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MELQUIADES HERRERA
1949-2003
DE SUS AMIGOS
DE FELIPE EHRENBERG
21 de octubre en Brasil
Si algún artista alguna vez me ayudó a ratificar sospechas, a cimentar convicciones, a trazar
rutas, a ver al mundo que me rodea de una manera totalmente distinta a la visión de tantos
pensadores, incluyendo mentes tan claras como las de Monsiváis o José Emilio Pacheco,
ese artista fue Melquiades Herrera. Lamento su fallecimiento de la manera más íntima; lo
traduzco como una pérdida personal enorme, imposible de describir.
A la familia de Melquiades, a Maris (su cómplice en el No-Grupo), a sus vecinos cercanos
(que son muchos), a los colegas que nos agrupamos en colectivos hace un casi un cuarto y
que entonces y desde entonces gozamos de su lúdica lucidez, a sus amigos que no
conozco, a sus alumnos, a todos los que Melquiades logró unir y que aprendimos de su
bizarro sentido de humor, de su sardónica bondad, de su penetrante mirada extraviada, de
su mexicanísima lógica, de sus matemáticas más conmovedoras, mi más sentido y
fraternal pésame.
En este instante de dolorosa sorpresa, lo único que se me ocurre, lo que más dolor me
causa, es la posibilidad -por lo demás muy real- de que la muerte de Melquiades pase
desapercibida, salvo para quienes lo conocimos. Propongo que abramos nuestras casas,
nuestros centros y espacios de trabajo para prepararle, este próximo Día de Muertos, las
ofrendas más espléndidas y asimétricas posibles. Ni dudar que Melquiades se apersone,
encantado, para añadirle a lo que le ofrendemos ese su toque singular, único. Se me ocurre
que escogió irse justo a tiempo para darnos tiempo de elaborar nuestras décimas y
calaveras...
DE ROCÍO BOLIVER
Mi mismísimo Melquiadexxx. Que roncanroll con ese corazón de pilas
de plástico rojo que como clavel en el ojal parpadeaba luz rosada en tu
pecho dándote vida para sacarnos una sonrisa. Se apago? Sácate un
juguetito por
ahí y ponte a aventarnos tortas envueltas en bolsas de plástico a
manera de mierda. Vete por alguna calle del centro a encontrar esas
verdades encerradas en juguetitos desechables de a varo. Si el pedo
no es tan complicado, verdad? Se vale reírse... jugar. Tu Congelada
llena de vellos públicos tu cuerpo y te explota en miles de luces: "A
!!!!!!!!!"
Brindo por tu irreverencia llena de sabiduría irónica, camuflageada tras
un simple juego de niños.
DE JOSEFINA ALCÁZAR
MELQUIADES HERRERA
noviembre/2003
Con su frac de colorines
y sombrero de bombín
lo creyeron un catrín
caminando en adoquines
Ay mi Melquiades Herrera
el artista de la acción
que su gran fascinación
era reír por doquiera
Luego lueguito llegando
una acción ya se aventó
de risa a todos mató
todos muertos disfrutando
En el cielo ya organiza
un festival especial
ai nos veremos carnal
llegaremos, mas sin prisa
DE FLAVIO MONTESSORO
Hace 5 o 6 años comencé a interesarme por una onda llamada
performance, gracias a un festival en X-Teresa.
Melquiades,
gracias por tu legado y tu locura.
Gracias
Atte. David García Aguirre
DE CARLOS ZERPA
QUE DECIRTE... DUELE QUE UN AMIGO MUERA SABER QUE YA
NO PODRÁS ABRAZARLO MAS... HABLAR CON EL COSAS
INTERESANTES.... LA VIDA ES ASÍ... LA MUERTE ES ASÍ... NO NOS
HAN ENSEÑADO A COMPRENDER ESTO DE LA MUERTE. CARLOS
ZERPA
DE MARÍA DE LOS ÁNGELES SOBRINO
Con profunda pena me he enterado a través de su nota publicada ayer,
sobre el fallecimiento de Melquiades Herrera.
