Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Rogers (1902-1987)
1. Biografía
Carl Ransom Rogers nació en Oak Park, Illinois, el 8 de enero de 1902; fue el cuarto de seis
hermanos. Su interés por la educación empezó cuando era niño, siendo un ávido lector ya
antes de ir a la escuela. A pesar de que sus padres tenían una cultura media, sin embargo,
los describe como <<antiintelectuales>>, posiblemente por ser profundamente religiosos,
por ello, cuando Rogers tenía 12 años de edad, sus padres se mudaron a una granja al oeste
de Chicago, a fin de apartar a sus hijos de los males y tendencias de la vida de la ciudad.
Rogers ingresó en la Universidad de Wisconsin para estudiar agricultura científica, pero en
el segundo año decidió seguir la educación religiosa. Al año siguiente asistió a la
Conferencia de Estudiantes Cristianos de Pekín, China, un viaje que duró seis meses. Poco
después de recibir el grado de bachiller en historia en la University of Wiscinsin, en 1924,
se casó y se mudó a la ciudad de Nueva Cork, donde ingresó en el Seminario Unión
Teológica. Rogers escogió este seminario debido a su reputación como liberal, en contra de
la opinión de su padre que prefería uno más conservador. Durante su segundo año en la
ciudad de Nueva York, recibió cursos de psicología en la Columbia Univercity. Hacia el
tercer año, decidió trasladarse a Columbia y dedicarse a la psicología clínica y educativa.
Para su disertación doctoral, Rogers ideó una prueba con fin de medir el ajuste de la
personalidad del niño. En 1931 estuvo en una clínica para guía de la comunidad de
Rochester, Nueva York. Como resultado de esta experiencia, Rogers escribió The Clinical
Treatment of the Problem Chile (1939). En 1940, Rogers fue designado profesor en la
Universidad del Estado de Ohio. Allí escribió Counseling and Psychotherapy: Newer
Concepts in Practice (1942), libro en el que aparece el método de consejo no directivo. En
1945, Rogers trabajó en la Universidad de Chicago, donde fue profesor de psicología y
secretario ejecutivo del Centro de Consultoría. Allí escribió Client-centered Therapy: its
current Practice, Implications, and Theory (1951). En 1957, Rogers pasó a la University of
Wisconsin, donde reunion un grupo de investigación que hizo un estudio intensivo y
controlado de psicoterapia con pacientes esquizofrénicos en un hospital para enfermos
mentales. En 1964, Rogers comienza una nueva etapa con su vida en el Western Behavioral
Sciences Institute en La Joya, California.
En 1986, Rogers, junto con los miembros más humanistas del Instituto de Ciencias
de la conducta, se separaron para formar el Centro para el Estudio de la Persona. Ello
significó ciertos cambios en la actividad de Rogers, el paso de un trabajo dentro de la
estructura académica formal al trabajo con un grupo que participaba de su misma visión de
la vida y de la psicología. Desde esta perspectiva piensa que la mayor parte de la psicología
que se domina a sí misma científica es estéril, por lo que se aleja cada vez más de ella.
Posteriormente fue residente asociado en el Center for Studies of the Person, en La
Joya. Murió en 1987.
Como psicólogo obtuvo el reconocimiento de la sociedad científica. Fue presidente
de la Sociedad Americana de Psicología en 1946-1947. Fue galardonado con el premio a la
Contribución Científica Distinguida (1956) y recibió el Premio a la Contribución
Profesional Distinguida (1972).
2. Obras
1942. Counseling and Psychotherapy.
1961. On Becoming a Person (el proceso de convertirse en persona).
1967. Person to Person: the Problem of Being Human
1973. Grupos de encuentro. Libertad y creatividad en la educación.
1978. The formative tendency.
1980. A Way of Being.
1982. Reply to Rollo May’s letter to Carl Rogers y Linget, G.M.
1965. Psychotherapy et relations Humaines (Psicoterapia y relaciones humanas.
Teoría y práctica de la teoría no directiva).
1985. Toward a More Human Science of the Person.
1987. The Therapeutic Relationship and its Impact (con E.T, Gendlin; D.V. Kiesler;
y C.B. Truaux).
3. Doctrina
Estructura de la personalidad
Para Rogers existen tres modos básicos de conocimiento, en primer lugar, tenemos el
conocimiento subjetivo, mediante el cual nos acercamos a nuestro mundo interno. El
segundo modo de conocimiento es objetivo y, mediante él, contrastamos nuestras
observaciones con las propias de los demás. El tercer modo de conocimiento lo denomina
Rogers interpersonal, en el que usamos la empatía para comprender el campo fenoménico
de los otros.
