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La Odisea fue escrita por Homero, poeta griego del siglo VIII a.C. y autor también
de la ya analizada Ilíada. En palabras de Hegel, Homero es ³el elemento en el que
el mundo griego vive como el hombre vive en el aire´. Admirado, imitado y citado
por todos los poetas, filósofos y artistas griegos que le siguieron, es el poeta por
antonomasia de la literatura clásica, a pesar de lo cual su figura aparece rodeada
del más profundo misterio, hasta el punto de que su propia existencia histórica ha
sido puesta en tela de juicio.

Las más antiguas noticias sobre él sitúan el nacimiento de Homero en Quíos,


aunque ya desde la Antigüedad fueron siete las ciudades que se disputaron ser su
patria: Colofón, Cumas, Pilos Ítaca, Argos, Atenas, Esmirna y la ya mencionada
Quíos. Para Simónides de Amorgos y Píndaro, solo las dos últimas podían
reclamar el honor de ser su cuna.

Aunque son varias las vidas de Homero que han llegado hasta nosotros, su
contenido, incluida la famosa ceguera del poeta, es legendario y novelesco.

Los problemas que plantea Homero cristalizaron a partir del siglo XVII en la
llamada ³cuestión homérica´, iniciada por FranÇois Hédelin, abate de Aubignac,
quien sostenía que los dos grandes poemas a él atribuidos, la Ilíada y la Odisea,
eran fruto del ensamblaje de obras de distinta procedencia, lo que explicaría las
numerosas incongruencias que contienen.

Haciendo una comparativa entre las dos grandes obras de Homero podemos
apreciar como la Ilíada habla de la vida pública, de la guerra, de la aristocracia
guerrera y gobernante, del poder del ego como la cualidad principal de los
hombres (el rasgo más distintivo que hace que Aquiles sea el más destacado). La
Odisea habla más que nada de lo privado, de la vida doméstica, de ³las cosas´,
del hogar (de la partida del hogar de Telémaco, del regreso al hogar de Ulises).
Según algunos autores la Ilíada está compuesta más que nada por material épico
a base de los poemas hechos por los bardos aedos a la corte de los aristócratas
guerreros de las cortes Jonias, mientras que la Odisea está compuesta
básicamente por pequeños relatos que provienen de la tradición de cuentos
folclóricos, fundamentalmente de relatos que tratan sobre rituales de iniciación. El
viaje de Telémaco en busca de información acerca de su padre Ulises, consiste en
un relato sobre un ritual de iniciación, en tanto pasaje a la adultez. Los diferentes
momentos en el viaje de iniciación van avanzando a partir de "ayudantes",
"donantes", "adversarios", y "objetos mágicos" que se le van presentando al héroe
en su itinerario. Como suele ocurrir, todo viaje implica un viaje de conocimiento.
Aquella actitud básica del héroe en su viaje (tanto en Telémaco como en Ulises),
consiste en averiguar, preguntar, descifrar enigmas. Las historias fundamentales
que cuenta la Ê  son relatos de iniciación. Así, por ejemplo, el hecho de que
Ulises diga al Centauro Polifemo que su nombre es "Nadie", este dato, visto en
clave de rito de iniciación, equivale a que aquel que se inicia en el ritual, al
desplazarse de su hábitat normal y cotidiano, es "nadie", ya que todo ritual de
iniciación implica un despojarse de la propia identidad cotidiana, para pasar a ser
una persona diferente. El iniciado se despoja de su conciencia habitual, en el
momento del ritual debe ser nadie para luego regresar renovado. No cabe duda de
que el modo de tratar los temas bastante recurrentes en la Odisea tiene que ver
con elementos de la cultura popular, de la carnavalización y de la fiesta popular.
La carnavalización tiene que ver con la inversión de los lugares comunes de la
vida cotidiana, como "el rey que se transforma en mendigo" (Ulises), o la
participación fundamental en la intriga de personajes del pueblo más bajo en la
escala social (el criador de cerdos, la nodriza, las esclavas), y también con la
exaltación del cuerpo y los genitales, de las partes "bajas" del cuerpo (como la
pelea cómica entre los mendigos en la corte de Ítaca, o las amenazas recurrentes
de castración a los mendigos). La lógica de lo falso, las coartadas, la falsa
identidad que se atribuye Ulises, tienen que ver con esta instancia de inversión.
No obstante, si en la fiesta popular la inversión de la vida cotidiana tiene que ver
con una suerte de utopía social de cambio (que el mendigo se transforme en rey,
por ejemplo), en el caso de la Odisea, la inversión funciona como momento de
falsedad previo a la restitución del orden de lo establecido: Ulises se atribuye una
identidad falsa, pero como algo momentáneo y solo como un recurso necesario
para restituir el orden de lo establecido.

