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Las ideas del siglo XVII, como ya hemos señalado, cobran plasmación en el siglo XVIII. La
ciencia sigue desarrollándose, pero aún se desarrollarán más sus aplicaciones técnicas. El
"descubrimiento" de la razón proporciona el núcleo fundamental del pensamiento y las actitudes
del siglo. La extensión de éstas entre las capas de la nueva clase dominante en la sociedad, la
burguesía, va a dar el tono de la época, una "época de las luces", la época de la ilustración. Una
monumental obra en 17 volúmenes, la Enciclopedia, supondrá el compendio de las nuevas ideas
ilustradas que representan el nuevo "credo" burgués. Por eso se llama también al siglo XVIII el
«siglo del enciclopedismo. Y como la Ilustración trasciende a las monarquías, en un sistema
propio del momento, le llamamos también época del "Despotismo Ilustrado".
El siglo XVIII puede dividirse, cronológicamente en dos mitades: a partir de 1750 el ritmo
parece acelerarse y comienzan las profundas transformaciones que cambiarán el panorama de
Europa. También geográficamente se divide Europa en dos partes: el río Elba es la frontera, y
mientras los países del Este permanecen anclados en el feudalismo más rancio, Occidente
(Inglaterra, Holanda y, la propia Francia, donde estallará la revolución) es la zona más activa,
más rica y más desarrollada culturalmente, con una burguesía muy fuerte que inicia su camino
hacia la conquista del poder. Es aquí donde se va a desarrollar de modo más pleno la cultura
ilustrada, pues la sociedad burguesa de estos países (a diferencia de los países mediterráneos,
cuya decadencia es imparable y cuya población sigue sometida a un régimen semi-feudal
supone el caldo de cultivo perfecto para incubar los gérmenes de la revolución. Conviene, no
obstante, dar una imagen sintética y general de los grandes cambios que se producen en esta
zona del mundo en todos los aspectos (economía, sociedad, política religión y cultura) antes de
entrar en un análisis más detallado de éstos.
1. Economía:
El siglo XVIII significa la crisis de la sociedad estamental del llamado “Ancien Regime” (es
decir, del Antiguo Régimen “feudal”).La sociedad sigue dividida en los tres grandes estamentos
u órdenes tradicionales: la nobleza, el clero y el “tercer estado”. Y sigue siendo una sociedad de
“castas cerradas”, de corte básicamente aristocrático: la nobleza y el alto clero monopolizan los
altos cargos en las instituciones, ya sean estos eclesiásticos, militares o administrativos. Sólo
constituye una cierta excepción la nobleza inglesa que gozaba de menos privilegios después de
la revolución del siglo XVII, pero era la más rica de Europa. Sin embargo, como hemos visto al
estudiar el siglo anterior, la movilidad social provocada por el capitalismo, había comenzado ya
a trastocar todo el orden tradicional: en todas partes los burgueses más ricos procuraban entrar
en el estamento privilegiado comprando títulos nobiliarios. Ello es suficientemente indicativo
de hasta qué punto esta sociedad seguía siendo profundamente jerárquica y tradicionalista,
incapaz de reconocer otros méritos que los de la "sangre": para los burgueses, por ricos que
fuesen, no había igualdad ante la ley, carecían de privilegios fiscales, y no podían acceder
fácilmente a los cargos oficiales. A no ser, claro, que se convirtiesen en "nobles"... Sin
embargo, esta situación comienza a hacer crisis: el absolutismo de los reyes había quitado
mucho poder a la aristocracia; además, la nueva organización capitalista de la economía
empobrece cada vez más a los nobles, cuya riqueza se basaba en la propiedad de la tierra. Ante
esta situación, y ante la creciente presión de la burguesía la nobleza del siglo XVIII se endurece
en sus privilegios: los Parlamentos -en los que domina- cierran el acceso de los burgueses a los
altos cargos y al Ejército, y se intenta reestablecer la servidumbre del campesinado (que ve
frenados, así, sus deseos de emancipación). Se comprende muy bien que tal situación no podía
durar: la burguesía terminará por triunfar en casi toda Europa, sobre todo después de la
Revolución Francesa.
La forma más común de organización política sigue siendo la monarquía que se sirve cada vez
más de una amplia burocracia. Un caso excepcional es la monarquía parlamentaria británica,
como hemos visto. Y en el continente, particularmente en Francia (reinado de Luis XVI), pero
también al este del Elba -donde todavía persisten restos feudales (Polonia, Imperio germánico,
Rusia)- surge una forma política nueva que es conocida más tarde con el nombre de
“despotismo ilustrado”: Prusia (Federico II el Grande, 1740-1786), Austria (José II,
1765-1790), Rusia (Catalina II la Grande, 1762-1796). Lo mismo ocurre, por cierto, en la
España borbónica, hundida y convertida en un satélite de Francia (reinado de Carlos III, el “Rey
Alcalde”). Se trata de países con una economía atrasada, muy poca burguesía, ausencia de
capitales y pervivencias feudales: el Estado se ve obligado a hacerlo todo en su esfuerzo por
modernizar el país y doblegar a la aristocracia. Como veremos, los «déspotas» se sirven de la
Ilustración, son mecenas de filósofos v justifican su poder por el deseo de promover la
felicidad del pueblo, pero siguen siendo reyes absolutistas por encima de todo (como
expresa el celebre lema “todo por el pueblo pero sin el pueblo”). Es cierto que pretenden
introducir algunas reformas, pero sólo para que, en lo esencial, todo siga igual.
4. La religión y la cultura:
Es ésta una época más tranquila desde el punto de vista religioso: disminuyen las
polémicas teológicas, desaparecen las «guerras de religión» y las persecuciones se hacen
cada vez más raras. A fin de siglo ya no existen «autos de fe» ni «quema de brujas». El
Papado pierde influencia, cada vez más, bajo el dominio de los monarcas («regalismo»). Y
la tolerancia religiosa, difundida por los filósofos y los francmasones, gana terreno. Tanto,
que en 1773 el Papa debe ceder ante los monarcas "ilustrados", disolviendo la Compañía de
Jesús. Sin embargo, a partir de 1730 hubo un renacimiento religioso, y algunas sectas (como los
pietistas, en Alemania) atrajeron a numerosos adeptos. En general, se puede decir que el
deísmo, o la indiferencia religiosa, sólo penetraron en las capas más cultas (incluso en el clero)
y, sobre todo, entre la burguesía, empeñada en socavar los fundamentos teológicos del
absolutismo. Como veremos más adelante, se puede decir que la "ilustración" (la corriente
cultural dominante en este siglo y a la que dedicaremos un estudio exhaustivo
posteriormente), más que un movimiento "ateo" fue una corriente de pensamiento
profundamente anticlerical: no se atacará tanto a Dios como a su manipulación interesada por
parte de ciertos sectores sociales que pretendían justificar su poder en la religión (la monarquía,
pero también la nobleza y el alto clero). En efecto, la ilustración representará la ideología de
la nueva burguesía dominante, racionalista, culta, y empeñada en destruir todos los rasgos
característicos de la sociedad absolutista y feudal (empezando por la religión, a la que culpan
de mantener al pueblo en la ignorancia y la superstición). De todos modos, su anticlericalismo
es radical y militante, y constituye el denominador común de todo el pensamiento de la época.
Voltaire comentará: "Vivimos entre contrastes asombrosos: la razón por una parte, el
fanatismo por otra: una guerra civil en cada espíritu".
Hay que decir que, aunque la filosofía vive una de sus grandes épocas con la "ilustración" (se
puede decir que el paradigma de intelectual durante este siglo es el "philosophe" o "savant"), el
siglo XVIII no fue una «edad de oro» del arte ni de la literatura (el racionalismo no suele sentar
bien a las artes) aunque supuso una época de gran actividad en ambos campos. La música, en
cambio, sí produjo verdaderos genios: Bach, Haendel , Mozart. En poesía se puede citar al
inglés Alexander Pope, y, a final de siglo, al gran genio, a caballo entre la ilustración y el
primer romanticismo, de Johann Wolfgang Goethe (“Fausto”, “Las afinidades electivas”). La
novela abunda en la sátira social: Fénelon, Jonathan Swift ("Los viajes de Gulliver"), y también
Daniel Defoe ("Robinsón Crusoe"). Por otra parte tampoco la ciencia está representada por
grandes talentos: más bien, se limita a recoger losfrutos de los grandes avances teóricos
alcanzados desde el Renacimiento. No hay genios de la talla de un Galileo, un Descartes o
un Newton, pero sí pequeños "obreros" de la ciencia que, siguiendo a aquellos, la hacen
avanzar de modo imparable, aplicando el método científico a todos los campos,
aumentando los descubrimientos y, sobre todo, estudiando sus posibles aplicaciones
prácticas. La astronomía pasó a un segundo plano: lo más notable del período es la hipótesis de
Kant-Laplace de 1796 acerca de la formación del sistema solar a partir de una nebulosa
primitiva. El más importante matemático del siglo es, quizá, Leonardo Euler (m. 1783). En
física cabe citar la invención del termómetro (Fahrenheit, Reaumur y Celsius) y del
pararrayos (Benjamin Franklin). Mariotte y Gay-Lussac estudiaron los gases; Galvani y
Volta, la electricidad; Coulomb, el magnetismo. La química moderna fue creada por Lavoisier
-el descubridor del oxigeno, así como del papel que este juega en todos los procesos de
combustión- (m. 1794), y se abandonó definitivamente la teoría alquimista de los cuatro
elementos, que comienza a ser reemplazada por la teoría atómica, la cual fue aplicada con éxito
a la química a partir de los trabajos de Robert Boyle y Dalton. Las ciencias naturales
progresaron gracias a Carl von Linneo (el gran taxonomista, creador de un sistema de
clasificación binaria de los seres vivos que todavía siguen utilizando los biólogos actuales) y
sobre todo, a un enciclopedista: Buffon. La embriología dio sus primeros pasos, y se
formularon los primeros atisbos de la teoría de la evolución, anteriores a los trabajos de Darwin
(las teorías "transformistas"). En resumen, una enorme actividad en todos los campos, algunos
de ellos completamente nuevos. Aunque habría que añadir que la ciencia todavía no se ha
independizado totalmente de planteamientos religiosos, filosóficos, o incluso de prejuicios
"animistas, sobre todo en las ciencias de la vida (en Linneo se encuentra, por ejemplo, la
absurda idea de que «los minerales crecen debajo de la tierra»).
Una vez hecha esta introducción general, podemos pasar a ver con más detalles los
diversos aspectos del mundo dieciochesco:
1.LA ECONOMÍA Y LAS TRANSFORMACIONES
ECONÓMICAS DEL XVIII:
La agricultura sigue siendo la base de la economía europea durante todo el siglo XVIII. Sin
embargo, ha habido un evidente mejoramiento en las técnicas. Así, el arado de madera es
sustituido en toda Europa por el de hierro. Y lo mismo ocurre con palas y azadas. Los cultivos
comerciales e industriales que hemos visto aparecer en el XVII en zonas muy localizadas
(Inglaterra, Holanda) se extienden, aunque no de manera total, por Francia y el norte de Italia.