La personalidad aparece estructurada y organizada dentro del campo fenoménico de
percepciones. La estructura clave de la teoría de Rogers de la personalidad es el <<self>> o
concepto de sí mismo.
a. El <<self>> o concepto de sí mismo, es una configuración organizada de
percepciones en la cual entran todas aquellas partes del campo fenoménico
conocidas como <<yo mismo>>, <<mío>>, o <<yo>> (Rogers 1959)
b. El <<self ideal>> es el concepto de sí mismo que más le gustaría poseer a
una persona. En él incluyen todas aquellas percepciones y significados
potencialmente relevantes para el <<yo>> y evaluados positivamante por el
sujeto.
Con respecto al <<self>> se pueden establecer algunas características
fundamentales. En primer lugar, la percepción de sí mismo se rige por las leyes generales
de la percepción. En segundo lugar, el concepto de sí mismo tiene naturaleza gestáltica, se
trata de un sistema organizado y consistente de percepciones. En tercer lugar, el sí mismo
no es un homúnculo. No se trata de un ejecutor de acciones, ni controlador de conductas.
Es, simplemente, un cuerpo de experiencias expresadas simbólicamente a través del
concepto de <<self>>. En cuarto lugar, esta configuración de experiencias es en su mayor
parte consistente o accesible a la conciencia.
Perturbaciones perceptivas
En la persona sana existe congruencia entre su self y la experiencia, por tanto se da apertura
a las experiencias nuevas sin mecanismo de defensa. En cambio, la persona enferma, cuyo
concepto de sí mismo está estructurado de forma que no se ajusta a las experiencias del
organismo, tiene que impedir que accedan a la conciencia todas aquellas experiencias que
ponen en peligro esta estructura. Las experiencias percibidas como amenazantes no pueden
ser simbolizadas o se simbolizan con distorsiones. El resultado es el mantenimiento de un
sistema rígido defensivo del self en contra de toda experiencia percibida como amenazante
para su organización estructural o bien para su consideración positiva.
En los casos más graves, como la psicosis, las conductas psicóticas agudas son
conductas incompartibles con el self que han roto los controles impuestos por la conciencia
y han salido al exterior. De esta manera una vez que se han roto las barreras impuestas
experiencias sexuales, por ejemplo, pueden convertirse en un exhibicionista, o en un
violador
Rogers distingue tres tipos de conductas defensivas: la racionalización, la fantasía y
la proyección. Mediante la racionalización, el sujeto distorsiona la realidad para hacerla
compatible con el <<self>>. Una persona que se cree superdotada puede achacar su fracaso
a las molestias del estómago y su dificultad en conciliar el sueño antes de los exámenes.
Mediante la fantasía el sujeto puede fantasear que todo el mundo lo aprecia y se siente un
príncipe, negando todas las experiencias incompatibles con esta imagen. La proyección
realiza la función de eliminar de su propio self todas aquellas conductas que son
incompatibles con su imagen, porque estas conductas no se deben a él, sino que son
inducidas por agentes externos.
La psicopatología tiene otra fuente muy importante: la discrepancia entre el self real
y el self ideal.
Finalmente, también es motivo de enfermedad el desajuste existente entre las
experiencias personales y los sentimientos concomitantes. En muchas ocasiones una
persona no conoce sus propios sentimientos, mientras aparecen patentes al resto de los
observadores.
La persona sana es consciente de sus propios sentimientos, los acepta como suyos,
y se comprometen con ellos en sus relaciones con las demás personas, mientras el enfermo
rechaza su estado de ánimo, refiriéndose a ellos como ajenos, o mediante frases vagas e
imprecisas.
La terapia de Rogers
1. Biografía
José Luis Pinillos nació en Bilbao el 11 de abril de 1919. Su familia se trasladó de Bilbao a
Portugalete y, posteriormente, a Santurce. En 1930 ingresa en el Instituto de Bilbao, en el
que permaneció un año. El año siguiente se inauguró un Instituto en Portugakete donde
estudió hasta junio del año 1936. El 18 de julio del mismo año estalló la guerra civil.
En 1943 Pinillos marchó a Zaragoza para hacer Filosofía y Letras. Después de
Zaragoza, vino a Madrid, donde estudió la especialidad de filosofía (que terminó en 1947,
otorgándosele el <<Premio Extraordinario>>). Una vez instalado en Madrid, Pinillos entró
en contacto con la Psicología. Empezó a trabajar en el CSIC como secretario personal para
tareas de tipo administrativo. Solicitó una beca y, en 1949, fue a Bonn al Psychologisches
Institut de la Universidad de Bonn, donde permaneció hasta 1950, para ir posteriormente a
Inglaterra, donde entró en contacto con Eysenck. En 1962 es catedrático de psicología en la
Universidad de Valencia. En 1966 regresa a Madrid para ocupar la cátedra de Psicología en
la Universidad Complutense, donde permanece hasta su jubilación (1988) y,
posteriormente, como profesor Emérito.
José Luis Pinillos ha recibido el reconocimiento de la sociedad. Entre otros,
podemos destacar el Premio Príncipe de Australia de Ciencias Sociales (1986), Premio
Sociedad Española de Psicología (1984), Medalla de Oro de Madrid (1986), etcétera.
