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Derechos reservados;

Ⓒ Héctor Díaz

Impreso en México 2008

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A mi esposa “Norma” pues se cuanto
le afectan estas cosas

A mi hijo “Héctor Daniel” esperando que


le sirva para que le afecten menos

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ÍNDICE GENERAL

LOS MUERTOS Y LOS FANTASMAS

LA MUERTE NO EXISTE

LA MUERTE ES MALA, PERO EL PRELUDIO ES


PEOR

LA MUERTE SOLO ES PARA LOS ADULTOS

TUS JUGUETES NO SE MUEREN, LAS


MASCOTAS SI

LA MUERTE CARCOME LAS ORILLAS

LA MUERTE VULNERA EL UMBRAL

NADIE SE MUERE EN LA VÍSPERA

PARA MORIRSE... CUALQUIER DÍA ES BUENO

¡YA MADURA! SOY YO... LA MUERTE

LA MUERTE TOCANDO A MI PUERTA Y


ENTRANDO EN MI CORAZÓN

A LA VUELTA DE LA ESQUINA

Y TODO A PULMÓN

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LA MUERTE “EL MIGUEL ANGEL” DE LA VIDA

VIDA, NADA TE DEBO… MUERTE, ESTAMOS EN


PAZ

¿NADIE SE MUERE EN LA VÍSPERA?... MI


ABUELITA SI...

¡SEÑORAS Y SEÑORES!, CON USTEDES... “LA


MUERTE”

SIMPATIA POR LA MUERTE

LO QUE APRENDÍ DE LA VIDA, LO QUE HE


APRENDIDO DE LA MUERTE

CRÓNICA DE UNA MUERTE ACEPTADA

PROLOGO

La experiencia me ha dejado ver que cuando


alguien quiere escribir sobre un tema, tiene que

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documentarse bien, leer lo más que pueda acerca
de lo que piensa abordar y en pocas palabras
empaparse de todo lo más que pueda acerca de
estudios e investigaciones que se relacionen con
lo que va a escribir. Hasta el día de hoy por mi
profesión y los trabajos en los que me he
desempeñado, he realizado dos tesis, he
colaborado en más de cuatro, he escrito,
propuesto y llevado a cabo no menos de tres
estudios sobre educación (uno de los cuales
sigue vigente a nivel de la Universidad), y en
estos momentos me encuentro por azar
dirigiendo dos tesis mas; y en todo esto que
menciono, siempre he tenido que leer lo más
posible acerca de cada uno de los temas y
documentarme para poder hacer algo que tenga
validez y siente sus bases en estudios serios que
hayan pasado, soportado y afrontado las pruebas
del tiempo y los estudios de los escépticos que
siempre están tratando de demostrar lo contrario.
Sin embargo en esta ocasión y para este
proyecto en particular, lo que llegue a leer, a

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escuchar o a ver en documentales, películas o
algunas series (a lo largo de mi vida), no fue
tratando de informarme acerca del tema sino por
mera diversión o curiosidad, y al contrario de lo
que expuse antes, en este escrito en particular,
puse énfasis en no leer ni documentarme
absolutamente nada acerca de esto, porque
después de todo… ¿quién puede saber lo que es
cierto o tener la razón sobre este tema?, así que
no trato de demostrarle nada a nadie ni pretendo,
ni tengo el conocimiento para enseñar sobre este
tema, nada de nada, simplemente expongo lo que
es, ha sido y lo que creo será la muerte en mi
vida.

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INTRODUCCIÓN

Alguien diseño la vida de la manera que nos toca


conocerla y no me refiero a la manera en que
cada uno de nosotros la vivimos, sino en su
diseño de transición, que esta tan bien entendido
para el ser humano que incluso en los
conocimientos que nos imparten en la escuela y
si no mal recuerdo desde primaria nos dicen “los
seres vivos… nacen, crecen, se reproducen y
mueren”, sin embargo este conocimiento que
está con nosotros desde edades tan tempranas
nos cuesta trabajo aplicarlo y entenderlo en
nuestro existir, ya que nos produce dolor e
impotencia y existe mucha gente que se niega a
entenderlo a pesar de que supuestamente nos
queda muy claro desde que lo dicen en la
escuela, y es que como conocimiento en si, es
algo muy simple de entender, pero muy difícil de
aceptar cuando tenemos por fuerza que recordar
que todos nosotros somos “seres vivos” y que
por consiguiente este conocimiento es aplicable

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a nosotros mismos y a toda la gente que nos
rodea. Alguien dijo “voy a diseñar la vida con un
nacimiento, una maduración y una muerte”, y lo
único que nosotros hicimos fue llegar de
invitados. Suena tan simple como si alguien
hubiera organizado una fiesta y la diseño de tal
forma que dijo “mi fiesta va a comenzar a tal
hora, pueden bailar, tomar, comer, convivir,
cantar, ir al baño, platicar, pelear etc., pero va a
finalizar a tal hora” y nosotros asistimos a la
fiesta como invitados, podemos hacer lo que
queramos en la fiesta pero sabemos que se va a
terminar y que tendremos que marcharnos tarde
o temprano, unos antes y otros después pero
para todos se va a terminar. Bueno pues la vida
es exactamente lo mismo, llegamos a ella como
invitados algunos somos bien recibidos y
algunos no pero todos fuimos invitados.
Podemos pasar por la vida como por la fiesta,
bailando, conviviendo, llorando, bebiendo,
peleando, etc., pero tenemos que marcharnos y
no esta en nuestras manos alterar la manera en

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que fue diseñada; así que el ¿por qué?, ¿por qué
a mi?, y tantas frases y preguntas que
formulamos oral o mentalmente cuando nos toca
despedir a alguien de esta vida o de esta fiesta,
no tienen razón de ser, ya que la respuesta esta
en el diseño al que fuimos invitados. No tenemos
problemas para aceptar con alegría la llegada de
un invitado más, ni tenemos problemas en la
forma en que la transitamos porque cada quien
es libre de hacerlo a su manera, pero cuando
llega la última etapa nos enfrentamos a muchas
formas de interpretación o de una aceptación que
sólo llega con el paso del tiempo, sin embargo la
fiesta llegara a su fin y todos nos vamos a tener
que ir de ella ya que sólo “somos invitados”, en
pocas palabras esta no es nuestra casa, nosotros
no organizamos la fiesta y tampoco somos los
anfitriones. A partir del momento que aceptemos
este hecho, podremos darnos cuenta que a lo
largo de la vida va cambiando la forma en que
vemos o percibimos a la muerte, y depende
mucho de que tan cerca pasa de nosotros o que

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piezas clave de nuestro existir reclama para si. El
temor que sentimos por ella va aminorando a
medida que la vida avanza, como la lógica indica,
el paso de los años nos va acercando a ella, y
tomemos el camino que tomemos y aunque
variemos el rumbo mil veces de cualquier modo
ella pacientemente nos espera al final, esto hace
que conforme más vivimos más tomamos
conciencia de la cercanía con ella y
paulatinamente de uno u otro modo la vamos
aceptando y vamos entendiendo que de repente
aparezca a nuestro lado y nos recuerde que allí
esta y que allí a estado siempre desde que
llegamos al mundo. Realmente es tan simple
entender esto que cuando ya nos quedo claro
tratamos de aprovechar cada evento que nos
toca vivir si lo relacionamos con la muerte y esto
viene a colación porque precisamente la
introducción original de este escrito se perdió
cuando un virus afecto el disco duro de mi
computadora en donde lo había hecho, y al
tiempo que tome la decisión de formatear el

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disco duro (ya que era la única alternativa de
recuperar “el cuerpo” o sea la computadora, no
así la esencia “la información”), me lamentaba de
no haber hecho una copia o un respaldo en el
tiempo que aun funcionaban los dispositivos y
me di cuenta con todo esto de que se murió la
computadora y con ella se llevo todo lo que tenía
en su memoria, pero afortunadamente mi cerebro
(que era el que había dictado todo lo que llevaba
escrito) aun permanece vivo y pude volver a
redactarlo, quizás diferente o quizás parecido,
pero me di bien cuenta de que aunque no
podemos evitar la muerte ni podemos hacer que
la gente que queremos viva por siempre, existe
una forma de mantener en cierta forma vivo a
alguien para nosotros, y esta forma es hacer
todos los respaldos que podamos de todo lo que
la gente que nos interesa tiene dentro de su
cerebro y su memoria, solamente que este tipo
de respaldos no se hacen con discos o memorias
usb sino con convivencia.

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LOS MUERTOS Y LOS FANTASMAS

Recuerdo bien la percepción que desde niño


tenia de la muerte… me parece que una tía de
Guadalajara (familiar de mi abuelita) y que se me
grabo muchos años con la connotación
fantasmal que un gran número de humanos
maneja, y todo se debió (hago un paréntesis) a
que una tía de mi abuelito “la tía trini” quien por
cierto era alguien muy especial y a quien debo la
fortuna de haber presenciado cometas, lluvias de
estrellas, eclipses lunares y muchos
conocimientos empírico-científico-religiosos que
compartía (a falta de quórum de adultos y
jóvenes) con los niños que éramos mis primos y
yo y que su gran experiencia le había hecho
entender que los niños representan el terreno
más fértil en quien uno puede sembrar semillas
tanto buenas como malas y que todas darán
tarde o temprano frutos y que perduraran durante
toda nuestra existencia para bien o para mal,
para marcar camino o para contar experiencias
vivénciales pero que pase el tiempo que pase
permanecen frescas. Bueno pues la tía Trini (ya
me fui como el longeee... moco) en los años que
vivió con nosotros (mis abuelitos, mi tío Rafael y
yo), ella y yo dormíamos en la misma recamara y
muchas veces era precisamente yo, la persona
con quien cruzaba las primeras palabras de un
nuevo día, me levantaba y me mandaba levantar
a mis primos Rafael, Marielena y Patricia para
subirnos a la azotea de la casa cuando sabía que
había algo interesante que mirar en el cielo, estoy

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hablando de subir a la azotea entre 5:00 y 6:00 de
la mañana cuando aun el sol no se asoma y
cuando aun no teníamos que inventar un horario
de verano porque aun no había necesidad de
ahorrar energía, era la década de los años 60s, la
tía Trini (y digo “la tía” y no “mi tía”) porque
siempre supo guardarse para si el sentido de
pertenencia, ya que de ella aprendí y desde esa
edad que nadie nos pertenece ni física ni
espiritualmente, bueno pues la tía, regía el inicio
y la planeación de su día a día con un librito
llamado el Calendario de Galván que era como la
orden del día y que le dictaba efemérides
históricas y religiosas, fenómenos naturales y
clima, que debo de admitir no recuerdo que en
alguna ocasión fallara en sus predicciones; de
allí supe que existe en la religión un día en que
dejan suelto al demonio y no me refiero a que le
produzcan diarrea, sino que existe un día en que
se supone lo dejan salir del infierno y venir a la
tierra a andar entre nosotros... aunque con el
tiempo y la edad he llegado a la conclusión de
que llegó a ganar tanta confianza en que siempre
regresaba al infierno que le permitieron salir
probablemente después dos días al año, cuatro,
ocho... y que en estos tiempos vive
constantemente rondándonos a toda hora y en
cualquier día. Bueno pues entre las cosas que
me compartió la tía Trini en mi infancia, nunca he
olvidado sus palabras (y que ahora se que nacen
de un conocimiento que se gana sólo con el paso
del tiempo y sólo con vivir una vida, no se
adquieren en una aula o un libro y que por cierto

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hasta ahora de grande he llegado a leer en un
correo de Internet algo similar de Pablo Neruda
cuando sabia que iba a morir), las palabras que
me dijo la tía fueron: -cuando quieras hacer algo
en la vida nunca te quedes con las ganas,
solamente hazlo pero consciente de las
consecuencias y responsabilizándote de ellas- y
me puso un ejemplo muy simple (dado que debía
ser un ejemplo para niño) -si te dan ganas de
romper un vidrio de la ventana del vecino con
una piedra, no te quedes con las ganas
¡rómpelo!, simplemente antes de lanzar la piedra
imagina lo que puede venir después de que el
vidrio este roto y si estas dispuesto a hacer
frente a todas las situaciones graficas que
imaginaste lanza la piedra y disfruta su vuelo y
disfruta el sonido de los cristales estallando y
cayendo al piso, esa es la mejor forma de vivir y
disfrutar cada momento de nuestro existir porque
lleva implícito el secreto de que jamás te
arrepentirás de lo que hagas-. Tratando de
retomar el concepto fantasmal de muerte que me
trasmitió y debo decir (sin querer, puesto que no
me menciono para nada la muerte), pero como
dije antes, era yo muchas veces con quien
cruzaba sus primeros diálogos del día y era yo a
quien platicaba la frescura de sus sueños
nocturnos y un día cualquiera al momento que
hacia su cama y yo me preparaba poco a poco a
levantarme, me contó que esa noche había
soñado a una tía de Guadalajara cuyo nombre
escapa a mi memoria pero que era (me parece)
mama de mi tía Andrea y cuyo rostro siempre

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hasta el día de hoy lo recuerdo perfectamente
como si lo hubiera visto ayer, (en esa época me
llevaban por lo menos dos veces al año a
Guadalajara y en esas visitas siempre
visitábamos a esa tía), bueno me contó pues, que
había soñado a esa tía flotando por fuera de la
ventana de la recamara tratando de rozar con sus
dedos los vidrios y queriendo decirle algo,
además la describía con el pelo suelto y con una
túnica o vestido largo blanco que se movía en el
aire… total toda una descripción de las que
después llegue a leer o ver en películas de
fantasmas o vampiros pero que en ese momento,
para esa época y esa edad no tenia para mi
ningún significado ya que la tía a la que hacia
alusión vivía en Guadalajara y no tenia mucho la
habíamos visto, así que hasta allí todo quedo
como el sueño de la noche anterior que uno
cuenta a la persona con quien convive por la
mañana. El problema para mi empezó más o
menos al medio día cuando llego un telegrama
(en esa época no teníamos teléfono) anunciando
que la tía del sueño, la que trato de comunicarse
y de quien se me hizo una descripción detallada
por la mañana… había muerto en la madrugada,
¡órale! (y no soy el autor de cañitas), como sea,
esta coincidencia o como le queramos llamar, (a
la edad que yo tenía) y con los dotes descriptivos
de la tía trini, hizo que de alguna manera una de
mis primeras percepciones de la muerte tuviera
mucho de sobrenatural y fantasmal y que tuviera
el miedo especial de los niños, no a la muerte
sino a los fantasmas y a los muertos. Mucho

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tiempo pasó para que pudiera de algún modo
superar ese temor. Como cualquier niño yo temía
a la oscuridad, las brujas, monstruos y
fantasmas, pero debo admitir que este episodio
de mi vida se agudizo con lo platicado por la tía
trini y constantemente cuando despertaba en la
madrugada me salía de la recamara, me iba a la
recamara de mis abuelos y despertando a mi
abuelita le decía que no podía dormir y que tenía
miedo y que quien sabe cuantas cosas más hasta
que ella se hacia a un lado y me decía -ya súbete-
y al meterme debajo de las cobijas sentía el alivio
y la protección que me imagino todo niño siente
en circunstancias similares.

LA MUERTE NO EXISTE

Recuerdo vagamente a mi medio hermano Luis,


hijo mayor del primer matrimonio de mi mama.
Cada 8 días, todos los domingos (y desconozco
desde que edad), mi mamá llegaba a Toluca a la
casa de mis tías, en donde vivían también mi
abuela Consuelo y mi bisabuela Adela y mandaba
a alguien por mi (casi siempre a mi hermana
Silvia) para que fuera a comer con ellos, y el
recuerdo más fijo y que nunca he olvidado (de
Luis) es que en una de las visitas de cada 8 días
se puso a jugar conmigo en una fuente que
estaba en la casa, con un barco de plástico que
era de él y que recuerdo en colores, diseño,
tamaño, etc. como si hoy lo hubiera tenido entre

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mis manos y recuerdo también a mi mama
diciéndole (casi a la hora de partir de vuelta a mi
casa) que me lo regalara, y hasta donde mi
memoria alcanza, Luís no dudo en hacerlo quizás
porque a la edad que tenía ya le estaban dejando
de interesar los juguetes o quizás porque llego a
sentir algo de aprecio por mí, lo que si se es que
durante toda mi niñez fue uno de los juguetes
que más quise, más cuide y más disfrute. La
cara de Luis no la recuerdo, el trato que recibí de
él si. No tengo evocación de otro encuentro con
el y me imagino que en algún momento que
llegue a extrañarle, le formule la pregunta a mi
mamá y supongo que esto dio pie a que el
manejo de la respuesta ya no diera pie a que yo
rascara más una herida de la que me entere
muchos años después.

En la sala de la casa de mis tías y colgado de una


pared que daba para el sur tenían una pintura
que probablemente provenía de un calendario (de
los que antes obsequiaban en tiendas de
abarrotes y carnicerías) y cuyo motivo era un
barco enorme en un océano aun más enorme; y
recuerdo aun que aquel día que hice la pregunta
además de mi mamá estaba Jorge (su esposo),
mi bisabuela, mi abuela y como tres tíos más; y
mi mama mirando fijamente el cuadro me dio la
versión de que en ese barco se había ido Luis a
hacer un viaje muy largo porque había entrado de
marinero. El barco de plástico que me regalo Luis
se encargo siempre de recordármelo, y durante
mucho tiempo cada 8 días que acudía a casa de

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la familia de mi mamá, después de saludar a
todos iba y miraba el cuadro para cerciorarme si
aun Luis andaba de viaje. Ahora ya después de
haber vivido tantos años me doy cuenta que la
versión de mi mama no era sólo para mi, sino
que ella necesitaba también creerla para
mantener la esperanza viva de que un buen día el
barco arribara a algún puerto y Luis nos visitara.
Muchos años después (no tengo idea cuantos),
me enteré que no fue sólo Luis quien se había
ido en ese viaje, sino que también se fue un
primo con él y que fue un conductor en estado de
ebriedad el que los había obligado a subir al
barco a sólo unas cuantas cuadras de la casa.
Como adultos (antes más que ahora), se trataba
de alejar la mente de los niños del concepto de la
muerte, y maquillarla casi siempre con viajes.
Hasta el día de hoy no entiendo bien a bien la
razón para hacer esto porque yo me pregunto
¿para que ocultar a un niño la muerte de alguien
que conoció?, si es precisamente en la infancia
cuando por el poco tiempo que ha vivido un
niño, la muerte no tiene un significado tan
devastador en cuanto a sentimientos de
impotencia y dolor, y esto esta dado porque aun
no aprendemos a temerle, ya que en la infancia
sólo nos dedicamos a vivir y aun no alimentamos
el mal habito mental de aferrarnos a la vida en
lugar de vivirla, sin embargo pienso que la primer
razón que existía (por lo menos antes) para no
tocarle el tema a un niño era el no enfrentarlo al
hecho y la segunda que se me ocurre es que
probablemente lo que en realidad no se quería

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enfrentar era la lluvia de preguntas para las que
no tenemos una respuesta o que las respuestas
que tenemos ni siquiera nosotros estamos
seguros que sean la verdad. Así que en este
segundo acercamiento a la muerte ni siquiera me
entere de su existencia ni de que el concepto
sólo es mental no real.

