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¿QUÉ ESTA PASANDO EN LA AGRICULTURA?

Erick Barrera Tomasino.

Partamos del hecho que vivimos en un sistema capitalista que funciona como una
gran fábrica para la transformación y disposición de los productos. No todos y
todas entran en esa lógica, sino que son excluidos por el sistema como desecho.
Entonces cabe preguntarnos: ¿queremos luchar para ser incluidos e incluidas? o
¿cambiamos el sistema?

La lógica capitalista es la búsqueda insaciable de ganancias, la apropiación


individual de los medios de producción y de la riqueza producida por la clase
trabajadora. La acumulación de unos pocos provoca que cada vez la mayoría tenga
menos. Miremos un caso concreto de la historia: Después de la Segunda Guerra
Mundial, la economía mundial estaba desestructurada y se buscó una nueva
división del trabajo. Así, los países periféricos, como Latinoamérica, se encargaron
de suplir la demanda alimenticia.

Todo encajó gracias a la llamada Revolución Verde, la cual consistía en intensificar


la producción agrícola a través de la modernización del campo. Lo moderno
significaba un paquete tecnológico, semilla mejorada y agroquímicos
(aprovechando los venenos sobrantes de la guerra y recuperar la inversión
interrumpida por la guerra). Como no fueron capaces de fabricar semillas para
cada tipo de territorio, se especializó a los países de acuerdo a las semillas
confeccionadas. Además se procuró la uniformidad de las técnicas y la expansión
del monocultivo. Se dejó a un lado los conocimientos agrícolas ancestrales por ser
“ineficientes”. Todo esto acabaría con el hambre en el mundo.

A consecuencia de la sobreproducción agropecuaria, se gestó la segunda


Revolución Verde. Impulsada, en los noventa, por la Organización Mundial del
Comercio (OMC), trajo consigo un modelo agroexportador, la liberalización de los
mercados y la expropiación de tierras (obtenidas anteriormente mediante la
reforma agraria). En el campo se daban dos circunstancias: o no se tenía tierra o no
se tenía financiamiento y capacitación técnica. Esto provocó la pérdida gradual de
terrenos que pasaron a manos de grandes corporaciones o familias. La migración se
genera hacia la ciudad y Estados Unidos principalmente. El paisaje rural se alteró
por el uso de maquinaria pesada, y se redujo la frontera agrícola. El tiempo
descubrió otro efecto: las enfermedades y la contaminación por agroquímicos.

¿Cuáles fueron los verdaderos “éxitos” de las Revoluciones Verdes? Ninguno que
favoreciera a la población. La FAO reconoció que de 80 millones, se pasó a 800
millones de personas en situación de hambruna. Y en años recientes esa cifra
aumentó 80 millones más debido al uso de los agrocombustibles.

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Segundo Encuentro de la Escuela Mesoamericana en Movimiento. Red Alforja. 2010.

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Entonces, ¿qué pasó con la promesa de terminar con el hambre del mundo? Las
crisis energéticas y financieras del sistema capitalista han impuesto el ritmo; las
apuestas de inversión se han redirigido a negocios seguros. La comida es un
elemento del cual no se puede prescindir, entonces –si fuera capitalista- tengo la
ventaja si establezco un dominio y control total sobre este recurso: la tierra, el agua,
la biodiversidad, la producción, la distribución y el consumo. El control del
campo es la lucha del sistema. La lucha en defensa del territorio es la
lucha estratégica del movimiento campesino.

Sondeemos otros aspectos importantes que afectan la producción agrícola. En


primer lugar está el CONSUMO DE ENERGÍA. Para producir y comercializar es
indispensable el control de la energía. De acuerdo a la Agencia Internacional de
Energía, el mayor consumo energético (electricidad y combustible) se concentra en
los países industrializados y aquellos en expansión: Estados Unidos, Canadá, la
Unión Europea, Japón. China e India. Esta situación se da por diversos factores: el
clima, el estilo de vida, el tipo de producción, etc. Latinoamérica sólo aumentó su
consumo después de la instalación de empresas maquileras y manufactureras. Pero
las ganancias no se quedan de este lado del mundo y se pierden los recursos. La
obtención de energía agrega una presión más al recurso tierra.

Un segundo problema es LA DISTRIBUCIÓN DE ALIMENTOS. El planteamiento


es el siguiente: Hay tantos hambrientos en el mundo que necesitan ser abastecidos
mediante la masificación de productos. Para producir más con menos recursos, se
utilizan los aliados de siempre: los agroquímicos. El resultado: el dominio de las
grandes empresas del agronegocio (Cargil, Monsanto, Syngenta, Nestlé, Bunge).
Este selecto grupo controla la semilla, las matrices animales, los fertilizantes y
pesticidas. Sin embargo, la producción se da y en una buena cantidad. Entonces, el
problema real reside en que las personas no tienen la capacidad de adquirir sus
alimentos y el hambre sigue siendo un problema sin resolver. Sin embargo se sigue
insistiendo que hay que producir más, se manipulan los cultivos, el tiempo, etc. a
pesar de que los hambrientos tienen cada vez menos acceso a lo que se produce. El
círculo se perpetúa.

