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HISTORIA SOCIAL DE MÉXICO

LAS IDEAS DE CULTURA NACIONAL Y


MEXICANIDAD DESPUÉS DE LA REVOLUCIÓN

Otra vez el nacionalismo:


la inyección natal de mexicanidad.

Diego Fernando Porras Marulanda


porras.diego@gmail.com
Facultad de Antropología, Universidad Veracruzana
Xalapa, Ver., México, noviembre de 2010

TABLA DE CONTENIDO

1.PRESENTACIÓN: De las cenizas de la revolución a los vientos estabilizadores


de la unidad nacional.................................................................................................2
2.1920-1940: Reconstrucción y búsqueda de estabilidad.........................................3
3.La cultura nacional inventada: la unidad................................................................5
4.La cultura nacional construida: la diversidad..........................................................7
5.Reflexiones finales: Inyección natal... ¿y fatal?......................................................8
6.REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.....................................................................10

1
1. PRESENTACIÓN: De las cenizas de la revolución a los
vientos estabilizadores de la unidad nacional.

Pareciera repetirse 100 años después, México sale de una guerra que lo
dejá quebrado tanto en lo social, como en lo político y económico; y buscará,
necesariamente, la estabilidad. Los diez sangrientos años de la etapa armada de
la Revolución Mexicana (1910-1920) trajeron la esperanza de una nueva nación,
de un país más justo, pero por lo pronto dejaron al país en el limbo, en las cenizas
del fuego revolucionario que parecía difícil apagar tras la leña de la ambición de
poder de los caudillos.

El derrocamiento de Venustiano Carranza y la derrota a la rebelión


delahuertista alternaban el camino con el orden aparente que traía el caudillismo:
Álvaro Obregón y Plutarco Élias Calles. Las pugnas por el poder continuaban pero
los ejércitos revolucionarios (Villa y Zapata) se replegaban y de dejaban el juego
en el centro, en el núcleo del poder: la Ciudad de México. Los campesinos
guerreros deben regresar al campo a producir (y a esperar el reparto de tierras)
mientras los citadinos estadistas deberán actuar para regresar el país al curso del
crecimiento económico, del desarrollo interrumpido por las balas anti-porfiristas.

Como si fuera poco, la geoeconomía no traía buenos vientos. La gran crisis


económica de Estados Unidos a finales de los 20s y comienzos de los 30s,
influenció las dinámicas económicas internacionales, México se vio afectada. Las
cosas iban de mal en peor. Era necesario buscar un clima de estabilidad política,
de unidad nacional, para hacer frente a los problemas económicos. En el
desarrollo del texto veremos las condiciones socio-político-económicas que
impulsaron la búsqueda de una herramienta que apalancara la unión entre la élite
y los sectores de abajo de la pirámide (el campesinado y los obreros), era
imperativo que un solo trapo los cobijara a todos, como un sólo “pueblo”,
2
impregnado de mexicanidad, la naciente cultura nacional. Además revisaremos
como ese pretendido imaginario de uniformidad y homogeneidad, termina por
develar la gran diversidad y pluralidad que hay en el territorio mexicano.

2. 1920-1940: Reconstrucción y búsqueda de estabilidad.

La situación política no podía ser más tensionante, se habían librado de


Porfirio Díaz pero seguían cayendo sus sucesores: Madero, Huerta y Carranza; no
se conocía gobernabilidad alguna, la política no sabía como acomodar sus fichas
para que no fueran derribadas por la tendencia maldita. Los gobernantes
“revolucionarios” empiezan a tejer alianzas con los sectores populares (obreros,
clase media y campesinos zapatistas) para buscar fortaleza en el poder. Obregón
se posiciona como caudillo y líder fuerte, al igual que su sucesor, Calles, quien se
aferra al poder tanto que termina siendo el “Jefe Máximo de la Revolución”1 en su
estrategia de establecimiento de un partido político de gobierno. Estamos
hablando de 1929, cuando nace el Partido Nacional Revolucionario, que luego
mutaría al Partido de la Revolución Mexicana y años más tarde (1946) al Partido
Revolucionario Institucional (PRI).

Fue hasta 1935 que se cae el maximato ante la valentía de Lázaro


Cárdenas, quien sorprende con medidas radicales de corte liberal progresista. Es
aquí donde se siente un verdadero cambio en lo político y lo económico. Cardenas
decretó la expropiación petrolera en 1938, en general se puso del lado de los
trabajadores en sus reivindicaciones sociales, dándole la espalda a las compañías
multinacionales, lo cual se apoyaba en el ya renacido nacionalismo.

