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X ASAMBLEA DE LA CONFERENCIA DE AMÉRICA LATINA

Bogotá – Colombia, del 14 al 23 de Septiembre del 2011

DOCUMENTO INSPIRADOR

"Mujeres Sagrados Corazones,


testigos y profetas
en el mundo de hoy"

0. Introducción: pedagogía de la pregunta

Comenzamos recordando el valor de la pedagogía de la pregunta. Creo que es la


pedagogía de Jesús, porque las respuestas las daba o en forma de parábolas o en
palabras de identidad.

A lo largo de los cuatro evangelios podemos apreciar a Jesús encontrándose con


algunas personas y las personas con Jesús, y casi siempre hay preguntas en los
diálogos: ya sea de Jesús (“¿qué quieres que haga por ti?”), o de los demás
haciendo preguntas, a veces capciosas a Jesús (“¿quién es mi próximo?”). Muchos
diálogos están hechos de preguntas.

No pretendo comenzar estas líneas diciendo que vamos a buscar respuestas sino
a afrontar preguntas, atrevernos a dejarnos preguntar por Jesús y dejar que las
preguntas íntimas lleguen a expresarse y buscar modos de hacer que las
preguntas del mundo tengan oídos en nosotros, en el silencio de la escucha. No
pretendo que sea una escucha de respuestas, sino de preguntas que lleguen a
taladrar nuestro corazón y nuestra cotidianidad.

El camino que vamos recorriendo podría tener la pedagogía de la pregunta, sin


dar respuestas rápidas…además hay quien dice que estamos en la época en que
existen demasiadas preguntas y que antes de que hayamos podido responder ya
nos están cambiando la pregunta de nuevo… porque la vida religiosa no está para
dar respuestas sino para cuestionar, inquietar, ser signo, ser parábola, provocar
interioridad… buscar. La vida religiosa no es una respuesta al mundo, sino un
cuestionamiento al mundo; no es una respuesta previsible sino una pregunta
eterna por lo esencial…

Dejemos que Dios nos pregunte, porque él también quiere escuchar nuestra
pregunta y ha decidido buscar las respuestas juntos/as… más allá de la doctrina,
lo aprendido, lo previsible, lo conocido…

1. Mujeres (Jn 16,20-21)

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Nos identificamos como personas humanas, mujeres y consagradas que acogen el
amor y dolor, lo procesan desde la interioridad y lo proyectan en novedad y
esperanza, en la perla preciosa que sale de la herida de la ostra marina. Para ser
enteramente personas debemos entender que hemos nacido del amor y para el amor,
aunque siempre existió el dolor del parto y de las cicatrices del camino recorrido.
Quizá podamos asegurar que la sabiduría de una mujer tiene mucho que ver con la
capacidad de acoger el amor, cicatrizar el dolor y convertir todo en vida para los
demás.

La mujer que pone en juego todos los cinco sentidos para percibir, madurar y
responder corporeamente y con el mismo espíritu de Dios.

Pero además de tener los cinco sentidos de la fisiología para tomar contacto con la
realidad externa, la mujer va aprendiendo a tejer nuevas relaciones con los otros
cinco sentidos de la plenitud existencial: sentido del humor, sentido común, sentido
crítico, sentido de la vida y sentido de fe… que impregna a todo lo que la persona vive
y que es la manera de responder –desde su propio “interior”- a la realidad que le
rodea.

A través de todo su ser, y desde el amor y el dolor va construyendo relaciones nuevas


llenas de sentido y de fraternidad, marcadas por lo que se construye y no por lo que
se recibe, más por lo que se entrega y no tanto por aquello obtiene.

“Transformémonos en tejedoras del Reino de Dios. Que la conversión de nuestros


corazones y nuestras mentes nos eleven. Que ensanchemos nuestras tiendas. Que la
esperanza y la vida de la humanidad y de toda la creación surja de nuestro
incansable tejido de una espiritualidad de comunión”. (UISG, 2007)

Y cuando una mujer “da a luz” una vida nueva está viviendo en Dios y Dios en ella,
que ha venido para dar vida y vida en abundancia a todos y a todas, incluso
entregándose por amor y con amor, aún con dolor, y siempre con esperanza.

"Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn 10,10). El misterio
de la encarnación entendido como el compromiso con los pobres, llevó a Jesús a
concretizar el proyecto de Dios-Padre en favor de la vida y contra todo lo que pueda
disminuirla. El sentido de la encarnación del Verbo -horizonte cristológico- está
vinculado al sentido de la vida concreta del ser humano -horizonte ontológico-. A
partir de esta perspectiva la mística y la profecía nos llevan a comprometernos en la
lucha contra todos los males que oprimen la vida. (

“Si bien el hombre aspira a ser feliz, necesita un fundamento para serlo, a partir del
cual, y como efecto, surge la felicidad misma. Entonces, los dos elementos que
fundamentan la felicidad y el placer son la realización de un sentido y el encuentro
con el otro. Esta búsqueda de sentido por parte del hombre constituye una fuerza
primaria y no una racionalización secundaria”. (Graciela Senosiain, 2006).

Engendrar y entregar vida es condición humana y femenina, por la que podemos


elevar nuestra oración: “Bendecimos a Dios con ánimo agradecido, porque nos ha
llamado a ser instrumentos de su Reino de amor y de vida, de justicia y de paz, por
el cual tantos se sacrificaron”. (DA 25)

2. Sagrados Corazones: mística y profecía (Lc 6,36)

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"Un día, vuelto a mi granero, después de haber dicho la misa, me arrodillé Junto al
corporal en que yo creía tener siempre el Santísimo Sacramento. Vi entonces lo que
somos ahora. Me pareció que estábamos varios reunidos; formábamos un grupo
grande de misioneros que debía llevar el Evangelio a todas partes. Mientras pensaba,
pues, en esta sociedad de misioneros, me vino también la idea de una sociedad de
mujeres (...)”

“El Carisma de la Congregación se define en la frase Contemplar, Vivir y Anunciar al


mundo el Amor de Dios”

En sus primeros años, se expresaba con la frase: imitar las cuatro edades de
Jesucristo: Su infancia por medio de la instrucción de niños, y por la formación de
jóvenes para el sacerdocio; Su vida oculta por el ejercicio de la Adoración; Su vida
pública, predicando y misionando; Su crucifixión a través de la mortificación
cristiana.

“Nos lleva a conocerle más a Jesús por medio del Evangelio, vivir sus sentimientos y
actitudes. Un espacio fuerte es la Eucaristía – Adoración”

Forma parte de la misión profética apuntar hacia el rostro desfigurado de Jesús, en


las facciones concretas de los miles de miserables y marginados, sin oportunidad de
vivir con dignidad. El Documento de Aparecida llama la atención hacia los rostros de
los nuevos excluidos que la globalización ha hecho emerger, a quienes la Pastoral
social de la Iglesia debe prestar atención, y que representan un gran desafío para la
misión de la vida consagrada.

La dinámica de la mística profética exige particular atención al desplazamiento de los


espacios entendidos no como lugares físicos y geográficos, sino como la emergencia
de nuevas realidades en transformación. Hoy, en la vida consagrada, sentimos la
necesidad de descubrir las nuevas fronteras, los nuevos desiertos y las nuevas
periferias que piden nuestra presencia y que, de acuerdo con el propio carisma, deben
ser considerados en nuestras opciones pastorales.

Estas nuevas realidades son complejas y amplias. Entrar en ellas exige despojarse de
las viejas certezas y seguridades y optar por lo incierto, por la inseguridad de lo
nuevo. Seguir radicalmente a Jesucristo, Verbo encarnado, Maestro-Siervo que lava
los pies de los discípulos y se hace pobre, significa salir de sí mismo e ir al encuentro
de todos, en especial de los que esperan contra toda esperanza.

