Antropólogo Fundación Fernando Ortiz La Habana, Cuba
Los estudios sobre procesos étnicos y relaciones raciales en Cuba cuentan
con una abundante bibliografía que permite conocer, tanto el desarrollo histórico de la nación cubana desde su génesis hasta el presente, como los vínculos biológicos y culturales entre diferentes grupos humanos procedentes de diversas latitudes; así com la intensa y creciente mezcla que se efectúa entre la propia población nacida y multiplicada durante decenas de generaciones en la isla, independientemente de sus características morfológicas externas. (Fernández Robaina 1985, Guanche Pérez 1994a). No obstante los esfuerzos físicos y socioculturales realizados por cientos de antropólogos de todo orbe, todavía se confunde-tanto en los medios de comunicación masiva de Cuba como a nivel de las instituciones del Estado-la sustancial diferencia entre lo étnico y lo racial. Ambos conceptos son sumamente complejos y poseen diversas interpretaciones e implicaciones sociales. En el primer caso, si tomamos en consideración que la etnia o el etnos constituye un grupo humano estable e históricamente formado en un determinado territorio, que posee rasgos linguoculturales comunes y de mentalidad relativamente estables, así como conciencia de su existencia y de su diferencia respecto de otros grupos (autoconciencia étnica), que se exterioriza mediante su autodenominación o etnónimo; podemos distinguir rasgos étnicos que poseen mayor estabilidad y son por tanto esenciales para su existencia, ya que se originan y desarrollan desde el nivel individual-conciensal; es decir, son inherentes a cada ser humano socializado. Tales rasgos propios se derivan de la particular fusión de la lengua vernácula o materna; la autoconciencia de pertenencia/diferencia; la idiosincracia o manera peculiar de pensar, interpretar y actuar, la cultura, cual complejo conjunto de valores, relaciones y acciones a través de sus múltiples modos y medios de comunicación intra e intergeneracional; y la endogamia del grupo, que representa otro significativo rasgo de estabilidad étnica, e incluye las frecuencias génicas en constante cambio a partir de la selección natural, el flujo de genes, la mutación y la deriva de genes.
Otros rasgos de la etnia, también necesarios para su existencia histórica,
poseen un mayor grado de mutabilidad y se desarrollan en el ámbito espacio- temporal de este tipo de grupo humano; aunque pueden cambiar con los procesos migratorios, socioeconómicos y políticos no alteran su esencia. Tal es el papel que desempeña el territorio en las relaciones ecológicas, socioeconómicas y juridicoestatales nacionales e internacionales, así como su significativa influencia en la noción de patria, limitada a ese ámbito espacial; las peculiaridades fundamentales del modo de producción económica, de manera particular las características principales de las relaciones sociales de producción y su estructura; así como la pertenencia a determinada formación estatal o no, la aspiración de construirla o la vinculación con uno o varios estados nacionales (Guanche Pérez 1994b).
En el segundo caso, lo racial-entendido como población humana en su
contenido biológico-está implícito en cualquier grupo de personas cuyos miembros se cruzan entre sí frecuentemente y poseen características génicas diferentes cuando se comparan con otros grupos vecinos (Harris 1995 : 121). De manera sintética, las diferencias esenciales entre lo étnico y lo racial están dadas por las cualidades específicas de la cultura y la natura, respectivamente; pero esta definición simple tampoco es una camisa de fuerza, ya que también se efectúa una permanente interacción entre las características culturales de cualquier etnos y las capacidades de adaptabilidad y mutabilidad de las personas que a él pertenecen.