2. Obras
3. Doctrinas
Lo primero que hay que afirmar con rotundidad es que Pinillos defiende una
psicología científica, siguiendo los métodos de las ciencias naturales. Pero muestra que esto
es insuficiente. Para explicar la actividad del hombre es preciso recurrir a otros ámbitos
epistemológicos que reclamen para la ciencia psicológica no sólo la explicación causal de
su conducta sino, sobre todo, su intencionalidad, las consecuencias que persigue, porque el
hombre es más su futuro que su pasado o su presente.
Pinillos es un científico que se sitúa en una posición comprensiva en el estudio del
hombre, por ello no es de extrañar que, en ocasiones, adopte una postura crítica e incluso
beligerante contra aquellos autores que reducen al hombre exclusivamente a su conducta
observable. Cuando escribe a favor del <<hombre total>> en los años cincuenta, el
paradigma dominante, el conductismo, sigue las directrices del positivismo lógico,
absolutamente intransigente con todo lo que hiciera referencia a aspectos no observables
del individuo. Los investigadores del comportamiento debían limitarse exclusivamente a
los métodos públicos de observación que cualquier científico pudiera aplicar. Por otro lado,
el objeto de estudio debía ser única y exclusivamente la conducta, ignorando temas
referidos al estudio de la mente, el pensamiento, la imaginación; conceptos como los de
plan, deseo o propósito debían ser eliminados como mentalistas. Asimismo debían eludir
cualquier forma de representación mental, como símbolos, ideas, esquemas… Toda
actividad psíquica podía ser estudiada y explicada sin recurrir a entidades mentalistas que
nuca fueron esclarecidas por los filósofos anteriores y que llevó al introspeccionismo a
penetrar en caminos oscuros (Watson, 1925).
Los conductistas creían firmemente en el poder determinante del medio y defendían
la idea de que las actuaciones de los individuos operaban como reflejos pasivos de diversas
fuerzas y factores del medio y no dirigidos por sus propias ideas y propósitos o porque su
aparato cognitivo poseyera determinadas tendencias estructurales autónomas. Daban por
supuesto que la ciencia de la conducta, tal y como la establecieron Pávlov, Skinner,
Thorndike o Watson, podía dar cuenta de cualquier conducta del hombre y del animal,
desde el reflejo más elemental al pensamiento más elaborado (Moya, 1992).
Es verdad que con la llegada del conductismo se encontró respuesta a muchas
inquietudes de los científicos, como la equiparación de la psicología a las ciencias
naturales, el abandono del actuar introspeccionista y la explicación del comportamiento
animal. Sin embargo, el conductismo tenía serias limitaciones en la explicación de la
conducta humana y, por tanto, en su forma más radical fracasó al prender abarcar toda la
actividad humana basándose en tal reduccionismo. El conductismo tuvo numerosas críticas
entre las que destacan la de Lashley, quien en septiembre de 1948, en la conferencia <<the
Problem of Serial Order en Behavior>> puso en tela de juicio las doctrinas que habían
dominado el análisis conductual durante las últimas décadas. Por otro lado, en el simposio
celebrado en 1963 sobre <<Conductismo y fenomenología: Fundamentos contrapuestos de
la psicología moderna>>, T. W. Wann resaltó la crítica acerba de S. Koch al conductismo,
por depender del primitivo positivismo lógico, que ya había sido abandonado como
enfoque válido incluso en las Ciencias Naturales. La misma acometida a los fundamentos
positivistas del conductismo skinneriano fue llevada a cabo por el filósofo Michael Scriven
(Moya, 1992).
A pesar de las numerosas críticas que ha recibido el conductismo, sus aportaciones a
la psicología han sido muy importantes. Pinillos reconoce que estas aportaciones merecen
su interés, pero para llegar a comprender y estudiar al hombre es imprescindible recuperar
la conciencia que, en última instancia, es lo más característico del ser humano.
[…] Incapacitado para tratar a la persona, impotente a la vez para crear ex nihilo una
superrealidad satisfactoria que en nada recordara a la realidad natural, el arte nuevo se
complació en descuartizarla, previa convicción de que se trataba de un puro juego
intranscendente, no de canibalismo auténtico. Se olvidó, empero, al razonar así, de que la
vida humana, querámoslo o no, posee, como el sacerdocio, una irrenunciable dignidad,
dignitas in aeternum, que el hombre puede pisotear o reverenciar, hacer con ella lo que
quiera, menos extirparla definitivamente de sí mismo. Sin duda, por iguales motivos que la
vida reprimida bajo el asfalto se refugia y chapotea en las cloacas, al arte intranscendente,
inmaculadamente puro de todo contagio personal, le afloraron por sus entresijos en turbia
suciedad los más bajos despojos de la biología (Pinillos, 1951a, p.22 - 23).