Sin embargo, todavía el 90 por 100 de la población europea vive en el campo, pues aún no se ha
producido la mecanización de las tareas agrarias, la cual no llegará a las zonas rurales hasta el
siglo XIX, mucho después de que se haya producido la "revolución industrial" en las fábricas
urbanas.
La industria del XVIII sigue siendo de bienes de consumo. Y sigue la artesanía. Los
empresarios continuarán comprando la producción familiar: es el domestic system. Pero pronto
se iría extendiendo el Factory system, es decir, la producción en una fábrica. También será
Inglaterra la pionera de la nueva situación. Los obreros se alquilan temporalmente, con sus
hijos, sus caballos e incluso sus propias herramientas. La energía es aún tradicional: molinos
de aire o de agua, particularmente estos últimos, para las fábricas textiles. Sin embargo, se
extiende cada vez más el carbón de madera y muy pronto triunfará el mineral.
Junto a la industria de bienes de consumo va apareciendo una industria de base. En Inglaterra
y Suecia se obtiene acero por procedimientos celosamente custodiados. Alemania está
especializada en la fabricación de hojalata. Hay producciones masivas de hierro y de arrabio.
Sin embargo, la industria fundamental sigue siendo, como tradicionalmente, la industria textil:
en Francia, antes de 1789, supone el 50 por ciento de la producción. El gran capitalismo
prosigue su fulgurante desarrollo, incluso en la Francia continental: en Abbeville, los Van
Robain disponían ya de 1500 obreros en sistema factory y 10.000 en domestic. En
Chateauroux, 500 y 1.000, respectivamente. Surge al servicio del capital, el papel moneda. El
transporte será fluvial, más fácil y menos costoso. Era frecuente ver los troncos flotando por
el Sena, el Rhin o los ríos rusos. Chalanas de 100 toneladas, movidas con velas, o "haladas"
(balsas arrastradas por animales) con 10 o 20 parejas de caballos y bueyes, recorrían los ríos.
En Gran Bretaña comienzan a construirse canales. A finales de siglo se extenderán por todo el
continente. Las carreteras, abandonadas tradicionalmente, cobran ahora un extraordinario
auge: sobre todo en Francia, impulsadas por los profesionales que salen de su escuela de
ingenieros. Los caminos reales galos se construyen con 26 metros de ancho y las carretas
cargadas de mercancías recorren el país Las aduanas interiores, los peajes (había casi 30 en el
Rhin), los controles locales, que tanto dificultaban la flexibilidad mercantil, desaparecerán a
finales de siglo.
Todo este gran auge comercial europeo es potenciado por las colonias. En virtud del pacto
colonial éstas no podían fabricar nada que hiciese competencia a la metrópoli; sólo a ella
podían comprar lo que necesitasen; sólo en sus barcos podían transportar mercancías. Ello
explicará las revueltas y posterior independencia de los Estados Unidos, que se produce en
este siglo y que estudiaremos más adelante. Un activísimo comercio triangular partía del
continente hacia las costas africanas, salía de allí hacia América, y retornaba luego a los
puertos ingleses o franceses. Salía con productos de poco valor y manufacturas; los cambiaba
por esclavos en África; y estos, a su vez, eran cambiados en América como mano de obra
barata por madera, metales, algodón, café, tabaco, azúcar, cacao... Es decir, materias primas
con las que elaborar nuevos productos en las pujantes manufacturas del continente y con las
que continuar el ciclo económico de cruel -pero lucrativa- explotación a que se sometía (¿se
“sometía”? ¿No deberíamos sustituir el pretérito imperfecto por el más actual de los tiempos
“presentes”... ?) a los territorios coloniales
No en todos los países europeos la situación social evoluciona al mismo ritmo cronológico.
Mientras hay un enorme ascenso demográfico. (Inglaterra pasa de cinco a diez millones de
habitantes en menos de un siglo) y un evidente progreso económico, hay zonas en clara
regresión, como Polonia y el Imperio Turco, lo que contribuye a explicar la desaparición de la
primera y la rotunda decadencia del segundo. De todas formas, el concepto de «nación»,
desarrollado como vimos en el XVII, todavía era vago y lejano para muchos: de hecho, sólo se
generalizarán los sentimientos nacionalistas en toda Europa a partir del siglo XIX. Salvo en el
caso de Francia, Inglaterra y quizá, España, los diversos pueblos europeos siguen sintiendo
lealtad directa, no a la corona, ni al Estado, sino a sus respectivos señores feudales. Es cierto
que los estamentos del antiguo régimen siguen vigentes, pero, al menos en Occidente, ya están
condenados a la extinción: Europa ha cambiado demasiado en los dos siglos anteriores como
para que puedan mantenerse.
Existen órdenes, grupos de posición clases. Los «ordenes» son categorías definidas por la ley,
aun con múltiples subdivisiones: ..la nobleza, el clero, la burguesía y el campesinado. La
nobleza tiene las divisiones que ya hemos señalado en otros temas; hay personas muy pobres
con titulo, hay burgueses que lo acaban de comprar , hay una nobleza cortesana, otra
campesina, una nobleza de sangre... Lo mismo puede decirse respecto al clero, clase en donde
está desde el miserable e inculto cura de aldea, al rico y ostentoso cardenal que brilla en la
corte. La burguesía era, concretamente, la elite mercantil e industrial, el patriciado urbano; en
las ciudades, los que podían considerarse prósperos "burgueses" eran una clara minoría; el resto
no eran más que miserables habitantes de la ciudad. Y los campesinos se distribuían también en
una larga escala: desde los siervos de Rusia y Polonia que no han salido de un status medieval,
al campesino sueco que hasta participa en las elecciones, pasando por los labradores
acomodados (el yeoman inglés o el laboreur francés) que poseen tierras y braceros a su
servicio, Pero junto a los órdenes hay grupos de posición: son los judíos, los católicos en países
protestantes, los protestantes en países católicos; el que es propietario de tierras, sea noble o
campesino; los funcionarios, que proceden de la burguesía o de la nobleza... Y hay multitud de
de índices de posición como el marcado por la cultura: desde el saber leer y escribir, que da el
prestigio y la superioridad al cura, el maestro y el escribano de los pueblos, hasta la alta
erudición o habilidad literaria que se luce en los salones. Por último, están las clases
económicas, los grupos marcados por el grado de riqueza que participan de unas circunstancias
materiales comparables y que se entrecruzan con cualquiera de los órdenes y grupos. En
definitiva, asistimos en el siglo XVIII a niveles y subdivisiones en el espectro social cercanos a
situaciones contemporáneas. De todo lo anterior se deduce una cosa: viven mezcladas dos
estructuras sociales la "real”, proporcionada por los nuevos tiempos, por el avance del
capitalismo y de la burguesía y aquella definida por ley y fosilizada en el antiguo régimen
feudal (los «órdenes") La Ilustración y el culto a la razón darán al traste con esta última.
Aunque el feudalismo se mantiene casi intacto en la Europa rural, en las grandes ciudades
europeas (Paris, Viena, Londres, Bristol, Lyon, Burdeos... ) la vieja situación legal y la división
en clases cerradas tenia ya muy poco significado. En ciudades nuevas, nacidas del comercio
colonial, como Liverpool, simplemente no existía.
La nobleza que, aún debilitada, en un país como Polonia hasta 1768 seguirá teniendo derecho
de vida y muerte sobre los siervos ( -y es sólo un ejemplo de lo que ocurre en la mayoría de los
países eslavos, por contraposición a los países de Europa occidental -), que no paga impuestos,
(aunque posee la mayor parte de la tierra de los países), que es juzgada por sus propios
tribunales y que aún posee privilegios y exenciones legales de todo tipo, se defenderá con uñas
y dientes contra esta nueva sociedad más igualitaria. Así, en 1720 la nobleza sueca arranca al
rey la prohibición de ennoblecer plebeyos. En Versalles, la nobleza de sangre desprecia a los
funcionarios y burgueses ennoblecidos por la compra de títulos o por matrimonio con nobles
arruinados. Pero en cualquier caso la nueva nobleza está ya establecida. Son los Junkers en
Prusia, servidores hereditarios de los cuadros administrativos del Estado, o la “noblesse de la
robe” en Francia formada por juristas y funcionarios. Son, en definitiva, el estrato más elevado
de la burguesía que ha llegado al poder. Ellos formarán el elemento fundamental y el fermento
de la futura revolución. El hecho de que con Luis XVI la nobleza se lance a ocupar de nuevo los
altos cargos administrativos y quede prohibida la venta de títulos nobiliarios, o se prohiba desde
1781 ocupar altos cargos en el ejército y en la Iglesia (el medio tradicional de ascenso social) a
los no aristócratas, no es más que el canto del cisne del feudalismo. Mientras que la burguesía
en algunos países (típicamente en Francia, pues en Inglaterra y Holanda ha triunfado en
el siglo anterior) es ya, de facto, el principal poder económico, en la práctica no dispone de
todo el poder político y ésta es una situación contradictoria que no podrá tolerar por más
tiempo. El caldo de cultivo de la revolución social ya está preparado, y ésta no tardará en
estallar...
Una gran clase media urbana se habla extendido en las naciones de mayor auge económico. La
cultura de la Ilustración habla proporcionado a los burgueses conciencia de su poder y de sus
posibilidades de participar en el gobierno. En las ciudades tienen un gran éxito las profesiones
liberales, nuevas y prestigiosas: médicos, periodistas, abogados. El crecimiento urbano ha
proporcionado a las ciudades una gran fuerza económica, y, por ende, seguridad, orgullo y
autonomía frente al Estado. Las rentas y elcapital de la alta burguesía comercial y financiera les
han permitido infiltrarse en el poder e imponer sus criterios políticos. Pero la situación
amediados del siglo va más allá: la burguesía quiere "todo" el poder -y nosólo una parte del
"pastel" del Estado-, quiere romper las estructuras legales del antiguo régimen y adaptarlas a la
sociedad real. Surge un lema: libertad e igualdad (La 'fraternidad" se añadirá más adelante,
tímidamente amedida que la burguesía necesite del pueblo llano para conseguir sus objetivos
políticos, y no se exaltará con demasiada convicción ... ). Durante la primera mitad del siglo es
sólo una frase, una aspiración. A partir de 1789 será todo un programa de acción política
Por todas partes, este siglo -o, más exactamente, la época que va desde la » revolución inglesa
(1688) hasta la revolución francesa (1789 - recibe el mismo nombre: Siécle des lumiéres, The
Enlightement, Die Aufklärung I Lumi, El Siglo las luces... Se tiene conciencia de que empieza
algo nuevo, de que la razón y la ciencia iluminan por fin al hombre. Es una nueva cultura que
tiene sus orígenes en Inglaterra y se difunde por toda Europa gracias a los franceses, cuya
lengua se convierte en la lengua culta por antonomasia.
Interesa, sobre todo, comprender la figura del ilustrado. Pertenece siempre a una elite
intelectual: es un pensador, un escritor, y domina la retórica. La época de la Ilustración
recuerda mucho a la época de los sofistas griegos o a la de los humanistas renacentistas.
