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Hermanas y hermanos:
En este segundo domingo de cuaresma veremos cómo Abrahám se puso
en camino para seguir su vocación.
Y nosotros en nuestro itinerario cuaresmal, siguiendo a Jesús en
camino hacia su Pascua, vamos a contemplarle orando en la montaña.
Que la luz de la oración de Jesús nos ayude a comprender el sentido
de nuestra vida y a llevar con esperanza las dificultades de nuestra
vida.
Celebremos nuestra fe en unión con el Señor.
SALMO 33 (32)
Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
La palabra del Señor es sincera
todas sus acciones son leales;
el ama la justicia y el derecho
y su misericordia llena la tierra.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su amor,
para arrancar sus vidas de la muerte
y darles vida en momentos de hambre.
Nosotros esperamos en el Señor,
él es nuestra defensa y nuestro escudo;
en él se alegra nuestro corazón,
en su santo nombre confiamos.
II lectura: Carta de S. Pablo a Timoteo 1,8-10
Querido hermano:
Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios.
Él nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestros méritos, sino
porque, desde tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia, por
medio de Jesucristo; y ahora, esa gracia se ha manifestado al aparecer
nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y sacó a la luz la
vida inmortal, por medio del Evangelio.
Este episodio del monte Tabor de Jesús nos ilustra sobre la oración de Jesús y su vida.
El evangelista pretende escenificar con un mensaje teológico cómo Jesús oraba a Dios.
Descubrimos muchos elementos simbólicos y teológicos: la montaña, la blancura, la
brillantez, la quietud y paz, Moisés y Elías (Antiguo Testamento), la “nube luminosa”,
la voz de Dios, la “caída de bruces”, el “silencio mesiánico”.
Subir hasta la “cima del monte” es orar y orar es encontrarse con Dios. La experiencia
de la oración supone una “salida” de uno mismo (éxtasis) y el encuentro con el
Absoluto (Dios).
ACCIÓN DE GRACIAS