En las décadas de los veinte y los treinta los indicadores económicos no


eran nada alentadores. Habían caído las exportaciones, las fabricas producían

1
Empieza el “maximato”, gobierno de facto del Jefe Máximo: Plutarco Elías Calles, quien estaba
por encima del mismo Presidente de la República.
3
menos, se fugaba el capital extranjero, se afrontaba crisis de divisas (Hansen,
1976).

Desde el punto de vista social, lo más significativo era ver como se


afrontaba la deuda con el campesinado de hacer una reforma agraria. La tierra
seguía siendo un factor fundamental y determinante de las relaciones sociales y
económicas. Se empezó el reparto de tierras desde 1915 con Venustiano
Carranza, bajo la figura del ejido. Sin embargo, la verdadera distribución de tierras
vino con la reforma agrarista de Cardenas en 1936. La productividad de la tierra
era muy importante para la economía mexicana, pero durante esta época
(especialmente entre 1925 y 1940) todo el tire y afloje con el reparto de tierra y los
intentos y desintentos de reforma agraria, hicieron que se viviera en el sector rural
“condiciones anárquicas”2. La élite revolucionaria estaba dividida frente este tema
de la tierra, en los veteranos y los agraristas (Hansen, 1976).

A pesar de que la llegada de Lázaro Cardenas a la presidencia se da en


medio de la agudización de la lucha de clases (Rodriguez, 2001) se puede
observar luego como esos últimos años de los treinta fueron los que prepararon el
camino para un largo periodo de estabilidad económica, el llamado “milagro
mexicano”. Fue por estos años del radicalismo de Cardenas y los agraristas
cuando surgieron instituciones financieras claves para el desarrollo económico del
país, tales como el Banco de México, la Nacional Financiera, el Banco de Crédito
Agrícola, el Banco de Crédito Ejidal y el Banco de Comercio Exterior (Hansen,
1976).

2
Hansen, 1976: pp.47.
4
3. La cultura nacional inventada: la unidad.
“Para ser mexicanos, en el cabal sentido cultural del término,
deben dejar de ser lo que son y adoptar la cultura nacional”.
Guillermo Bonfil Batalla3.

Parte de la cohesión que logró el cardenismo estaba impulsada por el


nacionalismo, sobre todo en el campo de los medios de producción. Ese
nacionalismo es parte de una búsqueda de cultura nacional que se da por esas
décadas como parte del proceso de reconstrucción y estabilidad nacional
necesaria después de la anhelada pacificación. Ya de por sí la misma revolución
había terminado siendo un símbolo de unión, de nacionalismo mexicano. Pero era
importante volver ese sentimiento de arraigo en un activo de la cultura, y la cultura
era para todos, para el pueblo en general, así nació la idea del “pueblo mexicano”
(Pérez Montfort, 2006).

El sentido de pueblo era amplio, grande, pero unificador: la mayoría era el


pueblo, la mayoría estaba en el campo, en el campo vivía el indio, luego entonces
el pueblo mexicano sería un pueblo indio. No es nuevo el nacionalismo mexicano
ni la mirada hacía el pasado, hacía lo indígena; ya la historia de México había
tratado de dignificar y rescatar lo ancestral, lo prehispánico, como elemento de
identidad nacional (herramienta política de cohesión social). Lo azteca, el Juan
Diego y la Guadalupana, el águila y la serpiente emplumada; son símbolos
precursores del nacionalismo criollo convertidos en elementos para la construcción
de una cultura nacional. Ahora, en la etapa pos-revolucionaria, había de donde
echar mano para fortalecer el discurso nacionalista: el hispanismo (el orgullo por el
legado español, representado especialmente en el idioma castellano y la religión
católica, unificadores por definición, compartido a fuerza por todos), el
latinoamericanismo (corriente que denigraba tanto del pasado atrofiado europeo
como del atraso de los aborígenes, para proyectar un futuro común y mejor), y el

3
Bonfil Batalla, 1991: pp.120.
5
indigenismo (reivindicar al indio, recuperar lo ancestral, devolverle valor al
oprimido, al perdedor, pues a la larga era la mayoría). (Pérez Montfort, 2006).

