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Transformación de la naturaleza

En primer lugar, la transformación de la naturaleza", si bien toma como


punto de partida la existencia de la realidad independientemente del hombre,
no puede ser separada de éste. Dicho de otro modo, el propio concepto de
transformación asocia indisolublemente al sujeto y al objeto de dicha acción,
de manera que el primero es también cambiado por ella.

En segundo lugar, la transformación de la naturaleza aquí concebida como


labor de la especie, es un proceso colectivo. Esto determina varios aspectos
que por algunos otros autores han sido tomados como puntos de partida para
una caracterización del hombre. Por ejemplo, el trabajo como expresión de
transformaciónorganizada de la naturaleza, explica según Engels, la
transformación del mono en hombre. También la naturaleza colectiva del
proceso analizado determina la aparición del lenguaje, que Maturana [6]
considera la esencia de lo humano. De no mediar la necesidad de transformar
su entorno en conjunto, las primitivas agrupaciones humanas no habrían
desarrollado el lenguaje. Por otra parte, un hombre solitario criado en medio
de otros animales, y mantenido en esa situación, tampoco desarrollaría
lenguaje, por mucho que actuara sobre su medio propio. Como dijera el
escritor Borges en una entrevista años atrás:

No fue el lenguaje el que creó la Ilíada sino la Ilíada que creó el lenguaje".

La capacidad de transformación de la naturaleza alcanzada por la humanidad


es, por lo demás, inquietante, pues abre hoy la posibilidad de destrucción
completa del planeta y de todas las especies que en él viven. Es quizás la más
dramática forma de comprobar el aserto inicial.

Pero, el proceso de transformación analizado, determina también el


significado profundo del conocimiento humano. Distinguimos este último de
la percepción, o de las ilusiones de percepción, que son comunes a todas las
especies. Para conocer algo es necesario cambiarlo de manera voluntaria, en
un acto que también transforma al sujeto de la acción. Vale decir, no puede
haber conocimiento sin acto cognoscitivo o experiencia en la cual el sujeto
altera el objeto de estudio de manera programada.

Tesis 2. El conocimiento humano se genera a partir de cualquier acto de


transformación de la naturaleza y del registro que éste produce en el cerebro.
El conocimiento científico precisa además de la creación de un lenguaje
propio, o correlaciones entre distintos registros cerebrales, que convendremos
en llamar la teoría".
El desarrollo de la teoría involucra entonces una acto lingüístico" en sí (la
llamada explicación) y además una incidencia directa en el proceso de
transformación de la naturaleza por parte de la especie humana. Así cada
teoría depende del conjunto del conocimiento acumulado por la humanidad,
que es su marco de referencia.

El conocimiento científico cuya misión primera es cambiar el mundo, no


sabría reducirse a su mera explicación. Por otra parte, nada del mundo puede
escapar a su propósito de cambio. Y este hecho fundamental determina el
método de las ciencias, como lo observara Einstein ([3])

Pero entonces, si la experiencia es el alfa y omega de todo nuestro saber en


torno a la realidad, ¿Cuál es el puesto que la razón ocupa en la ciencia?

Un sistema completo de Física Teórica se compone de ideas, de leyes


fundamentales que deben ser aplicables a estas ideas, y de proposiciones que
derivamos por deducción lógica. Son estas proposiciones que deben
corresponder a nuestra experiencia individual; su deducción ocupa
necesariamente, en una obra de teoría, casi toda la página"

Desde el principio de la historia el hombre ha buscado clasificar el


conocimiento alcanzado y los distintos sistemas propuestos para ello
condensan en sí el debate filosófico sobre la ciencia. Desde la perspectiva
enunciada aquí arriba, una clasificación posible viene dada por un análisis de
la complejidad de las transformaciones que la especie puede introducir en la
realidad.
Transformaciones del medio natural por
el hombre
El éxito biológico de nuestra especie se debe, entre otras cosas, a que ha sido
capaz de usar de la naturaleza para obtener alimento, vivienda, vestido, etc. De
todo lo que hay en la naturaleza hemos utilizado tan sólo un poco. Para que las
especies que nos son útiles tengan ventaja sobre las que no lo son hemos tenido
que modificar el medio, a veces de manera radical.

