática. Cuatro son los problemas fundamentales:

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1. La Asamblea Constituyente es un poder momentáneo de la comunidad políticamente


organizada que tiene el mandato de crear las bases de su institucionalidad político-
administrativa. Por esta razón, es democrática o no es. Y que sea democrática significa que
sus integrantes deben ser elegidos por votación popular en elecciones abiertas,
transparentes y competitivas. Cualquier otro mecanismo de definición de los responsables de
la creación de una Constitución no es una Asamblea Constituyente. Cuando PAIZ plantea la
necesidad de una Asamblea Constituyente se refiere única y exclusivamente a esta
modalidad de creación y negociación de una Constitución. Y rechaza de forma tajante e
innegociable cualquier otra modalidad, como, por ejemplo, las “comisiones de expertos en
derechos constitucional” al estilo Pinochet y su “Comisión Ortúzar”, que, además, no
constituyen una Asamblea Constituyente.

2. La constituyente, ¿será originaria o derivada? PAIZ defiende una Asamblea originaria y


también rechaza de forma tajante e innegociable cualquier posibilidad de una Asamblea
derivada.

3. Sistema electoral que debe aplicarse a la elección de asambleístas. PAIZ cree que no
puede ser sino proporcional y aplicar el método DʼHont de asignación de escaños.

4. Las barreras de acceso a la competencia electoral. PAIZ sostiene que una Asamblea
Constituyente puede ser verdaderamente democrática si, y sólo si, se rompe el monopolio
actual de la representación política por parte de los partidos políticos. Una asamblea
constituyente será democrática si, y sólo si, abre la posibilidad de competencia en igualdad
de condiciones por cupos de asambleístas a representantes sindicales y de organizaciones
ciudadanas no constituidas al amparo de la ley de partido políticos. Levantar las barreras de
acceso a la competencia electoral para democratizar el acceso a la representación es la
consigna. Y no sólo para la constituyente, sino para todos los cargos de representación
popular.

Una vez establecidas las condiciones necesarias para la convocatoria a una asamblea
constituyente totalmente democrática, la izquierda debiera volcarse a la definición de su
posición respecto a los principales problemas de la institucionalidad nacional, entre los cuales,
definitivamente, se incluyen parte importante de las bases de una nueva constitución
mencionadas por el documento “La izquierda perpleja”. PAIZ, además, considera fundamental
que la izquierda apueste por una constitución que garantice el desarrollo de otro modelo
económico, con control nacional sobre los recursos de interés estratégico; otra institucionalidad
política: semi-presidencial, de sistema electoral proporcional, que rompa el monopolio de la
representación de los partidos y permita la elección en cargos de representación popular de
representantes sindicales y de organizaciones ciudadanas no políticas, que permita la iniciativa

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legislativa popular, la revocación de mandatos y la elección de intendentes regionales a través


de elección popular; otro modelo educativo, con uso de los recursos públicos exclusivamente en
el desarrollo de un sistema público fundado en los principios en la equidad y la calidad;
constituticionalización de los derechos sexuales, reproductivos, de los pueblos originarios y de
las minorías sexuales; y otro pacto entre sociedad, economía y medio ambiente.

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5. Conclusiones: para la construcción de un proyecto y un frente


único de izquierda
En lo medular, PAIZ no sólo ha planteado públicamente, sino que además ha puesto en
práctica varias de las propuestas contenidas en “La Izquierda Perpleja”. Por ejemplo, el
documento plantea que “una importante y primera tarea es desarrollar vínculos y lazos de
confianza que nos permitan compartir ideas, articular progresivamente acciones conjuntas y
potenciar la presencia y crecimiento de cada organización”. Como se había adelantado en la
presentación, desde hace más de un año PAIZ está realizando precisamente ese trabajo de
construcción de confianzas con otras 5 fuerzas de izquierda: BRISA, MAP, G-80, MPT y Red
Ecológica. Hemos realizado actos orientados a reforzar los lazos y la identidad de la izquierda
chilena, como el Día de la Dignidad Nacional o la celebración de los 40 años del 4 de
septiembre de 1970. Pero también hemos realizado actividades de carácter eminentemente
político: la “Asamblea de Izquierda”, que pretende convertirse en el espacio y mecanismo
estable de trabajo conjunto de la izquierda chilena. Los frutos de este trabajo conjunto de un
año han sido promisorios y nos permiten vislumbrar una importante proyección futura de esta
plataforma.