Saludos
DE DANIEL ZAMITIZ
Que tal como están, yo estoy muy triste por lo que leí hoy en tu
columna, creo que me he deprimido.
Yo tuve la fortuna de ser alumno de Melquíades, fui de la ultima
generación de licenciatura, nos dio clase en san Carlos ya que éramos
del PAEA. Nos dejo de dar clase por la diabetes: un día se quedo
ciego de un ojo y se fue a casa.
La vida de Melquiades era un performance. Siempre llegaba vestido de
distinta forma. Recordare siempre cuando llegó trajeado y con banda
presidencial o el día del niño se vestía de duende, siempre combinando
los colores. Por ejemplo: si venia de rojo traía Malboro rojos y coca
cola. Si era verde refresco de limón y cigarros mentolados.
Parte de su clase era revisar todo tipo de objetos maravillosos (
chácharas) que traía en su maleta. Aun cuando lo encontrábamos en
inauguraciones y conferencias nos mostraba lo que traía en su bolsa
mágica y al voltear siempre estaba rodeado de gente haciendo cola
para ver su maleta.
Alguna vez, estando yo solo en el taller, los demás aún no llegaban de
dibujo, tenia un bastidor grande que tapaba la vista de medio taller. Era
la hora de Melquíades. Entró caminando y no vio a nadie. Preguntó si
no había nadie. Le contesté que no y se fue. Al día siguiente nos dijo
que no dio clase por que una voz le dijo que no había nadie y por eso
se fue. Él era un hombre muy misterioso, desde su vista desviada que
nunca sabías a quién estaba viendo porque sus ojos miraban a otra
parte. Nunca supe si estaba casado, si tenia hijos, sabia que vivía en
ciudad Azteca.
A veces nos contaba cosas de su infancia. Su forma de enseñar era
maravillosa. Siempre nos decía que entonces como le enseñabas
geometría a artistas. Aprendí muchas cosas que de otra manera no las
hubiese captado. Hubiese querido mas. Hace un rato estuve usando
objetos cotidianos (kitsh maravillosos) que adquirí con él las veces que
puso su puesto en Ex-Teresa: como un peluche del tamaño de un
llavero del que estoy haciendo una serie fotográfica o un cortaúñas con
la Venus de Milo. El viernes pasado estuve hablando con unos cuates
de Melquíades. Esta semana iba a ir ha buscarlo para hacerle una
sesión fotográfica que había estado planeando hace tiempo. Lo busque
en San Carlos hace como 5 meses y me dijeron que había estado
dejando de ir porque estaba enfermo- Que tristeza. Quisiera saber si
me puedes dar la dirección del cementerio para ir ha verlo; para tener
aquella sesión fotográfica que nunca pude concertar. Habrá que
hacerle un homenaje... una expo antológica.
DE LORENA MÉNDEZ
Conocí a Melquiades en la Academia Nacional de San Carlos y tenía la características
común de algunos "grandes" hombres que he conocido; LA SENCILLEZ. Me quedé con
deseos de ser su discípula formalmente porque cuando se lo pedí me contestó:”de ninguna
manera colega, no es necesario y no puedo permitirlo". A partir de entonces me conformé
con sentarme alguna tarde a platicar con él en la banquita negra que está en el primer piso
de la Academia. Tenía que ser antes de las 5 pm. porque a esta hora iniciaba su clase para
un grupo de maestría.
DE CÉSAR MARTÍNEZ
Melquiades Herrera, el peatón profesional
De gran capacidad exploratoria, recorriendo por la anxiudad de México, entre sus
límites y rincones,Melquiades Herrera hacía del caminar, un oficio. La calle era para él no
sólo el trayecto, sino la senda de una gran biblioteca visual y conceptual, un proyecto en si.
Entre las vías de edificios y solares, trataba a los puestos de venta como librerías o
instalaciones performativas, de las que escogía sus más selectos volúmenes, que bien
podrían ser geométricos o literarios.
