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Introducción
En una encuesta hecha por la “Organización de
Cristianos Unidos para la reforma” encontró que la gran
mayoría de las personas que entrevistaron definieron el
evangelio primariamente como una experiencia o un
mensaje que promueve la conducta moral. Muy pocos lo
identificaron con la gracia de Dios y el sacrificio de Cristo.
Tristemente muchos desconocen esta hermosa verdad que
los ha de afectar por la eternidad. Existe gran confusión en
lo que es el evangelio; y, donde hay tantas voces que
afirman tener el verdadero, cada uno necesita juzgar e
investigar cuidadosamente lo que cree. Mi opinión de nada
sirve si la Biblia no la respalda. Por esta razón te invito a
que me acompañes en la investigación de esta verdad,
pidiéndole a Dios que te permita ver, con ojos iluminados
por el Espíritu Santo, la gloria presente en el misterio que
reveló en el evangelio.
No permitas que la simpleza del mensaje Cristiano te
impida ver la profundidad que existe en su confesión. La
vida, muerte y resurrección de Cristo ha transformado toda
la historia humana (Efesios 1:9). La verdad que comunica
no la comprenderás sin la explicación que Dios mismo dio
de estos eventos, cómo te afectaron y qué importancia
tienen para tu futuro. Los escritos de los apóstoles tienen
como propósito explicar este misterio (Efesios 3:3,4) y
demostrar cómo el mensaje de la humillación Dios al
hacerse hombre y morir en la cruz (1 Timoteo 3:14-16)
afectó todo orden social: el matrimonio, la familia, amos y
siervos; aún la manera de ver las autoridades seculares.
El evangelio revolucionó el mundo de aquel entonces y
no ha perdido su eficacia hoy, como lo muestran las vidas
que ha impactado. Si el mundo pudiera ver el don de Dios
en el evangelio, correría a beber de su pozo de Gracia,
pero sus ojos están ciegos y perecen por la dureza de sus
corazones.
Por limitaciones del espacio me es imposible
profundizar como debiera; con todo, si logro motivarte a
investigar más la evidencia que presento, me doy por
satisfecho. A los que deseen escudriñar, les exhorto a que
obtengan mi libro “Los Muchos en Uno” donde desarrollo
con más detalles la importancia del evangelio para
entender toda la revelación bíblica.
La Necesidad del
Evangelio
La Biblia revela que el evangelio otorga a Dios los
argumentos que necesita para declarar inocente al impío
en el juicio final. En otras palabras, aparte del evangelio
Dios no tendría el derecho legítimo y moral para salvar a
nadie. Pronto entenderás lo que quiero decir con esto.
Necesitas el evangelio porque no tienes la capacidad
de hacer lo que Dios demanda de ti. Te exige que vivas
una vida de perfección, y que sufras las consecuencias de
haberte rebelado contra él. Quizás piensas, de manera
ingenua, que lo único que él requiere para que estés bien
es que vivas una vida recta, evitando hacer cosas malas.
¡Suena tan simple! Pero en realidad no lo es. Es muy
probable que para tranquilizar tu conciencia y sentirte
seguro, te has convencido que Dios se conformará con lo
que puedas darle. Es como decir que una persona a la que
le debes un millón de dólares se conformará con que le
pagues diez dólares. No solucionará tu problema el pensar
de esta manera; le debes y tienes que pagarle.
Tu problema es el mismo que tuvo Israel con faraón.
Moisés y Aarón se presentaron ante faraón tras haber
comunicado al pueblo los planes de Dios, y le dijeron: “Así
dice el Señor, Dios de Israel: Deja ir a mi pueblo para que
celebre en el desierto una fiesta en mi honor.”
¿Y quién es el Señor—respondió faraón con aire de
impertinencia—para que yo le obedezca y deje ir a Israel?
¡Ni conozco al Señor, ni voy a dejar que Israel se vaya!
Me imagino que pensó dentro de sí: ¿Quiénes son estos
gusanos para exigirme a mí que deje en libertad a mis
esclavos? Moisés no se da por vencido, y con la valentía de
saber que el Cielo lo respalda, le responde: “El Dios de los
hebreos nos ha salido al encuentro. Así que debemos hacer
un viaje de tres días, hasta el desierto, para ofrecer
sacrificios al Señor nuestro Dios”.
El rey de Egipto ya está molesto, y le dice a Moisés y
Aarón: “¿por qué distraen al pueblo de sus quehaceres?
¡Vuelvan a sus obligaciones! Dense cuenta de que es
mucha la gente de este país, y ustedes no la dejan
trabajar”.
Ese mismo día el faraón ordenó a los capataces y a los
jefes de cuadrilla: «Ya no le den paja a la gente para hacer
ladrillos. ¡Que vayan ellos mismos a recogerla! Pero sigan
exigiendo la misma cantidad de ladrillos que han estado
produciendo. ¡No les reduzcan la cuota! Son unos
holgazanes, y por eso me ruegan: “Déjanos ir a ofrecerle
sacrificios a nuestro Dios.”
¿Vez cuán grande era el problema que estos hombres
ahora tenían? Perdieron la ayuda que les daban. Antes les
traían la paja para que pudieran cumplir la cuota de
ladrillos de cada día. Ahora, sin asistencia, tendrían que
completarla de igual manera. ¿Cómo podrían recoger la
paja y hacer los ladrillos al mismo tiempo? Si antes les fue
difícil cumplir con la cantidad de ladrillos que se les exigía,
¿cómo lo harían sin la ayuda? Te imaginas la
desesperación de esos hombres. Los capataces y los jefes
de cuadrilla salieron de allí y fueron a decirle al pueblo:
“Así dice el faraón: “Ya no voy a darles paja. Vayan
ustedes mismos a recogerla donde la encuentren. Pero eso
sí, ¡en nada se les rebajará la tarea!”
De hecho esto fue lo que sucedió cuando el hombre
pecó, perdió la perfección que Dios le había dado y la que
tanto necesitaba para cumplir con lo que le exigía. A pesar
de que ya no la tiene él continua exigiéndole que cumpla,
que sea sin pecado y viva en perfecta obediencia a su ley,
sin desviarse a un lado o a otro. Como está escrito:
“dichoso el que hace justicia en todo tiempo” o “maldito el
que no permanezca en todo cuanto la ley dice”. ¿Qué hace
el hombre ante su situación? Lo mismo que Israel. El
pueblo se dispersó desesperado por todo Egipto para
recoger rastrojos y usarlos en lugar de paja. Toman lo que
encuentran, el día avanza y no han cumplido la cuota. ¿Te
imaginas lo que sucedió cuando los inspectores
examinaron la composición de aquellos ladrillos y vieron
que eran de baja calidad? Pero, ¿qué podían hacer?,
necesitaban cumplir con la tarea diaria.
Esta es la actitud que toma el ser humano: se esfuerza
más porque sabe que tiene que cumplir y, sus obras, como
los ladrillos, están formadas de rastrojos y hojarascas.
Todo cuanto produce es de baja calidad, insuficiente para
satisfacer la norma.
