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RUBIANI
POSTALES
DE
LA
ASUNCION
DE
ANTAÑO
VOLUMEN I
Helio Vera
Los temas de este libro han sido íntegramente publicados en la revista Correo Semanal del
diario Ultima Hora, desde el 12 de Abril de 1997 hasta el 15 de Mayo de 1999, todos los
sábados (a excepción de algunos), a lo largo de dos años, un mes y 104 artículos.
Algunos pocos (parte de los que aparecieron en 1997) ya formaron parte de «Paraguaype»,
libro de Jorge Rubiani, lanzado por la Editorial Artemis, en Abril de 1998. Los mismos,
retocados para aquella ocasión, conservan en este libro sus características originales.
Las fotografías y epígrafes son reproducidos exactamente como lo fueron originalmente.
En cuanto al orden del libro, se ha considerado más importante agrupar los artículos por las
referencias que contiene y no por las fechas de publicación, de forma a facilitar la lectura en
torno a un orden temático y a evitar repeticiones o reiteraciones innecesarias, forzadas estas
por la falta de una visión de conjunto del material.
Se ha tenido igualmente la oportunidad de realizar correcciones de datos y fechas, ya no tan
urgidos por el cierre de la edición o la prisa por completar las entregas.
Debe aclararse -por último- que no todos los temas están exactamente referidos a Asunción,
en cuanto a la capital como recinto físico o escenario, pero los acontecimientos mencionados
fuera de ella, como lo son los incluidos en el capítulo referido a los Jesuitas -por ejemplo-
tuvieron su origen o generosas consecuencias en la capital de la Provincia del Paraguay.
Agosto, 1999.
LA RAZON
DE LA
MEMORIA
Qué convierte a un sitio en especial? Qué le hace diferente a otro? Qué tiene Asun-
ción que no podamos encontrar en otras ciudades?
Para responder a estos interrogantes pienso de inmediato en la palabra identidad. Y
esto quiere decir sencillamente que Asunción, además de los espacios que certifiquen
las huellas de sus acontecimientos históricos más importantes, debe ofrecer lugares
y equipamientos para su percepción y disfrute, fuera de mecanismos que permitan la
manifestación de otras peculiaridades, ambientales y urbanas. Lo especial de su
música, de su comida. El encanto de sus recorridos y sus rincones. Algo propio que
haya quedado a salvo de los estereotipos turísticos.
"Leer" la ciudad
Una ciudad registra -tal vez como ningún otro organismo- algo más que las vicisitudes
históricas de una sociedad. Puede denotar, con bastante fidelidad, el carácter de sus
habitantes y algo de su sentido de "comunidad". Sus ideas estéticas y espaciales
expresados en monumentos, esculturas, mobiliario y equipamientos.
En ese sentido, la Asunción de las décadas de los ‘30 ó ’40 tenía mucho más que ver
con nuestra realidad social, cultural y económica que la ecléctica y
desagradable silueta que ofrece hoy. Basta con observar las fotografías de la época
para verificarlo. Y no se trata de un problema de densidad poblacional o de tráfico
Sin embargo y aunque siempre se habla del valor de la memoria colectiva como un
factor que refuerza la identidad de una comunidad, hay voces que se elevan en contra
de la conservación.
Joaquim Guedes, arquitecto brasileño, decía en un reportaje publicado en un diario
de Asunción, que la conservación del "patrimonio arquitectónico" es un hecho " ...
que -a veces- resulta incomprensible para el pueblo, pues se valoran formas
arquitecturales que nada tienen que ver con sus vivencias espaciales y si con la de
sus "amos" del pasado. Ese "patrimonio" -objeto de veneración conservacionista-
le recuerda a ese pueblo años de opresión, de despotismo, de crueldades". Si lo de
Guedes fuera aplicable, Alemania no conservaría las huellas de las barracas que
anticiparon el "holocausto" de la última Guerra Mundial; ni los otros países europeos
mantendrían las variadas muestras arquitectónicas de su historia, muchas veces vio-
lenta y despótica.
La aplicación de un mecanismo selectivo para la conservación no pasa por lo que -
bajo un juicio igualmente subjetivo- pudo haber sido "bueno" o "malo" para el "pue-
blo". Tampoco es un nostálgico intento de revivir algo muerto por la persistencia de
objetos que lo recuerden. Nada más equivocado. La conservación traduce una actitud
de dignidad histórica. Es tratar de comprender lo que fuimos -y somos- por vía de la
memoria.
Adicionalmente, en el gesto de "seleccionar valores" va generalmente implícita una
actitud conservadora y retrógrada que, apelando a un discutible altruismo cultural,
remeda elementos formales del pasado luego de haber secundado por años, la depre-
dación a mansalva de lo auténtico. El Teatro de López (Impuestos Internos), el
Museo Godoy (Ministerio de Relaciones Exteriores), el Palacio de Benigno López
(Banco de Asunción) de nuestra capital, entre otros, son algunos de estos ejemplos.
En cuanto a los edificios más importantes de la época, debe consignarse -en primer
lugar- la herrería, no sólo por su gran incidencia en las construcciones sino por su
participación en la reparación y fabricación de armamentos, indispensables para la
supervivencia de la colonia; luego, el astillero "...que debía proporcionar a la con-
quista los medios de comunicación fluvial y comunicación externa" y, por último,
la Iglesia, inicialmente en la misma "casa fuerte" e igualmente destruida durante el
incendio del `43. Fue reconstruida inmediatamente y aunque "....pobre de
magnificencias materiales", cobijó bajo sus techos de "dura palma", tanto las de-
liberaciones del Cabildo como las que permitieron a los vecinos de Asunción la elec-
ción del Gobernador de la Provincia. De todos estos edificios no quedan vestigios y
sólo presunciones en cuanto al sitio original de su implantación.
Según Ruy Díaz de Guzmán, en las primeras décadas de vida de Asunción, su po-
blación ocupaba un territorio equivalente a "... más de una legua de largo y más de
una milla de ancho". Esto es -aproximadamente 5 kilómetros y medio por 1 kilóme-
tro y medio. Sería hoy la distancia que media desde la plazoleta del puerto hasta la
actual avenida República Argentina y desde la ribera del río, al norte, hasta las
estribaciones del cerro Tacumbú, al sur. Aunque esta superficie se referiría a todo el
asentamiento de la colonia, que incluía hacienda y cultivos. De esa época sólo algunas
pocas sobrevivieron hasta fines del siglo pasado. Aún aquellas que habían sorteado
el paso del tiempo fueron -finalmente- vencidas por la ruina en la que quedaron luego
de la ocupación militar al término de la Guerra de la Triple Alianza. Otras fueron
demolidas a fines del siglo pasado e inicios del presente según se enseñoreaban en la
silueta urbana de Asunción los edificios que proclamaban las corrientes arquitectó-
nicas en boga: neoclásicas, eclécticas y más tarde, art nouveau, art deco,
"modernistas" o racionalistas.
Hasta bien entrado el siglo pasado habían quedado residencias construidas en el
período colonial, como las de los Zavala, Machaín, Iturburu, Caríssimo, Decoud,
Recalde y otras familias. "Machaín Cué", ubicada en las proximidades de las actua-
les calles Montevideo y Benjamín Constant, una de las últimas residencias de los
Gobernadores, fue demolida en 1902. La "otra" residencia de los Gobernadores hasta
la rendición de Velazco en 1811, fue demolida algunos años más tarde, en 1913; la
Iglesia de la Encarnación, en la avenida República y 15 de Agosto, fue destruida en
un incendio en 1889; la Catedral de la colonia, sobreviviente aunque no fuera más que
una "....muy antigua armazón de postes y pilares de madera" amenazando "ruina",
fue destruida y reconstruida varias veces hasta ocupar el sitio actual. Por último, a
Iglesia de San Blás, ubicada en las proximidades de la calle Caballero y el barranco
de la bahía, en el lugar denominado "Punta Carapá", cayó durante un temporal ya en
1749; la Ermita de Santa Lucía en las proximidades de la antigua Encarnación,
"iglesia de españoles", fue destruida en 1702.
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 14
Los Cuarteles, como siempre intocables, sobr evivieron a todas las vicisitudes de la colonia.
Algunos como éste el Parque de Artillería, ubicado en 14 de Mayo y la calle República,
fueron demolidos sólo cuando quedaron en medio de la calle.
A la destrucción de los árboles siguió la de los cercados; luego, las casas de familia
hasta que fueron demolidos también los edificios públicos y eclesiásticos, derribados
o mutilados sin piedad de manera a obtener una ciudad "cuadriculada" con calles de
12 metros de ancho y destruir " ... aquel laberinto arquitectónico de huecos sospe-
chosos y ángulos hostiles".
En la devastación, hubo familias que vieron sus instalaciones seccionadas de tal for-
ma que para ir de una dependencia a otra de la casa, tenían que cruzar la flamante calle
abierta por Francia.
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 17
Los aportes de Carlos Antonio López
POSTALES
DE ANTAÑO
La historia muchas veces falseada, ya por falta de rigor crítico cuando no directa-
mente por la imposición de criterios racistas y despectivos hacia las culturas
autóctonas, dieron por cierto aquello que la "..amalgama hispano-guaraní" fue una
relación cuasi-idílica, producto de la buena predisposición de "hidalgos e indígenas"
o de religiosos y "salvajes" para convivir en "paz" y "armonía". Si no la historia,
ya el sentido común puede indicarnos que no hubiera poder ser así en medio de tan
opuestos propósitos, de tantas adversidades y quebrantos, en medio de la lucha per-
manente con los elementos y en medio de la permanente hostilidad, tanto entre indios
y españoles así como entre estos mismos entre si, que en más de una vez se trenzaron
en sangrientas disputas por los escasos atributos del poder.
Las dificultades eran incrementadas por la distancia de las flotas expedicionarias a
las Cortes Reales y por los poderes omnímodos que asumían entonces los Capitanes.
Como ejemplo de ésto puede mencionarse la forma en que el Primer Adelantado
Pedro de Mendoza "resolvió" una cuestión disciplinaria -que en realidad fue una
intriga- con su maestre de campo, Don Juan de Osorio, a poco de la llegada la
expedición de aquel al río de la Plata. El "conflicto" fue resuelto con el siguiente
bando: "...Que donde quiera y en cualquier parte que sea tomado el dicho Juan de
Osorio, mi maestre de campo, sea a muerto a puñalada o estocadas o de cualquier
manera que le pudiese ser, las cuales les sean dadas hasta que el alma le salga de
las carnes". Cuando los mismos capitanes que habían intrigado a Osorio, Juan de
Ayolas, Juan de Salazar y Galaz de Medrano además del licenciado Cristóbal
Pacheco y el Sargento Ternero, lo tuvieron preso, volvieron a preguntar a Don Pedro
sobre cómo actuar. Mendoza les contestó: "Hagan lo que han de hacer". Ante la
primera puñalada de Ayolas, Osorio gritó: "¡¡Confesión, confesión, confesión!!"
a lo que los demás le contestaron: "¡No traidor, aquí no hay confesión!" y termi-
naron la "faena" con " ....siete puñaladas en la quijada y el pescuezo" que dieron
cuenta del infortunado Osorio.
gostas "... tanta langosta que el sol oscurecía.." según el padre Andrada, se plan-
teaba un entredicho -uno de los tantos a lo largo de la Colonia- entre Ruiz Galán e
Irala. "Mostradme por donde debo obedeceros porque yo estoy aquí como lugar-
teniente de Ayolas", le habría dicho Irala a Ruiz. En el encuentro de ambos, pleno
de hostilidades y amenazas, cada uno de ellos al frente de sus respectivos hombres
armados, el que había jurado como teniente Gobernador de Don Pedro de Mendoza,
dijo: "No me hagáis tanto que os ahorque" , a lo que Irala replicó: "Eso haréis de
hecho pero de justicia no podéis hacer".
Paraguay puede deberse a que, entre los mismos españoles hubo desde marineros ,
clérigos, herreros, carpinteros, panaderos, pastores e industriales de toda clase
hasta cronistas y verdugos, pero no se sabe de algún español o europeo que, como
los jesuitas más tarde, labraran y enseñaran a labrar la piedra, o trabajar en el arte de
la construcción en mampostería de ladrillos. Pero la ciudad progresó igual. Aunque
sus habitantes vivieran siempre con las armas a su alcance, Asunción tuvo su Cabildo
desde 1541, sus autoridades con el capitán Juan de Ortega como Justicia y Aguacil
mayor (alcalde); un capellán, el presbítero Francisco de Andrada y hasta un médico,
el genovés Pedro Blasio de Testanova.
La Armada del Primer Adelantado Pedro de Mendoza al Río de Solís (de la Plata),
fue la raíz de la que emergió Asunción. No sólo porque de esa expedición salió el
grupo originario de la población paraguaya sino porque, al disponerse el desalojo
definitivo de Santa María del Buen Aire, aquel sufrido contingente pasó a engrosar
el de Nuestra Señora de la Asunción. Aunque mucho se discute la pertinencia de
aquella medida tomada por Irala, a 5 años de fundado aquel pueblo.
Los testimonios de los primeros pobladores del "país del hambre" como llamara
Julio César Chávez a la primera Buenos Aires, dan cuenta de penurias que ".... ni las
de Jerusalén se la podían comparar". Resultaba increíble que aquella fantástica
expedición de oficiales expertos en todas las especialidades, con "...14 navíos, 1500
españoles, 150 alemanes y sajones (....) 100 caballos y yeguas, bastimento, armas,
artillería" así como religiosos y algunos hombres casados con sus mujeres, haya
fracasado tan ruinosamente.
Entre la nueva población de españoles, los más numerosos eran vascongados, anda-
luces o castellanos, cuyos apellidos hoy, son los más comunes en el Paraguay.
Lejos de la quietud social y perfecta armonía entre españoles -y de éstos con los
indios- con las que se ha pretendido caracterizar desde siempre la vida en Asunción
durante la Colonia, la crónica de los hechos revela que la misma no tuvo sin embargo,
nada parecido a la tranquilidad. En cambio, fue permanentemente alterada por la
intolerancia y la rebelión.
Como siempre sucede en la historia, basta que algo quede mal planteado o mal re-
suelto para que se originen reacciones, interpretaciones encontradas o soluciones
parciales, que sólo permiten instalar la inseguridad y enseñorearse la violencia. La
Cédula Real del 12 de Setiembre de 1537 fue -en este caso- el germen nutricio para
que se desate la ambición política en estos parajes. A partir de su promulgación "..
el monarca autorizaba a olvidados conquistadores sin fortuna a elegir gobernado-
res cuando no los hubiera". Como la "cuestión previa" era dilucidar si había gober-
nadores, la situación daba lugar a irreconciliables enconos y frecuentes disputas por
el poder.
cortó una mano a un calafate que se dice Nicolás Symon; Méndez dio una lanzada
a Diego Becino; Luís Basco mancó de dos dedos de la mano a García Villamayor;
... el capitán Camargo mancó de la mano derecha a Roque Caraballo.." .
La saga de aquellos hechos policiales que desencadenaron en la colonia leales y
tumultuarios, tuvo un aditamento más cuando dos de los últimos leales, Juan de
Camargo y Miguel de Urrutia fueron apresados a raíz de una conspiración para matar
a Irala. Condenados a muerte por éste y llevados en presencia del verdugo Moggiano
el Sardo, Camargo admitió su culpa. Urrutia -en cambio- protestó inocencia y "... por
dos veces se soltó la cuerda que debía ahorcarlo porque era hombre corpulento.
Entonces el Sardo, impaciente, lo estranguló con sus manos".
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 34
Poblar la tierra
Después de las expectativas abiertas en España con los viajes de Colón, la dura
realidad de la colonia asuncena devastaba cualquier otra posibilidad que no fuera -
apenas- la supervivencia. Luego de la expedición de Mendoza y del desastre de
Buenos Aires, la aislada Asunción entreveía un incierto porvenir. Los duros costos
de afincar la "civilización" en estas tierras habrá desmantelado entonces mas de al-
guna pretensión de grandeza o aristocracia. Las agudas necesidades no habrán dejado
en aquellos infelices ni la mínima muestra de algún refinamiento. Es que el impacto
de las cuantiosas dificultades del camino así como los peligros que acechaban en la
verde fronda con la visión de aquellos nativos desprovistos de inhibiciones y ropas,
habrá alineado más de un hidalgo orgullo. Por más pretensiones de linaje que se tra-
jeran, la misma temperatura, el calcinante sol, habrán impuesto hábitos completa-
mente distintos que los que acostumbraban aquellos "señores". Del mismo modo, la
precariedad de las construcciones, la escasez de tejidos y otros productos, forzaría
igualmente modos distintos de relación, otros usos y diferentes maneras de expresión
social. Según se adecuaban los europeos a las circunstancias de la colonización se
iban modificando también las viejas costumbres mientras otras nuevas se afirmaban.
Hasta el carácter de la gente iría cambiando según el duro ritmo que imponían las
peripecias de la conquista.
En Asunción, la vida con los indios no se planteaba solamente como una relación
entre dos grupos distintos o distantes y, ocasionalmente en guerra. Tampoco estuvo
llena de recelos y animadversión como lo fue en otras partes de América. Aquí la
convivencia aunque a veces hostil, fue gestándose plena de derechos y obligaciones.
No sólo porque en aquel "paraíso de Mahoma" los españoles compartieran con las
indias la cama, la casa y la crianza de los hijos, sino porque los nativos -aparte de pa-
rientes- fueron también soldados y labradores y desde los primeros años,
abastecedores de "bastimentos" a las menguadas despensas conquistadoras.
Aquello fue conveniencia... y seguridad. La permanencia de la comunidad hispana
se aseguraba cautelosamente, en la medida que se afirmaban las relaciones, se
diversificaba la producción, se perfeccionaba el control de los dominios conquista-
dos, se desarrollaba la capacidad armamentista, se consolidaban las alianzas.
Por eso tampoco hubo mujeres desde el principio. Ellas vinieron después, como parte
de la estrategia de supervivencia. Carlos Zubizarreta lo expresa en estos términos:
"...No se soñaba en casas para vivir y morir, para ver crecer hijos. El poblado
donde residían aquellos hombres no era un hogar sino apenas una posada para
Las Ermitas
Los Conventos
Los más importantes fueron los de Santo Domingo, el de la Merced además del ya
mencionado de San Francisco.
La Iglesia Conventual de Santo Domingo, fundada en 1621 con la cesión de La En-
carnación a los religiosos Dominicos, terminó de constituir su perímetro con otros
terrenos cedidos por los vecinos y que fueron agregados al mencionado templo.
Aunque la historia del Convento se halla jalonada de innumerables peripecias, se
sabe que estuvo ubicado en la Loma "Cabará", avenida República y 15 de Agosto,
sitio del antiguo Estadio "Comuneros".
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 39
El Convento de la
Merced, se
hallaba ubicado
en terrenos que
coinciden -
aproximadamente-
con la ubicación
del Hotel Guar ani
y el Colegio
«Pdte. Franco»
cuyo origen, como
Escuela Normal
de Maestros se
observa en la
nota.
La Ermita de San Roque se hallaba ubicada en lo que -más tarde- fueron terrenos del
Convento de San Francisco, entre las calles Eligio Ayala, Iturbe, México y 25 de Mayo,
cuando todavía la calle De la Fábrica de Balas (actual Mcal. Estigar ribia) no estaba
delineada.
