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La gesta de Túpac Amaru vista por

Alexander von Humboldt


Hugo Vallenas

Izquierda, ilustración de Friedrich Georg Weitsch que muestra a Humboldt realizando


estudios en América en 1806 – Derecha, autorretrato de Humboldt realizado en 1814 en
París, con 45 años de edad.

El sabio alemán Alexander von Humboldt realizó dos expediciones científicas en


América del Sur. La primera fue entre junio de 1799 y mediados de 1800, recorriendo
las islas del Caribe y Venezuela. La segunda expedición, iniciada en marzo de 1801 y
que se alarga hasta agosto de 1804, le permitió visitar Cuba, México, Colombia,
Ecuador y Perú. Estuvo en el Perú desde el 23 de octubre hasta el 5 de diciembre de
1802.
Además de realizar minuciosos estudios geográficos y biológicos, Humboldt recogió
noticias sobre los movimientos políticos y sociales y mostró amplia curiosidad por la
heroica gesta protagonizada por Túpac Amaru II, de la que se hablaba mucho todavía
en América y Europa, pese al tiempo transcurrido desde 1781.
En su monumental obra Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente en los
años de 1799 a 1804, que comprendía en su edición original en francés 30 volúmenes,
Humboldt dedica en el tomo XIX, publicado en 1811, Atlas geográfico y físico del reino
de la Nueva España, 1 varios párrafos a rememorar la información que ha recogido
sobre tan épico episodio y que aquí ofrecemos a nuestros lectores.

1
El nombre original de la obra es: Relation historique du Voyage aux Régions équinoxiales du Nouveau
Continent, avec Aimé Bonpland (1814–1825), 30 vol., Paris, 1807-1834 (édition monumentale), 30 vol.

1
Nuestra transcripción, basada en la edición chilena de 1942, conserva las
características de las primeras ediciones en francés y español de la obra de Humboldt,
donde ciertos nombres geográficos tienen una inexactitud ortográfica aunque exactitud
fonética, por ejemplo «Carabaja», que es como un europeo escribiría lo que
entendemos como «Carabaya».
No obstante algunos detalles geográficos o de datación (la gesta es ubicada entre 1781
y 1782 y no entre 1780 y 1781), el recuento de Humboldt es interesante porque nos
revela la información que entonces circulaba sobre la gesta heroica del líder cusqueño
y nos muestra la forma de pensar acerca del problema indígena por un europeo de
ideas liberales que además dice tener cartas del propio Túpac Amaru y simpatizar con
las denuncias conocidas sobre sus problemas. Leamos:

«Muchos ejemplos modernos nos enseñan cuán expuesto es dejar a los


indios formar un status in statu perpetuando su separación, la rusticidad de
las costumbres, su miseria, y por consiguiente, los motivos de su odio
contra las otras castas. Esos mismos indios estúpidos, indolentes, y que se
dejan dar de palos a las puertas de las iglesias, se muestran astutos,
activos, arrebatados y crueles, siempre que obra unidos en un motín
popular. Convendrá dar una prueba de esta aserción. El grande alboroto de
1781 estuvo a pique de quitar al rey de España toda la parte de las
montañas del Perú, en la misma época en que la gran Bretaña perdía casi
todas sus colonias en el continente de América. José Gabriel Condorcanqui,
conocido con el nombre del Inca Túpac Amaru, se presentó capitaneando
un ejército indio, delante de los muros de Cusco. Era hijo del cacique de
Tongasuca, pueblo de la provincia de Pitza, o más bien, hijo de la mujer del
cacique; porque parece cierto que el tal Inca es mestizo, y que su
verdadero padre era un fraile. La familia Concorcanqui se dice descendiente
del Inca Sayri-Túpac, que despareció en la espesura de los bosques al E.
de Vilcacampa, y del Inca Túpac Amaru, que contra las órdenes de Felipe II
fue decapitado en 1578 por el virrey de don Francisco de Toledo.
José Gabriel había sido educado con algún esmero en Lima, y se volvió a
las montañas después de haber solicitado en vano de la Corte de España el
título de marqués de Oropesa, que lleva la familia del Inca Sayri-Túpac. Su
espíritu de venganza le condujo a sublevar los indios montañeses que
estaban irritados contra el corregidor Arriaga. El pueblo le reconoció como
descendiente de sus verdaderos soberanos, y como hijo del Sol. El joven se
aprovechó del entusiasmo popular que había excitado con los símbolos de
la antigua grandeza del imperio del Cusco; ciñó su frente con la diadema
imperial de los incas, mezclando hábilmente las ideas cristianas con los
recuerdos del culto del Sol.
En sus primeras campañas, protegió a los eclesiásticos y americanos de
todos los colores; y no persiguiendo sino a los europeos, se formó un
partido aun entre los mestizos y los criollos. Pero desconfiando los indios
de la sinceridad de sus nuevos aliados, hicieron muy luego una guerra de
exterminio a todo lo que no era de su raza. José Gabriel, del cual conservo
cartas en que se titula Inca del Perú, fue menos cruel que su hermano
Diego, y sobre todo menos que su sobrino Andrés Condorcanqui, el cual, a
la edad de 17 años, desplegó grandes talentos pero un carácter

El tomo que menciona la gesta de Túpac Amaru II es: (XIX) Atlas géographique et physique du royaume de
la Nouvelle Espagne (1811). La trascripción realizada corresponde a la versión española titulada El barón A.
de Humboldt: Ensayo político sobre Nueva España. Prólogo, selección y notas de Luis Alberto Sánchez.
Ediciones Ercilla, Chile, 1942, pp. 134-136.

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sanguinario. Esta sublevación, que me parece ser poco conocida en
Europa, y de la cual daré noticias más puntuales en la narración histórica
de mi viaje, duró cerca de dos años. Túpac-Amaru había conquistado ya las
provincias de Quispicanchi, Tinta, Lampa, Azángara, Caravaja y
Chumbivilcas, cuando los españoles le hicieron prisionero a él con toda su
familia; y todos ellos fueron descuartizados vivos en la ciudad del Cusco.
El tal Inca había inspirado tan gran respeto a los indígenas, que a pesar del
miedo de estos a los españoles, y estar rodeados de soldados del ejército
victorioso, se prosternaron a la presencia del último hijo del Sol, cuando
este atravesaba las calles para ir al suplicio. Al hermano de José Gabriel,
Diego Cristóbal Túpac-Amaru, no le quitaron la vida hasta mucho tiempo
después de concluida esta conmoción revolucionaria de los indios
peruleros. Cuando el jefe cayó en manos de los españoles, Diego se rindió
voluntariamente para aprovecharse del indulto que se le prometió en
nombre del rey, por medio de una convención que se firmó entre él y el
general español el día 26 de enero de 1782, en el pueblo indio de Sihuani,
situado en la provincia de Tinta; y vivió tranquilamente con su familia
hasta que, por una política insidiosa y suspicaz, fue preso bajo pretexto de
una nueva conspiración.
Los horrores que los naturales del Perú cometieron contra los blancos en
1781 y 1782 en la cordillera de los Andes, se repitieron 20 años después
en los pequeños alborotos que hubo en el llano de Riobamba. Es del mayor
interés, aun para la tranquilidad de las familias europeas establecidas
siglos ha en el continente del nuevo mundo, mirar por los indios y sacarlos
de su presente estado de barbarie, de abatimiento y de miseria».

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