Israel se esforzó, trabajó duro; con todo, no pudo
cumplir con lo que se le exigía. Los capataces no dejaban
de apurarlos y decirles: «Cumplan con su tarea diaria,
como cuando se les daba paja.» Además, esos mismos
capataces de faraón golpeaban a los jefes de cuadrilla
israelitas que ellos mismos habían nombrado, y les
preguntaban: «¿Por qué ni ayer ni hoy cumplieron con su
cuota de ladrillos, como antes lo hacían?»
Los líderes israelitas fueron, entonces, a quejarse ante
faraón. Le dijeron: “¿Por qué Su Majestad trata así a sus
siervos? ¡Ya ni paja recibimos! A pesar de eso, ¡se nos
exige hacer ladrillos y, como si fuera poco, se nos golpea!
¡La gente de Su Majestad no está actuando bien!”
Los capataces de faraón ilustran lo que hace la ley con
el pecador. Ésta le exige que cumpla la tarea: que
obedezca a la perfección lo que Dios manda. No les puede
dar vida porque no puede dejar de exigirles perfección.
Como Pablo muy bien afirma: “la ley es santa, justa y
buena”; no obstante el pecado, valiéndose de ella, produce
nuestra muerte, mostrando así la naturaleza horrible del
pecado (Romanos 7:7-15). No importa cuánto te quejes y
ruegues a Dios que no exija tanto, no por eso dejará de
hacerlo. No puede cambiar porque hacerlo equivale a
colocarse en el mismo terreno donde tú estás, y llegaría a
convertirse en promotor del pecado y la imperfección; cosa
que no puede hacer. Lo único que puede decirte es lo que
faraón respondió a Israel: “¡Haraganes (pecadores),
haraganes! Ahora, ¡vayan a trabajar! No les daremos paja,
pero tienen que entregar su cuota de ladrillos”.
Los jefes de cuadrilla israelitas se dieron cuenta que
estaban en un aprieto cuando les dijeron que no le
rebajarían la cuota diaria de ladrillos.
Tarde o temprano tú también te darás cuenta que
estás en un grave aprieto frente a la justicia y perfección
divina. Haces lo posible por obedecer a Dios —todos los
creyentes del pasado, los grandes campeones de la fe que
Hebreos 11 menciona, hicieron lo mismo —sin embargo,
déjame preguntarte: ¿necesitaron ellos del perdón de
Dios?, ¿necesitaron que Cristo tomara su lugar
obedeciendo la ley divina y sufriera el castigo? ¿Están ellos
entre los que Pablo declara que no hay justo ni aun uno?
¿Los incluyó Jesús cuando explicó que había venido a
buscar enfermos y no a sanos; pecadores y no a justos?
¿Continuaron ellos orando durante su vida: perdona
nuestras deudas?
Es obvio que cada uno de ellos, al igual que tú,
necesitaron de Cristo, y los incluyó entre los injustos, entre
los enfermos y pecadores que vino a redimir. Porque esto
es así, se concluye que ninguno de ellos, a pesar de su
deseo y esfuerzo por obedecer, alcanzó la norma de
perfección que Dios exige. En otras palabras, no
cumplieron con la cuota, sólo obedecieron parcialmente,
que equivale a decir que lo hicieron de manera imperfecta,
o más desesperante aún, la ley al juzgarlos condenó como
pecado lo bueno que hicieron.
El creyente que comprende la perfección del carácter
de Dios reconoce su problema; le sucede como al hombre
que decide correr en un maratón. Durante el año se
prepara mental y físicamente. Entrena con rigor y celo, se
abstiene de muchas cosas para estar listo para ese día. Lo
hace para apoyar una noble causa.
Por fin llega el día, la carrera es larga y difícil, está tan
cansado que a penas puede mover los pies, pero él se
esfuerza. Con una voluntad sobrehumana corre hasta ver la
meta; pero, a solo 3 pies de llegar a ella, cae rendido del
cansancio, su cuerpo no responde más. Da tristeza ver que
estuvo tan cerca de alcanzar la meta, pero se quedó corto.
¿Podemos decir que logró terminar la carrera? A pesar de
su esmero, los preparativos que hizo y la buena disposición
que tuvo, no pudo correr la distancia estipulada. Él fracasó.
Así es el esfuerzo de todo creyente que vive procurando la
gloria de Dios, aunque se afana y tiene el más noble de los
propósitos por obedecerle, siempre se ve corto de alcanzar
la norma. Ante los ojos de los hombres es una persona
noble, y hasta la llaman justa en comparación con su
generación; sin embargo, no es la opinión de los hombres
la que cuenta, ni cómo compara con ellos, sino la de Dios y
cómo armoniza con su carácter. Sabe que está condenado
en el juicio final y morirá para siempre. Por esta razón
cuando escucha el mensaje del evangelio lo recibe como la
mejor de las noticias, ya que él le otorga todo cuanto
necesita para hacerle frente al juicio y recibir el veredicto
de vida.
“el falso evangelio que hoy día más penetra es también el más
engañoso: el evangelio acerca de Cristo. Las iglesias que
predican este evangelio hablan del mensajero en lugar del
mensaje que trajo. Ciertamente, debemos estudiar la vida de
Cristo, por ser el ejemplo de cómo debemos vivir como
cristianos (1 Pedro 2:21; 1 Juan 2:6). Sin embargo, cuando
predicó el evangelio, él no exaltó sus propias virtudes sino que
reveló el camino al reino de Dios”
¡La realidad es que yo no sé cuál Biblia está leyendo la
persona que escribe! Jesús en todo momento llamó la
atención de los hombres hacia sí mismo, cosa que si tú y yo
hiciéramos sería una blasfemia. Decía: “yo soy el camino la
verdad y la vida, nadie viene al Padre si no es por mí”, “yo
soy la vid”, “yo soy el buen pastor”, “yo soy el pan de vida”
y muchas otras expresiones como éstas. Además, también
afirmó haber hecho siempre lo que al Padre agradaba, que
nadie podía condenarle de haber pecado y que el diablo no
podía encontrar nada en él. Si esto no es llamar la atención
sobre las virtudes de su persona, entonces ¿qué es?
Lo distintivo del Cristianismo es la persona de Cristo, a
diferencia de otras religiones que dependen de las
enseñanzas de sus fundadores, el Cristianismo depende de
quién es Jesús y qué hizo. No fue lo que enseñó lo que
cambió el curso de la historia, aunque fue muy importante,
sino lo que hizo al dar su vida en rescate por el mundo.
“Los cristianos no proclaman simplemente un mensaje o
una forma humana de vida de la cual Jesús es el modelo.
Los cristianos proclaman a una Persona que se identifica
con el exclusivo acto salvador de Dios” (S. Mark Heim)
Volviendo a la ilustración del mendigo y su amigo el
abogado, ¿cuál fue la buena noticia para el mendigo? ¿El
cheque o el abogado? Alguno puede decir el cheque,
porque lo sacó de su pobre condición. La realidad es que la
buena noticia fue la persona del abogado; ya que lo que
tenía y lo que él era, hizo que el cheque tuviera valor. Su
firma estaba garantizando que aquel papel tuviera el valor
que le atribuyó. En la ilustración el amigo abogado fue el
evangelio para el pordiosero. De encontrar a alguien por la
calle le diría: tengo un amigo que me sacó de mi miseria,
lo conocí desde chico, creció en Los Ángeles, California, y
se graduó de abogado. ¡Tengo un amigo rico y abogado!