LA MUERTE ES MALA, PERO EL PRELUDIO ES


PEOR

A Guadalajara me llevaban mis abuelos casi


todos los años y por lo regular eran 2 veces por
año, visitábamos a la mayoría de la familia de la
abuela y ella aprovechaba para comprar en San
Juan de los Lagos, sabanas, fundas, manteles y
colchas que vendía en abonos con la familia,
vecinos y conocidos para hacerse de un dinero
extra. La mayoría de las veces nos quedábamos
a dormir en casa de mi tío Jesús, hermano de mi
abuela, los recuerdos que tengo de esa época y
de esas visitas son: en primer lugar que al tocar
la puerta éramos recibidos por dos perritos que
lograban anunciarle a todo el vecindario que
alguien tocaba la puerta, ya que el escándalo que
armaban con sus ladridos era contrariamente
proporcional al tamaño de sus cuerpos y lo que
les faltaba de presencia física para asustar a los
extraños era muy bien suplido por la apariencia
permanente de miles y miles de afilados,
amenazadores y pequeños dientes, esto hacia

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que pese al tamaño insignificante les tuviera
miedo y el suficiente respeto como para no
intentar molestarlos; mi tío Jesús tomaba mi
mano y sin soltarla la pasaba una y otra vez por
la cabeza de uno y después de otro de estos
perritos al tiempo que les hablaba con frases que
pronunciaba en tonos amables que podrían
haber calmado a cualquier fiera, y sin embargo
todo el tiempo que duraban estas caricias, los
perritos no dejaban de gruñir, no dejaban de
mirarme y sobre todo no dejaban de mostrarme
las (hasta ese momento) completas hileras de
blancos dientes. Recuerdo el calor, los moscos
(que me producían esas ronchas que lograban
quitarme el sueño por la comezón tan
desesperante), recuerdo haber servido (o
estorbado) de chaperón a mis tías (en ese
entonces solteras) Irene y Coco, recuerdo a mi
prima Chayo que era con quien jugaba más (por
compatibilidad de edad), y mi tío Héctor que
siempre se me imagino en su forma de ser una
replica de Javier Solís. A mi tío Jesús debo el
gusto por la cerveza, siempre encargaba
cervezas para invitar y tomar con mi abuelito,
pero tenía la atención de tener también siempre
“cerveza para niño” al menos eso me hizo creer y
el tamaño no dejaba lugar a dudas ya que eran
tan pequeñas que no podría ser lógico que las
fabricaran para los adultos y su invitación
siempre iniciaba con una caricia a los chinos de
mi cabeza al tiempo que me decía “ándele mi
borreguito tómese su cerveza y dígame salud”.
La ultima vez que vi a mi tío Jesús fue

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en una visita a Guadalajara y desde un parque, lo
acercaron a una ventana del hospital en el que
estaba internado precisamente para que lo
pudiéramos saludar desde lejos (ya que no
permitían la entrada a los niños), me parece que
era un hospital del seguro social y por lo que
recuerdo no creo que haya sido su aparición más
alto del segundo o tercer piso, nos dijeron
saluden a su tío, guiando alguien nuestras
miradas hacia una de las tantas ventanas del
hospital y ahí estaba él, o lo que quedaba de él,
agitando su mano y por la distancia no pude ni
puedo saber si su rostro era de gusto, dolor o
tristeza, esa fue la ultima vez que le vi. Lo cierto
es que con mi tío Jesús entendí que la muerte era
algo malo, pero que era aun más malo todo el
tiempo que se la pasa anunciándose antes de
llegar. En la casa en Toluca eran frecuentes y
numerosos los telegramas que llegaban (en ese
tiempo) y que trataban de tener al tanto a mi
abuelita del estado de salud de mi tío Jesús y
cada uno sin excepción traía entre sus líneas una
dosis de dolor y de llanto para mi abuela, varias
veces ella salio hacia Guadalajara después de
que llegaba uno de estos telegramas, hasta que
finalmente después de uno de sus regresos no
volvió a llegar ningún telegrama más y el llanto
de la abuela (al igual que las idas a Guadalajara)
se hicieron esporádicos y superficiales.

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LA MUERTE SOLO ES PARA LOS ADULTOS

Estando yo en tercer año de primaria, me


enferme de tifoidea (así le llamaban en ese
entonces). Este padecimiento hizo posible mi
primer encuentro (como paciente) con el pediatra
de casi toda la familia, mi tío “toto”, siempre muy
serio, casi como enojado (después me daría
cuenta que esa es su personalidad), hacía su
revisión, hacia su diagnostico y hacía su receta,
la cual recuerdo que incluía unas cápsulas (que
ahora intuyo, eran de ampicilina) y que me
costaba mucho trabajo tragarme, y buscando la
manera de evitar el sufrimiento que me producía
el tragarla completa, le daba tantas vueltas en la
boca hasta que iba percibiendo un sabor
desagradable que aumentaba de intensidad
cuando la cápsula estaba colapsando y era
entonces cuando con gran esfuerzo y dado el
mal sabor que tenía la tragaba. Sin embargo me
di cuenta que esta solución parcial no era la
mejor, ya que me ponía en riesgo constante de
que un buen día tuviera que degustar el
contenido completo del medicamento, y mi teoría
resulto cierta en la práctica, el día que esto
ocurrió también me di cuenta que el sabor
perduraba a pesar de tomar litros y litros de
agua. Esto hizo que buscara la manera de evitar
el sufrimiento número 1 (tragar la cápsula
entera), pero también era necesario evitar el
sufrimiento número 2 (tragar la cápsula
colapsada)… solución ¡no tragarla! Mi método
consistía en engañar a mi abuela que era quien

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me daba la cápsula en la mano, hacer el primer
truco de magia que aprendí en mi vida que era un
movimiento que simulaba el haberla puesto
dentro de mi boca, tomar unos tragos de agua,
exagerar el movimiento de deglución casi como
los guajolotes, extendiendo el cuello y tragando
agua y por ultimo pasar la aduana de revisión
que hacia mi abuela al decirme que le mostrara la
boca abierta para verificar que realmente la
cápsula ya no se encontraba ahí. La ultima parte
de la estrategia incluía subir a la azotea de la
casa y buscar un sitio seguro en donde depositar
el cuerpo del delito, cosa que no fue fácil ya que
sentía que todo mundo me estaba vigilando y la
tirara en donde la tirara siempre me quedaba la
inseguridad de que no había sido el mejor lugar
para hacerlo. Cada toma del medicamento
aplicaba mi estrategia sin ningún problema, pero
comenzó a suceder algo desconocido hasta ese
entonces, el engaño a mi abuela, el saber que ella
me creía y el saber que ella estaba confiando en
mi, me pesaba cada día más (al grado de que a
pesar de que mi estrategia no había mostrado
fallas hasta ese momento) había ocasiones en
que como tratando de pagar parte de mi culpa
optaba alguna que otra vez por tragarme la
cápsula a medio colapsar y me daba cuenta que
esto tranquilizaba un poco mi conciencia.
Afortunadamente antes de que pudiera
claudicar… el tratamiento termino y yo pensé que
mi sufrimiento también. Sin embargo como era
de esperarse “perdón” (como no era de
esperarse) la enfermedad regreso con más

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fuerza. Presente una recaída y todo inicio de
nuevo, mi tío toto, su revisión, su diagnostico y
su receta y como era de esperarse (por él) y
como era de no esperarse (por mi), esta vez el
tratamiento incluía inyecciones. Conocí la faceta
más desagradable de Doña Julia (abuela materna
de mis primos), en ese tiempo sólo existían dos
personas en la colonia a las cuales acudían
todos los que necesitaban que se les aplicara
una inyección, una era precisamente ella y la otra
persona era un señor al cual llamaban Don
Silvino, a quien he vuelto a ver varias veces a lo
largo de mi vida, gracias a que Ismael Rodríguez
me hizo el favor de preservarlo con el mote de “el
camellito” en la película de “nosotros los
pobres”. Don Silvino siempre me cayo bien
porque era el encargado oficial y único
autorizado de pinchar el trasero de mi abuelo, así
que todos sabíamos (cuando lo veíamos llegar)
que el único que peligraba en ese momento en la
casa, era mi abuelo, y hasta mi primo Rafael y yo
varias veces (en la recamara) ocupamos
localidades de primera fila para mirar como Don
Silvino sin ningún miramiento ni remordimiento
ejecutaba la labor para la que había sido llamado;
sin embargo ver llegar a Doña Julia representaba
en aquel entonces uno de los sufrimientos más
grandes de los que tengo memoria. El servicio
llevaba implícita una dosis alta de sadismo, ya
que incluía el dejarnos presenciar desde poner a
hervir la jeringa de cristal y la gruesa aguja con el
filo del bisel desgastado de tantos piquetes a
tantas personas en un estuche de lamina

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cromada, el cual ponía directamente en la
hornilla de la estufa hasta que la jeringa gritaba
(chocando con las paredes del estuche) que la
sacaran porque ya no aguantaba el calor del
ambiente. La segunda etapa (mientras la jeringa y
la aguja se enfriaban un poco) era tratar de abrir
las ampolletas usando primero una pequeña
sierra para adelgazar el cuello de la ampolleta
que al mismo tiempo marcaba la línea en donde
se iba a romper. La tercera fase consistía en
cargar la jeringa con el medicamento y
golpeando con los dedos la jeringa tratar de
sacar hasta la última burbuja de aire, aunque en
aquel entonces yo no tenía idea para que
golpeaba la jeringa y siempre creí que lo hacían
como toreando o tratando de calmar al
medicamento. La última etapa (en la que sólo
estábamos presentes Doña Julia con la jeringa
apuntando al techo, mi abuelita con sus mejores
argumentos y yo con mi trasero), incluía una o
dos vueltas a la cama, uno o dos “espérame
tantito” y finalmente el piquete, el dolor y el llanto
ahogado porque “los hombres no lloran”. No
recuerdo cuantos días más se prolongo este
suplicio, pero era tanto mi temor al dolor de la
inyección que hubo ocasiones en que el llanto
iniciaba desde que Doña Julia tocaba el timbre de
la casa y esto me ha dado la oportunidad
después de tantos años, de darme cuenta de que
en aquel tiempo yo estaba seguro de que los
niños no se morían, sino que la muerte era algo
reservado únicamente para la gente adulta, ya
que recuerdo bien que cuando mi abuelita me

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preguntaba ¿y ora por qué lloras? yo, como ya
estaba en una edad en que se supone que la
frase “los hombres no lloran” me quedaba muy
clara, tenía que recurrir a otra justificación para
explicar mi llanto, y tenía que ser algo muy serio,
muy importante, muy grave y de mucho peso, no
sólo para que se diera cuenta mi abuelita que mi
llanto estaba más que justificado sino para que
también llorara conmigo, así que mi cerebro me
dicto la respuesta a la pregunta de mi abuelita y
conteste sin dejar de llorar –es que me voy a
morir- lo dije sin saber lo que decía, lo dije
pensando que algo así si sería digno de tomar en
cuenta por lo importante que yo había visto que
era la muerte para los adultos y también lo dije
sin ponerme a pensar que la persona a la que
trate de impresionar con mi respuesta, hacía
muchos años que había parido, atendido, lidiado
y criado a 5 niños en peores condiciones y
probablemente menos chillones que yo. Lo que
sí puedo asegurar, es que lo que menos pensaba
en aquel tiempo y por lógica no sentía ningún
temor era que existiera la mínima posibilidad de
que yo muriera, no creía que existiera la muerte
para los niños, pero ya desde esa edad sabía que
era algo importante para los adultos; sin
embargo la reacción de mi abuelita y su
respuesta de -¡que te vas a morir ni que nada
ándale acuéstate!- acabo de convencerme que la
muerte se reservaba a los adultos y que mi
abuelita como todos los demás adultos ya lo
sabían. Con esto, ahora me doy cuenta que aun
el temor por la muerte no existía ni siquiera como

29
una posibilidad, el simple hecho de temer más a
una inyección que a la muerte me da la pauta a
preguntarme ¿en que momento o a que edad
comienza el temor por morir?. ¿tendrá que ver el
tiempo vivido?, ¿la calidad de lo vivido?, ¿la fe
en otra vida después de la muerte? o quizás es
que (a esa edad) ocupamos el 100% de nuestro
cerebro en pensamientos de diversión y juegos o
sea en vivir solamente y no le damos tiempo a
pensar en otras cosas para las que realmente no
deberíamos de darle tiempo nunca, ya que
tengamos la edad que tengamos y la percepción
que logremos adquirir de la muerte, solamente
podremos corroborarla al morir y eso si tenemos
suerte de que exista otro mundo, vida o
dimensión que nos permita verificarlo.

TUS JUGUETES NO SE MUEREN, LAS


MASCOTAS SI

Los objetos mas allegados en nuestra niñez y


con los que pasamos mucho tiempo por así
decirlo “conviviendo”, son nuestros juguetes,
pero de ellos no aprendemos a enfrentar ninguna
perdida, porque el guión de cada juego lo
escribimos nosotros en nuestra mente y con
nuestra imaginación y cuando alguno tiene que
morir (porque así lo exige el libreto) es
demasiado fácil realizar lo que hacen los
guionistas de películas o series de televisión, de
repente cuando se piensa que ya no esta con

30
nosotros como se dice por allí “le vuelve el alma
al cuerpo” y para sorpresa y fortuna de todos los
personajes que les toco vivir ese pasaje se
despierta tosiendo o quejándose y jadeando de
cansancio y perdida de fuerzas pero con el animo
integro para continuar luchando (sobre todo si se
trata de un súper-héroe). No recuerdo una sola
vez en que en alguno de mis juegos haya
realizado el velorio o sepelio de alguno de mis
juguetes y mucho menos de mis favoritos, y me
pongo a pensar que si alguien me hubiera
enseñado a jugar a algo así creo que: 1) no lo
hubiera considerado divertido y 2) (suponiendo
que si hubiera jugado así) estoy seguro que
terminando el juego hubiera desenterrado mi
juguete. Esto actualmente me lleva a la
conclusión de que equivocadamente muchas
personas piensan que ellos les dieron la vida a
otros seres humanos o equivocadamente yo
mismo llegue a pensar que mis padres me dieron
la vida y ni una ni otra idea son ciertas, ya que si
nos vamos al terreno de lo científico, las células
que se unieron para formarme, se unieron al azar,
nadie las eligió, se supone que por parte del
hombre llego la más apta y por parte de la
mujer… la célula que estaba en turno; y para los
que quisieran ir un poco más allá en teorías
“dadoras de vida” (en el terreno científico) y
quieran mencionar banalidades como la
ingeniería genética o la fecundación in Vitro, sólo
tienen que recordar que las células con las que
trabajan los científicos ¡ya están vivas! y que (en
eso si estoy de acuerdo) pueden trabajar,

31
investigar y experimentar todo en pro de todo,
pero teniendo muy claro el concepto de que los
únicos que le pueden dar vida a algo son los
niños que a diario le dan vida a sus juguetes, y
son tan inteligentes en esencia de vida y tan
primitivos en el instinto de perdida, que
difícilmente alguno de ellos decidirá la muerte
completa y permanente (como realmente es), de
alguno de sus juguetes (aunque no sean de sus
favoritos). Filosófica o sarcásticamente (como lo
quieran ver), los únicos que dan vida a algo son
incapaces de quitarla. Es por esto que el decidir
sobre eutanasia, aborto y asesinatos es fácil,
porque podemos quitar o cortar una vida ya que
nosotros no la dimos. En su mayoría los
contactos más directos y más apegados a la
realidad que un niño puede tener en cuanto a la
percepción de la muerte están dados por sus
mascotas y esta apreciación es muy apegada a la
percepción que un adulto tiene, ya que esta en
relación directa con la intensidad de convivencia
y simbiosis entre el niño y la mascota.

De todas las mascotas que tuve aprendí


diferentes grados de dolor, diferentes formas de
percibir una perdida y todas variaron
dependiendo del mismo factor... la convivencia
que mantuve con todas y cada una de ellas; es
así como aprendí que mientras más pequeña es
la mascota, la perdida duele menos, pero también
aprendí que esto no tiene nada que ver con que
una mayor masa corporal produzca más dolor,
no, simplemente que un ser vivo de mayor

32
tamaño tiene la capacidad de transmitirnos
gestos y acciones que en un ser pequeño son
más difíciles de ver. Las actitudes de necesidad,
hambre, gusto, dolor, dependencia, chantaje,
miedo, enojo, etc. que podemos visualizar por
ejemplo en un perro, serían muy difíciles de
percibir en un pez, la convivencia con un perro
es muy diferente de la convivencia con otros
animales. Recuerdo que tuve mascotas como
hámsteres, conejos, ardillas, gallos, pollos,
guajolotes, borregos, gatos, peces, etc. y la
muerte de cada uno de ellos me causó grados de
tristeza o dolor muy distintos, por ejemplo: las
mascotas que fueron sacrificadas por ser
comestibles, simplemente desaparecían de un
día a otro y para cuando me enteraba de que ya
no estaban era por que ya incluso había (sin
darme cuenta) degustado parte de ellas mismas
en una de tantas comidas, (hablo de gallinas,
borregos, guajolotes o conejos). El no mirarlos
inertes ya quitaba parte de la tristeza de esa
pérdida. Con los gatos (aunque nunca fueron mis
preferidos) pude constatar lo de las 7 vidas
gracias a uno que tuve desde pocos días de
nacido y que me enseño que los gatos son
divertidos y juguetones mientras son pequeños,
realmente el lazo de convivencia con un gato se
crea antes de que el gato crezca y así sucedió, ya
que a medida que fue creciendo sólo se aparecía
por la casa cuando tenía hambre. Un buen día,
alguien, a quien supongo el gato ya había
colmado (por cierto fue un gato al que nunca le
puse nombre) le dio un buen baño de aceite

33
hirviendo y el gato llego a la casa arrastrándose
como pudo y me imagino que cayendo de
azoteas y bardas y se refugio hasta el último
rincón de los lavaderos. Como dije antes el gato
no tenía nombre, así que cuando pasaban varios
días sin que apareciera yo le silbaba y el acudía.
Pasaron algunos días sin que apareciera y
cuando me di a la labor de llamarle, lo hice en
varias ocasiones del día buscando con la mirada
en las azoteas en las que siempre aparecía sin
obtener respuesta alguna, al segundo o tercer día
de llamarlo, logre escuchar un maullido débil y
apenas perceptible que fui siguiendo hasta llegar
(como dije antes) al último rincón de los
lavaderos y... ¡allí estaba el gato! o lo que
quedaba de el. Sólo podía mover la cabeza y una
de las patas delanteras, lo demás, era una masa
de carne sangrante, quemada y deforme y de su
hocico (también quemado) lograban salir
aquellos débiles maullidos. Los sentimientos que
me causo su nuevo luck fueron coraje mezclado
con tristeza y la seguridad de que su muerte
estaba próxima, sin embargo aunque su muerte
era inminente, desde siempre existe ese algo en
los humanos y que le hemos llamado esperanza
y algo que se llama misericordia (que siempre me
ha sonado como a “hacer más cordial la
miseria”), y lo ultimo que podía hacer por el era
precisamente eso… hacer más cordial su
sufrimiento y menos penosa su muerte, así que
lo envolví en unos trapos (sólo dejando su
cabeza y su cola fuera) y le arrime agua, leche, y
lo que llamábamos “pellejos” y que así los

34
vendían en las carnicerías. Así pasó un día y otro
y otro y no se cuantos más y el tiempo que todo
lo cura le regenero de tan buena manera todo lo
destruido que hasta su perfil de carácter gatuno
le volvió intacto. Como todo buen gato, una vez
recuperado volvió a ser la misma criatura
arrogante y orgullosa de siempre y conforme fue
sintiéndose cada vez más confiado, poco a poco
se animaba a salir a más distancia de aquel
rincón que por mucho tiempo consideró el sitio
más seguro en el que podía estar, y también
como todo buen gato terminó por seguir sus
instintos pese a todo lo que había sufrido y
nuevamente desapareció por las azoteas para
finalmente (como alguien dijo) “dejarme silbando
en la loma”. El ser humano es así desde siempre,
es por esto que varios días y varias veces al día
después de estarle silbando, llegaba yo hasta el
último rincón de los lavaderos para cerciorarme
si no algún estilista le había realizado una nueva
transformación de imagen, la certificación de su
muerte nunca llego, hubo uno o dos operativos a
calles cercanas para identificación de cadáver
cuando alguien me decía que había un gato
muerto tirado en tal calle. Sin embargo mi mente
no lo mato, lo dio por desaparecido que es lo
mismo, pero el ser humano es así desde siempre.
Con los perros la cosa es distinta, creó que es
un animal más humano que el ser humano. Es
difícil encontrar a un ser humano que sea tan fiel,
que nos perdone todo, que nos demuestre tanta
alegría al vernos y que sea capaz de defendernos
a costa de su propia vida. Cierto es que el

35
instinto los acompaña toda su vida y por esto
algunos perros son tan perros como los
humanos y han llegado a morder e incluso a
matar a alguien, sin embargo su actitud hace
posible que los lasos de empatía y dependencia
sean mutuos, duraderos, correspondidos y
bilaterales, con un perro se aprende que es un
animal que aprende y nos enseña que el humano
es un animal que puede enseñar, uno se da
cuenta que el perro puede ser educado o como le
dijo el zorro al principito “domesticado”.