El espíritu de esta plataforma, además, se ajusta a otros tres conceptos expresados en


“La izquierda Perpleja”:

a) “Será necesario evitar las deformaciones históricas en las relaciones políticas con los
intentos de hegemonización y totalitarismo ideológico, y favorecer la emergencia de liderazgos
de nuevo tipo, respetuosos de la diversidad y de la generación democrática del poder”.

b) “Consideramos importante explorar la creación de una Convergencia Federativa que


agrupe a todas las organizaciones que participen de una plataforma básica de acuerdos para
intervenir en los ámbitos ideológicos, políticos, de acción y comunicacionales, manteniendo
cada una su propia autonomía. El desarrollo de este proceso nos irá indicando nuestras
limitaciones y potencialidades.”

c) “Creemos que los trabajadores y los sectores más activos y críticos de la población
necesitan identificarse con líderes no sólo capaces, sino también, y quizás fundamentalmente,
con personas honestas , coherentes entre lo que dicen, lo que piensan y lo que hacen y
dispuestas a ser evaluadas permanentemente por quienes los eligen por creer en ellos o ellas”

El espíritu que ánima el trabajo conjunto de la “Asamblea de Izquierda” es precisamente


el de la complementaridad entre las fuerzas de izquierda. Ninguna tiene en la actualidad la
capacidad humana y política para abarcar todo el trabajo territorial, de articulación política o de

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producción teórica que requiere el desarrollo de un proyecto de izquierda. Así que, lejos de
convertir a la diversidad y heterogeneidad de fuerzas y visiones en un problema, en la
“Asamblea de Izquierda” se aprovechan como una ventaja. El crecimiento autónomo de alguna
de las fuerzas se entiende como un avance de la izquierda en su conjunto. Y el potenciamiento
de un liderazgo, lejos de eclipsar a las otras fuerzas, las proyecta. De hecho, uno de los
objetivos de la plataforma es hacer crecer los liderazgos necesarios para el resurgimiento de la
izquierda. Además, hemos tenido buen cuidado en resguardar la integridad ética de esos
liderazgos y de la plataforma misma.

Para concluir, sólo nos queda una reflexión final respecto a las posibilidades de una
izquierda con proyecto propio. Para cambiar Chile necesitamos una fuerza amplia de izquierda.
Su poder descansará necesariamente en dicha amplitud. PAIZ mantiene un profundo
compromiso con un proyecto político de esa naturaleza. Pero las fuerzas de izquierda sólo
pueden aglutinarse y potenciarse en torno a un proyecto de izquierda, que, por eso mismo, es
necesario definir y negociar antes de saber hacia qué dirección del espectro político puede o no
crecer. Ese proyecto, por supuesto, debe ser formulado de forma plural por todas los actores
que integren la fuerza amplia. Y, sin duda, debiera enriquecerse con nuevos aportes y
perspectivas conforme vaya avanzando, creciendo e incorporando a nuevas fuerzas.

Sin embargo, consideramos fundamental e indispensable un compromiso claro, no


ambiguo, con el propio proyecto de izquierda que vamos a construir. En el escenario histórico-
político actual, que ha binominalizado las fuerzas políticas nacionales, la izquierda no se
construye sólo en oposición con la derecha, sino también con la así llamada “centro-izquierda”,
pues es igual de responsable y representante del estado del Chile actual. Dada la configuración
histórica del sistema de partidos ya explicada en detalle páginas atrás, la centro-izquierda, en la
práctica, se comporta como una centro-derecha con vocación social. “Compromiso claro, no
ambiguo, con un proyecto de izquierda”, por lo tanto, significa en este contexto “rechazo tanto a
los proyectos de derecha como a los de la así llamada ʻcentro-izquierdaʼ (si es que tiene
alguno)”.

¿Quiénes no mantienen un compromiso claro, no ambiguo, con un proyecto de izquierda?