Pasando ya al resumen del argumento la historia comienza en el momento en que


los dioses se encuentran reunidos en asamblea y deciden liberar a Ulises de
Calipso y hacerlo volver a Ítaca. Después de ésta, Atenea transformada en
Mentes, rey de los Taifos, llega al palacio de Ulises y conversa con su hijo
Telémaco, aconsejándole que vaya en busca de noticias de su padre a Pilos y a
Esparta. Atenea desaparece, entonces Telémaco sospecha que sea una divinidad.

Telémaco cita a los pretendientes de su madre a una asamblea, en la que éste se


queja de ellos y les invita a abandonar el palacio. Los pretendientes tratan de
justificar sus acciones y obligan a Telémaco a enviar a Penélope (su madre) con
su padre Icario.

Después Telémaco pide un barco con remeros para ir a Esparta y a Pilos en


busca de noticias de su padre.

Se vuelve a presentar Atenea, pero esta vez transformada en Mentor y le promete


ayuda a Telémaco. Llenan el barco de provisiones y al llegar la noche se hacen a
la mar.

Llegan a Pilos donde encuentran a Néstor celebrando un sacrificio. Lleva a


Telémaco a su palacio y le cuenta lo que les ocurrió a los aqueos en la guerra de
Troya. Néstor ofrece a Telémaco un carro conducido por su hijo Pisístrato para
que vaya a Lacedemonia. Parten y a los dos días llegan a Lacedemonia, donde
son recibidos por Menelao, que está celebrando las bodas de sus hijos. Telémaco
le cuenta los problemas con los pretendientes de su madre, y a cambio Menelao le
cuenta todo lo que sabe sobre la vuelta de Troya de los aqueos y las predicciones
del oráculo de Proteo, que les había hecho saber la llegada de Ulises al lado de
Calipso.

Mientras tanto, los pretendientes de Penélope discuten sobre la forma de asesinar


a Telémaco.

Zeus manda a Hermes que le ordene a Calipso que libere a Ulises. Calipso
obedece y ayuda a Ulises a marchar.

Después de dieciocho días navegando, Poseidón rompe su barco, pero Ino le da


un velo para salvarlo. Después de infinitos sufrimientos, Ulises llega a la isla de los
feacios donde encuentra un lugar para descansar.

Entre tanto, Atenea se aparece en sueños a Nausícaa, hija del rey de los feacios,
Alcínoo, y le ordena que vaya a lavar sus ropas y las de sus hermanos al río con
sus esclavas. Nausícaa obedece y van al río a lavar la ropa al día siguiente, y
mientras Nausícaa jugaba con sus esclavas, Ulises se despierta por el ruido que
están haciendo y se presenta a Nausícaa, a la que pide ayuda.

Le conduce al palacio de su padre y Ulises le cuente todo lo que le ha pasado


desde que salió de Ogigia hasta que llegó allí. Pasa la noche en el palacio y al día
siguiente Alcínoo reúne a los feacios, y se equipa un barco para que conduzca a
Ulises a su tierra.

Después de un banquete, Ulises les narra muchas de las aventuras y quién es en


realidad, empezando por su llegada a la isla de los cíclopes donde habitaba
Polifemo y de cómo este se comió a sus compañeros, y la astuta manera que tuvo
para cegar al cíclope y lograr escapar de su cueva y de su isla.

