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Con la muerte de Shimón ben Shetaj, se acabó el período de sosiego. Los dos hijos de
Shlomit Alexandra - Hircanus y Aristóbulo - aspiraban cada uno, heredar el trono.
Dado el carácter efusivo de Aristóbulo, la reina prefirió entregar el mando a Hircanus,
quien también ejercía como Cohen Gadol.
En uno de los momentos más tristemente “célebres”, el Monte del Bet haMikdash en la
ciudad de Ierushalaim estaba sitiado, con un hermano guareciéndose adentro y el otro
al acecho, afuera.
A fin de mantener vivo el servicio del Bet HaMikdash, todos los días se hacía llegar a
través de un sistema de sogas y poleas que los subían por las murallas, los 2 corderos
que se necesitan para la ofrenda diaria del Tamid, a cambio de una suma exorbitante
de dinero.
Un anciano dijo a los combatientes externos, en el lenguaje de “Jojmá Ievanit”
(filosofía griega, vedada por los Sabios), que jamás conquistarían la ciudad mientras se
ofrendaran los corderos.
Al día siguiente, los contendientes enviaron un cerdo en lugar de los corderos. Cuando
el cerdo estaba a medio camino, clavó sus garras en la pared de Ierushalaim y la
Tierra de Israel se sacudió a lo largo y ancho de 400 Parsá (Menajot 64:).
Itzjak, el patriarca, había presagiado a su hijo Eisav, cuando éste insistió en recibir una
bendición suya, que “vivirás mediante tu espada”. Tanto en su trato hacia las demás
naciones, como en sus asuntos internos, las cuestiones se dirimirían por el filo del sable.
Sobre esta forma de actuar se expresó Hilel, cuando - al ver una calavera flotando en las
aguas - pronunció: “por aquellos que has hundido, te han sumido, y finalmente
quienes te hundieron, naufragarán” (Pirkei Avot 2:6).
El pasaje de la Torá vaticina que cuando Israel no se conduzca según los dictámenes de
la Torá, “los enemigos serán sus jueces” (Dvarim 32:31). Así, precisamente, sucedió en
aquel momento.
Vivía en aquella época un tzadik (hombre muy justo) llamado Joni haMeaguel (que
hace círculos). Este apelativo se debe a que en ciertas oportunidades escaseaba lluvia,
entonces Joni marcó un círculo alrededor suyo y rezó a D”s, prometiendo no salir de
su marca hasta que lloviera. Y efectivamente, D”s provocó que lloviera de inmediato.
En esta oportunidad, ambas facciones solicitaron la ayuda de Joni, pero éste -
obviamente - se negó. No estaba dispuesto a participar de peleas intestinas: “D”s
Todopoderoso: quienes están sitiando son Tu pueblo, y quienes están adentro son Tus
Cohanim. Te ruego: no atiendas los pedidos de unos o de otros para provocar daño a
los otros...”.
Lamentablemente, tanto las conquistas políticas como los logros espirituales que
habían alcanzado los Jashmonaim, se habían diluido por obra de sus propios
descendientes.
El final de los Macabeos fue trágico. Todos murieron de forma violenta.
Herodes
A medida que se iban turnando los gobiernos romanos, el muy hábil Antipater sabía
cómo congraciarse en cada instancia con aquel que llegaba al poder.
Antipater, el edomita, tuvo varios hijos, siendo Herodes el más terriblemente famoso de
todos ellos.
Inicialmente Herodes ejerció el cargo de gobernador del Galil (al norte de Israel), con
la anuencia del procónsul romano. En uno de los tantos descontentos que demostró el
pueblo por su uso indiscriminado de la fuerza, y por los impuestos arbitrarios y
agobiantes que imponía, mandó a matar a varios opositores.
El Sanhedrín lo citó para juzgarlo, pero Herodes compareció ante el tribunal en forma
desafiante, rodeado de soldados y vestido de púrpura como un rey. Ante tal panorama,
los jueces presentes inclinaron atemorizados sus cabezas en señal de mesura y
sometimiento.
Sin embargo, uno de ellos - Shamai - no se dejó intimidar. En tono serio hizo saber a
sus compañeros lo errado que estaban al permitir que se influya su juicio por temer a
la persona a quien debían juzgar. Y advirtió que, como consecuencia de su pánico
injustificado, terminarían siendo eliminados por aquella misma espada que estaban
intentando evadir ahora.
Luego de escuchar sus palabras, los jueces tomaron coraje y quisieron imponer justicia
a Herodes, pero él se fugó.