Algunos ilustrados recibieron el nombre de " phílosophes ". El término es originario de Francia,
donde se aplica a Montesquieu, Voltaire, Buffon, etc.; pero pasa a otros paises, utilizándose
para personajes tan diferentes como Franklin, Beccaria, Hume y Adam Smith, Kant y Goethe.
Algunos se llaman a si mismos «librepensadores» (Inglaterra). Muchos son francmasones1 (la
masonería se extiende en este siglo por toda Europa, a partir de Inglaterra). Muchas cosas les
unen. Son inconformistas con la situación presente. Ejercen una crítica universal: "Es preciso
examinarlo todo, revisarlo todo, sin excepción ni miramiento..." (Diderot). Atacan cualquier
forma de superstición, fanatismo u opresión intelectual, social o política. Todo dogma ha de ser
destruido: la razón no debe encontrar más. limites que los suyos propios. Creen en el progreso
de la humanidad gracias al desarrollo de la razón. Una constante «inquietud» les domina. A
1
Nota: la francmasonería es una sociedad secreta integrada por miembros de origen
predominantemente "burgués" (dicen ser descendientes de los gremios de canteros y
albañiles medievales) que asumieron los ideales de la ilustración y se conjuraron para
luchar durante los siglos XVIII y XIX contra el absolutismo y la superstición allí donde
estos perviviesen.
pesar de su elitismo y su ideología burguesa, ejercen una labor de "publicistas", es decir, de
"divulgadores" y aun de "vulgarizadores" del saber. Se vive en el «siglo filosófico» y la cultura
ha de llegar a todos, pues sólo mediante la educación podrá progresar la humanidad y salir de la
miseria en la que está sumida en todos los terrenos: de ahí su interés por la pedagogía y su afán
de claridad, siguiendo el ejemplo de Locke. ¿Inmoralistas? Ciertamente, no. ¿Ateos? Sólo
algunos. ¿Anticlericales? Casi todos.
Las ideas de la Ilustración lo penetran todo. Los «filósofos» están en las cortes e inspiran a
reyes o gobernantes. Sus libros se difunden rápidamente y se traducen a otras lenguas. En tres
años, El Espíritu de las leyes, de Montesquieu, tuvo 22 ediciones francesas; y se tradujo
posteriormente al inglés (10 ediciones), al polaco, holandés, italiano, alemán y ruso. Aparecen
Enciclopedias y Diccionarios (fundamentalmente científicos en Inglaterra; filosóficos en
Francia). En Francia e Inglaterra, además, se multiplican rápidamente los periódicos y las
revistas. La penetración en la aristocracia, la burguesía rica y parte del clero, fue extraordinaria.
En cambio, en las clases populares la penetración fue mucho más lenta, y sólo empezó a hacerse
palpable en vísperas de la Revolución francesa. En algunos países -España, por ejemplo- apenas
se hizo notar (desgraciadamente ... ).
Por otro lado, esta cultura no es universitaria. Sus ámbitos son otros: academias, logias
masónicas, salones (generalmente, presididos por una aristócrata), casas de los burgueses ricos,
cafés, clubes, sociedades literarias, etc. El «filósofo» ya no es el pensador solitario, ni el
«maestro»: es un hombre de mundo; incluso es un personaje colectivo: las ideas surgen,
circulan y se asimilan por medio de la conversación. El diálogo no es un artificio literario, es un
ámbito de creación filosófica.
Por otra parte, a todo este auge y difusión cultural contribuirá decisivamente el periodismo,
fenómeno burgués por excelencia que, nacido en el XVII, se desarrolla ahora. En virtud de él se
forma la opinión pública, elemento fundamental en el espíritu de la época y en la Revolución
Francesa. Una sociedad democrática debe ser una sociedad bien informada, en la que exista
libertad de expresión y tanto las ideas como las noticias circulen libremente, con "luz y
taquígrafos''. Ya en 1702 aparece el primer diario en Inglaterra, en donde cualquier persona, sin
permiso previo, sin ninguna limitación, podía editar y difundir lo que quisiera. Es, esta primera
prensa, una auténtica prensa de combate, más una prensa ideológica que de noticias.
Montesquieu en su visita a Londres se maravillaba de que los fontaneros leían los periódicos.
En Estados Unidos se publicaban 43 semanarios en 1782. Los salones serán otro medio de
difusión de la nueva mentalidad. La aristocracia admite regularmente en sus palacios reuniones
y tertulias de literatos, artistas, intelectuales, que exponen sus ideas libremente. Es la fiebre de
la ilustración, de la expansión generalizada de la cultura, de la obsesión por mejorar al hombre
por medio de la educación. Como se ha dicho antes, hay una gran obra, la "Enciclopedia o
Diccionario razonado de las ciencias, artes y oficios" publicada entre 1751 y 1780 por Diderot
y D'Alembert, junto a 130 colaboradores ( en donde estaban las principales cabezas pensantes
del momento) que resume y difunde la ideología ilustrada. Pese a resistencias, intentos de
prohibición y propaganda contraria, la Enciclopedia es un formidable intento de compilación de
todo el saber humano (especialmente del saber práctico: el de las técnicas industriales y los
oficios artesanales) desde la óptica ideológica de la Ilustración, basada en la razón, la critica y
aun el escepticismo religioso, el elogio de una mística del progreso, el enfrentamiento entre
ciencia y religión. De esto a la negación del alma y una interpretación materialista del mundo
no hay más que un paso. Este paso se dará muy pronto. Es lo que Paul Hazard ha llamado el
"proceso judicial" al cristianismo y la "pérdida" de Dios. Se trata de un cierto deísmo naturalista
y escéptico, que incluye como primera posición la duda, la tolerancia, el indiferentismo y la
libertad religiosa. Surgen las primeras voces clamando por la separación entre Iglesia y Estado.
La Constitución americana de 1787 incluirá ya estas ideas y proclamará además la libertad total
de cultos. Los jesuitas, principales enemigos de las nuevas ideas, serán expulsados de Portugal
en 1759, de Francia en 1764, de España en 1767 y, ante la hostilidad, además, de Nápoles y
Austria, el papa Clemente XIV decretará su extinción.Paradójicamente serán las ideas que ellos
perseguían las que les permitirán vivir y mantenerse hasta su rehabilitación. Sin embargo,
muchos de los autores que más atacaron al catolicismo, hoy pasarían por ingenuos y
moderados: como hemos dicho, más que ateos, los ilustrados fueron anticlericales, proclamando
la necesidad de un deísmo moderado o de un agnosticismo indiferente a las cuestiones
religiosas. De entre los principales ilustrados franceses (Voltaire, Montesquieu, Rosseau)
Voltaire (1694-177 8) seria el más destacado crítico religioso. Fue un excelente escritor, agudo,
ingenioso, divertido y cáustico, que gozó en su época de fama extraordinaria; fue leído,
difundido, admirado (se le coronó públicamente). Era amigo de Federico el Grande de Prusia y
de Catalina de Rusia. Como filósofo, fue un sintetizador. Como historiador, su «Le Siécle de
Louis XIV» y su «Essai sur les moeurs et L`esprit des nations» rompen con la tradicional
historia crónica y anecdótica para adentrarse en el campo de la historia social.
En cuanto a Montesqieu (1689-1755) y Rousseau (1712-1778) ambos serían grandes teóricos
de la política, con una enorme repercusión en la tradición del pensamiento democrático y
liberal.El primero hizo una aguda crítica social en sus «Lettres Persanes» "Cartas Persas'), a la
vez que sentó los principios de la división de poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial ) en su
"Esprit des Lois " (= "El Espíritu De Las Leyes "). El segundo desarrollaría los principios del
contractualismo liberal hasta llevarlos a extremos casi revolucionarios con sus ideas sobre la
democracia representativa y sobre la “voluntad general” del pueblo. Además mostraría toda una
teoría pedagógica, basada en la libertad y el naturalismo en su «Emilio», anticipo del
sentimentalismo romántico.
Posteriormente añadiremos algo más sobre estas personalidades. Sin embargo, hay que decir
que la Ilustración se entiende mejor estudiándola en términos generales, que autor por autor.
Windelband, en su Historia de la filosofía moderna (1878), señalaba que una historia de la
filosofía de la Ilustración -especialmente en Francia- debía ser "más una historia de las ideas
generales y de los libros en que están expuestas, que de los hombres que las crean". En efecto,
los filósofos, entonces, "poseían una vida espiritual común: reunidos en Paris, en constante
relación amistosa, constituían, en rigor, un individuo filosofante único". Las nuevas ideas que
surgían en uno de ellos echaban rápidamente raíces en los demás... En 1932, Cassirer escribía
una "Filosofía de la Ilustración" desde este punto de vista: su ensayo no es una historia de los
filósofos, sino una historia de los grandes temas filosóficos de la época, La obra de Cassirer es
ya clásica, y se seguirá aquí parcialmente. Pero antes será necesario trazar un breve panorama
para situar a los principales autores.
A. LA ILUSTRACION INGLESA:
Como hemos repetido hasta la saciedad, la Ilustración comienza en las islas británicas
propiciada por su especial situación política, social y económica: los ingleses hicieron su
revolución burguesa un siglo antes que los franceses. La tolerancia religiosa y política era ya un
hecho en suelo inglés cuando media Europa todavía se encontraba bajo el yugo absolutista. Pero
también influyó el fanatismo de las sectas religiosas: la Ilustración inglesa intenta ponerle un
dique luchando, no sólo contra toda superstición intolerante, sino también contra toda filosofía
dogmática que pretenda ofrecer una base presuntamente "racional" para demostrar
metafísicamente las verdades de la religión (existencia de Dios y del Alma, etc, tal como se
planteaban, por ejemplo, no sólo en la escolástica católica, sino también en el racionalismo
cartesiano). Tal lucha era necesaria, creían, no sólo para evitar nuevos enfrentamientos
religiosos, sino para socavar los fundamentos teológicos del absolutismo monárquico católico,
al que con tanta saña habían combatido los burgueses ingleses. Las principales corrientes de la
Ilustración inglesa pueden quedar bien representadas por la siguiente descripción:
1. Los empiristas y Newton:
2.El deísmo:
Representa el intento por restituir una “religión natural”, es decir, puramente racional, alejada
de dogmas, ritos y supersticiones y, por supuesto, no identificada con ninguna de las
confesiones existentes. Este será uno de los temas favoritos de la ilustración, cuyos
representantes más moderados (por ejemplo, Voltaire) verán en esta idea de la "religión
racional" como una perfecta solución de compromiso para el insoportable "dilema" entre los
dos extremos: el fanatismo religioso o el ateísmo materialista. El iniciador es H. Cherbury (m.
1648), y continúa con Locke. Hay luego un grupo de escritores que se llaman a sí mismos
«librepensadores» (free thinkers). J. Toland (m.1722) reivindicó el derecho a la libertad de
pensamiento en materia religiosa, así como la tolerancia, y compuso la obra clave del deísmo
inglés: Cristianismo sin misterios (1696). Hay que citar también a S. Clarke (m. 1729), M.