¡No es esto estupendo! Luego diría lo que su amigo hizo:
¡Me ha dado un cheque de $10,000! Sin las riquezas y los
logros de la persona de su amigo el abogado, aquel cheque
no tendría valor alguno. De igual manera el contenido del
evangelio es Cristo, nuestro amigo rico.
No todo lo que la Escritura dice de Dios es evangelio.
Cuando Pablo insiste que el evangelio es acerca del Hijo,
está excluyendo al Padre y al Espíritu como su contenido.
Esto es así por lo que ya estudiamos. El evangelio narra la
historia de un evento que tuvo lugar en nuestro mundo, de
cómo Dios se hizo hombre, se humilló tomando forma de
siervo, y en esta condición ofreció una vida obediente;
muere en la cruz, resucita al tercer día, y al regresar al cielo
recibe la adoración de todos los ángeles. Esta confesión sólo
afirma lo que le ocurrió al Hijo, no al Padre ni al Espíritu
Santo.
El foco de atención tampoco lo es el creyente. En el
momento de la predicación la noticia no es acerca de quién
envía el evangelio, quién lo recibe o a quién beneficia, es
exclusivamente de la Persona que realizó el trabajo. Sin
lugar a dudas la obra de Cristo reveló al Padre y afectó al
hombre, pero estas cosas son resultado del evangelio, no
el evangelio mismo. Ilustremos lo que estamos diciendo.
Supongamos que el mendigo de nuestra historia escribe un
libro. Podría llamarlo “La historia del abogado que hizo rico
a un mendigo” o “La historia del mendigo que un abogado
lo hizo rico”
A simple vista aparenta no haber diferencia alguna.
Pero si la hay. En el primer título: “La historia del abogado
que hizo rico a un mendigo”, lo que narra tiene como
centro al abogado, habla de su vida y de sus logros y cómo
llegó a ser lo que fue. Mientras que en el segundo título:
“La historia del mendigo que un abogado hizo rico” el
centro de interés no es el abogado, sino los cambios en el
mendigo. En el primer titular el mendigo pasa a un
segundo lugar de importancia porque lo que desea
acentuar no son los logros del mendigo sino los logros de
su benefactor. Así lo es con el evangelio, aunque beneficia
al hombre, Dios lo envía y el Espíritu nos convence de su
importancia, a pesar de ello, su contenido es
exclusivamente Cristo.
Otra vez, el evangelio no es acerca del Padre, aunque
el Padre lo envía; no es la proclamación de lo que el Padre
hace, sino de lo que es e hizo su Hijo. En el evangelio
conocemos al Padre y al Espíritu sólo conociendo al Hijo.
Cristo es tan importante para la revelación de Dios y la
salvación del hombre que tanto el Padre, el Espíritu como
el creyente han de hablar acerca de él. Observa esto en los
siguientes pasajes:
“ Muchos son los que han intentado poner por escrito, de forma
ordenada, la historia de los hechos absolutamente ciertos que
han acontecido entre nosotros, acerca de los cuales recibimos
la directa información de quienes desde el principio fueron
testigos presenciales. Sin embargo, también a mí me pareció
importante investigarlo todo a fondo, a partir de su propio
origen y hasta el final, y enviarte a ti, ilustre Teófilo, un relato
ordenado, para que puedas comprobar la veracidad de las
cosas en las que previamente fuiste instruido. La historia
comienza con un sacerdote judío llamado Zacarías, que vivió
cuando Herodes era rey de Judea” (Lucas 1:1-5 versión
Castilian).
El Evangelio es Irrepetible
Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los
santificados (Hebreos 10:14).
1.
¿Cuántos evangelios existen? ¿Qué sucede cuando perviertes el
evangelio de Cristo? (Gálatas 1:1-6).
2.
¿Qué hace el diablo para separarte de Cristo? (1 Corintios 11:3,4).
3.
¿Por qué Pablo reprendió a Pedro públicamente? (Gálatas 2: 11-16).
4.
¿Por qué era tan dañina la hipocresía de Pedro? ¿Cómo afectaba la
predicación del evangelio? (Gálatas 2: 11-16).
5.
¿ De acuerdo a estos versículos, qué significa no andar conforme a la
verdad del evangelio? (Gálatas 2: 11-16).
6.
¿Qué enseñaban los fariseos cristianos que habían venido de Judea?
(Hechos 15:1-2,5-6).
7.
¿Creían estos cristianos fariseos en Cristo? ¿Según ellos cómo se salva
el hombre? ¿Qué fórmula de salvación usaban? (Hechos 15:1-2,5-6).
8.
¿Cómo ilustra la parábola del fariseo y el publicano que las obras no
logran el perdón de Dios? Explica la diferencia de actitud de estos dos
hombres (Lucas 18:9-13).
9.
De la Gracia
Has Caído
Escuchen bien: yo, Pablo, les digo que si se hacen circuncidar,
Cristo no les servirá de nada. De nuevo declaro que todo el que
se hace circuncidar está obligado a practicar toda la ley.
Aquellos de entre ustedes que tratan de ser justificados por la
ley, han roto con Cristo; han caído de la gracia. (Gálatas 5:2-4).
Los que procuran su salvación sobre la base de su
transformación moral o por seguir ciertas regulaciones
impuestas por la iglesia, pretenderán estar sirviendo a
Jesús, pero Pablo les dice que Cristo de nada les sirve. En
el día final podrán decir: “en tu nombre hicimos milagros,
sanamos enfermos y sacamos demonios”; no obstante les
dirá: “apártense de mí obradores de maldad, nunca los
conocí” (Mateo 7:22-33). Modificar el evangelio es un gran
pecado que se castiga con la privación de sus beneficios.
La expresión “de Cristo se separaron” o “han roto con
Cristo” traduce la palabra “katargeo” que significa: hacer
ineficaz, quitarle su poder, anular, ponerle fin, destruir.
Pablo está sosteniendo que los que procuran la vida eterna
por medio de su obediencia han hecho ineficaz, le han
restado poder al evangelio al hacer insuficiente lo que
Cristo realizó.
Adam Clarke en su comentario establece que al
procurar que Dios te acepte por las obras de la ley, estás
renunciando a la justificación en Cristo. Es cosa vana el
intentar unir los dos sistemas. Para tu justificación puedes
tener la ley y no a Cristo, o a Cristo y no a la ley.
Por esta razón todo aquel que escogió el camino de la
ley está obligado a cumplirla toda. No basta decirles a las
personas que necesitan ser obedientes. Si este es el
método que eligieron necesitan obedecer, y hacerlo de
manera perfecta, y en todo momento. Porque dejar de
cumplir el más mínimo detalle de la ley equivale a
desobedecerla totalmente (Santiago 2:10). Fe y obras son
dos métodos que se oponen mutuamente, como afirman
las Escrituras: “la ley no es de fe, sino que dice: El que
hiciere estas cosas vivirá por ellas” (Gálatas 3:12).
