Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Autor: E. L. Doctorow
Fuente: Biblioteca Digital Ciudad Seva
Difusión Biblioteca Digital Oculus Littera
El contenido de ésta obra está protegida por Creative Commons Licenses. Todos los derechos
sobre ésta obra son propiedad del autor de la misma. Bajo la Licencia CC (Creative Commons) ésta
obra puede ser difundida, siempre y cuando se respeten las condiciones establecidas en los
estatutos legales que ampara la licencia Creative Commons:
Distribución con Reconocimiento al Autor – No Comercialización – No Obras Derivadas
Attribution (BY)
Non-Commercial (NC)
No Derivate Works (ND)
www.ciudadseva.com
Qué son capaces de hacer los hombres por poder, qué muerte monumental y cuánta
devastación son capaces de producir al servicio de un espíritu monárquico y maligno es
algo que exhiben espectacularmente los acontecimientos del último siglo que pasó. Así es
que si el Ricardo III de Shakespeare puede ser desoído por la instrucción que brinda, la
identificación profética de una clase de posibilidad humana ha sido registrada con lenguaje
inimitable.
Es una estratagema del novelista así como del dramaturgo para simbolizar
físicamente la naturaleza moral de un personaje. Se nos presenta, merced a Tolstoi, un
Napoleón pomposamente megalomaníaco.
En una escena del “Libro Tres” de La guerra y la paz, cuando los conflictos franco-
rusos llegaron al crucial 1812, Napoleón recibe a un emisario del zar Alejandro, un tal
general Balashev, que viene a ofrecer la paz. Napoleón monta en furia: ¿no cuenta él
después de todo con un ejército numéricamente superior? Él, no el zar Alejandro, será
quien dicte los términos. Por haber entrado en una guerra en contra de su voluntad,
Hacemos concesiones con Shakespeare, también, pero por la única razón de que es
Shakespeare. En el período isabelino la inspiración religiosa se desprendió del hecho
científico, la verdad debía probarse ahora por observación y experimentación, y el hecho
estético era una producción autoconsciente. La realidad era una cosa, la fantasía otra. Dios
estaba institucionalizado, y en un mundo desencantado merced al conocimiento racionalista
y empírico, los relatos ya no eran los medios fundamentales del conocimiento. A los
narradores, a quienes relataban los cuentos, se les reconoció que eran mortales, por más que
algunos de ellos hayan sido inmortales, y un relato podía ser de veras creído y tomado por
cierto, pero ya no lo era simplemente por el solo hecho de ser contado.
Hoy sólo los niños creen en los cuentos: creen que son ciertos por el hecho de que
se los cuentan y punto. Los niños y los fundamentalistas. Esto da cuenta de los dos mil años
de decadencia de la autoridad de la narración.
5. El siglo XIX indicó, de modo más claro que la época isabelina, que el escritor ya
no tenía el status de revelación divina. El Napoleón de Tolstoi se despliega en un volumen
de casi mil trescientas páginas. No es el único personaje históricamente verificable. Está
también el general Kutuzov, comandante en jefe de las fuerzas rusas, el zar Alejandro, el
conde Rostopchin, el gobernador de Moscú. Son presentados como si formaran parte del
mismo protoplasma de los familiares de Tolstoi. Esta fusión del dato empírico y la ficción
Común a todos los grandes practicantes del arte de la narrativa en el siglo XIX es la
creencia en el poder de la ficción como sistema legítimo de conocimiento. Mientras que el
escritor de ficción, o de cualquier otra forma, puede ser visto como un transgresor
arrogante, no es más que un conservador del sistema antiguo en su arte de organizar y
compilar el conocimiento que llamamos relato. En su corazón, el narrador pertenece a la
Edad de Bronce, y en definitiva vive gracias a ese discurso total que antecede a los
vocabularios especiales de la inteligencia moderna.
Desde luego que el escritor tiene una responsabilidad, sea solemne o satírica, en
realizar una composición que sirva para revelar una verdad. Pero la novela no se lee como
un diario: se lee como se escribe, con ánimo libre.
Una vez que se escribe la novela, la presencia histórica de la que habla se desdobla.
Tenemos a una persona, tenemos su retrato. No son lo mismo, no pueden serlo.
7. ¿Qué papel desempeñan en todo esto los auténticos historiadores? Si bien los
historiadores de la Asociación Histórica Estadounidense probablemente piensen que los
novelistas que utilizan material histórico son algo así como los trabajadores
indocumentados que cruzan la frontera por la noche, sin embargo todos los narradores
guardan entre sí un parecido natural, sea cual fuere su vocación o profesión.
Sin embargo, reconocemos la diferencia entre buena historia y mala historia, así
como entre una buena y una pésima novela.