Simple: las fuerzas que, en lugar de resistir los cantos de sirena de la así llamada “centro-
izquierda”, regalan gratuitamente (o a cambio de tres chauchas) su, precisamente, fuerza a un
proyecto o una opción electoral que, ya es más que obvio, beneficia fundamentalmente a los
grupos económico-religiosos y al capital global. Cada vez que una fuerza que inicialmente se
compromete con un proyecto de izquierda termina canalizando liderazgos, orgánicas o fuerzas
hacia la así llamada “centro-izquierda” o a sus candidatos, debilita y despotencia tanto el
proyecto como la posición de la izquierda chilena en su conjunto. ¿De qué valen las posiciones
de izquierda si se negocian por un par de proyectos de ley inviables en el actual sistema político

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o por un par de cupos parlamentarios? No valen de nada. La izquierda sólo puede crecer con
un proyecto propio y cuyos componentes (o su totalidad) no estén sujetos a negociación por
insignificantes cupos parlamentarios o proyectos de ley que nunca se van a concretar.

En definitiva, una izquierda que sea realmente de izquierda sólo puede ser inclusiva,
plural y acogedora. Pero creemos necesario y urgente exigir este compromiso claro, no
ambiguo, con el proyecto de izquierda que construyamos cooperativamente y en conjunto.

A PAIZ, en definitiva, le parece fundamental debatir y, a partir del debate, definir si las
fuerzas que estén dispuesta a despotenciar la posición de la izquierda apoyando a candidatos
de la así llamada “centro-izquierda” o “el progresismo” tienen cabida en un frente amplio de
izquierda. Nos parece que todas las fuerzas del bloque de la así llamada “centro-izquierda” que
quieran sumarse a un proyecto de izquierda deben ser bienvenidas siempre que asuman un
compromiso claro, no ambiguo, con un proyecto de izquierda. Pero lo contrario, esto es, que
fuerzas de izquierda respalden proyectos o candidatos de la así llamada “centro-izquierda”, sólo
nos debilita. De ahí que, en principio, hayamos iniciado este camino con las fuerzas que están
por un proyecto de izquierda y no por ser un apéndice inútil e insignificante de la “centro-
izquierda” que, en la práctica, no es más que una derecha neoliberal pero con vocación social.

Esperamos tener la oportunidad de poder trabajar junto a ESOPO por ese proyecto de
autónomo, propio, no subordinado a otros proyectos o intereses políticos y económicos.

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! Respuestas a Esopo

Anexo: “La Izquierda Perpleja” de ESOPO

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El Colectivo ESOPO ha estimado útil compartir las ideas
que recoge este documento con los compañeros y compañeras que hoy se han
propuesto abrir camino a una nueva alternativa política de izquierda capaz
de construir un camino de progreso y justicia para Chile.
Todo lo aquí planteado es materia de debate, análisis y critica
si ello se consigue habríamos logrado nuestro propósito

IZQUIERDA PERPLEJA

El peso de la historia

La experiencia traumática del golpe militar y la dictadura subsecuente se mantienen en el


imaginario social como una experiencia disociadora y dolorosa, la que se teme y se quisiera
irrepetible.

Los juicios efectuados sobre ese momento histórico difieren aún en forma profunda. Los sectores
conservadores insisten en que la causa del conflicto residió principalmente en el voluntarismo de
los diversos actores de la izquierda y que, simplemente si se hubiera limado su accionar nada
habría ocurrido. Es evidente que en ese caso todo habría cambiado para continuar igual,
convirtiendo dicho gobierno en uno más. Esta interpretación ha permeado gran parte del análisis
político y las autorrecriminaciones, incluso en sectores que se identificaban con la izquierda.

Si bien existieron algunas manifestaciones de voluntarismo político, ellas no fueron las


determinantes del conflicto de clase que había madurado en la sociedad chilena durante el
Gobierno de la Unidad Popular. La agudización del enfrentamiento fue inevitable por la propia
dinámica del proceso; las decisiones del Gobierno estadounidense, antes de la elección y durante
la presidencia de Allende, en alianza con los sectores conservadores más reaccionarios, incluida
la D. C., y nuestras fuerzas armadas entrenadas por el ejército de los Estados Unidos, hicieron
inviable la consolidación de un proyecto popular.

El país había transitado por un largo período de paulatinos avances políticos y sociales, con
conquistas fruto de dolorosas luchas y tensiones crecientes, que determinaron un retroceso
permanente de las fuerzas conservadoras, hasta llegar a su más mínima expresión en la década
del 60 del siglo pasado.

El Gobierno Popular emergía como la culminación de un proceso de amplia participación


popular, quizás un tanto inorgánico, que profundizaba las conquistas ya logradas pero, sin
embargo, su diseño definitivo era objetivamente difuso. Los modelos orientadores eran los de los

!
socialismos reales en progresiva crisis y aquellos que se habían abierto a partir de la revolución
cubana.