Las Escrituras establecen que los que piensan y actúan
de esta manera caerán de la gracia. Pero, ¿Qué significa
esto? Caer de la gracia es estar en una posición donde
Cristo de nada te sirve. Imagínate que te encuentras en un
barco en medio de una tormenta, y decides saltar al mar.
¿Que crees que te sucederá? Lo lógico; perecerás. Caer de
la gracia es lanzarte a la tormenta del juicio divino donde
Jesús no te será de ningún beneficio. Dios proveyó el barco,
pero elegiste saltar de él. ¿De qué te sirve el Salvador en
tales circunstancias? Lo mismo sucede cuando confías que
tu vida piadosa te abrirá el camino a Dios ¿De qué te sirve
Cristo cuando crees que estás siendo fiel, que ayunas y
oras lo suficiente?
Hebreos les dice a los que menosprecian el sacrificio
del Señor:
1.
¿Qué sucede con todo aquel que pretende salvarse por cumplir los
mandamientos? (Gálatas 5:2-4).
2.
¿Cuánto se te exige que cumplas si escoges este método de salvación?
(Gálatas 5:2-4, Santiago 2:8-10).
3.
Explica los dos métodos de salvación que Pablo menciona (Gálatas
3:12).
4.
¿A quiénes la ley les promete vida? ¿La han obtenido? (Gálatas 3:12).
5. ¿Cuál de estos dos métodos los hace caer de la gracia?
6.
¿Explica qué significa caer de la gracia? (Gálatas 5:2-4; Hebreos 10:28-
30).
7.
¿Puede una persona que va a la iglesia haber caído de la gracia?
8.
¿Cuál es el único pecado que nos separa de Cristo y nos hace caer de
la gracia? (Gálatas 5:2-4).
9.
¿Puede una persona hacer muchas obras “buenas” y caer de la gracia?
¿ Cayeron de la gracia los que Jesús nombra en el siguiente verso?
(Mateo 7:22-33).
10.
¿Cómo se consideran las obras del que cae de la gracia? (Mateo 7:22-
33).
11. ¿Cómo se insulta al Espíritu de gracia? (Hebreos 10:28-30).
12. ¿Por qué este pecado contra el Espíritu es tan grave?
Todo lo Tenemos en el
Evangelio
El evangelio se asemeja a un hombre muy rico el cual
compartía con su joven hijo la pasión por coleccionar obras
de arte. Juntos viajaban alrededor del mundo para añadir a
su colección los mejores tesoros artísticos. Obras maestras
de pintores como Picasso, Van Gogh, Monet y otros muchos,
adornaban las paredes de la hacienda familiar.
El anciano, que se había quedado viudo, veía con
satisfacción como su único hijo se convertía en un
experimentado coleccionista de arte. Su ojo clínico y su
aguda mente para los negocios, hacían que su padre
sonriera con orgullo mientras trataba con coleccionistas de
arte de todo el mundo.
Cercano al invierno, la nación se sumió en una guerra y
el joven partió a servir a su país. Pocas semanas después,
su padre recibió un telegrama. Su adorado hijo había
desaparecido en combate. Esperó con ansiedad más
noticias, temiendo que nunca más volvería a verlo. Pocos
días más tarde sus temores se confirmaron: el joven había
muerto mientras arrastraba a un compañero hasta el puesto
médico. Trastornado y solo, el anciano se enfrentaba a las
próximas fiestas navideñas con angustia y tristeza. La
alegría de la festividad que él y su hijo siempre habían
esperado con placer, no entraría más a su casa.
En la mañana del día de Navidad, una llamada a la
puerta despertó al deprimido anciano. Cuando la abrió, lo
saludo un soldado con un abultado paquete en la mano.
Una vez se presenta le dice: “Fui amigo de su hijo. Yo era a
quien estaba rescatando cuando murió. ¿Puedo pasar un
momento? Quiero mostrarle algo.”
Al iniciar la conversación, el soldado relató como el hijo
del anciano había contado a todo el mundo el amor de su
padre por el arte. “Yo soy un artista”, dijo el soldado, “y
quiero darle esto”. Cuando el anciano desenvolvió el
paquete, el contenido resultó ser un retrato de su hijo.
Aunque difícilmente se le podía considerar la obra de un
genio, la pintura representaba al joven con asombroso
detalle. Embargado por la emoción, el hombre dio las
gracias al soldado, prometiéndole colgar el cuadro sobre la
chimenea. Unas pocas horas más tarde, tras la marcha del
soldado, el anciano se puso a la tarea. Haciendo honor a su
palabra, colocó la pintura sobre la chimenea, desplazando
cuadros de miles de dólares. Entonces, se sentó en su silla
y pasó la Navidad observando el regalo que le habían
hecho.
Durante los días y semanas que siguieron, comprendió
que aunque su hijo ya no estaba con él, seguía vivo en
aquellos a los que había rescatado. Pronto se enteró de
que su hijo le había salvado la vida a docenas de soldados
heridos antes de que una bala atravesara su bondadoso
corazón. Conforme le iban llegando noticias de la nobleza
de su hijo, el orgullo paterno y la satisfacción empezaron a
aliviar su pena. El cuadro de su hijo se convirtió en su
posesión más preciada, eclipsando sobradamente
cualquier interés por piezas por las que clamaban los
museos del mundo entero.
En la primavera siguiente, el anciano enfermó y
falleció. El mundo del arte se puso a la expectativa. Con el
coleccionista muerto y su único hijo también fallecido, se
venderían todos aquellos cuadros en una subasta. De
acuerdo con el testamento del anciano debía hacerse el día
de Navidad, la fecha en que había recibido su mayor
regalo.
Pronto llegó la ocasión y coleccionistas de arte de todo
el mundo se reunieron para ofrecer por algunas de las más
espectaculares pinturas a nivel mundial.
La subasta empezó con un cuadro que no estaba en la
lista de ningún museo. Era el de su hijo. El subastador pidió
una oferta inicial. La sala permanecía en silencio.
—“¿Quién abrirá la subasta con 100 dólares?, preguntó.
Los minutos pasaban. Nadie hablaba. Desde el fondo de la
sala se escuchó: ¿A quien le importa ese cuadro? Sólo es
un retrato de su hijo. Olvidémoslo y pasemos a lo bueno”.
Más voces se alzaron asintiendo.
—“No, primero tenemos que vender éste”, replicó el
subastador. “Ahora, ¿quién se queda con el hijo?”. “¿A
nadie le interesa?” preguntaba con insistencia. Finalmente,
un amigo del anciano habló:
—“¿Cogería usted diez dólares por el cuadro? Es todo lo
que tengo. Conocí al muchacho, y me gustaría tenerlo”.
—“Tengo diez dólares. ¿Alguien da más?” anunció el
subastador. Tras otro silencio, el subastador dijo: “Diez a la
una, diez a las dos. Vendido”. El martillo descendió sobre la
tarima.