Marchand de Sonora Market, Lagunilla era su barrio, aunque él provenía todos los
días de un sitio metafórico y legendario llamado Azteca City. Emigraba desde ahí
cotidianamente al centro del D.F.Kaos para convertirse en un marchante feroz de
toda cháchara alternativa y los reflejos del arte pop involuntarios, tan presentes y cotidianos
en nuestras grandes colecciones de objetos estéticos de nuestros museos caseros. Después
de examinar las circunstancias, consolidaba alrededor de cada objeto en su poder, la
unificación de la diferenciación o la lógica incoherente. Por ello podríamos decir que muchos
de nosotros tenemos un Melquiadessin firmar en nuestro museo personal; pues él ha sido el
creador de un nuevo ready made a los que podríamos llamar el “instant made” o los “ya
hechos” o los “yo no lo pinté”.
Yo no lo vi primero, sólo lo pensé antes que todos, parecía que nos comunicaba
cuando nos descubría la sustancia básica de sus conceptos.
De sentencias, agudezas, dichos ingeniosos y palabras con comportamientos
extraños era lo que guardaba en su famoso portafolio Samsonite o bolsas del mandado.
Complementos de moda necesarios para consolidar una imagen en un artista de
performance como él. Ahí escondía el mito del Popocatépetl y a los hijos de la Malinche
Monroe, también había pedazos enteros de chicharrón de cerdo y hasta una botella de
whiskey para regular la hipertensión de la que padecía y consolidar la fe en lo desconocido.
Melquiades en cada paso halló una trama, bocetó conceptos, descubrió unidades
múltiples, y nos permitió contemplar en su andar por el camino del arte actual la consistencia
de la inconsistencia y el goce psíquico de los objetos. A menudo tropezaba con los comics
de Los Agachados, Memin pingüín y Roy Lichtenstein para caer sobre las teorías
de Hermelinda Duchamp y Kalimán Bretón.
El territorio del pensamiento a menudo fue para él un camino con paisajes
surrealistas. Se trasladaba de la alegoría a la alegría, del conocimiento al ICONOcimiento, de
Groucho Marx a Martin Gardner. “Melqui” rompió la regla y no hizo camino al andar,
hizo performance al caminar, pues conocimiento y acción estaban íntimamente vinculados
en su diario recorrer. Caminar con Melqui, por no decir conversar con él, era un ejercicio
material y efectivo, grouchomarxista y afectivo, no objetualista y sí conceptualista. Si
Groucho Marx planeó regalar un huevo frito durante la presentación de su libro
autobiográfico “Groucho y yo”, “Melquiades y él” en su equivalente hubiera propuesto unas
de requesón con salsa bien Picabia como souvenir simbólico.
Inquietado por las matemáticas, estudió profundamente a Martin Gardner y
sus matemagias. Pasión que le llevó a resolver ecuaciones conceptuales, y a crear
imposibles fantásticos. Era el mero mero dadaísta de los números irracionales. Una tarde en
la cantina más antigua de México, “el Nivel”, nos dio una cátedra performática sobre el reloj
de bolsillo del conejo en Alicia en el País de las Maravillas y la estupidez del mundo
intelectual.
Es el inventor de la insólita cháchara alternativa, o conceptos portátiles, los de
primera mano, los que no tienen fecha de caducidad pero que sí se evaporan en la fugacidad
del instante, y al mismo tiempo nos prolongan en lo inmediato.
Era un gran magazo, capaz de convertir un restaurante en un supermercado con
sólo voltear la dirección de un símbolo, “algo que ni siquiera David Copperfield se atrevía a
hacer”, en palabras suyas al realizar este truco conceptual. Entre otros trucos también fue
capaz de encontrar un ángulo de 90º a un triángulo equilátero y de convertir a una gallina en
un círculo.
Sus teorías sobre la incertidumbre del conocimiento, su sonrisa llena de seriedad,
su inteligencia feroz y certera, su agudeza hilarante, su doble visión profunda, y las variables
al péndulo de Foucault que nunca buscó pero sí encontró me impiden olvidarle y me hacen
recordarle a menudo por la fuerza de su gran influencia otorgada en mi trabajo y en la de
muchos otros. Melqui es uno de los grandes héroes conceptuales en la historia del arte
mexicano.
