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CUADERNOS DE TAIZÉ

1
Hermano François

Creo,
ayuda a mi poca fe

Creo, Señor, ayuda a mi poca fe

¿Cómo puede la Biblia hablar en un lugar de una


« plenitud de fe » (Hebreos 10, 22), es decir, de
una plena conciencia de la fe, y en otro texto de
una « fe como un grano de mostaza » (Lucas 17,
6), la más pequeña de las semillas? ¿Cómo com-
prender la relación entre estas dos afirmaciones,
cómo situar ambas en lo concreto de nuestra
vida? El padre del muchacho epiléptico se atre-
vió a decirle a Jesús, en una sola frase, con toda
la fuerza que confiere la angustia: « creo, Señor, ella se abre un abismo. Pero jamás podemos tra-
ayuda a mi poca fe » (Marcos 9, 24). tarla como un elemento extraño o falso. Está ahí
La fe puede ser percibida como una realidad porque hay fe.
austera. A menudo decimos que “la fe sola” debe Es cierto que en la situación en la que vivimos
bastar. Insistimos así en el despojo: el que cree actualmente la presencia de la duda se hace más
debe contentarse con no tener nada más, con insistente que nunca. En otros tiempos podíamos
no recibir ninguna prueba, con no haber vis- creer junto con toda una comunidad creyente,
to, con no saber, incluso con no comprender, sostenidos como estábamos por un amplio sector
con no sentir nada. Sin embargo, ¿acaso hay social, ya fuera la parroquia o la Iglesia en su tota-
algo que determine tanto nuestra vida como esa lidad. Hoy, incluso aunque nos apoyemos de igual
fe, en apariencia tan austera? Nada ha influido modo en la fe de otros testigos, el sostén social ya
tan profundamente las decisiones de una vida no funciona de la misma manera. La fe se ha con-
ni sostenido la continuidad de esa vida como vertido en algo más personal. A menudo nos dis-
ese poco de fe que apenas es nada. Sin miedo a tingue de los más cercanos. Y, al convertirse en una
equivocarnos, podemos decir que la fe lo es todo elección personal, se vuelve inevitablemente más
en nuestra vida y, en el otro extremo, podemos frágil.
decir con el mismo derecho que no es casi nada. Además, la ciencia moderna tiene la tendencia a
Imposible mostrar lo que es en sí misma. No la confinar la fe en una esfera estrictamente interior.
poseo, no me pertenece. La duda la sigue de cer- Incluso sin pretenderlo directamente, corre el ries-
ca, le pisa los talones, como tan bien lo expresó, go de afectarla en su misma naturaleza, puesto que
en su ruego, el padre del muchacho epiléptico. la fe en Cristo se inscribe siempre en la Historia,
Así pues, la duda, ¿es como el gusano que se y nos abre a una misión en esta tierra. Relegando
encuentra ya dentro de la fruta y que terminará la fe al ámbito de lo interior, las ciencias exactas
por hacer que se pudra y caiga a tierra? No necesa- – pero también las ciencias humanas, como la psi-
riamente. Si la duda es siempre posible, es porque cología– podrían hacerla todavía más frágil, puesto
Dios no quiere forzar nada en nosotros y porque que le quitarían su impacto sobre la vida concre-
respeta hasta el extremo la libertad de nuestro co- ta, la desvincularían de la Historia. Llegados a este
razón. Estaríamos tentados de decir que esto se punto también la duda se vuelve más insistente.
debe a que Dios confía en nosotros y desea con Sin embargo, no deberíamos quejarnos de esta si-
nosotros una relación donde absolutamente nada tuación, pues hace que la verdadera naturaleza de
sea forzado. La duda puede volverse peligrosa: bajo la fe se manifieste incluso con mayor claridad.