“Dios que es amor nos insta para que nuestras relaciones con los demás, sean
profundas, misericordiosas y comprometidas a ser agentes de comunión”

El dinamismo del Amor Salvador, nos llena de "celo" o docilidad por extender el
Reino de Dios (B.P.) Nos induce a anunciar la Buena Noticia a nuestros hermanos y
llevar a la transformación del mundo según los criterios del Evangelio.

Para vivir la mística y la profecía es preciso recorrer con Jesús el camino que
comienza en Galilea (encarnación y misión), pasa por Jerusalén (sufrimiento y
muerte en la cruz), llega hasta Emaús, (certeza de la Resurrección) pero vuelve
constantemente a Jerusalén, esto es, al Cenáculo para recibir la fuerza del Espíritu y
proseguir la causa y la misión de Jesús.

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3. Testigos (Lc 24, 13-35)

Nos hemos encontrado con el Señor Vivo y Resucitado. Hemos tenido “experiencia de
Dios”.La experiencia de Dios es el momento de vivir la manifestación de Dios en la
vida personal en forma sensible y concreta que transforma la vida y que nos manda a
manifestar a los demás lo vivido, y esto nos mueve a teorizar sobre lo que es Dios en
la cotidianidad.

Espiritualidad.- Es el estilo de vida desde la experiencia de Dios como don del


espíritu que me configura en Cristo y en Francisco. Es el encuentro y experiencia de
Dios, que nos lleva a tomar una actitud radical en la vida y a asumir un estilo de vida
concreto.

Lo aprendemos de los diversos personajes que han compartido su experiencia de fe,


con algunas características:

 Dios tiene la iniciativa. Dios toma la iniciativa es por lo tanto un Don, como en
Navidad. 1 Jn 4,10.

 Hay interrogantes, y es que en ellos manifiestan sus debilidades de seres


humanos.

 Dios en cada experiencia nos da una promesa y respeta lo que somos, nos da
seguridad.

 Dios tiene la aceptación de su proyecto y viene el Hágase, es decir viene el


asumir de la propuesta de Dios en la vida.

 Se cumplen las acciones y la misión para cumplir lo que Dios quiere.

 Para transformar un pueblo, en una realidad concreta.

 Y esta cadena falla en el momento en que después de la aceptación, no se


cumple la responsabilidad y el compromiso establecido.

Jesús parte de la identidad de su pueblo: judío, oprimido, pobre, creyente…

Da el paso del pueblo hacia la conversión: moral, política, social, con los criterios de
la antigua alianza (bautismo en el Jordán y viva ascético-contemplativa)

En medio del pueblo, Jesús tiene una experiencia de Dios: identidad que le viene del
padre al llamarse: Hijo, Amado, Predilecto, Ungido

 Punto de partida para asumir el proyecto personal en el mismo proyecto del


Padre.

 El amor es el punto de partida y la utopía el punto de llegada: identidad de


Jesús y del discípulo…

“Desde su ser, la Vida Consagrada está llamada a ser experta en comunión, al


interior de la Iglesia y de la Sociedad” (DA 218).

Somos significativas: luz y sal, porque “queremos expresar la alegría de ser discípulos
del Señor y de haber sido enviados con el tesoro del Evangelio” (DA 23)

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“Los cristianos necesitamos recomenzar desde Cristo, desde la contemplación de
quien nos ha revelado en su misterio la plenitud del cumplimiento de la vocación
humana y de su sentido. Necesitamos hacernos discípulos dóciles, para aprender de
Él, en su seguimiento, la dignidad y plenitud de la vida” (DA 41)

“Jesús los hace familiares suyos, porque comparte la misma vida que viene del Padre
y les pide, como a discípulos, una unión íntima con Él, obediencia a la Palabra del
Padre, para producir en abundancia frutos de amor. Así lo atestigua san Juan en el
prólogo a su Evangelio: “A todos aquellos que creen en su nombre, les dio capacidad
para ser hijos de Dios”, y son hijos de Dios que “no nacen por vía de generación
humana, ni porque el hombre lo desee, sino que nacen de Dios” (Jn 1, 12-13) (DA 133)