Las primeras intervenciones decisivas en el medio natural se producen en el


Neolítico, con la invención de la agricultura y la ganadería. El cultivo de
determinadas especies en lugares concretos implica que se deben suprimir del área
de cultivo todo lo que no sea el trigo o el arroz que nos interesa. Así, especies que
eran parte del cortejo de la especie dominante se convierten en mucho más
abundantes, y logran crear un paisaje: el paisaje agrario.

Dos son las técnicas utilizadas en el Neolítico para lograr esto: el fuego y la roza; y
con instrumentos como el arado y la azada. Esta técnica consumía rápidamente la
capacidad del suelo para producir, por lo que había que dejarlo descansar de vez en
cuando. El barbecho es el período en el que una tierra de labor se deja sin cultivar
para que la tierra recupere su feracidad. Estas tierras podían servir para el pasto de
ganado. Todo ello implica una organización social muy elaborada, que logra
mantener los usos del suelo.

En este sistema, el bosque es tan fundamental como las tierras de labor. De él se


extrae madera y frutos que, por su abundancia, no se cultivan. El uso del bosque
precisa de un proceso de aclaramiento, en el que se suprimen las especies menos
útiles y se introducen otras que proporcionaban más recursos. A lo largo de los
siglos, la sociedad y la naturaleza van alzando un cierto equilibrio en el que la
especie humana cuida de la naturaleza para que le dé sus frutos. El ejemplo más
elaborado y equilibrado es la dehesa mediterránea, un sistema de explotación de la
naturaleza en el que el hombreobtiene de ella todo lo que necesita y la naturaleza
puede desarrollarse con todo su potencial.
No siempre en la naturaleza circundante se encuentran las especies apreciadas por
la sociedad para su alimento. Se hace necesaria la introducción de nuevas especies,
de unas biocenosis en otras. Así, la extensión del trigo en el Mediterráneo, el arroz
en Asia o el mijo en África, responde a esta necesidad. En tiempos de los romanos
se difunde por todo su imperio el castaño y la vid. Pero en todos estos casos la
biocenosis básica era la misma. Esto cambia tras el descubrimiento de América. El
traspaso de especies entre los dos lados del Atlántico es intesísimo, y son especies
pertenecientes a biocenosis totalmente diferentes, tanto que necesitan de un
proceso de aclimatación. Especies como el trigo, la vid, el café, la caña de azúcar,
etc., pasan de Europa a América y el tomate, la patata, el maíz, etc., hacen el viaje
contrario. De esta manera aumenta la variedad de recursos, pero a costa de
introducir especies de unas biocenosis en otras.
Estos ejemplos muestran cómo se pueden introducir especies de manera controlada
y con un impacto mínimo en la biocenosis de acogida, pero la introducción
incontrolada de especies suele provocar problemas graves. Un caso característico
es el de los conejos en Australia, que al encontrarse en un ambiente en el que
podían prosperar bien, y sin predadores, se convirtieron en una plaga.

En el siglo XIX el sistema entra en crisis. El crecimiento de la población demanda


unos recursos que la naturaleza ya ofrece al límite. Sólo el desarrollo de la
revolución industrial permitiría aumentar la productividad de la tierra. Este proceso
se dispara, una vez más, en la década de 1950 con la conocida como revolución
verde, un proceso de intervención en la naturaleza de manera intensiva que llega
hasta nuestros días.
La explotación de recursos naturales es necesaria para la supervicencia, ya no de
nuestra especie, sino para el mantenimiento de nuestra sociedad, pero ha de
hacerse de una manera equilibrada para no agotar los recursos. Se hace necesario
un desarrollo sostenible.
DE LA OCUPACIÓN A LA
TRANSFORMACIÓN DE LA NATURALEZA
Una de las pocas excepciones de caracterización de sociedades en que la
componente ambiental aparece claramente explicitada y asumiendo un papel
estratégico la encontramos en la discusión de las sociedades basadas en lo que
Marx llamó «el modo de producción asiático». Es decir, en sociedades que se
organizaron en función de las posibilidades de aprovechamiento de un medio
ambiente natural específico, generalmente asentadas en cuencas fluviales y
estructuradas a base del aprovechamiento de los recursos hidráulicos.