 
El movimiento hacia Jesús hacia. Con la encarnación, con la presencia de
Jesús en tanto que ser humano, la fe toma ante
todo una forma extremadamente sencilla: un
Con razón se ha dicho una y otra vez que, en el deseo puede contener en sí mismo el comienzo
Nuevo Testamento, creer no consiste ante todo de la fe; un movimiento significa ya el comienzo
en tener por ciertas o aceptar verdades difíciles de un camino.
de comprender. Tampoco se presenta la fe como En numerosos lugares del Cuarto Evangelio
ese aguante cargado de perseverancia que carac- podemos seguir ese caminar. El capítulo 9 cuen-
terizó a miles de judíos de los tiempos de Jesús, ta la curación de un ciego de nacimiento. Al
cuando las promesas de Dios tardaban tanto en principio, éste último sabe tan sólo que ha sido
cumplirse. curado por «  ese hombre que se llama Jesús » (v.
Se podría decir que, en el Nuevo Testamento, 11). Más adelante afirma ya que « es un profeta »
la fe aparece antes que nada bajo la forma de un (v. 17). Ante la contestación, da todavía un paso
movimiento y consiste en un paso, el de « venir más: para él no puede tratarse sino de un hom-
a Jesús ». Quizás podríamos incluso decir que, bre de Dios, puesto que, de no venir de Dios, no
antes que un « movimiento hacia », la fe es, más podría haber hecho nada (v. 31 y 33). Para ter-
fundamentalmente, una sed, un deseo: « Si al- minar, cuando se encuentra de nuevo con Jesús
guno tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en y descubre en él al Hijo del Hombre, se postra
mí » (Juan 7, 37). Si en este texto san Juan hace en tierra y dice « Creo » (v. 35-38) ¡Qué camino
el paralelismo entre « venir a » y « creer en » (cf. recorrido! En principio, vagas nociones; a con-
6, 35), al mismo tiempo sabe que ese « venir a tinuación, una apertura hacia el misterio y, por
Jesús » depende en el fondo de una secreta atrac- fin, un gesto de adoración. Él, que no podía ver
ción que el Padre ha ejercido ya sobre el corazón nada, ha sido curado de tal manera que el hecho
(cfr. 6,44) de no ver ya no cuenta. La luz se ha hecho inte-
En primer lugar, la fe no concierne entonces a rior, y esa luz le basta.
ciertas verdades o promesas para el futuro, ni si- En el capítulo 20 se trazan también otros
quiera a iluminaciones sobre la existencia de un muchos caminos. Pedro y Juan corrieron hacia
Dios trascendente. Comienza por un « ir hacia » el sepulcro. Lo descubrieron vacío, y las telas
en dirección a la persona de Jesús, y ese « ir » correctamente dobladas. Del discípulo amado
nace a menudo de una sed. Secretamente el co- dice el Evangelio que « vio y creyó » (v. 8). No
razón ya ha sido trabajado. Ya se siente atraído se especifica qué es lo que creyó. ¿Acaso tenía un

 
presentimiento? A María de Magdala le fue con- Cristo en nosotros por la fe
cedido ver al Resucitado. Le reconoció cuando
él la llamó por su nombre (v. 16). La tarde del
mismo día los apóstoles pudieron igualmente Cuando Jesús ya no se encuentra físicamente en
ver a Jesús. Verificaron las marcas de la Pasión. medio de los suyos, el movimiento hacia él ya no
Pero fue soplando sobre ellos, insuflándoles su se expresa por un desplazamiento – un ir hacia y
propia vida, que Jesús puso la fe en su interior un seguir–, como era el caso antes de la resurrec-
(v. 20 y 22). El camino de este capítulo culmina ción. El que cree en él todavía debe dar un paso,
en Tomás. Éste no podía creer, pero en presencia pero éste consiste en abandonarse en él, entregarse
de Jesús quedó abrumado, seguramente porque y dejarle un lugar. La paradoja de la fe se vuel-
las marcas de la Pasión estaban ante sus ojos, ve entonces más evidente: la fe casi no es nada,
pero probablemente también, si no más, porque pero es lo que cuenta, más que cualquier otra cosa.
se dio cuenta de que Jesús había leído lo que ha- Consiste en abrirle constantemente la puerta de
bía en su corazón. Cuando Tomás dice « Señor nuestro corazón, a pesar de saber que él ya está en
mío y Dios mío » la última palabra, de nuevo, el interior. ¿Hay algo más pobre, más gratuito que
evoca la adoración (v. 27-28). eso: abrir la puerta a alguien que ya está dentro?
Cada uno puede quedarse con uno u otro ele- Cristo me habita, no como un extraño que quisie-
mento de estos itinerarios. Lo más sorprendente, ra suplantarme. Está ahí como aquel que me ama,
a mi parecer, es, por una parte, que empiezan con el que se ha puesto en mi lugar, el que en su amor
muy poco y, por otra, que a lo largo del camino es, en lo más profundo de mi ser, más yo que yo
Cristo está mucho más presente de lo que podría mismo. No obstante, está en mi mano abrirle la
suponer aquel que le busca. También de noso- puerta constantemente, puesto que entre él y yo
tros podemos decir: nos pusimos en marcha sin todo se vuelve personal, nada puede hacerse sin
casi nada y a medida que avanzábamos nos dimos mí, automáticamente. Todo es del orden de una
cuenta de que aquel hacia el que íbamos ya nos relación viva.
conocía. Una atracción que emanaba de él nos pre- San Pablo lo expresa con gran sutileza: « No
cedía. La fe no es del orden de cosas que puedan vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la
medir, puesto que no consiste sólo en un « movi- vida que vivo al presente en la carne (en la con-
miento hacia ». Es ya, en sí misma, presencia de dición débil y mortal) la vivo en la fe del Hijo de
aquel hacia quien se va. Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí »
(Gálatas 2, 20) Cristo está presente, puesto que