Ahora ya no está entre nosotros, la muerte se lo llevó, pero se ha quedado
en nuestro co-razónrazonante, y al mismo tiempo tiene en nuestro latido un respiro y un
suspiro de tiempo. Ahora es ahora y el siempre siempre. Se fue a donde todos, al lugar de
siempre, en donde somos eternos, en la propia muerte. Pero yo no me olvido, eres un
sentimiento predilecto lleno de conocimiento y gratitud que se llama Melquiades Herrera
Becerril.
César Martínez
1 de noviembre, Valencia, España.
Día de todos los Santos y Blue Demon
Esperé a estar en Valencia, España, para escribir este texto a mi amigo Melqui, sólo para
hacer sonar a otro gran “filoso” de las artes no objetuales: Rubén Valencia † (enero de
1980), amigo y colega de Melquiades Herrera, y maestros de lo cotidiano, que junto a
Alberto Gutiérrez Chong hacían el trío galaxia.
DE MARTÍN GONZÁLEZ
Cariñito azucarado, que sabe a bombón.
Tengo un corta uñas con la imagen en relieve de la Venus de Milo en color dorado, se lo
compre a mi maestro Melquiades por cinco pesos, ahí la belleza vive y se manifiesta de
distintas formas.
Una semana después de haberte sepultado, estaba viendo el programa de Facundo, Toma
Libre, acerca de cómo desperdiciamos nuestro disco duro con información que no sirve.
Cuando a la gente se le preguntaba acerca de algo relacionado con la vida de las “estrellas”,
contestaban acertadamente en la mayoría de los casos, pero cuando las preguntas pasaban
al ámbito del conocimiento en general, no sabían que decir o decía alguna barbaridad.
No me molesta que a la mayoría de la gente no sepa quien fue Melquíades R. Herrera
Becerril, no tienen porque saberlo. Sin embargo, lo que sí me molesta e incluso me llena de
coraje, es que en el medio, que como bien tu dijiste un día, vulgar y caníbal, no te haya
despedido o mencionado como tu te lo merecías. Que unas cuantas notas solo hubieran
salido de la generosidad de quienes te conocieron, te quisieron y te admiraron.
Solo puedo ofrecerte y darte las gracias por el tiempo que nos permitiste escucharte,
aprender y des-aprender, contigo ya hubo temores, ni duda alguna, comprendí que el mejor
artista no es el que más vende o tiene más éxito económico que otros, ni el que más expone,
ni el que expone en los espacios más renombrados, ni el que mejor sabe teorizar, ni el más
famoso, ni siquiera el que más convicción tiene, el mejor artista es aquel que es reconocido
por sus iguales, y ese fuiste tú, mi querido y entrañable maestro.
CIUDAD DE MÉXICO NOVIEMBRE DE 2003
DE EDUARDO FLORES
Seguir la línea. Punto.
Escena 1. Escuela Nacional de Artes Plásticas, Ciudad de México.
Primera clase de dibujo del semestre. Alumnos escépticos y con flojera.
Llega el maestro. En silencio, se para frente a todos y dice: “El tema de
hoy es: la línea”. Saca un marcador negro, lo posa en el pizarrón, y
comienza a trazar cuidadosamente hacia su izquierda una línea recta
horizontal. Llega al borde del pizarrón y lo salta. Sigue trazando sobre
los ladrillos del muro. A los alumnos no les parece realmente extraño,
sino hasta que traza sobre la puerta, y sale del salón. Ellos esperan 10,
20, 30 minutos. El maestro no regresa. Una comisión espontánea sale
a buscarlo. Sigue el cordel de tinta por los muros de los salones, las
oficinas administrativas, las plantas, la reja amarilla que delimita el
plantel. “La” línea sale por la puerta y continúa por las paredes
exteriores de la escuela y por los edificios adyacentes, hasta llegar a la
parada del microbús. Aparentemente, la línea siguió su recorrido hasta
perderse en la pared móvil, ahora ausente, del transporte público.