Los aplausos llenaron la sala y alguien exclamó:
“¡Ahora podemos empezar y ofrecer por estos tesoros!” El
subastador miró a la audiencia y anunció que la subasta
había terminado. Una aturdida incredulidad inmovilizó la
sala. Alguien alzó la voz muy enojado para preguntar:
—“¿Qué significa que ha terminado? No hemos venido aquí
por un retrato del hijo del viejo. ¿Qué hay de estos
cuadros? ¡Aquí hay obras de arte por valor de millones de
dólares! ¡Exijo una explicación de lo que está
sucediendo!”.
El subastador replicó:
—“Es muy sencillo. De acuerdo con el testamento del
padre, el que se queda con el hijo... se queda con todo”.
Sí, mi querido lector, el testamento de la gracia
establece que el que obtenga al Hijo tendrá toda
bendición. Él es el gran “Yo Soy” que suple todas tus
necesidades y donde se encuentran todos los tesoros de la
gracia. Dios ha vaciado su corazón en Cristo y no te ha
negado nada que necesites para tu seguridad eterna. Al
tenerlo a él lo tendrás todo, y sin él, nada posees. Todo
cuanto anhelas tener en el reino venidero y que cautiva la
imaginación y los corazones de los hombres te lo
entregaron en el Hijo. En él te bendijeron con toda
bendición espiritual en los lugares celestiales (Efesios 1:3).
Por esta razón es tan significativo el llamado y la
exhortación que la gracia te hace. Tus buenas obras
pueden ser tu más preciada fortuna, pero nada puede
compararse con el valor que el Padre otorga al Hijo.
No recibirás la vida eterna porque seas bueno,
caritativo o con una elevada estatura de virtudes morales;
únicamente si tienes al Hijo. La Escritura dice: “El Padre
ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano. El
que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa
creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está
sobre él (Juan 3:35-36). Y otra vez reafirma: “Y este es el
testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida
está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no
tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Juan 5:11-12).
Como puedes ver, todo está decidido en Cristo.
Algunos cristianos ponen su confianza de que son hijos
de Dios en el hecho de que los regeneró o los hizo nacer de
nuevo. Por nuevo nacimiento entienden la implantación de
una nueva naturaleza en ellos que los hace actuar como
Dios desea, por lo menos eso es lo que se enseña. La vida
práctica testifica de otra realidad que los hace despertar
de su sueño. Al escudriñar sus corazones se dan cuenta
que su santidad no es lo que debe ser y viven defraudados
e inseguros. La salvación no es una experiencia individual,
algo que se nos da en nosotros. Es de carácter relacional, o
sea que participamos de ella mientras estemos unidos a
Cristo, pues todo lo que confesamos como nuestro nos lo
dieron en él, y en él reside; por lo que sin él nada somos y
nada tenemos.
Si no lo tenemos a él, como en la historia de la
subasta, perdemos los mejores cuadros, es decir, toda
bendición que el Cielo nos asignó para que disfrutemos.
Por esto Jesús aseguró que sin él nada podemos hacer, si
no estamos injertados en la vid, moriremos. Él es el
depositario de toda bendición, incluyendo nuestro nuevo
nacimiento. La garantía de nuestra salvación no está en el
hecho de que el Espíritu nos transforma o nos regenera,
sino en que Jesús al resucitar de los muertos nos dio una
nueva vida, y esta vida se encuentra en él. En su vida
resucitada nacimos de nuevo y se produjo la nueva
creación.
El evangelio sin ambigüedad sostiene que “en ningún
otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo
dado a los hombres en que podamos ser salvos” (Hechos
4:12). Todo cuanto necesitas te lo entregaron en este
Hombre. Mi hermano, Cristo no es el medio para salvarte,
él es la salvación misma. El lugar donde el poder de Dios
se manifestó y desde el cual te alcanzó.
Si algo es de importancia, lo es el evangelio. Por lo que
debe ser tu principal tarea el llegar a conocerlo. El Maestro
mismo nos enseño que la vida eterna consiste en conocer
al único Dios verdadero y a Jesús el Mesías, su enviado
(Juan 17:3). En otra ocasión, refiriéndose a su persona, le
advierte a una mujer Samaritana: “ Si conocieras el don
de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le
pedirías, y él te daría agua viva” (Juan 4:10). Conocerlo es
más que saber dónde vivió, quiénes eran sus padres, cómo
murió, etc. Es entender por qué vino al mundo, qué
importancia tiene para Dios lo que hizo. Cómo nos afectó,
por qué tomó nuestra naturaleza humana y a qué se debe
que su obediencia se considere, en el pacto de la gracia,
como si fuera la obediencia del hombre. Por qué su vida es
tan importante para nuestra redención. Cómo afectó
nuestro futuro. Conociendo a Cristo conoces a Dios y a ti
mismo. La opinión tan elevada que tienes de tus obras la
debes al poco entendimiento que tienes de estas verdades
Desde el púlpito se critica como vano conocimiento o
puro ejercicio mental el saber sobre la importancia de su
obra. A menudo oímos decir: “no nos den doctrinas,
deseamos una experiencia con Jesús”. El cristo de la
experiencia ha llegado a tener más importancia que el
Cristo que los evangelios presentan. Es como una tienda
de helados con muchos sabores, cada uno escogiendo el
que más le guste. Así también muchos tienen un cristo
para satisfacer las demandas de cada individuo, es el cristo
de los muchos sabores. Este no es el Cristo de la Biblia. El
que el evangelio proclama es exclusivo, “no hay otro que
pueda salvarte”. Si deseas predicar el evangelio, tienes
que llegar a conocer al único Cristo de Dios. Tal
conocimiento no lo hallarás en tu experiencia, únicamente
en el registro del testimonio de los apóstoles.
¿Qué es el evangelio? La obra que Dios realizó en la
persona de Jesús a favor de aquellos que no pudieron, no
pueden y no podrán salvarse por lo que hacen, incluyendo
las buenas obras que como cristianos realizan en
obediencia a la voluntad de Dios. ¿Quién es el evangelio?
El evangelio es: Cristo. La noticia de Dios para el mundo no
es una nueva norma de conducta o una nueva filosofía de
vida; es respecto a un Hombre: cómo todo cuanto vivió,
sintió, pensó y experimentó afectó la manera de Dios
verte. Todo cuanto hizo, en su nacimiento, en su muerte y
su resurrección, es tu respuesta a la demanda de la justicia
divina; de modo que puedas decir con toda seguridad que
cumpliste, y Dios nada requiere ya de ti para aceptarte y
salvarte.
Preguntas para Estudio
1.
Lee Hechos 3:1-16 y Hechos 4:12 y explica qué quiso decir Pedro al
confesar que “en ningún otro hay salvación”
2.
Según Hechos 3:12 ¿qué es lo primero que se mira cuando sucede un
milagro? ¿Cuál debe ser nuestra actitud cuando los hombres ponen la
atención en nosotros? (Hechos 3:12-15).
3.
¿Cómo Pedro explica que la Palabra es más importante que nuestra
experiencia? Lea 2 Pedro 1:16-19.
4.
¿Dónde Dios puso lo que necesitas para tu salvación? (Juan 3:35-36).
5.
¿Necesitas hacer algo adicional para tener vida eterna? Lee
cuidadosamente Juan 3:35-36 y 1 Juan 5:10-13 y responde las
siguientes preguntas: ¿Cómo tenemos vida eterna? ¿Puedes estar
seguro “ahora” que la tienes?