Un ejemplo reciente lo podemos observar en el artículo de Haydée León
Moyá sobre una de las comunidades campesinas del municipio Yateras en la provincia Guantánamo (1996 : 5). Lamentablemente, el desconocimiento de las diferencias entre lo étnico y lo racial ha propiciado que se llegue a identificar nuevamente esta población cuabana como "la única reserva indígena del país", como si en Cuba hubiera "reserva de indígenas". Este es un tema muy delicado y sensible en el contexto nacional e internacional, sobre todo en el momento en que se hace todo lo posible por fragmentar el país. En este sentido, no está de más señalar que las únicas "reservas" de indígenas que hubo desde el siglo XVI estuvieron localizadas en El Caney, Jiguaní y Guanabacoa; pero tanto éstas como otros grupos e individuos, se mezclaron constantemente entre sí y con otros pobladores (hispánicos, africanos y sus descendientes) hasta fusionarse en sus respectivos lugares de asentamiento en un contexto cultural de tipo nacional con múltiples particularidades locales regionales.
Es cierto que las comunidades campesinas de Caridad de los Indios, La
Escondida, San Andrés, Palenque y otras vecinas del municipio Yateras son descendientes mezclados por muchas generaciones de tainos (aruacos) encomendados a Manuel de Rojas, sobrino de Diego Velásquez, que tuvo indios en Baracoa y Miguel Ramírez, obispo de Cuba (Santiago de) en 1528 y protector de indios-de aquí sus apellidos actuales- ; y que conservan diversos rasgos fenotípicos (raciales); baja estatura, muy escasa pilosidad facial y corporal, pelo lacio y muy negro, oblicuidad moderada de los ojos, cuyo color del iris es castaño oscuro, labios de espesor mediano con eversión moderada, piel de color carmelita claro con tendencia a ser rojiza en algunos individuos (Dacal Moure y Rivero De la Calle 1986) ; pero sus rasgos linguoculturales (étnicos) se han trasformado durante siglos de tal modo que hoy forman parte indisoluble de la cultura nacional. Lo esencial para el género humano, más allá de su apariencia externa, es su cualidad interior que está condicionada por la cultura que adquiere, posee y trasmite.
Este tipo de comunidad campesina guantanamera no puede considerarse a
la ligera "un grupo étnico"-como señala la autora-porque aun conozcan "mitos y costumbres aborígenes". Los mitos aborígenes compilados en todo el país y publicados por Samuel Feijoo (1985 : 13-24 ; 89-239) como parte de nuestra Mitología cubana son un elocuente testigo de lo contrario; de hasta qué punto estas tradiciones orales forman parte del patrimonio nacional, que con razón denomina mitología cubana mayor, y no sólo de un "grupo". De igual manera, la preservación de costumbres aborígenes en el modo de vida habitual del cubano; tal como he señalado en más de una ocasión (Guanche Pérez 1977 : 58-61 ; 1983 : 111-117 ; 1992 :123-130), también forma parte del legado indígena a la cultura nacional con toda su complejidad y diversidad, aunque se tenga o no conciencia de llo.
Para apoyar su idea la autora señala que estos pobladores
"conservan también sus expresiones musicodanzarias como vestigios del areito aborigen" y ejemplifica, nada menos, que con la foto de una agrupación musical que constituye un típico conjunto de son cubano compuesto por tumbadora, bango, tres (o guitarra), güiro o guayo, maracas y marimbula, que es muy común en toda esa área y en el resto del país; independientemente de las variaciones en el repertorio, e integrado-como en casi toda la isla-por personas con vínculos familiares y/o vecinales.
Si se desea divulgar-como lo ha hecho reiteradamente y con acierto, en el
ámbito periodístico, Jaime Sarusky-la diversidad étnica existente hay que ubicarla en los contextos comunales, familiares o grupales de haitianos, jamaicanos, chinos, españoles, catalanes, gallegos, japoneses, árabe, y demás representantes de otros pueblos, que de un modo u otro se vinculan al etnos cubano de antes y de hoy. El peligro real de identificar lo propio como si fuera ajeno puede contribuir a desconocer parte de nuestra identidad cultural, cuya riqueza radica precisamente en su diversidad, en las peculiaridades regionales y locales de la cultura en su más amplia acepción; es decir, en su contenido antropológico.
El presente trabajo tiene como principal propósito valorar las relaciones
entre la etnicidad y la racialidad-en este último caso como construcción cultural- en la sociedad cubana de los años noventa.[…]