La derrota de la Unidad Popular no sólo se debió a la poderosa coalición contrarrevolucionaria de


carácter local e internacional que la combatió implacablemente. Los partidos que condujeron el
proceso y, en particular muchos de sus dirigentes, no estuvieron a la altura de las difíciles
exigencias del período. Creemos que los sectores populares y de izquierda - que comienzan a
unirse como respuesta al fracaso y traición de la cúpula de la Concertación - deberán aprender, en
un profundo análisis autocrítico, de los éxitos y fracasos del período de la Unidad Popular.
Entre las causas que motivaron la derrota de la izquierda pueden contarse; la ilusión de creer en
la existencia y el apoyo de una burguesía nacional progresista, un sistema de participación
limitado y excluyente de amplias capas sociales y la pugna interna entre los sectores más
conservadores y más radicales dentro de la UP.

Después de ocurrido el golpe militar, sobreviene la crisis definitiva del socialismo mundial que
deja a la deriva ideológica a los sectores que buscaban transformaciones estructurales, quienes
comienzan a cuestionar fundamentalmente los métodos utilizados y los logros alcanzados.

En efecto, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que fue el modelo de una nueva
sociedad sin explotadores ni explotados, que aplastó a los invasores nazis y que fue la segunda
potencia más poderosa del mundo en el siglo XX, se hundió como un castillo de naipes, sin que
ni siquiera los sindicatos soviéticos ni los millones de militantes del Partido Comunista de la
URSS la defendieran.
En Chile, los partidos que idealizaban a la URSS como “el paraíso de los trabajadores”,
guardaron silencio ante esta victoria del capitalismo mundial y provocaron una gran
desmoralización en el movimiento popular.

A nuestro juicio, el fracaso de la experiencia soviética no fue el fracaso del socialismo humanista
y democrático. Creemos, como sostenían en 1947 Eugenio Gonzáles Rojas y otros intelectuales
socialistas, que en la URSS “la política inicial de socialización del poder económico se fue
convirtiendo en una mera estatización que condujo progresivamente a un régimen de capitalismo
de estado, dirigido por una burocracia que ejercía el poder en forma despótica, sometiendo a
una verdadera servidumbre a la clase trabajadora sin posibilidades de una real participación
democrática en la conducción del estado y del partido. De este modo, los auténticos fines del
socialismo, para servir a los cuales se realizó la revolución de 0ctubre, se fueron desvirtuando
cada vez más en función de una política de superpotencia que no tenía en cuenta los intereses de
los trabajadores” .

Nuestra mirada al Chile actual

La aplicación en dictadura del modelo de libre mercado se ve reforzada por el resurgimiento de


una nueva derecha mundial sin contrapeso, que permite integrar al país en la internacionalización
de los mercados. De este modo, en Chile se reemplazan las conquistas laborales obtenidas tras

!
décadas de lucha por formas de explotación aplicadas en el siglo diecinueve. Se genera una nueva
realidad política y social que las teorías de antaño y los precarios instrumentos actuales no logran
explicar en el plano de la acción política, constituyendo la mayor carencia de una izquierda a la
deriva.

Hoy tal vez podamos coincidir en que somos una nación fracturada, en búsqueda de identidad,
donde nuestra suerte política y social, e incluso cultural, ha sido entregada a las tendencias
predominantes en el exterior. Hemos capitulado con respecto a nuestra soberanía, estableciendo
vínculos, relaciones, acuerdos comerciales y compromisos que subordinan toda nuestra capacidad
de resolución interna a las decisiones de una tecnocracia burocrática transnacionalizada que ha
convertido al Estado en una herramienta articuladora de los intereses financieros. Las cúpulas
políticas son parte de este juego, que ha contribuido a aumentar la desconfianza social en los
partidos políticos y ha ensanchado la brecha que los separa de la ciudadanía y los movimientos
sociales.

Quizás como nunca antes el bloque dominante ha logrado concentrar el poder económico
nacional y transnacional, el poder político y militar, el poder ideológico a través del aparato
educacional, desde la básica hasta las universidades, junto al control de los medios y otras
estructuras culturales.