Tindal (m. 173 3; El cristianismo tan antiguo como el mundo, 1730), A. Collins (1729;
Discurso sobre el librepensamiento, 1713) y J. Butler (t 1752). En realidad, los deistas que
pertenecen al comienzo de siglo no eran anticristianos, sino antidogmáticos, y pretendían
reducir el cristianismo a la religión racional es decir, a una religión que pudiese aceptar
cualquier hombre sensato y que, lógicamente, sólo podía limitarse a afirmar (y en parte, a
demostrar) la existencia de un Ser superior (una especie de "Gran Arquitecto del Universo"),
indiferente al mundo, sin ningún atributo concreto y no identificado con ninguno de los Dioses
de las religiones tradicionales.
3. Los moralistas:
Sí los deístas habían fundado una religión racional -sin dogmas ni misterios- que prescindía, por
tanto, de toda revelación sobrenatural (característica fundamental de las religiones «positivas»),
los moralistas ingleses intentan fundamentar la moral al margen de la religión, cosa bastante
lógica si se tiene en cuenta que la extensión del deísmo, el agnosticismo (e incluso el ateísmo)
entre las capas cultas de la población hacía cada vez más difícil seguir recurriendo a la religión
para explicar y justificar la obligatoriedad de las normas morales. En efecto: si Dios no existe,
(o al menos, si no hay pruebas claras de su existencia y cada vez es más discutible que el
cristianismo sea la única religión verdadera...) entonces, ¿Porqué nos comportamos
moralmente? ¿De dónde surge tal obligación?, ¿Se puede fundamentar la moral en la propia
naturaleza del hombre, sin recurrir a Dios en absoluto? ¿Cuál es, en definitiva, la
fundamentación de la moral? ... Estas son las preguntas que se harán todos los ilustrados,
empezando por los ingleses. Pero ahora la respuesta a ese problema de fundamentación se
busca en elsentimiento, o en un «sentido moral» particular ( y natural, una especie de
«sexto sentido»), y no en la razón. Con ello la moral se traslada del campo de la teología, o
la metafísica, al campo de la psicología. Hobbes dio los primeros pasos, pero se refirió a los
instintos egoístas del hombre como raíz de los juicios morales. Los moralistas siguientes no se
atrevieron (o no quisieron) seguirle en esto, sino que recurrieron a sentimientos de
"benevolencia" o "simpatia" (instintos naturales altruistas). La primera tentativa la realizó R.
Cumberland (m. 1719), quien explicó la vida moral a partir del mecanismo de la motivación y
como lucha de instintos egoístas (inmorales) y altruistas. Le siguió el conde de Shaftesbury (m.
1713), nieto del famoso político whig, quien relaciona también la virtud con los sentimientos
estéticos (con lo cual reaparece el ideal griego de la identidad entre lo bello y lo bueno). Hay
que citar, también a F. Hutcheson (t 1747), G. Wollanston (t 1724), B. Mandeville (t 1733), y el
propio Hume (cuyas ideas morales se inspiran en Hutcheson).
Estos autores son en general, eudemonistas, es decir, hacen coincidir la virtud con la
felicidad. Tesis que parece, sin embargo, contradicha en la famosa obra de Mandeville , Fábula
de las abejas (1714), en la que se pretende demostrar que son los vicios, y no las virtudes, el
verdadero motor de la sociedad: son los «vicios- -es decir, las tendencias egoístas, los que hacen
felices a los hombres. Sin embargo, el último de los moralistas ingleses de este siglo -y
también economista, como hemos visto antes-, el gran Adam Smith (m.1790), que sucedió
a Hutcheson en en la cátedra de filosofía moral de Glasgow, vuelve al punto de vista
optimista de Shaftesbury. En su Teoría de los sentimientos morales (1759) defiende que
Dios ha establecido un admirable orden en el mundo -una verdadera armonía- que hace
que los hombres al seguir su propio egoísmo, no hagan sino colaborar a la felicidad de
todos. De este modo se consigue "la mayor cantidad posible de felicidad para la sociedad".
Según Smith, “egoísmo” y "altruismo" coinciden en el fondo. Además, un sentimiento
natural de "simpatía" por los otros guía nuestros actos : 1a simpatía nos hace aprobar los
actos de los demás y los nuestros propios (al adivinar la simpatía que despiertan en los
otros). Naturalmente, esta especie de “armonía preestablecida" (recuérdese a Leibniz) de
los egoísmos-altruismos es lo que permite a Smith fundamentar su liberalismo económico.
Representa una fuerte reacción, en la segunda parte del siglo XVIII, contra el empirismo de
Locke -y Hume. Pero enlaza, de alguna manera, con los moralistas ingleses: recoge de ellos la
idea de un orden armonioso, y providencial del cosmos (que a Shaftesbury le permite identificar
belleza y bondad, y a Adam Smith justificar el libre juego de las tendencias económicas), y
también la teoría de la existencia de un "sentido" o instinto innato en el hombre. Contra el
innatismo de este "sentido" había luchado Locke (y no sólo contra las ideas innatas de los
cartesianos). Pero debió de ser en vano porque también lo que entonces se llamaba "critica de
artes y letras” ( la estética) afirmaba la existencia de un "sentido estético". Así pues, junto a
tantos “sextos sentidos" -estético, moral y religioso- Tomás Reid (m. 1796) añadió uno más: el
sentido común (common sense). Según Reid, que es el principal representante de la escuela
escocesa, la psicología asociacionista (Hartley) y Hume no han podido demostrar que todos
nuestros juicios se reduzcan a asociación de elementos simples (las sensaciones). Existen en
nosotros verdades innatas (únicamente manifiestas a la experiencia interior) que constituyen el
contenido del "sentido común" es decir del "sano entendimiento". Reid no demuestra su
existencia, ni la examina críticamente: la acepta sin más. Y enumera hasta doce creencias
primitivas, o leyes fundamentales del pensamiento: existencia del mundo real que percibimos,
existencia de un yo espiritual y personal, realidad de los acontecimientos que recordamos,
realidad de la relación causal., etc. De este modo Reid pretende superar el inmanentismo de
Descartes y los empiristas: lo que percibimos no es la idea. sino la cosa misma; y también el
escepticismo de Hume no es posible dudar de la existencia del mundo externo ni de la
causalidad real. Además, Reid se oponía así al materialismo de Hartley y Priestley: La
psicología no se reduce a la fisiología, sino que posee su método propio: la introspección.
La escuela escocesa -que se continúa con Dugald Stewart (m. 1828)- gozó de una notable
aceptación, pese a su escasa hondura crítica y especulativa. Con ella se agotó en Gran Bretaña
la energía creativa. Pero, entre tanto, la influencia de los grandes pensadores ingleses había
fecundado un poderoso movimiento intelectual en Francia.
B. LA ILUSTRACION FRANCESA:
La Ilustración francesa comienza con Pedro Bayle (1647-1706), autor de una de las obras más
difundidas en el siglo XVIII: el Diccionario histórico y crítico. Bayle, que era calvinista,
defendió siempre la tolerancia y la libertad de pensamiento. Su diccionario tiene,
fundamentalmente, una intención crítica y pretende ser una colección de los errores que se han
ido sedimentando en la tradición cultural europea. El método empleado es buscar sus orígenes,
por lo cual Bayle se convierte en el fundador de la critica histórica. Bayle mantiene, además,
una postura claramente escéptica (la tradición escéptica francesa, que remonta a Montaigne, no
había desaparecido en el siglo XVII), y considera que la fe es básicamente irracional, e incluso
contraria a la razón. Como Bayle siguió siendo siempre creyente, su postura puede considerarse
como una reaparición de la doctrina de la «doble verdad». Así pues, Bayle no podía aceptar el
deísmo, o religión racional, pero expresa muy bien que en su tiempo la filosofía había roto ya
con la religión.
2. El deísmo de Voltaire:
Sin embargo, el deísmo echó raíces en Francia gracias a Voltaire (François Marie Arouet,
1694-1778), quien, por tanto, de ninguna manera fue ateo: «Si Dios no existiera, seria necesario
inventarlo; pero la Naturaleza entera nos grita que existe». El orden del mundo nos demuestra la
existencia de Dios. Sin embargo, Voltaire fue terriblemente crítico con el optimismo de Leibniz
a partir del terremoto de Lisboa (1755): sólo, la ingenuidad de Cándido (el protagonista de la
más famosa de sus novelas, 1757) podría creer que este es “el mejor de los mundos
posibles"(una frase de Leibniz muy criticada en esta época), y, sobre todo -y ésta es, quizá, la
tesis de Voltaire-, que el orden del mundo presuponga que todo está orientado en favor del
hombre. Si Dios existe, no se ocupa en absoluto del ser humano, no interviene en la historia
para nada y vive totalmente indiferente al mundo que ha creado, como corresponde a un ser
realmente superior. Tampoco es posible calificar a Voltaire como estrictamente materialista,
aunque dude positivamente de la inmortalidad del alma y admita la posibilidad de que sea la
materia la que piense (como ya había sugerido Locke en un texto muy citado y discutido). Lo
cierto es que Voltaire atacó el materialismo de Holbach y La Mettrie, y se acercó más al
pensamiento de Robinet. Sin embargo, su deísmo, no le impidió ser uno de los anticlericales
más radicales y mordaces del pensamiento ilustrado: para Voltaire, las religiones positivas
(especialmente la católica), basadas en la fe, los ritos y la superstición no eran más que
"fábulas" para ignorantes, creadas para mantener al pueblo en la más humillante de las
esclavitudes.
3. Los naturalistas:
4. Los materialistas.
Está representado en Francia por el abate de Condillac (Esteban Bonnot, 1714-1780; Tratado
de las sensaciones, 1754), aunque muchos ilustrados franceses fueron sensistas. La tesis
fundamental del sensismo es que toda la actividad psíquica procede de la sensación y no es sino
una "sensación modificada": "el juicio, la reflexión, las pasiones, todas las operaciones del
alma - escribe Condillac- no son más que la sensación misma, que se transforma
diferentemente...” Como se ve, el empirismo inglés habla calado profundamente entre los
pensadores franceses. También los psicólogos asociacionistas ingleses eran sensistas, pero el
sensismo de Condillac, como el de Berkeley, no es materialista: "los sentidos no son más que la
causa ocasional. Ellos no sienten, es el alma sola la que siente con la ayuda de los órganos "
(Extracto razonado del Tratado de las sensaciones, Intr.). Condillac se inspira, por supuesto, en
Locke y Berkeley, pero elimina sólo la reflexión, convirtiéndola en un derivado de la
sensación: por eso es «sensista».
7.Filosofía de la historia y política:
Dada la importancia de este tema en la filosofía de la ilustración, lo trataremos con más
detalle más adelante. Sin embargo, a modo de introducción, basten las siguientes líneas:
La idea-de "progreso" aparece como tema constante de todos los ilustrados franceses,
pero especialmente en Roberto Turgot ( m. 1781) (economista y ministro reformista de
Luis XVI, autor de "Dos discursos sobre la historia" (175 l), y también de una exposición
de la teoría fisiocrática, "Reflexiones sobre la formación y la distribución de las riquezas"
(1766) ) y, sobre todo, en el marqués de Condorcet (Juan Caritat, 1743-1794), autor de
un "Bosquejo de un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano " (1794). En cuanto
a los problemas sociales y políticos presentes también en todos los ilustrados, hay que
citar sobre todo al barón de Montesquieu (Charles de Sécondat, 1689-1755) y a Juan
Jacobo Rousseau (1712-1778). En general, todos los ilustrados franceses se mueven
dentro del marco de pensamiento burgués, liberal en lo económico y antiabsolutista en lo
político, creado por Locke, pero tienen SUS propias particularidades, como veremos
después. Las obras de mayor interés de Montesquieu son las “Cartas Persas” (1721)
critica de la sociedad francesa de la época, y El espíritu de las leyes (1748). En el terreno
político la obra fundamental de Roussseau será, como veremos, "El contrato Social".