Desde allí, Ulises parte a la isla de Eolia regida por Eolo, quien le da vientos
metidos en un odre, y este odre es abierto por sus compañeros mientras él
dormía, creyendo que estaba lleno de oro, dejando escapar los vientos que les
llevan de vuelta a Eolia, y esta vez Eolo se niega a recibirlos.

Se alejan de ella y llegan a Lestrigonia y son atacados por los lestrigones. Ulises
divide a los hombres en dos grupos para que se vaya a investigar la isla. El grupo
que estaba regido por Euríloco le toca ir a investigar, mientras que el suyo se
queda y el de Euríloco es convertido en cerdos por Circe, todos menos Euríloco.
Ulises se entera y va a buscarlos. Recibe de parte de Hermes una planta para
curarlos. Se marchan de allí y van donde les ha ordenado Circe, a los Infiernos.
Ulises cuenta a los feacios el viaje a los infiernos y los consejos que le dio Tiresias
para que pudiesen salvarse, la gente que allí vio...
También les cuenta como escapó de los cantos de las sirenas, de Caribdis y de
Escila. Relata como el Sol les castigó haciendo naufragar el barco, muriendo todos
menos Ulises, y de cómo agarrado a un mástil llegó a la isla de Calipso.

Asombrados, Alcínoo y su corte amontonan regalos en su barco y embarcan a


Ítaca.

Llegan a Ítaca y dejan a Ulises dormido en la playa. Cuando despierta, Atenea le


explica como tiene que matar a los pretendientes de Penélope, lo convierte en
anciano y va a casa de Eumeo.

Atenea se presenta en sueños y le ordena que regrese a Ítaca. Telémaco parte a


Feres y de allí llegan a Pilos donde embarca hacia Ítaca. Llega a casa de Eumeo y
Telémaco le pide a éste que vaya a avisar a Penélope de su llegada. Mientras
Atenea devuelve a Ulises su aspecto normal y es reconocido por su hijo.

Más tarde Ulises llega a palacio e intenta averiguar los sentimientos de cada
príncipe. Un mendigo pretende echarlo de allí y pelean, vence Ulises y es
felicitado por los pretendientes. Penélope se presenta ante ellos que la colman de
regalos y vuelve a sus habitaciones mientras que los pretendientes celebran un
banquete.

Después de irse los príncipes, Ulises espera el momento de ir hablar con


Penélope. Cuando llega, Penélope le cuenta como ha sido su vida desde que se
fue su marido, y éste le cuenta que él lo recibió. Penélope no le cree y pide que se
lo describa.

Penélope ordena que lo bañe y Euriclea lo reconoce por una cicatriz, aunque
Ulises evita que se lo diga a Penélope, con la que vuelve a hablar de cómo ella va
a tener que casarse. A la vista de la imposibilidad del retraso de la boda, ella
propone por inspiración de Atenea que los príncipes demuestren su habilidad con
el arco y el vencedor se casará con ella. Los pretendientes aceptan y Telémaco
pide participar y así conservar a su madre, y al igual que los otros pretendientes
no consigue vencer.

Antes de acabar la prueba Ulises participa y resulta ganador. Los príncipes se


sienten amenazados y los príncipes los atacan descubriendo la identidad de los
pretendientes. Matan a los más valientes con la ayuda de los pastores que
siempre les son fieles. Muertos los príncipes, Ulises decide castigar a las esclavas
por su deslealtad.

Euriclea despierta a Penélope transmitiendo la vuelta de Ulises, que va a ver a su


padre, Laertes, que con gran júbilo reconoce a su hijo tras contarle una historia
falsa y ambos vuelven al palacio. En Ítaca hay una asamblea en la que muchos
apoyan a los pretendientes. Se inicia una lucha, y Atenea consigue que el pueblo
junto con Ulises venzan y se establezca la paz entre unos y otros.
  

En el canto XII, Ulises es advertido por Circe de los peligros que conllevará su
viaje y qué debe hacer para evitar la atracción sin duda peligrosa que supondrá oír
el canto de las sirenas.