6.
¿En que momento la ira alcanza al que no cree? Presta atención al
verbo “está” y di si alude a algo en pasado, presente o futuro (Juan
3:35-36).
7. ¿Cuánto Dios te bendijo en Cristo? (Efesios 1:2).
8. ¿Cuán completo estás al tener a Cristo? (Colosenses 2:9,10).
9.
¿Cuán preparado estás para la segunda venida cuando tienes a Cristo?
(1 Corintios 1:4-7).
¿Cómo Sé Que He
Creído?
Pablo decía: “no me avergüenzo del evangelio porque
es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree”
(Romanos 1:16). Juan de igual manera señala: “Porque de
tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su hijo, para
que todo aquel que en él crea no se pierda más tenga vida
eterna (Juan 3:16). “Y así como Moisés levantó la serpiente
en el desierto, así es necesario que el hijo del hombre sea
levantado, para que todo aquel que en él crea no se pierda,
más tenga vida eterna (Juan 3:14,15). Cuando lees estas
palabras lo primero que te preguntas es: ¿qué significa
creer y cómo sé que he creído?
Hablemos primeramente de lo que no es creer el
evangelio. No es aceptar como cierta alguna información
histórica. Sin lugar a dudas esto es de vital importancia, y
sin ello estarías creyendo en una fantasía. La fe cristiana
está fundada sobre la realidad de que Cristo vivió, murió y
resucitó, negar esto es negar el fundamento mismo del
Cristianismo y hacer de la fe una mera experiencia. Sería
como creer un cuento de hadas, en una fantasía.
Tampoco significa reconocer que Cristo es el Salvador
del mundo. Aun los demonios lo saben. No pueden negar
que realizó una obra que cambió el destino de toda la
humanidad. Están plenamente seguros que a causa de ello
muchos se salvarán. Tener por cierta esta verdad no
salvará a nadie.
Estar seguros que Jesús volverá otra vez y hará juicios
sobre los vivos y los muertos, tampoco es señal de fe. Aún
los incrédulos reconocen que si no regresa, este mundo se
destruirá a sí mismo. La esperanza de un mejor futuro
alienta el corazón de muchos y hasta están dispuestos a
confesar que llegará con Cristo. No obstante, esto no los
hace creyentes. ¿Que es creer? ¿Qué queremos decir
cuando afirmamos que creemos o que tenemos fe?
La Escritura dice: “para que todo aquel que en él crea”.
La fe es pues una necesidad, sin ella no podrías llamarte
cristiano. De modo que la fe te identifica y dice quién eres,
pero lo hace no para que mires que algo estupendo como la
fe esta surgiendo en ti, y la sientes, la experimentas, lloras
de alegría, saltas y danzas de emoción; conmovido por la
agitación gritas al mundo: ¡creo!, ¡creo! La fe no es una
mera emoción, aunque ciertamente el que cree vive lleno
de paz y gozo. Es tal la naturaleza de la fe que de mirarse a
si misma, dejaría de existir.
En las Escrituras la fe no puede separarse de su objeto
y no puede identificarse a partir del que la realiza. La
confesión cristiana define la fe con la palabra “en”. Fe en
él, fe en Cristo. Ninguna otra cosa puede describirla y de
hacerlo, dejaría ser la fe que la revelación proclama. Fe
en... busca un lugar donde descansar y cuando no lo halla
lo inventa.
No hay nadie en el mundo que viva sin fe, el problema es
que el objeto de ella, donde ella se apoya, dejó de ser lo que
Dios hizo en Cristo y se lo ha reemplazado por el hombre: su
sabiduría y su fuerza. La Biblia llama incredulidad a la fe que
no se orienta y depende de la revelación, aquella que no
descansa en Cristo. Incredulidad es Fe en...mi intelecto, fe
en...la ciencia y podríamos continuar indefinidamente. La fe
bíblica, aquella que resulta en salvación, sólo tiene un lugar
de definición y este es en Cristo.
La fe se ancla en la palabra que Dios habló en Jesús de
una vez y para siempre. De ahí que ella nos haga crecer en
la confianza. Confianza es estar completamente seguros en
la fidelidad de otro, convencidos que cumplirá sus
promesas. ‘Yo creo’ significa ‘yo confío’. Nunca más soñaré
en confiar en mí mismo, no exigiré de mí mismo el
justificarme, el excusarme, el intentar salvarme o preservar
mi vida. Todo esto ha llegado a ser sin fruto (Karl Barth).
El creer brota como una semilla que germina cuando la
palabra de la gracia la riega, se alimenta de lo que Cristo
cumplió con su vida y su muerte. Como la planta que
busca los rayos del sol para preservar su vida, así buscan
del Salvador los que comprenden su condición perdida;
saben que si él no los ilumina con su radiante gracia,
perecerán para siempre. Quien cree el evangelio sabe por
que lo cree. Está seguro que merece el infierno, que su
vida está bajo el justo juicio de Dios y que no importa cuan
moralmente viva, jamás podrá escapar de la condenación
eterna.
Razón por la cual, quien confía en el evangelio ve en
Jesús su única esperanza de vida. Sabe que sin él sólo
encontrará a un Dios airado, indignado por la impiedad de
su carne. Le ruega que no lo mire ni tome en consideración
su justicia. Su gloria es hablar de los triunfos de su
maravilloso Salvador, de cómo el Padre quedó complacido
por la vida que vivió y del pago que ofreció con su muerte.
Encuentra su paz en saber que Dios lo tiene por justo a
causa de que Cristo está en los cielos tomando su lugar. Por
lo que su oración es “de aquí en adelante acepto como mío
el vivir y morir de Jesús, le confieso como mi Sustituto y
Representante, consiento que tome mi lugar en el cielo, de
modo que no se me imputen mis pecados y falta de justicia.
Reconozco que todo cuanto hizo lo hizo, no para otros, sino
para mí, que no es el Salvador del mundo sino el mío”. La fe
dice: “Cristo es mi justicia y perfección y yo soy su pecado e
imperfección. Dios lo tuvo por impío para tenerme a mí por
justo”.
El que cree el evangelio, al igual que Pedro cuando se
estaba ahogando, gritará: “Señor sálvame que perezco”.
Como Jacob se aferrará de Dios diciéndole: “no te soltaré si
no me bendices” (Génesis 32:26). Y como el publicano, no
se atreverá mirar al cielo por su indignidad, confesando
que es pecador y pidiendo que Dios tenga misericordia de
él. En fin, sabrás que has creído cuando reconozcas tu
propia incapacidad e indignidad y aborrezcas tus logros
espirituales, teniendo por basura todo lo que en una
ocasión tuviste por ganancia. Seguro de que nada tienes y
nada tendrás para ofrecerle a Dios en compensación por tu
alma, ni ahora ni nunca, a no ser lo que tu amado Cristo
posee en su propia Persona. Y tendrás paz en la convicción
de que Dios se comprometió en salvar a todo aquel que
reclame como suyo todo cuanto el Señor Jesús realizó.