8 .Los enciclopedistas:
C. LA ILUSTRACION ALEMANA:
La Ilustración alemana es mucho menos original y menos influyente. Con todo, vio aparecer al
mayor filósofo del siglo, Kant, el cual sintetiza todos los problemas, ideales y aspiraciones de
la ilustración. Emmanuel Kant (1724-1804) era natural de Koenigsberg (Prusia) en cuya
Universidad fue profesor toda su vida. En sus libros «Crítica de la razón pura» (1781), ( en el
que intentó explicar todo el conocimiento humano, en una perfecta síntesis de racionalismo y
empirismo) «Crítica.de la razón práctica» (1788), "Crítica del juicio” (1793) y «Metafisica de
las costumbres» (1797) expone cómo la razón no puede aprehender los «últimos principios» del
ser (: el alma, el mundo, la inmortalidad, Dios) a la vez que fundamenta la posibilidad de las
ciencias matemáticas y empíricas. La conclusión de la "critica" es obvia: a diferencia de
aquellas, la Metafísica no es una verdadera ciencia. Sin embargo, esos “principios últimos”de
los que se ocupa el pensamiento metafísico según él, son exigencias de la conciencia moral
humana, son imperativos categóricos y, aunque no podamos conocerlos ni demostrar
teóricamente su existencia, deben guiar en la práctica todas nuestras acciones hacia el
cumplimiento de los ideales ilustrados de la humanidad: la libertad, la igualdad, la paz y la
felicidad eterna del conjunto de los seres humanos. Con Kant, en pleno triunfo de la razón, la
Metafísica, desbancadade su trono como "reina de las ciencias” deja de ser un tipo de
conocimiento y se convierte en un ideal de acción moral y político. Así comienza, en Alemania,
el idealismo romántico. Sin embargo, hasta su aparición, se pueden distinguir tres etapas en la
"aufklärung" germánica:
-Primera etapa.:
Está dominada por un continuador de Leibniz (quien ya fue en gran medida, un ilustrado):
Christian Wolff (1679-1754). Realmente, Wolff desvirtuó totalmente el pensamiento
leibniziano y creó una metafísica matemático-racionalista de escaso valor. Pero el carácter
sistemático y la claridad conceptual de sus numerosas obras hizo que fueran muy utilizadas, con
lo que creó “escuela”. El más notable de sus seguidores es A. G. Baumgarten (m. 1762), uno
de los creadores de la estética. Se suele incluir también en esta época a jusnaturalistas como S.
Pufendorff (t 1694) y C. Thomasius (t 1728).
-Segunda etapa.
Federico II de Prusia (gobierna entre 1740-1786), llamado "el filósofo de Sanssouci", gran
amigo de Voltaire, favoreció la introducción de ideas ilustradas de Francia e Inglaterra. La
figura mas importante es Gottfried Efraim Lessing (1729-1781), que es un entusiasta del
panteísmo de Spinoza. Caló muy hondo el deísmo, quizá por responder a las preocupaciones
religiosas de muchos de estos ilustrados, entre los que se puede citar a H. S. Reimarus (m.1768)
y Moses Mendelssohn (1786). También Lessing fue deísta, pero en un sentido muy particular:
la religión natural no se encuentra al principio de la humanidad (de tal manera que las religiones
positivas serían su derivación desvirtuada), sino al final. En su escrito Educación del género
humano la revelación cristiana aparece como el final del proceso histórico de "educación" del
género humano hacia la religión definitiva.
-Tercera etapa.
La figura fundamental es Enmanuel Kant (1724-1804). Además se pueden citar algunos autores
en los que se realiza ya la transición al Romanticismo: J. J. Hamann (m.1788), F. E. Jacobi
(m.1819) y, sobre todo, J.G. Herder (m. 1803). Este último escribió Ideas sobre filosofía de la
historia de la humanidad (1784 y ss.), mostrando hasta qué punto el pensamiento alemán se iba
orientando hacia los problemas de la Historia.
En Italia, el autor más importante es Juan Bautista Vico (1668-1744), cuya obra principal es
Principios de una ciencia nueva sobre la naturaleza común de las naciones (1725, 2.' ed. 1730),
en la que anticipa muchos temas románticos acerca del acontecer histórico y el progreso de la
humanidad. Para Vico la historia de cada pueblo repite indefinidamente el modelo de una
"historia ideal eterna regida por la Providencia divina y compuesta por tres edades sucesivas: la
edad divina (teocrática, sacerdotal), la edad heroica (arbitraria y violenta) y la edad humana
(razonable, moderada)". Concluido el primer ciclo (corsi), éste se repite de nuevo (recorsi),
Hay. pues, épocas de «regresión» de la Humanidad; pero ésta progresa definitivamente en una
espiral ascendente. La obra de Vico tuvo, sin embargo, escasa influencia. En cambio De los
delitos y las penas (1764), de César Beccaria (t 1794) tuvo una gran repercusión al aplicar al
Derecho penal los ideales de laIlustración: su ataque a la práctica de la tortura y a la pena
de muerte, y su opción por la moderación y racionalidad en las penas, (que, según él,
deben ser proporcionadas a los delitos cometidos y servir para la rehabilitación del
delincuente, más que a la venganza) reflejan el nuevo humanitarismo que estaba ganando
las conciencias. En adelante, los horribles castigos infligidos por los verdugos del antigüo
régimen con una intención ejemplarizante, irán siendo sustituidos en toda la Europa
burguesa por simples penas de privación de libertad, adecuadas al delito y redimibles en
términos de trabajo o buen comportamiento.
Los ilustrados tienen conciencia de que se está produciendo una transformación total de
las ideas, especialmente gracias a Locke y Newton. Aparece una nueva forma de
racionalidad y una nueva concepción de la Naturaleza. De aquí surge una gran confianza
en el progreso. En consecuencia, se renuevan también las esperanzas en una
transformación social, que en un principio, se piensa que se producirá de una manera
suave, sin brusquedades, impulsada por el propio estado absolutista. La realidad es que
los hechos fueron muy distintos: fracasado el reformismo, los ilustrados tendrán que
aceptar la necesidad del recurso a una revolución violenta para cambiar el estado de
cosas. Sin embargo, la ilustración es un movimiento profundamente optimista, como se
refleja en las siguientes palabras de D'Alembert:
"Ha tenido lugar un cambio notable en todas nuestras ideas, y ese cambio, debido a su rapidez,
promete mayores cambios futuros. Nuestra época gusta llamarse la época de la filosofía.. Y, de
hecho, si examinamos sin prejuicios la situación actual de nuestros conocimientos, no
podremos negar que la filosofía ha realizado entre nosotros grandes progresos. La ciencia de
la naturaleza se enriquece día a día; la geometría ensancha sus fronteras y lleva su luz a los
dominios de la física, que le son más cercanos; se conoce, por fin, el verdadero sistema del
mundo, desarrollado y perfeccionado. ( ... ) El descubrimiento y el uso de un nuevo método de
filosofar despierta, a través del entusiasmo que acompaña a todos los grandes
descubrimientos, un incremento general de las ideas. Todas estas causas han colaborado en la
producción de una viva efervescencia de los espíritus. Esta efervescencia, que se extiende por
todas partes,. ataca con violencia a todo lo que se pone por delante, como una corriente que
rompe sus diques. Todo ha sido discutido, analizado, removido, desde los principios de las
ciencias hasta los fundamentos de la religión revelada, desde los problemas de la metafísica
hasta los del gusto, desde la música hasta la moral, desde las cuestiones teológicas hasta las de
la economía y el comercio, desde la política hasta el derecho de gentes y el civil. Fruto de esta
efervescencia general de los espíritus, una nueva luz se vierte sobre muchos objetos y nuevas
oscuridades los cubren, como el flujo y reflujo de la marea depositan en la orilla cosas
inesperadas y arrastran consigo otras..." (D'ALEMBERT, Ensayo sobre los elementos de la
filosofia, l).
Condillac, en su Lógica (1780), indica que «el análisis es el método aprendido de la naturaleza
misma [del hombre]». En efecto, si abrimos la ventana para contemplar un paisaje, una rápida
mirada de conjunto (una «síntesis») no nos bastará: deberemos observar los objetos uno por uno
«análisis») y luego relacionarlos. Si éste es el método natural de contemplar, lo mismo debe
hacer la razón:
"Por tanto, analizar no es más que observar en un orden sucesivo las cualidades de un objeto,
a fin de darle en el alma el orden simultáneo en el que existe. Esto es lo que la naturaleza nos
obliga a realizar a todos. (..) Esta composición y esta descomposición se realizan conforme a
las relaciones que hay entre las cosas como principales y subordinadas "(Lógica, 2).
Por otro lado, sin perder la vinculación con la matemática, esta nueva racionalidad separa las
fronteras de la filosofía y las matemáticas, y hace ver que estas últimas no pueden agotar el
campo de la investigación. Más que un método privilegiado de conocimiento que nos permita
conocer la totalidad de la realidad (cartesianismo) las matemáticas son un mero "instrumento"
de las ciencias naturales, un tipo de razonamiento puramente "formal" que, aunque es aplicable
a la experiencia, es totalmente independiente de ella. Dicho de otro modo (si es que se puede
decir así): las matemáticas son el resultado del libre juego de la mente con sus propios
principios o leyes de funcionamiento.
b) Razón critica:
La actitud crítica es una característica común a todos los ilustrados. Está presente en los
empiristas (sobre todo en Hume), en los filósofos franceses (ya desde Bayle), y culminará en las
tres Críticas de Kant. El análisis es, precisamente, el instrumento de la crítica. la cual se ejercita
en todos los campos:
1. Critica de la propia razón, que conduce a fijar los limites de la capacidad de conocimiento
del hombre. Los racionalistas no habían hecho esta critica, sino que hablan aceptado
dogmáticamente el poder ilimitado de la razón. Son los empiristas los que desvincularán a la
razón de todo contenido o contacto transcendente (ideas innatas, iluminación
divina),reduciéndola a su propia naturaleza y a los limites de la experiencia sensible. Para todos
los ilustrados, la sensación es el limite del conocimiento: la Metafísica desaparece de un solo
golpe.Sobre todo, a partir de la obra de Hume. Como el propio Kant reconoció fue Hume
quien despertó a los pensadores racionalistas de su sueño "dogmático", obligándoles a ser más
modestos y más prácticos en sus pretensiones de explicar la totalidad de lo real. Después de una
"critica de la razón pura" que sirva para establecer sus condiciones de validez y sus limites
(labor esta que sólo la razón puede realizar, llevándose a si misma ante su propio tribunal)
quedará claro que esta no puede ir más allá de los limites de la experiencia, que no puede
conocerlo "todo", que no puede responder a las grandes preguntas sobre Dios, el Alma y el
mundo externo. Sin embargo, limitada a la, experiencia, dentro de los limites que le
impone el método científico, su poder es casi infinito y sirve, como mínimo para las
finalidades prácticas de la supervivencia, mucho más valiosas que los conocimientos
sobre el más allá.2
2.LA NATURALEZA
¿Cómo puede ser la razón la gula suprema del hombre, si ella misma -según el principio
empirista- se encuentra vacía de todo contenido, es decir, si carece de reglas propias?. La
2
Es frecuente calificar a los pensadores ilustrados como "racionalistas" e "intelectualistas". Estos calificativos son ciertos,
pero no son completamente exactos. De hecho, todos ellos dan una gran importancia a los sentimientos, considerándolos
como el impulso radical necesario para la vida anímica. Así pues, la razón parece tener raíces irracionales, en la medida en
que sin "los impulsos y las pasiones la razón no se sentiría movida a crear sus mejores obras. Sobre esta cuestión hay un
total acuerdo en autores como Condillac, Voltaire, Helvetius, Diderot, Rousseau. Además, como ya se vió en Hume,
existen parcelas de la realidad -como la moral- que no pueden justificarse por la sola razón, sino que hay que recurrir a los
sentimientos, instintos o hábitos.
autonomía de la razón significa únicamente que rechaza toda tutela... Pero necesita un punto de
referencia, una última instancia a la que recurrir: la Naturaleza.
