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GLOBALIZACIÓN, CRISIS PSICOSOCIALES Y EDUCACIÓN

SUPERIOR

Maestría en Educación Área de Gestión Educativa

Mtra. Rebeca Silva Roa

Lic. en Psicología Ma. Mirian Cázares Cázares

Fecha de entrega: 26 de febrero de 2011

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Índice

Introducción………………………………………………………………………. 3

1. ¿Qué es la Globalización?……………………………………………………… 3

2. El Mundo y la Persona en Crisis………………………………………………. 5

3. Nuevas Necesidades Psicosociales para Adolescentes y Adultos

3.1. Adolescencia Social y Crisis Adolescente……………………………… 7

3.2. Riesgos Psicosociales Emergentes en el Adulto…………………..... 10

4. La Educación Superior como Vía al Servicio de un


Desarrollo Humano más Armónico…………………………………………… 12

5. Conclusiones……………………………………………………………………... 15

6. Bibliografía………………………………………………………………………… 17

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Introducción

El presente trabajo responde a la inquietud sobre cómo la globalización se ha


insertado en nuestra vida repercutiendo imperceptiblemente en el desarrollo
psicosocial de las personas, al grado de transformar su forma de estar en el mundo,
sus relaciones sociales, sus vínculos y hasta la percepción de su futuro. En esta
situación, se proponen algunos puntos relacionados con la educación que pudieran
ayudar a enfocar y crear espacios de educación para la vida que sirvan como
referentes simbólicos de pertenencia.

1. ¿Qué es la Globalización?

Hirsch comentaba en 1996 que “el concepto de globalización está hoy en día muy
generalizado, independientemente de los puntos de vista políticos y teóricos que se
adopten” (Hirsch, 1996, p. 83). Sin embargo, la popularidad del término no está
relacionada con un significado claro, pues para el ciudadano común, la globalización
se hace evidente a través de las marcas internacionales de ropa, zapatos o de
artículos de todo tipo; de la presencia cada vez más frecuente de la tecnología en su
vida representada por el internet, las computadoras personales y todos aquellos
objetos de última generación que hacen su vida más fácil; de las formas de vida y de
un “definido universo de valores sociales y políticos” (Flores y Mariña, 2006, p.350)
que se le presentan como válidos y deseables independientemente de su cultura de
origen (Hirsch, 1996; Giddens, 2005; García, 2000); e incluso, a través de la difusión
en tiempo real de todo tipo de noticias de diferentes regiones del mundo. Con lo que
el concepto “globalización” se queda en el imaginario popular como que “tiene algo
que ver con la tesis de que todos vivimos ahora en un mismo mundo” (Giddens,
2005, p. 20).

De qué formas exactamente, no queda claro, lo cierto es que actualmente


convivimos con una serie de situaciones y experiencias que nos hacen sentir, al
mismo tiempo, cercanos y excluidos.
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La discusión sobre qué es y qué representa la globalización en nuestros días, ha
ocupado discusiones, foros, literatura especializada y muchas horas de reflexión y
debates. De manera general, aún hoy día existen dos posturas diametralmente
opuestas sobre la globalización, algunos pensadores la rechazan negándole
cualquier beneficio o desafío, Giddens (2005) los denomina “escépticos”, mientras
que otros afirman que la globalización es algo real y que sus consecuencias pueden
verse en todas partes, a ellos les nombra “radicales”.

Ambas posturas generan análisis y reacciones y ambas también muestran la


situación contradictoria de la globalización. Reducir su comprensión a un solo
espacio dejaría fuera toda la compleja serie de procesos en la que se ha desarrollado
así como la posibilidad de nuevos debates.

De esta forma se puede afirmar que la globalización es un fenómeno social, político y


económico que nace como efecto de una revolución en las telecomunicaciones, las
cuales han creado una audiencia global e innumerables redes de intercomunicación
especializada (Giddens, 2005) provocando una evolución inequitativa al crear un
mundo de ganadores y perdedores en donde los Estados y las grandes compañías
transnacionales, son los principales beneficiarios (Giddens y Hutton, 2001; Giddens,
2005; Touraine, 1997).