Siguiendo a Marx, con el desarrollo del modo de producción asiático se lleva


a cabo el paso de la comunidad arcaica o primitiva a la sociedad de clases.
Según Godelier, la comunidad primitiva corresponde a la economía de
«ocupación de la naturaleza», y hay un proceso de transición hacia la
economía de «transformación de la naturaleza».1

El modo de producción asiático establece una relación entre un Estado


centralizado, el pueblo, y un determinado ambiente natural, conservando
elementos propios de las sociedades primitivas, tales como una economía de
autosuficiencia --asentada sobre la estructura de las aldeas-- y la ausencia de
propiedad privada. Las condiciones para que se dé tal modo de producción se
presentan cuando la utilización del medio impone la cooperación entre
diferentes comunidades a fin de llevar a cabo obras públicas en gran escala,
para beneficio de todos, y que sobrepasan las posibilidades y capacidades de
las aldeas o de los grupos comunitarios considerados separadamente.

Danilo Giori2 resume las características del modo de producción asiático en


los siguientes cinco puntos fundamentales:

i. ausencia de propiedad privada de la tierra;


ii. las comunidades primitivas mantienen una notable
cohesión social;
iii. estrecha unión entre agricultura e industria artesanal;
iv. razones geoclimáticas hacen que la agricultura sólo
pueda ser practicada mediante los sistemas de riego artificial.
Existen, por lo tanto, las necesidades de grandes obras públicas
de canalización, que a su vez requieren de una estructura social
y un poder central que regule y lleve a cabo tales trabajos;
v. El poder central adopta la forma de un Estado, con lo que
da origen a una estructura de clases que centraliza la
recolección del excedente, pero está desligada del proceso
productivo.
La caracterización anterior pone de relieve la importancia que la dimensión
ambiental tiene tanto en la organización social del grupo como en su porvenir,
al definir una estructura social que va creando nuevos elementos dinámicos en
su seno (clases). Haciéndose eco de una inquietud de Marx, Engels escribía:

...la ausencia de propiedad de la tierra es ciertamente la clave para la


comprensión de todo el Oriente. Aquí reside su historia política y
religiosa. Pero ¿por qué los orientales no llegan a la propiedad
territorial ni siquiera en su forma feudal? Creo que esto se debe
principalmente al clima, junto con la naturaleza del suelo,
especialmente en las grandes extensiones del desierto que parte del
Sahara y cruza Arabia, Persia, India y Tartaria, llegando hasta la más
elevada meseta asiática. El riego artificial es aquí la condición
primera de la agricultura...3

Al margen del caso de las sociedades basadas en el modo de producción


asiático, la consideración explícita de la dimensión ambiental es más evidente
en las comunidades primitivas. éstas parecen lograr una relación más clara
entre el sistema social y el natural, es decir, una mayor adecuación entre la
dinámica de ambos sistemas.

En África y en Amazonia se dan claros ejemplos de este equilibrio entre


naturaleza y grupo social y de cómo ese equilibrio está relacionado por
prácticas sociales, religiosas y de organización institucional o por ritos
familiares.

Los mboum del Camerún son una sociedad cuya principal actividad
económica es el cultivo del mijo. Anualmente celebran una fiesta durante la
cual se designan las áreas que serán quemadas y aquellas otras que serán
sembradas. Es en la práctica una acción planificada del grupo basada en las
necesidades alimenticias, el crecimiento de la población, las condiciones de la
sabana, la situación climática, etc. Tal planificación, que algunos califican de
ritual, se ejecuta rigurosamente; la rotación de los cultivos se sucede dentro
del plazo requerido para permitir la regeneración de los suelos fértiles. En este
contexto se entiende perfectamente cómo el régimen de propiedad debe
someterse a las exigencias colectivas y no a las individuales. La propiedad
privada está limitada estrictamente, permitiéndose sólo en la medida en que
posibilita una relativa integración de la economía familiar (pequeños huertos
de carácter artesanal).

En el caso de los masai, pastores nómadas de Kenia, la organización social


está basada en la clase guerrera, instrumento social necesario para conservar
los territorios de pastoreo y preservar su integridad, amenazada por la
expansión de los agricultores kikuyus de origen bantú.
Al igual que en otros grupos nómadas, entre los masai el aumento de la
cantidad de ganado no es entendido como acumulación de riqueza o signo de
prestigio, sino como garantía de supervivencia en los periodos de sequía. Su
estructura social y económica responde a una determinante ambiental a la que
el sistema social se adapta y, en cierta medida, se somete.