LA GENTE
La discriminación racial parece estar hoy ausente de la vida asuncena pero, desde
los inicios de la Colonia, la hostilidad fue el ingrediente común de las relaciones entre
los grupos que habitaron la ciudad. Al principio, los conflictos se derivaron sólo de
los contactos entre españoles e indios pero a medida que Asunción se extendía y la
sociedad se diversificaba, se fueron agregando otros inconvenientes a la convivencia.
En la actualidad y a la luz de una visión más crítica del proceso de colonización, son
más conocidos los graves enfrentamientos entre indios y conquistadores, hechos que
hasta hace poco tiempo se idealizaban como un fantástico romance entre colonos y
colonizadas. La aparición de los "mestizos", producto de la unión entre españoles
e indias (nunca entre indios y españolas) -debe reconocerse- fue más instinto de
supervivencia que política de expansión y democratización de la Colonia. Prueba de
ello es que mientras las mestizas llegaron hasta a esposas de otros españoles, los
mestizos nunca fueron más allá de algún cargo dentro de las fuerzas militares de la
conquista. Los "criollos" sin embargo aunque iguales a los originarios de la penín-
sula y con mayores reconocimientos políticos y sociales que los mestizos, fueron
igualmente discriminados. Estos criollos o "creoles", eran hijos de españoles naci-
dos en el Paraguay y alguno, como Hernando Arias de Saavedra o Hernandarias,
llegó a Gobernador de la Provincia.
Peninsulares era la denominación dada a los colonos nacidos en España. En los
primeros tiempos y dado el grado de belicosidad existente entre los grupos, se los
llamaba también -despectivamente- "gachupines". Entre mestizos y criollos se
incubó, durante todo el período de la Colonia, un hondo resentimiento hacia los "pe-
ninsulares" debido a la discriminación de que fueran objeto los primeros por parte
de éstos últimos.
Como suele suceder, las leyes que se sancionaban en el Congreso no tenían en cuenta
estos antecedentes. La Ley de Inmigración de 1903, que sustituía a la primera de esta
materia, promulgada el 7 de junio de 1881, prohibía la entrada de asiáticos y negros
al país.
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 43
Los "mancebos de garrote"
Doscientos años después prevalecían "en el pueblo llano" estas características esen-
ciales aunque una " ...clase selecta y reducida" todavía traslucía, entre la pobreza
de sus lienzos y sus pies descalzos, "...la nobleza de sus prosapias".
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 45
Extranjeros e inmigrantes
Si bien había mucho que hacer y poco que disfrutar en aquellos duros años, la hete-
rogeneidad de aquella población, sumada a las irritaciones y miserias causada por la
guerra, fueron constante fuente de conflictos. No obstante y en contrapartida, surgían
como un reclamo de la solidaridad y la nostalgia por el lejano país, las sociedades de
extranjeros. La primera fue "Don Fernando VII", sociedad de portugueses, funda-
da en 1869; luego la Societá Italiana di Mutuo Soccorso, fundada en 1871 y su
homóloga la Societá Femminile Italiana di Beneficenza "Margherita Di Savoia".
Tambien el Centro Español, el Club Alemán y, ya en este siglo, el Centre Catalá,
el Club Libanés y el Javerim.
La Guerra contra la Triple Alianza había suscitado la curiosidad del mundo entero
sobre el Paraguay. Grandes personalidades de la intelectualidad y la política de
América y Europa dedicaron a la gesta guerrera, reflexiones, libros, poemas y estu-
dios. La atención sobre la "Guerra del Paraguay" como se le conoció desde las
trincheras de la divulgación aliada, fue generada también por algunos detalles que
avivaron los comentarios internacionales sobre el conflicto y nuestro país. Puede
mencionarse entre aquellos acontecimientos singulares el primer transporte de tropa
realizado en ferrocarril, procedimiento ejecutado por las tropas paraguayas para la
reorganización del ejército en Azcurra así como el primer combate utilizando el tren
como parte de la contienda, hecho ocurrido cerca de Cerro León en 1869. También
debe mencionarse la primera observación aérea de posiciones enemigas en el sur
americano, acción realizada por los aliados mediante la elevación de un globo
aerostático el 6 de Julio de 1866. El artefacto, propiedad de los hermanos Allen -de
nacionalidad norteamericana- se elevó hasta 130 metros de altura sobre los campos
de Estero Bellaco con la ayuda del capitán de ingenieros -polaco de origen y al
servicio del ejército argentino- Roberto A. Chodaziewicz. Para esta misión, el globo
llevó como tripulantes al citado ingeniero y al capitán de la Legión Paraguaya, Ig-
nacio Céspedes.
Finalmente, la noticia de las portentosas batallas de la Guerra del Paraguay, donde
en ocasiones, se movilizaron más de 68.000 combatientes entre paraguayos y alia-
dos, como fue el caso de la batalla de Tuyuti, en Mayo de 1866, fueron determinantes
para capturar la imaginación de aventureros y hombres de negocio de todo el mundo
que se radicaron en nuestro país, al término de aquella singular confrontación gue-
rrera.
Los acontecimientos mencionados, fueron -tal vez- algunos de los que permitan
explicar la rápida repoblación del Paraguay y principalmente de Asunción que des-
pués de 1870, llegó a contar con residentes extranjeros en una proporción cercana al
30 % de su población total. La fiebre migratoria de la época era igualmente coin-
cidente con la dispersión poblacional de Europa como consecuencia de diversos
conflictos armados y de otros factores asociados e iniciados a mediados del siglo
pasado. Entre estos puede mencionarse la revolución industrial o maquinista y la
unificación de Italia, fenómenos que desplazaron una gran población hacia los nue-
vos países de América.
Así estaban en Asunción, luego de la guerra, una constelación de ciudadanías que
Los otros, no tan populares, como el remo, la esgrima, las bochas, se consagraron -
igualmente- de la mano de extranjeros. El Club de Regatas "El Mbiguá", por ejem-
plo, es aún más antiguo que el Olimpia, el club decano de nuestro fútbol.
Alrededor de 1910, aquel club náutico contaba con una casa flotante -que, aún hoy,
sería un lujo para cualquier entidad deportiva- construida en los astilleros del Sr.
Isidro Mayor. En el desarrollo del remo así como en el del fútbol, tuvo activa par-
ticipación el Sr. William Paats, quien aparte de ser capitán de botes del Mbiguá,
había sido partícipe en la fundación del Club Olimpia, de la Liga Paraguaya de
Football y el Deportivo Sajonia, club para el cual eligió el color naranja de la casa
real de su amada y lejana Holanda.
La esgrima -sin embargo- representó en aquella época, lo que las artes marciales en
la actualidad, más que distensión del físico y el espíritu, un medio de defensa perso-
nal. En una sociedad convulsionada por los avatares políticos de la pos-guerra del ’70
y en ambientes donde el sentido del honor imperante era tan -o más- importante que
la misma vida, los duelos eran comunes y la habilidad en el manejo de sables, floretes
y espadas, muy necesario. Entonces más que club, el espléndido local del Club de
Gimnasia y Esgrima, era casi una "academia" de caballeros para cualquier contingen-
cia.
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 53
Fútbol y bochas
Aparte del impulso foráneo que tuvieron las sociedades deportivas, la juventud
estudiosa local hizo que los deportes se consolidaran en nuestro país. Algunos de los
clubes fundados por estos núcleos juveniles se constituyeron inicialmente sólo como
asociaciones deportivas, pero la mayoría realizaba -aparte de la práctica de los depor-
tes- una importante actividad social. Más tarde, la continuidad de las competencias
determinaron la realización de torneos y éstos ya tuvieron el respaldo de las "ligas"
o de "asociaciones" de clubes.
Cerca de los años ’20, figuraban en los registros de la Liga Paraguaya de Football,
los clubes Olimpia, Nacional, Guaraní, River Plate, Sol de América, Cerro Por-
teño y Mariscal López, éste ya desaparecido. Ya para entonces, eran legendarios los
encuentros entre algunas de estas divisas.
Sin embargo, existía también una Asociación Nacional de Football que tenía entre
sus registros a los siguientes clubes: Libertad , Atlántida, Asunceno, El Triunfo,
14 de Mayo y Unión Paraguaya. Algunos de éstos tampoco pudieron mantenerse
hasta que -desaparecidos- dieron lugar a otros clubes nuevos los que, finalmente
consolidadas las instituciones y actividades futbolísticas, se nuclearon bajo la única
tutela de la Liga Paraguaya de Football.
Otra institución deportiva, el Auto Club estaba ubicado a corta distancia de la capital,
"en un ribazo pintoresco del río Negro" según "El Paraguay Ilustrado" editado
por el ya mencionado Manuel W. Chávez en 1918. Sin embargo, en algunas postales
antiguas de Asunción, se consigna la presencia del Auto Club, al lado del puerto de
Asunción, sobre la bahía.
Mientras tanto, en los exclusivos y elegantes salones de los clubes sociales del centro,
el Club Paraguayo, la Societá Italiana, el Centro Asunceno, Centro Español, el
Club Alemán, el Unión Club o el Centre Catalá, se jugaba al ajedrez, al póker, al
tute o a los dados, matizando el "ejercicio" con la conversación de negocios, de
política o de mujeres, única forma posible de la presencia femenina en esas tertulias.
EL PROTAGONISMO
DE LAS MUJERES
El ejemplo de Irala, imitado por casi todos los conquistadores, debía interpretarse
como un gesto de sobrevivencia más que el interés de formar familia con las indíge-
nas. La unión estaba dirigida también a concretar la posibilidad de contar con mano
de obra confiable en el manejo de los cultivos, el cuidado del ganado y la atención
de la casa. Aún así, fue con estas mujeres que Asunción comienza la tarea reparadora
de la conquista fundando ciudades y repartiendo en ellas la población habida de la
unión de españoles e indias. Surgen así: Santa Cruz de la Sierra, Nueva Asunción,
Concepción del Bermejo, Santa Fe, Buenos Aires, Corrientes, Jerez de la Fron-
tera, Ciudad Real y Villa Rica, entre otras, fundadas con criollos y mancebos pro-
venientes de Asunción. En la expedición con la que Juan de Garay fundara Buenos
Aires, entre los 80 "mancebos de la tierra" -es decir mestizos paraguayos- se en-
contraba la legendaria Ana Díaz, asuncena, presumiblemente también mestiza, hija
del conquistador Mateo Díaz. El rancho asignado a Ana en la delineación de la nueva
ciudad, estaría entre "... las calles Corrientes, Florida,Sarmiento y Maipú" de la
actual Buenos Aires.
La permanente actividad guerrera de los hombres así como la prescindencia
de estos en las rutinas de la casa, ambiente donde dominaban las mujeres, hizo que
la educación quedara en manos de éstas. Este hecho hizo posible -tal vez como nin-
gún otro- la difusión de la cultura aborigen, en especial de la lengua guaraní, a los
enviado a los hombres al campo, no sólo para desbrozar, como antaño, sino tam-
bién para arar, sembrar, escardar, cosechar".
Luego de alguna relevancia del rol femenino durante la época independiente, el
determinismo social que condenaba a las mujeres a la dependencia del humor mas-
culino, renació con fuerza luego de la guerra del ’70. En esa época desdichada para
nuestro país, recayó en las mujeres la responsabilidad de la redención de la sociedad
paraguaya. Sin embargo, aquellas esposas y hermanas, huérfanas y solitarias, fueron
sometidas -como nunca- al papel de triste complemento de la vida de los hombres.
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 60
Mujeres por la patria
Juliana Insfrán de Martínez, fue martirizada y ejecutada cerca de Cerro León como
consecuencia de la capitulación de su esposo, el Coronel Francisco Martínez, en
Humaitá, y negarse a despreciar su nombre.
La cabeza cercenada del Coronel Pedro Pablo Caballero rodó hasta los pies de su
esposa, María Ysabel Martínez de Caballero, luego de la defensa de Piribebuy.
Sobreponiéndose a la tragedia, María Ysabel recogió aquellos restos y les dio sepul-
tura.
Pero si las que murieron en aquel penoso calvario sufrieron igual suerte que los
hombres, las que sobrevivieron sufrieron mucho más.
Para ellas empezaba otra guerra.
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 62
Mujeres por la vida
USOS Y
COSTUMBRES
entrevista en Asunción con el Gral. Justo José de Urquiza. Transcurrían los prime-
ros años de 1859 y el general "unitarista" argentino se presentó en el Puerto de la
Capital a bordo de la nave paraguaya "Salto del Guairá". López llamó entonces a
Don Carlos Saguier, un acaudalado comerciante de Asunción y le pidió su casa para
alojar al ilustre visitante. Saguier le dijo que eso era imposible porque la tal casa
estaba llena de mercaderías. "La vaciaremos esta noche" le respondió López tajante
para destacar, seguidamente, un batallón de soldados para el procedimiento de dejar
las habitaciones libres de "... mercaderías, mostradores y cuanto trasto comercial
había". Al amanecer del día siguiente, Urquiza ocupaba la casa.
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 69
La vestimenta
Es fácil imaginar la sorpresa de los españoles ante la vista de los primeros pobla-
dores de América. Aunque los que llegaron al río de la Plata con el Adelantado Pedro
de Mendoza, más de 40 años después del primer viaje de Colón, ya tendrían infor-
maciones sobre los pobladores de estas tierras por los datos aportados por otras ex-
pediciones o por haber participado directamente en ellas, lo cierto es que más que la
exuberante vegetación o los caudalosos ríos, más que la abundancia de peces o la
variedad de animales que vagaban por los bosques ofreciéndose a la cacería, habrá
impactado a los españoles la visión de hombres y mujeres que, como único atuendo,
exhibían aros, collares, vinchas o pinturas en el cuerpo.
"...Hombres y mujeres, jóvenes y viejos, andan desnudos como su madre los trajo
al mundo", escribía el alemán Ulrich Schmidl, cronista de la expedición del primer
Adelantado, para agregar: "....los hombres van pintados de azul desde arriba hasta
las rodillas, como si de pantalones dibujados se tratase. Las mujeres van pintadas
de otra manera, también de azul, desde los pechos hasta sus partes, y con mucho
primor. Andan desnudas y son hermosas a su manera...... Y acaso también pecan
en la oscuridad". Lo último delataba el pensamiento íntimo de los conquistadores.
Reprimidos, sin mujeres (españolas) con abstinencia sexual de meses -y no sólo por
la larga travesía- obnubilados por un catolicismo arcaico que veía el diablo detrás de
cada cuerpo femenino, de inmediato asociaban la desnudez al sexo, o a la necesidad
de relaciones sexuales. Además se equivocaban, porque los indígenas no necesitaban
de la obscuridad para "pecar". Era otra asociación que manifestaba la represión eu-
ropea: el sexo como algo ilícito que había que esconder o "hacerlo" en la oscuridad.
Pero todo acto de dominación supone también la adopción de los valores de los gru-
pos dominantes. De ahí que la aparición de la ropa debe coincidir con los hábitos de
los indios "catequizados" (la desnudez era tentación y, por lo tanto, pecado), o ya en
vigencia uno de las factores más importantes para la determinación del status: la ropa.
Esta, también era un símbolo del poder. Los jesuitas de las reducciones comentaban
que aquellos indios que ostentaban algún rango o autoridad sobre los demás, debían
contar con algún distintivo para ese efecto.
El "typoi", típica vestimenta femenina del Paraguay es mencionada por primera vez
por Hans Staden, otro cronista alemán que había integrado la expedición de Doña
Mencia de Sanabria en 1550, cuando en relación a los carios, mencionaba: "... se
cubren de piel de animales salvajes (..) Las mujeres fabrican con el hilo de algodón
una especie de sacos abiertos en ambos extremos, ellas lo llaman, en su lengua,
typoi" .
Mas de dos siglos después, Félix de Azara hablaría de lo mismo al describir la ropa
de los pajaguás, ya por entonces los únicos indios que andaban a la usanza original
" .... se envuelven del estómago al tobillo y a veces desde los hombros, pero llevan
además un trapo de un pie cuadrado, atado con una cuerda y fijo a la cintura, de
manera que cuelga de las partes sexuales....
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 71
Bandos y Proclamas
La aparición de los medios de prensa en Asunción dio inicio a la retirada -lenta pero
definitiva- de avisos, manifiestos, bandosy proclamas, instrumentos de los que se
valía el Gobierno -especialmente- para dar a conocer sus decretos o novedades. Unos
años antes, estos mismos impresos, habían proscripto -a su vez- a los pregoneros del
paisaje humano de la ciudad.
En cuanto a los medios de prensa, "El Semanario", que fue el medio distribuido en
tiempos de relativa paz, desde 1848 hasta 1864 completaba su nombre con el texto:
"de Avisos y Conocimientos Utiles" y se limitaba efectivamente a eso. Mencionaba
por ejemplo las frecuencias y horarios de los buques y ya en su "Cuarta Epoca" ,
luego de la habilitación de los primeros tramos del ferrocarril, los horarios de trenes
y los costos de los pasajes. Su "Sección de Anuncios" contenía frecuentemente
avisos como el siguiente: "Caballo perdido. Un petiso saino, requemado, tres albos,
criollo con esta única marca G, de la propiedad del Sr. Cura de la Catedral, Pres-
bítero Ciudadano José Gaspar Téllez .... Asimismo se le había perdido ahora como
dos meses un hobero entrepelado, andador suelto, y también de franco..".
Entre 1848 y 1864, tanto "El Semanario" como "El Paraguayo Independien-
te", se limitaban -en la mayoría de sus ediciones y páginas- a la publicación de
informaciones de interés general, noticias sobre buques que llegaban o salían,
hechos policiales, a acusar temporales o bajantes del río, las frecuencias del
novedoso tren o noticias de curas milagrosas ... y algún cuento. "El Semanario"
-en su breve "Sección Oficial"- daba cuenta también de los "Decretos Supre-
mos" del Gobierno que, los que generalmente referían las inestables relaciones
con las naciones vecinas.
Los avisos comerciales de estos diarios también informaban -de manera escueta
y precisa- sobre existencias de mercaderías en las tiendas de Asunción, con su
correspondiente lista de "precios corrientes al por mayor" , evitando toda exal-
tación al consumo o la búsqueda del impacto en la novedad publicitada.
"La Junta Económica Administrativa, avisa á aquellos que sean pobres de solem-
nidad para que ocurran á la oficina de esta Corporación á fin de ser inscriptos en
el catálogo de los que deben estar exentos de impuestos públicos...". Avisos como
éste, aparecido en "El Pueblo" el 23 de abril de 1872, se encuentran en casi todos
los órganos periodísticos de la época. La utilidad que representaban los medios de
prensa para la comunicación entre el pueblo y las autoridades o, entre la misma gente,
se denotaba por la frecuencia y variedad con que se leían estos llamados. "Avisos al
Pueblo", Edictos Judiciales, de la Policía o de la Junta Económica Administra-
tiva. Estos eran un recurso habitual de comunicación para cualquier novedad del
ámbito gubernamental, de la justicia o, incluso, de la esfera privada.
La credibilidad de la letra impresa no sólo pautaba entonces lo que resultaba de
novedoso en el comercio sino que -hasta a veces- el uso de avisos establecía el fin de
una relación profesional, la salida de una persona del país o la pérdida de un caballo.
En este último caso, se lo planteaba casi como una explicación personal, como si
suplantaran a la misma conversación que -de tenerse- serviría para comunicar la
pérdida. En los casos anteriores, el aviso era suficiente advertencia para que la po-
blación se diera por notificada: había "salido" en el diario.