La tradición cartesiana -aunque muy criticada- pervive todavía en Francia y conduce a elaborar
concepciones filosóficas de la realidad, pero siempre afirmando (como ya habla hecho Newton)
que no es posible descubrir las últimas causas ni conocer la esencia de las cosas. Los ingleses,
en cambio (salvo los deistas) , fueron mucho más prudentes y más fieles a su empirismo radical.
En principio, los franceses se inspiran en Newton, cuya mecánica celeste se consideraba
definitiva. El poeta Alexander Pope había escrito: "Nature and Natures laws lay hid in night /
God said: "Let Newton be " and all was light... " (= La naturaleza y sus leyes permanecían
ocultas en la noche. Y Dios dijo: ¡Que Newton sea!. Y todo fue luz ... ) Pero lo cierto es que el
propio Newton no dejaba de recurrir a Dios (paradójicamente, hay que decir que el padre de la
física moderna era una persona muy religiosa, incluso se podría decir que muy "mística"):
"Algunos filósofos han imaginado hipótesis para explicar mecánicamente todas las cosas, y
relegan a la metafísica las demás causas. Sin embargo. el objetivo básico de la filosofía natural
es argumentar a partir de los fenómenos, sin imaginar hipótesis, y deducir las causas a partir
de los efectos, hasta alcanzar la primerísima causa (=Dios), que, ciertamente, no es mecánica"
(Isaac NEWTON, Optica, 28).
Sin embargo, los científicos del siglo XVIII creen que es posible prescindir ya de Dios para e
xplicar el mundo (tal es el caso, por ejemplo, de Laplace, con su teoría de la nebulosa como
origen del sistema solar). De este modo, la ciencia ilustrada proclama la"autonomía del mundo"
respecto a Dios, del mismo modo que había proclamado la autonomía de la razón. No todos los
filósofos siguieron por este camino: Voltaire, por ejemplo, es newtoniano y deista. Además,
esta posición no implicaba forzosamente una afirmación rotunda del ateísmo. En adelante, los
científicos se conformarían con manifestar una prudente ignorancia sobre las cuestiones
religiosas, cuando no una total indiferencia (= agnosticismo, el cual, dicho sea de paso, no es
más que un "ateísmo metodológico"...). Sentado esto, es posible distinguir dos tipos de
concepciones de la Naturaleza entre los ilustrados franceses:
"El Universo no nos ofrece sino materia y movimiento: su conjunto nos muestra una cadena
inmensa e ininterrumpida de causas y efectos. Algunas de estas causas nos son conocidas,
porque afectan de manera inmediata nuestros sentidos; otras son desconocidas, porque no
actúan sobre nosotros más que por efectos frecuentemente demasiado alejados de sus primeras
causas.(...) Nuestros sentidos muestran, en general, dos tipos de movimientos en los seres que
nos rodean. El primero es un movimiento de conjunto por el cual un cuerpo entero se traslada
de un lugar a otro; este tipo de movimiento es perceptible para todos. El otro es un movimiento
oculto e interno, que depende de la energía propia del cuerpo, es decir, de la esencia, acción y
reacción de moléculas imperceptibles de materia que componen el cuerpo " (Sistema de la
naturaleza. 1, 1 y 2)
Así pues, todos los tipos de movimiento son físicos y mecánicos. Sin embargo, cuando
todavía nos es imposible explicarlos mecánicamente los llamamos "orgánicos»; y cuando no
nos es posible percibir el movimiento mismo, los llamamos «espirituales». Pero esto no es sino
un modo de hablar “ en realidad, no existe sino el movimiento mecánico...”. En consecuencia,
<t
Uno de los problemas más debatidos por la ciencia de los siglos XVI-XVII había sido el
concepto de «fuerza». El mecanicismo estricto se niega a admitir las “fuerzas” newtonianas y
habla exclusivamente de "movimientos" En cambio, el naturalismo, como ya dijimos
anteriormente, no sólo introduce fuerzas en la materia, sino que incluso llega a admitir que
puede tratarse de fuerzas no mecánicas, sino "vivas". Maupertuis por ejemplo, realiza una
síntesis de Newton y Leibniz y considera que los átomos que componen el Universo son
semejantes antes a las “mónadas” de Leibniz: están animados y poseen alguna forma de
conciencia.
Pero el naturalismo francés se inspira, sobre todo, en Jorge Buffon (1707-1788), cuya Historia
natural (1749 y ss.) tuvo un éxito fulminante. Buffon se niega a aceptar el llamado "sistema
artificial" de clasificación adoptado por Linneo (m 1778), consistente en establecer un número
muy reducido de clases, diferenciadas según una o dos características únicas, y destacando la
separación y discontinuidad entre ellas. Buffon , por el contrario, emplea el "sistema natural" de
clasificación, que intenta captar la infinita variedad de la Naturaleza y expresar la continuidad
de unas especies a otras a través de grados intermedios. Anticipa incluso, la teoría de la
evolución, indicando que todas las especies podían proceder de una sola. Además, no admite
que los organismos sean máquinas, y aventura la hipótesis de que se componen no de átomos
inertes, sino de moléculas orgánicas vivas (anticipación de la teoría celular). Las ideas de
Buffon fueron recogidas inmediatamente por Diderot en su Interpretación de la naturaleza
1754), donde da una visión de la Naturaleza que nada tiene que ver con la visión
materialista-mecanicista: una visión dinámica evolucionista, que considera la Naturaleza como
un gran animal, compuesto por animales, también compuestos de partículas vivas. Una
teoría semejante se encuentra en otros filósofos, como Juan Bautista Robinet 1820) y
Carlos Bonnet (m. 1793).3
3. LA IDEA DE PROGRESO
3
Las incipientes teorías embriológicas (sobre la ontogénesis del organismo individual) del siglo XVIII se
corresponden con estas dos concepciones de la Naturaleza. La teoría preformista es seguida por los
mecanicistas, los cuales no podían admitir una transformación o evolución del organismo-máquina (las
máquinas no evolucionan ni se transforman), sino únicamente un aumento de tamaño. Los individuos debían
encontrarse ya plenamente formados en el óvulo de la madre (Swammerdam, Malpighi, Bonnet), o en el
esperma del macho (Leeuwenhoek, Hansoeker, Leibniz, Boerhaave), y todo su desarrollo consiste en un
aumento mecánico de tamaño. Incluso se llegaba a pensar que todos los individuos de las generaciones futuras
se encontraban ya en el primer organismo creado, pasando todo el conjunto de una generación a otra.
En cambio, la teoría transformista (C. F. Wolff, 1794) fue seguida por los naturalistas (por ejemplo, Diderot).
Esta nueva teoría defendía un verdadero desarrollo embriológico (según un patrón predeterminado de
desarrollo), provocado por la fuerza vital presente en el interior de la semilla.
Dios había creado el Universo en su situación actual, con unas leyes de funcionamiento
perfectas, inmutables y necesarias, y lo seguía conservando inalterablemente. Leibniz, al
afirmar que "este mundo es el mejor de los mundos" tampoco podía pensar en un progreso del
mismo. Bolingbroke y ,Pope tradujeron su pensamiento en una frase repetida: "Lo que es, está
bien". En la Antigüedad clásica, como se sabe, había, dominado el mito del "eterno
retorno" es decir, la concepción circular de la Historia, según la cual cualquier tiempo
pasado fue mejor que el presente, aunque todo vuelva a repetirse una y otra vez en un ciclo
infinito. Sólo el cristianismo había aportado la concepción de la Historia como una
historia lineal, que se mueve hacia adelante en virtud de un plan providencial de Dios
(aunque el tema del "paraíso perdido," podía actuar como contrapeso). En cualquier caso,
lo cierto es que, tanto para los antigüos como para los medievales el mundo no "progresa"
hacia un estado mejor: la felicidad se encuentra en un pasado muy lejano (“La Edad de
Oro”) o en un futuro demasiado remoto (la vida eterna tras el juicio final). Pero a finales
del siglo XVII se suscitó una viva polémica en Francia acerca de "los antiguos y los modernos"
(en la que intervino, el famoso Perrault) y comenzó a difundirse la idea del progreso, una idea
muy familiar para el pensamiento burgués, totalmente convencido de la capacidad del hombre
para mejorar las condiciones de su existencia por medio de las ciencias y las técnicas. Y no se
trata sólo del progreso científico, técnico y económico: también se cree, de un modo totalmente
ingenuo, que este acarreará automáticamente el progreso moral y político de la humanidad (una
idea, por cierto, muy conveniente para evitar plantearse la espinosa cuestión de si la propiedad
privada no sería la verdadera causa de las miserias humanas). Según los ilustrados franceses, la
ignorancia, la superstición, y el atraso cientifico-técnico son la causa de la pobreza y no,
justamente, al revés. Será, pues, en Francia donde estas ideas cobrarán mayor arraigo.
En primer lugar, la actitud critica ante el pasado eliminaba cualquier tipo de dudas acerca de si
la Humanidad había progresado o no: era evidente que se estaba en el siécle des lumiéres, uno
de los siglos más maravillosos por los que había transitado la humanidad. Y la oposición al
optimismo de Leibniz hacia ver que la humanidad no había hecho sino comenzar su camino:
éste, evidentemente, no es el mejor de los mundos posibles, pero sólo porque, en realidad, lo
mejor está por venir. El «mundo mejor» no está en el pasado, sino en el futuro. Por otro lado,
tanto el deismo francés (no el inglés), como el ateísmo, negaban que existiera una Providencia
divina: el progreso es el resultado de las leyes inmanentes de la Naturaleza. De este modo, la
Historia se "seculariza" es decir, se libera de consideraciones religiosas: si evoluciona, si
progresa, no es como resultado de un plan divino, sino como resultado de las propias leyes
naturales. Ahora bien, la fundamentación teórica del progreso varía bastante de unos autores a
otros:
2.Las ideas de Bacon acerca del desarrollo técnico calaron en muchos al comienzo de la
revolución industrial; y nada tiene de extraño que un economista como Turgot cifrara en el
progreso técnico la posibilidad de liberar al hombre de la miseria. Piénsese que estamos en los
albores del maquinismo y que, en este momento, los países con mayor desarrollo comercial,
técnico e industrial (Inglaterra), cuentan también con un mayor nivel de vida y con sistemas
políticos basados en la libertad y la democracia.