Es advertido de que llegará primero al territorio de las Sirenas, que


encantan a cuantos hombres van a encontrarlas, y que aquel que
imprudentemente se acerca a ellas y escuche su voz ya no vuelve a ver a su
esposa y sus hijos, sino que lo hechizan con su canto. Es aconsejado para que
pase de largo y tape las orejas de tus compañeros con cera blanda a fin de que
ninguno las oiga. La diosa le dice que si él deseara oírlas, haga que lo aten de
pies y manos al palo de la nave, para así poder deleitarse escuchándolas, y que
después de que sus compañeros hayan conseguido llevarlo más allá de las
Sirenas le quedarán dos caminos por seguir: a un lado uno donde se alzan altas
peñas, por donde no pasan las naves sin peligro, lugar donde ninguna
embarcación que llegó pudo escapar, pues las olas del mar y las tempestades
cargadas de fuego se llevaban juntamente las tablas del barco y los cuerpos de
los hombres; y otro, en el lado opuesto, en el que encontrará dos escollos, uno
alcanzando al anchuroso cielo con su pico agudo, en cuyo medio hay antro
sombrío que mira al ocaso, donde debe enderezar la nave. En esa cueva se
hallará con Escila, un monstruo perverso que aúlla terriblemente y que a nadie
agradaría ver, aunque fuese un dios quien se encontrara con ella. Debe andar
precavido ya que tiene doce pies, seis cuellos larguísimos, cada cual con una
horrible cabeza en cuya boca hay tres filas de apretados dientes y está sumida
hasta la mitad del cuerpo en una honda gruta, donde saca las cabezas fuera, y
registrando alrededor pesca delfines, perros de mar y otros monstruos marinos. Le
avisa de que cuando por ahí pasa una embarcación, Escila le arrebata con sus
cabezas sendos hombres.

Le dice que el otro escollo es más bajo, y que lo verá a un tiro de flecha del
primero. Allí encontrará un cabrahígo grande y frondoso, y a su sombra Caribdis,
la otra sirena, sobre las turbias aguas, que tres veces al día las echa fuera y otras
tantas vuelve a sorberlas. La diosa le aconseja que no se encuentre allí cuando
las sorba, pues ni Poseidón podría liberarlo de la perdición. Debe, por el contrario,
acercarse mucho al escollo de Escila y hacer que su nave pase rápidamente, pues
es mejor que eche de menos a seis compañeros que a todos juntos. Sigue
vaticinándole que llegará más tarde a la isla de Trinacria, donde pacen las vacas y
las ovejas del Sol, donde debe cuidarse bien de tocar uno solo de estos animales,
pues si lo hiciera perdería su nave y sus compañeros.

Tras la conversación, momentos más tarde subieron a la nave, soltaron las


amarras y zarparon con próspero viento rumbo a la isla de las Sirenas, no
tardando mucho en aproximarse. Cortó entonces con el duro bronce un pan de
cera y, ablandándola al sol, le tapó con ella los oídos de sus compañeros,
ordenándoles que le ataran al mástil, mandato que cumplieron. Cuando las
Sirenas advirtieron la presencia de la nave comenzaron a entonar un canto que
decía: "¡Oh célebre Ulises, gloria insigne de los aqueos! Detén la nave y acércate
para que oigas nuestra voz, pues nosotras sabemos cuántas fatigas padecieron
aqueos y troyanos por voluntad de los dioses".

Era tan dulce la voz que no pudo resistir el deseo de oírlas de más cerca e
hizo señas a sus compañeros para que lo desataran. Pero, siguiendo las
instrucciones que por anticipado les dió, lo ataron al mástil más fuertemente con
nuevas cuerdas.

Cuando ya hubo dejado atrás la isla de las Sirenas vió humo y enormes
olas y percibió un fuerte estruendo, procedente de Caribdis. Los compañeros de
Ulises, amedrentados, contuvieron los remos, pero éste les ordenó que
prosiguieran remando apartándose del humo y las olas. Ulises no les habló de
Escila, por temor de que dejaran de remar.