LA MUERTE CARCOME LAS ORILLAS

Tiempo después la muerte fue encargándose de


recoger (al parecer, de una manera sistemática y
estratégica) piezas que se enlazaban a mi existir
de maneras muy distintas en cuanto a intensidad
y tiempo de convivencia, dejándome ver y sentir
que la profundidad de la convivencia con una
persona produce mucho más efecto que el
parentesco en si en cuanto al grado de dolor o
perdida y que la percepción esta sujeta muy
directamente por estos parámetros. Hasta este
momento, la muerte se insinuaba siempre a
cierta distancia. Recuerdo muy poco de mi tía
Daría (la hija de mi tío Alberto). Recuerdo que
siempre la veía de buen humor, su cara hasta el
día de hoy quedo grabada en mi mente con una
sonrisa permanente. Me llamaba mucho la
atención que tanta ternura y cariño que

36
demostraba al trato (principalmente hacia mi
abuelita) pudieran caber y emanar de un cuerpo
tan delgado. No recuerdo preludio, ni anuncio, ni
antelación al hecho de su partida (aunque por
fuerza tuvo que haberlos), quizás, si llegue a
escuchar algo de esto, no le tome importancia y
el tiempo se encargo de borrarlo por lo mismo; al
parecer en ese tiempo mi vida me mantenía muy
ocupado en la transición de la infancia a la
adolescencia y el único recuerdo que me queda
es que la muerte cuando se presenta es un
evento al que el ser humano (al menos en
nuestro medio) le impuso reglas sociales de
pésame, de acompañamiento, de compartir dolor,
de luto (con todo lo que conlleva) vestimenta, no
música, no televisión, no risas, etc.) sólo
recuerdo haber asistido a algunas misas (de su
novenario) en la iglesia de San Sebastián y
aparte de eso nada. Actualmente tengo dos
fotografías en las que ella aparece y siempre que
las miro no tengo ningún trabajo para visualizarla
viva.

LA MUERTE VULNERA EL UMBRAL

Siempre que veo a mi hermano Luis Enrique,


viene a mi el recuerdo de Gaby (la hija de mi tío
Jorge), y como no si eran de la misma edad y
además eran siempre la pareja inseparable en
nuestros juegos de niños, al grado que
jugáramos lo que jugáramos, en el momento que

37
llegaban ellos... el juego cambiaba
completamente y comenzábamos un nuevo juego
que giraba alrededor de el binomio que
formaban. La mayoría de las veces jugábamos a
que eran nuestros papas y nosotros nos
divertíamos haciéndolos enojar y
desobedeciéndoles; algunas otras jugábamos a
“la escuelita” y eran el director y la maestra, a
quienes por supuesto también nosotros
hacíamos enojar y ellos arremetían a golpes
contra sus pobres alumnos llevándolos
finalmente a la dirección. Jugábamos algo así
como al “mosh” de los años 60s. La convivencia
con ella en su mayor parte fue en la infancia, en
las visitas de cada 8 días que hacían a Toluca
(aunque la mayor parte de las veces se quedaban
a dormir en casa de los papas de mi tía Socorro.
También Rafael y yo fuimos a pasar a su casa en
el D.F. algunas vacaciones. A pesar de su corta
estancia entre nosotros, fue y permaneció como
alguien muy especial. Siempre me llamo la
atención su forma de ser, por ejemplo: no
recuerdo haberla visto llorar en alguna ocasión,
ya que cuando algo le provocaba el deseo de
llorar, pedía permiso diciendo – quiero llorar,
¿puedo ir a mi cuarto?- y efectivamente,
concedido el permiso se retiraba y se ponía a
llorar fuera del alcance de las miradas de quienes
estábamos en esos momentos con ella, de
repente el llanto cesaba de escucharse, ella
reaparecía y como si nada hubiera pasado, se
reincorporaba al momento exacto en que se
había ausentado y continuaba con la actividad

38
que había suspendido. Hasta antes de que Gaby
se fuera, toda la presencia de la muerte en mi
vida se había limitado a familia no cercana, no
directa y de una convivencia menor y más
esporádica. Con Gaby por fin la muerte se atrevió
a romper nuestra esfera y dar el primer paso
hacia el interior de nuestro núcleo. Este fue el
primer golpe bajo, esto represento mi primera
lección para aprender las reglas que la muerte
nos impone y las reglas sociales que los
humanos imponemos a la muerte. Fue la primera
vez que me di cuenta de cuanto dolor te puede
ocasionar el mirar el dolor que siente un ser
amado. La sensación de impotencia en su
máxima expresión esta dada porque no existe
nada que puedas hacer o decir ante tal situación,
sólo miras, callas y recuerdas. Para mi también
marco el inicio de una relación más intima con mi
tío Jorge. Recuerdo bien que yo estaba en un
rincón del velatorio y él fue hasta mi y comenzó a
hablarme de ella; el escuchar todos los
recuerdos que literalmente estaban ahogándole,
me produjo un llanto sordo y abundante... fue
entonces que me di cuenta que los gritos de
impotencia y desesperación pueden salir por
medio de las lagrimas sin producir sonido
alguno. Fue la primera vez que estuve en un
velatorio y fue la primera vez que asistí a un
sepelio. Mi papá llevo a mi tío Jorge a unas
oficinas no lejos de allí y yo fui con ellos y fue
también la primera ocasión en que me di cuenta
que no importa cuanto dolor exista en los deudos
más directos, de cualquier manera tienen que

39
acudir a realizar tramites y pagos que la sociedad
de los humanos hemos impuesto a determinados
eventos. También aprendí de una vez y para
siempre las etapas sociales que se encierran en
estas despedidas y los momentos comunales de
la misma. A partir de Gaby sentí que mi familia
quedaba expuesta y no obstante que para algo
así no hace falta más que una sola lección
(porque la didáctica es tan fuerte que difícilmente
se olvida algún detalle), yo sabía que aunque la
lección me quedaba demasiado clara… esta se
seguiría repitiendo de manera constante y
permanente ya que la muerte no se cansa de
enseñar nunca.

NADIE SE MUERE EN LA VISPERA

Esta fue la respuesta (si no mal recuerdo) del


Coronel Aureliano Buendía a uno de tantos
personajes de la novela de García Marqués
cuando le advertían del peligro de muerte que
corría; y (aplicado en mi vida) hasta hace
relativamente poco tiempo yo seguía creyendo
que era cierto y lo creí así por mucho tiempo.
Contribuyó bastante a esta creencia el que a
pesar de que en la infancia fui un niño común
que temía a todo tipo de personajes ficticios, al
crecer me llamo la atención a tal grado lo
sobrenatural, que sin llegar al grado de buky…
(no perdón) de temerario, el cine, las novelas, las
series y los relatos que más me gustan, son de

40
terror. No se cuando ni a que edad perdí o
cambie el miedo por el gusto a fantasmas y
espíritus, y no se cuanto contribuyo mi tío Rafael
a esto, pero recuerdo muy bien que siendo aun
niños (mis primos y yo) nos daba un tipo de
terapias para mostrarnos que no existía nada
malo en la oscuridad, y lo hacía reuniéndonos a
mis primos y a mi cuando el sol ya se había
ocultado y de uno en uno nos ordenaba ir a los
lavaderos de la casa y permanecer allí sin
encender la luz hasta que nos gritara que ya
podíamos regresar. Probablemente a mi me
sirvió mucho o me sirvió de más, porque
conforme crecí me fui interesando en ese tipo de
temas. Conocí la guija gracias a mi tía Marcia, (la
esposa de mi tío Rafael), ella la dibujo en una
hoja de papel blanco que metió debajo de un
vidrio y uso una copa de cristal como contacto o
médium. Tiempo después al estudiar en la
preparatoria (perdón)... al cursar la preparatoria
me toco ver en un aparador de una tienda en el
centro de Toluca una guija de verdad, y sin
dudarlo hice todo por comprarla. En ese tiempo
en la casa y en mi cuarto vivía un compañero de
la preparatoria que es originario de Michoacán y
la relación de compañeros llego al grado de que
su mama viajó desde Michoacán a Toluca para
hablar con mis abuelitos y ver si su hijo podía
vivir con nosotros mientras cursaba la
preparatoria. A el también le llamaban la atención
todos los temas sobrenaturales y cuando le
comente lo de la guija de inmediato fuimos por
ella. Jugamos mucho tiempo con ella (y digo

41
jugamos porque hasta el día de hoy no creo en
que exista una forma de conectarse con lo no
vivo) y sigo pensando que es un juego; bueno en
todo el tiempo que la usamos, teníamos una
libreta especial en la que anotábamos el nombre
del supuesto que contactábamos y muchas
ocasiones eran los mismos nombres, haciendo
preguntas como ¿de que murió?, ¿cuándo
murió?, ¿en donde murió?, ¿en que trabajaba?,
etc. Hasta allí todo iba bien como una diversión
cualquiera. El problema comenzó cuando ya no
sabíamos que más preguntar y cuando
invitábamos a otros compañeros a jugar. En una
ocasión de esas en que yo manejaba el contacto
se me ocurrió preguntarle que cuando me iba a
morir y el contacto se comenzó a mover de la
manera acostumbrada deslizándose lentamente
hasta llegar al 1, después al 9, enseguida dio
toda una vuelta y llegó nuevamente al 9 y por
último al número 8, con lo cual me decía que
moriría en 1998, esto para mi no dejo de ser parte
del juego, ya que el año en que esto sucedía era
1973 o 1974 (no lo recuerdo con precisión), lo
que si puedo recordar es que visualicé
mentalmente la fecha y se me hizo que era una
fecha muy lejana, que eran muchos años y al
contrario de preocuparme me decía para mis
adentros -que padre voy a vivir mucho-. También
recuerdo que nadie más quiso realizar la misma
pregunta para su persona, pero como ya
mencioné para mi era algo atractivo y lo seguí
haciendo, de hecho se convirtió en algo de lo que
podía presumir con mis amigos, ya que cuando

42
invitábamos a otros a jugar, no dejaba pasar la
oportunidad de pedirles que le preguntaran
¿cuándo se va a morir Héctor?, obviamente sin
darles a conocer la respuesta que a mi me había
dado la guija la primera vez, y para mi sorpresa
siempre (jugara quien jugara) la respuesta fue
1998. Esto me dio la pauta para poder ufanarme
aun más ante todos los que conocía que yo sabía
cuando iba a morir. Pero como no lo percibía en
mi juventud y ahora lo percibo en toda su
plenitud, el tiempo es hoy, fue ayer y será
mañana, porque el tiempo sólo es eso tiempo, es
momento de vida, sólo existe mientras existimos
y termina cuando terminamos de existir. Bueno
como todo lo que depende de muchos años para
cumplirse... se paso la juventud, se me olvido el
hecho, madure, cambie, viví sin torturas, sin
miedos, sin temores ni recuerdos de los juegos
de mi juventud. Los intereses, los objetivos y las
metas cambian como el día y la noche o como el
negro y el blanco y en pocas palabras los amigos
se dispersaron y se borro de mi memoria aquella
sentencia del juego tal y como se borran muchos
recuerdos que no se graban por que pertenecen
a acciones que realizamos para pasar el rato y
esto los hace efímeros y fáciles de olvidar en
cuanto nos enfrascamos en actividades más
serias. En todos lo años siguientes recuerdo
haber mencionado el hecho en algunas platicas
cuando se tocaban temas relacionados a hechos
sobrenaturales y era entonces cuando
mencionaba aquel vaticinio que la guija me había
comunicado, como cuando se cuenta una

43
anécdota en una velada. Sin embargo fue algo
que nunca tuve presente por si sólo, sino que
tenia que ser rescatado “del baúl de los
recuerdos” cuando la ocasión lo ameritaba. Pese
al tiempo, al entierro y el olvido, tengo muy claro
que el 31 de diciembre de 1997 al hacer el brindis
por el año nuevo que estábamos a punto de
recibir, con la copa de sidra en la mano, con los
mejores deseos para todos y enseguida con los
abrazos dados y recibidos y el “diez, nueve,
ocho, siete, etc.”, como si acabara de jugar con
la guija, el recuerdo llego a mi con toda la
frescura y claridad de algo que acaba de suceder,
ahora me doy cuenta que el cerebro no olvida
nunca, simplemente desconecta temporalmente
algunos cables y los vuelve a conectar cuando
existen hechos relacionados, algo así como el
buscador de una computadora; bueno la
situación me tomo de manera tan sorpresiva que
debo reconocer que en esos momentos ya no
estaba tan seguro de que sólo hubiera sido un
juego y tan fue así que no lo comente a nadie ni
esa noche, ni en lo que duró todo ese año, y
constantemente al manejar, al enfermarme, al
encontrarme en situaciones de riesgo, recordaba
que estaba viviendo el año que el dichoso juego
me había marcado, no era un recuerdo obsesivo,
ya que no estaba conmigo todos los días ni las
24 horas del día, ni tampoco provocó en mi
cambios de actitud como: fobias irracionales,
terrores o angustias, pero si fue un recuerdo
recurrente durante todo el año que me obligaba a
mirar que ya había comenzado a vivir aquel plazo

44
tan distante y tan lejano que se me había
pronosticado jugando un juego de mi juventud.
Mi silencio de este recuerdo se rompió cuando
me aseguré con copa en mano, que había sonado
la campanada numero 12 del reloj en la noche del
31 de diciembre de 1998 y que ya había
comenzado el primer minuto de 1999, al estar
dando y recibiendo abrazos no recuerdo a quien
le dije ¡ya la brinque!. Para mi fue como si se me
hubiera dado tiempo extra hasta el día de hoy y
fue entonces cuando recordé la frase del coronel
“nadie se muere en la víspera”.

PARA MORIRSE… CUALQUIER DIA ES BUENO

Con mi tío Alberto, el hermano de mi abuelito,


termine por aprender que las fechas les
pertenecen a los humanos porque ellos las
inventaron, y los eventos de nacimiento y muerte
le pertenecen a quien los creó y a quien
lógicamente le pasan por el arco del triunfo las
fechas que hemos inventado los humanos.

Mi tío Alberto curso una enfermedad crónica, de


esas que terminan poco a poco con los recursos
orgánicos, poco a poco con los recursos
médicos, poco a poco con las esperanzas y
optimismo de familiares y amigos y poco a poco
con la paciencia y la personalidad del enfermo.
Por su actitud de la última vez que lo visite en su
casa, puedo decir ahora, que él desconocía que

45
su padecimiento era el último sufrimiento que la
vida le tenía reservado, su actitud en aquella
ocasión ya era de molestia y coraje en contra de
su enfermedad, pero hasta ese día conservaba su
arrogancia y orgullo que siempre le caracterizó.
La noticia de su muerte llego por la tarde de un
31 de diciembre, antes de que se destapara la
primera sidra para brindar y antes de que nadie
pudiera exteriorizar los buenos deseos y
felicidades para el año nuevo que estaba próximo
a iniciar. Los abrazos fueron los mismos, sólo
cambio su esencia de buenos y nuevos
propósitos por condolencias y pésames. El
desvelo que sentimos el primero de enero del
año nuevo fue el mismo de todos los años, el
motivo fue distinto. Las fechas son sólo
particiones del tiempo en la mente del humano, la
muerte es autónoma, independiente y
autosuficiente, la muerte simplemente es.

¡YA MADURA! SOY YO... LA MUERTE

He conocido muy pocas personas que tienen tan


claro el ciclo de la vida, que se dedican a vivir
plenamente con la convicción de que sólo existe
el presente, el cual a cada segundo desaparece y
le llamamos pasado, un presente que aunque ya
dejo de existir en el siguiente segundo, tenemos
la capacidad de guardarlo en forma de recuerdos.
Así mismo tenemos la capacidad de visualizar el
presente que aun no llega en forma de planes y

46
proyectos que llamamos futuro y que al igual que
el pasado no existe y que no podemos asegurar
si llegará para cada uno de nosotros. Esto es
fácil de entender, pero muy difícil de aplicarlo en
nuestra forma de vivir, sin embargo las pocas
personas que lo saben hacer (porque recuerdan
a diario la cita que todos tenemos con la muerte),
son personas que nos hacen agradable la vida,
que nos enseñan que todo problema carece de
importancia y que la mejor practica que podemos
llevar a cabo diariamente y a toda hora es el buen
humor y el respeto hacia la vida de los demás.
Así era la mamá de Norma (mi esposa) y no lo
digo porque existiera esta relación con ella ni
porque yo (como comúnmente se dice) “le cayera
bien”; es que tratando de concentrarme en la
forma de ser que me toco conocer de ella, no
recuerdo una sola persona que en algún
momento ella me haya demostrado que “le caía
mal” o una sola persona de la que me haya
hablado mal. Constantemente en sus platicas
mencionaba alguna frase o dicho con referencia
a la muerte, y no de una manera despectiva, sino
de la forma en que lo hace alguien que sabe lo
que nos espera a todos en algún punto de
nuestro andar y que esta conciente de la cita a la
que todos tenemos que asistir con la puntualidad
que se requiere. Nunca la vi enojada y nunca la vi
llorar, pero no lo interprete (ni ahora lo hago),
como una persona poco sensible o insensible
sino como alguien que sabe bien en donde se
encuentra y sabe como transitar su camino de
la mejor manera posible. Su partida fue un hecho

47
inesperado e intempestivo para todos y al decir
todos me refiero precisamente a todos, porque
nadie, absolutamente nadie podría haber
anticipado un final tan súbito. Cierto es que tenía
ya algunas semanas enferma, pero baste decir
que el día anterior aun estaba platicando,
conviviendo, dejando ver (supongo sin querer)
las molestias y desesperación que sus
malestares le provocaban, pero aun escuchando
a los demás. La sorpresa fue para todos, la
incredulidad... para Norma, la mitad de Norma era
su mamá, su guía, su amiga, su confidente, en
pocas palabras su todo. No sabes que decirle a
una persona que de momento se quedo sin lo
más importante en su vida. El domingo que esto
aconteció, era un día soleado, era un día
agradable (para vivir) no para morir. Me base en
una frase de tantas que a de haber pronunciado
Norma en ese día y trate con esa frase de retratar
la simbiosis tan importante que puede existir
entre dos seres humanos escribiendo una
canción (obviamente tiempo después) y cuya
letra trata de apegarse mucho a lo que yo podía
percibir que Norma sentía en esos momentos.