 
nos hemos dado a él habiendo creído en él: ya no ¿Quién eres tú ?
soy yo quien vive, sino él quien habita en mí. Sin
embargo, en tanto que estamos en esta vida, sólo
podemos vivir esto en la fe, volviéndonos constan- Llegados a este punto de mi reflexión, me detendré
temente a él, abandonándonos en él, abriéndole primero en dos preguntas que se encuentran en los
nuestro corazón. Evangelios: una que se le hace a Jesús, y otra con la
También en este sentido podemos comprender que él nos interroga.
a San Juan, cuando describe la fe como «la victoria En primer lugar, la que la gente le hizo a Jesús:
sobre el mundo » (1 Juan 5, 4) San Juan no quiere « ¿Quién eres tú? » (Juan 8, 25)
sugerir que debiéramos exagerar nuestra fe hasta Creer es difícil. Forma parte de la naturaleza
el punto de que el mundo ya no tenga ningún do- misma de la fe. Porque creer nos expone a lo que
minio sobre nosotros o no pueda seducirnos. No, no puede ser probado. En la medida en que la fe
más bien nos recuerda que, viniendo a la fe, he- es auténtica, siempre habrá en ella una fragilidad,
mos dejado a Cristo entrar en nuestra vida y así ha fragilidad que, diríamos, es inherente a ella. Sin
sido desenmascarado en nosotros el mundo, junto embargo, la dificultad de creer también se debe a
con todo lo que quiere hacernos creer. A partir de la identidad de ese Jesús en el que creo. Yo querría
ahora mantenemos la puerta de nuestro corazón preguntarle: « ¿Quién eres tú? ». Si bien es cierto
abierta a Cristo, él que « en nosotros es más que que la fe es en sí misma frágil, el interrogante nace
el que está en el mundo » (1 Juan 4, 4). Desde ese en última instancia de tu persona, Señor Jesús. Así
momento podemos decir que él es nuestra fe. pues, ¿quién eres tú?
San Pablo utiliza una expresión curiosa, « la fe Si hubieras sido una gran figura religiosa, po-
de Cristo » (por ejemplo en Filipenses 3, 9). No se dría admirarte y tomar tu vida y tus enseñanzas
trata solamente de una fe hacia Cristo o de una fe como norma de vida. Pero me quedaría a cierta
en él, en el sentido de un reconocimiento de aque- distancia, no creería en ti. A fuerza de evocarte
llo que Cristo es, o de un abandono y una confian- desde el interior, podría hacerte cercano a mí, pero
za en él. Hay más: la fe viene de él, como un don, seguiría quedándome corto, no me abandonaría.
es la fe de Cristo y yo la recibo como aquello me- Quizás incluso tendría la sensación de no haber
diante lo cual me une a él y me hace vivir como él. comprendido quién eres.
De nuevo, mi parte en la fe no parece casi nada. Y Pero tú fuiste muy diferente a las grandes figu-
sin embargo, todo me es dado con la fe. Ese « casi ras religiosas de la humanidad. Es cierto que fuiste
nada » determina toda mi manera de ser. muy religioso: los evangelistas cuentan cómo reza-

