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Javier Marín Pérez

Fundamentos de Psicología Social

LA CRISIS DEL INDIVIDUO MODERNO DESDE EL PUNTO DE VISTA


PSICOSOCIAL

A lo largo del curso sobre psicología social he obtenido una amplia


aunque no completa visión de los antecedentes causales del mal del
individuo moderno. Vislumbramos este mal desde un punto de vista social
dada la consideración del hombre de animal social, y para ello resulta
necesario buscar los orígenes de la sociedad moderna aburguesada y
capitalista que domina en el mundo occidental. Es necesario realizar un
diagnóstico preciso, aproximándose a la historia de la sociedad donde
surgió el individuo moderno y con ello conocer su evolución personal.
Intentaré realizar un análisis de la figura del hombre moderno que
surge en el mundo posterior a la reforma luterana y se convierte en el
modelo burgués. Hablamos de ese individuo que huye de la belleza y se
aferra al mástil de la racionalidad, pero esa decisión acarrea que los que
dirigen su nave se vean forzados a huir del mundo, de su propio deseo.
Para dicho análisis de individuo moderno me remitiré a dos autores
de la Escuela de Frankfurt, Adorno y Horkheimer. En su “Dialéctica del
Iluminismo”1, abordaron el nexo entre mito, dominio y trabajo, utilizando
como metáfora un canto de la Odisea. El héroe debía sortear una dificultad
mayúscula: el canto de las sirenas y la inusitada tentación que arroja. Para
Adorno y Horkheimer hay una “promesa de felicidad” detrás de esa
supuesta amenaza, por lo que podría estar designando el mito
transformador, la utopía superadora, la esperanza de la liberación. Pero la
Civilización se defiende por todos los medios de tal invitación
desestabilizadora: “Quien quiere perdurar y subsistir no debe prestar oídos
al llamado de lo irrevocable”, viene a decir a los trabajadores y consigue, en
efecto, reafirmarlos como seres prácticos, que miran adelante y se
despreocupan de lo que está a sus costados. Los marinos que obedecen a
Ulises son por ello incapaces de percibir la belleza del canto de las sirenas,
la promesa redentora que tal vez encierra, y sólo encuentran ahí una
ocasión de peligro; en realidad, no oyen nada. Ulises, en cambio, señor
terrateniente que hace trabajar a los demás para sí, puede oír el canto; y,
para protegerse, pide que lo dejen atado al mástil. Exige que lo amarren
fuertemente, para superar la tentación. Para Adorno y Horkheimer, Ulises
anticipa la actitud de los posteriores burgueses, que se negarán con mayor
tenacidad la felicidad aún cuando -por su propio poderío- la tengan al
alcance de la mano. El burgués, lo mismo que Ulises, teme su propia
emancipación. Encadenado, no menos que sus subordinados, a la
Obediencia y al Trabajo, se muestra tan hostil a la propia muerte como a la
propia felicidad.
Ulises finalmente descubre que poco tiene que temer, disfruta
estéticamente el canto y hace señas con la cabeza para que sus servidores
lo desaten. Pero es tarde; los trabajadores, incapaces de oír la melodía,
ineptos para el reconocimiento de la belleza, inmunes a la seducción
utópica o liberadora, nada saben y nada hacen.
He mencionado anteriormente que esta posibilidad de individuo surge
en la época y en el mundo posterior a la reforma. Para el análisis de cual es
el cambio que se produce es necesario un análisis del personaje que la
1
Adorno, T.W. y Horkheimer, M. Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos. Madrid. Trotta.
1998, 2003.