El día esta como a ella siempre gusto

Mis ojos lloran, mi corazón


revienta mi pecho ya todo acabo.
Mi alma sangra y mi condición
seguir viviendo no tiene razón.

48
No podré seguir
el día esta como a ella siempre gusto.
No podré vivir
el día es otro día que no escucho su vos.

Mis sueños mueren, mi fe, mi calor,


mis ilusiones secretos de dos.
A cada paso pierdo más su amor,
a cada día se muere mi vos.

Y no soy más yo,


el día esta como a ella siempre gusto.
No podré vivir,
el día es otro día que no escucho su vos.

Mis sueños mueren, mi fe, mi calor,


mis ilusiones secretos de dos.
A cada paso pierdo más su amor,
a cada día se muere mi vos,

Y no soy más yo
el día esta como a ella siempre gusto.
No podré vivir,
el día es otro día que no escucho su vos.

No poder seguir,
el día esta como a ella siempre gusto.
No podré vivir,
el día es otro día que no escucho su vos.

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Este inusitado evento me hizo reflexionar y
madurar mi visión acerca de la muerte, me di
cuenta que la muerte es real, existe y que los
porques no tienen ningún sentido. Al tiempo (y
hablo de ahora), lo que más me duele es que
Daniel (mi hijo) no haya tenido la oportunidad y el
privilegio de conocer a una persona como ella,
pero afortunadamente para él, sus padres no
sólo la conocieron, sino que tuvieron la fortuna
de convivir con ella.

LA MUERTE TOCANDO A MI PUERTA Y


ENTRANDO EN MI CORAZON

Mi abuelito no era mi confidente, ni mi amigo, ni


mi padre biológico, era... “mi abuelo”, sin
embargo creo que ni el ni yo nos dimos cuenta
en todos los años que duro nuestra convivencia,
que yo realmente era un hijo más. Yo lo
comprendí el día que murió, hasta ese día me di
cuenta lo importante que era para mi, creo que
bastará con mencionar que a mis 52 años de vida
que acabo de cumplir, no he experimentado un
dolor tan indescriptible, tan incapacitante, tan
profundo y que este dolor me explico (para mis
adentros), el porque a mi no me gusta dar
pésames ni palabras de aliento en momentos
como esos. Puede parecer egoísmo pero la
verdad es que yo no quería ver, abrazar,
escuchar, ni mucho menos recibir condolencias
o palabras de nadie, el golpe cuando es tan

50
fuerte... hace (supongo yo, como un mecanismo
de defensa) que nuestro cerebro se desconecte
del medio externo, y nuestros oídos aunque no
se cierran a recibir los sonidos del exterior, si
suspenden la interpretación de los mismos ya
que las voces que provienen de nuestro interior
son más fuertes y la labor de nuestro cerebro se
traduce en sacar de nuestros archivos de
memoria todo tipo de recuerdos que se
mantenían dormidos y todo lo externo se
escucha de una manera lejana e irreal. Mi dolor
era mío, sólo mío y mi sentimiento no era para
compartir, sólo me pertenecía a mí y contra
viento y marea trate de vivirlo así con toda su
intensidad. Mi mente era un torbellino en el que
daban vueltas y vueltas pensamientos de toda
índole, recuerdos, situaciones graficas y visiones
de lo que nos platicaron fueron sus últimos
momentos. No renegué en contra de nadie, no
me pregunté ningún ¿por qué?, viví el dolor más
grande que he tenido hasta el día de hoy. La
muerte de mi abuelo (y lo supe desde entonces)
partía mi percepción de la muerte en un antes y
un después. Fue la cima de la muerte, fue la
cumbre de la muerte, fue la entrada de la muerte
en mi corazón para quedarse como una inquilina
que haría que de allí en adelante existiera poco
espacio para albergar más muerte, en pocas
palabras lo de más iba a ser lo de menos.

Varios meses coopere con mis compañeros de


grupo para la organización de la fiesta de
clausura ya que estaba en el ultimo año de

51
medicina; en el mismo momento que mi abuelo
murió todo eso simplemente se me olvido. No fue
la clásica reacción de castigarme o de ¿cómo
voy a festejar algo después de que mi abuelo
tiene poco de fallecido?, simplemente ya no
existía el motivo que me hizo decidirme a
participar en la fiesta de graduación, y es que...
mi abuelo era a quien más gusto le producían los
éxitos de su familia, el era el animoso en todo
tipo de celebraciones, disfrutaba las reuniones y
se tomaba con mucho esmero la puntualidad
para cumplir y asistir a todas la invitaciones que
le hacían. No fue un estuche de virtudes, de
hecho a mi y a mis primos nos toco conocer la
parte más noble de su vida, apenas si conocimos
la ultima parte negativa de su persona, cuando el
alcohol se encargaba de transformarlo en alguien
diferente y desconocido para nosotros y de
hecho en alguien a quien temíamos y de quien
tratábamos de escondernos; al grado que en una
ocasión que llego tomado y acompañado de un
amigo en las mismas condiciones, Rafael y yo en
nuestra loca carrera por escondernos no
encontramos lugar más apropiado que meternos
debajo de la mesa del comedor, con tan mala
suerte que mi abuelito y su amigo llegaron
directamente a esa mesa para seguir tomando
por algunas horas más y nosotros sin hacer el
mínimo ruido y casi sin movernos, tuvimos que
estar escuchando todo el dialogo que
sostuvieron, hasta que mi tío Rafael y mi tío
Enrique comenzaron a buscarnos y nos
rescataron de nuestro singular escondite. En ese

52
tiempo yo no entendía que ese cambio que sufría
mi abuelo era sólo temporal, que su mirada
perdida era efecto pasajero, no sabía lo que le
estaba ocurriendo pero mi mente de niño me
decía que así se iba a quedar de allí en adelante.
Tres infartos (todos manejados en casa) hicieron
que conociéramos lo que realmente era.

Aun estando yo en preparatoria, un buen día


entro en mi cuarto y me entrego un papel
doblado en cuatro al tiempo que me dijo “léelo
hasta más tarde cuando estés sólo”, apenas
abandonó mi cuarto desdoble la hoja y la leí, al
terminar nuevamente doble la hoja, la puse por
allí en alguna parte y seguí lo que estaba
haciendo sin dar más importancia a este
acontecimiento. Meses después de su muerte (o
sea muchos años después) al encontrarme
escombrando y haciendo limpieza de mi cuarto,
en el fondo de una caja y dentro de otra caja más
pequeña junto con muchas cosas más, encontré
un papel doblado y amarillento el cual desdoble
con el cuidado necesario para no romperlo y lo
leí sin poder contener algunas de las ultimas
lagrimas que recuerdo... la hoja que aun
conservo dice así:

MUY QUERIDO NIETO_ HECTOR DIAZ G.

DIRAS UN POCO EXTRAÑADO


. ¿POR QUÉ ME ESCRIBE EL ABUELO?

53
EL MOTIVO ES QUE ANOCHE TUVE UN
HERMOSO SUEÑO QUE QUIERO CONTARTE Y
COMENTAR
CONTIGO,COMO DOS BUENOS AMIGOS.
TEVEIA CONVERTIDO EN UN
FAMOSO MEDICO EJERCIENDO TRANQUILO Y
SATIS
FECHO? CON TU BATA BLANCA, EN UN AMPLIO
Y ELEGANTE CONSULTORIO EN EL QUE SE_ _
NOTABA LA PROSPERIDAD Y EL BUEN GUSTO.
ME DESPERTE EMOCIONADO
Y UN POCO TRISTEAL SABER QUE
SIMPLEMENTE FUE
UN SUEÑO.
TE DIRE LOS PADRES SON
ASI, SE SACRIFICAN A COSTA DE SU PROPIA _ _
VIDA EN SU ANELOINFINITO DE AYUDAR A SUS
HIJOS A TRIUNFAR.
FELIZMENTE TU CUENTAS
CON ESE VALIOSO APOYO AUN TIENES A TU
ALCANCE
ESE INMENSO TESORODE TERNURA DE
BONDAD Y DE CARIÑO, NO DESAPROVECHES
SUS SABIAS
ENSEÑANZAS SUS PROFUNDOS
CONOCIMIENTOS NI SUS SANAS
EXPERIENCIAS. TU PADRE COMO
YA TE HE EXPLICADO ES UN HOMBRE CABAL
RESPONSABLE, Y DIGNO DE TUS A BUELOS,
COMO
TU ABUELA LA MUJER ABNEGADA CARIÑOSA Y
BUENA HONRALOS PLENAMENTE, NUNCA LOS
DEFRA_

54
UDES TODO LO CONTRARIO DEMUÉSTRALES
CON HECHOS POSITIVOS QUE SUS AFANES NO
SON
ESTERILES. YA CASI ERES UN HOMBRE NO
DESPERDICIES EL TIEMPO, LOS JUEGOS LS
DIVERS
SIONES Y LOS PASATIEMPOS A TU EDAD SON
PLACERES FUGADOS E INÚTILES. LO QUE
REALMEN
TE PERDURA POR SU IMPORTANCIA Y VALOR
SON LOS ESTUDIOS, CONSAGRATE
INTEGRAMENTE
A ELLOS CON ENTUSIASMO Y CONSTANCIA
HASTA ALCANZAR LA META QUE TU PADRE
GENERO
SA MENTE DESEA PARA TU EXCLUSIVO
PROVECHO, DESPUÉS TENDRAS MULTIPLES
OCACIONES
PARA DISFRUTAR LA VERDADERA FELICIDAD
DEL BUEN VIVIR, SI CREES HABERLES
CAUSADO
ALGUN SUFRIMIENTO ESTAS A TIEMPO DE
REPARAR ESE DAÑO AUN PUEDES CORREGIR
LOS _ _
ERRORES QUE TU TORPEZA MEJOR DICHO
QUE TU INEXPERIENCIA TE OBLIGO A COMETER
A PRO
VECHA AL MÁXIMO EL CAUDAL QUE TE
OFRENDA LA DESINTERESADA BUENA
VOLUNTA D PATERNA
NO MALG ASTES LAS EXTRAORDINARIAS
FACULTADES QUE TE OTORGA TU JUVENTUD.

55
SI HAS TORCIDO EL CAMINO
ENDERÉZALO A HORIZONTES MAS LUMINOSOS
Y EFEC_
TIVOS.
EN FIN REGALALES ESA
SUBLIME SATISFACCIÓN QUE MI PRODIGIOSO
ENSUEÑO ME
HIZO VER COMO UN PRESENTE A SUS
DESVELOS Y AFANES.
COMO TE HABRAS DADO
CUENTA DE MI SUEÑO ME HIZO SENTIR EL
ABUELO MAS _ _ _
FELIZ DEL MUNDO.
NO ME CONTESTES NI HAGAS
PROMESAS SOLO TE RUEGO QUE DESPUÉS DE
REFLE_ _
XIONAR Y ANALIZAR LO ANTERIOR ACTÚES
CON FIRMEZA Y SINCERA E INQUEBRANTABLE
FE
OBEDECIENDO FIELMENTE A LO QUE TU
JOVEN PERO SANO JUICIO TE DICTE.

TU ABUELO QUE MUCHO TE QUIERE.

_____________________________

Enrique Díaz Juárez

56
Trate de transcribirla tal y como él lo hizo en la
hoja que me regaló y hasta ese momento me di
cuenta (con un detalle tan simple) de cuanto me
amaba, y no me refiero a lo que dice el escrito (ya
que parte del mismo llegue a leerlo en un libro de
redacción que él tenía), sino al hecho de que
siempre que quería escribir algo a maquina me
pedía ayuda ya que a el se le dificultaba
demasiado y cuando intentaba hacerlo lo hacía
con un solo dedo, así que cuando encontré y
volví a leer el escrito me imagine a mi abuelo
escribiendo con dificultad y el amor que me
demostraba estaba en relación directa con el
tiempo que pudo haber tardado en escribirlo de
principio a fin. Para cuando esto ocurrió ya el
tiempo había realizado su labor de poco a poco
irnos acostumbrando a la ausencia física de una
persona, al tiempo que el dolor aminora y los
recuerdos aumentan y trata uno de acumular los
más posibles. Este escrito como una forma de
darle un simbolismo a su existencia y
significado, lo mande enmarcar (a propósito) con
el dinero que se me otorgo de premio (en la
Facultad de Medicina) al obtener el segundo
lugar con la tesis que me titule y la cual por
azares de trámites inscribí en un certamen de
Investigación. El mismo escrito (ya enmarcado) y
obviamente (sin extraerlo del marco) lo leí de
principio a fin como mensaje de despedida a una
generación de alumnos que egresaban de tercer
año de preparatoria cuando fungía yo como
Director de la misma. Por algún tiempo (no se si
conciente o inconscientemente) hice cosas como

57
estas como para tratar de retribuir un poco el
gran amor que mi abuelo me había dejado ver
con esta valiosa herencia, de hecho hablaba con
el constantemente, le pedía que me ayudara
cuando tenía algún problema y le platicaba de
todas mis cosas... fueron meses que lo convertí
después de muerto en un verdadero confidente.
Me gustaba mucho escuchar una canción de
Emmanuel llamada “el año que vendrá” y cuya
letra da a entender un constante monologo del
autor con alguien que quizás no lo escucha y
hace mención de todo lo que quisiera enterar a
esa persona y de cómo tantas y tantas cosas han
cambiado desde que esa persona se fue. Algo
como eso era lo que yo hacia de una manera
constante por no decir permanente; y fue en ese
tiempo que en mi mente surgió la idea de escribir
una novela a la que llamaría “Día de muertos”. La
novela quedo en mi mente y hasta la fecha sigue
allí, hasta el día de hoy nunca me he encontrado
con la firme disposición de darle vida a través de
las letras, sin embargo la estructura sigue intacta
y la idea no rechaza ni reclama de ninguna forma
el que se nos separe de la gente a la que
amamos, solamente sugiere en su contexto que
la partida, la separación o el arrancarnos a
alguien que tenía tanta convivencia con nosotros
fuera de manera diferente. No trata de cambiar en
nuestra mente el fondo sino la forma, no trata de
que nadie muera ni de cambiar las causas o
circunstancias de la muerte sino que realmente
pudiéramos vivir los días de muertos con
nuestros muertos. La novela (nunca escrita)

58
cuenta que los días de muertos celebrados por
los humanos, en verdad eran para compartir todo
lo que sabíamos que les gustaba, y en esa noche
(que pasábamos con ellos) también podíamos
ponerlos al tanto de todo lo que había acontecido
en el último año. Tratando de ser un poco más
claro en esto, la novela de mi mente dice que
cuando alguno de nuestros familiares fallecía, el
diseño de la muerte le permitía al fallecido
regresar año con año (durante 10 años más a
partir de la fecha de su muerte) cada 2 de
noviembre. La familia que había perdido a ese
ser, hacia exactamente lo mismo que se hace el
día de hoy, prepararlo, velarlo, sepultarlo o
incinerarlo; pero el llanto y el dolor eran mucho
menores, ya que todos sabían que el día 2 de
noviembre más próximo volverían a verlo.
Nuestros muertos llegaban a las 12:00 de la
noche del día primero de noviembre y se iban a
dormir a las 6 de la mañana del día 2 de
noviembre en una cama normal preparada
previamente por nosotros. Después de dormir
por espacio de una hora simplemente
desaparecían para regresar el siguiente año a
convivir nuevamente con todos nosotros. Esto lo
podían hacer por 10 ocasiones, cuando acudían a
la décima o última visita, tanto los vivos como
ellos (los muertos) sabíamos que era el adiós
definitivo. Las reglas de sus visitas eran muy
simples: podían hablar de todo lo que ellos
quisieran, comer, beber, preguntar, bailar, fumar,
etc., y lo único que no podían hacer era
mencionar absolutamente nada del lugar, las

59
condiciones o lo que conocían acerca del sitio de
donde venían. Las reglas de los vivos eran
también muy simples: podíamos tocarlos,
abrazarlos, hablarles, contarles y ponerlos al
tanto de todo lo ocurrido en nuestras vidas
durante el año que acababa de pasar, mostrarles
fotos, videos, cenar, bailar, tomar, cantar con
ellos, etc., y la única regla a respetar era el no
preguntarles absolutamente nada acerca de su
muerte y del lugar en donde habían estado
durante todo ese último año. Habiendo
conseguido imaginar todo esto, me ponía a
pensar todo lo que haríamos cuando mi abuelito
viniera el 2 de noviembre y en mi soñar despierto
trataba de enumerar las cosas que le enseñaría,
desde esa carta que me escribió, las
computadoras, los celulares, los CDS de su
música favorita y tantas cosas y avances
tecnológicos que no le toco conocer, además de
presentarle a los nuevos miembros de la familia
nacidos o casados después de su muerte, sería
tanto lo que le quisiéramos compartir, que las 6
horas que pasaríamos juntos se nos harían
demasiado cortas. Claro esta que ya pasado este
primer objetivo de la novela (el darme aun más
paz interior al imaginarme todo ello), mucho
tiempo después mi cerebro se dio a la tarea de
pensar en el final de la misma, y como lo que
más nos gusta a los humanos es echar a perder
las cosas y pareciera ser que los finales felices
no encuentran mucho eco, la novela hablaría de
una regla más en esta relación anual, la más
importante, y era que la calidad de convivencia y

60
tolerancia entre todos los familiares vivos
(durante esas 6 horas) estaba directamente
relacionada con que nuestro fallecido pudiera
visitarnos durante los 10 años siguientes o se le
restaran el numero de visitas; esto es, que por
cada familiar que no asistiera a convivir esa
noche, se le restaría un año, así mismo por cada
mala relación entre familiares, se le restaría otro
año, en pocas palabras tendríamos que perdonar,
ser perdonados, aceptar, ser aceptados,
tolerarnos mutuamente y amarnos con
sinceridad antes de que llegara ese día si es que
queríamos que le permitieran a nuestro familiar
visitarnos por 10 ocasiones y sólo teníamos un
año para lograr todo esto. Aparentemente parece
fácil de conseguir en el transcurso de un año,
pero como seres humanos que somos nos
cuesta mucho trabajo arreglar nuestros
problemas de relaciones personales y algunos
los guardamos durante muchos años o durante
toda la vida. Si la idea de la novela fuera algo
real, la muerte de nuestros seres queridos
tendría otro sentido y probablemente lograría que
hubiera más unión en las familias, sin embargo
hasta el día de hoy cada una de las muertes que
han acontecido en mi familia me muestran que
existe más desunión y desinterés por continuar
la convivencia.