 
bas. Pero incluso en ese punto eres bien distinto. guaje simbólico lo expresa bien: eres el que viene
Tu vida se parece muy poco a un ascenso. En nada de arriba (Juan 3, 31). Vienes de otro lugar. Hay
te revelas como una excepción genial de la huma- en tu vida una naturalidad, una inocencia, que no
nidad. Ascesis, meditación, lucha, sufrimiento, no pueden explicarse sino de este modo. Tu origen
sirvieron para hacerte alcanzar un estado superior parece sin duda distinto al nuestro. Ni siquiera los
de experiencia. El movimiento de tu vida es otro. más religiosos, los más elevados, fueron nunca tan
No una lenta conquista, una dura iniciación, un sencillos.
progresivo perfeccionamiento. A pesar de vivir las Cuando tengo problemas para explicarme tu
etapas de un crecimiento humano, eres un ser que nacimiento y tu resurrección, me basta con con-
vive como un don, desde el principio. En ti, todo centrar la mirada en lo que, según el Evangelio,
se encuentra ya en aquello que te ha sido dado ser, eras incontestablemente. A partir de ahí lo que me
en tu naturaleza. parece difícil se sitúa. Tu persona en sí misma, tu
Lo que dices de Dios no da la impresión de comportamiento, manifiestan que no eres de aquí
que lo hayas descubierto al final de un largo ca- y que no puedo juzgarte según las leyes de este
mino. Hablas de ello como si todo fuera eviden- mundo. Tú sabes de dónde has venido y a dónde
te. Hasta el punto de que sabes hablar de él de vas (Juan 8, 14). Los dos extremos de tu vida, tu
manera que incluso un niño puede comprender. venida y tu partida, los dos instantes en los que el
Y cuando hablas de amar a los enemigos – ver- cielo y la tierra debieron tocarse, se esclarecen a
dad que representa la clave de toda existencia partir del centro, allí donde te veo ser y actuar.
humana sobre la tierra, verdad última más allá Siendo don de lo alto, no puedes sino descen-
de la cual no hay que buscar otra más profunda– der. Tienes el peso de todo gran don. Tú « bajas-
, lo enuncias no como el fruto de una búsqueda te », como dice el Evangelio (Juan 6, 33 y 38) y
laboriosa, sino como una evidencia que se te ha continúas bajando. Estás en ese movimiento: bajar,
dado junto con aquello que eres. No necesitas encontrarte con aquellos que están en lo más bajo
justificar esa llamada, dar razones de esa verdad. y que parecen inalcanzables. Así, la palabra « don »
En tu boca es sencilla y clara. no sólo explica de dónde eres. También permite
La necesidad que marca toda experiencia huma- comprender a dónde vas. Vuelves hacia el Padre, de
na, la necesidad de adquirir, de alcanzar, no carac- cuyo lado viniste, pero vuelves en un movimiento
teriza tu vida. Al menos cuando leo los Evangelios, de don. Este retorno podría llamarse ascenso, pero
más bien parece que recibas, que siempre recibas. en realidad sólo te encuentras con el Padre dejando
Tu ser mismo es completo don de lo alto. El len- que el don fluya por completo. Ante el peso de ese

