Sei sulla pagina 1di 4

Ojarasca 47 marzo 2001

GUERRERO:
La lucha por el bosque
Armando Bartra

Nurío, Michoacán

El alma del agua vive en lo fresco del bosque.


Sin árboles hasta el ciclo del agua enloquece...
Por eso es que nuestra lucha es por la vida de todos.
Rodolfo Montiel

El combativo ecologismo de los noventa marca una nueva etapa en la gesta de las
comunidades serranas de Guerrero en defensa de sus árboles contra sucesivas oleada
s depredadoras.
Los ecologistas campesinos de Guerrero son la tercera generación de luchadores por
el bosque. La primera combatió a las compañías que desde los cuarenta saqueaban la ma
dera y el trabajo de las comunidades. La segunda se enfrentó la paraestatal silvícol
a que hace un cuarto de siglo mangoneaba a los pueblos serranos impidiéndoles un a
provechamiento autogestivo de la madera. La tercera surgió en los noventa y lucha
por detener la degradación ecológica preservando el bosque, la biodiversidad y el me
dio ambiente.
Enfrentados a empresas privadas nacionales como Maderas Papanoa en los cincuenta
, a paraestatales como la Forestal Vicente Guerrero en los setenta y a trasnacio
nales como Boise Cascade en los noventa, las comunidades serranas de la Costa Gr
ande de Guerrero llevan medio siglo de combativo trajín.

El ochenta por ciento de la superficie silvícola de Guerrero pertenece a ejidos y