.
Durante los gobiernos de la Concertación, como ahora con el de Piñera, se hizo un esfuerzo por
crear una imagen de unidad nacional. Primero con la imposición de un consenso y la
descalificación de la crítica y luego, en la actualidad, con una política de marketing que intenta
vender la idea de que si estamos juntos, “ con los 33” y tras el Gobierno, seremos triunfadores.
Sin embargo, una gran parte de la población tiene condiciones de vida precarias, está muy
endeudada, sufre inseguridad en el empleo y discriminación en la atención de salud, habita en
viviendas de mala calidad y tiene escasas posibilidades de educación para sus hijos. Asimismo,
muchos chilenos viven bajo el imperio del miedo a la delincuencia, a la inseguridad social, a la
contaminación del medio ambiente y a la represión que se prolonga desde el pasado, al que
reactivan periódicamente los mensajes y las acciones del Gobierno y de quienes fueron el
andamiaje político de la dictadura militar. En una sociedad de clases como la nuestra, la
inequidad y la injusticia social se comprueban también en las condiciones riesgosas de trabajo de
miles de chilenos y chilenas, muchas veces con resultados de invalidez y muerte.

En este contexto necesitamos aprender las nuevas claves de los movimientos sociales más allá de
la aparente despolitización y debilidad de las organizaciones. Las protestas de la población en las
regiones del terremoto y contra la instalación de centrales térmicas, la huelga de hambre de los
comuneros mapuches y de las mujeres exigiendo trabajo, la de los padres, alumnos y profesores
por el cierre de establecimientos - aunque de carácter reivindicativo local o sectorial - y la
importante movilización social en Magallanes contra el alza del precio del gas, parecen indicar
una creciente conciencia de derechos y de potencial fuerza política.

!
Los cientistas políticos han señalado algunas características de la población chilena que
observamos en lo cotidiano. A una marcada estratificación social y fragmentación de las tramas
organizacionales se suma el temor y la desconfianza en el otro; la deslegitimación de la
institucionalidad, ya sea el parlamento, la policía o los tribunales de justicia, y la relación
clientelística con los partidos políticos que sufren de una evidente crisis de liderazgo. Todas esas
características constituyen el sustrato para un individualismo que suele penetrar los límites de la
familia con un mensaje aislacionista, que dificulta el desarrollo de vínculos solidarios y la
apertura de nuevos canales de comunicación.

El chileno y la chilena de hoy se sienten más vulnerables en el presente y en su futuro


envejecimiento. Intentan ganar seguridad a través del consumo que, paradojalmente los conduce
a mayor endeudamiento, dejándolos prisioneros de un sistema que continuará esquilmándolos
material y espiritualmente por dos o tres generaciones (créditos universitarios, deudas
habitacionales, endeudamientos familiares por enfermedades graves).

Es esta realidad -que también contribuyeron a crear los partidos políticos portadores en el
pasado de un mensaje de cambio democrático y progresista para el país, y que hoy hacen parte
del sistema de dominación- la que ayuda a explicarse la deslegitimación de los referidos
partidos, de sus dirigencias y de la política. También ella justifica la búsqueda dispersa que
efectúan pequeños grupos y núcleos ciudadanos, sobrevivientes de la diáspora de la izquierda
post Concertación, de un proyecto de sociedad más democrática, participativa, con justicia social,
que proteja los recursos naturales y el medioambiente.

Esta frustración social determina que amplios sectores populares y de clase media condenen a la
cúpula dirigente de la concertación por haber traicionado el programa democrático y el gran
movimiento social que derrotó a la dictadura. Esta condena explica también el fracaso del
candidato presidencial de la Concertación. El mensaje de la ciudadanía no fue escuchado, ya
que en las dos elecciones presidenciales anteriores los candidatos Lagos y Bachelet sólo
pudieron ganar en segunda vuelta, es decir necesitaron del apoyo de los sectores políticos más
críticos a la gestión concertacionista."
La derrota de la Concertación fue construida por ella misma, por el encubrimiento de focos de
corrupción, por su incapacidad para entender lo que estaba ocurriendo en el seno del pueblo, por
su temor a favorecer la participación democrática, por el apoltronamiento de sus dirigentes que
fueron perdiendo credibilidad, por el funcionamiento de máquinas al interior de sus partidos que
fueron alejando las cúpulas de sus bases. Esto hace muy difícil, y en todo caso no deseable, que
la Concertación constituya la base de un nuevo proyecto político progresista para el Chile del
siglo XXI.