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amor –amor del Padre que te da a los hombres, se refiere no tanto a una aproximación intelec-
tu propio amor que te lleva a darte– la muerte no tual como a una comunión de personas. Que-
tiene ya poder. La barrera infranqueable ha sido riendo conocer a Cristo, busco pues profundizar
atravesada. Ahora podemos preguntarte adónde en lo que puedo saber de él, cómo los Evangelios
vas, porque un camino se ha abierto. Has vuelto al hablan de él y cómo los otros escritos del Nuevo
lado del Padre, y en adelante pasaremos contigo. Testamento lo presentan vivo.
A menudo fuiste muy discreto sobre ti mis- En uno de los pasajes más personales de los
mo. Para hablar del origen y el término de tu que escribió (Filipenses 3, 4-11), San Pablo pasa
vida utilizaste expresiones misteriosas. Era in- sin dificultad de la fe de Cristo al conocimiento
tencionado. Era necesario que llegáramos a ti de Cristo. Si la fe le hace abandonar todo aquello
por la fe. En nosotros está ahora intuir el senti- que pudiera prevalecer para no confiarse más que
do de esa discreción. a Cristo, esa fe se vuelve necesariamente conoci-
miento personal de Cristo, en lo concreto de la
vida, conocimiento del poder de su resurrección y
comunión con sus sufrimientos.
¿Dónde está vuestra fe? Puesto que Cristo no es una figura del pasado,
y que vivir con él no tiene nada de estático, la con-
fianza siempre será característica de la fe. Porque,
Si la fe no es en primer lugar adhesión a unas una y otra vez, nos enfrentaremos a situaciones im-
verdades ni sumisión a una afirmación que no previsibles. La vida misma no nos permite quedar-
puede ser verificada, entonces es esencialmente nos quietos. Pero aún más insistente, Cristo mismo
confianza, entrega de sí a otro, a su palabra o nos llama a seguirle allí donde él nos precede.
a lo que es capaz de hacer. El que cree deja de Nadie puede almacenar la confianza como una
medirlo todo según su medida. No se mira a sí provisión. Es cierto que podemos adquirir una
mismo. Se abandona. cierta serenidad o hacer nuestras convicciones
Sin embargo, la fe dada a Cristo sólo puede más sólidas. Podemos impregnarnos de la palabra
crecer apoyándose en un conocimiento. A me- « confianza » y repetir textos que hablen de ella.
dida que avanzo, me resulta indispensable com- Pero la confianza que depositamos en alguien se
prender mejor lo que, en principio, me había vive siempre en camino. Ese camino nos conduce
atraído hacia él y me había impulsado a otorgarle a situaciones inéditas, a menudo se vuelve imprac-
mi confianza. La palabra hebrea para confianza ticable, incluso puede descender a una oscuridad

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donde todo apoyo sensible parece desvanecerse. no habría reconocido su presencia en el seno de la
Entonces sólo importa Él. Imposible mirarse to- Creación o de la Historia. Los discípulos no fue-
davía a uno mismo. Sólo nos queda aferrarnos a ron lo bastante lejos. Regresaron a lo que les pa-
lo poco que oímos de su voz, al pequeño destello recía posible, en lugar de atreverse a avanzar sin
que aún discernimos de su luz. Y, en algunos mo- apenas nada, sólo con Jesús. Su confianza era de
mentos, la angustia puede volverse tal que ya no miras cortas.
oigamos ni veamos nada. Guardo en mi memoria a ciertas personas que, a
¿Cómo, en situaciones así, pudo Jesús reprochar pesar de conocer la duda, se comprometieron con
a sus discípulos su « poca fe » (Mateo 6, 30; 8, 26; gran audacia. Supieron dar prioridad al poco de luz
14, 31; 16, 8)? ¿Puede medirse la fe? ¿Deberían contenida en la fe. Esa pequeña luz tenía para ellos
haber tenido una mayor cantidad (una mayor pro- infinitamente más peso que los razonamientos más
visión) de confianza)? ¿En qué fue insuficiente su inteligentes que se les ofrecían. Así llegaron lejos, y
fe? ¿Hubiera querido él que se mostraran capaces nunca se detuvieron. Así pues, una fe plena puede
de hacer frente o resolver la situación por sí mis- al mismo tiempo ser una fe muy pequeña. Percibe
mos? Además, es extraño que el evangelista Mateo todo lo que puede perturbarla, pero rechaza dejar-
pusiera justo al lado, en el mismo versículo, el re- se dividir limitándose a una parte de la vida. La fe
proche de la « poca fe » y la promesa hecha a la « fe descansa enteramente sobre aquel en quien cree,
como un grano de mostaza » (17, 20). Si la fe en sí No tiene su fundamento en sí misma. No le tiene
misma no es apenas nada, ¿cómo culpar entonces sino a Él. Y a Él la fe no puede fijarlo, encerrarlo,
a los que tienen poca fe? hacerlo a su propia medida. Él siempre va delante,
La fe de los discípulos, ¿debería haber crecido dejándonos con la impresión de no tener suficien-
hasta el punto de poder mirar la situación desde te fe.
cierta distancia para así controlarla? Pero tal acti- Contando a su manera la historia de la tem-
tud habría sido muy poco conforme al espíritu del pestad calmada, San Lucas remplaza el reproche
Evangelio, a la confianza sencilla de los hombres de Jesús a sus discípulos (« ¿Por qué tenéis miedo,
y mujeres pobres. Quizás la expresión « poca fe » hombres de poca fe? ») por una pregunta: « ¿Dón-
se refiere sobre todo a una confianza demasiado de está vuestra fe ? » (Lucas 8, 25). Lucas atenúa
escasa, que se pararía en el camino como si hubie- el reproche y desearía una respuesta del lector. Me
ra ámbitos en los que no pudiéramos contar con gustaría imaginarme en una situación similar y es-
Jesús, una confianza que habría limitado el poder cuchar la pregunta de Jesús para mí. Me parece
de Jesús tan sólo a lo espiritual o interior, y que que no podría haber evitado responder: « Pero si

