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La pregunta por la esencia de la naturaleza humana ha hecho parte del mismo hombre
desde inicios de la tradición filosófica. En el pensamiento occidental moderno
occidental y en la evolución de las ciencias sociales –sobre todo en la economía– se ha
interpuesto al hombre como un ser racional, una racionalidad donde deriva un egoísmo
natural ¿Es el hombre un ser egoísta por naturaleza? ¿Rige su forma bajo su propio yo y
su racionalidad bajo sus propios intereses? Adam Smith, a quien le han atribuido ser de
los primeros teóricos que postulo al hombre egoísta en el pensamiento económico,
irónicamente fue uno de los principales contradictores hacia esta postura. Si se observa
a la teoría económica, sus interpretaciones del ser humano parten del sentido del
“hombre racional”, maximizador de beneficios, minimizador de costos; se entiende al
hombre como un “agente” que vela por sus propios intereses. Las conjugaciones de éste
con la sociedad son netamente interés propio y de carácter utilitario; mas, el equilibrio
de una sociedad prospera se da por la conveniencia del sostén social que fomenta el
mismo propio interés. La interpretación que se ha dado al pensamiento de Adam Smith
(más específicamente con “La Riqueza de las Naciones”) ha sido fundamental para la
evolución de la concepción anteriormente dicha. Pero, ¿es lo que Adam Smith quiso
exponer en sus obras? ¿Acaso será que la “Teoría de los Sentimientos Morales” es
irrelevante a la hora de interpretar el pensamiento de Smith? Son preguntas de compleja
envergadura pero al revisar la misma “Teoría de los Sentimientos Morales” se podrá
hacer algún acercamiento.
En esta obra, Adam Smith contrapone de cierto modo, la base del “hombre egoísta por
naturaleza”. Inicia el texto con: “Por mas egoísta que quiera suponerse al hombre,
evidentemente hay algunos elementos en su naturaleza que lo hacen interesante en la
suerte de los otros de tal modo, que la felicidad de estos le es necesaria, aunque de ello
nada obtenga, a no ser el placer de presenciarla” (P.29 TdlSM1). Pone en tela de juicio
las interpretaciones del egoísmo; los individuos tienen cierta conducta frente a la
sociedad –más que por amor propio o por racionalidad- por la tendencia de los
sentimientos: y estos son predeterminados por la “simpatía”. Podemos tener simpatía
con la sociedad, con los actos de ésta y sus “personajes”, sentir compasión y
condolencia, alegría y cordialidad frente a otras personas, que no se rigen precisamente
por propio interés y/o egoísmo.
Del mismo modo, Smith observó que el sentido de los juicios de reglas de una sociedad
no parte de la razón, sino de los sentimientos inmediatos, es decir, el sentimiento como
sentido de aprobación. Si se dice que la razón mismas de las personas puede lograr una
sociedad prospera, se admite que estos mismos actúan hacia la sociedad según su
inmediato sentido y sensación; teniendo este tipo de sentimientos un carácter de los
correcto, lo virtuoso y de los malo, lo vicioso, que en ultima estancia, es el “sentido
moral” inmutable que tiene cada ser humano. De ahí que, según Smith (y su obra de
“Teoría de los Sentimientos Morales”) no se pueda contextualizar al hombre solamente
como un ser egoísta.