Escena 2. Escuela Nacional de Artes Plásticas. Segunda clase de
dibujo. Alumnos aún escépticos y con flojera, pero intrigados. Llega el
maestro por el lado derecho del salón, trazando en la pared una línea
paralela al suelo. Por fin, llega al pizarrón y conecta la línea con su
lugar de origen. Ante la mirada atónita de los alumnos, el maestro
voltea y les dice de frente: “Ahora veremos: el punto”.
No puedo decir que haya conocido realmente a Melquiades Herrera.
Para mí, como artista formado en las aulas de La Esmeralda,
Melquiades fue parte de esa generación olvidada por nuestras
instituciones culturales: los artistas de los 70’s. En las clases de arte
mexicano, e incluso en nuestra memoria institucional (los libros, tesis,
investigaciones y estudios académicos producidos en nuestras
instituciones) se pasa directamente de la ruptura al neomexicanismo y
los años 90´s. Aún cuando la generación de los 70’s introdujo los
lenguajes del arte contemporáneo a la escena mexicana, estos artistas
parecen estar condenados a la inexistencia histórica. Probablemente su
voluntad de tomar posiciones políticas explícitas tenga que ver con
esto. El acendrado malinchismo y la definitiva transculturación de
nuestra más nueva generación de artistas, también tiene que ver. Por
lo que sea, toda esa generación setentera es vista por los jóvenes
como algo demodé, una especie de producto folclórico: simpático,
interesante, pero menor.
Ante esta situación, a mi modo de ver totalmente injusta, esos artistas
han reaccionado en diferentes formas. Algunos han tratado de hacer
una tarea que no les debería tocar: recuperar sus memorias. Otros
parecen tratar de construir su propia leyenda. Otros más cambiaron
totalmente su discurso y técnica para adecuarse a los nuevos criterios
institucionales globalizados. Sólo unos pocos decidieron simplemente
continuar trabajando sobre su propia línea artística, sin forzarla ni
desviarla artificialmente. También en este sentido, Melquiades Herrera
fue un maestro. Aunque a contracorriente, en un ambiente donde la
humildad no es precisamente la actitud más apreciada.
Escena 3. Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La
Esmeralda”. En un tablero de avisos aparece una hoja de la dirección
lamentando el fallecimiento de Melquiades Herrera. No causa sorpresa
en los estudiantes. Cuando la usual indiferencia total es rota,
generalmente es por un parco: ¿Y ese quién era? La extrañeza no dura
más que los cinco días que sobrevive el papel en el tablero.
Cuando murió Armando Sarignana hace muy pocos años, sólo un
pequeño grupo de artistas y amigos cercanos encabezaron el único
intento de reconocer su ardua labor de impulsar las propuestas y los
artistas jóvenes de su momento. Me pregunto si así, entre el desinterés
y la ignorancia inducida, seguiremos viendo cómo muere nuestra
memoria artística ante la indiferencia total de las instituciones
encargadas de preservar nuestra memoria histórica. Ojalá que alguien
reconozca, o simplemente recuerde, las líneas trazadas por este y por
los demás Melquiades Herrera. Punto.
DE MARIS BUSTAMANTE
EL ARTE HA MUERTO Y NI CUEVAS PODRA
RESUCITARLO!!!!!!
Recordando a Melquiades
Esta frase se hizo famosa en la Escuela de San Carlos
cuando Melquiades Herrera Becerril la hizo como una pinta en uno
de los muros de lo que se conocería después como “el Anexo”,
allá por el año de 1970, creo. Dicen que Melquiades usaba barba
y boina en esa época y que ya desde entonces tenía muy claros
sus placeres en este mundo: fumar, beber con sus amigos, comer
y el mejor de todos: alimentar su curiosidad con todo aquéllo que
se conectara con su forma de vida cotidiana, que era dirigir
incansablemente su inteligencia hacia el arte, recorriendo las
calles de esta ciudad.