El Evangelio y la
Obediencia
Quizás piensas que menosprecio la obediencia
cristiana y el desarrollo de carácter. Si eso piensas estás
completamente equivocado. Y si alguno considera que lo
que digo tiene la intención de hacerla liviana y que tiene
licencia para tomar el evangelio como excusa para
satisfacer sus deseos carnales, no ha entendido lo que he
dicho y no aprecia el evangelio como debiera. Es cierto que
en el plano de la salvación nada puedes hacer y nada
puedes aportar, aun así, Dios no desea que seas esclavo
de tus pasiones, ya que Cristo pagó tan alto precio por tu
libertad. Si amas al Señor, amarás lo que él ama y
aborrecerás lo que él aborrece. No tomarás el evangelio
para deshonrar su nombre; te lo dio para que seas libres,
no lo uses para satisfacer tu carne.
La obediencia muchos la definen como aquello que
realizas en cumplimiento a la voluntad de Dios. Desde el
punto de vista bíblico, esto no es necesariamente
obediencia y mucho menos una buena obra. Una obra o un
acto de obediencia puede considerarse un “trapo sucio e
inmundo” (Isaías 64:6), como “basura” (Filipenses 3:7,8),
aún como una obra impía (Mateo 7:21-23). Lo que
determina si una obra es buena o si tu obediencia es
agradable es el objetivo que procura. Obras impías y
desobedientes son todas aquellas que intentan comprar la
gracia divina, promueven la gloria del hombre, y en las
cuales ponemos nuestra confianza de la vida eterna. La
obras de gratitud nada reclaman; porque saben que si Dios
no hubiese salvado al hombre, éste hubiese perecido bajo
el dominio de la muerte. La gratitud únicamente sabe
alabar y agradecer por la gracia que recibió. Estas son las
únicas obras o actos de obediencia que podemos catalogar
como obediencia cristiana.
La gratitud es semejante a un amigo que te invita a
comer. Te dice que pagará la cuenta, que puedes pedir lo
que desees. Comes despreocupado porque sabes que no
es tu responsabilidad el pagar; otro lo hará. Una vez tu
amigo lo ha hecho, deseas dejar en la mesa una propina en
gratitud por el servicio del mesero. En inglés llaman a la
propina “gratitude”: gratitud. Sería una necedad de tu
parte pensar que la propina pagó la cuenta. Ella
únicamente fue una expresión de agradecimiento en
reconocimiento del esfuerzo que otro hizo para servirte y
por el hecho que tu amigo pagó. Así son nuestras obras,
una demostración de gratitud hacia aquél que nos invitó,
nos sirvió y pagó lo que debíamos. Muy bien podías haberte
levantado de aquella mesa sin dejar ninguna gratificación,
pudiste haber insultado al mesero, ofendido a la
administración del restaurante; aún así, la cuenta estaba
paga. Pero la gratitud muestra su verdadera naturaleza
negándose a hacer tales cosas. No puede abandonar la
mesa donde le han servido, donde ha comido del manjar de
la misericordia sin decir: ¡gracias!
Los actos de gratitud son los únicos en que Dios se
complace; y lo logran porque la naturaleza de la gratitud es
procurar la alabanza y gloria de su benefactor, y no porque
sean perfectos o le satisfagan. Sólo Cristo con su vida y
muerte puede conquistar tu corazón para que le ames, y lo
correspondes porque él te amó primero (1 Juan 4:10). Pablo
decía: el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto, que
si uno murió por todos, luego todos murieron (2 Corintios
5:14). El saber que él se hizo pecado por ti para que fueras
considerado justicia de Dios en él (2 Corintios 5:21), moverá
tu corazón a expresar agradecimiento. Únicamente aquellos
que viven en el reino del Hijo de Dios pueden expresar la
obediencia propia a ese reino.
Se cuenta que cuando destituyeron al rey Luis XVI de
Francia y lo encarcelaron, condujeron a su hijo menor, el
príncipe, a un lugar lejano. Se pensó que si lo destruían
moralmente nunca podría alcanzar el grandioso destino que
la vida le había otorgado. Lo llevaron a una comunidad
donde lo expusieron a lo más bajo y vil que la vida podía
ofrecer. Lo expusieron a manjares tan deliciosos como para
hacerlo un esclavo de su apetito. Constantemente utilizaban
a su alrededor un lenguaje ordinario. Lo colocaron en un
ambiente de mujeres vulgares y lujuriosas; a la deshonra y
la desconfianza. Se vio rodeado veinticuatro horas al día por
todo lo que pudiera arrastrar su alma hasta lo más ruin. Lo
sometieron a todo ello durante seis meses, pero el joven ni
una sola vez cedió a las presiones. Finalmente, al cabo de
tentaciones tan intensivas, lo interrogan: “¿Por qué no
cedes ante estas cosas?, todo está planeado para darte
placer, satisfacer tus apetitos, además son deseables; son
tuyas”. El joven respondió: “No puedo hacer lo que me
piden porque nací para ser rey”.
Tú también naciste para ser rey, Dios te ha hecho rey y
sacerdote dice la Escritura (Apocalipsis 1:6). En todo
momento debes recordarlo y vivir a la altura de tu nueva
posición. Aún no se ha manifestado todo lo que serás, muy
pronto ocurrirá. Debes vivir la vida en el mundo para la
gloria de Dios.
Pero ten cuidado de hacer de tu vida obediente el
evangelio. Esto no significa que el evangelio no ha de
impactar todo lo que eres. Si no lo hace, entonces son
meras ideas sin efectividad para tu presente existencia. La
perfecta vida que Jesús vivió no sólo afectó tu relación con
Dios, también lo ha hecho con el mundo que te rodea. Se
dio a sí mismo por tus pecados para librarte del presente
siglo malo (Gálatas 1:4). Ya que invocas como Padre al que
juzga con imparcialidad las obras de cada uno, vive con
temor reverente y noble respeto mientras seas peregrino
en este mundo. A la iglesia, Pedro les recordaba: “Como
bien saben, ustedes fueron rescatados de la vida absurda
que heredaron de sus padres. El precio de su rescate no se
pagó con cosas perecederas, como el oro o la plata, sino
con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin
mancha y sin defecto (1 Pedro 1:16-17). Dios te rescató de
un modo de vida que muestra constantemente lo dañino y
perjudicial que es para ti y para la sociedad en la cual
vives.
A pesar de que reconoces estas cosas por la
iluminación del Espíritu, en tu diario vivir tienes las mismas
luchas que tuviste al confiarte a Dios para tu salvación. Se
te hace dificil aceptar la voluntad de Dios para tu vida.
Necesitas fe para hacerlo. Estás tan acostumbrado a las
obras y a tu esfuerzo que piensas que todo depende de ti.
¡Qué enfermedad la nuestra!, necesitamos luchar cada día
con esta incredulidad y confianza propia. Jesús le comunica
al padre del endemoniado que “para el que cree todo es
posible”. Y ante la incredulidad de su propio corazón, el
padre le responde: “Señor, creo; ayuda mi incredulidad”.