“La «ciudad del hombre» no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes
sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión.
La caridad manifiesta siempre el amor de Dios también en las relaciones humanas,
otorgando valor teologal y salvífico a todo compromiso por la justicia en el mundo”
(Caritas in veritate 6)

Por su forma de ser y de enseñar, Jesús despertaba en el pueblo la fuerza adormecida


del Reino que el pueblo mismo no conocía o había olvidado. Jesús destapó el acceso a
la fuente dentro de las personas, y el agua comenzó a brotar (Jn 4, 14). Así, muchas
personas, a través de la fe en Jesús, despertaron para una vida nueva. En cambio, en
Nazaret, por causa de la incredulidad, no hizo nada (Mc 6, 5-6). La Buena Noticia del
Reino era como un fertilizante que ayudaba a crecer a la semilla de la vida. El Reino
que estaba escondido apareció y el pueblo se alegró.

Sentimos, decimos, hacemos… lo que Dios siente, dice y hace con su pueblo,
asumiendo el estilo de vida de Jesús:

 Jesús aparece como un orante apasionado (Lc 9,29; Lc 11,1; Lc 21,36; Ef 8,18; 1
Tm 2,8). Amor y obediencia filial al Padre

 Jesús se presenta como un célibe extraño, con amistades profundas (Mt 27,55;
Lc 1,42; Lc 7,50; Lc 8,2; Hch 1,14). Amor servicial hasta el don de su vida

 Jesús aparece, al mismo tiempo, muy sobrio y muy festivo. Mt 22,3; Lc 2,41; Lc
15,23; Jn 4,45; Jn 7,37.

 Jesús aparece inmerso en el estrato social de los pobres (Mt 5,3; Mc 12,42; Lc
16,20; Lc 6,20-26; Mt 22,1-14). Cercanía a los pobres y a los pequeños

 Jesús tiene el aspecto de esos hombres sin patria (Jn 4, 3-6). Fidelidad a la
misión encomendada

 Jesús parece hacer gala de malas compañías. (Lc 19,1-10). Compasión


entrañable ante el dolor humano

Es un camino de especial seguimiento de Cristo, para dedicarse a Él con un corazón


indiviso, y ponerse, como Él, al servicio de Dios y de la humanidad, asumiendo la
forma de vida que Cristo escogió para venir a este mundo: una vida virginal, pobre y
obediente (DA 216)

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4. Profetas (Jn 13,1-20)

La palabra profecía es usada, en general, para designar una visión anticipada de


acontecimientos futuros, que hablan de ciertas situaciones y envuelven a
determinadas personas. Sin entrar en detalles, podemos afirmar que, en la tradición
bíblico-cristiana, Profeta es aquél que dice la verdad porque está en contacto con
Dios; verdad válida hoy, que ilumina el futuro. En la historia del pueblo de Israel, la
profecía tiene una función particular, en el sentido que la fe del pueblo está orientada
esencialmente al futuro'. El profeta ayuda a vivir la fe con esperanza, y a ver el futuro
con optimismo como fuerza de la alianza y de la promesa en un Dios fiel.

La profecía es una palabra de Dios dicha por testigos. El testigo habla de lo que
recibe de Dios, de su Amor, de su designio. Se pronuncia hoy. Goza de perennidad.
Anuncia el futuro llevado por el Espíritu (Jn 16,13-15)1. Los cristianos y la Vida
Consagrada están llamados a ser, en esta Iglesia y Sociedad, testigo de la Palabra
escuchada porque se nos ha dicho y ha sido proferida en la comunidad eclesial. La
Vida Consagrada tiene una peculiar profecía del Espíritu en el seno de la comunidad
eclesial en la que todo bautizado es profeta. Como dice Aparecida refiriéndose a los
laicos: Todo cristiano es profeta, participa de Jesús sacerdote, profeta y rey. Cada
uno realiza, según su condición, la misión de todo el pueblo de Dios en la Iglesia y en
el mundo (DA 209).