1
produce, Lutero, para luego más tarde poder comprender que mecanismos
se activan para llegar a producir la clase de individuo precario en su
humanidad que renuncia a la satisfacción y se limita a una vivencia
ascética. Este individuo será el germen en el cual surja el modelo imponente
en el capitalismo de sujeto ahorrador dedicado al trabajo.
La propuesta luterana muchas veces olvidada es la de considerar que
solamente hay salvación a través de la fe, y no a través de las obras. El
catolicismo cree en la redención de nuestros pecados, por lo que el
individuo no se ve sometido a una presión sobre sus actos. Mientras que
Lutero considera que cuanto más conscientes seamos de nuestros pecados
y más alejados de Dios nos sintamos, más posibilidades tenemos de que
Dios se fije en nosotros2.
Lutero considera que se ha producido una perversión del mensaje de
Cristo. La iglesia de Roma de san Pedro ha renunciado al mensaje de san
Pablo. Lutero considera que el comienzo del cristianismo se produce cuando
Jesús en la cruz pronuncia: “Padre, ¿por qué me has abandonado?”.
Lutero supone la supremacía de la conciencia individual frente al
poder, en él se produce una renuncia al papel de interpretación que se
encontraba en posesión de la jerarquía eclesiástica. Ya no es necesaria la
intervención de un sacerdote para interpretar el mensaje de Dios. Pero este
camino para Lutero que supone la base del individualismo y marca la
democracia moderna no es un camino hacia la felicidad. La revolución
luterana no pasa del ámbito espiritual y en ella se produce un ejercicio de
repliegue individual y de moralización de la masa.
Para autores como Horkheimer la reforma protestante supuso la
interiorización del dominio. El hombre ya no se encontraba sometido por un
poder exterior, sino que se veía acorralado en su yo interior en una angustia
vital sometido a un poder no tangible.
Llegados a este punto de discusión me parece oportuno introducir la
visión dada por Erich Fromm3 en su análisis del carácter social y en lo
concerniente a las raíces emocionales del protestantismo de la primera
época y del autoritarismo moderno. En su obra realiza un análisis del
carácter masoquista donde, por ejemplo, el amor posee el significado de
dependencia simbólica y no de afirmación mutua y de unión sobre una base
de igualdad, el sacrificio entraña extrema subordinación del yo individual a
una entidad superior, y no la afirmación del yo espiritual y moral; la
diferencia entre individuos significa un desnivel de poder y no la realización
del yo fundada sobre la igualdad; la justicia indica que cada uno debe recibir
lo que merece y no que el individuo posee títulos incondicionales para el
ejercicio de los inalienables derechos que le son inherentes en tanto
hombre; el coraje es la disposición de someterse y a soportar el sufrimiento,
y no la afirmación suprema de la individualidad en lucha contra el poder.
Fromm analiza el individuo moderno en el momento de que se
encuentra en el estado de abandono del estado preindividualista propio del
antiguo régimen, y en su disyuntiva de tener que elegir entre un modelo de
vida donde prime su individualidad y un relación espontánea hacia los
hombres y la naturaleza, o por el contrario debido al miedo a la libertad su

2
En este punto me gustaría aludir a la película alemana de 2009 La cinta blanca, del director Michael
Haneke. En ella se nos muestra la sociedad protestante de preguerra. Se nos introduce su visión del horror
ante el pecado y como las personas se encuentran sometidas a los designios de un Dios todopoderoso que
concede de modo arbitrario su gracia. Este modelo social será capaz de crear personalidades autoritarias
que actúan en nombre de algo más grande y personajes sometidos a una voluntad y a unos objetivos
superiores.
3
Fromm, E., El miedo a la libertad, Barcelona, Paidós, 2008.

2
carácter se someta a una autoridad para librarse de la difícil tarea de ser
libre y de sentirse solo y angustiado. Si bien el individuo puede sentirse
seguro y satisfecho conscientemente con esta última opción, en su
inconsciente se dará cuenta de que el precio que paga representa el
abandono de la fuerza y de la integridad de su yo.

“Si el proceso de desarrollo de la humanidad hubiese sido


armónico, si hubiese seguido un plan determinado, entonces ambos
aspectos de tal proceso –aumento de la fuerza y aumento de la
individualización- se habrían equilibrado exactamente. Pero, en rigor,
la historia de la humanidad está llena de conflictos y de luchas. Cada
paso hacia un mayor grado de individuación entraña para los
hombres una amenaza de nuevas formas de inseguridad. Una vez
cortados los vínculos primarios, ya no es posible volverlos a unir; una
vez perdido el paraíso, el hombre no puede volver a él. Hay tan sólo
una solución creadora posible que pueda fundamentar las relaciones
entre el hombre individualizado y el mundo: su solidaridad activa con
todos los hombres, y su actividad, trabajo y amor espontáneos,
capaces de volverlo a unir con el mundo, no ya por medio de los
vínculos primarios, sino salvando su carácter de individuo libre e
independiente”.