El empirismo de Locke, al considerar que la mente humana nace como una página en blanco,
hacía ver que las diferencias de talento se debían a factores ambientales o de aprendizaje. En
consecuencia, la educación se convirtió en el medio por excelencia para hacer progresar a
la sociedad (Helvetius). La razón, pues, puede perfeccionarse indefinidamente no sólo en el
individuo, sino en toda la Humanidad si se le proporcionan los estímulos necesarios para su
desarrollo. Ésta es la idea clave del "Bosquejo de un cuadro histórico de los progresos del
espíritu humano ", de Condorcet: «este progreso está sometido a las mismas leyes generales
que se observan en el desarrollo individual de nuestras facultades, puesto que es el resultado
de ese desarrollo, considerado simultáneamente en un gran número de individuos reunidos en
sociedades» (Bosquejo, Intr.). La confianza de los ilustrados en la educación como “fuerza de
transformación" del hombre y la sociedad llegó a ser exagerada y casi se diría que algo
"mística": contemplada a la luz de dos siglos de historia, la verdad es que, por lo menos, resulta
un tanto "ingenua". La educación y la cultura no bastan para mejorar a la humanidad si no van
acompañadas de profundas reformas económicas y políticas.
Está representado por Montesquieu (m. 1755), que pertenecía a la nobleza , era
presidente del Parlamento de Burdeos, y se encuadra en la primera generación de la
ilustración francesa. Su obra fundamental es El espíritu de las leyes (1748). En esta obra,
y pese a la influencia que ha ejercido en el pensamiento liberal posterior, Montesquieu se aparta
un tanto del contractualismo de Locke y los ingleses: según él, el origen de la sociedad y el
Derecho no se encuentra en un contrato sino en la naturaleza misma del hombre, y varía según
las circunstancias geográficas y climatológicas. Las leyes -escribe- son las relaciones necesarias
que se derivan de la naturaleza de las cosas. Pero justamente el "espíritu de las leyes" consiste
en «las diversas relaciones que las leyes pueden tener con diversas cosas»: con las costumbres
clima, religión, comercio, etc. Montesquieu describe lo más objetivamente posible las diversas
formas de gobierno ocultando su preferencia personal por una monarquía aristocrática. Pero lo
más interesante de su obra es la idea de que cualquier forma de gobierno debe ser moderada por
diversos contrapesos:
a) La 'famosa" separación de poderes (inspirada en -Locke y la constitución inglesa) que, más
bien es una armonía de poderes-ejecutivo, legislativo y judicial- que se corresponde con el
equilibrio que debe existir entre las tres fuerzas sociales y políticas: rey, pueblo y
aristocracia.
b) La existencia de cuerpos intermedios, fundamentalmente los parlamentos y la nobleza.
c) La descentralización administrativa.
d) El contrapeso de la moralidad de las costumbres (que haría innecesaria la multiplicación
de las leyes) y la religión.
Obra, pues, de tendenciaclaramente aristocrática, El espíritu de las leyes fue utilizada, sin
embargo por la burguesía (aunque de modo secundario) y los parlamentos como fuente de
inspiración política debido, principalmente, a lo que puede considerarse como su "hallazgo"
fundamental: la necesidad de que todos los poderes del estado estén en diversas manos para
que puedan vigilarse unos a otros, de modo que se evite el riesgo de que cualquiera de ellos
alcance un poder absoluto. Semejante principio será válido para todo gobierno, el cual,
por democrático que sea no está exento de caer en tentaciones despóticas .Es por ello por
lo que la separación de poderes se ha convertido en uno de los axiomas del pensamiento
democrático liberal.
2. Utilitarismo político:
Por paradójico que pudiera parecer, se puede decir que la mayoría de los ilustrados
franceses fueron conservadores desde el punto de vista social y económico, al menos si los
contemplamos con ojos modernos . Algo que no es de extrañar, si se tiene en cuenta que,
pese a todas sus apelaciones al "pueblo”, a la igualdad y a la libertad, todos ellos son de
origen burgués y representan, como hemos dicho, sólo a una parte del pueblo: la
burguesía. Ya el propio John Locke había considerado el derecho a la propiedad como uno de
los derechos naturales del hombre, cosa nada extraña si se considera cuáles eran los verdaderos
intereses de la clase a la que representaba. Y Voltaire, por ejemplo, que era un burgués
enriquecido, no creía en la igualdad social, aunque luchó por las reformas sociales, la educación
del pueblo y la tolerancia religiosa. Igualmente, se puede añadir que «el pensamiento político
de la Enciclopedia no es ni democrático ni revolucionario ( ... ) y muestra los limites que la
burguesía liberal no estaba resuelta a franquear» (Touchard). Sin duda, los ilustrados son
mucho más audaces en el campo religioso que en materia política. En realidad lo que les
interesaba primordialmente no era conseguir la "Igualdad económica" ni la eliminación de las
in usticias sociales, sino alcanzar una cierta felicidad y bienestar público generalizados.
Creían que, para llegar a ese estado de cosas, bastaría con promover la eliminación del
absolutismo, la educación general del pueblo y el desarrollo natural de los progresos técnicos
y científicos, no fomentando una "revolución" violenta que eliminase la propiedad privada:
“La mayor felicidad para el mayor número” (como rezará uno de los lemas del liberalismo
inglés), y "la conciliación de los intereses particulares con el interés general" son los dos
principios que deben guiar toda política, no la desaparición de las desigualdades económicas,
las cuales se consideran algo "inevitable" y casi consustancial a la naturaleza del hombre, pues
aunque teóricamente "iguales" los hombres se diferencian por su inteligencia, talento y
capacidad de sacrificio. Y, aunque la miseria es algo lamentable, no sería justo que todos los
hombres, tanto los inteligentes como los tontos, tanto los vagos como los esforzados, poseyesen
lo mismo. Más que la igualdad económica, se exige la igualdad de "oportunidades", confiando
en que la educación, unida al libre desarrollo de los mercados, así como el progreso técnico que
este conlleva, creen suficiente riqueza como para sacar a las masas de la miseria en que viven.
Pero, en cualquier caso para los teóricos liberales ilustrados, lo cierto es que la principal causa
de que existan pobres no es el que existan personas inmensamente ricas... La propiedad
privada, recordémoslo una vez más, es sagrada para los teóricos del liberalismo burgués.
Su pensamiento social, fuertemente individualista y totalmente "ciego" para aceptar la
influencia de la estructura socioeconómica sobre la vida de los individuos (recuérdese que para
los liberales, la sociedad no es más que "una mera suma de individuos”), no va más allá del
"reformismo" y es, pues, un utilitarismo político. Ese utilitarismo tomará como bandera el
siguiente lema: "la mejor forma de ayudar a los demás es empezar por ayudarse uno
mismo ", pues cada uno es responsable, al fin, de la posición social que ocupa y son los
empresarios más esforzados, astutos y egoístas los que, paradójicamente, más colaboran al
bienestar y al progreso de la sociedad. Vía libre, pues, a la sacrosanta "iniciativa
privada"...Laissezfaire, Laissez Aller!. Hay que incluir en este grupo a los economistas
franceses e ingleses citados más arriba (Adam Smith y compañía)
Hemos dejado a Jean Jacques Rousseau para el final, porque sólo Rousseau parece poner un
contrapunto al pensamiento democrático liberal, atacándolo desde diversos frentes. Todo el
pensamiento de Rousseau está construido sobre el esquema del paso del estado natural al
estado de sociedad, con el proyecto utópico de regresar al primero sin abandonar el
segundo (abandonarlo seria ya imposible). Veámoslo paso por paso:
2. El paso al estado de sociedad. Hace al hombre menos feliz, libre y bueno. Se ataca, pues, la
idea del "progreso", tan querida por los demás ilustrados: en esto, como en su valoración de la
naturaleza y de los sentimientos naturales, Rousseau se manifiesta, más que como ilustrado,
como el primer romántico. Surge la sociedad lentamente, y en sus estadios incipientes es
cuando el hombre se siente más feliz. Pero se pierde la libertad y surgen las desigualdades en el
momento en el que se establece el "derecho de propiedad" y la autoridad para
salvaguardarlo. La sociedad es un engaño: los hombres se unen creyendo defender a los
débiles pero, de hecho, no defienden sino los intereses de los intereses de los más ricos
(primera crítica del liberalismo económico y político de Locke y sus seguidores). Surgen las
diferencias: ricos-pobres, poderosos-débiles, amos-esclavos. No queda sino un reducto
incólume: la conciencia moral, que todo ser humano siente en su interior y que nos haría
condenar la injusticia si, simplemente, le prestásemos oídos ; pero es un reducto casi
ignorado. El hombre vive más "fuera de sí" que «en sí». Está ",alienado"... (por decirlo en la
terminología marxista que adoptarán estas tendencias comunistas en el siglo XIX).
3.Regreso a una sociedad según las exigencias «naturales». El primer paso es la
transformación del individuo mediante la educación. El programa del Emilio se basa en la
bondad innata del individuo, la inmersión en la Naturaleza, la no transmisión de los prejuicios
culturales (conocimientos, moral, religión) y el individualismo. "Emilio" (el protagonista de su
principal novela "pedagógica") se educa sólo, como el buen salvaje... y reproduce la
experiencia de Robinson Crusoe(la novela había tenido múltiples imitadores), aprendiendo sin
imposición y descubriendo por sí mismo lo mejor de la cultura. Programa educativo, sin duda,
utópico. Critica de la educación ilustrada: si la civilización nos hace malos e hipócritas, hay que
transformar la educación, no hay que imponer nada, hay que dejar que los niños desarrollen por
sí sólos sus inclinaciones naturales, las cuales tienden espontáneamente al bien.
Aunque la revolución no tardaría en llegar, lo cierto es que muchas de las ideas ilustradas
sirvieron para que los propios monarcas absolutistas acometieran una política de reformas
encaminada a evitar el total colapso del sistema, modernizando sus respectivos países y
realizando una auténtica revolución "desde arriba" que, en algunos lugares (Austria, Rusia y
Prusia, especialmente) tuvo al menos el efecto de modernizar a esas naciones y de
convertirlas en verdaderas potencias "nacionales". Sin embargo, en Occidente, de nada
servirían las reformas del despotismo ilustrado, salvo quizá, para acelerar esa revolución,
tan largamente anunciada.
Mientras Gran Bretaña se transforma en el XVII en una gran potencia económica y política,
Francia constituye el centro de irradiación de la cultura ilustrada. El francés se convierte en la
lengua culta de toda Europa, Francia impone las modas, las costumbres, el arte, la ideología Por
un lado, con el entronizamiento de los Borbones en el trono de España ( los monarcas ilustrados
españoles pertenecen a esta dinastía: Carlos III y Carlos IV) por otro lado, con la difusión de
una nueva forma de entender el gobierno: el Despotismo Ilustrado.