Es que en aquellos tiempos hasta los mismos avisos comerciales carecían de la exal-
tación con que hoy se les rodea. Salvo la aparición del hielo o alguna novedad me-
dicinal anunciada por alguna "botica", el aviso comunicaba simplemente las bon-
dades del producto sin aderezos que alteraran la comunicación. Si hablar en voz alta
era signo de mal gusto, los avisos debían ser comedidos y discretos.
BARRIOS
Cuando Asunción empezó a extenderse más allá del casco original, abandonando
su unidad social y funcional, aparecieron los barrios. Al principio con el nombre de
"distritos", como una necesidad de organización política y administrativa y, desde
siempre, como la expresión propia de un paraje o un lugar de la ciudad que se define
por la identificación de sus componentes humanos o paisajísticos más esenciales. Es
por eso que el barrio es, sin ninguna duda, la disposición urbana más reconocible, la
propia ciudad en miniatura, con su más genuino espíritu y lo más auténtico del pa-
trimonio social y cultural de sus habitantes.
Hasta la mitad de este siglo y a través de la organización barrial, Asunción pudo
conservar las características peculiares que venían desde la Colonia, con las expre-
siones populares de la comunidad, las tradiciones y hasta las formas de la arquitectura
y el paisaje de los primeros tiempos.
inmediaciones.
El "casco" de aquella quinta, de amplios corredores, había pertenecido al Dr.
Guillermo Stewart, inglés, jefe de la Sanidad paraguaya durante la Guerra del ’70.
Al terminar la Guerra del ‘70, Asunción no era más que una aldea extendida desde
los barrancos de la bahía hasta la calle Pilcomayo (luego Cnel. Martínez, hoy Haedo)
y desde la calle de la Aduana (hoy Colón), hasta Loreto (actual México), calle fron-
tera entre el Cuartel de San Francisco y la plaza del mismo nombre.
Fuera de este perímetro estaban los arrabales, los parajes, las quintas, con caminos
abiertos entre la floresta y las chacras. En aquel tiempo, la accesibilidad era un factor
preponderante para localizar los enclaves residenciales, por lo que las cuestas pro-
nunciadas, ubicadas hacia el oeste o el sur del casco histórico de Asunción, volvían
prácticamente inaccesibles lugares paisajísticamente atractivos como Tacumbú,
Sajonia y Varadero. La destructora acción de los raudales en dichos lugares, hizo
que la tendencia para el crecimiento del casco urbano de Asunción se basara,
marcadamente, en la expansión hacia el este.
Otro plano del 26 de setiembre de 1899, con una firma que parece graficar el nombre
de "G. Philiph", muestra a Asunción con una expansión ya mucho más pronunciada
hacia el este. En el documento se denota el casco de la ciudad totalmente consolidado
hasta la calle Brasil, abarcando la calle Ygatimi al sur y, al oeste, la calle Don Bosco,
conocida entonces como Sargento Duré. En el mismo plano, se indica la futura
ampliación del casco de Asunción hasta la calle San Miguel, actual General Santos,
expansión que incluía los barrios de Ciudad Nueva, Vista Alegre y parte del actual
barrio Las Mercedes . También se ampliaba hacia el sur, en una pequeña superficie
de loteo que correspondía al lugar conocido como "Cancha Osorio" y se extendía
desde Yegros a Alberdi, hasta la Fábrica de Fósforos, sobre la antigua 7a. Proyec-
tada. La ampliación hacia el oeste se concretaba en una pequeña franja que, desde el
arroyo "Jardín", rompía la línea norte-sur iniciada con la reforma del Dr. Francia,
en 1821. Esta trama inclinada obedecía -aparentemente- a la idea de "alinear" las
calles del nuevo loteo, a la construcción del antiguo "Leprocomio", luego Hospital
de la Caridad, hoy Hospital de Clínicas.
Aunque en las dos primeras décadas de este siglo quedaron marcados los nuevos
rumbos de la ciudad hacia San Lorenzo del "Campo Grande", Trinidad , Luque
y Lambaré (este último, distrito o barrio de Asunción, hasta la década del ’60),
quedaban "pegados" al centro los antiguos sitios cuyos nombres y nombradía como
enclaves tradicionales de la capital, venían desde los lejanos tiempos de la Colonia.
Loma Cabará, Campanero, Punta Carapá, Loma Tarumá, Ycua Sati, Loma Clavel
y Loma Cachinga además de los ya mencionados Loma San Gerónimo y Volo Cué,
eran lugares del mismo centro, o muy próximos a él, cuyos nombres representan el
verdadero "linaje" de la tradición barrial asuncena.
Loma Cabará es el sitio, o está próximo al sitio, en el que se presume fue asentada
la "casa fuerte" que dio origen a Asunción. Se trataba del asiento del Convento de
Santo Domingo, fundado en 1621 y cuya iglesia, construida bajo la advocación de
la Virgen de la Encarnación, estaba en la esquina formada por las calles de Santo
Domingo, actualmente De la República y, de la Encarnación, hoy 15 de Agosto. A
sus espaldas, en la dirección de la calle Paso de la Patria, luego Convención, hoy
Juan E. O’Leary, se encontraba el "puerto" de Paso de la Patria, "el de la calle de
este nombre"; y enfrente, el "puerto" del Colegio, "en memoria del antiguo Colegio
de los Jesuitas".
Según datos de lugareños, Campanero es un legendario enclave próximo a las calles
Paraguarí y Comuneros, dentro de la no menos legendaria Chacarita. Hasta hoy se
encuentra allí el pequeño "oratorio" de La Mercé-mi cuyo campanario diera -
presumiblemente- el nombre al lugar.
Punta Carapá, cerca de Campanero, es más conocido. Como su nombre lo define,
es una "península" que permite la continuidad de la calle Caballero, como una especie
de terraza sobre el "bajo". El lugar con su caserío dio albergue a conocidos músicos
y poetas entre los que se encontraba -antes- José Asunción Flores y hasta hace unos
pocos años, Arturo Pereira, violinista de la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de
Asunción.
Loma Tarumá es la cuesta que se encuentra -aproximadamente- entre las calles
México, Caballero, República de Colombia y Gaspar R. de Francia y que albergara
la alegría de los enclaves negros de la zona cuando las fiestas de homenaje a la Virgen
de la Merced. O cuando las "lascivas y ruidosas" gombas, danza colectiva que
convocaba a los negros de la zona con tambores de diferentes tamaños, "algunos de
grandes dimensiones y sonido profundo que era audible a varios kilómetros"
según el "Diccionario" del maestro Luis Szarán.
Ycua Sati se encontraba en la misma depresión existente hoy a la altura de las calles
Manuel Domínguez y Parapití. Y era el lugar donde, entre espesos arenales, se ini-
ciaba el arroyo del mismo nombre siguiendo -aproximadamente- el curso de la actual
calle Antequera. Aquel lugar era famoso por sus "bailongos" y en los que se asoma-
ban "ranchos y casuchas" donde vivían, según era fama en la época, años próximos
al ‘900, muchos liberales acaudillados por un fornido moreno de nombre Cantalicio
Esquivel.
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 86
Barrios, negocios, historia
Apareció con el nombre de Barrios (4)
Asunción se continuó en otros lugares, favorecidos éstos al igual que los mencio-
nados en entregas anteriores, por una rica historia. Fueron ellos Puerto Sajonia,
Barrio Hospital, Ciudad Nueva, Pinozá, y Tembetary, entre otros.
Puerto Sajonia debe su nombre al hábito del Sr. Christian Heisecke, cónsul de la casa
de Holanda y del imperio Austro-Húngaro en el Paraguay, durante los últimos años
del siglo pasado, de poner el nombre de Sajonia, región de Europa de donde era
oriundo, a todas sus pertenencias. Dueño -con Juan Berthé- de aquellos territorios
ribereños, el barrio que surgió a ambos lados de la avenida 15 de Mayo, luego Carlos
Antonio López, se llamó -naturalmente- Sajonia. Y así se llamó también la fábrica
de cerveza que el yerno del señor Heisecke, Eduardo Schaerer (que luego sería Pre-
sidente de la República) junto a otros socios, vendió a los hermanos Bosio para cons-
tituir la Cervecería Nacional.
Sajonia se llamó asimismo el buque que en 1904 condujo a los revolucionarios desde
Buenos Aires, para el derrocamiento del entonces Presidente del Paraguay, Coronel
Juan A. Escurra. La embarcación, anteriormente llamada "Iniciativa" , había sido
comprada por el Banco Agrícola del Paraguay al mismo Christian Heisecke, en
Agosto de 1904. Luego del cambio de bandera en el Río de la Plata y tomada por los
revolucionarios bajo el mando del Comandante Manuel J. Duarte, Elías Ayala,
Elías García y otros adherentes al Partido Liberal, fue rebautizada con el nombre de
"Libertad", con el que llegó a Asunción con la revolución prácticamente victoriosa.
A propósito del señor Juan Berthé, el mismo era dueño de Berthé-cué, actual sitio
de la oficina del Comando en Jefe de las Fuerzas Armadas.
Y en cuanto a la fábrica de cerveza, la misma fue fundada por los hermanos Bosio
a partir de la adquisición, entre 1906 y 1907, de tres instalaciones que dieron fama
a otros tantos lugares de la ciudad: la de Arsenal Cué, la de Tuyucuá y la ya men-
cionada de Puerto Sajonia. La primera debía su nombre al enclave metalúrgico y ela-
boración de armamentos construido por los ingleses contratados durante el gobierno
de Don Carlos A. López.
El Barrio del Hospital que figura en los primeros mapas de Asunción, debe -proba-
blemente- su nombre a las antiguas construcciones hospitalarias dela zona. Ya en la
época del Dr. José G. Rodríguez de Francia se mencionaba el Cuartel del Hospital
que, lógicamente, referenciaba un hospital próximo. En los mapas de 1869, del ya
recordado Roberto Chodasiewiez, figura alrededor de los mismos sitios, el
"Leprocomio". Y en el álbum de Manuel W. Chávez, editado en 1918, se habla del
Hospital de la Caridad que, más tarde, sería el Hospital de Clínicas. El lugar está
hoy coronado por la loma del San Luis y entornado por la loma Cachinga y un poco
más alejada, la loma San Antonio.
Pinozá prolongaba Asunción más allá de Ciudad Nueva. Según algunos moradores
de la zona, el barrio debe su nombre a la "guaranización" de Espinoza, apellido de
familias tradicionales, una de las cuales era propietaria de aquellos territorios. La
"espina dorsal" de este nuevo enclave era la avenida Eusebio Ayala. Esta ruta -más
que avenida- iniciaba el barrio y la incursión de la capital hacia el interior a partir de
la "garita" policial de Dos Bocas, donde actualmente -entre toldos y puestos de venta-
todavía debería encontrarse el monolito que marca el kilómetro "cero".
Alrededor de aquella avenida, conocida de antiguo con el nombre de "..camino a San
Lorenzo" , se fue contornando el barrio que reunía, como casi todos los barrios tra-
dicionales de Asunción, "algo" de las antiguas costumbres de la ciudad. Además de
los contenidos esenciales de estas agrupaciones urbanas, en ésta, algunas "institucio-
nes" marcaron las diferencias con los otros: la laguna "Pyta", el Club Guaraní y
... los bares.
Por los años de los comienzos, sólo la mencionada Eusebio Ayala y la calle General
Santos estaban pavimentadas, ésta con un irregular empedrado. El resto era "un
pardo" arenal, yuyales y zanjones. Precisamente sobre la calle que recuerda al pre-
sidente uruguayo que nos devolvió los trofeos de la "guerra grande" en 1885, donde
hoy se levanta el nunca terminado Hospital Militar, estaba la laguna Pytá, balneario
del suburbio, recreo de chiquilines y fuente de tundas y reprimendas hogareñas. Se
comenta que el tartamudeo que caracterizó a Luis Alberto del Paraná lo adquirió -de
muchacho- en un accidentado chapuzón en la laguna.
Cerca de allí, sobre la calle 12 de Octubre, pernoctaban los carreteros que traían los
frutas y frutos desde el interior los que, luego de clasificados, fraccionados, se ven-
dían en el ya vigoroso Mercado 4. Este repetía con su concierto de voces, aromas y
sabores, el espectáculo del viejo "Mercado Guazú" , ya entonces desaparecido.
El Club Guaraní, que fue uno de los cantones defensivos durante la Revolución del
’47. Era el centro de la vida social y destino de los paseos de la muchachada del barrio.
No había tarde en la que en el "Club" no hubiera música, equipos en entrenamiento
de basket, fútbol, atletismo, gente patinando o, sencillamente, sentada en amena
plática. Ya para entonces la zona empezó a llenarse de bares. Enfrente, entre plantas
de mangos y pisos de ladrillo, donde hoy está la heladería "Guaraní" estaba el bar y
almacén de Doña Florencia, asiento del vino "garnaccia", el queso "parmesano" y
la novedad del hielo en barras. Hacia el este, en la esquina de la calle Centenario se
No todos los barrios de Asunción tomaron sus nombres de los dueños de los terri-
torios loteados, ni todos los lugares tradicionales de la ciudad llegaron a conformarse
-oficialmente- en barrios. Aunque se merecían que perduraran en el registro oficial
o, por lo menos, en la memoria de la comunidad que la había habitado, la nomencla-
tura de Asunción ya se había desvirtuado con otros procedimientos, distintos a la
"naturaleza" de la ciudad. Estos parajes no fueron más que un conjunto de casas al-
rededor de alguna peculiaridad del terreno, del uso que le diera la misma comunidad
o por alguna instalación o industria enclavada en el lugar.
Entre los primeros casos podemos mencionar a la Salamanca, Zanja Soró, Ita Pyta
Punta, Ybycuiti.
Entre los últimos se encontraban: Estación San Miguel, Estación Botánico, Fábri-
ca de Fósforos, Belvedere, Cancha Sociedad, Varadero, Fábrica de Azul o Viñas
Cué.
Agregados a estos, quedan otros barrios -muy pocos- e igualmente tradicionales
como Trinidad, Pinozá, Manorá, Zabala Cué, Tacumbú, Loma Pyta, Ita Enra-
mada, Zeballos Cué, Tembetary, entre los que no encontraremos nombres de per-
sonas -civiles ni militares- así como tampoco referencias a santos o vírgenes que, de
hecho nada tienen que hacer en la nomenclatura de la ciudad.
La Salamanca era una antigua depresión con un curso de agua en el fondo que se-
guramente siguió a los primeros procesos de deforestación de la ciudad. El enorme
desfiladero empezaba un poco más allá de la 12a. Proyectada y siguiendo la dirección
de la calle Yegros desembocaba en la laguna Yrupe, en el Bañado Tacumbú. Aparte
de la rareza topográfica, la Salamanca se constituyó en un lugar de atracción y de
"picnics familiares de nuestros abuelos en las frescas y arboladas barrancas" de
sus contornos.
Zanja Soró e Itá Pyta Punta, son enclaves ribereños al oeste de Asunción, depresión
la primera y prominencia la segunda, próximos o coincidentes a una referencia con-
creta en los planos de Félix de Azara: las "piedras de Santa Catalina". En sus proxi-
midades también se asentaron baterías para la defensa de la ciudad.
Ybycuiti es un antiguo paraje próximo a la vía férrea, a la altura del "kilómetro 9",
equidistante de Trinidad y Loma Pyta.
Entre las instalaciones urbanas que congregaron a populosos barrios en su entorno,
se pueden contar a la Estación San Miguel, en el extremo este de la Cancha Sociedad,
"cabecera" del sistema ferroviario urbano. Al salir a la actual avenida Mariscal
Entre los primeros contingentes de italianos , españoles (aunque ellos fueran "due-
ños y señores" durante casi 274 años) y "turcos" como se llamaba a los miembros
de las distintas comunidades árabes que empezaron a recalar en Asunción desde
principios de este siglo, prevaleció siempre un cierto sentido de clan. Los inmigrantes
de estas nacionalidades, que constituían los grupos extranjeros mayoritarios de la
capital, finalmente se integraron a los nativos y sirvieron de punto de partida para la
constitución de numerosas y conocidas familias de Asunción y del Paraguay.
Desde aproximadamente la primera década de este siglo empezaron a llegar a Asun-
ción, algunos miembros de la comunidad judía dispersa por el mundo, especialmente
los de origen "latino", serfarditas o sefardíes como se conoce a los originarios de
España (en la tradición judía, Sefarad designa a la península Ibérica) y, por exten-
sión, a los judíos que por negarse a convertirse al catolicismo, fueron expulsados del
imperio español en 1492, instalándose en el norte de Africa, Turquía, Italia y Países
Bajos, para emigrar posteriormente a América. Otros grupos de judíos llegados a
Asunción estaban constituidos por rusos, alemanes así como otros procedentes de
países de origen eslavo o germano.
Con el mismo criterio que las comunidades extranjeras de más antigua localización
en la capital, los judíos se agruparon no sólo en "barrios" o sectores específicos, sino
alrededor de sus templos o de "clubes". Uno de estos fue el "Javerim" (en hebreo,
"compañero"), situado en la calle Iturbe entre Teniente Fariña y Manuel Domínguez,
frente a la casa De Gásperi, luego sede del Partido Liberal Radical. En este club
funcionó la primera escuela de enseñanza del hebreo y por las tardes se desarrollaba
una actividad más acorde con su nombre pues se jugaba ping pong, se preparaban
paseos o se hacían las reuniones sociales de la colectividad.
La Unión Hebraica fue anterior al "Javerim" . Esta entidad comenzó sus activida-
des en la mitad de la segunda década de este siglo. Ambos locales, así como las re-
sidencias de los miembros de la colectividad judía se localizaron cerca de sus templos
dado que las prácticas religiosas de entonces no permitían el uso de medios de loco-
moción.
El templo Latino de los judíos-sefardíes, se hallaba ubicado en el Nº 430 de la Iturbe,
entre Fulgencio R. Moreno y Manuel Domínguez y el otro, estaba en la Unión
Hebraica. Este templo contaba con un salón pequeño para los rezos semanales y otro
más grande para las festividades de Pascua (PASAJ), Año Nuevo (Rosh Hashana)
y el Día del Perdón (Yom Kipur).
El Barrio Palestina así como otros, consagrados por el uso y las características del
lugar, pero jamás oficializado en la nomenclatura de la ciudad, estuvo justificado por
la reunión de los judíos en torno a sus templos y clubes. Se extendía dentro del pe-
rímetro de las calles Teniente Fariña, Gaspar Rodríguez de Francia hasta Simón
Bolívar (1a.), Abay (2a.) o Lomas Valentinas (3a.), desde la Caballero hasta
Antequera.
El enclave donde aún moran importantes miembros de la comunidad Judía, estuvo
definido por estos límites, aproximadamente desde los años ‘40.
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 94
Los barrios "extranjeros"
Hacia fines del siglo pasado y principios del presente, italianos, españoles, árabes
y judíos empezaron a formar -si no barrios exclusivos- algunos enclaves donde se
concentraba la mayoría de los miembros de dichas colectividades.
Los de origen árabe -por ejemplo- y por la predominante actividad comercial que
desplegaron, se limitaron a ocupar -con sus negocios y viviendas- los alrededores del
centro. Aún así, puede decirse que la mayoría de las casas de los miembros de dicha
colectividad se localizó próxima -o entre- las calles 25 de Mayo, Independencia
Nacional y Luis Alberto de Herrera, hasta las proximidades de la Plaza Uruguaya.