Fue esta última corriente, la del indigenismo, la que fue agarrando fuerza y
se fue consolidando como componente importante de la cultura popular; misma
que se vería reflejada en el teatro, el cine y la prensa. Lo indígena; antes marginal,
feo, ignorante, inferior; pasa a ser fuente de primera plana, inspiración de arte y
cultura mexicana, estética e intelectualidad. Un ejemplo es “la india bonita”, fruto
de un concurso de un periódico capitalíno que buscaba reivindicar la belleza
indígena, y el “indio mexicano” de las historietas y el cine. Estas figuras empiezan
a volverse estereotipos que se suman a otros estereotipos pos-revolucionarios
mestizos ya impuestos arbitrariamente a la cultura nacional homogeneizante: el
charro y la china poblana bailando su jarabe tapatío. Tenemos ahí el conjunto
gráfico donde cabe todo el país, donde cabe toda la nación, donde cabe todo el
proyecto de cultura nacional. El proyecto cultural es un proyecto de arte popular
único y unificante.

Así fue como se definió, oficialmente, casi por decreto, el proyecto cultural
de México, hilo conductor del proyecto de una nación que se reconstruía. Se
incorporó al proyecto educativo oficial (José Vasconcelos) y tuvo eco en artistas,
actores, intelectuales y políticos. Todo estaba definido, México era uno sólo, había
identidad cultural, el pueblo mexicano estaba unido, aunque todo fuera un invento,
un imaginario como herramienta política y artística. (Pérez Montfort, 2006). Así
fue, pero ¿cómo debió ser?.

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4. La cultura nacional construida: la diversidad.

La uniformidad arbitraria de la mexicanidad representada por estereotipos


únicos reconocidos tanto al interior como al exterior del país, no pasaba un
examen de reflexión bajo la lupa de lo regional, de las localidades. Basta mirar el
mapa de México, revisar los orígenes, el relieve y las tradiciones locales, para
darse cuenta que todo México no cabe en “el charro, la china poblana, el indito o
el pelado”4. Si por algo se caracteriza todo el territorio mexicano y su gente, es por
la diversidad. El deber ser de una supuesta cultura nacional sería una plural,
incluyente, diversa. Todo lo contrario a la actitud simplista y unitaria de la corriente
pos-revolucionaria.

Si se pensara en construir una cultura nacional para México, debería


pensarse en las culturas preexistentes, en la gama amplia de expresiones
culturales propias de un país multiétnico (Bonfil Batalla, 1991). Es tal vez el reto
del México contemporáneo. Sería esta construcción, lo contrario a lo que se dio
como cultura nacional unificada que excluía a las mayorías y que dejó como
legado una “cultura dominante”5, tal como lo define Bonfil Batalla. Según esta
visión, la cultura se concibe como “una experiencia histórica acumulada”6, un
mosaico diverso lleno de “pluralidad de culturas”7. Cada parte de ese mosaico es
un pedacito de las representaciones regionales, locales, de lo que ya se ha
construido previamente en culturas preexistentes. En este orden de ideas, ¿será
posible hablar de una sola cultura? ¿será valido el término “cultura nacional”?

La idea que nos propone Bonfil Batalla nos sugiere respuestas a este tipo
de preguntas. El concepto de cultura nacional sería más bien un costal amplio
donde caben múltiples expresiones diversas, que de fe de la pluralidad de la
4
Pérez Monfort, 2006.
5
Bonfil Batalla, 1991: pp.121.
6
Ibidem, pp.120.
7
Ibidem, pp. 121.
7
sociedad. Esto definiría el reto de la convivencia, de la capacidad organizativa de
interacción e intercambio desde la diferencia, compartiendo unas fronteras y una
nación, pero en un “dialogo constante” que permita mantener la diversidad como
elemento integrador. (Bonfil Batalla, 1991). No sólo es el reto de México, la
diversidad étnica y la pluralidad cultural son aspectos que salen a flote a nivel
mundial, cada vez con más fuerza. La identidad étnica, los grupos étnicos, la
marginalización, la integración al estado-nación, la tensión entre oriente y
occidente, son todas estas variables, entre otras, las que nos dejan ver que el
problema de la cultura es un asunto global y presente, y que está anclado en las
relaciones de poder en la idea de globalidad. (Varela, 1994).