Al pasar el estrecho, Caribdis sorbía de horrible manera el agua del mar, y al


vomitarlas de nuevo dejaba oír sordo murmullo, cayendo la espuma sobre las
cumbres de ambos escollos. El miedo se apoderó de los compañeros, y mientras
contemplaban a Caribdis, temerosos de la muerte, Escila arrebató de la nave seis
compañeros de los que más sobresalían por su fuerza. ³De todo lo que padecí
andando por el mar, el espectáculo más horrible que vieron mis ojos fue el de mis
compañeros devorados por Escilia sobre las piedras de su gruta´, dijo Ulises.

Tras escapar de aquellas rocas de las horrendas Caribdis y Escilia llegaron


Ulises y sus compañeros supervivientes a la isla de Tinacria, en la que vieron
pacer numerosas vacas y ovejas. Entonces, recordando la advertencia de Circe,
Ulises ordenó a sus compañeros que pasaran de largo por la isla.

³Amigos, aunque padezcáis muchos males, bueno es que sigamos el


consejo de Circe, quien me dijo que huyéramos de la isla del Sol, pues allí nos
aguarda el más terrible de los infortunios´, fueron sus palabras.

Los compañeros le pidieron que bajaran a la isla para descansar y


preparar la comida junto a la nave, a lo que accedió Ulises, pero no sin exigirles
que le juraran no matar ninguno de aquellos animales. Más de lo que pensábamos
debieron permanecer en la isla, a consecuencia de que durante un mes entero
sopló un viento huracanado, hecho que hizo que advirtieran que se agotaban los
víveres, con lo que se vieron obligados a cazar y pescar para orar a los dioses.
Durante la ausencia de Ulises y, mal aconsejados por Euríloco, los compañeros
echaron mano a la más hermosa de las vacas del Sol y la sacrificaron para
comerla, por lo que cuando Ulises regresó ya estaba consumado el daño. Durante
seis días los compañeros se alimentaron con animales de los rebaños del Sol y al
séptimo, cuando cesó la violencia del vendaval reanudaron el viaje. Fue entonces
cuando cayó de pronto, sobre ellos, la cólera del dios auxiliado por la del
prepotente Zeus, y cuando perdieron de vista la tierra se desencadenó de pronto
una terrible borrasca. Un torbellino rompió los dos cables del mástil y éste cayó
hiriendo la cabeza del piloto, que perdió la vida. Zeus despidió un trueno y
simultáneamente lanzó un rayo sobre el barco, cayendo los compañeros al mar y
siendo arrastrados por el terrible oleaje.

Nueve días y nueve noches anduvo Ulises errante sobre un madero, y en


la del décimo lo llevaron los dioses a la isla Ogigia, donde vive Calipso, quien lo
acogió amistosamente, prodigándole sus cuidados.

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Normalmente se le considera hijo de Laertes y de Anticlea. Una leyenda relata


como Ulises nació en el monte Nérito de Ítaca, durante una tormenta. Los
partidarios de esta versión dan explicación al nombre de Ulises (Odiseo) con un
juego de palabras en las que Odysseus significaría, "Zeus llovió sobre el camino".

Otros creen que el padre de Ulises realmente fue Sísifo, debido a que Anticlea se
unió a él, antes de sus esponsales con Laertes. Esto ocurrió gracias al beneplácito
deAutólico, que deseaba tener un nieto tan sagaz como Sísifo. Este mito ofrece
otra explicación al nombre de Ulises, ya que Ulises se asemeja a odioso y Sísifo,
debido a la astucia con la que engañaba a dioses y a hombres, se había hecho
odioso para muchos. En esta versión, el héroe habría nacido en una ciudad de
Beocia llamada Alacómenas, en su recuerdo Ulises puso este nombre a una
población de Ítaca.

Algunas tradiciones lo consideran discípulo del Centauro Quirón.

Participó con su abuelo Autólico en una cacería en el monte Parnaso, en ella un


jabalí le hirió dejándole una cicatriz gracias a la cual fue reconocido a su regreso a
Ítaca, tras la guerra Troyana.