Los españoles tuvieron una ubicación mas difusa pero -en general- próxima al cen-
tro. O entre el centro y la avenida Gaspar Rodríguez de Francia, que entonces era
de una sola vía y se llamaba calle Amambay. Dicha localización puede justificarse
con la misma argumentación que indujo a los árabes a concentrarse en el centro y sus
aledaños. Los españoles -además- le agregaron algo propio a "su" barrio: el "cemen-
terio español", que se encontraba entre las calles Milano (ex Segunda), Chile y
Alberdi.
Los italianos, mas numerosos, también se dispersaron más. Especialmente los de
buena posición económica. Los de condición mas modesta, especialmente obreros,
se ubicaron cerca de la cancha del Club Libertad y sus huertas motivaron el nombre
de "repolleros" con el que se conoce a los simpatizantes del club . El sentido de clan
de aquel grupo originó también el nombre de "gumarelo" para los aficionados al Li-
bertad, término que derivaría del italiano "cumparello", compadre.
Otros, pequeños empresarios o constructores, se localizaron al sur de la calle
Amambay, hacia el Barrio Obrero. En esta zona, los italianos estuvieron mas distan-
ciados entre si pero con mas opciones en cuanto a clubes deportivos para distribuir
afectos y broncas.
Y si los españoles tuvieron su propio cementerio cerca, los italianos se quedaron con
una plaza. La misma fué producto de la sustitución del nombre de la antigua plaza
"Santo Domingo" por el de Plaza Italia, cambio debido a la solicitud de la gran can-
tidad de familias italianas residentes en el barrio. Los "tanos" tuvieron además otras
distracciones: las bochas y las cantinas. En ellas, especialmente los domingos, las
pastas, el vino y las tarantelas cantadas en alegres grupos, contribuían a apagar la
nostalgia.
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 96
CAPITULO VII
CALLES
calle de la Aduana (Colón), calle del Atajo (Alberdi), de la Asunción (Mcal. López,
indicando uno de los accesos de la ciudad), la ya mencionada Samuhú Peré y lugares
como Las barcas, Campanero, Tuyucuá, Varadero, Playa Casola, Ycuá Sati,
Loma Cabará, Volo Cué (sitio de la actual Iglesia de La Encarnación), Villa
Egusquiza, Cancha Sociedad, entre otros.
A fines del siglo pasado, el Dr. Francisco Morra con su "Villa Morra", restauró el
procedimiento de nombrar calles de acuerdo a sus características. Pero los asuncenos
habíamos decidido que debían tener nombres, apellidos y galones.
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 99
La calle Palma
Su "linaje" residencial era tal que uno de los hermanos del Gral. Francisco S. López,
Benigno, decidió la construcción de su "palacio" sobre Palma, en la esquina con 14
de Mayo, mientras que Venancio, lo hacía muy cerca, sobre la calle Estrella, en la
esquina con la De la Aduana, hoy Colón. Entretanto el futuro mariscal esperaba la ter-
minación de su propio palacio, vivía ya sobre la calle Palma, en esquina con la de 25
de Noviembre, hoy Nuestra Señora de la Asunción. Luego de la caída de Asunción
en poder de los aliados en 1869, esta casa fue ocupada por uno de los oficiales de
Pedro II, el general brasileño Manoel Luis Osorio, Vizconde de Herval . Al término
de aquella "misión" militar, en 1876, la casa pasó a pertenecer al General Bernardino
Caballero quien la cedió al ciudadano alemán Otto Zinert, en 1906, para la apertura
de la Armería Alemana.
Los hermanos López no fueron los únicos dignatarios que vivieron sobre la calle
Palma. En la continuación hacia el este, sobre la calle Igualdad, hoy Mariscal
Estigarribia y a corta distancia de la calle Independencia Nacional, vivió el Presidente
Cándido Bareiro. En esa casa recibió al ex-presidente Cirilo Antonio Rivarola,
poco antes de que éste fuera asesinado en los corredores del Mercado Guazú, el 31
de Diciembre de 1879.
En la esquina con Montevideo, en un piso alto, vivió el General Dr. Benigno
Ferreira, presidente entre 1906 y 1908. En la misma esquina pero cruzando la cal-
zada, en la que fuera sede del Banco Do Brasil, vivió otro presidente, el señor Eduar-
do Schaerer quien, sin embargo, alquiló para las demandas del protocolo social
durante su presidencia otra residencia: la del Sr. Jorge Patiño, en la esquina de
Estrella y Ayolas. También el Dr. Natalicio González, antes de ser Presidente de la
República, vivió en un piso alto del edificio aún existente en la esquina de 14 de Mayo
y Palma.
Ya cuando las oficinas públicas empezaban a desprenderse del entorno de la Plaza
de Armas y el camino entre el Puerto y el bullicioso Mercado Guazú convertía a la
calle Palma en un portento comercial en ciernes, los hoteles y clubes dieron conti-
nuidad -por la noche- a las febriles actividades del día. El Club Nacional construido
en el predio que hoy alberga al Banco de la Nación Argentina, había iniciado el fuego.
Luego del doloroso silencio que impuso la guerra de la Triple Alianza, renace la
diversión, especialmente en los hoteles, bares y en los clubes de extranjeros que, por
entonces, constituí an un importante porcentaje de la población asuncena. El Hotel
Hispano Americano, edificado sobre los muñones de la residencia de Benigno
López, la Sociedad Italiana y el Centro Español, selecto club de la "belle epoque"
asuncena, se disputaban la supremacía.
La calle Palma anunciaba el Siglo XX con el infernal tren "Renard" y los estruendos
del automóvil de Jorge Barzi.
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 101
El "petit boulevard"
Originalmente publicado como "La calle Palma (2)"
T odos los experimentos urbaní sticos de Asunción pasaron por la calle Palma.
Desde su carácter residencial-familiar hasta más tarde, cuando albergó otra forma de
residencia: la de los hoteles. Estuvieron el Gran Hotel Americano, que luego sería
el Hispano Americano y hoy Banco de Asunción; el De la Paz, frente a la Plaza del
Mercado Guazú. En ellos y de la mano de la numerosa colectividad extranjera, se
desataba la escasa alegría de la pos-guerra.
El diario "Nación Paraguaya" promocionando las fiestas de carnaval, en su edición
del 22 de febrero de 1873, anunciaba que:" ...Tres días de Carnaval estará abierto
el Gran Hotel Americano. Se ofrecen cenas a la minut, fiambres de todas clases y
vinos esquisitos. Los mozos servirán vestidos de frac y corbata blanca. El narigón
Carlos vestirá un traje de la época de Carlos IV y llevará una nariz artificial imi-
tando al pico del carancho macho".
A medida que las familias ponían distancia entre el bullicio del centro y sus hogares,
en el sosiego de barrios más alejados como Quinta Stewart, Villa Egusquiza y Villa
Morra, la calle Palma se iba llenando de consultorios, hoteles y negocios de toda
clase.
Si antes hubo residencias, ahora había bancos como el De la República, en la esquina
con 15 de Agosto, tradición que fue seguida por el Banco de la Nación Argentina,
Banco de Londres, el Banco del Brasil. Si ahora florecen las farmacias al lado de
sanatorios y hospitales, en Palma hubo consultorios como el del "médico-chirurgo
Andreuzi, adyacentes a "boticas y droguerí as", las que contaban con novedades
"científicas" tales como las auténticas "sanguijuelas de Hamburgo".
Si los salvajes torrentes de los raudales hacían imposible conservar las rasantes de las
calles, próximo a la década del ’20 se inauguraba en un tramo de Palma, entre Alberdi
y 14 de Mayo, el moderno e inédito adoquinado de madera, bautizado con el nombre
de "Petit Boulevard".
Otra novedad fue la incursión del tren "Renard", una especie de vagón de pasajeros
con ruedas metálicas que rodaban sin rieles, directamente sobre el reciente empedra-
do, llenando el aire de un estrépito infernal. En la calle Palma, circularon también
tranvías y trenes. El "trencito" de San Lorenzo tuvo su parada sobre 25 de Noviembre,
actual Nuestra Señora de la Asunción, al costado del Oratorio y Panteón, luego de
describir una amplia curva desde Palma para retornar por Estrella por frente al
Mercado.
Y , finalmente, los edificios del Gobierno también estuvieron, están en la calle Palma.
En dos lugares y en distintas épocas, el Superior Tribunal de Justicia, primeramen-
Antes de la expansión de Asunción hacia los nuevos barrios del este y del sur, la
ciudad tuvo tiempo de trepar las cuestas, hacia Volo Cué, Cachinga y el "cerrito"
Antequera, consolidando un casco céntrico mucho más vasto que el estrecho circui-
to comprendido entre la calle Loreto (hoy México), De la Aduana (Colón), la ribera
de la bahía hasta la calle Pilcomayo (Haedo).
Así la calle Estrella pasó a convertirse, con Palma, en el auténtico eje céntrico-co-
mercial de la ciudad al punto que, cuando el Puerto de Asunción fue perdiendo im-
portancia debido a la aparición de otros medios de transporte, el "trencito" a San
Lorenzo y los "camiones de pasajeros" incluían inevitablemente en el itinerario a
las mencionadas arterias.
Antes de la "reforma urbana" encarada por el Dr. Francia en 1821, Asunción crecía
según la errática dirección de los raudales o de los numerosos arroyos que cruzaban
la ciudad. Los nombres de calles y lugares eran los consagrados por el uso popular.
El decreto de Don Carlos A. López, en 1849, sólo oficializó algunos de aquellos pero
la Guerra contra la Alianza y la situación política subsecuente, generó otros referen-
tes simbólicos que tuvieron su impacto en la nomenclatura de la ciudad.
A pesar de todo y, hasta hace muy poco, (1963) el casco histórico fue consagrado para
el homenaje a los símbolos, a los héroes y a las gestas nacionales.
Ya en este siglo, "De la Estrella" no fue ajena a la diversión y a los grandes acon-
tecimientos culturales, como el advenimiento de la guarania, por ejemplo. En efecto
y aunque los primeros acordes de la música de José Asunción Flores ya se escucha-
ban dentro del selecto grupo de músicos y profesores de la Banda de Policía, la
primera audición pública del género, fue en la terraza del "Hotel Cosmos", Estrella
esquina Colón, ex palacio de Venancio López. La pieza era "Jejui" ejecutada por
el trío europeo compuesto por Brand, Kamprad y Piensunka en presencia del pro-
pio Presidente de la República, Dr. Eligio Ayala, en 1928.
Junto al mencionado hotel, la Confitería y Bar "La Bolsa", fundada por el señor
Francisco Blasco en 1910, en la esquina con Alberdi, y otros locales sobre Palma,
eran frecuentes escenarios de las fiestas más lucidas de la época, aunque la calle
Estrella también alojó otras formas de diversión, como el cine, concretado con la
iniciativa de la Empresa Teatral y Cinematográfica De Angelis & Cía, propietaria
ya del Cine Roma, al arrendar -también- el Cine Granados en la esquina con 14 de
Mayo.
Entretanto, el Splendid, de la mano de la familia Holmer se ponía en actividad, entre
LUGARES
Aunque el río fuera la fuente originaria de la fundación y el único medio para los
abastecimientos y la comunicación, también fue -muchas veces- causa de intranqui-
lidad y disturbios para la laboriosa comunidad de antaño. Desde los inicios, no sólo
la naturaleza y sus elementos acuáticos sino hasta los indios que habitaban las costas,
Payaguáes y Guaycurúes, fueron los más hostiles a las intenciones de dominio es-
pañol. Innumerables son los incidentes entre aquellos y los españoles, especialmente
mencionados en las crónicas de Blás Garay, Fulgencio R. Moreno y otros historia-
dores. Como parte de las dificultades que el río nos deparara, estaban también las in-
terferencias que las "Provincias del sur" impusieron -desde siempre- a la libre na-
vegación, al sur del Paraguay. En cuanto a los aprestos bélicos de las costas, en la
"loma San Gerónimo", que cubre el acceso a la bahía, existían algunas piezas de
artillería defendiendo la capital hasta bien entrado este siglo.
Y es que el dominio la principal vía acuática del Paraguay era tan incidente en el curso
de las acciones guerreras que, cuando a fines del 1868, durante la "guerra grande",
la defensa de Humaitá fue rebasada, la caída de Asunción en poder de los aliados se
planteaba como irreversible, hecho que -finalmente- se produjo en los primeros días
de Enero de 1869. Y hasta nuestras "revoluciones" internas tuvieron -casi siempre-
al río como recurso estratégico. Las bélicas cabriolas de nuestra "democracia" como
las revueltas de 1904, 1908, 1922 y 1947 y en otras, no tan sangrientas como esas,
el dominio del río fue factor importante de éxitos o fracasos.
Lamentablemente, aquellos luctuosos acontecimientos han servido como excusa a
gobiernos más recientes, para amurallar las costas de cuarteles, sustrayéndolos al uso
y disfrute del resto de la población.
El puerto
El puerto de Asunción, muy próximo al lugar donde -se presume- fue fundada la
ciudad, concitó muy pronto la atención y el interés de la escasa población y de los -
aún más - escasos viajeros. La plazoleta y los portales y recovas cercanos a la Aduana,
concentraban un abigarrado enjambre de carruajes de todas las especies, además de
barriles, fardos, rollos de madera, jaulas con animales silvestres y una heterogénea
población compuesta de viajeros, damas y caballeros- militares y civiles, mezclados
con vendedores, maleteros, estibadores y gran número de curiosos que nunca falta-
ban a la hora de partida, o arribo, de los "paquetes" de pasajeros o chatas del interior.
Al oeste de esta última calle, hacia el Arsenal y la Loma San Gerónimo, sin embar-
go, el panorama era muy diferente. En las dos márgenes del "Arroyo Jardín", hoy
moribundo en un torrente de basuras, estaba el "barrio reo". Comunidad de senderos
tortuosos, francachelas, cuchilleros y conventillos. En uno de ellos, sobre la calle
Estero Bellaco, vivía el afamado Coronel Albino Jara.
En Garibaldi y Estrella, se podía encontrar una extraña instalación: el "Bar y Baños",
refugio de transnochadores y marineros, y en donde" ..aparte del chorro fresco,
jabón de olor y toalla limpia, se podía beber un buen chopp o un amargo
´Mandarín´", al decir de Isaac Kostianovski, en sus memorables columnas de Ulti-
ma Hora.
La Plaz oleta del Puerto. Aparte de los paseos y jolgorios que motivaba, allí se concentra-
ban curiosos y mercaderes, marineros y «pitucos», gente del arrabal y «de la sociedad».
Y, como si todo esto fuera poco, la larga cuesta que proponía la calle Colón desde la
Plazoleta, nos llevaba de la gloria al cielo (o al infierno); es decir del puerto al cemen-
terio: el famoso "Mangrullo", campo santo de los brasileños que ocuparon la ciudad
en la pos-guerra del `70, hoy parque Carlos Antonio López.
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 114
La Plaza Independencia
Festejos frente al Cuartel de Policía y el Monumento a la Cons titución del ´70. El local de
la Policía Nacional fué, originalmente, una residencia particular. Pertenecía al Sr.
Cantalicio Guerrero.
Como se mencionaba en una de las entregas anteriores del Correo Semanal, la Plaza
Independencia, tuvo entre sus límites y en otros tiempos, al histórico Cuartel de la
Ribera, a la Casa de los Gobernadores y la Maestranza de Artillería, hoy ya
demolidos. Dentro del espacio subsiste, sin embargo, el monumento que conmemora
la Jura de la Constitución de 1870.
ACCESORIOS
Aunque las prominencias de la ciudad hoy son -muchas veces- producto de la es-
peculación por obtener el mayor rendimiento posible del suelo, todavía quedan al-
gunas -muy pocas- que sugieren el perfil de la Asunción Colonial. Escamoteadas de
nuestra vista por una maraña de edificaciones, son cúpulas, torreones y pináculos,
que caracterizaban el paisaje urbano y con los que los dueños de esas construcciones,
expresaban ideas de elevación y poder.
Independientemente de ellas, debe considerarse que en esa época, la visión directa
del entorno podía garantizar la seguridad de la población o, por lo menos, anticipar
algunos peligros.
Las torres y torreones son, además, los elementos simbólicos más antiguos del
paisaje asunceno ya que constituían el ornato habitual de las iglesias, conventos y
ermitas desde la primera época de la colonia. Entonces, los templos podían prescindir
de ciertas comodidades, pero de campanario, torre o algo que se le pareciera, jamás.
Sin ser torres, pero con las mismas ideas de manifestación de la jerarquía y linaje de
la construcción y de sus moradores, aparecieron también los pináculos. De éstos y
aquellas, aunque más recientes pueden observarse en algunas "villas" de las avenidas
España o Mcal. López.
Las almenas se sustentaron en un criterio de defensa; criterio fundamental teniendo
en cuenta las numerosas y sangrientas batallas de nuestras "vivencias democráticas".
Quedan las de la actual Casa de la Cultura, que les son totalmente propias ya que
-en nuestro país- las batallas por la cultura se cobraron tanta sangre como las otras.
Como ejemplo de esta tipología, aunque no como almena propiamente dicha, pode-
mos citar a la Iglesia de la Encarnación, que si bien no es un bastión militar, se la
ha usado como tal en casi todas las "revoluciones".
Aunque la "gran arquitectura" fué casi siempre la expresión del poder de los reyes
y las jerarquías religiosas, la arquitectura "popular" tenía la enorme virtud de denotar
con calidad y practicismo, los hábitos sociales y apetencias estéticas del pueblo llano
e incluso, sus expresiones de homenaje. Para éstas últimas se consagró en Asunción
la costumbre de engalanar la ciudad, desde los primeros tiempos de la Colonia. Los
festejos de grandes acontecimientos como el Paseo del Real Estandarte en los días
de San Blás, o los que motivaron ilustres visitantes, como los hermanos
Hernandarias y Fray Hernando de Trejo y Sanabria, que retornaban al Paraguay
el 19 de julio de 1598, tuvieron fastos de aquel tipo.
Aunque no sabemos si en estos acontecimientos se usaron los "arcos de triunfo"
como muestras de homenaje, si los hubo para Francisco Solano López cuando algún
festejo por su onomástico. Arcos de triunfo recibieron también al Mcal. josé Félix
Estigarribia y los combatientes del Chaco en el Desfile de la Victoria, realizado en
Asunción, en 1935.
En la construcción doméstica los arcos se usaron bastante y la casa que los tuviera
adquiría con ellos mayor jerarquía y consideración. Quedan todavía en Asunción
algunos de ellos, muy antiguos, en galerías, frontis y, en especial, en los pórticos de
acceso de algunas residencias. En Azara casi Chile está el arco que introducía a la casa
de la familia Zubizarreta y existen otros dispersos en el resto de la ciudad.
Aunque el diccionario refiere que la recova es " .... un lugar público en el que se
vendían las gallinas y demás aves domésticas", en el léxico sur-americano y espe-
cialmente "paraguayo", no es otra cosa que una galería o corredor elevado del nivel
de la calle. Al contrario de los arcos, las recovas ya surgieron ante exigencias más
concretas de la vida cotidiana y en respuesta a la explosiva demostración de poder de
los raudales. Con la recova se buscaba alejar la construcción del ímpetu destructor
de las correntadas, al mismo tiempo de permitir una mejor visión del entorno. Pro-
piciaba el deleite de sentarse a la sombra de los techos para "mirar pasar la vida" frente
a la casa.
Aunque la mayoría de las recovas antiguas de Asunción han desaparecido quedan
algunas como la de la calle Colón y Plazoleta del Puerto. Otras famosas fueron las
que entornaban el Mercado "Guazú", que propiciaban el encuentro pero también las
emboscadas como la que terminó con la existencia del ex-presidente de Cirilo
Antonio Rivarola, el 31 de diciembre de 1879.