Hay muchas maneras de valorar la importancia de los artistas y
sus obras. Para mi son dos las importantes sobre todo en el caso
de los artistas conceptuales y no objetuales. Una de ellas es por
la obra aportadora material efímera que dejan muy bien
documentada y la otra por la influencia que ejercieron en las
formas de pensar de su momento. Juntando las dos obtenemos
individuos muy robustos, realmente de excepción. En el sentido
tradicional de medir a un artista, Melquiades no dejó una obra
vasta ni tampoco catálogos ni libros editados sobre sus teorías
conceptuales del arte, porque precisamente a él, le preocupó
dejar sus ideas y sus obras, hasta sus escritos, en lugares que
encontraba en la realidad, como nichos especiales para eso. No
fué de esos artistas neuróticamente preocupados por la fama o
por estar en el mercado del arte, y mucho menos se preocupó
por acercarse a la gente por lo que le podía conseguir en el
ambiente artístico. Por eso todos los que lo conocieron, lo
respetaron. Pero ciertamente nos dejó una herencia muy
significativa. Nunca retrocedió en sus posiciones frente al arte y
los artistas. Asumió la parte no objetual de su persona creando
un personaje exactamente igual a si mismo pero público. Muy
pocos tuvimos acceso a la vida privada de Melquiades.
Todos aquéllos que lo conocimos no lo olvidaremos jamás y me
atrevería a decir que aquéllos que no lo conocieron
personalmente, pero que oyeron hablar de él, tampoco van a
olvidar lo que oyeron, las anécdotas que sobre él se dijeron. Es
más, aún cuando no se hubieran presenciado sus acciones y sus
actitudes directamente, son tan ricas e inusuales y tan llenas de
un humor mexicano tan áspero e imperdonable, que casi se ven
de bulto. Al escribir esto, yo misma recupero imágenes aún hoy
increíbles, como su propia persona siempre acompañada por un
portafolios muy especial: un estuche viejísimo de madera de esos
donde los estudiantes de las escuelas de arte guardan los óleos.
El guardaba cosas increíbles ahi. Desde luego que el verlo asi,
siempre provocaba los mismos chistes: que si era pintor de
paisajes, que si no podia dejar la escuela atrás, que si con la
Academia a cuestas o que si ahí cargaba hasta a su madre…
Siempre se reía de lo que le decíamos.
Melquiades siempre fué un caballero, muy elegante hasta
cuando nos invitaba unos tacos de barriada eso si, muy selectos,
y ante muestras de excesiva vulgaridad guardaba un rotundo
silencio. Contestaba las agresiones directamente pero con
paciencia, casi con lentitud pero con la mirada fija en el otro,
fuera éste contrincante o no. A veces las contestaba sólo con
una carcajadota tan aparatosa y de un estilo tan de él, que su
efecto era tan grande como si se hubiera tratado de una
devastadora afrenta. Sus risotadas siempre se oían desde lejos. Y
ahora que hablo de su mirada siempre fija en sus adversarios,
¿cómo olvidarlo mirando o mirándote? Uno de sus ojos siempre
estaba desviado lo que cuando lo conocías poco te
desconcertaba. Y a pesar de este defecto, su mirada en lo visual
siempre era certera y directa y quiero decirlo asi: siempre daba en
el blanco. Qué paradójico que una persona pueda tener un ojo
chueco y que pueda ver tan bien, cuando casi todos los otros
teniendo los ojos derechos, de dos no se les hace uno….
No solamente era grato compartir con él el que le gustaba
estudiar, sino que lo que estudiaba e investigaba siempre era
sorprendente, como si todos los pedazos que iba juntando lo
llevaran siempre a un verdadero descubrimiento que sabía
compartir sólo con algunos elegidos. Considerando el drama de
casi la mayoría de las personas que conocemos, las cuales casi
nunca tienen ni objetivos ni blancos ni pasiones en esta vida, pues
él era como un sobredotado en eso. Por eso también era certero
como maestro y como amigo de sus amigos. Me imagino que el
que sabe ver, como lo hace todo el tiempo y esto le causa un
placer inmenso, pues repartir de lo que le saca a la realidad hace
que ese placer aumente.