Tras muchas luchas cruentas, Herodes llegó a ser rey de Judea y se casó por la fuerza
con Mariana la Hasmonea, en un intento de hacerse querer por el pueblo, ya que sabía
que a él lo detestaban profundamente.
El odio entre el pueblo y Herodes era evidente, y cuanto más Herodes perseguía a los
opositores, más odio se fomentaba.
Finalmente Herodes acabó asesinando a los últimos sobrevivientes de los Jashmonaim.
El hermano de Mariana, sus propios hijos e incluso su propia esposa, cayeron como
resultado de sus celos y crueldad.
La edificación de un nuevo Bet haMikdash
A pesar de su terrible conducta, se le atribuye a Herodes el mérito de renovar el Bet
haMikdash. El Talmud cuenta que quien no conoció al Bet HaMikdash, refaccionado y
adornado por Herodes, no tuvo oportunidad de haber visto una verdadera edificación
hermosa en su vida.
En cierto momento Herodes visitó a Bava ben Buta, uno de los Sabios que habían
sobrevivido a sus matanzas pero a quien Herodes mantuvo con vida para pedir consejo,
a fin conocer la opinión de los Sabios acerca de su gestión.
Bava ben Buta estaba ciego (pues Herodes le había quitado los ojos), y Herodes fingió
ante él, ser un ciudadano común.
Comenzó a conversar con el anciano acerca de lo repulsivo que actuaba el gobierno:
“¡¿Has visto lo que ha hecho este esclavo (Herodes) tan indigno?!” - preguntó.
A lo que indagó Bava ben Buta: “¿Qué debo hacer?”
“¡Pues lo debes maldecir!” - respondió el rey.
Sin embargo, Bava ben Buta replicó con el pasaje de Kohelet (10:20): “aun en tu
aposento no debes denigrar al rey”.
Pero Herodes insistió: “¡pero él no es realmente un rey!”
Bava ben Buta no se dejó llevar: “aun si solo fuera una persona rica o un Nasí, el
pasaje dice: ‘en tu alcoba no maldigas a un hombre próspero’, y también está escrito:
‘no blasfemes a un Nasí de tu pueblo”.
Herodes siguió intentando seducir al anciano para extraerle una calumnia: “la palabra
‘de tu pueblo’ que acabas de citar indica que el pasaje se refiere a no blasfemar a
quien actúa (dignamente) como miembro digno de tu nación - pero Herodes no se
conduce rectamente!”
Al notar que el interlocutor no se convencía por los pasajes citados, Bava ben Buta
insistió por la lógica humana: “aun si fuera así, yo le temo (y por eso no hablaría)”.
Herodes trató de calmar su aprensión: “¡¿Por qué temes, si estamos solos (y no hay
quien te delate)?!”
El anciano siguió señalando el mismo pasaje que había aludido anteriormente: “pues
el ave del cielo conducirá la voz...”.
Finalmente el rey se dio por vencido: “Soy Herodes. - ¡Si hubiera sabido que los
Jajamim son tan cuidadosos, no los hubiese matado! - ¿Qué debo hacer para corregir
mi error?”
Bava ben Buta le respondió: “has enceguecido la luz del mundo (a matar a los
Jajamim), tal como dice el pasaje: “pues el precepto es una vela y la Torá es la
luminaria”. Ahora tienes la oportunidad de arreglar la luz del mundo (el Bet Mikdash)
del que dice: “y serán atraídos a él (Bet haMikdash) todas las naciones (como hacia la
luz)” (Ieshaiahu 2:2)
Los romanos - a quienes Herodes servía con mucha diligencia, seguramente no
mirarían la reedificación del Bet haMikdash con buenos ojos, por lo que el rey hizo
saber que se acobardaba frente al reino (de Roma).
A lo que Bava ben Buta le sugirió: envía un mensajero pidiendo permiso para destruir y
reconstruirlo. El mensajero tardaría un año a la ida, más un año de estadía en Roma, y
otro de regreso. Para entonces, ya estaría terminada la renovación.
Y así se llevó a cabo (Bava Batra 4.).
Hillel y Shamai
En medio de la opresiva oscuridad provocada por el gobierno de Herodes, surgió una
personalidad brillante que nos ilumina hasta el día de hoy.
Hillel HaBavli (“el Babilonio”) floreció en el anonimato humilde en medio de la
pobreza económica personal, para convertirse en Nasí (jefe del Sanedrín) y líder
espiritual de los judíos.