comunidades; sin embargo desde hace más de medio siglo son las grandes compañías mader
eras, principalmente las trasnacionales, quienes se han enriquecido a costa del
bosque y sus pobladores, amparadas por generosas concesiones gubernamentales y c
ontratos leoninos negociados a nombre de los auténticos poseedores por los sempite
rnos caciques serranos.
En los cincuenta monopolizaban la extracción de madera un puñado de empresas: Indust
ria Forestal Cacho de Oro; Compañía Maderera de Guerrero; Aserradero la Providencia
y Anexas; Compañía Explotadora e Industrializadora de Madera; Compañía Reginaldo Sánchez,
Compañía del ingeniero José López Huesca, etcétera.
Destacaba Maderas Papanoa sa, propiedad de Melchor Ortega, un político empresario
de los de entonces; de los que empezaban en la grilla y terminaban en los negoci
os (camino inverso al de la nueva generación de empresarios políticos que comienzan
en el business y terminan como gerentes de una secretaría de Estado). Callista, pa
dillista y seguidor de Miguel Alemán, Melchor Ortega combinaba sus funciones como
dirigente del Frente Cívico Mexicano de Afirmación Revolucionaria, con el manejo de
sus negocios --entre ellos Maderas Papanoa-- que desde mediados de los cuarenta
explotaba los bosques de la exhacienda del mismo nombre, propiedad de la señora Fe
lícitas Soberanes.
La compañía del revolucionario Ortega funcionaba como las viejas monterías del porfiri
ato. En una denuncia periodística de 1945 los trabajadores "se quejan de recibir b
ajos salarios y sufrir la ausencia de la más elemental seguridad en el desempeño de
sus labores", pero también reclaman que "... la empresa tiene incluso una tienda d
e raya..."
Los asalariados de Ortega intentan sindicalizarse para exigir sus derechos labor
ales, pero el gobierno prefiere entregarles las tierras de la exhacienda y trans
formarlos en ejidatarios. Este cambio parece drástico pero sirve para que todo sig
a igual: el flamante ejido El Mameyal, como antes doña Felícitas, cede sus derechos
a la compañía maderera. La diferencia es que ahora los cortadores trabajan en su pro
pio bosque y formalmente no tienen patrón a quién reclamar.
En 1962, una nueva generación de serranos retoma la lucha fundadora de los cuarent
a. Las reclamaciones son muy parecidas a las de dos décadas atrás: "No se pagó ni siqu
iera el salario mínimo. No se hicieron liquidaciones mensuales ni anuales. Nunca s
e envió al pasante de medicina para atender a los enfermos..." La siguiente denunc
ia testimonia lo añejo de los modos represivos en Guerrero: "Melchor Ortega...ha e
stablecido una era de terror en distintos municipios guerrerenses en cuya jurisd
icción existen ejidos forestales, para lo cual se vale no sólo de las influencias qu
e tiene en ... [el gobierno]... sino de pistoleros a sueldo y hasta de algunos d
estacamentos de tropas federales..." Reclamos idénticos a los del porfiriato y los
de la inmediata posrevolución, indiscernibles de los que se repetirán en la guerra
sucia de los años setenta contra el Partido de los Pobres y en los noventa contra
el EPR y el ERPI.
Pese a que los ejidatarios serranos acuerdan cancelar el contrato, su decisión no
surte efecto y Ortega sigue saqueando los bosques. A principios de los setenta s
e reanima la rebeldía; contra Maderas Papanoa y contra Chapas y Triplay, administr
ada por Nacional Financiera. La lucha deriva en una virtual suspensión del corte d
e madera, y se combina con la eclosión de la lucha armada revolucionaria en La Cos
ta Grande. Desde 1965 Lucio Cabañas anda en el monte organizando una guerrilla, y
a principios de los setenta las acciones del Partido de los Pobres traen asolead
o al ejército federal.
Para 1972, el ochenta por ciento de la explotación maderera guerrerense está en mano