Hoy, además de una correlación de fuerzas internacionales desfavorable para el cambio, la


ausencia de una propuesta política, ideológica y económicamente factible y de liderazgos
legitimados crea un vacío en el imaginario social y una relativa incapacidad para modificar sus
condiciones de existencia, solo se puede sobrevivir individualmente. Este vacío ha reforzado la

!
tendencia hacia una religiosidad que intenta ser capitalizada por el Gobierno para avalar sus
acciones, como se constata, entre otros aspectos, en la convocatoria a autoridades de la iglesia
católica para servir de mediadora frente a conflictos sociales y políticos.

Para iniciar el camino de una nueva izquierda

Pensamos que, en la larga marcha desde la dispersión actual hasta la convergencia en un fuerte y
orgánico movimiento político, necesitamos construir en forma progresiva instrumentos
asociativos que nos potencien mutuamente y que permitan unir nuestras capacidades en un
accionar común. Para lograrlo necesitamos conocer que principios compartimos con otros
compañeros y compañeras y que temas deberíamos debatir en este caminar conjunto.

Creemos que la construcción de una propuesta programática viable debiera ser el primer
hito en el avanzar hacia un proyecto unitario.
Nos parece importante en la elaboración de esta propuesta tomar en consideración los
elementos siguientes que debemos someter a análisis y debate y que sin duda no excluyen otros :

a)Establecer el rol central del Estado, que tendrá como eje articulador la Doctrina de los
Derechos Humanos en su expresión más amplia, la mantención y defensa de los derechos
ciudadanos y de las riquezas básicas, la protección de la naturaleza y del medioambiente.
El Estado, en su rol de redistribuidor de la riqueza, deberá garantizar la justicia social y
asegurar a todos los habitantes del país el acceso a la educación, la salud, la vivienda y el
trabajo.

b)Reconocer a la democracia participativa, a los partidos políticos y organizaciones


sociales como base estructural de la sociedad chilena.

c) Establecer que Chile es un país laico y pluriétnico, que garantiza a sus pueblos
originarios plenos derechos culturales, políticos y sociales.

d) Declarar nuestra vocación pacifista y unitaria con los países latinoamericanos,


cuyo desarrollo debe descansar en la colaboración y apoyo mutuo de sus pueblos.

e) Eliminar toda forma de discriminación basada en el genero ,etnia y opción sexual

f) Reiterar la convicción de que son los pueblos organizados y políticamente conscientes los
protagonistas de los avances efectuados por la humanidad. Nos inspiramos asimismo en
las luchas populares que en Chile lograron nacionalizar el cobre, liquidar el latifundio e
iniciar el camino hacia una sociedad más justa y democrática. Por consiguiente, rechazamos
la tendencia elitista y militarista de sustituir las luchas masivas por la acción de grupos que
propician la violencia armada para la conquista del poder, y sostenemos que no es posible
construir una sociedad verdaderamente democrática sobre una estructura militar.

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g) Democratizar realmente nuestro país exige la reformulación de los objetivos, el
carácter y la organización de las FF.AA., de modo que en el futuro podamos convertirlas
en un pilar fundamental de nuestro desarrollo en el marco del respeto irrestricto a los
derechos humanos. Asimismo, en un trabajo estrecho con los países hermanos, constituir
fuerzas integradas de paz que alejen el peligro de conflictos armados en la región.

Política de alianzas

Estamos en el camino largo para alcanzar una sociedad más justa y solidaria, capaz de garantizar
la protección y el máximo desarrollo posible para el conjunto de sus integrantes en el marco de
una convivencia fraterna. ESOPO es uno más de los diversos grupos e iniciativas con los cuales
probablemente vamos a coincidir en muchos aspectos programáticos y de acción.

Para apoyar la recuperación del movimiento popular es preciso identificar los núcleos motores
en cada sector y favorecer la constitución de redes sociales, base indispensable de una fuerza de
cambio.
Una importante y primera tarea es desarrollar vínculos y lazos de confianza que nos permitan
compartir ideas, articular progresivamente acciones conjuntas y potenciar la presencia y
crecimiento de cada organización. Evaluar la organización residual de cada acción.