Acudió a Mesenia como emisario para pedir una compensación por unas ovejas
que habían sido robadas.

En Lacedemonia es huésped de Ífito. Con él intercambia regalos de buena


voluntad. Ulises le da una espada y una lanza e Ífito, le entrega el arco con el que
años más tarde Ulises mata a los pretendientes de Penélope, después de su
regreso de Troya.

Durante un viaje a Éfira, Ulises intenta que Ilo le proporcione uno de sus famosos
venenos para sus flechas. No lo consigue aquí, pero sí en Tafos, donde le provee
Anquíalo.

Una vez que Ulises llega a la edad viril, Laertes le entrega el trono de Ítaca.
Nuestro héroe pasa a ser un soberano rico, justo, hospitalario y respetuoso con los
dioses, en especial con Zeus y Atenea. Esta última será su constante
bienhechora.
Como casi todos los caudillos griegos, Ulises solicita la mano de la
bellísima Helena. Pero desanimado al ver la cantidad de pretendientes, renunció a
Helena en favor de una prima de esta, Penélope.

Deseoso de granjearse la amistad de Tindáreo, aconsejó al rey que exigiese a los


pretendientes que hiciesen un juramento en virtud del cual todos se comprometían
a respetar la elección de la novia y a ayudar al novio contra quien se la disputase.
Dándose cuenta Tindáreo, que este juramento le pondría a salvo de la ira de los
numerosos desdeñados, aceptó de buen grado y en agradecimiento se le
concedió la mano de Penélope. Finalmente el Atrida Menelao fue el elegido por
Helena.

La unión de Ulises y Penélope dio como fruto a Telémaco, que aún era un infante
cuando corrió al noticia del la huida de Helena con Paris a Troya, llevándose parte
de los tesoros de Esparta.

Menelao y Palamedes recorrían Grecia reclutando, para una expedición contra


Troya, a los antiguos pretendientes de Helena, ligados por el juramento ideado por
Ulises.

Ulises disgustado con la idea de partir a la guerra, puso en marcha un plan para
que creyéndole loco, le dispensaran de acudir a Troya. Todos los días el héroe
araba la playa y plantaba sal en los surcos. Pero Palamedes intuyendo la treta,
puso al pequeño Telémaco delante del arado. Ulises desvió la trayectoria de arado
para no herir al niño y así se descubrió su artimaña.

A partir de entonces participó de forma activa en los preparativos de la expedición.


Actuó como emisario reclutando más caudillos griegos. Acompañó a Menelao a
Delfos para consultar el oráculo. También fue a Troya como embajador solicitando
la devolución de Helena y los tesoros robados.

En Delfos el oráculo había predicho que la ciudad no seria tomada sin Aquiles.
Pero Tetis, la madre de Aquiles, sabedora de que su hijo no regresaría de esta
guerra, había ocultado al muchacho disfrazado de mujer con el nombre de Pirra,
en la corte del rey Licomedes. Durante su estancia, Aquiles engendró junto a
Deidamía, a Pirro, que más tarde fue llamado Neoptólemo.

Para descubrir a Aquiles, Ulises se disfrazó de mercader y entró en los aposentos


de las doncellas. Mientras las muchachas revolvían las telas, Aquiles se fijó en las
armas, con lo cual descubrió su verdadera personalidad.
Con respecto al regreso a Ítaca Ulises con sus doce naves emprende la vuelta al
hogar y realiza su primer desembarco en el país de los Cícones, donde toma la
ciudad de Ísmaro. Solo perdonó la vida de uno de sus habitantes Marón, que en
agradecimiento le regaló un vino que le fue muy útil en la tierra de los Cíclopes.

En el país de los Lotófagos, se les obsequió con el loto, un fruto exquisito que
provocaba el olvido. Ulises tuvo que llevarse a la fuerza a los marineros que lo
habían probado.