Tal vez uno de los casos más claros de adaptación al factor ambiental son las
prácticas de control demográfico, que revisten distintas modalidades desde las
guerras hasta los sacrificios, encontrándose ejemplos que abarcan las más
diversas latitudes y periodos históricos, como, por ejemplo, los sacrificios
humanos en la cultura azteca o las conocidas prácticas de infanticidio en las
culturas china y japonesa. Es posible vislumbrar aquí una forma de control del
sistema social para adaptarse, en términos cuantitativos, a la capacidad de
sustento material del medio.

Como puede apreciarse, las interrelaciones hombre/medio ambiente


constituyen básicamente un proceso dinámico, mediante el cual se realiza la
adaptación de un grupo social a un ambiente dado. Este proceso implica que
ciertos hechos naturales sean incorporados, interiorizados e institucionalizados
por el grupo social: en último término, «humanizados». El proceso de
adaptación se efectúa por ajustes sucesivos de tal grupo social y de sus
estructuras, y puede interpretarse como la respuesta del grupo a la dinámica
del ambiente natural. En relación con éste la sociedad se organiza y busca los
acomodos adecuados en el plano social, religioso, económico, institucional y
político. La adaptación se realiza en sucesivas etapas definidas por nuevos
conocimientos técnicos y culturales, cambios institucionales, etc. En última
instancia, es un proceso dinámico de sucesivos ajustes entre el grupo y el
medio ambiente natural.

Lo anterior explica el fenómeno observado en muchos casos de identificación


de elementos ambientales con elementos culturales y sociopolíticos. Por
ejemplo, en África, la línea de los 350 mm de lluvia divide claramente las
sociedades pastorales nómadas del desierto de las agrícolas dedicadas al
cultivo de mijo en la región de Sahel. El breve ciclo vegetativo del mijo se
adapta a las condiciones del clima de la región, a sus escasas lluvias,
definiendo la organización social, económica e institucional de las sociedades
sudano-sahelianas.4

En Etiopía la altura de los 1 500 metros sobre el nivel del mar separa a los
agricultores abisinios monteístas de los nómadas islámicos, y en China la gran
muralla corre a lo largo de la línea de precipitaciones de 380 mm, separando
el mundo sedentario agrícola del nómada mongol.5

El caso de los massa de Camerún es similar: dos grupos del mismo origen se
instalan a lo largo del río Logone. Unos ocupan las áreas secas y los otros las
áreas inundadas, lo que determina actividades diferentes: la agricultura y la
pesca. Esta especialización se deriva de las condiciones ambientales y se
traduce en organizaciones institucionales y económicas distintas.6

En función de las aparentes coincidencias mencionadas, podría afirmarse que


las modificaciones en los sistemas sociales se originan ya sea en causas
internas, inherentes a la propia dinámica social, o en alteraciones que sufre el
medio natural en cuestión.

Las transformaciones del sistema natural pueden deberse a su vez a la acción


que sobre él ejerce el grupo social o a procesos propios de la dinámica de los
fenómenos naturales, sean éstos o no de tipo evolutivo. Las transformaciones
naturales pueden tener periodos de gestación muy largos --decenas de miles
de años-- superando las dimensiones temporales humanas, o producirse
súbitamente, como en el caso de muchas catástrofes naturales.

Los cambios pueden deberse a causas externas, en el sentido de que provienen


o son originados en otros sistemas con los cuales el sistema social entra en
contacto.

Como el sistema social y el sistema natural están vinculados estrechamente,


cabe asimismo tener por causal de cambios fenómenos originados en el
proceso mismo de mutua interacción, que tiende en algunos casos a atenuar
los cambios en uno de los sistemas y en otros a reforzarse mutuamente.

Ambos sistemas --el natural y el social-- están en un permanente proceso de


cambio, en una relación dinámica, como cabe apreciar, por ejemplo, en las
sociedades de pastores que habitan en el Sahara: el avance sistemático por el
desierto hacia el sur de las sociedades nómadas, que buscan condiciones
climáticas aptas para su supervivencia. Este caso, entre otros muchos, ilustra
cómo una concatenación de fenómenos naturales y procesos de cambio en el
sistema social se refuerzan constantemente.