s de cuatro compañías. Socialmente la situación es insostenible. Además de las luchas de
resistencia de los ejidos poseedores de los bosques, la zona más rica --la sierra
de Tecpan y Atoyac-- está inmersa en una cruenta guerra.
Si en el medio siglo agrarista la respuesta del gobierno a las demandas de los t
rabajadores de las empresas madereras fue una dotación ejidal que dejaba las cosas
como estaban, en los populistas setenta la fórmula mágica es la estatización. Así, lo q
ue el Inmecafé es a los productores del grano aromático y la Impulsora Guerrerense d
el Cocotero a los copreros, es la Forestal Vicente Guerrero para los silvicultor
es.
Creado por decreto presidencial el 2 de agosto de 1972, el organismo descentrali
zado del gobierno federal es un aparato contrainsurgente destinado a enfriarle e
l agua a la guerrilla del Partido de los Pobres, sobre todo en los ejidos serran
os de La Costa Grande donde tiene sus más firmes bases de apoyo.
Formalmente, la función de la Forestal es absorber las distintas compañías madereras.
Se le concede la explotación exclusiva de los bosques de la entidad. En 1973, Enri
que Santoyo, primer director de la empresa, se queja de que la Secretaría de Agric
ultura y Ganadería "...no cancela las concesiones a los viejos empresarios particu
lares, nulificando de hecho al organismo..." El director deja constancia de la r
esistencia campesina: "...como respuesta, hace cuatro meses no cortan un árbol. Ta
mpoco permiten la entrada a los bosques al personal de esas empresas..."
La beligerancia declarativa de Santoyo es recompensada con su destitución. El gobi
erno pone al frente a Fernando Ojesto, personero de Rubén Figueroa Figueroa, vocal
ejecutivo de la Comisión del Balsas y cacique guerrerense por antonomasia, quien
ocupa el cargo de presidente del Consejo Administrativo y dos años después será gobern
ador del estado.
La muerte en combate de Lucio Cabañas y el desmantelamiento de la guerrilla serran
a, atenúan la preocupación contrainsurgente del gobierno. Los aparatos económicos de E
stado, que desde principios de los setenta repartían dinero y compraban conciencia
s en el campo guerrerense, pasan de apagafuegos coyunturales a administradores b
urocráticos de la producción campesina comercial e instrumentos del nuevo clientelis
mo económico paraestatal.
Comparada con la descarnada explotación de las empresas privadas, los coyotes y lo
s caciques locales, la operación de las paraestatales es un bálsamo. Pasada la corta
luna de miel, los campesinos descubren que el gobierno es un patrón tan torpe y a
trabiliario como los demás, y en 1980 los ejidos silvícolas de Las Compuertas, Bajos
de Balsamar, El Balcón y Cordón Grande se agrupan para demandar mayor precio de la
madera y cumplimiento de compromisos. Para 1985 el movimiento se extiende a El M
olote, Toro Muerto, Puerto del Gallo, Vallecitos de Zaragoza, Pitos Pitales y Le
trados, Corrales del Río Chiquito, entre otros pueblos. Se funda la Coordinadora d
e Ejidos Forestales de la Costa Grande de Guerrero, que agrupa a catorce comunid
ades silvícolas. La lucha se centra en el control de los fondos comunales generado
s por la madera, porque los permisos de corte se expidan con oportunidad y contr
a el alto costo de los servicios técnicos.
En 1988 la Coordinadora se transforma en Unión de Ejidos de Producción Forestal y Ag
ropecuaria General Hermenegildo Galeana, que a principios de los noventa desarro
lla en el ejido de El Balcón una interesante experiencia autogestionaria en indust
rialización y comercialización de la madera. La organización silvícola autónoma no es la ún
ca del estado. En la Costa Grande opera la Unión de Ejidos Rubén Figueroa Figueroa,
que en su nombre lleva la fama.
Nurío, Michoacán