Luego arribaron en la tierra de los Cíclopes. Allí Polifemo sorprendió a Ulises y a


algunos de sus compañeros dentro su gruta y los capturó taponando la entrada
con una enorme piedra. Para escapar, Ulises emborrachó a Polifemo con el vino
que le había regalado Marón y después le cegó su único ojo. A los gritos de
Polifemo aparecieron otros Cíclopes, pero como Ulises le había dicho que se
llamaba "Nadie", cuando los otros Cíclopes le preguntaban que le pasaba, él les
respondía que le había cegado "Nadie". Por lo que pensaron estaba loco y se
marcharon. Después, todos los marineros salieron colgados de la parte inferior de
las ovejas que el Cíclope tenia en su cueva y a las que dejaba salir a pastar de
una en una palpándoles los lomos, para que no se escapasen los prisioneros,
aprovechándose de la ceguera que le habían provocado. Una vez en el barco, en
un acto de orgullo, le gritó a Polifemo que había sido burlado por Ulises de Ítaca y
el Cíclope invocó a su padre, Poseidón, pidiendo que castigase al héroe. Por lo
que a partir de aquel momento Ulises se ganó el odio del dios del mar.

En Etolia, fueron agasajados por Eolo, dios del viento. Les entregó un odre que
contenía los vientos, pero la tripulación pensando que se trataba de tesoros, abrió
el odre. Se desencadenó una ventisca que les arrojó de nuevo a las costas de
Etolia, pero avisado de la oposición de los dioses, Eolo se negó a ayudarles otra
vez.

Después llegaron a la tierra de los Lestrigones, que eran antropófagos. Este


pueblo, con el rey Lamo a la cabeza, destruyó once de las doce naves de Ulises.

Luego la única nave que le quedaba arribó en la isla de Eea, donde la maga Circe,
metamorfoseaba en animales a todos los extranjeros que llegaban a sus dominios.
Con ayuda de una hierba que le da Hermes, Ulises consigue que Circe devuelva
su verdadera forma a sus compañeros. Se une a Circe, con la que tiene
a Telégono. Por consejo de Circe, acude al bosque de Perséfone para consultar al
alma de Tiresias el futuro. Una vez allí, siempre según las instrucciones de Circe,
sacrifica a un carnero joven y a una oveja negra. Las ánimas acuden a beber la
sangre del sacrificio, pero Ulises no les permite beber hasta que llega Tiresias. El
adivino le comunica lo que le depara el futuro y después tiene tiempo de hablar
con el alma de su madre, de Agamenón, de Aquiles y de otros compañeros.
Vuelve a Eea, donde le rinde honras fúnebres a Elpenor. Después parte hacia
Ítaca, no sin que antes Circe le aconseje como enfrentarse a los monstruos que le
esperan a lo largo del camino, las Sirenas, Escila y Caribdis. Las Sirenas eran
monstruos mitad mujeres, mitad aves, con sus cantos atraían a los marineros
hasta unas rocas donde los barcos se estrellaban y los navegantes eran
devorados por las Sirenas. Ulises, según las indicaciones de Circe, taponó los
oídos de sus hombres con cera de modo que no oyeran los mágicos cantos. Solo
él, que deseaba oírlas, no se les taponó, pero tomó la precaución de pedir a la
tripulación que le atase fuertemente al mástil. La leyenda cuenta que tras este
fracaso las Sirenas se sumergieron en el mar.

Después llegaron al estrecho de Mesina, en uno sus lados habitaba Escila, en el


otro Caribdis. La primera era un monstruo con la parte superior de mujer y una
parte inferior de la que le salían seis medios perros. Para evitar a Caribdis, se
acercaron demasiado a Escila y el engendro consiguió capturar y devorar a seis
de los hombres de Ulises. Luego atravesaron las rocas errantes, que permanecían
quietas desde que las habían logrado cruzar los Argonautas.

Arribaron en Trinacria, donde pastaban los rebaños de Sol (Helio). El héroe había
sido advertido de que no tocasen las vacas del Sol, sin embargo el hambre hizo
que la tripulación desobedeciese a Ulises y, mientras su jefe dormía, matasen a
unas cuantas.