5. Reflexiones finales: Inyección natal... ¿y fatal?

La identidad cultural resumida en el concepto de cultura nacional, ha sido


utilizada por la élite mexicana a través de la historia pos-hispánica como
herramienta política de cohesión social y bajo la pretensión de unificación de la
población mexicana (“el pueblo mexicano”). Habría que decir que se ha hecho
bien el trabajo. Como extranjero percibo en la actualidad como se respira el
nacionalismo en el aire territorial mexicano. Es tal vez, a mi juicio, el resultado de
la accidentada historia social y política del país y los esfuerzos no menores de
crear un marco romántico de simbolismo que se traduzca en identidad, en
pertenencia. Desde afuera vemos claros los estereotipos de lo mexicano; en la
literatura, el cine, la televisión, la música, el arte en general; pero es en la relación
misma con los mexicanos, en su territorio, cuando dimensionamos el poder
incrustado del nacionalismo. Se les nota incluso, sin darse cuenta, a quienes
tienen una posición crítica frente a ese nacionalismo.

Ese esfuerzo unificante de la élite criolla (s.XIX), retomado por la élite


revolucionaria (s.XX), parece ser mantenido ahora por la élite capitalista (s.XXI).
La tarea ha sido ardua y continua. En la primera etapa se usó la religión, en la

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segunda el arte y en esta última la herramienta principal son los medios de
comunicación, sobre todo la televisión. El caso es que la mexicanidad ha sido una
construcción constante, con tropiezos y dificultades, pero decidida y sin
interrupciones. Como observador externo puedo decir que la cultura nacional
mexicana, impregnada de nacionalismo (muchas veces irreflexivo), se puede ver a
leguas, incluso dentro del reconocimiento mismo de la gran diversidad de este
país. El discurso parece haber calado muy bien. La inyección quedó bien puesta,
la dosis parece ser reforzada cada vez que es necesario. Me atrevería a decir, con
todo el respeto y amor que tengo por esta tierra y sus habitantes, que a los
mexicanos el doctor al nacer no les da una palmadita en la cola sino que les aplica
su inyección de nacionalismo.

Esa inyección natal de cultura nacional los acompaña por el resto de sus
vidas, y produce cosas tan brillantes como tan contradictorias. Sólo nos basta
rezarle a la Virgen de Guadalupe o pedirle a la Santa Muerte para que la inyección
natal no se convierta en inyección fatal para una nación que no termina de
construirse, y que a veces pareciera desperdiciar tan inmensa riqueza natural y
cultural. La historia social nos permite entender como el acumulado de identidad
cultural ha moldeado a esta nación a través de intereses y luchas por el poder;
pero también nos deja claro, por fortuna, que más allá del arraigo de los símbolos
y del peligro irracional de sentirse los mejores; todo está por construir. El mosaico
cultural es ilimitado.

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6. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

- BONFIL BATALLA, Guillermo, 1991, Pensar nuestra cultura, México, Alianza


Editorial, (Estudios): “Pluralismo cultural y cultura nacional”, pp. 117-123.

- GUTIÉRREZ CHONG, Natividad, 2001 [1999 i.], Mitos nacionalistas e


identidades étnicas: los intelectuales indígenas y el Estado mexicano, (Trad.
Graciela Salazar), México, CONACULTA/Plaza y Valdés/IIS-UNAM: “La nación
producto del sistema educativo”, pp. 89-103.

- HANSEN, Roger D., 1976, La política del desarrollo mexicano, México, Siglo XXI
Eds.: “Revolución y reforma: 1911-1940”, pp. 42-56.

- PÉREZ MONFORT, Ricardo, 2006, Las invenciones del México indio.


Nacionalismo y cultura en México 1920-1940, en: ProDiversitas, Bs. As., Programa
Panamericano de Defensa y Desarrollo de la Diversidad biológica, cultural y social,
Última modificación: Martes, 16 de Mayo de 2006,
http://www.prodiversitas.bioetica.org/nota86.htm

- RODRÍGUEZ LÓPEZ, Juan, 2001, Cronologías políticas de México. Material


didáctico, (Para los cursos de Historia Social de México y Formación Social
Mexicana), Xalapa, Fac. de Antropología-UV, Mecanoescrito no publicado, 7 pp.

- VARELA, Roberto, 1994, "¿Crucifixión por la cultura?", en: GARCÍA CANCLINI,


Néstor, Amalia SIGNORELLI, Renato ROSALDO y otros, 1994, De lo local a lo
global. Perspectivas desde la antropología, México, UAM-I-Div. Cs. Ss. y Hum.-
Dpto. de Antropología, pp. 127-138.

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