Así mismo, la globalización genera un cambio en el mapa goepolítico debido a que la


política económica de las naciones no puede ser tan eficaz como antes y ahora “las
naciones afrontan riesgos y peligros en lugar de enemigos” (Giddens, 2005, p.30).

La conseja popular dice que de tanto repetir algo, éste se convierte en real, así ha
sucedido con el concepto “riesgo”, el cual es una creación social para denominar
“peligros que se analizan activamente en relación a posibilidades futuras” (Giddens,
2005, p. 35). ¿Cuáles son entonces los riesgos de la globalización? O expresado de
otra manera ¿Cuáles son los peligros de la globalización?.

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En 1997 Touraine afirmaba que, a medida que las contradicciones surgidas por los
cambios acelerados derivados de la globalización se instalan en la sociedad mundial,
se hace presente una desilusión generalizada respecto de los gobiernos, las
instituciones, los valores sociales y el sistema capitalista (Touraine, 1997). Lo
anterior da como resultado, una nueva crisis del progreso provocada por el cambio.
Al respecto, Giddens y Hutton (2001, p.7) afirman que “cada generación cree que
vive un periodo de grandes cambios, y nuestra generación no se diferencia en eso de
las demás”, por lo que no somos los únicos que vivimos periodos de cambio. En este
punto aparece una reflexión interesante, pues la globalización impone un concepto
de vida basado en el cambio permanente, continuo y acelerado (Touraine, 1997;
Tedesco, 2003) contrario al concepto de vida que dominó el periodo de la posguerra
y que se fundamentaba en la estabilidad profesional y familiar (Touraine, 1997;
Giddens, 2005).

Es en éste ambiente de cambio permanente donde en muchas personas se produce


el miedo de perder los llamados sistemas de garantía, los cuales le habían reportado
seguridad, identidad y pertenencia social indispensables para un desarrollo personal
adecuado.

2. El Mundo y la Persona en Crisis

La era global afecta significativamente a nuestras vidas (Giddens, 2005) lo que


puede causar estados confusionales y patologizaciones personales diversas a nivel
psicológico (Moral y Ovejero, 2004) al reestructurar nuestros modos de vivir y
relacionarnos. Por lo tanto, no podemos pensar en que éste fenómeno tan complejo
sea únicamente exterior, sino que, como afirma (Giddens, 2005, p.25) “es de aquí
dentro” al influir en los aspectos más íntimos y personales de la gente. Es tal su
influencia que los sistemas tradicionales como la familia, la educación, la política y
hasta las religiones están transformándose (Touraine, 1997; Giddens, 2005) con la
carga emocional que ello representa.

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Si bien, como se mencionó anteriormente, el cambio forma parte de la evolución de
la humanidad, estamos frente a un cambio de características y proporciones
descomunales. En 2006, Tedesco afirmaba que al vivir en una época vertiginosa en
donde los cambios son lo común, se trastocaba la relación y percepción que las
personas tenían del tiempo, de tal forma que el futuro desaparece debido a la
incapacidad para proyectarse más allá de lo inmediato; el pasado se presenta como
algo fundacional sentando bases sin tener una relación clara con el presente y éste
toma el carácter de momentáneo y efímero desprovisto, creo yo, de una reflexión,
rumbo y sentido. Más que en otros tiempos, preguntas como ¿A dónde vamos? y,
¿Para qué? nos ayudarían a tomar conciencia de nuestra realidad con el ánimo de
unir el pasado con el presente y el futuro y así encontrar nuevos significados que
sirvan de referentes para crear nuevas formas de identidad y maneras de
convertirnos en personas (Tedesco, 2006; Touraine, 1997; Moral y Ovejero, 2004).