El intervencionismo estatal de corte más o menos populista se agota en Guerrero a


fines de los ochenta. Con él se diluyen las políticas públicas que habían favorecido la
integración de organizaciones económicas autogestionarias. Las uniones sólidas, como l
a Hermenegildo Galeana, resisten, otras desaparecen y las más frágiles y caciquiles
se transforman en instrumentos de la nueva privatización.
A mediados de los noventa otro Rubén Figueroa gobierna Guerrero, y en 1995 le otor
ga a la empresa estadounidense Boise Cascade la concesión y derecho exclusivo para
la compra y explotación de madera de los ejidos de la Costa Grande. A través de su
subsidiaria Costa Grande Forest Products, y apoyándose en el cacique Bernardino Ba
utista Valle, mandamás de la Unión de Ejidos Rubén Figueroa Figueroa, la trasnacional
contrata con 24 comunidades agrarias la extracción de pino y abeto, que sería proces
ado en sus aserraderos de Papanoa. (Sí, la misma Papanoa en que se asentara Melcho
r Ortega cincuenta años atrás). En lo que respecta a contratos forestales leoninos p
arece que el medio siglo transcurrido desde la firma de los primeros y la atraba
ncada intervención estatal de los setenta, pasaron en balde. En lo tocante a la ef
iciencia en el saqueo, Maderas Papanoa es un talador manco comparada con Boise C
ascade.
En los últimos ocho años la sierra de Petatlán y Coyuca de Catalán ha perdido cerca de 9
0 mil hectáreas de bosque, un cuarenta por ciento del total. Y si bien desde 1998
la trasnacional salió del país argumentando condiciones de negocio difíciles, en los últ
imos años los grupos caciquiles de la Rubén Figueroa siguen el desmonte irracional,
empleando con frecuencia aserraderos clandestinos.
La pérdida de bosques acumulada durante la segunda mitad del siglo XX y la intensi
ficación del saqueo en la última década, hacen evidente la profunda degradación del ecos
istema costeño: daño ambiental manifiesto en la reducción de la superficie arbolada, e
n la pérdida de suelos, el agotamiento de manantiales, el empobrecimiento de la fa
una y en general de la biodiversidad, azolve de los ríos, inundaciones catastróficas
, cambios de clima. La visibilidad de este silencioso cataclismo ha propiciado e
l surgimiento de una nueva generación de luchadores costeños: los ecologistas campes
inos.
Empezaron movilizando pequeños grupos en El Parotal, El Limón, El Palomar, Coyutitla
y para 1998 constituyeron la Organización de Campesinos Ecologistas de la Sierra
de Petatlán y Coyuca de Catalán (OCESP). Su lucha contra el saqueo del bosque y por
preservar el medio ambiente es "por la vida de todos", como dice Rodolfo Montiel
, uno de sus principales animadores. Trataron de impulsarla con buenos modos: ci
rcunspectos escritos a la Semarnap, denuncias formales a la Profepa, comunicacio
nes al Congreso del estado; hasta solicitudes al ejército federal, de crónica presen
cia en la zona. Ante la falta de respuesta satisfactoria, la acción de siempre, el
recurso histórico de última instancia: bloquear la salida de los camiones cargados
de madera.
En otras partes se negocia con los que levantan estas demandas. En Guerrero los
encarcelan, los torturan, los desaparecen, los matan. Luchando por la ecología mur
ieron Aniceto Martínez, Elena Barajas y Salomé Ortiz; fue torturado por el ejército Je
sús Cervantes Luviano y desde marzo del año pasado está desaparecido Maximino Marcial
Jaimes. Desde el 2 de mayo de 1999 están presos Teodoro Cabrera y Rodolfo Montiel
(Premio Goldman Ambiental) quienes fueron detenidos y torturados por el ejército,
procesados y condenados por la justicia mexicana, y son defendidos por el Centro
de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro y declarados presos de conciencia por Amni
stía Internacional. Su expediente ambiental lo lleva Greenpeace.
Estos dos luchadores encarcelados se han convertido en paradigma del ecologismo
rústico. Son emblema de la persecución, tortura y cárcel que acosan a los campesinos g
uerrerenses combativos, sean ambientalistas como Cabrera y Montiel o justicieros
como Benigno Guzmán, de la Organización Campesina de la Sierra del Sur.
Sin embargo la OCESP no es la única organización campesina que en la entidad defiend
e el bosque.
Las zonas serranas de Tecpan y Atoyac son territorio de la Unión de Ejidos Hermene
gildo Galeana, organización ecologista campesina que surge en Petatlán y Coyuca de C
atalán, ámbito de la Unión de Ejidos Rubén Figueroa, dominado a la mala por el cacique B
ernardino Bautista.
Mientras la Hermenegildo Galeana impulsa un proyecto silvícola justiciero autogest
ionado por las comunidades, la organización de campesinos ecologistas lucha por pr
eservar el medio ambiente y en primera instancia detener el saqueo del bosque.
Ópticas divergentes, que al principio derivaron en desencuentros. Los ambientalist
as campesinos, enfrentados a una unión de ejidos caciquil dispuesta a sacrificar e
l bosque a cambio de migajas, observaban en el proyecto de la otra unión no tanto
los aspectos de equidad y autonomía como los riesgos de ecocidio. Por su parte la
Hermenegildo Galeana veía en la lucha de sus vecinos ambientalistas el peligro de
un conservacionismo a ultranza, que en nombre de preservar la naturaleza dejara
sin opciones productivas a las comunidades.
El dilema entre conservar o aprovechar es falso. Con el tiempo, el desencuentro
de los campesinos que luchan por una producción silvícola autogestionaria y socialme
nte justa y los que reivindican la preservación de la biodiversidad y el equilibri
o del ecosistema, se ha atenuado. En los ejidos de la Hermenegildo hace falta un
a buena dosis de conciencia ecológica; darse cuenta de que pelear por altas cuotas
de extracción es suicida y que el bosque se puede aprovechar de muchas maneras, n
o sólo sacando madera. Es cierto que la lucha por la vida de todos mediante la def
ensa del bosque, encabezada por los campesinos ecologistas, no prosperará si no of
rece a las comunidades alternativas de producción e ingreso amigables con la natur
aleza. Es necesario encontrar una senda que combine salud ecológica con justicia s
ocial y viabilidad económica. En el trazo de este camino, tan importante es la exp
eriencia productiva de la Hermenegildo Galeana como el heroico ambientalismo de
la Organización de Campesinos Ecologistas. Habitar, proteger y aprovechar son aspe
ctos inseparables y complementarios de la sustentabilidad.

Potrebbero piacerti anche