Llamados a ser profetas en la misión de Dios y de la Iglesia que es evangelizar.


Portadores de “buenas noticias a la humanidad” en contraposición a “profetas de
desventuras”.

“La historia de la humanidad, a la que Dios nunca abandona, transcurre bajo su


mirada compasiva. Dios ha amado tanto nuestro mundo que nos ha dado a su Hijo.
Él anuncia la buena noticia del Reino a los pobres y a los pecadores. Por esto,
nosotros, como discípulos de Jesús y misioneros, queremos y debemos proclamar el
Evangelio, que es Cristo mismo. Anunciamos a nuestros pueblos que Dios nos ama,
que su existencia no es una amenaza para el hombre, que está cerca con el poder
salvador y liberador de su Reino, que nos acompaña en la tribulación, que alienta
incesantemente nuestra esperanza en medio de todas las pruebas. Los cristianos
somos portadores de buenas noticias para la humanidad y no profetas de
desventuras” (DA 30).

“Profetas de la vida”, en favor de las creaturas y del medio ambiente. Dios ha


encomendado al varón y a la mujer el cuidado de la creación, espacio y hábitat de la
convivencia y de la familia humana; el cuidado de las “fuentes de la vida” y entregar a
las generaciones futuras un mundo habitable (cfr DA 471).

La profecía es palabra o gesto que viene de dentro, de la propia conciencia y de la fe,


viene de Dios. Se sabe de su autenticidad, como dice la Biblia, cuando se cumple,
cuando evidencia la verdad con la garantía de la veracidad y honestidad de quien la
pronuncia. Incluye paz, tomar en serio al distinto y al adversario, porque su palabra

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Les anunciará lo que está por venir, no algo completamente nuevo más allá de la revelación de Jesús.
Conduce a la comunidad en su camino y futuro, le esclarece lo que le aguarda, no tanto la manifestación de
sucesos futuros. Le da el sentido de la historia; cómo actuar y reaccionar ante los acontecimientos que se
presentan. Enseña el mensaje de Jesús a la comunidad de un modo nuevo, de acuerdo con la situación de la
comunidad y con lo que le espera. Para ello le da una comprensión cada vez más profunda de la revelación
cristiana en relación con la historia. La lleva a vivenciar el misterio de Jesús (Jn 3,21; 1 Jn 1,6; 2 Jn 4; 3 Jn 4). Se
trata de la puesta en práctica de la fe, reclamada por la situación futura. El Espíritu anuncia a los discípulos lo
que llega, en cuanto que a ellos les afecta, a fin de que actúen en consonancia. Rudolf Schnackenburg, El
Evangelio según San Juan, Herder, Barcelona, 1980. Tomo III, pag 189-192.

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busca el bien y nace del amor. Palabra verdadera que saca de los intereses y
parcialidades.

Los rasgos del profeta son inconfundibles. En medio de una sociedad injusta donde
los poderosos buscan su bienestar silenciando el sufrimiento de los que lloran, el
profeta se atreve a leer y a vivir la realidad desde la compasión de Dios por los
últimos. Su vida entera se convierte en "presencia alternativa" que critica las
injusticias y llama a la conversión y el cambio.

Por otra parte, cuando la misma religión se acomoda a un orden de cosas injusto y
sus intereses ya no responden a los de Dios, el profeta sacude la indiferencia y el
autoengaño, critica la ilusión de eternidad y absoluto que amenaza a toda religión y
recuerda a todos que sólo Dios salva. Su presencia introduce una esperanza nueva
pues invita a pensar el futuro desde la libertad y el amor de Dios.

La esperanza en la humanidad a pesar de las inconsistencias: falta de profetismo. El


profeta comienza a realizar el futuro en el presente, es visionario para estar ya bien do
lo que para otros será un descubrimiento más tarde, y es quien asume la misma
visión, misión y opción de Dios en su realidad concreta. Pasa del “auto” al “des” para
llegar a “re” y conseguir nueva vida “inter”

Nuestra vocación profética: (Provincial de los Carmelitas de Burgos a los


hermanos de Isamis)

 ¡Profetas! Eso son, hermanas; así les vemos.