En realidad, “somos la primera generación que vive en esta sociedad [cosmopolita


mundial], cuyos contornos sólo podemos ahora adivinar” (Giddens, 2005, p. 31) y
agregaba además que, “la impotencia que experimentamos no es señal de
deficiencias personales sino que refleja las deficiencias de nuestras instituciones”
(Giddens, 2005, p. 31). Razón por la cual necesitamos revisar las instituciones que
tenemos o crear nuevas formas de educación, convivencia, organización y
crecimiento que correspondan a las necesidades de esta época en transformación.

A este respecto, los cambios en cualquier esfera de la vida pueden llegar a


desestabilizar a la gente dando paso a una crisis (Velasco y Sinibaldi, 2000). Una
crisis es la respuesta a una serie de eventos que el individuo interpreta y/o vive como
peligrosos o amenazantes, lo cual provoca un estado doloroso de intenso sufrimiento
(García, s/a). Las crisis movilizan reacciones en el individuo para aliviar su malestar y
recuperar el equilibrio o, de ser posible, la situación que existía antes del inicio de la
crisis (García, s/a).

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Erik Erikson (Papalia, 2003) propuso el concepto de que la crisis no solo contiene un
potencial patológico, sino también es una oportunidad de crecimiento y desarrollo,
por lo cual al resolver la crisis, la persona tiene la posibilidad de madurar a etapas de
desarrollo psicosocial superiores y se sienta con un mejor estado mental y emocional
que el que tenía antes.

Como proceso social complejo, la globalización afecta el desarrollo emocional de las


personas al enfrentarlas a presiones, cambios de estructuras y paradigmas, para los
cuales no estaban preparados debido a la rapidez y magnitud con la que éstos se
presentan. Si bien, como se presentaba al principio de este apartado, la historia de la
humanidad ha estado llena de grandes y contundentes cambios (descubrimiento de
la agricultura, pasar de ser nómadas a sedentarios, la invención de la imprenta, de la
luz eléctrica, las telecomunicaciones, etc.), los que nos tocan en turno trastocan los
ámbitos públicos y privados generando un cambio en los paradigmas de vida
validados hasta el momento.

Formar parte de la generación de transición hacia, no se sabe a bien qué, está


ocasionando una enorme tensión social y personal que, aunado a los problemas de
empleo, económicos, de contaminación ambiental y cambio climático, nos presentan
un mundo donde las certezas y seguridad han desaparecido dejando a nuestros
recursos y creatividad la responsabilidad de encontrar mejores formas de adaptarnos
y aprender a vivir juntos.

3. Nuevas Necesidades Psicosociales para Adolescentes y Adultos

3.1 Adolescencia Social y Crisis Adolescente


Desde hace algunos años se ha gestado la expresión de la Generación @ (Feixa,
2003 citada por Moral y Ovejero, 2004) para designar a las generaciones de
adolescentes y jóvenes que se han desarrollado en los tiempos de la globalización.
Hablar de esta generación conduce a plantear la problemática que, la transición está
generando en las personas y entre ellas mismas.

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El ser humano está constituido por varias dimensiones: física-biológica, intelectual-
profesional, afectivo-cultural, relacional y espiritual-religiosa (Cervantes, 2009), las
cuales necesitan desarrollarse de manera integral para conformar una personalidad
emocional y mentalmente sana, social y económicamente productiva para sí mismo y
los demás. Sin embargo en las condiciones actuales, caracterizadas por el cambio y
la velocidad en la transmisión de información y el conocimiento, se impone una
desorientación general, de tal manera que las nuevas demandas de la “era global”
afectan irremediablemente nuestras vidas (Giddens, 2005). Al respecto, Moral y
Ovejero (2004) apuntan que estas nuevas demandas son las causantes de crisis
personales de desarrollo que afectan a todos los seres humanos de una u otra forma.
Éstos investigadores se abocan principalmente al análisis del impacto de la
globalización en los procesos de formación de identidad en los adolescentes y en la
crisis de la adolescencia social en lo que ellos nombran “una sociedad adolescente
en crisis” (Moral y Ovejero, 2004 p. 72).