61
A LA VUELTA DE LA ESQUINA

La mayoría de las veces que nos ha tocado


despedir a nuestra gente, vivimos un
antecedente, nos enteramos de que nuestro
familiar esta librando una lucha de salud-
enfermedad y quiérase o no todos sabemos
perfectamente que cualquier enfermedad por
pequeña que parezca sólo tiene en su evolución
dos caminos... la cura o la muerte, y aunque en
ínfima posibilidad llega y nos atemoriza el
pensamiento perecedero de lo que puede en un
momento dado ocurrir. En un número mayor de
casos, la muerte nos deja ver sus intenciones, o
por lo menos nos recuerda ¡hey, aquí estoy!, nos
recuerda que nos ronda desde siempre, no como
tratando de cumplir un pacto no pactado, porque
el único compromiso bilateral que existe con ella
es el encontrarnos tarde o temprano y un aviso
como este puede interpretarse como un gesto
amable hacia la gente que se queda, en el sentido
de que la duración de la enfermedad da el tiempo
para que nos recuerde su cercanía y como
cualquier persona que anda cerca de donde
vivimos puede pasar a visitarnos, y si llega, por
lo menos decimos “es que ya era mucho
sufrimiento”, “ya esta descansando”. Aunque
esta forma de presentarse pareciera que le brinda
a la gente que continua viviendo una embarrada
de preparación resulta por si misma una forma
cruel para quien transita el final de su sendero,
ya que representa dolor, malestar y sufrimiento.

62
Pero... ¿qué pasa cuando la visita es
inesperada?, ¿qué sucede cuando no tenemos
ningún antecedente?, ¿puede esto interpretarse
como un talante amable para quien parte con
ella?, podríamos pensar que si, en el aspecto que
le evita una antelación de dolor, sufrimiento y
toda clase de malestares por largos periodos sin
embargo ¿que representa para quienes sufren o
sufrimos una perdida en esas condiciones?, ni
más ni menos que la manera más brutal de
privarnos de un tajo y para siempre de alguien
que aun entraba en nuestros planes mediatos de
vida.

Irene, “la tracala” (la hija de mis tíos Enrique e


Irene), fue la hermana menor que
afortunadamente puedo decir que siempre tuve y
no tengo que decir “que siempre anhele tener”.
Viví con ella todas las etapas que los hermanos
tienen. Muchas veces me toco ir a recogerla a la
salida del kinder. Como todos los hermanos
normales me divertía el hacerla enojar. Le
gustaba participar y divertirse en familia y a
pesar de ser la menor de todos esa actitud de
participación hacía que le tomáramos en cuenta
incluso en los paseos que hacíamos en bicicletas
desde la casa hasta llegar a la entrada a San
Mateo Atenco, (cuando sobre todo paseo
Tollocan aun existía y era útil la ciclo pista) y en
los que Marielena y Georgina como hermanas
mayores se esmeraban y ponían todos sus
conocimientos para enseñarle los diferentes
métodos de caída libre y de cómo no evitar

63
chocar con los que te acompañan. Irene era la
única risa que le hacia segunda a Marielena. Era
quien regresaba a todos a una edad que ya nos
había rebasado. Era la que tarareaba todo el día
las canciones da Flans y Gloria Trevi. Ella era el
blanco de nuestras historias de terror que le
causaban temor pero que al mismo tiempo le
gustaba escuchar. Con ella reviví la etapa de
juventud en que el teléfono se convertía (antes
de los celulares) en tu mejor amigo por quien se
encontraba del otro lado de la línea) y podía
pasar horas en el piso, en el escritorio, en
cuclillas, parada, sentada, de cabeza, etc., y cada
que entraba yo a la sala y la encontraba en una
nueva posición y le decía -¿sigues hablando?-
ella me hacia una seña con la mano libre, como la
de “aun hay más” y un gesto que yo interpretaba
como un “porfis”, y entonces de repente me
regresaba en edad, recordaba y salía de la sala
para decirle a mi abuelita –ya, ya termino de
hablar-. Las veces que nos pidió a Norma y a mi
que cubriéramos sus esporádicos y fugaces
escapes cuando mi tío Enrique ya la había dejado
en la casa, me hicieron entender que su infancia
se había quedado atrás. Alejandro, “el chamus”
un mal día de madrugada toco la ventana de mi
cuarto y sólo atino a decir -falleció Irene-, para
ninguna de las preguntas atropelladas que le
hice tuve respuesta y termino diciendo -que ahí
veas como le dices a mi abuelita- todos sabíamos
que el día anterior había tenido a su niña (Silvia
Irene). Norma y yo habíamos hecho planes para ir
a visitarla y llevarle un regalo precisamente ese

64
día que comenzó con esa madrugada. Siempre
fue una preocupación de mis tíos y mi papá el
dar ese tipo de noticias a mi abuelita, y de hecho
es una preocupación generalizada el que se
tenga la idea que a las personas de mayor edad
hay que darles la noticia con cuidado, buscando
las palabras precisas o incluso ocultarles un
hecho así porque se piensa que por la edad no
resistirán o que el corazón les puede fallar o que
se les puede causar algún daño, etc., parecen
pasar por alto que las personas de mayor edad
son las que más entienden de estas cosas y las
que menos reclaman ni piden explicaciones
porque loa años vividos los han acercado a tener
más conciencia de la vida y su final. Yo desperté
a mi abuelita, la hice que se sentara en la cama y
le dije -necesito que estés bien despierta- a lo
que ella me contesto –¿que paso?- con un gesto
de conocimiento y experiencia de quien sabe que
no va a escuchar nada bueno y tal y como
Alejandro me dio la noticia a mi, yo se la di a mi
abuela, sin rodeos ni tapujos, porque para ese
tiempo ya me había dado cuenta de su fortaleza,
de hecho desde el momento que me enteró
Alejandro mis pensamientos no fueron ¿cómo le
digo a mi abuelita?, sin poder evitarlo las únicas
personas con las que viajaron mis pensamientos
fueron mi tío Enrique y mi tía Irene. Como médico
no pude evitar el explicarme a mi mismo lo que
probablemente paso, sin embargo uno de los
errores más grandes que puede cometer un
médico es pensar que las cosas pudieron haber
sucedido de otra manera. Lo cierto es que entre

65
una respiración y otra (20 por minuto), entre un
latido y otro (80 por minuto), podemos estar
muertos, esas son nuestras posibilidades del
diario y de toda hora.

¡Y TODO A PULMÓN!

Fueron muchos años de convivencia con mi tía


Irene (la esposa de mi tío Enrique), y en todos
esos años nunca pude entender porque vivía la
vida como la vivía... siempre atenta de la vida de
los demás. No se cansó de estar pendiente de la
vida de nueve hijos, tuvo siempre el animo o la
vocación de preocuparse y ocuparse de la vida
de su esposo, de mi abuelita, de sus nietos y en
muchas ocasiones también de mi y de todo el
que se encontrara cerca y tuviera necesidad de
algo. Hasta hace poco no podía yo entender que
después de nueve hijos y aproximadamente la
preparación de 21,600 mamilas, pudiera existir
alguien que tuviera el aliento suficiente para
seguir paso a paso la vida de cada uno de ellos.
Recién me he dado cuenta (a raíz de que Daniel
entro en mi vida), que una forma muy grata y muy
profunda de vivir, es vivir sirviendo a los demás,
sobre todo cuando “los demás” se refiere a un
hijo. Mi vida tiene un a.d.D (antes de Daniel) y un
d.d.D (después de Daniel), ahora me doy cuenta
todo lo que nos hace vivir un hijo, me doy cuenta
que un hijo no nos quita vida personal por
ocuparnos de enriquecer su vida sino que

66
enriquece nuestra vida en la misma proporción
que nosotros nos ocupamos de la suya. Puede
ser que exista quien piense que con el primer
hijo se acaba el encanto y que todos los
siguientes ya son como repeticiones del primero
pero... no estamos hablando de clones, estamos
hablando de seres únicos, individuales y no
repetibles en ningún aspecto. Mi tía (ahora me
doy bien cuenta), que al servir a los demás... se
servía a ella misma, que al enriquecer... se
enriquecía ella misma y que era capaz de respirar
por los demás, porque... (no puedo decir a que
edad tomo conciencia ni en que momento de su
vida se dio cuenta) que el secreto del verdadero
vivir estriba en ser útil a los que nos rodean.
Hasta el día de hoy no he experimentado una
satisfacción más grande que la de poder dar una
satisfacción a alguien (y reitero) sobre todo si se
trata de un hijo. Hasta ahora logro entender la
plenitud de vida que alcanzó mi tía, nunca se
olvido de ella, muy al contrario, vivía al máximo,
al grado de dar la impresión que no pensaba para
nada en si misma; ¿cuántas veces se enfermo?,
o ¿cuántas enfermedades padeció?, no sería
posible que alguien pudiera decirlo ya que ese
lugar (aparentemente) secundario que le daba a
su ser, hacia que fuera difícil que uno se diera
cuenta en que momento cursaba con una
enfermedad o con un dolor físico. No recuerdo
haberla visto quejarse de algo, y de los
padecimientos que nos dimos cuenta que le
aquejaban y de los que nos llegamos a enterar
fue porque eran limítrofes o llegaban a un punto

67
difícil de mantener oculto a los ojos de los
demás, y aun así, yo recuerdo que todas las
veces que alguna de mis primas o mi tío me
decían que estaba enferma, al preguntarle -
¿cómo sigues tía?- la respuesta siempre era...
-bien hijo, si yo me siento bien-. Siempre se
quedo grabado en mi mente de una manera muy
clara aquel episodio en que a la edad de 6 o 7
años me desperté de madrugada y me di cuenta
que mi tío Rafael no había regresado aun a
dormir y mis abuelitos (aunque no recuerdo
porque) no estaban en casa, así que los
monstruos y brujas de mi imaginación hicieron
que me levantara y me sentara en el corredor de
la entrada de la casa (según yo) a esperarlo. De
pronto la luz de la cocina de mi tía Irene se
encendió (para preparar una de tantas mamilas) y
mi tía me vio por la única ventana que daba hacia
la entrada de la casa y dando la vuelta fue hacia
mi preguntándome -¿qué haces aquí hijo?-
aunque trate de ocultar mi miedo bajo
argumentos de que no tenía sueño y esperaba a
mi tío Rafael, ella no necesitó oírlo de mis labios,
me levantó, me dirigió a mi cuarto y se quedo
conmigo contándome cosas agradables hasta
que me quede dormido. Quien sabe a que chillón
de mis primos provoqué que su mamila “X” le
llegara con retrazo, lo que si puedo decir es que
ella no se retiro hasta que se dio cuenta que yo
ya me había quedado dormido. Al otro día me
enteré entre risas que ella se había asustado al
verme, pensando de momento que se trataba de
algún tipo de alienígena, en esos tiempos

68
(marciano). Mi abuelita se rehabilito de una
fractura de cadera (a una edad muy avanzada)
gracias a que mi tía la ayudaba y obligaba a
levantarse y le brindaba atención en todo
momento; todo esto a pesar de que encargarse
de algo así conlleva una dosis de mucha
paciencia para lidiar con el mal humor y los
malos tratos que se reciben de quien uno atiende
en esas condiciones. Pienso que quizás alguno
de sus genes estaba dotado de grandes dosis de
bondad, paciencia, humildad, vocación de
servicio, etc., su hermana Esthela tomo el camino
de la religión, y las pocas veces que las vi juntas
ahora me doy cuenta que no había diferencia, las
dos realizaban una labor semejante pero por
sendas distintas.

Existe una lagrima que me ha tocado ver en


infinidad de personas (que supongo) sienten que
todo esta próximo a su fin. La he visto tanto en
pacientes como en familiares, es una lagrima
especial que rueda por la comisura externa de
alguno de los ojos y que sigue lentamente todo el
trayecto de la sien. En mi abuelita no me toco
verla, pero mi prima Patricia al contarme sus
últimos momentos la mencionó. Desconozco si el
origen de la misma tenga su punto de partida en
algún sentimiento de nostalgia o tristeza y sería
absurdo de mi parte enfrascarme en dilucidar la
causa, lo único que si puedo decir es que de toda
la gente que a partido y que he llegado a ver
antes del adiós, se me ha quedado grabado (y no
se porque) que la mama de norma y mi tía Irene

69
son las únicas dos personas en las que esa
lagrima no estuvo al alcance de mi vista. A mi tía
Irene solamente la vi una vez en terapia intensiva,
y yo creo que tanto familiares con profesión de
médico como familiares con otra profesión que
seguimos más o menos de cerca la evolución de
su enfermedad y el rumbo que iban tomando las
complicaciones de la misma, nos dimos cuenta
que difícilmente lograría salir adelante, era
mucha enfermedad y muchas complicaciones
para una sola persona. Cuando me pare del lado
izquierdo de su cama, volteó su mirada hacia mi
cuando tome su mano y dije en vos baja... –tía-,
ella trato de decir algo pero no pudo pronunciarlo
y yo le dije –descansa-. Lo que siguió los días
por venir, fue la lucha que a todos nos va a tocar
librar completamente solos aunque estemos
rodeados de mucha familia o amigos que
quisieran ayudar, un organismo y todas sus
reservas contra una enfermedad y el desgaste de
toda una vida.

LA MUERTE “EL MIGUEL ANGEL” DE LA VIDA

Uno termina un buen día por percatarse que su


turno esta próximo y que su generación ha
llegado al vértice de la pirámide familiar por
varios factores aparentemente aislados pero que
tienen un mismo origen... la “partida” de las
piezas clave de una familia. La evolución de la
vida (que no es más que el paso del tiempo) y

70
que a su vez no es más que “vida” porque pese a
todas las definiciones que existan de la palabra
tiempo (como fenómeno en si), la verdad es que
el verdadero significado de “tiempo” es “vida”
porque sólo es eso, el tiempo sólo es
permanencia, cada instante que pasamos aquí se
traduce como tiempo y la vida es quien lo
convierte en instante, minuto, mes, año, etc., o
sea en tiempo, ese transcurrir del tiempo o sea la
vida misma hace que sin darnos cuenta
pasemos de ser hijos a ser padres, de sobrinos a
tíos, de un estado de dependencia al estado de
independencia y finalmente a un estatus de
responsabilidad con respecto a decisiones de
toda una familia. Esto sólo es el indicativo que ya
es tu turno, que la cuenta regresiva esta llegando
a su fin y que al no poder detener la evolución
natural y haber llegado a la cima... el camino que
sigue (por lógica) solamente es hacia abajo. De
golpe y cuando jamás habías pensado en ello, te
llegan preguntas como: ¿qué ropa le ponemos?,
¿dejamos abierta la tapa?, ¿le recortamos el
bigote?, ¿que hora dejamos para el sepelio?,
etc., cuando recibes la noticia (casi todas la
veces por teléfono) de que falleció otro más de
tus familiares y en tu cerebro te formulas la
pregunta ¿ya le habrán avisado a...? de golpe te
das cuenta de que la mazorca familiar hace
tiempo que inicio a desgranarse y que ya no
existe alguien más a quien avisarle del
acontecimiento. El mirar una fotografía familiar y
darte cuenta que de las personas que aparecen
en ella ya son más las que han partido que las

71
que permanecen vivas te ayuda a terminar de
enterarte que tu ciclo esta llegando a su final y
esto es más certero que lo que un espejo puede
decirnos, los pliegues y las arrugas del rostro,
las canas en el cabello, el cansancio de la
mirada, etc., son visiones de nosotros mismos a
las cuales nos vamos acostumbrando... la verdad
es que comienzas a sentirte más solo.

Con el paso del tiempo y el adiós


(principalmente) de mis tíos y mi padre, me fui
dando cuenta que la muerte (entre todas las
facetas que podamos encontrarle) también sabe
esculpir y pintar. Todos los que tenemos la
oportunidad de vivir, crecer y convivir con los
que consideramos nuestros seres queridos, nos
vamos formando a base de la influencia de todos
ellos hasta que quedamos con una personalidad
única pero que esta conformada con pinceladas
y formas que fuimos tomando de los demás a
medida que fuimos creciendo. Esto no tiene que
ver absolutamente nada con la herencia que
recibimos a través de los genes, sino a
comportamientos, frases, palabras, temas y
actitudes que nacen de la convivencia con
alguien y que sólo son usadas repetidamente a lo
largo de nuestra vida cuando estamos con ese
alguien y que la muerte nos va quitando cuando
reclama para si a una persona determinada
(como quien quita con su cincel partes del
mármol) para dar otra forma a su obra. De mi
abuelo herede el levantarme a las 5 de la mañana
y la poca tolerancia al lenguaje corporal

72
desaprobatorio, sobre todo el facial. De mi abuela
el gusto por ser un buen anfitrión y por no
desperdiciar la comida. De mi padre herede su
buen humor y el gusto por la buena bohemia, y
de mi madre herede la simpleza de la vida y la
poca capacidad de sorprenderme; creo que en
realidad en este aspecto (el genético), no recibí
mucha herencia. Me fascinaba escuchar las
anécdotas de mis tíos y mi papá cuando la edad
que tenían y la dependencia familiar les proveía
de la oportunidad de la convivencia diaria, tanto
de niños como de jóvenes. Recuerdo mucho
aquel episodio (que nos platicaron), en que
estando mi abuelo enfermo y en cama, mi tío
Enrique y mi papá (siendo aun niños), jugaban en
esa misma recámara para hacerle compañía, y si
la memoria no me falla parece ser que una de las
cartas (barajas) con las que jugaban, se les fue
entre una de las rendijas del piso de madera, y
como no alcanzaban a ubicarla por falta de luz se
les ocurrió la gran idea de alumbrar con una vela
aquel sitio sin darse cuenta que la flama de la
vela alcanzo alguna cobija o colcha de las que
tenía mi abuelo y se esparció de inmediato a toda
la cama y el colchón; convirtiéndose aquel
episodio en el primer atentado terrorista en la
historia de la familia, afortunadamente con saldo
blanco ya que los gritos desesperados de mi
abuelo pusieron en aviso a mi abuela quien de
inmediato decretó el estado de alerta máxima y
puso en marcha el primer plan DN3.