 ¡Profetas! Siempre dispuestas a una corrección fraterna.

 ¡Profetas! ¿Quién les ha puesto tanto fuego en las entrañas?

 ¡Profetas! Que no se compran ni se venden,

 ¡Profetas! ¡Cuánta esperanza le han dado a su vida!

 ¡Profetas! Sigan contando historias portadoras de sentido,

 ¡Profetas! Una hora difícil les sale ahora al paso,

 ¡Profetas! Pongan amor donde no hay amor,

Ecos de voces que se oyen en los caminos.

5. En el mundo de hoy (Mt 13,31-33.44-46)

"Pasaba gran parte de sus días y sus noches - dice su íntima amiga y colaboradora
luego en la fundación de la Congregación, Gabriel de la Barre - trabajando con sus
manos para obtener con su producto lo necesario para una mejor alimentación de su
madre", de la que se había convertido ya en su sirvienta. La caridad fue la primera
sensibilidad que se despertó en ella. Comenzó por su madre y siguió por los más
necesitados. No visitaba a nadie, pero había en la prisión una señora que por sus
ideas revolucionarias era rechazada por todos. Ella la iba a ver y la acompañaba.
Luego se la juzgó y salió en libertad. No olvidó ese gesto de aquella joven y obtuvo del
jefe revolucionario que escondiera el expediente, de manera que las Aymer no fueron

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nunca juzgadas. Cuidó también como enfermera a los hijos del carcelero y se ganó,
aún sin pretenderlo, su simpatía”

“Las personas consagradas deben mantenerse intelectualmente abiertas y lo más


adaptables posibles, para que el apostolado se mire y se exprese de acuerdo a las
necesidades de los tiempos, haciendo uso de los medios que el progreso cultural
provee” VIDA CONSAGRADA (VC 71)

En medio de la realidad de cambio cultural emergen nuevos sujetos, con nuevos


estilos de vida, maneras de pensar, de sentir, de percibir y con nuevas formas de
relacionarse. Son productores y actores de la nueva cultura. (DA 51)

Los indígenas y afro descendientes emergen ahora en la sociedad y en la Iglesia. Este


es un “kairós” para profundizar el encuentro de la Iglesia con estos sectores humanos
que reclaman el reconocimiento pleno de sus derechos individuales y colectivos, ser
tomados en cuenta en la catolicidad con su cosmovisión, sus valores y sus identidades
particulares, para vivir un nuevo Pentecostés eclesial. (DA 91)

Con la presencia más protagónica de la Sociedad Civil y la irrupción de nuevos


actores sociales como son los indígenas, los afroamericanos, las mujeres, los
profesionales, una extendida clase media y los sectores marginados organizados, se
está fortaleciendo la democracia participativa y se están creando mayores espacios de
participación política. Estos grupos están tomando conciencia del poder que tienen
entre manos y de la posibilidad de generar cambios importantes para el logro de
políticas públicas más justas, que reviertan su situación de exclusión. (DA 75)

Por otra parte la riqueza y la diversidad cultural de los pueblos de América Latina y el
Caribe resultan evidentes. Existen en nuestra región diversas culturas indígenas, afro
descendientes, mestizas, campesinas, urbanas y suburbanas. Las culturas indígenas
se caracterizan sobre todo por su apego profundo a la tierra y por la vida comunitaria,
y por una cierta búsqueda de Dios. Los afro descendientes se caracterizan, entre otros
elementos, por la expresividad corporal, el arraigo familiar y el sentido de Dios. La
cultura campesina está referida al ciclo agrario. La cultura mestiza, que es la más
extendida entre muchos pueblos de la región, ha buscado en medio de
contradicciones sintetizar a lo largo de la historia estas múltiples fuentes culturales
originarias, facilitando el diálogo de las respectivas cosmovisiones y permitiendo su
convergencia en una historia compartida. A esta complejidad cultural habría que
añadir también la de tantos inmigrantes europeos que se establecieron en los países
de nuestra región. (DA 56)