Al igual que él, reconoces que la bendición es para los que
creen, pero entiendes que te encuentras lejos de poseer
esa fe que mueve montañas. Por lo que a menudo te
abandonas al apoyo de los hombres, descartando la
voluntad de Dios. Te convences a ti mismo diciendo que
Dios no puede estar esperando que obres de ésta o aquella
manera. Razonas que él conoce el problema por el que
estás pasando. Tu estado emocional influye grandemente
en la manera en que interpretas su camino y evita que
entiendas que lo que te ofrece es mucho mejor que lo que
vas a escoger.
1.
Define lo que es obediencia. Luego explica qué diferencia hay entre
una obra de bondad hecha por un creyente y uno que no lo es.
2.
¿Cómo Dios considera toda obra hecha aparte de la fe en Cristo?
(Isaías 64:6, Mateo 7:21-23, Filipenses 3:7,8).
3.
¿Por qué estas obras son impías? ¿Qué hace que una obra sea buena?
¿Puede una persona no salva producir buenas obras? (1 Corintios
10:31, Gálatas 2:16-18; Juan 6:28-30).
4. ¿Cómo la fe muestra tu gratitud? (Gálatas 5:6).
5.
¿Qué es lo que produce nuestra vida de buenas obras? (1
Tesalonicenses 1:3).
6.
Antes de poder amar a Dios y mis semejantes, ¿qué necesito
escuchar? (1 Juan 4:10).
7. ¿Cómo somos motivados a obedecer? (2 Corintios 5:14,21).
8.
¿Cómo se conducen los que son hijos del Rey? (1 Pedro 1:16-18). Antes
de conducirte como hijo del Rey necesitas llegar a ser su hijo. ¿Cómo
llegas a serlo? (Gálatas 3:26). Las obras no pueden convertir a nadie
en hijo del Rey; no obstante, el que lo es, produce las obras propias a
su posición de príncipe.
9.
¿Si las obras no salvan ¿cuál es su propósito en el mundo? (M
ateo 5:16, 1 Pedro 2:11-12).
10.
Lee Hebreos 13:15 y Romanos 12:1 y ve como tus obras son un acto
de adoración que presentas al Padre en el nombre y por la intercesión
de Cristo.
El Evangelio
del Reino
En el presente capítulo y el que le sigue, presento
algunas de las ideas erróneas que se sostienen en relación
con el evangelio, y la dificultad que muchos tienen en
definirlo, ejemplo de esto lo es David C. Pack, pastor de: La
Iglesia Restaurada de Dios, sostiene que:
“Pero os digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí,
que no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios”.
Aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó
a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar. Y entre
tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su
vestido blanco y resplandeciente. Y he aquí dos varones que
hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías; quienes
aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que
iba Jesús a cumplir en Jerusalén (Lucas 9:26-31).
1.
¿Puede el evangelio del reino ser buenas noticias si no cumples con la
ley de Dios? ¿Puede alguien ser como Dios demanda? (Mateo 5:48; Job
11:7-9).
2. ¿Predicó Jesús el evangelio del reino? (Mateo 9:35).
3.
¿Cómo mostró Jesús que el reino de Dios había llegado? (Lucas 11:20-
21).
4.
¿Qué entendía Pablo por el evangelio del reino? (Hechos 28:23-31).
5.
¿Hay dos evangelios o uno solo? Estudie y compare los siguientes
versos: Hechos 28:23-31; Romanos 1:1-3; 3:21-23.
6. ¿Cómo fue coronado el nuevo Rey? (Hebreos 2:9).
7. ¿En qué reino vive el creyente? (Colosense 1:12-14).
El Evangelio Como
Poder Interior
Otros piensan que el evangelio es un poder especial,
una energía dentro de ti que te capacita a cumplir los
mandamientos. En esta creencia, el hombre busca la
manera de ayudar a Dios. Y aunque reconoce que no
puede hacerlo porque sabe que es impotente, ha
inventado la idea de que él le dará el poder que necesita
para que sus obras lo salven. Su corazón engañado
disfraza las verdaderas intenciones, alegando que es el
poder del Espíritu y no su ‘yo pecaminoso’ quien hace las
obras. ¿De qué sirve Cristo en todo esto?
David A. Seamands, en su libro “Healing Grace” (Gracia
Sanadora), define la actitud de los no creyentes, al igual
que la de muchos que confiesan creer en Cristo, como la
enfermedad del rendimiento. Piensan que su relación con
Dios depende de cuánto rinden y cuán bien lo hacen.
Señala que es como un virus maligno en el corazón de cada
ser humano. La gran mentira detrás de millares de
mentiras usuales, persuadiéndonos de que en la vida toda
relación depende de lo que rendimos, esto es, de cuánto
hacemos. Luego añade: “Estoy convencido de que la causa
fundamental de algunos de los problemas
emocionales/espirituales más perturbadores que afectan al
cristianismo evangélico es el fracaso en recibir y vivir
dependiendo de la gracia incondicional de Dios, y la
correspondiente negativa de ofrecer esa gracia a otros.”
Estos se convencen a sí mismo de que una vez aceptan
que Cristo murió por ellos, el Espíritu Santo les otorgará el
poder necesario para comenzar a vivir la misma vida
obediente que Cristo vivió. De esta manera pretenden que
lo que finalmente les salvará es lo que el Espíritu Santo
hace en sus corazones y no lo que Jesús hizo en la cruz. Sin
embargo, si se les pregunta cuántos están viviendo la
perfecta vida de Cristo, no habrá ni uno que entendiendo lo
que esto implica, se atreva a afirmarlo. Experimentan como
resultado una constante inseguridad en sus vidas y un
sentido de culpa que les roba el gozo cristiano.
¿Es esto lo que la Biblia enseña? ¿Dice la Biblia que el
evangelio es acerca de la obra del Espíritu Santo en el
corazón del hombre? ¡El evangelio nada tiene que ver con
esto! Aunque la obra del Espíritu Santo es muy importante,
ésta no es el evangelio. No me creas a mí, lee lo que Jesús
mismo explicó:
“Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón para
que sepan a qué esperanza él los ha llamado, cuál es la riqueza
de su gloriosa herencia entre los santos, y cuán incomparable
es la grandeza de su poder a favor de los que creemos. Ese
poder es la fuerza grandiosa y eficaz que Dios ejerció en Cristo
cuando lo resucitó de entre los muertos y lo sentó a su derecha
en las regiones celestiales, muy por encima de todo gobierno y
autoridad, poder y dominio, y de cualquier otro nombre que se
invoque, no sólo en este mundo sino también en el venidero
(Efesios 1:18-21).
1.
Según Jesús en qué consiste la obra del Espíritu (Juan 14:26; 16:8-15.
2.
Explica algunos de los problemas en creer que el evangelio es el poder
del Espíritu ayudándonos a obedecer perfectamente. Lea Romanos
7:15-25; 1 Juan 1:8.
3.
¿Qué quiere decir Pablo cuando sostiene que el evangelio es poder de
Dios para salvación. Lee Romanos 1:16,17 y compárelo con Romanos
3:21-26.
4.
Di que dos cosas describen lo que es el poder de Dios según 1
Corintios 1:23,24.
5.
¿Dónde Dios ha hecho visible su poder? (Romanos 3:21-26, Efesios
1:18-21; Colosenses 2:12).