Asi que se me ocurre imaginar al Gordo siempre viendo clarito
clarito como está armada la cosa en este mundo de humanos y
por eso ocuparse él y su tiempo en lo que verdaderamente tiene
importancia, para burlarse y divertirse con los absurdos y en
darse gustos relevantes y de oportunidad histórica, o sea,
ahorita. Preparaba mucho sus apariciones en exposiciones o
eventos académicos que consideraba requerían de su presencia y
nada en su atrezzo era debido al azar. Llegó a conocer y calibrar
muy bien el impacto de su presencia ya que era muy alto y
corpulento, asi que mientras muchos veían a un ser estrafalario,
los enterados veian un performance de carne y hueso.
Como Melquiades nació el 24 de mayo de 1949, tenía 54 años
cuando murió el pasado 18 de octubre. Cuando lo llevábamos a
enterrar entre familiares, amigos, fans y alumnos, me acordé de
cosas que nos habían conectado, las agradables y las muy tristes,
porque todo lo que vale la pena en esta vida, duele. En medio de
estas sensaciones miré alrededor en el cementerio donde Melqui
se quedó y vi cosas que a él le hubieran divertido, como la joven
con paraguas que era como la edecán de su entierro y que nos
avisaba que iban a pasar el agua bendita, que le podiamos echar
la tierra al ataúd, en fin. También había un sacerdote en un
púlpito portátil, como un display, desde donde esperaba solitario
a aquéllos que requirieran de sus servicios como si fuera un
performancero antes de empezar su acción. Adolfo Patiño me dijo
que la caja en la que iba Melquiades tenía un acabado como de
diamantina y que era perfecta. Tal vez para que fuera realmente
perfecta sólo le faltó que se le hubieran acomodado encima
algunas piezas selectas de las miles que constituyeron su
colección de objetos, todas de un kitch sublime, que fué
coleccionando a través de los años. También algunas de sus
fotografías hechas en Polaroid, como aquélla serie sobre los
cofres de los coches los que a través de sus tomas encontraron
un personaje como para existir y ejercer un nuevo rol en la
ciudad. ¿Cómo olvidar su caja de gelatinas? Gelatinas de poliéster
exactamente iguales a las que vemos en la Merced y en los
mercados.
A pesar de que cuando se muere gente como Melquiades
dejan en el mundo un hoyo negro indescifrable, por otro lado me
animo, porque quiero imaginarme a Rubén Valencia esperándolo
en el lugar de Nunca Jamás para ahora si, entre los dos, hacerle la
vida imposible a Dios.
DE ERIK OLIVARES
Mi más descabellada conjetura: ¡Melquiades Herrera es el
Duchamp mexicano!
El performance no es un espectáculo en el sentido
hollywoodense,
es más bien arte-acción y el cine de Hollywood es arte de
acción,
ahí está la sutil diferencia
Melquíades Herrera
Con el arte-acción, el kitsch, el humor, el objeto como su actitud y forma de vida, “el Gordo”
nos hereda, un gran legado.
Siempre propositivo, sagaz, misterioso y con amplias expectativas sobre el arte y el diseño
por demás interesantes, y mas aún para quienes lo conocimos más de cerca; nos deja una
visión amplia, crítica, certera y a explorar en el arte y diseño contemporáneo mexicanos.
Vanguardista, siempre rompió esquemas, tanto artísticamente como a nivel docente.
Interdisciplinario, incursionó en todo: el teatro, cine, televisión, fotografía, diseño, literatura y
poesía, comprometido con la docencia a un nivel conceptual excepcional. Su propia vida fue
una gran acción plástica, su obra fue él mismo, en el sentido más puro.
Conocí a Melquiades en la EDINBA, era profesor en la facultad de diseño gráfico. Recuerdo
que siendo aspirante a esa escuela asistí de oyente a una de sus clases y quedé fascinado.
Cuando entré finalmente a estudiar allí en el año 90, no dudé en hacer las permutas
necesarias para lograr ser su discípulo.
Justo ese mismo año y a raíz del entusiasmo por el arte y el diseño que nos contagiaba
Melquiades Herrera y Alberto Gutiérrez Chong entre otros elementos, conformamos entre
Juan Nava, Ramón Navarro, Paul Alarcón y yo, el grupo de performance Inseminación
Artificial, quienes después de un fructífero despegue y trayectoria en la Escuela de Diseño
del INBA, y realizar innumerables acciones en diversas instituciones culturales (ENAP, UAM,
Museo del Chopo, el X’ Teresa y los festivales internacionales de performance, etc…) entre
los años 90 a 95, disgregándose finalmente y tomando cada uno de sus integrantes distintas
directrices.