Los diversos grupos sociales tienen diferentes formas y capacidades para


enfrentar el cambio que se produce en el medio ambiente natural. En la
medida en que lo logran, el grupo social como tal sale fortalecido con la
experiencia, habiendo incorporado todos aquellos elementos de adaptación
que posibilitaron su ajuste al medio.

Ciertos grupos sociales, incapaces de readaptarse, buscan en el proceso


migratorio el remedio a la situación de crisis. Otras sociedades, demasiado
cerradas y arraigadas en su medio ambiente natural, no son capaces de
renovarse ni de emigrar, y se enfrentan así a una crisis cultural y a un proceso
de decadencia.
Se pueden comparar dos casos con características interesantes: Etiopía y
China. La sociedad etiope se estableció y fortaleció en un altiplano de clima
lluvioso, desarrollando una economía agrícola en el contexto de una cultura y
una religión monoteísta cristiana resistente al embate del islamismo, frente al
cual se cerró, constituyendo una identidad política: el imperio del Negus, que
permitió la unificación de los diferentes grupos feudales. Sin embargo, esta
unidad político-social se mantuvo siempre en una posición defensiva y
conservadora respecto al exterior. Se impermeabilizó frente a cualquier tipo
de innovación que pudiera surgir de los contactos con otras sociedades. El
ambiente natural, el altiplano, proporcionó una defensa natural a la
civilización amhara y contribuyó sin duda a la definición de su originalidad.
Pero no la proyectó, sólo permitió su sobrevivencia.7

Más tarde el crecimiento de la población, asociado a una rígida estructura


agraria, se fue traduciendo en un uso cada vez más intensivo de los suelos
agrícolas y en la incorporación de nuevas tierras de menor calidad o a
expensas de las áreas forestales. La pérdida de fertilidad de los suelos se fue
agravando con procesos de erosión cada vez más acentuados, facilitados por el
carácter volcánico de los suelos y su poca permeabilidad. Las sequías
prolongadas se agregaron a los procesos de deterioro mencionados.

Frente a esa situación del sistema natural se encontró el Estado etiope de tipo
feudal, estructurado en un sistema de propiedad agraria fragmentada,
generadora de una clase política conservadora y poco receptiva a la
innovación y el cambio. El proceso de deterioro del sistema natural se asoció
así a un sistema social rígido. La incapacidad del Estado para enfrentar las
exigencias de desarrollo y cambio de la sociedad se unió a su propia
incapacidad de enfrentar el deterioro sistemático del medio ambiente,
constituyendo dos aspectos íntimamente vinculados con la crisis del imperio
etiope.

Por su parte, la sociedad china está asentada sobre dos grandes sistemas
fluviales: el Yangtsé y el río Amarillo. El proceso de desertificación asiático
empujó a gran parte de la población hacia estas cuencas, mientras que otra
parte quedaba en las zonas desérticas. Se originaron así dos tipos de sociedad,
una nómada y otra sedentaria.

El sistema chino se desarrolló sobre la base de la explotación de cuencas


fluviales de carácter aluvial, explotación que se fue haciendo cada vez más
intensiva para responder al crecimiento de la población, llegándose a una de
las más elevadas tasas de habitantes por kilómetro cuadrado: 600, contra 320
de Gran Bretaña y 110 de Estados Unidos. El resultado fue el descuido de las
colinas, que fueron presa de creciente erosión a consecuencia de una
deforestación progresiva.
La agricultura china ha estado expuesta a catástrofes naturales en una escala
raramente conocida en otras partes del globo. Inundaciones y sequías han
causado hambre y muerte millones a personas a lo largo de la historia china.
El Yangtsé y el río Amarillo se han desbordado en múltiples oportunidades, y
los diques y embalses se han venido abajo, arrastrando ciudades enteras. Estas
catástrofes se explican por la combinación de factores diversos, desde los
naturales --sistema de lluvias muy variable, condiciones de los suelos,
características topográficas, etc.-- hasta los sociales: presión demográfica,
extensión e intensificación de cultivos, deforestación, migración, corrupción y
burocracia de instituciones encargadas de embalses y diques.