Lo que provoca que la libertad se convierta en una carga insoportable


para el hombre es la falta de sincronización [lag] entre el proceso de
individualización que se produce en el hombre4, y la falta de condiciones
económicas, sociales y políticas. Este desmembramiento de los vínculos
primarios provoca en el individuo una duda y un tipo de vida que carece de
significado5, y provoca el abandono de la libertad en busca de refugio en la
sumisión o en algún tipo de relación que alivie la incertidumbre.
Erich Fromm considera que el proceso de individualización comenzó
en Europa con el Renacimiento italiano. A la vez se puede considerar
también como el inicio de la sociedad burguesa capitalista, aunque será
gracias a la Reforma que se desarrolle plenamente el sujeto burgués. Si
bien este proceso sirvió para liberar al pueblo de las restricciones más
manifiestas y el sujeto se ha desarrollado, también ha aumentado el retraso
en el desarrollo de la «libertad de» y el de la «libertad para». Se produce
una desproporción entre la libertad de todos lo vínculos y la carencia de
posibilidades para llevar a cabo dicha libertad.
Para Fromm será la reforma la que otorgue al individuo un carácter
de sumisión en las relaciones con Dios, sumisión debida a la impotencia del
hombre. Lutero habla de esta sumisión como de algo voluntario, como una
consecuencia del amor. Pero lo que realmente otorga al individuo es un
sentimiento de pecado e impotencia que otorga a su relación con Dios un
carácter de sumisión6.
Lutero presumía la existencia de una maldad innata en la naturaleza
humana, maldad que dirige su voluntad hacia el mal e impide a todos los

4
Proceso que como ya hemos mencionado viene marcado por la reforma protestante.
5
Modelo de vida imperante en el mundo occidental que se puede reducir a: Hacer vivir, dejar morir
frente al modelo del antiguo régimen que demostraba su poder a través de la muerte. Este nuevo modelo
llamado biopolítica se centra en la capacidad de producir nuevas capacidades basadas en la racionalidad
de la ciencia. Los sujetos se ven sometidos a la racionalidad de la ciencia y orientados en la conciencia de
aceptar el modelo político imperante.
6
Exactamente como la dependencia masoquista de una persona respecto a otra, con frecuencia es
concebida como «amor».

3
hombres poder realizar, fundándose solamente en su naturaleza, cualquier
acto bueno. El hombre posee una naturaleza mala y depravada (naturaliter
et inevitabiliter mala et vitiata natura). La depravación de la naturaleza del
hombre y su absoluta falta de libertad para elegir lo justo constituye uno de
los conceptos fundamentales de todo el pensamiento de Lutero. Esta
convicción acerca de la corrupción del hombre y de su impotencia para
realizar lo bueno por sus propios méritos es una condición esencial de la
gracia divina. Solamente si el hombre se humilla a sí mismo y destruye su
voluntad y orgullo individuales podrá descender sobre él la gracias de Dios7.
En la sociedad medieval el individuo debía trabajar si quería vivir, y el
mismo trabajo no suponía una actividad digna del hombre libre. Con el
cambio operado en el carácter social en la época moderna los hombres
ahora estaban impulsados a trabajar, no tanto por la presión externa como
por una tendencia compulsiva interna que los obligaba de una manera sólo
comparable a la que hubiera podido alcanzar un patrón muy severo en otras
sociedades. Este sentimiento de «deber» se halla completo por una
hostilidad contra el yo. El hombre se ve arrastrado por su «conciencia», que
no es otra cosa que las exigencias sociales externas que se han hecho
internas.
La obra iniciada por el protestantismo, al liberar espiritualmente al
hombre, ha sido continuada por el capitalismo, el cual lo hizo desde el
punto de vista mental, social y político. La libertad económica constituía la
base de este desarrollo, y la clase media era su abanderada. También
contribuyó poderosamente al aumento de la libertad positiva, al crecimiento
de un yo activo, crítico y responsable. Sin embargo, también produjo una
consecuencia inversa al hacer del individuo más solo y aislado, y al
inspirarle un sentimiento de insignificancia e impotencia.