73
Mi tío Jorge era de quien más me gustaba
escuchar anécdotas y recuerdos de su vida de
juventud. Existe una canción de Joan Manuel
Serrat llamada “La aristocracia del barrio” cuya
letra siempre que la escucho me transporta a lo
que él me platicaba de sus vecinos y amigos de
su juventud. Teníamos una relación muy
singular, él era muy observador de la conducta
de los demás y no perdía la oportunidad para
hacer cualquier tipo de sarcasmo y reírse sobre
todo de las personas que se creen que todo lo
saben, era para mi un buen tipo y además me
eligió como su confidente y se gano mi confianza
pues yo lo elegí como mi confidente. Con su
muerte recibí los primeros golpes de cincel que
desaparecieron para siempre desde cosas tan
simples como “hijo” o “mueganito”, que sólo el
me decía, hasta recuerdos mas entrañables como
mis primeras platicas de adulto y muchos tips
que me ayudaron a ser escéptico en cuanto a mi
relación con los demás y así me evitaron muchos
golpes bajos. Con su partida la muerte me quito
algunas partes de mi vida al esculpir mi persona
quitando todo lo que aunque era mío, sólo le
perteneció a el, a mi tío Jorge. Por el aprendí que
existe gente que canta con el corazón como José
Alfredo Jiménez. Aprendí que saber tomar no
tiene nada que ver con cantidad o grado de
embriaguez que pueda uno alcanzar, sino con
degustar realmente la bebida que eliges tomar.
Me supo transmitir el gusto por las corridas de
toros y muchos detalles que encierra ese
espectáculo. Me enseño a no sufrir una resaca y

74
me compartió los pequeños secretos de cómo
aliviarla dependiendo de la bebida que la
produjo. Tenía el don de darle a una reunión
familiar el toque chusco, de alegría y relajo,
parecía que estaba siempre pendiente que todos
nos sintiéramos bien y en ambiente. Nunca he
olvidado la ultima gran fiesta que recuerdo de la
familia “el bautizo de Marcos”, fue la ultima gran
reunión en que la misma familia atendía a
propios y extraños. Mi tío Rafael y yo fungimos
de cantineros, Enrique (el güero) y Mario (hijos
de mi tío Alberto) fueron los “guaruras” y “saca-
borrachos” y ¡tuvieron trabajo!... ya que de
pronto mi tío Rafael o yo nos encontrábamos en
la barra de la cantina a alguien que no
identificábamos exigiendonos X o Y bebida hasta
que todos comenzamos a preguntarnos ¿y ese?
¿con quien viene? o ¿alguien lo conoce?, y
cuando ya nos habíamos asegurado que era un
colado, se le hablaba a los delicaditos de
seguridad quienes prácticamente cargaban al
intruso y competían para ver quien podía lanzarlo
más lejos; al respecto no se me olvida la cara de
un valiente y escuálido personaje… que osó
regresar por dos ocasiones más después de que
lo habían sacado, obviamente la tercera y ultima
vez el “güero” lo tomo del cinturón (como
haciéndole calzón chino) y del cuello de su
chamarra y lo dirigió suspendido en el aire
acompañándolo con infinidad de arrobas.com y
folclor lingüístico – ¿bueno que este hijo de su…
@#€%&$ madre no entiende?-. Sólo una vez vi a
mi tío Jorge en terapia intensiva, conciente

75
aunque con efectos de sedación y con puntas
nasales para el oxigeno, me miro y con la sonrisa
que tantas veces me dedico solo me dijo ¿qué
paso mueganito?, esa fue la ultima vez que le vi,
la ultima vez que mire con vida al “Mister” de
nuestra familia. Cuando uno se siente dañado al
perder a un ser querido es cuando podemos
entender frases como “parte de mi se murió con
el”, y realmente sucede así y podría decirse que
textualmente es cierto porque… a veces me
pregunto ¿con quien voy a ser como era con el?
obviamente con nadie, y esto también viene a
corroborar que no podemos sustituir a ninguna
persona que es importante para nosotros.

Con mi tío Rafael fue con quien más conviví


desde mi niñez hasta mi juventud. Muchas veces
fue mi tutor en la escuela. Desde el kínder el era
el encargado de llevarnos a mis primos (Rafael y
Marielena) y a mí, en una odisea que vivíamos a
bordo de una bicicleta tipo turismo, sorteando
lodo, charcos, baches e innumerables perros que
sabían como hacernos pasar un mal rato. En
primer año de primaria y cerca de los primeros
exámenes, fue él quien me enseño a estudiar, ya
que mi método consistía hasta ese momento en
memorizar todo lo que leía con puntos y comas y
obviamente que una sola pagina me llevaba más
de una hora. Para mi era como un hermano
mayor, lo miraba como el prototipo a seguir.
Algún tiempo cuando él aun estudiaba,
dormíamos en la misma recamara y a mi me
encargaba que le diera grasa a sus zapatos sobre

76
todo cuando iba a asistir a algún baile. Recuerdo
mucho unas fotografías del festival que
organizaban los estudiantes en las principales
calles de la ciudad a bordo de motocicletas y el
iba a bordo de una de ellas, todos llevaban
mascaras como si fuera de halloween y les
tomaban fotos con y sin la mascara, me
platicaba muchas cosas que le emocionaban de
su ultima época de estudiante. Por el supe que
perteneció por mucho tiempo al grupo de los
vampiros de la UAEM y que no fue otra cosa más
que el nacimiento empírico y con legislación
únicamente moral y no autorizado de lo que
después fuera el consejo universitario. Ya de
grande me toco ver una placa que se encuentra
colocada en uno de los pasillos del edificio
central de la UAEM, como reconocimiento a
aquella labor apolítica de esa agrupación y en
una de sus últimas visitas se lo comente y lo
acompañe a verla. El alimentó en mí la pérdida de
miedo a las peleas callejeras y los golpes, no
como medio de demostrar nada a nadie sino
como último recurso para defender mis derechos
y no permitir abusos ni humillaciones de nadie.
Aprendí que una mirada te puede dar más idea
del enojo de una persona que el gritar o el
golpear. Me hizo conocer la satisfacción de
entregar un buen trabajo en la escuela. Me regalo
la experiencia única e inigualable de prestarme
su bocho rojo para ver manejar a mi abuelito un
auto por primera y ultima vez (lo subió a la
banqueta). La primera vez que fui empleado en
un trabajo fue por que el me contrato como

77
velador del material con el que construía la casa
de mi tío “toto”. El me pago el primer sueldo de
mi vida, el mismo que me sirvió para comprarme
la ropa que nadie me quería comprar y no por ser
cara sino por que era un sinónimo de rebeldía.
Con ello me convertí en el primer rebelde de esa
generación de la familia, al ser el primero que
usaba unos simples pantalones acampanados.
Una de las cosas que más me puedo agradecer a
mi mismo es el haberle aprendido a respetar la
vida de los demás. No podía fingir su molestia
cuando alguien hablaba mal de una persona que
no estaba presente y llegaba al grado de
levantarse diciendo ¡pues díselo cuando lo
tengas enfrente! o ¿por qué no nos cuentas
mejor de tus errores y de tu vida? Sin influir el
tiempo que nos dejábamos de ver y la distancia,
el día que volvíamos a vernos el encuentro era
como si tuviéramos un instante de haber estado
juntos; era algo de verdad muy familiar y
agradable. Me hubiera gustado asistir a
despedirlo pero un error de comunicación hizo
que aunque fui de los primeros a quienes le
avisaron que había fallecido, yo fui el ultimo en
enterarme que era mi tío Rafael el que había
fallecido. Con esto seguí perdiendo pequeñas
partes de mí, desde un ¡quiuvo cuate! o un
¡santo-viejo!, las sonrisas, las miradas, la buena
rivalidad entre un pumas/Toluca y las bromas, en
fin el “vago” de la familia se había marchado.

Con mi tío Enrique conviví toda mi vida, desde


mis primeros recuerdos hasta los últimos. Nunca

78
me hizo sentir un trato diferente al que otorgaba
a mis primos. Me llamaba hijo, muégano y ya de
grande... Héctor. De mi niñez recuerdo sus
regaños sin distinción cuando hacíamos alguna
travesura. Recuerdo también el enorme tamaño
de sus manos cuando la travesura tenía que
arreglarse con unas nalgadas. Una de las cosas
que se me quedo muy grabada fue como él, mi
papa y mi tío Jorge en una complicidad de
hermanos, se ocultaban (no importando la edad
que ya tenían) para fumar a escondidas de mi
abuelito e incluso depositaban en nosotros la
enorme responsabilidad de llegar corriendo a
avisarles ¡ahí viene mi abuelito!, lo que hacia que
de inmediato apagaran sus cigarros y se
pusieran a dispersar el humo con las manos y a
soplidos. Creo que difícilmente ha existido
alguien en la familia que pueda ser más hogareño
que el, disfrutaba mucho de su hogar y de su
familia y a todos sin distinción (a sus hijos y a
mi) nos puso apodo. Llegue a darme cuenta de
su organización y responsabilidad para con su
trabajo cuando aun de niños era una parte de la
rutina del día verle en la mesa de la cocina
acomodando y ordenando sus papeletas.
Algunas veces me toco verlo jugar boliche, era
bueno ya que siempre se lo peleaban para formar
equipo y los trofeos que llevaba a la casa eran
una muestra de ello. Mi tío me dejo muchos
recuerdos que de manera cotidiana acuden a mi
mente cuando dentro de la familia alguien lo
menciona o sale a relucir su nombre en alguna
de nuestras pláticas. Creo que el fue de los

79
pocos que se dio cuenta lo que mi abuelito había
significado en mi vida. Y si alguna duda tenía yo
del lugar que ocupaba en la vida de él, esta duda
se disipo por completo el día que me pidió unos
minutos para hablar a solas y me comentó con
cierto titubeo que pensaba volver a casarse, y
tengo muy presente su gesto de alegría cuando
le dije ¡que bueno tío!, y tantas otras cosas en
que le mencionaba que todos ya tenían una vida
y que el estaba en todo su derecho y bla, bla, bla,
y el comenzó a platicarme de la persona que
sería su esposa; esto termino por reafirmar que
siempre me vio como un hijo más. Sólo acudí en
dos ocasiones al hospital a visitarlo y cuando su
estancia se comenzó a prolongar recuerdo que
hasta yo cuestionaba a Juan y Marielena en
cuanto a ¿porque otra vez a cirugía? que ¿por
qué esto? y que ¿porque aquello?, cada que me
informaban por teléfono... el temor de lo que
significaba una estancia prolongada en sus
condiciones, me hacía incluso olvidarme de la
profesión que tienen y que todos esos
cuestionamientos no eran más que el reflejo de
un miedo (que sólo los que estamos
relacionados con esta profesión) sentimos, es un
miedo muy especial ya que se hace más y más
grande cuando quien nos informa no es médico y
nos dice que lo vieron mejor, que “parece que ya
va bien”, y sin embargo tu tienes la desventaja de
ser médico y sabes lo que significa una
“estancia prolongada” en esas condiciones. Mi
tío murió en día sábado después de dar por
aproximadamente más de un mes su mejor lucha,

80
y tener (a pesar de su estado), la atención y el
interés de preguntar por los demás... al grado de
llamar a mi abuelita por teléfono desde su prisión
(el hospital) para felicitarla el día de su
cumpleaños, haciéndole creer que andaba en
viaje de vacaciones. Para mi abuelita fue el
último golpe que recibiría de esta naturaleza,
para mis primos significo la partida del segundo
ser en este mundo que (desde que nació cada
uno de ellos), siempre vivió para ellos y
pensando en ellos, y para mi fue una sacudida
más que hizo que se desprendieran muchos
fragmentos de lo que yo era y que no volvería a
ser. A partir de allí no volveríamos escuchar a
nadie más preguntar por “el elefante”.

Con mi padre la vida me deparó mucha


enseñanza no planeada ni por el ni por mi. Nunca
tuve la fortuna de vivir con el. Desde siempre
supe que él era mi padre, aunque mi abuelito
ocupo sentimentalmente ese lugar. De niño
solamente puedo recordar que los sábados iba a
verme a mi y a mis abuelitos, el los sábados, mi
mama los domingos. En aquel tiempo una de las
cosas que llenaba mi vida era el saber que tenía
hermanos (aunque no viviera con ellos), unos el
sábado y otros el domingo. Increíblemente ni de
niño, ni de adolescente y mucho menos de
adulto escuche el mínimo comentario negativo
tanto de mi papa hacia mi mama como de mi
mama hacia mi padre. Resulta un tanto
sarcástico pero por parte de la familia de mi
papa, hubo quienes desde niño me hablaban mal

81
de mi mama y por parte de la familia de mi mama
hubo (y aun de adulto mayor) quienes siempre
me hablaron mal de mi papá. Nunca a ninguna
edad le pregunte a ninguno de los dos las causas
por las cuales habían tomado la decisión de
separarse. Las familias respectivas se
encargaron de hacerme llegar (sin que yo se los
pidiera) cada una sus versiones en donde ponían
a uno como villano y al otro como un santo, y sin
querer todo esto contribuyo a que al llegar a la
edad de mayor desorientación y necesidad de
mis padres tome la actitud de defensor de ambos
enarbolando la bandera de “vivan su vida”,
“dejen vivir a los demás su vida” y “dejen de
meterse en las vidas que no les pertenecen”. No
recuerdo haber cuestionado jamás ni a ellos ni a
otras personas sobre esto, y el corto tiempo que
yo me lo pregunte (en la adolescencia),
rápidamente me conteste... “vive tu vida”, “deja
vivir a los demás su vida” y “deja de meterte en
las vidas que no te pertenecen”. Al llegar a la
secundaria y hasta casi terminar la preparatoria,
mi papá era un familiar más pero con el derecho
de llevarme a la peluquería cuando el
consideraba que mi pelo ya había rebasado el
estándar de la familia, razón por la cual esto se
llego a convertir en una época en que incluso
trataba de esconderme de él inventando
actividades escolares en los días sábados. En
ese tiempo a mi papá le toco el difícil papel de
tratar de convencerme cual era el camino
correcto, y digo el difícil papel porque el trataba
de atender las quejas de mi abuelita con terapias

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padre-hijo en unas cuantas horas y en un sólo
día a la semana. Y es que en realidad mi padre
probablemente fue el único (de los 5 hermanos) a
quien le toco lidiar en toda su expresión con lo
que los pocos medios de comunicación de aquel
tiempo dieron el mote de “el choque de dos
generaciones”, ya que yo era (en el buen sentido)
“el negrito en el arroz”, “la oveja descarriada” y
en pocas palabras el primero que se salía del
comportamiento normal de nuestra familia y tuvo
que luchar y buscar argumentos continuamente
para debatirme el despertar de mi lado oscuro, y
es que hablo de la época en que todo lo
prohibido era de lo que más quería hablar y lo
que más llamaba mi atención; el pelo largo, el
rock, los pantalones acampanados, la guitarra, la
rebeldía estudiantil, los iconos como el Che, los
Beatles, los Doors, los conciertos como
Avandaro o Woostok, las drogas, mi aversión por
las matemáticas, la bebida, la guija, el cigarro y
aunque a los más jóvenes que lleguen a leer esto
les parezca absurdo ¡hasta las relaciones de
noviazgo! no eran bien vistas antes de la
preparatoria. Finalmente después de muchas
sesiones de defender repetidamente cada uno de
los dos sus argumentos… los tropiezos de esta
etapa de nuestra relación llegaron a un
consenso, el no se metería más ni con mi cabello
ni con mi vida escolar mientras yo no ocasionara
problemas a mis abuelitos y mientras no
solicitara ayuda económica para salir de mis
problemas personales o escolares ni a mis
abuelitos ni a el. De allí en adelante nuestra

83
relación maduro, el me busco por saber como me
iba y yo lo busque porque sentía libertad de
hablar con el de cualquier cosa. El paso de los
años y la madurez de la relación hicieron que me
diera cuenta que mi padre era una persona muy
agradable, podría decir exquisita y necesaria
cuando uno convivía con el. Todavía tuve la gran
oportunidad de vivir y compartir muchas cosas
con el; desde una agradable bohemia hasta el
sentimiento de orgullo de presentarlo a mis
amistades y darme cuenta que era una caja de
sorpresas para quien se encontraba cerca de el.
Mi padre entro poco a poco en mi vida y se gano
(sin querer) un lugar muy especial, que hacia que
uno lo tomara en cuenta porque se hizo
necesario. Siguiendo la tradición de la familia, a
mi también me toco degustar el mal sabor que
tenía un cigarro si lo fumaba delante de el. Hasta
ese día entendí a mis tíos escondiéndose para
fumar cuando mi abuelito aparecía. Tengo
muchos recuerdos muy agradables de nuestra
relación... ¡los casi 4 litros de tequila
almendrado! entre el, mi tío Jorge y yo cuando
presente mi examen de titulación, la sorpresa
que nos dio con su personificación del cura
Hidalgo un 15 de septiembre en Toluca, la
comida sorpresa que le organizamos por su
cumpleaños en México, las vacaciones con el
que permitieron que disfrutara de un compañero
inigualable de viaje, de bebida, de comida, de
descanso, de charla, de bohemia, etc. Creo
realmente que con el se fue mucho de mi
persona. Su muerte fue demasiado sorpresiva,

84
pero murió como la mayoría de los médicos
buscan morir... en su casa. La misma profesión
hace que el temor a morir se centre en pensar en
sondas, tubos, cirugías, agujas, estudios
invasivos, ayunos prolongados y dolor, dolor y
más dolor, el sabía de esto y tuvo la fortuna de
no experimentarlo en su persona. Mi hermano
Humberto me dio la noticia por teléfono y para no
faltar a la costumbre de vernos fue un sábado
por la mañana. En la reunión que esto ocasiona
siempre o ¿debo decir por regla social en el
velatorio?... es igual, Helena deshecha, Marisela
más sola que nunca, Humberto haciéndose cargo
de todos los tramites que el ser humano ha
inventado para algo tan simple y al mismo tiempo
luchando con sus remordimientos pasados,
Hiram y el chino viviendo su primer pesadilla de
la realidad, Luis y Meche sintiendo la parte de
dolor sordo que sólo pertenece a uno porque
nadie sentimos lo mismo aunque la perdida sea
compartida y yo tratando de reconstruir toda la
parte de mi que se desmoronaba sin remedio. Ahí
quedo el cuerpo de un familiar más que tenía la
habilidad de conquistar a quienes le rodeaban,
aquí muy dentro quedo el vacío de alguien a
quien cada que veía le decía –padre mío- y el me
contestaba (en nuestra relación no planeada) –
hijo mío-. La primera etapa del duelo, conlleva en
si, que los días inmediatos que siguen a la
perdida, el vacío se percibe más hasta que llega
una especie de catarsis involuntaria que nos
reconcilia con la vida y con la muerte. Es así
como días después me senté frente a la

85
computadora y le compartí mi sentimiento de ese
momento el cual transcribo con la fecha en la
que lo escribí:

“Padre mío”

No quiero importunarte ni tampoco distraerte


pero, desde que tu partiste no falta quien me diga
que allá desde donde estas vas a guiarnos, vas a
cuidarnos y que nos vas a preparar el camino
para cuando te alcancemos, pero no te voy a
pedir nada de eso, lo único que quiero decirte es
que te vayas sin pendientes, que te vayas sin
preocupaciones y que seas feliz, que no te
inquiete nada, nosotros vamos a estar bien y
sabremos salir adelante y llegado el momento ya
veremos como nos las arreglamos, si, ten la
seguridad que vamos a estar pendientes los
unos de los otros, nadie quiere que te preocupes
de nada solo queremos que seas feliz igual que
siempre, hiciste todo por todos y eso basta y es
suficiente, no necesitamos nada mas porque lo
mas importante lo tenemos, tu forma de vivir la
vida con todos y cada uno de nosotros, el trato y
tu interés por lo que cada uno hacia. No te voy a
decir lo mucho que te quiero porque no es mi
estilo ni el tuyo tampoco, pero creo que nos lo
demostramos mutuamente, gracias por toda esa
convivencia que me queda en el corazón y en el
recuerdo, gracias por permitirme servirme de tu

86
vida y por ultimo vete, y vete orgulloso y vete
feliz, no mires hacia atrás porque no dejas nada a
medias vete a gozar y a disfrutar todo lo que
ganaste porque lo que has sembrado es muy
abundante.

Gracias.
24 de noviembre de 2005
Héctor

Mi abuelita ya no sufrió este golpe (al menos eso


creemos) yo pienso que las madres tienen un
sentido extra que en ocasiones nos da la vuelta
sin darnos cuenta, pero por ninguno de nosotros
llego a saber que también el “muégano” ya la
había dejado.