En la segunda mitad del siglo XVIII se impuso en gran parte de Europa este sistema político,
una nueva práctica de gobierno que surgió del deseo de conciliar la política absolutista con la
filosofía de la Ilustración y con el gran poder alcanzado por la alta burguesía, a la que había que
tomar en cuenta cada vez más ... No es fácil encontrar diferencias fundamentales entre el
Despotismo Ilustrado y el Absolutismo en cuanto a los métodos de gobierno utilizados, aunque
si, teóricamente, en lo que se refiere a los fines. El monarca sigue considerándose con poder
absoluto sin admitir ninguna otra legitimidad, pero adopta un carácter paternalista derivado de
su consideración de «padre amantisimo» de sus súbditos y de «primer servidor del Estado».
Federico II de Prusia, uno de los principales representantes del Despotismo Ilustrado, decía:
«El soberano debe ver, pensar y actuar por toda la comunidad», y solicitaba a sus súbditos:
«que sean buenos ciudadanos, en todo lo que se les pide.». En este mismo sentido quedó
consagrada, como síntesis del Despotismo, esta expresión: «Todo para el pueblo, pero sin el
pueblo.».El nuevo sistema de gobierno fue bien visto por algunos filósofos, pues situaba al
poder en el camino de la razón y se orientaba hacia el progreso y la felicidad de los súbditos, a
la vez que postergaba a los privilegiados. Voltaire y Diderot se relacionaron directamente con
algunos de los monarcas más representativos, como el citado Federico II o Catalina de Rusia;
Rousseau, en cambio, siguió criticando el fondo del problema, ya que los déspotas pretendían
mantener el poder absoluto intacto, aunque adecuándolo a la situación. Los más significados
representantes del Despotismo Ilustrado en Europa fueron Luis XV en Francia, Carlos III
en España, Catalina II en Rusia, José II en Austria, José I en Portugal y Federico II en
Prusia.
Los monarcas ilustrados contribuyeron decisivamente al progreso en los países en los que la
burguesía contaba con escasa iniciativa. Con la colaboración de valiosos ministros iniciaron una
política reformista:
-En el campo administrativo apoyaron el centralismo y la uniformidad de las instituciones, así
como la promoción de funcionarios técnicos con independencia de su origen social.
-La educación se abrió a amplias capas sociales mediante nuevas instituciones docentes y se
orientó hacia las «ciencias útiles», experimentales. Se desarrollaron las Academias y se
fundaron Sociedades Científicas y las Sociedades de Amigos del País.
-En materia de religión, la tolerancia fue mayor y las relaciones políticas con Roma resultaron
más difíciles, pues el Estado buscó también un mayor control de la Iglesia (regalismo), lo cual
puso en dificultades a órdenes religiosas vinculadas al Papado por voto de obediencia, como la
Compañía de Jesús, que fue expulsada de algunos países.
El Despotismo Ilustrado no es más que la continuación del sistema absolutista pero con la
adopción de diferentes principios de la ilustración. No cambia más que su filosofía cultural
administrativa y económica. Desde el punto de vista político y social nada ha variado. Para los
Reyes la sociedad era una obra del tiempo y de la naturaleza, estratificada y organizada de
acuerdo con una ley natural. De todas formas su lema “todo para el pueblo, ( aunque –añada-
pero sin el pueblo ... ) supone ya una idea revolucionaria (o, al menos, pre-revolucionaria).
Habrá una gran protección a la industria como continuación de las medidas de Colbert en este
sentido. La monarquía impulsará las reales fábricas y subvencionará a muchas empresas
privadas, imponiendo manufacturas concretas. Habrá un fabuloso impulso a la cultura y la
educación. La Iglesia y sus órdenes dejarán de ser las exclusivas dirigentes y promotores de
Colegios. En los esfuerzos centralizadores se reformará totalmente la administración, con
intendentes (corregidores en España) que controlarán todo el proceso, en busca de una mayor
rentabilidad fiscal, que tan angustiosamente necesitan los Estados. Los reyes protegen e
impulsan la creación de clubs, sociedades privadas promotoras de actividades culturales,
científicas o de instrucción pública. Por toda Europa surgen Museos, Reales Academias,
Centros Culturales y de Enseñanza... En España aparecen las «Sociedades económicas de
Amigos del País» en multitud de ciudades y villas.
Naturalmente, todo esto es lo mismo que piden los ilustrados, responde a la misma fiebre por la
ciencia práctica y la educación propia del Enciclopedismo. Por ello, la Ilustración estará al lado
del Despotismo del XVIII. Voltaire, que con sus ideas propicia la revolución era, por otro lado,
y por paradójico que pudiera parecer, un ferviente monárquico.
En el fondo es, todo ello, una inconsciente autodefensa de la monarquía, una barrera ante
posturas más radicales. Sin embargo, la monarquía, yendo contra la tradición y a favor del
racionalismo, socava sus propios presupuestos esenciales. Tras la Revolución Francesa habrá
una reacción absolutista de la mayoría de los reyes europeos que a principios del XIX parecerá
triunfar. Pero la nueva sociedad europea les desborda. La monarquía tradicional había muerto
ya.
La Guerra de Sucesión española, que termina en 1714 con la Paz de Utrecht, supone una
remodelación de la política europea. Así, Austria se extenderá hacia los Balcanes., Italia y
Europa oriental, desligándose de veleidades imperiales en Alemania. Bajo María Teresa
(1740-1780) y, de acuerdo con Prusia y Rusia, se realizan tres repartos de Polonia que borran
del mapa dicho país. En Rusia gobiernan Pedro 1 (1698-1725) y Catalina la Grande (1762-
1796); el primero, tras viajar por Europa, lleva a Rusia las ideas ilustradas, reorganiza la
administración y traslada la capital a San Petersburgo, buscando una salida al Báltico. La
segunda coloniza el sur del país (Ucrania), fundando en el mar Negro, Sebastopol y Odessa. En
Prusia (tras la gran organización militar de Federico I, El rey sargento 1713-1740), Federico II
el Grande (1740-1786), duplica la extensión y triplica la población convirtiéndola en una gran
potencia. En Portugal, un inteligente ministro, el marqués de Pombal, lleva a cabo las ideas
ilustradas: es una época de auge económico con el descubrimiento de las minas de oro de Minas
Gerais en la colonia de Brasil.
En Francia gobernarla Luis XV, en un largo reinado (1715-1774) marcado por influencias de
favoritas, como la marquesa de Pompadour o la condesa Du Barry. Le sucedería su nieto Luis
XVI. Bajo su reinado estallaría la Revolución. Pero será en el próximo tema cuando nos
ocuparemos de estos acontecimientos con más detalle.
5. LA CIENCIA APLICADA:
En este campo la situación del XVIII es la misma que en la filosofía. La ciencia ilustrada se
preocupa, por encima de todo, de la aplicación técnica de los descubrimientos del XVII.
Muchas de las hipótesis, puramente teóricas, de la ciencia del seiscientos no fueron
comprobadas hasta el setecientos. Así, las teorías newtonianas sobre el achatamiento de los
polos son comprobadas en 1746-47, cuando se mide la longitud de un grado en el golfo de
Botnia por científicos franceses. Igual ocurre con la teoría de la atracción, confirmada en el
XVIII mediante experimentos con el péndulo.
Citemos como ejemplo el caso del famoso abate Mollet, que en 1734 daba en
París unos cursos de física, subvencionados por el rey, A sus clases asistían
seiscientos oyentes cuyo interés estaba en las máquinas que exhibía. El abate
daba sus clases basándose exclusivamente en los aparatos y demostrando
inmediatamente cualquier afirmación. Un texto de la época asegura que, «Ante
su casa se apretujaban las marquesas que querían ser electrizadas...». Por las
plazas públicas se establecían profesores que ganaban su vida dando clases ante
un tenderete lleno de máquinas y realizando experimentos. Es un furor de
aprender, una fiebre de inteligencia y de conocimientos que arrastra a todas las
clases acomodadas.
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"pérfida Albión" había sido la cuna de todas las ideas ilustradas con anterioridad
a su difusión en el continente).
Las damas de la aristocracia abren sus salones a los sabios ilustrados, a los
literatos, a los músicos. Recibir en un salón a Voltaire o Buffon era un envidiado
honor y una especie de "privilegio social". Realmente, los "sabios" nunca han
sido tan estimados por la buena sociedad como lo fueron en este período...
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Y todo este proceso de ilustración, de avance científico y de empleo de máquinas
tendrá su repercusión en la industria. Aparece el maquinismo y, con él, la gran
Revolución Industrial que estudiaremos más adelante, y que tan grandes
repercusiones tendría sobre la sociedad moderna.
2.El "Rococó":
En Francia, a principios del siglo XVIII surge una reacción contra el frío
clasicismo versallesco. Es el Rococó, arte de lo superficial y lo decorativo,
propio, por otro lado, de una época "frívola" que, como hemos visto, busca
aprehender y conocer lo externo. En este sentido, el Rococó es un arte nuevo
porque expresa una nueva mentalidad. El Rococó es el arte de la cerámica
(Sajonia, Sévres), del mueble, de la decoración interior, del gusto por lo oriental.
El artista del Rococó es, sobre todo, decorador y pintor. El italiano Gianbattista
Tiépolo, con su luz y su colorido veneciano, pintaría bóvedas en los palacios de
todo el continente. El alemán Mengs, con rigidez neoclásica, retrataría a las
cortes borbónicas. Es una pintura artesanal, porque el arte, ahora, será valorado
por sus méritos virtuosísticos, por el dominio magistral de las técnicas, por su
sentido laboral y su valor económico. Hay una gran protección a las artes. Pero
no una admiración al genio original, capaz de "romper" las viejas formas o de
expresar grandes mensajes. El Rococó tendrá su mejor expresión en un estilo
intimista, delicado, suavemente erótico y admirador de la naturaleza, que surge
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en Francia con Boucher, Fragonard y Watteau. Es un arte de la «frivolidad»,
de un vaporoso refinamiento altamente atractivo.
3.El Neoclasicismo:
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y creadora en el arte, con las obras de Hogarth, Gainsborough y Reynolds: es la
fuerte actividad cultural e intelectual de la centuria del primer ministro Pitt.
4. El "primer romanticismo":
5. La música.
El siglo XVII es el gran siglo de la ópera, que practicarían todos los artistas (y
cuya obra cumbre quizá sea el Don Juan, o "La flauta mágica " de Mozart), y en
particular Gluck. Con Haydn y Mozart comienza la gran época de las sinfonías.
Haydn introduce en la música un cierto aire popular; Mozart es el máximo
ejemplo de la música neoclásica, prodigio de artesanía y tecnicismo, pero ya con
un cierto sentimentalismo romántico. A extraordinaria altura destacarían también
Bach («La pasión según San Mateo") y Haendel (el «Alelúyah» del "Mesías),
grandes maestros de las masas corales y el órgano. Bach, uno de los grandes músicos de la historia, trasciende a
toda clasificación estilística.
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