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La liturgia y los ejercicios de piedad cuaresmales tienen como fin primordial ayudar a
los fieles individual y comunitariamente a preparar, vivir y actualizar el misterio de Cristo
Salvador que se inmola por nosotros en la Cruz y nos invita a participar en su labor redentora.
La Cuaresma es un periodo de cuarenta días que la Iglesia propone a los fieles para bien
disponerse a la participación en la Pascua, piedra angular de la historia salvífica de Dios1, que
va desde el Miércoles de Ceniza hasta la Misa de la Cena del Señor exclusive, por lo que sus
notas dominantes son la conversión y la penitencia. San Benito de Nursia, en el siglo V,
recomienda en el capítulo XLIX de su Regla a sus monjes que se entreguen a la oración
"acompañada de lágrimas" de arrepentimiento o de fervor.
Carácter de la Cuaresma
La penitencia se nos presenta con una triple dimensión señalada por la Tradición: la
oración, el ayuno y la limosna 18. La oración, que encierra todos los ejercicios de piedad
individuales y colectivos con que el fiel se dirige a Dios supone una interiorización del perdón
divino y un fortalecimiento de la gracia, sirviendo por tanto de alimento de la llama de la
esperanza y de escudo contra las debilidades e imperfecciones. Se invita a profundizar en los
textos bíblicos litúrgicos, sobre todo los evangélicos y a una participación más frecuente e
intensa en la liturgia, sobre todo se recomienda el acercamiento al Sacramento de la
Reconciliación para participar purificados en la Pascua: ya el Miércoles de Ceniza se hace al
Pueblo de Dios un pregón solemne: "Convertíos y creed en el Evangelio" 19. Todo esto se
practica en los cultos de nuestras cofradías penitenciales.
La limosna, hermana de la oración y del ayuno, que engloba todas las obras de
misericordia, testimonia que el mundo es una gran familia que tiene como único Padre a Dios,
al tiempo que ayuda a restablecer el orden de justicia divina lesionada por el pecado. Es la
puesta en práctica de la caridad, reina de las virtudes. Según las especiales condiciones sociales
de la comunidad deberá primarse la más necesaria sobre las demás.
Estas ceremonias recibieron el nombre, desde el siglo II, de estación, vocablo latino que
significa etimológicamente "punto de guardia", porque en estas jornadas, de semiayuno, el
cristiano montaba espiritualmente guardia. Simbolizan el camino penitencial de la Cuaresma
como tránsito hacia la Pascua. Debemos situar aquí el antecedente de nuestros desfiles
procesionales de Semana Santa, que se configuran también como estaciones penitenciales. La
Iglesia posconciliar reconoce la importancia de este tipo de ceremonias y dispone: "se
recomienda que se mantengan y renueven las asambleas de la Iglesia local según el modelo de
las antiguas "estaciones" romanas"27; entre nosotros, los vía crucis públicos y la peregrinación
a los besamanos y besapiés constan de unos caracteres similares.
El título de Domingo de la Rosa de Oro le viene del rito característico papal de origen
medieval -hacia el siglo X- de este día de bendecir una rosa áurea como símbolo de realización
absoluta34 y anuncio poético de la Pascua florida 35, que el Romano Pontífice obsequia a algún
destacado personaje o institución del orbe católico36. Cuando éste residía en el Patriarchio de
Letrán, se desarrollaba allí la ceremonia, tras la cual la llevaba procesionalmente a la iglesia
estacional, la Basílica de Santa Cruz en Jerusalén. El rito consiste en bendecirla, ungirla con el
santo crisma y espolvorearla con sustancias aromáticas. Algunos creen que procede esta
ceremonia singular de una costumbre de los fieles romanos de ofrecer rosas a la cruz como
signo de veneración en primavera37.
[3].San Ireneo de Lyon al Papa San Víctor I ca. 190 habla del tema con ocasión de la controversia sobre
la fecha de la Pascua, en: Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, V 24 12 s.; vid. G. Prado: Curso
Popular de Liturgia, FAX, Madrid 1935, p. 316; J. Pascher, El Año Litúrgico, B.A.C., Madrid 1965, p.