Si las recovas no tienen casi diferencias con las galerías, nos referimos éstas -con más
propiedad- cuando se orientan hacia el interior de las casas. La galería vino a sustituir
a la sombra de los árboles, a brindar una transición entre el exterior y el interior, entre
la intemperie y alguna cobertura. Casi todas las casas de Asunción la tuvieron y aún
cuando las fachadas "se modernizaron" con el aporte de los constructores europeos,
a fines del siglo pasado, hacia el interior de las residencias, alrededor de los patios,
la actividad de las familias se refugiaba en las galerías.
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 123
El adiós de las recovas
Originalmente publicado como "Arcos, recovas y galerías (2)"
Sólo podemos presumir los motivos por los que las recovas iniciaron su lenta reti-
rada de Asunción. Uno de ellos pudo ser la progresiva pavimentación de las calles
ya que a partir de ese hecho, los torrentes -aunque igualmente peligrosos- empezaron
a seguir un "itinerario" más o menos previsible, pero lejos de los cimientos de las
casas. Igualmente, la irrupción de los automóviles empezó a erradicar la costumbre
de caminar por "cualquier parte".
Apelando el amparo de las veredas los peatones se encontraron que las recovas, más
que refugio, se había convertido en escaparate de sus dueños, los comerciantes. Fi-
nalmente, un detalle que pudo constituir el detonante mayor para la proscripción de
las recovas fué la venida de un importante contingente de ingenieros, arquitectos y
constructores extranjeros; o, de paraguayos que habían estudiado o practicado dichas
profesiones fuera del país.
El bagaje técnico de estos profesionales que -de lejos- excedía a la modestia de los
instrumentos estéticos y tecnológicos disponibles en Asunción a fines del siglo pa-
sado, hizo que la nueva burguesía local, emergente de la prosperidad de la posguerra
del ’70, se plegara con entusiasmo a los nuevos aires formales.
Asunción fué hasta 1821, fiel reflejo de si misma. La ciudad en su estado de gracia
natural. "Ordenadamente" anárquica. La que refería, en su más elemental y genuina
expresión física, la relación del hombre con la naturaleza, la respetuosa reacción de
los ciudadanos ante las imposiciones y dificultades del medio. Casas donde tenían
que estar; pasajes donde se tenía que pasar y puentes donde no se podía, ante un
arroyo, un barranco. Una cuesta pronunciada o una depresión motivaba el sinuoso
sendero para sortearlas. Casas construidas para "filtrar" el ambiente decantándolo de
sus aspectos más agresivos. Para la lluvia, generosos aleros y galerías; para el fuerte
sol, enredaderas y techos ajardinados; la indiscreta mirada de la calle salvada con
frontones verdes, floridos, perfumados.
La casa, la calle, la ciudad, convertidos en un refugio total. Un racimo de blancas
paredes y "pardos tejados" a caballo de las lomas o los barrancos, con la selva pro-
longada hasta los patios; reproducida -en menor escala- en la semi-sombra de las
enredaderas, cerca de las galerías. Lo agreste de lo rural dentro de lo urbano. Si
Asunción hubiera crecido de esa manera, menos "ordenada" pero natural, podría
haber sido como tantas ciudades coloniales latinoamericanas o, tal vez, quien sabe,
como algunas intrincadas ciudades europeas, hoy no menos ordenadas que otras,
pero mucho más vitales y pintorescas.
Hoy en Asunción, todavía pasamos por algunos puentes pero no los vemos porque
no vemos los arroyos. En las avenidas España, Mcal. López, en la calle Casanello y
en otras de la ciudad. Todavía tenemos muy cerca del centro o estamos muy cerca de
lugares que no queremos ver, pasajes y callejones que se asemejan a los que existie-
ron en Asunción, allá lejos, en tiempos de la colonia.....
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 127
Arroyos y atajos
Publicado originalmente como "Pasajes, puentes y callejones (2)"
Cuando en una entrega anterior mencionaba que en la Asunción colonial " ...la visión
directa del entorno podía garantizar la seguridad dela población o, por lo menos, anticipar
algunos peligros .." me refería a las casas que, aparte de la ventaja de sus torres y torreones,
manifestaban las " ... ideas de elevación y poder ..." de las familias que las poseían.
Sin embargo, ya cuando la extensión y existencia misma de la ciudad motivaran estrategias
de protección mejor "planeadas", las lomas y promontorios naturales de Asunción se con-
virtieron en enclaves de defensa, de uso militar exclusivo. Sobre todo en períodos críticos lo
que en nuestro país era decir, a menudo ... y hasta hace muy poco.
Entonces, " .. Las colinas de Asunción se llenaban de cantones para la defensa. Eran
famosos los de Berthe-cué (hoy Comando en Jefe), Sanson-cue (hoy Monumento a
Antequera), Carreras (en la esquina de Cerro Corá y Curupayty), la Iglesia de la Encar-
nación y el Mangrullo (hoy Parque Carlos A. López) " de acuerdo a la versión del Dr.
Hipólito Sánchez Quell.
La primera mención se refiere a la sede militar ubicada en Mcal. López y Vice Presidente
Sánchez donde se construyera la "Villa Rosalba", mansión de la familia Pérez-Ferraro,
luego Hotel Rassmussen; y, la segunda, a la de la escalinata construida en 1928, en homenaje
a Los Comuneros, en el sitio conocido como "cerrito Antequera". En cuanto a la de Cerro
Corá y Curupayty, la misma fué ocupada por una residencia y reconvertida a "templo de la
noche asuncena"; pero su entorno sigue brindando unade las visuales más bellas de la ciudad,
el del río lejano y del cercano Ciudad Nueva.
En cuanto a las otras, el promontorio que sirvió de asiento a la Iglesia de La Encarnación se
llamaba "Volo-cue" y el del "Mangrullo", término pampeano, probablemente debido a su
antiguo uso de vigilancia, cementerio hasta 1918, fue sede del "Hospital de Brasileños" más
antes y hoy, parque. Fue uno de los sitios -potencialmente- más bellos de Asunción.
Debe agregarse a las mencionadas, la loma de "San Gerónimo" en donde -según constan-
cias todavía visibles en el mismo sitio- existieran baterías de defensa desde los tiempos de
la colonia. Muy cerca, la Loma Cachinga, hacia el Hospital de Clínicas; más allá Loma
Clavel. Lugares de arrabal, conventillos y serenatas. Otros lugares de la misma estirpe son
la Loma Cabará, presumido asiento original de la Casa Fuerte que diera origen a Asunción,
sede territorial del Convento de Santo Domingo y hasta hace muy poco, del Estadio Comu-
neros; Punta Carapá en el otro extremo de la bahía, "península" sobre el bajo chacariteño,
de gratas resonancias folklóricas. En la loma más cercana al puerto -Montevideo y Benjamín
Constant- y en donde estuviera hasta 1902, una de las últimas casas de Gobernadores, se en-
contraba Machain Cué. La Loma Tarumá o loma Campamento donde se desataba el "
.... impetuoso ritmo negro.. " del 24 de setiembre se encuentra entre las calles
México, Caballero, Rca. de Colombia y la avenida Gaspar Rodríguez de Francia.
Lugares "altos" de Asunción, llenas de encanto e historia. Y allá lejos, hacia el sur,
faros de piedra y destellos de lapacho anunciando la llegada a "la Asunción": los
cerros de Tacumbú y Lambaré.
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 131
Los patios coloniales
Dolores Caballero Mayor, hija de Pedro Juan Caballero y madre del Presidente
Cándido Bareiro, que crió a su familia haciendo y vendiendo dulces de guayaba con
frutas recogidas del patio de su casa, ubicada en la esquina de las actuales calles
Caballero y Eligio Ayala.
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 133
Las murallas
El 15 de Agosto de 1537, más que ciudad, en la "Loma Cabará" se fundó una Casa-
Fuerte y alrededor de ella, la primera gran muralla de Asunción. La originaria defi-
nición material de un territorio español en el Paraguay, la primera delimitación física
de las diferencias entre colonos e indios. La vida en la capital de la Provincia se inicia
entonces con una muralla como protección total y desde el principio. Más que una
delimitación de territorios o predios, el muro, empalizada o cerco de troncos, empe-
zaba a constituirse en un elemento fundamental de la seguridad de la Colonia.
La época de la colonia fué pobre de monumentos pero hubo pompas, festejos, fiestas
que apelaban al engalanamiento de la ciudad. Ya en época de los López, hubo arcos
de triunfos para los homenajes (bienvenidas o cumpleaños) de los mandatarios. En
1873, durante la presidencia de Salvador Jovellanos, Juan Colombo, un construc-
tor italiano que siguió a López hasta Cerro Corá, erigió el primer monumento, el que
conmemora la Constitución sancionada el 25 de Noviembre de 1870. El monolito,
imponente y olvidado, subsiste frente a las dependencias de la Policía Nacional, en
la plaza frontera.
Recién en setiembre de 1893, se disponía un reconocimiento a los artífices de nuestra
independencia. En esa fecha, una disposición de ley sancionaba la indicación para
construir un monumento " ... en el centro de la Pla-za Uruguaya", en homenaje a
los próceres Fulgencio Yegros, Pedro J. Caballero y Manuel A. Cabañas, vence-
dor de Manuel Belgrano en Paraguarí y Tacuarí. Aunque esa ley nunca fué cumplida,
si nos alineamos con fervor a las "formas clásicas" adornando las plazas de los
Héroes, de la Independencia y Uruguaya con réplicas de figuras mitológicas, ani-
males o alegorías diversas. Pero aunque tuvimos de éstas, no siempre gozaron del
favor del público. Hacia 1913, durante la Intendencia de Don Belisario Rivarola,
"Belisaurio" según sus adversarios políticos, en la Plaza Uruguaya, se instalaron
algunas estatuas que tenían como motivos a deidades griegas muy "ligeras de ropas".
Las mismas fueron consideradas "indecentes" por las religiosas que dirigían -en
aquel entonces- el colegio De la Providencia por lo que prohibieron a sus alumnas
cruzar el lugar, para evitar la vista de semejantes "obscenidades".
VILLAS Y
EDIFICIOS
En marzo de 1844, asume el Gobierno del Paraguay, Don Carlos Antonio López.
Se hacía imperiosa la necesidad de superar el aislamiento y el retraimiento impuestos
por el Dr. Francia y acoplarse a las ideas renovadoras del mundo que ya empezaban
a golpear las puertas del Río de la Plata.
Una vez re-electo en 1854, López decide la contratación de una importante cantidad
de técnicos extranjeros así como el envío de estudiantes paraguayos al viejo mundo.
Desde aquella fecha hasta el inicio de la Guerra de la Triple Alianza, llegaron a
Asunción especialistas en arsenales, ferrocarriles, sanidad, armada y navegación, el
arquitecto italiano Alejandro Ravizza, el escultor de la misma nacionalidad Andrés
Antonini, y los ingleses Alonso Taylor, constructor y John Owen Moyniham, "pi-
capedrero", entre otros profesionales quienes se dedicaron a diseñar y construir una
serie de edificios destinados a cambiar la silueta urbana de Asunción.
En la esquina de la calle Presidente Franco y Juan E. O’Leary estaba la casa del señor
Pedro Duarte, una de las muestras de "art nouveau" desarrollado en Asunción y
cuya silueta se encuentra hoy, lamentablemente reformada. El departamento de la
planta alta sirvió de residencia al Presidente de la República, Coronel Albino Jara
hasta su derrocamiento y exilio. Enfrente, en lo que hoy es sede del Ministerio de
Relaciones Exteriores, se encontraba la casa del señor Pacífico de Vargas, posterior-
mente residencia del intelectual Don Juan Silvano Godoy quien la donara -con su
pinacoteca incluida- para convertirse en un museo, origen del Museo Nacional de
Bellas Artes.
En la misma esquina, pero en la acera nor-oeste, se encontraba la residencia del señor
Miguel Palacios, convencional del ’70 y hermano del Obispo Palacios. La casa sir-
vió de sede a las deliberaciones de la Convención de 1870, hecho que motivara el
nombre para la calle, hoy conocida con el de Juan E. O’Leary.
Hubo otros palacios instalados en el microcentro. Uno de ellos fue del también Pre-
sidente de la República Emilio Aceval, edificio todavía sobreviviente en la esquina
de Benjamín Constant y 15 de Agosto y actual sede de una financiera. En la esquina
de Cnel. Francisco Martínez (nombre injustamente radiado de la nomenclatura del
centro), hoy Haedo con Chile, se enfrentaban la residencia de la familia Milleres y
su torre-mirador y la de la familia Zubizarreta. La mansión de Milleres fue trans-
"Más allá de la calle Brasil -cuenta Arturo Bray en sus Memorias- comenzaba la
ciudad de las ‘quintas’, con estatuítas baratas en el jardín, flecos de pasto inglés
en los canteros de albahacas y pensamientos, rejas trenzadas con santarritas,
árboles frondosos de sombra acogedora, patio enladrillado con el colonial aljibe
y glorietas paras los coloquios íntimos a media tarde". Entre las quintas de estas
características se encontraban sobre la avenida Artigas casi la calle Salinares (Perú),
la "Choza Adelina" de los esposos Decoud-López, actualmente ocupada por una
firma representante de vehículos. Con el frente sobre la calle Salinares estaba la ya
mencionada "Quinta Stewart", que se extendía desde la calle España hasta la vía
férrea. Sobre ésta última avenida, pasando la calle Brasil, estaba el "chalet" de los
esposos Legal-Decoud, ya demolido, con el predio actualmente ocupado por un
supermercado.
En el espacio correspondiente al Colegio San José se encontraba la quinta del ex-
Presidente de la República Juan Gualberto González (1890-94). La calle abierta al
costado lleva el nombre de su esposa: Rosa Peña de González. Sobre la calle España
y pasando la calle Perú, también se encontraba la quinta del Sr. Eduardo Kemerich ,
luego residencia del ex-Presidente Pedro P. Peña (1912), más tarde ocupada por la
Facultad de Arquitectura. Después de demolida la construcción y parafraseando al
cantante catalán Joan Manuel Serrat, el lugar sólo es "pasado fugaz, baldío y tur-
bio".
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 144
Villa Egusquiza
Originalmente publicado como "Los Palacios y las villas (4)"
La avenida Mcal. López, era conocida en sus inicios como ".....calle De la Asun-
ción, la que sigue a la Del Paraguayo Independiente.." según el conocido Decreto
de Carlos A. López de 1849, aunque entonces, la vía llegaba solamente hasta la calle
Salinares, actual Perú. El 16 de Agosto de 1915, se le asignó el nombre de Avenida
Colombia, cuando la revisión de los juicios sobre López y la guerra del ’70, valo-
raron seguramente la actitud solidaria de los colombianos hacia el Paraguay, al tér-
mino de la contienda. Dicha denominación la conservó hasta 1941 cuando un Decre-
to Municipal la cambió a Mcal. López desde "....la calle Brasil hasta la Recoleta" .
Finalmente, la Ordenanza del 31 de Octubre de 1962, le asignó el nombre de López
en toda su extensión.
Era sin duda, la avenida más presentable de la ciudad. El paseo de las embajadas, la
de las quintas, donde se hacían las paradas militares y en un tiempo, hasta los corsos
del carnaval. Pero también cumplía, escrupulosamente, la teoría urbanística en rela-
ción a la emergencia de este tipo de enclaves urbanos: que el centro de la ciudad y
las zonas cercanas a él, son -casi siempre- abandonadas por la necesidad de la "dis-
tancia social" que algunos grupos, clases adineradas de la sociedad o miembros de
la "burguesía local", imponen -o pretenden imponer- al resto de la sociedad.
Así, cuando el casco histórico de Asunción con las antiguas casas de las familias tra-
dicionales fuera inficionado con programas distintos al residencial y "mezclado" con
otras actividades, hubo que buscar "nuevos aires" para restablecer las diferencias
"con el resto". La avenida Mcal. López y sus grandes quintas se constituyeron en la
posibilidad de propiciar ese alejamiento. Cada una de ellas podía contar, entonces,
con su propio parque, contener sus propias instalaciones. Mansiones autosuficientes,
sin que sus moradores tuvieran que compartir nada con sus vecinos ni con el resto de
la comunidad. Prescindentes del entorno, de todo.
En ese contexto urbano, aparece la mansión de Venancio Pino, todavía en pie, con
su imponente cúpula, en Mcal. López casi Constitución. En la esquina de Perú y
Mcal. López, recientemente reformado y con el agregado de nuevas instalaciones, se
encuentra el Centro Cultural de la Embajada Brasileña, antigua mansión de la
familia Heyn . En la vereda de enfrente se encontraba la "Villa Marcelina" del Dr.
Cecilio Báez, Presidente de la República (1905-1906) y Ministro de Relaciones
Exteriores en los gobiernos de los Presidentes Gaona, Ferreira, Jara y Paiva. La
villa que llevaba el nombre de la esposa del Dr. Báez, la Sra. Marcelina Allende,
Berthè Cué coronaba la cima de la prolongada cuesta que imponía la calle Mcal.
López hacia el este, desde la calle Perú hasta la actual Vice Presidente Francisco
Sánchez. Al costado de la vieja torre de la casa de Juan Berthè, hacia la avenida, fue
construida la residencia de la familia Pérez Ferraro, posteriormente Hotel
Rasmussen y actualmente, Comando en Jefe de las Fuerzas Armadas.
En la misma loma y en la acera norte, se encontraba otro palacio prominente: el del
ingeniero Albino Mernes, Intendente Municipal de Asunción desde 1917 hasta
1920. Luego de diversas funciones y usos, la casa quedó convertida en una galería
comercial. Al lado, hacia el centro de la ciudad, se encontraba "Villa Lidia", deno-
minación dada en homenaje a la propietaria de la casa, la Sra. Lidia de Bogarín. En
esa residencia, ya demolida, vivió durante la Guerra del Chaco, el "Presidente de la
Victoria", Dr. Eusebio Ayala y en la misma, recibió -de parte del presidente bolivia-
no Salamanca- la propuesta para terminar la guerra, en 1933. El portador de esta
secreta misión fue un joven intelectual cruceño, el Dr. Dionisio Foianini Bánzer ,
que consigna el incidente en su libro "Misión cumplida".
Cruzando la calle Gral. Santos y sobre la curva que, desde la Estación San Miguel
conducía a "Para 1", ya sobre Mcal. López, todavía se encuentra la villa que per-
teneciera a la familia Jacquet. Al llegar a la calle "... Olimpo, la que se dirige a la
calle de los Arroyos, hacia la Iglesia de Lambaré.." actual avenida Kubitschek, se
encuentra la residencia presidencial, "Mburuvicha róga". La quinta en donde se
asienta dicha mansión,había pertenecido al Dr. Benjamín Aceval, fundador del
Colegio Nacional en 1877 y que, como Ministro de Relaciones Exteriores, represen-
tó al Paraguay ante la Comisión Arbitral sobre los dominios del Chaco, presidida por
el presidente norteamericano Rutherford B. Hayes. Muerto Aceval, sus descen-
La "calle de la Asunción" hoy Mcal. López, no era más que un espacio abierto
alrededor de las vías del "trencito a San Lorenzo". Pero con la fundación de Villa
Morra, en Febrero de 1888, se fue concretando en una alternativa de salida hacia ese
y otros nuevos barrios de la ciudad.