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tú eres nuestra fe ». En nosotros falta la fe, es evi- no-hipócrita, una fe sin hipocresía. Se trata pues
dente. Nunca está a la altura del don que nos ha de una fe que no admite división alguna entre lo
sido dado y nunca llega a mantenerse firme en los que creemos y lo que vivimos. Comprendemos
momentos críticos. Pero cuando tú estás ahí, creo. que San Pablo alaba esto en Timoteo. ¿Quién
Tú lo asumes todo, también mi falta de fe. Tu pre- no lo haría viendo a alguien que hace explícitas
sencia es presencia de la fe. las consecuencias de su fe?. Por contra, rechazar
La historia del padre del muchacho epiléptico ponerlas en práctica desacredita todas las pala-
citada al principio de esta reflexión muestra inclu- bras de la fe.
so mejor hasta qué punto Jesús está cerca del que Pero puede haber también otra forma de hi-
no puede creer. El padre se había acercado a Jesús pocresía: utilizar la fe para lo que ésta no propor-
diciéndole: « si algo puedes ayúdanos, compadé- ciona, buscar sobrepasarla mediante teorías más
cete de nosotros » (Marcos 9, 22). Estas palabras atractivas, más interesantes, más sutiles, utilizar
« si puedes », Jesús las devuelve al padre añadiendo el nombre de Cristo para causas que difieren del
« todo es posible para quien cree ». Prácticamen- Evangelio. Si bien es cierto que toda fe eclosiona
te le dice al padre: « depende de ti confiar » Sin en una puesta en práctica y también en un cono-
embargo, no esperó, se puso del lado del padre y cimiento, la fe en sí misma no puede jamás ser
cuando éste no logró creer, también esto lo cargó puesta al servicio de fines interesados. Lo que la
sobre sí. Creyó con el padre y así lo imposible so- fe da queda en el orden de la fe. Se desnaturaliza
brevino. Así pues, no debemos pensar que una fe desde el momento en que se convierte en ideo-
desfalleciente se encuentra lejos de Jesús. Él mismo logía o gnosis.
viene en auxilio de aquellos a quienes les cuesta En el plano intelectual, por ejemplo, la fe
creer. permanece en la raíz de toda reflexión. Nunca
será sino una fe pobre, recibida de nuevo una y
otra vez. De esa base no podemos alejarnos. Y
en la esfera de la vida espiritual, las personas con
Una fe sincera mayor discernimiento no han cesado de repetir
que no son los sentimientos o las experiencias
extraordinarias los que garantizan la comunión
En la segunda epístola a Timoteo, san Pablo evo- con Dios; ésta se vive siempre a partir de la más
ca el recuerdo de la fe sincera que hay en Timo- sencilla apertura, puesto que sólo puede ofre-
teo (1, 5). Una fe sincera es literalmente una fe cerse gratuitamente y desbordar infinitamente