“Calvino y Lutero prepararon psicológicamente al individuo


para el papel que debía desempeñar en la sociedad moderna:
sentirse insignificante y dispuesto a subordinar toda su vida a
propósitos que no le pertenecían. Una vez que el hombre estuvo
dispuesto a reducirse tan sólo a un medio para la gloria de un Dios
que no representaba ni la justicia ni el amor, ya estaba
suficientemente preparado para aceptar la función de sirviente de la
máquina económica, y, con el tiempo, la de sirviente de algún
Führer.”

Con la llegada de la fase monopolista del capitalismo se redujeron


drásticamente las posibilidades de obtener el éxito individual, con lo que se
acrecentó el sentimiento de impotencia y soledad. Gran parte de la clase
media se ve sometida a poderes que desconoce y sus posibilidades de
éxitos no son otras que las de formar parte de estructuras que desconoce8.
Fromm analiza en su obra los mecanismos de evasión de los que se
sirve el sujeto para huir del fatal mundo. El individuo descubre que es
7
Observamos a su vez en el protestantismo la dicotomía -sumisión a los poderes superiores y
dominación sobre los inferiores- que luego será propia del carácter autoritario. Según Lutero el concepto
del libre albedrío solamente podrá ser usado en la medida en que “permita al hombre una «voluntad
libre», no ya con respecto a los que le son superiores, sino tan sólo con aquellos seres que están por
debajo de él mismo”.
8
Sobre esta cuestión E. Fromm habla de la existencia de un grupo pequeño monopolista que controla en
secreto toda la sociedad (Pág. 192). Hoy en día y más con la situación actual podemos plantearnos cuales
son los factores que dirigen nuestra vida social. Aunque no estamos presionados, somos animales
determinados por las circunstancias sociales, por lo que la pregunta a realizar puede ser ¿Quién dirige la
sociedad?

4
«libre» en el sentido de que se halla solo con su yo frente a un mundo
extraño y hostil9. El sujeto busca algo o alguien a quien encadenar su yo; no
puede sentir su libertad y huye de su propio yo. El autor del miedo a la
libertad trata el masoquismo o el sadismo como mecanismos de búsqueda
de sumisión y de renuncia a la libertad. Dichos mecanismos tratan de
acabar con el aislamiento del individuo aunque conlleve la pérdida de
dirección vital, o precisamente por eso mismo. Las tendencias masoquistas
renuncian a la conquista de su propio yo a cambio de entregarse a algo
mayor, a una entidad superior que permita a la persona formar parte de
ella. Al participar de un movimiento mayor o eterno el individuo forma parte
de él, aunque ello le obligue a perder su libertad individual, o la vida. Estos
mecanismos acaban teniendo una visión del sufrimiento como un objetivo
apetecible.
El sujeto dominante no queda exento de esta relación con el
elemento sumiso. Ambos sujetos se necesitan; el sumiso necesita
entregarse a un poder dominante superior, mientras que el sujeto
dominante se reafirma a través de la visión del sumiso. La figura dominante
tiene poder porque el sumiso se lo otorga, se establece una relación de
interdependencia10.
En la dialéctica del amo y el esclavo del Hegel las posiciones quedan
definidas por dos figuras contrapuestas e interrelacionadas. El señor es
aquel capaz de renunciar a la vida por sus valores, mientras que el siervo
queda sometido por su apego a la vida biológica. Pero con el tiempo el
señor olvida sus valores centrándose en el goce, mientras que el siervo
vuelve a humanizarse a través del trabajo, que le otorga la capacidad de
transformar la naturaleza.
Para Fromm el carácter autoritario reside en sufrir lo que el destino, o
su representante personal o «líder», le ha asignado. Sufrir sin lamentarse
constituye la virtud más alta, y no lo es, en cambio, el coraje necesario para
poner fin al sufrimiento. El heroísmo propio del carácter autoritario no está
en cambiar su destino, sino en someterse a él11.

