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No fue el lenguaje el que creó la Ilíada sino la Ilíada que creó el lenguaje".
Dos son las técnicas utilizadas en el Neolítico para lograr esto: el fuego y la roza; y
con instrumentos como el arado y la azada. Esta técnica consumía rápidamente la
capacidad del suelo para producir, por lo que había que dejarlo descansar de vez en
cuando. El barbecho es el período en el que una tierra de labor se deja sin cultivar
para que la tierra recupere su feracidad. Estas tierras podían servir para el pasto de
ganado. Todo ello implica una organización social muy elaborada, que logra
mantener los usos del suelo.
Los mboum del Camerún son una sociedad cuya principal actividad
económica es el cultivo del mijo. Anualmente celebran una fiesta durante la
cual se designan las áreas que serán quemadas y aquellas otras que serán
sembradas. Es en la práctica una acción planificada del grupo basada en las
necesidades alimenticias, el crecimiento de la población, las condiciones de la
sabana, la situación climática, etc. Tal planificación, que algunos califican de
ritual, se ejecuta rigurosamente; la rotación de los cultivos se sucede dentro
del plazo requerido para permitir la regeneración de los suelos fértiles. En este
contexto se entiende perfectamente cómo el régimen de propiedad debe
someterse a las exigencias colectivas y no a las individuales. La propiedad
privada está limitada estrictamente, permitiéndose sólo en la medida en que
posibilita una relativa integración de la economía familiar (pequeños huertos
de carácter artesanal).
Tal vez uno de los casos más claros de adaptación al factor ambiental son las
prácticas de control demográfico, que revisten distintas modalidades desde las
guerras hasta los sacrificios, encontrándose ejemplos que abarcan las más
diversas latitudes y periodos históricos, como, por ejemplo, los sacrificios
humanos en la cultura azteca o las conocidas prácticas de infanticidio en las
culturas china y japonesa. Es posible vislumbrar aquí una forma de control del
sistema social para adaptarse, en términos cuantitativos, a la capacidad de
sustento material del medio.
En Etiopía la altura de los 1 500 metros sobre el nivel del mar separa a los
agricultores abisinios monteístas de los nómadas islámicos, y en China la gran
muralla corre a lo largo de la línea de precipitaciones de 380 mm, separando
el mundo sedentario agrícola del nómada mongol.5
El caso de los massa de Camerún es similar: dos grupos del mismo origen se
instalan a lo largo del río Logone. Unos ocupan las áreas secas y los otros las
áreas inundadas, lo que determina actividades diferentes: la agricultura y la
pesca. Esta especialización se deriva de las condiciones ambientales y se
traduce en organizaciones institucionales y económicas distintas.6
Frente a esa situación del sistema natural se encontró el Estado etiope de tipo
feudal, estructurado en un sistema de propiedad agraria fragmentada,
generadora de una clase política conservadora y poco receptiva a la
innovación y el cambio. El proceso de deterioro del sistema natural se asoció
así a un sistema social rígido. La incapacidad del Estado para enfrentar las
exigencias de desarrollo y cambio de la sociedad se unió a su propia
incapacidad de enfrentar el deterioro sistemático del medio ambiente,
constituyendo dos aspectos íntimamente vinculados con la crisis del imperio
etiope.
Por su parte, la sociedad china está asentada sobre dos grandes sistemas
fluviales: el Yangtsé y el río Amarillo. El proceso de desertificación asiático
empujó a gran parte de la población hacia estas cuencas, mientras que otra
parte quedaba en las zonas desérticas. Se originaron así dos tipos de sociedad,
una nómada y otra sedentaria.
En ambos casos la forma de utilizar del medio estaba determinada por una
organización social e institucional que iba concentrando el poder y el control
económico en un pequeño grupo de señores feudales o burócratas. Tal rigidez
institucional se ve agravada cuando se enfrentan intentos de dominación y
colonización extranjera. Si el aparato institucional se muestra incapaz, por un
lado, de organizarse frente al embate de otros sistemas socioeconómicos y
políticos, y por otro, no puede superar un creciente desequilibrio entre los
requerimientos del grupo humano y las posibilidades de un ecosistema natural
claramente definido, se da entonces el caso de sociedades que no han creado
los mecanismos de adaptación necesarios para una ni otra contingencia. Esas
situaciones críticas pueden llevar al colapso del sistema total.
El chino es sin duda un caso muy especial: el de una cultura en que está más
explícitamente considerada la dimensión ambiental. Muchos atribuyen esta
capacidad de los chinos de adaptarse a condiciones cambiantes del medio a la
componente taoísta de su cultura, que siempre ha visto al hombre como parte
integrante de un medio natural, en oposición a la tradición etnocéntrica del
mundo occidental, que considera al hombre como un conquistador de la
naturaleza. China es un claro ejemplo de la identificación de un pueblo con un
sistema natural caracterizado por un espacio geográfico extenso, cerrado por
el mar, los desiertos y las montañas, y que no busca ni trata de llevar a la
práctica políticas expansionistas a expensas de los sistemas vecinos. Su
sociedad ha tenido que ir cambiando y adaptándose a una relación dinámica
con su medio ambiente natural, y a un proceso de desarrollo que obligaba a
buscar nuevos ajustes, destruyendo viejas estructuras institucionales. Estas
estructuras eran poco favorables al cambio necesario y a las condiciones
específicas que se iban presentando, a consecuencia de catástrofes naturales,
por cambios cuantitativos de su grupo humano o como respuesta a presiones
externas.
La cúspide era el inca, hijo del sol, y la nobleza formada por sus parientes y
los jefes de los territorios conquistados, clase social cuyos privilegios eran
hereditarios. El segundo estrato social lo constituían los sacerdotes, militares y
burócratas encargados de la administración del imperio, y los curacas o jefes
comunales. Los privilegios de que gozaba esta clase social les eran asignados
por el inca y no eran hereditarios. Burgueses, profesionales, artesanos y
funcionarios menores constituían el estrato siguiente: mientras que los
trabajadores reclutados temporalmente para el trabajo de las minas, los
servicios de transporte, mensajeros, soldados y sirvientes
(mitayos y yanaconas) formaban el cuarto estrato. Finalmente, los campesinos
agrupados en unidades de 100 familias, con atribuciones productivas sobre un
espacio geográfico perfectamente delimitado, constituían la base económica
sobre la que se sustentaba el imperio. Cien de estas agrupaciones
llamadas ayllu formaban las tribus, mientras que cuatro tribus eran una
provincia y cuatro provincias un estado.
Ese sistema administrativo y el culto religioso constituían los vínculos que
mantenían la cohesión de este vasto imperio, donde no existía la propiedad
privada, sino un sistema colectivo que, combinado con la rígida estructura
administrativa, permitía la organización para el desarrollo de las grandes obras
de infraestructura, hidráulicas y viales, necesarias para satisfacer las
exigencias de la expansión económica.
Con la caída del imperio inca la relación entre medio ambiente y sistema
social establecida a lo largo de cientos de años se rompería, y el sistema
natural pasaría a ser explotado en función de una racionalidad ajena al
sistema, y en beneficio de una formación social dominante localizada
especialmente en un ambiente geográfico distinto y muy distante.