La explotación agrícola se mostró irracional y predatoria frente a un fuerte


crecimiento de la población debido a la progresiva concentración de los
cultivos en pocas variedades, el desarrollo de sistemas de irrigación, etc. Se
fue debilitando así el sistema natural, mostrándose incapaz de dar sustento a
una población creciente.

Al igual que en el caso etiope, se tiene un ejemplo claro de explotación de


recursos naturales de acuerdo con la teoría ricardiana de los rendimientos
decrecientes: la mejor tierra y la más rentable desde el punto de vista
económico es explotada primero y, a medida que se agota o es incapaz de
responder a las exigencias de una población creciente, se incorporan nuevas
tierras de menor calidad o --también desde un punto de vista económico-- más
eficientes. Los costos de producción aumentan hasta alcanzar límites que
hacen su explotación socialmente inaceptable.

En ambos casos la forma de utilizar del medio estaba determinada por una
organización social e institucional que iba concentrando el poder y el control
económico en un pequeño grupo de señores feudales o burócratas. Tal rigidez
institucional se ve agravada cuando se enfrentan intentos de dominación y
colonización extranjera. Si el aparato institucional se muestra incapaz, por un
lado, de organizarse frente al embate de otros sistemas socioeconómicos y
políticos, y por otro, no puede superar un creciente desequilibrio entre los
requerimientos del grupo humano y las posibilidades de un ecosistema natural
claramente definido, se da entonces el caso de sociedades que no han creado
los mecanismos de adaptación necesarios para una ni otra contingencia. Esas
situaciones críticas pueden llevar al colapso del sistema total.

Dentro de ciertos límites, en ambos casos es posible identificar algunos


elementos comunes: la existencia de un fuerte poder central que, a través del
emperador, domina sobre la burocracia, los señores feudales y los campesinos,
y una actividad basada en la división del trabajo, estructurada en aldeas que
--viviendo en condiciones de autosubsistencia-- son capaces de producir un
excedente del que se apropia el poder central. Al mismo tiempo, en ambas
instancias se presenta tanto un aislamiento interno, en términos de aldeas
autosuficientes, como un aislamiento externo, en términos de una economía
relativamente cerrada al exterior.

El planteamiento de Godelier8 y Chesneaux9 es que el modo de producción


asiático no necesariamente tiene que estar ligado a determinadas técnicas de
producción o al desarrollo de grandes obras hidráulicas o de otro género, sino
más bien al hecho de que tal modo de producción significa fundamentalmente
el surgimiento de un tipo de estado particular. Con base en el trabajo de las
comunidades y apropiándose regularmente del excedente que ellas crean, ese
Estado da origen a una primera estructura de clases, que supera las formas
comunales de producción y va desarrollando la propiedad privada cada vez
más firmemente. En tal sentido, implicaría el paso más claro de una economía
basada en la ocupación de la naturaleza a una economía estructurada en
función de su dominación.

Un elemento importante en el modo de producción asiático, que llamaba la


atención de Marx, es una cierta tendencia al estancamiento. Tal aspecto
--subrayado, entre otros, por Tökey,10 y que aparece claro en las cartas de
Marx a Engels de junio de 1853-- es cuestionado en cierta medida por
Godelier cuando afirma que el modo de producción asiático, como cualquier
otra formación social, sólo significa estancamiento cuando no es capaz de
desarrollar contradicciones internas y se petrifica, bloqueando el desarrollo de
la sociedad. Por lo tanto, el estancamiento es sólo una de las formas en que
puede desembocar el modo de producción asiático, siendo también
alternativas viables su paso al modo de producción esclavista y, en algún caso,
al modo de producción feudal, sin necesariamente atravesar la etapa
esclavista.

Si esto se acepta, parecería que ambas situaciones se presentan en los casos ya


examinados de China y Etiopía, con esta diferencia: mientras que en Etiopía el
proceso se bloquea en una forma de feudalismo, con claras reminiscencias de
un modo de producción asiático, en China se presenta una capacidad de
superación del sistema social hacia formas nuevas que permitan resolver sus
contradicciones internas y evitar el estancamiento.