EL ALZA DE LOS PRECIOS es un tercer aspecto. Ahora la agricultura mantiene


una lucha entre alimentos versus energía. Los agrocombustibles fijan su precio a
partir de su referente: el petróleo. Este se cotiza muy bien y afecta positivamente a
los combustibles de origen vegetal. En la actualidad, los agrocombustibles son un
negocio muy rentable porque su producción es barata, tienen un excelente precio y
hasta presentan una muy buena justificación: son renovables y amigables con el
ambiente. Pero esto trae como consecuencia la disminución y el desgaste de las
tierras cultivables. El avance de los biocombustibles requiere del
retroceso de la producción de alimentos.

EL PRECIO DE LOS INSUMOS es otro factor. El petróleo marca el costo de los


insumos, pero además esta rama de la industria está controlada por unas pocas
empresas que fijan el precio más rentable. Producir no es tan fácil ni barato debido

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al uso de estos insumos. Lo paradójico de la situación es que tampoco se puede
producir sin ellos, pues se ha establecido una fuerte dependencia hacia estos
productos. Unos pocos ejemplos: el mercado de semillas es controlado por
Monsanto con ventas alrededor de $4476 millones anuales. Su uso es restrictivo
por las leyes de propiedad intelectual. Ese tipo de semillas necesita un tipo
específico de suplementos. Bayer controla el 19% del mercado de pesticidas,
generando ganancias de $7458 millones anuales. Para cerrar el círculo, los
alimentos producidos en base a todos estos insumos se venden a las compañías
procesadoras. Nestlé obtuvo ganancias por $83700 millones en 2007 bajo este
esquema. En resumen, las empresas del agro negocio han asegurado todo el
paquete a través de los insumos.

Pero ningún esquema estaría completo si estas empresas no controlaran la tierra.


LA CONCENTRACIÓN DE TIERRAS POR LAS MULTINACIONALES es el último
factor. La concentración no siempre ha significado un despojo violento, sino a veces
sutil. Todo inicia con el financiamiento. Los créditos se facilitan para un rubro de
producción específico; por ejemplo higuerillo y tempate para agrocombustibles. La
garantía no es la tierra sino la producción. Cuando esta no se da en los términos
pactados, el producto no se compra y se hace efectivo el aval financiero. Para
quienes enfrentan esta situación, entre las pocas opciones que tienen es vender la
tierra para cubrir la deuda. Así quedan en manos de las multinacionales y/o
especuladores.

Cuando tomamos conciencia de este panorama podemos reflexionar mejor sobre


las consecuencias. La función social de los alimentos cambia radicalmente porque
la tierra satisface la demanda energética de los países centrales y sus grandes
corporaciones. Según la ONU, en el mundo, ya hay más de 1.000 millones de
personas que padecen hambre, la cifra más alta de la historia. En todo el planeta
hay 3.000 millones de desnutridos, lo que representa casi la mitad de la población
mundial, que es de 6.500 millones.

El negocio de matar de hambre está de moda. 2007 fue un año record en la


cosecha de alimentos, pero los hambrientos llegaron a 1000 millones. Esto sólo se
explica porque las ganancias de Monsanto, Syngenta, DuPont-Pioneer, Cargill,
ADM, Bunge y otras del sector pasaron de 60 al 140%, entre 2007 y 2008.

Examinemos ahora las implicaciones de las energías renovables. Las fuentes


renovables de energía a partir de las hidroeléctricas y de la biomasa (etanol, aceites
vegetales y madera) no deben ser disociados de otras variables como: 6

1. El control del territorio y del agua dulce


2. La presencia del capital extranjero en la economía de nuestros países
3. La oligopolización de las fuentes de energía renovable Los agrocombustibles
profundizan el modelo del agronegocio y de la agricultura industrial, entendida
como la sumatoria de monocultivos, biotecnología, agrotóxicos, capital financiero y
exportación.

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Al final todo redunda en la subordinación del campo ante estos consorcios
internacionales. Se genera pérdida del control político del territorio y de la relativa
autonomía que los campesinos poseen frente al capital. Existe una total injerencia
en su trabajo y su producción. Otros son quienes definen lo que se planta, cuándo,
cómo, a quién le vende y a qué precio.

El interés reciente por la región centroamericana tiene sentido bajo esta óptica.
Siendo una región tan pequeña, nuestros países ya tienen un historial de
producción de ciertas biomasas útiles para la generación de agrocombustibles.
Además están dispuestos a innovar y son trabajadores.

Aprovechando la ventaja que abre CAFTA y el TLC con Europa para exportar,
Centroamérica es el puente perfecto para las empresas brasileñas interesadas en la
producción de etanol desde la región. Sumado a las crecientes condiciones de
pobreza de los pequeños productores, esta propuesta es muy atractiva tanto para
los gobiernos que la venden como una alternativa para salir de la pobreza, como
para los productores. Lo que no se menciona es la enorme inversión en maquinaria
y el aumento del desempleo en la zona rural que traerá consigo.

En conclusión, no tenemos que buscar energías alternativas sino cambiar la lógica


de producción y consumo, revertir la privatización. No hay alternativas: sólo
derrotar al sistema.

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