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Pero el cuadro tiene también otra manera de ser geométrico o físico, en relación
con las partes del sistema que él separa y reúne a la vez. En el primer caso, es
inseparable de unas distinciones geométricas netas. Una bellísima imagen de
Intolerancia, de Griffith, corta la pantalla siguiendo una vertical que corresponde a la
muralla que rodea Babilonia, mientras que por la derecha se ve al rey avanzando
sobre una horizontal superior, camino de ronda en lo alto de la muralla, y por la
izquierda a los carros entrando y saliendo sobre la horizontal inferior, en las puertas
de la ciudad. Eisenstein estudia los efectos de la sección áurea sobre la imagen
cinematográfica; Dreyer explora las horizontales y las verticales, las simetrías, lo alto
y lo bajo, las alternancias de negro y blanco; los expresionistas desarrollan
diagonales y contradiagonales, figuras piramidales o triangulares que aglomeran
cuerpos, multitudes, lugares, el choque de estas masas, todo un empedramiento del
cuadro «donde se
3. Claude Ollier, Souvenírs écran, Cahiers du cinéma-Gallimard, pág. 88. Es lo que Pasolini analizaba como
«encuadre obsesivo» en Antonioni (L'expérience hérétique, pág. 148).
4. En un trabajo inédito que incluye entrevistas con operadores, Dominique Villain estudia estas dos
concepciones del encuadre: Le cadrage cinématographique.
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dibujan como los cuadrados negros y blancos de un tablero de ajedrez» (Los
Nibelungos y Metrópolis, de Lang).5 Hasta la luz es objeto de una óptica geométrica,
cuando se organiza con las tinieblas en dos mitades, o en líneas alternantes, conforme
una tendencia del expresionismo (Wiene, Lang). Las líneas de separación de los
grandes elementos de la Naturaleza desempeñan, evidentemente, un papel
fundamental, como en los cielos de Ford: la separación del cielo y la tierra, la tierra
llevada a la parte inferior de la pantalla. Pero también el agua y la tierra, o la línea
afilada que separa el aire y el agua, cuando ésta esconde en el fondo a un fugitivo o
asfixia a una víctima en el límite de la superficie (Soy un fugitivo, de Le Roy; Casta
invencible, de Newman). Como regla general, las potencias de la Naturaleza reciben
un encuadre diferente del de las personas o cosas; los individuos, uno diferente
del de las multitudes; y los sub-elementos, uno diferente del de los términos. Hasta
tal punto que en el cuadro hay muchos cuadros distintos. Las puertas, las ventanas,
los mostradores, los tragaluces, los cristales de un auto, los espejos, son otros tantos
cuadros dentro del cuadro. Los grandes autores tienen particulares afinidades con
tal o cual de estos cuadros segundos, terceros, etc. Mediante estas encajaduras de
cuadros se separan las partes del conjunto o del sistema cerrado, pero también
comulgan éstas entre sí y se reúnen.
Por otro lado, la concepción física o dinámica del cuadro induce conjuntos
imprecisos que apenas se dividen en zonas o playas. El cuadro ya no es objeto aje
divisiones geométricas, sino de graduaciones físicas. Entonces las partes del
conjunto valen sólo como partes intensivas, y el propio conjunto es una mezcla que
pasa por todas las partes, por todos los grados de sombra y de luz, por toda la escala
del claroscuro (Wegener, Murnau). Es ésta la otra tendencia de la óptica
expresionista, aun cuando ciertos autores participen de ambas, en el interior del
expresionismo o fuera de él. Es la hora en que ya no se puede distinguir el alba
del crepúsculo, ni el aire del agua, ni el agua de la tierra, en la enorme
mescolanza de un pantano
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Lotte Eisner, «L'écran démoniaque», Encyclopédie du cinema, página 124.
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exceden siempre los límites del encuadre, que sólo opera extrayendo una muestra de
todo un área; para el otro, el encuadre realiza un «encierro de todas las
componentes», y actúa como un cuadro de tapicería más aún que pictórico o
teatral. Pero, si bien un conjunto parcial no se comunica formalmente con su fuera
de campo sino por caracteres positivos del cuadro y de la corrección de encuadre,
es cierto también que un sistema cerrado, incluso muy cerrado, no suprime el fuera
de campo sino en apariencia, dándole a su manera una importancia igualmente
decisiva, incluso más decisiva.10 Todo encuadre determina un fuera de campo. No hay
dos tipos de cuadro de los que sólo uno remitiría al fuera de campo, más bien hay
dos aspectos muy diferentes del fuera de campo, cada uno de los cuales reenvía a
un modo de encuadre.
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13. Dreyer, citado por Maurice Drouzy, Cari Th. Dreyer né Nilsson, Ed. du Cerf, pág. 353.
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Y que siempre están a la vez los dos aspectos del fuera de campo, la relación
actualizable con otros conjuntos y la relación virtual con el todo. Pero en un caso, la
segunda relación, la más misteriosa, será alcanzada indirectamente, al infinito, por me-
diación y extensión de la primera, en la sucesión de las imágenes; en el otro, será
alcanzada de una forma más directa, en la imagen misma, y por limitación y
neutralización de la primera.