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lo que pudiéramos haber hecho nuestro. Como blemas a la cara. Es sobre todo una fe que se deja
san Juan de la Cruz dice al principio de la Su- llevar por el agradecimiento y que mantiene así
bida al Monte Carmelo: «  La fe, la fe sola, es el encendida la pequeña llama depositada en el co-
medio más próximo y más proporcionado para razón. El despojo de una fe tal no tiene nada
la unión del alma con Dios » de triste o de austero, porque no es percibido
Misteriosamente, es esta pobre fe, esa « fe como si no recibiéramos lo suficiente. Llama so-
sola » la que puede convertirse en fuente de bre todo a vivir siempre más y más una relación
agradecimiento. Parece muy poca cosa, y lo que personal con Cristo, en el sentido en el que san
ofrece tiene aparentemente muy poco efecto so- Pablo habla a los Filipenses: « juzgo que todo
bre la vida en el mundo. Y sin embargo, ¿cómo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento
agradecer lo suficiente haber sido atraídos hacia de Cristo Jesús, mi Señor » (3, 8). Si hay una
Cristo, haber aprendido a conocerlo más perso- felicidad en la fe – y los primeros cristianos se
nalmente y haber recibido, en cuanto le concier- declaraban dichosos de creer– esta felicidad no
ne, una cierta luz en el corazón? Agradecimiento viene sólo de las perspectivas abiertas por la fe.
pues por el don de la fe, pero agradecimiento Está sobre todo en el conocimiento de Cristo,
también por el don que es Cristo en sí mismo. en una comunión concreta e íntima con él.
Porque queriendo decir lo que él mismo es, Dios Es cierto, nuestra fe incluye también elementos
no podría jamás haber ido más lejos de lo que lo más impersonales. El misterio de la creación y el
ha hecho en Cristo. de la presencia del Espíritu en esta creación tocan
Escribiendo a una iglesia – la de los Colosen- dimensiones de infinito que nos sobrepasan. En el
ses– donde se exploraban otras fuentes de certi- diálogo con las religiones de la India, pero también
dumbre distintas de la dada por la fe, San Pablo de cara a las ciencias exactas, es importante tomar
añade de manera significativa a cada una de sus buena conciencia de esto. No obstante, el corazón
aclaraciones y de sus exhortaciones una llamada a de la fe será siempre el descubrimiento de Cristo, la
la acción de gracias (Colosenses 1, 12; 2, 7; 3, 15; relación con él, la mirada que busca su rostro. Los
4, 2). En efecto, incluso si se nota muy débil, la fe elementos más impersonales se esclarecen a partir
se fortalece manteniendo los ojos abiertos a todo del centro. Así, san Pablo puede situar a Cristo en
aquello que nos ha sido dado, y dando gracias de relación con el universo tal y como éste ha sido
manera consciente por ello. creado, con todas sus dimensiones y su historia.
Así pues, una fe sincera no se presenta como (Colosenses 1, 15-20), y al mismo tiempo consi-
fe ingenua que rechace avanzar y mirar los pro- derar sus propios sufrimientos como una manera

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muy personal de entrar en comunión con la suerte a Jesús, en la medida en que su curación lo ilumina
que aún tiene reservada este Cristo en este mundo por dentro y se postra (Juan 9). Tomás, tampoco
(Colosenses 1, 24). A partir del fuego que arde en él necesita ya tocar las llagas. Saberse reconocido
su corazón se iluminan las perspectivas más leja- en su duda sobrepasa toda constatación material.
nas. Lo que surge de él entonces no es sino adoración
(Juan 20).
En otro lugar del Evangelio según San Juan,
Jesús habla de una adoración « en espíritu y en
La adoración verdad » (Juan 4, 23-24). La expresión « en Es-
píritu » quiere decir en primer lugar: según la
naturaleza espiritual de Dios –Dios es espíri-
Al final del evangelio según san Mateo, la aparición tu– así pues, sin estar ligado a tal o cual lugar
de Cristo resucitado sacude a los discípulos presen- particular ni a tal o cual representación exte-
tes hasta el punto que caen de rodillas ante él en un rior. Pero la expresión no puede no querer de-
gesto de adoración. El evangelista hace notar que cir igualmente que esta adoración esta animada
« algunos sin embargo dudaron » (Mateo 28, 17). desde el interior por el Espíritu, por ese Espíritu
En la cima del Evangelio queda claro que Dios no que nos armoniza interiormente con Dios. Y si
se impone ni fuerza a nadie. Cada uno permanece « en verdad » indica seguramente una oposición
en su libertad, incluso aquel que duda. a todo conocimiento todavía imperfecto concer-
Encontrar la duda y la adoración una junta a la niente a Dios, no obstante no podemos excluir
otra puede ayudarnos a comprender mejor la ado- la idea de que en esta expresión la verdad se re-
ración y la fe. La adoración no es lo que a menudo fiere también a aquello de lo que el ser humano
imaginamos, una postración forzada, como si nos está íntimamente convencido. Se trataría de una
encontráramos ante un poder tan superior que no adoración auténtica que sería interiormente sen-
pudiéramos más que ceder e inclinarnos. Tampoco tida como legítima y en nada forzada.
se confunde con un gesto ritual que puede quedar- Sin embargo, la simple palabra « adoración »
se en algo muy exterior. Aunque se exprese prefe- puede fácilmente llevar a creer que hay en ella algo
rentemente por un movimiento del cuerpo (en la elevado, reservado a los que tienen una fe fuerte.
Biblia: llevar la frente al suelo), viene del interior, Una máxima de san Juan de la Cruz puede ayudar
como tan bien nos muestra el relato del ciego. Este a captar mejor lo que se debe entender por ado-
hombre que puede por fin ver no necesita ya mirar ración: « Una palabra habló el Padre, que fue su