43. En la segunda mitad del siglo III la Pascua iba precedida siempre de dos días de ayuno como
preparación: Viernes y Sábado Santo; vid. N. M. Denis-Boulet: El Calendario Cristiano, Casal i Vall,
Andorra 1961, p. 86.
[4].Vid. J. Cavagna: La liturgia y la vida cristiana, Luis Gili, Barcelona 1935; p. 54. A. Azcárate: La flor
de la liturgia, Buenos Aires 1951, p. 487. Pascher, pp. 43 s.
[9].Ibidem, nº 25. Se les entrega el Símbolo de la fe y la Oración dominical, se puede realizar también el
effetá, la elección del nombre cristiano y la unción con el óleo de los catecúmenos.
[11].N. U. A. L. C., nº 29; Carta cit., nº 21. La bendición e imposición de la ceniza puede hacerse durante
la misa o fuera de ella, en una Liturgia de la Palabra. En el Antiguo Testamento se usa como símbolo de
penitencia interior y duelo: Jos. 7, 6; I Sam. 4, 12; 2 Sam. I, 4; Est. 4, 1; Job 42, 6; Jon. 3, 5 s.; S. CI, 10.
Empezó siendo una práctica de los penitentes públicos; en el siglo XI se hace general, pues en el
Concilio de Benevento del 1091 el Papa Beato Urbano II di Lagery la hizo obligatoria, encontrándose ya
detallado su ritual en los Ordines del siglo XII. Hacia el siglo XII se extiende la costumbre de obtener las
cenizas de quemar las palmas del Domingo de Ramos anterior, lo que nos invita a recordar la caducidad
de la fama terrena.
[15].C(eremonial de los) O(bispos), nº 252; Carta cit., nº 17. Intrucción Musicam Sacram, nº 66. Carta de
preparación y celebración de las fiestas pascuales 16-I-1988, nº 17.
[17].Carta cit., nº 26. Rúbrica del sábado de la IV Semana de Cuaresma. Guéranguer, t. II, pp. 421 s.
[18].Ibidem, III.
[19].Carta cit., nn. 12 s. 15; Introducción del Ritual de la Penitencia 2-XII-1973, nº 13.
[21].Paenitemini, III.
[22].Ibidem.
[23].Ibidem.
[28].A. Martín Macías: "Las Cofradías desde sus orígenes hasta el Concilio de Trento" en Semana Santa
en Sevilla. Sangre, luz y sentir popular. Siglos XIV al XX, Sevilla 1986, pp.31s.
[29].F. Niño de Guevara: Constituciones del Arzobispado de Sevilla, hechas y ordenadas por el Ilmo. y
Revmo.Sr.D.______, Cardenal Arzobispo de Sevilla, en el Sínodo que celebró en su catedral el año 1604,
y mandadas imprimir por el deán y cabildo, canónigos in sacris, sede vacante, Alonso Rodríguez de
Gamarra, Sevilla 1609.
[31].N. U. A. L. C., nº 5; Carta circular sobre la preparación y celebración de las fiestas pascuales 16-I-
1988, nº 11.
[34].Es significativo este texto del Papa Inocencio III (1198-1216): "El día de hoy todo el oficio está lleno
de alegría, todo está cargado de felicidad [...], así se ve también claramente por las propiedades de esta
flor, que ofrecemos a vuestra vista: amor en el color, agrado en el perfume y hartura en el gusto. Y es así
que más que otras flores, la rosa alegra por su color, refresca por su perfume, fortalece por el gusto"
(Migne, P. L. CCXVII, 393).
[35].P. Guéranguer: El Año Litúrgico, Aldecoa, Burgos 1956, t.II, pp. 341 ss.; J. Pascher: El Año
Litúrgico, B.A.C., Madrid 1965, pp. 94 s.
[36].Se documenta por primera vez su envío a extranjeros en el 1096 en que el Papa Beato Urbano II di
Lagery la envía a Folco de Anjou, por sus grandes méritos en la I Cruzada. Pascher, cit., p. 94.