Siguiendo el recorrido propuesto en entregas anteriores, llegamos a la residencia pre-
sidencial "Mburuvicha Róga". Enfrente, todavía se encuentra la quinta que perte-
neciera al Sr. Francisco Guanes, todo un territorio que se extendía hasta la actual
avenida Artigas, a través del enclave conocido como Barrio Jara. En una de las
"postas" de esta enorme propiedad, ya en las proximidades de la vía férrea, se encon-
traba el "...Caserón de añejos tiempos, el de sólidos sillares...", al que cantara el
poeta Alejandro Guanes.
Siguiendo por Mcal. López, después de la calle Luna, hoy Venezuela, se encontraba
la quinta de la familia Heyn, que además de ésta y otras residencias ya mencionadas,
tenían una más, la mansión que hoy forma parte de una planta para la elaboración de
productos medicinales, en España y San Martín.
Un sector del actual Club Centenario había pertenecido al Sr. Guillermo Weyer.
Hacia la década de los ’20, la quinta fue arrendada al Sr. Shotaro Fukuoka, dueño
del "Jardín Japonés" instalado en el inconcluso Oratorio de Palma y Chile. En la
quinta, Fukuoka mantenía los cultivos que le servían de soporte a aquel negocio. Con
la propiedad vendida al club, el ciudadano oriental adquirió un nuevo terreno detrás
de las actuales instalaciones de la firma Toyotoshi, sobre el arroyo Mburicao mi ,
donde reorganizó su huerta de flores y plantas decorativas. Para entonces, las ventas
del "Jardín Japonés" se trasladaron a Convención (O’Leary) esquina Estrella.
dores históricos". Entre ellas la casa todavía existente del Sr. Haakom Pettersen, y
que luego fuera ocupada por el Dr. Gustavo González. Más al este, estaba la quinta
de la familia Pereira González, una larga construcción baja, de galerías, hoy ya de-
molida, que se encontraba frente a la plaza y parada del "..tranvía de Villa Morra" .
La que hoy sirve de "Casa-Cuna" es parte de la propiedad que perteneciera a los
Gadín. Gastón Gadín, hijo del matrimonio, dio luctuosa fama al apellido y al barrio
con el sonado caso del "parricidio de Villa Morra". Mediante Cipriano León, un
sirviente de la familia, Gastón había hecho matar a sus padres porque se oponían a
su casamiento.
Más allá de la avenida Rca. Argentina, antes conocida como "... la calle del
Tembetary, la que gira hacia el partido de su nombre.. " terminaba la ciudad y se
instalaba el "hipódromo de los Salomoni".
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 152
CAPITULO XI
CULTURA
Y PRENSA
El conocimiento de los hechos del pasado hubiera sido imposible si aquellos pio-
neros que se aventuraban en el mar-océano para la conquista de tierras inexploradas
o con la pretensión de dominar otros pueblos, no tuvieran la plena conciencia que
hacían algo nuevo, que protagonizaban gestas que debían registrarse para el cono-
cimiento de generaciones que "habrían de venir". Solamente la convicción -o tal
vez- el presentimiento que "estaban escribiendo la historia" pudo permitirnos ac-
ceder a lo hecho entonces, especialmente en lo que atañe al período de colonización
en América.
Era "la prensa" de aquellos tiempos. Un "periodismo" para lectores de siglos
después. Documentos elaborados para nuestra información y basados en la tarea de
escribidores, cronistas y pregoneros ; pioneros de la comunicación y de la historia.
Junto a ellos, cartógrafos , navegantes y artistas, como si fueran fotógrafos, com-
plementaban aquella información elemental con dibujos, mapas y planos, "expresan-
do" lo no podía ser descripto con palabras.
Entre los cronistas de los primeros años de la colonización del Río de la Plata figu-
raban Ulrich Schmidl, quien vino con la expedición del Primer Adelantado Pedro
de Mendoza; Hans Staden, quien estuvo en la expedición de Doña Mencia de Cal-
derón y -más tarde- los religiosos Diego de Torres Bollo, Florián Paucke -o
Baucke- y Antonio Ruiz de Montoya, entre otros. Pero era tal el impacto que cau-
saba en aquellos hombres todo lo que veían y experimentaban, que casi cualquiera
que supiera escribir agregó a aquella historia fantástica, sus propias memorias, dia-
rios de viaje y relatos, hoy fuente de información dispersa por archivos de toda
América y España. Una profusa documentación informativa de los acaeceres de
aquellos tiempos se generó también, una vez constituida la Provincia Gigante de las
Indias y cuando ya la "burocracia real" empezó a producir órdenes, indicaciones
o procedimientos específicos para algunas acciones de gobierno. Las que venían del
Rey -desde España- se elaboraban tan lejos de la realidad local y de las posibilidades
de ponerlas en práctica que en muchos casos, los gobernadores no tenían otra opción
que poner aquellos pesados folios sobre sus cabezas diciendo: "Se acata ... pero no
se cumple" . Y a otra cosa....
Dentro del cerco urbanizado de Asunción, la comunicación de órdenes, avisos y
novedades apelaba a los "bandos" que, a falta de diarios para hacerlos hacerlos
públicos, eran leídos por el "pregonero", junto al "poyo" o "rollo", madero grueso
y alto colocado en la Plaza Mayor para aquel efecto. Con los redobles del tambor, la
población era convocada junto al mencionado madero real, donde el pregonero leía
el bando con la solemnidad y el énfasis que la ocasión requería. Algunas veces la
gravedad del acontecimiento a comunicar cambiaba a los actores y el escenario,
como ocurriera en la tarde del 26 de abril de 1544, cuando frente a la casa de
"Chomin" Martínez de Irala -presumiblemente "Machain Cué"- en las cercanías
de la actual Plazoleta del Puerto, fue " .... llevado preso Alvar Núñez junto a los
oficiales reales, los escribanos Orué y González" y numerosa gente. Una vez co-
municado al pueblo las causas acumuladas contra el Segundo Adelantado, lo man-
daron preso. Luego de 11 meses, le sacaron del calabozo, le remacharon nuevos
grillos y lo enviaron a España.
Imprentas de madera
"El Cabichuí", "El Cacique Lambaré" y "El Centinela" ya se imprimen con tinta
de Guerra. El primero de ellos fue elaborado en la imprenta militar del Campamento
de Paso Pucú y apareció hasta San Fernando. Sus redactores fueron Natalicio de
María Talavera, el Coronel Juan Crisóstomo Centurión y los P resbíteros
Espinoza, Bogado y Maíz. Del "Lambaré" sólo se conocieron 13 números y del
"Centinela" 40, el último de ellos, salido a la luz el 23 de enero de 1868.
Recordando el lema inicial de "Independencia o Muerte", después de vibrantes
años de independencia, al Paraguay le llegaba -lentamente- la muerte ....
Eran famosas "las despiertas" de San Antonio y las fiestas de San Blás, en especial ésta,
que se desarrollaba alrededor de la iglesia del mismo nombre -"iglesia de indios"- según
la caracterización del plano de Félix de Azara, lugar hoy muy próximo al sitio conocido
como "Punta Carapá". A estas celebraciones acudía el mismo Presidente de la República
acompañado de algunos miembros de su gabinete y numeroso séquito. Se recuerda especial-
mente al Gral. Patricio Escobar en estos menesteres. Otro Presidente que adhería con su
presencia los festejos patronales de la ciudad, era el Dr. José P. Guggiari. El mandatario
concurría a la fiesta consagrada a la Virgen de la Merced. La festividad, teñida de profanas
como lujuriosas características, era realizada -cada 24 de Setiembre- en la "loma Tarumá",
entre las calles México, Gaspar R. de Francia y Rca. de Colombia, cercana a la casa del Dr.
Guguiari. En aquellos días, en esa legendaria loma de Asunción, el "...impetuoso ritmo
negro..." se adueñaba "...del suburbio..." al decir de los versos del Dr. Hipólito Sánchez
Quell.
Probablemente en ese mismo vecindario se habrían iniciado las "Gombas", fiesta de los
negros quienes, al son de tambores de todos los tamaños, danzaban frenéticamente durante
días enteros. Estas "cuasi-bacanales" de la población parda de Asunción fueron prohibidas
por la jerarquía católica, aproximadamente en 1878, se dice que debido a sus características
francamente ofensivas "a las buenas costumbres". El malevaje de la zona portuaria tenía su
"base de operaciones" para el bullicio, en los mullidos patios de tierra y enredaderas de la
"loma San Gerónimo". En ese lugar hubo fiestas desde tiempos coloniales y a cualquier
hora. Las jaranas de "la loma" se hacían de mañana, de tarde, noche y madrugada, sin la
excusa de ninguna virgen o santo patrono que honrar.
Casi con las mismas características, Ycuá Satí tenía fama de barrio "fiestero" y "liberal".
Cerca del "cerrito Antequera", bajo la fronda de los árboles que entornaban el fresco
arroyito que llegaba hasta las proximidades de la Estación del Ferrocarril y entre las actuales
calles Tte. Fariña, Manuel Domínguez, Parapiti y Estados Unidos, había bailes frecuente-
Sin los mismos detalles pintorescos de la vida de Pirioby, hubo -por la misma época,
entre criollos e indígenas- otros músicos y luthiers destacados. Una prueba de la
afinidad de los paraguayos para la música es que un buen porcentaje de presidentes
de la república, ministros del gabinete, magistrados, o fueron músicos o, formaron
parte de las primeras sociedades culturales que fomentaron la difusión de la música
en nuestro país. Entre los Jefes de Estado que -se sabe- ejecutaban la guitarra, estaban
el Dr. Francia, el Mariscal López, el Coronel Albino Jara y el Mariscal
Estigarribia. Casi todos los descendientes de Don Antonio Taboada, fundador del
Partido Liberal, fueron músicos y, hasta hace poco, le sobrevivían sus nietas, profe-
soras de música en cuanto colegio hubiera en Asunción. El hijo del Coronel Juan
C. Centurión, Fernando Centurión fue violinista; el hijo del Presidente Cecilio
Báez, Quirino Báez Allende fué un destacado guitarrista y ofreció conciertos en la
corte de los Zares de Rusia y -se dice- en toda Europa. Otro personaje de la misma
prosapia, "Nonón" Domínguez, hijo del Dr. Manuel Domínguez, era concertista
de piano y obligado protagonista de la vida musical asuncena.
De la formación de la Sociedad del Cuarteto en 1889, tomaron parte Bernardino
Caballero, el ya mencionado Juan C. Centurión, Juan B. Gaona, Christian
Heisecke y Pedro Saguier, Presidentes, Vicepresidentes o Ministros de Gabinete,
Los primeros tiempos de la Colonia fueron dominados por el duro batallar entre
españoles e indios. Para los "peninsulares", esta guerra se extendía a la lucha contra
los elementos, aun más hostiles si consideramos la falta de recursos y materiales, las
que determinaron -finalmente- las precarias instalaciones de aquellos tiempos. Era
-entonces- muy poco lo que podía esperarse del sistema escolar. No había mujeres,
no había tiempo para los devaneos amorosos y aunque los niños nacidos de la unión
de españoles con indígenas llegaban a millares en las primeras décadas posteriores
a la fundación, la enseñanza en el hogar, prácticamente la única posible en aquellas
difíciles circunstancias, tuvieron a aquellas madres "iletradas" como sustento. Para
completar el panorama, tampoco había libros ni instrumentos para el aprendizaje. De
cualquier manera, el constante guerrear con los indios, exigía -más que conocimien-
tos académicos- entrenamiento con las armas o la práctica de ejercicios militares para
el supremo objetivo de la supervivencia.
Debe recordarse también que los conquistadores no traían niños y las mujeres espa-
ñolas de aquellos contingentes expedicionarios, eran muy pocas. Algunas se incor-
poraron luego de la despoblación de Buenos Aires y recién en 1550, de la expedición
de Doña Mencia Calderón de Sanabria, formaron parte 50 "doncellas", con la
expresa misión de "poblar" los nuevos territorios. Estas "pioneras" llegaron a
Asunción, años después y luego de múltiples dificultades y penurias encontradas
durante la larga travesía.
El tiempo y sus mismos compatriotas -sin embargo- les demostrarían que las revo-
luciones no siempre son populares y que los cambios no se asimilan con facilidad
poniendo en vigencia aquello de: " ...Si te dieran enseguida la verdad no la reco-
nocerías porque tu corazón no estaría purificado por una larga interrogación".
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 165
"Civilización y barbarie....."
La ocupación del Paraguay por argentinos y brasileños, desde 1869 a 1876, des-
encadenaría -inevitablemente- la revisión del sistema educativo nacional pues cuan-
do conocidos los postulados del "Tratado de la Triple Alianza" consagrando la
necesidad de la "liberación" o "civilización del Paraguay" podía vislumbrarse ya
que la derrota no se consumaría sólo en el campo militar sino que se extendería al
dominio de lo político, lo social y lo cultural. Lo primero significó el impúdico
manejo -por parte de los aliados- de los hilos de la conducción del estado paraguayo
a través de la selección de los interlocutores locales, adecuados a sus intereses.
Para definir lo segundo, bien valen las expresiones del historiador argentino Ramón
J. Cárcano quien, en relación a estas influencias, expresaba:"...al lado de la presión
dura e implacable de la fuerza, el imperio aprovecha la penetración cariñosa e
íntima de las vinculaciones de familia para consolidar su dominio sobre el venci-
do", aludiendo a las uniones de militares y empresarios brasileños con señoritas de
la"... más alta sociedad paraguaya". Para lo mismo debe decirse que la "ayuda hu-
manitaria" al vencido no desatendía los "altos intereses" de los vencedores, hecho
fácilmente verificable en el tratado de límites firmado antes de la desocupación del
territorio paraguayo y que supuso la enésima desmembración de la antigua "Provin-
cia Gigante de las Indias".
El cultivo del intelecto, el manejo de las expresiones estéticas o el acceso a los co-
nocimientos científicos, si no fueron valores reconocidos en la Provincia del Para-
guay de antaño, es porque estuvieron -al menos, en los primeros años de la colonia-
bastante lejos de las posibilidades de la gente. Razones políticas primero y económi-
cas o geopolíticas después, impidieron que la Provincia pudiera contar con institu-
ciones de enseñanza de alguna calidad y -por ende- con una vida intelectual relati-
vamente dinámica. Ni siquiera el muy reconocido servicio de sacerdotes o misione-
ros pudo inducir a la creación de seminarios o instituciones de formación religiosa.
La historia sólo recoge el coraje de los hombres como una de las virtudes principales
en el proceso de la conquista. En realidad no había tiempo para otra cosa. Los inte-
lectuales de la "madre patria" no se aventuraban en menesteres tan azarosos y tan
poco productivos.
Cerca de fines del Siglo XVIII, en el Paraguay, incluso el castellano se había perdido
como lengua. Lo certifica el Padre José Cardiel, comentando que en ese tiempo ya
sólo la hablaban los españoles. Los criollos varones -explicaba el historiador- acce-
dían a algún conocimiento del idioma a través de la escuela, estamento vedado a las
mujeres que entonces, sólo hablaban guaraní.
Así sucedió en los grandes acontecimientos de la humanidad lo mismo que en los mo-
vimientos emancipadores de América. La ya ausente fuerza espiritual de los últimos
remanentes de los españoles en el continente y una adecuada combinación de libros
fundamentales con las noticias de lo sucedido en Norteamérica y -sobre todo- en
Francia, produjo en los patriotas la explosión libertaria. Habían prendido también
otros sentimientos y se planteaban otras necesidades. Se hablaba de "patria", de
"heredad", de "territorio". Ya se iniciaba el discernimiento de la "historia" y se
En 1918, otro álbum, "El Paraguay Ilustrado", editado en 1918 por Manuel W.
Chávez, daba cuenta de la presencia de otros estudiantes paraguayos en el extranjero.
Entre ellos se contaban: Nicolás Sarubi, Teodoro Decoud, Cándido Vasconsellos,
Ramón Goretta, José Gómez (hijo), Fernando Abente y Haedo, Alejandro
Dávalos, Gerardo Laguardia y B. Ciancio. Ya para entonces, una nutrida dotación
de profesionales egresados en el exterior desarrollaba su tarea docente o profesional
en Asunción. Los nunca resueltos problemas de límites con los países vecinos así
como los rescoldos de la pasada guerra hicieron que la juventud militar de los cuar-
teles accediera a mejores niveles de educación, tanto en el mismo país como fuera de
sus fronteras. Durante el gobierno de Juan B. Egusquiza (1894-1898) fueron envia-
dos a Buenos Aires algunos policías como Martín Ruperto Báez, Luis Báez y Elías
García, quien llegó a sub-jefe de la Policía de Buenos Aires y -ya en los primeros
gobiernos liberales de este siglo- Jefe de la Policía en Asunción. En la misma época
y a la misma ciudad fueron los marinos Manuel J. Duarte y Elías Ayala. A Chile
fueron Adolfo Chirife (que también fué a Alemania), Albino Jara, Eugenio A.
Garay, Manlio Schenone, entre otros, mientras que el futuro victorioso conductor
del Ejército en el Chaco, José Félix Estigarribia, iba a Francia.
Mientras tanto, en Asunción, los cadetes militares aprendían francés, etiqueta social
Los aliados que entraban a "la Asunción" el 5 de Enero de 1869, luego de bom-
bardearla hasta las últimas horas del 31 de Diciembre anterior, se encontraron con la
ciudad abandonada y enteramente "disponible". No los recibía la población "agrade-
cida", aún ante el presupuesto que venían a "...liberar al Paraguay". Solo extranje-
ros, aún temerosos, y ancianos desahuciados fueron testigos de aquella triunfal rapi-
ña. El "ausentismo" de los asuncenos -no obstante- se explicaba en el hecho que a lo
largo de su recorrido hasta Asunción, los soldados del ejército aliado habían demos-
trado que no eran de fiar. Considerando que la soldadesca imperial brasileña estaba
conformada mayoritariamente por esclavos y que el ejército de Mitre tenía en su
primera línea a asesinos y ladrones, "... hombres de mala fama", generoso califica-
tivo con que el historiador argentino Miguel Angel de Marco matizaba "el detalle",
ya justificaba la aprensión de los asuncenos ante la presencia de aquel malón.
Adicionalmente y ya antes de estos sucesos, un Bando publicado por el Vice-presi-
dente Francisco Sánchez con la rúbrica de Vicente Valle, el 22 de febrero de 1868,
disponía la evacuación total de la ciudad y el fusilamiento de toda persona que se
encontrara robando en las calles o las casas de la plaza abandonada. Concluía
advirtiendo el mencionado Bando que "...cualquier persona que se encuentre en
comunicación con el enemigo, sufrirá la pena capital".
Eran razones más que suficientes para que la ciudad esperara solitaria la llegada de
aquellas fuerzas. Detrás de ellas venían "vivaqueros", proveedores, cronistas, fami-
liares de soldados y oficiales, los propios paraguayos que retornaban desde el exilio
o desde los caminos de la guerra. También venían malandrines, tahures y aventureros
de toda especie, otorgando a la ciudad una excitación desacostumbrada, contrastante
con su proverbial quietud.