El chino es sin duda un caso muy especial: el de una cultura en que está más
explícitamente considerada la dimensión ambiental. Muchos atribuyen esta
capacidad de los chinos de adaptarse a condiciones cambiantes del medio a la
componente taoísta de su cultura, que siempre ha visto al hombre como parte
integrante de un medio natural, en oposición a la tradición etnocéntrica del
mundo occidental, que considera al hombre como un conquistador de la
naturaleza. China es un claro ejemplo de la identificación de un pueblo con un
sistema natural caracterizado por un espacio geográfico extenso, cerrado por
el mar, los desiertos y las montañas, y que no busca ni trata de llevar a la
práctica políticas expansionistas a expensas de los sistemas vecinos. Su
sociedad ha tenido que ir cambiando y adaptándose a una relación dinámica
con su medio ambiente natural, y a un proceso de desarrollo que obligaba a
buscar nuevos ajustes, destruyendo viejas estructuras institucionales. Estas
estructuras eran poco favorables al cambio necesario y a las condiciones
específicas que se iban presentando, a consecuencia de catástrofes naturales,
por cambios cuantitativos de su grupo humano o como respuesta a presiones
externas.

El enfoque chino se basaba en el reconocimiento explícito de que el origen del


deterioro ambiental puede encontrarse en causas institucionales y sociales y,
por otro lado, en la conciencia de que su sobrevivencia depende de su
capacidad para utilizar, mejorando, el medio ambiente natural.

La forma en que la dimensión ambiental se incorporó a sus esquemas de


planificación le permitió controlar, con una visión de largo plazo, los
inconvenientes de las regulares catástrofes naturales, gracias a un proceso de
gestión ambiental --recursos hídricos, diversificación agrícola, reforestación,
etc.--, sin precedentes en la historia.

Para aumentar la superficie cultivada se construyeron en el breve periodo de


1952 a 1957 un total de 46 represas sobre el río Amarillo y 24 embalses. Al
mismo tiempo, el proyecto del río Yangtsé fue orientado a la transferencia de
142 millones de metros cúbicos de agua de su cauce superior, a fin de
complementar el suministro de agua del río Amarillo, cuyo déficit había sido
estimado en 470 millones de metros cúbicos. La construcción de un sistema
de 6 800 kilómetros de canales en un terreno caracterizado por grandes
desniveles, permitió controlar los regímenes fluviales e incorporar grandes
áreas de cultivo. En el plazo de doce años, más de un millón de pequeños
diques, 9 millones de pozos, además del sistema de canalización mencionado,
permitieron regar 120 millones de acres, aumentando además su potencial
energético.

Asociado a lo anterior, se llevó a cabo un gigantesco programa de


reforestación: entre 1949 y 1960 se reforestaron 51 millones de hectáreas, es
decir, un área dos veces mayor que Gran Bretaña. Los desiertos han sido
rodeados por anillos forestales. Uno de 1 200 kilómetros se ha desarrollado en
Manchuria y otro atraviesa Mongolia, mientras que un tercero rodea el
desierto de Tengui a través de una extensión de 1 600 kilómetros. Los efectos
ambientales favorables se asocian con la creación de un enorme potencial
económico para la industria y la alimentación.

Con respecto a la salud, problemas como la bilarzia y la oncocercosis fueron


controladas a pesar del masivo desarrollo de las obras hidráulicas,
directamente vinculadas a la etiología de dichas enfermedades.
Ejemplo de la creación de un sistema social en función de la necesidad de
explotar un sistema natural específico lo da el imperio inca, Estado teocrático
altamente centralizado basado en un sistema colectivo de producción agrícola
hecho posible por el desarrollo de grandes obras de infraestructura que, al
mismo tiempo, permitían la creación de un excedente económico. El imperio
inca constituye un ejemplo más del llamado modo de producción asiático.

El medio ambiente natural en el cual prosperó puede calificarse de difícil (si


no inhóspito) si se tiene en cuenta la altura: 3 000 a 4 000 metros sobre el
nível del mar, sistema montañoso de empinadas pendientes, suelos no aptos
para la agricultura; sólo 2% cultivable,11 accidentada topografía y problemas
consecuentes de comunicación.

