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Libro de LA PERSONALIDAD de Jean Claude Filloux

Por Fernando Estévez Griego Ph. D.

Desde que la psicología se ha transformado en ciencia, para Filloux se supone que ésta busca
las leyes generales que establecen la conducta. Esto sería establecer las relaciones uniformes
y necesarias que tiene todo fenómeno psicológico. Así, por un lado la psicología debe analizar
ciertas operaciones anímicas tales como la percepción, la memoria, emoción, etcétera. Por
otro lado, debe experimentar sobre las relaciones de los seres humanos respecto de estos
aspectos antes enumerados.
La psicología, para lograr su propósito, lo hace por medio de la abstracción y la
generalización obteniendo leyes que rigen los hechos de conductas o psicológicos. Pero
Filloux dice que si siguiéramos el camino de las ciencias naturales se correría el riesgo de no
lograr un fin para él esencial: el conocimiento del individuo. Filloux dice algo impactante: si
nosotros practicamos la psicología profesionalmente o bien simplemente estamos ante un ser
humano, siempre nos encontramos ante un ser humano particular y no ante un ser humano
general. Así, desde un primer momento, Filloux define que la característica esencial del ser
humano es precisamente su individualidad.
Para esto insiste que si la intención de la psicología no es el conocimiento del individuo
dejaría de ser en sí un conocimiento psicológico. Lo rescatable de Filloux es su advertencia de
que varios psicólogos buscan las leyes generales como fin propio sin que la individualidad
como tal les interese. Por consiguiente no se pueden estudiar los fenómenos psíquicos sin
conocer la historia personal del individuo que los produce.
Algo digno de resaltar en Filloux es que además plantea con toda claridad que se afirma
siempre: ciencia de lo general dando lugar, en consecuencia, a la anulación del concepto de
ciencia de lo particular.
La hipótesis de Filloux de que la psicología es individualidad no debe dar lugar a confundir la
Psicología de la Personalidad con la Psicología Diferencial, que surge de observaciones de
Wundt y que crea Stern. Lo que molesta a Filloux es el planteo estratégico de estudio, pues
Stern esgrime que el problema del individuo es identificable con las diferencias individuales.
Para Filloux el psicoanálisis y la psicología clínica se percatan más de la individualidad
rastreando las causas universales para comprender en definitiva la historia de la
personalidad.
La psicología de la Gestalt, siguiendo a Lewin, habla de todos estructurales de la vida mental
y plantea una críti-ca fuerte a la segmentación de la Psicología Experimental. Todos tenemos
personalidad, hasta las personas más simples, pues no existe una persona con personalidad y
otro sin perso-nalidad.
La personalidad: 1) Es única y propia del individuo aún cuando tenga rasgos en común con
otros. 2) No es una suma de funciones sino una organización y una integración. 3) Es temporal
porque pertenece a un individuo que vive histórica-mente. 4) Sin ser estímulo ni respuesta, la
personalidad se presenta como una variable intermediaria y un estilo de con-ducta por medio
de ella.
Así Filloux llega a la conclusión de que la persona-lidad es la configuración única que toma,
en el transcurso de la historia de un individuo, el conjunto de los sistemas res-ponsables de su
conducta. (Filloux intenta así alejar la de-finición de personalidad que aplicamos en
Psicosomatología o en Psicología Somática, basada en Allport: La personalidad es la
organización dinámica de los sistemas psicofísicos que determinan los ajustes del individuo al
medio circundante. Aunque ambas interpretaciones no son excluyentes).
El estudio de la personalidad nos lleva a observar el punto de vista caracterológico, desde un
punto de vista clí-nico el carácter es el aspecto expresivo de la personalidad. Para Filloux la
personología debe limitarse al estudio de la historia del individuo. En la personalidad existen
elementos innatos y adquiridos (Nature-Nurture). Las transformaciones de conducta son
esencialmente concebidas desde el nacimiento del ser humano como que este en el mundo no
deja jamás de conducirse, pues continuamente se conduce, ajustándose al medio.
Filloux toma la inspiración psicoanalítica definiendo la conducta como el conjunto organizado
de las operaciones, seleccionadas en función de las informaciones recibidas sobre el medio,
por las cuales el individuo integra sus tendencias. La conducta planteada por Filloux nos lleva
a sugerir que existe un dinamismo que genera una tendencia del organismo a preservar en su
ser.
En lo particular pienso que la conducta es guiada socialmente por la voluntad de poder del
individuo que le permite bloquear ciertos instintos cuando éstos ponen en peligro su
seguridad personal, y cuando no lo hace existente una inadaptación social, motivo por el
cual, la sociedad conciente de esto, genera sistemas legales, judiciales y policiales donde la
coerción y la pena son los límites impuestos a la utilización de la satisfacción desmedida de
los deseos particulares por encima del supuesto interés general, y marginando directa o
indirectamente a quien no entiende las reglas so-ciales circunstanciales a un momento
histórico y cultural determinado.
Refiriéndose a la teoría de las pulsiones Filloux distingue: 1) Los reflejos primarios
espontáneos, impulsivos y automáticos en los cuales un estímulo obtiene una respuesta sin
motivación. 2) Las fuerzas adquiridas que en base a un hábito llevan al organismo a evitar una
disociación. 3) Las tendencias en sí mismas que son el hambre, la sed y las necesidades
sexuales que necesitan precisamente de objetos exter-nos.
Más adelante Filloux nos ilustra que todo comportamiento agresivo representa, por ejemplo,
la existencia de una frustración. Asimismo, toda frustración lleva a un comportamiento
agresivo. (Desde mi óptica esto significa que dichas frustraciones, si no obedecen a
necesidades nutricionales o sexuales, deben ser englobadas en la falta de poder que percibe
el individuo ante sus semejantes). La agresión determina evidentemente una falta de
seguridad y la seguridad es, en definitiva, la satisfacción de ciertos deseos gracias a supuestos
referentes que nos permiten movernos en nuestra vida sin incursionar en campos
desconocidos. Pero es indudable que todo conflicto interno es consecuencia de fuerzas que
nacen en el individuo.
Luego de su espléndida exposición en defensa de la individualidad, Filloux vuelve al meollo
del asunto de estudio del individuo en forma más integral y holística y dice que es imposible
interpretar la conducta de un ser humano sin hacer intervenir o tomar en cuenta el medio
social o los medios en los cuales éste se desenvuelve. Así, determina que las barreras, los
bloqueos y modelos determinan un anclaje en la realidad. Esto es en Filloux una aceptación
de la corriente culturista por encima de ciertos freudianos, dejando abierta la interpretación
de cultura-personalidad.
El libro en definitiva plantea en un principio la contradicción aparente entre cierto carácter
general de las leyes de diferentes escuelas psicológicas y la supuesta sin-gularidad del
individuo, como ser indivisible y a su vez se-parado de sus semejantes, así como las
transformaciones de la conducta mediante la relación del individuo entre las subcul-turas en
las cuales se mueve. Para relacionar lo particular luego con lo social y determinar que “La
personalidad es una historia dentro de una historia más amplia”.

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