La adolescencia es un constructo social derivado de la evolución que ha sufrido la


sociedad moderna y capitalista a partir de mediados del siglo XIX (Silva, Juan
Claudio: 2002). Durante los últimos 50 años y debido a los logros económicos de las
familias, los adolescentes y jóvenes se habían instalado paulatinamente en una
etapa de preparación, ensayo de roles, educación, para asumir obligaciones
posteriores. Psicosocialmente hablando,
“… los adolescentes necesitan abrazar valores y hacer compromisos. Sin importar
cuales sean sus habilidades, ellos necesitan descubrir lo que pueden hacer y
sentirse orgullosos de sus logros. Necesitan establecer lazos estrechos con
personas de su misma edad y ser agradables, amados y respetados por lo que son
y representan” p. 667 como señalan Papalia, Wendkos y Duskin, (2003).

Necesitan “referencias y referentes, acciones simbólicas e íconos, valores y


significados atribuidos” (Moral y Ovejero: 2004 p.72), para poder realizar su proceso
de definición personal y transitar, de ésta manera, hacia el mundo adulto con una
identidad y fortaleza interna que les ayude a enfrentar de la mejor manera posible las
siguientes etapas de la vida (Papalia, Wendkos y Duskin: 2003; Santrock, 2007).

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Sin embargo, en condiciones económicas, políticas, sociales, culturales y laborales
tan inestables, los adolescentes están obligados a definirse y formar una identidad a
través de formas diferentes hasta hace unos años. Moral y Ovejero (2004) presentan
cuatro opciones: la conformidad acrítica, la asimilación singularizada, el rechazo
sintomático de lo establecido y la redefinición de identidades difusas. En la primera,
los adolescentes encuentran buen resguardo alienándose a los estilos de vida y de
pensar que se les presentan sin criterio ni defensa, de manera automática; la
asimilación singularizada es la sobreactivación del adolescente reforzada por el
ambiente de consumo, el cual le proporciona una gran cantidad de distractores para
mantenerlo “en movimiento” sin un sentido claro ni consciente de rumbo. Esta
situación puede tornarse peligrosa para el adolescente por el aburrimiento y hartazgo
que provoca y la necesidad de probar “nuevas experiencias” (Bellis y Hughes, 2003
citados en Moral y Ovejero, 2004). La tercera opción lo instala en un rechazo
compulsivo a todo como forma de hacerle frente a la realidad. Por último, la
redefinición de identidades difusas le da espacio a lo que ahora conocemos como
tribus urbanas, una serie de formas para
“rehacer aquellos lazos rotos o perdidos, producto de los fenómenos mundiales de
modernización [privilegiando los lazos emocionales y afectivos propios] de la
comunidad de hermanos, de los que comparten un destino y una finalidad común”
(Silva, 2004. P.121).

Todo lo anterior presenta un conflicto entre lo que la sociedad le ofrece al


adolescente, entre ellos y consigo mismos.

Haciendo un paralelismo, se puede decir que la crisis de identidad de la adolescencia


que se presenta cada vez más prolongada, interactúa con las propias crisis de la
sociedad mundial. En palabras de Moral y Ovejero,
“El joven contemporáneo no emigra hacia la condición de adulto en el
tiempo en que la naturaleza social parecía dictar como conveniente, sino
que permanece en un tiempo de conflictos y una tierra de nadie. O bien se
angustia ante esta necesidad de ubicación que se va dilatando, o bien se
adapta haciendo uso de mecanismos distractores creados al efecto por la
misma sociedad que le obstaculizan su inserción, e incluso puede
aprovecharse de su situación de espera” (2004, p. 76.)