El "ambiente social" de Asunción se tornaba así, pródigo en acontecimientos como
para sorprenderse de la aparición del primer órgano de prensa: "La Regeneración",
bajo la dirección de José Segundo Decoud. El periódico, que salía los miércoles,
viernes y domingos, tenía su taller en la calle Palma entre 15 de Agosto y 14 de Mayo
y ya en los primeros meses de su aparición, se vio envuelto por los enrarecidos gases
sociales del ambiente. En efecto, en su edición número 145 del 18 de setiembre de
1869, "La Regeneración" daba cuenta del asesinato de una mujer en manos de un
ciudadano italiano. Ante aquella errónea información (en los días siguientes se aclaró
que el autor del asesinato habría sido argentino) la comunidad italiana reaccionó
enérgicamente reclamando una rectificación del medio, a lo que sus directivos acce-
dieron pero negándose a transcribir el texto propuesto y exigido por los italianos.
Con la misma ya vigente y los poderes del Gobierno constituidos, apareció un im-
portante número de medios de prensa que, ya como diarios o como semanarios y
revistas, en Asunción, o en los pueblos, Areguá, Pilar, Encarnación , Concepción,
Villarrica y Colonia Cosme dieron inicio a la prensa de opinión. Como tal, sufrieron
también, las primeras agresiones de la incomprensión y la intolerancia que,
premonitoriamente, marcaron la vida política y cultural de nuestro país a partir de
entonces.
Desde 1869 hasta los últimos años del siglo pasado vieron la luz -aproximadamente-
60 periódicos, cerca de 77 semanarios y 33 revistas. Algunas de ellas en guaraní,
otras en castellano, inglés, francés o en alemán . Algunos de ellos representando a
un grupo o una línea política determinada. Otros, como expresiones de las colecti-
vidades extranjeras y de sus culturas, o de instituciones militares, policiales, de gre-
La prensa tenía mucho que hacer y mucho que perder en aquel tiempo sin escrúpulos.
Los señores de la política -que no hesitaban en traicionar a compañeros o asesinar
adversarios- no dudarían tampoco en eliminar a quienes, en nombre de la opinión
pública, pudieran señalarles faltas o se opusieran a sus intenciones. La destrucción
de los talleres de "La Regeneración", el 24 de setiembre de 1869, dejaba en claro
la fragilidad del ambiente en el que tenían que desenvolverse aquellos pioneros del
periodismo nacional. Y se supo también -poco después- que no importaba cuan
cautamente se manifestara una opinión que cuando los bárbaros sienten lastimados
sus "reales fueros", la reacción es desproporcionada y brutal.
res, Avalos le contestó: "Te he de cortar la mano para que no escriba después de
muerto" (sic). Finalmente le asestaron otro golpe de lanza y " ... mil golpes de sable
lo ultimaron".
En los albores del siglo XX, las "desinteligencias" entre "cívicos" y "radicales"
enfrentaba a dos medios de prensa: "El Liberal", dirigido por Gómes Freire
Estéves, Eladio Velázquez, Juan J. Soler y Marciano Castelví; y el "Alón"
manejado por Carlos García y otros componentes de la juventud radical. En uno de
los intercambios de polémica prosa periodística, el joven García se consideró agra-
viado por los "cívicos" y retó a duelo a Gómes Freire Estéves. Sin que nada apa-
ciguara la indignación de uno y la resolución del otro, el lance se realizó en las faldas
del cerro Tacumbú al abrigo de la madrugada. Aquel día, la ciudad despertó con la
noticia de la muerte del "...periodista, orador, soñador, enamorado y valiente,
Carlos García".
Igualmente joven y periodista, en otras circunstancias, pero por los mismos "delitos
y culpas" que los mencionados: la vehemencia en la defensa de la verdad, de los
ideales y sueños en pos de un país mejor, fué muerto Adolfo Riquelme, co-fundador
de "El Diario". El hecho fué conocido como la tragedia de Rosario pues sucedió en
"Bonete", puerto de aquel pueblo del norte, el 17 de marzo de 1911.
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 181
Libros y libreros
Puede decirse que una de las novedades más importantes que trajo la pos-guerra del
’70, fueron los libros. Ellos motivaron la lectura y la ilustración. No sólo la lectura
en cuanto al ejercicio escolar de instrucción sino el hábito que permitía el acceso a
la información, la asimilación de las ideas de los grandes autores y las grandes co-
rrientes del pensamiento universal sino - muy especialmente - el cultivo del propio
intelecto, por el prestigio que alcanzaba entonces al que ostentaba el recurso del saber
y la sabiduría.
Así -muchas veces- las librerías se disputaban los espacios de publicidad, en frecuen-
cia y centímetros de propaganda, con los anuncios de sedas o licores europeos. La
difusión del conocimiento y la variedad de la oferta editorial dio origen a la discusión
de las ideas y el debate. El ejercicio de estos nuevos hábitos sociales se concedían en
las tertulias de intelectuales -literatos y políticos- donde no pocas iniciativas cultu-
rales y hasta algunas conspiraciones tuvieron lugar. En aquel tiempo, los políticos al-
ternaban las discusiones parlamentarias con aquellas reuniones plenas de chispa y
sabiduría y más de un Presidente de la República aparece "militando" la literatura en
el "Indice de la Poesía Paraguaya" publicado por Sinforiano Buzó Gómez.
Tales fueron los casos de Cecilio Báez, Manuel Gondra y Liberato Rojas, además
de otros mencionados en dicho "Indice" que llegaron a altos puestos del Gabinete o
el Parlamento, como los hermanos Decoud -especialmente José Segundo- Facundo
Machain, Juan Silvano Godoy, Miguel Palacios, Cayo Miltos y algunos años más
tarde, Juan E. O’Leary, Arsenio López Decoud, Enrique Solano López, Manuel
Domínguez, Fulgencio R. Moreno y Blás Garay, entre otros.
La fundación del "Centro Literario" dio lugar a una inusitada actividad artística
e intelectual en Asunción, con frecuentes reuniones y veladas realizadas en el Club
del Progreso. En ellas se abordaban temas literarios e históricos. Aunque el "Cen-
tro" sólo subsistió hasta 1889, su corta vigencia pudo dar lugar a la fundación de
otros núcleos culturales entre los que pueden contarse al Ateneo Paraguayo y la
Sociedad del Cuarteto además del Instituto Paraguayo, ya en 1895.
La Sociedad del Cuarteto no requiere aclarar que su objetivo era la difusión de la
música. Nació en el mismo año 1889 y fué producto de la entusiasta tarea de algunos
precursores como el músico italiano Luís Cavedagni, autor de una instrumentación
del Himno Nacional, en 1874. La obra cumbre de este maestro fué sin embargo, la
compilación y arreglos orquestales de un gran número de músicas populares
paraguayas. Esta tarea de investigación y rescate fué posteriormente integrada en un
Album con 400 composiciones y enviadas a la Exposición Universal de París, tam-
bién en 1889. Los originales de este singular trabajo habrían quedado en poder del
pianista italiano Emilio Malinverni.
SERVICIOS
Los burros llegaban al mercado y una vez instalada la mercadería, los animales eran
conducidos a un corralón ubicado sobre la calle Ypané (Fulgencio R. Moreno) entre
Yegros e Iturbe, anticipo de nuestras "playas de estacionamiento". Este trabajo era
desarrollado por muchachos que se encargaban de llevar y traer los burros donde sus
dueñas y, en el "corralón de estacionamiento", darles agua y forraje.
Luego de terminada la contienda del ‘64 al 70, el "Mercado Guazú" fue conso-
lidándose hasta convertirse en el centro vital de la "aldea" asuncena. Los avisos de
los diarios que saludaban en Asunción el fin de la guerra, daban cuenta de la oferta
comercial de la plaza, centrada casi íntegramente en la existencia de los alrededores.
Así, a menos de 100 metros de la "plaza del mercado" podía uno encontrar desde san-
guijuelas hasta ropa europea, tanto alfalfa como enseñanza de idiomas.
En las ediciones de agosto de 1870, "La Voz del Pueblo", diario dirigido por Miguel
Gallegos, anunciaba -por ejemplo- los servicios del Dr. Fors, abogado, en De la
Oliva Nº 27; Iturburu, Bareiro y Rivarola ofrecían alfalfa "de superior calidad"
en Oliva Nº 60, frente al "reñidero de gallos". Calle abajo, en los locales números
7 y 9, se hallaba el "Gran Bazar Universal" con materiales de ferretería y sobre la
misma vía, aunque ya con el nombre de De la Paz, actual Cerro Corá, la Armería
de Alfredo Hoeguard ofrecía armas, de todo tipo, incluso instrumentos de esgrima,
tales como "...floretes, caretas, guantes, pecheras, espadas y cinturones".
Sobre la calle Estrella, en el espacio que corresponde a la incorrectamente denomi-
nada Plaza O’Leary, en el local Nº 11 y bajo inmensos corredores coloniales, se
encontraba la tienda y ropería "La Novedad" de José Fuster. También el Hotel de
la Paz, que ofrecía "...baños de lluvia a todas horas"; en la esquina de Estrella con
25 de Diciembre (Chile), estaba la "Botica de la Alianza" .
Sobre los corredores de Palma e Independencia Nacional, estaban "La Bota Colo-
rada", "La Hormiga" y "El Ñandú". Más abajo, en la esquina de esta última calle
con la de Del Sol (Pte. Franco), el "Baratillo de Retratos (...) al lado del Palacio
Barrios" ofrecía todo tipo de recuerdos fotográficos, tanto personales como "...fa-
miliares o de grupos".
Ya hacia fines del siglo, el Mercado Guazú, junto con el Puerto, pasó a constituirse
en la principal atracción de la ciudad. Tanto que en la medida de su expansión, los
medios de transporte empezaron a vincular, inevitablemente, el interior del país y los
nuevos arrabales de Asunción con estos puntos. El "trencito de San Lorenzo" -por
ejemplo- tenía su estación frente a la "Armería Alemana" de Otto Zinert, en 25 de
Noviembre (Nuestra Señora de la Asunción) entre Palma y Estrella. Don Otto había
adquirido el edificio del Gral. Bernardino Caballero en 1906, quien - a su vez - la
había "heredado" del Gral. Osorio, Vizconde de Herval, miembro del ejército de ocu-
pación brasileño.
La casa, que ocupaba toda la manzana de Palma entre 25 de Noviembre y 25 de
Diciembre, había pertenecido a Francisco Solano López. En ese tiempo y en la otra
años más tarde, la audaz estructura del Hotel Guaraní terminaría por desalojar el
recuerdo del Mercado.
Con la desaparición de la feria, empezó el desalojo del centro y casi, de inmediato,
sin reparar en la posibilidad de mejorar el mecanismo de mercadeo, olvidándonos de
todo lo bueno que podíamos haber mantenido y todo lo malo que pudimos haber
evitado, se recreaba el proceso -con todos sus defectos, y aún agravados- alrededor
de "Dos Bocas". Nacía el Mercado 4.
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 192
Los cementerios
Uno de los primeros cementerios del que se tiene alguna referencia en Asunción, era
el De la Encarnación. Ubicado dentro del perímetro del Convento de Santo Domin-
go, entre las calles 15 de Agosto, Juan E. O’Leary, de la República y el barranco de
la bahía de Asunción, ganó -posteriormente- los espacios del frente, donde estuviera
el campo de deportes del ex Colegio Militar. Existen grabados y dibujos que muestran
la disposición de sepulturas en el lugar así como al costado sur de la antigua iglesia,
aunque es seguro que -en su interior- también estuvieran dispuestas algunas tumbas.
El mismo Dictador Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia fue sepultado en una de
las naves de la Iglesia hasta que su sepulcro fue profanado y sus huesos arrojados al
río, en 1852. Se cuenta que el autor de la profanación fue el Sr. Manuel Pedro de la
Peña.
El Cementerio General de Asunción , fue creado a partir del Decreto de los cónsules
Paz, actual Cerro Corá casi Independencia Nacional. "La Patria", anunciaba en
1875, al "remozado" Hotel del Plata, en la calle Villa Rica Nº 7, actual Presidente
Franco casi Independencia Nacional. Allí se ofrecía "..un regular número de cuar-
tos bien amueblados para pasageros" (sic).
Ya entrado este siglo, en Diciembre de 1902, en "El Cívico" , el Sr. Antonio Spinzi
ofrecía las instalaciones de su Gran Hotel de Roma, en Alberdi Nº 221 al 223.
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 198
CAPITULO XIII
INDUSTRIAS
Y NEGOCIOS
Las instituciones financieras existen desde que las agrupaciones humanas se con-
virtieron en estados o naciones. Y desde siempre fueron muy poderosas. Además de
asegurar y garantizar su propia prosperidad se "ocuparon" -también- de destronar
reyes, entronizar Papas, financiar guerras y -hasta a veces- salvar de la ruina a algunas
monarquías como sucedió, en mas de una oportunidad, durante el extenso reinado de
Felipe II, en toda la segunda mitad del siglo XVI.
Generalmente la historia omite considerar que la mayoría de las guerras y cambios
operados en los límites de los territorios nacionales y en la nomenclatura de los
mapas, han tenido motivaciones económicas. Desde luego que el progreso de la hu-
manidad se sustentó también en las artes y las investigaciones, pero la frase "El
dinero no hace la felicidad" sólo es otra perversa maquinación de la literatura re-
ligiosa.
Los habitantes del Paraguay colonial, "... víctimas de un sueño colosal, ... despojos
heroicos de las grandes expediciones", no tuvieron muchas posibilidades de comer-
ciar y desarrollar una economía próspera. El colono, soldado y agricultor, sólo tuvo
en el cultivo de la tierra la posibilidad de sobrevivencia; tanto, que algunos de sus pro-
ductos eran -al mismo tiempo- su moneda. En efecto, dada la dificultad de contar con
metales nobles para referenciar los intercambios comerciales, se tuvo que apelar al
hierro. Eran las "cuñas" de Martínez de Irala, que sustituían a los inexistentes
metales como el oro o la plata. Una cuña de hierro, en 1544, equivalía a un "real oro"
y para los cambios menudos "... se dividía la cuña en pedazos, determinando su
valor por su peso". Dadas las dificultades del sistema, el Cabildo de Asunción
"desmonetizó" el hierro en 1599 reemplazando la cuña por el lienzo, la cera y el
caraguatá.
En el siguiente siglo, estos productos cedieron ese importante papel a la yerba mate
cuya cotización alcanzó a dos pesos-plata por arroba del producto, en 1674.
Durante toda la Colonia y gran parte de su vida independiente, el Paraguay sufrió
un verdadero bloqueo comercial de parte de sus vecinos del este y del sur, especial-
mente de la Argentina. Además de las trabas a la libre navegación, el vocabulario
aduanero colonial está lleno de nombres como sisa, arbitrios, alcabala o puertos-
preciso, arbitrarios procedimientos impositivos que arruinaron el comercio de nues-
tro país.
Luego del fallecimiento del Dictador Francia y ya durante el Gobierno de Don Carlos
Antonio López se iniciaron procedimientos de ordenamiento administrativo e
implementación de nuevas tarifas de Aduana.
Unos años más tarde y ya cuando existían monedas de valor, comenzó la circulación
de papel moneda. La emisión, autorizada en 1849, se había hecho por un valor total
de 1.100.000,oo pesos, y los billetes eran de 5, 4, 3, 2 y un peso; y de 4, 2 y 1/2 reales.
Mientras, las monedas de cobre creadas a principios de 1847, tenían un peso de 5
gramos y el valor total de la emisión, fue de 16.198 pesos y 6 reales.
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 201
Negocios, monedas, mercancías...
Se puede suponer que los primeros negocios de la ciudad se hicieron con los propios
indios. Independientemente de las "novedades" que éstos pudieran ofrecerles, los
españoles no tuvieron más remedio que canjear sus escasas pertenencias por los fru-
tos y objetos que poseían los nativos. El hecho es de frecuente mención en la crónica
de los historiadores de la Colonia. En momentos críticos para "la Asunción" -que
fueron muchos- los bastimentos indígenas tuvieron la virtud de salvar a la ciudad de
inminentes períodos de hambruna.
Ya con la población consolidada, variada y numerosa y antes de la aparición de los
medios de intercambio, la propia sociedad daba lugar al canje como una forma pri-
mera y primaria de comercio entre sus miembros. Posteriormente y de común acuer-
do entre los Oficiales Reales y el Gobernador Irala, aparecieron las primeros re-
ferentes monetarios: el "escoplo", las "cuñas" y los "anzuelos" aún subsistiendo
el trueque o la permuta, procedimiento éste que recibía el nombre de "rescate".
Ante el fracaso en la utilización de las "monedas nobles" (el oro y la plata) debido a
su escasez en la Colonia, se sumaron a los objetos de valor monetario: el hierro, el
acero, el lienzo, la cera, el karaguata y el algodón.
Puede deducirse que estos productos, además del vino, el tabaco, el azúcar, entre
otros, constituían la base de la producción industrial y el sustento del comercio. El
caso del vino era -con el del trigo- de una especial connotación debido a que le atri-
buían relaciones con lo bíblico o divino. Vale la pena mencionar también la curiosa
elaboración del azúcar en aquellos duros primeros años de la conquista. Luego del
trapiche y la cocción del mosto hasta el estado de melaza, se ponía el producto en
bolsas de cuero que un fornido varón hacía girar por los aires. El resultado de este
"centrifugado" manual era el azúcar que quedaba adherida a las paredes de la bolsa.
Luego, en forma igualmente manual, se sacaba dicho azucar y se lo secaba para
embolsarlo convenientemente.
Pero eran los productos importados los de mayor valor para el consumo, especial-
mente las especias como el azafrán, la canela, el gengibre y la pimienta cuya
"existencia, el conquistador guardaba celosamente en su despensa y hasta entraba
a figurar en los inventarios". La utilización de los "Puertos Precisos" y el "Puerto
Terminal" de Santa Fe, al sur de Asunción, elevaron aún más la cotización de los
productos de la península. Las sedas, licores, joyas o muebles provenientes de Espa-
ña, adquirían un valor inconmensurable, lo mismo que aureolaban de gran prestigio
a sus propietarios aunque, ya más tarde -en el período pre-independiente- y forma-
lizado el comercio, era normal que estos productos engalanaran la casa de las familias
más "pudientes" de Asunción.
Ya para entonces, hubo otra mercancía cuyo uso indicaba el poderío económico de
los componentes de la sociedad: los esclavos. A propósito, en una de las crónicas que
alude a la pasantía del Dr. Francia en la Universidad de Córdoba, se menciona un
listado de "cosas" que contenía una encomienda que le fuera enviada por su madre
desde Asunción. Entre los dulces y la ropa nueva se lee: "...y un negrito de 10 años,
destinado a su servicio".
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 203
Las instituciones financieras
Al momento de la Guerra contra la Triple Alianza, Paraguay era un país pobre pero
autónomo, "...una nación pequeña y despoblada" que hasta ese momento había
prescindido del crédito internacional, en contraposición al elevado endeudamiento
de sus vecinos y adversarios en la guerra, Brasil y Argentina. Concluido el conflicto,
todo el territorio paraguayo era una inmensa desolación. En "...las viejas heredades,
donde reinó la abundancia, había desaparecido hasta los animales domésticos".
Los gobiernos emergentes de la pos-guerra, impedidos de todo -menos de endeudar-
se- autorizaron en menos de dos años, empréstitos por valor de 2.500.000 pesos.
Agregados estos a las emisiones realizadas, la deuda pública del país aumentó dra-
máticamente. Para amortizar las emisiones de dinero, el estado decretó en 1875, el
estanco -una especie de monopolio- del tabaco, seguido del de la sal y el jabón. En
1876, se estancaba la yerba mate.
rizaba, entre otras cosas, a ser encargado -con exclusión de todo otro banco o esta-
blecimiento de crédito- de las operaciones del Tesoro del Estado; de ser -con prefe-
rencia- el agente financiero del Estado, dentro y fuera de la República; constituirse
en depositario de los fondos de todas las reparticiones y oficinas públicas; y, de es-
tablecer un Montepío y tener la facultad de emitir cédulas o letras de garantía.