Será necesario evitar las deformaciones históricas en las relaciones políticas con los intentos de
hegemonización y totalitarismo ideológico, y favorecer la emergencia de liderazgos de nuevo
tipo, respetuosos de la diversidad y de la generación democrática del poder. Creemos que los
trabajadores y los sectores más activos y críticos de la población necesitan identificarse con
líderes no sólo capaces, sino también, y quizás fundamentalmente, con personas honestas ,
coherentes entre lo que dicen, lo que piensan y lo que hacen y dispuestas a ser evaluadas
permanentemente por quienes los eligen por creer en ellos o ellas. Esperamos que aquellos
dirigentes que han sido protagónicos en los últimos 30 años y que se identifiquen con esta nueva
propuesta tengan la generosidad suficiente como para abrir caminos a los nuevos liderazgos sobre
la base de la experiencia acumulada por las antiguas generaciones.

Podría ser eficiente constituir fuerzas de tareas para abordar primero internamente, luego en
conjunto con otras organizaciones afines, temas como bases programáticas, política de alianzas,
objetivos y planes de acción de corto y mediano plazo y otras tareas que se decidan.

Consideramos importante explorar la creación de una Convergencia Federativa que agrupe a


todas las organizaciones que participen de una plataforma básica de acuerdos para intervenir en
los ámbitos ideológicos, políticos, de acción y comunicacionales, manteniendo cada una su
propia autonomía. El desarrollo de este proceso nos irá indicando nuestras limitaciones y
potencialidades. Será también un ejercicio de práctica democrática participativa.

!
Aunque no ha logrado estructurarse en un movimiento nacional coordinado, la iniciativa “Por
una Asamblea Constituyente y una nueva Constitución” ha convocado a personas y grupos
diversos, lo que le ha dado permanencia en el tiempo. Teniendo como base la crítica al modelo
capitalista actual y la necesidad de superar la institucionalidad derivada de la dictadura, creemos
posible crear un polo de convergencia con los que apoyan dicha iniciativa, permitiéndonos un
espacio de conocimiento y acción común.

Respecto de los contenidos de una Convergencia Federativa se indican algunos que nos
parecen centrales:

1. Derogación de la Constitución Política de Pinochet-Lagos.

2. Asamblea Constituyente que establezca una nueva Constitución Política


democrática y moderna, cuyas bases serán:
a) La Democracia participativa :
1. Sistema de partidos políticos generados y gestionados por una
institucionalidad democrática, que garantice la equidad de género y la
participación de todos los sectores ciudadanos.
2. Establecimiento de un parlamento unicameral.
3. Proposición popular de leyes.
4. Revocación de mandatos.
5. Eliminación del sistema binominal.
6. Discriminación positiva para alcanzar la plena
participación de la mujer.
7. Derecho a voto de los chilenos en el exterior.
b) Rol del Estado:
1.Responsabilidad en las Políticas
Públicas de salud, educación, vivienda, etc
2. Control y/o nacionalización de riquezas básicas.
3. Desarrollo de sectores económicos estratégicos.
4. Fortalecimiento de políticas de integración
Latinoamericana.

PROPUESTA DE ORGANIZACIÓN
I.- Constituir un núcleo coordinador central de no más de 10 cros y cras cuyas tareas
principales serían:
a) Desarrollar y constituir una red permanente con los grupos políticos y organizaciones
sociales que compartan la iniciativa en la región metropolitana.
b) Buscar o retomar los contactos en las regiones para constituir coordinadores a nivel local.
c) Hacer un catastro de recursos y financiamiento y proponer nuevas iniciativas.

!
d) Crear un equipo de comunicaciones que asuma la relación con los medios, las
publicaciones amigas en internet y la creación de un blog, la emisión de un comunicado, al
menos semanal, de análisis político y de información que pueda circular a través de las redes.
e) Articular con personalidades como Sergio Aguiló y otras, que adhieran a la convocatoria,
iniciativas que informen y mantengan en la opinión pública el desarrollo de nuestra fuerza.

II.-Preparar las bases materiales y la organización de una próxima asamblea constituyente que
deberá decidir sobre:
a) Qué forma debería tener el proyecto alternativo para garantizar la
democracia interna y la participación real de las personas, las agrupaciones políticas y
sociales, y las relaciones entre núcleos de dirección y bases.
b) Un documento base que establezca las líneas políticas centrales
que orientarán el quehacer en esta etapa.
c) Las bases de una política de alianzas que contribuya a avanzar en
nuestros objetivos programáticos.
ESOPO Stgo 17.03.2011

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