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3.2 Riesgos Psicosociales Emergentes en el Adulto

Si la adolescencia se ha convertido en “un tiempo de conflictos y en una tierra de


nadie” (Moral y Ovejero, 2004, p. 76) la situación para los adultos que enfrentan las
consecuencias e influencias de la globalización desde el área laboral tampoco
resultan sencillas. Como ya se ha presentado en apartados anteriores, el fenómeno
de la globalización ofrece oportunidades pero también entraña riesgos. Estos riesgos
para los adultos trabajadores, se derivan de la implantación por parte de las
empresas de una serie de nuevas formas de organización del trabajo que les
permiten mantener su nivel de competitividad en un mundo basado en mercados
transnacionales y en la utilización de las nuevas tecnologías (Serra, 2005).

Uno de los espacios psicológicos que genera mayores oportunidades o conflictos de


desarrollo personal y social es el trabajo. Formarse y/o capacitarse para ejercer una
profesión, oficio o actividad remunerada, es una de las características más
importantes al finalizar la adolescencia. Representa la manera de estar en el mundo,
de desarrollar y lograr una identidad al mismo tiempo que permite establecer
relaciones interpersonales que enriquezcan las experiencias de vida de la gente
(Papalia, 2003).

Los seres humanos dedicamos una gran cantidad de años al trabajo, por lo que el
tipo de empleo o actividad que desempeñemos genera un estilo de vida y de
relación con el mundo. A este respecto se desea que nuestra actividad laboral sea lo
suficientemente atractiva, significativa y productiva para fomentar el bienestar, la
salud física, emocional y mental de la persona.

Sin embargo, las nuevas formas de organización laboral derivadas de los procesos
globalizadores, generan una nueva concepción del trabajo que supone para los
trabajadores un aumento en los niveles de presión laboral propiciando la generación
de tensiones psicológicas debido al aumento en la carga de trabajo, urgencia en la

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realización del mismo, aumento en los ritmos y mayor responsabilidad (Serra.
2005).

La presión laboral se ha traducido paulatinamente en la manifestación de nuevos


riesgos laborales, denominados riesgos psicosociales, basados en las relaciones
que se establecen entre la organización del trabajo y los recursos, capacidades y
habilidades de los trabajadores para afrontarla. Estos nuevos riesgos “son capaces
de generar entornos organizativos disfuncionales con repercusiones para la
seguridad y salud de las personas” (Serra, 2005, p. x).

De acuerdo con el Comité Mixto de la OIT-OMS, los riesgos psicosociales en el


trabajo consisten en:

“las interacciones entre el trabajo, el medio ambiente, la satisfacción en el


trabajo y las condiciones organizativas por una parte; y por otra, las
capacidades del trabajador, su cultura, sus necesidades y su situación
personal fuera del trabajo, todo lo cual, a través de percepciones y
experiencias, puede influir en la salud, el rendimiento y la satisfacción en el
trabajo” (Serra, 2005, p. x)

Existe una clasificación actualizada sobre los riesgos psicosociales emergentes


(Serra, 2005) sin embargo, aquí destacaré dos de los más frecuentes y destructivos
a nivel personal, social y laboral: el Burn-out o “síndrome de estar quemado” y el
Acoso psicológico en el trabajo o “Mobbing”.

El “Burn-out” es un síndrome de fatiga crónica caracterizado por agotamiento


emocional, despersonalización y falta de realización personal que se presenta
principalmente en trabajos con un alto nivel de implicación emocional (profesores,
personal de salud, trabajadores sociales, policías) y que se produce por contacto
directo con usuarios de un servicio prestado.

El Mobbing es un proceso a través del que se ejerce una violencia extrema, de forma
sistemática y recurrente y durante un tiempo prolongado, sobre una persona en el
lugar de trabajo, con el fin de destruir todos los aspectos que componen su entorno
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laboral como su reputación, la comunicación y sus actividades laborales para
conseguir que abandone el lugar de trabajo (Serra, 2005).

En ambos casos, el estrés, la presión y las malas relaciones interpersonales generan


ambientes de violencia emocional que repercute en la vida laboral cotidiana de
buena parte de la humanidad.