Particularmente, Melquiades me dejó los fundamentos suficientes para mi desarrollo como
diseñador y artista. Asimilé el trabajar con el humor, ser multidisciplinario, analítico,
propositivo y coherente, el no dar límites a la búsqueda creativa y encontrar certeras
soluciones a pesar de los recursos, como él mencionaba: “a menores recursos, mayor
creatividad”; a salir de los esquemas con propuestas con inteligencia, interés y eficacia,
dominando los conceptos, códigos y estética.
Como consecuencia de todo esto me interesaron los medios audiovisuales, el factor tiempo
y espacio, la interacción, los medios electrónicos y la multimedia. Literalmente influyó de tal
manera en mí, que marcó mi visión respecto al quehacer del diseño y su convivencia con el
arte.
Ahora sostengo que el diseño es global y local, interdisciplinario, y que los diseñadores
actuales y futuros deben y deberán tener la capacidad de medir, equilibrar y componer
conceptos con una visión y utilidad planetaria y responsable, sin limitarse solo a su país o
sociedad; la capacidad de inventar y descubrir soluciones más allá de las tendencias
estereotipadas y trilladas; que los diseñadores futuros deberán tener una visión adelantada,
con una forma de estructuración de los proyectos modular, multidisciplinar, complementaria,
expandible y mutable.
En alguna ocasión le pregunte: Melquiades, ¿cuál es la diferencia entre arte y diseño? A lo
que el me respondió:…– “yo no sabría definirte lo que es arte y diseño, pero si se cuando se
manifiestan”–.
Como muchos otros de sus amigos y alumnos, recibí de el un gran cúmulo de enseñanzas y
que ahora, como docente, intento sembrar indiscriminadamente en diversos estudiantes de
arte y diseño de aquí y de allá.
Melquíades Herrera es y será indiscutiblemente para la historia del arte contemporáneo en
México un referente, al que no hay que olvidar, pues tuvo una trayectoria impecable y
trascendente ya que seguramente, lo “intangible” de su arte marcó a muchas generaciones y
esperemos que siga siendo así, si nos ocupamos de ello.
Mi querido Melquiades, Alberto Gutiérrez me decía que eras mi gurú, y así es, al igual que él
y otros más. Gracias por todo, por tu amistad, tu arte “chido” y tus enseñanzas; te echaré de
menos y tú a tus patitas de pollo cocidas, con salsa valentina y limón acompañadas de una
coca-cola bien fría.
Barcelona, 19 de diciembre de 2003.
ERIC OLIVARES
Diseñador y artista newmedia
Istituto Europeo di Design
ericolivares@menta.net
DE ARTURO BERROSPE
"Como ser performancero y no conocer a Melquiades"
Simplemente imposible; lo mismo sea en las calles del Centro Histórico,
o en los seminarios de Performance en el CNA, lo mismo con su
capacidad de hacer Arte de su propia existencia, con una naríz de
plástico o un sombrero extravagante, con su opinión siempre culta o en
su rostro,más aun en su rostro habitado de cierto desencanto, un
desencanto que me cuestiona hasta hoy y que no sabre responder más
que con su ejemplo; sin embargo, en este embate diario de
coexistencia con un mundo que no sabe responder por personajes
tales y tan importantes como el Maestro Melquiades,
solo vale la pena continuar con dignidad el esfuerzo heredado. no se
puede ser performancero y no conocer a Melquiades.
Maestro Melquiades, ¡ ya tengo la respuesta a la pregunta que me
hiciste ! El Performancero que hizo en Fluxus 1962 "Zen for Head"
Pintura de Acción se llamaba Nam June Paik.
DE MARTÍN GONZÁLEZ
"Zapata"
Centro Histórico, 13 Noviembre de 2003
Si Carnal, así es, ahí esta la foto.
Sobre mesa y entrevista con Manuel Zapata González
mesero de la cantina El Nivel