El imperio se estructuró social, económica y administrativamente para


aprovechar al máximo las potencialidades del sistema natural, buscando la
forma de adaptarse a esas condiciones adversas mediante una adecuada
gestión de los recursos naturales, en especial la escasa tierra cultivable y,
sobre todo, los hídricos: forma de organización y gestión del sistema natural
que lo identifica con el modo de producción asiático. La cultura inca tuvo un
carácter urbano sustentado en la producción de aldeas y comunidades
agrícolas (los ayllu). El Cuzco, al momento de la conquista española, era una
de las cuatro o cinco ciudades más grandes del mundo,12ligada a través de una
vasta red de carreteras con un gran espacio geográfico organizado alrededor
de miles de aldeas agrícolas que producían lo necesario para dar sustento a
una población estimada por algunos en 30 millones de habitantes y en ningún
caso inferior a los diez o doce millones.13 El sistema social-político
administrativo tenía carácter piramidal, que se reflejaba tanto en su estructura
social como en la forma de organización espacial y administrativa del imperio.

La cúspide era el inca, hijo del sol, y la nobleza formada por sus parientes y
los jefes de los territorios conquistados, clase social cuyos privilegios eran
hereditarios. El segundo estrato social lo constituían los sacerdotes, militares y
burócratas encargados de la administración del imperio, y los curacas o jefes
comunales. Los privilegios de que gozaba esta clase social les eran asignados
por el inca y no eran hereditarios. Burgueses, profesionales, artesanos y
funcionarios menores constituían el estrato siguiente: mientras que los
trabajadores reclutados temporalmente para el trabajo de las minas, los
servicios de transporte, mensajeros, soldados y sirvientes
(mitayos y yanaconas) formaban el cuarto estrato. Finalmente, los campesinos
agrupados en unidades de 100 familias, con atribuciones productivas sobre un
espacio geográfico perfectamente delimitado, constituían la base económica
sobre la que se sustentaba el imperio. Cien de estas agrupaciones
llamadas ayllu formaban las tribus, mientras que cuatro tribus eran una
provincia y cuatro provincias un estado.
Ese sistema administrativo y el culto religioso constituían los vínculos que
mantenían la cohesión de este vasto imperio, donde no existía la propiedad
privada, sino un sistema colectivo que, combinado con la rígida estructura
administrativa, permitía la organización para el desarrollo de las grandes obras
de infraestructura, hidráulicas y viales, necesarias para satisfacer las
exigencias de la expansión económica.

Los sistemas de riego, diques, embalses y acueductos funcionaban de acuerdo


con las regulaciones establecidas por la burocracia administrativa, el ciclo
agrícola se llevaba a cabo según una programación ritual basada en el
calendario que fijaban los sacerdotes. Fue así como se desarrolló un sistema
agrícola de utilización intensiva del suelo que permitía el cultivo de más de 60
especies vegetales, algunas domesticadas, del bosque amazónico y adaptadas
a las condiciones de los Andes. Los cultivos se efectuaban en terrazas
escalonadas en las faldas de las montañas fertilizadas con guano, nombre
quechua para el estiércol de aves marinas que se acumula en grandes
cantidades en las costas del Pacífico sur y muy rico en sales amoniacales.

La misma estructura administrativa permitía la captación del excedente que


este sistema productivo generaba, y que era empleado en el mantenimiento
suntuario de las clases altas y en la construcción de grandes obras de
infraestructura.

Godelier consideraba dos formas de evolución del modo de producción


asiático: una hacia una forma esclavista de producción, y otra hacia ciertas
formas de feudalismo, sin pasar por el sistema esclavista en la medida que
apareciera la propiedad privada en el seno de las comunidades de ciertos
dominios de la aristocracia. Según Métraux14 y Godelier,15 esta era la situación
en que se encontraba el imperio incaico cuando sobrevino la conquista
española. Los dominios del emperador tenían un desarrollo tardío en relación
con los de los nobles. Ello insinúa una evolución hacia el feudalismo, que se
acentúa por la división del imperio entre los hijos de Huayna Capac: Huáscar
y Atahualpa. Este debilitamiento del imperio, con la preservación de una
estructura social-administrativa rígida y la incapacidad de autodefensa, típica
de las clases dominadas en los regímenes despóticos, facilitaría la conquista
por parte de los españoles.16

Con la caída del imperio inca la relación entre medio ambiente y sistema
social establecida a lo largo de cientos de años se rompería, y el sistema
natural pasaría a ser explotado en función de una racionalidad ajena al
sistema, y en beneficio de una formación social dominante localizada
especialmente en un ambiente geográfico distinto y muy distante.

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