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Todo lo
que hay que saber. Taurus, Bogotá, 2002.
558 páginas.
La invitación que en el prólogo hace el autor al lector para “ renovar el diálogo con
nuestra cultura situándonos en una nueva perspectiva”, y su experiencia como
profesor, le permiten cuestionar el actual sistema de enseñanza que, según él, ha
convertido en letra muerta los contenidos que deben aprender los estudiantes,
despojándolos de la verdadera relación con la vida de éstos.
Y es por esta razón que manifiesta su deseo de acercar los conocimientos que él
recopila en la obra, abordando la política, la literatura, el arte, la música, la filosofía
y las ciencias con cierta irreverencia, con el despojo de la solemnidad que impide,
especialmente a los jóvenes, la familiaridad y la consecuente comprensión y
relación verdaderamente enriquecedora de todo aquel bagaje intelectual que
comúnmente se conoce como cultura.
En este intento por alejarse del rigor academicista recurre a un lenguaje conciso y
claro, al comentario ágil y a la narración vívida con frecuentes comparaciones
entre hechos actuales y pasados; anécdotas, -como la de la gordura de Santo
Tomás, para quien fue necesario cortar el tablero de su mesa para que pudiera
acercarse al plato-; algunos datos curiosos, -como el de la existencia de concursos
de trompetistas en los juegos olímpicos de Atenas- y explicaciones. Todo esto
en un estilo frecuentemente humorístico, a veces cargado de ironía, que si bien
es cierto hace el texto más ameno, en ocasiones vuelve frívolos y ligeros algunos
hechos o, en el peor de los casos los desvirtúa, induciendo a error a los poco
conocedores del tema. Por ejemplo, refiriéndose a la historia de Jesucristo, hace
alusión a San José, comparando su vida con la de Anfitrión, personaje de la
mitología griega, a quien su esposa Almena “ engaña” (¿tal vez error de traducción
en la palabra?).
El autor toma como referente a Europa y, a partir de dos fuentes, la Biblia y los
relatos de Homero, va de Atenas a Roma, de Roma al nacimiento y desarrollo de
Europa durante la Edad Media y el Renacimiento; pasa al proceso de
cristianización de Europa, al imperio de los tiranos y la época de decadencia,
para plantear luego la necesidad explícita de un renacer cultural.
Saber y Poder son los ejes temáticos de cada una de las dos partes que
conforman la obra. Por esto incluye en la primera parte referencias a los grandes
filósofos, escritores, políticos, artistas, científicos, ideologías, teorías,
concepciones científicas y las grandes corrientes culturales, entre las cuales
destaca la aparición del feminismo. Considera el autor que esta corriente
evidencia una estructura social particular, desde la cual se está construyendo una
especie de contracultura con fuerte incidencia en la política, la economía y hasta la
lingüística. Cierra esta parte con una amplia relación de los libros que han
cambiado al mundo.
Es sin duda un viaje interesante por la historia del mundo y del hombre, pero
vistos desde Europa. Y es precisamente este eurocentrismo una de las limitantes
de la obra, pues olvida que si bien es cierto que Europa es la cuna occidental de
la filosofía, la política, o cualquiera de las expresiones de las artes, no puede
pasarse por alto el rico legado cultural de Oriente, especialmente en el campo del
desarrollo científico, sin el cual la historia de la cultura sería otra cosa.