Cuando se hicieron de nuevo a la mar Sol (Helio) se quejó al dios Zeus, que como
castigo les envió directos a las fauces se Caribdis. Esta última, provocaba un
inmenso remolino que todo lo succionaba, regurgitándolo después. Solo Ulises,
que no había probado las vacas de Sol, se salvó de ser engullido. Permaneció el
héroe durante nueve días apoyado a un trozo de mástil, navegando a la deriva.

Nuestro naufrago llegó a la isla de Ogigia, donde habitaba Calipso. Enamorada de


él, lo retuvo durante años hasta que apareció Hermes con el encargo de Zeus, de
que dejase partir al héroe. Con ella engendró a Nausítoo y a Nausínoo.

Por desgracia, las iras de Poseidón contra el héroe no habían cesado. El dios del
mar provocó una tempestad que destrozó la embarcación de Ulises y hubiese
perecido, si no hubiera contado con la ayuda de Ino. Esta diosa, transformada en
gaviota, le entregó un velo con el que Ulises se envolvió y que le mantuvo a flote.

Desnudo y agarrado a un madero, arribó en las costas de Esqueria, la actual


Corfú. Fue descubierto por Nausícaa, hija de los reyes feacios Alcínoo y Arete.
Estos soberanos, compadecidos por las peripecias del héroe, enviaron un navío
hasta la cercana Ítaca para llevar a Ulises de regreso a su patria. Una vez en
Ítaca, los marineros le depositaron dormido en la paya, junto a los valiosos regalos
de Alcínoo. Poseidón molesto con los feacios por la hospitalidad que mostraron a
Ulises, convirtió al barco junto a sus tripulantes en piedra. Incluso se decía que
había taponado los puertos de Esqueria, arrojando una montaña entre ellos y el
mar.

Nos quedamos en Ítaca, con los feacios depositando en la playa a Ulises dormido,
junto a los regalos de Alcínoo y partiendo hacia la cercana Esqueria.
Tras veinte años de ausencia cuando Ulises despertó, al principio no reconoció su
país natal. Después Atenea le indica que se dirija a la casa del porquero
Eumeo. Telémacoaparece en la cabaña de Eumeo y los tres se ponen de acuerdo
para expulsar a los pretendientes de Penélope.

Disfrazado de mendigo, Ulises acude a su palacio. En el camino se topa con el


cabrero Melancio, que le propina un puntapié, por prudencia el héroe no responde.
Solo su perro Argo, lo reconoce, pero muere a sus pies al verlo. Por indicación de
Atenea, Ulises se mezcla entre los pretendientes pidiendo limosna para conocer
sus corazones. Ellos se burlan de él y Antínoo, le incita a luchar con el
mendigo Iro, para ganarse un puesto en el banquete. Ulises le vence de un solo
golpe.

Cuando los pretendientes se retiran, Telémaco y su padre esconden las armas de


la sala. Al saber que en su palacio hay un mendigo extranjero, Penélope le llama
por si puede darle noticias de su esposo. Ella no le reconoce, pero si su vieja
nodriza, Euriclea, pues descubre la cicatriz que el héroe se hizo durante una
cacería con su abuelo,Autólico. Con una señal, Ulises, le ordena que guarde
silencio.

Al día siguiente, Telémaco anuncia que su madre se casará con aquel que emule
una hazaña realizada por su padre tiempo atrás. La prueba consiste hacer pasar
una flecha a través de doce anillos de hacha, con el arco que Ífito le regaló a
Ulises en su juventud.

Solo él logró repetir la proeza, los pretendientes ni siquiera lograron tensar el arco.
Después Ulises, Telémaco, Eumeo y Filecio se enfrentaron a los pretendientes
matándoles a todos menos al heraldo Medonte y al bardo Femio. Luego, colgó a
las mujeres del palacio que se habían deshonrado con los pretendientes y corto
a Melancio, la nariz, las manos, los pies y los genitales arrojando los trozos a los
perros.

Por fin Ulises se reúne con Penélope y con su padre Laertes, retirado en el campo
desde su partida. Pero aparecen los familiares de los pretendientes, pidiendo
justicia. Surge Atenea y pone paz entre ambas partes.

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