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Diego Uvence

La sombra del caudillo. Ensayo.

“La película maldita del cine mexicano”. Desconozco el origen de este polémico y por
demás protagónico sobrenombre. Sin embargo, me pude explicar la naturaleza del mismo
después de haber visto tan revelador largometraje.
La sombra del caudillo, expone con ironía y veracidad numerosas facetas de los orígenes
de un sistema político que hasta nuestros días hace presencia en nuestra vida social,
económica y por supuesto, política.

Es característica siempre fascinante en todo trabajo artístico digno de llamarse así, la


facultad de trasladar al contemplador del arte, en el vivo entorno de la obra. Esta película
logra introducir al espectador en el ambiente político de la época, un ambiente
particularmente tenso, violento y de importantísima transición en más de un aspecto. Las
actuaciones son en su mayor parte buenas, ratificándose en especial Ignacio López
Tarso, como un maestro de la actuación. La calidad de la cinta la encontré un tanto
mediocre, pero la dirección y la fotografía son admirables.

De todos los posibles temas que pudiesen ser estudiados de un tema tan extenso y
complejo como el del México posrevolucionario y el del caudillismo político-militar de ese
particular periodo, a mí me llamó sobrada atención la naturaleza y estructura del ambiente
político en su conjunto; su anatomía, sus formas, sus variables.
Fue especialmente impactante para mí la manera en que la película expone la
personalidad del político, su natura y artificios: el doble discurso, la cuidadosa hipocresía,
el estratégico juego en el cambio de bandos y la intriga, en un violento ambiente político-
electoral que Hans Ernest Tobler narra de ...”acompañadas por violentos
enfrentamientos, a veces armados, ...intimidaciones en las urnas...”, conspiraciones y
asesinatos1.

Mi impresión no se debió por una especie de descubrimiento del ejemplar del político
mexicano, ni mucho menos; el impacto llegó cuando caí en la cuenta de que esos
patrones siguen modelando a los políticos de nuestros días; caí en la cuenta de que, la
clase política mexicana, está formada en esa escuela y que sus raíces se encuentran en
ese periodo determinado. La película retrata la época de los grandes y últimos caudillos
revolucionarios, los caudillos previos a -uno de ellos padre de- la institucionalización del
poder político mexicano. El hablar de los “últimos caudillos revolucionarios” nos remite a
un asunto que explica la particularidad de ese periodo y nos revela en gran parte el
resultado político de esa intensa transición histórica. Obregón, Calles, y De la Huerta
(personificados en el filme como “El Caudillo”, Jiménez y Aguirre, respectivamente) fueron
“hijos” de la Revolución, vivieron y sobrevivieron a ella. Formaron parte del gran
parteaguas que resultó de la transición revolución armada - poder político estable y
posteriormente institucionalizado; citando de nuevo a Tobler: “...fue sustituida por una
nueva clase dirigente revolucionaria, las dos décadas siguientes, de 1920 a 1940, se
caracterizaron por una transformación institucional más profunda del Estado, así como

1 Hans Werner Tobler, “La revolución Mexicana, Transformación social y cambio político, 1876-1940”.
(México: Alianza editorial, 1994), 375.
ciertos sectores de la economía y la sociedad. Durante este periodo se fundaron los
cimientos de aquel México posrevolucionario que –al menos entre 1940 y 1970
aproximadamente– destacó por su notable estabilidad política, acompañada por un alto
crecimiento económico: “el milagro mexicano”. 2
Cada una de las acciones de estos caudillos, sus vidas y lo que en ellas orbitaba y
transcurría, se convirtió en un fructífero semillero de prácticas y tradiciones políticas que
como mencioné anteriormente, perduran hasta nuestros días.

El personaje de Emilio Olivier Fernández, líder del “Partido Radical Progresista”,


interpretado por Carlos López Moctezuma, da voz a una frase que a mí me pareció de
medular importancia en este particular estudio: “En política nada se agradece puesto que
nada se da y un político, conscientemente, nunca va en contra de su interés”. 3 Esta frase
es sin duda una fiel radiografía de la práctica política en general y aún más de la
mexicana.
En un sistema político intrincado, laberíntico, falso, repleto de espejismos, pantallas y que
es complejo como pocos otros en el mundo, no es difícil encontrar, por su increíble
semejanza, el germen del mismo, en el grupo de la “hegemonía sonorense” que sentó las
bases del México posrevolucionario.

La sombra del caudillo es un fiel retrato de un proceso que marcó la vida del México
político de principios del siglo XX. Su importancia es sin duda, la revelación que ésta hace
de la gestación de un sistema de gobierno que definiría la vida de un país entero. A través
de los procesos políticos y sociales en ella expuestos, vislumbramos la influencia directa e
indirecta y, por supuesto, con sus respectivas variantes y deformaciones, de lo que sería
la hegemonía de un sistema político ya tantas veces citado en mi ensayo.
En vísperas de las elecciones del 2012 y en un país víctima de una crisis como pocas
otras, incluso los menos atentos observan el paso sigiloso de un PRI fortalecido y
rejuvenecido, observamos todos, la enorme sombra de un fantasma del pasado, de un
PRI de más de siete décadas de ejercer el subyugo, de un PRI hijo de un PRM
alemanista y de un PNR callista.
Invaluable la sabiduría popular que bien dice: “Yerba mala, nunca muere”.

2 Ibid., p. 405.
3 “La sombra del caudillo”, Julio Bracho. México, STPC de la RM. 1960, Drama político. 129 min. Minuto: 20

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