Jesús cambió rotundamente la cultura de su día. Comenzó un nuevo paradigma que


fue tan escandaloso como original. La Iglesia de los primeros tiempos domesticó la
visión profética. La Cristiandad sobre un período de 2000 años ha tratado
arduamente de acomodar el paradigma a varios regímenes patriarcales. En la
actualidad vuelve a sentirse fuerte la visión profética como indicaré en los próximos
capítulos de este libro. Creo que es una de las funciones fundamentales de la vida de
votos: honrar y reclamar la subversión del Evangelio. En las palabras de Joan
Chisttiter (1995, 2) “El hecho es que la Vida Religiosa nunca se intentó que fuera sólo
una fuente de trabajo en la Iglesia; se la pensó como una presencia con visión, un
paradigma de búsqueda, una marca del alma y un catalizador de consciencia en la
sociedad en la que emergió.”

La humildad no es fundamentalmente una virtud social sino religiosa. La palabra


latina de humildad, humilitas, se relaciona con la palabra humus, tierra. La humildad

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es reconciliación con nuestra terrenalidad, con el lastre de lo terrenal, con el mundo
de nuestros impulsos, con todo cuanto de negativo existe en nosotros. Humildad es
valor para aceptar la propia verdad. Los griegos distinguen entre tapeinosis,
disminución, envilecimiento, pobreza y tapeinophrosyne, descripción de los
comportamientos de los pobres, actitud de humildad y pobreza espiritual. (Amseln
Grüm, Espiritualidad desde abajo).

“Nadie ha ascendido al cielo excepto aquel que ha descendido del cielo, el Hijo del
hombre” (Jn 3, 13). Si queremos ascender al Padre con Cristo, debemos descender
primero con él a la tierra, a o terrenal, a nuestra propia terrenalidad (Ef 4, 9). “Tu
caída, dice el profeta, (Jer 2, 19) se convertirá en tu educador”. Exactamente la caída,
la falta, el pecado, puede convertirse en pedagogo que enseña el camino hacia Dios.

Con los ojos puestos en sus hijos y en sus necesidades, como en Caná de Galilea,
María ayuda a mantener vivas las actitudes de atención, de servicio, de entrega y de
gratuidad que deben distinguir a los discípulos de su Hijo (DA 274)

Nueva Profecía consiste en rehacer el tejido de las relaciones humanas, reconstruir la


comunidad, imagen del rostro de Dios, del Dios que nos fue revelado y anunciado por
Jesús de Nazaret. Algo nuevo está ya naciendo en medio del pueblo, algo de la vida,
algo de Dios. "¿No lo ven?" (Is 43,19).

Ante todo se trata, una vez más, de no demonizar el cambio de época, ni la crisis
consecuente, ni caer en pesimismos inútiles: todo es kairos, como se recordó
anteriormente con San Pablo. Y en la misma epístola nos recuerda que nada ni nadie
podrá separarnos del amor de Cristo: ni tribulaciones, angustias, persecuciones…

En este cambio de época, debemos asumir la necesidad de pasar:

 de una Iglesia – y Vida Consagrada, claro- que interviene desde fuera, a una
Iglesia que camina con el hombre y la mujer contemporáneos hacia el Reino de
Dios, lo último para Jesús y para nosotros; 5

 de una Iglesia magisterial a una Iglesia madre, que acoge, escucha y


acompaña, dialogante, santa y pecadora, como nos recuerda el Concilio
Vaticano II ; 6

 de una Iglesia lugar de salvación a una Iglesia signo de salvación ,8 y testigo ; 7

 de la imposición de un sistema religioso a la proposición de la fe, al modo de


Jesús ;

 de la conservación de la comunidad constituida, a la misión ; 9

 de la repetición de la herencia a la creatividad, que no es improvisación, ni


voluntarismos, ni desprecio del pasado.

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