4. La Educación Superior como Vía al Servicio de un Desarrollo Humano


más Armónico

Para esta última parte del trabajo me permití tomar en su esencia la idea principal
con la que comienza Delors (1997) el primer párrafo del libro "La educación Encierra
un Tesoro" pues ella abre la posibilidad de lograr un mundo menos caótico, ruidoso y
violento como el que vivimos actualmente, a través de la educación como
instrumento.

Nos encontramos en un punto del camino en el que sabemos más de lo que sucede
a nuestro alrededor, en donde la humanidad está más consciente de que la
globalización es un proceso irreversible y que la estabilidad que vivimos hasta hace
algún tiempo, ha cambiado. Sabemos también que la globalización se ha insertado
en nuestra vida cotidiana de muchas maneras afectando las relaciones con nosotros
mismos, con los otros y en sociedad; afectando inclusive, la manera de convertirnos
en personas y propiciando conflictos de identidad adolescente y confundiendo lo que
corresponde al ser adulto en una sociedad en crisis.

El área laboral tampoco escapa de esta influencia y en ella se presentan riesgos


psicosociales más violentos que minan la salud física, emocional y mental de los
adultos. Esta nueva situación, por desagradable que sea, es la realidad con la que
nos toca lidiar y aprender de ella, sin embargo, aún no contamos con medios claros
para enfrentarla y resolverla (Delors, 1997).

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¿De qué manera puede la educación ayudar a equilibrar a una sociedad mundial que
en lo personal y en su conjunto se encuentra en crisis? esa es la pregunta. Tomando
como base el documento que la Comisión Internacional sobre Educación para el
Siglo XXI elaboró y en donde se dice que la educación cumple una función esencial
en el desarrollo de los individuos y sociedades, presento a continuación algunos
aspectos que es necesario retomar para enfrentar y responder los desafíos
psicosociales generados por la globalización.

En primer lugar, la educación debe enseñar "a vivir mejor mediante el conocimiento,
la experimentación y la formación de una cultura personal" (Delors, 1997, p. 12). En
segundo, que propicie el desarrollo de la propia responsabilidad y la elaboración de
un proyecto de vida. En tercer lugar, que incluya aspectos éticos y culturales. En
cuarto, que se realice durante toda la vida, no solamente en el ámbito profesional,
sino también como una "estructuración continua de la persona humana" (Delors,
1997, p. 15).

Si se toma a la educación superior -específicamente a la universidad- como el


espacio idóneo para concentrar el conocimiento y la información y generar nuevas
estrategias de abordaje pedagógico en un ambiente multidisciplinario, se tiene la
posibilidad de crear acciones que respondan las necesidades de identidad,
pertenencia, desarrollo humano, habilidades sociales y manejo de conflictos, de la
persona actual.

Cabe recordar que las universidades tienen un compromiso y responsabilidad social


con la comunidad que las acoge. Su función principal sería la "socialización del
conocimiento", es decir, que la investigación y productos derivados de la misma sean
útiles y significativos para la sociedad, de tal forma que la universidad pueda ayudar
a la sociedad-comunidad en aquellos aspectos que no puede, no entiende o no sabe
cómo enfrentar y resolver. De esta manera, la utopía de una sociedad más
armoniosa tendría más posibilidades de existir.

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Por todo lo anterior, se requiere una pedagogía que integre todas y cada una de las
dimensiones que conforman al ser humano, independientemente de la edad o
condiciones del mismo. Una pedagogía que humanice la educación a través de
“contenidos de naturaleza humana (…), de interrelación personal [y de] ciudadanía”
(Cervantes, J., 2010, p.23) para romper la inercia, que coloca a la educación
exclusivamente y desde hace mucho tiempo, en el conocimiento y no en la persona.

Por lo que corresponde al área de la Psicología, los retos son grandes. Implican por
un lado, la formación de psicólogos más conscientes de sí mismos y de su
responsabilidad profesional y social, preparados académica y éticamente y con una
visión humana para que puedan responder a las cambiantes necesidades
psicosociales resultado de vivir en una etapa de transición mundial; y por otro,
acompañar en este mismo proceso a los docentes considerando su formación
integral como parte del modelo pedagógico. Recordemos que “uno no da lo que no
tiene” y, para ser congruentes necesitamos ser incluyentes.