“Al comienzo (de la era del Segundo Bet haMikdash) la Torá estaba bajo amenaza de
ser olvidada por parte de Israel, hasta que llegó Ezrá haSofer desde Babilonia, y la
restableció (en la Tierra de Israel). La Torá estuvo nuevamente bajo amenaza de ser
olvidada por parte de Israel (al final del reinado de los Jashmonaim). Vino entonces
Hillel HaBavli y la restableció una vez más” (Sucá 20.).
Hillel es uno de los más grandes héroes de toda la historia judía. Afable, paciente,
perseverante, sabio, y con gran visión, fue un gigante intelectual, que tomó las
iniciativas que neutralizaron las crueldades de Herodes y sus influencias, que inducían
a imitar los hábitos romanos. Pero esto lo hizo de manera indirecta, evitando la
confrontación.
Para el judío promedio de Judea de la época y para todo el futuro, Hillel sería
infinitamente más trascendental que Herodes. Del mismo modo y de ahí en más, sería
irrelevante para los judíos de la diáspora quién era el gobernante de turno, siempre y
cuando le permitiera desarrollarse y vivir su vida como judío. Obviamente, cuando el
gobierno se convirtió en demasiado opresivo y violento, no podía ya ser ignorado, pues
sus políticas inevitablemente interferían en la vida interna judía.
El contraste es evidente: mientras en las esferas herodianas había una puja constante por
el poder, ¡los estudiosos dimitían abnegadamente su cargo, si extendían que había
alguien más indicado para el puesto!
Las discusiones sobre temas legales de las Ieshivot de Hillel y Shamai (como la gran
mayoría de las discusiones similares del Talmud) se caracterizaban por tratarse de casos
atípicos, si no totalmente hipotéticos. Las situaciones cotidianas en una sociedad
observante de las Mitzvot, no daban espacio a que hubiese dificultades en la resolución
de ellas. El análisis de estos casos no habituales permite una comprensión cabal de la
ley de la Torá.
Tanto en la discusión de aquellos Sabios, como los Poskim (expertos en Halajá)
posteriores hasta el día de hoy, salvando las distancias, no hubo ni existe influencia
alguna de lo que sostenga la opinión pública o alguna subjetividad personal en la
resolución de la ley. Es por eso que el Talmud define sus argumentos (los de ambos
lados) “palabras del D”s Viviente”. Ambos se esmeraron en llegar a comprender las
enseñanzas de sus maestros con precisión objetiva (Eruvin 13:).
Hasta hoy estudiamos las opiniones de Bet Hillel y de Bet Shamai con la misma
devoción. No caducaron con el tiempo, por más que en la práctica sólo se obedece la ley
como una sola de ellas. Había motivación Di-vina. Había objetividad.
Asimismo, hay un error muy común de mucha gente que cree que, en las discusiones de
Halajá, los alumnos de la Ieshivá de Hillel eran sistemáticamente más permisivos que
los de Bet Shamai.
Basándose en este yerro, algunos construyeron una teoría por la que se dicen (de sí
mismos) ser más “tolerantes” por pertenecer a la escuela de Hillel..
Según esta versión, frente a esta postura “comprensible”, se contrapone la actitud
ortodoxa, intransigente, rígida, cerrada y retrógrada...
Sin entrar en la hipocresía que esto encierra, la verdad histórica, tal como se evidencia
en las páginas del Talmud, da por tierra con este concepto. En la mayoría de las
diferencias no se puede registrar quién de ambos es el más exigente, y quién más
anuente. P. ej., en cuestiones de litigios económicos, lo que “favorece” a una parte,
“perjudica” a su adversario. Aparte, en muchas instancias la misma postura halájica se
plasma en cierta situación en anuente, y mediante la misma lógica torna otra
circunstancia paralela en severa. Al margen, hay más de 40 casos en los que Bet Hillel
es más severo que Bet Shamai...
Herodes construyó grandes monumentos que pueden ser visitados hasta el día de hoy.
Pero no son más que eso: pilones fríos de piedra.
En cambio, Hillel, Shamai y sus discípulos, construyeron la infraestructura espiritual
que protege y preserva al pueblo de Israel por toda la eternidad. Fue así, que la Ley
Oral, cuya transmisión estuvo en peligro de extinción dada la implacable persecución
romana, sigue siendo la columna vertebral de la vida judía hasta la actualidad.
Herodes no fue el verdadero líder del pueblo de Israel, Hillel y Shamai lo fueron.
El gobierno títere de los romanos terminó cayendo. Pero el pueblo de Israel, bendecido
con la Torá que enseña a vivir la vida con moralidad y probidad, sobrevivió e incluso
prosperó en todas las circunstancias.
Daniel Oppenheimer