VIDA NADA TE DEBO… MUERTE ESTAMOS EN


PAZ

He conocido muy poca gente en esta vida, que


muestre un interés por los demás... como Silvia
(mi hermana), yo calculo (porque nunca
pregunte), 2 o 3 años mayor que yo. De niños
casi siempre era ella quien iba los domingos por
mi a la casa de mis abuelitos, para llevarme a la
casa de mis tías y ver a mi mamá, en donde
pasaba todo el día entre música, risas, barullo,
choques de copas, derramas de cerveza y
alegría. Era en ese tiempo una casa antigua, llena

87
de gente que cada 8 días se reunía para celebrar
mutuamente su presencia, hasta donde pude
darme cuenta a medida que fui creciendo, todos
bebían y sin embargo nunca me toco presenciar
algún episodio desagradable. Silvia en muchos
de los años de mi infancia era quien jugaba con
Patricia (mi otra hermana) y conmigo. Silvia
siempre se mostró hacia mi, como la hermana
que abraza, que besa y que se le da con facilidad
estar repitiendo constantemente -te quiero
mucho-. Pasado el tiempo y recibiendo poco a
poco la edad, debo reconocer que las pocas
veces que los hermanos llegamos a reunirnos
fue porque ella lo propició. Era una persona que
reía y lloraba con mucha facilidad, tenia la
sensibilidad a flor de piel y por lo mismo
fácilmente podía sentirse el amor que irradiaba,
mi abuelita siempre me hacía comentarios
cargados de cariño y bondad acerca de ella, y
hasta sus últimos años (más allá de los 100 años
de edad) llego a preguntarme por mi “hermana
Silvia”. Yo, considero que siempre transité como
el antagónico de ella en el aspecto de mostrar
mis sentimientos, siempre me ha costado mucho
trabajo decir -te quiero- y eso de los besos y los
abrazos no se me da tan generosamente, muy al
contrario, a ella no se le daba ocultar lo que
sentía, todo tipo de sentimientos se le notaba
con mucha facilidad. No digo que fuera un ser
perfecto, lo que digo es que a mi no me toco
padecer ninguno de sus defectos probablemente
debido a la poca convivencia que tuvimos. La
última vez que me dijo -te quiero mucho-, fue la

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última vez que nos vimos (como 20 días antes de
su muerte y después de casi 3 años de no
vernos) ella me hablo por teléfono y me pidió que
fuera a revisar a Patricia, platicamos un buen rato
en el que ella me abrazó y me repitió varias veces
lo mucho que me quería a lo que yo le conteste lo
que normalmente fue siempre mi respuesta a esa
expresión de sus sentimientos -yo también-. Fue
la última vez que nos vimos y la primera vez que
nos despedimos sin hacer planes para volvernos
a ver... y que bueno porque la muerte se hubiera
reído de nosotros. Era el 10 de mayo por la
mañana mientras estaban preparando a mi
abuelita para velarla cuando recibí la llamada en
que me enteraban que Silvia acababa de fallecer
después de que dos días antes rodara por la
escalera de su casa y su misma sangre que tanta
vida le dio y tanta vida les dio a otros, ahora le
daba la muerte apoderándose de su cerebro y
con ello de sus pensamientos y su personalidad.
Cuando dos días antes mi madre me hablo para
avisarme del suceso, yo sabía que únicamente
era cuestión de tiempo y automáticamente
recordé nuestro último encuentro de
aproximadamente 20 días antes y también
automáticamente pensé que quitando ese último
encuentro teníamos más de 3 años de no vernos.
Quizás no logremos aún o no logremos nunca
darnos cuenta, que difícilmente alguno de
nosotros va a tomar su papel y va a invertir
entusiasmo para volver a reunir a los hermanos.
A mi me queda claro que quien quisiera hacerlo
le costaría mucho trabajo porque nadie de los

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que aquí quedamos somos como ella, a ella el
interés por la convivencia y el externar su cariño
se le daba de manera natural y al menos a mi no
me nace y me costaría mucho trabajo hacerlo. Lo
natural y lo actuado tienen diferencias abismales,
casi como una fotografía de la Madre Teresa de
Calcuta besando a un niño africano, desnutrido y
enfermo y una fotografía exactamente igual, con
el mismo niño pero en el lugar de la Madre
Teresa cualquier político, el que sea, que de
cualquier modo el resultado sería el mismo.

¿NADIE SE MUERE EN LA VISPERA?... MI


ABUELITA SI...

Hasta hace relativamente poco tiempo yo creía


que esa frase encerraba toda una verdad, pero mi
abuelita se encargó de demostrarme que existen
personas que si se mueren en la víspera. Mi
abuelita murió antes de morir, murió antes de la
fecha que el mundo de lo orgánico le tenía
reservada. Dejo de existir poco a poco, dejo de
ser ella y nos abandono antes de abandonarnos.
Con esto se desmorono de a poquito el pilar y la
base más importante en que se sustentaba toda
una familia. A pesar de existir dos generaciones
de distancia entre mi generación y la de ella, para
mí no existía tal distancia pues siempre tuvo el
papel de mi madre. Los lasos con ella se fueron
entretejiendo a lo largo de casi 40 años de
convivencia (sólo un poco menos de lo que vivió

90
con su esposo, “mi abuelo”). No me di bien
cuenta en que momento murió, sólo se que un
buen día ya no la encontré adentro de si misma,
sólo se que la llame y ya se había marchado,
dejándonos un cuerpo que le sirvió de cripta,
dejándonos un cuerpo que nos recordaba que
ella yacía enterrada allí mismo dentro de ese
cuerpo y que nadie nos habíamos dado cuenta
del sepelio al que acudió ella sola. Aquella tarde
que caí en la cuenta de que ya nos había
abandonado, fue la primera vez que no me dio su
bendición y fue la primera y la última vez que yo
le di la bendición a ella, me despedí, acaricie su
rostro con una ternura que es demasiado rara en
mi y le dije en vos baja ¡cuídate, que te vaya bien
y gracias por todo!, después la deje y guarde
muy dentro de mi, mí tristeza y mi duelo aunque
no pude evitar alguna lagrima y un silencio
denso que me acompaño todo el camino de
regreso a Tenancingo y durante algún tiempo
más cuando mi mente viajaba hacia ella a
cualquier hora del día. Algunos meses después
su cuerpo por fin tomo la decisión de liberarla de
su prisión y supongo que todos descansamos, o
al menos ella y yo; cuando me avisaron por
teléfono que acababa de morir… mi primer
reacción fue darle gracias a Dios como pocas
veces lo he hecho, fue un agradecimiento muy
sincero y por primera vez y en mucho tiempo
sentí que aquella incomodidad para respirar y
para vivir... lentamente se me iba quitando. Ya
hacía algún tiempo que cada vez que recibía
llamada de alguno de mis primos de Toluca mi

91
primer pensamiento era mi abuela, más o menos
15 días antes mire su cuerpo como queriéndome
informar que ya estaba cerca el día en que la
dejaría libre, por eso aunque el siguiente fin de
semana me toco trabajar en Tenancingo, pedí
permiso para poder ir a verla una vez más,
nunca supe que sería la última, si sabia que era
una de las últimas. A los 8 días recibí la llamada
de que su cuerpo por fin la había alcanzado y que
también había muerto, lo que seguía era sólo
protocolo, era un homenaje demasiado tardío a
algo que hacia buen tiempo había sucedido. De
mi abuelita aprendí muchas cosas, entre ellas,
que las gentes de edad avanzada no se afierran a
las cosas materiales por ser materialistas. A mi
abuela la muerte primero le arranco a su esposo,
después una fractura de cadera le arranco su
casa, con todas sus cosas personales y con ello
su independencia y su forma de vida,
posteriormente la muerte regreso y le quito a
cuatro de sus cinco hijos y cuando le fue quitado
casi todo lo que la vida le había prestado...
decidió que era hora de retirarse, si, decidió
marcharse cuando se dio cuenta que ya no tenía
para quien vivir y que ya nadie quería vivir para
ella. En realidad resultaba difícil entender ¿por
que nunca dejo de pedir que la lleváramos a
casa?, la mayoría solemos pensar que son
terquedades de la gente anciana; ahora ya no es
tan difícil de explicar, cuando miro fotos o videos
de sus cosas y me pongo a pensar que las
personas cuando se comienzan a quedar solas
por que las generaciones a las que pertenecieron

92
van desapareciendo, hacen de sus cosas
personales sus compañeros más entrañables y
de su vida diaria una rutina importante e
indispensable y que su cerebro les repite a diario
que ellos siguen siendo necesarios para las
plantas de sus macetas, para acomodar su ropa,
para limpiar el polvo de sus muebles, etc., y que
no existe nadie en todo el mundo que pueda
hacer todas esas tareas como sólo ellos mismos
las saben hacer; no, no es por que sean
materialistas, ni tampoco por... “es que los
ancianos mientras más ancianos se vuelven más
tercos”, la verdad es que buscan
desesperadamente un último “por que vivir”
cuando todos los que los rodean los han
rebasado.

¡SEÑORAS Y SEÑORES!, CON USTEDES… “LA


MUERTE”

Nunca aprendí a dar pésames, a decir cosas


como: -lo siento mucho- porque en una gran
mayoría de ocasiones no ha sido cierto.
Tampoco recuerdo haberle dicho a alguien -solo
se nos adelanto- porque se supone que es algo
que todos ya sabemos. No encuentro sentido a
las frases -ya dejo de sufrir- o -ya descansó-
porque quienes más saben eso son los que
vivieron más cerca del difunto; y en fin, una gran
variedad de frases que el ser humano ha
elaborado para tratar de mostrar a los demás que

93
también siente dolor por el ser que se ha ido. La
verdad es que morirse es un acto que vamos a
presentar cada uno de nosotros de manera
individual y cuando ya lo hemos consumado se
convierte (o mejor dicho) los que aun quedan o
quedamos vivos, lo convertimos en un acto
social al cual asisten (con o sin invitación)
muchas personas que no nos frecuentaban, nos
conocían poco o incluso hasta gente con la cual
nos llevamos mal, pero que en momentos como
esos es capaz de decir alguna frase socialmente
aceptada acompañada de un abrazo especial el
cual debe enfatizar y ser parte de la frase
dependiendo del grado de fuerza con la que se
abrace. Todas estas cosas son actos póstumos
que llevan encerrados en si mismos toda una
serie de sentimientos diversos y distintos entre
una y otra persona y que deben servir de algo
(mucho o poco) a los que se quedan. Quizás para
muchos otros no tengan un significado de peso y
quizás por ello yo no soy asiduo a los arreglos
florales, a visitar los panteones, a las misas de
aniversario luctuoso en donde según los
sacerdotes dedican la misa a... y se ponen a leer
una lista interminable de nombres de personas
remarcando que es por su eterno descanso; yo
creo que todo es válido si nos ayuda a
sobrellevar una perdida y ningún método es
mejor o peor que otro, cada quien elige el que le
sienta mejor, de cualquier modo el ataúd sigue
sirviendo (desde que se invento) exactamente
para lo mismo en todos los casos… aunque el
material del que lo hayan fabricado haga que su

94
costo sea excesivo o mínimo, lo que va
cambiando y en lo que la mercadotecnia pone
mayor énfasis es en mejorar todo el entorno para
los que quedan o quedamos vivos y nos toca
asistir a un velatorio, a una misa o a un sepelio.

SIMPATIA POR LA MUERTE

Hace muchos años los integrantes del grupo de


rock los Rolling Stones, escribieron “simpatía
por el diablo”, una (según expertos) de sus
mejores composiciones tanto en letra como en
música y no se diga en interpretación, incluso la
pieza fue motivo para realizar la película del
mismo nombre (aun en blanco y negro) y cuya
trama se centra solamente en la composición;
presenta situaciones gráficas que tratan de
retratar partes de lo que dice la letra y de cómo
se van generando poco a poco tanto la letra por
M. Jagger como la música mediante los acordes
inconfundibles de K. Richards. Me llamo la
atención como alguien se había atrevido a
escribir acerca de sentir o tener cierta simpatía
hacia un ser que suponemos representa la
maldad; sin embargo viendo la película,
entendiendo la letra y gozando la música se da
uno cuenta que ese personaje que representa la
maldad esta generado constantemente en el
cerebro del ser humano y se le dota de una
personalidad metafórica para poderle nombrar de
alguna manera. Todo esto viene a ser como un

95
paradigma porque la muerte en si como
personaje sólo existe en la lotería, en los dibujos
de Posadas, las pinturas de Frida y en las
representaciones de dulce que cada año en el
mes de noviembre pululan hasta el último rincón
de México y sin embargo y a pesar de que no
existe físicamente, el ser humano le ha esgrimido
como representante de lo malo, lo negativo, en
pocas palabras lo peor a lo que podemos
enfrentarnos y le dedica todo tipo de
sentimientos negativos y de rechazo, y no es que
yo (siguiendo el formato de entrada) sienta
“simpatía por la muerte”, pero tenemos que
reconocer que no existe una profesión que como
la de médico, hace que a diario, mañana, tarde,
noche, días festivos, etc., tengamos a la muerte
tan cerca y que tengamos que sacar
continuamente la cara por ella ante los ataques y
la incomprensión de quienes son victimas de su
llegada para privarles de la existencia de algún
ser querido. La muerte actúa… y nosotros damos
la cara, damos la explicación, la muerte sólo se
presenta sin nada y se retira con su carga y a
nosotros nos deja el paquete de hablar bien de
ella, de convencer a los deudos de que la muerte
es así, de que la vida es así, de que existe un
principio y un fin, de argumentos, teológicos,
científicos, filosóficos, médicos, religiosos, etc.,
en pro de la muerte, yo creo que no existe
alguien que hable más positivamente de la
muerte que un médico. Es cierto que existen
personas que tienen agencias funerarias,
panteones, velatorios, etc., y que cuentan con

96
gente que le toca trabajar con cadáveres. La
diferencia esta en que a nosotros nos toca
trabajar con seres vivos y por lo tanto nos
corresponde dar la explicación de la transición
de vivo a muerto, o sea, nuestro trabajo como
médicos termina cuando ya existe un cadáver y
en ese momento inicia nuestro trabajo de tratar
de explicar lo que es la muerte. Este trabajo
póstumo se facilita demasiado cuando alguno de
los deudos es médico, enfermera, o tiene claro
para si el diseño de vida que tenemos como
seres vivos; sin embargo es uno de los trabajos
más difíciles cuando se mira a la muerte como un
fracaso de alguien o un error de alguien y hablo
no sólo de personal que estuvo en contacto para
tratar médicamente al paciente sino de los
mismos familiares que se culpan entre si o así
mismos por no haber tratado al paciente con
otros médicos y en otro lugar y sobre todo
cuando dentro de su familia (como en la familia
de todos) existe un sabelotodo, cuya lengua
trabaja más rápido que su cerebro y que su
afición más importante parece ser la de meter
duda, inconformidad, cargos de conciencia,
culpas y demás “malas vibras” en los allegados,
con frases como “es que ¿cómo es posible que
lo hayan traído aquí?”, “¿por qué no me avisaron
desde un principio?”, “pero si fulano de tal tenía
lo mismo y míralo en tal parte lo curaron” y
desde luego cuando un paciente grave “es de
momento rechazado por la muerte” y logra
recuperarse de su enfermedad, se habla de
milagros de uno u otro Santos, no de ética o

97
capacidad médica ni de constancia o
profesionalismo de enfermeras sino de milagros,
y en el caso contrario, cuando la muerte decide
que es buen momento para terminar su trabajo y
llevar con ella al paciente, mucha gente habla de
negligencia, falta de capacidad u omisión tanto
de personal médico como paramédico y todos se
olvidan o se abstienen de pronunciar algún
reclamo a alguno de los tantos Santos que
pareciera haberse negado a hacer “el milagro”.
Sin embargo y aunque se que existe gente capaz
y gente farsante en todas las profesiones y sin el
afán de parecer el defensor de los de mi
profesión, debo decir con toda honestidad que
en casi 30 años de ejercer la medicina, hasta la
fecha no he conocido un solo médico o una sola
enfermera que a propósito hagan lo que esta en
sus manos para que alguien muera, pero
solamente quien trabaja con la vida y sus
extremos tiene que convivir con ellos (hablo de
los extremos) el nacimiento y la muerte,
solamente quien no ejerce esta profesión con la
finalidad con la que la estudio esta a salvo de
que llegue un día en que se le muera algún
paciente y me refiero a los “pseudo-médicos”
aquellos que son médicos pero que su mayor
riesgo es que se les corra la tinta, ya que su
trabajo lo realizan únicamente detrás de un
escritorio, con papeles, archivos y expedientes.

¿A cuantos de mis familiares he visto morir hasta


el día de hoy?... a ninguno, ¿a cuantos pacientes
he visto morir?... no podría recordarlos a todos y

98
así como yo, quien ejerce como se debe la
profesión de médico llega el día en que pierde la
cuenta de los pacientes que ha visto morir. Esta
cercanía y constancia por parte de nuestra
compañera muerte, hace que el argot médico
trate de darle un toque un poco menos dramático
y más sarcástico, casi familiar, en cosas como
¿ya cuantas rayas tiene la campana de su
estetoscopio doctor?, o ¿a quien le vamos a dar
el zopilote de oro?, o hablando de certificados de
defunción se usan los términos “la recetota” (por
el tamaño) o “el pasaporte”. También cuando
tenemos a un paciente extremadamente grave y
que nos damos cuenta que su sufrimiento se
prolonga llegamos a usar frases como: doctor,
por favor entre al cuarto de ese paciente y
dígale, -¡si ve una luz brillante al final de un
túnel... sígala, sígala hasta el final!-, y si el
paciente le pregunta -¿y que voy a encontrar al
final doctor?- usted le dice –un letrero en el que
se puede leer la frase ¡game over!-, y le hace la
aclaración que si después de leer el letrero,
voltea hacia su derecha podrá ver a Arnold (el
gober de California) vestido de terminator
diciéndole: -¡hasta la vista baby!-. Y a pesar de
todo lo ¡cool! que podemos hacer de esta parte
de nuestra profesión, los que trabajamos con la
salud y la enfermedad tenemos códigos “sobre-
entendidos” de actitud hacia los pacientes, por
ejemplo cuando llevamos en una camilla a un
paciente de un lado a otro dentro del Hospital,
por costumbre, habito o creencia (no aprendida
en ninguna materia de la escuela, ni conseguida

99
en ningún libro) lo hacemos siempre
dirigiéndonos con la cabeza del paciente en la
parte delantera de la camilla y los pies del
paciente en la parte de atrás, y esto no nace
como una superstición originada por ese dicho
que reza “lo sacaron con los pies por delante”,
quizás la frase tenga su origen en la forma en
que transportan los cadáveres, pero como
médico a mi nadie tuvo que explicarme la forma
de mover un paciente en una camilla dentro de
un hospital, simplemente lo hacemos como algo
que debe ser así para que quedemos conformes
que estuvo bien hecho. Lo mismo pasa con los
pacientes que sabemos que no son recuperables,
nuestra actitud ante un paciente así, no tiene
nada que ver con los héroes que nos presentan
las películas o series de televisión en donde con
un aparato llamado “desfibrilador” o con un
masaje cardiaco o con respiración de boca a
boca reviven y sacan adelante casos que
solamente sirven para distorsionarle la mente al
publico que los ve a través de las pantallas; no,
la verdad es que cuando tenemos un paciente
que de antemano por sus condiciones y etapas
de su enfermedad sabemos que no tiene
posibilidades de salir adelante, no hacemos nada
que estamos concientes le va a provocar más
sufrimiento o solamente va a ocasionar que
maltratemos más a un cadáver, y esto no va de la
mano ni tiene ninguna relación con la eutanasia,
sino mas bien con la calidad de vida y el tratar de
ser un poco más humanos tanto con el paciente
como con los familiares. Y entonces ¿para que