Es por eso que para ayudar a la comunidad, primero hay que hacerlo con los futuros
psicólogos a través de:
• Un Sistema de Prácticas graduado que le permitan conocer su entorno social
inmediato para evaluar necesidades y establecer vínculos que les permitan
ayudar de una manera profesional, ética y con responsabilidad social a los
diferentes sectores (desde recién nacidos hasta adultos mayores).
• Un Programa de Intervención Psicológica Básica para que ellos mismos
puedan clarificar su proyecto de vida y de compromiso con su entorno familiar
y social.
• Un Programa de Servicio Social que implemente la “educación para toda la
vida” como un proyecto a largo plazo en el que se realicen talleres sobre la
problemática de la comunidad.
• Dimensionar la importancia de la Psicología de la Salud como área de
prevención en salud emocional y mental.

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La realidad está frente a nosotros, de nosotros depende aprender de ella para
continuar en el camino.

5. Conclusiones

Los cambios en las instituciones y estructuras básicas de la sociedad, así como las
transformaciones en las maneras de convivir con el mundo globalizado, generan
retos individuales y colectivos para hacer frente a la cantidad de tensiones, pérdidas
y adaptaciones.

Los adolescentes y adultos se encuentran, desde hace algunos años, atrapados en


una espiral que no termina por definirse. Los primeros encuentran en la crisis social
los elementos para no terminar de elaborar su identidad y con ello su posibilidad de
dar paso a la adultez como etapa natural en el ciclo de vida. La misma estructura
social los distrae y aleja de la posibilidad de madurar y encontrar una manera de
mantenerse a sí mismos.

Con los adultos, la situación no es mejor. Todos los riesgos de trabajo que en años
anteriores formaban parte de las campañas de prevención e higiene en el trabajo, se
han transformado en problemáticas psicosociales cada vez más complejas (Mobbing-
Burn-out), las cuales afectan directamente la calidad de las relaciones
interpersonales y de los vínculos establecidos.

Ni los adultos saben qué hacer ni cómo salir de ahí, ni los adolescentes encuentran
la manera de terminar su adolescencia con un proyecto de vida más claro. Al estar
alterados ambos procesos vitales, los adolescentes corren el gran riesgo de vivir en
la confusión permanente y los adultos de quedarse en la soledad, improductivos y
resentidos.

La globalización afecta todas las áreas de nuestra vida incluyendo la psicosocial, el


riesgo que enfrenta la comunidad mundial en menor o mayor escala es la

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desintegración paulatina de las relaciones humanas, al presentar patrones de
vinculación distorsionados y cargados de violencia que están, hoy mismo,
modificando la manera en la que los humanos nos convertimos en personas. La
presión, el agotamiento laboral y el acoso moral en el trabajo de los adultos, aunado
a una cultura de lo efímero, superficial e inmediato del mundo adolescente se
constituyen hoy por hoy, en un círculo peligroso en donde un sector cada vez más
amplio de adolescentes y otro de la sociedad no tienen los elementos para hacerse
cargo de sí mismos; y, por el otro, los adultos no encuentran las promesas de la
globalización y sí un miedo a envejecer en este mundo de las apariencias.

La educación y, específicamente la educación superior, juega un papel


preponderante al ser la depositaria del conocimiento e información que se genera a
pasos agigantados todos los días y, al mismo tiempo, puede ser el instrumento por el
cual se dé contención, ayuda y sentido al ser humano.

La Psicología como disciplina, tiene un gran reto. Por un lado la formación de los
futuros psicólogos dentro de una pedagogía que recupere al ser humano y todas sus
dimensiones, que sea incluyente, comprometida y ética. Por otro, acompañar a los
docentes encargados de esa tarea para que logren un desarrollo más armónico y
encaminado a clarificar y dimensionar la problemática psicosocial de las personas
durante este tiempo de transición.

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