“El mundo se compone de personas que tienen poder y otras


que carecen de él; de superiores y de inferiores. Sobre la base de sus
impulsos sadomasoquistas experimenta tan sólo la dominación o la
sumisión, jamás la solidaridad”.

La solución adoptada por la mayoría de individuos “normales” en la


sociedad moderna es la del conformismo. Para hacer desparecer la soledad
y la impotencia y la discrepancia entre el «yo» y el mundo, el individuo
adopta las pautas culturales “normales”. Se produce una renuncia de su
personalidad y se convierte en un autómata. El sujeto deja de poseer
pensamientos o deseos propios y se convierte en miembro de la sociedad.
Aunque conscientemente sigue pensando que los pensamientos son suyos,
no son más que las pautas otorgadas por la sociedad12.

9
Citando a Dostoievsky es su obra Los hermanos Karamazov, el individuo no tiene “necesidad más
urgente que la de hallar a alguien al cual pueda entregar, tan pronto como le sea posible, ese don de la
libertad con que él, pobre criatura, tuvo la desgracia de nacer”.
10
En este punto podemos aludir a la teoría del reconocimiento establecida por F.W. Hegel. Las figuras
enemigas se necesitan porque el ser humano necesita del reconocimiento. El conflicto se produce porque
se busca ser reconocido sin reconocer a los demás.
11
En la sociedad nos encontramos con individuos que sin poseer el carácter autoritario ni el sesgo
sadomasoquista, necesitan de un auxiliador mágico, alguien o algo del que depender o poder hacer
responsable de sus propios actos.

5
En el capítulo final de la obra de Fromm se nos analiza el individuo en
la sociedad moderna, viviendo en libertad y democracia. El autor recalca la
renuncia del individuo a su parte emocional, la persona se encuentra en la
obligación de actuar de manera racional y se encuentra embobada por
sentimientos superfluos que mitigan el anhelo de emociones. El individuo
moderno se encuentra en la sensación de habitar en un mundo demasiado
complejo para su compresión. Los hechos más atroces se convierten en los
más cotidianos quitándoles importancia. El telediario salta de catástrofes al
mundo de la telebasura en un anuncio y con el mismo tono de voz del
presentador. La rueda del mundo gira sin que el individuo pueda pararla, los
acontecimientos son reducidos a altercados. El individuo común sometido a
la racionalidad que habita un mundo estéril se limita al conformismo.
Para analizar el estado de la sociedad moderna es necesario que
intentemos buscar un momento de fricción en el cual haya sido posible que
se vislumbrara un acontecimiento que fuera capaz de sacar de la alineación
a los individuos sociales. Tras la segunda guerra mundial ha imperado en
occidente el modelo social de que todo individuo tiene un lugar establecido
son relaciones sociales intensas. El poder realiza un control desde nuestra
“conciencia” y conformismo. En la ciudad ya no quedan espacios para la
política, espacios donde puedan darse circunstancias no establecidas, los
individuos nos dirigimos directos a la meta sin mirar el paisaje. Ese estado
de policía de Jacques Rancière se identifica con el modelo de la peste de
Michel Foucault. Todo está normalizado y establecido y los individuos deben
permanecer en su espacio personal.
Ese último acontecimiento donde se rompieron las barreras no
tangibles fue el Mayo del 68. En ese acontecimiento las personas se
volvieron a interrelacionar, se volvieron inconformistas. El hecho causal que
lo desató no fue otra cosa que el malestar inconsciente del individuo que
trataba de huir del mundo reticulado en el cual prima el deber social.

12
Una muestra de las diferentes respuestas a través de un análisis de las personalidades puede ser la
película de 1975 y dirigida por Sidney Lumet, Doce hombres sin piedad. En ella se nos muestra no
solamente una revisión del sistema judicial, sino como las personas ofrecen diferentes respuestas según
sus influencias, su bagaje educacional, familiar, etc. Muchas se muestran conformistas y se vuelven
agresivas cuando pierden sus pilares o se sienten atacados, no se ven capaces de pensar a través de su
propia óptica.

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