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 205
Las fábricas: desde el fósforo al azul...
Varadero, Chorrito, Riacho Caracará, fueron otros de los sitios afamahacia el oeste y
sobre la costa del río, conocido como una de las primeras instalaciones "astilleras" de la
ciudad. El Chorrito en el parque Caballero y el riacho Caracará, en los bajos del mismo,
eran alternativas balnearias para aplacar los fuertes calores. Estos, sin embargo, siempre
tuvieron en la fronda patios y calles de Asunción, un filtro mucho más adecuado que los que
se cuentan en la actualidad.
Para completar la lista de lugares de la ciudad que debieron sus nombres a los de sus
antiguos dueños aparte de los ya mencionados en entregas anteriores, estaban las
"quintas"; como la que perteneciera a Enrique Mangels, en el terreno que hoy co-
rresponde al Instituto Superior de Educación y al Consejo Nacional de Deportes y que
contaba hasta con un cementerio privado. La del Gral. Patricio Escobar en el inicio
de la avenida José Félix Bogado hacia Lambaré; o, ya cerca del arroyo Ferreira y
sobre la misma avenida, la quinta de Emilio Nudelman, donde hoy se halla locali-
zada la urbanización "Aranjuez".
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 207
Atrasados o subdesarrollados..?
Unos años antes, en 1847, el mismo Don Carlos iniciaba las emisiones de papel
moneda planteando al Congreso: "...El Paraguay es el único país, antes español,
que hoy pueda realizar esta ope-ración como corresponde, ...porque tiene capita-
les, garantías sólidas y seguras y ninguna deuda interior o exterior".
En 1865, al inicio de la Guerra del 70, el Brasil debía más de 18 millones de libras
esterlinas. En la misma época, la deuda consolidada argentina era de 40 millones de
¿Cuáles eran las empresas más importantes del Paraguay a fines del siglo pasado?. La
edición de "La República del Paraguay en su Primer Centenario", editadaen Buenos Aires
por Ramón Monte Domeq, mencionaba al Ferrocarril Central del Paraguay como"... la
más poderosa empresa existe nte en el país". Por entonces, el Directorio Central de la
Compañía, radicado en Londres, estaba presidido por el empresario portugués Manuel
Rodríguez, el mismo que había financiado la insurrección armada que llevó al Sr. Eduardo
Schaerer a la Presidencia de la República, en 1912. Esta operación fue efectiva mediante un
"préstamo" de 350.000 pesos-oro que -finalmente- y ya instalado Schaerer en el poder, tuvo
que ser pagado por el Estado Paraguayo con un interés acumulado que llevó la deuda a casi
cuatro veces más de su valor original.
En el mismo rubro de los transportes y habiendo sido el medio fluvial el factor principal de
las comunicaciones en el Paraguay desde los tiempos de la Colonia, las actividades navieras
generaron la emergencia de otras empresas importantes. Entre las mismas predominaban las
extranjeras como la S.A. Nicolás Mihanovich Ltda. y La Marina Mercante constituidas
por capitales argentinos así como también el Lloyd Brasileiro, subvencionado por el Go-
bierno del Brasil. Aunque estas empresas sólo contaran con agencias en Asunción, era tan
importante el número depasajeros -especialmente argentinos- que venían en busca del cálido
invierno paraguayo, que la empresa de navegación Mihanovich hizo planes para invertir en
el dragado del río Salado para acceder directamente a San Bernardino desde el río Paraguay.
Ya entonces, se supo lo que, hace muy poco tiempo, surgió como una "gran novedad": que
las diferencias de nivel entre el río y el lago hacían imposible la operación.
Entre las empresas navieras radicadas en el país estaban, entre otras, las de Vierci Hnos. y
la de Domingo Barthe. Estas y sus embarcaciones no sólo cubrían el litoral paraguayo en
toda su longitud desde Pilar hasta el norteño puerto de Corumbá, Brasil, sino también llega-
ban hasta Posadas, Argentina, sobre el litoral del Paraná.
La "belle epoque" de Asunción recuerda los viajes de aquellos afortunados pasajeros en los
"paquetes" de algunas de estas compañías de navegación. Los menos afortunados se limita-
ban entonces, a convertir el recibimiento a estos buques, en obligados y elegantes paseos al
puerto.
El auge de las empresas navieras y la marina mercante radicadas en Asunción, desde el tér-
mino de la Guerra del ’70 hasta casi la primera mitad de este siglo, no fue más que el reflejo
de la gran importancia que tuvo -desde siempre- la navegación por los troncos fluviales del
Paraguay.
Ya en las décadas anteriores a la guerra, durante los gobiernos de los López, más de
300 buques y vapores realizaban -normalmente- el tráfico de pasajeros y carga entre
Asunción y el resto del mundo y, en la misma época, más de 300 marinos -la mayoría
de ellos, extranjeros- estaban registrados ante las autoridades nacionales.
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 213
Comercios e Industrias
En cuanto a los sistemas de transporte urbano como los tranvías, ya próximos al año
1912, las tres líneas de tracción a sangre, estaban siendo sustituidas por las líneas
eléctricas, concedidas al Sr. Juan Carosio.
Otro recurso nacional de inapreciable valor reflejado en los negocios de Asunción,
era el de la tierra, con sus existencias naturales de bosques, yerba mate y demás bienes
incorporados. Entre éstos, la ganadería o los cultivos de caña dulce para la producción
azucarera o el algodón para los hilados, eran los de mayor rentabilidad. Así "... la más
poderosa empresa yerbatera del país", La Industrial Paraguaya, dominaba una
gran extensión territorial en la región del Alto Paraná, contando con oficinas y depó-
sitos en Asunción en edificios propios todavía existentes, cerca del puerto de la ca-
pital. A principios de este siglo, la producción de "la Industrial’ era de 5.500.000 kilos
anuales de yerba, colocadas -casi en su totalidad- en la plaza de Buenos Aires. La
empresa, fundada en 1886, contaba entre los miembros de su directorio, a los señores
Juan B. Gaona, primer Presidente de la "era liberal" (1904-1906), a Antonio Plate,
Jorge Casaccia, Gregorio Urrutia y Rodney Croskey. Gaona y Plate eran también
accionistas del poderoso Banco Mercantil mientras que los otros eran dueños de otras
importantes empresas.
Entre las casas comerciales, la Sociedad Anónima Rius & Jorba de Don Juan Rius
y de Don Marcelino Jorba, era la más importante. Fue fundada en 1872 y operaba
en casi todos los rubros de importación, desde los vestidos hasta los ramos de ferre-
tería, bazar y almacenes generales. La sociedad, refundada en 1909, con la incorpo-
ración de otros socios, también fue dueña del Teatro Granados. El frente de la pro-
piedad, sobre la calle Palma, corresponde al sitio ocupado actualmente por la Direc-
ción de Turismo mientras que sobre la calle Presidente Franco, el edificio todavía
muestra una de las más bellas creaciones del art-decó local.
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 215
Empresarios y políticos
La revisión de las publicaciones del Paraguay de las últimos años del siglo pasado
y de las primeras décadas del presente, nos revela una característica impensable para
la sociedad paraguaya de los días actuales. Y es que entre los componentes de la
colectividad empresarial y comerciante más próspera de aquella época, no se encon-
traban individuos o grupos pertenecientes a los partidos políticos. Entre las pocas ex-
cepciones podría contarse la de Juan B. Gaona, representante del Partido Liberal y
Presidente de la República desde 1904 a 1906 y, en aquellos tiempos, uno de los
empresarios más activos y poderosos del país. Aparte de haber sido uno de los fun-
dadores del poderoso Banco Mercantil, Gaona fue también miembro del directorio
de La Industrial Paraguaya. El Mercantil fue construido detrás de su casa particu-
lar, probablemente en su mismo patio, en el terreno hoy ocupado por el Citibank,
Estrella esquina Chile.
La otra diferencia entre aquella época y la actualidad era que a Gaona casi se le
escurre la fortuna en el corto período de su presidencia de dos años, en comparación
con algunos afortunados que, aunque brevemente afortunados, amasaron grandes
riquezas en su pasantía por el gobierno. Y para esto, no había que ser -necesariamen-
te- presidente.
Los grupos sociales que si alternaron sus actividades cotidianas con los ejercicios in-
telectuales y la política, eran periodistas, profesores, profesionales, especialmente
abogados y médicos y, algunos pocos descendientes de la burguesía extranjera ya -
por entonces- muy "aparaguayada" y afirmada. Algunos de aquellos -intelectuales
o políticos-, sólo llegaron a juntar libros ya que ni casa propia llegaron a tener. Tal
fue el caso de Manuel Gondra o del mismo Coronel Albino Jara, quien de vivir en
un inquilinato de la calle Estero Bellaco, con su madre y hermanas, pasó a ocupar el
palacio presidencial.
Otro recordado ejemplo es el de Eligio Ayala quien vivió hasta su muerte en una casa
alquilada en la esquina de la calle Estados Unidos y Presidente Wilson, hoy conocida
con el nombre de Ayala. Aunque militar, el Mcal. José Félix Estigarribia, como sus
colegas presidentes, salió de una casa alquilada todavía existente en Juan de Salazar
y Manuel Pérez, para ir a morir en aquel infausto 7 de setiembre de 1940, en un increí-
ble accidente: volando un destartalado y vetusto avión a falta de otro para las nece-
sidades del estado o del Presidente. Habiendo sido el victorioso conductor de nuestro
ejército en el Chaco, Presidente de la República y, en su época, el paraguayo de mayor
prestigio en el mundo, sólo dejó 250 pesos argentinos en una caja de ahorro.
Subiendo la antigua calle Florida, hoy Benjamín Constant, en la esquina con Mon-
tevideo, todavía se encuentra el edificio que albergaba una gran casa importadora:
Lapierre & Cía., sociedad constituida por Estéban A. Lapierre y William Paats,
este último holandés y pionero de los deportes en el Paraguay.
Todos estas industrias, aunque amalgamando la materia prima local con las más
modernas maquinarias, hacían -sin embargo- la distribución de sus productos en el
medio más convencional de entonces: los carros o "zorras" estiradas con mulas.
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 219
La ganadería
".. confiados al cuidado de un tal Gaete", vinieron sanas y salvas desde las costas
del Brasil, también por tierra, casi por la misma ruta que en distintas épocas anteriores,
habrían hecho Alejo García, Alvar Núñez y Díaz de Melgarejo. Más numeroso era el
rebaño de vacunos para reforzar la naciente ganadería paraguaya que, desde el Perú,
llegaría unos años más tarde.
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 221
CAPITULO XIV
RIOS, BARCOS
Y MARINEROS
Aún más grande fue el "Río Blanco", que con el nombre de "Aquitaine" fue adqui-
rido de su comandante, el señor Lobelly Seicnag, en Burdeos, Francia. Construido
en 1854, el "Río Blanco" desplazaba "...590 toneladas y cuatro quintos" y desa-
rrollaba una velocidad de 10 a 11 millas por hora. Este buque llegó al Paraguay tra-
yendo a los colonos franceses que fundarían "Nueva Burdeos" en la Villa Occiden-
tal del Chaco, hoy Villa Hayes.
Por la misma época, también fueron adquiridos de los puertos de Buenos Aires, el
El "Tacuari" fue comandado desde sus primeros viajes por el británico George
Francis Mórice. Más tarde, dicho puesto quedó a cargo del capitán Pedro Ignacio
Meza. Sin embargo, durante las importantes misiones de la nave en el Río de la Plata
el encargado de comandarla fue el capitán Remigio Cabral. Luego de sobrevivir al
entrevero de Riachuelo y muerto Cabral en Humaitá, el magestuoso "Tacuari" ,
descubierto por dos acorazados brasileros, fue hundido por sus propios tripulantes en
la desembocadura del riacho Guaicurú , hacia el Chaco -hoy argentino- el 22 de
Marzo de 1868.
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 224
El "Tacuari"
El gran buque "Tacuari", con bandera nacional y construido en Londres por en-
cargo directo del gobierno de Don Carlos A. López, ingresó a aguas paraguayas en
el lugar llamado Confluencia, a las 7 de la mañana del 20 de Enero de 1855. Traía
de retorno a la comitiva paraguaya que había estado en misión oficial por Europa.
La misma estaba compuesta por el brigadier general Francisco Solano López -Jefe
de la Delegación- un numeroso séquito entre los que figuraban "...su hermano
Benigno López, el doctor Juan Andrés Gelly", los ayudantes (de Francisco) "...el
teniente coronel Vicente Barrios, el capitán José María Aguiar, el teniente
Rómulo Yegros y el subteniente Paulino Alen" y los señores Carlos Saguier,
Pedro Egusquiza y Eduardo Garro, (la señora Elisa Lynch, había bajado en
Buenos Aires), además de otras personalidades y algunos de los técnicos europeos
que venían a trabajar en el Paraguay, contratados por el gobierno, de acuerdo a la
rigurosa relación del historiador Juan F. Pérez Acosta.
Para este viaje inaugural el "Tacuari" era comandado por el inglés George Francis
Morice, recordado en Asunción por una calle que lleva su nombre en el barrio Villa
Aurelia. Muy poco se conoce -sin embargo- de la tripulación que condujo a la nave
en esta primera histórica travesía. Sólo se sabe que estuvo compuesta por 70 mari-
nos, 28 de los cuales eran paraguayos, presumiblemente embarcados en los puertos
del Plata, ya que la delegación -según la aludida crónica de Pérez Acosta- no llevó
semejante contingente desde Asunción y era muy difícil que el mismo ya estuviera
residiendo en Europa. Por otra parte, la goleta de guerra "Independencia del Para-
guay" que salió desde Asunción transportando al grupo hacia Europa, sólo lo hizo
hasta Buenos Aires. A partir de allí el viaje continuó en buques de línea.
Pero -en esa etapa inicial de la Colonia- no sólo floreció la industria naviera sino que
en toda la cuenca del Río de la Plata el predominio de la navegación era notoriamente
paraguayo. Del Paraguay eran buscados los marinos para integrar las tripulaciones
de los buques mercantes y del Paraguay eran contratados los baqueanos. A tal punto
se había "paraguayizado" la navegación que algunos vocablos del guaraní se ha-
bían incorporado al vocabulario náutico.
creativas, los barcos nos sirvieron también para manifestar nuestra inveterada into-
lerancia y crueldad para con el adversario circunstancial. Un antecedente lejano, pero
muy notorio de lo dicho, aunque no el único ejemplo, fue el retorno a España del
Segundo Adelantado del Río de la Plata, el capitán Alvar Núñez Cabeza de Vaca,
en la carabela Comuneros. Engrillado y preso por los asuncenos, iba en la embar-
cación que él mismo mandara construir para sus operativos de conquista.
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 232
CAPITULO XV
LA VIDA EN
LAS MISIONES
JESUITICAS
A pesar de los logros de las Misiones Jesuíticas, la vida cotidiana de los indígenas
bajo el "báculo pastoral" no siempre fue desarrollada dentro de la concordia y el
espíritu gregario. Se cree -no obstante- que alguna docilidad de los indígenas era
como la aceptación de un presagio, de la misma forma que se inclinaban -reverentes-
ante un eclipse de luna o cualquier otro acontecimiento extraordinario. Y es que,
según la tradición, en el momento de su partida hacia una región tenebrosa e inacce-
sible, Ñanderuvusu, sagrado antepasado de los nativos,algo así como una figura
bíblica, había anunciado la venida "...de unos hombres cuyo aspecto y cuyas obras
designarían como herederos". Para apoyar aún más esta afirmación debe conside-
rarse que los naturales creían que los "...seres sobrenaturales podían adoptar una
forma humana, pero con alguna particularidad de aspecto o de comportamiento".
Los recién llegados tenían todas las características para ser encarnados como descen-
dientes de aquel ser mitológico: venían de más allá del mar, tenían caballos y armas
de toda clase y eran, además, invulnerables "...a las prácticas mágicas".
En cuanto a las enfermedades, dura fue la lucha de los religiosos para desplazar el
prestigio de los chamanes. Las primeras conquistas en este campo se lograron ante
la evidencia de ciertas enfermedades para cuyas curas los Jesuitas contaban con
medicinas en sus alforjas. En otros casos lograban mantener con vida a algunos
moribundos y ante la inminencia de la muerte decían a sus llorosos deudos: "...ahora
Dios lo quiere con él..", moría el paciente y más que la pena, consternaba a los indios
la sabiduría del sacerdote y el poder de "su Dios".
Para la cura de los enfermos, aunque siempre hubo una gran carencia de medicamen-
tos, los jesuitas mezclaron -sabiamente- los conocimientos ancestrales de los indíge-
nas con sabiduría popular europea. De esa curiosa combinación salieron medicinas
como "raíces de nardo en infusión de aguardiente" para las picaduras de serpientes
"...salvo la de cascabel" . Combinando con la aplicación, "...el padre Sepp hace
beber a las víctimas un buen trago de ajo triturado y disuelto en agua caliente". El
mismo sacerdote cura algunas heridas "..con romero disuelto en vino". Se utilizaba
habitualmente"...grasa de jakare para las contusiones" y para el dolor de muelas
"...nada mejor que las garras del jaguar calcinadas y mezcladas con polvo de
alumbre también calcinadas". Para casi todo "... hay que contentarse con lo que
hay, desde el azufre, el alumbre, la sal, el tabaco, el azúcar y la pimienta, hasta la
grasa de gallina, de jaguar, de vaca, de cordero e incluso, la pólvora de los caño-
nes".
La causa más frecuente de muerte entre los indios era la disentería, por lo que los
Jesuitas daban a sus pacientes brebajes amargos, "... pociones a base de tabaco,
limones exprimidos en leche con ruda y menta".
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 239
Premios, castigos y privilegios
Por otra parte, la vida en comunidad, con reglas y valores distintos a los vigentes en
la tribu, hizo que los indígenas incurrieran -frecuentemente- en faltas. Las mismas
eran juzgadas por los sacerdotes y se entendía que los castigos nunca podrían ser
administrados fuera de las reducciones.
En una época en que el resto de la Provincia del Paraguay se desangraba con violen-
cia, en los pueblos jesuitas "...los castigos comunes son el látigo y el calabozo". La
pena de muerte no existía y los azotes eran sobre las nalgas, "...a razón de 25 golpes
por día como máximo". En el caso de las mujeres, este tipo de castigo era dado en
los hombros, reduciéndose la "ración" a 12 latigazos por día. El encargado de ad-
ministrar el castigo a los hombres era el aguacil mayor, quien lo hacía en presencia
de un sacerdote en la plaza pública. Los niños eran azotados por sus respectivos
padres y las mujeres casadas por una de sus congéneres "...generalmente la matrona
del coty guazu o, si el delito es grave, por un anciano de toda confianza".
En cada reducción había dos prisiones, una para cada sexo. En ellas, la exaltación de
la libertad era realzada con un detalle muy significativo: los que estaban presos ya
no eran azotados ni tenían que permanecer recluidos los domingos ni los días de
fiesta. El "código penal" jesuitico establecía penas específicas por cada delito; "...
por sodomía y bestialismo: tres meses de prisión con cadenas y cuatro sesiones de
azote en la picota. Por incesto y abortos: dos meses de prisión con cadenas y dos
sesiones de flagelación pública" .
Postales de la Asunción de antaño - Jorge Rubiani 241