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Hijo, y ésta habla siempre en eterno silencio, y en debo acogerla, siempre nueva, en el silencio, en un
silencio ha de ser oída del alma ». silencio que intenta encontrarse con el silencio de
El silencio de Dios representa una prueba para Dios mismo.
los que quieren creer. Es cierto que ese silencio Comprender la venida de Jesús sobre ese tras-
prueba que Dios no se impone a nadie, pero para fondo de silencio abre a la adoración. Ya el simple
muchos Dios es excesivamente silencioso. Los que hecho de que el silencio haya sido roto nos con-
hablaron en su nombre aportaron ideas precisas y mueve. Dios no ha permanecido mudo, ha queri-
un conocimiento de su voluntad, pero no revela- do decir una palabra, no desde lo alto, sino dentro
ron su verdadera naturaleza, ni abrieron su cora- de una existencia como la nuestra, desde abajo. Y
zón. Para eso era necesario esperar a su Hijo. En el contenido de esa palabra nos conmueve todavía
él, Dios rompió el silencio. En él fue lo más lejos más: ¡ese es el valor que tenemos a los ojos de Dios,
posible para expresar quién es él, y decirlo no por ese es pues el secreto de la creación! ¡Hasta ese ex-
medio de discursos, sino mediante una vida hu- tremo ha llegado Dios! Y sin embargo, con qué
mana como la nuestra, una vida que se da. Nunca respeto se nos dice esto. Nada se impone.
podría haber ido más allá. Nada podría mostrar Nuestras discusiones interiores, nuestros deba-
mejor quién es él desde siempre y hasta qué punto tes de los cuales se nutre la duda parecen entonces
ama. fuera de lugar. Lo que Dios dice con la venida de
Es esa única palabra la que resuena ahora sin Jesús – incluso aunque sólo nos llegue como un
cesar. Dios no añade otras. La dice una y otra vez. murmullo, « en el susurro de una brisa suave » (1
En ese sentido, podemos decir que resuena en el si- Reyes 19, 12)–, lo que Dios dice ahí tiene infini-
lencio, sin quedar solapada por otras afirmaciones. tamente más peso que lo que pueda salir de nues-
Para captarla el alma debe habituarse a ese silencio, tro interior. Así somos reconocidos más profunda-
superar la búsqueda de respuestas rápidas o de so- mente de lo que nuestra propia conciencia puede
luciones fáciles. La palabra viene del corazón de alcanzar. Sólo podemos callar y abandonarnos,
Dios, abre su corazón y busca el nuestro, haciendo postrarnos.
una llamada a lo que está en lo profundo de noso- Del mismo modo que para muchos la concien-
tros. Va de corazón a corazón. cia de tener tan sólo una fe débil no les impide ac-
Lo que oigo entonces, es que en Él sólo hay tuar con una gran y audaz confianza – puesto que
amor. Oiré esto una y otra vez. No importa lo le- dan la prioridad a ese poco que les ilumina– así
jos que pueda llegar al acercarme a Dios, jamás sucede con la adoración: la prioridad se da a lo
alcanzaré el final de esa verdad. Una y otra vez, que nos ha tocado y ha bastado para conmovernos.

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Una fe consciente de su fragilidad podría fácilmen-
te encogerse, reducirse a la medida humana. Pero
esto sería ir contra la naturaleza de la fe. Está en la
naturaleza de la fe tender hacia lo que todavía está
más allá, hacia un encuentro, hacia la adoración.

Traducción del francés de Rosalía Miranda

© Ateliers et Presses de Taizé, 71250 Taizé, France


DL 1070 - juin 2008 - ISBN 9782850402623
Achevé d’imprimer en juillet 2008 imprimerie - AB.Doc, 71100 Chalon sur Saône

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