100
sirven los médicos si de todas formas cuando la
muerte se enterca nadie puede hacer nada? No
recuerdo en donde ni hace cuanto tiempo, vi un
grabado en donde se representa a un paciente
agonizante que es tirado por su brazo derecho
por un esqueleto que representa a la muerte y
por el brazo izquierdo es halado por un personaje
de bata larga que representa a los médicos y
aunque el grabado pone a los médicos a la altura
de los únicos seres humanos capaces de
ponerse al tu por tu con la muerte, el asunto no
es tan romántico o mejor dicho tan “épico” como
pareciera, nunca nos peleamos los pacientes con
la muerte, sabemos por profesión que existen
entidades nosológicas reversibles que si no son
tratadas van irremediablemente a evolucionar a
entidades no reversibles. En todos los años que
llevo de ejercer la medicina he visto a muchos
pacientes que no murieron porque fueron
atendidos antes de que su enfermedad se
transformara en un evento irreversible, sobre
todo la mayoría han sido pacientes que requerían
una cirugía (que aquí entre nos) es la rama de la
medicina más verdadera en cuanto a curar un
paciente. Pero como lo he manejado siempre...
nada es casualidad, todo es causalidad. No es
destino es mal tino, en pocas palabras “una serie
de eventos desafortunados”. Sobre todo cuando
se habla de muertes violentas, accidentes o
eventos súbitos. Lo mismo hemos visto caer
fulminado por la muerte a un deportista de 20
años de edad con todos los cuidados médicos,
dietéticos y de condición física (supuestamente)

101
mejor que la de cualquiera de nosotros, que
hemos visto salir por su propio pie,
sacudiéndose el traje y quitándose el casco, a un
piloto de un auto de carreras que se hizo
pedazos y se incendio, y todo esto da pie a que la
gente exprese cosas como “es que no le tocaba”
o “cuando te toca te toca” o “ya estaba escrito” y
una más “pues nadie escapa a su destino”. La
verdad es que somos tantos millones de seres
humanos en el mundo que forzosamente a
alguien le va a tocar y a alguien no le va a tocar, y
me refiero a cosas tan simples que la gente
cuenta o platica como algo sobrenatural ligado a
lo que llamamos destino y un ejemplo de esto
son todos los casos que posteriormente salieron
a la luz después de el ataque a las torres gemelas
de Nueva York; y me refiero a gente que por una
cosa u otra no pudo llegar a tiempo a su trabajo
en una de las torres o no llego a tiempo para
abordar alguno de los aviones utilizados en los
ataques y que cuando sucede algún evento
trágico estamos acostumbrados a decir “que
suerte tuvo”, yo digo que no fue suerte, fue
causalidad y no casualidad; algo o alguien causo
el que no llegaran todas esas personas a tiempo.
Si nos ponemos a pensar un poco en lo anterior
tenemos que admitir que a diario existe mucha
gente que llega retrazada a su trabajo o que
pierde un vuelo o un autobús por que se le hizo
tarde, sin embargo no a diario, ni en todos los
lugares, ni en todos los transportes suceden
tragedias. La cuestión es más simple de lo que
parece, a mi me a tocado ver a una paciente

102
completamente sana que se murió por una
reacción alérgica al automedicarse una simple
“neomelubrina” por un dolor de muelas y
yéndome al otro extremo me ha tocado ver
pacientes con tumores malignos en alguna parte
de su intestino, que después de ser intervenidos
quirúrgicamente y sin recibir posteriormente
terapia oncológica siguen una vida normal, de
buena calidad y por muchos años y estoy
hablando de casos documentados por patología,
o sea con un diagnostico basado en la
observación de las células de las que estaba
formado el tumor, que es completamente
diferente a la charlatanería que mucha gente
también se llega a creer cuando existen casos en
que alguien les hizo un diagnostico de un tumor
al que llaman cáncer (obviamente nunca
extirpado) y que por lo mismo nadie puede
asegurar que se trataba de cáncer, pero que el
susodicho charlatán curó con limpias, yerbas,
pases mágicos y pociones para deshacer el
tumor. Si tenemos a dos pacientes con una
misma enfermedad, con una misma edad y
manejados exactamente igual, puede que uno
evolucione rápidamente hacia la cura y el otro
rápidamente hacia la muerte, y esto sólo es
determinado por las reacciones de su organismo
y la forma de respuesta de todos sus
mecanismos de regeneración y equilibrio (que
son completamente diferentes de un ser humano
a otro); exactamente pasa lo mismo si tenemos a
dos personas que abordan un auto similar y que
una de ellas se pone el cinturón de seguridad y la

103
otra no, o dos personas que se suben a una
motocicleta de las mismas características y una
usa casco y la otra no, ¿quién de esas dos
personas tiene más probabilidades de salir bien
en caso de un accidente?, la respuesta es
demasiado lógica. En estos ejemplos la medicina
es el cinturón de seguridad, el casco y la
velocidad con la que se conduce, y la respuesta
del organismo esta representada por las
condiciones de la carretera, por los demás
conductores y por reflejos de fracciones de
segundo que pueden hacer variar un accidente
en lo aparatoso del mismo; en otras palabras
“factores que pueden causar más o menos
daño”, no factores casuales sino causales.

Por todo esto estoy de acuerdo en una frase que


le aprendí al amigo más ético que me ha
permitido conocer mi profesión “la vida no tiene
palabra”, y yo le he agregado “la muerte si”.

LO QUE APRENDI DE LA VIDA, LO QUE HE


APRENDIDO DE LA MUERTE

Lo que aprendí de la vida se resume a una sola


cosa… reconocer que debo morir. Con toda la
tristeza, nostalgia, miedo, incertidumbre y todo
tipo de sentimientos que pueden emanar de un
ser sentenciado, porque en realidad no somos
otra cosa más que unos sentenciados a morir. La
única diferencia que existe entre nosotros y

104
algún recluso sentenciado a muerte es que en los
reclusos una vez que se cumplen todos los
protocolos y procesos para dictar una sentencia,
les dan a conocer una fecha en la que deben
morir; fuera de eso no existe más diferencia ya
que en nosotros la sentencia está dada desde el
momento de nacer, pero no nos van a dar a
conocer la fecha. Eso es todo lo que he
aprendido, sigo y seguiré aprendiendo de la vida
hasta que me quede claro, hasta el día que me
abrace y la abrace, hasta el día que la aceptación
sea mutua, porque la mayor parte de nuestro
existir esta aceptación es unilateral ya que la
muerte nos acepta desde el día que llegamos al
mundo, sin distinción ni preferencias,
presentándose siempre sincera y franca y
representando el emblema mas imparcial de
justicia hasta el grado de preguntarme muchas
veces ¿por qué la partición de justicia no la
eligió como símbolo de imparcialidad?, tuvieron
que inventar una figura humana con una balanza
en una de sus manos; y siendo una figura
humana y sarcásticamente tratando de mostrar
que esta es la figura más justa e imparcial, se
vieron en la necesidad de vendarle los ojos
agregando la frase “la justicia es ciega”, dando a
entender (obviamente sin querer), que el ser
humano es el que menos sabe de justicia y que
es el menos imparcial que existe, quedando claro
con esto que necesita no ver lo que hace para
tratar de impartir la justicia más justa. Y es el
mismo ser humano quien ha creado frases como
“no hay peor ciego que el que no quiere ver” o

105
“no juzgues por las apariencias”. La muerte no
necesita tener una venda en los ojos, no es ciega
ni juzga por las apariencias. La muerte al
momento de recibirnos nos recibe con la misma
calidad de abrazo. Podemos morir
completamente solos o rodeados de infinidad de
gente, podemos morir de hambre o de gula,
podemos morir de enfermedad o accidentes,
podemos morir rodeados de los mejores médicos
y enfermeras que existan o sin ninguna atención
especial y finalmente podemos morir muy
aseados, con olores agradables entre sabanas de
seda, en una cama confortable y en una
habitación tibia y con luz tenue, o bien podemos
morir entre ratas, tiritando de frió, recostados en
el frió asfalto o banqueta de una calle cualquiera,
sucios e infestados de infinidad de piojos y
pulgas, oliendo a excremento y podredura,
haciendo intentos por aminorar el frió al
cubrirnos con una hoja de periódico… que
importa el escenario si el final es muy justo, que
importa la forma si quien nos está recibiendo es
la imparcialidad en toda su plenitud. Esto es todo
lo que aprendí de la vida... todo es sobre “la
muerte”.

Por el contrario lo que he aprendido y hasta el


día de hoy sigo aprendiendo de la muerte es a
vivir, si, puede sonar absurdo o contradictorio
pero la verdad es que quien más me ha enseñado
a vivir es la muerte, porque se que nos esta
esperando a todos y la gran mayoría no tenemos
ninguna prisa por irnos. Esto hace que piense y

106
haga lo que escribió aquel condenado a muerte
por cáncer cuando entendió que ya no le
quedaba más tiempo para vivir, ´”ahora sueño
más y duermo menos”, y lo hago no forzado, no
con el propósito de vivir más, lo hago porque
realmente disfruto el hacerlo, porque ya entendí
que la muerte me esta esperando en el minuto y
segundo que me corresponda, no por que así lo
marque el destino, porque el termino “destino”
no existe cuando se habla de la muerte, ya que
aplicado a este evento, el tiempo en que se
conjuga nunca es ni presente ni futuro, y me
refiero a lo común que es decir para muchas
personas “ese era su destino”, cuando el evento
ya paso, o la frase “todos tenemos un destino
marcado” yo creo que todos tenemos un ciclo y
como tal va a llegar a su fin y me refiero al
minuto y segundo que me corresponda
encontrarme con la muerte por causalidad no por
casualidad y puedo decir que ahora vivo mejor y
más intensamente, desde que la aceptación se ha
vuelto mutua y he por fin correspondido con esto
a remunerar en parte esa fina e imparcial
atención que la muerte a tenido conmigo sin
echarme en cara su larga espera, su paciencia y
su comprensión .

107
CRÓNICA DE UNA MUERTE ACEPTADA

Y llegado el momento creo que ahora más que


nunca estoy convenido con la muerte y
escribiendo esto con toda la desolación que
puedan imaginar porque nunca pude ni podré
decirle ¡detente! con mis seres a los que amo y
he amado; y nunca pude ni podré decirle
¡detente! para quedarme más tiempo con los
seres que amo y he amado. Y he aquí a estas
alturas de mi vida que me vengo a dar cuenta que
el miedo a la muerte sólo es miedo cuando no
tenemos a nadie que dependa de nosotros; y no
hablo de una dependencia económica porque de
una u otra manera si volteamos alrededor todos
los que han perdido a una pieza importante de su
núcleo familiar han podido y podrán salir
adelante siempre; no, hablo de seres que
dependen por lo menos parcialmente de
nosotros en razón de seguir un rumbo, en razón
de acudir a nosotros cuando las cosas no les van
bien y en razón de sentir seguridad moral y
espiritual cuando buscan solucionar un problema
o los aqueja una duda. En otras palabras si
viviéramos completamente solos, el momento de
morir se convierte únicamente en el temor al
¿qué vendrá?, pero cuando tenemos seres que
conviven y comparten a diario sus problemas,
dudas e inquietudes y se acostumbran a que
existe en su familia una opinión más, una vos
más y un cerebro más que sabrá escucharlos y
acordar con ellos una solución... entonces creo
que el temor de morir se convierte en angustia y

108
tristeza, y para darme cuenta de ello no he
necesitado todavía morir, simplemente he
realizado en varias ocasiones un ejercicio muy
simple: cuando Norma y Daniel están durmiendo
juntos (uno al lado del otro) y la imagen que
trasmite una persona dormida es estar ajena a
todo y es estar vencida de cansancio, me pongo
a imaginar que hace dos o tres días, Héctor (o
sea yo), falleció, lo velaron y lo sepultaron y en
esos momentos que ellos duermen, todos los
familiares que los hubiesen acompañado en
momentos como esos, ya se encuentran en sus
casas, en sus roles y ocupándose cada uno de
sus propias vidas y Norma y Daniel con su pena,
su cansancio, su tristeza o lo que sea... ya se
encuentran solos y durmiendo y entonces me
imagino como si yo hubiera tenido la
oportunidad de regresar nada más a verlos y me
aterra el pensar... ¡ya no estoy en la casa!, ¡están
solos!... ¿qué van a hacer si esto?, ¿qué van a
hacer si aquello?, ¿quién les va a decir como
hacer esto o como hacer aquello?, etc., y todo
eso me hace sentir una impotencia y una tristeza
difícil de describir. Si después de que uno muere,
existe la oportunidad de regresar a mirar a sus
seres queridos como lo he imaginado, es algo
que nunca podremos saberlo en vida, pero lo que
si les puedo asegurar es que después de que
realizo este ejercicio, valoro mucho más mi
relación con ellos, trato de pasar más tiempo con
ellos y mi cansancio y mis achaques físicos y
mentales pasan más fácilmente a un segundo
termino para dar paso a la prioridad de disfrutar

109
de ellos lo más que pueda, y todo esto es
alimentado por el terror de que cuando ya no me
encuentre entre los vivos, mi visión pueda
hacerse realidad.

De una cosa estoy seguro, ahora y después de


tanto convivir con la muerte, estoy listo para
darle la bienvenida el día y a la hora que ella
quiera acudir a mi, ya sea en 10 minutos o en 10
años, finalmente el verdadero dolor de morir es
que uno va a dejar de convivir con la gente a la
que se ama. Y esto que menciono no se refiere
en absoluto a que estoy ya listo para morir
porque no tengo ya ningún proyecto o ningún
pendiente. Yo creo que difícilmente alguien
podría morir sin haber dejado nada pendiente por
lo menos en su cerebro. Vivamos el tiempo que
vivamos, lo más seguro es que cuando la muerte
nos llame algo quedará sin realizar en el tintero,
en nuestra mente, en nuestro corazón; algo
quedará pendiente por pronunciar, por escribir,
por ver, por escuchar, etc., algo que por fuerza
nos indicará que aun no estábamos listos. Pero
lo que si podemos hacer es morir convencidos
de que ya habíamos terminado nuestro ciclo. Por
otro lado no puedo menos que estar muy
agradecido por tantos años que aunque la
muerte me ha mostrado su presencia, hasta el
día de hoy paso de largo a un lado mío y esto me
permitió darme cuenta que lo fabuloso de vivir es
tener la oportunidad de conocer lo que existe
dentro de otros seres humanos. Quizás un poco
tarde pero ahora me doy bien cuenta del valor de

110
lo material y de cómo las personas vamos
llenando nuestras vidas poco a poco de cosas
materiales que solo nos dan satisfacción cuando
nos sirven para ofrecerlas, regalarlas o
compartirlas con alguien más. He tenido el
privilegio durante tantos años de pertenecer a
una gran familia en donde reconozco que cada
uno de sus miembros tiene un valor muy especial
y tendremos que reconocer que no existe vida
que alcance para conocer bien a bien a uno sólo
de nuestros familiares. No existen peores ni
mejores generaciones, no existe ni más ni menos
inteligencia, ni tampoco existen más o menos
oportunidades. No somos quien para servir de
ejemplo a nadie porque cada uno ha vivido, vive
y vivirá su vida como mejor le parezca. Y como
no sería posible reconocer los valores de cada
uno, les externo mis respetos a todos
independientemente de la edad y ojala que llegue
el momento en que puedan lograr sentirse tan
orgullosos como me siento yo de haber
pertenecido a la misma familia que ustedes.

Tengo miedo (me imagino que como todos) del


dolor que pueda ocasionarme la forma de morir,
algunas veces que lo he pensado e incluso lo
hemos llegado a platicar (Rafael y yo), tenemos
como carga genética dentro de la familia del sexo
masculino, muchas posibilidades de morir del
corazón, aparentemente una muerte más o
menos rápida, pero esto nadie lo sabe. Sólo
espero que no vaya a ser de una enfermedad
muy lenta y dolorosa, porque aunque una

111
enfermedad crónica (de lenta evolución) me
permitiría reflexionar más y usar un tiempo más
mi cerebro, también es cierto que cuando existe
dolor o malestar físico de por medio, las ganas
de hacer algo, de pensar, escribir o reflexionar
desaparecen y es muy difícil elaborar
pensamientos cuando uno no se siente bien; es
por esto que aun no teniendo (o no conociendo
tener) ninguna afección física importante me
decidí a escribir esto... pero también es cierto
que en momentos en que me he sentido muy mal
físicamente por una enfermedad no me nace el
deseo de hacer o crear nada. No temo morir por
el hecho, y aunque el temor que llego a sentir de
ese paso es que la visión que describí
anteriormente se cumpla, reconozco también que
sólo soy un ser humano más, del cual nadie,
absolutamente nadie depende para respirar o
pensar y se bien que los seres a quienes más
perturbe mi partida, saldrán adelante lo mejor
que puedan, al fin y al cabo el secreto de la vida
es estar vivo y mantener vivo nuestro cerebro y
el secreto de la muerte es hacernos ver lo
increíble que es estar vivo.

NO SON LOS UNICOS…

De alguna manera pudiera pensarse que no han


sido muchas personas de las que he conocido en
mi vida y que he llegado a convivir con ellas, las
que han partido. La realidad es que hago alusión

112
en este escrito de aquellas que influyeron de una
manera más profunda para que mi percepción de
la muerte sea lo que es hasta el día de hoy. Sin
embargo han sido muchas más personas de las
que menciono las que he visto partir o por lo
menos he oído que han partido o incluso he
asistido a sus funerales. He aquí algo que más
que un mausoleo, un verdadero vivero que se
va formando de manera distinta en cada uno de
nosotros y se queda para siempre en la mente:

† Tía Trini (tía de mi abuelo)


† Hortensia (mamá de mis hermanos Luís y
Meche)
† Tía Consuelo (cuñada de mi abuelo)
† Tío Chano (esposo de la tía Josefina)
† Tía Josefina (hermana de mi abuela)
† Tía Teresa (prima de mi abuela)
† Sarita (nieta de mi tía Josefina)
† Tía Gudelia (esposa de mi tío Alberto)
† Tío Víctor (hermano de mi abuelo)
† Tío Ernesto (hermano de mi abuelo)
† Tío Abelardo (hermano de mi abuelo)
† Tío Augusto (hermano de mi abuelo)
† Tía Teresa (hermana de mi abuelo)
† Tío Reinaldo (sobrino de mi abuelo)
† Tío Alberto (hijo de mi tío Augusto)
† Tío Goyo (primo de mi abuela)
† Tía Celia (sobrina de mi abuela)
† Don Pascual (papá de Norma mi esposa)
† Abuela Consuelo (madre de mi madre)
† Bisabuela Adela (abuela de mi madre)
† Tío Roberto (primo de mi madre)

113
† Tío Rodolfo (primo de mi madre)
† Tío Félix (primo de mi abuela)
† Tío Enrique (primo de mi abuela)
† Tío Héctor (sobrino de mi abuela)
† Doña Julia (mamá de mi tía Irene)
† Don Baldomero (papá de mi tía Irene)
† Dr. Alarcón (papa de la tía Teresa)
† Don Jesús (papa de la tía Socorro)
† Doña Luisa (mamá de mi tía Socorro)
† Alfonso (hermano de la tía Teresa)
†††††††††††††††† (amigos)
†††††††††††††††† (conocidos)
†††††††††††††††† (compañeros de trabajo)
†††††††††††††††† (vecinos)
†††††††††††††††† (pacientes)

†††††††††††††††† = no podría saber


cuantos.

Por ultimo, sólo me resta felicitar a todos los que


hasta este momento no nos toco aparecer en
esta edición, porque eso significa que ¡todavía
estamos vivos! y si aun estamos vivos ¡pues
órale! ¡a vivir se ha dicho! porque esta fiesta…
también se va a acabar.
Hectorito.

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